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FHUC / Psicología / Apuntes de Cátedra

SOBRE LOS IMPACTOS DISCURSIVOS


EN LA SUBJETIVIDAD
JORGE MALACHEVSKY

Consideremos algunas categorías conceptuales fundamentales para el


desarrollo de las ideas de éste módulo: sujeto y discurso. Hemos insistido en
presentar a la subjetividad, o al sujeto en una relación dialéctica con el
discurso: por un lado como producto del discurso - o de los discursos - y por el
otro, como productor de discursividad. Emergente y agente de un conjunto de
prácticas sociales y sentidos que constituyen el discurso.

Ahora, ¿Qué idea de discurso tenemos? Es lo que vamos a desarrollar a


continuación, pero sin dejar de adelantar que nuestra concepción de discurso
está vinculada a la enunciación, a las prácticas sociales, al lazo social y al
goce. Cada una dimensiones a su manera, se entrelaza a lo que llamaremos
las demandas que un discurso plantea a los sujetos que en él intervienen.

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Demanda y discurso
Una silla invita a sentarse -el cuerpo se acomoda al objeto, una imagen llama a
ser vista -el ojo regula su funcionamiento para captarla, una idea lleva a ser
pensada y la cognición entera se prepara para poder admitirla. En la medida en
que el objeto, la imagen o la idea poseen una materialidad no es posible que
pasen inadvertidas las cualidades que ellos predisponen a la mente o al
cuerpo. Si no se lograra en cierta medida una adecuación de la subjetividad en
tanto intelección, percepción o cuerpo a esas cualidades, no sería posible
pensar, ni mirar, ni sentarnos. Si esta acomodación que realizamos a las
formas que ideas, imágenes u objetos nos proponen, se produce con cierta
continuidad o persistencia logrando que estemos pensando, percibiendo o
sentándonos repetidamente de una misma manera, la subjetividad genera
disposiciones estables hacia esos patrones.

Un diseñador de sillas podría muy bien argumentar que ella nace de una cierta
consideración morfológica de la posición sedente. Pero lo cierto es que una vez
que la silla está, es nuestro cuerpo quien se adapta no sólo a su forma sino a la
misma idea de que hay que sentarse. Más aún no sólo se adapta a ella, sino
que luego requiere de la silla y del sentarse para otros menesteres, los requiere
permanentemente, se ofusca si en un salón de conferencias no encuentra un
asiento dónde ubicarse. Nos estamos aproximando así, a la consideración de
que desde el interior de una configuración discursiva, sea materializados en
objetos, imágenes o ideas, parecería que se produjeran ciertos “llamados” de
adecuación. Esos llamados van a traducirse o están vinculados a su vez, con
formas de lazo social - o de relación social, en la medida en que se cumple o
se reniega de ellos. Estos llamados constituyen también los canales por donde
la subjetividad se conecta con elementos de una configuración discursiva. Pero
dejemos para más tarde el intento de presentar con más precisión la cuestión
de las adecuaciones de la subjetividad al discurso, y emprendamos una
definición de este último.

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Una noción de Discurso


Vamos a partir de una aclaración: la distinción1 entre “texto” y “discurso” varía
según las perspectivas teóricas que los consideren. En trabajos no muy
comprometidos con las definiciones técnicas de texto o discurso en cuanto
unidades de análisis, ambos términos suelen usarse como equivalentes.
Nosotros tomaremos como referencia en primera instancia a la Lingüística del
Discurso surgida en Francia en la década del 70, para quien “texto” equivale a
“enunciado” y, “discurso” tiene un sentido más preciso: es el enunciado o grupo
de enunciados visto desde la perspectiva de los mecanismos discursivos que lo
condicionan.

La palabra “texto” -o “enunciado”- retendrá en principio su sentido en este


artículo como mensaje codificado, producto de la actividad comunicativa
lingüística o extralinguística en el interior de un discurso. Mientras “discurso”
designará el acto de comunicación que incluye enunciados o textos sobre
distintos soportes (escritos, orales, figurativos, etc), pero además implicará
reconocer que ese acto de comunicación se corresponde con formas de
vinculación social entre los participantes de la comunicación y con prácticas
determinadas. Esto es, el discurso será visto desde dos perspectivas: como
acto de comunicación y como marco donde se desarrolla dicho acto, marco que
remite a un continente y a mecanismos discursivos inherentes. El acto
encuentra su basamento en el marco. Por ejemplo tenemos sujetos que
producen enunciados en el aula y mecanismos de producción o circulación
discursiva que normativizan esa enunciación. Las efectivas enunciaciones del
discurso en el aula remiten a su vez a una entidad de mayor generalidad, la
cual podría ser nombrada, por ejemplo, como discurso pedagógico.

El discurso entendido como marco es una unidad semántica de longitud


variable. Podría implicar reconocer algunos “ámbitos discursivos” de cierta
independencia, en tanto cada uno de ellos plantea distintas relaciones entre el
saber y la verdad, el deseo y el poder, así como genera prácticas y formas
particulares de representarse las cosas o los sujetos, o delimita sus propios

1
REITER, A.; “Lenguaje en uso. Enfoque sociolinguistico”; AZ Editora, Bs.As., 1995.

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procedimientos de producción discursiva. Entre estos ámbitos mencionemos el


científico, el religioso, el pedagógico, el jurídico, el artístico, el periodístico, el
filosófico. Aún podemos pensar al discurso como una entidad más abarcativa y
tal vez asimilable a lo que en sociología se nombra como “realidad social”, que
contiene a los ámbitos citados anteriormente, sin olvidarse de las
contradicciones que entre ellos se dan, de las fronteras reconocidas, difusas o
cuestionadas o, de los nodos de interconexión.

Discurso y enunciados
Todo discurso está vinculado a los sentidos que los hombres y la colectividad
les dan a sus existencias. Sentidos que no necesariamente nacen de una
voluntad de sentido, sino que también son el resultado de la inercia de las
prácticas sociales. De hecho, hablar del sentido es hablar del sentido social, así
como la idea de discurso tratada aquí es la de discurso social. Este no se
identifica con la suma representada por una cosmogonía, ni con la teoría social,
ni con una lista que reconstruye el conjunto de reglas del juego social. El
sentido se actualiza en enunciados particulares al especificar las relaciones
entre las diferentes partes de la vida social -es decir enunciados
circunstanciales que aluden a las relaciones normales. Esa “normalidad”
implica comportamientos globalmente conformes con los tipos de conducta
culturalmente simbolizados, admitidos e instituidos en y por una sociedad dada,
de parte de quienes integran la vida social.

La noción de discurso que utilizamos aquí se distanciará de la noción de


discurso que utiliza la escuela francesa, porque para esa escuela, hay una
diferenciación muy clara entre lo que podríamos dominar el campo de lo
discursivo y el campo de lo extradiscursivo. Es decir, el campo de lo discursivo
se refiere fundamentalmente a lo textual -la palabra escrita, la palabra
proferida; mientras que desde el punto de vista nuestro, toda práctica social es
una práctica productora de sentido y asociada a ella hay un enjambre de
enunciados. A su vez, de objetos, ritos o gestos es posible extraer enunciados
que funcionan a modo de explicación, como axiomas o material simbólico
asociados a ellos. Es en este aspecto que no cabría distinción entre lo
discursivo (textual) y lo extradiscursivo (contextual): tanto lo uno como lo otro

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tienen carácter discursivo. Tomando una definición que da Eliseo Verón sobre
discurso - “producción social de sentido” - se ve bien en ella, cómo el sentido
se va constituyendo en distintos sistemas significantes según las diferentes
prácticas; distintos agrupamientos de enunciados ligados a un conjunto amplio
de entidades.

Entonces, destaquemos aquí la amplitud dada al término “enunciado” que


constituye una distinción respecto de lo que podría ser una definición
puramente lingüística. El término enunciado remite para nosotros a “todo lo que
enuncia algo”. Lo que enuncia algo no queda comprimido así a los textos orales
o escritos, sino también imágenes, actitudes y gestos, rituales, diseños del
espacio u, objetos de uso doméstico tiene valor de enunciación. De cualquiera
de ellos es posible extraer una significación, cualquiera de ellos nos dice algo,
nos comunica algo. Se trata de entidades asociadas a “mensajes codificados”.

Así por ejemplo: ¿En qué una silla puede emparentarse a un enunciado? En
principio, en que su presencia pareciera estar comunicándonos: “Siéntate”.
¿Cuándo una imagen puede decirnos algo? en tanto se presenta por ejemplo,
como una señal. ¿Por qué un ambiente es capaz de transmitir cierta
predisposición a quienes en él ingresen? Porque la disposición de los objetos,
el mobiliario, las insignias configuran un mensaje.
¿Los procesos físico-naturales comprometen procesos discursivos como los
implicados en una obra literaria? Si, si se hace la aclaración que no nos
referimos a los procesos en sí, sino a las construcciones que hace una saber
científico sobre estos procesos constituyéndolos en objetos observables. La
razón para entender las cosas de esta manera reside en que la noción de
“proceso natural” presupone ciertas categorías de clasificación de la realidad
que no están dadas inmediatamente en nuestra experiencia del mundo exterior,
presuponen todo un sistema de organización dado en este caso por la lógica
de una disciplina como podría ser la Biología, y ese sistema de organización
que se traduce en una trama de enunciados es exactamente lo que nosotros
llamamos discurso -que en este caso particular, toma la forma de un discurso
disciplinar o científico.

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Entonces si nos preguntáramos de qué está hecho un discurso,


responderíamos: de enunciados. ¿Qué son los enunciados?: Significantes que
enuncian algo sobre algo, que generan formas de representación y disponen
un saber hacer o ciertas formas de actuar. Enunciados que constituyen a su
vez entramados complejos, asociados a ciertas racionalidades o a ciertas
pragmáticas; enunciados que son a su vez la raíz de “prácticas sociales”.
Además, se ligan a ciertos basamentos presuposicionales -a otros enunciados -
que establecen su propia aceptabilidad en el universo simbólico del que
participan.

Discurso y Prácticas sociales


Los enunciados que constituyen un discurso, toman la forma de
representaciones, creencias, dogmas, teorías o frases de sentido común que
están en el origen o son el producto de ciertas prácticas sociales. En ellas se
profieren fórmulas, se pronuncian o se contemplan preceptos, se persiguen
metas que han sido expresadas textualmente. En fin, se producen actos de
comunicación de textos. Pero además, son estas mismas prácticas quienes se
sostienen en textos más o menos conocidos que funcionan como sus axiomas.
Podemos mencionar así rituales, costumbres, acontecimientos o gestos
colectivos que no son en sí mismos o propiamente textuales, pero si son
tratados como elementos de un discurso, se vinculan a textos y finalmente son
en cierto sentido enunciados: enuncian algo. También el mismo discurso puede
ser entendido en término de “prácticas discursivas”.

Lo que nos interesa destacar en este punto es además que las prácticas
sociales y los enunciados que ellas muestran, casi siempre incluyen o dan
consistencia a ciertas categorías de sujeto. En otras palabras, la presencia de
ciertas significaciones sobre la subjetividad, consensuadas en una sociedad o
grupo, se correlaciona, da lugar o hace desaparecer ciertas “prácticas
sociales”.

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Discurso y Lazo Social


Se adoptará aquí la vinculación que hace Jacques Lacan entre discurso y lazo
social2. El discurso es aquello que es o instituye un conjunto de relaciones
estables en las que se inscriben enunciados primordiales, instauradas
mediante el instrumento del lenguaje, que corresponden a algo que va mucho
más lejos que las enunciaciones efectivas. Lacan se está refiriendo aquí a que
la noción de discurso debe tomarse como “lazo social": los discursos se
articulan sobre relaciones sociales. Desde esta perspectiva, cada discurso
instaura modalidades sintomáticas, configuraciones de lazo social, modos en
que el sujeto se liga al Otro. Es como que cada discurso produce “llamados”,
llamados que constituyen ciertos lazos sociales, en la medida que se cumple
con ellos o se reniega de ellos. El lazo social tiene una función imperativa, da
lugar a que se produzca un stock de demandas sociales.

Se verifica entonces que el discurso es normal y tiene un carácter normativo:


Para quienes pueden incluirse dentro de un discurso, este está en el orden de
las cosas y el orden de las cosas se concibe como algo que se impone por sí
mismo mediante una fuerza inmanente. Lo “normal” que todo discurso propone
se implicará en los enunciados, en los sentidos que ellos portan, en los modos
de satisfacción que los habitan, en las relaciones de fuerza que se despliegan o
en los lazos sociales que los sostienen. Son estos aspectos los que nos
acercan para un discurso dado, al reconocimiento o a la especulación sobre
operaciones y relaciones estables por parte de los sujetos que lo habitan. Las
reglas de interpretación o las conductas normales que son producidas en el
interior de un discurso no se garantizan a sí mismas. Esto es, no por ser las
reglas de juego son necesariamente “buenas” o “verdaderas”; como sabemos,
lo aceptable o lo verdadero en un discurso es como es por “hegemónico”.

El discurso social incide en la producción histórica de la aceptabilidad, dando


estatuto y realidad social a ciertas prácticas y creencias. Actúa en la producción
de la legitimación, de la dominación, de la seguridad tanto como de las
angustias colectivas. Ordena, divide la realidad. Hablamos de una división

2
LACAN, J.; “El Reverso del Psicoanálisis”. Paidós, Bs.As., Argentina, 1992.

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simbólica en categorías: lo bueno-lo malo, lo justo-lo injusto, lo verdadero-lo


falso. Luego, atribuye figuras a cada categoría. Para lograr ese ordenamiento
recurre a un juego dialéctico entre la identidad y la diferencia. Estableciendo un
orden hecho de distinciones, de estratos, produce canónicamente lo decible y
lo cognoscible, tanto como efectúa una división social entre enunciadores y
públicos.

Esto último será también considerado como una cualidad importante a


destacar: el discurso no sólo debe ser visto como el lugar de los intercambios
sociales, sino principalmente como generador de diferencias entre sujetos,
actúa normativizando las formas de relación social a partir de diferencias. El
discurso mismo permite explicar algo de los procesos de construcción de
identidades en grupos y sujetos y, de las formas de vinculación consideradas
como aceptables entre ellos. Esto abre una nueva perspectiva de estudio que
compete a la posibilidad de comprensión de la estipulación de lazos sociales a
partir de lo discursivo.

Encontramos así, que todo discurso condiciona compulsivamente los


mecanismos del funcionamiento social. La sociedad instituida funciona “a
discurso” como los automóviles funcionan “a nafta”. En el discurso social
pueden detectarse las formas suaves de la dominación de las clases, de los
sexos, de los privilegios y de los poderes estatutarios. Inclusive, en cada
ámbito discursivo se pueden llegar a detectar categorías de sujetos y prácticas
a las que están sometidos, así como comprobar cómo son las mismas formas
de sometimiento las que los definen como tales. Por ejemplo, en el discurso
jurídico se encuentran una serie de categorías de sujetos como ser las de
“individuo” o “ciudadano”, “extranjero”, “inimputable”, “condenado”, “juez”.
Categorías que poseen sus suplementarias, complementarias o antagónicas.
La construcción subjetiva estará propuesta y efectuada entonces en el seno de
los ámbitos discursivos, a través de instituciones definidas; disgregada en
prácticas, roles, formas de comunicación, creencias impartidas.

El “alumno” o el “docente” son categorías de sujeto instalados por una


discursividad, categorías que guardan si se las refiere al discurso escolar, un

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elevado margen de prescripción. Por ejemplo, la idea de “alumno”, se anuda a


los perfiles de alumno o graduado que explícita o implícitamente define una
institución; se asocia a determinadas prácticas sociales de control y evaluación
(la prueba, el examen, las asistencias,etc). Se constituye en un a priori que
plantea complejos sistemas de clasificación cuyos extremos podrían ser las
figuras respectivas del “buen” o del “mal alumno”. Sistemas de clasificación que
se empalman a su vez a expectativas sobre aptitudes o actitudes esperables
emparentados a ciertos ámbitos del conocimiento de disciplinas específicas. En
fin, hay que saber ubicar en qué medida los modelos más o menos
consensuados de alumnos, que se ponen a jugar en diferentes contextos se
vinculan a factores discursivos condicionantes propios de esos contextos.

El discurso social entonces, está referido no sólo a los lugares comunes, a lo


colectivo, sino a la producción social de la individualidad. De lo que en las
personas es lo aceptable, de lo que es entendido en ellas como relevante,
loable o pernicioso, de lo que es visto en ellas como original o vulgar. El
discurso social a su vez, está incorporado intrapsíquicamente en la base de la
llamada opinión personal, está presente en operaciones cognitivas o
significados que maneja el sujeto en tanto estos se vinculan a lógicas de
razonamiento colectivo. El discurso social se haya así introyectado como
disposiciones estables de pensar, sentir o hacer -en el sentido que P. Bourdieu
habla de “habitus”.

Como dirá M. Foucault en “El orden del discurso”, el discurso no produce


solamente objetos, sino que instituye también los destinatarios de esos objetos,
identificándolos como tales. No produce solamente objetos para los sujetos,
sino sujetos para esos objetos. Se puede hablar de un punto en donde
cualquiera de los rasgos que puedan ser atribuidos a la subjetividad humana
encuentran sus referentes o fundamentos en elementos de la estructura
discursiva que hace de marco. Llevado esto a un extremo podría acercarnos a
pensar que las estructuras discursivas han sido introyectadas por el psiquismo
humano. Las estructuras psíquicas resultan ser en cierto sentido el producto de
la compleja trama social, su espejo.

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El discurso construye un sujeto, como el autor construye el personaje de una


novela; a medida que la descripción o el relato se van adentrando en el texto
de la novela, el personaje va tomando cuerpo. Son textos sociales escritos por
autores colectivos y anónimos, movidos por la mano de la inercia social
quienes prescriben la subjetividad humana. La subjetividad por su parte hace
propios esos libretos, los incorpora, los constituye en sus referentes, ya sea
aceptándolos o renegando de ellos; ya sepa como arreglárselas con ellos, los
disfrute o esté conminada a cargarlos sufrientemente.

Sujeto y discurso
Lo propio del sujeto es introducirse en una cultura que aparece a la vez como
el límite y la condición de su existencia singular. Podríamos preguntarnos en
primer lugar qué es lo que constituye lo específico de un discurso particular,
considerando que sea cual fuere el lugar que ocupase el sujeto en la sociedad,
todos los que pertenecen a ella llevan de algún modo su marca. Se trata de
circunscribir y reconocer qué tipo de relaciones estables o de maneras de
operar instaura cada discurso, y las marcas que deja en quienes se supeditan a
sus juegos. Más allá de esto, en el enfrentamiento o en el encuentro entre el
sujeto y el discurso debe prevalecer nuestra atención en ¿Cómo responde el
sujeto a las demandas que el discurso propone? El Psicoanálisis ha vinculado
esto a las diferentes posiciones del sujeto frente a la demanda, aunque la
noción de demanda que allí se indica es más que una demanda social, una
demanda inconsciente relacionada a los referentes simbólicos que han
constituido al sujeto. De cualquier manera, tomando esta idea psicoanalítica,
puede hablarse de una demandas sociales que instalan los discursos y se
tratará de identificar diferentes posiciones del sujeto respecto a ese espacio de
exigencias-sugerencias-normatividades delimitado por lo discursivo. En nuestro
desarrollo, cabría intentar una serie de posiciones: Hay sujetos dentro y
confundidos al discurso, otros “entre” discursos. Hay quienes se encuentran en
el margen, en el borde. También quienes están fuera del espacio discursivo
hegemónico, pero vinculados a una marginalidad discursiva productiva.
Finalmente quienes están absolutamente fuera de cualquier discurso.

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Respecto a las dos primeras posiciones, digamos que partiendo de ciertas


coordenadas del discurso es posible ubicar los lugares que son destinados a la
subjetividad desde allí, configurando una especie de “sujeto serial” con
maneras típicas de conducirse. Aclaremos sin embargo, que al hacer una
lectura del lugar del sujeto, no se le debería asignar solamente una posición en
un discurso, ya que la subjetividad siempre está en una especie de basculación
entre uno y otro discurso. Entonces si esa respuesta es “normal”, responder a
la demanda es, responder a un discurso desde las modalidades que éste
espera se le responda. Responder a lo normativo del discurso.

Demos un ejemplo: En un espacio de enunciación puede considerarse que la


palabra de alguien se trata de una palabra que no merece respeto, que no vale,
descalificando su participación. Ese alguien a su vez, puede responder
preformadamente con su sumisión. En el vínculo interior a las prácticas
pedagógicas los lugares discursivos de los personajes se traducen de tal
manera que se presupone que el alumno es quien no sabe y tiene que
aprender; ello va asociado generalmente a que no es precisamente quien tiene
la palabra, o su palabra y su saber implícito no son apreciados. ¿Será la
sumisión a esta “normalidad” tal vez una de las razones que explican la
pasividad escolar? De cualquier manera, porque esto funciona es posible una
dimensión del discurso pedagógico que sin dudas necesita de esa asimetría
entre los sujetos implicados para poder llevarse a cabo. El rol de los sujetos,
sus posiciones relativas está decidida por el discurso. La realidad actual
también puede mostrarnos una contracara de esto: en ciertos ámbitos
escolares parecería que es el maestro quien ha perdido la palabra en su
carácter de sustituto de la autoridad. Esta figura desvalorizada de un sujeto por
ser representante de la autoridad, tiene acaso su modelo a nivel de las
configuraciones sociales que muestran cómo ha decaído la veneración o el
respeto a la ley e instala una nueva tensión en el campo de la relación
pedagógica.

Considerando ahora, la última categoría que mencionamos - “fuera de


discurso”, digamos que el lazo social se produce por la función imperativa del
significante, pero esto no siempre se inscribe en un discurso o es el mismo

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discurso a través de mecanismos de separación y rechazo quien deja a


algunos afuera. Están quienes han sido o quedaron aislados, totalmente fuera
de discurso, y la función imperativa del significante se presenta más bien como
algo pasional, donde el odio adquiere una función importante. En ese campo
exterior, no todas las conductas observadas constituyen la realización de
prácticas determinadas por lo social.

Así también puede haber quienes hagan lazo fuera del discurso social, dando
lugar a lo “alternativo” o a lo “marginal”. Lazo social fuera de discurso equivale
a lazo social fuera de las reglas de juego: No hay aceptación de la demanda,
del llamado, pero de hecho puede haber la constitución de una nueva forma de
alienación. El sujeto que queda fuera de discurso de cualquier manera no
reconoce las sanciones desde el lugar del Otro, no lo toma al Otro -o al
discurso- como referencia.

La subjetividad y los logros colectivos de enunciación


Vamos a darle una vuelta más a la idea que estamos tratando de transmitir
hasta el momento: cómo la subjetividad humana se construye a partir de
referentes discursivos. La dimensión que permite entender a un sujeto como
“Sujeto de discurso” se opone fundamentalmente a una idea sustancial de
sujeto. En un trabajo de Felix Guattari, “Lenguaje conciencia y sociedad” se
habla de “producción de subjetividad”. La subjetividad es producida por
instancias individuales, colectivas e institucionales. Se está haciendo hincapié
allí en que los diferentes registros semióticos que concurren para engendrar la
subjetividad no conservan relaciones jerárquicas fijadas de una vez por todas.
Siguiendo así la expresión de Mikhail Bakhtin: la subjetividad no conoce una
instancia dominante de determinación.

Tres tipos de consideraciones pueden resultar ejemplificadoras de esta


concepción de subjetividad como una producción discursiva, concepción de un
sujeto construido históricamente vinculado a ciertas “condiciones de
producción”:
1) En primer lugar podemos ver cómo los factores subjetivos desempeñan un
importante papel en el curso de la historia, cómo los movimientos históricos son

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arrastrados por ciertas ideas de subjetivación. No es sólo la idea de hombre


que una época acuña la que define lo que el hombre es, sino también los
movimientos sociales se originan o se traducen en nuevas concepciones del
hombre. F. Guattari menciona los movimientos estudiantiles de Tianamné en
China que procuran un sistema de reivindicaciones que se traduce en la
búsqueda de nuevas concepciones de las libertades individuales, por lo tanto
en nuevas concepciones sociales de lo que es el sujeto. En el caso de
Tianamné, se produce un inmenso movimiento desencadenado por los
estudiantes chinos, movimiento que tenía por objetivo palabras del orden de la
democratización política, pero aparece indudable que las cargas afectivas
contagiosas, de las que este movimiento era portador iban más allá de las
simples reivindicaciones ideológicas. Todo un estilo de vida, toda una
concepción de las relaciones sociales, y por lo tanto de hombre, es lo que fue
puesto en juego. Una especie de mutación existencial colectiva.

Hay que aclarar que los grandes movimientos de subjetivización como el


mencionado, no van necesariamente en una dirección emancipadora. La
inmensa revolución subjetiva, que hace más de diez años atraviesa el pueblo
iraní se ha focalizado sobre arcaísmos religiosos y actitudes sociales
conservadoras -en particular con respecto a la condición femenina. Puede
verse entonces en el fundamentalismo islámico, cómo hay una transformación
social de la idea de subjetividad, pero esta vez con consecuencias
reaccionarias. Otro ejemplo también puede encontrarse en los acontecimientos
de Kosovo, dónde la expulsión de albano-kosovares implica un cambio de la
relación existencial del hombre con su terruño y por lo tanto de la relación
existencial del sujeto. De manera más general puede decirse que la historia
contemporánea es cada vez más dominada por una escalada de
reivindicaciones autonomistas o por cuestiones nacionalistas. Se debe admitir
que cierta representación universalista de la subjetividad tal como puede ser
encarnada por el colonialismo capitalista de Occidente o del Este falló, sin que
se pueda medir todavía la dimensión de las consecuencias de tal fracaso.

Queda planteada entonces una conclusión: Cada movimiento histórico en sus


sesgos emancipadores, en las reivindicaciones que propone, en la segregación

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que arrastra, lleva implícito una idea de sujeto. Por lo tanto no hay una idea
única, un modelo exclusivo de lo que es la subjetividad. De hecho se ve con
claridad aquí, que la idea de hombre, psiquismo o subjetividad no es
universalizable ni homogénea; cada movimiento al menos presenta la dualidad
entre aquella subjetividad que se pretende reivindicar y la que se trata de
abandonar. Ahora, si bien no existen representaciones universalistas de
subjetividad, sin embargo, dentro de universos discursivos determinados se
pueden hacer estudios sobre el sujeto supuesto -sujeto de discurso-construido
por ese discurso en un estado de sociedad dado. Es decir, para cada caso
comprender qué concepción implícita de subjetividad puede identificarse. No
existen universales macrosociales estructurantes del psiquismo, y si se
construyen en relación a un discurso o realidad objetiva dada, tiene ésta que
ser perfectamente situada. Aún así todo grupo social, cae en una especie de
espejismo que consiste en ver a los sujetos desde sus propias categorías de
apreciación, cayendo a veces en la falacia de pretender poseer la única, la
mejor, o la universal concepción de sujeto. En realidad más allá de estos
narcisismos colectivos, la subjetividad o los constructos discursivos que sobre
ella se hacen, se presenta como algo plural, polifónico, heterogéneo.

2) F. Guattari va a tomar en consideración las producciones semióticas que son


resultado de los avances tecnológicos. Se referirá a las producciones
maquínicas de subjetividad. Particularmente menciona los medios de
información social, el uso de ordenadores, la telemática y la robótica. Su
reflexión lleva a interrogarse por la medida en que estas producciones afectan
a la subjetividad psicológica. De hecho hay infinidad de ejemplos que permiten
acercarse a respuestas sobre esta cuestión. No puede dudarse hoy, de que el
contacto temprano que tienen algunos niños con el ordenador ha modificado
sus procesos cognitivos y de razonamiento, comparándolos con los de niños
de décadas atrás. En otro orden de cosas, la asistencia por computador
permite por ejemplo, la producción de imágenes o la resolución de problemas
matemáticos que hubieran sido hace algunos decenios propiamente
inimaginables. Esta asistencia ha llevado al pensamiento y a la capacidad
humana a lugares insospechables, y de hecho no se podría decir que llegar
hasta allí no ha implicado una afectación del psiquismo, afectación no sólo de

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lo cognoscible sino principalmente de los modos de conocer con que se cuenta.


El uso de una lista interminable de máquinas hogareñas ha transformado la
relación que tiene el hombre con el tiempo, o lo ha acercado a un estado
aparente de bienestar y comodidad. La telefonía celular, las redes sociales,
proponen nuevas formas de relación entre las personas. Es posible pensar en
novedosas formas de vinculación entre los hombres que están “mediatizadas”
por estas máquinas de comunicación. Encuentros virtuales. Por su parte los
medios masivos de información - como la radio o la TV - en su función de
trasmitir mensajes o de imponer imágenes aparecen como soportes poderosos
de procesos de identificación y por ende orientadores de ciertas elecciones a
nivel masivo. La subjetividad humana entonces se ve impactada por estos
medios: en su forma de vincularse, en sus maneras de comunicarse, en sus
procesos identificatorios, en sus estructuras de razonamiento. Finalmente como
plantea F. Guattari, “las máquinas tecnológicas de información y comunicación
operan en el corazón de la subjetividad humana, no solamente en el seno de
su memoria, de su inteligencia sino también de su sensibilidad, de sus afectos,
de sus fantasmas inconscientes”.

Esta producción maquínica de subjetividad puede trabajar tanto para lo mejor


como para lo peor. Lo mejor es la creación, la invención de nuevos universos
de referencia. Lo peor es la mediación ideotizante a la que miles de individuos
están hoy condenados. En este último sentido, las evoluciones tecnológicas
parecen estar ligadas a formas actuales de opresión de la subjetividad. Así
también, tal vez podrían ellas mismas hacernos susceptibles de salir del
período opresivo actual y entrar en una era “postmedia” caracterizada por una
reapropiación y una resingularización de la utilización de estos medios: acceso
a los bancos de datos, a las videotecas, relanzar los procesos de pensamiento
frente a su adormecimiento, vuelta a la necesidad de interacción entre los
protagonistas, etc. Si es que los factores subjetivos tuvieron siempre un lugar
importante en el curso de la historia, es necesario que recuperen hoy ese papel
preponderante ya que parecieran haber sido sustituidos en ciertos ámbitos de
la existencia humana, por los media de alcance mundial.

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3) Otra consideración que nos permite analizar condiciones de producción de


subjetividad, resulta de acercase al estudio de ciertas significaciones sociales o
de ciertos conceptos que a lo largo de la historia han redefinido las nociones de
psiquismo. Nos vamos a referir aquí de manera breve y exclusivamente a
alguna que pueda haber sido producto de las ciencias psicológicas. Sin
embargo, está muy claro que cada grupo o comunidad, cada gran movimiento
histórico estuvo asociado o inventó una nueva fórmula de subjetivación - la
caballería medioeval, el cristianismo, el Romanticismo, o el comunismo. Las
diferentes formulas generaron sin duda en su tiempo nuevas maneras de
sentir, de vivir y de producir sujetos.

Tomemos como ejemplo en particular conceptos que provienen del


Psicoanálisis. Sigmund Freud postulo la existencia de un continente oculto de
la psiquis. Hoy es imposible disociar el inconsciente no sólo de la práctica
psicoanalítica, sino también de ciertas prácticas institucionales,
psicoterapéuticas y hasta artísticas o culturales que hacen referencia a él. El
inconsciente se constituyó en una “institución”, en un “equipamiento colectivo”
en sentido amplio. Los descubrimientos freudianos enriquecieron no sólo los
ángulos desde los cuáles se puede abordar el psiquismo, sino también
permitieron acercarse a una nueva manera de sentir, producir o hacer
inteligibles los mitos, los conflictos familiares, la sexualidad, etc. Llegando a
formar parte inclusive de las explicaciones más o menos salvajes que algunas
personas se pueden dar a sí, para pretender comprender lo que les ocurre en
la vida cotidiana.

Ya sea entonces volviéndose hacia el lado del papel de la subjetividad en la


historia contemporánea, hacia el lado del impacto sobre ella de las
producciones semióticas maquínicas o hacia el lado de las nuevas
significaciones sociales, encontramos la misma conclusión: la subjetividad no
es sino un caso de representación de logros colectivos de enunciación. Hay
entonces un conjunto de condiciones discursivas que hacen posible que
instancias individuales o colectivas estén en posición de emerger como ese
“territorio existencial” autoreferencial que damos en llamar subjetividad.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 16


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Así en ciertos contextos sociales y semiológicos, la subjetividad se ubica en el


seno de relaciones de posición que tienen una historia, y es guiada por usos
familiares, costumbres locales, leyes, etc. Dicho de otra manera, las
condiciones de producción antes evocadas - condiciones que afectan la
producción de subjetividad- implican conjuntamente instancias humanas
intersubjetivas, instancias sugestivas o identificatorias (como las destacadas en
relación a los dispositivos maquínicos), instancias instituciones de diferente
naturaleza, e inclusive la participación de otros universos de relevancia como
pueden ser la música, las artes plásticas, etc. La subjetividad es el lugar donde
se anudan estos referentes.

En esta perspectiva que se acerca a la presentada por F.Guattari, la cuestión


es ubicar que tanto los paradigmas cientistas sobre la subjetividad, tanto los
modelos psicológicos como las formas de subjetivación que son de hecho el
resultado de las prácticas sociales en el seno de una cultura dada, deben ser
considerados a título de lugares de producción de subjetividad, e inseparables
de los dispositivos técnicos e instituciones que los promueven. De manera más
general, se debe admitir que cada individuo, cada grupo social, cada
comunidad, están insertos en ciertos sistemas de modelación de la subjetividad
inconsciente, es decir una cierta cartografía hecha de referentes cognitivos,
míticos, formas de vinculación con el otro, modalidades de satisfacción, rituales
somáticos, etc. Y es a partir de ellos que quienes habitan una configuración
discursiva pueden ponerse en contacto con sus afectos, sus angustias e
intentar canalizar sus inhibiciones y pulsiones.

A partir lo dicho hasta aquí hay que hacer una aclaración, pues el peso lo
hemos puesto sin duda en los referentes discursivos de la subjetividad, y
podría parecer que la subjetividad no es más que el producto de una
adaptación a esos referentes. Nada más equivocado. Es en el campo de las
significaciones dominantes desde donde la subjetividad humana halla sus
referentes, pero no es allí donde en el mejor de los casos debe permanecer a
perpetuidad. Pues precisamente lo que se puede atribuir como más subjetivo
en un ser humano es aquello que paradojalmente más se aleja de sus
referencias, más aparece frente a éstas como una invención propia. Punto en

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 17


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donde ciertos segmentos del psiquismo obtienen su autonomía, se ponen a


trabajar por su cuenta y a generar nuevos campos referenciales. Es a partir de
tal ruptura que una singularización existencial se hace posible. Es la ruptura el
punto en donde no sólo el sujeto se construye a partir de sus referentes sino en
el que se apodera de ellos y se transforma en una especie de artista yendo
más allá de la materia prima, a construir una obra que no es ni más ni menos
que novedosa.

La única finalidad aceptable de las finalidades humanas es la producción de


una subjetividad autoenriquecedora de manera continua en su relación con el
mundo. F. Guattari habla de rupturas de sentido, como los puntos donde
asoma esa subjetividad naciente, como los puntos donde la subjetividad deja
de ser un subproducto de los dispositivos sociales y se puede hablar de una
verdadera producción de subjetividad. Y aparece entonces que los dispositivos
de producción de subjetividad pueden ser tanto en gran escala como en
aquella de los juegos de lenguaje de un poeta, o en la sorpresa de la vida
cotidiana.

Tal vez sea interesante seguir algunos de los razonamientos que Guattari
desarrolla sobre la eficacia, por ejemplo de la poesía: reside ésta básicamente
en la capacidad de provocar rupturas activas, procesales, en las entrañas de
las tramas significativas y denotativas semióticamente estructuradas. A partir
de esas rupturas, se introducen nuevos universos de referencia. Cuando dicha
función poética se desencadena efectivamente en una superficie enunciativa
determinada -es decir, situada desde un punto de vista histórico y geopolítico-
se instala como un foco mutante de autoreferencialización y de
autovalorización. Es por eso que debemos considerarla siempre desde dos
ángulos: como ruptura molecular, bifurcación imperceptible y susceptible de
subvertir la trama de prolijidades dominantes, la organización de lo “ya
clasificado”, o si se prefiere: el orden, el orden de lo clásico. Para aprehender
los recursos últimos de esa producción -estas rupturas de sentido
autofundadoras de existencia- la poesía, hoy tiene quizás más que enseñarnos
que las Ciencias Económicas y las Ciencias Humanas juntas. Gautari llega a
proponer que los paradigmas psicológicos cientistas deberían ser

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 18


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reemplazados por ejemplo, por paradigmas éticos-estéticos. Pero más allá de


la función poética se ubica la cuestión de los dispositivos de subjetivación, y
más precisamente lo que debe caracterizarlos para que salgan de la serialidad
-en el sentido sartreano- y entren en procesos de singularización que restituyan
a la existencia, lo que podría llamar su autoesencialidad: la capacidad de
producir rupturas.

Las cuestiones presentadas hasta aquí no son solamente de orden


especulativo, se colocan en ángulos bastante prácticos que podrían generar
una serie de interrogantes: ¿Serían los modelos de sujeto propuestos en el
“mercado” de las Psicologías, convenientes a las actuales condiciones de
producción de subjetividad?. ¿Es necesario transformarlos, inventar nuevos?.
¿Qué procesos se desarrollan en una conciencia frente al choque con lo no
habitual?. ¿Cómo se operan las modificaciones de un modo de pensar, de una
aptitud para aprender el mundo circundante en plena mutación?. ¿Cómo
cambian las representaciones de este mundo exterior, él mismo en vías de
cambiar? Finalmente, ¿hacia dónde empujan a la subjetividad, las ideas que de
ella se construyen?

El Sujeto supuesto
Lamamos “sujeto supuesto” a aquel constituido a partir de las figuras que se
construyen sobre la subjetividad en el interior de los discursos. Plantear una
búsqueda del sujeto supuesto implica indagar por ejemplo, en textos
normativos - reglamentos, decretos, programas, etc - aquello que aparezca
directamente vinculado a un “deber ser”, a una identidad socialmente
idealizada, a las expectativas subjetivas de un movimiento histórico, etc.
Identidad presente en la trama del texto, en la forma de ideas que se dejan
traslucir sobre lo que es el sujeto. Ideas que parecen definir una cierta
categoría de subjetividad, tal como las novelas delinean sus personajes de
ficción.

La búsqueda del sujeto supuesto no se reduce a los textos. También se


extiende a las prácticas sociales, en donde es posible hallar cómo quedan
definidos o posicionados los agentes sociales a partir de lo que hacen.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 19


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También a las figuras sobre la subjetividad que las informaciones periodísticas


o los avisos publicitarios construyen o suponen. Hay siempre en todo decir, una
subjetividad presupuesta. Esta búsqueda del sujeto supuesto no sólo permite
develar sus atributos o cualidades, sino y fundamentalmente lo que esa
concepción de subjetividad o figura justifica, soporta o sostiene.

Las argumentaciones de un especialista de mercado no pueden sostenerse sin


proponer una mirada del hombre como “consumidor”. El discurso de un político
debe asociar la persona de su opositor a un hecho socialmente descalificado
para enaltecer su propia figura. El sentido de una práctica escolar no se
comprende sin sustentarse en los perfiles de aprendiz o de graduado que están
en su horizonte. Una información periodística a través de sus calificativos dota
de un halo de peligrosidad a cierto sujeto para poder denostarlo. Un padre
justifica una actitud hacia su hijo adolescente en cierta concepción general
socialmente construida que asocia la adolescencia a la rebeldía. Así, es posible
detectar que las prácticas sociales en las que ellos participan contribuyen a
definir y sostener las figuras de adolescente, alumno o docente, consumidor,
inadaptado, etc -en tanto personajes socialmente construidos.

Como en las novelas, los discursos sociales construyen personajes. Los


agentes reales apoyan las construcciones identitarias en estos estereotipos, las
prácticas sociales son el escenario donde los personajes se desenvuelven y
donde al mismo tiempo aprenden su papel. Los grupos son a su vez el soporte
de los discursos y el ámbito por excelencia donde cada sujeto va a construir y a
poner a prueba su identidad.

Es viable aproximar nuestro modelo de análisis de los sujetos supuestos, a la


idea de “rol” que han trabajado la Psicología Social o la Sociología. Una de las
definiciones que podemos construir de rol consiste en considerarlo como
“expectativas de conducta”. ¿Qué tienen de cercano la idea de figura
socialmente construida, con la idea de “expectativas de conducta”? En una
primera aproximación, podemos decir que el manojo de creencias,
representaciones sociales, ideas socialmente consensuadas que constituyen
un imaginario sobre la subjetividad están precisamente en la base de las

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 20


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expectativas de conducta. Son ni más ni menos el material simbólico-


imaginario que conforma esas expectativas.

Nos encontramos entonces que los discursos y prácticas sociales encierran


supuestos sobre la subjetividad. La Psicología también define y representa una
discursividad. De este campo discursivo que es la Psicología nos va a interesar
particularmente cómo las escuelas o corrientes psicológicas o las teorías o
corpus de conocimientos que de ellas se desprenden contribuyen también a la
generación de modelos de subjetividad. La selección que hemos hecho
particularmente en esta Asignatura lleva a presentar tres grandes paradigmas:
- Sujeto Biológico o maquínico (Modelos que caracterizan a las Neurociencias,
las Teorías de la Inteligencia Artificial o los Conductismos).
- Sujeto Epistémico o Sujeto de Conocimiento. (Paradigma construido por las
Psicologías Cognitivas).
- Sujeto de discurso o también Sujeto ideológico (Paradigma desarrollado por la
Psicología Social, la Semiótica, las teorías sobre la ideología o los planteos
críticos a las ideologías, etc).
- Sujeto sujetado, sujeto objetivado o modalidades de subjetivación (en los
planteos de M. Foucault)
- Sujeto de deseo o Sujeto del Inconsciente. (Paradigma presentado por el
Psicoanálisis).

Una de nuestras metas será intentar realizar un análisis desde las ciencias
psicológicas, desde el Psicoanálisis o desde la Arqueología del saber respecto
de sus contribuciones a la constitución de figuras de la subjetividad. Más aún y
principalmente, acercarnos a la reflexión sobre cómo se correlacionan estos
modelos o inciden sobre la conformación de concepciones y prácticas referidas
a lo pedagógico, a lo ético, a lo terapéutico, etc. Acercarnos a planteos sobre si
a partir de ellas se puede realizar alguna reflexión sobre las distintas prácticas
(de enseñanza-aprendizaje, terapéuticas, etc).

Entonces, desde esta Asignatura no nos interesa definir normativamente qué


es el sujeto en tanto ”sujeto de aprendizaje”, o en tanto “alumno”, o en tanto
“adolescente”, pues sabemos que más allá de las versiones teóricas que

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 21


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podamos construir sobre ellos, esas versiones son estimativas, puntos de


partida para pensar, son ideas que no son universales. Una infinidad de rasgos
-y a veces los rasgos más importantes- de la subjetividad son definidos no
desde estas preconcepciones teóricas que de ella se tienen sino principalmente
por las variantes imaginarias y las coyunturas que se producen en cada
contexto discursivo en los que los sujetos participan. Se recuerda aquí lo que
define como subjetividad: logros colectivos de enunciación. Digamos más aún:
logros colectivos que se encarnan. Lo social que se hace cuerpo y psiquismo,
disposiciones estables de sentir, hacer, ver, maneras de pensar o pensarse,
conocer o conocerse que son incorporados por los agentes sociales –como
diría P. Bourdieu.

Por lo tanto si bien no dejaremos desde Psicología de comentar las distintas


versiones de subjetividad construidas por las ciencias psicológicas, es también
nuestro propósito brindar herramientas al alumno para flexibilizar sus versiones
sobre la subjetividad, para agudizar su mirada sobre aquellas construcciones
colectivas -sean o no inspiradas o influidas por las teorías psicológicas- en
donde se transparente una idea de sujeto. Proponemos para ello, herramientas
que permiten descubrir los rasgos de esa subjetividad supuesta entre las ideas,
documentos y prácticas que se dan en contexto socioculturales definidos.
Especialmente en contextos ligados al discurso en el aula (o al discurso
pedagógico) y al ámbito de las intervenciones en el campo de la salud mental.
Así por ejemplo, se trata de descubrir en la experiencia con el “alumno
adolescente” quién es él y no sólo entre los presupuestos, implícitos y prácticas
en una realidad escolar dada (en el marco del discurso pedagógico) qué se
presupone que es. Las apreciaciones universales de lo que debe ser el sujeto
tienen su valor, pero como punto de partida. Una definición de inteligencia, una
perspectiva metodológica para estudiar la conducta, una concepción
metapsicológica del psiquismo… las cualidades que los libros de Psicología
atribuyen al adolescente, contribuyen a generar concepciones objetivas, válidas
aparentemente para todo tiempo y espacio. Pero por sobre estas “referencias”,
está la mutante realidad discursiva y sus imposiciones, y más aún, la
inquietante evanescencia de la propia subjetividad del joven escapando
siempre a cualquier marco.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 22


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Para nueva revisión de este cuadernillo, ver lo marcado en amarillo, que son
párrafos que se pueden rescatar para avanzar en la escritura:

Agregar Bibliografía:
ANGENOT M. y ROBIN R.; “Pensar el discurso social”. Facultad de Humanidades y
Arte; U.N.R.

Discurso, enunciados y representaciones sociales


Todo discurso está vinculado a los sentidos que los hombres y la colectividad les dan a sus
existencias. Sentidos que no necesariamente nacen de una voluntad de sentido, sino que
también son el resultado de la inercia de las prácticas sociales.
Recuerden la definición de discurso de E.Veron.

Ahora, el sentido se actualiza en enunciados particulares, enunciados circunstanciales que


aluden a las relaciones normales.

((((Esa “normalidad” implica comportamientos globalmente conformes con los tipos de


conducta culturalmente simbolizados, comportamientos aceptables, admitidos e instituidos
en y por una sociedad dada, de parte de quienes integran la vida social. Esa “normalidad”
está plasmada en las expectativas que esos enunciados proponen, en ideas que poseen
cierta aceptabilidad, en fromas de ver las cosas tal cual las ven todos.)))

Entonces si nos preguntáramos de qué está hecho un discurso, responderíamos: de


enunciados. O más precisamente de conglomerados de enunciados, de repertórios tópicos -
como decian Angenot y Robin, si recordamos la otra definición de discurso que he,mos
dado. Estos conglomerados constituyen el cuerpo del discurso -segun lo plantean angenot
y Robin.

Ahora, habíamos explicado en clase pasada ¿Qué son los enunciados?: Significantes que
enuncian algo sobre algo. Enunciados que generan formas de representación. Por eso
también los llamamos “representaciones sociales” (Colectivas, o consencuadas). Y además
porque enuncian algo sobre algo también los tratamos como “significaciones sociales”.

GRAFICO 10 y 11
Tenemos entonces enunciados que generan formas de representación, que cuando son
compartidas serían “representaciones sociales” (significaciones sociales). Ellos toman la
forma mental de imágenes que condensan un conjunto de significados; sistemas de
referencia que nos permiten interpretar lo que nos sucede, e incluso dar un sentido a lo
inesperado; categorías que sirven para clasificar las circunstancias, los fenómenos y los
sujetos con los que tenemos algo que ver. Categorías que nos permiten orientarnos en
nuestro entorno social y material, y dominarlo. Las representaciones sociales son un poco
de todo esto junto. Constituyen una manera de interpretar y de pensar nuestra realidad
cotidiana, una forma de conocimiento social.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 23


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Por una parte la representación social se define por un contenido: informaciones,


imágenes, opiniones, actitudes, etc. Este contenido se relaciona con un objeto: una tarea a
realizar, un acontecimiento, un personaje social, etc. Por la otra es la representación social
de un sujeto (entendido como individuo, familia, grupo, clase, etc) en relación con otro
sujeto. De esta forma las representaciones sociales son tributarias de la posición que
ocupan los sujetos en la sociedad.

Podríamos hablar largamente de cuáles son las funciones que cumplen las R.P.,
mencionesmos sólo algunas:
- hacer que lo extraño resulte familiar y lo invisible, perceptible. Lo que es desconocido e
insólito conlleva una amenaza, ya que no tenemos una categoría con la cual clsificarlo. Las
R.P. propveen esas categorías que tranquilizan el alma.
- .....etc

Las representaciones constituyen una amplia contribución a la ilustración de los procesos


que articulan lo individual y lo social, las acciones y las representaciones.

Donde están, cuáles son “representaciones sociales”: en las conversaciones, las


comunicaciones de masa las propagan como semillas,

Enunciados que generan formas de representación y disponen un saber hacer o ciertas


formas de actuar. Son la raíz de “prácticas sociales”. Además, se ligan a ciertos
basamentos presuposicionales -a otros enunciados - que establecen su propia aceptabilidad
en el universo simbólico del que participan.

Así, un texto en circulación en el interior de un ámbito discursivo respeta ciertas


condiciones de circulación. El sentido del texto deriva de mecanismos discursivos que lo
preforman. La superficie retórica de los textos o conjuntos de textos o enunciados son una
manifestación del discurso social, pero digamos que además y más precisamente el
discurso social se manifiesta en los basamentos presuposicionales que establecen la
aceptabilidad de dichos textos. El discurso social incide en la producción histórica de la
aceptabilidad, dando estatuto y realidad social a ciertas prácticas y creencias vinculadas al
leer.

Significados trabajados hasta ahora relativos a la lectura:


Vamos ahora a tratar de diferenciar qué tipo de significaciones hemos conbsiderado hasta
el momento:
1)Le pedimos que hicieran la distinción entre los “Procedimientos de atribución subjetiva
de significación a los textos”.(Aunque si se puede decir que gran parte de ciertos esquemas
de conocimiento que poseen los sujetos para comprender o dar sentido a lo que leen nace,
parte o se apoya en significaciones sociales que generan procedimeintos subjetivos de
significación).

2) Significados etimológicos.

3)Significaciones teóricas (teorizaciones) respecto de la lectura. (Contrariamente a lo que


se creía en el siglo pasado, lejos de ser el antídoto de las representaciones colectivas y las

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 24


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ideologías, la ciencia es en realidad su fuente.


Aunque si se podría decir que gran parte de los significados que compartimos respecto de
la lectura, tienen un origen difuso en el estado de conocimiento científico, en concepciones
o teorizaciones. Por otra parte se da a menudo lo contrario, que la ciencia obtiene sus
premisas del sentido común. Y esto es tal vez lo que nosotros les estamos proponiendo: ir a
leer en la realidad, para desde ciertos marcos teóricos, realizar propuestas de acción sobre
las problemáticas de la lectura).

4) Significaciones sociales no referidas directamente a la lectura, pero que inciden en ella


directa o indirectamente.

5) Significaciones Sociales o de sentido común, referidas a un saber dóxico, a un saber


compartido no necesariamente de base científica,representaciones colectivas o creencias
sobre la lectura.
A estas últimas es a las que nos estamos refiriendo por lo menos en dos oportunidades,
primero al hacer nuestro recorrido historico de la primer clase hemos mencionado
“cambios a nivel de las significaciones sociales”, segundo y en particular ubicándonos en
la clase pasada hemos podido apreciar en pantalla algunas de las significaciones que se
podría decir compartimos en mayor o menor medida en la actualidad. Estás últimas han
sido extraidas del nutrido grupo de R.P. que ustedes nos han hacercado (hemos
seleccionado sólo algunas y se reagrupado por temas o categorias, y la clase pasada hemos
presentado en pantalla cada grupo de R.P. y intentando reflexionar a partir de ellas).

Es posible ver aquí que el límite entre unas y otras formas de representación es difuso.

EJEMPLOS:
- El sentido social del término lectura era equivalente en un principio al de hablar, y la
idea de texto no se diferencia del libro ni de sus lecturas.

- Cambios en la forma de valoración social de la lectura. Por ej.:Para la cultura griega de


alrededor del siglo 7 A.C., leer era una cualidad menospreciada. O, en el siglo 13 existían
nobles que consideraban a la lectura y a la escritura como tareas serviles.

Vamos ahora a incluir una subcategoría de la anterior:


6) Significados sociales intimamente ligados a las prácticas sociales o a los cambios que
ellas significan:

EJEMPLOS:
- Con el pasaje de la cultura oral a la escrita, aparecen nuevas categorías de sujeto:
lectores y escritores.

- Aparición de una distinción entre Lectura “culta” y lectura “popular”.

No olvidemos de mencionar que como estamos hablando de “significados sociales” estos


son puestos en escena grupos sociales particulares. Lo cual no lleva además a puntuar por
el momento que son los grupos sociales y las instituciones (las fuerzas sociales) los
soportes del discurso. El discurso existe porque hay quienes lo pronuncian, lo piensan, lo
actúan, lo reproducen.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 25


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(Quiénes dicen lo que dicen sobre la lectura, por qué lo dicen, que intensiones están detrás
de ello, etc)

El conjunto de representaciones sociales puede ser considerado ya una aproximación


diagnóstica sobre las problemáticas y cualidades genéricas de la lectura de nuestro tiempo.
Sería posible a partir de ellas comenzar a pensar en función a la particularidad que asuma
en cada lugar estas problemáticas líneas de acción que las contemplen o las contrarresten
en los casos en los que así sea nacesario.

Abrir el campo representacional


Hemos hecho sólo una tímida aproximación a ello.
Detrás de esta esta el supuesto de que lo primero que hay que hacer es hacer explícito
lo implícito.
Lo que pasamos a hacer es presentarles cada grupo de R.P. y intentar “abrirlas”.

Porqué es importante trabajar con las representaciones sociales?


Porque nos permiten reflexionar sobre nuestras propias formas de pensar, de ver la
realidad, y el primer punto para que esa realidad cambie es una toma de conciencia
de su comnplejidad, y de las posibilidades de intervención que tenemos, más allá de
nuestros prejuicios o de la dureza de la realidad que nos toca.

- Consideraciones: Son las representaciones la realidad?. hablar sobre como los


discursos crean una realidad.

A la vez los enunciados se enlazan entre sí componiendo enormes tramas que llamamos a
veces “imaginarios colectivos”.

dada por las diferentes coordenadas discursivas.....

Algunas funciones sociales del discurso:


Ante la pregunta por cuáles son las funciones principales del discurso en la sociedad, A.
Raiter considera:
- Persuación.
- Construcción de verosimilitud.
- Puesta en aceptabilidad.

Persuación: Una comunidad linguística comparte un conjunto de representaciones


mentales (imágenes de la realidad, del mundo y su organización) y creencias, y es
precisamente el discurso, y las prácticas sociales que lo integran, los que otorgan unidad y
coherencia a estas representaciones. Estas no son únicas ni ideánticas para todos los
hablantes; de hecho existen grupos y subgrupos dentro de la comunidad, pero al menos
comparten parte del conocimiento de esas creencias, que a su vez permiten los
intercambios sociales.
Por ejemplo, yo puedo no compartir gustos sobre el futbol, conocimientos sobre el tejido o

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 26


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actitudes sobre el trabajo con otros miembros de la comunidad, pero comprendo lo que
otros miembros predican sobre ello.
.........................
Construcción de verosimilitud:
. Realidad es una construcción disvcursiva.

. Distancia entre “realidad” y “representación” (Las leyes o reglas del discurso son un
“juego de representaciones”, pero no la “realidad”.)

. Todo discurso refiere no sólo a la realidad sino a otros enunciados o discursos. Lo cierto
es que el discurso tiene efectos concretos en la realidad.

...................................

Discurso y Goce
En todo discurso están inmiscuidas y se distribuyen formas de satisfacción o insatisfacción,
todo discurso distribuye las relaciones entre el placer, el amor y el goce.
----------------------------
Cada época, cada estado de una sociedad dada, produce sus propias formas específicas de
malestar3 y satisfacción, tanto como define los objetos apetecibles o aborrecibles,
incidiendo ello en la preferencia de las personas respecto de un sinúmerode elecciones....
----------------------------

El docente presenta al estudiante un objeto de deseo que no es compartido y pero aun, le


suele reconocer una competencia de la que el sujeto carece ya que planifica desde lo que
debería saber en tal o cual curso...” ( En “Literatura y Lectura” de A. Cebrellli)

Para concluir
Como quiera que se entienda el término “discurso” designa un objeto real, una realidad
que quizás no pueda ser captada ni medida con exactitud. Una realidad para la cual algunos
han buscado otras palabras para definirla, “cultura”, “imaginario colectivo”(Castoriadis),
“estrutura social objetivada” (P.Bourdieu). Que corresponde al hecho global y estadístico -
e intuitivo- de que para diferentes grupos humanos hay diferencias de actitud o de
comportamiento -también de “mentalidad”- , cuya existencia es imposible de negar.

A poco de avanzar sobre su estudio queda a luz que esta organización de lo decible se
articula no sólo en base a relaciones de sentido sino también a relaciones de fuerza, y si
bien todo discurso como lugar, está cargado de significaciones y poderes, no por ello es
3

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 27


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bien conocido.

-----
un texto en circulación en el interior de un ámbito discursivo respeta ciertas condiciones de
circulación. El sentido del texto deriva de mecanismos discursivos que lo preforman. La
superficie retórica de los textos o conjuntos de textos o enunciados son una manifestación
del discurso social, pero digamos que además y más precisamente el discurso social se
manifiesta en los basamentos presuposicionales que establecen la aceptabilidad de dichos
textos. El discurso social incide en la producción histórica de la aceptabilidad, dando
estatuto y realidad social a ciertas prácticas y creencias.

Asì como es posible ubicar figuras como las del “desecupado” o el “subempleado” que
resultan las consecuencias de los sistemas económicos, también hay que impulsar los
procesos contraios: que la semiotización económica se vuelva dependiente de factores
psicológicos colectivos, hecho que es posible cobstatar en la sensibilidad de las bolsas de
valores frenbte a las fructuaciones de la opinión pública.

- “Aparezco, luego existo”. Parecería que la televisión da consistencia de ser a ciertos


grupos. Ejemplo de adolescente que por motivos que nunca quedan claros toman rehenes a
familias y luego piden que los medios estén presentes. También de los niños en fabelas de
Brasil que cuando se les pregunta quienes son dicen se llaman así mismos “aquellos que
están en la televisión”.

3)
. Pérdida del valor de la oposición individuo-sociedad.

- Para Guattari Subetividad implica “toma de autonomía”.


- Es necesario recuperar los medios de producción de subjetividad.
- O la subjetividad se “cientiza” o se trata de aprehenderla en su dimensión creativa (G.
rescata al loco y al poeta).
- Dar el ejemplo del cambio del concepto de “popular”.
- La subjetividad está relacionada a una manera particular de marcar el tiempo. Es un
“motivo” (leimotiv) existencial que se constituye como un atractivo en el medio de un caos
perceptible y de un caos de significaciones. Ese motivo mantiene “juntos” los
componentes heterogéneos de una construción existencial.
- ¿Cómo el consumidor puede transformarse en un co-creador?. Ruptuiras de sentido
autofundadoras de existencia. Subjetividad auto-enriquecedora.

. Correlacionar el concepto de “subjetividad” de Guattari con el cto. de “Enunciación” de


Angenot y Robin.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 28


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(Enunciación: superficie enunciativa determinada: situada histórica y geopolíticamente).

Por supuesto, esta claro que frente a otras prácticas sociales o campos discursivos, a esta
generación de supuestos sobre la subjetividad que proponen las Psicologías, se le atribuye
un basamento “científico”. Hay que considerar también que ciertas ideas o prácticas a
veces toman implícitamente y sin darse cuenta, otras vulgarizando, las mismas
construcciones que la ciencia hace sobre el psiquismo, la conducta o el pensamiento. Es el
punto donde estas concepciones se hacen populares y llevan a la gente a lograr nuevas
formas de comprenderse a si mismos. Lo inverso también se cumple y es que partiendo de
la realidad observada se producen nuevos conocimientos. Esto es tal vez lo que se pretende
con ustedes.....

--------------------------------------------
Análisis de textos, prácticas, discursos, informaciones, documentos ... y las figuras de
sujeto que predican, predefinen o sobre las que se sustemnctan.
Se proveen herramientas para descubrir qué concepciones y prácticas, en un contexto
sociocultural dado, quedan implícitamente definidas o correlacionadas a los presupuestos o
figuras de subjetividad que esos contextos han construído y reproducen.
Analisar cuáles son las disposiciones estables de sentir, hacer maneras de pensare o
conocer que son incorporados por los sujetos. Cómo lo social se hace cuerpo y psiquismo.

Y que en tanto se dan constribuyen a poner en acto una realidad subjetiva.

Sobre los impactos discursivos en la subjetividad / Jorge Malachevsky / Pág. 29

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