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Desde el momento en que los motivos que movilizan este proceso de investigación
desde las coordenadas de la acción/reflexión, encuentran asidero en los propios
entretelones subjetivos interminables, señalar objetivos, con el rigor que toda
investigación reclama, parece imposible. Sobre todo por la dificultad que implica
poder dejar de lado, en vistas a la fijacion de esos objetivos, sentimientos humanos
por mundos mejores, los cuales persisten en los cuerpos individuales y sociales en
una cantidad innumerable, expuestos siempre a las constantes mutaciones propias
de los vaivenes sociales y tambien existenciales.
De todas formas, es posible señalar que investigar el universo juvenil en donde se
exploran nuevas formas de politicidad y educabilidad permite un doble aporte
teórico-práctico: por un lado, la posibilidad de reorientar, corregir o cambiar los
lineamientos que sostienen la búsqueda de finalidades político-culturales de (en
este caso) Cocú y Alterarte; esto es, redefinir las estrategias en un ámbito de
reflexión aportado por una cierta investigación sistemática. Y por otro, hacer
aportes a una problematización de las políticas culturales juveniles que vienen
siendo concebidas con cierta liviandad, y generalmente fundamentadas a partir de
cierta incomprensión de la articulación entre lo educativo, lo político y lo cultural.
En definitiva, es posible que la formulación más efectiva sobre el tema y las
motivaciones de esta investigacion sean las de crear un marco de reflexión para la
acción, y sólo dentro de ese contexto es que aparecerían, con mayor o menor
profundidad conceptual, las indagaciones sobre lo político y lo educativo. Porque
desde el 2002 a esta parte, no sería sino gracias al paso del tiempo y a una serie de
malentendidos metodológicos y desajustes epistemológicos, que surgiría, esta vez
más sólidamente, el verdadero horizonte de esta indagacion: cómo poder sentar las
bases de una reflexión más sistemática sobre la intervención en espacios
comunicacionales y sobre las limitaciones que la cultura (o la realidad) imponían al
proceso educativo y político que (no obstante) iba dándose de múltiples maneras.-
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Nota:
[1] Y en donde la minúscula “l” intenta restarle ostentación lingüística a una
fórmula literaria que, por reglas gramaticales, le correspondería la mayúscula de
todo nombre propio.
“La pedagogía crítica es más que una desacralización de las grandes narraciones
de la modernidad, pero procura establecer nuevas fronteras morales y políticas
de la lucha emancipatoria y colectiva, en la que, tanto las narraciones sometidas
como las narraciones nuevas puedan ser escritas y expresadas en la liza de la
democracia” (Peter McLaren)
“Me gustaría mucho participar en la Revista porque vos podés expresarte mejor a
través de poemas, cartas, cuentos, etc.”
“Cocú favorece a los jóvenes ya que informa y da a conocer problemáticas que a
veces se nos es difícil tener acceso a dichos temas, por ejemplo Corpus (ecología),
el ALCA. (...) Y también es un medio para transmitir inquietudes porque todos
pueden ser parte de Cocú”.
(Talleres de recepción de la Revista Cocú realizado por docentes)
“Se nota que (Cocú y Alterarte) están a favor de ciertos valores (…) como la libre
expresión de grandes y chicos”
(Triangulación metodológica en Alterarte 5, enero de 2004)
“¿Lo mejor de Alterarte? Lo mejor son las bandas, la cerveza bien fría, las
chicas…"
(Triangulación metodológica en Alterarte 5, enero de 2004)
“Vengo para pasarla bien, escuchar música, ver algo nuevo, algo distinto...
Además hay cerveza barata…”.
(Triangulación metodológica en Alterarte 5, enero de 2004)
Es decir que la interpelación puede no ser reconocida, aunque en algún punto sea
conocida. Se puede conocer la totalidad de una interpelación pero reconocerse sólo
en algunos aspectos. Porque el reconocimiento como proceso subjetivo no siempre
es del orden del raciocinio, sino que se sitúa principalmente en el orden del cuerpo.
Implica una “incorporación” que supone cierta identificación y cierta pertenencia.
Implica, a decir de Bourdieu (1991), creencia, fe práctica, adhesión indiscutida,
prerreflexiva o ingenua. El reconocimiento, situado en los más profundos
estertores de los cimientos culturales, supone un rasgo de la adhesión constitutiva
de la pertenencia. Por lo tanto, también representa una investissement (en el
sentido de una inmersión en la cultura a la vez que una inversión en ella; cf.
Bourdieu, 1991), en términos de creación y reproducción del capital simbólico. Por
eso, en cuanto forma de la creencia, es un “estado del cuerpo” que permite “jugar
con los asuntos en juego”. En este caso, es posible observar que las convocatorias
para incorporarse al proceso de Cocú y Alterarte, son a participar en un escenario o
un “juego” cuyas reglas para “jugarlo” no están definidas de antemano sino que se
gestan en el proceso participativo. La pregunta, hecha bandera por lo
Innombrables (“Para vos, ¿qué es Alterarte?”), invita a construir colectivamente lo
que se entiende por espacio de expresión, ante lo cual la interpelación apenas si se
piensa como las condiciones indispensables para que sean los mismos jóvenes
quienes
“pinten el espacio con los colores que quieran (...) Nosotros creamos las
condiciones para la expresión y el resto es una construcción conjunta que casi no
está a nuestro alcance”.
(Conversaciones informales con los Innombrables)
A diferencia de la mayoría de los eventos culturales destinados a los jóvenes (en los
cuales el recorrido de los espectadores se encuentra prefijado, obturando diferentes
formas de movimiento y participación[4]), en el caso de Cocú[5] pero sobre todo de
Alterarte, la interpelación misma es a incorporarse al proceso de construir el
significado de la exposición en cuanto espacio social y artístico. Es decir, la
interpelación político-cultural contiene, en cuanto conjunto textual, una idea de
sujeto interpelado, esto es: en las interpelaciones dominantes (sobre todo en las
políticas públicas para jóvenes) se privilegia el espacio diseñado mediante una
concepción unidimensional y unívoca tanto de la relación de la estrategia con los
sujetos cuanto de la comunicación: la sola disposición del espacio sería suficiente
para lograr la adhesión de los jóvenes. En cambio, en una política cultural
tentativamente contrahegemónica, el espacio diseñado está en función del
recorrido (en cuanto forma de reinventarlo) y del representado (en cuanto
construcción de un “mundo común”).
Estas formas otras de concebir y dar forma a la interpelación genera diversas
formas de adhesión, principalmente desde el cuerpo. O, dicho de otra forma, al no
estar disciplinariamente trazados los recorridos posibles, posibilita o favorece la
adhesión al espacio comunicacional desde múltiples modos y situaciones
generalmente no tenidas en cuenta en las visiones “racionalistas” sobre la
circulación en el espacio comunicacional y la participación en el espacio público.
De esta manera, el reconocimiento está emparentado con el proceso identificatorio.
Existe formación de sujetos en la medida en que se produce un proceso de
identificación. Como hemos visto y lejos de lo que pretendieron ciertos discursos
totalitarios, sabemos (gracias al psicoanálisis) que las identificaciones operan
sequndum quid; es decir, no son totales, sino que se producen identificaciones con
algunos aspectos de los referentes y de las referencias interpeladoras (cf. Huergo,
2003). Y esto hace más complejo el proceso, lo hace menos lineal. No se produce
un proceso transparente entre un conjunto textual determinado y un sujeto en
formación, sino que se produce un proceso confuso, opaco, complejo, en el cual
intervienen, como hemos dicho, múltiples conjuntos textuales, múltiples
interpelaciones, múltiples objetos, relaciones, conductas, prácticas, modelos,
valores, etc., sin que éstos y sus intencionalidades impliquen absoluta y
mecánicamente, las respectivas equivalencias en los órdenes de la identificación[6].
Y entre las interpelaciones como conjuntos textuales, complejos y disímiles; las
referencias y referentes múltiples, transitorios y variantes, y el reconocimiento
como proceso sequndum quid, se juega la interacción entre las subjetividades
juveniles y las propuestas del proyecto cultural. En este caso, las valoraciones que
los participantes de Cocú y Alterarte hacen del espacio comunicacional
entremezclan la adhesión racional a los objetivos del proyecto:
“me gustaría participar porque tengo cosas buenas para contar y para que me
escuchen”; “para mí la revista Cocú encierra grandes misterios y a mí me
gustaría escribir en ella ya que quiero que las personas conozcan mis textos como
yo conocer los textos de otros”; “Como sugerencia les digo que saquen más
números y se expandan por todo el país.” (Talleres de recepción de la Revista Cocú
realizado por docentes)
Por eso, al ser unas representaciones (las “preferentes”) entre otras posibles que
producen la interpelación en una cultura determinada, los polos de identificación
comunitaria se constituyen, justamente, con la misma complejidad que posee la
dinámica cultural actual. Esta “constitución compleja” aparece a través de varios
indicios:
“(Alterarte) es un espacio para aprender más de cultura… Te das cuenta que está
creciendo, que cada día está mejor… ¿Lo mejor? Las bandas, la cerveza bien fría,
las chicas…"
“Está bueno (…) está bueno que se pueda entrar sin pagar entrada. (Decidimos)
entrar por la música... Está buena la decoración: es original... Están buenas las
pinturas…"
(Triangulación metodológica en Alterarte 5)
“Una de las líneas editoriales de Cocú es la apuesta a ser leído, a ser escuchado.
Cuando se invita a alguien a escribir, generalmente no hablamos tanto de qué es
lo que va a decir, sino que transmitimos el interrogante de cómo lo va a decir... O
sea compartimos con ellos la búsqueda por intentar ser leídos”[11].
(Conversaciones informales con los Innombrables)
“En términos de consumos culturales, en una encuesta realizada a 50 jóvenes
concurrentes a Alterarte y lectores (directos o indirectos) de Cocú, el 77% de los
entrevistados se consideró identificado con las propuestas de Cocú y Alterarte y el
87% consideró que ambas experiencias le aportaban elementos para la
comprensión del mundo. En general, la visión cuantitativa de la encuesta
permitió, en cierta forma, respaldar las otras instancias metodológicas que
daban cuenta de procesos de identificación. En el caso de los talleres de recepción
de la Revista Cocú realizados por docentes en escuelas medias de la zona[12], se
puede ver, aunque de modos diversos, una fuerte interpelación por parte del
espacio comunicacional y reconocimientos subjetivos con distintas partes o
aspectos de la interpelación”.
(Cuaderno de Bitácoras Cocú)
Haciendo su evaluación de Cocú 10, esta tarde Gabi me dijo, entre otras cosas,
algo sobre la nota de la Bomba (“Hay una bomba en el colegio”):
G: -La historia sobre el colegio se está leyendo mucho.
K: -¿No es un texto muy largo?- le pregunté.
G: -No, no... No es largo
K: -¿Pero se la lee hasta el final?... Fijate que tiene tres páginas...
G: -Sí... Sí se la lee hasta el final... Cómo decirte... lo que pasa es que nosotros
tenemos dos profesoras en economía que están... digamos que están en una nube
de pedo. Y esa nota es como que nos ayudó a entender por qué pasa eso.
(Entrevista informal con una de las coordinadoras de Cocú, noviembre del 2003.
Cuaderno de bitácora Cocú)
Nacida desde el hondo destiempo producido por la crisis de la lógica escritural, una
de las búsquedas que la Revista Cocú convirtió en principal lineamiento editorial es
aquella que se pregunta sobre los modos de generar comunicación (en su sentido
de puesta en común de cierta producción de sentidos) y sobre cómo concebirla en
vistas a vincularla con procesos educativos y políticos, habida cuenta de la crisis de
la cultura escritural en tiempos de hegemonía audiovisual. Dicho nuevamente:
cómo interpelar a los jóvenes desde una revista, cuando el centramiento en el libro,
en tanto “eje tecnopedagógico” que supone modos escalonados, secuenciales,
sucesivos y lineales de leer, ha visto sucumbida su hegemonía en los modos sociales
de transmisión de los saberes y la cultura, a partir de las transformaciones de los
modos de leer y escribir el mundo (y no ya sólo del texto) de que hablan los tiempos
actuales (cf. Huergo, 1999).
Dicho a la manera de los propios Innombrables:
“¿Cómo hacer para que un joven se interese y lea una revista que no es ni under,
ni comercial ni estrictamente política (o sea que no puede ser demagógica) y que
encima no está cobijada en alguna institución que provea los destinatarios
necesarios?”
(Conversaciones informales con los Innombrables)
Es el problema de la interpelación como un interrogante transversal en Cocú y
Alterarte. Participantes ellos mismos de una cultura de recelo y de descreimiento
hacia las instituciones que pretenden representación colectiva, y habitantes de una
época de fragmentación en las narrativas políticas, los Innombrables cayeron en la
cuenta de que sin interpelación (en tanto “búsqueda y apuesta” que augura un
proceso de reconocimiento del receptor) se desvanece la importancia de toda
acción político-cultural. Porque al ser acciones “micro”, es decir que no responden
al poder de instituciones o del Estado (en las cuales existiría, al menos
imaginariamente, la posibilidad de incidir en lo social-cultural a través de múltiples
variables), y al ser un tiempo en que proliferan las ideologías “retóricamente
transformacionales”, la “dureza” de la cultura puede desalentar el trabajo cultural.
Más aún: sin la consideración y la apuesta a incidir en el orden del reconocimiento,
sería imposible que los jóvenes consideraran a sus prácticas de intervención como
algo más que simples artilugios retóricos o exposiciones de los propios ideales
ideológicos; más que un “proyecto político cultural” con posibilidades ciertas de
incidir en el orden público y cultural (lo que podría denominarse
“transformacional”), más bien la acción comunicacional se vincularía a un proceso
de mera transmisión informacional. Vale decir que, ante la desestimación de la
interpelación y en un contexto de crisis orgánica, sobrevolaría, con más ímpetu que
nunca, las posiciones iluminstas y clasistas que probablemente nombrarían a la
imposibilidad de transformación en términos de “imposibilidades de movilizar
conciencias alienadas” y a través de posiciones que desestimarían toda posibilidad
de evaluar críticamente las propias prácticas de intervención.
Es por eso que la pregunta por el Cómo (se lo comunica) condiciona el Qué (se
dice), en la medida en que el Cómo alude a un previo reconocimiento de las
“condiciones concretas” en las que se comunica y se recepciona, y por lo tanto
supone, en esta búsqueda eterna por repercutir en el orden de las prácticas, los
saberes y las representaciones, una negociación con el Qué (se quiere decir). Dicho
por los Innombrables:
“Nos encantaría tener ´siempre` un discurso duro y épico que siempre critique
cada una de las células de esta sociedad depredadora, pero aunque sea la verdad
lo que en ese caso diríamos, no serviría mucho, porque cansaríamos y
provocaríamos hartazgo. Hay como una saturación de discursos y aunque vos
digas la verdad de lo que debe ser, te quedás solo y en un idealismo que poco tiene
que ver con la realidad material y la posibilidad de transformación”.
(Conversación informal con una de las Innombrables)
Hoy, más que nunca, hay una “tonalidad” de época que los Innombrables han
tenido que superar en la búsqueda por generar comunicación: una forma de decir
encarada en discursos institucionalizados que privilegian, como sostiene Freire, los
“comunicados” en lugar de promover la comunicación, y que ha dejado de ser
operativa en términos de posibilidades de generar diálogos comunitarios (es decir,
de ser interpeladores). Una “tonalidad” de época que se potencia en el cruce entre
los modos tradicionales de expresión en el ámbito de lo público y la llegada de los
medios y la televisión a las formas locales de comunicación masiva. Un modo de
decir estereotipado, de poca expresividad y altamente racional que recuerda en
mucho a los actos escolares, y que se percibe en el hecho de que, cuando las
personas de la comunidad no comunican un acontecimiento de trascendencia para
el pueblo, el discurso es generalmente rechazado y criticado en el marco de una
recepción oposicional. Y si, a pesar de la crisis orgánica, estos modos
comunicacionales “institucionalizados” tuvieran alguna legitimidad dentro de la
sociedad (consideración posible de ser realizada en la medida en que siguen
circulando), es difícil que esa legitimidad persista en los jóvenes. Leídas desde sus
“comunidades de sentido”[15], estos modos institucionalizados son habitualmente
detectados y satirizados por los jóvenes, quienes son los que mayor capacidad
tienen para detectar esos agotamientos de “lo viejo” y la demora de llegada de lo
“nuevo”, en la medida que sus experiencias vitales entran inmediata y
necesariamente en contradicción con el mundo que suponen los modos viejos. En
otras palabras, la comunicación entre los jóvenes adquiere dimensiones distintas
en tanto ellos “ponen de manifiesto, con más intensidad y variedad que otras
generaciones, los cambios culturales, y es el plano de la cultura (...) el que evidencia
las nuevas modalidades que asume la juventud actual” (Martín-Barbero, 1998).
Cultura mediática versus cultura escolar, el movimiento es similar al que ha sido
detectado en los escenarios escolares como fruto de las revolturas culturales (cf.
Huergo, 2001b). Dicho desde esta dirección argumentativa, es esta alergia a la
escolarización lo que debe enfrentar y reconocer un proyecto cultural para jóvenes.
Entretanto, el extracto del texto trascripto al inicio de este apartado alude a eso: a
la hora de una comunicación escritural entre jóvenes: ¿sirve para algo (por
ejemplo) explicar la experiencia escolar desfasada desde una perspectiva cultural y
desde las contradicciones de la modernidad latinoamericana? En todo caso, ¿cómo
dar herramientas para que los jóvenes comprendan su experiencia escolar desde el
largo proceso histórico-cultural que fue constituyendo el actual desfasaje entre las
instituciones educativas y la vida cotidiana? ¿Cómo comunicarlo a través de una
publicación de distribución gratuita con inciertos contratos de lectura?... Estos
interrogantes, junto a los datos de campo que generaron la hipótesis de una
tendencia a que los textos argumentativos o de desarrollo de contenidos que tienen
un sesgo escolar desalienten la lectura por parte de los jóvenes, enmarcaron el
surgimiento de la nota. Con el título de un viejo tema de la banda Attaque 77 (“Hay
una bomba en el colegio”), se concibió una historia por entregas que apelara a los
otros aspectos del ser y a la vida cotidiana, intentando auspiciar un proceso
educativo que reconociera que “hay una vida hecha no sólo de racionalidad, sino
también de afectividad (lo cual nos lleva) a la interpelación de los sujetos (...)
Trabajar con el género melodramático significa usar un tipo de representación que
entra en complicidad con los espectadores populares, una complicidad no
necesariamente pacificadora sino una complicidad que puede ser activadora de su
capacidad de narrar y de su capacidad de pensar también” (Martín-Barbero, 1989).
En últimas, también parece tratarse de una reivindicación de la crónica, como
modo narrativo que entrelaza y condensa aquello que el mercado comunicacional
acostumbra a descartar. Dicho por Rossana Reguillo (1995): “La crónica aspira a
entender el movimiento, el flujo permanente como característica epocal: personas,
bienes y discursos, que no sólo reconfiguran el horizonte espacial de nuestras
sociedades, sino que señalan, ante todo, la migración constante del sentido”.
En este orden de cosas, el “experimento literario-educativo” se interroga sobre la
“forma” de la comunicación, en este caso sobre el cómo lingüístico. Esto es: crear
una ficción cuyos personajes, situados en las contradicciones del espacio escolar,
protagonizaran historias que recuperaran las matrices culturales no racionales de
los jóvenes (lo que, además, haría que muchos de los interlocutores leyeran el texto
desde el mismo espacio arquitectónico que el de la ficción). Desde un primer
momento, el interrogante redundó en cómo lograr una escritura que auspiciara la
lectura de los jóvenes y reconociera el mundo cultural juvenil:
“Se trató de lograr una escritura limpia y ágil, con cierta sucesión dinámica de
los hechos, con ritmo, con muchas imágenes, con cierta sonoridad, que pudiera
´enganchar` a los jóvenes a pesar de tratar una situación al fin y al cabo
conceptual. Por eso, por las motivaciones de este texto, la nota está más cercana
al periodismo que a la literatura, porque es la función comunicacional la que
predomina y no una estética, aunque alguien pueda hacer que una no niegue a la
otra”[16]
(Cuaderno de Bitácoras Cocú)
“No existe una escuela que enseñe a vivir (De una canción de Charly García)”.
(Revista Cocú Nro. 10)
-Sí... Me encantó la historia. Te hace pensar cosas que de otra manera no te ponés
a pensar.
-¿En serio?... Bien, pero, ¿te pareció que la historia era creíble? Como dicen
algunos, -¿te pareció “verosímil”?
-Si, o sea... ¿No fue de verdad?
-No...
-Ah! Yo creía que era cierto, que eran cosas que te habían pasado a vos!!
(Cuaderno de Bitácoras Cocú.)
“Hacer significa, para todos nosotros, hablarle a este mundo, escribirle, pintarlo,
adornarlo, darle de comer, hacerle dibujos, cantarle una canción. El mundo ya no
permanece igual cuando se refieren a él. Cuando lo sueñan, cuando lo imaginan
distinto, cuando les marcan senderos en la superficie de tanto ir y venir buscando
y rebuscando y volviendo a buscar...”.
(Extracto del editorial de la Revista Cocú Nro. 10)
La idea de decir que “no todo está definitivamente dicho” alude, según los
Innombrables, a que todavía es posible que la juventud protagonice procesos de
cambio en el medio la proliferación de frases lúcidamente introducidas por el
discurso neoliberal, en términos de la certeza de que “las cartas ya están tiradas” o
que “ya está todo pensado y no hay nada que hacer”. Expresar que todavía no está
todo dicho es contradecir aquellas construcciones discursivas que en muchos casos
han producido identificación en los jóvenes, potenciando el descreimiento y la
actividad y la participación juvenil. Apostar a desdecir lo que ha sido dicho por el
pensamiento hegemónico es creer y afirmar que “los jóvenes cuentan”, retomando
el título de un libro de Maritza López (López de la Roche y Gómez Fries, 1997).
“Cuentan” porque relatan su realidad, hablan el mundo, lo dicen, pronuncian su
palabra. Lo cual se relaciona con la intención de todo proceso educativo de
propiciar el pronunciamiento de todas las voces y desencadenar preguntas e
interrogaciones. Y esto entendido como desafío a lo que “ya ha sido dicho”, esto es,
a los encasillamientos y las estigmatizaciones. Si la subjetividad es una zona de
mediación entre el yo “leído y escrito” y el yo que “lee y escribe”, el yo que “ha sido
dicho” ahora es tenido en cuenta, ahora es valorado y reconocido en su lectura y
escritura. Es decir que, en cuanto a la formación subjetiva, se trata de una instancia
educativa porque ensancha los espacios para “leer y escribir” con mayor autonomía
y cuestionando las lecturas y escrituras que han sido y son hechas para y sobre los
jóvenes. Sobre todo en el caso de un proyecto juvenil que, como sugiriera Freire, no
trabaja para o sobre los jóvenes, sino con ellos y entre ellos.-
“Como artista (que supuestamente soy), es difícil abarcar con palabras lo que se
siente arriba de un escenario, sobre todo teniendo en cuenta que, son casi
contadas las oportunidades en Puerto Rico donde los que hacen arte pueden
expresarse libremente, lo cual hace que AA sea un evento casi imprescindible”.
(Graffiti virtual en Alterarte 5)
Ubicado esto bajo los complejos aires de las culturas juveniles, lo que parece estar
sobrevolando por estos indicios es el “escribir para ser leído” de Celestine Freinet.
Al menos en la medida que este pedagogo francés consideraba que el conocimiento
adquiere sentido si está “integrado al tanteo experimental” y “cuando está al
servicio de la vida” (Freinet, C., 1974). Freinet, cuya biografía da cuenta de una
herida de guerra que le dificultaba la respiración y la capacidad de habla, compró
una imprenta manual y apostó a que sus alumnos aprendieran la práctica
periodística. De esta manera consiguió que el “periódico escolar” fuera el motor del
proceso educativo: los niños se dieron cuenta que lo que produjeran o escribieran
no quedaría relegado a un cuaderno personal destinado a los padres o a un cajón de
archivos, sino que lo que hicieran sería comunicado colectivamente, tanto ante sus
compañeros como ante el pueblo. De alguna manera, era la conexión con la
realidad lo que se abría paso, a través de entrevistas, observaciones, encuestas, y
también mediante la lectura de otros periódicos que les permitía repensar y
fortalecer la propia publicación.
En definitiva, más que incorporación, para Freinet la educación es expresión. No
hay expresión sin interlocutores y sin comunicación. Y al no existir la censura ni la
corrección de los cuadernos, el niño sabía que tenía que escribir para ser leído,
porque sabía que iba a comunicarse (cf. Freinet, E, 1975); sabía, en fin, que era su
nombre el que estaba en juego. En últimas, los niños aprendían por medio de la
comunicación, mediados y motorizados por ellos mismos, y poniendo en común su
propia subjetividad.
De alguna manera, Cocú y Alterarte pueden ser pensados desde esta concepción.
No sólo porque los datos recolectados en situación de campo podrían demostrarlo
una similitud en la naturaleza de los procesos en cuestión, sino porque permite
potenciarlo. Sobre todo si se tiene en cuenta la crisis de la lógica escritural y que la
expresión de la voz también suscita “el miedo a ser criticado”, en una época en
donde se ha desvalorizado la palabra pública y la comunicación social parece
quedar atrapada en las redes viejas de los sentidos estancados en la crisis orgánica.
Así, la perspectiva de Freinet permite pensar la acción cultural como algo más que
una actividad recreativa para los jóvenes, en tanto que el acompañamiento de la
investigación permite redimensionar los alcances de la intervención y apostar a
reforzar las prácticas en vistas a potenciar los procesos educativos que alienta el
escribir para ser leído.
En definitiva, esta perspectiva no hace sino poner en relación a la educación con el
arte. En los términos de Emmanuel Levinas (cf. Levinas 1974), la obra de arte no se
restringe a lo que conocemos como producto artístico, sino que se vincula a lo
estético en tanto puede ser expresado (es decir liberado, y que no vuelve de la
misma manera a “sí mismo” porque adquiere su propio movimiento). Una
expresión que puede darse de múltiples maneras pero con dos características en
común: la sensibilidad y la sinceridad; entendiendo a esto último, no como la
veracidad, sino como un “estar desnudo más allá de toda desnudez”, “quedar
expuesto a la herida”. Es decir que la expresión abre y sitúa a los sujetos en una
vulnerabilidad, en donde “el yo es rehén del y por el otro”.
La idea fuerza “escribir para ser leídos” o, dicho de otro modo, también “expresarse
para ser escuchado”, no hace otra cosa que producir una acción educativa en la cual
el proceso se centra en quien “escribe”, “expresa”, dibuja, pinta, compone… pero no
para que su “obra” vuelva a la seguridad de “sí mismo”, sino para que cobre nueva
vida u otra vida en la comunidad de jóvenes, que es su polo de identificación. Con
lo cual, el arte deviene educativo no tan sólo por el aprendizaje de determinadas
técnicas artísticas. Más bien es educativo, en esta línea, porque sitúa al joven en la
exposición de su propio ser, un ser que confía en el hecho de formar parte de un
mundo común que lo “lee”, pero que también, a su vez, “escribe”. De esta manera,
contribuye a la superación del miedo a expresarse, debido al reconocimiento y la
certeza de un “nosotros”, de un grupo del cual es parte y al cual pertenece.-
“Lo que tenemos que preguntarnos es si hacer determinadas cosas para lograr,
por ejemplo, que la participación de un joven o el interés de un adolescente, hace
que el espacio se vuelva o no demasiado serio. Porque también pasa que dejar
cosas o procesos librados al azar hace que participar en esto para algunos sea
una joda...”
(Reuniones de la Revista Cocú. Ver Cuaderno de Bitácoras Cocú).
“Que inviten a más gente de afuera porque se torna muy interesante ver algo
nuevo”.
“Que se invite a gente de otros lugares”.
(Taller de recepción con adolescentes en febrero de 2002).
“Empezás a conocer lo que no sabes…Te das cuenta en los artistas, dejan ver lo
que hay. Afloran muchas cosas”
(Triangulación metodológica en Alterarte 5, enero de 2004).
“A diferencia de nuestra relación casi caótica con las noticias de los medios de
comunicación masivos, en los que suceden miles de cosas y a su vez no sucede
nada, y en donde las realidades a las que refieren esas noticias son realidades
nacionales o posadeñas, en este caso se trata nada más -y nada menos- que de la
reflexión y la problematización por y para nosotros, de nuestros temas, de
nuestras formas de ver y vivir el mundo”.
(Extracto del Editorial de la Revista Cocú Nro. 5, julio de 2002)
De esta manera, en una provincia con altos niveles de desnutrición y pobreza, y con
bajos índices de acceso a la educación y a la cultura, Cocú y Altearte apenas si
contribuyen a llenar el vacío que hoy existe en la sociedad misionera, en el marco
de la pérdida del principio de realidad por parte de la política partidaria, y como
consecuencia de los destiempos históricos a los que dio lugar la modernidad
latinoamericana: quizás, con un poco de suerte, las temáticas en cuestión estén
apostando a la construcción conjunta y comunitaria de las condiciones para que se
consolide la aparición de algunas luces y una serie de espectros, a modo de guía y
referencias nocturnas en el complejo mapa sociocultural de los tiempos que corren.
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Notas:
[1] Se trata de la ponencia “Lo político y lo educativo en proyectos culturales
juveniles del Mercosur. El caso del Proyecto Cocú-Alterarte de Puerto Rico
Misiones”. Primer Congreso Internacional “La cultura de la cultura del Mercosur”,
presentado en mayo de 2003 en la Secretaría de Cultura del Ministerio de
Educación de la Provincia de Salta.
[2] Como sostiene Slavoj Zizek (1992), el individuo es interpelado a transformarse
en sujeto (en virtud de un punto de acolchado –point de capiton- a través del cual
el sujeto es “cosido” al significante).
[3] En consonancia con la idea de “lecturas preferentes” de S. Hall (cfr. Hall 1980),
con la cual se hace referencia a la capacidad del lector de circular
interpretativamente según el modo como el autor se movió generativamente, los
“reconocimientos preferentes” intentarían referir una cierta “decodificación
adecuada” (una identificación) respecto de la intencionalidad preferentes de la
interpelación.
[4] Véase Morawicki Kevin, “Las políticas públicas para jóvenes desde los actuales
horizontes culturales”, en Revista Trampas de la comunicación y la cultura, La
Plata, en prensa. También han sido relevados otros eventos, tanto en la ciudad de
La Plata (en el Centro Cultural Islas Malvinas) y en la región (Rico Rock 3 en
febrero de 2004, Complejo Polideportivo Municipal; Jornadas de teatro del
Instituto San Alberto Magno, Salón Parroquial, octubre de 2004; “Sombras
vivientes”, Club Papel Misionero, Capioví, noviembre de 2004
[5] En la revista este proceso estaría simbolizado en la fórmula “Animate a formar
parte de Cocú: envianos tus textos, dibujos y comentarios ” aparecido en todas las
ediciones
[6] Esta perspectiva, en cuanto productiva de ciertas formas de leer y escribir la
experiencia, la vida y el mundo), está en consonancia con la idea de las
“alfabetizaciones posmodernas” de Peter McLaren.
[7] La Shell significa no sólo la estación de servicios situada en la intersección de la
Ruta Nacional 12 y el Acceso a la ciudad de Puerto Rico, sino el lugar de reunión y
de encuentro de amplios sectores de la sociedad (principalmente de jóvenes). Es un
lugar plasmado por múltiples representaciones que van desde la alta estima y
valoración que algunos jóvenes hacen del espacio en tanto lugar de encuentro, a la
acusación de ser un lugar que condensa y exalta los valores vanales y frívolos del
capitalismo.
[8] La encuesta se realizó durante Alterarte 4, en julio de 2003. Constó de siete
preguntas, dos de carácter cualitativas y cinco cuantitativas. Ver Anexo 6.
[9] Aunque vinculadas a significaciones provenientes de tradiciones filosóficas, las
palabras “ser” y “estar” intentan resumir la complejidad de la cultural
latinoamericana, históricamente no capitalista. Parece esclarecedor la tensión
señalada por Rodolfo Kush, entre el “ser alguien” (más propiamente capitalista) y
los rasgos residuales del “mero estar” de las culturas latinoamericanas. Por eso, la
lucha por “mejores formas de ser y estar” implica, en este trabajo, asumir una
identidad en la que coexisten (entre otras) ambos rasgos culturales.
[10] Retomo la idea de “subjetividades en fuga y en clandestinidad” de la tesis de
Licenciatura de Alejandra Anoro y Carolina Arribi, trabajadas por Jorge Huergo
(1994b).
[11] Llama la atención cómo, en algunos casos de notas “pedidas” por los
Innombrables, se hicieron evidentes modos sumamente escolares de presentación
de temas y desarrollo de contenidos. Incluso en jóvenes que ya han dejado de
concurrir al sistema educativo, lo cual refiere, problablemente, a cómo la
escolarización ha penetrados los cuerpos y los modos de estar más allá de la etapa
de asistencia a la escuela.
[12] Se refiere a los talleres realizados en el marco del Seminario-Taller “Los
docentes y la cultura mediática”.
[13] Es posible afirmar que la presente investigación se gesta, justamente, hace 3
años y medio, en el encuentro entre Cocú 4 (marcada a fuego con el escándalo
moral de una de sus notas y la comprobación vivencial de la vinculación entre
comunicación y cultura), y mi ingreso en la cátedra de Comunicación y Educación.
[14] En los primeros días de enero se acostumbra a acampar en “masa” (alrededor
de 1000 jóvenes) en los balnearios del arroyo Garuhapé. El pueblo de Garuhapé
está ubicado a 8 Km. al norte de Puerto Rico, sobre la Ruta Nacional 12, y se sitúa
en las inmediaciones del arroyo del mismo nombre, valorado por sus balnearios y
atractivos turísticos.
[15] En el sentido que lo utiliza Guillermo Orozco Gómez (1991).
[16] Esta búsqueda escritural fue trabajada paralelamente con la materia Taller de
Producción Gráfica III, en el marco del cual reconozco un importante proceso de
“limpieza” en mi escritura, demasiado contaminada con el registro ensayístico-
académico. Agradezco a los ayudantes por haber corregido uno de los bocetos de
“Hay una bomba…” y a su titular, Martín Malharro. Del mismo modo, este texto
supuso la puesta en práctica de saberes provenientes de la experiencia y el
conocimiento obtenidos en la Cátedra de Comunicación y Educación de la FPyCS
de la UNLP.
[17] Para Saúl Taborda (1951), las instituciones importadas de Europa (como la
escuela) han generado un divorcio con la vida cotidiana, porque las instituciones
copiadas suelen tener en sí las impresiones de contiendas ideológicas propias de los
contextos en los cuales se han instituidos (Ver también Huergo 2001, pag. 51).
Plantear esta contradicción fue, al cabo, el fin último de dicho escrito.