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La Anomia y la Teoría de la Asociación Diferencial

Garcia Mozo Diego Alonso


Hurtado Jacobo Stefani
Rodríguez Ángeles Yosselyn
Rodríguez Verástegui Christian
Faculta de Derecho y Ciencias Políticas, Universidad Nacional de Trujillo
Dr. Pool Gilbert Fernandez Bernabe
13 de Agosto de 2020
INDICE

1. Teoría de la anomia

1.1 Introducción

1.2 Concepto

1.3 La anomia y la criminalidad

1.4 Historia de la anomia

1.5 Migración de la anomia a la sociología norteamericana

1.6 Anomia Mertoniana

1.7 Conclusiones

2. Teoría de la asociación diferencial

2.1 Historia y desarrollo

2.2 Principios de criminología

2.3 Delincuencia de cuello blanco

2.4 Origen del término

2.5 Asociación diferencial

2.6 Racionalización

2.7 Política criminal basada en Sutherland

2.8 Aprendizaje positivo y desarrollo social


LA ANOMIA

1.1 INTRODUCCIÓN

La anomia es un concepto de la tradición teórica de la Sociología que significa la ausencia


de normas, la tendencia transgresora de las reglas, tanto a nivel colectivo, cuando una
crisis severa de la estructura social rompe las normas existentes y unas nuevas normas
aún no se consolidan, o también a nivel individual cuando las normas no se cumplen de
manera permanente.

1.2 ¿QUIÉN INTRODUJO EL CONCEPTO DE “LA ANOMIA”?

El concepto fue “originalmente” introducido por uno de los padres fundadores de la


Sociología, el francés Emilio Durkheim (1858-1917) en el arsenal conceptual de esta
disciplina.

El punto culminante de este concepto se alcanza en el marco de la escuela denominada


estructural-funcionalista, que constituyó por mucho tiempo y en especial en el mundo de
las ciencias sociales norteamericanas el paradigma dominante de la Sociología.

Importantes Obras

Diversos estudios alrededor de los años 80 mostraron unos elementos muy importantes y
sugestivos del concepto que lo hacen más fecundo más allá del supuesto agotamiento a
que lo llevaron las teorías del control social y la desviación. Nos referimos, entre muchos,
a dos importantes obras que infortunadamente no tienen traducción al español y
curiosamente publicadas en el mismo año (1987). El libro de Marco Orrú, Anomie: History
and meanings, y L’Anomie, de Philippe Besnard.

La obra de Orrú es especialmente una pesquisa de arqueología conceptual sobre la


anomia, remontándose al pensamiento antiguo griego y judáico, a la Biblia cristiana, al
renacimiento inglés, al siglo XIX francés (Guyau y Durkheim) y al desarrollo teórico
contemporáneo del concepto (siglo XX). Besnard parte de uno de los clásicos de la
Sociología, Emilio Durkheim, y hace un recorrido que ubica el análisis del concepto en una
especie de “Sociología de la sociología de la anomia”. Estas dos obras, más la de la Alberto
Izzo, L’Anomia, analisi e storia di un concetto. (también sin traducción al español) nos
servirán de guía en este viaje conceptual.

1.3 LA ANOMIA Y LA CRIMINALIDAD

El trabajo investigativo sobre anomia ha vinculado este concepto con los de delito y
criminalidad. De alguna manera el entendimiento de la conducta delictual y el
comportamiento criminal han estado vinculados en la literatura sociológica al concepto de
anomia. Diversas escuelas del pensamiento sociológico y en diversas épocas han utilizado
el concepto de anomia para explicar la conducta que se aparta de las normas sociales y
jurídicas. La evolución misma de la concepción de la criminalidad ha estado sujeta a ideas
acerca de lo que es anómico en una sociedad dada, así el argentino Gabriel Kessler (2004)
en un apéndice de su obra Sociología del delito amateur, al hacer el recuento de distintas
teorías de la sociología que se han ocupado del delito, encuentra central el tema de
anomia, aún sin admitirlo como tal y encontrando diferencias entre fines o medios
referentes. Así, diferencia la teoría durkheimiana de la anomia, la ubica en razón de los
fines sociales (apartarse de ellos), mientras la teoría mertoniana pone énfasis en los
medios (apartarse de los medios legítimos de la sociedad).

1.4 HISTORIA DE ANOMIA

Mucho tiempo después de su formulación como concepto en el contexto de la Sociología


por Emilio Durkheim, el término anomia reaparece en la escena sociológica
norteamericana para instalarse definitivamente en el patrimonio conceptual de la
Sociología, con una suerte irregular. Los conceptos de ANOMIA y CRIMINALIDAD.
Estrictamente como se señalaba en la introducción, anomia significa ausencia de normas.
Este término de origen griego (nomos) fue utilizado por los teólogos medievales para
referirse a aquellos que obraban sin ‘Dios ni ley’.

Identificaba al sistema social anómico por una quiebra relativa del orden normativo, una
falta de regulación moral sobre las tendencias y pasiones humanas. Hizo evidente que las
sociedades anómicas se caracterizaran por una elevada tasa de conductas desviadas y de
comportamientos autodestructivos, incluyendo el suicidio. Es una “patología” no del
sistema instrumental, sino del sistema normativo colectivo. Jean Duvignaud, sociólogo
francés, se referiere al concepto de anomia de Durkheim, como el momento de cambio o
transición en una sociedad que aún no muere y otra que aún no nace. Es un momento de
opacidad de la conciencia colectiva, término durkheimiano, cuando la división del trabajo
no logra producir una solidaridad orgánica y las normas correspondientes se quiebran, lo
que se considera un momento de oscuridad en una sociedad. Son “Los estados de
desórdenes” que llamaba Durkheim. Es interesante relacionar este concepto de Anomia
en Durkheim, con su concepto de Crimen o Criminalidad, porque este autor clásico al
considerarlo como “normal” podía prestarse a confusiones, entre una cierta mirada de
relajación moral o cinismo. Pero no es así. Establece que el crimen o delito se asemeja al
dolor, el hombre siempre lo sufre. Por tanto, el delito es natural al hombre como lo es
también el dolor. La normalidad del delito es como la normalidad de cualquier situación
que padecen los seres humanos, a pesar de que el delito está indicando un “desarreglo
social”, una “enfermedad social”. Entonces, el crimen o el delito son normales por su
presencia en todas las sociedades, así como el dolor se presenta en todos los hombres,
estos son síntomas de enfermedad, del hombre o en su caso de una sociedad. La
normalidad del delito o del crimen es para Durkheim un hecho social “normal” sólo en el
sentido expuesto. La otra mención del concepto de Anomia lo hace Durkheim en su obra
El Suicidio, como ya se indicaba, y al respecto señala: El Suicidio Anómico (así denomina
Durkheim a un tipo de suicidio en su tipología de esta conducta) depende exclusivamente
del poder regulador de la sociedad.

Este tipo de suicidio surge en épocas de crisis, es decir, en periodos en que el orden
colectivo sufre perturbaciones. La persecución de un fin inaccesible condena a un
perpetuo estado de descontento, pues es difícil no sentir, a la larga, la inutilidad de una
persecución sin término. Por esto la tasa de suicidios se eleva en épocas de prosperidad
económica; sin embargo, también los desastres financieros, que arrojan a los individuos
por debajo del nivel social que hasta ese momento ocupaban, producen idéntico
fenómeno.
1.5 ¿CÓMO MIGRÓ LA ANOMIA A LA SOCIOLOGÍA NORTEAMERICANA?

En concepto de Orrú: “La contribución más significativa para la teoría norteamericana de


la anomia es la que inició Robert Merton en su ensayo clásico: “La Estructura social y la
Anomia” (“Social Structure and Anomie”), publicado por primera vez en 1938. La
restauración del concepto de anomia en la bibliografía sociológica comenzó antes de que
el ensayo de Merton apareciera; ya a finales de los 20, los sociólogos americanos habían
revisado el pensamiento de Durkheim y habían modificado su previa evaluación negativa
del realismo social de Durkheim para favorecer una interpretación más selectiva y positiva
de sus escritos”. Pero para aclarar antecedentes sobre el recorrido del concepto en su
“viaje a Norteamérica”, recurro también a Orrú: “Hay dos evaluaciones de la teoría de
anomia de Durkheim de antes de 1938 que son particularmente relevantes: La descripción
y uso del concepto de anomia de Elton Mayo en su libro de 1933, The Human Problems of
an Industrial Civilization (Los problemas humanos de la civilización industrial) y el análisis
extensivo de Talcott Parsons sobre la teoría de la anomia de Durkheim en su libro de 1937,
The Structure of social Action (La estructura de la acción social). Ambas evaluaciones son
relevantes para la formulación de Merton de una teoría de la anomia. En el trabajo de
Mayo, la anomia es por primera vez adoptada en las ciencias sociales norteamericanas
como un concepto válido de investigación. Tomando el concepto de anomia y aplicándolo
a los problemas prácticos mencionados por los sociólogos de Chicago, Mayo convierte la
anomia ideológica de Durkheim en un término que definirá más eficazmente los
problemas de desorden social. La contribución de Parsons es aún más relevante para la
formulación de la teoría de Merton. En su intento de unificar los trabajos de Marshall,
Pareto, Durkheim, y Weber en una síntesis teorética, Talcott Parsons redirige la teoría de
la anomia de Durkheim dentro de su propia teoría de la acción social. La interpretación
que Parsons ofrece es que la anomia es explicada, por Durkheim, en dos argumentos: Por
la falta de equilibrio entre medios y fines de acción, y por la vaga definición de los mismos
fines”. Es posible que el concepto haya llegado a Robert Merton, además, por la vía de W.
I. Thomas y F. Znaniecki en su obra “The Polish Peasant” (1920), además de las menciones
ya hechas (Mayo y Parsons), quienes se refieren en su obra a la desorganización social
como la pérdida de la fuerza reguladora que pueden experimentar las normas sociales en
determinadas circunstancias. En esta obra clásica de la Sociología, estos autores formulan
una teoría del cambio social, en cuyo modelo se da una tensión entre la organización
social y el surgimiento de desviaciones destructivas de las normas sociales, que pueden
producir diversos efectos, desde la reorganización social hasta la reconstrucción, sobre
nuevas bases, del sistema social. Recurriendo de nuevo a Jean Duvignaud, este descalifica
a Merton y dice textualmente: “Merton no aporta nada a lo dicho por Durkheim y llega
incluso a estar rezagado con respecto a él en la medida en que acaba por limitar la idea de
anomia a una oposición entre el individuo y la sociedad”. Muy ligero este juicio que
pretende desconocer el aporte de Merton. Creo que con solo retomar un concepto y
ponerlo de presente en el mundo de la sociología es ya un mérito, máxime si se trata de
Merton, conocido precisamente, y esto es muy diciente en el ámbito de la opinión pública
norteamericana como “mister sociology”. Pero también el mérito de Merton es haber
recuperado y consagrado definitivamente el concepto de Anomia para la Sociología.
Quizás la obra misma de Durkheim daba para esas dos posibilidades de desarrollo del
concepto, una, la insinuada en “La División Social del Trabajo”, que llamaríamos la visión
estructural que comprende un momento de crisis dentro de una sociedad (Duvignaud la
califica de dialéctica) y, la otra, la visión individualista, la desarrollada en El Suicidio, que a
la postre fue la retomada por el funcionalismo norteamericano y que dio origen a la rica
producción investigativa y teórica sobre “el comportamiento desviado”.

1.6 LA ANOMIA MERTONIANA

Merton señaló que la teoría funcional intenta determinar cómo la estructura social y
cultural engendra una presión hacia la conducta socialmente divergente sobre individuos
situados en diferente posición en dicha estructura. De esta manera se deslindaba de las
tendencias que desde el individualismo veían la trasgresión conductual como un
fenómeno psicopatológico. Merton remarcó que la estructura cultural y el acceso a los
medios legítimos para alcanzar tales fines, en otras palabras, la estructura social puede no
corresponder exactamente. Así señala “el concepto clave que salva el abismo entre la
estática y la dinámica en la teoría funcional es el de tirantez, tensión, contradicción o
discrepancia entre los elementos componentes de la estructura social y cultural”. La
alternancia o disyunción entre objetivos y medios que produce el estrés y la anomia
depende de los valores de cada una de estas variables. Las adaptaciones a tal estrés se
producen aceptando o no los objetivos culturalmente definidos o aceptando o no los
medios legítimos para lograrlos, o sobrevalorando unos u otros. Esto genera los
conocidísimos modelos mertonianos de adaptación a partir de la dicotomía entre medios
y fines (a la manera de Weber), que se señalan en el anterior cuadro. En expresión de
Albert Cohen, uno de los sociólogos norteamericanos más destacados en el estudio del
comportamiento desviado, citado a su vez por Merton, dice sobre el aporte de este, lo
siguiente: “sin embargo, la obra de Merton representa un modesto comienzo por el
camino que conduce a especificar las condiciones que determinan la elección de una de
las varias posibilidades lógicas”. Esta disyunción entre fines y medios lo ilustra Merton,
con ejemplos como el de una competencia atlética, cuando el deseo de victoria o triunfo
se despoja de sus medios institucionales y se reconoce o interpreta el triunfo como ’ganar
el juego’ y no como ‘ganar el juego con las reglas del juego’. Es decir, el énfasis está en los
medios que se emplean (medios legítimos).

La pretensión de Merton sobre la anomia es construir de acuerdo a su propia concepción


‘Teorías Intermedias’ que permitan descubrir cómo algunas estructuras sociales ejercen
una presión definida sobre ciertas personas de la sociedad para que sigan una conducta
inconformista y no una conducta conformista”. Así, lo que para un grupo es un problema,
para otro será una ventaja. Merton aporta, en este sentido, un lúcido análisis sobre la
llamada ‘cultura del éxito en Norteamérica, un tipo de sociedad que le confiere una
relevancia excepcional a tal objetivo sobre los procedimientos institucionales, así dice “mi
principal interés aquí son las consecuencias sociales de la gran importancia dada al éxito
monetario como objetivo en una sociedad que no adaptó su estructura a las implicaciones
a dicha importancia”. Y más adelante reitera: “la cultura norteamericana contemporánea
parece aproximarse al tipo extremo en que se dan importancia a ciertos éxitos-metas sin
dar importancia equivalente a los medios institucionales”. Este análisis podría trasladarse
con facilidad a cualquier sociedad de hoy en día. Un punto tratado por Merton, y de ahí su
acento investigativo, es cómo medir la anomia; por ello en su obra tiene un apartado
sobre indicadores de anomia. En este sentido, comienza por señalar que Durkheim no
ofreció una guía explícita y metódica de las diferentes señales de anomia, por ello
advierte, que es indispensable establecer indicadores si el concepto de anomia ha de
utilizarse en investigaciones empíricas. Merton aboga por la incorporación de
componentes objetivos y subjetivos y de la interacción de los mismos dentro del concepto
de anomia. Destaca dos aportes en cada una de las direcciones (lo objetivo y lo subjetivo).
Este intento Merton lo califica de ‘sintomático’ y no de progreso decisivo por cuanto es el
intento de tomar datos estadísticos ya producidos como referencia de conceptos teóricos
elaborados a posteriori.

La diferencia entre la concepción durkheimiana y la de los sociólogos norteamericanos,


encabezados por Merton, podemos sintetizarla en estas palabras del texto de Orrú: “El
concepto de anomia de Durkheim y el que se ha encontrado en la sociología
norteamericana contemporánea difiere exactamente de la siguiente manera crucial: para
Durkeim ANOMIA se refiere a los objetivos culturales concebidos inadecuadamente por
las sociedades industriales, mientras que para los sociólogos americanos, ANOMIA se
refiere a la insuficiencia de los medios para lograr los objetivos culturalmente autorizados
por la sociedad”.

1.7 CONCLUSIONES

En general, el concepto de Anomia podría considerarse un concepto más de tipo


sintomático, es decir que expresa o manifiesta una situación, más que suministrar una
explicación de la misma. Es decir, no responde tanto a por qué se produce esa violación de
las normas, sino que su valor es más descriptivo que explicativo y algo comprensivo. Sin
embargo, no se debe entender que la Anomia sea la simple violación de normas. Es más
que eso. Es un estado permanente o relativamente duradero de incumplimiento de las
normas, si utilizáramos el lenguaje médico, diríamos que la Anomia es un estado crónico
de violación o incumplimiento normativo. Por ello, no puede asimilarse simplemente al
concepto de delito o crimen porque tiene implicaciones de ser un término que alude a una
situación o estado duradero de no aceptación e incumplimiento de las normas ya sean
jurídicas o sociales. No parto, precisamente, de la inutilidad u obsolescencia del concepto,
creo que es bien pertinente para analizar fenómenos actuales. Como ya se dijo, el
concepto de anomia, es ante todo un síntoma y por lo tanto no funciona solo.

LA TEORÍA DE LA ASOCIACIÓN DIFERENCIAL

2.1 HISTORIA Y DESARROLLO

La Teoría de la Asociación Diferencial fue acuñada por el sociólogo estadounidense Edwin


H. Sutherland en el año 1939, quien está  considerado como uno de los criminólogos más
influyentes del siglo XX.

Esta teoría nos señala como las personas pueden llegar a cambiar su conducta, es decir,
llegar a tener una conducta desviada o no correcta, cuando se relacionan con terceros y
demuestran un comportamiento aprendido el cual no respeta la ley y que además
fomenta la violación de la misma. Es por ello que la mencionada teoría, explica el
surgimiento del delito de cuello blanco tanto a nivel empresarial como en las grandes
ciudades.1

Antes Sutherland presentó su teoría de la asociación diferencial, las explicaciones para el


comportamiento criminal fueron variados e inconsistentes. Al ver esto como una
debilidad, el profesor de derecho Michael Jerome y filósofo Mortimer Adler publicó una
crítica del campo que sostenía que la criminología no se había producido ninguna teoría
respaldados científicamente para la actividad criminal. Sutherland vio esto como una
llamada a las armas y utiliza métodos científicos rigurosos para desarrollar la teoría de la
asociación diferencial.

El pensamiento de Sutherland fue influenciado por la Escuela de sociólogos de Chicago. En


particular, tomó señales de tres fuentes: la obra de Shaw y McKay, que investigó la forma
en la delincuencia en Chicago fue distribuido geográficamente; el trabajo de Sellin, Wirth,
y el propio Sutherland, que encontró que la delincuencia en las sociedades modernas es el

1
Ross.LMatsueda (1988). “El estado actual de la teoría de la asociación diferencial”
resultado de conflictos entre diferentes culturas; y el propio trabajo de Sutherland en
ladrones profesionales, que encontró que con el fin de convertirse en un ladrón
profesional, uno debe convertirse en un miembro de un grupo de ladrones profesionales y
aprender a través de ellos.

Sutherland inicialmente expuso su teoría en 1939 en la tercera edición de su


libro Principios de Criminología. Después revisó la teoría de la cuarta edición del libro en
1947. Desde entonces, la teoría de la asociación diferencial ha seguido siendo popular en
el campo de la criminología y ha provocado una gran cantidad de investigación. Una de las
razones de la continua pertinencia de la teoría es su amplia capacidad para explicar todo
tipo de actividad criminal, de la delincuencia juvenil a la delincuencia de cuello blanco.

2.2 PRINCIPIOS DE CRIMINOLOGÍA

Para Edwin Sutherland en “Principios de criminología” 1939, el individuo lejos de nacer


delincuente, o heredar o imitar comportamientos socialmente reprochables, aprende a
ser criminal.

Su punto de vista inicial, luego rectificado en parte, era netamente sociológico, ya que
subestimaba el interés de los rasgos de la personalidad del individuo al análisis en torno a
las relaciones sociales (frecuencia, intensidad y significado de la asociación).

El presupuesto de la teoría del aprendizaje viene dado por la idea de organización social
diferencial, que, a su vez, se conectará con las concepciones del conflicto social. Es decir,
Sutherland concibe a la sociedad como una sociedad conflictiva y no armónica, en lo que
constituye un hallazgo no menor dentro de la sociología norteamericana.

Una organización social diferencial significa que en toda sociedad existen diversas
“asociaciones” estructuradas en torno a distintos intereses y metas. El vínculo o nexo de
unión que integra a los individuos en tales grupos constituye el sustrato psicológico real
de los mismos al compartir intereses y proyectos que se comunican libremente de unos
miembros a otros y de generación en generación. Dada esa divergencia existente en la
organización social, resulta inevitable que muchos grupos suscriban y respalden modelos
de conducta delictivo, que otros adopten una posición neutral, indiferente; y que otros, se
enfrenten a los valores criminales y profesen los valores mayoritarios de debido
acatamiento a las normas.2

La denominada “asociación diferencial” será, así, una consecuencia lógica del proceso de
aprendizaje a través de asociaciones de una sociedad plural y conflictiva.

Sutherland suscribe de esta manera el interaccionismo de Mead y Dewey, rechazando el


“behaviorismo” hasta entonces hegemónico y basando el aprendizaje en un proceso de
interacción.

Y remite en la práctica a la teoría del conflicto social, que luego será desarrollado por la
criminología crítica, también a partir de sus estudios sobre los delitos de cuello blanco,
primera aproximación conceptual a las infracciones de los poderosos.

2.3 DELINCUENCIA DE CUELLO BLANCO

Sutherland acuña el término “delito de cuello blanco” para referirse al delito cometido por
un individuo profesional o de los negocios con un alto estatus social y económico, el cual
aprovecha la confianza que le otorga su estatus y la oportunidad que le brinda el puesto
que ocupa. Detrás de este tipo de delitos suele estar también el beneficio económico,
aunque aquí, el matiz estriba en que el delincuente ya posee un nivel social y económico
que, en principio, no debería presionarlo mucho para buscar dinero, cuanto menos
hacerlo por medios fraudulentos.

Son grandes directivos, financieros del alto standing o profesionales muy valorados y


reconocidos que generalmente suelen disfrutar de buenas condiciones de vida, con una
economía personal muy solvente y con todas las comodidades y lujos que le otorgan, en
mayor o menor medida, su condición de profesional de “éxito”. Sin embargo, parece que,
o esto no le es suficiente, o el tener mucho le presiona para querer tener más, siguiendo
aquel refrán que dice: “el corazón del avaro se parece al fondo del mar, ya pueden llover
riquezas que no se llenará”.
2
Aguirre, Eduardo Luis: "Manual de Sociología Jurídica. Lecciones de Sociología Criminal", Ed. Universitaria
de La Plata. 2011.
Este autor nos habla de que la organización puede estimular el fraude, erradicarlo o
mantener una posición ambivalente. El primer tipo de organización favorece la aparición
de delincuentes de cuello blanco a través de la convivencia con un contexto asociativo en
el que prevalece una opinión favorable respecto a la violación de la ley. Si la organización
se asienta además en un entorno social, político y legal que es permisivo, el fraude se
convierte en un elemento estructural y cultural que queda fuertemente arraigado. Esto
puede verse en diversos países, donde el fraude y la corrupción infectan todos los estratos
sociales, desde el trabajador, al funcionario, desde el empresario al político.

Evidentemente, esta teoría tiene sus limitaciones explicativas y ha recibido enormes


críticas respecto a su simplicidad y falta de profundidad. Sin embargo, aporta algunos
elementos de interés para los que analizamos el comportamiento del fraude.

Uno de ellos es la visión distorsionada que el defraudador va generando de su


comportamiento, pues el delincuente de cuello blanco generalmente no tiene una visión
negativa o egodistónica de sí mismo, sino todo lo contrario. Éste se percibe en un estatus
de superioridad y en un contexto de actuación donde sus actos no solo no son
fraudulentos, sino que son los adecuados y ajustados a sus circunstancias. Esto en parte se
ve apoyado por un contexto social y, en muchas ocasiones también legal, que no
desaprueba o no lo considera un criminal.  Esta visión general positiva, junto con
elementos de justificación, le permiten evitar el proceso estigmatizador de sentirse y ser
visto como “un delincuente”.

Otro elemento clave que participa en la comisión de este tipo de delitos es el abuso de la
confianza. El delincuente de cuello blanco goza generalmente de un estatus de prestigio, a
veces conseguido de forma lícita y profesional, lo que le genera una imagen de confianza
entre subordinados y superiores. El éxito profesional le lleva a una posición de
responsabilidad, pero también de privilegio, maneja grandes presupuestos o/y equipos.
Delante de él se toman las grandes decisiones y fluye el dinero, los beneficios y las
comisiones. Es una zona donde incluso lo objetivo, lo cuantificable y los balances debe-
haber se tornan abstractos mediante el maquillaje financiero, la ingeniería contable o
la optimización fiscal. En este contexto, el delincuente de cuello blanco utiliza su posición,
sin la cual no podría estar en el lugar adecuado, y la confianza que otros han depositado
en él para llevar a cabo el fraude. Desde esta posición, el engaño es más fácil y cómodo
porque las víctimas se dejan llevar, creen u obedecen las indicaciones del defraudador.
Víctimas que pueden ser en estos casos clientes o subordinados, pero también sus propios
jefes o los accionistas para los que trabaja. Esta situación le permite conseguir sus fines sin
apenas resistencia y sin mucho esfuerzo por su parte, lo que facilita el condicionamiento y
repetición de la conducta fraudulenta.3

El hombre de negocios que incursiona en la delincuencia “de cuello blanco” tiene


características comunes con el delincuente profesional, pues son generalmente
reincidentes, los actos delictivos son mayores que los que se denuncian o acusan,
mantienen la posición de privilegio dentro de la clase social o económica a la que
pertenecen que los mira como sujetos amparados por la fortuna, y desprecian a la ley, así
como a los delincuentes que no pertenecen a su status, que son delincuentes de menor
categoría.

2.4 ORIGEN DEL TÉRMINO:

El término "cuello blanco" se atribuye a Upton Sinclair, un escritor norteamericano, quien


así designó a los modernos trabajadores de secretaría, administración y gestión, durante
la década de 1930, aunque las referencias a "un trabajo fácil y un cuello blanco" aparecen
ya en 1911. Ejemplos de su uso en la década de 1920 incluyen un artículo de 1923 del Wall
Street Journal que dice: "El movimiento de las escuelas secundarias hacia el trabajo
manual en las plantas de acero es inusual, ya que los chicos buscan antes un trabajo de
cuello blanco".

El uso que hace Sinclair del término, se relaciona con el hecho de que durante la mayor
parte de los siglos XIX y XX, los trabajadores masculinos de oficina de los países
de Europa y América casi siempre tenían que vestir con camisas de cuello blanco.

3
 Jiménez Serrano, Jorge (2015).Teoría de la asociación diferencial en el delito de cuello blanco.
Relacionado al término, pero dándole connotación de delito fue acuñado por el sociólogo
norteamericano Edwin H. Sutherland. El 27 de diciembre de 1939 pronunció la
conferencia inaugural de la reunión anual de la American Sociology Society, de la que era
presidente, dedicándola al White Collar Criminality. Diez años más tarde, en 1949, el
contenido de su discurso fue publicado por la editorial Dryden Press de Nueva York,
aunque para ello su autor tuvo que ceder a las exigencias censoras que le impusieron
tanto la Universidad de Indiana como la propia editorial, no siendo hasta 1983 cuando su
monografía salió a la luz en su integridad.

Sutherland asociaba el concepto de delito de cuello blanco con una doble condición: la
pertenencia social del sujeto activo (persona respetable de elevada condición social) y el
ámbito en donde se enmarca la actividad delictiva (delito que se comete en ejercicio de la
profesión de aquél).

Pone el acento el autor en que no existen diferencias entre los delitos de cuello blanco y
los delitos comunes en cuanto a su proceso etiológico, pero enfatiza que rara vez alcanzan
las normas penales a los poderosos por tres razones fundamentales: a) por su posición
dominante; b) por la ausencia de apoyo de leyes sancionadoras de estas conductas, pues
el control de las agencias de comunicación pública está en manos de hombres de negocios
que violan las leyes, y c) por la tendencia a métodos no punitivos de control social

En su origen, el “White-collar crime” fue un concepto más social que legal. Fue una
creación sociológica, pero posteriormente trascendió al ámbito jurídico para designar una
serie de delitos con características comunes. Pero conceptuar jurídicamente un concepto
criminológico acuñado por sociólogos ha sido una tarea inacabada. El debate más
destacado sobre qué se debía de entender por delitos de cuello blanco, fue protagonizado
por su creador y sus seguidores (The Sutherland Tradition) y por la escuela que secundó el
punto de vista de Tappan (The Legal tradition) . Los estudios de los primeros se orientaban
a la documentación de la existencia de actos ilícitos perpetrados por las grandes empresas
americanas, reivindicando su sanción penal; los segundos centraron su análisis en el tipo
de ofensa más que en la relevancia de su autor. Esta diferencia de corrientes revela una
distinta concepción de política criminal: los primeros más beligerantes y los segundos más
conformistas con la tradición. En todo caso, ninguno de los dos puntos de vista es apto
para acotar el desvalor de la acción, ni para definir el bien jurídico merecedor de
protección penal. Esto es así porque la obra de Sutherland denuncia la impunidad penal
de los poderosos que utilizan como plataforma de enriquecimiento su privilegiada
posición socio-laboral. No reclama una tipología nueva de delitos, sino un tratamiento
equiparable al que reciben los delincuentes comunes. Pone el énfasis en el sistema de
inmunidad que se aprovecha de la indefensión, la incapacidad, indiferencia, complicidad o
temor hacia aquellos a quienes se dirige la actuación de control. La transposición del
concepto social-criminológico al ámbito jurídico tiene el inconveniente, si se aleja del
supuesto de hecho penalmente relevante, de convertirse en un Derecho Penal de Autor.
Por su parte, la Escuela clásica, al centrarse exclusivamente en el hecho se acoge a un
criterio formalista, evitando, con tal postura, que se desvelen ciertas conductas
criminógenas que se producen en el entorno del poder4.

Según el Consejo de Europa, son delitos de cuello blanco: el abuso de poder económico de
las multinacionales; la obtención fraudulenta de fondos del Estado; creación de
sociedades ficticias, falsificación de balances, fraudes sobre el capital de sociedades; etc.

2.5 ASOCIACIÓN DIFERENCIAL

Esta teoría fue desarrollada por Sutherland y Donald R. Cressey, este se introdujo en el
libro Principios de Criminología, a partir de la 5ª edición, haciendo cambios considerables
al original, según sus biógrafos. Señalan que las organizaciones sociales en contra de la ley,
son las que fomentan la conducta criminal. Según estos autores, la criminalidad se explica
mediante un conflicto cultural, nace en la sociedad contaminada por clases desiguales,
donde el sujeto tiende a asociarse más a alguna que a otra, esto siendo un proceso normal
de adhesión a grupos.

Indica Orellana Wiarco: El criminal llega a serlo por asociarse a normas culturales
desfavorables; por diferenciarse de los comportamientos aceptables como modelos

4
González Sánchez, Patricio.(2011).” Los delitos del cuello blanco”
por la sociedad. El aprendizaje y asimilación diferencial de normas culturales se efectúa
por la palabra, los gestos, las actitudes, y en menor escala por los medios masivos de
comunicación, que se traducen en conductas delictivas consecuencia de las
experiencias vividas.

Cualquier tipo de asociación tiene una carga de valores que son trasmitidos entre sus
miembros, por supuesto el aprendizaje criminal es parte de este proceso. Así, existen
choques de valores e ideologías, lo que lleva al conflicto. Más cuando estamos en una
sociedad, donde la actividad criminal, corrupta, impune, fanfarrona, presunciosa,
ignorante y demás, es más valuada.

González Vidaurri y Sánchez Sandoval señalan: Los conflictos de intereses que dan
origen a las “asociaciones diferenciales” son idénticos a aquellos que provocan el
nacimiento de todo tipo de asociación. El hombre en la realidad, logra muy poco con
sus propios medios y es por ello, que siente la necesidad de asociarse a otros que
busquen sus mismos objetivos comunes.

Por ello es notable que aquellos grupos vulnerables se agrupan en un sentido de


protección colectiva, en otras ocasiones, se traicionan entre ellos mismos, en un sentido
proyectivo: Si yo no valgo, aquel tampoco, pero niega su falta de valor y lo delega al otro.
Estos grupos, suelen desarrollarse con circunstancias comunes, carencias, deseos, metas,
frustraciones, donde la unión, permite desarrollar estrategias para lograr sus intereses.

Lado contrario a esto, son los empresarios o grupos de poder y diplomacia, donde se alían
para lograr mismos objetivos de crecimiento, pero bajo medios válidos y aceptables, no
obstante, no se omite el lado “blanco” de su criminalidad, con abuso de poder,
imposiciones, estrategias voraces de apoderamiento de bienes a costa del trabajo de los
grupos minoritarios, etcétera.

Pérez Pinzón y Pérez Castro, explica desde la teoría de la asociación diferencial o


contactos diferenciales, como lo llamaba Sutherland. Según las bases de esta teoría:

a) El comportamiento criminal o conducta es aprendido, por tanto, no heredado.


b) Se aprende en interacción con otros sujetos a través de la comunicación.
c) La parte principal del aprendizaje cuando adquiere la conducta criminal, se realiza
dentro de estos grupos personales más íntimos y, por lo general, adquieren modos
de comportamiento como impulsos, racionalizaciones y actitudes.
d) La orientación especifica de impulsos y motivos es aprendida, mediante códigos o
modelos que le son favorables para infringir la ley.
e) Los contactos diferenciales pueden ser diversos en cuanto a su intensidad,
duración, frecuencia y prioridad.
f) Este proceso de aprendizaje, mediante pautas delictuosas y no delictuosas son su
mecanismo de enseñanza.
g) A pesar que el comportamiento criminal es expresión de diversas necesidades y
valores, no son sólo éstas, pues la conducta no delictiva es también expresión de
las mismas.

Por otro lado, Zaffaroni indica que:

h) La idea central de Sutherland era que el delito es una conducta aprendida y que se
reproduce -como cualquier enseñanza- por efecto de contactos con definiciones
favorables y del aprendizaje de los métodos.

i) Sutherland introdujo esta tesis en su obra “Criminology” en 1939, con su principio de


la asociación diferencial: una persona se vuelve delincuente por efecto de un exceso
de definiciones favorables a la violación de la ley, que predominan sobre las
definiciones desfavorables a esa violación.

j) Con esto pretendía explicar la criminalidad de forma más amplia que la Escuela de
Chicago, porque los de Chicago no explicaban más que los delitos de los pobres, en
tanto que Sutherland dejó en claro que la criminalidad atraviesa toda la escala social y
que hay tanto delitos de pobres como de ricos y poderosos.

2.6 RACIONALIZACIÓN
Tomando otra vez de consideración el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales, sobre el trastorno antisocial, cabe al tema el siguiente criterio: Pueden ser
indiferentes o dar justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado a
alguien (p. ej., «la vida es dura», «el que es perdedor es porque lo merece» o «de todas
formas le hubiese ocurrido»). Estas personas pueden culpar a las víctimas por ser tontos,
débiles o por merecer su mala suerte, pueden minimizar las consecuencias desagradables
de sus actos o, simplemente, mostrar una completa indiferencia. En general, no dan
ninguna compensación ni resarcen a nadie por su comportamiento. Pueden pensar que
todo el mundo se esfuerza por «servir al número uno» y que uno no debe detenerse ante
nada para evitar que le intimiden.

Así, la culpa se delega a “el otro”, liberándose de la responsabilidad, haciendo menos su


grado de preocupación (si es que existiese en el criminal de manera consciente).
Justificando entonces, que la víctima es así, porque hay una serie de condiciones que lo
llevan a ello a ser víctima, mientras que hay otro tanto de justificantes que llevan al
criminal a ser así, por culpa del contexto también.

Desde el punto de vista de los mecanismos de defensa, esta ocurre cuando se deforma la
realidad al justificar lo que sucede. Se elaboran explicaciones que permiten proteger la
autoestima. En sentido más amplio si se encuentran dificultades para lograr un objetivo,
puede inconscientemente desvalorar la situación y alejarse de tal, negándose a sí mismo
que alguna vez deseaba lograrla.

El antisocial abusa de este mecanismo, para él, los demás tienen la culpa, lo que él ha
hecho no tiene mucha importancia ya que sus hechos son producto de lo que le han
provocado.

2.7 POLITICA CRIMINAL BASADA EN SUTHERLAND

Parecerá redundante señalar más o menos lo mismo en cada base de la Política Criminal,
aquí se ocupa de tener buenas condiciones sociales que optimicen el desarrollo, igualdad
de oportunidades, estabilidad social, política, económica, laboral, etcétera, cohesión
social, familia unida, modelos de aprendizaje sanos, entre otros. Finalmente, las
sociedades crecen así, en su conjunto, los países con altos índices de desarrollo
distribuyen esa igualdad para que esté al alcance de todos, un gobierno ocupado en sus
verdaderas funciones y no en sus intereses personales, partidistas y familiares, serán los
pilares para el crecimiento.

Señala Restrepo Fontalvo, lo que para Sutherland y Cressey implica: “Estas condiciones
físicas proveen el hábitat para la vida humana y consecuentemente pueden facilitar o
impedir contactos entre los seres humanos; quizá en ese sentido estas condiciones están
relacionadas con las oportunidades para la conducta criminal”.

2.8 APRENDIZAJE POSITIVO Y DESARROLLO SOCIAL

En conclusión, ante un panorama donde el delinquir es una opción que se puede adoptar
como una mejor forma de vida, este razonamiento se fortalece en las circunstancias de
desigualdad, exclusión, falta de oportunidades, etcétera. Los servidores públicos de
cualquier nivel, en casi cualquier lugar del mundo, gozan de impunidad, control, poder,
abuso de autoridad, imposición sobre el pueblo que los eligió y que luego les traicionan
imponiéndose con trampas normativas para arraigarse en el poder y la economía; así, por
ejemplo: En Perú, México, Libia, Afganistán, Egipto, Venezuela, Cuba y otros. Desde esas
estructuras paternalistas de poder, se despliega un manto obvio de corrupción. Por otro
lado, empresarios con abuso de poder igualmente, y donde queda el grueso de la
población como minoría y grupo vulnerable, donde el esforzarse por lograr metas, no es
válido, no es garantía, sino pérdida de tiempo, esto, en el supuesto de poder lograr
educación o empleo como puentes para alcanzar algo mejor.

Apunta Orellana Wiarco: “Sutherland parte de la consideración general de que la


desorganización social es la causa de la delincuencia y que consecuentemente una
mejor organización social disminuirá la criminalidad”.

Opinan González Vidaurri y Sánchez Sandoval: Para Edwin H Sutherland, la criminalidad


está en relación de la dependencia que existe entre la falta de estabilidad de los valores
culturales de una sociedad y la irregularidad de la conducta de sus propios miembros.
La pérdida de eficacia de los instrumentos normativos, los cambios económicos, la
mezcla entre diversos grupos sociales, la pérdida de eficacia de los factores primarios
de control como la familia, la autoridad y la religión, son factores que provocan
desorganización social y le eliminan a los individuos os parámetros de referencia
normativos y de guía.

La reestructuración social, gubernamental, laboral, educativa, de salud, entre tantas,


serán la base para tener una sociedad más sólida y empática, unida para cambiar en
conjunto y no en la tendencia individualista, un tanto darwiniana donde solo los más
fuertes merecen sobrevivir, ya que dicha tendencia, es excluyente, induce al abuso y
destrucción de todos contra todos. Algo parecido a la hipótesis del perro callejero: Es
abandonado, excluido, despreciado, rechazado, llegando a convertirse en algo estorboso y
feo para la sociedad, que finalmente, es destruido por el resto.

Orellana Wiarco señala: La postura de Sutherland trae consigo una serie de


consecuencias de vital importancia, entre otras, el planteamiento definitivo de una
sociedad comunista, en el país capitalista por excelencia, lo que acarreó una serie de
críticas fáciles de suponer, no tanto a su postura científica, sino al ángulo político-
económico de sus ideas. Sin embargo, cabe anotar que también se critica el suponer
que la estructura socialista resolverá por sí misma todo o casi todo el problema de la
criminalidad, señalando que lo que acontece es que la delincuencia adquiere otras
formas o matices y que por los datos estadísticos que se cuentan hasta la fecha de los
países en que se ha implantado el socialismo o el comunismo, la criminalidad ha
disminuido en unos renglones y se ha incrementado en otros.

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