Está en la página 1de 11

DISGREGACIONES SOBRE LA CULTURA

Efraín Valenzuela1

Por lo menos, tres categorías resultan necesarias para caracterizar y


comprender el tema en la Carta Magna y que sirven de orientación en
la práctica cultural concreta y revolucionaria, así como facilitar el poder
comunicarnos en un lenguaje propio de la especialidad: la legislación
cultural. Ésta reúne a una normativa jurídica específica cuya base la
constituyen los derechos culturales. El análisis de los derechos
culturales, base fundamental de nuestra disciplina, requiere considerar
sucesivamente dos aspectos enlazados: el desarrollo cultural de la
comunidad y sus consecuencias jurídico-normativas y la nueva posición
del Estado moderno de reconocimiento y preservación de tales
derechos, en el marco de la libertad y democracia culturales, (Harvey,
1988). No deja de ser cierto que el desenvolvimiento, el ir y devenir
cultural, de un grupo étnico, una comunidad, una población, un
municipio, una región o una agrupación, entre otras muchas instancias,
siempre va más rápido que el desarrollo de sus aspectos jurídicos e
instrumentos normativos. Este último aspecto siempre va en franco
retraso en relación con el devenir real cultural. Sin embargo, ello no
impide que se sigan instrumentando esfuerzos y acciones legislativas
para alcanzar la institucionalización de los derechos culturales.
Constituye ese logro un objetivo estratégico en toda política cultural
pública. El Estado debe reconocer e institucionalizar los derechos
culturales salidos del ir y el devenir cotidiano de la vida de los pueblos.
Se debería comenzar por el reconocimiento de la condición étnica-

1
Venezolano, caraqueño de la Parroquia Caricuao. Poeta. Maestro Honorario de UNEARTE.
cultural de los grupos humanos, las comunidades residenciales, los mal
llamados extranjeros y entender e internalizar la dimensión cultural de
las comunidades étnicas criollas, las binacionales-biculturales, las
originarias-indígenas y las afrodescendientes, por lo menos como inicio.
Un reconocimiento histórico justo y necesario.

En la República Bolivariana de Venezuela, si el paradigma político se


define en términos de democracia participativa y protagónica; entonces
el modelo cultural no puede ser otro que el de la democracia cultural
participativa. He aquí la inferencia, la hipótesis. Ello supera con creces,
política, social e históricamente el paradigma de la democracia cultural
a secas, la cual no es otra que la democracia formal-burguesa-
representativa, forma política del capitalismo yanqui. Por supuesto que
este modelo representativo- burgués tiene sus raíces en el modelo
liberal en el que el individuo está por encima de la colectividad y el
Estado. La democracia cultural burguesa se propone emprender una
distribución más amplia de los bienes y servicios culturales y para
alcanzar tal objetivo se proponer utilizar los medios de comunicación
social para alcanzar sus metas democráticos burguesas. Entre tanto. la
democracia cultural participativa dignifica a las comunidades étnicas,
incluyendo a las binacionales-biculturales: Les brinda rango superior a
las culturas populares, a la artesanía y a las industrias populares típicas,
considerando de atención especial por parte del Estado. Les brinda a
las Comunidades Indígenas Originarias su justa dimensión histórica y
constitucional creando todo un capítulo para las y los hermanos
indígenas originarios. Constitucionalmente, los medios de comunicación
social tienen la obligación de coadyuvar en la promoción de los valores
de la tradición popular y la obra de los creadores y creadoras culturales;
así como de los trabajadores y trabajadores en sus diferentes
especialidades y ramas. Lo anterior constituye un precepto
constitucional, superior y fundamental. Además, se incorpora al texto
superior, la categoría patrimonio cultural, tangible e intangible. La
libertad de creación comprende el derecho a la inversión, producción y
divulgación de la obra creativa, en su más amplio sentido.

La inferencia resulta categórica: si la democracia burguesa implica un


paradigma de democracia cultural; entonces el cambio de paradigma
político de democracia burguesa a democracia participativa y
protagónica implica también un cambio en el modelo cultural, que tiene
relación con la democracia cultural participativa y protagónica. Una
revolución política-social no puede andar desvinculada de la revolución
cultural. No hay revolución social sin revolución cultural y viceversa.
Habría que decir como lo expreso el Chino Valera Mora: Hasta cuando
decirle a esta gente que las cartas están sobre la mesa.

Ahora bien, las tres categorías en consideración vienen a ser:


Constitución, Cultura y Bolivariana. La Constitución es la norma de las
normas. Es Lexi Superior, viene a ser una Ley Superior. La Carta Magna
viene a ser una norma prominente. La Constitución está por encima de
todos los regímenes legales, de todas las leyes, nacionales y estadales,
así también se levanta sobre todos los instrumentos jurídicos
municipales y locales. En otras las palabras, la idea de Constitución
viene expresada por una norma o ley fundacional, fundamental y
superior que tiene preeminencia sobre el gobierno y los particulares,
que contiene los derechos fundamentales de los ciudadanos y
ciudadanas, los cuales deben ser garantizados por el Estado, y presume
la existencia de una Carta Constitucional, donde están expresamente
escritos, con sentido de permanencia y preminencia los elementos y
principios de sumisión del Estado al derecho, así como la limitación del
Poder Público y de los derechos individuales. En consecuencia, es una
ley suprema y fundamental que está superpuesta sobre todos los
poderes del Estado, al gobierno y de los particulares. Una Constitución
es una Carta Magna.

Ahora bien, se podría optar por el siguiente concepto de cultura: es el


conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y
afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social, y que
abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, la manera
de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias,
así como las creaciones e invenciones, (UNESCO). O también
pudiéramos asumir el concepto de Edward Brunett Tylor, (1832-1917),
quien propuso la siguiente moción: Cultura, tomada en su amplió
sentido etnográfico, es todo el complejo que incluye el conocimiento, la
creencia, el arte, la moral, la ley, la costumbre y cualquier otra capacidad
o hábito adquirido por el hombre en tanto que miembros de una
sociedad, (Primitive Cultura, 1871). La propuesta de este antropólogo
británico arribo a 149 años de haber sido postulada. Transitaba su autor
39 años de edad. Tylor alcanzó la edad de 85 ruedas. Muy a pesar de
sendos conceptos de cultura: lúcidos y lucidos; hemos ratificado,
categórica y abiertamente que cultura es todo lo que no es verde.

Tal conceptualización podría poseer implicaciones contundentes y


definitorias relacionadas con la identidad y la diversidad culturales, un
binomio histórico lleno de patrimonio, de herencia, sentido de
pertenencia y proyección futura. De igual manera, tiene relaciones con
una manera de asistir a la vida cotidiana del ser humano, en su más
amplio sentido, con una memoria histórica llena de bienes culturales,
tangibles e intangibles, de indudable, también, interés social y valor
patrimonial. Esta caracterización o concepto de cultura tiende a ser
antropológico superando con creces el concepto de cultura que se limita
a las artes, las ciencias y las humanidades. La noción antropológica de
cultura incluye al concepto oligocrático de la misma. No sucede igual
con esta última definición. El concepto oligocrático de cultura no alcanza
a considerar a la cultura como toda producción humana. En todo caso,
se limita a la parte noble de la producción intelectual de los seres
humanos. Concepto excluyente y limitante, que privilegia a un sector de
la población y excluye de manera contundente a otra gran mayoría.
Privilegia a la academia y deja por fuera al quehacer cultural de las
personas en su cotidianidad. La cultura resulta inherente a la actividad
del ser humano.

También se podría optar por un par de referencias teóricas para


apoyarse en materia de conceptualizaciones. De tal manera que
pudieran orientar la acción cultural pública del Estado. Se trata de la
definición de Samir Amín: La cultura es el modo de organización de la
utilización de los valores de uso. Considerar a los valores de uso coloca
la acción y el ir y el devenir cultural en el Campo Cultural Residencial.
Ello no niega, en modo alguno, los otros Campos Culturales, el
Académico y el Industrial Masivo. Cuando se precisa a la Cultura
Residencial, se establece un preminente miramiento sobre las culturas
populares y la condición histórica, social y cultural de las comunidades
étnicas. La cultura festiva entra perfectamente en esta utilización
organizada de los valores de uso. Tal consideración sobre la cultura
abre, claramente, la posibilidad que expresaría en su oportunidad, a
propósito de la Contracultura, Ludovico Silva, la cultura es aquella
región de la superestructura social que se opone a la ideología. Desde
tales instrumentos teóricos es posible orientar la acción cultural
revolucionaria en dos sentidos: superar el imperio de los valores de
cambio y contraponer a la cultura a la falsa conciencia, que no es otra
cosa que ideología. La cultura estaría en los predios de los valores de
uso y su organización. Sería la gran lucha contra la mercantilización de
todo lo que toca el capitalismo, y particularmente el salvaje.

Entre tanto, la categoría Bolivariana está taxativamente expresada en


la misma Constitución de 1999, en el cual se establece: La República
Bolivariana de Venezuela es irrevocablemente libre e independiente y
fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad,
justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el
Libertador, (CRBV, Art. 1). Se es bolivariano tan naturalmente como se
es marxista, cristiano, idealista o materialista, espiritista, sólo para citar
algunas corrientes. Toda la herencia epistemológica, política e histórica,
así como la cognoscitiva de Simón Bolívar tomo un rumbo protagónico
con el proceso chavista, imprimiéndole su legado revolucionario. Y ello
representa un primer logro político-conceptual de la revolución
venezolana del siglo XXI. Bolívar dejo de ser estatua, efigie y retrato
para cabalgar, andar y luchar en la cotidianidad del ser social de la
Nación. Bolívar dejo de ser una simple y lapidaria referencia histórica
para convertirse en el eje transversal y estratégico; trascendental y vital
de la acción política y social de la Revolución. Unos referentes y legados
históricos se transformaron en referido presente y en alusivo y
respectivo futuro para la construcción de la Patria Buena y la Sociedad
Socialista. Un legado de futuro inmediato; un legado de realización, un
legado de cotidiana presente. Un legado de oniria transforma a la Patria
y milita en la opción preferencial por los pobres. Chávez vive, la lucha
sigue. Por allí al parecer es que van los tiros. No existe la más remota
posibilidad de volver atrás. Una oniria revolucionario ha ocupado la
escena histórica y social. Lo demás es construcción del Socialismo del
siglo XXI.

El desarrollo del Derecho Constitucional Comparado, a través del


análisis de las Cartas Fundamental políticas nacionales aprobadas a
partir de la terminación de la Segunda Guerra Mundial, (1939-1945),
tanto en Europa como en los países iberoamericanos y en otras
regiones del mundo, puso de relieve una tendencia nueva a incluir
cláusulas en las Constituciones políticas de los Estados, sobre derechos
y libertades no frecuentes en las disposiciones legislativas anteriores, lo
mismo que respecto a funciones y deberes de los poderes públicos en
materia de políticas culturales, fruto de una nueva concepción del
Estado moderno, del Estado social y de derecho, y de su papel
protagonista frente al patrimonio cultural nacional y al desarrollo cultural
de la comunidad, (Harvey,1990).

La Constitución Cultural Bolivariana constituye aquella parte de la


Constitución de 1999, que reúne a las disposiciones, preceptos y
fundamentos culturales superiores concretados en los derechos y
deberes culturales superiores y constitucionales. La cultura en la Carta
Magna de 1999 logró un papel protagónico nunca antes alcanzado en
ninguna Constitución, entre el período comprendido de 1811 a 1961.
Resulta necesario señalar que la palabra cultura aparece por primera
vez en la Constitución de 1811 en los siguientes términos: Ningún
género de trabajo, de cultura, de industria o de comercio serán
prohibidos a los ciudadanos, (Art. 167). Este logro jurídico preminente
tiene una significación histórica, política en el desarrollo constitucional
cultural-social de la República. Y constituye un testimonio y prueba
categórica, explícita y definitoria de que el término sí estuvo presente
en la primera Constitución de Venezuela, la tercera del mundo y la
primera, también, de América Latina y el Caribe. Venezuela ha jugado
un verdadero rol de vanguardia en materia de elaboración de las
Constituciones políticas de las naciones, pueblos y repúblicas.
Venezuela vanguardia en materia constitucional del mundo.

El estudio e investigación del constitucionalismo cultural venezolano lo


hemos emprendido con metódica rigurosidad. Lamentablemente en el
trabajo Derecho Cultural y Revolución, cuyo autor es nuestro gran poeta
Gustavo Pereira, publicado por el Fondo Editorial de Fundarte-Alcaldía
de Caracas, 2010, afirmó: Jamás, hasta la actual, en ninguna de las
Constituciones habidas en los dos siglos de la historia republicana en
Venezuela se había siquiera mencionado la palabra cultura, (Pereira,
2010). Tal afirmación no sólo resulta peligrosa sino absolutamente falsa
y pareciera expresar una ignorancia supina en la materia. Suponemos
positivamente que fue un desliz de quien redactaría el Preámbulo de la
Constitución Bolivariana del 99 y sobre la cual se han expresado tan
acertados y categóricos elogios, incluyendo de quien escribe. No
obstante, existen errores monumentales en tal Preámbulo, los cuales
no tienen justificación. Por ejemplo, dejar excluidos a los negros y a los
afrodescendientes resultó insólito y asombroso. De igual manera, es
necesario enderezar entuertos legislativos relacionados con el
Preámbulo de la Constitución de 1999. Hemos venido exponiendo tal
situación y en ella insistiremos. La cultura sigue siendo un tema
estratégico e indispensable para los pueblos.

El término cultura aparece por primera vez en la Constitución de 1811.


Es absolutamente falso que tal categoría nunca apareciera en un texto
constitucional venezolano y menos que ha sido en la Constitución del
99 en la cual surge por primera vez. Se establece por primera vez en la
Constitución de 1811 en el Artículo 167: Ningún género de trabajo, de
cultura, de industria o de comercio serán prohibidos a los ciudadanos, …
Además, la Constitución de 1819 establece, en la unidad normativa,
Artículo 13: La industria de los ciudadanos puede libremente ejercitarse
en cualquier género de trabajo, cultura o comercio. La Constitución de
1821 establece en su Artículo 178: Ningún género de trabajo, de cultura,
de industria o de comercio será prohibido…Entre tanto, la Constitución
de 1830 declara en su Artículo 209: Ningún género de trabajo, de
cultura, de industria o de comercio será prohibido a los
venezolanos… Durante 19 años el término cultura aparece en las
Cartas Magnas, entre los años 1811 a 1830, incluso a igual nivel de
actividades como la industria, el comercio y a las distintas formas de
trabajo. Así le hemos seguido el paso al término cultura en las Cartas
Magnas hasta arribar a la Ley Superior que consideramos la que inicia
la revolución cultural del siglo XXI: la Constitución de 1999.

La Constitución es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento


jurídico. (CRBV, 1999. Artículo 7). Las Disposiciones Culturales
Constitucionales componen la Ley Cultural Superior de las leyes de
idéntica naturaleza y la base de los Regímenes Legales Culturales
vigentes de Venezuela, a saber: el Régimen de Derecho de Autor y
Depósito Legal, el Régimen de los Recursos Culturales y el Régimen de
los Medios de Comunicación Social. En consecuencia, la base de la
legislación cultural de Venezuela está contenida en los preceptos y
disposiciones culturales superiores y fundamentales. De todas las
ramas del Derecho, el Constitucional viene a ser la más impregnada de
elementos políticos y sociales. Los preceptos constitucionales llevan
implícitos toda una concepción filosófica-conceptual-teórica. Ningún
precepto fundacional y cardinal, de rango superior, es inocente y casto;
puro y sin compromiso. A través de ellos se precisa una opción
conceptual-política y se define una opción fundamental y estratégica,
incluso filosófica. Los textos constitucionales reflejan las
transformaciones derivadas de los conflictos sociales que se presentan
como una dialéctica establecimiento-decadencia-regeneración y que
marcan los ciclos históricos-políticos. (Álvarez, 1998). En estos
elementos, la cultura alcanza un horizonte político fundamental y
necesario. Logra un nivel de compromiso y proyección presente y futuro
en un contexto social, históricamente determinado. Soslayar este
aspecto sería convertir a la cultura en la guinda de la torta y de lo que
se trata es de concebir y considerar a la cultura como un elemento de
importancia trascendental e ineludible. Soslayar conceptual y
filosóficamente la dimensión del paradigma político-cultural, que define
a la República Bolivariana de Venezuela, sería traicionar flagrantemente
a la revolución. La revolución resulta ser indubitablemente cultural. De
lo contrario sería una caricatura más o menos simpática. La cultura es
de vital cuantía y de un extraordinario valor étnico-ético y político; social
e histórico para poder llevar a cabo la Revolución Bolivariana,
Democrática y Participativa; Protagónica y Socialista.

También podría gustarte