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Tarea #1

Fecha: Guayaquil, 21 de mayo del 2021

Apellido: Reyes Mina

Nombre: Tayana Lupe

El Helenismo.

Al terminar el Antiguo Testamento, parte de los judíos exiliados en Babilonia habían

vuelto a Palestina. Vivían en paz en su propia tierra, habían reedificado el templo y

habían reanudado las ceremonias religiosas. Desde la época de Malaquías hasta la

aparición de Juan el Bautista, transcurrieron cuatrocientos años. A este lapso se le llama

“período de silencio”, porque durante todos esos años no hubo ningún profeta que

hablara ni escribiera. Sin embargo, hubo muchos sucesos de gran importancia durante

ese período. En el siglo IV a.C., Alejandro Magno, con su ejército grecomacedonio, se

adueñó por medio de una espectacular campaña de conquista del imperio persa, al que

pertenecía Palestina. Alejandro murió en el año 323 a.C., sin dejar heredero en su trono.

Después de muchas discusiones y luchas, los generales de Alejandro acordaron repartir

entre ellos su imperio. Un general se hizo cargo de Egipto, otro de Mesopotamia y Siria,

y un tercero de Grecia y Macedonia. Posteriormente, Palestina pasó por largos años de

inestabilidad política. La dinastía de los Ptolomeos, fundada por uno de los generales de

Alejandro, reinaba en Egipto, mientras que los Seleucidas, también descendientes de

uno de sus generales, reinaban en Siria. Desgraciadamente, Palestina se convirtió en la

manzana de la discordia entre los dos reinos. Alejandro Magno había tenido el sueño de

unir a toda la humanidad por la imposición de la cultura griega. Desde su época, la

influencia griega se extendió por el Mediterráneo oriental. El idioma griego se convirtió

en el lenguaje universal. Hablar griego, leerlo y escribirlo era signo de una educación

esmerada. Los estudios y las artes griegas florecían en los reinos de los sucesores del
ilustre conquistador. Además, los partidarios del helenismo trataban de amalgamar y

confundir las divinidades de los diversos pueblos, política que presentaba una seria

amenaza a la fe monoteísta de Israel. Por eso, Justo González, historiador

contemporáneo, observa: “La historia de Palestina desde la conquista de Alejandro hasta

la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. puede verse como el conflicto constante

entre las presiones del helenismo por una parte y la fidelidad de los judíos a su Dios y

sus tradiciones por otra”.1 El conflicto entre los helenistas y los judíos que mantenían su

antigua fe se tornó violento cuando Antíoco Epífanes, rey de Siria, se apoderó de

Palestina en 175 a.C. Este monarca, descrito en el libro de Daniel como “un hombre

despreciable” (11:21), aprobó una petición de los helenistas de Jerusalén para que Jasón,

el líder de ellos, fuera nombrado sumo sacerdote. Entonces fue depuesto el legítimo

sumo sacerdote, y el gobierno tradicional de sacerdotes y ancianos fue reemplazado por

el de una ciudad-estado al estilo griego. La mayoría de los judíos perdieron su

ciudadanía. En las cercanías del templo se construyó un gimnasio en el cual los jóvenes

hacian ejercicios, luchaban y lanzaban disco desnudos. Hasta los sacerdotes jóvenes

abandonaban el templo para participar en la gimnasia. Los judíos helenizados se vestían

al estilo griego y se avergonzaban de estar circuncidados. Todo esto ofendía

profundamente a los judíos piadosos, quienes peleaban a menudo con los helenistas en

la calle. A pesar de la oposición de los mayores, la nueva generación estaba dispuesta a

dejar la antigua fe de sus padres. El helenismo sirio llegó a su colmo cuando Antíoco

desató una encarnizada persecución contra los judíos. Dio órdenes de terminar con el

judaísmo e implantar en su lugar el culto a Zeus, la principal deidad de los griegos. Los

sirios saquearon el templo y colocaron en el santuario la estatua de Zeus (“la

abominación desoladora” de Daniel 11:31). Asimismo convirtieron las habitaciones del

templo en burdeles públicos y quemaron todos los libros

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