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LS 575 A1: Topics in Peninsular Literature José Quispe

Trabajo Final 05/03/21

La fe y su relación con la palabra poética en Poesías de Miguel de Unamuno

Un acto, un solo acto de ardiente caridad, de húmedo


afecto, de amor verdadero, y estoy salvo. Pero ¿qué me llevará
a ese acto si ya no hay más que conceptos en mi espíritu? No puedo llorar.
¡Actos, actos, actos!
Diario íntimo, 1897.

Luego de una formación católica bastante tradicional durante su infancia en Bilbao,

Miguel de Unamuno estudiará filosofía en Madrid, dentro de un clima cargado de racionalismo

que afectará su modo de vincularse con la fe cristiana y, en general, su posición respecto a la

religión y la espiritualidad1. Así, tal como señala en su Diario Íntimo respecto a sus años de

estudio, intentó erróneamente colocar a la religión “como curiosa materia de estudio” (341),

siendo que dicho camino antes de aliviarlo, le generó mayores pesares por la imposibilidad de

validar racionalmente su fe. Esta dificultad se irá acrecentando con el paso del tiempo hasta

desembocar en una crisis de angustia durante la primavera de 1897, periodo en el cual sufrirá

noches de insomnio y ataques de llanto, que lo llevarán a recluirse (por un día) en un convento,

con la intención de retomar las prácticas de devoción propias de su infancia2.

Las consecuencias de dicha crisis se pondrán de manifiesto en su obra de distintas

maneras, habiendo múltiples ensayos, poemas, escritos filosóficos y correspondencia, que darán

cuenta de los límites de la razón para aproximarse a lo divino, así como la imposibilidad de

retomar la vida religiosa tal como la vivió en su infancia. De esta manera, ni la razón ni el dogma

católico podrán constituirse como vías de solución al conflicto, surgiendo más bien un nuevo

1
Baker, Armand. Unamuno and the Religion of Uncertainty, Hispanic Review, 1990, 58 (1), p.37-56.
2
Carta a Clarín del 5 de mayo de 1900, en Sánchez, Antonio. La formación del pensamiento de Unamuno. Una
experiencia decisiva: la crisis de 1987, Hispanic Review, 1950, 18 (3), p. 218-243.

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tipo de fe, difícil de clasificar por su permanente tensión subjetiva. Al respecto dirá Unamuno en

su ensayo Mi Religión de 1910:

Y bien, se me dirá, "¿Cuál es tu religión?" Y yo responderé: mi religión es buscar la

verdad en la vida y la vida en la verdad, aún a sabiendas de que no he de encontrarlas

mientras viva; mi religión es luchar incesante e incansablemente con el misterio; mi

religión es luchar con Dios desde el romper del alba hasta el caer de la noche, como dicen

que con Él luchó Jacob. No puedo transigir con aquello del Inconocible —o

Incognoscible, como escriben los pedantes— ni con aquello otro de "de aquí no pasarás".

Rechazo el eterno ignorabimus. Y en todo caso, quiero trepar a lo inaccesible (3).

Lo primero a resaltar de este fragmento es el papel que se otorga a la vida como espacio

de búsqueda de una verdad, es decir, dejando de lado el plano metafísico como solución a dicha

indagación, lo cual podríamos asociar también con el dogma católico y la confianza ciega en una

esfera sagrada más allá de lo terrenal. Del mismo modo, se desafían los límites establecidos por

la razón, no dándose por satisfecho con las fórmulas racionales que establecen un cierre al

conocimiento de lo divino, sino más bien estableciendo una lucha por tratar de alcanzarlo. Así, la

religión que Unamuno plantea, parece orientarse por un enfrentamiento con lo imposible, ante lo

cual no se amilana, sino que más bien persiste en su día a día, como si se tratase de un combate

agónico.

De la mano con esta concepción de religión, irá su noción de fe, la cual tendrá un carácter

creativo asociado a la vitalidad, es decir, una reinvención constante del “crear lo que no se ve,

viviéndolo y volviéndolo a crear en un incesante tormento vital”3. Es preciso resaltar la cuestión


3
Unamuno, Miguel de. La fe, 1900, p.335.

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del tormento porque no se presenta como solución apaciguante, sino más bien como lucha

encarnizada y trágica (pero no por eso derrotista), que será “el alimento y el consuelo” para sacar

“esperanza de la desesperación misma”4. Este rasgo, hará de la fe de Unamuno una cuestión

alejada de cualquier dogmatismo, asumiendo más bien una posición escéptica, pero en el

“sentido etimológico y filosófico”, del que “investiga o rebusca, por oposición al que afirma y

cree haber hallado”5.

La fe será entonces una búsqueda por querer creer, enlazada a una incertidumbre

productiva, es decir, planteada como impulso de vida que motiva la imaginación y la invención;

por eso mismo, tendrá un carácter fluctuante no delimitado por el dogma. Al respecto, Unamuno

asociará el concepto de fe con la pistis, la fe o confianza de inicios del cristianismo, donde cada

uno daba “a su esperanza la forma imaginativa o intelectiva que mejor le cuadrara”, formando así

“una masa de anhelos y de aspiraciones, hirviente de entusiasmo” 6. Dicha pistis se opondrá a la

gnosis, entendida como el conocimiento o creencia que solidifica o cristaliza la fe, volviéndola

una doctrina alejada de la vida común: “a medida que el calor de la fe iba menguando y

mundanizándose la religión, iba la candente masa enfriándose en su superficie y recubriéndose

de costra”7.

Tal como ha señalado Leslie Harkema 8, esta concepción de la fe en relación a la pistis,

también puede vincularse con la juventud, en tanto época de la indecisión y el entusiasmo, que

cual una nebulosa, aún no ha tomado una forma específica y, por ende, está abierta a

interpretaciones variadas y heterodoxas. La creencia religiosa será entendida así, como una
4
Unamuno, Miguel de. Mi religión, 1910, p.4.
5
Ibíd., p.2.
6
La fe, p.337.
7
Ibíd., p. 337.
8
Harkema, Leslie. Youth as ideoclasm: Miguel de Unamuno and “La joven literatura”, 2013.

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disrupción a nivel social, caracterizada por su estilo apasionado y visceral, que se diferenciará de

los postulados teológicos vinculados a la promesa de la vida eterna.

Ahora bien, Unamuno no sólo hará uso de esta concepción de fe en términos exclusivos

de la religión, sino que la aplicará, sobretodo, al ámbito de la poética, siendo ése el espacio de

creación espiritual mediante el cual buscará una conexión con lo divino. Así, la palabra poética

tendrá una concepción mítica de fuerza creadora, al igual que la palabra del Evangelio, es decir,

utópica o dotada de un hálito divino que implique un intento de comunión con Dios.

Tal como él mismo señala en su ensayo Poesía y Oratoria de 1905, la poesía que puede

encontrarse en el discurso del orador es la dotada de un tipo de imaginación que brota del alma,

que no se encasilla en fórmulas huecas o predicas anticipadas; sino que más bien, apela a las

metáforas, parábolas y paradojas que se asemejan a las enseñanzas morales de Jesucristo. Sin

embargo, también pondrá el énfasis en que la originalidad del orador poeta no consiste solamente

en inventar metáforas o conceptos, sino más bien en emplearlos de un modo particular, es decir,

entramando unas con otras para establecer un vínculo espiritual con el oyente:

…Y así un orador, un verdadero orador, es aquel que con expresarse en la lengua misma

en que hablan todos sus vecinos, sirviéndose de las mismas palabras de que ellos se

sirven y construidas según la misma sintaxis con que ellos las construyen, parece, sin

embargo, que va creando su lengua según habla, que las palabras florecen virginales en

sus labios (828).

De aquí podemos deducir que la palabra poética a la que refiere Unamuno es una que se

expresa en el mismo acto creativo, en conexión con su imaginación espiritual y sin el peso del

“papel sellado” (823), tan propio del discurso de la abogacía, el cual, justamente, se caracteriza

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por carecer de imaginación y mostrar un apego ridículo a las reglas discursivas. En ese sentido,

la innovación y el uso de la lengua fuera de la fórmula o el concepto predeterminado, será el

motor de la palabra poética; vista como hecho del lenguaje que establece un antes y un después

en su discurrir creativo.

En esta misma línea, Unamuno dará un mayor peso a la tradición oral del evangelio, en

tanto es “el Verbo, la palabra, y no la Ley, la escritura, quien encarnó entre los hombres”, siendo

que “el espíritu vivifica y la letra mata”9. Así, para el escritor, la palabra oral será “más perfecta

que la escritura”10, en tanto su carácter fugitivo e inasible se asemeja más al discurrir del

pensamiento apoyado en el alma, mientras que lo escrito, “como todo lo que cuaja, queda

escueto”11. Esta aproximación a la oralidad guarda relación con la fe en tanto pistis, ya que

implica mayor fluidez y conexión con la imaginación, poniendo el énfasis en el acto creativo

antes que en el producto terminado.

Hasta aquí, podemos plantear como hipótesis que el acto de fe y el acto poético parecen

establecer una relación de proximidad, no solo en materia de su forma de enunciación, sino

también en la posición que asume el sujeto que enuncia, ya que su producción poética da cuenta

de una lucha vital en permanente desafío con la divinidad. Para poder aproximarnos de mejor

manera a esta cuestión, analizaremos algunos de los poemas de Poesías (1907), que, por su fecha

de publicación, guarda correspondencia con el período inmediatamente posterior a la crisis

religiosa de Unamuno, centrándonos en analizar la poética planteada por el autor, además de la

relación con Dios que allí se establece, en términos del acto de fe.

9
Unamuno, Miguel de. Diario íntimo, 1897, p. 294.
10
Unamuno, Miguel de. Intelectualidad y espiritualidad, 1904, p. 611.
11
Ibíd., p.611.

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“¡Id con Dios!” es el poema que abre la introducción a Poesías12, siendo su título desde

ya, una forma de emparentar lo poético con lo divino, en tanto la creación poética se entrega a

Dios cual, si fuese una ofrenda, poniéndose el énfasis en el acto de envío antes que en su

recepción. De esta manera, la entrega no está garantizada y el poeta solo puede dar cuenta del

esfuerzo que supone su intento:

Por cada uno de estos pobres cantos,

hijos del alma, que con ella os dejo,

¡Cuántos en el primer vagido endeble

faltos de aire de ritmo se murieron!

Estos que os doy logré sacar a vida,

y a luchar por la eterna aquí os los dejo;

quieren vivir, cantar en vuestras mentes,

y les confío el logro de su intento.

Les pongo en el camino de la gloria

o del olvido, hice ya por ellos

lo que debía hacer, que por mí hagan

ellos lo que deban, justicieros (11-22).

Lo primero a resaltar de este fragmento es el complejo proceso de creación que describe

la voz poética, en el que algunos cantos mueren prematuramente y otros logran vivir; siendo que

los cantos vivos emprenden una lucha incierta que podría llevarlos tanto a la gloria como al

olvido, ya que no dependen más de su creador. Así, el poeta, ubicado en el lugar del padre, se

12
Unamuno, Miguel de. Poesías, 1907. Edición de Manuel Alvar, Cátedra, 2020 (sexta edición). Todos los poemas
citados en adelante, aludirán a esta edición.

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desprende penosamente de su creación, sin saber cuál ha de ser su destino, esperando como

máximo un acto de justicia de su parte.

Esto guarda estrecha relación con la encarnación de Dios en su hijo Jesucristo, él cual,

como bien sabemos, vino al mundo a salvar a la humanidad de sus pecados, siendo ese el gesto

de amor y entrega del Dios padre. En ese sentido, el poeta, pareciera devolver el gesto bajo los

mismos términos, ya que sus cantos son parte de la encarnación divina: “Íos con Dios, pues con

Él vinisteis/ en mí a tomar, cual carne viva, verbo” (31-32), constituyéndose como actos de fe

tangibles, que dan cuenta de su conexión espiritual y su lucha por aproximarse a Dios.

Así mismo, los cantos, en tanto mensajes a Dios, plantean un deseo de comunión con la

eternidad, que siempre se formula como anhelo o búsqueda, y no como hecho constituido o

logrado, posiblemente por eso, los versos: “a perderme por fin, en aquel seno” (52) o “a tomar en

lo eterno, por fin, puerto” (64) ponen en evidencia la agonía con que la voz poética busca

establecer un contacto con la divinidad que aún no llega.

Respecto a dicha agonía, entendida como modo vital de creación, otro poema que da

luces para pensar al respecto es “Credo poético”, ya que, en el mismo, no se deja de señalar la

confluencia del mundo terrenal con el espiritual, ambos en permanente tensión sin resolver. Por

esa razón, la creación poética no se supedita a una esfera metafísica, pero tampoco permanece

anclado a la realidad concreta: “Que tus cantos sean esculpidos, /ancla en tierra mientras tanto

que se elevan, /el lenguaje es ante todo pensamiento, / y es pensada su belleza” (29-32). En esa

misma línea, el pensamiento asociado al sentir, pone en evidencia, la confluencia entre razón y

espiritualidad, aunque dicha unión no es armoniosa sino más bien conflictiva, transita por la

contradicción para establecer una estética/ética del poema: “No te cuides en exceso del ropaje, /

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de escultor, no de sastre, es tu tarea, /no te olvides de que nunca más hermosa / que desnuda está

la idea” (13-16).

Aquí es preciso resaltar el carácter de la palabra poética, la cual antes de cubrirse de

adornos, apuesta más bien por la desnudez, entendiendo dicha metáfora como la precisión del

lenguaje, un modo de conjugar la forma con la idea para lograr una experiencia más profunda

asociada a las entrañas o a “la viva y honda vena” (12). Esta propuesta, se muestra a contraparte

del modernismo imperante de esa época, ya que antes de apelar a cultismos o fórmulas poéticas

elaboradas con fineza; busca trabajar más bien con el material mismo del lenguaje, cual si usará

un martillo y un cincel para conseguir su propósito. En esta línea, cada operación realizada por el

escultor/poeta tendrá consecuencias, por lo que el acto creativo tendrá un carácter de lucha con y

desde el lenguaje.

Algo importante a señalar sobre el trabajo escultórico es que también implica un modo de

expresión poética más dura o llena de asperezas, que como bien ha señalado Harkema 13, dota al

poema de una mayor autenticidad, pudiendo observarse dos aspectos en su construcción: Por un

lado, el uso de los ritmos y cadencias del habla cotidiana y por otro, el uso del hipérbaton para

romper los patrones típicos de la oración o el fluir del pensamiento. Así, Harkema 14 resaltará la

confusión en el orden de las palabras y el uso incómodo de los adjetivos como medios de dotar al

poema de cierta torpeza y, por ende, de mayor naturalidad. Lo cual también ha de permitir un

alto nivel de coherencia entre su argumento poético y su trabajo formal, esto tomando en cuenta

que Unamuno buscó renovar la poesía española, ya que la consideraba en estado de modorra.

13
Youth as ideoclasm: Miguel de Unamuno and “La joven literatura”, p.248-249.

14
Ibíd., p.249.

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En consonancia con lo anterior, el poema “Denso, denso” planteará una propuesta similar

al poner de relieve la apuesta poética por un decir condensando, “sin grasa, con carne prieta”

(23), que en un tiempo delimitado pueda sintetizar lo más que se pueda “sin dejar el sendero”

(18). En otras palabras, el acto poético ha de prescindir del lenguaje en su vertiente superficial y

estetizante, centrándose más bien en pescar lo esencial, siendo necesario para este propósito,

encontrar la idea a través de la forma, en el mismo trabajo de creación poética.

Ahora bien, una de las secciones de Poesías que quizás expresa con mayor claridad el

vínculo entre la fe y la palabra poética son los Salmos, ya que, a decir de Unamuno15, allí están

las composiciones que mejor expresan su religión, siendo los poemas que la conforman, no más

que:

…gritos del corazón, con los cuales he buscado hacer vibrar las cuerdas dolorosas de los

corazones de los demás. Si no tienen esas cuerdas, o si las tienen tan rígidas que no

vibran, mi grito no resonará en ellas, y declararán que eso no es poesía, poniéndose a

examinarlo acústicamente. También se puede estudiar acústicamente el grito que lanza

un hombre cuando ve caer muerto de repente a su hijo, y el que no tenga ni corazón ni

hijos, se queda en eso (5).

De esta manera, y como hemos señalado antes, la palabra poética no está orientada por

una expresión lógica, racional o puramente estética, sino más bien por una manifestación visceral

que da cuenta de la lucha del poeta por sostener su fe. En ese sentido, el salmo, entendido como

cántico de alabanza o invocación a Dios, cobra una significación singular, a la luz de la religión

15
Mi religión, p.5.

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que el poeta propugna, siendo la fe expresada en él, una apuesta viva “de continua creación y

consunción”16.

Uno de los poemas que ilustra de mejor manera esta cuestión es el “Salmo II”:

Fe soberbia, impía,

la que no duda,

la que encadena Dios a nuestra idea.

«Dios te habla por mi boca»,

dicen, impíos,

y sienten en su pecho:

«¡por boca de Dios te hablo!»

No te ama, oh Verdad, quien nunca duda,

quien piensa poseerte,

porque eres infinita y en nosotros,

Verdad, no cabes (1-11)

Aquí podemos observar que el acto de fe no da por sentado el conocimiento de Dios, sino

que más bien lo plantea como un imposible, en tanto, la sustancia que conforma lo divino es

distinta y ajena a lo humano, siendo un acto de pretensión el querer aprehenderlo. Así, el poeta

ha de resaltar una fe marcada por las dudas, las preguntas y una serie de esfuerzos que busquen

conectar con lo divino sin poder lograrlo nunca. Los esfuerzos del poeta serán así, testimonio de

su lucha o evidencias de su fe, la cual está conectada con una vitalidad, entendida como acción

agónica en el discurrir de una existencia.

16
La fe, p.335.

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Por otro lado, la palabra poética también ha de plantearse como una imposibilidad, ya

que, a través de ella, no será posible alcanzar alguna verdad vinculada a lo sagrado. En esta línea,

el acto de creación poética también ha de permanecer en tensión y lucha, con una verdad que no

cabe, que excede las posibilidades del raciocinio y el lenguaje humano. Así, tal como la fe no se

sustenta en la razón para aproximarse a lo divino, el poema tampoco hace uso exclusivo del

raciocinio o las ideas preconcebidas para poder expresarse.

Si seguimos esta lógica, podemos plantear entonces, que efectivamente el poema es una

invocación de Dios, que se formula en reiteradas ocasiones como parte de una lucha agónica

desde el acto creativo. Las garantías de obtener una respuesta están negadas y esa es la razón por

la que el poeta grita angustiosamente en aras de establecer un diálogo con la divinidad. Un

poema que resulta particularmente ilustrativo para explorar esta noción es el poema “Vencido”

de la sección Reflexiones, amonestaciones y votos, allí, escribirá el poeta:

“¿Y qué hacer -me decía-

si no tiene remedio…?”

Y yo entonces le dije,

por vía de consuelo:

- “Llorar, pues no lo tiene;

gritar a todo pecho.”

- “Ah, es que Dios no oye…”

- “¿Qué no oye? ¡Pues por eso!

Llorar, gritar, dar voces…”

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- “Es voz en el desierto…!”

- “Abrámosle el oído

a fuerza de lamentos,

gritemos noche y día,

padece fuerza el cielo…”

- “Oh, ni aun así tampoco…

morir… no hay más remedio…”

- “¿Morir? ¡Luchar sin tregua!

¡Sitiemos al misterio!” (1-18)

El primer elemento a resaltar de este fragmento es el diálogo que se establece entre un

sujeto más escéptico y otro beligerante, entre aquel que ha depuesto las armas antes de luchar y

aquel que lucha a pesar de su inminente derrota. Así, el poema es como un campo de batalla,

ilustra el anhelo y sufrimiento de la voz poética desdoblada por la razón y el deseo, elementos

que desembocan en la incertidumbre activa, que a decir de Unamuno es la salvación o el

consuelo ante la nada17.

Las voces del poema se enfrentan desde sus respectivas trincheras, claramente

distinguidas por los guiones como un modo de acentuar el conflicto entre dos vertientes que no

logran un consenso ni un cierre. En ese sentido, el verso final del poema: “¡Ni siquiera estás

muerto!” pone en evidencia que la vida es una lucha sin tregua (al igual que el poema), un

constante apostar por el deseo hasta llegar a la muerte, en medio de un contexto lleno de

incertidumbre.

17
Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida, VII: Amor, dolor, compasión y personalidad, P.179.

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Por otro lado, la figura de Dios es aquella que vence indefectiblemente, en tanto es lo

divino e incognoscible, así, ser vencido por Dios es señal de gloria y de victoria, por lo que no se

trata de renunciar a esa lucha, sino más bien de embarcarse en la misma, pidiendo ayuda al

mismo Dios: “Él te dará las armas/del combate supremo, /pues para conquistarnos/quiere que le

asaltemos” (248). La concepción de fe activa que se describe en el poema puede trasladarse

también al lenguaje poético en sí, ya que el poema, a través de la palabra, busca situar un

misterio, establecer una aproximación a lo divino, como si se tratará del testimonio de dicha

lucha.

Desde ese punto de vista, podríamos pensar que las “armas” que Dios entrega son las

palabras, intentos por asaltar lo divino en cada ocasión, de jugársela en el ruedo del lenguaje para

generar un efecto de sentido al mismo tiempo que se produce una fuga. El esfuerzo poético sería

entonces esa lucha por aprehender lo incognoscible, la creación como modo de vincularse con lo

sagrado ad infinitum.

Aquí es preciso resaltar, la admiración e interés que Unamuno tenía por los poetas

místicos españoles, siendo que mucho de su poesía parece nutrirse de ese carácter anhelante del

encuentro con Dios, del acto introspectivo y de renuncia al mundo tangible, que busca hallar lo

divino dentro de las profundidades del alma. Tal como el mismo señala en su ensayo “De mística

y Humanismo”18:

Esta sed de supremo goce de posesión, sabiduría y ser por conquista amorosa, les llevó

(a los místicos) en aquella edad al anhelo del martirio, a la voluptuosidad tremenda del

sufrimiento, a la embriaguez del combate espiritual, al frenesí de pedir deliquio de pena

sabrosa, a que el alma hecha ascua se derritiera en amor, desgarrándose la urdimbre de


18
Unamuno, Miguel de. En torno al casticismo. 5 ensayos, 1902.

13
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espíritu y cuerpo y corriendo por las venas espirituales mares de fuego, y por fin

llegaron algunos, rompiendo con la ortodoxia, a pedir la nada (157-158).

Como podemos observar, la cuestión del combate espiritual o la sed de Dios, son

elementos que Unamuno también ha de resaltar como parte de su fe, emparentándose con los

místicos españoles en plantear un tipo de religiosidad a contraparte de lo establecido, es decir de

las reglas propias del dogma católico. Como bien señala en su ensayo “La fe”, dichas normas

coagulan el sentido de la misma en tanto Pistis, es decir, fluidez en la imaginación espiritual,

convirtiéndola en Gnosis, doctrina y conocimiento de la iglesia católica.

Así, el ejercicio de la fe en libertad, tendrá que ver con una práctica individual, interior,

asociada a un secreto o misterio indescifrable, que es justamente, lo que conecta con la

divinidad:

No busques luz, mi corazón, sino agua

de los abismos,

Y allí hallarás la fragua

de las visiones del amor eterno;

allí donde no llegan del invierno

los temporales,

ni llegan cataclismos,

allí están las visiones cardinales (80-87)

Tal cual muestra este fragmento del poema “No busques luz, mi corazón, sino agua”,

hay una inversión de la búsqueda de lo divino, que antes de centrarse en el cielo o la esfera

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superior, torna hacia las profundidades, donde además se busca el agua, como elemento fluido e

inasible que conecta con la eternidad. De esta manera, la luz es una especie de enemiga de la

conexión espiritual, en tanto quiere esclarecer o iluminar, una relación que justamente se

caracteriza por el misterio o el desconocimiento de quién busca a Dios.

Aquí, en estrecha relación con el “Credo poético”, el poeta busca esculpir un elemento

parecido a la niebla, trabajar con un material imposible, que se le escapa de las manos, pero que

aún así “tiene líneas y se esculpe” (27). Así, su escritura es testimonio de su aproximación al

misterio, de su lucha por aprehenderlo en el ejercicio de creación poética; estando dicho ejercicio

caracterizado por el anhelo, pero también por las dudas, en permanente tensión creativa o en

conflicto gozoso en aras de hallar a Dios.

Para concluir, podemos señalar, que efectivamente, hay una correspondencia entre el

acto de fe y el acto poético, en tanto ambos sostienen una lucha vital que no se encasilla en las

formulas del dogma o el decir anquilosado y esteticista. En ambos casos, el acto se trata de una

apuesta única y sin garantías, conectada con un trabajo constante, de prácticamente toda la vida;

quizás por esa razón, los poemas que Unamuno escribió poco antes de su muerte 19, conservan ese

matiz de conflicto, cargado de preguntas e incertidumbre, siempre en medio de una exploración

espiritual que, “busca lo imposible, lo absoluto, lo infinito y lo eterno: la vida plena”20.

De esta manera, Unamuno nunca dejó de ser fiel a su deseo, instaurando un quehacer

poético en estrecha relación con su vida espiritual, una vida que nunca busco reconfortarse en los

dichos de otros o en los axiomas de la razón, así como tampoco en la desesperación o el

19
Últimas canciones en Poesías Sueltas, 1936.
20
La fe, 1900, p.336.

15
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abandono de su búsqueda. Podríamos decir entonces que, ante la fatalidad del destino, supo

prevalecer su valentía.

Referencias:

Baker, Armand. “Unamuno and the religion of uncertainty” en Hispanic Review, Winter,

1990, Vol. 58, No. 1, pp. 37-56.

Baker, Armand. “The God of Miguel de Unamuno” en Hispania, Dec., 1991, Vol. 74,

Nº 4, pp. 824-833.

Harkema, Leslie. Youth as ideoclasm: Miguel de Unamuno and “La joven literatura”.

2013. Boston University, PhD dissertation. ProQuest, search-proquest-

com.ezproxy.bu.edu/pqdtglobal/docview/1179154556/3D23D7F6801B431APQ/1?

accountid=9676.

Sánchez, Antonio. “La formación del pensamiento de Unamuno. Una experiencia

decisiva: la crisis de 1987”, Hispanic Review, 1950, Vol. 18, Nº 3, p. 218-243.

Unamuno, Miguel de. “Diario íntimo” (1897) en Ensayos, Obras Completas, Tomo VII.

Edición de Ricardo Senabre, Madrid, Biblioteca Castro, 2007, p. 263-393.

Unamuno, Miguel de. “La fe” (1900) en Ensayos, Obras Completas, Tomo VIII.

Edición de Ricardo Senabre, Madrid, Biblioteca Castro, 2007, p. 333-346.

Unamuno, Miguel de. “En torno al Casticismo. 5 ensayos” (1902) en Ensayos, Obras

Completas, Tomo VIII. Edición de Ricardo Senabre, Madrid, Biblioteca Castro, 2007, p. 59-177.

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Trabajo Final 05/03/21

Unamuno, Miguel de. “Intelectualidad y espiritualidad” (1904) en Ensayos, Obras

Completas, Tomo VIII. Edición de Ricardo Senabre, Madrid, Biblioteca Castro, 2007, p. 605-

620.

Unamuno, Miguel de. Poesías (1907), Cátedra, 2020.

Unamuno, Miguel de. Mi religión (1910). Biblioteca virtual universal, 2003,

https://biblioteca.org.ar/libros/265.pdf. Accessed 23 Apr. 2021.

Unamuno, Miguel de. “Poesías sueltas” en Ensayos, Obras Completas, Tomo V.

Edición de Ricardo Senabre, Madrid, Biblioteca Castro, 2007, p. 859-1098.

Unamuno, Miguel de. Del sentimiento trágico de la vida, Project Gutenberg, 2019.

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