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1. Teoría de la anomia
1.1 Introducción
1.2 Concepto
1.7 Conclusiones
2.6 Racionalización
1.1 INTRODUCCIÓN
Importantes Obras
Diversos estudios alrededor de los años 80 mostraron unos elementos muy importantes y
sugestivos del concepto que lo hacen más fecundo más allá del supuesto agotamiento a
que lo llevaron las teorías del control social y la desviación. Nos referimos, entre muchos,
a dos importantes obras que infortunadamente no tienen traducción al español y
curiosamente publicadas en el mismo año (1987). El libro de Marco Orrú, Anomie: History
and meanings, y L’Anomie, de Philippe Besnard.
El trabajo investigativo sobre anomia ha vinculado este concepto con los de delito y
criminalidad. De alguna manera el entendimiento de la conducta delictual y el
comportamiento criminal han estado vinculados en la literatura sociológica al concepto de
anomia. Diversas escuelas del pensamiento sociológico y en diversas épocas han utilizado
el concepto de anomia para explicar la conducta que se aparta de las normas sociales y
jurídicas. La evolución misma de la concepción de la criminalidad ha estado sujeta a ideas
acerca de lo que es anómico en una sociedad dada, así el argentino Gabriel Kessler (2004)
en un apéndice de su obra Sociología del delito amateur, al hacer el recuento de distintas
teorías de la sociología que se han ocupado del delito, encuentra central el tema de
anomia, aún sin admitirlo como tal y encontrando diferencias entre fines o medios
referentes. Así, diferencia la teoría durkheimiana de la anomia, la ubica en razón de los
fines sociales (apartarse de ellos), mientras la teoría mertoniana pone énfasis en los
medios (apartarse de los medios legítimos de la sociedad).
Identificaba al sistema social anómico por una quiebra relativa del orden normativo, una
falta de regulación moral sobre las tendencias y pasiones humanas. Hizo evidente que las
sociedades anómicas se caracterizaran por una elevada tasa de conductas desviadas y de
comportamientos autodestructivos, incluyendo el suicidio. Es una “patología” no del
sistema instrumental, sino del sistema normativo colectivo. Jean Duvignaud, sociólogo
francés, se referiere al concepto de anomia de Durkheim, como el momento de cambio o
transición en una sociedad que aún no muere y otra que aún no nace. Es un momento de
opacidad de la conciencia colectiva, término durkheimiano, cuando la división del trabajo
no logra producir una solidaridad orgánica y las normas correspondientes se quiebran, lo
que se considera un momento de oscuridad en una sociedad. Son “Los estados de
desórdenes” que llamaba Durkheim. Es interesante relacionar este concepto de Anomia
en Durkheim, con su concepto de Crimen o Criminalidad, porque este autor clásico al
considerarlo como “normal” podía prestarse a confusiones, entre una cierta mirada de
relajación moral o cinismo. Pero no es así. Establece que el crimen o delito se asemeja al
dolor, el hombre siempre lo sufre. Por tanto, el delito es natural al hombre como lo es
también el dolor. La normalidad del delito es como la normalidad de cualquier situación
que padecen los seres humanos, a pesar de que el delito está indicando un “desarreglo
social”, una “enfermedad social”. Entonces, el crimen o el delito son normales por su
presencia en todas las sociedades, así como el dolor se presenta en todos los hombres,
estos son síntomas de enfermedad, del hombre o en su caso de una sociedad. La
normalidad del delito o del crimen es para Durkheim un hecho social “normal” sólo en el
sentido expuesto. La otra mención del concepto de Anomia lo hace Durkheim en su obra
El Suicidio, como ya se indicaba, y al respecto señala: El Suicidio Anómico (así denomina
Durkheim a un tipo de suicidio en su tipología de esta conducta) depende exclusivamente
del poder regulador de la sociedad.
Este tipo de suicidio surge en épocas de crisis, es decir, en periodos en que el orden
colectivo sufre perturbaciones. La persecución de un fin inaccesible condena a un
perpetuo estado de descontento, pues es difícil no sentir, a la larga, la inutilidad de una
persecución sin término. Por esto la tasa de suicidios se eleva en épocas de prosperidad
económica; sin embargo, también los desastres financieros, que arrojan a los individuos
por debajo del nivel social que hasta ese momento ocupaban, producen idéntico
fenómeno.
1.5 ¿CÓMO MIGRÓ LA ANOMIA A LA SOCIOLOGÍA NORTEAMERICANA?
Merton señaló que la teoría funcional intenta determinar cómo la estructura social y
cultural engendra una presión hacia la conducta socialmente divergente sobre individuos
situados en diferente posición en dicha estructura. De esta manera se deslindaba de las
tendencias que desde el individualismo veían la trasgresión conductual como un
fenómeno psicopatológico. Merton remarcó que la estructura cultural y el acceso a los
medios legítimos para alcanzar tales fines, en otras palabras, la estructura social puede no
corresponder exactamente. Así señala “el concepto clave que salva el abismo entre la
estática y la dinámica en la teoría funcional es el de tirantez, tensión, contradicción o
discrepancia entre los elementos componentes de la estructura social y cultural”. La
alternancia o disyunción entre objetivos y medios que produce el estrés y la anomia
depende de los valores de cada una de estas variables. Las adaptaciones a tal estrés se
producen aceptando o no los objetivos culturalmente definidos o aceptando o no los
medios legítimos para lograrlos, o sobrevalorando unos u otros. Esto genera los
conocidísimos modelos mertonianos de adaptación a partir de la dicotomía entre medios
y fines (a la manera de Weber), que se señalan en el anterior cuadro. En expresión de
Albert Cohen, uno de los sociólogos norteamericanos más destacados en el estudio del
comportamiento desviado, citado a su vez por Merton, dice sobre el aporte de este, lo
siguiente: “sin embargo, la obra de Merton representa un modesto comienzo por el
camino que conduce a especificar las condiciones que determinan la elección de una de
las varias posibilidades lógicas”. Esta disyunción entre fines y medios lo ilustra Merton,
con ejemplos como el de una competencia atlética, cuando el deseo de victoria o triunfo
se despoja de sus medios institucionales y se reconoce o interpreta el triunfo como ’ganar
el juego’ y no como ‘ganar el juego con las reglas del juego’. Es decir, el énfasis está en los
medios que se emplean (medios legítimos).
1.7 CONCLUSIONES
Esta teoría nos señala como las personas pueden llegar a cambiar su conducta, es decir,
llegar a tener una conducta desviada o no correcta, cuando se relacionan con terceros y
demuestran un comportamiento aprendido el cual no respeta la ley y que además
fomenta la violación de la misma. Es por ello que la mencionada teoría, explica el
surgimiento del delito de cuello blanco tanto a nivel empresarial como en las grandes
ciudades.1
1
Ross.LMatsueda (1988). “El estado actual de la teoría de la asociación diferencial”
resultado de conflictos entre diferentes culturas; y el propio trabajo de Sutherland en
ladrones profesionales, que encontró que con el fin de convertirse en un ladrón
profesional, uno debe convertirse en un miembro de un grupo de ladrones profesionales y
aprender a través de ellos.
Su punto de vista inicial, luego rectificado en parte, era netamente sociológico, ya que
subestimaba el interés de los rasgos de la personalidad del individuo al análisis en torno a
las relaciones sociales (frecuencia, intensidad y significado de la asociación).
El presupuesto de la teoría del aprendizaje viene dado por la idea de organización social
diferencial, que, a su vez, se conectará con las concepciones del conflicto social. Es decir,
Sutherland concibe a la sociedad como una sociedad conflictiva y no armónica, en lo que
constituye un hallazgo no menor dentro de la sociología norteamericana.
Una organización social diferencial significa que en toda sociedad existen diversas
“asociaciones” estructuradas en torno a distintos intereses y metas. El vínculo o nexo de
unión que integra a los individuos en tales grupos constituye el sustrato psicológico real
de los mismos al compartir intereses y proyectos que se comunican libremente de unos
miembros a otros y de generación en generación. Dada esa divergencia existente en la
organización social, resulta inevitable que muchos grupos suscriban y respalden modelos
de conducta delictivo, que otros adopten una posición neutral, indiferente; y que otros, se
enfrenten a los valores criminales y profesen los valores mayoritarios de debido
acatamiento a las normas.2
La denominada “asociación diferencial” será, así, una consecuencia lógica del proceso de
aprendizaje a través de asociaciones de una sociedad plural y conflictiva.
Y remite en la práctica a la teoría del conflicto social, que luego será desarrollado por la
criminología crítica, también a partir de sus estudios sobre los delitos de cuello blanco,
primera aproximación conceptual a las infracciones de los poderosos.
Sutherland acuña el término “delito de cuello blanco” para referirse al delito cometido por
un individuo profesional o de los negocios con un alto estatus social y económico, el cual
aprovecha la confianza que le otorga su estatus y la oportunidad que le brinda el puesto
que ocupa. Detrás de este tipo de delitos suele estar también el beneficio económico,
aunque aquí, el matiz estriba en que el delincuente ya posee un nivel social y económico
que, en principio, no debería presionarlo mucho para buscar dinero, cuanto menos
hacerlo por medios fraudulentos.
Otro elemento clave que participa en la comisión de este tipo de delitos es el abuso de la
confianza. El delincuente de cuello blanco goza generalmente de un estatus de prestigio, a
veces conseguido de forma lícita y profesional, lo que le genera una imagen de confianza
entre subordinados y superiores. El éxito profesional le lleva a una posición de
responsabilidad, pero también de privilegio, maneja grandes presupuestos o/y equipos.
Delante de él se toman las grandes decisiones y fluye el dinero, los beneficios y las
comisiones. Es una zona donde incluso lo objetivo, lo cuantificable y los balances debe-
haber se tornan abstractos mediante el maquillaje financiero, la ingeniería contable o
la optimización fiscal. En este contexto, el delincuente de cuello blanco utiliza su posición,
sin la cual no podría estar en el lugar adecuado, y la confianza que otros han depositado
en él para llevar a cabo el fraude. Desde esta posición, el engaño es más fácil y cómodo
porque las víctimas se dejan llevar, creen u obedecen las indicaciones del defraudador.
Víctimas que pueden ser en estos casos clientes o subordinados, pero también sus propios
jefes o los accionistas para los que trabaja. Esta situación le permite conseguir sus fines sin
apenas resistencia y sin mucho esfuerzo por su parte, lo que facilita el condicionamiento y
repetición de la conducta fraudulenta.3
El uso que hace Sinclair del término, se relaciona con el hecho de que durante la mayor
parte de los siglos XIX y XX, los trabajadores masculinos de oficina de los países
de Europa y América casi siempre tenían que vestir con camisas de cuello blanco.
3
Jiménez Serrano, Jorge (2015).Teoría de la asociación diferencial en el delito de cuello blanco.
Relacionado al término, pero dándole connotación de delito fue acuñado por el sociólogo
norteamericano Edwin H. Sutherland. El 27 de diciembre de 1939 pronunció la
conferencia inaugural de la reunión anual de la American Sociology Society, de la que era
presidente, dedicándola al White Collar Criminality. Diez años más tarde, en 1949, el
contenido de su discurso fue publicado por la editorial Dryden Press de Nueva York,
aunque para ello su autor tuvo que ceder a las exigencias censoras que le impusieron
tanto la Universidad de Indiana como la propia editorial, no siendo hasta 1983 cuando su
monografía salió a la luz en su integridad.
Sutherland asociaba el concepto de delito de cuello blanco con una doble condición: la
pertenencia social del sujeto activo (persona respetable de elevada condición social) y el
ámbito en donde se enmarca la actividad delictiva (delito que se comete en ejercicio de la
profesión de aquél).
Pone el acento el autor en que no existen diferencias entre los delitos de cuello blanco y
los delitos comunes en cuanto a su proceso etiológico, pero enfatiza que rara vez alcanzan
las normas penales a los poderosos por tres razones fundamentales: a) por su posición
dominante; b) por la ausencia de apoyo de leyes sancionadoras de estas conductas, pues
el control de las agencias de comunicación pública está en manos de hombres de negocios
que violan las leyes, y c) por la tendencia a métodos no punitivos de control social
En su origen, el “White-collar crime” fue un concepto más social que legal. Fue una
creación sociológica, pero posteriormente trascendió al ámbito jurídico para designar una
serie de delitos con características comunes. Pero conceptuar jurídicamente un concepto
criminológico acuñado por sociólogos ha sido una tarea inacabada. El debate más
destacado sobre qué se debía de entender por delitos de cuello blanco, fue protagonizado
por su creador y sus seguidores (The Sutherland Tradition) y por la escuela que secundó el
punto de vista de Tappan (The Legal tradition) . Los estudios de los primeros se orientaban
a la documentación de la existencia de actos ilícitos perpetrados por las grandes empresas
americanas, reivindicando su sanción penal; los segundos centraron su análisis en el tipo
de ofensa más que en la relevancia de su autor. Esta diferencia de corrientes revela una
distinta concepción de política criminal: los primeros más beligerantes y los segundos más
conformistas con la tradición. En todo caso, ninguno de los dos puntos de vista es apto
para acotar el desvalor de la acción, ni para definir el bien jurídico merecedor de
protección penal. Esto es así porque la obra de Sutherland denuncia la impunidad penal
de los poderosos que utilizan como plataforma de enriquecimiento su privilegiada
posición socio-laboral. No reclama una tipología nueva de delitos, sino un tratamiento
equiparable al que reciben los delincuentes comunes. Pone el énfasis en el sistema de
inmunidad que se aprovecha de la indefensión, la incapacidad, indiferencia, complicidad o
temor hacia aquellos a quienes se dirige la actuación de control. La transposición del
concepto social-criminológico al ámbito jurídico tiene el inconveniente, si se aleja del
supuesto de hecho penalmente relevante, de convertirse en un Derecho Penal de Autor.
Por su parte, la Escuela clásica, al centrarse exclusivamente en el hecho se acoge a un
criterio formalista, evitando, con tal postura, que se desvelen ciertas conductas
criminógenas que se producen en el entorno del poder4.
Según el Consejo de Europa, son delitos de cuello blanco: el abuso de poder económico de
las multinacionales; la obtención fraudulenta de fondos del Estado; creación de
sociedades ficticias, falsificación de balances, fraudes sobre el capital de sociedades; etc.
Esta teoría fue desarrollada por Sutherland y Donald R. Cressey, este se introdujo en el
libro Principios de Criminología, a partir de la 5ª edición, haciendo cambios considerables
al original, según sus biógrafos. Señalan que las organizaciones sociales en contra de la ley,
son las que fomentan la conducta criminal. Según estos autores, la criminalidad se explica
mediante un conflicto cultural, nace en la sociedad contaminada por clases desiguales,
donde el sujeto tiende a asociarse más a alguna que a otra, esto siendo un proceso normal
de adhesión a grupos.
Indica Orellana Wiarco: El criminal llega a serlo por asociarse a normas culturales
desfavorables; por diferenciarse de los comportamientos aceptables como modelos
4
González Sánchez, Patricio.(2011).” Los delitos del cuello blanco”
por la sociedad. El aprendizaje y asimilación diferencial de normas culturales se efectúa
por la palabra, los gestos, las actitudes, y en menor escala por los medios masivos de
comunicación, que se traducen en conductas delictivas consecuencia de las
experiencias vividas.
Cualquier tipo de asociación tiene una carga de valores que son trasmitidos entre sus
miembros, por supuesto el aprendizaje criminal es parte de este proceso. Así, existen
choques de valores e ideologías, lo que lleva al conflicto. Más cuando estamos en una
sociedad, donde la actividad criminal, corrupta, impune, fanfarrona, presunciosa,
ignorante y demás, es más valuada.
González Vidaurri y Sánchez Sandoval señalan: Los conflictos de intereses que dan
origen a las “asociaciones diferenciales” son idénticos a aquellos que provocan el
nacimiento de todo tipo de asociación. El hombre en la realidad, logra muy poco con
sus propios medios y es por ello, que siente la necesidad de asociarse a otros que
busquen sus mismos objetivos comunes.
Lado contrario a esto, son los empresarios o grupos de poder y diplomacia, donde se alían
para lograr mismos objetivos de crecimiento, pero bajo medios válidos y aceptables, no
obstante, no se omite el lado “blanco” de su criminalidad, con abuso de poder,
imposiciones, estrategias voraces de apoderamiento de bienes a costa del trabajo de los
grupos minoritarios, etcétera.
h) La idea central de Sutherland era que el delito es una conducta aprendida y que se
reproduce -como cualquier enseñanza- por efecto de contactos con definiciones
favorables y del aprendizaje de los métodos.
j) Con esto pretendía explicar la criminalidad de forma más amplia que la Escuela de
Chicago, porque los de Chicago no explicaban más que los delitos de los pobres, en
tanto que Sutherland dejó en claro que la criminalidad atraviesa toda la escala social y
que hay tanto delitos de pobres como de ricos y poderosos.
2.6 RACIONALIZACIÓN
Tomando otra vez de consideración el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos
mentales, sobre el trastorno antisocial, cabe al tema el siguiente criterio: Pueden ser
indiferentes o dar justificaciones superficiales por haber ofendido, maltratado o robado a
alguien (p. ej., «la vida es dura», «el que es perdedor es porque lo merece» o «de todas
formas le hubiese ocurrido»). Estas personas pueden culpar a las víctimas por ser tontos,
débiles o por merecer su mala suerte, pueden minimizar las consecuencias desagradables
de sus actos o, simplemente, mostrar una completa indiferencia. En general, no dan
ninguna compensación ni resarcen a nadie por su comportamiento. Pueden pensar que
todo el mundo se esfuerza por «servir al número uno» y que uno no debe detenerse ante
nada para evitar que le intimiden.
Desde el punto de vista de los mecanismos de defensa, esta ocurre cuando se deforma la
realidad al justificar lo que sucede. Se elaboran explicaciones que permiten proteger la
autoestima. En sentido más amplio si se encuentran dificultades para lograr un objetivo,
puede inconscientemente desvalorar la situación y alejarse de tal, negándose a sí mismo
que alguna vez deseaba lograrla.
El antisocial abusa de este mecanismo, para él, los demás tienen la culpa, lo que él ha
hecho no tiene mucha importancia ya que sus hechos son producto de lo que le han
provocado.
Parecerá redundante señalar más o menos lo mismo en cada base de la Política Criminal,
aquí se ocupa de tener buenas condiciones sociales que optimicen el desarrollo, igualdad
de oportunidades, estabilidad social, política, económica, laboral, etcétera, cohesión
social, familia unida, modelos de aprendizaje sanos, entre otros. Finalmente, las
sociedades crecen así, en su conjunto, los países con altos índices de desarrollo
distribuyen esa igualdad para que esté al alcance de todos, un gobierno ocupado en sus
verdaderas funciones y no en sus intereses personales, partidistas y familiares, serán los
pilares para el crecimiento.
Señala Restrepo Fontalvo, lo que para Sutherland y Cressey implica: “Estas condiciones
físicas proveen el hábitat para la vida humana y consecuentemente pueden facilitar o
impedir contactos entre los seres humanos; quizá en ese sentido estas condiciones están
relacionadas con las oportunidades para la conducta criminal”.
En conclusión, ante un panorama donde el delinquir es una opción que se puede adoptar
como una mejor forma de vida, este razonamiento se fortalece en las circunstancias de
desigualdad, exclusión, falta de oportunidades, etcétera. Los servidores públicos de
cualquier nivel, en casi cualquier lugar del mundo, gozan de impunidad, control, poder,
abuso de autoridad, imposición sobre el pueblo que los eligió y que luego les traicionan
imponiéndose con trampas normativas para arraigarse en el poder y la economía; así, por
ejemplo: En Perú, México, Libia, Afganistán, Egipto, Venezuela, Cuba y otros. Desde esas
estructuras paternalistas de poder, se despliega un manto obvio de corrupción. Por otro
lado, empresarios con abuso de poder igualmente, y donde queda el grueso de la
población como minoría y grupo vulnerable, donde el esforzarse por lograr metas, no es
válido, no es garantía, sino pérdida de tiempo, esto, en el supuesto de poder lograr
educación o empleo como puentes para alcanzar algo mejor.