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HISTORIAS DE LA HISTORIA DE LOS

JUEGOS OLÍMPICOS

Los Juegos Olímpicos de la época clásica se disputaron en Olimpia desde el 776 a.C.
hasta que el emperador Teodosio los abolió en 394. De hecho, se llamaba Olimpiada al
período de cuatro años que transcurría entre cada edición de los Juegos. Y aunque no
eran los únicos juegos de Grecia -también se celebraban los Píticos en Delfos, los
Ístmicos en el istmo de Corinto y los Nemeos en Nemea-, eran los más antiguos y,
sobre todo, los que más prestigio aportaban al ganador y a la polis que representaba.
Una vez promulgados los Juegos, se firmaba la paz olímpica y los hombres griegos y
libres, en representación de diversas ciudades estado, competían en diferentes
pruebas por la gloria. En palabras del poeta Píndaro:

El vencedor, el resto de sus días, tendrá una dicha con sabor de


mieles.

Mujeres en los Juegos Olímpicos de la Antigüedad.


Uno de los atletas más famosos de la época clásica fue Diágoras de Rodas, que
además de ser el gran triunfador en los Juegos celebrados en el 464 a.C. inició una
saga de campeones olímpicos. Sus hijos Diamageto, Acusilao y Dorieo, así como sus
nietos Eucles y Pisírodo siguieron sus pasos. Cuando la leyenda que, el día que
Diamageto y Acusilao fueron coronados campeones, se acercaron hasta donde estaba
su padre, lo subieron en hombros y dieron con él la vuelta triunfal. Fue demasiada
emoción para su viejo corazón, y allí mismo falleció Diágoras.
Las mujeres tenían prohibido participar y asistir a los Juegos, pero Calipatira, hija de
Diágoras y madre de Pisírodo, estaba tan segura del triunfo de su hijo que decidió
jugársela y vivir en directo aquel día. Se vistió con las ropas de los entrenadores y
consiguió colarse. Tal y como ella había soñado, su hijo consiguió hacerse con la
victoria pero, llevada por su alegría, saltó la valla para felicitar a su hijo y la ropa se
quedó enganchada… Calipatira se quedó desnuda frente a todos. Según las reglas que
regían los Juegos, el castigo para las mujeres que infringiesen la ley sería ser
despeñadas por el monte Tipeo. En honor a su padre, hermanos e hijo, campeones
olímpicos, los jueces le perdonaron la vida; y desde aquel momento se promulgó una
nueva norma que obligaba a los entrenadores a ir desnudos, igual que los atletas, para
que no volviese a ocurrir.

Algunas fuentes hablan de una mujer que consiguió vencer en los Juegos,
concretamente en las pruebas ecuestres, pero sin estar presente. Y la explicación es
que el ganador no era el jinete que, lógicamente, era un hombre, sino el propietario
del caballo. Daba igual quién lo montase, así que digamos que el jinete era un
complemento del caballo. Cinisca de Esparta, hija del rey Arquídamo II, era la
propietaria de los caballos que en las carreras de carros obtuvieron la victoria en las
Olimpiadas de 396 y 392 a.C.
Aún así, algunas mujeres decidieron no resignarse y, dado que no podían participar en
los Juegos de los hombres, crearon los suyos propios. En honor de la diosa Hera,
también cada cuatro años y sólo unos días antes de los masculinos, se celebraron
también en Olimpia los Juegos Hereos. Al frente de la organización de estos Juegos
había un grupo seleccionado de 16 mujeres. Las participantes competían divididas en
tres grupos según las edades, y lo hacían en una única prueba que consistía en una
carrera a pie con un recorrido algo inferior al de los hombres. Las mujeres no
competían desnudas, llevaban una túnica corta, por encima de la rodilla, y tenía
descubierto el hombro derecho hasta el pecho. Además, debían llevar el pelo suelto. Al
igual que los hombres, las vencedoras en los Juegos Hereos, normalmente espartanas,
eran coronadas con olivo. Sabiendo que las mujeres de Esparta ejercitaban sus
cuerpos desde muy jóvenes, es normal que fueran las que acaparasen todos los
honores.
Cuando la literatura y la pintura eran disciplinas
olímpicas.
A lo largo de los años las disciplinas que han formado parte de los Juegos Olímpicos
han ido variando, una veces incorporándose nuevas y en otras desapareciendo, como
el tirón el pichón, la pelota vasca, el ascenso en globo, el lacrosse, trepar la cuerda
o… el arte (competiciones de arquitectura, escultura, literatura, pintura y
música).
En los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912 el estadounidense Walter
Winans consiguió una medalla de oro con 60 años; para él no era nada nuevo
conseguir un metal olímpico, ya tenía una de plata de estos mismo juegos y otras dos
(oro y plata) de Londres 1908, todas ellas en la disciplina de tiro; pero aquella tenía un
sabor especial… era el oro olímpico en la competición de escultura que consiguió
por la obra «An American Trotter«

Aunque en la idea primigenia que tenía Pierre de Coubertin para los Juegos
Olímpicos también estaban incluidas las competiciones de arte, no sería hasta los
Juegos de Estocolmo 1912 cuando tendrían cabida bajo las disciplinas de arquitectura,
escultura, literatura, pintura y música. El único requisito para poder competir era que
las obras tuvieran su inspiración en el deporte. Hasta 33 artistas (principalmente
europeos) presentaron sus obras y se otorgó una medalla de oro en cada una de las
cinco categorías. Además de Winans, también consiguieron su medalla de oro el
italiano Giovanni Pellegrini en pintura, los suizos Alphonse Laverrière y Eugène-
Edouard Monod en arquitectura, el italiano Ricardo Barthelemy en música y en
literatura George Hohrod y Martin Eschbach -seudónimo con el que presentó «Ode
au Sport» (Oda al Deporte) el propio barón de Coubertin-.
Aunque entre 1912 y 1948 los artistas de estas cinco disciplinas tomaron parte en los
Juegos, la realidad es que estas competiciones eran un tanto caóticas: se necesitaban
«espacios» diferentes a los puramente deportivos, en varias ocasiones las medallas (ya
ampliadas a las típicas de oro, plata y bronce) quedaron desiertas por lo «relativo» del
arte y la opinión de un jurado e incluso algunas competiciones se dividían en unos
Juegos y agrupaban en otros (en Ámsterdam 1928 la literatura tenían tres
subcategorías: líricas, dramáticas y épicas, en Los Ángeles 1932 se reagruparon y en
Berlín 1936 se volvieron a dividir).
Pinturas presentadas en los Juegos de Amsterdam 1928

Pero lo que realmente hizo desaparecer el arte de los Juegos Olímpicos fue el
amateurismo. Mejor dicho, habría que decir la defensa a ultranza del deporte
amateur y la oposición al profesionalismo y a la comercialización de los Juegos
Olímpicos del estadounidense Avery Brundage, nombrado presidente del COI en
1952. Entendía que la mayoría de los participantes en las competiciones de arte eran
profesionales en sus disciplinas y que se utilizaban los Juegos como un escaparate
para que sus trabajos se conociesen internacionalmente y poder vender sus
«productos». Avery Brundage ganó la partida y las competiciones de arte
desaparecieron de los Juegos. De hecho, en los medalleros históricos del COI dichas
medallas no están contabilizadas.

El hecho de que los Juegos se convirtiesen en un espectáculo de masas, en el mayor


escaparate mundial y en un negocio económico y hasta político, abrió las puertas al
profesionalismo… y al dinero. Aún así, las competiciones de arte ya no se recuperaron
y nunca más volvieron a ser disciplinas olímpicas… pero hubo un tiempo en que lo
fueron.

Juegos de los calzoncillos


El símbolo más venerado y reconocible de los Juegos Olímpicos es la llama olímpica. En
la era moderna, la llama olímpica apareció por primera vez en los juegos de
Ámsterdam 1928. La idea fue sugerida por Theodore Lewald, miembro del Comité
Olímpico Internacional, que más tarde se convirtió en uno de los principales
organizadores de los juegos de Berlín en 1936. Desde estos Juegos se convirtió en
tradición el relevo que lleva la antorcha desde Olimpia, encendida frente a las ruinas
del templo de la diosa Hera, hasta la ciudad anfitriona, donde prenderá el pebetero de
la llama olímpica.
Olimpia – Templo Hera

Los Juegos de la XVI Olimpiada, celebrados en 1956 en Melbourne (Australia), tuvieron


la particularidad de que las pruebas de equitación se tuvieron que trasladar a
Estocolmo (Suecia) debido a la severidad de la normativa australiana en cuanto al
ingreso al país de caballos extranjeros… y los calzoncillos olímpicos.
Un grupo de nueve estudiantes de la Universidad de Sidney, encabezados por Barry
Larkin, quisieron protestar por el origen nazi de la tradición del relevo de la
antorcha… echándole un poco de humor. La idea era hacerse pasar por el portador de
la antorcha olímpica en el último tramo hasta que se entregase al alcalde Pat Hills.
Uno de los estudiantes, vestido con un pantalón corto y una camiseta blanca, portaría
la antorcha y el resto harían de escolta. ¿Y la antorcha? Una casera: una pata de una
silla, sobre ella una lata de pudin de ciruela y dentro de la lata unos
calzoncillos ¿usados? empapados de queroseno. Cuando la antorcha llegó a la ciudad,
los estudiantes comenzaron su relevo a mitad de camino, pero al principio todos se
dieron cuenta de que era una broma y, sobre todo, cuando debido al movimiento de la
original antorcha los calzoncillos se caían de la lata. Barry Larkin se percató de que
aquello se iba a quedar en una bufonada y decidió coger él mismo la antorcha.
Continuó la carrera y conforme iba avanzando, dejando atrás a los que habían visto
que era una broma, la gente se apartaba a su paso —e incluso la policía le escoltó—,
convirtiéndose en el relevo oficial. Hasta tal punto que llegó hasta el estrado donde
estaba el alcalde y depositó la antorcha. Hills, que estaba más preocupado de su
discurso, ni miró lo que portaba aquel hombre.

Barry Larkin con la antorcha

Comenzó su alocución… hasta que alguien se dio cuenta de que aquella no era la
antorcha oficial. Barry Larkin se había escabullido entre la gente. Tras unos instantes
de «¡Tierra, trágame!» y de no saber qué hacer, tuvieron la suerte de que en aquel
momento llegó el portador oficial, Harry Dillon, que hizo la entrega y pudo continuar
la ceremonia.
Cuando la amistad está por encima de la
competición.
Los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 tuvieron dos grandes protagonistas: Hitler y el
atleta estadounidense Jesse Owens, ganador de las pruebas de 100m, 200m, 4x100m
y salto de longitud. Pero en este artículo no voy a hablar de ninguno de ellos, los
protagonistas de esta historia son dos atletas que no ocuparon los titulares de los
medios pero que demostraron que la amistad está por encima de las marcas y los
resultados… los saltadores de pértiga nipones Shuhei Nishida y Sueo Oe.
En la prueba de pértiga el estadounidense Earle Meadows consiguió superar 4,35
metros y los japoneses Shuhei Nishida y Sueo Oe consiguieron un mejor salto con 4,25
metros. A las nueve de la noche y después de varias horas saltando sin poder superar
los 4,25 metros ninguno de los dos, la organización decidió zanjar el tema y propuso a
la delegación japonesa que fuesen ellos los que determinasen el reparto de la medalla
de plata y bronce. A efectos del medallero, Earle Meadows se llevó el oro, Nishida la
plata -por haber conseguido el mejor salto en su primer intento- y Oe el bronce. Como
aquella decisión no satisfizo a los pertiguistas japoneses, decidieron arreglarlo a su
modo cuando regresaron a Japón. Llevaron ambas medallas a un joyero local y le
encargaron que las cortase por la mitad y luego las volviese a unir para que cada una
de ellas tuviese una mitad de plata y la otra de bronce. A aquellas medallas se les
llamó «las medallas de la amistad».
Medalla de la Amistad

El gimnasta que consiguió 6 medallas compitiendo


con una pierna de madera.
El 4 de julio de 2012, el Comité Olímpico Sudafricano confirmó al atleta Oscar
Pistorius para asistir a los Juegos Olímpicos de Londres, convirtiéndose en el primer
atleta con doble amputación que ha competido en una cita olímpica -llegó a las
semifinales de los 400 m-. Natalie du Toit participó en los Juegos Olímpicos de Pekín
2008 en la prueba de natación de 10 km en aguas abiertas, siendo el primer nadador
amputado que competía en unas Olimpiadas. Y si ya es un triunfo el hecho de poder
participar en unos Juegos dadas sus limitaciones, qué decir del gimnasta
estadounidense George Eyser que consiguió 6 medallas (3 de oro) en los Juegos de
San Luis (EEUU) de 1904… compitiendo con una prótesis de madera en su pierna
izquierda.
George Eyser nació el 21 de agosto de 1870 en Kiel (Alemania), época en la que Otto
von Bismarck, el Canciller de Hierro, estaba enfrascado en la unificación alemana. Años
antes, y al calor de creciente fervor nacionalista e independentista, Friedrich Ludwig
Jahn había creado el Turnverein, un movimiento deportivo, principalmente basado en
la gimnasia, con el fin de mejorar las capacidades físicas de los jóvenes alemanes y de
inculcar en ellos la disciplina y el esfuerzo (¿esa raza superior que tantas muertes
ocasionó un siglo después?). Tal fue el éxito de esta iniciativa, que se extendió
rápidamente por toda Europa y allí donde los alemanes emigraron. A pesar de la
unificación, no todo fueron parabienes y la familia de George tuvo que emigrar a los
EEUU cuando apenas tenía 14 años. Después de pasar por Colorado, los Eyser
decidieron establecerse en San Luis. Además de conseguir trabajo como contable en
una empresa de construcción, George tuvo la suerte de llegar a una ciudad donde los
emigrantes alemanes habían fundado un club de gimnasia llamado Concordia, donde
pudo seguir practicando la gimnasia igual que había hecho en su Alemania natal desde
muy pequeño. La vida le sonreía: tenía un trabajo, disfrutaba de su pasión por la
gimnasia, consiguió la nacionalidad estadounidense… hasta que sufrió un accidente
y un tren le amputó la pierna izquierda.

Lo que para otro habría supuesto el fin de sus aspiraciones deportivas, para George
fue sólo otro obstáculo más de los muchos que había tenido que superar. Tras
colocarle una prótesis de madera, trabajó muy duro potenciando su tren superior para
compensar la carencias de la extremidad perdida y se puso como objetivo poder
participar en los Juegos Olímpicos que se iban a celebrar en su ciudad, San Luis. La
elección de San Luis como sede olímpica también tiene su propia historia, porque
inicialmente la sede elegida había sido Chicago. Por aquellas fechas, en San Luis se
estaba celebrando una Feria Internacional con motivo del centenario de la compra de
Luisiana a Francia. Ante el peligro de que los Juegos pudiesen eclipsar la Feria, James
E. Sullivan, uno de los organizadores, amenazó al propio Barón Pierre de
Coubertin con boicotear los Juegos y crear competiciones deportivas paralelas en la
Feria. Por no querer que el movimiento deportivo se viese envuelto en aquella disputa,
el Barón cedió y concedió a San Luis la celebración de los Juegos Olímpicos de 1904.

Equipo Concordia con George Eyser en el centro con pantalón largo

Y llegó el momento, con 33 años George iba a competir en las diferentes modalidades
de gimnasia, tanto individuales como por equipos, divididas en dos jornadas. En la
primera jornada, celebrada el 1 de julio, George no estuvo muy bien y sus resultados
en las diferentes pruebas fueron discretos. Todo cambió en la segunda jornada,
celebrada el 29 de octubre –¡cuatro meses después!-, cuando nuestro protagonista
consiguió 6 medallas: oro en las disciplinas de barras paralelas, salto de potro y subir
la cuerda a pulso; plata en caballo con arcos y combinada; y bronce en barra
horizontal. Además, contribuyó a que el club Concordia finalizase en cuarto puesto en
la competición por equipos (que no países). Finalizados los Juegos, George Eyser siguió
compitiendo con su club, ganando un concurso internacional en Alemania en 1908 y
otro nacional en Ohio en 1909… y desapareció. Desde aquel momento no existe
ningún registro ni referencia de su vida… ni de su muerte.
Las tres Olimpiadas de Barcelona.
Supongo que muchos pensaréis que el título de este artículo es erróneo o producto
del llamado síndrome postvacacional pero no, el titular es correcto…. las Olimpiadas
de Barcelona de 1936, 1952 y 1992. Dos de ellas deportivas (1936 y 1992) y la otra
religiosa (1952). Dejaremos a un lado la celebrada en 1992 porque todo el mundo la
conoce y nos centraremos en las otras dos:

Olimpiada Popular (1936)

Los Juegos de la XI Olimpiada se se iban a celebrar en 1936 en Berlín (Alemania) y


varios países se plantearon el boicot a los Juegos por las políticas racistas de los nazis,
pero Hitler sabía que debía aprovechar aquel escaparate internacional para vender su
nueva Alemania, así que suavizó las medidas (incluso permitió participara a algún
deportista de origen judío) para evitar el boicot… pero España no cedió y boicoteó los
Juegos. Es más, el gobierno de la Segunda República organizó su propia
competición: la Olimpiada Popular. Para la organización de dicho evento se creó
el Comité de la Olimpiada Popular bajo la presidencia de Josep Antoni Trabal que fijó
como fechas del evento del 19 al 26 de julio. Para esta Olimpiada se utilizaría la
infraestructura creada para la Exposición Internacional de 1929 y el Estadio de
Montjuïc sería la sede de las competiciones deportivas. Esta Olimpiada Popular no se
iba a quedar en una mera competición deportiva sino que también programaron otros
actos culturales como un festival internacional de folclore. Además, la participación no
quedaba delimitada únicamente a delegaciones nacionales sino que también podían
participar territorios que no constituían un país, como Alsacia, Cataluña, Galicia,
Protectorado francés de Marruecos o el español. Se inscribieron unos 6.000 atletas,
siendo las delegaciones de Estados Unidos, Francia y Países Bajos las más numerosas.
Lógicamente, Alemania no envió ningún representante pero sí se permitió inscribirse a
alemanes exiliados del régimen nazi, algunos de ellos judíos.

Barcelona se engalanó y sus calles se convirtieron en un hervidero de alegría, fiesta y,


sobre todo, fraternidad. El 18 de julio, un día antes de la inauguración de la Olimpiada
y mientras el maestro Pau Casals dirigía los ensayos de la Novena Sinfonía de
Beethoven para la ceremonia de apertura, llegó un miembro de la organización…

Suspendan el ensayo. Tenemos noticias de que esta noche habrá


un alzamiento militar en toda España. El concierto y la
Olimpiada han sido suspendidos.
Los vítores a los campeones, la música, el sudor por el esfuerzo y las lágrimas del
perdedor dejaron paso a los gritos de dolor, los bombardeos, la sangre de los heridos
y las lágrimas por los muertos…. la Guerra Civil Española. Algunos atletas nunca
llegaron a Barcelona debido al cierre de la frontera francesa, la mayoría de los que ya
estaban escaparon pero unos pocos, alrededor de 200 atletas, se unieron a las milicias
populares para luchar por la República.
Olimpiada de la Hostia (1952)

A Pío XII se le acusó de no hacer algo más contra la barbarie nazi sufrida por los judíos
y, además, de ser tan anticomunista como los fascistas, lo que está claro es que su
anticomunismo se vio acentuado cuando terminó la guerra y hubo posibilidades de
que ganasen en las elecciones parlamentarias de Italia. Pío XII declaró que cualquier
italiano católico que apoyara a los candidatos comunistas en las elecciones generales
italianas del 1948 sería excomulgado e instó a que se apoyase al Partido Demócrata
Cristiano de Alcide de Gasperi que, a la postre, resultaría ganador. Además, al año
siguiente autorizó a la Congregación para la Doctrina de la Fe a excomulgar a cualquier
católico que militara o apoyara al Partido Comunista. Su acercamiento a la otra
potencia, EEUU, era evidente y para ello se sirvió de Francis J. Spellman, arzobispo de
Nueva York y amigo personal del Papa. Así estaban las cosas…

En 1952, en plena Guerra Fría, se celebró el XXXV Congreso Eucarístico Internacional


en Barcelona donde, según crónicas de la época, se congregaron casi un tercio del
Sacro Colegio Cardenalicio, más de doscientos cincuenta obispos de todo el mundo,
quince mil sacerdotes y dos millones de fieles. En este Congreso es donde el arzobispo
Spellman soltó aquello de…

No hay en la hora mundial actual otra elección: o comunión, o


comunismo.
En una de las multitudinarias misas que allí se celebraron se llegó a dar la comunión
a 500.000 fieles… y de aquí nació llamarle la Olimpiada de la Hostia.

XXXV Congreso Eucarístico internacional de Barcelona

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