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TRIBUNAL SUPREMO DE JUSTICIA

SALA PENAL

AUTO SUPREMO Nº 550/2014-RRC

Sucre, 15 de octubre de 2014

Expediente                : Cochabamba 50/2014

Parte acusadora                : Ministerio Público y otra

Parte imputada                : Raúl René Juaniquina Soto

Delito                : Violación de Niño, Niña o Adolescente

Magistrada Relatora                : Dra. Norka Natalia Mercado Guzmán

RESULTANDO

Por memorial presentado el 1 de julio de 2014, cursante de fs. 577 a 581 vta., Raúl René Juaniquina Soto,
interpone recurso de casación impugnando el Auto de Vista 45 de 11 de junio de 2014 de fs. 568 a 573 vta.,
pronunciado por la Sala Penal Segunda del Tribunal Departamental de Justicia de Cochabamba, dentro del
proceso penal seguido por el Ministerio Público y Ema Capari Fernández contra el recurrente, por la presunta
comisión del delito de Violación de Niño, Niña y Adolescente, previsto y sancionado por el art. 308 bis, con
la agravante establecida en el inc. 2) del art. 310, ambos del Código Penal (CP).

I. DEL RECURSO DE CASACIÓN

I.1. Antecedentes

a.En mérito a las acusaciones pública (fs. 3 a 6) y particular (fs. 12 a 17 vta.), y desarrollada la
audiencia de juicio oral y público, el Tribunal Segundo de Sentencia del Tribunal Departamental de
Justicia de Cochabamba, pronunció la Sentencia 13/2012, leída íntegramente el 9 de mayo del mismo
año (fs. 499 a 515), que declaró a Raúl René Juaniquina Soto, autor del delito de Violación de Niño,
Niña y Adolescente, previsto y sancionado por el art. 308 bis del CP, con la agravante establecida en el
inc. 2) de art. 310 del mismo cuerpo legal, condenándole con la pena privativa de libertad de
veinticinco años de presidio sin derecho a indulto, más el pago de costas y el resarcimiento de daños
civiles a favor de la víctima y el Estado.

b. Contra la mencionada Sentencia, el imputado presentó recurso de apelación restringida (fs.


528 a 533), resuelto por Auto de Vista 45 de 11 de junio de 2014, dictado por la Sala Penal Segunda
del Tribunal Departamental de Justicia de Cochabamba, que declaró improcedente el recurso y
confirmó la Sentencia apelada, originándose así el recurso casacional que es motivo de análisis de
fondo.

I.1.1. Motivos del recurso

Conforme los límites establecidos por el art. 17 parágrafo II de la Ley del Órgano Judicial (LOJ), del
memorial que cursa de fs. 577 a 581 vta., y del Auto Supremo de admisión 353/2014-RA de 30 de julio, se
extrae el motivo del recurso cuyo análisis y pronunciamiento corresponde en la presente  Resolución.

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El recurrente acusa que la Sentencia incurrió en el defecto absoluto previsto por el art. 370 inc. 4) del Código
de Procedimiento Penal (CPP), por basarse en medios o elementos probatorios no incorporados legalmente a
juicio, vicio que se habría producido por las razones que se detallan a continuación y que por metodología son
identificados en los siguientes incisos:

1. Haber decidido el Tribunal de Sentencia la producción de un nuevo dictamen pericial al


amparo de los arts. 209 y 214 del CPP, ello en consideración a que los certificados médicos forenses
fueron inexactos, contradictorios e incompletos, sin justificar si la ambigüedad, insuficiencia o
contradicción, tenía su origen en los certificados médicos forenses F4 y F5, o en la prueba literal de
descargo DP-1, que a decir del recurrente, develó las imprecisiones y contradicciones en las que
incurrieron los médicos forenses al examinar a las víctimas menores.

2. Que la Sentencia, en su redacción “pretende dar a entender” que la prueba extraordinaria


PE-1, fue producida a instancia del Ministerio Público y la acusación particular, aseveración que
resultaría falsa por cuanto fue el Tribunal de Sentencia el que decidió producir la prueba extraordinaria
designando al perito Dr. Abraham Quinteros, para que realice las pericias a las víctimas. Reitera
argumentos y señala que “Ante la supuesta ambigüedad, fue el tribunal a quo quien propuso la
realización de un nuevo dictamen, el mismo que se halla plasmado en la prueba extraordinaria
codificada como PE.1, vulnerando así la prohibición que compromete la imparcialidad, en la cual los
jueces y tribunales de sentencia en materia penal, se hallan vedados de producir prueba”  (sic) (fs.
580).

3. Señala también que, además de proporcionarle los puntos de pericia, se le comunicó la


participación de  Fernanda Monroy conforme prevé el art. 213 del CPP, quien no pudo estar presente a
raíz de la tardanza de más de 25 minutos de los menores, observación sustentada en la certificación
presentada en audiencia de juicio oral que cursa en obrados y que no fue referida por el Tribunal.

Por otra parte manifiesta que el perito no presentó juramento de ley de aceptación del cargo, aspecto
corroborado en audiencia y que vulnera el art. 211 del CPP.

5. Que el perito emitió un informe y no un dictamen como correspondía vulnerando el art. 213
del citado cuerpo legal.

6. Que en la pericia participaron otros dos profesionales que no fueron designados en esa
condición.

7. Refiere también que en la Sentencia no cursa la valoración de la declaración del perito.

8. Sostiene que la prueba ilegalmente incorporada al proceso, por no cumplir las formalidades
legales, gravitó en la decisión  del Tribunal, porque fue a partir de esa prueba que el Tribunal adquirió
convicción de su supuesta participación en el hecho ilícito que le fue atribuido.

Que la defensa solicitó la exclusión de la prueba extraordinaria, que fue rechazada en el entendido que se
produjo la pericia bajo el alcance del art. 206 del CPP, cuando esa atribución corresponde al fiscal en la etapa
preparatoria.

Denuncia que el Tribunal de alzada sustentó ese fallo efectuando una interpretación subjetiva de la normativa
procedimental sin respaldo de norma positiva y sin comprender ni valorar que el Tribunal de Sentencia emitió
su fallo en prueba que introdujo ilegalmente, pretendiendo suplir las omisiones bajo los argumentos de que: i)
El perito no tenía obligación de prestar juramento; ii) Su designación compete al Juez o Tribunal, difiriendo
con la designación que hace el Fiscal (art. 206 del CPP); iii) El pronunciamiento de un perito es mediante un

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dictamen con requisitos preestablecidos y el informe médico se supedita al llenado de un protocolo y/o acta en
el que no se realizan o absuelven pericias; iv) El Tribunal de Sentencia reconoció que la designación provino
de su parte para una nueva revisión médica, acto procesal que no se encuentra en el ordenamiento y que en
juicio no se le exigió una atestación sino una explicación del informe médico; v) Se antepone el principio de
verdad material a las formalidades procesales para suplir las falencias del Tribunal de Sentencia en la
incorporación de la prueba; y, vi) No basta someter a la prueba a los principios de legalidad, oralidad,
inmediación y contradicción sino también a las formas para su admisión.

Finaliza señalando que en el caso de autos, el Tribunal de apelación no reparó los defectos incurridos por el
Tribunal de sentencia y permitió la incorporación de prueba de forma ilegal. 

I.1.2. Petitorio

El recurrente solicita se declare fundado el recurso, se deje sin efecto el Auto de Vista impugnado y se ordene
la emisión de un nuevo fallo de conformidad a la doctrina legal aplicable.

I.2. Admisión del recurso

Conforme el Auto de admisión, 353/2014-RA de 30 de julio, el análisis de fondo de la presente Resolución,


tiene la finalidad de verificar la existencia de vulneración del derecho a la defensa, denuncia que se encuentra
descrita en el apartado “I.1.1.” del presente fallo.

II. ACTUACIONES PROCESALES VINCULADAS AL RECURSO

Establecido el ámbito del análisis del recurso casacional, se identifican las siguientes actuaciones vinculadas
al motivo que dio lugar a la admisión del Recurso:

II.1. Acta de audiencia de juicio oral

Actas de audiencia de Juicio de 27 de abril, 2 de mayo y 3 de mayo (fs. 485 vta. a 495) -todas- de 2012, en las
que el Tribunal de Sentencia, convocando al Ministerio Público, así como a los abogados de las partes, señaló
que: “Debido a la duda que generó la pericia médica realizada por la defensa, el Tribunal con la finalidad de
arribar a un criterio correcto en el presente caso, de acuerdo a lo contenido por el Art. 214 del CPP considera

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ser necesario se proceda a realizar una revisión médico forense por un profesional imparcial para tener mejor
conocimiento de la existencia o no de las agresiones sexuales señaladas” (Las negrillas son nuestras).

Al respecto, la abogada de la acusación particular asintió la decisión y señaló que con la finalidad de que se
llegue a la verdad, se proceda a la revisión médica por el profesional que el Tribunal determine.

Por su parte, consultada la defensa por el Tribunal, que advirtió que la nueva pericia se realizará con los
puntos que las partes propongan, respondió que están de acuerdo en que se realice una nueva pericia médica.
A tal efecto el Tribunal dispuso que las partes hagan llegar los puntos de pericia a primera hora de la tarde, y
accediendo a la petición de la defensa, en la revisión médica debía estar presente la consultora técnica, así
como una psicóloga para poder preparar a las víctimas que fue solicitada por la abogada de la Defensoría de la
Niñez y Adolescencia.

En audiencia de juicio oral de 3 de enero, habiéndose entregado el Informe Médico, el Tribunal consultó a las
partes si deseaban que sea explicado por el Médico Forense, los que se manifestaron de forma afirmativa,
disponiéndose así que se haga presente el Médico Forense Abraham Quintanilla Virreira, profesional que
-conforme se desprende del acta- fue interrogado por turno por el Ministerio Público, la acusación particular y
la defensa, suscitándose un incidente respecto a la calidad en la que estuvo presente el profesional en
audiencia, si fue como Médico Forense o como Perito, aclarando la Presidenta que estaba en calidad de
Médico Forense, aclaración que mereció solicitud de reposición que fue rechazada.

Inmediatamente después, la defensa solicitó la incorporación de un Certificado evacuado por el Médico


Forense, relativo a la presencia de la consultora técnica en esas instalaciones y la incomparecencia de las
víctimas por un lapso mayor a veinte minutos, documento que fue judicializado, a pesar de la solicitud de
exclusión planteada por la acusación particular.

Siguiendo con el interrogatorio, la defensa solicitó poner a la vista del citado profesional, las pruebas
codificadas como “F-4 y F-5”, petición que fue denegada por ser prueba del Ministerio Público que aún no
fue judicializada. Ante la negativa, la defensa planteó recurso de reposición, el que fue rechazado, realizando
reserva de recurrir y continuó con su intervención hasta concluir.

Posteriormente, con el uso de la palabra, la representante de la Defensoría de la Niñez, manifestó que si bien
inicialmente se opuso a la revisión médica de los dos menores víctimas, pero posteriormente, con la finalidad
de  que se realice una valoración más objetiva y neutral, la Defensoría no se opuso a la revisión con la
finalidad de que se dicte una Sentencia justa, por lo que solicitó la presencia de una psicóloga para proteger la
integridad de las víctimas, por lo que consideró que al no ser un careo, no vio la necesidad de

que esté presente la otra parte. Aclaró que no se nombró como perito al Médico Forense, sino fue convocado
para realizar algunas aclaraciones.

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Concluida la intervención, el Ministerio Público produjo su prueba documental, entre las cuales se
introdujeron las pruebas “F-4 y F-5”;  de igual forma, la acusación particular produjo su prueba, con
excepción de las codificadas como A-“12 y A-13” que fueron objeto de incidente de exclusión probatoria. Por
otra parte, la defensa no produjo prueba documental alguna.

Posteriormente, la defensa señaló que existe duda sobre la incorporación del Certificado Médico que no fue
judicializado, ya que esa parte habría solicitado la incorporación del Certificado emitido por el Médico
Forense, pero que no se habría dado lectura al Informe que realizó dicho profesional. Ante la observación, la
Presidenta del Tribunal de Sentencia, dispuso se de lectura al Informe Médico Forense; sin embargo, la
defensa, solicitó la exclusión de dicho documento –aparentemente- con base en los arts. 172 y 214 (se
entiende del Código de Procedimiento Penal).

Ante la solicitud, el Ministerio Público, requirió porque sea rechazada la petición de exclusión, toda vez que
no fue fundamentado el petitorio y que la prueba en cuestión fue de conocimiento del imputado, sus abogados
y por ser lícita. A su turno, la acusación particular se adhirió a lo argumentado por el Ministerio Público.

Como resultado del incidente de exclusión probatoria, el Tribunal de Sentencia emitió el correspondiente
Auto, cuyo argumento central se transcribe a continuación:

“…en cuanto a la documental que nos ocupa, es menester previamente analizar que la orden de producirse un
informe médico  por parte de este Tribunal, respondió específicamente a las observaciones efectuadas por la
perito médico de la parte imputada, no solo en cuanto a la terminología utilizada sino también a vicios de
omisión o descripción de los signos hallados en las víctimas, extremo que también  fue advertido por ambas
partes y que bajo el principio de lealtad procesal no pueden negar los mismos, acordándose la nueva revisión
médico forense, sin ser necesario deban cumplirse las previsiones del Art. 209 con relación al 214
mencionado por la defensa, cuyo cumplimiento es cuestionado por la parte imputada e razón a que la revisión
médica ha sido cumplida por un funcionario público dependiente del órgano judicial, específicamente
dependiente del Ministerio Público, quienes a momento de ser designados y posesionados en el cargo, prestan
juramento de rigor para cumplir sus funciones conforme a los principio éticos que rigen las mismas y la
normativa legal vigente, por ende, la determinación asumida por el Tribunal tiene sustento en el art. 15
numeral 7) de la ley Nº 2033, de protección a las víctimas de delitos contra la libertad sexual, sumado a ello,
que igual normativa en su numeral 8) advierte el trámite especial cuando las víctimas están exentas de la
exigencia de formalidades, en el caso de tratarse de menores de edad, como acontece en la especie, a ello debe
aditamentarse ser evidente lo manifestado por las acusadoras, en sentido de que la defensa no ha establecido
con precisión de qué manera hubiesen vulnerado sus derechos y garantías constitucionales, máxime si acorde
a lo referido por las partes y asumido incluso por el defensor, no obstante de haberse admitido pese a las
observaciones de la acusación la presencia de los consultores técnicos en el acto de la revisión médica bajo la
normativa especial precedentemente citada,  la profesional médico  debió de aguardar la efectivización de la
revisión el tiempo que fuera necesario, pues claro está que dada la celeridad con lo que cumplen los actos que
se siguen en el juicio oral, previamente debía realizarse una preparación psicológica  de los menores, a fin de
resguardar su estabilidad emocional.

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POR TANTO. En razón de los argumentos expuestos  y la normativa citada, RECHAZA la exclusión
probatoria  interpuesta por la defensa de Raúl Juaniquina Soto, quedando las partes notificadas con esa
determinación por su pronunciamiento en audiencia” (sic).

Ante el rechazo, la defensa planteó reposición contra el Auto emanado por el Tribunal sentenciador,
argumentando que en el caso de que el Tribunal  en aplicación del art. 214 haya dispuesto la realización de un
nuevo dictamen conforme las reglas del art. 209 del CPP, debieron cumplirse con las reglas establecidas y que
no se puede confundir un examen médico con una pericia; que conforme el art. 206 se debía tomar promesa o
juramento de ley al perito, que por eso se le preguntó al médico forense si prestó juramento y que él estaba en
calidad de testigo, pero que el hecho era una pericia y conforme al art. 214 era un dictamen, por lo que debía
guardar las formalidades del art. 209; que su consultora técnica estuvo presente en el Instituto de
Investigación Forense (IDIF), pero que no estaban presentes las víctimas, la acusación ni la Defensoría, razón
por la que la señalada profesional, después de veinte minutos de espera, solicitó certificación de su presencia
en el lugar, antes de retirarse; que al descansar la decisión del Tribunal en un “seudo dictamen pericial o
seudo informe médico forense” (sic), vició de nulidad, por lo que procedía la exclusión probatoria, por
incumplimiento de las reglas de la pericia establecidas en los arts. 204 y siguientes, porque no prestó
juramento el perito, por lo que en aplicación del art. 172 del CPP, reiteró la solicitud de exclusión probatoria,
además de los arts. 213, 21 y 211 de la misma Ley.

Ante el recurso de reposición, el Tribunal mantuvo incólume la Resolución emitida, decisión ante la cual la
defensa se reservó el derecho de apelación restringida; posteriormente, se incorporó la prueba al juicio, previa
lectura.

II.2.        Sentencia.

Del acápite “II. CONSIDERANDO” de la Sentencia, intitulada “FUNDAMENTACIÓN DESCRIPTIVA DE


LA PRUEBA”, se advierte que el Tribunal sentenciador, al momento de describir la prueba (testifical,
documental y pericial), otorgó el valor probatorio que consideró adecuado, interrelacionándolas unas con
otras y extrayendo de ellas los elementos probatorios para sustentar el fallo.

En cuanto a la prueba testifical de cargo, cursante de fs. 501 a 503 vta., se tiene que, las declaraciones de los
menores víctimas, fueron valoradas como MUY RELEVANTES, toda vez que el Tribunal -en ambos casos-
advirtió en el relato de los hechos sinceridad y coincidencia con lo manifestado a sus familiares y al personal
de la Defensoría de la  Niñez  y Adolescencia, quienes además identificaron como a su agresor al imputado.

Por otra parte, la declaración de Ana Gabriela Peredo Rojas, fue valorada como intrascendente por conocer de
los hechos por terceras personas, sin haber tenido contacto con las víctimas.

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La declaración de Scarlet Vanessa Cortez Castellón, trabajadora del Colegio “La Salle”, fue considerada
IMPORTANTE, porque dieron cuenta que la agresión sexual generó cambios en la conducta y
desenvolvimiento social de la menor, los que fueron percibidos por las personas de su entorno, estableciendo
que guarda relación con el bajo rendimiento académico, como fue informado por la Directora de la referida
Unidad Educativa.

Las atestaciones de: Ivon Alina Castellón Antezana, psicóloga que conoció el caso cuando trabajaba en la
defensoría de la Niñez y Adolescencia y fue la persona que tomó entrevistas a las víctimas; María Luz
Mendoza, psicóloga que trabajaba en el Servicio Departamental de Gestión Social (SEDEGES) y que conoció
la menor víctima mientras ésta prestaba su declaración en la Fiscalía; Ilosva Miranda, persona que realizó los
peritajes psicológicos de ambas víctimas. Estas declaraciones fueron valoradas como  TRASCENDENTES,
señalando sobre ellas: “…pues las citadas profesionales relatan haber escuchado contar a los menores las
circunstancias de la agresión sexual que sufrieron y que ‘Don Raúl’ o sea el imputado, sería su agresor; dicha
relación fáctica condice plenamente con lo vertido por éstos menores en juicio, corroborando el grado de
verosimilitud y consiguiente credibilidad, máxime si profesionales conocedoras de éste campo, no refieren
haber advertido indicadores de mentiras, influencias de terceros u otro tipo de síndromes” (sic).

La declaración de Carlos Winston Rojas Zapata, médico con especialidad en neurología, que atendió al menor
víctima, cuando tenía ocho y once años de edad, fue valorada como IMPORTANTE “al informar que el
imputado sufre se un cuadro  de epilepsia, por ende con mayor margen de vulnerabilidad, en razón de que la
misma se manifiesta  a través de ataques que llegaron a presentarse estando en el colegio, exhibiéndolo como
‘diferente’ entre sus compañeros” (sic). En este caso, a pesar de mencionar la palabra “imputado”,  de la
lectura previa a la valoración, se entiende que se trata de un lapsus, que en realidad se refiere al menor
víctima, a quien atendió el citado profesional.

Sobre la prueba testifical de descargo, que cursan de fs. 503 vta. a 505 vta., se encuentran las declaraciones de
Deivis Roger Delgadillo Cándia, yerno del imputado; Julieta  Juaniquina de Vásquez, hermana del imputado;
Nadith Neidy Chura Navarro, ahijada del mismo; Ross Mery Navarro Chirilla, que trabajó con el imputado
desde que tenía quince años hasta que se casó a los  veinte años, cuyo esposo, posterior a su retiro, ingresó a
trabajar con el imputado, mientras ella trabajó en el puesto de venta de Raúl René Juaniquina, viviendo en su
casa hasta que su hijo cumplió trece años de edad; Cristina Sayari Escobar, ahijada del imputado, Alex
Ronald Morales Montaño, padre de la nieta del imputado; Angélica Vásquez Pita, esposa del acusado; Leydi
Laura Chura Navarro, ahijada de la hija del imputado: Todas las anteriores atestaciones fueron valoradas por
el Tribunal de Sentencia como RELEVANTES, señalando que: “pues no obstante de tener información
referencia de los hechos motivo de litis y de tener algún interés en beneficiar al imputado, al ser en su mayoría
sus parientes cercanos o tener algún vínculo afectivo directo o la familia del mismo, corroboran que las
víctimas y su familia vivían en calidad de inquilinos en la casa de Raúl Juaniquina e igualmente con W. F. era
su ahijada de bautizo, siendo ella una niña normal, que salía a jugar con los niños de su edad; sostiene por otra
parte que Ema Capari era comerciante y que los días miércoles y sábado se ausentaba de la casa a su puesto
de venta, así como que Ariel Yugar, se encontraba delicado de salud y trabajaba en la misma casa, primero
como operario del acusado y luego independientemente. Así mismo ratifican en su mayoría que en los
ambientes que ocupaba el acusado, existía una baño debajo de las gradas, añadiendo que Raúl Juaniquina era
una persona tranquila, que se llevaba bien con todos los inquilinos con quienes nunca tuvo problemas,
dedicándose a trabajar a diario en su taller que se encontraba en la planta alta de la parte de atrás del
inmueble, viviendo la familia de las víctimas debajo del taller.

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Todas estas puntualizaciones resultan trascendentes al corroborar de manera indirecta algunas de las cosas
relatadas por W.Y., respecto a que el día de los hechos su madre no se encontraba porque salió a trabajar,
siendo un día de venta; la existencia de una buena relación entre el acusado y los inquilinos incluyendo por
ende a la Sr. Ema y su esposo Ariel, a quienes en  principio brindó facilidad de vivienda y contrató a éste
último como su operario; corroboran a su vez, la alta estima y consideración que éstos debieron de tener al Sr.
Juaniquina, dando cuenta del porque los menores tenían fundado temor de que su progenitora no les creyera”
(sic).

Las testificales de Ángela Crespo Escobar de Gómez, compañera en la facultad de Bioquímica de la hija del
imputado; Ronald Vargas Soria, acreedor de Ema Copari; ambas fueron valoradas como IRRELEVANTES,
al no brindar ningún dato sobre los hechos, sino, la primera sobre la personalidad del imputado y el segundo
sobre la madre de las víctimas, cuyas obligaciones económicas resultaron impertinentes dada la naturaleza del
caso.

La declaración de “LA PERITA MÉDICO FORENSE DE LA DEFENSA”, Claudia  Elena Fidelia Zuazo
Oblitas, que realizó pericias medico legales de forma particular, cuyo valor probatorio otorgado fue POCO
RELEVANTE, “…en razón a que las apreciaciones efectuadas por la perito sobre el contenido de los
certificados forenses de nos menores J.L. y W.Y.C. tienen su origen en disquisiciones teóricas y terminología
cuya fiabilidad es muy limitada, toda vez que tener real utilidad y considerar son plausibles las observaciones
en

cuestión de requiere las mismas surjan de una revisión médica  de los prenombrados, lo que no aconteció”
(sic).

El Tribunal de mérito, valoró también prueba documental, inicialmente, la presentada por el Ministerio
Público, bajo los códigos siguientes:

“F-1” Acta de Denuncia; “F-2” Certificado de Nacimiento de W.F.Y.C.; “F-3” Certificado de Nacimiento de
J.L.Y.C; “F-4” Certificado Médico Forense de un examen practicado a la menor víctima; “F-5” Certificado
Médico Forense de un examen practicado al menor víctima; “F-6” Referencia Psicológica efectuada a la
menor víctima; “F-7” Informe preliminar emitido por la psicóloga de la Defensoría de la Niñez y
Adolescencia de la comuna Adela Zamudio, que realizó valoración psicológica a los menores víctimas; “F-8”
Acta de Inspección y/o Reconstrucción, realizada en el domicilio ubicado en la calle Mama Ocllo Nº 958;
Informe Pericial emitido por la psicóloga Ilosva Miranda Prado, respecto al evaluación psicológica practicada
al menor J.L.Y.C.; “F-10” Informe Pericial emitido por la psicóloga Ilosva Miranda Prado, sobre la evolución
psicológica practicada a  W.F.Y.C.; “F-11” Acta de Reconocimiento de Persona, en la que la menor víctima
reconoció como su agresor a Raúl Rene Juaniquina; “F-12” Acta de Reconocimiento de Persona, en la que el
menor víctima reconoció como su agresor a Raúl René Juaniquina; “F-13” Informe Social Pericial, elaborado
por el Lic. David P. Llanos Barja del Centro una Briza de Esperanza; “F-14” Acta de Audiencia de
Declaración Anticipada de los menores víctimas.

Sobre toda la prueba anteriormente señalada, valorándola, el Tribunal de Sentencia, concluyó: “…que aquella
codificada desde F-2 hasta F-5 e igualmente desde F-9 hasta F-12 y la F-14 deben ser valoradas como MUY

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RELEVANTES, para el esclarecimiento del hecho que motiva el juicio, porque en general ratifican
plenamente los asertos esenciales en los que se sustenta la acusación, a saber; que W.F. y J.L.Y.C. a la fecha
de la revisión médica forense -13 de agosto  y 21 de septiembre del año 2009- tenían 14 y 12 años
respectivamente, (F-2 y F-3) así como que presentan signos físicos característicos  de haber iniciado
prematuramente su vida sexual, pues la primera tendría desgarros himeneales antiguos y el segundo presenta
dilatación del esfínter anal y desgarros antiguos perianales (F-4 y F-5) e igualmente se observa ambos
muestran sicopatología coherente con la vivencia de un trauma de esa índole, que los afectó
significativamente, (F-9 y F-10) reconociendo de manera uniforme y reiterada tanto en la entrevista con la
psicóloga como en el reconocimiento de persona (F-11 y F-12) y en la declaración anticipada, (F-14) al
imputado Raúl Juaniquina como quien los agredió sexualmente cuando aquella (W.) contaba con 11 años y en
varias oportunidades al adolescente  J.Y. desde antes de que cumpliese sus 12 años. De igual manera se valora
como RELEVANTES la prueba de cargo que se indica en las siguientes líneas, toda vez que por medio de
dichas literales se acreditan algunas de las circunstancias expuestas en el pliego acusatorio, a saber: que la
denuncia por el delito que motiva la causa fue presentada contra el imputado el 13 de agosto de 2009 (F-1) y
que los adolescentes prenombrados mostraban mucho temor hacia su agresor, por lo que debido a ello
guardaron silencio por mucho tiempo, (F-6) así como que las referencias de abuso sexual afectaron
emocionalmente a la menor W.Y. (F-7); a su vez se advierte que del tenor  de la inspección  del lugar del
hecho se colige sin verosímiles las referencias dadas sobre los lugares donde se produjeron las agresiones
sexuales (F-8) y que de acuerdo al informe social existe temor de los menores aludidos hacia el imputado e
igualmente un desempeño escolar regular y referencias de que hubo cambios de comportamiento en W.  y J.
Y.” (sic).

Posteriormente, valoró la prueba presentada por la acusación particular de la siguiente manera:

“A-1” Informe Pericial elaborado por la psicóloga Ilosva Miranda Prado, que informó sobre la evolución
psicológica practicada a W.F.Y.C.; “A-2” Informe Pericial elaborado por la psicóloga Ilosva Miranda Prado,
que informó sobre la evolución psicológica practicada a J.L.Y.C.; “A-7” Informe Académico suscrito por la
Directora de la Unidad Educativa  “La Salle”, referente a la alumna W.F.Y.C.; “A-8” Certificado Médico
elaborado por médico neurólogo  practicado a J.L.Y.C.; “A-9” Informe del Centro de diagnóstico; “A-14”
Certificado emitido por la Dirección Departamental de Eterificación de Oruro, respecto a Emma Capari
Fernández; “A-15” Nota e Informe emitido por la abogada y la psicóloga de SEDEGES, relativa a la
declaración informativa prestada por la menor víctima; “A-16” Nota Informe emitido por la psicóloga de
SEDEGES, relativa a la declaración informativa del menor víctima; “A-17” Corrección de Informe respecto a
informe remitido por procesos iniciados contra Ariel Yucra Mamani y contra Ariel Yugar Mamani.

El Tribunal, valorando la prueba precitada, señaló: “Analizada de forma integral y conforme a la sana crítica
la prueba de la acusación particular, se valora aquella que se detallará en líneas siguientes como
RELEVANTE al esclarecimiento del hecho que es objeto de juicio porque se estima en general resulta
complementaria de la prueba del Ministerio Público, toda vez que permite ver que la menor W.Y. tuvo un
rendimiento académico bueno desde el año 2001 hasta el 2005 y que desde el 2006 hasta el 2008 el mismo
fue de regular a bajo y por su lado que el menor J.Y. repitió el segundo curso el 2005 y el cuarto curso el
2009, lo que determina se concluya su rendimiento fue bajo (A-7) aspecto que de acuerdo a la doctrina en la
materia, constituye un indicador de afectación en la menor ante  la agresión sexual por ella referida; a su vez
se observa que en los informes codificados como A-15 y A-16, existen referencias sobre lo dicho por los pre –
aludidos menores a tiempo de relatar la agresión sexual de la que fueron víctimas, mismo que es coincidente
en general con el expuesto en los pliegos acusatorios fiscal y particular. Cabe se valore de otra parte como
irrelevante el resto de la prueba documental, en razón a que se refiere a cuestiones cuya relevancia es mínima
o nula para el esclarecimiento de los hechos por su redundancia” (sic).

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Respecto a la prueba de descargo, se tiene que la codificada como DP-1 Dictamen de Pericia Médico Forense,
emitido por la Dra. Claudia  Suazo Oblitas, fue valorada como MUY POCO RELEVANTE, “…en razón a
que las consideraciones que en la pericia se efectúan tienen un sustento teórico que

si bien es ilustrativo desde el punto de vista académico, no permite pueda darse mayor  trascendencia a sus
conclusiones por carecer de una comprobación empírica que surja de un examen médico forense de los
menores” (sic).

En cuanto a la prueba extraordinaria, “PE-1” Informe Médico Forense realizado por el médico forense
Abraham Quinteros Virreira, en el consultorio del IDIF, a los menores víctimas, el Tribunal de Sentencia, le
otorgó un Valor probatorio MUY RELEVANTE “debido a que conforme se explicitará más adelante, permite
se adquiera convicción de la existencia del ilícito atribuido al imputado” (sic).

En el “III. CONSIDERANDO”, relativo a la “FUNDAMENTACIÓN JURÍDICA”, el Tribunal de Sentencia,


luego de consideraciones doctrinales señaló: “Analizados los elementos probatorios valorados  en la especie
acorde  al marco normativo y doctrinal referido, nos llevan a establecer la existencia de dos hechos ilícitos, al
haberse acreditado que W.F.Y.C. y J.L.Y.C., de acuerdo a sus certificados de nacimiento, para la época de los
hechos contaban con 11 años cada uno de ellos; en cuyo mérito, siendo menores de 14 años, no corresponde
efectuar mayores fundamentos en cuanto a la concurrencia de violencia física o psicológica de parte del sujeto
activo del hecho. En tal entendido y habiendo sido los referidos menores sometidos a una revisión médica por
los médicos forenses Juan Carlos Ayala Verduguez y Miriam Rocabado Carvajal, se verifica que los mismos
presentan signos de haber sufrido agresiones sexuales, al evidenciar en la menor W.F.Y.C. ante un examen
genital, desgarros de himen antiguo a Hrs. 2, 5, 7 y 11, siendo posteriormente corroborada la existencia de las
lesiones por el médico forense Dr. Abraham  Quinteros, al sostener que al examen genital se observa los
desgarros  antiguos en membrana himeneal a Hrs. 5, 7 y 11 aclarando sin embargo que en su declaración
haber advertido que dicha menor presenta escotadura (signo congénito), como a Hrs. 2, dejando
absolutamente establecida la existencia de penetración de un objeto con dimensión mayor a orificio vaginal de
una niña, provocando los consiguientes desgarros en la membrana himeneal  desde su borde libre hasta el
borde de implantación, lesión que de acuerdo a la doctrina moderna, como el Tratado de Medicina Legal y
elementos de patología forense del Dr. José A. Patitó, se advierte no ser una regla que los desgarros  del
himen  se sitúen específicamente en determinados lugares, según el tipo de himen, sino que éstos son atípicos
o caprichos, tal como además sostiene el médico forense Dr. Abraham Quinteros, añadiendo que ello depende
mucho de la intensidad de la agresión, la edad del agresor y de la víctima, como la posición de sus cuerpos al
momento del coito. Acontece lo propio respecto al menor J.L.Y.C., al presentar signos de agresión sexual,
toda vez que se habría observado en el examen proctológico, tiene el esfínter anal dilatado, hiperhermico,
irregular, región perianal, con disminución de pliegues radiados mucosa deslustrada, desgarros antiguos
perianal, llevando a diagnosticar el descapuchamiento del prepucio, desgarros antiguos perianales y
traumatismo perianal  reiterado, signos que a la luz del nuevo informe médico practicado por el médico
forense Abraham Quinteros, (que resulta ser complementario al descrito previamente al brindar mayores datos
descriptivos en cuanto a las lesiones halladas de acuerdo a los entendidos en la materia) dan cuenta de la
existencia de una dilatación anal refleja del esfínter externo e interno, con presencia  de heces fecales, sin
maniobra de tensión denominado ano infundibular, realizando la maniobra de separación de los glúteos se
observa que la dilatación se amplía a más de 2 cm y es de forma irregular  con presencia de desgarros ya
cicatrizados a Hrs. 2 - 5 – 7, las cuales van desde la región  cutáneo- mucosa peri- anal hasta el interior del
canal del ano con pérdida de las características anatómicas y fisiológicas del esfínter anal interno y externo,
observándose también borramiento de pliegues del esfínter anal desde horas 10 a 2 según las manecillas del
reloj, signos que de acuerdo a los entendidos, como el médico forense consultado e incluso el autor precitado,
resultan propios de una agresión sexual grave, pues no obstante el tiempo transcurrido, aún son visibles,

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mostrando incluso un daño interno que aún a la fecha difícilmente retoma su normalidad, pudiendo incluso
haber perdido la voluntad de cerrar el ano, abalándose por ello la existencia del hecho más allá de la duda
razonable; muestra de ello es que la propia defensa, no obstante de cuestionar aspectos formales de la
introducción al proceso de los informes médicos, se adhiere a la misma y asume como cierto la existencia del
asalto sexual, aunque negando sin embargo la autoría del acusado, permitiendo consecuentemente no ingresar
al análisis mas exhaustivo al respecto.

Por otra parte, en cuando a la identidad del presunto responsable de la comisión del hecho ilícito, corresponde
inicialmente remitirnos al testimonio de los menores víctimas, quienes de manera categórica relatan en
esencia, que cuando W.F.Y. tenía 11 años, Raúl Juaniquina a quien llama ‘padrino’, consiguió que a misma
suba a la habitación del encausado, donde procedió a despojarla de su pantalón y poniéndose un preservativo,
se subió encima de ella introduciéndole su pene a su vagina para luego una vez consumado el acto,
amenazarla para que no contase lo ocurrido bajo advertencia de matar a su papá. De igual manera se tiene que
J.L.Y., resumidamente señala que estando viviendo en la casa de don René, en varias oportunidades este
sujeto consiguió introducirlo al baño y a la habitación de su inmueble donde le tocaba lo de atrás y lo de
adelante (señalando sus partes íntimas), poniéndole un líquido de un tarrito para luego penetrarlo.
Identificación que reiteran en el acto de desfile identificativo, sosteniendo que el autor de los hechos
denunciados era Raúl René Juaniquina Soto. Consiguientemente, las afirmaciones de las víctimas, resultan
relevantes, tratándose de un delito donde difícilmente existen testigos presenciales y como en la especie,
acontece la versión de las víctimas generalmente resulta ser la prueba esencial para identificación del agresor,
correspondiendo por ende, otorgar al testimonio de los menores la suficiente fiabilidad, más aún si de toda la
prueba descrita no existe evidencia alguna que ponga en entredicho tales aseveraciones, ni se percibe
objetivamente, motivos o intereses que las víctimas o terceros tuvieran para acusar falsamente al imputado,
por el contrario, se advierte uniformidad y

persistencia en su relato, al sostener de manera conteste y reiterada las circunstancias del hecho y la identidad
del autor, ante su progenitora y ante terceros, entre ellas la Juez de Instrucción, profesionales sicólogas, como
la de la Defensoría de la Niñez y la Perito y ante los miembros de éste Tribunal, exponiendo su verdad en un
lenguaje sencillo, acorde a su edad y con la consiguiente dificultad natural y nerviosismo, logrando precisar
fundamentalmente el lugar de la agresión, como es el dormitorio y el baño debajo de las gradas del domicilio
del imputado, cuya descripción en cuanto a su tamaño y ubicación, fueron en general corroborados por los
testigos de descargo Angélica Vásquez Píta y D. Rubén Delgadillo Cándia, así como por el acta de
inspección, permitiendo asumir por ende su credibilidad, ya que nadie miente sin motivo o interés y como se
sostuvo, no existen razones positivas para dudar de su testimonio.

Debe sumarse a ello y de manera significativa, que la percepción de credibilidad indicada, se solventa aún
más con lo concluido por la perito psicóloga Ilosva Miranda Prado, quien habiendo efectuado un abordaje
científico de las víctimas, a través de pruebas e instrumentos, se evidencia la fidelidad del discurso de los
niños, libre de manipulación de terceras personas, permitiendo además su diagnóstico aclarar la razón de a
demora de las víctimas en romper el silencio (…).

A éste análisis debe sumarse de manera significativa, que lo referido por las víctimas, también se encuentran
corroborado por los antecedentes médicos ya analizados, toda vez que en razón la edad de las víctimas y la
agresividad del acceso carnal, estos dejaron no solo signos en el cuerpo, sino también secuelas sicológicas,
como resalta la nombrada perito…” (sic).

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II.3.        Auto de Vista.

El Tribunal de alzada en el Auto de Vista impugnado, específicamente en el “CONSIDERANDO II:”, titulado


“FUNDAMENTOS JURÍDICOS  DE LA RESOLUCIÓN…” (sic), en lo atinente a la denuncia por defecto
de Sentencia basada en medios o elementos probatorios no incorporados legalmente a juicio, concluyó:

En cuanto a la denuncia referida a que la prueba de cargo codificada como “F-4 y F-5”, consistentes en los
exámenes médicos de las víctimas, eran inexactos, contradictorios e incompletos, que propició la presentación
de la pericia médico legal codificada como “PD-1”, realizada por la perito Claudia Zuazo, que fue expuesta
por la referida profesional y a la que el Tribunal le otorgó poco valor probatorio; el Tribunal de alzada,
transcribiendo la parte del acta de juicio oral que consideró pertinente, relativa a la duda que causó al Tribunal
de mérito la pericia realizada por la defensa; concluyó que: “La acusación particular manifestó su
conformidad con la revisión médica para que se llegue a la verdad, por un médico que el Tribunal determine;
consultada la defensa si estaba de acuerdo con la nueva pericia dispuesta de oficio, con los puntos que las
partes propongan, para tener una mayor convicción de las agresiones sexuales acusadas, a ser cubiertas por las
partes, la defensa manifestó expresamente su conformidad con que se realice una nueva pericia médica; a
cuya emergencia la Presidenta del Tribunal determinó que las partes a primera hora de la tarde presenten los
puntos de pericia para poder organizar los mismos y sean puestos a conocimiento del médico forense; en cuyo
mérito el Dr. Abraham Quinteros Virreira, Médico Forense del Distrito de Cochabamba, presentó su informe
en fecha 02 de 05 de 2012 ante el Tribunal de Sentencia.

De dichos actuados, se tiene que la defensa no objetó ni se opuso a la prueba bajo las condiciones
extraordinarias en que fue producida, a mérito del correspondiente justificativo, de buscar la verdad material y
administrar justicia con objetividad; al contrario, la defensa expresó libre y voluntariamente estar de acuerdo
con la prueba por un médico forense, quien en su condición de funcionario público bajo juramento de prestar
el servicio técnico bajo las leyes del país, puede prescindir de prestar nuevo juramento, mismo que está
previsto para profesionales independientes designados como peritos, máxime cuando el apelante en su
oportunidad no hizo tal observación, interviniendo en la producción de la prueba extraordinaria.

Al margen de ello, las partes tuvieron oportunidad de presentar sus puntos de pericia, sobre los que informó
en médico forense conforme a las disposiciones de los Arts. 213 y 214 del CPP., en compatibilidad con el Art.
15 Num. 7 de la Ley N° 2033; toda vez que el propio apelante afirma que por memorial de 27 de abril señaló 
sus puntos de pericia y anunció la participación de la consultora técnica Dra. Fernanda Monroy” (sic).

Por otra parte, respecto a la espera de veinticinco minutos por la consultora técnica, sin que los menores se
hagan presentes para ser examinados por el médico forense Dr. Abraham Quinteros Virreira, impidiendo que
la Dra. Monroy observe la forma del desarrollo de la pericia, ni realizar las observaciones correspondientes; el
Tribunal de apelación señaló: “dicha circunstancia no priva de validez el acto, en razón de la previsión
contenida en el ya citado a Art. 15 Num. 7 de la Ley N° 2033, considerando que no se trata de supuestos
hechos de violación a mayores; máxime cuando se ha justificado la demora de los niños en su preparación
psicológica por la psicóloga de la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, al tratarse de una prueba que por su
naturaleza causa inminente revictimización, retrotrayendo el trauma vivido; por lo que quedaba a criterio de la
defensa retirarse o aguardar pacientemente la presencia de los menores, que no obstante estar amarados por
los Arts. 60 de la Constitución Política del Estado, 15 Num. 7 de la Ley de Protección a las Víctimas de

12
Delitos Contra la Libertad Sexual, accedieron a someterse una vez más a una agobiante revisión médico
forense, con la intención de mostrar su verdad; y conforme la última disposición legal citada, en caso de la
víctima menor de edad, mediante sus representantes legales admita la repetición del examen, estará
acompañada de un psicólogo, de su abogado y de una persona de confianza; norma proteccionista que no
permite la intervención de otras personas distintas a las nombradas en la revisión médica de menores víctimas
de delitos contra la libertad sexual, en resguardo de sus derechos fundamentales a la integridad psicológica y
sexual, y a la dignidad,

amparados por los Arts. 15-I y II y 22 de la Constitución Política del Estado” (sic).

En cuanto al argumento de que el médico forense presentó un informe, no un dictamen, y que conforme el
mismo, la participación de los médicos forenses Dorian Chávez y Heidy Arteaga, vulneraron los arts. 211 y
209 del CPP, por no haber sido designados peritos, ni prestaron juramento de ley, el Tribunal de alzada
señaló: “al respecto cabe destacar que las formas de los actos no constituyen defecto que pueda acarrear
nulidad, en razón a que se sobrepone a ellos la verdad material como fin último de la justicia, y principio
fundamental que rige la jurisdicción ordinaria por mandato del Art. 180-II de la Constitución Política del
Estado; es decir que la denominación de Informe o Dictamen, no hace variar la esencia de la información útil
a ser valorada con los demás elementos probatorios, a efectos  de pronunciar una Sentencia justa” (sic).
Señaló también con relación a la presencia de los otros dos médicos forenses en el acto, que ninguno participó
en la revisión médica, razón por la que no suscribieron la prueba PE-1, por lo que no viciaría de invalidez el
acto, que contrariamente, la presencia de ambos dejó testimonio de la forma técnica en que se realizaron los
exámenes.

Respecto a la alegación de que no cursa la valoración de la declaración del Dr. Abraham Quinteros, sino
únicamente la prueba PE-1, el Tribunal de apelación, señaló que dicho profesional fue designado para
efectuar una nueva revisión médica a las víctimas menores de edad y a responder los puntos de pericia, que no
fue propuesto como testigo de cargo o descargo, por lo que su intervención en la audiencia se limitó a
absolver algunas preguntas sobre la labor que cumplió dentro el proceso, para explicar lo atinente a la prueba
específica y no sobre los hechos que motivaron el proceso, por lo que no existe atestación de dicho
profesional, sino un “…Informe Médico Legal explicado en la Audiencia de Juicio Oral, que ha sido valorado
por el Tribunal de Sentencia, conforme contradictoriamente manifiesta la defensa, al afirmar que dicha prueba
cobra relevancia con el valor probatorio de muy relevante y que gravitó en la decisión del Tribunal, ya que es
a partir de ella que el Tribunal adquirió convicción de su supuesta participación del hecho ilícito, incidiendo
en su condena” (sic).

El Tribunal de alzada, sobre la base del análisis realizado, concluyó que lo afirmado por el apelante no era
evidente, ya que no advirtió quebrantamiento del debido proceso, de derechos fundamentales ni garantías
constitucionales del imputado, tampoco que se haya generado indefensión, máxime -dijo- cuando el art. 180
primer parágrafo de la CPE, sustenta la administración de justicia en el principio de verdad material (y otros),
que significa: “la prevalencia de la celeridad procesal en búsqueda de la administración de justicia objetiva,
pronta y oportuna, por sobre el simple formalismo, considerando que en el caso en particular además de haber
consentido expresamente  las partes la obtención  de la prueba PE-1 en las condiciones formales que se
dieron, su nulidad sólo pudo haber dado lugar la corrección de su denominación de Informe por Dictamen,
manteniéndose lo sustancial de la información probatoria” (sic).

En cuanto a la vulneración de los arts. 206 al 214 del CPP, relativa a la prueba “PE-1”, el Tribunal de alzada
estableció que: “…fue sometida a los principios de legalidad, oralidad, inmediación y contradicción, al haber

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sido de pleno conocimiento de las partes su producción extraordinaria en plena Audiencia de Juicio Oral, sin
haber formulado ningún reclamo oportuno al respecto, excepto por la demora  de los menores en presentarse
ante el médico forense Dr. Abraham Quinteros Virreira y no haber presenciado el examen médico la
consultora Dra. Luisa Fernanda Monroy López, circunstancias que tienen un justificativo atendible y legal,
respectivamente, y no ameritan la nulidad, conforme los argumentos expuestos precedentemente; de lo que se
infiere que no existe vulneración a los Arts. 206 al Art. 214 del CPP” (sic).

Finalmente -sobre el motivo objeto de análisis en el recurso casacional- el Tribunal de apelación concluyó
que: “La Sentencia se basa en todos los elementos probatorios presentados por las partes, no siendo el único
parámetro de valoración para la  toma de la decisión, pues la prueba PE-1, no obstante hárbesele asignado un
valor muy relevante, existiendo otras pruebas técnicas consideradas como relevantes, de cuya valoración
integral el Tribunal de Sentencia ha llegado a una determinada convicción; no siendo razonable que la defensa
afirme que, basándose única y exclusivamente en la prueba pericial PD-1, de descargo, contrastado con las F-
4 y F-5 que tiene como ambiguas , el Tribunal no hubiese adquirido la misma certeza, cuando ésta no es la
única prueba incriminatoria existente, habiéndose calificado también como muy relevantes las declaraciones
de los menores víctimas; así como otras pruebas como trascendentes , importantes y relevantes, que en su
valoración conjunta, bajo las reglas de la sana crítica, constituyen el sustento argumentativo de la Sentencia.
Tampoco puede afirmar el apelante que el Tribunal de Sentencia consideró esas pruebas inexactas,
contradictorias e incompletas, cuando aún no habían sido judicializadas ni sometidas a valoración por el
Tribunal A quo, y lo que pretendió al instruir la prueba PE-1 con el consentimiento expreso de las partes,
conforme lo manifestó expresamente la Presidenta del Tribunal, fue aclarar algunas dudas, con la pretensión
de llegar a la verdad material y emitir un fallo justo” (sic).

III. FUNDAMENTOS DEL FALLO Y VERIFICACIÓN DE DENUNCIAS

Conforme se tiene del Auto Supremo de admisión 353/2014-RA de 30 de julio, dentro los límites legales
establecidos por el art. 17 parágrafo II de la LOJ,   corresponde emitir pronunciamiento de fondo a efecto de
verificar las denuncias cursantes en el recurso casacional; sin embargo, con carácter previo, este Tribunal ve
por conveniente puntualizar aspectos que servirán de sustento al presente fallo.

III.1. Marco legal y doctrinal.

III.1.1. Principio procesales aplicables.

Principio acusatorio.

Bovino, define el principio acusatorio como “el desdoblamiento, de las funciones de perseguir y de juzgar en
dos órganos estatales diferentes. El

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principio acusatorio no sería suficiente para separar los roles persecutorios y decisorios, sino se asegura una
efectiva separación entre el Ministerio Público y Poder Judicial, así se mantiene el principio de oficialidad,
pero juez y acusador no son la misma persona.” (BOVINO, Alberto Principios Políticos del Procedimiento
Penal - Buenos Aires 2005. Del Puerto pág. 37).

De la definición anterior se establece la importancia que reviste este principio en el sistema procesal penal
acusatorio, en el que a partir de la separación de roles entre el Ministerio Público y el Órgano Jurisdiccional,
se garantiza la objetividad e imparcialidad en las decisiones finales asumidas por la autoridad jurisdiccional
(art. 3 del CPP); toda vez que, a partir de la implementación del sistema acusatorio en el país, se le ha
atribuido al Ministerio Público la titularidad de la acción penal pública y por ende la carga de la prueba (arts.
16 y 6 párrafo tercero del CPP), en tanto que los juzgadores, ya no tienen la función de investigar delitos ni
recabar medios probatorios, como ocurría en el sistema procesal anterior (mixto reformado), sino, por una
parte, ejercen la función de contralores de derechos y garantías (control jurisdiccional), teniendo a su cargo la
protección de las garantías y libertades individuales desde el inicio hasta el fin del proceso; y por otra,
cumplen la función de conocimiento; es decir, la de juzgar los hechos llevados ante ellos, con base en la
acusación y las pruebas en ella ofrecidas, sin que puedan salirse de los límites establecidos por dicha
actuación, garantizando siempre, que en su desarrollo se observen todas las garantías sustanciales y procesales
que informan al debido proceso, estableciéndose así, que el ejercicio jurisdiccional solo es posible a solicitud
de parte.

El principio acusatorio es un presupuesto básico del sistema acusatorio y por ende del enjuiciamiento penal,
cuya vulneración implica la afectación misma del sistema procesal penal vigente en el país. La normativa
interna, recoge este principio en el párrafo segundo del art. 279 del CPP cuando dispone que “Los fiscales no
podrán realizar actos jurisdiccionales ni los jueces actos de investigación que comprometan su imparcialidad”.
Por otra parte, el art. 342 del mismo cuerpo legal (tercer párrafo), de forma taxativa prohíbe al Órgano
Jurisdiccional producir prueba de oficio.

En la línea señalada, el Auto Supremo 341 de 28 de agosto de 2006  emitió la siguiente doctrina legal
aplicable: “A diferencia del sistema inquisitivo que giraba en torno a la investigación, el eje del sistema
acusatorio es el juicio público, oral y contradictorio, donde el proceso penal se concibe como la contienda
entre dos sujetos procesales -defensa y acusador- ubicadas en un mismo plano de igualdad, al final del cual,
como resultado del debate oral y dinámico, el tercero imparcial que es el juez, tomará una decisión.

El juicio concebido como la base del sistema acusatorio y como el momento prioritario del debate probatorio,
es el escenario donde se han de ofrecer y practicar las pruebas, de tal forma que se garantice la inmediación de
las pruebas con el juez y se asegure así su imparcialidad, en virtud a que el juicio permite que la decisión sea
producto del debate entre dos partes iguales -acusador y defensa -, sustentado en las pruebas de parte, cuya
valoración integral fundamentara el decisorio.

Nuestra legislación adjetiva penal, regula implícitamente la separación entre actos de investigación acusación
y actos de juzgamiento, los cuales son exclusivos y excluyentes. Por principio general, el Fiscal no puede
decidir con autoridad judicial sobre cuestiones que afecten los derechos fundamentales de los intervinientes,
ni el Juez puede inmiscuirse en la investigación o acusación produciendo pruebas de oficio.

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Para garantizar el cumplimiento del principio de imparcialidad, previsto en el artículo 3° de la Ley 1970,
ningún precepto de ese Código confiere a los jueces iniciativa en materia probatoria.

Por el contrario, como una manifestación concreta del principio acusatorio introducido a la legislación
nacional, el artículo 342 de la referida norma adjetiva penal, estipula que ‘En ningún caso el juez o Tribunal
podrá... producir prueba de oficio.’

El principio de imparcialidad, propio de los sistemas de corte acusatorio, importa que el juez no tenga
facultades probatorias autónomas, puesto que, si tuviese atribución para producir pruebas de oficio, se dejaría
de lado uno de los pilares fundamentales de nuestro régimen de enjuiciamiento, que se traduce en la
categórica separación entre actos de investigación y acusación y actos de juzgamiento, lo que evita en
definitiva, que el juez predisponga el rumbo del proceso, como podría suceder si dirige o reorienta el destino
final del asunto a través de su injerencia en el tema probatorio.

Además de la norma prevista en el artículo 3º del Código de Procedimiento Penal, diversos tratados consagran
la garantía de ser juzgado por un Tribunal competente, independiente e imparcial, así los artículos 10º de la
Declaración Universal de Derechos Humanos; XXVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre; 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y 8.1 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos, por ello, a efecto de que los titulares del órgano jurisdiccional ejerciten la
independencia del Poder Judicial, tanto externa como interna, y que opera como garantía para los justiciables,
asegurando la realización de un juicio objetivo, imparcial y neutral del juzgador frente al caso concreto; por
ello, el juez o Tribunal no puede producir prueba de oficio, aunque haya sido ofrecida por las partes” (El
subrayado no se encuentra en el texto original).

Resulta ilustrativa respecto a esta temática, la diferencia normativa que existe en Bolivia en cuanto a la
actividad probatoria de oficio con relación a otras legislaciones latinoamericanas, pues el art. 342 del CPP de
manera imperativa dispone en su tercer párrafo lo siguiente: “En ningún caso el juez o tribunal podrá incluir
hechos no contemplados en alguna de las acusaciones, producir prueba de oficio ni podrá abrir el juicio si no
existe, al menos una acusación”, en tanto que otros Códigos como el Código Procesal Penal del Perú, al
regular otros medios y prueba de oficio, dispone en el art. 385.2) lo siguiente: “El Juez Penal,
excepcionalmente, una vez

culminada la recepción de las pruebas, podrá disponer, de oficio o a pedido de parte, la actuación de nuevos
medios probatorios si en el curso del debate resultasen indispensables o manifiestamente útiles para esclarecer
la verdad. El Juez Penal cuidará de no reemplazar por este medio la actuación propia de las partes”. Por su
parte el art. 355 del Código Procesal Penal de Costa Rica, en el supuesto de “Prueba para mejor proveer”,
señala que: “Excepcionalmente, el tribunal podrá ordenar, de oficio o a petición de parte, la recepción de
cualquier prueba, si en el curso de la audiencia surgen hechos o circunstancias nuevas, que requieran su
esclarecimiento”, disposición similar a la contenida en el 359 del Código Orgánico Procesal Penal de
Venezuela, que en las previsiones de su art. 359 señala: “Excepcionalmente, el tribunal podrá ordenar, de
oficio o a petición de parte, la recepción de cualquier prueba, si en el curso de la audiencia surgen hechos o
circunstancias nuevos, que requieren su esclarecimiento. El tribunal cuidará de no reemplazar por este medio
la actuación propia de las partes”.

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Principio de oficialidad.

Este principio se encuentra vinculado con el principio acusatorio, toda vez que sostiene que corresponde al
Estado la persecución penal, a través del Ministerio Público, quien en representación de la sociedad, tiene el
deber de investigar y efectivizar la acción penal cuando corresponda, quedando reservado ese ejercicio
únicamente para los delitos de acción penal pública.

El respecto, el art. 16 del CPP atribuye al Ministerio Público, el ejercicio de la acción penal pública, en el
mismo sentido, el art. 70 de la misma Ley,  establece dentro las funciones del Ministerio Público, la de dirigir
la investigación de los delitos y promover la acción penal pública ante los órganos jurisdiccionales, debiendo
para el efecto realizar todos los actos necesarios para preparar la acusación y participar en el desarrollo del
proceso conforme a las previsiones contenidas en el Código de Procedimiento Penal  y su Ley Orgánica.

Principio de legalidad.

El principio de legalidad, en primer término, implica sometimiento de los poderes (órganos) públicos a la Ley,
constituyéndose en una exigencia de garantía para las partes, brindando seguridad jurídica. Está vinculado con
el principio acusatorio y con el de oficialidad, porque plasma la exigencia al Ministerio Público de investigar
la comisión de delitos y de acusar cuando corresponda; sin embargo, a este principio, se contrapone el
principio de oportunidad.

Principio de celeridad.

Este principio obliga a los operadores de justicia, a resolver los conflictos existentes entre los derechos de las
partes, satisfaciendo el interés público,  valiéndose para ello de los diversos mecanismos establecidos por Ley,
para brindar soluciones de forma eficiente y eficaz, evitando con ello demoras injustificadas o indebidas.

Principio de verdad material.

El principio de verdad material, constituye uno de los pilares de la administración de justicia conforme
dispone el art. 180 parágrafos I de la CPE, que exige al juzgador, anteponer la averiguación de la verdad,
teniendo como fin la justicia, ante cualquier formalidad. Esta exigencia, tiene como límite, no poner en
indefensión a las partes, ni la infracción de derechos o garantías cuya relevancia sea de orden constitucional.

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III.1.2. El principio de legalidad de la prueba.

Este principio constituye un freno al abuso del poder punitivo del Estado, vinculado de forma directa al ente
encargado de la persecución penal. Conforme a este principio, sólo son admisibles como medios de prueba
aquellos obtenidos acorde a las reglas de la legislación procesal y de los convenios internacionales en materia
de derechos humanos; es decir, en cumplimiento de las formalidades concretas instauradas por Ley.

En el procedimiento vigente en el país, para la obtención de prueba se han establecido ciertas regulaciones
que son de cumplimiento obligatorio para todos los sujetos procesales, delimitando los roles de cada actor, así
por ejemplo, de forma taxativa regula a quien corresponde la carga de la prueba (art. 6 del CPP), en tanto que
al juzgador le compete el control jurisdiccional y cuando corresponda el juzgamiento de los casos. Es
importante enfatizar que la obtención de la prueba debe realizarse respetando el procedimiento señalado al
efecto (legalidad) y sin vulneración a derechos y/o garantías reconocidas por la Constitución Política del
Estado y el bloque de constitucionalidad (licitud), lo contrario priva de validez y por ende de eficacia al medio
probatorio conforme establecen los arts. 13 y 172  del CPP concordantes con los  arts. 114 y 410 de la CPE.

III.1.3. La legalidad de la prueba su control en etapa de impugnación.

En apelación restringida, corresponde al Tribunal de alzada, el control de la legalidad y logicidad de la


Sentencia, siempre con base en lo alegado por el recurrente. Ahora bien, cuando se alegue vicio de la
Sentencia descrito en el inc. 4) del CPP, el Tribunal de apelación debe tomar en cuenta, si con la
incorporación y posterior valoración de un medio probatorio, que no cumpla con las formalidades legales, el
Tribunal de mérito vulneró o no derechos y/o garantías constitucionales, y si con ese accionar, se dejó en
estado de indefensión a quien denunció el defecto; pues no es posible anular un juicio, y con ello poner
nuevamente en movimiento todo el aparato judicial, con el único fin de cumplir formalidades que en los
hechos no afecten el fondo del proceso o su resultado final.

Por otra parte, si existiera evidencia de que algún medio probatorio ilegalmente incorporado, sea por ilícito o
por ilegal, el Tribunal de alzada

debe verificar si la Sentencia tiene como único sustento dicho medio probatorio, circunstancia en la cual debe
anular el juicio y disponer el reenvío; pero si contrariamente, es un medio de prueba accesorio, y la Sentencia
es el resultado de la valoración integral de todos los medios probatorios incorporados al juicio, sin que el
medio probatorio denunciado como ilegalmente incorporado, incida en el resultado final del fallo, no
corresponde disponer nulidad de la Sentencia; por lo que, quien pretenda la nulidad del juicio con base en el
defecto de Sentencia descrito en el inc. 4) del art. 370 del CPP, imprescindiblemente debe acreditar
normativamente, que el agravio afectó su derecho a la defensa, dejando al recurrente en  estado de indefensión
material y concreta, proveyendo los argumentos necesarios para la demostración de dicha vulneración.

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Sobre la temática, el Auto Supremo 067/2013-RRC de 11 de marzo de 2013, emitió la siguiente doctrina legal
“El art. 180.I de la CPE establece como un principio constitucional el de la verdad material, desarrollada
como la obligación que tiene todo juzgador en la labor efectuada sobre este principio, anteponiendo la verdad
de los hechos antes que cualquier formalidad. Asimismo el art. 115.I de la referida Ley Fundamental,
reconoce el derecho de acceso a la justicia, al disponer que toda persona será protegida oportuna y
efectivamente por los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos; este derecho,
considerado como el que tiene, toda persona de recurrir ante un Juez o Tribunal superior competente e
imparcial, para hacer valer sus pretensiones; también reconocido por los instrumentos internacionales como la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el art. 8; la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, en su art. 8.2 inc. h); y, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en su art. 14.

En ese entendido, el Tribunal de apelación al resolver un recurso de apelación restringida en el que se


denuncia la existencia de defecto de Sentencia porque se basó en medios o elementos probatorios no
incorporados legalmente al juicio, debe bajo el principio de verdad material reconocido constitucionalmente,
ponderar si la prueba observada o cuestionada como espuria tiene o no la característica de esencial o decisiva
en el fallo emitido por el Juez o Tribunal de Sentencia (…).

En consecuencia para disponer la anulación de la sentencia, no basta con la constatación de que se valoró una
prueba que no fue judicializada de acuerdo a las formas previstas por la ley, sino también debe determinarse si
eliminando hipotéticamente ese elemento de juicio, la resolución recurrida de apelación restringida, está
fundada en otros elementos de convicción que le brinden el necesario respaldo jurídico; de modo que si este
extremo resulta concurrente no corresponde la anulación de la sentencia y consecuente reenvío, porque lo
contrario implicaría nuevamente poner en funcionamiento todo el sistema judicial, para llegar al mismo
resultado, en directo detrimento de los sujetos procesales a quienes se les privaría de acceder a una justicia
pronta, oportuna y sin delaciones” (Las negrillas nos corresponden).

En similar sentido se pronunció la Sentencia Constitucional 0144/2012 de 14 de mayo, que estableció: “…la
estructura del sistema de administración de justicia boliviano, no puede concebirse como un fin en sí mismo,
sino como un medio para obtener el logro y realización de los valores constitucionales, por otra parte, impele
a reconocer la prevalencia del derecho sustantivo sobre el derecho adjetivo o sobre las formas procesales, que
a su vez y en el marco del caso analizado obliga a los administradores de justicia entre otros a procurar la
resolución del fondo de las problemáticas sometidas a su jurisdicción y competencia dejando de lado toda
nulidad deducida de formalismos o ritualismos procesales que impidan alcanzar un orden social justo en un
tiempo razonable”.

III.1.4. Nulidad y principio de trascendencia.

La nulidad procesal, de manera general, significa castigar con ineficacia algún acto jurídico llevado a cabo en
el proceso con inobservancia de algunos de los requisitos que la ley establece para su validez.

19
En la legislación boliviana, el Código de Procedimiento Penal, en la primera parte (Parte General), Libro
Tercero, Título VIII, establece el sistema de control de la actividad procesal defectuosa, que de forma
implícita regula el régimen de nulidades en materia procesal penal, estableciendo en el art. 167: “No podrán
ser valorados para fundar una decisión judicial ni utilizados como presupuestos de ella, los actos cumplidos
con inobservancia de las formas y condiciones previstas en la Constitución Política del Estado, Convenciones
y Tratados internacionales vigentes y en este Código, salvo que el defecto pueda ser subsanado o convalidado.

En los casos y formas previstos por este Código, las partes sólo podrán impugnar, con fundamento en el
defecto, las decisiones judiciales u omisiones de procedimiento que les causaran agravio”.

Por otra parte, el art. 169 del mismo cuerpo legal señala “No serán susceptibles de convalidación los defectos
concernientes a:

1. La intervención del juez y del fiscal en el procedimiento y a su participación en los actos en que ella sea
obligatoria;

2. La intervención, asistencia y representación del imputado, en los casos y formas que este Código establece;

3. Los que impliquen inobservancia o violación de derechos y garantías previstos en la Constitución Política
del Estado, las Convenciones y Tratados internacionales vigentes y en este Código; y,

4. Los que estén expresamente sancionados con nulidad” (Las negrillas son nuestras).

El art. 170 del CPP, refiere: “Los defectos relativos quedarán convalidados en los siguientes casos:

1. Cuando las partes no hayan solicitado oportunamente que sean subsanados;

2. Cuando quienes tengan derecho a solicitarlo hayan aceptado, expresa o tácitamente, los efectos del acto; y,

3. Si no obstante su irregularidad, el acto ha conseguido su fin con respecto a todos los interesados” (Las
negrillas son nuestras).

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Los defectos previamente descritos, se encuentran directamente vinculados a los principios procesales que
rigen las nulidades, cuya finalidad es la de asegurar la garantía jurisdiccional de la defensa (art. 15 parágrafo
III de la CPE); sin embargo, la nulidad procesal encuentra su límite en los principios que la rigen y a su vez
excluyen los actos de la nulidad procesal; pues, bajo ningún aspecto se puede consentir el uso indiscriminado
de esta institución, que de forma lógica atenta al principio de celeridad que es una de las características
principales de nuestro actual sistema procesal, por lo que resulta trascendental  dejar sentando que no todo
defecto y/o irregularidad en un acto procesal o en un procedimiento tiene como efecto la nulidad, tal cual
señala nuestra normativa.

Entre los principios que rigen las nulidades procesales, se tiene entre otros, los siguientes:

El principio de legalidad o especificidad, señala, no hay  nulidad sin texto (pas de nullite sans texte); es decir,
que el acto procesal irregular reclamado, debe estar castigado con nulidad de manera expresa en la ley, no
siendo suficiente que la ley procesal establezca ciertas formalidades, y que ante su omisión o incumplimiento,
se produzca la nulidad, sino, ella debe estar específicamente predeterminada en aquella Ley.

El principio de finalidad de las formas o de instrumentalidad de las nulidades procesales, mantiene que las
nulidades no tienen como fin establecer el incumplimiento de las formas procesales, sino, sostiene que los
actos procesales son válidos si han cumplido sus efectos, no obstante que hubiese algún defecto formal; es
decir, cuando la normativa establece la exigencia de ciertos requisitos para el cumplimiento de un acto
procesal, pero esa formalidad no se encuentra sancionada con nulidad de forma expresa, el acto será válido
aunque haya sido realizado de forma distinta y haya cumplido su fin o su propósito.

El principio de convalidación, establece la posibilitad de subsanar el acto procesal, constituye un remedio


procesal que evita que el acto sea declarado nulo por su efecto “saneador”. Nuestra normativa procesal penal,
consagra este principio en el art. 170 del CPP -transcrito anteriormente- estableciendo los supuestos en los
que la nulidad queda convalidada. Es preciso recalcar que la invalidez de un acto, necesariamente debe ser
estudiada en función a la trascendencia del vicio o defecto alegado, respecto a la garantía alegada como
infringida, consecuentemente, no opera contra actos castigados con nulidad absoluta, por ser inconvalidables.

El principio de trascendencia (pas nullite sans grief), que significa que “no hay nulidad sin perjuicio”; es
decir, que únicamente es posible declarar la nulidad, cuando los defectos procedimentales denunciados
provoquen un daño de tal magnitud que dejen en indefensión material a las partes y sea determinante para la
decisión adoptada en el proceso judicial, debiendo quedar claro que de no haberse producido dicho defecto, el
resultado sería otro, o que el vicio impida al acto cumplir con las formalidades para el cual fue establecido.
Para que opere la nulidad (art. 169 del CPP), quien la solicite debe: i)  Alegar el perjuicio o daño, señalando
de forma clara, cuál el acto que no pudo realizar o que se realizó incumpliendo las formas procesales, no
resultando suficiente una invocación genérica de algún defecto, sin explicación clara y precisa de dichas
circunstancias; ii) Debe acreditar de forma específica la existencia de perjuicio cierto, concreto y real en
desmedro de sus derechos y/o garantías constitucionales, demostrando que la única forma de enmendar el
error es por medio de la declaratoria de nulidad; iii) Debe existir interés jurídico en la subsanación, por lo que 

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quien solicita nulidad, debe explicar por qué la solicita, toda vez que el argumento de impetrante es el que
permite, al juzgador, establecer el ámbito de pronunciamiento. 

El principio de protección, referido a que nadie puede solicitar la invalidez de un acto cuando esa es la parte
que provocó la causal de nulidad, aplicándose el aforismo “nemo auditur propriam turpitudinem allegans”,
que interpreta como “nadie será oído si alega su propia torpeza”, pues nadie puede ir legítimamente contra sus
propios actos.

El principio de Subsanación, que establece que no hay nulidad si el vicio alegado, no influye en el sentido o
resultado del fallo o en las consecuencias del acto viciado, por lo que puede ser objeto de subsanación sin que
afecte al fondo del proceso.

Todos estos principios (y otros que no fueron citados) orientadores de las nulidades, deben ser interpretados
de manera restrictiva cuando se alegue nulidad. Se debe tomar en cuenta el interés y la magnitud del
detrimento ocasionado, toda vez que “no hay nulidad por la nulidad misma”, sino, requiere para su
declaración, que el incumplimiento de las formas se traduzca en un efectivo detrimento a los intereses de la
defensa; es decir, que este tenga relevancia constitucional, lo contrario implicaría aceptar nulidades con base
en un excesivo formalismo, que en muchos de los casos daría lugar a la invalidación de una gran cantidad de
actos y en algunos casos de procesos, afectando con ello la búsqueda de la verdad material, por errores u
omisiones involuntarias, en clara infracción al principio de celeridad (art. 115.II de la CPE).

Respecto a los defectos absolutos, este Tribunal de justicia, en el Auto Supremo 021/2012-RRC  de 14 de
febrero de 2012, señaló: “El Código de Procedimiento Penal, tiene por finalidad regular la actividad procesal,
en cuyo trámite pueden presentarse dos tipos de defectos, los absolutos y los

relativos, que se diferencian en que los primeros no son susceptibles de convalidación y los otros quedan
convalidados en los casos previstos por la norma; destacando, que la diferencia sustancial de los defectos
absolutos y relativos, radica que el defecto absoluto, implica el quebrantamiento de la forma vinculado a la
vulneración de un derecho o garantía constitucional; en cambio, en el defecto relativo al no afectar al fondo de
las formas del proceso, pueden convalidarse si no fueron reclamados oportunamente, si consiguieron el fin
perseguido respecto a todas las partes y cuando quien teniendo el derecho a pedir que sean subsanados,
hubiera aceptado expresa o tácitamente los efectos del acto defectuoso; a esto debe añadirse que las formas
procesales precautelan el ejercicio de los derechos de las partes y las garantías constitucionales; en
consecuencia, no se puede decretar la nulidad, sino sólo cuando hay un defecto que por haber causado una
afectación a un derecho o garantía constitucional se constituye en absoluto; es decir, la nulidad no deriva sólo
del quebrantamiento de la forma, pues es necesario que ese quebrantamiento haya afectado los derechos de
alguna de las partes y que ésta haya demostrado el agravio para poder solicitar la anulación del acto
denunciado de ilegal” (Las negrillas son nuestras).

III.2. Análisis del caso en concreto.

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El recurrente acusa que en alzada denunció que la Sentencia incurrió en el defecto absoluto previsto por el art.
370 inc. 4) del CPP, por basarse en medios o elementos probatorios no incorporados legalmente a juicio, toda
vez que:

1)        El Tribunal de Sentencia decidió la producción de un nuevo dictamen pericial al amparo de los arts.
209 y 214 del CPP, ello en consideración a que los certificados médicos forenses fueron inexactos,
contradictorios e incompletos, sin justificar si la ambigüedad, insuficiencia o contradicción, tenía su origen en
los certificados médicos forenses “F4 y F5”, o en la prueba literal de descargo “DP-1”, que a decir del
recurrente, develó las imprecisiones y contradicciones en las que incurrieron los médicos forenses al examinar
a las víctimas menores.

2)  La Sentencia, en su redacción “pretende dar a entender” que la prueba extraordinaria “PE-1”, fue
producida a instancia del Ministerio Público y la acusación particular, aseveración que resultaría falsa por
cuanto fue el Tribunal de Sentencia el que decidió producir la prueba extraordinaria designando al perito Dr.
Abraham Quinteros, para que realice las pericias a las víctimas. Reitera argumentos y señala que: “Ante la
supuesta ambigüedad, fue el tribunal a quo quien propuso la realización de un nuevo dictamen, el mismo que
se halla plasmado en la prueba extraordinaria codificada como PE.1, vulnerando así la prohibición que
compromete la imparcialidad, en la cual los jueces y tribunales de sentencia en materia penal, se hallan
vedados de producir prueba” (fs. 580).

3)        Además de proporcionar los puntos de pericia, se comunicó la participación de  Fernanda Monroy
conforme prevé el art. 213 del CPP, quien a raíz de la tardanza de más de veinticinco minutos de los menores,
no pudo estar presente en la revisión médica, observación que -dice- se sustenta en la certificación presentada
en audiencia de juicio oral que cursa en obrados y que no fue referida por el Tribunal.

4)  El perito no presentó juramento de ley de aceptación del cargo, aspecto corroborado en audiencia y que
vulnera el art. 211 del CPP, de igual manera emitió un informe y no un dictamen como correspondía
vulnerando el art. 213 del citado cuerpo legal.

5)        En la pericia participaron otros dos profesionales que no fueron designados en esa condición.

6)   En la sentencia no cursa la valoración de la declaración del perito.

7)        La defensa solicitó la exclusión de la prueba extraordinaria, en el entendido que se produjo la pericia
bajo el alcance del art. 206 del CPP, cuando esa atribución corresponde al fiscal en la etapa preparatoria;
solicitud que fue rechazada.

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8)        Sostiene que la prueba ilegalmente incorporada al proceso, por no cumplir las formalidades legales,
gravitó en la decisión  del Tribunal, porque fue a partir de esa prueba que el Tribunal adquirió convicción de
su supuesta participación en el hecho ilícito que le fue atribuido.

Además, el recurrente sostiene que el Tribunal de alzada, ante la denuncia por defecto de la Sentencia, se
limitó a realizar una interpretación subjetiva de la normativa procedimental, sin respaldo de norma positiva.
Refiere también, que no tomó en cuenta que el Tribunal de Sentencia emitió el fallo admitiendo prueba que
introdujo ilegalmente, incurriendo en actividad procesal defectuosa; contrariamente, ante las denuncias
efectuadas en el recurso de apelación restringida, el Tribunal de apelación, pretendió suplir las omisiones de
la Sentencia con el siguiente argumento: i) El médico forense no tenía obligación de prestar juramento; ii) La
designación de perito en juicio compete al Juez o Tribunal, y no debe confundirse con la designación que hace
el Fiscal (art. 206 del CPP) en el que requiere de juramento y correspondiente aceptación del cargo; iii) la
denominación de Informe o Pericia no hacen variar la esencia de la información útil a ser valorada con los
demás elementos; iv) el Tribunal de Sentencia reconoció que la designación provino de su parte para una
nueva revisión médica, acto procesal que no se encuentra en el ordenamiento y que en juicio no se le exigió
una atestación sino una explicación del informe médico; v) se antepone el principio de verdad material a las
formalidades procesales para suplir las falencias del Tribunal de Sentencia en la incorporación de la prueba, y;
vi) no basta someter a la prueba a los principios de legalidad, oralidad, inmediación y contradicción sino
también a las formas para su admisión.

Del estudio íntegro del recurso de casación, así como de los demás actuados pertinentes, se establece que
todas las observaciones surgen a partir de la emisión de la literal codificada como “PE-1”, consistente -según
refiere el imputado- en un Informe Médico Forense, respecto a las valoraciones realizadas a los menores
víctimas; documento que, acorde informan el recurso y el acta de audiencia de juicio oral, surgió a partir de la
inquietud del Tribunal de Sentencia; es decir, de oficio, cuya Presidenta señaló que la pericia médica realizada
por la defensa, codificada como “DP- 1”, causó dudas, razón por la que convocando a las partes, explicó la
necesidad de que se proceda a una nueva revisión médico forense por un profesional imparcial. Esta inquietud
fue acogida positivamente por todas las partes, quienes con la finalidad de que se emita una Sentencia basada
en información imparcial, acordaron proponer puntos para la pericia; es más, se advierte que la defensa fue
consultada de forma expresa, quien aceptó a viva voz la realización de una nueva valoración médica forense,
solicitando que se permita a su consultora técnica estar presente.

Se advierte también que, una vez reiniciada la audiencia -acorde informa el acta de audiencia de juicio oral- la
defensa intentó restar legalidad al Informe presentado por el médico forense a través de éste, que se hizo
presente con el fin de explicar el informe evacuado, surgiendo en ese momento un incidente respecto a la
calidad de su intervención, si en calidad de perito o de médico forense, situación que fue aclarada por la
presidenta del Tribunal, quien señaló que era en calidad de médico forense, tal cual se había acordado en
audiencia previa.

Se evidencia además, que en audiencia posterior (fs. 493), la defensa  inicialmente observó que la prueba
extraordinaria no fue leída en audiencia, por lo que existiría duda sobre su incorporación, razón por la que la
Presidenta del Tribunal ordenó se proceda a la lectura de dicha prueba, momento en el que la defensa solicitó
la exclusión probatoria del Informe médico evacuado por el médico forense Abraham Quinteros Virreira, por
no cumplir con las formalidades de los arts. 172 y 214 (se entiende del Código de Procedimiento Penal);
incidente que fue rechazado, lo que originó que la parte imputada plantee reposición del Auto interlocutorio,

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con el fundamento de que no podía confundirse una pericia con un informe médico, que el Tribunal basó su
decisión de realizar una nueva pericia en el art. 214 y que el art. 209 (se asume del Código de Procedimiento
Penal), faculta al Tribunal para que pueda designar peritos en cualquier etapa del proceso; que el art. 206
señala que es el Ministerio Público quien puede ordenar un nuevo examen médico; que en este caso se
propuso una pericia y correspondía tomar juramento o promesa al perito, sin que se haya cumplido con esta
formalidad; que el art. 209 hace referencia a la facultad del Tribunal de designar peritos cuando los
dictámenes sean ambiguos, insuficientes y contradictorios; que Claudia Suazo -su perito- realizó la pericia
contra un examen médico forense que no está al mismo nivel porque no se practicó conforme el art. 213; que
correspondía al Dr. Quinteros presentar dictamen pericial y no un certificado médico; que estuvo presente su
consultora técnica, pero se retiró ante la demora de las víctimas; que no se cumplieron las reglas de la pericia
conforme dispone el art. 204; que no se sujetó a la ley al no guardar las formalidades, vulnerándose el derecho
a la defensa, reiterando la exclusión de la prueba al amparo del art. 172 del CPP. Solicitud que obtuvo como
respuesta que el Tribunal mantenga incólume el Auto.

Del análisis de las alegaciones cursantes en el recurso, contrastadas con las actuaciones procesales, se advierte
que la denuncia descrita en el punto “2)” de este acápite, por los alcances que podría revestir, debe ser
examinada con carácter previo a las demás alegaciones, consecuentemente se pasa a su análisis.

El recurrente, en el inc. 2), denuncia que el Tribunal de Sentencia, en la redacción del fallo, dio a entender que
la prueba extraordinaria “PE-1” habría sido producida a instancia del Ministerio Público y de la acusación
particular, aseveración que refuta y contrariamente afirma que es falsa, toda vez que sería el Tribunal de
Sentencia el que decidió producir la prueba extraordinaria designando al perito Dr. Abraham Quinteros, para
que realice las pericias a las víctimas, que el resultado de esa designación fue plasmado en la prueba “PE-1”,
afirma que con esa designación el Tribunal comprometió su imparcialidad, por estar vedado de producir
prueba (fs. 580).

De la denuncia precedente, este Tribunal advierte que se encuentra ante una situación poco común, en la que
el recurrente de forma incongruente y en manifiesta deslealtad procesal, denuncia que la prueba
extraordinaria, motivo del recurso en examen (PE-1), fue producida de oficio por el Tribunal de Sentencia,
quien comprometió con ese accionar su imparcialidad; sin embargo, de actuados se evidencia que el
recurrente, por medio de su abogado defensor, en todo momento estuvo de acuerdo con la obtención de dicho
medio probatorio, en la forma y condiciones en las que fue propuesta por el Tribunal. Por otra parte, alega el
incumplimiento de requisitos formales en dicho medio probatorio, respecto a que si se ordenó una pericia o un
informe; en cuanto a la calidad en la que realizó el informe el galeno; es decir, si como perito o como médico
forense; que dicho profesional debió prestar juramento o promesa formal ante la designación; de todo ello, el
recurrente da a entender que no reclamaba la ilegalidad en cuanto a la obtención de la prueba, sino la falta de
cumplimiento en las formalidades en cuanto a la elaboración y posterior producción del medio probatorio
impugnado.

De lo anterior se establece que, si bien es cierto que la denuncia realizada por el recurrente significa el
ejercicio de una total falta de ética, al cuestionar el resultado desfavorable de un medio probatorio, con cuya
obtención estuvo de acuerdo en todo momento; no es menos cierto, que la producción de prueba de oficio por
el Tribunal, efectivamente se encuentra prohibido por el art. 342 del CPP, vulnerando con ello el principio
acusatorio, conforme fue ampliamente desarrollado en el acápite  III.1.1. de este fallo, toda vez que conforme
este principio, que hace a la estructura del sistema acusatorio, el legislador ha delimitado de forma clara los
roles que deben cumplir los actores en un proceso, reservando al Ministerio Público la

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dirección en la investigación de los casos, la recolección de la prueba, así como el rol de acusador en los casos
que corresponda (principio de oficialidad), atribuyéndole de forma específica la carga de la prueba en delitos
de acción penal pública, de modo que la carga de la prueba corresponde al acusador nunca a la autoridad
jurisdiccional, que por disposición legal tiene a su cargo el resguardo de derechos y garantías de las partes
inmersas en el proceso, además el juzgamiento cuando exista iniciativa (acusación), sea pública o privada.

En el mismo sentido, la segunda parte del art. 279 del CPP, dispone que los juzgadores no deben realizar
actos de investigación que comprometan su imparcialidad; disposición que se encuentra acorde con los
principios acusatorio y de oficialidad y por ende de legalidad (sometimiento a la Ley).

Por otra parte y de forma incongruente, el recurrente afirma que el art. 209 del CPP, faculta al Tribunal a
designar perito cuando los dictámenes resulten ambiguos, insuficientes y contradictorios, afirmación que
resulta errónea, toda vez que ese artículo señala quienes pueden designar peritos y los alcances, señalando de
forma expresa que las partes podrán proponer
peritos, y ante la proposición, el fiscal en la etapa preparatoria -siempre que no se trate de un anticipo de
prueba- o el Juez o Tribunal, en cualquier etapa del proceso, serán las autoridades que los designen, fijando
con precisión los temas de pericia y el plazo para su presentación. Señala también que las partes podrán
proponer u objetar los temas de pericia.

En cambio, el art. 214 del CPP, citado también por el recurrente, se refiere a la posibilidad de realizar un
nuevo dictamen y/o ampliación de uno ya existente, estableciendo como supuestos para su procedencia, que el
o los dictámenes sean ambiguos, insuficientes o contradictorios, circunstancias -una o más- en cuyos casos se
ordenará su ampliación o la realización de una nueva pericia, ya sea por los mismos peritos o por otro
distinto; sin embargo, esta facultad no se encuentra librada a la voluntad del juzgador, sino, necesariamente
requiere la iniciativa de las partes, quienes podrán observar el contenido de los dictámenes y solicitar las
aclaraciones que correspondan; así lo expresa la SC 1680/2005-R de 19 de diciembre, que señala: “…el art.
214 del CPP en cuanto a la impugnación a los informes periciales establece que: ‘Cuando los dictámenes sean
ambiguos, insuficientes o contradictorios, se ordenará su ampliación o la realización de una nueva pericia por
los mismos peritos o por otros distintos’.

Esta norma posibilita a que las partes que intervienen en el proceso penal puedan observar el contenido de un
dictamen pericial en los casos descritos por dicho artículo…”.

Consecuentemente, admitir la aplicación del art. 214 del CPP a iniciativa del Tribunal, sería admitir que los
juzgadores se encuentran facultados a producir prueba, lo que conllevaría a la infracción del principio
acusatorio, que señala que la base del juicio es la acusación, otorgándole al juzgador un rol jurisdiccional y no
investigativo en desconocimiento de la disposición prevista por el art. 342 del CPP.

De lo anterior, se establece que la prueba signada como “PE-1”, es prueba ilícita, por infringir la garantía del
debido proceso y los principios acusatorio, de oficialidad y de legalidad, por lo que no correspondía su
producción, mucho menos su valoración. Es en ese sentido, que debió pronunciarse el Tribunal de alzada 

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respecto a esta denuncia, y no como lo hizo de forma esquiva y general; consecuentemente, se declara
fundado el motivo identificado como inc. “2)” en este acápite.

En cuanto a los incs. 1), 3), 4), 5), 6) y 7), habiendo quedado establecido que el Informe Médico Forense
cuestionado (PE-1), no debió ser producido de oficio, se debe entender que todas las denuncias relativas al
incumplimiento de las formalidades en dicho Informe carecen de relevancia, motivo por el cual, no
corresponde realizar mayores fundamentos respecto a la forma en que el Tribunal de alzada resolvió las
demás alegaciones; máxime, si el recurrente accedió a la iniciativa del Tribunal de Sentencia, para que se
realizara una nueva valoración médico legal a las víctimas, solicitando la participación de su consultora
técnica y proporcionando los puntos de pericia, aspecto que demuestra la mala fe del recurrente que, ante una
iniciativa por parte del Tribunal de mérito de realizar una nueva valoración médica a los menores de edad, al
considerar que no se encontraba acorde a procedimiento, debió oponerse rotundamente; lo que no hizo,
contrariamente consintió el yerro del Tribunal, estando a las resultas de los exámenes médicos, para
posteriormente, valerse del error  para pretender cuestionar el resultado de las valoraciones a través del
incumplimiento de formalidades, actuación reprochable desde todo punto de vista. 

Finalmente, respecto al inc. 8) en el que el recurrente afirmó que en el recurso de apelación restringida la
prueba “PE-1” habría sido la base del fallo de mérito, ya que fue a partir de ella que el Tribunal adquirió
convicción de su supuesta participación en el hecho atribuido, revisados los antecedentes, se evidencia que el
Tribunal de apelación, respondió a esta denuncia, señalando que la Sentencia se basó en todos los elementos
probatorios presentados por las partes, que la prueba “PE-1” no fue el único parámetro de valoración para la
toma de decisión, a pesar de habérsele asignado un valor probatorio muy relevante; que existen otras pruebas
técnicas consideradas como relevantes, de cuya valoración integral el Tribunal de Sentencia llegó a una
determinada convicción; que no resulta razonable la afirmación de que  basándose únicamente en la prueba
“PE-1” contrastada con las literales “F-4 y F-5” que se tienen como ambiguas, el Tribunal hubiera adquirido
la misma certeza, cuando esa no fue la única prueba incriminatoria existente; que fueron calificadas también
como muy relevantes las declaraciones de los menores víctimas, así como otras pruebas trascendentales,
importantes y relevantes que en su valoración conjunta, bajo las reglas de la sana crítica, constituyen el
sustento argumentativo de la Sentencia; señaló además que el recurrente, no puede afirmar que el Tribunal
consideró  esas pruebas  inexactas, contradictorias e incompletas porque aún no habían sido judicializadas ni
sometidas  a

valoración alguna; que lo que pretendió el Tribunal al instruir la “PE-1” fue aclarar dudas con la pretensión de
llegar a la verdad material y emitir un fallo justo.

De lo expresado por el Tribunal de alzada, se evidencia que lo manifestado tiene sustento objetivo y lógico,
toda vez que conforme se tiene de la Sentencia (fs. 501 a 512), cuyas partes relevantes fueron transcritas en el
acápite II.2. de este fallo, el Tribunal sentenciador, en el “II CONSIDERANDO”, basó su Resolución en la
valoración integral de toda la prueba; es decir, de la prueba testifical de cargo y descargo, así como de las
literales consistentes en: Acta de Denuncia, Certificados de nacimiento de las víctimas, Certificados Médicos
Forenses, Referencia Psicológica, Informe Preliminar, Acta de Inspección y Reconstrucción, Informes
Psicológicos Periciales, Actas de Reconocimiento de Persona, Informe Social Pericial, Acta de Audiencia de
Declaración Anticipada, Informe Académico, Certificado Médico elaborado por especialista en neurología,
Informe del Centro de Diagnóstico; Notas e Informe de SEDEGES; Corrección de Informe, Dictamen de
Pericia Médico Forense de descargo e Informe de Examen  Médico Forense (PE-1), literales que conforme
consta en obrados merecieron valoración por parte del Tribunal de mérito, otorgándoles el valor que
consideró pertinente.

Posteriormente, en el “III CONSIDERANDO”, el Tribunal de Sentencia motivó y fundamentó el fallo con

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base en la valoración realizada, estableciendo la existencia del hecho con base en los Certificados Médicos
evacuados por los Médicos Forenses Juan Carlos Ayala Verduguez y Miriam Rocabado  Carvajal, que
establecieron la existencia de signos de haber sufrido agresiones sexuales, que la prueba extraordinaria (PE-
1), fue considerada como complementaria, sin que se exprese en ninguna parte de la Sentencia, que dicho
medio probatorio haya sido decisivo en el fallo, sino simplemente brindó mayores datos descriptivos de las
lesiones halladas y no siendo evidente, como afirma el recurrente, que dichas literales resulten contradictorias
al contenido de los Certificados Médicos Forenses F-4 y F-5, sino como lo expresa el Tribunal, fueron
valoradas como complementarias por brindar mayores datos sobre las lesiones descritas en los señalados
Certificados Médicos Forenses.

Se debe añadir que si bien conforme refiere la Sentencia, los señalados Certificados Médicos fueron la base
para establecer la existencia del hecho, de la lectura íntegra de los fundamentos del fallo de mérito, se tiene
que éste se encuentra sustentado en la valoración integral de la prueba (fs. 501 a 514), aspecto que fue
percibido y explicitado de forma adecuada por el Tribunal de apelación en el Auto de Vista impugnado (fs.
573 y vta.).

Finalmente, se concluye que no es evidente que el Tribunal de mérito hubiera adquirido convicción de la
participación del imputado en el ilícito, teniendo como base la prueba “PE-1”, toda vez que ese
convencimiento -conforme se tiene de la Sentencia- se logró a partir de las declaraciones testificales de las
víctimas, quienes reconocieron al imputado en todo momento como autor de los vejámenes de los que fueron
víctimas, declaraciones respecto a las cuales el citado Tribunal, señaló que fueron contestes, uniformes y
persistentes tanto ante su progenitora, la Defensoría de la Niñez y Adolescencia, la Perito y los miembros de
ese Tribunal, teniendo suficiente fiabilidad por no existir prueba alguna que ponga en entredicho esas
aseveraciones, porque lograron precisar los lugares de las agresiones, cuyas descripciones -dijo- fueron
corroboradas por dos testigos de descargo así como por el acta de inspección. Como otros medios que
sirvieron para corroborar lo manifestado por las víctimas, fueron las conclusiones a las que arribó la perito
psicóloga Ilosva Miranda Prado y los antecedentes médicos analizados, que corroboraron lo manifestado por
las víctimas. De los medios probatorios mencionados, se advierte que no es evidente lo señalado por el
recurrente, pues la prueba básica para adquirir la convicción de la autoría del imputado, fueron las
declaraciones testificales de las víctimas, y no la prueba extraordinaria PE-1, como falsamente afirma.  

En cuanto a la afirmación del recurrente, que señala que el Tribunal asignó un valor poco relevante a la
pericia de descargo (PD-1); se verifica que es evidente, sin embargo, el Tribunal justificó esa valoración
señalando que, al haber sido realizada sobre los Certificados Médicos Forenses de las víctimas (F-4 y F-5), las
apreciaciones efectuadas por la profesional tenían un sustento teórico, que si bien fue ilustrativo desde un
punto de vista académico, no fue posible darle mayor trascendencia a sus conclusiones por no surgir de la
comprobación empírica surgida de los exámenes médicos realizados a los menores. De lo señalado por el
Tribunal de mérito, se establece que no existe falta de lógica en el razonamiento del Tribunal, que estableció
de forma coherente que al no haber realizado la perito valoraciones a las víctimas de forma directa, sus
conclusiones únicamente tienen sustento teórico. Ahora bien, habiéndose advertido que efectivamente el
Tribunal valoró como poco relevante dicho medio de prueba, este Tribunal no advierte agravio alguno en
contra del recurrente.

Del análisis precedente se establece que, lo afirmado por el recurrente  carece de sustento objetivo, pues en
este motivo el Tribunal de alzada realizó una correcto control de la logicidad de la Sentencia, no siendo

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evidente que se limitó a una interpretación subjetiva de la normativa procedimental como sostiene el
recurrente, sino un efectivo estudio de antecedentes, en consecuencia, este motivo deviene en infundado.

Habiéndose establecido que en el primer motivo analizado [punto 2)], la ilicitud de la prueba codificada como
“PE-1”, y en el último motivo examinado que la Sentencia fue el producto de la valoración integral de la
prueba, corresponde al Tribunal de apelación, emitir pronunciamiento conforme lo precisado por este
Tribunal en los fundamentos de este fallo (acápite III.1.3 principalmente), aplicando la jurisprudencia
establecida en el Auto Supremo  067/2013-RRC de 11 de marzo de 2013, los principios procesales pertinentes
y los principios que rigen las nulidades.

POR TANTO

La Sala Penal del Tribunal Supremo de Justicia, con la facultad conferida por el art. 42.I.1 de la LOJ y lo
previsto por el art. 419 del CPP, declara FUNDADO, el

recurso de casación interpuesto por el imputado Raúl René Juaniquina Soto, con los fundamentos expuestos
precedentemente; y en aplicación del art. 419 del CPP, DEJA SIN EFECTO el Auto de Vista 45 de  11 de
junio de 2014, disponiendo que la Sala Penal Segunda del Tribunal Departamental de Justicia de
Cochabamba, previo sorteo y sin espera de turno, pronuncie un nuevo Auto de Vista en conformidad a la
doctrina legal establecida en la presente Resolución.

A los efectos de lo previsto por el art. 420 del CPP, hágase conocer mediante fotocopias legalizadas el
presente Auto Supremo a los Tribunales Departamentales de Justicia del Estado Plurinacional de Bolivia, para
que por intermedio de sus Presidentes, pongan en conocimiento de los Jueces en materia penal de su
jurisdicción.

En aplicación del art. 17.IV de La LOJ, por Secretaría de Sala comuníquese el presente Auto Supremo al
Consejo de la Magistratura.

Regístrese, hágase saber y cúmplase.

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