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I.E.P.D.

ÁREA DE FORMACIÓN
“SAGRADOS CORAZONES” RELIGIOSA
FICHA N° 29– BIMESTRE III - 2022 5° A B C

Actividad importante: Elaborar un tríptico sobre la sexualidad como don de Dios.


Tema: LA SEXUALIDAD ES UN DON DE DIOS
¿Entonces que es la sexualidad?
La sexualidad humana es la manifestación concreta del designio divino, a la realización completa
como hombre o como mujer. Es un elemento básico de la personalidad ya que tiene un
modo propio de ser, de manifestarse, de comunicarse con los demás,
de expresarse y vivir el amor humano.
Es nuestra manera de ser humanos y de insertarnos en la sociedad, para
relacionarnos con los otros. En definitiva, es una manera de realizarnos como
personas.
La sexualidad bien orientada, elevada e integrada por el amor, llega a tener una
verdadera calidad humana
y añadió: ¿POR ESTA RAZON EL HOMBRE DEJARA A su PADRE Y
A su MADRE Y SE UNIRA A SU MUJER, Y LOS DOS SERAN UNA
SOLA CARNE? Por consiguiente, ya no son dos, sino una sola carne. Por
tanto, lo que Dios ha unido, ningún hombre lo separe.
Mt. 19,5-6
EL CUERPO Y EL ALMA SON DONES DE DIOS
La belleza y la armonía del ser humano son
reflejo de la íntima unidad del cuerpo y el alma. Gracias a
esta unidad de cuerpo y alma, somos capaces de conocer y
de amar. El ser humano tiene una dignidad incomparable,
que no posee ningún otro ser de la Tierra.
El ser humano fue creado «a imagen y semejanza de
Dios».
El alma de cada persona fue creada directamente
por Dios.
El cuerpo y el alma del cristiano son templos del Espíritu Santo.
Nuestro cuerpo está destinado a la Resurrección y a la vida eterna.
La sexualidad ¿es algo corporal o espiritual?
“La Iglesia prefiere, más que de sexo, hablar de sexualidad, porque la sexualidad
afecta a toda nuestra vida y no solo a una parte de ella, a un órgano o a un deseo particular. La sexualidad, por otra parte, tiene
distintas dimensiones: genética (hombre y mujer tienen distinto ADN), gonádica (diferentes órganos sexuales), fisiológica (distinta
forma del cuerpo), psicológica (tenemos distinto modo de ser, de reaccionar afectivamente) y, por último, espiritual (la sexualidad
toca a nuestro mismo centro como personas, a la manera en que amamos y somos amados).
La vocación al amor
El hombre no está hecho para la soledad. Dios nos creó por amor y para el amor. Dios inscribió en el hombre y en
la mujer la mutua atracción para vivir en comunión. La sexualidad es un don de Dios, noble y limpio,
que se orienta al matrimonio y a la familia.
No son dimensiones separadas, sino que todas se unen en nuestro cuerpo, que es la
fuente de donde brotan nuestras vivencias. Ser hombre o ser mujer no es un simple dato
que ponemos en nuestro pasaporte, sino una dimensión de nuestra identidad, un
modo de responder a la pregunta fundamental: “¿quién soy yo?”
Pensemos, por ejemplo, en lo importante que es
haber recibido la vida de otros, haber sido
engendrado del amor de nuestros
padres. Y también en la
capacidad que tenemos para
dar vida a otras personas.
Esto no es accesorio, sino
central para nuestra vida, y
está unido a la sexualidad.
Por eso la sexualidad no es
solo una atracción hacia la
otra persona, sino también un elemento que nos ayuda a comprendernos a nosotros mismos, a partir
del cual nos formamos a nosotros mismos y nuestras relaciones.”
¿Qué es la castidad?
Castidad, no es otra cosa sino el dominio de la sexualidad por la razón para aprender a respetarse a sí mismo y a
los demás.
Cuando el pecado se convierte en hábito, su dependencia dificulta cada vez más discernir lo bueno y lo malo.
La puerta del amor se abre hacia afuera, siempre hacia los demás, y se llama felicidad. En cambio, la del placer se cierra con el candado del
egoísmo. El amor dura. El placer se acaba. Recuérdalo siempre: cuando se persigue denodadamente el placer por el placer, desaparece porque le
falta su fundamento: el amor
La castidad debe interpretarse como un don, como un camino de expansión y crecimiento de la personalidad y
como liberación para el amor. Castidad no significa ausencia de amor o esterilidad, sino amor y fecundidad en
otra clave. Libres para la misión. Engendrar para el reino de Dios.
Seguro a más de uno le resulta difícil hablar de la castidad en el matrimonio porque hay muchos prejuicios y desconocimiento al respecto
y porque la verdad es que lo ven como algo negativo, retrogrado
e incluso algunos lo consideran antinatural.
La castidad no es una negación de la sexualidad, sino que, como fruto del Espíritu (Gálatas 5, 22-23). Es la virtud que nos ayuda a
orientar el instinto y el deseo sexual al servicio del amor y a integrarlo al desarrollo de la persona.
Muchas veces se confunde la castidad con la abstinencia sexual. Quien es casto no es quien no tiene relaciones sexuales. Quien no las
tiene es una persona célibe, pero no es necesariamente casta. Entonces te preguntarás: ¿Estando casados podemos ser castos? y yo te respondo:
¡absolutamente y es súper necesario que lo seas!
Muchos jóvenes creen que al casarse se ha terminado toda su lucha por cuidar de su sana sexualidad, la cual traducen en «no tener
relaciones sexuales», por lo tanto, ahora ya casados, es como si tuvieran una libertad para hacer todo lo que se les venga en gana.
«Los que os hablan de un amor espontáneo y fácil os engañan. El amor según Cristo es un camino difícil y exigente. El ser lo que Dios
quiere, exige un paciente esfuerzo, una lucha contra nosotros mismos» (San Juan Pablo II, Lourdes 1983).
La infidelidad y los anticonceptivos
“Infelizmente se va difundiendo por el mundo un mensaje engañoso de felicidad imposible e inconsistente, que sólo
arrastra consigo desolación y amargura. La mejor defensa de la familia es la fidelidad” (Juan Pablo II – Río de Janeiro).
La infidelidad es la ausencia de todo: ausencia de diálogo, de comunicación, de apoyo, es la ausencia de adaptación, unión,
comprensión y voluntad, es falta de entendimiento mutuo, de pensar y
preocuparse uno del otro.
Del egoísmo en lugar de dar lo mejor de sí. Del solo buscar el bien
personal sin pensar en el otro. La infidelidad es la falta de respeto a
uno mismo.
La infelicidad es también originada por no tener idea del bien y del mal
(relativismo), de lo correcto y de lo incorrecto. Al excluir a Dios de nuestra
vida, al restarle importancia a la dignidad de la persona, el vivir sin
importarnos los sentimientos y la dignidad del ser humano; Donde el hombre
y la mujer se convierten en objetos de uso desechable (“úsese y deséchese),
donde el amor se interpreta como una simple energía que hay que desahogar y
hay que unirla al placer y a la diversión, a la depravación, a donde lo que solo
importa es el intercambio sexual instintivo y simulado de un sentimiento muy
lejos de sentir y de conocer.

La moral católica sobre la sexualidad se articula en tres principios:


La sexualidad humana es creación de Dios y, por lo tanto, algo bueno.
En matrimonio constituye un reflejo del amor de Dios hacia el hombre. La sexualidad requiere autodominio. Debe estar
orientada por la razón y sometida a la voluntad. La sexualidad tiende a la procreación. El uso lícito de la sexualidad se
enmarca en el matrimonio, ámbito de la donación mutua entre los esposos y abierto a la vida.

La simple instrucción sexual nos ha traído consecuencias desastrosas, pero para no aceptar la realidad, la responsabilidad, y el
compromiso de formar con un buen ejemplo, se argumenta que la iglesia y la moral no tienen nada que ver en esto. Para no aceptar los beneficios
y las bondades de los verdaderos valores, todo se pretende sustituir y solucionar repartiendo preservativos por todos lados. Es más fácil repartir
millones de condones para ambos sexos que formar en el respeto, la dignidad y el verdadero amor.
Con repartir preservativos a diestra y siniestra se busca combatir los efectos pero no las causas. Con esto se agrava el problema. Lo que
se necesita es formar desde el interior de la familia personas honestas, responsables, convencidas, orientadas debidamente, guiadas y conscientes.
En la familia, los padres son los que deben formar y hablar de sexualidad con sus hijos y sobre todo dar ejemplo porque es la mejor
formación que los hijos jamás olvidarán.
El uso del condón solo propicia la promiscuidad y las relaciones sexuales indiscriminadas e irresponsables entre los niños, adolescentes
jóvenes y muchos adultos. Con preservativos tal vez no se infecte el organismo, pero se estará justificando el uso inmoral del sexo, así como las
diferentes formas del libertinaje e infidelidad, violaciones, agresiones y violencia. ¿A dónde quedará la seguridad de nuestras hijas y esposas?
No es correcto, ni se justifica el uso de preservativos para vivir una sexualidad irresponsable. El problema no son solo los efectos sino las
causas. El desconocimiento del verdadero amor y de respeto.

Actividad importante: Elaborar un tríptico sobre la sexualidad como don de Dios.

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