Está en la página 1de 9

SEGUNDO PARCIAL

Historia de América entre 1830 y 1930

Bach. Darío Larroude Álvarez


C.I: 4.929.737-3
Prof. Nelcy Moleda
Grupo 3°A
Año 2019
1. Sobre la Oligarquía Mexicana y su caracterización dentro del Porfiriato (1876 – 1911).

Rondando el último cuarto del siglo XIX, América Latina experimentó una vorágine de
transformaciones internas como fruto de consolidaciones elitistas en el marco de una renovación
estructural política, económica y sociocultural fuertemente influenciada por factores exógenos1. El
caso de México es un ejemplo quizá extremo por la importancia que implicaba su territorio y
posibilidades económicas como colonia, así como las situaciones particulares de su independencia
y posterior desarrollo de su “consolidación nacional”2.
Según los postulados de Ansaldi, el término oligarquía se populariza en esta cota temporal
mencionada en un tono peyorativo, a raíz de la gran desigualdad generada por los grupos de poder
que se hicieron con el mismo a través de vías antidemocráticas3 y en función de relaciones
intrapersonales, en detrimento de una mayoría social carente de consciencia de clase y atada a los
intereses de una autoridad que requería de “orden” para materializar el “progreso” de un país que
necesitaba ser viabilizado en materia socioeconómica a través de la injerencia extranjera, agazapada
para tal acción. En el caso de México, Lira realiza una pregunta esencial: “¿Cómo consolidar un
gobierno efectivo sin detrimento de la democracia y del respeto a los derechos del gobernado?”4. El
triunfo del republicanismo liberal en 1867 tuvo la difícil misión de establecer la legalidad y el orden,
más allá de la procedencia étnica de Juárez y sus políticas sociales: el Ejecutivo debió elegir, como
asegura Bazant y por lógica, entre apegarse al orden constitucional de 1958 –de por sí limitante- o
acudir al despotismo para garantizar la seguridad ante el bandolerismo, la oposición política y la
masa excluida5. El autoritarismo al parecer era necesario.
¿Pero necesario para quiénes? Como expresa Ansaldi, el autoritarismo se expresa a través
de la concentración del poder en un núcleo pequeño de personas en un espacio reducido6, lo que en
la situación de México se materializa en los dueños de haciendas, grandes terratenientes y figuras
militares de gran prestigio popular por haber sofocado rebeliones endógenas e intervenciones
extranjeras, algo que define el concepto polisémico de oligarquía. En este orden, Demasi es claro en
declarar que el “bien común” es una doctrina inherente a la existencia de otra versión del mismo, por
lo que cualquier planteamiento alternativo no significa tal; sin embargo, cuando se disfrazan los
intereses particulares como manifestaciones del bien común, he aquí una contradicción7.
Justamente, en México aún ante el ascenso de Porfirio Díaz en 1871, luchaban ideológicamente los
monárquicos y los republicanos; no obstante, los hacendados apoyarían al artífice de la victoria militar
ante la invasión francesa, seguros de que este traería una “paz forzada”8 que permitiera a la elite
desarrollar sus emprendimientos económicos dependientes de la coyuntura internacional. Esta

1
A esto habitualmente se le adjudica el mote de proceso de modernización, que si bien no es homogéneo dentro de las
regiones americanas, existen sí patrones de influjo que obedecen al Imperialismo Industrial del viejo continente, como
se explicitará en la consigna tres.
2
Lira, p 185.
3
Ansaldi, p 2. Para el autor, el opuesto a oligarquía como dominación política es “democracia” y no “aristocracia”, como
vienen sugiriendo incluso los historiadores de la Antigüedad.
4
Lira, p 186. Esto puede vincularse con la situación mexicana de entre 1853 y 1867, que el mismo autor llama período de
Orden Constitucional. Guerra Civil y Segundo Imperio. Cabe preguntarse aquí hasta qué punto se desarrolló de manera
democrática, si pensamos en las investiduras que se adjudicaron López de Santa Anna y el propio emperador Maximiliano,
entre otras figuras, los cuales adoptaron formas monárquicas propias de la facción conservadora mexicana que había
ejercido gran influencia luego de la Independencia.
5
Como dice Lira, lo más visible era reconciliar políticamente el país antes de resolver las crudas diferencias raciales,
fortaleciendo a la sociedad tradicional basada en el latifundio y la verticalidad.
6
Ansaldi, p 3.
7
Esta concepción puede hallarse en Demasi (2016).
8
Lira, p 210.
aparente necesidad, tildada de compartida con todo el pueblo en aras del bien común, presentaba
dos salvedades: el abandono de los procedimientos electorales para que alcanzara el poder quien
pudiera garantizar un Estado Juez y Gendarme1 y la consolidación política de un elite individualista,
contradictoria en sus acciones, basadas en el clientelismo y los mecanismos de control para asegurar
sus dividendos y su posición social en una estructura eternamente vertical2.
La oligarquía mexicana ejerce aquí la dominación. Y según la caracterización de Ansaldi,
referirse a esta es como referirse al Estado, mejor dicho, un Estado oligárquico que permitiera el
desarrollo de condiciones económicas acordes a las exógenas. Era un “dejar hacer”: para ello se
requería el uso de la fuerza armada, controlada y unificada, dando lugar a una militarización del
Estado y el control de los poderes locales influyentes, a través de la extensión de “redes familiares y
territoriales” a decir de Zanatta.
Sin embargo, Díaz era consciente de la falta de civismo que sufría la masa popular excluida,
lo que también en cierta medida le quitaba a esta poder de coacción a la hora de enfrentar su
marginación o su atadura a las nuevas formas de la economía. Sin embargo, un estado oligárquico
militarista ante esto acude al disciplinamiento; el castigo del cuerpo puesto en manos de los
hacendados para con el bandolerismo, apoyados por el Ejército; la dura represión de este ante los
caciques restantes y caudillos que no aceptaran el régimen. Esto demuestra la “violencia simbólica”3
que ejerce la oligarquía y la necesidad de apaciguar a los poderes locales4.
Pero por otro lado, los grupos de presión se manifestaban presionando al poder político y
actuando dentro del mismo. La segunda etapa del Porfiriato, iniciada en 1890, se inclinó a una política
de administración gestada a través del absoluto control de estos5. Ante esta situación, el dictador se
haría de un ala civil-intelectual6 para llevar a cabo políticas sociales y económicas dentro de una
realidad en donde la violencia se había parcialmente apagado.
He aquí a los “científicos”7, con procedencia del grupo hacendado-terrateniente. Este grupo
estaba imbuido por el liberalismo positivista basado en el emergente darwinismo social, por lo que
se su administración se sustentaba en la racionalidad científica, que implicaba una justificación de
su posición social por cuestiones de raza y linaje que los investía de superioridad teórica ante la
masa popular, algo que según Ansaldi representa a otra faceta ejercicio oligárquico. De ahí que
buscaran racionalizar la administración económica y la educación a través de leyes e instituciones
reguladoras, que avalaran la inversión extranjera y le quitara a la enseñanza su impronta religiosa
para permitir su ampliación y así garantizar la participación masiva en procesos electorales ahora sí
renovados. Sin embargo, debe concluirse que los beneficios generados se concentraron en una parte
minoritaria, lo que nos deja algunas preguntas abiertas: ¿Hasta qué punto México se convirtió en un
Estado autónomo, si se permitía que actores exógenos pautaran el rumbo económico de este? ¿Era
un Estado Nacional o un “Estado Central” si favorecía a la minoritaria elite hacendada, gerontocrática
y excluyente? Las respuestas quedan a criterio.

1
Concepto típico del liberalismo.

3
Ansaldi, p 2.
4
Pero como expresa Garciadiego, la escasa tradición civilista y democrática del pueblo debía esperar a la consolidación
del orden, lo que sumado a la escasa oposición y a las acciones consolantes –como la tolerancia religiosa-, contribuyó a
generar una “paz orgánica” que permitió un desarrollo económico y una estabilidad política.
5
Ansaldi p 3. Según el autor, la oligarquía siempre cuenta con un vértice unipersonal, Un “primus inter pares”, que en el
caso de México fue extremo; de ahí que muchos se preguntaran qué pasaría con el país ante la muerte de Díaz.
6
Cabe destacar que civiles ya integraban su gabinete desde inicios de su mandato.
7
A decir de Garciadiego (p 215), estos habían desarrollado experiencia de gobierno durante los años anteriores.
2. Sobre la Hacienda Mexicana y sus relaciones sociales de producción.

La consolidación elitista mexicana necesitaba de un modelo socioeconómico en donde se


desarrollara una economía primaria-exportadora pautada por la juntura de las potencias europeas,
que a la misma vez generara grandes beneficios individuales y permitiera asentar una alta posición
social con respecto a la enorme mayoría subalterna, cuyas realidades se vieron una vez más
trastocadas como lo habían sido durante los tiempos de la Conquista y la Colonización. Y
precisamente, México –pero América Latina en general- heredaba un modelo1 que embanderaba al
latifundio, en donde el poder era sinónimo de tierra, más allá de la productividad que generara y de
que las relaciones de producción se basaran en una “servidumbre encubierta2”, producto del costo
de vida de los trabajadores étnicamente heterogéneos3.
Lo único que cambió en cuanto a la tierra como factor clave, es la intención de producir con
eficiencia y de manera intensiva los campos, los cuales continuaron creciendo en gran número por
motivos de apropiación institucional o comunitaria, por ventas o bien por concesiones a extranjeros,
entre otros aspectos que señala Bértola4. Esta expansión del latifundio acaecida debido a la lenta
transformación de la mentalidad elitista en empresaria, con altos fines de lucro, provocó fuertes
conflictos sociales al verse la mayoría popular desplazada por motivos tecnológicos a zonas
marginales, despojada de sus tierras originarias –que habían podido conservar durante la
Colonización- u obligada a atarse al propietario que, aunque deseaba fomentar una “economía de
salario5” como asegura Beyhaut, el descenso del costo de vida la llevó a continuar con medios
destinados a la subsistencia.
México materializaba esta situación a través de la gran Hacienda6. Esta forma parte del
tándem de explotación latifundista latinoamericano conformado además por la estancia y la
plantación, diferenciándose en por la capacidad territorial de cada país y por las relaciones de
producción; la Hacienda abarcaba extensiones gigantescas y el trabajo se basaba en la servidumbre
–aunque en la teoría fuese asalariado-, mientras que la plantación mantuvo un modelo esclavista y
la estancia el asalariado7. México se benefició por haber sido una anteriormente una zona de suma
importancia para la metrópoli española, sobre todo por la explotación minera, además de contar con
una gran extensión territorial; sin embargo, la oportunidad de ganancia que generaba la “mayor
orientación de las tierras hacia la producción para el mercado internacional“8condujo a un nuevo
“hambre de tierras” –en el Bajío de México, por ejemplo, como asegura Bethell9-, que se manifestó

1 Asimismo, se da cuenta de que México contó con una vida económica favorable luego de su Independencia, pero que luego fue
manchada por los constantes conflictos internos hasta la llegada Díaz.
2 Término personal, creado como fruto de las lecturas.
3 Carmagnani, p 63. En este punto el autor es claro al referirse a los grupos subalternos hacia 1850, con respecto a su diferenciación

con el grupo oligárquico: los que no pertenecían a este eran “empleados del sector público o privado, artesanos de las ciudades, mano
de obra especializada de origen rural, braceros y colonos del latifundio, pequeños propietarios rurales y habitantes de las aldeas y
pueblos”. Esta categorización se reduciría en tiempos posteriores y no distingue entre ciudad y campaña.
4 Esto pudo lograrse a través del ingreso –vía capital extranjero- de medios técnicos que lo posibilitaran y de nuevos cultivos que

diversificaran el mercado exportador, localizados en general en tierras fronterizas.


5 Beyhaut, p 71.
6 No podemos homogeneizar a la Hacienda como si fuera un modelo propio mexicano, aunque sí fue característico en cuanto a sus

rubros; estos naturalmente respondían a la demanda exportadora y ocasionalmente a los mercados locales o las periferias de las
minas, como asegura Bértola. Las haciendas del norte brasilero tienen gran semejanza con las mexicanas en cuanto a las relaciones de
producción fortalecidas por el tipo de cultivos y la gran extensión de hectáreas, así como las de Guatemala o Panamá. Asimismo, ante
la inutilidad de la esclavitud para la economía capitalista, su abolición llevó a que las plantaciones llevaran adoptar un sistema similar
(las fazendas). La gran diferencia ante estas transformaciones ligadas a las nuevas formas económicas es el respectivo enmarcamiento
en regiones con particulares “mecanismos políticos y coercitivos y aún sujetos a costumbres y a tradiciones locales” (Bértola, p 118),
por lo que no se cuenta con una información precisa que permita establecer un espectro.
7 La diferenciación fluctúa según el autoritarismo ejercido por los propietarios en las regiones en donde estas se desarrollaron.
8 Bértola, p 118.
9 Bethell, p 34.
en la apropiación frecuente por parte de la aristocracia y los empresarios inmigrantes y en la amenaza
a la propiedad corporativa a través de distintos métodos.
Sin embargo, Beyhaut en su discurso separa dos períodos en cuanto a la Hacienda. En primer
lugar, en tiempos anteriores al Porfiriato (1871) donde el país sufría levantamientos armados
constantes y el bandolerismo producto de la miseria campesina era alto, el hacendado realizaba
construcciones defensivas y su postura era más bien vigilante1; también se explotaba y se invertía
poco, dando a los trabajadores la oportunidad de ocupar de hecho y acentuar así su economía de
subsistencia como complemento de las deprimentes compensaciones del patrón. Y en segundo
lugar, el liberalismo del Porfiriato, al permitir la injerencia extranjera principalmente en líneas
ferroviarias, nuevas formas de diversificación del mercado –como los textiles- e innovadores medios
de tecnificación agraria, condujo al parasitismo extremo del hacendado y a que se identificara a la
Hacienda como una “unidad de inserción en el mercado local e (…) internacional”2. La pacificación
del país llevó a este a despreocuparse de la seguridad para construir “palacios”3 en cuyo interior se
imitaban las modalidades de la vida europea4 afrancesada y como si fueran pequeñas urbes,
gozaban de instalación eléctrica y dispensadores de agua, en fuerte contraste con la realidad de sus
trabajadores, los cuales vivían en condiciones miserables arraigadas a la tradición y sujetadas por el
endeudamiento hereditario que el patrón confabulaba para que este no pudiera lograr autonomía con
sus jornales5. ¿Por qué no reaccionaron? Aunque más tarde lo hicieron, Bértola afirma que “la
sociedad en general se había vuelto mucho más proclive al respeto de las relaciones de propiedad6”
en el marco de la inserción del sistema capitalista y el férreo autoritarismo oligárquico mexicano.
Para concluir, Beyhaut asegura que los trabajadores nativos eran “demasiado ignorantes del
proceso y vivían en plena supervivencia de las formas de trabajo forzoso”7. El descenso del nivel de
vida fruto del alza de los artículos de primera necesidad –debido a la escasa demanda de los mismos
y a la importación de bienes suntuarios por parte de la elite-, conducían a que la economía de salario
no rindiera lo esperado y que estos grupos optaran por emigrar a las zonas costeras en búsqueda
de oportunidades. Según cifras de Beyhaut8, los salarios descendían de acuerdo a que no satisfacían
las necesidades básicas. Por ende, una vez más, determinamos que el latifundio expulsa mano de
obra en su teoría9, por lo que el hacendado debió optar por otros métodos10 para atar a la tierra a los
subordinados. Las cicatrices de esta situación continúan hasta hoy en día.

1 Esta situación es bastante semejante a lo que ocurría en las estancias del Cono Sur.
2 Bértola, p 125.
3 Beyhaut, p 68.
4 Como se tratará en la consigna tres, Europa se convirtió en el continente modelo para la elite oligárquica, incluso hasta el punto de

que París era una “cuna espiritual” para ciertos individuos como asegura Beyhaut.
5 Según cifras de Beyhaut (pp 70-71), los peones estaban sometidos a un régimen de servidumbre, ya que apenas el 6,67% de los

integrantes de las clases populares poseía tierra, debiendo vivir en modestas construcciones lejos de la casa central.
6 Bértola, p 115.
7 Beyhaut, p 71. Aquí debe destacarse que se trataba de la segunda vez que estos grupos sufrían un embate exógeno, refiriéndonos al

autoritarismo que se ejercía por motivos de inserción en la coyuntura europea. Si durante la Conquista no conocían los modos del
individualismo occidental, en cuanto a la diplomacia, la técnica y la religión cristiana, entre otras cuestiones, mucho menos podían
contar con un arraigo que les permitiera adaptarse rápidamente a estas exigencias, más allá de la aculturación efectuada en tiempos
coloniales; pero en definitiva si se hallaban en situación de supervivencia.
8 Beyhaut, p 72, Cuadro II.
9 Es muy importante observar las precisiones que realiza Beyhaut (p 64), en cuanto a que al afirmarse las economías exportadores en

sistemas del latifundio, la “monoproducción amputó en sus hechos (…) la extensión de libertades y la igualdad jurídica que el liberalismo
de los constitucionalistas pugnaba por establecer”. Si bien el autoritarismo mexicano distaba en gran medida de ser constitucionalista,
los principios liberales de garantías y libertades individuales no concuerdan con las relaciones de producción basadas en la
servidumbre, como se ha visto.
10 Bértola, p 121. Aquí el autor cita algunas de las tantas modalidades de sujeción a la tierra; “tienda de raya”, “sistema de enganche”,

referidos al endeudamiento del trabajador al no poder costear los artículos de primera necesidad que se vendían en los mercados de
aprovisionamiento manejados por los propietarios.
3. Sobre el Nuevo Impulso Económico internacional y su impacto multidimensional.

Hacia el último cuarto del siglo XIX se terminó de gestar un nuevo modelo económico de
mundial, alentado por Europa y liderado fundamentalmente por la Gran Bretaña1. Esta se dedicó a
sellar las vinculaciones económicas de los países de la periferia2 con el centro industrial británico.
Pero para que este nuevo modelo funcionara con eficiencia, era preciso que las bases del sistema
capitalista que embanderaban las potencias europeas fueran adquiridas y adoptadas por los países
periféricos en sus dimensiones políticas, económicas e incluso socioculturales. Como expresa
Beyhaut, la “expansión del capitalismo significa expansión de un sistema económico dominante3” y
esto era vital para que se mantuviera una relación comercial con el centro industrial de manera fluida
y continua. Esto supuso un proceso de modernización, término que puede referirse a un esfuerzo
de los países periféricos -en esta cota temporal, todos los latinoamericanos- por ponerse “a tono”
con las demandas exógenas de manera multidimensional, como se ha dicho4.
Como asegura Beyhaut, “el mundo latinoamericano (…) está directamente relacionado con la
revolución tecnológica europea y la expansión del sistema capitalista”5 en lo que se puede llamar un
“nuevo impulso económico” que determina la segunda fase del Imperialismo decimonónico: la
intervención directa en los Estados periféricos de una “burguesía conquistadora6”, como expresa
Methol Ferré, con el firme objetivo de direccionar sus economías de manera favorable hacia la
metrópoli, en detrimento de la nacional. Esto se llevó a cabo a través de inversiones7, concesiones y
fuertes actividades diplomáticas efectuadas en defensa de estos principios8.
Esta burguesía conquistadora se mantenía en general ajena a las realidades políticas de los
países y solo intervenían en caso de que las oligarquías de turno fueran en contra de sus intereses;
sin embargo, como bien aclara Ansaldi, esto no ocurrió ya que el modelo liberal oligárquico
corresponde al período de las economías primario-exportadoras, entendiendo que el “motor del
crecimiento económico (necesario para la viabilidad del país) se encuentra en el exterior”9, por lo que
se estimulaba la injerencia exógena en cada economía nacional para recuperarla10. Como expresa
el propio Lenin, la exportación del capital “influye sobre el desarrollo del capitalismo en los países en
que aquél es invertido, acelerándolo de sobremanera”11.
El aporte de Trías refiere a la tendencia de los economistas a dividir cíclicamente al
capitalismo en “ondas cortas y largas”12, donde las últimas abarcan grandes períodos caracterizados
por bienestar o malestar económico. En épocas de bienestar, las depresiones son cortas y las

1 Existe consenso historiográfico en cuanto a que Gran Bretaña, debido a su enorme crecimiento industrial producto de la Revolución
acorde y a su gran imperio ultramarino, se erigía como la principal potencia global.
2 Con esto nos referimos a productores de materia prima y consumidores de manufacturas refinadas.
3 Beyhaut, p 32.
4 En este sentido, los países progresivamente fueron abandonando sus pautas tradicionales de consumo y producción en favor de los

requerimientos de los centros industrializados para lograr la inserción mencionada, aumentando de esta forma la dependencia con
estos en vez de alcanzar una autonomía nacional, período que Halperin denomina “Orden Neocolonial”.
5 Beyhaut, p 31.
6 Methol Ferré, p 43.
7 Cabe aclarar que Bértola (p 137) asegura que hasta la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña fue la fuente principal de financiación.

Los bonos gubernamentales estaban destinados fundamentalmente a las inversiones, puertos o incluso para financiar guerras de
pacificación o fronterizas que les permitiera el desarrollo de su economía, generando aplausos de la oligarquía.
8Es imposible desdeñar el hecho que se caracterizaron sobre todo por especular con la deuda pública y por ser acreedores directos del

Estado al dominar el crédito y luchar por el establecimiento del patrón oro.


9 Ansaldi, p 3.
10 En este sentido, ante el requerimiento de paz y orden de las oligarquías terratenientes asentadas en el interior de sociedades

estrictamente agrarias –como el caso de México-, podemos decir que las potencias inversoras compartían el mismo de manera análoga
para poder desplegar sus métodos de redirección económica, en detrimento también de los grupos subalternos, sujetos a los
modismos y hábitos del sistema.
11 Lenin, p 10.
12 Trías, p 79.
recuperaciones sencillas; en las de malestar, viceversa. Según su cuadro, las ondas largas de
malestar se produjeron entre: 1815-1843, 1873-1897, y 1920 hasta la fecha1. Sin embargo, la onda
larga de bienestar de 1787-1815 representó el auge de la propia Revolución Industrial con todo lo
que esta implicó2 y precisamente, la situación de México –pero extensible a toda América Latina-,
siempre en dependencia con el capital extranjero, permitió el acceso de dos innovaciones
tecnológicas de gran importancia3; el ferrocarril y la navegación a vapor.
En cuanto al primero, ya Trías identifica que la onda larga de bienestar de 1843-1873 está
pautada por el desarrollo del ferrocarril, debido a las “grandes salidas a las inversiones reales”4 que
suponía como la industria y la construcción, así como Bértola afirma que se trató de un “principal
agente de transformación”5. En esta ocasión, recién bajo el régimen porfirista se expandió el
ferrocarril, uniendo a las urbes6 con el puerto de Veracruz, las fronteras u otros centros. Sin embargo,
debe decirse que esta innovación jamás atendió a los intereses nacionales, sino que “obedeció al
progreso de las economías de exportación”7 con fines altamente lucrativos, ya que exigían alta
rentabilidad y propiciaban la salida de capital del país.
En cuanto a la navegación esta alentó el comercio y el transporte tanto de pasajeros8 como
de mercaderías, al abaratar las rentas, contar con más capacidad por lote y principalmente por sus
adelantos científicos ligados al vapor, en cuanto a la velocidad y la adaptación para el transporte
frigorífico, en cuanto a las posibilidades de diversificación del mercado9. Sin embargo, el problema
es análogo al ferroviario; el transporte marítimo dependía íntegramente de las potencias, motivando
la pérdida económica nacional, sobre todo en lo referido a los fletes y a que los beneficios obtenidos
iban a parar a las arcas de las compañías británicas navieras10.
Para concluir, la injerencia extranjera también causó un gran impacto en materia sociocultural,
como se ha dicho. A esta forma se le llama comúnmente europeización de la cultura, entendida como
una segunda etapa o impulso de aculturación, así como había ocurrido en la época colonial. Según
los aportes de Beyhaut, la inmigración y las relaciones sociales en los enclaves extranjeros llevaron
a una transferencia cultural de los patrones europeos a la sociedad11. Los medios de comunicación
traían información sobre sus modos de vida y sus progresos intelectuales, lo que provocó que
América Latina perdiera su “sensación de aislamiento”12 a decir del autor. De este modo, Europa
pasó a ser identificada como el vértice del progreso13, al que todo el sector privilegiado aspiraba.

1
Según estas cifras, podemos identificar que la “colonización económica” europea en América Latina se dio dentro de un contexto de
necesidad metropolitana, aprovechando que en los períodos de baja ascienden de sobremanera los productos manufacturados.
2 Trías, p 80, Cuadro I. El autor no finalizó el tercer período (1920-¿?) debido a su temprano fallecimiento en 1980.
3 No pueden, empero, dejarse de lado otras innovaciones de destaque, como los fueron los adelantos en materia de comunicación –

donde se destacan el correo y el telégrafo- y las armas militares de repetición –Winchester, Spencer o Remington, más tarde
ametralladoras Gatling- que el Estado oligárquico monopolizó para materializar sus políticas de paz y orden a través del Ejército
controlado.
4 Trías, p 80.
5 Bértola, p 117.
6
O bien a las haciendas, ya que las líneas podían atravesar sus dominios lo que da la pauta de que también ayudó a consolidar el
latifundio.
7 Beyhaut, p 54.
8
A México esto no afectó tanto, debido a su escasa inmigración.
9
Debe destacarse que esta situación propició la inversión para la construcción de puertos “modernos”, adaptados a estas nuevas
embarcaciones, que naturalmente no era nacional sino extranjera.
10 En este punto es fundamental citar a Beyhaut (p 48), en cuanto a que un hecho a destacar es que “un continente que se había

acostumbrado por siglos a burlar el monopolio comercial español mediante una intensa actividad de contrabando, ve que este
desaparece (…) en sus formas tradicionales”.
11
Sobre todo en la clase dominante y orientada a la realidad francesa.
12 Beyhaut, p 113.
13 No podemos desdeñar en este punto la filosofía positivista y darwinista que se erigían como un “fortalecimiento de las teorías

racistas” a decir de Beyhaut (p 105). Estas fueron usadas arduamente como justificación de la expansión, marginalidad e incluso
BIBLIOGRAFÍA.

Bértola, L. y Ocampo, J. A. (2010): Desarrollo, vaivenes y desigualdad. Una historia económica de


América Latina desde su Independencia. Secretaría General Iberoamericana.

Bethell, L. (1986): Historia de América Latina. Tomo VII. Barcelona, Crítica.

Beyhaut, G. y H. (1985): América Latina: de la Independencia hasta la Segunda Guerra Mundial.


Volumen III. México, Siglo Veintiuno Editores.

Carmagnani, M. (1982): Estado y Sociedad en América Latina.1850-1930. Barcelona, Crítica.

Lenin, V. I. (2012): El Imperialismo: fase superior al Capitalismo. España, Penguin Random House
Grupo Editorial.

Methol Ferré, A. (1971): El Uruguay como Problema. Montevideo, Banda Oriental.

Trías, V. (1988): Los Caudillos, las clases sociales y el Imperio. Montevideo, Edición Cámara de
Representantes.

Von Wobeser, G.-coord (2010): Historia de México. México, Fondo de Cultura Económica.

Zanatta, L. (2012): Historia de América Latina. De la Colonia al Siglo XXI. Argentina, Siglo Veintiuno
Editores.

 Artículos.

Ansaldi, W. (2008): Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para
conceptualizar el término de oligarquía en América Latina. Argentina, UBA.

Demasi, C. (2016): Presidentes contra su voluntad (1852-1875). Montevideo, UDELAR.

exterminio. Por otro lado, los hábitos consumistas y el sistema de trabajo asalariado y libre empresa, propios del sistema, fueron
impuestos a los grupos subalternos colocándolos en una encrucijada.

También podría gustarte