Docente: Lic. Valeria Farace (Licenciada en Psicología,
Especialista en Adicciones) Autor: Dr. Lic. Emmanuel Leidi Terren (Licenciado en Psicología. Doctor en Neurociencias Cognitivas) 2020 Introducción Las poblaciones de personas con trastorno por abuso de sustancias se han asociado con epidemias de infecciones de transmisión sexual (ITS), especialmente la infección por el VIH (que se asocia con la inyección de drogas, el uso de equipo contaminado para inyectarse o inhalar drogas y las relaciones sexuales sin protección). La droga más asociada con las ITS en los Estados Unidos, de acuerdo a los estudios, es la cocaína de base libre fumable (crack), debido al aumento de las conductas sexuales de riesgo. En Europa se ha encontrado algo similar con la heroína y en Latinoamérica se asocia con conductas sexuales de riesgo por el alcohol y la cocaína (en su estado de clorhidrato, base libre y “pasta base”). Discusión Los antecedentes y correlatos conductuales de las infecciones de transmisión sexual (ITS) entre los usuarios son cuestiones de clara relevancia para la prevención de las ITS. El consumo de sustancias, en particular el alcohol y otras drogas que alteran el estado de ánimo, a menudo se identifica como un vínculo causal importante con la conducta sexual de riesgo. Esta suposición de relaciones causales entre el abuso de sustancias y el comportamiento sexual de alto riesgo se deriva de la tradición cultural y los patrones de participación creciente en ambos tipos de comportamiento durante la vida de una persona con problemas de abuso de sustancias. El consumo excesivo de alcohol se asocia con un aumento de las tasas de ITS en algunos grupos, y el "sexo bajo la influencia" como riesgo de ITS parece ser una suposición de los investigadores y los responsables políticos. Podemos definir tres elementos epidemiológicos para evaluar la relación del abuso de sustancias y las ITS: conducta sexual bajo la influencia de sustancias, el uso de condones (y otros métodos de barrera) y el sexo con múltiples parejas. Conducta sexual bajo la influencia de sustancias Las relaciones entre el uso de sustancias y el comportamiento sexual deben interpretarse con precaución adicional al considerar poblaciones específicas de adolescentes cuyas circunstancias de vida se caracterizan por el abuso de drogas o la falta de vivienda. En estos entornos, donde el sexo es a menudo una mercancía intercambiada por drogas o dinero, las necesidades económicas se convierten en potentes mediadores de la relación entre el consumo de sustancias y el comportamiento sexual. Los esfuerzos de prevención de ITS para estos adolescentes son más complejos que los intentos enfocados para desalentar el uso de sustancias antes de las relaciones sexuales. Muchos estudios que relacionan el uso de sustancias y la actividad sexual son transversales y tienen una capacidad limitada para abordar problemas o secuencias de desarrollo de una manera similar a la investigación sobre el uso de sustancias "de entrada". Sin embargo, algunos estudios longitudinales sugieren una secuencia común, pero no invariable, de consumo de sustancias que precede al inicio de las relaciones sexuales. En los adolescentes, por ejemplo, la probabilidad de convertirse en “no virgen” aumenta para aquellos que inician el consumo mensual de alcohol o marihuana en el año anterior, en comparación con aquellos que no inician el consumo de sustancias. Este mayor riesgo es más evidente entre los jóvenes de 14 y 15 años, en quienes el consumo previo de sustancias se asocia con un aumento de tres a cinco veces en la probabilidad de no ser virgen durante la adolescencia. Sin embargo, la prevalencia de esta secuencia es mucho mayor entre los adolescentes en situaciones vulnerables por razones económicas o sociales, y también se ha documentado la variación geográfica en la prevalencia del consumo de sustancias antes del inicio de las relaciones sexuales. Cuando ocurre una secuencia de este tipo, el inicio temprano, a menudo prepuberal, de un comportamiento delictivo menor a menudo precede tanto al consumo de sustancias como al comportamiento sexual. Esto nuevamente sugiere un papel importante para la no convencionalidad psicosocial en la comprensión de la relación entre el uso de sustancias y el riesgo de ITS. Esta perspectiva recibe apoyo adicional de los hallazgos de que la fuerza de la relación entre el uso de sustancias y las relaciones sexuales disminuye con el tiempo. Así, tanto el consumo de sustancias (al menos el del alcohol) y la actividad sexual se vuelve más aceptable socialmente con la edad, y la fuerza de su relación temporal disminuye. El uso de métodos de barrera en la conducta sexual El uso de condones por parte de adolescentes sexualmente activos reduce el riesgo de ITS, aunque la reducción del riesgo no es absoluta y puede variar entre las ITS. Otros anticonceptivos de barrera también reducen el riesgo de ITS, pero estos dispositivos son utilizados con menos frecuencia por grupos como los adolescentes y no existen datos específicos sobre posibles asociaciones con el consumo de sustancias. La relación entre el uso de sustancias y el uso de condones no está bien definida. Algunos estudios no logran encontrar asociaciones significativas entre el uso de sustancias (alcohol, marihuana, cigarrillos o cocaína) y la falta de uso de condones. Otros informan correlaciones modestas entre el consumo de alcohol y la falta de uso de condones que desaparecen en los modelos multivariados. Estudios han encontrado que las medidas globales del consumo de alcohol (es decir, las medidas que evalúan las cantidades habituales y la frecuencia del consumo de alcohol), en lugar de la cantidad de alcohol consumida justo antes del coito, se asocian con una menor probabilidad de uso de preservativos. Sexo con múltiples parejas El sexo con múltiples parejas representa una tercera área de comportamiento de riesgo de ITS. Las parejas sexuales múltiples no solo aumentan el riesgo de ITS sobre la base de la exposición aleatoria, sino que probablemente representan la elección de parejas con tasas más altas de infección por transmisión sexual. Se ha informado de una asociación modesta entre los indicadores globales del consumo de alcohol y el número de parejas sexuales. También se halló correlación que aquellos que habían estado bebiendo tenían significativamente más probabilidades de tener relaciones sexuales con una pareja casual. Los estudiantes universitarios que beben alcohol más de dos o tres veces por semana, fuman más de diez cigarrillos por día y consumen marihuana o cocaína más de una vez por semana tienen un mayor número de parejas sexuales y es más probable que tengan relaciones sexuales con una persona que han conocido por menos de veinticuatro horas. Los datos disponibles apoyan las siguientes conclusiones: En primer lugar, es indudable que existe alguna relación entre el uso de sustancias y los comportamientos críticos de riesgo de ITS. Sin embargo, tales relaciones no se identifican de manera consistente y su magnitud es bastante variable. La suposición de que el consumo de sustancias de alguna manera promueve directamente los comportamientos de riesgo de ITS no está fuertemente respaldada por datos. Una perspectiva teórica más útil sugiere que la covariación del consumo de sustancias y las conductas de riesgo de ITS se debe a una no convencionalidad psicosocial subyacente y una tendencia a transgredir las normas sociales; El uso de sustancias y los comportamientos de riesgo de ITS se consideran elementos de un estilo de vida que contiene elementos importantes de riesgo para la salud. La aclaración requerirá la aplicación de marcos teóricos que abarquen conductas tanto protectoras como perjudiciales para la salud (y su desarrollo). En segundo lugar, algunas pruebas a nivel de eventos respaldan la suposición común de que el consumo de sustancias aumenta la probabilidad de comportamientos de riesgo de ITS. Sin embargo, estos datos no son extensos ni sólidos y son limitados por muestras pequeñas y no representativas de grupos minoritarios, así como por deficiencias metodológicas y analíticas. La investigación adicional en esta área también debería abordar los contextos de la relación sexual. La investigación sobre el uso de sustancias: las relaciones de riesgo de ITS han sufrido de la falta de teorías comprobables para explicar las asociaciones observadas. La inmadurez cognitiva y la coordinación motora deteriorada se han sugerido, cada uno sufre de deficiencias conceptuales y empíricas. Si bien el uso de sustancias per se puede tener algún efecto directo sobre los comportamientos de riesgo de ITS, parece igualmente plausible que la relación de una pareja, su participación previa con ambos comportamientos, así como el contexto del uso de sustancias y el comportamiento sexual interactúen de maneras complejas para definir el riesgo de ITS. Las asociaciones entre el uso de sustancias y el comportamiento de riesgo de ITS pueden ser un artefacto de la relación entre la frecuencia de relaciones sexuales y comportamiento de riesgo; para algunas parejas de usuarios, la elección de la sustancia y el momento de su consumo reflejan decisiones a priori para el coito. Es importante distinguir entre comprender la conexión entre el uso de sustancias y el riesgo de ITS en términos de estilo de vida y no de causa-efecto. Si el consumo de sustancias se identifica como un comportamiento causal relacionado con el riesgo de ITS, entonces las intervenciones destinadas a prevenir o reducir el consumo de sustancias son lógicas. Si no se puede demostrar que el uso de sustancias esté relacionado causalmente con los comportamientos de riesgo de ITS, estas intervenciones enfocadas parecen menos eficientes y es poco probable que afecten la prevalencia de comportamientos de riesgo de ITS entre los usuarios. Consideraciones acerca del uso de sustancias y el acto sexual Respecto al consumo de sustancias adictivas los jóvenes piensan que el consumo de algunas drogas facilita de alguna manera la actividad sexual. Tanto las drogas como la conducta sexual son vistos casi exclusivamente como instrumentos para pasarla bien, lograr diversión y placer. Los resultados del presente estudio indican que, en la muestra utilizada, los jóvenes que han tenido relaciones sexuales y consumen alcohol y/o drogas, tienen una alta probabilidad de contraer una ITS a diferencia de aquellos que no consumen ninguna sustancia adictiva. A pesar de que el alcohol es la sustancia recreativa más utilizada a nivel mundial, en nuestro estudio la prevalencia para contraer una ITS, se encuentra significativamente asociada con aquellas personas que consumen marihuana, que es la droga ilegal más consumida para practicar las relaciones sexuales y contraer una ITS con una probabilidad de 2.8 veces mayor que cualquier otra sustancia. La cocaína ocupa el segundo lugar en las preferencias por sus efectos sobre la sexualidad y como sustancia que aumenta la excitación, prolonga la relación sexual, así como las anfetaminas que también son utilizadas en el contexto recreativo. El consumo de drogas entre los jóvenes durante la actividad sexual se ha convertido en una actividad con consecuencias a la salud, debido a los efectos que estas causan en el cuerpo; en algunos casos, se ha demostrado que las drogas magnifican los sentidos como el tacto, esto permite mayor satisfacción; en otros casos retrasa el orgasmo, aumentando el tiempo del encuentro sexual, lo que favorece que se convierte en un factor importante que desencadena las conductas de riesgo. Los jóvenes al estar bajo los efectos de las drogas realizan conductas como el uso inconsistente del condón, relaciones con más de una pareja sexual, aumentando la posibilidad de contagio de ITS. Las conductas de riesgo como el poco uso del condón, múltiples parejas sexuales, alta incidencia en la frecuencia de las relaciones sexuales, permiten el aumento en la adquisición de ITS, es por ello que se consideran un problema de salud pública, a diferencia de otras enfermedades que son propagadas por otros medios, y que son controlables a través de acciones como la vacunación, por lo que los factores de riesgo conductuales pueden modificarse por medio de intervenciones sociocognitivas y/o cognitivo conductuales. Consideraciones finales Los adolescentes y los jóvenes adultos buscan constantemente la gratificación inmediata: el deseo de llegar al orgasmo, así como las sensaciones intensificadas por determinadas sustancias se vuelven por tanto, no sólo deseables, sino también buscadas, muchas veces, a toda costa. La impulsividad de la inmadurez cognitiva de los adolescentes y jóvenes adultos (debido tanto a factores socioculturales como biológicos en relación al desarrollo cognitivo) muchas veces hace que no se tome en consideración una realidad como las infecciones de transmisión sexual (ITS) y los métodos para prevenirlas (de las cuales el uso del preservativo o condón, es la más eficaz). En la actualidad, no se cuentan con datos suficientes como para establecer una firme correlación positiva entre el abuso de sustancias y la prevalencia de ITS, a pesar de que esto resulte evidente. Es importante, por tanto, en las conclusiones del presente trabajo, poner el foco en los otros actores existentes en la sociedad: en los últimos años, ha habido casi inexistentes campañas de prevención de ITS, así como una paupérrima educación sexual, que la ley de ESI en nuestro país pareciera no existir en esta tópica. En una época donde el consumo de sustancias se encuentra en un pico epidemiológico, con gran aceptación social y por tanto cultural, pareciera necesario realizar algún tipo de intervención sobre los actores políticos para profundizar, no sólo en la investigación (es sorprendente la falta de datos concretos en este aspecto), sino debido al problema sanitario que la propagación del consumo de sustancias implica. Asimismo, una adecuada educación sexual, que también se vincule a los peligros que conlleva el tener relaciones sexuales bajo el efecto de sustancias, se presenta como menester en la actualidad, donde los actores de esta educación: padres, docentes, etc, no parecieran estar lo suficientemente entrenados para hablar de este tema. Surge la pregunta acerca de qué genera en los actores responsables de la educación sexual, el incluir una tópica como lo es relaciones sexuales y consumo de sustancias. ¿Se encuentra la sociedad actual lo suficientemente preparada para abrir este tema con los adolescentes? ¿Qué se requiere para poder abrir estos temas? ¿Existe aún demasiado prejuicio al hablar de relaciones sexuales en la adolescencia que prefiere ignorarse? Estas son sólo algunos breves ejemplos de las preguntas que han surgido durante la elaboración del presente escrito, para las cuales, lamentablemente, aún no se encuentra una respuesta concreta. Bibliografía
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