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UN POCO DE HISTORIA
En el ámbito protestante se busca una mayor integración entre el pastoreo (de los ministros)
y la pastoral (de todo el pueblo de dios)
Cada vez más se busca en el mudo de la teología, vencer las distancias que mediaban entre
la enseñanza de la Teología y la práctica de los ministerios. PROBLEMA QUE SE
TORNARÁ, EN EL MUNDO CATÓLICO, EXTREMADAMENTE GRAVE POR CAUSA
DE LAS FUERTE PRESENCIA DE LA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA.
K. Rahner propuso una mayor articulación, de manera que se retorne al programa de TODA
TEOLOGÍA SER PASTORAL Y TODA PASTORAL NO SER MENOS TEOLÓGICA.
EL término “pastoral” amplió su semántica de tal forma que empezó a significar varias
realidades:
- Una dimensión a ser dada en la formación espiritual, intelectual y disciplinaria del
estudiante de teología.
- Una formación estrictamente pastoral distinta de la formación intelectual y espiritual.
El término “pastoral” calificaba un tipo de actividad propia, distinta del estudio, de la
oración, de la vida comunitaria.
- Se comprendía por pastoral las acciones y actividades prácticas bien definidas. Estas
prácticas afectaban tanto la vida interna de la Iglesia, como la presencia de la Iglesia
en el mundo.
por causa de estos diversos conceptos de pastoral, la disciplina “Teología Pastoral” nunca a
logrado mucha claridad en cuanto a su objetivo.
Trataba de determinadas prácticas pastorales.
Se convertía en un resumen de toda la teología, sobre todo de la eclesiología con un
toque pastoral.
Se subdividía en un sin número de disciplinas auxiliares.
Al llamar la disciplina “Teología Práctica” y no Teología Pastoral, se evita una serie de pre-
comprensiones equivocadas, especialmente entre los católicos.
La Teología Práctica padece de la tentación de ser muy teológica, muy teórica y poco
pastoral, poco práctica, o muy pastoral, muy práctica y poco teológica, sobre todo, cuando se
acerca a las ciencias empíricas afines.
No se puede pensar una Teología Práctica en los días de hoy fuera del panorama de la
modernidad y posmodernidad. En este sentido, el mundo protestante tiene más facilidad para
encararlas, puesto que los protestantes nacieron dialogando con la modernidad, mientras los
católicos resistieron durante siglos, para bien o para mal, a sus impactos.
los centros de formación teológica, por influencia de la Teología Práctica, deben ser una caja
de resonancia de las distintas pastorales que van surgiendo en el medio del pueblo de Dios
en las bases. Esta es su vocación. Infelizmente, por la falta de una labor teológica propia,
otras disciplinas han asumido este rol. Por otra parte, en un acto recíproco, las pastorales
desarrolladas en la base deberían ser animadas, inspiradas y respaldadas teológicamente por
la Teología Práctica enseñada en los centros de formación teológica de las iglesias. Pero, para
esto, LA TEOLOGÍA PRÁCTICA TIENE QUE ACORTAR EL CAMINO QUE LA
SEPARA DE LA PASTORAL. Ésta necesita salir de los altos muros que rodean nuestras
facultades de teología y llegar a la calle.
Nuestra situación de teólogos y teólogas prácticos es, sin duda, peculiar. Somos solicitados
a posicionarnos sobre cuestiones que se re eren a muchos temas que se ubican en el límite
entre la teología y otras áreas del conocimiento humano. Para hacerlo, necesitamos de
conocimientos oriundos no sólo de las otras disciplinas teológicas, pero también de
conocimientos sociológicos y psicológicos que el abordaje de una temática requiere.
Esta circunstancia nos transforma en una especie de all around people, personas que
entienden de todo un poco. Y justo por ello corremos el riesgo de volvernos superficiales.
Para salir de esto, necesitamos arreglar nuestra propia casa, adquirir claridad acerca del
estatuto propio que rige a la Teología Práctica como disciplina teológica, acerca de lo que es
su objetivo de estudio específico y de cuales sub-disciplinas ésta se compone.
La Teología Práctica debe buscar su lugar específico en el diálogo con las demás disciplinas
teológicas. Esto porque la teología es una totalidad indivisible.
Por lo tanto, la Teología Práctica no puede asumir una postura de auto suficiencia, al punto
de dispensar la contribución de las demás disciplinas teológicas. Pero ésta tampoco debe
subestimarse, al punto de creer que no tiene nada para contribuir. Ésta va a encontrar su lugar
a medida que se abra a las demás disciplinas sin resentimientos con relación a las mismas
por ser más antiguas y ya consagradas, pero también sin sentimientos de inferioridad.
Según Tillich, la Teología Práctica no llega bien a ser teología. Él afirma textualmente:
“Aunque Schleiermacher la elogiara como el coronamiento de la teología, ésta no es una
tercera parte que se añade a las partes histórica y sistemática. Ésta es la teoría técnica, por
medio de la cual estas dos partes son aplicadas a la vida de la iglesia”.
Según Werner Jetter, “Teología Práctica es la teología del servir de la iglesia”. Su tarea incide
solamente sobre la práctica de la iglesia, sin influenciar sobre el núcleo del pensar teológico.
Ésta conserva una función teológica derivada. Es solamente teología de la práctica eclesial.
a) Una relación teórica a medida en que toma la práctica de las comunidades cristianas
como materia prima de su reflexión. Al proceder de esta manera, la Teología de la
Liberación se vuelve una teología de la praxis.
b) Una relación práctica con la praxis a medida en que el teólogo mismo se ubica en
medio a una práctica de luchas de la comunidad y se compromete con ésta. Su
teología será una teología en la práctica, es decir, hecha desde la práctica.
Ésta es la premisa de todo quehacer teológico en la medida que mantiene las antenas dirigidas
hacia el mundo y recolecta los temas actuales y los desafíos que requieren un
posicionamiento de parte de la teología y de la iglesia. A la Teología Práctica le cabe la tarea
de escuchar las preocupaciones y angustias que atormentan a las personas y a la sociedad en
la actualidad. De esta manera ésta preserva a la teología de la introversión y de la ceguera a
la realidad que la encierra. Para desempeñar este rol, entra en diálogo directo con las ciencias
sociales y se asesora de las mismas, pues sólo así obtendrá una visión esmerada de las cosas.
La Teología Práctica es la interlocutora privilegiada de la teología con las ciencias
sociales.
b) Teología Práctica como conciencia crítica de la teología
En otras palabras, la Teología Práctica juzga si la práctica de la iglesia es coherente con los
postulados y con el discurso teológico que ésta emite. En este sentido, ésta es la conciencia
crítica tanto de la teología como de la iglesia que, para permanecer fiel a su vocación, necesita
ser eclesia semper reformada. La Teología Práctica pregunta si la iglesia como se presenta
hoy corresponde a la intención original del Señor de la iglesia. O, como escribe Bohren, la
pregunta de la Teología Práctica por la verdad es la pregunta por la verdadera iglesia.
Por ello debe huir del inmediatismo activista y, en una estrecha asociación con las demás
disciplinas teológicas, asumir constantemente una actitud reflexiva y de autocrítica. Como
conciencia práctica de la teología, ésta misma necesita estar consciente de las razones
teológicas que la orientan.
La variedad de posturas ante el ser moderno revela a la vez la relevancia del tema y la
dificultad que se tiene en trabajar con el mismo. Basta correr los ojos sobre los conceptos
utilizados para percibir el verdadero laberinto que el tema representa. S. P. Rouanet, en la
senda de Habermas, defiende que en lugar de “posmoderno” se use el concepto “neo-
moderno” para definir al actual momento en el que la modernidad estaría entrando en una
fase más completa. Enrique Dussel propone el concepto “trasmodernidad” para caracterizar
la necesidad de avanzar más allá de la modernidad, valorando su núcleo racional
potencialmente liberador, pero cuestionando al “mito irracional” moderno que ha legitimado
la conquista europea. Luís Britto García ve el posmoderno latinoamericano como “contra-
moderno”, en este sentido ya presente en la historia latinoamericana desde Bartolomé de Las
Casas.
El éxodo, la gura preponderante en las últimas décadas, implica disposición de caminar hacia
un destino mejor, aunque esto signifique vagar sin rumbo por el desierto por mucho tiempo.
Es la gura que simboliza un tiempo en el que se vislumbraban alternativas, a veces hasta en
la forma de un mesianismo fanático. En el cautiverio, por el contrario, se vive de la nostalgia,
de la ausencia, se llora junto a los ríos de Babilonia, en n, se vive o sobrevive en el espacio
de una esperanza frágil. La violencia, en sus más distintas formas y grados, es síntoma de
lucha que se traba en este espacio del cautiverio.
Por una parte, se siente que la modernidad ha abierto posibilidades inmensas a la humanidad,
y también siempre hubo minorías en América Latina que se han bene ciado de los frutos de
la modernidad. Negar estas posibilidades sería un absurdo, así como sería absurdo hacer el
tiempo parar o retroceder. Por otra parte, como fue dicho anteriormente, para la mayor parte
de la población la modernidad no pasó de un espejismo fuera del alcance de las manos.
A propósito, la ambigüedad es apuntada por Alberto Moreira como una marca que caracteriza
todo el proceso de modernidad. Él pregunta: “¿Por qué la Modernidad, nacida de ideas tan
nobles como libertad, igualdad y fraternidad, ha conducido a las aberraciones más
antihumanas que ya ha conocido la historia?”.
João Batista Libânio divide la pastoral en tres modelos que, aunque representen una
progresión linear, se encuentran a la par con la realidad latinoamericana.
1. La pastoral tradicional, construida sobre el “poder de la iglesia” y sobre la “fuerza del
miedo”, no resiste mayormente al impacto de las ciencias que van revelando un
mundo construido por seres humanos, así como seres humanos igualmente
construidos a su propia imagen.
2. La pastoral moderna. Junto con la desintegración de la pastoral tradicional, que
pretendía salvar a las personas del mundo perverso y peligroso, aparece una nueva
pastoral que reconoce este mundo como lugar legítimo de actuación del cristiano.
Esta propuesta moderna, asumida en la Iglesia Católica en especial luego del Vaticano
II, según Libânio, es una “pastoral-fermento, pastoral penetración, pastoral
testimonio”. Esta pastoral, sin embargo, se ciega a causa del optimismo con los
cambios y el progreso.
3. La pastoral liberadora. La actuación de la iglesia, por lo tanto, debería transformarse
en pastoral de la liberación, teniendo como modelo a las CEBs, la pastoral de la tierra
y otras.
Las propuestas de cambio revolucionario en América Latina apuntaban, según Peter Berger,
a “una liberación más allá de la modernidad” o “postmoderna”. En el caso de Ivan Illich, la
“sociedad amistosa” rechazaría las ideas de crecimiento ilimitado, de progreso unilineal y de
racionalidad omnipresente, a la vez que haría uso de los más modernos medios tecnológicos
para crear una nueva comunidad.
Aunque se rechace el tipo de modernidad en medio del cual vivimos, a veces de una manera
asfixiante, no hay cómo negar algo de irreversible en el proceso. Pedro Demo dice que “ya
no está en cuestión si vamos a modernizarnos. Sino que se discute como participamos de
esto, si como objetos o como posibles sujetos”.
¿Moderno o postmoderno? O ¿tal vez neo-moderno? Lo que parece quedar más claro con la
actual discusión es que se acepta la necesidad de afirmar positivamente la modernidad, no
como resignación ante un hecho inevitable, sino como una oportunidad. La meta es una
modernidad alternativa o algún tipo de postmodernidad. En la teología, recuerda Leonardo
Boff, esto significa incluso asumir a la secularización, no como meta, sino como parte del
camino.
2.6 Modernidad y fe
La fe, don gratuito de Dios, se manifiesta en estilos o formas distintas durante la vida de la
persona y también en la historia de la humanidad. Podríamos decir que cada época “produce”
un estilo o tipo de fe que le es propio y que tampoco por ello está más cerca o más lejos del
juicio y de la gracia de Dios.
Debe ser recordado que en la identificación de etapas o tipos de fe se trata fundamentalmente
de una forma de estructurar las experiencias de la vida con relación a lo transcendente. La
simple sustitución de contenidos de fe, en este sentido, todavía no indica cambio de etapa ni
tampoco verdadero crecimiento espiritual. Fowler, define la comunidad ideal como una
“ecología de la fe”, es decir, un espacio donde haya respeto con distintos tipos de fe que allí
conviven y encuentran condiciones para crecer por medio de la predicación, de la enseñanza,
de la diaconía, de la comunión y de la liturgia.
Por lo tanto, confrontarse con la modernidad, incluso como “destructora” de símbolos, puede
significar la posibilidad de real crecimiento para la mayor parte de las comunidades –
cristianas y no cristianas– en su fe.
Los desarrollos de la modernidad traen nuevos desafíos, enseñan ángulos distintos a ser
observados y revelan dimensiones olvidadas. Algunas de las más evidentes y que de una
forma u otra ya se están integrando en la acción de la iglesia, tanto en su edificación interna
como de misión en el mundo son las siguientes:
El elemento determinante para definir a los tipos de pastoral en América Latina ha sido la
manera de acción en el mundo y sobre el mundo, es decir, la praxis histórica. La teología
latinoamericana pasó a ser conocida como teología de la praxis. El problema es que, muchas
veces, la praxis pasó a ser reducida a lo que está al alcance de las manos. Lo que se vuelve
necesario es incorporar nuevos elementos a esta praxis: el cuerpo de hombres y mujeres, sus
sueños, sus esperanzas, sus mitos y símbolos.
Hay que reconocer también la pluralidad de los sujetos históricos. Si ya no existen un único
sujeto y la única utopía, uno de los desafíos de la pastoral quizá sea lo de mediar el encuentro
de las utopías pequeñas, fragmentos de mundos a ser construidos. Al final, el reino de Dios
también es experimentado en fragmentos, sin embargo, no por ello deja de ser completo y
verdadero.
Los mapas que haremos quizá no apunten a grandes salidas. Paradójicamente, como enseña
la discusión acerca de la modernidad, la tierra prometida nunca estuvo a la vez tan cerca y
tan lejos. Tan cerca, porque toneladas de granos se pudren delante de gente que se muere de
hambre. Tan lejos, porque los cambios siguen sucediendo para que todo se quede igual o
peor.
La expresión “pastorear la esperanza”, en este texto, tiene un sentido semejante. Se trata de
cuidar de la esperanza frágil, de buscar a la esperanza perdida, de orientar a la esperanza sin
rumbo, de esperar en contra de la esperanza. Como cristianos, no tenemos ningún atajo que
nos permita a nosotros un reconocimiento privilegiado de la modernidad o de cualquier otra
cuestión de la realidad. Vivimos las mismas contradicciones y búsquedas que todas las otras
personas. En este sentido, recuerda Néstor Míguez, nuestro testimonio – como espacio
generado en nosotros por el Espíritu – no se orienta por lo que “sabemos”, sino por quien
amamos y por lo que esperamos.
Conclusión
Ante el pluralismo cultural y religioso, la Teología Práctica debe insistir en este compromiso
universal implícito en la fe cristiana de comunicar de forma comprensible su esperanza y los
motivos de su compromiso contra la relativización y absolutización de ideas y actitudes
particulares.