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CULTURA Y ÉTICA En esa trama sutil pero real se debe manifestar que no es posible rescatar la

biodiversidad natural sin rescatar simultáneamente la cultural. Cualquier esfuerzo por preservar y
restaurar la fauna, la flora y la belleza paisajística de un ecosistema incluye también los seres
humanos que lo habitan. Porque la especie humana, como genoma y como cultura, es parte
constituyente de la biodiversidad de un ecosistema. Las formas específicas de adaptación del
hombre al ambiente natural para sobrevivir, y las adaptaciones constructivas que él mismo hace
de su entorno para apropiárselo en busca de calidad de vida, son generadoras de una
complejísima red de símbolos que constituyen la cultura. Estas acciones semióticas históricas de
profunda raigambre territorial, de interacción humana con el hábitat natural y construido, tipifican
la forma particular de cultivo de la vida biofísica y espiritual de una comunidad que la hacen tan
diferente a otra. Es la cultura propia de esa comunidad humana, enmarcada en un espacio y en un
tiempo que le pertenecen y que la diferencia de otros grupos humanos. Es su patrimonio. La
cultura es a la vez la humanización que el hombre hace de su ambiente y la territorialización que
del ambiente hace su hijo. Porque el hombre es uno de los frutos típicos de la tierra, y en su
avance cultural también favorece la tierra que lo brota. De allí las etnias, con sus bagajes de
ancestrales mitos que cultivan el prodigio de la vida, con leyendas que explican su génesis con
bellísimos rituales que celebran la feliz pertenencia al misterio del entorno, y de las invisibles
redes sociales que estructuran, al pueblo con el pueblo. En la cultura se da la compresión del
mundo y de sí mismo. La interpretación de la vida. En ella, el niño crece y aprende las cosas más
serias de lo humano y lo divino, en un proceso lúdico que incluye hasta las fatigas adultas del
trabajo. El hombre crea y se recrea en la cultura. Evoluciona con ella. Hace su mundo imaginario
-su cosmovisión-, eslabonando la adustez del suelo con la ilusión de un cielo promisorio, para
terminar siendo hecho por el mundo fabricado en sus deseos. Y así construye su proyecto de
humanización, en la búsqueda del horizonte precario que va logrando dibujar con el conocimiento
científico y la sabiduría. La cultura es la matriz interpretativa del pasado de una comunidad, y el
vector que la conduce hacia el futuro. Esa matriz está compuesta por la jerarquía de valores que,
partiendo de la conciencia individual sobre lo que es bueno y es malo, se comparten con el grupo
de pertenencia, dan soporte al inconsciente colectivo, y sobre los cuales se organizan las
instituciones que reproducen dichos valores y los transforman evolutivamente. Los valores se
manifiestan en creencias, en costumbres, en actitudes y en normas de comportamiento que hacen
que el individuo se identifique con el todo social. Los valores permean la lengua, la música, la
religión, la estética, la ciencia, el trabajo, las fiestas, la organización política, la educación, la
familia, en síntesis, el todo social. La bioética ambiental, a la luz de los anteriores criterios,
encamina todos sus esfuerzos al rescate de los valores, no sólo de la diversidad biológica y de la
calidad de lo abiótico que le da soporte, sino también del pluralismo cultural, sin el cual no
podríamos estudiar y preservar juiciosamente la naturaleza, para ser cultores de la vida.

Beck científico tecnológico…

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