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Debido a que el sexo es la creación de la mano de Dios y existe bajo el control de su soberanía,
debemos abordarlo con reverencia y asombro, no con vergüenza y timidez. El sexo vino de Él, le
pertenece, y continúa existiendo a través de Él – a Él sea la gloria.
Te seduce con la perspectiva de un placer que produce satisfacción, pero te deja vacío y con ganas de
más. El sexo ofrece la posibilidad de que nalmente estés satisfecho, pero en cambio te hace envidiar a
quien tiene más y mejor que tú. Te vende la mentira de que el placer físico es el camino hacia la paz
espiritual. El sexo es obra de las manos del Creador, pero tiende a prometerte lo que sólo el Creador
puede entregar. Es hermoso en sí mismo, pero se ha distorsionado y es peligroso gracias a la la caída.
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4/2/2020 10 cosas que debes saber sobre el sexo | Soldados de Jesucristo
Si el sufrimiento es la experiencia de todas las personas, entonces debes esperar que el sufrimiento
impacte en tu sexualidad. Sufrirás la realidad de que aquí y ahora, el sexo no funciona de la manera
que Dios quiere. Enfrentarás la rede nición, la distorsión y el mal uso del sexo. Sufrirás la tentación de
llevar tu vida sexual fuera de los claros límites de Dios.
Sufrirás la ceguera de la tentación sexual en el centro comercial, en tu ordenador, cuando veas Net ix,
o, tristemente, incluso cuando hagas una búsqueda en Google en tu teléfono. Sufrirás que las mujeres
expongan sus cuerpos en público o que los hombres traten a las mujeres como si fueran poco más que
juguetes físicos para su placer. Sufrirás la di cultad de tratar de proteger a tus hijos de todo el peligro
sexual que existe, mientras trabajas para mantener tu propio corazón puro.
Porque conoces todas las tentaciones seductoras, sufrirás problemas de con anza con tus seres
queridos. Algunos de nosotros sufrirán abuso sexual, y otros sufrirán el agotamiento que viene de
tratar de mantener nuestros corazones puros. Sufrirás malentendidos y burlas al tratar de permanecer
dentro de los límites de Dios en una cultura que se ríe de la idea de los límites sexuales. Pablo asume
que sufriremos, y si tiene razón (y la tiene), ese sufrimiento incluirá nuestra sexualidad.
Lo sepamos o no, todo ser humano vive en busca de un salvador. Todos estamos impulsados por una
búsqueda de identidad, paz interior, y algún tipo de signi cado y propósito. Y todos lo buscamos en
algún lugar. Aquí está el resultado nal: buscar en la creación para conseguir lo que solamente el
Creador puede darte siempre resulta en algún tipo de adicción. Lo que esperabas que te sirviera te
pone a su servicio. Lo que parecía libertad termina siendo una esclavitud. La cosa no es el problema; lo
que le has pedido lo es.
Aquí es donde las palabras de Cristo nos conducen: nuestra lucha con el pecado sexual no es primero
una lucha con el entorno en el que vivimos o con la gente que vive cerca. Nuestra lucha con el pecado
sexual revela la condición oscura y necesitada de nuestros corazones. Somos nuestro mayor problema.
Cuando se trata de pecado sexual, el mayor peligro sexual para cualquier ser humano en cualquier
lugar vive dentro de él, no fuera. El aislamiento, los cambios de lugar y de relación, y el manejo del
comportamiento nunca funcionan porque no apuntan al lugar donde existe el problema: el corazón.
Estaban pensadas para recordarte acerca de Él. Estaban destinadas a asombrarte no sólo con su
existencia sino con la sabiduría, el poder y la gloria de Aquel que las creó. Fueron puestos en la tierra
para ser uno de los medios de Dios para llamar tu atención y capturar tu corazón. El placer del sexo
está destinado a recordarme la gloria de mi íntima unión con Cristo, que sólo la gracia puede producir.
La gracia de Dios tiene el poder de protegerte de pedirle al placer lo que no deberías pedir. La gracia
de Dios te da el poder de decir no a la seductora llamada del placer cuando es vital decir no. La gracia
de Dios te ofrece el perdón cuando has fallado en hacer ambas cosas. Y la gracia de Dios te lleva a la
presencia de Aquel que es el único que puede darte la satisfacción y el gozo duraderos que tu corazón
busca. Así que mientras celebras los placeres físicos del mundo creado, tómate tiempo para celebrar
los eternos placeres de la redención.
El sexo que reconoce la existencia de Dios se convierte en el bello, íntimo y relacional acto de adoración
que estaba destinado a ser. En medio de todas sus delicias físicas, no olvida a Dios. Recuerda que todo
lo vivi cado y disfrutado en el sexo le pertenece. Se apoya en su control y celebra su cuidado en medio
de la más íntima de las conexiones humanas.
Paul Tripp
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