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GEORG MUSCHALEK, S. I.

¿UN CURSO-BASE DE TEOLOGÍA EN LA


FORMACIÓN DE LOS SACERDOTES?
Eco y complemento del artículo de K. Rahner, propone el autor una estructura algo
diferente del curso-base introductorio a los estudios sacerdotales.

Zur Frage eines theologischen Grundkurses in der Priesteraubildung, Orientierung, 29


(1965) 54-57.

En las publicaciones sobre reforma de estudios sacerdotales se expresa, a menudo, el


deseo de que comiencen éstos por un curso teológico básico, que ofrezca ya los medios
peculiares de la teología, es decir, la dogmática; o dogma y moral en sistematización
unitaria más profunda. Nuestras reflexiones quieren contribuir al análisis de este posible
curso introductorio que, creemos, debiera llenar de dos a cuatro semestres, y ofrecer, de
modo realmente científico -aunque no reflejamente científico-, las líneas fundamentales
del magisterio de fe, junto con otras materias como historia de la Iglesia, y, sobre todo,
ciencias bíblicas.

Un curso-base de teología es posible

Las dificultades que encuentran algunos en la posibilidad de un curso así pensado


provienen generalmente de dos capítulos de su peculiar configuración o de su nivel
científico.

La condensación de la dogmática actual, dicen, en un único curso se convertirá o en una


vulgarización improcedente o en un amasijo incomprensible. En ambos casos lo único
que se lograría es suscitar la oposición de profesores y discípulos. Esta alternativa, sin
embargo, parece apoyarse en un falso presupuesto. Nuestra dogmática no es ni con
mucho tan exclusiva que un curso, que ha de darnos su nervio fundamental, sólo pueda
concebirse como un extracto de la misma: ni la estructura de los tratados actuales, nula
intensidad con que se tratan los diferentes problemas, son intocables y definitivos.
Existe, además, una simplificación que, con un esforzado trabajo de detalle, llega a
ofrecernos visiones muy logradas y sutiles. Tal vez el lector no llegue a distinguirla a
primera vista de una representación superficial -teológicamente hablando- de la fe, pero
no tardará en descubrir la diferencia, pues, a través de un lenguaje aparentemente
acientífico sobre los misterios de Dios y del mundo, se irá introduciendo cada vez más
hondamente en la realidad.

En la teología dogmática siempre está relacionado lo creído con la reflexión sobre ello:
cómo y por qué es esto creído y no otra cosa. Se puede decir que una teología, que se ha
desarrollado a partir de la reflexión, puede muy bien dar lo reflexionado pero sin la
reflexión misma. En la unidad de la afirmación de fe -de la que en último término sale
toda la teología- quedan diferenciadas ambas formas de teología: una dice directamente
y lleva a las afirmaciones de la fe, la otra las dice reflejamente y lleva al acto de esta
reflexión para que, a través de ella, se alcance la verdad de la fe.

En cuanto al contenido de este curso-base parece que debieran señalarse, por un lado,
los temas fundamentales de la teología bíblica y, por otro, los grandes problemas de los
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hombres de hoy. La teología bíblica hay que considerarla como un momento interior de
la dogmática: las fronteras no pueden señalarse con facilidad. Como asignaturas
positivas se tendrían que incluir las ciencias bíblicas y la historia de la Iglesia, que
pongan de manifiesto cómo la dogmática -que lleva en sí un carácter histórico- se
revitaliza al contacto con la Escritura. Así se podrá responder ya desde el comienzo,
aunque de modo no reflejo, a la difícil y urgente pregunta de hasta qué punto y cómo la
verdad -también la de la revelación- es histórica y, a pesar de ello, no se diluye
relativísticamente, sino que presenta un carácter absoluto.

Con todo esto hemos querido probar que el curso-base de dogmática, cuando se atiende
a su configuración teológica, es posible. ¿,Lo es también cuando se considera su lugar
científico-teórico?

En realidad la estructura de la carrera sacerdotal actual (Filosofía, Teología


Fundamental, Dogmática) proviene del tiempo de la Ilustración. Es una organización
que, en parte, se debe a una necesidad histórica. Hoy se dan razones convincentes para
eliminar este ocuparse primero en apura" filosofía para poder comprender los
argumentos de la teología fundamental, que, a su vez, serán los presupuestos lógicos de
la fe. La fe se fundamenta y acuña a sí misma. Es, sin embargo, un acto de perfecta
racionabilidad humana, no un salto ciego. Desde este punto de vista teológico hay que
sacar la conclusión de que el curso-base de dogmática es sólo la parte práctico-didáctica
de la comprensión teológica. Es un comenzar a poner seriamente en práctica lo que se
afirma en teología. Por otro lado no es una innovación, sino un retomar y reorganizar
algo que se vino, practicando hasta el tiempo de la Ilustración.

El curso-base de teología es necesario

He aquí algunas de las razones que hacen deseable y hasta necesario este curso
introductorio. En primer lugar, se debe atender al deseo de una mayor visión unitaria de
conjunto. Deseo ciertamente no exclusivo de la teología -los rápidos avances
especializados han hecho saltar la unidad de cada una de las ciencias y hasta del mismo
hombre- sólo que en la teología parece más fácil una tal visión de conjunto.

Otro motivo lo señala la situación de fe en los estudiantes de hoy. Karl Rahner ha


hablado de verdadera necesidad de fe. Si se quiere ayudar al teólogo en su necesidad
existencial hay que contar con que la fe en lo esencial se forja a si misma y, en
consecuencia, hay que posibilitar el encuentro con lo que se ha de creer. Esto no lo logra
la filosofía, ni una teología fundamental (por muy necesaria que sea en su sitio preciso),
ni tampoco una reflexión sobre los motivos y posibilidades de la fe. Debemos tener en
cuenta lo que decimos en teología que sólo la palabra de Dios, dicha a cada uno en
continuo encuentro gracioso, desarrolla la fe a través de la libre aceptación del hombre.

Este curso-base podría centrar religiosamente la teología respondiendo así a la repetida


petición de un noviciado para los teólogos diocesanos.. Debería ser una iniciación
espiritual, teológicamente bien fundada, donde adquirir el sentido de la dedicación plena
al reino de los cielos.

Sería la base de una especialización posterior. Después de dos o cuatro semestres es


más fácil decir a cada uno si debe proseguir sus estudios en el curso principal (de
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enfoque pastoral) o en el especial (de enfoque cie ntífico, para un número más reducido).
Hecha así esta división, que muchos reclaman, no entrañaría ninguna "descalificación"
para los que siguieran el curso general y, al mismo tiempo, el curso-base común,
prevendría a los otros del peligro de que la demasiada técnica especializada les hiciera
perder de vista el conjunto de la teología.

Finalmente facilitaría la decisión vocacional. Para bastantes es hoy esta elección algo
pesado, sólo tardíamente acertado. Hay que prevenir esta `situación y ofrecer, de
antemano, al joven estudiante el misterio de Cristo del cual y para el cual debe vivir.
Sólo de esta experiencia del contenido de su vocación y sus motivaciones puede resultar
una acertada decisión personal.

Relaciones de este curso-base con un curso-base de teología fundamental

El artículo de Karl Rahner sobre la formación de los futuros sacerdotes pide, como
comienzo de la teología, un curso-base algo diferente del que hemos propuesto
nosotros. Hagamos sobre él algunas consideraciones.

Tanto el plan como las exigencias de la orientación que toma a partir del motivo de la
fe, nos parecen importantes y sugerentes y, además, muy adecuados para afrontar una
necesidad del hombre de hoy. No se puede tampoco pasar por alto que las sugerencias
dadas por nosotros se diferencian de las de Karl Rahner sólo en la cuestión didáctico-
pedagógica de cómo responder mejor a las motivaciones de la fe. Y, además, aquellas
consideraciones que se apartan de las suyas, creo que se puede decir, si no me equivoco,
que tienen sus raíces en la misma teología rahneriana.

Desde dos puntos de vista puede buscarse el mostrar que un curso-base de teología
fundamental no parece el más afortunado comienzo de los estudios teológicos.

En primer lugar por la cosa misma. El orientar hacia los motivos fundamentales de la fe
no pone de manifiesto su última y peculiar razón. El hombre, ya antes de toda reflexión,
vive su propio ser-ahí creyentemente. No hay renuncia alguna a la responsabilidad
racional de la fe, si al comienzo de la teología se procura al estudiante el encuentro con
la exigente palabra de la fe y se confía en el poder activo de esta palabra. Tampoco está
probado que la teología traicione su esencia, si también ella, y en gran medida, es
iniciación al misterio de Cristo.

Una segunda consideración se refiere a la situación espiritual de los teólogos de hoy. El


nuevo curso-base de teología fundamental se apoya, no en último término, en la
constatación de que el nivel intelectual de los teólogos es hoy más, bajo. La teología
fundamental, con su amplia materia y abundante especialización, es incapaz de hacerse
cargo de la tarea de fundamentar la fe, tal como hoy se le plantea cada vez más. Habría
que añadir que los estudiantes actuales son, en general, víctimas de un, perceptible
retraso en la madurez espiritual. Este estudiante de teología que debe ser ayudado en su
vida espiritual, ¿no será ampliamente desbordado por una reflexión sobre los últimos
fundamentos de su existencia que se abren únicamente al hombre espiritualmente
maduro? Si hasta ahora la teología fundamental sobrepasa a los estudiantes de teología,
debido a la enorme materia que abarca, ¿no sucederá algo parecido a través de su
dificultad formal?
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Un comienzo con enfoque tan reflexivo puede, incluso, traer consigo una dificultad para
la propia perfección religiosa. Cuando la reflexión sobre los fundamentos de la fe se
encuentra tan preponderantemente en primer plano, puede darse en el desarrollo
espiritual y sacerdotal de los teólogos un funesto cambio de dirección: la esencia del
acto religioso se sitúa más en la reflexión sobre lo adorado, creído y amado, que en el
acto mismo de fe y de amor. Es una tentación específicamente religiosa y teológica el
querer eludir el acto religioso de entrega a Dios, trasponiéndolo a una reflexió n sobre el
acto mismo.

El nuevo curso-base. que se propone debe establecer ciertamente la unidad entre la


ciencia teológica y la vida espiritual. Pero la pregunta es ésta: ¿debe establecerse al
comienzo de la formación teológica la mejor aclaración refleja de la unidad entre las
ciencias y la vida espiritual, o debe esto presuponerse, de modo que toda la teología sea
un esfuerzo por realizar este presupuesto?

Es posible una teología científica, que nazca de la prolongada e intensa reflexión sobre
la palabra del Evangelio, pero que, de momento, sólo deja aparecer en primer plano el
fruto de esta reflexión. Una teología así, llevaría primero a lo que nos quiere decir, y
luego a una reflexión sobre esto mismo. Este sería, a lo que creemos, el más adecuado
comienzo de los estudios teológicos, abierto hacia una reflexión posterior, desarrollada
y precisa, sobre los motivos de la fe.

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