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En la teología dogmática siempre está relacionado lo creído con la reflexión sobre ello:
cómo y por qué es esto creído y no otra cosa. Se puede decir que una teología, que se ha
desarrollado a partir de la reflexión, puede muy bien dar lo reflexionado pero sin la
reflexión misma. En la unidad de la afirmación de fe -de la que en último término sale
toda la teología- quedan diferenciadas ambas formas de teología: una dice directamente
y lleva a las afirmaciones de la fe, la otra las dice reflejamente y lleva al acto de esta
reflexión para que, a través de ella, se alcance la verdad de la fe.
En cuanto al contenido de este curso-base parece que debieran señalarse, por un lado,
los temas fundamentales de la teología bíblica y, por otro, los grandes problemas de los
GEORG MUSCHALEK, S. I.
hombres de hoy. La teología bíblica hay que considerarla como un momento interior de
la dogmática: las fronteras no pueden señalarse con facilidad. Como asignaturas
positivas se tendrían que incluir las ciencias bíblicas y la historia de la Iglesia, que
pongan de manifiesto cómo la dogmática -que lleva en sí un carácter histórico- se
revitaliza al contacto con la Escritura. Así se podrá responder ya desde el comienzo,
aunque de modo no reflejo, a la difícil y urgente pregunta de hasta qué punto y cómo la
verdad -también la de la revelación- es histórica y, a pesar de ello, no se diluye
relativísticamente, sino que presenta un carácter absoluto.
Con todo esto hemos querido probar que el curso-base de dogmática, cuando se atiende
a su configuración teológica, es posible. ¿,Lo es también cuando se considera su lugar
científico-teórico?
He aquí algunas de las razones que hacen deseable y hasta necesario este curso
introductorio. En primer lugar, se debe atender al deseo de una mayor visión unitaria de
conjunto. Deseo ciertamente no exclusivo de la teología -los rápidos avances
especializados han hecho saltar la unidad de cada una de las ciencias y hasta del mismo
hombre- sólo que en la teología parece más fácil una tal visión de conjunto.
enfoque pastoral) o en el especial (de enfoque cie ntífico, para un número más reducido).
Hecha así esta división, que muchos reclaman, no entrañaría ninguna "descalificación"
para los que siguieran el curso general y, al mismo tiempo, el curso-base común,
prevendría a los otros del peligro de que la demasiada técnica especializada les hiciera
perder de vista el conjunto de la teología.
Finalmente facilitaría la decisión vocacional. Para bastantes es hoy esta elección algo
pesado, sólo tardíamente acertado. Hay que prevenir esta `situación y ofrecer, de
antemano, al joven estudiante el misterio de Cristo del cual y para el cual debe vivir.
Sólo de esta experiencia del contenido de su vocación y sus motivaciones puede resultar
una acertada decisión personal.
El artículo de Karl Rahner sobre la formación de los futuros sacerdotes pide, como
comienzo de la teología, un curso-base algo diferente del que hemos propuesto
nosotros. Hagamos sobre él algunas consideraciones.
Tanto el plan como las exigencias de la orientación que toma a partir del motivo de la
fe, nos parecen importantes y sugerentes y, además, muy adecuados para afrontar una
necesidad del hombre de hoy. No se puede tampoco pasar por alto que las sugerencias
dadas por nosotros se diferencian de las de Karl Rahner sólo en la cuestión didáctico-
pedagógica de cómo responder mejor a las motivaciones de la fe. Y, además, aquellas
consideraciones que se apartan de las suyas, creo que se puede decir, si no me equivoco,
que tienen sus raíces en la misma teología rahneriana.
Desde dos puntos de vista puede buscarse el mostrar que un curso-base de teología
fundamental no parece el más afortunado comienzo de los estudios teológicos.
En primer lugar por la cosa misma. El orientar hacia los motivos fundamentales de la fe
no pone de manifiesto su última y peculiar razón. El hombre, ya antes de toda reflexión,
vive su propio ser-ahí creyentemente. No hay renuncia alguna a la responsabilidad
racional de la fe, si al comienzo de la teología se procura al estudiante el encuentro con
la exigente palabra de la fe y se confía en el poder activo de esta palabra. Tampoco está
probado que la teología traicione su esencia, si también ella, y en gran medida, es
iniciación al misterio de Cristo.
Un comienzo con enfoque tan reflexivo puede, incluso, traer consigo una dificultad para
la propia perfección religiosa. Cuando la reflexión sobre los fundamentos de la fe se
encuentra tan preponderantemente en primer plano, puede darse en el desarrollo
espiritual y sacerdotal de los teólogos un funesto cambio de dirección: la esencia del
acto religioso se sitúa más en la reflexión sobre lo adorado, creído y amado, que en el
acto mismo de fe y de amor. Es una tentación específicamente religiosa y teológica el
querer eludir el acto religioso de entrega a Dios, trasponiéndolo a una reflexió n sobre el
acto mismo.
Es posible una teología científica, que nazca de la prolongada e intensa reflexión sobre
la palabra del Evangelio, pero que, de momento, sólo deja aparecer en primer plano el
fruto de esta reflexión. Una teología así, llevaría primero a lo que nos quiere decir, y
luego a una reflexión sobre esto mismo. Este sería, a lo que creemos, el más adecuado
comienzo de los estudios teológicos, abierto hacia una reflexión posterior, desarrollada
y precisa, sobre los motivos de la fe.