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La mente superior

La mente superior es el instrumento que permite tener una percepción de la realidad directa,
exacta, inteligente, objetiva y no deformada. Es nueva en cada instante. Esa dinámica mental
no está programada de antemano; no hay en ella carga alguna procedente de memorias
pasadas. Las memorias con carga emocional se encuentran sólo en el ordenador de la mente
inferior. Según la analogía utilizada en este espacio, la mente superior activa está representada
por el conductor despierto del automóvil, que sabe que los programas grabados en el
ordenador son inadecuados, y no permite que funcione basándose en ellos. Ha sustituido el
contenido de las memorias procedentes del pasado por un obrar consciente y apropiado, de
modo que el ordenador responde de inmediato a las directrices que él le da. Como tiene una
visión directa y exacta de la carretera, conduce de forma adecuada. Utiliza el conocimiento y el
dominio que tiene del ordenador para servirse de él en ciertos aspectos automáticos, pero no
le permite en modo alguno sobrepasarse en sus funciones. Eso significa que el ser humano ha
salido de las brumas de la ilusión y está en contacto con la realidad.

Acción justa, expresión de la voluntad del Ser

Una vez percibida la realidad con toda exactitud y transmitida al alma sin distorsión alguna, la
mente superior recibe la sabiduría y el conocimiento del Ser a través del mecanismo de la
intuición. Así transmite al mundo físico la voluntad del Ser y lleva al ser humano a realizar en
cada instante la acción justa, la acción correcta, de modo que la acción en la realidad es,
simplemente, la transmisión de la voluntad creadora del alma. El dueño deja al conductor que
organice las condiciones concretas del viaje. Es su función.

Al conocer el funcionamiento ideal de la consciencia se ve que la mente superior tiene una


doble función: la percepción justa y la expresión concreta de la voluntad del alma. Vamos a
recordar aquí su dinámica y a compararla con la de la mente inferior.

Cuando la mente superior dirige al ser humano, transmite la energía del alma directamente a
la personalidad, que se comporta de forma muy distinta a como lo hace cuando es la mente
inferior la que lleva el mando, aunque desde luego, esta mente inferior también tiene su razón
de ser.
Tanto la mente superior como la inferior generan formas-pensamientos. En el primer caso,
proceden de la sabiduría y del conocimiento absoluto del alma. Estas formas pensamiento son
nítidas, transparentes, creadoras, ordenadas, silenciosas, pacíficas y eficaces. En el segundo
caso, cuando es la mente inferior la que genera las formas-pensamiento, se originan las
memorias activas, cuyo mecanismo, con todas sus limitaciones e ilusiones, ya conocemos.

Además, la mente superior puede eventualmente utilizar los “conocimientos” acumulados en


la mente racional desde hace siglos; se servirá de ellos para enriquecerlos con nuevas ideas. Es
ahí, de esa parte de la mente desde donde provienen las novedades, los descubrimientos y las
creaciones que salen de lo corriente.

Vivir en un nivel superior:

Es la expresión de la voluntad del alma “Voluntad de bien”. El ser humano percibe la realidad
del mundo físico y vive la consciencia del Ser. En este caso, los órganos de los sentidos
transmiten la información percibida a la mente inferior, que se encuentra silenciosa, y esta la
transmite sin deformación a la mente superior, la cual, a su vez, la transmite al Ser.

La mente superior transforma en ideas esta percepción de la realidad y la transmite a la mente


inferior mediante lo que llamamos inspiración, creatividad, inteligencia abstracta, etc. Así, la
mente inferior, en la medida en que es receptiva y está silenciosa, transforma ese impulso en
formas-pensamiento correctas, justas, que activan el cuerpo emocional.
De esta forma el cuerpo emocional reacciona creando el «deseo» que es transmitido al cuerpo
físico, y el cuerpo físico pasa a la acción en función de la voluntad del alma -y no en función de
viejas memorias inadecuadas.

Como consecuencia surge la acción justa, la manifestación del «bien», el dominio de sí y de las
circunstancias, la libertad.

La mente superior, sede de la intuición.

El polo opuesto de la ilusión es la intuición. La intuición es el reconocimiento de la realidad,


que se hace posible cuando desaparecen el espejismo y la ilusión. Cuando un ser humano ha
conseguido tranquilizar la tendencia de su mente a construir formas-pensamiento, surge la
verdad... La luz puede derramarse entonces libremente y sin desviación desde los mundos
espirituales superiores sobre la persona y la humanidad.

La intuición es también una forma funcionar de la mente. Cuando se utiliza correctamente,


permite al ser humano captar la realidad con claridad y verla despojada de los espejismos y las
ilusiones del mundo. Cuando la intuición funciona en el ser humano, es capaz de obrar directa
y correctamente, pues se encuentra en contacto con los hechos en estado puro y sin mezcla, y
con las ideas libres de deformación. Hechos e ideas liberados de todo espejismo e ilusión, que
vienen directamente de la Mente Universal... Entonces se ve la vida y todas las formas en su
perspectiva más superior y real; entonces se manifiesta un justo sentido del valor –en el que se
valoran adecuadamente las circunstancias y hechos.

La persona que vive espiritualmente aprende finalmente a sustituir el trabajo lento y laborioso
de la mente, con sus caminos tortuosos, con sus ilusiones, sus errores, su dogmatismo y su
pensamiento separativo por la intuición, con su rapidez e infalibilidad.

La palabra “intuición” se presta a confusión, así que vamos a intentar aclarar su sentido, pues a
menudo se confunde la intuición verdadera con las reacciones automáticas inconscientes.
Muchas personas buenas, creyendo que se dejan guiar por su intuición, están siguiendo de
hecho una reactivación emocional inconsciente.
Numerosos adeptos de las filosofías de la Nueva Era, donde cada uno intenta lo mejor que
puede salirse de los caminos trillados de la consciencia ordinaria y “seguir su intuición”, caen
en esa trampa por falta de conocimiento de su dinámica interior. La confusión proviene del
hecho de que las dos experiencias tienen exteriormente puntos comunes. Sin embargo, llevan
a resultados muy diferentes porque tienen distinto origen. Vamos a examinar las similitudes
que dan lugar a la confusión, y señalaremos al mismo tiempo las diferencias fundamentales.

La intuición es una percepción directa (y exacta) de las cosas que no necesita ser justificada
mediante una explicación racional. Proviene del conocimiento exacto que posee el alma. La
experimentamos como una idea, como una sensación; es como “sentir el significado” de las
cosas, podríamos incluso decir que es una “certeza” que nos viene de manera espontánea, sin
emoción, a menudo de forma inesperada. Es como una evidencia que no tiene explicación.
Tenemos la impresión de que “sabemos” algo, sin poder justificar racionalmente ese saber.
Puede corresponder tanto a situaciones de la vida cotidiana como a circunstancias especiales
en las que interviene de forma más directa el intelecto. Por ejemplo, con mucha frecuencia, los
grandes sabios intuyen primero la solución del problema sobre el que están trabajando, y sólo
después encuentran una demostración lógica; casi todos los grandes descubrimientos se han
hecho así. El talento de los grandes artistas está ligado a la inspiración, que es una de las
formas de la intuición, y tampoco puede justificarse racionalmente.

La confusión aparece sobre todo en la vida cotidiana, que es donde la voluntad del Ser y la del
ego están mezcladas casi siempre. En efecto, una reactivación procedente del “ordenador” y
programación de la mente inferior puede presentar algunas similitudes con la verdadera
intuición. En la vida cotidiana, cuando alguna circunstancia reactiva alguna de nuestras
memorias, en general inconscientemente, tenemos la sensación directa de las cosas, una
sensación “espontánea” y no racional, a menudo “inesperada”. El parecido termina ahí pero es
suficiente para confundirlo con la verdadera intuición. En el caso de una reactivación de las
memorias, la percepción es espontánea, sí, pero lo es en sentido automático; la reactivación
no proviene entonces del justo sentido de las cosas captado por la sabiduría del alma, sino de
los automatismos del ordenador mental que proyecta sobre la realidad su propia percepción
deformada. Es “inesperada” porque no conocemos nuestro mecanismo, y nos salta a la cara en
el momento en que menos lo esperamos. La “sentimos” porque procede del cuerpo
emocional. Efectivamente, no es racional. Pero eso no significa que sea una intuición. ¡Ojalá
fuera racional! Si entrara en juego una inteligencia racional cuando se reactivan antiguas
memorias, al menos aportaría un poco de objetividad a la situación y limitaría los daños.

Esa confusión hace que las personas polarizadas mentalmente desconfíen de la intuición,
porque a menudo se la ha considerado como algo vago y arbitrario, algo con lo que no se
puede contar realmente, atributo propio de personas más bien emocionales. Sin embargo, la
verdadera intuición es lo que en realidad ilumina a los grandes sabios, a los grandes artistas, a
los grandes maestros espirituales, a todos los seres que han hecho avanzar a la humanidad,
desde sus comienzos, en los diversos campos del conocimiento. Ya es hora de que pongamos a
la verdadera intuición en su lugar. Hemos de procurar desarrollarla, sobre todo en los niños —
los creadores del mañana— a través de un sistema educativo más rico y más abierto,
favoreciendo especialmente el desarrollo del hemisferio cerebral derecho, sede de la intuición.

Para que se establezca el contacto entre el alma y la mente superior, la mente inferior no debe
interceptar la vocecita de la intuición. Porque la intuición es una “vocecita”. No se impone. Y
ésa es precisamente una de las señales que permite distinguir una percepción intuitiva exacta
de las cosas de una reactivación de las memorias.

http://www.proyectopv.org/2-verdad/comovivirperceprealid.htm

nuevo ciudadano

https://es.scribd.com/doc/263563728/Construccion-Del-Nuevo-Ciudadano#

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