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DE ANDRÉS, Rafael, JESÚS, SIEMPRE Y MAS, Edibesa, Madrid, 1997, pp.525.

Mil textos sobre Cristo


ISBN: 84-89761-80-9 Depósito legal: M-370-1997
Impreso en España por:
M.G. Comunicación Gráfica
Aldea del Fresno, 27 - 28045 Madrid

Sumario ........................................................................................................... I-II


Prólogo: Sinfonía incompleta (R.A.)............................................................. III-V
Presentación: Carta al lector (José I. González Faus)................................ VII-IX
I. PRELUDIO: Maestoso: JESÚS/CRISTO............................................ 1-44
1. Retrato / Curriculum vitae / Jesús: DNI
2. Inigualable / Emocionante / Inabarcable / Inmejorable / Imborrable / Imprescindible / Trascendental / De cine
3. Todo / Sí / Respuesta / Polifacético / Extraordinario / Meta / Centro de gravedad / Cénit de la historia
4. Superhombre / Hombre nuevo / Superstar / Superior / Suprahumano / Humanodívino / HombreDios /
Dioshombre
II. PRIMER MOVIMIENTO: Largo sostenuto: HOMBRE/DIOS........ 47-112
1. Encarnación:
Preexistente / Ausente / Prometido / Esperado / Encarnado / Judío / Incorporado / Carne de Dios / Dios de carne /
Enamorado / Limitado / Humanado / Corporal / Anonadado / Puente / Responsable / Insondable / Bienhechor
2. Nacimiento:
Corporal / Niño / Silencioso / Nacido / Belén-cruz / Pequeño / Belemita/ Infante / Humanado / Supernombre /
Tangible / Acampado / Convecino / Comunitario / Clave / Manifestado / Icono / Terreno / Plenitud
3. Nazaret:
Oscuro / Oculto / Adolescente / Solidario / Nazaretano / Imán / Carpintero / Silencioso / Partida / Despedida
III. SEGUNDO MOVIMIENTO: Andante con moto: PASÓ HACIENDO BIEN 113-272
1. Vida pública:
Purificado / Bautizado / Probado / Solitario / Vencedor / Amador / Humanitario / Bienhechor / Solidario /
Liberador / Altruista / Filántropo / Amigo / Transfigurado / Filial / Amenazado / Comprometido / Libre /
Escandaloso / Célibe / Inconformista / Mesías / Accesible / Creyente / Parcial / Pacífico / Incendiario / Realista
Camino-Verdad-Vida / Abierto / Libre / Pobre / Humilde / Fascinante / Jefe
2. Evangelio:
Mensajero / Profeta / Justicia / Maestro de moral / Revelador / El Dios de Jesús / Profeta del amor / Pro-Reino de
Dios / Poeta / Interpelante / Fidedigno
3. Señales y signos:
Corazonada / Encontradizo / Bien social / Feminista / Revolucionario / Taumaturgo / Social / Libertador
IV. TERCER MOVIMIENTO: Adagio appassionato: NO HAY MAYOR AMOR 273-332
1. Cenáculo:
Trigo deiforme / Adorable / Sacramentado / Eucarístico / Cuerpo y Sangre / Cotidiano
2. Pasión:
Condenado / Confiado / Abandonado / Agónico / Doliente / Solidario / Herido / Viacrucis / Triple pasión /
Salvador / Crucificado / Enhiesto / Perdonador / Tentado / Entregado / Destrozado / Abandonado / Desgarrado /
Ave, cruz
3. Muerte:
Rasgado / Parasceve / Redentor / Asesinado / Eliminado / Rey / Sacerdote / Corazón / Entrega / Hasta el fin / Telón /
El túnel
IV. CUARTO MOVIMIENTO: Allegro vivace: VOLVERÁ CON GLORIA 333-506
1. Resurrección:
Predestinado / Cicatrizado / Cósmico / Inmortal / Yo soy / Vida nueva / Resucitado / Primogénito de los muertos /
Liberado / Primavera / Pascual / Aparecido / Admirable / Inexplicable / Revelador / Sublime / Entre celajes / Emaús
2. Ascensión:
Ascendido / Entronizado / Rey-esclavo / Meta / Peregrino / Exaltado / Inmortal / Postexistente / Distinto, no distante
3. Par usía:
Juez / Futuro / Venidero / Yo soy Aquél / Hijo del hombre / Hombrenuevo / Tridimensional
4. Hasta que vuelva:
Resucitando / Más vivo aún / Eclipsado / Aquí y ahora / Contemporáneo / Presente / Transformador / Igual /
Inventable / Vivible / Imitable / Guía Actualizado / Múltiple / Inefable / Cuerpo místico / Siempre joven / Viviente /
Entrevisto / Joven / Irreconocible / Moderno / Marginado / Celesterrestre / Activo / Arquetipo / Emergente /
Animador / Ecuménico / Transhistórico
Índice Onomástico ............. 507-513
Índice Temático ................. 515-517
Bibliografía ......................... 519-520
Índice General .................. 521-525
iii
PRÓLOGO
SINFONÍA INCOMPLETA
El evangelio de Juan concluye con esta sentencia: «Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se contaran una
por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran». Entusiasta hipérbole referida
a la corta vida del Jesús histórico, pero no tan exagerada relativa a lo dicho y escrito sobre Cristo a lo largo de los veinte
siglos de cristianismo. En efecto, desde los primeros escritos de Pablo y los cuatro evangelistas hasta nuestros días, ¿en
qué biblioteca del mundo cabrían los millones de libros y artículos con el tema de Jesús en sus páginas? No hay día en
que no aparezca alguna publicación especializada o divulgativa cuyo centro sea Cristo.
Entonces, si el mercado cristológico ya está saturado, ¿a qué viene un libro más? ¿Qué puede aportar de novedad a la
última serie de obras de cristología aparecidas en los escaparates del libro religioso en todo el mundo? ¿Quién será
capaz de contar todos los volúmenes de jesulogía aparecidos en los últimos años con el título «Jesús de Nazaret» u otros
parecidos? Más aún, aparte de incontables trabajos sobre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe, hay que contabilizar
las novelas y otros evangelios-ficción con Jesucristo como protagonista, sin olvidar las películas y piezas teatrales
dedicadas a narrar «la historia más grande jamás contada» o «la última tentación de Cristo».
Ante una oferta tan amplia, ¿puede haber lugar para un ejemplar más sobre Jesús que diga algo nuevo? Creo que sí y
por eso me he atrevido a presentar esta obra, como una contribución al año (1997) dedicado por Juan Pablo II a la
«Memoria de Jesús», cerca del jubileo del año 2000 de su nacimiento.
Se trata de una antología de textos desde el siglo I hasta finales del XX con Jesucristo como tema monográfico.
Seguramente es el primer intento de recopilación de un millar de textos recogidos tanto en el campo religioso como
laico con un solo denominador común: la personalidad imán del que partió la historia en dos mitades desiguales en
antes y después de Cristo. Ante la imposibilidad de coleccionar todo lo dicho sobre Jesús a lo largo de dos mil años y
encerrarlo en un solo volumen, se imponía una selección de citas. ¿Con qué criterio? Abierto a la mayor variedad de
autores: no sólo a los biblistas y teólogos, sino también a los filósofos, historiadores, artistas, escritores, políticos, famo-
sos, poetas, científicos, cineastas... La cifra de mil testimonios parecía representativa y aquí está la selección, que tiene
como lector potencial no al especialista sino al hombre de la calle, así creyente como incrédulo, que se siente interesado
-de admiración o curiosidad- por el hombre más brillante de la historia, contemplado desde los más diversos puntos de
vista. Porque se trata de una colección de citas presididas por el pluralismo de opiniones y enfoques sobre Jesucristo,
desde cualquier frontera de época y geografía. Sólo se han excluido, deliberadamente, los escasos textos que tergiversan
la
iv
historia o presentan a un Jesús distorsionado por prejuicios o ignorancia. Exceptuados estos contados autores recientes
-novelistas o fabuladores de historiaficción- aparece en estas páginas un Cristo polifacético, con una gran riqueza de
matices. El protagonista de este quinto evangelio resulta un Jesús caleidoscópico lleno de colorido, cuyo conjunto forma
un arco iris de belleza inigualable: el Hombre de Nazaret que «pasó por la tierra haciendo el bien» y que, para los
creyentes, es también confesado como Hijo de Dios.
Este Cristo fragmentado -posmoderno- no es falso sino incompleto, el único que podemos conseguir dada su
inmensidad y nuestra pequeñez. Como escribe Otto Schimiedel: «Cada cual posee algo del Cristo verdadero, aunque la
imagen sea distinta en cada uno. Creo que esto sucede porque la persona de Jesús es tan grande y descuella tanto por
encima de lo corriente de los hombres que ni época ni concepción alguna es lo suficientemente comprensiva para
abarcar la importancia que Jesús tiene dentro de la historia universal».
Cada una de las citas de este libro son como las pequeñas piedras de un mosaico, que nos ofrece sólo una diminuta
parcela de Cristo, pero sumadas y ensambladas forman una bella figura de Jesús no perfecta, pero sí atractiva. Mientras
unos autores recalan en los aspectos mistéricos de Cristo, otros se fijan en la humanidad de Jesús de Nazaret. Unos
hablan del hombre cercano y tangible, otros del Mesías trascendente. A unos les atrae el liberador, a otros el perdonador
o el profeta.
Las citas están avaladas por su origen, pero se ha omitido el aparato crítico para no dar al libro un carácter científico
sino divulgativo. Cada página tiene su propia autonomía temática. Pero, a fin de evitar un conglomerado anárquico de
los mil textos, la obra está concebida como una sinfonía -inacabada: ¡hay tanto más por decir!-, agrupada en cuatro
movimientos.
En el primero -«Largo sostenuto»- se recogen los treinta años de vida oscura de Jesús, desde la encarnación hasta la
despedida de Nazaret, pasando por la Navidad y la Epifanía. Antecede «Preludio maestoso», una larga serie de citas
sobre la personalidad fascinante de Cristo, que sirven de introducción general.
En el segundo movimiento -«Andante con moto»- se agrupan los testimonios sobre las andanzas de Jesús durante su
vida pública, los pasajes más significativos y las características más sobresalientes del ser y actuar de Cristo: proyecto,
preferencias, sicología, teología.
El tercer movimiento -«Adagio appassionato»- está dedicado a la pasión, construido con las aportaciones de autores que
evocan al Cristo doliente hasta la muerte , y una muerte de cruz. También a esa pasión que sigue sufriendo el Cristo
social a lo largo de la historia.
Finalmente, el cuarto movimiento -«Allegro vivace»- reúne los testimonios sobre la nueva vida de Jesús desde su
resurrección hasta su segunda venida futura. También entran en este apartado las voces que hablan de Cristo presente en
la humanidad hasta el fin de los tiempos.
Dentro de este esquema sinfónico de cuatro tiempos, cada página está encabezada por un título que orienta su lectura,
seguido de una cita breve de un autor, que será comentada por él mismo o por otros. Entre los numerosos autores de
esta antología hubiéramos deseado más presencia femenina, pero, aunque las mujeres van escribiendo más últimamente,
su porcentaje en esta materia -como en todas- a lo largo de veinte siglos es mínimo comparado con el de los varones.
PRÓLOGO
En el índice onomástico, los lectores podrán conocer quiénes han opinado sobre Jesucristo, y se encontrarán con
sorpresas como Goethe, Gide, Nietzsche, Kant, Sartre, Fidel Castro, Mitterrand, Borges, Camus, Arrabal, Hegel, Kafka,
Hesse ...
Aparte los índices general, temático y de autores, cierra el libro una bibliografía selectiva de obras sobre Jesucristo, de
donde han salido numerosas citas, y otras donde poder ampliar el conocimiento de la personalidad arrolladora de Jesús,
el Cristo.
Rafael de Andrés, S. J.
NOTA. Las introducciones y comentarios del autor del libro en diversas páginas van seguidas de las iniciales R.A.
vii
PROLOGO
CARTA AL LECTOR
No creo que esta obra necesite más introducciones. Rafael de Andrés ya ha dicho todo lo necesario en su prólogo.
Pienso, por ello, que mi tarea de presentador quizá podría reducirse a explicarte para qué te puede servir un libro como
éste: una antología de textos sobre Jesús de Nazaret, de toda clase de gentes y de todas las épocas.
Creo que hay algo para lo que la antología puede servir y algo para lo que ya no sirve, y que la deja convertida, como
dice expresa y exactamente su autor, en «sinfonía incompleta».
La primera lección que da una antología sobre Jesús es la gran variedad de opiniones sobre Él. Variedad, incluso entre
aquellos que coinciden en una fe-creyente (o en una fe-no-creyente) hacia Él. Una variedad que habla de la riqueza y de
la inclasificabilidad del personaje. Y una variedad que quizá te sorprenda, porque estamos demasiado mal
acostumbrados a reducir a Jesús a tres líneas abstractas y repetidas de una catequesis y de una dogmática, en la que lo
encerró la Iglesia.
Pero una variedad que se dio ya desde los comienzos. Si estuvieras más acostumbrado a leer los evangelios
separadamente, como obras distintas y atendiendo a sus autores, te darías cuenta en seguida de que este libro que
llamamos genéricamente «El Evangelio» es ya la primera antología sobre Jesús de Nazaret que nos dejó la historia. En
seguida percibirías cómo dos de los evangelistas (Marcos y Lucas) te dejan la sensación de un Jesús «más humano»,
mientras que los otros dos (Mateo y Juan) parecen presentar un Jesús «más divino». Todos tienen razón pero todos no
pueden decirlo absolutamente todo y del mismo modo.
Por eso creo que la primera parte de mi presentación podría consistir en que te desarrolle un pelín más esa primera
antología sobre Jesús que nos dejó la historia y que solemos llamar «Nuevo Testamento» (o libro de la Nueva Alianza).
Si lo leyeras un poco despacio y sistemáticamente, no sospechas con cuántos diversos retratos de Jesús te irías
encontrando: al hombre libre, al Mesías, al bueno, al divino... Fíjate un momento:
El Jesús de Marcos es un hombre extrañamente libre, inclasificable. De una ternura contenida capaz de dejarse
conmover por la buena fe de unos amigos o por la generosidad de una anciana pobre. Pero que se nos escapa siempre, y
que resulta fatalmente conflictivo y provocativo; que ni siquiera consigue ser comprendido por los suyos, y acaba en un
aparente fracaso rotundo, a partir del cual se le reconoce paradójicamente como Hijo de Dios.
El evangelista Mateo te habla de un Jesús gran maestro, mucho más elocuente y más sacral que el de Marcos, que
cumple todos los dinamismos y todas las promesas del Antiguo Testamento, pero las cumple de manera desconcertante,
y decepcionante para muchas expectativas. Es como un nuevo Moisés -salvado y salvador- o como un nuevo
viii
Israel -elegido que supera la prueba- y, por ello, está mucho más atento que el de Marcos a la «nueva comunidad». De
ahí que el título que más le cuadra es el de Mesías.
El Jesús de Lucas es, antes que nada, un corazón bueno; un hombre entrañable y tierno, particularmente delicado con
las mujeres y defensor de ellas, comensal y amigo de toda la hez social, y subversivamente duro con los ricos y
satisfechos. Caminante sin camino, lo vemos, casi desde los comienzos, en marcha hacia una meta que se revelará al
final como el desenmascaramiento de la falta de corazón en este mundo. Por eso, en su muerte acaban jugando casi más
los factores políticos que los meramente religiosos.
El Jesús de Juan es el más divino de todos: casi parece «un dios que se pasea por la tierra» y que sólo vive en relación
con el Padre. Pero precisamente esta figura tan divina es la que resulta más insoportable a los poderes religiosos de este
mundo (que el autor se limitó a calificar como «los judíos» dando pie a posteriores malentendidos), porque para él eso
de «Dios» y de la religión son contrarios a todo poder: son igualdad, fraternidad y amor de unos a otros, sin demasiadas
mediaciones que vayan de arriba abajo. Precisamente este «horizontalismo» es el que resulta más blasfemo para los
poderes religiosos de este mundo, que lo quitan de en medio, pero sin conseguir acabar con la fuerza que emana de esta
nueva religiosidad...
Cuatro opiniones sobre Jesús: el libre, el Mesías, el bueno, el divino... Si te sales de los evangelios, aún es posible
conocer algo del Jesús de san Pablo, debelador de todo lo que la religiosidad humana (¡no sólo la de los poderosos!)
tiene de autoafirmación pecadora. Pero también fuente de un nuevo Espíritu para el hombre, que nos hace reconocer
que «el amor de Dios se ha manifestado» y que los hombres podemos vernos libres de nuestra necesidad de
autoafirmación, si nos descubrimos como hijos y nos atrevemos a llamar a Dios «Abbá»: Padre.
Añade, si quieres, ese Jesús de los escritos atribuidos a Pedro: el humilde que no cometió pecado ni encontraron engaño
en su boca, que en su pasión no profería amenazas sino que se ponía en manos de Aquel que juzga con justicia: porque
sus heridas son las que nos han curado.
El mismo Jesús. Pero, ¡cuántas visiones diversas y a veces hasta contrapuestas! El mismo Jesús inabarcable. Y sólo un
poco más accesible en esta breve antología neotestamentaria.
Ahí tienes la que me parece la mejor introducción para esta otra antología que ahora sigue. Tampoco ella agotará a
Jesús, pero te permitirá atisbar su extraña riqueza, y dejar abierto el espacio a la posibilidad de que un día Jesús te
sorprenda también a ti.
Para algo de esto vale una antología. Quisiera decirte también para qué creo yo que no vale, ni aunque tuviera mil
páginas más. Qué es lo que convierte a toda antología en una sinfonía incompleta
Ya conoces el refrán: lo que es el amor no se sabe cuando se ha leído mucho sobre el amor, sino cuando se ama o se ha
amado de verdad. El sabor del buen vino tampoco es cosa de información sino de buen paladar. Y con Jesús ocurre algo
parecido: los teólogos latinoamericanos (esos denostados teólogos de «la liberación»), se han cansado de repetir que a
Jesús sólo se le conoce siguiéndolo. Hay un aspecto del conocimiento de Jesús que escapa a los libros por buenos y
necesarios que sean: en ellos, a lo más, se le puede sospechar, pero no se le puede aprender. Y es el aspecto más
importante de Jesús: al que Él mismo parece aludir cuando, a una pregunta por su identidad, no da respuesta sino que se
limita a ofrecer: «venid y lo veréis».
Seguir a Jesús no es una mera imitación material (llevar barba como Él o vestir como Él). Es más bien vivir para lo que
Él vivía y por las mismas razones que Él. Es convertir
PRELUDIO: MAESTOSO
JESÚS / CRISTO
"¿Quién dice la gente que soy yo?" (Mt 16:18)
"¡Jesucristo, Jesucristo! ¿Quién eres tú? ¿Qué has sacrificado?
Jesucristo, ¿eres tú el superestrella que de ti dice la gente?" (Tom Rice, Jesus Christ Superstar)
3
RETRATO
«Quién se cruza con Jesús en su vida, ya no puede olvidarlo jamás»
(Endo Shusaku)
«Jamás hemos visto su rostro ni escuchado su voz.
En realidad, no sabemos cuál era el aspecto de aquel hombre llamado Jesús, sobre el que me dispongo a hablar. Son
innumerables los retratos de Jesús que han sido creados por una imaginación basada en una fórmula convencional: sus
largos cabellos sobre los hombros, su cuidada barba y su delgado rostro de salientes pómulos. Durante siglos, la
mayoría de los artistas han seguido este modelo tradicional a la hora de hacer el retrato de Jesús, tratando cada cual de
que los rasgos de su rostro reflejasen los ideales de la piedad característica del contexto histórico del propio artista.
Sin embargo, en los primeros tiempos de la Iglesia el rostro de Jesús nunca fue representado según este modelo. Los
primeros cristianos experimentaban ciertas reservas para reproducir el rostro de las personas santas. En consecuencia,
los artistas de la época no intentaron pintar el rostro de Jesús de una manera realista, sino que representaron al Señor por
medio de símbolos: un pez o un cordero, una espiga de trigo o un zarcillo de vid. En la época de las catacumbas, se le
da a Jesús el aspecto de un joven griego, con el rostro imberbe de un adolescente, totalmente distinto de la imagen
moderna convencional. Tendrían que pasar unos cuantos años hasta que, en los albores del siglo V, la influencia del arte
bizantino determinara el modelo de rostro de Jesús que ha perdurado hasta nuestros días. Estudiando estos retratos,
podemos descubrir cómo la humanidad, a lo largo de su dilatada historia espiritual, ha dado en imaginar, con el más alto
grado de pureza y belleza, la fisonomía de la persona más santa que jamás haya existido.
De hecho, nadie ha visto el rostro y la figura de Jesús, a excepción de las personas que convivieron o se cruzaron con él
a lo largo de su existencia. Ni siquiera el Nuevo Testamento, al relatar la vida de Jesús, nos da demasiadas pistas acerca
de su apariencia externa. Sin embargo, cuando leemos los Evangelios, podemos perfectamente hacernos una idea muy
viva de Jesús, gracias a que las personas que realmente le conocieron ya no serían capaces de olvidarlo en los años de su
vida.»
«En una ocasión, le dicen los judíos a Jesús que «aún no ha cumplido los cincuenta años» (Jn 8,57), cuando en realidad
estaría rondando los treinta. Estas palabras se prestan a diversas interpretaciones, una de las cuales podría ser que Jesús
aparentaba más edad de la que tenía. Tal vez esa prematura apariencia de madurez fuera el reflejo de algún innominado
padecimiento que se trasluciera siempre en su rostro, o quizás fuera que sus cansados ojos reflejaran alguna aflicción
interior. Esto supuesto, podemos preguntarnos: ¿Cuándo comenzó a cernerse en sus ojos ese extraño brillo? La vida de
cada hombre o mujer que se cruzó en su camino acabó, en definitiva, por pesar sobre sus propios hombros.»
(Endo Shusaku, escritor japonés)
4
SUPERHOMBRE
«Jesús es el Hombre sobre todos los hombres»
(Pedro Arrupe)
Algunos llegan a conceder a Jesús un puesto entre los principales seres humanos que han honrado a la humanidad con
su presencia. Pero no hasta. Hay que llegar a ponerlo no ya entre «los cuarenta principales» ni siguiera entre «los diez
primeros», sino el número uno en el podio, a distancia inmensa del segundo y tercero. La medalla de oro merecida por
Jesús en el estadio de la historia está a años luz de las de plata y bronce de sus inmediatos seguidores.
Cuando en el Tabor apareció Jesús flanqueado por Moisés y Elías, los dos titanes del antiguo Testamento parecían
monaguillos a su lado. El caudillo de Israel y el campeón de los profetas eran meros teloneros de Jesús, el protagonista
de la transfiguración.
Cuando el Pueblo escogido pondera a sus patriarcas, Abrahán, Isaac y Jacob, como hitos sobresalientes de la historia
sagrada, su estela luminosa no puede compararse con el que fue «la luz del mundo».
Y cuando Juan Bautista fue proclamado por Jesús «el mayor entre los nacidos de mujer», el profeta del Jordán
reconoció encontrarse ante Jesús como un esclavo ante su señor: «Yo no soy digno de desatarle la correa de su
sandalia».
En cuanto a los fundadores de grandes religiones, Mahoma, Buda, hay una distancia cualitativa: mientras los fieles
islamistas y budistas siguen la doctrina de sus líderes, los cristianos tienen como meta la adhesión personal a Jesús. ¿Y
qué decir de los personajes ilustres que han marcado la cultura, las ciencias y las artes de la humanidad? Merecen todos
nuestros agradecimientos y admiraciones por lo que han hecho avanzar la civilización humana en áreas importantes de
su desarrollo. Pero su recuerdo no puede hacer sombra al que «pasó por la tierra haciendo bien» a manos llenas en el
servicio de la humanidad: «Yo he venido para que tengan vida, y una vida abundante»: la de hijos de Dios.
Ningún personaje histórico ha merecido los miles de libros y artículos que tienen como tema la figura de Jesús de
Nazaret. Su bibliografía es inabarcable. Ningún ser humano del pasado tiene en su haber las pinturas y esculturas que se
han dedicado a resaltar los rasgos de Jesús de Belén en cualquiera de sus pasaje biográficos. Su iconografía es
incontable, incontenible en ningún museo ni pinacoteca del mundo.
Pero lo más maravilloso es que esta personalidad única que partió en dos mitades desiguales la historia en antes y
después de Cristo no hizo alarde de su categoría superior. No se presentó como un superhombre, sino «como un hombre
cualquiera» y en gran parte menor. Porque tuvo un nacimiento casi a la intemperie, sufrió una infancia desterrada, y
vivió treinta de sus treinta y tres años de vida en un pobre hogar-taller de un oscuro pueblo galileo.
Lo que brilló en su vida pública, de predicador ambulante, no fue por el cuidado de su imagen, sino por su personalidad
interior arrolladora, que trascendía al exterior en obras y palabras que hacían exclamar a la gente: «Habla con
autoridad» y «nunca hombre alguno habló como este hombre». Jesús es «el hombre sobre todos los hombres» porque
vivió lo que dijo, y dijo lo mejor que se ha dicho en toda la historia.
(R.A.)
5
EL CRISTO DE AGUSTÍN
Espigando en los escritos de san Agustín, se encuentran estas perlas cristo-lógicas, entresacadas de sus
abundantes escritos.
(R.A.)
«Se hizo Dios-con-nosotros para que nosotros fuésemos dioses con Él.
El que para estar con nosotros se hizo uno de nosotros
ha hecho que nosotros estemos con él, haciéndonos uno con él.
Tú eres mi Dios, eres mi creador, que me creaste por tu Verbo y me recreaste por tu Verbo. Pero me creaste por tu
Verbo, inmanente en Ti, y me recreaste por tu Verbo, encarnado por mí.
Ha nacido Cristo: Dios de Padre, hombre de Madre.
Ha nacido de la inmortalidad del Padre, de la virginidad de la Madre.
Del Padre, sin madre; de la Madre, sin padre.
Del Padre, sin tiempo; de la Madre, sin semen.
Del Padre, principio de vida; de la Madre, fin de la muerte.
Del Padre, ordenador de los días; de la Madre, consagrador de este día.
Si el Señor te hubiese dicho únicamente Yo soy la Verdad y la Vida, podrías replicarle:
Grandes cosas me ofreces, pero ¿por dónde se va?
También dijo: Yo soy el Camino.
Permaneciendo en el Padre, él es la Verdad y la Vida;
encarnándose en la madre, se hizo Camino. El Camino vino a ti.
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida;
es decir, por mí se va, a mí se llega, y en mí se permanece.
Cristo te dice: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. ¿Quieres caminar? Yo soy el camino.
¿Deseas no equivocarte? Yo soy la verdad. ¿No quieres morir? Yo soy la vida. No hay adonde ir sino a mí; no hay por
dónde ir sino por mí.
El Hijo de Dios ora por nosotros, ora en nosotros y es orado por nosotros. Ora por nosotros como nuestro Sacerdote; ora
en nosotros como nuestra Cabeza; y es orado por nosotros como nuestro Dios.
En Cristo lo tienes todo: ¿Quieres amar a Dios? Lo tienes en Cristo. En el principio existía la Palabra, ... y la Palabra
era Dios. ¿Quieres amar al prójimo? Lo tienes en Cristo: Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.
El Verbo se hizo carne,
a la carne se le unió la Iglesia y se hizo el Cristo total.
Tenéis a Cristo sentado en el cielo;
en la tierra, pidiendo por boca de los pobres.
Vino a pasar hambre y dar hartura, vino a tener sed y dar de beber, vino a vestirse de
muerte y a revestir de inmortalidad; vino pobre para hacer ricos.»
(Agustín de Hipona)
6
INIGUALABLE
«Si la vida y la muerte de Sócrates son las de un sabio, la vida y la muerte de Jesús son las de un Dios»
(Jean—Jacques Rousseau)
«La santidad del Evangelio me habla al corazón. Mira, los libros filosóficos, con toda su pompa, son nada a su lado.
¿Cómo es posible que un libro tan sencillo y tan sublime a la vez esté hecho por los hombres? ¿Es posible que la
historia que en ellos se cuenta sea sólo la historia de un hombre? ¿Sería ése el tono de un entusiasta simplemente o de
un sectario? ¡Qué dulzura y pureza en sus costumbres! ¡Qué fuerza en sus enseñanzas! ¡Qué elevación en sus dichos!
¡Qué profunda sabiduría en sus discursos! ¡Que presencia de espíritu, qué finura y justeza en sus juicios! ¡Qué imperio
sobre sus pasiones! ¿Dónde está el sabio, dónde el hombre que sepa actuar, sufrir y morir sin debilidad ni ostentación?
Cuando Platón describe al justo que él imagina (De República, II), cubierto de todos los oprobios del crimen y digno de
todos los premios a su virtud, describe trazo a trazo a Jesucristo. El parecido es tan chocante que todos los Padres lo han
señalado y no es posible equivocarse. ¿Qué prejuicios, qué ceguera hay que tener para atreverse a comparar el hijo de
Sophrosine con el hijo de María? ¡Que distancia del uno al otro! Sócrates murió sin dolor, sin ignominia, sostuvo con
bastante facilidad su personaje hasta el final y, si esta muerte no hubiese honrado su vida, se dudaría de que Sócrates,
con todo su ingenio, fuese algo más que un sofista. Se dice que inventó la moral. Otros antes que él la habían puesto en
práctica; él sólo dijo lo que otros habían hecho ya; él sólo puso sus ejemplos en forma de tratados o lecciones. (...)
Esparta era sobria antes de que Sócrates alabase la sobriedad. Antes de que definiera la virtud, Grecia estaba llena de
hombres virtuosos. Pero, ¿de dónde pudo tomar Jesús, entre los suyos, esa moral pura y elevada de la que sólo él nos ha
dado lecciones y ejemplos? Desde el seno de los fanatismos más furiosos se ha hecho oír la más alta sabiduría, y la
sencillez de las virtudes más heroicas ha honrado al más vil de todos los pueblos. La muerte de Sócrates, filosofando
tranquilamente con sus amigos, es la más dulce que pueda desearse; la de Jesús, expirando entre tormentos, injuriado,
burlado, maldecido por todo el pueblo, es la más horrible que se pueda temer. Sócrates, tomando la copa envenenada,
bendice al que se la presenta llorando; Jesús, en medio de un suplicio atroz, reza por sus encarnizados verdugos. Sí, si la
vida y la muerte de Sócrates son las de un sabio, la vida y la muerte de Jesús son las de un Dios. ¿Podremos decir que la
historia del Evangelio es un invento? Amigo, así no es como se inventa, y los hechos de Sócrates, de los que nadie
duda, están menos probados que los de Jesucristo. En el fondo, lo que se hace es soslayar la dificultad, sin destruirla;
sería más fácil concebir que muchos hombres se hubiesen puesto de acuerdo para escribir un libro que encontrar un
hombre capaz de ser el protagonista verdadero. Nunca los autores judíos hubiesen sido capaces de encontrar ese tono y
esa moral, y el Evangelio tiene características tan grandes de verdad, tan asombrosas, tan perfectamente inimitables que
el inventor sería aún más asombroso que el Héroe.»
(Jean-Jacques Rousseau, filósofo francés)
7
EMOCIONANTE
«Yo no creo en su resurrección, pero no ocultaré la emoción que siento ante Cristo y su enseñanza. Ante Él y
ante su historia no experimento más que respeto y veneración»
(Albert Camus, escritor francés)
Los promotores de lo «laico» en contraposición a lo «religioso» suelen enarbolar como bandera la personalidad de
autores famosos que se pronuncian en sus escritos como defensores de la laicidad. Entre esos escritores bandera se
encuentra Camus, al que se le ha llamado «santo laico», sin apoyo en la moral religiosa. Pero no siempre los laicos que
confunden la sana laicidad con el morboso laicismo tienen en cuenta los rasgos religiosos de sus héroes. Concretamente,
Camus se confiesa en esta frase un admirador de Jesús, su vida y su Evangelio. Cita que no sólo podría ayudar a los
seguidores de la ética laica, sino también a los cristianos.
Porque la personalidad señera de Jesús, entre todos los protagonistas de la historia, es digna del mayor respeto y
veneración. El es «el Hombre» con mayúscula, el ser humano que llevó con la máxima dignidad el título de persona.
Alguien cuya biografía fue definirla por quien convivió con él tres intensos años: «Pasó por la tierra haciendo bien»
(Pedro). Nadie como Jesús ha merecido jamás este epitafio de bienhechor de los demás. Según sus propias palabras:
«No he venido a que me sirvan, sino a servir y a dar la vida». Un servicio traducido en curaciones de enfermos y ayuda
a los pobres. Una entrega llevada hasta la muerte «en rescate por la multitud».
Porque Jesús no fue como los letrados y fariseos que «dicen y no hacen», sino que fue a la par en su teoría y en su
práctica. Él fue el Bienaventurado que predicó las Bienaventuranzas. Fue pobre hasta no tener «donde reclinar su
cabeza», fue manso hasta no practicar el «ojo por ojo» a los que le maltrataron, fue compasivo hasta sentir misericordia
con las miserias que le salían al paso, fue pacífico hasta no aprovechar su popularidad para revolverse contra las
autoridades, fue limpio de corazón hasta vivir con el corazón en la mano, tuvo hambre y sed de justicia hasta ser
llamado, por su cercano observador Pedro, «el Justo».
Pero, sobre todo, donde Jesús rizó el rizo de adecuar su vida y su doctrina fue en el mandamiento único que llamó suyo:
«Amaos unos a otros como yo os he amado». Porque si «no hay mayor amor que dar la vida por los amigos», Jesús «los
amó hasta el fin» de su existencia, después de haberse desvivido por ellos. Por todo ello Camus sentía emoción y
experimentaba respeto y veneración por Jesús.
Es verdad que el autor de La peste no creyó en la resurrección de Jesús. Tal vez le faltó alguien que le explicara que ese
Evangelio admirable de Jesús, que ese amor hasta dar la vida por los demás, no tenían como estación término el
paredón de la muerte, sino una vida sin fin. Porque Dios puso el placel a la vida-muerte de Jesús resucitándolo para
tenerlo siempre junto a Sí.
(R. A.)
8
INABARCABLE
«Buscaba mi alma / y no la encontraba. / Buscaba a mi Dios, / y no lo encontraba. / Entonces me mostrasteis a
Jesús, / y encontré en Él a mi alma y a mi Dios»
(Jesus revolution)
«¿Quién es este por quien tantos han muerto, a quien tantos han amado hasta la locura, de quien tantos han abusado para
imponer sus dogmas personales y sus intereses? Desde hace dos mil años, su nombre ha estado en boca de millares de
mártires y también —¡ay!— en boca de asesinos más o menos legales. Su doctrina inflamó el corazón de san Francisco
de Asís y también -¡ay!— las hogueras de la intolerancia. Discípulos suyos se llamaron los santos, que abandonaron
todo para seguirle, y discípulos suyos nos llamamos quienes hemos logrado -¡por fin!- compaginar su amor con el
dinero. En su fe se inspira la monjita que en África abraza a los leprosos y en su fe creen inspirarse algunos que hoy
toman la metralleta guerrillera y revolucionaria. A Él invocan el monje trapense que renuncia hasta a ser propietario de
su palabra y el especulador que se santigua con gesto mecánico antes de festejar su último triunfo bolsístico. ¿Quién es,
quién es este personaje que cruza de medio a medio la historia como una espada ardiente y que produce frutos tan
opuestos de amor o de sangre, de entrega o de violencia, de locura o de vulgaridad ¿Quién es y qué hemos hecho de Él,
cómo hemos usado o traicionado su voz, qué jugo misterioso o maldito hemos sacado de sus palabras? ¿Es fuego u
opio? ¿Es bálsamo que cura, espada que hiere o morfina que amodorra ¿Quién es? ¿Quién es? Pienso que el hombre que
no ha respondido a esta pregunta puede estar bien seguro de que aún no ha comenzado a vivir y de que no es digno de
pisar sobre la tierra que esa su sombra cruza para bendición o terror. (...)
Albert Schweitzer ha llegado a afirmar que todos cuantos han tratado de contar la vida de Jesús han terminado contando
la de «su» Jesús y proyectando sus preocupaciones religiosas y las de su generación sobre la verdadera historia del
carpintero de Nazaret. Pero ¿es que esa verdadera historia es posible? ¿No será Cristo como un prisma con demasiadas
caras, tantas que nunca será abarcable por un hombre en una sola vida humana y aun por toda una generación? (...)
Y..., sin embargo, habría que buscar, habría que bajar a ese pozo. ¿Con la esperanza de llegar a entenderle? No, no;
sabemos de sobra que nunca llegaremos a eso. La historia de veinte siglos nos enseña que todos cuantos han querido
acercarse a Cristo con sus inteligencias siempre se han quedado a medio camino. Pasó ya así cuando Él vivía. Los que
estaban a cada hora a su lado tampoco le entendían. Les desbordaba. Un día les parecía demasiado Dios, otro demasiado
hombre. Le miraban, querían entender su misterio. Y lograban admirarle, amarle incluso, pero nunca entenderle (...)
Y, sin embargo, Él es la gran pregunta que todo hombre debe plantearse, aun con la seguridad de que toda respuesta
quedará a medio camino (...)
Quizá la suma de todos nuestros afanes por entenderle se parezca un poco a su rostro verdadero: el rostro santo que nos
hace saber que sigue valiendo la pena de ser hombre, el rostro de la santa humanidad de nuestro Dios.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor)
9
HOMBRE NUEVO
«El acontecimiento de Jesús con todas sus consecuencias supone para la humanidad una revelación sobre Dios,
que acontece en el seno de una revelación sobre el hombre: la aseveración del valor absoluto del hombre y la
revelación de Dios como amor»
(José Ignacio González Favis)
«1. La vida de Jesús se caracteriza por la pretensión (hecha en nombre del Dios con quien Jesús se sabe en particular
intimidad) de un hombre nuevo, «utópico».
2. En su muerte, Jesús recibe de los representantes oficiales de Dios el no a su pretensión y la consecuencia de no
haberse apartado de ella. Al soportar este no muriendo hacia las manos del Padre (Le 23, 46), Jesús está realizando ya el
hombre nuevo,
3. En la Resurrección, Dios da el sí irrevocable a la pretensión de Jesús, y abre a la Humanidad el futuro absoluto de un
hombre nuevo. La dimensión de la Plenitud irrumpe en nuestra historia y polariza la marcha de ésta in virum perfectum
(Ef 4, 13) (= hacia el hombre perfecto).
4. Jesús resucitado es confesado, así, como el Hombre Nuevo.
5. En la historia de Jesús acontece para nosotros la revelación definitiva de Dios. Consiguientemente, la divinidad de
Jesús no debe ser vista por nosotros como un «segundo piso» sobreañadido a su humanidad y accesible al margen de
ésta, sino en esta misma novedad de su humanidad.
6. Por tanto, en Jesús lo Divino sólo se nos da en lo humano; no además o al margen de lo humano.
7. Y, no obstante, la historia de Jesús es historia de fracaso y de muerte. La cruz no es en ella un apéndice o paréntesis
temporal, sino que pertenece intrínsecamente a esa vida. Dios se revela en Jesús no sólo destruyendo la imagen religiosa
de Dios, sino a través del abajamiento o vaciamiento de Sí mismo en la vida del hombre pecador y por él.
8. Por su Resurrección, Jesús posee una dimensión de universalidad (el Espíritu) por la que entra en relación real de
posesión con todo el universo, que pasa así a formar parte del Cuerpo de Cristo.
9. Así como la encarnación de Dios en todo el mundo, el Deus omnia in ómnibus (1 Cor 15, 23) (= Dios todo en todas
las cosas) o el vir perfectus (Ef 4, 13) (= hombre perfecto) son magnitudes históricas, también la Encarnación de Dios
en Jesús posee una dimensión histórica por la que Jesús, aunque es Hijo de Dios desde el principio, «se hace» Hijo de
Dios.
10. Encarnación, Cruz y Resurrección no son sólo acontecimientos aislados, sino que, en cuanto hechos reales que son
hechos-de-Dios, se convierten en categorías de lo real, y condicionan toda lectura cristiana de la realidad.
11. El acontecimiento de Jesús con todas sus consecuencias supone para la humanidad una revelación sobre Dios, que
acontece en el seno de una revelación sobre el hombre: la aseveración del valor absoluto del hombre y la revelación de
Dios como Ágape». (= Amor).
(José Ignacio González Faus, jesuita, teólogo español)
10
RESPUESTA
«El paso de Jesucristo por la historia de los hombres se resolvió en una gran pregunta: ¿Quién es éste? Como si
fuese uno de esos astros desconocidos que cruzan fugazmente el cielo estrellado, provocando la sorpresa y la
admiración de los pocos que advierten su carrera: ¿Qué sería eso?»
(Joaquín L. Ortega, historiador)
«Y la pregunta sobre la identidad de Jesús sigue aún en pie en el corazón de los hombres, por mucho que la historia o la
teología hayan presentado múltiples y, a veces, bien pretenciosas respuestas. Que la interrogación siga punzando aún la
conciencia de los hombres no significa sino que la pregunta está viva y que sólo en el nivel de la fe -un terreno
particularmente hondo y personal- puede encontrar una respuesta.
Cuando, al final de la representación de Jesucristo Superstar -una versión actualizada del enigma permanente de Jesús-,
los actores se preguntan, cantando, quién es, en realidad, aquel que se quedaba clavado en el madero, no hacen sino
servir de altavoz a una pregunta que viene rodando desde siempre.
Los que no conocían bien a Jesús, como Pilato, le preguntaban si era Rey. Los que mayor molestia sentían en sus carnes
ante lo que Jesús decía, los escribas y fariseos, le acuciaban para que declarase de una vez si era Dios. Juan el Bautista
quería saber a toda costa si era el Mesías esperado. Los que le veían hacer milagros se decían, asombrados: «¿Quién es
éste para que el mar y los vientos le obedezcan?». Quienes escuchaban la hondura y la sublimidad de su enseñanza
exclamaban: «Pero ¿no es éste el hijo del carpintero?». Cuando perdonaba los pecados a los que querían ser curados, no
faltaba nunca quien le reprochase con indignación: «¿Con qué autoridad perdonas tú los pecados?». Y, lo que es más
singular, los que le seguían de cerca, los que compartían con Él la fatiga y la sed del camino, el pan y la sal de la
amistad, los que tenían clavados los ojos en sus palabras y en sus gestos durante las veinticuatro horas del día y de la
noche, tampoco salían de su desconcierto. ¿Quién era? ¿A qué había venido? ¿Estaba o no estaba Dios detrás de Él?
Siempre las mismas preguntas -la gran pregunta- enredadas en los pasos y en las palabras, en los gestos y en los
milagros del Maestro.
Y, sin embargo, Jesucristo aparece en la historia de los hombres como la gran respuesta. Como la única y definitiva
respuesta de Dios.
Nadie como san Juan, en el prólogo de su evangelio, ha sabido desentrañar el misterio acuciante de Jesucristo,
presentándole como la gran Palabra de Dios. Cuando un hombre tiene que comunicar con otro sus sentimientos, elige la
palabra apropiada. Cuando alguien quiere ser correctamente entendido, reflexiona sobre las palabras que tiene que
emplear. Cuando llegó la plenitud de los tiempos, cuando Dios quiso sellar un pacto eterno y amistoso con la
humanidad, eligió la Palabra justa. Y apareció Jesús de Nazaret entre los hombres. Él era la Palabra -el Verbo- de Dios.
Él traía la respuesta a las infinitas preguntas del hombre. Él mismo, al ser hombre y Dios, era la gran respuesta, la
definitiva respuesta de Dios. Una respuesta rotunda y eterna.»
(Joaquín L. Ortega)
11
OBJETIVO: JESUCRISTO
Repasando la encuesta dirigida a cien sacerdotes españoles conocidos sobre la personalidad de Jesús, me tropiezo
con las siguientes definiciones de «El Cristo que ha dado sentido a mi vida»:
(R.A.)
«El que murió, pero vive / Jesús, el fiel / Jesús, el único /
Jesús, patrón-Hombre / Fuerte y comprensivo / El sentido de mi vida /
Jesús, entrega total / Dulce serenidad /
Sin Él, un absurdo / Apasionante Jesús / Jesús, palabra-obra /
Novedad escandalosa / Jesús, hombre libre / Cristo es la plenitud /
Jesús, la ternura / Para mí vivir es Cristo /
Jesús, la lealtad / Jesús, proyecto vital / No podría vivir sin El /
Personalidad compacta / Jesús, libertad / obediencia libre /
Jesús, prototipo humano / De Jesús, todo / Jesús, religioso /
Jesús se merece lo mejor / Jesús, coherente /
Jesús, comprensivo / Jesús tomó partido / Jesús, el justo /
El amor de Dios hacia nosotros / Me impresiona el Cristo total /
Solidario de los que carecen / Jesús es el Cristianismo /
Jesús, el hombre bueno / Jesús, valiente y comprensivo /
Jesús, profeta del amor / Me impresiona su seguridad / Jesús, entrega /
Vivió ante Dios, se desvivió por los hombres / Jesús, hombre nuevo /
Como un sol que se levanta / Jesús, equilibrio perfecto /
Jesús, verdad viva / Jesús, un amor distinto /
Su Encarnación es apabullante / Me ha marcado el Cristo vivo /
Jesús, profundamente humano / Jesús, próximo / Es Cristo quien me anda /
Su realidad humana / Jesús, amor efectivo / Jesucristo, la comprensión /
Jesús, el fuera de serie / Hermano de los hombres /
Lo único y definitivo para mí / Jesús, suma de contrarios /
Jesús, bondad y dulzura / Jesús, armonía / Jesús, el bueno /
Jesús, bueno y justo / Jesús de Nazaret es mi vida / Jesús, Alfa y Omega /
Cristo, el viviente / Tú sabes que te amo / Jesús, bondad y equilibrio /
Jesús, un amor excesivo / Jesús, interés por el hombre /
Jesús, equilibrio dinámico / Jesús, arquetipo / Jesús, la sonrisa del cosmos /
Jesús, amor bifronte / El Dios para el hombre, el hombre para Dios /
Jesús, la luz y la verdad / De Jesús, su humanismo /
Preñó de Trinidad nuestra convivencia /
Un Cristo envolvente Jesús, disponibilidad alegre )
Jesús, horizontalismo vertical / Jesús, Amor, Bondad, Espíritu /
Jesús, obediencia filial / Jesús, prototipo / Yo soy la libertad / Jesús, equilibrio.»
(AA. VV. en Objetivo: Jesucristo)
12
UN TAL JESÚS
«¿El Jesús de la historia? En última instancia habrá siempre dos: por una parte el Jesús de los que no creen en
Él, por otra parte, el Jesús de los creyentes. Sus mismos contemporáneos se dividían ya de este modo. ¡Y todos
pertenecían a la "historia"!»
(A.M. Besnard, teólogo francés dominico)
«En el fondo, ¿qué es lo que me acucia a la búsqueda de un «Jesús de la historia»? A no dudarlo, el hecho de que las
aserciones teológicas de la Iglesia sobre Jesucristo me parecen demasiado distantes. Me han sido enunciadas más que
anunciadas. Compruebo que son formulaciones, pero no experimento igualmente que me digan algo. Si me resultan
familiares se debe sólo al hecho de vivir en un medio ambiente cristiano que las va repitiendo y estereotipando. Mas al
intentar indagar lo que significan exactamente, se me antojan extrañas y de contornos imprecisos: Mesías, Verbo de
Dios, Hijo de Dios, Salvador, Rey, Cordero de Dios ... Quisiera de una vez poner sordina a esa letanía, acercarme a ese
Hombre, sin prestar atención a estas etiquetas, que de seguro él no ostentaba sobre su pecho como otras tantas
condecoraciones, quisiera acercarme a él y mirar su vida. Sencillamente, cómo vive, anda, sonríe, se sienta. Entonces,
yo le preguntaría: Tú, ¿quién eres?
Lo reconozco, es harto singular este deseo de ver a ese hombre, y verlo en su historia, a tal hora, en tal lugar, y
preguntarle: ¿Quién eres tú? Deseo tanto más singular cuanto expresa una curiosidad muy honda y muy personal, pero
incontestablemente muy extendida y frecuente. Jesucristo ha suscitado por lo menos esto: la experiencia multiplicada de
esta ardiente curiosidad. Hasta el punto que ciertos párrafos del evangelio se me antojan llenos de vida, tengo la
impresión de penetrar en ellos a pie llano como en una humanidad enteramente próxima a la mía, y se revisten para mí
de una innegable fuerza de verdad. Tal, por ejemplo, es el caso de Juan que se va tras Jesús al que acaba de conocer por
primera vez: «Maestro, ¿dónde vives?» (Jn 1, 38). O el de aquel jefe de los publicanos que en Jericó «trataba de ver
quién era Jesús» (Le 19, 3). O aquellos griegos que habían subido a Jerusalén para la Pascua y tiran de la manga a
Felipe: «Quisiéramos ver a Jesús» (Jn 12, 21) O el mismo Poncio Pilato, en aquel fugaz momento de presentimiento
poco trivial en que, acercándose a su prisionero, cuya actitud y causa le desconciertan, le pregunta: «¿De dónde eres
tú?» (Jn 19, 9). Es obvio que hay alguien frente a estas preguntas; y yo experimento la densidad de su presencia
precisamente en la intensidad de deseo, de sorpresa o de temor que se revela en la pregunta. Siento con gran fuerza lo
que expresaba André Malraux en una entrevista reciente: —Tras las migajas que nos quedan del sermón de la montaña
se descubre una personalidad única, real, fuerte.
Jesús es, en la historia, el hombre acerca del cual una infinidad de hombres que han oído hablar de él experimentan la
necesidad de preguntar: «¿Quién eres tú?» Pretender saberlo sin él, mejor que él, sospecho que sería algo ridículo. A
pesar de mi suficiencia de hombre culto del siglo XX, ¿por qué mi mezquina idea acerca de la cuestión prevalecería
sobre la opinión de los apóstoles? Si deseo saberlo por él mismo, no tengo más remedio que acudir al testimonio de esos
apóstoles a quienes él confió su respuesta.»
(A. M. Besnard)
PRELUDIO: MAESTOSO
13
TODO
Tras decir de Jesucristo «mi Dios y mi todo» o, simplemente «Dios», no habría nada más que añadir. Pero desde
hace dos mil años hemos sentido la necesidad de traducir en miles de palabras al amable Jesús de la historia y al
adorable Cristo de la fe. (R.A.)
«Jesús, mi Dios eterno Jesús, Dios-para-el-hombre Jesús, Dios-con-nosotros Jesús Doctor-Doctrina Jesús, Don inefable
Jesús, Esclavo y Dueño Jesús, el-sin-pecado Jesús, Perdonador Jesús, Encrucijada Jesús, mi Ruta y Guía Jesús, Camino
y Meta Jesús, mi Dios amado Jesús, Hombre perfecto Jesús, divino-humano Jesús, el Dios que salva Jesús, Poder y
Amor Jesús, el Dios cercano Jesús, Misericordia Jesús, mi Salvador Jesús, Muerto por todos Jesús, el Traspasado Jesús,
Culminación Jesús, Vivo por siempre Jesús, Pan de las almas Jesús, mi fiel Ayuda Jesús, íntimo Amigo Jesús,
Abanderado Jesús, Hermano mayor Jesús, de Pecho abierto Jesús, el Abogado Jesús, el Admirable Jesús, el Adorado
Jesús, el Agua viva Jesús, santa Alegría Jesús, Alfa y Omega Jesús, mi Amanecer Jesús, Amor y Fuego Jesús, Ancla
segura Jesús, Piedra angular Jesús, Árbol de Vida Jesús, gran Armonía
Jesús, dulce Descanso Jesús Vida perfecta Jesús, Canto feliz Jesús, Casa de Dios Jesús, Gracia en cascada Jesús,
Cátedra viva Jesús, Centro del mundo Jesús, Cifra y Misterio Jesús, rica Cosecha Jesús, Débil y Fuerte Jesús, Estación
Término Jesús, Faro seguro Jesús, Felicidad Jesús, Freno del mal Jesús, Motor del bien Jesús, Fuera de serie Jesús,
Himno y Poeta Jesús, el Hombre nuevo Jesús, icono de Dios Jesús, Prototipo ideal Jesús, la Buena Nueva Jesús, Amor
palpable Jesús, Líder de Dios Jesús, Luz de los hombres Jesús, Llama de Amor Jesús, Norma de vida Jesús, el-No-
violento Jesús, el Buen Pastor Jesús, mi Paraíso Jesús, mi Amor y Paz Jesús, la Paz del mundo Jesús, Perla preciosa
Jesús, Obra maestra Jesús, Raíz y Fruto Jesús, Sal de la tierra Jesús, Imprescindible Jesús, la Plenitud Jesús, el Fiel que
espera Jesús, gran Corazón Jesús, Superestrella Jesús', el Dios Bendito»
(Manuel A. Villegas, escritor jesuita)
14
EL SÍ DE DIOS
«Todos los impulsos que estremecen la vida de la humanidad de hoy intentan encontrar en Cristo su justificación
y su sentido»
(Joaquín Losada)
«La múltiples novísimas preguntas sobre Jesús nacen, sobre todo, del cambio de horizonte de comprensión al que
asistimos en nuestros días. Se debilitan los viejos horizontes ofrecidos en los pasados decenios por el idealismo y el
existencialismo. En su lugar, el fenómeno del cambio acelerado construye un nuevo horizonte antropológico,
sociológico, prospectivo del futuro, ansioso de encontrar los modelos necesarios para afrontar la nueva situación. Es de
aquí de donde brota la mayor parte de la recientísima literatura sobre Jesús. El resultado es una nueva imagen de Jesús,
dibujada en el ejercicio de la llamada «exégesis salvaje», intuitiva, de gran fuerza de arrastre por su cercanía a las
necesidades y esperanzas de los hombres de hoy. Ahí hay que colocar el Cristo comprometido en la transformación del
mundo de la teología política y de la teología de la liberación, el Jesús de la teología de la muerte de Dios, el Jesucristo
«Superstar», el «clown» terriblemente humano de «Godspell». Todos los impulsos que estremecen la vida de la
humanidad de hoy intentan encontrar en Cristo su justificación y su sentido. Los horizontes dialécticos de todos
nuestros problemas apuntan, como una pantalla de radar, hacia él en busca de claridad.
Todo esto es conmovedor. Uno piensa, sin querer, en una transposición a nivel planetario de aquella situación que
describen los evangelios cuando Jesús se encuentra en el desierto con las multitudes del pueblo que lo siguen y lo
buscan. «Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas que no tienen pastor, y se
puso a instruirlos detenidamente» (Me 6, 24). Como entonces, son los pobres, los agobiados, los marginados por la
«buena sociedad», zelotas, prostitutas, publícanos, pecadores, los que necesitan y creen encontrar en él su esperanza. Es
un índice de hasta qué punto, más allá de la visión «oficial» de las cosas, este mundo nuestro es «salvajemente»
cristiano.
Pero es también todo esto penosamente ambiguo. Al menos así nos lo parece a los ojos domesticados por exigencias y
rigores metodológicos y convencionalismos sociológicos. Las nuevas imágenes que describen estos hombres, apoyados
en una «exégesis salvaje» de los evangelios y en la intuición que les abre su situación vital ¿nos dan el rostro auténtico
de Jesús, o el de un mito? Y ¿no será que sólo el lenguaje del mito es capaz de expresar el verdadero sentido de lo que
es Jesús para los hombres dentro del plan salvador de Dios? ¿Nos enfrentamos a una «ilusión», una «neurosis
obsesiva», en el sentido freudiano, o sencillamente chocamos con la realidad de aquello que ya decía san Pablo a los
corintios: Jesús es el sí de las promesas de Dios?»
(Joaquín Losada, cristólogo jesuita)
15
CRISTOCENTRISMO
Poniéndonos «A la escucha del cardenal Congar», se descubre un enamoramiento de Jesucristo que recuerda al
de Pablo. Así lo demuestran las siguientes citas cristocéntricas.
(R.A.)
«Hoy que la fe se presenta tan difícil,
y que el lenguaje sobre Dios parece velado,
Jesucristo conserva un gran atractivo.
La Iglesia es contestada, a menudo rechazada, no se espera nada de ella.
Dios es discutido, y muchos estiman que es casi imposible hablar de Él ...
Por el contrario, Jesucristo es poco contestado.
Esta constatación incorpora la convicción determinante de mi teología».
«La trascendencia acompaña inseparablemente a la condescendencia.
Si Dios es El que es (aseidad), El que fue (eternidad),
se espera todavía en El que viene,
y «el que viene» tiene un nombre: Jesucristo.
He llegado progresivamente a no hablar de Dios,
si no es cristológicamente.
Quiero decir, nuestro conocimiento de los comportamientos de Dios, costumbres de Dios,
de aquello que espera de nosotros, alcanza en Jesucristo su luz plena.
En Jesucristo lo conocemos tanto a través de sus acciones como de sus palabras».
«Lo más maravilloso no es que Jesucristo sea Dios, sino que Dios es Jesucristo».
(Ivés Congar, cardenal dominico)
Jesús:
Fuiste Tú quien dijiste: «Felipe, el que me ve a mí ve al Padre. ¿O es que no crees que el Padre está en mí y yo en el
Padre?». Y Juan dijo de Ti: «A Dios no lo ha visto nunca nadie. Pero el Hijo único que está en su seno nos lo ha
revelado». Y no sólo tus palabras nos iluminan el misterio de Dios, sino más aún, Tú como Palabra nos descubres,
como un diccionario abierto, de la A a la Z de Dios. Tú eres el televisor en relieve y color
donde se refleja la imagen viva del Padre.
Tú eres el icono viviente del Dios vivo.
Tú eres la réplica, la copia perfecta del Padre.
Ya no tenemos necesidad de pedirte con Felipe:
«Muéstranos al Padre, y eso nos basta».
Bástanos suplicarte: Muéstrate a nosotros como eres,
y veremos la traducción en carne de su personalidad maravillosa,
ya que Tú eres la impronta de su ser y de su obrar.
(R. A.)
16
INDIO
«Mi Cristo, mi dulce Cristo, la joya más preciada de mi corazón, el broche más espléndido de mi alma; veinte
años llevo acariciándolo en lo más profundo de mi pobre corazón.»
(Keshub Chunder Sen)
«¿No era Jesucristo asiático? Sí, y sus discípulos también lo eran... De hecho, el cristianismo fue fundado y desarrollado
por asiáticos y en Asia. Este pensamiento centuplica mi amor por Jesús: lo siento junto a mis simpatías nacionales.»
«¿Cómo y bajo qué forma preexistía en el cielo? Como una idea, como un plan de vida, como una dispensación
predeterminada antes de ser realizada más tarde, como pureza de carácter, no concreto sino abstracto, como luz aún no
manifestada ... De hecho, Cristo no fue sino una manifestación en la tierra, en forma humana, de ciertas ideas y
sentimientos que se encontraban anteriormente en Dios ...
... Así, pues, Cristo existía en Dios antes de ser creado; existía la idea del hijo y del hijo encarnado que toma del Padre
toda su vitalidad e inspiración. Ésta es la verdadera doctrina de la encarnación. Suprimid en Cristo todo lo que es
divino, todo lo que es de Dios, y no os quedará nada de Cristo.»
«El panteísmo de Cristo es un panteísmo más elevado y más perfecto. Consiste en la unión consciente de lo humano con
el Espíritu divino, en verdad, amor y alegría. El sabio hindú (...) busca la absorción inconsciente en su Dios (...) , pero la
comunión de Cristo es activa y recta (...) El panteísmo de Cristo es el abandono activo de la voluntad. Es la unión del
hijo obediente, humilde y amante con el Padre. En Cristo descubrís el verdadero panteísmo. Y como la base del
hinduismo naciente es el panteísmo, vosotros, compatriotas míos, debéis aceptar a Cristo en el espíritu de los libros
sagrados de vuestra tradición.»
«El Lagos fue el comienzo de la creación y el Logos fue también su plenitud -la culminación de la humanidad en el Hijo
divino. Nosotros hemos llegado al último eslabón de la serie en el organismo creado. La expresión última de la
divinidad en una variedad sin fin de existencia progresiva, la fuerza creadora primera ha tomado finalmente la forma del
Hijo en Cristo Jesús.»
«Yo entiendo a Cristo como la persona que se puso por lema «hágase tu voluntad». Cuando yo hablo de Cristo, no
puedo dejar de pensar en el espíritu de fidelidad a Dios.»
«Cristo se nos presenta como el depósito más transparente de las aguas vivificantes de la divinidad.»
«En la muerte de Cristo, mucho más que en su vida, se lleva a pleno cumplimiento la economía salvífica de la
providencia. La cruz inunda al mundo de fe, esperanza y amor.»
(Keshub Chunder Sen, indio)
17
JESÚS DE LOS FILÓSOFOS
Solemos contraponer el Dios Padre que Jesús nos reveló como muy superior al «Dios de los filósofos». Pero
también algunos de ellos han dicho cosas bellas sobre Cristo, como este muestrario:
(R.A.)
«Jesucristo ha descubierto a los hombres el misterio y las leyes admirables del reino de los cielos y la grandeza de la
suprema felicidad que Dios prepara a los que le aman. Los antiguos filósofos han conocido muy poco estas importantes
verdades. Sólo Jesucristo las ha expresado divinamente bien, y de una manera tan clara y tan familiar que hasta los
espíritus más rudos las han conocido. De este modo, su Evangelio ha cambiado enteramente la faz de las cosas
humanas.» (Leibniz)
«Yo soy cristiano y sinceramente cristiano, no como discípulo de los sacerdotes, sino de Jesucristo. Mi Maestro sutilizó
poco sobre el dogma e insistió mucho en los deberes; él prescribió menos artículos de fe que buenas obras.» (Rousseau)
«El Hijo eterno de Dios se ha revelado en Jesucristo mucho más que en cualquier otro individuo o filósofo, por encima
de todos.» (Spinoza)
«Jesús es el autor sublime de aquello que hay de más magnífico hasta aquí de la religión: su pureza, su fuerza y su
dulzura son admirables, pero por encima de todo, la claridad espléndida, el fulgor que él ha dado a la idea de la religión,
sentido y gusto del infinito, del absoluto. Él ha sido el virtuoso del cristianismo.» (Schleiermacher)
«Es necesario que Cristo nos sea perfectamente comprensible.» (Schelling) «Jesucristo es maestro de moral, maestro de
virtud... el Hijo de la Vida.» (Hegel)
«Jesús no es el maestro doctrinal, el genial precursor de la Doctrina de la Ciencia, sino quien aporta el Reino de los
cielos» (Fichte)
«Nosotros concebimos a Cristo como aquel en cuya conciencia la unidad de lo divino y de lo humano aparece por
primera vez con una energía suficiente para reducir a un mínimo evanescente todos los obstáculos a tal unidad sobre
toda la línea de su alma y de su vida.» (Strauss)
«Él fue Dios en el hombre, a él le bastaba descorrer la cortina que separaba las dos cámaras de su alma para pasar a
voluntad del altar del sacrificio al Santísimo.»
(Jorge Santayana)
«Cristo es la clave del mundo.» (Novalis) «Jesucristo es el Hombre-Dios sublime.» (Klopstotck)
18
CENTRO DE GRAVEDAD
«Una sola cosa merece la pena: amar a Jesucristo y hacer que le amen, darle nuestro pobre corazón, miserable y
desgarrado»
(Paul Claudel, poeta francés)
«Que Cristo siga siendo lo que es: el centro ...
Evita sacar de su lugar propio a Aquel que es el objetivo ...
No hay más que un objetivo: Cristo y su purísima doctrina.»
«Como era el colmo de la sinceridad y de la verdad,
no podía haber en él absolutamente ninguna desemejanza
entre el arquetipo de su pensamiento divino
y el tipo de discurso que de él se había extraído.
Lo mismo que nada hay más semejante al Padre que el Hijo,
Verbo del Padre salido de su corazón,
tampoco hay nada más semejante a Cristo
que el discurso de Cristo transmitido desde el santuario de su santísimo corazón ...
Tienes a tu disposición reliquias tan santas y tan eficaces de tu Señor
y, dejándolas de lado, ¿buscas otras mucho más extrañas?»
«Seas el que fueres, tienes que tomar la vía estrecha,
por la que caminan pocos mortales.
Pero es la que el mismo Cristo pisó, la que han pisado desde el origen del mundo
todos los que han complacido a Dios...»
«Morir a la carne con Cristo no te concierne para nada, si vivir el espíritu de Cristo no te concierne para nada.»
(Erasmo de Rotterdam, filósofo)
Jesús: Como buen «soldado cristiano», quiero seguir tus huellas, las de tus palabras y las de tu vida. En Ti no se
cumplió la sarcástica definición sthendaliana «La palabra se nos ha dado para ocultar nuestro pensamiento». Sino que
«de la abundancia de tu corazón hablaba tu boca».
Pero no sólo eras fiel al verter en palabras tus ideas, sino que tus obras eran consecuentes: «Empezó a hablar y a
actuar».
Quiero que sólo Tú seas el centro de mi ideal y de mi vida,
no quiero tener otra meta que imitarte.
Deseo que sólo Tú seas el Norte de mi brújula, el puerto de mi trayectoria vital.
Ya sé que tu camino no es la autopista que lleva a la perdición,
sino el sendero estrecho que conduce a la salvación.
Pero confío en Ti para recorrerlo, pues no sólo eres el Camino personificado,
sino también la Gracia para ayudar a recorrerlo.
(R.A.)
19
CÉNIT DE LA HISTORIA
«Tras la caída de tantos dioses en nuestro siglo, este Jesús, fracasado ante sus adversarios y traicionado sin cesar
por sus fieles a lo largo de los tiempos, sigue siendo para incontables personas la figura más impresionante de la
larga historia de la humanidad.»
(Hans Küng, teólogo)
Jesús:
Me alegro de que, a las puertas del tercer milenio,
millones de personas te consideren la cima de la humanidad.
Aun en el plano meramente humano,
la historia hubiera sido muy inferior sin tu presencia.
Aun para quienes prescinden de tu divinidad,
tu figura supone una fuente de inspiración moral.
Mientras los viejos dioses de ayer se han olvidado,
tu figura no ha envejecido con el paso de los siglos.
La gloria de los ídolos modernos es cada vez más efímera,
y sus fans necesitan cambiarlos por otros de nuevo cuño.
Pero tus adictos seguimos repitiendo año tras año:
Jesucristo, ayer, hoy y siempre.
También nosotros nos sumamos a la admiración
que suscita en incontables no cristianos tu dimensión humana.
Somos los primeros en decir de Ti: Aquí está el Hombre,
en repetir que eres El Hombre con quien hay que cronometrarse.
Tú eres el ideal del ser humano, la medida del humanismo auténtico.
Nadie como Tú pasó por la tierra haciendo bien,
entendiendo la vida como un dar y darse,
como un vivir y desvivirse hasta morir por los demás.
Tu proclama de Libertad, Igualdad y Fraternidad
se adelantó en dieciocho siglos a la Revolución Francesa.
Las alturas morales de tu sermón del monte
superan las cumbres de todos los moralistas de la historia.
Pero los cristianos no nos contentamos con esto, Jesús.
Nosotros creemos que tu incombustible permanencia en la historia
se debe a tu doble condición humano-divina.
Nietzsche exclamaba extrañado ante el volteo de campanas en Pascua:
/ Y todo esto por un judío muerto hace diecinueve siglos!
Se olvidaba de que resucitaste para no volver a morir más.
Nosotros sabemos que tu admirable vida histórica
estuvo precedida por tu divina vida eterna
y está seguida por tu gloriosa vida resucitado.
Los cristianos te veneramos no sólo como el mejor Hombre,
sino también como «Dios verdadero de Dios verdadero».
Por eso, Jesús, nada ni nadie ni hoy ni mañana
podrá deshacerse nunca del altar de la historia. (R.A.)
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POLIFACÉTICO
«Los hombres, gracias a su fe y fantasía creyente, han concretado en una imagen las experiencias que han tenido
al oír la tradición histórica de Jesús en su propia situación histórica.»
(Heinz Zahrnt, publicista)
Jesús: Si todo es según el color del cristal con que se mira,
es natural que cada cultura tenga una imagen distinta de Ti.
Qué distinto tu retrato románico, gótico, renacentista, barroco
no sólo en las artes plásticas sino también en las letras.
También en los últimos siglos, qué variedad de Cristos
según las regiones y las modas en pintura, literatura, cine.
Más aún, en una misma época coexisten visiones variopintas
de tu personalidad según escuelas teológicas y espirituales.
¿Cuál es tu imagen preponderante en nuestro tiempo?
Imposible formar tu retrato-robot con los rasgos diseñados
por cristianos e increyentes a lo ancho del mundo actual.
Tal vez el denominador común entre la gran dispersión
es que hoy te vemos todos como el «Jesús de Nazaret».
Si hasta hace poco se hablaba sólo de cristologías,
ahora prevalecen las «jesusologías».
Hasta un admirador ha escrito un Jesús para ateos.
No es que los creyentes de hoy no creamos en tu divinidad,
es que nos fijamos más en tu dimensión humana.
Te vemos más cercano como hombre, uno de nosotros
tal vez porque nuestra humanidad está necesitada de humanismo.
Y Tú, Jesús, eres el Hombre ideal: ¡Ecce Homo!
Pero dentro de esta coincidencia de fondo,
los africanos y asiáticos te contemplan con sus facciones.
Los occidentales te vemos como el Salvador del hombre consumista.
Los iberoamericanos te pintan como el Liberador de las injusticias.
De nuestro mundo pluricultural y «aldea global» al mismo tiempo
hemos de analizar y sintetizar cualquier rasgo tuyo bueno
que nos ofrezcan las teologías, las artes y las letras.
Inabarcable como eres, Jesús, hemos de añadir dinámicamente
todas las partículas válidas que vayamos hallando sobre Ti.
Pero haz, Jesús, que la inculturación permanente de tu imagen
tenga siempre como referente la que campea en los evangelios,
la que Pablo, el cristo adicto, pone de relieve en sus cartas,
la que emerge de todos los escritos del nuevo Testamento.
También la imagen tuya que nos ha ido legando tu Iglesia
(R.A.)
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DE CINE
«¿Qué es para Ud., hoy Jesucristo? ¡Todas las cosas!» (Ermanno Olmi)
«Jesús históricamente es un personaje maravilloso.
¡No sé cuándo nacerá otro como Él!
Es un revolucionario, siempre más moderno que todos.
Ha realizado lo que quisieran realizar todos los jóvenes,
cambiar el mundo, revolucionarlo todo,
predicar y ver la vida desde otro punto de vista.
Jesús es siempre de una actualidad y modernidad increíbles.»
(Monica Vitti, actriz)
«Las Hermanas me hablaban de Jesucristo y esta figura,
tan llena de amor y de comprensión hacia las miserias humanas,
era para mí extraordinaria, fascinante.
No creo que nadie en el mundo haya podido decir
ni podrá jamás decir palabras comparables a las suyas.
Jesús me había realmente fascinado ...
De aquellas enseñanzas que abrazaba con gran pasión
he iniciado mi diálogo personal con esta Persona ...
Sólo Jesús ha sido coherente con lo que ha dicho.
En la historia nadie ha conseguido nunca vivir en serio el Evangelio.
Es imposible ser cristiano si uno se compara con Jesús.
(Anna Galiena, actriz)
«Creo que Jesús es verdaderamente una persona excepcional y una persona de gran espiritualidad. Quizá es también el
Hijo de Dios, no lo sé.»
(Ornella Mutti, actriz)
«La definición de aspirante cristiano me va muy bien ... Creo que sobre todo hay una referencia fundamental,
inequívoca, inapelable: la enseñanza de Cristo. Es verdaderamente duro ser cristiano según el modelo original.»
(Ermanno Olmi, director de cine)
«Creo que Jesús ha sido seguramente el hombre más grande de la historia, aparte de darle la «carta de identidad» de
Dios ... Era una persona dotada de una espiritualidad, de un poder, en el buen sentido del término, superior a los otros.
Las cosas que decía me parecen absolutamente básicas y muy modernas: «He venido a traer la espada». Es una
provocación muy fuerte. O la afirmación más conocida «Los últimos serán los primeros». Les parece a muchos «lógica»
o «banal», pero es una subversión social increíble.»
(Gabriele Salvatores, director de cine)
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AMABLE
«Creo que no existe nada más bello, más profundo, más simpático, más viril, más perfecto que Cristo. No existe
nada como Él, ni puede existir»
(Fedor Dostoievski)
Jesús:
Mi corazón se alegra por las muchas cosas buenas
que he leído y oído sobre tu personalidad incomparable.
Tu amabilidad rezuma por todos los poros del nuevo Testamento:
de los cuatro evangelios, de las cartas y los Hechos apostólicos.
Tú conquistase el corazón de los tres hermanos de Betania,
que te acogían en su casa como al mejor de los amigos.
Tú ganaste el corazón de los doce apóstoles,
cuando les dijiste: No os llamaré siervos, sino amigos.
Tú robas el corazón de todos cuantos te escuchamos decir/vivir:
Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos.
Tú atraes el corazón de todos los cristianos
que se sienten personalmente «el discípulo amado» por Ti.
(R.A.)
«Jesús, Tú eres el más amante entre los más amables amigos.
Nunca jamás hubo amigo como Tú,
ni podrá haber jamás quien te iguale,
porque no hay más que un solo Jesús
en toda la amplitud del mundo y en la gran extensión del cielo.
Y ese dulce y amoroso Amigo,
ese verdadero Amante del más puro y santo amor
eres Tú, mi Jesús, mío sólo y todo mío ...
Todas las fibras de tu divina naturaleza vibran de amor por mí,
cada latido de tu noble corazón es una explosión de tu intenso cariño por mí.
Tus sagrados brazos me estrechan, me acercas a tu pecho,
con infinita ternura te inclinas hacia mí,
porque sabes que yo soy todo tuyo y Tú eres todo mío ...
¡Oh Jesús, Jesús, Jesús!
¿Quién no te amará?, ¿quién no dará toda la sangre de su corazón por Ti,
desde el momento mismo que experimente la profundidad,
anchura y realidad de tu ardiente amor?
¿Por qué no hacer de cada corazón un horno ardiente de amor a Ti,
de suerte que el pecado sea imposible, el sacrificio, un placer y gozo,
la virtud, el anhelo de todos los corazones, y así vivamos para tu amor,
soñemos en tu amor, y al fin muramos con el corazón destrozado de amor,
el don más dulce de Dios al hombre?»
(P. Doyle, jesuita belga, capellán militar muerto en batalla)
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INMEJORABLE
«Me inclino ante Jesucristo como la revelación divina del principio supremo de moralidad»
(Johann W. Goethe)
Tras esta afirmación del famoso poeta alemán, concuerdan los testimonios de los autores racionalistas sobre la grandeza
de Jesús, que añadimos a continuación. (R.A.)
«Jesucristo ha puesto a la luz por vez primera el valor de cada alma humana, y nadie puede deshacer lo que él ha hecho.
Cualquiera que sea la actitud que se adopte ante él, no se puede menos de reconocer que en la historia Jesucristo es
quien ha elevado a la humanidad a esta altura».
«La grandeza y la fuerza de la predicación de Jesús se muestran en que ella es a la vez tan sencilla y tan rica: tan
sencilla que está encerrada en cada uno de los pensamientos fundamentales que él ha expresado; tan rica que cada uno
de sus pensamientos parece inagotable y que nosotros jamás hemos llegado al fondo de sus sentencias y parábolas».
«Quien se esfuerce en conocer a aquel que ha traído el evangelio testificará que aquí lo divino ha aparecido con la
pureza que es posible que aparezca en la tierra.» (Harnack)
«Es del todo imposible representarse una vida espiritual como la de Jesús.» (Werule)
«Jesús sería el más semejante a Dios entre los hombres, Dios a la manera de un vicario, la manifestación en carne de lo
que Dios significa para nosotros.» (Tyrrell) «Jesús es el más divino de los hombres.» (Middleton)
«Jesús es el alma más bella que existió jamás: sincera, pura, que ha podido elevarse a una altura a la que nunca el
hombre podrá llegar. La personalidad más importante de la historia.» (Sabatier)
«(Jesús es) la realización de nuestro ideal religioso, gloria de la humanidad.» (Meyer)
«Jesús deja oscurecidas todas las perfecciones humanas por su grandeza y hermosura; creo que Jesucristo es más que un
hombre.» (Channing)
«El Cristo no podía tener sucesor que le aventajase, ni siquiera que pudiese alcanzar el mismo grado absoluto de la vida
religiosa. Jamás en tiempo alguno será posible subir más alto que él, ni imaginarse a nadie que le sea siquiera igual.»
(Strauss)
«Nada ha habido en la tierra ni más inocente, ni más poderoso, ni más sublime, ni más santo que su conducta, su vida y
su muerte.» (Leopold von Ranke)
«Jesús queda en relación con nosotros a una distancia infranqueable.» (Wilhem Bousset)
«Se siente por todo, en sus discursos, en sus actos, en sus dolores, un no se qué de divino, que eleva a Jesucristo no sólo
por encima de la humanidad ordinaria, sino sobre lo más selecto de la humanidad.» (Loisy)
«Cada uno de nosotros le es deudor de lo que tenga en sí de mejor. Jesús ha creado el mundo de las almas puras donde
se encuentra lo que en vano se pide a la tierra, la perfecta nobleza de los hijos de Dios, la santidad colmada, la total
abstracción de las manchas del mundo, la libertad.» (Ernest Renán)
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META
«¿Qué es para ti Jesucristo?
-El hombre con quien hay que cronometrarse?»
(Universitario español ganador en 800 y 1.500 metros)
«Cristo es el aguijón que espolea a la criatura por el camino del esfuerzo, del agotamiento, del desarrollo.»
(Teilhard de Chardin)
«Cada día Cristo me llama. Cada día me impide detenerme: su palabra y su ejemplo me arrancan de la tendencia
instintiva que me retendría pegado a mí mismo, a mis costumbres, a mi egoísmo. Yo le pido que tenga conmigo la
misericordia de no dejarme en mí mismo, sentado en mi tranquilidad egoísta.»
(Ivés Congar, teólogo dominico francés)
«Si permanecemos apegados a la figura de Jesús, si el adjetivo cristiano continúa teniendo sentido para nosotros, es
porque creemos que Jesús nos ha revelado de la manera más luminosa y más universal lo que constituye el fondo de
nuestra existencia: un cierto modo de existir y un cierto modo de considerar la existencia. Sencillamente, ante lo que
somos, decimos que encontramos en la figura histórica de Jesús la definición más explícita de lo que creemos que es el
sentido de nuestra existencia. Decimos que creemos que Jesús ha logrado hacer vibrar la parte más preciosa de los
hombres.»
(Poulain y Claude Wagnon)
«Un día nos paramos, y una voz nos dice: «He aquí a Jesús». Momento celestial cuando, después de tantas cosas buenas
como el alma ha gustado y le han decepcionado, descubre de golpe la belleza que no engaña.
Se le puede acusar de ser un sueño, cuando no se le ha visto. Pero los que le han visto no pueden olvidarlo... Cuando
llega a ser algo propio, el fruto de nuestra experiencia y de nuestra madurez, nada puede conmovernos con más cálida
certeza.»
(Henri Lacordaire, OP)
«Al mirar a Cristo, Él nos avergüenza por estar aún tan lejos, perdiendo el tiempo en tonterías, empequeñeciendo su
mensaje, maniatando su Espíritu, reteniendo a su Iglesia prisionera de otros siglos. Nos avergüenza por seguir aferrados
a falsas seguridades, mezquinos, cobardes, atados a verdaderas alienaciones, desertores día a día de la lucha por la
nueva humanidad que Él proyectó.
Al mirarle, Él nos compromete a arrancarnos de nosotros mismos y a ponernos en vanguardia de la lucha para hacer
crecer en nosotros al hombre nuevo y construir la nueva humanidad que hoy es buscada inútilmente por todos los
caminos. Él nos anima a despertar en nosotros la esperanza, a no dudar, a estar ciertos, porque Él ha puesto en nosotros
y en el mundo la fuerza de la libertad, de la justicia, de la paz, del amor universal sin límites, que ahora debemos vivir y
desarrollar.»
(Teófilo Cabestrero, escritor español)
25
CREÍBLE
«Creo a Platón y a Sócrates. Creo en Jesucristo» (S.T. Coleridge)
«Cristo tiene una presencia continua en mi vida. Creo profundamente en él, en su historicidad y en su divinidad. Cristo
es Hijo de Dios, y es absurdo tratar de buscarle una comparación con nadie.
Deseo dar a conocer a Jesucristo a quienes no le conocen.
si soy necesario, si mi fama sirve a alguien para hacer conocer mi religión y mi fe en Cristo, estoy dispuesto
inmediatamente a hacerlo. Si mi amor a Cristo puede servir para cualquier progreso del amor, estoy dispuesto a hacer
apostolado en bicicleta por toda la tierra.
Jesús no es un Dios lejano, sino un Dios cercano. Es bueno tener conciencia de este aspecto de la realidad que escapa a
una mirada superficial. No faltan hombres, incluso cristianos, que dicen, y hasta piensan, que la religión no tiene lugar
en la vida de hoy. Ciertamente, es necesario hacerla entrar en la vida.
Cuando Armstrong pone un pie en la luna, la religión está allí. Cuando Leprince o Ringuet presiden los destinos de la
física nuclear, ella está allí. Cuando Robert Schumann y tantos émulos de hoy construyen una Europa nueva, no hacen
más que hablar de Él. Cuando tantos y tantos cristianos han contribuido y contribuyen a edificar un sindicalismo
constructivo y cristiano, debemos proclamar: Es Jesús quien da la fuerza a nuestra vida.»
(Eddy Merckx, campeón ciclista)
«Creo en Jesucristo,
que siendo un hombre solo que nada podía realizar
-que es también como nosotros nos sentimos-,
sin embargo, luchó para que todo cambiara,
por lo cual precisamente fue ejecutado.
Creo en Jesucristo,
que es el criterio para verificar
cuan esclerotizada está nuestra inteligencia,
cuan sofocada nuestra imaginación,
porque no somos capaces de vivir como él vivió.
Creo en Jesucristo,
que nos hace temer cada día
que su muerte haya sido en vano,
porque lo enterramos en nuestras iglesias
y traicionamos su revolución
con nuestra cobardía y obediencia a los poderosos.
Creo en Jesucristo,
que resucitó en nuestras vidas
para que nos liberemos de los prejuicios y los despotismos,
del miedo y del odio,
y llevemos adelante su revolución,
siempre en dirección del Reino.» (D. Soelle)
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EXTRAORDINARIO
«Cristo es un abismo de luz, ante el cual es necesario cerrar los ojos para no precipitarse en él»
(Franz Kafka, escritor checo)
«Una vez vi una reproduce >n de un Cristo, obra de un pintor ruso, que me tuvo obsesionado durante mucho tiempo.
Ese Cristo no tenía nada que ver con la imagen rutilante a que nos tienen acostumbrados en la visión popular del
cristianismo occidental, la del buen pastor. Su aspecto era de un hombre flaco, consumido, como atormentado, de
grandes ojos oscuros y hundidos. El rostro permitía imaginar un cuerpo de elevada estatura, de miembros largos y finos.
Era la imagen de un hombre solitario, y éste es, me parece, el rasgo más notable del cuadro: ni aureolas ni haz luminoso
que lo iluminara desde las alturas. Sólo un hombre extraordinario. Un hombre ordinario que se hizo extraordinario y
que trató de enseñarnos a todos que no había en ello nada que cualquiera de nosotros no pudiera alcanzar. El cuadro no
parecía contener más que la soledad unida a un atisbo de duda. Me hubiera gustado conocer al hombre que representa
este lienzo...»
(Norman Mailer, escritor USA)
«Por el camino en ascenso, María Magdalena le va diciendo a Pedro: «Ha resucitado para que así se cumplir las
Profecías de las escrituras y adquiera validez su propio compromiso. Ha resucitado y ya nadie podrá volver a darle
muerte. Aunque nuevos saduceos intentarán convertir su Evangelio, que es espada de los pobres, en escudo amparador
de los privilegios de los ricos, no lograrán matarlo. Aunque nuevos herodianos pretenderán valerse de su hombre para
hacer más lacerante el yugo que doblega la nuca de los prisioneros, no lograron matarle. Aunque nuevos fariseos se
esforzarán en trocar sus enseñanzas en mordazas de fanatismo, y acallar el pensamiento libre de los hombres. Aunque
izando su insignia como bandera desatarán guerras inicuas, y se harán llamear llamas de tortura, y se humillará a las
mujeres, y se esclavizará a las razas y naciones, no lograrán matarle. Él ha resucitado y vivirá para siempre en la música
del agua, en los colores de las rosas, en la risa el niño, en la savia profunda de la humanidad, en la paz de los pueblos,
en la rebelión de los oprimidos, sí, en la rebelión de los oprimidos, en el amor sin lágrimas.»
(Manuel Otero Silva, escritor venezolano)
¿Cree Ud. que Cristo es Dios?
«Sí. Además, su venida al mundo fue el acontecimiento más importante de la historia y el que más ha influido -y sigue
influyendo- a lo largo de los siglos en todos los ámbitos. El cristianismo no ha fallado, los que hemos fallado muchas
veces hemos sido los cristianos.»
(Ana de Felipe, presidenta de Manos Unidas)
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IMPRESCINDIBLE
«Al margen de la fe, Cristo o el cristianismo han formado una constelación de imágenes, de discursos y de valores sin
los que yo no concibo lo humano. Mi educación, mi sensibilidad, mi visión de las cosas están profundamente marcadas
por el cristianismo. Y no lo lamento.»
(Federico Jiménez Losantes, escritor)
¿Cree Vd. que Cristo es Dios?
«Pero también hombre. Así se le pudo ver, oír y tocar. También golpear y matar. Su humanidad es «la manera de
expresarse la divinidad. Otra piedra de toque para la fe. No me pidas explicaciones científicamente precisas, porque ése
no es el camino. Advertiré solamente que no hallo conflicto entre el orden de la ciencia y el de la fe. En mi limitado
ámbito, el cultivo de aquella no me ha afectado para nada la fe (...) por lo demás, la vieja pugna entre ciencia y fe es una
cuestión actualmente superada. Se trata de dos planos mutuamente autónomos: planos paralelos que, por tanto nunca se
tocan.»
(Federico Revilla, científico)
«No puedo llegar, realmente, a distinguir entre Dios y Cristo. Cristo es Dios y punto. Son sólo uno. Además, cabe decir
que, en mi caso, y creo que en el de muchos, Cristo es más Dios que Dios mismo por una razón muy sencilla: Dios nos
resulta un personaje intangible, lejano, difícil de imaginar y concebir, mientras que Jesucristo está mucho más cerca, ha
tenido imagen corporal y realidad histórica y por ello nos resulta mucho más cercano, tangible y sobre todo,
identificable y comprensible.
También quiero señalar que, para mí, esta realidad histórica de Jesucristo con toda una serie de hechos ciertos y
comprobables y otros discutibles e indemostrables, configuran una personalidad sumamente atractiva e interesante. La
figura de Jesucristo, por ello, me atrae enormemente y sin duda constituye el personaje que más me interesa de toda la
Historia de la Humanidad. No puedo ocultar que es un modelo a seguir, el personaje al que más puedo admirar y, sobre
todo, por el que siento el amor más profundo y la mayor necesidad de acercarme a él.»
(Fernando Lara, editor)
«Me uno a aquel centurión, a aquel soldado de una tribu imperial e invasora, que, al asistir a la ejecución legal aunque
no legítima de un «loco peligroso», exclamó: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.» Algunos creen en la
reencarnación y otros creemos en la encarnación: «Y Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.» Éste es un dogma y
un misterio de los que nos llamamos cristianos (que Cristo nos llame cristianos, ésa es harina de otro costal).
La divinidad de Cristo, como la física cuántica o la teoría de la relatividad, son misterios que desbordan la muy limitada
«razón» humana.
(...) El dogma de la Encarnación es un dogma consolador para los que creen o creemos: Dios comparte nuestras
limitaciones y saborea el mundo amargo de los sinsabores del psyché hasta exclamar: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?»
(José A. Jáuregui, antropólogo)
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IMBORRABLE
«El austero documento de esta fe de una oscura secta de Oriente, redactado en el incorrecto griego «común» de
los iletrados, pone en los labios de su héroe malogrado estas palabras: El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán.»
(Vittorio Messori)
«Benedetto Croce, poco sospechoso de intenciones apologéticas cristianas, escribía a propósito de ese Jesús cuyas
palabras, conforme a una «profecía» de veinte siglos antes, no habían de pasar: «El cristianismo ha sido la mayor
revolución que ha realizado la humanidad».
El filósofo napolitano, hombre totalmente cerrado a toda religión que no sea la puramente humana de la libertad,
demostró con rigor de historiador que la palabra de Jesús ha estado siempre viva y presente en todos los movimientos
idealistas desde el día en que resonó su voz por vez primera hasta nuestros días. Incluso en los movimientos más
alejados de la Iglesia o de las Iglesias. Es célebre la palabra de Croce: «Porque no podemos dejar de llamarnos
cristianos».
Paul Louis Couchoud, brillante negador de la existencia misma de Jesús, incrédulo provocador, escribía por los mismos
años para justificar su tentativa de destruir las raíces divinas del cristianismo: «En la mente de los hombres, en ese
mundo ideal que llevamos bajo nuestros cráneos, Jesús es inconmensurable. Sus dimensiones no admiten parangón, el
orden de su grandeza apenas es concebible. La historia de Occidente, a partir del imperio romano, se ordena en torno a
un hecho central, a un acontecimiento creador: la representación colectiva de Jesús y su muerte. Todo lo demás brotó de
ahí o se conformó con ello. Todo cuanto se ha hecho en occidente a lo largo de tantos siglos se ha hecho a la sombra
gigantesca de la cruz».
Pensando en esa cruz pudo escribir Renán que «extirpar el nombre de Jesús del mundo sería sacudirlo en sus
cimientos».
Ésta es la constatación de un hecho histórico objetivo e innegable. Hecha por quienes, como Couchoud y Renán, se
propusieron «desenmascarar el equívoco cristiano» precisamente por su inmensa relevancia. Sin embargo, en ese
mismo plano de objetividad, la realidad histórica de este Jesús que ha hecho violencia a la historia, hasta convertirse en
su «quicio» para Hegel («En él terminó la historia y con él volvió a comenzar»), su «cambio irreversible de derrotero»
para Nietzsche, «la norma invisible que gobierna nuestra raza» para Couchoud, es un puntito apenas perceptible; una
semilla apenas visible de la que ha brotado, con lozanía inexplicable, el inmenso bosque que contemplamos.
«Como cultura, Cristo no es menos importante que lo que es para los fieles como fe y vida -observaba en su Politécnico
el laico Elio Vittorini-. Nada de cuanto se ha dicho de nuevo, concreto o simplemente útil después de él, ha sido dicho
en contradicción con él». El violento choque entre socialismo y liberalismo que ha marcado a fuego nuestra época
hunde sus raíces históricas en la lejana predicación que testimonia el evangelio de Mateo. Es sólo un aspecto entre
muchos de aquella persistencia tenaz e invencible. Sus palabras, efectivamente, no han pasado.»
(Vittorio Messori, escritor italiano)
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SUPERIOR
«No hay más que un solo caso de una conciencia humana que abra, funde y domine, soberanamente, la infinidad del
tiempo, y es el caso de Cristo.»
(Jean Mouroux, escritor francés)
«Sólo cuando Aquel por quien fueron hechas todas las cosas en el principio bajó la naturaleza hundida y convertida en
mortal y perecedera en lo sucesivo, para convertirse de nuevo en ella en el vínculo entre la vida espiritual y la vida
natural, entonces el cielo, el verdadero mundo de los espíritus, se abrió de nuevo para todos y, por segunda vez, se
concluyó la alianza entre la tierra y el cielo.»
(Schelling, filósofo alemán)
«Si realmente queremos examinar, si realmente queremos tomar en serio la historia del espíritu humano. Debemos
encontrar por fin el coraje de preguntar a cada pensador si ha creído en Cristo, qué imagen de Cristo ha conservado o
concebido; a la sombra profunda de la historia (...), debemos preguntar a la filosofía alemana si ha conocido a la luz del
mundo, si ha visto a Jesucristo.»
(Reinhold Schneider, filósofo alemán)
«Hasta las representaciones y conceptos bien diferentes que los hombres se hacen de Cristo prueban la totalidad de las
fuerzas y de los dones reunidos en Él, demostrada también por la diversidad de las relaciones que cada individuo
mantiene con Él. Pues hay hombres para quienes el Salvador ha venido ya efectivamente a ellos y mora junto a ellos,
otros para quienes viene, otros para quienes vendrá; por ultimo, algunos para quienes se va de nuevo. Aunque en la vida
temporal no haya nadie a quien haya dejado ya completamente.»
(Franz Baader, filósofo alemán)
«Examínese el orden del mundo y véase si todas las cosas no tienden al establecimiento de los dos puntos capitales de
esta religión: Jesucristo es el objeto de todo y el centro al que tiende todo. Quien le conoce, conoce la razón de todas las
cosas.»
«Sin Jesucristo, el mundo no subsistiría; pues haría falta que fuera destruido, o que se volviera como un infierno.»
«Nosotros no nos conocemos a nosotros mismos sino por Jesucristo.»
«El conocimiento de Jesucristo constituye el punto central, porque encontramos en Él a Dios y nuestra miseria.»
(Blas Pascal, filósofo francés)
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SUPERSTAR
«Cristo es como el maná, que tenía todos los sabores.»
(X. Tilliette)
«Cristo es una figura eminentemente plástica. Se le percibe en mil imágenes, y hasta los retratos ficticios, las
escenografías, donde los escritores alojan sus propios fantasmas,
dan testimonio en favor del carácter absolutamente único, «atópico», de Cristo, en relación con las más complejas y
aparentemente inagotables tipologías, como las de Hamlet, o Don Quijote, o Cristóbal Colón, o los hermanos
Karamazov. Cristo es un espejo al que los reflejos le dejan intacto.»
(Xavier Tilliette, jesuita, filósofo y cristólogo francés)
«¡Oh Cristo, reina para siempre sobre la razón humana!»
(Lamartine, filósofo francés)
«Existe prueba histórica de que Jesús y sólo El ha sido el non plus ultra del desarrollo religioso.»
(D.F. Strauss, filósofo alemán)
«Antes de ser Cristo, es la verdad.
Si nos desviamos de Él para ir hacia la verdad,
no andaremos un gran trecho sin caer en sus brazos.»
(Simone Weil, filósofa francesa)
«La majestad de las Escrituras me asombra,
la santidad del Evangelio habla a mi corazón.
Mirad los libros de los filósofos con toda su pompa;
¡qué pequeños resultan al lado de aquél!
¿Es posible que un libro a la vez tan sublime y tan sencillo sea obra de hombres?»
«Si la vida y la muerte de Sócrates son las de un sabio, la vida y la muerte de Jesús son las de un Dios»
(Jean Jacques Rousseau, filósofo francés)
«El Cristo de los teólogos es el Dios de los filósofos.»
(Wiebke Schrader, filósofo alemán)
«Cristo es el supermístico.»
«El Evangelio es mi verdadera patria espiritual.»
(Maurice Blondel, filósofo francés)
31
VALIOSO
«Para contestar sobre la divinidad de Jesús me vale este texto de Juan en el capítulo 14, 9-11: «Felipe, ¿tanto tiempo
que estoy con vosotros y aún no me conoces? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decir que te
muestre al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí.»
(Rosario Bofill, escritora)
«Creo lo mismo que otros, pero a mi modo. Cuando sin vacilar y con convicción, los cristianos decimos el credo juntos
en la iglesia, decimos lo mismo, es decir, creemos lo mismo. Pero no lo decimos en plural, sino que cada uno lo dice de
sí mismo y dice: creo. La fe es una afirmación personal, una respuesta personal (...) Yo no encuentro en el credo
ninguna afirmación que me haga dudar, pero me consuela esa innumerable compañía de todos los que han creído y
creen lo mismo, de gente ilustrada y gente sin estudios, católicos o cristianos de otras confesiones, y ojalá los de arriba
estuvieran más afortunados en el esfuerzo de reunir a todos los que tenemos como referencia de nuestra fe el mismo
evangelio, el de Jesucristo. En eso es en lo que creo. Y creo que Jesús de Nazaret sabía quién era y que la intimidad con
su Padre no impedía que, como hombre que era, como cualquiera de nosotros tuviera horas de agonía en Getsemaní y se
sintiera abandonado en la cruz.»
(Lorenzo Gomis, escritor)
«Jesús es para mí sólo un hombre, rodeado de una espléndida y hermosa leyenda. Me interesan los aspectos históricos
de su figura, su papel de iluminado y rebelde contra la tradición de su raza -la judía- y del invasor romano (...) Pero hay
algo realmente sorprendente en ese símbolo, en esa leyenda: su capacidad para sobrevivir durante siglos, para afectar,
emocionar e imponerse sobre gentes de lugares y culturas muy distintas, para haberse convertido en una forma de vida
-al menos desde un punto de vista teórico— y de organización social en medio del mundo. La ideología marxista
aplicada a la realidad apenas ha durado un siglo. La ideología cristiana tiene ya veinte siglos de existencia. Creo que ése
es su gran valor.»
(Ángeles Caso, escritora)
«Si ha existido un hombre a lo largo de los tiempos que merezca ser reconocido y alabado como Dios ése es Jesús. A mí
con eso me basta. Lo de las dos naturalezas, divina y humana, de Cristo, las tres personas, el jeroglífico agustiniano de
la Santísima Trinidad, la herejía de Arriano, el monofisismo, la cristología o la doctrina de Calcedonia o Trento, me
traen al fresco, excepto como cultura o gimnasia del pensamiento (...) En todos sentidos, menos en el dogmático, me
parece claro que Jesucristo era (es) hijo de Dios, palabra de Dios, ejemplo de Dios, mostración de Dios, regalo de Dios
a los hijos de Eva.»
(Jaime Campmany, escritor)
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HOMBREDIOS
«Sí, pero también creo que fue hombre. Esta dualidad es maravillosa, pues permite rezarle como Dios, e intentar
hablar mentalmente con Él como hombre.»
(Manuel Gutiérrez Mellado)
«Cuando muy temprano, siendo niño, ayudaba a misa en la sacristía de nuestro oratorio, sólo estábamos El, el padre que
oficiaba y yo. Debió de conocerme muy de cerca y no me podrá olvidar.
Amor. En Tierra Santa me puse debajo de la Cruz en el Gólgota y dije: «Estoy siempre bajo su amparo».
Fe. También comulgué en la iglesia del Huerto de los Olivos. Fue el perdón de mis culpas.
Perdón. Procuro hablar con el HOMBRE muchas veces. Tengo mucha confianza de que me acoja, en el momento de
morir, en sus brazos.»
(Manuel Gutiérrez Mellado, militar)
«Para muchos, el dogma de la divinidad de Cristo es un alimento de muchas vitaminas para sus atormentados espíritus,
incluyendo a Tomás de Aquino, Agustín de Hipona, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, el centurión que asistió a aquella
«ejecución» y millones de seres humanos dentro de los que me incluyo. Tal vez estemos equivocados, pero podríamos
estar en lo cierto. En el mar proceloso de las dudas humanas, me agarro a esta tabla de salvación: «Y el Verbo se hizo
carne y habitó entre nosotros.»
(José Antonio Jáuregui, antropólogo)
«Quizá era preciso que el concepto incorpóreo de Dios, de un espíritu puro, todopoderoso y lleno de amor, se
materializara a través de un hombre humilde y prodigioso (...)
La idea de la redención es hermosa y apasionante, y yo quiero recrearme en la figura de Cristo sin apartar al mismo
tiempo mi pensamiento del ser indefinible, irrepresentable e infinito que es el Supremo Hacedor de las cosas, que está
en todas partes y hasta se aloja en cada uno de nosotros para prestarnos una muestra de su espíritu divino.
(Sabino Fernández Campo, militar)
«Sí, creo en la divinidad de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre vivo hoy como ayer y para siempre (...)
La fe en la resurrección de Cristo, como hecho histórico, es el firmamento firme de su creencia en su divinidad. La
rápida expansión del cristianismo en el Imperio romano, a partir de un grupúsculo de hombres incultos, no tiene otra
explicación. Es absurdo imaginar que ellos «inventaran» la resurrección y se lanzaran a difundir el mensaje cristiano,
desafiando persecuciones y martirios, y no abandonaran el empeño.
Pero sobre todo la originalidad y sublimidad de su doctrina -el Sermón de la montaña, las bienaventuranzas, etc.-, la
santidad extraordinaria de su vida, los milagros corporales y del espíritu, la belleza de sus parábolas, su Pasión y
Muerte... revelan, sin otra explicación posible, la veracidad de su confesión de ser el Hijo de Dios.»
(Alfons Balcells, médico)
33
DIOSHOMBRE
«Su paso por la tierra, con su ejemplo y sus palabras, es un claro testimonio de su divinidad. Hay muchísimas escenas
en los Evangelios verdaderamente conmovedoras para convencernos de que Cristo es Dios. Recordemos, por ejemplo,
cómo la incredulidad de Tomás hubo de rendirse ante la evidencia, después de haber palpado las llagas de Cristo
resucitado, y exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!»
(Laureano López Rodó, político)
«Sí. Creo que Cristo es Dios. Uno de los fundamentos de esa creencia está en que ello entraña una idea muy especial y
humanizante de la redención. Dios hecho hombre -Jesús- es la señal del gran amor de Dios a la humanidad. La
redención -incluida la pasión- va a serlo con la participación de la humanidad misma. Para eso Jesús de Nazaret es Dios
hecho hombre y, por tanto, hombre-Dios. Esta unión de ambas naturalezas tiene aquí una de sus explicaciones: el afán
divino por hacer una redención llena de delicadeza para con el hombre. Sólo haciéndose hombre podía padecer. Luego
se hizo. Por ello ese hombre es Dios, que ya lo era previamente, eternamente. Creo que así se comprende mejor el
problema del hombre-Dios. Desde la perspectiva de Dios previo que se hace hombre para dignificar el género humano y
hacerlo co-protagonista de la salvación.»
(Cruz Martínez Extérnelas, político)
«No creo en Cristo-Dios. Concibo a Cristo como un hombre que fundó un movimiento de liberación humana (...), que
luego ha tomado un carácter en el que probablemente él no pensó: pero que en todo caso ha influido sobre dos mil años
de historia.»
(Santiago Carrillo, político)
«El hombre Jesús de Nazaret, sin más, me parece un fracaso. Un esfuerzo inútil que como tal, induce a la melancolía.
Así lo sintió Renán y lo perciben sus lectores. Jesús no es, para mí, el hombre bueno. Es la gloria de Dios en la
humanidad débil.
La cristología (...) sólo me parece con sentido sobre la base de la teología. Si no, es mera antropología y termina siendo
una ética formal. Para ese viaje sobran alforjas.»
(Manuel Herrero de Miñón, político)
«Creo en la divinidad de Cristo. Llego a ese acto de fe de forma racional, como decía san Pablo. La existencia de Cristo
me parece demostrable históricamente; el manuscrito de Marcos, el testimonio de Tácito sobre «un tal Cristo». La
credibilidad profunda, inextinguible, que brota del Evangelio cuando se lee a orillas del lago que hoy se llama Kinneret.
O en las ruinas de la sinagoga de Cafarnaúm. O en el monte de los Olivos. O cuando yo estaba solo en el Cenáculo y me
sorprendió la danza de un grupo de jóvenes keniatas y comprendí que el director de las evoluciones estaba celebrando
una misa. Verdaderamente Cristo es el Hijo de Dios.»
(Ricardo de la Cierva, historiador y político)
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TRASCENDENTAL
«He dicho que hay que ser fíeles a Cristo ...
Sólo después de Cristo los siglos han respirado la libertad.
Sólo después de Él ha comenzado la vida de la posteridad,
y el hombre ya no muere por el camino bajo un muro de cerca,
sino en su casa en el culmen de una actividad
dirigida a la superación de la muerte.»
(Boris Pasternak, novelista ruso)
«Cristo tiene dos naturalezas, pero eso le afecta a Él mismo.
Que Él ha querido extender su amor para llegar a ser mi Salvador
y mi Redentor: he aquí donde encuentro mi consuelo y mi esperanza.»
(Martín Latero, reformador alemán)
«En los primeros tiempos se dijo que el hombre ha sido creado a imagen de Dios,
pero no fue también mostrado.
De hecho era aún invisible aquel Verbo a cuya imagen había sido creado el hombre.
Y por eso él ha perdido con tanta facilidad incluso su semejanza.
Pero cuando el Verbo se hizo carne confirmó ambas cosas:
mostró la verdadera imagen, llegando a ser aquello que era su imagen
y aseguró la semejanza en cuanto, a través del Verbo visible,
hizo al hombre semejante al Padre invisible.»
(San Ireneo de Lyon, obispo)
«Me gusta Cristo, pero no los cristianos.»
(Mahatma Gandhi, indio)
«La palabra Amor sólo se ha visto asociada al nombre de Dios desde Cristo.»
(Paul Valéry, poeta francés)
«El conocimiento de los hombres, lejos de inspirar a Jesús la menor misantropía, la noche de la Cena, le sugiere las
palabras más tiernas: -¡Hijitos míos!»
(Charles Moeller, escritor belga)
«Jesús ha sido la persona histórica que más ha influido en nuestra identidad.»
(Rafael Díaz-Salazar, sociólogo español)
«En esta época vivió Jesús, un hombre excepcional,
si hay que llamarle hombre, porque realizaba obras prodigiosas.
Maestro de gentes que estaban dispuestas a acoger cordialmente
las doctrinas de buena ley, se ganó a muchos entre los judíos y entre los griegos.
Éste era el Cristo.»
(Flavio Josefa, historiador judío)
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SUPRAHUMANO
«Creo y he creído siempre en Dios y en la divinidad de Jesucristo... No puedo dar razones de mi fe porque no es
cuestión de razonamientos. Recuerdo a san Pablo: los griegos piden razones, los judíos signos externos, yo predico a
Jesucristo crucificado. La palabra, la vida y la muerte de Jesús son el fundamento de mi fe.»
(Federico Silva Muñoz, político)
«Creo que Jesucristo es Dios , y que como tal ha triunfado sobre la muerte. Lo afirmo desde mi fe y estimo que ello es
un don de Dios que trato de no perder (...)
La tendencia de hoy a considerar a Jesucristo sólo como una figura que vivió en su tiempo no tiene otro propósito que
situarlo en el puro acontecer histórico, hurtando todo cuanto fue su itinerario proclamado como enviado e hijo del
Padre. Abrir los ojos a esta verdad no está centrado en la razón ni en la voluntad, pero no se contraponen ni la una ni la
otra a contemplar al que murió en el Calvario como Jesucristo hombre-Dios. Yo al menos lo siento así y creo en la
trascendencia divina de Jesucristo.»
(José Utrera Molina, político)
«Si estoy seguro es de que Jesús fue, y es, uno de los hombres más importantes de toda la historia conocida, si no el que
más (...)
Lo verdaderamente importante de Jesucristo es que representa la idea humanizada de un Dios de amor. Ante los dioses
sangrientos, punitivos, de las religiones mesopotámicas y del antiguo Egipto, y junto al Yahvé justiciero y riguroso de
Abrahán, lo que Jesucristo predica y que se recoge en los Evangelios, es el amor. El Sermón de la montaña es un a
modo de primera constitución de la humanidad, la primera tabla de obligaciones y derechos para vivir con amor. Y en
ese contexto, los mandamientos mosaicos, interpretados desde los Evangelios, constituyen una guía de ética
prácticamente eterna.»
(Ramón Tomantes, economista y político)
«Por como nació, vivió y murió; por lo que dijo; por habernos pedido ofrecer la otra mejilla; por escribir en la arena -
¿qué escribiría?- sin mirar a la mujer adúltera ... por todas las fantásticas e imprevisibles desproporciones con la idea de
Ser Supremo Todopoderoso que Cristo representa, pienso que si Dios quiso hacerse humano no podía haber elegido
perfil más suprahumano y humano a la vez, es decir, más adecuado, más atractivo, más lúcido, más aproximado a cada
uno, más «aproximado», más divino»
(Federico Mayor Zaragoza, científico)
«A mí me lo parece y así lo creyeron, desde un principio, hombres y mujeres bastante realistas. A su pesar, muy
renuentes y con verdadera estupefacción ante lo que les había tocado contemplar. La encarnación de Dios, que
llamamos Jesús, es una esperanza imborrable para millones de seres humanos.»
(José M." Aznar, político)
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INABARCABLE
Los títulos otorgados a Jesús en las fuentes de la revelación cristiana, desde los evangelios hasta el Apocalipsis,
más los títulos acumulados por la tradición cristiana a lo largo de dos mil años no son suficientes para sintetizar
su personalidad. Porque Jesús es complejo, poliédrico, caleidoscópico.
(R. A.)
«Las confesiones de fe recogen el esfuerzo de los primeros creyentes por tratar de precisar la dimensión «trascendente»
que se intuye en las palabras y actitudes de Jesús. Un cristiano procedente del judaísmo lo llamará «Mesías» y si habla
griego lo traducirá diciendo «Jesús es el Cristo». Un cristiano procedente del judaísmo o del paganismo dirá que es
«Hijo de Dios». El que está acostumbrado al lenguaje del Antiguo Testamento lo verá como el «Siervo de Dios»,
mientras que el creyente de las comunidades judías de habla griega preferirá decir que es «Señor». Cada uno de los
nombres con que se intenta explicar quién fue Jesús procede de un ambiente concreto y tiene su razón de ser; con ellos
se intenta expresar su especial relación con Dios y el contenido liberador de su mensaje. Pero hemos de repetir que este
hombre de Nazaret escapa a toda posibilidad de definición y no se adecúa a ningún nombre en particular. Los hombres
con los que había convivido y lo habían experimentado no acertaban a definirlo con sus categorías mentales. Salvando
las distancias de toda analogía, ¿es que una madre o un enamorado son capaces de expresar el amor que sienten? ¿es
que al expresar «algo» comunican en su totalidad lo que realmente sienten?»
(José Ramón Guerrero, cristólogo)
«Jesús, claramente, no se deja encuadrar en ninguna categoría: ni entre los poderosos ni entre los rebeldes, ni entre los
moralizantes ni entre los silenciosos del campo. Se muestra provocador hacia la derecha y hacia la izquierda. No
respaldado por ningún partido, desafiante en todas direcciones: «el hombre que rompe todos los esquemas». Ni filósofo,
ni político, ni sacerdote, ni innovador social. ¿Un genio, un héroe, un santo? o ¿un reformador? Pero, ¿no es él más
radical que cualquier reformador? ¿Un profeta? Pero, ¿puede un profeta «último», insuperable, ser simplemente un
profeta? La tipología usual parece que no sirve. Jesús parece tener algo de cada uno de estos tipos tan diferentes (más,
tal vez, de profeta que de reformador), pero al final no se identifica con ninguno. Es de distinto rango: manifiestamente
más cercano a Dios que los sacerdotes, más libre frente al mundo que los ascetas, más moral que los moralistas, más
revolucionario que los revolucionarios. Tiene, por lo mismo, anchuras y profundidades que a los otros les faltan. Difícil
de entender y casi imposible de captar en sus intenciones, para los amigos como para los enemigos. Por donde quiera
que se mire, siempre resulta que ¡Jesús es distinto! En todo paralelo que en concreto se establezca, el Jesús histórico en
su totalidad se muestra absolutamente inconfundible entonces y ahora.»
(Hans Küng, teólogo)
37
HUMANODIVINO
«Los que afirman que la divinidad de Cristo es el resultado tan sólo de su martirio y crucifixión hacen de Jesús
únicamente un héroe de tragedia griega.
Al negarse a participar durante la pasión en el mundo de violencia en que vivimos y que le rodeaba, Cristo actuó como
si fuera Dios.»
(Fernando Arrabal, dramaturgo)
Creo que Cristo era Dios, o más bien creo que Dios, en un momento histórico determinado, quiso tomar forma de
hombre, tomar cuerpo en la vida de un justo llamado Jesús.
Es la lección de ese cristianismo que he aprendido en mi infancia, y que entiendo como la más cercana y familiar forma
que me ha dado la vida para aceptar el misterio de Dios, para sentir más cercana y accesible la idea de la divinidad.»
(Luis del Olmo, radiofonista)
«Sí, lo creo. Él lo dijo. Mantuvo su palabra. Lo demostró. Murió por ello. Lo contaron quienes lo vieron y lo avala la
historia.»
(María Ostiz, cantautora)
«Lo que de verdad me interesa es que Cristo haya resucitado, porque es el único hecho que me lleva a pensar que si el
poder de Dios se ejerció en él, puedo yo tener la esperanza de que se ejerza también misericordiosamente en mí.
No puedo negar que me invade la duda sobre la divinidad de Jesús de Nazaret, porque a fin de cuentas no me parece
que para la redención del hombre fuera absolutamente necesaria la encarnación de un ser divino. Pero intensamente
deseo creer que esto fue así.»
(Teresa Berganza, cantante)
«Sí, lo creo. Es una convencida afirmación que hago por fe y al mismo tiempo por la fuerza de la razón.
Está demostrado históricamente que Jesús vivió, hizo milagros, murió y, lo que es más importantes, se apareció a
muchas personas después de su muerte cruenta en la cruz.
¿Qué mayor prueba se necesita para creer que Jesucristo es Dios? El resucitó. Está vivo y actúa en el mundo, en la
Iglesia, en el corazón del hombre.»
(Paloma Gómez Barrero, corresponsal de R-TV)
«Creo que, en la vida del ser humano, Jesucristo es fundamental. Para mí es esencial, es el Todo, el Hijo del Divino
Hacedor.»
(José L. López Vázquez, actor)
«Para mí, Jesucristo es Dios hecho hombre.
A él acudo en las dificultades. Nunca me falla, y da sentido a las cosas que me cuesta comprender y aceptar.»
(Laura Valenzuela, presentadora de TV)
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CARTA A JESÚS
«Querido Jesús: me han criticado «es obispo, es cardenal» -dicen- «se cansa de escribir cartas en todas
direcciones: a Mark Twain, a Péguy, a Caselia, a Penélope, a Marlowe, a Goldoni y no se sabe a cuántos otros. Y
ni una línea a Jesucristo»
(Albino Luciani)
«Tú lo sabes. Contigo no me cuesta mantener un coloquio continuo. Pero traducirlo en una carta es difícil: son cosas
personales. Y, además, ¿qué escribirte a ti de ti, después de todos los libros que sobre ti se han escrito?
Además, ya está el Evangelio. Como el sol supera todos los fuegos y el radio todos los metales; como el misil gana en
velocidad a la prisa de un pobre salvaje, así el Evangelio supera todos los libros.
De todos modos, he aquí la carta. La escribo temblando, en las condiciones de un pobre sordomudo, que se esfuerza por
hacerse entender, en el estado de ánimo de Jeremías, el cual, invitado a predicar, te decía lleno de temor: «No soy más
que un niño, Señor; no sé hablar».
Pilatos, presentándote al pueblo, dijo: «He aquí al hombre». Creía conocerte, pero no conocía ni una pequeña parte de tu
corazón, que has mostrado tierno y misericordioso en cien ocasiones y de cien maneras.
Tu madre. En la cruz, no quisiste marchar de este mundo sin encontrarle un segundo hijo que cuidase de ella, y dijiste a
Juan: «He aquí a tu madre».
Los Apóstoles. Viviste noche y día con ellos, tratándolos como verdaderos amigos, soportándoles sus defectos. Los
instruiste con paciencia inagotable. (...)
Los pecadores. El pastor que corre en busca de la oveja descarriada y se alegra al encontrarla y vuelve gozoso al redil
eres Tú. Eres Tú el padre bueno que, al retorno del hijo pródigo, lo abraza largamente. Escena de cada página del
Evangelio: Tú estás cerca de pecadores y pecadoras, comes a su mesa, te invitas Tú mismo, si ellos no se atreven a
invitarte. Parece -es una impresión mía- que te preocupan más los sufrimientos que el pecado produce en los pecadores
que la ofensa que hace a Dios. Infundiendo la esperanza del perdón, parece que digas: «No os podéis imaginar la alegría
que me procuráis con la conversión». (...)
Ya te han puesto en la cruz. Tú, desde ella, alargas tus brazos y atraes a todos. ¿Quién puede contar los hombres que
han venido a los pies de la cruz, a echarse a tus brazos?
Frente a este espectáculo de gente que se acerca a un crucificado desde tantos siglos y de todas partes del mundo, surge
la pregunta: ¿Se trata sólo de un hombre grande y benéfico, o de un Dios? (...)
Cuando finalmente te apresaron y te llevaron ante el Sanedrín, el sumo sacerdote te preguntó solemnemente: «¿Eres o
no eres el Hijo de Dios?». Y Tú respondiste: «Lo soy y me veréis a la derecha del Padre». Aceptaste la muerte, antes
que desdecirte y renegar de tu condición divina.
Acabo este escrito, pero nunca he estado tan descontento de lo escrito como esta vez. Me parece que me he olvidado de
casi todo lo que se podía decir de Ti, y de haber dicho mal lo que debía decirse mucho mejor. Hay un consuelo, éste: lo
importante no es que uno escriba de Cristo, sino que muchos amen e imiten a Cristo. Y, por fortuna -y a pesar de todo-,
eso todavía ocurre.»
(Albino Luciani, Juan Pablo I)
39
CURRICULUM VITAR
«¡Amo a Cristo!:
encarnado por nosotros en el seno de María
ofreciéndose allí Al Padre como víctima
visitando a Juan desde el sagrario de la Virgen
reclinado en el pesebre oscuro de Belén / adorado por pastores, ángeles y reyes
durmiendo en los brazos amorosos de su Madre
ofrecido en el templo por María sin rescate
prófugo y desterrado en las orillas del Nilo
niño agraciado en la ciudad de Nazaret
sentado entre doctores en el templo del Señor
trabajando sudoroso en el taller de san José
bautizado y exaltado en el Jordán / ayunando en el monte de la Cuarentena
predicando el Sermón de la Montaña / amansando las olas del Tiberíades
caminando sediento por las sendas de Judea
curando paralíticos, ciegos y leprosos / multiplicando panes y resucitando muertos
pasando en soledad largas noches de oración
buscando ovejas perdidas y abrazando pródigos
transfigurado en la cumbre del Tabor
descansando en el hogar apacible de Betania
bendiciendo complacido a los niños inocentes
triunfador entre hosannas el Domingo de Ramos
lavando de rodillas los pies de sus discípulos
instituyendo la Eucaristía y el sacerdocio
promulgando el mandamiento nuevo del amor
sudando sangre en la agonía de Getsemaní
condenado a muerte por el Sanedrín
juzgado en el pretorio por Pilato / despreciado como loco por Herodes
azotado cruelmente con látigos de sangre
escarnecido vilmente por los soldados
coronado de espinas como rey de burla
cargado con la cruz camino del calvario
clavado y levantado en ella como malhechor
excusando y perdonando a sus verdugos
dándonos a su Madre como Madre nuestra
muriendo por nosotros en la cruz / resucitando del sepulcro en mañana de gloria
entregando a Pedro el rebaño de la Iglesia
volviendo al cielo en su Ascensión triunfal
enviando desde el Padre el Espíritu paráclito
ofreciéndose cada día en el altar / morando día y noche en el sagrario
esperándonos a todos en el cielo / recibiendo cada día la llegada de los justos
completando al fin del mundo el Cristo místico.
¡¡Amo a Cristo!!»
(Autor anónimo)
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JESÚS: DNI
«Es parco quién afirma que ni todos los ejércitos que hollaron la tierra /
ni las naves de todas las marinas, / ni todos los parlamentos, /
ni todos los reyes de mayor poder del mundo reunidos /
no han afectado tan poderosamente la vida del hombre sobre la tierra /
como lo ha hecho aquella vida»
(A. D.)
«Nombre: Jesús. El hijo de María./ Nació en Belén. Oficio: carpintero. Treinta años puliéndose el madero / para tres
horas de agonía.
Jerusalén... Betsaida... La alegría/ de un loco Tiberíades... El sendero
de la casa de Marta ... El hormiguero / de «hosannas» por su frente todavía ...
Jesús de Nazaret; Cristo prendido: / tres años de cosechas y nublados dándose en su palabra iluminada. / Cristo muerto
en la cruz; escarnecido: una esponja con hiel, unos soldados / y una Mujer que llora desolada.»
(J. Mariscal Montes)
«He aquí un hombre que vio la luz primera
en un oscuro pueblo, el niño de una humilde lavandera.
Creció en otro oscuro pueblo.
Trabajó en un taller de carpintero muchos años
y luego durante tres recorrió los caminos haciendo el bien.
Nunca escribió un libro. / Nunca tuvo un despacho. / Nunca poseyó una casa.
Nunca hizo ninguna de las cosas que
por lo general se asocian a la «grandeza».
Su única credencial fue su propio yo.
No tuvo de común con este mundo
sino el poder desnudo de su divino linaje.
Cuando todavía era joven,
la marea de la opinión pública se volvió en contra suya.
Sus amigos lo abandonaron. / Uno de ellos renegó de él.
Fue entregado a sus enemigos. / Sufrió la farsa de un juicio.
Fue crucificado entre dos ladrones. / Sus verdugos se jugaron a los dados
lo único que le restaba en la tierra mientras agonizaba: la túnica.
Una vez muerto fue desclavado y se le pudo ver en un sepulcro
prestado por la compasión de un amigo.
Cerca de veinte siglos son idos
y hoy es él el sostén de la raza humana
y el líder de la columna del progreso.»
(Autor extranjero desconocido)
41
NOMBRADO
«¿Por qué crees que se extendió tan rápidamente y con tanta fuerza la fe por el mundo entero, sino por la
predicación del nombre de Jesús?... Es preciso predicar este nombre para que resplandezca y no quede oculto»
(San Bernardina de Siena)
«Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios vivo;
él es quien nos ha revelado al Dios invisible;
él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en él.
Él es también el maestro y redentor de los hombres;
él nació, vivió y murió por nosotros.
Él es el centro de la historia y del universo;
él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida,
hombre de dolor y de esperanza;
él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro juez
y, también, como esperamos, / nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.
Yo nunca me cansaría de hablar de él;
él es la luz, la verdad, más aún, el camino, la verdad y la vida;
él es el pan y la fuente de agua viva, / que satisface nuestra hambre y nuestra sed.
Él es nuestro pastor, nuestro guía,
nuestro ejemplo, nuestro consuelo, nuestro hermano.
Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre,
humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente.
Por nosotros habló, obró milagros,
instituyó el nuevo reino en el que los pobres son bienaventurados,
en el que la paz es el principio de la convivencia,
en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados,
en el que los que tienen hambre y sed de justicia son saciados,
en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón,
en el que todos somos hermanos.
Éste es Jesucristo, de quien ya habéis oído hablar,
al cual muchos de vosotros ya pertenecéis por vuestra condición de cristianos.
A vosotros, pues, cristianos, os repito su nombre,
a todos lo anuncio: Cristo Jesús es el principio y el fin,
el alfa y la omega, el rey del nuevo mundo,
la arcana y suprema razón de la historia y de nuestro destino;
él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo;
él es el Hijo del hombre por antonomasia,
porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito,
y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres,
su madre según la carne, nuestra madre
por la comunión con el Espíritu del cuerpo místico.
¡Jesucristo! Recordadlo: / él es el objeto perenne de nuestra predicación;
nuestro anhelo es que su nombre resuene
hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.» (Pablo VI, papa)
42
MILITANTE
«Cristo es el más grande revolucionario de la historia, y el cristianismo revolucionaría el mundo, si los cristianos
no mojaran cuidadosamente su pólvora con toda el agua bendita de su paganismo, conservado bajo un barniz
cristiano»
(Louis Evely)
«Durante largo tiempo, me he preguntado por qué Cristo se había limitado a una acción religiosa, mientras urgían tantas
reformas políticas, sociales, económicas. Yo temía que su ejemplo hubiera debilitado a muchos cristianos en su «vida
interior» o, al menos, en una separación esmerada entre lo temporal y lo espiritual. Pero he comprendido después que
no hay nada más temporalizante que lo espiritual, si lo espiritual es el amor, pues no hay nada que enganche más, que
comprometa más que el amor.
Cierto, no existe liberación religiosa de la humanidad sin una liberación política, económica y social. Pero he
comprendido por qué Cristo no se dedicó explícitamente sino a la primera: es porque ella ordena todas las otras.»
(Louis Evely, escritor francés)
«En este hombre el amor debió ser militante, subversivo. De no haber sido así, no lo hubieran crucificado.
Todas las sabidurías se habían detenido hasta entonces en el destino inexorable, en la fatalidad. El puso de manifiesto lo
absurdo de tales sabidurías. Demostró precisamente lo contrario del destino inexorable: la libertad, la creación de vida.
Arrancó la historia de las garras de la fatalidad.
Con él llegaban a su cumplimiento las promesas de los héroes y de los mártires que acompañaron el gran amanecer de
la libertad. No sólo las esperanzas de Isaías o las cóleras de Ezequiel. Prometeo dejaba de estar encadenado. Antígona,
encerrada con vida tras los muros, dejaba la tumba. Cadenas y muros, imágenes míticas del destino inexorable,
quedaban reducidos a polvo. Todos los ídolos caían muertos, y el hombre amanecía. Era como un nuevo nacimiento del
hombre. (...)
Vosotros, hombres de la Iglesia, ¡devolvédnoslo! También su vida y su muerte son nuestras, de todos aquellos para
quienes tiene un sentido. De cuantos hemos aprendido de él que el hombre ha sido creado creador. Poder de crear,
atributo divino del hombre, así está, hostia mía, presencia real cada vez que algo nuevo va a nacer para engrandecer la
forma humana en el más loco amor o en el descubrimiento científico, en el poema o en la revolución.»
(Roger Garaudy, filósofo francés)
«Cristo es un absoluto dentro de la historia. Aquí están implicadas dos afirmaciones: él es el absoluto porque realiza las
esperanzas mesiánicas del corazón humano. El hombre vive de un principio-esperanza que le hace soñar en una total
liberación. Muchos aparecieron y ayudaron al hombre a caminar hacia Dios, en la dimensión religiosa, cultural, política,
psicológica, etc.; pero nadie consiguió mostrar al hombre una radical liberación de todos los elementos alienantes, desde
el pecado hasta la muerte. En la resurrección esto se hizo patente en la figura de Jesús. En él se dio un «novum»
cualitativo y con eso se encendió una esperanza inextinguible: nuestro futuro es el presente de Jesús.»
(Leonardo Boff)
43
EL CRISTO DE PASOLINI
«Cristo, déjame aún aquí vivir y sufrir y rezarte, y morir en paz»
(P. P. Pasolini)
«Como soy no sé qué de una cierta intelectualidad de izquierdas, partidario del PCI frente a la DC, a todos les parece
mal que haya dado mi punto de vista sobre la figura de Jesús de Nazaret. Pero todavía hay más: entre los que pretenden
salvarme de la vergüenza, la mayoría dice que he reducido su imagen a la de un agitador político de su tiempo. Nadie ha
entendido nada en absoluto. Pasé tres años preparando esta película y parece que la haya filmado aprovechando la
apertura religiosa y la popularidad de Juan XXIII.
Ya no sé siquiera si soy capaz de explicarme: soy, en efecto, un agnóstico y anticlerical, pero sé que detrás de mí hay
mil años de cristianismo. Con mis antepasados construí iglesias románicas, góticas, barrocas... Da igual lo que piense:
esas iglesias son mi patrimonio, desde su contenido hasta su estilo. ¡Sería un loco si negara la poderosa fuerza que llevo
en mí desde hace siglos!
Esto es lo que he querido hacer con El Evangelio según san Mateo. Nada más. Quien quiera entenderlo lo entenderá.
Los que partan de otros presupuestos sociológicos no entenderán nada. Mi planteamiento es que la historia de Jesús está
hecha de dos mil años de densidad del mito. Yo no quiero desmitificar, pero tengo el mismo derecho que cualquier otro
para interpretarlo con los ojos de hoy. Además, el mito, para ser abordado estéticamente, exige una remitificación
constante a lo largo del tiempo. Yo hago esto mismo a través de las referencias culturales y, sobre todo, plásticas y
artísticas. Más aún, como no hago una interpretación teológica, intento desvelar la magia del personaje, es decir,
distancio los hechos que sucedieron hace dos mil años para, a través de lo mágico, conseguir una lección actual... De
momento no he querido que en esta película hubiera nada que pudiera molestar la sensibilidad de los creyentes...
Además, creo que he jugado limpio: hago referencia expresa a san Mateo, a su evangelio. Lo que sucede es que en Italia
ya nadie lee los evangelios, ni siquiera los católicos. Y en consecuencia, nadie sabe que el de Mateo es el más realista y
el más verosímil».
«No creo que Cristo sea Hijo de Dios, porque no soy creyente, al menos conscientemente. Pero creo que Cristo es
divino: es decir, creo que en Él la humanidad es tan alta, rigurosa, ideal, que llega más allá de los términos habituales de
lo humano».
«Quiero no sólo desconocer a Dante o a Masaccio o a Pontorno, / que de lejos han dominado mis ojos, mi corazón, mis
sentidos; / ni siquiera quiero conocer la lengua y la pintura. / Quiero que aquel Cristo se presente como Cristo en
realidad».
«Donde el Cristianismo no renace, se marchita.
Y, contradicción mil veces,
mil veces aludida por mi Cristo irreducible,
termina defendido por cualquier herodiano enloquecido».
(Pier-Paolo Pasolini, poeta y cineasta)
44
HUMANITARIO
«Si la moral más pura y el corazón más tierno son los atributos de la divinidad, si lo es una vida gastada en
combatir el error y aliviar los dolores de los hombres, ¿quién puede negar la divinidad de Jesucristo?»
(Franjáis—Rene de Chateaubriand)
«Desde el principio de los siglos hemos visto a los héroes, a los reyes, a los hombres famosos, llegar a ser como dioses
de las naciones. Pero, he aquí que el hijo de un carpintero, en un pequeño rincón de Judea, es un modelo de dolor y
miseria: es reprobado públicamente en un suplicio; escoge a sus discípulos en las clases sociales menos altas de la
sociedad; sólo predica sacrificios, renuncias a los honores del mundo, al placer, al poder; prefiere el esclavo al amo, el
pobre al rico, el leproso al sano; con todo el que llora, con todo el que el mundo abandona, con todos los llagados, se
encuentra a gusto; el poder, la fortuna, la dicha, se sienten amenazados por él. Cambia las nociones comunes de la
moral; establece relaciones nuevas entre los hombres, un nuevo derecho de gentes, una nueva fe pública, eleva así su
divinidad, triunfa de la religión de los cesares, se sienta en su trono y llega a subyugar la tierra. No, aunque la voz del
mundo entero se eleve contra Jesucristo, aunque todas las luces de la filosofía se reunieran en contra de sus dogmas,
nunca podrán persuadirnos de que una religión fundada en estas bases sea una religión humana. Aquel que ha sido
capaz de hacer adorar una cruz, quien ha ofrecido a los hombres, como objeto de culto, la humanidad sufriente, la virtud
perseguida, ése, lo juramos, no puede ser más que un Dios.
Jesucristo aparece ante los hombres lleno de gracia y de verdad, la autoridad y la dulzura de su palabra arrastran. Viene
para ser el más desgraciado de los mortales, y todos los prodigios que hace son en favor de los miserables (...)
Los enemigos más violentos de Jesucristo jamás han osado atacar su persona (...) No hay ningún filósofo de la
antigüedad al que no se le haya reprochado algún vicio; incluso los patriarcas han tenido sus debilidades. Sólo
Jesucristo está sin mancha: es la copia más brillante de la belleza soberana que reside en el trono de los cielos, pura y
sagrada como el tabernáculo del Señor, que no respira más que amor a Dios y a los hombres, infinitamente superior a la
vana gloria del mundo. Persiguió, a través de sus dolores, la gran empresa de nuestra salvación, forzando a los hombres,
con el ascendiente de su virtud, a abrazar su doctrina y a imitar una vida que estaban forzados a admirar.
Su carácter era amable, abierto y afectuoso. Su caridad, sin límites. El Apóstol nos da idea con dos palabras: «pasó
haciendo bien» . Su resignación a la voluntad de Dios resplandece en todos los momentos de su vida. Amaba, conocía la
amistad (...)
Si el Hijo del Hombre hubiese descendido del cielo con toda su fuerza, sin duda que no hubiese tenido dificultad para
practicar tanta virtud ni para soportar tantos males. Pero aquí está la gloria del misterio: Cristo sentía los dolores, su
corazón se rompía como el de un hombre, nunca dio una nuestra de cólera a no ser contra la dureza de alma y la
insensibilidad. Repetía constantemente: «amaos los unos a los otros». Bajo los tormentos de los verdugos exclamó:
«Padre mío, perdónalos porque no saben lo que hacen».
(François-René de Chateaubriand, escritor francés)
PRIMER MOVIMIENTO: LARGO SOSTENUTO
HOMBRE / DIOS
"el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1:14)
"En la historia sólo hay un acontecimiento: la Encarnación" (Teilhard de Chardin)
1. ENCARNACIÓN
2. NACIMIENTO
3. NAZARÉT
47
AUSENCIA
«Cuando los dioses ya no estaban y Cristo no había aparecido aún, hubo un momento único... en que sólo estuvo
el hombre»
(Gustave Flaubert, poeta)
Jesús:
Damos por tan natural que Tú ocupes la historia d.C.
que no caemos en la cuenta de que hubo un tiempo a.C.
¿Hemos pensado alguna vez lo que supondría un vacío de Ti?
Es verdad que «ojos que no ven, corazón que no quiebra»,
y tus antecesores no sabían lo que era el Hijo de Dios encarnado.
Pero los profetas fueron preparando el terreno por generaciones
para despertar el deseo por el Deseado de las gentes:
«¡Cielos, lloved al Justo! ¡Tierra, haz germinar al Salvador!».
Pero antes de venir en carne y plantar tu tienda entre nosotros
¿no hubo más presencia tuya que la generada por la esperanza?
¿Hubo un tiempo por corto que fuera en que el hombre estuvo solo?
No, ni un solo minuto del reloj de la historia corrió sin Ti.
Como nos dice Juan en el prólogo a su evangelio:
«Cuando todas las cosas comenzaron, ya existía Aquel que es la Palabra...
Todo fue hecho por medio de Él
y nada de cuanto fue hecho se hizo sin contar con Él.
En Él estaba la vida y esa vida era luz para los hombres».
Gracias, Jesús, por haber estado presente desde la creación
iluminando con tu luz las tinieblas de la humanidad,
vivificando con tu vida abundante la debilidad humana.
Pero gracias sobre todo porque no redujiste tu presencia
a una acción espiritual sin soporte corpóreo.
Gracias porque, como recuerda también Juan:
«Aquel que es la Palabra / habitó entre nosotros;
y vimos su gloria, / la apropiada al Hijo único del Padre,
lleno de gracia y de verdad».
Gracias por haber paseado tu presencia física
por los caminos de Tierra santa, santificada por Ti;
porque dejaste «vestidos de tu hermosura»
los montes y colinas, como poetiza el otro Juan, el de la Cruz.
Gracias porque iluminaste a tus contemporáneos
con esa Luz que eres Tú mismo, por tu vida y mensaje.
Porque viniste a traer vida «y Vida en abundancia»,
la vida religiosa, moral, espiritual, sobrenatural y eterna.
(R.A.)
48
EL OTRO JESÚS
La venida y la presencia de Jesús no es un dato del pasado sin más. Dos «ocurrencias» del obispo Iniesta acercan
el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios a nuestro tiempo.
(RA.)
JESÚS ADOPTADO
«-Anoche tuve un sueño realmente precioso.
-¿Ah, sí? ¿Qué fue?
-Soñé que teníamos un hijo.
-¿Otro más? ¡Si van tres...
-Era un hijo especial. Era... ¡Jesús de Nazaret!
-¡Por Dios santo! Tú estás loca. Déjate de sueños y vamos a comer.
(Los cinco se pusieron a la mesa, como siempre. Pero aquel día ella había puesto una silla de más, como si fueran seis.
Esa noche, en la cama, junto a su esposo, soñaba aún despierta. La mañana siguiente era día de fiesta. Ella estaba
radiante, como el que lleva dentro el sol de una alegre noticia saliendo por los ojos.)
-¡El sueño era verdad! Esta noche lo he visto aún más claro.
Tendremos otro niño. Será Jesús de Nazaret.
-Pero, mujer, ¿ya estamos otra vez?
-No es ninguna locura. Es la pura verdad. Nos haremos la cuenta de que él es otro hijo. Cuando les regalemos juguetes o
les demos propinas, al comprarles los libros, la ropa, comida o medicinas, contaremos con cuatro, y una parte será para
los niños pobres. ¿No nos dio su palabra, palabra de hombre y Palabra de Dios? «Conmigo lo hicisteis». Es como si
adoptáramos al Hijo de Dios y al Hijo de María. ¿No es una gran verdad?»
(Alberto Iniesta, obispo)
ADVIENTO
«El Señor vino al mundo, pero sigue viviendo, creciendo, iluminando, curando, consolando.
Jesús no se repite, siempre es inédito, trae nuevos regalos y sorprendentes novedades.
Abrimos nuestra puerta y ponemos la mesa con flores y con luces, para que cuando llegue estemos preparados al
banquete fraterno. Al llegar, nos pregunta: «¿En dónde está tu hermano?».
«No sabemos» -decimos-. Está muy lejos, alejado, perdido, desorientado y desencaminado. Nosotros ni le hemos herido
ni le hemos expulsado».
Pero El sigue insistiendo: «¿Dónde está? Si el pródigo no ha vuelto, no podemos sentarnos a cenar».
Y juntos salimos a buscarlo por el mundo, con nuestros pies, nuestros ojos y nuestro corazón.»
(Alberto Iniesta, obispo)
49
SU BANDA SONORA
«Las palabras que Lucas pone en boca de los ángeles en la escena de la anunciación a los pastores son mucho
más que un himno de alegría por el nacimiento del Salvador. Y lo son porque constituyen como la obertura
sinfónica de lo que va a ser la existencia de Jesús, algo así como la «banda sonora» que va a acompañar toda la
«película» de su vida.»
(M.a Dolores Aleixandre)
«Cuando Pablo trate de expresar el descenso vertiginoso del Hijo a la densidad de nuestra historia, utilizará un verbo
sobrecogedor: «se anonadó», «se despojó de su rango». Ekenosen decían los cristianos de lengua griega: «se vació».
Caro oblita sui dirá Ireneo: «carne olvidada de sí misma». «El hombre para los demás» dirán los teólogos de nuestro
siglo.
Qué extraña identidad la suya, habitada por una única referencia que Lucas desdobla aquí en dos términos: la gloria de
Dios y la paz de los hombres.
«Yo tengo otro alimento que vosotros no conocéis» dirá un día a sus discípulos (Jn 4, 32). Y es que nosotros nos
alimentamos, nos hacemos fuertes, buscamos la supervivencia afirmando nuestro yo, «haciéndonos un nombre» (Gen
11,4), realizando nuestros propios proyectos; y él, en cambio, se alimenta de la palabra del Padre (Mt 4, 4), no busca
más que su voluntad (cf Jn 6, 38). Y esa voluntad es que sus hijos dispersos vuelvan a casa y vivan esa plenitud de
bendición y de vitalidad que la Biblia conoce como paz. Buscar todo eso le apasionará tanto, le invadirá tan totalmente,
que vivirá descentrado, desquiciado, porque su centro y su gozne son su Padre y sus hermanos.
«Ha perdido el juicio» llegarán a decir de él sus parientes (Me 3, 21), y seguramente con razón, porque nada más ajeno
a nuestra juiciosa prudencia, a nuestras razonables componendas, a nuestros calculados equilibrios, que esa vida que
hoy está empezando y que, ya desde ahora, carece de toda sensatez, de toda medida.
Se diría que el himno de esta noche le ha emborrachado, le ha sacado de sus cabales, y que a partir de ahora ya no sabrá
vivir a otro ritmo que no sea el del derroche, la esplendidez, la ruptura sin límites...
Rondar esta noche por ese lugar donde alguien ha empezado a existir-para-los-de-más. Acercarnos a él sin intentar
artificialmente vaciarnos de nosotros mismos para parecemos a él: sólo después de haber encontrado un tesoro se vende
gozosamente todo lo demás, dirá de mayor. Sólo cuando los oídos han captado la música, pueden los pies ponerse a
danzar.
Por eso, exponernos esta noche «al raso», como los pastores, por si acaso nos alcanza la melodía de su canción: «Gloria
a Dios, paz a los hombres».
Dejarnos arrastrar por ella, tararearla, murmurarla en lo secreto de nuestro corazón. Y, si nos es dado, ponernos a danzar
a su ritmo. Aunque sea una locura.»
(M.a Dolores Aleixandre, biblista y escritora)
50
CARNE DE DIOS
«Y quedó el Verbo encarnado / en el vientre de María»
(Juan de la Cruz)
«En aquel amor inmenso / que de los Dos procedía, palabras de gran regalo / el Padre al Hijo decía de tan profundo
deleite / que nadie las atendía; sólo el Hijo lo gozaba / que es a quien pertenecía. Pero aquello que se entiende / de esta
manera decía: Nada me contenta, Hijo, / fuera de tu compañía. Y si algo me contenta / en ti mismo lo quería, el que a ti
más se parece / a mí más satisfacía. Y el que nada te asemeja / en mí nada hallaría; en ti solo me he agradado, / ¡oh vida
de vida mía! Eres lumbre de mi lumbre, / eres mi sabiduría, figura de mi sustancia, / en quien bien me complacía. Al
que a ti te amare, Hijo, / a mí mismo le daría, y el amor que yo te tengo / ese mismo en él pondría, en razón de haber
amado / a quien yo tanto quería.
(...)
Ya ves, Hijo, que a tu esposa / a tu imagen hecho había,
y en lo que a ti se parece / contigo bien convenía.
Pero difiere en la carne, / que en tu simple ser no había;
en los amores perfectos / esta ley se requería:
que se haga semejante / el amante a quien quería,
que la mayor semejanza / más deleite contenía.
El cual sin duda en tu esposa / grandemente crecería
si te viera semejante / en la carne que tenía.
Mi voluntad es la tuya, / el Hijo le respondía,
y la gloria que yo tengo / es tu voluntad ser mía.
Y a mí me conviene, Padre, / lo que tu Alteza decía,
porque por esta manera / la bondad más se vería.
Verase tu gran potencia, /justicia y sabiduría:
irelo a decir al mundo / y noticia le daría
de tu belleza y dulzura / y de tu soberanía.
Iré a buscar a mi esposa, / y sobre mí tomaría
sus fatigas y trabajos, / en que tanto padecía.
Y porque ella vida tenga, / yo por ella moriría,
y sacándola del lago / a ti te la volvería.»
(S. Juan de la Cruz)
51
INCOMPRENSIBLE
«El abismo de tu Encarnación
me obliga a pronunciar estas palabras apasionadas:
Tú, el incomprensible, hecho comprensión;
Tú, el increado, hecho criatura;
Tú, el inconcebible, hecho concebible,
Tú, espíritu impalpable, palpado por las manos de los hombres.»
(Angela de Foligno)
«Dios mío, hazme digna de conocer el misterio
de tu santa encarnación, principio de nuestra salvación.
La Encarnación tiene en nosotros dos vertientes: nos colma de amor y nos asegura la certeza de nuestra salvación
eterna.
¡Oh amor que supera toda sabiduría! ¡Oh amor supremo!
El mayor amor, pues mi Dios se hace hombre y a mí me hace Dios.
¡Oh divinidad! El abismo de tu Encarnación
me obliga a pronunciar estas apasionadas palabras:
Tú, el incomprensible, hecho comprensión;
Tú, el increado, hecho criatura;
Tú, el inconcebible, hecho concebible;
Tú, espíritu impalpable, palpado por las manos de los hombres.
Dios mío, hazme digna de penetrar en el misterio insondable
del amor manifestado y compartido con los hombres en tu encarnación.»
«El primer hombre pecó contra la pobreza,
y por el camino de la pobreza nos salvó el segundo Adán,
Cristo, Dios y hombre (...)
Por ello es preciso que los hijos de Dios
se resuelvan a seguirle por el camino de la auténtica pobreza.
Cristo Jesús, Dios y hombre, es el modelo de la vida de pobreza.
Porque pobreza fue esconder su poder y ascendencia divina.
Fue blasfemado, vilipendiado, vituperado, encarcelado,
conducido de tribunal en tribunal, flagelado, crucificado,
apareciendo indefenso.
Esta pobreza es el modelo de la nuestra.
Su ejemplo debe arrastrarnos,
no para esconder la valía que no tenemos,
sino para poner de manifiesto y reconocer
nuestra verdadera impotencia.»
(Beata Angela de Foligno, Terciaría franciscana)
52
SIGNO DE CONTRADICCIÓN
«Jesucristo no es para la fe auténtica un hombre deificado; es, -y esto lo ha sido siempre- un Dios humanizado»
(A. Manaranche)
«Jesús no fue omnisciente, incluso en materia profética, y no lo ocultó (Me 13, 32). Conoció el crecimiento normal de
un hombre en todas sus dimensiones: edad, estatura, sabiduría (Le 2, 52). El franqueó, sin duda, algunos umbrales de la
conciencia, pero los evangelios son muy avaros en información sobre este dominio psicológico, que no tienen misión de
explorar, por la buena razón de que son precisamente evangelios y no vidas de Jesús (...)
En cuanto a su misión, Jesús parece haber recorrido cierto itinerario espiritual, descubriendo, «a partir de determinado
momento» (Mt 16, 21), y eligiendo deliberadamente la cruz como actividad redentora, con la experiencia difícil de la
obediencia (Heb 5, 8). Como el primero y más consumado de los creyentes (Heb 12, 2), rogó con gemidos a Aquel que
podía salvarle de la muerte (Heb 5,7) y que se lo concedió al resucitar. Entonces es cuando, llegada la hora terrible, bajó
hasta las profundidades de la kenosis (Flp 2) de la manera más trágicamente concreta.
En fin, Jesús ha conocido los límites de una psicología humana...
Además, muchas reflexiones de Jesús denotan en su mentalidad una perspectiva muy reducida en cuanto a la duración
de la predicación evangélica (Me 9, 1; Mt 10, 23; 16, 28; Le 9, 27), y en cuanto al área geográfica por la que se
extendería (Mt 10, 5,-5 y 15, 24). No parecen prever, al menos en algunos momentos de su vida, ni una acumulación de
signos, ni una difusión mundial.
Pero todo esto, en lugar de disminuir el valor de la Encarnación, hace resaltar, por el contrario, toda su grandiosa
realidad, pues el misterio consiste menos en la elevación de una naturaleza cuanto en el descenso de una persona que,
«por nosotros y por nuestra salvación», ha querido experimentarlo todo, incluso el acto penitencial del bautismo, y hasta
la condición del condenado (2 Cor 5, 21): todo, salvo el pecado (Heb 5, 21). El dogma primitivo, por otra parte, no se
ocupa en calcular aquello con lo que el Hijo había enriquecido su humanidad: se redujo más bien a contemplar aquello
con lo que el Verbo, sin dejar de ser tal, había humillado su condición divina. Pues éste es el saber salvífico que está en
las antípodas de la proyección mítica que nos reprocha Feuerbach. Jesucristo no es para la fe auténtica un hombre
deificado; es, por el contrario -y esto lo ha sido siempre- un Dios humanizado.
La Iglesia no ha sucumbido nunca en este delirio, patológicamente explicable, de proyectar sobre un oscuro nazareno
sus sueños más locos, hasta alienarse atribuyéndole la apoteosis; por el contrario, ha recibido con la más serena
adoración esta buena nueva, históricamente imprevisible y que racionalmente llena de estupefacción, Hijo único hecho
Emmanuel hasta el límite de la proximidad. Y si hay alguna locura en la lógica del credo, no es la de una humanidad
exaltada que se sobre valora en beneficio de otro: es la de un Dios que se empobrece «escandalosamente» en un
descenso que nos confunde al confesar: «y se hizo hombre».
(...) ¿Por qué sonrojarse en confesar lo que el Verbo no se ha sonrojado en hacer?»
(André Manaranche, teólogo francés)
53
ENCARNACIÓN
Como no hay vía menos indigna para conectar con Cristo que la poesía, degustemos su Encarnación con un
poema peruano.
(RA.)
«Así, mejor así, / de carne y hueso.
Limitado, abarcable. / Materia, llanto y risa, tiempo y número.
Así, mejor así.
Te adoro, Dios de los espacios blancos, / eterno, eterno, eterno.
Así te quiero, así tienes que ser.
Ultima playa sola y absoluta
al fin de mis naufragios y mis noches.
Pero, ¿sabes, mi Dios?, soy muy pequeño.
Al levantar mi frente sólo veo / un infinito cero.
En esa curva azul mi alma adivina
tu abrazo en que me estrechas con tus mundos.
Pero es tan grande y tan distante... / Dios, no te enojes conmigo.
Tenía que decirte lo que siento, / y aunque no lo dijera, Tú lo sabes.
Escúchame, eres Dios y yo soy polvo.
Tú me hiciste y conoces cómo soy.
Sabes que sólo puedo / amar con toda el alma lo que entiendo.
Y a Ti, mi Dios, no sé ... Tú me comprendes ...
Me da vértigo y ardo en tu presencia.
Sólo soy una brizna / pensante, amante, frágil y sufriente
entre la polvareda silenciosa / de estrellas, que levantas con tu paso.
Para amarte, / así, mejor así,
perdido entre mis manos / como yo entre las tuyas infinitas.
Así, de carne y hueso.
Materia, llanto y risa, tiempo, número, / entre crujir de pajas,
dócil vaho caliente / y dos manos fragantes de mujer.
Y poderte besar, / y poderte dormir,
¡y poderte matar. Oh Dios de carne!
Y poderte decir / -noche de maravilla y de locura-:
«No llores, Dios pequeño, / que aquí viene mamá ...
No llores, hay juguetes:
oro de rey, una estrellita blanca / y el corazón de todos estos hombres.»
Así, mejor así, / de carne y hueso, ¡oh, por algo será si Tú lo has hecho!»
(José María Romana)
54
JUDÍO
«Cristo es la melodía de la Escritura»
(S. Ireneo de Lyon)
«Si queremos tener la seguridad de que entendemos correctamente los evangelios, no basta con dominar el hebreo; se
requiere además el conocimiento del judaísmo del tiempo de Jesús; de lo contrario, caeríamos en errores.
Sólo comparando la doctrina de Jesús con las ideas de otros grupos y personalidades judaicas se puede, en mi opinión,
comprender cuáles son los presupuestos de que él parte, qué es lo que tiene en común con los demás y en qué se
diferencia de ellos.
El judaísmo es el trasfondo en que se encuadra el mensaje de Jesús, y sólo quien conozca el primero puede captar el
sentido auténtico del segundo. En otras palabras: el elemento judaico debe servir no sólo de término de comparación,
sino también y sobre todo de base para una interpretación de las palabras y de los hechos de Jesús. El conocimiento del
judaísmo nos permite a veces decidir con seguridad entre las diferentes variantes de los manuscritos griegos y nos
capacita para distinguir cuáles son los puntos capitales del mensaje de Jesús, o dicho de forma más sencilla, nos permite
descubrir qué es lo que Jesús quiere del hombre y qué idea tenía él de sí mismo.
Algunos temas , que se han considerado especialmente importantes, aparecen como lugares comunes del mundo judío,
mientras que otras máximas, a las que no se ha prestado particular atención, atraen entonces el interés del lector.»
(David Flusser, judío, profesor en la Universidad de Jerusalén)
«El atractivo magnético de la enseñanza y del ejemplo de Jesús son esperanza y guía de los que están fuera del redil de
la religión organizada, las ovejas descarriadas de la humanidad que anhelan un mundo de misericordia, justicia y paz en
que vivir como hijos de Dios.
(Geza Vermes, historiador judío)
«Jesús es para mi el hermano eterno, no sólo hermano de humanidad, sino mi hermano judío. Yo siento su mano
fraternal, que me toca para que le siga e imite. No es la mano del Mesías, la mano señalada con las llagas. No es
ciertamente una mano divina, sino humana, en cuyas líneas está inscrita la más honda pasión. Esto me distingue a mí,
judío, del cristiano, y, sin embargo, es la misma mano, de la que nos sabemos tocados... La fe de Jesús nos une ... pero
la fe en Jesús nos separa.»
(Schalon Ben-Chorin, escritor judío)
55
EL ESPERADO
«Lo que separa a Cristo de todos los hombres es que ante todo fue esperado: incluso los gentiles sentían anhelo
de un libertador o redentor. Este solo hecho ya le distingue de todos los demás jefes religiosos.»
(Faltón J. Sheen)
«Un segundo hecho que le distingue es el que, una vez hubo aparecido, fue tal el impacto que sobre la historia produjo
que la partió en dos, dividiéndola en dos periodos: uno antes de su venida, el otro después de ella. Esto no lo hizo Buda
ni ninguno de los grandes filósofos indios. Incluso aquellos que niegan a Dios han de poner fecha a sus ataques contra
Él sirviéndose de una era que tiene como base su venida a este mundo.
Un tercer hecho que le separa de todas las demás personas es el siguiente: cualquier otra persona vino a este mundo
para vivir, mientras que Él vino para morir. La muerte fue para Sócrates su piedra de tropiezo, puesto que interrumpió
su enseñanza. Mas para Cristo la muerte fue la meta y el cumplimiento del propósito de su vida, el oro que Él andaba
buscando. Pocas de sus palabras o acciones resultan inteligibles sin hacer referencia a su cruz . Él se presentó a sí
mismo más bien como Salvador que simplemente como Maestro. Nada significaba enseñar a los hombres a ser buenos,
a menos que Él les diera también el poder ser buenos después de rescatarlos de la frustración de la culpa.
La historia de cualquier vida humana comienza con el nacimiento y termina con la muerte. En la persona de Cristo, sin
embargo, primero fue su muerte y luego fue su vida. Las Escrituras nos lo describen como «el Cordero sacrificado, por
decirlo así, desde el comienzo del mundo». Fue sacrificado intencionalmente por el primer pecado y rebelión contra
Dios. La realidad no fue tanto que su nacimiento proyectara una sombra sobre su vida y así condujera hasta su muerte,
sino más bien fue la cruz primero, y ella es la que arroja una sombra sobre su nacimiento. La suya fue la única vida en
este mundo que fue vivida al revés, hacia atrás. Así como una flor en unas ruinas habla al poeta de cosas de la
naturaleza, y así como el átomo es como un sistema solar en miniatura, de la misma manera el nacimiento de Cristo nos
habla del misterio del patíbulo. Cristo fue de lo conocido a lo conocido, de la razón de su venida, manifestada por su
nombre «Jesús» o «Salvador», a la consumación de su venida, su muerte en la cruz.
Juan nos ofrece su prehistoria eterna; Mateo, su prehistoria temporal, por medio de su genealogía. ¡Es significativo
hasta qué punto su árbol genealógico estuvo relacionado con pecadores y extranjeros! Estas manchas en el escudo de
armas de su linaje humano sugieren cierta piedad para con los pecadores y extranjeros con relación a la Alianza. Estos
dos aspectos de su compasión serían arrojados contra Él a modo de acusaciones: «es amigo de pecadores», «es un
samaritano». Pero la sombra de un pecado mancillado predice su futuro amor hacia los mancillados. Nacido de una
mujer, Él era hombre y pudo ser uno junto con toda la humanidad; nacido de una virgen, que había sido sombreada por
el Espíritu y «llena de gracia», se hallaría también fuera de la corriente de pecado que infectaba a todos los hombres.»
(Fulton J. Sheen, obispo de la TV USA)
56
IRREPETIBLE
«A través de ese vacío, como a través de un túnel, se realizó la proyección y comunicación del Dios amor en la
historia de los hombres; y ese túnel, ese vacío absoluto de sí, tiene un nombre: Jesús de Nazaret. Éste es el
compendio de una historia irrepetible.»
(Ignacio Larrañaga)
«El Amor, que es Dios, pasa sustantivamente por la personalidad de un hombre llamado Jesús, Dios-con-nosotros. Y
este hombre fue, ante todo, un Pobre, totalmente despreocupado de sí mismo para preocuparse sólo de los demás. En
una sociedad clasista, tomó partido por los marginados, y en una sociedad puritana, por los que estaban fuera de la ley.
De otra manera: Dios-Amor, encarnado en este Pobre de Nazaret, vaciado de sí mismo, desapropiado de sus propios
intereses en proporciones heroicas, convertido en el hombre-para-los-demás-hombres, el hombre esencialmente abierto
hacia los demás, el Disponible, integralmente dedicado al servicio de los demás... Jesús «es» la vía que va de la pobreza
al amor. Tal es el Cristo capaz de cautivar y salvar al hombre de la sociedad posmoderna (...)
Si el Pobre de Nazaret se propuso llegar a ser «el hombre para los hombres», necesitó realizar dentro de sí mismo una
inversión de fuerzas e instintos, ya que todo hombre es connaturalmente burgués, inclinado hacia sí mismo y buscador
de sus propios intereses. En suma, tuvo que llegar a ser un Pobre, porque sólo un pobre puede optar verdaderamente por
los pobres.
Después que del rumor de nuestros pasos surgiera el tiempo, y después de que el tiempo hubo llegado a su cenit, Cristo
se hizo presente en el tiempo y, renunciando a las ventajas de ser Dios, se sometió a todas las desventajas de ser
hombre, y una vez reducido a nuestra estatura, descendió incluso a los niveles infrahumanos.
Descendió al nivel de estos abismos, se abajó más todavía, hasta tocar el fondo final, el polvo de la nada, negando su
propio instinto de vivir, en obediencia amorosa al Padre, cuya voluntad había permitido o dispuesto que el Hijo amado
desapareciera en las ruinas de la catástrofe, sumiso y obediente hasta la muerte, y la muerte en cruz.
Aquí es donde la Libertad levantó triunfalmente su testa coronada de luz. Negándose a sí mismo, Cristo se trascendió a
sí mismo. Esto es: negándose, hizo en su ser un enorme vacío, y este vacío fue para él el espacio de libertad que le
permitió ser el hombre para los demás hombres. Por libre, fue disponible; y al estar disponible, pudo ser el servidor del
Padre y de los hermanos. Desde la pobreza al amor.
Lo reiteramos una vez más: esa amorosa entrega a la voluntad del Padre cavó en el suelo de Jesús un vacío infinito, y lo
convirtió en un territorio enteramente libre. A través de ese vacío, como a través de un túnel, se realizó la proyección
del Dios Amor en la historia de los hombres; y ese túnel, ese vacío absoluto de sí, tiene un nombre: Jesús de Nazaret.
Este es el compendio de una historia única e irrepetible, la de la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo. Ésta
es la respuesta para hoy y mañana.»
(Ignacio Larrañaga, teólogo capuchino)
57
¿LEJANO?
«¿Quién es este hombre, venido de lejos,
que me ha hechizado en el camino?» (Michel Hubaut)
«¿Quién es este hombre, venido de lejos,
que franquea nuestras montañas y nuestros valles,
nuestras llanuras y nuestros bosques, / nuestro presente y nuestro pasado?
¿Quién es este hombre, venido de lejos, cuyo paso es lento como el de un pastor y cuyo cayado tiene forma de cruz?
¿Quién es este hombre, venido de lejos,
que trata de reunir a su rebaño disperso / y cuyo rostro se ilumina de alegría
cuando lleva en sus brazos o sobre sus hombros
un fragmento de la humanidad / que un ladrón le había robado?
¿Quién es este hombre, venido de lejos,
cuyo corazón es una puerta / abierta de par en par, pero tan estrecha
que hay que ser un niño / para pasar por ella?
¿Quién es este hombre, venido de lejos,
cuyos pies y manos se han gastado hasta sangrar
y que en las encrucijadas del tiempo y del espacio
planta cruces / para que su rebaño pueda seguirle / sin perderse?
¿Quién este hombre, venido de lejos,
que llama al pasar / a un puñado de pescadores y de aldeanos
para iniciarles en su mismo oficio:
buscar buenos pastos, cuidar ovejas / enfermas o heridas
y transmitir a cada nuevo pastor / ese mismo cayado en forma de cruz?
¿Quién es este hombre, venido de lejos,
que reúne a sus ovejas dispersas / por las cuatro esquinas de sus sueños,
perdidas en medio de la niebla y la oscuridad,
para llevarlas a los frescos pastos / de una montaña inundada de luz?
¿Quién es este hombre, venido de lejos, que me ha hechizado en el camino?»
(Michel Hubaut, escritor francés)
58
BIENHECHOR
«¿Qué ha querido Jesús? Jesús ha venido a hacer la voluntad de Dios, norma suprema e inmediata. ¿Y cual es la
voluntad de Dios? Para Jesús la respuesta es clara: el bien de los hombres»
(Hans Küng, teólogo suizo)
En una civilización donde prevalece la independencia personal de toda jerarquía, sin excluir la divina, el caso de Jesús
choca frontalmente con la mentalidad actual. Desde la llegada de Jesús a la tierra, el autor de la Carta a los hebreos pone
en sus labios estas palabras dirigidas a Dios: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Así está escrito en el Libro acerca
de mí».
Y que este proyecto no fue una simple frase lo demuestra el que la primera sentencia que pronuncia Jesús adolescente,
según Lucas el evangelista de la infancia, es ésta: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de las
cosas de mi Padre?».
Y que este plan no fue una veleidad de adolescencia, sino un programa de vida, lo manifiesta la frecuencia con que
Jesús reitera que el querer de Dios constituye el norte de su existencia. Con una rotundez incuestionable Jesús asegura:
«Yo hago siempre lo que le agrada», sin excepción alguna. Y para manifestar hasta qué punto le resulta vital el
cumplimiento del querer del Padre, Jesús asegura: «Mi manjar es hacer la voluntad del que me envió».
Pero este cumplimiento del encargo de Dios no tuvo como horizonte de Jesús solamente el tiempo de la vida oculta y la
vida pública. También en las horas amargas de la pasión presidió su quehacer la voluntad divina. En Getsemaní, tras
pedir al Padre que pasara de él el trago amargo de la cruz, añade sin solución de continuidad: «Pero no se haga mi
voluntad, sino la tuya.» Y como punto final, poco antes de morir, Jesús resume su vida con esta afirmación: «Todo está
cumplido».
Y que la voluntad de Dios era la búsqueda del bien de los hombres queda demostrado por la actuación de Jesús. Cuando
san Pedro quiso sintetizar toda la existencia de Jesús en una frase, sólo tuvo que decir: «Pasó por la tierra haciendo
bien».
Que Jesús fue bienhechor de la gente que se cruzaba en su camino lo demuestran sus numerosas curaciones individuales
y grupales de toda clase de enfermedades: cojos, ciegos, sordomudos, paralíticos ...Y la resurrección de varios muertos
para solaz de padres, madres y hermanas. También extendió Jesús su acción bienhechora hasta los hambrientos en
multitudinarias multiplicaciones de panes y peces.
Pero el cumplimiento de la voluntad del Padre en favor de los hermanos no se redujo a la concesión de bienes
materiales. Jesús extendió el querer de Dios hacia los hombres también al campo de los bienes espirituales. De ahí, el
regalo de la Buena Nueva, el don de la filiación divina, el mandamiento del amor fraterno, el alimento de la Eucaristía,
el bien de la redención-liberación del mal, el presente de la vida eterna feliz. Desde la encarnación hasta la resurrección,
el objetivo de Jesús fue traducir el querer divino en el bien humano dirigido al hombre completo: cuerpo y alma,
individuo y colectividad. Por eso, uno de los títulos que más le cuadran a Jesús es el de Bienhechor insigne de la
humanidad.
(R.A.)
59
ENAMORADO
«Vino porque su corazón de Dios ya no podía más y, sin dejar de ser quien era, tomó un corazón de hombre»
(Agustí Altisent)
«Hay un incendio, una mujer se echa al fuego y salva a su hijo. ¿Le preguntamos por qué lo ha hecho? Naturalmente
que no: está clarísimo. Igual aquí: no vino por razones teológicas sutiles o enrevesadas, sino por motivos del corazón,
espontáneos, humanos, casi diría evidentes. Lo diré como pueda: vino porque su corazón de Dios ya no podía más y, sin
dejar de ser quien era, tomó un corazón de hombre.
Y vino para quedarse: «Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos». Con lo cual no quería decir principalmente
que asistiría a los administradores de sus misterios, sino que se quedaba con todos nosotros. Aunque, claro está,
especialmente con los que duermen en las cunetas y, sin embargo, están contentos. Él había dormido en las cunetas y
sabía bien eso: «Los lobos tienen cuevas y las zorras madrigueras, pero el Hijo del hombre... « Había dormido peor que
los lobos y las zorras. Ese Dios vagabundo que iba a salto de mata por la Tierra se parecía en algo a los lobos y las
zorras.
Siempre había estado con nosotros, interviniendo cuando convenía, aunque sólo lo sepamos de los grandes momentos:
las conversaciones con Adán en el Edén al atardecer, la llamada a Abrahán en el fondo de su alma de creyente, su
manifestación a Moisés en la zarza ardiente, la liberación de Egipto, la ley en el Sinaí, el largo desierto lleno de
lamentos, prevaricaciones, signos suyos y murmuraciones del pueblo. Su Espíritu habló después por los profetas y se
hizo esperanza en el corazón de los pobres de Israel. (...) Finalmente, el Padre envió a su Hijo, Y el Hijo irrumpió «en
persona» de hombre para que entendiéramos cómo es Dios cuando, sin dejar de ser Dios, vive a lo hombre, y nos
enseñó qué es lo realmente grande y lo bello y qué lo desdeñable en este mundo. Y, ante todo, vino para pagar el
rescate.
Sólo enunciar que Dios se hizo hombre es ya una barbaridad. ¿Es posible? ¿Es plausible? No, no es posible, no es
plausible: es increíble, es un susto tremendo en medio de la historia.
Pero, por una parte, un amigo hace esto por un amigo y, por otra, en lo que tenga de portentoso hay que pensar que no
podíamos esperar que Dios se comportara como hubiéramos imaginado que lo hiciera: no podemos imponerle pautas:
tenemos que aceptar las que El imponga, por insólitas que sean. No sabíamos prácticamente nada de las maneras y del
carácter de Dios antes de verle «en persona» de hombre: necesariamente tenía que ser Él quien estableciera el código de
señales. Por definición, a nosotros nos toca estar a la que salta y subir al tranvía en marcha.
Las maneras de Dios a la fuerza han de resultarnos insólitas. 81, por principio, y visto desde nosotros, ha de -tener una
parte de humano, de comprensible y razonable, pero también mucho de inesperado. Si una manifestación suya no es en
cierto modo desconcertante, yo no me fiaría mucho ...
Pero hay otra cuestión: está con nosotros; y nosotros ¿estamos con Él? ¿Sabemos recibir lo que nos da? ¿Hemos sabido
recibir su crucifixión y su resurrección -esos hechos de un rango superior a la creación— que nos han sido puestos en
las manos?»
(Agustí Altisent, escritor benedictino)
60
DIOS DE CARNE
«Si no tuviéramos delante de los ojos la preciosa imagen de Cristo, nos equivocaríamos y nos perderíamos del
todo, como el género humano antes del Diluvio»
(F. Dostoievski)
«Todas estas discusiones son posibles y el mundo está lleno de ellas y por mucho tiempo lo estará. Pero yo y vos, Satov,
sabemos que son sólo naderías, que Cristo-hombre no es el Salvador y fuente de vida y que la sola ciencia no
completará jamás todo el ideal humano y que la paz para el hombre, la fuente de vida y la salvación de la desesperación
para todos los hombres, la condición sine qua non y la garantía para el entero universo se encierran en las palabras El
Verbo se hizo carne y la fe en estas palabras-».
«Muchos piensan que es suficiente creer en la moral de Cristo para ser cristiano. Ni la moral de Cristo, ni la enseñanza
de Cristo salvarán al mundo, sino precisamente la fe en esto: que el Verbo se hizo carne. Esta fe no es sólo el
reconocimiento mental de la superioridad de su enseñanza, sino espontánea inclinación. Hace falta precisamente creer
que el ideal definitivo del hombre es siempre el Verbo encarnado, el Dios encarnado. Porque solamente con esta fe
llegamos a la adoración, al éxtasis que sobre todo nos encadena a Él directamente y tiene el poder de no hacer desviar al
hombre. Con un menor entusiasmo la humanidad, quizá sin más, se habría desviado, primero en la herejía, después en el
ateísmo, luego en la inmoralidad y finalmente en el ateísmo y en un estado de trogloditas quedaría marchita y
desaparecida.»
«Por lo tanto, todo depende de un punto: si se acepta o no a Cristo como ideal definitivo sobre la tierra, es decir, todo
depende de la fe cristiana. Si crees en Cristo, crees también que vivirás eternamente (...) Cristo ha entrado a participar
de la humanidad todo entero, y el hombre se esfuerza en transformarse en el Yo de Cristo, o en el propio ideal. Una vez
que lo haya conseguido, verá claramente cómo también todos aquellos que sobre la tierra han alcanzado la misma meta
han entrado a participar de su naturaleza definitiva, es decir, de Cristo. (Admirable es la naturaleza sintética de Cristo.
De hecho es la naturaleza de Dios, pues el Cristo es el reflejo de Dios en la tierra).»
«Cristo ha venido para que la humanidad supiese que la naturaleza del espíritu humano puede aparecer en tal esplendor
celeste, en realidad y en carne, y no sólo en el sueño y en el ideal (...) Los discípulos de Cristo que han divinizado esta
carne luminosa han testimoniado en los más crueles tormentos qué felicidad era llevar en sí mismos esta carne, imitar la
perfección de esta imagen y creer en ella, en la carne. La tierra está justificada por ellos. (...) Todo consiste en esto, en
que el Verbo realmente «se hizo carne». En esto radica toda la fe y todo el descanso de la humanidad, al cual ella no
renunciará jamás.»
(Fedor Dostoievski, escritor ruso)
61
RESPONSABLE
«Al cumplirse el tiempo, Jesucristo vino con todo el fardo de la responsabilidad»
(Arthur Michael Ramsey)
«En el cumplimiento del tiempo, Jesucristo vino con todo el fardo de la responsabilidad: Él tendría que cumplir las
Escrituras. Él sanaba a los enfermos, Él echaba demonios, Él proclamaba el Reino de Dios y su justicia; pero en el
epicentro de su misión estaba la muerte que Él sufrió, no solamente porque el curso de los eventos lo conducía a ella,
mas porque Él escogió morir «para que las Escrituras fueran cumplidas». Y los mismos fragmentos de Escritura que los
judíos no lograban interpretar Jesús los interpretó y ejecutó con el resultado de que el tema del Siervo doliente ocupó el
mismo centro de los temas más conocidos de sus contemporáneos: el del Hijo de David, el del Hijo del Hombre, el del
Hijo de Dios. Por eso, los discípulos después de Pentecostés ya no encontraron en la muerte una piedra de tropiezo, sino
el cumplimiento de la profecía, y ellos predicaron a Jesús como el Siervo de Dios de quien el capítulo 53 de Isaías había
profetizado y cuya pasión el Salmo 22 había señalado.»
«Para san Pablo la Encarnación es en sí misma un hecho de sacrificio insuperable: el Nacimiento exige tanto de Él que
se entrega como le exige la Crucifixión. Sólo que la Crucifixión es el punto visible más profundo de ese ofrecimiento
divino de verticalidad histórica en Belén que comienza en el cielo mismo. "He aquí que había un Calvario arriba, seno
de todo". Ahora, el cuarto Evangelio revela este amor de Dios, declarado al «enviar» a Su Hijo al mundo y al entregarse
Éste hasta el extremo de la muerte; y el mismo Evangelio muestra de qué manera esta verdad es la base de la Iglesia. La
narración nos señala ya al Cristo encarnado, ya la verdad eterna que Su Encarnación revela. Cristo es representado
durante toda su vida terrena como ejemplo de una vida, de una conversión y de un pensamiento dentro de una
dependencia absoluta del Padre.»
(Arthur Michael Ramsey, primado de la Iglesia Anglicana)
«La idea de un Dios que viene a este mundo para sufrir voluntariamente y participar en los sufrimientos humanos y
cósmicos, la idea de un Dios-Hombre que sufre, es la única justificación convincente de Dios.»
(Semen Frank, pensador ruso)
62
DIOS-HOMBRE
«Lo mismo que los físicos de principios de siglo tuvieron que reconocer que la luz se comportaba a la vez como
ondas y como partículas, sin poder llegar en un primer momento a reconciliar estos dos aspectos aparentemente
contradictorios, la Iglesia cristiana ha tenido la necesidad de agarrarse a la paradoja del Dios-hombre para dar
un testimonio adecuado de Jesucristo»
(John Polkinghorne, científico)
«Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y de Jesucristo nuestro Señor estén con vosotros». He aquí una fórmula
cuya composición no es muy evidente. ¿Qué hace un hombre como Jesús asociado a Dios, el Señor de los señores?
¿Cómo puede ser un simple mortal la fuente de una nueva vida para toda la humanidad, de tal modo que Pablo pueda
afirmar: «Quien está en Cristo es una nueva creatura»?
Esta preguntas no encuentran en el Nuevo Testamento respuestas coherentes y sistemáticas. Estos escritos cristianos de
los primeros tiempos tienen más bien un carácter «fenomenológico», como dirán los científicos. Se trata de testimonios
de unas experiencias que no han sido plenamente analizadas ni interpretadas. La Iglesia, en los primeros tiempos, ha
luchado con este problema. Su encuentro con el hombre Jesús comportaba elementos que sólo podían ser expresados
adecuadamente en términos divinos. Finalmente, el único modo satisfactorio de abordarlos fue el de recurrir a la
doctrina de la Encarnación: la afirmación profundamente misteriosa, pero incontestable cristianamente, de que Dios se
ha dado a conocer en Jesús de Nazaret de la manera más sencilla posible: viviendo la misma existencia de un hombre en
la tierra.
Lo mismo que los físicos a principios de siglo, tuvieron que reconocer que la luz se comportaba a la vez como ondas y
como partículas, sin poder llegar, en un primer momento, a reconciliar estos dos aspectos aparentemente
contradictorios, la Iglesia cristiana ha tenido la necesidad de agarrarse a la paradoja del Dios-hombre para dar un
testimonio adecuado de su experiencia de Jesucristo.
Yo considero la doctrina de la Encarnación como un concepto profundamente apasionante. Cómo ha podido hacerse
sobrepasa en mucho mis pobres capacidades intelectuales, pero el que sea así es una idea fuente de una gran luz. Posee
el carácter inesperado pero convincente que se encuentra en las teorías científicas más profundas y más revolucionarias:
esa evidencia persuasiva que da a la propuesta de Maxwell, relativa a la corriente de desplazamiento, o a la de Dirac
sobre la ecuación relativista del electrón, una cualidad de intuición (insight) casi suficiente para auto identificarla.
Permítaseme dar un solo ejemplo interpretativo de la doctrina de la Encarnación.»
(John Polkinghorne, físico inglés, Universidad de Cambridge)
63
HOMBRE ETERNO
«El primer designio de Dios fue la Encarnación de su Hijo, hombre en los designios de Dios antes que existiesen
los hombres.»
(Malebranche, escritor francés}
«Todo ha sido hecho por este hombre divino al que se le llama «primogénito de toda criatura», «poseído» por la
majestad divina «desde el comienzo de los tiempos, antes de que fuera hecha criatura alguna», «desde el principio, antes
de los siglos», pues «en él se han hecho todas las cosas, es antes que ninguna, y todo se ha establecido en él, y es el jefe
de la Iglesia, y el primero en todo». La viña no se planta si no es para obtener los frutos, y sin embargo el fruto es lo
primero que se desea, aunque las hojas y las flores preceden en la cosecha. Así, el gran Salvador fue el primero en la
intención divina en ese proyecto eterno que la divina Providencia tuvo en la creación de las criaturas. Y contemplando
ese fruto deseado, se plantó la viña del universo y se estableció la sucesión de las generaciones, que como hojas y flores
debían precederlo, como precursores y como preparativos necesarios para la producción de esas uvas que el Esposo
sagrado alaba en el Cantar de los cantares, y del licor con el que «se recrea Dios y los hombres».
(Francisco de Sales, santo y escritor francés)
«Sígueme. Yo soy el camino, la verdad y la vida. No se llega al término proyectado si no hay camino, no se vive si no
hay vida, no puede saberse nada si no nace de la verdad. Yo soy la vida a la que debes aspirar, la verdad suprema en la
que debes afianzarte, el camino que debes seguir en todo.
Pero camino inviolable, verdad sin ninguna duda, vida interminable. Yo soy el camino recto por el que corre el justo
para llegar al cielo sin sufrir ningún desvío; soy la verdad soberana y sagrada; en fin, soy el camino verdadero, feliz,
increado. Si tomas bien el camino y andas por él sin torcerte, la verdad sabrá afianzarte plenamente, la verás completa,
y su fiel claridad te servirá de guía a la vida eterna.»
(Fierre Corneille, escritor francés siglo XVII)
64
LIMITADO
«Para que la Encarnación fuese plena, completa, leal, para que no fuese restringida ni engañosa, era necesario
que su historia fuese historia de un hombre, sometida al historiador, y que su memoria fuese memoria de un
hombre defectuosamente conservada. En una palabra, era necesario que su memoria y su historia también
estuviesen encarnadas, fuesen contestadas»
(Charles Péguy)
«Jesús es el santo más grande y el príncipe y el primero de los santos. Pero no es el más santo en el sentido del máximo
físico o matemático... Es una persona viva y una personalidad enormemente característica de la que los evangelios nos
precisan su retrato.
(...) Es un hombre como los otros, entre los otros (el primero). Es un santo como los otros, entre los otros (el primero) ...
Ha sido una persona. No ha sido todo el mundo a la vez. Ha sido leal y plenamente «un» hombre y «un» santo. No ha
estado en todos los tiempos al mismo tiempo ni en todos los lugares a la vez. Así, no ha ocupado todas las cosas ni ha
invadido todas las clasificaciones de las categorías. Se alinea entre los hombres y entre los santos. Se alinea el primero,
pero se alinea.
Es la primera estrella en el cielo de la santidad, pero la primera es la que brilla más, la que brilla la primera, no la que
absorbe el resplandor y la materia, y por decirlo así, la persona y el ser de todos los otros...
Por una actuación plena de su libertad de creador se ha revestido de la libertad creada. Todo el acontecer de su vida, y
de su pasión y de su muerte, ha sido libre, consentido, voluntario y querido. Hasta el último momento fue libre de morir
o no por la salvación del mundo. Toda su vida, hasta el último momento, fue libre para cumplir o no las Profecías.
Por todo esto nos hacían falta los Evangelios. Aun aquí Jesús no ha querido ser un santo extraordinario. Ha sido un
santo ordinario, el primero de la fila, pero en la fila...
En esto también Jesús ha querido ser un santo ordinario, un hombre, un santo como los otros, entre los demás. Ha
querido tener necesidad de testigos, de sus notarios, de sus escritores. No ha querido ser recordado ni testificado por un
milagro constante. No ha querido tener otros medios que los propios del hombre y de la historia y del recuerdo de los
hombres. Ha tenido necesidad de «las escrituras». Ha querido tener necesidad de escritores y de agentes, como los han
necesitado sus santos, y de todo el aparato judicial e histórico. Ha querido ser la materia y el objeto de un proceso,
incluso de dos, un proceso civil y otro religioso. Ha querido ser la materia y el objeto del exegeta y del historiador; la
materia, el objeto, la víctima de la crítica histórica. Se ha entregado al exegeta, al historiador, al crítico como se entregó
a los soldados, a aquellos jueces, a aquellas turbas. Se ha entregado a los que manejan objetos de escritorio lo mismo
que a los que manejaban látigos y vergas. Ha seguido la misma tradición, la misma entrega. Se entregó a las
controversias como se entregó a las injurias... Si su recuerdo no hubiese entrado en las condiciones generales de la
memoria del hombre, no hubiese sido de ningún modo un hombre como los otros. Y la Encarnación no hubiera sido de
ningún modo íntegra y leal.»
(Charles Péguy, escritor francés)
65
INCORPORADO
«Divinidad que, tan pequeña y suave, se hace niña en tu carne redentora, en lo infinito ni siquiera cabe.
En ti la eternidad tiene su aurora, en ti nada se halla que se acabe, ¡alba de Dios que entre la paja llora!»
(Rafael Morales, poeta)
«En Jesús, el Verbo se hizo carne,
palabra corporal vestida de tiempo y espacio,
grito y temblor, gesto y ternura,
accesible al ojo, a la caricia y al oído,
originalidad inagotable,
surgiendo en medio de la vida cotidiana,
fidelidad crucificada,
espesor humano resucitando desde el sepulcro
del sanedrín y del imperio
por la fuerza del Espíritu.
Todo nuestro cuerpo espera esta Palabra,
desde el primer segundo de existencia,
para irse haciendo,
en el encuentro con ella,
carne liberada
cosmos redimido,
transparente destello del dolor cotidiano,
esperanza que brilla
en medio de los límites de la condición humana,
pedazo de historia transportada al infinito
en la reconciliación, sin fin y sin distancias,
de la vida resucitada.
El Verbo encarnado
está todo él orientado hacia nosotros,
esfuerzo infinito de Dios que se expresa
en la cercanía corporal de una vida caminante
por los más estrechos callejones torcidos,
de la misma manera que se adentra por su Espíritu
hasta la más íntima puerta estrecha de mí mismo.
Y todos nosotros,
llenos de nombres y de fechas,
de aromas y de golpes en las costuras de la carne,
nos vamos haciendo infinitos
en su abrazo.»
(B. González Revuelta, jesuita, poeta)
66
INSONDABLE
«Las acciones del Salvador cumplidas en su Encarnación son tales y tan grandes que quien quisiera enumerarlas
se parecería a aquellos que contemplan la anchura del mar y pretenden contar las olas.»
(San Atanasio)
«Lo mismo que no se puede abrazar con una mirada el conjunto de las olas, porque a medida que ellas van llegando
sobrepasan las sensaciones del que pruebe a contarlas, así también el que quisiera abrazar todas las acciones de Cristo
en su cuerpo no puede tan siquiera asirlas por el pensamiento, porque allí hay más que sobrepasan su inteligencia que él
no piensa haberlas captado. Mejor es, por tanto, no querer verlo todo ni aquello de lo que ni siquiera en parte se puede
expresar, sino recordar un punto y dejar a la admiración todo el resto. Todo es igualmente admirable y, por doquiera se
proyecte la vista, es uno arrebatado de estupor, viendo la divinidad del Verbo.»
(San Atanasio, Padre de la Iglesia)

«Habiendo dicho que el Verbo se hizo carne, hombre y hermano de los siervos y de las criaturas, al mismo tiempo
conserva, no obstante, la dignidad divina; manifiesta estar lleno de todo lo que es propio del Padre. La naturaleza divina
está ciertamente firme y estable en sí misma: no sufre mutación, sino que se conserva siempre la misma y permanece
constantemente en sus propiedades (...)
Si alguien contempla el coro de los santos y observa las acciones de cada uno, se admirará y se deleitará con sus
virtudes; confesará que han sido llenos de la gloria de Dios. Los teólogos enseñan que la gloria y la gracia del Unigénito
no se puede comparar con la gloria de otros, sino que ella es muy superior y rica; como quien no tiene limitada la
medida de su gracia al recibirla de otro, sino de forma perfectísima y verdadera, no añadida ni supeditada, sino
sustancialmente existente, porque es la propia de la naturaleza del Padre, transmitida naturalmente al Hijo.»
(San Cirilo de Alejandría)
«Esta medicina de los hombres es tan alta que no podemos ni imaginarla. Porque, ¿qué orgullo podrá curarse si con la
humildad del Hijo de Dios no se cura? ¿Qué avaricia podrá curarse si con la pobreza del Hijo de Dios no se cura? ¿Qué
ira podrá curarse si con la paciencia del Hijo de Dios no se cura? ¿Qué impiedad podrá curarse si con la caridad del Hijo
de Dios no se cura? Finalmente, ¿qué timidez podrá curarse si con la resurrección del Hijo de Dios no se cura?»
(San Agustín, Padre de la Iglesia)
«Su pobreza no le hizo perder sus riquezas, su humildad no redujo su gloria, su muerte no destruyó su eternidad (...)
El Hijo de Dios es, en efecto, verdadero Dios, teniendo del Padre lo que es del Padre. Ningún comienzo lo hace
temporal, ninguna vicisitud lo hace cambiar, Ni separado del Uno, ni diferente del Todopoderoso, Unigénito eterno del
Padre eterno.»
(San León Magno)
67
LIMITADO
«De todos sus maravillosos milagros, el que más sobrepasa la capacidad de admiración de la mente humana es
que la sabiduría de Dios quedase circunscrita en los límites de aquel hombre que apareció en Judea; más aún, se
metiera en el vientre de una mujer.»
(Orígenes)
«El Unigénito, que era Dios y Señor de todas las cosas, según las Escrituras, se ha manifestado a nosotros; ha sido visto
en la tierra, ha iluminado a los que estaban en tinieblas, haciéndose hombre, no en pura apariencia ¡no lo quiera Dios!
Es una locura pensar y decir que él se había transformado en carne por imitación y conversión; el Verbo de Dios es
inmutable, permanece siempre el mismo. Ni tampoco que su existencia sea contemporánea de su carne; Él es el Creador
de los siglos (...) Él, que es la Vida, viene de Dios, el Padre; el cual, tanto en nuestro pensamiento como en la realidad,
existe en su persona propia. Él no se ha revestido simplemente de una carne privada de alma racional; ha sido realmente
engendrado en una mujer, mostrándose hombre. Él es el Verbo de Dios, viviente, subsistente y eterno con Dios Padre,
tomando forma de esclavo. Como es completo en su divinidad, es completo en su humanidad; constituido en un solo
Cristo, Señor e Hijo (...)
En efecto, el Hijo, coeterno con aquel que lo había engendrado y anterior a todos los siglos, cuando tomó la naturaleza
humana sin dejar su cualidad de Dios, sino integrando el elemento humano, pudo legítimamente ser concebido como
nacido de la estirpe de David y teniendo un nacimiento humano reciente. Porque no hay sino un solo Hijo y un solo
Señor Jesucristo, antes que asumiera la carne y después que se ha manifestado como hombre.»
(San Cirilo de Alejandría, padre de la Iglesia)
«Después de considerar tales y tan grandes cosas sobre la naturaleza del Hijo de Dios, quedamos estupefactos de
extrema admiración, al ver que esta naturaleza, la más excelsa de todas, se anonada y, de su situación de majestad, pasa
a ser hombre y a conversar con los hombres, como lo atestigua la gracia derramada de sus labios (Sal 44, 3), como lo
proclama el testimonio del Padre celestial y como se confirma por las diversas señales y prodigios obrados por Él. Y
aun antes de hacerse presente corporal mente, envió a los profetas como precursores y heraldos de su venida. Y,
después de su ascensión a los cielos, hizo que los santos apóstoles, hombres sacados de entre los publícanos y los
pescadores, sin ciencia ni experiencia, pero llenos de la potencia de su divinidad, recorrieran todo el orbe de la tierra,
para congregar de todas las razas y naciones un pueblo de fieles que creyeran en él.
Pero de todos sus maravillosos milagros, el que más sobrepasa la capacidad de admiración de la mente humana, de
suerte que la débil inteligencia mortal no puede ni sentirlo ni comprenderlo, es que hayamos de creer que aquella tan
gran potencia de la divina majestad, aquel mismo Verbo del Padre y la misma Sabiduría de Dios, por la que fueron
creadas todas las cosas visibles e invisibles (Col 1, 16), quedase circunscrita en los límites de aquel hombre que
apareció en Judea; más aún, que la Sabiduría de Dios se metiera en el vientre de una mujer y naciera párvulo, y diese
vagidos como los niños que lloran.»
(Orígenes, padre de la Iglesia)
68
ENCARNADO
«El Verbo de Dios, incorpóreo, incorruptible e inmaterial, vino a nuestro mundo, aunque tampoco antes se
hallaba lejos, pues nunca parte alguna del universo se hallaba vacía de él sino que lo llenaba todo en todas
partes, ya que está junto a su Padre.»
(San Atanasio)
«Él vino por su benignidad hacia nosotros, y en cuanto se nos hizo visible. Tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra
debilidad y, compadecido de nuestra corrupción, no soportó que la muerte nos dominase, para que no pereciese lo que
había sido creado, con lo que hubiera sido inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por eso tomó para sí un cuerpo
como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto,
si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente, pero él tomó
nuestro mismo cuerpo.
En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de
darse a conocer y habitar; de este modo, habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que
todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor
sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a
todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para
ensañarse con los demás hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo
totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que
la paja es consumida por el fuego.
Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera
por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la
corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la
corrupción.
De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha,
alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.
De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento
de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción,
por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había
hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.
Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que
habita entre ellos por su encarnación.»
(Atanasio de Alejandría, doctor de la Iglesia)
69
CORPORAL
Nadie como los poetas saben expresar el enamoramiento. Por eso, para cantar el agradecimiento enamorado a
Jesús, que ha querido participar de la humanidad, tomamos prestado el poema «De carne y hueso» de un poeta
mejicano:
(R. A.)
«Así: te necesito de carne y hueso.
Te atisba el alma en el ciclón de estrellas, tumulto y sinfonía de los cielos; y, a zaga del arcano de la vida, perfora el
caos y sojuzga el tiempo, y da contigo, Padre de las causas, Motor primero.
Mas el frío conturba en los abismos, y en los días de Dios amaga el vértigo. ¡Y un fuego vivo necesita el alma y un
asidero!
Hombre quisiste hacerme, no desnuda inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva; el arte, resplandor que toma cuerpo: la palabra es la carne de la idea: ¡encarnación es
todo el universo! ¡Y el que puso esta ley en nuestra nada hizo Carne su Verbo!
Así: tangible, humano, fraterno.
Ungir tus pies que buscan mi camino, sentir tus manos en mis ojos ciegos, hundirme como Juan en tu regazo, y -Judas
sin traición- darte mi beso.
Carne soy, y de carne te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia, qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo, ¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!» (Alfonso Junco)
70
NIÑO
Nos hemos acostumbrado a la Navidad, y no caemos en la cuenta de lo que supone la aparición del Hijo del Dios
eterno como hijo de María. Que las palabras de dos poetas nos ayuden a acercarnos a Belén menos
prosaicamente que en otras ocasiones.
(R. A.)
«Una Doncella más hermosa que las demás ha dado a luz la luz perpetua.
Pero su cuerpo sigue intacto, como una lámpara que alumbra y no se altera.
La eternidad se vuelve historia, y ésta comienza en este instante a ser eterna.
Naciendo en medio de nosotros, Dios pone paz entre la forma y la materia.
Ya no es incendio que deslumbra, ni oscuridad que hace temblar, ni voz que aterra.
Hoy es un niño como todos, que nos infunde compasión porque se queja.
Este es el árbol que ha nacido para enseñarnos a subir desde la tierra.
Cuando lo poden nuestras culpas, dará más fruto que al principio y con más fuerza.
Durante siglos preguntamos por la verdad, por la virtud, por la belleza.
Dios escuchó nuestras preguntas y en esta forma nos ha dado la respuesta.
Todos los ángeles del cielo se han extinguido poco a poco en el espacio. Y sólo quedan las estrellas, que son las huellas
luminosas de sus pasos. La noche vuelve a su silencio, pero los hombres ya no están desamparados. Porque en Belén
hay un pesebre, y en él un Niño que ha venido a rescatarnos. Y junto al Niño una Doncella: trono del Rey, fuente del
Sol, raíz del Árbol. Nido feliz de la Paloma, cauce de Dios, carne del Verbo soberano. En un rincón de la caverna soy el
testigo más inmóvil y callado. Al contemplar lo que contemplo siento vergüenza de mi boca y de mis manos. Entran sin
verme los pastores, con sus ofrendas de corderos y de pájaros. Pero Jesús vuelve los ojos y hacia el lugar en donde estoy
tiende los brazos.»
(Francisco Luis Bernárdez, poeta argentino)
«¡Cómo me gusta mirarte cuando me miras despierto! Niño que tienes los ojos tan vivos, garzos, parejos.
¡Cuánta estrella se pasea en tus góndolas de cielo! Te miro y me das la vida; cuanto más miro, más quiero.
Cuando te miro a los ojos, te miro, y me das vértigo. ¡Qué tendrán esos dos ojos, qué no habrán que yo me pierdo!
¡Cómo me matan las flechas de tu mirada de fuego! ¡Retira de mí esos ojos que me miran, y me muero!»
(Francisco Contreras Molina)
71
SILENCIO
Si todo es misterioso en la Navidad, hoy quiero sumergirme en la paradoja de que Jesús, siendo la Palabra
infinita de Dios, se presente a nosotros con la muda elocuencia de un Infante, como lo vislumbra el autor de
«Silencio de la Palabra».
(R.A.)
«¿Y ése es el hablar de Dios?
Dicen que Él es la Palabra / del Padre. Lo miro y es
Niño de un día. No habla: / a lo más, sonríe y llora.
Y es verdad: eres Palabra / del Padre, que para hablarnos
se ha quedado en Ti callada.
¿Y quién podría decirnos / lo que tus silencios hablan?
Infante -el que no habla-, ¡y cuánto / dice Dios en lo que Él calla!
Nunca nos habló tan alto / como cuando su voz baja
para hacerse este infinito / silencio de su Palabra
callada en forma de Niño / callada en la Forma blanca
en la que mis labios ponen / al Dios que en Belén callaba.
¿Y quién podrá hablar de Ti, / si Tú para hablar te callas?
El cielo quiso decirte,
y por suprema alabanza / calló el cielo media hora. Toda la creación callada / quedó al venir en la noche de sus reales
moradas / sobre silencios de Dios tu Omnipotente Palabra.
Misterio del gran silencio / fecundo en que te engendrara el Padre en los resplandores / de aquella eterna mañana, en la
mitad de la noche / que nuestro día alumbraba, al corazón del silencio / todas las cosas entraban.
¡Si alguna palabra hubiese / que aquel silencio expresara!
Pero en Ti lo tengo todo, / posesión de mi esperanza,
ya que el Padre en tu silencio / comprometió su Palabra.»
(Ángel Martínez, poeta jesuita)
72
NAVIDAD
Un estremecimiento me embarga cada vez que me acerco al misterio entrañable del Nacimiento de Jesucristo.
Hoy hago mía la voz emocionada de un poeta argentino.
(R. A.)
«Esta noche te tengo en mis brazos, Dios mío, y al estrechar tu cuerpo pequeño y desvalido, siento que la mirada de
amor con que te miro no es de siervo a Señor, sino de padre a hijo.
Dios mío, / Dios mío, / hoy eres hijo mío.
En el silencio inmenso de la noche, Dios mío, me pareces más débil y hasta más pequeñito; y en este desamparo te
descubro tan mío que me quema tu sed y me hiela tu frío.
Al pensar en los años que te esperan, Dios mío, con dos leños cruzados al final del camino, tengo miedo del tiempo y
quiero interrumpirlo, con ansia de que seas eternamente niño.
Y te pido que nunca me abandones, Dios mío; que renuncies a todo por quedarte conmigo; que te tenga en mis brazos
como ahora, dormido, y que no te despiertes hasta el fin de los siglos.
Dios mío, / Dios mío, / hoy eres hijo mío.
Dios mío, / Dios mío, / hoy eres hijo mío.
Dios mío, / Dios mío, / hoy eres hijo mío.
(Francisco Luis Bernárdez, argentino)
73
BELÉN-CRUZ
«El Pan está hambriento. / La Fuente tiene sed.
La Luz está en tinieblas. / El Camino está cansado.»
(Agustín de Hipona)
«Mira al Niño en el pesebre.
Mira al Creador convertido en criatura. / Mira a Dios hecho hombre.
En virtud de este maravilloso intercambio, / el Pan está ahora hambriento.
La Fuente tiene sed./ La Luz está en tinieblas.
El Camino está cansado.
La Verdad es puesta en vergüenza por testigos falsos.
El Juez de vivos y muertos, sentenciado por muertos vivientes.
La Justicia, condenada por injustos. / La Disciplina, castigada con la fusta.
La Piedra angular, colgada de un madero. / La Virtud, escarnecida.
La Salud, enferma. / La Vida se está muriendo.»
«De tal manera nos amó que por nuestra causa se hizo hombre
en el tiempo el que es Hacedor de los tiempos.
Vino al mundo con menos años que sus siervos
el que es mayor que el mundo en su eternidad.
Se hizo hombre el que hizo al hombre.
Fue creado de una madre a la que Él creó.
Fue llevado por unas manos que Él mismo formó.
Se nutrió de unos pechos que Él había llenado.
Lloró en un pesebre en mudez infantil
el que es la Palabra sin la cual toda elocuencia es muda.»
«Reposa en un pesebre, pero contiene el mundo.
Se nutre de pechos humanos, pero es el alimento de los ángeles,
Está envuelto en pañales, pero viste a los hombres de inmortalidad.
No encuentra posada en el mesón,
pero hace su morada en el corazón de los creyentes.
Para que la debilidad se hiciera fuerte,
la misma Fuerza se hizo debilidad.»
«El que hizo todas las cosas se hizo una de tantas cosas.
Hijo de Dios por Padre, pero sin madre,
se hizo Hijo del Hombre por Madre, pero sin padre.
La Palabra, que era Dios antes del tiempo
se hizo carne al llegar el tiempo.
El Hacedor del sol se hizo bajo el sol.
El que llena al mundo cabe en un pesebre.
Grande en la forma de Dios, pequeño en la forma de hombre.
Pero en modo tal que ni su grandeza se vio disminuida por su pequeñez,
ni su pequeñez, absorbida por su grandeza.»
(San Agustín de Hipona)
74
PUENTE
«Un hombre nacido misteriosamente hace dos mil años ha sido totalmente transparente a Dios. La palabra
misterio empleada aquí no significa inexplicable, sino lo que no se termina de entender. En este sentido, no es
extraña al científico, es su pan cotidiano»
(Marie-Claire Orbegin-Crist, científica)
«Dios no sólo es un Absoluto inabarcable, sino que es Relación, eso que el cristianismo traduce diciendo que Dios es
Trinidad. Esta noción a primera vista es desconcertante. Un absoluto múltiple ¿es esto plausible? Y sin embargo, si ese
Dios debe colmar el deseo que nos descentra hacia otro, ¿puede ser único, solitario, sin experiencia del Amor? Si Dios
no fuese Amor, Relación, ¿sería creíble, siendo así que el deseo de amar y de ser amado habita el corazón del ser
humano? Varillen no duda en decir que el único atributo de Dios es el Amor, que «Dios no es sino Amor».
El cristianismo afirma que, porque Dios es Amor, se ha encarnado, creando así el puente por el cual el ser humano
puede participar de Dios. Esta explicación es abrupta. ¿Cómo traducirla? Un hombre nacido misteriosamente hace dos
mil años ha sido plenamente transparente a Dios. La palabra misterio empleada aquí no significa inexplicable, sino
como lo que no se termina de comprender. En este sentido, no es extraña para el científico; es su pan cotidiano.
«Transparente a Dios», ¿qué quiere decir esto? A veces hemos encontrado seres en los cuales en un momento se ha
podido entrever lo que puede ser la inteligencia, la belleza y la ternura de Dios. «Hay seres a través de los cuales Dios
me ha amado», decía Marguerite Yourcenar. Aunque esta chispa sea rara y furtiva, es posible extrapolar, y también
imaginar, que esa transparencia es tan completa como la de una lámpara opalina a la luz, y que Dios puede
transparentarse en un hombre.
Este hombre ha dejado un mensaje que, después de dos mil años, es de una asombrosa actualidad y que responde al
deseo encerrado en el corazón humano. «Quien beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que
yo le daré no tendrá sed jamás; el agua que yo le daré se hará una fuente que brotará hasta la vida eterna». Y añade
también: «Yo soy el camino, la verdad, la vida». Esta definición de Dios es a la vez elocuente y operativa... Él es el
Camino por donde se camina, la Verdad que se busca, la Vida a la que se aspira. No hay, pues, incompatibilidad entre lo
que dice la tradición cristiana y lo que puede aceptar un espíritu científico».
(Marie-Claire Orbegin-Crist, bióloga francesa)
75
PEQUEÑO
«Te adoro, Jesús niño, desnudo y echado en un pesebre. No hay nada que ame yo más que tu infancia y tu
pobreza. ¿Quién me podrá obtener el ser tan pobre y tan niño como Tú?»
(Fenelón)
«Te adoro, Niño Jesús, desnudo y echado en un pesebre. No hay nada que ame yo más que tu infancia y tu pobreza.
¿Quien me podrá obtener el ser tan pobre y tan niño como Tú? ¡Oh Sabiduría eterna, reducida a la infancia, quítame mi
vana y presuntuosa sabiduría y hazme niño como Tú! ¡Callaos, sabios de la tierra, no quiero ser nadie, no quiero saber
nada, quiero creerlo todo, quiero sufrirlo todo, quiero perderlo todo, hasta mi propio juicio! ¡Dichosos los pobres, pero
los pobres de espíritu, esos que Jesús ha hecho semejantes a Él en su cuna y que los ha despojado incluso de su propia
razón! Oh hombres, sabios en vuestros pensamientos, previsores en vuestros designios, bien armados en vuestros
discursos, os temo: vuestra grandeza me intimida, lo mismo que el miedo que los niños tienen a las personas mayores.
No necesito más que los niños de la santa infancia.
El Verbo hecho carne, la Palabra omnipotente del Padre se calla, balbucea, llora, da gritos infantiles, ¿y yo presumiré de
sabio, y me complaceré en las elucubraciones de mi espíritu y temeré que la gente no tenga en gran estima mi
capacidad? No, no: quiero ser como uno de esos niños felices que lo pierden todo para ganarlo todo... El mundo será
grande mientras quiera; incluso la gente de bien, con buenas intenciones y celosa de buenas obras, crecerá diariamente
en prudencia, previsión, mesura, resplandor de virtudes; para mí, todo mi gozo lo pondré en empequeñecerme,
abajarme, desparecer, callarme, aceptar ser débil y pasar por tal, en unir al oprobio de Jesús crucificado la impotencia y
los balbuceos de Jesús niño»
(F. de L. M. Fenelon, teólogo francés)
«Siempre este Señor tan bueno escogió lo peor. Cuando nace, es en la miseria de un establo abierto a todos los vientos;
cuando trabaja, es en un oficio de los más bajos del mundo, sirviendo a un pequeño carpintero; cuando se bautiza, lo
hace entre la multitud de los pecadores; cuando va a unas bodas, allí falta el vino, tan pobre es el banquete y tan
despreciable por su pobreza. En los tres años que vive de la predicación, las limosnas que recibe son de la gente
sencilla. Cuando muere, lo hace en el lugar más infame del mundo, en una cruz llena de horrible confusión. Los
discípulos y seguidores son gente baja del pueblo, que se muere de hambre, y que están continuamente rehaciendo sus
redes pues son pobres y de baja condición. Sus palabras, sus sermones y su vida respiran humillación y siempre la más
extrema que pueda imaginarse. Los Reyes magos le adoran, sí, pero sólo será posible cuando esté recostado en el heno y
las pajas. Los pastores le adorarán, sí, pero será en un pesebre donde comen los animales. La estrella del cielo lo
anunciará, sí, pero el rey de la tierra lo perseguirá con el puñal en la mano y lo echará, no estimándole siquiera digno de
estar en un establo. Cuando muera, estará desnudo, expuesto a la vergüenza de los soldados. Quizá la confusión más
sensible que haya sufrido en el curso de su pobre vida.»
(Etienne Binet, escritor francés)
76
BELENITA
«Jesús era palestino»
(Yaser Arafat, al entrar en Belén, 1995)
«Jesús nació en Belén, no hay duda, pero desciende de un cierto antecesor David, del cual Arafat debería poder probar
la palestinidad. No se han dado cuenta del alcance teológico los periodistas italianos, católicos o no, felices de poder
titular a toda plana las manifestaciones del «carismático liberador» y del cual sólo algunos han expresado una
moderadísima, tímida duda, pero ¿no habían oído decir que Jesús era hebreo, más aún, es hebreo por siempre? (...)
La historia de los siglos pasados nos enseña y advierte. Si hoy la pretendida palestinidad de Jesús por parte del Islam
puede ser un simple bluff propagandístico, ¿qué puede resultar mañana?»
(Giuseppe Coni, Oristano, Italia)
«El 24 de diciembre en las primeras páginas de todos los diarios italianos que he visto, tronaba con gran evidencia el
saludo de Arafat al «Jesús palestino» (...) A Arafat se le perdona todo (...) Pero Jesús «palestino», no. Ningún cristiano
-ninguna persona de cultura- puede aceptarlo. Ningún cristiano puede aceptar que sean saboteadas las raíces de la
propia identidad. El Magisterio de la Iglesia católica enseña una verdad fundamental para nuestra fe: «Jesús es hebreo y
lo es por siempre» (Sussidi 1985). Significa que incluso afirmar que Jesús era hebreo es inexacto: Jesús ha sido y es
sólo hebreo. ¿Por qué es tan importante afirmarlo con la máxima fuerza? Porque, como ha afirmado el cardenal
Lustiger, arzobispo de París, «el cristianismo está indisolublemente ligado al hebraísmo y si se le separa cesa de existir»
(9 septiembre. 1981).
Que Arafat intente sabotear el hebraísmo y el cristianismo, sustituyendo entrambos por el Islam, es comprensible desde
su punto de vista. Pero que los cristianos le ayudemos a hacerlo es pura locura suicida.»
(Giulia Clemente, Roma)
«El contenido y el tono realmente indignado de ambas cartas me deja sorprendido. Ciertamente, Jesús fue y es hebreo,
pero ¿qué oposición hay entre hebreo y palestino? Creo que interesa al pueblo hebreo y hasta al Estado de Israel afirmar
que Jesús era y es un hebreo palestino. El hecho de que Jesús haya nacido en una provincia ocupada por los romanos
llamada Palestina lo convierte en palestino, como un hebreo nacido en USA es americano (...)
Santa Teresa de Ávila, en la fiesta de la Circuncisión, danzaba como una loca por el convento, acunando al Niño,
conmovida por esta primera sangre infantil esparcida por la redención de la humanidad. (...)
Yo permaneceré siempre discípulo del Jesús rechazado por los poderosos y crucificado. Él resucitó, para mi fe, pero
discretamente, sin clamor, apareciéndose sólo a pocos testigos y hoy está sentado a la diestra del Padre, es decir, en el
corazón de los creyentes, llevando aún los estigmas del martirio: las llagas del costado y de las manos que mostró al
incrédulo Tomás, y también, por siempre, la incancelable herida de la circuncisión.»
(Giovanni Franzoni, Adista)
77
SUFRIENTE
«El niño que está en la cuna será realmente el Mesías de los hombres. Él ha venido para sufrir y enseñarnos
cómo hay que portarse en el sufrimiento... Cristo ha venido para enseñarte que tú eres responsable ante ti mismo
de tu propio sufrimiento»
(Jean Paul Sartre, filósofo y escritor francés)
Esta cita del creador del existencialismo pertenece a una breve pieza teatral no difundida, titulada Bariona, solicitada
por un grupo para celebrar la Navidad de 1941. Seguramente se trata del único texto de Sartre sobre Jesús. En este
pasaje, el Rey Mago Baltasar explica a Bar Jona la finalidad de la venida de Cristo.
En realidad, Jesús vino a la tierra a convivir y a enseñarnos a vivir. El fin de su encarnación fue participar de las
sonrisas y lágrimas de la existencia humana, para llevar una vida digna del ser humano. Para esto se hizo «uno de
nosotros»: para ofrecernos un modelo tangible de humanidad según el plan de Dios.
Jesús vino a enseñarnos a amar. Según la sentencia de san Agustín, «Cristo sólo era necesario para enseñarnos el amor».
Vino a corregir el egocentrismo que nos hace declinar enfáticamente la primera persona singular «yo, de mí, para mí, a
mí, oh yo, con de en sin tras sobre mí», para centrarnos en la declinación altruista del plural «nosotros», que incluye
también el «vosotros» y «ellos». La síntesis del mensaje oral y vital de Jesús fue «amaos unos a otros como yo os he
amado», desviviéndome por vosotros.
Lo que pasó fue que este altruismo de Jesús chocaba frontalmente con los egoísmos de quienes no querían practicar la
gimnasia del corazón, que no sólo vive de la sístole hacia dentro, sino también de la diástole hacia fuera. Por eso su
amor se vio teñido de sangre, y también tuvo que enseñarnos a sufrir, sufriendo él primero las consecuencias de la
oposición al amor solidario.
Jesús sufrió el rechazo de los que no querían cambiar la ley del «ojo por ojo» por el amor incluso a los enemigos. Jesús
fue víctima de los que se aferraban a la ley del «habéis oído que se dijo: amarás a tu prójimo» sin querer aproximarse a
los lejanos de mil formas -familiar, racial, religiosa- para hacerlos sus prójimos.
La oposición doctrinal se convirtió en rechazo legal hasta la condena religiosa y civil, que desembocó en la pasión. Fue
ahí donde Jesús nos enseñó también a sufrir las consecuencias de una vida nortada por el amor en un mundo de jungla.
Jesús no buscó la cruz por la cruz ni quiso enseñarnos la búsqueda del sufrimiento por sí mismo. En Getsemaní pidió al
Padre que le retirara la copa de la pasión, si era posible. Pero no lo era, si quería mantener su postura y su mensaje de
amor sin concesiones. Por eso, además de enseñarnos a amar, nos dio también lecciones prácticas de sufrimiento, o
mejor, nos enseñó el amor incluso en el sufrimiento.
(R. A.)
78
INFANTE
«No queremos un Dios disfrazado de hombre fotografiándose con su casco a la salida de la mina. Gozoso de
haber estado diez minutos donde el hombre se pudre cada hora»
(J.L. Martín Descalzo)
«¿Y cómo convencerte del error de nacer?
Escucho tus caballos braceando en el tiempo,
gira la eternidad como una página.
Y llegas tú, Infante, soñando salvaciones. Pero
el alma del hombre es una llave perdida
que nada abre y que nadie puede abrir.
Déjame preguntarte por tu famosa redención.
¿Acaso Tú te imaginas que serán mejores / después de Ti los hombres?
Sabes que no, que el viento de la podredumbre
jamás regresará a los viejos odres.
Amar / no sirve para nada. / Aunque puede que sea / necesario.
Sé que entrar en la muerte no es difícil
y menos para un Dios. Pero si quieres hacerte hombre,
habrás de entrar también en el cansancio
en este irse dejando los jirones del alma en cada zarza
descubriendo cada día qué estéril fue el amor de ayer.
No queremos un Dios disfrazado de hombre
fotografiándose con su casco a la salida de la mina
gozoso de haber estado diez minutos / donde el hombre se pudre cada hora.
No te exigimos el pecado / pero sí la pobreza de amar inútilmente.
No puedo prometerte que te amaremos.
Hazte hombre, si quieres; mas no vayas
a caer en la ingenuidad de esperar nada a cambio.
Te daremos / la muerte. Los nombres
devuelven amor a los que mienten. / La ingenuidad es el otro premio.
Es necesario, entonces, que entres / en nuestra casa, Cristo, / que le pegues
fuego. La llama nunca se preguntó lo que estaba quemando,
único árbol que no necesita fruto para ser feliz.
Como Tú, llama viva, / amor nuestro.
Ahora que has nacido, ya no tengo
que darte más consejos. Ven mi Niño, seamos
hombres juntos. Tú / ayúdame en lo que puedas;
yo (que, en definitiva, soy más hombre que Tú
puesto que sólo soy esta pobreza)
te tenderé la mano miserable de amigo
y te diré: -No temas. Mañana cantará un pájaro.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor y periodista)
79
PEQUEÑO
«Tal nacimiento convenía a la fortaleza y sabiduría de Dios, que es Cristo, para que en Él se hiciese semejante a
nosotros por la humanidad y nos aventajase por la divinidad. De no haber sido Dios, no nos habría
proporcionado remedio; de no haber sido hombre, no nos habría dado ejemplo»
(León Magno)
«Hoy ha nacido nuestro Salvador. Alegrémonos. No es justo dar lugar a la tristeza cuando nace la vida para acabar con
el temor de la muerte y llenarnos de gozo con la eternidad prometida. Nadie se crea excluido de participar en este
regocijo, pues una misma es la causa de la común alegría, ya que nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte,
así como a nadie halló libre de culpa, así vino a librar a todos del pecado. Exulte el santo, porque se acerca el premio;
alégrese el pecador, porque se le invita al perdón; anímese el gentil, porque se le llama a la vida.
Al llegar la plenitud de los tiempos, señalada por los designios del divino consejo, tomó el Hijo de Dios la naturaleza
humana para reconciliarla con su Autor y vencer al diablo, inventor de la muerte, por la misma naturaleza que él había
dominado. En esta lucha emprendida para nuestro bien se peleó según las mejores y más nobles reglas de equidad, pues
batió el Señor todopoderoso al cruelísimo enemigo no en su majestad, sino en nuestra humildad, oponiéndole una
naturaleza humana, mortal como la nuestra, aunque libre en todo de pecado.»
(San León Magno, padre de la Iglesia)
«Aunque este estado de infancia que el Hijo de Dios no ha juzgado indigno de su majestad se ha transformado con el
tiempo en el estado del hombre perfecto y, una vez consumado el triunfo de su pasión y de su resurrección, han
terminado también los actos referentes a la humillación aceptada por nosotros, sin embargo, la fiesta de hoy, del
nacimiento de Jesús de la Virgen María, renueva para nosotros los comienzos sagrados y, al adorar el nacimiento de
nuestro Salvador, tratamos de celebrar al mismo tiempo nuestros propios comienzos. La generación de Cristo es, en
efecto, el comienzo del pueblo cristiano, y el aniversario del nacimiento de la cabeza es también el aniversario del
cuerpo.»
(S. León Magno)
«Él ha sido pequeño. Él ha sido niño, para que tú puedas ser hombre perfecto; él ha sido ligado con pañales, para que tú
puedas ser desligado de los lazos de la muerte; él ha sido puesto en un pesebre, para que tú puedas ser colocado sobre
los altares; él ha sido puesto en la tierra, para que tú puedas estar entre las estrellas; él no tuvo lugar en el mesón, para
que tú tengas muchas mansiones en los cielos. Él, siendo rico, se ha hecho pobre por vosotros, a fin de que su pobreza
os enriquezca (2 Cor 8, 9). Luego mi patrimonio es aquella pobreza, y la debilidad del Señor es mi fortaleza. Prefirió
para sí la indigencia, a fin de ser pródigo para todos. Me purifican los llantos de aquella infancia que da vagidos,
aquellas lágrimas han lavado mis delitos. Yo te soy, pues, oh Señor Jesús, más deudor a tus injurias de ni redención que
a tus obras de mi creación. De nada me hubiera servido haber nacido, sin el provecho de la redención.»
(San Ambrosio, padre de la Iglesia)
80
MANIFESTADO
«Hoy el mago discierne con profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la tierra y la tierra en el cielo; el
hombre en Dios y Dios en el hombre; y a Aquel que no pudo ser encerrado en todo el universo incluido en un
cuerpo de niño»
(Pedro Crisólogo, santo)
«El Verbo hecho carne dispuso de este modo el origen de su aparición entre nosotros: que, nacido Jesús, se manifestase
a los creyentes y se ocultase a sus perseguidores. Por eso, ya desde entonces los cielos pregonaron la gloria de Dios, y la
voz de la verdad se extendió por toda la tierra, cuando, por una parte, el ejército de los ángeles se mostraba para
anunciar el nacimiento del Salvador y, por otra, la estrella conducía a los Magos para que lo adoraran. Así se verificó
que, desde el Oriente hasta el Occidente, resplandeciera el nacimiento del verdadero Rey, ya que, por medio de los
Magos, los reinos de Oriente conocieron la verdad de lo sucedido y no quedó oculto al imperio de los romanos.
La crueldad de Heredes, pretendiendo dar muerte en su cuna al Rey que le infundía sospecha, contribuía, sin pensarlo, a
esta difusión de la fe. Mientras se dedicaba a perpetrar un crimen detestable y procuraba, por la matanza de los
Inocentes, deshacerse de aquel Niño para él desconocido, la fama de esta matanza publicaba por todas partes el
nacimiento del Rey de los cielos. La nueva se difundió tanto más pronto y con tanto mayor prestigio cuanto más
inusitada fue la señal prodigiosa del cielo y más cruel la impiedad del perseguidor. Entonces también el Salvador fue
llevado a Egipto, para que aquellos pueblos, entregados a los antiguos errores, se dispusieran, mediante una gracia
oculta, a recibir su próxima salvación, y para que, aun antes de rechazar las viejas supersticiones, ofreciera ya aquel país
morada a la Verdad.»
(León Magno)
«El día en que Cristo, Salvador del mundo, se manifestó por primera vez a los paganos ha de ser objeto de nuestra
veneración y de nuestro homenaje religioso. Hoy debe subir en nuestros corazones la alegría que llenó el corazón de los
tres Magos cuando, guiados por una nueva estrella, adoraron, presente a sus miradas, a aquel en quien habían creído
cuando les había sido prometido. Este día no ha terminado, de modo que haya pasado con él la virtud entonces revelada
de la acción divina y de que, de ese acontecimiento, nada haya llegado hasta nosotros más que un recuerdo glorioso que
acoge nuestra fe y honra nuestra memoria. El don de Dios, por el contrario, se multiplica, y aún hoy, en nuestra época,
experimenta todo lo que comenzó entonces.»
(San León Magno, padre de la Iglesia)
«Hoy el Mago encuentra llorando en su cuna a aquel que, resplandeciente, buscan las estrellas. Hoy el Mago contempla
claramente, entre pañales, a aquel que, encubierto, buscaba pacientemente en los astros. Hoy el Mago discierne con
profundo asombro lo que allí contempla: el cielo en la tierra y la tierra en el cielo; el hombre en Dios y Dios en el
hombre; y a aquel que no pudo ser encerrado en todo el universo incluido en un cuerpo de niño.»
(San Pedro Crisólogo, padre de la Iglesia)
81
NOMBRE-SOBRE-TODO-NOMBRE
«El leer me fastidia si no leo allí el nombre de Jesús.
El hablar me disgusta si no se habla allí de Jesús.
Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón»
(Bernardo de Claraval)
«¿De dónde pensáis que salió tan grande y súbita luz de la fe a todo el mundo, sino del nombre de Jesús predicado? (...)
Pero el nombre de Jesús no es sólo luz; es comida. ¿No te sientes fortalecido cuantas veces lo recuerdas? ¿Qué cosa hay
que nutra tanto el espíritu del que lo medita? (...)
Pero es también medicina. ¿Está triste alguno de vosotros? Pues venga Jesús a su corazón y de allí pase a la boca, y
apenas es pronunciado este nombre admirable produce una luz resplandeciente, que ahuyenta los disgustos y restablece
la calma y la serenidad. ¿Cae alguno en pecado? ¿Corre por esto desalado a la muerte por la senda de la desesperación?
Pues invoque este nombre vital y al punto respirará de nuevo aires de vida. ¿Quién a la sola invocación de este
saludable nombre no ha visto derretida la dureza de su corazón, sacudida su perezosa indolencia, apaciguada su ira y
fortalecida su languidez? ¿Quién es aquel cuya fuente de lágrimas se haya secado y que, a la mera invocación de Jesús,
no la haya sentido brotar al punto más copiosamente y correr con más suavidad? ¿Quién, aterrado con la aprensión de
algún inminente peligro, no se ha visto libre de todo temor, recobrando la más completa seguridad al invocar este nom-
bre, que inspira fuerza y generosidad? ¿Quién es aquel cuyo espíritu fluctuante y congojoso no se haya afianzado y
serenado al momento con sólo invocar este nombre, que alumbra y esclarece el corazón?
Y, en fin, ¿quién en la adversidad, desconfiado y aun a punto de sucumbir, no ha recobrado nuevo vigor con sólo sonar
este nombre saludable? (...)
Al decir Jesús, me figuro un hombre manso y humilde de corazón, bueno, sobrio, casto, misericordioso, adornado de
todas las virtudes que forman la más sublime santidad. Y además me represento a un Dios omnipotente que me cura con
sus ejemplos y me fortalece con su auxilio. Todo esto sugiere en mi espíritu la mera invocación del nombre de Jesús. Si
lo considero hombre, saco de El ejemplos que imitar, y si Dios omnipotente, saco de El fortaleza y vigor en mis
desmayos. Empleo sus ejemplos como olorosas esencias para confeccionar mis perfumes, y su auxilio, como
instrumento con que prepararlos; de donde resulta una mezcla tal y tan preciosa que ningún médico podría prepararla
semejante.
Alma mía, en el nombre de Jesús, como en precioso vaso, tienes siempre a mano un excelente antiveneno de eficacia
salutífera infalible; tienes un reconstituyente vigoroso, un eficaz remedio contra todas tus dolencias. Guárdalo con sumo
cuidado en tu interior, tenlo siempre al alcance de tus manos, a fin de que todos tus afectos y todas tus acciones vayan
dirigidas a Jesús.»
(S. Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia)
82
SOLO TU NOMBRE
«Cristo mío, verdad insoslayable, / ... Ven, observa / por encima de mi hombro, y verás cómo/ ... / voy poniendo
palabras que me hubiesen / llenado de rubor hace unos años /... /Y, cruzando sobre ellas, por su cielo / la tinta
azul, herniosa como un fuego / o un cometa con su hipérbola, Tu nombre; / ... / de una estrella a otra, Tu
nombre; / de Vega a Aldebarán, sólo Tu nombre.»
(Manuel Alonso Alcalde)
Jesús:
También Ignacio de Loyola comenzó su andadura de santo
subrayando con tinta roja y corazón enamorado tu Nombre,
cada vez que lo encontraba en los libros de su conversión.
También yo, como el poeta de hoy y el santo de ayer,
quiero escribir tu Nombre sobre todo nombre.
En la pantalla del ordenador, pero sobre todo en mi corazón
y en las páginas de mi vida, quiero deletrear tu Supernombre:
J de «el Justo», porque te ajustaste al querer del Padre,
alimentándote de su voluntad, haciendo siempre su gusto.
E de Evangelista, porque dedicaste tu vida pública
a pregonar por las encrucijadas la Buena Noticia del Reino.
S de «el Siervo», porque cumpliste los cantos de Isaías
que te profetizaban el Servidor de Dios hasta la muerte.
U de Unigénito, porque eres el Hijo único del Padre,
aunque quisiste compartir tu filiación con multitud de hermanos.
S de Salvador, porque eso significa tu Nombre: Dios salva,
porque habías de salvar al pueblo de sus pecados.
C de Corazón, porque ésa fue tu última palabra en la cruz,
cuando el soldado traspasó tu costado y tu sangre dijo Amor.
R de Redentor, porque quisiste rescatarnos cruentamente,
cuando una sonrisa de tus labios nos hubiera redimido.
/ de Inocente, porque Tú eres el Cordero inmaculado
que carga y borra el pecado del mundo y de la historia.
S de Sabiduría, porque tu misterio al alcance de todos
supera toda la agudeza de los sabios y entendidos.
T de Taumaturgo, porque no sólo hiciste signos curativos,
sino también milagros de curación en almas y corazones.
O de Orante, porque siendo Uno con el Padre como Dios,
quisiste unirte a El como Hombre con la oración diaria.
(R.A.)
83
HUMANADO
«El Salvador ha bajado a la tierra por compasión para con el género humano. Se ha sometido a nuestras
pasiones antes de sufrir en la cruz, aun antes de que dignara tomar nuestra carne. Porque si no hubiera sufrido
nuestras pasiones, no hubiera venido a participar de nuestra vida humana. ¿Cuál es esa pasión a la que desde el
comienzo se ha sometido por nosotros? Es la pasión del amor.»
(Orígenes)
«Entra en estas flaquezas del mundo el Hijo de Dios, bajando de su trono celeste, pero no alejándose de la gloria del
Padre, engendrado por nuevo orden, por nuevo nacimiento. Por nuevo orden: porque invisible en lo suyo, se hizo visible
en lo nuestro; incomprensible, quiso ser comprendido; permaneciendo antes del tiempo, comenzó a ser en el tiempo;
Señor del universo, tomó forma de siervo, oscurecida la inmensidad de su majestad; Dios impasible, no desdeñó ser
hombre pasible, e inmortal, someterse a la ley de la muerte.
Y por nuevo nacimiento engendrado: porque la virginidad inviolada ignoró la libido, y suministró la materia de la carne.
Tomada fue de la madre del Señor la naturaleza, no la culpa; y en el Señor Jesucristo, engendrado del seno de la Virgen,
no por ser el nacimiento maravilloso, es la naturaleza distinta de nosotros. Porque el que es verdadero Dios es también
verdadero hombre, y no hay en esta unidad mentira alguna, al darse juntamente la humildad del hombre y la alteza de la
divinidad. Pues al modo que Dios no se muda por la misericordia, así tampoco el hombre se aniquila por la dignidad.
Una y otra forma obra lo que le es propio, con comunión de la otra; el Verbo obra lo que pertenece al Verbo, la carne
cumple lo que atañe a la carne.»
(San León I, el Magno)
«En la cueva está Jesús y con él todas las cosas.
Está el bien y está el mal. / Está la gloria y el abismo.
Está la salud y está la enfermedad. / Está la bondad y el rencor.
Está la esperanza y el horizonte oscuro.
Está el aquí y está el allí. / Está el amor y está el desamor.
Está el perdón y la venganza. / Está la sangre y está una lágrima.
Está la presencia y también la soledad.
Está tu propio yo y el yo de los demás.
Está el detalle y el universo entero.
Está tu parva fe y esa inmensa de la Iglesia entera.
Está Bosnia y está Ruanda, está toda marginación.
Y Clinton, y Yeltsin, y Chirac, y Juan Carlos.
Nadie falta en la cita de la Palabra hecha Carne ...
Más es imposible pedir. Menos, imposible esperar.»
(Norberto Alcover, escritor)
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TANGIBLE
«Hay que tomar en serio al Jesús histórico, si no queremos construir Cristos conformes a nuestras propias
imágenes»
(J. Cone, teólogo)
«La duda sobre la existencia de Cristo es algo tan sin fundamento científico que no merece una sola palabra de
refutación.»
(Rudolf Bultmann, teólogo alemán)
«Dad vueltas al problema, cuantas queráis: tratar de derivar la historia de Jesús de la fe en Cristo, como si fuese su
consecuencia y no su primer motor y germen inicial, significa hacer incomprensible el origen del culto y de la
predicación cristiana.»
(Jean Guitton, filósofo francés)
«La búsqueda del Jesús histórico es necesaria, porque la predicación de la fe quiere conducir al fiel a un encuentro
existencial con una persona histórica: Jesús de Nazaret.»
(J. A. T. Robinson, teólogo norteamericano)
«El verdadero conocimiento del Cristo histórico se tiene tan sólo a través de la fe, y no a través de los restos fósiles de
la investigación. Amonestación fraternal a los hermanos investigadores Yo no sé quién era el Cristo histórico. Es inútil
que se me haga el análisis químico de las palabras del evangelio para verificar los elementos ciertamente históricos: mi
conocimiento del Cristo total se halla en el acto de fe, a partir del cual puedo comprender también la investigación del
Cristo prepascual con el análisis de los documentos, los evangelios, nacidos -también ellos- como mensajes de fe. No se
pasa nunca del conocimiento del Cristo prepascual al Cristo pascual: aquel mismo Cristo prepascual es un fósil
sepultado, si no lo recupero mediante el conocimiento de la fe.»
(Ernesto Balducci, teólogo italiano)
«Suprimida la realidad histórica de Cristo, la omnipresencia divina que nos embriaga se vuelve semejante a todos los
otros sueños de la Metafísica: incierta, vaga, convencional -sin control experimental decisivo para poderse imponer a
nuestros espíritus-, sin directrices morales para que ella asimile nuestras vidas. Por eso, por deslumbrantes que sean los
aumentos que en un instante tratemos de discernir del divino Resucitado, su encanto y su materia de realidad seguirán
estando suspendidos de la verdad palpable y controlable del acontecimiento evangélico.»
(Fierre Teilhard de Chardin, científico y teólogo jesuita)
«Os anuncio la Palabra de la vida que existe desde siempre. Nosotros la hemos oído y la hemos visto con nuestros
propios ojos; la hemos contemplado y la hemos « tocado con nuestras manos. Porque la Vida que estaba junto al Padre
se ha hecho visible, y la hemos visto y oído y somos testigos de ella. Ahora os la anunciamos para que juntos
participemos en la unión con el Padre y con su Hijo Jesucristo.»
(Juan, apóstol y evangelista)
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ACAMPADO
«¿De qué te aprovecha que Cristo viniera una vez, si no viene a tu alma? Oremos para que aquella venida se
realice diariamente en nosotros y podamos decir: «vivo yo, pero ya no yo, es Cristo quien vive en mí»
(Orígenes, Padre de la Iglesia)
«Si la Palabra de Dios se hizo hombre fue para salvarnos de nosotros mismos, cosa imposible a nuestro pequeño
egoísmo. El hombre es inútil hasta para sí mismo y necesita una solución sobrenatural que lo libere de su propia
impotencia. Por eso la Palabra baja hasta él en una forma aún más íntima de lo que lo hiciera como Palabra-creadora y
como Palabra-ley. Se hace carne, hombre mortal, se hace limitada y pequeña como el hombre; debe pertenecer a una
raza humana, a un pequeño punto de la historia y de la geografía, hasta debe elegir entre ser varón o mujer como una de
tantas limitaciones.
Sin embargo, por hacerse así es por lo que me salva, por lo que ofrece una solución a mi vida, por lo que me enseña a
ocupar mi propio limitado lugar en la actual historia de la salvación. Por el mismo hecho de que la Palabra se hizo
hombre mortal, de que se hizo judío, de que vivió en un medio cultural diferente al mío, es por lo que me necesita.
Eligió depender de mi colaboración en esta era y civilización presente. La buena nueva ha de ser conocida hoy, en mi
mundo; los hombres de mi generación necesitan el testimonio cristiano de salvación. Por eso me elegió a mí, me
necesita. Esta es mi vocación revelada en el misterio de la Encarnación; ése es mi lugar; es la forma como la Palabra de
Dios encarnada me ha querido salvar: integrándome hoy en este segmento de la historia sagrada.
La Palabra se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros. No se quedó con nosotros )ara siempre, precisamente por ser
hombre limitado. Pero en esa limitación nos ofrece una doblada redención. Nos redime de ser inútiles, haciéndonos
parte activa de la historia de la salvación y nos eleva gratuitamente en su sagrada humanidad. Es ésta la buena nueva
que me comunica por su encarnación.»
(David M. Stanley, biblista jesuita)
«Oh de todos mis trabajos, el descanso deseado, de todos mis deseos, la deseada felicidad, de toda mi esperanza, mi
plenitud y el honor, y de todos mis goces, la alegría eterna.
De todo mi poder, la fuerza que socorre, de todos mis bienes, el liberal dador, de todos mis proyectos, el sabio que los
gobierna, de todos mis peligros, el Salvador favorable.
El todo de mi todo, mi principio y mi fin, el que conduce a mi alma a la salvación, el padre liberal al que debo mi ser.
Redentor humano que has sufrido por nosotros, altísimo Hijo de Dios que te has hecho nuestro Esposo, único bien
soberano, sólo a Ti quiero pertenecer.»
(Gabrielle de Coignard, escritora francesa siglo XVI)
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CONVECINO
«Dios no juega a ser hombre: lo es de verdad en Cristo. No se limita a «curar» al hombre desde su sitial empíreo:
baja, acampa, vive entre nosotros.»
(Bernardina M. Hernando)
«Las modernas traducciones bíblicas han encontrado una felicísima expresión para reducir en una frase el vivir del
Verbo de Dios entre los hombres: «Acampó entre nosotros». Frase que tiene toda su expresividad en el estilo de vida
nómada. Dios «plantó su tienda» entre las tiendas de los nómadas, de los hombres, con todo lo que esto lleva consigo.
Dios no es un huésped, ni un infiltrado: es un compañero. Cuando el autor del Eclesiástico describe cómo la Sabiduría
«establece una morada» entre los hombres no se limita a poner de relieve su poder, su supremacía, sino que le hace
decir: «Eché raíces en un pueblo glorioso». Echar raíces es hacerse de la familia, identificarse con los modos vitales de
aquellos a cuyo lado se establece.
Entre los primeros creyentes surgieron en seguida doctrinas heréticas que aseguraban que Dios no se había hecho
hombre de verdad, sólo había tomado «apariencia humana» (los docetas). Y uno se explica ese desenfocado modo de
concebir la presencia de Dios entre los hombres. Ciertamente resulta un plato muy fuerte pensar en un Dios realmente
hecho hombre, acampado como habitador habitual y normal entre las tiendas de los hombres. Es cierto. Pero lo hizo.
Quizá la confusión está en creer que Dios quería únicamente ejercer su poder salvador, cosa que podía haber hecho de
mil modos, sin acudir al «extremo» de encarnarse.
Pero es que Dios no es el salvador de guante blanco, el frío médico que cura, el sabio que diagnostica; Dios ama. Y es
un viejo proverbio el que asegura que el amor o encuentra iguales a los que se aman o los hace iguales. Los que se aman
tienden a aproximarse, desearían fundirse en uno si esto fuera posible... Dios no juega a ser hombre: lo es de verdad en
Cristo. No se limita a «curar» al hombre desde su sitial empíreo: baja, acampa, vive entre nosotros. Nace, crece, come y
muere. Es hombre con todas las consecuencias, menos el pecado, porque a eso vino, a liberarnos del pecado y sus
consecuencias.
Dios, como su sabiduría, se mete en la historia humana para compartirla, al mismo tiempo que la rehace desde sus
cimientos. El hombre es vecino de Dios y ahí le tiene, no sólo como modelo y fuerza, sino como amigo y convecino.
Por encima de todo hombre, pero a su alcance como posible conquista de amistad. Dios se deja conquistar como amigo.
Es más, se ofrece en extraña hermandad, en extraño compartir de problemas. Recibir a Dios no es sólo reconocer su
presencia, sino admitir su «camaradería» de estancia entre los hombres.
A veces parece que los hombres preferirían un Dios lejano, subidísimo, omnipotente sin mezcla de «humanismos». Un
Dios tan cerca siempre es un Dios «molesto» para quienes se asustan de que se mezcle tanto en nuestras cosas, sin
entender que ese «mezclarse» no tiene nada que ver con ese señor de la casa que se mete en las minucias de la cocina.
Dios está aquí, es compañero disponible, pero respeta la libertad humana (y tanto), y no ha venido a imponer su
presencia como la de un huésped demasiado importante con quien no se sabe qué hacer.»
(Bernardina M. Hernando, escritor)
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ANONADADO
«Hubiéramos querido, sí, la Encarnación de Dios, pero una Encarnación que nos hubiera hecho escapar de
nuestra insoportable condición. Y ahora resulta que la existencia cristiana es precisamente vocación al escándalo
que supone su venida a nuestra carne, que no obtiene su gloria sino por la kénosis hasta la Cruz»
(Karl Rahner)
«Este proceso de la encarnación o «humanización» del Hijo de Dios tiene como tres momentos fundamentales que se
siguen en una especie de ritmo ternario. El primer momento es la posesión previa de un «plus»; «Cristo estaba en
condición de Dios»: no solamente era Dios, sino que, como hombre-Dios, estaba totalmente exento de toda miseria
humana. Pablo parte siempre del hecho de la humanización de Dios. Como los demás autores del Nuevo Testamento, él
no se asombra de que Dios se haya hecho hombre, sino de que este hombre-Dios, Jesucristo, se haya despojado de unos
privilegios que le correspondían.
Y éste es precisamente el segundo momento de la «encarnación sociológica»: Cristo «se despoja voluntariamente» de
esos privilegios. La palabra usada por Pablo para expresar esta idea —«kénosis»— ha sido excesivamente sobada por
ciertas corrientes teológicas que no repararon en el sentido puramente sociológico de la expresión. Pablo no quiere decir
que Dios, al hacerse hombre, como que «se despoje de su divinidad». Ni mucho menos. Él siempre está pensando en
Jesús de Nazaret, el hombre-Dios, que bien pudo haber aparecido en la Historia con la «gloria» de que ahora goza en su
estado definitivo. Por el contrario, el hombre-Dios, «despojándose de sus privilegios», se ha sumergido en la corriente
humana. Se ha hecho un hombre cualquiera, sometido a todas las alienaciones humanas, incluso a la muerte; y no una
muerte cualquiera, sino la más ignominiosa: la muerte de cruz, el «garrote vil» de aquella época.
Muy poco tiempo después, Pablo, rumiando esta idea, se atreverá a afirmar que esta inmersión de Cristo en la miseria
que iba a redimir abarcaba incluso -de una manera misteriosa-el mismo pecado: «Se sumerge en un clima de pecado» (2
Cor 5, 21); «bajo figura de carne de pecado» (Rom 8, 3). Naturalmente, no se trata del pecado en el sentido de «culpa»,
ya que Cristo era santo e inocente, sino del pecado en sus consecuencias sociológicas, o sea, del «empecatamiento»
(Rom 8, 3), de la «figura social del pecado».
(José M." González Ruiz, teólogo)
«A todo esto quería llegar Dios, para que allí lo encontráramos. Todo desierto, todo vacío de nuestra existencia, nuestra
pobreza y debilidad, nuestra enfermedad, la clausura en la estrechez y tiniebla, nuestro vivir en un callejón sin salida,
cercado por la muerte, están ahora fundamentalmente llenos de su verdad y de su vida, de la libertad auténtica, de su
grandeza y poder. Ya no tenemos necesidad de buscar a Dios en su inalcanzable alteridad. Está aquí donde nosotros.
Nos mira en todo y desde todo. Lleva con nosotros el peso, ha gustado nuestra amargura, ha andado nuestro camino,
nos sale al encuentro en los hermanos y hermanas de nuestro linaje.»
(Karl Rahner, teólogo jesuita alemán)
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INTERCAMBIO
«Dios se pone a vivir a la manera humana, para que el hombre aprendiera a vivir de manera divina. Dios se pone
al nivel del hombre, para que el hombre pudiera ponerse al nivel de Dios»
(Tertuliano)
«Dios no hubiese podido entrar en trato con los hombres, si no hubiese tomado sentimientos y afectos humanos. Así,
moderaba con humildad el poder de su majestad, que hubiera sido intolerable a la pequeñez humana. Lo que parece
indigno de Dios era necesario para el hombre, y por eso era también digno de Dios, ya que nada es tan digno de Dios
como la salvación del hombre... Si el Dios supremo con tanta humildad abajó la excelencia de su majestad que se
sometió a la muerte y muerte de cruz, ¿por qué no admitís que el Dios del Antiguo Testamento se abajase en ciertas
cosas mucho más soportables que los insultos, el patíbulo y el sepulcro que había de recibir de los judíos?
(...)
Profesamos que Cristo actuó desde siempre en nombre del Padre; él es quien habló en los comienzos, quien tuvo tratos
con los Patriarcas y los profetas, pues es el Hijo del Creador y la Palabra suya. Al proferirla Dios en sí mismo,
constituyó al Hijo, y luego le dio el poder sobre todas sus disposiciones y voluntades ...
Al disminuirlo así, el Padre le ordenó para estas cosas que vosotros reprobáis como antropomorfismos, entrenándose ya
desde el comienzo para aquello que tenía que ser en el fin. Él es el que baja, el que pregunta, el que pide, el que jura.
Que nadie vio al Padre lo atestigua el mismo Evangelio común, pues dice Cristo: «Nadie conoce al Padre sino el Hijo»
(Mt 11, 27). Él mismo había dicho en el Antiguo Testamento: «Nadie que vea a Dios vivirá» (Ex 33, 20) . Con esto
declara que el Padre es invisible, y en su nombre y autoridad era Dios aquel que era tenido por Hijo de Dios. En cambio
entre nosotros Cristo es recibido como tal, pues es de esta forma como es nuestro. Por consiguiente, toda la dignidad
que vosotros reclamáis para Dios se encuentra en el Padre, que es invisible, inabordable y sereno, siendo, por así
decirlo, el dios de los filósofos. En cambio, lo que reprocháis como indigno de Dios se ha de admitir en el Hijo, hecho
visible, audible y asequible, mediador c instrumento del Padre. En Él se han mezclado Dios y el hombre: Dios por su
poder, y hombre por su debilidad. De este modo puede conferir a la humanidad lo que ha robado a la divinidad. Todo lo
que según vosotros es deshonroso para Dios encierra en el Dios que yo adoro el misterio de la salvación humana. Dios
se pone a vivir a la manera humana, para que el hombre aprenda a vivir de manera divina. Dios se pone al nivel del
hombre, para que el hombre pudiera ponerse al nivel de Dios. Dios se hizo pequeño, para que el hombre adquiriera su
grandeza. Si crees que esto es indigno de Dios, no sé si realmente crees en un Dios crucificado. Vuestra perversidad es
indecible frente a ambas maneras de manifestarse del creador. Le llamáis juez, pero repudiáis como crueldad la
severidad del juez que dicta según lo que merece cada caso. Exigís que Dios sea sumamente bueno, pero despreciáis
como debilidad su suavidad y benignidad en abajarse hasta lo que era capaz de comprender la pequeñez humana. No os
gusta ni siendo grande ni siendo pequeño, ni como juez ni como amigo.»
(Tertuliano, doctor de la Iglesia)
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HUELLAS
«Un origen tan humilde para un fundador no se lo inventa uno. Las sagas no pintan cuadros de miseria y, menos
aún, los mantienen durante toda una vida. El pesebre, el hijo del carpintero, el visionario que se mueve entre
gente baja y el patíbulo al final... Todo eso esta hecho de material histórico, no con el material dorado tan
querido por la leyenda»
(Ernst Bloch, filósofo alemán)
«No podemos caer en el delirio de buscar una especie de fotocopia de su carnet de identidad. Ni siquiera sabemos si
sabemos algo del nacimiento de Jesús. Los Evangelios de la infancia han creado a la exégesis los mayores problemas.
Pero si es verdad que ellos coronan el proceso de «divinización» del Señor, entonces resulta incomprensible que ese
proceso, configurador de los orígenes celestiales, vaya a dar en el dato del nacimiento en una cueva. Con la cueva no
hay escapatoria: no tiene ningún significado espiritual como puede tenerlo el desierto. No expresa más que la miseria y
la falta de otro lugar. Falta de lugar que Lucas parece haber subrayado y erigido en tesis. Difícilmente podrá negarse
que la frase «no había lugar para ellos» (Le 2, 7) lleva una segunda intención, provocativa y poco mistificadora. Y por
esa razón pensamos que la crítica histórica no perderá puntería si toma en cuenta las siguientes palabras del marxista E.
Bloch: «Se reza a un niño nacido en un establo. No cabe mirada a las alturas hecha desde más cerca, desde más abajo,
desde más en casa. Por eso es verdadero el pesebre: un origen tan humilde para un Fundador no se lo inventa uno. Las
sagas no pintan cuadros de miseria y, menos aún, los mantiene durante toda una vida. El pesebre, el hijo del carpintero,
el visionario que se mueve entre gente baja y el patíbulo al final... todo eso está hecho con material histórico, no con el
material dorado tan querido por la leyenda».
En paralelismo con la marginación de su origen, la muerte de Jesús tiene lugar también «fuera de la ciudad» (Heb 13,
12). La cruz no es la muerte de un condenado cualquiera, sino la muerte de los outsiders, de los esclavos y de los
delincuentes políticos. Y además es una muerte conflictiva en grado sumo. Sócrates necesita casi setenta años para que
el conflicto con la sociedad se agudice hasta el extremo de costarle la vida. En el caso de Jesús una de las cosas más
llamativas es la celeridad con que se produce el conflicto (quizás no llega a durar más que un año) . Ello es la mejor
prueba de su tremenda virulencia.
Marginado por su origen y por su fin, los Evangelios han conservado las siguientes designaciones sobre Jesús: «un
comedor y bebedor, amigo de publícanos y pecadores» (Mt 11, 19); «contado entre los delincuentes» (Le 22, 37). (...) Y
junto a estas designaciones de los demás, el propio Jesús dice de sí mismo que «no tiene donde reclinar la cabeza», frase
que todo el mundo suele considerar auténtica y que parece expresar una existencia desinstalada, más o menos errante y
marginal.
Por escasos que sean estos datos, apuntan con absoluta nitidez en una dirección. (...)
Este cúmulo de indicios no nos da, evidentemente, el «carnet de identidad» de Jesús. Pero sí nos dice con suficiente
claridad por dónde hemos de buscarlo.»
(José Ignacio González Faus, cristólogo)
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ENVIADO
«Todo el Antiguo Testamento me parece un divino telegrama cifrado dirigido a los hombres. Incomprensible
para el que pretenda descifrarlo sin estar en posesión de la clave de interpretación. Pues bien, esa clave de
interpretación es Cristo, a cuya luz adquiere significado ese temblor mesiánico que impregna todos los libros de
la Antigua Alianza»
(Ítalo Zolli, rabino converso)
«Primera dirección: El Mesías será un rey glorioso, que vendrá para traer a su pueblo días de prosperidad y libertad y
que triunfará de sus enemigos, los cuales vendrán a Jerusalén a rendirle homenaje. Esta tendencia del Mesías temporal y
triunfalista es la que perdura en el pueblo a través de las últimas vicisitudes políticas, y en la época de Jesús se
concretaba en la esperanza de un libertador y restaurador en contra de la opresión romana.
Los más violentos partidarios de esta tendencia, que podríamos llamar de nacional-mesianismo, son los grupos
activistas, entre ellos los «zelotas», llamados también «cananeos», los cuales en la época contemporánea de Jesús
promueven ciertas revueltas y sublevaciones contra la autoridad romana. (...)
La segunda imagen del Mesías, contrapuesta a la anterior, es la del Siervo de Yahvéh, destinado a sacrificarse por la
salvación del mundo. Esta figura aparece con toda claridad en la profecía del segundo Isaías; pero también se puede
recoger en otros textos de los profetas y de los salmos, donde se describe la imagen de un enviado de Dios que ha de
sufrir tormentos y muerte por sus hermanos y a quien Dios coronará con la gloria de la resurrección. (...)
La tercera dirección podríamos llamarla vertical, porque apunta hacia arriba, hacia el triunfo. Hacia un orden futuro de
las cosas últimas, más allá del tiempo y del espacio; es decir, un orden celestial y escatológico.
(...) La tercera dimensión del mesianismo consiste en la noción del Hombre celestial, preanunciado por la visión de
Daniel acerca de un Hijo de hombre que aparece en el cielo ante el trono de Dios, y a quien se le atribuye el juicio
universal de la humanidad (Dan 7, 13-14).
Jesús se aplicará a sí mismo este título del Hijo del hombre, y esto no solamente en algunos contextos de significado
escatológico, sino también porque la denominación posee una cierta ambigüedad que incita a los oyentes a preguntar
más y a escuchar al que se presenta de esa forma, y porque este título no estaba contaminado con apetencias políticas y
nacionalistas.
Así, pues, tres polos de atracción para una triple imagen del Mesías. El Mesías será Rey de Israel, será Siervo doliente
que nos libere de los pecados y el Hombre celestial que domina el cosmos y la consumación de los siglos.
Si se examina este triple componente, veremos que Jesús recompone en su persona los tres y que de hecho será el Rey
del Israel universal que desborda las fronteras del Israel histórico; y será también el Mesías que viene a salvarnos de los
pecados y a reconciliarnos con Dios. Y, finalmente, será el Hombre nuevo y celestial que asciende por su resurrección
al trono de Dios, y de donde volverá en su segunda venida.»
(José A. de Sobrino, escritor jesuita)
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COMUNITARIO
«Y comprendieron en sus corazones que Cristo estaba vivo en la comunidad de los pobres y humillados que
viven entre nosotros»
(André Malraux)
En su obra «L'espoir», el escritor francés sitúa la acción en la guerra civil española de 1936-39. En una secuencia
nocturna, una especie de narrador popular evoca la venida de Jesús a una España que se debate entre la amargura y la
esperanza de los combatientes pobres del frente.
(R. A.)
«Jesucristo encontraba que eso no iba bien y se dijo: —Iré allí. El ángel buscó a la mejor de las mujeres de la región y
empezó a aparecérsele. Ella le respondió: -Oh, no merece la pena; el niño nacerá antes de tiempo, ya que no tendré que
comer. En mi calle, sólo hay un campesino que ha comido carne hace cuatro meses; mató a su gato.
(...)
Jesucristo vino a casa de otro. Alrededor de la cuna sólo había ratas. Para calentar al niño, esto era poco y para la
amistad era muy triste. Entonces Jesús pensó que en España esto no iba siempre bien. (...)
Entonces el Señor fue a Madrid y, para que se callara, los reyes del mundo empezaron a matar a los niños de Madrid.
Entonces Cristo se dijo que no había realmente nada que hacer entre los hombres. Que eran tan repugnantes que, aunque
sangrase por ellos día y noche durante toda la eternidad, no conseguiría lavarlos nunca. (...)
Los sucesores de los Reyes Magos no vinieron a su nacimiento, pues ahora eran emigrantes o funcionarios. Entonces,
por primera vez en el mundo, desde todos los países se pusieron en marcha los cercanos y los alejados, los que vivían en
países cálidos y en los fríos, los valientes y los miserables, todos se pusieron en marcha llevando fusiles.
(...)
Y comprendieron en sus corazones que Cristo estaba vivo en la comunidad de los pobres y humillados que viven entre
nosotros. Y en largas filas, gente de todos los países, esos que conocían suficientemente la pobreza como para morir
luchando contra ella, con sus fusiles cuando los tenían o con sus manos como fusiles cuando no los tenían, vinieron a
juntarse unos con otros en las tierras de España ... Hablaban todas las lenguas e incluso entre ellos había vendedores de
cordones chinos para los zapatos.
(...)
Y cuando los hombres ya habían matado demasiado, y cuando la última fila de pobres se puso en marcha (...) una
estrella que no se había visto nunca antes se elevó sobre ellos...»
(André Malraux, escritor francés)
92
CLAVE
«Este hombre era lo mas excelso que había sobre la tierra, la razón por la cual la tierra existía. Todo nuestro
planeta, con todo lo que contiene, sería una locura sin este hombre. No ha habido ni habrá jamás nada que le sea
comparable»
(Fedor Dostoievski)
«El realismo espiritual que afortunadamente anima a muchos de nuestros mejores cristianos» a buscar a Cristo allí
donde Él vive puede llevar a posiciones en las que se corra el peligro de que la Persona misma de Cristo desaparezca.
Fórmulas como «la verdad de Cristo es mi amor hacia los demás» no pueden menos de seducir; luego sorprender... Se
puede uno preguntar si un Cristo tan interiorizado tiene todavía un rostro, o mejor, si no ha venido a ser un conjunto de
valores espirituales, si no ha dejado de ser el centro de esos valores o, más bien, el objeto central de todo... Se trataría
entonces realmente de una «descristianización» de dichos valores, es decir, eliminar de ellos la Persona de Cristo que,
sin embargo, es su fundamento... Al fin, el peligro mayor no es hacer desaparecer la humanidad de Cristo, sino a Cristo
de la humanidad.»
(G. Martelet, teólogo francés)
«La fe cristiana tendrá que simplificarse en lo sucesivo, tendrá que concentrarse cada vez más en la persona de
Jesucristo. A fin de que en esta hora convulsa e incierta brote de nuestros labios, espontáneo, implorante, el mismo grito
de hace veinte siglos: «Señor, ¿adonde iremos? Tú solo tienes palabras de vida eterna».
Él lo es todo. Todo lo demás sobra, todo lo demás es condición o consecuencia, vísperas o conmemoración. Podría
escribirse un diccionario ideológico cristiano con todas las voces en uso, y todas ellas acabarían tarde o temprano
desembocando en Cristo. Por muchas y complicadas que fuesen las asociaciones de ideas, todas al fin nos remitirían a
lo mismo, pues El, que es el primogénito de toda criatura, ha sido también constituido término y consumación de todo
cuanto existe. Él es el porqué y el para qué del universo.»
(José María Cabodevilla, escritor español)
«Disfrutemos (el término no es exagerado) observando cómo Jesucristo, en virtud de su moral más fundamental y de
sus atributos más seguros, viene admirablemente a llenar el lugar vacío señalado por la espera de la Naturaleza entera.
Abrid las Escrituras en sus pasajes más graves y auténticos. Interrogad a la Iglesia sobre sus creencias más esenciales.
Descubriréis esto: Cristo no es un accesorio superpuesto al Mundo, un ornamento, un rey como los que hacemos
nosotros, un propietario ... Es el alfa y la omega, el principio y el fin, la piedra fundamental y la clave de bóveda, es a la
vez la Plenitud y el Plenificante. Es El que consuma y otorga a todo su consistencia. Hacia Él y por Él, Vida y Luz
interiores del Mundo, se forma, en el llanto y el esfuerzo, la convergencia universal de todo el espíritu creado. Es el
Centro único, preciso y consistente, que brilla en el vértice por venir del Mundo, en el extremo contrario de las zonas
oscuras, eternamente decrecientes, en que se aventura nuestra Ciencia cuando desciende la ruta de la Materia y del
Pasado.»
(Fierre Teilhard de Chardin, científico y teólogo francés)
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PREEXISTENTE
«De cada momento del Mundo nos podemos preguntar, en buena filosofía, si no extiende sus raíces hasta los
últimos limites del pasado. ¡Con cuánta más fuerte razón conviene reconocerle a Cristo esta misteriosa
preexistencia!»
(Teilhard de Chardin)
«En el terreno de las Ciencias se reconoce como prueba de la realidad» de un objeto, incluso no perceptible (una masa
atómica, por ejemplo), el hecho de poder ser descubierto como idéntico por una serie de métodos diferentes. (...) Así
sucede también, según parece, con Cristo.
Millones de existencias (y entre las mejores) se han empleado, desde hace dos mil años, y se siguen empleando en tratar
de ensayar, sobre este Objeto misterioso, las más sutiles y penetrantes verificaciones de la experiencia psicológica. Una
multitud de inteligencias y de corazones ha venido solicitando a este Cristo la satisfacción de sus aspiraciones más
exigentes y refinadas. Y jamás ha dejado de responder. Por el contrario, ha salido siempre de esta prueba (como
probablemente ninguna otra realidad en el mundo se ha visto sometida a otra prueba semejante) más capaz que antes de
provocar en torno a él un esfuerzo más maravillosamente sintético de todas nuestras facultades: Objeto extraordinario,
en verdad, que puede percibiese como un elemento experimental, perseguirse como un ideal, quererse como una
persona, adorarse como un Mundo. Semejante capacidad indefinida de conveniencia para con todo el orden físico y
psicológico de nuestro Universo no tiene más que una explicación: Cristo, que va gradualmente descubriéndonos al
pensamiento cristiano, no es una imaginación ni un símbolo (de otra manera se agotaría o por alguna parte quedaría al
descubierto), sino que es, o por lo menos introduce, la realidad de lo que, a través de toda la estructura de la actividad
humana, estamos esperando.»
«De cada momento del Mundo nos podemos preguntar, en buena filosofía, si no extiende sus raíces hasta los últimos
límites del Pasado. ¡Con cuánta más fuerte razón no conviene reconocerle a Cristo esta misteriosa preexistencia! No
sólo en el «orden de la intención», sino también en el «orden de la naturaleza», pues «todo ha sido creado en Él». Los
prodigiosos ámbitos temporales que preceden a la primera Navidad no se hallan vacíos de Él, sino penetrados de su
influjo poderoso. Es la agitación de su concepción lo que remueve las masas cósmicas y dirige las primeras corrientes
de la biosfera. Es la preparación de su alumbramiento lo que acelera los progresos del instinto y la aparición del
pensamiento sobre la Tierra. No nos escandalicemos, neciamente, de las esperas interminables que nos ha impuesto el
Mesías. Se necesitó nada menos que los esfuerzos extenuantes y anónimos del Hombre primitivo, y la prolongada
belleza egipcia, y la expectativa inquieta de Israel, y el perfume lentamente destilado de las místicas orientales, y la
sabiduría cien veces refinada de los griegos, para que sobre el tallo de Jesé y de la Humanidad pudiera brotar la Flor.
Todas estas preparaciones eran cósmicamente, biológicamente, necesarias para que Cristo pudiera poner el pie sobre la
escena humana. Y todo este trabajo maduraba a causa de la vigilancia activa y creadora de su alma en cuanto que esta
alma había sido elegida para animar el Universo. Cuando Cristo apareció entre los brazos de María, acababa de levantar
el Mundo.»
(Pierre Teilhard de Chardin, científico y teólogo francés jesuita)
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INDISCUTIBLE
«Una observación absurda que se me ocurre: Dios tiene enemigos, Jesucristo no. Hay quienes no creen en Dios,
pero todos creen en Jesucristo. El que lo tiene por menos, lo tiene por el mayor de los hombres»
(Antonio M. Azcona)
«¿Se cumplirán los presagios de la ciencia-ficción? ¿Podremos ver y oír lo que ocurrió y se habló tiempo atrás? ¡Ah, si
al menos se produjera el milagro de llevar a las pantallas y al altavoz la figura genuina y la voz verdadera del Nazareno!
¿Cuál, en efecto, fue su figura? ¿Cuál su voz? (...) ¿puede poner nadie en duda su porte noble, su unción piadosa, sus
gestos generosos, la vibración de su voz cantadora de parábolas inefables? En cualquier caso, debió de ser sencillamente
excepcional. Por su persona, su conducta, su doctrina. Por su vida y su muerte. Por sus milagros... El hecho de que
multitudes ingentes le siguieran desierto adelante descuidadas de su propio sustento, prueba hasta qué punto ejercía
sobre ellas un influjo insuperable.
Y no se le ve ninguna mancha a ese Jesús de Nazaret. «Al sol se le encuentran manchas -escribió uno-, a Él no». Todo
en Él es luz, todo Él es luz ...
¿No habéis notado este fenómeno?: la imaginación suele superar siempre a la realidad. Te describen una realidad, te la
imaginas, la ves, y la encuentras por debajo de como la habías imaginado. Sólo con Jesús falla esta experiencia. Porque
te arrimas a Él en la sencilla exposición de los Evangelios, y notas que su tamaño sobrepuja infinitamente el vuelo de tu
imaginación.»
(Antonio Martínez Azcona, escritor)
«Sin tregua, oh Cristo, Tú me interpelas y me preguntas: —¿Quién dices que soy yo?
Tú eres aquel que me ama hasta en la vida que no termina.
Tú me abres el camino del riesgo. Tú me precedes en el camino de la santidad, donde es feliz quien muere de amor,
donde el martirio es la última respuesta.
Día tras día, Tú transformas en un «sí» el «no» que está en mí. Tú me pides, no unas migajas, sino toda la existencia.
Tú eres aquel que, día y noche, oras en mí sin que yo sepa cómo. Mis balbuceos son oración: llamarte, diciéndote sólo
tu nombre «Jesús», colma nuestra comunión.
Tú eres aquel que, cada mañana, coloca en mi dedo el anillo del hijo pródigo, el anillo de la fiesta. Y yo ¿por qué he
dudado tanto tiempo? ¿Por qué «he trocado el resplandor de Dios por la impotencia, he abandonado la fuente de agua
viva, para fabricarme cisternas agrietadas que no contienen agua»? (Jer 2).
Tú, incansablemente, me buscabas. ¿Por qué sigo indeciso, pidiendo que se me deje tiempo para ocuparme de mis
asuntos? Después de haber puesto la mano en el arado, ¿por qué volver a mirar hacia atrás? Sin darme cuenta, me iba
volviendo menos apto para seguirte.
Sin embargo, aun sin haberte visto, te he amado.
Tú me repetías: —Vive k> poco que hayas comprendido del Evangelio. Anuncia mi vida entre los hombres. Enciende
un fuego sobre la tierra. Sígueme...
Y un día lo he comprendido: Tú hacías una llamada a mi respuesta definitiva, sin retorno.»
(Roger Schutz, prier de Taizé)
95
IMAGEN
"Dios es suficiente sin su Hijo, sin la faceta cristiana" (Jack Miles, escritor norteamericano)
No hay duda de que el Dios de los filósofos es autosuficiente en su solitaria inmensidad infinita, en su palacio del
supercosmos, con la alfombra de las estrellas a sus pies.
Incluso el Dios de la revelación en su etapa del antiguo Testamento podría resultar suficiente para satisfacer las
necesidades de su pueblo escogido.
Pero, ahora que sabemos la verdad completa, resulta muchísimo más coherente y convincente la divinidad cristiana. Es
el evangelista Juan quien nos asegura: «A Dios no lo ha visto nunca nadie. El Hijo que está en su seno nos lo ha
desvelado».
Y bebiendo de esa fuente infalible, lo primero que nos revela Juan es que «En el principio ya existía el que es la
Palabra. Y el que es la Palabra estaba junto a Dios. Y el que es la Palabra era Dios».
Desde su eternidad Dios se pronunció a Sí mismo, y su Eco infinito fue exactamente Igual a El : «Dios de Dios, Luz de
Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, la misma naturaleza del Padre».
Desde siempre Dios engendra a un Hijo, comprometiendo su paternidad infinita, por lo cual ese Hijo es Único, huella e
impronta de su Ser.
Y desde siempre, el Hijo, al verse Espejo infinito del Padre, le devuelve el Amor que ha recibido al ser engendrado, en
un Reflejo igualmente infinito y eterno.
La revelación de Jesús, recibida por Juan el discípulo amado, nos asegura que «El que es la Palabra de Dios se hizo
carne y plantó su tienda entre nosotros».
Y en su breve vida pública, Jesús tuvo tiempo suficiente para decir «Quien me ve a mí está viendo al Padre, porque el
Padre y yo somos uno».
Si el Hijo unigénito es el Autorretrato perfecto del Padre para su vida íntima interpersonal, Jesús es el Televisor
tridimensional del Padre en carne humana para disfrute de la humanidad.
Sólo usando los colores cálidos de la paleta del Padre pudo pintar Jesús la parábola del hijo pródigo, que mejor sería
llamar del Padre maternal, al que «se le conmueven las entrañas».
Es posible teóricamente concebir un Dios «suficiente sin su Hijo», pero es infinitamente mejor el Dios cristiano, Padre e
Hijo como dos Polos intercomunicados por la Chispa infinita del Amor.
Es incomparablemente mejor la realidad del Dios revelado por Jesús que «amó tanto al mundo que le entregó a su Hijo
único, no para juzgar al mundo sino para que el mundo se salvara por Él». ¿Qué sería una historia de la humanidad sin
la encarnación del Hijo de Dios, «haciéndose en todo semejante a nosotros» para enseñarnos a ser auténticamente
humanos?
¿Qué sería de nosotros, hambrientos de vida, sin la promesa de Dios Hijo: «Yo he venido para que tengan vida y vida
en abundancia», una vida divina y literalmente eterna?
(R.A.)
96
NATURAL
«La entrega absoluta de Jesús a Dios ha sido interpretada como una dependencia ontológica de su existencia con
respecto a ese Dios. Tal comprensión tiende a desdibujar la humanidad de Jesús, perdiendo así de vista algo que
es fundamental: el significado de la vida de Jesús de Nazaret»
(José Ramón Guerrero)
«Según esta concepción, Jesús no sería el hombre que ha vivido su vida del modo más radical ni su humanidad la más
autónoma y libre, sino que esta humanidad vendría a ser únicamente el gabán que Dios se pone para caminar en medio
de las inclemencias de la tierra».
«Una desmitologización de la figura de Jesús debe evitar centrarse en lo portentoso de su vida, así como objetivar lo
divino en él por medio de conceptos doctrinales propios de unas culturas y mentalidades griegas y judías. Jesús no quiso
jugar ni a taumaturgo ni a dios. Se ha de intentar penetrar la existencia histórica y humana del hombre de Nazaret,
liberada de concepciones mágicas y supranaturalistas. En definitiva, el «hijo de Dios» y el hombre de Nazaret que se
llamó «Jesús» son una misma realidad: la realidad de un hombre penetrado en profundidad por la fuerza de Dios, su
Padre.
Si el punto de vista de la cristología ha de ser el Jesús terreno y glorificado, es decir, la historia, el talante y el camino
de Jesús que le conduce a la muerte y a la aceptación por su Padre, así también la catequesis debe renunciar a la
dimensión ontológica e individualista que, por mimetismo con la teología, ha sostenido hasta tiempos recientes, y ha de
centrarse en la vida y en la obra, en la proclamación y en los compromisos de aquel hombre que ha exprimido los
anhelos más profundos del corazón humano en su mensaje del reino.
Así, pues, el mejor camino para acceder a Jesús no es el deductivo; esto es, partiendo de unas definiciones doctrinales
cristológicas, arribar a las actitudes, sentimientos y acciones de Jesús. Tal Jesús no es real, sino que es la elaboración a
la que se llega después de haber puesto unos cimientos que nada tienen que ver con los suyos propios. El camino a
seguir es el que trazó el mismo Jesús con su vida y recorrieron sus primeros seguidores: partir de la realidad histórica de
un hombre que anunció algo realmente nuevo y acomodó su vida a la realidad que anunciaba, pero que fue impedido en
su intento, destruido y condenado, y al final fue reconocido por Dios ante los hombres y glorificado por Él. Este es el
camino que marcan en sus primeros discursos públicos los seguidores de Jesús: «Os hablo de Jesús el Nazareno, el
hombre que Dios acreditó entre nosotros..., vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz ... Dios ha
constituido Señor y Mesías al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis» (Hch 2, 22-36).
Frente a un método deductivo que ha propugnado la teología clásica, debemos retornar a la misma pedagogía de Jesús y
de la comunidad cristiana; esto es, tratar de dar respuesta a la pregunta «¿quién es éste?» de un modo inductivo:
partiendo de la realidad histórica de su vida, del mensaje liberador de unas realidades que alienan y estigmatizan al
hombre, del dato liberador en su propia existencia que nos da la clave de su solidaridad, comprensión y amor, hasta
arribar al hecho de su muerte, que cobra todo su sentido a la luz de la aceptación y reconocimiento de Dios.»
(José Ramón Guerrero)
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PROMETIDO
«Hace dos mil años, Jesucristo, el Mesías prometido por los profetas, el Hijo de Dios, apareció en la tierra y
mostró, a todos los que creían en Él, un Dios personal»
(John Turkevich, científico)
«Hace dos milenios, Jesucristo, el Mesías anunciado por los profetas, el Hijo de Dios, apareció en la tierra y mostró, a
todos cuantos creían en él, un Dios personal. Su enseñanza, su sacrificio, la promesa de la salvación del hombre, su
profecía sobre el reino futuro, todo eso ha propulsado los tiempos teológicos hacia el porvenir y ha profundizado el
contenido de la fe. Las enseñanzas de Cristo y las implicaciones de su misión las incorporaron a la civilización judeo-
greco-romana los apóstoles y sus discípulos. (...)
Esta civilización cristiana ha florecido durante más de mil seiscientos años. El aspecto comunitario de la fe cristiana se
hace tanto más importante en los tiempos modernos cuanto que la densidad de la población ha aumentado
considerablemente y las interacciones entre los individuos se han multiplicado. Este fenómeno ha provocado la
aparición de fenómenos nuevos de orden social: los derechos del hombre, el reconocimiento y la expiación de los
pecados, las transgresiones de las empresas y de los gobiernos. Situación aún más exacerbada por la capacidad que
tienen al menos dos potencias de destruir el conjunto de la civilización y de la vida, utilizando armas nucleares. (...)
He aquí, pues, dónde se halla el hombre tras veinte millones de años de tiempo físico; tras cuatro millones de años de
tiempos biológicos; tras cuarenta mil años de tiempos teológicos; tras dos mil años de tiempos cristianos; tras cuarenta y
tres años de tiempo nuclear: al borde de la destrucción planetaria. La ciencia no podrá salvarlo. Su única salvación está
en un milagro fundado sobre la fe. (...)
La humanidad está situada en un rincón perfectamente insignificante del universo. Pero el hombre es el resultado de un
Plan director que se desenvuelve durante diez millones de años, produciendo objetos inanimados, después sistemas
vivientes cuya complejidad y sofisticación no ha hecho más que aumentar (...) La totalidad es mayor que la suma de sus
componentes. No podemos deducir ciertas propiedades de las moléculas de las de los átomos, ni las de las grandes
moléculas de las de sus componentes más pequeños; ni podemos deducir las propiedades de las células vivas de las
moléculas que las componen, ni las de los organismos pluricelulares de las de los unicelulares, o las de los hombres de
las de las bestias, las de las sociedades del comportamiento de los individuos; ni, en último análisis, la naturaleza del
Reino de Dios de las características de la fraternidad humana.
Yo estoy aquí para participar en ese Plan director que intenta crear un Reino de Dios siguiendo el gran mandamiento
que nos ha dado Jesucristo: Amarás al Señor, tu Dios con todo corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es
el primero y el gran mandamiento. El segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
(John Turkevich, físico-químico ruso-norteamericano)
98
TERRENO
«Fue literalmente nuestro hermano, entró en esta pobre humanidad que nosotros formamos, porque en verdad
el Cristo de nuestra tierra es tierra. Dios también, pero tierra también como nosotros»
(J.L. Martín Descalzo)
«Hay muchos cristianos que piensan que hacen un servicio a Cristo pensando que fue «más» Dios que hombre, que se
«vistió» de hombre, pero que no lo fue del todo. Cristo -parecen pensar- habría bajado al mundo como los obispos y los
ministros que bajan un día a la mina y se fotografían -¡tan guapos!- a la salida con traje y casco de mineros. Obispos y
ministros saben que esa fotografía no les «hace» mineros; que luego volverán a sus palacios y despachos. ¿Y de qué nos
hubiera servido a los hombres un Dios «disfrazado» de hombre, «camuflado» de hombre, fotografiado -por unas horas-
de hombre?
Cuesta a muchos aceptar la «total» humanidad de Cristo. Si un predicador se atreve a pintarlo cansado, sucio,
polvoriento o comiendo sardinas, ilustres damas hablan del «mal gusto» cuando no ven herejía en el predicador. Pero no
pensaban lo mismo los evangelistas autores de las genealogías. Y no piensa lo mismo la Iglesia, tan celosa de defender
la divinidad de Cristo como su humanidad. Nada ha cuidado con tanto celo la Esposa como la verdad de la carne del
Esposo, se ha escrito con justicia.
Menos en el pecado -que no es parte esencial de la naturaleza humana- se hizo en todo a semejanza nuestra (Flp 2, 7)
dirá san Pablo. Una de las más antiguas fórmulas cristianas de fe -el Símbolo de Epifanio- escribirá: Bajó y se encarnó,
es decir, fue perfectamente engendrado; se hizo hombre, es decir, tomó al hombre perfecto, alma, cuerpo e inteligencia
y todo cuanto el hombre es, excepto el pecado. El Símbolo del Concilio de Toledo, en el año 400, recordará que el
cuerpo de Cristo no era un cuerpo imaginario, sino sólido y verdadero. Y tuvo hambre y sed, sintió el dolor y lloró y
sufrió todas las demás calamidades del cuerpo. No por ser el nacimiento maravilloso —dirá poco después el Papa san
León Magno- fue en su naturaleza distinto de nosotros. Siete siglos más tarde se obligará a los valdenses -con la
amenaza de excomunión, de no hacerlo— a firmar que Cristo fue nacido de la Virgen María con carne verdadera por
su nacimiento, comió y bebió, durmió y, cansado del camino, descansó; padeció con verdadero sufrimiento de su
carne, murió con muerte verdadera de su cuerpo y resucitó con verdadera resurrección de su carne. El concilio de
Lyón recordará que Cristo no fue «hijo adoptivo» de la humanidad, sino Dios verdadero y hombre verdadero, propio y
perfecto en una y otra naturaleza, no adoptivo ni fantástico. Y el concilio de Florencia recordará el anatema contra
quienes afirman que Cristo nada tomó de la Virgen María, sino que asumió un cuerpo celeste y pasó por el seno de la
Virgen como el agua fluye y corre por un acueducto.
Fue literalmente nuestro hermano, entró en esta pobre humanidad que nosotros formamos, porque en verdad el Cristo
de nuestra tierra es tierra. Dios también, pero tierra también como nosotros.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor)
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PLENITUD
«Si se quiere hoy hablar sin equívocos sobre la encarnación del Hijo de Dios, es preciso no referirla
exclusivamente al punto matemático o místico de la concepción o el nacimiento de Jesús: hay que referirla más
hiena todo el conjunto de su vida y su muerte»
(Hans Küng)
«La encarnación de Dios en Jesús significa que la palabra y la voluntad de Dios han tomado forma humana en todos
los discursos de Jesús, en toda su predicación, comportamiento y destino: en todas sus palabras y obras, en sus
sufrimientos y en su muerte, en su persona entera. Jesús anunció, manifestó y reveló la palabra y la voluntad de Dios:
como en Jesús coinciden plenamente las palabras y las obras, la doctrina y la vida, el ser y el actuar, él es
corporalmente, en forma humana, palabra, voluntad e Hijo de Dios.
Las afirmaciones sobre la función, que ocupan indudablemente el primer plano, no deben separarse de los enunciados
ontológicos. En esta perspectiva global, no especulativa sino histórica, es posible entender hoy que ya antes de Pablo y
luego en la tradición paulina se concibiera a Jesús como revelación de la fuerza y sabiduría de Dios, como cabeza y
señor de la creación, como imagen y reflejo de Dios, como el «sí» de Dios. Desde esta perspectiva puede entenderse
también que Juan llame a Jesús no sólo Palabra de Dios, sino, indirectamente, igual a Dios; más aún, Señor y Dios. Y en
esta misma perspectiva es posible entender también afirmaciones tan difíciles y profundas como «en Cristo habita
corporalmente la plenitud de la divinidad», «la Palabra de Dios se hizo carne». (...)
El verdadero hombre Jesús de Nazaret es para el creyente revelación real del único Dios verdadero y, en este sentido,
Palabra e Hijo de Dios.
El Evangelio de Juan expone con especial claridad esa unidad que en el plano de la revelación existe entre el Padre y el
Hijo: puesto que el Padre conoce al Hijo y el Hijo al Padre, puesto que, consiguientemente, el Padre y el Hijo son uno,
puede decirse que quien ve al Hijo ve también al Padre. Aquí no hay mitología, ni mística ni metafísica, sino una
afirmación escueta y fundamental: en la actuación y en la persona de Jesús sale al encuentro el mismo Dios deforma
incomparable y definitiva. Se manifiesta Dios, no de forma perceptible para el observador neutral, pero sí para el
hombre que cree y se entrega confiadamente a Jesús. (...)
¡En Jesús me invita a ponerme en camino el único Dios Padre en persona! Es éste un punto en el que no tengo más
remedio que estar de acuerdo con Blaise Pascal y que constituye para mí lo verdaderamente decisivo. Porque las
ulteriores descripciones teológicas de la relación de Jesús con Dios parecen secundarias y no tienen por qué estar en
contradicción: cabe definirla de forma ontológica o más funcional, partiendo de enunciados ontológicos abstractos o de
proposiciones soteriológicas concretas. Uno puede preferir las afirmaciones funcionales y, sin embargo, decir: Jesús no
sólo «funciona» y «actúa» para mí como Palabra e Hijo de Dios, sino que también lo es, y no sólo lo es para mí, sino
también en sí mismo.» (Hans Küng, teólogo suizo)
100
HUMANO
«Cristo es la más hermosa encarnación del hombre.
Al contemplarle a Él, descubrimos nuestro verdadero rostro»
(Fedor Dostoievski)
«En el mundo no hay más que una figura absolutamente hermosa: Cristo. Y la Epifanía de esta figura infinitamente,
incomparablemente hermosa es con toda seguridad un milagro sin igual. En este sentido se expresa todo el evangelio de
san Juan, para quien no hay más que un milagro: la Encarnación, que es la Epifanía misma de lo bello.
Vosotros, los que negáis a Dios y a Cristo, ni siquiera os habéis detenido a considerar que, sin Cristo, todo estaría sucio
y depravado en el mundo. Juzgáis a Cristo y deponéis a Dios; pero, ¿qué ejemplos ofrecéis vosotros mismos? ¡Sois
demasiado ruines, disolutos, codiciosos y presumidos! Al eliminar a Cristo, elimináis de la humanidad el ideal de la
belleza y del bien, lo hacéis inaccesible. Pues Cristo vino exactamente para esto: para que la humanidad sepa y
reconozca que puede aparecer, en la realidad, un verdadero espíritu humano dotado de ese esplendor y encarnado en un
cuerpo, y no únicamente en un sueño o en el mundo de lo exclusivamente ideal; que eso es natural y posible. Los
discípulos de Cristo proclamaron que aquella carne resplandeciente era divina y, en medio de los más crueles suplicios,
dieron testimonio de la dicha que era llevar en sí esa carne, imitar la perfección de esa figura y creer en Cristo hecho
carne. Por ellos se justifica la tierra.
La gente veía la felicidad que esta carne proporciona (desde el momento en que el hombre empieza a comulgar con ella
y se asemeja, por poco que sea, a su hermosura) . Al sentir estos efectos, se maravillaba la gente; sentía una conmoción
y terminaba ansiando saborear también ella, a su vez, los tormentos y hasta se gozaba padeciéndolos. Se trata aquí de
una cuestión de hecho, a saber, que verdaderamente «el Verbo se hizo carne». En esto radica toda la fe y todo el
fundamento sobre el que descansa la humanidad y al que jamás renunciará. ¡Y de esto precisamente la queréis privar!
Por otra parte, sólo lo conseguiréis, si llegáis a ofrecerle algo que sea mejor que Cristo: ¡pues, ofrecédselo!
Por lo que a mí respecta, os diré que, hasta el presente, soy un hijo del siglo -hijo de la incredulidad y de la duda- y lo
seré hasta el sepulcro, lo sé. ¡Cuántos y qué terribles tormentos me ha costado, y aún sigue costándome, esta sed de
creer que me atormenta, tanto más viva en mi alma cuantos más son los argumentos en contra que hay en mí! A veces,
Dios me envía momentos de perfecta serenidad: en ellos, he compuesto interiormente un Credo sencillísimo: Creo que
no hay nada más hermoso, ni más profundo, ni más simpático, ni más razonable, ni más viril, ni más perfecto que
Cristo. Vayamos más lejos: con amor celoso, me digo a mí mismo que no puede existir nada más perfecto que él.
Avancemos todavía más: aun cuando alguien me demostrara que Cristo está fuera de la verdad y que la verdad está
realmente fuera de Cristo, llegado el caso, elegiría quedarme con Cristo antes que con la verdad.
Vamos caminando por la vida como a la aventura y, si no tuviéramos ante nosotros la preciosa imagen de Cristo,
andaríamos perdidos, completamente extraviados, como lo estaba la familia humana antes del Diluvio»
(Fedor Dostoievski, escritor ruso)
101
SOLSTICIO
«¿Qué hacemos con los relatos de la Navidad y con el pesebre? Que continúen. Pero que sean entendidos y
revelen aquello que quieren y deben revelar: que la eterna juventud de Dios penetró este mundo para no dejarlo
nunca más, que en la noche feliz de su nacimiento nació un sol que no conoce ocaso»
(Leonardo Boff)
«En la época del Nuevo Testamento, un género literario muy divulgado era el midrash hagádico que toma un hecho o
un dicho escriturístico, lo trabaja, lo embellece con la intención de subrayar y proclamar de forma inequívoca una
verdad de fe. Es lo que aconteció con los relatos de la infancia. Ahí hay hechos reales. Pero revestidos de forma
teológica, en un lenguaje que para nosotros se tornó casi incomprensible. Y es dentro de ese género literario donde se
esconde el mensaje, que debemos desentrañar, retener y proclamar nuevamente dentro de nuestro lenguaje actual: que
ese niño frágil no era un hombre-insignificante ni un insignificante-hombre, sino el propio Dios, hecho condición
humana, que tanto amó la materia que la asumió, y que amó tanto a los hombres que quiso hacerse uno de ellos, para
liberarnos, y se humanizó para divinizarnos. Con él, el proceso evolutivo psicosocial alcanzó una culminación
determinante para el resto de la marcha hacia Dios, pues en él ya se dio el fin presente y la meta ya alcanzada dentro del
tiempo.
Éste es el mensaje fundamental que los relatos de la infancia de Jesús nos quieren transmitir para que, aceptándolo,
tengamos esperanza y alegría: ya no estamos solos en nuestra inmensa soledad y búsqueda de unidad, integración,
solidaridad y reconciliación de todo con todo. Él está en medio de nosotros, El Emmanuel, el Dios-con-nosotros: «os ha
nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es Cristo Señor» (Le 2, 11).
Quien quiera salvar a toda costa la historicidad de cada escena de los relatos de la Navidad acaba perdiendo el mensaje
concebido por sus autores inspirados y por fin se sitúa fuera de la atmósfera evangélica creada por san Lucas y san
Mateo, donde la preocupación no reside en saber si hubo o no una estrella de los reyes magos, si aparecieron o no
ángeles en Belén, sino en el significado religioso del Niño que ahí está para ser recibido por nosotros, no en un frío
pesebre, sino en el calor de nuestros corazones llenos de fe.
(...) Es bueno que continuemos hablando del Niño entre el buey y el asno, de los pastores y de las ovejas, de la estrella y
de los magos, del rey malo y del buen José, de la Virgen-madre y de los pañales que envuelven al Pequeñito sobre las
pajas secas. Pero debemos darnos cuenta -y eso es necesario, si no queremos alimentar el magicismo y el
sentimentalismo- que todo eso constituye el reino del símbolo y no el de la realidad del hecho bruto. El símbolo es
humanamente más real y significativo que la historia factual y los hechos fríos. El mito y el cuento, cuando son
concientizados y aceptados por la razón como cuentos y mitos, no alienan, no magnifican ni sentimentalizan al hombre,
sino que lo hacen sumergirse en una realidad donde él comienza a percibir lo que significa la inocencia, la
reconciliación, la transparencia divina y humana de las cosas más banales y el sentido desinteresado de la vida,
encarnado en la criatura divina en la Navidad.»
(Leonardo Boff, teólogo brasileño)
102
NACIDO
«En el sentir común de los cristianos, los relatos del nacimiento de Jesús y la celebración de la Navidad
constituyen una fiesta para el corazón. La fe se torna sentimiento. Ella alcanza lo que existe de más profundo e
íntimo en la personalidad humana: hace vibrar, alegrar y saborear la vida y su sentido»
(Leonardo Boff)
«En el día de Navidad todos nos hacemos niños y dejamos que, al menos una vez, el principito que habita en cada uno
de nosotros hable el lenguaje inocente de los pequeños. El hombre se sumerge en el mundo de la infancia, del mito, del
símbolo y de la poesía que es la propia vida, pero que los intereses, los negocios, la preocupación por sobre-vivir
sofocan, impidiendo la vivencia de la eterna criatura adulta que cada uno todavía es.
Todos estos son valores que deben ser defendidos y alimentados. Y para que se mantengan como valores cristianos,
deben estar en conexión con la fe. Sin la fe, el sentimiento y la atmósfera de la Navidad se transformarán en
sentimentalismo, explotado por la máquina comercial de la producción y del consumo.
La fe se relaciona con la historia y con Dios que se revela dentro de la historia. Entonces, ¿qué se produjo realmente en
la Navidad? ¿Será cierto que se aparecieron ángeles en los campos de Belén? ¿Vinieron realmente reyes del Oriente? Es
curioso imaginar una estrella errando por ahí, primero hasta Jerusalén y después hasta Belén donde estaba el Niño. ¿Por
qué no se dirigió directamente a Belén, en lugar de resplandecer primero sobre Jerusalén aterrorizando a toda la ciudad
y al rey Herodes, a tal punto que éste decretó la muerte de niños inocentes? ¿En qué medida es un cuento o una
realidad? ¿Cuál es el mensaje que Lucas y Mateo dedujeron de la historia de la infancia de Jesús? Su interés ¿es
histórico o, quizás, a través de la amplificación edificante y embelesadora de un dicho de la Escritura o de un
acontecimiento real, buscaron comunicar una verdad más profunda acerca del Niño que más tarde habría de
manifestarse como Liberador de la condición humana y la gran esperanza de la vida humana y eterna para todos los
hombres?
A los ojos de un conocedor de los procedimientos literarios utilizados en las Escrituras y para el historiador del tiempo
de Jesús, los relatos de la Navidad encierran serios problemas. Detrás de la simplicidad cándida y del lirismo de algunas
escenas, se esconde una teología sofisticada y pensada hasta en sus mínimos detalles. Son los más recientes y
elaborados cuando ya existía toda una reflexión teológica sobre Jesús y el significado de su muerte y resurrección;
cuando ya estaban ordenados por escrito los relatos de su pasión, las parábolas, los milagros y las frases más
importantes de Jesús; cuando ya se habían creado los principales títulos, como Hijo de David, Mesías, Cristo, nuevo
Moisés, Hijo de Dios, etc, por los cuales se intentaba descifrar el misterio de la humanidad de Jesús. Al final apareció el
comienzo: la infancia de Jesús pensada y escrita a la luz de la teología y de la fe que tuvieron origen en torno a su vida,
muerte y resurrección. Es exactamente aquí donde se sitúa el lugar de comprensión de los relatos de la infancia de Jesús
como son narrados por Mateo y Lucas.»
(Leonardo Boff, teólogo brasileño)
103
SOLIDARIO
«Dios ha decidido perder poder a fin de poder ofrecer comunión»
(Karl Barth, teólogo reformado alemán)
«Cuando Lucas y Mateo narran -cada uno a su manera- las incidencias del nacimiento de Jesús y de sus primeros pasos
en este mundo nuestro, nos hacen ver las consecuencias concretas de aquel «tomar la condición de esclavo»; es decir,
estar obligado a «obedecer» al engranaje de las relaciones interesadas y egoístas de los hombres, presentadas bajo el
capricho dominador de la autoridad que ordena el empadronamiento, o del egoísmo de los que no quieren acoger a la
pobre familia que ha de dar a luz, o de la prepotencia de Heredes que mira con recelo cualquier otro poder que no sea el
suyo.
Se podrá elucubrar hasta qué punto todo esto son datos «históricos» en el sentido habitual del término. Pero se deberá
decir que es algo muy real y muy «histórico», al menos en el sentido de que quien se hace «en todo semejante a los
hombres» ha de padecer inevitablemente este género de contratiempos, sufrimientos y dificultades que comporta vivir
en una sociedad de hombres egoístas y pecadores.
Son los evangelios apócrifos los que sitúan la infancia de Jesús en un mundo irreal y «sobrenatural» donde, a fuerza de
prodigios y milagros, todo parece preparado y manipulado para subrayar una imagen de Jesús tan «superman», tan irreal
y tan poco histórica como los mismos ambientes en que la sitúan. Pero los evangelios que la fe de la Iglesia ha
reconocido como normativos no van por este camino: Jesús es el Hijo del Altísimo, pero entra en un mundo
completamente real e histórico y sufre las consecuencias de ello. (...)
En este sentido hay que decir que es profundamente «histórico» -y a la vez «teológico», es decir, revelador del ser de
Dios- el hecho de que sean unos pastores -categoría social pobre y despreciada de la época- los que primero reconocen
y acogen a Jesús; o unos pobres ancianos piadosos y sencillos -y no los sacerdotes o los letrados- los que primero le
reconocen en el templo. Todo esto quiere expresar, al menos, el auténtico ambiente histórico y social de la actividad de
Jesús como manifestación de Dios en solidaridad con los pobres, sencillos y pecadores, que no tuvo acogida por parte
de los entendidos en la Ley y de las autoridades religiosas.
Los cánticos que Lucas intercala en estos relatos, el Benedictus, el Nunc dimittis y, sobre todo, el Magníficat, son
maravillosas síntesis teológicas que explican el sentido de aquella nueva forma de manifestación de Dios. Antes Dios se
había manifestado en su gloria, mediante el fuego o la nube, el arca o el templo, con manifestaciones parciales o
pasajeras. En Jesús se manifiesta Dios como amor solidario en una persona humano-divina, niño, débil, pobre, para
acompañar, ya para siempre a los hombres en sus debilidades.
Dios no quiere ya permanecer como aislado en su trascendencia soberana. Quiere ser «Dios-con-nosotros», Emmanuel.
Los Padres de la Iglesia hablaban de la condescensión de Dios, del abajamiento de Dios, que, como dice nuestro Credo,
«bajó del cielo». Ahora podemos hablar, con razón de la «humanidad de Dios.»
(Josep Vives, teólogo jesuita)
104
SILENCIOSO
«Ese silencio, como silencio que es de una fase de la vida del Hijo, de Dios en nuestra carne, resulta de una
importancia máxima. Aquí el silencio es elocuente y nos sorprende. El hecho mismo de que, a diferencia de los
evangelios apócrifos, casi no haya nada que referir sobre este periodo quiere ya decirnos algo»
(K. Rahner)
«Hemos de conceder que el interés de los evangelistas sólo se ocupa marginalmente de la prehistoria personal o infancia
del Mesías. Los evangelistas no tienen mucho que contar sobre la historia de Jesús anterior a su bautismo, antes de su
aparición en público como maestro de Israel. Y se comprende perfectamente: no hay mucho que contar sobre ese
periodo. Pero ese silencio, como silencio que es de una fase de la vida del Hijo de Dios en nuestra carne, resulta de una
importancia máxima. Aquí el silencio es elocuente y nos sorprende. El hecho mismo de que, a diferencia de los
evangelios apócrifos, casi no haya nada que referir sobre este periodo quiere ya decirnos algo.
La aceptación de lo habitual en la vida humana, la aceptación de la «forma de siervo» (Flp 2, 7), es decisiva, y bien
poco hay que añadir. Ese poco es nuestra salvación, si podemos decirlo así. Lo que Jesús dice de sí mismo durante la
vida pública es lo que fue personalmente en su vida normal y oculta; y eso es lo que nos ha redimido, lo que alcanzará
su culminación en la cruz. Pues también ahí lo decisivo es la muerte sin más, tal como sale al encuentro de todos, y no
precisamente lo extraordinario de su muerte en cruz como preludio de la redención.
La vida oculta y la vida pública de Jesús llegan a su plenitud en esa muerte, comparecen de algún modo juntas en esa
muerte; lo que viene a probarnos que la vida oculta, sobre la cual nada puede decirse, es de una importancia esencial por
lo que respecta a la salvación. Mientras que la predicación de Jesús es sólo el anuncio de la realidad de que el Logos
eterno ha asumido la existencia humana precisamente en el ocultamiento de lo cotidiano, el hecho de la asunción mana
silenciosamente en la discreción y naturalidad de su vida oculta.»
(Karl Rahner, teólogo alemán)
«Cuando Jesús trabajaba con su padre,
todos los días hacía el mismo trabajo.
No tuvo historia, sino una sola vez.
Sin embargo, la trama y la red
de estos días iguales es lo que constituye,
lo que eternamente constituye,
la vida admirable de Jesús antes de su predicación:
su vida privada, su vida perfecta, su vida modelo,
la que ofrece como ejemplo,
como ejemplo inimitable,
a imitar por todo el mundo,
sin ninguna excepción.»
(Charles Péguy, poeta francés)
105
OCULTO
«Ni Mateo ni Lucas escriben una biografía de la infancia del Mesías. Es inútil querer establecer una cronología
relativa de sus relatos. No es en la cronología donde reside el interés de estos textos. Su género literario de
prólogo a la buena nueva es el que sugiere el sentido que hemos de darles»
(Christian Duquoc)
«Efectivamente, aunque estos textos no pertenezcan al «kerigma», están sin embargo insertos en el libro de los
evangelios y su sentido se deriva de esa inserción. Hemos de leerlos en esta perspectiva; no se dirigen a la curiosidad
como harán los apócrifos, sino que hablan a la fe. Por eso nos hacen presentir lo que sucederá luego en la palabra
explícita de Jesús. Pero en sus orígenes la profecía es discreta: solamente el ambiente familiar, los pastores, los magos,
los doctores, se benefician de este anuncio anticipado. Los episodios referidos son recuerdos releídos a través del
anuncio explícito. Eso es lo que sucede cuando se rememoran los hechos y los gestos de una persona amada: lo que para
el extraño no significa absolutamente nada, para el amigo está lleno de sentido. El recuerdo no reforma, sino que
percibe en la luz de lo que ha sucedido aquello que todavía no era perceptible en los sucesos antiguos. Tal suceso, tal
dicho, no adquieren su sentido pleno más que cuando se han desarrollado todas sus consecuencias.»
(Christian Duquoc, teólogo francés)
«A los diecisiete años sus compañeros se enamoraban.
Pero Él tenía el alma llena de un viento misterioso.
De la tierra subían olores frutales
cuando el adolescente cruzaba los caminos;
su sangre tenía jugo de relámpagos cuando llegaba la primavera
pero su corazón estaba lleno de campanas hasta rebosar.
Le habría gustado divertirse, olvidarse por unas horas.
Pero desde lo eterno habían contado sus latidos
y en realidad era tan libre como las estrellas
que tienen trazado desde siglos la curva de sus pasos.
Amar era tan inevitable para él como quemar para la llama,
pero su amor era demasiado ancho como para posarse en una flor.
Los que le conocían le estimaban, pero le temían,
y las muchachas aceleraban el paso al cruzarse con él.
Todos hubieran querido entender su mirada y lo que había tras ella,
pero les espantaba el pozo sin fondo que se abría en sus ojos.
Y, sin embargo, era un bello muchacho, y un buen trabajador,
y uno más entre muchos.
Pero debajo de la piel algo latía, algo enorme y terrible,
tal vez un cable que tiraba de Él desde la eternidad
y tensaba su espíritu como un ojo construido de espadas.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor)
106
NAZARETANO
«Gracias, gracias, Dios mío / todo mi corazón te adora, caigo de rodillas ante ti / y no me extraño más
que después de mil ochocientos años / todavía atraigas a todos los corazones generosos / tras tus pasos, oh Jesús.»
(Charles de Foucauld)
«Está abajo en Galilea, / me ha dicho el oráculo de Israel, al fondo de un verde valle, / un nido divino, un cielo pequeño.
Es Nazaret con los campos de rosas, / es Nazaret con flores mil, está llena de dulces rosas / que emocionan los ojos y
los corazones.
He visto bajo el humilde techo de caña / un Dios hecho carpintero. Al reposo del cielo, su reino, / prefiere un pobre
taller.
Mira, el esplendor se vela; / escucha, el Verbo se ha callado. Tiene frío bajo la fina manta, él, por quien el mundo está
vestido.
Ha extendido sobre los campos / ese verde tapiz y ese cielo azul,
su dedo hace fundirse las montañas; / todo hombre es la obra de ese Dios.
Pues bien, para convencer a la tierra / que en su fatal ceguera el único remedio saludable / está en un humilde
rebajamiento;
para liberar del anatema / a los que los hombres han maldecido y cubrir con su diadema / a los que cubrían con su
desprecio,
Él quiso sobre la ingrata obra / endurecer su pequeña mano y darnos como herencia / el trabajo hecho divino.
Gracias, gracias, Dios mío,/ todo mi corazón te adora, caigo de rodillas ante ti / y no me extraño más
que después de mil ochocientos años / todavía atraigas a todos los corazones generosos / tras tus pasos, oh Jesús.
Oh sublime artesano, encorvado desde la juventud
sobre el vil instrumento que te da el pan,
tus llantos han ablandado la nativa rudeza
de esas labores surgidas del crimen del Edén.»
(Charles de Foucauld, fundador de los HH. de Jesús)
107
IMÁN
«Si era rubio o moreno no sé, / pero alegre como un alfabeto de pájaros. Si era bajo o esbelto no sé, / pero tenía el
corazón más alto que una rosa. Si era hermoso su rostro no lo sé, / pero mi alma vive del agua de mirarlo.»
(J.L. Martín Descalzo)
Jesús:
Poco sabemos de tu mapa corporal.
Sólo que, cuando niño, crecías en desarrollo físico.
Sólo que, cuando mayor, te cansabas y sentías sed.
Sólo que debías parecerte a María, tu madre.
Sólo que debiste ser muy bello,
pues la tierra, con sola tu figura,
vestida la dejaste de hermosura.
A veces envidiamos a tus contemporáneos y convecinos,
que pudieron conocerte y tratarte personalmente.
Pero Pablo no necesitó verte en carne mortal
para amarte como el más fervoroso de tus discípulos.
Tampoco nosotros debemos apoyarnos en tu figura exterior
para enamorarnos profundamente de tu persona.
Lo que importa no es tanto conocer la letra de tu cuerpo
cuanto escuchar la música de tu espíritu.
Lo que interesa no es tanto retratar tu carne
cuanto radiografiar tu corazón y tu alma.
Pero Tú dijiste que nadie te conoce sino el Padre
y aquellos a quienes el Padre Te quiera revelar.
Por eso, le pedimos a El, con el autor de los Ejercicios,
«conocimiento interno» de tu ser interior.
Y con Pablo, «conocer la anchura, la altura y la profundidad
del misterio escondido durante siglos»: tu personalidad.
Auscultándote en el Evangelio te percibimos: pobre de espíritu, manso y humilde de corazón, misericordioso ante las
miserias humanas, sensible ante las lágrimas y las alegrías ajenas, sencillo y pacífico como las palomas, abierto a la
amistad y a las confidencias, altruista hasta ayudar y desvivirte por los demás, solidario hasta ser el hombre que muere
por el pueblo, servicial y generoso hasta dar la vida por todos. Ayúdanos a imitar la actitud fundamental de tu espíritu
traducida en la praxis cotidiana de pasar «haciendo bien».
(R.A.)
108
VIDA OSCURA
«Penetramos aquí en el mayor de los misterios. El que durante treinta años de una vida de hombre el Hijo de
Dios no haya emergido a la superficie de sangre y de carne: he aquí lo que anonada. Lo sorprendente para
nosotros que creemos que Jesús era el Cristo no son los milagros de la vida pública, sino la ausencia de milagro
durante la vida oculta.»
(Franjáis Mauriac)
«Que Jesús adolescente haya estado por completo en las cosas de su Padre es cosa que entrevemos cómo pudo
acontecer entre los muros de la casa de Nazaret. Por lo demás, todo se comprende en una frase de san Lucas: «Jesús
crecía en sabiduría, en cuerpo y en gracia ante Dios y ante los hombres» y la Virgen «guardaba todas estas cosas
recordándolas en su corazón». No dice nada más. Y la leyenda no se aprovecha absolutamente nada de este silencio. No
utiliza este vacío. Lucas no ha sabido nada que fuera notable durante estos treinta años. Por tanto, no ha retenido nada,
él que todo nos lo ha transmitido del misterio de la Nochebuena. Su silencio con respecto a la vida oscura de Nazaret
autentifica el evangelio de la anunciación de la Santa Noche y de todo cuanto podía saber sólo por María. Aquí hay que
recordar el escrúpulo que manifiesta Lucas en las primeras líneas de su relato: «Puesto que muchos han intentado ya
escribir la historia de los acontecimientos que han tenido lugar entre nosotros (...), he decidido yo también, tras haberme
informado cuidadosamente de todo desde los orígenes, escribir para ti el relato siguiente». Treinta años de
enterramiento en esa corta familia judía, y en ese pueblo, ¡y tres breves años para encender este fuego sobre la tierra!
«El Hijo del Hombre ha venido a prender fuego sobre la tierra, ¿y qué deseo sino que se encienda?» ¡Qué paciencia
antes de qué impaciencia! ¡Qué inmovilidad antes de la carrera apresurada que va del bautismo de Juan a la agonía, a la
flagelación, a los salivazos y a la muerte ignominiosa!
Todas estas cosas que María guardaba y repasaba en su corazón, acaso se preguntaría si no las había soñado ... Y Él,
que era ese adolescente con un corazón semejante a nuestro corazón, y ese pobre cuerpo destinado a sufrir tanto -y Él lo
sabía-, Él, que era un hombre -este hombre que el Dios nos oculta hoy-, este artesano judío, semejante a todos los
demás, más piadoso que los demás, sin duda (pero entre los esenios, como entre los fariseos, abundaban las almas
fervientes) , Él, para quien no existía el tiempo, que se hundía por toda su naturaleza divina en un presente eterno, hubo
de vivir -Él-durante treinta años cara a ese destino del que lo conocía todo. (...)
El conocimiento del fracaso antes de haber emprendido nada, de la negación antes de haber pedido nada, la aceptación
de este misterio del mal que no será vencido porque puede ser preferido, porque si no Dios no sería amor: toda la vida
oculta del Señor acaso haya consistido en este conocimiento y en este consentimiento. Y si le llamaron durante su vida
pública Jesús de Nazaret, Nazaret suena aquí no como el recuerdo de su patria chica, sino como el título de una insigne
nobleza: la del artesano extendido y clavado de antemano, en espíritu, sobre esos maderos que sus pobres manos de
obrero escuadraban.»
(François Mauriac, escritor francés)
109
ADOLESCENTE
«Acaso sólo la intuición poética pueda acercarse con mas garantías a ese abismo de humanidad-divinidad
viviendo en la persona divina de un Cristo adolescente»
(Bernardina M. Hernando)
«¡Oh Jesús, te contemplo aún niño, adolescente. Niño rubio dorándose en la luz de Palestina. Niño que pone rubia la
mañana luciente cuando buscan los campos su mirada divina.
En el misterio a veces hondamente se hundía mirando las estrellas donde su Padre estaba. Un chorro de luz tenue al
cielo se vertía, al cielo inacabable que en luz se desplegaba.
Otras veces al mundo mirabas. De la mano de tu madre, pasabas con gracia y alegría. Pasabas por los bosques con un
claror liviano, por los bosques oscuros donde tu cruz crecía.
Niño junto a su Padre. Niño junto a su muerte, creciendo al mismo tiempo que la cruda madera. Me hace llorar la
angustia, ¡oh Cristo niño!, al verte pasar por ese bosque junto a la Primavera.»
«En tu cuerpo encerrada, ya eterna y siempre pura, con la luz de ese monte y la de esa pradera, y alta luz de montaña, y
clara de llanura, destellaba en tu sangre toda la primavera.
(...)
Mirabas a los ojos de Juan adolescente. Mirabas tu profunda infancia en su alegría. Tu inocencia en sus ojos y
candorosa frente, que por ver tu mirada muchas veces erguía.
Ya todo esto en tu Padre lo habías contemplado y, sin embargo, ahora todo era diferente: los campos y los lirios, aquel
monte, aquel prado, Pedro, Juan, noche, estrellas, las tardes, el poniente ...
En tu cuerpo encerrada, cálida y suspirante, manando de la fuente viva que tu alma era, brotando inacabable, luminosa y
fragante, destellaba en tu sangre toda la primavera.»
(Carlos Bousoño, poeta)
110
CARPINTERO
«A Cristo lo reconocemos con ropa de obrero, con las manos encallecidas, con la frente sudorosa, cansado del
trabajo.»
(Guillermo Rovirosa, promotor de la HOAC)
«¿Por qué no caminar algún tiempo hacia el descubrimiento de Jesús con el convencimiento de que no se le descubre
más que comprometiéndose personalmente?: no se puede percibir su presencia desde fuera.
Jesús es carpintero, hijo de carpintero, es uno de aquellos trabajadores que han aprendido un oficio en la familia y que
saben practicarlo. El oficio de carpintero englobaba entonces el conjunto de los trabajos de la construcción: no es
probable que Jesús trabajara solo; en la construcción se trabaja en equipo; esta necesidad de trabajar en común alimentó
su experiencia de hombre. También tuvo que tratar con aquellos que como él sacaban de su oficio lo justo para vivir:
fabricantes de lámparas de aceite, tejedores, curtidores, pequeños agricultores ... Jesús creció en medio de este pueblo
de trabajadores: por su trabajo, por sus relaciones, por las cosas que va aprendiendo y descubriendo con los demás, se
va haciendo un hombre de manos expertas, que sabe calcular las dimensiones y el precio de una obra, feliz de tratar con
otros, capaz de pensar, de reflexionar y de proyectar.
Su formación no fue intelectual y conservará siempre ese modo concreto de saber abordar los problemas. Más tarde
evocará todas esas realidades cotidianas: el taller donde siempre se corre el riesgo de que una viruta se te meta en el ojo,
la torre que hay que construir haciendo bien los cálculos, los cimientos que hay que echar sólidamente, los graneros que
hay que ensanchar cuando hay buena cosecha, todas las demás cosas que ve y que comparte con las gentes de su
alrededor: el trabajo de la siembra, de la recolección, de la vendimia, el hilo de la pesca, el salario que se recibe por la
tarde en la plaza, etc.
La vida de Nazaret le ha marcado profundamente: siempre seguirá siendo un carpintero de pueblo. Allí aprendió
también la Ley de Moisés y sus prácticas concretas; descubrió las esperanzas de que era portadora; comulgó en la
espera del Mesías. Sube con todos a Jerusalén y el templo le parece magnífico (¡qué construcción!, es hombre del
oficio), pero también ¡qué tráfico de dinero alrededor del altar! (... )
A través de su familia, de su pueblo y de los problemas de su pueblo, el hombre Jesús va siendo formado por la
comunidad judía: ésta le da su manera de ser, su manera de hablar, su esperanza. Muy cerca de él, María su madre le ha
comunicado toda esta esperanza colectiva. Ella ha guiado sus primeros pasos, le ha ayudado a pronunciar sus primeras
palabras que le han abierto al intercambio con los demás; le ha cantado poemas de la Biblia que han hecho que tomara
cuerpo en Él la esperanza de un mundo nuevo, un reino de justicia y de paz.»
(Alain Patín, sacerdote francés)
111
PARTIDA
«Contempla a Cristo y María, / alma, en tantas soledades, Que ella se queda sin hijo, / y que él sin madre se
parte»
(Lope de Vega)
«Hijo, le dice la Virgen, / ¡ay si pudiera excusarse esta llorosa partida, / que las entrañas me parte!
A morir vais, Hijo mío, / por los hombres que criaste, que ofensas hechas a Dios / sólo Dios las satisface.
No se dirá por el hombre / quien tal hace que tal pague, pues que vos pagáis por él / el precio de vuestra sangre.
Dejadme, dulce Jesús, / que mil veces os abrace, porque me deis fortaleza, / que a tantos dolores baste.
Para llevaros a Egipto / hubo quien me acompañase, mas para quedar sin vos / ¿quién dejáis que me acompañe
Aunque un ángel me dejáis, / no es posible consolarme, que ausencia de un hijo Dios / no puede suplirla un ángel.
Ya siento vuestros azotes, / porque vuestra tierna carne, como es hecha de la mía, / hace que también me alcancen.
Vuestra cruz llevo en mis hombros, / y no hay pasar adelante, porque os imagino en ella, / y, aunque soy vuestra, soy
Madre.
Mirando Cristo en María / las lágrimas venerables, a la Emperatriz del cielo / responde palabras tales:
Dulcísima Madre mía, / vos y yo dolor tan grande dos veces le padecemos, / porque le tenemos antes.
Con vos quedo, aunque me voy, / que no es posible apartarse por muerte ni por ausencia / tan verdaderos amantes.
Ya siento más que mi muerte / el ver que el dolor os mate,
que sentir y padecer / se llaman penas iguales.
(...)
Para morir he nacido, / Él me mandó que bajase
de sus entrañas paternas / a las vuestras virginales.
Con humildad y obediencia / hasta la muerte ha de hallarme, la cruz me espera, Señora, / consuélenos Dios, abrazadme.
Contempla a Cristo y María, / alma, en tantas soledades, que ella se queda sin Hijo, / y que él sin Madre se parte.
Llega y dile: Virgen pura, / ¿queréis que yo os acompañe? Que si te quedas con ella, / el cielo puede envidiarte.»
(Lope de Vega, escritor y poeta español)
112
DESPEDIDA
Es notable que Jesús, la persona más influyente de la historia, cuyas palabras -que se dice llevar el viento—
desafían los siglos y las fronteras, no escribió nada, excepto una vez en el polvo ante la mujer adultera. (¿Y quizá
para despedirse de su madre, antes de la vida publica, como en esta carta?)
(R.A.)
«Querida mamá: Cuando te despiertes, yo ya me habré ido. He querido ahorrarte despedidas. Ya has sufrido bastante, y
lo que sufrirás, María. Ahora es de noche, mientras te escribo... Quiero decirte por qué me voy, por qué te dejo, por qué
no me quedo en el taller haciendo marcos para las puertas y enderezando sillas el resto de mi vida.
Durante treinta años he observado a la gente de nuestro pueblo y he intentado comprender para qué vivían, para qué se
levantaban cada mañana y con qué esperanza se dormían todas las noches. (...) El resultado es que la mayoría de los
días son grises, las soledades demasiado grandes para ser soportadas por hombres normales, la amargura habitual de
casa, las alegrías cortas y poco alegres.
A veces, madre, cuando llegaba el cartero y sonaba la trompetilla en la plaza del pueblo, cuando la gente acudía
corriendo alrededor, yo me fijaba en esas caras que esperaban ansiosamente, delirantemente, de cualquier parte y con
cualquier remite, una buena noticia. ¡Hubieran dado la mitad de sus vidas porque alguien les hubiera abierto, desde
fuera, un boquete en el cascarón! Me venían ganas de ponerme en medio y gritarles: «¡La noticia buena ya ha llegado»!
¡El Reino de Dios está dentro de vosotros! ¡Las mejores cartas os van a llegar de dentro! ¿Por qué os repetís que estáis
cojos, si resulta que Dios os ha dado dos piernas de gacela?
Yo me siento prendido por la plenitud de la vida, María. Yo me descubro encendido en un fuego que me lleva y me
hace contarles a los hombres noticias simples y hermosas que ningún periódico dice nunca. Y quisiera quemar al mundo
con esta llama; que en todos los rincones hubiera vida, pero vida en abundancia.
Ya sé que soy un carpintero sin bachillerato y que apenas he cumplido la edad de poder abrir los labios en público. No
me importaría esperar más, pensarlo más, ser más maduro, «hacer mi síntesis teológica»... Pero esta tarde me he
enterado de que han detenido a Juan, que bautizaba en el río. ¿Quién alentará ahora la chispita que aún humea en el
corazón de los pobres? ¿Quién gritará lo que Dios quiere en medio de tantos gritos que no quieren a Dios? ¿Quién
curará a los sencillos y a los cansados que tienen derecho a vivir porque son los queridos desde el principio del
universo?
Hay demasiada infelicidad, mamá, como para que yo me contente con fabricar hamacas para unos pocos... Demasiados
ciegos, demasiados pobres, demasiada gente para quien el mundo es la blasfemia de Dios. No se puede creer en un
mundo donde los hombres mueren y no son felices... a menos que se esté del lado de los que dan la vida para que todo
esto no siga sucediendo; para que el mundo sea como Dios lo pensó.
Si te he de decir la verdad, no tengo nada claro qué es lo que voy a hacer. Sé por dónde empezar. No sé dónde
terminaremos. Por lo pronto, me voy a Cafarnaúm, a la orilla del lago, donde hay más gente y lo que pase tendrá más
resonancia.
Está amaneciendo. Te escribiré. Te vendré a ver de vez en cuando. Tu Jesús.»
(José Luis Cortés, dibujante y escritor)
SEGUNDO MOVIMIENTO: ANDANTE CON MOTO
"PASÓ HACIENDO EL BIEN"
"Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu" (Lc 4:14)
"Quien se cruza con Jesús en su vida ya no puede olvidarlo jamás" (Endo Shusaku)
1. EVANGELIO
2. AMOR-AMISTAD-SOLIDARIDAD
3. JESULOGÍA, CRISTOLOGÍA
115
PURIFICADO
«Manifiesto mi emoción ante la idea de que Jesús practicara un rito de confesión de los pecados, a pesar de ser
santo»
(A. Feuillet)
«Esta sumisión de Jesús a un rito penitencial no es sólo algo conmovedor: tiene un sentido. El superar la ambigüedad
del punto de partida no obliga a suprimir toda significación positiva a la confesión de los pecados en el caso de Jesús.
Jesús es declarado Mesías. La declaración precisa discretamente de qué género de mesianismo se trata: remite a uno de
los cánticos del Siervo, en Isaías. El Siervo es aquel que lleva los pecados de su pueblo. El primer acto de Jesús consiste
en someterse a la confesión de los pecados. Es verdad que no se trata de una confesión individual. San Juan, en su
evangelio, nos refiere unas palabras de Cristo: «¿Quién de vosotros puede probar que soy pecador?» (8, 46). Estas
palabras nos dan a entender que Jesús tenía conciencia de su comunión con Dios, su Padre.
Pero el mesianismo de Jesús no es una cualidad exterior. El Siervo no está separado de los hombres. Toma sobre sí sus
pecados. Entrando en el dinamismo de nuestra historia, se hace solidario de nuestra humanidad. Esta verdadera
inserción será su muerte. Está ya como sugerida en la confesión de los pecados, ya que la muerte y el pecado tienen una
vinculación intrínseca. Jesús confiesa los pecados, pero Jesús no es pecador. No los confiesa para sí, sino para
nosotros.» (Christian Duquoc, teólogo)
«El Jordán estaba lleno de niños que lloraban riendo, cuando Él entró en el agua como un novio que inaugura
una fiesta. Entonces fue cuando la catedral de su carne / purificó el río purificador y cuando los pájaros descubrieron su
vocación / de profetas de la alegría.
Arriba tronaba el Padre y llameaba el Espíritu, pero abajo la ternura era pobre como un Dios en mantillas. Y entonces lo
sintió: sí, casi envidia / de cuantos llegarían a las pilas con los labios rosados aún húmedos de leche.
Ah, ser bautizados es algo que debe hacerse en brazos, oliendo aún a manos de Dios, envueltos
en blancos ropones que de algún modo / prolongan el calor de los úteros. ¿Cómo, si no, entrar en el juego del Niño del
Jordán? Porque sí, era un niño, / un niño desmesurado vestido de treinta años; pero en realidad llevaba su alma infantil
en brazos como una madre que se acerca al baptisterio.
En verdad que la redención no puede ser una historia de adultos; están tan llenos de planes,
tan invertidos en ganar dinero y cosas así de importantes que con seguridad habrían dejado la redención para cuando
tuvieran tiempo en vacaciones. / Sólo un niño ama gratis.
Un niño, o un loco, o un Dios, / que son las tres únicas formas de ser niño, la tres únicas formas de estar loco, / los tres
únicos modos de ser Dios.»
(J. L. Martín Descalzo, poeta)
116
BAUTIZADO
«¿Cómo es posible que no sea Dios aquel gracias al cual tú llegas a ser Dios?»
(Gregorio Nacianceno)
«Sale Jesús del agua. Consigo lleva levantado el mundo, y ve cómo se abren los cielos, que Adán se había cerrado a sí
mismo y a cuantos de él descendieran, como había cerrado también el paraíso con flameante espada. El Espíritu da
testimonio de la naturaleza divina de Jesús; acude a encontrarse con su igual. Y otro tanto la voz del cielo, pues de allí
procedía Aquel de quien se da testimonio. El Espíritu se manifiesta corporalmente en forma de paloma, honrando así al
cuerpo, honrado ya antes por Dios mediante la deificación. Por otra parte, ya desde antiguo la paloma estaba
acostumbrada a anunciar el final del diluvio (...)
Bautizó Moisés, pero en el agua. Y antes aún en la nube y en el mar. Como nota san Pablo, esto era una figura; el mar
era figura del agua del bautismo; la nube, del Espíritu... También Juan bautizó. Mas ya no lo hizo a la manera de los
judíos, puesto que no bautizaba sólo con agua, sino además en función del arrepentimiento. No obstante, no era todavía
enteramente espiritual, pues no bautizaba en nombre del Espíritu Santo. Por último bautiza Jesús y lo hace en el nombre
del Espíritu. Éste es el bautismo perfecto. Detengámonos un poco en este punto: ¿cómo es posible que no sea Dios
aquel gracias al cual llegas tú a ser Dios?»
(San Gregorio Nacianceno, padre de la Iglesia)
«Y cuando el tiempo de tan gran munificencia y libertad produjo para todos al Unigénito encarnado en el mundo como
hombre nacido de mujer, Dios Padre otorgó a su vez el Espíritu, y Cristo, como primicia de la naturaleza renovada, fue
el primero que lo recibió. Esto fue lo que atestiguó Juan Bautista cuando dijo: He contemplado al Espíritu que bajaba
del cielo y se posó sobre él (Jn 1, 32). Decimos que Cristo, por su parte, recibió el Espíritu en cuanto se había hecho
hombre, y en cuanto convenía que el hombre lo recibiera; y aunque es Hijo de Dios Padre, engendrado de su misma
sustancia, incluso antes de la encarnación -más aún, antes de todos los siglos-, no se da por ofendido de que el Padre le
diga, después que se hizo hombre: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy.
Dice haber engendrado hoy a quien era Dios, engendrado de él mismo antes de los siglos, a fin de recibirnos por su
medio como hijos adoptivos; pues en Cristo, en cuanto hombre, se encuentra significada toda la naturaleza; y así
también el Padre, que posee su propio Espíritu, se dice que lo otorga a su Hijo, para que nosotros nos beneficiemos del
Espíritu en él (...)
De manera que el Hijo Unigénito recibió el Espíritu Santo no para sí mismo —pues es suyo, habita en él y por su medio
se comunica-, sino para instaurar y restituir a su integridad a la naturaleza entera, ya que, al haberse hecho hombre, la
poseía en su totalidad. Puede, por tanto, entenderse -si es que queremos usar nuestra razón, así como los testimonios de
la Escritura- que Cristo no recibió el Espíritu Santo para sí, sino más bien para nosotros en sí mismo; pues por su medio
nos vienen todos los bienes.»
(San Cirilo de Alejandría, padre de la Iglesia)
117
PROBADO
«Más que de hechos aislados, fue la tentación en Jesús ese antagonismo que tuvo que superar por mantenerse fiel
en su dilatada aceptación del compromiso, y esto sí le supuso dolor; suponía esperanza en medio de la oscuridad
y revelaba que la fidelidad y el amor están por encima de cualquier reto o desafío»
(A. Enjuto)
«El hecho de que Jesús, siendo el Mesías, podía ser tentado no constituía objeto alguno de discusión; al contrario,
cualquiera medianamente entendido en las Escrituras sabía que ésta era una idea muy bíblica y de aquí el interés de las
primeras comunidades cristianas por transmitir lo que ellos consideraban, en cierto modo, natural y hasta lógico. La
narración por ello, no se limita a transcribir unos episodios mejor o peor elaborados; lo principal es la enseñanza que se
pretende para aquella comunidad amenazada con pruebas de todo tipo. Debían mantenerse fieles al mensaje y a la tarea
que se les había encomendado. (...) Sin embargo, esto no quita para que nosotros nos preguntemos el porqué de las
pruebas de Jesús. ¿Acaso no vivía él dentro de la más acorde identificación con la voluntad del Padre? ¿Tenía el Hijo
alguna posibilidad de ir en contra del proyecto asumido? ¿Qué alcance real puede darse a sus tentaciones?
Al margen del misterio del Dios encarnado, evidentemente la solución nos sobrepasa, pues nunca la hallaríamos de no
tener presente en Jesús su condición de hombre. En efecto, asumir nuestra naturaleza no es tomar algo ficticio o
abstracto, sino que es comprometerse con una realidad marcada ya por la historia de las transgresiones humanas. En
este sentido, además de lo que puede haber de inquietud por las cosas elevadas y de sentido trascendente en aquello que
se asume, también se actualiza lo que marca nuestra limitación y de apego a lo material y de aquí abajo. Todo esto es lo
que hace suyo el Hijo en el fiel compromiso que trae del Padre: «Dios envió a su propio Hijo en una condición
pecadora como la nuestra».
Las pruebas, como es lógico, acaecerán directamente en lo humano de Cristo, aunque por ser humanidad de Dios
incidirán también indirectamente en la divinidad del Hijo. Al tomar nuestra condición y hacerse uno con lo nuestro, era
normal también que las limitaciones que a nosotros nos demarcan y ponen límite le restringiesen a él. Por tanto, si
nuestra condición se concretiza en no ver suficientemente claro, en tener que esperar, en seguir en medio de no pocas
sombras, como son las que cubren nuestro camino, deduciremos que Jesús experimentó, en toda su profundidad, las
barreras y acotaciones humanas. Es evidente que su opción personal nunca podía desviarse del compromiso contraído;
pensar lo contrario sería una contradicción y un desafío a su misterio profetice. Las tentaciones en él no pueden
interpretarse como reales solicitudes al mal; sería un grave error si así lo entendiésemos. Jesús no podía ir en contra de
lo que él era por naturaleza.
Pero, en su fidelidad hacia el Padre, sí podía Jesús padecer la espera, la búsqueda y el modo de concretizar
históricamente la voluntad de Dios. Aquí sí tuvo sus pruebas y tentaciones.»
(Antonio Enjuto, en Jesús de Nazaret, hombre y misterio)
118
VENCEDOR
«Si el Señor permitió que le visitase el tentador, lo hizo para que nosotros tuviésemos, además de la fuerza de su
ayuda, la enseñanza de su ejemplo»
(León Magno, papa)
«Entonces Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo» (Le 4, 1). Es conveniente
recordar cómo el primer Adán fue expulsado del paraíso al desierto, para que advirtieras cómo el segundo Adán viene
del desierto al paraíso. Ves también cómo sus daños se reparan siguiendo sus encadenamientos y cómo los beneficios
divinos se renuevan tomando sus propias trazas. Una tierra virgen ha dado a Adán, Cristo ha nacido de la Virgen; aquél
fue hecho a imagen de Dios; éste es la Imagen de Dios (...) Adán está en el desierto, en el desierto Cristo; pues él sabía
dónde podía encontrar al condenado para disipar su error y conducirlo al paraíso; mas como aquél no podía volver allá
cubierto con los despojos de este mundo, como no podía ser habitante del cielo sin ser despojado de toda mancha, lo
despojó del hombre viejo y lo revistió del hombre nuevo.»
(San Ambrosio, padre de la Iglesia)
«¿Por qué Satanás no lo tentó antes de los treinta años? Porque el cielo no había dado un signo cierto de su divinidad;
apareció modesto como los demás y su pueblo no le prestó atención. Satanás se abstuvo de tentarlo hasta el tiempo de
su bautismo. Mas, cuando escuchó: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, quedó sumamente
estupefacto. No obstante, esperó al bautismo para ver si, una vez bautizado con el bautismo ordinario, era como otro
cualquiera que tuviese necesidad de él.» .
(San Efrén, padre de la Iglesia)
«Cuanto más celosos seamos de nuestra salvación tanto más violentamente nos atacarán nuestros adversarios. Mas el
que habita en medio de nosotros es más fuerte que quien lucha contra nosotros. Nuestra fortaleza viene de él, en cuyo
poder tenemos puesta nuestra confianza. Pues, si el Señor permitió que le visitase el tentador, lo hizo para que
tuviésemos nosotros, además de la fuerza de su socorro, la enseñanza de su ejemplo.
Acabáis de oírlo: venció a su adversario con las palabras de la Ley, no con el vigor de su brazo. Sin duda, reportó su
humanidad mayor gloria y fue mayor el castigo de su adversario al triunfar del enemigo de los hombres, no como Dios,
sino como un mortal. Ha combatido para enseñarnos a combatir en pos de él. Ha vencido para que nosotros seamos
también vencedores de la misma manera. Pues no hay actos de virtud sin la experiencia de las tentaciones, ni fe sin
prueba, ni combate sin enemigo, ni victoria sin batalla.
La vida pasa por medio de emboscadas, en medio de sobresaltos. Si no queremos vernos sorprendidos, hay que vigilar.
Si pretendemos vencer, hemos de luchar.»
(San León Magno, padre de la Iglesia)
119
SILENCIOSO
«Tras su elección, Cristo va al desierto a encontrarse a solas con la pluralidad de sus «egos» a discernir y decidir.
Constreñido por su misión, Cristo ha ido al desierto a digerir su vocación en esa encrucijada esencial.»
(Alfonso Álvarez Bolado)
«¿A solas? No. Si el desierto es soledad, es «soledad sonora» como escribía Juan de la Cruz. No sólo porque todos los
ruidos se producen en su elementariedad y en su intensidad verdaderas, sin mezcla ni confusión. Sino porque, en esa
encrucijada para el discernimiento y la decisión que es el desierto, el Cristo se encuentra a solas con el Invisible, a solas
con el que es el origen del «uno mismo» y de su misión, a solas con el que es el origen de la naturaleza y sus proteicas
transformaciones, a solas con el que es clave de la historia de fidelidad e infidelidad del propio pueblo; a solas con
aquel Invisible a quien Jesús llamará siempre «el Padre».
La cuarentena de ayunos de Cristo no tiene nada de supermarca ascética. Es la corporalidad de Jesús haciéndose
instrumento, facilidad y transparencia del encuentro y el diálogo con el Invisible, del que el Cristo va a convertirse en
parábola. El gran silencio de Cristo es sólo el velo de su duradera escucha del Invisible al que nos enseñará también a
nosotros a llamar «Padre». El velo de su diálogo entrañable, ininterrumpido, que define identidad y misión de Jesús.
Desde él hay que leer las reiterativas afirmaciones de Jesús sobre su decir o hacer que insisten en el carácter
radicalmente dialógico de ambos.
De lo que dice: «El que me ha enviado es veraz, y lo que he oído a El es lo que hablo al mundo» (Jn 8, 26) (... ).
De lo que hace: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34). (... )
El desierto representa la ecología del silencio, donde es posible la incorporación del discernimiento y la decisión, como
palabra y compromiso en la vida. Precisamente como tal el desierto es también el lugar más peligroso. Porque no es
sólo el lugar donde el Invisible puede hacerse familiar. También en el desierto, el espíritu de la mentira coloca al
espíritu del hombre en el centro de un horizonte donde los más finos y fuertes espejismos del deseo y la voluntad de
poder se materializan. Se hacen evidencias que ostentan su factibilidad, su posibilidad seductora. Es la hora crítica en
que el Cristo -«el hombre-para-los-otros», como nos gusta traducir hoy a los teólogos- destierra su narcisismo y se ríe
de la fantasía de omnipotencia. Reconoce que él no es ningún género de superman. Reconoce que tampoco el mundo
-con toda su complejidad y contingencia-es pura plastilina que configura a su arbitrio el héroe. Reconoce que la misión
religiosa (como cualquier otra misión) no es escaparate de la personalidad. Reconoce que no hay una «clave mágica»
para la transformación del mundo. Y que si la hubiera, no hay que aceptar que la sumisión a ella y nuestra complicidad
con ella nos abra las puertas del triunfo. No se tiene la dignidad de Cristo-de-Dios y hombre-para-los-demás sin partici-
par la pobreza y vulnerabilidad de esos otros. De lo contrario, no se transforma el mundo real.»
(Alfonso Álvarez Bolado, teólogo)
120
PROBADO
«En el episodio de las pruebas después del bautismo, Mateo quiere mostrar que Jesús vivió de acuerdo con la ley
de Dios y no como un héroe que prescinde de la ley. En contra de lo que creen muchos intérpretes, las pruebas no
son tentaciones «mesiánicas» (para que realice otro tipo de mesianismo)»
(Birger Gerhardson)
«a) No se trata de una tentación, sino de un examen, de un poner a prueba, como indica el verbo griego empleado aquí;
b) lo que es examinado no es el mesianismo de Jesús (se da por supuesto), sino su filiación divina, que acaba de ser
proclamada en el bautismo; c) se examina sólo la relación de Jesús con Dios, no su relación con los hombres; d) en
ninguna respuesta cita Jesús una profecía que indique cómo debe ser el Mesías, sino que se trata de un texto de la Ley,
de un mandamiento dirigido en general a todos los miembros del pueblo de Dios (Israel recibe en el Pentateuco el título
de hijo de Dios): Jesús cita mandamientos generales sobre la justicia según la Ley; e) a diferencia del resto del
evangelio, Jesús responde aquí sólo con citas; y f) cita de memoria, es decir, ha hecho de la Ley carne propia, la ha
comprendido y la cumple como el verdadero israelita del que habla el capítulo de las parábolas.
Lo que acabamos de ver viene confirmado por el hecho de que, en el episodio de las pruebas, los tres mandamientos
citados por Jesús penden del mandamiento del amor a Dios y al prójimo del que penden todos los mandamientos (según
Mt 22, 37-40). Pues si examinamos cómo interpretan los rabinos Deuteronomio 6, 4s, vemos que cada una de las tres
pruebas desarrolla uno de los aspectos con que se especifica el amor a Dios, de modo que Jesús aparezca cumpliendo
fielmente este mandamiento. En efecto, a) el amarle con todo el corazón significa que no debemos permitir que los
impulsos animales dominen nuestro corazón. En la primera prueba, Satanás intenta que Jesús ceda al hambre,
interrumpa su ayuno y, dudando de Dios, emplee su poder para procurarse alimento, pero la respuesta de Jesús muestra
que él coloca la voluntad de Dios por encima de sus apetitos corporales; b) el amarle con toda tu alma significa que no
hay que oponerse nunca a la voluntad de Dios, ni siquiera para salvar la propia vida; éste es el problema que plantea la
segunda prueba, pues Satanás quiere que Jesús ponga en peligro su vida para obligar a Dios a que le salve, pero Jesús
está dispuesto a perder si Dios se lo pide, como muestra su segunda respuesta, ya que rechaza el tentar a Dios; c) el
amarle con toda tu fuerza permite, en la exégesis rabínica, interpretar fuerza como riqueza y poder, pues la palabra
mead lo significa también, por lo que el mandamiento significa que nuestro poder y propiedades no nos deben volver
insolentes frente a Dios: ésta es la tercera prueba que Jesús supera diciendo «al Señor tu Dios adorarás, sólo a Él darás
culto».
La perícopa de la crucifixión (Mt 27, 33-50) confirma esta interpretación. Mateo la ha retocado de manera que
aparezcan los tres momentos de la prueba: 1) Jesús no recibe ni comida ni bebida, sino sólo un poco de vinagre para
calmar su sed abrasadora; 2) Jesús es entregado sin piedad a la muerte violenta sin que Dios venga en su ayuda; 3) Jesús
es clavado en una cruz: ni siquiera tiene poder sobre su cuerpo y es despojado de todo poder y propiedad. Pero Jesús
supera la prueba (...) en una perfecta entrega amorosa a Dios. Así produce fruto abundante.»
(Birger Gerhardson, biblista)
121
SOLITARIO
«Estos dos acontecimientos, la vida con Juan Bautista (y quizás también con el movimiento qumránico-esenio) y
la estancia sin casa en el desierto, tuvieron que durar varios años para que Jesús pudiera presentarse en plena
madurez»
(Milán Machovec)
«De un significado no menor es la noticia de que Jesús, después del episodio del bautismo, sintió la necesidad de la
soledad, por la que «el Espíritu lo empujó al desierto» (Me 1, 12). También aquí se trata de compendiar una estancia
ciertamente prolongada, quizás de varios años. Para las personalidades destinadas a sobresalir, la necesidad de la
soledad -para mayor claridad interior, para adquirir mayor conciencia de su propia misión, así como también para
concentrar sus energías espirituales- no resulta menos esencial que la separación de la figura del maestro.
Durante este periodo, cierta forma de ascesis, de disciplina psicofísica y de concentración interior llevaron a Jesús a un
extraordinario dominio de su sistema nervioso y consiguientemente de sus energías morales, de su fascinación personal,
de su capacidad para arrastrar a los hombres con una palabra, con un gesto, con una mirada: dotes rarísimas y sin las
cuales cualquier «doctrina» se queda en mera palabra vacía.
Pero estas facultades no podían derivarse sólo de la ascesis, y nosotros las encontramos en Jesús en un nivel por encima
de toda comparación. Sin este «tiempo perdido», como a primera vista lo consideramos casi todos los hombres de
nuestro tiempo, no habría podido Jesús más tarde hacer historia. Sobre todo en el siglo XX, rico en medios destinados a
facilitar la comunicación entre los hombres, se ha caído en el error de creer que la historia se hace solamente con lo que
se dice. Pero en realidad el que dice alguna cosa tiene mayor importancia sobre todo cuando se manifiesta la armonía
entre las cosas que dice y la madurez de la persona que las dice.
¿Y aquellas «tentaciones del demonio» con las que parece que tuvo fin la estancia de Jesús en el desierto (Mt 4, 11? La
forma de la narración es típicamente legendaria; análogas «tentaciones del justo» por parte del demonio son ya
conocidas en el antiguo testamento (Job) , así como en otras religiones no judías (Buda, Zarathustra, etc.) Evi-
dentemente, el número de cuarenta días ha sido sacado de la presunta estancia de Moisés en el desierto (Ex 34, 28).
A pesar de todo esto, tampoco aquí parece que se trate de una mera leyenda, sino de la versión -posterior y sintética—
de un proceso real. Durante el mismo, Jesús tuvo que ir viendo claro en el problema de su propia misión, superando los
obstáculos interiores, esto es, los posibles falsos caminos, las «tentaciones diabólicas». La triple «tentación» estaba
destinada a suscitar el reconocimiento de que la única realidad importante no consiste ni en las cosas, ni en el poder, ni
en la acción, sino en la propia persona.»
(Milán Machovec, marxista checo)
122
ADMIRABLE
«Jesús no habla: dice; / no escribe: hace; / no razona: provoca; / no esclaviza: libera; / no ofrece: da; / no se
enamora: ama»
(Vicente J. Foix, escritor)
«Todo lo tenemos en Cristo.
Cristo lo es todo para nosotros.
Si quieres curar tus heridas, él es el médico.
Si ardes de fiebre, él es la fuente.
Si estás oprimido por la iniquidad, él es la justicia.
Si necesitas ayuda, él es el vigor.
Si temes a la muerte, él es la vida.
Si deseas el cielo, él es el camino.
Si buscas refugio en las tinieblas, él es la luz.
Si tienes hambre, él es alimento.»
(San Ambrosio de Milán)
«Tú que lloras, ven a este Dios que llora. Tú que sufres, ven a este Dios que sana. Tú que tiemblas, ven a este Dios que
sonríe. Tú que pasas, ven a este Dios que permanece.»
(Víctor Hugo, escritor)
«Es Cristo nuestro desierto,
el libertador que nos abrió el camino por medio de las aguas.
Es Cristo nuestra cabeza,
quien nos incorporó a la Iglesia en marcha hacia la patria.
Es Cristo nuestra luz en la noche sin luna ni estrellas.
Es Cristo el agua viva que refresca nuestra boca seca.
Es Cristo el pan de vida que renueva nuestras fuerzas cansadas.
Es Cristo la palabra que aligera el camino.
Es Cristo nuestra tienda abierta a cada hora.
Es Cristo nuestra roca y fortaleza.
Es Cristo nuestro escudo y espada.
Es Cristo quien cada día pone en nuestra mano el bordón de la fe.
Es Cristo quien calza nuestros pies en la senda estrecha del amor.
Es Cristo quien ciñe nuestros riñones con la fuerza de la esperanza
Es Cristo quien guarda nuestro bordón y sandalias en la noche. Es Cristo nuestro pan y vino en la comunión con la
nueva Pascua.»
(Emilio L. Mazariegos, escritor)
123
IDEAL
«Si la tierra ha sido hallada digna de llevar al hombre Cristo Jesús, si ha vivido realmente un hombre como
Jesús, entonces vale la pena que también nosotros, los demás hombres, vivamos. Si Jesús no hubiera vivido,
entonces nuestra vida no tendría sentido, a pesar de todos los hombres que conocemos, veneramos o amamos»
(Dietrich Bonhöffer)
«Lo que Dios principalmente hace en Jesús es mostrar a la humanidad el modo como la vida humana puede tener
sentido. Demuestra en la persona y los hechos de Jesús la respuesta que puede aceptar. Desmitificado, esto quiere decir
que declara a todo hombre el método por el cual todo hombre pueda ya obtener un sentido. La afirmación mitológica de
esto es que este o aquel hombre está «salvado» ya y estará «salvado» en el futuro. Pero ésta es solamente su afirmación
mitológica. Lo que está ahí mitificado es que cualquier hombre puede ser ya aceptado si está «con Jesús», «en Cristo»,
es decir, participando en la vida de sufrimiento, sacrificio de sí mismo, y servicio, que está representada históricamente
en la historia de Jesús y a la que Dios dio su imprimátur definitivo en la resurrección.»
(John J. Vincent, teólogo)
«La vida de Cristo está hecha de decisiones a propósito no de tal o cual esfuerzo del orden social o de la vida personal,
sino sobre el problema único de los fines. Jesús no es un revolucionario que desea transformar las estructuras, como los
zelotes de su tiempo. No es tampoco un predicador de penitencia, como Juan Bautista, que actuaría sólo sobre las
conciencias. Es el hombre plenamente hombre, que en cada acción nos enseña a vislumbrar los fines lejanos. Y no se
puede conocer nada de Dios, si no es a través de este hombre que interpela y llama.»
(Roger Garaudy, filósofo)
«La catequesis ha de orientarse al descubrimiento de la significación de la vida de Jesús, en cuanto principio liberador
del hombre y de la comunidad que vive ese descubrimiento. Es decir, del enfrentamiento con el mismo Jesús, con el
hombre de Nazaret que vivió su vida en una originalidad de libertad insospechada, la catequesis debe descubrir una
gama de significados que abran nuevas posibilidades existenciales al hombre de nuestros días. Sólo así no existirá el
peligro de proyectar sobre la figura de Jesús nuestros propios problemas, deseos y concepciones. Hay que dejar hablar a
Jesús ante valores fundamentales de la existencia humana: prójimo, amor, justicia, Dios, libertad, etc., a fin de que lo
que todo esto ha significado en el proyecto de su vida resuene en las bóvedas de las carencias del hombre y las llene con
sus significados. Entonces es cuando podrá surgir aquella pregunta acerca de Jesús que constituye ya el comienzo de su
confesión: pero... ¿quién es éste?
Así, pues, creer en Jesús, aceptarle y seguirle no consiste en conocer todo acerca de él, ni en imitarle, sino en captar
intuitivamente sus más profundas actitudes y convertir los significados descubiertos en motivo de realización personal.»
(José Ramón Guerrero, escritor)
124
AMADOR
«Allí donde el amor hace a Jesús total entrega de sí mismo,
allí donde se diluye el egoísmo de un eros de autoplenificación narcisista,
surgiendo el ágape de la ofrenda total hacia los hombres,
se realiza el gran milagro»
(Xavier Pikaza)
«Para mí hay algo increíble en la idea de que un joven campesino galileo se imagine capaz de llevar sobre sus hombros
el peso del mundo entero; de todo lo hecho y padecido y lo que aún estaba por hacerse y padecerse: los pecados de
Nerón, de César Borgia, de Alejandro VI, y de quien fue emperador de Roma y sacerdote del sol; los sufrimientos de
aquellos cuyos nombres son legión y moran entre sepulcros: las nacionalidades oprimidas, los niños que trabajan en las
fábricas, los ladrones, los prisioneros, los proscritos; aquellos a quienes enmudece la opresión y cuyo silencio
únicamente Dios puede escuchar. No sólo se imaginó todo esto, sino que lo puso en práctica, de manera que ahora quien
entre en contacto con su personalidad hallará de algún modo que Cristo borra la fealdad de su pecado y le revela cuánta
belleza hay en el sufrimiento.»
(Osear Wilde, escritor inglés)
«Solidaridad supone que Jesús entrega todo lo que tiene: amor y palabra, poder y esperanza, búsqueda y gracia. Desde
ese mismo instante su persona se convierte en transparencia de Dios para los hombres, su vida en lugar donde se
expresa el Espíritu divino. Al superar el egoísmo, Jesús se ha convertido en pura gracia de acogida y de exigencia
creadora: recibe y transfigura a los que están atribulados, cura a los enfermos, ofrece su acogida a los leprosos,
marginados, pecadores. Desde esta autodonación radical de Jesús la vida estalla y todo empieza a convertirse en
diferente: reciben amor, perdón y gracia de Dios los pobres, camino de salud los enfermos. Parece que no hay nada, un
simple hombre que va por los caminos, ofreciendo su pequeña ilusión y su palabra. Y sin embargo, si miramos con
mayor profundidad, descubriremos que todo es diferente. Allí donde el amor hace a Jesús total entrega de sí mismo, allí
donde se diluye el egoísmo de un eros de autoplenifícación narcisista, surgiendo el ágape de la ofrenda total hacia los
hombres, se realiza el gran milagro: se invierte el proceso de auto justificación de los hombres y la vida empieza a
concebirse como don de gratuidad que se regala y se comparte. Sólo aquí, en el olvido de sí y el don de la existencia
hacia los otros, se desvela Dios de forma plena y brota el misterio de la solidaridad.
El hombre solidario no pretende perderse por los otros de manera masoquista; quiere comunicar y compartir gozosa,
abiertamente la existencia. Como dice Juan 11, 51-52, Jesús ha entregado su vida «para reunir a los hijos de Dios»,
suscitando entre los hombres la familia nueva de los santos. Frente a la barrera de la ley israelita que separa a justos de
perversos, frente a la imposición de un mundo viejo que ha escindido a ricos y pobres, grandes y pequeños, enfermos y
sanos, Jesús va suscitando en torno a su persona un germen nuevo de vida compartida; por eso se le encuentra rodeado
de personas de todas las edades, condiciones y sentidos; con ellos ha formado una familia, ha compartido la comida, ha
buscado la irrupción del nuevo reino de Dios entre los hombres.»
(Xavier Pikaza, teólogo mercedario)
125
«OJOS GRANDES»
«Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva... (Apc 21, 1). Estas palabras me recuerdan, sin querer, esas
pinturas románicas de Jesucristo con los ojos grandes que parece ver a la vez los cielos y la tierra.»
(Rafael Llopis)
«Juan en el Apocalipsis anuncia cómo serán esos cielos nuevos y esa tierra nueva, hablándonos de ese paraíso perdido,
siempre buscado y jamás encontrado, en el que deseamos vivir. En él, la ausencia de lágrimas, de muerte, de luto, de
dolor, será completada con la alegría de amar y ser amados para siempre. (...)
La mirada del Cristo de los ojos grandes en el evangelio de Juan mira hacia la tierra, presiente la sombra de la traición
del amigo, y ve que no debe ser, que nos toca ser fieles en el amor.
Y como testamento rubricado con su sangre y con su Vida, nos ofrece el mandamiento nuevo: Que os améis unos a
otros como yo os he amado. Será la señal, y no otra, por la que conocerán que somos discípulos del Cristo de los ojos
grandes y del amor fiel.
Entonces -perdonad si creéis que vuela demasiado mi fantasía—, el Cristo entorna sus grandes ojos, soñando con una
tierra nueva y unos cielos nuevos, sin cruces, sólo con luces. Y en ese sueño, en su propio corazón, estamos encerrados
todos, como cuando el padre mira la cuna del niño y sueña para él un futuro mejor que su pasado. Jesús da un
mandamiento nuevo, no una ley nueva, porque la ley, como dice san Pablo, lleva a la condena, lleva a la muerte. Jesús
sabe que va a ser víctima de la ley. Va a caer sobre él todo su peso, el de las envidias, de la traición, del más fuerte... y
no quiere que nosotros seamos víctimas ni verdugos en nombre de la ley.
Sólo el amor salva, el amor de unos a otros, el amor en las alegrías y en las penas, el amor de Dios, el amor escondido
como un tesoro en el corazón más humilde de esos niños que -piensa el Cristo de los ojos grandes- somos todos los
hombres y mujeres del mundo.
La ley muchas veces hace daño, pone límites, barreras, enfría el amor del corazón. Yo he venido a traer fuego a la
tierra -piensa el Cristo de los ojos grandes- y ¿qué he de querer sino que arda?
(...)
El amor incondicional destruye las barreras en que encerramos nuestros egoísmos y nos abre los ojos a la verdad, a la
luz, al mismo Amor. Entonces vemos a Dios y al hermano en el corazón de Dios. Si no despierta en nosotros el amor,
duerme todo nuestro ser en un sueño sin sueños, vacío, sin nada.
Pero esto no es un sueño, es lo que pienso que ve el Cristo de los ojos grandes, el de las pinturas románicas, cuando está
despierto soñando a la vez en el futuro y en el presente de todo hombre.
Con los ojos y el corazón bien abiertos, podemos parecemos a ese Cristo de los ojos grandes, ese Cristo que nos invita y
nos requiere a empezar a construir ya, aquí, hoy, esos cielos nuevos y esa tierra nueva, desde la humildad de un amor
silencioso.»
(Rafael Llopis, escritor)
126
COMUNITARISTA
«Jesucristo fue el primer comunista»
(Fidel Castro)
Para aclarar la ambigüedad de esta afirmación, nada mejor que leer en el libro La seducción de Dios la siguiente
confesión de Dioni, el comunista:
(R.A.)
«Comprendí en seguida que en el Padrenuestro se sintetizaba la doctrina de Jesús. Y ésa no era, como se había
pretendido enseñarnos en el marxismo ortodoxo, precisamente una alienación...
A esta luz del núcleo del mensaje de Jesús entendí mejor las parábolas, que explican con detalle las características del
Reino, y los milagros, que no importa tanto que sean hechos maravillosos que se producen de acuerdo o en contra de las
leyes de la naturaleza como signos o señales de la abundancia del Reino. Si Jesús cura a un ciego o multiplica los panes,
no pretende hacer un «numerito de magia», sino indicar que el Reino te saca de las tinieblas y es un banquete donde hay
para todos, donde se comparte y se vive la fraternidad. Quizás por eso a Jesús le gustaba comer con la gente, incluidos
los más despreciados, para mostrar la abundancia y el amor incondicionado de Dios...
No era de extrañar que los judíos contemporáneos de Jesús se escandalizaran. Jesús no sólo iba por libre, sino que
hablaba de un reino que les sonaba como el final de la estructura política y religiosa de Israel: la ley y el templo...
Cuando Jesús irrumpe con un látigo en el templo, en su último acto público antes de morir, no lo hace porque allí se
estén vendiendo objetos para el culto, sino porque no estaba de acuerdo con el sistema cultual de los judíos. Cuando
dice «mi casa es casa de oración y no cueva de bandidos» está afirmando que el verdadero culto a Dios exige que no
haya distinción entre judíos y extranjeros, entre hombres y mujeres, entre sanos y enfermos, es decir, entre gente que se
supone que tiene la bendición de Yahvé y gente que no la tiene. Los bandidos no son los que venden palomas y cambian
dinero para el culto en el pórtico del templo, sino los que van a orar como una forma de tranquilizarse después de haber
robado, adulterado y oprimido al pobre antes de entrar allí.
Esta gratuidad del amor a Dios es considerada como una blasfemia. Caifás no puede tragarse que mi prójimo es
cualquier samaritano, que Dios ama a todos los hombres, que está a favor de los más pobres, aunque no cumplan la ley,
y que el que quiera entrar en el Reino tiene que empezar por convertirse, es decir, empezar a actuar como ese Padre que
ama incondicionalmente a todos.
Por eso se cargan a Jesús. Y al comprenderlo llegué a la conclusión de que el cristianismo es una religión también de
este mundo, porque asume toda la creación y parte de una visión solidaria, sin distinción de razas o clases sociales. En
este sentido, desde luego que Jesús era comunista. Todo lo contrario a un comunista que predica el odio y la lucha de
clases, pero igual que un comunista que parte de la idea de que ante Dios todos somos iguales y, por tanto, el ideal
humano es conseguir aquí esa igualdad de trato.»
(Pedro Miguel Lamet, escritor)
127
BIENHECHOR
«Se hablaba por entonces en los pueblos de alguien extraordinario, de un hombre maravilloso, a quien miraban
continuamente los ángeles con sus millones de ojos»
(Víctor Hugo)
«Este hombre, al que rodeaba un rumor creciente,
parecía un dios que hubiese hecho una bajada a la tierra;
se hubiera dicho que era un pastor recogiendo su rebaño.
También los publícanos, sentados tras su mostrador de impuestos,
se levantaban si él pasaba, y dejaban todo para seguirle,
mientras que la turba se movía a su alrededor
y veía cosas extraordinarias que le hacían enmudecer.
Entraba en las ciudades, huía a la soledad,
y dejaba una luz en la mirada de las multitudes.
Los campesinos, al atardecer, turbados por su luz,
lo veían marchar a lo lejos entre los trigales,
y su mano, que se abría y se hacía enorme,
parecía arrojar una semilla al viento en la oscuridad.
Se contaba su vida y que había nacido
en el fondo de un establo, de una virgen,
bajo una clara estrella y en la noche serena.
El asno y el buey, pensativos, la ignorancia y la pena,
estaban presentes en su nacimiento y, bajo el firmamento,
se inclinaban con aire de esperar vagamente.
Se decía que tenía un razonamiento profundo,
que era tan serio como un fundador,
que mostraba el alma a los sentidos, el final a los perezosos,
que fustigaba a los ricos, a los grandes, a los sacerdotes
y a todos los que van rodeados de hombres armados con picas.
Se decía que había curado a hidrópicos,
a inválidos que llevaban veinte años clavados en sus camillas
y cuando se iban llevaban sus camastros sobre sus espaldas.
Su mirada atenta sacaba del sepulcro a las vírgenes.
Los ciegos, los sordos -¡oh destino que sumerges
a éstos en el silencio y a aquellos en la noche!- le veían, le oían;
y tocaba a los leprosos en su vil reducto, aislados en cañizos.
Sus dedos tenían las llaves invisibles de las llagas y las cerraba.
Los corazones vivían siguiéndole.
Andaba sobre las oscuras aguas y amenazaba al viento.
Había arrancado siete monstruos a una mujer;
el enfermo incurable y el pecador infame
le imploraban y elevaban sus manos temblorosas;
de él salían poderes que los salvaban.»
(Víctor Hugo, escritor francés)
128
SOLIDARIDAD
A Jesús se le ha llamado con toda la razón «Profeta del amor» superador de los profetas de la justicia. Pero fue
mucho más el amor en acción. Hay tres rasgos de ese amor, según el autor de «Trinidad y comunidad cristiana»:
(R.A.)
«Jesús ama de una forma liberadora.
Dentro de los moldes de este mundo viejo en que vivimos se tiene la impresión de que el amor ha de encerrarse en un
círculo intimista: amigo con amigo, padre con hijo, hermano con hermano. Mientras tanto, en el extenso mundo de las
relaciones sociales siguen imponiéndose unas leyes de neutralidad afectiva, de simple colaboración o de lucha
interhumana. Jesús destruye esos esquemas: trasciende su pequeña familia de sangre, abandona la casa y se empeña en
suscitar relaciones de hermandad creadora con un grupo más extenso de personas. Lo primero que sorprende es la
amplitud liberadora del amor del Cristo. Mira a los hombres y descubre que se encuentran arrastrados, destruidos,
aplastados, como ovejas sin pastor que les sostenga; por eso se compadece de ellos, les ama intensamente y les ayuda...
Jesús ama de una forma exigente.
Muchas veces se supone que el amor es simplemente una indulgencia muy cercana a la carencia de intereses. Pues bien,
es mucho más que eso: cuando el amor resulta intensamente apasionado y profundamente liberador, se expresa siempre
en forma de exigencia: sufre por el mal ajeno, siente compasión por los perdidos y pretende hacer que todo cambie. Por
eso, desde el fondo de su gesto de perdón y libertad, desde su entrega compasiva que comprende los pecados y miserias
de los otros, Jesús se ha desvelado como un hombre radicalmente exigente. Precisamente por amor acusa, exige,
interpela. La nueva solidaridad universal conlleva una renuncia plena. Sólo aquel que lo deja todo, trascendiendo los
lazos de un hogar más intimista, sólo aquel que lo supera todo por el reino puede entrar en esa nueva familia de Jesús.
Entonces descubrimos sorprendidos que se recupera el ciento por uno de aquello que se ha dejado: brota una familia de
hermanos de Jesús que participan y que aman.
Jesús ama de manera íntima.
La gran tragedia del amor de nuestra tierra es esa especie de imposibilidad de unir lo intenso con lo extenso. Donde se
ama a muchos no existe intimidad, todo se mantiene en una especie de relación impersonal, dictada por un plan de
conjunto o por una estrategia sociopolítica. Por el contrario, allí donde el amor alcanza cotas de profunda intimidad va
encerrándose en un círculo pequeño de dos o tres personas (...)
Es aquí donde, a mi juicio, el gesto de solidaridad del Cristo ofrece mayores perspectivas (...)
Éste es el misterio. En un aspecto, Jesús ha regalado amor a todos, de manera que ninguno puede acapararle. Pero al
mismo tiempo Jesús ama totalmente a cada uno, ofreciendo su intimidad.»
(Xavier Pikaza, teólogo mercedario)
129
HASTA LA TERNURA
«Esta ternura de Jesús es algo también inédito entre los grandes líderes de la historia. En éstos, el servicio a la
gran idea se convierte casi siempre en un vago humanitarismo. Quieren salvar al mundo o cambiarlo pero suelen
olvidarse de los pequeños que les rodean.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor)
Jesús:
Nuestra civilización está envuelta en una espiral de violencia:
Los violentos son una especie tipo en la cultura y en la vida.
Confundimos fortaleza con agresividad,
superioridad con aplastar a los demás con la bota.
Sin embargo, nada más humano que la ternura de una madre,
nada más grato que la delicadeza de un padre.
Aunque es más fácil el «ordeno y mando»,
es más eficaz el «fuerte en el fondo, suave en la forma».
A nuestra sociedad le cuesta encajar tu sugerencia:
«Aprended de mí, que soy cordialmente apacible».
Pensamos que es más efectiva la dureza,
el autoritarismo del mandato sin delicadeza.
Pero a la larga pagamos los excesos de rigor,
que no consiguen amigos sino adversarios.
Tú sí que bajaste a la arena concreta de la gente corriente,
a la hora de repartir tu compasión universal.
Cuando dijiste: «Me conmueve esta muchedumbre»,
multiplicaste pan para cada uno de los asistentes.
Cuando sentiste que «están como ovejas sin pastor»,
caminaste al lado de cada uno de los que aceptaban tu compañía.
Nunca te escudaste en un humanismo etéreo,
siempre aterrizaste en la ayuda personalizada:
a este ciego, a esa prostituta, a aquel samaritano,
a estos leprosos, a esos ciegos, a aquellos publícanos.
Cuando elegiste a los Doce como apóstoles,
no los llamaste en bloque, sino a cada uno por su nombre.
Cuando Nicodemo tenía reparos en visitarte de día,
le recibiste delicadamente de noche, sin testigos.
Y esa delicadeza hasta la ternura de tu vida terrena
la sigues manteniendo en tu existencia actual.
Cuando te apareciste a Magdalena en el huerto,
conmoviste sus entrañas llamándola «¡María!»
Y cuando te entregas «por todos los hombres» en la Eucaristía,
te das a cada uno en singular y todo entero.
(R. A.)
130
ACOGEDOR
«Al decir Tú: -Venid a mí- / sonaba igual que si dijeras: -Os necesito-. Os necesito, sí, para haceros entrega / del
caudal inagotable de mi amor»
(A. L. Baeza)
«Nos has pedido, buen Jesús, nuestra amistad para poder así enriquecernos sin medida, con la tuya. «Venid a mí -¡dulce
promesa!- todos los que os halláis bajo el peso de la dureza del vivir, y yo seré vuestro descanso». Mas primero, para
poder colmarnos con la abundancia de tu ternura, nos pides que vayamos a ti libre y gustosamente, como quienes han
escuchado la voz de sus profundidades y saben que ya nada, / y saben que ya nadie fuera de ti, / lejos de ti, / podrá
saciar ese hambre de infinito / que nos define en nuestras entrañas. Mas ¿quién, Jesús Amigo, / que haya gustado en su
vida el sabor amargo de la soledad, la incomprensión, el fracaso... no alcanzará a sentirse (rendido y abrumado)
necesitado de ese alivio que tan generosamente ofreces a todos? (...)
Pero, ¿cómo nos puedes ayudar Tú, aliviar Tú, Jesús, manso y humilde de corazón,
Tú, clavado en esa cruz que patentiza el fracaso más atroz que jamás conociera criatura alguna sobre la tierra? Y, pese a
todo, nos sigues diciendo: «Yo os aliviaré». Por supuesto que tu alivio no ha de consistir en dispensarnos de las
urgencias y molestias de un amor solidario y universal; no ha de consistir en alejarnos del campo de batalla donde se
libra la suerte de los desheredados de la historia; no ha de consistir (bien seguros estamos de ello) en proporcionarnos
un estilo de vida cómodo y confortable, de espaldas al grito desgarrador que escapa de todas las gargantas sedientas de
justicia. / No. Tú nos alivias de otra manera más divina (quiero decir más humana). Tú, que nos has enseñado:
«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso», nos ofreces el modelo único
de tu propia experiencia como el camino despejado, encendido, que conduce a aquel descanso incomparable en que el
hombre que no se ha traicionado a sí mismo ni se ha vendido a las fáciles sirenas del éxito arrogante abraza la cruz de la
comunión en la pobreza para llegar a ser testigo del Amor entre los pobres.»
(Antonio López Baeza, escritor)
131
EL HOMBRE PARA TODOS
«A la pregunta (de Jesús) «¿quién decís que soy yo?», los hombres de nuestro tiempo sólo pueden responder
honestamente y sin reservas: «El que es para todos, el Hombre-para-los-demás». Porque no vivió para sí mismo»
(Ben F. Meyer)
Jesús:
Esta expresión de que Tú eres «el Hombre para los otros»
está acuñada en nuestros días, pero hunde sus raíces en el Evangelio.
Desde que Juan nos revela que bajaste para plantar tu tienda entre nosotros,
todo es una cascada de entregas a los seres humanos.
Tu acercamiento a nosotros sólo se explica desde lo gratuito,
desde la bondad innata de tu condición de Dios.
Pero, una vez dado el salto mortal -y nunca mejor dicho-,
Tú nos amaste con un corazón de carne como el nuestro.
Te diste a la pequeña convivencia con tu familia
y tus vecinos de Nazaret, durante treinta años.
Y te seguiste dando a todo el mundo, sin reservas,
en el trienio escaso de tu vida pública.
Te diste a los leprosos, cojos, ciegos y paralíticos
para devolverles la piel, el salto, la luz, la libertad.
Te diste a los publícanos y los pecadores,
regalándoles la ejemplarizad y el perdón manirroto.
Te diste también a los extranjeros, los gentiles,
atendiendo al centurión romano y a la mujer sirofenicia.
Te diste igualmente a las mujeres, que no pintaban nada,
haciéndolas discípulas, amigas, confidentes.
Te diste a los aún más marginados, los niños, los pequeños,
dándoles la categoría de modelos de tu Reino.
Jesús: Tú te entregaste en la pasión por todos los hombres
hasta la última gota, literalmente, de tu sangre.
Y antes, quisiste darte en cuerpo y sangre para siempre
hasta que vuelvas al final del tiempo.
Tú te entregaste en la mujer que te dio vida,
dándonos a tu Madre para que cuidara de nosotros.
Tu te entregaste en el Espíritu que te alumbró,
dándonos al Dador de nuestra vida espiritual.
Y desde tu existencia inmortal resucitada
sigues dándote a todos sin distinción de credos ni de razas.
Y Tú te nos darás un día sin noche como Hermano
en la casa solariega del Padre universal.
Jesús, enséñanos a dar y darnos a los demás. Como Tú.
(R. A.)
132
PERDONADOR
«Él decía con dulzura a la pecadora: «¡Tampoco yo te condeno!». Pero a ellos esto no les importa; condenan y no
absuelven a nadie. En el nombre del Señor, aquí tienes tu merecido. ¿Señor? Él no pedía tanto, amigo mío, Él
quería que lo amasen, y nada más»
(Albert Camus)
En su obra La caída, el agnóstico escritor francés pone en labios de J.B. Clamence un largo monólogo sobre Jesús, en el
que brilla su amor por el que vivió perdonando.
(R. A.)
«Mira, ¿sabes por qué lo han crucificado, al otro, a ese en el que tú estás pensando ahora quizás? Bueno, había cantidad
de razones para hacerlo. (...) Pero, al lado de las razones que nos han explicado muy bien durante dos mil años, había
una gran razón para esa agonía, y no sé por qué nos la han ocultado con tanto cuidado. La verdadera razón es que él
sabía que no era del todo inocente. Si no llevaba el peso de las faltas de que le acusaban, había cometido otras, aun
cuando las ignorase. Pero, ¿las ignoraba? Después de todo, él estuvo en la causa. Tenía que haber oído hablar de la
matanza de los inocentes. Los niños de Judea asesinados, mientras que a él sus padres lo llevaban a un lugar seguro.
¿Por qué murieron, sino por su causa? Él no lo quiso, por supuesto. Esos soldados sanguinarios, esos niños cortados en
dos pedazos le horrorizaban. Pero, tal como él era, es imposible que pudiera olvidarlo. Y esa tristeza que se adivina en
todas sus acciones ¿no es la melancolía incurable del que oye, durante la noche, la voz de Raquel, llorando por sus
pequeños y rehusando el consuelo? La queja se oía en la noche, Raquel llamaba a sus hijos matados por el, ¡y él estaba
vivo!
Sabiendo lo que él sabía, conociendo todo del hombre -¡ah, quién hubiera creído que el crimen no consiste tanto en
matar como en no morir uno mismo!—, confrontado día y noche a su crimen inocente, se hacía muy difícil para él
mantenerse y continuar. Era mejor terminar, no defenderse, morir, para no ser sólo él quien vivía. (...) En algunos casos,
continuar, sólo continuar, es sobrehumano. Y él no era un ser sobrehumano, puedes creerme. Gritó en su agonía y por
eso lo amo, amigo mío, porque murió sin saber.
La desgracia es que nos haya dejado solos para seguir adelante, pase lo que pase, incluso cuando nos apoltronamos en el
mal confort, sabiendo nosotros lo que él sabía, pero incapaces de hacer lo que él hizo y de morir como él. Se ha
intentado, naturalmente, ayudarse un poco con su muerte (...) Pero ahora demasiada gente trepa a la cruz sólo para que
se les vea de lejos, incluso aunque haya que pisotear un poco al que ya se encuentra en ella desde hace tanto tiempo.
Demasiada gente ha decidido pasar de la generosidad para practicar la caridad. ¡Oh injusticia, la injusticia que se le ha
hecho y que me oprime el corazón!
Vamos, pues esto me vuelve y voy a llorar. Perdóname, comprende que tengo mis razones (...) Él hablaba dulcemente a
la pecadora: «¡Tampoco yo te condeno!» Pero esto a ellos no les importa; condenan y no absuelven a nadie. En el
nombre del Señor, aquí tienes tu merecido. ¿Señor? Él no pedía tanto, amigo mío. Él quería que se le ame, nada más.
Por supuesto, hay gentes que lo aman, incluso entre los cristianos. Pero son contados.»
(Albert Camus)
133
ENTREGA TOTAL
«Ha llegado un hombre, Jesús, que ha roto esta fatalidad: doy un golpe, me es devuelto; tomo el poder, me es
arrebatado. Cuando este hombre murió, la gente no tenía nada que tomarle, porque en él todo había sido donado
íntegramente»
(Roger Garaudy)
Jesús: Hay una frase tuya que no hallamos en los evangelios,
pero nos ha sido transmitida por Pablo: Dar es más dichoso que recibir.
Es un eslogan que no haría suyo ningún publicitario,
pero que deberíamos seguir todos tus discípulos.
Y no sólo por tratarse de una sentencia tuya,
que como todas las demás tiene vida eterna y temporal,
sino sobre todo porque fue la norma de tu existencia terrena.
Dar y darte fue el arranque de tu encarnación
desde el seno infinito del Padre al estrecho seno de María.
Tú no consideraste como un botín el ser igual a Dios,
sino que viniste a repartirnos tu divinidad.
Dar y darte fue el paso de tu nacimiento en carne,
despojado de tu infinita riqueza para enriquecernos.
En tu primera salida de casa hacia el destierro,
nos diste el ejemplo de vivir con un pie en el estribo.
En tu segunda salida hacia el templo de Jerusalén,
nos diste la lección de vivir para las cosas del Padre.
En tu larga estancia de treinta años en Nazaret,
nos diste la pauta de vivir una vida vulgar no vulgarmente.
En tus breves años de evangelista ambulante
nos diste la enseñanza de vivir a la intemperie.
Durante toda tu vida pública nos diste tus buenas Noticias:
que somos hijos del Padre y hermanos tuyos,
que la felicidad humana está en las Bienaventuranzas,
que el amor humano está en amar como Tú nos amaste.
Durante tu última cena nos diste el mandamiento del amor
como síntesis de tu programa y de tu vida.
También en el cenáculo Te nos diste en cuerpo y sangre
como un anticipo de tu donación total en la cruz.
Y antes de morir en donación plena, nos diste tu corazón
como símbolo sensible de que toda tu vida había sido entrega.
Y al darte el Padre una nueva vida glorificada,
quieres compartirla con nosotros por toda la eternidad.
Jesús: Se nos exhorta a morir con las manos llenas de buenas obras,
pero Tú nos enseñas a morir con las manos vacías... por haberlo dado todo,
Graba a fuego en nuestra memoria que dar es más dichoso que recibir.
(R. A.)
134
ALTRUISTA
«El encuentro con Jesucristo es una experiencia que trastorna la existencia humana porque Jesús sólo existe
para los demás»
(Dietrich Bonhöffer)
«Este «ser para los demás» de Jesús es la experiencia de la trascendencia verdadera. De esta libertad de sí mismo, de
este «ser para los demás» hasta la muerte es de donde nacen la omnipotencia, la omnisciencia y la omnipresencia. La fe
es la participación en este ser de Jesús (encarnación, cruz, resurrección) . Nuestras relaciones con Dios no son unas
relaciones «religiosas» con el ser más alto, más poderoso y mejor que podamos imaginar -lo cual no es la verdadera
trascendencia-, sino que consisten en una nueva vida en el «ser para los demás», en la participación en el ser de Jesús.
Las tareas infinitas e inaccesibles no son las trascendentes, sino el prójimo que cada vez hallamos a nuestro alcance.»
(Dietrich Bonhöffer, teólogo protestante)
«Jesús es «el hombre para los demás», como ha dicho hoy con gran acierto Bonhöffer, el hombre que ha vencido
plenamente el egoísmo. Se ha entregado más allá de lo que parecía posible al hombre; se ha entregado a los demás
buscando exclusivamente su bien. Pero con un enorme sentido de exigencia, nada sensiblero. Tierno y compasivo, pero
sin que eso le lleve a ser simplemente indulgente; a veces duro, con una dureza que brota de la pasión por la verdad y la
justicia, no por ninguna herida personal ni deseo de buscar su propia gloria. Y todo en clima de una enorme llaneza y
naturalidad, en unas circunstancias de vida que, arqueológicamente, responden a cuanto hoy podemos reconstruirnos de
su tiempo; relegando lo maravilloso a un plano muy secundario.»
(José Gómez Caffarena, filósofo y teólogo jesuita)
«Jesús ha sido diferente. A través de un proceso de radical reinversión ha transformado su vida en un gesto de entrega
activa, ofreciendo a los demás la fuerza y la riqueza de su vida. Así lo especifica Hebreos 4, 15: asumió nuestra vida en
todo menos en el pecado. Pecado significa aquí egoísmo, vida que se cierra sobre sí, incapaz de regalarse a manos
llenas. Pues bien, Jesús se ha realizado en gesto de absoluta transparencia. Todo lo ha recibido de Dios por medio de los
hombres; todo lo entrega hacia los hombres al abrirse a lo divino.
El milagro de la solidaridad consiste en esto: Jesús entrega a los demás aquello que los hombres le ofrecieron: amor,
tiempo, vida entera. Pero al hacerlo de manera total, sin egoísmo, al regalar su realidad al cien por cien y sin reservas,
ha brotado el gran prodigio. Lo que ofrece Jesús es el mismo don divino. En otras palabras, allí donde su gesto se
convierte en solidaridad activa de amor. Jesús regala algo que es más que simplemente humano: ofrece el amor de Dios,
la plenitud del reino, la esperanza del Padre, la vida transformada. Por eso, su «espíritu» como expresión de solidaridad
en favor de los demás, se convierte en revelación y presencia del Espíritu divino (cf Lc 4, 18ss). De tal forma le penetra
el Espíritu de Dios que su existencia viene a convertirse en expresión de ayuda: libertad para los cautivos, fiesta para los
tristes, evangelio para los pobres.»
(Xavier Pikaza, teólogo mercedario)
135
AMOR LIBERADOR
«El amor a Cristo es el amor al valor personal intangible, que se niega a la propia destrucción. Si un amor
humano pide la abdicación de la personalidad, de la libertad interna, de la paz íntima y el equilibrio, el amor a
Cristo preserva esos valores inalienables.»
(Juan Mateos, biblista jesuita)
Jesús: Lo tuyo es la paradoja.
No sólo cuando aseguras que perder es ganar, que los últimos son los primeros,
que sólo muriendo como el grano de trigo resucitamos espiga.
Tú mismo eres la gran Paradoja viviente.
Cuando nos exiges un amor sobre todas las cosas y personas
y hasta por encima de nosotros mismos,
no nos anulas sino que nos potencias.
Los demás amores sí pueden alienarnos:
el amor al dinero, a la fama, al poder, al poseer.
También el amor a las personas puede entramparnos,
porque puede desordenarse por egoísmo o por saturación.
Los seres queridos, meta lícita de nuestro amor,
pueden convertirse en acreedores insaciables
que nos roban la serenidad y el sosiego interior.
Sólo Tú, Jesús, que nos lo exiges todo, nos lo devuelves todo multiplicado.
Amarte a Ti nunca resulta alienante, siempre resulta liberador.
El amor a Ti nunca nos deja vacíos, sino más llenos,
Tu exigencia de amor sobre todo
no es desde el mandato sino desde la libertad: Si quieres.
Amarte a Ti no puede desordenamos
porque Tú no eres egoísta sino altruista.
No pides que Te amemos para Ti, sino para los demás.
Tú nos pides que fragmentemos el amor total que te debemos
en el amor a los más necesitados: Me amáis a Mí,
amando a los carentes de salud, pan, techo, libertad.
El amor a Ti no puede turbarnos jamás
porque Tú sólo deseas nuestro bien.
Ni siquiera el ansia de amarte cada vez más
rompe el gozo de amarte limitadamente.
Decirte: «Hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana»
no me desasosiega porque Tú dices: Bástale a cada día su amor.
Amarte a Ti es tener el corazón como una brújula, inquieto y sosegado al mismo tiempo con su Norte. Amarte a Ti es
sentir el alma como un peso, lanzada y serenada hacia su Centro.
(R. A.)
136
«SOLIDARNOSC»
«Allí donde se busca el sentido de Jesús sólo se puede dar una respuesta: mirad, los cojos andan, los ciegos ven,
los leprosos son curados ... Y en todas partes brota el evangelio de los pobres»
(Xavier Pikaza)
«Jesús es solidario porque asume hasta el final la vida de los hombres, con su lucha y esperanza, su alegría y
sufrimiento. Es solidario porque ofrece lo que tiene, sin guardarse nunca nada, regalando su existencia como vida
abierta por los pobres. Es solidario pues comporta con los otros su existencia, esforzándose en lograr el gozo de un
encuentro donde todo empiece a ser regalo, gracia de la vida que se acoge, se devuelve, se comparte (...)
La solidaridad empieza a ser pasiva: sólo me hago verdaderamente humano y solidario de los otros si comparto su
existencia, si renuncio a cimentarme de una forma exclusivista, si es que empiezo a ser en mi raíz desde los otros.
Solidario es quien se atreve a desnudarse de sí mismo, renuncia a sus razones y ventajas y comienza a ser desde los
otros. Esto es lo que en palabra espléndida transmite Filipenses 2, 6ss: surgiendo radicalmente de Dios, Jesús no quiso
mantenerse en plano de gloria y dignidad divina; por el contrario, renunció a su dignidad y se hizo un hombre como
todos, en camino de servicio, de dureza y muerte. Este proceso de encarnación desvela el más hondo sentido de la
realidad. Dios no es amor que nos crea de una forma más o menos displicente y luego deja que sigamos fuera de su
campo de amor y su presencia. Es al contrario: Dios se expresa en Jesucristo como aquel que participa de este mundo,
de tal forma que asume solidario su esperanza, sufrimiento y muerte (cf Jn 1, 14, Hbr 2, 10-18). Solidario es solamente
el que se encarna en una realidad, el que comienza a ser pasivo, porque asume aquello que los otros vienen a ofrecerle.
Quiero resaltar estos rasgos. Puede parecemos en teoría que Jesús, Hijo de Dios, sólo debía nacer de lo divino;
ciertamente su existencia es recibida, pero añadiríamos que sólo la ha acogido del Padre trascendente. Pues bien, la
lógica de la solidaridad humana y el principio de encarnación nos hacen afirmar en contra de eso que Jesús ha recibido
también su vida de los hombres. María le ha ofrecido cuerpo y alma; educación y madurez le han dado María y José;
humanidad y amor, los hombres y mujeres de su pueblo; posibilidad de apertura a Dios, la historia israelita... En otros
términos, antes que aprender a dar, Jesús ha recibido. Ésta es su inmersión radical, éste su misterio: Jesús es solidario
porque ha recibido la gracia de la vida de los hombres.
Jesús no aprende a ser humano en general, asumiendo una especie de naturaleza teórica o indeterminada. Es solidario
porque forma parte de la vida de la tierra, porque asume el gozo y la dureza, el sufrimiento y la utopía de los hombres.
Se emociona con los niños (Mt 9, 36; cf Mc 10, 21), llora con las viudas (Le 7, 13), acoge con cariño a las mujeres (Lc
11, 38ss; Mt 21, 17), goza con los amigos (Lc 22, 15ss)... Resultaría imposible reflejar todos los gestos de solidaridad
de Jesús. Frente a la dureza del Bautista, que llama a penitencia en el desierto, Jesús se ha desvelado como un hombre
que comparte la existencia con los otros: se alegra en su alegría, se duele en sus tristezas, vive, en fin, su realidad
humana de una forma solidaria.»
(Xavier Pikaza, teólogo mercedario)
137
AMOR ABSOLUTO
«Tomar en serio a Jesucristo es aceptar, en la propia vida, la irrupción de lo absoluto. Y ese riesgo es, al mismo
tiempo, la liberación, porque, en definitiva, sabemos bien que sólo deseamos ese amor absoluto.»
(Jean Danielou, cardenal francés)
Jesús:
Cuántas cosas frívolas y superficiales nos tomamos en serio:
el dinero, el poder, la fama, la apariencia...
Desde ahora quiero tomarme en serio lo único importante:
tu persona, tu causa, tu reino, tu evangelio.
Todo lo demás es relativo, sólo Tú eres lo absoluto.
Sé que ese paso entraña un riesgo impresionante:
el de tener que relativizar todo lo demás, personas y cosas.
Pero, ¿qué es en tu comparación el resto del mundo?
Tú eres el Tesoro escondido, que merece la venta de todo.
Tú eres la Perla preciosa, siendo lo demás bisutería.
Tenerte a Ti, mejor, ser tenido por Ti, es tenerlo Todo.
Porque Tú eres la Verdad para aquietar mi inteligencia.
Tú eres la Vida abundante para calmar mi hambre de más.
Tú eres la Belleza para satisfacer mi sed de estética.
Tú eres la Bondad para saciar mis ansias de bien.
Tú eres la Dicha para llenar mi corazón de felicidad.
Jesús: Embarcarme en la aventura de tomarte en serio
es emprender la ruta de la liberación total.
Es experimentar tu paradoja de morir para vivir,
de enterrar el grano para producir la espiga,
de perderse para encontrarse.
Tomarte en serio es liberarse de las ataduras
para volar libremente como un pájaro.
Es desprenderse del fardo de las cosas
para poder correr sin ningún impedimento.
Tomarte en serio no significa renunciar a la alegría,
porque no hay nada más gozoso que Tú.
Nada hay más liberador que hallar un gran amor,
vaciarse de egoísmo para amar a velas desplegadas.
Y no hay amor más grande que el tuyo,
que diste la vida por todos tus amigos, nosotros.
Dándonos a Ti es como recibimos,
amándote es como somos amados por Ti.
(R. A.)
138
AMADOR
«Sin remontarme a las líneas maestras de la fe cristiana, creo necesario insistir en un punto primordial: la ley
enunciada por Cristo es la del amor, la libertad y el perdón»
(Jacques Vigué, científico)
«La ciencia no es sólo un objeto intelectual, es también un formidable medio de acción sobre el mundo, y por ello ha
llegado a ser una empresa económica, política y militar de la mayor importancia. Sería difícil hablar de la ciencia sin
recordar que ella es la responsable de la evolución cada vez más veloz de nuestra sociedad.
(...)
Esta visión de la ciencia como dispensadora de beneficios puede ser vigorosamente combatida, pues los hombres han
sacado lo mejor de la ciencia, pero también lo peor: las armas y las vacunas. No creo que se le pueda atribuir a la
ciencia la plena responsabilidad de los usos que se han hecho de ella. En realidad, de casi todo descubrimiento
susceptible de aplicaciones pueden realizarse buenos y malos usos. El porvenir de un invento depende de la sociedad
más que de los científicos y el temor de que se hagan malos usos de los descubrimientos más que por el cese de toda
investigación. El control del uso que se haga de los inventos sólo puede venir de la razón de los hombres...
Los diversos aspectos de la ciencia que modifican nuestra vida son ciertamente los más visibles. Siguiendo su
temperamento, cada uno puede buscar una filosofía de la ciencia y fundar una autoridad moral sobre ella. Creo que esto
es desconocer el fin de la ciencia, que es observar y comprender el mundo. Es sobre todo olvidar que todavía no se ha
encontrado un fundamento científico para las nociones centrales de la moral, el bien y el mal.
No hay ejercicio más difícil que hablar de la propia fe, y sobre todo para un científico, porque la fe no es objeto de la
ciencia y su descripción sólo podrá ser aproximativa. Sin remontarme a las líneas maestras de la fe cristiana, creo
necesario insistir en algunos puntos primordiales: la Ley enunciada por Cristo es la del amor, de la libertad y del
perdón. Como consecuencia del perdón, no tiene la rigidez de las leyes humanas y de las morales que juzgan y
condenan. En cuanto a la libertad, este valor que ha estado mucho tiempo oculto se va abriendo paso en la teología
cristiana. La libertad del hombre no puede separarse de la existencia del mal y del sufrimiento, lo mismo que el naci-
miento es indisociable de la muerte.
Cristo, con su vida, nos ha dado ejemplo del amor y del respeto a todos, especialmente a los humildes, y nos ha
enseñado así la fraternidad y la igualdad entre todos los hombres. Estos valores los comparten (¡y es una dicha!) incluso
las tradiciones humanistas que no hacen referencia a Dios.
La esperanza en la Resurrección es central en la fe cristiana. Es también la fuente de los mayores malentendidos sobre
nuestra vida de «aquí-abajo». Creo que hay que desechar todas las imágenes ingenuas de resurrección (las de un meloso
paraíso) y las terroríficas (especialmente las de un infierno incompatible con el amor que Dios nos tiene).»
(Jacques Vigué, científico molecular francés)
139
AMIGO
«Un día por las montañas / apareció un peregrino/ se fue acercando a las gentes, / acariciando a los niños./ Iba
diciendo por los caminos: «Amigo soy, soy amigo»
(Ricardo Cantalapiedra, cantautor)
Jesús:
Cuando en la sociología humana prevalecía la vida rural,
solían aparecer por los pueblos personajes pintorescos,
que ofrecían las mercancías más policromas.
«En aquel tiempo», Tú quisiste mostrarte entre las gentes
como un Mercader que sacaba de su zurrón cosas viejas y nuevas.
Tú nos ofreciste todo lo bueno y permanente de la antigua Alianza:
el pacto perpetuo de Dios con su Pueblo,
los diez mandamientos de la Ley divina,
que Tú sintetizaste en amar a Dios con todo el corazón
y a los seres humanos como a nosotros mismos.
Pero, no contento con ofrecernos la nata del antiguo Testamento,
sacaste del tesoro de tu corazón las mercancías del Nuevo:
la Buena noticia del Reino de Dios en amenas historietas
de ovejas y pastores, de minas y talentos, de parados y jornaleros,
y de un padre prodigioso amable con su hijo pródigo.
Tú nos diste la primicia del Sermón de la Montaña,
y lanzaste por los aires las ocho Felicidades.
Tú nos abriste al misterio de un Dios con sabor a Padre,
al que llamar «Padrecito», pero también «Padre nuestro».
Tú nos regalaste enigmas para pensarlos despacio:
como «perder es ganar» y «dar la vida, salvarla».
Tú ofrecías a las gentes retazos del Evangelio
para construir con ellos caminos de convivencia.
Y gratis nos regalabas tu cuerpo y sangre completos
en la mesa de la cena y en el altar del calvario.
Peregrino de cruces y caminos, sobre todo voceabas:
Amigo soy, soy amigo para quien quiera escucharme.
Y como amistad es amar al otro como a un igual,
nos ofreciste tu vida en muestra de tu amistad.
Y como amistad es repartir lo propio con el otro yo,
nos diste a tu buena Madre por Madre nuestra también.
Y cuando no te quedaba ya nada por compartir,
nos abriste tu costado en la cruz para decirnos:
la explicación de mi vida está aquí, en mi corazón:
os lo entrego para siempre como prueba de amistad.
Jesús, en respuesta a tus entregas, sólo podemos decirte:
Tu amigo soy, soy tu amigo, ¡Amigo de los humanos! (R. A.)
140
FILÁNTROPO
«¿Qué hizo Jesús? Sencillamente, amar incondicionalmente. Así nos revela Jesús la verdadera imagen de Dios.
Dios es padre porque ama incondicionalmente a los hombres»
(José-Ramón Busto)
«Esa persona llamada Jesús de Nazaret ¿quién ha sido?, ¿cuál ha sido su vida?, ¿cómo ha realizado en concreto el ser
imagen de Dios? En mi opinión, la respuesta a esas preguntas se resume en una sola idea o, quizás, en dos. Lo que Jesús
ha hecho ha sido, simple y llanamente, vivir para la voluntad de Dios. El motor que mueve a Jesús por dentro, lo que da
sentido a su vida, es el cumplimiento de la voluntad de Dios. Y la voluntad de Dios es precisamente la fidelidad de
Jesús.
¿Cuál es la obra de Jesús? ¿Qué hizo Jesús? Sencillamente, amar incondicionalmente. Así nos revela Jesús la verdadera
imagen de Dios. Dios es Padre porque ama incondicionalmente a los hombres, y así es como Jesús realiza el sentido de
la creación, que no es otro que corresponder a la voluntad de Dios. Como sugiere la Carta a los Efesios (1, 3ss), la
creación surge de la voluntad de Dios de encontrar un lugar fuera de Sí mismo en el que poder poner su amor. Ése es su
fin y su sentido: que Dios ponga en la creación su amor y la creación pueda corresponder libremente al amor de Dios.
Ahí está el sentido de la historia, el sentido de la creación y el sentido de la vida humana: el amor de Dios que se regala
libremente y que espera ser correspondido también libremente. Todo amor se da, se entrega, esperando ser
correspondido. Pero se da aunque no sea correspondido. Por eso el verdadero amor es siempre incondicional. En el
momento en que el amor, al no ser correspondido, deja de darse, ha dejado de ser amor y se ha convertido en egoísmo.
Así, pues, lo que se juega en la historia es la correspondencia de la humanidad al amor libre y gratuito de Dios.
La vida de Jesús es, pues, realizar la voluntad del Padre. O sea, corresponder al amor del Padre. Pero la persona de Jesús
asume como cuerpo suyo a toda la humanidad y toda la creación. Así, pues, en él toda la humanidad y toda la creación
han realizado ya su objetivo, su fin y su sentido: han correspondido al amor libre, incondicional y gratuito de Dios. Ser
hombre consiste, pues, exactamente en esto: en corresponder al amor gratuito de Dios.
(...) Dice la Carta a los Hebreos que Jesús es igual en todo a nosotros menos en el pecado (4, 5). A alguien se le puede
ocurrir quizá una objeción: ¿Jesús es verdaderamente hombre sin pecar? ¿No es el pecado, el egoísmo, la injusticia, algo
tan nuestro que no podemos prescindir de ello, hasta el punto de que el hombre sin pecado no sería ya de verdad un
hombre con todas las de la ley? De acuerdo con lo que vamos diciendo, la objeción es fácil de refutar. La verdad es
exactamente al revés. El pecado es lo que nos impide ser hombres cabales, es lo que hace que seamos hombres
imperfectos. Consigue que no realicemos correctamente nuestra propia naturaleza, nuestra propia esencia, nuestro
propio ser. Porque nuestro ser hombre consiste en corresponder libre y gratuitamente al amor gratuito que Dios nos
tiene, y pecar es, precisamente, dejar de corresponder a ese amor. En la medida en que somos pecadores somos menos
personas humanas, menos hombres. Por eso Jesús es el hombre más perfecto, porque no pecó nunca.»
(José-Ramón Busto, biblista y teólogo español jesuita)
141
LA GRAN AMISTAD
«La vida cristiana es una elación de amor con este Hombre único que vive más allá de la muerte, abrazando a
todo hombre que quiera abrirse a su influjo en la fe y el amor. Alcanzado por Cristo, como Pablo, vive con él una
profunda comunión de vida, frente a la cual resulta pálido reflejo cualquier amistad humana»
(Egidlo Gentili)
Jesús:
En la historia de la humanidad han brillado ejemplos de amistad
en todo tiempo y lugar, en toda clase de personas.
Pero, ¿qué son todas estas muestras de relaciones amistosas
comparadas con la sublime amistad de tantos millones contigo?
Fuiste Tú quien salvaste la distancia infinita que media
entre tu divinidad y tu elevación humana y todos nosotros:
Ya no os llamaré siervos -como os corresponde— sino amigos.
Nada hay que refleje la auténtica amistad como la confianza
de hacer las confidencias más íntimas.
Y Tú demostraste esa realidad amistosa con la intimidad:
Porque os he dado a conocer las cosas de mi Padre.
El secreto de las relaciones divinas interpersonales
disfrutadas eternamente nos las comunicaste amistosamente.
Juan asegura que A Dios no lo ha visto nunca nadie,
pero el Unigénito que está en su seno nos lo ha revelado.
Tú nos has desvelado el gran misterio de Dios infinito
al descubrirlo como un Abbá, como un Padre cariñoso.
Porque de Él toma su origen toda paternidad en cielo y tierra.
Toda paternidad, también la maternidad.
Esos ríos de amor de todos los padres y madres de la historia
son una gota de agua en comparación del amor del Padre Madre Dios.
Por eso Isaías profetizó: Aunque una madre sea capaz de olvidar
al hijo de sus entrañas, Yo no te olvidaré.
Por eso Juan definió: Dios es Amor, porque es Madre Padre infinito.
Gracias, Jesús, por tu incomprensible amistad
al revelarnos y darnos a tu Padre y también tu Espíritu.
Ayúdanos a conservar esa sublime amistad sobre todas las cosas.
Que nada ni nadie se anteponga ni interponga entre nosotros.
Que las otras amistades, lejos de interferir en la nuestra,
se inspiren en ella y se potencien con ella.
Si «los amigos de mis amigos son mis amigos» y Tú eres mi Amigo,
haz que todos los humanos lo sean porque Tú eres el Amigo de todos.
(R. A.)
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BIENHECHOR
«Las reacciones de Jesús permiten, al que es capaz de ver, discernir una nueva realidad transformante que obra
en el mundo. Esto es lo que expresa el «milagro»: no una demostración de fuerza o una prueba evidente del
origen sobrenatural de su mensaje, sino la aparición de la vulnerabilidad inaudita del corazón de Dios o, como
expresa san Pablo, de su filantropía»
(Rademakers)
«Jesús no es sólo el Maestro que enseña, sino que es también el que actúa y salva. Así lo presenta Mateo en los
capítulos 8-9, en los que recoge diez milagros. La acción taumatúrgica de Jesús se interpreta a la luz de un texto del
Antiguo Testamento que habla del Siervo de Yahvé (Is 53, 4): «Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfer-
medades» (Mt 8, 17); en el sentido de que Jesús sana, «quita» las enfermedades.
Jesús, el Señor que ha recibido plenos poderes, es a la vez aquel que, como Siervo de Yahvé, ha vivido con humildad la
obediencia a la voluntad de Dios, manifestando así el amor de Dios para cada hombre: el poder del Resucitado está al
servicio de los más pobres. Sus milagros no pretenden dar un espectáculo, sino que son la realización de su
misericordia. «Las reacciones de Jesús permiten, al que es capaz de ver, discernir una nueva realidad transformante que
obra en el mundo. Esto es lo que expresa el milagro: no una demostración de fuerza o una prueba evidente del origen
sobrenatural de su mensaje, sino la aparición de la vulnerabilidad inaudita del corazón de Dios o, como expresa san
Pablo, de su «amor a los hombres» (filantropía: Tit 3, 4)» (Rademakers).
Pero aquel Jesús que en Galilea ha sanado a los enfermos, ha dado la vida, ha calmado la tempestad, se ha revelado a sí
mismo, ha provocado aceptación y rechazo entre los hombres, está siempre activo en la comunidad, perdonando,
salvando, ayudando, consolando (es significativo el « ¡Animo! « (Mt 9, 2, 22) : es el Señor el que anima a los creyentes
que están sufriendo una prueba). Los cristianos pueden ver, por tanto, en el comportamiento de Jesús, tal y como es
transmitido por el Evangelio, su modo actual de obrar en la Iglesia. Mateo no quiere que, leyendo los milagros, el
creyente, con nostalgia, fantasee sobre el afortunado tiempo pasado, en el que los contemporáneos de Jesús podían estar
cerca de Él y gozar de su benevolencia; por el contrario, en la intención del evangelista estos mismos milagros deben
dirigir la atención del lector a su propia vida y hacerle descubrir en ella los signos de la presencia eficaz de Cristo.
Mateo se esfuerza, a través del Evangelio, en sensibilizar a la comunidad a los signos de esta presencia. Ésta se
manifiesta en la solidaridad de Jesús con el que, hoy, tiene hambre, es pobre, sufre, está preso (Mt 25, 33ss); se lleva a
la práctica de manera eficaz el encuentro personal en las relaciones entre los hermanos que se aman (...)
- Así como Jesús recorría todas las ciudades «sanando toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 9, 35), así los discípulos
reciben el poder de «curar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 10, !)(...)
- La descripción de su actividad taumatúrgica: «Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad
demonios» (Mt 10, 8), es el resumen de la obra de Jesús.»
(Gérard Rossé, biblista)
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ALTRUISMO TOTAL
«Jesucristo ofrece a manos llenas lo que tiene, lo que sabe, lo que puede. Lo realiza de una forma total, sin
egoísmos... Va extendiendo curación donde hay dolor, esperanza donde anida el desencanto, alegría en la
tristeza, exigencia donde sólo existe miedo de entregarse, consuelo y vida abierta donde habita la impotencia.»
(Xavier Pikaza)
Jesús:
Amar era para Ti tan inevitable como quemar para la llama,
Tú eras el hermano universal que no podía dejar de amar.
Esta expresión de un poeta reciente resume tu vida.
Pero como no hay palabra más polivalente que «amor»,
Tú escribiste en las páginas de la vida lo que entendías por amar.
Dar lo que sabes: los misterios íntimos de Dios,
en el lenguaje asequible a nuestro entendimiento limitado;
las riquezas del Reino en bellas anécdotas y parábolas,
la fórmula de la convivencia humana en la praxis del amor;
la síntesis de la felicidad en ocho bienaventuranzas;
la carta del Padre a sus hijos en forma de Buena Noticia.
Ofrecer lo que tienes: la vida superior, abundante,
en la filiación divina y en la fraternidad cristiana;
el ejemplo de tu existencia entregada sin reservas,
en un vivir y desvivirte hasta morir por nosotros;
el tesoro de tu cuerpo y sangre como alimento diario,
compañía para las horas bajas y sacrificio permanente;
la donación fraterna de tu Madre como madre nuestra
y el regalo de tu corazón en la cruz a perpetuidad.
Jesús: Tú eres el anti-egoísmo, el altruismo personificado.
Ayuda en forma de salud a todo tipo de enfermedad:
falta de visión, de oído, de locución, de movimiento.
Elevación del ánimo donde había dolencia interior,
desaliento, desánimo, desolación, desesperanza.
Gozo limpio y profundo donde había tristeza y depresión.
Llamada a la entrega generosa y solidaria
como liberación del temor a lanzarse fuera del yo.
Fuerza interior para vencer la inercia, la dejadez,
la comodidad, el miedo a la aventura cristiana.
Jesús: Todo eso que Tú hiciste durante tu periplo temporal lo sigues practicando en tu etapa de eterno contemporáneo.
Porque Tú eres el mismo que «pasó haciendo el bien» pero sin las limitaciones de tiempo y lugar de entonces.
(R. A.)
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SOLIDARIO
«En los Evangelios jamás aparece la palabra «solidaridad» ni los verbos «ser solidario» o «solidarizarse». ¿Qué
quiere decir esto?: ¿que Jesús no estuvo interesado por la solidaridad?, ¿que no fue un hombre solidario?, ¿que
la solidaridad no constituye un elemento esencial de su mensaje?»
(Fernando Camocho)
«Jesús no habla explícitamente de la solidaridad, no da ningún discurso sobre ella, ni diseña ningún programa para
llevarla a cabo; simplemente, la practica y espera de los suyos un comportamiento solidario. Tampoco teoriza, por
ejemplo, sobre el amor, la libertad o el perdón; simplemente, ama, ejerce la libertad y perdona.
(...) La solidaridad de Jesús aparece en los evangelios en su disponibilidad para todo aquel que necesita de su ayuda,
cualquiera que sea su condición social o sus creencias religiosas. Lo mismo atiende a paganos (Mt 8, 5-13 par; Me 5, 1-
20 par; 7, 24-30 par) que a personas de elevada posición social, como un funcionario real (Jn 4, 46~52) o un jefe de
sinagoga (Me 5, 21-43 par) que a mendigos (Me 10, 46-52 par; Jn 9, 1-38), gente de mala fama (Me 2, 15-17 par; Le 7,
36-50; 15, 1-2) o desahuciados (Me 1, 40-45 par; 5, 2434 par; Jn 5, 1-15).
Lo que, según los evangelios, caracteriza a Jesús es su implicación en las situaciones humanas negativas que se va
encontrando; no pasa indiferente ante ellas, al contrario, le afectan en lo más hondo y hace todo lo que está de su parte
por remediarlas. Así lo subrayan los tres sinópticos cuando describen la reacción de Jesús ante esas situaciones con un
verbo de sentimiento, «conmoverse» (Mt 9, 36; 20, 34; Me 1, 41; 6, 34 par; 8, 32 par; 9, 22-25; Le 7, 13) , que el
Antiguo Testamento reserva para expresar la sensibilidad de Dios. De este modo ponen de relieve que Jesús, presencia
de Dios en la tierra, reacciona ante las injusticias, miserias o desgracias humanas como lo hace Dios mismo.
(...) Resulta innegable y sorprendente la solidaridad de Jesús con los marginados de su tiempo: pecadores, publícanos,
enfermos, mujeres, etc. Los evangelios presentan a Jesús tratando, acogiendo, ayudando y atendiendo a todos ellos. Su
conducta en este sentido fue tan escandalosa que le acarreó la crítica implacable de los observantes religiosos (Me 2, 16
par; Le 7, 39; 15, 2), que no podían comprender que alguien que pretendía ser fiel a Dios actuase de ese modo. La
respuesta de Jesús ante esas críticas es que su actuación no hace otra cosa que reproducir el modo de ser y comportarse
de Dios mismo (Le 15, 1-32).
(...) Pero Jesús no sólo se solidariza con los rechazados, marginados u oprimidos por la sociedad, sino que llega a
identificarse con ellos, haciendo suya su situación: «Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de
beber, fui forastero y me recogisteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, estuve en la cárcel y
vinisteis a verme... Cada vez que lo hicisteis con uno de esos hermanos míos tan insignificantes, lo hicisteis conmigo»
(Mt 25, 31-46) ; apela así, desde los necesitados de toda índole, a la solidaridad humana para que dé una respuesta
positiva y eficaz a esas situaciones.»
(Fernando Camacho, biblista)
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EROS/AGAPE
«Según Jesús, aunque Dios sea amor, el amor no es Dios; aunque Dios sea uno, la unidad no es el Dios de Jesús.»
(Richard Niebuhr)
«El Dios a quien Cristo ama es el «Señor de cielos y tierra», el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el poder que hace que
caiga la lluvia y salga el sol, sin cuyo querer y conocimiento ni siquiera muere un gorrión, ni una ciudad es destruida, ni
él mismo es crucificado. La grandeza y la maravilla del amor que Jesús siente por Dios no aparece en su amor cósmico,
sino en su lealtad al Dios trascendente, que a los hombres de poca fe da la impresión de serlo todo menos paternal. La
palabra «Padre» en labios de Jesús es una palabra más sublime, más fiel y más heroica que cuando la deidad y la
paternidad son identificadas.
A esta interpretación de la naturaleza única de la virtud del amor en Jesús, basada en la ingenuidad de su devoción a
Dios, se objetará que el practica y enseña un doble amor, el amor al prójimo y el amor a Dios, y que su ética tiene dos
focos: «Dios Padre, y el valor infinito del alma humana» (Harnack).Tales aserciones olvidan que el doble mandamiento,
formulado por primera vez o bien meramente confirmado por Jesús, no emplaza en absoluto a Dios con el prójimo a un
mismo nivel, como si a cada uno se debiera una devoción completa. Sólo Dios debe ser amado con todo el corazón, con
toda la mente, con toda el alma y con toda la fuerza; el prójimo, en cambio, está al mismo nivel que el yo. Además, la
idea de atribuir un valor «infinito» o «intrínseco» al alma humana parece totalmente ajena a Jesús. (...). La virtud del
amor al prójimo en la conducta y enseñanza de Jesús jamás podrá ser adecuadamente descrita si de alguna forma es
abstraída del amor primordial a Dios. Cristo ama a su prójimo no como éste se ama a sí mismo, sino como Dios le ama.
De ahí que el cuarto Evangelio, percatándose de que la afirmación judía «amarás a tu prójimo como a ti mismo» no
cuadraba adecuadamente ni con las acciones de Jesús ni con sus exigencias, cambió el mandamiento en «amaos los
unos a los otros como yo os he amado». De este modo, los discípulos advirtieron claramente que el amor de Jesucristo a
los hombres no era meramente una ilustración de la benevolencia universal, sino un acto decisivo del ágape divino. (...)
Su amor a Dios y su amor al prójimo son dos virtudes distintas que no tienen ninguna cualidad común, sino sólo una
fuente común. El amor a Dios es adoración al único Dios verdadero; es gratitud al dador de todos los dones; es gozo en
la santidad; es «consentir el Ser». El amor a los hombres, en cambio, es compasivo más que adorante; es dar y perdonar
más que agradecer; sufre por y en su depravación y profanidad; no consiente en aceptarlos como son, sino que los llama
al arrepentimiento. El amor a Dios es un eros no posesivo; el amor al hombre es puro ágapes el amor a Dios es pasión,
el amor al hombre es compasión. Hay dualidad aquí, pero no de un interés afín, Dios y el hombre. Se trata más bien de
la dualidad de Hijo del Hombre e Hijo de Dios, que ama a Dios como el hombre debería amarlo, y ama al hombre como
sólo Dios puede amar, con una piedad poderosa hacia aquellos que zozobran.»
(Richard Niebuhr, teólogo protestante norteamericano)
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CRISTO/JESÚS
«Creer en un Cristo así significa hacer del amor el contenido de la fe hasta el punto de poder afirmar que el
amor es la fe»
(Joseph Ratzinger)
«Quien reconoce al Cristo en Jesús y solamente en él, quien reconoce a Jesús como Cristo, quien comprende la total
identidad de la persona y de la obra como algo decisivo, deja de lado la exclusividad de la fe y su oposición al amor,
une fe y amor en una misma realidad y no piensa en separarlos.
El lazo de unión entre Jesús y el Cristo, la inseparabilidad de la persona y de la obra, la identidad del hombre con su
acto de entrega, son el lazo de unión entre el amor y la fe, ya que el yo de Jesús, su persona, que es el punto central,
tiene esa propiedad: su yo no es en modo alguno un yo separado, sino ser procedente del Padre y ser para el vosotros de
los hombres. Es identidad de Logos (verdad) y de amor; así convierte el amor en Logos, en verdad del ser humano.
En consecuencia, la fe exigida por una cristología así es ingreso en la franqueza universal del amor sin condiciones. Ya
que creer en un Cristo así significa hacer del amor el contenido de la fe hasta el punto de poder afirmar que el amor es la
fe.
Ésta es la imagen que Jesús pintó en su parábola del juicio final en Mateo 25, 31 -66. La profesión de fe en Cristo
exigida por el juez supremo es haber encontrado a Cristo en los hermanos que necesitan mi ayuda.
Confesar a Cristo significa reconocer a Cristo en los hombres que, a mi paso cotidiano por el mundo, me necesitan;
confesar a Cristo es comprender la llamada del amor como exigencia de la fe.
El aparente cambio de sentido de la confesión de fe cristológica hacia el servicio humano y el ser-para-los-demás sin
condiciones, descrito en Mateo 25, no es, según lo que hemos dicho, una evasión de la dogmática precedente. Es, en
realidad, la consecuencia que se deduce de la unión de Jesús con el Cristo, es decir, la consecuencia que nace del núcleo
de la cristología.
Repitámoslo: la unión de Jesús con el Cristo es a un tiempo el lazo de unión entre la fe y el amor.
Por eso, una fe que no sea amor no es verdadera fe cristiana, es sólo un sucedáneo, algo que se le parece. Este hecho
puede emplearse tanto en contra de una falsa comprensión doctrinal del concepto de fe católica como en contra de la
secularización del amor que en Lulero nace de la exclusividad de la justificación por la fe.»
(Joseph Ratzinger, en Introducción al cristianismo)
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CORAZONADA
«Cristo -a fuer de grande entre grandes- vivió intensamente su corazón. Oyó y siguió sus corazonadas. Las
corazonadas de Cristo son magníficas, emotivas, infalsificables. Y entre todas las corazonadas de Cristo, para mí,
sin duda alguna, se lleva la palma Naím»
(Adro Xavier)
«La madre, viuda, tras su hijo único, no gesticula, no alborota: su dolor es profundo, va aislado, sumido en lo intimo de
su ser. Cristo no tiene que preguntar. Cristo la mira. Y Cristo, como hombre, siente un arpón en su pecho. A todo
hombre normal le duele el corazón ante una madre que solloza, que solloza con amargura infinita, bajo el suplicio de su
único hijo perdido. (...)
Y su corazón no resistió con serenidad. Como no hubiéramos resistido ni tú ni yo. Su corazón saltó formulismos,
protocolos, exigencias. Su corazón saltó por encima de criterios humanos y raciocinios lógicos. Es decir, Cristo se dejó
llevar simplemente, sublimemente del corazón, y escribe su mejor corazonada.
No importa que nadie le pida ayuda, que nadie le suplique consuelo, que ni la madre se dé cuenta de que ahí, en la
cuneta, está Cristo. El milagro viene sin la oración petitoria de rigor. El milagro llega fuera del cauce normal, porque
más que milagro es la contestación a un imperativo del corazón, es corazonada del mayor corazón. (...) Aquí, en este
movimiento cordial de compasión, está la clave. Compasión, fuerza e imperativo del sentimiento. Cristo obedece a la
voz de su corazón. Cristo no contesta -como en mil casos- a una petición, a un ruego, a una súplica. Cristo sólo oye y
contesta a su corazón.
Y dio unos pasos hacia el cadáver. Callado, sereno, señor y dueño. La madre, tras el velo de lágrimas, miraría. No
estaba para discutir, ni para discurrir.
¿Qué pretenderla ese desconocido? ¿Qué le iba a hacer a su hijo? ¿Iba a despedirlo con una bendición mosaica? ¿Iba a
recitar la salmodia vieja del dolor? La madre lo que no quería era que le tocasen. La madre velaba por el sueño
definitivo de su hijo.
Cristo, empero, le tocó. Cristo no echó un discurso. Cristo, ante las dos multitudes -la de Naím, que le desconocía, y la
suya, expectante-, llevado en alas de su sentimiento, escribió maravillosamente su primera corazonada. Lo resucitó. Lo
resucitó no para apuntarse un tanto. Lo resucitó -lo subraya el evangelista— para «entregárselo a su madre». (...)
No le busques otra explicación. No hay motivación de apostolado, no hay conveniencia fuera del área del corazón.
¿Habías pensado alguna vez que Cristo tiene corazón y que le da rienda libre para hacer alguna de las suyas?»
(Adro Xavier, escritor jesuita)
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TU MIRADA
«Un día me miraste / como miraste a Pedro...»
(Ernestina de Champourcín)
«Un día me miraste Un día me miraste
como miraste a Pedro... y todavía siento
No te vieron mis ojos, la huella de ese llanto
pero sentí que el cielo que me abrasó por dentro.
bajaba hasta mis manos. Aún voy por los caminos
-¡Qué lucha de silencios soñando aquel encuentro...
libraron en la noche Un día me miraste
tu amor y mi deseo!- como miraste a Pedro...»
(E. de Champourcín, poetisa española)
Jesús: Recuerdo que hay un libro donde se analizan las diversas miradas
que se recogen de Ti a lo largo de los evangelios.
¿Cómo sería tu primera mirada a María tu madre,
cuando abriste los ojos tras tu nacimiento?
¡Cómo la mirarías más tarde, enamorado y agradecido,
en los largos treinta años de Nazaret!
Y al final, la miraste con ojos vidriosos pero conscientes
para encargarle la custodia de Juan y de todos nosotros: «¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!».
¿Y cómo mirarías a Juan Bautista para pedirle que te bautizara,
cuando él se quedó estupefacto al reconocerte?
Y con qué ilusión miraste a los dos primeros discípulos,
al preguntarles: «¿Qué buscáis?».
Después vendrían las miradas personalizadas a los demás apóstoles.
En concreto se nos habla de tu mirada enamorada
al joven rico, cumplidor de los mandamientos desde niño.
Luego sería de tristeza, al ver que no respondía a tu invitación:
«Si quieres ser perfecto, da a los pobres lo que tienes y sígueme».
Y cómo posarías tus ojos amigos en el trío de Betania,
los hermanos Marta, María y Lázaro, al pasar por su casa.
También registra el evangelio tu «mirada de ira y dolor
por la «obstinación» de tus adversarios en la sinagoga,
cuando curaste a un lisiado en pleno día de fiesta.
También debieron ser muy especiales las miradas de perdón
dirigidas a la Magdalena, la Samaritana y la mujer adúltera.
¿Y cómo mirarías a la hemorroisa, entre la muchedumbre,
cuando te confesó que ella había tocado la orla de tu manto?
Y tu mirada a Judas cuando te delataba, traidor, en el huerto
y tú le decías: «Amigo, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?».
Jesús: Gracias porque también a mí
«un día me miraste como miraste a Pedro...» (R.A.)
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TRANSFIGURACIÓN
«Transfigúrame, / Señor, transfigúrame»
(Gerardo Diego)
«Transfigúrame, / Señor, transfigúrame.
Traspáseme tu rayo rosa y blanco.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla
en tu más alta catedral.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de Ti en tu gloria traspasado.
Quiero poder mirarte sin cegarme,
convertirme en tu luz, tu fuego altísimo
que arde de Ti y no quema ni consume.
¡Oh mi Jesús alzado sobre el trío / -Pedro, Juan y Santiago-
que cerraban sus ojos incapaces
de sostener tu Luz, tu Luz!
Y no cerrar mis párpados / como ellos los cerraban
con tu llaga de luz sustituyéndote
en inconsútil túnica incesante,
y dentro Tú manando faz de Dios.
No, déjame mirarte, contemplarte
a través de mi carne y mi figura,
de historia de mi vida y de mi sueño,
inédito capítulo en tu biblia,
vidriera que en colores me fraccionas
para unirme después en tu luz blanca
al otro lado de tu barlovento.
Si he de transfigurarme hasta tu esencia,
menester fue primero ser ese ser con límites,
hecho vicisitud, camino de figura,
pues sólo la figura puede transfigurarse
pues figura me hiciste y me parezco
a mí mismo en mi vitral naturaleza,
¡oh mi Hermano en María!, transfigúrame.
Pero a mí solo, no. Como a los tuyos,
como a Moisés, luego blanco de zarza,
como a Elías, carro de ardiente aluminio,
cada uno en su tienda, a Ti acampados,
purifícame también a todos, / los hijos de tu Padre
que te rezan contigo o te rezaron
o acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el Padrenuestro.
Purifícame a todos, a todos transfigúralos.»
(Gerardo Diego)
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ESPEJO
«Jesús mío: Penetra todo mi ser de tal manera que mi vida no sea en adelante sino una irradiación de la tuya.
Quédate conmigo. Así podré convertirme en luz para los demás. Déjame predicar tu nombre con mi ejemplo, con
la fuerza de tu atractivo, con la energía evidente del amor que mi corazón siente por Ti.»
(Henry Newman)
Jesús:
Tu apóstol Pablo nos pide que tengamos tus mismos sentimientos.
Tu converso Newman nos enseña a pedirte todavía más:
quedar penetrados de Ti en todos los estratos de nuestro ser:
memoria, entendimiento, voluntad, corazón, sensibilidad.
Queremos sentir como Tú, pensar como Tú, querer como Tú,
amar como Tú, reaccionar como Tú, actuar como Tú.
En una palabra, queremos cristificarnos.
Pero no como copias estáticas, sino como agentes dinámicos.
Haznos como esos «dobles» del protagonista en la pantalla,
que actúan en su lugar en diversas circunstancias.
Desparecido Tú visiblemente del plato de la historia,
queremos llenar tu ausencia con nuestras vidas aquí y ahora.
Tú nos mandaste: «Sed luz del mundo».
Pero no podremos serlo sino cargando nuestras baterías de Ti,
que te auto definiste: «Yo soy la Luz del mundo».
Sólo deseamos ser reflejo, irradiación, transparencia de Ti.
Sólo queremos pedirte: Jesús, que quien me mire Te vea.
No se trata de anular mi persona, sino de transformarla,
de llegar a la simbiosis paulina:
«Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí».
¿Qué te cuesta concederme el ser clonación tuya?
Sólo así podré ser luz para los demás,
estrella que conduzca hasta Ti a cuantos me vean.
Sólo entonces se realizará la paradoja de Francisco de Asís,
que salía a predicar y volvía sin decir una sola palabra:
porque predicaba con su ejemplo de Evangelio sin glosa.
También aquí «una imagen vale más que mil palabras»,
un ejemplo de vida cristiana vale más que mil sermones.
Jesús: Quiero evangelizar con una vida cristiana,
que transparente el imán de tu atractivo personal.
Deseo hablar de Ti, más que con palabras,
con la evidencia de un corazón enamorado de Ti.
Con la contundencia de un ser cristificado,
que no sabe hacer otra cosa sino transpirar
tu personalidad cautivadora.
(R.A.)
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CAMINO
«Hace falta comprender bien cómo Jesús se hace nuestro camino, porque tenemos con mucha frecuencia en
nuestra imaginación imágenes muy pobres» (P.H. Kolvenbach)
«Así, tenemos el peligro de imaginárnoslo como un experto
o un especialista que, en la formación de los apóstoles,
les presentaría el mejor camino teórico para mostrarles la ruta a seguir,-
sirviéndose de un manual o de una doctrina bien elaborada.
Es verdad que el Señor les enseña y por eso los apóstoles le llaman
con gusto siempre «Maestro». Pero no les enseña como un Profesor
les revela la ruta que Dios su Padre ha trazado para nosotros,
de tal manera que podamos tener la vida en plenitud y abundancia.
Y este camino consiste precisamente en seguir a Aquel
que es el Hijo del Padre, el Señor Jesús.
El Camino, la ruta cristiana -como decían los apóstoles-
no se descubre en un libro, sino en una persona concreta: Jesús...
Pero si el Señor nos guía personalmente y si Jesús es una cosa concreta,
no conviene confundirle con cualquier otra cosa.
El no es simplemente un guía de montaña,
el primero del grupo que conoce bien el camino
y se aventura a la escalada con sus compañeros.
Este hombre, cuyos servicios son inestimables,
no entrega a los alpinistas más que su saber y su técnica,
y desaparece una vez que ha cumplido su misión.
Jesús no es tampoco el «guru», un hombre santo
que conoce admirablemente los caminos del espíritu
y que comunica a sus discípulos lo mejor de su experiencia.
Esta relación es más profunda que la del guía,
pero es simplemente una relación de orden moral.
Los evangelistas nos han recalcado que el Señor quería presentarse como un Pastor,
pero señalando siempre la relación enteramente personal entre el pastor y sus ovejas,
que conlleva siempre un don de vida.
El guía y el guru no mueren por sus discípulos, y nunca dirán:
«Toma y come, esto es mi cuerpo».
No están para vivir una vida personal en el interior de su corazón.
Su enseñanza y su brillantez innegables son exteriores,
como lo hacemos con un ejemplo o con un modelo viviente.
Para ser nuestro camino, el Señor viene a vivir nuestra vida,
porque, resucitando, es el Hombre vivo para siempre. «Yo doy mi vida por mis ovejas»...
En los evangelios, sobre todo en el de san Juan, Jesús es el camino porque es la verdad y la vida.»
(Peter-Hans Kolvenbach, General de los jesuitas)
152
JUSTICIA
«Los cristianos y la Iglesia pueden repetir a los hombres las palabras que ellos han recibido (de Jesús): «Buscad primero
el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura».
(Paul Germán)
«Lo difícil, lo que hay que buscar con constancia e imaginación es el procurar que penetre en la humanidad el sueño de
la justicia. El resto, el cálculo integral, la ciencia, la tecnología, el crecimiento de poder y de autonomía, la regulación
del mundo, todo eso es relativamente fácil y llegará bastante naturalmente con la prolongación de la obra de la
evolución biológica. La justicia es obra de los hombres. Nada de extraño si ellos tantean, si ellos «brincolean», si los
avances a veces van seguidos de retrocesos. Los cristianos son, hoy como ayer, portadores de dinamismo, que ellos
sacan de su fe y de la palabra que se les repite sin cesar: «Todo -sí, todo- es vuestro; vosotros de Cristo y Cristo de
Dios».
(Paul Germain, matemático, Academia de Ciencias de Francia)
Jesús: Los intérpretes más recientes de tu misión y tu mensaje
coinciden en la importancia central del Reinado de Dios.
Para ti, el Reino de Dios es la Justicia, y ese Reino de justicia
es lo que debemos buscar en primer lugar.
Es verdad que la justicia divina es más amplia que la humana,
que significa todo aquello que «se ajusta» a la voluntad de Dios.
Pero también es cierto que ese querer divino
encierra la justicia humana como uno de sus elementos.
También es verdad que tu mandamiento específico es el amor,
pero su cumplimiento supone la inclusión de la justicia.
Demasiadas veces se nos acusa a los cristianos
de practicar una «caridad» contrapuesta a la justicia.
Pero esta separación no entra en tu programa.
Para ti el amor supera a la justicia, nunca la ignora,
para ti hay que amar partiendo del mínimo de ser justos.
Enséñanos, Jesús, que «todo lo demás»;
la ciencia, la técnica, las artes, las letras son neutras.
Que depende de la aplicación que hagamos de ellas
el que se conviertan en buenas o malas.
Y que es la justicia interpersonal y social
la que orientará hacia el bien cualquier progreso humano.
Enséñanos, Jesús, a «dar a cada uno lo suyo»:
«A Dios lo que es de Dios, y al cesar lo que es del cesar».
Ayúdanos a ser justos buscando siempre el bien común,
que es el bien de todos y cada uno de los seres humanos.
(R. A.)
153
PROFETA DEL AMOR
«Jesús de Nazaret ha enseñado la importancia del deber y nos ha clarificado su naturaleza con palabras como amor —
ahavah o ágape pero no eros—. En todas las lenguas deslizantes es difícil de definir, pero Jesús con la historia y el
ejemplo dijo qué significado daba al término»
(Anthony Burgess)
«Ha propuesto una imposibilidad -el amor a los enemigos- pero la imposibilidad parece menor si es vista a la luz de
aquellos que debo llamar términos lúdicos que ya he usado para la creación del mundo y su conservación. El deber es
también un juego o una partida -ferozmente dura de seguir pero ejecutable. El juego de la tolerancia, el juego de volver
la otra mejilla, el juego de sofocar la natural repugnancia que suscita una piel carcomida o sonrosada por la lepra y
cubrirla amorosamente de besos. Si uno vence en aquel juego, recibe un premio, y el premio se llama reino del cielo. El
reino es de hombres y mujeres que juegan bien su juego y desean jugarlo aún mejor. Los miembros del reino se pueden
reconocer siempre: por sus frutos. Este juego confiere a la vida un interés excepcional-. ¿Cómo entonces muchos no
sólo no quieren jugar a aquel juego, sino que persiguen con desproporcionada ferocidad a quienes lo practican?
Es porque se toman la vida demasiado en serio. Jesús y sus hombres se tomaban la vida no tan en serio. Mateo debió ser
salvado de tomársela demasiado en serio, pero los otros que lo siguieron eran hombres que no poseían nada para poder
tomárselo en serio. Ser propietarios de cosas es un peligro; ser dueños de un imperio es la locura terminal de tomarse las
cosas en serio. Cuando se es dueño de una cosa, se lucha por defenderla y, quizá, se descubre que luchares un buen
disolvente del aburrimiento. Pero luchar destruye a uno mismo además del enemigo, es algo inmensamente fatigoso, y
demasiado a menudo se termina con la pérdida de la cosa por la cual se lucha. Es mucho mejor jugar el juego del reino.
(...)
No obstante la aparición de Jesús sobre esta tierra para predicar la doctrina del amor y no obstante la robusta obra de sus
discípulos (todos matados de modos curiosamente lúdicos por la gente seria) no se puede decir que el reino de los cielos
prometido como recompensa del amor tenga probabilidad aún en nuestros días de superar en la carrera el reino de los
serios, que podemos llamar también el reino de César. Considerad todo lo que ha sobrevenido tras la muerte de Jesús.
(...)
Un día quizá todos los hombres aprenderán finalmente a entrar a formar parte del reino y de este modo el reino de los
cielos será contiguo al reino de César (...) Pero de esto yo tiendo a dudar, como parecía dudar Jesús mismo... De otro
modo, ¿a qué hablar tanto de recoger y quemar los hierbajos? Con todo, puesto que Jesús insistía en que Dios no tenía
preocupación por el tiempo, está quizá permitido inferir que tampoco tiene preocupación por el número de otro género,
y que el reino no exulta con el número. (...)
A los hostiles les pido que me amen, así como yo procuro amarles. A todos digo: trabajad con empeño en la partida del
amor junto conmigo, junto a Él y a los otros del reino.»
(Anthony Burgess, escritor británico)
154
MENSAJERO
«Jesucristo no nos entregó palabras en conserva,
para guardar,
sino que nos entrego palabras vivas.
Para alimentar»
(Charles Péguy)
«Jesucristo, hija mía,
no vino a nosotros para contarnos frivolidades.
Ya comprenderás que no hizo el viaje a la tierra,
un gran viaje hasta nosotros, / (estaba tan bien donde estaba:
antes de venir, no tenía todas nuestras preocupaciones),
Él no bajó a la tierra / para contarnos chistes,
para darnos adivinanzas que adivinar.
No, no, hija mía,
y Jesús tampoco nos ha dado unas palabras muertas,
que tengamos que guardar en pequeñas cajas (o grandes),
y que tengamos que conservar en aceite rancio / Jesucristo, hija mía,
no nos entregó palabras en conserva / para guardar,
sino que nos entregó palabras vivas. / Para alimentar.
Yo soy el camino, la verdad y la vida.
Las palabras de vida, las palabras vivas / no pueden conservarse sino vivas,
alimentadas vivas, / alimentadas, cargadas, caldeadas,
cálidas en un corazón viviente.
De ningún modo almacenadas en cajitas de madera o de cartón.
Como Jesús tomó,
se vio forzado a tomar cuerpo, a revestirse de carne,
para pronunciar estas palabras (carnales),
y para hacerlas oír, para poderlas pronunciar,
así nosotros, de modo similar, a imitación de Jesús,
así nosotros debemos aprovechar que somos carnales
para conservarlas, para conservarlas en nosotros vivas y carnales
(esto ni los mismos ángeles lo conocen, hija mía).
Como una madre carnal alimenta, y calienta sobre su pecho,
a su recién nacido,
-porque pronunció temporal y carnalmente las palabras eternas-,
se nos ha dado a nosotros, débiles, / depende de nosotros, débiles y carnales,
el hacer vivir y alimentar y conservar vivas en el tiempo
esas palabras pronunciadas vivas en el tiempo.»
(Charles Péguy, poeta francés)
155
ENCONTRADIZO
«El cristianismo significa un encuentro cálido y profundo con la persona de
Jesús.»
(José María Javierre, escritor)
Jesús:
Hay libros enteros de Introducción al cristianismo,
definitorios de La esencia del cristianismo;
pero la mejor síntesis cristiana es esa relación interpersonal
de cada uno de nosotros con tu personalidad arrolladora.
¿Cómo sería aquel encuentro contigo de Andrés y Juan,
que marcó la hora del discípulo amado y del hermano de Pedro?
Serían las cuatro de la tarde puntualiza el cuarto evangelista.
Fue la cita que decidió la vida de los dos discípulos.
También sonó esa hora tertia en que terciaste en nuestra vida
para comenzar una relación llamada a llegar hasta la eternidad.
Bendito mil veces el momento en que llamaste a nuestra puerta
para invitarnos a ir contigo y ver dónde vivías.
Dichoso aquel día que pasamos juntos en tu tienda,
primero de una serie sin eclipse en nuestro calendario.
Pero Tú sabes que nuestro corazón es una inestable veleta;
por eso te pedimos que lo conviertas en brújula nortada en Ti.
Que el imán de tu personalidad nos atraiga sin cesar.
Por nuestra parte, queremos poner las mediaciones humanas
para fomentar el calor cordial de «la gran amistad».
Todo amor necesita cultivo y alimento para sobrevivir.
¿No decía tu enamorada Teresa que «amar es durar»?
Queremos perseverar en la oración diaria personal,
sin rutina, sino siempre nueva, recién estrenada, porque atrae.
Eucaristía sin cansancio, no por cubrir el expediente,
sino con ganas, como la primera vez o como la última.
Jesús:
Aviva el rescoldo de mi corazón ensimismado,
para que nuestra relación resurja de sus cenizas.
Haz que me sienta nominalmente amado por Ti
como una invitación a renovarte mi amor personal.
Pero que no confunda relación individual con individualismo.
Ayúdame para que la profundidad de mi amor por Ti
llegue hasta todos los miembros de tu Iglesia/Humanidad.
(R. A.)
156
SUPERIOR
«Evidentemente, Jesús es profeta, pero este título no agota su personalidad ni la riqueza de su misión. Un profeta es el
portador de la palabra de Dios pero Jesús es la misma Palabra de Dios»
(José Ramón Guerrero, teólogo)
«Cuando surge Jesús proclamando un mensaje lo hace con una actitud y un comportamiento claramente distinto al de
Juan, pero, no obstante, deja reconocer en él muchos rasgos proféticos, ya que anuncia un nuevo tiempo de gracia y de
juicio en las relaciones de Dios con su pueblo y un nuevo tipo de hombre.
Jesús no es profeta por haberse dedicado al porvenir, sino porque, con una lucidez sorprendente anuncia un futuro en
proceso de presente, donde se harán realidad las exigencias radicales de Dios. Toda la predicación de Jesús se halla
sintetizada en Marcos 1,14: «Después que Juan fue preso, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la buena nueva de
Dios: —El plazo se ha cumplido y el reino de Dios está cerca; convertios y creed en este mensaje de salvación». Todos
los discursos de Jesús se refieren, mediata o inmediatamente, al acontecimiento venidero, a su ímpetu amenazador y a
su fuerza consoladora, a su eficacia y al signo distintivo del mismo. Su actitud frente a los valores recibidos reasume la
crítica constante de los profetas: condena a los que tienen la llave pero no dejan entrar (Le 11, 52), descarga su ira
contra la hipocresía religiosa (Mt 15, 7), intenta clarificar una herencia espiritual desvirtuada y desdibujada por el
tiempo y anuncia un culto perfecto después de la destrucción del templo (Jn 2, 15). (...)
Jesús ha enseñado por propia cuenta y esto evidencia una conciencia profética. Jesús reclama una alta autoridad como
Moisés y se define a sí mismo como la última palabra de Dios a los hombres. Todo profeta experimenta estar como
poseído por la palabra de Dios, pero en Jesús esta experiencia es singular (...) Los profetas se sienten arrebatados de su
situación y violentados por la palabra de Dios. Jesús, por el contrario, habla en su propio nombre. «Pero yo os digo...»,
reclamando para sí la misma autoridad de Dios (...)
El gran escándalo de Jesús es que pone al hombre y se afirma a sí mismo por encima de una ley sagrada fosilizada, que
no sólo no libera sino que esclaviza y aliena todavía más. En la tradición de los evangelios sinópticos, Jesús aparece
como un profeta revestido de la autoridad de Dios. Pero debemos precisar más: él es el profeta de la situación
escatológica y además se considera el único, por encima de Jonás o Salomón (Le 11, 31s), porque con Él surge la
liberación que todos esperaban en el futuro. (...)
Evidentemente, Jesús es profeta, pero este título no agota su personalidad ni la riqueza de su misión. En efecto, un
profeta es el portavoz de la palabra de Dios, pero Jesús es la misma Palabra de Dios. El profeta amenaza, conmina,
advierte, pero Jesús también juzga y decide con la autoridad de Dios. El profeta es heraldo del reino que va a venir;
Jesús es el instaurador del reino y al mismo tiempo su cabeza. Por último, el profeta realiza signos con el poder de Dios;
Jesús los realiza con su propio poder. Jesús se sitúa en la línea de los grandes profetas y tal título evidencia una de sus
cualidades fundamentales, pero no las expresa todas ni resuelve el problema de su identidad.»
(José Ramón Guerrero)
157
MORALISTA
«Jesucristo es el filósofo moral mas importante. Mi ética es la suya, con ese sentido del amor, de la solidaridad y de la
capacidad de volver a levantarnos,
aunque caigamos una y otra vez»
(Jostein Gaarder, filósofo noruego)
Palabras del autor de un libro actual titulado El mundo de Sofía, incomprensible «best-seller» por tratarse de una
historia de las ideas filosóficas. Palabras de un joven filósofo de nuestros días sobre Jesús, que vienen a sumarse a las
numerosas de otros filósofos de todos los tiempos sobre «el Cristo de la filosofía».
Realmente, la moral de Jesús alcanza la cumbre del ideal de las relaciones entre los
seres humanos.
Último en la lista notable de los profetas del antiguo Testamento, Jesús defiende la justicia como un nivel indispensable
en el trato interpersonal, incluidos los más débiles. Primero en la lista de los profetas de la nueva Alianza, Jesús ha sido
llamado «el profeta del amor», porque, por encima de los derechos humanos, propugna un horizonte de amor sin
límites.
En primer lugar, confirma el precepto de «amar al prójimo como a uno mismo», que ya campeaba en el antiguo Israel.
Pero, lejos de aceptar la restricción del prójimo al próximo por motivos de raza y familia, extiende el mandamiento del
amor a todas las personas, a las que hay que aproximarse para que se conviertan en prójimos. La parábola de Jesús
sobre el buen samaritano, con su grafismo magistral, demuestra que hay que llevar la ayuda solidaria hasta cualquier
necesitado tirado en el camino de la vida, prescindiendo de su sangre y religiosidad.
Pero donde llega Jesús al pleamar del amor es en el mandamiento inventado por su corazón, altruista como ninguno.
Del amar al otro -cualquiera que sea- como a sí mismo, Jesús pasa al «amaos unos a otros como yo os he amado»:
«hasta el extremo».
Jesús «pasó por la tierra haciendo bien» material y espiritual: sanando enfermos y perdonando miserias morales. Jesús
vivió y se desvivió por ayudar corporal y espiritualmente a los demás. Pero llevó su amor al extremo de dar la vida por
los otros.
Según su propia definición, «nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos». Es lo que hizo él al ir
libremente a la muerte por amor a la humanidad. Hoy se lleva la solidaridad hasta pedir y dar el O'7 % a los más pobres
del tercer y cuarto mundo, pero ¿quién da el 100 % -la propia vida- por los demás, como Jesús?
El otro aspecto que subraya Gaarder en la moral de Jesús es la posibilidad de levantarnos una y otra vez. A la pregunta
de Pedro «¿Cuántas veces he de perdonar, hasta siete veces?», Jesús le contesta «No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete». Este hebraísmo que significa «siempre» implica dos cosas. Primera, que quien ofende no tiene
límites en su capacidad de levantarse de sus caídas para pedir perdón. Segunda, que quien se siente ofendido no ha de
poner límites a su capacidad de perdonar. En un mundo violento, Jesús nos enseña a superar el «ojo por ojo» con el
«hoy por ti, mañana por mí». En un mundo sin sentido del mal moral, Jesús nos enseña a aceptar que caemos
moralmente, pero que podemos levantarnos como el pródigo.
(R. A.)
158
AMENAZADO
En los evangelios campean las diatribas de Jesús a los fariseos y doctores de la Ley. También aparecen las trampas y las
reacciones de los santones y letrados contra Jesús. Jean Moussé imagina la siguiente carta del sumo sacerdote Caifás a
Jesús:
(R.A.)
«No te conozco personalmente, pero sé que eres un gran hombre, aureolado de éxito popular. Me gustaría hacerte
algunas observaciones; si las tuvieras en cuenta, servirías mejor al pueblo de Dios que amo tanto como tú y sobre el
cual tengo más responsabilidades.
No dudo de tu celo ni de tu fervor. Veo también que te excedes un poco. Hablas de Dios con tal seguridad que debo
recordarte la necesidad de preparación teológica para hacer lo que haces. Y ésa no la tienes. Ciertamente, pueden
realizarse maravillas sin poseer ningún título y se puede ser un burro cargado de títulos; en todo caso, amigo mío, ¿por
qué no frecuentas alguna de nuestras bibliotecas abiertas al público o alguno de esos cursos nocturnos para laicos?
Cuanto más se estudia -te lo digo yo que soy doctor de la Ley- más nos apercibimos de los complicados meandros de la
teología y menos voluntad tenemos de hablar de cualquier manera. Si estudiases teología, no tratarías a los doctores
como hijos de Belial o sepulcros blanqueados. Tales frases gustan a la gentuza, pero no siempre eres bien interpretado y
hasta de vez en cuando te sientas a la mesa de alguno de esos «hijos de Satanás», menos sectarios que tú. ¡Motivo para
que no andes por ahí despreciando a los doctores!
Lo que haces de ese modo es reforzar el poder de los romanos imperialistas y desestabilizar la fe de la gente buena. Esa
gente practica ciertamente una religión muy formalista y repite como papagayos nuestra doctrina. Pero no necesita más
para salvarse.
En vez de arremeter contra nuestras tradiciones, que juzgas desfasadas, mejor harías en recordar la enseñanza
indispensable de nuestros grandes profetas.
No te hagas ilusiones: no andarás siempre escoltado por la multitud que te aclama. ¡Corres inútilmente y vas demasiado
lejos!
La paciencia de los doctores está a punto de agotarse y no dudamos en mantener el orden establecido por Dios y la
verdad a nosotros confiada.
Quien te avisa como tu amigo es... Caifás.»
(Jean Moussé)
159
BIEN SOCIAL
«Si se separan del judaísmo los profetas y del cristianismo tal como lo enseñó Jesucristo todas las adiciones posteriores,
en especial las del clero, nos quedaríamos con una doctrina capaz de curar a la humanidad de todos sus males sociales»
(A. Einstein)
«Es deber de todo hombre de buena voluntad luchar en su propio ámbito de acción para hacer que esas enseñanzas de
tanto valor humanitario se conviertan en una fuerza viva. Si consigue que sus honestos intentos en este sentido no
sucumban a los embates de sus contemporáneos, podrá considerarse a sí mismo, y a la comunidad a la que pertenece,
afortunado.»
(Albert Einstein, físico)
Jesús:
El sabio científico de la Teoría de la Relatividad no enuncia aquí nada relativo sino algo absoluto. Tu mensaje, como el
de los profetas del antiguo Testamento, significa la fórmula ideal para sanar a la Humanidad. Por mi cuenta me atrevo a
añadir que especialmente Tú, también como profeta, representas la cumbre inalcanzable. «Antiguamente, Dios nos
habló por medio de los profetas; últimamente, nos ha hablado por medio de su Hijo». Sólo como el supremo enviado de
Dios a la historia Tú eres el máximo profeta, por ser «el Profeta del Amor». No es que excluyeras la justicia de tu
mensaje, pero incluyéndola la superabas con un amor sin límites. Tu justicia no sólo significa el dar a cada uno lo suyo,
«al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Tu justicia significa el «ajustarse» al querer de Dios: «Yo
hago siempre lo que le gusta». «Mi manjar es hacer su voluntad.» Por eso, no es nada de extrañar que el Padre
respondiera a esta actitud tuya: «Este es mi Hijo amado en quien me complazco». Por eso, es natural que Dios añadiera:
«¡Escuchadle!», porque Tú tenías como norma única el escucharle a Él.
Bastaría que siguiéramos tu mensaje-vida, tus palabras como Palabra «sin glosa», como decía Francisco de Asís, para
vivir bien. Porque toda tu profecía-ejemplo está encerrada en la frase «Amaos unos a otros como yo os he amado»,
«hasta el fin». Si cumpliéramos esta única norma, santo y seña de tus seguidores, el mundo sería un ensayo general del
cielo, imperio del amor.
Jesús:
Haz que todos los hombres y mujeres, en privado y en público, tomemos libremente, como tendencia de obligado
horizonte, tu exhortación al amor mutuo, cima moral de la convivencia. Porque no basta saber que tu Evangelio es la
Mejor Noticia; hay que intentar realizarlo en las coordenadas del aquí y el ahora. Haznos afortunados en el esfuerzo
diario por hacer felices a todos, extendiendo en nuestro radio de acción, grande 0 pequeño, la fuerza viva de tu ejemplo-
guía.
(R. A.)
160
COMO NIÑOS
«Jesús no nos dice que seamos niños, sino que hay que hacerse niños. Y, evidentemente, para poder hacerse niño, es
necesario antes ser adulto»
(Antonio Andrés, cristólogo)
«Hacía tiempo que me había ofrecido a Jesús Niño, le había dicho que me utilizara no ya como un juguete valioso, sino
como una pelotita sin valor que podía tirar al suelo, golpear con el pie, agujerear, dejar de lado, apretar contra el
corazón, a su antojo. En una palabra: quería divertir a Jesús Niño, darle gusto, quería abandonarme a sus caprichos
infantiles. En Roma, Jesús agujereó a su juguete, quiso ver qué había dentro de él y, tras haberío visto, contento de su
descubrimiento, dejó caer la pelotita y se durmió».
«Si Jesús quiere dormir, ¿por qué se lo tengo que impedir? Me encanta que se encuentre a gusto conmigo... Y si Él
parece olvidarme, es libre de hacerlo, porque ya no soy mía, sino suya... Se cansará antes Él de hacerme esperar que yo
de esperarle».
«Siempre he deseado ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he comparado con los
santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano
de arena oscura, pisoteada por los pies de los que pasan... Llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal
como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al cielo por un camino bien derecho,
muy breve, un atajo completamente nuevo... En las casas de los ricos hay un ascensor que los sustituye con ventaja.
Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura
escalera de la perfección. Entonces busqué en los libros santos la indicación del ascensor, objeto de mi deseo, y leí estas
palabras, pronunciadas por la Sabiduría eterna: «Si alguien es muy pequeño, que venga a mí (Pr 9, 4). Entonces fui,
pensando que había encontrado lo que buscaba. Y para saber, Dios mío, lo que le harías al ser pequeñísimo que
respondía a tu llamada, continué mi búsqueda y he aquí lo que encontré: «Como una madre acaricia a su niño, así os
consolaré, os llevaré en mi corazón, y os pondré sobre mis rodillas» (Is 66,13)»
«Este es precisamente el misterio de mi vocación, de mi vida entera y particularmente el misterio de los privilegios de
Jesús sobre mi alma. Jesús no llama a los que son dignos, sino a quien Él quiere.»
«Con sólo dar una ojeada al santo Evangelio respiro el perfume de la vida de Jesús, y sé a qué parte correr... No me
lanzo hacia el primer lugar, sino hacia el último. En vez de avanzar con la oración del fariseo, repito, llena de confianza,
la oración humilde del publicano. Sobre todo sigo el ejemplo de María Magdalena: su audacia estupefaciente o, mejor
dicho, amorosa, que encanta al Corazón de Jesús, seduce el mío. Sí, lo siento, aunque tuviera sobre la conciencia todos
los pecados que se puedan cometer, iría, con el corazón partido por el arrepentimiento, a echarme a los brazos de
Jesús.»
(Teresa de Lisieux, santa carmelita)
161
MAESTRO DE MORAL
«El Maestro del evangelio se anuncio como enviado del cielo, a la vez que declaraba -como digno de una tal misión-
que la fe de prestación (en días de servicio a Dios, de profesiones y usos) es por sí nula, y que en cambio la fe moral —
la única que santifica a los hombres, «como santo es su Padre del cielo», y que muestra su genuinidad por la buena
conducta- es la única beatificante.»
(Kant)
«Tras haber dado en su persona -mediante mensaje y pasión, hasta la muerte inmerecida y a la vez meritoria- un
ejemplo adecuado al arquetipo de la única humanidad agradable a Dios, es representado como volviendo al cielo del
que había venido, dejando oralmente su última voluntad (como en un testamento). Y por lo que toca a la fuerza del
recuerdo de su mérito, doctrina y ejemplo, pudiendo decir que «él (el ideal de la humanidad agradable a Dios)
permanece entre sus discípulos hasta el fin del mundo.»
(Immanuel Kant)
Jesús:
Me complace venir hoy a Ti para rezarte sobre un texto de Kant, sacado del libro La religión dentro de los límites de la
mera razón. Hoy hablamos mucho de la distinción entre moral y ética. Relegando al baúl de los recuerdos «la vieja
moral judeocristiana», se nos hace la boca agua hablando de una ética civil universal. Eso sí, sin pasarnos más allá de
una «ética de mínimos»... Ojalá aprendiéramos todos del filósofo de la razón pura y práctica el respeto y veneración con
que habla de Ti, Maestro del Evangelio. En esta larga cita kantiana aprendemos a valorar la moral cristiana, la que Tú
nos enseñaste en el Sermón del Monte, con tu corrección de la vieja moral del Antiguo Testamento; con tu lección de
«poner la otra mejilla» en vez del «ojo por ojo» y la de anteponer el estar a bien con el hermano al culto a Dios; con tu
exhortación a poner en el punto de mira el ejemplo del Padre «que hace llover y brillar el sol sobre buenos y malos»;
con tu confirmación del amor al otro como a uno mismo como síntesis de la Ley entera y los profetas.
Pero, sobre todo, con el «no va más» del amor como Tú nos amaste: hasta el fin de la vida y hasta dar la vida en el
empeño. Frente a una fe vacía, sin alma, Tú pones como baremo de la moral las buenas obras, que nacen del árbol sano
del corazón bueno.
Jesús:
También me gusta la síntesis que hace de tu vida el filósofo Kant, llamándote el arquetipo de la humanidad grata a Dios.
Es lo mismo que ya adelantó tu Padre en el Jordán y en el Tabor, apellidándote el Hijo predilecto de sus complacencias.
Agrado del Padre apoyado en tu entrega a su voluntad como el único alimento y el objetivo único de tu existencia: «Yo
hago siempre lo que le agrada», «mi manjar es hacer su voluntad.» Y eso aunque ese querer divino entrañara la pasión y
la cruz, como repetiste toda la noche de Getsemaní: «Hágase tu voluntad». Haz que sea también verdad la última frase
de la
a kantiana: que tu mérito, mensaje y ejemplo sigan vivos en tus discípulos.
(R. A.)
162
COMPROMETIDO
«No caben más discusiones: Jesús estuvo de parte de los pobres, los que lloran, los que pasan hambre, los que no tienen
éxito, los impotentes, los insigificantes»
(Hans Küng, teólogo suizo)
«El signo probatorio de que Jesús es «el que viene», el que es esperado como mensajero y profeta definitivo, es que en
él se realiza de forma plena el anuncio de la buena noticia a los pobres, el signo por antonomasia que había profetizado
Isaías. A este anuncio real deben seguir efectos reales, que afectan a ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos... Jesús no
habla de ciegos espirituales, por lo que tampoco habla de pobres espirituales. A los pobres materiales se les anuncia la
buena noticia que les va a llenar de esperanza y les va a hacer felices en esa esperanza, porque saben que va a ser
superada la opresión de su pobreza. No es sólo entonces que no haya mayor signo de credibilidad del ser y de la misión
de Jesús que el anuncio efectivo y eficaz de la Buena Noticia a los pobres, sino que en ese signo se descubre el ser
mismo y la misión de Jesús. El acceso a Jesús como Dios pasa por esta su dimensión esencial de ser el evangelizador de
los pobres y el remediador de los males históricos de los hombres.»
(Ignacio Ellacuría, jesuita español asesinado en El Salvador)
«Que la vida se ofrezca a los pobres, que la salvación de Dios se dirija a ellos, más aún, únicamente a los pobres
(Jeremías) es lo que produce escándalo en las minorías y lo que ocasionará la persecución de Jesús. Pero, por otra parte,
sólo desde la parcialidad de Dios hacia los sin vida se garantiza que Dios sea un Dios de vida para todos.»
«Encarnarse para Jesús no significó ubicarse en la totalidad de Dios; significó más bien elegir aquel lugar determinado
de la historia que fuese capaz de encaminarle a la totalidad de Dios. Y ese lugar no es otra cosa que el pobre y el
oprimido. Consciente de esa parcialidad, que se presenta como alternativa a otras parcialidades desde el poder o a un
universalismo aséptico que siempre es colaboración con el poder, Jesús comprende su misión desde el principio corno
destinada a los pobres, desarrolla históricamente su encarnación en solidaridad con ellos y declara en la parábola del
juicio final al pobre y al oprimido como el lugar desde el cual se discierne la praxis del amor.»
(Jon Sobrino, teólogo español, jesuita)
«Jesús curó y ayudó a algunos de su tiempo; pero, ¿qué significa esto para la Humanidad? El hecho de que algunos
hombres experimentasen entonces que pasó haciendo el bien, que era poderoso en obras y palabras ¿qué significa hoy
para los marginados de turno, para los enfermos incurables, para los que sufren? ¿Es posible vivir del recuerdo de que
Jesús trató con misericordia a unos pocos? ¿Y los paralíticos que nunca oyeron ni oirán el «levántate, toma tu camilla y
anda»? (Me 2, 9). Hablar de Jesús y los marginados puede ser hasta reconfortante y alentador. Pero la entrega de Jesús
al mundo de la marginación culmina en una invitación a todos nosotros. Después de alabar al buen samaritano... Jesús
termina diciendo «vete y haz tú lo mismo» (Lc 10, 37).»
(Manuel Fraijó, teólogo)
163
LIBRE
«Todos los sabios, hasta aquel momento, meditaban sobre el destino, sobre la necesidad confundida con la razón. Él, el
Cristo, lo contrario del destino, Él la libertad, la creatividad, la vida. Él ha liberado la historia del peso de la fatalidad.»
(Roger Garaudy, filósofo francés)
Jesús: Siempre se ha ponderado de Ti la obediencia,
que ha sido el modelo de la vida religiosa y cristiana en general.
Y es verdad, si se trata de tu sujeción filial al querer del Padre.
La primera palabra que pone en tus labios la Carta a los Hebreos,
«al entrar en el mundo», es: «Aquí vengo para hacer tu voluntad».
Y la última del evangelio, antes de entregar tu espíritu al Padre,
al salir del mundo, fue: «¡Misión cumplida!».
Y en medio, la primera que se registra en tu niñez es:
«¿No sabíais que yo debo estar en las cosas de mi Padre?».
Y luego: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió».
Y también: «Yo hago siempre lo que le agrada».
Pero no sólo en la vida pública, sino también en la pasión:
«No se haga mi voluntad, sino la tuya».
Ante el Padre, obediencia total. Y precisamente por eso,
ante todo y todos los demás, libertad absoluta.
Ante la Ley, imperativo constitucional del pueblo judío:
«Habéis oído que se dijo... Pero yo os digo...»
Ante el Sábado, día sagrado de la religión judía:
«El Hijo del Hombre es también señor del Sábado».
Ante el Templo, espacio religioso por antonomasia:
«Destruid este templo y en tres días lo levantaré».
Jesús hablaba del templo de su cuerpo como superior al de Jerusalén.
Y ante los hombres no hacías acepción de personas,
como temeroso de ofender a los grandes
ni como envarado de superioridad ante los pequeños.
Por eso, desde los niños hasta los fuera de la ley
se sentían accesibles a Ti como un hombre desinhibido.
Hablabas «como quien tiene autoridad»,
pero al mismo tiempo, con el corazón en la mano.
Dominabas el viento y el mar,
pero respetabas la libertad de todas las personas.
Jesús, hombre libre, hazme libre ante todo, sólo sujeto a Dios.
(R. A.)
164
ESCANDALOSO
«Jesús es, en su vida, el hombre del escándalo; algo contra lo que nos tienta siempre la protesta»
(Karl Rahner)
«Jesús es, en su vida, el hombre del escándalo; algo contra lo que nos tienta siempre la protesta. Si contemplamos su
vida con los ojos de un historiador incrédulo, vemos a un hombre nacido en un rincón insignificante del mundo y de su
tiempo, que inicia su vida inadvertido e incomprendido -ni sus padres le entendieron-, peloteado por la política
contemporánea, y que, tras una breve aparición pública, apenas registrada en la escena mundial, muere en el patíbulo.
Nada grandioso se descubre en esta vida. En cierto modo, Jesús no ha vivido; por lo menos, no como debería vivirse
una vida humana espiritualmente dinámica. Pasa por alto todo lo que, a nuestro parecer, enriquece y llena nuestra vida.
Advierte que las flores de los prados visten con más esplendidez que Salomón en todo su fasto, pero al mismo tiempo
dice de ellas que son sólo heno que mañana será quemado. Prescinde del matrimonio, del arte, incluso de la amistad, ya
que los hombres que escoge tampoco le entienden y, en el fondo, está solo. No es que despreciara estas cosas: no
experimentó resentimiento hacia ellas, ni las desvalorizó, pero tampoco entró a fondo en ellas. Lo único que
propiamente se puede decir de él es que era religioso.
También nosotros hubiéramos concebido de otra manera la vida humana de Dios. El Hijo de Dios encarnado tendría que
ser, naturalmente, religioso. Debía enseñarnos cómo hay que rezar al Dios viviente. Pero, además, hubiera debido tener
tiempo e interés para otras muchas cosas y mostrar una genialidad superior a nuestra medida. Hubiéramos esperado de
él la composición de una grandiosa obra literaria, ante todo, que hubiera reformado el mundo, incluso política y
socialmente, en un reino visible de Dios. Con gusto descubriríamos en su vida rasgos que nos lo hicieran más simpático.
Nada hallamos de esto. De Jesús vale lo que dijo san Pablo: «Se anonadó a sí mismo». El Logos ha escondido, en el
más pleno sentido, su gloria en su humanidad. Evidentemente, no le interesaba exhibir en su humanidad su majestad
divina. Si el Logos se reveló en Cristo como primero y último principio espiritual de toda la creación, ¿no tendría
derecho el metafísico a esperar que sintetizara en sí mismo toda la creación, que la concentrara como en un foco, que
fuera de verdad la quintaesencia del mundo, la condensación de todo lo grande, bello y vivo? Pero Cristo pasa de largo
ante todo esto. A lo sumo, toma de acá o allá algo, con naturalidad, pero aun aquí son los discípulos los que, admirados,
llaman su atención sobre el soberbio edificio. Calla, sigue adelante, sin ruido, como alguien para quien todo, en cierto
sentido, hubiera muerto, o por lo menos se hubiera hecho fugazmente pasajero. Todo es para él lo «otro», lo distinto del
reino de Dios, lo no-esencial.»
(Karl Rahner, teólogo alemán jesuita)
165
CÉLIBE
«El celibato de Cristo, lejos de ser un desprecio del amor humano, es, paradójicamente, su celebración»
(Christian Duquoc)
«Las condiciones de existencia de Jesús, según los evangelios, no parecen estar en disonancia con las de la mayor parte
de los hombres de su época. Existe sin embargo, un punto en el que Jesús no ha compartido la condición común de los
hombres, él escogió el celibato.
La actitud de Jesús y sus palabras demuestran que esta elección no podía ser en él la consecuencia de una falta de
aprecio del amor humano. En Jesús no hay ni una sola palabra que pueda sugerir cierto desprecio por la mujer. No le
dieron miedo las amistades femeninas. Por tanto, su elección proviene de su misión. La tarea de Jesús es una tarea
singular. Se atribuye el título apocalíptico del Hijo del hombre. Jesús es el hombre universal. Pues bien, si todo amor
humano tiene un alcance universal, la tarea de Cristo es especial, ya que alcanzó a la humanidad en virtud de la
mediación de un amor único. La tarea de Jesús sobrepasa la limitación concreta que está incluida en todo amor humano.
Ciertamente, la superación de un amor singular no es voluntad abstracta para con la humanidad. Jesús busca un
encuentro concreto con todo ser humano, no con vistas a una posibilidad terrena e histórica. Un amor singular y
exclusivo está vinculado a lo histórico, aunque pueda tomar un valor trascendente. A causa del sentido último que Jesús
le da a toda historicidad, es comprensible que no se quisiera comprometer en un amor singular.
Esta razón adquiere toda su fuerza si se piensa que es mediador. Pues bien, un amor humano es la mediación normal
para la búsqueda de Dios. Por algo la Biblia utiliza este símbolo para describir la relación entre Dios y su pueblo. Nada
sería capaz de mediatizar a Cristo en su encuentro de Dios: Él es el mediador. La situación excepcional del amor
humano como mediación del encuentro de Dios, única mediación que pretende ser una mediación total de la existencia
por llegar hasta la muerte, es la que da razón del celibato de Cristo.
Es evidente que los argumentos que se dan en favor del celibato sacerdotal o religioso no pueden ser idénticos a los que
se admiten en el caso de Cristo. Sólo Cristo es mediador, y únicamente por un abuso de lenguaje se transfieren al
sacerdote las prerrogativas de Cristo. Por eso, el celibato de Cristo, lejos de ser un desprecio del amor humano, es,
paradójicamente, su celebración.»
(Christian Duquoc, teólogo)
166
INCONFORMISTA
«Buscamos a Jesús tal como es porque necesitamos optar por su verdadero Dios, nuestro libertador, frente a los cesares
y a sus dioses que nos devoran vivos»
(Teófilo Cabestrero)
«A Jesús se le busca hoy en su propia figura de hombre inconformista, iconoclasta, subversivo. Lo fue, y como tal fue
procesado y condenado. Hoy lo necesitamos como fue, como es, y, fuera y dentro de la iglesia, se rompe la envoltura de
pastaflora con que lo envolvieron, se le libera del secuestro de la piedad burguesa. Algunos se pasan y le ponen el fusil
al hombro, que es como volverlo a secuestrar; quisieran obligarle a forzar la venida de su reino con la violenta
liberación de los oprimidos.
Buscamos a Jesús tal como es porque necesitamos que él nos libere de los secuestros que sufre el hombre, de la
enajenación y la locura que todos padecemos. Necesitamos su presencia, su visión de las cosas, su mirada subversiva
para la injusticia y el odio, para la crueldad y para toda opresión al hombre. Necesitamos volver a saber de sus propios
labios que lo mejor es amar y dar la vida. Su evangelio no es el mismo en nuestras voces que en sus labios. De él sólo
hemos conservado las palabras, sin su Espíritu y sin sus obras, sin su fuerza subversiva, sin su dolor, sin su pasión y sin
su cruz.
Buscamos a Jesús tal como es porque necesitamos optar por su verdadero Dios, nuestro libertador, frente a los cesares y
a sus dioses que nos devoran vivos.»
(Teófilo Cabestrero, teólogo)
«Pero no digamos que nuestro Cristo fue un libertador político, porque eso es mentira: fue un libertador humano, lo cual
es infinitamente mayor en profundidad, en generosidad, en amor. E infinitamente menos fácil. Digamos, y es cierto, que
la liberación humana debe traer consigo la liberación política, que será su inevitable consecuencia. No digamos -porque
eso es una mentira que transforma los hechos en una metáfora barata, porque es una mentira criminal o estúpida- que
Jesús de Nazaret fue el primer guerrillero, o cualquier guerrillero.
Pero se ha dicho.
Se dice.
Un cartel, incluso, lo pinta con fusil en bandolera. Como si el pincel traidor pudiera borrar las palabras inconfundibles e
inmatizables:
«Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios». (...)
Se podrá no estar de acuerdo. Se podrá, como Bruce Barton, encontrar que ese Cristo resulta «amaricado». Si es así,
nada impide tomar un camino distinto. Reconocer que no se puede o no se quiere ser cristiano.
Pero no mintamos a Cristo.
La traición de Judas, que entregó su cuerpo, es venial al lado de la traición contra su espíritu.»
(Guillermo Blanco, en El evangelio de Judas)
167
MATERNAL
«El Dios experimentado y anunciado por Jesús es Padre y Madre, pero no como dimensiones yuxtapuestas, sino
fusionadas: Dios es la Madre en el Padre»
(Karl Herbst, teólogo alemán)
«De Jesús puede decirse realmente que su muerte era ineludible, en cualquier sociedad y cualquier circunstancia. Los
problemas planteados por su humanidad significan un revulsivo para cualquier tipo de orden y moral sociales. «Está
agitando a todo el pueblo, desde Galilea hasta aquí» (Le 23, 5) son las palabras con que se expresa la única verdadera
razón de su postergamiento a lo largo de milenios. Sin embargo, cualquier época, cualquier cultura advertirá al mismo
tiempo que, al condenar a Jesús, está dictando su propia condena a muerte. A diferencia de la muerte de Juan, el desafío
mortal de la figura de Jesús afecta a la vida de todo ser humano; la pregunta que él plantea a cada uno es hasta qué
punto vive, hasta qué punto es persona, hasta qué punto se ha permitido ser un ser humano. En el futuro, nunca será ya
posible, tras la muerte de Jesús, eludir la responsabilidad recurriendo a prerrogativas sociales y conseguir la paz con el
entorno denigrando y negando el amor.»
(Eugen Drewermann, teólogo alemán)
«La historia de Jesús, que desembocó en su crucifixión, fue ella misma una historia teológica dominada por la disputa
entre Dios y los dioses, es decir, entre el Dios al que Jesús proclama como Padre suyo, y el de la Ley, como lo
entendían los que la custodiaban, y los dioses políticos de la potencia romana ocupante... Su muerte es incomprensible
sin su vida, y ésta lo es sin aquel para quien él vivió, es decir, su Dios y Padre.»
(Jurgen Moltmann, teólogo alemán)
«¿Cuál es, pues, la nueva imagen de Dios que manifiesta Jesús, y la correspondiente nueva imagen del hombre? (...)
Esta imagen completamente nueva de Dios no tiene nada que ver con el Dios belicoso del Antiguo Testamento.
La clase dirigente judía veía en Jesús al violador de la ley, al violador de tabúes y al seductor. Y Jesús lo era, lo es y lo
será siempre. Su mensaje para todos es el vínculo que nace de la libertad. Jesús cuestionó toda religión sistematizada y
dogmatizada. El Nuevo Testamento atestigua centenares de veces que Jesús no sólo cuestionó el Antiguo Testamento,
sino que quería superarlo. «Se mandó a nuestros antepasados..., pero yo os digo.» Debido a que Jesús negó la
obediencia todas las autoridades de los padres, pudo reconocer y sentir el amor del Padre. Jesús no habló en absoluto de
Yahvé, el Dios de los patriarcas que los judíos conocían. Se adhirió al Padre de amor. Esto no es un principio abstracto,
ni un Dios sin nombre, sino una relación viva, una nueva calidad.
(-..) Dios nos ama como una madre ama a sus hijos: sin contraprestación y entrañablemente. Nunca se ha pintado en la
historia de las religiones una imagen más hermosa que esta afinidad de espíritu entre el hombre y Dios. Somos amados
de Dios como Jesús era su amado.»
(Franz Alt, teólogo alemán)
168
EL DIOS DE JESÚS
«En la maraña de interpretaciones de Dios que ofrece el Antiguo Testamento, desde el Dios creador, liberador, cercano,
amoroso y dador de vida hasta el Dios cruel, vengativo, guerrero, parcial, exclusivista, distante, dominador legalista,
Jesús profundiza y exalta la primera línea, elevándola hasta sustituir el concepto de Dios creador por el de Dios Padre,
el que por amor comunica al ser humano su propia vida.»
(Juan Mateos-Fernando Camacho)
«Se revela aquí el fondo del conflicto entre Jesús y las autoridades judías: el Dios de Jesús no es el Dios de los
dirigentes. En la maraña de interpretaciones de Dios que ofrece el Antiguo Testamento, desde el creador, liberador,
cercano, amoroso y dador de vida hasta el Dios cruel, vengativo, guerrero, parcial, exclusivista, distante, dominador,
legalista, Jesús profundiza y exalta la primera línea, elevándola hasta sustituir el concepto de Dios creador por el de
Dios Padre, el que por amor comunica al ser humano su propia vida. Los dirigentes, en cambio, desarrollan la idea del
dios arbitrario, poderoso, violento, inapelable, que legitima y apoya el poder, del dios legalista, que impone la
observancia de sus leyes prescindiendo del bien del hombre. En este sistema, la principal virtud no es la bondad, sino la
sumisión: el resultado no es el desarrollo del hombre, sino su raquitismo.
Mientras el hombre no cambie su noción de Dios, no puede cambiar él mismo. Mientras Dios sea el que se impone .por
la fuerza, sin respetar la libertad humana, el hombre lo imitará tratando de hacer lo mismo en todos los ámbitos de su
actividad; mientras Dios sea legalista, el hombre se escudará en la Ley para eximirse de amar a los demás; mientras
Dios sea poder antes que amor, el hombre buscará solución para sus problemas con la fuerza y respetará y se someterá
al más fuerte.
(-)
Por eso se esfuerza Jesús por presentar otra imagen de Dios, y en las dos recensiones del Padre nuestro, la de Mateo (6,
9) y la de Lucas (11, 2), la primera petición es la misma: «proclámese ese nombre tuyo» (literalmente: «santificado sea
tu nombre»), el nombre de Padre que el que recita la oración acaba de pronunciar («Padre nuestro»). Lo que el discípulo
debe pedir es que los hombres comprendan de una vez para siempre que el único Dios que existe es el Dios-Padre, el
que es todo amor al hombre, su criatura, a la que quiere elevar a la categoría de hijo. Toda idea de Dios que no se base
en esta realidad es falsa.
El concepto de Dios como Padre libera además al hombre de toda veneración por los poderes despóticos, que pretenden
ser imagen del Dios del cielo. Al comprender los seres humanos que Dios no se pone por encima del hombre, sino que,
como Padre, está a su lado para ayudarle al éxito de su crecimiento y maduración personal, no aceptará ser sometido ni
que otros gobiernen el timón de su vida. Empezará a entender sus posibilidades de libertad y, educado por el amor del
Padre, adoptará la actitud de amor hacia los demás seres humanos. Este concepto de Dios es el gran principio liberador
para la humanidad; es el que los poderosos no aceptan, pero es el que nace de la experiencia de Jesús y se despliega en
su obra.»
(Juan Mateos-Fernando Camacho, biblistas españoles)
169
MESÍAS
«Entre todos los hombres buenos y grandes que ha producido la humanidad, no hay nadie que se aproxime a Jesús, por
la universalidad de sus exigencias
y de su influjo»
(H. G. Enelow)
«Todo judío puede sentirse justificadamente orgulloso de lo que Jesús significa para el mundo. Puede incluso albergar
la esperanza de que llegue a ser el vínculo de unión entre judíos y cristianos, una vez que se hayan disipado las malas
interpretaciones y se
haya entendido mejor su doctrina.»
(H.G. Enelow, rabino judío)
«Su doctrina moral es un sistema ético elevado, más selecto y original cuanto a la forma que ningún otro sistema
hebreo. También son incomparables sus magníficas parábolas. La agudeza y brevedad de sus sentencias y de las
expresivas comparaciones convierten sus ideas, en una medida excepcional, en propiedad de todos. Y si algún día esta
ética consigue desprenderse de su envoltura mística y taumatúrgica, el libro de la ética de Jesús se convertirá en uno de
los más preciados tesoros de la literatura judía de
todos los tiempos.»
(Joseph Klausner, escritor judío)
«En el antiguo Evangelio que así se abre, aparece ante nosotros un hombre de nobles rasgos que vivió en la tierra de los
judíos en días agitados y densos y ayudó y actuó, padeció y murió, un hombre del pueblo judío, en la fe y la esperanza
judías, cuyo espíritu habitaba en las Sagradas Escrituras, que pensaba y meditaba en ellas, que proclamó y enseñó la
palabra de Dios, porque Dios le había concedido oír y predicar. Está ante nosotros un hombre que se ganó de entre su
pueblo discípulos que buscaban al Mesías, al Hijo de David, al prometido, y le hallaron a él y a él se unieron, que
creyeron en él, hasta que él empezó a creer en sí mismo, hasta que entró en la misión y en el destino de su tiempo y en
la historia de la humanidad. Fue tal su influencia sobre estos discípulos que creyeron en él incluso después de su
muerte, de modo que tuvieron la certeza existencia! de que, como había dicho el profeta, «al tercer día resucitó de entre
los muertos.»
(Leo Baeck, gran rabino de Berlín)
«Mi relación personal, fraternalmente abierta con él (Jesús) es cada vez más fuerte
Y más pura y hoy le veo con mirada más pura y más fuerte que nunca. Tengo hoy más
certeza que nunca de que le corresponde un puesto mayor en la historia de la fe judía y
que este puesto no puede ser descrito con ninguna de las categorías habituales. Que la
cristiandad le haya considerado y le siga considerando Dios y Redentor me ha parecido
siempre un hecho de la máxima importancia que, en atención a ellos y a mí mismo, debo
intentar comprender...»
(Martin Buber, filósofo judío)
«Como tanto en la soteriología cristiana como en las enseñanzas judías: sobre el s sólo puede haber un único y universal
Salvador, el tan ardientemente esperado debe ser nuestro común Redentor. Que se trate de Jesús de Nazaret es para Ud.
una certeza, para una Posibilidad que no puede excluirse. Nada más, aunque también nada menos.»
(Pinchas Lapide, escritor judío)
170
DIVINO
«Decir que Jesús es divino
no modifica nuestra comprensión de Jesús,
sino nuestra comprensión de la divinidad»
(Albert Nolan)
«No podemos deducir nada acerca de Jesús partiendo de lo que creemos saber acerca de Dios; debemos, por el
contrario, deducirlo todo acerca de Dios partiendo de lo que sabemos sobre Jesús. Así, cuando afirmamos que Jesús es
divino, no pretendemos añadir nada a lo que hasta ahora hemos podido descubrir acerca de él, ni pretendemos cambiar
nada de lo que hemos afirmado sobre él.
Decir ahora que Jesús es divino no modifica nuestra comprensión de Jesús, sino nuestra comprensión de la divinidad.
No sólo nos apartamos de los dioses del dinero, el poder, el prestigio o la propia persona, sino de todas las viejas
imágenes de un Dios personal, con objeto de encontrar a nuestro Dios en Jesús y en lo que él representó.»
«Aceptar a Jesús como nuestro Dios es aceptar como Dios nuestro a aquel a quien Jesús llamaba Padre. Este poder
supremo, este poder del bien, la verdad y el amor, más fuerte que cualquier otro poder en el mundo, podemos ahora
verlo y reconocerlo en Jesús, tanto en lo que el propio Jesús dijo sobre el Padre como en lo que él mismo fue, en la
propia estructura de su vida personal y en la fuerza todopoderosa de sus convicciones. Nuestro Dios es a la vez Jesús y
el Padre. Y debido a la esencial unidad o «exacta igualdad» de ambos, cuando adoramos al uno estamos adorando al
otro.
Sin embargo, ambos son distinguibles por el hecho de que sólo Jesús es visible para nosotros, él es nuestra única fuente
de información acerca de la divinidad, sólo él es la Palabra de Dios.»
(Albert Nolan, teólogo dominico surafricano)
«Hermoso es Dios, Verbo cerca de Dios:
hermoso en los milagros, hermoso en los suplicios,
hermoso cuando invita a la vida
y hermoso también cuando nos cura de la muerte,
hermoso, en la cruz, hermoso en el sepulcro,
hermoso en el cielo...
La debilidad de la carne no quite de vuestros ojos
el esplendor de su hermosura.»
(Agustín de Hipona)
(Soren Kierkegaard)
171
JEFE
«Jesús es el triunfador de las fuerzas que han alienado la vida africana desde tiempos inmemoriales. Él restaura la vida
eterna. Él resucito y su resurrección es una promesa de resurrección para todos los hombres. Él conduce el universo a su
cumplimiento definitivo en el que Dios será todo en todos. Jesús es el más fuerte.»
(Bruno Chenu, teólogo)
«Entre los títulos que los africanos atribuyen a Cristo, «jefe» parece ser uno de los más frecuentes. Porque Jesús
personifica las prerrogativas del jefe bantú. Es un héroe poderoso que ha triunfado sobre Satanás, que defiende y
protege a su pueblo. Es el «arco iris que detiene la lluvia», el «hacha que no teme los cardos», la «azada que no teme la
suciedad». Tiene la fuerza del viento que arremolina las hierbas y la del pilar que sostiene toda la choza. Jesús es
también el hijo del jefe, el Hijo de Dios. Desde siempre los bantúes saben que Dios es el jefe del universo. Por la
revelación cristiana han descubierto la existencia de este hijo que es a la vez el emisario de Dios.
Según la gesta ancestral, el jefe goza de una fuerza vital que protege y refuerza la existencia del grupo, una fuerza vital
que lo sitúa en la frontera de lo visible y de lo invisible, que le hace capaz de comunicarse con los antepasados y con los
espíritus. Al leer el Evangelio, los africanos clasifican espontáneamente a Cristo, «profeta poderoso en obras y palabras
ante Dios y ante todo el pueblo» (Le 24, 19) en la categoría de los «fuertes». Es la encarnación de lo invisible, la venida
de Dios entre los hombres. Se encuentran también en Cristo otras cualidades habitualmente exigidas a los jefes: la
generosidad, la sabiduría, el espíritu de conciliación. Es el señor de la bendición. Está presente a su pueblo. La
generosidad de Jesús llega hasta el don de su vida (Jn 10, 18). Su sabiduría impresiona a todos los de su alrededor,
desde el comienzo (Le 2, 47). Sabe ponerse al servicio de todos, porque no vino para ser servido sino para servir (Mc
10, 45). ¿Puede encontrarse a alguien más conciliador que él, que rechaza la venganza, pide el perdón de las ofensas y
el amor a los enemigos? Así, el señorío de Cristo se acercará mucho al contenido de la jefatura tradicional. Y los
cristianos luba rezarán:
Jefe de los jefes, /Jerarca de los jerarcas, a quien conviene eminentemente ser jefe ...
Los símbolos reales manifestarán la autoridad de Cristo: la piel de leopardo que decora el sagrario o acompaña la cruz,
el hacha, la lanza, los colmillos de elefante, el collar de cauris. Sin embargo, la riqueza de esta perspectiva de Cristo
corre el peligro de ocultar la verdadera naturaleza de la realeza de Cristo. «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18, 36).
Las prácticas africanas están lejos de coincidir siempre con el mensaje de aquel que se humilló tomando la condición de
esclavo. Las relaciones entre el jefe bantú y sus súbditos no se definen por el amor evangélico, sino por la sumisión al
orden de la vida. La riqueza forma parte de la esencia del poder africano, mientras que Cristo «se hizo pobre para que
vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos» (2 Cor 8, 9). Por último, Cristo no quiere ser manipulador de las fuerzas
ocultas. En resumen, la nominación de Cristo como jefe de la gran familia cristiana deberá ser a la vez afirmada y
superada.»
(B. Chenu)
172
FEMINISTA
«Jesús es el primer hombre que no manifiesta ninguna animosidad frente a lo femenino; esto constituye un
acontecimiento histórico»
(Hanna Wolff, psicoanalista)
El capítulo de Jesús y las mujeres en los evangelios era un tema al que hasta hace muy poco tiempo apenas se le daba
importancia. Sólo ahora, con el despertar de la teología femenina empieza a vislumbrarse que también en esto fue Jesús
un innovador insólito.
Alguien podrá objetar que Jesús fue un misógino, puesto que no se casó. Quien formule esta deducción es que no
concibe a la mujer sino como «ese oscuro objeto del deseo.» Para quienes saben que hay otra clase de amor, este hecho
no plantea la menor objeción. Basta recordar la película Pena de muerte para comprobar que la relación entre la
religiosa y el condenado es de auténtico amor sin cruzar la frontera de la sexualidad.
El Evangelio está señalado por numerosas escenas en que aparece Jesús relacionado con una, varias o muchas mujeres.
¿Quién puede olvidarse de ese par de hermanas, Marta y María, de quien asegura Juan que Jesús amaba y cuya casa
visitaba para estar con ellas y con su amigo Lázaro?
¿Quién ignora la predilección de Jesús por María de Mágdala, de la que «echó siete demonios» y se convirtió en su
seguidora fiel, hasta más allá de la muerte? A ella le confió Jesús uno de sus encuentros personales más entrañables «en
la tercera fase» y le confió la buena noticia de su resurrección, convirtiéndola en la apóstol de los apóstoles.
¿Quién no recuerda la secuencia de Jesús con la mujer adúltera, rodeada de una jauría de hombres que pedían su
lapidación con la ley en la mano? Él, el único que podía condenarla por su conducta irregular, le dice con inmenso
cariño: «Tampoco yo te condeno».
¿Quién puede pasar por alto la conversación de Jesús junto al pozo con la Samaritana, rompiendo el tabú de hablar en
público un hombre y una mujer, que extrañó a sus discípulos? Con la mayor naturalidad del mundo, Jesús entabló un
largo diálogo a solas con la mujer de seis nombres, y le dedicó la primicia de su mesianismo, después de pedirle un
poco de agua porque, «cansado del camino», tenía sed.
Pero ¿no quiebra Jesús su caballerosidad con las mujeres en el caso de la Cananea que le suplica la curación de su hija?
Creo que no. El insulto de la respuesta inicial «no está bien quitar el pan a los hijos para dárselo a los perros» suena a
expresión corriente del pueblo escogido sobre los paganos. Sin embargo, el piropo final «¡Mujer, qué grande es tu fe!»
es original de Jesús.
Jesús ejercía de imán para las mujeres, que «le seguían en gran número», porque su mente no tenía prejuicios machistas
y su corazón sentía un gran amor hacia sus hermanas.
(R. A.)
173
JESÚS/CRISTO
«Aunque Jesús nunca se aplicó a sí mismo los títulos cristológicos -Hijo de Dios, Mesías, Señor, Redentor-, están
legítimamente fundamentados en sus
acciones y en su predicación»
(Josef Imbach)
«Dado que la exégesis moderna ha conseguido rehacer el camino que lleva desde la imagen del Cristo de los evangelios
al Jesús histórico, resulta también posible mostrar la línea de continuidad entre la pretensión presentada por el hombre
de Nazaret y el Cristo proclamado por la Iglesia. ¿En qué consiste esa pretensión con la que Jesús se presentó ante sus
contemporáneos ¿Bajo qué forma la expresó?
1. A primera vista, Jesús no parece distinguirse de los rabinos, los profetas o los maestros sapienciales que actuaban por
aquella época. Pero él no hablaba como los otros maestros, sino que reclamaba una autoridad que ninguno de los
restantes pretendía para sí: «Habéis oído que se dijo a los antiguos... pero yo os digo» (Mt 5, 18 et passim).
Incluso en el caso de que algunas de estas sentencias «amén» deban ser consideradas como formulaciones posteriores
de la comunidad, no debe pasarse un hecho sorprendente. El «amén» servía para confirmar las palabras de otro y se
pronunciaba, por tanto, al final del discurso. Pero Jesús utilizaba este «amén» -y aquí nos movemos sobre terreno
históricamente firme- como introducción a algunas de sus sentencias. Y esto significa que -a diferencia de los otros
profetas- no habla en nombre de Dios, sino en su propio nombre, con lo que acentúa implícitamente su igualdad con
Dios.
2. La segunda observación se refiere a su conducta. Es posible que Jesús nunca haya perdonado pecados con palabras
expresas. Pero es seguro que comía a menudo con publícanos y pecadores, comportamiento absolutamente inaudito en
el judaísmo de aquel tiempo. La comunión de mesa tenía, en efecto, un carácter religioso. Significaba no sólo comunión
entre los comensales, sino también con Dios. Por eso justamente se atacaba a Jesús. Con su conducta indicaba a los
pecadores que no eran rechazados por Dios. Al acogerlos, les hacía experimentar el perdón. Pero con ello entraba en
conflicto con las concepciones imperantes en aquella época y mostraba al mismo tiempo que se consideraba intérprete
autorizado de la voluntad divina. Identificaba su actuación con la actuación de Dios. Y así lo entendían también sus
coetáneos, como se desprende de la acusación de blasfemia que reaparece una y otra vez (...)
3. La pretensión (implícita) de Jesús de ser el Mesías aparece también en el modo que tuvo de invitar a sus discípulos a
seguirle. En el caso de los rabinos judíos, había primero que solicitarlo y luego ser admitidos en su grupo de alumnos
para poder llegar finalmente a ser maestros. No fue así en Jesús. Eligió libremente a sus apóstoles. Y, además, no para
que con el tiempo también ellos alcanzaran el título de maestros. Al contrario, «vosotros no dejéis que os llamen rabí
porque uno solo es vuestro maestro» (Mt 23, 8). Lo único que cuenta es el seguimiento radical de Jesús, la confesión de
su persona. Y esta confesión sólo tiene sentido si Jesús se entiende a sí mismo como el Salvador, el redentor de la
humanidad. Con otras palabras: la salvación está vinculada únicamente a él. Y esto incluye una conciencia de
mesianidad en Jesús.»
(Josef Imbach, ecumenista alemán, en ¿De quién es Jesús?)
174
EVOLUCIONARIO
«La evolución de valores en Jesús es la auténtica «revolución» del mundo. La revolución es siempre ruptura y
retroceso. La evolución, en cambio, es desarrollo, despliegue, movimiento, avance. Jesús aporto una triple evolución»
(Franz Alt)
«La evolución de la imagen de Dios. La imagen de Dios del Antiguo Testamento oscila continuamente entre un Dios de
amor y un Dios vengativo. Hanna Wolff ha demostrado de forma convincente hasta qué punto daña al hombre esta
imagen esquizofrénica de Dios, todavía ampliamente extendida en las Iglesias cristianas. Jesús rompió radicalmente con
esta imagen de Dios del Antiguo Testamento al reconocer a Dios como Abbá, que era la palabra más íntima y cariñosa
para dirigirse a un padre.
La evolución de la imagen del hombre. Jesús sabía que una nueva imagen de Dios es el presupuesto para una nueva
imagen del hombre. Sólo quien vive sin temor ante Dios podrá vivir sin temor ante los hombres. El sueño de Jesús en el
hombre nuevo se fundamenta en su nueva imagen de Dios. Solamente un nuevo Dios hace posible un nuevo hombre.
La evolución desde abajo. Sólo personas que se han curado por el amor a Dios y al prójimo pueden tener un influjo
realmente saludable en los demás. Jesús no fue un revolucionario, en sentido político restringido, sino que fue mucho
más. En contraste con los padres de la revolución francesa, rusa o china, Jesús fue un Revolucionario desde abajo, un
Revolucionario de la conciencia, un Revolucionario del amor. Todas las revoluciones de las que tenemos memoria
fueron revoluciones de violencia y por eso sólo tuvieron un influjo limitado; Jesús quería una evolución de libertad
respecto a la violencia, una evolución del corazón, una evolución del amor. Su evolución está ahora a la orden del día
de la historia mundial.
Hoy, en la era de las posibilidades de manipulación genética, en la era de las catástrofes ecológicas y de la locura
nuclear, no tenemos otra elección. La comprensión del programa de Jesús es un salto cualitativo en el camino hacia una
conciencia humana superior.
Con esta extrema coherencia, Jesús, en contraste con los otros revolucionarios, no incendió casas, sino corazones
humanos. Con la conversión de los corazones» Jesús quería algo más que un «nuevo modo de pensar». Con la palabra
«corazón» Jesús piensa en algo parecido al concepto chino / Ging o a lo que la moderna psicología profunda llama «el
subconsciente», ese estrato profundo de la persona en el que están las verdaderas resistencias contra todo lo nuevo,
contra el cambio de rumbo, contra el nuevo modo de pensar, contra nuevos sentimientos y una nueva sensibilidad.
El sermón de la montaña es la prueba de que la palabra poderosa de quien no tiene poder puede ser más eficaz que las
palabras de poder de los poderosos. El sermón de la montaña no ha cambiado todavía al mundo, pero mueve a millones
de corazones. Ese sermón es la verdadera ayuda para que surja un mundo nuevo.»
(Franz Alt, comunicador alemán, en Jesús, el primer hombre nuevo)
175
ATRACTIVO
«Estoy acostumbrado a considerar que la representación, si no la propia existencia de Dios, se identifica con Jesucristo.
Más aún, el personaje me atrae. Igualmente, su mensaje.»
(François Mitterrand, político)
Mucho se habló, antes y después de morir el Presidente de Francia, sobre sus ideas religiosas o agnósticas, sobre su
fidelidad o rechazo del cristianismo en el que fue formado en su adolescencia. Poco antes de que el cáncer le venciera,
hizo esta declaración, a la que añadió: «Yo he tenido esta formación, y vivo en una sociedad donde ésta domina». Su
cita se presta a meditar sobre la persona de Jesucristo, del que tres cosas se afirman.
Primera: Jesucristo es la representación de Dios.
Afirmación enraizada en la teología del nuevo Testamento, comenzando por los evangelios. Es Jesús mismo el que
asegura: «Quien me ve a mí está viendo al Padre.» Jesús se auto proclama la imagen viva de Dios, el Dios encarnado,
humanado. Jesús es la visión tridimensional de Dios. Por su parte, Pablo afirma claramente que Jesús es la «imagen
visible de Dios invisible». Con denominación actualizada se podría decir que Jesús es la «realidad virtual» de Dios
proyectada en el espacio y en el tiempo.
Con algo de sordina, Mitterrand avanza que la representación divina de Jesucristo llega a identificarse con el mismo
Dios. Algo así como si fuera no sólo el actor que representa a Dios en el escenario de la historia, sino la encarnación del
Personaje mismo. Sin ambigüedad alguna esto es lo que afirmamos los creyentes, que Jesús es «Dios verdadero de Dios
verdadero».
Segunda afirmación: Jesucristo es un personaje atrayente.
Bastaría la recopilación de las numerosas citas recogidas en este libro para demostrar el atractivo ejercido por Jesús
entre personas más o menos conocidas en el pasado y en la actualidad. Pero además habría que añadir a los incontables
millones de seres humanos que a lo largo de dos mil años han sentido y sienten el tirón de la personalidad de Cristo.
Incluso los que niegan su divinidad lo consideran un personaje sobresaliente de la humanidad, si no el más cimero de
todos. Y hasta los que se oponen a Él parece como si les molestara que la figura de Jesús fuera el imán de tantos
corazones.
Tercera afirmación: El mensaje de Jesucristo es atractivo.
Palabra encarnada de Dios, Jesús transmite también el Evangelio de Dios a los hombres: «Tú tienes palabras de vida
eterna», le dirá Pedro en nombre de los Doce. Y el mismo Jesús afirma: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras
no pasarán».
Todas las palabras de Jesús constituyen una Buena Noticia, una larga carta de Dios a los humanos para que se orienten
bien en su itinerario existencial. Pero hay párrafos especialmente inspirados en los labios de Jesús, como el Sermón de
la Montaña, con sus Bienaventuranzas, las parábolas del Reino, y sobre todo el mandamiento del amor cristiano. Nada
tan atractivo en los mensajes que a lo largo de la historia nos han ido dejando filósofos y pensadores de todos los
tiempos. El Evangelio de Jesús sigue resonando con la misma fuerza y frescura que cuando lo fue desgranando por los
caminos de Galilea.
(R.A.)
176
FELICIDAD
«Esta es la gran revolución
introducida por Jesús:
La de las bienaventuranzas»
(Xavier le Pichón, científico)
«La ciencia y la técnica no sólo son necesarias, sino también los medios principales para llevar a buen término esta obra
de co-creación que Dios confía al hombre. Creo que éste es el gran reto de nuestro tiempo. Las posibilidades científicas
y técnicas nos permiten transformar el mundo, crear un universo a nuestra medida. Pero, ¿cuál debe ser esta medida? El
corazón del hombre, por supuesto. Y ¿cómo podemos estar seguros de que nuestro mundo es el que le conviene al
corazón del hombre? Esto nos lo ha explicado Jesús de una manera muy clara: colocando a los más pobres y pequeños
de entre nosotros en el primer lugar, y poniéndonos en su escuela. Esta es la gran revolución introducida por Jesús, la de
las Bienaventuranzas. Hay una felicidad que sólo la verdadera presencia, sólo el amor, puede dar. Y esta felicidad Dios
se la ha dado a los pobres, a los pequeños, para que ellos sean los dispensadores. Mientras haya pobres y pequeños en la
tierra, solamente su presencia querida, su acogida con humildad, podrá dar respuesta a nuestro deseo más profundo: el
de ser identificado con una persona que no tiene sólo capacidad de adoración, sino también una capacidad de amor que
le permite comulgar al más profundo nivel, y en esta tierra este nivel es a menudo el del sufrimiento.»
«Quédate conmigo, Señor, pues llega la noche y el día ya declina». Jesús ya nos ha respondido a esta petición: «Yo
estoy con vosotros hasta el fin de los siglos». ¿Dónde, Señor? ¿Dónde está tu sitio en esta civilización? «Cada vez que
lo hacéis con alguno de los más pequeños, que son mis hermanos, lo hacéis conmigo». En la escena del juicio final, de
san Mateo, Jesús nos confirma sin ninguna ambigüedad su presencia en nuestros hermanos más pequeños y en los que
sufren, con una presencia real que no puede separarse de la eucarística. En la medida que ponemos a los pobres y
pequeños en el centro de nuestra sociedad y les pedimos que sean los inspiradores de la civilización que construimos, en
esa misma medida la ciencia y la tecnología serán para el hombre los medios para crear una civilización de amor,
tendiendo del todo a su fin último: el Dios de la ternura y la misericordia, el Amor, que ha querido que seamos no sólo
sus servidores, sus colaboradores, sino sus amigos.»
(Xavier le Pichón, oceanógrafo y geofísico francés)
177
ACCESIBLE
«La imagen de la personalidad que se impone a la lectura de los Evangelios es la de un hombre libre. No la de un
«aristócrata» o la de un «superhombre» que albergase exclusivamente en su ánimo el desprecio por la plebe.»
(Christian Duquoc)
«La autoridad que demuestra Jesús en su enseñanza y que revela la libertad de su comportamiento social y de su actitud
religiosa no engendra ni mucho menos ese respeto temeroso ante su presencia. Las turbas le oprimen por todas partes,
los enfermos le imploran, los pecadores se sienten perdonados, los excluidos de la sociedad se ven comprendidos. Ni la
libertad ni la autoridad de Jesús lo separan de los pobres y de los pequeños. Por eso sería una equivocación imaginarse a
un Jesús lejano y situado por encima de los demás. Su proximidad al pueblo demuestra, por el contrario, que su libertad
fue sencilla, como la de un niño.
En efecto, Jesús no tenía nada de asceta, de persona tensa hacia la perfección...
Jesús no siguió los caminos de Juan Bautista. No se retiró al desierto a vivir en el ayuno y la ascética. Se quedó en
medio del pueblo, tratando con todo el mundo, tanto con los profesionales de la religión por los que se dejaba invitar a
comer, como con los recaudadores de impuestos, a quienes la gente odiaba por sus rapiñas, como con personas de
dudosa reputación. No desdeñaba asistir a las bodas, beber vino. Resulta escandaloso anunciar el reino de Dios y tener
una forma de existencia comparable a la de la gente ordinaria. Pero Jesús enseñó el camino de Dios con libertad. Y eso
es lo que suscitó la oposición. Le reprocharon vivir con unos usos y costumbres que no estaban bien vistos y que podían
presentarle como pecador. Si lo hubiera sido, las cosas no hubieran llegado hasta el extremo. Pero el que no lo fuera,
que desempeñara el papel de profeta viviendo con una libertad que ningún hombre temeroso de Dios se atrevería a
concederse, eso era una amenaza para el equilibrio social y religioso del judaísmo del primer siglo. La libertad y la
autoridad de Jesús explican los conflictos que provocará su palabra y que finalmente lo llevarán a la condena.
Los evangelios no son mudos en cuanto a la personalidad histórica de Jesús. Las palabras auténticas que nos refieren,
las escenas que nos describen, las controversias que atestiguan, las oposiciones y los conflictos que nos dan a entender,
el frescor de las situaciones que nos captan, la palabra que la gente utiliza para traducir la impresión que él les causaba,
«autoridad», todo eso resume perfectamente lo que se deduce de un estudio más atento de las relaciones sociales de
Jesús y de su actitud religiosa. Yo he traducido ese término por medio de una noción más en consonancia con nuestra
cultura contemporánea, la de «libertad». Sería preferible sustituir aquella noción abstracta por otra más concreta, la de
«hombre libre». De este modo podemos alcanzar un dato cierto de la personalidad histórica de Jesús, ya que está
confirmado tanto por el comportamiento
sus opositores como por la adhesión de sus discípulos o la admiración del pueblo.
Lo que más les impresionó fue su libertad y su "autoridad".
(Christian Duquoc, teólogo francés)
178
INCLASIFICABLE
«Jesús no encaja en ningún esquema. Para comprenderlo no bastan categorías antiguas ni modernas. Representa un
fenómeno extremamente señero. Fue y continúa siendo un misterio. Él mismo hace bien poco para aclarar este misterio.
No le importa su propia persona. Sólo le interesa una cosa, pero ésta total y exclusivamente: el venidero reino de Dios
en el amor. Lo que le importa es Dios y los hombres, la historia de Dios con los hombres.»
(Walter Kasper)
«Jesús se distingue de Juan el Bautista. No lleva una vida ascéticamente retirada, apartada del mundo. No se aleja ni se
retira del mundo como la gente de Qumrán. Va a los hombres y vive con ellos. En cierto sentido puede decirse que es
un hombre mundanamente abierto. Para él el mundo es la buena creación de Dios, sus bienes son dones de Dios para el
hombre. No desprecia el asistir a los banquetes de los ricos ni ser ayudado por piadosas mujeres. Pero no es un «liberal»
como los saduceos. No piensa poder sustituir sus deberes religiosos mediante corrección ortodoxa y determinadas
acciones cúlticas y rituales. La voluntad de Dios lo ocupa totalmente. De muchas de sus palabras se desprende una
pretensión incondicional y una seriedad definitiva. Lo pide todo. Este «dejarlo todo» le lleva a romper con su familia, le
hace apatrida en este mundo. Sin embargo no es un exaltado y fanático; su seriedad no es jamás algo feroz. Se distingue
también de los fariseos. No es un piadoso en el sentido corriente de la palabra. No enseña ni una técnica religiosa ni una
casuística moralista. Llama a Dios «su Padre», cuyo amor le hace saltar todos los esquemas y, al mismo tiempo, le
libera en orden a un sosiego confiado.
El amor de Dios lo ocupa totalmente en favor de los demás. No quiere nada para sí, pero quiere todo para Dios y los
demás. Entre sus discípulos es como un servidor; no rehuye ni siquiera el servicio más bajo propio de esclavos. No ha
venido para hacerse servir, sino para servir. No pertenece a los instalados, sino que indudablemente viene de gente
insignificante, teniendo corazón para las penas diarias de los pobres. Es extraño para un hombre de la antigüedad el
respeto con que trata a las mujeres. Para él la pobreza y la enfermedad no son castigo de Dios; más bien Dios ama a los
pobres y enfermos. Va detrás de los perdidos. Lo más llamativo ya entonces era que admitía en su compañía y hasta a
su mesa también a los pecadores y marginados, a los cultualmente impuros y a los parias. Mas en ninguna parte se
encuentran en él odio o envidia frente a los ricos. Hasta con los explotadores, los publícanos, tiene buenas relaciones, a
alguno que otro llamó incluso a su discipulado inmediato. Verdaderamente en Jesús no se puede apoyar lema ninguno
de lucha de clases. Su lucha no va contra poderes políticos, sino contra los poderes demoníacos del mal. Por eso ni hace
una guerrilla ni organiza una reforma agraria. Ni siquiera sana sistemáticamente a todos los enfermos. Jesús no tiene
programa. A su actuación le falta toda planificación y organización. Hace la voluntad de Dios tal como la conoce aquí y
ahora. Todo lo demás se lo deja a Dios, su Padre, con una confianza de niño. Sus más profundas raíces las tiene en la
oración al Padre.»
(Walter Kasper, teólogo alemán)
179
«NADA HUMANO ME ES AJENO»
«Hay algo en la humanidad de Cristo con lo cual todo hombre se siente entroncado, algo que le resulta fraternal. En
efecto, lo que caracteriza a la persona de Cristo, tal como nos la presentan los evangelios, es, ante todo, que nada de lo
que incumbe al hombre le es extraño.»
(Jean Danielou, teólogo francés)
«En el medio al que pertenecía Cristo encontramos múltiples corrientes que condenan la condición humana, en
particular su vida corporal. Los platónicos consideraban el cuerpo una prisión de la cual la muerte liberaba, al fin, al
alma. El encratismo, cuyas raíces judías son positivas, condenaba ciertas formas de alimentación y veía en la vida
sexual una realidad perversa. Luego, los agnósticos lanzan una condenación absoluta sobre toda la creación. Sin
embargo, en el comportamiento de Cristo no aparece nada de eso. Muestra, por el contrario, con respecto a la creación,
el profundo respeto debido a la obra de Dios. No se advierte en Él el menor desprecio por ninguna de las humildes
realidades de la existencia humana. Utiliza los bienes del cuerpo y el Evangelio subraya que no posee el ascetismo de
un Juan Bautista. Comparte los sentimientos del corazón humano: llora por la muerte de su amigo Lázaro, vibra de
cólera frente a los hipócritas, experimenta ante la muerte el horror espontáneo que ésta inspira a la carne. Nada denota
en Él el envaramiento de una moral estoica erigida en una especie de insensibilidad para sustraerse al sufrimiento, ni
tampoco complicidad alguna con este sufrimiento. Prima una extraordinaria verdad en sus reacciones humanas.
Pero, por otra parte, ante esas realidades humanas que no atraen su menosprecio, Jesús manifiesta, al propio tiempo, una
suprema independencia. En este sentido, el Evangelio se halla traspasado de un extraordinario hálito de libertad. Y esa
libertad es el distintivo de una humanidad cabal. Significa que la voluntad de Dios es la única realidad a la cual se halla
absolutamente supeditado el hombre. Cristo no reconoce en ninguna criatura el derecho a ser un obstáculo a esa
fidelidad a la voluntad divina. No desprecia a la familia, pero reconoce sus límites: «¿No veis que debo ocuparme en las
cosas de mi Padre?». Llora sobre Jerusalén, su patria, pero se niega a ser absorbido por el servicio a la ciudad terrena. El
lenguaje único del Sermón de la Montaña expresa una nueva ética que no ha cesado de repercutir en la historia humana,
y sus ideas sobre la libertad y la persona han pasado a ser nuestros puntales seculares.
Esta universalidad de la humanidad de Cristo se refleja, asimismo, en el quebrantamiento de los particularismos
religiosos y nacionales que caracterizaban a la tradición de Israel. El judaísmo contemporáneo a Cristo se distinguía por
un particularismo riguroso, especialmente en los esenios, que constituían una comunidad de puros, separados de los
medios paganos y rehusando todo contacto con ellos. La actitud de Cristo, comiendo con los publícanos y los
pecadores, es una actitud revolucionaria, netamente mesiánica, que significa que, en lo sucesivo, el reino de Dios estará
abierto a todos. La afirmación de que todas las personas tienen idéntico valor es un rasgo característico del Proceder de
Cristo.»
(Jean Danielou, cardenal jesuita francés)
180
TAUMATURGO
«Negar los milagros de Jesús significa tanto como dejarse apartar de la esperanza que ha traído el evangelio.»
(Frank Mussner)
«Los milagros de Jesús contienen una promesa: que el mundo será llevado así a la salvación, como en forma de signo y
de modo inicial ya lo dejan reconocer los milagros. Por eso los milagros de Jesús son signos prometedores. Como el
reinado de Dios, poseen carácter de futuro. Son signos «que conciernen a la existencia humana en su propio futuro de
salvación, buscado con interés, y para cuya mediación el carácter personal en el testimonio no es casual sino esencial
(en distinción al «reportaje»).» (J.B. Metz).
Los milagros de Jesús «se dirigen -despertando y remitiendo- a aquella actitud existencial del hombre en que busca
sentido y salvación, actitud que en forma abierta o latente, aceptada o reprimida, se muestra en todos sus proyectos para
el futuro y que busca transportar a la realidad. Así, pues, el milagro no es de ninguna manera una demostración
arbitraria de Dios; más bien está ubicado en un contexto universal e histórico de promesa: como anticipación
testimonial del poder de salvación y de la salvación última de Dios, que se inicia definitivamente como porvenir de la
humanidad en Jesucristo y en su resurrección» (J. B. Metz). El mundo quiere entrar en la salvación; todos los proyectos
históricos presentados en la historia de la humanidad como, por ejemplo, el marxismo, demuestran esto. También los
endemoniados que Jesús cura quieren entrar en la salvación, y Jesús los introdujo en la salud provisional,
devolviéndoles la salud del cuerpo. Con esto ya anuncia claramente la salvación venidera de la creación. Para Jesús el
hombre es un enfermo, sea en el alma o en el cuerpo, y Jesús lo quiere llevar a la salud. «En el Evangelio la enfermedad
del hombre se destaca llamativamente como factor importante para su caracterización. Desde el comienzo hasta casi el
fin de la actuación del Hijo del Hombre, gente con toda clase posible de enfermedades comparece ante Él. Desde la
fiebre hasta la ceguera, de la parálisis hasta la lepra... La enfermedad pertenece al destino del hombre existente antes del
Hijo del Hombre» (E. Peterson). Por eso Jesús no obra toda clase de milagros, sino aquellos que están en relación con la
tarea de la curación del mundo y del hombre. El reinado de Dios que Jesús trae no es una «superestructura» imaginaria
que no tiene nada que ver con la creación concreta. El reinado de Dios está en función de la creación tal como es, y la
quiere llevar a la salvación. Por eso, en los milagros que obró Jesús de Nazaret, se muestra la esperanza del mundo. De
esta manera, negar los milagros de Jesús significa tanto como «dejarse apartar de la esperanza que ha traído el
Evangelio» (Col 1, 23). El mundo por sí mismo, a pesar de todos los esfuerzos y éxitos eventuales, nunca llega a la
salud definitiva, como lo demuestra la experiencia histórica de la humanidad.»
(Frank Mussner, teólogo alemán)
181
SALVADOR HUMANO
«La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los hombres otra vía de acceso a Dios
distinta a la de lo sagrado, la vía profana de la relación con el prójimo, la relación ética vivida como servicio al prójimo
y llevada hasta el sacrificio de uno mismo. Se convirtió en Salvador universal por haber abierto esta vía, accesible a
todo hombre.»
(Joseph Moingt)
«Todo el comportamiento social de Jesús iba en el mismo sentido: mostrar quién es el prójimo, ensanchando esta
categoría lo más lejos posible en dirección al otro, al más alejado. Él se hacía preferentemente el prójimo de aquellos a
los que la mayoría de la gente religiosa rehusaba frecuentar, acercándose a los excluidos de la sociedad religiosa.
Pasaba los días curando a los enfermos, de quienes se sospechaba que habían sido castigados por Dios a causa de algún
pecado, o a gentes de mente perturbada, a quienes se consideraba como «posesos» del demonio. No tenía miedo de
tocar a los leprosos, de quienes todo el mundo huía. Aceptaba la compañía de personas estigmatizadas como pecadores
públicos, cuyo contacto debía ser evitado como una mancha, mujeres de mala vida o publícanos de molesta reputación.
Hacía también incursiones en poblaciones hostiles y consideradas como herejes, como los samaritanos, o extranjeras y
paganas, como cuando fue a la región de Tiro y Sidón.
Desafiando a la opinión pública, para educarla, se atraía la ambigua fama que hemos recogido al comienzo. A los ojos
de unos tomaba la figura bendita del Siervo de Yahvéh: «Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a
los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: -Él tomó
nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades» (Mt 8, 16-17 = Is 53, 4) . Para otros -aunque podían ser los
mismos, divididos entre dos sentimientos contradictorios-, tomaba la figura de los pecadores cuya compañía le gustaba
frecuentar, y decían de él: «Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publícanos y pecadores» (Mt 11, 19).
Tanto de un modo como del otro, asumiendo el sufrimiento de los unos y el pecado de los otros, se hacía reconocer
como un «redentor», no en el sentido de una víctima sustitutiva y expiatoria, sino como liberador de sus hermanos,
haciéndose prójimo de todo hombre; llevaba la buena nueva de la salvación destruyendo todas las barreras que impiden
a los hombres comunicarse entre ellos, saludarse, llevarse la salvación los unos a los otros. Daba cumplimiento a la Ley,
allí donde se lee que «Dios no hace acepción de personas» (Dt 10, 17), «aboliendo» las barreras levantadas por la ley
religiosa, las que separan a puros de impuros, a los santos de los pecadores. Mostrando mediante su conducta de hombre
universal que mi prójimo es todo otro hombre, enseñaba el respeto al otro en cuanto otro, por muy diferente que sea de
mí, y en cuanto hombre, semejante a mí de manera absoluta. Señalaba así la alteridad del otro como la «forma»
invisible del Dios todo-otro, el lugar en que Él habita. (...)
En efecto, al declarar el amor al prójimo semejante al de Dios, abría una auténtica vía de salvación.»
(Joseph Moingt, cristólogo)
182
CREYENTE
«Jesús es-para-Dios y, por serlo, es-para-el-reino, puesto que su Dios es el Dios del reino, el Dios que se hace presente
en la historia con decisión de salvar al hombre.»
(Julio Lois)
«La vida de Jesús está informada por una doble relación: con Dios y con el Reino. La relación con Dios, que Jesús vive
en clave de filiación (Dios es conocido por Jesús como Padre-Madre, cálido y cercano y designado con el término
«Abbá», que expresa esa íntima familiaridad), se encarna sacramentalmente, históricamente, en servicio a su Reino (que
es proximidad salvífico-liberadora de Dios para los hombres). (...)
A lo largo de su vida, Jesús posee una conciencia profunda de la paternidad de Dios, que expresa invocándolo como
Abbá. La relación de Jesús con su Padre Dios fue vivida en la obediencia y disponibilidad filiales (...), en la confianza
activa (cf Mc 9, 23), en la inquebrantable fidelidad (cf Mt 26, 39). Estas actitudes constituyen lo que el Nuevo
Testamento llama fe y por eso los teólogos insisten hoy en la consideración de Jesús como creyente.
Lo que importa subrayar es que la fe de Jesús está situada en la historia, es decir, la vivió al compás de las
circunstancias diversas que jalonaron su vida. La fe de Jesús está históricamente mediada por la búsqueda fiel de la
voluntad de su Padre en el discurrir histórico de su existencia. Es en ese proceso de búsqueda y de respuesta fiel en
donde Jesús, siendo Hijo, se realiza existencialmente como tal, mostrándose así como el «pionero y consumador de la
fe» (cf Hb 12, 2). Que tal proceso de búsqueda y respuesta no siempre fue fácil lo sabemos al considerar las tentaciones
presentes en la vida de Jesús y al tomar conciencia de la profunda conflictividad que marcó su existencia.
Jesús es tentado con la presencia de alternativas fáciles y aparentemente más eficaces para la realización de su misión
(frente a la mediación del amor que solicita la decisión libre, la mediación del triunfo que arrolla o del poder que se
impone). Jesús asume la conflictividad que genera el pecado del mundo y que se traduce en rechazo, fracaso, abandono.
Incluso experimenta la ausencia del Padre cercano, que no interviene para liberarlo de su destino de crucificado. Y
desde ahí, que es la historia de su vida, busca y encuentra el camino de la obediencia fiel, de la confianza
inquebrantable, de la disponibilidad perseverante y total. Su fe es victoria sobre las fuerzas del mal operantes en la
historia.
Jesús vivió en la fe-fidelidad. Fue el primogénito de los creyentes. Y lo fue en los momentos fáciles y en los difíciles.
Cuando la acción de gracias brota espontánea y cuando la realidad histórica se asemeja a un túnel sin salida. Cuando el
triunfo parece hacerse realidad y se saborea el seguimiento incluso masivo de las gentes y cuando se experimenta la
incomprensión, el rechazo y el fracaso y se vive solo ante la muerte. Cuando las piedras se convierten en pan y cuando
siguen siendo duras piedras. Cuando el reinado de Dios parece hacerse ya presente con rasgos de fácil perceptibilidad
histórica (...) y cuando es semilla o grano oculto en la profundidad oscura de la tierra que parece no germinar es la fe
que vence al mundo.»
(Julio Lois, teólogo español)
183
REFORMADOR
«Jesús fue un radical, no nos engañemos. Criticó el orden vigente, pero rechazó los movimientos políticos como medio
decisivo para transformar el orden universal, ya que los movimientos políticos apartan la atención del reino de Dios y
violan por su empleo de la fuerza el mandato de la justicia absoluta y el amor absoluto.»
(Andrew M. Greeley)
«Hay, por consiguiente, dos puntos en el programa de Jesús para transformar el mundo: 1) El hombre ha de aceptar
primero el Reino, y 2) el hombre ha de actuar conforme a las normas de la justicia y el amor. Esto no es una evasión del
activismo político, aunque en tiempos de Jesús las implicaciones de la justicia y del amor en la reorganización de la
sociedad no estaban tan claramente desarrolladas como en nuestros días. Podríamos incluso decir más. A impulsos de la
ética de justicia y amor que predicó Jesús, nosotros hemos tomado conciencia más clara de lo que debe ser una sociedad
justa. Lo que afirma Jesús es que si los hombres no están dispuestos a confiar en la visión del amor divino que él ha
venido a proclamar, no serán capaces de amarse los unos a los otros. (...) Pero sigue planteada la cuestión: ¿será eficaz
el plan de Jesús? ¿Conseguirá transformar la condición humana o, al menos, mejorarla notablemente la conversión al
reino de Dios y la consiguiente disposición a vivir en la justicia y en el amor, incluso antes de la plenitud del reino?
Supongo que la única respuesta posible a estas preguntas es que no lo sabemos empíricamente, porque nunca se ha
intentado poner en práctica el programa de Jesús.
Es posible que alguna vez hayan sido necesarias las revoluciones, incluso violentas, pero en el mejor de los casos son
empresas arriesgadas, y si todo lo que está en juego se reduce a la redistribución del poder y a un intento de repartir más
equitativamente la riqueza, la historia habla con notable claridad: la revolución fracasará, y hasta puede que deje las
cosas peor de lo que estaban en vez de mejorar la situación. Jesús no abogó tanto por que se pusiera término a las
revoluciones, sino que más bien pidió a los hombres que comprendieran que la revolución es un medio patéticamente
inadecuado para transformar la condición humana, y que esto sólo se conseguirá cuando los hombres tuvieran tanta
confianza en el amor de Dios hacia ellos como para aceptar los riesgos del amor mutuo. (...)
No cabe la menor duda de que realmente esto era lo que Jesús se traía entre manos. Los zelotas lo despreciaron como a
un soñador piadoso, los fariseos lo acusaron de quebrantar la Ley, el gobierno lo miraba como un radical peligroso; en
consecuencia, los romanos decidieron suprimirlo o, al menos, lo intentaron. Tengo la impresión de que su mensaje
político y social habría recibido hoy la misma respuesta. Los realistas lo tacharían de ingenuo; los defensores del status
quo lo juzgarían revolucionario. Pero Jesús no fue ni un ingenuo ni un revolucionario, al menos tal como se entienden
estos términos. No fue comprendido ni lo sería hoy, y hay motivos para pensar que deliberadamente. Y es lástima que
así ocurra, porque su plan bien merece un esfuerzo (...)• Se trata en última instancia de una revolución que tampoco es
de este mundo, pero que Pretende transformarlo.»
(Andrew M. Greeley, sociólogo)
184
UNIGÉNITO
«Este es mi Hijo amado, mi predilecto. Escuchadle»
(Dios Padre)
En las dos ocasiones en que el Trascendente rasga la nube de su muda presencia para hablar de Jesús, lo hace
llamándole su Hijo.
En la secuencia del Jordán, cuando el Inocente se pone en cola para ser bautizado, Dios afirma que es su Hijo querido.
No sólo es el Engendrado eternamente, su Copia perfecta, el Unigénito en quien se agota la infinitud del Padre.
También es Hijo como hombre, uno de tantos,
en todo semejante a nosotros menos en el pecado, pero hasta la tentación. Dios llama a Jesús, el hombre de Nazaret, su
Hijo super-amado, en quien tiene depositadas todas sus complacencias. Y lo apellida así, porque Jesús ha tenido como
programa el complacer en todo al Padre, desde su Encarnación. Desde el momento mismo de aterrizar en el planeta
azul, las primeras palabras de Jesús fueron, según el autor de la Carta a los hebreos: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu
voluntad». Y la primera frase de Jesús adolescente, registrada por Lucas, fue: «¿No sabíais que yo debo estar en las
cosas de mi Padre?» Después, a lo largo de su vida, irá repitiendo como un eslogan: «Mi alimento es hacer la voluntad
del que me ha enviado», «Yo hago siempre lo que Le agrada».
Pero no sólo en los pasajes normales, sino también en los trances amargos, como Getsemaní: «Padre, si es posible, pasa
de mí este cáliz sin que yo lo beba; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Y la última palabra, antes de entregar su espíritu al Padre, fue decirle: «Todo (lo que me encargaste) está cumplido».
¿Qué de extraño tiene que Dios proclamara a Jesús el Hijo de su agrado, si él le había complacido durante toda su vida?
Por eso, tampoco es de extrañar que el Padre,
al repetir en el Tabor su testimonio sobre Jesús, añadiera: «Escuchadle».
Porque el plan de Dios era convertir al Hijo unigénito
en «primogénito entre multitud de hermanos», como dice Pablo.
Ahora bien, para que los hijos adoptivos podamos parecemos al Hijo único,
hemos de prestar oídos a la actitud vital de Jesús.
El aire de familia de los hijos espirituales de Dios
sólo puede venirnos de la imitación del Hijo del Padre y de María.
Por eso, Jesús nos enseña como oración modelo el Padre nuestro,
en el cual, para santificar el Nombre del Padre,
para hacer venir a nosotros su Reino de filiación y fraternidad,
hemos de pedirle y pedirnos hacer su voluntad en la tierra,
como la hizo el Hijo predilecto y super-amado, Jesús.
(R.A.)
185
EL HOMBRE
«Jesús es el hombre situado en la verdad
ante Dios y ante los hombres.
Ante Dios en la confianza amante, la libertad, la fidelidad.
Ante los otros en el respeto, la acogida, el servicio»
(Jean-Pierre Jossua)
«Pilatos dijo: He aquí al hombre. Quizá fue como si hubiera gritado: «He aquí al tipo en cuestión». Quizá también el
evangelista Juan, al escribir este texto, haya tenido una intención teológica: subrayar el estado humano de aquel al que
llama Hijo de Dios. La tradición cristiana ha visto aquí una declaración solemne: he aquí el Hombre cumplido según el
designio de Dios. Incluso si esta interpretación sobrepasa el texto, es necesario considerarla.
Primero, para rechazarla. Porque Jesús no es el Hombre, todo lo humano recogido en una sola existencia. Es un hombre
y no una mujer; un profeta y no un sabio (Sócrates cuenta también), un galileo del siglo I y no un parisino o un zaireño
del XX. Precisamente esto es lo significativo, que Dios haya tomado en él el riesgo de lo contingente (el de ser
relativizado, negado, olvidado) y nos haya obligado al riesgo de reapropiarnos en otra parte, más tarde, de otro modo, lo
que se había dicho y pasado en Jesucristo.
A continuación, para tomarla. Pues, para nosotros, Jesús es el Hombre situado en la verdad ante Dios y ante los
hombres. Ante Dios en la confianza amante, la libertad, la fidelidad. Ante los otros en el respeto, la acogida, el servicio.
Y es este modo de ser hombre el que hemos elegido -entre otros muchos posibles- siguiendo a Jesús.
No somos solamente esto -y es aquí donde el rechazo y el acuerdo se conjugan-, pero situamos ahí nuestra alegría más
grande.»
(Jean-Pierre Jossua, teólogo dominico)
«Jesucristo, humanamente Dios, divinamente hombre. »
(J. Doré, teólogo)
«La Encarnación ha interiorizado la trascendencia.»
(P. Régamey, teólogo dominico)
186
ESPERANZADO
«Jesús era el hombre de la esperanza porque estaba totalmente compenetrado con el mensaje que predicaba, un mensaje
que para nosotros queda simbolizado en la escena de Belén»
(Andrew Cree ley)
«La imagen de Jesús que muchos de nosotros recibimos durante nuestros años de formación nos lo dejaba reducido a
una marioneta. El Padre celestial había preparado un escenario. Ya estaba escrito el papel que Jesús había de
representar. Entró en escena, hizo su papel a sabiendas de cómo iba a terminar todo y luego se marchó para dejar que
continuara desarrollándose el drama. En semejante panorama apenas quedaba lugar para la esperanza en la vida de
Jesús. (...)
Pero semejante imagen de Jesús nada tiene que ver con la realidad que nos muestra el Nuevo Testamento. Tendríamos
que eludir la verdad de los hechos y distorsionar las palabras para llegar a la conclusión de que en Jesús no cabía la
esperanza. (...)
Jesús no era un utopista o un soñador. No se engañó a sí mismo en cuanto al fracaso de su predicación. Le entristecía la
estupidez de sus oyentes. Le dolía la mezquindad de sus discípulos. Jesús fue un hombre profundamente desilusionado,
pero ni su desilusión ni su fracaso le hicieron perder la esperanza, porque, como señala Duquoc, «el reino se encuentra
allí donde no hay consideraciones para consigo mismo ni demostración de poder, sino comunión con Dios».
El poder del símbolo de Belén reside en una extraordinariamente ingeniosa combinación de fuerza y debilidad o, para
decirlo con palabras del cardenal Newman, «omnipotencia atada». Ciertamente, hablando a priori, ¿quién hubiera
creído que la estampa de un hombre, una mujer, un niño y unos pastores y animales en torno a ellos, reunidos en una
cueva, hubiera podido tener significado religioso alguno? (...) Sin embargo, esta escena ha ejercido una atracción
magnética durante casi dos milenios y ha sobrevivido a la vulgar comercialización de nuestra época y al gozo chillón de
tantas celebraciones cristianas. Y ha sobrevivido precisamente porque su misma sencillez, su carácter de cosa corriente,
su misma universalidad la convierten en un poderoso y atrayente mensaje de esperanza. El acontecimiento de Belén no
es otra cosa que el mensaje básico de Jesús reducido a una escena que todos podemos comprender y con la que todos
nos podemos identificar. Belén significa esperanza precisamente porque nos comunica el mensaje de que Dios nos ama
hasta el punto de que podemos verle manifestado en el misterio del vivir humano, en las condiciones más comunes y
ordinarias. Jesús era el hombre de la esperanza porque estaba totalmente compenetrado con el mensaje que predicaba,
un mensaje que para nosotros queda simbolizado en la escena de Belén. Aquellos de entre nosotros que pretenden ser
discípulos de Jesús no tienen más remedio que vivir en esa misma esperanza.»
(Andrew M. Greeley, teólogo y sociólogo USA)
187
EMPOBRECIDO
«Da, Señor, a los ricos todo lo que te pidan. A nosotros, los pobres, que nada deseamos, danos tan sólo el gozo de saber
que Tú fuiste uno como nosotros»
(Hermann Hesse)
«Todo comienza por un «corazón pobre y humilde». Jesús tenía una música secreta que sonaba en su corazón como una
melodía de fondo, y que volvía a resonar incesantemente como un cantusfirmus. Tenía una idea clara de vocación,
como si tuviera fijada en su mente su propia imagen, que correspondía a la figura y destino de una persona, no
necesariamente histórica, imagen contemplada y asumida desde los días de su juventud: la figura del Ebed Yahvé, el
Siervo de Yahvé.
Ahora bien, un Pobre de Dios es un hombre libre. El que nada tiene y nada quiere tener nada puede tener, porque el
temor es un haz de energías desencadenadas para la defensa de las propiedades y apropiaciones cuando el propietario
las siente amenazadas. Pero a un Pobre como Jesús, que no ha hecho otra cosa que barrer hasta con los vestigios de su
sombra, y que se ha dedicado a extirpar afanes protagonices, sueños de grandeza, sutiles apropiaciones... a este Pobre
¿qué le puede turbar? Por eso vemos a Jesús como el profeta incorruptible, el testigo insobornable, absolutamente libre
frente a los poderes políticos y autoridades religiosas, frente a los amigos, seguidores y familiares, frente a los
resultados de su propio ministerio, incluso frente a la ley y la religión oficial.
Ahora bien, de un hombre libre nace un hombre disponible, porque gracias a ciertos mecanismos misteriosos se hacen
presentes en nosotros ciertas constantes, como por ejemplo: de la negación nace la afirmación: del desprendimiento, la
donación; de la pobreza, el amor; de la muerte, la vida. En suma, las energías connaturales encadenadas a la argolla del
egoísmo, una vez desenganchadas y libres, quedan disponibles para el servicio de los demás.
Y así nace el Servidor: si el profeta no comienza por desprenderse, despojarse, desapropiarse, esto es, hacerse pobre, no
puede servir a nadie, por el contrario, sutil y camufladamente, se sirve de todo y de todos. Por ejemplo, un profeta
puede desvivirse por el pueblo, pero eventualmente, y sin advertirlo, podría estar transformando al pueblo en una
plataforma para auto proyectarse y sentirse él mismo realizado: parecía que servía al pueblo, se servía del pueblo.
¿Conclusión? Sólo un hombre puro, sólo un pobre puede servir a los pobres. ¿Cuál es, pues, el misterio final y viviente
del Pobre de Nazaret? La vía que va de la pobreza al amor. En otras palabras, ¿quién es Jesús de Nazaret? Alguien
pobre-libre-disponible-servidor, que ha recorrido el camino de la pobreza al amor.»
(Ignacio Larrañaga, capuchino, en El Pobre de Nazaret)
188
ESPEJO
«¡Quienquiera que sea hombre,
que se mire en el espejo de la humanidad de Jesús,
que llegue a ser lo que él fue!» (Herder)
«Con veneración, yo me inclino delante de tu noble figura, Jefe y Fundador de un reino de fines tan grandes, de
envergadura tan durable, de principios tan sencillos y vivos,
de resortes tan eficaces que la misma esfera de esta vida terrestre le resulta demasiado estrecha.
En ninguna parte de la historia encuentro una revolución que, provocada tan calladamente en tan poco tiempo, se haya
propagado por toda la tierra
a través de débiles instrumentos, de una manera tan singular, con unos efectos aún imprevisibles...»
«Jesús viene a ser nuestro hermano;
el hombre más familiar,
el más pobre,
el más determinante,
«Hijo del Hombre» es su nombre.
Él habla y él actúa,
él siente y él sufre lo que pueden sentir los hombres.
Tentado por todas partes, como nosotros, y siempre sin pecado,
él fue el primer hombre puro y espiritual sobre la tierra,
iniciador y cumplidor de la fe,
de la sombría profundidad el primero en horadar la luz.
Su vida fue una pura vida humana
sin restricciones, prejuicios, velos y vicios;
en la inocencia,
la sencillez,
la calma eficaz
y la grandeza sublime.
Todo contribuía:
el lugar y el tiempo,
la duración y los obstáculos,
los sufrimientos y los gozos,
los amigos y las persecuciones;
en fin, el desenlace mismo, prematuro, extraño, despreciado
y, en apariencia, el más inacabado.
¡Quienquiera que sea hombre,
que se mire en el espejo de la humanidad de Jesús,
y que llegue a ser lo que él fue!»
(Herder, filósofo alemán)
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DIVINOHUMANO
«Divinizar unilateralmente a Jesús, ponerlo exclusivamente al lado de Dios, es eliminar de nuestra historia a un hombre
incómodo y borrar el recuerdo peligroso de una profecía viva y desafiante, una forma de imponer silencio a Jesús como
profeta»
(E. Schillebeeckx)
«La «cristologización» de Jesús de Nazaret puede en la práctica congelar o neutralizar su mensaje y su praxis, si se
olvida de ese Jesús y se queda con un simple misterio cultural celeste: el gran icono Cristo, tan elevado junto a Dios (al
que previamente se ha alejado del mundo de los hombres) que también él, Jesucristo, pierde toda fuerza crítica en este
mundo. Luchar por la divinidad de Jesús en un mundo que ha prescindido de Dios puede ser una batalla perdida de
antemano. Además, tal actitud ignora la intención más profunda del plan salvífico divino: que Dios ha querido salir a
nuestro encuentro de un modo humano, para que nosotros podamos encontrarlo. Si queremos salvar las intenciones
salvíficas de Dios, hemos de someternos a la crítica del hombre Jesús: sólo así tendremos una visión del Dios vivo...
Mientras Dios quiere mostrarse en figura humana, nosotros nos empeñamos en pasar como sobre ascuas sobre esa
humanidad para admirar un «icono divino» del que se han eliminado los rasgos del profeta crítico. De este modo
«neutralizamos» la fuerza crítica del mismo Dios y corremos el peligro de añadir una ideología más a las muchas con
que cuenta ya la humanidad: la cristología. A veces temo que con las afiladas aristas de nuestra afirmación de fe sobre
Jesús arruinemos la vertiente crítica de su profecía con todas sus consecuencias socio-políticas. (...) Contra esta
cristología se dirigen las palabras de Jesús: «¿Por qué me invocáis «Señor, Señor», y no hacéis lo que digo?... Lejos de
mí todos los que practicáis la injusticia. »
(Edward Schillebeeckx, teólogo dominico)
«Afirmar la divinidad de Jesús es afirmar la solidaridad de Dios, afirmar que Dios mismo ha vivido nuestra vida. Esa
solidaridad que precisamente le vuelve incontrolable por nosotros y precisamente por eso el Cristo-Dios se universaliza
en todos los hombres y en todos los desposeídos de la tierra, en el «a mí me lo hicisteis» de Mt 21, 35ss. Afirmar la
divinidad de Jesús no es, pues, una forma orgullosa de poseer a Dios, sino un reconocimiento humilde de la
imposibilidad de poseerle, en Jesús.»
(J. I. González Faus)
«La confesión de la divinidad de Cristo sólo se hará cristianamente real y superará un mero saber sobre Cristo, aunque
ese saber sobre su divinidad sea importante e irrenunciable, sólo se hará comprensible, aunque siga permaneciendo
misterio, sólo se mostrará salvíficamente eficaz, histórica y trascendentalmente, en el humilde e incondicional
seguimiento de Jesús, en donde se aprende desde dentro que Dios se ha acercado incondicionalmente en Jesús y que
Dios se nos ha prometido incondicionalmente en Jesús, que Jesús es verdadero Dios y que en Jesús se ha manifestado el
Dios verdadero.»
(Jon Sobrino)
190
ICONO
«Lejos de ser para mi incomprensible Cristo si es Dios, es Dios quien me resulta incomprensible si no es Cristo»
(A. Malégue, escritor francés)
«Cristo es una muestra de Dios que cayó sobre la tierra. De su análisis es por donde mejor se saca la naturaleza de la
divinidad.»
(Antonio Martínez Azcona)
«Si «Dios» es el nombre que se da a esa realidad última que subyace en todo ser y en la cual «vivimos, nos movemos y
existimos» (Hch 17, 28), Jesús es el hombre asumido desde dentro por esa realidad última en una unión íntima. Su ser
humano fue asumido y transformado por esa realidad sin dejar de ser hombre, antes al contrario, siéndolo según una
plenitud desconocida. Este Jesús es hijo de Dios porque en su conciencia humana tiene una experiencia de Dios
esencialmente distinta de la del resto de los hombres; su aparición es tan nueva y distinta con relación al resto de la
humanidad que en él comienza una nueva creación y un hombre nuevo.
Podemos afirmar que Dios se hace en Jesús nuestro Dios: en él Dios se nos expresa a sí mismo porque existe una
inexpresable unidad entre Dios y el hombre Jesús. Por eso confesamos que Cristo es Dios hecho hombre. Unos
creyentes experimentaron que Dios está tan plenamente en Jesús, es decir, Jesús está de tal manera sostenido por Dios,
que llamaron a Jesús «el hijo de Dios». Él es la revelación única y excepcional de Dios, ya que en las expresiones de su
actuar humano se torna visible el Dios invisible. En sus palabras y gestos tomamos conciencia de lo que Dios es para el
hombre: amor y perdón, denuncia y exigencia, donación y presencia, elección y envío, compromiso y fuerza.»
(José Ramón Guerrero)
«Creer en Jesucristo es reconocer que el hombre Jesús «es la Imagen perfecta de Dios», «el Hijo predilecto». Su historia
humana es la del Hijo de Dios; sus relaciones son las relaciones de Dios; su muerte es la muerte de Dios.
Creer en Jesucristo es creer en un Dios que se hizo hombre: el Absoluto vino a este mundo. Dios no es ya la más
abstracta de las abstracciones, ni una idea ni una ideología, sino la Palabra hecha carne, una carne vulnerable,
desgarrada, mortal, pero destinada a la gloria. Dios se ha hecho visible en Jesucristo.»
(Fierre Dentin)
«Señor, a veces imaginamos que resultas más atractivo a los ojos si se exaltan de un modo casi «exclusivo» los
encantos, las bondades de tu figura humana de antaño. En verdad, Señor, si tan sólo quisiera amar a un hombre, ¿no me
volvería acaso hacia esos que me has dado en la seducción de su florecer actual? Madre, hermanos, amigos, hermanas
¿no los tenemos irresistiblemente amables en torno a nosotros? ¿Por qué ir a solicitarlos en la Judea de hace dos mil
años?... No; por lo que clamo como todos los demás seres, con el grito de mi vida entera y aun con toda mi pasión
terrena, es por algo distinto de un semejante a quien amar: es por un Dios a quien adorar.»
(Pierre Teilhard de Chardin)
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HUMANODIVINO
«Si el amor existe por antonomasia en Jesús, si es Él mismo el amor en persona, entonces Él es algo más que lo más
humano del hombre, entonces El es Dios-con-nosotros»
(Norbert Scholl)
«Para los no creyentes de hoy es muy sencillo: Cristo es un hombre, un gran hombre uno de los más grandes de todos
tal vez, sin duda; tan grande que sus discípulos lo calificaron de Dios, de Hijo de Dios, después de su muerte.
Pero nosotros, que sabemos que es realmente «Dios de Dios, Dios verdadero de Dios verdadero, la misma naturaleza
que el Padre», estamos amenazados por el extremo inverso: no llegamos hasta el fondo de ese Cristo verdaderamente
hombre. Su divinidad pulveriza en nosotros su humanidad. No somos los primeros: las primeras herejías, las del
docetismo, no concedían a Jesús-Dios más que pura apariencia humana. ¿No somos nosotros, sin saberlo, docetas?»
(Jacques Loew, teólogo)
«En un clima -que comienza ya a divisarse- de una profundización más responsable, tanto histórica como filosófica y
teológica, se comienza a sentir la exigencia de no poder prescindir de los datos de la tradición cristológica, en la
elaboración de una nueva cristología. (...) Y si hay una advertencia precisa que debiera sacarse de la reflexión
cristológica tradicional es que, dando fe a los datos del Nuevo Testamento, es necesario conservar en Cristo la tensión
entre dimensión humana y dimensión divina, sin sacrificar la segunda (como muy a menudo sucede hoy), del mismo
modo que los antiguos consiguieron no sacrificar la primera.»
(Manilo Silmonettl, cristólogo)
«(Jesús), por su radical apertura y su absoluta disponibilidad, permite que Dios penetre en su vida. Porque no dispone
de sí mismo, puede Dios disponer de él; porque permanece totalmente abierto, puede Dios adherirse totalmente a él.
Porque era absolutamente «para Dios», por eso «era Dios» (cf Jn 1, 1).
Pero podemos aún dar un paso más. Antes hablábamos del amor como fundamento original que sostiene una decisión
continuamente tomada hacia una mayor apertura. También la vida de Jesús se puede reconocer como alimentada y
sostenida por este fundamento original. Los evangelios lo describen como un hombre incondicionalmente abierto y
dispuesto a la entrega, como un hombre que vive en el amor. Pero si en la vida de Jesús no hay un momento sin amor, si
su vida sin la base del amor aparece sin sentido y sin norte, si su lenguaje y su actuación están totalmente determinados
por el amor, -conforme a esto- toda su vida está henchida y colmada de amor, entonces no es exagerado afirmar que el
amor constituye totalmente su ser, que él es esencialmente amor. Según Juan (4, 7s), «el amor es de Dios» porque «Dios
es amor». Pero si el amor está Distiendo por antonomasia en Jesús, si es él mismo el amor en persona, entonces él es
algo más que lo más humano del hombre, entonces es «Dios con nosotros». Así se abre aquí una visión más allá del
hombre Jesús hacia Dios. Sin duda Jesús es la realización de lo humano, pero al mismo tiempo trasciende lo humano, en
cuanto que lo lleva a su plenitud.»
(Norbert Scholl, teólogo)
192
REVELADOR
«No se puede creer en el Dios por el que Jesús muere sin luchar contra el Dios en nombre del cual le matan»
(Rafael Aguirre, teólogo español)
«Hacer presente la realidad de Dios: éste es el misterio esencial de Jesús.»
(Günther Bornkamm, teólogo alemán)
«Jesús es la palabra con la cual Dios rompió su silencio.»
(Ignacio de Antioquía, padre de la Iglesia)
«Jesús es el portador de la auto manifestación definitiva de Dios.»
(W. Pannenberg, teólogo alemán)
«No conocemos a Dios más que por Jesucristo.»
(Blas Pascal)
«Para Jesús, Dios no es un objeto de pensamiento, un objeto de especulación... No es ni un ser metafísico, ni una fuerza
cósmica, ni una ley universal, sino voluntad personal santa y benevolente... Jesús no habla de Dios en términos
generales ni por afirmaciones doctrinales, sino que se limita a decir lo que Dios es para el hombre y cómo actúa en
relación con él.»
(Rudolf Bultmann, teólogo alemán)
«Para Jesús la paternidad de Dios sólo tiene sentido dentro de un contexto de Reino. Es más, la invocación «Padre
nuestro» se encuentra unida al «venga tu Reino». Y ambas cosas, Padre y Reino, cobran sentido en la experiencia de la
libertad y vida nueva que Jesús suscita con su mensaje (...) Un Reino que no surja de la presencia amorosa del Padre
sería siempre esclavitud. Un Padre que no llevara consigo toda la exigencia y la promesa del Reino sería una simple
expresión de la naturaleza o producto de un romanticismo afectivo.»
(Xavier Pikaza, teólogo español mercedario)
«El Dios Padre de Jesús no es un Dios del más allá a expensas del más acá, a expensas del hombre (Feuerbach). Ni el
Dios de los explotadores, de la consolación y de la conciencia deformada (Marx). Ni un Dios producto del
resentimiento, vértice de una deplorable moral del bien y del mal, propia para mozos de cuerda (Nietzsche). Ni un
tiránico super-yo, imagen ideal de las ilusorias necesidades de la primera infancia, un Dios ritualizado por imperativo de
un complejo de culpa asociado a un complejo paterno. (Freud).»
(Hans Küng, teólogo ecuménico)
«Aceptar a Jesús como revelación de Dios supone asumir el escándalo de un Dios diferente, incluso disidente (...) Sólo
hay una forma de hacerse cargo de esa disidencia: «practicando» a Dios. Hay que pensar a Dios desde la fe en Jesús y
hay que hablar de El. Pero hay que hacerlo desde el único lugar que puede conferir al discurso y a la invocación
identidad y significación cristianas. Ese lugar es en el que se sitúa el «practicar» a Dios desde el seguimiento de Jesús.»
(Julio Lois, teólogo español)
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ESENCIAL
«No hay ninguna doctrina, ninguna estructura fundamenta! de valores éticos, ninguna actitud religiosa, ni ningún orden
vital que pueda separarse de la persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano es Él
mismo, lo que a través de El llega al hombre y la relación que a través de Él puede mantener el hombre con Dios»
(Romano Guardini, teólogo católico)
Hace algunos años se puso de moda preguntarse por «la esencia del cristianismo». Después del último concilio interesa
más cómo vivir la existencia cristianamente. Pero no se puede menospreciar el deseo de conocer el tronco esencial
cristiano para acertar en la praxis cristiana.
Cuando los primeros discípulos fueron llamados «cristianos» por vez primera en Antioquía fue sin duda porque
relacionaban el «nuevo camino» con la persona de Jesús, el Cristo. Y desde entonces esa etiqueta es la denominación de
origen de los bautizados.
La esencia del cristianismo no la constituye ninguna lista de verdades religiosas ni morales, como si fuera una
ideología. El credo cristiano está centrado en la encarnación, vida, muerte y resurrección de Jesús, precedidas de la
relación con su Padre Dios y seguidas de la relación con su Espíritu y su Iglesia.
El gran teólogo del cristianismo primitivo, Pablo, hablando como un cristiano afirma rotundamente: «Para mí vivir es
Cristo». «Vivo yo, pero no soy yo: es Cristo quien vive en mí.» «Vivo de la fe en el Hijo de Dios». Para un cristiano
todo gira alrededor de Jesucristo tal como aparece en las páginas del nuevo Testamento.
Es verdad que, como alguien ha dicho, «sólo ha habido un cristiano en la historia: Cristo». Pero los millones restantes se
esfuerzan por seguir sus huellas, en medio de tropezones y caídas. La meta que persiguen no es la de un ideal abstracto
sino la de una persona concreta: la de Jesús marchando por los caminos del Evangelio. El horizonte que les atrae no es
el de una vaga teoría sino el de una figura histórica encarnada en el hombre Jesús de Nazaret.
La moral cristiana no es un catálogo de virtudes sino la manera de comportarse de Jesús en sus relaciones con los
demás: altruismo, bondad, comprensión, delicadeza, solidaridad, ayuda, solidaridad, misericordia, compasión, en una
palabra, amor.
La fe cristiana no es un rosario de actos religiosos y cultuales sino la actitud vital de relacionarse Jesús con Dios:
obediencia, cumplimiento de su voluntad, realización de su plan, vivencia de su reino, no como quien acata un precepto,
sino con un talante filial de quien ve a Dios como el Padre, no como el Señor.
La praxis cristiana no es una serie de imposiciones exteriores, tras cuyo cumplimiento -como el precepto dominical-
puede uno decir que es cristiano practicante, sino el seguimiento de Jesús, de su estilo de vida, nacido de un
conocimiento interno de sus sentimientos y de un enamoramiento de su personalidad.
Como ha sintetizado Hans Küng hablando sobre la esencia cristiana: «Lo peculiar, lo originario del cristianismo es
considerar a este Jesús como últimamente decisivo, determinante y normativo para las relaciones del hombre con Dios,
con los demás hombres y con la sociedad.»
(R. A.)
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LUMINOSO
«Lo que Jesús dice y hace expresa de tal manera a Dios que, a partir de entonces, se inicia una nueva comprensión de la
realidad «Dios» por parte del mundo y del hombre, y se instaura una nueva relación con Él»
(José Ramón Guerrero)
«Jesucristo, en definitiva, nos descubre que «Dios es amor» y que, por el hecho de amar, tomamos contacto con el
fondo más profundo de nuestro ser, vivimos un misterio que nos desborda, tomando conciencia de que nos apoyamos en
lo último. Esta intuición que surge en nosotros cuando amamos, descubriendo que se nos abren los poros de nuestro ser,
en Jesucristo ha sido realidad palpable y definitiva. El hombre Jesús es la presencia de Dios entre los hombres porque,
anunciando el perdón de Dios a los hombres condenados por otros hombres, ha sido la manifestación del amor. Así, la
realidad «Dios» se revela en la humanidad de Jesús: en el hombre Jesús, Dios se expresa a sí mismo y comparte con el
hombre el sufrimiento, para librarlo por medio de la solidaridad.
Por otra parte, Dios está total y definitivamente en Jesús, aunque su naturaleza humana nos impida esta identificación
con Dios. Jesús no es el resultado de dos sumandos: hombre + Dios, uno junto a otro, sino que es un hombre cuyo
hablar y actuar está plenamente lleno de Dios desde sus orígenes y en todas las dimensiones de su persona. La expresión
«verdadero Dios-verdadero hombre» nos asegura que en la persona de Jesús y por medio de ella, por sus palabras y
actos, necesariamente tenemos que vérnoslas con Dios, y sin duda en una plenitud definitiva, ya que en su humanidad
está sustentado por Dios.»
(José Ramón Guerrero, en El otro Jesús)
«El encuentro con la amabilidad de Jesús no es más que el comienzo de un encuentro más amplio con Cristo. Cuanto
más nos ocupamos de la figura de Jesús en los evangelios tanto más profunda es la conciencia que tomamos de que esa
humanidad, esa pura bondad, no puede explicarse humanamente. En la proximidad humana de Jesús irrumpe al mismo
tiempo la lejanía divina, lo que «ya-no-es-humanamente-explicable».
El Cristo «transfigurado por él Espíritu» está ahí, es el poder operante, la fuerza creadora, la intensidad suprema del ser.
El mundo entero relumbra en el ser de Jesús. En su rostro brillan las luces todas del mundo. El evangelio entero de Juan
se apoya en esa experiencia de Cristo. (...) En Juan caen los velos, y el ser eterno de Cristo se hace visible. En Cristo se
abren unas profundidades abismales.
Antes de que fuera creado nada, Cristo ya estaba en Dios, él mismo era Dios. Todo lo creado llegó a ser por él. El
mundo entero lleva sus rasgos. Y lo es en la medida en que el mundo lleva en sí esos rasgos de Cristo. Cristo es lo vital
de la vida, el resplandor de la creación entera.
Ese «eterno ser luminoso» se ha incorporado al mundo de las tinieblas. Como un relámpago ha penetrado nuestro
mundo. Lo iluminó breve y vigorosamente, para regresar de nuevo a lo desconocido de su gloria. Ese poderoso
«alumbrar» de Dios en la creación proyectó una luz sobre todas las cosas, sobre todos los acontecimientos y
corazones.»
(Ladislaus Boros, filósofo jesuita)
195
ARCOIRIS
Los títulos otorgados a Jesús en las fuentes de la revelación cristiana desde los evangelios al Apocalipsis más los títulos
acumulados por la tradición cristiana a lo largo de dos mil años no son suficientes para sintetizar su personalidad.
Porque Jesús es complejo, poliédrico, caleidoscópico.
(R. A.)
«Las confesiones de fe recogen el esfuerzo de los primeros creyentes por tratar de precisar la dimensión «trascendente»
que se intuye en las palabras y actitudes de Jesús. Un cristiano procedente del judaísmo lo llamará «Mesías» y si habla
griego lo traducirá diciendo «Jesús es el Cristo». Un cristiano procedente del judaísmo o del paganismo dirá que es
«Hijo de Dios». El que está acostumbrado al lenguaje del antiguo Testamento lo verá como el «Siervo de Dios»,
mientras que el creyente de las comunidades judías de habla griega preferirá decir que es «Señor». Cada uno de los
nombres con que se intenta explicar quién fue Jesús procede de un ambiente concreto y tiene su razón de ser; con ellos
se intenta expresar su especial relación con Dios y el contenido liberador de su mensaje. Pero hemos de repetir que este
hombre de Nazaret escapa a toda posibilidad de definición y no se adecúa a ningún nombre en particular. Los hombres
con los que había convivido y lo habían experimentado no acertaban a definirlo con sus categorías mentales. Salvando
las distancias de toda analogía, ¿es que una madre o un enamorado son capaces de expresar el amor que sienten?, ¿es
que al expresar «algo» comunican en su totalidad lo que realmente sienten?
(José Ramón Guerrero, cristólogo)
«Jesús, claramente, no se deja encuadrar en ninguna categoría: ni entre los poderosos ni entre los rebeldes, ni entre los
moralizantes ni entre los silenciosos del campo. Se muestra provocador hacia la derecha y hacia la izquierda. No
respaldado por ningún partido, desafiante en todas direcciones: «el hombre que rompe todos los esquemas». Ni filósofo,
ni político, ni sacerdote, ni innovador social. ¿Un genio, un héroe, un santo? o ¿un reformador? Pero, ¿no es él más
radical que cualquier reformador? ¿Un profeta? Pero, ¿puede un profeta «último», insuperable, ser simplemente un
profeta? La tipología usual parece que no sirve. Jesús parece tener algo de cada uno de estos tipos tan diferentes (más,
tal vez, de profeta y de reformador) , pero al final no se identifica con ninguno. Es de distinto rango: manifiestamente
más cercano a Dios que los sacerdotes, más libre frente al mundo que los ascetas, más moral que los moralistas, más
revolucionario que los revolucionarios. Tiene, por lo mismo, anchuras y profundidades que a los otros les faltan. Difícil
de entender y casi imposible de captar en sus intenciones, para los amigos como para los enemigos. Por donde quiera
que se mire, siempre resulta que ¡Jesús es distinto! En todo paralelo que en concreto se establezca, el Jesús histórico en
su totalidad se muestra absolutamente inconfundible entonces y ahora.»
(Hans Küng, teólogo)
196
ENDIOSADO
«El misterio de Jesús, el que la fe confiesa de él, debe darse en el mismo hombre Jesús. Lo humano es aquí la medida en
que aparece lo divino, pues no tenemos ningún acceso a Dios fuera de sus manifestaciones creadas.»
(Edward Schillebeeckx)
«Es preciso que la persona divina y eterna del Hijo no se disocie de su caminar histórico, ya que de lo contrario no se
podría calificar propiamente de historia del Hijo de Dios la historia humana de Jesús. Es en esa realidad y en esa
historia humana de Jesús donde se realiza en cuanto tal la revelación y la comunicación del mismo Dios al mundo. Esa
historia no es la corteza externa de un núcleo divino ahistórico, un Hijo de Dios que no penetra en la historia humana.
En tal caso habría que quitar la cáscara para hacer patente el auténtico sujeto trascendente a la historia. El hilo
conductor no puede ser un concepto acrítico de inmutabilidad de Dios tomado del mundo extraño de la filosofía, sino el
enunciado constante del Nuevo Testamento, según el cual el camino de Jesús fue propiamente el camino del Hijo de
Dios.»
(D. Wiederkher, cristólogo)
«El ser-Dios se revela en la humanidad de Jesús. No se debe buscar sobre, tras o bajo ese hombre: «el que me ve a mí
ve al Padre». Afirmaciones como «Jesús además de hombre es también Dios» quitan su más profundo sentido a la
encarnación. Cristo no sería para nosotros revelación, si junto con él nos fuera necesaria además una revelación de su
«naturaleza» divina ... Jesús no es un hombre en quien se da una presencia de Dios distinta de él; el hombre Jesús es la
presencia de Dios. Sólo sabemos que Cristo es Dios por la manera misma de su ser-hombre; para que esto aparezca en
su existencia humana tiene que ser hombre de un modo absolutamente único. Con ello queda dicho todo. Ya no
debemos buscar si «además». Este «además» está completamente fuera de lugar e incluso contradiría toda la tradición
cristiana.»
«Jesús es definido en su ser humano por su relación al Padre; en otros términos: la existencia de Jesús, en su realidad
profunda, está constituida por su vinculación personal con el Padre (...)
Por una parte, Dios no podría ya ser «definido», por así decirlo, más que a partir de lo que se nos ha revelado en Jesús
de Nazaret; por otra parte, Jesús no puede ser «definido» como hombre, en la plenitud de su humanidad, más que
teniendo en cuenta su relación única a Dios, el Padre.
De esta forma, Dios es parte integrante de la definición del hombre Jesús, diciendo así quién es Jesús y lo que él es. Yo
no sé si es posible formular esto teóricamente de una manera más precisa y hasta vacilaría en intentarlo. Lo que sí sé
(con la sabiduría de la fe, como es obvio) es que, aparte de Jesús, no existe ningún ser humano cuya misma humanidad
esté determinada, interior y esencialmente, por su relación personal con Dios, el Padre.»
(Edward Schillebeeckx, teólogo dominico)
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FIDEDIGNO
«La máxima radicalidad de la fe en Jesús se alcanza al aceptar como normativo su camino y recorrerlo. El decir que la
fe de Jesús es el modo correcto de acercarse a Dios y realizar su reino es la afirmación más radical y ortodoxa de la fe
en Jesús.»
(Jon Sobrino)
«El Cristo «Hijo de Dios» se convierte en la excusa con que las autoridades religiosas intentan domesticar o
desautorizar todas las conflictividades que se les enfrentan. Tenemos que, mientras Jesús fue un hombre
descaradamente parcial en favor de los pobres, «el Cristo Hijo de Dios» es una excusa para que los cristianos no opten
por los pobres en nombre de una universalidad de lo divino... Tenemos que, mientras Jesús ignoraba cosas y soportaba
dudas y abandonos de Dios (Me 15, 34), «el Cristo Hijo de Dios» lo sabía todo y no necesitaba fiarse del Padre porque
le había visto todas las cartas del juego... Así es como se ha podido llegar a que la divinidad de Jesús se convierta en
una escapatoria hacia lo abstracto y lo falsamente espiritualista, lo cual, a la vez que tranquilizaba las conciencias,
actuaba como poderoso freno conservador y sostenedor de los status quo de Occidente.»
(José Ignacio González Faus, cristólogo)
«La «cristologización» de Jesús de Nazaret puede en la práctica congelar o neutralizar su mensaje y su praxis si se
olvida de ese Jesús y se queda con un simple misterio cultual celeste: el gran icono Cristo, tan elevado junto a Dios (al
que previamente se ha alejado del mundo de los hombres) que también él, Jesucristo, pierde toda fuerza crítica en este
mundo.
Mientras Dios quiere mostrarse en figura humana, nosotros nos empeñamos en pasar como sobre ascuas sobre esa
humanidad para admirar un «icono divino» del que se han eliminado los rasgos de profeta crítico. De este modo
«neutralizamos» la fuerza crítica del mismo Dios y corremos el peligro de añadir una ideología más a las muchas con
que cuenta ya la humanidad: la Cristología. A veces temo que con las afiladas aristas de nuestra afirmación de fe sobre
Jesús arruinemos la vertiente crítica de su profecía con todas sus consecuencias sociopolíticas. Divinizar
unilateralmente a Jesús, ponerlo exclusivamente al lado de Dios, es eliminar de nuestra historia a un hombre incómodo
y borrar el recuerdo peligroso de una profecía viva y desafiante, una forma de imponer silencio a Jesús como profeta.»
(Edward Schillebeeckx, cristólogo holandés)
«¿Qué significa entonces la afirmación neotestamentaria de fe en Jesús? Evidentemente, no se trata de una ortodoxia
nominalista que incluya ahora a Jesús entre las divinidades. La fe se dirige siempre a lo absoluto de Dios y su Reino. Fe
en Jesús significa aceptar que en él se ha revelado el Hijo, es decir, el camino a Dios. Esto se puede hacer en
confesiones ortodoxas y en aclamaciones cúlticas. Pero la máxima radicalidad de la fe en Jesús se alcanza al aceptar
como normativo su camino y recorrerle. El decir que la fe de Jesús es el modo correcto de acercarse a Dios y realizar su
reino es la afirmación más radical y ortodoxa de la fe en Jesús.»
(Jon Sobrino, cristólogo español)
198
COMPLEJO
«Te seguimos, señor Jesús; / pero, para que te sigamos, llámanos / porque sin ti nadie avanza. / Que solo tú eres el
camino, la verdad y la vida. / Recíbenos como un camino acogedor recibe. / Aliéntanos como la verdad alienta. /
Vivifícanos puesto que tú eres la vida»
(S. Agustín de Hipona)
«No sé qué pensar de Cristo. En primer lugar porque no sé cómo mirarlo: se me dice que es hombre y Dios. Pero no veo
el modo de fundir ambos aspectos. ¿Cómo puedo considerarlo, al mismo tiempo, como Ser absoluto y mi igual, mi
hermano, mi modelo? Si Cristo era Dios, entonces no tuvo mérito lo que hizo, y no puede servirme de ejemplo. Y si era
sólo hombre, podrá servirme de modelo, pero no de ayuda: podré imitarle, pero no rezarle. Y si era Dios, ¿cómo
explicar lo de Getsemaní y lo de «por qué me has abandonado»?
Por otra parte, hay aspectos de Cristo que atraen: su enseñanza sobre el amor entre todos (aunque en la vida real sea
impracticable) y sobre el Dios que nos ama (aunque, como ya he dicho, no se vea la eficiencia de tal amor) . Pero otros
aspectos me repugnan: demasiada sangre, demasiada víctima, demasiada inmolación por el pecado (pero ¿se pueden
tomar tan en serio los pecados humanos?). Sus palabras sobre el fuego eterno...»
(Miguel Benzo, teólogo)
«Mi esperanza y mi razón de ser es la certeza de que la presencia de Jesús en la historia ha hecho girar el mundo del ser-
para-la-muerte a la esperanza de la justicia y de la reconciliación. Su solidaridad eficaz con los pobres, los prisioneros y
los oprimidos ha dado la vuelta a los fundamentos de todo tipo de explotación; Él los ha denunciado y desenmascarado
definitivamente, Él ha abierto ante nosotros el camino de la paz. Su incardinación en la humanidad nos lleva hacia un
porvenir de libertad y de vida. Su palabra, hoy como hace dos mil años, nos compromete y nos hace nacer a una co-
humanidad responsable, a una pro-existencia constructiva.»
(George Casalis) «Oh Verbo invencible, / Soberano de los santos, /
Príncipe de la sabiduría / del Padre altísimo, /
socorro en las penas / y eterna alegría.
Oh Jesús, Salvador / de la raza mortal, / pastor, labrador, / freno y timón, / ala hacia el cielo /de la asamblea santa.
Pescador de hombres / que vienes a salvar; / en la mar de los vicios / pescas peces puros; / de las olas hostiles / sacas
bienaventuranza.
Oh Verbo eterna!, / edad sin límite, / luz inmortal, fuente de paz, / obrero de la virtud, / camino verdadero / de los que
cantan a Dios.»
(Clemente de Alejandría, padre de la Iglesia)
199
SUPERSOL
«Manantial inefable de luz, / Verbo en quien el eterno contempla su belleza, / astro donde el sol es sólo una tosca
sombra, / día sagrado donde el día toma su claridad. / Elévate, sol adorable, / tu que haces de la eternidad un día feliz,/
haz brillar a nuestros ojos tu claridad que nos socorre, / y derrama en nuestros corazones el fuego de tu amor.»
(Jean Hacine, escritor francés)
«El sol, que tan bello nos parece, no es sino una imagen de Jesús, que es un sol en el mundo de la gracia y de la gloria y
es el sol de tantos soles como hay y habrá, de santos en el cielo, que reciben de Él su resplandor y su belleza como de
una fuente inagotable de luz...
Si el sol, que es caduco, es tan bello, tan grande, tan rápido, tan ligero y ordenado en sus movimientos, ¿cuánto más
debe ser excelente en belleza, grandeza, luz, majestad y en toda clase de perfecciones el sol de justicia, el sol eterno, el
sol que realiza el día de la gracia y lo separa de la noche del pecado; el sol que preside el tiempo y la eternidad; el sol
que ilumina no sólo la tierra sino también el cielo? ¿Cómo resplandecerá este sol en su luz? ¿Cómo serán de rápidos sus
movimientos y su ayuda? ¿Cómo estará ordenada su actuación? ¿Cómo serán de poderosas sus influencias? ¿Qué
eficaces sus atractivos? ¿Qué necesario para el universo?»
(Fierre de Berulle, escritor francés)
«Este Sagrado Corazón se me representaba como un sol brillante, de luz resplandeciente, cuyos rayos ardientes caían a
plomo sobre mi corazón, que se sentía abrasado con un fuego tan ardiente que me parecía que iba a reducirme a cenizas,
y era durante ese tiempo en especial cuando este divino Maestro me decía lo que quería de mí y me descubría los
secretos de este amable corazón. Y en una ocasión, entre otras, cuando el Santísimo Sacramento estaba expuesto,
después de recogerme interiormente dentro de mí misma con un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y
potencias, Jesucristo, mi dulce Maestro, se presentó a mí resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas, brillantes como
cinco soles, y de esa sagrada Humanidad salían llamas por todas partes, especialmente de su adorable pecho, de modo
que parecía una hoguera. Y, abriéndose, me descubrió su Corazón amable y amante, que era el manantial vivo de esas
llagas. Fue entonces cuando me descubrió las maravillas inexplicables de su amor puro y el exceso con el que amaba a
los hombres, de los que no recibía más que ingratitudes y desprecios. «Lo que es para mí más sensible -me dijo- que
todo lo sufrí en la Pasión, de tal modo que, si recibiese un poco de amor en retorno, estimaría en poco todo lo que he
hecho por ellos y quisiera, si fuera posible, hacer aún más; pero no tienen sino frialdad Y rechazo por toda mi solicitud
por hacerles bien. Al menos dame tú el gozo de suplir sus ingratitudes tanto como seas capaz». Y al decirle mi
impotencia, me respondió: «Mira, aquí tienes con que suplirla». Y al mismo tiempo se abrió ese divino Corazón y de él
salió una llama tan ardiente que creí que me consumía, pues fui de tal modo penetrada que no podía soportarla y le pedí
que tuviese piedad de mi debilidad. «Yo seré tu fuerza», me dijo.»
(Margarita María de Alacoque, santa francesa)
200
INCLASIFICABLE
«Jesús no encaja en ningún esquema. Para comprenderlo no son suficientes categorías antiguas ni modernas, ni siquiera
bastan las del viejo testamento. Representa un fenómeno extremamente señero. Fue y continúa siendo un misterio. Él
mismo hace bien poco para aclarar este misterio. No le importa su propia persona. Sólo le interesa una cosa, pero ésta
total y exclusivamente: el venidero reino de Dios en el amor. Lo que le importa es Dios y los hombres, la historia de
Dios con los hombres, éste es su asunto.»
(W. Kasper)
«La galería de imágenes en la vida de Jesús es larga y cambiante; en cuanto se puede, se la continúa también hoy: Jesús
el moralista, el humanista, el reformador y revolucionario social, el iluso, el superstar, el inconformista, el hombre libre.
Pero la mayoría de las veces era el propio espíritu de los señores el que se reflejaba en Jesús. Pues todas estas
caracterizaciones se fijan siempre en aspectos concretos, sin abarcar jamás el fenómeno total de Jesús de Nazaret. Jesús
no se deja modernizar de manera superficial. Es un judío que vive en el mundo del antiguo testamento, donde tiene sus
raíces espirituales. En definitiva, Jesús no encaja en ningún esquema previo; es el hombre que hace saltar todos los
esquemas.
El amor de Dios lo ocupa totalmente en favor de los demás. No quiere nada para sí, pero quiere todo para Dios y los
demás. Entre sus discípulos es como un servidor; no rehuye ni siquiera el servicio más bajo propio de esclavos (Le 22,
26 s) . No ha venido para hacerse servir, sino para servir (Me 10, 45). No pertenece a los instalados, sino que
indudablemente viene de gente insignificante, teniendo corazón para las necesidades y las penas diarias de los pobres
(Mt 9, 36). Es extraño para un hombre de la antigüedad el respeto con que trata a las mujeres. Para él la pobreza y la
enfermedad no son castigo de Dios; más bien Dios ama a los pobres y enfermos. Va detrás de los perdidos (Le 15). Lo
más llamativo ya entonces era que admitía en su compañía y hasta a su mesa también a los pecadores y marginados, a
los culturalmente impuros y a los parias. Mas en ninguna parte se encuentra en él odio o envidia frente a los ricos. Hasta
con los explotadores, los publícanos, tiene buenas relaciones; a alguno que otro llamó incluso a su discipulado
inmediato (Me 2, 13-17). Verdaderamente en Jesús no se puede apoyar lema ninguno de lucha de clases. Su lucha no va
contra poderes políticos, sino contra los poderes demoníacos del mal. Por eso ni hace una guerrilla ni organiza una
reforma agraria. Ni siquiera sana sistemáticamente a todos los enfermos. Jesús no tiene programa. A su actuación le
falta toda planificación y organización Hace la voluntad de Dios tal y como la conoce aquí y ahora. Todo lo demás se lo
deja a Dios, su Padre, con una confianza de niño. Sus más profundas raíces las tiene en la oración al Padre (Me 1, 35; 6,
46 y passim) . Su servicio a los demás vale para que los hombres reconozcan la bondad de Dios y lo alaben (Me 2, 12 y
passim). De modo que no sólo es el hombre para los demás, sino igualmente el hombre de y para Dios.»
(Walter Kasper, teólogo alemán)
201
DEIFICADO
«Lo cristiano del Dios cristiano es el propio Cristo, por quien conocen los creyentes a este Dios, el Dios de los padres y
por quien se revela este Dios a los fieles.
Lo cristiano del Dios cristiano es, más exactamente, el Cristo que se identifica con el Jesús de Nazaret, real e histórico,
concretamente en Cristo Jesús. Lo cristiano de este Dios -lo definitivamente distinto del cristianismo- es literalmente,
según Pablo, Jesús el Cristo, y éste, crucificado.»
(Hans Küng)
«La libertad liberadora de Jesús tiene una fundamentación teológica, es decir, nace de la experiencia que como Hijo
tiene del Dios «Abbá». El Padre es para Jesús -y debe serlo para nosotros, naturalmente- un Dios liberador, fuente de
libertad, que declara la vanidad de todos los ídolos y el valor absoluto de cada ser humano. No nos sustituye ni oprime,
no nos infantiliza ni aliena. Como señala Hans Küng, «el Dios Padre de Jesús no es un Dios del más allá a expensas del
más acá, a expensas del hombre. (Feuerbach) Ni el Dios de los explotadores, de la consolación y de la conciencia
deformada (Marx). Ni un Dios productor del resentimiento, vértice de una deplorable moral del bien y del mal, propia
de mozos de cuerda (Nietzsche). Ni un tiránico super-yo, imagen ideal de las ilusorias necesidades de la primera
infancia, un Dios ritualizado por imperativo de un complejo de culpa asociado a un complejo paterno (Freud)» (Hans
Küng). Jesucristo es, pues, liberador porque nos sitúa ante un Dios Padre-Madre que nos sale al encuentro como amor
originario que reclama y potencia nuestra participación de seres libres y adultos y no como falso recurso al que invocar
desde nuestra inmadurez o irresponsabilidad.»
(Julio Lois, teólogo)
«¡Con qué fuerza demoledora pronuncia Jesús este yo! ¡Con tanta legitimidad que parece evidente! Es el yo de la
relación absoluta, en la que el hombre da a su tú el nombre de Padre, hasta tal punto que él mismo no es ya sino Hijo y
nada más que Hijo. Si sigue diciendo yo, no se puede referir a otra cosa que al Yo de la palabra originaria sagrada,
elevada por él hasta el absoluto.»
(Martin Buber, teólogo)
«Esta intimidad perfecta entre Jesús y su Padre, esta transparencia total, esta certeza absoluta de que nada lo podía
separar de su Padre, este secreto que constituye al Hijo y a él solo le pertenece, lo vive Jesús ante nosotros, no para
ostentarlo ante nuestros ojos como una maravilla inaccesible, sino para invitarnos a compartirlo. No nos invita desde
fuera, no nos invita a cambiar de mundo y de existencia. Al invitarnos a ponernos en las manos de nuestro Padre, nos
propone reproducir en nuestra existencia el modo que él tiene de vivir, y que sólo le pertenece a él, teniéndolo todo de
su Padre, alimentándose de él; nos revela que su fidelidad y su alegría de Hijo único pueden ser también nuestras.»
(J. Guillet, teólogo francés)
202
HUMANISTA
«Hay algo en la humanidad de Cristo con lo cual todo hombre se siente entroncado, algo que le resulta fraternal. En
efecto, lo que caracteriza a la persona de Cristo, tal como nos la presentan los evangelios, es, ante todo, que nada de lo
que incumbe al hombre le es extraño.»
(Jean Danielou, teólogo francés)
«En el medio al que pertenecía Cristo encontramos múltiples corrientes que condenan la condición humana, en
particular su vida corporal. Los platónicos consideraban el cuerpo una prisión de la cual la muerte liberaba, al fin, al
alma. El encratismo, cuyas raíces judías son positivas, condenaba ciertas formas de alimentación y veía en la vida
sexual una realidad perversa. Luego, los gnósticos lanzan una condenación absoluta sobre toda la creación. Sin
embargo, en el comportamiento de Cristo no aparece nada de eso. Muestra, por el contrario, con respecto a la creación
el profundo respeto debido a la obra de Dios. No se advierte en Él el menor desprecio por ninguna de las humildes
realidades de la existencia humana. Utiliza los bienes del cuerpo y el Evangelio subraya que no posee el ascetismo de
un Juan Bautista. Comparte los sentimientos del corazón humano: llora por la muerte de su amigo Lázaro, vibra de
cólera frente a los hipócritas, experimenta ante la muerte el horror espontáneo que ésta inspira a la carne. Nada denota
en Él el envaramiento de una moral estoica erigida en una especie de insensibilidad para sustraerse al sufrimiento, ni
tampoco complicidad alguna con este sufrimiento. Prima una extraordinaria verdad en sus reacciones humanas.
Pero, por otra parte, ante esas realidades humanas que no atraen su menosprecio, Jesús manifiesta, al mismo tiempo,
una suprema independencia. En este sentido el Evangelio se halla traspasado de un extraordinario hálito de libertad. Y
esa libertad es el distintivo de una humanidad cabal. Significa que la voluntad de Dios es la única realidad a la cual se
halla absolutamente supeditado el hombre. Cristo no reconoce en ninguna criatura el derecho a ser un obstáculo a esa
fidelidad a la voluntad divina. No desprecia a la familia, pero reconoce sus límites: «¿No veis que debo ocuparme en las
cosas de mi Padre?» Llora sobre Jerusalén, su patria, pero se niega a ser absorbido por el servicio a la ciudad terrena. El
lenguaje único del Sermón de la Montaña expresa una nueva ética que no ha cesado de repercutir en la historia y sus
ideas sobre la libertad y la persona han pasado a ser nuestros puntales seculares.
Esta universalidad de la humanidad de Cristo se refleja, asimismo en el quebrantamiento de los particularismos
religiosos y nacionales que caracterizaban a la tradición de Israel. El judaísmo contemporáneo a Cristo se distinguía por
un particularismo riguroso, especialmente en los esenios, que constituían una comunidad de puros, separados de los
medios paganos y rehusando todo contacto con ellos. La actitud de Cristo, comiendo con los publícanos y los
pecadores, es una actitud revolucionaria, netamente mesiánica, que significa que, en lo sucesivo, el reino de Dios estará
abierto a todos. La afirmación de que todas las personas tienen idéntico valor es un rasgo característico del proceder de
Cristo.»
(Jean Danielou, cardenal jesuita francés)
203
COMPROMETIDO
«Resulta sintomático comprobar que los teólogos que más insisten en el carácter liberador de Cristo conceden
importancia decisiva a la figura histórica de Jesús de Nazaret.»
(Julio Lois, cristólogo)
«¿Cuáles son los motivos fundamentales que se aducen para justificar la necesidad de esa referencia al Jesús histórico,
si se quiere elaborar una Cristología auténticamente liberadora?
Resumo apretadamente los que se parecen más importantes, todos ellos íntimamente relacionados entre sí:
a) La referencia al Jesús histórico evita el idealismo abstracto, fácilmente manipulable; la posibilidad de una
«Cristología vaga e indiferenciada, de cuño supra-situacional y para uso de todos» (Kasper). Como dice J.P. Miranda,
«el Jesús histórico es el que resulta definitivamente irrecuperable para el acomodo y el oportunismo».
b) Evita igualmente o corrige el riesgo permanente que la fe cristiana y toda reflexión cristológica tienen de funcionar
«ideológicamente» al servicio de intereses creados o situaciones concretas. Es decir, evita la temible reducción de la
Cristología a mera antropología. Jon Sobrino lo expresa con mucha claridad: «En su vida histórica es el mismo Jesús
quien desencadena la pregunta por su persona. El hombre pasa de preguntar a ser preguntado, de cuestionar a ser
cuestionado por Jesús. De esta forma es el Jesús histórico el que pone en crisis la Cristología y de esta forma se obtiene
la ruptura epistemológica necesaria para que la Cristología no sea un mero producto de la inercia del hombre natural, de
sus deseos y proyecciones». En el mismo sentido subraya J. Cone que «hay que tomar en serio al Jesús histórico si no
queremos construir cristos conforme a nuestras propias imágenes».
c) Una orientación unilateral hacia el Cristo de la fe, al margen del Jesús de la historia, puede conducir a primar la
ortodoxia con olvido de la ortopraxis, el culto con olvido de la vida, la religiosidad con olvido de la te.
d) Más concretamente: una concentración de la Cristología en el kerigma conduce a la privatización y espiritualización
desmundanizada de la fe, siempre favorable a los intereses y poderes dominantes. (...)
«La renuncia al Jesús histórico y la sustitución de su lenguaje por las formulaciones kerigmáticas exige la
despolitización del Evangelio», ya que «el Jesús bíblico, ha sido quien ha intranquilizado al gran inquisidor y «también
a los pequeños inquisidores» o, dicho de otra forma, «el Cristo que domina en las iglesias, que elimina al Jesús bíblico,
es el Cristo de los que dominan» (D.Solle).
e) Sólo confrontados con el Jesús histórico podemos saber que con él nos encontramos únicamente desde el
«seguimiento». A Jesús sólo lo conocemos desde la praxis real en favor de la justicia informada por el amor, es decir,
desde su «seguimiento».
En la figura del Jesús histórico somos invitados a encontrar en los más oprimidos una nueva presencia suya y, en
consecuencia, un «sacramento» de revelación cristiana. Desde él sabemos que para escuchar a Dios es necesaria la
solidaridad afectiva y hasta combativa o beligerante con los más débiles.»
(Julio Lois, teólogo)
204
PARCIAL
«El acceso a Jesús como Dios pasa por esta su dimensión esencial de ser el evangelizador de los pobres y el remediador
de los males históricos de los hombres.»
(Ignacio Ellacuría)
«Al margen de la cuestión de si Jesús fue o no un pobre marginado y en qué sentido pudo serlo o no serlo, algo mucho
más evidente aparece como evidente: su «inédito interés por lo perdido» (C.H. Dodd), su «tendencia hacia abajo» (E.
Bloch), el estar «de manera incondicionada y apasionada siempre contra los soberbios, siempre a favor de los humildes,
siempre contra aquellos que tienen derechos y privilegios, siempre en favor de aquellos a quienes se les niega y despoja
esos derechos» (K. Barth), su «vivir en malas compañías» (A. Holl)...»
(Julio Lois, cristólogo)
«Importa sobremanera comprender que Jesús no ha añadido el grupo de los pecadores al de los pobres, enfermos,
afligidos, hambrientos. Los mismos pobres son pecadores. En efecto, si se les considera según la situación material y su
marginación en la sociedad de Israel, son pobres; pero si nos fijamos en la presente razón de su pobreza y marginación,
son pecadores... Declarándolos pecadores se da la razón ideológica de su pobreza: ésta se encubre y justifica.»
(Juan Luis Segundo, teólogo uruguayo)
«Cuando Jesús dice, en su predicación, que llega el reinado de Dios, lo que en realidad quería decir es que, por fin, se
va a implantar la situación anhelada por todos los descontentos de la tierra; la situación en la que va a realizarse
efectivamente la justicia, es decir, la protección y la ayuda para todo el que por sí mismo no pueda valerse, para todos
los desheredados de la tierra, para los oprimidos, los débiles, los marginados y los indefensos... Está claro que aquí se
describe lo que podríamos llamar el ideal de una nueva sociedad. Una sociedad digna del hombre en la que finalmente
se implanta la fraternidad, la igualdad y la solidaridad entre todos... De ahí que el reinado de Dios, tal como Jesús lo
presenta, representa la transformación más radical de valores que se haya podido anunciar. Porque es la negación y el
cambio desde sus cimientos del sistema social establecido.»
(José M." Castillo, teólogo español)
«El signo probatorio de que Jesús es «el que viene», el que es esperado como mensajero y profeta definitivo, es que en
él se realiza de forma plena el anuncio de la buena noticia a los pobres, el signo por antonomasia que había profetizado
Isaías. A este anuncio real deben seguir efectos reales, que afectan a ciegos, cojos, leprosos, sordos, muertos ... Jesús no
habla de ciegos espirituales, por lo que tampoco habla de pobres espirituales. A los pobres materiales se les anuncia la
buena noticia que les va a llenar de esperanza y les va a hacer felices en esa esperanza, porque saben que va a ser
superada la opresión de su pobreza. No es sólo entonces que no haya mayor signo de credibilidad del ser y de la misión
de Jesús que el anuncio efectivo y eficaz de la Buena Noticia a los pobres, sino que en ese signo se descubre el ser
mismo y la misión de Jesús.»
(Ignacio Ellacuría, filósofo español, asesinado en El Salvador)
205
TAUMATURGO
«Negar los milagros de Jesús significa tanto como dejarse apartar de la esperanza que ha traído el Evangelio.»
(Frank Mussner)
«Los milagros de Jesús contienen una promesa: que el mundo será llevado así a la salvación, como en forma de signo y
de modo inicial ya lo dejan reconocer los milagros. Por eso los milagros de Jesús son signos prometedores. Como el
reinado de Dios, poseen carácter de futuro. Son signos «que conciernen a la existencia humana en su propio futuro de
salvación, buscado con interés, y para cuya mediación el carácter personal en el testimonio no es casual sino esencial»
(en distinción al «reportaje»)» (J.B. Metz).
Los milagros de Jesús «se dirigen -despertando y remitiendo- a aquella actitud existencial del hombre en que busca
sentido y salvación, actitud que en forma abierta o latente, aceptada o reprimida, se muestra en todos sus proyectos para
el futuro y que busca transportar a la realidad. Así, pues, el milagro no es de ninguna manera una demostración
arbitraria de Dios; más bien está ubicado en un contexto universal e histórico de promesa: como anticipación
testimonial del poder de salvación y de la salvación última de Dios, que se inicia definitivamente como porvenir de la
humanidad en Jesucristo y en su resurrección.» (J.B Metz).
El mundo quiere entrar en la salvación. Todos los proyectos históricos presentados en la historia de la humanidad como,
por ejemplo, el marxismo, demuestran esto. También los endemoniados que Jesús cura quieren entrar en la salvación, y
Jesús los introdujo en la salud provisional, devolviéndoles la salud del cuerpo. Con esto ya anuncia claramente la
salvación venidera de la creación. Para Jesús el hombre es un enfermo, sea en el alma o en el cuerpo, y Jesús lo quiere
llevar a la salud. «En el Evangelio la enfermedad del hombre se destaca llamativamente como factor importante para su
caracterización. Desde el comienzo hasta casi el fin de la actuación del Hijo del Hombre, gente con toda clase posible
de enfermedades comparece ante Él. Desde la fiebre hasta la ceguera, de la parálisis hasta la lepra... La enfermedad
pertenece al destino del hombre existente antes del Hijo del Hombre.» (E. Peterson).
Por eso Jesús no obra toda clase de milagros, sino aquellos que están en relación con
la tarea de la curación del mundo y del hombre. El reinado de Dios que Jesús trae no es
una «superestructura» imaginaria que no tiene nada que ver con la creación concreta.
" reinado de Dios está en función de la creación tal como es, y la quiere llevar a la
salvación. Por eso, en los milagros que obró Jesús de Nazaret, se muestra la esperanza
mundo. De esta manera, negar los milagros de Jesús significa tanto como «dejarse apartar de la esperanza que ha traído
el Evangelio» (Col 1, 23). El mundo por sí mismo, a pesar de todos los esfuerzos y éxitos eventuales, nunca llega a la
salud definitiva, como lo demuestra la experiencia histórica de la humanidad.»
(Frank Mussner, teólogo alemán)
206
REALISTA
«Jesús no es un idealista sin sentido práctico, es el verdadero realista práctico. Estoy seguro de que Jesús comprendía la
dificultad inherente al acto de amar a nuestros enemigos. Nunca se unió a los que razonan con ligereza sobre la facilidad
del camino moral»
(Martin Luther King, Premio Nobel de la Paz 1964)
«Probablemente, ningún consejo de Jesús es tan difícil de seguir como el mandamiento de «amad a vuestros enemigos.»
Unos han considerado que no era posible ponerlo en práctica. Es fácil, dicen, amar a los que nos aman, pero ¿quién
podría amar a los que abiertamente y con insidias intentan perdernos? Otros, como el filósofo Nietzsche, pretenden que
la exhortación de Jesús al amor a los enemigos demuestra que la moral cristiana está hecha para los débiles y cobardes,
no para los fuertes y valerosos. Jesús, dicen, era un idealista sin sentido práctico.
A pesar de estas insistentes preguntas y pertinaces objeciones, el mandamiento de Jesús nos desafía con una nueva
exigencia. Sacudida tras sacudida, nos han recordado que el hombre moderno anda por un camino llamado odio, en un
viaje que nos conducirá a la destrucción y a la condenación. Lejos de ser la piadosa exhortación de un soñador utópico,
el mandamiento del amor a nuestros enemigos es una necesidad absoluta si queremos sobrevivir. El amor hasta para con
los mismos enemigos es la clave para resolver los problemas de nuestro mundo.
Jesús no es un idealista sin sentido práctico, es el verdadero realista práctico. Estoy seguro de que Jesús comprendía la
dificultad inherente al acto de amar a nuestros enemigos. Nunca se unió a los que razonan con ligereza sobre la facilidad
del camino moral. Sabía que cualquier manifestación auténtica de amor nace de un abandono total y definitivo en Dios.
Cuando Jesús decía «amad a vuestros enemigos», no ignoraba ninguna de las exigencias de este mandamiento. Nuestra
responsabilidad de cristianos consiste en descubrir el significado de este mandamiento, e intentar valerosamente vivir
con plenitud nuestros caminos de cada día.»
(Martin Luther King, norteamericano negro, pastor bautista)
«Jesús predicó al Dios del amor y el amor de Dios; pero el amor en sí mismo no es rentable. A la larga, Jesús
decepcionó a quienes sólo buscaban resultados tangibles. El éxito no es una característica de Jesús.»
(Piet van Breemen, escritor holandés)
207
REVOLUCIONARIO
«Para los observadores de su época, Jesús es un revolucionario.»
(A. Holl)
«No podemos disculpar a aquella generación. Pero sí es objetivo reconocer que el mensaje de Jesús era radicalmente
desconcertante. Todo su modo de ser y de obrar iba contra lo establecido y no debemos vacilar al decir que era un
revolucionario del orden imperante.
Jesús es alguien que apenas valora los lazos familiares. Rompe con las instituciones de la época. La sangre, para él, es
algo secundario y sometido, en todo caso, a los intereses del espíritu. No aprecia ninguno de los valores establecidos.
No le interesa el dinero. Se preocupa sólo de pedir a Dios el pan de mañana, sin el menor interés por el porvenir. Se
salta las leyes fundamentales. No tiene una veneración exclusiva por el templo. Rompe rígidamente con el precepto
sacrosanto del sábado.
Apuesta, además, por las clases más abandonadas, por todos los marginados: mujeres, publícanos, pecadores,
samaritanos. Si atendemos al derecho entonces en vigor, Jesús es alguien que se salta todas las leyes del «orden». Es,
según aquellas leyes, un delincuente, alguien que se coloca sobre la legalidad, es decir, al margen de ella. Para los
observadores de su época Jesús es un revolucionario, dice con justicia A. Holl. No un revolucionario negativo, sino
positivo, pero un verdadero revolucionario. Sería engañarnos confundir a Jesús con un reformador moderado: en toda su
postura hay un neto radicalismo. Crea un orden nuevo (y no como la mayoría de los rebeldes, que en el fondo tienen
alma profundamente conservadora) y ese orden nuevo supone la destrucción del entonces imperante.
Por otro lado, tampoco tiene Jesús la postura tradicional del asceta que podía haber sido más comprensible para sus
contemporáneos. Jesús come y bebe con los pecadores y sus discípulos no ayunan como los ascetas (Le 5, 33).
Se entiende que los fariseos le acusen de corromper a las multitudes cuando le oyen predicar el desprecio a las escalas
sociales y a las etiquetas. Pone a un niño -el rango más bajo de la sociedad de entonces- como un modelo al que hay que
aspirar, desprecia a los doctores de la ley, critica a los sacerdotes; habla con los samaritanos y cura a los leprosos sin
preocuparse de su etiqueta de intocables. Para un fariseo de entonces, la parábola del buen samaritano -en la que se
elogia a éste y se critica al sacerdote y al levita- debía de sonar como un manifiesto netamente revolucionario,
atentatorio contra todas las reglas sociales. Si a eso se añade el que muchas de sus frases no podían sonar entonces sino
como blasfemias, podemos entender que los defensores de aquel orden social-religioso se sintieran, en conciencia,
obligados a impedir la difusión de ideas que, para ellos resultaban corruptoras. Porque Jesús no sólo criticaba los
defectos con que entonces se vivía la ley, atacaba a la misma ley y anunciaba otra diferente, más alta, más pura.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor y periodista)
208
SUPER-REVOLUCIONARIO
«Jesús trasciende, va más allá de la alternativa «orden establecido-revolución sociopolítica», «conformismo-no
conformismo». Dicho de otra manera: Jesús fue más revolucionario que los revolucionarios»
(Hans Küng) __
«Si Jesús hubiera realizado en Palestina una reforma agraria radical, hace ya mucho tiempo que estaría olvidado. Si,
como los rebeldes del año 66 en Jerusalén, hubiera echado -al fuego el archivo de la ciudad con todos los títulos
hipotecarios de los banqueros; si, como hizo dos años después Bar Giona, el jefe de la revolución de Jerusalén, hubiera
decretado la liberación general de todos los esclavos judíos, no habría pasado de ser un episodio, como lo fue el heroico
libertador de los esclavos, Espartaco, con sus 70.000 esclavos liberados y sus 7.000 cruces alineadas en la Vía Apia.
Por el contrario, la «revolución» de Jesús, si se quiere usar esta palabra tan sugestiva como equívoca, sí que fue radical
en sentido estricto, sentido que todavía hemos de perfilar más detalladamente, y ésa es la razón por la que ha
transformado y transforma permanentemente el mundo. Jesús trasciende, va más allá de la alternativa «orden
establecido-revolución sociopolítica», «conformismo-no conformismo». O dicho de otra manera: Jesús fue más
revolucionario que los revolucionarios. Todavía tendremos que ver más de cerca lo que esto significa:
¡En lugar de aniquilación de los enemigos, amor a los enemigos! ¡En lugar de venganza, perdón incondicional! ¡En
lugar del uso de la fuerza, apertura al sufrimiento! ¡En lugar de cantos de odio y venganza, exaltación de los pacíficos!
(...) Jesús no fue un conformista, un apologeta del sistema establecido, un defensor de la calma y el orden. Sino que
estimuló y exigió una decisión, a veces hasta en el seno de la familia. Cuestionó en sus fundamentos el sistema
religioso-social judío, el orden vigente de la Ley y el Templo; por eso, en este sentido, tuvo su mensaje consecuencias
políticas. Pero dentro de ello, a la vez, no hay que perder de vista que para Jesús la alternativa del sistema, del
establishment, del orden vigente no es exactamente la revolución político-social (...)
La revolución llevada a cabo por él fue decididamente una revolución de la no violencia, una revolución desde lo más
íntimo y escondido, desde el centro de la persona, desde el corazón del hombre hacia fuera, sobre la sociedad. Que el
hombre no siga haciendo lo acostumbrado, sino que cambie de mentalidad y se convierta (en griego, metanoia), que se
aparte de sus egoísmos y vaya hacia su Dios y sus prójimos. No son los poderes del mundo los verdaderos poderes
extraños de los que el hombre debe ser liberado, sino las fuerzas del mal: el odio, la injusticia, la discordia, la violencia,
la falsedad, los egoísmos humanos en general, y con ellas el dolor, la enfermedad y la muerte. Para lo cual se requiere
un cambio de conciencia, un nuevo pensar, una escala de valores distinta. Una superación del mal, que no reside
únicamente en el sistema, en las estructuras, sino en el hombre. Una libertad interior, que lleva a la liberación de los
poderes externos. Una transformación de la sociedad a través de la transformación del individuo.»
(Hans Küng, teólogo suizo)
209
INCENDIARIO
«Yo he venido para traer fuego al mundo, y ¡cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo! Pero hay una prueba que he
de pasar, un bautismo que me llena de angustia hasta que se haya cumplido. ¿Creéis que he venido a traer paz al
mundo? Os digo que no, sino que he venido a traer división»
(Jesús de Nazaret)
«Escuché la radio con más insistencia en estos días. Y por la radio me llegó una mañana el resultado de una encuesta
sobre Cristo. Dos muchachos contestaban limpiamente, con libérrimo desparpajo, que a ellos Cristo no les decía
absolutamente nada. Que Cristo estaba bien para las gentes descomprometidas, para quienes se han instalado en una
vacía y peligrosa seguridad.
Me dio angustia escucharlos. Los respeto, claro, pero me aterraron. Porque uno creía que aceptar a Cristo es aceptar el
desasosiego, el inconformismo, la inseguridad del esfuerzo, la renuncia a cualquier inercia, la universalidad de intereses
humanos y sobrenaturales. El Cristo verdadero no es figura para el reposo, sino para el ejercicio constante de la
generosidad.
El Cristo verdadero es donación gratuita que exige gratuidad consciente y entrega sin desmayos. El cristiano de verdad
no puede ser en la tierra el inofensivo niño bien que ha asegurado carrera, profesión y destino. No puede ser el
intolerable sabihondo que tiene a flor de piel la contestación de todos los interrogantes. No puede ser el inconmovible
baluarte contra quien se estrellan todos los interrogantes de la vida.
Es al revés: la fe en Cristo no es más que la capacidad para superar las dudas que presenta a cada paso la misma
realidad universal de Jesucristo. Una realidad que tiene presentes -por pura encarnación- a todos los hombres y todas las
vicisitudes de los hombres, especialmente aquellas que en el orden temporal pueden resultar más conflictivas y
preocupantes. El cristiano que se sienta mortalmente pacífico porque ha encontrado ya quien le apacigüe sus pequeños
dolores es un cristiano que no ha entendido la cruel realidad de la pasión de Jesucristo y la ancha alegría de una Vida
que sólo es tal en tanto en cuanto se torna comunicación de sangre y existencia a todos los que no la tienen.
Creo que era esto lo que habría que haber dicho a los muchachos que dieron su olímpica y dura contestación a la
encuesta de la radio. Una contestación que, así de fría y todo, me pareció menos penosa que la que dio a continuación
una muchacha: «Para mí Cristo significa mucho, aunque no sé exactamente qué. Bueno, es una cosa interior que no
puede decirse».
Creo que sí, que puede decirse, que hay que decirla. Para lo cual resultará imprescindible, probablemente, entenderla de
antemano, hacerla vida responsable en el corazón de cada uno.»
(E. T. Gil de Muro, escritor y periodista)
«No había duda: Jesús era un peligro. Todo el que sigue los dictámenes de su conciencia antes que los preceptos y las
leyes; todo el que considera no definitiva la actual distribución del poder y de las riquezas; todo el que proporciona a la
gente insignificante una conciencia de sí mismos como la que tienen los príncipes: ese tal es un peligro Para la
seguridad.»
(Gerd Theisen, teólogo alemán)
210
PACÍFICO
«No digamos -porque eso es una mentira que transforma los hechos en una metáfora barata, porque es una mentira
criminal o estúpida- que Jesús de Nazaret fue el primer guerrillero, o cualquier guerrillero»
(Guillermo Blanco)
«A Jesús se le busca hoy en su propia figura de hombre inconformista, iconoclasta, subversivo. Lo fue, y como tal fue
procesado y condenado. Hoy lo necesitamos como fue, como es, y, fuera y dentro de la iglesia, se rompe la envoltura de
pastaflora con que lo envolvieron, se le libera del secuestro de la piedad burguesa. Algunos se pasan y le ponen el fusil
al hombro, que es como volverlo a secuestrar; quisieran obligarle a forzar la venida de su reino con la violenta
liberación de los oprimidos.
Buscamos a Jesús tal como es porque necesitamos que él nos libere de los secuestros que sufre el hombre, de la
enajenación y la locura que todos padecemos. Necesitamos su presencia, su visión de las cosas, su mirada subversiva
para la injusticia y el odio, para la crueldad y para toda opresión al hombre. Necesitamos volver a saber de sus propios
labios que lo mejor es amar y dar la vida. Su evangelio no es el mismo en nuestras voces que en sus labios. De él sólo
hemos conservado las palabras, sin su Espíritu y sin sus obras, sin su fuerza subversiva, sin su dolor, sin su pasión y sin
su cruz.
Buscamos a Jesús tal como es porque necesitamos optar por su verdadero Dios, nuestro libertador, frente a los cesares y
a sus dioses que nos devoran vivos.»
(Teófilo Cabestrero, teólogo)
«Pero no digamos que nuestro Cristo fue un libertador político, porque eso es mentira: fue un libertador humano, lo cual
es infinitamente mayor en profundidad, en generosidad, en amor. E infinitamente menos fácil. Digamos, y es cierto, que
la liberación humana debe traer consigo la liberación política, que será su inevitable consecuencia. No digamos —
porque eso es una mentira que transforma los hechos en una metáfora barata, porque es una mentira criminal o estúpida-
que Jesús de Nazaret fue el primer guerrillero, o cualquier guerrillero.
Pero se ha dicho.
Se dice.
Un cartel, incluso, lo pinta con fusil en bandolera. Como si el pincel traidor pudiera borrar las palabras inconfundibles e
inmatizables:
«Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios». (...)
Se podrá no estar de acuerdo. Se podrá, como Bruce Barton, encontrar que ese Cristo resulta «amaricado». Si es así,
nada impide tomar un camino distinto. Reconocer que no se puede o no se quiere ser cristiano.
Pero no mintamos a Cristo.
La traición de Judas, que entregó su cuerpo, es venial al lado de la traición contra su espíritu.»
(Guillermo Blanco, en El evangelio de Judas)
211
INVIOLENTO
«Jesús se fue con los pobres y marginados. Pero no para lanzarlos contra los bien situados mediante la violencia física y
destructiva. Es Mesías de un tiempo en que las espadas se convertirán en azadones y las lanzas en podaderas (Is 2, 4).
Su objetivo es la comunidad de hermanos. Renuncia y rechaza el empleo de las armas ante la mas descarada violencia»
(Jesús Espeja)
«En su experiencia del Padre y en su opción por el hombre, Jesús es agresivo contra los enemigos del reino: religiosos,
legalistas o políticos, potentados y soberbios. Pero actúa movido por el amor que redime y salva. Nada dice ni hace que
no vaya ordenado a la comunidad. No le mueven odio ni pretensión de conseguir puestos de privilegio. Desea que los
hombres sean ellos mismos, vivan su verdad en el amor: que los potentados no se deshumanicen oprimiendo y que los
pobres no fenezcan bajo la miseria humana; que todos vivan como hermanos.
También aquí el imperativo es su opción religiosa. No son las riquezas el absoluto del hombre. Cuando éste pretende
que las posesiones de la tierra sean última palabra sobre su existencia, niega la paternidad de Dios y la fraternidad de los
humanos.
Para terminar, podríamos preguntarnos: ¿dónde situar la práctica de Jesús? Ya integrado en el sector de los pobres que
buscan su liberación, en principio se le abrieron dos posibilidades: a) dar a ese grupo social una conciencia de clase:
haciendo una crítica seria de la situación actual y lanzándose a la transformación de la misma; nace así un partido, con
la visión propia del mundo y del hombre, con una «función orgánica» (Gramsci); b) la otra posibilidad es ideológica:
responder a la necesidad de los «pobres», llevándolos a un mundo imaginario, trasladándolos a una ilusión que libera de
la objetiva y desastrosa situación presente; esta situación no es asumida, sino idealizada en la esperanza de una
superación que se realizará en un «más allá»; en vez de criticar y transformar el presente, lo sublima. Alusión-ilusión,
según Althuser.
La práctica de Jesús no ejerce directamente una función orgánica ni tampoco ideológica, si bien las contenga en
germen. Jesús no organiza ni reúne a sus discípulos para que sean clase social en actitud de lucha contra las otras clases;
hace que los marginados tomen conciencia de su marginación, pero intenta llevar esta conciencia a un plano más
radical: la causa de los males es la falta de sentido en el hombre: ahí no encuentra interlocutores y le abandonan no sólo
los zelotes, sino también la masa popular. La práctica de Jesús tampoco ejerce una función ideológica: no legitima la
dominación, ni justifica las inhumanas opresiones. Su mesianismo no es de resignación ni de sublimación.
Su instancia es originaria, fundamental y finalmente religiosa. Llega el Reino que viene a ser fraternidad y señorío del
único Dios. Pero esta opción religiosa inevitablemente ha de tener repercusión económica y social. Es una utopía
presente, crítica y positiva, que, como exigencia de amor y comunidad, cuestiona y promueve a la sociedad inacabada.»
(Jesús Espeja, teólogo dominico)
212
VIOLENTO
«Jesús expresó claramente su violencia frente a los agentes que, en su contexto cultural de predominio religioso, estaban
causando la opresión del hombre. Su acción en favor del reino corrió paralela a una manifiesta conflictividad, oposición
y lucha abierta contra todos los agentes de dominación»
(Carlos Domínguez)
«Esa violencia y agresividad, lo sabemos muy bien por los evangelios, no podemos entenderla como mera
destructividad, ni menos aún como empleo de la violencia física ) armada. Pero es evidente, si no queremos cerrar los
ojos a causa de nuestros problemas irresueltos con la agresividad, que la conducta de Jesús está marcada por un
continuo conflicto con su medio y que no le arredró el miedo ni una mal entendida «bondad» ) «mansedumbre». En su
existencia hizo verdad aquello de que «el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo conquistan» (Mt 11, 12).
Su palabra fue siempre rotunda y contundente, llegando a veces su conducta a adoptar un carácter no ajeno a la
provocación. Afirmó que no venía a traer la paz sino la espada (Mt 10, 34), y él mismo ¡legó a empuñar un látigo (Jn 2,
15). Su transgresión de las tradiciones y normas religiosas (Me 2, 1-12, 18-22, 23-28; 3, 1-6...) constituyó también un
modo importante de agresión a las pautas de comportamiento sociales impuestas y a quienes las representaban.
Su denuncia, por lo demás, no se realizó mediante esos ambiguos y genéricos análisis de situación que con frecuencia
realiza nuestra Iglesia sobre los poderes de este mundo. Fue una denuncia abierta y manifiesta, señalando claramente
con el dedo a todos aquellos que pretendían parecer y de hecho pasaban por santos y por bienhechores sociales. Contra
ellos utilizó los calificativos más duros que cabe imaginar: hipócritas, guías ciegos, necios, sepulcros blanqueados,
culebras, carnada de víboras... (Mt 23). (...)
Pero, al mismo tiempo, no podemos olvidar que este Jesús de talante tan decididamente batallador es el mismo que
proclamó bienaventurados a los no violentos y a los que trabajan por la paz (Mt 5, 5-9), que se llamó a sí mismo
«manso y humilde de corazón» (Mt 11, 2930), que, cumpliendo la profecía, no quebró la caña cascada ni apagó la
mecha humeante (Mt 12, 15-21), que invitó a poner la otra mejilla (Mt 5, 39-40) o que reprendió con dureza a los que
solicitaban un fuego de venganza (Le 9, 51-55).
Así, pues, (si no queremos, en función de una ideología o de unos condicionamientos caracteriales, llevar a cabo una
lectura intencionadamente sesgada de los textos o, peor aún, una mutilación de los mismos), habrá que acordar, a la
vista del conjunto de los datos que nos ofrecen los evangelios, que, efectivamente, la paz que trae Jesús «no es la paz de
este mundo». No es la negación sistemática de cualquier tipo de conflicto. No es la paz que resulta de esa negación
masiva de nuestra agresividad. Mucho menos es la paz proveniente de la complicidad y de las connivencias con el
orden perverso de nuestro mundo. Por otra parte, si atendemos a las posiciones manifiestamente pacifistas de Jesús,
habrá que convenir también en que su violencia tampoco es la de este mundo. Será necesario, pues, prestar mucha
atención para entender y armonizar esa paz con esa violencia, sin que la afirmación de la una venga a suponer la
negación o eliminación de la otra.»
(Carlos Domínguez, psicólogo jesuita)
213
PRIMOGÉNITO
«Jesús es «Hijo de Dios» como el más humano de los hombres, como el que por ello mismo transcribió el oscuro
concepto «Dios» a lo humano»
(Josef Blank)
«¿Se vio acaso Jesús a sí mismo como «Hijo de Dios»? También aquí es preciso decir ante todo que Jesús no hizo de sí
mismo el contenido y punto central de su predicación; no presentó acerca de sí doctrina alguna como Hijo de Dios. El
evangelio de Juan ocupa asimismo en este asunto un lugar de excepción, pero en él se trata de una reflexión teológica
posterior sobre Jesús y no de la predicación del propio Jesús. En la predicación de Jesús el tema de su filiación divina en
el sentido de una especial dignidad no aparece todavía de manera expresa. Dejando eso claro, sin embargo debe
añadirse algo todavía: si aceptamos todo su mensaje, y si tal experiencia de Dios se expresa en su buena nueva del
«Padre celestial», entonces hay que aceptar también que Jesús se ha comprendido a sí mismo como «Hijo de Dios», ya
que otra cosa resultaría contraria a la sana razón. Únicamente hay que cuidarse de introducir en esa auto comprensión lo
que sólo teólogos posteriores habrían de decir acerca de ella.
Para el Nuevo Testamento la conciencia de sí en Jesús carecía de suyo de interés; no estaba interesado en una psicología
de Jesús y en una filosofía de su conciencia. Lo que nos muestra es un hombre que vive desde la actitud profunda de
Hijo de Dios, es decir, desde la confianza, el amor y la entrega; y eso es lo decisivo. Cabe acudir para eso al concepto
de una existencial filiación divina, puesto que en Jesús era determinante la relación dialógica con Dios. Pero también
ese predicado de «Hijo de Dios» está muy de cerca vinculado a la historia de Jesús, ante todo a su pasión y a su muerte
en la cruz. La obediencia de Jesús hasta la muerte es en el testimonio neotestamentario una importante prueba de su
filiación divina, de su radical amor a Dios. A eso se añade que Jesús realiza su relación a Dios como amor a los
hombres y como servicio salvífico a los hombres. Si Jesús se comprendió como Hijo de Dios, fue visiblemente de
manera que de ahí dedujo las consecuencias prácticas de una proclamación liberadora de la salvación y de una acción de
ayuda, de estímulo, de enderezamiento. Su filiación divina significaba no la elevación de su propia persona, sino el
pleno poder liberador del amor a los hermanos.
Jesús es «Hijo de Dios» porque a través de él el amor radical divino ha tomado figura y presencia humana para estar en
él presente en la historia humana como signo, como permanente promesa y como tarea. Plenamente en ese sentido habla
Pablo de la «fe en el Hijo de Dios, que me amó y que se entregó por mí» (Gal 3, 20). Jesús es «Hijo de Dios» como el
más humano de los hombres, como el que por ello mismo transcribió el oscuro concepto «Dios» a lo humano. A partir
de ahí se entiende bien que la denominación «Hijo de Dios» obtuvo una extraña significación cuando, por obra de una
interpretación metafísica, sufrió un sentido unilateral. Pues el acento de la solidaridad humana le Jesús, que subyace
ciertamente a ese concepto -Pablo habla del «primogénito entre hermanos.» (Rom 8, 29; cf también Hch 2, 11ss)-, se
esfumó muy pronto.»
(Josef Blank, teólogo alemán)
214
HIJO
«La filiación divina es referida a un hombre, a un artesano palestino... Los apóstoles no han encontrado en primer lugar
al «Hijo de Dios», sino al «hijo del carpintero»
(Ortensio da Spinetoli)
«Jesús no conoce a Dios de un modo abstracto, sino que tal conocimiento lo realiza experimentando sus juicios,
aceptando su misión y sintiendo su gracia, es decir, convirtiéndose a Él. De este modo se inicia en la voluntad de Dios,
comparte sus planes, participa en sus proyectos con respecto al Padre y al mundo; en definitiva, sabe lo que es
agradable al Padre. Es de tal grado el conocimiento que Jesús tiene de Dios y de su voluntad que, a partir de ahora, al
hablar de Dios hay que tener en cuenta a Jesús; todavía más: de la manera de actuar el Hijo puede deducirse quién es
Aquel a quien Jesús llama su Padre y nuestro Padre. Es evidente en la conducta de Jesús que él no se limitó a hablar de
la bondad paternal de Dios, sino que en toda su actuación liberadora y acogedora con los marginados y rechazados
intentó traslucir cuál es la actitud de Dios y cómo es Padre. El hombre pecador encontró la acogida amorosa del Padre
por medio de Jesús. Esta comunicación de Dios en Jesús y la consiguiente apertura suya al Padre la experimentó la
comunidad pospascual y por eso lo denominó «el Hijo».
La comunidad de los creyentes fue consciente de la especial y diferente relación de Jesús con Dios, y por eso también lo
llama «el Hijo de Dios». Unos textos de los escritos del Nuevo Testamento afirman que la filiación divina de Jesús
comienza con el hecho de la resurrección y lo confiesan como el Hijo de Dios futuro (Mt 14, 61s; Tes 1, 93) ; otros
textos, por el contrario, afirman que la vocación de Jesús a ser Hijo de Dios tiene lugar con motivo de la donación del
Espíritu al comienzo de su actividad terrena, es decir, en el Bautismo; unas tradiciones distintas de las anteriores
vinculan la divinización de Jesús con el hecho de la Transfiguración (Me 9, 2-8) o con la actuación del Espíritu divino
sobre María dando lugar a una concepción milagrosa (Le 1, 35), otros textos nos hablan de la preexistencia del Hijo de
Dios.»
(José R. Guerrero)
«En el fondo, la filiación divina es referida a un hombre, a un artesano palestino; no es claro, por consiguiente, desde el
primer momento qué significado ha de elegirse. Los apóstoles no han encontrado en primer lugar al «hijo de Dios», sino
al «hijo del carpintero». Han acogido sus declaraciones, pero sin poder verificarlas. Lo que nos han dejado es la
primera, tal vez por ello elemental, tentativa de hacer luz sobre el misterio. Lo humano y lo divino no son realidades
incomunicables, pero el acercamiento existencial y operativo supera toda posible referencia y toda fácil formulación. El
pensamiento evangélico deja tras de sí un grave interrogante o enigma: cuál es el significado último de las afirmaciones
que los autores sagrados atribuyen a Jesús o a sus intérpretes. Hay que tener presente que las afirmaciones no discuten
la realidad humano-divina del Salvador, sino la manera como ha sido interpretada. La manera corriente de anunciar el
misterio de la encarnación proviene del concilio de Calcedonia (año 431).»
(Ortensio da Spinetoli, teólogo italiano)
215
UNIGÉNITO
«Este Jesús que se coloca a si mismo al lado de Dios ¿es simplemente un ser celestial enviado por Dios, o es el mismo
Dios en forma humana? Más radicalmente: ¿es una simple criatura -todo lo altísima que se quiera-, o es Dios?»
(J.L. Martín Descalzo)
«Sin duda, no hay entre todas las preguntas que un hombre puede formularse a sí mismo otra más vertiginosa que ésta.
Ante nuestros ojos tenemos -escribe Karl Adam-a un hombre de carne y hueso, con conciencia, voluntad y sentimientos
humanos, y nos preguntamos: ¿Este hombre es Dios? Teóricamente, es una pregunta absurda. Y, sin embargo, es una
pregunta necesaria: porque lo que en él vemos no puede ser explicado y comprendido desde un punto de vista humano y
porque todo parece apuntar hacia Dios. Si no buscamos en esa dirección, la personalidad histórica de Jesús permanece
para nosotros un enigma insondable. Efectivamente: o nos atrevemos a plantearnos con toda claridad esa pregunta, o
tendremos que prepararnos para no entender nada de la persona y la vida de Jesús.
La corriente de la escuela liberal -Renán, Sabatier, Loisy- partirá del supuesto de que una respuesta afirmativa a esa
pregunta es imposible. Y buscará explicaciones coherentes. La persona histórica de Jesús -resumirá Loofs- ha sido una
persona sólo humana, pero enriquecida y transformada por la inhabitación de Dios, de modo que pudiera llamarse Hijo
de Dios. Como tal es el Mediador entre Dios y los hombres, es su revelación, y en este sentido es algo divino.
Sobre la base de esta especial presencia de lo religioso en Jesús, las primitivas comunidades cristianas habrían vivido un
proceso de progresiva divinización de Jesús, llevados de su entusiasmo por el maestro.
Algo parecido vienen a sostener algunas cristologías de hoy que actualizan ese planteamiento liberal. Para estos
teólogos, Jesús sería un hombre «divinizado» en sentido afectivo, no entitativo. Por eso, en lugar de hablar de la
divinidad «de» Cristo, prefieren hablar de la presencia de la divinidad «en» Cristo y, en lugar de adorar «a» Cristo,
prefieren adorar a Dios «en» Cristo. Jesús, entonces, sería un hombre religioso excepcional, alguien que sintió más que
nadie la vinculación que todos tenemos con Dios, nuestro Padre.
Pero una lectura radical de lo que Jesús dice sobre sí mismo en los evangelios y del
modo en que actúa en toda su vida obliga a reconocer que esa unión que Jesús proclama
con su Padre va mucho más allá de un simple afecto, de una simple presencia de Dios
en él. Y así lo reconocen los cristólogos más coherentes. Indudablemente, Jesús creía
que Dios era su Padre en un sentido único y excepcional -escribe Higgins-. Lo cierto
es que llamó a Dios su Padre en un sentido único y que estaba convencido de ser hijo de
los en un sentido especial, único, y predicó y se comportó en consecuencia, señala Fuller.
Y Greeley llega a una conclusión: si se lee el nuevo testamento con la idea de hallar
la justificación exacta a las fórmulas de Éfeso y Calcedonia, el resultado será decepcionante.
Pero si se busca descubrir lo que Jesús pensaba de sí mismo, se impone con
fuerza abrumadora la evidencia de que tuvo conciencia de ser Hijo de Dios en un sentido único y excepcional.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor)
216
EMPADRADO
«¡Quién hubiera podido contemplar aquella oración de Jesús en los atardeceres luminosos, en las noches a la luz de las
estrellas, o en los amaneceres en que el sol dora las aguas del lago! Se dirigiría lleno de amor y de agradecimiento a su
Abbá, a su Padre, con Él dialogaría y se dejaría inundar de Él»
(/. M. Lumbreras)
«Jesús sentía una constante atracción hacia su Padre; se le iba el alma hacia Él. Y aunque a todas horas estaba con Él su
afecto, buscaba ratos para pasarlos a solas y gozar ambos mano a mano.
Durante el día apenas le sobraban ratos a Jesús; todo era darse a los demás, le sorbían los hombres: «Quien tenga sed,
venga a mí y beba». En cuanto cesaba el oleaje de los prójimos, se tendía en la playa de Dios; rodeado de silencio, se
absorbía en la Fuente, le bebía el Padre. Todavía a la vera del Mar, soñaba con las olas; a la vera del Padre, intercedía
por los hijos, suplicaba por los hombres.
Jesús también necesitaba la oración, la esperanza, para que fluyera la luz sobre los hombres, percutiese su dureza y
entrase el día en ellos; el Día, que es Dios. Robaba para la oración las horas al sueño; el Espíritu le fortalecía, pues Jesús
no vivía, se desvivía; sin nerviosismo, sin vértigo, con la paz de su esperanza, consciente de que Dios lo hace todo.»
(Miguel Ruiz Ayúcar, escritor jesuita)
«Con los Evangelios en la mano, veremos que en los días de evangelización, Jesús acostumbraba retirarse a orar con
una frecuencia considerable, y con las siguientes características: siempre solo; casi siempre en una montaña o, al menos,
en un lugar retirado; y generalmente, no siempre, de noche; y sin pedir autorización ni dar explicaciones a nadie.(...)
Dicen los evangelistas que, después del bautismo, Jesús se retiró durante cuarenta días a un lugar desértico, solitario e
inaccesible, en donde sólo habitaban las fieras (Me 1, 13). Naturalmente, esto no quiere decir que alternara con las
alimañas, sino que se trataba de un lugar tan solitario y salvaje que nadie llegaba hasta allí.
De este hecho podemos extraer algunas conclusiones razonables; en primer lugar, una de carácter psicológico: es
inimaginable que alguien que no estuviera habituado a semejante soledad pudiera retirarse durante tanto tiempo; en
segundo lugar, y teniendo en cuenta que los Evangelios sólo nos entregan algunas migajas de los hechos y dichos de
Jesús, y que los evangelistas señalan en más de veinte ocasiones que Jesús se retiraba siempre solo, generalmente a
algún lugar de la montaña, y frecuentemente de noche, podemos concluir razonablemente que éste era un hábito del
Pobre de Nazaret y su modo normal de actuar desde los días de su juventud.»
(Ignacio Larrañaga, teólogo capuchino)
«La apertura y el trato de Jesús con su Padre eran continuos. No necesitaba ir a la sinagoga, ni al Templo. Contemplaba
a Dios en la creación, en las gentes, en los pobres, en los despreciados, en los enfermos, en los pecadores. Lo hacía en
cualquier sitio, «en espíritu y verdad» (Jn 4, 21).»
(Juan M. Lumbreras, jesuita)
217
FILIACIÓN
«Toda su vida fue una marcha y búsqueda sin pausa, hasta que tú, Padre, sumergiste con toda tu presencia sus raíces en
tu vida»
(J.R. Guerrero)
«Él no transitó por los valles de la indiferencia y del engaño,
sino que se sometió al esfuerzo de descubrir tu presencia
en el mundo y entre los hombres.
Él no realizó pactos conformistas, / sino que navegó en solitario
contra la corriente de un mundo / que se escandalizó de su libertad y su perdón.
Él fue como el agua cristalina
que baja alegre y confiada de la montaña -agua pobre y agua limpia-
que no quiso contaminarse con la grasa del poder y la riqueza
que impide abrazarse a los hombres,
sino que busca desembocar con toda su pureza
en el gran río de la historia de los hombres.
Él sufrió el dolor de la vida, / la infidelidad escondida del que mal se quiere,
el abandono de los suyos, / la angustia de la muerte.
Y a pesar de todo, / Tú fuiste la gran revelación y el sentido de su vida.
Él es como un chorro de luz / que ha sabido encender lo sombrío,
dar calor a lo frío, / y que es capaz de dibujar la esperanza
en el muro más sucio de nuestra propia vergüenza.
Él no pacta con los que esconden su mentira,
sino que escarba con arte y con firmeza / en el fondo de las cosas,
para que las aguas se alboroten y griten / su suciedad más escondida.
Él es como un nuevo nacimiento / que incita al hombre a nacer
después de haber marchitado su esperanza.
Él nos dice que el buen vino de la ilusión / surge de continuo en la vida,
cuando los hombres aceptamos / tu presencia entre nosotros.
Creyendo en tu Hijo Jesucristo,
sentimos llenar nuestras tinajas / del nuevo vino de la fe
que libera nuestra vida de angustias y de muertes.
Padre, hoy te presentamos nuestro propio sacrificio:
La muerte de los ídolos que han estado suplantando a Jesús
y fingiendo nuestra propia fe.
¿Qué impide que él nos descubra el sentido de su vida,
que nos diga por qué murió antes que claudicar,
que nos cuente cómo podemos liberarnos de tanta cosa que nos pesa,
que nos marque el rumbo y nos indique el camino?
Derrama, Padre, sobre nosotros su espíritu,
a fin de que renacidos por él / creamos en la vida como él creyó,
esperemos como él esperó, / luchemos como él luchó,
busquemos como él buscó y caminemos como caminó,
rompamos como él rompió / y gritemos como él gritó.»
(José Ramón Guerrero)
218
FILIAL
«La interpretación de los relatos evangélicos permite decir que Jesús tenia conciencia de ser un individuo humano
llamado a existir frente a Dios en una relación filial absolutamente singular, que tenía conciencia de ser un hijo para
Dios en su individualidad humana y de modo único»
(Joseph Moingt)
«Era consciente de ello desde tan lejos como remontaba su reflexión sobre sí mismo, esto nos lo da a entender el relato
de su estancia en el Templo a la edad de doce años (Le 2, 41-49). Se trataba menos de la conciencia de un origen que de
la de una misión y, en tanto ésta no hubiera acabado, no podía presentarse a los otros ni representarse a sí mismo como
persona consumada de Hijo de Dios, sino que esperaba del futuro la revelación de la verdad que el Padre consumaba en
él al llamarle «Hijo mío». No obstante, al tener su origen en esta misma misión, tenía conciencia de recibir desde
siempre aquello en que se convertía, de ser ya el que debía ser. Por eso, aun cuando no estaba vuelto hacia el pasado
como para penetrar o descubrir el misterio de su origen, pudo dar la impresión de decir que venía del mismo sitio al que
iba, tal como se lee con tanta frecuencia en san Juan.
La conciencia de la singularidad de su vínculo con Dios y de su destino de Hijo de Dios no le aislaba, a pesar de todo,
de los demás hombres, como si no fuera absolutamente uno de nosotros. Todo ser humano es consciente de su
singularidad, de ser un «él», un extraño para sí mismo, de no haber llegado nunca definitivamente a su plenitud, de
recibir su verdad de otra parte; y puesto que todos nosotros estamos predestinados a realizar nuestro destino humano
convirtiéndonos en hijos de Dios en Cristo, la conciencia de cada uno de nosotros está abierta a las dos dimensiones del
tiempo, al futuro de un destino que se convierte en origen. Jesús tenía conciencia de la misión que construía su persona
y que le impulsaba hacia el futuro por delante de su origen, mas en completa solidaridad con todos aquellos a quienes su
misión le mandaba conducir al mismo lugar, al lugar de la humanización consumada. Por esta razón no estaba dividida
su conciencia, era la conciencia de un Hijo de Dios que marcha a la cabeza de sus hermanos, hermanos por naturaleza y
por vocación, la vocación de un individuo pro-existente, la vocación del hombre que venía de Dios. Por eso llama san
Pablo a Cristo el «último Adán», «espíritu que da vida», el «hombre espiritual», el «segundo hombre (que) viene del
cielo». Por eso también su conciencia de ser el Hijo de Dios formaba unidad con el sentimiento de pertenecer a la
historia humana y de deberse a ella, pues venía de Dios a través de ella. (...) El retorno al Evangelio nos remite a la
historia que nosotros debemos seguir. Habíamos empezado a creer en Cristo, por el anuncio de los apóstoles, como en
aquel que se había convertido en el Hijo de Dios, y que debía volver del cielo para arrancarnos de la muerte y
conducirnos al lugar a donde él ha sido elevado. Tras haber remontado el curso de su existencia histórica, y proyectado
sobre su comienzo la misma luz que viene de la desgarradura de los tiempos, hemos reconocido en él al hombre
predestinado que venía de Dios para conducir de nuevo la historia al lugar en que adquiere sentido humano y del que él
mismo toma su origen de Hijo de Dios.»
(Joseph Moingt, teólogo francés jesuita)
219
CÉLIBE
«El pobre de Nazaret tampoco se distinguía de cualquier otro joven de su edad... Sin embargo, dos hechos debieron
golpear fuertemente la atención de los aldeanos de Nazaret: el celibato de Jesús y sus frecuentes salidas a lugares
solitarios y retirados. Todo envuelto en un aire de misterio difícil de descifrar»
(Ignacio Larrañaga)
«El estado de soltería de Jesús, a sus veinticinco o treinta años, debió parecer a los nazaretanos algo muy extraño,
inconcebible. Todavía se escuchaban por entonces los lamentos de la hija de Jefté, vagando con sus compañeras por los
montes de Israel, llorando su virginidad, por el voto que su padre había hecho comprometiendo la virginidad de su hija
(Jz 11, 38). Por entonces, la virginidad era una tragedia para la mujer; y para el hombre, un desatino inconcebible, que
no encajaba en los parámetros mentales de un israelita, casi un atentado contra el mandamiento fundamental de crecer y
multiplicarse dado por Dios a la humanidad, y contra la seguridad interior del pueblo de Israel.
Sin embargo, para el Pobre de Nazaret fue tan connatural como para la primavera la flor, dentro de su identificación
personal: el Gran Pobre. Su virginidad fue como un desierto dilatadísimo, en el que no hay contornos, sino tan sólo una
línea azul en el horizonte, y en donde los extremos quedan entrelazados por un arco iris de silencio.
Su virginidad consistió en cavar y cavar sucesivas profundidades tierra adentro y tierra abajo, hasta tocar el corazón
mismo del mundo, sin dejar a su paso ni una raíz ni una semilla. Consistió en enviar al desierto las fragantes ilusiones,
las promesas de juventud, la rosa del amor, el calor de las ternuras, y quedarse a solas bajo un sicómoro, deshabitado,
apaciguado y vacío. Consistió en quedarse en el puerto y ver partir los navíos a la mar, a los confines del mundo, no
para blandir espadas ni conquistar reinos, sino para construir nidos, regar las ilusiones y abrir cauces a la vida.
Su virginidad consistió en atravesar una noche fría, solitariamente, como los antiguos combatientes, llevando en la
mano tan sólo una lámpara de tenue luz. Lanzó por los aires las monarquías levantadas sobre rosas, y él se quedó,
solitario, como una pequeña planta desamparada en medio del temporal, sin cobijo ni abrigo. Las emociones humanas,
que de por sí son clamorosas, en su corazón solitario quedaron en calma, como una llama apagada. Silencio, soledad,
vacío, nada.
Y ahora sí. Ahora el Infinito puede descender para habitar en un vacío infinito.
En la tierra del Gran Pobre nació y creció, altísimo, el árbol de la Libertad, a cuya sombra podrán sentarse todos los
pobres del mundo.
¿Resultado final? El Gran Servidor.»
(Ignacio Larrañaga, en El Pobre de Nazaret)
220
EUNUCO
«El celibato de Jesús tuvo que resultar enormemente extraño ante el pueblo judío. J. Blinzler ha señalado que es posible
que a Jesús se le insultara con el apelativo de eunuco por su forma de vida célibe, de la misma manera que se le acusó
de romper la ley, no ayunar, ser comilón y bebedor, tratar con prostitutas...»
(J. A. Pagola)
«Jesús se habría defendido aceptando el insulto, pero interpretándolo de manera nueva a la luz de su mensaje: «Hay
eunucos que nacieron así del seno materno, hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a
sí mismos por el reino de los cielos» (Mt 19, 12).
Esta actitud sorprendente de Jesús en aquella sociedad nos obliga a preguntarnos por ;1 significado que pudo dar a su
celibato.
El celibato de Jesús no es ciertamente un celibato de carácter ascético o de protesta contra los abusos o la degradación
del sexo en aquella sociedad. Quizás podríamos encontrar un celibato de esta naturaleza en Juan Bautista y en los
monjes de Qumrán. El celibato del Bautista se puede entender dentro de su ascetismo de hombre del desierto que «no
come ni bebe» y vive lejos de la sociedad, pero no es posible interpretar de la misma manera el celibato de Jesús que
come y bebe con publícanos y pecadores, trata con prostitutas y no tiene ningún miedo a las amistades femeninas (Mt
11, 18-19; Lc 10, 38-42; 7, 36-50).
Tampoco tenemos ningún dato para sospechar que ha sido un celibato de protesta profética como el de Jeremías (...) El
celibato de Jesús que comparte la mesa con pecadores, que anticipa ya desde ahora la fiesta final del reino, que acoge a
las prostitutas y perdona a la adúltera no tiene rasgos de una soledad dolorosa, impuesta por Dios, para desolidarizarse
con aquel pueblo impenitente.
El celibato de Jesús es consecuencia de una disponibilidad al servicio del reino de Dios. Es la forma de vida propia de
un hombre totalmente cogido por la realidad del reino de Dios y totalmente orientado a servir a los intereses del reino.
Jesús ve su celibato como una incapacidad para casarse: «eunuco por el reino de Dios» (Mt 19, 12). El reino de Dios
está haciendo irrupción en la historia y esto le reclama una disponibilidad tan total y absoluta que no se ve capaz ya de
atarse a la vida matrimonial.
El celibato de Jesús se entiende en esa línea de liberación y emancipación de la familia que es tan típica de Jesús (Mc 3,
31 -35; cf Lc 2,49). El celibato de Jesús no consiste en no casarse con una mujer, sino en no casarse con nada que le
impida entregarse a la realidad del reino en la que todos son hermanos porque todos son hijos de su mismo Padre.
Este celibato se nos descubre como un amor liberado, desinteresado, no posesivo, 10 acaparador y particularista. Así lo
descubre W. Joest «un amor liberado de la condición de amar sólo lo que se ha experimentado como amable». Quizás
en pocos aspectos ¡e nos descubre la libertad de Jesús con mayor profundidad y hondura como en su estilo célibe de
vivir el amor. Jesús ha vivido la ternura, el respeto, la admiración, la cercanía, el cariño, el perdón, la amistad...,
renunciando libremente a aquello que acabaría vivando a su amor de universalidad y servicio libre y desinteresado al
reino de Dios.»
(José Antonio Pagola, teólogo)
221
PEQUEÑO
«Mi padre me contó la historia del carpintero de Nazaret, que fue matado por los ricos, y decía frecuentemente que
podemos perdonar muchas cosas al cristianismo porque enseñó a amar a los niños»
(Eleonor, hija de Karl Marx, en sus Memorias)
«En la antigüedad, el niño no era totalmente considerado como persona. En algunos casos, el infanticidio era
expresamente una prescripción legal; y, de todos modos, ciertamente no era considerado como auténtico homicidio, con
gravedad de tal. En Roma y Atenas, hasta el momento de la ceremonia del «reconocimiento de paternidad», el niño no
tenía derecho alguno a la vida: el padre podía decidir sobre su vida o muerte. Platón sostiene que hay que dejar morir a
los niños de familias demasiado pobres; Aristóteles afirma que la crianza de niños tarados debería estar prohibida por la
ley. Cuanto al hebraísmo, la regla comunitaria de los esenios excluía de su seno rigurosamente a los niños, así como a
los ancianos.
De Jesús está escrito que no sólo no los alejaba de sí según la costumbre general, sino que reprende duramente a sus
discípulos que los quieren alejar. Y, trastornando radicalmente los valores (de la sociedad antigua y especialmente de la
hebrea para la cual el modelo de la sabiduría es la ancianidad), los propone expresamente como modelo que imitar,
afirmando que el que no se conduzca como un niño no entrará en el reino de los cielos: «El reino de los cielos es de
aquellos que sean como ellos».
El niño es necio y necesita del látigo, rezaba la pedagogía hebrea en el libro de los Proverbios, atribuido precisamente a
Salomón; la infancia, como una especie de enfermedad, se cura con el tiempo y el bastón. Como para someterlos a
prisión de reformatorio.
Jesús manifiesta que precisamente los niños tienen una relación especialísima con Dios: ¡ay de aquel que se atreva a
tratarlos mal! Uno de sus estallidos de cólera le sobreviene al pensamiento de que alguien pueda escandalizarles:
«Mejor le sería que le colgasen al cuello una rueda de molino y le hundieran en el fondo del mar».
(Vittorio Messori, en Hipótesis sobre Jesús)
«En la oquedad de nuestro barro breve / el mar sin nombre de Su luz no cabe. Ninguna lengua a Su Verdad se atreve. /
Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe. Mayor que todo dios, nuestra sed busca, / se hace menor que el libro y la utopía,
Y, cuando el Templo en su esplendor lo ofusca, / rompe, infantil, del vientre de María.
Unigénito venido a menos / traspone la distancia en un vagido; calla la Gloria y el Amor explana; / Sus manos y Sus
pies de tierra llenos rostro de carne y sol del Escondido, / ¡versión de Dios en pequeñez humana!»
(Pedro Casaldáliga, obispo)
222
INMERSO
«Su estilo de vida se ordenaba a la acción. No vivía en el desierto como los ermitaños, ni en la clandestinidad como los
zelotas. Su vida transcurría en medio de la sociedad de su tiempo»
(M. Rocha)
«Existe otro modo de entender el seguimiento, que consiste en tomar el camino histórico de Jesús. «Yo soy el camino»
(Jn 14, 6) . Se trata aquí de considerar la propia historia de Jesús como base del seguimiento.
En esta perspectiva, Jesús no es considerado primariamente como un Sabio o un Maestro espiritual, sino como un
profeta escatológico que viene a anunciar a los hombres los últimos designios de Dios. El proceso de su vida personal
nos lo hace conocer mejor que sus propias enseñanzas. Y éstas sólo adquieren sentido a la luz de su vida.
Es claro que los gestos de Jesús no son repetibles, pertenecen al pasado en su materialidad histórica. Pero hay un
sentido que ultrapasa estos mismos gestos. Y es ese sentido el que debe ser revivido y encarnado. Es indispensable, por
tanto, captar el sentido global y coherente de la vida de Jesús. De ahí la importancia fundamental de recurrir a su
camino histórico.
El Evangelio nos muestra cómo Jesús se aproximaba, en todo momento, a los marginados de su tiempo. De todos estos,
Jesús exige la fe en el Reino que se aproxima. La única exigencia moral que Jesús hacía a los pecadores era que no
pecasen más. Sin embargo, la fe-esperanza en el Reino se concretaba en la fe-confianza en Jesús. A través de esta fe se
creaba un vínculo personal entre el marginado y Jesús. En todos estos casos no hay una llamada al seguimiento: hay una
llamada a la fe-esperanza. Es un hecho: no todos aquellos con los que se encontró Jesús fueron llamados a seguirlo. Ni
todos los que se adhirieron a Jesús recibieron su llamada (Me 5, 18-20; Le 19,110). Hay incluso un caso de rechazo
explícito. Y san Mateo precisa que se trata de un escriba (Mt 8, 19-20). A algunos, sin embargo, marginados o no, Jesús
les llamó para seguirle (Me 1,16-20; Mt 9,9-13; Le 18, 18-20).
¿En qué momento de su vida decidió Jesús constituir un grupo de discípulos? Los exegetas admitirían que Jesús
comenzó recorriendo Galilea y anunciando la llegada del Reino de Dios. De entre aquellos que se dejaron conquistar
por su mensaje, después de cierto tiempo difícil de precisar, llamó a algunos para seguirle.
Los Doce formaron un grupo todavía más reducido. (...)
El seguimiento crea un nuevo tipo de relación con Jesús. No es sólo confianza en su persona sino en una comunidad de
vida y de acción.
A los Doce Jesús los llamó «para que estuviesen con él y para enviarlos a predicar» (Me 3, 14) . Esto significa que los
discípulos formaban un grupo que abrazaba el estilo de vida de Jesús y su práctica.
Para vivir así, los discípulos tuvieron que romper con su vida anterior. El seguimiento de Jesús exige rupturas radicales.
(...) El seguimiento de Jesús crea un vínculo especial entre aquellos que participan de la misma aventura. La institución
de los discípulos, a mi parecer, pretendía formar una comunidad de hombres libres de las grandes servidumbres de la
condición humana, a fin de que pudiesen, por esto mismo, entregarse totalmente al servicio del Reino.»
(Mateas Rocha, teólogo dominico brasileño)
223
CAMINO-VERDAD-VIDA
«Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» (Tomás,
apóstol).
«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre si
no es por mí» (Jesús de Nazaret).
«Señor, muéstranos al Padre; con eso nos conformamos» (Felipe, apóstol).
«El que me ve a mí ve al Padre» (Jesús de Nazaret).
«Cristo en persona es el camino, por esto dice: Yo soy el camino. Lo cual tiene una explicación muy verdadera, ya que
por medio de él podemos acercarnos al Padre.
Mas, como este camino no dista de su término, sino que está unido a él, añade: Y la verdad, y la vida; y, así, él mismo
es a la vez el camino y su término. Es el camino según su humanidad, el término según su divinidad. En este sentido, en
cuanto hombre, dice: Yo soy el camino', en cuanto Dios, añade: Y la verdad, y la vida, dos expresiones que indican
adecuadamente el término de este camino.
Efectivamente, el término de este camino es la satisfacción del deseo humano, y el hombre desea principalmente dos
cosas: en primer lugar, el conocimiento de la verdad, lo cual es algo específico suyo; en segundo lugar, la prolongación
de su existencia, lo cual le es común con los demás seres. Ahora bien, Cristo es el camino para llegar al conocimiento
de la verdad, con todo y que él mismo en persona es la verdad: Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.
Cristo es asimismo el camino para llegar a la vida, con todo y que él mismo en persona es la vida: Me enseñarás el
sendero de la vida.
Por esto, el evangelista identifica el término de este camino con las nociones de verdad y vida, que ya antes ha aplicado
a Cristo. En primer lugar, afirma que él es la vida, al decir que en la Palabra había vida; en segundo lugar, afirma que es
la verdad, cuando dice que era la luz de los hombres, ya que luz y verdad significan lo mismo.
Si buscas, pues, por dónde has de ir, acoge en ti a Cristo, porque él es el camino: Este es el camino, camina por él. Y
san Agustín dice: «Camina a través del hombre y llegarás a Dios». Es mejor andar por el camino, aunque sea cojeando,
que caminar rápidamente fuera de camino. Porque el que va cojeando por el camino, aunque adelante poco, se va
acercando al término; pero el que anda fuera del camino, cuanto más corre, tanto más se va alejando del término.
Si buscas a dónde has de ir, adhiérete a Cristo, porque él es la verdad a la que deseamos llegar. Mi paladar repasa la
verdad. Si buscas dónde has de quedarte, adhiérete a Cristo, porque él es la vida: Quien me alcanza, alcanza la vida y
goza del favor del Señor. Adhiérete, pues, a Cristo, si quieres vivir seguro; es imposible que te desvíes, porque él es el
camino. Por esto, los que a él se adhieren no van descaminados, sino que van por el camino recto. Tampoco pueden
verse engañados, ya que él es la verdad y enseña la verdad completa, pues dice: Yo para esto he nacido y para esto he
venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Tampoco pueden verse decepcionados, ya que él es la vida y dador de la
vida, tal como dice: Yo he venido para que tengan vida y la ten-San abundante.»
(Tomás de Aquino, teólogo italiano dominico, doctor de la Iglesia)
224
MESÍAS
«Sabe Jesús qué es el mundo ambiental pagano. No renuncia a la rebeldía de Israel. Pero tiene el proyecto de orientarla
de otra forma. En lugar de mantener a Israel detrás de las barreras defensivas, lo lanzará en medio de los paganos. No
para paganizar a sus discípulos sino con miras a convertir al mismo mundo pagano»
(José Comblin)
«Jesús frecuenta a los pobres, y busca entre ellos a sus adeptos. Si acepta a los ricos será sacándoles de su medio. ¿Qué
significa esto? Huelga decir que debemos dejar de lado todo sentimentalismo respecto de la «pobreza». Ni por
sentimentalismo ni por «populismo» es Jesús un simple artesano y forma a su Iglesia con gentes sencillas. Es por
realismo político. Es claro que si tenía el designio de lanzar a sus discípulos al asalto del mundo romano, el universo de
aquel tiempo, hubiera sido irrisorio contar con los grandes de Israel. Toda la fuerza reunida de todos los grandes de
Israel no hubiera podido causar el menor daño a las fuerzas del Imperio (...)
Pero era menester poder contar con una extraordinaria identidad espiritual por parte de estos pobres, para que pudieran
pervivir en su nueva patria. Jesús da a estos pobres sin ningún recurso cultural una identidad interior, una fuerza de
convicción, una fuerza de revuelta y de transformación tal que subsistirá por sí misma. (...) Lanzar pobres israelitas al
mundo pagano, asegurando su identidad espiritual y su continuidad, impidiéndoles aislarse y vivir entre ellos, era lanzar
al mundo un fermento de revoluciones. ¿Cómo no habría sabido y querido Jesús esto, al menos confusamente? Es
preciso reconocerlo, a no ser que iconicemos un Jesús consagrado únicamente a la vida interior y a la conversión de
actitudes interiores.
Jesús despertó las esperanzas mesiánicas. E inmediatamente rehusó asumir un papel mesiánico que en ocasiones
quisieron imponerle las muchedumbres. Tampoco esto será contestado por los especialistas del Nuevo testamento. Pero,
¿cómo interpretarlo?(...)
Creemos que Jesús sabía muy bien el género de reacciones que su modo de hablar y de obrar habría de provocar. Si
despertó esperanzas mesiánicas de justicia y de paz sobre esta tierra, es que esto tenía un sentido en su plan. Si no,
hubiera podido muy bien dejarlo de lado y evitar confusiones. Si hubiera querido solamente despertar el deseo del cielo,
hubiera podido atenerse a la tradición sapiencial y no citar sino a los autores que se reservan este tema.
Hay, pues, en las esperanzas mesiánicas un elemento de valor permanente. Era de prever que este elemento habría de
poner constantemente en cuestión a las sociedades establecidas, una vez introducido en el contexto social. De hecho, los
textos del Nuevo Testamento han conservado el ambiente mesiánico de la predicación de Jesús, y estos textos continúan
siendo enigmáticos. El enigma es lo significativo. ¡Hubiera sido tan fácil eliminarlo!
Por el contrario, Jesús rehúsa el recurso al poder para conseguir e implantar los bienes mesiánicos. ¿No equivale esto a
mantener la esperanza, invitando a buscar por otros caminos diferentes del poder político para derrocarlo? Los
cristianos, una vez en el Imperio, no olvidarían sus esperanzas de un mundo más justo, pero no lo crearían mediante la
conquista del poder.»
(Josep Comblin, teólogo de la liberación)
225
SIEMPRE MAYOR
«Por más misterios y maravillas que han descubierto los santos doctores y entendido las almas santas en este estado de
vida, les quedó todo lo más por decir y aun por entender, y así hay mucho que ahondar en Cristo, porque es como una
abundante mina con muchos senos de tesoros, que, por más que ahonden, nunca les hallan fin ni término, antes van
hallando en cada seno nuevas venas de nuevas riquezas acá y allá. Que por eso dijo san Pablo: «En Cristo moran todos
los tesoros y sabiduría escondidos».
(Juan de la Cruz)
Jesús:
Dos mil años de meditación, contemplación y estudio
nos han dejado un archivo inabarcable de textos sobre Ti.
Gracias a todo eso tan bello y profundo que se ha escrito
en la Iglesia oriental y occidental, sabemos y saboreamos algo tuyo.
Manejar las cuatro versiones del único Evangelio
nos proporciona una noticia de tu vida y obra de primera mano.
Sumergirse en las Cartas y en los Hechos de los apóstoles
nos adentra en tu misterio visto desde la primitiva Iglesia.
Interrogar al último libro del nuevo Testamento, el Apocalipsis,
nos da respuestas misteriosas sobre tu acción en la Historia.
Y los Credos cristianos nos dan síntesis admirables sobre Ti.
También los santos Padres glosan tu personalidad en obras valiosas,
y los primeros Concilios fijan tus dogmas cristológicos.
Viene después la biblioteca siempre en curso de los teólogos
que durante veinte siglos siguen descubriéndote.
Y los escritos de los santos y santas que han bebido en Ti
para comunicarnos algo de lo mucho que a ellos les saciaste.
Literatos y novelistas, autores de teatro y de cine
nos han dejado páginas y cintas aproximativas sobre tu figura.
Y un sinfín de pastoralistas han inundado los escaparates
con glosas de tu personalidad, tu vida, obra y mensaje.
Pero todo ese cúmulo de obras almacenadas en un solo lugar,
siendo tan reveladoras, nos dejan lejos de lo que eres Tú.
¡Menos mal que nos queda el resto de la vida para que el Padre,
el único que Te conoce a fondo, nos vaya comunicando algo más de Ti!
¡Menos mal que nos queda el cielo para intentarlo,
cuando María, nuestra Madre común, nos lo vaya descubriendo!
Por nuestra parte, siempre nos queda la oración humilde,
el estudio paciente, la lectura selectiva, el interés insaciable,
para ir arañando cada día un poco más de tu infinita personalidad.
¡Descúbrenos tu rostro, Jesús, un milímetro más cada jornada,
hasta que lo disfrutemos íntegramente en los días de la eternidad!
(R. A.)
226
PROYECTO HUMANISTA
Las teólogas manifiestan una sensibilidad especial al hablarnos del cristianismo. Así suena el proyecto de Jesús según la
religiosa autora de «Teología a ritmo de mujer»:
(R.A.)
«Podemos decir que el proyecto de Jesús y de su movimiento consistía básicamente en intentar restaurar la plena
humanidad, sobre todo de quienes estaban privados de ella por los mecanismos de explotación legitimados por la
ideología religiosa; basta recordar las críticas de Jesús contra el templo y sus funcionarios.
Los que «en nombre de Dios» eran colocados aparte, condenados a la marginación en el sistema de pureza religiosa,
encuentran en el movimiento de Jesús un lugar y un Dios que da sentido a su existencia. Jesús y su grupo
desenmascaran el mecanismo ideológico de la opresión existente, denunciando la aparente «limpieza» de las
instituciones religiosas y de quienes estaban a su servicio. No temen revelar la muerte producida por la esclavización a
la ley y a las formalidades impuestas por ella. Por eso se comprende perfectamente la simpatía de los pecadores,
publícanos y prostitutas por el movimiento de Jesús. Su impureza pública contrasta con la aparente pureza de los
hombres de la ley, y Jesús llega a declarar que los publícanos y las prostitutas serán los primeros en el Reino de Dios.
Este comportamiento denota una especie de inversión de los conceptos morales y de los juicios vigentes en la época.
La propuesta del movimiento de Jesús perseguía, mediante una acción conjugada, no sólo denunciar el mal construido
fuera de nosotros, sino también el mal presente en el corazón del ser humano, instaurando además una especie de
combate interior. Jesús propone que tratemos al otro como desearíamos ser tratados y, asimismo, que veamos primero la
viga que hay en nuestro ojo antes de denunciar la pequeña paja del ojo ajeno. Estos comportamientos de Jesús contienen
energías transformadoras de las relaciones humanas y entrañan consecuencias incalculables para las transformaciones
sociales en el sentido más amplio.
Todos esos valores y orientaciones de vida apuntan a un camino de encuentro de la humanidad consigo misma, de
realización de los deseos más profundos de amor y de justicia; en una palabra, de construcción de un mundo diferente,
donde la dignidad de cada uno pueda manifestarse efectivamente. Así, según Jesús, nos hacemos imitadores de Dios,
hijos de Dios; o, en otros términos, nos convertimos en lo que somos de hecho: expresión real de lo que más amamos,
de lo que estamos llamados a ser desde lo más profundo de nosotros mismos.»
(Ivone Cebara, filósofa y teóloga brasileña)
227
PRO-REINO
«El reino llega en la palabra y en la acción de Jesús. «El reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán: -vedlo aquí o
allá-, porque el reino de Dios ya está entre vosotros» (Le 17,20-21). Germen inserto en la historia, actúa como fermento
en el seno de la masa. Durante su vida terrena, a partir del mundo de los pobres, Jesús convoca a Israel para el reino»
(Mateus Rocha)
«La acción de Jesús puede ser analizada en los diversos niveles en que se articula toda sociedad: económico, político,
social y religioso. Todos sus actos tenían una coherencia profunda, pues procedían de opciones que se unificaban en el
proyecto fundamental del reino de Dios.
Analicemos sucintamente la práctica histórica de Jesús, que es fuente de exigencias y norma de acción para sus
discípulos.
Nivel económico. En este nivel, la práctica se concreta en una exigencia de compartir los bienes y en una actitud de
comunión con los pobres (Le 16, 19-31; 19, 1-10) . Práctica que se opone a la acumulación de riquezas, que Jesús
condenó de manera vehemente (Mt 19, 23-24; Le 18, 24-27). Jesús era un pobre, y hace de su pobreza una comunión
con todos los pobres. Comunión que se traducirá en solidaridad activa.
Nivel social, nivel de las relaciones humanas. En medio de una sociedad dominada por el miedo y el interés, Jesús se
manifiesta con una total independencia delante de los grandes (Le 13, 32-33; 23, 8-12; Jn 18, 19-23; 18, 33-37) y con
una compasión sin igual por el pueblo. Con todos y con todo, una libertad soberana. Lo que debe regir las relaciones
humanas no es el miedo o el interés, sino el amor, que comienza por la práctica de la justicia y llega incluso al perdón
de los enemigos (Mt 5, 43-48; Le 23, 34).
Nivel político, de gobierno del pueblo. El poder, tanto político como religioso, se ejercía por la dominación y la
opresión. Las autoridades hacían sentir su peso (Me 10, 42-45; Mt 20, 25-28; Le 22, 24-27). Sin negar a priori la
función del poder, Jesús lo entiende como servicio. Y da ejemplo (Jn 13, 1-15). Dicho de otra manera, proclama la
igualdad de todos los hombres y lanza las bases de una fraternidad universal (Mt 23, 8-11).
Nivel religioso. Jesús de Nazaret se sitúa en la tradición bíblica, en la tradición de los profetas de Israel. Jesús practicó
la religión de su pueblo; pero cuando sube al Templo es para enseñar, discutir o defender la honra de Dios, no para
ofrecer sacrificios. Es una actitud de profeta.
Por otra parte, Jesús era un hombre religioso. Sin Dios, sin la intimidad misteriosa con el Padre, la vida y la práctica de
Jesús pierden todo su sentido.
El estilo de vida de Jesús se ordenaba a una práctica: el Reino de Dios. Y aunque su plenitud estaba reservada al fin de
los tiempos, el Reino es ya como una semilla que empieza a germinar. El Reino tiene, pues, una dimensión terrestre,
histórica que se puede caracterizar como un nuevo orden inspirado por el amor y no por el poder. Orden que conduce a
la liberación del pecado y de sus consecuencias personales y estructurales. Que nos lleva a vivir como hermanos, pues
tenemos el mismo Padre, que es Dios.»
(Mateus Rocha, teólogo dominico brasileño)
228
SALVADOR
«La última palabra que tengo que decir como teólogo y como político no es una palabra como gracia, sino que es un
nombre: Jesús... En ningún nombre esta la salvación sino en el nombre de Jesús... En él está el impulso para el trabajo,
para la lucha, también el impulso para trabajar por la comunidad por los hombres mis hermanos»
(Karl Barth, protestante alemán)
«Jesús... Este nombre significa aquello por lo que oro, en lo que creo y en lo que espero: la salvación interna y externa...
Jesús significa la salvación de nuestras ataduras egoístas y de nuestras estrecheces que nos impiden un diálogo abierto
con Dios... Jesús significa lo que quiero ser en el mundo y entre los hombres: intentar ser también salvador y vivir
ayudando a los hombres; ser bueno para los hombres y hacer el bien.»
(Alfred Delp, jesuita alemán)
«Hoy el hombre está cambiando su «auto comprensión», es decir, el modo de pensarse a sí mismo, y consiguientemente
modifica la interpretación de sus tensiones profundas, de sus deseos, y por ello el modo de pensar la salvación. De ahí
deriva también un cambio de los esquemas cristológicos, no tanto porque Cristo no sea ya afirmado por la fe según los
contenidos transmitidos por la tradición, sino porque una experiencia diferente de salvación saca a la luz aspectos que
deben ser integrados en las fórmulas antiguas.»
(Cario Morali, cristólogo italiano)
«La victoria del poder de Cristo no se nos da para ahorrarnos malos tragos, sino para que seamos capaces de apurarlos
con sicología de victoria. Todo lo vence el cristiano a base de «encajarlo»; todo lo supera a base de aceptarlo en la fe;
hasta lo más duro y lo más amargo. Cristo no es para que no se nos hunda nada, sino para no hundirnos nosotros en
nada de lo que se nos hunde.»
(Teófilo Cabestrero, teólogo español)
«Ven, Señor Jesús: Busca a tu servidor, busca a la oveja perdida. Ven, Pastor...
Deja las noventa y nueve y busca la que se ha perdido.
Ven hacia mí, porque me amenaza la batida de los lobos;
ven hacia mí, que estoy lejos del paraíso. Búscame, que yo voy en tu busca;
búscame, encuéntrame, acógeme, llévame. Tú puedes encontrar lo que buscas:
sírvete recibir al que encuentras, estrecha en tus brazos al que has recibido.
Ven, pues, Señor, ven, pues, y busca a tu oveja;
no más servidores, no más mercenarios, ven Tú mismo.
Llévame sobre la cruz, salvación de los perdidos,
reposo para los cansados, vida para los moribundos.
Ven y habrá salud en la tierra y alegría en el cielo.»
(5. Ambrosio)
229
ABIERTO
«Los convencionalismos dominan la cristología, pero también la soteriología tradicional. La predicación corriente,
basada en determinados textos evangélicos, presenta a Cristo más como un renunciatario que como a un salvador del
nombre»
(O. da Spinetoli)
«La salvación ha asumido, de esta manera, a lo largo de los siglos, aspectos tétricos o trágicos, difícilmente vencibles
(...) El dolor ha sido elevado por varias corrientes espirituales a «bien cristiano», porque purifica, libera, expía (...)
Jesús no ha venido en realidad para enseñar a sufrir, sino a gozar; no para volver pobre al hombre, sino rico; no para
abstraerlo de la tierra, de la vida, del placer, sino para enseñarle su posesión. El «reino» que él ha venido a anunciar
lleva consigo ante todo la actualización del «paraíso terrestre» que Dios ha asignado como meta al hombre desde sus
orígenes (Gen 2); tal perspectiva está en la base de su obrar taumatúrgico, vuelve en la oración del Padrenuestro, explica
su empeño profesional.
En el curso de su ministerio público Jesús se alinea con los pobres, los débiles, pero para librarlos de su pobreza y de su
miedo; se preocupa, por esto mismo, de quitar el hambre a la multitud, de curar a los enfermos, de combatir el error y la
ignorancia. El amor al mundo, a la tierra, a las realidades materiales es algo eminentemente evangélico. Es lo que Cristo
ha buscado y ha enseñado a buscar a los otros. Si en ello hay un freno no proviene de la realidad en sí, considerada
mala, sino de las orientaciones e integraciones que el hombre está obligado a respetar.
Jesús advierte su propia relación con las cosas, aunque los evangelistas lo subrayen escasamente, pero de un modo
particular con sus propios semejantes. Él es «el hombre de los demás». El evangelio condena el incompromiso, el
parasitismo, la pereza, pero aún más el olvido, el desinterés, la opresión del hermano. Cada uno debe comprender,
ayudar, amar al prójimo como a sí mismo, hasta anteponerlo a la propia vida. Los mismos intereses de Dios vienen
después de los del hombre; los actos de culto, tras la reconciliación fraterna (Mt 5, 23-24).
Jesús cierra su existencia terrestre recogiendo a los suyos en torno a sí en un banquete, símbolo del amor que debe
unirlos entre sí. Y manda que el encuentro sea repetido en su memoria. El sentido superficial parece detenerse en la
repetición del rito, pero lo que él pide es que se imite su oblación por los hermanos. Él se ha «hecho pedazos» y ha
«derramado su sangre por ellos».
El camino que Jesús realiza es intento de anclar al hombre en el mundo y en sus semejantes, para sacarlo de su soledad,
inquietud, inseguridad, pero la doble referencia no elimina toda la incertidumbre e insatisfacción humana. Para ello hace
falta una nueva y superior relación. Dios es la experiencia última que colma definitivamente la imperfección, la falta de
plenitud creatural de Cristo.
Esta triple referencia ha tenido a Jesús en constante tensión y lucha. Cada una de estas tendencias trata de absorber a la
otra, mientras la felicidad está ligada a su recíproca coordinación.»
(Ortensio da Spinetoli, teólogo italiano)
230
RADICAL
«La instauración del reino, tal como Jesús la propone, lleva consigo un cambio radical de todo el sistema de valores en
el que se apoya el sistema social»
(Carlos Domínguez, psicólogo jesuita)
«¿Cómo extrañarse de que Jesús, aun prescindiendo del Jesus-look del guerrillero cubano «Che» Guevara, haya influido
como revolucionario en tantos otros rebeldes, como el sacerdote revolucionario colombiano Camilo Torres?
Los evangelios, indiscutiblemente, no presentan un Jesús suave y dulce de corte paleo o neorromántico ni un «probo»
Cristo de iglesia. Nada hace pensar en un inteligente diplomático o en un episcopal «hombre de equilibrio». Los
evangelios muestran, más bien, un Jesús decididamente resuelto, perspicaz, inflexible, batallador y polémico cuando es
necesario, en todo momento impávido. El había venido a encender fuego en la tierra. No temía a los que matan el
cuerpo y después no pueden hacer más. Anunciaba el tiempo de la espada, un tiempo de extrema necesidad y máximo
peligro.
A pesar de todo esto, si se quiere hacer de Jesús un guerrillero, un insurrecto, un agitador y revolucionario político y
convertir su mensaje del reino de Dios en un programa político-social, hay que tergiversar y falsear todos los relatos
evangélicos, hay que seleccionar unilateralmente las fuentes, hay que trabajar arbitrariamente con dichos de Jesús y
creaciones de la comunidad sacados de su contexto, hay que prescindir del mensaje de Jesús como totalidad, hay que
proceder, en suma, con fantasía novelesca y no con rigor histórico crítico.
Aun cuando hoy esté tan de moda hablar de un Jesús rebelde y revolucionario, como lo estuvo en tiempo de Hitler
hablar de un Jesús combatiente, «caudillo» y general o, como en las arengas bélicas de la primera guerra mundial, de un
Jesús héroe y patriota, es necesario decir con toda claridad y sin malentendidos, prescindiendo -por su propio amor- de
los gustos del tiempo, que Jesús, así como no fue un hombre del sistema, tampoco fue un revolucionario sociopolítico.»
(Hans Küng, teólogo suizo)
«Ningún revolucionario ha intentado jamás llevar a cabo una obra como la de Jesús de Nazaret. Ningún genio que
conozcamos ha intentado jamás cambiar totalmente el sistema cultural, puesto que el genio se mueve generalmente en
un solo ámbito de la cultura o de la sociedad: artístico, político, ético, económico, etc.
La diferencia sustancial que existe entre el genio y Jesús es que éste ha roto totalmente el modelo cultural en el que
vivió, golpeando y destruyendo con una lógica contundente las diversas relaciones que lo mantenían unido y que lo
convertían en un «modelo». Más allá de negar la necesidad de tal rito o de tal ley, Jesús ha puesto en cuestión la
estructura misma de lo sagrado, llevando a cabo un cambio total de las categorías religiosas y de las estructuras sociales
que en ella encontraban fundamento.»
(Ida Magli, antropólogo italiana)
231
LIBRE
«Jesús fue el prototipo de hombre libre, que expresaba en su conducta una personalidad en la que las necesidades vitales
más profundas están resueltas. Los hombres neurotizados no pudieron soportar a Cristo por lo intolerable que les
resultaba su libertad a todos los niveles: fueron los hombres neuróticos y acorazados los que en Cristo mataron a la
vida»
(Wilheim Reich, filósofo alemán)
«La vida de Jesús se nos presenta en los evangelios polarizada por la consecución de un «objeto» (en sentido
psicoanalítico, el correlato del amor, aquello a lo que se apunta como totalidad), que en su caso podemos identificar con
la instauración del reinado de Dios. Si la ausencia total de datos sobre la situación sexual de Jesús obliga a dejar al
margen de la investigación histórica concreta este tema, sí podemos aventurar, a partir de su conducta general, que hay
en Jesús una «pasión» que le absorbe y le libera, que canaliza toda su energía psíquica y que se convierte en la esencia
de su gozo y de su realización personal.
A partir de esta «pasión», la conducta de Jesús, tal como la describen los evangelios, revela de modo elocuente una
posición frente a la sexualidad que vendría a coincidir con la del hombre que ha logrado plenamente la libertad frente a
ella. El comportamiento de Jesús en el terreno de las relaciones interpersonales resulta enormemente ilustrativo de esa
libertad ganada. No parece que exista una persona de la que Jesús sienta necesidad de preservarse para evitar un peligro.
Gente de mala vida, publícanos y pecadores son acogidos por él con una libertad que provoca el escándalo. Una mujer
conocida públicamente como pecadora llora sobre sus pies, se los enjuga con sus cabellos, los cubre de besos y se los
unge con perfume. No ignoraba Jesús, como pensó el fariseo, que aquélla era una mujer de «mala vida». Y porque su
amor fue tan grande que le impulsó a romper el tabú que la marginaba socialmente, Jesús se sitúa junto a ella y la
privilegia frente al profesional de la religión (Le 7, 36-50). Con ello viene a afirmar que existe algo más grave que un
comportamiento sexual extraviado: la falta de amor.
Sólo desde una posición libre frente a la sexualidad se pueden romper los tabúes que la rodean y se puede proclamar
que los «impuros» pueden ganar en el reino un lugar por delante de los que se ajustan a la normatividad sexual vigente
(Mt 21, 32). (...)
No se presentó Jesús como un enemigo del cuerpo, predicando sacrificio y privación. No fue ni un asceta ni un esenio,
ni se presentó nunca como tales. Llegó, incluso, a sorprender y a escandalizar por su negativa a participar en una vida
marcada por la ascética y el sacrificio. Ni él ni sus discípulos guardaban el ayuno (Me 2, 18-19), siendo acusado de
comilón y borracho (Mt 11, 19). La cruz con la que invitó a cargar a sus seguidores y con la que él cargó hasta la muerte
fue el signo de su entrega total y de su fidelidad a lo que amó hasta el extremo. Fue su pasión por el reino la que le
condujo a legarse hasta el final y pudrirse como el grano de trigo. Fueron su vida, su obra y su amor lo que, por tanto,
explica y da sentido a su muerte, y no al contrario. Su final fue 1 demostración suprema de hasta qué punto había amado
y la expresión de una fidelidad total a ese objeto de amor.»
(Carlos Domínguez, psicólogo jesuita)
232
ESTIMULANTE
«Lo que me ha impresionado en Jesús es su consigna de seguir siempre adelante. De manera que podría decirse que el
elemento permanente del cristianismo es la orden de no detenerse nunca»
(Henri Bergson, filósofo francés)
«¿Se resignó Jesucristo al encontrarse ante la mujer adúltera, a la que habían condenado ya la hipocresía y la estrecha
moral de los fariseos? ¿Pensó que por tratarse de tal clase de mujer no había ya nada que hacer?: «Es así, ése es su
temperamento, su lado atávico, ¡nunca podrá verse libre de ellos!». Jesús se rebela contra el juicio mezquino y
superficial que han hecho de esta mujer. Conoce lo que se esconde en su corazón. Entonces con su forma de tratarla,
con su mirada y con su palabra, la hace amar lo que lleva en sí mismo de valioso, lo que había que hacer fructificar. Le
mandó levantarse para que, desde entonces, amara de manera diferente...
¿Se resignó Jesucristo cuando advirtió el tráfico de dinero que se había montado en pleno Templo, en la Casa de Dios?
¿Se limitó a encogerse de hombros, como si dijera: «Es horroroso este comercio y todo este estrépito de dinero, donde
solamente la oración y el silencio deberían tener carta de ciudadanía y donde todos los pobres deberían sentirse a gusto,
sin que nadie les obligara a sacar el monedero. Pero así son las cosas, y poco se puede cambiar en esto, ¡son tan
pertinaces los hábitos personales y las costumbres colectivas en los hombres!»? Jesús se rebeló contra todo aquello y, a
vista de todo el pueblo, volcó las mesas de los cambistas y a ellos los arrojó del recinto a latigazos. «Mi Casa será
llamada Casa de oración para todas las gentes...»
¿Se resignó Jesús ante unas leyes inhumanas y minuciosas, impuestas por los jefes religiosos de su tiempo? Estando
prohibido curar en Sábado a un hombre enfermo, Jesús se rebela contra tal prohibición. ¿Cómo pudo llegarse al extremo
de poner las reglamentaciones por encima del bien del hombre? No dijo entonces Jesucristo: «¡Es la ley! No hay nada
que hacer. ¡No se puede cambiar la sociedad!». Mirando a la cara a sus adversarios, que espían su más mínimo gesto y
no dejan escapar la más mínima de sus palabras, les dice: «¿Es lícito en Sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una
vida en vez de destruirla?». Y, volviéndose hacia el enfermo, le dice: «Levántate ahí en medio. Extiende la mano»...
¿Se resignó Jesucristo ante la infidelidad de su amigo Pedro, que tras el prendimiento en el huerto acaba de asegurar:
«¡Yo no conozco a ese hombre!»? ¿Pensó Jesucristo que quedaba reducido a viento cuanto había hecho a lo largo de
tres años: sólida y franca amistad compartida, vida en común, confianza en unos hombres llamados a ser los
continuadores de su obra en la humanidad? Hubiera podido echarse estas cuentas: «Me equivoqué al otorgar mi
confianza a unos pobres hombres. Son unos inútiles, unos miedosos; son como todos los demás. Desde ahora estoy solo,
abandonado por todos. Me he equivocado. ¡Ha sido un terrible error por mi parte!». Pero no. Simplemente, Jesús se
vuelve y mira a Pedro. ¿Es una mirada de resignación? ¿O es un llamamiento a seguir adelante, a salir de la hoya en que
se va hundiendo, a reanudar la marcha para empezar de nuevo? Pedro comprendió que sólo el amor es capaz de
devolver la esperanza y que, para Dios, nada está definitivamente perdido.»
(Pierre Imberdis, escritor francés)
233
PROFETA
«Como los profetas, Jesús no tuvo un éxito arrollador; al contrario, acabó siendo recusado. Como los profetas, tuvo que
padecer, pero su pasión, más que al padecimiento de un profeta, se asemejó a los padecimientos del misterioso siervo de
Yahvé que aparece en Isaías»
(Hans Küng)
«Cuando Jesús, con la mirada puesta en el inminente reinado de Dios, no establece ninguna ley o dogma como norma
suprema de la acción del hombre, sino sólo la voluntad de Dios centrada en la salvación, esto es, en el bien total del
hombre, lo que hace es concentrar y concretar la predicación de los profetas y su «haced el bien, no el mal».
Y cuando coloca al hombre en el lugar de la ley y la liturgia hipostasiadas o absolutizadas, cuando declara que los
mandamientos son para el hombre, cuando preconiza que la reconciliación y el servicio cotidiano van por delante del
servicio al altar, relativizando así, de hecho, todo el sistema religioso-social y cultural, lo que hace es radicalizar la \
crítica de los profetas a la injusticia y al ritualismo del pueblo de Israel.
Y cuando Jesús, para escándalo de los piadosos, se solidariza con los pobres, los infelices, los «pobres diablos», con los
herejes y cismáticos, los inmorales, los políticamente comprometidos, los parias y marginados sociales, los débiles, las
mujeres y los niños y, en general, con el pueblo llano, lo que hace es sobrepasar de forma inaudita todo lo que los
grandes profetas habían exigido en orden a la conversión y a la nueva configuración de la vida. Jesús se atrevió, incluso,
a lo que ningún profeta se había atrevido: a proclamar, en lugar del castigo de la Ley, el perdón de Dios -completamente
gratis- y aun a otorgarlo personalmente -en la calle, en medio de la vida-, para hacer así posible la conversión y el
perdón mutuo entre los hombres.
Sí; como los profetas, Jesús dispuso únicamente del poder de la palabra, que evidentemente también se exteriorizó en
acciones carismáticas. Como los profetas, careció de poder político y chocó con la resistencia de los poderosos. Pero,
confrontados con él, también éstos, como todos los demás, se vieron abocados a tomar una decisión radical, a saber, en
qué sentido querían orientar últimamente su vida: en egoísmo, hacia sí mismos, o en amor, hacia Dios y los demás
hombres. Sí; como los profetas, también Jesús, impotente, reivindicó para él plenos poderes, provenientes de Dios. Sólo
que sus plenos poderes superaron ampliamente los de un profeta. Pues Jesús, en quien teoría y praxis se confunden
indisolublemente, encarnó su propio mensaje: él mismo, con todo lo que dijo, hizo y padeció, significó en toda su
persona la exigencia de la decisión. La palabra última de Dios antes del fin, el gran signo del tiempo. Palabra de Dios-
hecha carne.
De esta manera Jesús supuso un desafío sin precedentes para todo el sistema religioso-social y sus representantes. He
aquí uno que anuncia, en lugar del cumplimiento in-condicionado de la Ley, una nueva y extraña libertad para Dios y
para el hombre. (...)

Como los profetas, Jesús no tuvo un éxito arrollador; al contrario, acabo siendo recusado. Como los profetas, tuvo que
padecer. Pero su pasión, más que al padecimiento de un profeta, se asemejó a los padecimientos del misterioso siervo de
Yahvé que aparece en Isaías II, que cargó con los pecados de muchos.»
(Hans Küng)
234
POETA
«Mi Dios es una poesía nueva porque crea lo que canta»
(Juan Arias)
«Mi Dios es poeta.
Porque el poeta es el que mejor sabe expresar en palabras
los sentimientos más profundos y escondidos del mundo.
Y mi Dios se hizo Palabra.
Una palabra tan clara, tan sugestiva, tan nueva, que es la poesía.
Una palabra que el mundo esperaba desde siempre.
Una palabra que lo dice todo. / Una palabra que es inédita. / Una palabra que asombra.
Mi Dios es una poesía nueva porque crea lo que canta.
Los demás poetas cantan lo que sueñan, lo que aman, / lo que quizá nunca será.
La poesía de mi Dios es un milagro:
«¡Niña, levántate!»: es un verso de amanecer,
pero un verso creador porque la niña muerta volvió a la vida.
«¡Esto es mi cuerpo!»: es un verso de atardecer,
pero desde entonces Dios es del mundo y se le puede comer.
«¡Tus pecados te son perdonados!»: es un verso en el corazón de la noche,
pero desde entonces la nieve es ya de todas las estaciones.
«¡Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso!»:
es un verso fuera del tiempo, y desde entonces lo infinito y lo eterno
corren gozosos por nuestra sangre alimentando nuestra esperanza.
Mi Dios es poeta porque sabe decir las cosas más difíciles
y más asombrosas con la sencilla naturalidad del niño.
Mi Dios es poeta porque sabe llenar de luz lo más sombrío,
porque sabe dar calor a lo más frío,
porque sabe dibujar la esperanza hasta en el muro sucio de la vergüenza.
Mi Dios es poeta porque hace vibrar cuanto toca,
porque sabe hacer el milagro de que en él todo merezca un verso:
hasta la miseria.
Mi Dios poeta recogió en sus ojos, a su paso por la tierra,
toda la poesía escondida en las cosas y en los hombres.
Por eso su mirada está cuajada de poesía.
Por eso no existe un verso que Él no haya escrito, recitado, sentido.
Para mi Dios todo era poesía: la gallina, una moneda, las espigas,
un pozo de agua, un niño sucio, una mujer que ama,
un hombre que teme y duda, una esposa que se abre a la vida,
los peces que Él acerca a las brasas junto al lago,
la austeridad ascética del Bautista
y la sencilla libertad de espíritu de sus discípulos que no ayunan.
Y mi Dios sigue siendo poesía eterna
porque sigue siendo la palabra sonora y silenciosa.
Sigue siendo en el corazón de los hombres el gran juglar de la historia.»
(Juan Arias, escritor y periodista)
235
POBRE
«Aquí esta, latente y palpitante, el misterio viviente del pobre de Nazaret: la vía que va de la pobreza al amor. Con ello
¿no habremos tocado la zona más profunda de Jesús?»
(Ignacio Larrañaga)
«Jesús, pobre y al servicio de todos, no es un paréntesis en la vida de Dios, sino la manifestación de la propia condición
de Dios. Jesús no es el turista rico, incluso desbordante de simpatía, que viene a visitar las tierras subdesarrolladas de la
humanidad; es el servidor de todos, el esclavo por antonomasia, pues su modo de ser Dios es la pobreza.»
(Thierry Maertens)
«Se cuenta que los santos han establecido todas las marcas de austeridad. Los evangelistas no tienen que contarnos nada
de esto sobre Jesús. San Lucas incluso nos llega a indicar que la situación financiera de Jesús no era tan miserable. Jesús
disponía de medios para una independencia efectiva en el plano material.
Pero Jesús se muestra igualmente libre ante el dinero. Es severo con los ricos. Esta dureza está en conformidad con su
conducta: nunca jamás utiliza el dinero como medio de influencia. El hombre vale por sí mismo, no por el «valor»
abstracto e hipócrita que le otorga el dinero. El reino de Dios no podría progresar por ese medio. Ser pobre no es ser
únicamente la definición de una privación de medios necesarios para la existencia o para la satisfacción de las
necesidades sensibles, sino sobre todo un tipo de relación con los demás hombres: allí no interviene para nada la
mediación del dinero como poder de seducción.
Jesús es libre ante el dinero; pero no es un predicador de la vida «sencilla» campestre. Denuncia la no-transparencia de
las relaciones entre los hombres partiendo del apetito de poder, cuyo símbolo abstracto es el dinero. Jesús atestigua su
libertad en esta situación humana, más bien que en la falta de humanidad de la miseria.»
(Christian Duquoc)
«¿No fue nuestro Señor precisamente un mendigo? Él se anonadó, convirtiéndose en el Pobre por antonomasia,
«despojándose de sí mismo y tomando la condición de siervo» (Flp 2, 6). Dependió tanto de los demás que tuvo que
pedir agua a una mujer samaritana, un asno a un hombre con un cántaro, pan a un muchacho de Cafarnaúm, tinajas al
mayordomo de unas bodas y sepultura a un hombre rico.
Fue la cruz lo único que no tuvo que mendigar. Eso se lo dimos nosotros espontáneamente, sin esperar a que Él la
pidiera. Lo peculiar de su mendicidad fue precisamente el hecho de no ser pobre. Él era el Dios rico, hecho pobre (Cor
8, 9) . No ejerció nunca su propiedad sobre las cosas de un modo legal, a excepción de una sola vez, y esto para
aparecer ridículo y bajo (Zac 9, 9), montando sobre un asno como pedestal de su realeza. Conquistadores y reyes
cabalgaron sobre caballos, como se ve en el Apocalipsis.
Hasta el fin de los tiempos, el hambre, la sed, el desamparo, la soledad, la prisión y 'a mendicidad de nuestro Señor
continúan en los miembros de su Cuerpo (Mt 25, 33).»
(Fulton Sheen)
236
SOCIAL
«¿Cuál fue, en relación a la historia, la intención originaria de Jesús? ¿Se proponía Él, con su acción y su mensaje,
cambiar la historia, o trataba únicamente de cambiar a los individuos suscitando en ellos la esperanza del reino de
Dios?»
(G. Girardi)
«Este problema se interfiere, evidentemente, con el del proyecto político de Jesús pero no coincide con él. (...)
Sobre el tema se ha abierto, desde hace más de un siglo, una viva discusión sobre los exegetas. El abanico de posiciones
es extremadamente amplio, desde la interpretación decididamente política de Reimarus hasta la individualista y
espiritualista de Bultmann. Pero sería reductivo y mistificador retrotraer el problema a los términos de esa alternativa.
Entre ellos se ha introducido ciertamente, al menos, una tercera posición, la que caracteriza la acción de Jesús en
términos religiosos y morales, pero reconociendo en esta esfera un fuerte potencial político que los discípulos
desarrollarían sucesivamente, aunque en direcciones diversas.
Ciertamente que Jesús no se presenta como un liberador político. Frente a la dominación romana, su comportamiento no
se asemeja al de Moisés frente a la dominación egipcia. No se contrapone directamente ni al emperador romano, al que
se debe dar el tributo (Me 12, 13-17), ni al pretor Pilato, cuya autoridad viene de lo alto (Jn 18, 10-11), ni al tetrarca
Herodes, que piensa que le hace competencia (Le 13, 31). Después de la multiplicación de los panes, cuando la
muchedumbre galvanizada quiere hacerle rey, él desaparece (Jn 6, 15). Su reino, dice, «no es de este mundo» (Jn 18,
36).
No faltan, pues, elementos susceptibles de fundar esa interpretación espiritualista de la misión de Jesús (y de su
novedad), que ha sido desarrollada por la teología dominante. (...)
Es ésta, sin embargo, ajuicio de muchos creyentes, una lectura fuertemente reductiva del mensaje de Jesús, de su
potencial histórico y de la condición de discípulo de Jesús. Para comprenderlo es necesario precisar qué se entiende por
«hacer política». (...)
La intención profunda de Jesús hay que buscarla, pues, precisamente en la profundización de esa articulación entre lo
religioso y lo político, mediados por la cultura. Las otras dos posiciones, la política y la espiritualista, son ambas,
además de inadecuadamente fundadas, fuertemente reductivas. Quienes hacen de Jesús fundamentalmente un líder
político privan a su acción y a su mensaje de ese componente moral, de esa relación constitutiva con el Padre, de esa
oferta a los hombres de una vida divina, de esa esperanza escatológica en la venida del Reino, que son, indudablemente,
parte esencial de su experiencia y de su mensaje. (...)
No menos reductivas son, sin embargo, las interpretaciones opuestas, para las que el mensaje de Jesús, por ser
esencialmente religioso y moral, debe considerarse apolítico.
(...) Hay, pues, en el mensaje esencialmente religioso y moral de Jesús un potencial político que no permite,
ciertamente, ver en él a un dirigente político; pero prohíbe también reducirlo a un pietista. Por el contrario, es la
articulación de esos dos polos lo que constituye la originalidad de su praxis y de su pensamiento: es la autenticidad de
una experiencia teologal vivida conscientemente en el corazón de la dialéctica social.»
(Giulio Girardi, teólogo italiano)
237
TEOFANÍA
«Preguntó Jesús a los suyos:
-•Quién dice la gente que es este hombre?
_Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
(Mateo, evangelista)
«La gente dice que eres muy milagrero
y que dices cosas buenas,
y eso... que buena voluntad no te faltaba, pero...
Nosotros decimos
que hablas y actúas con entera libertad,
que piensas y sientes según tú mismo.
Responsable de tus decisiones.
Consciente de tus desafíos. / Coherente con tus convicciones.
La gente dice que te pasaste un poco, reconócelo; que no hacía falta que llegaras hasta el final, hombre; que por qué te
empeñaste tanto; total...
Nosotros decimos
que te condujiste con pasmosa autonomía / frente a la opinión pública,
frente a los poderes e instituciones, / frente a las modas y costumbres,
frente a la moral vigente, / frente a las creencias oficiales,
frente a las normas y leyes.
La gente dice que si te metiste en política; vaya, que no te entiende.
Nosotros decimos
que encarnas los valores que nos humanizan:
el amor desinteresado, / el perdón incondicional,
la exigencia de justicia, / la fe auténtica, / la conducta irreprochable,
el hombre íntegro, sincero, realizado.
La gente dice que te crees Dios,
que a saber quién eres...
Nosotros decimos
que eres la presencia de Dios / en la historia de los hombres;
que eres la absoluta cercanía / de lo divino a lo humano;
que eres el rostro humano de Dios;
que en tu humanidad / nos encontramos con Dios mismo.»
(Joaquín Suárez, escritor)
238
ORANTE
«Evidentemente, es en la oración donde Jesús ha buscado en primer lugar la respuesta a la pregunta «¿quién soy yo?».
Si Jesús sale de la oración con esta pregunta fundamental es porque ésta es significativa respecto de la oración y de su
función»
(François Varone)
«Es imposible hablar de la oración de Jesús. El diálogo íntimo de Jesús con su Padre resulta impenetrable. En cambio,
con ayuda de Lucas, podemos situar, localizar, la oración de Jesús en su vida y percibir sus funciones. Lucas habla de la
oración de Jesús en relación con su subida a Jerusalén (...)
Entonces es cuando Jesús cambia bruscamente de estilo y toma otra opción: ya no va a andarse con rodeos, sino que va
a subir a Jerusalén, va a provocar a Israel en su cúspide, va a dar un golpe de fuerza y a inaugurar el Reino en Jerusalén.
Lucas nos muestra a Jesús adoptando tal decisión en la oración. Con gran discreción, eso sí. «Mientras él estaba orando
a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: -¿Quién soy yo?» (cf 9, 18). Si Jesús sale de la oración con
esta pregunta fundamental es porque ésta es significativa respecto de la oración y de la función de la misma, aun cuando
nada explícito se nos diga de tal oración. Evidentemente, es en la oración donde Jesús ha buscado en primer lugar la
respuesta a la pregunta: «¿Quién soy yo?». Y una vez encontrada en ella su propia identidad, se la comunica a sus
discípulos para arrastrarlos en su seguimiento: «¿quién soy yo para las masas y quién soy yo para vosotros? Pues bien,
he aquí quién soy: el Hijo del hombre que va a subir a Jerusalén, donde será rechazado y condenado a muerte; pero
resucitaré, y con ello inauguraré el Reino».
La función de la oración de Jesús aparece, pues, con toda claridad: en ella se prepara para existir con Dios. Por una
parte, en ella se une a Dios, que es su Padre, que le hace existir, que habla en la Biblia. Por otra, la vida y sus primeras
experiencias pastorales le han enseñado unas cuantas cosas. Jesús integra todo esto en una reflexión orada, en la que
escucha la palabra de su Padre, que propone a través de los profetas los tipos de «Hijo del hombre» y de «Siervo
sufriente»; aplica esa palabra a los acontecimientos, que condicionan cada vez más su acción, y deduce un proyecto, una
identidad. Ahora ya sabe quién es él, lo que hace y por qué lo hace. Es incluso capaz de arrastrar inmediatamente a los
demás a esa misma empresa.
Y así es como puede enviar «por delante de sí» (10, 1) a setenta y dos discípulos que le precedan en el camino que le
conduce a Jerusalén. El Reino que va a proclamar en Jerusalén empieza ya a tomar forma: el sentido de la historia no es,
aunque lo parezca, la dominación de los grandes y los poderosos, de los que Heredes y los jefes de Jerusalén son los
ejemplos más próximos. El sentido de la historia es Dios, y nos aproximamos a Él cuando los pequeños lo descubren y
se ponen a vivirlo y anunciarlo.
Cuando Jesús ve a sus setenta y dos «pequeños» entrar así en su obra, en su identidad, descubre que lo que el Padre le
descubre a él, a Jesús, lo hace también con otros en torno a sí. Lo cual le hace estallar de gozo: «Yo te bendigo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a los
pequeños (10, 21).»
(François Varone, teólogo francés)
239
RESERVADO
«Había en Jesús algo íntimo, un sancta sanctorum al que no tenía acceso ni su misma Madre, sino únicamente su Padre»
(Karl Adam)
«Tendremos que hablar repetidamente de cómo la oración es para Cristo mucho más que la respiración de su alma.
Aquí subrayaremos sólo que la oración es el signo visible de ese contacto permanente con quien le envió.
Efectivamente, todos los momentos importantes de Jesús están marcados por esta comunicación con el Padre. Cuando
Jesús es bautizado -primer acto de su vida pública-oró y se abrió el cielo (Le 3, 21). Al elegir a sus apóstoles, subió a un
monte para orar. Y al día siguiente los llamó (Le 6, 12). La mayor parte de sus milagros parecen ser el fruto de la
oración; mira, antes de hacerlos, al cielo, tal y como si, para ello, necesitase ayuda de lo alto. Alza los ojos antes de
curar al sordomudo (Me 7, 34), antes de resucitar a Lázaro (Jn 11, 41), antes de multiplicar los panes (Mt 14, 19).
Cuando sus apóstoles llegan gozosos porque han hecho milagros, no se alegra del éxito obtenido, sino de que la
voluntad del Padre se haya cumplido en esos signos: Él se alegró vivamente exclamando: -Yo te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra (Mt 11, 25). Y toda su vida está llena de estas pequeñas oraciones de diálogo directísimo con el Padre
y de plena conformidad con Él: Te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y las has
revelado a los pequeños, porque así te plugo hacerlo (Mt 11, 25). Padre, te doy gracias por haberme escuchado (Jn
11,41). Padre, no como yo quiero, sino como tú (Mt 26, 39) .
Pero en todas estas oraciones de Jesús hay una serie de características que las distinguen de las demás humanas. Son, en
primer lugar, oraciones en soledad. Jesús siente ante la plegaria algo que se ha definido como un «pudor viril». Pide a
los suyos que, cuando tengan que orar, vayan a su cámara, cierren la puerta y oren a su Padre en secreto (Mt 6, 6). Él lo
hará siempre así, se irá al monte para orar solo (Mt 14, 23; Mc 6, 46; Jn 6, 15) y, aun cuando pida a alguno de los suyos
que le acompañen, terminará por alejarse de ellos como un tiro de piedra (Le 22, 41). Y allí, en el silencio y en la noche,
se encontrará con su Padre en una soledad que sólo puede ser definida como sagrada. Porque no se trata de una soledad
psicológica, sino de algo mucho más profundo. Cuando Jesús ora -dice exactamente Karl Adam- se sale completamente
del círculo de la humanidad para colocarse en el de su Padre celestial.
Es éste uno de los datos fundamentales si queremos entender muchos de los misterios de la vida de Jesús. Él, que tendrá
un infinito amor a su madre y una total entrega a sus apóstoles, nunca terminará de confiarse del todo a ellos. Sólo
después de su muerte le entenderán ellos, porque Jesús nunca se abría en plenitud. Convivió tres años con los apóstoles,
pero nunca le vemos sentado a deliberar con ellos, jamás les consulta las grandes decisiones. Si en algún caso parece
precisar de su compañía, siempre, al final, se queda lejos de ellos, siempre les hace quedarse en una respetuosa
distancia. (...)
La oración no es, para él, una especie de puente que se tiende hacia el Dios lejano, es simplemente la actualización
consciente de una unidad con el Padre que nunca se atenúa.»
(J. L. Martín Descalzo)
240
SOLITARIO
«Los discípulos de Jesús observaban admirados la facilidad con que el maestro, siempre asediado por las multitudes,
sabía rehuirlas para orar en soledad»
(Josep Vives)
«Son muy numerosos los pasajes de los evangelios que hacen referencia a la plegaria de Jesús. Marcos, por ejemplo,
recuerda que, «al amanecer, cuando todavía estaba oscuro, se levantó temprano, salió a un lugar solitario y allí se puso a
orar. Simón y los demás corrieron a buscarle y cuando le hallaron le dijeron: -Todo el mundo te busca» (Me 1, 35-37)
Junto a esta plegaria matutina, Mateo recordará otra plegaria vespertina: «Entonces despidió a las multitudes y subió a
la montaña solo a orar. Al atardecer estaba allí solo» (Mt 14, 23). Lucas hablará de una manera más general: «Su fama
se extendía y se reunían grandes multitudes... pero él se retiraba a lugares desiertos y oraba» (Le 5, 15-16).
Hay referencias a la plegaria de Jesús en momentos especiales: antes de la multiplicación de los panes (Mt 14, 19) ;
antes de la confesión mesiánica de los discípulos (Le 9, 18) ; antes de la transfiguración (Le 9, 28) ; antes de la
resurrección de Lázaro (Jn 11, 41).; antes de la elección de los apóstoles (Le 6, 12). Hacia el final de la vida terrena de
Jesús, la plegaria del huerto de Getsemaní (Mc 14, 36 par) y la plegaria de la última cena (Jn 17, 1ss) tienen especial
relieve.
Los discípulos no sólo contemplaban admirados cómo Jesús se retiraba a orar: de alguna manera participaban de la
intimidad de su plegaria. Es notable cómo Lucas (9, 18) relata que, «mientras Jesús se encontraba rezando en un lugar
solitario, los discípulos le acompañaban». Y, dada la práctica entonces habitual de rezar en voz alta, los discípulos
podían conocer no sólo el hecho de que Jesús rezaba, sino las palabras con que Jesús rezaba. Ahora bien, el trazo más
característico que los discípulos retuvieron de la plegaria de Jesús es que se dirigía a Dios siempre como a «Padre»;
incluso quisieron retener la palabra aramea con que Jesús oraba, «Abbá», que por esta razón se convirtió en invocación
habitual de las primeras comunidades, como lo atestiguan las cartas de Pablo y otros documentos primitivos.
El hecho de que esta invocación aramea se haya conservado aun en comunidades de habla griega, como eran las
comunidades de Pablo, indica que se trata de una fórmula venerable, tal como Jesús mismo la pronunciaba y tal como
Él les había enseñado.
Esta forma de invocar a Dios como Padre, hoy tan universalmente extendida, era, sin embargo, en el ambiente del
judaísmo palestino, algo muy nuevo y singular. En las tradiciones religiosas del antiguo Oriente y de Grecia es bastante
frecuente el apelativo «padre» aplicado a un dios, generalmente implicando la idea de que aquel dios es como el primer
antepasado genealógico que, literalmente, «engendró» la vida de los dioses inferiores y de los hombres. Esta idea es
absolutamente ajena a la Biblia, con su monoteísmo estricto y su fe en un Yahvé absolutamente trascendente. En el
Antiguo Testamento Dios es denominado «padre» en muy contadas pasajes: quince en total, y jamás con la connotación
directa de engendrador, sino más bien como una forma de subrayar las disposiciones benévolas de Dios respecto a su
pueblo, como «creador» y «protector» suyo.»
(Josep Vives, patrólogo)
241
VITALIZADO
«La voluntad del Padre es una realidad. Es un torrente de vida que viene del Padre a Cristo. Una corriente de sangre de
la que Él vive, más profunda, más real, más fuertemente que de la corriente de su Madre. La voluntad del Padre es
verdaderamente el núcleo del que Él vive»
(Romano Guardini, teólogo)
«En la historia de los hombres, aun de los más grandes, no se conoce un camino tan constantemente orientado hacia las
alturas. Un Jeremías, un Pablo, un Agustín, un Buda, un Mahoma, ofrecen bastantes sacudidas violentas, cambios y
derrotas espirituales. Sólo la vida de Jesús se desliza sin crisis y sin desfallecimiento moral. Tanto el primer día como el
último brillan con la misma luz esplendorosa de la santísima voluntad de Dios.»
(Karl Adam, teólogo)
«Toda la vida de Jesús, desde la encarnación hasta la muerte, sería un continuo hacer la voluntad de su Padre. Era la
esencia de su espiritualidad: obedecer por amor. (...)
A los doce años, edad que el judaísmo consideraba como la de la madurez religiosa, Jesús, ya barmitzvah, «hijo del
mandamiento», subió a Jerusalén por las fiestas de la Pascua para cumplir el mandato de la Ley. Se quedó en la ciudad
y, cuando a los tres días sus padres angustiados le encontraron en el Templo, su madre María le preguntó por qué había
hecho aquello con ellos. Jesús respondió: «¿Y por qué me buscabais? ¿No sabéis que debo ocuparme en las cosas de mi
Padre?» (Le 2, 41-50).
Éste fue el lema de Jesús en toda su vida: hacer la voluntad del Padre, ocuparse en sus cosas, cumplir la misión para la
que había sido enviado, en una palabra, obedecer.
Después, el niño con sus padres José y María regresó a Nazaret y allí «siguió sujeto a ellos» (Le 2, 51). Con estas
escuetas palabras resume Lucas los treinta años de la vida oculta de Jesús. Vida de obediencia a Dios, al Espíritu y a sus
legítimos representantes. Obediencia del Creador a sus pobres criaturas: dos aldeanos, vecinos de un pueblo
insignificante de Galilea.
En la vida pública, lo mismo con sus obras que con sus palabras, dio siempre ejemplo de una actitud permanente y
profunda de disponibilidad, de sumisión y de obediencia a la voluntad de Dios.
(...) Cuando Jesús volvía de Judea a Galilea, llegó a un pueblo llamado Sicar y, fatigado del camino, se sentó junto a un
pozo, que había excavado allí el patriarca Jacob. Los discípulos se fueron al pueblo a comprar comida. Al volver, vieron
con sorpresa que Jesús estaba hablando con una mujer y, además, samaritana. Al irse ella, los discípulos le insistieron:
«Maestro, come» y Jesús les dijo: «Yo tengo un alimento que vosotros no conocéis... Mi alimento es hacer la voluntad
del que me ha enviado y llevar a cabo su obra de salvación» (Jn 4, 29-34).
(...) Obedecer era como el respirar de Jesús. Siempre y en todo. Era su alimento. La obediencia nacía de su gran amor.
La disponibilidad y obediencia de Jesús fue continua a lo largo de su vida, ¿cuál sería 'u comportamiento en la prueba
máxima? El himno de los Filipenses nos lo aclara: «Fue obediente hasta la muerte y muerte de cruz» (Fil 2, 28).»
(Juan M. Lumbreras, teólogo)
242
FASCINANTE
«Cuando decimos que Cristo nos ha seducido, cabe preguntarse qué Cristo y de qué seducción se trata»
(J.C.R. García Paredes)
«Ante la figura de Jesús lo primero que se experimenta es desconcierto. ¿Quién podría pensar que en este hombre se
encierra el mayor secreto de la historia? ¿Que él no es simplemente aquel que aparece, sino el mismo Hijo de Dios? En
Jesús no aparece la fuerza, el poder de la divinidad. Se anonadó. Se hizo uno de tantos. Pero sí aparecen los signos, los
símbolos, la liminidad. Jesús es un hombre que tiene la seducción de un umbral abierto a lo nunca visto, al Invisible, a
lo nunca experimentado, al Intocable. De Jesús se ha dicho que era un maestro de los símbolos. Y así fue en realidad.
Con sus parábolas, con sus milagros, con su forma de ser y actuar, producía desconcierto, atracción, intriga. El poder
real de Jesús era nulo. No tenía poder económico, ni político, ni religioso. Su poder se ejercía en el mundo de los
símbolos. En ese gran símbolo que era el Reino de Dios. Jesús sabía sembrar ilusiones. Enseñaba a descubrir en la
realidad la realidad verdadera.
Jesús sabía utilizar perfectamente la estrategia del desplazamiento. Juan presenta a las muchedumbres y también a
pequeños grupos y aun personas individuales en actitud de búsqueda de Jesús, desplazándose hasta donde él estaba.
Jesús desplazaba a la gente. A algunas personas incluso les dirigía una llamada a hacer ese desplazamiento definitivo y
materializarlo en una forma de vida: «¡Ven y sígueme!». Llama la atención que la seducción de Jesús llegara a extremos
de fascinar a varones y mujeres. Y no sólo fascinar, sino hacer que rompieran con aquello que sería un modo honorable
de vida, para vivir en itinerancia «profética», como gente desocupada y anárquica. Con Jesús hasta la estructura familiar
peligraba hasta límites intolerables.
Jesús no explicaba el porqué de su llamada. Los discípulos y discípulas se sentían ante Él sorprendidos, en espera de su
próxima genialidad. Jesús era imprevisible. Atraía y distraía. Creaba en sus discípulos y discípulas una situación de
expectativa, de creatividad. Cuando se habla de la transfiguración de Jesús, dentro del contexto de un Jesús en figura
normal, se vuelve al elemento seductor. Creaba en los suyos y suyas la idea de que a Jesús no se le veía como realmente
era. Esto hacía que fuera normal tener puestos los ojos en Él. «Quien me ve a mí, Felipe, ve al Padre». En Jesús emergía
la fascinación, la seducción de la Belleza, el Todo en el fragmento humano. (...)
Jesús fue un hombre fascinado por la belleza del reino de Dios y del Dios del reino. Esa fascinación lo potenció, lo
colmó de tal vitalidad que, inspirado, hizo de su vida un símbolo profetice de lo que esperaba en plenitud. El cuerpo de
Jesús quedó influido por la belleza del reino, fascinado por ella y, preparado así por el Espíritu, para ser lugar de
encuentro, cuerpo de reino.
Jesús no atemorizó a nadie. Sus relaciones con las personas eran abiertas, veraces; era posible hacer amistad con Jesús,
una amistad profunda. Jesús vivió una forma de fraternidad que atraía a hombres y a mujeres por su propia
fascinación.»
(José Cristo Rey García Paredes, teólogo claretiano)
243
SIMPÁTICO
«Contra la imposición a cada jornada de un tributo de rutinas y obligaciones -como imponían tributos de menta y ruda-,
Cristo predicó la inmensa] importancia de vivir enteramente para el momento»
(Osear Wilde)
«Su moral es toda simpatía; justamente lo que debe ser la moral. Si sus únicas palabras hubiesen sido: «Sus pecados le
son perdonados porque amó mucho», valdría la pena haber muerto después de pronunciarlas. Su justicia es toda poesía;
precisamente lo que debe ser la justicia. El mendigo va al cielo porque fue desdichado. No puedo concebir mayor razón
para enviarlo allí. Los hombres que durante una hora trabajan en la viña bajo el frescor del anochecer reciben el mismo
salario que quienes se afanaron el día entero bajo el ardiente sol. ¿Por qué no? Probablemente ninguno merecía nada.
Quizás eran distintos. Cristo se mostraba impaciente con los sistemas mecánicos y sin vida que tratan como objetos a
las personas, y por tanto tratan igual a todos. Como si alguien o algo fuera idéntico a otra cosa en todo el mundo. Para él
no existían reglas, sino excepciones.
Esto que es la clave del arte romántico fue para él la base justa de la vida real. No vio ninguna otra base. Y cuando
llevaron a su presencia a una mujer sorprendida en adulterio y le mostraron que la ley mandaba apedrear a las adúlteras
y le preguntaron qué hacer, Jesús escribió en la tierra con el dedo, como si no hubiera oído. Al ser apremiado levantó la
cabeza y dijo: «Aquel de vosotros que esté limpio de pecado, que arroje contra ella la primera piedra». Valdría la pena
haber vivido sólo para haber dicho estas palabras.
Como todas las naturalezas poéticas, Cristo amaba a los ignorantes. Sabía que el alma de quien ignora dispone de sitio
para una gran idea. Pero era incapaz de soportar a los imbéciles, sobre todo a aquellos que se volvieron imbéciles
gracias a la instrucción: gente llena de opiniones que no entiende, tipo característicamente moderno, pero que Cristo se
anticipó a describir como el hombre que posee la llave de la ciencia pero, incapaz de usarla, impide a los demás que la
empleen, aunque pueda estar hecha para abrir la puerta del Reino de los Cielos.
Libró la más importante de sus guerras contra los fariseos.(...) El filisteísmo era la nota dominante de la época y el
medio en que él vivió. (...) Los judíos de Jerusalén eran en tiempos de Cristo el equivalente exacto del fariseísmo
británico de los nuestros. Cristo escarneció los «sepulcros blanqueados» de la respetabilidad y acuñó la frase para
siempre. Trató el éxito material como algo por completo despreciable. No vio en él absolutamente nada. Juzgó la
riqueza un estorbo para el hombre. No quiso oír hablar de la vida sacrificada a ningún sistema de pensamiento o de
moral. Dijo que fórmulas y ceremonias estaban hechas para el hombre, no el hombre para las ceremonias y las
fórmulas. Consideró la observancia rígida y supersticiosa del sábado como una de las cosas que debían ser anuladas. La
gélida filantropía, las caridades ostentosas, los aburridos formalismos tan apreciados por la clase media fueron
expuestos por Él con absoluto e implacable desdén.(...) Cristo nos enseña por medio de una leve advertencia que cada
momento debe ser bello, y el alma debe estar siempre dispuesta para la llegada de su Esposo, siempre esperando la
llegada de su Amante.»
(Osear Wilde, escritor inglés)
244
JEFE
«Mi único Führer es Jesucristo»
(Bernhard Lichtenberg, sacerdote alemán muerto en Dachau, beatificado por Juan Pablo II en 1996)
«De los Evangelios concluimos que Jesús se propuso constituir el nuevo Israel bajo su caudillaje: llamó a los primeros
miembros, los admitió en la nueva «alianza» y promulgó su nueva Ley. Tal era su misión. Si bien no estaba de acuerdo
con todas las ideas contemporáneas de lo que había de hacer el Mesías, no se disponía de otro término más apropiado
para expresar dicha misión. Él no la podía negar; no podía negar la autoridad que ésta implicaba; por consiguiente, si se
planteaba la cuestión, no podía rechazar sin más el título de «Mesías». Jesús se hallaba entre la espada y la pared y
prefirió que el título no se usara públicamente, hasta que al fin no hubo escapatoria.
En la mentalidad popular, el mesianismo estaba asociado con el papel político y militar del «Hijo de David». Ni por
asomo deseaba Jesús desempeñar este papel. Cualquier insinuación que hubiera hecho de obrar así habría sido un
impedimento para su verdadera obra y un peligro para su causa. La llamada a su pueblo debía apoyarse en algo distinto
de una discutible pretensión de mesianismo.
Sin embargo, un título que él no negaría a fin de salvar su vida no pudo carecer de significado para él. Ciertamente,
Jesús era Mesías, pero en el sentido que él daba al término. Así, pues, debemos formular de otra manera la cuestión y
preguntar no si Jesús pretendió ser el Mesías, sino «¿qué clase de Mesías entendía ser?». No sería el Mesías de la
expectación popular. ¿Cuál, pues? (...)
El Antiguo Testamento sabía de otro personaje, apenas menos significativo que el Mesías mismo, cuyo papel era
esencialmente el de un inocente que tenía que sufrir. Esta figura aparece especialmente en algunos pasajes de la última
parte del Libro de Isaías, bajo la forma del «siervo de Dios». Para resumirlo brevemente: se trata de alguien que recibió
y aceptó la llamada de Dios y se consagró en cuerpo y alma a su servicio, dando testimonio de la verdad de Dios,
soportando muchos sufrimientos y dando al fin su vida por los otros. Cuando la Iglesia primitiva abordó el problema
planteado por la vida extraordinaria y el trágico destino de su fundador, buscó la explicación en dichos pasajes de Isaías
que hablan de una vida de servicio y de una muerte de mártir. (...)
Y si la misión del siervo definía la obra a que se consagró Jesús, el destino del siervo, cuya vida «fue ofrecida en
sacrificio por el pecado» y que «llevó sobre sí los pecados de muchos», señalaba el destino que le esperaba: «El Hijo
del hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar la vida en rescate por muchos». Hay razones para creer que Jesús
mismo atrajo primeramente la atención de los discípulos hacía la figura del siervo. Lo hizo porque ellos, reflexionando
sobre esto, podían ser llevados a formarse una idea más exacta de lo que significaba el «Mesías» (...)
La fusión de las dos figuras ideales del Mesías y del Siervo de Dios en la persona histórica de Jesús está representada
dramáticamente en la escena que en todos los Evangelios precede como preámbulo al relato de su vida pública (...) Y
una voz del cielo dijo: «Tú eres mi hijo amado; en ti me he complacido.»
(C.H. Dodd, en El fundador del cristianismo)
245
UNGIDO
«Los que buscan un Mesías brillante y triunfal, quédense atrás. Los que optan por un Mesías pobre, humilde y
crucificado, vengan conmigo»
(Ignacio Larrañaga)
«Cuando Mateo dice que «Jesús fue conducido al desierto por el Espíritu para ser tentado» (Mt 4, 1), este «ser tentado»
significa: fue conducido para clarificar su mesianismo y, como consecuencia, para rechazar la concepción triunfalista y
asumir plena y definitivamente su destino de Siervo Doliente y Pobre de Dios, según la indicación que se le diera en el
Jordán.
Es difícil para nosotros medir, en su exacta dimensión, la obsesión mesiánica que se vivía en los días de Jesús. Se
levantaba una piedra, y aparecía el Mesías. Tocaban a la puerta, y era el Mesías quien llamaba. Alguien elevaba la voz
en el mercado con un cierto acento carismático, y el pueblo estaba siempre dispuesto a levantarlo en andas para ungirlo
con el ungüento mesiánico. En este contexto, el mesianismo político ambiental fue para Jesús su tentación a lo largo y
ancho de su aventura apostólica. Del núcleo histórico de los relatos sobre las tentaciones del desierto se desprende esta
conclusión: Jesús consideró la concepción zelota, es decir, política del Mesías como su tentación particular,
entendiéndose por política todos los mecanismos de poder y eficacia frente a un Mesías pobre y silenciado. (...)
Hubo «otra ocasión» en que la tentación regresó, aunque en circunstancias y modo bien diferentes. Jesús, seguido de
una gran multitud, subió al Monte. Al ver a tanta gente, el Maestro le preguntó a Felipe: «¿Cómo podremos alimentar a
tanta gente?» De todas maneras, hicieron que el pueblo se sentara sobre el pasto de las laderas del monte; eran como
unos cinco mil hombres; se les repartió el pan de que disponían; se saciaron, y todavía sobraron doce cestos. El pueblo,
que tenía al Mesías a flor de piel, que lo descubría en cada vuelta de esquina, quedó deslumbrado por la potencia
prodigiosa del Pobre de Nazaret. Comenzó a correr el rumor, entre la gente, de que éste podría ser el Enviado. Bastó
que alguien con más audacia tomara la iniciativa y lanzara el grito: «¡Vamos a coronarlo rey!», para que la masa,
siempre irreflexiva e impetuosa, se lanzara detrás de Jesús con intención de proclamarlo como Mesías Rey. Juan nos
entrega este testimonio tremendamente explícito y significativo: «Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a
tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, huyó de nuevo él solo al monte» (Jn 6, 15). Otra vez: retírate, Satanás.
De nuevo regresó el Tentador, y esta vez para la ocasión suprema, para la hora mesiánica, en que se llevaría a término y
a cabalidad la función doliente y sustitutoria del Mesías Siervo, el Pobre de Nazaret (Le 22, 35-38) (...) Fue la última, la
suprema tentación: echarse atrás en la Hora exacta. Pero el Pobre de Nazaret no se echó atrás; derrotó también a la
última tentación: «¡Vuelve tu espada a la vaina!» (Mt 26, 52).
Hemos citado aquí tantos textos evangélicos para poner en evidencia que no fue tan fácil para Jesús ser de verdad el
Pobre de Nazaret; y para comprobar de qué manera su función mesiánica en la línea del Servidor Doliente de Yahvé
estuvo constantemente torpedeada, amenazada y seducida por otro mesianismo humanamente más gratificante.»
(Ignacio Larrañaga, en El Pobre de Nazaret)
246
AUTÓNOMO
«Jesús, en cada una de sus palabras y en cada uno de sus actos, no se encuentra nunca donde le esperamos. Jamás obra
rutinariamente ni revoltosamente, sino como a golpe de invenciones que cada vez nos sorprenden como si se tratase de
un poema que desarmase nuestras lógicas costumbres»
(Roger Garaudy)
«Es curioso cómo en cristología ha predominado la figura de Jesús obediente, totalmente sumiso, y la reflexión prolija
acerca de su docilidad y sometimiento al Padre. ¿Por qué no se subrayó con la misma insistencia lo que en Él es tan
evidente como característico, su extraordinario espíritu de libertad?
Es necesario, es urgente recordar su conciencia mesiánica, su íntima autonomía, su conducta profundamente
anticonvencional, sus repetidas afirmaciones de que el hombre no es para el sábado sino el sábado para el hombre,
aquella obsesión suya por la sinceridad y su repudio hacia cualquier forma de hipocresía, la libertad olímpica de que
hizo gala frente a toda presión social, frente a su propia familia, frente al poder político romano, sin ceder tampoco a la
coacción de los nacionalistas fanáticos. Hay una frase de un doctor de la ley que viene a ser su mejor elogio: «Sabemos
que no te importa de nadie» (Mt 22, 16).
Es necesario, es urgente recordar su movilidad sin trabas, su distancia y superioridad, sobriedad y espontaneidad, su
oración personal, su manera de hablar inconfundible, «con autoridad», en contraste con los escribas y fariseos, que se
limitaban a comentar los textos escritos.
Es necesario, es urgente recordar su desprecio hacia la letra de la ley, cómo la relativizó, cómo sustituyó la tradición de
sus mayores por su propia inspiración, las obras por la fe; cómo apeló a la razón y a lo razonable, o cómo alabó la vida
descuidada y confiada de los pájaros, la reciprocidad en que vivía con ladrones y prostitutas, su radicalismo y a la vez
su comprensión hacia toda clase de flaquezas, su admirable desapego frente al éxito y el fracaso.
¿Cómo y dónde clasificar a aquel hombre que no se afilió a ningún partido, a ninguna escuela, más moral que todos los
moralistas y más libre de prejuicios que todos los librepensadores, más accesible que un amante, más distante que un
emperador? Su obediencia al Padre fue perfecta, desde luego: consistió precisamente en la aceptación perfecta de su
libertad.»
(José María Cabodevilla, escritor)
«La mayoría de los exegetas protestantes y católicos admiten hoy en día que Jesús apenas se atribuyó los tradicionales
títulos honoríficos y que no se designó como Mesías (Cristo) ni como Hijo del hombre, Hijo de David, Hijo de Dios, o
Siervo de Yahvé, aparte de que la comprensión de estos títulos por parte de los primeros oyentes nunca había contenido
lo que más tarde se designó como «filiación divina metafísica».
Por esta razón, la amargas polémicas sobre la conciencia mesiánica de Jesús se quedan hoy al margen. (...) Lo peculiar
de Jesús se encuentra mucho más en la insólita libertad de Jesús ante la ley, en su entrega a los marginados, en su
despreocupación por los bienes de este mundo, libertad que lo llevó por último a la cruz.»
(Walter Kasper, teólogo alemán)
247
ANTICONVENCIONAL
¿Cómo es la libertad de Jesús? ¿Ante qué realidades vive y expresa Jesús si libertad? Jesús extrae su libertad del
mensaje del reino de Dios que él incorpora a su vida» (J.R. Guerrero).
«El mundo de las relaciones de Jesús -que es lo que va configurando a la persona-no constituye para él una madeja de
lazos y nudos paralizantes, sino una fuente de vínculos liberadores. Él vivió los vínculos del parentesco, de la patria, de
la sociedad y di la religión, pero eliminó de tales realidades todo lo que fija y aliena al hombre.
a) Si la familia es un obstáculo a su realización personal y al desempeño de su misión (Me 3, 21), se declara libre de una
ataduras familiares enfermizas y ensancha e. horizonte de su fraternidad: «Y señalando con la mano a sus discípulos
dijo: -Aquí están mi madre y mis hermanos. Porque el que cumple la voluntad de mi Padre del cielo ése es hermano mío
y hermana y madre» (Mt 12, 49ss). b) Si la sociedad margina a unos hombres como malditos, transgresores, amorales o
descreídos, Jesús inicia y consolida con ellos un trato provocadoramente libre. La «base» con la que cuenta, de la que
parte y con la que convive no es la de los hombres de su misma religión, sino que la formar aquellos que los hombres
religiosos etiquetan como «malditos» (Jn 7, 49): ladrones reconocidos y descreídos (Mt 9, 12 y Le 5, 31), prostitutas (Le
7, 36-50), leprosos (Mt 8, 1-4), enfermos y endemoniados (Mt 8, 16 y 9, 20), fanáticos y terroristas (Mt 10, 1-4). Este
mundo constituye el hampa de sus relaciones. ¿Por qué? Él no mide a la gente por su estamento social (por «lo que la
gente sea»: Mt 22, 16), más aún, es duro con los grupos dominantes porque imponen a los hombres sus yugos y leyes y
a Dios sus reglas y conveniencias sociales, con lo cual se verán obligados a auto crearse enemigos: todo el que presenta
alternativas peligrosas debe ser eliminado. Por el contrario, en los débiles y marginados Jesús descubre unas actitudes
nuevas y auténticas: desde su debilidad éstos no imponen a los demás ni su verdad ni su justicia ni sus leyes, ni imponen
tampoco a Dios su culto, sus ritos y sus preceptos. Son «liberales» porque no se consideran depositarios de verdad
alguna. Además, Jesús sabe que los hombres que se sienten proscritos y marginados no son autosuficientes, sino que,
por el contrario, acogen a aquellos que se curvan e inclinan ante ellos para erguirse entrelazados e iniciar así juntos un
nuevo camino, c) Si la ley se convierte en fuente y ocasión de privilegios y estructuras paralizantes, Jesús la relativiza y
ridiculiza hasta extremos insospechados. Ante las acusaciones de los fariseos de no observar la ley santa judía (Mt 7, 1-
23 y 12, 1-8; Mc 2, 18 y 3, 16; Lc 11, 37-54), Jesús les echa en cara su hipocresía: (...) abruman a la gente con norma
tras norma, mientras ellos ni las rozan; es el propio corazón lo que decide sobre la bondad o maldad de los actos y no el
hacer esto o el omitir aquello.
Pero en el fondo de la cuestión entre Jesús y los «otros» hay una distinta valoración del hombre: para Jesús todas las
cosas están al servicio del hombre y son su realización; el hombre no está al servicio de la ley, los ritos, el templo, etc,
sino que estas realidades son válidas en la medida que ayudan al hombre a ser él mismo y le proyectan a la consecución
de su destino y de su felicidad.»
(José Ramón Guerrero)
248
HUMILDE
«Él, a pesar de su condición divina, no quiso hacer ostentación de ser igual a Dios. Se despojó de su grandeza, tomó la
condición de esclavo, se hizo semejante a los hombres y, apareciendo como un hombre cualquiera, se humilló a
si mismo»
(Pablo de Tarso)
«Jesús quiso nacer en una gruta de ganado en Belén y, de los treinta y tres años de su vida, pasó treinta oculto y
escondido en un pueblecito. Allí se ganó el pan trabajando con sus manos encallecidas como un simple carpintero,
haciendo o arreglando arados, yugos, puertas y ventanas. En su presencia nada se traslucía de su divinidad. Nadie notó
nada especial. Jesús era, para los nazarenos, «el carpintero», «el hijo del carpintero» y «de María» (...) Era uno de tantos
en aquel grupo humano del que se dudaba «que pudiera salir algo bueno» (Jn 1, 46).
Al comienzo de su vida pública, se presentó humildemente a Juan el Bautista como un pecador más y después fue
llevado por el Espíritu al desierto, donde le tentó Satanás. Rehusó el camino que le proponía de riquezas, triunfos, poder
y gloria, y se abrazó con el de la pobreza, la humillación, el servicio, la cruz y el fracaso. Su misión pública se
desarrolló preferentemente en Galilea, despreciada por los de la capital, Jerusalén. Allí enseñó y convivió con el pueblo
sencillo, gente ruda y analfabeta, labradores, pastores, pescadores, pequeños comerciantes y artesanos, y los marginados
de aquella sociedad: los pobres, los pecadores, las mujeres y los niños. Cuando eligió a sus doce discípulos, no llamó a
sacerdotes, doctores de la Ley o gente de prestigio social, sino a individuos del pueblo, pescadores, «personas sin
instrucción ni cultura» (Hch 4, 13).
Cuando curaba milagrosamente, siempre exigía el secreto a los que, agraciados, le proclamaban el Mesías esperado, y
para denominarse eligió el nombre menos aparente: el Hijo del hombre.
Fue insultado repetidas veces y todo lo sobrellevó con humildad, mansedumbre y silencio. Le tenían por un «comilón y
borracho, amigo de prostitutas y pecadores» (Mt 11, 19), le llamaban «samaritano» (Jn 8, 48), sus parientes decían que
estaba loco (Mt 3, 21) y muchos, «que había perdido el juicio» (Jn 10, 20), que era «un embaucador» (Mt 27, 63), «que
estaba poseído por Belzebú», «que tenía un demonio» (Jn 8, 48; 10, 20), que era «un alborotador» (Le 23, 2) y «un
blasfemo» (Me 14, 64). 91, que nos dijo que «no vivía preocupado por su propio honor» (Jn 8, 50), se retiró solo a la
colina cuando cayó en la cuenta de que la gente, entusiasmada, le quería aclamar y hacerlo rey (Jn,6,14). Su actitud ante
el Padre quedó plasmada en aquellas palabras: «Yo no puedo hacer nada por mi cuenta» (Jn 5, 30) y con respecto a los
hombres dijo: «Yo no he venido a ser servido sino a servir» (Mt 10, 45). Humilde obediencia y humilde servicio.
Para penetrar más en la humildad de Jesús, se ha de considerar que, sin falsear la realidad, podía haber dejado
resplandecer su divinidad a lo largo de su vida mortal. Su rostro hubiera resplandecido como el sol, sus vestidos sería
blancos como la nieve y por todos los poros de su cuerpo desbordaría su deidad (...). Bien pudo Jesús, que se propuso
como modelo de amor (Jn 13, 34-35), presentarse también como dechado de humildad: «Aprended de mí, que soy
manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29).»
(J.M. Lumbreras)
249
AUTENTICO
«La pregunta por el quién de Jesús -«tú, ¿quién eres?»- Es como un eco repetido a lo largo de los evangelios. Es la
pregunta sobre la identidad; por la identidad de un hombre que libera»
(J.R. Guerrero)
«Pero la teología abandona la pregunta por su identidad y se dedica a rastrear datos y más datos para su identificación a
fin de poder realizar su «ficha» completa. Los teólogos ya no responden a la pregunta «¿quién es éste?», sino que
buscan saber «qué es éste» (su esencia) y «cómo es éste» (su composición).
No interesa tanto determinar la naturaleza de Jesucristo cuanto descubrir lo que él es, hace y significa para la liberación
de los hombres; únicamente desde la perspectiva de lo que él hace, tiene sentido preguntarse por lo que él es, y éste es el
camino que han recorrido los apóstoles y los creyentes de las primeras comunidades. Cuando ellos dicen que Jesús es la
palabra de Dios o es vida o el hijo de Dios, no intentan determinar su naturaleza, sino realmente lo que es para el mundo
y los hombres: el desvelador del proyecto de Dios para con el hombre, el dispensador de una nueva vida y el glorificado
por su actitud y comportamiento con los hombres.
(...) es necesario insertar a Jesucristo totalmente en la dinámica de lo creado como plenitud de la manifestación de Dios
al mundo valiéndose de la misma creación. De lo contrarío, no habría respuesta para preguntas como éstas: ¿cuál es la
contribución de Jesús a la historia de la libertad de los hombres? ¿de quién libera Jesús? ¿para qué libera? ¿es necesario
realmente Jesús para alcanzar una liberación? Las preguntas reales sobre Jesús no tratan de identificarlo, sino que tratan
de descubrir su identidad, es decir, sus actitudes y opciones ante la libertad, la verdad, la solidaridad, la esperanza, el
dolor, el poder. Si no, la fe queda sustituida por una adhesión ideológica.»
« La experiencia de la fe en Jesús nos exige descubrir:
- la vida del hombre Jesús de Nazaret, es decir, las experiencias fuertes de su vida ante las cuales tomó unas opciones
decisivas;
- el sentido que él quiso dar a su existencia en medio de la contradicción;
- dónde estuvo la autenticidad de su vida, que es como preguntar por su originalidad (el ser auténticos nos hace
originales);
- qué fue Dios para él, cómo lo experimentó y cómo lo proclamó.
Para el creyente que lo ha descubierto, Jesús es el hombre auténtico: el hombre que ha sabido dar a su persona una
especificidad propia del hombre. Es el hombre «en su punto», el hombre «cumplido», terminado; por eso es el hombre
grato a Dios. El creyente experimenta a Jesús como el prototipo del hombre:
-porque descubre en él lo que todos, desde nuestra realidad más profunda, estamos llamados a ser: Jesús es el hombre
que, fiel a su vocación de hombre, se ha entregado enteramente a los demás;
-porque por esta entrega a los demás Jesús ha cumplido plenamente el proyecto de Dios con el hombre: ser revelación
de Dios e hijo de Dios. Lo específico del hombre es su apertura al mundo, a los demás; Jesús radicalizó de tal manera
esta apertura que le abocó a una apertura total a Dios. Por eso, en Jesús, Dios encontró la posibilidad de abrirse a los
hombres. Jesús fue de tal manera el auténtico hombre que en él se transparentó Dios.»
(J.R. Guerrero)
250
PROBLEMÁTICO
«Estamos habituados a ver en Cristo a un hombre que llega sin problemas, seguro, tranquilo; queremos, por el contrario,
conocer sus ansias, crisis, tergiversaciones, luchas para realizar su programa humano y perseguir su ideal religioso»
(O. da Spinetoli)
«Los evangelistas, movidos por particulares intentos apologéticos, se preocuparon : hacer resaltar sobre todo la
grandeza de Cristo: sus altos títulos mesiánicos («hijo de David», «hijo del hombre», «siervo de Yaveh», «profeta»,
«rey de Israel», etc.), sus poderes taumatúrgicos, su heroísmo sobrehumano, su filiación divina. La tradición se detuvo
más sobre las perfecciones que sobre las limitaciones del salvador; describió más ampliamente las alabanzas de su
inteligencia (nutrida de prodigiosas capacidades cognoscitivas), de su voluntad (libre e impecable), de sus potencias
inferiores siempre y en todo sujetas a los dictámenes de la razón.
La imagen de Cristo ha sido tomada del modelo de Adán antes del pecado. Jesús tiene todos los hipotéticos dones preter
y supernaturales del estado original; además, la consumación de una elevación divina que no modifica, sino que más
bien perfecciona comparablemente al ser humano. Es un hombre-Dios; en la práctica es más Dios que hombre. Sus
operaciones, aunque sean comunes, son llamadas «teándricas», por tener siempre un vértice de atribución y,
consiguientemente, de sublimación divina. Jesús es un hombre igual a los otros porque anatómicamente tiene todas las
partes que constituyen el ser humano, pero de hecho su condición es diferente, superior, más perfecta que común,
puesto que la comunión con el Verbo viene a enriquecer, elevar y perfeccionar su estado creatural.
Una imagen hecha así no convence, ni conquista al hombre moderno, dominado por realidad y por la concreción. Él
está dispuesto a admirar en Cristo al héroe, al mártir, santo, pero antes quiere conocer hasta qué punto ha compartido su
fragilidad y debilidad, ha hallado su «comunísimo sendero», estando por ello en condición de entender a los que todavía
caminan. Estamos habituados a ver en Cristo a un hombre que llega, sin problemas, seguro, tranquilo; queremos, por el
contrario, conocer sus ansias, crisis, tergiversaciones, luchas para realizar su programa humano y perseguir su ideal
religioso.
(...) También él, como cada uno de nosotros, ha experimentado el desgaste cotidiano en todo su peso, la fatiga, el dolor,
el fracaso, el llanto; pero el drama más profundo y grave es el que tiene lugar en su inteligencia y en su voluntad. Lucha
Jesús para conocerse a sí mismo, para aclarar su vocación y los modos concretos con que actualizarla, para definir su
experiencia, para comprender la realidad divina, el plan salvífico... etc. Mientras tales dificultades llevan el riesgo de
confundir su mente, la voluntad está empeñada en vencer las resistencias que se interponen en su camino. Sólo en virtud
de una confrontación diaria con el Padre, con su palabra, llega a esclarecer y superar los obstáculos que escombran su
camino. El trabajo mismo, los choques con sus enemigos, ponen a prueba continuamente su pronta respuesta a dicho
camino. Al mismo tiempo, la renuncia familiar, la soledad que lo circunda, la victoria sobre las pasiones e instintos no
exigen menos buena voluntad y fuerza de ánimo. Éste es el Cristo vivo, real, que las fuentes evangélicas nos presentan.»
(Ortensio da Spinetoli, teólogo italiano)
251
LIBERADOR/SALVADOR
«Durante toda su actividad pública, Jesús puso el acento en una «conversión» que significaba poner las propias
opciones en sintonía con las prioridades del corazón de Dios. Para ello, pacientemente, Jesús mostró cuáles eran esas
prioridades y su lógica humanizadora. Más aún, mostró que esa sintonía con el corazón de Dios valía más que cualquier
otra pretendida actitud religiosa.»
(J.L Segundo)
«De esta manera hacía ver cómo el hombre encuentra la trascendencia que lo juzga, no escapando a un terreno religioso
o al interior del corazón, sino encontrando a Dios en el hermano necesitado, es decir, en plena historia.
No se puede decir por ello que Jesús desacralizara al hombre. Pero sí que mostraba el carácter sagrado de una historia
donde cada acción era por o contra Dios. De ahí su pretensión de lograr lo que sólo puede hacerse efectivo en la
historia: opciones que dividan efectivamente a los hombres de la manera más honda. Dios está allí en juego.
La luz de la resurrección llevó tal vez a la comunidad cristiana a poner el acento en algo diferente. Obviamente, no se
negó lo anterior. Pero quien lee los primeros discursos de Pedro encuentra un énfasis en el carácter sagrado de la
persona de Jesús y en algo que parece un atajo que, mediante elementos religiosos que unen a Jesús, conduce a la
salvación sin exigir determinadas opciones históricas.
Por de pronto, y por primera vez, el término salvación es unido a Jesús. En el discurso de Pedro ante el Sanedrín
leemos: «no hay bajo el cielo otro nombre (que el de Jesús) por el cual debamos salvarnos» (Hch 4, 12). Si «nombre»
significa «poder», se admite así que en Jesús se concentra todo el poder salvador a disposición de la humanidad. Tal
cual, esta expresión podría ser relacionada con la reproducción del conflicto profetice introducido por Jesús. Pero, una
vez más, la historia ha sucumbido al triunfo «religioso», por así decirlo, de ese mismo Jesús. Y la prueba es que, para
ponerse bajo ese poder de salvación, la orientación dada por Pedro al final de su primer discurso alude a actos
puramente religiosos. Cuando termina, los oyentes le hacen la lógica pregunta: «¿Qué debemos hacer?». Y Pedro les
contesta: «Convertios, y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de
vuestros pecados». Salir o entrar en la comunidad de salvación se vuelve así más decisivo que ninguna opción histórica.
(...) No se siente, en la invocación del nombre salvador de Jesús ese fondo histórico con sus peligros inherentes. De ahí
la inusitada facilidad que se transparenta en la invitación de Pedro a unirse a la comunidad cristiana (...)
No se pretende con las notas que preceden mostrar que la primitiva Iglesia cristiana diera una interpretación equivocada
de la experiencia maravillosamente unánime que sus primeros miembros tuvieron del triunfo que Dios le otorgó a Jesús
sobre la muerte. Sí se pretende decir que se privilegió un aspecto sobre otro, y que queda aún un largo -o, mejor, hondo-
camino que recorrer para recuperar todo el sentido presente en la historia de Jesús. Y en su misma resurrección.»
(Juan Luis Segundo, teólogo uruguayo jesuita)
252
ESPONTANEO
«Jesús transforma las miras de toda existencia. Vino a salvar el mundo no a suprimirlo. Jesús es profeta y libre para
Dios en la existencia cotidiana. Y es precisamente esa conjunción entre lo cotidiano y la libertad para Dios lo que
ofusca»
(Ch. Duquoc)
«Las cuestiones que se han planteado los antiguos teólogos a propósito del modo de vida de Cristo reflejan con
frecuencia esa desproporción entre los datos sacrales vividos o imaginados y los testimonios evangélicos.
A esto se reduce el debate, tantas veces iniciado y tantas veces decepcionante, sobre la superioridad respectiva de la
vida contemplativa o activa. En efecto, si la vida contemplativa es superior en la búsqueda de Dios, ¿por qué Jesucristo
no se retiró a la soledad, en vez de vivir en medio del mundo? Pura cuestión académica o escolar. Se trataba de una
manera «formal» de descubrir el significado de una vida evangélica en medio del mundo. Santo Tomás da como razón
de esta comunión de Jesús con la existencia ordinaria de los hombres su misión de revelador. Pero esta respuesta no
puede significar más que una vulgaridad: se necesitan oyentes para hacerse oír. Por eso es una cuestión de escuela
preguntarse por qué Cristo no ha vivido en la soledad. No se trata de inventar respuestas, sino de descubrir el
significado de las condiciones reales de la existencia de Cristo.
El que Cristo no huyese del mundo tiene un sentido para el mundo. Su palabra no podía «abstraerse» de la manera de
vivir. Si vive en medio del mundo es porque esto no constituye un obstáculo para caminar hacia Dios. En ningún sitio
demuestra Cristo que haya que acercarse a Dios huyendo de los semejantes. Ni el sacerdote ni el levita quedan
justificados en su viaje de Jerusalén a Jericó, aun cuando mientras caminaban fuesen celebrando a Dios en sus salmos.
No es el que presenta una ofrenda ante el altar el que queda justificado. En lo cotidiano es donde se vive la relación con
Dios. Jesús transforma las miras de toda existencia. Vino a salvar al mundo, no a suprimirlo. Jesús es profeta y libre
para Dios en la existencia diaria. Y es precisamente esta conjunción entre lo cotidiano y la libertad para Dios lo que
ofusca.
Sin embargo, hay en la actitud de Jesús cierto sabor de optimismo bíblico. La creación es buena, y la alegría de vivir no
constituye ninguna injuria contra Dios. Stendhal dice en cierto lugar que no le perdonaría nunca a Dios el que hubiese
envenenado un día de cada siete la vida de los hombres; pero el Dios al que acusaba era el Dios de los domingos
puritanos ingleses. El Dios de la Biblia no es un Dios de los intervalos, según expresión de Bonhöffer. Resulta
imposible encontrar en los evangelios el dolorismo y el menosprecio de las criaturas que más tarde dominaría en la
historia, con tanta afrenta para Dios. Las parábolas de Jesús dejan vislumbrar un gusto seguro, un aprecio de la
naturaleza, de la técnica, del trabajo agrícola, de las relaciones entre los hombres, del gesto. Sus reacciones ante
aquellos que le hablaban o que salían a su encuentro son el mejor testimonio de su espontaneidad, llena de
sensibilidad.»
(Christian Duquoc, teólogo francés)
253
INDEPENDIENTE
«Muchos autores no dudan en afirmar que «lo característico de Jesús es su extraordinaria libertad». Esta característica
hay que referirla no sólo a su actitud y comportamiento personal, sino también como el rasgo fundamental del mensaje
que predica»
(J.R. Guerrero)
«Durante muchos siglos, los tratados de cristología han considerado la obediencia de Jesús a Dios como la actitud que
fundamentalmente lo define; hoy, por el contrario cobra importancia la libertad de Jesús como tema central de la
cristología, desde la cual se explican otra serie de fenómenos como su obediencia y sumisión, su identificación con la
voluntad de Dios, su pretensión de una autoridad especial, etc.»
«1. Jesús sintió la necesidad de vivir libre de toda ansiedad, angustia y necesidad que impiden que en el ser humano se
nuclee la propia personalidad; el hombre ansioso y angustiado es un hombre acosado que termina enquistado en su
propio egoísmo. Jesús exige al hombre una mirada constante hacia horizontes amplios. «No les cojáis miedo a los que
matan el cuerpo... No andéis agobiados por la vida... ni por el cuerpo... No estéis con el alma en un hilo...
Tranquilizaos...Tened el delantal puesto y encendidos lo¡ candiles» (Le 12, 4.22.29.35). La libertad exige una constante
renuncia a detentar poderes que terminan esclavizando al hombre y lo aíslan de su entorno.
2. Jesús no se libera simplemente de la ley, sino que su libertad tiene como fin si disponibilidad con respecto al hombre
y su posibilidad de entrega a los demás. El que llama a los hombres a una existencia libre y es libre de sí mismo y de los
demás enseñe que la grandeza de la libertad estriba en el servicio: el que quiera subir ha de hacerse servidor, y el que
quiera ser el primero, esclavo de todos (Me 10, 43-44). Hemos viste cómo la libertad de Jesús es comienzo de unas
mayores exigencias, porque él no la hace consistir en un simple desvincularse de unas normas, sino que es un
acondicionamiento de su persona para alcanzar cotas más elevadas y en consonancia con su ser de hombre
3. Jesús no promulga una nueva ley que sustituya a otra ya caduca; no hay reemplazo de una ley por otra, sino de un
hombre por otro. Como acertadamente afirma J.I. González Faus, «ya no norma el hacer (o el deber) de la persona, sino
su ser mismo... ya no habla de hacer, sino de ser». Las antítesis terminan con una llamada de Jesús al hombre a que
configure su ser de acuerdo con el ser de aquel a cuya imagen ha sido creado «Por consiguiente, sed buenos del todo,
como es bueno vuestro Padre del cielo» (Mt 5,48)
4. Jesús propone una utopía al hombre: su identificación con la bondad de Dios. Pero para él amar no puede constituir el
objeto de un deber, sino la única realidad que configura adecuadamente el ser del hombre, y esto sobrepasa al deber,
porque no se alcanza con esfuerzo humano ni con la confianza en sí mismo. Jesús rechaza la pregunta de duda y
desconfianza acerca de la posibilidad del cumplimiento de sus exigencias. La verdad en las palabras, la mirada limpia,
el amor a los enemigos... son posibles porque sor donación ilimitada e incondicional de Dios; si bien la gratuidad no se
opone al empeñe y el esfuerzo, al contrario, el don es tarea, exigencia y renuncia.»
(José Ramón Guerrero, teólogo,
254
AGRACIADO
«Jesús era la gracia de Dios al hombre. Esa gracia resplandecía sobre su rostro. La «gracia» significa benevolencia,
belleza y amabilidad... Jesús es el «lugar de la creación» en que lo verdadero y lo bueno aparecen en el esplendor de su
gloria, se hacen hermosos»
(Ladislaus Boros)
«En los sinópticos uno se encuentra con un Jesús que comía y dormía, ayudaba a los enfermos y bendecía a los niños;
un hombre que se cansaba y tenía necesidad de descansar; que se regocijaba en la proximidad de Dios y cuyo corazón
estaba lleno por completo de la voluntad del Padre; que se compadecía del hombre hasta el punto de derramar lágrimas
sentidas; que era seguido por las gentes porque notaban cómo se conmovía por su desamparo; que invitaba a los
cansados y los oprimidos; que sentía una ternura por todo lo que alienta y vive; que enseñaba la verdad de una forma
viva sin disimulos ni sentimentalismos; que nunca miró la apariencia de las personas; que no planeaba de antemano su
vida, sino que se dejaba captar por lo sorprendente; que sabía ;esperar largo tiempo a que un corazón humano se le
abriese; que podía ser tan insignificante, normal y corriente que los hombres no advertían de inmediato que era el Hijo
le Dios; elegía para amigos suyos a gentes vulgares; respetaba de un modo paciente y ;connatural las situaciones dadas
de la vida, y por ello se mostró obediente a la autoridad política y a las instituciones religiosas de su pueblo, aun
teniendo la conciencia clara de que no estaba obligado a nada de ello.
En los sinópticos encontramos a quien aceptaba las cosas como eran de una manera pasmosa, sin intentar impedirlas por
medios externos; pero que a la vez sabía dejar traslucir lo absolutamente extraordinario en esa vida «habitual»: el Señor,
en cuyo rostro brillaba la santidad. En ese hombre Jesús imperaba lo divino, a la vez que suavizaba su poder trocándolo
en gracia y bondad. Algo inesperado se ha cumplido aquí: la amistad de Dios con todas las criaturas.
Finalmente, fue un hombre entre nosotros que pudo exclamar: «Venid a mí, todos los que estáis rendidos y agobiados
por el trabajo, que yo os daré descanso». Siempre atendió a nuestras necesidades: la necesidad de la viuda de Naím, la
necesidad de una mujer enferma que sólo se atrevió a tocar la orla de su túnica; la necesidad del apóstol Pedro que le
negó y al que con una simple mirada pudo otorgarle el arrepentimiento y el perdón. Jesús fue un hombre que, por no
tener nada que ocultar, pudo decir a todos la verdad. Un hombre que supo mostrarse ante los hombres con una
simplicidad luminosa y que a través de su existencia puso en movimiento los corazones.
Conocer esa amistad de Jesús hacia los hombres fue y sigue siendo uno de los objetivos capitales de la reflexión
cristiana. Con la representación paciente y completa el cristiano intenta aproximarse a los acontecimientos de la vida de
Jesús, penetra en le motivos de la actuación y predicación de Jesús, relacionando con ellos sus propios motivos; se
siente tocado interiormente y experimenta una alegría y pertenencia amorosa. Lentamente, la realidad de Jesús empieza
a iluminar la existencia del cristiano. Y se deja que la normativa interior de la vida de Jesús actúe en su propia situación
mundana. Y se convierte en afirmador de la vida, protector de los oprimidos y amigo de los atribulados.
(Ladislaus Boros, teólogo)
255
SENSIBLE
«El Jesús de los evangelios no parece coincidir con el de la apatheia estoica: llora, tiene hambre, canta la belleza, se
enfada ante la hipocresía y experimenta sacudidas y estremecimientos profundos. Pero una respuesta concreta y
completa al problema de la sensibilidad de Jesús no es posible»
(J.I. González Faus)
«El principio teológico de respuesta ya lo hemos citado: en todo semejante a nosotros menos en el pecado: «sin que le
falte nada de lo que pertenece al ser humano, excepción hecha del pecado, el cual, por lo demás, no es inherente a la
naturaleza humana», escribe Máximo el Confesor.
Pero para concretar este principio teológico habría que completarlo con otro antropológico para el cual no tenemos en
realidad una respuesta inmutable y siempre válida: ¿dónde acaba el «nosotros» y dónde empieza el «pecado»? Pues en
nosotros la experiencia del mal se da tan ligada a la experiencia más espontánea de nosotros mismos y de lo que es el
hombre que no vemos hasta qué punto es posible concebir a un Jesús plenamente hombre sin concebirlo en esa especie
de pacto con el mal o de solidaridad con el mal que experimentamos nosotros. Y esto probablemente es inevitable.
Poseemos, sin embargo, experiencias suficientes para afirmar que si bien el hombre incluye necesariamente la
existencia de tendencias y movimientos instintivos de la sensibilidad, sin embargo, no todas las tendencias y
movimientos instintivos proceden exclusivamente del hecho de ser hombre, ni aunque este hecho lo concibamos como
diversificable según temperamentos, biotipos, culturas, etc. La sensibilidad es también trabajada por la libertad de la
persona, y por eso se dan en nosotros tendencias y movimientos instintivos que no proceden del hecho de ser hombres,
sino del mal que hay en nosotros, de decisiones personales previas, de opciones radicales e historias pasadas. La
tendencia del alcohólico o del drogadicto no se da en otros hombres, y esta ausencia no la consideramos como señal de
menos humanidad, sino de una humanidad más perfecta, pues en el adicto no proceden de su humanidad sino del mal
que habita en él, de su desorden.
Tras esta reflexión podemos responder a la cuestión de este apéndice: estaban en Jesús todas aquellas tendencias,
movimientos, pasiones o alteraciones que proceden del hecho de ser hombre. No aquellas que proceden del mal que
habita en nosotros.
Determinar cuáles pertenecen al primer grupo y cuáles al segundo no es tarea de la cristología. Toca en realidad a la
antropología y es una determinación que irá cambiando conforme las antropologías cambien. Porque el hombre sigue
siendo para nosotros el gran desconocido.
Por lo demás, se trata de una cuestión secundaria: los datos evangélicos son escasos (...) Por eso hemos intentado
proceder, no a partir del dato de la divinidad de Jesús (como hacía la cristología escolar), sino a partir del dato de que
Jesús es el hombre perfecto. Lo que nos revelará su perfecta humanidad es que el pecado no es más que lo no-humano,
la destrucción del hombre. Lo que «falta», pues, en Cristo no es aquello que lo haría «más humano», sino al revés: todo
aquello que lo haría menos humano, todo lo que recorta la potenciación de su humanidad.» (José Ignacio González
Faus, teólogo español)
256
PROFETA
«Todo lo que escribí sobre Jesús era cierto. Jesús era un filósofo itinerante y un literato. Pero yo sabía claramente que
Jesús era más. Era un profeta. Y eso era difícil de explicar a extranjeros»
(Gerd Theissen)
El autor de «La sombra del Galilea» pone en labios de Andrés, un joven judío contemporáneo de Jesús, unos informes
solicitados por Piloto para conocer el alcance político del nuevo movimiento.
(R. A.)
«Ellos se imaginaban que un profeta era una persona que vaticinaba el futuro. Profetas así los han tenido también otros
pueblos. Pero nuestros profetas fueron algo singularísimo. ¿En qué pueblo hubo profetas que amenazaran al propio
pueblo con la destrucción? ¿Qué pueblo creía en un solo Dios, junto al cual no había otro ninguno? ¡La singularidad de
nuestros profetas estaba íntimamente relacionada con la singularidad y el carácter único de nuestro Dios! ¡Para nosotros
no había más que un solo Dios verdadero! Sobre esto debía reflexionar constantemente. Tal vez estuviera ahí la clave
para comprender a Jesús.
En todas partes del mundo se imponen los fuertes. Pero nuestro Dios escogió lo débil: Ayudó a esclavos fugitivos de
Egipto y los convirtió en su propio pueblo. Estuvo al lado de los prisioneros de guerra deportados a Babilonia. La
conversión a este Dios significa conversión a los pobres y los débiles. Y por este motivo, los fuertes y los dominadores
se sienten amenazados por nuestro Dios y nos aborrecen.
Aunque yo consiguiera explicar claramente a Metilio que Jesús era un profeta de ese Dios, ¿no rechazaría entonces a
Jesús con mucha más razón? ¿No aprendería, leyendo nuestras Escrituras, que los profetas han intervenido sin cesar en
la política? ¿No se daría cuenta de que, si Jesús era un profeta, entonces sería peligroso para los políticos?
¿Qué hicieron, pues, los profetas? Impulsaron a nuestro pueblo a reconocer al único Dios verdadero y nos movieron a
cambiar de conducta. Lo hicieron lo mismo que se educa a los niños mediante amenaza de castigos y mediante
promesas. En esta tarea fueron crudos e inexorables.
También Jesús amenazaba con que sobre este mundo vendría un castigo. Un «Hombre» misterioso juzgaría a todos los
hombres. Este juicio caería sobre el mundo de manera repentina e imprevisible: no sólo sobre los malvados y los
bribones, sino también sobre el mundo que hacía su vida normal (...)
El juicio tenía que causar profunda inquietud. Cada persona debía preguntarse: ¿Que haré yo? ¿Cómo saldré bien?
Según Jesús, había solamente una norma para juzgar a las personas, a saber, si habían ayudado a otras personas o no. Al
fin el «Hombre» juzgaría a todos los pueblos, y no preguntaría qué religión tenía cada uno o qué filosofía profesaba o
cuál era el color de su piel. Sino que diría a los que salieran bien del juicio:
Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino... porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me vestisteis; estuve enfermo y me cuidasteis; estuve
en la cárcel y me vinisteis a ver.»
(Gerd Theisen, teólogo evangélico alemán)
257
PRODIGO
Hay tantos puntos de discrepancia entre el hijo prodigo y Jesús que no es extraño que a nadie hasta ahora se le haya
ocurrido compararlos. Pero si uno se atreve a mirar los puntos de semejanza en el esquema de la parábola, se queda
sorprendido.
(R. A.)
«Él, que no nació de raza humana, ni de deseo humano, ni de voluntad humana, sino del mismo Dios, un buen día lo
reunió todo y se marchó con su herencia y su título de Hijo. Se fue a un país remoto, a una tierra lejana.... donde se
volvió como son los seres humanos y se quedó vacío. Su propia gente no lo aceptaba y su primera cama fue ¡una cama
de paja!
Creció entre nosotros igual que una raíz en tierra árida, fue despreciado, fue el más insignificante de los hombres, ante
quien uno se tapa la cara. Muy pronto conoció el exilio, la hostilidad, la soledad...
Después de haberlo gastado todo llevando una vida de abundancia: su valía, su paz, su luz, su verdad, su vida..., todos
los tesoros del conocimiento y la sabiduría y el misterio oculto mantenido en secreto desde tiempo inmemorial; después
de haberse perdido entre los hijos de la casa de Israel; después de haber dedicado su tiempo a los enfermos (y no a los
ricos), a los pecadores (y no a los justos) , e incluso a las prostitutas a quienes prometió que entrarían en el reino de su
Padre; después de haber sido tratado como si fuera un glotón y un bebedor, amigo de los recaudadores de impuestos y
de los pecadores como un samaritano, un poseído, un blasfemo; tras haberlo entregado todo, hasta su cuerpo y su
sangre; tras haber experimentado en sí mismo el dolor, la angustia y la inquietud del alma; tras haber tocado el fondo de
la desesperación, con la que se vistió voluntariamente al sentirse abandonado por su Padre, lejos de la fuente que mana
agua de vida, gritó desde la cruz en la que estaba clavado: «Tengo sed».
Estaba tendido descansando en el polvo y la sombra de la muerte. Y allí, al tercer día, se levantó de las profundidades
del infierno al que había descendido, cargado con los pecados y tristezas de todos nosotros. Y de pie, erguido, gritó: «Sí,
me voy al Padre, a vuestro Padre, a mi Dios, a vuestro Dios». Y volvió a ascender al cielo.
Entonces, en el silencio, mirando a su Hijo y al resto de sus hijos, el Padre dijo a los sirvientes: «¡Rápido! Traed la
mejor túnica y ponédsela; ponedle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; ¡comamos y celebrémoslo! ¡Porque mis
hijos, que, como sabéis, estaban muertos, han vuelto a la vida; estaban perdidos y han vuelto a ser hallados! Mi Hijo
pródigo los ha traído de vuelta». Entonces todos empezaron a festejarlo vestidos con sus largas túnicas, lavados en la
sangre del Cordero.»
(H. Fierre Mane, fundador de la Fraternidad de Jerusalén)
258
JESÚS, SIEMPRE Y MÁS
¿PRÓDIGO?
«Considerar a Jesús como el hijo pródigo va más allá de la interpretación tradicional de la parábola. Sin embargo,
esconde un gran secreto. Poco a poco voy descubriendo lo que significa que mi condición de hijo y la condición de hijo
de Jesús son uno, que mi regreso y el regreso de Jesús son uno, que mi casa y la casa de Jesús son una»
(Henri Nouwen)
«Me estoy acercando ya al misterio de que el propio Jesús se convirtiera en hijo pródigo para nuestra salvación.
Abandonó la casa del Padre celestial, se marchó a un país lejano, dejó todo lo que tenía y volvió con su cruz a casa del
Padre. Todo lo que hizo, no como hijo rebelde, sino como hijo obediente, sirvió para llevar de nuevo a casa a todos los
hijos perdidos de Dios. El mismo Jesús que contó la historia a los que le criticaban por tratar con pecadores, vivió el
largo y doloroso camino que describe. Cuando empecé a reflexionar acerca de la parábola y el cuadro de Rembrand, no
se me ocurrió pensar que Jesús podía ser el joven exhausto con cara de bebé recién nacido. Pero ahora, después de
tantas horas de íntima contemplación, me siento bendecido por esta visión. ¿No es acaso el joven destrozado,
arrodillado ante su padre el «cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1, 29) ? ¿No es acaso él al que le hizo
pecado por nosotros, para que nosotros sintamos la fuerza salvadora de Dios (2 Co 5, 21)? ¿Acaso no es él aquel que,
«siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, al contrario, se despojó de su
grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres» (Flp 2, 6-7)? ¿No es acaso él el Hijo de Dios
sin pecado que gritó desde la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46). Jesús es el hijo
pródigo del Padre pródigo que repartió todo lo que el Padre le había confiado, para que yo pueda ser como él y vuelva
con él a la casa del Padre.
Considerar a Jesús como el hijo pródigo va más allá de la interpretación tradicional de la parábola. Sin embargo,
esconde un gran secreto. Poco a poco voy descubriendo lo que significa decir que mi condición de hijo y la condición
de hijo de Jesús son uno, que mi regreso y el regreso de Jesús son uno, que mi casa y la casa de Jesús es una. No hay
otro camino hacia Dios que no sea el camino que Jesús recorrió. Aquel que contó la parábola del hijo pródigo es la
Palabra de Dios que «se hizo carne, y habitó entre nosotros, y nosotros vimos su gloria» (Jn 1, 1-14).
Cuando miro la historia del hijo pródigo con los ojos de la fe, el «regreso» del pródigo se convierte en el regreso del
Hijo de Dios que reúne a todo el mundo en sí mismo y les conduce a la casa de su Padre celestial (Jn 12, 32) . Como
dice Pablo: «Dios tuvo a bien hacer habitar en él la plenitud y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto
las del cielo como las de la tierra.» (Co 1, 19-20). (...)
Mirando otra vez al Hijo pródigo de Rembrand, lo veo ahora de una forma distinta. Veo a Jesús volviendo a su Padre y
mi Padre, a su Dios y mi Dios.»
(Henri Nouwen, escritor holandés)
259
HERMANO
Como en el famoso cuadro de Rubens sobre el regreso del hijo pródigo, también en la predicación, la figura del
hermano mayor suele quedar en la penumbra. Pero en la intención de Jesús, al crear esta inmortal parábola, resalta la
necesidad de conversión del hijo mayor del padre prodigioso. ¿Quién será su modelo?
(R. A.)
«Para mí, el regreso del hijo mayor se está convirtiendo en algo tan importante -si no más- como el del hijo menor.
¿Cómo mirará el hijo mayor cuando esté libre de sus quejas, libre de su ira, resentimientos y celos? Porque la parábola
no nos dice nada de la respuesta del hijo mayor. Se deja a nuestra elección escuchar al Padre o seguir prisioneros de
nuestro auto rechazo.
Pero incluso si reflexiono acerca de esa elección y me hago consciente de que toda la parábola fue contada por Jesús y
pintada por Rembrand para mi propia conversión, veo claro que el mismo Jesús, que fue quien contó la historia, es el
hijo menor y también el hijo mayor. Jesús ha venido a mostrar el amor del Padre y a liberarme de mis rencores. Todo lo
que dice Jesús sobre sí mismo le revela como el Hijo Amado, el único que vive en completa comunión con el Padre. No
hay distancia, miedo o suspicacia entre Jesús y el Padre.
Las palabras del padre en la parábola: «¡Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo!» expresan la verdadera
relación de Dios Padre con Jesús, su Hijo. Jesús dice constantemente que la gloria que pertenece al Padre pertenece
también al Hijo (Jn 1, 14). Todo lo que hace el Padre lo hace también el Hijo (Jn 10, 32). No hay separación entre ellos:
«Nosotros somos uno» (Jn 17, 22); no hay división del trabajo: «El Padre ama al Hijo y ha puesto en sus manos todas
las cosas» (Jn 3, 35); no hay competencia: «Os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre» (Jn 15, 15); no hay
envidia: «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta; él hace únicamente lo que ve hacer al Padre» (Jn 5, 19). Hay una
perfecta unidad entre el Padre y el Hijo. Esta unidad está en el núcleo del mensaje de Jesús: «Debéis creerme cuando
afirmo que yo estoy en el Padre y el Padre en mí» (Jn 14, 11). Creer en Jesús significa creer que es el único enviado por
el Padre, el único en quien, y a través de quien, se revela el amor del Padre. (Jn 5, 24; 6, 40; 16,27; 17,8).
Esto lo expresó el propio Jesús en la parábola de los malos arrendatarios. El propietario del viñedo, tras haber enviado
inútilmente a varios empleados para recoger su parte de la cosecha, decide enviar a su «hijo amado». Los arredantarios
se dan cuenta de que es el heredero y lo matan para así quedarse con la herencia. Éste es el retrato de un hijo que
obedece a su padre, no como esclavo, sino como el amado, y cumple la voluntad del Padre en unión total con Él.
Así, Jesús es el Hijo mayor del Padre. Es enviado por el Padre para revelar el amor duradero de Dios hacia todos sus
hijos resentidos y para ofrecerse a sí mismo como el camino para llegar a casa.»
(Henri Nouwen, en El regreso del hijo pródigo)
260
SERVIDOR
Jesús se auto proclama continuamente «el Hijo del Hombre» profetizado por Daniel como glorioso juez al final de la
historia, pero se identifica también con «el siervo de Dios» pronosticado por Isaías como víctima solidaria por su pueblo
(R. A.)
«La autenticidad de este título -Hijo del Hombre- (frente a algunos críticos racionalistas que la ven como un añadido
atribuido a Jesús por la Iglesia primitiva) la demuestra el hecho de que desaparece totalmente de los escritos de la
Iglesia primitiva y de las mismas epístolas paulinas. Y el otro dato significativo de que, apareciendo más de ochenta
veces en el texto evangélico, ni una sola vez es usado por los amigos o enemigos de Jesús; tampoco aparece en los
comentarios hechos por los evangelistas; siempre y sólo aparece en labios del mismo Cristo. ¿Por qué razones prefirió
Jesús esta denominación? Parecen ser varias:
La primera es -según Obersteiner- su carácter encubridor. Es una frase que, a la vez, vela y revela. Llama la atención
sobre el carácter misterioso de la personalidad de Jesús, descubre su carácter mesiánico, pero no se presta a intenciones
politizadas.
A ello se añade la plenitud de contenido de la misma frase en sí: señala, por un lado, la total pertenencia de Cristo a la
raza humana y abre, por otro, pistas para juzgar su tarea mesiánica. Era —en frase de García Cordero- una expresión
ambivalente que servía a la táctica de revelación progresiva de su conciencia mesiánica. Por eso sólo ante el sanedrín, la
víspera de su muerte, descorrerá Jesús la total significación de esa frase al hablar del Hijo del Hombre que viene entre
las nubes a juzgar a los hombres (Mt 26, 29).
Además, aún matiza más Jesús el sentido de esa frase uniéndola con frecuencia a otra complementaria: la de «siervo de
Yahvé» que trazara Isaías. Efectivamente, junto a las visiones triunfalistas del Mesías que nos transmiten muchas
páginas del antiguo testamento, no podemos olvidar los capítulos 42, 49, 50, 52 y 53 de Isaías que nos ofrecen la otra
cara de la medalla.
En ellos se nos describe a un «siervo de Yahvé» que es profeta como Jeremías y rey como David, que resume en
síntesis todos los ideales de futuro, pero que los consigue a través de la muerte. En el capítulo 52 vemos a ese siervo
que, ante los ojos atónitos de las naciones, camina hacia una muerte infame, la de los criminales e indignos y marcha
como un cordero inocente destinado al matadero. Marcha solo porque, al hacerse solidario de un pueblo pecador, llega a
cargar con los pecados de todos. Y muere, no sólo «por» su pueblo, sino «en lugar» de su pueblo.
Curiosamente, esta figura del «siervo» había sido casi totalmente olvidada por la enseñanza rabínica en tiempos de
Jesús. Y, cuando se comentaban esos capítulos, era para deformar, suavizándolas, sus expresiones. Jesús, en cambio,
tendrá siempre presente esa figura en el horizonte de su vida. (...) Y, en no pocos apartados de la vida de Cristo,
abundan las alusiones a esa figura del Siervo que pintara Isaías. (...)
Así, uniendo los dos títulos de Hijo del hombre y Siervo de Yahvé, Jesús ha dibujado lo sustancial de su misión, sin
peligro de confusión alguna. Abre la puerta a su misterio, desconcierta a quienes le oyen. Ese desconcierto puede
llevarles a la verdad total.»
(José Luis Martín Descalzo, escritor y periodista)
261
JESÚS-FEDERICO
Lo más entrañable es que Jesucristo no sólo se hizo hombre, sino que se hace también los hombres, cada hombre y
mujer. (R.A.)
«Yo también digo «Es Federico», / mirando a Dios crucificado encima. / Es Federico, el de la esquina; / o bien Jesús, o
bien Manuel,... / el que saluda, el que no escapa / si lo llamamos a gritos «Federico, hombre, amigo». En el aire, de
nubes y de viento, Dios es Dios, / donde silenciosamente nos perdemos. Pero aquí, no: es ése, Federico, / el Leproso, el
Pordiosero, como éstos / que hablan conmigo en el desmonte, / que entran humildes en la taberna blanqueada / y piden
vino pobre, tinto barato, / y lloran junto a mí sin saber por qué, / como yo lo hago por tanta cosa solitaria, / por el
silencio que pesa, por las dalias / que fueron bellas y se acabañen el suelo, / por el caviar o el faisán que son ya tan
imposibles / como la última ;galaxia,
conocida y lejana.
Es Federico, el Pobre / Dios con nosotros, / el olvido que solloza / con un poco de vino o de sangre / y la cruz debajo del
brazo; / en este lunes mundial hecho / para sangrar de hombres, / cuando tú y yo estamos solos, / tan trabajados, con
tanto mundo, / cavados en la gente, / llorando de ser buenos.
José Antonio: quiero decirte «gracias». / Me has traído a Dios vestido de pana y alpargatas. / Con callos de ser triste y
enormemente nuestro; / un Hombre entren obra que le ha salido así: / como tú y como yo, / Hermanos, sucios, grises, /
soñadores, rebeldes, / locos, crucificados.
Cristo o Dios: Federico, / simplemente Federico, el Raro, / el Hambriento, el Despojado por sí mismo. / Una luz para
esta carne que pide luz, / y sabe que está muriendo en la sombra / para iluminarse de entender qué es la muerte /
aprendida a su costa y si advertencia, / muertos entre todos, / apuñalados por la vida, la vida. Dios, pero Federico;
porque ha querido ser tan Federico como otro más pequeño, /entre todos los que estamos cayéndonos rebotando,
golpeados / bajo el infinito desprecio de los siglos. / Como todos, el lento topo que está en las manos, / pues si sólo
tuviera el vuelo de los pájaros se escaparía / de los dedos.
Entre todos, traicionados, / con la corona de espinas y el pobre amor en alma viva. / cristos azuzados sobre una tristeza
hermosa, / una congoja dulce, / por saber que somos el perro que ladra, / el hombre que agoniza, / la soledad que
adora, / la esperanza que a duras penas se mantiene.(...)
Tú, yo, ése, Federico, el testigo que espera / en el rincón de penumbra, / por la hora de los pobres, / hacia el cielo
amueblado de recuerdos; / la alegría prometida al llanto/ perfumado y simple / del corazón, sobre las hojas de la vida /
que seguimos navegando, creciendo, ganándonos.
¡ Ah, no tengas nunca tentación de devolver / a Dios al cielo, definitivamente! Déjalo en medio de la calle de niebla, /
espéralo en la madrugada amarga, / camina a su lado, en su instante. / Es Federico, el Borracho de amor. / ¡Porque si no
fuera así. estaríamos / completamente sin amigo, completamente derrotados! / ¡Complemente Buenos!»
(Manuel Pínula, poeta)
262
PRO-FEMENINO
«Según todos los datos que el evangelio nos transmite, podemos deducir que Jesús, en su proceder con la mujer de cara
al reino, se salta todos los prejuicios y tabúes de la sociedad judía de su tiempo»
(Miguel Rubio)
«Desde luego, no podemos considerar a Jesús de Nazaret como un reformador radial -algo así como un pro-feminista-
que proclama los derechos inalienables de la muir en una sociedad tan fuertemente antifeminista como la suya.
Caeríamos en el anacronismo con tal consideración; nos saldríamos de la perspectiva real de la historia, proyectando
nuestros esquemas actuales sobre el pasado. El planteamiento es otro. Jesús aparece más bien como salvador que se
entrega especialmente a la liberación de los humildes, marginados y oprimidos. En este sentido, Jesús actúa con gran
libertad en todos los terrenos. También en su proceder con la mujer. El testimonio de los sinópticos nos lo presenta
introduciendo frecuentemente en sus parábolas la vida diaria de la mujer, sus alegrías y preocupaciones. Si bien a veces
se atiene a la normativa social reinante verbigracia: no se acerca a la cama de la hija de Jairo sin testigos-, quebranta sin
reparo la rigidez judía, que encorseta el status de la mujer y desafía todas las prohibiciones legales para hacer llegar el
mensaje del Reino hasta ella. En oposición con las prescripciones rabínicas se nos muestra a Jesús tocando la mano de
la suegra de Pedro; no rechaza a la hemorroisa; provoca un encuentro cara a cara y a solas con la samaritana, lo que
ocasiona la extrañeza hasta de sus mismos discípulos; trata con familiaridad a las hermanas Marta y María; enseña a una
mujer; llama a otra «hija de Abrahán», a la que además cura y defiende. La defensa y ayuda de mujeres en diversas
situaciones viene atestiguada por repetidos textos. Por una de ellas quebranta el sábado. No se opone a que le toque una
mujer impura. Desconcierta a los fariseos con su actitud comprensiva ante la mujer adúltera o hacia la prostituta
arrepentida. Acepta la compañía itinerante de algunas mujeres, que le siguen en el dolor y en la glorificación.
Según todos los datos que el Evangelio nos transmite, podemos deducir que Jesús, en su proceder con la mujer de cara
al Reino, se salta todos los prejuicios y tabúes de la sociedad judía de su tiempo. En ningún pasaje encontramos en sus
labios o en su comportamiento nada que pueda insinuar en él algo de menosprecio antifeminista propio de su ambiente;
al contrario, podemos percibir su respeto por ellas, su solicitud por este grupo marginado al que toma absolutamente en
serio, su ruptura de fronteras sociales, éticas o religiosas que pesaban sobre la mujer. Sin pretender hacer de Jesús un
revolucionario pro feminista de su tiempo, podemos no obstante formular su comportamiento global respecto a la mujer
afirmando que el reconocimiento de su dignidad constituía el horizonte espontáneo del pensamiento y de los
sentimientos del Maestro, que la superación de prejuicios antifeministas y el proyecto de la liberación del status de la
mujer encuadran perfectamente en su mensaje del Reino.
(...) Si la actitud de Jesús hacia la mujer refleja tanta novedad liberadora, no es pensable que precisamente su madre
quedara fuera de la misma.» (Miguel Rubio, monólogo español)
263
FEMINISTA
«Sin pretender hacer de Jesús un revolucionario pro-feminista de su tiempo, podemos no obstante formular su
comportamiento global respecto de la mujer afirmando que la superación de prejuicios antifeministas y el proyecto de la
liberación del status de la mujer encuadran perfectamente en su
mensaje del reino»
(Miguel Rubio, mariólogo)
«Es lógico que, tras tantos escándalos, se llegue al más radical de todos, a saber, la impugnación de los mismos papeles
históricos en que los hombres han tenido siempre a las mujeres. Un fragmento extraordinario, aquel del capítulo décimo
de Lucas, sobre el que no siempre se ha fijado la reflexión cristiana, frecuentemente por no entender su alcance; tan
grande es su novedad. Esperemos que se fijen en él siquiera algunos de los muchos movimientos por la liberación de la
mujer.
He aquí el episodio que Lucas ha acogido en su evangelio: «Yendo, pues, de camino, él se detuvo en cierto pueblo. Una
mujer llamada Marta le dio hospedaje. Tenía ella una hermana llamada María, que se sentó a sus pies y escuchaba sus
palabras. Marta, por su parte, se afanaba por el servicio. Entonces ella se dirigió al Señor, diciéndole: «Señor, ¿no te
preocupa que mi hermana me deje sola en el servicio? Dile, pues, que me ayude». Pero el Señor le respondió diciendo:
«Marta, Marta, tú te inquietas y te afanas por demasiadas cosas. Una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor
parte, que no le será arrebatada».
Se comienza, pues, por la acostumbrada provocación (aceptar la hospitalidad de mujeres) , agravada luego por las
muestras de confianza con el Maestro: María estaba sentada a los pies del Señor. Jesús ni la aleja de sí, ni siquiera le
indica su deber, según la mentalidad de la cultura dominante, que era el de ocuparse de las cosas del hogar y preparar la
cena para la numerosa comitiva que acababa de llegar. Y cuando su hermana abandona la cocina para rogar a Jesús que
ponga orden en las cosas («Dile que me ayude»), el reproche no es dirigido a María, sino a Marta, aunque vaya
dulcificado por la constatación de que la presión social es más fuerte que una pobre mujer y que Marta no podía menos
de identificar sus obligaciones «naturales» con la preparación pura y simple de la cena para los hombres. Pero Jesús no
sólo no acepta esta subdivisión de tareas masculinas y femeninas, sino que afirma además que, incluso para una mujer,
«la parte mejor» es llevar a realización «la única cosa necesaria», a saber, la búsqueda de la verdad, la escucha de la
palabra de salvación.
Esta denuncia del tradicional papel de la mujer no sólo es extraordinaria en una sociedad como la hebrea, que había
elaborado (en el libro del Levítico) las tablas o tarifas Para el rescate de personas, de la que se deduce que una mujer
vale en dinero exactamente la mitad que un varón. También es una denuncia extraordinaria de ciertas sociedades
sedicentes cristianas, inficionadas con frecuencia de furibundas misoginias.
Los evangelios, pues, son una islita de respeto y defensa de la mujer, dentro de la nada de «machismo» que los precedió
y desgraciadamente los ha seguido.»
(Vittorio Messori, escritor italiano)
264
PRO-HUMANO
«¿No minó Jesús realmente las normas e instituciones existentes, los mandamientos y dogmas vigentes, todo orden y
estructura, cuestionando su validez incondicional al afirmar que todos ellos estaban ahí para el hombre y no el hombre
para ellos?»
(Hans Küng)
«Aunque no lo anunciase de una forma programática, ¿no puso Jesús realmente en entredicho el orden vigente de la ley
judía y con ello todo el sistema establecido? Aunque positivamente no quisiera abolidos, ¿no minó Jesús realmente las
normas e instituciones existentes, los mandamientos y dogmas vigentes, todo orden y estructura, en cuanto que
cuestionó su validez incondicional al afirmar que todos ellos estaban ahí para el hombre y no el hombre para ellos? Así
las cosas, la pregunta era obvia: ¿Será éste quizá más que Moisés, que nos dio la Ley?
Más todavía: sin anunciarlo programáticamente, pero sí implicándole de hecho, ¿no cuestionó Jesús también el culto
entero y la liturgia? Sin tener la menor intención de suprimirlos, ¿no socavó en la práctica todos los ritos y costumbres,
las solemnidades y las ceremonias, al subordinar el servicio de Dios al servicio del hombre? En semejante situación
urgía preguntarse: ¿Será éste más que Salomón, que construyó el Templo?
Finalmente, identificando Jesús la causa de Dios con la causa del hombre, la voluntad de Dios con el bien del hombre,
¿no convirtió al hombre en medida de los mandamientos divinos? Y, partiendo de aquí, ¿no impuso a toda costa un
amor al hombre, al prójimo, al enemigo, que no respetaba las fronteras naturales entre parientes y no parientes,
compatriotas y no compatriotas, partidarios y no partidarios, amigos y enemigos, allegados y lejanos, buenos y malos?
¿No relativizó el significado de la familia, del pueblo, del partido y hasta de la ley y la moral? De esta manera, ¿cómo
no iba a granjearse la enemistad tanto de los gobernantes como de la oposición, de los sumisos como de los levantiscos
del país? Predicar un perdón sin límites, un servicio sin jerarquizaciones, una renuncia sin contrapartida, ¿no era tanto
como suspender todas las diferencias reconocidas, las convenciones de probada utilidad, las barreras sociales, de donde
resultaba que, contra toda razón, había que ponerse del lado de los débiles, los enfermos, los pobres y los no
privilegiados; que, contra las buenas costumbres, había que mimar a las mujeres, a los niños, a la gente insignificante;
que, contra todas las leyes de la moral, en suma, había que comprometerse precisamente con los irreligiosos e
inmorales, con los sin ley, con los transgresores de la Ley, los impíos, favoreciéndoles a todos ellos antes que a los
hombres piadosos, morales, observantes de la Ley y creyentes en Dios? Este amigo de pecadores y pecadoras ¿no llegó
demasiado lejos al anunciar el perdón en vez del castigo del malvado, al otorgar directamente y con inaudita presunción
el perdón de sus faltas a determinadas personas, como si el reino de Dios ya hubiera llegado y él mismo fuera el juez, el
juez último del hombre? La pregunta era insoslayable: ¿Será éste más que Jonás, que predicó la penitencia, más que un
profeta?»
(Hans Küng, teólogo suizo)
265
MENSAJERO
«Jesús expuso una nueva manera de configurar la vida y la conducta humana al margen de toda casuística»
(Joseph Fitzmeyer)
«Podemos destacar cinco temas principales dentro de la predicación del Jesús histórico.
El tema principal, tanto explícitamente en sus dichos y parábolas como implícitamente en sus milagros y acciones, fue
el ofrecimiento a los seres humanos de una nueva forma de salvación divina: que la soberana actividad de Dios se
estaba manifestando de nuevo en la historia humana, inaugurando una era en que los hombres serían llamados a
reaccionar en fe a esta divina manifestación salvífica.
(...) Pero la principal enseñanza de Jesús fue una proclamación que prescindía de la elección de Israel, que difería en
algunos elementos de su tradición legal, y que llamaba al pueblo al arrepentimiento escatológico, de manera uniforme
centrada en su propia persona (haciendo de la aceptación de su persona un problema fundamental de sus vidas) (...)
Un segundo tema de la predicación de Jesús fue la validez fundamental de lo que habían enseñado desde antiguo la
Escritura y la tradición. Jesús repitió el shemá (Deuteronomio 6, 4, citado en Marcos 12, 29) y reconoció la ley del
antiguo testamento como fuente de la voluntad de Dios para la conducta humana. Pero también expuso una nueva
manera de configurar la vida y la conducta humana, al margen de toda casuística (...) Insistió en el significado
verdadero y espiritual de estas prácticas y trató de purificarlas de todas las actitudes demasiado humanas (evasión,
hipocresía, orgullo) que se asociaban con facilidad a las creencias y tradiciones antiguas.
Un tercer tema en la predicación de Jesús fue una insistencia especial en Dios como Padre. Su predicación reforzaba la
tradicional concepción de Dios entre los israelitas sin introducir grandes novedades en el cuadro general (...) Dios era,
de hecho, el padre de Israel (ver Dt 32, 6; Jer 3, 4; Is 63, 16). Pero Jesús consideraba a Dios como Padre de una forma
especial, lo llamaba Abbá con un matiz individual, personal (Me 14, 36), y enseñaba a sus seguidores a reconocer esa
paternidad en una nueva forma de oración (Mt 6, 9-13; Lc 11,2-4) (...)
Un cuarto tema de la enseñanza de Jesús implicaba implícitamente a su propia persona y el papel que debía desempeñar
en la nueva forma de salvación divina. Actuaba como agente de Dios, como alguien capaz de perdonar pecados y de
reinterpretar la palabra de Dios en la Escritura. Además, se ocupaba en todo momento de la presencia del pecado en los
seres humanos, enseñando que era posible conseguir el perdón de Dios, precisamente a través de él mismo. (...) El
impacto que su enseñanza, su ministerio y su personalidad produjeron sobre aquellos que lo escuchaban hicieron que
muchos de ellos se dieran cuenta de que se estaba presentando como alguien distinto del resto de los maestros de la
época y de los profetas antiguos (Me 1, 22).
Finalmente, su enseñanza incluía una nueva insistencia en el papel del amor en la vida humana. El antiguo testamento
había insistido en el amor a Dios y en el amor al prójimo (= los otros judíos: Deut 6, 4-5; Lev 19, 18). Jesús no sólo
reiteró esta insistencia (Me 12, 30-31), sino que la amplió para incluir incluso a los propios enemigos (Mt 5, 44).»
(Joseph Fitzmeyer, cristólogo jesuita)
266
INTERPELANTE
«Jesús llegó a tocar el punto débil de todos y cada uno, el punto en que uno vuelve susceptible y acaba por cerrar filas
en su contra, de manera abierta o solapada, activa o pasivamente»
(Edward Schweitzer)
«Dios se hizo hombre en un mundo muy peculiar. Y se vio en seguida que nadie comprendía a Dios. La oposición, en
efecto, vino de todos los grupos. Cuando Jesús es ejecutado, todo el mundo está de acuerdo en que es una medida
impuesta por el buen sentido, una medida prudente y necesaria. Los militares están persuadidos de que Jesús es un
revolucionario político; las autoridades civiles, de que perturba el orden público; los piadosos, de que es un idealista
iluminado; los revolucionarios, de que, en secreto se trata de un conservador a ultranza; las gentes del pueblo, de que,
en definitiva, no ha sido capaz de resolver los problemas reales de sus vidas. Una tal unanimidad, aparte de ser muy
sospechosa, pone de manifiesto que nadie, a lo que parece, logró reivindicar a Jesús para sí y para su programa,
integrarlo en sus objetivos. Es cierto que algunas personas guardaban un buen recuerdo de él, pero a la hora de la verdad
incluso éstos lo abandonan porque no lo comprenden.
Cuando nos preguntamos el porqué de este rechazo tan unánime, comprobamos que Jesús no había dado motivo
personal a nadie. Y, sin embargo, provocaba la contradicción de cada uno, incluso de aquellos que se declaraban sus
partidarios. Se podría decir que Jesús llegó a tocar el punto débil de todos y cada uno, el punto en que uno se vuelve
susceptible y acaba por cerrar filas en su contra, de manera abierta o solapada, activa o pasivamente. Y el resultado es
sorprendente: todos se levantan contra él; nadie está a su lado cuando se le ejecuta. Si hay un lugar donde se hace
visible el milagro de Dios que entra en nuestro mundo, ese lugar es precisamente la cruz de Jesús.»
(Edward Schweitzer, médico y misionero protestante)
«Escándalo: pequeña piedra en la que se puede tropezar. Jesús en persona vino a ser la piedra de escándalo; todo lo que
dijo e hizo fue un escándalo ininterrumpido. ¡A qué tremendas consecuencias teóricas y prácticas le llevó su particular
identificación radical de la causa de Dios con la causa del hombre! Combativo hacia todas las direcciones, desde todas
partes fue también combatido. No había asumido ninguno de los papeles previstos: para la gente de «ley y orden» se
mostró como un provocador peligroso para el sistema; a los activistas revolucionarios los desilusionó con su pacifismo
sin violencia; a los ascetas pasivos y separados del mundo, por el contrario, con su desenvuelta mundanidad; a los
piadosos adaptados al mundo, por último, les pareció muy poco comprometido. A los taciturnos les resultaba demasiado
ruidoso y a los ruidosos demasiado callado, a los severos demasiado liberal y a los liberales demasiado riguroso. Jesús
entra así, al no estar alineado en ningún bando, en un dramático conflicto social: en contradicción con la situación
vigente y en contradicción con los mismos que la contradicen.»
(Hans Küng, teólogo suizo)
267
EL JESÚS DE «LOLO»
«El eje del mundo de Jesús fue la voluntad del Padre; su polo magnético, el Amor.»
(Manuel Lozano Garrido)
«La santidad de Cristo, que, como el Everest, está más cerca que nadie del sol, puede por eso mismo clavarse y
enraizarse en las entrañas de la vida.»
«Con todo lo alegre que era Jesús, pocas veces se nos habla en el Evangelio de su risa, pero nunca se han escrito unas
páginas de tan sólido optimismo. Y es que no hay alegría como la de la generosidad».
«¿Cuál era el hobby de Jesús? «Y, habiendo despedido a las turbas, subió al monte para orar...». La oración, su gran y
hermoso entusiasmo.»
«Sólo quien de noche habla con el Padre mirando a las estrellas puede, luego, verlas en la mirada de los hombres.»
«Si la verdad es ya en sí poderosa, Él la hacía arrolladora con «su» Verdad.»
«¡Cuidado, Cristo, que viene la «marea negra» del pesimismo! ¡Para atacarla tengo el detergente de la Voluntad de
Dios!»
«Como gritaba pidiendo compasión, Jesús vino a él y le curó. ¡Compasión, la gran «debilidad» de Cristo, siempre en el
preámbulo de todos los milagros!»
«¿Cuánto cobra un famoso especialista por su llamémoslo «milagro» de una consulta? ¿Y cuánto pediría Jesús por uno
suyo verdadero? Pues apenas nada: el simple gesto de rozarle la túnica.»
«Curó, primero; multiplicó panes después, y, ya luego, se retiró para rezar. Buen programa: devolver la vida,
fortalecerla y coronarlo todo levantando el corazón.»
«Él, que curó a tantos otros, ¿no pudo libertarse a sí mismo? Esto es lo maravilloso: que su caridad llegara hasta el
extremo de no reservarse ni un sencillo milagro.»
«Los del Tabor y andar sobre las aguas son dos milagros en la naturaleza que hoy hubieran valido para montar un
espectáculo. Pero con Jesús no cuenta, porque la naturaleza es habitualmente un milagro y lo que vale es la gloria de
Dios en la cumbre y sosegar la inquietud de los Apóstoles.»
«Las mayúsculas del Amor Fraterno se las puso el mayúsculo Amor del Hermano Jesús.»
(Manuel Lozano Garrido, periodista y escritor)
268
IMITABLE
Proclamada por el Vaticano II «la era del lateado» en la Iglesia, conviene escuchar el magisterio de los escasos teólogos
laicos, como el autor de «Convertirse en discípulo» sobre seguir a Jesús.
(R. A.)
«En Jesús, a medida que se entra en la comprensión íntima de su vida correspondiendo con la propia, se va
vislumbrando el anuncio de todas las exigencias íntimas que los hombres han ido descubriendo progresivamente en sí
mismos, junto con las primicias de todo lo que han deseado con lo mejor de sí mismos a lo largo de los siglos. La vida
humana de Jesús, tan breve, es como el signo de la grandeza potencial que existe en cada ser humano. Es el sacramento
que da luz y fuerza para tender hacia ella. Esa vida, en su singularidad excepcional, surge de lo universal, por más que
Jesús, hombre de un tiempo y de un lugar, muerto en su juventud, no se haya desprendido del todo de las
preocupaciones y perspectivas de su entorno.
En él se vislumbran, indisolublemente unidas, una estabilidad personal, una conciencia de la propia misión, una
comunión y una especie de familiaridad con Dios que son más que humanas (...) y que sólo pueden provenir de una
conciencia de sí y de una cercanía a Dios, sin parangón posible con lo que permiten las actividades comunes que
dependen de la iniciativa de cada uno.
La creciente inteligencia de lo que Jesús fue en su humanidad e, inseparablemente, de lo que, paso a paso, se puede
llegar a ser en su seguimiento, gracias a lo que Jesús va siendo para cada uno, son camino hacia Dios. Esa inteligencia y
ese camino conducen a alzarse como fuera del tiempo y a hacerse a Dios presente como si lo invisible se tornase visible
y lo inconcebible despuntase en el horizonte del espíritu.
Vivir así de Jesús, como se vive de la presencia del ser amado, cuyo pensamiento acompaña siempre y es el único
recurso en el corazón de la soledad personal.
Vivir de su recuerdo, subyacente en todo momento, surgiendo en toda ocasión, gestando constantemente perspectivas
inéditas sobre lo que de veras ocurrió, mediante una inteligencia más honda y abierta. . . de algunos pasajes del
Evangelio; inteligencia ayudada indirectamente por una captación más vigorosa y realista, tanto de su elaboración -tan
ferviente y compleja- como de su transmisión (...)
Vivir de su presencia, que, en el momento oportuno, inspira a cada uno la forma particular de comportarse, la que uno
ha de inventarse, no sólo para corresponder adecuadamente a acontecimientos y situaciones, sino también, en cierta
medida, para suscitarlos indirectamente, preparándose oscuramente a ellos por medio de la fidelidad. (...)
Una vida de intimidad con Jesús semejante, en ciertas horas, no sólo elimina la lejanía en el tiempo y en el espacio sino
que sobrevuela las sucesivas civilizaciones, como si los siglos se hubieran esfumado en la transparencia de lo que no
posee consistencia ni duración.»
(Marcel Légaut, científico y teólogo laico francés)
269
SÍGUEME
«Me preguntan los hombres: «¿No has dudado?» ¡Cómo pude dudar, pues te sentí! ¡Si fuiste mi tormento exasperado, si
con hierro candente me has sellado para Ti!»
«Te combatí las noches y los días, quise olvidar tu amor; ¡no lo logré! Después de cada crisis resurgías.
Inexorablemente me decías: «Sígueme».
(Cristina de Arteaga)
Nadie sospechará lo que he sufrido. ¡Tú lo sabes, Señor! Nunca quieras echar en el olvido que todo el drama de mi vida
ha sido la lucha del amor contra el Amor.»
(Cristina de Arteaga, religiosa)
Jesús: Los que han experimentado tu llamada no la pueden ignorar,
pues es un hecho indiscutible en la conciencia sin más razón que Tú.
Susurro suave o aldabonazo intenso, ¿qué más da?,
es siempre una llamada incuestionable de Tú a tú.
La oyeron los profetas del pasado,
la sintieron los apóstoles de aquel tiempo,
la experimentaron los fundadores de nuevos grupos religiosos,
la vivencian miles de personas en nuestros días.
Claro que, respetuoso de nuestra libertad,
tu «sígueme» es siempre un «si quieres».
Pero la negativa lleva consigo la tristeza del joven rico,
como la aceptación entraña un gozo interior.
Jesús: Tienes derecho a llamar a quienes quieras,
porque la vocación es un regalo tuyo, no un favor nuestro.
Es verdad que seguir esa llamada incondicional
supone la renuncia a otros amores más concretos:
familia propia, riquezas personales, libertad sin control.
Pero es mucho más lo que se recibe que lo que se da.
Ser llamados por Ti significa gozar de tu amistad:
«Ya no os llamaré siervos, sino amigos».
Es quedar enrolados en tu causa sublime:
«Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros».
Es «recibir cien veces más en esta vida y después la vida eterna».
Pero, en el fondo, lo más importante es una cuestión de amor.
Si toda elección es un rechazo de otras alternativas,
elegirte a Ti significa optar por el mayor Amor.
Que no supone rechazar los otros amores, sino incluirlos a todos,
pues Tú nos llamas para amarte y amar a los demás como nos amas Tú.
(R. A.)
270
CAMINO
Abro el libro que hizo famoso al fundador del Opus Dei, y selecciono frases que hablan del seguimiento de Jesús.
(R.A.)
«2. Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte y al oírte hablar: Este lee la vida de
Jesucristo.
212. Este Cristo que tú ves no es Jesús. Será, en todo caso, la triste imagen que pueden formar tus ojos turbios...
Purifícate. Clarifica tu mirada con la humildad y la penitencia. Luego... no te faltarán las limpias luces del Amor.
Y tendrás una visión perfecta. Tu imagen será realmente la suya: Él.
213. Jesús sufre por cumplir la voluntad del Padre...
Y tú, que quieres también cumplir la santísima voluntad de Dios,
siguiendo los pasos del Maestro, ¿podrás quejarte
si encuentras por compañero de camino al sufrimiento?
271. Decía un alma de oración: En las intenciones, sea Jesús nuestro fin; en los afectos, nuestro Amor; en la palabra,
nuestro asunto; en las acciones, nuestro modelo.
628. Ahora que te cuesta obedecer, acuérdate de tu Señor, ¡«hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz»!
670. Dice Jesús: «Cualquiera que deje casa o hermanos o hermanas o padre o madre o esposa o hijos o heredades por
causa de mi nombre recibirá cien veces más y poseerá la vida eterna». ¡A ver si encuentras en la tierra quien pague con
tanta generosidad!
687. Jesús: Por donde quiera que has pasado
no quedó ni un corazón indiferente. O se te ama, o se te odia.
Cuando un apóstol te sigue, cumpliendo su deber,
¿podrá extrañarle -¡si es otro Cristo!-
que levante parecidos murmullos de aversión o de afecto?
699. Cruz, trabajos, tribulaciones: los tendrás mientras vivas.
Por ese camino fue Cristo, y no es el discípulo más que el Maestro.
929. ¿La cruz sobre tu pecho? Bien. Pero la cruz sobre, tus hombros, la cruz en tu carne, la cruz en tu inteligencia. Así
vivirás por Cristo, con Cristo y en Cristo...»
(Josemaría Escrivá de Balaguer)
271
¿SACERDOTE?
«Ya que contamos con un sumo sacerdote excepcional, Jesús, el Hijo de Dios, encumbrado hasta el trono mismo de
Dios, mantengámonos firmes en la fe que profesamos. Pues él no es un sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras
debilidades, todo lo contrario, ya que, excepto el pecado, ha pasado por las mismas pruebas que nosotros»
(Carta a los Hebreos)
«La Carta a los hebreos afirma y repite que los cristianos tenemos un sacerdote, es más, un sumo sacerdote, un gran
sacerdote, un sumo sacerdote grande, que es Jesús, el Hijo de Dios, el Cristo, como sumo sacerdote de los bienes
futuros. Ahora bien, ¿en qué sentido se le aplican a Cristo estos títulos que se refieren directamente a la sacralidad de la
persona?
La tesis fundamental de la Carta a los hebreos en este sentido es que el sacerdocio de Cristo no es ritual, sino
existencial. Esto quiere decir sustancialmente tres cosas: 1) que la condición que Cristo tuvo que cumplir para llegar a
ser sacerdote no se debe entender en la línea de la segregación y separación de lo profano (para entrar así en el ámbito
de lo sacro), sino exactamente al revés: Cristo tuvo que acercarse a los demás, hacerse semejante a los que sufren,
igualarse a todos; 2) que el acceso de Cristo al sacerdocio no se realizó mediante unos determinados ritos o ceremonias
sagradas, sino en virtud de sus propios sufrimientos y a través de su existencia destrozada; 3) que la realización de su
sacerdocio no consistió en la puesta en práctica de una serie de ritos sagrados, sino en su existencia entera entregada a
los demás y, sobre todo, en su muerte por fidelidad a Dios para bien del hombre.»
(José María Castillo, teólogo jesuita)
«El primer hecho que contrasta con la concepción común del sacerdocio en la historia de las religiones es que Cristo no
se muestra como un segregado, que por el hecho de su sacerdocio no se erige en casta aparte ni la funda entre sus
seguidores.
Cristo, el nuevo sacerdote, derriba las barreras de la separación. Primero, la del linaje. Cristo no nace de la tribu de
Leví, no es un descendiente de Aarón. Aboliendo la exclusividad, abre el sacerdocio a todo hombre, por encima de las
fronteras étnicas.
En Cristo, finalmente, la fidelidad a Dios no exige nunca romper con los hombres. Al contrario, la esencia de su
sacerdocio es la misericordia, la comprensión para las debilidades ajenas. Por eso tenía que parecerse en todo a sus
hermanos: «Como él ha pasado por la prueba del sufrimiento, puede ayudar a los que se encuentran en la misma
prueba». Aparte el pecado, fue probado en todo, como nosotros; puede así compadecerse de nuestras debilidades:
«Acerquémonos, por tanto, sin temor al trono de gracia,
encontraremos misericordia y encontraremos gracia que nos ayude en el momento oportuno».
Este es el Jesús que presentan los evangelios, el que se sentaba a la mesa con ladro-les y descreídos, el que nunca
reprochaba a los pecadores, a menos que pretendieran, como los fariseos, canonizar sus vicios.»
(Juan Mateos, biblista jesuita)
272
LUZ
«Tú decías: —yo soy la luz, y hacías ver a los ciegos...
Quisiera comprender el misterio de que tú eres la luz del mundo.
Quisiera ver tu claridad hasta tener luz en mi camino...
Quisiera comprender el misterio de que la luz terrena viene de ti.
Quisiera disfrutarla cada vez con más agradecimiento,
hasta que me ilumine totalmente de ti»
(Jorg Zink, teólogo alemán)
«A lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento, incluyendo los escritos de san Juan el tema de la luz aparece usado en
tres formas distintas. En primer lugar, la luz designa una realidad esencialmente moral, un estilo de vida justo.
Raramente emplea Juan la imagen de la luz en este sentido. Salvo en un texto extraño (Jn 3, 20), se centra
fundamentalmente en Cristo como la Luz. En segundo lugar, la luz designa una regla extrínseca de conducta, una norma
para las acciones humanas. Es la forma habitual con la que el Antiguo Testamento se refiere a la Ley mosaica. Y en
tercer lugar, la luz designa a Cristo como el Mesías que trae la salvación a aquellos que se hallan en las tinieblas o en la
muerte. En su empleo de la palabra luz, Juan adopta con frecuencia este tercer tema: lo aplica a Cristo en su función de
Salvador del mundo.
Cristo se proclama a sí mismo la Luz del mundo; y lo hace de forma clara e inequívoca: «Yo soy la luz del mundo; el
que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12). «Yo, la luz, he venido al mundo
para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas» (Jn 12, 46).
(...) Es indudable que no se puede comprender el empleo que Juan hace del término luz para aplicarlo a la función de
Cristo en el universo, a menos que se estudie el empleo de dicho término en las numerosas profecías antiguas referentes
al Mesías, y especialmente en los escritos de Isaías. La principal profecía de Isaías describe al Mesías bajando a un
mundo de completa oscuridad. «El pueblo que andaba a oscuras vio una luz intensa. Sobre los que vivían en tierra de
sombras brilló una luz... Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado...» (Is 9, 1-5).
Pero la luz o la acción salvífica de Cristo no se derrama sólo sobre los hombres, sino que salvará al universo entero,
bañándolo en una nueva luz que transformará al mundo en la Nueva Creación entrevista por san Pablo. En el
Apocalipsis describe san Juan este universo que será transfigurado por la acción salvífica de Cristo en la Jerusalén
celeste: «La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbre, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es
el Cordero. Las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su esplendor... Ya no habrá noche; no
tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los
siglos» (Apoc 21, 23-24; 22, 5).
Esta visión simbólica de Cristo como luz, que fundamentalmente conduce a los hombres a la salvación última, era
completamente normal en la literatura cristiana primitiva. Las Vísperas bizantinas han conservado hasta hoy un
hermoso himno llamado «Luz gozosa» (Phos hilaron), dirigido a Jesucristo, la Luz que infunde vida.»
(George A. Maloney, teólogo norteamericano)
TERCER MOVIMIENTO: ADAGIO APPASSIONATO
«NO HAY MAYOR AMOR»
«Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró»
(Mt 15, 37)
«Le amo porque le mataron por amar» (Nancy, en Réquiem por una monja)
1. ÚLTIMA CENA
2. PASIÓN
3. MUERTE
275
TRIGO DEIFORME
«Tu luz es una umbría de blancura» (Miguel Hernández)
«Una nube, redondo y puro obstáculo, para mirarte encuentro: sin errores de gallos, eclipse de los cielos. Tu luz es una
umbría de blancura: los que ven, no te vemos: ¡mucho mejor!, a oscuras, ¡la fe!, te ven los ciegos. Tú, con naturaleza de
semilla, reducido a la mano. Transformado en harina, Traspuesto, Trasplantado. En tan escaso medio tu abundancia, en
tan mezquino círculo: en su materia blanca, haces deiforme el trigo. Noche de Ti, con mengua de tu bulto: ¡victoria de
lo plano! Dios, para nuestro uso, por el polvo ilustrado. Cereal geometría de la tierra, la celeste sustancia, oculta su
presencia en una sombra blanca ¿Cómo tienes, bajeza de la espiga, Mi No Sé Qué en tu sitio...? Enigma, enigma:
¡enigma! descubierto, escondido...»
(Miguel Hernández, poeta)
Jesús: Hoy vengo a rezarte, delante del sagrario, inspirado con este poema del Miguel Hernández católico, Eclipse
celestial. Tú eres el Sol eclipsado tras la hostia en forma de luna, ensombrecido tras la nube de la blancura eucarística.
Pero, ¿cómo vamos a extrañarnos de esta locura de amor, si en el seno de María te escondiste tras una millonésima de
carne? El milagro de la Eucaristía está en tu línea humilde de la Encarnación, cuando de rico te hiciste pobre; cuando no
retuviste como un botín el ser igual a Dios sino que te aniquilaste a Ti mismo, haciéndote un hombre cualquiera; la
Palabra del Padre, hecho Infante, mudo, ante los hermanos; el Verbo divino, hecho palabras sacadas del diccionario. El
infinito en eternidades, ceñido a tres decenios de historia, La Vida interminable, hecho muerte temporal. ¿Por qué no,
entonces, «transformado en harina», «cereal geometría de la tierra», que «haces deiforme el trigo»?
(R. A.)
276
ADORACIÓN
Sería mucha arrogancia pretender consolar a Jesús de las ofensas con que los hombres responden a sus beneficios. Pero
sí puedo ponerme en su presencia para adorarle con esta «Hora santa» eucarística de una poetisa española:
(R. A.)
«No he venido a consolarte, ni enjugar tus heridas con mis lágrimas
ni a ofrecerte mi pecho como refugio de tu cansancio...
¿Quién soy yo para darte lo que no poseo, para ofrecerte
un amor que no ha logrado encenderme todavía?
Es tu hora, lo sé. Tu hora y la de todos aquellos que han sufrido
como Tú sufriste y que sólo por eso pretenden acercarse a Ti.
Yo he llorado también, Dios mío, y mi soledad es ancha y profunda,
tan ancha que mis ojos no saben dónde está la otra orilla,
la ribera donde huye el desamparo, donde hay sombras amigas
y un agua fresca, pura, que con un sorbo apagaría esta sed que me abrasa.
Pero no vengo tampoco a pedirte que me sacies y apacigües.
(...) Vengo a estar a tus pies, a mirarte despacio, a ser bajo tus ojos.
Y me postro a la entrada del camino que lleva hacia Ti ...
Y espero silenciosamente, obstinadamente, sujetando mis sentidos y mis potencias,
para que todo lo mío desaparezca, para que donde estás Tú
nada se atreva a existir, a alentar, a afirmarse.
Y por eso, Dios mío, quiero negarme con todas mis fuerzas a hablarte, a sentirte;
porque sería sentirme y hablarme, cuando todo lo mío
debe tender a humillarse, a romperse,
a quebrantar sin miedo en mi alma y en mi espíritu
lo propio, lo personal, lo que me aleja de Ti.
Y si tengo paciencia, obrarás el milagro.
Si consigo no resistir, no oponerme, no luchar, obtendré la victoria.
Vencerás Tú, Señor y Dios mío; permanecerás Tú;
y mi viejo ser, devorado por tu presencia,
pasará de esta nada que soy a esa eternidad que eres Tú.
Soy un agua sin cauce. Detenme en tu pozo.
Cíñeme en tus lisas paredes invisibles. Contenme en Ti. Aprisióname.
¿Para qué quiero esta libertad que me aleja de Ti, que eres la libertad verdadera?
Todos los yugos que he roto me han sujetado más estrechamente a mí misma
haciéndome mi propia esclava, subordinándome a mis más íntimos desórdenes,
a mis más ocultas contradicciones.
Si ruego, si suplico, si imploro,
vuelvo a sentirme, a evadirme de Ti, de tu ámbito, de tu presencia.
Por eso heme aquí en tierra, inmóvil, sin voluntad,
en un esfuerzo de adoración completa y absoluta.
Acéptame, Señor, abrásame para que renazca
verdaderamente y eternamente en Ti.» (Ernestina de Champourcín)
277
SAGRARIO
«Entro, Señor, en tus iglesias... / Dime, si tienes voz, ¿por qué siempre vacías? Te lo pregunto por si no sabías / que ya a
muy pocos tu pasión redime.»
(Rafael Alberti)
«Respóndeme, Señor, si te deprime / decirme lo que a nadie le dirías: si entre las sombras de esas naves frías / tu
corazón anonadado gime.
Confiésalo, Señor. Sólo tus fieles / hoy son esos anónimos tropeles
que en todo ven una lección de arte. / Miran acá, miran allá, asombrados,
ángeles, puertas, cúpulas, dorados... / y no te encuentran por ninguna parte.»
(Rafael Alberti, poeta)
Jesús:
Es verdad lo que dice el poeta gaditano
sobre las visitas turísticas a las iglesias.
Es cierto que muchos no reparan en tu presencia de amor,
escondida en la penumbra de mil sagrarios ocultos.
Pero no es toda la verdad.
Porque un treinta por ciento de tus fieles
acuden semanalmente a la Eucaristía dominical,
y una muchedumbre incontable Te comulga con frecuencia.
Cierto que si todos los cristianos fuéramos consecuentes,
nuestra fe se convertiría en presencia masiva a tus iglesias,
y no se daría la paradoja del «creyente no practicante».
¿Acaso tenemos fe y nos falta el amor?
Mas si creemos en tu presencia sacramental,
¿cómo podemos no corresponderte con nuestra asistencia eucarística?
Porque el amor busca siempre la cercanía de la persona amada.
Y si el amor es grande, se desea la simbiosis:
por eso la madre le dice al hijo «¡Te comería!»
y marido y mujer se hacen una sola carne.
Y porque Tú nos amas, no sólo has querido quedarte con nosotros,
sino hacerte pan y vino para que podamos comerte,
y podamos exclamar como Pablo:
«Vivo yo, mas no soy yo, es Cristo quien vive en mí».
Porque más que asimilarte, al comulgar nos asimilas:
tal es la fuerza de tu personalidad.
Jesús: No todos son turistas ajenos a tu presencia los que visitan tus catedrales, templos y santuarios. También van
muchos fieles creyentes practicantes. La única extrañeza que me embarga es ésta: Si te conocen y te aman, ¿por qué no
acuden todos?
(R. A.)
278
CORPUS
Sumergido en las páginas del «Diario del alma» del buen Papa Juan XXIII, seleccionó esta oración para el día del
Corpus Christi.
(R. A.)
«Mira, Jesús, cómo en este día desde cada altar, desde cada corazón cristiano se eleva la más emocionada y sentida
plegaria: Jesús, míranos desde tu sacramento como «buen Pastor», ésta es tu grey que Tú has congregado de los cuatro
puntos de la tierra; la grey que escucha tu palabra de vida, y se propone guardarla, practicarla, difundirla. Es la grey que
te sigue dócil, Jesús; y que en el Concilio Ecuménico
anhela ver reflejado tu rostro amable en los rasgos de tu Iglesia, madre que a todos abre los brazos y el corazón (...)
Oh Jesús, alimento supersubstancial de las almas, a Ti acude este pueblo. Quiere penetrar su vocación humana y
cristiana de nuevo impulso, de virtud interior, con prontitud para el sacrificio, en lo que Tú eres modelo inimitable, por
la palabra y el ejemplo.
Hermano nuestro primogénito, has precedido, Cristo Jesús, los pasos de cada hombre, has perdonado las culpas de cada
uno; a todos y cada uno levantas a más noble, más convencido, más activo testimonio de vida cristiana.
Oh Jesús, único «pan verdadero» y alimento sustancial de las almas,
congrega a todos los pueblos en torno a tu mesa
que es divina realidad en la tierra, prenda de favores celestes,
seguridad de justo entendimiento entre las gentes,
y de pacíficas competiciones por el verdadero progreso de la civilización.
Nutridos por Ti y de Ti, oh Jesús, los hombres serán fuertes en la fe,
dichosos en la esperanza, activos en las múltiples aplicaciones de la caridad.
Las voluntades sabrán superar las insidias del mal,
las tentaciones del egoísmo, el cansancio de la pereza.
Y a los ojos de los hombres rectos y piadosos
aparecerá la visión de la tierra de los vivos,
de la que quiere ser imagen
el perpetuo caminar de la Iglesia militante,
en actitud de hacer resonar en todo el mundo
las primeras voces arcanas y suavísimas de la ciudad de Dios.
Sí, Jesús, aliméntanos, protégenos,
haznos ver los bienes en la tierra de los vivos. Amén. Aleluya.»
(Juan XXIII, papa)
279
EUCARISTÍA
«En el Pan Tú reposas y de onda en onda creces, naciendo sin cesar para quererme»
«Aquí me tienes, Señor; ahora ya puedo
acercarme, sumirme en tu inmensa presencia,
todo en Ti convertido, deseado.
Ya sólo existo, soy, para adorarte.
Círculo eres sin fin y sin principio.
En el Pan Tú reposas y de onda en onda creces,
naciendo sin cesar para quererme.
Círculo quiero ser como tu blanco Cuerpo,
como el brocal de oro que se asoma a tu Sangre,
un redondo adorarte, anillo puro.
Nada hay más absoluto que este amor que nos une.
Cuerpo, Sangre de Cristo, báñame en tus ondas,
aliméntame, fúndame, concéntrame,
¡oh milagro!, sin víspera y contigo,
súbito arranque, asombro
de la viña, nueva revelación del trigo,
consejo de María inocente en las bodas. (...)
¡Oh misterio de amor y de rocío!
No hay imaginación que delirarlo pueda,
no hay mente que lo abarque, que lo ciña,
ni labios que lo canten aunque en su linfa abreven.
El pan se hizo mil panes,
mil peces de canastos cuajaron un Pez solo,
el agua vino, el vino se hizo Sangre,
torrentes de amor rojo,
árbol circulatorio de pasión dibujada
por donde ya navega la índole redimida.
Y ahí mismo, en el Sagrario esclavo, manifiesto,
canta el Pan de la Vida su condición oblata.
Millonada cosecha para la que no hay trojes
ni castillos de silos, sino hambres consoladas.
Hambre de Dios, Dios mío, tener hambre de Dios.
Pero aún es más prodigio que Dios mismo
tenga y siga teniendo sed de hombre, sed de hombres.
Nada hay más absoluto que este amor tan tirano,
desnivel infinito nivelado a la altura
de una Persona en dos naturalezas.
Basta ya de palabras, nada dicen.
Hechos quieres, Amor, Cristo abreviado
a la medida de mi indigna vida.»
(Gerardo Diego)
(Gerardo Diego, poeta)
280
COTIDIANO
«Personalmente, estoy tan convencido de la existencia de Cristo como de la existencia de mi mano, con sus cinco
dedos, que estoy viendo y tocando. A Jesús lo encuentro cada día. Y somos una sola cosa. ¿Cómo voy a dudar?»
(Helder Cámara)
«¿Por qué hablar de Jesús hoy? Porque este hombre ha marcado la historia. Yo me encuentro con él cada día, a cada
paso. Y lo encuentro vivo. Él mismo dijo que quien sufre, el humillado, el oprimido, es Él. En nuestra época, en la cual
dos terceras partes de la humanidad viven en condiciones infrahumanas, es bien fácil encontrarle vivo.
¿Fue Jesús exactamente tal como dicen los evangelios? Yo no soy exegeta. No desprecio la exégesis. Pero dejo que sean
los exegetas quienes lo diluciden. Personalmente, estoy tan convencido de la existencia de Cristo como de la existencia
de mi mano, con sus cinco dedos, que estoy viendo y tocando. A Jesús lo encuentro cada día. Y somos una sola cosa.
¿Cómo voy a dudar?»
«En cierto modo, tal vez hayamos insistido demasiado en la sola presencia eucarística de Cristo, el cual tiene otras
formas de estar presente. Por ejemplo, en cierta ocasión dijo: «Cuando dos o tres están reunidos en mi nombre, allí
estoy yo en medio de silos».
Recuerdo que una buena religiosa hizo una larga caminata con el único fin de llevarme a su hospital. Me dijo: «Padre,
he recorrido todo este camino porque hace ya una semana que nos encontramos sin capellán y no he tenido la
posibilidad y la dicha de recibir a Cristo. ¡Y necesito recibir a Cristo! ¡Deme la comunión, Padre! Y si es posible,
proporciónenos un sacerdote...» Le di la comunión, naturalmente. Pero le dije: «Hermana, usted está día tras día con
Cristo vivo. Usted está con los enfermos. ¡Y ellos son Cristo! ¡Usted está cuidando y tocando con sus manos a Cristo!
¡Es otra forma de Eucaristía, otra presencia viva de Cristo, que completa su presencia eucarística!».
La oración en el Monte de los olivos
«Frecuentemente, olvidamos que el Hijo de Dios es también verdadero hombre como cualquier criatura humana. Es el
Hijo de Dios quien experimenta ese miedo tan humano. A mí me encanta esta escena, porque sirve para animarnos y
para demostrar que tenemos también derecho a tener miedo, a ser débiles. Nadie puede decir cómo va a reaccionar ante
el sufrimiento, ante la tortura. La experiencia me dice que los que resisten son, frecuentemente, los que anteriormente
tenían miedo, los que no tenían ninguna confianza en sí mismos... Yo entiendo, además, que en la agonía de Cristo no
se daba únicamente esa angustia ante el dolor físico y la muerte que se avecinaban. Se daba también la visión del
mundo y de los pecados del mundo, especialmente el egoísmo, que es el gran pecado, y sus consecuencias. Jesús veía
que, a pesar de su sacrificio, el egoísmo iba a seguir aplastando a miles de millones de criaturas humanas.»
(Helder Cámara, obispo de Recife, Brasil)
281
RASGADO
«Sobre el motivo que induce a Jesús a aceptar libremente su pasión y muerte, encontramos en el nuevo testamento tres
vías de solución: Jesús sufre un martirio profético; la muerte de Jesús forma parte del plan salvífico de Dios; finalmente,
su muerte realiza la reconciliación entre Dios y los hombres, es decir, es un sacrificio»
(Edward Schillebeeckx)
«En el momento de la muerte de Jesús y de la efusión del Espíritu se producen varios fenómenos: se rasga la cortina del
santuario, hay un temblor de tierra, las rocas se hienden, algunos muertos resucitan.
Que Mateo (como Marcos) quiera registrar un hecho histórico al mencionar el rasgarse de la cortina del santuario carece
de toda verosimilitud. Los fenómenos acaecidos en la muerte de Jesús, a partir de las tinieblas que la preceden, son tan
diversos en los diferentes evangelistas que se impone la conclusión de que son figuras que expresan el significado
teológico del acontecimiento. Adoptando este punto de vista, hay que preguntarse todavía si el santuario de que habla
Mateo es el del templo de Jerusalén o es Jesús mismo. Por el terremoto que lo sigue, el rasgarse de la cortina adquiere el
valor de una teofanía. Ahora bien, en la circunstancia que se describe, ésta no puede tener lugar en la ciudad, sino en la
cruz de Jesús. Es precisamente la efusión del Espíritu la que constituye la teofanía que ahora se describe figuradamente.
El santuario donde Dios se escondía es Jesús mismo. Con su muerte, de la que brota el Espíritu, se revela plenamente
(«rasgarse en dos») el misterio de Dios. La expresión «de arriba abajo», que alude al cielo y a la tierra, muestra que en
esa muerte se revela al mismo tiempo el Dios del cielo, el Padre, y el Hombre-Dios, el Hijo, el Dios entre nosotros (1,
23). La presencia de Dios está en Jesús, su comunicación activa se hace a partir de Jesús, de quien brota el Espíritu. La
frase explica, pues, figuradamente, lo ocurrido en la muerte. En la cruz tiene lugar la teofanía definitiva, en la que Dios
se revela a los hombres de una vez para siempre.
Se revela en su debilidad y en su fuerza. La debilidad se manifiesta en Jesús muerto y ultrajado: el que ha dado la vida
para dar vida al hombre ve su amor rechazado. La fuerza de Dios está disponible en el Espíritu que Jesús deja a la
humanidad; pero el Espíritu mismo no es una fuerza avasalladora, espera la aceptación de los hombres. Ésta es la
calidad del amor divino: su entrega a la humanidad lo hace vulnerable, pues su éxito depende de la libertad del hombre.
La manifestación de Dios a través de Jesús invalida la que pudiera verificarse en cualquier otro templo. Dios no está ya
vinculado a lugar alguno, sino al Hombre-Dios. Ya no es inaccesible, está al alcance del hombre. Con su vida y muerte
ha revelado Jesús la totalidad del Padre.
Se cumple, en su sentido verdadero, el contenido de la acusación proferida contra Jesús en el juicio ante Caifás: el
antiguo santuario queda anulado, se ha levantado el nuevo (cf Mt 26, 61).»
(Juan Mateos-Fernando Camacho, biblistas jesuitas)
282
CONFIADO
«¡No hay en el mundo una palabra de hombre en la que Dios sea más Dios como en ésta de Jesús: Padre, en tus manos
pongo mi espíritu!»
(François Varone)
«En este dramático momento de su subida a Jerusalén, Jesús se enfrenta con el miedo y con la inmediata amenaza de
muerte. Su deseo natural de vivir se rebela, y en su oración brota ahora la petición «Padre, aparta de mí este cáliz» (22,
42), lo cual quiere decir: «Padre, intervén, sal de tu ausencia, no me dejes abandonado a las fuerzas que van a
desencadenarse contra mí».
Jesús ora aquí, una vez más, para prepararse a existir con Dios; la violencia del drama que se avecina y su propia
debilidad humana hacen surgir en él, lo mismo que en cualquier hombre, la petición de que intervenga. Es la tentación
que se presenta: «Orad para que no caigáis en tentación» (22, 40.46) -la advertencia a los discípulos proviene de su
propia existencia. Tentación de no caminar humildemente hasta el final con Dios, de requerirle a que intervenga, de
poner a Dios al servicio del hombre -tentación religiosa por excelencia. Sucumbir a tal tentación significaría renegar de
la fe y abandonar al Dios verdadero.
La debilidad de Jesús hace que nazca en él, como en todo hombre, la petición de que Dios intervenga. Pero su oración le
permite superarla. Jesús vence la tentación y hace que su deseo de hombre se una con el deseo de Dios -es el
Padrenuestro en toda su perfección: «Hágase tu voluntad». Y su voluntad, sobre Jesús como sobre todo hombre, es no
intervenir, dejar que sigan su curso los acontecimientos y los complots, por crueles que sean, aun cuando amenacen a su
propio Hijo; seguir ausente para ser Aquel por quien opta el deseo del hombre abandonándose a Él, aunque jamás lo
posea.
Los versículos 43-44 encierran una tensión apenas sostenible. Jesús se ve, a la vez, «confortado por un ángel venido del
cielo» -en el lenguaje bíblico el ángel es Dios- y «sumido en angustia», y una angustia tan profunda que le hace sudar
sangre. Y ese desgarramiento es el contenido propio de una oración que se hace cada vez más «perentoria».
«Escondimiento» de Dios: un hombre suda sangre, de puro miedo al suplicio que se le viene encima, y su oración no
obtiene más que un consuelo moral... En este punto, la oración de Jesús queda suficientemente descrita: no tenemos
derecho ni posibilidad de ir más lejos en palabras ni en análisis. La contemplación amorosa puede avanzar por ahí para
imitar a «aquel que me amó y se entregó por mí» (Gal 2, 20). Pero quedémonos con su movimiento general, ya que el
Evangelio nos lo indica para nuestra instrucción. Para Jesús, orar es acoger el consuelo que viene de Dios; es dejar que
haga existir; es tranquilizarse con esa certeza. Con la fuerza de ese «consuelo», Jesús puede disponerse a existir con
Dios hasta el final, dejar que ascienda la loca petición del deseo, pero superándola con la oración y aceptando vivir el
«escondimiento», la no-intervención, sin dejar de afirmar al Dios Padre. Estas dos primeras funciones de la oración
exigen la tercera y definitiva, que es situada por Lucas en el corazón mismo de la Pasión, en el grito postrero de Jesús:
«¡Padre, en tus manos pongo mi espíritu!» (23, 46). ¡No hay en el mundo una palabra de hombre en la que Dios sea tan
Dios como ésta!» (François Varone, teólogo)
283
ABANDONADO
«De ti aprendimos, divino Maestro del dolor, dolores que surten esperanzas»
(Miguel de Unamuno)
«La concepción calvinista y barroca del abandono de Jesús dio origen a una teoría de la redención: la sustitución penal.
Se basa en una ficción jurídica: Jesús se identifica con los pecadores, y se olvida su inocencia. No creemos probable que
esta ficción pueda explicar unos sentimientos tan violentos de venganza. El aspecto oratorio, al mismo tiempo que
romántico, de esta interpretación del desamparo resulta demasiado claro.
Pero no es esto lo más difícil de aceptar en esta manera de ver las cosas. ¿Cómo comprender que Dios pueda alegrarse
del asesinato de un inocente? ¿Cómo admitir que Pilato y el Sanedrín condenen a Jesús en nombre del Padre? ¿Cómo
suponer que Dios pueda cesar ficticiamente de amar a su Hijo?
Las pruebas escriturísticas de esta teoría están sacadas de dos textos: el de la 2a carta a los Corintios (5, 21) sobre Cristo
hecho pecado, y el de la carta a los Calatas (3, 13). La interpretación que se le da a estos textos prescinde de los
métodos exegéticos rabínicos y del género literario. Tomados con un carácter absoluto, o como principios metafísicos,
se convierten en la última referencia de la interpretación de la muerte de Jesús y de su abandono.»
(Christian Duquoc, en Cristología)
«Cuando Jesús llega al colmo del sufrimiento, el Padre se retira; no quiere que la decisión de morir por los hombres sea
resultado de un apoyo exterior, sino plenamente libre, toda de Jesús mismo. Si Cristo se hubiera sentido sostenido por
un consuelo, la muerte no habría sido enteramente suya, el mérito habría estado compartido. Él había de llegar solo al
heroísmo total, sin que entrase en su decisión ningún factor externo. Cristo llega a la cima de la fe y de la entrega: «Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es el acto adulto por excelencia, sin sonrisa ni caricia.
También el amor del Padre llega a su colmo al querer que su Hijo sea hombre plenísimamente, que tome él solo su
máxima decisión adulta y responsable. La omnipotencia se usó para hacer al hombre más libre; Dios ocultó su poder
para que el hombre creciera. Pero el Padre no era mero espectador; él estaba en el Hijo; la agonía de Cristo tocaba
también al Padre.»
(Juan Mateos, biblista jesuita)
«Ante el asesinato de Jesús pueden darse tres reacciones:
1a. Miedo, huida, «no me conviene».
2a. Disimular, adornar la cruz, aguar el vino, suavizar, no tomar en serio los motivos por los cuales Jesús fue
crucificado. Como el niño pequeño que juega junto al cadáver de su padre media hora antes del entierro.
3a. Medir toda la gravedad de jurar fidelidad a este Hombre, «anarquista del Amor», ejecutado «por motivos políticos»,
y estar decidido a seguirlo, viviendo este compromiso en comunidad, organización y... algo más.»
(Antonio Andrés, Cristología popular)
284
AGONÍA
«Yo no comprendo todo lo que por amar»
dice Cristo, pero le amo porque le mataron
(Nancy, en Réquiem por una monja)
«Más allá de los hechos complicados y del dossier judicial, Jesús es enviado a la muerte por la fuerzas del pecado que
operan en el mundo. No se puede afirmar de ligero que eso pertenece a la historia antigua y que ya no nos concierne.
Hoy, lo mismo que ayer, el hombre pecador envía a Dios a la muerte por traición, abandono, motín, complot, desidia o
pasividad.
El hombre pecador continúa rechazando a Dios. Le condena y le mata en Jesucristo como en sus hermanos. La muerte
de Jesucristo asegura el triunfo del Príncipe de las tinieblas. Todo mal se ha dado cita en Jerusalén, este Viernes de
Pascua, para provocar el sufrimiento de Dios. Pero, «Cristo sigue en agonía hasta el fin del mundo», porque todo lo que
nosotros hacemos al más pequeño de los suyos se lo hacemos a Él.»
(Pierre Dantin, escritor francés)
«Como dice Leonardo Ragaz: «Estamos acostumbrados a ver la pasión y muerte de Jesús tras una cierta transfusión
artística. Lo acompañamos hasta el Gólgota con Rafael o con Holbein y miramos al crucificado con los ojos de Durero,
Rembrand o Rubens. Y de este modo, aunque siga siendo impresionante, todo se convierte en una especie de gozada
artística.
Hasta somos capaces de escuchar música de la pasión en una sala bien iluminada, en la que un cantante con frac y
camisa almidonada expresa con sonidos bien modulados los gritos de dolor de un condenado a muerte que se está
revolviendo entre tormentos.
En la pasión, Jesús se nos presenta como el gran príncipe de la gloria... Está rodeado del esplendor de la transfiguración
fruto de su sufrimiento, rodeado del amor y adoración de innumerables almas que no conocen nada más sublime que él.
Contemplando esta pasión nos parece que ya antes, cuando la estaba viviendo, todas las generaciones cristianas lo
miraban de lejos llorando, orando y dando gracias, y que él mismo se daba cuenta de ello».
Como contraposición, léase el relato de Marcos. Si se le quiere encontrar una interpretación artística, no puede ser la de
Durero ni la de Rubens y mucho menos la de Rembrand; quizás sólo la de Matías Grünewald. En esta última resulta
imposible difuminar en las categorías estéticas la impresión de la crucifixión. Ante la figura de Cristo condenado, caído
en el oprobio y la ignominia, lo único que se puede hacer es esconderse, profundamente conmovidos por el juicio que
espera al hombre y su pecado.»
(G. Dehn, en Figlio di Dio)
«¿Quién elige a Cristo sin la cruz? La cultura occidental, que quiere mantener una fe sin una moral dura que manda ser
puros, cargar con la cruz y amar a los enemigos. ¿Quién elige la cruz sin Cristo? Rusia y China, que aceptan una
disciplina, un orden y una entrega al ideal que requiere sacrificio; pero que no acepta a Jesús como Salvador.
Jesús sin la cruz es sentimentalismo. La cruz sin Jesús es la tortura de un Dachau.» (Fulton Sheen, obispo
norteamericano)
285
PARASCEVE
«Se cubrieron de luto los montes / a la hora de nona. El Señor rasgó el velo del templo / a la hora de nona. Dieron gritos
las piedras en duelo / a la hora de nona. Y Jesús inclino la cabeza / a la hora de nona»
(Himno eclesial)
«Si no fuera por Ti, ¿quién disipara / esta espesa negrura que me crece como bosque de luto? Me parece / habitar el
dolor. Veo tu cara chorreada de sangre que saltara / la soberbia brutal que entenebrece la historia de los hombres y
amanece / en mi pecho por tu mirada clara. Tu Cruz echa raíces en la roca / estéril ahora de mis días y tu cruel Pasión
limpia mi boca. / Seré digno de Ti. Si no me dejas, las espinas darán sus profecías. / Estás por mí en la Cruz y no te
quejas.
(Ramón de Garciasol, poeta)
«Alma: Parece que se desmorona / la Torre aquella de tan fuerte altura, pues tal es su congoja y su tristura / que ya la
muerte de vencer blasona. Entre amar y morir se desazona / queriendo y no queriendo, en guerra dura, beber y no beber
esa amargura / que el Hombre aparta y busca la Persona. Muerto parece el que te asusta vivo, / porque tomes así mayor
licencia. Como sufre... ¡estará más compasivo! / Como llora... ¡tendrá tan dulce ciencia! Ahora que está tan solo y
pensativo, / es el instante de pedirle audiencia.»
(José María Fernán, poeta)
«Dame una mano tuya, aunque sea la izquierda,
lo mismo da si es tuya.
Si me coge tu mano, no hay miedo que yo huya,
si yo cojo tu mano, no hay miedo que me pierda ...
Dame una mano tuya, aunque sea la izquierda.
Las dos tienen heridas.
Las dos te hicieron falta para formar la cruz.
Las dos son necesarias para abrazar la vida.
Las dos dan de limosna pan y luz.
Quiero acostar en ellas mi cabeza que arde,
y soñar en su almohada dulcemente ...
Si aguantó la cabeza del clavo aquella tarde,
que aguante hoy mi cabeza resignada y paciente.
Dame una mano tuya, aunque sea la izquierda,
lo mismo da si es tuya..
Si me coge tu mano, no hay miedo que yo huya,
si yo cojo tu mano, no hay miedo que me pierda ...
¡Dame una mano tuya, aunque sea la izquierda!»
(Ramón Cué Romano, poeta)
286
DOLORIDO
«No tenía presencia ni belleza / que atrajera nuestras miradas
ni aspecto que nos cautivase: / despreciado y evitado de la gente,
un hombre hecho a sufrir, / curtido en el dolor;
Al verlo se tapaban la cara; / despreciado, lo tuvimos por nada;
a él que soporto nuestros sufrimientos / y cargó con nuestros dolores
lo tuvimos por un contagiado, / herido de Dios y afligido»
(Isaías II)
«Señor: Tú estás destruido así por nuestra causa.
La imagen de tu cuerpo desheredado
muestra lo que pasa en mi alma,
que fue creada como imagen de Dios.
Tú eres el que ama, por eso no miras por ti mismo,
sino que te das para la salvación de aquellos que amas.
Tú tomas nuestra gastada figura,
y te haces semejante a nosotros,
para que nosotros nos hagamos a la imagen de tu entrega.
Tú eres vulnerable, porque amas.
Tú quieres que seamos también vulnerables,
que nos asemejemos a Ti
y que nos apoyemos en tu amor, cuando suframos.
Transfórmanos,
que la imagen de nuestra pobreza
muestre la imagen de tu amor.
Así te alabamos, imagen del Padre,
hasta que Tú nos perfecciones en Ti.»
(Agustín de Hipona)
«Yo no puedo cantar aquellas loas / que los santos, llorando, te dijeran: soy un barro llagado en la garganta, /
desdichado amasijo de mudeces (...) Y mi aliento no sube a tu costado / alanceado y frío en el madero, pues baja
únicamente hacia la sombra, / poblando con su soplo mis fronteras. Yo quisiera decirte que te amo, / a pesar de mis
huesos que no creen, arterias rotas, peces derribados / en arena mortal desventurada. Que te amo en el naufragio
interminable / de objeciones y sueños y tristezas, en papeles difuntos que me cercan, / en los gritos del hombre que
asesinan. Que te amo por humilde y porque fuiste / injuriado con piedras y palabras; por el ojo mordido, el labio
exangüe, / por tu humano dolor en carne abierta. Yo quisiera decirte que no olvido / tu martirio sin fruto por el mundo,
y que lloro el derrumbe de tu cuerpo / por el ansia divina de salvarnos. ¡Soy un barro llagado en la garganta, / una boca
sin voz para cantarte!»
(Concha Zardoya, poetisa)
287
HERIDO
«Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Sobre él descargó el castigo que nos sana y
con sus cicatrices nos hemos curado» (Isaías II)
«Suprema excelsitud que en noche de agonía
libraste de pesar a un pueblo condenado,
y fuiste para él Varón desheredado,
tragedia excepcional, común de su perfidia.
Tu rostro profanado plasmó la celosía,
tu cuerpo preso fue por cuerdas flagelado,
tus miembros se quebraron, por clavos traspasado,
en triste soledad de tosca tabla fría.
Y tú desde aquel día quedaste con nosotros,
en áureo pedestal de ceras rodeado,
abismo en que se hunde la piedra del pecado.
Vergel de la virtud, en bocas alabado,
escándalo perpetuo de hombres casi rotos,
enséñanos, Señor, tu Reino deseado.»
(Ramón Cardona, poeta)
«Aquí, donde tú, Señor Jesús,
el inocente fuiste acusado, / el justo fuiste ajusticiado,
el santo fuiste condenado,
el Hijo del hombre fuiste torturado, muerto y crucificado,
el Hijo de Dios fuiste blasfemado, insultado y renegado,
tú, la luz, conociste las tinieblas, / tú, el rey, fuiste elevado en cruz,
tú, la vida, padeciste la muerte, / y tú, muerto, resucitaste a la vida.
Aquí queremos recordarte, Señor Jesús,
aquí tu pasión fue ofrenda prevista, aceptada, querida,
fue sacrificio del que fuiste la víctima y el sacerdote.
Aquí tu muerte fue la expresión y la medida del pecado humano,
fue el holocausto del mayor heroísmo, / fue el precio ofrecido a Dios justo,
fue la prueba del amor supremo./ Aquí combatieron la vida y la muerte.
Aquí conseguirás la victoria, oh Cristo, / muerto y resucitado por nosotros.
Míranos aquí, Señor Jesús,
hemos venido como culpables que regresan al lugar de su crimen;
hemos venido como el que te siguió, / pero también como el que te traicionó.
Hemos sido fieles e infieles muchas veces.
Hemos venido para confesar la misteriosa relación
entre tu muerte y nuestros pecados: nuestra obra y tu obra.
Hemos venido a golpearnos el pecho, / pidiendo perdón, implorando tu misericordia.
Hemos venido porque sabemos que puedes, / que quieres perdonarnos.
Pues ya que tú expías por nosotros,
tú eres nuestra redención, tú eres nuestra esperanza.»
(Pablo VI, papa)
288
SOLIDARIO
«A los cristianos de la época, la palabra «sangre», referida a la muerte cruenta de Jesús, sugería la realidad de la nueva
Alianza, del perdón de Dios de l' unidad con Él. La idea de castigo falta totalmente»
(Gérard Rossé)
«Jesús ha dado a su muerte un carácter expiatorio.
Los términos expiación o expiar han tenido distintos significados en el pasado y no siempre han sido acertados para
comprender lo que dice la Sagrada Escritura.
En el mundo helenista, se trata del esfuerzo del hombre -mediante el sacrificio- por influenciar a la divinidad y
hacérsela propicia. Hoy, expiar es casi sinónimo de sufrir un castigo.
Muy distinto es el pensamiento bíblico. Allí, expiar es sinónimo de purificar, liberar de los pecados. Es Dios el que
concede la expiación, es decir, el medio de rehabilitación que permite a los hombres restablecer la comunión con Él,
encontrar de nuevo la relación rota por el pecado.
He aquí una afirmación tradicional: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
Él nos ha amado y ha enviado a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados». Esto significa que, en
Jesús crucificado, Dios ha concedido al hombre encontrar el perdón divino; Jesús crucificado constituye el lugar donde
Dios establece la comunión definitiva del hombre con Él.
Jesús, por tanto, no es presentado de hecho como la víctima que padece el castigo en lugar del hombre que había
merecido la muerte ... Él nos «sustituiría». Es la «solidaridad» (y no tanto la sustitución) entre Jesús y los hombres la
que es fundamental; se ha hecho maldición, pecado, pobre, para introducirnos en su vida, darnos su riqueza.
Por eso, si el Nuevo Testamento afirma que Cristo muere «por nosotros», es decir, en lugar nuestro (y en favor nuestro),
no es en el sentido de que, para satisfacer la justicia divina ofendida, Dios tendría necesidad de una víctima inocente
que padezca el castigo en lugar nuestro, sino en el sentido de que solamente el Hijo sin pecado puede realizar
eficazmente la salvación, establecer la unidad con el Padre en su don de amor (idea justa de sustitución).
Una serie de textos del Nuevo Testamento habla de la «sangre» derramada; recordemos la palabra eucarística dicha
sobre el cáliz (Me 14, 24); o también la afirmación de Pablo: «A quien ha puesto Dios como sacrificio de propiciación
(o medio de expiación) mediante la fe en su sangre» (Rm 3, 25) (...)
En nuestros textos no hay ninguna referencia a una ira divina que exigiera la sangre, es decir, la muerte de la víctima
para aplacarse. Está ausente también la idea de sustitución, por la cual la sangre de Cristo sustituiría a la sangre del
hombre pecador que debería morir para pagar la pena debida por sus pecados.
A los cristianos de la época, la palabra «sangre», referida a la muerte cruenta de Jesús, sugería la realidad de la nueva
Alianza, del perdón de Dios, de la unidad con Él; la idea de castigo falta totalmente.»
(Gérard Rossé, biblista)
289
REDENTOR
«Porque fuiste degollado / y con tu sangre has comprado para Dios / hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación»
(Apocalipsis)
«La Tradición primitiva, para hablar de salvación como liberación, utiliza comúnmente el concepto de «redención».
Para el helenista, la imagen recuerda el acto con que a tratado el precio del rescate por la liberación de un esclavo o de
un prisionero. Pero 1 uso cristiano tiene sus raíces en el Antiguo Testamento: la gesta de Yahvé, el Libertador que
arranca a los israelitas de la esclavitud de Egipto para hacer de ellos, mediante la alianza del Sinaí, su pueblo
privilegiado, su posesión preciosa.
Redención es, por tanto, sinónimo de liberación y está ligada al concepto de adquisición. El hombre es liberado para
pertenecer a Dios en la comunidad de la Alianza. «Él se entregó por nosotros para rescatarnos (= liberarnos) de la
iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo, fervoroso en obras buenas» (Tit 2, 14).
Frecuentemente, en estas formulaciones vuelve el medio con el cual la redención-liberación o la adquisición ha sido
realizada: la sangre de Cristo: «Mirad por vosotros y por todo el rebaño, sobre el cual el Espíritu Santo os ha constituido
guardianes (obispos) para apacentar la Iglesia de Dios, que Él adquirió con su sangre» (Hch 20, 28).(...)
Hay que insistir en que no debe interpretarse mal. La sangre no es el precio que Jesús habría debido pagar como
compensación para obtener nuestra liberación, según una noción jurídica de la redención. Ya el nexo entre redención-
adquisición con los hechos del Éxodo impide tal interpretación. Además, el Nuevo Testamento no dice nunca a quién
debería ser pagado este precio.
- ¿Al Padre? ¡Pero Jesús no rescata a los hombres para liberarlos del Padre, sino más bien para hacerlos propiedad suya!
- ¿A Satanás, dominador del mundo? ¡Pero Dios (o Cristo) no tiene por qué pagarlo, como tampoco Yahvé al Faraón
para hacer salir a los israelitas de Egipto!
La referencia a la sangre de Cristo no debe entenderse, por tanto, como un precio que haya que pagar a alguien. La
sangre tiene la función, en el Antiguo Testamento, de sellar la Alianza; su mención recuerda la unidad realizada, el
pacto entre Dios y el hombre en la muerte de Cristo. Los creyentes son adquiridos por Dios mediante la sangre de
Cristo, como Israel llegó a ser el pueblo de Dios mediante la Alianza sellada con la sangre (que tiene la función de unir
a los contratantes según la visión bíblica).
El Padre nos libera y nos adquiere, no pagando o recibiendo algún precio o compensación, sino porque nos ama.»
(Stanislas Lyonnet, biblista)
«La idea de precio está, ciertamente, presente en algún texto, y Pablo subraya que el precio ha sido caro: «¡Habéis sido
bien comprados! No os hagáis esclavos de los hombres» (1 Cor 7, 23); pero no estamos en el campo de la compraventa.
El apóstol quiere decir que el modo como se ha realizado nuestra liberación-adquisición ha sido particularmente
doloroso y oneroso. A causa de la codicia del pecado de los hombres (el odio), Jesús ha debido vivir su amor por Dios y
por nosotros (manifestado en la fidelidad a su misión) hasta la muerte en cruz.»
(Gérard Rossé, en Jesucristo)
290
DOLIENTE
«Si es cristiano, si lee el evangelio, oirá como Pascal cómo el Crucificado d' «mi sangre ha sido derramada por ti», y
dirá como san Pablo: «me amó entregó a la muerte por mí»
(J.M. Lustiger)
«El Mesías, nuestro Mesías, es un Mesías humillado, oculto, cuya gloria está actual mente escondida, incluidos sus
discípulos y su cuerpo. Su gloria está al lado de Dios todavía no ha llegado el fin de la historia. La historia continúa, una
historia en la que la esperanza mesiánica se ha dado ya, e Israel sigue teniendo su papel, ya que el fin del tiempo de los
hombres no ha llegado. El papel oculto del Mesías en el que creen los discípulos del Mesías, los «mesiánicos», es decir,
los cristianos, y el papel, la misión de Israel, tienen en común algo misterioso: el Mesías vendrá en toda su gloria.
Pero, ¿por qué hacía falta que el Mesías sufriera antes de entrar en su gloria? Es la cuestión a la cual los apóstoles, los
primeros discípulos, se enfrentaron con fuerza; fue el lugar de su «curación» espiritual, porque el acto de fe que se les
concedió por el don del Espíritu Santo fue una curación de su incapacidad para ver, de los que el Evangelio llama una
ceguera, un endurecimiento del corazón. Los discípulos de Cristo acaban por entender que era preciso que el Mesías
sufriera antes de entrar en su gloria: los sufrimientos del Mesías no se terminaron en sus miembros. Era necesario que la
historia prosiguiera y que esta historia no fuera una historia de vagabundeo y desesperación sino una historia de la
compasión y de la redención. (...)
Se dice siempre que son los judíos y no los paganos quienes crucificaron al Mesías. Pero no es cierto; según san Pablo,
fueron todos los hombres quienes le crucificaron. En el momento en que los evangelistas escriben, la polémica con la
Sinagoga es intensa y, sin embargo, según los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles, según los relatos de la Pasión
de Cristo, la responsabilidad de la muerte del Mesías incumbe a todos los hombres, judíos y cristianos.
San Juan presenta de manera asombrosa el diálogo con Pilatos. Se olvida este diálogo casi siempre. Se presenta a
Pilatos como un gobernador colonial que trataba con los indígenas y no entendía sus problemas. No es cierto. El
derecho romano representaba la más alta expresión de racionalidad y de justicia, y Pilatos cometerá, en la forma, una
denegación de justicia absoluta; la responsabilidad jurídica es suya, y fueron los soldados de Roma quienes crucificaron
a Jesús. Los paganos se mostraron pecadores cuando pretendían ser justos, igual que los judíos no reconocieron a Aquel
a quien estaban destinados a reconocer. Así es la historia humana, llena de injusticias e infidelidades.
Pero la medida de la gracia del perdón y de la misericordia, de las cuales es portador el Mesías, es infinita. Esta
revelación del pecado de todos los hombres, que se produce a través de él, no se ha hecho para su condenación, sino
para su liberación, a condición de que esta luz sobre el hombre, es decir, el reconocimiento del pecado, sea aceptada por
el hombre. Si el hombre no la acepta, se encierra a sí mismo en su ceguera. Pero esta luz es un don de misericordia. La
oferta sigue en pie. Dios «se ha hecho cargo» de cualquier pecado, a través de la condición humana de su propio Hijo,
de Jesús, su Único Hijo.»
(Jean-Marie Lustiger, cardenal)
291
TORTURADO
«Cristo murió sin saber... Nos dejó solos para continuar ... incluso cuando estamos en la mazmorra, sabiendo lo que El
sabía, pero incapaces de hacer lo que él hizo, incapaces de morir como El.»
(A. Camus)
«Le amo, amigo, porque murió sin saber...
Uno ha intentado, naturalmente, ayudarse un poco con Su muerte.
Después de todo, era una genialidad decirnos: .
«No estáis relucientes. Bueno, es un hecho. Pero no vamos a reparar en pelillos.
Vamos a liquidarlo todo de una vez en la cruz.
Pero ahora trepa demasiada gente a la cruz sólo para que los vean
desde más lejos, aunque para encaramarse haga falta patear al que
desde hace tanto tiempo está clavado en ella...
Demasiados cristianos han decidido prescindir de la generosidad para practicar la caridad.»
«Los hombres habían metido a Nuestro Señor en el desván
después de haberle relegado al sótano;
y no tardaron en encaramarlo a un tribunal, en el secreto de su corazón,
y golpean, y, sobre todo, juzgan, juzgan en su nombre.
Él hablaba suavemente a la pecadora: «Yo tampoco te condeno»;
sin embargo, ellos condenan, no absuelven a nadie.
En nombre del Señor: así te pagan, ¿Señor?
Él no pedía tanto, amigo; quería que le amasen, y nada más.»
(Albert Camus, escritor francés, en La caída, en labios del personaje Clamence)
«Yo no comprendo todo lo que Él dice,
pero lo amo porque lo mataron.
Tú huiste porque amabas lo que está mal, como yo.
Más, para compensar un poco, Él inventó el sufrimiento,
que es la luz del pobre mundo.
El te perdonará, porque hay, sin duda, un lugar, en algún sitio,
donde tu hijo no se acuerda de nada,
ni si quiera de mis manos que lo estrangularon.»
(William Faulkner, escritor norteamericano, en Réquiem, en boca del personaje Nancy)
«El mayor torturado de toda la historia es Cristo:
no sólo sufrió injustamente, sino que se ofreció a este sufrimiento para salvarnos.
Estamos aquí en presencia de una realidad central de la fe,
la más misteriosa, pero la más esencial...
me refiero a la misteriosa solidaridad de los inocentes con el sufrimiento de los demás.
Su solidaridad no es más que su unión misteriosa
a los sufrimientos de Cristo.»
(Charles Moeller, escritor belga)
292
PERDONADOR
«Te he hablado esta noche de muchas cosas,
pero aún no he abordado el tema que ocupa mi corazón.
Te he dicho que aspiro, noche y día,
a reconciliarme con Cristo nuestro Señor;
te he dicho que nunca me había parecido tan indeciblemente amable
como cuando comprendí que El me había marcado con el signo de Caín»
(Sigrid Undset)
«Dios podía obligar a los hombres a seguir la ruta que les trazase, a ser obedientes como las estrellas. Pero se hizo
hombre, y depuso su omnipotencia a la puerta del mundo de los hombres. A Paul se le cortó la respiración al pensar
esto. Veía literalmente la oposición entre un mundo que se movía eternamente siguiendo un ritmo establecido y la
agitación desarreglada de la voluntad humana. Veía a la Omnipotencia que rige el Cosmos y que anda mendigando
entre la multitud de las almas humanas, pidiendo que se le permita dar, compartir las misteriosas riquezas de su propio
ser. Un haz de rayos luminosos que traspasa repentinamente una espesa cortina de nubes y enciende una serie de puntos
resplandecientes sobre una extensión de agua -siendo cada punto de luz un mundo maravilloso e infinito-, así veía Paul
la venida de Dios hasta los hombres. (...)
Paul se había derrumbado literalmente ante el comulgatorio. A pocos pasos de la Presencia real, sintió que la voluntad
surgida del fondo del Reino del Misterio se apoderaba de su voluntad. Penetraba en él como una flecha, y su alma era
atrapada por ese poder cuya imagen aquí abajo es el fuego, como cegada por la fuerza cuyo signo en este mundo es la
luz. ¿No era la Zarza ardiente, que lo atraía hacia sí, cerrándose sobre él, devorándolo? Y, sin embargo, vivía,
continuaba existiendo. Después, el poder que se había adueñado de él lo soltó, y desapareció dejando tras su paso una
impresión de gozo paralizante.»
(Sigrid Undset, escritora noruega)
«Aquel viejo crucifijo, rígido y borroso; aquel crucifijo de la más devastada de las basílicas de Roma, tan vacía de
oraciones como si ya no fuera más que el templo pagano de los amantes del arte (¡tan vacía y tan pobre como lo estaba
a mis ojos mi propia alma!), me salió de pronto al encuentro con los brazos abiertos y me obligó a caer de rodillas. Al
mismo tiempo, sentí como si alguien, con la rapidez de un relámpago, arrancara un velo de mi interior; y allí reconocí la
misma imagen ante la cual estaba arrodillada, semejante a un estigma de amor: aceptado, negado, olvidado y, no
obstante, incólume, porque este amor me había sido guardado.»
(Gertrud von Le Fort, escritora alemana)
293
IMBORRABLE
«Hay un hombre, el único que ha fundado su amor sobre la tierra, y este hombre eres Tú, Jesús,... Cuyo solo nombre
abre mis entrañas y saca de mí este acento que me conmueve y que yo me desconocía»
(Henri Lacordaire)
«En busca de amor toda nuestra vida, jamás lo hallamos sino de un modo tan imperfectísimo que hace sangrar al
corazón. Mas, aunque lo hubiéramos obtenido mientras vivimos, ¿qué nos queda de él después de la muerte? De
acuerdo: una oración amiga nos sigue más allá de este mundo, un recuerdo piadoso pronuncia todavía nuestro nombre;
sin embargo, el cielo y la tierra dan un paso más, el olvido llega, el silencio nos envuelve, ya no hay orilla que sople
sobre nuestra tumba la brisa etérea del amor. Ha terminado, para siempre ha terminado: tal es la historia del hombre en
el amor.
No estoy en lo cierto, señores: hay un hombre a quien la tumba guarda amor, hay un hombre cuyo sepulcro no es sólo
glorioso, como ha dicho un profeta, sino amado.
Hay un hombre cuyas cenizas, a la vuelta de dieciocho siglos , no se han enfriado; y el cual nace todos los días en el
pensamiento de una multitud incontable (...)
Hay un hombre muerto y enterrado, cuyo sueño y despertar se espían, de quien cada palabra dicha por Él está todavía
vibrante, y todavía engendra más que amor.
Hay un hombre desde hace siglos prendido a un patíbulo, y a este hombre millares de adoradores le desatan cada día del
trono de su suplicio, se arrodillan ante El, se prosternan hasta lo más bajo que les es dado, sin enrojecer, y con el rostro
en el suelo besan con ardor indecible sus pies sangrantes.
Hay un hombre flagelado, muerto, crucificado, a quien una pasión inenarrable resucita de la muerte y de la infamia, y lo
sitúa en la gloria de un amor que jamás desfallece, que en Él halla paz, honor, alegría y hasta éxtasis.
Hay un hombre perseguido, en su suplicio y en su tumba, por un odio inextinguible, Y que pide apóstoles y mártires a
toda la posteridad venidera, que encuentra apóstoles y mártires en el seno de todas las generaciones.
Hay un hombre, en fin, y el único que ha fundado su amor sobre la tierra, y este hombre eres Tú, ¡Jesús!
Tú que has querido bautizarme, ungirme, consagrarme en tu amor, y cuyo solo nombre, en este momento, abre mis
entrañas y saca de mí este acento que me conmueve a mi mismo, y que yo no me conocía.»
(Henri Lacordaríe, dominico, teólogo francés)
294
EN CRUZ
«¿Cómo soportó Cristo la cruz? No buscó la cruz por la cruz. Buscó el rito que hacía evitar la cruz para sí y para los
otros. Predicó y vivió el a Anunció la buena nueva de la vida y del amor. Se empeñó por ella. El muí se cerró a Él, le
creó cruces en su camino y finalmente lo levanto en el madero de la cruz.»
(Leonardo Boff)
«Preguntarnos cómo murió Cristo es como preguntarnos cómo vivió, cómo asumió los conflictos de la vida, cómo
acogió el caminar de la vida que llega hasta acabar en morir. Él asumió la muerte cuando asumió todo lo que la vida
trae: alegrías y tristezas conflictos y enfrentamientos a causa de su mensaje y de su vida.
Algo semejante vale para la cruz. Cruz no es solamente el madero. Es la corporificación del odio, de la violencia y del
crimen humanos. Cruz es aquello que limita la vida (las cruces de la vida), que hace sufrir y dificulta la marcha a causa
de la mala voluntad humana (cargar con la cruz de cada día) . ¿Cómo soportó Cristo la cruz? No buscó la cruz por la
cruz. Buscó el espíritu que hacía evitar la cruz para sí y para los otros. Predicó y vivió el amor. (Quien ama y sirve no
crea cruces para los demás con su egoísmo, o con la mala calidad de vida que genera). Anunció la buena nueva de la
Vida y del Amor. Se empeñó por ella. El mundo se cerró a Él, le creó cruces en su camino y finalmente lo levantó en el
madero de la cruz. La cruz fue consecuencia de un anuncio cuestionador y de una práctica liberadora. Él no huyó, no
contemporizó, no dejó de anunciar y testimoniar, aunque esto le costara ser crucificado. Continuó amando, a pesar del
adió. Asumió la cruz en señal de fidelidad para con Dios y para con los hombres. Fue crucificado por los hombres y
para los hombres (en amor y fidelidad a los hombres). [•••)
Aceptar la cruz que viene de este embate es cargar la cruz como el Señor la cargó, en el sentido de soportar y sufrir por
razón de la causa y de la vida que llevamos. (...)
Esta lucha implica asumir la cruz y cargarla con valentía y también ser crucificado con hombría. Vivir así es ya
resurrección: es vivir a partir de una vida que la cruz no puede crucificar. La cruz es la que hace ver que esta vida es
más victoriosa. Predicar la cruz significa seguir a Jesús; y seguir a Jesús es perseguir su camino y proseguir su causa y
conseguir su victoria.
Dios no se quedó indiferente ante las víctimas y ante los que han sufrido en la historia. Por amor y solidaridad se hizo
pobre, condenado y crucificado y asesinado. Asumió una realidad que, objetivamente, contradice a Dios, pues Dios no
quiere que los hombres empobrezcan y crucifiquen a otros hombres. Este hecho revela que la mediación privilegiada de
Dios no es ni la gloria ni la transparencia del sentido histórico, sino el sufrimiento real del oprimido. «Si Dios nos amó
de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros» (1 Jn 4,11). Allegarse a Dios es allegarse a los
oprimidos y viceversa. Decir que Dios asumió la cruz no debe significar una magnificación de la cruz ni su
eternización. Significa solamente cuánto amó Dios a los que han sufrido. Él sufre y muere con ellos.»
(Leonardo Boff, teólogo brasileño)
295
EL HOMBRE ETERNO
«El Cristo meramente humano no es más que una figura, una pieza de elección artificial, como la del hombre evolutivo»
(G. K. Chesterton)
«Si Cristo fue simplemente un carácter humano, fue realmente un carácter muy complicado y contradictorio. Porque
combinó exactamente las dos cosas que existen en los dos extremos de la naturaleza humana. Fue exactamente lo que
nunca es el hombre víctima de una alucinación: sensato, prudente. Fue, del mismo modo, un buen juez. Todo lo que
decía era inesperado: inesperadamente magnánimo, y a veces inesperadamente moderado. Recordad la parábola de la
cizaña y el trigo. En ella se unen la cordura y la sutilidad. Nada tiene de la simplicidad de un loco. (...) No veo cómo
pueden combinarse aquellas dos cualidades de un modo convincente si no es de la manera asombrosa en que se
combinan en el Credo. (Aun en el aspecto puramente humano y simpático, el Jesús del Nuevo Testamento me parece
poseer en más de un aspecto la nota de algo sobrehumano, es decir, de algo humano y más que humano. Pero hay una
cualidad en todas sus enseñanzas de la que no se hace la debida mención en muchas de las modernas consideraciones
acerca de ellas como tales enseñanzas: la persistente sugestión de que Él no vino al mundo para enseñar. Si hay un
pasaje en su vida que me afecta personalmente, como gloriosamente humano, es aquel en que da vino para la fiesta
nupcial. (...) Pero aun en esa historia hay algo de cosa no completamente explicada, y que aquí es muy importante. Me
refiero a la primera vacilación, que no toca para nada a la naturaleza del milagro, sino al hecho de poseer la virtud de
hacer milagros. «Mi tiempo no ha llegado todavía». ¿Qué quiere decir eso? Por lo menos, quiere decir un plan general,
un propósito en la mente, al cual ciertas cosas convienen o no convienen. Y si desatendemos ese plan estratégico, no
sólo prescindiremos del quid de la historia, sino de la historia misma.
Se suele hablar de Jesús de Nazaret como de un maestro vagabundo. Y hay una verdad vital en este aspecto en cuanto
realza una actitud frente al lujo y las convenciones (...) Pero en otro sentido, la palabra «errante», aplicada a su vida, se
presta a confusión. (...) La vida de Jesús es una línea recta. Fue, sobre todo, dramática. Consistió, principalmente en
hacer algo que tenía que ser hecho. Y no hubiera sido hecho si Jesús se hubiese paseado por el mundo no haciendo otra
cosa que predicar la verdad. Ni aun el movimiento externo de su vida sería descrito como un movimiento errante, en el
sentido de haber olvidado que era un viaje. En esto cumple más las necesidades del mito que las de la filosofía. Es un
viaje con un designio, con un objeto, como Jasón yendo a buscar el vellocino de oro, o Hércules las manzanas de oro de
las Hespérides. El objeto que iba buscando era la muerte. La primera cosa que tenía que hacer era morir. (...) Queremos
decir que la Muerte fue la novia de Cristo, como la Pobreza fue la novia de san Francisco. Queremos decir que su vida
en ese sentido fue una especie de aventura de amor con la Muerte, una novela de la persecución del último sacrificio.»
(Gilbert-Keith Chesterton, novelista inglés)
296
TRIPLE PASIÓN
Si hay algún cineasta preocupado por el problema religioso en sus películas ése es sin duda Ingmar Bergman. Un
personaje del filme «Comulgantes» habla así de la pasión de Cristo:
(R. A.)
«Pensamos demasiado en la tortura física, en cierto modo. Pero esto no fue tan duro Sí, perdone usted; parece
presuntuoso, claro, pero físicamente, y con toda modestia, puedo decir que he sufrido tanto como Cristo ... Creí ver,
detrás de este sufrimiento físico, un sufrimiento aún mucho mayor ... Piense en Getsemaní, señor pastor. Todos los
discípulos se habían dormido. No habían comprendido nada; ni la comunión, ni nada. Y luego, cuando llegaron los
guardias, huyeron. Y también Pedro, que renegó. Durante tres años, Cristo había hablado a sus discípulos, señor pastor,
y habían vivido juntos durante tres años: Sencillamente, no habían comprendido lo que quería decir. Ni una palabra. Lo
abandonaron todos. Y se quedó solo. ¡Señor pastor, tuvo que ser un gran sufrimiento! Comprender que nadie había
comprendido. Ser abandonado en el mismo momento en que se necesita a alguien con quien poder contar. ¡Qué terrible
sufrimiento!
¡Sí, pero aún no había llegado lo peor! Cuando Cristo fue clavado en la cruz y quedó colgado allí, en medio de sus
dolores, gritó: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?» Gritó todo lo que pudo. Creía que su Padre, que
estaba en los cielos, lo había abandonado... A Cristo le asaltó una gran duda durante los minutos que precedieron a la
muerte. Esto debió de ser el más horrible de sus sufrimientos. Me refiero al silencio de Dios. ¿No es cierto, señor
pastor?»
(Ingmar Bergman, director de cine)
Jesús: Hablamos de tu pasión, en singular,
pero en realidad sufriste tres pasiones: la del cuerpo, la del alma y la del corazón. No hay que minusvalorar tu pasión
física: flagelación, coronación de espinas, vía crucis, crucifixión ... Pero ¿qué decir de la soledad de tu sensible corazón,
ante el sopor y la huida de tus apóstoles en el huerto? Y sobre todo, ¿qué pensar del vacío de tu alma ante el silencio del
Padre en el Gólgota? Si Tú eras su Hijo superamado del Jordán y del Tabor, ¿por qué te sentías abandonado en la cruz?
Sólo se me ocurre que el Padre permitió tu amarga soledad para merecer nuestra compañía feliz en la casa paterna.
(R.A.)
297
ESPERANZA
«Frente a todos los males que abruman a la humanidad, a todos los peligros que la amenazan, frente a la enfermedad
propia y de nuestros prójimos, a la muerte de nuestros seres queridos, tenemos necesidad de razones más profundas de
esperanza. Esas razones hemos de buscarlas en las promesas de Cristo... en el misterio de la Cruz y de la Resurrección,
del cual nosotros debemos ser los testigos, si queremos ser, en medio del mundo, mensajeros de esperanza.»
(Ennio di Giorgi, matemático italiano)
Jesús: El problema del mal es el único que impide a los hombres creer.
El contraste entre la afirmación de un Dios omnipotente
y los males que afligen a los individuos y a la humanidad
resulta indigerible para algunas mentes y voluntades.
No voy a filosofar en tu presencia sobre este problema,
sobre la existencia de un Dios bueno y el mal.
Prefiero asimilar tu doctrina y tu actitud.
Tú niegas la relación del mal como castigo de Dios
a los pecados de los hombres, tan creída por mucha gente.
Por el contrario afirmas que el Padre no discrimina
a los malos de los buenos a la hora de enviar sus beneficios.
Pero no teorizas sobre el porqué de los males.
Sólo nos dices que quien los encaja bien en esta vida
los verá convertidos en bienes infinitamente superiores en la otra.
De Ti aprendió Pablo a decir: «A quienes aman a Dios
todo se les convierte en bien», hasta el mal.
Y: «No son comparables los sufrimientos de este mundo
con la gloria que se nos revelará en el cielo».
A los increyentes les sonará esta promesa a música celestial,
o les sabrá a «opio» adormecedor de las realidades palpables;
pero a los creyentes nos consuela saber que «ni el ojo vio
ni el oído oyó lo que Dios tiene preparado para los que le aman».
En cuanto a la manera práctica de afrontar los males,
tenemos el ejemplo de tu praxis en la pasión.
Le pides al Padre, en primera instancia, que aparte de Ti el cáliz del dolor,
si entra en los planes misteriosos de su providencia.
Pero, en segunda instancia, le pides que se haga su voluntad.
Esto no te quita el dolor físico ni espiritual,
pues le preguntas: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Sin embargo, tu última palabra ante el dolor de la cruz
es de plena confianza: «¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu!»
Jesús: Ayúdanos a afrontar el problema del dolor propio con tu respuesta de fe-confianza en Dios, a pesar de todo.
Y, ante los males ajenos, tu postura de disminuirlos,
Pues pasaste por la tierra haciendo bien y liberando del mal.
(R. A.)
298
PASIÓN
Para entrar en el túnel de la pasión vengo acompañado por el autor del poema «Viernes Santo»
(R. A.)
«Este cáliz apártalo de mí. / Pero si es necesario...»
Y el cáliz, de amargura necesaria, / fue llevado a la boca, fue bebido.
La boca, todo el cuerpo, / el alma del más puro
aceptaron el mal sin resistencia.
Y el mal era injusticia, dolor
-un dolor infligido / con burla-
y sangre derramada.
Todo era necesario / para asumir aquella hombría atroz.
Era el Hijo del hombre. / Hijo con sus apuros, sus congojas,
porque el Padre está lejos o invisible,
y le deja ser hombre, criatura / de aflicción y de gozo,
de viernes y de sábado / sobre cuestas y cuestas.
¿Por qué le abandonaste si es tu Hijo?
Y los cielos se nublan, / la tierra se conmueve,
hay fragor indignado:
todo ve la injusticia. ¿Necesaria?
También sufren los justos que condenan
el mal / y rechazan su ayuda.
Pero el Hijo del hombre sí la quiere.
Él es / quien debe allí, sobre la cuesta humana,
cargar con todo el peso de su hombría,
entre los malos, colaboradores,
frente a los justos que al horror se niegan.
Culminación de crisis, / a plenitud alzada.
Esta vida suprema exige muerte.
Ha de morir el Hijo.
Tiene que ser el hombre más humano.
También los minutos transcurrieron:
hubo días hermosos con parábolas.
Es viernes hoy con sangre:
sangre que a la verdad ya desemboca.
Y entonces ...
Gemido clamoroso de final.
Un centurión ya entiende.
Lloran las tres Marías. Hombre sacro.
La cruz.»
(Jorge Guillen, poeta)
299
LA ULTIMA TENTACIÓN
«Cristo sufrió, y desde entonces el sufrimiento quedó santificado; la tentación luchó hasta el último instante para
extraviarlo, y la tentación fue vencida»
(N. Kazantzakis)
«La doble sustancia de Cristo siempre fue para mí un misterio profundo e impenetrable: el deseo apasionado de los
hombres, tan humano, tan sobrehumano, de llegar hasta Dios, más exactamente, de retornar a Dios para identificarse
con Él. Esta nostalgia, a la vez tan misteriosa y tan real, ha abierto en mí hondas heridas y también fluyentes y
profundos manantiales (...) Por ello el misterio de Cristo no es sólo el misterio de un culto particular, sino que alcanza a
todos los hombres. En cada hombre estalla la lucha entre Dios y el hombre, inseparable del deseo de reconciliación.
Casi siempre esta lucha es inconsciente y dura poco, pues un alma débil carece de fuerzas para resistir por largo tiempo
a la carne; el alma pierde entonces levedad, acaba por transformarse en carne y la lucha toca su fin. Pero en los hombres
responsables, que mantienen día y noche los ojos fijos en el Deber supremo, tal lucha entre la carne y el espíritu estalla
sin misericordia y puede durar hasta la muerte (...) Tal es la ascensión seguida por Cristo, el cual nos invita a seguirle
marchando tras las huellas sangrientas de sus pasos. Éste es el Deber supremo del hombre que lucha: alcanzar el
elevado pináculo que Cristo, el primogénito de la salvación, coronó. (...) Para poder seguirle es preciso que poseamos
un conocimiento profundo de su lucha, que vivamos su angustia, que sepamos cómo venció las celadas floridas de la
tierra, cómo sacrifica las pequeñas y las grandes alegrías del hombre y cómo ascendió, de sacrificio en sacrificio, de
hazaña en hazaña, hasta la cima de su martirio: la Cruz (...) Porque para ascender a la cima de la inmaterialidad, a Dios,
Cristo pasó por todas las pruebas que debe pasar el hombre que lucha. Ésta es la razón por la cual su sufrimiento nos
resulta tan familiar, y por la que su victoria final se nos antoja nuestra propia victoria futura. Esta parte de la naturaleza
de Cristo, tan profundamente humana, nos ayuda a comprenderlo, a amarlo y a seguir su Pasión como si se tratara de
nuestra propia pasión. Si no poseyera dentro de él el calor de este elemento humano, jamás podría conmover nuestro
corazón con tanta seguridad y ternura, jamás podría convertirse en un modelo para nuestra vida. Cada instante de la vida
de Cristo es una lucha y una victoria. Triunfó del encanto de las sencillas alegrías humanas, triunfó de la tentación;
transformó incesantemente la carne en espíritu y continuó su ascensión; llegó a la cima del Gólgota, subió a la cruz (...)
Esta fue la última tentación que durante los segundos de un relámpago turbó los instantes finales del Salvador. Pero
bruscamente Jesús sacudió la cabeza, abrió los ojos. Vio: no, no era un traidor, ¡alabado sea Dios!, no había desertado,
había cumplido la misión que Dios le había confiado. No se había casado, no había vivido dichoso, había llegado a la
cima del sacrificio: estaba clavado en la Cruz. Cerró los ojos satisfecho. Entonces se oyó el grito triunfal: ¡Todo se ha
consumado! Es decir, terminé mi misión, fui crucificado, no sucumbí a la tentación.»
(Nikos Kazantzakis, novelista griego)
300
CONDENADO
«En lo que hay un claro acento de interés es en el juicio condenatorio de Jesús. Se puede decir que, desde el punto de
vista de su contenido, la historia de la pasión es la historia del juicio y condena de Jesús. A Jesús lo juzgan todos y
todos lo condenan.»
(Joaquín Losada)
«Cuando se analiza esta catequesis narrativa, hecha en forma de historia de la pasión y muerte de Jesús, tal como
aparece en las cuatro narraciones evangélicas, resalta un dato a primera vista sorprendente y extraño. La narración no se
detiene en la descripción de los padecimientos físicos de Jesús. Se contenta con enumerarlos: lo flagelaron, lo
crucificaron... Tampoco parece tener especial interés en los sufrimientos morales. Lo que importa a los narradores y en
lo que hay un claro acento de interés es en el juicio condenatorio de Jesús. Se puede decir que, desde el punto de vista
de su contenido, la historia de la pasión es la historia del juicio y condena de Jesús.
A Jesús lo juzgan todos y todos lo condenan. Lo juzgan las instancias de poder que existen en ese momento en
Jerusalén. Lo juzga y lo condena el sumo sacerdote Caifás y la suprema autoridad religiosa el sanedrín. Lo juzga y lo
condena la suprema autoridad civil romana, representada por el procurador Poncio Pilato. Lo condena de modo
informal el tetrarca de Galilea, Heredes, del que depende Jesús como habitante de Galilea. Sobre Él emite su juicio y
condena el pueblo de Jerusalén, cuando lo pospone a Barrabás y se desinteresa de su suerte, permitiendo que sea
condenado a la cruz. Lo condenaron los mismos discípulos. Judas que lo traiciona y lo entrega a sus enemigos por
treinta monedas. Pedro, que lo niega. Los demás discípulos, que lo abandonan. El resultado es desolador: Jesús muere
prácticamente solo, abandonado de todos, aun por el mismo Dios.
El juicio de Jesús, y la consiguiente condena, no se refiere a ningún delito concreto. Lo que se juzga es, de modo
general, al mismo Jesús, lo que dice y lo que hace. De este modo, la historia de la pasión nos confronta directamente
con Jesús y con su vida, con el sentido y valor de su mensaje. La historia de la pasión, como historia del juicio y
condena de Jesús de Nazaret, es la respuesta que da su pueblo a su anuncio de la proximidad del Reino de Dios, como
anuncio de perdición para todos y de esperanza para lo que se tenía por muerto y perdido. La respuesta es masivamente
negativa. El motivo del rechazo es diferente en los diversos juicios, pero se puede descubrir en la narración que nos
hace de los hechos la historia de la pasión. Para unos Jesús y su mensaje resultan peligrosos. Vienen a poner en
contingencia las situaciones personales en las que uno se encuentra instalado y la red de intereses creados que lo
defienden. Para otros es claro que su manera de ver las cosas no coincide con la que ellos tienen; por eso se desarrollan
procesos de desilusión y desencanto, o sencillamente desinterés ante él. Otros, finalmente, opinan que no vale la pena
comprometerse y arriesgar la propia situación y seguridad por la utopía en la que no se cree demasiado y que es
rechazada por los que ostentan el poder efectivo.»
(Joaquín Losada, teólogo español)
301
SUFRIENTE
«No hay otra respuesta al problema del mal que la cruz de Jesús, en la que Dios sufrió el último suplicio. Respuesta que
elimina el escándalo de un Dios tirano que se divierte con el sufrimiento de sus criaturas, porque propone a la vista de
todos un escándalo mayor aún»
(Jacques Natanson)
«Sólo si Dios se ha manifestado en el hombre que es Jesús, conserva Dios su probabilidad de existir. Efectivamente,
sólo si el omnipotente se ha hecho tangible en Jesús, no quedará definitivamente ensombrecido y condenado por el
escándalo del mal.
(...)
Sólo sí Jesús es la «imagen de Dios», un escándalo intolerable como es el mal puede
convertirse en misterio, aunque sea insondable: el misterio de una Omnipotencia que se presenta ante sus criaturas
como esclavo crucificado.
Si prescindimos de aquellos que adoran a un Dios clavado y desnudo en una cruz, el hombre que sufre y acepta este
sufrimiento en que no participa su creador, moralmente es superior a él. El hombre atormentado por el mal es más
grande y merecedor de la vida que el Dios de las filosofías y religiones. A saber, ese Dios que creó el mal sin tomar
parte en él.
Sólo el Dios que se manifiesta en Jesús, esclavo inocente y crucificado, queda inmune a la blasfemia y rebelión del
hombre inmerso en la marea de dolores que frecuentemente llegan a sofocarlo.
Natanson: «No hay otra respuesta al problema del mal que la cruz de Jesús, en la que Dios sufrió el último suplicio.
Respuesta que elimina el escándalo de un Dios tirano que se divierte con los sufrimientos de sus criaturas, porque
propone a la vista de todos un escándalo mayor aún».
D. Bonhöffer: «El Dios de Jesús no nos ayuda poniendo en juego su omnipotencia, sino su debilidad. Aquí tenemos la
diferencia determinante respecto de las demás religiones».
Pablo escribe en su primera carta a los Corintios: «La doctrina de la cruz es necedad para los que se pierden, pero es
poder de Dios para los que se salvan. Porque los judíos piden señales, los griegos buscan sabiduría, mientras que
nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los que han
sido llamados, judíos o griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios, porque la necedad de Dios es más sabia
que los hombres y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres» (cap 1).
(...)
Como dice el Mensaje de clausura del Concilio Vaticano II, «Cristo no ha suprimido ;' sufrimiento; ni ha querido
desvelar enteramente su misterio: sino que lo ha tomado sobre sí y esto es suficiente para que comprendamos todo su
valor».
Frente al mal, ha escrito Paul Claudel, Jesús no ha dado una explicación teórica, sino que le hace frente personalmente.
No ha destruido la cruz, sino que se ha tendido en ella.»
(Vittorio Messori, en Hipótesis sobre Jesús)
302
SOLIDARIO
«En el centro de los fundamentos cristianos de la ciencia sobre el alivio del dolor, se encuentra la creencia de que, por
Jesús, Dios ha experimentado la existencia humana hasta la última debilidad, la muerte, tal como nosotros la
experimentamos.)»
(Cicely Saunders, Dra. en Medicina)
«Las relaciones humanas tienen un aspecto que roza el misterio, y las intuiciones cristianas se aproximan a algunas
apreciaciones de la sicología: «uno no se libera de los estados efectivos penosos reprimiéndolos o maquillándolos; sólo
lo logrará si experimenta su alcance» (Jung) . La ingenua explicación del sufrimiento dada por un niño -«Él no me lo ha
mandado, pero Él me ayudará a soportarlo»- resiste la prueba del tiempo. El Dios que ha creado el mundo libre, y por
esto mismo peligroso, lo vemos aquí no sólo como el Ordenador de todas las cosas buenas y malas, un ordenador
omnipotente, sino como quien comparte también la misma impotencia de Jesús en la cruz. En el centro de los
fundamentos cristianos de la ciencia sobre el alivio del dolor, se encuentra la creencia de que, por Jesús, Dios ha
experimentado la existencia humana hasta su última debilidad, la muerte, tal como nosotros la experimentamos, y que
esto se hizo en nombre de todos los hombres, creyentes o no.
(...)
Sólo un Dios que por amor comparte plenamente cualquier sufrimiento interior puede calmar nuestras dudas y
responder a nuestras preguntas, no porque podamos comprender, sino porque podemos confiar. Tiene sentido decir de
todas las personas que mueren: «Éste es Su cuerpo». Por Él, las ínfimas transformaciones de las que somos testigos
continuamente nos hablan de un nuevo significado y de una nueva Resurrección que terminará por rescatar y consumar
toda la creación. Estamos en los límites insondables de la divinidad, que bordeamos en nuestra experiencia cotidiana del
más allá, en nuestro corazón.
Me parece que sólo la creencia de que todos los hombres pertenecemos a la familia de un Dios que ha compartido, y
comparte aún, sus sufrimientos y agonía puede aportar una respuesta, no sólo a los que intentamos ayudar, sino también
a los millones de pobres y de víctimas de la injusticia. No sólo a los que afrontan su final en paz y en la realización de sí
mismos, sino también a aquellos que nunca han tenido la menor oportunidad de tener una vida o una muerte que valgan
la pena.
(...)
En esta perspectiva, el personal del Hospital St. Christopher recuerda a los que comparten o no sus creencias aquello
que el médico ateo le dice a un sacerdote, en la novela de Camus, La peste: «Trabajamos juntos por algo que nos une
más allá de las blasfemias y de las oraciones».
(Cicely Saunders, doctora en medicina, Dama de la Corona británica)
303
PACIENTE
«Siempre está Cristo, que vive nuestra propia vida y muere nuestra propia muerte»
(Georges Bernanos)
«Dios desea a su criatura con un deseo cuya mínima representación nos reduciría al polvo. Exactamente por esto ha
escondido tal deseo en lo más profundo del dulce Corazón sufriente de Jesucristo.»
«En el Jardín de los Olivos, Cristo no era dueño de nada. La angustia humana no había nunca subido tan alto, y nunca
alcanzará tal nivel. Lo había recubierto todo en Él, salvo aquella punta suprema del alma en la cual se consumó la
divina aceptación.
Él ha tenido miedo de la muerte. Muchos mártires no han tenido miedo de la muerte... Los mártires eran sostenidos por
Jesús, pero Jesús no tenía la ayuda de nadie, porque toda ayuda y toda misericordia proceden de Él. Ningún ser vivo
entró en la muerte tan solo y tan desarmado.»
«Desde Getsemaní hasta el Calvario, has de saber que nuestro Señor ha conocido y expresado anticipadamente todas las
agonías, hasta las humildes y desoladas, incluso la tuya. Esta pasión no es un juego de príncipe. El sudor de sangre, la
ingenua plegaria del monte de los Olivos, hasta el decisivo Ego sum, no es una humillación de pasatiempo, no es un
Dios que hace el papel de hombre, como María Antonieta que en el Triaron recitaba el papel de pastorcita.»
«Desde hace dos mil años las generaciones cristianas más que hacer no han hecho más que recibir, las unas después de
las otras, la pasión del Señor. Nuestra generación entra en el más íntimo y en el más profundo secreto de esta agonía: la
soledad total, el total abandono.»
«Sabéis que los nazis no cesaron jamás de oponer a la santísima agonía de Cristo en el Huerto la muerte gozosa de
tantos jóvenes hitlerianos. Cristo quiere abrir a sus mártires el camino glorioso de un tránsito sin miedo, pero quiere
también preceder a cada uno de nosotros en las tinieblas de la angustia mortal. La mano firme, impávida, puede en el
último paso no apoyarse en la espalda de Cristo, pero la mano que tiembla está segura de encontrar la suya.»
«Él ha querido vivir en medio de los pobres. Y también ha querido morir con ellos. En realidad, Él ha caminado hacia la
muerte, es decir, hacia Jerusalén, el lugar de su sacrificio, en aquellos días siniestros que precedieron a la Pascua, no
como un noble a la cabeza de su gente. Ha caminado en medio de la gente pobre, alejada de la idea de desafiar a
alguien, se hacía pequeña, pequeña, para pasar desapercibida lo más lejos posible... Ahora, pues, hagámonos nosotros
pequeños, pequeños, no como aquella gente para huir de la muerte, sino llegado el caso para sufrirla como la sufrió Él
mismo, porque Él fue, según la palabra de la Sagrada Escritura, el Cordero que va al matadero.»
(Georges Bernanos, escritor francés)
304
AGONIZANTE
«Jesús sufre en los pobres. Languidece, muere de hambre en infinidad de familias pobres. He aquí en los pobres a Jesús
sufriendo. Y también vemos a Jesucristo abandonado, a Jesucristo desamparado, a Jesucristo despreciado»
(Henri Bossuet)
«Cristianos: Jesús va a morir: inclina la cabeza, sus ojos se fijan; es su tránsito, expira. Ya está consumado, ha
entregado su alma. ¿Hemos muerto nosotros con Él? ¿Hemos muerto al pecado? ¿Vamos a comenzar una nueva vida?
¿Hemos roto nuestro corazón con un arrepentimiento verdadero, que nos haga entrar hoy en «comunión con sus
sufrimientos» (Fil 3, 10)? Oh cristianos, ¡quién me diera el poder imprimir en vuestros corazones ese sentimiento de
compunción! Si mis palabras no son capaces de lograrlo, poned los ojos en Jesús, y dejaos enternecer por sus divinas
llagas. Para esto, no os pido, señores, que contempléis atentamente alguna excelente pintura de Jesucristo crucificado.
Tengo otro cuadro para proponemos, cuadro vivo y elocuente que comporta una expresión natural de Jesús agonizante.
Este cuadro son los pobres. Hermanos míos, en ellos os exhorto a contemplar hoy la Pasión de Jesús. En ninguna parte
veréis una imagen más verdadera. Jesús sufre en los pobres. Languidece, muere de hambre en infinidad de familias
pobres. He aquí en los pobres a Jesús sufriendo y, para nuestra desdicha, también vemos a Jesucristo abandonado, a
Jesucristo desamparado, a Jesucristo despreciado. Todos los ricos deberían acudir corriendo a aliviar tantas miserias; y
sin embargo, sólo se piensa en vivir cómodamente, sin pensar en la amargura y en la desesperación en la que están
abismados tantos cristianos. Y aún hay algo más que Jesús desamparado. Jesús se queja, por medio de su profeta, que
«han añadido dolor a mis llagas» (SI 68, 27); de que «en mi sed me dieron vinagre» (SI 68, 22) . ¿No os parece que es
dar vinagre a los pobres, cuando los rechazamos, los maltratamos, los hundimos en su miseria y en su deplorable y
extrema necesidad? ¡Ah, Jesús! ¡Ojalá veamos en esas pobres gentes una imagen efectiva de tus penas y dolores!»
(Henri Bossuet, orador francés)
«No debo considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su apariencia, ni según la inteligencia que
aparenta. A menudo, ni siquiera tienen el aspecto y la inteligencia de personas razonables, tan groseras y materialistas
son. Pero, dad la vuelta a la medalla y veréis, a la luz de la fe, que el Hijo de Dios -que quiso ser pobre- esta presente en
esos pobres. Él, que casi no tenía figura en su Pasión y que pasó por loco a juicio de los gentiles y que fue piedra de
escándalo entre los judíos, y con todo El se llama «el evangelizador de los pobres» (Is 61, 1). ¡Oh Dios! ¡Qué bueno es
ver a los pobres si los consideramos en Dios y con la estima que Jesucristo les tiene!»
(Vincent de Paul, santo fundador, francés)
305
SALVADOR
«La pregunta que se ha formulado más de una vez -¿nos podía haber redimido Jesús con una sonrisa?- tiene una
respuesta correcta que es «sí», porque en esa sonrisa Jesús habría expresado todo su amor al Padre; pero tiene una
respuesta también correcta que es «no», porque esa sonrisa de amor al Padre, en un mundo de pecado, lleva
necesariamente aparejada la muerte»
(José-Ramón Busto)
«¿Qué significa que Jesús nos ha salvado? Significa que la creación ha alcanzado ya su realización. Dicho de otra
manera: que Jesús ha correspondido libre y gratuitamente al amor incondicionado de Dios Padre. Amar es compartir y
dar todo lo suyo el amante al amado, y esperar la correspondencia del amado al amante. Jesús ya ha correspondido. En
este sentido, la finalidad de la creación ya se ha realizado. Por lo tanto, la creación ya no puede quedar frustrada y Dios
no ha fracasado con su obra. Jesús realiza la salvación, porque recibe y entrega el Espíritu Santo. El Espíritu es el amor
de Dios. Cuando S. Juan dice en su Evangelio (19, 30) que Jesús, «inclinando la cabeza, entregó el Espíritu», no sólo
quiere decir que Jesús murió (porque el «espíritu», en los textos bíblicos, no es el alma) , sino que, al morir, devolvió el
Espíritu al Padre y derramó el Espíritu sobre la creación entera.
Ahora bien, ¿por qué fue necesario que Jesús tuviera una muerte de cruz para corresponder al amor gratuito de Dios?
¿Es que Dios quiso la muerte de Jesús y una muerte en la cruz? ¿Estamos de nuevo ante una imagen de Dios que no se
puede librar de unos rasgos de sadismo? ¿O es que la muerte de Jesús en la cruz no era necesaria? Entonces, ¿por qué
ocurrió? (...)
Pues bien, la respuesta a todas ellas es que Dios no quiere la muerte de Jesús, como tampoco quiere nuestro sufrimiento.
En la tradición bíblica, Dios es el dador de la vida, no el autor de la muerte. Recordemos el libro de la Sabiduría, donde
se dice que Dios es amigo de la vida (Sab 11, 26) y que sólo por envidia del diablo entró el pecado en el mundo y, con
el pecado, la muerte (Sab 2, 24) Entonces, ¿qué es lo que Dios quiere y exige de Jesús? Su fidelidad, esto es, la
respuesta amorosa a la entrega amorosa del Padre. Ahora bien, la respuesta amorosa que el Padre espera de Jesús se
realiza encarnándose y, por tanto, implica la muerte. Podemos decir que Dios quiere la muerte de Jesús
secundariamente, en cuanto que la muerte va implicada en la encarnación.

Pero ¿y la cruz? ¿Quiere Dios la muerte de Jesús en la cruz? Dios quiere el amor fiel de Jesús; y el amor fiel de Jesús,
en un mundo de pecado, lleva aparejada la muerte en 'a cruz. La pregunta que se ha formulado más de una vez -¿Nos
podía haber redimido Jesús con una sonrisa?- tiene una respuesta correcta que es «sí», porque en esa sonrisa Jesús
habría expresado todo su amor al Padre; pero tiene una respuesta, también correcta, que es «no», porque esa sonrisa de
amor al Padre, en un mundo de pecado, lleva necesariamente aparejada la muerte.
(...) Que Jesús nos ha salvado significa, entonces, que en Jesucristo la humanidad entera y la creación en su conjunto
han alcanzado su realización. Jesús muere para salarnos, precisamente porque el pecado ataca, y a veces mata, a quienes
aman a Dios con todas sus consecuencias.»
(José-Ramón Busto, biblista y cristólogo español jesuita)
306
ENTREGADO
«Él ha cogido en sus manos lo poco que le quedaba de vida, /
ha cogido su pesado corazón y / lentamente / penosamente /
solo entre el cielo y la tierra / en la noche atroz /
loco / loco de amor / ha levantado su vida /
Ha levantado el pecado del mundo / hasta el borde de sus labios /
y, en un grito, lo ha entregado todo»
(Michel Quoist)
«Lo que en la narración evangélica figura como término y remate del camino terreno de Jesús de Nazaret tuvo que
parecer a sus contemporáneos un final absoluto. ¿Acaso alguien ha hecho a los hombres mayores promesas que él? ¡Y
ahora este fracaso total, con una muerte deshonrosa e infamante!
Si a alguien le parecen iguales las religiones y sus fundadores, compare la muerte de todos ellos y encontrará notables
diferencias. Moisés, Buda, Confucio, todos ellos murieron en edad avanzada, coronados de éxito a pesar de todos sus
desengaños, rodeados de sus discípulos y seguidores, «ahítos de vida» como los patriarcas de Israel. Moisés, según la
tradición, murió rodeado de su pueblo, teniendo ante sus ojos la tierra prometida, sin que sus ojos se hubieran vuelto
turbios ni hubiese decaído su vigor. Buda muere pacíficamente a los ochenta años, en medio de sus discípulos, después
de haber reunido como predicador ambulante una gran comunidad de monjes, monjas y seguidores laicos. También
Confucio muere ya viejo, tras su retorno a Lu (de donde había sido expulsado siendo ministro de justicia) , después de
haber dedicado los últimos años de su vida a la formación de un grupo de discípulos, nobles en su mayoría, que se
consagrarían a guardar y continuar su obra, y a la transcripción de los antiguos textos de su pueblo... Y Mahoma,
finalmente, muere después de haber disfrutado los últimos años de su vida como dueño político de Arabia, en su harén,
en brazos de su mujer favorita.
He aquí, en cambio, el caso de Jesús: hombre joven de unos treinta años, tras una actividad de tres años como máximo,
o quizá tan sólo de unos pocos meses, marginado de la sociedad, traicionado y negado por sus discípulos y seguidores,
escarnecido y ultrajado por sus enemigos, abandonado de los hombres y de Dios, muere según un ritual de los más
horribles y refinados que la imaginativa crueldad de los hombres ha podido inventar.»
«Su violento final estaba ya implícito en la lógica de su predicación y de su comportamiento. Su pasión vino a ser mero
efecto de la reacción de los guardianes de la Ley, el derecho y la moral frente a toda su obra. Jesús no sólo fue sujeto
paciente de su muerte; también la provocó activamente. Para explicar su condena, basta su predicación; para dar razón
de sus padecimientos, bastan sus acciones. (...)
La muerte de Jesús fue el tributo de su vida. Pero que nada tiene en común con el asesinato político -tras la
desafortunada tentativa de erigirse en rey- de Julio César a manos de Bruto... La muerte del pacífico Jesús de Nazaret,
que no abriga ambiciones de poder político, sino que únicamente defiende la causa y la voluntad de Dios, tiene muy
distinto rango. Y la historia evangélica de la pasión no tiene necesidad de versiones dramáticas o historiográficas; ella
sola, con su sublime sobriedad, hace que surja la pregunta inevitable: ¿por qué se le hace sufrir a este hombre tan
enormemente?»
(Hans Küng, en Ser cristiano)
307
DESTROZADO
«Las palabras del evangelio expresan indudablemente una pasión: sus verbos están en pasiva. Jesús es traicionado,
apresado, maniatado, juzgado, abandonado, azotado, escarnecido, clavado, destrozado; más que morir, aquello es ser
matado»
(Anónimo)
«Se comprende fácilmente que Jesús, al haber querido adoptar la condición humana, aceptara también la muerte, ya que
ésta forma parte de esa condición por el hecho de estar constituido el hombre como un organismo sujeto al desgaste.
Pero Jesús no necesitaba ponerse en semejante trance. Tuvo una muerte que no era la que le correspondía. No parece
sino que hubiera ido a buscar la muerte más en disconformidad con lo que era su vida: una muerte que bajo ningún
concepto había merecido. Como si hubiera querido permutar su muerte con la de otro... En efecto, cuando decimos que
la muerte nos viene del exterior, como un asalto o como un ladrón nocturno, estamos mencionando el destino que nos
espera a todos los hombres; pero también estamos apuntando a que la muerte la hacemos nosotros. En cierto sentido,
tenemos la muerte que nos merecemos, pues toda vida que contrajo la gangrena del pecado engendra muerte.
Sólo en el caso de Jesús son diferentes las cosas. Él está limpio del pecado de los hombres; le correspondería, por tanto,
una muerte apacible, una muerte-dormición, una muerte que tuviera algún parecido con Él, una muerte broche de una
dilatada vida que fue, por decirlo así, una página muy llena; una muerte que hubiera madurado en su interior, como
madura en una mujer el niño que trae al mundo, o como un árbol madura su fruto.
Ahora bien, existe una «muerte en verde», como diría Rilke. Una muerte proveniente en su totalidad del exterior, lo que
se dice una muerte-padecimiento, puesto que una muerte de estas características sólo se la puede padecer. Jesús muere a
los 33 años, con una muerte producida no natural sino artificialmente por mano de los hombres.
Así, en el plano moral, Jesús no llegó a tener la muerte que debería haber sido la suya: El había enseñado el amor, la
justicia y la mansedumbre. Y muere bajo la acción del odio, la injusticia y la violencia. Él, inocente -el único inocente
que existe sobre la tierra-es condenado por el juez-¡el colmo de la ironía!—, que tiene la misión de hacer justicia.
Las palabras del Evangelio expresan indudablemente una pasión: sus verbos están en pasiva. Jesús es traicionado por un
amigo; después, es apresado, maniatado, juzgado, abandonado, azotado, escarnecido; se le clava en la cruz, se le
destroza; más que morir, aquello es ser matado. Si un ser espiritual, una persona, sólo desde dentro puede realizarse y
llegar a su final, como en un proceso de lenta maduración en la que la vida camina hacia su realización, hay que decir
entonces que Jesús no tuvo su muerte. Adoptó una muerte no humana, y lo dice el Evangelio al acumular todos los
rasgos capaces de subrayar este carácter de exterioridad de la muerte de Jesús. Dicho en otros términos, Jesús, el único
hombre que hubiera podido tener una muerte auténticamente suya, 'ore de toda angustia, una muerte humana, fue a
buscar una muerte no humana que no •correspondía. Y mientras los hombres -simbolizados en el ladrón que se rebela-
rechazan la muerte que han merecido, Jesús acepta la que no mereció. Jesús va a enconarse con el hombre en ese punto
infernal en que es desposeído de su muerte humana: descendió a los infiernos.»
(Autor desconocido)
308
ASESINADO
«Eras un niño al fin aquella tarde /
que dejabas tu ser tendido en una almohada / bajo el temblar del mundo,
con la madre / convertida en silencio y en mirada»
(Pedro M. Lamet, en Canción de cuna para un Dios muerto)
«La cruz y el asesinato de Jesús deben entenderse como consecuencia de un mensaje y una práctica histórica de
liberación que incomodaron a los poderes religiosos, políticos y sociales de su tiempo. Jesús fue sometido a un doble
proceso: religioso por blasfemia y político como subversivo. Ante este rechazo, Jesús no podía más que aceptar la
persecución y la muerte, cosa que confirman los textos evangélicos: «tenía que morir» (Jn 19, 7, 14-16) ; «era necesario
que padeciera» (Le 24, 26) . Pero se trata de una necesidad histórica, no trascendente ni de un designio extraño de Dios,
si quería seguir siendo fiel al Padre, a sí mismo y a los hombres en quienes había suscitado la esperanza del reino.
Dios no quiere la muerte de Jesús, porque es Dios de vida, pero sí quiere su fidelidad extrema. Sólo indirectamente
admite la muerte en cuanto es expresión de fidelidad radical, de coherencia personal y de fe en la justicia y en la
dignidad de la causa.
Los cantos del siervo de Yahvé del Antiguo Testamento, que iluminaron probablemente el camino de Jesús, manifiestan
esta dialéctica mortal de que quien viene a traer la justicia es aplastado por la saña de los injustos (...)
Hay, pues, que evitar anunciar la cruz y la muerte como realidades fatales o como un juego suprahistórico entre Dios y
el maligno, marginando las responsabilidades reales de los judíos, de los fariseos, de Judas y de las autoridades que
instruyeron el doble proceso. Las palabras bíblicas sobre la necesidad de que el Hijo del hombre padeciese y fuese
rechazado (Me 9, 31) hay que entenderlas en el marco de las necesidades históricas y del conflicto que provoca el
mensaje y la práctica de Jesús.»
«La muerte no fue ninguna catástrofe que sobreviniera repentinamente en la vida de Cristo. Su mensaje, su vida y su
muerte forman una profunda unidad. La muerte violenta viene de algún modo supuesta en las exigencias de su
predicación. Ya en un célebre texto de su República, sentenciaba Platón: «El justo será flagelado, desollado, amarrado y
cegado con fuego. Y cuando haya soportado todos los dolores, será clavado en la cruz». Jesús nunca leyó a Platón, pero
sabía mejor que este gran filósofo de lo que son capaces el hombre y su sistema de seguridad religiosa y social. Sabía
que quien quisiera modificar la situación humana, liberando al hombre para Dios, para los demás y para sí mismo,
habría de pagar con la muerte. Jesús sabe que todos los profetas han muerto violentamente... En el fondo, Cristo viene a
anunciar que ni Dios ni el hombre pueden ser contenidos dentro de unas estructuras fijadas de antemano, ni sociales ni
religiosas. El hombre no puede cerrarse sobre sí mismo, sino que ha de estar constantemente abierto a las intervenciones
imprevistas de Dios. El mundo puede usar y abusar de la religión para, en nombre de Dios, tener bien amarrado al
hombre. Pero Dios no puede amarrar, sino liberar. Por eso, si Jesús viene en nombre de Dios a anunciar una liberación
total, el sistema lo considera blasfemo, loco y enajenado, impostor, endemoniado y hereje.»
(Leonardo Boff, teólogo)
309
REY
«Jesús es rey, pero «no de este mundo». Su reinado se asienta en un desconcertante trono. Da casi miedo decir que el
verdadero trono de este rey es en realidad, un patíbulo.»
(Bernardina M. Hernando)
«La horca, la silla eléctrica... eso significaba entonces la cruz. Y desde ella, con ella a la vista, Jesús se proclama rey.
No porque Jesús sea un rey de humillación y miseria, sino porque su estilo de mando y dominio conduce a la
humillación suprema tal como está concebido el mundo, tal como están establecidos los resortes de poder. Este hombre
que dijo: «Yo no he venido a ser servido sino a servir» no podía terminar de otra forma.
Oí una vez a un político no creyente esta tremenda expresión, que da que pensar: «Jesús era un romántico del poder
político». Y lo decía como queriendo expresar que Jesús era «un aprendiz de poderoso, un jovenzuelo ilusionado».
Añadió: «Así no se llega al poder, sino al martirio». ¿Cómo explicar a este espabilado y sesudo político que la palabra
«poder» tiene una significación muy distinta en el diccionario cristiano? ¡Si ni los mismos cristianos parecen
entenderlo! (...)
Cuando se habla de que Jesús era un revolucionario, brota el escándalo porque se identifica la «revolución» con la
algarada y la metralleta. Naturalmente que Cristo era un revolucionario, un «subvertidor» -«subversivo» es palabra que
suena demasiado mal, por nuestra culpa- de lo establecido. Basta con pensar un poco en su estilo de mando y realeza,
que bien poco tiene que ver con el estilo habitual. Frente a las banderas desplegadas y los ejércitos en orden de batalla,
Cristo se presenta pacífico, humilde, esposado y camino de la cruz. Su único ejército son sus palabras serenas, firmes,
nada pretenciosas. Todo su poder coincide con la defensa de la verdad. No, no es modo de conquistar triunfal. «Así no
se llega al poder sino al martirio». Lo que pasa es que en el martirio brilla todo el poder de ese Hombre. Sin medallas ni
estrellas, con la única condecoración del brillo de la sangre derramada.
«Su hora» ha sido ya, está siendo siempre y ha quedado fija en la rigidez de la cruz, que de vulgar patíbulo fue
convertida en trono glorioso. El «quid» está no en descubrir la cruz como paso hacia la luz, sino en descubrir la luz
fulgurante que brota de la propia cruz. Difícil, muy difícil.» (Bernardina M. Hernando, escritor)
«Cuando decimos que Cristo es Rey, queremos olvidarnos de todas las realezas de la tierra. «Mi reino no es de este
mundo».
Nosotros proclamamos a Cristo Rey desde la fe. Es decir: los que hemos aceptado el mensaje del Evangelio como
Buena Nueva de Salvación nos sentimos impelidos a mirar a Jesús como el centro y la cumbre de este reino que
formamos todos los cristianos.
El es el pastor que nos ha reunido y orientado. El guía nuestro camino marchando Alante. Él murió y resucitó como
primicia de los que mueren para resucitar.
Y el colocarse al frente y en el centro no quiere decir alejarse. Más bien se multiplica en cada hombre que sufre, tiene
hambre o se siente desplazado. Porque en este reino está todo al revés: el que manda sirve, el humilde es exaltado, el
pobre es el dueño, y el ultimo es el primero. Cristo Rey nos llama a una realeza sin igual. Someterse a Él y ensalzarle
como rey supremo significa empezar a ser reyes a su manera.»
(Antonio Pelayo, periodista)
310
SACERDOTE
«Ungido por el Padre, Jesucristo, / eterno sacerdote, /
reconcilias el cielo con la tierra...
Clavado en cruz, nos miras, te miramos, / crece el amor, la entrega»
«Cantan tu gloria, Cristo sacerdote, / los cielos y la tierra: a ti que por amor te hiciste hombre y al Padre como víctima
te ofrendas.
Tu sacrificio nos abrió las puertas, / de par en par, del cielo; ante el trono de Dios, es elocuente tu holocausto en la cruz
y tu silencio.
Todos los sacrificios de los hombres / quedaron abolidos: todos eran figuras que anunciaban al Sacerdote eterno,
Jesucristo.
No te basta el morir, que quieres darnos / alimento de vida: quedarte con nosotros y ofrecerte sobre el altar: hacerte
eucaristía.
Clavado en cruz, nos miras, te miramos, / crece el amor, la entrega. Al Padre, en el Espíritu, contigo, eleva nuestro
canto y nuestra ofrenda.»
«A ti, sumo y eterno Sacerdote / de la nueva alianza, se ofrecen nuestros votos y se elevan los corazones en acción de
gracias.
Desde el seno del Padre descendiste / al de la Virgen Madre; te haces pobre, y así nos enriqueces; tu obediencia, de
esclavos libres hace.
Tú eres el Ungido, Jesucristo, / el Sacerdote único;
tiene su fin en ti la ley antigua,
por ti la ley de gracia viene al mundo.
Al derramar tu sangre por nosotros, / tu amor complace al Padre;
siendo la hostia de tu sacrificio,
hijos de Dios y hermanos tú nos haces.
Para alcanzar la salvación eterna, / día a día se ofrece tu sacrificio, mientras, junto al Padre, sin cesar por nosotros
intercedes.»
(Liturgia católica)
311
CONTRADICCIÓN
«Jesús no fue sólo un hombre que puso en plena conformidad sus palabras y sus actos, y cuya toda existencia fue
compromiso y testimonio: era el Verbo de Dios hecho carne y que se había ofrecido como víctima expiatoria. Cuando
se han enumerado las principales causas de oposición que parecen explicar el drama del calvario, todavía no se ha dicho
nada, pues queda un motivo más esencial, rigurosamente impenetrable: el drama de la Redención.»
(H. Daniel-Rops)
«Había llegado su hora y desde entonces se precipitarían los acontecimientos que, rompiendo la carrera humana de
Jesús, darían a su mensaje su necesaria conclusión. Pero, ¿fue tan evidente esta misma conclusión que persuadiera a los
hombres para que aceptasen su mensaje, por el que vertió su sangre? No es eso tan sencillo. (...)
San Pablo dijo del Dios hecho hombre y muerto en la cruz que fue «escándalo para los judíos y horror para los gentiles»
(1 Co 1, 23-44). La idea de un hombre que al mismo tiempo era Dios tenía para el griego algo tan inadmisible que nada
podía comprender allí la razón. Era un caso de «hybris», de desmesuramiento, de locura de grandezas. Y en cuanto a
considerar que un Dios aceptase morir voluntariamente era suponer una contradicción de términos totalmente absurda,
puesto que la esencia misma de la divinidad consistía en ser inmortal.
Para un judío, la idea de la Encarnación ya era escandalosa, ultrajaba la trascendencia del Único y era sospechosa de
antropomorfía. Pero mucho más lo era la Redención. El sacrificio sangriento que redime y rescata era el de las bestias
bajo el cuchillo de los sacerdotes; era, en rigor, el de una carne humana ofrecida, como la Isaac o como la de la hija de
Jefté, al terrible poder de Yahveh; pero Dios ofreciéndose a Dios, Dios constituyéndose en víctima, ¡qué atentado a la
noción de Dios! Y si se pretendía que la víctima fuera el Mesías, ¡qué ultraje tan intolerable al vengador de Israel, al rey
de gloria, éste de imaginarlo aceptando una muerte de esclavo y entregando su torturada carne a los brazos de una cruz
infame!
Lo que el cristianismo impuso al mundo fue eso, esa humillación del espíritu ante la «locura» y el «escándalo» de Jesús.
Puesto que todo aquello a lo que la naturaleza humana estaba acostumbrada debía cambiarse término a término
-«¡transformaos!»—, entonces que llegara a ser sabiduría lo que era locura y que fuera digno de respeto y de amor lo
que fue escándalo, la cruz, testimonio extremo del mensaje de Jesús, fue también el más decisivo de sus «signos de
contradicción.»
(Henri Daniel-Rops, escritor francés)
312
ELIMINADO
«No murió Jesús rechazado por Dios, sino eliminado por aquellos cuyo mundo de valores desmontaba y a los que
privaba de poder»
(Christian Duquoc)
«La teología de la cruz debe ser histórica, es decir, ha de ver la cruz no como un arbitrario designio de Dios, sino como
consecuencia de la opción primigenia de Dios: la encarnación. La cruz es consecuencia de una encarnación situada en
un mundo de pecado que se revela como poder contra el Dios de Jesús.»
(Jon Sobrino, teólogo)
«La muerte de Jesús está en íntima conexión con su vida, su anuncio y sus prácticas. Las exigencias de conversión, la
nueva imagen de Dios, su libertad frente a las sagradas tradiciones y su crítica profética a los que detentaban el poder
político, económico y religioso provocaron un conflicto del que resultó su muerte violenta.»
(Leonardo Boff, teólogo brasileño)
«La muerte de Jesús fue una consecuencia de su obrar: de la pretensión que había caracterizado su vida y había
provocado la oposición cada vez más violenta de las autoridades judías.»
(José Ignacio González Faus, cristólogo español)
«Hay que concentrar la atención en Jesús, no en la cruz. Parece necesario renunciar a la cruz para fijarnos en el
crucificado.»
(Christian Duquoc, teólogo francés)
«La muerte de Jesús que es un crimen histórico, fruto de unas libertades muy concretas y de un pecado cuyos
protagonistas tienen un nombre que los historiadores tendrán que analizar con toda precisión ... esa muerte como
resultado de la forma en que Jesús la asume en su personal existencia filial queda transmutada en oración, intercesión y
superación de lo que la ha motivado, es decir, en perdón de nuestros pecados.»
(Olegario González de Cardedal, teólogo español)
«Porque es su Dios, porque confía en su presencia por encima de todas las violencias y negruras de la tierra, Jesús le ha
suplicado: «Dios mío, Dios mío». Porque no puede entenderle, porque ignora su camino y su respuesta, porque sufre su
vacío, continúa: «¿Por qué me has abandonado?». En esta dialéctica de presencia y lejanía, de luz y oscuridad, dolor y
gloria se realiza la muerte de Jesús.»
(Xavier Pikaza, teólogo mercedario)
«Por paradójico que resulte, para poder creer en Dios después de Jesús es preciso haber pasado por esos momentos en
los que la narración de la historia de Jesús se convierte en narración de la propia historia, en los que se clama al cielo sin
obtener respuesta, en los que se gime «pase de mí este cáliz», sin que el cáliz pase, en los que parece palparse la
incapacidad de la propia oración para atravesar los espesos muros que encierran al hombre, y en los que uno se apropia
la palabra de Jesús: «Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?» (...) Sólo después de haber pasado por ahí, es posible
corno entrever que, en otro sentido nuevo, es verdad que «el Señor no abandona a los suyos».»
(J.I. González Faus)
313
CONCRUCIFICADO
«¿Quién no tiembla ante el dolor, si Cristo mismo tiritó en la noche bajo los olivos? Pero el dolor, desde Él y por Él, nos
da fortaleza de piedra de esquina en casa nueva.»
«Si toda la Pasión es redentora, ¿de qué no nos ha de salvar este Dios humildemente rebajado en su calidad, que al caer
llega a mancharse los labios de fango?»
«-¿Qué tienes, Nazareno, para llevarte a las gentes de calle?
-Mi Cruz no pesa sólo como un árbol, sino como todos los árboles hombres del Universo. Ella y Yo somos Yo y la Cruz
de todos.»
«Cristo, hasta aquí huelen las blancas rosas de tu carne desnuda. Tan lirio, tan cristal, podías haberte ahorrado ese
martirio de tu vergüenza. ¡Si bastaba con la purificación de las tres de la tarde!»
«Las manos agujereadas de Cristo son dos alcancías al revés, donde las monedas de amor caen siempre para darse,
jamás para guardar.»
«¿Hay alguna soledad que haga pareja a las de las tres de la tarde del Viernes Santo, amargura como la de Getsemaní o
sufrimiento como el de aquellas manos taladradas?»
««Perdón», «paraíso», «madre», «sed», «Dios mío», «todo se ha hecho», «doy el espíritu»... Desde una Cruz noble,
todas las palabras que brotan son de amor.»
«¿Dónde están, Señor, tus lágrimas, que no te las veo en público, aunque tu dolor sea como para arrancarle rayos y
terremotos a la Naturaleza?»
«Los treinta y tres años del Nazareno estuvieron confluidos por todas las horas punta de los dolores del mundo.»
«Cristo es el espejo donde se proyectan todas las crucifixiones sin culpa.»
«La savia de la Cruz es la alegría, y la buena alegría también lleva siempre a la Cruz.»
«¡Qué codicia la nuestra!, con Dios desnudo en la Cruz y arañándole aún el costado en busca de un algo que pudiera
quedar todavía. Cuando se da la vida, ¿de qué más se pudiera hacer entrega?»
«La dinámica de la salvación vino a nacer de un Hombre rotundamente inmovilizado por la fuerza de tres clavos.»
«La Cruz está a mitad de camino entre la agonía del Huerto y el Gozo de la Resurrección, con su carga de tribulaciones,
pero también con su segura esperanza.»
(Manuel Lozano Garrido, escritor)
314
CRUCIFICADO
«Tú eres el Hombre, la Razón, la Norma»
(Miguel de Unamuno)
«Tu cuerpo de hombre con blancura de hostia
para los hombres es el evangelio.
Dieron los cuerpos los helenos dioses / de la rosada niebla del Olimpo
para la vista en pasto de hermosura, / regocijo de vida que se escurre;
mas solo Tú, la carne que padece, / la carne de dolor que se desgrana,
a las entrañas nos la diste en pábulo, / pan de inmortalidad a los mortales.
¡Tú eres el Hombre-Dios, Hijo del hombre!
La humanidad en doloroso parto / de última muerte que salvó a la vida
te dio a luz como Luz de nuestra noche,
que es todo un hombre el Dios de nuestra noche,
y hombría es su humanidad divina.
Tú eres el Hombre, la Razón, la Norma,
tu cruz es nuestra vara, la medida / del dolor que sublima, y es la escuadra
de nuestra derechura: ella endereza, / cuando caído, al corazón del hombre.
Tú has humanado al Universo, Cristo,
¡que por ti es obra humana! ¡Vedlo todo!
«He aquí al Hombre» por quien Dios es algo.
«¡No tengo hombre!», decimos en los trances
de la vida mortal; mas Tú contestas: / «¡Yo soy el Hombre, la Verdad, la Vida!»
¡Tal es el Hombre, Rey de las naciones / de desterrados, de la Iglesia santa,
del pueblo sin hogar que va cruzando / el desierto mortal tras de la enseña
y cifra de lo eterno, que es la cruz!»
«¿Estás muerto, Maestro, o bien tranquilo
durmiendo estás el sueño de los justos?
Tu muerte de tres días fue un desmayo,
sueño más largo que los otros tuyos;
pues Tú dormías, Cristo, sueños de Hombre,
mientras velaba el corazón. (...) ¿Soñabas?
¿Soñaste, Hermano, el reino de tu Padre?
¿Tu vida acaso fue, como la nuestra, sueño?
¿De tu alma fue en el alma quieta / fiel trasunto del sueño de la vida
de nuestro Padre? Di, ¿de qué vivimos / sino del sueño de tu vida, Hermano?
¡Y tu sueño es la paz que da la guerra, / y es tu vida la guerra que da paz!»
(Miguel de Unamuno)
315
ENHIESTO
«Cristo no está en el medio. Es el tercero. La negra barba pende sobre el pecho. El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo y seguiré buscándolo hasta el día último de mis pasos por la tierra»
(Jorge Luis Borges)
¿Quién podría sospechar que estos versos están firmados por el agnóstico autor argentino? Pues, ahí están, en su último
libro de poemas, que transpiran un profundo deseo del corazón, abierto a la búsqueda de Jesús, hasta el fin. Palabras de
amor, que resaltan como perlas en un poema de forma perfecta, de sombrío contenido:
(R. A.)
«Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día / último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe / que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente / piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología, / la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam, / la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada, / la Inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco, / el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un Dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro de los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas / y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esta sentencia / la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?»
(Jorge Luis Borges, escritor y poeta argentino)
316
AVE, CRUZ
«Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz»
(Cirilo de Jerusalén)
«Cualquier acción de Cristo es motivo de gloria para la Iglesia universal; pero el máximo motivo de gloria es la cruz.
Así lo expresa con acierto Pablo, que tan bien sabía de ello: Lo que es a mí, Dios me libre de gloriarme, si no es en la
cruz de Cristo.
Fue ciertamente digno de admiración el hecho de que el ciego de nacimiento recobrara la vista en Siloé; pero, ¿en qué
benefició esto a todos los ciegos del mundo? Fue algo grande y preternatural la resurrección de Lázaro, cuatro días
después de muerto; pero este beneficio lo afectó a él únicamente, pues, ¿en qué benefició a los que en todo el mundo
estaban muertos por el pecado? Fue admirable el que cinco panes, como una fuente inextinguible, bastara para alimentar
a cinco mil hombres, pero ¿en qué benefició a los que en todo el mundo se hallaban atormentados por el hambre de la
ignorancia? Fue maravilloso el hecho de que fuera liberada aquella mujer a la que Satanás tenía ligada por la
enfermedad desde hacía dieciocho años; pero ¿de qué nos sirvió a nosotros, que estábamos ligados con las cadenas de
nuestros pecados?
En cambio, el triunfo de la cruz iluminó a todos los que padecían la ceguera del pecado, nos liberó a todos de las
ataduras del pecado, redimió a todos los hombres.
Por consiguiente, no hemos de avergonzarnos de la cruz del Salvador, sino más bien gloriarnos de ella. Porque el
mensaje de la cruz es escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, mas para nosotros, salvación. Para los que
están en vías de perdición es necedad, mas para nosotros, que estamos en vías de salvación, es fuerza de Dios. Porque el
que moría por nosotros no era un hombre cualquiera, sino el Hijo de Dios, Dios hecho hombre. (...)
Él no perdió la vida coaccionado ni fue muerto a la fuerza, sino voluntariamente. Oye lo que dice: Soy Ubre para dar mi
vida y libre para volverla a tomar. Tengo poder para entregar mi vida y tengo poder para recuperarla. Fue, pues, a la
pasión por su libre determinación, contento con la gran obra que iba a realizar, consciente del triunfo que iba a obtener,
gozoso por la salvación de los hombres; al no rechazar la cruz, daba la salvación al mundo. El que sufría no era un
hombre vil, sino el Dios humanado, que luchaba por el premio de su obediencia.
Por lo tanto, que la cruz sea tu gozo no sólo en tiempo de paz; también en tiempo de persecución has de tener la misma
confianza, de lo contrario serías amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo suyo en tiempo de guerra. Ahora recibes el
perdón de tus pecados y las gracias que te otorga la munificencia de tu rey; cuando sobrevenga la lucha, pelea
denodadamente por tu rey.
Jesús, que en nada había pecado, fue crucificado por ti; y tú ¿no te crucificarás por él, que fue clavado en la cruz por
amor a ti?» (San Cirilo de Jerusalén, obispo y padre de la Iglesia)
317
AMISTAD
«¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? ¿qué interés se te sigue, Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío, pasas
las noches del invierno oscuras?»
«Con ánimo de hablarle en confianza de su piedad, entré en el templo un día, donde Cristo en la cruz resplandecía con
el perdón que quien le mira alcanza.
Y aunque la fe, el amor y la esperanza a la lengua pusieron osadía, acórdeme que fue por culpa mía, y quisiera de mí
tomar venganza.
Ya me volvía sin decirle nada, y como vi la llaga del costado, paróse el alma en lágrimas bañada:
hablé, lloré y entré por aquel lado, porque no tiene Dios puerta cerrada al corazón contrito y humillado.»
(Lope de Vega)
«Pastor, que con tus silbos amorosos me despertaste del profundo sueño; tú, que hiciste cayado de ese leño en que
tiendes los brazos poderosos,
vuelve los ojos a mi fe piadosos, pues te confieso por mi amor y dueño, y la palabra de seguir empeño tus dulces silbos
y tus pies hermosos.
Oye, Pastor, pues por amores mueres, no te espante el rigor de mis pecados, pues tan amigo de rendidos eres;
espera, pues, y escucha mis cuidados; pero, ¿cómo te digo que me esperes, si estás, para esperar, los pies clavados?»
(Lope de Vega, escritor y poeta)
318
PLENIFICANTE
«En el rostro del crucificado de Nazaret es donde hay que aprender que la muerte del hombre no es la vida de Dios. Ni
tampoco la muerte de Dios es la vida del hombre. La muerte de Dios es la muerte del hombre y la muerte del hombre es
la muerte de Dios. A la inversa, Dios es quien salva al hombre, no quien lo anula. Dios plenifica y colma al hombre.»
(Bonifacio Fernández)
«La crucifixión del Mesías nos vela y nos desvela el rostro de Dios.
La fuerza inagotable de su amor se manifiesta sorprendente e inesperadamente en el
abandono del crucificado.
Pero Jesús no es un mero instrumento o mediador del Padre.
Es una persona. El acontecimiento de la cruz es también realización del amor del Hijo
al Padre, a nosotros y al mundo. Cuando el Padre nos lo entregaba, el mismo Jesús se
entregaba libremente.
Se ponía en manos del Padre en su radical actitud de fidelidad y obediencia, de identificación con su proyecto, de amor
filial, totalizado y definitivizado precisamente ante la muerte.
Jesús se entrega al Padre por la fuerza del Espíritu.
Del misterio de esta auto entrega de Jesús vive toda la soteriología.
Ahí se funda nuestra confiada esperanza.
A nosotros nos amó hasta el extremo.
Sufrió la muerte del profeta, del justo y del siervo por nosotros.
La crucifixión es la realización del amor apasionado a sus hermanos
Hasta ese punto se solidariza e identifica con nosotros los humanos.
El crucificado es el hermano universal: cada uno podemos decir:
Me amó y se entregó a la muerte por mí.
Gracias a que él nos amó primero, podemos seguir sus huellas.
Esa certidumbre ha dado razón para vivir y para morir a muchos millones de personas.
"¿Quién nos separará del amor de Cristo?" (Rom 8, 35).
En esa crucifixión del Mesías se realiza la reconciliación de Dios y el mundo.
Mirando al crucificado se puede decir: Ecce homo!
Y al mismo tiempo es menester reconocer también: Ecce Deus!
El Dios de los hombres. Y los hombres de Dios.
Jesús crucificado es personalmente la reconciliación;
se ha convertido personalmente en nuestra redención (1 Co 1, 30).
En el rostro del crucificado de Nazaret es donde hay que aprender que la muerte del
hombre no es la vida de Dios.
Ni tampoco la muerte de Dios es la vida del hombre.
La muerte de Dios es la muerte del hombre y la muerte del hombre es la muerte de Dios.
A la inversa, Dios es quien salva al hombre, no quien lo anula.
Dios plenifica y colma al hombre.
El modelo de esa relación es Cristo.
El Hijo de Dios no anula la naturaleza humana: la potencia, la hace autónoma, libre, plena.
Esto es lo que estaba en juego en las disputas monofisitas
Y sigue estando en juego en la forma de entender la redención.»
(Bonifacio Fernández, cristólogo claretiano)
319
ABANDONADO
«Allí estás / en la cruz abandonado. /
Ya no tienes ni siquiera / el rostro de un hombre. /
Condena sin pecado. /
La furia de las tinieblas / sobre ti se ha desencadenado /
y te ha arrancado, / árbol verde, del suelo arrebatado.»
(Gen Rosso)
«Allí estás
clavado en una cruz.
No pareces ya
el Dios hecho hombre que un día
la muchedumbre había aclamado.
Los amigos ya no están,
te han renegado,
uno te ha traicionado.
Tus amigos que tanto habías amado.
Allí estás
en la cruz abandonado. Ya no tienes siquiera el rostro de un hombre. Condena sin pecado.
La furia de las tinieblas
sobre ti se ha desencadenado y te ha arrancado,
árbol verde, del suelo arrebatado.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué?
Dios mío, (¿por qué el dolor? ¿por qué el mal? ¿por qué la guerra?)
Dios mío, (¿por qué el odio? ¿por qué el hambre? ¿por qué la soledad?)
Dios mío, (¿por qué la desesperación? ¿por qué la duda? ¿por qué la muerte?)
¿Por qué?
Allí estás,
soledad infinita,
no sientes ya
ni siquiera la ayuda del Padre,
marginado de la tierra y del cielo.
Te has hecho duda, hambre, enfermedad, te has hecho muerte. Abismo de angustia arrebatado a cada hombre.
Padre mío, Padre mío,
a Ti encomiendo mi espíritu, a Ti.
Todo está consumado.»
(Gen Rosso, grupo musical cristiano)
320
CRUCIFICADO
«No es la cruz lo que importa, sino el crucificado»
(Christian Duquoc, teólogo)
«Desde la Cruz, en alto, con un grito, diste cara a la muerte /
(un solo grito, que sepamos, a lo largo de tu vida mortal; /
una gran voz, registrada con asombro por los Evangelistas, /
que acaso nunca llegaron a comprender cómo un hombre /
a quien momentos antes habían visto morder con ansia el último
resuello, / un cuerpo agonizante, / a punto casi de soltar amarras, /
casi en la orilla, casi en la frontera, /
pudiese todavía blandir como una espada su clamor victorioso). /
Tu grito, proyectado / hacia los cuatro puntos cardinales, /
para dar testimonio de Ti mismo,/ para que nadie se llamase a engaño /
y fuese a creer que Tu verdad hiriente /
iba a morir contigo clavada y desangrada. /
Ya nunca volverá a haber silencio sobre la Tierra, nunca /
paz, que ese grito Tuyo /
resuena desde entonces, ensordece desde entonces el mundo, /
traspasando como un acero al rojo las edades, los siglos. /
Es inútil, lo oímos, / seguimos escuchándole; /
inútil resistirse, / taparse las orejas con cera, /
atronar las ciudades con sirenas de fábrica, /
bocinas, altavoces y guitarras eléctricas, /
esconder la cabeza debajo de la manta, /
o caer, como en un tobogán, hasta el fondo de un vaso de ginebra./
Huir de ese obstinado grito que irremediablemente nos acosa /
lo mismo da: ya nadie, haga lo que haga, / podrá dejar de oírle, /
nadie encontrar la paz, dormir tranquilamente, /
podar rosales o pintar de verde las ventanas de su chalet de veraneo /
pasar los fines de semana esquiando en la sierra /
o calcular los intereses de su cuenta corriente. /
Porque Tu grito está ahí, incólume, clavado /
en medio de la Tierra, /
hiriendo, flagelando: /
Tu poderoso grito que nos despierta a altas horas /
y nos obliga a levantar las palmas y mirar con horror nuestras manos vacías, /
a contemplar con horror ante el espejo nuestros ojos /
donde todavía no ha brillado una sola vez el amor.»
(Manuel Alonso Alcalde, poeta español)
321
SACERDOTE
«Clavado en cruz, nos miras, te miramos, crece el amor, la entrega»
(Autor anónimo)
«A ti, Jesús, te alaban las naciones; / que a tu reino nos llevas, y en ti cobra esperanza nuestra súplica, único mediador
de cielo y tierra.
Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, / nacido de María, tú, la hostia pura, santa, inmaculada, que de ofrecerse a
Dios sola fue digna. Ungido por el Padre, Jesucristo, / eterno sacerdote, reconcilias al cielo con la tierra, los hombres y
los ángeles te adoren.
Dios de Dios verdadero, igual al Padre, / por nosotros te ofreces en sacrificio, y mueres por nosotros, trocando en vida
eterna nuestra muerte.»
«Cantan tu gloria, Cristo sacerdote, los cielos y la tierra: a ti que por amor te hiciste hombre y al Padre como víctima te
ofrendas. Tu sacrificio nos abrió las puertas, / de par en par, del cielo; ante el trono de Dios, es elocuente tu holocausto
en la cruz y tu silencio. Todos los sacrificios de los hombres / quedaron abolidos: todos eran figuras que anunciaban al
Sacerdote eterno, Jesucristo.
No te basta el morir, que quieres darnos / alimento de vida: quedarte con nosotros y ofrecerte sobre el altar; hacerte
eucaristía.»
«Desde el seno del Padre descendiste al de la Virgen Madre; te haces pobre y así nos enriqueces, tu obediencia, de
esclavos libres hace. Tú eres el Ungido, Jesucristo, / el Sacerdote único; tiene su fin en ti la ley antigua, por ti la ley de
gracia viene al mundo.
Al derramar tu sangre por nosotros, / tu amor complace al Padre; siendo la hostia de tu sacrificio, hijos de Dios y
hermanos tú nos haces. Para alcanzar la salvación eterna, / día a día se ofrece tu sacrificio, mientras, junto al Padre, sin
cesar por nosotros intercedes.»
(Liturgia católica)
322
CORAZÓN
«Hijo de Dios,
¡cuántos siglos hace que te arrastran con la cuerda al cuello! Ni siquiera las prostitutas pueden mirarte sin disgusto.
Hemos sido capaces de borrar el resplandor de tu rostro»
(Paul Claudel)
«Ahora estás delante de nosotros, extendido en la cruz, como un libro abierto. Y todo está ya realmente consumado,
excepto que Tú no has sufrido bastante.
Es verdad que ni tu misma Madre reconoce tu rostro desfigurado.
Es verdad que, desde la planta del pie hasta tu cabeza,
no hay un sitio en el que la voluntad del hombre no se haya manifestado;
pero aún queda tu Corazón por traspasar.
Hijo de Dios,
¡cuántos siglos hace que te arrastran con la cuerda al cuello! Ni siquiera las prostitutas pueden mirarte sin disgusto.
Hemos sido capaces de borrar el resplandor de tu Rostro.
Los sabios que te ven sacuden la cabeza y la vuelven para sonreír.
Saben mejor que Tú lo que has querido decir:
algo banal y ordinario y nada que no hayas tomado de otro.
De Ti no nos han dejado nada: ni palabra ni rostro.
Han sorteado tus vestidos y los han rehecho a su medida.
Les dan mucho que hablar las buenas mujeres y tus Apóstoles.
Has muerto, y el sol se ha eclipsado.
Es evidente que en la cruz está expuesto un cadáver.
Amigo, si Tú nos fallas, ¿qué nos queda?
Has hecho lo que has podido, y no es un reproche lo que te hacemos.
Pero ¿no era bastante profundo el misterio del seno paterno,
para que necesitases asumir nuestra nada y añadieses a ella la muerte?
Pues bien, si Tú nos fallases vivo, nosotros te hubiéramos matado. El centurión te vio morir, aún no tuvo bastante con
eso y se lanzó sobre Ti, lanza en mano, y te lanceó y abrió.
La lanza entra por el costado y sale bajo el pecho.
El pagano te ha golpeado al azar, pero Tú esperas más de tus fieles:
La herida profunda y escondida sólo nos pertenece a nosotros.
«El amor me ha desarmado, y mi Padre ya no es para mí un refugio. Conoced, por fin, este corazón que habéis abierto
de parte a parte. De él sale la sangre que, sobre el altar, se renueva en el cáliz.»
(Paul Claudel, poeta francés)
323
HASTA MORIR
«Cristo soportó la muerte,
para que nadie abandonara la verdad por miedo a la muerte,
eligió la forma de muerte más reprobable, la muerte de cruz,
para que nadie temiera como digna de vituperio la muerte por la verdad.»
(Tomás de Aquino)
«Cristo eligió padres pobres, pero perfectos en la virtud;
llevó una vida pobre,
para que nadie se gloríe solamente de la nobleza del linaje
o de las riquezas de la familia;
llevó una vida pobre,
para enseñarnos a despreciar las riquezas;
vivió privado de dignidades,
para apartar al hombre de un apetito desordenado de honores;
soportó trabajos, hambre, sed y sufrimientos corporales,
de forma que los hombres no se retrajeran del bien de la virtud
por dedicarse a los placeres y delicias a causa de la dureza de esta vida.
Finalmente, soportó la muerte,
para que nadie abandonara la verdad por miedo a la muerte;
eligió la forma de muerte más reprobable, la muerte de cruz,
para que nadie temiera como digna de vituperio la muerte por la verdad.
Fue, por tanto, conveniente que el Hijo de Dios hecho hombre sufriera la muerte,
para que así su ejemplo animara a los hombres a la virtud,
para que se realizara lo que dice Pedro:
Cristo padeció por nosotros,
dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas (1 P 2, 21).
Si Cristo hubiera vivido en el mundo como rico,
poderoso y revestido de alguna gran dignidad,
se podría haber pensado que su doctrina y milagros fuesen aceptados
por la fuerza del favor de los hombres y por un poder humano;
por lo tanto, para que constase con evidencia
que eran obra de la fuerza de Dios,
escogió todo lo ínfimo y despreciado del mundo:
madre pobre, vida indigente, discípulos y mensajeros incultos
V el ser rechazado y condenado por los magnates del mundo, incluso a muerte,
Para que así constase manifiestamente
que la aceptación de su doctrina y milagros
no fue debida a un poder humano, sino divino.»
(Santo Tomás de Aquino, filósofo y teólogo dominico)
324
ENTREGA
«Jesús, que va al encuentro de una muerte que no es la suya para hacerla suya, devuelve a los hombres la capacidad de
vivir la propia muerte como una acción y como una libertad, y no sólo como una pasión y un destino.»
(Jean Le Du, teólogo)
«Del relato de su muerte hemos conservado la palabra «pasión», y éste es el aspecto más visible de todo aquel horroroso
vía crucis. Debido a no sé qué ceguera moral, lo que no vemos tanto es que aquella pasión la vive, desde el principio
hasta el fin, un hombre que continuamente está (re)-suscitando una acción en el seno de esa misma pasión.
Es traicionado (pasión), pero lo sabe y pone de manifiesto que lo sabe; no es un bobo que se deja engañar por Judas.
Es apresado (pasión), pero en otras muchas ocasiones afirmó que podía escapar de sus enemigos; además, éstos caen de
espaldas cuando le reconocen. Es apresado, pero manifiesta que aquel prendimiento es un abuso de poder. Se le
pregunta, es decir, es sometido a interrogatorio; pero se reserva la decisión de responder o no a las distintas preguntas.
Es golpeado (pasión); pero se alza contra la violencia injusta («si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»).
Dicho con otras palabras: en medio de aquella muerte que no era la suya, y que él fue a buscar muy lejos de la que
hubiera podido tener, y de aquella pasión, Jesús demuestra poseer una libertad que no está contaminada por esa misma
pasión. Incluso ante el acontecimiento por excelencia, el que nos llega al margen de nuestra voluntad y de nuestro
deseo, Jesús es, una vez más, una libertad que adopta una actitud. No es la Pasión la última palabra...
Jesús, que va al encuentro de una muerte que no es la suya para hacerla suya, devuelve a los hombres la capacidad de
vivir la propia muerte como una acción y como una libertad, y no sólo como una pasión y un destino. «Yo entrego mi
vida. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente». Entrega voluntaria, en lugar de crispación.»
(Jean Le Du, teólogo)
«Que eres, Cristo, el único / Hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces / por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre, / que azucara amargores de la vida,
por Ti, el Hombre muerto que no muere,
blando cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida, y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria, / vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra; / vela el Hombre que dio toda su sangre
porque las gentes sepan que son hombres.»
(Miguel de Unamuno)
325
IZADO
«Separar la cruz de la historia documental, para poner de relieve su significado, es quitarle a la crucifixión de Jesús su
poder subversivo.»
(Christian Duquoc)
«La cruz, objeto de la predicación apostólica, no es un puro hecho -el acontecimiento de la muerte ignominiosa de
Jesús-, sino que es la interpretación de esa muerte. Pero esta interpretación no puede separarse del desarrollo efectivo de
la crucifixión. El crucificado es el condenado, no ya el juzgado por Dios, sino el rechazado por los hombres. El proceso
que se ha entablado contra Jesús es un proceso humano, debido a unos móviles humanos, provocados por unos
conflictos históricos, motivado por el comportamiento y por la palabra de Jesús. La cruz, símbolo de juicio de la
condenación divina sobre Cristo, oculta la realidad de la crucifixión: una crucifixión que es producto de nuestra historia
y no un producto de Dios. Identificar la cruz con una condenación divina es prescindir por completo de las mediaciones
históricas efectivas.
Si la cruz es juicio de Dios, no lo es en el sentido de que el crucificado sea condenado por Dios, sino en el sentido de
que, al permitir Dios que nuestra responsabilidad produzca sus propios efectos, la crucifixión de un inocente, su
colocación entre los malhechores, son éstos los que juzgan a ese mundo que produce tales efectos. La crucifixión le da a
la cruz su dimensión singular, histórica: Jesús crucificado no es distinto del Jesús condenado por los poderes civiles y
religiosos. Separar la cruz de la historia documental, para poner de relieve su significado, es quitarle a la crucifixión de
Jesús su poder subversivo.
Y en segundo lugar, su significado conservador: la distancia que se establece entre la historia documental de la
crucifixión y el sentido teológico de la cruz no es una operación anodina. Provoca una indiferencia ante la historia real
del crucificado, que se traduce en una indiferencia ante el devenir real de la humanidad. Si la cruz es la revelación de la
cólera de Dios sobre Jesús, sustituto de la humanidad, puede ser que no tenga ninguna relación efectiva con el
crucificado: basta con que sea anunciada como el símbolo de esa cólera y de ese juicio sobre el pecado. No tiene interés
para nuestra historia, ya que es precisamente el inocente el que es objeto de esa cólera. Cristo entonces es condenado
justamente. Pilato es un instrumento de esa cólera. Lo que importa no es el acto de Pilato, sino la cólera de Dios que se
sirve de Pilato como de un instrumento. Por el contrario, las cosas cambian si el crucificado es condenado por los
hombres: su juicio pone de relieve todos los mecanismos perversos de los poderes civiles y religiosos y denuncia la
complicidad de todos en esa operación de seguridad pública. La muerte de Cristo no queda entonces arrancada de
nuestra historia, sino que exige que nuestra historia se transforme de tal suerte que puedan ocupar lugar en ella el
inocente, el débil, el profeta, para dejar que se oiga su voz. Si el crucificado es condenado por Dios, si puede construirse
la teología de la cruz independiente de las mediaciones efectivas de la condenación, el crucificado no constituye
ninguna amenaza para el movimiento de nuestra historia, (...) sin impulsarnos contra la perversión de los poderes que se
erigen en norma última de actuación.»
(Christian Duquoc, cristólogo francés)
326
TELÓN
«Nada hay que, por la absoluta simplicidad de su patetismo, unida con la sublimidad de su efecto trágico, podamos
decir que iguale o al menos se acerque al último acto de la pasión de Cristo.»
(Osear Wilde)
«Ni en Esquilo ni en Dante, austeros maestros de ternura,
ni en Shakespeare, el más humano de los grandes artistas,
ni en todas las leyendas y mitos célticos en donde
la belleza del mundo se muestra a través de una bruma de lágrimas
y la vida de un hombre dura lo que una flor,
hay nada que, por la absoluta simplicidad de su patetismo,
unida y aunada con la sublimidad de su efecto trágico,
podamos decir que iguale o al menos se acerque
al último acto de la Pasión de Cristo.
La Cena con sus compañeros,
uno de los cuales le ha vendido por unas monedas,
la angustia del jardín iluminado por la luna,
el falso amigo que se acerca a Él para traicionarlo con un beso,
y el otro que sigue creyendo en Cristo
-aquel en quien, como sobre una piedra,
había esperado edificar un refugio para el Hombre-
y sin embargo lo niega al amanecer, mientras el gallo canta;
Su total soledad y su doblegamiento, Su aceptación de todo;
y, al lado de esto, aquellas escenas
en que el sumo sacerdote de la Ortodoxia
desgarra furiosamente sus vestiduras
y el magistrado de la Justicia civil pide agua
con la vana esperanza de que podrá lavar de sus manos esa mancha
de sangre inocente que hace de él la figura sangrienta de la Historia;
la coronación, que es una ceremonia de Dolor
y una de las más maravillosas escenas de todos los siglos
que nos han dejado su crónica;
la Crucifixión del Inocente
ante los ojos de su Madre y del discípulo amado;
la soldadesca que se juega Sus vestiduras a los dados;
la terrible muerte mediante la cual legó al mundo su eterno símbolo;
Su entierro en el sepulcro del rico;
Su cuerpo envuelto en un sudario egipcio
ungido con especias y perfumes
como si hubiera sido el hijo de un rey.»
(Oscar Wilde, escritor inglés)
327
HASTA EL FIN
Hay una presencia real de Cristo en toda la historia. Por eso, todo pecado mío, toda mi falta de amor a los demás es un
golpe asestado a Cristo, es un
bofetón en su rostro.»
(De Chalendar)
Jesús:
Corremos el peligro de considerar tu pasión como cerrada, circunscrita al «padeció en tiempo de Poncio Pilato». Pero
no podemos olvidar tu otra pasión: la de hoy, sufrida en los miembros dolientes de tu cuerpo místico.
Jesús: Tú mismo te identificas con los crucificados de la historia
por el hambre y la sed, la intemperie, la enfermedad y la cárcel.
Cuando Pablo nos asegura «crucificantes de nuevo al Hijo de Dios»,
se refiere a tu crucifixión por el pecado personal «en el corazón».
Pero también es cristiana una lectura en clave de pecado social.
El famoso libro Cristo de nuevo crucificado no es sólo una novela,
sino también una historia escrita cada día en tu cuerpo social.
Tú exclamas por boca de los amargados: «¡Pase de mí este cáliz!»
Tú preguntas con los golpeados sin motivo: «¿Por-qué me pegas?»
Tú eres juzgado injustamente en los condenados sin causa.
Tú eres condenado a muerte en millones de niños inocentes.
Tú eres coronado de espinas en campos de alambradas.
Tú eres azotado a la columna del dolor en clínicas y hospitales.
Tu repites la vía dolorosa en cuantos arrastran su cruz.
Tú estás abandonado en todos los que se sienten desamparados.
Tú mueres ajusticiado en cuantos mueren injustamente.
Sigue siendo verdad que «siempre es Viernes Santo»
y que Tú «estarás en agonía hasta el fin de los siglos».
Jesús: No permitas que yo sea de los que te siguen crucificando ni directamente ni en los miembros de tu cuerpo moral.
Ayúdame, más bien, para que cumpla en mi carne lo que falta a tu pasión, en favor de la Iglesia y del mundo. Enséñame
a ser eficaz cirineo
de los que se cruzan conmigo cubriendo su vía crucis. Enséñanos a ser como las piadosas mujeres "orando por los hijos
de los hombres dolientes. Enséñame a ser como la Verónica limpiando la sangre de los rostros del Cristo total.
Enséñame a ser como María al pie de la cruz '-empañando en silencio a quienes sufren situaciones límite, que te alivie
ahora, ya que no pude aliviarte entonces.
(R.A.)
328
VIACRUCIS
«Tomad mi yugo sobre vosotros (...) y hallaréis vuestro descanso, porque mi yugo es blando y mi carga es ligera»
(Jesús de Nazaret)
«Al pie de esta subida tuvo lugar una parada. Los ejecutores de la ley observaron al prisionero. Quebrantado como
estaba, con la carga del madero descansando pesadamente sobre él, se podían preguntar con razón si sería capaz de
subir sin ayuda los numerosos escalones de la calle. No podían arriesgarse; se le había de ayudar a llevar la cruz. Pero
¿quién le ayudaría? Ninguno de ellos; antes dejarle morir en el camino que ayudarle un soldado romano. Nadie tampoco
de la multitud que le iba siguiendo; pedir u obligar a un judío a ayudar a un criminal habría sido someterle a perpetua
vergüenza. Estando ellos dudando y quizá mientras Jesús yacía en el suelo reuniendo fuerzas para la subida, acertó a
bajar por el camino desde la puerta de Damasco un individuo que por su vestido se notaba claramente que no era de
Judea. Evidentemente era un extranjero de otras regiones venido, sin duda, como tantos otros, para la fiesta. Fue
observado y examinado; era oriundo de Cirene, situada en el norte de África, más allá de Egipto y de Alejandría, lo
suficientemente lejos como para no desprestigiarse. Éste, pues, serviría para el propósito; que ayudase al prisionero a
llevar la carga.
Simón de Cirene se resistió cuanto pudo, pero los ancianos y soldados no eran hombres a los que se pudiese contradecir;
le forzaron a cargar con el madero y le mandaron seguir a Jesús en la subida. Al principio estaba rojo de vergüenza; su
indignación era indecible. (...)
Pero pronto cambió. Porque este hombre a quien Simón estaba ayudando no podía ser vencido en generosidad. Nadie le
había hecho el más mínimo servicio sin haber recibido mucho más en retorno; nunca se había recibido un beneficio de
él sin que otro le siguiese inmediatamente. Lo supiese o no Simón, este hombre había pronunciado prometedoras
palabras para quienes compartiesen su carga:
«Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para
vuestras almas, porque mi yugo es blando y mi carga ligera» (Mt 11, 29-30).
De este modo había inducido a los hombres a seguirle. Y cuando ellos viniesen y quisieran ser sus seguidores, sería por
la misma insignia que él había escogido por la que les pondría a prueba: «El que quiera venir en pos de mí niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16, 24). «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» (Mt 10, 38). «El
que no toma su cruz y viene en pos de mí no puede ser mi discípulo» (Le 14, 27).
Estas palabras bastan para que podamos juzgar lo que pasó por el ánimo de Simón de Cirene. Jesús tenía palabra; le
cambió la pena en gozo; no solamente era su carga ligera, sino que pasaba a ser un motivo de gloria. Mucho después,
cuando la historia de la pasión era repetida una y otra vez, los hijos de Simón de Cirene, Alejandro y Rufo, se sentían
orgullosos al recordar el favor que había sido concedido a su padre por Jesús, el Señor, en aquel día.»
(Alban Goodier, escritor inglés jesuita)
329
HORADADO
«Ya es hora de que te tomemos por jefe. Ya se te ha despreciado bastante.»
(Josse Alzin)
«Aún no habías nacido y ya te alejaban de las posadas. Apenas contabas tres años y ya debías huir de los hombres. Te
expulsaron de sus sinagogas. Fuiste acosado, atado, juzgado, condenado; pero, sin saberlo, te han izado en el aire,
abiertos los brazos, como un semáforo que ayude a los hombres a encontrarse en pleno océano ... Pero Tú nos has dado
ya la eucaristía, como un puñado de trigo salvado del desastre. Y al tercer día te levantarás traslúcido como un borde de
nube. Y El que te envió no mirará ya a los hombres sino a través de tu cuerpo, cinco veces horadado ... La segunda vida
completará la primera, y ya no se podrá desviar de la tierra el Jordán de tu sangre ... Tu cruz marca todos los horizontes.
Con mayor solidez que el arco iris. Tu cruz es nuestra arca de alianza: Tú mismo la has llevado a cuestas como llevaban
los judíos la antigua para entrar en la tierra prometida ... Ajusticiado luminoso: Tú eres el maestro del mundo. ¿Es
demasiado sencillo para que nos paremos a pensarlo? ¿Es quizá demasiado hermoso para que lo admitamos? Te has
hecho para nosotros la luz, el amor, el pan.
En ti soñaban los lisiados, todos cuantos habían perdido la esperanza, los pecadores. Tú nos diste todo cuanto era
preciso para ver claro. Nos dijiste cuanto era necesario para saber sufrir. Y has fundado una Iglesia cuyas reservas de
alimento y de perdón no defraudarán nunca el tormento fundamental de las almas... Tú eres el maestro que esperamos.
Exiliado, nacido fuera de la ciudad, muerto sin defensores...
Hombre como nosotros, pero que echaste como semillas el sol, los ángeles y las almas. ¡Hiciste cosas tan grandes entre
el día en que te pudimos ver recostado sobre un poco de heno y el día en que has sido colgado como un pájaro nocturno
hecho pedazos! Tu cuna es humilde como los nidos. Tu Eucaristía, sencilla como el pan. Tu cruz es el amor que se
derrama. (...) Tú ya has hecho lo que estaba de tu parte para crear el reino. Pero ahora queda por hacer la nuestra. Y los
tiempos están maduros. No es posible que Tú hayas querido la desgracia de los hombres. Ha sido nuestra negativa la
que ha mantenido tu reino en el fracaso. Tú estás ahí, crucificado, en el centro de las casas, de las iglesias, de los
pueblos, de nosotros mismos, en el centro del mundo, el fin de la noche puede llegar. Basta que queramos.
Vid sangrienta, Cordero clavado, León huido, Piedra angular, Pastor bondadoso, Puerta, Pan vivo, ¿ha llegado tu hora?»
(Josse Alzin, poeta belga)
330
DESGARRADO
«¡Mis ojos fijos en tus ojos, Cristo, mi mirada anegada en Ti, Señor!»
(Miguel de Unamuno)
Jesús: Cuando meditamos la «tercera semana» de Ejercicios,
hacemos bien en acompañarte en tu vía crucis personal
desde Getsemaní al Golgota, pasando por los tribunales.
Nunca ponderaremos lo bastante «cómo la divinidad se esconde»
para dejar en carne viva tu humanidad del Huerto al Calvario.
Siempre hay mucho más que ahondar en tu triple pasión:
del cuerpo roto, del corazón sangrante, del alma herida.»
«¿Nadie llora, pues, entre todos?
¿Debe apagarse así su nombre?
¿Se ha muerto el mundo de repente?
¿No aspiraré ya nunca a sus ojos, el amor y la vida?
¿Está ahora muerto para siempre? (...)
¿Quién ha elevado la cruz
protectora de los corazones?
¿Quién reside allí arriba en el cielo,
socorro en la angustia y sufrimiento?
Ve junto al árbol del milagro.
Haz sitio al deseo silencioso.
De él emana una llama
que consume el pesado sueño.»
(R.A.)
(Novalis, poeta alemán)
«Dios ha creado seres capaces de amor a todas las distancias posibles. Él mismo ha llegado, puesto que ningún otro
podía hacerlo, a la distancia máxima, a la distancia infinita. Esta distancia infinita entre Dios y Dios, desgarramiento
supremo, dolor al que ningún otro se aproxima, maravilla de amor, es la crucifixión. Nada puede estar más lejos de Dios
que lo que ha sido objeto de maldición.
Este desgarro, por encima del cual pone el amor supremo el vínculo de la suprema unión, resuena perpetuamente a
través del universo, en el fondo del silencio, como dos notas separadas y fundidas, como una armonía pura y
desgarradora.»
(Simone Weil, filósofa francesa)
«Dame, Señor, que cuando al fin vaya perdido
al final de esta noche tenebrosa
en que soñando el corazón se acorcha,
me entre en el claro día que no acaba,
fijos mis ojos en tu blanco cuerpo,
Hijo del Hombre, Humanidad completa,
en la increada luz que nunca muere:
¡Mis ojos fijos en tus ojos, Cristo,
mi mirada anegada en Ti, Señor!» (Miguel de Unamuno)
331
CRUZ Y MAR
A un «Cristo crucificado (ante el mar)» le dedica estos tres poemas el católico unamuniano, el poeta conceptista, José
Bergamín: (R.A.)
«Tú me ofreces la vida con tu muerte y esa vida sin Ti yo no la quiero; porque lo que yo espero, y desespero, es otra
vida en la que pueda verte.
Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte, tendría que morirme lo primero; morir en Ti, porque si en Ti no muero no podría
encontrarte sin perderte.
Que de tanto temer que te he perdido, al cabo ya no sé qué estoy temiendo: porque de Ti y de mí me siento huido.
Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo, por ese amor con el que me has herido, que vivo en Ti cuando me estoy
muriendo.»
«No te entiendo, Señor, cuando te miro frente al mar, ante el mar crucificado. Solos el mar y tú. Tú en cruz anclado,
dando a la mar el último suspiro. No sé si entiendo lo que más admiro: que cante el mar estando Dios callado; que brote
el agua, muda, a su costado, tras el morir, de herida sin respiro. O el mar o tú me engañan, al mirarte entre dos
soledades, a la espera de un mar de sed, que es sed de mar perdido. ¿Me engañas Tú o el mar, al contemplarte ancla
celeste en tierra marinera, mortal memoria ante inmortal olvido?» «No se mueven de Dios para anegarte las aguas por
tus manos esparcidas; ni se hace lengua el mar en tus heridas lamiéndolas de sal, para callarte.
Llega hasta Ti la mar, a suplicarte, madre de madres por tu afán transidas, que ancles en sus entrañas doloridas la
misteriosa voz con que engendrarte.
No hagas tu cruz espada en carne muerta; mástil en tierra y sequedal hundido; árbol en cielo y nubes arraigado.
Madre tuya es la mar: sola, desierta. Mírala Tú que callas, Tú caído. Y entrégale tu grito arrebatado.»
(José Bergamín, escritor)
332
EL TÚNEL
«Si Jesús no hubiera resucitado, nosotros no hubiéramos sido redimidos. La liturgia pascual no se cansa de proclamar
que el mismo Jesús que colgó de la cruz es el resucitado de la tumba. Separar la cruz y la resurrección es destruir el
misterio central de nuestra fe.»
(Piel Van Breemen)
«El misterio pascual, que consiste en la unidad indisoluble de la muerte y la resurrección de Jesús, constituye el centro
de la fe cristiana. La muerte y la resurrección son como los dos extremos de un túnel, pues los túneles tienen dos lados
-si sólo tuvieran uno, no serían más que un agujero en la tierra-, y ambos deben estar conectados; de lo contrario, no
serían más que un par de hoyos (como sucedió en Ufredal, Noruega, en 1990, donde dos equipos que excavaron un
túnel de 2,5 kms., no se encontraron a medio camino, debido a un error de cálculo).
En el lado de la pasión, vislumbramos algo de la luz pascual; y en el lado de la resurrección, siempre vemos la silueta de
la cruz a través del túnel, como el Señor resucitado lleva eternamente las huellas de los clavos en su cuerpo glorificado.
Sólo así resulta consolador el misterio pascual. «Pues, aunque por su debilidad fue crucificado, por el poder de Dios
está vivo» (2 Co 13,4).
A este misterio pascual se refería Jesús cuando decía: «Cuando levantéis a este Hombre, comprenderéis que yo soy» (Jn
8, 28). Una confirmación asombrosa de este profundo versículo es que, en nuestro siglo, dos mujeres judías
extremadamente inteligentes llegaron a la fe católica precisamente a través del misterio de la cruz. La primera de ellas
es Edith Stein (+1946), que cuando era estudiante en Gótingen, Alemania, se consideraba atea, hasta que su profesor
Adolf Reinach, al que apreciaba mucho, cayó en el frente belga durante la Primera Guerra Mundial. La visita de
condolencia que hizo a su viuda se transformó en un momento decisivo en su vida. «Fue mi primer encuentro con la
cruz y con la fuerza divina que transmite a quienes la llevan. Fue el momento en que se derrumbó mi increencia y brilló
Cristo: Cristo en el misterio de la cruz.» Esta experiencia no fue meramente momentánea, sino que determinó el resto de
su vida, hasta el punto de que, como carmelita, escogió el nombre de sor Teresa Benedicta de la Cruz.
La otra mujer es Simone Weil (+1943), que se identificó en grado extremo con el sufrimiento de las víctimas de la
guerra civil española y de la Segunda Guerra Mundial, y de modo especial de sus hermanos judíos bajo el terror nazi.
También la conmocionó la profunda conexión que tuvo la gracia de percibir entre el desamparo total de esas personas y
el de Jesús en la cruz. Esto la llevó a la fe cristiana ... Poco antes de morir, pidió a una buena amiga que la bautizara. De
este modo participó sacramentalmente en la muerte y resurrección de Jesús.»
(Piet Van Breemen, jesuita holandés)
CUARTO MOVIMIENTO: ALLEGRO VIVACE
VOLVERÁ CON GLORIA
«Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20)
«Eres aún espléndidamente moderno, Jesús de Nazaret» (G. Berto)
1. RESURRECCIÓN
2. ASCENSIÓN
3. HASTA QUE VUELVA
335
PREDESTINADO
«Incluso en una consideración somera de la vida de Jesús, a pesar de ciertas interferencias, pueden distinguirse tres
períodos en los que la relación de Jesús con Dios se ha configurado de distinta manera: la entrega a su función, la
aceptación de su destino y su glorificación por parte de Dios»
(Wolfhart Pannenberg)
«En virtud de su Resurrección, la actitud terrena de Jesús fue confirmada por el mismo Dios como la entrega a la
función que Dios le había encomendado. (...) La actitud de Jesús debe concebirse por entero desde el punto de vista de
la función. Jesús no era una persona ajena a su función.
En el cristianismo primitivo, la aceptación por parte de Jesús de su destino de muerte se concibió también como signo
de la entrega a Dios, de la obediencia con respecto a Dios. Es evidente, por ejemplo, que así se concibe la muerte de
Jesús en Romanos 5, 6s, cuando Pablo dice que, por la obediencia de un solo hombre, Dios consideró a muchos como
justos (Rom 5, 19) . La expresión «obediencia» alude claramente a la muerte de Jesús. Esta referencia específica de la
obediencia de Jesús al destino de muerte aceptado y experimentado por él se expresa también en Filipenses 2, 8 y en
Hebreos 5, 8: en tanto que era el Hijo, en sus padecimientos aprendió lo que era la obediencia. En la antigua dogmática
protestante, esta obediencia fue calificada como obediencia dolo-rosa, para distinguirla de la entrega cotidiana de Jesús
a la voluntad del Padre (...) Con todo, de esta concepción hay que desechar la idea de que la obediencia activa se refiere
al cumplimiento de la voluntad del creador formulada en la ley, mientras que la obediencia pasiva representa el precio
por la satisfacción de los pecados. Como veremos más adelante, el sufrimiento representativo de Jesús no debe
concebirse como precio satisfactorio.
La plenitud de la determinación específica del hombre se ha manifestado en Jesús en virtud de su resurrección de entre
los muertos. Este acontecimiento no lo ha experimentado Jesús únicamente de un modo personal, sino también con
respecto a todos los hombres. En él se ha manifestado la predestinación de todos los hombres a una nueva vida de
proximidad con Dios, tal como Jesús la había predicado. Por esto podía Pablo hablar del resucitado con la terminología
de la especulación hebrea sobre Adán. Jesús es el nuevo Adán, el segundo hombre, el hombre celeste, el espíritu que
vivifica, en contraposición con el primer hombre terreno (1 Co 15, 45s). Y todos nosotros llevaremos «la imagen del
hombre celeste» (15, 49), ya que él es el prototipo de la humanidad reconciliada. Así como por el primer hombre vino la
muerte, del mismo modo por el segundo y auténtico hombre ha venido la gracia de Dios (Rm 5, 15), la vida (v 17) y la
justicia (v 18). (...)
En estos tres ámbitos Jesús es el representante de los hombres ante Dios. (...)
Sólo porque Jesús es el hombre grato a Dios en virtud de la entrega a su función, de la aceptación «obediente» de su
destino y a través de su resurrección a una nueva vida, sólo por esto la comunión con Jesús puede garantizar a los demás
hombres su comunión con Dios, tal como Jesús lo ha pretendido.»
(Wolfhart Pannenberg, teólogo protestante alemán)
336
CICATRIZADO
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos; más aún, si no meto mi dedo en la señal dejada por los clavos y mi
mano en la herida del costado, no lo creeré»
(Tomás el Mellizo, apóstol)
«Cuando digamos: Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, recordad lo que sigue: Que nació del Espíritu Santo
y de la Virgen María. Aquí abajo, en la tierra, nació de madre sin padre quien ya había nacido arriba antes de los
tiempos, pero creador de ellos, de Padre sin madre. Ahora, al final de los tiempos, fue engendrado de carne verdadera en
carne verdadera, pero su carne era semejante a la carne de pecado, mas no carne de pecado. ¿Por qué era semejante?
Porque era mortal. ¿Por qué no era carne de pecado? Porque había nacido mediante la fe de una virgen.
Esa misma carne de Cristo creció y llegó a la edad madura. En ella sintió Cristo hambre, sed; en ella comió, bebió, se
cansó, descansó y durmió; en ella tuvieron lugar todas esas cosas, pero en ningún lugar hubo pecado. En ella padeció,
en ella se manifestó hombre el Dios oculto, buscando al hombre en el hombre, buscando al perdido en el asumido. En
ella padeció, de manos de los hombres y en favor del mismo hombre, todo lo que no merecía.
Carne verdadera era la que fue apresada por los judíos;
carne verdadera la que comió la pascua con sus discípulos;
carne verdadera la que abofetearon los judíos;
carne verdadera la que coronaron de espinas;
carne verdadera la que suspendieron del madero los incrédulos;
carne verdadera la que, habiéndose alejado del alma, hirieron los infieles y miserables;
carne verdadera la que bajaron los discípulos del madero y colocaron en el sepulcro;
carne verdadera la que resucitó de verdad;
carne verdadera la que, después de la resurrección,
mostró a los discípulos la verdad;
carne verdadera cuyas cicatrices mostró
a las manos de quienes lo tocaban de verdad.»
«El que dio al ciego los ojos que no había recibido en el seno de su madre no carecía de poder para resucitar sin las
cicatrices. Si hubiera querido cambiar, ya antes de la muerte, la indigencia mortal de su carne de manera que no hubiese
sentido necesidad alguna, hubiera podido hacerlo, lo tenía en su mano, puesto que era Dios en la carne e Hijo
omnipotente, como omnipotente es el Padre. Efectivamente, aun antes de su muerte cambió su carne en lo que quiso:
estando en la montaña con sus discípulos, su rostro resplandeció como el sol. Esto lo hizo por su poder, queriendo
mostrar que podía haber transformado su carne, librándola de toda indigencia, en forma de no morir si no quisiera...
Poder grande este de poder no morir; pero mayor es la misericordia por la que quiso morir. Hizo por su misericordia lo
que podía no haber hecho por su poder, para poner la base de nuestra resurrección; para que muriese lo que llevaba por
nosotros, dado que hemos de morir, y resucitarlo para la inmortalidad, a fin de que esperemos la inmortalidad.»
(Agustín de Hipona)
337
REY-ESCLAVO
«El verdadero sentido de la realeza de Cristo supone la desmitificación de la idea oriental y griega del hombre divino o
del señor tiránico investido de poderes sobrenaturales. Este rey muere como esclavo, tiene un cetro de caña y una
corona de espinas. Él es el país, el siervo (de Isaías 53), que a la vez significa «el hijo»
(Antonio Andrés)
«Se falsearía la Resurrección si se considerase como «la otra cara de la moneda», algo así como el premio concedido a
la obediencia y al sacrificio de Cristo. Comportaría una profunda falsificación de lo que es el existir de Jesús ver en él
un hombre que tiende a una cosa -subir- y hace otra -bajar- por obediencia. Es cierto que nada hay en él de masoquismo
-sufrir por el placer de sufrir-, pero el profundo movimiento del ser personal que conduce hacia el otro, hacia los otros y
hacia abajo -«la ley de la gravitación universal de la caridad»...- es el propio de Dios y de su creación, hecha a su
imagen, y por lo mismo el de Cristo, su imagen perfecta.
(...)
Cristo es hecho Señor sin dejar de ser servidor, y entonces las relaciones humanas pueden superar la dialéctica amo-
esclavo, pues el señorío de Cristo rompe la vieja noción de señor que implicaba siervos sobre los que mandar,
significando solamente señorío, soberanía sobre todo lo que antes amenazaba y esclavizaba al hombre. La noción de
señor o de rey, aplicada a Jesús por sus reminiscencias teocráticas, procede de la teología real del antiguo Testamento,
en especial del salmo 2, 7. Sin embargo, a partir de la resurrección, este título y este texto es utilizado por la predicación
cristiana con significación mesiánica. La comunidad pensó que la resurrección de Jesús que ella aceptaba era el
momento en que se realizaba el anuncio del salmo.
Parece contradictorio creer que el que ha muerto crucificado es el individuo de quien habla este salmo. Pero tal
interpretación afirma que la esperanza en el futuro Mesías se realiza en aquel ajusticiado, que es a la vez el resucitado a
los ojos de la fe. Expresa la convicción de que un indefenso, el que murió en la cruz, el que renunció al poder del
mundo, el que prohibió la espada y no envió a otros a la muerte, sino que murió por ellos, el que vio el sentido último
de la existencia humana no en dominar a otros y en la autoafirmación, sino en el radical ser-para-los-demás, es el
mismo que hace temblar los poderes de la tierra, aquel de quien Dios dijo: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado».
(...) No hay, pues, sucesión sino simultaneidad entre servicio y gloria, entre la humillación voluntaria y la exaltación
recibida. Y es así, y desde ahí, donde se convierte en Señor del universo, ante el que los poderes de arriba y los de abajo
realizarán un día la prokinesis, es decir, el rito y el acto de la sumisión. El que voluntariamente obedece se convierte en
el Señor, el que ha bajado a la nada de su vaciamiento es, por eso mismo, dueño del mundo. El que no se apropia nada,
sino que es pura relación y dependencia, se identifica con el absoluto, con el Señor y es señor en la medida que hace
seres libres; el señor ante quien se inclina reverente el mundo es el cordero degollado que presenta la existencia como
puro don de sí (Apoc 5).»
(Antonio Andrés, cristólogo)
338
HIJO-DEL-HOMBRE
¿Por qué pone Jesús en su carné de identidad el título de «Hijo del Hombre» si se considera a sí mismo el «Hijo de
Dios»?
(R. A.)
«Hijo del Hombre es un título de misión: define el papel que Jesús tiene que desempeñar en la tierra en osmosis con su
papel celestial. Por tanto, supone esencialmente una dualidad de aspecto; exige que la identidad del Hijo del hombre no
sea manifestada todavía plenamente y que esté, por eso mismo, en consonancia con la «kénosis», cuyo mejor índice es
el título de Siervo. Cuando tenga lugar la vuelta gloriosa de Jesús, se manifestará plenamente la revelación del Hijo del
hombre, quedará absorbida la dualidad y este título perderá su razón de ser.
Sería una equivocación, sin embargo, empeñarse en aplicar únicamente a su condición celestial el título de Hijo del
hombre. Es verdad que se relaciona con ella, pero en la medida precisa en que esta condición celestial entra en los
cauces de la historia.
El título de Hijo de Dios significa, o bien una proximidad con Dios, o bien una trascendencia absoluta; el título de Hijo
del hombre evoca un origen celestial en cuanto que éste guarda cierta correspondencia con la tierra y toma una forma
concreta en la encarnación, en la humillación de la existencia de siervo.
Es cierto que el título apocalíptico es un título de majestad, pero no precisa la forma terrena que habrá de tomar esa
majestad y deja abierto el campo de su existencia terrena, manifestando únicamente su término. El apocalipsis siente la
fascinación de la escatología; es desde luego una figura humana la que él glorifica, pero pasa por encima de su forma
terrena e histórica para detenerse más bien en su triunfo. La encarnación es la que establece el hecho de que la intención
celestial, la escatología gloriosa no prescinde de la historia real de los hombres: el Hijo del hombre entra en la gloria
partiendo de los sufrimientos y de la muerte de un ser histórico, Jesús. Los apocalipsis han hecho una depuración. Su
Hijo del Hombre no tiene ni carne ni sangre; es más bien una «idea» que un «ser». Por ello es preciso que el Jesús de la
historia se presente como «hijo del hombre», esto es, que conduzca a su humanidad, con todo lo que esto supone de
limitaciones y sufrimientos, a la gloria apocalíptica de que nos habla Daniel. Jesús le da una historia a la figura
apocalíptica: ésta no tomará rostro humano más que cuando tenga lugar el cumplimiento de la gloria de su carrera
terrena.
Todavía más: es preciso entender este cumplimiento, no de la resurrección sola, sino de la parusía. Será entonces
cuando el Hijo del Hombre tenga toda su dimensión histórica: el acto del juicio, que consistirá en reconocer la identidad
entre Cristo y los hombres, revelará cómo la condición celestial del Hijo del hombre ha encontrado su forma:
intencionalidad divina, se ha hecho luego concreta en la encarnación y ha alcanzado todas sus consecuencias en el
desarrollo histórico de la humanidad hasta que resplandezca la identidad entre Cristo y los hombres el gran día de la
parusía.
(...) En resumen: título de majestad, el Hijo del Hombre define la unidad de la misión de Jesús en cuanto desarrolla en la
historia una intencionalidad divina, la de manifestarse humanamente, partiendo de un individuo y luego, por
identificaciones sucesivas de los hombres con este ser histórico y celestial, la unidad de vida y de vocación entre ellos y
el Hijo de Dios.»
(Christian Duquoc)
339
EL HOMBRE
Se hizo hombre con todas las de la ley.
Se hace «los hombres» con todas sus consecuencias.
Será el «Hijo del Hombre» con toda su plenitud.
(R. A.)
«Así es como te quiero. Así, Dios mío; / con el dogal de «Hombre» a la garganta. Hombre que parte el pan y suda y
canta / y va y viene a los álamos y al río.
Hombre de carne y hueso para el frío / guiñol que nos combate y nos quebranta. Arcilla de una vez para la planta / y el
látigo del viento y del rocío.
Así, Señor, así es como te espero; / vencido por el fuerte, acorralado, cara al hambre y al mundo que te hiere. / Carne
para los perros del tempero, piedra en que tropezar, luz y pecado: / hombre que solo nace y solo muere.»
(J. Mariscal Montes)
«Para conquistar la vida humana, para dominarla con su propia vida, no bastaba que Cristo se yuxtapusiera a ella; era
preciso que la asimilara, esto es, que la ensayara, la gustara, la sometiera hasta el fondo de sí mismo. No sería, por tanto,
comprender su existencia histórica, sino desfigurarla y profanarla, contentarse con ver en ella un gigantesco cuerpo a
cuerpo entre el Príncipe de la unidad suprema y lo Múltiple que se trataba de unificar.
Cristo, en primer lugar, experimenta en Sí el corazón humano individual, el mismo que produce nuestro tormento y
nuestra dicha. Pero en él no había solamente el Hombre perfecto, el Hombre ideal, sino el Hombre total, el que reunía,
en el fondo de su conciencia, la conciencia de todos los hombres. Por esta razón tuvo que pasar por una experiencia de
lo universal. Tratemos de reunir en un solo Océano la masa de pasiones, de expectativas, de temores, de aflicciones, de
dichas, una de cuyas gotas representa cada hombre. Cristo se sumergió enteramente en este mar inmenso, hasta
absorberlo por todos sus poros. Fue ese mar tumultuoso el que Él hizo derivar hasta su poderoso corazón, hasta dominar
sus olas y sus marcas al ritmo de su propia vida. He aquí el sentido de la vida ardiente de Cristo, bienhechor y orante.
He aquí el secreto inabordable de su agonía. Y he aquí también la virtud incomparable de su muerte en cruz.»
(Pierre Teilhard de Chardin, jesuita francés)
«El Hijo de Hombre, que según la primitiva expectación judía habría de venir a juzgar definitivamente a los hombres y
del que Jesús habla siempre distanciadamente en tercera persona, no debe ser identificado sin más con Jesús, aunque él
mismo anuncie que el no avergonzarse de él será decisivo para el juicio final que el Hijo de Hombre ha de emitir como
ratificación de su persona. La primera comunidad cristiana, sin embargo, no dudó en verificar esta identificación tras la
exaltación de Jesús «a la derecha del Padre», pues junto a Jesús no había lugar para otro. El Hijo de Hombre que ha de
venir, según el judaísmo primitivo, se convirtió así en el Hijo de Hombre ya venido y que volverá (pronto) como juez
universal en la futura consumación del mundo.»
(Hans Küng)
340
JESÚS, SIEMPRE Y MÁS
CÓSMICO
«¿Nos atrae hoy la figura del Cristo cósmico? ¿No es más conforme con nuestros tiempos el Jesús de Nazaret, haciendo
hincapié en su vida humana, como nos lo indican algunas cristologías recientes?»
(Agustín Udías)
«Prácticamente el tema del Cristo cósmico se encuentra en casi todos los escritos de Teilhard y en especial en Le coeur
de la muñere y Le christique. La terminología es variada, aunque responde siempre a la misma idea. Así, aparecen los
términos Cristo cósmico, Cristo universal, Cristo total, Cristo universalizado, Cristo cosmizado, Omega Crístico, Cristo-
Omega, Super-Cristo, Cristo evolucionador. Los dos términos más utilizados son Cristo universal y Cristo total. Cristo
universal se refiere a la síntesis entre Cristo y el universo y está en relación con el Cristo-Omega, centro de
convergencia y animación del universo. Cristo total está más relacionado con el proceso de «amorización» o
totalización de las conciencias por el amor en una unidad personalizadora.
El tema del Cristo universal y total está relacionado con su concepto del cuerpo de Cristo.( ... ) Teilhard insiste en que la
unión en el cuerpo de Cristo de la que habla san Pablo no se puede entender desde una perspectiva puramente moral,
sino física. Este cuerpo forma un mundo natural y nuevo, un organismo animado y vivo en el que todos nosotros
estamos unidos físicamente, biológicamente. Para él este realismo está totalmente justificado en los textos paulinos. Ya
en 1924 escribía en Mon Universe que le era imposible leer a san Pablo sin ver aparecer en sus palabras de una manera
clara la dominación universal y cósmica del Verbo encarnado (...)
Otra falsa comprensión de la cristología de Teilhard es ver en su énfasis por el Cristo cósmico un alejamiento del Jesús
histórico de Nazaret o, al menos, un quitar importancia a su vida terrena. El Cristo cósmico y universal, afirma
claramente, no puede tener ni sentido ni valor a nuestros ojos, si no es a partir de la realidad del Jesús nacido de María y
muerto en la cruz. El Jesús del Evangelio es el que da realidad y veracidad al Cristo cósmico. De esta forma el misterio
de Cristo encierra en una unidad al Jesús de la encarnación, de la muerte y la resurrección y su prolongación cósmica
como centro de convergencia de todo el universo. El Cristo universal, nos dice Teilhard, en el que encuentra
satisfacción mi fe personal, no es otra cosa que la expresión auténtica del Cristo del Evangelio. (...)
Conscientes de una humanidad en gran parte oprimida y sufriente, nos atrae más el Jesús cercano a los más pequeños, a
los marginados y oprimidos. Pero, ¿no corremos el peligro de quedarnos ahí? ¿No necesitamos al mismo tiempo afirmar
que ese mismo Jesús que sufrió en su carne la injusticia y la muerte es el Cristo glorioso, centro de animación y
convergencia de todo el universo? Además de sentir la interpelación continua de la vida de Jesús en relación con nuestra
actuación en favor de los más necesitados, debemos ser capaces de reconocer en él por su divinidad al Cristo universal,
Alfa y Omega de todo lo creado. Sólo así tiene sentido su vida en la tierra. Cuando las ciencias nos van descubriendo la
inmensidad del cosmos y la maravillosa interrelación de su evolución en el tiempo, empujándonos a un sentido de la
religiosidad cósmica, no podemos dejar que nuestra fe no progrese también en la misma línea.»
(Agustín Udías, geofísico jesuita)
341
INMORTAL
«Felices los que le vieron pasar por su tierra; felices los que le vieron andar por este mundo; los que le vieron caminar
sobre el lago temporal; dichosos los que le vieron resucitar a Lázaro.»
(Charles Péguy)
«Cuando uno piensa, Dios santo, cuando uno piensa
que esto no ha sucedido más que una vez ...
Todo fue cogido, una vez para siempre;
y ya no hay nada más que importa, / una vez para siempre, un día para la eternidad.
Ya no queda nada, hijos míos, / nada de lo que importa, que se pueda coger.
Pues, os lo digo de verdad, aquella pequeña aldea perdida
lo cogió todo un día, una vez en el tiempo; / una vez en la eternidad;
una vez por siempre; / una vez para todas la veces;
un día furtivo lo cogió todo para siempre, / todo lo que importa.
Y a vosotras, grandes ciudades, ciudades cristianas, / ¿qué os queda?»
«Él está aquí. / Está aquí como el primer día.
Está aquí, entre nosotros, como el primer día, / eternamente aquí todos los días.
Está aquí, entre nosotros, todos los días de su eternidad.»
«Una parroquia ha brillado con un fulgor eterno.
Mas todas las parroquias brillan eternamente,
que en todas las parroquias está el cuerpo de Cristo.
Es la misma historia, la misma exactamente, la misma eternamente,
que sucedió en aquel tiempo y en aquel país,
y que sucede siempre, en todos los días de la eternidad».
(Charles Péguy, poeta francés)
«La encarnación de Cristo es en el seno del tiempo,
en el seno de los instantes que pasan para no volver,
un instante que no pasa, el instante único que no pasa,
porque se renueva siempre, vuelve a empezar continuamente,
en esa vida de Cristo en su Iglesia,
que constituye el misterio central de la fe cristiana ...
Dicho de otro modo, la encarnación no es sólo
la primera venida de Jesús al mundo, en Palestina,
sino también la segunda, la que se repite sin cesar,
todos los días, en los sacramentos y en las almas de los fieles.
No es el recuerdo, la memoria nostálgica de Jesús,
sino Jesús mismo, todo entero, Hombre y Dios,
Alfa y Omega, Hijo del Hombre e Hijo de Dios, Jesús resucitado.»
(Charles Moeller, escritor belga)
342
YO SOY.
«Yo soy el primero y el último. / Yo soy el que vive.
Yo soy el principio y el fin. / Yo soy el astro radiante de la mañana.»
(Jesús, en Apocalipsis)
Yo soy el primero y el último.
Jesús, Tú dijiste: «Los últimos serán los primeros»,
y en Ti mejor que en nadie se cumplió esta definición.
Siendo el Primero, te hiciste «el último y servidor de todos»,
y por eso Dios te «exaltó y dio el Nombre-sobre-todo-nombre».
Arénganos: «Quien quiera ser el primero entre vosotros
que se haga el último y el servidor de todos».
Recuérdanos: «El que se haga pequeño como un niño
será el primero en el reino de Dios».
Yo soy el que vive.
Jesús, tu muerte fue un hecho histórico: «muerto y sepultado».
Pero al poco tiempo resucitaste para no volver a morir más.
Por eso alguien ha definido tu vida como «Historia de un Viviente»,
porque eso es lo que eres por siempre jamás.
Tu eternidad coexiste y trasciende todos los años de la humanidad.
Repítenos hoy: «Yo he venido para que tengan vida en abundancia»,
y haz que nos tomemos en serio esa vida de hijos de Dios.
Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin.
Tu insistencia en definirte como la A, el Primero y el Principio
indica claramente tu primacía como Dios verdadero de Dios verdadero.
Pero siendo el Hijo de Dios encumbrado sobre el universo,
no retuviste como un botín tu naturaleza divina,
sino que te anonadaste a ti mismo tomando naturaleza de siervo.
Por eso te llamas también la Zeta, el Último y el Final.
Yo soy vástago y estirpe de David.
Jesús: Infinitas gracias porque, siendo el Hijo de Dios,
te hiciste hombre, entrando en la raza del pueblo escogido.
Gracias porque no quisiste una realeza ceñida al trono de David,
sino un reino donde cabemos todos los seres humanos.
Gracias porque no alardeaste de ascendencia real,
sino que quisiste codearte con todos, «siendo uno de tantos».
Yo soy el Astro radiante de la mañana.
Tú eres el Sol de la humanidad y de la historia
por eso te definiste también «Yo soy la Luz del mundo».
Ilumínanos tan profundamente que seamos también «luz del mundo»,
hasta poder transparentarte. Jesús, «que quien me mire te vea».
(R. A.)
343
CRISTO CÓSMICO
«En el Cristo total no están solamente el Hombre y Dios. Está también Aquel que en su ser teándrico reúne toda la
Creación.»
(Teilhard de Chardin)
«Hasta ahora, y a pesar del lugar preponderante que san Pablo le da en su visión del Mundo, este tercer aspecto o
función -o incluso en su verdadero sentido, esta tercera «naturaleza» de Cristo (naturaleza ni humana ni divina, sino
«cósmica»)- no ha atraído mucho la atención explícita de los fieles ni de los teólogos.
Sin embargo, ahora, cuando por todas las vías de la experiencia el Universo empieza a engrandecerse fantásticamente a
nuestros ojos, ha llegado el momento para el Cristianismo de despertar una conciencia clara de las esperanzas que
suscita el dogma de la Universalidad de Cristo visto desde estas nuevas dimensiones y también de las dificultades que
surgen.
Esperanzas, porque si el Mundo se hace tan formidablemente poderoso y vasto, es que Cristo es aún más grande de lo
que pensamos. Y dificultades, porque ¿cómo concebir que Cristo se «inmensifica», como lo pide nuestro nuevo
Espacio-Tiempo, sin que al mismo tiempo pierda su personalidad adorable y de algún modo se volatilice? Aquí es
donde estalla la asombrosa y liberadora armonía entre una Religión de tipo crístico y una Evolución de tipo convergente
(...)
Si, como los hechos establecen, nuestro Universo forma una especie de «vortex» biológico centrado dinámicamente
sobre sí mismo, ¿cómo no descubrir que en la cima espaciotemporal se establece una posición única, singular, en la que
Cristo, sin ninguna deformación ni esfuerzo, se hace literalmente y con un realismo inaudito &\Pantocrátor?
A partir de un Omega evolutivo, donde se supone que está situado, no sólo es concebible que Cristo irradie físicamente
sobre la totalidad pasmosa de las cosas, sino más aún, es inevitable que esta irradiación alcance un máximo de
penetración y activación. Erigido en Primer Motor del movimiento evolutivo de complejidad-conciencia, el Cristo-
cósmico se hace cósmicamente posible. Y al mismo tiempo adquiere y desarrolla en toda su plenitud una verdadera
omnipresencia de transformación.
Para cada uno de nosotros, todo acontecimiento, toda energía, se reanima con su influencia y su atractivo.
En último análisis, la Cosmogénesis, después de descubrirse siguiendo su eje principal como Biogénesis y Noogénesis,
culmina en la Cristogénesis con la que sueña todo cristiano. Y entonces, para la mirada atónita del creyente, es el mismo
misterio eucarístico el que se prolonga al infinito en una verdadera «transustanciación» universal donde las palabras de
la Consagración no sólo caen sobre el pan y el vino del sacrificio, sino también sobre todas las penas y alegrías
engendradas en su progreso por la Convergencia del Mundo. Y como consecuencia aumentan las posibilidades de una
Comunión universal.»
(Fierre Teilhard de Chardin, científico y teólogo)
344
VIDA NUEVA
«Con razón se ha insistido en que la Resurrección de Cristo no se reduce a la sola reanimación de su cadáver. Por eso se
la ha distinguido muy bien de la de Lázaro. Cuando Lázaro resucita, se podría decir que reaparece «policialmente» (...)
Cristo resucita en un estado en el que ya no muere más.»
(Bernard Bro)
«Lázaro fue visto de nuevo por todo el mundo del mismo modo que antes de su muerte, tan fácilmente, tan
históricamente. No así Jesús. No está sometido de la misma manera a la condición humana, según el mismo relato de
los Evangelios. Pero del hecho de que no ha resucitado como Lázaro, de que no es visible y perceptible como él, se
concluye, a veces fácilmente, que había resucitado menos realmente y que su resurrección no concernía a su cuerpo.
Ciertamente, comprendemos que si nos ceñimos al texto evangélico, Cristo resucitado no es ya histórico, en el sentido
de que no corresponde únicamente a una red normal de puntos de referencia por documentos y testimonios. Cristo
resucitado no pertenece ya a este mundo, y en este sentido no pertenece ya únicamente a la historia y escapa a la única
ley histórica de los puntos de referencia. Pero, al mismo tiempo, hay que hacer constar que todos los textos del
Evangelio hacen imposible la deducción de una realidad menor que la de la historia. Se nos engaña si, con pretexto de
presentar la vida del Resucitado como una vida superior a la vida vulgar y cotidiana, se niega a Cristo, por lo menos, el
mínimo de realidad que posee ya esta vida terrestre
La cuestión planteada así no es un invento del siglo XX. Se presentó inmediatamente a la atención de los apóstoles.
Prueba de ello son sus dudas y su abatimiento. Les quemaba el amor que profesaban al Maestro, pero seguían dudando.
¿Es verdad? ¿No serán historias de mujeres o desatinos, ilusión o engaño, simple experiencia de sugestión interior?
Tropiezan entonces con detalles sensibles, reales, irrecusables, inquietantes para su sensibilidad. No se trata sólo de
acontecimientos místicos o interiores, es el timbre de la voz para Magdalena, es la llamada del Señor y su modo para los
pescadores en la orilla del lago, son las llagas de las manos y el costado para Tomás, para Pedro y Juan es el sepulcro
vacío. A menos de trampear con los textos, se palpa que antes de reconocer a Cristo, los apóstoles lo ven y lo tocan,
comen y beben con él. (...)
Si la realidad de la Resurrección les supera, no por eso deja de estar presente a ellos. Tiene toda la densidad, el
realismo, la dureza de lo que está ahí, ante ellos, con lo que tropiezan. Con el Resucitado, la vida que es más que la vida
no podría ser menos que la vida.»
(Bernard Bro, en Jesucristo, o nada)
345
FIDELIDAD
Esta página, escrita por uno de los teólogos protestantes más famosos, es densa y profunda, pero vale la pena meditarla
para atisbar la justicia de Dios revelada en Jesucristo.
(R. A.)
«El día de Jesús el Cristo es el Día de todos los días.
La luz de este punto único, revelada y vista, es la luz oculta, invisible, de todos los puntos.
El conocimiento único de la justicia de Dios es aquí «esperanza de la justicia» (Gal 5, 5) para siempre y en todo lugar.
Jesús, reconocido como el Cristo, confirma, acredita y robustece toda esperanza humana. Él es la comunicación de que
no el hombre, sino Dios en su fidelidad es quien aguarda impaciente.
Que nosotros precisamente en Jesús de Nazaret hemos encontrado al Cristo se prueba en que todas las manifestaciones
de la fidelidad de Dios son indicaciones y profecías de lo que nos ha salido al encuentro en Jesús. La fuerza oculta de la
Ley y de los profetas es el Cristo, que nos sale al encuentro en Jesús.
El sentido de toda religión es la redención, el tiempo de transición, la resurrección, lo invisible de Dios, que nos obliga,
precisamente en Jesús, a detenernos. El contenido de todo acontecer humano es el perdón bajo el que se encuentra, y
exactamente como Jesús lo proclama está en él hecho cuerpo (...) Y que es al Cristo a quien encontramos en Jesús se
prueba en que Jesús es la Palabra última que más vigorosamente aclara y expresa todo lo que por la Ley y los profetas
se testimonia sobre la fidelidad de Dios. La fidelidad de Dios es su penetrar y permanecer en la cuestionabilidad y
oscuridad humana más profunda.
Pero la vida de Jesús es la perfecta obediencia a la voluntad del Dios fiel. Él se sitúa como pecador entre los pecadores.
Él se sitúa a sí mismo bajo el juicio bajo el cual se encuentra el mundo. Él se coloca a sí mismo allí donde Dios puede
estar presente únicamente todavía como pregunta por Dios. Asume la figura de siervo. Va a la muerte en la cruz. Él es
en lo más alto, en la meta de su camino, una dimensión puramente negativa: en modo alguno es un genio, ni un portador
de manifiestas u ocultas fuerzas sicológicas, no es en modo alguno un héroe, un guía, poeta o pensador, y precisamente
en esa negación («Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»), precisamente en esto él inmola a un imposible
Más, a un invisible Otro, todas las posibilidades geniales, síquicas, heroicas, estéticas, filosóficas y en general todas las
posibilidades humanas pensables. Precisamente es él quien lleva a su término las posibilidades de desarrollo humano
que apuntan más allá de sí mismas, que en la Ley y los profetas se elevan hasta lo sumo. Por eso Dios lo ha exaltado, en
eso es reconocido como el Cristo, en esto se convierte en la luz de las últimas cosas, que brilla por encima de todo y a
todos ilumina. En él vemos realmente la fidelidad de Dios en la profundidad del infierno. El Mesías es el fin del
hombre. También ahí, precisamente ahí, es Dios fiel. El nuevo día de la justicia de Dios romperá con el día del hombre
eliminado.»
(Karl Barth, teólogo protestante)
346
META
«Y después que Jesús nació, terminó de crecer, murió y resucitó, todo ha seguido moviéndose porque el Cristo no ha
acabado deformarse. Él no ha traído hacia sí los últimos pliegues de vestido de carne y de amor que le tejen sus fíeles.
El Cristo místico no ha conseguido su pleno crecimiento. Y en la prolongación de esta gestación está colocado el último
resorte de toda actividad creada. El Cristo es el término de la evolución, incluso natural, de los seres.»
(Pierre Teilhard de Chardin)
«Et Verbier car factum est. Esto fue la Encarnación de este primero y fundamental contacto de Dios con nuestra raza, en
virtud misma de la penetración de lo divino en nuestra naturaleza, una vida ha nacido, engrandecimiento inesperado y
prolongación «obediencial» de nuestras capacidades naturales: la Gracia. Ahora bien, la gracia es la savia única que
remonta las ramas a partir del mismo tronco, la Sangre que corre por las venas bajo el impulso de un mismo Corazón, el
influjo nervioso que atraviesa los miembros a gusto de la misma cabeza; y la Cabeza radiante, y el Corazón poderoso, y
el Tronco fecundo son inevitablemente el Cristo...
La Encarnación es una renovación, una restauración de todas las Fuerzas y la Potencias del Universo; el Cristo es el
instrumento, el Centro, el Fin de toda la Creación animada y material; por él todo es creado, santificado, vivificado. He
aquí la enseñanza constante y corriente de san Juan y de san Pablo (el más «cósmico» de los escritores sagrados),
enseñanza recogida en las frases más solemnes de la Liturgia... pero que nosotros repetimos y que las generaciones
repetirán hasta el fin, sin poder dominar ni medir su significación misteriosa y profunda, pues ella está ligada a la
comprensión del Universo.
Desde el Origen de las Cosas, un Adviento de siembra y de recolección ha comenzado, en el curso del cual, dócilmente
y amorosamente, los determinismos se doblegaron y se orientaron hacia la preparación de un Fruto inesperado y sin
embargo esperado. Tan armoniosamente adaptados y manejados por el Supremo Trascendente parecería germinado
totalmente de su inmanencia, las Energías y las Sustancias del Mundo se concentraban y se depuraban en el tronco de
José, componían de sus tesoros destilados y acumulados la joya brillante de la Materia, la Perla del Cosmos y su punto
de enlace con el Absoluto personal encarnado: la bienaventurada Virgen María, Reina y Madre de todas las cosas, la
verdadera Demeter, y cuando vino el día de la Virgen, la finalidad profunda y gratuita del Universo se reveló de pronto:
todo se movía hacia el Pequeño nacido de la Mujer.
Y después que Jesús nació, que él terminó de crecer, que él murió y resucitó, todo ha continuado moviéndose porque el
Cristo no ha terminado deformarse. Él no ha traído hacia Sí los últimos pliegues del Vestido de carne y de amor que le
tejen sus fieles. El Cristo místico no ha conseguido su pleno crecimiento. Y en la prolongación de esta gestación está
colocado el resorte último de toda actividad creada... El Cristo es el Término de la Evolución, incluso natural, de los
seres.»
(Pierre Teilhard de Chardin, científico y teólogo)
347
JUEZ
«Cuando el Hijo del hombre venga con todo su esplendor y acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono
glorioso. Todas las naciones del mundo serán reunidas en su presencia, y Él separará a unos de otros, como el pastor
separa las ovejas de los machos cabríos, poniendo las ovejas a un lado y los machos cabríos al otro»
(Jesús de Nazaret)
«El símbolo de Cristo-Juez es el de máximo sentido, y la escena tan sumamente dramática de Mateo 25 será siempre
una expresión enormemente apropiada para transmitir el mensaje del Juicio de Dios y la responsabilidad humana frente
a él.
En el encuentro con Cristo Juez podemos expresar todos los elementos de nuestra experiencia religiosa como una
experiencia de justicia, la justicia de Dios, que es amor y que es salvación de los pobres, de los oprimidos, de los que
sufren.
La figura de Cristo Juez es la expresión definitiva y escatológica del Juicio: que -de acuerdo con el Evangelio de Juan-
se realiza ya ahora y que nos está llamando día a día a una responsabilización frente al mundo, la sociedad y el futuro
del hombre.
Esta centralidad de Cristo evitará,-además, que nuestros símbolos se idolatrasen, se objetiven de tal manera que la
palabra religiosa se convierta en una cosmología del futuro, sin mensaje y sin fuerza evocadora.»
(A. Nicolás, teólogo)
«En el Nuevo Testamento, los relatos del juicio anuncian una clara separación de la humanidad. Pero otros pasajes, en
especial de Pablo, aluden a una misericordia general. En ningún pasaje del Nuevo Testamento se intenta equilibrar unas
afirmaciones con otras. Como dicen hoy muchos teólogos, esta cuestión tiene que quedar forzosamente abierta.
Obsérvese: quien corre peligro de tomar a la ligera la seriedad extrema de su responsabilidad personal es advertido de la
posibilidad de una doble salida: su salvación no está garantizada de antemano.
Y quien corre el peligro de desesperarse por la extrema seriedad de su responsabilidad personal es confortado con la
posibilidad de todo hombre de salvarse: la misericordia de Dios no tiene límites. Y el hecho de que precisamente el
hombre Jesús nuestro hermano, el amigo de los oprimidos y de los afligidos, sea anunciado también como juez,
recuerda al hombre que no ha de esperar con temor, como en la secuencia medieval de la misa de difuntos, un dies irae,
un «día de la ira» (punto culminante del drama en los Réquiem de Cherubini, Mozart, Berlioz, Verdi) , sino que puede
esperar, con la alegría y serenidad del antiguo maranathá cristiano («Ven, Señor») su encuentro y el de todos 'os
hombres con Dios.»
(Hans Küng)
348
«CRISTO RESUCITADO»
«Apareció la humanidad sagrada, / amaneciendo llagas en rubíes;
en joya centelleante, la lanzada; / los golpes, en piropos carmesíes;
la corona de espinas, esmaltada / sobre el coral, mostró cielos turquíes.»
(Francisco de Quevedo)
«Pasaba el cielo al otro mundo el sueño y en nueva luz las horas se encendían; cedió a la aurora de la noche el ceño y
dudosas las sombras se veían; el silencio dormido en el beleño las guardas con letargo padecían, cuando se vistió la
alma soberana en cuerpo hermoso, la porción humana .
Apareció la humanidad sagrada, amaneciendo llagas en rubíes; en joya centelleante, la lanzada; los golpes, en piropos
carmesíes; la corona de espinas, esmaltada sobre el coral, mostró cielos turquíes: explayábase Dios por todo cuanto se
vio del cuerpo glorioso y santo.
En torno las seráficas legiones
nube ardiente tejieron con las alas,
y, para recibirle, las regiones
líquidas estudiaron nuevas galas;
el «hosanna», glosado en las canciones,
se oyó suave en las eternas salas,
y el cárdeno palacio del Oriente
con esfuerzos de luz se mostró ardiente.
La cruz lleva en la mano descubierta, con los clavos más rica que rota; la Gloria le saluda por su puerta, a las dichosas
almas prevenida; viendo a la Muerte desmayada y muerta, con nuevo aliento respiró la Vida; pobláronse los cóncavos
del cielo y guareció de su contagio el suelo.»
(Francisco de Quevedo, poeta y escritor)
349
PASCUAL
«La resurrección de Jesús es comienzo histórico de la fe en Cristo... En e sentido concreto de que sólo desde entonces se
puede hablar de una fe en Jesús Cristo e Hijo de Dios»
(Schnackenburg, biblista católico)
«El sentido pleno del Jesús histórico no se deduce del mismo análisis histórico, sino de su lectura a partir de la
revelación completa de su camino, que es la resurrección. La luz de la resurrección no dispensa de la consideración de
la historia, sino que reenvía a una preocupación más atenta de ella como lo muestran los mismos Evangelios.»
(Leonardo Boff, teólogo brasileño)
«El lugar decisivo de la experiencia del resucitado no es la teología, ni la confesión, ni la liturgia, sino el seguimiento.»
(C. Bravo Gallardo, cristólogo)
El Cristo glorioso de las apariciones pascuales remite al Jesús de la historia, cuando asegura a los suyos: «Id a Galilea.
Allí me veréis». Esa vuelta al antiguo escenario de la vida pública de Jesús encierra un sentido teológico: es en esa
existencia del Jesús terreno donde hay que buscar la causa del espaldarazo de Dios en la resurrección y el modelo del
seguimiento de los discípulos. Si el destino de los cristianos es el Cristo de la Pascua, su itinerario es el seguimiento del
Jesús temporal: del que «pasó haciendo bien» a los necesitado de todo tipo. Y también del que padeció por hacer el
bien, siendo eliminado injustamente.
(R. A.)
«A través de la narración e interpretación, se entiende de qué se trata en la resurrección de Jesús. Quien así ha vivido y
quien por ello fue crucificado ha sido resucitado por Dios. La resurrección de Jesús ha sido presentada más bien como
la respuesta de Dios a la acción injusta y criminal de los hombres. Por ello, por ser respuesta, la acción de Dios se
comprende manteniendo la acción de los hombres que origina esa respuesta: asesinar al justo. Planteada de esta forma,
la resurrección de Jesús muestra en directo el triunfo de la justicia sobre la injusticia .... se convierte así en la buena
noticia, cuyo contenido central es que una vez y en plenitud la justicia ha triunfado sobre la injusticia, la víctima sobre
el verdugo.»
(Jon Sobrino, teólogo español)
«De esta forma estamos ante una nueva formulación del círculo hermenéutico de la resurrección: el Dios revelado en la
resurrección del crucificado encuentra su mediación privilegiada en el oprimido; para encontrar el rostro de ese Dios
revelado es preciso optar por los oprimidos. Dicho en clave soteriológica: en el intento de liberación de los pobres de su
opresión se hace comprensible el Dios liberador de los pobres, manifestado en el rostro crucificado del resucitado.»
(F. J. Vitoria, teólogo)
350
YO SOY AQUEL
«El crucificado resucitado sin el Jesús de Nazaret concreto es un mito o un misterio gnóstico, mientras que el Jesús
histórico sin la resurrección sería, pese a lo sorprendente de su mensaje y de su vida, un fracaso más en la serie de los
inocentes condenados.»
(Edward Schillebeeckx)
«Dado que la pertenencia de Jesús a quien él llama Abbá es ratificada por Dios con a resurrección, ésta es a la vez la
ratificación divina del mensaje y de la vida de Jesús, ^o cual significa a su vez que el contenido de la liberación
escatológica, expresado en lenguaje de fe con la categoría «resurrección de entre los muertos», tendrá que estar
:configurado por la actuación histórica de Jesús, es decir, por sus palabras y obras, las cuales son confirmadas por la
misma resurrección. Así, pues, el dilema salvación en Jesús le Nazaret o salvación en el Crucificado resucitado es falso,
puesto que en el segundo miembro se afirma la confirmación de «Jesús de Nazaret» por parte de Dios, mientras fue el
primero da un contenido concreto a lo que es confirmado por Dios. Dicho de otra manera: el Crucificado resucitado sin
el Jesús de Nazaret concreto es un mito o un mis-erio gnóstico, mientras que el «Jesús histórico» sin lo que los
cristianos llaman resurrección sería, pese a lo sorprendente de su mensaje y de su vida, un fracaso más en la serie de los
inocentes condenados en nuestra historia humana de dolor, una esperanza tasajera que parece confirmar la sospecha de
que muchos hombres no acepten sin más esa situación, pero que a la vez resulta utópica, dada la naturaleza y el peso de
nuestra propia historia.
No hay, pues, ruptura entre «Jesús de Nazaret» y el «Crucificado resucitado». La muerte de Jesús, supuesta su vida
anterior, nos sitúa ante un problema fundamental en ;1 que sólo caben dos salidas: o afirmamos que Dios, el Dios del
reino anunciado por Jesús, fue una ilusión del propio Jesús (y una decepción para sus discípulos), o nos ve-nos
obligados, por el rechazo y la muerte de Jesús, a desechar nuestra concepción de Dios y de la historia, ya que la
naturaleza de Dios sólo se manifiesta de verdad en la /ida y muerte de Jesús, abriendo así una nueva perspectiva de
futuro. O el Dios de cuya absoluta fiabilidad habló Jesús es una trágica farsa, o su predicación y su fracaso histórico
constituyen para nosotros una invitación a aceptar este Dios de Jesús. La fe en Jesús únicamente es posible aceptando a
Dios de esta forma.
La fe cristiana no pone la ruptura en la muerte de Jesús: él la considera parte integrante de su Misión salvífica y
consecuencia histórica de su solícito servicio de amor a os hombres (...). La ruptura está en un rechazo de su mensaje y
de su vida, que lleva a •rechazar su misma persona. Por eso la ratificación de Dios mediante la resurrección atañe a la
misma persona de Jesús, inseparable de su mensaje y de su praxis.
Tanto el rechazo como el «amén» divino a la persona de Jesús ratifican lo específico del acontecimiento Jesús, en el
cual persona y proyecto de vida, esto es, persona, mensaje y praxis, forman una unidad inviolable. De ahí que para la
confesión cristiana el reino de Dios pudiera asumir el rostro de Jesucristo y se pudiera hablar del «Señor Jesucristo»
como sinónimo concreto del reino de Dios anunciado por Jesús.»
(Edward Schillebeeckx, teólogo holandés dominico)
351
INCUESTIONABLE
«Es cierto que la muerte de Jesús sumió a los discípulos más adictos en un abatimiento total. Es cierto que, pese a ellos,
estos mismos discípulos poco tiempo después llegaron a la firme proclamación, por no llamarla conquista, de una
resurrección.»
(Joseph Doré)
«Abrumados por la muerte de Jesús, algunos discípulos -inexplicablemente, contra todo lo esperado- tienen poco
después unas experiencias que conllevan una doble percepción: la sensación de reencontrar algo que ya habían vivido
con Jesús antes de su muerte y la impresión de que ese algo, sin embargo, se sitúa en un plano, en un orden distinto de
lo que habían pensado entonces cuando Jesús vivía su existencia terrena (...)
Ya durante la época anterior a la Cruz, les había parecido que Jesús, cuando se abrían a él, ejercía en sus vidas un
influjo dinamizante, un poder suscitante. Esta experiencia les había llevado a preguntarse por la fuente de esa fuerza de
vida que, fluyendo de él, debía por tanto habitar dentro de él. Y habían encontrado la respuesta así a ese interrogante en
la relación tan particular que parecía mantener con Aquel a quien, de manera tan singular, llamaba Padre suyo.
Comprendían ahora -en la misma línea pero más allá-que el poder de vida que habitaba en Jesús y que al mismo tiempo
irradiaba de él era (algo de) el poder de Dios mismo sobre la vida. Pareciendo ahora que había traspasado la misma
muerte, ese poder podía reconocerse de hecho como de «naturaleza» divina, puesto que -según les había enseñado su
propia historia- el poder sobre la vida y la muerte no sólo era una prerrogativa divina sino además el signo
incuestionable de la intervención, de la venida, de la presencia de Dios mismo entre los suyos. El Dios vivo y salvador
de Israel se distingue por ser un Dios de vivos y no de muertos (Me 12, 27), por eso Jesús representa de alguna forma la
intervención activa de Dios entre los creyentes, puesto que en ellos y para ellos Jesús aparece, ni más ni menos, como el
«Príncipe de la vida» (He 3, 15).
Así se plantean a los discípulos dos preguntas que se aclaran mutuamente. Por una parte, la pregunta que se hacían
acerca de la fuente de su poder. Las experiencias tenidas tras la muerte de Jesús comienzan a esclarecerse si se observan
a la luz de lo que ya habían presentido en la vida de Jesús antes de la Cruz. De otra, la pregunta acerca de su identidad.
La figura de Jesús, la de su vida terrena, empieza a iluminarse si se la mira desde la perspectiva de lo que están viendo
ahora después de los acontecimientos del Calvario. En ambos casos, lo que estaba en juego, bien se ve, es la identidad
misma de Jesús, en concreto, la «naturaleza» exacta de las relaciones que pudiera mantener este hombre de Nazaret, al
que se había crucificado y enterrado, con aquella Realidad trascendente a la cual se reconoce el dominio absoluto sobre
todo y el poder de vida sobre toda carne: esta Realidad a la que se llama Dios y que Jesús llamada mi Padre.
Por tanto, queda claro que la confesión de la resurrección es equivalente, a fin de cuentas, a la confesión de eso que se
puede llamar la pertenencia de Jesús a la Realidad misma de Dios.»
(Joseph Doré, teólogo francés)
352
FUTURO
«Cristo ha abierto una brecha en todos nuestros límites. La muerte, el último límite del hombre, la misma muerte ha
sido vencida»
(Roger Garaudy)
«Esta resurrección no es un milagro como la resurrección de Lázaro, pues sería absurdo que Cristo resucitase para
volver a una vida que siguiera teniendo como término la muerte. La resurrección de Cristo no es el regreso a una vida
mortal.
La resurrección no es tampoco un hecho científico: si se tratase simplemente de un fenómeno de regeneración celular,
esto no transformaría la vida de nadie, como no la transforma una reacción química.
La resurrección no es tampoco un hecho histórico palpable y verificable por huellas materiales y documentos, pues el
Cristo sólo se manifestó a los que creían en él. Sólo conocemos su resurrección por la fe con que creyeron en ella los
discípulos. ¿Es esto disminuir la importancia de la resurrección? Al contrario, es darle su verdadera dimensión.
¿Qué sentido tendría la resurrección, si se apoyase en un análisis biológico de laboratorio, en el dato atestiguado del
sepulcro vacío, en el reportaje fotográfico de un enviado especial, o incluso en la declaración de un Tomás jurando que
metió sus dedos en las llagas? (cosa que, además, no hizo, pues, antes de alargar la mano, tuvo la fe).
Jesús resucitado es captado por la fe, no por los sentidos.
Un montón de pruebas no daría la menor garantía de lo que es lo esencial de la fe en la resurrección, a saber: que Cristo
no ha resucitado para obtener una prórroga y volver a morir, sino primero para vivir por siempre jamás («Yo estaba
muerto, pero he aquí que vivo por los siglos de los siglos»: Ap 1, 18), y en segundo lugar, para ser el primero de la
cordada y darnos la certeza de que también nosotros viviremos para siempre.»
(Roger Garaudy, filósofo francés)
«Y así, cuando los hombres pensaron
que todo había acabado para Jesús,
El se levantó desde la muerte como un relámpago,
con sus vestidos blancos como la nieve,
y apareciendo como una llama de fuego.
Los hombres que le rodeaban
quedaron atónitos de miedo.
Pero Él dijo: -Para aquellos que creen,
nada muere en el Reino de Dios:
ni semilla, ni gota, ni polvo, ni hombre.
Sólo muere el pasado y el presente,
pero el futuro vive para siempre.
Y yo soy el futuro del hombre.»
(Gopal Singh, en El hombre que nunca murió)
353
RESUCITANDO
«A medida que ha descendido el respeto que se experimenta hacia las Iglesias en cuanto instituciones, crece la
reverencia hacia Jesús.»
(Jaroslav Pelikan)
«El hecho de la Resurrección de Nuestro Señor conserva para mí una primacía absoluta. Con todo mi ser me asocio a
las palabras de san Pablo: «Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe». Me causan horror todas las tentativas que
han podido hacerse desde el campo de cierto protestantismo, por lo demás degradado e infiel a sus orígenes, para
fabricar un cristianismo en que la Resurrección sería un puro símbolo, es decir, una ficción.
Los argumentos positivos en favor de la Resurrección siempre me han parecido sólidos, incluso en el plano histórico.»
(Gabriel Marcel, filósofo francés)
«Hechos como la Resurrección de Cristo son como relámpagos por los cuales la historia más alta, es decir, la historia
verdadera, la historia interior, penetra por efracción en la historia exterior. Recusando estos hechos, la historia se
transforma en pura exterioridad. Rechazando estos acontecimientos, se rechaza al mismo tiempo todo lo que da a la
historia su consistencia, su valor y su única significación. Y entonces, ¡qué desolada, qué vacía y qué muerta parece la
historia, privada de contenido divino, desde el momento en que se le quita su relación con la historia interior, divina,
trascendente, es decir, con la verdadera historia, la historia por excelencia!»
(Schelling, filósofo alemán)
«Debido a una curiosa mezcla de esta corriente de fe religiosa y de investigación académica, con la menos poderosa
influencia del escepticismo y del relativismo religioso, la universalidad y la particularidad de Jesús se ha transformado
en una cuestión que no afecta sólo a los cristianos del siglo XX, sino también a toda la humanidad...
A medida que ha descendido el respeto que se experimenta hacia las Iglesias en cuanto instituciones, crece la reverencia
hacia Jesús. La unidad y variedad de retratos de Jesús a través de los tiempos han demostrado que en él hay más
elementos de los que sueñan la filosofía y la cristología de los teólogos. Dentro de la Iglesia, pero también más allá de
sus fronteras, su persona y su mensaje, en palabras de san Agustín, constituyen «una belleza siempre antigua y siempre
nueva» y ahora él pertenece al mundo.»
(Jaroslav Pelikan, escritor)
354
UNIVERSAL
«Cuando ante un universo cuya inmensidad física y espiritual se nos revelan cada vez mas vertiginosas, nos sentimos
extenuados por el peso siempre creciente de energía y de gloria que hay que atribuir al hijo de María, pensemos en la
resurrección»
(Pierre Teilhard de Chardin)
«Cristo ha resucitado. Tratamos demasiado de considerar la Resurrección como un acontecimiento apologético y
momentáneo, como una pequeña revancha individual de Cristo contra la tumba. Se trata de algo completamente distinto
y aun de mucho más. Es un tremendo acontecimiento cósmico. Marca la toma de posesión efectiva, por Cristo de sus
funciones de Centro universal. Hasta entonces era primordialmente como un alma que trata de reunir sus elementos
embrionarios. Ahora brilla sobre el Universo entero como una conciencia y una actividad plenamente dueñas de sí
mismas. Ha emergido del Mundo, después de haber sido bautizado en él. Se ha extendido hasta los cielos, después de
haber alcanzado las profundidades de la tierra: «Descendió y ascendió para llenarlo todo» (Ef 4, 10). Cuando ante un
Universo, cuya inmensidad física y espiritual se nos revelan cada vez más vertiginosas, nos sentimos extenuados por el
peso siempre creciente de energía y de gloria que hay que atribuir al hijo de María para tener el derecho de continuar
adorándole, pensemos en la Resurrección.»
(Pierre Teilhard de Chardin, teólogo y científico francés)
«Porque Cristo resucitó y es el Hijo, creemos en el Padre y en los hermanos.
Porque Cristo resucitó y es la vida, creemos en la vida y no en la muerte.
Porque Cristo resucitó y es el camino, creemos en el futuro y no en el miedo.
Porque Cristo resucitó y es la paz, creemos en la paz y no en la guerra.
Porque Cristo resucitó y está en los pobres, creemos en la justicia y no en la opresión.
Porque creemos que Cristo resucitó y está en la comunidad, creemos en la unidad y no en la división.
Porque Cristo resucitó y se apareció a Pedro, creemos en una Iglesia confiada a hombres pecadores.
Porque Cristo resucitó y nos da su Espíritu, creemos que somos hijos amados para siempre.»
(«Credo de una comunidad de base», en José M." Cabodevilla)
355
PRIMAVERA
«La muerte de Jesús fue el final de una vida que amó y el ocaso de un Dios que nunca se eclipsó del horizonte de esa
vida. Su resurrección fue la negación del carácter final de la muerte y la afirmación de la presencia de Dios en la
soledad del hombre»
(José Ramón Guerrero)
«Existe una ulterior consecuencia de la resurrección y exaltación de Jesús, que se aprecia en la actitud de la Iglesia
apostólica hacia la vida terrena de Jesús. En ningún pasaje de los evangelios se ve señal alguna de nostalgia por «los
viejos tiempos» del ministerio público del Señor, cuando los discípulos gozaron de su trato familiar. La Iglesia primitiva
nunca volvió su mirada hacia este periodo como un ideal, como una edad dorada perdida. Desde Pentecostés, la Iglesia
se caracteriza más bien por su actitud de mirar hacia adelante, hacia el encuentro final con el Cristo de la parusía al
cierre de la historia. Aunque es verdad que la Iglesia apostólica preservó en los evangelios los principales
acontecimientos de la vida de Jesús, éstos sólo le interesaron al ser interpretados a la luz de su fe cristiana pascual.
También se emplearon estos sucesos históricos por parte de los evangelistas para ayudar a sus lectores a captar mejor la
esencia de la buena noticia: el significado de la pasión-resurrección de Cristo.»
(David M. Stanley, jesuita norteamericano)
«Después de su muerte, su mensaje no hubiera podido proseguir sin la fe de que está presente de un modo nuevo. Sin la
fe en el Señor vivo, no sólo habría muerto su persona sino también su mensaje. Sin la fe en el Resucitado, el recuerdo
del Jesús terreno se reduciría al recuerdo de un inocente ajusticiado y no habría sido motivo de esperanza, sino de
resignación y escepticismo. Esta nueva situación fue la que obligó a entender y aclarar esa pretensión implícita en el
comportamiento y mensaje de Jesús.»
(Walter Kasper, teólogo alemán)
«La experiencia del resucitado es algo totalmente distinto del encuentro con un hombre de nuestra historia, pero no debe
limitarse a los diálogos de sobremesa y al recuerdo que después se habría condensado en la idea de que vivía y de que
su obra continuaba. Con esta interpretación, el acontecimiento se limita a lo puramente humano y se le priva de su
personalidad. Los relatos de la resurrección son algo diverso y algo más que escenas litúrgicas adornadas: muestran el
acontecimiento fundamental en el que se apoya la liturgia cristiana. Dan testimonio de la fe, que no nació en el corazón
de los discípulos, sino que les vino de fuera y contra sus dudas los fortaleció y los convenció de que el Señor había
resucitado realmente. El que yacía en el sepulcro ya no está allí. El que ha entrado en el mundo nuevo de Dios es tan
poderoso que puede hacerse visible a los hombres, que en él el poder del amor fue más fuerte que el poder de la
muerte.»
(Joseph Ratzinger, teólogo alemán)
356
EJEMPLAR
«Cristo se levantó de entre los muertos
por haber dado ejemplo de una santidad excepcional,
a través de su vida y de su muerte»
(Baruc Spinoza)
«Yo no creo que nadie se haya elevado jamás a una perfección que le sitúe hasta ese punto por encima de los otros
hombres -con excepción de Cristo-. Pues Cristo ha tenido la revelación de los designios divinos referentes a la salvación
de los hombres, no por medio de palabras y de visiones, sino de manera inmediata. De suerte que, cómo antaño a
Moisés en los sonidos de una voz exterior, Dios se ha manifestado a los apóstoles a través del espíritu de Cristo. La voz
de Cristo puede ser llamada, por tanto, la voz de Dios, tal como fue oída antaño por Moisés. En este mismo sentido
podemos decir también que la Sabiduría de Dios, es decir, una Sabiduría sobrehumana, se ha encarnado en Cristo y que
Cristo se ha vuelto camino de salvación (...) Si Moisés hablaba cara a cara con Dios (...) Cristo, por su parte, se ha
comunicado con Dios espíritu a espíritu».
«De Cristo se debe pensar que ha percibido las cosas de verdad y las ha conocido adecuadamente, pues Cristo no fue
tanto un profeta como la boca de Dios (...) Dios, por medio del espíritu de Cristo, ha revelado ciertas cosas al género
humano (...) Dado que Dios se ha revelado a Cristo o al espíritu de Cristo de manera inmediata, y no a través de
palabras e imágenes como se reveló a los profetas, conocemos necesariamente en verdad de ello que Cristo ha percibido
de verdad las cosas reveladas, o sea, que las ha conocido intelectualmente por medio del pensamiento puro. Cristo ha
percibido, pues, las cosas reveladas de verdad y las ha conocido adecuadamente (...) Si las ha prescrito como leyes lo ha
hecho a causa de la ignorancia y de la obstinación del pueblo. En eso ha mantenido el uso de Dios, adaptándose al
espíritu del pueblo».
«Los antiguos filósofos conocieron muy poco estas importantes verdades; sólo Jesucristo las ha expresado divinamente,
y de una manera tan clara y tan familiar que hasta las mentes más toscas las han captado: por eso su Evangelio ha
cambiado enteramente la faz de las cosas humanas».
«Cristo se levantó de entre los muertos por haber dado ejemplo de una santidad excepcional, a través de su vida y de su
muerte; y arranca a sus discípulos de entre los Huertos en la medida en que siguen el ejemplo de su vida y de su
muerte».
(Baruc Spinoza, filósofo alemán)
357
PASCUA
«Cristo: -La muerte ha muerto, lo digo yo. Basta de morir, amigos»
(Luigi Santucci)
«LA MUERTE: «Eres como todos los otros muertos. Yo te aprieto con mi abrazo. Tú que nunca has tenido mujer,
ahora estás entre mis brazos y no me puedes huir. No precisan mis celos alejar ningún rival, porque yo soy la única que
hoy no tiene asco de ti Yo te comeré toda fibra, hasta consumirte todo. Como los otros muertos.»
CRISTO: «En verdad, no como los otros. Yo doy distinto. Aquí en el sepulcro soy indeciblemente feliz. ¿La paz? No es
esto, no es la paz. ¿El cese de los dolores? No.»
LA VIDA: «¿Qué cosa, pues, amor mío? ¿Qué cosa te consiente no ser como los otros? ¿Es aquella felicidad de que
hablas, ahora que te ha separado de mí?»
CRISTO: «No como los otros. Soy también yo un maniquí rígido, es verdad. Pero yo soy el último muerto. Hoy
conmigo en la cruz la Muerte ha muerto.»
LA MUERTE: «Tú desvarías. Yo no puedo morir, pues estar en los muertos es mi misma vida.»
CRISTO: «La Muerte ha muerto, lo digo yo. Basta de morir, amigos. ¡Aleluya! ¡Aleluya! ... La colina de Belén.
Recordad, ¿estabais alegres en aquella colina? Pastores y cornamusas... En cambio, nada había sucedido aún. Erais
todos moribundos. Hoy es Navidad. Esta oscuridad, este frío. Hoy es mi regalo para vosotros. Dentro de poco. Espero la
señal de mi Padre, porque es dulce obedecerle. Pero entretanto es maravilloso hablar en esta tiniebla, pregustar el
milagro.»
LA VIDA: «Hablemos. ¿Tú me amas y volverás a mí? ¿Es esto el milagro?»
CRISTO: «Sí, el milagro es sólo esto. Cualquiera que ame a los demás como yo he amado, después de muerto volverá a
vivir.»
LA VIDA: «Los demás... ¿No es a mí, pues, a quien tú amas? ¿No es por mí por quien dentro de poco volverás a
caminar por los bosques, a morder el pan perfumado?»
ÁNGEL 1°: «No es por ti, es por ellos. Está muerto, pero aquello que por ellos El prueba es tan fuerte que lo pondrá de
pie. No es tu sensual belleza, oh Vida. No es el Padre que dentro de poco lo hará saltar de la oscuridad de la piedra. Es
que El no puede permanecer en la muerte: la Muerte no es sino castigo del egoísmo, cae y permanece en aquel que
escoge existir sólo para sí.» (...)
LA MUERTE: «Pero todos seguirán muriendo. Cuando su corazón se pare yo seré la dueña de destruirlos, hasta sus
recuerdos marchitaré.»
LA VIDA: «Así sería si Él no hubiese pasado estos tres días en tus fríos brazos y no te abandonase aquí en tu
humillación, dentro de poco, en el pavimento..» (...)
CRISTO: «Yo salgo a la luz, ésta es la aurora de Pascua ... El cielo por oriente se tiñe de sangre. La sangre como
moneda. Ella sola compra. Los compro a todos. Compro el dolor, el miedo, la blasfemia, la perdición. Sobre la colina he
chupado la esponja impregnada de hiel, pero ahora trago la Muerte para que no vuelva a germinar. Será el último
disgusto de mi pasión. Y luego música hasta el fin del mundo.»
(Luigi Santucci, escritor italiano)
358
PRIMOGÉNITO DE LOS MUERTOS
«El acontecimiento de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, su vida y su reinado eterno escapan a la
ciencia histórica. Ésta no puede precisarlos y «cosificarlos»... El último dato histórico al que puede llegar es la fe
pascual de los primeros discípulos»
(Günther Bornkamm, teólogo alemán)
«Los acontecimientos pascuales y la certeza de que Jesucristo ha resucitado de en-re los muertos hacen de aquel que
proclamaba inminente el reino de Dios el objeto mismo leí anuncio; el anunciador se convierte en anunciado, aquel que
llamaba a la fe es el contenido de la fe. La palabra de Jesús y el evangelio de Jesucristo son desde ahora una ola y
misma cosa. Muchos consideran este procedimiento como el gran pecado del cristianismo. A partir de este momento,
dicen ellos, el anuncio tan sencillo de Jesús es ahogado por la mitología y la dogmática hasta tal punto de que ya en
Pablo no se le conoce. «Vuelta a Jesús» es entonces la gran contraseña. Sin embargo, no habría que eder demasiado de
prisa a este programa y dar por supuesto que se llegará a Jesús por este camino, tan seguro aparentemente. El ejemplo
de la teología-de-la-vida-de-Jesús debería ponernos en guardia. Más prudente sería investigar las motivaciones y el
sentido de las confesiones de la cristiandad primitiva en las que la fe ha encontrado su expresión. Las confesiones de fe
que el cristianismo primitivo ha enunciado en formulaciones muy diversas, en fórmulas breves de fe y de predicación,
en himnos y en oraciones, son esencialmente una respuesta a la palabra de Dios que se ha hecho oír antes. Todas ellas
dan a Jesús un título de honor: Cristo (Mesías), hijo de David, hijo de Dios, hijo del hombre, señor, es decir, portador de
la salvación eterna. ¿Le conceden así un honor que sin embargo el Jesús terrestre no ha reivindicado nunca? El
evangelio de Juan da la respuesta a esta pregunta, al hacer decir al mismo tiempo a Jesús, de manera aparentemente
muy paradójica: «Yo no busco mi gloria» (Jn 8, 50), y «El que no honra al Hijo no honra al Padre que le ha enviado»
(Jn 5, 23). En este sentido, la resurrección y la glorificación de Jesús son alabadas como la obra de Dios que rehabilita
en sus derechos de Señor a aquel que ha sido humillado y que se ha hecho obediente hasta la muerte de cruz, dándole el
«nombre que está sobre todo nombre», el nombre divino de «Señor»; «Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el nombre
que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para la gloria de Dios Padre» (Flp , 9-11). Se encuentra el
mismo pensamiento en otras confesiones de fe. Dios ha otorgado a Jesús el nombre de Hijo: «Hijo mío eres tú; yo te he
engendrado hoy» (Hb 1, 5). Y Pedro, después de su confesión: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo», recibe como
respuesta: «No te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos» (Mt 16, 16-17). Entonces
comprendemos por qué la tradición evangélica sobre Jesús ha juntado relato y confesión de fe. Muestra así que ha
comprendido a Jesús, a través de y en todas sus palabras, como la palabra de Dios al mundo (Jn 1, 1), a través de y en
todos sus actos, como la intervención de Dios en el mundo, a través de y en todas sus historias, como la decisiva y
última historia de Dios con relación al mundo.» (Günther Borrnkamm)
359
INEXPLICABLE
«Hay un hecho indiscutible, aun para el historiador no cristiano: Que el movimiento de los seguidores de Jesús comenzó
a revestir importancia después de su muerte. Con su muerte no se acabó todo: La «causa» de Jesús siguió adelante.»
(Hans Küng, teólogo suizo)
«¿Cómo fue posible un nuevo comienzo tras un final tan catastrófico? ¿Cómo pudo surgir tras la muerte de Jesús un
movimiento de tan hondas consecuencias para el ulterior destino del mundo? ¿Cómo pudo formarse una agrupación que
invocaba precisamente el nombre de un Crucificado? ¿Cómo pudo nacer una comunidad, una «Iglesia cristiana»? O,
más exactamente: ¿Cómo fue posible que ese maestro de falsedad, condenado, se convirtiera en el Mesías de Israel, en
el «Cristo»; que ese profeta, desautorizado, llegara a ser el «Señor»; que ese seductor del pueblo, desenmascarado, se
convirtiera en el «Salvador»; que ese blasfemo, reprobado, llegara a ser el «Hijo de Dios»?
¿Cómo fue posible que los seguidores, en fuga, de ese hombre muerto en completa soledad, bajo el influjo de su
«personalidad», sus palabras y sus obras no sólo mantuvieran después la adhesión a su mensaje, volviendo a cobrar
ánimos poco tiempo después de la catástrofe y, finalmente, continuaran anunciando el mismo mensaje del Reino y de la
voluntad de Dios (el «Sermón de la Montaña»), sino que también hicieran del crucificado el contenido mismo del
mensaje? ¿Cómo fue posible que proclamaran no sólo el evangelio de Jesús, sino a Jesús mismo como evangelio, de
suerte que el anunciador se convirtió en anunciado y del mensaje del Reino de Dios se pasó inopinadamente al mensaje
de Jesús como el Cristo de Dios? ¿Cómo se explica que este Jesús, este ajusticiado, se haya convertido en el contenido
central de la predicación de sus seguidores, no a pesar de su muerte, sino precisamente a causa de ella? ¿No quedaron
definitivamente truncadas por la muerte todas sus pretensiones? ¿No desembocaron en un rotundo fracaso sus
exageradas aspiraciones? ¿Cabía imaginar en la situación religioso-política de entonces mayor obstáculo psicológico y
sociológico para la supervivencia de su causa que ese final catastrófico entre las burlas y el escarnio público?
¿Cómo fue posible cifrar tantas esperanzas en ese final desesperado, proclamar Mesías de Dios al condenado de Dios,
declarar signo de salvación el patíbulo de la vergüenza y convertir la bancarrota pública del movimiento en punto de
partida de su fenomenal resurgimiento? ¿Cómo no se dio por perdida su causa, puesto que estaba vinculada a su
persona? Quienes tras semejante derrota y fracaso se presentaron como sus mensajeros, sin escatimar esfuerzo, ni temer
las adversidades, ni retroceder ante la muerte, ¿de dónde sacaron la fuerza para llevar esa «buena noticia» a todos los
hombres hasta los límites del Imperio? (...)
Si se quiere interpretar psicológicamente la historia del comienzo del cristianismo, hay que interrogar con imparcialidad
a los que iniciaron este movimiento y cuyos principales testimonios han llegado hasta nosotros. Y de tales testimonios
se deduce claramente que aquella historia de la pasión, de tan catastrófico desenlace, fue transmitida justamente porque
hubo a la par una historia pascual que hizo aparecer la historia de la pasión y la de los hechos subyacentes bajo una luz
completamente nueva.»
(Hans Küng)
360
MÁS VIVO AÚN
«Jesús no vive ciertamente como un muerto redivivo, sino desde el centro de la fuerza divina, por encima de la zona de
lo física y químicamente medible. Pero vale asimismo decir: él mismo, el que dos días antes había sido ejecutado,
vive.»
(Joseph Ratzinger)
«Jesús, después de la resurrección, pertenece a un ámbito de realidad sustraída normalmente a nuestros sentidos. Sólo
así se explica la irreconocibilidad de Jesús, que todos los evangelios coinciden en señalar. No pertenece ya al mundo
que se percibe sensiblemente, sino al mundo de Dios. Así, solamente puede verle aquel a quien él mismo se hace ver. Y
en esa visión están interesados el corazón, el espíritu, la apertura interior del hombre.
Ya en lo cotidiano, la mirada no es un hecho tan banal como suponemos. Dos hombres que consideren el mundo al
mismo tiempo raramente ven lo mismo. Siempre se ve desde lo íntimo de uno. Según los casos, un hombre puede
percibir la belleza de las cosas, o bien su utilidad. Uno puede, a vista del otro, leer la preocupación, el amor, la oculta
necesidad, la escondida falsedad, o no percibir nada de ello. Ahora bien, todo eso se manifiesta aun sensiblemente, y
hasta nos apercibimos de ello en un único proceso sensorio-espiritual, que es de tanta mayor envergadura cuanto más
ahonda en el fondo de lo real la revelación sensible de una cosa. Algo semejante ocurre con el Señor resucitado: se
muestra a los sentidos, y sólo puede apelar a sentidos que traspasan lo sensible.
Así, pues, abarcando la integridad del texto, diremos que Jesús no vive ciertamente como un muerto redivivo, sino
desde el centro de la fuerza divina, por encima de la zona de lo física y químicamente medible. Pero vale asimismo
decir: realmente, él mismo, su persona, el que dos días antes había sido ejecutado, vive. Nuestro texto lo dice también
muy expresamente, cuando aduce, una tras otra, dos cláusulas diferentes. Primero viene: resucitó al tercer día según las
Escrituras; a continuación: se apareció a Pedro y luego a los doce. Resurrección y aparición son miembros separados e
independientes de una misma confesión de fe. La resurrección no se disuelve en las apariciones. Las apariciones no son
la resurrección, sino solamente su resplandor.
Primero, ésta constituye un suceso en Jesús mismo, entre el Padre y él, por la fuerza del Espíritu santo; luego se hace
accesible a los hombres: Jesús les hace accesible el suceso que ha ocurrido en él. Y así hemos vuelto a la cuestión de la
tumba. La tumba no es el punto céntrico en el mensaje de la resurrección: lo es el Señor en su nueva vida. Pero no hay
que suprimir la tumba. Si en este texto tan extremadamente concentrado, se llama a la sepultura por su nombre,
lapidariamente, entonces se declara también con toda claridad que éste no fue el último peldaño en el descenso terrestre
de Jesús. La fórmula que a eso se adjunta, la resurrección «al tercer día según las Escrituras», es una alusión tácita al
Salmo 16, 10... «No has de abandonar en el sheol mi alma ni dejarás que tu santo vea la fosa». Según una concepción
judía, la corrupción se producía al tercer día. La palabra escriturística se cumple en Jesús, en cuanto que él, al tercer día,
resucita, antes que comience la corrupción...; la muerte peculiar de Jesús lleva a la tumba, pero no a la corrupción. Es
muerte de la muerte.»
(Joseph Ratzinger, cardenal alemán)
361
LIBERADO
«El clavado de pies y manos al madero / es libre como el viento... / El buscado de madrugada / brilla cual sol en pleno
día.»
(Jesús García
«Jesucristo ha resucitado, vive,
está a la derecha del Padre...
El angustiado hasta la muerte
ha encontrado el sentido de vivir.
El traicionado / se ha salvado.
El abandonado / reencuentra a los suyos.
El negado por tres veces
es «afirmado» para siempre.
El acusado / es constituido juez de vivos y muertos.
El juzgado por blasfemo / es el Hijo de Dios.
El «hazmerreír» de la gente / es el Señor.
Al anónimo humillado hasta el polvo
le ha sido otorgado un «nombre» de fama universal.
El condenado como malhechor / es el «justo».
El torturado / tiene las cicatrices luminosas.
El clavado de pies y manos al madero
es «libre» como el viento.
Para los que le matan / implora el «perdón».
El grito desesperado «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
ha sido escuchado.
El que entregó su espíritu
ha realizado un «hálito» de vida nueva.
El muerto / vive eternamente.
El caído en la fosa / ha sido levantado.
El echado de la ciudad / es el «corazón» del pueblo.
El buscado de madrugada / brilla cual «sol» en pleno día.
Aquel a quien se le cierran puertas y ventanas
se cuela en medio de la casa.
Aquel cuyos seguidores se alejan decepcionados
se hace el encontradizo e incendia el corazón.
Aquel del que se duda y se tiene miedo, como de un «fantasma»,
deja tocar su cuerpo
y comparte el pan y el vino a la caída de la tarde.
El que bajó hasta los infiernos
está sentado a la derecha de Dios Padre.
También nosotros tenemos parte en esta suerte
y Dios en persona ha empeñado su palabra
en favor de este inaudito cambio.»
(Jesús García, poeta español
362
INMORTAL
«Creemos en Jesús resucitado, / que no volvió a la vida /
para morir de nuevo, / que hizo añicos, con la fuerza de su Padre, /
la espada ensangrentada de la muerte. / Y le llenó de vida, /
de la vida de Dios, que el amor mantiene sin descanso.»
(Víctor Manuel Arbeloa)
«Ni el sepulcro vacío / ni las viejas profecías, /
ni la penosa fe de los discípulos / ni siquiera los bellos relatos de la Pascua / nos hicieron creer que Jesús estaba vivo. /
Lo hemos visto nosotros. / Tomás o Magdalena, /
los padres, los amigos, / millones de creyentes, / por los siglos de la historia, / fueron preparando con su fe y su
esperanza nuestro encuentro.
No sabemos decir cómo lo vimos. / Nadie ha sabido nunca. / Si alguien un día / viniera a demostrárnoslo / le diríamos
cosas como éstas: / Jesús no es un problema de álgebra, / ni una fórmula química / ni un platillo volante / ni un raro
documento / del archivo celestial. / Las cosas importantes de la vida, / la fe, como el amor, / los cambios decisivos del
mundo y de la historia, / la belleza ... / no se dejan coger por las palabras. / Sentimos su presencia como un fuego, /
como un inmenso sol que recorre nuestra sangre, / como una lluvia interna, / como un perfume contagioso. / Y creemos.
/Y amamos. /Y luchamos. Y sufrimos felices. / Y empezamos a inventarnos el futuro.
Creemos en Jesús resucitado. / Creemos lo imposible, / la creación del mundo y de los hombres / frente a todas las
razones de los «listos»./ Creemos que el amor poderoso del Padre / resucitó a Jesús de entre los muertos. / Que la
muerte no puede llevarse vida alguna / que vive más allá de su propio egoísmo. /
Que el amor de Jesús / pasó por el estrecho y triste pasillo de la muerte / al mirador sin fin de la vida total.
Creemos que Jesús / está vivo por nosotros, /
más hondo que una música aprendida, / que una bella película reciente, / que un proyecto largamente sentido, / que el
recuerdo incesante de un amor deseado.
Jesús es el sentido concreto y final de nuestras vidas, / el sentido de la vida para todos los hombres, / que han vivido,
que viven y que un día vivirán; / el impulso de toda creación, / el punto de arranque de toda iniciativa, / el ala de toda
novedad, / la risa sorprendente de la eterna juventud.
Creemos en Jesús resucitado. / Él ha hecho posible lo imposible. / • Posible que creamos. / Posible que vivamos de su
muerte. / Posible que muramos de su vida.»
(Víctor Manuel Arbeloa, poeta)
363
EL SÍ DE DIOS
«El Jesús resucitado no entra en contradicción con el Jesús de la historia, cuya vida terminó en la cruz. Antes al
contrario, la Resurrección es la confirmación definitiva de esa misma historia, el sí irreversible de Dios a toda ella»
(Julio Lois, cristólogo)
«Sólo con la resurrección de Jesús queda definitivamente confirmado como el «camino» hacia el Padre. Sólo en la
resurrección Dios se ha revelado definitivamente en Jesús.
Sólo por la resurrección, en el Jesús que vive en nosotros por la fuerza de su Espíritu, podemos los creyentes confesar
que Jesús es la verdad del Padre y el camino hacia Él.
La cruz no es el destino final de Jesús, no es lo último que podemos y debemos decir sobre él, puesto que Dios le
resucitó de entre los muertos. El Dios del Nuevo Testamento no es sólo el que «abandonó» a Jesús en la cruz, sino
también «el que resucitó de la muerte a Jesús, Señor nuestro» (Rom 4, 24).
Ambas afirmaciones deben ser dialécticamente afirmadas por el creyente, sin que la una anule a la otra. La resurrección
de Jesús no clausuró la historia sino que la funda en la Promesa. El mal que generó la cruz de Jesús sigue, después de la
resurrección, operante en nuestra historia, generando nuevas cruces. Si Jesús fue testigo del silencio y abandono del
Padre en su propia cruz, nosotros somos testigos del mismo silencio y abandono de nuestras propias cruces. Afirmamos
y confesamos la resurrección de Jesús y al Dios que le resucitó de entre los muertos desde nuestras cruces históricas y
desde la experiencia del Dios que sigue callando (...)
Jesús no es sólo el que, desde la lejanía de su propia historia, nos muestra, como modelo ejemplar, el camino hacia el
Padre y nos urge con su ejemplo a recorrerle. Ni es sólo el que nos sitúa en un nuevo horizonte de esperanza por la
Promesa de futura realización del Reino de vida plena. Es también el que, resucitado de entre los muertos, nos envía el
Espíritu, que es la fuerza del amor de Dios que inunda ya nuestros corazones y nos hace experimentar la vida nueva
prometida (...)
Pero sólo hay un camino a recorrer para el Espíritu de Jesús: el camino del crucificado. Sólo abrazando la causa del
crucificado podemos confesar con verdad, movidos por el Espíritu de Jesús, su resurrección. Es en el combate de la fe,
conducidos por el amor que se encarna en solidaridad con los más pequeños, confrontados con la conflictividad de la
historia a través de nuestro compromiso liberador, donde podemos confesar con coherencia nuestra esperanza. Sin
seguimiento de Jesús, la esperanza degenera y se convierte en simple y cómoda espera. La verdadera esperanza que
engendra la resurrección de Jesús no es sin más una esperanza que nos sitúa más allá del mal, la injusticia y la muerte.
Más bien nos sitúa contra el mal, la injusticia y la muerte, es decir, en la historia, abiertos, eso sí, al triunfo definitivo y
final. Si la resurrección no se plantea y vive desde el combate de la fe en la historia, «a partir de la insurrección» (F.
Belo), ya no es la resurrección del crucificado y puede fácilmente pervertirse y funcionar como coartada que justifica la
evasión de la historia.»
(Julio Lois)
364
APARECIDO
«No hay ningún encuentro de Jesús resucitado con los suyos que no recuerde al cristiano algún acontecimiento de su
propia vida. Y nosotros también lo hemos reconocido algunas veces. ¿Por qué no confesarlo?»
(François Mauriac)
«Sin duda, las apariciones de Cristo, que son la garantía de su Resurrección, no deben confundirse con las de muchas
almas que han tenido este privilegio después que él subió al cielo. Eso no quiere decir que el que derribó a Pablo en el
camino de Damasco no sea el mismo Jesús que han oído, han visto, han tocado Francisco, Catalina, Teresa, Margarita
María, el Cura de Ars y tantos otros santos conocidos o desconocidos, a la luz de la Iglesia o en las oscuridades de la
vida oculta. Presencia que no es la Presencia eucarística, pero cuya pequeña hostia da una idea al cristiano vulgar
cuando, al volver a su sitio, se recoge lentamente en esa llama que lleva en lo más íntimo de su ser, en esa palpitación
del Amor cautivo.
Y esto es tan verdadero que, cuando tantos episodios evangélicos nos son inimaginables, no hay ninguno más cercano a
nuestra experiencia vivida que aquellos que tratan de Cristo resucitado. En primer lugar porque nosotros sólo le
conocemos a través de su Pasión. Si nunca nos llega desde lo profundo de la muerte, sí nos llega siempre desde la
profundidad del sufrimiento. Para llegar a cada uno de nosotros, nunca acaba de atravesar este infierno humano. El
rostro que de él conocemos no es el del Judío que los soldados de la cohorte y los servidores del sumo sacerdote no
hubiesen reconocido a no ser por el beso de Judas. El rostro que conocemos es el rostro abofeteado y destrozado por
nuestros crímenes, es la mirada apasionada y triste que nos sigue durante nuestra vida, de caída en caída, sin que el
Amor con el que nos envuelve se debilite o se desanime jamás.
No hay ningún encuentro de Jesús resucitado con los suyos que no recuerde al cristiano algún acontecimiento de su
propia vida Y nosotros también lo hemos reconocido algunas veces (...)
¿A quién de nosotros no le es familiar la posada de Emaús? ¿Quién no ha andado ese camino una tarde en la que todo le
parecía perdido? Cristo estaba muerto en nosotros. Nos lo habían quitado: el mundo, los filósofos y los sabios, nuestras
pasiones. Ya no existía Jesús para nosotros en la tierra. Seguíamos un camino y alguien iba a nuestro lado. Estábamos
solos y no estábamos solos. Anochece. Hay una puerta, esta oscuridad de una sala donde la llama de una chimenea no
ilumina más que la tierra batida y hace bailar las sombras. ¡Oh el pan partido! ¡Oh la fracción del pan consumido a
pesar de tanta miseria! «Quédate con nosotros, pues atardece...»
(...) «Entonces sus ojos se abrieron y ellos le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: -
¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba por el camino y nos explicaba las
Escrituras?».
(...) Y cuando algunas semanas después Jesús se arranca del grupo de sus discípulos, sube, se disuelve en la luz, no se
trata de una partida definitiva. Ya está emboscado en un recodo del camino que va de Jerusalén a Damasco y espía a
Saulo, su perseguidor amado. Desde ahora, en el destino de cada hombre, estará este Dios al acecho.»
(François Mauriac, escritor francés)
365
INTEGRAL
«Para no perder todo el espíritu, nuestra fe debe profesar a la letra el hecho de la gloriosa salida del sepulcro: Cristo
reapareció vivo y triunfante en su propia carne.»
(Maurice Blondel)
«Pero ¿hay que decir por eso que conviene reducirse a ese simple hecho, no verlo más que con los ojos de la carne, que
basta adherirse a lo que podría llamarse un hecho excepcional, y que se atenta a la fe si se examinan las nuevas
modalidades de la vida del Resucitado o los caracteres de las pruebas que Él mismo nos da de un hecho físico cuyo
alcance tiene un carácter esencialmente suprasensible? A menudo se ha observado que Cristo resucitado, aun haciendo
comprobar su presencia material, la revela sólo a sus discípulos, con intermitencias, sin dejar más que sus llagas, como
lo nota Pascal. El hecho material, pues, muy real y consistente como fundamento del sentido espiritual, pide ser
completado, vivificado y reconocido en un orden superior al de la historia trivial. San Mateo declara expresamente que,
entre los testigos de la Resurrección, unos creyeron y otros no, no obstante la igual evidencia para todos de la presencia
corporal de Cristo. Tomás de Aquino subraya vigorosamente la enseñanza que debe extraerse de la verificación, hecha
por el apóstol Tomás el mellizo, de las llagas del Salvador: vio al hombre, creyendo confesó a Dios. Se puede, en
efecto, comprobar la humanidad de carne y hueso, pero reconocer la divinidad es asunto no de los sentidos, no de la
percepción animal, no de la ciencia positiva, ni siquiera del solo raciocinio, sino de la inteligencia concreta, de la
rectitud del alma, de la acepción religiosa, que es la más completa y alta forma de la razón.
Hay más todavía. Para agotar el contenido del espíritu cristiano no basta unir la verdad histórica con la interpretación
espiritual, el valor ideal con los hechos divinamente interpretados; es necesario además que las realidades invisibles
sean comprendidas y admitidas como teniendo mucho más que la fuerza de un ejemplo, la realidad de una enseñanza, el
precio de un ideal que se debe abrazar especulativamente y seguir prácticamente (...) ¿Cuál es, pues, ese elemento que
importa mucho integrar en la unidad viva del espíritu cristiano? Simplemente, la eficacia propiamente sobrenatural de la
acción divina, de la gracia, sin la cual creeríamos poder conocer a Cristo sin vivir de la vida misma y de la ley de Cristo.
Con este ejemplo -que nos permite comprender que Cristo no puede decirse resucitado si no es más que un hombre
excepcional, si no es más que un Dios exterior a nuestra humanidad presente, como sería un puro ideal trascendente-
somos conducidos a sobrepasar las objeciones y las interpretaciones superficiales y timoratas: como se nos decía hace
un momento, el Resucitado tiene, en cierto sentido, como cuerpo glorificado, a todo el universo, a la humanidad total;
pero hay que entenderlo, no como si se tratase de una extensión puramente ideal dependiente de la actividad imitativa
de sus fieles: se trata literalmente de la persona viviente del Verbo encarnado, que actúa auténticamente en cada uno de
los seres que forman el cuerpo místico que se alimenta con su vida, su espíritu y su amor.»
(Maurice Blondel, filósofo francés)
366
COMIENZO
«¿Cuál es el acontecimiento que se produce, qué es lo que comienza en la historia con la muerte y resurrección de Jesús,
en la que solamente creyeron un pequeño grupo de discípulos? Lo que comienza es, en verdad, algo que escapa a la
historia, algo que no puede ser registrado por ella.»
(Rene Voillaume)
«Es el pequeño grano casi invisible y que no detecta la historia, que ha sido echado por Cristo en los corazones
humanos y que contiene el germen del Reino de Dios. Ese grano es la más pequeña de todas las semillas. Es algo cuyas
consecuencias no somos capaces de medir. Cuando se dice que la aparición de Cristo separa en dos partes la historia del
mundo y la de la humanidad, se trata de una realidad que sólo es perceptible a los ojos de los creyentes, no al resto de
los hombres. Ciertamente, se ha adquirido la costumbre, al menos en las civilizaciones cristianas, de contar el tiempo de
la historia tomando como punto cero el año presunto del nacimiento de Cristo. Es algo así como una proyección en el
pensamiento histórico de lo que fue la fe en una época determinada. Porque lo que nos dejó Jesús, incluso después de su
resurrección, fue una realidad sumamente frágil: unos cuantos israelitas, un puñado de hombres tuvieron fe en él, en
Jesús; creyeron.
Esta fe era muy débil. Se vio robustecida el día de Pentecostés; pero cuando Mateo nos resume el último encuentro de
Cristo con sus discípulos en Galilea, en el momento de la ascensión, observa que algunos todavía dudaban (cf Mt 28,
17). Este último encuentro encierra una especie de contradicción: por un lado, unos pobres hombres, algunos de ellos
minados por la duda; por otro, la afirmación de Jesús: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.» ¡Todo
poder en el cielo y en la tierra! ¿Cómo puede probarlo? No resistió a la muerte. Algunos todavía tienen en sus oídos lo
que oyeron. A los apóstoles les cuesta creer en la resurrección, ya que esa verdad trascendente no es de este mundo. No
pueden probarla. Tienen que creer que Jesús ha resucitado, porque ha resucitado en otra vida y para ella. Si no, seguiría
estando con ellos tal como había estado antes de su muerte. Pero no es así, y cuando está allí, con ellos, ¡no lo está de la
misma manera que antes! Y Jesús añade: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).
¿Cómo puede estar presente a nosotros? Esa es la novedad; ésa es la presencia que divide en dos la historia: el hecho de
que hay un reino de Cristo, un reino de una naturaleza única, ya que es el reino de una naturaleza humana divinizada, de
un ser glorificado como Hijo de Dios y que no existía en ese estado antes de su resurrección. Sí, la fe de los apóstoles;
eso fue lo que comenzó en la historia, lo que se irá mostrando humildemente, progresivamente. Entonces, la Iglesia
¿dónde está? La Iglesia son los apóstoles, doce pobres apóstoles y unos cuantos discípulos: eso es todo lo que entonces
puede registrar la historia.»
(Rene Voillaume, Superior de los Hermanitos de Jesús)
367
IGUAL
«—Jesús, con cierta insistencia me dices que me conviene que tú te vayas. Me lo dices como una cosa nueva, pero
escuchándote tengo la impresión de ya haber oído estas palabras. ¿Realmente, esperaste hasta esta última cena de
despedida para decirlas? ¿no has dicho nada parecido antes? -No, Gregorio.»
(Gregorio Mercier)
«-No, Gregorio, no he dicho nada parecido. Pero ahora me acuerdo, creo adivinar de dónde viene esta impresión de
«algo ya oído». Yo no he dicho nada semejante antes, pero Juan había dicho algo muy similar (...) Escucha lo que decía:
«Es necesario que él crezca y que yo disminuya».
-Sí, Jesús, es muy posible que tuviera estas palabras en la cabeza cuando creía que no me decías nada nuevo. Pero esto
me complica todo. Juan Bautista dice hablando de ti, al principio de tu ministerio: «Es necesario que Él crezca y que yo
disminuya». Y tú, al final de tu ministerio, dices: «Les conviene que yo me vaya».
-Exacto, Gregorio. Pero, ¿por qué dices que esto complica todo?
-Ya lo sabes, Jesús. Siempre es la misma cosa. Siempre siento un profundo malestar cuando te veo semejante a un
hombre ordinario, como si fueses un hombre como los demás.
-Sí, Gregorio, tú quieres que yo sea diferente. Crees que para revelar la divinidad, lo divino, Dios en mí, era necesario
que fuera diferente a los demás hombres. Y entonces buscas rasgos extraordinarios en mí, buscas en mí todo lo que
podría separarme de los demás hombres, para subrayarlo; y por el contrario, todo lo que es ordinario en mí, todo lo que
me acerca a los hombres, parece molestarte. Pero, la verdad, Gregorio, es precisamente lo contrario: Si yo revelo a Dios
en mí, no es siendo diferente a los demás hombres, sino siendo más hombre que los demás.
-¿Más hombre que los demás?
-Sí, Gregorio, más hombre que los demás. Por eso te puedo dar una regla de conducta para interpretar lo que se dice de
mí: cada vez que se pretende hacerme diferente a los demás hombres, menos hombre para que yo sea más Dios, puedes
estar seguro de que, al mismo tiempo que se me hace menos hombre, se me hace menos Dios y se hace de mí un ídolo;
y cada vez que en otro hombre descubres algo profundamente humano, puedes estar seguro de que podrás decir otro
tanto de mí, y aún más.
-Jesús, ¿tú más humano que los demás hombres?
-Sí, Gregorio. Y puedes aplicar esto a lo que para ti era una complicación: la profunda semejanza entre lo que dijo al
principio de mi ministerio Juan Bautista y lo que yo mismo dije al final de mi ministerio. (...)
Cuando Juan Bautista dice que no es digno de ponerse a mis pies para desatar la correa de mis sandalias, dice de mí: «Él
os bautizará con el Espíritu Santo». Y cuando yo te digo que te conviene que yo me vaya, te lo digo para que el
Paráclito, el Espíritu Santo, venga a ti. Juan Bautista quiere disminuirse para dejar el lugar al Espíritu, y yo quiero partir
para dejar el lugar al Espíritu. Los dos, mirando hacia delante, hacia el porvenir, ambos queremos disminuir, irnos, para
dar lugar al Espíritu. Gregorio, nunca olvides esto.»
(Gregorio Mercier, abad de Cuernavaca)
368
ASCENSIÓN
«¿Qué mirarán los ojos / que vieron de tu rostro la hermosura, Que no les sea enojos? / Quien oyó tu dulzura / ¿qué no
tendrá por sordo y desventura?»
(Fray Luis de León)
«¿Y dejas, Pastor santo, tu grey en este valle hondo, oscuro, con soledad y llanto, y tú, rompiendo el puro / aire, te vas
al inmortal seguro?
Los antes bienhadados, y los ahora tristes y afligidos, a tus pechos criados, de ti desposeídos, / ¿a do convertirán ya sus
sentidos?
¿Qué mirarán los ojos que vieron de tu rostro la hermosura, que no les sea enojos? Quien oyó tu dulzura / ¿qué no
tendrá por sordo y desventura?
A aqueste mar turbado ¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto al viento fiero, airado, estando tú encubierto? /
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
¡Ay! Nube envidiosa aun de este breve gozo ¿qué te quejas? ¿Do vuelas presurosa? ¡Cuan rica tú te alejas! / ¡Cuan
pobres y cuan ciegos, ¡ay!, nos dejas!
Tú llevas el tesoro que solo a nuestra vida enriquecía, que desterraba el lloro, que nos resplandecía / mil veces más que
el puro y claro día.
¿Qué lazo de diamante, ¡ay, alma!, te detiene y encadena a no seguir tu Amante? ¡Ay! Rompe y sal de pena, / colócate
ya libre en luz serena.
¿Qué temes la salida?
¿Podrá el terreno amor más que la ausencia de tu querer y vida? Sin cuerpo no es violencia / vivir; mas es sin Cristo y
su presencia.
Dulce Señor y amigo, dulce padre y hermano, dulce esposo, en pos de Ti yo sigo: o puesto en tenebroso, / o puesto en
lugar claro y glorioso.»
(Fray Luis de León, escritor y poeta)
369
PEREGRINO
«En su ascensión, Jesús volvió a encontrarse con los que había rescatado de los infiernos, y en primera fila estaba el
buen ladrón, el que había muerto a su lado después de implorarle.»
(Guillaume de Digulleville, escritor francés del siglo XIV).
«Yo, Jesús, hijo de María, camino, verdad y vida, a las puertas de una muerte cierta, hago mi testamento. A mi Padre
entrego mi alma para que la guarde y proteja cuando descienda a los infiernos para sacar de allí las almas de mis
amigos. Al sepulcro que construyó José, dejo mi cuerpo para que lo embalsamen; también se lo dejo a los peregrinos
que seguirán el camino recto o que volverán a él después de su descarrío, para que encuentren fuerzas redobladas en su
camino. Mi corazón se lo dejo a los que se esfuercen en cumplir mis mandamientos y mis leyes. A Juan le dejo mi
Madre, para que no se agote a fuerza de llorar y lamentarse por mis sufrimientos. Y a mi Madre le dejo a Juan, mi
amigo querido, para que no se deje vencer por la pena. A todos los que tendrán compasión de mí y de mi muerte, y que
se preservarán del pecado, les dejo mi sangre para su redención. Dejo mis llagas y mi costado abierto a los que serán
perseguidos y tentados por el demonio como lo fui yo. A los que estén en apuros y con dificultades para defenderse, les
dejo mi lengua para que sea ella la abogada ante mi Padre Dios, siempre y cuando se dirijan a mí, se arrepientan y se
enmienden. En fin, a todos les dejo la paz completa y verdadera. Sólo dependerá de ellos el que puedan gozaría en plena
libertad. Y nombro a mis discípulos y a sus sucesores como ejecutores testamentarios.»
«Después de la lectura pública de este testamento, Jesús inclinó la cabeza a un lado, y entregó su espíritu al Padre para
la redención del pueblo.» (...)
«En su Ascensión, Jesús volvió a encontrarse con los que había rescatado de los infiernos, y en primera fila estaba el
buen ladrón, el que había muerto a su lado después de implorarle. Todos creían estar ya en el cielo, porque estaban ya
en compañía de los ángeles que los confortaban y consolaban. Pasando entre ellos Jesús les dijo: «Venid conmigo y
entrad en el Paraíso. Mi Padre se alegrará porque os he rescatado de los infiernos y al precio de mi vida». Y le siguieron
para sentarse en las gradas del paraíso, más o menos altas según los méritos de cada uno, y cantaban a coro mientras
Jesús, hombre y Dios, era acogido en su trono en medio de un revoltear de ángeles que hacían resonar continuamente
sus trompetas en armoniosas melodías, como para la fiesta de un rey. Sentado a la derecha del Padre y en compañía del
Espíritu Santo, dijo Jesús: «Aquí estoy otra vez contigo, Padre. He cumplido todo lo que me habías ordenado que
hiciese en el mundo, aunque me ha costado mucho, y como el peregrino que va a tierras lejanas, he traído en testimonio
algo que he pagado a precio de oro: la imagen de tu creatura en el estado en que Tú la habías modelado en la tierra con
el soplo del Espíritu. Mira, ¿la reconoces en mí?»
«Sí, en verdad, responde el Espíritu, la imagen que traes de la tierra es la que formé en el molde que guardo y que tu
Padre había grabado para ti preservándola del pecado original. Y haciendo lo que has hecho, has actuado como buen
peregrino.»
(G. de Digulleville)
370
EXALTADO
«Jesús no emprendió ningún viaje a través del cosmos. ¿Ascensión al cielo? ¿Hacia dónde, con qué velocidad y de qué
duración?»
(Hans Küng)
«Como es natural, Jesús no emprendió ningún viaje a través del cosmos. ¿Ascensión al cielo? ¿Hacia dónde, con qué
velocidad y de qué duración? De todos modos, esta idea, extraña para la mentalidad moderna, no era insólita en aquella
época ... Y la nube significa a la vez la proximidad y la inaccesibilidad de Dios. Lucas tuvo a su disposición el antiguo
esquema del «rapto» como modelo de representación y forma de relato... Lucas, probablemente, no sólo intentó dar
plasticidad visual a la afirmación abstracta de la exaltación, sino más bien corregir drásticamente la todavía entonces
extendida idea de una próxima parusía, de un inminente retorno de Jesús: ¡emprender la misión del mundo, en vez de
quedarse en pasiva espera! El que viene ahora no es Jesús mismo, que se ha alejado al cielo y ha dejado a sus discípulos
una tarea, sino el Espíritu Santo, que va a pertrechar a los discípulos para el tiempo de la misión, el tiempo de la Iglesia
que sucede al tiempo de Jesús sin solución de continuidad, hasta su segunda venida visible al fin de los tiempos. (...)
Pero la exaltación ¿no alude a la ascensión al cielo? De hecho, en lenguaje figurado sí se puede hablar de ascensión al
«cielo». Pero entonces hay que tener presente que no se puede hoy, como en los tiempos bíblicos, entender el
firmamento azul como la parte exterior del salón del trono de Dios. Sino como símbolo o imagen visible del cielo
propiamente dicho, o sea, del dominio invisible («espacio vital») de Dios. El cielo de la fe no es el cielo de los
astronautas, como atestiguaron los mismos al recitar desde el cosmos el relato bíblico de la creación. El cielo de la fe es
el ámbito oculto, invisible e impalpable de Dios, que jamás alcanzarán los viajes espaciales. No es un lugar, sino una
forma de ser, que no saca al hombre de la tierra, sino que lo lleva en Dios a la culminación en el bien y lo hace partícipe
de la soberana divinidad.
Así es, pues, como Jesús fue recibido en la gloria del Padre. De acuerdo con enunciados veterotestamentarios,
resucitamiento y elevación significan la entronización de aquel que ha vencido a la muerte; indican que ha sido recibido
en la esfera vital de Dios, participa en la soberanía y gloria divinas y puede así hacer valer ante los hombres su
pretensión de señorío universal. ¡El Crucificado como Señor que llama a su seguimiento! E investido, asimismo, de su
dignidad celestial y divina, lo que tradicionalmente se expresa también con una imagen que alude al hijo o representante
del soberano: «Sentado a la diestra de Dios Padre». Es decir, se halla en contacto inmediato de dignidad y posición.
Según las más antiguas fórmulas cristológicas, como las recogidas en los sermones apostólicos de los Hechos, después
de la resurrección Dios ha constituido a Jesús, humillado en cuanto hombre, Señor y Mesías. La mesianidad y la
filiación divina no se dicen del Jesús terreno, sino del Jesús exaltado por Dios.» (Hans Küng, teólogo suizo)
371
ENTRONIZADO
«Éste es el que pasó haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo; el que recorrió las regiones de Galilea
y Judea enseñando a las gentes; el que estuvo delante del presidente sufriendo bofetadas; y el que en todo tiempo fue
visto en la tierra y vivió con los hombres, sufrió muchos trabajos y obró nuestra salud.»
(Bernardo de Claraval)
«Para cerrar, pues, tu túnica inconsútil, Señor Jesús; para perfeccionar la integridad de nuestra fe, falta que, a vista de
los discípulos, subas por el aire como Señor del aire, sobre todas las cosas, porque todas en todo las has cumplido, y ya
ciertamente te será debido que a tu nombre se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno, y que toda
lengua confiese que estás en la gloria y en la diestra de Dios Padre. En esta diestra están los deleites eternos, y por eso
nos exhorta el Apóstol a buscar las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios, porque allí está
verdaderamente Cristo nuestro tesoro, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y ciencia de Dios y en
quien habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad.
Pero si bien lo pensáis, ¡cuánto dolor y temor ocuparía los pechos apostólicos, cuando le vieron desviarse de ellos y
elevarse por los aires! (...) Se cumplió lo que les había dicho: A donde yo voy, vosotros no podéis venir. Porque a
cualquier parte de la tierra que hubiera ido, le hubieran seguido inseparablemente; en el mar-como Pedro hizo un día- se
hubieran entrado con Él, aun a riesgo de hundirse; pero aquí no le podían seguir, porque el cuerpo que se corrompe
abate al alma y deprime la habitación terrena al espíritu que piensa muchas cosas.
Era, pues, muy hondo el dolor, viendo que aquel Señor, por quien habían dejado todas las cosas, se alejaba de sus
sentidos y mirada; no podían menos de llorar los hijos del Esposo al quitárseles el Esposo; era también grande su temor
al quedar huérfanos en medio de los judíos, no habiendo sido confirmados todavía con la virtud de lo alto. En
bendiciéndolos Jesús, ascendía al cielo, estremeciéndose tal vez aquellas entrañas de singular misericordia, al dejar a los
suyos afligidos y a su pobre escuela; pero iba a prepararles lugar y les convenía que retirase de sus sentidos su presencia
corporal.
¡Cuan feliz, cuan respetable procesión ésta!, a la cual ni aun los mismos apóstoles fueron dignos de ser admitidos,
cuando, acompañado de la pompa triunfal de las almas santas y de las virtudes angélicas, llegó al Padre, sentándose a la
diestra de Dios. Ahora cumplió todas las cosas verdaderamente, porque nació entre los hombres, trató con los hombres,
por los hombres y para los hombres padeció, murió, resucitó y ascendió y está sentado a la diestra de Dios. Reconozco
aquí la túnica inconsútil y de una sola pieza de arriba abajo, la cual se termina en aquella mansión soberana en donde
Cristo perfeccionó y cumplió todas las cosas, viendo consumada su propia gloria.»
(San Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia)
372
HEREDERO
«Jesús de Nazaret, el Dios hecho hombre, el hijo de María, el amigo de los pobres y despreciados, el que murió por
nuestra salvación, quedó exaltado y glorificado a la derecha del Padre por los siglos»
(J.M. Lumbreras)
«El Sanedrín condenó a Jesús por blasfemo, porque se había proclamado el Hijo de Dios igual a Dios, a la muerte
humillante e ignominiosa de la cruz. Su desaparición fue el triunfo de sus enemigos, los jefes de Israel, los saduceos, los
escribas y fariseos, que quedaron vencedores y tranquilos. Ellos tenían la razón. Dios había abandonado a Jesús, no
había intervenido a su favor, no estaba con él (...)
Pero Dios, a los tres días, resucitó a Jesús. Sus discípulos lo vieron vivo, palparon sus manos y su costado atravesados,
comieron con él. Dios no lo había librado de la muerte, «pues el Mesías tenía que sufrir todo esto antes de entrar en la
gloria» (Le 24, 25), pero sí «lo liberó de la corrupción» (Sal 15, 10) y lo resucitó a una vida nueva. Fue la respuesta de
Dios a la condena de los hombres. No abandonó definitivamente al que se presentaba como su Hijo amado y lo resucitó.
Dios estaba con él.
Con la resurrección, Dios garantiza a Jesús, le da la razón, acredita su reivindicación de ser igual al Padre, declara la
inocencia de Jesús condenado por blasfemo.
Con la resurrección, Dios exalta a Jesús, ese Dios encarnado y humillado por los hombres, revela la gloria de su oculta
divinidad y lo constituye por encima de todo. «Dios ha hecho Cristo y Señor a ese Jesús a quien vosotros
crucificasteis», dirá Pedro (Hch 2, 22-26). Es la exaltación pascual.
Con la resurrección, Dios rehabilita a Jesús y nos dice que él es su enviado; que suscribe y avala su vida y doctrina; que
el rostro de Dios Padre y el camino hacia él que Jesús nos había enseñado son los verdaderos. Parece que el Padre
repite: «Éste es mi Hijo amado; escuchadle» (Me 9, 7).
Con la resurrección. Dios demuestra que Jesús trae la salvación anunciada por los profetas, anhelada por toda la
humanidad, y que con él se inaugura un mundo nuevo en que habite la justicia (2 Pe 3, 13; Ap 21, 1).
A los cuarenta días, Jesús resucitado ascendió a los cielos (Hch 1,6-11). Retornó al seno del Padre, de donde había
bajado a la tierra para encarnarse y estar con nosotros. Descendió como siervo y asciende como Señor.
El cielo no es un lugar, un espacio, sino un estado de felicidad y de dicha intensas y eternas producidas por la visión sin
velos de Dios. Pero dada nuestra naturaleza, sujeta siempre a las coordenadas del espacio y del tiempo, podemos
figurarnos, apoyados en las Escrituras, el cielo donde Jesús entró triunfante, fue enaltecido y glorificado. (...)
Hasta ese trono refulgente y esplendoroso fue encumbrado Jesús de Nazaret, el Verbo encarnado, muerto y resucitado
por nuestra salvación en cumplimiento fiel de los designios divinos. Entró acompañado de una multitud de justos y todo
el cielo se conmovió. Jesús fue exaltado, glorificado y sentado, él que era «el Dios verdadero de Dios verdadero», a la
diestra del Padre.
(Juan María Lumbreras, escritor jesuita)
373
EL-QUE-VENDRÁ
«El rumor que se difundía en torno a Jesús, ya incluso cuando vivía, se hubiera apagado desde hace mucho tiempo sin
duda, con la desaparición de la primera generación de discípulos, si no hubiera resonado, inmediatamente después de su
muerte, la extraña noticia de que iba a volver, incluso posiblemente muy pronto»
(Joseph Moingt)
«Ya desde el día siguiente a Pentecostés exhorta Pedro a los israelitas a convertirse, «a fin de que venga del Señor el
tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el
tiempo de la restauración universal» (Hch 3, 20-21). Este anuncio era el eco del mensaje dirigido por los ángeles a los
discípulos en el momento en que Jesús resucitado «fue levantado en presencia de ellos: «Galileos, ¿qué hacéis ahí
mirando al cielo? Éste que os ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo» (Hch
1,9-11). Jesús, designándose con el nombre de Hijo del hombre, había anunciado en distintas ocasiones su regreso
«entre nubes con gran poder y gloria», para juzgar a los pueblos como representante de Dios y «reunir a sus elegidos»
(Me 13, 26-27). Así advertidos, a los primeros cristianos les gustaba contemplarle, a ejemplo de Esteban, «de pie a la
derecha de Dios, ... abiertos los cielos» (Hch 7, 55), dispuesto a bajar de nuevo a la tierra, y tenían la costumbre de
saludarse mutuamente con el grito de gozosa expectativa: «¡Maranathá! ¡El Señor viene!» (1 Co 16, 22). Las dos
primeras cartas de Pablo, las que escribió a los cristianos de Tesalónica, no hablan más que de esta vuelta, como si fuera
inminente, invitándolos a «esperar así a su Hijo Jesús que ha de venir de los cielos, a quien resucitó de entre los
muertos» (1 Ts 1, 10) , a esperar la hora «de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él», pero sin
impaciencia, sin fiebre ni ociosidad, «trabajando en calma» (2 Ts 2, 1; 3, 12).
El anuncio de la resurrección de Jesús no puede expresar la verdad de lo que le pasó más que convirtiendo el pasado en
futuro. No se le ha concedido una «supervivencia» comprendida como una prolongación ilimitada de su propia vida en
el mundo -dejar entender eso sería un error-; es una nueva calidad de vida la que se le da: ha entrado «en la gloria» de
Dios. Sin embargo, no se trata de «otra vida» que le sustraería total y definitivamente de la historia de los hombres. Se
trata de una calidad de vida dotada de un valor, de una dignidad comprendida como una tarea, del «pago de una señal»
de cara a un «por-venir». Es una tarea que cambia su antigua presencia en el mundo en presencia al mundo, en un
nuevo, definitivo y soberano frente al mundo: elevado «a la derecha», «a la gloria de Dios Padre», es colocado,
mediante este emplazamiento simbólico, como el de un hijo a la derecha de su padre en una monarquía hereditaria, en
postura de «Señor» (Flp 2, 11), en posesión del señorío de Dios sobre la historia, «predestinado» a actuar en el sitio y en
calidad de Dios «Jefe y Salvador» de su pueblo (Hch 3, 20; 5, 31).»
(Joseph Moingt, cristólogo francés jesuita)
374
FUTURO
«¿Cómo hay que entender el futuro de Cristo? Su futuro esperado ¿puede ser pensado todavía con la categoría de
expectación llamada nuevo? ¿Tiene entonces su futuro algo nuevo, o sólo trae la repetición universal de algo que ha
sucedido ya en la historia de Jesucristo? ¿Es entonces el futuro de Cristo tan solo el desvelamiento de aquello que
sucedió ya en Jesús de una vez por todas? ¿O hay en ese futuro algo que todavía no ha acontecido?»
(Jurgen Moltmann)
«La revelación de Jesucristo no puede consistir tan sólo en el desvelamiento de lo ocultamente ya sucedido, sino que
debe ser aguardada en sucesos que cumplirán aquello que está prometido con el acontecimiento de Cristo. Este mismo
no puede ser entendido como cumplimiento de todas las promesas, de tal manera que, después de este acontecimiento,
sólo quede ya el posludio del desvelamiento para el conocer universal. «En Cristo todas las promesas de Dios son sí y
son amén» (2 Co 1, 20), es decir, en él están confirmadas y puestas en vigencia, pero todavía no cumplidas. Por ello la
esperanza cristiana aguarda del futuro de Cristo no sólo el desvelamiento, sino también el cumplimiento definitivo. Lo
que con la cruz y la resurrección de Cristo fue prometido para los suyos y para el mundo debe ser pagado. ¿Qué es,
pues, lo que el futuro de Cristo trae? No simple repetición, y no sólo desvelamiento de su historia, sino algo que hasta
ahora no ha acontecido todavía mediante Cristo. La expectación cristiana no se dirige a nadie más que al Cristo llegado,
pero aguarda de él algo nuevo, algo no acontecido hasta ahora: aguarda el cumplimiento de la prometida justicia divina
en todo, el cumplimiento de la resurrección de los muertos prometida en su resurrección, el cumplimiento del dominio
del crucificado sobre todo, prometido en su exaltación.
Esta irredención del mundo, visible y experimentable en el sufrimiento, no es para la expectación cristiana, como era
para los judíos, un argumento contra la fe de que el Mesías ha venido ya, sino la opresora pregunta de sus oraciones,
que imploran el futuro del redentor llegado. No porque sea dudoso que Jesús es el Cristo, sino porque con él fue puesta
en vigencia la redención, gimen los creyentes, junto con toda criatura, bajo la irredención del mundo, y quieren
contemplar el cumplimiento universal de su obrar redentor y restaurador. Conocen al redentor y en su nombre aguardan
el futuro de la redención, pero esto significa que, para ellos, la irredención de este mundo de muerte no se convierte
tampoco, de manera platónica, en el mundo inesencial de la apariencia, en el cual lo que importa ya es tan sólo la
demostración y el desvelamiento de la redención. El alfa y la omega son ciertamente lo mismo en lo que se refiere a la
persona: «Yo soy el alfa y la omega» (Apc 1,8). Pero no son lo mismo en lo que se refiere a la realidad del acontecer,
«pues todavía no ha aparecido lo que seremos» (1 Jn 3, 2) , y «lo primero» no ha pasado todavía, y tampoco «todo» se
ha hecho nuevo. Así, pues, hay que aguardar algo nuevo del futuro. Pero si ese futuro se aguarda como el «futuro de
Cristo», entonces no se le aguarda de algo nuevo o distinto. Lo que el futuro trae eso se ha vuelto confiadamente
esperable «de una vez por todas» en virtud del acontecimiento de la resurrección del crucificado.»
(Jürgen Moltmann, teólogo alemán)
375
VENIDERO
«¿Eres tú el-que-ha-de-venir?» (Juan Bautista, profeta)
«No existe una vida humana grande y con sentido si no se arriesga al servicio de una causa mayor. Cuando el hombre se
busca a sí mismo, cuando se constituye en eje de su propia vida, la vacía de sentido y contenido. Pero la causa mayor a
la que un hombre debe alistarse, si su vida ha de tener sentido, no es una causa mayor, sino una persona más importante.
Esa persona importante, esa persona viva, que puede movilizar todas las fuerzas de la vida, que puede comprometerlas
con pleno derecho, a la que se puede amar de un modo personal, es, en definitiva, la persona absoluta de Dios.
Mas nosotros, los cristianos, sabemos que esa persona absoluta a la que consagramos sin reservas toda nuestra vida y a
cuyo servicio nos entregamos por completo, no es el Dios infinitamente lejano, sino el Dios que está cerca, que es
carne, que está donde nosotros estamos, que es como nosotros, que al tiempo que es el misterio absoluto comparte
nuestro ser, como el Logos comparte el ser con el Padre.
Ese Dios concreto, ese Dios encarnado es el que nos llama en los Ejercicios, el que nos saca de nosotros mismos y cuyo
servicio es ya una recompensa. Ese Señor regio, que está aquí y ahora en nuestra historicidad concreta y que sin
embargo es el Dios absoluto, es alguien que está viniendo, cuya historia perdura en la historia de sus hermanos y
hermanas, de su humanidad de la que es miembro, en la historia de su Iglesia y de su mundo. El Señor regio, que puede
aspirar al dominio radical de nuestra vida de una manera absoluta e incondicional como nadie más podría hacerlo, es el
mismo que tiene también una historia intransferible, de tal modo que la llamada que nos dirige le pertenece realmente a
él, es una parte de su propia vida, hasta tal punto que invoca a su propio destino, porque sigue siendo el que viene.
Cristo que vive, que aún actúa, cuyo destino en cierta manera no se ha cumplido todavía en tanto que lo absolutamente
decisivo en su vida ya se ha realizado a través de su muerte y de su resurrección, Cristo -cosa que no invalida su
ascensión y transfiguración-, en cuanto eje de la historia, comparte con nosotros sus penalidades y tareas, y nos llama:
¡mecum! ¡conmigo!
(...)
Sabemos -¡y esto es lo decisivo!- que ese Señor regio, que con su propia vida en medio de la historia de nuestro planeta
nos reclama y quiere reclamarnos, al que nosotros buscamos para poder establecernos, de quien tenemos necesidad
como servidores que deben responsabilizarse para no morir asfixiados en su propia estrechez, ese Señor, que nos llama
y puede reclamarnos hasta ese punto, tiene un nombre concreto y personal: Jesús de Nazaret.
Esto es lo increíble y al propio tiempo lo más natural de nuestra fe cristiana. Si sabemos que nuestra vida, nuestras
fuerzas, el sentido de nuestra existencia, hemos de ofrecérselos a una persona, si sabemos que por naturaleza somos los
que debemos preguntar: «¿Eres tú el que ha de venir?» (Mt 11,3), ¿me tomas contigo? ¿eres tú aquel cuyo servicio es ya
una recompensa?, al propio tiempo sabemos también que le hemos encontrado: es Jesús de Nazaret.»
(Karl Rahner, filósofo y teólogo alemán jesuita)
376
RETORNO
«Jesús, Tú ves cuan grande es nuestra pobreza; no puedes dejar de conocer cuan improrrogable es nuestra necesidad,
cuan dura y verdadera nuestra angustia, nuestra indigencia, nuestra esperanza; sabes cuánto necesitamos de una
extraordinaria intervención tuya, cuan necesario nos es tu retorno.»
(Giovanni Papini)
«Tenemos necesidad de Ti, de Ti solo y de nadie más. Solamente Tú, que nos amas, puedes sentir hacia todos nosotros,
los que padecemos, la compasión que cada uno siente de sí mismo. Tú solo puedes medir cuan grande,
inconmensurablemente grande, es la necesidad que hay de Ti en este mundo, en esta hora del mundo. Ningún otro,
ninguno de tantos como viven, ninguno de los que duermen en el fango de la gloria, puede darnos a los necesitados, a
los que estamos sumidos en atroz penuria, en la miseria más grande de todas, la del alma, el bien que salva. Todos
tienen necesidad de Ti, incluso los que no lo saben, y los que no lo saben, mucho más que aquellos que lo saben. El
hambriento se imagina que busca pan, y es que tiene hambre de Ti, el sediento cree desear agua, y tiene sed de Ti; el
enfermo se figura ansiar la salud, y su mal está en no poseerte. El que busca la belleza del mundo, sin percatarse te
busca a Ti, que eres la belleza entera y perfecta; el que persigue con el pensamiento la verdad, sin querer te desea a Ti,
que eres la única verdad digna de ser sabida; y quien se afana tras la paz, a Ti te busca, única paz en que pueden
descansar los corazones, aun los más inquietos. Ésos te llaman sin saber que te llaman, y su grito es inefablemente más
doloroso que el nuestro.
No clamamos a Ti por la vanidad de poderte ver como te vieron galileos y judíos, ni por el placer de contemplar una vez
tus ojos, ni por el loco orgullo de vencerte con nuestra súplica. No pedimos el gran descendimiento en la gloria de los
cielos, ni el fulgor de la Transfiguración, ni los clarines de los ángeles y toda la sublime liturgia del último
advenimiento. ¡Hay tanta humildad, Tú lo sabes, en nuestra desbordada presunción! Te queremos a Ti únicamente, tu
persona, tu pobre cuerpo taladrado y herido, con su pobre túnica de obrero pobre; queremos ver esos ojos que traspasan
la pared del pecho y la carne del corazón, y curan cuando hieren con ira, y hacen sangre cuando miran con ternura. Y
queremos oír tu voz, tan suave que espanta a los demonios, y tan fuerte que encanta a los niños.
Tú sabes cuan grande es, precisamente en estos tiempos, la necesidad de tu mirada y de tu palabra. Tú sabes bien que
una mirada tuya puede conmover y cambiar nuestras almas; que tu voz puede sacarnos del estiércol de nuestra infinita
miseria. Tú sabes mejor que nosotros, mucho más profundamente que nosotros, que tu presencia es urgente e
inaplazable en esta edad que te conoce.»
(Giovanni Papini, escritor italiano)
377
POST EXISTENTE
«1. El cristianismo es una relación con Dios en Cristo. Cada singladura importante de la vida eclesial nos vuelve
siempre al centro: la relación espiritual con Cristo.»
(H. Schurmann)
«2. Cada momento histórico es un «lugar teológico»: la relación válida con Cristo se encuentra cuando se la vive
«conforme al tiempo» hoy y aquí, frente a la situación y cara al mundo, y cuando la expresa como «apremiante».
3. La mundo visión evolutiva configurará inexorablemente la imagen futura de Cristo; de ahí que resulte imposible
eliminar de la piedad y predicación cristológicas el «Cristo cósmico» como alfa y omega de la evolución.
4. El «Cristo cósmico» solamente puede servir a la nueva relación con Cristo, que se está formando, como idea de
horizonte, porque es sólo un «auxiliar», no un «Salvador que redime» de la abismal miseria y peligros presentes y
futuros.
5. El Jesús que se atrae las simpatías de nuestros contemporáneos es el Jesús que se empeñó por los pobres y se
comprometió con los pecadores. Las simpatías van al Jesús que provocó, poniendo en juego su vida y abriéndonos las
puertas de la libertad, a los poderes establecidos de su tiempo (el legalismo de los fariseos, la «falsedad» de Herodes, el
egoísmo de cada uno).
6. Un «Jesusismo» adecuado debería acentuar la horizontal con la vertical, porque la libertad de Jesús frente a los
poderes establecidos de su tiempo se funda en su libertad «vertical» cara a Dios: su increíble teocentrismo, su entrega al
«Padre» y «Señor».
7. Una relación personal con Jesús tiene que entender la «causa de Jesús» a partir de la preexistencia del Señor viviente
y glorificado. El compromiso de Jesús es expresión de la preexistencia del Jesús preexistente y postexistente.
8. La encarnación y la muerte de Jesús son el supremo compromiso y empeño del amor de Dios.
9. El acto de fe y la devoción de mañana se caracterizará así: en Cristo «en medio del mundo» (Voillaume), «en el
último lugar» (Charles de Foucauld), «viviendo en el arrojo de Dios» (Urs von Balthasar).
10. La vida en el compromiso de Dios será cada vez más una «vida de experiencia». Hay que realizar experiencias
personales, que se conviertan en dinámica de grupos. Y hay que hacer experiencias de grupos, que ayuden y sostengan a
cada persona en el compromiso de Dios.»
(H. Schurmann, teólogo alemán)
378
ECLIPSADO
«¿Dónde encontrar hoy a Cristo? ¿Qué tiene que hacer ya la Iglesia con Jesús? ¿Son puro mito la persona y el mensaje
de Jesús? ¿Por qué no da Cristo signos fidedignos de su presencia o influencia en estos tiempos?»
(Alfred Lapple)
«Es un signo de nuestro tiempo: al cristiano actual le toca caminar por el desierto y páramo de la «ausencia de Cristo».
La hora actual es de invisibilidad, de incomprensibilidad, de oscuridad y de la hora de las tinieblas de Cristo. Pertenece
a la práctica cotidiana de la fe cristiana aquello de que Cristo anda, sí, de por medio, pero como quien no está, y
viceversa. Es hora de recordar que es imposible identificar a Cristo como se identifica un hecho técnico o físico-
químico. Una cristología de nuestro tiempo tiene que integrar la doctrina bíblica del Dios oculto (latens Deitas, Deus
absconditus). «Dios no deja de estar oculto en Jesús. Al contrario, sale al encuentro del hombre como el «Otro»,
totalmente distinto. No «aparece» sino muestra a los hombres que, en su ocultamiento, actúa en la historia humana»
(Harvey Cox, teólogo protestante USA)
«Quizá toda la cristiandad está llamada en la hora presente a vivir el abandono divino del Crucificado. Pudiera ser que
en la ausencia de Cristo se realice un designio de sabiduría y amor divinos, a saber, que el hombre de nuestros días
tenga la vivencia del vacío (horror vacía), se desencadenen nuevas añoranzas y florezca un nuevo Adviento de Cristo. A
la distancia de casi dos mil años, la cristiandad del siglo XX ha de aprender a vivenciar los sentimientos de las
comunidades a las que se dirigió el Apocalipsis juánico.
Se sufrió la experiencia de la ausencia de Cristo. No se quería desesperar de Cristo y padecer naufragio en la fe eclesial
y, por lo mismo, había que someterse a la disciplina de la oscuridad y tinieblas divinas. Aunque las apariencias externas
hablaran contra Cristo, Cristo era el único verdadero señor y juez de este mundo. La vivencia de la ausencia de Cristo
necesitaba transformarse en una nueva forma existencial de fe, en una profundización del comportamiento y conciencia
comunitaria cristiana y en un anhelo más encendido del advenimiento de Cristo, juez del mundo. Ante la imagen
apocalíptica de Cristo se quiebran todos los modos infantiles y acaramelados de entender a Cristo. La fe apocalíptica es
una fe de manos sangrantes, de corazones heridos y cicatrices. El sueño de una marcha triunfal de la Iglesia en el carro
de la historia se desvanece y no deja más rastro que el de Cristo, pobre, cargado con la cruz, objeto de escarnios y
mofas, moribundo: ¡poder que calla! (... )
Pero ¿quién sabe si está más cerca de lo que creemos el momento en que la gloria de Cristo brille de nuevo más visible
y palpablemente sobre nuestro mundo?»
(Alfred Lapple, biblista alemán)
379
AQUÍ Y AHORA
«Una nueva valoración de Jesús se hará únicamente en los modos de pensar de cada época. Los modos de pensar de la
época actual son «seculares». Lo que sostenemos es que esta postura secular descubre algo nuevo de la historia de
Jesús.»
(John J. Vincent)
Jesús:
Tu historia de aquel tiempo no se puede quedar en pura arqueología.
El deseo enamorado de reconstruir tu currículo vital
no puede reducirse a saber qué, cómo, cuándo lo hiciste.
Tu historia no es algo circunscrito al ayer que pasó,
sino algo abierto a la rosa de todos los futuros.
Ni siquiera debe bastarnos el análisis de tu sicología:
qué pensabas, qué sentías, cómo reaccionabas.
Lo que más debe importarnos es tu implicación con nosotros.
Lo que de veras debemos indagar es qué significa para nosotros todo lo tuyo:
por qué lo hiciste, para qué lo sentiste ...
Tú nos prometiste solemnemente:
Yo estaré con vosotros todos los días.
Entre otras maneras maravillosas de tu presencia
-la eucarística, la comunitaria, la de cada otro-,
Tú estás entre nosotros con el significado de tu ayer.
Jesús, enséñanos a ver cada partícula de tu existencia
como una fuente de sentido para nuestra vida.
Enséñanos a orar cada secuencia de tu evangelio
como realizada para estas coordenadas de tiempo y lugar.
Que aprendamos a desmenuzar tus hechos y dichos
como dichos y hechos para nuestro aquí y ahora.
Danos «conocimiento interno» de la relación
entre lo que te pasó a Ti y lo que nos pasa a nosotros.
Jesús, Tú dijiste: Yo soy la Luz del mundo.
Haz que busquemos en cada frase y acción tuya
el haz que ilumina esta o aquella parcela nuestra.
Tú aseguraste: Yo soy el Camino.
Haz que veamos cada paso tuyo de ayer
proyectado en nuestras encrucijadas de hoy.
Tú afirmaste: Yo soy la Verdad.
Haz que leamos cada pensamiento y sentencia tuyos
en el contexto plural de las opiniones actuales.
Tú te definiste: Yo soy la Vida.
Haz que vivamos cada uno de tus latidos vitales
como una inyección de vida eterna en nuestra vida temporal.
(R. A.)
380
EVANGELIO
A veces creemos que las ciencias exactas están muy lejanas de los intereses del Evangelio. Por eso hay que meditar este
testimonio de un físico nuclear que habla del mensaje evangélico de Jesús.
(R. A.)
«Para un científico cristiano no es aceptable una estructura demasiado rígida de la •religión. Para él, Cristo no es sólo el
hombre histórico del Evangelio, sino que también ;está presente en medio de nosotros, ayuda nuestros esfuerzos, y
sigue animando la búsqueda del futuro.
(...)
«Cualquiera que sea la manera de entender la venida de Cristo, el mensaje evangélico me parece hoy más importante
que nunca. Anima a los hombres a comunicarse entre ;í en un clima de diálogo. Proporciona una fuerza muy necesaria
para levantar la opresión que a veces se sufre, cuando se quiere conseguir que el mundo -cuya historia está sin escribir-
evolucione.
El Evangelio aparece también en completa divergencia con lo que nuestra civilización aporta de lenitivo. Cada vez más
nuestra civilización nos propone garantías para todo. Pero Jesús pide que demos más de lo que creemos poseer. Llega a
enseñar incluso que es necesario morir para vivir.
Si se entra en la comprensión profunda de la doctrina evangélica, todos los hechos, incluso los más sencillos, pueden
adquirir un gran valor. La aceptación de un dolor, la actitud de un enfermo en la cama de un hospital, pueden hacer
crecer el potencial de nuestra humanidad y repercutir benéficamente en nuestros hermanos. El valor de los actos viene
dado por el amor que se pone en ellos. Esta grandeza de la «comunión de ,os santos» me ha impresionado siempre por
su carácter universal y admirable: lleva el sello divino.
Así, pues, el mensaje evangélico transfigura a los hombres. Da trascendencia al espíritu de acogida, al espíritu
cuestionador que propone la ciencia y cuya generalización universal nos gustaría ver. Si el mensaje evangélico se me
presenta como revestido de ana actualidad excepcional es porque, sin este amor entre los hombres al que nos invita con
tanta fuerza, sin este don de sí mismos que puede ir más allá de lo razonable, nuestro universo, aunque estuviese
organizado lo mejor posible, incluso transformado en una máquina perfecta que repartiera equitativamente los bienes
materiales, llegaría a ser cada vez más un gigantesco organismo gregario, una especie de monstruo perfecto,
esparciendo un dulce olor de antiséptico esterilizante.
No reneguemos de nuestro mundo moderno, maravilloso a pesar del vértigo y la inquietud que inspira a veces. A
nosotros nos toca evitar que engendre la catástrofe o la fría monotonía de una existencia demasiado programada o
aséptica. Nos hace falta mucho amor para hacerlo humano, capaz de saciar nuestra sed de felicidad. Entre la cárcel y el
paraíso está lo infinito del amor.»
(Louis Leprince-Ringuet, físico nuclear francés)
381
CONTEMPORÁNEO
«Porque has prometido estar con nosotros hasta el fin de la historia humana,
sabemos que no estamos solos;
Más aún, sabemos que nuestra soledad de hombres en camino
es el espacio anchuroso para recibir el mucho peso de tu amor,
que hace estallar de eternidad los limites de nuestro presente»
(Antonio L. Baeza)
«Prometiste estar con nosotros todos los días hasta el fin de los tiempos.
Lo prometiste cuando, dueño ya del mañana absoluto
en que te introducía tu Resurrección,
Señor de la Vida más allá de todas las formas de muerte,
encontraste esa manera, tan tuya, de comunicarte de
corazón a corazón, de misterio a misterio,
sin que la opacidad de nuestra niebla pudiera sofocar
esa Luz inmarcesible que inunda de tu Ser
los repliegues de nuestro peregrinar en el tiempo.
Yo estaré con vosotros -dijiste- día a día, hasta la plenitud de la historia.
Yo mismo seré ese futuro de Paz y Bien que toda vida anhela.
Yo, la raíz vitalizadora de todas vuestras empresas.
Yo, viniendo siempre de aquel Mañana
que jamás dejará de ser inspiración y coraje,
hacia el amor más puro y universal,
hacia el Abrazo que estrecha y funde toda miseria en gozo.
Ésta será la fórmula de mi Nueva y Eterna Alianza con los hombres:
Vosotros seréis mi cuerpo, y Yo seré vuestro Pan.
Yo alimentaré las fuerzas de vuestra esperanza,
siempre enhiesta en el corazón de todos los conflictos.
Yo os haré fuertes por el Amor, contra el dolor.
Y vosotros elevaréis entre los pueblos
el signo de un Dios comprometido con el hombre,
hasta ser Palabra hecha Carne, Misterio de Cercanía e Intimidad.
Yo seré el alimento que hace crecer en quien me come
la insatisfacción de todo lo que no soy Yo Mismo.
Y vosotros seréis mi Cuerpo, mis brazos para estrechar soledades,
mi boca para clamar contra seculares injusticias
que se clavan en la carne de los más débiles,
mis pies para salir a la búsqueda de todos los perdidos y olvidados,
mi corazón, en fin, para latir al unísono
con todos los corazones que desfallecen.
Pero Tú has prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo. Nosotros hemos creído que el dedo de Dios te
señalaba como a su Hijo Predilecto, y hemos querido abrirnos a tu Palabra, Palabra que chorrea sangre de todos los
crucificados de la historia.»
(Antonio López Baeza)
382
PRESENTE
«¿Cómo puede el hombre de hoy acercarse a Cristo, realmente y no con el mero recuerdo, en la singularidad de su vida
terrestre, si nos es imposible un retorno al pasado?»
(Ladislaus Boros)
«Hay dos «escuelas de pensamiento» que intentan dar una respuesta a esa pregunta.
La primera (más bien tradicionalista) afirma que nosotros -desde la visión de Cristo- estaríamos realmente presentes en
los sucesos de la vida de Jesús. El fundamento para ello sería el siguiente: (...)
El conocimiento de Jesucristo sobre las criaturas derivado de la contemplación directa de Dios era tan importante que
ante él retrocedían el tiempo y el espacio, y la historia entera se convertía en presente. En ese saber de Cristo (que desde
luego no era sólo conocimiento teórico, sino también sentimiento, amor y amistad) estábamos todos realmente
presentes, aun cuando en el tiempo no existiésemos todavía de ningún modo.
Jesucristo nos llevaba en su corazón a todos y cada uno de nosotros. Él asumió nuestra vida y la vivió con la suya. De
hecho, estábamos «allí»: en su nacimiento, en sus milagros, en sus actos de misericordia, en sus predicaciones y
enseñanzas, en sus correrías, en su oración del monte de los Olivos, en su muerte sobre la cruz, en su resurrección y en
su ascensión al cielo. (...)
La otra escuela (más bien progresista) se encuentra desconcertada ante tales afirmaciones. En el fondo se trata aquí de la
«presciencia» de Jesucristo, aunque también de la :presciencia» de Dios en general. (...)
Dios es omnisciente en el sentido de que conoce todo lo cognoscible. Pero, ¿qué es o «cognoscible» para Dios? (...) En
un mundo totalmente mecánico, Dios podría saberlo todo con antelación. Con la creación de la libertad -decretada por
Dios libremente- ha realizado ya una primera «encarnación», por cuanto renunció al ejercicio de una parte de su
presciencia. (...)
Aquí nos gustaría decidirnos por otra solución, que puede documentarse perfectamente por la tradición de los padres de
la Iglesia. ¿No sería posible decir que Dios empieza de nuevo?
Los planes divinos -pese a toda la superficialidad que afirma lo contrario- pueden frustrarse. La intervención de Dios en
la historia trabaja con la libertad creada por Él mismo, que la pone en peligro. Pero, a pesar de la desobediencia de la
criatura, Dios le sigue siendo fiel. Dios proyecta un plan de salvación y, cuando el hombre hace fracasar ;se plan, Dios
convierte ese fracaso en la salida para una nueva gracia. De ese modo, el querer, el obrar y el saber de Dios son
inmutables, inmutables como el amor que se deja rechazar, pero que todo lo transforma, incluso el rechazo, en una
entrega amorosa todavía mayor. (...)
La solución para la «simultaneidad con Cristo» sería, a nuestro modo de entender, una solución muy humana. Cristo nos
ha asegurado que estaría con nosotros en todo tiempo y que nos otorgaría su gracia. Es una promesa de coexistencia
personal. Sin duda que no necesitamos nada más. Toda «presciencia» y cualquier «predestinación» resultan así
insignificantes. Cristo está con nosotros en su decisión fundamental de querer permanecer con nosotros.»
(Ladislaus Boros, filósofo y teólogo alemán jesuita)
383
TRANSFORMADOR
«Jesús era un hombre imposible, una aurora insostenible de nueva humanidad, la transformación... divina de la
humanidad. No duró más que unos meses, el tiempo de ver que una deflagración en cadena iba a revolucionar el
mundo...»
(Gerard Bessiére)
En dos pequeñas novelas, este autor francés narra la historia ficción de un papa actual que abandona el Vaticano para
vivir entre la gente. En Nuevas andanzas del papa Jacinto, tiene lugar esta entrevista con el papa aventurero sobre Jesús.
(R. A.)
«-¿No tiene miedo de todo lo que va a poner en danza, del porvenir desconocido ?
-Sí, tengo miedo... Pero -su rostro se hizo más luminoso- hay que intentar ser cristiano ... No ha habido más que un
cristiano: Jesús.
-Bajó la voz y añadió tímidamente: -Saber con Él que se es amado y que se puede amar.
—¿ Y el resto? ¿La Iglesia?
-El resto es la administración y la viabilidad de lo sagrado, como dicen nuestros amigos los sociólogos. Se ha
catalogado a Jesús en el esquema elaborado de la divinidad, se le ha incensado y se le ha rendido culto, se le ha puesto
en la tumba envuelto con el lienzo y las vendas tejidas por la religiones desde miles de años. Hay una manera de decir
«Jesús es Dios», que le coloca entre los dioses paganos. Jesús trastocará siempre la idea que uno tiene de Dios.
—Pero las sociedades de Occidente ¿ no necesitan de la Iglesia ?
-Quizá. Pero han infravalorado el evangelio (...) Han desvirtuado el cristianismo. Mientras que Jesús era un hombre
imposible, una aurora insostenible de nueva humanidad, la transformación... divina de la humanidad. No duró más que
unos meses, el tiempo de ver que una deflagración en cadena iba a revolucionar el mundo... Le mataron. Desde
entonces, hacer el signo de la cruz es adherirse a esa revolución total de la humanidad, sabiendo que se corre peligro de
muerte. Se traza sobre el propio cuerpo ese signo de muerte.
—Pero, si Jesús es imposible, entonces, ¿cómo vivir?
-Jesús es imposible, sí, y precisamente por ser imposible es el auténtico camino de la humanidad. ¿Entiende por qué me
«marché», como dicen? La Iglesia estaba anquilosada, obstaculizada por sí misma ... Jesús ya no molestaba, era un
instrumento dócil para sacralizar el poder de los hombres de iglesia, justificar las empresas de los poderosos y dar una
armadura moral a las sociedades. Se pretendía mejorar los grupos humanos acompañándolos a lo largo de la historia y,
para hacerse aceptar de ellos, se aceptaban los compromisos y los silencios. Mientras que Jesús no buscó ser aceptado.
Al cabo de unos meses se hizo intolerable y le mataron. A lo largo de la historia, se le ha matado a menudo
pretendiendo adorarle. ¿Comprende lo que quiero decir?
—¿ Cree que los cristianos van a comprender, que le van a seguir?
-No todos... Pero es suficiente con algunos. Jesús murió joven, sin hacer gran cosa para asegurar el porvenir. Piense que
no escribió nada. Dejó un puñado de hombres (...) Nosotros tenemos que hacer surgir su rostro contemporáneo.
Devolverle la vida.»
(Gerard Bessiére)
384
JESÚS, SIEMPRE Y MÁS
PARADIGMA
«Si Jesús de Nazaret es el interlocutor decisivo, el punto de referencia al cual es preciso que volvamos incesantemente,
es porque, como nadie, Él nos hace medir lo que es el hombre.»
(George Casalis)
«Ante una cristología que desciende de lo alto, el Verbo que se hace carne y permanece entre nosotros como en
territorio de conquista, parece preferible una concepción que parta de la base. Cristo sale de nuestras filas comunes y
sube progresivamente al vértice de la experiencia divina. Él es carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos. Éste
es el punto que es preciso tener presente ante todo. Hemos atribuido a Jesús una condición humana particular, diversa;
deberíamos, por el contrario, concederle toda nuestra imperfección y falibilidad de criaturas. No podemos imitar a un
Dios hecho hombre; podemos, por el contrario, confrontarnos con un ser igual a nosotros, que ha superado nuestras
mismas pruebas y nos ofrece el camino para superarlas.
Cristo nos anuncia una experiencia ulterior, gloriosa, celestial, divina, que no podemos comprender y medir ya, pero
que podemos aceptar serenamente, basados en la comparación que llegamos a hacer con su primera existencia parecida
a la nuestra.
El evangelio nos invita a recorrer el itinerario terrestre de Cristo, a repetir sus decisiones, sus actitudes, sus
comportamientos, y nos pide esperar el encuentro con la nueva realidad, futura, trascendente, que la realidad terrena va
madurando. Los apóstoles han visto al Cristo terrestre y han pisado sus huellas, convencidos de alcanzar a través de tal
sendero su gloria celestial. El cristiano es otro Cristo, porque hace propia su ley y cree conseguir hasta el fondo, hasta el
ingreso en la familia de Dios, la fruición de un real, aunque misterioso, parentesco con él. Dios y el hombre no son dos
realidades contrapuestas, antagónicas, sino que tienen entre sí un destino común y por tanto una connaturalidad de
existencia también, y de vida. Cristo lo ha anunciado y demostrado. Su misterio se resuelve en una excepcional
interferencia divina, pero tiene valor solamente en cuanto es la manera de realizarse de todo hombre.»
(Ortensio da Spinetoli, teólogo italiano)
«Se habla siempre -dice Dios- de la imitación de Jesucristo. Pero no hay que olvidar que mi Hijo comenzó por una
singular imitación del hombre, singularmente fiel, hasta la identidad perfecta, cuando revistió perfectamente su carne
mortal, y cuando perfectamente le imitó en su nacer, en su vivir, en su sufrir y en su morir.»
(Charles Péguy, escritor francés)
«Roma fue un mercado de dioses, tomados de préstamo a los pueblos conquistados. Una doble aglomeración del cielo y
la tierra. Una náusea. Y he aquí que, en aquella orgía de mal gusto en oro y mármol, llegó él, ligero, vestido de luz,
fundamentalmente humano, voluntariamente provinciano, el Galileo. Y desde ese instante, los pueblos y los dioses
dejaron de existir, y comenzó ... el hombre.»
(Boris Pasternak, escritor ruso)
385
INVENTABLE
«Probablemente, Jesús no vino a decirnos «así tenéis que vivir», ni siquiera «así viví yo», sino simplemente «yo vivo».
No hay que vivir como Jesús, sino «con» Jesús. ¡Cuántas veces nos enredamos en esa inútil reflexión «qué haría hoy
Jesús»! En el fondo, acaso tratamos de eludir lo que nosotros debemos hacer con Él»
(Bernardina M. Hernando)
«El atormentado, solitario, lúcido cura de una novela de Montaurier (Camine a travers le feu) encuentra un insólito
«reproche» que hacer a Cristo «de quien se ha dicho que participó de todos nuestros sufrimientos»: no conoció la
prueba de no contar con el refugio de un afecto familiar.
Efectivamente, Cristo nunca supo lo que era vivir sin familia. Incluso cuando abandonó la casa familiar para lanzarse a
su predicación siempre tuvo cerca el cariño de primos y parientes y, probablemente, el de su propia madre. Desde luego,
Jesús nunca supo lo que era quedarse totalmente huérfano: su madre le sobrevivió. El aterido cura de Montaurier, al
descampado de cualquier afecto familiar, rumia su soledad en la noche oscura de la fe.
La verdad es que uno quisiera encontrar precedentes, todos los precedentes para sus propios problemas, en la vida de
Jesús. Porque lo que uno quisiera es copiar y no tener que inventar. Por eso han tenido siempre tanto éxito las
«imitaciones» de Jesús, los formularios, las recetas, las repeticiones. Para mucha gente, ser religioso es hacer lo
mandado, cumplir un cometido, rellenar un formulario. Cuadricular la vida sobre una clara falsilla que ya nos dan
hecha. Leer el evangelio, comprobar qué hizo Jesús y hacer nosotros lo mismo. (Luego resulta que no nos sale, claro...)
Pero la vida está llena de momentos sin precedentes y sin posible repetición. Mucho antes que repetir, la fe es tener
capacidad de inventiva. Es poseer el fuego original que alumbra un camino difícil: no disponer de un camino
enveredado. Si la vida es un laberinto, la fe es el hilo de Ariadna que permite salir de él. Es la fuerza que nos empuja a
recorrer el laberinto sin morir, que nos permite fallar mil veces la salida sin desfallecer del todo, el coraje que nos
permite confiar en el hueco final y en la apasionante aventura del recorrido mismo.
Probablemente, Jesús no vino a decirnos «así tenéis que vivir», ni siquiera «así viví yo», sino simplemente «yo vivo».
No hay que vivir como Jesús, sino «con» Jesús. ¡Cuántas veces nos enredamos en esa inútil reflexión de «qué haría hoy
Jesús»! En el fondo, acaso tratamos de eludir lo que nosotros debemos hacer con Él. Nos han dicho que nos hagamos
como niños y confundimos el niño con el hombre sin voluntad ni coraje. ¿No os habéis fijado que cuando un niño
«copia» transforma lo copiado? Dicen que copia mal porque es inhábil. La verdad es que el niño no copia jamás:
inventa. Su inseguridad no es falta de inventiva, sino oscura conciencia de que hay demasiadas cosas que se le escapan.
El viejo tiembla porque sabe y el niño tiembla porque imagina. Ser como niños es temblar cuando se inventa. En ningún
caso, copiar.»
(Bernardino M. Hernando, escritor y periodista)
386
VIVIBLE
«En el fondo, sólo ha habido un cristiano y murió en una cruz»
(F. Nietzsche)
«Quizá más de uno tenga en la punta de la lengua la pregunta que me formuló una persona durante una reunión: «Yo no
soy Jesús, no puedo ser el cristiano perfecto. Ser cristiano ¿es la búsqueda de lo imposible?». ¡Qué pregunta tan buena!
Sí, ser cristiano es la búsqueda de lo imposible, porque se puede decir con Nietzsche: «En el fondo, sólo ha habido un
cristiano y murió en una cruz». La servidumbre y grandeza del hombre está en verse abocado a lo imposible, y acoger a
Dios yendo perpetuamente más allá de sí mismo. El duro y prodigioso destino de la humanidad consiste en anidar
presentimientos de futuro que parecen sobrepasar sus posibilidades. Este horizonte que le parece inaccesible sostiene y
espolea su marcha, mediante no se sabe qué divina imantación.
Y en la debilidad obstinada del hombre, la fuerza de Dios no cesa de germinar. Ser cristiano, ¿búsqueda de lo
imposible? Sí, afortunadamente . Porque no se trata de poseer una condición cristiana cuyas exigencias habríamos
satisfecho, sino al contrario, de ir siempre adelante. Ser cristiano no es igualar a Jesús, sino seguirle.»
(Gérard Bessiére, escritor francés jesuita)
«Aun cuando no es fácil responder a estas preguntas, hemos de decir llana y objetivamente que es cierto que la
Encarnación establece para nosotros una escala en la que Jesucristo es la única norma de nuestra vida, que propiamente
no puede enjuiciarse desde una norma superior y más abstracta, de la cual yo pudiera afirmar: Esto y aquello es una
contingencia por la que puedo quejarme a Jesús, pero que seguramente, y por descontado, no hace a mi caso.
Prescindiendo de todas las fórmulas ascéticas habituales, deben ustedes hacerse esta consideración: Cuando una mujer
que quiere a su marido de todo corazón exclama repentinamente «¡Qué horror, mi marido está enfermo de cáncer, no
tiene remedio!», pronto se le formula claramente el deseo de «¡Ojalá también yo tuviera cáncer! ¡Tampoco yo quisiera
estar mejor que mi marido!». ¿Podríamos nosotros afirmar que nos resulta tan connatural esa lógica del amor? Y sin
embargo, teológicamente, tenemos que decir con toda serenidad que Jesucristo con su vida concreta es la ley de nuestra
vida.
Desde luego que no se puede decir simplemente: «Bien, tengo que copiar al pie de la letra en mi vida cada paso
concreto de la suya». Y por ello surge el problema de hasta qué punto, por ejemplo, la pobreza, las humillaciones, las
persecuciones, etc. de Jesús son para nosotros algo digno de ser imitado, cuando no podemos copiarle en cada uno de
sus hechos concretos. Aquí hay un límite que no se puede trazar de un modo tajante a base de razones y reflexión. En el
terreno puramente teórico hemos de mantener la doble afirmación de que la vida concreta de Jesús es la norma suprema
de nuestra vida, jamás sujeta a crítica desde una norma superior, y de que no podemos ni debemos copiar simplemente a
Jesús, porque en razón precisamente de nuestra situación particular hemos de prolongar la vida de Jesús de un modo
nuevo, porque la plenitud del Espíritu de Jesús, que ni siquiera en su historicidad concreta es objetivable de una manera
adecuada, debemos reproducirla en nuevas situaciones históricas, a fin de que Jesús siga viviendo realmente hasta el fin
de los tiempos en aquellos que le pertenecen.»
(Karl Rahner, teólogo alemán jesuita)
387
IMITABLE
«Señor Jesús, tu no viniste al mundo para ser servido,
ni tampoco para ser admirado o, simplemente, adorado.
Tú has deseado, solamente, imitadores.
Por eso, despiértanos, si estamos adormecidos en este engaño de querer ad
mirarte o adorarte, en vez imitarte y parecemos a ti»
(Soren Kierkegaard
«Nadie será capaz de calibrar cuánto ha podido dañar al entendimiento de su humanidad y de su misión una afirmación
demasiado rápida, superficial y construida de h divinidad de Jesús.
Jesús no está únicamente en el origen del cristianismo. Es mucho más que el fundador que con una autoridad divina
establece las estructuras e instaura los poderes de 1< jerarquía; no podría haberlo sido, si ciertamente hubiera tenido
tiempo para ello, más¡ que de un modo sumario, teniendo que adaptarse a las condiciones sicológicas y socia les de la
época, limitarse a las necesidades y posibilidades de los hombres de su tiempo y de su país, sin cuidar, al menos de un
modo explícito, todo aquello que sería necesario en el futuro.
Jesús es mucho más que el bienhechor humano-divino que enriquecería a los cristianos con sus infinitos méritos;
actuando así, les hubiera confirmado, de una forme indirecta, paradójica, en una práctica religiosa relativamente exterior
y limitada que se bastaría a sí misma; precisamente lo que se esforzó en hacer superar a sus discípulos.
En medio del recuerdo viviente y activo que tienen sus discípulos de él, por la fermentación espiritual que suscita
calladamente en los hombres, Jesús les llama sin cesar para que le descubran más íntimamente, le sigan con más
prontitud y constituyan comunidad capaz de llevar su espíritu, de desarrollarlo y, mediante ello, de testimoniarlo con
autoridad, como él y con él, en todo lugar y tiempo, en la fe que se enfrenta a lo imposible, como lo hizo él mismo.»
(Marcel Légaut, científico francés)
«La vida de Cristo está hecha de decisiones no sobre tal o cual aspecto del orden social o de la vida personal, sino sobre
el único problema de los fines. Jesús no es un revolucionario que buscase transformar las estructuras, como lo
pretendían los zelotes de Bar Kochba. Tampoco es un predicador de penitencia como Juan Bautista, que tan sólo se
dirigía a las conciencias. Él es el hombre, plenamente hombre, que en cada una de sus acciones nos enseña a encararnos
con los fines más lejanos. Y no se puede conocer a Dios más que a través de este hombre que interpela y convoca.»
(Roger Garaudy, filósofo francés)
«Creo que la clave para que el ideal humanista de Jesús pueda ser operativo hoy -siempre, claro es, como ideal, que
inspira y queda inalcanzado- estará en que surjan hombres realistas que, profundamente enraizados en la vida de nuestro
siglo, comprendiendo sus aspiraciones y posibilidades, comprendiendo también la tradición cristiana pero de modo
crítico y sin temor a serios replanteamientos, busquen algo así como «lo que Jesús haría en nuestro momento»
(José Gómez Caffarena, filósofo y teólogo español jesuita)
388
NORMATIVO
«Por ser su persona la encarnación viva de su causa, Jesús no podrá jamás convertirse en un retrato vacío y
desangelado, en una máscara sin vida, en el objeto domesticado de un culto a la personalidad. Este Cristo vivo es el
mismo Jesús de Nazaret que vivió y predicó, actuó y padeció»
(Hans Küng)
«Cuando el hombre se entrega a Jesús como a la norma decisiva, cuando se deja afectar por la persona de Jesús como
por el modelo básico de una manera de ver y vivir la vida, queda transformado en todo su ser. Jesús no es una meta
externa, una dimensión vaga, una regla general de conducta, un ideal fuera del tiempo. Repercute e influye en la vida y
la conducta humana no tanto desde fuera como desde dentro.
La imitación de Cristo no implica sólo información, sino formación: no un cambio superficial, sino un cambio del
corazón y, en fin, del hombre entero. Formación de un hombre nuevo: una nueva creación que tiene lugar en los
diversos contextos, marcados por factores individuales y sociales, de la propia vida y en lo que ésta tiene de propio y
peculiar sin huella alguna en la uniformidad.
Podríamos resumir la peculiar significación de Jesús para la praxis humana diciendo que él, por sus palabras y acciones,
con su plasticidad, perceptibilidad y realizabilidad, es en su persona la invitación, la llamada, la exigencia para el
individuo y la sociedad. En su condición de modelo básico y decisivo de ver y vivir la vida, Jesús ofrece, lejos de todo
legalismo y toda casuística, ejemplos, signos, orientaciones, directrices y paradigmas que invitan, obligan y exigen. Y
así es como impresiona e influye, modifica y transforma a los creyentes y con ellos la sociedad humana.»
«El seguimiento o imitación es lo que distingue a los cristianos de los discípulos y partidarios de otros grandes hombres,
puesto que los cristianos están vinculados a la persona de Cristo: no sólo a su doctrina, sino también a su vida, muerte y
nueva vida. Ningún marxista o freudiano pretendería nada semejante en relación con su maestro. Aunque Marx y Freud
hayan compuesto personalmente sus obras, su doctrina, pueden ser radicalmente separadas de su persona. En cambio,
los evangelios, la «doctrina» (mensaje) de Jesús no son inteligibles en su auténtico significado si no se sitúan a la luz de
su vida, de su muerte y de su nueva vida: su «doctrina» en el Nuevo Testamento no es separable de su persona.
Para los cristianos, Jesús es indudablemente un maestro, pero es también mucho más que un maestro: es la encarnación
personal, viva y dominante de su causa.
Y por ser su persona encarnación viva de su causa, Jesús no podrá jamás convertirse -como un Marx o un Engels en
ciertos sistemas totalitarios- en un retrato vacío y desangelado, en una máscara sin vida, en el objeto domesticado de un
culto a la personalidad. Este Cristo vivo es el mismo Jesús de Nazaret que vivió y predicó, actuó y padeció. Este Cristo
vivo no invita a una copia servil, sino a una imitación práctica y personal.»
(Hans Küng, teólogo suizo)
389
ATRACTIVO
«El moralizar sobre los misterios de la vida terrestre de Jesús corre el riesgo de permanecer superficialmente en nuestra
relación personal con el Señor. La imitación de Cristo implica la operación a largo plazo de Cristo resucitado en la vida
del hombre»
(David M. Stanley)
«He de descubrir por mí mismo el atractivo supremo de Jesús, simplemente por lo bien que resuelve cualquier situación
humana. Sin embargo, es fundamental la fe en la realidad de la encarnación y el aprecio por su significado en nuestra
existencia, que nos da la última y satisfactoria razón para nuestra imitación de Cristo. La Palabra de Dios, su Hijo, la
perfecta imagen y expresión del Padre, se hizo tan completamente hombre que, en la contemplación de su vida humana,
podemos discernir los rasgos escondidos del Dios invisible. En verdad, una vez que el presente camino de salvación fue
ordenado por Dios, el Verbo encarnado, tanto en su vida humana como en su vida divina, se vuelve la piedra angular en
la vida de todos los hombres, sépanlo ellos o no. Cuando los teólogos afirman que no hay otra gracia sino la gracia de
Cristo, entienden que no hay favor divino otorgado al hombre independiente de Cristo. La gracia es una participación en
la vida divino-humana del Señor. Ahora bien, el fin explícito de la revelación del Nuevo Testamento, especialmente de
los cuatro evangelios, es enseñarnos la verdad salvífica de que nuestras vidas están totalmente orientadas a nuestra
incorporación en Jesucristo.»
(David M. Stanley, biblista)
«La imitación de Cristo no es la observancia de unos principios morales realizados en Jesús acaso de un modo ejemplar,
pero que, en realidad, tendrían un valor y podrían conocerse independientemente de él. Seguir a Cristo es más bien
entrar, realizándolo, en el movimiento de su vida y, así, en la vida divina que se nos da.
El llamamiento a la imitación de Cristo no nos llega, en primera y última instancia, en palabras venidas de fuera y que
nos empujan por un camino no conforme a nuestra naturaleza, sino que es, en definitiva, el despliegue necesario de lo
que ya somos en nosotros mismos: destinados, por virtud de nuestra más íntima esencia, a la vida de Cristo.
La verdadera imitación de Cristo, en la convivencia con él, consiste, pues, en hacer que la ley interior de su vida obre en
cada diversa situación personal. La imitación de Cristo es digna de vivirse, no cuando meramente se intenta multiplicar
su vida -sin posibilidad de lograr más que agudas copias-, sino cuando realmente se la prolonga. Entonces interesa al
mismo Dios y logra eternidad con el Hijo del hombre elevado a la diestra del Padre.(...)
Cristo quiere una imitación enteramente obediente, pero no que nos limitemos a un seguimiento pedisecuo, que sería
más cómodo. Cada uno de nosotros tiene que cumplir, en nombre de Cristo, una tarea de la que nadie le puede eximir.
Una y otro, la obediencia a la ley de Cristo universalmente válida y el valor para el sello personal, que en realidad
representa la forma más radical de obediencia, se siguen parejamente de la naturaleza de la imitación del Señor.»
(Karl Rahner, teólogo alemán)
390
INSPIRADOR
«Los misterios de la vida de Jesús no son «ejemplos» o patrones a calcar que originan leyes morales, sino que son en su
vida hitos que van señalizando el itinerario de su plena realización personal»
(J.R. Guerrero)
«En la actualidad, tanto la teología como la praxis de las comunidades cristianas intentan comprender el seguimiento de
Cristo, liberándolo de interpretaciones erróneas. Frente a la simple imitación de actos del Jesús terreno, se intenta
descubrir los valores según los cuales construyó su vida y dio un sentido y una significación a su existencia, basada
sobre todo en el servicio y en el amor. Por otra parte, los misterios de la vida de Jesús tienden lógicamente a ser
liberados de su condición de meros ejemplos o ilustraciones, de los que se deducen leyes morales que apenas dicen
relación con el sentido total de la vida de Jesús; en ellos hay que tratar de descubrir la auténtica dimensión redentora y
liberadora. La redención no puede ser interpretada como una transacción comercial de Jesús con Dios -«yo muero y tú
perdonas»-, sino como el inicio de un camino de liberación.
Por otra parte, la vertiente individualista de la imitación tiende a ser corregida en nuestros días con la experiencia
comunitaria del seguimiento de Jesús, por medio de la cual unos hombres emprenden en fraternidad y solidaridad una
aventura semejante a la suya. Es la comunidad la que ha de descubrir y experimentar un proyecto de vida en el mundo
según el testimonio de Cristo Jesús.»
«Intentar provocar en el anuncio o catequesis de Jesucristo un sentimiento de imitación resulta equivocado, porque tal
imitación acaba centrándose en la elaboración ideológica de actitudes secundarias de su persona. Todos somos
conscientes de las aberraciones piadosas y del variado número de excentricidades a que ha dado lugar la tendencia a la
imitación de Jesús. Normalmente, la imitación se ha reducido a proyectar en Jesús los propios valores y deseos
humanos de realización, con el peligro de consolidar de este modo una serie de desviaciones que necesitan antes de
nada una corrección. La consideración de Jesús como el gran modelo de la tendencia ética que existe en los hombres se
fundamenta en el ideal del platonismo, que prescinde en último término de la historia de aquel que intenta imitar.
Además, históricamente, esta imitación se ha centrado en una serie de actitudes pasivas e individualistas: paciencia,
sufrimiento, sumisión, obediencia, anonadamiento..., que han originado una pérdida de crédito de la fe cristiana.
La ausencia de creatividad, fantasía y audacia en muchos cristianos tiene su origen en esta cómoda actitud imitativa de
actos concretos y actitudes precisas, que dejan de lado el sentido totalizante de la vida de Jesús. Aquí están también las
raíces de una actitud gregaria y pasiva, que ha constituido el mejor abono para el florecimiento de ideologías totalitarias
en el seno de sociedades cristianas.
En un anuncio de Jesús hoy, ha de evitarse vincular la aceptación de Jesús con la imitación de hechos y sucesos de su
vida que pueden abocar al creyente a la anulación de sí mismo y a la negación de la propia personalidad. Los misterios
de la vida de Jesús no son ejemplos o patrones a calcar que originan leyes morales, sino que son en su vida hitos que
van señalando el itinerario de su plena realización personal.»
(José Ramón Guerrero, teólogo)
391
BRÚJULA
«El Occidente ha perdido a Cristo, y es por eso por lo que muere, únicamente por eso.» «Repudiado Cristo, el espíritu
humano puede alcanzar los más perturbadores resultados.»
(Fedor Dostoievski, en su Diario)
«En el curso de la historia, muchos hombres han ejercido una influencia sobre millones de personas: Confucio, Buda,
Sócrates... Después de muchos siglos, e incluso de algunos milenios, su nombre no se ha olvidado. Pero la historia no
ofrece analogías -en cuanto a la intensidad y la amplitud- con lo que ocurrió «en su nombre» (Hch 3, 16), cuando el
hombre Jesús terminó de recorrer los caminos de Galilea y de Judea.
Tampoco admiten comparación los nombres que se le han dado. Por millones de personas ha sido venerado como
«redentor del mundo», como «hijo de Dios», como «persona de la misma naturaleza que el Padre», o sea, como persona
igual a Dios, en cierto sentido divina.
De generación en generación los sentimientos y los ideales que apelan a su nombre han inspirado a individuos geniales,
a naciones enteras, a épocas y movimientos esplendorosos. Con su nombre en los labios han caído muchos mártires y
han muerto muchas personas. Hombres buenos y malos han profesado su fe. Los pensadores más profundos han
consagrado muchas veces su vida entera a pensar sobre él, sobre su mensaje, sobre lo que fue realmente y sobre lo que
no fue, sobre lo que enseñó y sobre lo que no enseñó. El carácter dramático de la historia bimilenaria del continente más
dinámico y más influyente hasta ahora está relacionado indudablemente -en mayor o menor medida-con su nombre, con
su «mensaje», con el evangelio (en griego, buena noticia), con las luchas encarnizadas por su interpretación, con las
consecuencias más heterogéneas de las diversas interpretaciones.»
(Milán Machovec, escritor marxista)
«Sobre la tierra lodos andaríamos errantes, si no tuviéramos la preciosa imagen de Cristo para guiarnos, sucumbiríamos
y erraríamos del todo, corno el género humano antes del diluvio.»
(Fedor Dostoievski, en Los hermanos KaramazovJ
«La continua y violenta polémica anti-eclesiástica, que recorre los siglos todos de la edad moderna, se ha detenido
siempre y ha callado reverente ante el recuerdo de la persona de Jesús, por sentir que la ofensa inferida a él sería una
ofensa para ella misma, a las razones de sus ideales y a lo más entrañable de su corazón. A diferencia de otros
personajes y hechos gloriosos de la historia y la poesía, ante la figura de Jesús nadie se ha atrevido a chancearse.»
(Benedetto Croce)
«La religión encarnada en Jesús es para nosotros el manantial más profundo e intenso de la vida divina. Hay que
reconocer en él la más eminente de las personalidades religiosas, de la que aun hoy puede brotar en forma
incesantemente renovada, una
fuerza espiritual sin par en toda la historia.»
(N. Martinetti)
392
ÚNICO
«Jesucristo es el quicio de la historia»
(Hegel)
«¿Qué importancia tienen los pequeños enigmas de la historia en torno a los cuales ;e escriben volúmenes enteros y
glosas? Lo esencial está en el enigma que nos plantea este hombre semejante a nosotros, cuyas palabras y gestos
desencadenan en todo momento fuerzas desconocidas: el misterio de un hombre que pertenece a la historia pero carece
sobrepasarla.»
(Henri Daniel-Rops, historiador)
«Aun sin haberío visto, lo amáis; aun sin haberío visto, creéis en él, y le cantáis jubilosamente con una alegría indecible
y brillante, porque os ha conseguido el objeto de vuestra fe, vuestra salvación definitiva» (1 Pt 1, 8-9) Con estas
palabras toca el autor le la primera carta de Pedro en el secreto y misterio de la fe cristiana y de su historia, que reside
en el poder de convocatoria que emana de Jesucristo, aunque él, dicho trivialmente, haya muerto ya hace casi dos mil
años.
Lo que Cristo significa para la fe y para la vida humana no se deja captar suficientemente con métodos estadísticos y
científicos. De captarlo son capaces solamente las acciones de la fe en la medida en que se han desbordado hacia fuera y
se han materializado en testimonios de esa fe, en palabras y obras. Por lo que podemos observar, esas exteriorizaciones
nos muestran una gran variedad de cómo fue recibida la fe en Cristo en los diversos tiempos, pueblos y culturas,
acomodándose en cada caso a la necesidad y comprensión de cada momento.
La fe viva en Cristo nunca consistió solamente en una pasiva recepción de dogmas y "verdades eternas". Al contrario,
condujo siempre a un contraste productivo, a una configuración creadora. Con todos los medios del lenguaje, del
pensamiento, de la vida práctica y del arte que había disponibles se dio en cada momento una respuesta a lo que Cristo
interpelaba al hombre.
La fe, con todo, pertenece más bien a la historia interior de la humanidad, historia que se manifiesta, pero no se agota en
los testimonios exteriores. Al lado de la mera «historia de superficie», que para muchos vale como la única real e
interesante, existe también la «historia de lo profundo», de la vida escondida, de la mística y del oculto amor entre los
hombres, en la que difícilmente puede mensurarse en qué medida contribuye a la realidad del mundo; tal vez sólo se
advierte cuando se sale de ella. El señorío de Cristo se juega principalmente en la historia profunda. Allí, en una
dimensión imposible de alcanzar por ninguna instancia de control, se ventila el más íntimo creer, esperar y amar del
hombre.» (Josef Blank, teólogo)
«Jesús fue el hombre que rompe todos los esquemas» (E.Schweitzer)
«Jesús fue el heroísmo hecho hombre» (Karl Adam)
«Jesús fue, efectivamente, el más grande de los hombres. Y la humanidad está hoy orgullosa de él. Sí, tal vez sea éste el
más alto orgullo de nuestra raza: que él haya sido uno de nosotros.» (José Luis Martín Descalzo, escritor)
393
GUÍA
«Nada de lo que dijo este hombre a los hombres de Palestina ha sufrido la mínima pérdida de valor para los hombres de
hoy. Mientras la historia ha destruido tantas verdades a lo largo de dos mil años, como desintegrará las del milenio
próximo, su palabra sigue siendo igual a sí misma, presente en todos los tiempos y más allá del tiempo»
(Chabanis)
«La tentación de considerar a Jesús como un gran maestro de vida práctica, un filósofo de la existencia, es grande. No
es que, efectivamente, Jesús no fuera eso, pero nosotros creemos que fue muchísimo más. Como filósofo práctico Jesús
no pasaría de ser un hito en la humanidad acaso más por lo que ha influido en ella, a través del masivo conocimiento de
su doctrina que por la propia doctrina en sí a la que podrían buscarse paralelismos abundantes en esta o en aquella
sentencia, en este o en aquel aspecto.
Escribe Ladislaus Boros que «todos los grandes filósofos son grandes en cuanto que permiten superar sus propios
sistemas en virtud de los principios que ellos mismos han establecido»... El caso de Jesús es que su -llamémoslo-
«sistema» no es superable porque no está hecho para «escalar», sino para profundizar. Jesús no da normas: descubre
mundos. No explica silogismos: inicia caminos. No trata de dar una explicación del universo o del hombre: descubre a
Dios Padre. Y ahí no hay superación que valga, sino progresiva, infinita maduración, ahondamiento permanente. («En
lo incomprensible no se entra: es un muro; en lo insondable no se acaba de entrar: es un océano», escribía Varillón).
Jesús no es un señor que vino a decirnos cómo teníamos que vivir -que también lo dijo pero en forma ... muy «informe»
y muy poco «cuidada»- o qué teníamos que hacer o cuál había de ser el sistema de nuestra convivencia. Dijo mucho
más que eso, más importante que eso, más definitivo: nos dijo que Dios era Padre, que nos amaba, que nos estaba
esperando y que nosotros somos hermanos que aman y esperan también. Jesús juntó la gran esperanza humana con la
Esperanza de Dios que llegan a encontrarse por Él y en El. Nos reveló el Amor el Padre de manera increíblemente
nueva: no por los gestos pasados y las palabras antiguas, sino por su Vida y su Muerte.
Jesús es mensaje y mensajero en una sola pieza, de una vez. Es Palabra eficaz, es sacramento. Realiza al mismo tiempo
que promete. El Maestro se enseña a sí mismo. No dice: «os voy a decir lo que tenéis que aprender». Dice: «aprended
de Mí». Es el Maestro y la doctrina. Es la Verdad y la Vida. Es el Camino y el compañero de viaje.
En fin, eso creemos los cristianos. Por eso nos quedamos poco satisfechos cuando alguien nos alaba a Jesús como
maestro grande de la filosofía de la vida y nos manifiesta su admiración por «aquel» gran hombre que «fue» Jesús. Para
nosotros no «fue»: ES. Pero no menos insatisfactorio es constatar que Jesús, el Hijo de Dios, resulta, para muchos de
sus discípulos, tan divino, tan divino que lo dejan relegado a una especie de luminosa aparición descomprometida y
descomprometedora. Dios que se revela. Nada mas.
Jesús es Dios que se revela y se queda. Es la incitación permanente.»
(Bernardina M. Hernando, escritor y periodista)
394
HOMBRENUEVO
«Jesús es mucho más que un personaje del siglo primero; como modelo mítico es la quintaesencia de un hombre-nuevo,
es la resolución de la paradoja humana atrapada entre una vida precaria y una muerte definitiva»
(Santos Benetti)
«Muchísimos españoles ven en Cristo un personaje divino y ante él se sitúan unas veces en posiciones preferentemente
mágicas (manipulación de la divinidad a base de actos de petición, sobre todo), otras en posiciones tabuísticas o
religiosas de quienes están marcados por la preocupación preferentemente legalista del cumplimiento de la voluntad del
«ser divino» expresada en la ley o por la abstención de actos que le pueden enojar... Para este tipo de personas, Cristo
sería un «dios» en la línea de la religiosidad natural, que ha encontrado cauce de expresión dentro del cristianismo y de
las instituciones oficiales de la iglesia...»
(E. Vergara - F.J. Alonso, en El Cristo de los españoles)
«Dejando por ahora otros mitos más modernos en los cuales creemos a pie juntillas, no podemos ignorar que Jesucristo
es el gran «mito» que está en la raíz de nuestra cultura. A muchos les asusta la palabra «mito» aplicada a Jesucristo,
pues piensan que con ese apelativo lo desvalorizamos como figura histórica realmente existente. Pero es gracias al mito
como Jesús sigue siendo no un simple personaje del pasado, sino un modo de ser del hombre.
Efectivamente, los Evangelios nos dicen muy poco del Jesús histórico. En cambio, toda su preocupación es mostrar
cómo en Jesucristo la comunidad cristiana descubrió el modelo ejemplar de la existencia humana. No hablamos de un
modelo para ser imitado en lo exterior y superficialmente; se trata de un modelo interior, de una manera de ser hombre-
trascendente.
Con un simbolismo similar al del Antiguo Testamento, Jesús es presentado como el nuevo Moisés, el nuevo Mediador
entre lo terrestre y lo divino, entre un modo de ser precario y otro modo de ser definitivo.
En Jesús los primeros cristianos descubrieron mucho más que un hijo de María y José, mucho más que un crucificado a
manos de los romanos, mucho más que un héroe revolucionario.
Jesús es la nueva humanidad que atraviesa el desierto de la vida, que lucha contra situaciones adversas, que se siente
solo y abandonado, que comparte en su interior la desesperanza de una guerra suicida, pero que al fin y al cabo,
asumiendo toda la situación humana, logra remontar con ella más allá de esta orilla, de esta tierra, de este modo de vivir
y morir.
Jesús es mucho más que un personaje del siglo primero; como modelo mítico es la quintaesencia de un hombre-nuevo,
es la resolución de la paradoja humana atrapada entre una vida precaria y una muerte definitiva.
Por todo eso, Jesús es totalmente carne y totalmente espíritu; totalmente hombre y totalmente Dios; totalmente muerte y
totalmente vida. Es el sí y el no hechos carne para no ser ni sí ni no, pues un nuevo principio lo absorbe desde dentro: el
Espíritu.»
(Santos Benetti, escritor argentino)
395
ORABLE
«Si quieres curarte, Él es médico / si ardes de sed, Él es fuente / si necesitas ayuda, Él es fuerza / si temes la muerte, Él
es vida / si huyes de las tinieblas, Él es luz / si tienes hambre, Él es alimento»
(Ambrosio de Milán)
«Tómanos, Cristo, para servirte.
Concédenos el no tener por Señor a nadie más que a Ti,
de no servirte más que a Ti. / Haznos más audaces y más rectos,
y haz que nuestros corazones sean más puros.
Críbanos como hace el ahechador del trigo, que es su alegría.
Ármanos de fiereza para la fe. / Ármanos de bondad para el amor.
Ármanos de fuerza para la esperanza. / Cristo, Cristo, tómanos para servirte.»
(Paul Doncoeur)
«Oh Señor, / Ve delante de nosotros para guiarnos,
Ve detrás de nosotros para impulsamos, /Ve debajo de nosotros para levantarnos,
Ve sobre nosotros para bendecirnos, / Ve alrededor de nosotros para protegernos,
Ve dentro de nosotros para que, con cuerpo y alma,
Te sirvamos para gloria de tu Nombre.»
(Natham Sóderblom, luterano)
«Que Jesús venga siempre conmigo, a lo largo de todo mi viaje.
En las penas, que venga conmigo.
Cuando se acerque la noche, quiero que Jesús venga siempre conmigo.
En la lucha, que venga conmigo.
Cuando el cuerpo no resista, quiero que Jesús venga siempre conmigo.
En la agonía, que venga siempre conmigo.
Cuando más me pese el vivir, quiero que Jesús venga siempre conmigo.»
(Negro espiritual)
«Maestro, ¿dónde vives?» / «Jesús, no tienen vino»
«Señor, dame de esa agua, para no tener sed»
«Señor, si quieres, puedes limpiarme» / «Señor, no tengo a nadie»
«Señor, no soy digno de que entres en mi casa»
«Señor, sálvanos, que perecemos»
«Señor, mándame ir a Ti sobre las aguas» / «Señor, sálvame»
«Señor, danos siempre de este pan» / «Señor, ten misericordia de mí»
«Señor, creo, pero ayuda mi incredulidad»
«Ayúdanos, compadecido de nosotros»
«Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas»
«Señor, aquel a quien amas está enfermo» / «Auméntanos la fe»
«Señor, que yo vea» / «Quédate con nosotros, que anochece»
(Peticiones evangélicas a Jesús)
396
TRIDIMENSIONAL
«El ser real de Jesús es comparable a un objeto situado en una tercera dimensión, y que quisiéramos reducir a nuestras
dos dimensiones»
(Karl Barth)
«Uno siempre piensa en Él como en un joven recién casado seguido por sus compañeros; y de este modo se describe a
sí mismo en algún pasaje; como un pastor que va por el valle con sus ovejas en busca del prado verde o del fresco
arroyo; como un cantor que trata de erigir con su música los muros de la Ciudad de Dios; o como un amante para cuyo
amor el mundo entero resulta pequeño.
Sus milagros me parecen tan sublimes y naturales como la llegada de la primavera. No veo ninguna dificultad en creer
que el encanto de Su personalidad era tal que su sola presencia devolvía la paz a las almas torturadas y los hombres se
curaban de su dolor al contacto de Sus manos o de Sus vestiduras; o que a Su paso por el camino de la vida la gente que
nada sabía de Su misterio veía con toda claridad, y otros, sordos a toda llamada excepto al reclamo del placer,
escuchaban por vez primera la voz del Amor y la encontraban tan melodiosa como el laúd de Apolo; o que las malas
pasiones huían cuando Él se acercaba, y hombres cuyas vidas sin imaginación habían sido una forma de muerte se
levantaban cuando Él los llamaba; o que cuando Él predicaba en la montaña la multitud olvidaba su hambre, su sed, las
penas de la vida, y que a sus amigos, que lo escuchaban durante la cena, la vulgar comida les parecía delicada, el agua
adquiría el sabor de vino y la casa entera se llenaba con el aroma y la dulzura del nardo.
Ciertamente, si Su lugar está entre los poetas, Él es también maestro de todos los amantes.
Comprendió que el amor es el secreto perdido del mundo que los sabios habían estado buscando, y que sólo mediante el
amor podemos aproximarnos al corazón del leproso y a los pies de Dios.»
(Osear Wilde, escritor inglés)
«Cristo glorioso,
Influencia secretamente difusa en el seno de la Materia y centro deslumbrador donde se unen las fibras sin número de lo
múltiple;
Potencia implacable como el mundo y caliente como la vida;
Tú, cuya frente es de nieve, los ojos de fuego, los pies más brillantes que el fuego fundido;
Tú que sujetas las estrellas en tus manos;
Tú que eres el primero y el último, el viviente, el muerto y resucitado:
Es a ti a quien mi ser llama con deseo tan grande como el universo.
Tú eres verdaderamente mi Señor y mi Dios.»
(Pierre Teilhard de Chardin)
397
ACTUALIZADO
«Cristo no me ayuda porque es Hijo de Dios, sino que es Hijo de Dios porque me ayuda»
(Rudolf Bultmann, teólogo protestante alemán)
«La fe de la Cristiandad se vuelve hoy,
como quizá nunca en la historia,
a su contenido central, al misterio de Cristo»
(E. Biser, teólogo)
«En calidad de teólogos cristianos, ¿cómo podremos responder a las interpretaciones no ortodoxas de Jesús?
¿Debemos quizá contentarnos con caminar en este vasto terreno con la varita de zahorí y registrar cuándo, dónde y
cómo vibra o repele, porque hallamos lugares en los que detectamos mutilaciones, parcialidades unilateralidades,
malentendidos?»
(Heinrich Fiser, teólogo alemán)
«Hay que hablar de Jesús de Nazaret por él mismo, porque era un hombre de carne y huesos; y por los hombres de
nuestro tiempo, porque también ellos lo ven como era. Y para hacer esto, hay que partir de abajo; hay que estar en la
tierra, no en el cielo; en el espacio y en el tiempo, no en la eternidad: y hay que partir de las vicisitudes de Jesús, de
aquello que ha dicho y que ha hecho.»
«Cierto, no se puede prohibir a nadie investigar sobre las huellas del Hombre-Jesús que le son especialmente
simpáticas... Pero ninguna discusión crítica de tales imágenes necesita mostrar que obrando así, en último análisis, se
sustrae el sentido decisivo y provocador del camino y de la figura de Jesús.»
(Heinz Zahrnt, teólogo alemán)
«Es la vida de Cristo en su totalidad lo que constituye para nosotros el auténtico canal de la revelación del Padre. Jesús
es camino, verdad y vida en su misma persona: en sus gestos y en su palabra. Esta vida humana está hecha de figura y
de estructura. No hay nadie que no reconozca en Jesucristo la presencia de una personalidad fuertemente desarrollada
en torno a un proyecto central que lo articula y unifica. Es allí, en aquel centro irradiante, donde se ofrecen la palabra y
el amor del Padre»
(H. Etchegaray, teólogo francés)
«Esta función reveladora que posee la humanidad de Cristo se convierte en la verdad de todo ser humano; el hombre no
es verdadero ni real sino en la medida en que refleja al celeste: maravillosa gracia de toda criatura, la de ser espejo del
increado, imagen de Dios»
(P. Evdokimov, teólogo ruso)
398
MÚLTIPLE
«Todo lo tenemos en Cristo, y todo es Cristo para nosotros:
Si deseas curar la herida, es médico. / Si ardes de fiebre, es fuente.
Si te grava la iniquidad es justicia. / Si necesitas auxilio, es fuerza.
Si temes la muerte, es vida. / Si anhelas el cielo, es camino.
Si huyes de las tinieblas, es luz. / Si buscas comida, es alimento.»
(Ambrosio de Milán, Padre de la Iglesia)
«Dios hizo bajar de los cielos su Verdad y su Palabra santa
y la aposentó entre los hombres:
nos envió el mismo por quien creó los cielos y la tierra,
por quien todo fue ordenado y sometido ...
Lo envió con clemencia y mansedumbre para salvar, para persuadir,
no para violentar, pues en Dios no se da la violencia.
Le envió para invitar, no para castigar;
para amar, no para juzgar... aunque le enviará un día para juzgar.»
(Autor de la Carta a Diogneto)
«Jesucristo es uno, pero se nos describe como una gavilla copiosa.
Lo es, porque contiene en sí todos los fieles en virtud de una unión espiritual.
Si no, ¿cómo podría decir Pablo: «Así como hemos resucitado con él,
así estamos sentados con él en el cielo» (Ef 2, 6)?
Por el hecho de haberse hecho como nosotros,
nosotros hemos sido hechos incorpóreos con él
y nos hemos unido a él en el cuerpo.
Por eso decimos que todos somos uno con él.
Él mismo dice a su Padre: «Quiero que como tú y yo somos uno,
así sean ellos uno en nosotros» (Jn 17, 21).
Ciertamente, el Señor es una gavilla, pues nos lleva a todos en él,
se extiende a todos, y él es las primicias de la humanidad.»
(Cirilo de Alejandría, Padre griego)
«El Hijo en persona vino a la tierra, se revistió de humanidad
y sufrió voluntariamente la condición humana.
Quiso someterse a las condiciones de debilidad de aquellos a quienes amaba,
porque quería ponernos a nosotros a la altura de su propia grandeza.
Y cuando iba a ser derramado en libación,
ofreciéndose a sí mismo como rescate,
nos dejó un nuevo testamento: «Yo os doy mi amor».
¿Qué genero de amor es éste? ¿Cuáles son sus dimensiones?
Por cada uno de nosotros entregó él una vida que valía lo que todo el universo,
y en retorno nos pide que entreguemos nuestras vidas el uno por el otro.»
(Clemente de Alejandría, Padre griego)
399
LIBERTAD EXIGENTE
«Unión de libertad y de exigencia constituye un elemento distintivo del amor de Cristo. Amar implica a la vez dos
movimientos: entregar la vida por los hombres y aceptarles plenamente en serio, tomarles como son, vivientes
personales, capaces de ser libres, de apertura hacia los otros, de entrega y trascendencia.»
(Xavier Pikaza)
Jesús: Hoy quiero desgranar en tu presencia dos polos de tu único amor,
que Tú practicas con nosotros y nos propones como proyecto.
Tú pusiste tu libertad humana al servicio de los seres humanos,
llegando hasta la entrega de tu vida hasta la muerte.
Si «nadie tiene amor mayor que quien da la vida por sus amigos»,
Tú demostraste ser el campeón del amor en la cima de la cruz.
Y también actualmente en el ara de los miles de altares
donde se celebra incruenta pero realmente tu muerte por amor.
Nadie puede negar esa dimensión admirable de tu amor hecho libertad
hasta derramar la vida en beneficio de todos los humanos.
Pero ¿comprenden todos tu amor hecho de exigencias?
Quienes te tachan de duro y exigente con los hombres y mujeres
ignoran que el amor confía en el esfuerzo ajeno como en el propio.
Tú nos amas de verdad al tomarnos en serio,
al creer en nosotros hasta nuestra capacidad de entrega.
Tú no confundes el amor con la blandura hacia los otros
ni con la desconfianza en las posibilidades de los demás.
Tú conjugas la invitación con la exigencia,
al decir a tus discípulos: «Si quieres...» y «¡Sígueme!».
Jesús: Tú no sólo perdonaste la debilidad de Pedro tras caer por cobardía,
sino también lo valoraste al confiarle tu querida Iglesia.
Tú limpiaste la vida pasada de María de Mágdala,
pero también le confiaste ser tu discípula y evangelista.
Tú no te limitaste a derribar del caballo al fariseo Saulo,
sino que le entregaste tu Buena Nueva a los pueblos.
Tú ayudaste a la Samaritana a recoger el agua sucia de sus amores,
pero le encargaste la evangelización de sus conciudadanos.
Jesús: Cumple también con nosotros el doble juego de tu amor:
la misericordia por nuestras miserias morales
y la confianza en nuestra libertad capaz de rehacerse.
Enséñanos a reaccionar ante las caídas en la cuneta,
no quedándonos derrotados sino levantándonos con nuevos bríos.
Ayúdanos a cambiar la tendencia de nuestro corazón
de la sístole egoísta a la diástole altruista.
(R. A.)
400
UNA VIDA PRESENTE
«Tu vida humana desapareció para entrar en Dios. Por eso estás presente, porque tu vida está unida al eterno en el
origen de cada cosa, donde el amor y la sabiduría permanecen con presencia inalterable... En la sabiduría y en el amor
eterno de Dios, tu corazón descubre el amor y el abrazo eterno a tu vida pasada»
(Karl Rahner)
«Estás presente entre nosotros con tu cuerpo, tu alma y tu corazón de hombre en el Sacramento del altar. Estás aquí, Tú,
el que naciste de la Virgen María. Tú, que has vivido una existencia humana con sus horas grandes y pequeñas, con sus
alegrías y sus lágrimas, su monotonía gris y aburrida y sus momentos decisivos. Estas aquí, Tú, el que sufrió y fue
crucificado bajo Poncio Pilato. Tú, el que apuró el cáliz del dolor hasta las heces.
(...) Sí, estás presente como hombre. No te vemos, pero el ojo de la fe atestigua tu presencia de hermano que comparte
la misma naturaleza. Nuestros oídos no te oyen, pero el oído de la fe percibe el canto de alabanza eterna que Tú, sumo
sacerdote e intercesor de la humanidad, diriges al eterno Padre con la alegría de tu corazón transfigurado de divinidad.
(...)
Estás en medio de nosotros. Tu vida humana es increíblemente cercana. Aquello que viviste hace mil novecientos años
ha pasado en apariencia. Ha pasado el aspecto exterior de tu vida: ya no naces como un niño pobre, no tienes hambre o
sed, no te cansas, no lloras... ; la nada cambiante de lo que llamamos vida no pasa por Ti ni Tú lloras por ella. Tu alma
no se transforma. No mueres. Todo eso se acabó y fue maravilloso porque era único y pasajero. Todo pasó. Tu vida
humana creada, finita y cambiante ha entrado en la eternidad de tu Padre. Ha llegado a su cumplimiento, en donde
alcanza la perfección definitiva, la libertad vital en la que el fluir del tiempo se condensa para siempre en el abrazo
único e instantáneo de la eternidad. Tu vida humana desapareció para entrar en Dios.
(...)
Tu vida permanece no sólo en Dios, sino para ti mismo. Lo que fuiste vive para siempre. Tu niñez pasó, pero hoy eres el
ángel que fue niño como lo puede ser cualquier hombre. Tus lágrimas se terminaron, pero hoy eres como cualquiera que
alguna vez haya llorado. El corazón no olvida las razones de su llanto. Tus penas han cesado, pero en ti permanece la
madurez del hombre que las ha probado. Tu vida y tu muerte transcurrieron, pero lo que maduraron se ha hecho eterno
y está presente entre nosotros. El heroísmo de tu vida es presencia de eternidad que supera cualquier obstáculo con el
amor que lo forma e ilumina. Tu corazón es eterno porque respondió decididamente sí a las disposiciones del Padre. El
sometimiento, la dulzura, el amor a los pecadores, que surgían en cada momento de tu vida, están presentes como los
rasgos característicos de tu libertad y de tu naturaleza humana. Así te encuentras ahora en medio de nosotros. Está
presente lo que fuiste, viviste y sufriste.»
(Karl Rahner, teólogo jesuita alemán)
401
LA MEJOR CANCIÓN
Millones de personas se han deleitado con la voz y las canciones de Cliff Richard. Pero pocos conocerán su confesión
de fe cristiana, más melodiosa que su mejor canción.
(R. A.)
«Hay mucha gente que no cree que las conversiones cristianas sean algo real, opinan que, o bien son fruto de una
imaginación caprichosa, o de una vehemente demostración de fuerza de voluntad. ¡Si mi conversión, hacia el año 1964,
fue fruto de la imaginación, entonces también lo es la silla en la que estoy sentado!
Mi vida no es una comedia. Se trata de una vida ocupada, intensa, activa. No tengo tiempo para correr tras fantasías ni
modos de vida que no conducen a nada.
Mi encuentro con Cristo no fue ninguna ilusión, sino una experiencia que me transformó como persona, completamente,
incluyendo prioridades, actitudes y elecciones. Después de muchos años de búsqueda, con el sentimiento de que mi
forma de vida no era la más adecuada, llegué a concluir que la muerte de Jesús era la clave de todo y, lo que es más,
desarrollé la firme convicción de que Jesús no era un polvoriento personaje histórico.
Puede que los muertos influyan de alguna manera, pero no cambian vidas. Jesús, de algún modo extraño y milagroso,
aún estaba vivo.
Hay una gran diferencia entre relacionarse con una persona viva y cambiar de sistema filosófico; para mí la relación
empezó una noche mientras estaba tendido en la cama y oré con toda sencillez a Jesús para que entrara en mi vida, la
salvara y la dirigiera. A partir de ese instante, lo que yo creía con mi mente había de aplicarse a mi corazón y a toda mi
vida. Era el momento de los compromisos.
Después de mi oración no hubo ningún alboroto, ni luces relampagueantes y voces retumbantes; sólo un tranquilo
sentimiento de paz y un poco de entusiasmo. Treinta años más tarde la paz es más profunda y el entusiasmo, mucho más
grande.»
(Cliff Richard, cantante)
Jesús:
También yo te agradezco el que hayas entrado en mi vida
y que tu persona y tu causa sean prioritarias.
Gracias por concederme la perseverancia en la adhesión a Ti
a lo largo de tantos años.
Sólo te pido que, sea mucho o poco el tiempo que me resta,
«no permitas que nunca me separe de Ti».
(R. A.)
402
ÉL ES NUESTRA ALEGRÍA
«No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado,
alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación»
(Pedro, apóstol)
Jesús: Es verdad que no te vimos nacer en la cueva de Belén,
ni te vimos crecer en la casa de Nazaret,
ni te vimos caminar sobre el lago de Genesaret,
ni te vimos predicar en los caminos de Galilea,
ni te vimos sanar, salvar, pasar haciendo bien,
ni te vimos padecer en el vía crucis de Jerusalén,
ni te vimos resucitar en la madrugada de Pascua,
ni te vimos aparecerte en tus encuentros de la tercera fase.
Pero te amamos como si hubiéramos sido pastores y reyes,
te amamos como si hubiéramos estado en tu hogar-taller,
te amamos como si te hubiéramos visto andar sobre las aguas,
te amamos como si te hubiéramos oído inventar el Evangelio,
te amamos como si te hubiéramos visto curar y liberar,
te amamos como si te hubiéramos visto sufrir por nosotros,
te amamos como si te hubiéramos oído decir: ¡Soy yo!
Jesús: Es cierto que no te vemos en tu nueva forma espiritual de ser, ni te vemos en tu modo eclesial de estar con tus
discípulos, ni te vemos bajo la humilde apariencia de pan y vino, ni te vemos encarnado en la piel de los marginados, ni
te vemos escondido tras los signos de los tiempos, ni te vemos en las «semillas del Verbo» sembradas por doquier. Pero
creemos en Ti porque una vez resucitado ya no puedes morir, creemos en Ti porque aseguraste: Yo estoy siempre con
vosotros, creemos en Ti porque dijiste: Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre, creemos en Ti porque prometiste: Lo hecho
a ellos me lo hacéis a mí creemos en Ti porque eres el eterno contemporáneo de la historia, creemos en Ti porque estás
en todo lo bueno, noble, justo, amable.
Jesús: Nos alegramos con un gozo superior a todo goce de este mundo
porque Tú eres la Alegría que nadie nos podrá quitar,
nos alegramos en medio de las tristezas de la existencia
porque sabemos que la esperanza en Ti no puede defraudar,
nos alegramos en medio de los interrogantes y las dudas
porque nuestra fe se apoya en la Roca firme que eres Tú,
nos alegramos a pesar de ser incoherentes y mediocres
porque nuestra salvación depende de tu generosidad,
nos alegramos con una felicidad a todo riesgo
porque Tú serás nuestra Dicha de quilates infinitos en el cielo. (R.A.)
403
UN CRISTO PAPAL
De la ingente producción de Juan Pablo II sobre Cristo, rescato la oración! pronunciada por el Papa en su primer viaje a
España.
(R.A.)
«Señor Jesús: Nos presentamos ante Ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal como somos. «Tú tienes palabras de
vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Hijo de Dios». Tu presencia en la Eucaristía ha
comenzado con el sacrificio de la última Cena y continúa como comunión y don de todo lo que eres.
Aumenta nuestra fe. Por medio de Ti y en el Espíritu Santo queremos llegar al Padre y decirle nuestro «sí» unido al
tuyo. Contigo ya podemos decir: «Padre nuestro». Siguiéndote a Ti, «Camino, Verdad y Vida», queremos penetrar en el
aparente silencio y ausencia de Dios, rasgando la nube del Tabor, para escuchar la voz del Padre que nos dice: «Éste es
mi Hijo amado en quien tengo mi complacencia; escuchadle». Con esta fe hecha de escucha contemplativa, sabremos
iluminar nuestras situaciones personales y la vida familiar y social.
Tú eres nuestra esperanza y paz, nuestro mediador, hermano y amigo. Nuestro corazón se llena de gozo y esperanza al
saber que vives «siempre intercediendo por nosotros». Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y
camino apresurado hacia el Padre. Queremos sentir como Tú y valorar las cosas como las valoras Tú. Porque Tú eres el
centro, el principio y el fin de todo. Apoyados en esta esperanza queremos infundir en el mundo esta escala de valores
evangélicos, por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer lugar en el corazón y en las actitudes de la vida
concreta.
Queremos amar como Tú, que das la vida y te comunicas con todo lo que eres. Quisiéramos decir como san Pablo: «Mi
vida es Cristo». Nuestra vida no tiene sentido sin Ti. Queremos aprender a «estar con Quien sabemos nos ama», porque
«con tan buen Amigo presente todo se puede sufrir». En Ti aprenderemos a unirnos a la voluntad del Padre, porque en
la oración «es Dios el que habla» (Sta.Teresa). Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y actitudes
básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según nuestra propia vocación cristiana.
Creyendo, esperando y amando, Te adoramos con una actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser
también reparación como respuesta a tus palabras: «Quedaos aquí y velad conmigo».
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y palabras; por eso queremos aprender a adorar
admirando tu misterio, amándolo tal como es y callando con un silencio de amigo y con una presencia de donación (...)
Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el misterio de cada hermano y de cada acontecimiento para
insertarnos en nuestro ambiente familiar y social, y construir la historia con este silencio activo y fecundo que nace de la
contemplación. Gracias a Ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá en capacidad de amar y de
servir».
(Juan Pablo II, papa)
404
CORAZÓN DE EUROPA
«Sócrates y Jesucristo son los dos padres de Europa.
Uno define las coordenadas del entendimiento europeo; otro modela su voluntad. Uno da el criterio del pensamiento
europeo, que es la verdad; otro da el criterio de la voluntad europea, que es en su más alto sentido la caridad o
el amor.»
(Salvador de Madariaga)
Jesús: Juan Pablo II hace años que proclama el sueño de Compostela:
la vuelta a las raíces cristianas de la vieja Europa.
Naturalmente, este cruce de caminos geográficos e históricos
que es el continente europeo tiene muchos componentes.
Pero si vamos a lo esencial, al alma de Europa,
nuestro bisturí encuentra el cristianismo.
Desde que Pedro y Pablo recalaron con sus huesos en Roma,
la cristiandad no ha dejado de crecer a los cuatro vientos.
Y desde las orillas del viejo continente
dio el salto al nuevo mundo de allende los mares.
Iberoamérica es cristiana porque lo es Europa.
¿Dejaremos de ser cristianos para que tengan que venir
del continente americano a recristianizarnos?
Jesús, que no confundamos modernidad con decristianización,
laicidad con neopaganismo y secularidad con secularismo.
Que tampoco reduzcamos tu influjo a un barniz cultural,
a un cierto sabor a viejo cristianismo.
Es muy importante el humanismo cristiano
que rezuman las instituciones y las artes europeas.
Pero no sólo de pan cultural vive el hombre;
necesitamos tu espíritu cristiano para alimentar el alma.
No podemos volver a los viejos moldes de la cristiandad,
pero debemos encarnar el cristianismo en moldes actuales.
Jesús, enséñanos a revivir tu vida y tu mensaje
desde las páginas de nuestro calendario y nuestra agenda.
Que sepamos traducir en nuestra compleja vida actual
la simplicidad de tu Buena Noticia de valor perenne.
Que sepamos armonizar la fe con lo que nos queda de razón
y sobrepongamos la esperanza cristiana a la sinrazón posmoderna.
Pero, sobre todo, haz que hallemos cauces de aplicación
al amor cristiano, quintaesencia de tu vida y doctrina.
Ayúdanos a poner corazón en las estructuras eclesiales y civiles.
Que no confundamos «hacer caridad» con dar migajas de limosna;
que nuestro amor parta de lo justo para extenderse a lo generoso.
(R. A.)
405
JESUCRISTO FAX
Declaraciones sobre Jesucristo del autor de libros de temática religiosa como «Los cipreses creen en Dios», «100
españoles y Dios» y «Nuevos 100 españoles y Dios»:
(R. A.)
«Estuve a punto de suicidarme,
porque llegué a la depresión más profunda,
que es la insensibilidad y la indiferencia ... No quería a nadie,
y un ser que no quiere, que no ama, está al borde del suicidio.
La falta de amor es tan dolorosa que no se puede aguantar;
y esto va en favor de la teoría del amor
que mantiene el Papa actual y del cristianismo en general:
que el que no ama está en un infierno.
Me salvaron de suicidarme dos muletas: Cristo y mi mujer.
Había sido casi un místico.
En plena depresión, todavía creía mucho
en todo lo que me habían enseñado en el seminario:
Cristo es Hijo de Dios; no tenía la menor duda.
(...)
Un crucifijo preside mi mesa de estudio, porque Cristo es,
seguramente, el hombre más completo que ha existido en el mundo
(...)
Soy un signo de contradicción en mí mismo:
durante el día tengo el Cristo ahí en mi despacho,
y no me imagino tener a Buda ni a Lao-Tse o a Confucio,
sino sólo y a nadie más que a Cristo.
De modo que hay algo en mí profundo que todavía se salva
(...)
Rezo todos los días, sobre todo al acostarme;
me paso al menos tres cuartos de hora rezando:
primero a Jesucristo, para que me ilumine;
luego recuerdo a mi padre y a mi madre; después a mis hermanos
y a todas esas personas a las que he conocido,
sobre todo a aquellos con los cuales había hablado mucho,
y en muchas ocasiones, de religión,
que es mi tema preferido (¡es curioso!).
Porque, para mí, la religión es lo único importante que hay.
Sencillamente estoy convencido de que ahí nos jugamos la eternidad.
Les digo: -Ahora que ya conocéis la verdad,
¿por qué no hacéis una entrevista a Jesucristo
y me la mandáis por fax?; porque yo estoy hecho un lío».
(José María Gironella)
406
DISTINTO, NO DISTANTE
«No puedo pensar en él como si fuera un muerto resucitado. Es algo distinto. Es una nueva situación humana tan
distinta que no puedo captar comparando con lo que tenemos ahora. Pero tan humana que no puedo hacer de su realidad
algo totalmente distinto de nuestra vida.»
(Alberto Iniesta)
Jesús: ¿Cómo imaginarte? No ya como eras en aquel tiempo,
sino como eres ahora, en tu realidad resucitada.
Sabemos cómo estás sacramentalmente en la Eucaristía:
realmente presente como Dios y Hombre verdadero,
pero bajo la imagen humilde y cotidiana de un poco de pan.
Sabemos cómo estás socialmente presente en los humanos:
con los mil rostros de la indigencia y la debilidad.
Pero, ¿cómo estas hoy -el mismo Jesús de Belén y Nazaret,
de la vida pública en Judea y Galilea, de la pasión y muerte-
en tu realidad de resucitado y ascendido al cielo?
Sabemos que conservas las cicatrices de pies, manos y pecho,
que tienes el mismo corazón que se conmovía misericordioso.
Pero tu cuerpo ha traspasado la barrera de la corrupción,
para convertirse en cuerpo espiritual, incorruptible.
Tu carne, conservando los genes recibidos de María,
es libre como el viento para estar en todas partes.
Tú estas con nosotros no sólo todos los días cronológicamente,
sino también en todo lugar simultáneamente.
Tu presencia es espiritual, pero no etérea ni difusa,
sino humana, cercana, cordial, fraterna, amistosa, amable.
Jesús, podemos imaginarte como más nos complazca:
niño, joven o mayor, porque tu humanidad no tiene medida,
o mejor, tiene concentradas todas las edades por ser eterna.
Podemos figurarte como fuiste en la cuna del pesebre,
o en el taller del carpintero, o en el lago de Genesaret,
pero sin el polvo y el cansancio del pozo de Samaría,
sin las limitaciones espaciotemporales de tu vida mortal.
Ahora puedes estar oyendo simultáneamente a todos:
al leproso y al ciego, a Magdalena y a la Samaritana,
a Marta y a María, al centurión y a Zaqueo, a Pedro y a Pablo,
a quienes te rezamos aquí y a los que lo hacen en las antípodas.
Porque Tú no sólo eres ayer, hoy y siempre,
sino también estás corporal-espiritualmente en todo lugar.
Sigues siendo el hombre concreto, que dio origen a nuestra era,
pero lo eres de una manera más universal sin ser menos entrañable.
Oh Jesús, inimaginable por rebasar tus contornos históricos,
pero figurable por contener todo lo que fuiste y eres,
bendito seas porque cada uno te puede imaginar a su manera. (R. A.)
407
HOMBRE NUEVO
«Cristo es el Dios que está por encima de todo»
(San Hipólito)
«Fue el Padre quien envió a su Palabra, al fin de los tiempos.
Quiso que no siguiera hablando por medio de un profeta,
ni que se hiciera adivinar mediante anuncios velados;
sino que le dijo que se mostrara a rostro descubierto,
a fin de que todo el mundo, al ver a la Palabra, pudiera salvarse.
Sabemos que esta Palabra tomó cuerpo de la Virgen,
y que asumió al hombre viejo, transformándolo.
Sabemos que se hizo hombre de nuestra misma condición,
porque si no sería inútil que luego nos mandara imitarle como maestro.
Porque si este Hombre hubiera sido de otra naturaleza,
¿cómo habría de ordenarme las mismas cosas que él hace,
a mí, débil por nacimiento, y cómo sería entonces bueno y justo?
Para que nadie pensara que era distinto de nosotros,
se sometió a la fatiga, quiso tener hambre y no se negó a pasar sed,
tuvo necesidad de descanso y no rechazó el sufrimiento,
obedeció hasta la muerte y manifestó su resurrección,
ofreciendo en todo esto su humanidad como primicia,
para que tú no te descorazones en medio de tus sufrimientos,
sino que, reconociéndote hombre, aguardes lo que Dios dispuso para él.
(...)
Porque todos los sufrimientos que has soportado por ser hombre
te los ha dado Dios precisamente porque lo eras;
pero Dios ha prometido también otorgarte todos sus atributos,
una vez que hayas sido divinizado y te hayas vuelto inmortal.
Es decir, conócete a ti mismo mediante el conocimiento de Dios,
porque conocerlo y ser conocido por él es la suerte de su elegido.
No seáis vuestros propios enemigos, ni os volváis hacia atrás,
porque Cristo es el Dios que está por encima de todo:
él ha ordenado purificar a los hombres del pecado,
y él es quien renueva al hombre viejo,
al que ha llamado desde el comienzo imagen suya,
mostrando, por su impronta en ti, el amor que te tiene.
Y si tú obedeces sus órdenes
y te haces buen imitador de este buen maestro,
llegarás a ser semejante a él y recompensado por él.»
(Hipólito, Padre de la Iglesia griega,
408
EUROCRISTIANOS
«Igual que en el Evangelio Cristo dice: -Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia-, hoy podemos decir: -Tú
eres Euro y sobre este euro se edificará el futuro de la Unión Monetaria»
(Antonio Gutiérrez, político portugués)
Jesús: Es curioso el frecuente recurso a símbolos religiosos
en esta sociedad secularizada y descreída.
No dudo de la buena voluntad del político portugués, católico,
al echar mano de tus palabras sobre la roca de la Iglesia
para relacionarlas con la nueva moneda europea.
Pero mi oración de hoy va más lejos o más hondo:
¿Acaso basta la unión monetaria para unir a Europa?
Desde sus comienzos la tímida unión europea
se cifró en unir las fuerzas del carbón y el acero.
Después, se ha ido avanzando en uniones más políticas,
sin renunciar nunca a las de tipo económico.
Todo eso hace falta hasta llegar a unos Estados Unidos de Europa;
pero ¿es suficiente para borrar separaciones ancestrales?
Jesús: Creo sinceramente que todos los lazos sociales y financieros
no tienen la fuerza suficiente para unir los corazones.
Es verdad que los países europeos tienen variadas influencias
también en el terreno religioso, aparte el cristianismo.
Pero si no queremos que el cuerpo de la nueva Europa
sea un gigante con alma de enano, no puede prescindir de Ti.
Desde que Pedro -el de la piedra de la Iglesia-
y Pablo el andariego recalaron en Roma,
su sangre bautizó la capital espiritual del viejo continente.
Desde que los monjes Benito, Cirilo y Metodio
se repartieron la Europa del Oriente y el Occidente,
el alma de los pueblos europeos se fue haciendo cristiana.
Y la pléyade de santos nacidos entre España
y los Urales misionaron a sus compaisanos, infundiéndoles la misma fe.
Jesús: Es verdad que otras influencias benéficas y nefastas
han ido formando, conformando y deformando Europa.
Es cierto que todo ese material depositado por siglos
se ha decantado en nuestro continente hasta secularizarlo;
pero ni la fe ni la cultura cristianas han desaparecido.
Admitiendo el pluralismo cultural y religioso
de una Europa de pueblos diversos e inmigrantes,
la voz del Evangelio sigue teniendo resonancia significativa.
Haz que, lejos del complejo de superioridad y de inferioridad,
los cristianos europeos inyectemos tu Espíritu para bien de Europa,
en medio del pluralismo cultural y religioso. (R. A.)
409
MI CRISTO
«Yo creo en Jesús de Nazaret. En el hombre Jesús que vivió en la historia, que forma parte de la humanidad. Mi fe es
una relación personal con el hombre Jesús, real y concreto como yo. Pero, por eso mismo, no llego a Jesús a través del
conocimiento histórico de Jesús. Porque si llegase así a Jesús, no podría relacionarme con él con una relación personal
como es la de mi fe.»
(J.M. Diez Alegría]
«Me interesa, me apasiona el estudio histórico de Jesús, el análisis de las fuentes. Los resultados de este estudio me
enriquecen. Incluso pueden ser asumidos en la reflexión vivida de mi fe. Pero mi fe no depende de los resultados del
estudio histórico. Entre otras cosas porque estos resultados nunca llegan al grado de certidumbre viva con que mi fe
conoce y afirma a Jesús. La certeza de la existencia de Jesús que me da la historia es completamente distinta de la
certeza de realidad compartida que tiene Jesús para mí en la relación interpersonal de la fe.
Por eso el conocimiento histórico no es soporte de la fe ni siquiera en el núcleo centralísimo de la existencia histórica de
Jesús, un núcleo de cuya certidumbre histórica no parece que se pueda dudar sin extravagancia.
Históricamente, es decir, desde el punto de vista del conocimiento histórico humano y de la ciencia histórica, será
siempre un problema abierto hasta dónde se extiende el núcleo rigurosamente histórico que hay detrás de los evangelios
sinópticos (...)
Yo creo en Jesús de Nazaret. Y la fe en este Jesús existente es una revelación que al Padre le plugo hacer en mí. Creo
que cualquier fe genuina, sabiéndolo o no, tiene analogía con aquella misteriosa fe de Pablo.
La fe en Jesús es una relación interpersonal siempre más radical que cualquier proposición intelectual referente a Jesús.
Pero en la fe en Jesús hay una apreciación de Jesús, una apreciación rigurosamente única, incomparable. Jesús es
concretamente hombre y es a la vez inconmensurable. Misterio abierto, pero en el cual yo entro por la fe más que podría
entrar en cualquier prójimo fenoménicamente conviviente: madre, padre, amada, amigo.
Es así como entiendo la siguiente profesión de mi fe en Jesús:
Creo que Jesús es el ungido del Padre (el Cristo), el enviado (Mesías). / Creo que Jesús es el redentor de los hombres,
en quien está la salvación del mundo. / Creo que Jesús murió y resucitó. Su muerte (asumida en plenitud de amor al
Padre y a los hombres) y su resurrección son una victoria sobre la muerte. (...) Creo que Jesús es el Hijo de Dios. Y creo
que eso es realidad con una propiedad tal que constituye un misterio insondable. (...) / Creo que Jesús, por su
resurrección, ha recibido poder para enviar sobre los hombres el Espíritu vivificante, de junto al Padre. (...) / Creo que
Jesús fue enviado por Dios «nacido de mujer» en condición verdaderamente humana. (...) / Creo que Jesús da a los
creyentes su cuerpo y su sangre en el pan y el vino de la Eucaristía. (...) / Creo que Jesucristo es el Señor y es «Señor de
la historia» y que ésta es una dimensión constitutiva del misterio de su resurrección.»
(José María Díez-Alegría, teólogo)
410
MORAL CRISTIANA
«La civilización occidental se basa en dos herencias. Una es el espíritu científico de aventura en lo desconocido ... la
actitud de que todo es incierto, la humildad del intelecto. La otra es la ética cristiana -el amor, la hermandad de todos los
hombres, el valor del individuo-, la humildad del espíritu.»
(R. Feynman)
«Son dos herencias lógicamente consistentes. Pero la lógica no lo es todo; para seguir una idea es necesario el corazón.
¿Cómo conseguir la inspiración para que estos dos pilares de la civilización occidental se mantengan juntos, en pleno
vigor y sin temores mutuos? Ése es el problema central de nuestro tiempo»
(Richard Feynman, Nobel de Física)
Jesús: Pienso que la revelación no se opone a la razón,
pero también que la razón no tiene la última palabra.
En la persona humana hay sitio para las dos verdades:
la de la ciencia razonada y la de la fe razonable.
Y creo que también hay lugar para dos actividades:
la de la ética natural y la de la moral revelada.
Dos mil años de herencia cristiana pesan mucho en Occidente
para que quieran echarlos por la borda
en nombre de un laicismo secular combativo.
Hoy se habla mucho de construir la convivencia
sobre el pilar de una ética civil consensuada.
No me parece mal, como un mínimo común denominador.
Pero, ¿por qué desechar el máximo de tu moral cristiana?
¿Acaso hay algo mejor que fundar las relaciones humanas
en el amor mutuo, hasta el grado de amarnos a tu estilo?
«Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por el amigo»
como hiciste Tú por todos los hombres y mujeres del mundo.
¿Es que hay una fraternidad mejor que la cristiana?
Es verdad que la unidad genérica como seres humanos
debería garantizar una hermandad común
más allá de toda pluralidad racial o geográfica.
Pero no hay motivo más elevado para unir la familia humana
que la de ser hermanos tuyos e hijos del Padre Dios.
Jesús: Tú nos enseñas a buscar el bien común
que llegue a toda la colectividad,
pero nunca a costa del bien de cada individuo.
Ayúdanos a superar el «cada uno para sí» del egoísmo,
y no quedarnos en el «uno para todos» del colectivismo,
sino añadir el «todos para uno» del personalismo cristiano.
(R.A.)
411
CUERPO MÍSTICO
Nadie como los cristianos podemos decir que somos ciudadanos del mundo porque formamos parte del Cuerpo social
de Cristo. Por eso vengo a desgranar este «Poema del cristiano»:
(R. A.)
«Porque la sangre de Cristo
chorreó sobre mis ojos, mi visión es universal
y tiene dimensiones que nadie sabe.
Los milenios pasados y los futuros
no me aturden porque nazco y naceré,
porque soy uno con todas las criaturas,
con todos los seres, con todas las cosas,
que yo descompongo y absorbo con los sentidos,
y comprendo con la inteligencia transfigurada en Cristo.
Tengo los movimientos alargados.
Soy ubicuo. Estoy en Dios y en la materia;
soy viejísimo y apenas nací ayer,
estoy mojado de limos primitivos,
y al mismo tiempo hago sonar las trompetas finales,
comprendo todas las lenguas, todos los gestos, todos los signos,
tengo glóbulos de sangre de las razas más opuestas.
Puedo enjugar con un simple gesto
el llanto de todos los hermanos distantes.
Puedo extender sobre todas las cabezas un cielo unánime y estrellado.
Llamo a todos los mendigos para comer conmigo,
y ando sobre las aguas como los profetas bíblicos.
No hay oscuridad ya para mí.
Opero transfusiones de luz en los seres opacos,
puedo mutilarme y reproducir mis miembros como las estrellas del mar.
Porque creo en la resurrección de la carne y creo en Cristo,
y creo en la vida eterna, amén.
Y teniendo la vida eterna puedo transgredir leyes naturales:
mi paso es esperado en los caminos, vengo e iré como una profecía,
soy espontáneo como la intuición y la fe.
Soy rápido como la respuesta del Maestro,
soy inconsútil como su túnica, soy numeroso como su Iglesia,
tengo los brazos abiertos como su Cruz despedazada y rehecha,
a todas horas, en todas las direcciones, en los cuatro puntos cardinales.
Y sobre mis hombros la conduzco
a través de toda la oscuridad del mundo,
porque tengo la luz eterna en los ojos.»
(Jorge Matheos, poeta brasileño)
412
FUENTE DE AMOR
«Ahí está su secreto: Él fue quien te amó primero. Ahí está el sentido de tu vida: ser amado para siempre, amado hasta
en la eternidad, para que a tu vez llegues hasta morir de amar. Sin amor, ¿para qué existir? En adelante, en la oración
como en la lucha, nada es grave sino perder el amor. Sin el amor, ¿para qué la fe?» (Roger Schutz, prior de Taizé)
Jesús: Todos cuantos llegan al fondo de tu misterio
descubren la quintaesencia de tu vida en el amor.
Y los que no penetran en esta mina de oro
se quedan perdidos en las galerías menores del Evangelio.
Pero basta acudir a la fuente de los evangelios
para tropezar con el amor como clave de tu existencia.
Por amor bajaste del cielo a la historia
para compartir con nosotros las sonrisas y lágrimas de la vida.
Por amor naciste en Belén para hacerte uno de tantos
y viviste en Nazaret para compartir nuestro hogar y trabajo.
Por amor recorriste los caminos de Galilea y Judea
para vivir el amor al prójimo al que te aproximabas.
Por amor nos descubriste los secretos de Dios,
dejándolo patente como Padre que nos cuida maternalmente.
Por amor te sacaste del corazón el invento de la Eucaristía
como presencia para nuestras horas bajas,
como alimento para nuestra anemia espiritual
y como sacrificio para perpetuar tu entrega en la cruz.
Por amor recorriste el vía crucis de la pasión,
porque nadie tiene amor más grande que quien muere por sus amigos.
Y por amor quisiste compartir con nosotros tu gloria,
resucitando contigo a todos los miembros de tu cuerpo místico.
Jesús: Mi respuesta a este amor tuyo ha de ser sentirme siempre amado,
reconocer que Tú llevas siempre la delantera en amarme.
Pero no sólo a mí, sino a todos sin excepción;
por eso también yo debo amarte con mi pequeño corazón
y extender mi amor a todos los amados por Ti.
Amar a los demás no es restarte amor, sino sumarlo,
porque Tú te identificas con los hombres y mujeres sin distinción.
Siempre me ha chocado la frase de Pablo a los Corintios:
«¿De qué me sirve entregar toda mi fortuna a los pobres...?
Si me falta el amor, de nada me aprovecha».
Es que si cometiera el absurdo de dar dinero por ostentación,
no por ayudar a los necesitados, no enriquecería mi corazón.
Por eso, purifica mis intenciones a la hora de dar y darme
para que sólo tenga como norte de mi existencia el amor:
un amor hasta dar mis cosas y a mí mismo con ellas. (R.A.)
413
SENTIDO
«La fe en Jesucristo es para mí lo que da sentido a mi existencia. Esta fe, que no es una creencia en ciertas doctrinas,
sino la adhesión a la persona viviente de Jesucristo, proporciona un sentido a mi vida.»
(Jacques Arsac, científico)
«Ella me dice que por mi trabajo científico
yo participo en la obra creadora de Dios,
que nos ha dado el mundo para dominarlo:
«Todo ha sido puesto por Ti a los pies del hombre» (Salmo 8).
Pero yo sé también que el hombre es pecador
y puede no responder al amor que el Señor nos da
y nos manda dar a nuestros hermanos.
Este trabajo que los científicos hacen para el bien de los hombres
con frecuencia se vuelve contra esos mismos hombres.
El que inventó el primer automóvil ¿quería los centenares de miles
de muertos que él provoca cada año en el mundo?
Cuando los informáticos trabajan para reducir la penosidad del trabajo
desarrollando la robótica y la burótica,
¿quieren ellos hacer desaparecer los empleos correspondientes?...
Yo tengo la responsabilidad de orientar lo que se hará
de mi trabajo científico hacia el bien de los hombres.
Yo debo preocuparme de la dirección seguida
por las investigaciones aplicadas.
Yo he de preocuparme por las cuestiones éticas
propuestas por los descubrimientos científicos.
El respeto del hombre, el bien del hombre, «el Reino de Dios y su justicia»,
he aquí lo que yo debo buscar en primer lugar.
Esta adhesión a Jesucristo me invita
a seguir el ejemplo que él nos ha dado.
Las responsabilidades que nos corresponden
no son la ocasión de ejercer ningún poder para dominar a los otros,
son, por el contrario, el medio de servir a los otros ...
Esta adhesión a Jesucristo no me aminora el peso del sufrimiento,
ni disminuye la angustia de los padres
ante el sufrimiento o la muerte de un hijo o de un ser querido.
El misterio del mal permanece.
Pero en el mismo sufrimiento yo sé que Dios no me abandona,
porque en su cruz Jesús gritó:
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»,
pero tres días más tarde el Crucificado resucitó ...
Sí, la vida tiene un sentido. Sí, mi vida tiene un sentido.
Sí, mi trabajo científico tiene un sentido.
No es la ciencia quien me lo dice, es Jesucristo quien me lo ha revelado.
Gracias le sean dadas».
(Jacques Arsac, Academia de Ciencias de Francia)
414
ADELANTADO
«Creo en Jesús de Nazaret, Señor y hermano, en su llamada exigente, en su muerte y su victoria, en su vida aquí y
ahora, en su mensaje liberador, su profecía cifrada... y en él»
(José M" de Llanos)
«Fe en Jesús de Nazaret, un hombre que fue y de quien por lo escrito sabemos mucho y bueno. Que apareció en el
Jordán llamando, atrayendo, enseñando, y con sus signos. Un hombre al que llamaron Maestro y Señor al fin, un
hombre hijo de mujer, de mi familia y carne, que apeló a su misterio hace siglos, y a quien canté un día allá por mi
juventud pintada «a versos»:
«Es Jesús el aldeano que se atavía con lino,
que descansa su jornada en el borde del camino.
El delicado israelita de manos muy trabajadas,
de surcos sobre su frente y de mejillas tostadas.
El Rabbí de ojos profundos, entreabiertos, soñadores,
que algo sabe de trabajos y ha catado los dolores.
El Varón sin ataduras, su anular virgen de anillo,
y su puño de cayado y su cinto de bolsillo.
Al que el aire en Tiberíades su cabellera desata,
donde las penas dejaron algunas huellas de plata...».
«Fe en Jesús de Nazaret, hermano desde que le encontré, Señor que me esperaba. Fe en Jesús que me ha llevado hacia
adelante, como la estrella de los magos, de acá para allá, a veces ocultándose, pero siempre ahí. He insistido en la
fórmula sobre su hermandad y su señorío, porque ambos, los dos conjugándose, me forman el cuadro completo de aquel
de quien me fié un día -hace hoy cuarenta y cuatro años- con una fidelidad que es mi secreto, el que lanzo a los cuatro
vientos, porque no es mío (...)
Creo en Jesús de Nazaret, tal y como lo leí en el libro, tal y como lo encontré en mi sendero (...)
Siempre Jesús me habló -o lo entendí— más como profeta que marcha por delante, más que como profesor que explica
desde atrás. Siempre le vi por el camino hacia la Ciudad caminando solo; apenas pudiendo los suyos alcanzarle.
Siempre más que la fidelidad a lo dicho, me preocupó y me preocupa mi fidelidad a lo que hay que entender de él, a lo
que hay que descifrar -por supuesto contando con el Magisterio-, la fidelidad a la cifra cifrada, a lo oscuro y nuclear que
tan sólo a fuerza de trabajar sobre la letra desde el Espíritu es posible y es noble ir traduciendo a lo mío. Siempre el
Jesús de mañana —el del buen cura de Bernanos por los caminos de su aldea, en aquella noche atroz de tanto frío, el del
mal cura de Green en «El Poder y la Gloria» que yendo hacia adelante vuelve grupas un día...—; siempre el Jesús del
mañana, el de la profecía por cumplir, el de la cita en Galilea: «Id y me veréis»; el Jesús que hay que alcanzar, más y
mejor que aquel que está sentado (...)
No cabe sino terminar, concluir, poner punto final y rúbrica a lo dicho sobre mi fe en Jesús de Nazaret, mi Señor y mi
hermano, diciendo así escuetamente: «Creo en él», como Dios y como hombre, como Dios y como mi hermano.»
(José M" Llanos, escritor jesuita)
415
TRANSMUTADO
«Si Cristo, mañana, llamase a tu puerta, ¿lo reconocerías? Será, como entonces, un hombre pobre, ciertamente un
hombre solo.»
(Raoul Follereau
«Será sin duda un obrero, quizá un desempleado, o incluso, si la huelga es justa, un huelguista.
O tal vez irá ofreciendo pólizas de seguros o aspiradoras ...
Subirá escaleras y más escaleras,
se detendrá sin fin piso tras piso,
con una sonrisa maravillosa en su rostro triste ...
Pero tu puerta es tan sombría ...
Además, nadie descubre la sonrisa
de las personas que no quiere recibir.
«No me interesa», dirás / antes de escucharle.
O bien la criada repetirá como una lección:
«La señora tiene sus pobres», y de golpe cerrará la puerta
ante el semblante del Pobre / que es el Salvador.
Será quizás un prófugo,
uno de los quince millones de prófugos con pasaporte de la ONU;
uno de esos que a nadie interesan
y van errantes, / errantes por este desierto del Mundo;
uno de esos que deben morir, y
«porque, a fin de cuentas, no se sabe de dónde vienen
las personas de tal calaña...»
O quizá también, en América, un negro, / un triste negro, cansado de mendigar un hueco en los hoteles de Nueva York,
como entonces, en Belén, / la Virgen Nuestra Señora ...
Si Cristo, mañana, llamase a tu puerta, ¿lo reconocerías?
Tendrá un aire abatido, / extenuado, / agobiado como está porque debe tomar sobre sí / todos los dolores de la tierra...
¡Vaya! ... No hay trabajo para un hombre tan deshecho... Y si le preguntan: / «¿qué sabes hacer?», él no puede decir:
«todo».
«¿De dónde vienes?», no puede responder: «de todas partes». «¿Qué pretendes ganar?», no puede responder: «a ti».
Entonces se alejará, más extenuado, más agobiado, con la Paz en sus manos desnudas...»
(Raoul Follereau, francés, apóstol de los leprosos)
416
UNIVERSAL
«El creyente puede pensar que se halla en una relación especialísima con Cristo. Pero no puede hacer de Él una
posesión suya, ni negar que el no creyente este también en relación con el Nazareno»
(Etienne Trocmé)
«El «misterio de Jesús» no es una creación más o menos artificial de las generaciones posteriores. Está enraizado en el
comportamiento del Nazareno, totalmente entregado a su tarea humilde, pero convencido de disponer para esta misión
de una autoridad excepcional, que tiene su origen en Dios. Comprometido en muchos diálogos a la vez, no busca
reducirlos a la unidad; demasiado grande para que pueda ser entendido enteramente por ninguno de sus interlocutores,
es parcialmente captado por muchos de ellos. Este misterio preanuncia ya las incertidumbres de los evangelistas del
primer siglo. Nunca lo han podido eliminar totalmente ni los historiadores ni los teólogos. Ni lo será jamás.
Ningún biógrafo podrá hacer otra cosa que enunciar los datos del misterio. Después, cada cual se esforzará en lograr
una captación intuitiva, necesariamente imperfecta, con los medios que le proporciona el medio ambiente. La imagen
que de Jesús logra el creyente, con la ayuda de la enseñanza de su Iglesia, es tan legítima como la que el incrédulo toma
de la filosofía que se practica en su entorno. Pero no lo es más.
Y aunque una y otra sean contradictorias, no lo son más de lo que lo son las diversas imágenes cuya existencia nos
revela la tradición pre-evangélica. No estamos en condición de hacer la síntesis, pero podemos sostener que representan
puntos de vista legítimos sobre este objeto único e inalcanzable que es el profeta de Nazaret, siempre que se apoyen en
los textos y traduzcan una cierta simpatía por Jesús. El creyente puede pensar que se halla en una relación especialísima
con Cristo. Pero no puede hacer a Jesucristo una propiedad suya, ni negar que el no creyente esté también en relación
con el Nazareno.
En una palabra, el misterio de Jesús, hoy como siempre, consiste en que él puede hablar de Dios y del hombre a los
grupos más diversos, empleando para cada uno el lenguaje más apropiado y comprensible y haciendo que todos
reconozcan su autoridad, aunque la expresen en términos tan diferentes que resulte imposible cualquier ensayo de
síntesis. El misterio de Jesús consiste en que fue y continúa siendo el objeto que todos contemplan, pero que nunca se
convierte en propiedad de nadie, ni siquiera de los discípulos.
Por su parte, los creyentes de hoy, como los del siglo I, reafirmarán que son una «cosa» de Cristo resucitado, y de este
hecho intentarán sacar fuerza para su vivir. Nada tan bello y verdadero, pero también nada tan difícil de conseguir en un
mundo cada vez menos religioso. Los creyentes de nuestro tiempo deben aprender a someterse a Jesús de Nazaret, pero
sin acapararlo; a ser boca y manos del Resucitado, pero sin pretender el monopolio sobre el Nazareno; a darlo a conocer
y hacer que todos conozcan su mensaje, pero sin aprovecharse de los frutos de ese esfuerzo; a caminar en seguimiento
del Maestro, pero sin esperar que los demás comprendan su conducta como ellos quisieran y sin actuar como el fariseo
de la parábola (Lc 18, 9-14).»
(Etienne Trocmé, teólogo protestante francés)
417
HASTA EL FIN
«Cristo ha ido aún más lejos» (G. Ludwig, científico)
«El poder transformador de la cruz tenía que ser documentado por el hombre casi tangiblemente. De otra manera Él
nunca hubiera entendido el poder de la cruz. El documento es la resurrección de Cristo desde la muerte. Esto es un
milagro, dirán algunos. Pero es más que un milagro. Porque no se trata de volver a vivir en el mismo ser que tuvo, con
las antiguas formas propias de este mundo, sino de la transformación en una nueva vida, que no se somete a las leyes
estructurales de este mundo. Una vida completamente nueva y, sin embargo, sigue siendo el mismo Jesús. Esto sólo
podría probarse así: que nada del hombre anterior fue encontrado en la tumba vacía, es decir, en este mundo.
Desde este acontecimiento, que nosotros conocemos, se deduce que este mundo tiene una meta, que no puede fracasar
en alcanzarla. Y nosotros también aceptamos el movernos hacia esa meta, pero no contra nuestra voluntad, porque no
hay amor sin libertad. Ciertamente, sólo las personas que aman son libres.
La meta en el más allá a menudo no se entiende bien. Creen algunos cristianos que uniendo sus manos en oración,
esperando que venga el paraíso, ya es suficiente. Sin embargo es aquí donde se prepara el mundo venidero.
Ciertamente, hay cristianos que con frecuencia se comportan de una manera notable y tratan de dirigir sus acciones
hacia otros campos, como el amor a los hermanos.
Vayamos a participar en la transformación que el poder de la cruz opera en el hombre. Cristo ha ido aún más lejos:
nosotros mismos somos incluidos dentro de su crucifixión. Cuando celebramos la Eucaristía, la crucifixión de Cristo se
hace presente, no en un espacio de tiempo como fue vista cuando ocurrió, sino en un espacio de tiempo bajo las formas
de pan y de vino. Es la misma crucifixión, en la cual aceptamos de lleno la comida de la carne y la bebida de la sangre
entregadas en la cruz, hechas forma de pan y de vino. Solamente estas formas están unidas al espacio de tiempo
estructural de este mundo, pero no la esencia de la cruz, la cual va mucho más lejos; ni su fruto, que es la vida eterna en
un mundo nuevo.
Sobre estas bases, san Agustín pudo decir: «Ama y haz lo que quieras». Sólo cuando se confía en el poder de la cruz
puede uno arriesgarse, y por ello se abren para el hombre nuevas posibilidades de transformar el mundo.»
(G. Ludwig, físico alemán)
418
JESÚS DE PABLO
«Si de algo estamos orgullosos es de Cristo Jesús» (Pablo de Tarso)
Jesús: Meditando a Pablo, quiero convertir en oración algunas de las muchas frases dictadas por su Cristo manía.
Lo que constituía para mí un timbre de gloria
lo juzgué deleznable por amor a Ti.
Más aún, sigo pensando que nada vale la pena
en comparación con ese bien supremo que consiste en
conocerte a Ti, Cristo Jesús, mi Señor.
Por ese bien renuncié a todo, y todo lo estimo basura
con tal de ganarte a Ti, Cristo.
Quiero ser capaz de entender, con todos los cristianos,
cuan largo y ancho, cuan alto y profundo es tu amor,
un amor que desborda toda ciencia humana
y nos colma de la plenitud misma de Dios...
Hasta que todos alcancemos la unidad propia de la fe
y del conocimiento de Ti como Hijo de Dios,
hasta que seamos hombres perfectos,
hasta que alcancemos en madurez y plenitud tu talla, oh Cristo.
Jesús, por el bautismo fuimos sepultados contigo,
quedando asimilados a tu muerte. Si Tú venciste a la muerte,
resucitando por el glorioso poder del Padre,
preciso es que también nosotros emprendamos una vida nueva.
Injertados en Ti y partícipes de tu muerte,
hemos de compartir también tu resurrección.
Nuestra antigua condición pecadora fue clavada contigo en la cruz,
quedando así destruida la fuerza del pecado
y libres nosotros de su servidumbre.
Mientras vivimos, no dejamos de estar en trance de muerte
por tu causa, Jesús, para que a través de nuestra naturaleza mortal
se haga manifiesta tu vida.
No te digo que haya logrado ese ideal o conseguido la perfección,
pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo
he sido conquistado por Ti, Cristo Jesús.
No creo haberlo alcanzado todavía,
pero, eso sí, olvido lo que he dejado atrás,
y me lanzo hacia adelante en busca de la meta y del trofeo
al que Dios, por tu medio, Cristo Jesús, nos llamas desde lo alto. (R.A.)
419
INEFABLE
«Hambre tiene de ti quien te ha gustado, aún padecen más sed los que te beben»
(Juan Bta. Sorozábal)
«Jesús, dulce memoria, fiel consuelo, / que das gozo y placer al alma pura; más dulce que la miel es la dulzura / de tu
dulce presencia, Rey del cielo.
Nada se oye que dé más regocijo, / nada puede la voz cantar más suave, nada pensar más dulce el hombre sabe / que
Jesús amoroso de Dios Hijo.
Jesús, nuestra esperanza, ¡qué piadoso / eres al que te pide humildemente! ¡Qué bueno al que te busca diligente! /Y el
que logra hallarte, ¡qué dichoso!
Ni a la voz el decirlo es practicable, / ni llegarlo a explicar puede la letra; sólo por experiencia se penetra / qué es amar a
Jesús, bien inefable.
Sé, pues, nuestro placer, Jesús amado, / que has de ser galardón del alma pía: sea en ti nuestra gloria y alegría / por los
siglos y tiempo interminados.
¡Oh piadoso Jesús, Rey admirable, / excelso triunfador noble y plausible, dulzura de las almas indecible, / todo con todo
afecto deseable!
Cuando al alma visitas amoroso, / la ilustra la verdad y la esclarece,
la vanidad del mundo se envilece, / y abrasa su interior tu amor hermoso.
Jesús, del corazón dulce recreo, / luz pura de las almas, fuente viva, que con ventaja vences excesiva / todo gozo y
placer, todo deseo.
Conoced a Jesús todos rendidos, / pedid su ardiente amor todo del cielo, suspirad por Jesús con todo anhelo, / y al
buscarle sed todos encendidos.
A ti la voz te nombre reverente, / a ti den a entender nuestras acciones, amen a ti, Jesús, los corazones, / por los siglos
sin fin eternamente.»
(Juan Bautista Sorozábal, poeta español)
(R. A.)
420
PRIMOGÉNITO
«El hijo primogénito era un señor ante los restantes hermanos, y un sacerdote o papa ante Dios. En este tipo estaba
prefigurado Jesucristo, el único y verdadero primogénito de Dios Padre y de la virgen María. Él es, por tanto, rey y
sacerdote. Pero en el orden espiritual, porque su reino no es de la tierra ni sobre lo terreno, sino que es rey de bienes
espirituales como la verdad la sabiduría, la paz, el gozo, la bienaventuranza...»
(Martín Lulero)
«Su sacerdocio, en consecuencia, no consiste en ceremonias externas y ornamentos -al contrario de lo que hacen los
hombres- sino en lo espiritual e invisible: está intercediendo sin interrupción y ante Dios por los suyos, se ofrece a sí
mismo en sacrificio y realiza todo lo que un buen sacerdote debe hacer: «Ruega por nosotros», como dice san Pablo
(Rm 8), y nos instruye en lo íntimo de nuestro corazón, misiones ambas características del verdadero sacerdote, lo
mismo que interceden y enseñan los sacerdotes humanos exteriores, terrenos.
Comoquiera que Cristo disfruta de la primogenitura con el honor y dignidad consecuentes, hace partícipes de ello a
todos sus cristianos que, de esta forma y en virtud de la fe, se tienen que convertir en reyes y sacerdotes con Cristo,
como dice san Pedro (1 Pe 2): «Sois un reino sacerdotal y un sacerdocio real». (...)
De todo esto deducimos que no basta con predicar la vida y las acciones de Cristo a la manera de las historias y
cronicones (por no decir nada de los que ni acuden a ello por dedicarse a la predicación de cánones y leyes humanas) .
Otros muchos predican y leen a Cristo para suscitar la compasión, y así se enfadan con los judíos o se entregan a
actitudes más pueriles aún. A Cristo hay que predicarle con la finalidad primordial de aumentar y conservar tu fe y la
mía en él. El acrecentamiento y conservación de la fe se logra cuando se me explica el motivo de la venida de Cristo y
la manera en que puedo utilizar y disfrutar lo que me ha traído. Esto es lo que sucede cuando se expone honradamente
la libertad cristiana de que gracias a él gozamos; cuando se nos enseña que somos reyes y sacerdotes de todas las cosas
y que resulta agradable a Dios cuanto hacemos, en conformidad con lo anteriormente expuesto.
Cuando un corazón escucha a Cristo en este estilo, exultará de alegría en lo más hondo, se sentirá consolado, percibirá
la dulzura de retornar al amor de Cristo. Nadie podrá conseguirlo a base de leyes ni de obras. ¿Quién osará apenar y
asustar a un corazón con estos sentimientos? Si le asalta el temor de los pecados y de la muerte, estará pronto para creer
que la justificación de Cristo es suya y que sus pecados no le pertenecen a él sino a Cristo. Como queda explicado, los
pecados desaparecerán en fuerza de esta fe en la justificación de Cristo, y el corazón sabrá desafiar a la muerte y al
pecado con el apóstol: «¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde, muerte, tu aguijón? Tu aguijón es el pecado. Demos
gracias a Dios, que nos ha concedido la victoria por Jesucristo nuestro Señor.»
(Martín Latero, reformador protestante alemán)
421
EL MEJOR GOL
«Cuando era niño, lo más importante era jugar al fútbol. Ahora, lo más in portante para mí es el Señor Jesús, y servirle a
Él con todo lo que pueda hacer en el fútbol, en mi casa, en toda mi vida.»
(Donato, futbolista
Jesús: ¿Qué es lo que cambia, cuando Tú entras en nuestra vida?
¿Vienes a sustituir lo que constituye nuestra profesión,
nuestra familia, nuestras actividades sociales?
Ordinariamente, Tú no vienes a quitarnos nada,
sino sólo a enseñarnos una nueva forma de vivir.
No nos mandas dejar lo que estamos haciendo, sino que lo hagamos mejor.
Que nuestro criterio profesional no sea ganar cada vez más,
sino administrar y repartir mejor nuestros ingresos.
Que nuestro objetivo no sea cubrir el expediente, salir del paso,
sino poner nuestras cualidades al servicio de los demás.
Tampoco te interpones entre nosotros y nuestros seres queridos;
sólo quieres que los amemos con un amor superior.
Si Tú convalidas el amor al prójimo como a nosotros mismos,
¿quiénes más próximos que los de nuestra familia o comunidad?
Pero, además, amplías el concepto de prójimo
a los que no forman parte de nuestro entorno familiar y de amigos.
Tú nos enseñas, en la parábola del buen samaritano,
a hacernos próximos, aproximarnos a los demás, sin orillarlos.
Más aún, llegas a proponernos como ideal de relación
el amarnos unos a otros como Tú nos has amado:
«hasta el fin» de la vida y hasta dar la vida,
si no de golpe y cruentamente, sí en el goteo del día a día.
Tampoco interfieres en la ancha gama de nuestra vida, sino sólo quieres que esté impregnada de tu Evangelio. Que
nuestro ideal no sea tanto recibir cuanto dar, ser servido cuanto servir, ser amado cuanto amar.
Y sólo cuando las cosas se interpongan entre Tú y nosotros
habremos de reconducirlas a la adhesión a tu persona:
«El que no está dispuesto a renunciar a todo, no puede ser discípulo mío».
Y sólo cuando las personas interfieran
entre nosotros y Tú tendremos que colocarlas en segundo lugar:
«El que no pospone a sus seres queridos, no es digno de mí».
Y sólo cuando nosotros mismos nos antepongamos a Ti
habremos de rebajar nuestro egocentrismo:
«El que no renuncia incluso a sí mismo no puede ser mi seguidor».
¿Acaso Tú no vales mucho más de todas las cosas y personas?
(R. A
422
RETROSPECTIVA
«No hay ser viviente tan vivo como Jesús»
(Giuseppe Ricciotti)
«La paradoja de Jesús continúa, tal como antes, después de su muerte. Así como en su primera vida ha sido la antítesis
del mundo, la institución fundada por él continuará siendo, del modo más inverosímil, la negación del mundo.
Ninguna resonancia ha dejado Jesús en los altos círculos de la sociedad de su tiempo. En todo el Imperio Romano, los
historiadores le ignoran, los sabios desconocen su doctrina, los hombres de gobierno lo más que han hecho ha sido
anotar en los registros la muerte de Jesús como la de un esclavo revolucionario, sin pensar más en él. Los mismos
notables de su nación, satisfechos de su desaparición, están dispuestos a olvidarle del todo. La institución creada por él
parece hallarse en el estado de agonía en que su fundador se encontraba clavado en la cruz, y el mundo está ante la
institución de Jesús contemplando triunfalmente aquella agonía, como habían estado, triunfantes, los sumos sacerdotes
ante la cruz de Jesús.
Y he aquí que, con un impulso repentino, la institución agonizante se levanta y abarca con sus brazos el mundo entero.
Pasan tres siglos entre persecuciones y matanzas, tres siglos que parecen prolongar la agonía de la cruz o renovar los
tres días de la morada en el sepulcro. Pero a partir el tercer siglo, la sociedad civil es ya oficialmente seguidora de Jesús.
El reino del mundo no está, empero, vencido y la guerra prosigue con tácticas un tanto variadas, pero con la misma
tenacidad de antes. Jesús, es decir, su iglesia, se convierte cada vez más, en el curso de la historia de la sociedad
humana, en el «signo de contradicción». Su paradójica y pesadísima doctrina es aceptada por infinitos hombres y
practicada por ellos con amor inmenso y hasta el último sacrificio. Otros infinitos hombres la rechazan con inflexible
tenacidad y la odian con aversión furibunda. Se diría que en torno a este «signo de contradicción» se han concentrado
los esfuerzos de la parte más civilizada del género humano: los unos para exaltarlo; los otros para aniquilarlo. (...)
Lo cierto es que Jesús, hoy, está más vivo que nunca entre los hombres. Todos necesitan de él, o para amarle, o para
blasfemar de su nombre. Pero no pueden desinteresarse. Muchos hombres fueron amados intensamente en los tiempos
pasados: Sócrates, de sus discípulos; Julio César, de sus legionarios; Napoleón, de sus soldados. Mas hoy esos hombres
están inexorablemente olvidados, ningún corazón palpita por sus personas, nadie daría su vida, ni aun sus riquezas por
ellos, aunque sus ideales sean propugnados por otros. Y aunque no se compartan sus ideales, nadie piensa en blasfemar
de Sócrates, ni de Julio César, ni de Napoleón, porque sus personas no tienen eficacia y han perecido, Jesús, no: Jesús
sigue siendo amado y sigue siendo blasfemado: aún se renuncia a las riquezas y hasta a la vida, ora por amor suyo, ora
por odio contra él.
No hay ser viviente tan vivo como Jesús.» ,
(Giuseppe Ricciotti, historiador italiano)
423
ADMIRABLE
«Jesucristo era un hombre verdadero, un hombre de alma fuertemente desarrollada, de excepcional integración e
individuación. Era un hombre de sentimiento creativo, capaz de poner valores»
(Hanna Wolf, psicóloga alemana)
«El problema es formidable, pero la necesidad es ineluctable... Aparte el Jesús «objeto» de la historia-ciencia, hay que
llegar al Jesús «concreto» de la historia-real, que es infinitamente más rico»
(Maurice Blondel, filósofo francés)
«Cristo ha sufrido por la humanidad, la humanidad debe sufrir por Cristo»
(Franz Kafka, escritor checo)
«Cristo ha vencido todos los miedos ... Hay necesidad de estas descripciones a fin de que de ahora en adelante ningún
sufrimiento del alma y ninguna desventura se sientan excluidos de la curación y de la salvación»
(E. Drewermann, psicoanalista alemán)
«Si no hubiese conocido a Cristo, Dios hubiera sido para mí una palabra inútil» «De ahora en adelante, en la existencia
de cada hombre estará este Dios en acecho»
(François Mauriac, escritor francés)
«Cristo ha sido en los siglos el sempiterno ideal; el hombre tiende y debe tender a él
por ley natural»
(Fedor Dostoievski, escritor ruso)
«Nunca me he preguntado si Jesús ha sido o no la Encarnación de Dios; de hecho, sería incapaz de pensar en Él sin
pensarlo como Dios»
(Simone Weil, filósofa francesa)
«Cristo ha pronunciado una vez su palabra, pero la hace resonar en todo instante, alimentando la esperanza de todos»
(Diego Fabri, dramaturgo italiano)
«Todos los sabios, hasta aquel momento, meditaban sobre el destino, sobre la necesidad confundida con la razón. Él, el
Cristo, ha demostrado la locura de ellos; El, lo contrario del destino, Él la libertad, la creatividad, la vida. Él ha liberado
la historia del
peso de la fatalidad»
(Roger Garaudy, filósofo francés)
JESÚS, SIEMPRE Y MÁS
424
REVOLUCIONARIO
Hay palabras que disuenan a ciertos oídos tradicionales,
como cambio, revolución, liberación... Que escuchen este Credo:
(R. A.)
«Creo en Jesucristo,
que siendo un hombre solo que nada podía realizar, que es también como nosotros nos sentimos, sin embargo, luchó
para que todo cambiara, por lo cual precisamente fue ejecutado.
Que es el criterio para verificar / cuán esclerotizada está nuestra inteligencia, cuan sofocada nuestra imaginación, / cuan
desorientado nuestro esfuerzo, porque no somos capaces de vivir como él vivió. Que nos hace temer cada día / que su
muerte haya sido en vano, porque lo enterramos en nuestras iglesias / y traicionarnos su revolución con nuestras
cobardías y obediencia a los poderosos. Que resucitó en nuestras vidas
para que nos liberemos de los prejuicios y los despotismos, del miedo y del odio, / y llevemos adelante su revolución,
siempre en dirección del Reino.»
(D. Soelle, escritora norteamericana)
Jesús: Hay palabras que disuenan en ciertos oídos piadosos,
como cambio, evolución, revolución, liberación ...
Sin embargo, ¿qué es la conversión evangélica,
sino un cambio de mentalidad y de costumbres?
¿Qué es la revelación, sino una evolución del Reino de Dios Señor
hacia el Reino del Padre que Tú nos descubriste?
¿Qué es el Evangelio, sino una revolución
en la manera de entender la religión el antiguo Testamento?
¿Qué fue tu manera de actuar entre los hombres
sino una liberación de tus trabas espirituales y corporales?
Por eso, Jesús, ayúdanos a poner en circulación
esas palabras clave en tu programa y en tu misión.
Que sepamos cambiar nuestro catolicismo aburguesado
por un cristianismo dinámico, comprometido, encarnado.
Que procuremos evolucionar desde el «siempre se ha hecho así»
hacia el «aquí y ahora debe hacerse así».
Que intentemos revolucionar la sociedad como sal fuerte,
como fermento en la masa, como luz hiriente.
Que aprendamos a liberar las estructuras sociales
de sus corrupciones, egoísmos de grupo, injusticias.
Y para conseguirlo, cámbianos primero a nosotros,
haznos hombres y mujeres que evolucionen desde su fe,
que revolucionen la Iglesia desde dentro,
que se liberen de estructuras caducas y opresivas.
(R.A.)
425
IMPRESCINDIBLE
«Jesús tiene hoy un supremo sentido para todas las necesidades básicas del hombre de nuestro tiempo.»
(David Watson)
«Su vida pública duró menos de tres años.
No tuvo ningún cargo en la vida social.
Casi no tenía dinero, ninguna propiedad y poquísimas pertenencias.
No escribió ningún libro. Jamás empleó la fuerza.
Fue odiado por las autoridades, detenido, condenado, torturado y ejecutado.
Y sin embargo... Su doctrina fue, y es, de enorme trascendencia.
Si es verdadera, tenemos respuesta profunda a las más importantes preguntas que
durante siglos han inquietado a los filósofos: la vida y la muerte, Dios y la humanidad.
Su figura sintetiza todo lo que cualquier persona humana desearía ser,
en sus mejores momentos, por encima de todo.
Es indiscutible que su muerte ha sido la más famosa de toda la historia.
Ninguna ha causado tanta emotividad durante siglos.
Su resurrección fue el acontecimiento más resonante de todos los tiempos,
o el embuste más monstruoso de toda la historia.
Hoy, dos mil años después, más de mil cuatrocientos millones de hombres
y mujeres, casi un tercio de la población del planeta, hacen profesión de seguirle.
No es fácil adoptar una actitud neutral ante Jesús.
Ningún ser humano ha sido tan amado y tan odiado, adorado y despreciado,
aclamado y contestado.
Dos hechos parecen evidentes en el mundo de hoy.
Primero: existe un interés creciente por la persona de Jesús.
En los años sesenta corría por el mundo entero este clamor: «Gloria al hombre en las alturas. Porque el hombre es
dueño de las cosas».
Pero el hombre, dueño de las cosas, no es dueño de sí mismo.
Resulta, trágicamente, que es más fácil volar a la luna que lograr la paz en la tierra. Al final hemos descubierto que
tantos progresos científicos y tecnológicos pueden acabar muchas veces con la vida de este planeta. La quiebra del
materialismo. Que los corazones humanos clamen por todas partes por el amor, la paz, el perdón, la libertad, la
reconciliación, la esperanza y Dios.
Jesús tiene un supremo sentido para todas las necesidades básicas del hombre de nuestro tiempo.
Segundo: pese a que la Biblia sigue siendo el máximo «bestseller» mundial, la ignorancia de los datos sobre Jesús es
muy grande. Existe mucha confusión sobre el alcance de sus afirmaciones, el contenido de su doctrina, la razón de su
muerte, las pruebas de su resurrección, la esperanza de su vuelta. Sin embargo, si los datos que poseemos de Jesús son
verdaderos, resulta absolutamente evidente que Jesús es la realidad más grandiosa del universo. (...)
Para mí no hay ni puede haber mayor ni mejor buena nueva en el mundo.»
(David Watson, escritor inglés)
426
RAZONABLE
«Los acontecimientos que han marcado la vida de Jesús y que están descritos en los Evangelios son a veces inquietantes
para quien quiere comprender apelando a su sola razón.»
(Jean Delhaye, científico)
«Por ejemplo, la Encarnación, los milagros obrados por Jesús, la Eucaristía, la Resurrección. Ésta constituye el misterio
central, el que da su coherencia a la fe de los cristianos, a la mía en particular... Si yo creo que Dios ha venido en
nuestra carne en Jesús, yo debo aceptar que algunas verdades de mi fe estén en contradicción con mi experiencia
corriente y pongan a prueba esa fe. Yo debo también alegrarme de la esperanza que me proporcionan esos misterios.»
(Jean Delhaye, astrónomo francés)
Jesús:
Creo que fue Chesterton quien ironizaba: «Los creyentes debemos quitarnos el sombrero al entrar en la iglesia, pero no
la cabeza». La fe no se opone a la razón, pero la sobrepasa; creer no es un acto racional, pero sí razonable. ¿No decía
Pascal: «El corazón tiene razones que la razón no alcanza»? El siglo de las luces está demasiado lejos para seguir
creyendo en la diosa Razón como inapelable.
Creer, incluso en el terreno humano, sigue siendo suprarracional; por ejemplo, creer en el amor, en la fidelidad, de los
demás. ¿Cómo no creer entonces en Ti como superior a nuestra razón? Partiendo de tu incuestionable presencia en la
historia, encuentro gozosamente coherente que tu Encarnación haya sido de Padre Dios y de madre virgen.
También acepto como razonable que pusieras tu poder al servicio de tu corazón para sanar y ayudar a los necesitados.
¿Y qué decir del invento de la Eucaristía?
Cierto, en ningún corazón humano cabe tal exceso de imaginación: ¡encerrarse en un poco de pan y de vino por amor!
Pero, puestos en la piel de un Dios, mejor, en un Corazón divino, no resulta irracional sino muy razonable esa locura de
amor: la de querer quedarte entre los hombres para siempre aun después de desaparecer por el foro de la historia.
Cuanto menos «normal» resulta una respuesta así al mal pago de los tuyos a tu vivir y desvivirte por ellos, más
coherente se encuentra que quieras quedarte con los hombres en presencia permanente, alimento espiritual y sacrificio
salvador.
Y sobre el misterio de la Resurrección, si rompe los moldes de la experiencia de la muerte corporal, resulta
hermosamente coherente como visto bueno del Padre a tu periplo terrestre en favor de la humanidad. ¿Cómo iba tu
Padre Dios a consentir la corrupción de tu cuerpo, por más que tu existencia de Resucitado supere la de encarnado?
Gracias, Jesús, porque esa fe razonable, que supera la mera razón, además alienta y alimenta mi esperanza de gozar
contigo la vida eterna.
(R. A.)
427
IGNACIANAS
«Demandar conocimiento interno del Señor, que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le siga»
(Ignacio de Loyola)
«Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en cruz, hacer un coloquio: cómo de Criador es venido a hacerse
hombre, y de vida eterna a muerte temporal, y así a morir por mis pecados. Otro tanto, mirando a mí mismo, lo que he
hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer por Cristo; y así, viéndole tal, y así colgado en la cruz,
discurrir por lo que se ofreciere.»
«Ver a Cristo nuestro Señor, rey eterno, y delante de él todo el universo mundo, al cual y a cada uno en particular llama
y dice: «Mi voluntad es de conquistar todo el mundo y todos los enemigos, y así entrar en la gloria de mi Padre; por
tanto, quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la
gloria... Considerar que todos los que tuvieren juicio y razón ofrecerán todas sus personas al trabajo ...
Los que más se querrán afectar y señalar en todo servicio de su rey eterno y señor universal, no solamente ofrecerán sus
personas al trabajo, mas aun haciendo contra su propia sensualidad y contra su amor carnal y mundano, harán
oblaciones de mayor estima y mayor momento.»
«Considerar cómo Cristo nuestro Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén, en lugar humilde,
hermoso y gracioso... Considerar cómo el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, y los
envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos estados y condiciones de personas. Considerar el
sermón que Cristo nuestro Señor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía, encomendándoles que a
todos quieran ayudar en traerlos, primero a suma pobreza espiritual y, si su majestad fuere servida y los quisiere elegir,
no menos a la pobreza actual; segundo, a deseo de oprobios y menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la
humildad; de manera que sean tres escalones: el primero, pobreza contra riqueza; el segundo, oprobio o menosprecio
contra el honor mundano; el tercero, humildad contra la soberbia; y de estos tres escalones induzcan a todas las otras
virtudes.»
«Considerar cómo la divinidad se esconde, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo hace, y cómo deja padecer la
sacratísima humanidad tan crudelísimamente.»
«Considerar cómo la divinidad, que parecía esconderse en la pasión, aparece y se muestra ahora tan milagrosamente en
la santísima resurrección, por los verdaderos y santísimos efectos de ella.
Mirar el oficio de consolar que Cristo nuestro Señor trae, y comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros.»
(Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales)
428
PELIGROSO
«Se busca a Jesucristo. Audaz e intencionadamente provocativo es el cartel que apareció por vez primera en los Estados
Unidos y se difundió muy pronto por casi todos los continentes en las grandes lenguas universales.»
(Alfred Lapple)
«Se busca a Jesucristo, alias el Mesías, Hijo de Dios, Rey de reyes, Señor de los señores, Príncipe de la paz, etc.
Jefe tristemente célebre de un movimiento clandestino de liberación.
Es culpable de los siguientes delitos: practicar la medicina sin licencia, producir vino y repartir pan sin permiso;
sentarse con hombres de negocios en el templo.
Andar con conocidos criminales, radicales, subversivos, prostitutas y gentes de baja extracción.
Atribuirse autoridad y poder para transformar a los hombres en hijos de Dios.
Datos de identificación: Hippy típico: cabellos largos, barba, túnica, sandalias. Anda de buen grado por los barrios
bajos, tiene algunos amigos ricos, se oculta en el desierto con frecuencia.
¡Atención! Es un hombre extremadamente peligroso. A su inflamado mensaje son especialmente vulnerables los
jóvenes, de los que no se ha logrado todavía que lo ignoren. Cambia a los hombres y afirma que los hace libres,
¡Cuidado! Merodea libremente.»
Este texto pretende sacar a Jesús de las nubes de incienso de la predicación tradicional. Quizás se inspire en un
ambiente de pasión y desengaño: pasión porque hay empeño por comprometerse con este ideal; desengaño porque, en la
instrucción religiosa tradicional, se presenta y acepta un Jesús dulzón, increíble, descolorido.
Se exagera aposta. Se recurre deliberadamente a tonos insólitos, nada piadosos o impíos. Pero a través de tales textos se
trasluce meridianamente que Jesús es algo muy diverso de una figura apolillada y retirada a polvoriento y abandonado
desván. Se reconoce que no cabe pasar de largo junto a Jesús de Nazaret. Jesús es el tema excitante e incitante de la
propia vida, capaz de arrancar también a los demás de la glorieta florida de un cristianismo satisfecho de sí.»
(Alfred Lapple, biblista alemán)
429
ORACIÓN
«Yo, Señor Jesucristo, / no puedo estar conforme ni andar como si nada / con los ojos cerrados.»
(Concha Lagos)
«Yo, Señor Jesucristo,
entiendo pocas cosas.
Estoy en mi trajín
del verso y de la casa.
Al fin una es mujer y no está bien mirado ahondar en las costumbres, ni enmendarles la plana a los que tanto saben.
Yo, Señor Jesucristo,
no puedo estar conforme
ni andar como si nada
con los ojos cerrados.
Pero ¿dónde decirlo?,
pero ¿cómo gritarles
que no y que no mil veces?
¡Es un vivir en ascuas!
Que baje Dios y vea
lo que en la tierra ocurre.
Yo, Señor Jesucristo,
estoy a mi trajín
del verso y de la pena
en un rincón de España.» (Concha Lagos, poetisa española)
Jesús: Haz que la Iglesia vaya en vanguardia hasta donde deba en la integración de la mujer en todos sus cuadros.
¿Acaso no vemos cómo elegiste a una mujer para traerte al mundo?
¿No vemos en el evangelio la corte de mujeres que te seguían?
¿No vemos tu predilección por un montón de ellas: Marta y María, Magdalena y la Samaritana, la pecadora pública y la
adúltera, la hemorroisa y la siro fenicia, la viuda de Naím y la mujer encorvada, «Talita» y María de Cleofás?
¿Acaso no le confiaste a María de Mágdala el encargo de anunciar a la Iglesia el misterio de tu Resurrección?
¿No estaban en el Cenáculo «las mujeres con María», cuando enviaste tu Espíritu Santo en el primer Pentecostés?
¿Y no ocuparon cargos importantes en la primitiva Iglesia?
Jesús: No hace falta que vuelvas a bajar para ver «lo que en la tierra ocurre».
Lo viste ya una vez, y nos dijiste con tu vida y palabra lo que teníamos que hacer para ponerle remedio: servir a los
demás y, sobre todo, amarlos como Tú nos amaste.
(R. A.)
430
LUZ CRISTIANA EN GIDE
La imagen de Gide ha pasado a la historia de la literatura como la de un renegado de su bautismo cristiano. Pero
buceando en escritos suyos, como Numquid et tu?; Cahier veri y Nouvelles nourritures, se encuentra uno con estas
súplicas al Dios-Jesús de su catacumba.
(R. A.)
«Dios mío, vengo a vos con todas mis llagas que se han convertido en heridas; y con todos mis pecados bajo cuyo peso
mi alma está esclavizada.»
«¡Mancha espantosa, oh suciedad del pecado! Ceniza que deja detrás de sí esta llama impura, escorias. ¿Puedes Tú
purificarme de todo esto, Señor? Que yo cante tu alabanza en alta voz.»
«Señor, si tenéis que ayudarme, ¿qué esperáis? Solo como estoy, no puedo hacerlo. No puedo hacerlo. Todos los
reflejos de Vos, que advertía en mí, se ofuscan. Es tiempo de que Vos vengáis. ¡Ah, no dejéis que el Maligno tome
vuestro lugar en mi corazón! ¡No os dejéis destronar, Señor! Si os retiráis completamente, se posesiona él. ¡Ah, no me
confundáis del todo con él! No lo amo tanto como eso, os lo aseguro. Recordad que os he podido amar. ¡Cómo! ¿Sería,
pues, hoy como si no lo hubiera amado nunca?»
«Señor, vengo a vos como un niño; como el niño que vos queréis que yo sea, como el niño en que se convierte quien se
abandona a vos. Yo repudio todo aquello que constituía mi orgullo y que ante vos haría mi vergüenza. Yo escucho y os
someto mi corazón.»
«Señor, concededme tener necesidad de vos mañana por la mañana.»
«Señor, apartad de mi corazón todo aquello que no pertenece al amor. Es la imagen de Dios lo que es preciso purificar
en nosotros mismos. Que pueda, Señor, mi plegaria, como las de las almas más puras, no ser ya sino el reflejo de vos
que a vos retorna, cuando os inclináis sobre mí. Señor, no me interrumpáis vuestra gracia, de forma que no cese de
rezaros.»
«Yo vuelvo a ti, Señor Jesús, como al Dios del cual tú eres forma viva. Estoy cansado de mentir a mi corazón. Por todas
partes te encuentro, cuando creía huir de ti, divino amigo de mi infancia. Sé que no existe nadie más que tú capaz de
apagar mi corazón exigente. Sólo el demonio en mí niega que tu enseñanza sea perfecta, y que yo pueda renunciar a
todo, fuera de ti, después que en la renuncia a todo te reencuentre.»
(André Gide, escritor francés)
431
ARLEQUÍN
«Con aureola y rostro pintarrajeado al modo de los payasos, este Cristo es capaz de conmover nuestra cansada
conciencia moderna de un modo que resulta imposible en otras imágenes suyas»
(H. Cox)
«Cristo se ha acercado a las generaciones precedentes bajo diversos aspectos. Maestro, juez, médico. En el mundo de
hoy estas imágenes tradicionales han perdido mucho de su poder. Ahora ha hecho una inesperada irrupción en la
moderna escena de la vida secular bajo un aspecto nuevo, que, en realidad, es viejo, y que hemos recuperado. Se nos
acerca como arlequín, como personificación del talante festivo y la fantasía en una edad que las ha perdido a ambas casi
por completo. (...)
El símbolo de Cristo como payaso se cierne sobre la primera época de la historia del cristianismo. Sin embargo, no
podía persistir cuando la visión que la Iglesia tuvo de sí misma cambió de lo ridículo a lo sublime. ¿Qué lugar queda
para la caricatura cuando se toman en serio las vestiduras regias de la Iglesia, y cuando su corona y su cetro están
hechos de oro auténtico en lugar de ser de espinas y caña? Una Iglesia que efectivamente ostenta el poder y reina tiene
poca capacidad para la auto caricatura y la ironía. Así, durante la mayor parte de los siglos cristianos, con excepciones
acá y allá, la imagen de Cristo como payaso desapareció, al menos oficialmente (...) Sólo ahora, en nuestra secularizada
era postcristiana, puede surgir de nuevo. Una Iglesia débil e incluso ridícula, en cierto modo y de una forma peculiar
desfasada con los tiempos, puede nuevamente valorar al Cristo arlequinesco. Su pathos, su debilidad, su ironía,
empiezan de nuevo a cobrar un extraño sentido (...) El payaso se ve continuamente derrotado, engañado, humillado y
mistificado. Es infinitamente vulnerable, pero nunca queda totalmente vencido.
Representando a Cristo como un payaso, probablemente nuestra generación siente, al menos de un modo intuitivo, que
la mueca pintada en la cara y el traje de colorines implican todos esos contenidos y otros más. La misma ambigüedad
del gorro y los cascabeles concuerda en cierto modo con nuestra ansiosa e irónica actitud respecto a Cristo. Ante la
pregunta que Él hizo a Pedro: «¿Quién dices que soy yo?», no podemos ya en conciencia recitar de memoria las
respuestas convencionales. Por eso vestimos a Cristo como un payaso y, así, expresamos al mismo tiempo muchas
cosas: nuestras dudas, nuestra desilusión, nuestra fascinación, nuestra esperanza irónica.
Pero también decimos algo más, algo más específicamente contemporáneo. Que nuestra relación global con Cristo, con
cualquier fe (...), es una especie de juego consciente y de cómico equívoco. Sólo adoptando una actitud lúdica frente a
nuestra tradición religiosa nos será posible ver su sentido. Sólo aprendiendo a reírnos de la desesperanza que nos rodea
podemos tocar la orla de la túnica de la esperanza. Cristo como payaso significa nuestra lúdica valoración del pasado y
nuestra cómica negativa a aceptar el espectro de la inevitabilidad del futuro. Es la encarnación de la festividad y la
fantasía.»
(Harvey Cox, teólogo protestante norteamericano)
432
VALORES
«Ninguna persona tiene necesidad de Cristo para llegar a la llamada moral natural. Lo específico del mensaje cristiano
va más allá de una moral legalista»
(André Lichnerowicz, científico)
«¿Qué hay para mí de extraordinario hoy en el mensaje de Cristo y qué puede ayudarnos a esbozar un sentido y una
aproximación de lo que puede ser la Salvación? Sin duda, la inversión de los valores del mundo, que se manifiesta en
todas partes, aunque se quiere ocultar. Esta parte del mensaje es extraordinariamente subversiva, y lo es para toda la
sociedad, porque son los valores de toda la sociedad los que deben ponerse en el astil de la balanza y, como
consecuencia, ser rechazados. La Iglesia misma está siempre dividida entre la institucionalización de la Palabra y esta
misma Palabra, y a veces sacrifica la una a la otra. Por eso existe entre estos dos polos una constante tensión, que es un
signo de los tiempos.
Hoy, para mí, lo esencial consiste en las Bienaventuranzas.
En ellas se ve, puesta en acción concretamente, la inversión de los valores del mundo, esa paradoja permanente que se
traduce por: «los primeros serán los últimos. Dichosos los pobres... los que lloran... los que sufren persecución...»
Ninguna persona tiene necesidad de Cristo para llegar a lo que vulgarmente se dice una moral natural. Lo específico del
mensaje cristiano va más allá de una moral legalista. No se puede robar al prójimo ni matarlo. Para saber esto no hace
falta Cristo. Lo esencial del mensaje cristiano no tiene nada específicamente social, excepto la invitación a invertir los
valores sociales.
Por medio de Cristo podemos comprender mejor el contenido de aquella Pregunta, la pregunta del pueblo judío, y
presente en todo el Antiguo Testamento. Por medio de Él podemos meditar en una Respuesta de la que no conocemos
enteramente el sentido: somos hijos de Dios. Profundizar en lo que significa hijo de Dios es, probablemente, la mejor
manera de entender la Respuesta.»
(André Lichnerowicz, matemático francés)
433
EL CRISTO
«Descubrir este Cristo, en nosotros y en los otros, significa inaugurar la revolución total, esto es, eliminar hambre,
riqueza, poder, diferencia, y vivir como cristos.»
(Elsa Morantel)
«El término cristo no es un nombre o apellido personal: es un título común para designar al hombre que transmite a los
otros la palabra de Dios, o de la consciencia total, que significa lo mismo. Aquel Cristo se llamaba, según los
documentos, Jesús de Nazaret, pero otras veces, a través de los tiempos, el cristo se ha presentado bajo diversos
nombres, de hombre o de mujer -él no mira al género- y con piel clara u oscura -él se pone el primer color que se le
ocurre- y en oriente y en occidente y en todos los climas -y ha hablado en todas las lenguas de Babel- ¡siempre
volviendo a repetir la misma palabra! En realidad, sólo por ella se reconoce el cristo: ¡por la palabra! que es sólo y
siempre la misma: ¡aquella!»
«Y él la ha dicho y redicho y vuelto a redecir, oralmente y por escrito, y sobre la montaña y dentro de las cárceles ... y
en los manicomios ... y por todas partes... El cristo no se entretiene en los lugares, ni en la hora histórica, ni en las
técnicas de la masacre ... Supuesto que el escándalo era necesario, él se ha hecho masacrar obscenamente, con todos los
medios disponibles... cuando se trata de masacrar a los cristos, no se repara en los medios... Pero la ofensa suprema que
le han hecho ¡ha sido la parodia del llanto! Generaciones de cristianos y de revolucionarios -¡todos ellos cómplices!-
han seguido lloriqueando sobre su cuerpo ¡mientras de su palabra hacían estiércol!» Y así, de ahora en adelante, él se
vuelve, no dirá más palabras, porque aquellas que debía decir las has gritado a los cuatro vientos. (...)
Es el destino de todo cristo: ser desechado y refutado. La burguesía ha envenenado los ánimos humanos, y no se sabe ya
discernir el bien del mal. Así como Cristo es la expresión máxima de la consciencia, en él este destino se ha agudizado
hasta el paroxismo.
Cuando apareció en Judea, el pueblo no lo creyó como el verdadero Dios hablante, porque se presentaba como un
pobretón, no con el uniforme de las autoridades. Pero si vuelve, se presentará todavía más miserable, en la persona de
un leproso, de una pordiosera deforme, de un sordomudo, de un niño idiota. Se esconde en una vieja prostituta:
¡encontradme!, y tú, después de haberte servido de la vieja prostituta para un servicio, la dejas allá, y saliendo al aire
libre, buscas en el cielo: «¡Ah, Cristo, hace dos mil años que esperamos tu vuelta!». «Yo», responde él desde sus
escondrijos, «no me he alejado jamás de vosotros. Sois vosotros quienes cada día me lincháis, o peor aún, pasáis de
largo sin verme, como si yo fuera la sombra de un cadáver putrefacto sobre la tierra. Yo cada día paso cerca mil veces,
me multiplico por todos cuantos sois, mis signos llenan todo milímetro del universo, y vosotros no los reconocéis,
pretendéis esperar quién sabe que otros signos vulgares...» (...)
Descubrir este Cristo, en nosotros y en los otros, significa inaugurar la Revolución total, esto es, eliminar hambre,
riqueza, poder, diferencia, y vivir como cristos.» (Elsa Morante, escritora italiana)
434
PASCUAL
«Si nos preguntamos qué palabras puestas en labios de Jesús se remontan al Jesús histórico, siempre es posible, cuando
menos, presentar un inventario reconstruido. No obstante, a medida que el lector vaya leyéndolas, recordará que estas
palabras no son una lista que se lea y punto. Tampoco son un sermón que se predica. Son una partitura que debe ser
tocada, un programa que debe ponerse en práctica.»
(John Dominic Crossan, biblista católico USA)
«Lo que había de ocurrirle a Jesús era probablemente tan previsible como lo que le sucediera anteriormente a Juan. Sin
duda alguna lo que cabía esperar era una especie de ejecución político-religiosa. Sus palabras y sus obras resultaban tan
inadmisibles en el siglo I como pudieran serlo en el actual, independientemente de cuál fuera el marco geográfico en el
que se desarrollara su vida. (...) y su muerte resulta más segura si la relacionamos con el resto de su vida que si la
relacionamos con los días inmediatamente anteriores a ella. Parece bastante obvio que Jesús, al enfrentarse
-probablemente por primera y única vez en su vida- con la riqueza y la magnificencia del Templo, destruyó
simbólicamente la función de intermediario -por lo demás perfectamente legítima- que éste tenía, en nombre del reino
de Dios, en el que no cabrían intermediarios. En caso de producirse en el ambiente caldeado de la Pascua, fiesta que
conmemoraba la liberación del pueblo judío de la primitiva opresión imperial, un gesto semejante habría bastado para
justificar la crucifixión por un acuerdo entre los poderes políticos y religiosos. Y hoy día resulta imposible imaginar la
facilidad, el anonimato y la indiferencia con que podía acabarse con un don nadie, con un campesino como Jesús.
Lo que no era previsible ni cabía esperar de ninguna manera es que ese final fuera cualquier cosa menos el final.
Cuantos en un principio tuvieron conocimiento del poder divino por haber gozado de la visión de Jesús y haber sido
testigos de su ejemplo, perseveraron en su actitud después de su muerte; de hecho, su experiencia se vio reforzada
cuando ese poder divino dejó de hallarse circunscrito en los límites del tiempo y del espacio. A finales del siglo I, un
historiador judío de talante neutral dice: «Después que Pilato, prestando oídos a las personalidades más destacadas de
nuestro pueblo que lo acusaban, lo condenó a morir en la cruz, no por ello dejaron de amarlo los que en primer lugar le
habían dado su amor. Y aun hoy día sigue viva la tribu de los cristianos, que de él ha tomado su nombre». Por otra
parte, un arrogante historiador latino afirmaba a comienzos del siglo II: «Aquel de quien tomaban nombre [se
«cristianos»], Cristo, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio, por el procurador Poncio Pilato; la execrable
superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no sólo por Judea, origen del mal, sino también por la
Urbe, lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas». Los
seguidores de Jesús, por su parte, tras huir en un principio de los peligros y el horror que supusiera la crucifixión,
acabaron por hablar no ya del amor que seguían profesándole, o de la superstición que se iba propagando cada vez más,
sino de resurrección.»
(J.D. Crossan)
435
CLAROSCURO
«El «mensaje de la cruz» culmina y encuentra su verdadero significado en el mensaje de la resurrección: la resurrección
de Cristo y la nuestra.»
(Peter L. Berger)
«El «mensaje de la cruz», por supuesto, es el núcleo del Evangelio: Dios vino al mundo en la sorprendente figura de un
carpintero de pueblo convertido en predicador itinerante, que fue ejecutado como un criminal, despreciado y
abandonado, murió y fue sepultado, y después -en un instante que transformó toda la estructura de la realidad-resucitó
de entre los muertos para transformarse en el poder más enorme del universo y en el señor de los destinos humanos. La
gente, tanto entonces como ahora, se encuentra relativamente preparada para aceptar figuras de salvador que prometan
la redención de los males de la existencia humana. La parte del mensaje que hace referencia a la «cruz» es la que
constituye la «piedra de escándalo», la «locura». Es un tema esencial del cristianismo, que los teólogos han denominado
kenosis, la humillación de Dios: el mismo Dios que posee todos los poderes, que creó este mundo y todos los mundos
posibles, asumió la forma y el destino de un hombre corriente, y de hecho, de un hombre que padeció las aflicciones
más atormentadoras de la traición, la tortura, la desesperación y la muerte. Nadie, ni judío ni gentil, se hubiese
asombrado de una afirmación según la cual el poder de Dios es mayor que el de los hombres; la propuesta escandalosa
de Pablo consiste en que la debilidad de Dios revela su auténtico poder, incluyendo el poder de triunfar sobre el pecado
y la muerte. (...)
Dios se revela a sí mismo en la debilidad, y también en nuestra debilidad: en la debilidad social, la debilidad moral y
también la debilidad intelectual. Él se mueve entre los pobres, entre los pecadores, entre los «necios». Una vez que
hayamos desenmascarado nuestras diversas pretensiones, este mensaje supone un gran alivio.
Aquí nuestra atención se dirige hacia la debilidad de Dios; su venida al mundo en la débil forma de un hombre, la
persecución y la degradación de ese hombre, su desesperación solitaria y su dolorosa muerte. Al contemplar la debilidad
de Dios y el calvario de Jesús inevitablemente incluiremos la debilidad y el sufrimiento de todas las criaturas, en
palabras de Libro de la Plegaria Común de la liturgia anglicana, «todos aquellos que se encuentran de algún modo
afligidos o apesadumbrados, en espíritu, cuerpo o bienes» (y por supuesto, especialmente aquellos cuyo dolor o
aflicción ha afectado nuestras propias vidas). Si el cristianismo consiste sólo en esto, se trataría de la religión más
lúgubre de todas, una creencia auténticamente masoquista y del todo patológica. Por supuesto, las cosas no son así en
absoluto. La cuaresma es el preludio, no la culminación. La cuaresma conduce a la pascua, y la debilidad última de
Dios, a la cegadora revelación de su omnipotencia. El «mensaje de la cruz» culmina y encuentra su verdadero
significado en el mensaje de la resurrección: la resurrección de Cristo y la nuestra. Éste es el mensaje redentor que
Pablo llevó consigo a lo largo de sus viajes infatigables, y que estaba ansioso de proteger contra las falsas sabidurías del
mundo. Ese mismo mensaje redentor es la única razón para pertenecer a la Iglesia cristiana en la actualidad, ya que se
trata del principio y del fin de nuestra fe.»
(Peter L. Berger, sociólogo de la religión, USA)
436
SIEMPRE JOVEN
«El Evangelio es siempre joven. Sois vosotros los viejos.»
(Georges Bernanos, novelista)
Jesús: Echo de menos aquel «introito» de la vieja Misa:
«Me acercaré al altar de Dios, del Dios que alegra mi juventud».
Ese Dios juvenil y alegre, capaz de rejuvenecer y alegrar mi vida,
eres Tú, que llegas diariamente a la cita del altar.
El Pan de tu Cuerpo es la levadura joven que fermenta
nuestra vida cristiana para librarla de la esclerosis.
No quiero acostumbrarme a la comunión eucarística.
Quiero que tu Carne joven me sepa a fresca diariamente.
Quiero comulgar tu Cuerpo como en mi Primera Comunión,
porque Tú sigues siendo tan joven como aquel lejano día.
Quiero celebrar mi Eucaristía diaria
con la misma ilusión que en mi Primera Misa,
porque Tú sigues siendo el joven «Dios que alegra mi juventud».
Sólo así seré capaz de rejuvenecer la vida de los demás.
Jesús, cada jornada manejo las viejas páginas del Evangelio.
Haz que no lo lea como una historia que pasó «en aquel tiempo»,
sino como tu vida renovada sin cesar «en este tiempo».
Tú estás con nosotros todos los días del calendario
con la misma frescura de hace dos mil años.
Como dice Péguy: «El está aquí como el primer día.
Él está aquí entre nosotros como el primer día.
Él está eternamente aquí todos los días.
Él está aquí entre nosotros todos los días de su eternidad».
Porque tu eternidad no es un tiempo pasado cada vez más viejo,
sino un presente siempre joven, cargado de futuro.
Enséñame a leer tu historia como la prensa diaria
para hallarte entre los hombres y mujeres de aquí y ahora,
entre los gozos y esperanzas de nuestra sociedad.
Haz que Te contemple siempre como el Hombre Nuevo,
y que descubra tu Evangelio como la Novedad Alegre.
Haz que te oiga decirnos: «Hoy se cumple esta Escritura»,
la que Te retrata como el Libertador de todas las ataduras.
Jesús, Tú llamaste Nuevo a tu mandamiento del amor:
«os doy un mandamiento nuevo: que os queráis entre vosotros
como yo os he querido»; «hasta el extremo».
Pero sólo será nuevo tu precepto de amar a tu estilo
si no lo dejamos oxidar, si lo rejuvenecemos cada día.
Si procuramos que los hombres y mujeres de nuestro entorno
sigan diciendo como ayer: «¡Mirad cómo se aman!»
Jesús, Tú eres el eterno Contemporáneo, Tú eres mi Cristo Joven. (R. A.)
437
DIALOGANTE
«Hacer las cosas pequeñas como si fueran grandes, a causa de la majestad de Jesucristo, que las hace en nosotros y que
vive nuestra vida. Y hacer las grandes como si fueran pequeñas y fáciles, a causa de su poder.»
(Blaise Pascal)
«Consuélate. No me buscarías si no me hubieras encontrado.
Pensé en ti en mi agonía, derramé gotas de sangre por ti.
Déjate conducir por mis planes, mira qué bien he conducido
a la Virgen y a los santos que me han dejado actuar en ellos.
El Padre ama todo lo que yo hago.
¿Quieres que siempre me cueste a mí la sangre de mi humanidad
sin que tú derrames lágrimas?
Tu conversión es asunto mío; no temas y reza confiado en mí.
Estoy presente en ti por medio de mi palabra en la Escritura;
por mi Espíritu y por mis inspiraciones, en la Iglesia,
por mi poder en los sacerdotes y por mi oración en los fieles.
Los médicos no te van a curar, pues al fin vas a morir.
Soy yo el que cura y transforma el cuerpo en inmortal.
Sufre las cadenas y la servidumbre corporales;
ahora sólo te libro de las espirituales.
Yo soy más amigo tuyo que éste y el otro,
porque yo he hecho por ti más que ellos
y no sufrirían lo que yo he sufrido por ti
y no morirían por ti cuando tú eras infiel y cruel,
como yo lo he hecho y estoy dispuesto a hacerlo con mis elegidos
y en el Santísimo Sacramento.
Si conocieras tus pecados, morirías.»
«Me moriría, Señor, pues creo en su malicia bajo tu palabra.»
«No, porque yo, el que te lo digo, te puedo curar,
y lo que yo te digo es ya señal de que te quiero curar.
A medida que los expíes, los irás conociendo, y se te dirá:
«Mira los pecados que se te han perdonado».
Haz, pues, penitencia por tus pecados ocultos
y por la malicia oculta de los pecados que ya conoces.» (...)
«Veo mi abismo de orgullo, de curiosidad y de concupiscencia. No hay ninguna relación entre Dios y yo ni con el Justo
Jesucristo. Pero Él ha sido hecho pecado por mí (2 Cor 5, 21). Todos los azotes han caído sobre Él. Es más despreciable
que yo y, lejos de aborrecerme, se siente honrado si yo voy en su auxilio.
Pero se ha curado a sí mismo y me curará a mí con más motivo.
Tengo que añadir mis llagas a las suyas y unirme a Él
y Él me salvará al salvarse. Pero no debo añadirlas en lo futuro.»
(Blaise Pascal, filósofo francés)
438
RABBONI
«De un golpe acabas de iluminar mi espíritu y he comprendido claramente que sólo tú eres el Maestro, tú el único
Pastor de las almas, la vida y el alimento de las inteligencias, que eres no sólo la Sabiduría de Dios sino también la luz
verdadera que ilumina a todo hombre.»
(Nicolás Malebranche)
«Yo soy la Sabiduría de Dios, la verdad eterna, inmutable, necesaria. Y aunque solamente mi Padre es quien me posee
completamente, yo hago sin embargo mis delicias de estar entre los hijos de los hombres. Me comunico a todos los
espíritus según su capacidad, y por medio de la razón -de la que les hago partícipes- los espíritus pueden tener algunos
contactos e intercambios.
Pero los hombres son tan miserables que, en vez de entrar en sí mismos para escucharme, se esparcen al exterior por
medio de los sentidos y de sus pasiones. Como ya no me consultan se hacen irrazonables; no pueden tener relación con
nadie y menos con mi Padre. Pues los hombres pueden unirse entre ellos por algún tiempo, pero no pueden tener
sociedad durable entre ellos ni pueden tenerla con Dios si no es por mi medio. Sin embargo, tuve compasión de ellos
(...) Pues soy el Salvador de los hombres, y los libro constantemente, no de los males presentes, que les son necesarios
-pues siendo pecadores tienen que volver a entrar en el orden establecido- sino de sus pecados, que les impiden tener
acceso a Dios y reconciliarse con su Padre.»
«-¿Cómo, Jesús? ¿Eres tú mismo quien me hablas en lo secreto de mi razón? ¿Es tu voz laque yo oigo? ¡Cuánta luz
acabas de poner en mi espíritu en un momento! ¿Cómo? ¿Eres tú solo quien alumbras a todos los nombres? ¡Qué
estúpido he sido cuando pensaba que eran las criaturas las que me hablaban, siendo tú quien me contestaba! ¡Qué
insensato he sido cuando he querido dar a las inteligencias el culto y el agradecimiento que sólo te debo a ti! ¡Oh mi
único Maestro! Que los ángeles te adoren con todos los espíritus, pues tú solo eres su razón y su luz, y que los hombres
sepan que los penetras de tal manera que, cuando creen que se están respondiendo ellos mismos y hablan con ellos
mismos, eres tú quien les habla y dialoga con ellos. ¡Oh luz del mundo!, ahora lo comprendo. Tú eres quien nos
alumbra cualquier verdad existente.
Eres tú quien nos exhorta cuando vemos la belleza en el orden. Eres quien nos corrige cuando oímos los reproches
secretos de la razón. Eres quien nos castiga o nos consuela cuando interiormente sentimos remordimientos que nos
rompen las entrañas o palabras de paz que nos llenan de alegría. De un golpe acabas de iluminar mi espíritu y he
comprendido claramente que sólo tú eres el Maestro, tú el único Pastor de las almas, la vida y el alimento de las
inteligencias; que eres no sólo la Sabiduría de Dios sino también la luz verdadera que ilumina a todo hombre. He leído
muchas veces esto en la Sagrada Escritura, pero sólo lo comprendía de un modo imperfecto. Te comparaba a los
hombres a los que llamamos «maestros» y veo que los más buenos y sabios no son más que simples «monitores». Pues
yo no sabía que tú hablabas continuamente al espíritu en lo más secreto de la razón; y aunque sabía que eres la
Sabiduría del Padre, no se me ocurría pensar que también eres la nuestra.»
(Nicolás Malebranche, escritor francés)
439
EL TESORO
«Los tesoros de todos los bienes están en Él»
(Jean Calvin)
«Pues vemos que nuestra salvación y todos sus caminos
están encerrados en Jesucristo,
debemos guardarnos de atribuir a otros ni la más mínima parte.
Si buscamos la salvación, el nombre de Jesús ya nos dice que está en Él.
Si deseamos los dones del Espíritu Santo, los encontramos en su unción.
Si buscamos la fuerza, está en su señorío.
Si queremos encontrar dulzura y benignidad,
su nacimiento nos las hace presentes
y por él se ha hecho semejante a nosotros para aprender a tener piedad.
Si pedimos redención, nos la da en su pasión.
En su condena está nuestra absolución.
Si queremos que la maldición se nos perdone, la obtendremos en la cruz.
La satisfacción la tenemos en su sacrificio; la expiación, en su sangre;
nuestra reconciliación se hizo con su bajada a los infiernos.
La mortificación de nuestra carne yace en su sepulcro.
La novedad de la vida, en su resurrección
y en ella también tenemos la esperanza de nuestra inmortalidad.
Si buscamos la herencia celestial, la tenemos asegurada por su Ascensión.
Si buscamos ayuda y bienestar y abundancia de todos los bienes,
los tenemos también en aquel que es nuestro Juez.
En resumen: pues todos los tesoros de todos los bienes están en Él,
tenemos que sacarlos de Él y no de otra parle.»
(Jean Calvin, reformador protestante)
«No apreciemos nada si no se relaciona con Jesucristo:
no miremos más que a Él;
no actuemos y no suframos sino en el espíritu de Jesucristo.
Consideremos que Jesucristo es el principio y el fin de todas las cosas:
es «el primogénito de toda creatura y todas subsisten en Él.»
Que es nuestro Jefe, nuestro Rey, nuestro Salvador,
nuestro Mediador, nuestro Legislador, nuestra Luz, nuestro Modelo,
nuestro Sumo Sacerdote, nuestra Víctima, nuestra Comida, nuestro Todo.
No pidamos nada si no es por Jesucristo,
no accedamos a Dios sino por Jesucristo,
pues sólo tenemos acceso a Dios por Jesucristo.
No olvidemos que Dios sólo ama a Jesucristo y lo que tiene relación en Él
y que «nos ha predestinado a ser conformes con la imagen de su Hijo».
Por eso, conformémonos con Jesucristo, nuestro modelo,
y «despojémonos del hombre viejo para revestimos del hombre nuevo»
Y no amemos en nosotros y en los demás sino a Jesucristo.»
(Nicolás Malebranche, escritor francés)
440
POTENCIADOR
«Cristo no aniquila al hombre de carne y sangre.
En comunión con Él, no hay lugar para las alienaciones.
Él no quiebra lo que hay en el hombre.
Él no vino a abolir sino a dar plenitud»
(Roger Schutz)
Jesús: El filósofo del superhombre no te conocía bien,
cuando te acusaba de debilitar al ser humano.
Una cosa es que Tú fueras humilde y otra que humillaras.
Una cosa es que nos recomendaras la humildad de espíritu
y otra que nos exigieras la cobardía de corazón.
Nadie como Tú potencia al ser humano con tu vida y doctrina.
Lo del «humanismo cristiano» es una realidad, no un sueño.
Porque si es verdad que «el cristianismo no es un humanismo»
más cierto es que el cristianismo es un superhumanismo.
Pablo nos dice que «todo lo noble, puro, amable, laudable,
todo lo que es virtud o mérito» es propio del cristiano.
Nadie como el cristiano puede decir con el filósofo clásico:
«Soy hombre, nada humano me es ajeno».
Lo sobrenatural no es algo contranatural,
lo espiritual no es algo antimaterial, sino antimaterialista.
Toda la creación es obra del Padre, y «vio Dios que era buena».
Jesús: Cuando Tú te «aniquilaste», al tomar la forma de esclavo,
fue para elevarnos a la categoría de divinos.
Cuando Tú te empobreciste, siendo infinitamente rico,
fue para enriquecernos a todos con tus riquezas.
Cuando Tú aceptaste el amargo trago de la pasión,
fue para regalarnos con la gloria de la resurrección.
Y cuando Tú nos exhortas a hacernos como niños,
es para adornarnos con el candor de los inocentes.
La alienación humana no proviene de Ti,
sino de quienes pretenden enajenar nuestra mente
con bagatelas y nuestra voluntad con pasatiempos.
Muchas veces los llamados progresistas son retrógrados,
aunque vistan su vejez con palabras nuevas.
Tú propones un reino de toda verdad y de toda vida, natural y espiritual.
Tú propugnas un reinado de santidad, de virtudes humanas elevadas por las divinas.
Tú promueves un reino de justicia y de amor, para que reine la paz.
Jesús: Tú no vienes a abolir nada que sea realmente humano,
sino sólo el pecado, que es un detrito inhumano.
Tú vienes a cumplimentar lo mejor que hay en nosotros,
lo creado por el Padre con lo recreado por Ti.
Tú no vienes a desfigurarnos sino a transfiguramos. (R.A.)
441
JESUS-PAN
«Bien puede llamarse «Pan», ya que Él es nuestro todo, y todo lo que nosotros somos, toda nuestra vida, todo lo que
tenemos, todo lo que esperamos es Él, está en Él, viene de Él y por Él.»
(Rabelais)
«Epitherses, padre del retórico Emiliano, navegaba de Grecia a Italia en una nave cargada de mercancías diversas y de
viajeros. Al caer la tarde, cuando cesó el viento cerca de las islas Echinades, que están alrededor de Túnez, llegó la nave
cerca de Corfú. Mientras permanecía anclada, ninguno de los viajeros durmió: unos vigilaban, otros bebían y comían.
Como procediendo de la isla de Paxos se oyó la voz de alguien que llamaba a gritos a Thamous. Al oír ese grito todos se
espantaron. Ese Thamous era el timonel, natural de Egipto, pero su nombre sólo lo conocían algunos viajeros. Nadie
respondió pero todos quedaron en silencio y temblando. Por tercera vez volvió a gritar esa voz más terriblemente que
antes. Entonces Thamous respondió: «Estoy aquí, ¿qué quieres que haga?». Entonces esa voz volvió a oírse diciéndole
y mandándole que, cuando estuviera en Palodes (puerto del Epiro), anunciara y dijera que Pan, el gran Dios, había
muerto. Cuando llegaron cerca de Palodes, sucedió que no tenían ni viento ni corriente de agua. Entonces Thamous,
subiendo a proa y dirigiendo su vista a tierra, dijo -como se le había mandado- que Pan, el grande, había muerto. No
había terminado de decir la última palabra cuando se oyeron grandes suspiros, grandes lamentos y pavor en tierra,
procedentes no de una persona sino de muchas juntas.
Esta noticia, pues muchos la habían escuchado, se divulgó en seguida en Roma. Tiberio César, emperador romano
entonces, mandó llamar a Thamous y, después de oírle, dio crédito a sus palabras. E informándose de la gente docta,
que había mucha por entonces en su corte de Roma, de quién era el tal Pan, descubrió que era hijo de Mercurio y de
Penélope.
Así lo habían afirmado antes Herodoto y Cicerón, en el tercer libro de De natura deorum (esta historia procede de
Plutarco).
De todos modos, yo aplicaría esto al Salvador de los fieles, que en Judea fue ignominiosamente matado por la envidia y
la iniquidad de los pontífices, los sacerdotes y monjes de la ley mosaica. Esta interpretación no me parece errónea.
Porque bien puede llamarse Pan en el lenguaje familiar, ya que Él es nuestro todo y todo lo que nosotros somos, toda
nuestra vida, todo lo que tenemos, todo lo que esperamos es Él, está en Él, viene de Él y por Él. Es el buen Pan, el gran
Pastor, que como dice el apasionado pastor Coryndon no sólo quiere a sus ovejas, sino también a sus pastores. A su
muerte hubo llanto, lamentos, suspiros, pavor y lamentaciones en toda la máquina del universo: cielos, tierra, mar,
infiernos. Con esta interpretación mía coincide el tiempo, porque entonces murió en Jerusalén nuestro buenísimo y gran
Pan, nuestro único Salvador. Reinaba entonces también Tiberio César.
Pantagruel, cuando terminó este relato, se quedó en silencio y en profunda contemplación. Poco tiempo después vimos
que las lágrimas caían de sus ojos, gruesas como huevos de avestruz. Pongo a Dios por testigo si miento en una sola
palabra.»
(François Rabelais, escritor francés siglo XVI)
442
ENTREVISTO
«No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis;
No lo veis, y creéis en Él;
Y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado,
alcanzando así la meta de vuestra fe:
Vuestra propia salvación»
(Pedro, apóstol)
Carta de Pedro a la primera generación cristiana, que ya no había sido testigo directo de la vida de Jesús. La única
referencia que tenían era la palabra de los apóstoles y de los discípulos que se habían codeado con el Maestro. ¿Qué
diferencia hay entre aquellos cristianos y nosotros, sino la mera distancia del tiempo y el espacio? Esta carta tiene como
destinatarios a nosotros, los cristianos de finales del siglo XX de la era cristiana.
Pedro nos dice: No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis. Pero en ese amor puede haber muchos grados de diferencia; por
eso cada uno debe dejarse preguntar por Jesús como Pedro:
¿Me amas?
Con la mano en el corazón, ¿podemos responder: Tú sabes que te amo? Se trata de una respuesta personal e
intransferible. Superada esta primera pregunta, aún queda una segunda:
¿Me amas más?
¿Amamos a Jesús más que cuando le conocimos de niños? ¿Más que cuando hicimos la primera comunión? ¿Más que
cuando recibimos la confirmación? ¿Más que cuando nos comprometimos como laicos, consagrados, sacerdotes? ¿O
nuestro amor anterior a Jesús ha ido a menos? Superada sinceramente esta cuestión, todavía queda la tercera:
¿Me amas más que éstos?
¿Más que los que han recibido menos beneficios espirituales? ¿Más que quienes tienen menor conocimiento de mí?
¿Más que los que han sido menos perdonados que tú? No hay que anteponerse a los demás, pues sólo Jesús conoce la
contabilidad comparativa del amor de los suyos. Pedro no se atrevió a responder que amaba a Jesús más que otros.
Basta que también nosotros respondamos como él:
Señor, Tú lo sabes todo: Tú sabes que te quiero.
Y Pedro prosigue en su carta: No lo veis, y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado. ¿Tenemos
esa visión gozosa de la fe, o la tenemos como un fardo pesado de llevar?
Según Jesús a Tomás: Dichosos los que crean sin haber visto. La fe es una bienaventuranza, una dicha, una felicidad.
Algo falla en nosotros, si la consideramos algo triste, negativo, un yugo que hay que soportar.
A María le dijo Isabel: Dichosa tú, que has creído.
Siempre el mismo adjetivo calificativo de felicidad, idéntico binomio entre fe-dicha.
Sólo demostrando nuestra alegría de creyentes, seremos testigos convincentes de nuestra fe en Jesús.
(R. A.)
443
REVELADOR
«A Jesucristo le debo todo el conocimiento de Dios y de los hombres que pos< todo eso que los filósofos no pueden
saber.»
(Heinz Zahr)
«Mis padres y mis educadores me pusieron ante la figura de Jesucristo como c hombre decisivo en la historia. A
Jesucristo le debo yo todo el conocimiento de Dio; de los hombres que poseo: todo eso que los filósofos no pueden
saber. Tan sólo de Jesucristo aprendí yo cómo ama Dios al hombre y cuáles son los propósitos que tiene con cuál es la
conciencia equivocada y la conciencia que sabe acertar; y que la única tai y oportunidad de mi vida consiste en
enderezar ni conciencia por la conciencia de Jesucristo. Todo esto yo no puedo saberlo, porque ningún saber puede
penetrar en los pensamientos e intenciones de la divinidad. Únicamente el poseedor de estas ideas puede revelarlas y
comunicármelas. Únicamente la acción de escuchar esa comunicación, la fe, me da el conocimiento que yo necesito.
Más tarde, antes de mi excursión a la incredulidad, perdí el contacto o lo dejé dormitar. Ahora bien, un día se me
ocurrió que a un hombre como Jesús de Nazaret no se le puede arrinconar con la facilidad con que dejamos de tener
relaciones con un vecino. Se me ocurrió que podría tener derecho a que se le prestara atención, a que se le enjuiciase
rectamente, a que se adoptara una actitud ante él, a que se le mostrara gratitud y fidelidad. En efecto, toda persona tiene
derechos inviolables. Y este hombre tenía derecho, seguramente, a que el mundo y yo no le tratáramos como el
Zarathustra de Nietszche o cualquier otro genio. Si él era realmente quien pretendía ser, entonces él tenía derecho,
mucho más derecho que cualquier hombre sincero y que haya dado pruebas de que nos podemos fiar de él, a que se le
creyera.
¿Tiene ese hombre derechos sobre nosotros, unos derechos a los que yo, con mis medios de orientación, que pueden
informarme suficientemente, debo reconocer como verosímiles y obligatorios?; ¿soy deudor de algo ante Jesús? En todo
caso, para mí la pregunta acerca del derecho de Jesús de Nazaret a ser reconocido como el maestro de la verdad y el
señor del mundo, esta pregunta era un garfio que llevaba clavado en el cuerpo, y que con cualquier movimiento (con
cualquier movimiento de mi pensamiento) se me iba clavando más y más.
Ahora sé ya que mi pregunta trae consigo otras cien preguntas, que yo no puedo resolver. ¿Es que nosotros sabemos
exactamente qué es lo que él dijo, obró y pensó realmente?; ¿acaso Jesús no está más oculto que manifiesto bajo la
trama de aquellos relatos de los evangelios, que deben ser escritos tendenciosos, creados por teologías de la
comunidad?; ¿es que, además de la filosofía, tendré que ponerme a estudiar ahora historia y exégesis?; ¿tendré que
aprender arameo?
No puede ser. Si es cierta la sospecha de que Jesucristo es quien él pretende ser, no impedirá entonces con bibliotecas el
acceso a él ni lo obstruirá con profesores.» (Heinz Zahrnt, filósofo y teólogo)
444
CELAJES
«Si Jesús hubiera querido, no se habría conformado con milagros ambiguos, huidas, silencios, prédicas y largos envíos
al futuro de las esperanzas... Jesús podía haber «avasallado» al mundo, haberle metido por los ojos su divinidad. Pero
entonces Jesús no hubiera ofrecido la fe, hubiera ofrecido la evidencia.»
(B. M. Hernando)
«Aquella mañana el Niño preguntó al Viejo: -Abuelo, si tan importante es la Resurrección de Jesús y Jesús quería que
sus discípulos creyeran en ella, ¿por qué no resucitó a la vista de todos?
El Viejo se puso a pensar. Efectivamente podía uno imaginar aquel sensacional espectáculo del cuerpo yerto del Señor
reanimándose ante todos sus amigos como en magia de alto coturno. Aquel cuerpo acribillado haciendo de nuevo
acopio de vida y de luz. Presentándose más ágil que nunca, saliendo de un sueño, brillando en la madrugada en
competencia con el sol. Y propiciando antes la presencia de Pilato, de Anas, Caifás, el centurión, los soldados, fariseos,
escribas y sacerdotes, todo el gentío alrededor en expectativa. Y Jesús que se levanta y les dice: «No sabéis lo que
habéis hecho», o algo así. Definitivo, definitivo. Se acabaron dudas y temores...
El Viejo sonríe con ancho regocijo, da unas palmaditas al Niño como quien acaricia a un golfillo retozón. Pero el Niño
está serio y espera respuesta.
-No hacía falta llegar a la muerte y a la resurrección para convencer del todo a la gente de que él, Jesús, era el Mesías,
era Dios. Si Jesús hubiera querido no se habría conformado con milagros ambiguos, huidas, silencios, prédicas y largos
envíos al futuro de las esperanzas... Jesús podía haber «avasallado» al mundo, haberle metido por los ojos su divinidad.
Pero entonces Jesús no hubiera ofrecido la fe, hubiera ofrecido la evidencia. Y eso no vale, amiguito, eso no vale.
Además eso es humillante para los que aman o para quienes quieren amar y entender e intuir y arriesgarse.
La fe en Jesús, hijo, no es un empujón hacia «la trampa» quieras o no quieras. Es sólo una invitación. No se es cristiano
porque no se tenga más remedio que serlo, por no poder ser otra cosa. Se es discípulo de Jesús porque se siente uno
escogido por su amor, no por su poder milagrero. Yo no creo en Jesús porque haya resucitado: creo en Jesús
Resucitado, como creo en Jesús crucificado. Creo en Jesús. Si la fe en Jesús fuera fruto de un claro razonamiento, todas
las personas inteligentes serían cristianas, y eso no es así. Hay mucha gente inteligente que no lo es y, a cambio, hay
algunos «tontos» que creen en Jesús. El camino para creer pasa por la inteligencia pero no depende de ella. Te engañas
si crees que sus apóstoles hubieran creído más en Él de verlo resucitar ante sus ojos. O que Pilato y Caifás se habrían
tirado de rodillas ante su luz milagrosa. La fe es otra cosa.»
(Bernardina M. Hernando, escritor)
445
ORTEGUIANA
Consultando la obra del filósofo español que gritó «¡Dios a la vista!», se encuentra también la siguiente cita sobre Jesús:
(CHA.)
«Hay en la historia del cristianismo un caso espléndido, que muestra lo que vale no haber visto las cosas y hallarse
sometido a inventarlas, a pensarlas y construirlas racionalmente. San Pablo no conoció a Jesús, no vio a Jesús; de
segunda y tercera mano recibió noticias de los actos de su existencia, de sus operaciones taumatúrgicas y de sus
sencillas palabras. Cuando haciendo vía a Damasco un vuelco de su alma candente le trajo a la fe de Jesús, ¿qué podía
hacer un espíritu poderoso, desparramado por la serie de noticias que sobre él poseía? San Pablo necesitó recoger
aquellos como miembros dispersos del divinal sujeto, y reconstruir con ellos la figura de Jesús. Como no lo había visto,
necesitaba figurárselo.
Los demás apóstoles, con tornar los ojos a su propia memoria, les bastaba para ver al Jesús real que caminaba entre sus
recuerdos benigno y dulcifluo.
A san Pablo, por el contrario, no se le presentaba espontáneamente, tuvo él que hacérselo, tuvo que pensarlo. De
recordar a Jesús como san Pedro a pensar a Jesús como san Pablo va nada menos que la teología. San Pablo fue el
primer teólogo; el primer hombre que del Jesús real, concreto, individualizado, habitante de tal pueblo, con acento y
costumbres genuinos, hizo un Jesús posible, racional, apto para que los hombres todos, y no sólo los judíos, pudieran
ingresar en la nueva fe. En términos filosóficos, san Pablo objetiva a Jesús.
Se me dirá que, en el camino de Damasco, Jesús se reveló a san Pablo. Cierto; camino de Damasco llegó a madurar la
labor reconstructiva que tiempo hacía ocupaba la mente del apóstol, y allá, cerca de Dareya, a la hora del mediodía,
consiguió elevar los datos sueltos a la unidad de un carácter, y, súbitamente, se le reveló Jesús en la perfección de su
ser. ¿Qué dignidad añade a la revelación el hecho físico de ver una luz entre dos cirro cúmulos?»
(José Ortega y Gasset, filósofo)
Jesús:
Tampoco yo he tenido el privilegio de codearme contigo como tus apóstoles y tus discípulos de la primera hornada.
Tampoco he percibido un espectáculo de luz y sonido que me haya hecho ver y oír con claridad meridiana tu voz. Pero,
como Pablo, he recibido la revelación de tu personalidad. Y esto me basta, porque recuerdo tu novena bienaventuranza:
«¡Dichoso quien crea sin haber visto!».
Y más que Pablo, tengo los cuatro evangelios y los otros textos del nuevo Testamento, incluidos los del apóstol de las
gentes. Y estoy inmerso en la tradición bimilenaria de tu Iglesia, que, como Madre y Maestra, mantiene mi fe cristiana.
Gracias, Jesús, por contarme entre los millones de fieles que, en todo el mundo y en toda la historia, creemos en Ti.
(R. A.)
446
SUBLIME
«Jesús no será nunca sobrepasado. Su culto se rejuvenecerá sin cesar; su leyenda provocará lágrimas continuamente; sus
sufrimientos conmoverán los mejores corazones; todos los siglos proclamarán que, entre los hijos de los hombres, no ha
nacido nadie más grande que Jesús»
(Ernest Renán)
«Haberse hecho amar «hasta el punto de que después de su muerte no han cesado de amarle» (Flavio Josefo): he aquí la
obra maestra de Jesús y lo que más sorprendió a sus contemporáneos. Su doctrina era algo tan poco dogmático que
nunca pensó en escribirla ni hacerla escribir. Se era discípulo suyo, no porque se creyera esto o aquello, sino porque uno
se ligaba a su persona y amándole. Algunas sentencias recogidas de los recuerdos que tenían sus oyentes y, sobre todo,
lo típico de su moral y la impresión que había dejado fue todo lo que quedó de él. Jesús no es un fundador de dogmas,
ni un creador de símbolos; es el iniciador de un mundo con un espíritu nuevo (...) Adherirse a Jesucristo en vista del
Reino de Dios: esto es lo que en primer lugar debe decirse que es ser cristiano.
De esta manera se comprende cómo, por un destino excepcional, el cristianismo puro se presenta aún, al cabo de
dieciocho siglos, con los caracteres de una religión universal y eterna. En efecto, la religión de Jesús es, desde cierto
punto, la religión definitiva. (...) El cristianismo, a pesar de las caídas que ha tenido, recoge aún los frutos de este origen
excelente. Para renovarse, basta con volver a acudir al Evangelio. El Reino de Dios, como nosotros lo concebimos,
difiere notablemente de la aparición sobrenatural que los primeros cristianos esperaban ver resplandecer en las nubes.
Pero el sentimiento que Jesús ha introducido en el mundo es más bien el que nosotros tenemos. Su perfecto idealismo es
la regla más alta de la vida desprendida y virtuosa. Ha creado el cielo de las almas puras, donde se encuentra aquello
que en vano se le ha pedido a la tierra, la perfecta nobleza de los hijos de Dios, la santidad cumplida, la total ausencia de
las manchas del mundo, la libertad, en fin, que la sociedad real excluye como posibilidad y que sólo tiene toda su
amplitud en los dominios del pensamiento. El gran maestro de los que se refugian en este paraíso ideal es también
Jesús. Él, el primero, ha proclamado la realeza del Espíritu; el primero ha dicho, al menos con sus actos: «Mi reino no
es de este mundo». La fundación de la verdadera religión es obra suya. Después de él sólo queda desarrollar y fecundar.
(...)
A esta persona sublime, que preside cada día los destinos del mundo, se nos permite llamarla divina, no en el sentido de
que Jesús haya absorbido lo divino o se lo haya identificado, sino en el sentido de que Jesús es el individuo que ha
hecho dar a su especie el mayor paso hacia lo divino. La humanidad en conjunto ofrece una amalgama de seres bajos,
egoístas, superiores al animal sólo en que en éstos el egoísmo no reflexiona. Sin embargo, en medio de esta uniforme
vulgaridad, algunas columnas se elevan al cielo y atestiguan un destino más noble. Jesús es la columna más alta que
muestra al hombre de dónde viene y a dónde debe tender. En él se condensa todo lo que hay de más noble y más
elevado en nuestra naturaleza.»
(Ernest Renán, escritor francés)
447
INQUIETANTE
«La vida de Cristo se muestra tremendamente inquietante, porque no vivió para enseñarnos una forma más de
relacionarnos con la divinidad. Se mete en el mundo y nos interpela sobre nuestra forma de vivir, nos pone de cara con
nuestro propio egoísmo.»
(Eduardo Vergara
Jesús: Es laudable el deseo de humanizar el cristianismo,
desarrollando su indiscutible dimensión horizontal.
Pero, como la cruz, su símbolo, el cristianismo tiene dos brazos
y el primero, el más largo, es el vertical.
Cierto que Tú no nos enseñaste sólo a relacionarnos con Dios,
pero sí nos subrayaste que el primer mandamiento es amarle
«con todo el corazón, con toda el alma, con todo el ser».
La novedad de tu verticalismo religioso está en el amor
que ha de ser no sólo totalizante sino filial.
La religación cristiana con Dios es la de un hijo con su Padre.
Tú no negaste la alabanza, la obediencia y el servicio divinos,
pero resaltaste la filiación como postura radical.
Por eso nos enseñaste a rezar: «Padre nuestro».
Pero añadiste como segundo mandamiento «semejante al primero»
el amor al otro con minúscula, a los otros sin distinción.
Sí, Jesús, Tú entraste en la historia para abrirnos también a los hermanos.
Tú quieres sacarnos de nuestro narcisismo egocéntrico,
que sólo sabe declinar el pronombre de primera persona singular.
Tú deseas que aprendamos el altruismo solidario,
que prefiere declinar el pronombre en plural «nosotros».
Esta religiosidad que nos religa a los otros nos inquieta porque somos egoístas,
pero más bien debería darnos paz porque nuestro corazón está hecho para amar
no sólo con la sístole del amor a nosotros mismos
sino también con la diástole del amor a los demás.
Pero tu precepto de amar a los otros tiene más quilates: no se reduce a quererlos como próximos en humanidad, sino
también como próximos por fraternidad cristiana. Tú nos invitas a amar a los demás como Tú nos amas: «Quereos unos
a otros como yo os he querido»: «hasta el fin» de la vida, hasta dar la vida. Seguramente nosotros no habremos de darla
de golpe pero sí podemos y debemos darla gota a gota, día a día.
Tampoco tendría que inquietarnos el amar a los otros como a Ti. «Lo que hacéis y omitís con ellos me lo hacéis a Mí».
Tu identificación con los demás nos facilita el amarlos porque nada es más fácil que amarte a Ti, Jesús, el Amable.
(R.A.)
448
ADORABLE
«¿Quién podrá hablaros del culto de Jesucristo si no lo habéis conocido? Pero si una sola vez, un solo instante, lo habéis
podido gustar, ¿quién podrá volver a deciros ese inexpresable afecto?»
(Henri Lacordaire)
«El Verbo de Dios coeterno del Padre ha recibido de Él,
puesto que es la expresión de su pensamiento,
el ministerio de la creación
y en especial el de las inteligencias,
de las que es la antorcha.
Doctor universal, habla en el interior a todos los espíritus,
mueve todas las conciencias,
y nadie, cualquiera que sea su puesto entre los seres pensantes,
está en la verdad y en la justicia,
si no se conforma a lo que aprende de Él.
Es el padre de nuestra razón y, por medio de la razón,
el padre de todas las virtudes morales y políticas,
que hacen del género humano una sociedad.
El género humano es la primera Iglesia fundada por Cristo,
Iglesia que no conoce a su fundador,
pero que vive según sus leyes,
y recurre a Él, bajo el nombre de Dios,
siempre que la necesidad de salvación
le inspira mirar más arriba de ella.
¡Oh! ¿quién podrá hablaros del culto a Jesucristo,
si no lo habéis conocido?
Pero si una sola vez, en un solo instante, lo habéis podido gustar,
¿quién podrá volver a deciros ese inexpresable afecto?
Ni la embriaguez del orgullo el día de los mayores triunfos,
ni la fascinación de la carne a la hora de los más engañosos goces,
ni la madre cuando recibe de manos de Dios un hijo en el mundo,
ni el esposo cuando introduce a la esposa en la castidad del tálamo nupcial,
ni el poeta en la primera inspiración de su genio,
ni nada que sea o que haya sido
tienen la imagen ni la sombra ni siquiera el precedente
de lo que es, en un alma, el culto de Jesucristo...
El culto de Jesucristo, éste es el fondo de la vida cristiana.»
(Henri Lacordaire, teólogo dominico francés)
449
POPULAR
«Es aquí, en el corazón de Cristo, donde los pueblos enfermos se reaniman y donde los pueblos oprimidos reciben la
fuerza para afirmarse.»
(Felicité de Lamennais)
«¿Quién se agolpaba alrededor de Cristo para escuchar su palabra? El pueblo.
¿Quién le seguía en la montaña, en los lugares desiertos para escuchar sus enseñanzas? El pueblo.
¿Quién quiso elegirlo rey? El pueblo.
¿Quién extendía sus vestidos y agitaba palmas gritando «hosanna» cuando entró en Jerusalén? El pueblo.
¿Quién se escandalizaba cuando curaba en sábado? Los escribas y fariseos.
¿Quién le interrogaba insidiosamente y le tendía trampas para perderle? Los escribas y fariseos.
¿Quién le trataba de sedicioso y blasfemo?
¿Quién se confabuló para hacerle morir?
¿Quién le crucificó en el Calvario entre dos ladrones?
Los escribas, los fariseos, los doctores de la ley, el rey Herodes y sus cortesanos, el gobernador romano y los príncipes
de los sacerdotes.
Su astucia hipócrita engañó incluso al pueblo. Lo empujaron a pedir la muerte del que los había alimentado en el
desierto con siete panes, del que devolvía la salud a los enfermos, la vista a los ciegos, el oído a los sordos y a los
paralíticos el uso de sus miembros.
Pero Jesús, viendo que habían seducido a ese pueblo lo mismo que la serpiente sedujo a la mujer, suplicó a su Padre
diciendo «Padre mío, perdónales porque no saben lo que hacen».
Y, sin embargo, han pasado ya dieciocho siglos y el Padre no les ha perdonado y arrastran su suplicio por toda la tierra,
y en toda la tierra el esclavo tiene que inclinarse para verlos.
La misericordia de Cristo no excluye a nadie. Ha venido a este mundo a salvar, no a unos pocos, sino a todos los
hombres. Para cada uno ha habido una gota de sangre.
Pero a los pequeños, a los débiles, a los humildes, a los pobres, a todos los que sufrían, los ha amado con un amor de
predilección.
Su corazón latía con el corazón del pueblo, y el corazón del pueblo latía con el suyo.
Y es aquí, en el corazón de Cristo, donde los pueblos enfermos se reaniman y donde los pueblos oprimidos reciben la
fuerza para afirmarse.»
(Felicité de Lamennais, escritor francés, siglo XIX)
450
NECESITADO
«Dios es menesteroso:
Necesita de la brisa / para acariciar el rostro / de nuestro día. Necesita del perfume / de la rosa para enjugar / nuestra
soledad. Necesita del pan, y el vino / para ser Dios-con-nosotros»
(Cristina Kaufmann)
Jesús: Hoy vengo a rezarte desgranando un mini poema
de la carmelita descalza que traspasó las pantallas de TV hablando de la oración.
Con ella recordamos, con aquel añejo libro también famoso,
que «Dios tiene necesidad de los hombres» y de las cosas.
Sí, Tú necesitaste el cuerpo de María para tu gestación
durante nueve meses antes de salir a la luz.
Tú necesitaste del buen José para hacerte de padre
ante los conciudadanos de Belén, Egipto y Nazaret.
Tú tuviste necesidad del serrín y la madera del taller
para ganar tu pan y el de tu Madre María.
Tú mendigaste la libertad de los primeros discípulos
para que, dejándolo todo, siguieran tus huellas.
Fueron menester las palabras del diccionario arameo
para enhebrar tus parábolas sobre el Reino de Dios.
Tuviste que utilizar el agua para sanar al paralítico
y la saliva para abrir los ojos del ciego.
Tú, el Hijo del Dios omnipotente, por quien todo fue hecho,
necesitado de tres panes y dos peces para alimentar a cinco mil.
Y tuviste que echar mano de una hogaza de pan y un vaso de vino
para convertirlos en tu Cuerpo y Sangre de la última cena.
Tú, Rey de los ángeles, necesitaste su presencia
en las tentaciones del desierto y del huerto.
Tú, el mismo y único Dios, necesitaste orar al Padre
para que pasara la amarga desolación de la cruz.
Tú, siendo «la resurrección y la vida»,
esperaste que el Padre te resucitara al tercer día.
Pero no sólo tuviste necesidad del cielo y de la tierra
durante tu breve trayectoria existencial en aquel tiempo.
También ahora quieres necesitar de nosotros
para continuar tu obra y lo que falta a tu pasión
en favor de tu cuerpo, que es la Iglesia y la humanidad.
Haz que tomemos como el máximo honor
el prestarte nuestros pies y manos, nuestro corazón,
para que pases haciendo el bien por nuestro medio.
Haz que nos sintamos honrados de poder suplirte
en la pantalla de la historia, aquí y ahora, como «dobles» tuyos.
(R. A.)
451
ENLACE
«¡Reina por siempre, oh Cristo, sobre la razón humana, y sé la divina cadena entre el hombre y su Dios!»
(Alphonse de Lamartine)
«Sí, desde cualquier nombre falso que te dé el futuro, ¡nosotros te saludamos como Dios, pues Tú no eres un hombre!
El hombre no hubiese encontrado en nuestra debilidad
ese germen divino de la inmortalidad,
ni la claridad en la noche, la virtud en el vicio,
ni en el estrecho egoísmo la sed de sacrificio,
ni en la lucha la paz, ni la esperanza en el dolor,
ni en el orgullo rebelde la humildad de corazón,
ni en el odio el amor, ni el perdón en la ofensa,
¡ni en el arrepentimiento la segunda inocencia!
Nuestro incienso se hubiese perdido a ese precio,
¡y también las virtudes que se hacen adorar!
Oh tú que hiciste elevarse esta segunda aurora,
en la que un segundo caos vio florecer la armonía,
Palabra que traías, además de la verdad,
justicia y tolerancia, amor y libertad:
¡Reina por siempre, oh Cristo, sobre la razón humana,
y sé la divina cadena entre el hombre y su Dios!
¡Ilumina sin cesar con tus fuegos fulgurantes
los siglos dormidos en la cuna del tiempo!
¡Y que tu nombre, legado como única herencia,
descienda de edad en edad de la madre al hijo,
mientras el ojo en la noche tenga sed de claridad,
y el corazón, de esperanza y de inmortalidad!
¡Mientras la humanidad quejosa y desolada
riegue de lágrimas su valle terrestre,
y mientras las virtudes cuiden sus altares
o no hayan cambiado su nombre entre los mortales!
Para mí, sea que tu nombre resucite o sucumba,
¡Oh Dios de mi cuna, sé el Dios de mi tumba!
Cuanto más oscura sea la noche y más débil mi vista,
agarrándose a la llama que palidece en los cielos;
y cuando el altar roto que la gente abandona
se derrumbre sobre mí... templo que amo,
templo donde he recibido todo, templo donde he aprendido todo,
yo abrazaré todavía tu última columna,
¡aunque tenga que ser aplastado entre tus sagradas ruinas!»
(Alphonse de Lamartine, escritor francés)
452
HUMANO-DIVINO
«En resumen, Él se me ha aparecido a la vez como el rostro más humano de lo divino y el rostro más divino de lo
humano»
(Jean-Claude Renard)
«Jesús se me ha aparecido no sólo como el «testigo esencial del misterio fundamental» (Malraux), sino como su
revelador a la vez el más sencillo por su lenguaje y el más rico por todo lo que ese lenguaje puede significar,
proclamando «lo que ha estado escondido desde la fundación del mundo», y hablándonos del «reino de Dios». Él se me
ha aparecido como el primero en manifestarse verdaderamente como «Mesías», es decir, como portador de lo que yo
esperaba. Él se me ha aparecido al mismo tiempo como una respuesta tan plena que ninguna cuestión resulta jamás
necesitada de explicación y como una cuestión tan profunda que incluso su misma respuesta no la recubre enteramente.
Él se me ha aparecido, de esta forma, como la mayor presunta-respuesta, siempre actual, siempre activa, siempre
individual hasta en la comunidad de su mensaje, injertada en el Misterio y dirigida simultáneamente hacia él.
En consecuencia, he aprendido de Jesús a comenzar a responderme a mí mismo a través de mi propio deseo de Dios, y a
responder a Dios a través de mi propio deseo de mí. Yo vi en Él la figura donde la paternidad divina toma cuerpo sin
tener necesidad de dejarse ver por la filiación humana puesto que ésta era ella misma la figura. Yo le he reconocido
como el centro del instante eterno donde se opera en Él la única desmovilización posible del absurdo y de la nada,
donde el absoluto atravesaba lo relativo y habitaba el cuerpo del mundo. Yo le reconozco como el único ser en quien se
están cumpliendo a la vez en la Historia la más alta experiencia mística y la más extrema ecuación hombre-Dios, es
decir, la más perfecta encarnación de esta plenitud existencia! (...)
Haciendo esto, yo he visto en él el símbolo y la realidad del advenimiento del reino humano y/o divino cuyas
potencialidades, aquí y ahora, ya inscritas en nosotros, deben ser perpetuamente actualizadas para ganar poco a poco ese
pleroma siempre por venir que, como en Jesús, constituirá, si lo alcanzamos, el acabamiento unificado de continente, de
contenido y de la totalidad ontológica. Yo veo en él a ese hombre excepcional que, rebelándose contra todas las formas
de poder y de alienación y enseñando a sus discípulos a no dejar nunca de combatir, en las condiciones mismas del
mundo, por una libertad, una justicia, una paz reales tanto como para lo que él llama la verdad, permanece lo más apto
para modificar de una manera dinámica y radical el curso y el sentido de la aventura humana. Yo le he visto el hombre
más cercano a los hombres por su propia pobreza, su propio aislamiento, su propia angustia delante de las nuestras
como por su participación de todas nuestras destrezas, su afrontamiento solitario de la muerte, su abandono por el cual
llamó a su Padre, su situación de víctima inocente, su terrible marcha hacia su terrible agonía en la cruz. Pero yo le he
visto también como el hombre más alejado de los hombres por la profundidad de su relación con el Misterio, la cualidad
de su ser, la dimensión de su mensaje, las capacidades de su acción: en breve, por una humanidad llevada en cualquier
situación a su grado supremo de humanización y/o de
divinización.)
(Jean-Claude Renard, poeta francés)
453
EMPOBRECIDO
«Sabemos que este Maestro se esconde a menudo en medio de los indigentes, y cuando hacemos sufrir a un hombre
miserable no sabemos qué miembro del Salvador es el que estamos desgarrando»
(León Bloy, escritor francés)
«Los impíos se consideran heroicos al resistir al Todopoderoso. Estos orgullosos, de los cuales algunos no son
inaccesibles a la piedad, llorarían de vergüenza, si supiesen ver la debilidad, la miseria, la desolación infinita de aquel al
que insultan y ultrajan Porque Dios, que se ha hecho pobre al hacerse hombre, está, en cierto sentido, siempre
crucificado, siempre abandonado, expirando bajo las torturas.
Pero ¿qué pensar de esos que nunca conocieron la piedad, que son incapaces de derramar lágrimas, y que no creen que
son impíos?
Y ¿qué pensar, en último término, de aquellos que sueñan con la vida eterna en manga: de camisa y zapatillas, al amor
del fuego del infierno? (...)
Ya os he hablado de los inquilinos pobres de los que esta parroquia esta bien provista, y que tiemblan al pensar lo que
podéis hacerles sufrir mañana. ¿Habré hablado siquiera a una sola alma cristiana? No me atrevo a creerlo.
¡Ah! ¡Cómo me gustaría gritároslo! ¡hacer sonar la alarma en el fondo de vuestros corazones carnales! ¡sembrar una
inquietud saludable, el santo temor de encontrar a vuestro Redentor en medio de vuestras víctimas!
Yo soy Jesús a quien tú persigues se le dijo a san Pablo que ardía de rabia contra lo¡ cristianos, que entonces eran como
los inquilinos de la Ciudad del Demonio, a los que se persigue de madriguera en madriguera, con la espada o la
antorcha en los riñones hasta que paguen con su sangre la morada permanente de los cielos. «¡Yo soy Jesús quien tú
persigues!»
Sabemos que este Maestro se esconde a menudo en medio de los indigentes, y cuan do hacemos sufrir a un hombre
miserable, no sabemos qué miembro del Salvador es e que estamos desgarrando. Hemos aprendido del mismo Pablo
que siempre hay algo que falta a los sufrimientos de Jesucristo y que ese algo debe completarse en los miembro; vivos
de su Cuerpo.
-¿Qué hora es, Padre -dicen a Dios sus pobres hijos, a lo largo de los siglos-, pues velamos «sin saber ni el día ni la
hora». ¿Cuándo terminaremos de sufrir? ¿Qué hora e¡ en el reloj de tu interminable Pasión? ¿Qué hora es?...»
(Léon Bloy, en La femme pauvre. Fragmento de la homilía pronunciada por un
sacerdote sobre la parábola del deudor insolvente)
454
CORAZÓN
«Recuerdo las palabras de Pablo «tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo», y le pido al Señor que me
preste su corazón... Le veo cómo me quita mi corazón de piedra y pone en su lugar su corazón de carne...»
(Tony de Mello)
«Tengo la extraña sensación de regresar a mi mundo con el Corazón de Alguien distinto de mí:
Percibo en mí un vehemente deseo de orar. Corro hacia mi lugar habitual de oración y siento cómo mi nuevo Corazón
hace cosas desacostumbradas...
Paseo por una calle muy concurrida. Por todas partes están las multitudes de siempre y, para mi sorpresa, hoy las miro
de un modo extrañamente diferente... Su visión despierta en mí pensamientos y sensaciones totalmente distintos de los
que estoy acostumbrado a tener.
Me voy hacia mi casa, y por el camino miro a los árboles y a las aves, a las nubes, a los animales y a toda la naturaleza
con un modo diferente de mirar.
En casa, en el trabajo, miro a la gente que me desagrada y descubro que reacciono de distinta manera. Lo mismo ocurre
con las personas que anteriormente me resultaban indiferentes. Y, para mi sorpresa, me doy cuenta de que soy diferente
incluso con las personas a las que amo...
Observo que con este mi nuevo Corazón soy fuerte en ciertas situaciones que anteriormente trataba de eludir. Hay
ocasiones en las que mi Corazón se deshace en ternura, y otras en las que se consume de indignación...
Mi nuevo Corazón me hace independiente: sigo estando apegado a muchas cosas, pero mi adhesión a ellas va
desapareciendo, me siento libre para desprenderme de ellas...
Y lo compruebo con deleite, pasando de un apego a otro.
Luego me asusto al comprobar que esto me lleva a situaciones que me ocasionan problemas. Me encuentro metido en
asuntos que ponen fin a mi deseo de comodidad, digo cosas que provocan enemistad...
Por último, vuelvo a la presencia del Señor para devolverle su Corazón. Ha sido emocionante estar provisto del Corazón
del propio Cristo, pero sé que aún no estoy listo para ello. Todavía necesito proteger mi yo...
Pero, aunque vuelvo a tener de nuevo mi pobre corazón, sé que voy a ser una persona diferente, porque, aun cuando
sólo haya sido un momento, he experimentado lo que significa tener ese Corazón, tener en mí los mismos sentimientos
que tuvo nuestro Señor Jesucristo.»
(Tony de Mello, jesuita, escritor indio)
455
AMABLE
«Señor, tú has descubierto mi alma,
es verdad que te busco y no te encuentro.
Pero ¿amarte? Mira qué bajo estoy,
Tú cuyo amor sube siempre como la llama»
(Paul Verlaine,
«Mi Dios me ha dicho: -Hijo mío, tienes que amarme.
¡Mira mi costado abierto, mi corazón que resplandece y sangra,
mis pies ofendidos que riega Magdalena con lágrimas,
y mis brazos doloridos bajo el peso de tus pecados, y mis manos!
Mira también la cruz, la hiel, la esponja, y todo te enseña
a no amar, en este mundo amargo donde la carne reina
más que mi Carne y mi Sangre, mi palabra y mi voz.
¿Acaso no te he amado incluso hasta mi misma muerte,
oh hermano mío en el Padre, oh hijo mío en el Espíritu,
y acaso no he sufrido, como estaba escrito?
¿Acaso no he gemido tu angustia suprema
y no he sudado el sudor de tus noches,
amigo quejumbroso, que me buscas allí donde estoy?
Yo he respondido: -Señor, tú has descubierto mi alma,
es verdad que te busco y no te encuentro.
¡Pero amarte! Mira qué bajo estoy,
Tú cuyo amor sube siempre como la llama.
Tú, el manantial de paz que toda sed reclama,
¡ay, mira un poco mis tristes combates!
¿Me atreveré a adorar las huellas de tus pasos,
sobre estas rodillas sangrantes de un arrastrar infame?
Y sin embargo, te busco en largos intentos,
quisiera que al menos tu sombra vistiese mi vergüenza,
pero Tú no tienes sombra, Tú cuyo amor crece.
¡Oh Tú, sosegada fuente, amarga sólo
para los amantes de su daño, oh Tú, todo luz,
salvo para aquellos ojos cuyos párpados cierra un pesado beso!
-¡Es preciso amarme! ¡Yo soy ese Beso universal,
yo soy ese párpado, y yo soy ese labio
de que tú hablas, querido enfermo, y esa fiebre
que te agita soy yo siempre! ¡Hay que atreverse a amarme!
Sí, mi amor sube sin rodeos hasta donde no puede trepar tu amor de cabra,
y te llevará, como un águila que roba una liebre,
hacia los tomillos que el cielo querido acaba de regar.
¡Ámame! Estas dos palabras son mis palabras supremas,
pues siendo tu Dios omnipotente, puedo querer,
pero sólo quiero ahora poder que tú me ames.»
(Paul Verlaine, poeta francés
456
PLURAL
Alrededor de Jesucristo gira una constelación de nombres que iluminan aspectos significativos de su personalidad y
misión.
(R. A.)
«Tú eres llamado Palabra y estás sobre todas las palabras; tú estás sobre la luz y eres llamado Luz. Eres llamado Fuego,
no porque caes sobre los sentidos, sino porque purificas la materia ligera y viciosa. Espada, porque divides y separas el
mal del bien; Bieldo, porque limpias, alejando aquello que es ligero y llevado por el viento, y lo que está lleno lo
guardas en los graneros de allí arriba; Hacha, porque, habiendo tenido paciencia tanto tiempo, cortas la higuera estéril y
porque arrancas las raíces de la perversión; Puerta, porque introduces; Camino, para que nosotros andemos por el
camino recto; Oveja, porque eres la víctima; Pontífice, porque ofreces tu cuerpo; porque lo eres del Padre.»
(San Gregorio Nacianceno, padre de la Iglesia)
«San Pablo nos hace ver la gran virtualidad del nombre de Cristo al afirmar que Cristo es la Fuerza y Sabiduría de Dios,
al llamarlo Paz y Luz inaccesible, en la que habita Dios; Expiación, Redención, sumo Sacerdote, Pascua, Propiciación
de las almas, Irradiación de la gloria e Impronta de la sustancia del Padre, por quien fueron hechos los siglos; Comida y
bebida espiritual; Piedra y Agua; Fundamento de la fe, Piedra angular, Imagen del Dios invisible, gran Dios, Cabeza del
cuerpo, que es la Iglesia; Primogénito de la nueva creación, Primicias de los que han muerto, Primogénito de los
muertos; Primogénito entre muchos hermanos, Mediador entre Dios y los hombres, Hijo unigénito, Coronado de gloria
y honor, Señor de la gloria, Origen de las cosas, Rey de justicia y Rey de paz, Rey de todos, cuyo reino no conoce
fronteras.
Estos nombres y otros semejantes, tan numerosos que no pueden contarse; nombres cuyos diversos significados, si se
comparan y relacionan entre sí, nos descubren el admirable contenido del nombre de Cristo y nos revelan, en la medida
en que nuestro entendimiento es capaz, una majestad inefable.
Por lo cual, puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una participación en el más grande, el más divino
y el primero de todos los hombres, al honrarnos con el nombre de cristianos, derivado de Cristo, es necesario que todos
aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra se vean reflejados también en nosotros; para que el
nombre cristiano no aparezca como una fealdad, sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida.
(...)
Considerando que Cristo es la luz verdadera, sin mezcla posible de error alguno, nos damos cuenta de que también
nuestra vida ha de estar iluminada con los rayos de la luz verdadera. Los rayos del sol de justicia son la virtudes que de
él emanan para iluminarnos, para que dejemos las actividades de las tinieblas y nos conduzcamos como en pleno día,
con dignidad (Rom 13, 1) y, apartando de nosotros las ignominias que se cometen a escondidas, obrando en todo a
plena luz, nos convirtamos también nosotros en luz y, como es propio de la luz, iluminemos a los demás con nuestras
obras.»
(San Gregorio Niseno, padre de la Iglesia)
457
IRRECONOCIBLE
«Yo le había permitido a mi Hijo hacerse semejante a vosotros para libraros de los sufrimientos. Vosotros, mis fieles
adoradores, de quienes Él había salido fiador por medio de su sacrificio, venís a pedirme ese Redentor del que habéis
despreciado su cúmulo de torturas y al que habéis desfigurado de tal manera con vuestro amor que hoy yo mismo, su
Padre, no podría reconocerle»
(León Bloy
Con su estilo desmelenado, el escritor francés arremete contra los cristianos de si tiempo por haber desfigurado a Jesús
con un culto tan espiritualista y descomprometido que han llegado a hacerlo irreconocible para Dios y para los hombres.
(R. A.
«Mientras tanto, Cristo es arrastrado, sin duda alguna, hacia el vertedero.
Ese Rostro sangrante del Crucificado, que había atravesado diecinueve siglos, ello: lo han revolcado en una ignominia
tan nauseabunda que las almas más enfangadas se espantan de su contacto y se sienten forzadas a volverle la espalda
gritando. ¡Este Hijo del Hombre había desafiado al Oprobio humano, y el Oprobio humano lo ha vencido!
En vano triunfó de las abominaciones del Pretorio y del Gólgota y de la sempiterno vuelta a empezar de esas
abominaciones del Desprecio. ¡Ahora sucumbe bajo la abominación del respeto!
Sus ministros y Sus creyentes, locos de celo por el ídolo fétido que sale de sus corazones y lo colocan en Su altar, lo han
salpicado de un ridículo tan destructor, no hablamos de adoración, sino de la más embrionaria veleidad de terrorismo
religioso, que e milagro de los milagros sería ahora resucitarle el culto.
El sueño trágico de Jean-Paul Richter ya no tiene actualidad. No existe ya el Cristo lloroso que decía a los hombres
salidos de sus tumbas: «Os había prometido un Padre en los cielos y no sé dónde está. Acordándome de mi promesa, lo
he buscado durante dos mil años por todo el universo, y no lo he encontrado, así que ahora soy huérfano como
vosotros».
Es el Padre quien respondería a estas almas dolientes y sin refugio: «Yo le había permitido a mi Verbo, engendrado por
mí, hacerse semejante a vosotros para libraros d los sufrimientos. Vosotros, mis fieles adoradores, de quienes Él había
salido fiador por medio de su Sacrificio, venís a pedirme ese Redentor del que habéis despreciado s cúmulo de torturas
y al que habéis desfigurado de tal manera con vuestro amor que hoy Yo mismo, su Consustancial y su Padre, no podría
reconocerlo.
Supongo que Él habita en el tabernáculo que le han hecho sus últimos discípulos mil veces más cobardes y crueles que
los verdugos que le cubrieron de ultrajes y d sangre.
Si tenéis necesidad de mi Hijo, buscadlo en el basurero.»
(León Bloy, escritor francés, en Le desesperé, 1886
458
MI TODO
Entre la abundante producción del que fuera notable General de la Compañía de Jesús, elijo este «Itinerario de un
jesuita» como respuestas a una entrevista publicada en «Les Interviews» (R.A.)
«Para mí Jesucristo es TODO.
Así se define lo que representa Jesucristo en mi vida: TODO.
Ha sido y es mi ideal desde que entré en la Compañía
y sigue siendo mi camino, es siempre mi fuerza.
No es necesario explicar lo que esto significa:
quite a Jesucristo de mi vida y se hundirá como un cuerpo
a quien se le quita el esqueleto, el corazón y la cabeza.
Sin duda la figura de Jesucristo es, en cierto sentido, muy compleja
o, si se quiere, presenta múltiples aspectos.
Pero, en realidad, es muy sencilla: que Jesucristo aparezca
como un niño débil y frágil o como todopoderoso;
que sea afectuoso y acaricie a los niños o severo con los fariseos,
todo se unifica y todo procede de una misma raíz, que es el amor;
aquí es donde la figura de Cristo adquiere su perfecta unidad y su mayor esplendor.
Lo que fue para mí en el noviciado una simple intuición
se ha enriquecido, de día en día, y se ha hecho más fecundo.
Y el Corazón de Jesús, como símbolo de este amor,
me sostiene fuertemente en la vida
y me da una clave para comprender al Señor sin dificultad.
Así, este amor vivifica todo lo demás:
Jesucristo es para mí un amigo, especialmente en la Eucaristía.
La Misa y la oración delante del sagrario alimentan mis pensamientos y mi acción.
Después de mi noviciado, he estado siempre convencido de que,
en lo que se llama «devoción al Corazón de Jesús»,
se contiene una expresión simbólica del espíritu ignaciano
y una extraordinaria eficacia para la perfección personal
y para la fecundidad apostólica. Estoy todavía convencido de ello.
Nos puede parecer que esta clase de símbolos de nuestra fe
no conviene sino al pueblo o a una religiosidad poco instruida...
Las palabras de Jesús dicen precisamente lo contrario:
«Te bendigo, Padre, porque has ocultado estas cosas
a los sabios y a los prudentes y las has revelado a los sencillos».
Si queremos identificarnos con los sencillos, pobres, pequeños,
¿no es éste un modo excelente de hacernos como ellos,
de adoptar sus actitudes delante del Señor?
«Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños,
no entraréis en el Reino de Dios» (...)
Vosotros repetís muchas veces que los pobres os han enseñado más que los libros;
entonces, aprended de ellos esta lección evidente: amad a Jesucristo,
entrando por la puerta del amor sencillo de su Corazón.»
(Pedro Arrape, General de la Compañía de Jesús)
459
MEDIADOR
«Jesús es el equilibrio del mundo,
Él es el cumplimiento de todo lo que es humano
y de todo lo que es divino, Él es el anillo que faltaba,
el anillo entre la antigua y la nueva alianza»
(Ernest Psichari)
«Y a veces él tomaba en sus manos febriles los Evangelios.
Entonces esta claridad de Jesús se aproximaba.
Él leía, él no veía sino la duda y la contradicción.
Y después, en un momento dado, la palabra divina estallaba, tan fuerte,
tan concisa, tan limpia que Magencio temblaba en todos sus miembros
-tan dura a veces también, oh Dios mío,
puesto que es precio repetir la palabra de vuestros discípulos,
sí, tan dura y tan densa, tan verdadera y tan profunda
que ella arranca para siempre la miserable discusión humana-,
tan dura porque es un Dios quien habla,
tan dulce porque es un Hombre quien habla,
tan dura y tan dulce, de un tan firme y flexible acero,
de una materia tan fuerte y tan simple
que nada pueda satisfacer después de ella... (...)
Esta historia incomparable que él leía,
Magencio comprendía que acababa toda la historia humana,
que cerraba el ciclo, que lo decía todo,
después del nacimiento del hombre hasta su muerte
y hasta el advenimiento definitivo de Jesús en gloria,
historia que ha estado en el tiempo por la humanidad de Jesús
y que está fuera de todos los tiempos por su divinidad.
Allí él se sentía en el centro, en la única articulación del mundo,
en el nudo mismo del drama, entre la caída y el Juicio.
Todo está parado, todo está cerrado, las cuentas están hechas y bien hechas.
La justicia se acaba en la misericordia.
Al hombre le falta Dios: Jesús se lo da dándose.
A la humanidad santa le falta la santidad: Jesús se la da apareciendo.
Toda continuidad es restablecida. Jesús es el equilibrio del mundo,
Él es el cumplimiento de todo lo que es humano y de todo lo que es divino,
Él es el anillo que faltaba, el anillo de la antigua y de la nueva alianza,
Él es el reencuentro del hombre con Dios,
el reencuentro único donde ha brillado la centella de la caridad.
Pues sin Jesús, es decir, sin mediador,
no existe movimiento del hombre a Dios, pues no hay caridad.
Y antes de Jesús hay cuerpos y hay espíritus, pero no hay caridad.
Y después de Jesús hay cuerpos y hay espíritus,
que están infinitamente lejos de los cuerpos, y está la caridad.»
(Ernest Psichari, escritor francés)
460
COMPAÑERO
«Me hace caminar mundo adentro, / donde el hombre maltrata al hombre, / pero, enemigo de llantos y penas, / Jesús no
me deja nunca solo.»
(Negro espiritual) «A contraluz; lentamente
ibas subiendo a contraluz; subías
milímetro a milímetro como una
mazorca de maíz, doradamente,
y Tu corporeidad, al remontarse,
resbalaba su sombra por los rostros
de los que habían ido a despedirte.
Eran las ocho en punto de la tarde,
justo empezando a anochecer. Subías,
despacio, retrasando los adioses
últimos; ascendías gota a gota
lo mismo que la savia por las vides.
Porque era triste abandonarlos ahora,
precisamente ahora en que empezaban
a apagarse las luces de las fábricas
y a oler a humo triste en los suburbios.
Tú hacia lo alto, colgado por los hombros
de la barquilla de Tu globo de oro,
y ellos, allí, en el suelo, los que habían
compartido contigo su tartera.
Eran los mismos, los de siempre. Y tristes:
jornaleros, mineros, pescadores,
peones, emigrantes -los de siempre-,
viendo Tu remontar irremediable.
Los de siempre, los Tuyos, contemplando
Tus alpargatas, Tu mahón gastado
de carpintero. Que te ibas, y ellos
se quedaban allí sin comprenderlo,
con miedo, como niños de la vida.
Y dicen: -¡Vuelve!, y sigues; y repiten:
-¡Vuelve!, y, como una piedra en un estanque,
la tarde, en ondas por Tu frente abierta,
se cierra sin respuesta para siempre.» (Manuel Alonso Alcalde, poeta)
«Que Jesús venga siempre conmigo / a lo largo de todo mi viaje.
En las penas, que venga conmigo.
Cuando se acerque la noche, / quiero que Jesús venga siempre conmigo.
En la lucha, que venga conmigo.
Cuando el cuerpo no resista, / quiero que Jesús venga siempre conmigo.
Cuando más me pese el vivir, / quiero que Jesús venga siempre conmigo.»
(Negro espiritual)
461
MODERNO
«Eres aún espléndidamente moderno, Jesús de Nazaret, y temo que seguirás siéndolo hasta que la humanidad no logre
encontrar el modo de conseguir el fin de los tiempos o, como Tú decías más frecuentemente, la gloria.»
(Giuseppe Berta, escritor italiano.
«Si el cristianismo queda despojado de sus así llamados absurdos para volverlo grato al mundo, tal como es, y adaptado
al ejercicio del poder, ¿qué le sobrevive?
Vosotros sabéis que la «razonvolencia», el «buensentido», las virtudes naturales existían ya antes de Cristo, y que se
encuentran también ahora en muchos no cristianos. ¿Qué ha añadido Cristo de más? Sin duda, algunos aparentes
absurdos.
Nos ha dicho: amad la pobreza, amad a los humillados y a los ofendidos, amad £ vuestros enemigos, no os preocupéis
del poder, de la carrera, de los honores: son cosa; efímeras, indignas de almas inmortales.»
(Ignazio Silone, escritor italiano
«Amar al hombre como a sí mismo según el mandamiento de Cristo es imposible La ley de la persona sobre la tierra
vincula. El yo lo impide. Sólo Cristo ha podido, pero Cristo era eterno, desde siempre el ideal al cual tiende y por ley
natural debe tender e hombre. Por otra parte, tras la aparición de Cristo, como ideal del hombre en la carne ha quedado
claro como el sol que el supremo y último desarrollo de la persona debí llegar sin duda al punto que (al fin del
desarrollo, en el momento de alcanzar el fin) e hombre halle, comprenda y con toda la fuerza de su naturaleza se
convenza de que e supremo uso que el hombre puede hacer de la propia persona, de la plenitud del desarrollo del propio
yo es, en cierto sentido, destruir este yo, darlo enteramente a todos y a cada uno en alma y cuerpo sin reservas. Y esta es
la máxima felicidad... éste es sin duda el paraíso de Cristo.»
(Giorgio Saviane, escritor italiano)
«Se reía un pagano de los cristianos porque siguen un solo libro. Pero un santo obispo, que lo había oído, le contó esta
anécdota: «Una vez un doctor encontró a Cristo Jesús. -Señor, yo sé bien que tú fuiste el Mesías y que aquello que
dijiste está lleno di sabiduría. Pero ¿cómo puede ser que un solo libro baste para siempre a tanta gente?-Le respondió
Jesús: -Es verdad lo que dices. Pero ¿no sabes que mi pueblo lo reescribe cada día?»
«Un hombre andaba peregrino buscando el quinto evangelio. Lo supo un santo obispo y, afectado al verlo viejo y
cansado, le mandó a decir estas palabras: -Procura en centrar a Cristo y habrás hallado el quinto evangelio.»
(Mario Pomilio, escritor italiano
462
SOLO TÚ
«Que sin Ti nada me agrade / ni me sea dulce ni gracioso; /
que nada fuera de Ti / me sonría como precioso.
Que todas las cosas / me parezcan viles menos Tú. /
Que me sea tedioso gozar sin ti.
Sea mi único deleite / gozar contigo y llorar contigo,
porque si es tan dulce llorar contigo, / cómo será gozar de Ti.»
(Anselmo de Canterbury, teólogo siglo XI)
Jesús:
El estilo de esta plegaria rezuma la concepción exclusivista
de lo religioso ante cualquier obra natural y humana.
Aún debían pasar nueve siglos para que el Vaticano II
nos hiciera sintonizar con las sonrisas y lágrimas del mundo.
Una concepción bíblica excesivamente reductivista
hacía ver la naturaleza como puro instrumento;
y una ascética demasiado espiritualista
hacía ver las cosas materiales como negativas.
Cuando, desde que Tú te encarnaste, nada terreno nos es ajeno,
y mucho menos nada humano nos debe resultar extraño.
Sin embargo, hay algo válido y valioso en esta oración:
el subrayado de que Tú estás por encima de todo el cosmos.
La humildad de tu hacerte uno de nosotros, un hombre cualquiera,
no quita un átomo a tu pretensión de amor sobre todo y todos.
Y es que, aunque como hombre, quisiste ser «uno de tantos»,
como Dios eres el Absoluto, el incomparable, el fuera de serie.
Como Dios mereces un amor con todo el corazón,
con toda la mente, con toda la voluntad, con todo el ser.
Con todo, Jesús, más en línea con la sensibilidad actual,
me atrevería a inculturar así la oración anselmiana:
Que todas las cosas me parezcan, no viles, sino preciosas
porque Tú, con sola tu figura, vestidas las dejaste de hermosura.
Que todo me sea, no desagradable, sino grato, dulce y gracioso
porque todo participa graciosamente de tu gracia y dulzura.
Que todo me sea, no tedioso, sino gratificante y gozoso
porque todo refleja en algún grado tu belleza y felicidad.
Que Tú seas mi único deleite, pero que sepa hallarte en las cosas
y sobre todo en las personas que forman parte de tu Cuerpo total.
Que contigo todo me agrade y me sea dulce y agraciado,
que por Ti todo me sonría como precioso.
Que sepa llorar por ofenderte, y para sintonizar con el llanto de los demás.
Que sepa disfrutar contigo y con las alegrías de los que gozan a mi alrededor.
Que sólo Tú seas mi Todo, Jesús total.
(R. A.)
463
DIFÍCIL
«Cuando esta mañana se me ha acercado el amigo para susurrarme, en un eco teresiano, que «con Jesús nada nos falta»,
le he mirado con un cierto rubor, con miedo de no haber entendido nada de algo tan fácil como Jesús. ¿Tan fácil? Jesús
es todo, es nuestra riqueza y amor. Cualquier cosa, pero no fácil»
(Bernardina M. Hernando)
«Nuestra riqueza es Jesús. Que no es nuestro ídolo, ni simplemente el señor de nuestras vidas o el hermano mayor de
nuestra esperanza. Nuestra «gloria» es Jesús, nuestro «peso», una referencia necesaria de nuestra personalidad de
cristianos. Para llegar a Él tenemos el camino de la revelación evangélica y de la tradición eclesial. Pero también el
camino del encuentro personal, intransferible. Porque Él no es sólo un tesoro recibido de encargo que basta recoger,
firmar el recibo y colocarlo en la parte mejor de nuestra vida. A Jesús no se le tiene, ni siquiera se es tenido por Él como
inanimada posesión.
El misterio de Jesús consiste en que entrelaza nuestras vidas con Él y entre nosotros, une los dos extremos entre
nosotros y Dios formando un compacto de humanidad y divinidad que sólo en Él tiene expresión cabal. Lo «increíble»
del cristianismo es que no se conforma con revelar a Dios como Padre de Bondad y predicar la fraternidad universal:
llega tan lejos que convierte la fe en escándalo de gentiles y «agobio» de creyentes porque carga sobre sus hombros el
fardo estremecedor de una figura al mismo tiempo cercana y familiar, infinita y lejana. Jesús es un problema. Es como
un manjar vedado de pinchos eléctricos y un bocado exquisito que se derrite en la boca. Inasible y acogedor.
Hemos de pasarnos la vida estableciendo imposibles lazos con este hermano de presencias y escatologías, de silencios y
palabras de amor. Es uno de tantos y el Único. Tiene biografía e historia, pero sólo puede ser estudiado en ciencia
teológica o en sabores místicos. Exige el diálogo y casi siempre responde con el silencio. Muere y resucita, se fatiga y
hace milagros, come, bebe y ayuna para reclamar la palabra del Padre como único alimento. Ama a su familia y parece
desdeñar cualquier parentesco que no sea el de la fe. Pero la fe no es fácil, ni cómoda, y la clave de la oración está en la
claridad de la mañana, la caricia del sol o la lluvia; pero también en la sima del corazón, el «apex mentís» de los
tratados místicos.
Jesús, el de los evangelios, utilizó la paradoja, la ironía, el fervor, la ternura, la amistad, el rigor, la violencia, la
misericordia, el relativismo y la absolutez, la tristeza y el gozo. Amó y fue odiado. Amó del todo y fue amado con
reservas para ser luego amado sin fin.
Cuando esta mañana se me ha acercado el amigo para susurrarme que «con Jesús nada nos falta», en un eco teresiano, le
he mirado con un cierto rubor, con miedo de no haber entendido nada de algo tan fácil como Jesús. ¿Tan fácil? Jesús es
todo, es nuestra riqueza y amor. Cualquier cosa, pero no FÁCIL.»
(Bernardina M. Hernando, escritor y periodista)
464
JESUSMANÍA
«Aquel cuya enfermedad se llama Jesús no sanará jamás» (Abenarabi)
Jesús: Tú no eres la enfermedad, sino la salud.
Tu mismo nombre significa Salvación.
Te dedicaste a sanar enfermos de todas clases.
Dijiste, refiriéndote a Ti:
«No tienen necesidad de Médico los sanos, sino los enfermos».
Tú conoces mis dolencias corporales y espirituales,
mis achaques y mis limitaciones de la edad,
mis debilidades religiosas y morales,
mi cansancio de ser bueno y hacer bien,
mi mediocridad de cristiano.
Tú eres mi Médico de cabecera y mi Especialista.
Te suplico como tus contemporáneos de ayer:
«Señor, si quieres, puedes sanarme».
«Señor, haz que yo vea». «Señor, creo, pero aumenta mi fe».
Dime como a tus coetáneos de aquel tiempo:
«Quiero, queda limpio». «Poca fe, ¿por qué has dudado?»
«Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios».
«Levántate y anda».
Jesús: Tú eres la Salud, no la enfermedad.
Pero también eres como una «Droga» divina.
«Engancharse» a Ti no es intrascendente.
Quien se «pica» de Ti queda inoculado sin remedio.
Eres «droga blanda» por tu mansedumbre y amabilidad.
Eres «droga dura» por tu fuerte personalidad.
Desde que te probé, me convertí en Jesús adicto.
Por eso, cada día necesito mi «ración» de Evangelio.
No me prives nunca de tu contacto estimulante.
Dame siempre un poco más de tu conocimiento.
Haz que sienta cada vez más tu imán de Crucificado.
Que me eleve siempre más alto tu condición de Glorificado.
Te pido con Ignacio de Loyola:
«No permitas que me aparte de Ti».
Que sienta sin cesar mi «dependencia» de tu Persona.
Remedia diariamente mi «mono» insatisfecho de Ti,
Que nunca me sienta saturado de Ti.
«Sangre de Cristo, embriágame»... sólo hasta mañana.
Para lo mismo repetir mañana.
(R. A.)
465
VIVIENTE
«¿Podemos creer, en esta edad de la ciencia, que un hombre puede volver a vivir de nuevo, no sólo por un acto de
resurrección, sino de un modo radicalmente nuevo, que le confiera la eternidad, de tal manera que sería verdadero
afirmar que Jesús sigue viviendo hoy?»
(John Polkinghorne, físico USA)
«Ninguna representación de este mundo estaría completa si no tuviera en cuenta a Jesucristo. Para mí es alguien muy
importante. Al leer los Evangelios encuentro en ellos una persona misteriosa y poderosa. (...) Sin embargo, entre los
grandes fundadores de religiones, es el único cuya vida parece terminar en el fracaso. Jesús no ha muerto anciano y
honrado, como Mahoma, sino ejecutado, con poco más de treinta años, abandonado de los que le seguían. No tuvo un
final apacible como el de Sócrates o Buda, sino al contrario, en la cruz resonó ese grito terrible: «Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?». La muerte de Jesús es un acontecimiento profundamente ambiguo. ¿Debemos ver sólo
la muerte trágica de un hombre de bien, abatido finalmente por el sistema, como tantos otros hombres buenos antes y
después de él? ¿O quizás un hombre lleno de ideales y cuyas pretensiones finalmente se pusieron en entredicho? ¿O,
más bien, como la Iglesia cristiana ha afirmado constantemente desde los primeros tiempos hasta nuestros días, es el
Rey verdadero que reina desde lo alto de la cruz y por su muerte nos da la vida eterna?
Sólo Dios podría responder a esta pregunta. Para la fe cristiana, Dios ya ha respondido al resucitar a Jesucristo de entre
los muertos el primer día de Pascua. La afirmación de la Resurrección está en el corazón mismo de las creencias
cristianas y en el corazón mismo de mi comprensión de Jesucristo. Así, el científico no puede hacer más que
confrontarse con el problema del milagro. ¿Podemos creer, en esta edad de la ciencia, que un hombre pueda volver a
vivir de nuevo, no sólo por un acto de resurrección, que ya es algo muy notable, sino de un modo radicalmente nuevo,
que le confiera la eternidad, de tal manera que sería verdadero afirmar que Jesús sigue viviendo hoy?
Si algo nos enseñan los estudios de la ciencia es que el mundo es desconocido y sutil; nunca lo abarcamos en su
totalidad... Esto es precisamente lo que hace que la investigación sea apasionante. No sabemos lo que nos
encontraremos mañana. ¿Quién hubiera sospechado que los electrones podrían comportarse unas veces como ondas,
otras como partículas, o que no obedecerían a las leyes clásicas de la lógica? Y sin embargo, es lo que ha sucedido en el
dominio de la física cuántica. La ciencia nos libera de la tiranía abusiva del sentido común.
Si Jesús es un hombre como los demás, incluso si está entre los más notables, sería razonable esperar que la muerte
actúe en él como en los demás seres humanos. Pero si es verdad, como pretende el cristianismo, que Dios está presente
en Jesús de una manera distinta a como lo puede estar en cualquier hombre y mujer, existe entonces una posibilidad
coherente de que este nuevo estado de cosas esté acompañado de fenómenos nuevos, como el de la Resurrección.
Ciertamente, no se puede eliminar a priori esta posibilidad apelando a las leyes generales de la ciencia.»
(John Polkinhgorne)
466
MARGINADO
No podía faltar en este desfile de páginas sobre Jesús la presencia de Teresa de Calcuta, cuya espiritualidad se centra en
algo tan simple y tan profundo como el amor a Cristo encarnado en los más marginados. Más dada a las obras que a las
palabras, he aquí algunas muestras de su oración:
(R. A.)
«Jesús es mi Dios, / Jesús es mi Esposo, Jesús es mi vida, / Jesús es mi único Amor, Jesús es todo mi ser, / Jesús es mi
todo.»
«Convirtámonos en ramas verdaderas y fructíferas de la viña de Jesús
recibiéndole en nuestra vida como Él quiera mostrarse:
como la Verdad, para ser dicha;
como la Vida, para ser vivida;
como la Luz, para ser iluminada;
como el Amor, para ser amado;
como el Camino, para ser andado;
como la Alegría, para ser dada;
como la Paz, para ser extendida;
como el Sacrificio, para ser ofrecido;
en nuestras familias y en nuestro barrio.»
«Líbrame, Jesús mío,
del deseo de ser amada, / del deseo de ser alabada,
del deseo de ser honrada, / del deseo de ser venerada,
del deseo de ser preferida, / del deseo de ser consultada,
del deseo de ser aprobada, / del deseo de ser popular,
del temor de ser humillada, / del temor de ser despreciada,
del temor de sufrir rechazos, / del temor de ser calumniada,
del temor de ser olvidada, / del temor de ser ofendida,
del temor de ser ridiculizada, / de temor de ser acusada.»
«Guíame de la muerte a la vida,
de la falsedad a la verdad.
Guíame de la desesperación a la esperanza,
del temor a la verdad.
Guíame del odio al amor, de la guerra a la paz.
Haz que nuestros corazones se llenen de paz.
Nuestro mundo, nuestro universo: paz, paz, paz.»
(Teresa de Calcuta, Fundadora de las Misioneras de la Caridad)
467
CELESTERRESTRE
«Cuando ante un grupo de cristianos reunidos pregunto: «Según vosotros ¿dónde está Jesucristo resucitado?», después
de un largo y molesto silencio' siempre hay quien contesta (acompañando la respuesta con un gesto de cabeza... hacia
arriba): «¡En el cielo!»
(Michel Quoist)
«¡En el cielo! ¿Qué significa? ¿En las nubes? No, Jesucristo resucitado vive entre nosotros, no con una presencia física,
claro está, como cuando andaba por Palestina hace dos mil años, pero sí con una presencia real. Él nos lo dijo: «Estaré
con vosotros hasta el fin del mundo»; «Cuando se reúnan varios en mi nombre, estaré en medio de ellos»; «Si guardáis
mis mandamientos, yo os amaré, mi Padre os amará, y vendremos a vosotros y entre vosotros pondremos nuestra
morada»; «Lo que hagáis a uno de los más pequeños a mí me lo hacéis.»
Por aquí pasa la línea divisoria capital entre los cristianos que creen en Cristo, hombre del pasado «subido al cielo» (en
el sentido de que «ha dejado la tierra»), y los que creen en Cristo, hombre del presente, resucitado, pero viviendo hoy
entre nosotros. (...)
Un Dios vivo en medio de los hombres, ¡qué lío! Se comprende que mucha gente esté tentada —perdonadme la
expresión- de reexpedirlo a su origen, como al vecino que baja a pediros un favor, una firma para tal petición o para
ingresar en una asociación y al que finalmente acompañáis al ascensor... y cerráis la puerta para que os deje tranquilos.
Admitir que haya venido Dios entre los hombres ¡ya no es cosa fácil! Porque de hecho, a los ojos de muchas «personas
dignas» no resulta conveniente que él no haya «querido hacer alarde de ser igual a Dios», como dice san Pablo, y que
«haya lomado la condición de siervo». Por esto precisamente muchísimas almas buenas se encargan de «defender a
Dios» y luchan... para colocarle en su sitio. Y además, una extravagancia de treinta y tres años, un «flechazo», pase
todavía, pero que, en esa locura de amor hacia los hombres, Dios se empeñe hasta el punto de «permanecer entre ellos»
y de identificarse con los encarcelados, los hambrientos, los sin-vivienda, sin-libertad, con todos los pobres... hasta el
punto de que uno no pueda salir al descansillo de la escalera sin encontrarle, ir al trabajo, a la escuela, dar un paseo,
participar en una reunión sindical o... política (!)... sin darse de narices con él, y sin dejar de oír constantemente «lo que
hagáis a uno de los más pequeños a mí me lo hacéis» esto es insoportable, porque lo cambia todo en nuestros corazones
cristianos. Pues a pesar de todo, ahí está la verdadera fe. Hoy Jesucristo nos pregunta: «Vosotros, ¿quién decís que soy
yo?»
(Michel Quoist, escritor francés)
468
MUÉSTRAME TU ROSTRO
«Jesús tiene hoy un rostro que ofrecer a este hombre en búsqueda»
(J.R. Guerrero)
Jesús, a lo largo de la historia,
pintores y escultores han reflejado tu rostro.
En miles y miles de libros y revistas
teólogos y biblistas han perfilado tu imagen.
Cada época y geografía han evocado tu figura
inculturada en sus propios parámetros.
Como fruto de una cadena multisecular de generaciones
Te reconocemos en los múltiples retratos que te han hecho.
Te vemos en las pinceladas evangélicas de Lucas
y en los Cristos de Velázquez y del Greco.
Te descubrimos en el prólogo estremecedor de Juan:
El que es la Palabra se hizo Carne y acampó entre nosotros.
Te intuimos en los iconos de la Iglesia oriental
y en las poesías navideñas de incontables poetas.
Leemos a los cristólogos, místicos y autores espirituales
para vislumbrar un poco más de tu imagen compleja.
Pero, ¿puede bastarnos el mosaico de tu figura
legado por dos mil años de cristianismo?
¿No hay un rostro tuyo para la mentalidad,
la sensibilidad y las inquietudes del ser humano de hoy?
Si el Cristo del Renacimiento es distinto del barroco,
¿no debe ser diverso el Cristo de la cultura posmoderna?
Jesús, muéstrate al hombre y la mujer actuales,
fragmentados en un caleidoscopio de presentes inconexos.
Aparece a nuestros ojos, deslumbrados por flashes efímeros,
como el Único que da sentido a nuestra existencia.
Al preguntarte aquí y ahora: Maestro, ¿dónde vives?
respóndenos como ayer a Juan y Andrés: Venid y lo veréis.
Recuérdanos tu inefable promesa infalible:
Donde haya varios reunidos en mi nombre, allí estoy yo,
Yo estoy con vosotros todos los días sin faltar ni uno.
Descúbrenos tu rostro en los marginados de mil formas:
A mí me hicisteis lo que hicisteis por cualquiera de ellos.
Que sepamos verte como Cabeza del Cuerpo social maltrecho:
los hambrientos, desnudos, enfermos, destechados, presos...
Jesús, muéstranos tu Rostro en el sacramento del prójimo.
(R. A.)
469
TERESIANAS
«Parecíame andar siempre a mi lado Jesucristo, y como no era visión imaginaria, no veía en qué forma; mas estar
siempre al lado derecho sentíalo muy claro, y que era testigo de todo lo que yo hacía.»
(Teresa de Jesús
«Tenía este modo de oración, que, como no podía discurrir con el entendimiento procuraba representar a Cristo dentro
de mí; y hallábame mejor -a mi parecer- de la; partes adonde le veía más solo. Parecíame a mí que estando solo y
afligido, como persona necesitada, me había de admitir a mí. De estas simplicidades tenía muchas; en especial me
hallaba muy bien en la oración del Huerto; allí era mi acompañarle; pensaba en aquel sudor y aflicción que allí había
tenido; si podía, deseaba limpiarle aquel tan penoso sudor; mas acuerdóme que jamás osaba determinarme a hacerlo,
como se me representaban mis pecados tan graves. Estábame allí lo más que me dejaban mis pensamientos con Él. (...)
Con tan buen amigo presente -nuestro Señor Jesucristo-, con tan buen capitán, que se puso el primero en el padecer,
todo se puede sufrir. Él ayuda y da esfuerzo, nunca falta, es amigo verdadero. Y veo yo claro, y he visto después, que
para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes quiere que sea por manos de esta Humanidad sacratísima, en
quien dijo su Majestad se deleita.
Muy muchas veces lo he visto por experiencia; hámelo dicho el Señor. He visto claro que por esta puerta hemos de
entrar, si queremos nos muestre la soberana Majestad grandes secretos. Así que no queramos otro camino, aunque
estemos en la cumbre de contemplación; por aquí vamos seguros. Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los
bienes. Él lo enseñará; mirando su vida, es el mejor dechado.
¿Qué más queremos que un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones, como hacen los
del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe de sí. Miremos al glorioso san Pablo,
que no parece se le caía de la boca siempre Jesús, como quien le tenía bien en el corazón. Yo he mirado con cuidado,
después que esto he entendido, de algunos santos, grandes contemplativos, y no iban por otro camino: san Francisco,
san Antonio de Padua, san Bernardo, santa Catalina de Siena.
Con libertad se ha de andar en este camino, puestos en las manos de Dios; si su Majestad nos quisiere subir a ser de los
de su cámara y secreto, ir de buena gana.
Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuan grande nos le mostró
Dios en darnos tal prenda del que nos tiene: que amor saca amor. Procuremos ir mirando esto siempre y despertándonos
para amar, porque si una vez nos hace el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo
fácil, y obraremos muy en breve y muy sin trabajo.
De ver a Cristo me quedó imprimida su grandísima hermosura, y la tengo hoy día; porque para esto bastaba una sola
vez, ¡cuánto más tantas como el Señor me hace esta merced!»
(Santa Teresa de Jesús, Doctora de la Iglesia)
470
MI CRISTO JOVEN
La primera imagen con que aparece Jesús en las catacumbas es la de un joven pastor. Si el icono de Dios es
normalmente el de un viejo venerable, el anciano de largos días, la figura de Cristo quedó en la retina de los primeros
discípulos como la de la eterna juventud.
(R. A.)
Jesús: La Buena Noticia tiene una permanente juventud
porque refleja tu joven corazón del que nació.
Hay una edad de la que no nos diste ejemplo, la vejez,
porque segaron tu vida recién salido de la juventud.
Pero todos, incluso los mayores, necesitamos ser jóvenes;
y por eso Tú eres ideal sin exclusión de edades.
Fuiste siempre joven , pero no infantil, durante tu vida terrena.
Ya de Niño, recién estrenada mayoría de edad, sabes tu objetivo:
¿No sabíais que yo debo estar en las cosas de mi Padre?
En Nazaret te ganas el pan ayudando a José en el taller,
enseñándonos a trabajar mientras podamos y siempre haciendo bien.
Pero sobre todo, Jesús, fuiste joven por tu actitud.
Tú anunciaste una Novedad buena que nunca envejece,
que tiene la misma frescura que cuando salió de tus labios.
Por cualquier página que abramos tu Evangelio,
nos suena a novedad juvenil tu mensaje.
Las Bienaventuranzas rezuman frescor por sus cuatro costados
frente a un mundo envejecido en el tener y desear.
Pero especialmente joven es tu mandamiento nuevo,
porque nada hay más vital que el auténtico amor.
Haz que no sea nuevo tu mandamiento porque no lo hemos estrenado,
sino porque le sacamos brillo cada día constantemente.
Tu Evangelio es siempre joven porque abrió la Alianza nueva,
que sustituyó la antigua Alianza con su ímpetu renovador.
El viejo Pacto de Dios con su pueblo
lo conviertes en el nuevo Testamento del Padre con sus hijos.
Nada hay más joven que esa invocación del hijo ¡Abbá!, Papá,
con que nos enseñas a dirigirnos al Padre del cielo.
Que no envejezca nunca en nuestros labios el Padrenuestro,
que tenga siempre la novedad con que salió de los tuyos.
Y sobre todo, haz que vivamos sin esclerosis
la filiación divina de sentirnos y ser hijos de Dios
y la fraternidad humana de ser y sentirnos todos hermanos.
Jesús, Tú que no sólo fuiste siempre joven en aquel tiempo,
sino que lo sigues siendo en tu juvenil eternidad,
inyéctanos juventud evangélica para renovar la Iglesia y el mundo.
(R. A.)
471
ARREBATADOR
«Entre las incontables cualidades que adornaron y adornan a Jesús, me in presiona profundamente y aprecio
apasionadamente su lealtad inquebrantable para con los Doce.»
(Luis Cura)
«Una vez los hubo elegido, se mantiene invariable en su amor, fiel a la amistad que les otorgara, obstinado en la
designación efectuada. Nada será suficiente para que Jesús repudie a uno solo de sus apóstoles. Emociona comprobar el
imperturbable afecto con que los envuelve, la pertinaz querencia con que los distingue, la inmodificable paciencia con
que los soporta. Todos los apóstoles hicieron méritos para que Cristo los hubiera despedido. Pues bien, a ninguno
separó del grupo; no decretó ningún cese; con todos mantuvo hasta el postrer momento lazos de íntima familiaridad.»
(Luis Cura, sacerdote y comunicador)
«Los estudios que he hecho sobre Él y, sobre todo, la experiencia espiritual que de El tengo le reflejan en mi espíritu
como una Personalidad humana (aunque sea persona divina) perfectamente armónica. Síntesis maravillosa de fortaleza
y dulzura, de justicia y bondad, de arrojo y prudencia, de fuego interior y serenidad, de alegría y tristeza. Jesús es el
Amor de Dios humanado; y sabemos que el amor es, a la vez, fuerte y blando exigente y comprensivo, temerario y
cauteloso, gozoso y doliente.»
(Jaime Colomina, sacerdote y escritor)
«Difícil es definir el aspecto de Jesucristo que más me impresiona. Todos sus distintos aspectos se funden unos con
otros, como los distintos colores se hacen uno en el blanco. Y es difícil hablar de uno sin sentirlo trabado con todos los
demás... Pero si se me obliga a elegir un aspecto especialmente impresionante y gozoso para mí en la personalidad de
Jesús, creo que me fijaría en la infinita bondad, que manifiesta en su dulce comprensión de los hombres en sus pecados,
cuya expresión sublime es su misericordia infinita y tierna.»
(José M. Cirarda, arzobispo)
«Cristo es la humanidad. Y la humanidad total es ya divinidad. Para ser hombre perfecto hay que poseerse en infinito. Y
esto es ya divinidad. Cristo era posesión perfecta de sí mismo, plenitud. Basta ver su historia, sus palabras, su Palabra.
Cristo es la Palabra, es decir, la palabra que nos dice que lo deseado existe. Que el siempre, el todo, el afecto total existe
y es persona...» (Antonio Castro operario y escritor)
«Sin duda posible, lo que más me impresiona de la personalidad de Jesucristo es su libertad total. Su libertad de toda
atadura a ideologías, instituciones o personas respecto a cualquier interés o gusto personal. Y su libertad para decir lo
que tenía que decir y hacer lo que tenía que hacer. Precisamente porque fue libre, hasta sus últimas consecuencias,
resultó ser una persona arrebatadora y chocó inevitablemente con los poderes e intereses de este mundo.»
(José M." Castillo, teólogo y escritor)
472
INABARCABLE
«El aspecto de la personalidad de Jesús que más me cautiva e impresiona es su valiente postura contra el formalismo y
el formulismo religioso, anquilosado y estéril, del judaísmo representativo. Este afán por lograr una religiosidad pura,
de armonía entre fe y vida, es lo que no pueden soportar los grupos religiosos de Israel y lo que, en definitiva, decide la
muerte de Jesús.»
(Carlos de Villapadierna, escriturista)
«En la personalidad de Jesucristo me impresiona todo. Lo considero sobresaliente en cada uno de los aspectos que
ennoblecen la persona humana. Diría que la personalidad de Cristo es la suma de cuanto bueno relacionamos con el
ideal tipo. Si fuera preciso concretar en un solo aspecto el perfil humano de Jesús, lo sintetizaría en la armonía y
equilibrio de su ser en todas sus manifestaciones. Así, puedo encontrar en Cristo, a pesar de su divinidad, santidad y
trascendencia, al hombre cabal, asequible, amigo, modelo que puedo y debo imitar.»
(Antonio Viñayo, moralista)
«Lo que más me impresiona de la personalidad de Jesucristo es su libertad. Una libertad sin alardes, serena, alegre,
pacificadora. Una libertad en la que se une la energía con la ternura, la valiente proclamación de la verdad con la
prudencia. Libertad ante amigos y ante adversarios. Libertad frente a grupos políticos y religiosos de su tiempo. Una
libertad en la que brilla el amor a cada persona humana y el amor a la verdad. Una libertad que nace de su entrega total
a la voluntad del Padre y a la proclamación apasionada de la gloria del Padre.»
(Elías Yanes, arzobispo)
«A Cristo no se le puede hacer una disección de laboratorio, ni un análisis por piezas. Es una unidad perfecta en su ser y
en su misión. Puesto a considerar algún aspecto de su personalidad, sin darle primacía ni aislarlo de su ser unitario, diría
que me sugestiona su equilibrio, fruto de su perfecta armonía interior y de su claridad de visión y de misión. No se
contradice, no se intimida, no duda. Es rotundo en sus afirmaciones: «No he venido a...»; «he venido a...». Esa
clarividencia fortalece su personalidad, que desconcierta a unos y entusiasma a otros.»
(Mario Zugasti, periodista)
«Cristo en sí mismo no es una figura estática, ni están los cristianos para imitarlo como a un modelo estático. Cristo es
una figura escatológica, siempre ante nosotros; y la doctrina de su retorno «con gloria» implica que hay dimensiones de
Cristo que no se manifiestan en el Jesús histórico, y que no fueron comprendidas totalmente por sus discípulos. Así, el
seguir a Cristo no limita el desarrollo humano a un esquema fijo, sino que llama a la libertad, cuya profundidad total es
desconocida, excepto que siempre será consonante con su amor generoso. El cristiano define la naturaleza humana en
términos de Jesucristo, y especialmente de su amor sin condiciones.»
(John Macquarrie, moralista)
473
ARMÓNICO
«Aprecio en Jesucristo la máxima armonía plasmada en un ser humano a lo largo de la historia. El perfecto equilibrio de
una serie de aparentes contrarios manifestados en el grado más sublime de plenitud; por ejemplo, la mansedumbre y la
valentía, la fortaleza y la dulzura, el perdón y la justicia, la libertad y la obediencia.»
(José Luis Martín Vigil, escritor)
«Lo que más me impresiona en la personalidad de Jesucristo es su bondad. Para mí Jesús es el bueno por antonomasia...
Yo prefiero ver en Jesús lo que vulgarmente se entiende por bondad, es decir, unas disposiciones de alma en las que
sobresalen la comprensión, la misericordia, la dulzura, la calma, la capacidad de perdonar, la humildad la sencillez...»
(Faustino Martínez Goñi, periodista,
«El aspecto que más me impresiona de Jesús de Nazaret es su condición de hombre libre, que sólo vive para hacer la
voluntad de su Padre, que conoce su misión -sabe pan qué ha venido al mundo- y espera sereno que llegue su momento
-su hora-, como dice Juan.»
(Antonio José Molina, misionero,
«Siempre me ha impresionado en la personalidad de Jesucristo su maravilloso equilibrio: Profundo y llano, exigente y
comprensivo, enérgico y dulce, apasionado y tranquilo, desafiante y paciente, activo y contemplativo, inconformista y
obediente, universa y amante de su pueblo, tradicional e innovador, prudente y sencillo, justo y misericordioso,
trascendente y encarnado...»
(Salvador Muñoz Iglesias, escriturista)
«Si la armonía y el equilibrio de potencias y facultades de Jesús, y la unión inconfundible de sus dos naturalezas, divina
y humana, suscitan la admiración en un plano de la teoría y la psicología de la personalidad, en el plano de la vivencia
personal lo que más me impresiona y lo que más me atrae de Él es su bondad.»
(Miguel Nicolau, teólogo,
«Lo que más me impresiona de Jesucristo es su equilibrio, sin lugar a duda. Quizás porque aprecio en mi interior una
secreta y poderosa llamada hacia esa cualidad que se me antoja típicamente «divina». En Jesucristo la advierto en toda
su plenitud. Y no sólo en la coherencia de su doctrina o en la ponderación de su conducta. Más que nada, en su
condición, en su existencia misma. Él es el Mediador entre lo divino y lo humano, e lazo entre la historia y la eternidad.
En Él se resuelven los antagonismos y las divergencias. Es el quicio de todo, la cifra de todo. La síntesis final.»
(Joaquín Luis Ortega, historiador)
«Me impresionan todos los aspectos que he logrado entrever en la personalidad de Jesucristo. Leí hace poco que una de
las maravillas del firmamento es que, si lo observamos en una noche clara, cuanto más miramos, más estrellas podemos
descubrir. Le mismo ocurre con la persona del Señor. Cuanto más miramos, más le admiramos.»
(Jordi Piquer, periodista)
474
HUMANISTA
«Lo que más me impresiona de Jesucristo yo diría que es el humanismo de su personalidad, tal como por ejemplo se
refleja en muchos pasajes del Evangelio de san Lucas. isa afabilidad, cercanía del hombre, de todo hombre,
particularmente del más necesitado. Esa actitud de Jesús que le hace salir de sí mismo para ponerse en las situaciones
ajenas y sacar a los demás de sus conflictos.»
(José Ángel Ubieta, escriturista)
«Para mí, el rasgo más impresionante de la personalidad de Jesús es su condición de <testigo fiel». Veo en su peripecia
vital e histórica como una fidelidad a ultranza a la misión recibida del Padre. Por cumplir fielmente con el cometido
asignado, Jesucristo arrostra la controversia, la persecución, la muerte, momentos dialécticos de esa otra fidelidad de
todos los días como Profeta del designio de salvación.»
(Manuel de Unciti, misionólogo)
«Trato de tenerle presente, por la fe, en su personalidad total divino-humana. Es decir, a respuesta de Pedro: El Cristo,
Hijo de Dios vivo, porque al Hijo del Hombre ya lo veía. Junto a esta impresión global de Cristo, vienen
alternativamente a mi impresión le creyente los grandes rasgos y funciones de su misión en el mundo: el Revelador de
os misterios escondidos en Dios y de los designios de salvación; el Redentor que da su /ida por nosotros en la Cruz; el
Amor misericordioso que constantemente nos perdona / devuelve a la vida o la acrecienta por los sacramentos,
reclamando sólo nuestra correspondencia de amor; y en no menor nivel que el Crucificado, el Cristo glorioso que desde
su vida celeste opera los efectos saludables en nosotros, uniéndonos a Él e interpelando por nosotros al Padre.»
(Teófilo Urdanoz, filósofo y teólogo)
«Lo que me impresiona más de Cristo es la alegría, nacida de su conciencia de saberse amado por el Padre. Su
disponibilidad hasta la muerte por nosotros. Su amor y confianza en el Padre. Su deseo de que todo esto se prolongue en
nosotros, en nuestra vivencia de las Bienaventuranzas y en nuestro servicio al Evangelio.»
(Juan Antonio del Val, obispo)
«El aspecto que más me impresiona de la personalidad de Jesucristo es la BONDAD. Es el Maestro BUENO.
Integralmente bueno. El único bueno. Es bondadoso: de corarán, de palabras, de obras. Se le escapa el corazón.»
(Luis Vela, canonista)
«Este pudo ser uno de los rasgos del Jesús histórico: provocar una atracción cuestionante a todo hombre o grupo que se
topaba con Él. El Jesús histórico y el Cristo de la fe no dejan quieto al hombre; le cuestionan en lo más profundo. Ese
mensaje de radicalidad, de trascendencia, de totalidad viene a identificarse con la estructura personal de Jesucristo: un
ser humano trascendido por la presencia pictórica de Dios en Él.»
(Marciano Vidal, moralista)
475
DEFINITIVO
«La presencia de Jesús, Hermano de los hombres e Hijo Natural de Dios, en la realidad íntima de la persona que piensa
en Él, hace que se le descubra como Aquel que nos acompaña en toda situación y que pone en nuestro interior una
esperanza que trasciende toda posibilidad humana, engendrando la alegría de vivir...»
(Juan Mairena, pastoralista)
«Me impresiona Jesús entero y siempre difícil, Jesús en cada uno de sus pasos y de sus operaciones tan humanas como
divinas, me impresiona aquel en quien creo por encima de todo juicio y valoración tal como hacemos a la hora de
estudiar y admirar a héroes, santos y figuras notables de nuestra humanidad. En ninguna de ellas creo, a todas admiro
-en el fondo a cualquier hombre, que siempre es impresionante por «algo»;
Jesús es impresionante por sí.»
(José M. de Llanos, escritor)
«El aspecto que más me impresiona de su humanidad es el de sus actitudes profundamente humanas y comprensivas
ante las personas. Jesucristo toma en serio al hombre concreto, aun con todas sus deficiencias. La Encarnación
ciertamente que es un misterio de Dios, pero es también luz que clarifica el misterio del hombre. Y toda la vida de
Cristo, sus palabras y sus hechos, prolongan la Encarnación clarificadora del misterio del hombre.»
(Orencio Llamazares, pastoralista)
«Lo que más me impresiona de Jesús es saber que por él y por la palabras que de él escribieron en el Nuevo Testamento
es Dios mismo quien me habla (He 1,1s); es saber que en su nacer, en su vivir y en su morir se me revela el misterio de
la piedad de Dios para conmigo (Ro 8, 32); que por su resurrección el Espíritu Santo me atestigua su justicia, su
santidad y su verdad (Jn 16, 8-21).»
(Tomás Malagón, pastoralista)
«Advierto en Cristo una indómita fortaleza unida a una profunda humildad. Seguridad inconmovible en sí mismo junto
con un constante recurso al Padre. Dulzura y bondad a toda prueba a la vez que cierta gravedad y lejanía con los
hombres. Misericordia desbordante con los pecadores dentro de un soberano sentido de la justicia... Aspectos
aparentemente contradictorios y que a mí me resultan complementarios referidos a Alguien que es resueltamente
inabarcable.»
(Germán Mártil, Operario diocesano)
«Me impresionan todos los aspectos de Jesucristo, ya que como Hombre-Dios resume la perfección de todos ellos. De
una parte, me impresiona su bondad y la comprensión que tiene con las gentes; de otra, la justicia y con ella la fortaleza
y la valentía cuando se plantea y ha de dar soluciones a situaciones y problemáticas creadas en la sociedad: frente a las
clases dominadoras y privilegiadas, frente al desequilibrio social, frente a la injusticia. Con todo, lo que más me llama la
atención es su bondad y dulzura, nervio, a mi parecer, de todo el mensaje evangélico.»
(Francisco Martín, historiador)
476
ARQUETIPO
«Dicen que desde que Él vino al mundo ya no se ha escrito una tragedia medianamente decente. Porque, aunque
nuestros pies avancen por un camino pedregoso, nuestra Cabeza asoma constantemente por encima de las nubes.»
(Jorge Sans Vila, editor)
«Me impresiona en Jesucristo su profunda coherencia interior. Su fidelidad «sencilla» a las motivaciones profundas
(«Dios-fuerza»), que le hacen el Arquetipo del hombre cristiano en el mundo.»
(Luis Sánchez Torrado, pastoralista)
«Me impresiona sobre todo el amor. En la base de su fortaleza, de su comprensión, de su dulzura, de su justicia, etc.
estaba el amor. Por él y con él era fuerte, comprensivo, dulce, justo, valiente. Pero un amor que no se fundaba en
razones simplemente humanas, sino divinas. Fue Él mismo quien distinguió su amor del amor con que aman los
hombres, cuando dijo que nos amáramos como Él nos amaba.»
(Emilio Sauras, teólogo dominico)
«Lo que me impresiona más de la personalidad de Jesucristo es su equilibrio humano, su humanidad, su serenidad, su
dominio de la situación, su paz personal.»
(Francisco Serra, pastoralista)
«Prefiero no «definir» lo que para mí es Jesús: metería en la respuesta demasiada teología, en afán de igualar mi palabra
con mi fe... Para mí Jesús es mi vida... Ése es para mí Jesús. El que me invitó a seguirle. El que realmente nunca me ha
dejado solo. Aquel a quien yo querría llevar a los demás, para que ellos también le siguiesen, y nunca se sintiesen solos
en la vida.»
(José Antonio de Sobrino, comunicador)
«Siempre he sentido particular predilección por esta perspectiva de la personalidad de Jesucristo: VERDAD. Palabra
del Padre por la que crea las cosas que son. Verbo de Dios que se encarna para vivir entre los hombres. Palabra que
comunica toda verdad a la que la ciencia ni siquiera se asoma. Palabra a través de la cual Dios dialoga con los hombres
y siembra en ellos esa gran virtud de la esperanza.»
(José Todolí, filósofo)
«Lo que más me impresiona de Jesucristo no es este ni aquel detalle. Es el hecho mismo de su existencia. Esa síntesis, a
la vez sencilla y tremenda, de un hombre en el que trasparece la majestad de Dios, de un Dios que pasea sobre el
cotidiano paisaje de Palestina la más simple y normal existencia del hombre (...)
No es un Dios que utiliza el recurso de una especie de humanidad de préstamo para desplegar en ella los esplendores de
su omnipotencia. Sino un hombre normal y profundamente humano. De una humanidad tan pura y radical que sólo
puede realizarse desde el corazón mismo de la Divinidad.»
(Andrés Torres Queiruga, teólogo)
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APABULLANTE
«Cuando pienso que Jesucristo es Dios, lo único que me impresiona es... eso, que s hiciera Jesucristo. No tengo tiempo
ni ganas de dejarme impresionar por ninguna otra cosa, ya que cualquier consideración palidece hasta difuminarse por
completo ante e hecho de la Encarnación de Dios.»
(Bernardina M. Hernando, escritor
«Lo que más me impresiona es la libertad de Jesús. O, lo que es lo mismo, su capacidad de comprometerse, de darse,
porque era la voluntad del Padre. Libertad para renunciar y para usar, para tomar distancia y para hacerse próximo...
Nada le condición ni le estorba. Se sirve, soberanamente libre, de todo para lo único que para Él cuenta: 1 voluntad del
Padre, que es el amor del hombre hasta el extremo. Nada le impidió es
«extremo».»
(Ignacio Iglesias, pastoralista)
«Considero admirable la unidad de su vida, su familiaridad a la vez con el mundo del Padre y con el mundo de los
hermanos. No hay para él dos casas, la de Dios y la del hombre; ni siquiera dos estancias el despacho imponente de
papá y el cuarto de estar de los chicos. Todo es una enorme habitación, con estrellas y con lirios; donde se trabaja, se
come, se reza, se sufre, se goza, siempre en contacto con Dios Padre y con los hombres hermanos.»
(Alberto Imesta, obispo)
«Jesús, el Verbo encarnado, es la proximidad máxima de Dios a los hombres. Saber que Dios sabe lo que nos pasa, no
sólo teórica sino experimentalmente. Saberme como prendido profundamente por Dios, porque a Él le han pasado todas
estas cosas que me pasan a mí, excepto el pecado. Amar es suprimir distancias; y Jesús es la solución in creíble que
salva y llena la distancia entre Dios y los hombres.»
(Pedro M." Iraolagoitia, escritor)
«Hoy me impresiona en Cristo sobre todo su humanidad como tal: el hecho de que, siendo Dios, haya asumido una
humanidad en todo igual a la nuestra menos en el pecado. Francamente, aun admirándolas y amándolas, no me
impresionan tanto sus virtudes. Prefiero incluso mirar a Jesucristo, y presentarlo en mi acción pastoral, más bien en sus
aspectos más humanos, con cuanto, por tanto, pudo tener de limitaciones y hasta imperfecciones puramente naturales.
Me domina el sentido realista de su «kénosis», de ese misterio tan trascendental para nuestra vida: del misterio de
aquella personalidad que, anonadando su ser de Dios, quiso vivir en forma realísima una experiencia humana concreta.»
(Tomás Larrañaga, moralista)
«Otros hombres han destacado por su genio artístico, científico, militar, de estadista, por su audacia, tenacidad, su valor,
su inteligencia, etc. La nota característica de la personalidad de Jesucristo es el amor, que explica toda su conducta y sin
el cual, Jesús no sería quien fue. Todo lo demás son consecuencias. Y no podía ser de otra manera, ya que Jesucristo es
el AMOR encarnado, revelado a nosotros.»
(Juan M."Lumbreras, escritor)
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SINFONÍA
«La existencia de Jesús transpira en profundidad, con todas sus consecuencias, su filiación divina; ésta resume y
contiene en forma evidente todo lo demás.»
(José M."Díaz Mozaz, sociólogo)
«Lo que más me impresiona de la personalidad de Jesucristo es su obediencia a la voluntad del Padre, su libertad de
todo otro condicionamiento.»
(Alejandro Diez Macho, escriturista)
«Lo más impresionante de Jesucristo es que se constituya en Salvador de los hombres impartiendo la Gracia de Dios; y
avalándolo con su pasión, muerte y resurrección.»
(Alberto Dou, matemático)
«Son los aspectos más humanos de Jesús, y entre ellos su gran bondad y comprensión, los que más me impresionan y
convencen. En algunas épocas y circunstancias concretas, comprendo que el sentido de justicia puede tener una mayor
relevancia para algunos, pero en una constante meta histórica, en la que yo creo que hay que situar siempre a Jesús, es
su gran humanidad lo que más me impresiona, en el marco de su divinidad; razón por la cual, a Jesús lo considero el
prototipo máximo de la humanidad.»
(Rogelio Duocastella, sociólogo)
«La personalidad de Jesucristo es tan inmensamente rica que de ella me impresiona todo: comprensión, fortaleza,
sentido de la justicia, valentía, dulzura, equilibrio, amor, bondad... Podría decir que en cada etapa de mi vida, desde que
empecé a descubrirle, ha habido una u otra faceta que me impresionaron especialmente. Pero en la actualidad creo que
es la totalidad lo que más impacto me causa cada día.»
(Ramón Echarren, obispo)
«Me impresiona el hecho de ver que este Hombre, Hijo de Dios, vive inmerso en el área de lo religioso, que sus pies
pisan siempre la tierra sagrada de Dios y que su espíritu está orientado permanentemente hacia el Padre. Ciertamente
me impresiona la personalidad de Cristo corno «hermano universal»; pero esta fraternidad, de la que Jesús es el más
alto y sublime ejemplo de la Historia de la Humanidad, es precisamente original porque arranca de la Paternidad de
Dios y porque Jesús ha venido a anunciar que en él todos los hombres son hijos de Dios, del Padre que está en los
cielos. Y por eso son hermanos entre sí.»
(Javier M de Echenique, misionologo)
«Llega la noche y me duermo pensando que no sabría decir cómo es Jesús, no sabría dibujar su figura, su rasgo
característico, porque espero que mañana Él me va a enseñar ligo nuevo... y me duermo pensando que una de las cosas
más originales de Jesús es que nos haya dejado las cosas a medias, sin acabar de hacer, para que nosotros soñemos todas
las noches a ser pequeños dioses que intentamos adivinar su pensamiento para despertarnos y trabajar al día siguiente,
como mendigos, con las redes medio rotas en una vieja barca por un mar lleno de vientos.»
(Carmelo Erdozáin, músico)
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EQUILIBRADO
«Lo que más me impresiona de la personalidad de Jesucristo es la fuerza del Amor de Dios manifestado en la
impotencia de la Cruz y en la vida de conversión al Amor de los hombres.»
(Josep M. Róvira Belloso, teólogo)
«Resaltaría la disponibilidad total de Jesús frente a todo y a todos. Aquí la disponibilidad la identifico o, al menos, la
relaciono directamente con su libertad. La Palabra de Dios le había impregnado de tal modo que siempre se le ve
disponible para servir al Padre en los hombres.»
(José Juan Rodríguez Medina, catequeta)
«El aspecto que me impresiona más de la personalidad de Jesucristo es su identificación con el Padre y el reflejo claro
que en El se nos presentó de Dios. Es impresionante como ninguna su espiritualidad tan a compás del Padre que nos lo
envía de mensajero, palabra y luz. En El atisbamos la Maravilla de Dios invisible, inasequible a las pupilas y el cerebro
humano. Y sobre todo en su corazón se nos revela la gama riquísima del Amor Increado.»
(Miguel Ruiz Ayúcar, pastoralista)
«Lo que más me impresiona de la personalidad de Jesús es la capacidad de vivir las dimensiones plurales de la
existencia humana bajo la unidad de un designio que abarca su entero decurso: hacer de la vida un acto de obediencia al
Padre y de entrega a los hermanos. Desde el bautismo hasta la muerte (es decir, durante el solo periodo de su vida que
nos es conocido y sobre el que podemos pronunciarnos) discurre un proceso vital impresionante, homogéneo, sin fisuras
no cerradas, sin desmayos no superados.»
(Juan Luis Ruiz de la Peña, teólogo)
«Por su misma personalidad -divina- Jesucristo se sitúa en unas relaciones íntimas con el Padre. En todo momento tiene
presente al Padre, para dirigir a Él la mirada cuando ha de realizar un milagro, para darle gracias en todo momento, para
anunciar su palabra, realizar su obra, cumplir su voluntad. Se retira con frecuencia para la oración íntima con el Padre.
Esto es así; pero, precisamente por su normalidad, no «me impresiona».
Lo que más me impresiona es su relación con los hombres. La acogida que a todos dispensa. Su preferencia por los
niños, los débiles, los enfermos, los pecadores... todos los marginados.»
(José Carlos Sampedro, escriturista)
«Sin duda alguna, el aspecto que me impresiona más de la personalidad de Jesucristo es su equilibrio activo y audaz.
Mezcla de dulzura y valentía, tanto en su «situación personal» como en sus actitudes con los demás, y ante los
problemas que la vida con los hombres y entre los hombres le planteó.»
(Manuel Feo. Sánchez Jiménez, pastoralista)
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CONGRUENTE
«Una de las facetas que más admiro de la rica personalidad de Jesús es su congruencia. Sus palabras se ajustan siempre
a su vida y de ella brotan.»
(Luis Hernández)
«Lo que más me impresiona hoy en la personalidad de Jesucristo es su Resurrección. O mejor: su condición de
Resucitado. No es Jesús «según la carne» lo que me impresiona. Es el Jesús de «hoy»: aunque reconozco que es el
mismo de «ayer» y el mismo que será «para siempre».
No lo veo. No lo imagino. Tampoco lo deseo mientras viva «en la carne».
Pero lo siento presente en la fuerza de su resurrección.
Lo siento «Señor». En la «gloria del Padre».
Habiendo roto las fronteras del espacio y del tiempo, con su muerte.
Es ahora luz irresistible que ilumina los años oscuros y turbulentos de su vida y las loras angustiosas de la pasión. Pero
también la luz que ilumina a todo hombre que vicie a este mundo: nadie se oculta a su calor, aunque no acierte a fijar
dónde está la Llana ardiente.
Es la Vida.
La Vida que da la vida a todo cuanto vive, crece y es fecundo. La Vida que da sentido a la muerte y la sobrevive.
La Vida que está en mí, manantial cuyo murmullo yo también percibo.
La Vida que veo florecer en los hombres y en los acontecimientos, aunque en formas paradójicas.
Pero sé que es El, que está trabajando el mundo con la fuerza de su Resurrección.»
(Luis González, pastoralista)
«Indudablemente, lo que más me impresiona de Jesús es su equilibrio, que yo adjetivaría de profético. Jesús fue un
hombre que arrastró al pueblo y pudo aceptar un liderazgo que le ofrecían en bandeja. Sin embargo, tenía plena
conciencia de su difícil ingrata tarea profética, que, por una parte, le obligaba a un compromiso total: «hasta una muerte,
y muerte de cruz» (Fil 2, 8); pero, por otra, le constreñía a mantenerse a cierta distancia del liderazgo que la tradición
judía atribuía al Mesías. Tan es así todo esto que es imposible una lectura válida de los relatos cristológicos del Nuevo
Testamento (no solamente los cuatro evangelios) sin partir de esta difícil, amarga e incomprendida postura del profeta.»
(José M." González Ruiz, teólogo)
«Una de las facetas que más admiro en la rica personalidad de Jesús es su congruencia. Sus palabras se ajustan siempre
a su vida y de ella brotan. Para mí es como un milagro dentro de una Historia de la Humanidad, en la que se corrompen
palabra y vida.
(...) Esta faceta de Jesús me impacta más que otras, quizá porque como tantos y tantos otros hombres de hoy estoy
cansado hasta el hastío, hasta la rabia y desesperación, e slogan y teorías, sentencias y discursos, pláticas y conferencias,
mítines y sermones palabras! palabras de corte eclesiástico, político y social.»
(Luis Hernández, pastoralista)
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EXUBERANTE
«Jesús me atrae y suscita mi admiración como una personalidad compacta, exuberante, paradójica, inabarcable... Los
rasgos más sugestivos de su personalidad para mí son: su asombrosa conciencia de Hijo del Padre y su plena
identificación con la voluntad de Este, la postura de soberana libertad ante las personas y situaciones más diversas, su
acogida a todos los hombres y su solidaridad con los despreciados del mundo.»
(Gabina Díaz Merchán, arzobispo)
«Es el «proyecto vital» de Jesús el que me convoca a su persona, y ello en la medida en que descubro que ese proyecto
no era algo inicialmente evidente y «dado» desde otro mundo, sino fruto de una prospectiva lenta y crecientemente
elaborada en su conciencia histórica que fue descubriendo lo más hondo y valedero de la rica historia de su pueblo
Israel, con vistas a un mundo nuevo, a un hombre nuevo.»
(José Chao, pastoralista)
«Puede que Jesús de Nazaret manifieste fortaleza, comprensión, dulzura, bondad, justicia, equilibrio, valentía, etc.; para
mí todas estas cualidades son manifestación de su desarraigo personal de todo lo que le rodea -personas o cosas. No es
que prescinda de ellas. Tiene tomada distancia en relación a todas ellas con el fin de permanecer plenamente LIBRE y
por consiguiente con la máxima capacidad de acción y flexibilidad de maniobra al servicio de su misión.»
(Josep Dalmau, pastoralista)
«No puedo «desmontar» la personalidad de Jesucristo. Me impresiona todo en Él, porque es siempre más que todo eso
que se pueda expresar en nuestras palabras, cápsulas de nuestras experiencias humanas o fríos conceptos. ¿La bondad,
la fortaleza, la justicia... ? Él es todo eso, y distinto de cada una de esas cosas tomadas separadamente: una bondad sin
fortaleza es blandura; una fortaleza sin bondad, dureza o rigor; una justicia sin bondad, frialdad o indiferencia o
intolerancia... Pero Él es todo a la vez. Y más. Acumúlense palabras y realidades. Él es distinto. Quien tenga una
mediana «experiencia» de su fe cristiana como adhesión y comunión con la personalidad de Cristo, con Cristo vivo,
entenderá lo que quiero decir.»
(José Delicado, arzobispo)
«Si con sólo cuatro rasgos tuviera que dibujar la figura de Jesús, escogería éstos: Hijo de Dios, Hombre Perfecto,
Fundador de la Iglesia, Salvador del Mundo. Éste es el Cristo que, como Persona que amar, como Modelo que imitar,
como Jefe a quien seguir, como Obra que realizar, y como Gloria y Felicidad que conseguir, da sentido a mi vida.»
(Ángel Díaz de Ceño, sacerdote)
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ÁGAPE
«Jesús es el centro del Cristianismo, no porque sea el fundador de una religión, en el sentido de ser Él quien la anuncie
o la explique (como por ejemplo podría ser Mahoma, Moisés o Pablo e incluso Buda), sino porque la «constituye»: «Yo
soy el camino, la verdad y la vida»: eso es mucho más que indicar un camino o descubrir una verdad, aportar una vida.»
(Matías García Gómez, teólogo y sociólogo)
«Leídos una y mil veces los Evangelios, la constante que más impresiona y cautiva de la personalidad de Jesucristo es,
de primera intención, la más visible, la más perceptible a todas las miradas, la BONDAD: la bondad eficiente,
incansable, de Cristo que inspira y moviliza todas sus actuaciones, sus palabras, su presencia viva, sencilla,
comunicativa, entre los hombres, que quiere positivamente que se salven, pues ha venido para eso, para su salvación, y
no quiere que nada ni nadie se pierda, sino que se recupere y se salve.»
(Félix García Vielba, agustino escritor)
«He escrito y mantengo que si algo puede llamarse «esencia del cristianismo según Jesús de Nazaret» es el amor (la
ágape del cuasi neologismo del Nuevo Testamento); y «Profeta del amor» es un título con el que he creído poder
denominar la personalidad de Jesús. El amor de Jesús de Nazaret es, por lo demás, algo mucho más rico de cuanto la
palabra normalmente suscita en quien la lee desde su normal experiencia humana; pero esa palabra es, a pesar de todo,
la que más puede aproximarnos. A la vez benevolencia racional y ternura afectiva, es capaz de volcarse sobre la persona
concreta (haciéndola de verdad «fin y no medio») y de desbordar toda concreción hasta hacerse solidaridad universal,
sentimiento materno-paternal por la creación entera.»
(José Gómez Caffarena, filósofo y teólogo)
«Lo que me impresiona más de Jesucristo es su verdad. Es decir, que en él hallo «un camino de verdad que lleva a la
vida». No una verdad dogmática, sino una verdad de vida, plenamente humana. Y que por ello -por ser lo más
verdaderamente humano que conozco- creo también que es lo más de Dios.»
(Joaquín Gomis, escritor)
«Jesús pudo ser el hombre plenamente al servicio de los demás, porque fue el hombre de pleno servicio a Dios. Por ello
su gesta de oferta liberadora de los prójimos sólo puede ser revivida legítimamente e imitada cristianamente si es
sentida como una prolongación de la praxis de un Dios reconocido y adorado con el espíritu que exige la predicación de
Jesús (...) Sentimos como tarea urgente y como único camino viable el vivir como Cristo y repetir su destino, que
podríamos definir como un vivir total ante Dios y un total desvivirse por los hombres. Que fue un desvivirse se constata
en el desangrarse con que acabó su vida en la cruz. Que fue ante Dios nos lo dice en voz alta la resurrección.»
(Olegario González de Cardedal, teólogo)
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IMPRESIONANTE
«Sin Jesucristo, mi vida y la vida en general no tendría sentido, sería un absurdo horrendo.»
(Juan Bta. Bertrán, poeta y escritor)
«Lo que más me impresiona en Jesucristo es su continuo SI dado incondicionalmente al Padre. En su oración y su
manera de actuar, en sus menores movimientos y en su terrible aceptación de la cruz, en todo ello veo la forma concreta
de protagonizar ese heroico «amén» a la voluntad de Dios.»
(Francisco Albarracín, ecumenista)
«El aspecto que más me impresiona de la personalidad de Jesucristo es la fidelidad a su misión, sin arredrarse ni
retroceder ante las ingentes dificultades de oposición que
suscitaba.» (José Alonso, escriturista)
«Jesús, a quien confieso Mesías y Señor, ha sido en mi vida camino que he ido recorriendo medianamente; en ningún
momento he podido sentarme a definirlo, porque siempre me sentía a medio camino; y sé que cuando me toque concluir
mi jornada me habrá quedado mucho sin caminar y, sin embargo, él me acogerá.»
(Luis Alonso Schökel, biblista)
«Lo que más me sigue impresionando de Jesús es... Jesús mismo. Si tienen razón los investigadores modernos respecto
a las múltiples tradiciones acumuladas y sobre el papel configurador de las distintas comunidades primitivas, entonces
el asombro ante la impresión de coherencia es aún mayor. Una personalidad inaccesible e inabordable, «con más
matices que la garganta de un pájaro», pero a la vez con una profunda unidad interior, se resiste al bisturí de la
investigación.»
(Antonio Andrés, cristólogo)
«El aspecto que más me impresiona es su fortaleza y su comprensión. En estos tiempos actuales, descubrir o redescubrir
un Dios-Hombre fuerte y comprensivo a la vez constituye una sorpresa infinitamente deslumbrante y una
responsabilidad inesquivablemente cristiana y humana.» (Antonio Aradillas, escritor y periodista)
«El aspecto que más me impresiona de la personalidad de Cristo es su valor al enfrentarse a los poderosos de este
mundo, aunque sabía muy bien que con ello se jugaba el tipo. También me impresionó siempre notablemente su
comprensión de las debilidades humanas. No en vano es el Hijo de Dios «encarnado» para comprender mejor a
(Salvador Blanco Piñón, escritor)
«Su preferencia por los pequeños, por los marginados, por los perdidos. La «novedad» de sus valores en contraposición
a nuestros valores. El escandaloso mensaje de la; Bienaventuranzas. Novedad y Mensaje que son actitud de vida en el
Señor.»
(Pedro Casaldáliga, obispo de Sao Félix, Brasil)
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MAGNÉTICO
«El aspecto que más me impresiona de Jesucristo es su valentía, al presentar abiertamente su mensaje, sin miedo a las
represalias de los poderosos, y siendo coherente hasta el final, con su vida y con su muerte.»
(Juan Antonio Espinosa, músico)
«Me impresiona de Jesús, por un lado, su tolerancia y comprensión para con los pecadores, su postura clara y decidida
en favor de los proscritos de la ley, de los pobres y oprimidos, de los marginados, de cuantos sufren...Y por otro lado, su
intolerancia con los llamados «perfectos», sus diatribas contra los doctores de la ley, contra los instalados y seguros de
las instituciones, sus ataques contra los que detentan el poder opresor, contra los ricos, contra los soberbios...»
(Julián Ezcurra, músico)
«Jesucristo no es un revolucionario. No es el Superstar. Jesús es el Hijo de Dios, muerto, y resucitado por el Espíritu,
que nos ha abierto el camino de una esperanza eterna, derramando en nosotros el amor de Dios mediante el Espíritu,
que clama dentro: Abbá, Padre.»
(Pedro Fernández Rodríguez, teólogo dominico)
«Me impresiona, me atrae y me interesa la personalidad de Jesucristo en su totalidad. El misterio de Cristo, Dios y
hombre, iluminando el misterio del hombre, mi misterio (...) Me atrae el Cristo total: el Dios que nace de una virgen,
que es misericordioso y perdona los pecados, que resucita al tercer día y sigue arrastrando con magnetismo
sobrehumano a tantas almas y después de tantos siglos; el hombre que nace y muere, que se cansa, sufre, llora, se
enfada, tiene amigos... Me impresiona el Cristo total: el Dios amor, el hombre amor...»
(Cesáreo Gabaráin, músico)
«Lo más impresionante de la figura de Cristo es la realidad de su personalidad divina. La singularidad de una Persona
ontológica, dos naturalezas, dos operaciones y una unión real, física del Verbo y lo humano en Cristo conducen al
pasmo intelectual sólo compensado por la fuerza sobrenatural de la fe (...) Pero, a la vez, resulta igualmente
impresionante la consustancialidad de Jesucristo, en cuanto hombre, con nosotros. El alma de Cristo, superior a todas
las criaturas e instrumento de la divinidad, fuente de sus reacciones intelectuales y efectivas, hace que la imagen de
Jesús resulte perfectamente humana en sus manifestaciones vitales (...) La más ligera reflexión cristológica conduce
ineludiblemente a la sorpresa y al entusiasmo.»
(José Luis Gago, dominico periodista)
«Personalmente me impresionan los rasgos profetices que se vislumbran en Jesús de Nazaret a través de los evangelios.
Su personalidad aparece delineada por una misión liberadora en favor de los hombres, que se expresa en aspectos
singulares, actitudes y tipos de acción muy concretos. La homilía programática en la sinagoga de su pueblo (Lucas 4)
transparenta los rasgos concretos de esa personalidad: ser-para-los-que-carecen.»
(Carlos García Cortés, ecumenista)
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LIBERACIÓN
«La teología de la liberación se dedica a seguir todo el itinerario de Jesús de Nazaret el liberador: lo que hizo y lo que
dijo; cuáles fueron su estilo, sus preferencias, su mentalidad, sus directivas; cuáles fueron sus enemigos, los falsos
dioses que quiso destronar. Cuáles eran los signos que daba de su Reino y cuáles son hoy los signos de los tiempos.»
(Benoit A. Dumas)
«¿Qué entretejido de rechazos, incompatibilidades, de hostilidades llevaron a Jesús a la muerte? Más precisamente,
¿cuál es el pecado del mundo? ¿Cuál fue el canal histórico de ese pecado que desembocó en la condena de Jesús? ¿En
qué actitud particularmente tenebrosa y odiosa ha culminado o se ha concentrado? La pregunta no es inocente. Fue un
supremo pecado de injusticia.
La ofrenda voluntaria que Jesús hizo de su vida, por obedecer a Dios su Padre y por amor a los hombres, misterio
insondable de la redención, no dispensa de discernir en este drama las responsabilidades, que están históricamente
definidas y son, al mismo tiempo, transferibles. Drama que debe ser relacionado con los pecados de los seres humanos
de todos los tiempos, pero con una mayor cercanía al de los adversarios de Jesús. Éstos se cebaron encarnizadamente en
un profeta que, con sus actos y palabras, ponía en peligro su estatus, sus concepciones, sus privilegios, su poder, el cual
hacía de la ley una salvaguarda de su conservadurismo social y religioso y para algunos incluso económico. Este Jesús
perseguido, condenado, eliminado, figura-tipo del hombre injustamente despojado y asesinado -«Ecce homo» (Jn 19,
5)- vive y muere hoy en toda persona con que se ha identificado, muchedumbres numerosas, masas humanas en las que
su pasión continúa «hasta que Él vuelva». «No se puede dormir en esta hora».
La teología de la liberación siente y escruta en primer lugar la perpetuación de esta vertiente, oscura y mortífera del
acontecimiento pascual, en la pasión de categorías abandonadas oprimidas, sacrificadas (...) tras las cuales están
operando personas individuales y grupos socioeconómicos y/o políticos determinados, nacionales e internacionales. (...)
En cuanto a la Resurrección de Cristo, vertiente luminosa de la Pascua, también ella activa en la historia humana, es
percibida y vivida en todo acontecimiento significativo de cuantos están agobiados por el mal o el pecado, individual o
colectivo. A menos que se opte por un cristianismo del más allá y de compensaciones celestes, el realismo creyente no
puede esquivar esta pregunta: ¿qué resurrección hay hoy para tantos y tantos hombres, mujeres y niños burlados en sus
aspiraciones y en sus derechos elementales y tienden los brazos hacia el Libertador? (...)
Jesucristo es, de modo inseparable, salvador y libertador. No salva del pecado sin transformar los corazones, sin
curarlos del mal que esclaviza. Sobre todo, no salva del pecado sin que cambien realmente nuestras relaciones con el
otro, con el dinero, el poder, los ídolos, los bienes económicos, su producción, apropiación y distribución. Las palabras
proféticas de Jesús en Lucas (4, 18-19) son como f carta de la teología de la liberación.»
(Benoit A. Dumas, teólogo de la liberación)
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EMAÚS
«La historia no puede decir si Jesús vive o si, por el contrario, murió para siempre el 7 de abril del año 30. Pero sí puede
decir que aquellos días ocurrió algo, un hecho que, al conmover a aquellos hombres y mujeres, conmovió al mundo.»
(Jacques Duquesne)
«Y ahora todo había terminado. Él había muerto sin intentar defenderse, y todas aquellas gentes a las que ellos habían
visto apretujarse alrededor de él, y a las que habían tenido que apartar a veces, con energía, lo habían abandonado. Los
mismos jefes del movimiento de Jesús, sus compañeros más íntimos, aquellos a quienes él había elegido como a un
estado mayor, sus confidentes, estaban escondidos, amedrentados, desesperados. Hasta se decía que el mismo Pedro,
siempre dispuesto a dar la cara y a hablar por los demás, había jurado y perjurado no conocer a Jesús.
Todo había terminado. Habían creído participar en una aventura única que iluminaría su vida y abriría un futuro de
alegría y felicidad para todos. Y ahora no podían sino rumiar sus pesares, amarguras y remordimientos.
Se unió a ellos un hombre, que les hizo contar sus penas y tribulaciones. Un hombre que sabía escuchar, lo que era poco
frecuente. Y que después les explicó la historia del mundo, empezando por Moisés y los profetas. Sus corazones,
reconfortados, se abrieron. Sus mentes, más lentas, no lo reconocieron hasta el momento en que, después de compartir
con ellos el pan, desapareció.
Ellos, entonces, volvieron sobre sus pasos y salieron de las tinieblas y de la nada para regresar a Jerusalén.
Los que allí encontraron estaban tan desesperados como ellos. Unos pobres diablos cobardes o renegados. Un puñado
de campesinos, de pescadores, que tenían amistades entre los notables, pero muchos de aquellos con los que creían
poder contar se escabullían, habían desaparecido. No podrían permanecer en esta ciudad hostil. Tendrían que escapar,
de noche, con la espalda doblada y la ira y la muerte en el corazón.
Y entonces aquellos hombres que estaban hundidos se levantaron y lo afrontaron todo para proclamar que Jesús vivía, y
la mejor prueba era que ellos lo habían visto y que hasta habían comido con él. Pero sus palabras no son una prueba. La
mejor prueba son los mismos hombres, aquellos pusilánimes desgraciados medio analfabetos que, de la noche a la
mañana, iban a arrostrar todos los peligros, a resucitar el movimiento de Jesús, a repetir por todas partes palabras de
amor y de liberación, que no serían muy escuchados pero, a pesar de todo, cambiarían la historia del mundo.
Así pues, algo tuvo que ocurrir aquellos días, una explosión, una erupción de fe que cambió a aquellos hombres. Ellos
decían que ese «algo» era su encuentro con Jesús vivo, resucitado, y lo repitieron hasta la muerte. Nadie puede jurarlo
con pruebas en la mano. Todo el mundo tiene derecho a dudar. El Dios que anunció Jesús respeta la libertad de los
hombres hasta permitirle dudar de él o rechazarle.
La historia no puede decir si Jesús vive o si, por el contrario, murió para siempre el 7 de abril del año 30. Pero sí puede
decir que aquellos días ocurrió algo, un hecho que, al conmover a aquellos hombres y mujeres, conmovió al mundo.»
(Jacques Duquesne, periodista y escritor francés)
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INMORTAL
«¿En qué consiste el misterio de Jesús? ¿Cómo podremos llamar a eso que no se le podía ni se le puede matar? Creo que
diferentes tiempos han encontrado necesariamente diferentes fórmulas para descubrir ese misterio, esa fuerza que se
esconde en las derrotas, en la desesperación. Dietrich Bonhoeffer concibió una fórmula cristológica que me ayuda
mucho: llama a Cristo Hombre para los otros.»
(Dorothee Sölle,
«Con ello no se piensa en una equivocada falta de identidad propia, como la que í menudo se exige y se impone a las
mujeres. Ese Hombre para otros podía decir «Yo» de manera enormemente provocativa. Podía contraponer su «Pero Yo
os digo...» a uní tradición. Podía afirmar: «Yo soy... el agua de la vida, la luz del mundo». Él se refería a agua de Dios;
él se refería a la luz de Dios. Él hizo que esa luz iluminara a través de si persona; no la ocultó en las profundidades de su
alma; la hizo salir al exterior. Era un Hombre para otros, porque era el Hombre de Dios, y porque tenía conciencia de
estar sustentado hasta tal punto por ese Dios que no caía de las manos de Dios ni siquiera cuando se sentía abandonado
por Él.
La vieja fórmula «verdadero hombre» la traduce Bonhoeffer por «hombre». Y lo de ser «verdadero Dios» lo expresa él
añadiendo una circunlocución que le da mayor realce: «existir para otros». Porque Dios es para otros el Dios del Amor.
Y así, la frase «Cristo es el Hombre para otros» es una manera de parafrasear e interpretar la vieja fórmula cristológica
«verdadero Dios y verdadero hombre», exponiéndola en un lenguaje actual que habla de Dios sin emplear fórmulas
religiosas. El Hombre para otros es e Hombre según el corazón de Dios.
En la noche oscura de la cruz, estaba con él la vida, estaba con él el Espíritu de Dios; y también nosotros somos capaces
de ello. Dios estaba con él, a pesar de su falta de éxito. Hay un punto del conocimiento cristiano en el que la cuestión
del éxito debe quedar relegada ante la cuestión acerca de la verdad. Ahí es donde yo puedo dudar del éxito de Cristo,
pero no de su verdad, que me invita a cooperar a su lado. Entonces amamos a ese pobre Jesús de Nazaret, no porque él
venció o dejó atrás al mundo, sino porque su manera de existir como el Hombre para otros nos llega a lo más íntimo del
corazón. Sí, así lo pensamos nosotros también. «Amadle a Él, que arde de amor» se dice en un himno religioso.
Cualquier otra razón, por ejemplo, que él era el Hijo de Dios, que hizo muchos milagros, que resucitó y que terminará
por vencer, no es, por sí sola, una razón suficientemente fuerte.
El misterio de Jesús no puede deducirse a partir de Dios, sino a la inversa. La llamada de Jesús «¡Ven conmigo!»,
«¡sígueme!», «¡coge tu camilla y anda!», es la voz que nos lleva hacia Dios. Cristo hace que penetremos en el corazón
de Dios. Creer en la verdad del Hombre para otros, sin contemplarle a él ante todo a partir de la Divinidad, es el camino
seguido por la cristología desde abajo.»
(Dorothee Sölle, filósofa y teóloga)
488
EMERGENTE
«Rasgos del rostro nuevo de Jesús que emergen en esta hora espiritual de América Latina:
Jesús histórico, revelador de Dios: Dios se nos revela en la historia y, privilegiadamente, en la historia de Jesús. Es por
el Jesús histórico como conocemos al Dios de Jesús.
Jesús, profundamente humano: Frente a un Cristo entendido casi exclusivamente como Dios, hemos redescubierto en el
Jesús histórico al que crece, discierne, duda, decide, ora, se indigna, llora, pasa crisis. En verdad, sólo Dios podía ser tan
profundamente humano.
Jesús, entregado a la causa del Reino: El tema central de su predicación, lo que dio sentido a toda su actividad, fue el
Reino de Dios. El Reino fue su opción radical y absoluta.
Jesús, pobre y encarnado entre los pobres: Jesús fue realmente pobre, vivió entre los pobres y se situó siempre en su
perspectiva y en sintonía con sus intereses.
Jesús, subversivo: Jesús no proclamó un mensaje socialmente irrelevante, proclamó un orden de valores que subvierte el
orden establecido; un nuevo tipo de relaciones humano-divinas.
Jesús, realizador del Reino: La relación de Jesús con el Reino no fue de un simple decir, sino la de un hacer. Reveló el
Reino con «hechos y palabras».
Jesús, denunciador del anti-Reino: Jesús no sólo anuncia la Buena Noticia, sino que denuncia lo que se opone a ella.
Jesús, libre: Frente a la familia, la sociedad, el dinero, frente a los poderosos y los pobres, frente al Templo, a la
persecución y a la misma muerte. Libre, incluso, frente al pueblo.
Jesús, a favor de la vida del pueblo: Jesús aparece como testigo del Dios de la Vida, que viene para que el pueblo tenga
vida y la tenga en abundancia.
Jesús, compasivo: Se compadece de las muchedumbres, de los enfermos, de los que estaban oficialmente privados de
toda solidaridad.
Jesús, ecuménico: No tiene mentalidad de secta, ha venido a derribar «el muro de la separación». Declara que está con
él quien está con la causa del Reino. Presenta el amor como el criterio escatológico de salvación.
Jesús, feminista: Se deja seguir por mujeres y las incorpora a su comunidad itinerante. Es amigo íntimo de Marta y de
María. Constituye como primera testigo de su Resurrección a una mujer.
Jesús, conflictivo: Fue desde niño señal de contradicción. Su Buena Nueva para los pobres fue, a la vez, mala noticia
para los ricos. No fue neutral ni imparcial.
Jesús, perseguido y mártir: Lo persiguieron los poderes políticos, económicos y religiosos. Vivió «marcado para morir».
Jesús, camino, verdad y vida del Reino: Jesús fue un hombre en camino hacia «su hora»: la Pascua.»
(Fernando Quesada, pastoralista)
489
MI DIOS
«Mi Dios es frágil.
Es de mi raza. / Y yo de la suya.
Él es hombre y yo casi Dios.
Para que yo pudiera saborear la divinidad / él amó mi barro.»
(Juan Arias)
«A mi Dios lo hizo frágil el amor.
Mi Dios conoció la alegría humana, la amistad,
el gozo de la tierra y de sus cosas.
Mi Dios tuvo hambre y sueño y se cansó.
Mi Dios fue sensible.
Mi Dios se irritó, fue pasional. /Y fue dulce como un niño.
Mi Dios tembló ante la muerte.
Mi Dios se alimentó a los pechos de una madre
y sintió y bebió toda la ternura femenina.
No amó nunca el dolor, / no fue nunca amigo de la enfermedad.
Por eso curó a los enfermos.
Mi Dios sufrió el destierro. / Fue perseguido y aclamado.
Amó todo lo humano mi Dios:
las cosas y los hombres; / el pan y la mujer;
a los buenos y a los pecadores.
Mi Dios fue un hombre de su tiempo.
Vistió como todos, / habló el dialecto de su tierra,
trabajó con sus manos, / gritó como los profetas.
Mi Dios fue débil con los débiles
y severo con los soberbios.
Murió joven por ser sincero.
Lo mataron porque le traicionaba la verdad en los ojos.
Pero mi Dios murió sin odiar.
Murió excusando, que es más que perdonando.
Mi Dios es frágil.
Mi Dios rompió la vieja moral
del «diente por diente», / de la venganza mezquina,
para inaugurar la frontera
de un amor y de una violencia totalmente nuevos.
Mi Dios, tirado en el surco, aplastado contra la tierra,
traicionado, abandonado, incomprendido, siguió amando.
Por eso mi Dios venció a la muerte.
Y brotó con un fruto nuevo entre sus manos: la resurrección.
Por eso estamos resucitando todos: los hombres y las cosas.»
(Juan Arias, escritor y periodista)
490
CREÍBLE
«Creemos en Jesús.
Creemos en el Dios en quien Jesús creyó.
Esperamos en el reino que anunció.»
(Víctor MI. Arbeloa)
«Creemos en Jesús de Nazaret,
que no predicó ni leyes ni sistemas,
ni siquiera a sí mismo / sino el reino amoroso de Dios.
Él no fue un sacerdote acomodado / ni un revolucionario al estilo zelota,
ni un asceta encorvado, / ni un devoto moralista,
pero estuvo más cerca de Dios que el sumo sacerdote,
fue más libre en el mundo que el asceta,
más moral que el moralista, / mucho más radical que los zelotas.
Anunció la presencia de Dios como una gracia
para todos los hombres pecadores.
Buscó siempre lo mejor para las gentes
por encima de la letra y de la ley, / del templo, del ayuno y de los ritos.
Predicó el amor hasta la entrega y la renuncia,
hasta el mismo perdón del enemigo.
Amó a los pobres diablos, herejes y cismáticos,
adúlteras y mujeres de la vida,
incluso a los chivatos y a los cómplices,
corrompidos políticos,
leprosos, enfermos, miserables,
a los niños y ancianos,
al pueblo que llaman bajo y cotidiano.
A cada uno de manera distinta y salvadora:
perdonándolos, / curándolos,
invitándoles al cambio de su vida,
llamándolos a la alegre noticia de Dios, / presente en este mundo,
a la ruidosa luz de la esperanza, / al viento fértil de la libertad,
al fecundo calor de la alegría compartida.
Superior a Moisés, Jonás y Salomón / -sabios, profetas y doctores de la ley-,
El es la resonante Palabra del Señor, / el Hijo queridísimo del Padre,
el signo clamoroso de toda decisión.
Judíos y romanos lo mataron
por rebelde a la ley, rebelde al César,
en medio de rebeldes exaltados.
Pero el que parecía / dejado de la mano de Dios y de los hombres
vive ahora con Dios: / la nueva vida le ha sido regalada para siempre.
Él es el triunfador.
Su mensaje, su conducta y su destino / están justificados para siempre
Dios estaba en Él.»
(Víctor MI. Arbeloa, poeta)
491
ACTIVO
«La iconización de Jesús corresponde a una tendencia espontánea del sentimiento religioso, en la medida en que éste
reemplaza la imitación de Jesucristo por el culto de Jesucristo. La renovación en la Iglesia ha correspondido siempre a
un retorno a la humanidad de Jesús y a la imitación de sus acciones humanas»
(Josep Comblin)
«Cada vez nos parece más evidente que el gran problema de las nuevas generaciones es el de la acción. El mundo de
hoy está fatigado de teorías y no soporta las ideas. No cree ya en un cristianismo simplemente hablado: le hace falta
saber lo que es menester hacer. Más que preguntarse lo que Jesús enseñó, le conviene saber lo que esto quiere decir en
la práctica: ¿qué quieren decir todos estos temas, todos estos signos, en lo concreto? ¿Qué forma de acción se sigue de
ellos?
De lo que podemos concluir que el problema de Jesús es, para nuestros contemporáneos, el siguiente: en definitiva,
¿qué hizo Jesús? ¿Qué significa lo que hizo?
Esto quiere decir que debemos pasar del mensaje de Jesús a la vida de Jesús. No ya a esas vidas de Jesús de antaño, que
no eran apenas sino trozos de los Evangelios, sino a una vida de Jesús estudiada en su significado profundo.
Sin duda, la teología bíblica católica siempre defendió la historicidad de la vida de Jesús. Pero se trataba de una
historicidad casi formal. Se trataba de defender sobre todo la inerrancia de los evangelistas. Cuanto a la significación de
los acontecimientos relatados por ellos, no había problemas. No se encuentran apenas estudios hechos por personas
especializadas sobre el sentido humano, social o histórico de los actos de Jesús.
Porque, en el fondo, la vida de Jesús está tratada como icono: se trata de un Jesús de gestos fijos, estereotipados, todos
representativos de temas teológicos. Explicar un gesto de Jesús es enlazarle un cierto número de temas teológicos. De
esta manera, la vida de Jesús no es ya una vida humana, inmersa en la historia, es una vida teológica: un icono. Como
en los iconos, los gestos se sustraen a su contexto humano y se estilizan para transformarse en signos del mundo
trascendental e invisible. Una tal vida de Jesús es más un objeto de veneración -por lo demás, el gran tema litúrgico-
que un objeto de reflexión. Sin contestar el valor ¡cónico de la vida de Jesús, debemos reconocer que no podemos
contentarnos con ello.
La iconización de Jesús corresponde a una tendencia espontánea del sentimiento religioso, en la medida en que éste
reemplaza la imitación de Jesucristo por el culto de Jesucristo. La renovación de la Iglesia ha correspondido siempre a
un retorno a la humanidad de Jesús y a la imitación de sus acciones humanas.
No es menester, pues, desiconizar la vida de Jesús. Para eso tendríamos que hacer una biografía completa, imposible de
escribir. Nos bastará poseer los puntos clave, históricamente seguros, y tratar de comprenderlos.»
(Josep Comblin, teólogo belga en Iberoamérica)
492
RADICAL
«El Evangelio y el mundo no pueden encajar sin violencia y sin lucha. Jesucristo hizo destacar repetidas veces esa
oposición entre Él y el mundo, y la lucha que el mundo mantendría siempre contra la doctrina evangélica.»
(Vicente Enrique y Tarancón)
«Teóricamente, nos regimos por los criterios de Cristo, que son los del Evangelio. Prácticamente, sin embargo,
aplicamos a nuestra vida -quizá sin darnos cuenta- las normas de valorización del mundo (...)
El Evangelio dice: «No podéis servir a dos señores; no podéis servir a Dios y a las riquezas.» Y fijaos en el contexto.
Jesucristo hace esta afirmación, no al referirse a los excesivamente ricos, en cuyo exceso de riquezas puede haber ya un
desorden, sino al hablar de la preocupación por las mismas cosas que necesitamos para vivir: «No os inquietéis por
vuestra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro vestido sobre qué vestiréis... No os preocupéis, pues, diciendo: -¿qué
comeremos, qué beberemos o qué vestiremos?- Los gentiles se afanan por todas estas cosas.»
Nosotros decimos prácticamente que no sólo los gentiles, sino también los sacerdotes, nos hemos de afanar por todas
esas cosas.
El Evangelio dice al final del mismo párrafo: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os
darán por añadidura.»
Nosotros, sin embargo, decimos con nuestras obras que también hemos de buscar la añadidura, porque «a Dios rogando
y con el mazo dando» y que sería una temeridad y una imprudencia descuidar esas cosas materiales -la añadidura- por
buscar el Reino de Dios.
El Evangelio dice: «Es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.» Y
tal es la fuerza de esta expresión en labios de Jesucristo que los apóstoles, como nos advierte el evangelista, «más aún se
espantaron y decían entre sí: -Entonces, ¿quién puede salvarse?»
Pero a nosotros no nos espantan estas palabras porque hemos acordado que no han de tomarse al pie de la letra; son una
figura retórica.
El Evangelista dice: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.» Y por si
podíamos tener alguna dificultad para entender estas palabras, Jesucristo nos dio con el ejemplo de su vida el testimonio
de esa pobreza de espíritu.
Pero nosotros no entendemos estas palabras de los que dejan los bienes materiales y se hacen pobres voluntariamente
-como lo fue Jesucristo-, sino de aquellos que tienen bienes materiales, quizá con abundancia y aun los buscan con afán
-lo contrario de lo que hizo Jesucristo-, aunque, eso sí, sin que se dejen esclavizar por ellos. (...)
Los cristianos han de vivir en el mundo, pero sin ser del mundo, según la voluntad de Jesucristo. Pero nosotros nos
hemos convencido de que es muy incómoda esta postura que el Maestro nos impone y hemos procurado situarnos en el
mundo, transigiendo con él en muchos detalles, que han ido desfigurando cada día más la fisonomía de la vida
cristiana.»
(Vicente Enrique y Tarancón, cardenal)
493
SALVADOR
«¡No temáis acoger a Cristo y aceptar su potestad!
¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo
y, con la potestad de Cristo, al hombre y a toda la humanidad!»
(Juan Pablo II)
«¡No temáis!
¡Abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo!
Abrid a su potestad salvadora
los confines del Estado,
los sistemas económicos y políticos,
los vastos campos de la cultura,
la civilización y el progreso.
¡No temáis!
Cristo sabe lo que hay dentro del hombre.
¡Sólo Él lo sabe!
Con harta frecuencia,
el hombre no sabe hoy lo que lleva dentro,
en lo íntimo de su alma, en su corazón.
Con harta frecuencia se siente perplejo
acerca del sentido de su vida en la tierra.
Le acosa la duda,
que termina en desesperación.
Dejad que Cristo hable al hombre.
Sólo Él tiene palabras de vida,
¡sí!, de vida eterna.»
«¡Oh Cristo!,
que acogiste en tu cruz
nuestro mundo humano,
el mundo de ayer, de hoy y de mañana,
el viejo mundo del pecado:
Haz que ese mundo se renueve
por medio de todo corazón humano
visitado por la fuerza de la redención.
¡Oh Cristo resucitado!,
acoge en tus llagas gloriosas
todas las llagas dolientes
del hombre contemporáneo,
esas de las que tanto se habla
en los medios de comunicación social,
y también las que silenciosamente duelen
en la intimidad secreta de los corazones.
Que las cure el misterio de tu redención.
Que las cicatrice y suture el Amor
más fuerte que la muerte.»
(Juan Pablo II)
(Juan Pablo II)
494
CAUTIVADOR
«Estoy llamando a la puerta. Si alguien me abre, entraré y cenaremos juntos.»
(Jesús, en el Apocalipsis)
«Tú estás llamando a mi puerta.
Pero si yo, Señor,
aplico el oído y aprendo a discernir los signos de los tiempos,
oigo claramente las señales / de tu confortante presencia en mi puerta.
Y cuando abro y te acojo / como huésped cautivador en mi casa,
el tiempo que pasamos juntos me da seguridad.
En tu mesa comparto contigo / el pan de la ternura y de la fuerza,
el vino de la alegría y del sacrificio, / la palabra de la sabiduría y de la promesa,
la oración de la acción de gracias / y del abandono en las manos del Padre.
Y vuelvo a la tarea de la vida con indestructible paz.
El tiempo pasado contigo, / comiendo o bebiendo,
es un tiempo arrancado a la muerte.
Ahora, aunque quien llame sea ella, / sé que serás Tú quien entre:
ha terminado el tiempo de la muerte.
Tenemos todo el tiempo que queramos / para explorar danzando
las huellas iridiscentes de la Sabiduría de los purificados.
E infinitas miradas de entendimiento / para saborear su belleza.»
(Cario M. Martini)
«La vuelta de Cristo.
Jesús, tú que viniste al mundo
naciendo de la Virgen María,
tú que a cada instante vienes a mi vida
y a la vida de cada hombre y de cada mujer,
tú que llamarás amorosamente a mi puerta
también en el momento de la muerte,
un día volverás
para dar por terminado este tiempo
que estamos llamados a vivir
como precioso don de Dios,
anticipo y preludio de la bendición eterna.
Haz que podamos desear el día de tu vuelta,
cuando la finitud de la creación
deje el sitio a nuevos cielos y nueva tierra
y estemos todos juntos
en la bienaventuranza infinita de la Trinidad santa.
Por siempre. Amén.»
(Cario M. Martini, cardenal de Milán)
495
VIDA
«Si tu Dios está muerto, acepta el mío. ¡Jesús está vivo!»
(Jesús Revolution)
Eslogan rescatado de la juvenil «Revolución de Jesús», nacida en Estados Unidos y extendida pacíficamente por el resto
del mundo. Aquel resurgir de interés y entusiasmo por la persona de Jesús entre los jóvenes llenó varios decenios, a
partir de los sesenta, que se plasmaron en óperas y películas, como Godspell y Jesucristo superstar. Pero sobre todo en
el «Movimiento de Jesús», que sigue traduciéndose en multitudinarias concentraciones internacionales de jóvenes,
especialmente alrededor de Juan Pablo II en las Jornadas mundiales de la juventud.
Demasiada gente de hoy, también entre las nuevas generaciones, no participa de ese atractivo ejercido sobre millones
por Jesús. Hay muchas personas para quienes ha muerto incluso el Dios de su niñez y juventud. Atrapados por la
inmanencia de lo inmediato han perdido el contacto con lo trascendente.
Para todos ellos, los seguidores de la Revolución de Jesús siguen repitiendo: «Si tu Dios ha muerto, acepta el mío». Es
verdad que también mi Dios murió, pero lo hizo por amor a todos, y por eso no debe estar muerto para nadie. Nuestro
agradecimiento por esa muerte de Jesús hace dos mil años en el Calvario no debería morir nunca en el corazón de nadie
que alguna vez haya conocido su acto supremo de amor, que es «dar la vida por los amigos».
Esta muerte de mi Dios no tiene nada que ver con la anunciada el siglo pasado a bombo y platillos por el autor de
Zaratustra, que proclamaba la muerte sociológica de la divinidad. El resurgir de la religión en nuestros días neutraliza el
grito de Nietzsche. Pero no sólo está resucitando Dios en general, entre muchos de los que lo habían dejado caer en la
fosa del olvido (urgidos por los ídolos de lo inmediato), haciéndose eco del orteguiano «¡Dios a la vista!». El eclipse
temporal de Dios en el horizonte de individuos y grupos, culturas y sociedades, no significa que Él haya dejado de
existir un solo segundo tras el celaje de la indiferencia y el ateísmo.
Por lo que se refiere a Jesús, no ha dejado de vivir un momento desde que «una vez resucitado de entre los muertos, ya
no muere más, la muerte ya no tiene dominio sobre Él». Jesús es el eterno Viviente, el Contemporáneo de todos los
tiempos. Con el eslogan del Movimiento de Jesús, te invito a compartir su Vida inmortal también en el coto privado de
tu corazón y en los círculos concéntricos de tus actividades públicas.
No temas perder tu vida personal, si instalas en tu vida a Jesús. Cuando llegues a decir con san Pablo : «Vivo yo, pero
ya no yo, es Cristo quien vive en mí», comprobarás que no se trata de una vida alienada, sino enriquecida. Tu vida se
habrá potenciado por esa afirmación de Jesús: «Yo he venido para que tengan vida, y vida abundante». Porque Jesús,
lejos de mermar tu vida humana, la va a elevar al nivel de lo divino: sin dejar de conservar tu personalidad
intransferible, tendrás además la dimensión de hijo de Dios, como Jesús.
(R. A.)
496
ANIMADOR
«¡Ánimo! Soy yo, no temáis.»
(Jesús de Nazaret)
«Los estudiosos piensan que el evangelista, al referir el episodio de la tempestad en 2\ lago (Mt 14, 27-33), no se
contentó con realizar una simple crónica, sino que lo relató de tal manera que tuviera un significado especial para la
vida de las primeras comunidades cristianas. Para él, la barca amenazada por las aguas sería el símbolo de la Iglesia. Y
el conjunto de la narración significaría la situación de la comunidad cristiana, abandonada a sí misma en la tempestad y
en la noche de la prueba cuando Jesús, habiendo ascendido al cielo, ya no es visible y parece lejano.
¡Ánimo! Soy yo, no temáis. Pero no sólo la comunidad cristiana puede atravesar momentos oscuros. También tú, como
todo cristiano, puedes haber visto tambalearse en ti todo el patrimonio del Credo, puedes haber experimentado la noche
de la fe. (...)
¡Esos momentos son terribles! Quizás también tú los hayas experimentado; quizás te hayas sentido solo en la prueba y
hayas pensado que debías luchar, sin ayuda, contra viento y marea.
Pero, precisamente mientras todo lo que te rodeaba te hacía creer que Jesús estaba ausente, lejano e inexistente, a
menudo su presencia se te manifestó inesperada, en medio de las dificultades, como les sucedió a los discípulos.
El mismo Jesús, previendo estos momentos de oscuridad y de luz, antes de morir, dijo: «También vosotros estáis tristes
ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón» (Jn 16, 22).
«¡Ánimo! Soy yo, no temáis. Caminando sobre las aguas, Jesús se te presenta como :1 soberano de todo lo creado,
como el Señor de la vida y de la muerte. Es una verdad de nuestra fe, pero esta verdad en ciertos momentos puede
turbarte y parecerte fruto de tu imaginación; un fantasma, como decían los apóstoles.
Sin embargo, como le sucedió a Pedro, después del temor y de la duda, la presencia de Jesús suscitó en él una certeza y
una confianza tales que no tuvo miedo en acercarse a Él sobre las aguas. Así debería ser también para ti,
¡Animo! Soy yo, no temáis. Jesús quiere que la Iglesia entera y cada cristiano o cristiana, en el momento de la prueba,
tengan valor y no sucumban. Quiere que confíen plenamente en Él a pesar de las apariencias. Quiere, sobre todo, que
vivan de tal manera que Él siempre esté presente en medio de ellos. Él nos indicó cómo realizar esto cuando dijo:
«Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» 'Mt 18, 20). De hecho, mientras Él esté
presente, el peligro se aleja. Apenas Jesús y Pedro se «subieron a la barca, el viento amainó» (Mt 14, 32).
Estar unidos en su nombre quiere decir estar unidos en Él, en su presencia, en su voluntad. Y ésta es, sobre todo, una:
«Que os améis los unos a los otros» (Jn 13, 34).
Si hacemos esto, si estamos dispuestos a amarnos como Él nos amó, Él estará en medio de nosotros. Y ¿qué mejor
compañero para esta vida, que luego se abrirá a la eternidad?»
(Chiara Lubich, Fundadora de los Focolares)
497
FUNDAMENTAL
«La esencia de mi Regla monástica se contiene en estas pocas palabras: «No preferir absolutamente nada al amor de
Cristo»... y en este amor de Cristo, de Cristo en sí mismo y de Cristo en nuestro prójimo, es como se construyen Nuevos
Mundos sobre bases duraderas.»
(Thomas Merton)
«No se construirá un Nuevo Mundo entre nosotros mediante la deformación rusa de la dialéctica marxista. No se
construirá un Nuevo Mundo mediante las pasiones destructoras del militarismo fascista. No se construirá ningún Nuevo
Mundo mediante la magia engañosa de la tecnología imperialista. En cuanto a la diplomacia del dólar, hay poca
esperanza de que origine algo más que decepciones y confusión para todos. El hemisferio occidental es enormemente
rico, más rico quizás que todo el resto del mundo, y sus riquezas pertenecen a los que viven en él; pero la mera
explotación de estas riquezas y su justa distribución no resolverán nuestro problema. Por encima de todo está el
problema de la comprensión y del amor, el problema de la unidad, el problema del hombre. Esto es lo más importante
de todo, pues el hombre es la imagen de Dios, y cuando está plenamente unido dentro de sí mismo, con sus hermanos y
con su Dios, entonces el Reino de Dios ha venido y se manifiesta en la tierra para que todos lo vean. Pero esto no puede
lograrse jamás, excepto en Cristo, y mediante el poder de Su Cruz, y la victoria de Su Resurrección.
Esto, entonces, es lo que me parece a mí tan importante con respecto a América...y la gran función de mi vocación en
ella: conocer América en su totalidad, ser un americano completo, un hombre de todo el Hemisferio, de todo el Nuevo
Mundo; y desde este punto de partida, ser también un contemplativo, y de este modo, ayudar a traer a Cristo en la
plenitud de la madurez, en todo el Cosmos, «hasta que arribemos todos a la unidad de una misma fe y de un mismo
conocimiento del Hijo de Dios, al estado de un varón perfecto, a la medida de la edad perfecta, según la cual Cristo se
ha de formar místicamente en nosotros, de manera que ya no seamos niños fluctuantes, ni nos dejemos llevar aquí y allá
de todos los vientos y opiniones humanas, por la malignidad de los hombres que engañan con astucia para introducir el
error; antes bien, siguiendo la verdad del Evangelio con amor... en todo vayamos creciendo en Cristo, que es nuestra
cabeza» (1 Ef 4, 13-15).»
«Es cierto que, como nuestro Maestro, debemos decir que «nuestro reino no es de este mundo», pero como Él tenemos
que comprender que lo que hagamos al más humildad de Sus bienamados se lo hacemos a Él; y parte de nuestro trabajo
por la salvación del hombre es ayudar a construir un mundo en el cual el hombre se pueda preparar para la visión de
Dios mediante una vida libre en esta tierra.»
«Debemos perdernos con el fin de ganar el mundo, debemos sumirnos en las profundidades de nuestra humildad con el
fin de hallar a Cristo en todas partes y amarle en todas las criaturas; de lo contrario, le traicionaremos, al no verle en
aquellos a quienes dañamos inconscientemente mientras le rezamos en nuestra «inocencia».»
(Thomas Merton, cisterciense y escritor)
498
SALVADOR
«Estemos firmemente convencidos de que nadie puede salvarse sino mediante la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y
por las santas palabras del Señor.»
(Francisco de. Asís)
«La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por
boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza
humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima
madre.
Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre, diciendo: Padre mío, si es posible,
que pase y se aleje de mí este cáliz. Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre.
Y la voluntad del Padre fue que el Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y nació por nosotros, se
ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han
sido hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Y quiere
que todos nos salvemos por Él y lo recibamos con puro corazón y cuerpo casto. Mas son pocos los que los que quieren
recibirle y ser salvados por Él, aunque su yugo sea suave y su carga ligera.
¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio: Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo! Amemos, pues, a Dios y
adorémoslo con puro corazón y con mente pura, ya que Él nos hace saber cuál es su mayor deseo, cuando dice: Los que
quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad. Porque todos los que lo adoran deben adorarlo en
espíritu y verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en los
cielos, porque debemos orar siempre sin desmayarnos.
No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear
estar por encima de los demás, sino, al contrario, debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda
humana criatura movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta
el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos
son los esposos, los hermanos y las madres de nuestro Señor Jesucristo. Somos esposos, porque el alma fiel se une a
Jesucristo por el Espíritu Santo. Somos sus hermanos, cuando hacemos la voluntad del Padre que está en el cielo.
Madres de Él somos, cuando le llevamos en nuestro corazón y en nuestro cuerpo con amor, y conciencia pura y sincera,
y lo damos a luz mediante buenas obras que deben resplandecer como ejemplares para los demás.
Y porque Él tanto sufrió por nosotros y nos grangeó tantos bienes y nos dará en lo venidero, toda criatura que hay en el
cielo y en la tierra, en el mar y en los abismos, rinda a Dios alabanzas, gloria, honor y bendición, pues Él es nuestra
virtud y fortaleza.» (Francisco de Asís, en su Carta a todos los fieles)
499
ÚNICO
«Cristo no pierde nada de su verdadera grandeza cuando es liberado de las falsas grandezas con que lo habían
emperifollado los mitos y la reflexión teológica. Jesús es la maravillosa epifanía del misterio del hombre, del Purusha (=
arquetipo), del misterio de cada hombre, como lo fue Buda y Ramana y tantos otros. Es el misterio del Purusha el que se
busca en el cosmos.»
(S. Abhishiktananda)
«Lo quiera o no, estoy profundamente vinculado con Cristo Jesús y, por tanto, con la comunión eclesial. En él se me ha
descubierto el «misterio» después de mi despertar a mí y al mundo. Es en su imagen, en su símbolo, donde yo conozco
a Dios, me conozco a mí mismo y el mundo de los hombres. Cuando he despertado a nuevas profundidades de mí
mismo, este símbolo se ha ampliado maravillosamente. Ya la teología cristiana me había hecho descubrir la eternidad
del misterio de Jesús, en el seno del Padre. Después, la India me reveló el todo cósmico de este misterio, la revelación,
vyakti, total del misterio en la que se inserta la revelación judía. El Cristo inmenso, más alto que los cielos, es también
infinitamente cercano... Pero reconozco también este misterio que he adorado desde siempre bajo el símbolo de Cristo,
en los mitos de Narayana, Prajapati, Siva, Purusha, Krishna, Rama, etc. El mismo misterio. Aunque para mí Jesús es mi
Sadguru (guru verdadero). Ha sido en él en quien se me ha manifestado Dios; ha sido en su espejo en el que me he
reconocido adorándolo, amándolo, consagrándome a él. Jesús es el guru que anuncia el misterio.»
«Los judíos redujeron a Jesús, el Ben Adam, a Mesías de su historia de la salvación, de su salvación. Los griegos
hicieron de él un descenso divino, el descenso a la tierra de su Logos. La India, liberada de la historia y, sobre todo, del
particularismo histórico—ese imposible «pueblo de Dios»—, y libre también del logos y del eidos, aparece agre: en el
origen de todo, en el origen del todo cósmico, en el origen de la conciencia humana.
La idea del Mesías ha empequeñecido a Jesús. Jesús es la manifestación de ese misterio original que los dualistas
llaman teándrico, y los conocedores de Brahmán, el punto de ignición de Brahmán no manifestado en Brahmán que «se
alcanza a sí mismo por sí».
Todo intento de limitar, de reducir este misterio a Jesús, es limitar y reducir a Jesús mismo, mucho más grande -y
mucho más divino- en su advaita con todo nacido de hombre y, por tanto, con todo nacido de Dios.
El problema de su unicidad es un falso problema que se plantea sólo en el contexto del fenómeno, en el que se puede
sumar, restar y multiplicar. Cuando Jesús ha venido precisamente a liberar al hombre de todas las ataduras de su
corazón.»
«La unicidad de la encarnación forma parte del símbolo cristiano. La realidad desborda indudablemente al símbolo; sin
embargo, el símbolo representa en su orden, sin aprisionarla, toda la realidad... La unicidad de Cristo es de orden
trascendental.»
(Swami Abhishiktananda, indio)
500
ECUMÉNICO
«El diálogo de la Encarnación realizado por el Hijo de Dios supone una kénosis, base de toda reconciliación, de la
armonía de contrarios, del encuentro de los extremos.»
(Mai Thanh)
«La Iglesia del Vietnam está llamada a entrar en este movimiento divino-humano saliendo de sí misma, despojándose
antes de todo lo que la embaraza y la aleja del pueblo al que quiere servir. En vez de defenderse apelando a la Iglesia
única «poseedora de la verdad», se hace encuentro, apertura, afán de compartir, en el respeto y la comprensión del otro.
Lejos de pensar que «fuera de la Iglesia no hay salvación» y de cantar muchas veces a destiempo «Cristo vence, Cristo
reina, Cristo impera», intenta acercarse a las bienaventuranzas y a Cristo Siervo, ese «totalmente otro» que se ha hecho
semejante, el compañero, el hermano, el amigo íntimo, el esposo. Para llegar a ese «totalmente Otro» necesito del otro
sin más.»
(Mai Thanh, teóloga y filósofa vietnamita, religiosa)
«El hecho original es «Dios-con nosotros», quien se entrega con amor humilde y generoso. Tan sólo si Jesús es el Hijo
de Dios en el sentido más propio de la palabra, podremos entender la cruz de Jesús como el lugar del sufrimiento de
Dios, donde el Padre y el Hijo, cada uno a su manera, participan del dolor del mundo. La resurrección de Cristo
fundamenta la esperanza viva del éxito victorioso y eterno de la gran vida cósmica, éxito que nosotros no somos
capaces de describir, sino únicamente presentir y esperar».
«Cristo es la promesa irrevocable hecha por Dios al mundo, el «sí» de Dios «que ama la vida» (Sab 11, 26).»
(Peter Nemeshegyi, teólogo jesuita en Japón)
«Cristo es la palabra, la expresión de Dios, el Logos, el Dharma, el dinamismo de la historia, que ofrece a todo ser
humano los medios para su salvación y el camino para su liberación, dentro de su propio contexto religioso-cultural. (...)
Por medio de los sacramentos del hinduismo y del budismo, por el mensaje de moralidad y de entrega de la propia vida,
es como, por lo general, se transmite y se recibe esa salvación...
Sólo cuando, por la actuación de Cristo, los tesoros espirituales de esas antiguas religiones se fundan con el cristianismo
en un solo río, podremos descubrir el verdadero rostro del Cristo asiático» (For a «Real» Asían Church)».
«La conciencia de la identidad humana, la doctrina del amor y la misión liberadora de Jesús, aportan un significado
tremendo a los pueblos de África y Asia: este Jesús es ciertamente una realidad terrena, siempre presente en los muchos
que son «los más pequeños de éstos», los desposeídos.»
(Tisa Balasuriya, teólogo ecumenista de Sri Lanka, oblato de María)
501
ORIENTAL
«La misión de Jesús, antes de morir en la cruz, se centró en el reinado-reino de Dios, que es un mundo nuevo y una
historia nueva.»
(Carlos H. Abesamis)
«...que el reinado-reino de Dios tiene un aspecto futuro; que ese futuro no es el momento de la muerte de cada
individuo, sino el final de la historia que actualmente se halla en curso, cuando aparezca el mundo nuevo y la historia
nueva; que hay, desde luego, una vida después de la muerte o que «se va al cielo» cuando el individuo muere, pero que
eso y el reino de Dios no son cosas idénticas.
... que el reinado-reino de Dios tiene también un aspecto presente; que en tiempos de Jesús el reinado-reino de Dios
debía «localizarse» en aquellas bendiciones de la vida que Jesús obraba con sus acciones: salud para los enfermos, vida
para los muertos, buenas nuevas de liberación para los pobres; que en nuestro tiempo el reinado-reino de Dios debe
hallarse presente en las bendiciones de la vida que corresponden a las necesidades de nuestra época.
... que el reinado-reino de Dios es una meta y una tarea; que, en cuanto recompensa final, que estamos invitados a
recibir en el futuro, es una meta; que, puesto que Jesús envió a sus seguidores en misión para proclamar el reino de
palabra y de obra, el reinado-reino de Dios es también una tarea.
... que el silencio contemplativo, como la contemplación practicada por Jesús, esparte integrante de una espiritualidad
orientada al reino.
... que la buena nueva de la justicia y liberación de los pobres es una de las preocupaciones centrales de Jesús.
... que en el Nuevo Testamento se da la faceta de «evangelio» y la faceta de «ley».
... que la manera en que Jesús practicaba el reino era una práctica conflictiva; que, en este conflicto, Jesús se hallaba
claramente del lado de los pobres y de los marginados.
... que, al reflexionar sobre la muerte de Jesús, no sólo hemos de tener en cuenta la significación que su muerte tiene
para la fe (Jesús murió en expiación por los pecados de la humanidad), sino también las causas históricas (¿Por qué
mataron a Jesús?).
... que la resurrección de Jesús fue contemplada como el comienzo de un mundo nuevo; y a Jesús resucitado se le
consideró como el Espíritu que moraba en ese mundo nuevo y como los primeros frutos -las primicias- del mismo.
... que la esperada parusía de Jesús se consideró como momento de gozo y momento de salvación, porque es también el
momento de la llegada del definitivo reinado-reino de Dios.
... que un discurso sobre «Jesús y la salvación», la realidad dominante y que todo lo abarca, en la carrera de Jesús, es el
reinado-reino de Dios, y no estrechamente el denominado «misterio pascual»; y que la acción salvífica de Jesús no debe
restringirse a su muerte (y resurrección) , sino que -lejos de eso- abarca su ministerio, su muerte, su resurrección y su
parusía.»
(Carlos H. Abesamis, teólogo ecumenista filipino)
502
GANDHIANAS
«Que Jesús fue el unigénito de Dios encarnado y que sólo los que creen en él pueden tener la vida eterna va más allá de
lo que podía creer. Si Dios puede tener hijos, todos nosotros lo somos. Si Jesús era semejante a Dios, o Dios mismo,
todos los hombres son semejantes a él y pueden ser Dios mismo.»
(Mahatma K.Gandhi)
«El mensaje de Jesús, tal como yo lo entiendo, está contenido en el sermón de la montaña. El espíritu del sermón de la
montaña ejerce sobre mí casi la misma fascinación que la Bhagavadgita. Este sermón es el origen de mi afecto por
Jesús».
«Aunque no puedo pretender ser cristiano en el sentido confesional, el ejemplo del sufrimiento de Jesús es un factor
integrante de mi fe fundamental en la no violencia, fe que dirige todas mis acciones seculares y temporales. Jesús vivió
y murió en vano si no fue para enseñarnos a regir toda nuestra vida por la ley del amor.»
«Puedo decir que nunca he tenido interés por el Jesús histórico. No me afectaría para nada el que alguien probara que el
hombre llamado Jesús no vivió jamás y que la narración evangélica no es más que ficción salida de la imaginación de su
autor. El sermón de la montaña seguiría siendo verdadero para mí.»
«Dios no sólo llevó su cruz hace diecinueve siglos. La sigue llevando hoy, muere y resucita día tras día. Pobre consuelo
tendría el mundo si tuviera que depender de un Dios histórico que murió hace dos mil años. No prediquéis, pues, al
Dios de la historia, mostradlo tal como vive hoy a través de vosotros.»
(Mahatma K. Gandhi, indio)
«Lo que importa, pues, para Gandhi no es el Jesús histórico, y menos aún la interpetación de su persona tal como la
concibe la fe cristiana. Mucho más importante es que Jesús nazca en nosotros por la imitación de su cruz, tal como el
evangelio nos lo enseña.»
(Jacques Dupuis, teólogo ecumenista, jesuita belga)
«Gandhi está dispuesto a considerar a Jesucristo como uno más de los numerosos maestros y profetas de la humanidad,
e incluso uno más de los numerosos hombres o encarnaciones de Dios, pero sin atribuirle un valor único a su naturaleza
divina, a su obra redentora o a su mediación entre Dios y la humanidad.»
(M. M. Thomas, estudioso de Gandhi)
«El Mahatma estaba influenciado y amasado en principios cristianos, especialmente del sermón de la montaña...
Poniendo en práctica estos principios descubrió a la persona de Cristo y vivió por ella, por débil e inconscientemente
que fuera... Pero parece que nunca llegó a encontrar a Cristo como persona.»
(E. S. Jones, estudioso de Gandhi)
503
¿HINDÚ?
«Para el cristiano, Jesucristo es a la vez el modelo y el fin del camino espiritual. En otras palabras, el único verdadero
yoghi es Jesús. Su vida, sus misterios, su persona constituyen el yoga del cristiano.»
(T. Matus, indio)
«Cristo nació en lo profundo del espíritu. Nosotros decimos que pasa por la vida, muere en la cruz y resucita. Pero no se
trata tanto de acontecimientos históricos que tuvieron lugar una vez en el tiempo como de etapas universales de la vida
espiritual que están en un proceso continuo de realización en las almas de los hombres (...) El «ser Cristo» es realización
del alma, estado de gloriosa iluminación interior en la cual la sabiduría divina se convierte en la herencia del alma.»
(S. Radhakrishnan, filósofo)
«Es muy significativo que el descubrimiento del verdadero Jesús, distinto del de las Iglesias de Occidente y las
misiones, se deba en gran parte a la mentalidad hindú. La raza hindú ha recibido como don la facultad espiritual que le
permite separar las cosas del espíritu de las de la carne. Gracias a esta facultad ha sabido separar el corazón del
cristianismo de lo que sólo es la cáscara.»
«Ser cristiano consiste en compartir con Jesús la conciencia de una nueva relación entre Dios y el hombre, que viene
expresada con el término paternidad de Dios. Jesús abrió la puerta de esta conciencia y comunión, guiado por el favor
divino. El privilegio más preciado por todo hombre debería ser seguirlo en este santo de los santos, cualquiera que fuera
la raza o el credo al que perteneciese.»
«Cuanto más hindú soy, soy más discípulo de Cristo, y cuanto más discípulo de Cristo soy, soy más hindú.»
(M.C. Parekh, hindú)
«La experiencia del Absoluto, de la que da testimonio con tanta fuerza la tradición mística de la India, se comprende en
su plenitud en el «yo y el Padre somos uno» de Jesús. Todo lo que Maharishi y, antes de él, los videntes védicos
experimentaron y transmitieron de la vivencia implacable de la no-dualidad lo experimentó Jesús en sí mismo. Es más,
nos atrevemos a decir en la fe que tuvo experiencia de ello de una manera incomparablemente más alta, más auténtica,
más sublime... Y sin embargo, en lo más profundo de todo esto está el encuentro cara a cara del Hijo y del Padre. Una
conclusión se impone: la experiencia de Jesús engloba y sobrepasa a la vez la experiencia vedántica.»
(Swami Abhishiktakananda, indio)
«El hombre, la persona y las enseñanzas de Cristo son hoy en día una parte inseparable del hinduismo moderno (...) Es
un hecho característico de nuestro tiempo que Jesucristo no sea monopolio de la iglesia cristiana organizada (...) Ha sido
integrado también por otros sistemas religiosos. Y, aunque la iglesia organizada, por alguna razón, desapareciera de la
India -lo que es improbable-, el nombre de Cristo seria todavía venerado y sus enseñanzas recordadas entre los
hindúes.»
(Kaj Bango, indio)
504
ASIÁTICO
«Nadie puede presumir de poseer a Cristo en exclusiva. Cristo es, ante todo y sobre todo, un Cristo «desencadenado».
Él, que precisamente rompió todas las cadenas; él, que representa una experiencia de Dios que no se puede encerrar en
ningún nombre, una experiencia de Dios que ha sido aspiración constante -y no siempre fallida- de multitud de viejas
espiritualidades y religiones no sólo de Asia sino de todo el mundo.»
(Teotonio R. de Souza, historiador indio jesuíta)
«En la cristología tradicional, «Cristo» es el título en el que se sintetiza todo lo que el creyente cristiano ha atribuido a
Jesús desde la experiencia de Pascua. Los elementos que más interesan a nuestro propósito son los tres siguientes: la
superposición del nombre de Cristo con el nombre de la Trinidad (presencia salvífica de Dios en la historia), como se
encuentra en las más antiguas anáforas asiáticas, es decir, siríacas; la vinculación intrínseca de Cristo, o sea, Jesús
resucitado, con su cuerpo terrestre, es decir, la Iglesia, como se dice en la catcquesis paulina; Cristo como continuidad
del ministerio terrestre de Jesús en la vida y dificultades de los pobres y desheredados, que, en cuanto víctimas del
desprecio humano, son, por eso mismo, los jueces escatológicos de todos los pueblos (cf Mt 25, 36ss).
Así se explica que el carácter preponderantemente «no cristiano» de Cristo haya llegado a ser un factor determinante en
los cuatro tipos de teología asiática. Eso no plantea ningún problema, si se mantiene la creencia tradicional de que,
aunque todo lo referente a Jesús pertenece a Cristo, no todo lo referente a Cristo debe pertenecer a Jesús (Jesús est totus
Christits, non totum Christi). Es imposible que Jesús crezca hasta alcanzar la estatura plena de Cristo, si todos sus
miembros -la mayoría no cristianos-, en unión con todo el universo, no luchan como él, incluso hasta la propia muerte,
por implantar en esta tierra el Reino de Dios. (...)
El Cristo de la Iglesia oficial no sólo es europeo, sino también eclesiástico, es decir, un cuerpo esperpéntico en el que no
se ve la cabeza, que es Jesús. Pero el Cristo no europeo de los grupos selectos de Asia sufre de lo contrario, por no ser
eclesial: es una cabeza sin cuerpo, un Jesús truncado del Cristo total. En contraste con esas dos figuras, el Cristo
asiático, el que reconocen, anuncian y veneran las Comunidades humanas de base (CHB) -llamado a veces el Cristo no
cristiano- es el cuerpo auténtico, aunque todavía no haya encontrado nombre para su cabeza.»
(Aloysius Pieris, ecumenista de Sri Lanka, jesuíta)
«Jesús es importante para Asia, no porque el grueso de las masas asiáticas no son cristianas, sino porque son pobres. De
hecho hay una inextricable relación entre Jesús y el pobre. Su mensaje tiene una presencia directa en los pobres que son
llamados «bienaventurados». A ellos les está prometido el Reino de Dios (Le 6, 20; 4, 18-21). Y, por tanto, su mensaje,
su identificación y solidaridad con los oprimidos y atropellados, no pueden sino evocar una pronta respuesta entre los
pueblos de Asia.»
(Félix Wilfred, teólogo indio)
505
TRANSHISTORICO
«No hablo de un principio desconocido para el hinduismo ni de una dimensión de lo divino desconocida para el
cristianismo, sino de esa realidad desconocida que los cristianos llaman Cristo, y que ha sido descubierta en el corazón
del hinduismo, no como algo extraño a ella, sino como su mismo principio de vida.»
(R. Panikkar)
«Que 'Jesús es Cristo' es el gran axioma cristiano... El cristiano es el que descubre a Cristo en y a través de Jesús, el hijo
de María... Sin Jesús no hay Cristo para el cristiano... A través de Jesús el cristiano puede descubrir a Cristo presente en
las otras religiones... La relación a la que se refiere vuestra pregunta es de identidad total en una dirección: Jesús es
Cristo. Pero está abierta en la otra dirección: Cristo es Jesús. Como persona no puede agotar el misterio (hablando en
términos paulinos). Cristo es 'más' (aliad o aliquid, pero no alius) que Jesús. Esto es cierto incluso en la economía
cristiana normal... Jesús resucitado es Cristo. En este sentido, no sólo Jesús, sino también Cristo pertenece a la historia.
Pero Cristo es transhistórico (lo que no significa menos que histórico, sino más).»
(R. Panikkar, teólogo hispanoindio)
«Cristo es transhistórico. Nada más cierto. Pero es Jesús quien se ha hecho Cristo transhistórico por la transformación
real de su existencia humana resucitada. Por tanto, si Jesús es Cristo, no hay más Cristo que Jesús resucitado,
transformado, transfigurado y, como tal, transhistórico. La realidad de la transformación no altera su identidad personal:
la discontinuidad no impide la continuidad. No se puede concebir a Jesús como una manifestación imperfecta en el
tiempo de un Cristo que lo trascendería. Hay que decir, por el contrario, que el Jesús histórico es el Cristo
transhistórico; y lo es porque ha sido establecido como tal por la resurrección. El misterio que está presente tanto en el
cristianismo como en las otras religiones es el misterio de Jesu-Cristo. En él y a través de él encuentran no sólo los
cristianos sino también los otros el misterio de la salvación.»
«Se mantiene, sin embargo, como nos recuerda R. Smet, el escándalo de Dios que se hace historia humana: «La India
no está dispuesta a creer en un divino espacio-temporal concreto». Pero no se puede suavizar el escándalo minimizando
el vínculo entre el misterio crístico y Jesús de Nazaret. La fe cristiana no puede escoger entre el «mito de la historia» y
el «mito de Jesús». Es necesario comprender más bien cómo Dios, introduciéndose personalmente en la historia de los
hombres, le da un significado nuevo y una densidad inaudita. Esto es lo que confiere al acontecimiento Jesu-Cristo un
sentido absoluto, irreductible; lo que sitúa a Jesucristo, uno e indivisible, más allá de todo «mito». Pues la existencia
humana de Dios, que se ha encarnado una vez para siempre en Jesús de Nazaret, es el «sacramento del encuentro» entre
Dios y los hombres para todos los tiempos y todos los lugares.»
(Jacques Dupuis, ecumenista belga jesuita)
506
JOVEN 2000
«Señor Jesús, plenitud de los tiempos y señor de la historia, dispón nuestro corazón para celebrar con fe el gran jubileo
del Año 2000»
(Juan Pablo II)
:Señor Jesús, plenitud de los tiempos y señor de la historia,
dispón nuestro corazón para celebrar con fe el Gran Jubileo del Año 2000,
para que sea un año de gracia y de misericordia.
Danos un corazón humilde y sencillo,
para que contemplemos con asombro renovado
el misterio de la Encarnación,
por el que tú, Hijo del Altísimo,
en el seno de la Virgen, santuario del Espíritu, te hiciste Hermano nuestro.
Jesús, principio y perfección del hombre nuevo,
convierte nuestros corazones a ti,
para que, abandonando las sendas del error,
caminemos tras tus huellas por el sendero que conduce a la vida.
Haz que, fieles a las promesas del Bautismo,
vivamos con coherencia nuestra fe,
dando testimonio constante de tu palabra,
para que en la familia y en la sociedad
resplandezca la luz vivificante del Evangelio.
Jesús, fuerza y sabiduría de Dios,
enciende en nosotros el amor por la Sagrada Escritura,
donde resuena la voz del Padre,
que ilumina e inflama, alimenta y consuela.
Tú, palabra del Dios vivo, renueva en la Iglesia el ardor misionero,
para que todos los pueblos lleguen a conocerte,
verdadero Hijo de Dios y verdadero hijo del hombre,
único Mediador entre el hombre y Dios.
Jesús, fuente de unidad y de paz, fortalece la comunión en tu Iglesia,
da vigor al movimiento ecuménico, para que, con la fuerza de tu Espíritu.
todos los discípulos sean uno.
Tú que nos has dado como norma de vida
el mandamiento del nuevo amor,
haznos constructores de un mundo solidario,
donde la guerra sea vencida por la paz,
la cultura de la muerte, por el compromiso en favor de la vida.
Jesús, Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad,
luz que ilumina a todo hombre,
da a quien te busca con corazón sincero la abundancia de tu vida.
A ti, Redentor del hombre, principio y fin del tiempo y del cosmos, (...)
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos. Amén.» (Juan Pablo II)
507
ÍNDICE ONOMÁSTICO
AAVV 11
Abenarabi 464
Abesamis CH., 501
Abhishitananda S 499, 503
AdamK239, 241, 392
Adro Xavier 147
Aguirre, R., 192
Agustín 85,66,73, 170, 198,286,336
Albarracín F 483
Alberti R 277
Aleo ver N 83
Aleixandre D 49
Alonso J 483
Alonso M 82, 320,321,460
Alonso Schókel L 483
AltF 167, 174
Altisent A 59
Alvarez Bolado A 119
Alzin J 329
Ambrosio S 79, 118, 122, 228, 395, 398
Andrés A 160,283,337,483
Andrés R. 15, 18, 19, 20, 22, 47,58, 77, 82, 95, 107, 121, 129, 131, 133, 135, 137, 139, 141, 143, 148, 150, 152, 155,
157, 159, 161, 163, 172, 175, 184, 193, 269, 275, 277, 296, 297, 313, 327, 342, 349, 365, 379, 399, 402, 404, 406, 408,
410, 412, 418,421,424, 426, 429,436,440, 442, 445, 447, 450, 462, 464, 468, 470, 495
Anónimos 24, 39, 40, 307, 398
Anselmo S 462
Apocalipsis 289, 500
Aradillas A 483
Arafat Y 76
Arbeloa VM 362, 490
Arias J 234, 489
Arrabal F 37
Arsac J 413
Arrupe P 4, 458
Arteaga C 269
Atanasio S 66, 68
Aznar JM 35
Baader F 29
Baago K 503
BaeckM 169
Balasuriya T 500
Balcells A 32
Balduccí E 84
Barth K 228, 345, 396
Ben-Chorin S 54
Benetti S 394
BenzoM 198
Berger PL 435
Bergman I 296
Bergamín I 331
Berganza T 37
Bergson H 232
Bernanos G 303, 436
Bernárdez FL 70, 72
Bernardino S 41
Bernardo S 371
BertoB 461
Bertrán JB 483
BerulleP 199
Besnard AM 12
Bessiére G 383
Binet E 75
Bisser E 397
Blanco G 166, 210
Blanco Piñán S 483
BlankJ213, 392
Bloch E 89
Blondel M 30, 365, 423
Bloy L453, 457
BoffL42, 101, 102,294, 308,312, 349
BofillR31
BonhofferD 123, 135
Borges JL315
BornkammG 192, 358,
BorosL 194,253,382
Bossuet H 304
Bousoño C 109
Bousset W 23
Bravo C 349
Breemen P 206, 332
Bro B 344
BuberM 169,201
BultmannR84, 192, 397
Burgess A 153
BustoJR 140,305
Cabestrero T 24, 166, 210, 228,
Cabodevilla JM 92, 246, 354
Calvin J 439
Camacho F 144, 168, 281
Camara H 280
Campmany J 31
Camus A 7, 132, 291
Cantalapiedra R 139
Cardona R 287
Carrillo S 33
CasaldáligaP 221,483
CasalisG 198, 384
Caso A 31
Castillo JM 204, 271,471
Castro A 471
Castro F 126
Chabanis 393
Chalendar De 327
Channing 23
Champurcin E 148, 276
Chao J 481
Chateaubriand FR 44
ChunderS K 16
Chcnu B 171
Chesterton GK 295
Cierva R 33
Cirarda JM 471
Cirilo Alejandría 66, 67, 116, 398
Cirilo Jerusalén 316
Claudel P 18, 322
Clemente G 76
Clemente S 198, 398
Coignard G 63
Coleridge ST 25
Colomina I 471
Comblin J 224, 491
Cone J 84
CongarY 15, 24
Coni G 76
Corneille P 63
Cortés JL 112
Couchoud PL 28
CoxH431
CroceB 28, 391
Crossan JD 434
Cue R 285
Cura L 471
Dalmau J481
Daniel-RopsH 311,392
Danielou J 137, 179,202
Dehn G 284
Delhaye J 426
Delicado J 481
Delp A 228
DentinP 190, 284
DíazdeCerioA481
Díaz MerchánG 481
Díaz-Salazar R 34
Díaz Mozaz JM 478
Diego G 149, 279
Díez-Alegría JM 409
Diez Macho A 478
Digulleville G 369
Dios Padre 184
Dodd CH 204, 244
Domínguez C 212, 230, 231
Donato 421
Doncoeur P 395
Doré J 185,351
Dostoievski F 22, 60, 92, 100, 391, 423
Dou A 478 Doyle P 22
Drewermann E 167, 423
Dumas BA 485
Duocastella R 478
DupuisJ502, 505
Duquesne J 486
DuquocCh 105, 115,163, 165, 177,235, 252,283,312,320,325,338
Echarren R 478
Echenique J 478
EfrénS 118
Einstein A 159
Ellacuría I 204
Enelow HJ 169
Enjuto A 117
Enrique Tarancón V 492
Erasmo 18
Erdozáin C 478
Escrivá JM 270
Espeja J 211
Espinosa JA 484
Etchegaray H 397
Evdomikov P 397
Evely L 42
Ezcurra J 484
Fabri D 423
FaulknerW291
Felipe A 26
Fenelon 75
Fernández B 318
Fernández Campo S 32
Fernández Rdgz. P 484
Feuillet A 115
Feynman R 410
Fichte JG 17
Fiser H 397
Fitmyer J 265
Flaubert G 47
Flusser D 54
FoixVJ 122
Foligno A 51
FollereauR415
Foucauld Ch 106
Francisco de Asís S 498
Francisco de Sales S 63
FrankS 61
Franzoni G 76
Fraijó M 162
Gaarder J 157
Gabaráin C 484
Gago JL 484
Galiena A 21
Gandhi M 34, 502
GaraudyR42,123,133,246,352,387,42:
García I 361
García Cortés C 484
García Gómez M 482
García Paredes JCR 242
García Vielba F 482
Garcíasol R 285
Cebara Y 120
Gen Rosso 319
Gentili E 141
Gerhardson B 226
Germain P 152
Gide A 430
Gil de Muro E 209
Giorgi E 297
Girardi G 236
Gironella JM 405
Goethe JW 23
Gómez Borrero P 37
Gómez Caffarena J 134, 387, 482
Gomis J 482
Gomis L 31
González L 480
González Cardedal 0312, 482
González Faus JI 9, 89, 189, 197, 255, 312
González Rebuelta B 65
González Ruiz JM 87, 480
Goodier A 328
Gregorio Nacianzeno S 116, 456
Gregorio Niseno S 456
Greeley D 183, 186
Guardini R 193, 241
Guerrero JR 36, 96, 123, 156, 190, 194 195, 217, 247, 249, 251, 253, 355 390,468
Guillen J 298
Guillet J 201
Guitton J 84
Guterres A 408
Gutiérrez Mellado 32
Harnack 23
HegelGW 17,392
Herder 188
Herbst K 167
Hernández L 480
Hernández M 275
Hernando BM 86, 109, 309, 385, 393, 444, 463, 477
Herrero Miñón M 33
HesseH 187
Hipólito S 407
Holl A 207
Hubaut M 57
HugoV 122, 127
Iglesias I 477
Ignacio de Antioquía S 192
Ignacio de Loyola S 427
Imbach J 173
Imberdis P 232
Iniesta A 48, 477
Iraolagoitia P 477
Ireneo S 34, 406
Iaias II 286, 287
Jáuregui JA 30
Javierre JM 155
Jesús 209, 223, 328, 342, 347, 496
Jesus Revolution 8, 365, 495
Jiménez Losantes F 27
Jones ES 502
Josefo F 34
JossuaJP 185
Juan Apóstol S 84
Juan Bautista S 375
Juan de la Cruz S 50, 225
Juan Pablo II 403, 493, 506
Juan XXIII 278
Junco A 69
Kafka F 26, 423
KantE 161
Kasper W 178, 200, 246, 355
Kaufmann C 450
Kazantzakis N 299
Kierkegaard S 170, 387
King ML 206
Klausner J 169
Klopstotck 17
Küng H 19, 36, 58, 99, 162, 192, 195, 201, 204, 208, 230, 233, 264, 266, 306, 339, 347, 359, 370, 388
Lacordaire H 24, 293, 448
Lagos C 429
Lamartine A 30, 451
Lamennais F 449
LametPM 126, 308
Lapide P 169
Lápple A 378, 428
Lara JM 27
Larrañaga I 56, 187, 216, 219, 235, 245
Larrañaga T 477
Le Du J 324
Le Fort G 292
Légaut M 268, 387
Leibnitz E 17
León L de 368
León Magno S 66, 79, 80, 83, 118
Leprince L 380
Lichnerowicz A 432
Lichtenberg B 244
Liturgia 310, 321
Loew J 191
LoisJ 182, 192,201,203,363
Loisy J 23
Lope de Vega 111, 317
López Baeza A 130, 381
López Rodó L 33
López Vázquez JL 37
Losada J 14, 300
Lozano M 267, 313
Lubich Ch 496
Luciani (JP I) 38
LudwigG417
Lumbreras JM 216,241,248,267,372,477
Lustiger JM 290
Lulero M 34, 420
Llamazares O 475
Llanos JM 414, 475
Llopis R 125
Machovec M 121, 391
Macquarrie J 472
Madariaga S 404
Maertens T 235
Magli I 230
Mairena J 475 Malagón T 475
Malebranche N 63, 438, 439
Malégue A 190
Maloney GA 272
MalrauxA81,91
Manaranche A 52, 85
Marcel G 353
Margarita Sta 199
Mariscal J 40, 339
Martelet G 92
Mártil G 475
Martín F 475
Martín Descalzo JL 8, 78, 98, 105, 107, 115, 122, 129,207,215,239,260,392
Martín Vigil JL 473
Martinetti N 391
Martínez A 71
Martínez Azcona A 93, 190
Martínez Esteruelas C 33
Martínez Goñi F 473
Martini C 494
Mateo S 237
Mateos J 135, 168, 271, 281, 283
Matheos J 411
Matus T 503
MauriacF 108,364,423
Mayler M 26
Mayor Zaragoza F 35
Marx E 219
Mazariegos EL 122
Mello T 454
Mercier G 367
Merckx E 25
Merton Th 497
Messori V 28, 221, 263, 301, 435
Meyer 23
MeyerBF 131
Middleton 23
Miles J 95
MitterrandF 175
MoellerCh 34, 291,341
MoingtJ 181,218,373
Molina AJ 473
Moltmann J 167, 374
Morales R 65
Morali C 228
Morante E 433
Mouroux J 29
Moussé J 158
Muñoz S 473
MussnerF 180,205
Mutti O 21
Natanson J 301
Negro Espiritual 395, 460
Newman H 150
Nicolás A 347
Nicolau M 473
Niebuhr R 145
Nietzsche F 386
Nolan A 170
Novalis 17, 330
Nouwen H 258, 259
OlmiE21
Olmo L 37
Orbegin-Christ 74
Orígenes 67, 83, 85
Ortega J 445
Ortega JL 10, 473
Ostiz M 37 Otero B 26
Pablo 8248,418
Pablo VI 41,287
Pagóla JA 220
Panikkar R 505
Pannenberg W 335
Papini G 376
Parekh M C 503
Pascal B 29, 192,437
Pasolini PP 43
Pasternak B 34, 384
Patin A 110
Pedro S 402, 442
Pedro Crisólogo S 80
PéguyCh64, 104, 154,341,384
Pelayo A 309
Pelikan J 353
Pemán JM 285 Pichón X 176
Pieris A 504
Fierre Marie 257
PikazaX 124, 128, 134, 136, 143, 192 312,399
PinillosM261
Piquer J 473
Polkinghorne J 64, 465
Pomilio M 461
Psichari E 459
Quesada F 488
Quevedo F 348
Quoist M 306, 467
Rabelais F441
Racine J 199
Rademakers 142
Radhakishnan S 503
Ragaz L 284
Rahner K 87, 104, 164, 375, 386, 389, 400
Ramsey AM 61
Ranke L 23
Ratzinger J 146, 355, 360
Régamey P 185
ReichW231
Renan E 23,446
Renard JC 452
Revilla F 27
Ricciotti G 422
Richard C 401
Robinson JAT 84
Rocha M 222, 227
Rodríguez JJ 479
Romaña JM 53
RosséG 142,288,289
RousseauEó, 17, 30
Ruiz AyúcarM 216, 479
Ruiz de la Peña J 479
Rovira J 479
Rubio M 262, 263
Sabatier 23
Silvalores G 21
Sampedro JC 479
Sánchez Jiménez MF 479
Sánchez Torrado L 476
Sans J 476
SantayanaJ 17
Santucci L 357
Sartre JP 77
Saunders C 302
Sauras E 476
Saviane G 461
Schelling FW 17, 29, 97, 201, 353
Schillebeeckx E 189, 196, 281, 350
Schleiermacher 17
Schnakenburg 349
Schneider R 29
SchollN 191
Schrader W 30
Schurmann H 377
SchutzR94, 412, 440
Schweitzer E 266, 392
Segundo JL 204
Serra F 476
Sheen F 55, 235, 284
Shusaku E 3
SiloneI461
Silva Muñoz F 35
SimonettiM 191
Singh G 352
Sobrino J 189, 197,312,349
Sobrino JA 90, 476
Sóderblom N 395
Solle D 25, 424, 487
Sorozábal JB 419
Souza TR 504
SpinosaB 17, 356
Spinetoli0214, 229, 250, 384
Stanley D 85, 355, 389
Stein E 332
Strauss 17,23, 30
Suárez J 237
Tamames R 35
Teilhard P 24, 84, 92, 93, 190, 339, 343, 346, 354,396
Teresa de Calcuta 466
Teresa de Jesús S 469
Teresa de Lisieux S 160
Tertuliano 88
Than M 500
Theisen G 209, 256
Thomas MM 502
Tilliette X 30
Todolí J 476
Tomás apóstol 336
Tomás de Aquino S 223, 323
Torres A 476
TrocméE416
Turkevich J 97
Tyrrell 23
Ubieta JA 474
Udías A 340
Unamuno M 283, 314, 324, 330
Unciti M 474
Undset S 292
Urdanoz T 474
Utrera Molina J 35
Val JA del 474
Valenzuela L 37
Valéry P 34
Varone F 238, 282
Vela L 474
Vergara E 447
Verlaine P 455
Vermes G 54
Vicente de Paúl S 304
Vidal M 474
ViguéJ 138
Villapadierna C 472
Villegas MA 13
Vincent JJ 123,379
ViñayoA472
Vitoria FJ 349
Vitti M21
Vittorini E 28
Vives J 103, 240
Voillaume R 366
Wagnon PC 24
Watson D 425
Weil S 30, 330, 332, 423
Werule 23
WiederkherD 196
Wilde O 243, 326, 396
Wilfred F 504
WolfH 172,423
Yanes E 472
Zahrnt H 20, 397, 443
Zardoya C 286
Zink J 272
Zolli I 90
Zugasti M 472
515
ÍNDICE TEMÁTICO
Los títulos se refieren a Jesucristo; los números, a las páginas.
Abandonado 283, 319
Abierto 229
Acampado 85
Accesible 177
Acogedor 130
Activo 491
Actual 379, 397
Adelantado 414
Admirable 122, 423
Adorable 276, 448
Adolescente 109
Ágape 145,482
Agónico 284
Agonizante 303, 304
Agraciado 254
Alegría 402
Altruista 134, 143
Amable 22, 455
Amador 124, 138
Amenazado 158
Amigo 139, 317 Amistad 141
Amor 135, 137
Animador 496
Anonadado 87
Anticonvencional 247
Apabullante 477
Aparecido 364, 445
Arcoiris 195
Arlequín 431
Armónico 473
Arquetipo 476
Arrebatador 471
Ascendido 368
Asesinado 308
Asiático 504
Atractivo 175, 389
Ausencia 47
Auténtico 249
Autónomo 246
Bautizado 126
Belemita 73, 76
Bien social 159
Bienhechor 58, 127, 142
Brújula 391
Camino 151,223,270
Carne de Dios 50
Carpintero 110
Carta a Jesús 38
Cautivador 494
Celajes 444
Celesterrestre 467
Célibe 165,219,220
Cénit 19
Centro 18
Cicatrizado 336
Cinematográfico 21
Claroscuro 435
Clave 92
Comienzo 366
Compañero 460
Complejo 198
Comprometido 162, 203
Comunitario 91
Comunitarista 126
Condenado 300
Confiado 282
Congruente 480
Contemporáneo 381
Contradicción 52, 311
Convecino 86
Corazón 147, 322,454
Corporal 69
Corpus 278
Cósmico 340, 343
Cotidiano 280
Creíble 25, 490
Creyente 182
Cristocentrismo 15
Crucificado 294,314,316, 320, 325, 331
Cuerpo místico 411
Currículo vital 39
Definitivo 475
Deificado 201
Desgarrado 330
Despedida 111, 112
Destrozado 307
Dialogante 437
Difícil 463
Dios 489
Dios de carne 60
Dios de Jesús 168
Dioshombre 33, 62
Distinto, no distante 406
Divino 170
Divinohumano 189
DNI40
Doliente 290
Dolorido 286
Eclipsado 378
Ecuménico 500
Ejemplar 356
Eliminado. 312, 313
Emaús 486
Emergente 488
Emocionante 7
Empadrado 216
Empobrecido 187, 453
Enamorado 59
Encarnado 53, 68
Encontradizo 155
Endiosado 196
Enhiesto 315
Enlace 451
Entregado 133, 306, 324
Entrevista 442
-----516
Entronizado 371
Enviado 90
Equilibrado 479
Eros/agape 145
Escandaloso 164
Esclavo 337
Esencial 193
Espejo 150, 188
Esperado 55
Esperanzado 186
Esperanzador 297
Espontáneo 252
Eterno 63
Eucarístico 275, 279
Eurocristianos 408
Evangelio 380
Evolucionario 174
Exaltado 370
Extraordinario 26
Exuberante 481
Fascinante 242
Felicidad 176
Feminista 172, 262, 263
Fidedigno 197
Fiel 345
Filántropo 140
Filiación 217
Filial 218
Filósofos/Jesús 17
Fuente de amor 412
Fundamental 497
Futuro 352
Guía 393
Hasta el fin 327, 417
Hasta morir 323
Heredero 372
Hermano 259
Hijo 214
¿Hindú? 503
Hombre (el) 185
HombreDios 32
Hombre eterno 63, 295
Hombre nuevo 9, 394, 407
Horadado 329
Huellas 89
Humanado 83
Humanista 179, 202, 226,
474
Humanitario 44
Humano 100, 264
Humanodivino 191452
Humilde 248
Icono 190
Ideal 123
Identidad 350
Igual 367
Imagen 95
Imán 107
Imborrable 27
Importante 421
Imprescindible 28, 425
Impresionante 483
Inabarcable 36
Imborrable 293
Inefable 419
Incendiario 209
Inclasificable 178, 200
Incomprensible 51
Inconformista 166
Incorporado 65
Incuestionable 351
Inefable 419
Imitable 387
Inabarcable 472
Independiente 253
Indio 16
Indiscutible 94
Inexplicable 359
Infante 78
Inigualable 6
Inmejorable 23
Inmerso 222
Inmortal 341, 362,487
Inquietante 447
Insondable 66
Inspirador 390
Integral 365
Intercambio 88
Interpelante 266
Inventable 385
Irreconocible 457
Irrepetible 56
Jefe 171, 244
Jesús/Cristo 173
Jesús de Agustín 5
Jesús de Gandhi 502
Jesús de Ignacio 427
Jesús de J.Pablo II 403
Jesús de Lolo 267
Jesús de Pablo 418
Jesús de Pasolini 43
Jesús de Teresa 469
Jesús: DNI 40
Jesús/filósofos 17
Jesusmanía 464
Jesús/otro 261
Jesús-Pan 441
Jesús (un tal) 12
Joven 436, 470
Joven 2000 506
Judío 54
Juez 347
Justicia 152
¿Lejano? 57
Liberación 485
Liberado 361
Libertad exigente 399
Libertador 251
Libre 163,231
Limitado 64, 67
Luminoso 194
Luz 1, 199,272
Maestro 268, 438
Magnético 484
Manifestado 80
Marginado 466
Maternal 167
Mediador 459
Mayor 225
Mensaje 154
Mensajero 265
Mesías 169,224
Meta 24, 346
Militante 42
Mirada 148
Moderno 461
Moralista 157, 161,410
Múltiple 398
Nacido 102
Natural 96
Navidad 72, 101
Nazaretano 106
Necesario 450
Niño 70, 160
Nombre 81, 82
Nominado 42
Normativo 388
No-violento 211
Obediente 241
Objetivo: JC 11
Oculto 105
Ojos grandes 125
Orable 395
Oración 429
Orante 238
Oriental 501
Otro Jesús (el) 48
Pacífico 210
Padre de Europa 404
Palabra 71
Paradigma 384
Parcial 204
Pascual 285, 332, 349, 357,
434
Pasión 296, 298, 326
Peligroso 428
Pequeño 75, 79, 221
Perdonador 132, 292
Peregrino 369
Plenificante 319
Plenitud 99
Plural 456
Pobre 235
Poeta 234
Polifacético 20
Popular 449
Postexistente 377
Potenciador 440
Predestinado 335
Preexistente 93
Presente 382, 400
Primavera 355
Primogénito 213, 420
Primogénito entre los muertos 358
Probado 117, 120
Problemático . 250
Pródigo 257, 258
Profeta 233, 256
Profeta del amor 153
Prometido 97
Pro-Reino 227
Puente 74
Purificado 115
Radical 230, 492
Rasgado 281
Razonable 426
Realista 206
Redentor 289
Reformador 183
Reservado 239
Responsable 61
Respuesta 10
Resucitado 353, 348
Retrato 3
Retrospectivo 422
Revelador 192, 443
Revolucionario 207, 208, 424
Rey 309,337
Rostro 468
Sacerdote 271, 310, 321
Sagrario 277
Salvador 181, 228, 305,
493,498
Seguimiento 269
Sensible 255
Sentido 413
Servidor 260
Sí de Dios (el) 14, 363
Signo contradicción 52
Silencioso 104, 119
Simpático 243
Sinfonía 478
Social 236
Solidario 103, 128, 136, 144, 288,302
Solitario 121, 240
Sublime 446
Sufriente 77, 301
Superhombre 4
Superior 29, 156
Superstar 30
Suprahumano 35
Tangible 84
Taumaturgo. 180, 205
Tentado 299
Teofánico 237
Teresianas 469
Terreno 98
Tesoro 439
Tierno 129
Todo 13,458
Torturado 291
Transfigurado 149, 415
Transformador 383
Transhistórico 505
Trascendental . 34
Tridimensional 396
Único 392, 462, 499
Unigénito 184, 215
Universal 416
Ungido 245
Valioso 31
Valores 432
Vencedor 118
Venidero 373, 375, 376
Verdad 223
Viacrucis 328
Vida 223, 495
Vida nueva 344
Vida oculta 108
Violento 212
Vivible 386
Viviente 360, 465
BIBLIOGRAFÍA 519
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ÍNDICE GENERAL 521
ÍNDICE GENERAL
Sumario.............................................................................................................
Sinfonía incompleta..........................................................................................
Carta al lector, por José Ignacio González Faus...........................................
I. Preludio: Maestoso: JESÚS/CRISTO......................................................... 1-2
Retrato..........................3
Superhombre................4
Agustinianas.................5
Inigualable....................6
Emocionante.................7
Inabarcable...................8
Hombre nuevo..............9
Respuesta....................10
Objetivo: JC................11
Un tal Jesús.................12
Todo............................13
El sí de Dios ...............14
Cristocentrismo ..........15
Indio............................16
Jesús/filósofos ............17
Centro de gravedad.....18
Cénit historia..............19
Polifacético.................20
De cine........................21
Amable.......................22
Inmejorable.................23
Meta............................24
Creíble........................25
Extraordinario ............26
Imborrable..................27
Imprescindible............28
Superior......................29
Superstar.....................30
Valioso........................31
HombreDios...............32
Dioshombre................33
Trascendental .............34
Suprahumano..............35
Inabarcable.................36
Humanodivino............37
Carta a Jesús...............38
Curriculum vitae.........39
Jesús: DNI..................40
Nominado...................41
Militante.....................42
Pasolinianas................43
Humanitario................44
II. Primer movimiento: Largo sostenuto: HOMBRE/DIOS........................ 45-46
Ausencia.....................47
El otro Jesús ...............48
Su banda sonora .........49
Carne de Dios.............50
Incomprensible...........51
Signo de contradicción 52
Encarnación................53
Judío ...........................54
El esperado.................55
Irrepetible...................56
¿Lejano?.....................57
Bienhechor.................58
Enamorado .................59
Dios de carne..............60
Responsable................61
Dios-Hombre..............62
Hombre eterno............63
Limitado.....................64
Incorporado................65
Insondable..................66
Limitado .....................67
Encarnado...................68
Corporal......................69
Niño............................70
Silencio.......................71
Navidad.......................72
Belén-cruz..................73
Puente.........................74
Pequeño......................75
Belemita......................76
Sufriente.....................77
Infante.........................78
Pequeño......................79
Manifestado................80
Nombre-sobre-todo-nombre..81
Sólo tu nombre...........82
Humanado..................83
Tangible......................84
Acampado...................85
Convecino...................86
Anonadado .................87
Intercambio.................88
Huellas........................89
Enviado.......................90
Comunitario................91
Clave...........................92
Preexistente................93
Indiscutible.................94
Imagen........................95
Natural........................96
Prometido...................97
Terreno........................98
Plenitud.......................99
Humano....................100
Solsticio....................101
Nacido......................102
Solidario...................103
Silencioso.................104
Oculto.......................105
Nazaretano................106
Imán..........................107
Vida oscura...............108
Adolescente..............109
Carpintero.................110
Partida.......................111
Despedida.................112
III. Segundo movimiento: Andante con moto: PASÓ HACIENDO BIEN.. 113-114
Purificado.................115
Bautizado..................116
Probado.....................117
Vencedor...................118
Silencioso.................119
Probado.....................120
Solitario....................121
Admirable.................122
Ideal..........................123
Amador.....................124
«Ojos grandes».........125
Comunitarista...........126
Bienhechor...............127
Solidaridad................128
Hasta la ternura........129
Acogedor..................130
Hombre para todos ... 131
Perdonador...............132
Entrega total .............133
Altruista....................134
Amor liberador.........135
Solidarnosc...............136
Amor absoluto..........137
Amador.....................138
Amigo.......................139
Filántropo.................140
La gran amistad........141
Bienhechor...............142
Altruismo total..........143
Solidario...................144
Eros/agape................145
Cristo/Jesús...............146
Corazonada...............147
Tu mirada..................148
Transfiguración ........149
Espejo.......................150
Camino.....................151
Justicia......................152
Profeta del amor.......153
Mensaje....................154
Encuentro personal... 155
Superior....................156
Moralista...................157
Amenazado...............158
Bien social................159
Como niños...............160
Maestro de moral......161
Comprometido..........162
Libre.........................163
Escandaloso..............164
Célibe........................ 165
Inconformista...........166
Maternal....................167
Padre.........................168
Mesías.......................169
Divino.......................170
Jefe............................171
Feminista..................172
Jesús/Cristo...............173
Evolucionario...........174
Atractivo...................175
Felicidad...................176
Accesible..................177
Inclasificable............178
«Nada humano me es ajeno».....179
Taumaturgo...............180
Salvador humano......181
Creyente....................182
Reformador...............183
Unigénito..................184
El hombre.................185
Esperanzado.............186
Empobrecido ............187
Espejo.......................188
Divinohumano..........189
Icono.........................190
Humanodivino..........191
Revelador..................192
Esencial ....................193
Luminoso..................194
Arcoiris.....................195
Endiosado.................196
Fidedigno..................197
Complejo..................198
Supersol....................199
Inclasificable............200
Deificado..................201
Humanista.................202
Comprometido..........203
Parcial.......................204
Taumaturgo...............205
Realista.....................206
Revolucionario.........207
Super-Revolucionario 208
Incendiario................209
Pacífico.....................210
No-violento...............211
Violento....................212
Primogénito..............213
Hijo...........................214
Unigénito..................275
Empadrado...............216
Filiación....................217
Filial..........................218
Célibe........................219
Soltero.......................220
Pequeño....................221
Inmerso.....................222
Camino-Verdad-Vida 223
Mesías.......................224
Siempre mayor.........225
Proyecto humanista .. 226
Pro-reino...................227
Salvador....................228
Abierto......................229
Radical......................230
Libre.........................231
Estimulante...............232
Profeta......................233
Poeta.........................234
Pobre.........................235
Social........................236
Teofanía....................237
Orante.......................238
Reservado.................239
Solitario....................240
Vitalizado..................241
Fascinante.................242
Simpático..................243
Jefe............................244
Ungido......................245
Autónomo.................246
Anticonvencional......247
Humilde....................248
Auténtico..................249
Problemático.............250
Libertador.................251
Espontáneo...............252
Independiente...........253
Agraciado.................254
Sensible....................255
Profeta......................256
Pródigo .....................257
¿Pródigo?..................258
Hermano...................259
Servidor....................260
Jesús-Federico..........261
Pro-femenino............262
Feminista..................263
Pro-humano..............264
Mensajero.................265
Interpelante...............266
Jesús de «Lolo»........267
Discipulado...............268
Sigúeme....................269
Camino .....................270
¿Sacerdote? ..............271
Luz............................272
IV. Tercer movimiento: Adagio appassionato: «NO HAY MAYOR AMOR». 273-274
Trigo deiforme..........275
Adoración.................276
Sagrario....................277
Corpus.......................278
Eucaristía..................279
Cotidiano..................280
Rasgado....................281
Confiado...................282
Abandonado.............283
Agonía......................284
Parasceve..................285
Dolorido....................286
Herido.......................287
Solidario...................288
Redentor...................289
Doliente....................290
Torturado..................291
Perdonador...............292
Imborrable................293
En cruz......................294
Hombre eterno..........295
Triple pasión.............296
Esperanza.................297
Pasión........................298
Ultima tentación.......299
Condenado................300
Sufriente...................301
Solidario...................302
El Cristo de la santa agonía.. 303
Agonizante ...............304
Salvador....................305
Entregado..................306
Destrozado................307
Asesinado.................308
Rey............................309
Sacerdote..................310
Contradicción...........311
Eliminado.................312
Concrucificado.........313
Crucificado...............314
Enhiesto....................315
Ave, cruz...................316
Amistad.....................317
Plenificante...............318
Abandonado.............319
Crucificado...............320
Sacerdote..................321
Corazón ....................322
Hasta morir...............323
Entrega......................324
Izado.........................325
Telón.........................326
Hasta el fin................327
Viacrucis...................328
Horadado..................329
Desgarrado...............330
Cruz y mar................331
El túnel .....................332
524
JESÚS, SIEMPRE Y MAS
V. Cuarto movimiento: Allegro vivace: VOLVERÁ CON GLORIA.......... 333-334
Predestinado.............335
Cicatrizado...............836
Rey-esclavo..............337
Hijo-del-hombre.......338
El hombre.................339
Cósmico....................340
Inmortal....................341
Yo soy.......................342
Cristo cósmico..........343
Vida nueva................344
Fidelidad...................345
Meta..........................346
Juez...........................347
Cristo resucitado.......348
Pascual......................349
Yo soy aquél.............350
Incuestionable ..........351
Futuro .......................352
Resucitando..............353
Universal...................354
Primavera..................355
Ejemplar...................356
Pascua.......................357
Primogénito de los muertos...358
Inexplicable..............359
Más vivo aún............360
Liberado...................361
Inmortal....................362
El sí de Dios.............363
Aparecido.................364
Integral......................365
Comienzo..................366
Igual..........................367
Ascensión.................368
Peregrino ..................369
Exaltado....................370
Entronizado..............371
Heredero...................372
El-que-vendrá...........373
Futuro .......................374
Venidero....................375
Retorno.....................376
Postexistente.............377
Eclipsado..................378
Aquí y ahora.............379
Evangelio..................380
Contemporáneo........381
Presente....................382
Transformador..........383
Paradigma.................384
Inventable.................385
Vivible......................386
Imitable.....................387
Normativo.................388
Atractivo...................389
Inspirador.................390
Brújula......................391
Único........................392
Guía..........................393
Hombrenuevo...........394
Orable.......................395
Tridimensional..........396
Actualizado...............397
Múltiple....................398
Libertad exigente......399
Una vida presente.....400
La mejor canción......401
Nuestra alegría.........402
Un Cristo papal.........403
Corazón de Europa... 404
Jesucristo fax............405
Distinto, no distante..406
Hombre nuevo..........407
Eurocristianos...........408
Mi Cristo...................409
Moral cristiana.........410
Cuerpo místico.........411
Fuente de amor.........412
Sentido......................413
Adelantado...............414
Transmutado.............415
Universal...................416
Hasta el fin................417
Jesús de Pablo...........418
Inefable.....................419
Primogénito..............420
El mejor gol..............421
Retrospectiva............422
Amirable... ...423
Revolucionario .........424
Imprescindible..........425
Razonable.................426
Ignacianas.................427
Peligroso...................428
Oración.....................429
Luz xtna en Gide......430
Como arlequín..........431
Valores......................432
El Cristo....................433
Pascual......................434
Claroscuro................435
Siempre joven...........436
Dialogante................437
Rabboní.....................438
El tesoro....................439
Potenciador...............440
Jesús-Pan..................441
Entrevisto..................442
Revelador..................443
Celajes......................444
Orteguiana................445
Sublime.....................446
Inquietante................447
Adorable...................448
Popular......................449
Necesario..................450
Enlace.......................451
Humano-divino.........452
Empobrecido ............453
Corazón ....................454
Amable.....................455
Plural.........................456
Irreconocible ............457
Mi todo.....................458
Mediador..................459
Compañero...............460
Moderno...................461
Sólo tú.......................462
Difícil........................463
Jesusmanía................464
Viviente.....................465
Marginado................466
Celesterrestre............467
Muéstrame tu rostro . 468
Teresianas.................469
Mi Cristo joven.........470
Arrebatador..............471
Inabarcable...............472
Armónico..................473
Humanista.................474
Definitivo..................475
Arquetipo..................476
Apabullante ..............477
Sinfonía....................478
Equilibrado...............479
Congruente...............480
Exuberante................481
Ágape........................482
Impresionante...........483
Magnético.................484
liberación..................485
Emaús.......................486
Inmortal....................487
Emergente.................488
Mi Dios.....................489
Creíble......................490
Activo.......................491
Radical......................492
Salvador....................493
Cautivador................494
Vida...........................495
Animador..................496
Fundamental.............497
Salvador....................498
Único........................499
Ecuménico................500
Oriental.....................501
Gandhianas...............502
¿Hindú? ....................503
Asiático.....................504
Transhistórico...........505
Joven 2000................506
índice onomástico........................................................................................... 507-513
índice temático................................................................................................ 515-517
Bibliografía...................................................................................................... 519-520
índice general.................................................................................................. 521-525
525

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