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RELACIÓN ENTRE EL CONSUMO DE ALCOHOL Y LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

Inés Rocío Satián Guilcapi


Psicóloga Clínica
Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Central del Ecuador
irsatian@uce.edu.ec

Resumen
El consumo de sustancias alcohólicas está considerado como un problema de salud pública,
que afecta no solo al sujeto desde lo individual, sino también familiar, social, laboral,
económico, entre otros aspectos, que si no es manejado de la mejor forma conlleva a
situaciones de violencia. El consumo de alcohol ha estado tradicionalmente relacionado con la
violencia, no obstante, no ha habido un claro consenso en cuanto a la influencia directa de las
bebidas alcohólicas en la aparición de episodios violentos, sin embargo, a pesar de que en
diversos estudios el consumo de alcohol está presente en muchos casos particulares todo
indica que este es causante de situaciones de violencia y maltrato. La presente investigación
pretende analizar la relación existente entre el consumo de bebidas alcohólicas y la violencia
contra la mujer. En la metodología se consideró la investigación cualitativa enfocada en un
método documental, de tipo descriptiva, basado en la revisión de fuentes secundarias de
revistas, libros, investigaciones y estadísticas. Se concluye al considerarse que el abuso físico y
el abuso de alcohol son factores que se relacionan y se reproducen; el abuso de alcohol en los
hombres se manifiesta con frecuencia en diversas formas de abuso en la mujer que oscilan
entre el abandono o falta de atención de las necesidades hasta el abuso físico, lo que lleva a
las mujeres a abusar a su vez del alcohol y a sufrir violencia.

Palabras claves: Consumo de alcohol, violencia hacia la mujer, aumento de violencia.

RELATIONSHIP BETWEEN ALCOHOL USE AND VIOLENCE AGAINST WOMEN


Abstract
The consumption of alcoholic substances is considered a public health problem, which affects
not only the individual from the individual, but also family, social, work, economic, among other
aspects, which if not managed in the best way leads to situations of violence. Alcohol
consumption has traditionally been related to violence, however, there has not been a clear
consensus regarding the direct influence of alcoholic beverages on the appearance of violent
episodes, however, despite the fact that in various studies the consumption Alcohol is present in
many particular cases, everything indicates that it is the cause of situations of violence and
abuse. This research aims to analyze the relationship between the consumption of alcoholic
beverages and violence against women. The methodology considered qualitative research
focused on a descriptive documentary method, based on the review of secondary sources of
journals, books, research and statistics. It is concluded by considering that physical abuse and
alcohol abuse are factors that are related and reproduce; Alcohol abuse in men is frequently
manifested in various forms of abuse in women ranging from neglect or inattention to needs to
physical abuse, leading women to abuse alcohol and suffer violence.

Keywords: Alcohol consumption, violence against women, increased violence.


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Introducción

Las toxicomanías es uno de los más grandes problemas que enfrentan los seres

humanos a nivel mundial (Lemache et al, 2014); por tal razón, estas representan uno de los

principales problemas de salud en la mayoría de países, pues dentro de las toxicomanías se

destaca el consumo de bebidas alcohólicas. Esté tiene efectos sobre la estructura y el

funcionamiento del sistema nervioso central, debido a que afecta directamente la conciencia,

la misma permite razonar sobre nuestra propia existencia y reflejar de manera adecuada la

realidad (Mergler, et al, 1996 ), es por tal razón que, el consumo de bebidas alcohólicas

puede promover alteraciones en las percepciones e ideas de las personas que han ingerido

dicha sustancia, lo que influye de modo negativo en las relaciones con los pares y en la

comprensión adecuada de las circunstancias vividas además que provoca desinhibición,

pérdida de control emocional, ruptura de las normas de convivencia, facilitando la aparición

de la violencia (Ortega, 2017)

En la investigación sobre relación entre el consumo abusivo de alcohol y la violencia

ejercida por el hombre contra su pareja en la unidad de valoración integral de violencia de

género (UVIVG) de Sevilla, la misma se centró en establecer una posible relación entre el

consumo de alcohol y el hecho de ejercer violencia por parte del hombre hacia su pareja.

Para ello se ha llevado a cabo un estudio en 50 parejas, en las que las mujeres han

interpuesto denuncia por malos tratos y han sido reconocidas en la Unidad de Valoración

Integral de Violencia de Género (UVIVG) de Sevilla. La muestra se ha obtenido a lo largo de

los años 2013 y 2014 de manera secuencial, a medida que las parejas iban acudiendo a la

UVIVG.

Se han obtenido así dos grupos muestrales, el grupo 1, constituido por los hombres

cuyas parejas afirman de ellos que consumen alcohol, independientemente de que con

posterioridad se haya valorado la existencia o no de tal consumo, y el grupo 2 o grupo


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control, formado por parejas en las que el consumo de alcohol no ha estado presente en su

relación, o ha sido mínimo y no ha supuesto problema alguno en la relación.

En ambos grupos se ha estudiado fundamentalmente al hombre. El estudio de la

mujer se ha centrado en la historia de malos tratos denunciada y en si se establece relación

alguna entre el consumo de alcohol y el empleo de violencia por parte de sus parejas. Tras

informar de manera verbal y por escrito de la finalidad de nuestro estudio a cada persona

explorada, se obtuvo el consentimiento informado por escrito de todos los participantes.

Entre los criterios de inclusión figuran: a) ser mayor de 18 años; b) haber denunciado o haber

sido denunciado por su pareja o ex pareja por malos tratos; c) que ambos miembros de la

pareja acudan a valoración a la UVIVG de Sevilla; d) que ambas partes de la pareja tengan

un nivel cultural suficiente y comprensión adecuada del idioma español para poder contestar

a las preguntas y realizar las pruebas pertinentes; e) acceder de manera voluntaria a la

participación en el estudio tras haber sido debidamente informados; y f) los sujetos del grupo

1, para su inclusión, tenían que haber sido acusados de consumo de alcohol por parte de sus

parejas en la declaración.

Como criterio de exclusión sólo se consideró la existencia de alteraciones mentales

graves o la ausencia de nivel cultural suficiente para la comprensión de las pruebas. La

dinámica de exploración consistió en examinar de forma separada a la denunciante y al

imputado, empleando para ello una entrevista estructurada creada ad hoc. Esta entrevista se

centra fundamentalmente en el estudio de los datos sociodemográficos, datos de la familia

de referencia, infancia, adolescencia, datos relativos a las anteriores relaciones de pareja,

datos sobre la relación de pareja entre la denunciante y el denunciado, historia de malos

tratos, estado de salud, consumo de sustancias adictivas y posibles denuncias interpuestas.

Posteriormente, en el caso del hombre, se realizaba una pequeña exploración física

para valorar cualquier síntoma o signo indicativo de posible consumo de alcohol (temblor de
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manos, halitosis alcohólica, facies abotargada, lengua característica, alteración de

marcadores hepáticos en una analítica, etc.). Por último, a los imputados se les aplicaron

tres cuestionarios: MINI (herramienta de ayuda para realizar posibles diagnósticos de

consumo de alcohol), MALT (útil en la detección de sujetos con dependencia alcohólica y

problemas de alcoholismo, y en la detección de pacientes con un alto grado de negación) y

CAGE (método de cribado para detectar un posible abuso de alcohol).

Resulta destacable el porcentaje de hombres del grupo de consumo que admiten su

consumo de alcohol (96%), a pesar de que únicamente un 32% admite que el consumo es

elevado o que supone un problema para su salud. Algo más de un 60% admite que se

emborracha, y un 24% reconoce que se torna violento cuando ello ocurre. Sólo un 20%

acuden a deshabituación-desintoxicación (la muestra fue 50 parejas analizadas en la Unidad

de Valoración Integral de Violencia de Género (UVIVG) de Sevilla, a lo largo de los años

2013 y 2014).

Efectivamente, se ha tratado de diferenciar si el consumo de alcohol es el causante

de la violencia o si supone un aumento en la agresividad de base en el grupo demandado.

Gran parte de las mujeres del grupo de consumo afirman de sus parejas, durante la

exploración, que únicamente ejercen violencia contra ellas cuando se encuentran bajo los

efectos del alcohol. Sin embargo, cuando se analizan las conductas violentas

individualmente se objetiva que en realidad la violencia se produce con mayor frecuencia

cuando el imputado no ha bebido.

Es compatible que las denunciantes traten de justificar en tales consumos la violencia

que ejercen sus parejas, por lo doloroso que puede resultarles el hecho de admitir que están

sufriendo malos tratos. Al comparar ambos grupos (consumo y control) se observa que las

conductas de malos tratos son mayores en el grupo que consume alcohol, lo que puede

suponer que tal hábito aumente la violencia ejercida por parte del imputado, pero no es la
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única causa del empleo de la violencia, tal como se ha explicado en la introducción del

presente estudio (ver tabla 1)

Tabla 1.

Análisis Descriptores Comparativos de los Datos Sobre el Consumo de Sustancias Aditivas en

Función del Grupo.

Fuente: Llopis et al, (2014)


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Cabe resaltar que la relación entre consumo de alcohol y las conductas violentas

constituye un problema social con repercusiones legales, ya que la violencia y el maltrato

hacia la mujer se han reconocido como un problema socialmente vinculado al consumo de

alcohol, principalmente ingerido por el hombre, quien ejecuta algún tipo de violencia en la

mujer. (Arena, 2010)

La violencia contra la mujer se ha convertido en un tema de debate público, cada día

a través de los medios de comunicación se observan nuevos casos relacionados a esta

temática, a nivel mundial se han creado diversos organismos legales que permiten de cierta

manera disminuir la violencia hacia las mujeres, las creaciones de dichas leyes facilitan la

sanción de todo acto de violencia; sin embargo, la violencia hacia la mujer en vez de ir

disminuyendo ha ido aumentando (Limaco et al, 2019).

En el estudio desarrollado por Cáceres (2014), sobre violencia física, psicológica y

sexual en el ámbito de la pareja, papel del contexto donde tomo para el estudio personas

derivadas a un centro de salud mental a lo largo de los años 2011-2 y primer semestre de

2013, bien por su médico de cabecera o abogados matrimonialistas, o algún especialista

(psicólogo o psiquiatra), por haber experimentado algún tipo de trastorno psicopatológico

relacionado con problemática de pareja, proceso de separación. Fue incluido, también, un

bajo porcentaje de parejas que habían acudido a consultar bien por la problemática de

alguno de sus hijos o por alguna disfunción, generalmente de naturaleza sexual, con

escasas implicaciones de dificultades de armonía relacional. No nos fue posible determinar

el número de personas que habían denunciado formalmente ante la autoridad competente

esta situación de violencia, pero si nos consta que al menos 5 de las mujeres incluidas,

habían pasado en momentos diferentes, alguna en más de una ocasión, por casas de

acogida para mujeres maltratadas. La muestra final quedó constituida por un total de 166

personas (76 hombres y 90 mujeres), muchas de ellas emparejadas entre sí.


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Se realizó una valoración cualitativa del estilo comunicacional de las parejas, a la

hora de solucionar sus conflictos interpersonales. Para ello se les pidió que eligiesen un

tema que representase especial conflicto entre la pareja, que hiciesen un intento por

resolverlo, mientras se video grababa su interacción. Tras comprobar la validez ecológica de

tal intento, analizamos su forma de presentar el problema, sus intentos por acordar

soluciones, así como lo adecuado del proceso, tanto en su dimensión verbal contenidos),

como en aspectos no verbales (tonos, gestos, posturas).

En la tabla 2 se refleja la intensidad de violencia física, psicológica, sexual y total que

denuncian, mediante el cuestionario, haber experimentado, tanto, los hombres como las

mujeres.

Tabla 2.

Violencia según Género

Fuente: Cáceres (1996)

Puede verse que, por lo que a violencia física se refiere, las puntuaciones de ambos

superan los umbrales señalados originariamente por los autores como indicadores de un

grado de violencia importante. Las diferencias entre los hombres y las mujeres son, en esta

dimensión, estadísticamente significativas (F = 7,10; p< 0,01). La violencia psicológica

denunciada supera, también, tanto en el caso de los hombres como en el de las mujeres los

umbrales señalados por los autores, pero esta vez, la diferencia según el género no alcanza
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significación estadística: Los hombres afirman ser objeto de tanta violencia como las

mujeres.

Las diferencias en la violencia sexual son igualmente significativas (F = 10,65;

p<0,001). La Figura 1 representa de manera gráfica estos datos.

Gráfico 1.

Violencia según género

Fuente: Cáceres (1996)

Por lo que a la frecuencia de determinados comportamientos violentos respecta, la

tabla 3 muestra los porcentajes de denuncia de comportamientos concretos realizados tanto

por hombres como por mujeres. Para la elaboración de esta tabla hemos recodificado las

contestaciones de los sujetos, sub agrupando las categorías “nunca” Y “raramente”, por una

parte (con la etiqueta de “nunca”) y el resto (“ocasionalmente”, “con frecuencia” y “casi

siempre”) por otra, (con la etiqueta de “Frecuente”.

Puede verse que un 4,8 % denuncia haber llegado a ser amenazados con un arma

(un 6,7 % de las mujeres y un 2,6 % de los hombres); un 7,8 % denuncia haber llegado a ser

golpeado en la cara y la cabeza (un 11,1 % de las mujeres y un 3,9 % de los hombres), y un

4,2 % ha necesitado asistencia médica por causa de los golpes (un 6,7 % de las mujeres y

un 1,3 % de los hombres). En ninguno de estos casos son las diferencias estadísticamente
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significativas. Si lo son en el caso de las humillaciones, forzar actos sexuales, enfadarse

mucho si las cosas no se hacen como él quiere, no tener en cuenta sentimientos, actuar de

manera cobarde. Cabe resaltar que un 34,1 % de las mujeres manifiesta tenerle miedo al

marido, y un 26 % de los maridos dice temer a su mujer.

Tabla 3.
Frecuencia de determinados comportamientos violentos

Fuente: Cáceres (1996)


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En consecuencia, la violencia puede ser física (zarandeos, pellizcos, puñetazos,

golpes…), psicológica (amenazas, insultos, coacciones…) o sexual (participación sexual en

actividades no deseadas) (Pastor et al, 2011). Actualmente en la situación de violencia se

puede encontrar de todo, incluso un conflicto entre dos partes, generado por diferencias en

sus respectivos intereses, valores, intenciones, juicios, aspiraciones o expectativas que

pueden derivar hacia una discusión susceptible de evolucionar, por la vía de una negociación

racional, razonable y razonada hacia la meta de una solución aceptable por ambas partes

(Sánchez et al, 2014).

Por ello en determinadas circunstancias, una de las partes puede optar por una

solución violenta que conlleve el maltrato de la otra, por tanto, es una consecuencia

inevitable del conflicto, sino la vía estratégica de lograr determinados resultados que, más

que con el conflicto, está estrechamente relacionada con la hostilidad, la agresión y la

violencia propiamente dicha.

La violencia hacia la mujer es un fenómeno social que en la actualidad se encuentra

en aumento, independientemente del tipo de estructura familiar o clase social; entre las

causas que pueden desencadenar violencia hacia la mujer se encuentra el consumo de

bebidas alcohólicas (Sandoval, 2018), las mismas provocan alteraciones en el estado

anímico y comportamental de los consumidores teniendo como consecuencia agresividad e

índices de descontrol.

Si, por ejemplo, nos fijamos en la cantidad y la frecuencia del consumo de alcohol de

mujeres y hombres, el informe de GENACIS (2015), deja claro que las mujeres consumen

siempre menos cantidades y menos habitualmente que los hombres; además, cuanto más

extrema sea la conducta (episodios habituales de fuerte ingesta), mayor es la diferencia

entre mujeres y hombres. En este gráfico se presentan las diferencias entre países y entre
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sexos cuando el consumo de alcohol es fuerte (más de 8,468 gramos de alcohol, lo

denominaremos gran bebedor).

En consecuencia, el 72% de los ecuatorianos mayores de edad afirma haber

consumido al menos una bebida alcohólica en los últimos 12 meses. (Flacso, 2012). Del

mismo modo según cifras, 912.576 personas consumen bebidas alcohólicas en Ecuador, por

lo que el 89,7% son hombres y el 10,3% son mujeres (INEC, 2010). Así mismo el alcohol

ilegal representa el 57% del mercado de alcohol, siendo el más alto de la región después de

Perú (58%) y uno de los más altos del mundo. (OMS, 2007)

Con todas estas cifras se puede determinar que en Ecuador el consumo de alcohol

es elevado, y común. Esto lo ubica en una posición de riesgo para violencia intrafamiliar y

muerte por accidentes o enfermedad. Del mismo modo el consumo de alcohol es la octava

causa de muerte en los accidentes en carreteras; en el primer semestre de este año se

perdieron 56 vidas por conducir en estado etílico (Constante, 2017).

En cuanto a datos de violencia en Ecuador se observa en las provincias más

pobladas son también las que registran una mayor tasa de femicidios, como En Guayas que

se reportan 21 casos; en Pichincha 12 casos, en Azuay 8 casos, y en Los Ríos 7 casos.

(Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu, 2017). El 60,6% de mujeres entre 15 y

49 años sufrió algún tipo de maltrato en su vida (INEC 2010). Las mujeres indígenas son las

que más sufren violencia de género ocupando el 59,3%, seguido por las personas

afrodescendientes que alcanzan el 55,3%. (Encuesta, INEC 2010).

Por otro lado, en estudios realizados en siete países (Argentina, Australia, México,

Polonia, España y los EE.UU.), los porcentajes de lesiones por violencia asociadas con el

uso perjudicial de alcohol fueron mayores en las sociedades con el consumo per cápita de

alcohol más elevado (Cherpitelet al. 2015). Un estudio patrocinado por la Organización

Panamericana de la Salud (Estudio Multicéntrico de la OPS sobre Alcohol, Géneros, Culturas


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y Daño) comparó datos de encuestas de hogares de 10 países en las Américas, en las que

se preguntó a hombres y mujeres de más de 18 años de edad sobre su consumo de alcohol

y una variedad de problemas relacionados con la ingesta.

La tabla 4, muestra los resultados de los informes sobre agresiones y lesiones luego

de haber bebido. En un estudio realizado en Argentina, Brasil y México, como parte del

estudio colaborativo de la OMS (2007) sobre alcohol y lesiones, el 80% de los pacientes que

terminaron en salas de emergencias por lesiones intencionales o no intencionales asociadas

con alcohol fueron varones y de menos de 30 años de edad. El uso de alcohol estuvo

implicado en el 46% de los casos relacionados con violencia (contra 11.5% sin violencia). El

estudio también demostró que las lesiones relacionadas con la violencia se incrementan con

la cantidad que se bebe (MacDonaldet al. 2006).

Tabla 4.

Prevalencia de agresiones y lesiones luego de haber bebido, respectivamente, en bebedores


por país y género.

Fuente: Reporte Final del Estudio Multicéntrico Organización Panamericana de la Salud (2007).
M: masculino, F: femenino
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En Chile, un estudio en seis salas de emergencias demostró que tres de cada diez

personas admitidas por cualquier tipo de violencia habían bebido en las horas previas. El

estudio también demostró un alto porcentaje de personas con niveles de alcohol en sangre

positivos implicadas en casos de violencia callejera (39%), seguido por un 20% de personas

que habían intentado suicidarse o que habían estado implicadas en violencia doméstica

(CONACE, 2011).

Un estudio realizado en Pachuca, México, descubrió que había una significativa

relación entre consumo habitual de alcohol y admisión en salas de emergencia por lesiones.

Los pacientes lesionados en la muestra de salas de emergencias tenían una mayor

probabilidad de reportar una frecuencia y cantidad de ingesta alta en los últimos doce meses,

en relación a la población general, y de reportar el haber bebido dentro de un lapso de seis

horas previas a la lesión. Se hallaron niveles de alcohol en sangre positivos en el 17.7% de

los pacientes lesionados y el 15.8% informó haber consumido alcohol seis horas antes del

accidente (Monteiro, 2007).

Del mismo modo en EE.UU., una encuesta halló que los delincuentes habían utilizado

alcohol u otras sustancias psicoactivas en el 61% de los incidentes de violencia sexual. En el

76% de estos incidentes, se había consumido alcohol antes del acto violento. En Brasil,

Duarte (1999) estudió el 75% de los expedientes de los casos de homicidio que pasaron por

el Tribunal de la ciudad de Curitiba entre 1995 y 1998. Sus datos sugieren con certeza que

en el 70% de los 123 casos analizados, la víctima y/o el perpetrador estaba bajo la influencia

del alcohol cuando sucedió el crimen.

Si, por ejemplo, nos fijamos en la cantidad y la frecuencia del consumo de alcohol de

mujeres y hombres, el informe de GENACIS (2015), deja claro que las mujeres consumen

siempre menos cantidades y menos habitualmente que los hombres; además, cuanto más

extrema sea la conducta (episodios habituales de fuerte ingesta), mayor es la diferencia


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entre mujeres y hombres. En el gráfico 2 se presentan las diferencias entre países y entre

sexos cuando el consumo de alcohol es fuerte (más de 8,468 gramos de alcohol, lo

denominaremos gran bebedor)

Grafico 2.

Diferencias Entre Países y Sexo del Consumo de Alcohol.

Fuente: Informe de GENACIS (2015)

La relación entre consumo de alcohol y conductas violentas constituye un problema

social con repercusiones legales, y de violencia, ya que el maltrato hacia la mujer se han

reconocido como un problema socialmente vinculado al consumo de alcohol, principalmente

ingerido por el hombre, quien ejecuta algún tipo de violencia en la mujer, en consecuencia

esta investigación trata de hacer una revisión de algunos documentos y estadísticas para

poder saber en precisión lo que acontece en relación al tema en estudio, por tanto la

investigación se justifica desde el punto de vista teórico, de ahí que se recurrirá a un amplio

estudio de fuentes bibliográficas y/o infografías para determinar la relación existente entre el
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consumo de bebidas alcohólicas y la violencia de la mujer y de allí poder hacer un escenario

complejo de lo que acontece y poder cruzar la información con la realidad. Para el desarrollo

de la investigación se considero el objetivo de analizar la relación existente entre el consumo

de bebidas alcohólicas y la violencia de la mujer.

Metodología

La presente investigación se enmarco en la metodología cualitativa, en este orden de

ideas, con miras a comprender una realidad, que interactúa con un contexto más amplio y

con la finalidad de derivar conocimiento y planteamientos teóricos, se analizó e interpreto la

información proveniente de la revisión documental y la obtención de datos a través de la

realización de una sábana analítica donde se seleccionaron los artículos de revistas como

scielo, dialnet, latindex etc..; tesis, de autores como Sandoval, Encalada, Rodríguez, Vidal

entre otros.

El método que guio la investigación fue el análisis documental, pues se consideraron

como fuentes secundarias para el análisis documentos oficiales ecuatorianos,

investigaciones académicas realizadas en universidades emblemáticas del país, registros y

memorias de encuentros académicos sobre el tema a nivel nacional y regional y, fuentes

bibliográficas de la región que aborden el tema de investigación.

El rango de tiempo para estas publicaciones se consideró de diez (10) años, tomando

en cuenta un tiempo prudencial para poder incluir estudios y datos estadísticos oficiales que

se realizan con esta periodicidad.

Resultados

En lo que se refiere en concreto a alcohol y violencia en la mujer existe abundante

literatura, si bien, las personas expertas señalan la necesidad de realizar una revisión más
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sistemática del tema (Lopis, 2014). Los resultados de estas investigaciones carecen a

menudo de una reflexión crítica o una referencia a un marco sociocultural, de modo que sus

conclusiones, basadas a menudo en datos cuantitativos, carecen de profundidad explicativa.

En el tiempo se ha asumido que el consumo de alcohol conlleva consecuencias

indeseables, supuestamente provocadas por sus características farmacológicas o por sus

efectos desinhibitorios. Lo cierto es que la problemática es compleja y la relación entre

alcohol y violencia no es tan clara como hubiera podido parecer en un principio. Por tanto, en

la compleja relación que existe entre el alcohol y el comportamiento agresivo, se ha

empezado a percibir recientemente la importancia de los factores psicológicos, sociales y

culturales. A pesar de los estudios que se han ido realizando desde los años ochenta para

determinar si el efecto farmacológico del alcohol produce un comportamiento agresivo, los

resultados son ambiguos y desde muchos ámbitos se ha llegado a rechazar tal asociación.

Si se tuviera como criterio la gravedad de las consecuencias del consumo de alcohol,

sin duda los hombres tendrían que ser el principal objeto de análisis, ya que son los hombres

quienes más problemas tienen y causan por su abuso. Este consumo tiene, sin duda, mucho

que ver con ser hombre y con tener que demostrarlo.

En Euskadi, según el informe Euskadi y Drogas 2016, en algunos tramos de edad las

mujeres parecen acercarse a los hombres en lo que a consumo de alcohol se refiere, si bien

en ningún caso los superan. Del mismo modo la proporción de mujeres entre las personas

que beben a diario, son bebedoras excesivas o de riesgo y se han emborrachado más de

dos veces al mes en el último año.

Tal y como lo dice el informe donde se observa cómo, entre los más jóvenes, el

consumo diario o casi diario de bebidas alcohólicas es en un 100% masculino; a partir de

esa edad, la proporción de mujeres en el total de consumidores diarios, aunque oscila

notablemente en función de los tramos de edad, parece guardar relación con la edad. En lo
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que se refiere al consumo excesivo y de riesgo de fin de semana, resulta evidente que la

participación femenina se equipara a la masculina a medida que decrece la edad, hasta el

punto que las bebedoras excesivas son casi el 40% de todos los que beben en exceso en el

fin de semana (2016).

Con respecto a otras diferencias entre los sexos en el consumo de drogas, según el

informe Euskadi y Drogas 2016, la prevalencia del consumo problemático de drogas entre

los hombres multiplica por cuatro la que se registra en las mujeres, lo que representa un

porcentaje del 72,4% para los hombres y del 27,6% para las mujeres. Además, no deja de

ser significativo que las mujeres opten más por drogas legales, barbitúricos o, como señala

este mismo informe, por sustancias como el éxtasis, de efecto tranquilizante o empático,

mientras que el consumo de sustancias relacionadas, al menos potencialmente, con

actitudes agresivas sean los hombres mayoría.

Por otro lado, es necesario señalar que la mujer que consume alcohol es percibida

como una mujer promiscua, una presa fácil de conquistas sexuales, por lo que es más

vulnerable a ser víctima de abusos sexuales o de maltrato. Además, la mujer que bebe o

está más fácilmente identificada con una persona que presenta una cierta deficiencia moral,

por lo que cuando es víctima de maltrato puede tenderse a valoraciones que minimicen la

gravedad de la agresión, es decir, cuando la sintomatología alcohólica está presente en un

juicio por malos tratos en la mujer, su rol de víctima queda parcialmente cuestionado; en

cambio, cuando es el hombre el que presenta la enfermedad alcohólica, la percepción tiende

a ser más benévola para con su delito y su persona (Altell y Plaza 2005).

En esta misma línea, la incidencia del abuso sexual y los malos tratos en los niveles

de adicción de las mujeres en un factor determinante, la incidencia del abuso sexual y malos

tratos entre las adictas europeas estudiadas de 1000 mujeres equivalente al 100%, el 69%

es muy superior a los datos de la población femenina general entre 20-25% (Llopis et al.
18

2014). De hecho, se puede decir que es esta la relación más unívoca que podemos

encontrar entre el maltrato y la violencia sexual y el consumo de drogas. Pero curiosamente,

desde un planteamiento que busca la incidencia de las drogas en el comportamiento

violento, es una relación inversa a la esperada.

Por otro lado, en la investigación sobre la Relación entre el consumo abusivo de

alcohol y la violencia ejercida por el hombre el estudio se centró en establecer una posible

relación entre el consumo de alcohol y el hecho de ejercer violencia por parte del hombre

hacia su pareja. Para ello se ha llevado a cabo un estudio en 50 parejas, en las que las

mujeres han interpuesto denuncia por malos tratos y han sido reconocidas en la Unidad de

Valoración Integral de Violencia de Género (UVIVG) de Sevilla.

La muestra se ha obtenido a lo largo de los años 2013 y 2014 de manera secuencial,

a medida que las parejas iban acudiendo a la UVIVG, donde se hicieron dos grupos

muéstrales: el grupo 1, constituido por los hombres cuyas parejas afirman de ellos que

consumen alcohol, independientemente de que con posterioridad se haya valorado la

existencia o no de tal consumo, y el grupo 2 o grupo control, formado por parejas en las que

el consumo de alcohol no ha estado presente en su relación, o ha sido mínimo y no ha

supuesto problema alguno en la relación. En ambos grupos se ha estudiado

fundamentalmente al hombre. El estudio de la mujer se ha centrado en la historia de malos

tratos denunciada y en si se establece relación alguna entre el consumo de alcohol y el

empleo de violencia por parte de sus parejas.

Tras informar de manera verbal y por escrito de la finalidad de nuestro estudio a cada

persona explorada, se obtuvo el consentimiento informado por escrito de todos los

participantes. Entre los criterios de inclusión figuran: a) ser mayor de 18 años; b) haber

denunciado o haber sido denunciado por su pareja o ex pareja por malos tratos; c) que

ambos miembros de la pareja acudan a valoración a la UVIVG de Sevilla; d) que ambas


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partes de la pareja tengan un nivel cultural suficiente y comprensión adecuada del idioma

español para poder contestar a las preguntas y realizar las pruebas pertinentes; e) acceder

de manera voluntaria a la participación en el estudio tras haber sido debidamente

informados; y f) los sujetos del grupo 1, para su inclusión, tenían que haber sido acusados de

consumo de alcohol por parte de sus parejas en la declaración. Como criterio de exclusión

sólo se consideró la existencia de alteraciones mentales graves o la ausencia de nivel

cultural suficiente para la comprensión de las pruebas.

En la tabla 5 se observa que el grupo de hombres acusados de consumo de alcohol

está constituido por 25 sujetos con edades comprendidas entre los 27 y los 72 años, con una

media de 49,5 años. Cerca de la mitad (52%) se encuentran divorciados, separados o en

trámites de separación o divorcio, y tan sólo un 24% están casados. Predominan los

hombres con nivel de estudios primarios (44,4%) y la mayoría se encuentran en situación de

desempleo (60%). Aproximadamente la mitad de la muestra viven solos (44%) y se

consideran independientes económicamente un tercio de ellos, a pesar de la alta tasa de

desempleo.

En el grupo consumo se concluye que ha habido una situación compatible con

violencia de género o malos tratos en 10 de los 25 casos estudiados. En los 15 casos

restantes se valora que se ha producido una situación compatible con conflicto de pareja. El

grupo 2, o grupo control (hombres que no consumen alcohol), está constituido por 25

hombres con edades comprendidas entre los 19 y los 62 años, con una media de 40,5 años.

Tres cuartos de la muestra (80%) se encuentran divorciados, separados o en trámites de

separación o divorcio, y tan sólo un 12% están casados. Predominan los hombres con nivel

de estudios primarios (36%). La mayoría se encuentran en situación laboral activa (64%) y

se consideran económicamente independientes en el mismo porcentaje, a pesar de lo cual


20

algo más de la mitad de la muestra viven con sus padres u otros familiares (56%), a

diferencia de lo descrito en el grupo anterior.

En el grupo control se concluye que ha habido violencia de género o malos tratos en

6 de los 25 casos estudiados. En los 19 restantes se valora que se ha producido una

situación compatible con conflicto de pareja o ausencia de violencia de género.

Del mismo modo los hombres de ambos grupos afirman, en su mayoría, mantener

una buena relación con su padre y hermanos, y en su totalidad con su madre. Destaca que

dos hombres de ambos grupos (8%) afirman que sus padres les maltrataban. Igualmente,

cinco hombres del grupo de consumo (20%) y uno del grupo control (4%) reconocen haber

presenciado conductas de malos tratos por parte de su padre hacia su madre. En el grupo de

consumo de alcohol, cerca de un tercio de la muestra admite que su padre bebe, y uno de

ellos refiere que es la madre la que bebe alcohol. Estas cifras disminuyen considerablemente

en el caso de los hombres del grupo control.

Destaca el superior porcentaje de hombres del grupo control, frente al grupo

consumo, que mantienen una nueva relación de pareja. Igualmente resulta destacable el

hecho de que, tras la denuncia, dos hombres del grupo de consumo continúan manteniendo

una relación sentimental con su pareja, y que incluso uno de ellos continúa conviviendo con

ella.

Resulta destacable el porcentaje de hombres del grupo de consumo que admiten su

consumo de alcohol (96%), a pesar de que únicamente un 32% admite que el consumo es

elevado o que supone un problema para su salud. Algo más de un 60% admite que se

emborracha, y un 24% reconoce que se torna violento cuando ello ocurre. Sólo un 20%

acuden a deshabituación-desintoxicación.

En el estudio realizado sobre alcohol y violencia conyugal: estilo del vínculo en

función de su co-ocurrencia en parejas de Bogotá, donde La muestra estuvo conformada por


21

101 mujeres mayores de 18 años, las cuales fueron seleccionadas intencionalmente. Las

participantes debían tener un nivel de educación mínimo de primaria, debían estar casadas,

sea por vía de unión religiosa, civil o, de hecho, con un tiempo de convivencia de pareja de

por lo menos un año. Obteniéndose como resultado que el 21% de las mujeres se definen

consistentemente como no consumidoras. En sus cónyuges, este valor baja al 10,1%.

Predomina un consumo de nivel social, mientras que la frecuencia de consumo alto y severo

alcanza a ser de 15%en las mujeres y de 50,6% en sus compañeros, sin llegar a

configurarse categorías diagnósticas de alcoholismo.

En Ecuador el consumo excesivo de alcohol es uno de los principales problemas

sociales y de salud pública, pues se publicó un estudio que ubica al Ecuador en el noveno

lugar, en América Latina, con mayor consumo de bebidas alcohólicas. Se ingiere 7,2 litros de

alcohol por habitante al año. (OMS, 2014). El abuso de esta sustancia produjo la muerte de

6.042 personas en 10 años, desde el 2003 hasta el 2013, según los registros del Instituto

Nacional de Estadística y Censos (INEC) (2011), es decir, un promedio de 604 por año. Por

tanto, se estableció que las personas que pasan de la educación primaria al colegio tienen

mayor probabilidad de no consumir alcohol de forma excesiva (0,7%), mientras que este

porcentaje disminuye cuando las personas pasan de la educación secundaria a la superior

(0,33%). Las personas que se encuentran en situación de pobreza tienen una mayor

probabilidad de 1,12% de ser consumidores excesivos de alcohol que aquellos que tienen

mayores recursos económicos. (Meneses et al, 2016).

En un análisis similar con datos de Argentina y Brasil, sereportan un porcentaje de

21.3% de uso de alcohol en las seis horas previas a lesiones no fatales en todos los casos

que ingresaron a salas de emergencias en Argentina. Esta proporción se incrementó a

25.3% cuando se consideraron únicamente lesiones relacionadas con violencia; las

incidencias para Brasil fueron de 12.8 y 25.4%, respectivamente. Se realizaron análisis de la


22

muestra total proveniente de diez países, similares a los descritos para México, presentando

resultados similares (Monteiro, 2007).

Por lo que existe una fuerte relación entre el consumo de alcohol y el riesgo de una

persona de ser perpetrador o víctima de violencia. La violencia o los maltratos relacionados

con el alcohol incluyen violencia en la pareja, maltrato infantil, violencia juvenil, violencia

sexual y maltrato y abuso de ancianos, por tanto, el impacto sobre la salud también incluye

lesiones físicas y daños emocionales como depresión, ansiedad y problemas del sueño.

También puede afectar las relaciones personales entre víctimas y sus familiares y amigos,

incluyendo la capacidad de la víctima de trabajar o asistir a la escuela.

Discusión

Las consecuencias sociales del consumo problemático de alcohol pueden ser tan

perjudiciales como las alteraciones de la salud asociadas, si bien distintos autores como

Galvão, et al, (2004), Schraiber, et al, (2006), Deeke, et al, (2009), Kronbauer, et al, (2005),

el cual estos cuatro (04) autores hacen un análisis crítico donde manifiestan posiciones

personales y son discutibles. El tema “relación entre el consumo de alcohol y la violencia

contra la mujer” divulgan elevadas prevalencias de violencia doméstica contra la mujer

causada por parejas Galvão, et al, (2004), y Schraiber, et al, (2006), afirma que el bajo índice

de violencia física, puede estar asociado al poco tiempo de convivencia con sus parejas y

que vivir en la misma casa con sus parejas facilita la ocurrencia de conflictos que pueden

generar conductas violentas.

Deeke, et al, (2009), en desacuerdo diserta que el bajo índice de violencia física

puede ser resultado de la llamada invisibilidad de los eventos violentos por las propias

mujeres, que naturalizan y relativizan las violencias que sufren o no lo perciben como tal.

Del mismo modo afirma que la mayoría de las mujeres que se han entrevistado han
23

manifestado que la violencia es un mecanismo de dominación del hombre sobre la mujer, sin

embargo, Galvão, et al, (2004), fija posición al afirmar que las relaciones entre las personas y

en las relaciones entre hombres y mujeres como parejas los dos adquieren poder y dominio

en el hogar. Sin embargo, a pesar de no ser confirmada explícitamente la violencia física, en

este sentido, Kronbauer, et al, (2005), afirma que la violencia psicológica va acompañada en

casi a la mitad de los casos de violencia sexual. (Schraiber, et al, 2006), reafirma al

mencionar que la violencia psicológica es generada inicialmente cuando inician los

problemas de parejas y que posteriormente los lleva a violencia física y que en algunos

casos donde se encuentra la pareja en situación de ebriedad los con lleva a violencia sexual.

Galvão, et al, (2004), no comparte la misma opinión ya que este autor dice que

cuando una pareja es consumidora de alcohol siempre va a existir violencia psicológica,

física y sexual, sin embrago Deeke, et al, (2009), fija postura al negar la existencia de las

actitudes y comportamiento de las mujeres, ya que existen mujeres muy violentas y

manifiestan su comportamiento en contra del hombre.

Otro factor que puede incrementar la probabilidad del abuso físico en familias

consumidoras de alcohol es el hecho que las parejas de los consumidores también pueden

instigar a la violencia. Si un esposo no consumidor intenta tomar las responsabilidades de la

pareja adicta, la carga de trabajo adicional, en combinación con los comportamientos

caóticos e inconsistentes que pueden presentar los consumidores y adictos, pueden ser

altamente estresantes (Schraiber, et al, 2006).

Por otra parte, Kronbauer, et al, (2005), afirma que se ha encontrado que, al darse la

violencia conyugal, ésta se instala en la relación de la díada marital en el ámbito de la

convivencia familiar y en la relación entre el hombre y la mujer, estén o no legalmente

casados. La violencia conyugal se manifiesta, principalmente, como maltrato a las esposas,

agresión mutua y, en menor frecuencia, como maltrato al marido.


24

No obstante, Galvão, et al, (2004), afirma que al hacer una aproximación multivariable, y

relacionar el consumo de alcohol con el vínculo, controlando el efecto de la violencia, se

encontró que, el consumo se asocia significativamente con el estilo de vínculo, mientras que,

con el no expuesto, no fue así. Esto hace pensar que el tipo de vínculo de las mujeres sólo se

ve afectado por el consumo de alcohol si hay co-ocurrentemente violencia conyugal; pero si

ésta no está presente, el estilo de vínculo se comporta de manera ortogonal con el consumo de

alcohol. Entonces, bajo el antecedente de violencia conyugal sin que medie consumo de

alcohol, prima el estilo temeroso en las mujeres, mientras que al darse la co-ocurrencia de

consumo y violencia, el estilo predominante fue el vínculo seguro.

Conclusión

De la revisión teórica realizada se concluye que el abuso de bebidas alcohólicas es

un factor de riesgo bien establecido para la violencia doméstica y social a nivel individual y

comunitario. Desde el punto de vista preventivo, se puede considerar una variedad de

opciones. Quizás la más prometedora y de resultados comprobados es un conjunto de

medidas implementadas. Como medidas preventivas, es bueno considerar un rango de

políticas que apunten a tratar, si bien indirectamente, algunas de las condiciones que

fomentan el consumo de alcohol.

El alcoholismo constituye un problema social ya que tiene un impacto negativo en las

vidas de un segmento considerable de la población, el mismo para su estudio y comprensión

podemos analizarlo a través de dos funciones las manifiestas y las latentes. También

corroboramos las conclusiones emitidas por estudiosos de la temática coincidiendo con ellos

con que el mismo tiene gran repercusión social las que se ven reflejadas en las reiteradas y
25

siempre crecientes violencias hacia hijos y cónyuges, agresiones a vecinos y amigos, riñas,

daños a la propiedad social, divorcios (constituyendo una de las principales causas de este).

A pesar de que la relación entre el consumo de alcohol y las diferentes

manifestaciones de la violencia, se ha reconocido durante siglos, es en los últimos 20 años

cuando se han realizado investigaciones sistemáticas para explorar las bases causales de

esta relación y de los procesos que le subyacen. Las investigaciones realizadas presentan

una amplia revisión de datos que comprueban la relación entre el consumo de alcohol y la

violencia doméstica, incluyendo resultados obtenidos en estudios transversales,

longitudinales y experimentales, así como en investigaciones basadas en sucesos

específicos y estudios con población de alcohólicos en tratamiento. A partir de esta revisión

se concluye que el alcohol es un factor que contribuye a la violencia doméstica.

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