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HISTORIAS

DEL PASADO

CAROLINA PAZ

Relatos

Capítulo 1

—Helena, a la nona le encantaba todo lo que tuviese que ver con la
mitología. Por esa razón les pidió a tus padres bautizarte con el nombre de
“Helena”. Ratoncita, es hora de dormir —dice mi nono revisando que la
frazada me cubra bien. Luego tiernamente besa mi frente.

Aunque las ventanas de mi habitación estén cerradas puedo escuchar la
melodía nocturna que hacen los animalitos que se pasean por nuestros
amplios jardines. La luna está llena, por lo tanto será una noche fría. Lo
aprendí sola. Cada vez que baja la temperatura, no importa si es verano, al
haber luna llena es automático que haga frío. Capaz no estoy en lo cierto, pero
el frío no miente.

—Nono, no te vayas —digo cuando está por dejar la habitación. Tan solo
le faltaba darse vuelta mirarme una vez más para luego decir: que tengas
dulces sueños, ratoncita. En cambio se volvió y con una sonrisa hermosa, ya
que gracias al baño de luz que emite la luna, mi habitación tiene claridad.
Nono, es un señor mayor, tiene 93 años. Es impresionante la edad y su
apariencia no le hace justicia, se ve más joven de lo que realmente tiene. Es
un hombre energético, muy activo.

—¿Qué sucede, ratoncita?, ¿quieres que te lea un cuento para dormir?

—No, mejor que eso, por favor, volvamos a la época en donde la nona y
tú se conocieron —digo con mucha emoción.

Se ríe.

—Sí, ciertamente esa es una buena historia, más no un cuento como has
dicho.

Lo era, por eso yo siempre que podía le pedía de niña que me llevara a esa
hermosa época.

—¡Oh! Mi hermosa, Vera. Siento que jamás se fue —dice lleno de una
inconfundible nostalgia.

Nono coge asiento en un cómodo puff, que hay cerca de mi cama.

—En este mismo poblado. El cual tenía otro nombre, Camino alumbrado.
A tu nona le encantaba el nombre original. El amargado y panzón del dueño y
creador del pueblo, Richard, lo cambió a lo que hoy conocemos como,
“Camino rocoso”. Lo cambió ya que lo consideraba muy débil, él quería algo
más sólido y así nació rocoso. Su prometida fue la que le bautizó alumbrado,
pero ella al morir de una terrible enfermedad, supongo que el pobre, Richard,
perdió las esperanzas y su luz; eso hizo que lo cambiara. Lo más triste es que,
Richard, murió un par de meses después de cambiar el nombre. Vera, siempre
me decía que él no aguantó la pérdida de su prometida, por eso se volvió
amargado. Su pueblo duró con los años convirtiéndose en lo que somos ahora,
sólidos y fuerte, pero, él en cambio, se rompió. Sin embargo tu nona le dio un
final feliz y mandó hacer en homenaje a, Richard. Una placa conmemorativa
con el nombre de Camino rocoso alumbrado. Un hermoso gesto y guiño a su
prometida, quien por cierto no recuerdo su nombre.

A pesar de ser una historia triste, me refiero a gran parte sobre Richard y
su prometida, me genera cierto temor, ya que basándome en lo que dicen los
hermanos mayores de los niños del pueblo; la primera casa construida de
camino rocoso, la cual le perteneció al fundador, dice que merodea el
fantasma de su prometida. Dicen que ella murió allí. Inconscientemente me
cubro la nariz con un osito de peluche que me regaló mi nona cuando nací.

—Ratoncita, no debes de asustarte. Richard, era un hombre honesto y
bueno. Tuvo una vida dura y junto a su familia levantaron de cero el poblado.
En tres días se cumplirán 130 años.

—Nono, la prometida del señor Richard, ¿murió como dicen en la casa de
él? —mi pregunta de nota miedo.

—No, ratoncita, ella murió en su casa, en la casa de sus padres. Eso es una
especulación, la gente habla mucho y distorsiona los hechos. Igual que dicen
que Richard, no tuvo hijos, pero la verdad es que sí, tuvo dos hijos varones
con su primera esposa. Estuvo casado antes de comprometerse con la mujer
que tuvo aquel triste final.

—¿Cuántos años tenías nono, al llegar al pueblo?

—15 años. Mamá y papá se convirtieron en dueños de la primera
panadería y única que había en el poblado. La remodelaron y hasta la fecha es
nuestra. Panadería que guarda mucha historia. Mi bella ratoncita —dice y
acaricia mi cabeza.

Es verdad mi nono, Harry, es el único dueño ahora. Ya que mis bisabuelos
le heredaron la misma. Harry y Vera, tuvieron 5 hijos, del cual uno es mi
papá, Dan. Tuvieron 3 varones y dos hembras. Papá es el menor de los
varones y el único aparte del abuelo que hace pan de vez en cuando para
ayudar un poco con la tienda.

—Poco tiempo después de comenzar a vivir en el poblado, conocí a
magnífica y hermosa mujer, Vera —a nono se le iluminaban los ojos al hablar
de ella.

—Un día a las 5 de la tarde, lo recuerdo perfectamente, porque cumplí
años el día anterior a ese, había cumplido los 16 años. Una elegante y
hermosa joven dama, de larga y frondosa cabellera rubia, tan oscura y
brillante. Sus ojos, ¡oh sus ojos!, grandes y de un azul marino como si se
tratase de un par de piedras preciosas. Vistiendo un elegante vestido el cual
resaltaba el color de sus despampanantes ojos, entró a la panadería de mis
padres. Recuerdo que yo estaba en el mostrador, solo que no dé pie, me
encontraba agachado sacando unas galletas envueltas en papel celofán. Tu
nona caminó hasta el mostrador, no dijo nada. Estaba tan distraído tarareando
una melodía, tan absorto en lo que hacía que no escuché la campanilla de la
tienda cuando entró. Me dijo: —Disculpe, joven —su voz superaba a
cualquier melodía.

Dejé de tararear y subí la vista. Su sonrisa iluminó mi día, y eso era decir
mucho, ya que estaba nublado, se aproximaba una tormenta, aunque
realmente llovió poco esa tarde. Hizo una pequeña reverencia cuando me puse
de pie. Al dar un paso hacia atrás para poder mirarla mejor, me caí al tropezar
con la caja de madera en donde estaban las galletas que todavía no terminaba
de sacar. Tu nona me sorprendió llegando hasta mí, levantando la puerta de
madera del mostrador. Me tendió la mano y me preguntó si me encontraba
bien. La miré atónito y fascinado, asentí con la cabeza y acepté su mano. En
ese instante en que su mano tocó la mía, lo supe, estaba enamorado. Fue amor
a primera vista. —Nono se quita los lentes y se frota los ojos. Cuando lo veo
hacerlo, pienso que es porque tiene ganas de llorar, pero realmente lo hace
cuando está cansado.

—Gracias, nono, me gusta mucho escuchar sobre ese día —dije y
desarropándome corrí a sentarme sobre sus piernas. Nono se ríe y me abraza.

—Para mí es un honor contártela. Ahora vamos a dormir, mi ratoncita
preciosa —dice y yo beso su mejilla.

Nono murió a los 97 años, yo tenía 13 años, estaba pronta a cumplir los
14. Hoy en la actualidad tengo 18 años. Ayer fue mi cumpleaños, nací en
febrero 3.

La última vez que mi nono me contó cómo se conocieron mi nona y él, yo
tenía 9 años. Al día siguiente mi papá se llevó a nono lejos. Ya que mi tía
Charlotte, la hija hembra mayor de nono, enfermó durante esa época. Nono
regresó a camino rocoso tres meses antes de fallecer. Charlotte vive en Nueva
York, hoy en día superó el cáncer de seno que la enfermó. Supongo que la
enfermedad que tuvo le pegó duro al nono. Todos esos años en que estuve
lejos de mi nono, nos manteníamos conectados por cartas, sí, de su puño y
letra, por supuesto que yo también le escribía, aunque él más que a mí. Mis
cartas eran mucho más cortas, las de él, largas y muy interesantes. Nono al
volver de Nueva York, me regaló un dije de oro blanco, con las iníciales del
nombre de mi nona y la de él. Es el regalo más preciado que tengo en el
mundo.

El pueblo continúa creciendo y cambiando a lo largo de los años. Somos
7.987 habitantes hoy en día. Mamá se encarga de la parte turística del pueblo
y papá de la parte gastronómica. Hay mucha demanda porque se construyeron
nuevas tiendas. Sin embargo papá tiene una gran ventaja ya que se crió en el
pueblo y su empresa ha crecido a lo largo de los años. No me sorprende ver
que se está convirtiendo en un empresario exitoso, creciendo cada día y
trayendo mucho dinero al pueblo; él y mamá por supuesto. La panadería,
bueno, tristemente papá no tiene la dedicación que tenía mi nono. La
panadería sigue siendo nuestra, solo que la maneja un encargado y hay
empleados. Papá tan solo la administra. Hay algo que siempre me ha dado
mucha curiosidad sobre papá. Él de adolescente como el nono, ayudaba en la
panadería, pero al cumplir los 17 años se fue a la universidad, y no
precisamente a las de aquí, que hay dos, se fue a Florida, en donde conoció a
mi mamá. Mis tíos todos viven lejos. Papá se quedó tan solo por la
oportunidad económica. De no haber cosechado frutos, nos hubiésemos ido
hace mucho tiempo. En pocas palabras, la pasión y orgullo por la panadería
murió con nono. Papá no siguió el legado de su familia. Mucho menos mis
tíos y tías.

4 de Febrero del 2019. Por la mañana.

Nora, la hija de mi tío, Charlie, el segundo hijo varón en nacer de mis
nonos. Desde que me enteré de que la conocería, sentí curiosidad
inmediatamente, ya que no conozco a ninguno de mis primos, ni siguiera por
fotografías. Lo irónico es que nunca intenté buscarla por Facebook, a ella o al
resto de mis primos, pero ahora que la voy a conocer mi curiosidad se
despertó, solo que no quiero arruinar la sorpresa. Quiero mantener su cara en
anonimato. Aunque sea mayor que yo por 3 años, ambas somos mayores de
edad y supongo que al ser jóvenes nos entenderemos o al menos eso espero.
«Ya veremos», pienso camino al aeropuerto.

La respuesta es, no, ya me la he replanteado: Nora, me mira de arriba
abajo y sonriendo de una manera tan peculiar, como si alguien hubiese gritado
“acción”. Después de un largo e incómodo silencio responde a mi saludo
sencillo, ya que no sabía si abrazarla o estrecharle la mano. La verdad es que
cuando me le acerqué sabía que lo mejor era decirle: hola y ya. Sin embargo
opté por el típico, “hola, mucho gusto”, y mi sonrisa honesta. Estuve
esperándola alrededor de dos horas sosteniendo un estúpido cartel con su
nombre para que haga lo que hizo recién, mirarme como si fuese algo
asqueroso que se le pegó a la suela de sus botas. «Esto tiene que ser una
broma de mal gusto», pienso mirándola con una ceja alzada. Mi postura es de:
no me intimidas, chica plástica.

—Sí, bueno. No recuerdo tu nombre —responde y su cara denota fastidio,
pero no deja de sonreír como si estuviese posando para algún paparazzi, que
probablemente esté oculto detrás de una de las macetas cerca de la línea de
taxis. O al menos eso es lo que creo que ella piensa.

—Sí y yo no recuerdo a ver visto tu cara común —digo con una hermosa
sonrisa de burla en mi rostro. Le he fallado a mi mamá. Antes de venir para el
aeropuerto casi me suplicó que fuese amable y que me armara de lo que no
gozo, “paciencia”. Hasta fue graciosa como lo dijo: “genera la paciencia
desde tu interior, te será de ayuda”. Mamá me causó gracia con eso, parecía
un consejo espiritual, más que una petición.

Soy una chica de casa. Sin hermanos. Al no tenerlos me exigieron más.
No puedo quejarme de mi educación y de la humildad que me inculcaron,
sobre todo esa parte salió de mis abuelos, más que de mis padres que han
cambiado con los años, sobre todo papá.

—¡Eleonor! —saluda con voz firme y se acerca hasta nosotras un hombre
vestido elegantemente, pero con un toque moderno. A diferencia de la
plástica, este sujeto tiene mejor gusto en ropa. Ella parece que tuviese
escarcha en toda su ropa. Tal cual como un disfraz de carnaval.

Frunzo el ceño y detengo mis ganas de mirar hacia atrás. «Claramente se
ve que ha pronunciado híper mal mi nombre». El hombre me sonríe un poco
más real que, sí, su hija; por lo tanto el debe de ser mi tío, Charlie. Detrás de
él se acerca corriendo una joven mujer. Que pareciera hermana de Nora, solo
que se ve un poco mayor que ella. Hasta donde sé la hermana mayor de
Charlie, Hannah, tiene 24 años. Esta mujer ronda los 26 años más o menos.
Le regreso la sonrisa y cuando estoy por saludarlo: —¡Hola! —dice
efusivamente la joven mujer que ha pegado una carrera para alcanzarnos y me
da un súper abrazo de oso.

Mi tío se ríe suavemente y le soba la espalda.

—Caroline, cariño. Ya has conocido a…

Me apresuro a responder mi nombre para que no vuelva a equivocarse.

—Helena —digo y mi tío finge que no se equivocó antes. No deja de
sonreír y ya vi de donde lo sacó Nora.

Caroline, me cae bien. Es un poco más baja que Nora, claro que la
diferencia es que Caroline, no lleva zancos como la plástica, tan solo unas
cómodas zapatillas, «inteligente para volar cómoda». Su ropa es linda, es
elegante, sí, pero más natural que la que traen su esposo e hijastra. Puntos
para ella.

—Bueno es un gusto tío Charlie, al fin conocerte. Conocerlos —digo
mirando de frente a Caroline, quien me regala una sonrisa real y hermosa. Se
la regreso y luego miro de reojo a la plástica que, ¡oh, sí! Está rodando los
ojos.

—Bueno, jóvenes damas, vamos a coger un taxi. Quiero ver a mi hermano
Daniel. —dice mi tío y entrelazando su brazo con el de su joven esposa
Caroline, se encaminan hacia la línea de taxis.

«Daniel, papá prefiere solo Dan», pienso y cuando me dispongo a
seguirlos, Nora apropósito choca su maleta de rueditas con mis piernas
haciendo que casi pierda el equilibrio. Me muerdo la lengua para no soltarle
tremendo taco.

—¡Ups! Yegua de Troya, perdón no te vi —dice y sonríe victoriosa.

«!Uhhh! Es oficial, me ha declarado la guerra», pienso fulminándola con
la mirada. Esta ahora sonríe con sorna y comienza a caminar como si nada
detrás de su papá y madrastra que no se han percatado del ataque de su bicho
plástico.

Pensando en cómo devolvérsela a la plástica. Observo que Caroline, ya se
ha subido al taxi y el bicho también. Mi tío me mira y me hace señas para que
me detenga. Frunzo el ceño. Me detengo casi llegando al taxi. Admito que
hice tiempo para ver en donde se sentaría el bicho.

Charlie me alcanza, «es raro verlo como tío y más llamarlo así e incluso
pensarlo como tal. Tendré que acostumbrarme». Se acerca lo más de prisa que
puede. Se nota que lo que viste no es cómodo para correr.

—Helena. Tengo que pedirte un favor, cariño —dice y mira su muñeca
izquierda, un Seiko. Conozco el modelo de reloj, porque papá hace poco tuvo
uno—, en aproximadamente uno hora, sino me equivoco, aterrizará el avión
de Edward, el novio de Nora. Verás, Nora, me pidió tiempo para poder
arreglarse y todo ese asunto de chicas, antes de que el novio llegue. Entonces,
¿qué me dices? —pregunta y mira en dirección en donde se encuentra el taxi.

Intento no rodar los ojos.

—Por supuesto, descuida, yo lo espero —qué más me queda. Si le digo
que no, bueno papá lo más probable no me hablé durante toda la estancia de
su hermano y cosa plástica.

—¡Perfecto! Gracias, cariño —dice y saca su billetera.

—Descuida, yo pagó —digo poniendo mi mejor sonrisa.

—No, no. No aceptaré un no por respuesta. Al menos bébete un café —
responde y abre su billetera. Saca un poco de billetes y me los tiende. Los
acepto. No le doy las gracias porque se vuelve allí mismo y girando la cabeza
hacia mí: —Nos vemos luego —dice sonriendo, mostrando los dientes.

Asiento con la cabeza.

Guardo el dinero distraídamente en mi pequeño bolso, uno que una vez
fue de mi nona. Un bolso de cuero con una tira larga para guindármelo
cruzado en el cuello.

Algún día viajaré. Todavía no, quiero trabajar a partir de junio en la
panadería. No pude comenzar el año pasado debido al high school. Quiero
hacerlo por el nono. Es una promesa que me hice después que murió. Este
pueblo me trae muchos recuerdos de mis nonos. Sin embargo me niego a
estudiar en las universidades de aquí; no porque sean malas ni mucho menos,
solo que muero por conocer el mundo, más allá de lo que lo conozco por
internet y mis preciados libros. Trabajaré medio año, 6 meses no más en la
panadería, y el plan es que antes de mi cumpleaños 19, pues viajaré. Todavía
no he decidido el destino. Y la universidad la comenzaré a los 20 años; hay
varias que me gustan, pero ese es otro tema del cual ocuparme luego, además
es un plan a largo plazo.

Me doy vuelta dándole la espalda al taxi. «El novio de Nora, Edward.
¡Uh! Espero que no sea otro bicho de plástico», pienso y suelto un sonoro
suspiro de fastidio. Me doy vuelta y el taxi ya se ha ido. Abro el bolso y saco
la pequeña faja de billetes que me ha dado reciente Charlie. Viendo el primer
billete de 100 dólares, me imagino que los otros cuatro deben de ser de menor
denominación, de 10 o 5 dólares, tal vez. Me sorprendo al ver que todos son
de 100. «Me ha dado 500 dólares en efectivo». Mamá y papá me dan todo lo
que necesito, sin embargo me advierten que sea prudente y no malgaste
dinero. Dispongo de una cuenta en el banco. Nunca ando con tanto efectivo
encima, no me gusta. «Ya comprendo un poco porque Nora es tan pedante, la
tienen malcriada». Guardo los billetes y observo las tiendas. Luego saco mi
móvil y veo que son apenas las 7:30. «Supongo que al noviecito lo estaré
viendo como a las 8:40 más o menos. Tiempo suficiente para tomarme un
café y tal vez ir de compras». Me dirijo a un Starbucks y pido un Caramel
Macchiato. Al poco tiempo de beberme mi delicioso café, me entran ganas de
orinar. Al salir del baño observo mi móvil y ya son las 8:10. Entro a una
tienda de ropa. Me miro en un espejo entero que hay al entrar. Salí muy
cómoda de mi casa vistiendo una sencilla blusa manga larga y unos
pantalones parecidos a los que son deportivos. Me entretengo mirando unas
hermosas faldas shorts, pero como estamos en invierno las descarto y elijo
unos jeans skinny en color negro. Entre blusas, camisas y franelas, cojo una
blusa tipo camisa, de cuadros rojos con negro. Observo un par de botas de
tacón medio, en color negro; me enamoro de ellas y listo ya tengo un lindo
outfit. Pago con el dinero que me dio mi tío. Lo malo es que en la mayoría de
los aeropuertos las cosas son caras, pero hoy es mí día de suerte, esta tienda
hoy se encuentra vendiendo ropa con rebajas. Antes de dejar la tienda atrás,
entro al probador y me pongo mi nueva adquisición. «Si la noviecita es de
mirar de arriba abajo, entonces démosle que mirar al noviecito», pienso
sintiéndome radiante y sexy.

Observo mi móvil nuevamente al salir de la tienda. Y ya es la hora. Saco
de mi bolso el cartel ahora doblado que usé con la plástica. Lo volteo y
escribo en ella, “Edward”, con una de mis plumas favoritas que siempre
traigo conmigo. No me ha quedado de otra que reutilizar el cartel que hice en
casa con cartulina blanca, ya que en mi pequeño bolso no hay lugar para una
libreta, si acaso una de mano como la que traigo. Y me parece ridículo usar
una mini hoja de esta como cartel.

Me apresuro y me coloco entre las personas que esperan recibir a su
gente. Alzo el cartel con su nombre y espero por él. Espero y espero, y nada.
La multitud crece y escenas afectuosas comienzan a reproducirse ante mis
ojos. Entre abrazos y exclamaciones tipo: ¡Hola! ¡¿Cuánto tiempo?! Me doy
vuelta con fastidio de esperarlo. Abro mi bolso y al sacar el móvil este se cae
y se abre. La batería y carcasa se esparcen por el suelo.

—¡Genial! ¡Lo que me faltaba! —me apresuro a coger el móvil y
comienzo a armarlo.

Tan solo quería llamar a casa para verificar con mi mamá, si de verdad el
tal Edward, llegará a la hora que ha dicho mi tío Charlie. «Capaz se ha
equivocado de hora», pienso una vez que he terminado de armar el móvil. Por
suerte no se ha rayado la pantalla.

—Y todo por esa tonta chica plástica —digo volviéndome, hablando sola.
Choco con alguien de la multitud.

—Soy yo al que esperas —me hablan. Subo la vista y observo unos ojos
dorados mirándome.

—¡Eh!

—Edward —dice enseñándome el cartel, ¡mi cartel! «Supongo que lo
habré soltado cuando se me cayó el móvil», pienso mirándolo ahora en sus
manos.

—Sí, tú, digo a ti, a ti te estaba esperando —respondo y Edward ojos
dorados me sonríe de una manera tan… «Concéntrate, Helena».

—Bueno, mucho gusto, tú eres, Helena, ¿cierto? —dice y me tiende la
mano.

—Sí, soy yo —estrecho su mano y luego guardo el móvil sin encenderlo,
de nuevo en el bolso.

—Con lo de “tonta chica plástica”, ¿supongo qué te refieres a Nora? —
pregunta poniendo una sonrisa en sus labios de «¿picardía?», pienso llena de
curiosidad—. Yo vendría siendo entonces una especie de muñeco, ¿cierto? —
continúa diciendo, solo que ahora tiene cara de echarse a reír en cualquier
momento.

—Pues de ser así… es decir, de que yo haya si acaso pensado en decir lo
que has sugerido que pude haber dicho. No entiendo cómo te lo puedes tomar
con humor. Eres el novio —respondo frunciendo el ceño.

Al fin se ríe.

—Me gustas. Tienes sentido del humor. A Nora le falta mucho de eso —
responde y pasa de mí.

«!Eh! ¿Qué ha pasado?», pienso. Me vuelvo y me apresuro a seguirlo.
Observo que se dirige a Starbucks.

—¡Wooo! Detente —le digo. Este se gira y alza una ceja divertido en mi
dirección.

—Disculpa —responde y no puedo evitar preguntarle.

—¿Qué te causa tanta gracia? —pregunto cruzándome de brazos.

—Tú.

—¡Eh! Mira novio de… Nora. No tengo tiempo para payasadas. Tu
adorable novia te está esperando… mi… su papá me pidió que te esperara.
¡Listo! Ya lo hice. La línea de taxis está a tu izquierda. Encantada —digo y
me doy vuelta.

—¡Creo que se te ha olvidado algo! —dice subiendo la voz ya que me he
alejado de él lo suficiente para que lo haga.

Me doy vuelta.

—No tengo la dirección. Ven te invito un café o lo que gustes y así nos
vamos juntos o me la apuntas mientras bebemos algo —sonríe ampliamente.

Suspiro.

—No, gracias, ya bebí café —digo acercándome unos pasos hacia él y
comienzo a sacar de mi bolso la pequeña libreta de mano y mi pluma.

Capítulo 2

Garabateo deprisa la dirección en una hoja. La arranco y cuando alzo la
vista para entregársela lo observo entrando a Starbucks.

«!Tiene que estar bromeando!», pienso cabreándome.

Pego una carrera hacia Starbucks. Hay bastante gente ahora que han
llegado los vuelos. Lo busco entre las personas que están haciendo pedidos.
No es tan difícil de localizar ya que es alto, debe de medir al menos un 1.80 y
algo.

Saco mi móvil y lo enciendo.

—Aquí tienes. Te he pedido un té de manzanilla —subo la mirada y allí
está de pie sonriendo de par en par con un té de manzanilla helado y en la otra
mano un café.

—¡Ahhh! Eres…

—¿Ya podemos irnos? —pregunta interrumpiendo mi queja y me tiende el
té, el cual estúpidamente acepto con mi mano libre. En mi defensa ha sido
acto reflejo el aceptárselo, ya que me está tocando las narices.

Camina como si nada hacia la salida, lo sigo y este se frena. Mi té explota
sobre mí, ¡Sí! Explota. Bueno, no, pero al ser un vaso muy endeble de
plástico, al chocar con su dura espalda, esté se aplasta y todo el interior
termina en mi outfit recién comprado. Impresionante, él a penas está
salpicado de té en su gabardina negra, en la parte de atrás. Se da vuelta y mira
el desastre, no solo él, la gente que está saliendo y entrando al local.

—¡Oh! Pequeña Esparta. Has hecho un reguero —dice con cara de burla.

«!Que vergüenza tengo!». Una chica del local se acerca y comienza a
limpiar mi té helado de manzanilla.

—Lo lamento… —le digo y esta amablemente me dice que no pasa nada.
Incluso un supervisor me ofrece darme otro té sin pagar. Doy las gracias con
la cara color tomate y rechazo cortésmente la oferta. Salgo de Starbucks y me
doy cuenta de que me encuentro sola.

—¡Ahh! ¡Y este! ¡¿Dónde se metió?! —siento mi cabreo a millón.

Me tocan el hombro me doy vuelta y lo miro. Me ha traído una caja de
pañuelos desechables. Se la quito de mala gana de las manos.

—¡Lo lamento! De verdad, Helena. Solo me estaba divirtiendo. No ha
sido mi intención hacerte molestar —dice sin sorna. Su mirada intensa me
hace desviar la mía por unos segundos y disimulo viendo mi ropa mojada.

—¿Tienes frío? —pregunta, y antes de que le dé respuesta se saca la
gabardina.

—No tienes que…

—Y para que consté, no soy un muñeco, al menos no de plástico. Nora en
cambio. Tienes razón, puede ser material de vez en cuando o siempre —dice
y me tiende la gabardina. Me quiña el ojo cuando se la acepto. Caminamos
hacia la línea de taxi. Me abre la puerta y no puedo evitar sonreírle ya que él
lo está haciendo, además de ser amable.

—Gracias —me subo y comienzo a quitar el exceso de humedad de mi
ropa.

—Lamento mucho que arruinaras tu ropa de bienvenida —dice y siento
que me he congelado y no precisamente por la ropa húmeda. Giro mi cara
para observarlo ya que va sentado junto a mí.

—¡Eh! No entiendo.

Sonríe con gracia.

—El primer conjunto se te veía más cómodo.

Enmudezco, «!¿Cómo es qué sabe de mi cambio de ropa?!», pienso e
intento encontrar la respuesta correcta.

—Te he dejado sin habla, ¡eh!

—No sé de que hablas —negarlo es mejor que continuar callada.

Se ríe con discreción. El taxista nos pide disculpas, ya que necesita llenar
el tanque en una gasolinera en la cual entra. Mientras el mismo se baja. Pierdo
los estribos.

—Entonces, suficiente, ¿Cómo es posible que supieras que tenía otra ropa
antes de esta? —pregunto con indignación.

Edward se ríe con ganas.

—Eres muy desconfiada, ¿cierto? —mi mirada hace que deje de reírse y
continúe—, mi vuelo llegó antes.

Frunzo el ceño.

—Ok, tiene sentido, pero ¿cómo…

Me interrumpe.

—Tu tío me pasó una foto tuya, creo que de hace un par de años atrás, ya
que te veías más joven que ahora. Al bajar del avión te busqué entre las
personas y casualmente pasé por la tienda de ropa en dónde estabas absorta
con la misma.

Mi cara debe de ser todo un poema, ya que él me mira con diversión y
luego me mira a los labios. Cuando obligo a mi mandíbula cerrarse por su
confesión y veo la manera en que me observa: —No entiendo como alguien
como tú puede estar con, alguien como Nora —suelto y me siento
avergonzada de inmediato. Ya que su expresión me indica que lo he
incomodado. «Me he pasado de la raya», admito mentalmente.

—Creo que estás entrando en territorio personal —responde algo serio o
eso me da la impresión.

Me quedo en silencio. El taxista se sube al coche. Miro de reojo a Edward,
quien está con su móvil.

No es arrogante, bueno tiene algo de, pero es soportable. Es interesante y
«atractivo. ¿Qué hace él con alguien como Nora?».

—Lo lamento —digo y Edward, gira su cara y observo que tiene el ceño
fruncido.

—¿Qué lamentas? —pregunta con aire relajado.

—Lo que dije sobre, Nora y tú… fue algo tonto. No es de mi
incumbencia. Es personal como has dicho recién. Disculpa.

Sus ojos y boca se coordinan en una preciosa sonrisa que les llega a los
ojos, más no dice nada. Llegamos. Cuando estoy por pagarle al taxista,
Edward se adelanta.

Le da las gracias y con su única maleta en mano nos encaminamos por el
camino de gradas hasta la casa.

—Hermosa casa —dice deteniéndose en la entrada.

—Gracias —respondo y me apresuro abrir.

Al entrar hay un silencio sospechoso. «!Oh, no! No puede ser», pienso y
dejando a Edward, de pie en el recibo, sin decirle nada me apresuro hasta la
cocina. Como siempre me encuentro con las típicas notas de mamá, las que
pega en el corcho magnético que descansa en la puerta del refrigerador. Cojo
de mala gana la nota que dice: Hija, fuimos almorzar con tu tío y compañía.
Estaremos de vuelta antes de las tres de la tarde.

Mamá.

Dejo la nota sobre la isla de la cocina y luego abro el refrigerador; cojo
una botellita de agua con gas, pero primero antes de abrirla y beberla, acciono
el agua del lavabo y comienzo a lavar mis manos.

—¡Estamos solos! —dice Edward. Me sobresalto y me vuelvo
rápidamente:

—¿Acaso no sabes que es de mala educación entrar así sin permiso a la
casa de al quién? —pregunto con cara de pocos amigos.

Se ríe.

—Y, ¿acaso no sabes que es de mala educación dejar a tus invitados solos,
esperando en el recibo? Además tú me hiciste pasar a la casa, en todo caso te
refieres a la cocina, que entre sin tu permiso —responde con gracia y se sienta
sobre la isla.

—Allí hay bancos, —los señalo con la mirada —, se usan para posar el
trasero. La isla no es para eso —digo y cojo de vuelta la botella de agua e
intento abrirla, pero no puedo.

Alza las cejas divertido y yo suspiro.

—¿Necesitas ayuda con eso? —pregunta bajándose de la isla.

—No, gracias yo puedo —respondo con orgullo e intento de nuevo.

No puedo dejar de recrear en mi mente lo bien que se veía segundos atrás
sobre la isla sentado con las piernas abiertas. Sus jeans, no sé si por la manera
en que estaba sentado, se le veían bastantes ajustados en la entre pierna. Me
sonrojo y no duda en acercarse hasta a mí, sin quitarme los ojos de encima.

—Te has sonrojado.

—¡Por supuesto que sí! He hecho mucho esfuerzo con esta… ¡estúpida
botella! —digo dejándola de mala gana a un lado. Trago saliva cuando de
pronto me acorrala contra la encimera. Sus fuertes brazos rozan los míos.
Acerca peligrosamente su cara a la mía y juraría que va a… coge la botella
que he dejado a mi izquierda.

En segundos la abre y me la tiende.

—Aquí tienes pequeña Troya —su sonrisa amplía sus ojos.

La cojo y me alejo de él; necesito aire y espacio. «¿!Qué creíste, Helena?!
¿Qué te besaría?», pienso sintiendo todavía su calor en donde su piel rozó la
mía.

—Sí, gracias… —respondo.

—Juraría que me estabas haciendo un repaso, segundos antes —dice y
casi escupo el agua.

—¡Pues! ¡No!, pero tengo ojos, ¿sabes? —respondo con indignación.

—Pues en ese caso, yo también tengo ojos y a diferencia de ti que eres
una terrible mentirosa. Te quiero mirar, ¿si a ti no te molesta? Por supuesto —
responde y vuelve a caminar hacia mí, solo que esta vez no me acorrala.
Intento alejarme, pero este es rápido y me coge por la cintura haciendo que mi
pecho se pegue al de él.

—Nunca había conocido alguien como tú —digo mirándolo a los ojos.

Sus ojos se abren y siento su respiración acelerándose. Aprieta mi cintura
y me besa en la boca. No diré que no me lo esperaba, porque la verdad es que
lo deseaba. Rodeo mis brazos con su cuello y él coloca una de sus manos
libres en mi nuca para no despegar su boca de la mía.

—Yo… me alegro de haber venido a este viaje —dice jadeando por el
apasionado beso.

«…le faltó decir: con… Nora».

—¡Nora! —digo y me alejo de él, deprisa.

«!Novio de Nora!, pienso como si me hubiesen echado un balde de agua
fría.

Frunce el ceño y me mira con expresión confundida. Luego mira hacia la
entrada de la cocina como si Nora estuviese de pie mirando la escena que
acabamos de realizar.

—¿Qué sucede? —pregunta al fin.

Me río.

—Acabas de dar justo en el clavo y no te has dado cuenta —digo
divertida, hasta que me cuestiono la situación: Todavía sintiendo sus besos en
mis labios: «no me siento mal por haberlo besado. Es la verdad, en cambio
me encanta esto de hacer algo prohibido», pienso mirándolo y niego con la
cabeza con una sonrisa de par en par. Él me mira como si me hubiesen salido
dos cabezas. De divertida ahora le regalo una sonrisa de picardía y me acerco
nuevamente hacia él. Le tiendo la mano. Me mira y sin quitar su ceño
fruncido ahora me sonríe lleno de curiosidad. Acepta mi mano y lo llevo hasta
la sala. Lo cojo por el cuello y comienzo a besarlo con ganas nuevamente,
incluso ahora sin pensar en nada. Le he dado luz verde, porque me coge por la
cintura y me sube ahorcajadas de él, sentándose a su vez en el sofá.

De no ser por una voz:

—¡Oh, lo lamento! No sabía que…

Nos detenemos. Me bajo de prisa de su regazo y miro al intruso.

—Tú… quien… ¿Quién eres? —digo e intento desacelerar mi respiración.

Miro de reojo a Edward, quien se ha puesto un cojín para tapar sus partes
nobles.

Un joven hombre, bien parecido nos mira divertido.

—Soy, Pete. Supongo que tú eres, Helena, mi prima —responde con voz
amable y un indiscutible acento inglés.

—¡Pete! Sí, pero… espera. ¿Has adelantado tu viaje? —pregunto e intento
sacar cuentas rápidas.

Me interrumpe sin perder su voz pausada y amable, «o es que el acento se
lo proporciona».

—Sí, lo que sucede es que mi vuelo se adelantó por dos días —siento
frescor entre los senos y noto que tengo un par de botones abiertos. Me
apresuro a cerrarlos.

Pete me sonríe y mira para otro lado. Es muy guapo, bastante, «Ok, ok, es
mi primo, pero no soy ciega». Además guapo o no, no soy de las que se
involucran con su propia sangre. Eso es muy de juego de tronos.

—Lamento la interrupción —dice mirando de Edward a mí —«!Oh, dios!
Va a pensar que somos… y cuando vea que no, que realmente es novio de
Nora y no mío…».

—Soy, Edward, encantado —dice poniéndose de pie y tendiéndole la
mano a Pete.

—Un placer, Edward, prima. —dice y el momento embarazoso todavía no
se esfuma de mi sistema—. Iré a dar una vuelta, tal vez coja algo para el
lunch. Espero que podamos más tarde ponernos al día, ¿si estás de acuerdo?
—dice sonriendo educadamente.

—Sí, por supuesto —respondo y Edward le tiende la mano de despedida.

Segundos después la puerta de entrada se cierra. Suspiro y me dejo caer
sobre el sofá.

—¿Estás bien? —pregunta tranquilamente Edward, una vez que nos
volvemos a quedar solos.

—¡¿Lo preguntas en serio?! —me levanto y lo miro tan relajado que me
enerva.

—Helena. Nora y yo… estamos en un punto crítico ahora —responde con
seriedad poniéndose un poco tenso.

Lo miro con sorpresa, «no me esperaba eso».

—Así que relájate, tu primo no dirá nada.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo lo sabes?

Sonríe con gracia y niega con la cabeza divertido.

—Sé nota que no conoces a tus primos, pero el punto no es ese. Confía en
mí, los hombres no andan con estos dramas, y además que no solo eres tú, la
que no ha tenido comunicación con tus primos. Nora, tampoco los conoce.

—Ok —respondo y este tira de su franela medio arrugada—. Disculpa la
pregunta, pero ¿entonces qué haces con ella?

Su cara vuelve a tensarse, se lame los labios.

—No tienes que decirme… —comienzo a decir.

—Todavía no lo sé —responde y luego mira en dirección a la cocina—,
iré por mi móvil.

Asiento con la cabeza y me siento en el sofá.

«Todavía no lo sé… Sí no lo sabe… entonces no puedo…». Me levanto y
comienzo a frustrarme. «!No! Me niego rotundamente a pensar en un,
“nosotros” ¡Por Dios! Un beso es eso, un beso no más. Querías hacer algo
prohibido. ¡Listo! ¡Ya está! Ahí tienes tu situación prohibida», con ese
pensamiento cabreado me dirijo al recibo para coger del perchero mi bolso
que dejé allí cuando entre con Edward a la casa.

—Regresando a la escena del crimen —dice apareciendo. Me vuelvo y
supongo que mi expresión apagada hace que pierda su sonrisa divertida.

—Hey, ¿qué sucede? —pregunta acercándoseme.

—¡Eh! Nada, he venido por mi bolso. Tengo que subir a cambiarme de
ropa.

Me sonríe con picardía y lo miro con confusión.

—De ser eso una propuesta, pues me encanta.

—¿De qué hablas? —respondo un poco borde y este deja de sonreír, pero
sé que ha comprendido mi actitud.

—Lo lamento. Lo que dije recién, sobre mi relación con Nora. Es caso
perdido. Este viaje… —se detiene y mira la puerta de entrada —, ¿podemos
hablar en un lugar más privado?

Sonrío.

—Sí, la verdad sí. No quiero que Pete, regresé, o alguien más —digo y
nos encamino hacia la planta alta en donde queda mi habitación.

Entramos a mi habitación. Cierro la puerta con seguro. Observo la hora
antes de poner mi móvil en la mesita de noche. Son pasadas las 12.

—¿No te parece raro que, Nora todavía no te halla llamado? —pregunto
mientras observo cómo examina una vieja fotografía mía junto a mi nona
cocinando galletas. En ese entonces yo tenía tres años.

—No, porque le envié un mensaje de texto. Créeme que, a quien es
probable que vea primero, es a tu tío. Nora debe de estar de compras o en
alguna peluquería. Sales muy tierna en esta foto —dice dejándola en su lugar.

—Gracias. No te preguntaré cómo sabes que soy yo. Porque…

—Porque es obvio. Normalmente las personas tienen fotos de sus seres
queridos solos o al menos una en donde ellos salen junto a los mismos —
responde inteligentemente, sonriendo.

—¡Exacto! —respondo divertida—. Es una de mis favoritas.

—Me gusta como muestras tus sentimientos, pequeña Troya —dice y
frunzo el ceño sin perder la sonrisa divertida.

—¿Por qué me llamas así? Es decir, sé que Troya, es por Helena de Troya,
pero…

Me interrumpe y se acerca hacia mí sonriendo.

—Porque eres tierna. Más baja que yo y lo digo en buen sentido. — dice
continuando, sonriendo y luego me mira con tanta intensidad dejando de
sonreír —. Eres tan hermosa o más que la misma Helena de Troya.

—Eso no lo puedes saber…

No deja que termine de hablar porque acorta la poca distancia que hay
entre nosotros y comienza a besarme. Los besos suben el calor que ya se ha
generado entre los dos. Lo tumbo sobre mi cama y gimo en su boca al sentir
por segunda ocasión su erección rozando mi zona íntima. La primera fue
cuando nos interrumpió Pete. Ahora puedo disfrutar del momento sin
preocuparme por intrusos interrumpiendo.

—Peque…ña Tro…ya. Di… la… palabra… mágica… y parar… —muevo
mis caderas sobre su erección y este gime—. !Por Dios! Me… vas a hacer
perder la cabeza —no dejo que continué hablando y comienzo a besarlo
nuevamente.

«Es lo más delicioso que ha llegado, no solo al pueblo sino a mi vida»,
mejor pensarlo que decírselo ya que no quiero detener mis besos y caricias.

—Espera, espera… —dice y pongo toda mi fuerza de voluntad para
detenerme.

Lo miro a los ojos y este se queja y me da un beso rápido en los labios.
Me levanta y se sienta en la cama. No digo nada tan solo me le quedo
mirando; no con mala cara por supuesto, pero si algo confundida y frustrada
por detenernos.

Capítulo 3

—No quiero arruinar el momento, pero mañana a más tardar, hablaré con
Nora.

Mis ojos se abren como platos.

—No tienes que…

—Sí, sí tengo. Escucha, son primas, es mi novia y aunque creas que es
precipitado, porque lo que está ocurriendo ahora. Pues es mucho más que
esto. Ella y yo no estamos en nuestro mejor momento. Este viaje fue para
intentar de una manera u otra solucionar nuestros problemas y diferencias,
pero… No quiero decir algo que te haga sentir responsable —finaliza
mirándome con sinceridad.

Sonrío y asiento con la cabeza. Suspiro. Entiendo a lo que se refiere,
enrollarnos cuando se está terminando la relación puede dar pie a pensar
cualquier cosa, no solo a mí, a cualquier espectador. «Pete», ese pensamiento
me hace sentir ansiedad.

—Sí, te comprendo. Yo tampoco es que pueda comparar esto con algo
parecido. Son aguas nuevas para mí y no miento. Te comprendo.

Sonríe y sus ojos a pesar de mostrar curiosidad, no dice más nada.
Comienza a levantarse.

—Pero, espera —digo tomándole la mano.

Me regala una linda sonrisa a la mitad.

—Aunque no hagamos nada, me refiero a… —digo y me muerdo el dedo
de una manera picara.

Edward abre los ojos como platos y me sonríe ampliamente. Me suelta la
mano para cogerme la cara con ambas manos.

—¿Qué deseas? Pequeña Troya.

«A ti».

Me levanto y hago que se acueste boca arriba. Se apoya con los codos y
me mira nuevamente curioso. «¡Dios mío! Que sexy se ve en esa posición.
Condenadamente sexy».

—Quiero, —digo con cada mano mía sobre sus pantorrillas—, que tengas,
—subo las manos pasando sus rodillas—, un final—llego hasta los muslos—,
feliz.

La expresión de placer más el gemido que suelta me dan luz verde. La
erección regresa a todo su esplendor. Se muerde los labios y me mira
esperando.

Hago un triángulo sobre su erección y la aprieto.

—Puedes… hacerlo —dice y cierra los ojos cuando comienzo a frotar mis
manos sobre su miembro el cual no libero de su prisión, todavía.

Cada caricia que le doy hace que abra y cierre los ojos. Cuando veo que
no puede más, le libero la erección y fascinada la admiro.

—Pe…qu…eña… Tro… No pued…o m…ás…

«Ni yo. Estoy demasiado extasiada… excitada». Cojo su pene erecto y
comienzo a frotarlo con mis manos desnudas. Segundos pasan y se corre.
Antes de eso ha cogido uno de mis cojines y lo ha mordido para tapar
tremendo gemido. Estoy tan excitada que si me toco veré el cielo en vida.

Jadeando se quita el cojín de la cara.

—Eres… eso… fue… ¡Maravilloso!

Suelto una risita. Me tiende un pañuelo desechable de una caja que hay
sobre una de mis mesitas de noche. Limpio mis dedos y me sorprendo cuando
me toma por la cara y me da un beso arrebatador.

—Quiero regresarte el placer que me has dado, pequeña Troya.

Mis mejillas se acaloran. Balbuceo y este alza una ceja. Me mira
nuevamente con curiosidad y sonriendo pregunta: —¿Eres virgen? Te lo
pregunto con todo el respeto del mundo.

Sonrío sin sentir vergüenza. Estoy acalorada por la excitación que tengo.

—Sí, pero no te detengas por eso, quiero… quiero ese placer del que
hablas, por favor —respondo continuando sonrojada mirándolo directo a los
ojos.

Sus ojos se abren como platos. Sonríe, «su sonrisa es un pecado». Luego
con tiento acaricia mis mejillas y me besa lentamente haciéndome recostar
boca arriba sobre mi cama, donde segundos atrás estaba él. Puedo sentir la
tibiedad en donde estuvo recién acostado.

Narra Edward.

¡Por Dios! ¿Quién es está chica tan fantástica? Esta pequeña Troya me
está haciendo perder la cabeza. Es tan, ¡joder!, ¡hermosa!, ¡un placer divino
de los dioses! Cada vez que me toca y me mira con esos ojos de inocencia. No
creo que este consiente del placer que está creándome. Mi miembro está a
toque por sus caricias, por toda su, ¡jodida atención! Cada vez que sus yemas
tocan mi dura longitud quiero cogerla por la cintura, arrancarle las braguitas
y… ¡Dios! ¡Estoy a punto de correrme! Intento de resistir un poco más, pero
ha pasado ya un tiempo largo sin tener relaciones o jalármela. Más que por
demostrar resistencia, quiero el aguante para poder disfrutar de este ángel
caído del cielo. De sus manos, de su mirada llena de inocencia mezclada con
excitación.

—Pe…qu…eña… Tro… No pued…o m…ás…

Cojo un cojín que tengo a un lado de mi cabeza y lo muerdo con fuerza ya
que siento que estoy por correrme y justo en el instante que muerdo el cojín
me corro. Jadeando me quito el cojín de la cara.

—Eres… eso… fue… ¡Maravilloso! —digo y siento todavía mi pene
erecto. Suelta una hermosa risita y veo como mira con hambre mi miembro.
Siento que este palpita y tengo ganas de continuar aunque sé que estará
sensible el pene, «!diablos de todas maneras lo haría!». En cambio cojo una
caja de pañuelos desechables, saco uno se lo doy y cojo un par para limpiarme
yo.

Mira como me limpio. «!Por favor! Si continúas mirándome así la
erección no bajará».

—Quiero regresarte el placer que me has dado, pequeña Troya —suelto y
mi pene se tensa. Ya lo he limpiado y metido difícilmente dentro de mis
ajustados bóxer.

Sus mejillas se ponen de un hermoso rojo. Balbucea y alzo una ceja. La
miro lleno de curiosidad, «¿será que es virgen?». Estoy consciente de que
estoy sonriendo, pero es porque me causa ternura y me encanta lo dulce que
es.

—¿Eres virgen? Te lo pregunto con todo el respeto del mundo —me
atrevo a decir e intentando poner una cara que no la ponga nerviosa, me
sorprende sonriendo y respondiendo: —Sí, pero no te detengas por eso,
quiero… quiero ese placer del que hablas, por favor —responde mirándome a
los ojos. «!Vaya!».

Narra Helena.

—¿Lo hice bien? —pregunto antes de que comience a hacerme lo que me
vaya a hacer para darme placer. No quiero mostrarme insegura, pero admito
que quiero conocer esa respuesta. He leído tantas novelas románticas, una de
mis favoritas, es la saga de “After, de Anna Todd”.

Me mira con aparente fascinación.

—Sí, pequeña Troya. Eres increíble —responde con ternura. Me levanto y
lo cojo por la franela y tiro de él. Comienzo por besarlo con pasión.

—Pequeña… Troya… ¿quieres…

—Sí —respondo en sus labios.

Narra Edward.

¡Wow! Es increíble. Me hace olvidar que es virgen por su pasión tan
desbordante.

Antes de intentar preguntarle nuevamente si quiere que le regrese el
placer. Cosa que me hace sentir como un idiota, porque es obvio que quiere.
Me ha impresionado al tirar de mi franela y besarme con locura. Mi miembro
se puso duro en segundos. Quiero más que darle placer, «quiero hacerla mía».

Al responder ese mágico, “sí”. Comienzo a besar su cuello hasta llegar
hasta los botones abiertos del centro de su pecho. Absorto en mi propia
excitación escucho voces y movimiento. Helena ha de haber escuchado
también, ya que se levanta y me empuja, no fuerte, pero entiendo de
inmediato que tenemos que levantarnos.

Narra Helena.

Miro a los ojos con exaltación y miedo a Edward, quien de inmediato me
comprende y se me quita de encima. «Mucho antes de las 3 de la tarde han
llegado», pienso sin necesidad de mirar la hora que es.

—Ok, ok, ¡shhh! No hagas ruido —digo de pie. Me quito la camisa y
Edward abre los ojos y me mira de una manera en que si estuviésemos
solos… imágenes subidas de tono pasan por mi mente. «!No es momento para
ponerse a pensar en eso!», pienso y me apresuro a ponerme una blusa manga
larga —. Vamos, tenemos que salir, ¡ahora! —digo y destrabo la puerta y tiro
de Edward hacia el pasillo.

Las voces y risas se escuchan en la sala. «!Oh por Dios!, mamá puede
subir en cualquier segundo en mi búsqueda», pienso y sujetándole la mano a
Edward tiro de él hacia la habitación de visitas.

—Ok, tengo que ir a mi habitación —digo casi en un susurro sin volverme
a verlo una vez que entramos a la habitación de visitas.

—¡Ahmmm! Helena —dice y frunzo el ceño, ya que no me ha llamado
pequeña Troya —me doy vuelta y ahogo un grito al ver a Pete, sentado en la
cama quitándose unos auriculares inalámbricos de las orejas.

—¡Pete! —digo y este me sonríe con diversión.

—Hola, chicos.

Edward se ríe y le pego en las costillas.

—Ya regresó de su lunch —dice Edward, señalando lo obvio.

—Sí, en efecto. —responde Pete—. Por cierto me encontré con tus padres
antes de venir. Estaban comprando en la licorería.

Mi cara es de horror.

—Descuida, les dije que cuando llegué a la casa no había nadie y que salí
a comer algo. Me dijeron que cogiera la habitación de visitas, la cual queda
cerca de tu habitación, supongo —dice y se levanta.

Mi cara se pone rojo tomate. «Espera un segundo. Pete ha llegado primero
que mis padres, se los encontró en el camino. Pudo habernos advertido, pero
de haberlo hecho nos hubiese interrumpido nuevamente. Tiene sentido, de
todas maneras no deja de ser vergonzoso».

—Por la estrella en la puerta lo supe —continúa hablando, pero de todas
maneras, sé que ha pensado lo mismo que yo, «¿nos habrá escuchado? ¡Qué
vergüenza!».

Y con la estrella en la puerta, se refiere a la que hay pegada en la misma
de mi habitación, por fuera. Muy de adolescente.

—¿Cómo entraste la primera vez a la casa? —pregunto curiosa.

—Es fácil de responder —interviene Edward.

—¡Claro! Dejé abierto —me respondo yo misma.

Abren la puerta sin llamar y mi mamá nos sonríe a todos frunciendo el
ceño.

—¡Oh, hola! Están todos aquí —dice mamá toda risueña y ahora
sonriendo ampliamente.

—Sí, hola, mamá —respondo sonando casual.

—Señora Marin, encantado, soy Edward Rivers.

—¡Ah! Encantada, el novio de Nora, ¿cierto?

«Momento incomodo, ¿dónde?».

—Sí —responde amablemente.

Como si mamá hubiese invocado al demonio plástico, aparece Nora.
Vistiendo, «!Oh, no! Es una…», mis pensamientos se ven interrumpidos
cuando Nora se le guinda del cuello a un incómodo y avergonzado, Edward.
«¿Cómo se atreve a vestir como prostituta de poca monta?», retomo mi
pensamiento al observar lo que esta vistiendo, una diminuta falda y una blusa
manga larga ceñida al cuerpo, casi como si se tratase de una segunda piel. La
falda no deja nada a la imaginación. Pareciera que no lleva ropa interior.

—Prima. Lindo atuendo, muy de contra invierno —suelto y así en dos
segundos todas las miradas se posan en mí, incluida la mirada venenosa de
ella.

—Gracias. Tolero muy bien el frío —dice sonriendo triunfante y yo
intento no morirme de la risa. Edward me mira y este sonríe con gracia.

«Un fail total».

—¡Eh! Hola, prima, encantado en conocerte —se presenta Pete con Nora.

—Me alegro mucho de que por fin los primos se conozcan, bueno faltan
algunos, pero ¡qué alegría! —exclama contenta mamá después del saludo de
Pete. Todos sonríen, incluyéndome—. Bueno y con respecto a cómo nos
organizaremos para dormir. Pete, puedes dormir aquí y… —cuando voltea a
ver a Nora y a Edward. Nora la interrumpe.

—Tía, no te preocupes, Edward y yo nos quedaremos en…

—Aquí, Nora, —Edward la interrumpe y yo lo miro sorprendida, pero
disimulo rápidamente—, con tus tíos y primos. En cambio yo no tengo
problema en ir a otro lado. No quiero incomodar.

—¡Oh, no! ¡Por Dios! Querido, no incomodas. Puedes compartir la
habitación con Pete, si él no tiene problema —responde mamá mirando a Pete
dulcemente.

—No, para nada, tía. Desde luego —responde este.

—¡Excelente! Le diré a tu padre que traiga la cama inflable —responde
mi mamá dirigiéndose obviamente a mí y deja la habitación.

—Amor —comienza en un susurro mal disimulado, Nora.

—Bueno, permiso —se excusa Edward mirándome y luego a Pete.

—Adelante —responde Pete con educación.

—Propio —respondo y veo como Edward guía hacia la salida a una
descontenta Nora.

«!Oh! Un momento. Entonces, si se quedan, Nora… va a dormir con…
¡Oh, no!», pienso y veo a Pete.

—¡Eh! Tengo que, ya vuelvo —digo y salgo de prisa de la habitación.

«Tengo que hablar con mamá», pienso irritándome, pero antes necesito un
tiempo a solas. Me dirijo a mi habitación. Por un lado es sensacional que
Edward se quede en la casa, pero tolerar a su novia, bueno casi exnovia, es
demasiado. Me saco la blusa y en segundos quedo desnuda, ya que me
desvisto por completo. La puerta se abre y apenas me da chance de tapar mis
senos con ambas manos.

—¡Oh! ¡Vaya! —suelta Edward mirándome con la boca abierta.
Reacciona y termina de cerrar la puerta y yo cojo la blusa para taparme.

«De tardarse más, lo mato», pienso y veo como vuelve para mirarme. Sus
ojos todavía me miran de una manera…. «Enfócate».

—¿Qué haces aquí? —pregunto casi en un susurro.

—Descuida, estamos solos nuevamente. No tienes que susurrar. Todos se
han ido —dice mirándome a los ojos, pero sé que quiere volver a verme.

«Y a mí no me importa que lo haga. Me ha encantado como me miró».

Frunzo el ceño, «solos».

—Tu tío ha llegado. Se está alojando aparentemente en el mejor hotel del
pueblo —dice sonriendo divertido.

—Único hotel. —lo corrijo y cojo el cobertor para cubrirme mejor—.
Solo hay un hotel y de resto posadas. El hotel es más caro, obviamente —digo
y luego me muerdo la lengua y subo la mirada ya que estaba arreglando el
grueso cobertor que está cubriendo mi desnudo cuerpo.

—Descuida. No te juzgaré por decir algo que está al alcance de la vista.
Tu tío, Nora, son gente de dinero. Incluso mi familia lo es, solo que yo no soy
tan estirado.

—¡Vaya! No tienes miedo de decir lo que piensas —digo sorprendida y
fascinada en partes iguales.

Se acerca acortando la distancia, pero se detiene antes de llegar hasta mí.

—Mi familia también tiene dinero, solo que…

—No son estirados. Bueno al menos no tú —dice sonriendo y mirándome
de la boca a los ojos.

—Sí, se lo debo a mis nonos. —sonrío nostálgica y orgullosa. Me aclaro
la garganta —. Entonces, ¿dijeron que fueron hacer?

—Nora, invitó a tu mamá a hacer algo de chicas, y tu tío creo que va a
tomarse unos tragos con tu papá. ¡Oh! Ya hablaron de la cena de esta noche,
en el hotel.

—Por supuesto —digo y alboroto mi cabello con las manos. Es algo que
me gusta hacer antes de tomar una ducha.

Edward se aclara la garganta y lo miro. «Estoy desnuda y él lo sabe».

—Lamento haber entrado sin tocar. No espera encontrarte… desnuda —
dice y traga saliva.

—¿Cuál fue tu excusa para no ir con ellos? —pregunto y no puedo evitar
la atracción que siento por él. Me encanta que me miré de una manera que me
hace sentir bien, más no vulgar y a su vez es respetuoso, «y guapo, tan
guapo».

—Cansancio por el viaje, y les dije que me quiero dar una ducha —dice
asomando su lengua y humectándose los labios. Sonrío con picardía y me
acerco a él.

—¡Vaya! Qué casualidad, ha eso iba yo recién. No me desnude porque
quería pasearme desnuda por la habitación para pensar, ni mucho menos —
bromeo y este se ríe.

—Una buena gran metáfora, quitarse todo de encima, solo que literal.

—Sí —sonrío y este me mira con intensidad a los ojos.

—Eres hermosa, me encanta cuando sonríes así.

—Gracias. Y, Nora, ¿no puso objeción? —digo y Edward se centra en lo
que he preguntado.

—No, estaba más interesada en lo que se pondrá para la cena, que en que
yo me pierda un rato para descansar —dice y coge un adorno de peluche que
tengo encima de mi escritorio.

—Si yo fuese tu novia, me importara —suelto y este sube la mirada.
Ahora soy yo la que lo mira de esa forma…

Acorta la distancia, me coge por la cintura y me mira a los ojos. No hacen
faltan palabras, porque su mirada es suficiente; me besa y gimo en su boca.
No me reconozco. Con él no me da tiempo de tomar decisiones complicadas.
Es tan sencillo hablar con él; no hay complicación, me da alegría, siento algo
nuevo, diferente, especial. Algo como esto, lo he leído en tantas novelas y
visto en mis nonos. ¿Será que ahora me toca a mí? Caemos en mi cama y se
detiene, me acaricia el rostro y lleva mi cabello suelto hacia atrás.

—Si fueses mi novia, sería afortunado —lo beso y dejo caer el cobertor.
Sus manos bajan por mi espalda desnuda.

—Pequeña Troya.

—Lo sé, tienes que terminar con Nora —su mirada. Vuelvo a besarlo y
este hace que giremos, quedando encima de mí.

—Helena, —dice y me detengo. Traga saliva—, quiero tomarte ahora
mismo, pero… no quiero hacer las cosas mal.

—Lo sé —digo y peso su nariz.

Me ayuda a incorporarme. Mira mi pecho y se levanta.

—¡Dios! Pequeña Troya. Tienes que vestirte, o de lo contrarío… —dice y
se da vuelta.

Sonrío con gracia y ahogo una risita. Me levanto y cojo mi bata de baño
que he dejado guindando en el perchero que hay en una esquina de mi
habitación.

—Listo, ya puedes voltearte. —digo y este me sonríe. Sé que estaba
erecto, así que intento no bajar mi mirada. Aunque lo más probable es que se
haya acomodado el miembro cuando se dio la vuelta frustrado—. Por cierto,
¿qué pasó conmigo?


Capítulo 4

Frunce el ceño.

—Todo el mundo se olvidó de mí —digo y hago un puchero, no adrede.

Me sonríe y se muerde el labio.

—¡Ah! No, pequeña Troya. Tú mamá supuso que probablemente estabas
ocupada en algo. Dijo que luego te llamaría. Eres adorable, ¿lo sabías? —dice
y me sonrojo.

Dejo que me abrace.

—Pues no me ha llamado —me quejo.

—Sí lo hizo. Accidentalmente cogí la llamada y le dije que ya estabas en
la ducha.

—Tú —digo y me comienza a ser cosquillas. Nuevamente comenzamos a
besarnos. Pongo cada centímetro de mi voluntad, ahora a punto de extinguirse
para detenerme—, iré a tomar ese baño —suelto con la respiración acelerada.

—Sí… yo igual. Helado —suelta y me río.

—¡Oh! Espera, antes de que te vayas…

Edward se da vuelta.

—No mencionó dónde dormirá Nora.

Edward niega con la cabeza divertido.

—¡No es gracioso! —me quejo de vuelta y este cierra la puerta sin perder
la sonrisa llena de gracia.






«Si Nora llega a dormir aquí, Edward no podrá escabullirse a mi
habitación. ¡Oh por Dios! Estoy enganchada con él, o más encantada, ¡da lo
mismo!», pienso y me dejo caer encima de mi cama y cojo una almohada, y
me cubro el rostro con ella para poder soltar un gritico sin ser escuchada.

—¡Sería estupendo ordenar un pizza y ya! —comienzo a quejarme.

—Hablando sola, pequeña Troya —me doy vuelta y creo que la baba se
me a caer.

—Estás muy guapo —respondo.

—¡Vaya! Tú, preciosa. ¡Tremendo vestido!

Me sonrojo y sonrío de par en par.

—Gracias. Lo irónico es que no me gustan mucho los vestidos.

—Pues, a ellos les gustas. —responde mirándome de esa manera tan
especial—. Me encanta la idea de pasarla la noche aquí. Así cuando todos
duerman, te puedo dar el beso de las buenas noches.

—¡Hmmm! Suena genial, pero dependemos de…

Suspira.

—Nora, lo sé.

Suena mi móvil.

—¡Mi mamá! Muy conveniente —digo y cojo la llamada.

Edward bebé un poco de zumo de pomelo y espera por mí.

—Ok, nos vemos allá, adiós.

—¿Qué ha dicho?

—Enviaron un taxi por nosotros.

A los cinco minutos el taxi nos recogió. Admito que estuve algo ansiosa
todo el viaje. Estar a su lado y disimular la atracción que siento por él, «!Ufff!
va a ser difícil y más si me sonríe así», pienso cuando llegamos. El taxi ya
estaba pago.

Este precioso hombre de 21 años es acuario, su color favorito es el azul
verdoso. Tiene un tatuaje de mariposa en el abdomen, en cual me encantaría
hacer un montón de cosas que no sabía que podría desear hacerle algún día a
un chico. Mis padres, tío, Caroline, Pete y Nora nos esperaban en una mesa de
uno de los restaurantes lujosos del hotel. Pero al rato de llegar, Pete se puso a
conversar en el bar con mi tío. Papá, mamá, Caroline y Nora en la mesa. Yo
iba delante de Edward al llegar al restaurante, no fue coordinado. Nos
saludaron y Edward tomó asiento junto a Nora. Poner una cara neutra ante los
besos y caricias que ella le está proporcionando, «va a ser una noche larga».
No sé cuándo va a terminar con ella, lo que sí sé, es que no creo que sea
“amistoso” el final de ellos dos. Conociendo lo poco que la conozco, en
menos de 24 horas a Nora, lo más probable es que se desquicie. Una cena no
diré ordinaria, pero al fin de al cabo fue una cena. Comimos, mamá habló
durante toda la comida con Caroline. Papá, Charlie y Pete volvieron al bar,
papá se les unió en un debate político. Nora no paraba de usar su móvil y
Edward me miraba en cada oportunidad discreta que podía. Me despedí de
todos al llegar las 21:30, de lo contrarió iba a tener que disfrazar más de una
copa de vino, haciéndola pasar por zumo de uva. Mamá y yo nos reunimos
por casualidad en el baño, me dijo que lo más probable la velada se extendería
hasta tarde. El reencuentro de mi papá con su hermano es algo significativo.
Además que mamá y Caroline se han enamorado una de la otra en el término
de mejores amigas, claro está. Me costó mucho dejar a Edward me despedí
haciendo un gesto en general y mamá insistió en acompañarme a subir al taxi,
pero le dije que estaría bien. Tenía la esperanza de que él fuese tras de mí,
pero con la plástica encima, sencillamente es imposible.

Alrededor de las 11 de la noche.

Sentada en mi PC de escritorio me encuentro escuchando música a
volumen bajo, usando mis cornetas ya que preferí eso a los auriculares, por sí
me llaman al teléfono de la casa o llaman a mi puerta. Escucho un ruido
fuerte. Pauso la música y frunzo el ceño, «eso ha sonado como la puerta, pero
la han aventado», pienso poniéndome de pie. Salgo de mi habitación. Camino
por el pasillo y me detengo en las barandas de las escaleras, miro hacia abajo,
pero no veo a nadie, sin embargo repentinamente escucho lo siguiente: —¡NO
LO PUEDO CREER! ¡¿ME ESTÁS DEJANDO?! ¡TÚ! ¡A MÍ! —le reclama
a todo pulmón Nora a Edward, sino a quien más.

Narra Edward.

—¡NO LO PUEDO CREER! ¡¿ME ESTÁS DEJANDO?! ¡TÚ! ¡A MÍ! —
grita hecha una fiera.

—¡Nora! ¡Por Dios! Deja de gritar, está no es tu…

Bofetada, me bofetea la cara. Suspiro.

—Nora, lo lamento, pero esto iba a suceder tarde o temprano…

—¡No! ¡No me vengas con eso! ¡Este viaje es muy importante para mi
papá! ¡Y lo sabías! ¡Ahora me humillas así! ¡Enfrente de él! —«al menos ya
no está gritándome».

—Nor…

—¡PUDRETE! —grita y así tirando una vez más la puerta se va
dejándome aturdido.

Al menos he quedado sorprendido, no ha llorado. Sabe que es un punto
débil que tengo, el ver llorar a una mujer. Todas las veces que discutimos,
llora.

—Ese golpe necesitará de algo frío, tal vez una bolsa de guisantes —dicen
y me vuelvo. Allí está, mi pequeña Troya.

Narra Helena.

—Sí, lamento que hayas tenido que escuchar… el escándalo —dice con
una expresión de derrota en el rostro que me provoca correr hasta él y
acunarlo entre mis brazos como a un bebé.

—No te preocupes por eso ahora. Ven vamos a la cocina.

Asiente con la cabeza y me sigue. Abro el refrigerador y no hay guisantes
pero encuentro un paquete de waffles congelados, «esto servirá, supongo»,
pienso cogiéndolo.

—Aquí tienes, espero que ayude —digo haciéndole entrega del paquete.

Me sonríe sin mostrar los dientes.

—No me duele, pero gracias —no se lo pone en la mejilla tan solo lo deja
a un lado y su mente se ve que está en cualquier lugar, por su mirada
pensativa.

—Sé que es tonto preguntar…

—Estoy bien, es más, estoy sorprendido. No afligido —dice ahora
sonriéndome, mostrando sus hermosos dientes.

Frunzo el ceño.

—Ella ha hecho un escándalo, sí, pero créeme que se lo ha tomado mejor
de lo que esperaba.

Mi ceño fruncido continúa. Se sonríe con gracia.

—Bueno, no sé qué decir, es mi prima, pero no lo conozco.

Suspira.

—De todas maneras, sé que dará pelea. La he ofendido terminándola yo a
ella y no al revés —dice sonriendo sin humor y fastidio.

—¿A qué te refieres? Recién has dicho que esto ha sido diferente —
pregunto curiosa.

—Bueno, hay dos cosas que influyen, una, nuestra relación fue más por
un interés de su parte y dos, su vida social. El que dirán es tan importante para
ella como respirar.

Mi mandíbula se abre de golpe. «¿Interés?»

—Lo sé, ¿no te esperabas que te dijera eso? —suspira y prosigue—. Nora
y yo llevamos como pareja un año y dos meses, más o menos. La conocí en el
cumpleaños de una amiga. En medio de la fiesta, amigos en común
incluyéndome, fuimos a la playa y fue un desmadre. Recuerdo que la vi
bailando, técnicamente haciendo un espectáculo con la cumpleañera. Mis
amigos y yo mostramos interés de inmediato. Así que una cosa llevó a la otra,
me acerqué, bailé con ella, bebimos, nos besamos, etc. Casi al amanecer,
ambos borrachos pasamos la noche juntos —dice con expresión seria. No
digo nada y espero a que termine—. A la mañana siguiente apenas y
recordaba algo de lo que sucedió esa noche. Amanecí en una carpa, no
cualquier carpa, la carpa de Nora. Absurdamente lujosa, ni parecía que
estuvieses en una carpa. La cosa es que, ella no estaba allí o eso creí. Cuando
comencé a vestirme escuché un llanto. Curioso y confundido caminé hacia lo
que me di cuenta rápidamente era el baño. Llamé a la puerta y está se abrió.
Nora salió y me miraba con ojos llorosos con cara de vergüenza y alivio al
mismo tiempo, se disculpo conmigo.

—¿Por qué? ¿Por qué se disculpo? —pregunto imaginándome la escena.

—Por llorar y se alivió por ser yo, es decir, ella pensó que de haber sido
otro chico, lo más probable no hubiese usado protección. Su amiga, la
cumpleañera esparció un rumor, el cual es la verdad. —dice haciendo una
pausa y lo noto incómodo—. Yo siempre que mantengo relaciones sexuales
me protejo. Nora lo supo y eso le dio alivio.

—¡Vaya! Entiendo —digo y me arrepiento de haber sonado sarcástica.

—Sí, bueno —responde neutro.

—Lo lamento, es decir… me has tomado por sorpresa. Es algo bueno, el
protegerse, solo que me pasó por la cabeza… olvidado —digo sintiéndome
avergonzada por pensar en algo así mientras me cuenta algo personal.

Alza una ceja y sonríe curioso.

—¿Qué te pasó por la cabeza?

—Nada. Discúlpame —digo mirando hacia abajo.

Se acerca hasta mí y hace que lo mire.

—Me pasó por la cabeza que… ¿jamás has sentido sin protección a una
mujer? —logro hacer la pregunta mirándolo a los ojos.

—No, pero me gustaría. —responde mirándome con intensidad—. Es
cuestión de confianza —agrega y yo asiento con la cabeza sintiéndome tonta
—«Pero me gustaría, ¡¿qué?!, ¡contigo! ¡Oh, mi Dios! Sí respondía, “contigo”
se me iba a salir el corazón del pecho», aunque creo que lo pensó por la
manera en que se me quedó mirando.

—Por supuesto, confianza, la vida con ella es mejor —respondo
intentando dejar de un lado los nervios.

—La mayoría de las mujeres con las que he salido, parece una locura,
pero no les preocupaba cuidarse. La verdad a mí siempre me aterró la idea de
que sucediera algo como un embarazo no deseado. Más allá de las
enfermedades, que también es otro tema —dice sonriendo sincero.

—¡Cierto! ¡Enfermedades! ¿Cómo sabes si tienen? —pregunto y me doy
cuenta la manera infantil en que lo he hecho.

Edward sonríe con gracia.

—Eres curiosa.

Me sonrojo y este continúa:

—Conociéndolas. Conociendo a la persona. Es así de simple, ver como es
su estilo de vida, etc. ¿De verdad quieres que te hablé de mi vida? Es decir, no
soy un santo —admite con seriedad.

Pongo cara de asombro, ya que lo estoy.

—Sí, como no, es decir, es genial lo experimentado que eres. Me encanta
aprender… aunque suene infantil —digo dejando de sonreír ampliamente, ya
que vuelvo a sentir vergüenza.

Me sube con delicadeza el mentón con un dedo.

—Eres asombrosa y si no te molesta, entonces por supuesto, te enseñaré el
mundo, pequeña Troya —suelta con una preciosa sonrisa.

—¿Quieres ver televisión o escuchar música? Al menos que estés
cansando, claro está —digo recordando que es casi media noche.

Pone cara de un rotundo, “no me parece buena idea”. Intento disimular mi
decepción y este me coge por la cintura y así mi expresión mejora.

—Suena bien hacer cualquier actividad contigo —dice y no puedo evitar
sonreír ya que me aprieta la cintura, «actividad física».—, sin embargo, Nora
va a dar batalla. De regresar, va a continuar con la discusión/pelea; no quiero
que te veas involucrada.




—Sí, probablemente.

—Te prometo que tendremos tiempo para ver más que películas. Quiero
llevarte a una cita —mis ojos se abren y mi sonrisa complementa el cuadro de
felicidad. Lo rodeo con los brazos y lo beso con apremio.

Después de ese beso que daba rienda para algo más, cada uno se fue a su
respectiva habitación. Observo mi habitación y me doy cuenta de que desde la
muerte de mi nono, la esencia de lo que fue la casa antes, cuando ellos
estaban vivos, se fue al morir él, terminó con él. Saliendo del baño me
detengo cuando estoy por coger un pijama regular. Abro el último cajón de la
comoda y saco de un compartimiento secreto, que creé hace más de un año
para guardar cosas lindas, más bien cosas que mi mamá no pueda ver.
Siempre me ha visto siendo muy sencilla, y no sé si este lista ella o incluso
yo, para mostrar que tengo curiosidad por usar cosas nuevas. Observo un
conjunto de ropa interior transparente con bordes de mariposas. Mi mente
viaja al recuerdo de la mariposa que tiene Edward en su abdomen y me
muerdo el labio inferior. «Definitivamente, es una buena elección para usar»,
pienso admirando las prendas sin estrenar aún. Antes de despedirnos tocamos
la posibilidad de vernos cuando todos estén durmiendo. Está latiente la
amenaza de que Nora aparezca, pero dudo mucho que aparezca en la
madrugada. Observo cómo me queda la ropa interior en el espejo y sonrío
ante mi reflejo, «es sexy». Cojo una loción suave con olor a fresas y me
pongo en lugares estratégicos de mi cuerpo. Saco unos short de pijamas y una
blusa, los cuales usaría normalmente en verano. «Qué bueno que hay
calefacción en la casa o de lo contrario tendría que usar una manta extra para
el frío. Todo sea por verme sexy». Me acuesto a dormir y dejo en mi mesita
de noche unas lamitas de menta. Me he cepillado los dientes, pero quiero
tener fresco el aliento por si aparece. Me despierto por mi móvil, el cual dejé
en vibración. Este me despierta no solo por la vibración sino también por
iluminarse. Enciendo la lámpara y lo cojo. Sonrío como tonta y observo que
me ha dejado un mensaje. Meto en mi boca una lámina de menta. Acomodo
mi cabello y apago la lámpara. Aguardo sentada en mi cama. Pasan cinco
minutos y no llega. Frunzo el ceño, me levanto abro la puerta y salgo al
pasillo oscuro. «!Diablos! Me olvidé de encender la luz del pasillo». Entro a
buscar mi móvil e ilumino el pasillo, ya que está muy oscuro. Enciendo el
interruptor y hago un grito cuando veo a Nora sentada en las escaleras o más
bien a punto de caerse. Me apresuro hacia ella.

—Nora, ¡hey! ¿Estás bien? —pregunto cogiéndola por el brazo por miedo
a que si cae, termine rodando escaleras abajo.

Intenta zafarse en vano y se queja casi en un balbuceo inentendible hasta
que logra formular las palabras torpemente por el efecto del alcohol: —No…
no me toques… eres un imbécil —suelta y frunzo el ceño, «!guao! Debe de
estar muy borracha para creer que soy Edward», pienso sin soltarla, ya que se
está moviendo mucho.

—Soy Helena, tu prima. Necesitas ponerte de pie y beber bastante café o
agua para comenzar —digo e intento ponerla de pie, pero mi prima es terca.

—¡No! Déjame… —«!Oh Dios! De continuar así, caeremos las dos, ya
que está muy inquieta y me da miedo soltarla.

Cuando estoy por decirle que basta manos la sujetan y siento menos peso.
Miro a la cara a Edward. «!Gracias al cielo!», pienso y lo ayudo, aunque él es
el que realmente saca a Nora de las escaleras.

—Vamos a mi habitación —digo y Edward asiente con la cabeza.

Apenas la coloca en mi cama se queda dormida. Suspiro.

—Eso ha sido bastante peligroso —digo y miro a Edward quien me está
mirando de una manera… «!Oh! Cierto, estoy bastante ligera de ropa».

Me hace señas de qué hablemos en otra parte. Cojo antes de salir la bata.
No por él, sino por mi primo o mis padres que no han llegado a casa.

Una vez en el pasillo.

—Vamos a mi habitación —susurra.

—Pero…

—Pete no está.

Asiento con la cabeza y lo acompaño.

Entramos a la habitación, ha dejado una lámpara encendida. Cierra la
puerta y me coge por la cintura haciéndome volverme. Como si fuese un
torbellino de pasión comienza a besarme la boca y su mano abre mi bata.
Dejo que me la retire y caminando hacia atrás caemos en la cama, los besos,
mi corazón latiendo de prisa. El excite, la hora, todo es sublime.
En segundos le saco la franela y bajo mis manos por sus costados. Me
detengo en el elástico de sus pantalones de pijama. Hace que nos sentemos en
la cama, lleva sus manos a mi cintura y las sube rápido, no hace falta que me
hable, subo los brazos y me saca la blusa. Su mirada se posa en mis senos
transparentes por el sostén. Me besa con intensidad en los labios y luego baja
su boca a mi cuello. Su besos van descendiendo, vuelve hacerme recostar
boca arriba. Besa mi ombligo y se detiene en el elástico de mis shorts. Da
pequeños besos cuando va bajando el short sin sacarlo por completo. Mis
jadeos se escuchan suaves, intento controlarme. Me saca el short y sus ojos se
abren. Se pone de pie y veo la carpa en sus pantalones. Se lo saca y no tiene
ropa interior. Me relamo los labios. Se acerca a mí y me besa con apremio. Su
manos, las siento en caricias que hacen que me derrita. Su respiración en cada
beso que da en mi piel desnuda, su aliento me acaricia también. Al llegar a mi
ombligo se levanta y observo como coge un condón de encima de la mesa de
noche. Se lo pone y me saca la parte de debajo de mi ropa interior. Vuelve a
ser un recorrido de besos hasta llegar a mi boca y sintiendo su mano bajando
por mi ombligo comienza a acariciar mi zona intima. Estoy tan húmeda y
excitada que si toca allí… moriré de placer.

Narra Edward.

Mi miembro va a explotar y todavía no estoy dentro de ella. Su cuerpo, su
mirada, sus besos, ¡Joder es perfecta! Tiene toda mi atención. Cada parte de
su piel que beso hace que suba al cielo. No quiero ir rápido, quiero hacerla
sentir todo lo que vale para mí. «Quiero…». Me sorprende sacándose el
sostén y baja una mano hacia mi duro miembro. Me muerdo el labio con
fuerza para no gemir y siento que estoy perdiendo el control.


Narra Helena.

«Esto es, jamás creí que perdería mi virginidad así, con tanta pasión y
gustándome alguien, como me gusta él. Ni sabía que yo podría llegar hacer
tan apasionada, hasta ahora».

—Haz…lo… entra… —digo cuando siento que tendré un orgasmo si
continúa tentándome tanto.

Sus ojos se encuentran con los míos. Mi zona caliente esta a toque. En
respuesta me da un beso que hace que me contraiga de una manera tan
placentera parecida a cuando tengo un orgasmo. Deja de besarme y sube un
poco, ya que su miembro no está cerca de mi zona íntima. Antes de que
Capítulo 5

lleve su mano a su erecto miembro rozo mi hendidura húmeda con su
erección y este gime. Y así comienza a entrar deslizándolo de una manera,
«!Por Dios! Se siente…». Muerdo mi mano para no gemir. Cierro los ojos por
el placer, no hay dolor. Termina de entrar y… no hay palabras.

—Te… ¿te duele? —logra preguntar a duras penas por la excitación.

—No —respondo y alzo mis caderas. Escucho como gruñe. Está haciendo
un esfuerzo por no gemir, pero es inútil, igual se filtra un poco el sonido.

Comienza a moverse y entrelazo mis manos con las de él y le clavo las
uñas. «!Delicioso!». Se movía lento, hasta que comenzó a ir de prisa y todo se
intensifico.

Narra Edward.

Despacio, no puedo, lo intenté, sentirla, estar dentro de ella, es demasiado
jodidamente genial. Cada vez que alza las caderas me hace perder el control y
ya no puedo dejar de embestirla rápidamente. Mi pene está tan duro y listo
para liberarse… Sus gemidos se escapan muy seguidos. Cojo una almohada y
ella entiende de inmediato la coge y muerde un pedazo de esta. La miro y mi
miembro se contrae.

Narra Helena.

Estoy tan apretada, siento que ya estoy… «!Por Dios!», muerdo con
fuerza la almohada y un orgasmo masivo se desata en mi interior. Me embiste
de prisa y siento como su pene se tensa dentro de mí y se mete rápidamente
en la boca su franela, la cual muerde con fuerza. «Se ha corrido». Dejo de
morder la almohada y respiro aceleradamente. Él me copia y siento su pecho
subiendo y bajando de prisa sobre el mío. Sin salirse de mí, me abraza y
disfrutamos de unos segundos así.

He perdido la virginidad. Ha sido magnifico. Estaba tan excitada que no
sentí dolor o molestia alguna. Lo que más me ha impresionado, es que me ha
sacado un mega orgasmo en mi primera vez.

Recostada ahora sobre su pecho, disfruto de los latidos de su corazón.
Sueño, la relajación me ha dado sueño. Sin embargo no podíamos pasar la
noche juntos. Nora está en mi habitación y Pete podría decir pasar la noche
acá. De hecho nos hemos arriesgado. Edward cerró la puerta con seguro, pero
de todas maneras fue peligroso.

—Tengo que irme —digo con pereza.

—Lo sé, me encantaría que pasarás la noche conmigo. Será en otra
ocasión —responde y lleva mi cabello hacia atrás de mis orejas. Dejo caer la
sabana que cubre mis senos; no los tenía cubierto por vergüenza, ya que con
él me siento libre. Hace frío por la estación. Bostezo y alboroto mi cabello
con ambas manos. Mis senos se alzan por hacer tal movimiento.

—Pequeña Troya, me tienes alucinando. Tu cuerpo es hermoso; mejor
cubramos esto —dice subiendo la sabana.

Lo miro alzando una ceja con diversión.

—¡Diablos! No me mires así o te tomaré nuevamente —dice sonriendo de
lado y le saco la lengua.

Me toma por la cintura y se sube encima de mí y yo me río.

—Me encantaría conocer la comida de campeones —digo refiriéndome al
mañanero, al sexo al despertar.

Los ojos se le abren como platos.

—Sabes cómo ponerme duro en segundos —«!Por Dios! Me siento tan
mojada ahora».

Lo beso y me detengo.

—Me tengo que ir —digo en sus labios. Puedo sentir su miembro aunque
la sabana este cubriendo mi zona íntima.

Narra Edward.

Verla vestirse y no poder detenerla para hacerle el amor por segunda vez y
amanecer juntos, fue duro, tan duro como mi miembro erecto. Soy patético,
está joven, inocente, dulce chica, me ha robado más que el corazón. Mi
cuerpo gravita hacia ella. La besé en cada oportunidad que pude, me miraba
con ganas y a su vez me rogaba que me detuviera porque es cierto, es una
tortura intentar convencerla de quedarse, no solo una tortura es peligrosa. Son
las 3 de la mañana, ya nos hemos despedido. Pongo seguro en la puerta y no
puedo evitar recrear en mi mente todo lo que sucedió recién con ella. Me
recuesto en la cama y llevo una mano distraídamente a mi miembro el cual
está muy duro. Me levanto y saco de mi maleta un tubo de lubricante. Lleno
mi mano izquierda y con la imagen de sus ojos, su cuerpo, su manera de
tocarme, comienzo a trabajar mi palpitante miembro erecto. Tenía muchísimo
tiempo sin excitarme de esta manera. Pequeños gemidos se escapan de mi
boca. ¡Dios! Sí solo fuese ella la que me estuviese tocando ahora, de
imaginarlo… no duraré nada así. Intento respirar pausadamente. No puedo
evitar tener su cara en mi mente. Se ha metido bajo mi piel. Siento que no
puedo más, cojo mi franela y la meto en mi boca, y acelero el trabajo, me
corro de una manera tal vez no tan brutal como lo hice con ella, pero ¡joder
que placer! Su nombre retumba en mi mente, pequeña Troya me he corrido en
tu nombre.


Narra Helena.

Lista, me di una ducha rápida en la habitación de mis padres. Me llevé un
pequeño susto al ver sangre cuando lavaba mi parte íntima. Tuve que buscarlo
en internet. Me relajé al investigar que es completamente normal. Lo que me
impresiona es que no me dolió. Es obvio que mis padres no vendrán a casa,
así que no me queda de otra que dormir en su habitación. De estar ellos aquí,
tendría que dormir en el sofá del viejo estudio del nono. El sofá es cómodo,
pero no para dormir, tiene resortes sueltos. Con el recuerdo fresco de mi
primera vez, me acuesto sonriente. No sé cuando caí rendida, lo que sí sé es
que la madrugada voló.

Siento que me sacuden suavemente y me pesa abrir los ojos, pero lo hago.
Al enfocar la vista observo a mi mamá.

—Buenos días, hija —dice sonriendo con cara de cansancio. «Se nota que
el desvelo de ella es peor que el mío». Le sonrío de vuelta y me froto los ojos.

—Buenos días. ¿Acabas de llegar? —pregunto y observo en una de las
mesitas de noche, que son las 8:00 de la a.m. «Más tarde de lo que imaginé
que sería».

—Sí, desayunamos en el hotel. Ya puedes volver a tu habitación, si
quieres. Sé que no dormiste allí por cederle tu cama a Nora. Me parece muy
lindo de tu parte —dice sacándose los pendientes.

—Sí, ¿cómo te enteraste? —pregunto intentando sonar casual.

—Ella nos dijo. Desayunó con nosotros.

Intento no fruncir el ceño. «¿Por qué habrá contado? No tiene sentido. Al
menos que no sea haya delatado sobre su borrachera. Es mayor de edad, pero
de todas maneras sería una raya para ella», analizo, pero no encuentro lógica.

—Entiendo y, ¿vino con ustedes? —pregunto levantándome.

—No, se quedó en el hotel, se encuentra indispuesta.

«Mintió, ¡por supuesto que sí! Es obvio. Indispuesta, no, tiene una
horrible resaca», no puedo evitar sentirme culpable. «Su novio la termina y se
emborracha, para luego terminar en mi habitación, de una persona que no le
cae bien u odia».

—¡Hey! Helena —dice, mamá y salgo de mis pensamientos.

—Lo lamento, ¿qué has dicho?

—Te dije que me ha sorprendido ver el pijama que has utilizado. Estamos
en verano y te pregunte, ¿quieres que te haga unos panqueques?

Sonrío.

—¡Oh! Este pijama —digo tocándome la blusa distraídamente—. Anoche
no me dio tiempo de buscar al más. No quería molestar a Nora, se durmió
apenas puso la cabeza en la almohada. Y con respecto a la comida, no,
gracias. Creo que saldré por un café y tal vez un muffin. Te vez cansada,
mamá, no quiero ponerte a hacer nada.

Mamá me mira con ternura.

—Bueno en ese caso, me daré un baño y descansaré un rato —responde y
dobla la bufanda que sea ha quitado recién.

—Sí, te lo mereces. ¿Te la pasaste bien?

—Sí, muy bien de hecho. Caroline es muy agradable —dice con una
sonrisa de oreja a oreja.

Me alegro por mamá, se merece divertirse. Sus amigas se han ido del
pueblo y las que quedan, pues son muy estiradas.

—Y papá, ¿qué tal la pasó? Y, ¿dónde está?

—Bien, estuvo hablando mucho con Pete. Se puso al día. Está con tu tío,
se quedaron conversando después del desayuno.

—Me alegro, ¡oh! Y mi tío, ¿qué tal? —digo intentando acostumbrarme a
decirle así. Mamá sonríe de una manera curiosa al mencionarlo. «O creo que
me lo he imaginado», se da vuelta y coge un cepillo para el cabello de su
peinadora.

—Tu tío, él compartió con todos. Bueno, cariño, iré a por esa ducha
caliente o tal vez usé la bañera —dice sonriente y me da un beso en la frente.

—Ok —respondo sonriéndole.

—¡Oh! Y, usa la bata al salir. Está el novio de Nora en la casa —dice
girándose y luego sigue su camino hacia el baño.

—Por supuesto —respondo rápidamente.

Dejo la habitación con la bata puesta. Entro a mi habitación y para mí
sorpresa la cama está hecha y todo está en orden. No hay vomito o un
tiradero. Me dirijo al baño y está perfecto, limpio, sin embargo noto que huele
a detergente. «Vomitó y lo limpió. ¡Vaya! Es decente», pienso y aprovecho
que estoy en el baño para alistarme. No puedo evitar en pensar en Edward.
Me apresuro a cepillar mis dientes y me visto volando. Mamá se tardará en el
baño y lo más probable duerma un poco. Salgo de mi habitación. Observo el
pasillo, por si aparece Pete o incluso papá decide volver a casa. No hay nadie.
Llamo a la puerta de la habitación en donde se encuentra Edward y siento la
adrenalina en mi cuerpo. Pasado unos segundos abren y mi sonrisa es
instantánea. Edward me mira somnoliento vistiendo tan solo el pantalón de
pijama, pero ha cogido la sabana para medio cubrirse, no sé si porque tiene
frío o porque ha de pensar que era mi mamá y por respeto no quiso salir con
el torso desnudo, aunque es hombre. Observo algo rojo en la sabana y me
apresuro a entrar a la habitación empujándolo en el proceso.

—¡Hey! Helena, ¿qué sucede? —me pregunta una vez que cierro la
puerta.

—Lo lamento, no he querido ser brusca, pero mira —digo quitándole la
sabana y enseñándole la mancha de sangre, «mi sangre».

Frunce el ceño y luego abre los ojos comprendiendo al instante. Mi cara
es de horror y este sonríe con tranquilidad haciendo que frunza el ceño sin
sonreír.

—Discúlpame, no me estoy burlando ni mucho menos. Es normal…

Lo interrumpo.

—Sí, lo sé, sé que no te has burlado y que es normal… la sangre. Lo que
quiero decir, es que hay que ocultar esto. De entrar Pete a la habitación…

Deja de sonreír y se acerca hasta mí y me acaricia el brazo en un gesto
para calmarme.

—No la había notado. Descuida, —dice con sinceridad y vuelve a sonreír.
Me abraza. El sol, su abrazo es tan cálido como el sol—, muy buenos días,
pequeña Troya.

Sonrío ampliamente.

—Buenos días. He pasado por aquí, porque quería verte un rato antes de ir
a desayunar.

—¿No comerás aquí? —pregunta curioso.

—No, tengo ganas de dar una vuelta. Mamá llegó recién. Está en su
habitación. Nora se fue al hotel, Pete no está, solo estamos, mamá, tú y yo.

—Bueno, entonces, ¿qué te parece si te acompaño a desayunar?

Me humedezco los labios y antes de responder me da un beso arrebatador
y pega su cuerpo al mío. Siento su… bajo mi mirada y me separo sonriendo.

—¡Guao! Así se siente y se ve una erección por la mañana —digo con un
toque de picardía.

Me muerdo el dedo y no sé si por impulso, me doy vuelta y pongo el
seguro en la puerta. Me vuelvo y lo beso con pasión.

—Espera, espera —digo deteniéndome—, no podemos. Es demasiado
riesgoso. Lo lamento —finalizo con voz de avergonzada.

—¡Hey! No te disculpes, no has hecho nada malo —responde y me da un
tierno beso en los labios.

No quería irme así tan rápido. Con la adrenalina nuevamente corriendo
por mis venas. Lo miro a los ojos y llevo mi mano a su pene erecto, lo saco
del pantalón y comienzo a subir y bajar mi mano.

—¡Jooo…der! Pequ…eña Tro…ya —suelta y sisea hasta formar un
gemido.

Lo miro a los ojos súper excitada y me apresuro, en un par de minutos se
corre en mis manos.

Le pido prestado el coche a mamá y como no sé manejar, maneja Edward.
Le conté la verdad a mamá que invitaría a Edward a desayunar y luego
pasaría por el hotel para saludar a todo el mundo. A mamá no le pareció
extraño y accedió a prestarme el coche.

—Me encanta pasar tiempo contigo. No es una cita, pero por algo se
comienza —dice al volante.

Sonrío.

—Sí, ¡oh! Cruza allí —digo ya que lo llevaré a la panadería.

—¿A dónde vamos? —pregunta curioso.

—A la panadería de mis nonos. ¿Tienes hambre?

—Sí, estoy hambriento, y más después de lo que me hiciste —dice y
sonrío sonrojada.


Edward pidió un emparedado de tocino con extra de queso y
champiñones. Yo un de salmón ahumado con mayonesa y eneldo. No fue una
cita, pero sin embargo me habló sobre su vida. Es hijo único, sus padres
nunca se casaron, pero viven juntos como un matrimonio feliz. Al finalizar la
comida, dimos un paseo por el pueblo a pie.

—Cuando vayamos al hotel, iré a hablar con Nora. Necesito terminar la
conversación de anoche y ver en qué quedamos.

—Me parece bien. Yo buscaré a papá.

—Estás hermosa. Me encanta lo que llevas puesto. Te sientan muy bien
los shorts — me puse unos shorts con medias pantys gruesas negras y el short
gris oscuro. Una blusa gris clara y de ropa interior una tanga y sostén sexy
como el conjunto transparente. Me recogí el cabello como cuando me meto a
bañar a la bañera y no quiero mojármelo, nunca recuerdo como se llama ese
estilo de recogido. Unos anillos de plata y una sencilla pulsera de cuero.

—Gracias —no podemos besarnos, ni tocarnos. Pueblo pequeño. Papá
anda por allí y sería estúpido dañar todo por un impulso.

A la hora del lunch, ya estando en casa me despierto de una siesta no
planeada, ya que me quedé dormida. Mi móvil vibra junto a mi pierna
haciendo que me despierte. Lo cojo y observo un mensaje de texto. Papá
quiere que nos reunamos en el hotel para coger el lunch en la piscina. «Qué
bueno que es templada», pienso y le respondo un breve mensaje confirmando
que iré. Sé que lo más probable sea un lunch/piscinada, así que me apresuro a
buscar mis opciones de traje de baño. Entre muchos bikinis los cuales es
probable que ya no queden, porque he crecido, cojo uno algo viejo, pero creo
que entraré sin que me quedé muy ajustado. Un bikini verde manzana con
bordes negros. «Ni tengo idea ya, de cuánto tiempo ha pasado en que me
meto a la piscina», pienso mientras guardo el bikini y otras cosas que usaré,
dentro de un lindo bolso de verano para precisamente un día de piscina. Me
desnudo y me coloco el bikini. Mi boca se abre en una “o”, perfecta cuando
me miro al espejo. Me queda justo y resalta mi figura. Encima del traje de
baño me coloco un sencillo vestido negro Kaftan del año 2017. Me gusta
porque aunque no es transparente, en el medio da la apariencia de los dientes
de un cierre grande, como si fuese tejido. Las mangas son largas y el largo de
los muslos luce como una falda mediana. Cubre una buena porción de los
muslos; sencillamente me fascina, además de ser muy cómodo y no solo
bonito, hasta elegante es.

—¡Prima! Estás muy elegante —me saluda Pete y a su lado hay un chico
bastante parecido a él, solo que un poco más joven. Este me mira y sonríe
ampliamente.

—Gracias —respondo y miro con curiosidad al chico.

—Hola, prima, soy Jeff —se presenta y yo sonrío frunciendo el ceño.

—¡Claro! El parecido —respondo uniendo los puntos en mi cabeza y le
doy la mano.

—¡Excelente! Helena, Pete, Jeff. ¡Perfecto! Ya estamos todos—dice papá
quien se nos acerca junto a Charlie. Observo hacia las personas que hay en los
alrededores de la piscina y localizo a Edward sentado en una mesa con
sombrilla, mirando su móvil. «Está con Caroline, y, ¿Nora dónde está?».

—Mamá, ¿dónde está? —le pregunto a papá cuándo Charlie se pone a
hablar con Pete y Jeff.

—Está en la barra. Sabes cómo es, le gusta acercarse y ordenar todo
personalmente, nunca espera que se acerqué el mesonero —dice con gracia
mirando en dirección hacia ella.

Me excuso y me dirijo hacia los baños. Al llegar observo que hay más que
baños, es un área completa para cambiarse. «!Perfecto! Así puedo quitarme el
vestido cómodamente y guardarlo en uno de los lockers que hay». Cojo una
llave, la número 10. Cuando estoy por sacarme el vestido me detengo.
Caroline, mamá, todos realmente, todavía seguían vestidos, si se puede decir
así. Los hombres están en bermudas y franelas. Mamá, Caroline, ya que no vi
a Nora; andan en, mamá en vestido y Caroline en shorts y una franela
holgada, si noté que en el cuello se le veía parte del traje de baño. Saco un par
de cosas que usaré del bolso y lo meto en el locker. Cierro el mismo y paso
por el baño un segundo. Al volver observo a papá, Pete y Jeff sentados en la
barra. Caroline tomando sol en una de las sillas de la piscina, ahora sí sin
ropa. Busco a Edward y lo veo a un extremo de la gran piscina alejado de
todos conversando con Nora. «!Vaya bikini el de Nora! Edward está igual que
los chicos, en bermudas y una franela blanca». A pesar de que ambos llevan
lentes de sol se nota que están discutiendo. Nora se aleja furiosa y Edward se
da vuelta. Observo como Nora detiene a un camarero y este mueve la cabeza
en afirmación. Luego camina hacia mí y yo me apresuro a tomar asiento en
una mesa con sombrilla. Observo cómo me pasa por un lado sin mirarme, se
dirige hacia el área de los baños, donde segundos atrás me encontraba yo.

—Mesa errada —me hablan. Giro mi cabeza y observo a Pete tomando
asiento.

—¡Eh! No, es decir…

—Relájate. Estoy bromeando. Te puedes sentar donde quieras —responde
sonriendo y le regreso la sonrisa.

—Me sorprende lo soleado que está hoy, hace algo de frío, pero es
soportable —digo para no caer en un incómodo silencio.

—Sí, y el agua se ve deliciosa, aunque todavía no hay voluntarios. Solo
algunos niños que se han acercado del hotel.

—Es templada —digo y se levanta.

—Vienes —responde y mira hacia la piscina.

—Yo…

—¡Oh! Vamos, por favor. Mejor dos que uno. No quiero que mi hermano
comience a chincharme por ser el primero en entrar al agua —me suplica con
la mirada de perrito.

Le sonrío sincera y asiento con la cabeza. Me levanto. Observo a todos,
papá continúa absorto a los lejos en la barra con Charlie. Jeff está junto a
Caroline tomando sol y conversando. Nora no ha regresado. Mamá está
sentada en una de las mesas bebiendo un coctel y usando su móvil. Busco a
Edward y me sorprendo cuando Pete salta al agua: —¡Deliciosa! Entra —le
sonrío y me saco por arriba el vestido, lo dejo encima de una de las sillas y al
darme vuelta veo a Edward desde el otro lado de la piscina mirándome sin los
lentes de sol, se los ha subido a la cabeza. Siento que me salpican y miro
hacia abajo—, ¡salta, prima! Al menos que no sepas nadar.

Salto y este se ríe cuando salgo a la superficie. Echo mi cabello hacia atrás
y escurro con las manos mi cara.

—¡Wow! Cool, prima. Buen salto. Eso quiere decir que si sabes nadar,
bien. —dice y nada hacia el medio de la piscina. Miro a Edward quien se ve
ahora… extraño y se vuelve a poner los lentes. «¿Qué le sucede? Se ve
molesto». Me sacan de mis pensamientos cuando mi primo vuelve a
salpicarme agua—. ¿Qué tal el agua?

—Bien, deliciosa —respondo y cuando veo en dirección hacia Edward ya
no está. Siento que saltan al agua y al volverme es… ¡él! Se ha sacado la
franela y se coloco los lentes de sol nuevamente encima de la cabeza.


Capítulo 6

—¡Yeah! Edward, otro valiente se nos ha unido —exclama emocionado
Pete.

Pete se sumerge y Edward aprovecha y se me acerca un poco.

—Lindo —dice y su rostro aunque no está como antes, se ve algo serio.

—¿Qué? ¿El lugar? —pregunto haciéndome la que no comprendo.

Se ríe de medio lado.

—Tu bikini.

—¡Oh! Gracias. Lindo bermudas —digo y este me sonríe ampliamente.
Frunzo el ceño.

Observo a Pete quien continúa lejos de nosotros. Jeff se le acerca y se
ponen a hablar en uno de los bordes de la piscina.

—¿Todo bien con Nora?

—No —responde perdiendo la sonrisa.

—Lo lamento…

—No lo hagas. No tienes que lamentar nada —dice y siento como roza mi
brazo con su mano debajo del agua. Observo a los demás.

—Tranquila, no estamos haciendo nada que llame la atención —dice y
asiento con la cabeza.

Un grupo de chicos y chicas de la edad de Pete se acercan a la piscina y
no solo Edward y yo, sino casi todos los presentes volteamos a ver como
hacen un poco de bulla al saludar efusivamente a Pete y a Jeff. Frunzo el ceño
y sonrío. «Un reencuentro de amigos».

—¿Quiénes son?

—Al parecer amigos de tus primos.
Frunzo el ceño.

—Mis primos no conocen a nadie aquí.

—Pues puede que sí o la opción más acertada es que descubrieron que tus
primos vendrían y decidieron venir para sorprenderlos.

—Sí, eso suena acertado —respondo sonriendo.

Nora aparece y se acerca al grupo de chicos como si fuese una diva.

«Esa es mi señal de salida», pienso perdiendo la sonrisa y comienzo a
nadar para salir de la piscina. Edward me detiene con sutileza y giro a verlo.

—¿Por qué te vas? —pregunta extrañado.

—No me estoy moviendo y comienza a darme frío. Además quiero beber
y comer algo —respondo con sinceridad. «Bueno y también está el hecho de
que Nora nos vera haciendo vida social en la piscina. No quiero que vea eso».

No dice más y me alejo de él. Al salir maldigo por lo bajo. Olvide coger
una toalla.

—Ten —dice Caroline tendiéndome una.

—Gracias —digo sonriendo ampliamente—, casi me da algo, de pensar
que tendría que caminar hasta los baños por una. El frío está poco amigable.

—Descuida —responde dulcemente.

—¡Hey! Prima de Pete y Jeff —me llama un chico cuando estoy por
ponerme el vestido.

Lo miro y tan salo saludo con la mano, sin embargo este se acerca
corriendo unos cuantos pasos hasta mí.

—Soy Anton —dice y me tiende la mano.

—Helena.

Anton es un chico o más bien un hombre que se nota que ama ir al
gimnasio. «Exceso de músculos».

—Helena, ¡vaya! Es cool tu nombre —dice sonriendo de una manera muy
coqueta. «!Aja! Está coqueteando conmigo».

—Gracias —respondo tranquilamente.

—Veo que no tienes problema con el agua.

—¡Eh! ¿Supongo que te refieres a nadar?—dicho eso me coge en brazos y
se avienta conmigo al agua. Todo pasa velozmente.

Mi indignación es mundial. Ni chance me dio de gritar. El imbécil intenta
cogerme por la cintura cuando salgo a la superficie, nado lejos de él de prisa y
al llegar al borde de la piscina, Edward me tiende la mano la cojo y mira con
mirada asesina al tal Antón.

Nora me mira de arriba abajo. «Le encanta ser el único centro de
atención».

—No dejes que te moleste —me habla Edward.

—Ya da igual —digo y lo cojo por sorpresa al cogerle la mano.

No le miro la cara, pero sé que debe de estar sorprendido.

—¡Hermosa! ¡No te vayas! —me bloquea el paso el estúpido de Anton.

Harold da un paso hacia adelante y me adelanto más que él. Lo miro a los
ojos y este frunce el ceño.

—No ha sido para tanto. Estaba jugando —continúa hablando el imbécil
que me lanzó al agua.

—Lo sé —digo y me acerco hacia él con una sonrisa amplia. El imbécil
sonríe por eso y así sin más lo empujo con fuerza al agua.

Miro a Edward y este está sonriendo con gracia. Me mira a los ojos y,
«!Dios necesito besarlo ya». Le tiendo mi mano y la toma. Por supuesto que
llamé la atención, ya que el grupo de chicos recién llegados se están riendo a
carcajadas.

Guio a Edward hacia el área de los baños.

—Que tipo tan imbécil —dice una vez que estamos solos. Lo miro a los
ojos y acercándome a él llevo mis manos a los cordones de sus bermudas.

Lo beso sin más. Mi corazón, la adrenalina, todo comienza a acelerarse.

—Vamos a…

—Ven —digo y hago que me acompañe a los probadores de mujer.

Ambos nos cercioramos de que no hay nadie.

—Ahí —dice señalando una especie de cubilo con cortina, como los que
hay en las tiendas de ropa.

—No podemos hacer ruido —digo y comienzo a besarlo con desenfreno.

—Pequeña Troya. Tenemos que hacer esto deprisa…

Le muerdo el labio y sus ojos, «me encanta como me ve».

—Lo sé —respondo y lo miro de la boca a los ojos. Me siento en el puff y
llevo mis manos de nuevo a los cordones. Su miembro está apretado. Aflojo
los cordones y los bermudas caen al suelo. Caliento mis manos con mi aliento
y acaricio su pecho, paso las manos y dedos por una perfecta “V”. Su
miembro me señala erecto. No pierde tiempo y me saca el vestido.

—No necesitamos condón, —digo y este me mira abriendo los ojos como
platos—, estoy fuera de peligro. «El método de contar los días, lo adoro, y
más sin soy regular».

No dice nada. Me levanta cogiéndome por la cintura y comienza a
devorarme la boca. Su boca va por mi cuello e intento no gemir duro. Sus
manos sueltan la parte de arriba de mi bikini. Besos entre mis senos y los
mismos. Repite la misma acción con la parte baja del bikini que tiene tiras a
los lados. Las desata y así no más me arrebata esa última pieza. Me alza
haciendo que me pare encima del puff. Quedo un poco más alta que él y
vuelve a cogerme para sentarse él en el puff y me baja despacio para entrar en
su dura erección. Todo esto de frente a él.

Ambos soltamos un gemido al acabar de entrar. Sé que tenemos que estar
calladitos y atentos por sí entra alguien a los probadores.

—¿Cómo estás? —pregunta y abro los ojos. No me di cuenta de que los
tenía cerrados.

—¡Excelente!

Sonríe y le beso la boca con pasión y este comienza a moverse y yo
también, lo cabalgo.

—¡Ahh! Suelta y acelera el ritmo de sus caderas. Le tapo la boca y acelero
el ritmo. Siento que una salvaje se ha metido en mi cuerpo. «Es tan
excitante».

Me toma por sorpresa cuando mete su mano de una manera increíble en
mi zona caliente. Logra tocar mi hinchado clítoris y comienza a hacer magia
con sus dedos. «!Por Dios!». Intento no gemir, pero es demasiado placer.

—¡Dios! —digo y muerdo su cuello.

Siento como se estremece y siento una explosión de placer y este clava
sus manos en mi cintura. Dejamos de movernos y nos quedamos así sintiendo
el corazón uno del otro. Al terminar salgo primero yo del probador y me
encuentro con Nora. Mi cara pierde su color, pero no porque nos haya
descubierto a Edward y a mí, sino al revés. Está besando a Pete. «!Wtf! Es
nuestro primo». Pete se da cuenta de mi presencia y me mira. Se detiene.

—¡Oh! Prima, no te vi —dice tan desagradable como es ella, Nora.

—Yo…

Edward sale y Nora pierde la sonrisa de burla. Pete la coge por el codo y
la cara de rabia se le afloja. Miro a Edward y este se para a mi lado con las
manos dentro de los bermudas.

—¡Lo sabía! Los vi venir hacia acá —comienza a decir Nora con voz de
indignación. Más no alza la voz.

—No pareces sorprendida —responde tranquilamente Edward.

—Nora —dice Pete mirándola con seriedad y aparentemente compresión.

Pete suspira y se lleva una mano al puente de la nariz.

—Edward, Helena. Nora y yo estamos juntos hace tiempo. —miro de
prisa a Edward con mi mandíbula abierta y puedo ver que no se esperaba eso,
más no se aflige—. Nora, amor, ya has dejado en claro tu punto —continúa
diciendo Pete.

Nora se mantiene callada sin expresión, tan solo deja que Pete hable.

—Este viaje ha sido una locura. Ya es hora dejar las cosas claras. Nora y
yo tenemos tiempo juntos y por casualidad de la vida se dio este viaje.
Edward, el tiempo que tienes mal con Nora, yo he estado con ella. No te
pediré disculpas, porque sé que has encontrado pues a… —me mira y yo no
puedo evitar sorprenderme cada vez más.

—¡Wow! Esperen. Ok, genial… supongo que es la revelación de la tarde.
Nora y Pete, juntos. Ok, no es mi asunto. Lo que no entiendo, entonces es…

Edward me interrumpe calmado.

—Lo que pasa, es que ella quería hacer las cosas a su manera. En donde
todo quedará perfecto. No quería que yo la terminará, ella quería terminarme
a mí para quedar bien con su papá. Escucha Pete, no me sorprende de verdad.
No diré nada que pueda ofender o molestar a tu… a Nora. Por mi parte
quédate tranquilo, no anunciaré el hecho de que ustedes dos están juntos. Y sí,
Nora, estoy con Helena. No tienes que actuar más. Nos seguiste y esperaste a
que saliéramos para hacer un drama como siempre. Es muy molesto, pero es
lo que hay —finaliza y suspira.

—Sí, lo sé, la dejé hacerlo solo para hablar con ustedes —suelta con
bastante paciencia Pete. Es admirable su paciencia en esta, «!Extraña
situación de loca de remate!».

Nora no dice nada parece una niña pequeña berrinchuda en silencio.

—Entonces eso es todo —suelto sintiendo un extraño alivio. No sé qué
más decir.

—Sí, por favor me encantaría como has dicho Edward. Que esto quedé
entre nosotros. Nora y yo todavía no sabemos cómo decirle a nuestra familia
que estamos juntos.

«Son primos hermanos», pienso y no puedo evitar sentirme, pues, es
extraño. «Mi mente no puede evitar lo obvio, sangre compartida. No los
juzgo, no puedo, no tengo derecho hacerlo, no estoy en sus zapatos».

—Ok, no diré nada —digo intentando darle sentido a está loca situación.

—No somos primos hermanos —suelta Nora como si me hubiese leído la
mente y yo siento que la mandíbula ahora sí toca el suelo. Miro a Edward
quien está tan impresionado como yo. «!¿Qué?!».

—Mi papá… él no es mi padre biológico. Mamá me lo confesó hace
tiempo. Cuando Pete y yo nos conocimos fue una atracción inmediata —dice
mirándolo a los ojos con amor —. Mamá me lo confesó cuando notó como
miraba a Pete —dice y ahora centra su mirada en mí —, Helena, no puedo
disculparme por como soy… soy así… mi vida no es fácil. Todo es una
apariencia —dice está parte y mira a Edward. «Ahora tiene sentido lo que me
dijo Edward sobre “el interés”. Nora lo usó para cubrir su relación mal vista
con su primo hermano o bueno, no son primos hermanos, pero a las ojos de
mi tío, sí. Ahora todo tiene sentido. Claro que antes si fueron novios un
tiempo, hasta que ella conoció a Pete y se enamoró de él. Confuso pero con
sentido». —. El punto es que, sí. Me da igual si quieres estar con Edward.
Este viaje era para finalizar la relación y para poder ver a Pete —dice
entrelazando su mano con la de él.

—¿Por qué te emborrachaste y montaste todo ese show? —pregunto
confundida.

—Porque me dio rabia de que me cambiaran los planes. Edward tiene
razón, soy malcriada. Lo lamento. Sí papá descubre que no soy hija biológica
de él, arruinará a mamá con el divorcio. Todavía no se han divorciado.
Papá… Charlie siempre le fue infiel y la jodió mucho. Espero que no se lo
haga a Caroline —responde con sinceridad.

—¡Vaya! Entiendo —digo y todavía no salgo de la impresión de tanta
información repentina.

—¿Qué más necesitas? Me refiero, ¿para ayudar a tu mamá?

Nora me sonríe ampliamente y sería la primera vez.

—Nada, solo eso. Al divorciarse ya no habrá vuelta atrás. Mamá tendrá su
dinero y yo puedo irme a viajar con Pete. No tendré que ver más a Charlie.
Quiero buscar a mi padre y pues… comenzar una nueva etapa de mi vida.
Estoy agotada —dice y recuesta su cabeza en el hombro de Pete.

—Disculpa la pregunta, pero ¿no lo quieres?

—Sí, pero es complicado. Ver todo lo que le hizo a mi mamá, hace que el
amor de hija, —dice haciendo la expresión entre comillas en el aire—, se vea
afectado. No me ha fallado, pero necesito un tiempo y finiquitar el asunto con
mi mamá. Se merece continuar con su vida y lamentablemente el tema del
dinero… Charlie ha sido muy machista. No sé qué pasará con el tiempo,
espero que las cosas mejoren. Tener a Pete a mi lado y conocerlo en un
momento tan jodidamente difícil, ha sido una especie de milagro en mi vida.
No estoy contenta de las cosas que he hecho, pero es demasiado, más de lo
mismo. —su mirada sincera me conmueve y me llega hasta el corazón.
«Sencillamente no me esperaba nada de esto. Es como ver a otra persona
parada delante de mí».

Le sonrío y asiento con la cabeza. Y así no más, siento que estoy viviendo
una historia con final feliz. Bueno, bueno, no es el fin como tal, es el fin de un
camino y tramo amargo para Nora y un fin de mi soltería y nueva etapa de
pareja. Es una anécdota divertida para mis nietos, la cual se las contaré a
cuando cumplas los 18 años.

Charlie estuvo lo que tenía que estar en el pueblo. Nora y Pete se pasaron
el resto del viaje relajados. Pete al pillarnos por primera vez a Edward y a mí,
no quiso decirle nada a Nora. Sabiendo lo dramática que es, más lo nerviosa
que estaba por el viaje, iba a complicar todo. Sin embargo ahora que las cosas
han dado un giro tan grande, ella y yo nos comenzamos a llevar como las
primas que somos; tal vez no con abrazos y haciéndonos trenzas una a la otra,
pero definitivamente mejoramos nuestra relación. Edward y yo mantuvimos
discreción frente a mis padres y Charlie. Por suerte mi impulso de haberle
cogido la mano enfrente de los amigos de Pete y Jeff, no lo vieron mis padres,
ni Charlie. Caroline sí, pero está no fuese problema. Sé lo tomó bien. Nora
habló con ella. Le fue sincera en la parte de haber terminado la relación con
Edward. Sí me lo preguntan, yo creo que Caroline sabe mucho más y no
quiere joder a la mamá de Nora. Eso la convierte en buena persona. Le deseo
mucha suerte con alguien como mi tío Charlie o solo Charlie. No lo conozco
mucho, pero lo poco que lo he hecho, sé que es un sujeto jodido. Soy joven
todavía para comprender como funciona la vida, me falta mucho camino por
recorrer y aprender de la misma. Hablando sobre la vida, mi plan de trabajar
en la panadería continúa. Edward no quiere irse del pueblo, así que su plan
para poder estar a mi lado es trabajar con papá. Ojala mis nonos estuviesen
vivos para que pudiesen ver mi primer amor y espero que el único. ¿Pueden
creerlo? Se dio en el mismo pueblo que el de mis nonos. ¿Coincidencia? No
lo creo.

Fin

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