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La masturbación

Por:
Antonio Hortelano,
en “El amor y la sexualidad” Problemas de Moral,
c.16, t. 2, Ed. Sígueme, Salamanca, 1982, 564-574.

La masturbación consiste en un fenómeno de autosexualidad. La fascinación del otro sexo


se retuerce sobre sí misma, contra todo lo que cabría esperar del impulso altruista de la
sexualidad, para quedarse en propia satisfacción sin apertura al otro. Este fenómeno va
acompañado generalmente de un insistente ensimismamiento, que va alejando al yo de la
realidad, para terminar por encerrarle en un mundo de ensoñación más o menos obsesiva.

Parece un hecho comprobado que la masturbación es muy frecuente en ambientes


juveniles, sobre todo entre chicos, aunque también empieza a manifestarse en las
muchachas. No sabemos exactamente la amplitud del hecho. Se están haciendo numerosas
estadísticas para comprobarlo. Desde el ya famoso sondeo de Kinsey tropezamos en
general con las mismas dificultades. La base matemática de las estadísticas no es siempre
suficientemente significativa. Y con frecuencia hay que matizar mucho las respuestas, sea
por la inhibición a que todavía están sometidas muchas personas en este terreno, sea
porque, en el otro extremo, es también frecuente el caso, particularmente entre hombres, de
los que sienten el prurito varonil de la exhibición ante los demás. De todos modos parece
que no es aventurado decir que una gran parte de nuestros muchachos se masturban.

También existe la masturbación en ambientes adultos, sobre todo cuando se trata de


circunstancias especiales, como ha ocurrido siempre que el hombre está sometido contra su
deseo profundo a la soledad. Es el caso, por ejemplo, de los internos, marinos y reclusos.

El problema es lo suficientemente vasto, como para que nos preocupemos de él. Vamos a
estudiar los diversos aspectos del mismo en unos momentos en que no hay demasiada
seguridad respecto a la valoración del hecho masturbatorio y a la pedagogía a seguir con él.

1. Diferenciación

No podemos considerar la masturbación como un bloque monolítico. En realidad, hay


muchos y diferentes tipos de masturbación. Y no podemos tratar igual uno que otro.
Estudiaremos algunos de los principales de estos tipos.

a) Masturbación patológica

Es una verdadera neurosis. Y consiste en una fijación obsesiva del sujeto en la


masturbación, como si no hubiera otra cosa más importante en su vida. Un síntoma de esta
obsesión es la repetición consecutiva de los actos masturbatorios. Estos pueden sucederse
uno a otro, de tal modo que el sujeto tiene dos, tres y hasta cuatro masturbaciones seguidas,
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sin apenas intervalo de separación entre una y otra. Se vive en la espera impaciente de la
oportunidad de masturbarse. Y nada tiene sentido ni valor en esa expectación.

b) Masturbación fisiológica

Este tipo de masturbación es muy diferente del anterior. Podríamos decir que se encuentra
en los antípodas. La masturbación se banaliza hasta el punto que se considera casi como
beberse un vaso de agua. En realidad es simplemente un desahogo fisiológico del prurito
sexual. La vida sigue normal y la masturbación no acapara prácticamente sino un mínimo
de energía vital. Apenas si roza la epidermis del yo. Para éste la masturbación es un detalle
entre mil de la vida cotidiana.

c) Masturbación psicológica

Es un tipo de masturbación en que el yo está implicado seriamente, pero sin llegar a la


obsesión. La masturbación no es obsesiva, pero afecta profundamente al yo. No le deja
indiferente. Todo el ser está comprometido en la masturbación, aunque este compromiso
no impida dar también importancia a otras preocupaciones de la vida. En la masturbación
psicológica podemos encontrarnos profundas diferencias:

1) Masturbación sustitutiva

En este tipo de masturbación el yo no desea la masturbación como tal. Le atrae el otro sexo
y está dispuesto a comprometerse con él, pero vive en unas determinadas circunstancias
sociales que se lo impiden. Este tipo de masturbación se da frecuentemente en los
ambientes cerrados de carácter monosexual, por ejemplo, en los internados, los cuarteles,
los barcos y las cárceles.

Generalmente en este tipo de masturbación sustitutiva se desarrolla mucho el elemento


imaginativo. El yo se masturba, pero piensa y sueña en el otro sexo. Esto hace que este tipo
de masturbación sea menos grave, ya que en realidad, aunque el yo se masturbe
materialmente, de un modo formal no es masturbatorio. En este caso tenemos claramente
una heterosexualidad imaginativa, lo que no ocurre en el que se masturba, atraído como
está por el abismo de la autosexualidad.

2) Masturbación enraizada

Aquí el yo se masturba, no en plan de sustitución, sino porque la masturbación como tal le


satisface y le llena. El sujeto vive ensimismado y encuentra en sí mismo su realización.
Nos recuerda a la torre de marfil de Descartes. «No necesito tomar en préstamo nada de
nadie». El otro sexo resulta temible. Y ante la inseguridad de encontrar en él un fracaso, el
yo se refugia en su propio sexo. Este tipo de masturbación ocurre con frecuencia en
aquellos que de niños no recibieron suficiente afecto en el hogar. Si este déficit fue
excesivamente grande, en determinadas circunstancias psicológicas, puede hasta originar
una verdadera neurosis obsesiva de carácter masturbatorio, que llega a manifestarse en los
mismos niños.
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Un síntoma claro de esta masturbación enraizada lo tenemos cuando el sujeto prefiere


masturbarse a tener relaciones heterosexuales en circunstancias normales. Es el caso, por
ejemplo, de los casados que se abstienen de vivir conyugalmente para encerrarse en la
masturbación. Casos que encontramos con relativa frecuencia y que minan por la base el
matrimonio.

3) Masturbación espiritualizada

La masturbación está tan profundamente introyectada en el sujeto que éste puede incluso
abstenerse de lo que es materialmente sexual en su masturbación. Se masturba, diríamos de
un modo espiritual y casi platónico. Esta masturbación espiritualizada es sumamente grave,
ya que, por una parte no está sometida a crítica, pues el sujeto se siente con la conciencia
tranquila, y, por otra, afecta a estratos muy profundos del ser. El yo vive en un estado de
profundo ensimismamiento sin preocuparse para nada de los otros, como si él fuera el
centro del mundo y todo lo que ocurre en él no tuviera ninguna importancia. Esto mismo
puede ocurrir igualmente con determinados grupos sociales que se sienten autosuficientes
en todo orden. En el fondo están corroídos por un fenómeno de masturbación colectiva. Es
quizás el gran pecado que Jesús trató por todos los medios de desenmascarar en los
fariseos.

2. Valoración

Respecto a la masturbación, los juicios de valor en la actualidad están prácticamente


contrapuestos. Hay para todos los gustos. Lo que está causando una no pequeña confusión
en el hombre de la calle. Muchos sacerdotes, incluso, no saben muy bien el terreno que
pisan. Vamos a tratar de hacer una valoración del fenómeno masturbatorio lo más objetiva
posible.

a) Planteamiento subjetivo

Desde un punto de vista objetivo, la doctrina tradicional de la iglesia era clara y


terminante. La masturbación, se decía, es siempre un pecado grave por parte de la materia.
Pero subjetivamente no es imputable, siempre que hay ignorancia de esta gravedad en el
sujeto o falta absoluta de libertad. Esta ignorancia era relativamente frecuente en los
adolescentes. Hoy, dada la mayor información sexual de los niños, estos casos están
disminuyendo rápidamente.

Hay también ciertos casos en que la pasión es tan fuerte que puede condicionar de tal modo
la libertad del yo, que éste en algunas ocasiones llega hasta a perder por completo el
control de su voluntad. Es natural que en todos estos casos el sujeto no es responsable de lo
que hace, tanto si se trata de la masturbación, como de cualquier otra materia moral, por
grave que ésta sea. Si la pasión no es suficiente para bloquear el uso de la libertad, por lo
menos puede ser una circunstancia atenuante en la mayoría de los casos.

Modernamente estamos introduciendo, como antes dijimos, unas nuevas categorías


antropológicas a este respecto. La más importante de ellas es el vértigo. Sobre todo en el
caso de la masturbación nos encontramos con frecuencia esta situación extraña. El yo,
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psicológicamente precoz y bombardeado obsesivamente por lo erótico, termina muchas


veces por sentir una especie de vértigo moral. Ve que se cae, se da perfectamente cuenta de
ello, no quiere caerse y sin embargo el abismo termina por engullirle y se cae
irremediablemente. Es evidente que en esta hipótesis el sujeto no es responsable de su
masturbación, aunque tenga conciencia de ella. Aquí está la diferencia radical entre una
masturbación vertiginosa y una polución nocturna. En ésta el sujeto no es consciente y por
eso no es libre ni responsable. En cambio, en la masturbación vertiginosa el sujeto es
consciente y sin embargo no es libre porque el abismo le atrae sin posibilidad de
resistencia, como en el caso del vértigo físico.

b) Planteamiento objetivo

Cuando decimos planteamiento objetivo no nos referimos a un mundo abstracto totalmente


al margen de la persona humana. Aludimos a los valores que no aparecen en cuanto tales
en un planteamiento meramente subjetivo. Prescindiendo, pues, de situaciones
estrictamente subjetivas en que la masturbación no puede imputarse al sujeto por falta de
responsabilidad, cabe ahora plantearse el problema mucho más profundo y radical de saber
si la masturbación es un valor o un contravalor.

1) Nivel religioso

No podemos plantearnos este problema en un nivel religioso propiamente dicho, ya que la


masturbación no aparece de un modo explícito y preciso ni en la Biblia ni en la iglesia
primitiva. A lo sumo nos encontramos con prohibiciones generales de carácter sexual en
las famosas listas de pecados del nuevo testamento. Pero los textos en los que algunos
habían creído encontrar una alusión a la masturbación, se refieren más bien a la
homosexualidad. La preocupación de la iglesia por la masturbación es más tardía y está
ligada probablemente a la ascética monástica.

2) Nivel biológico

Más interesante es el planteamiento del problema a nivel biológico. Este ha sido el enfoque
tradicional. Hay en él algunos aspectos totalmente superados por la ciencia moderna. Por
ejemplo, en la edad media se llegó a pensar que la masturbación era inmoral, porque
constituía un verdadero aborto. Entonces se creía que en el proceso de la reproducción todo
se debía al esperma masculino. En él había ya una especie de embrión (homunculus) que se
desarrollaría después en el seno materno. El papel de la madre era puramente pasivo y se
reducía a albergar dentro de sí al nuevo ser humano, ofreciéndole calor, cobijo y
alimentación, lo mismo más o menos que haría después en el hogar, cuando el niño
hubiese nacido. No olvidemos que el óvulo femenino no fue descubierto hasta el siglo XIX
por Baer. Y sólo entonces tuvimos que aceptar de un modo ineludible el papel activo de la
mujer en el proceso de reproducción.

Para la mentalidad tradicional, según esto, la masturbación era un verdadero asesinato,


pues el derrame del semen masculino suponía la muerte para millones de seres humanos en
camino. Hoy está claro que no se puede hablar de aborto y asesinato sino a partir de la
fecundación del semen, como mínimo. Sólo entonces tenemos serias posibilidades de
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encontrarnos con un verdadero hombre. Antes no hay alguien sino algo. Y para matar es
necesario eliminar a alguien quitándole la vida. Otro aspecto superado de este
planteamiento biológico es presentar a la masturbación como inmoral por los perjuicios
graves que puede ocasionar a la salud. Esta manera de considerar el problema ha existido
hasta prácticamente nuestros días. Pero en realidad no es correcta; no es cierto que la
masturbación sea perjudicial para la salud física del hombre. Puede serlo, si se abusa de
ella. Pero esto ocurre igualmente en el uso normal del matrimonio. Un adulto, por ejemplo,
que se masturba dos o tres veces por semana, no causa de por sí ningún perjuicio a su
organismo. No hemos de apoyarnos en pseudomotivos para combatir la masturbación ya
que esto termina por descubrirse y hace mucho daño al prestigio de la función crítica que
debe ejercer la moral.

El único aspecto del planteamiento biológico de esta valoración que todavía puede seguir
interesándonos más o menos es el que insiste en que la masturbación se aleja del modelo
biológico de heterosexualidad impuesto por la naturaleza. Los animales no se masturban, si
no los colocamos en determinadas circunstancias, por ejemplo, de hacinamiento.... etc, con
lo que en el fondo introyectamos en ellos nuestra problemática humana.

¿Qué decir de esta manera de argumentar? Tiene algo de razón, porque somos en parte
biología, como dijimos antes. Pero lo biológico ha sido asumido por el hombre y
trasformado radicalmente en él. En nosotros la sexualidad más que instinto «en mí», es
fenómeno «mío» y por lo tanto expresión de toda mi persona. La masturbación es, pues,
manifestación de todo el ser humano. Aun en la masturbación meramente fisiológica, que
se realiza casi como quien bebe un vaso de agua, el yo está implicado de algún modo,
aunque sea en zonas más superficiales y periféricas. Y si no estuviera de ningún modo
comprometido, asistiríamos a una grave disociación de la sexualidad, que terminaría
probablemente por provocar su ruina en forma de inhibición o frigidez.

3) Nivel psicológico

Finalmente, puede plantearse el problema de la valoración de la masturbación a nivel


psicológico. El dominico francés A. Plé ha sido uno de los grandes promotores de esta
apertura. Esta psicologización del problema se ha llevado a cabo a nivel patológico y a
nivel normal. Desde un punto de vista psicológico-médico se han estudiado ciertos casos
de masturbación descubriendo en ellos verdaderas neurosis obsesivas, lo que no ofrece
mayor dificultad en el diagnóstico, ni en la terapia. Mayores dificultades encontramos en el
planteamiento psicológico normal de la masturbación. A este nivel la masturbación ¿es
benéfica para el psiquismo? ¿gravemente perjudicial? ¿levemente?

a) Valoración revolucionaria

Schwartz y otros psicólogos piensan, como dijimos antes, que la masturbación no


solamente no es perjudicial para la persona humana, sino que es benéfica para la
maduración de la misma. La masturbación no sería sino la primera etapa de la iniciación
sexual, que después de pasar por la prostitución, el amor libre y las relaciones sexuales
prematrimoniales, desembocaría finalmente en el matrimonio.
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Un análisis fenomenológico de todo este proceso nos descubre inmediatamente lo endeble


de esta construcción. Es evidente que hemos de prepararnos al amor. Estamos de acuerdo
que amar no es cosa fácil. Son pocos, muy pocos, los que llegan a un amor pleno y
trascendental. Pero la dificultad no estriba tanto en lo sexual, cuanto en la amistad, como
dijimos antes. Con estas experiencias previas al matrimonio: masturbación, prostitución,
amor libre y relaciones sexuales prematrimoniales, lejos de madurarnos en el amor, nos
exponemos a dañarlo seriamente. Es evidente, siguiendo este mismo esquema, que cuanto
más lejos del amor pleno del matrimonio se produzcan estas experiencias más perjudiciales
pueden ser. La masturbación de por si daña más que la prostitución. Nos referimos al
sujeto, porque en la prostitución tenemos un elemento nuevo que complica enormemente
las cosas y es la manipulación y alienación del otro, a quien se compra como mercancía y
se trata como algo, como cosa, y no como alguien. Y la prostitución es más perjudicial que
el amor libre y éste más que las relaciones sexuales prematrimoniales. Perjudica mucho
más a un joven ir cada semana con una chica que tener experiencias con la que va a ser
definitivamente su mujer. En esto estamos de acuerdo con el esquema antedicho. Pero no
podemos admitir que el esquema constituya una escala de valores propiamente dichos.

El gran peligro de todas estas experiencias es que, no siendo expresión de amor en un


grado u otro, son inauténticas psicológicamente e inmorales. En la masturbación no
expresamos el amor a nadie. Y si se hace imaginativamente, por ejemplo, en los casos de
sustitución, nos encontramos ciertamente con una circunstancia atenuante. Tampoco la
prostitución es expresión de amor. Todo lo contrario. El amor libre y las relaciones
sexuales prematrimoniales sí lo son en parte. Pero no de un modo total y para siempre en el
primer caso, o de un modo precoz en el segundo, como veremos después.

Faltando, pues, contenido y validez a estas expresiones sexuales, tienen el riesgo de que, si
nos instalamos en ellas, se produzca una fijación en el proceso de maduración afectiva, o lo
que será todavía peor, una regresión. Pongamos el caso de la masturbación, que estamos
estudiando ahora. Si un joven se instala en ella mecanizándola, en lugar de constituir una
etapa de iniciación, el muchacho quedará fijo en esa actitud por el shock que le produce. Y,
aun cuando después se case, va a correr el riesgo de convertir su matrimonio en una
masturbación indefinida, sea porque prefiere la masturbación a las relaciones sexuales, sea
porque, aunque acepte éstas, las viva formalmente como masturbatorias.

Claro está que todo esto se aplica sólo en el caso de que nos encontremos con una
verdadera actitud masturbatoria y no con casos aislados que no han llegado a zonas
profundas del yo. En esa hipótesis es muchísimo menor la importancia de la masturbación.

Todo lo que hemos dicho hasta ahora se refería fundamentalmente a los jóvenes en su
proceso de evolución afectiva. El caso de los adultos puede ser diferente, sobre todo si se
trata de personas casadas y que tienen la oportunidad de vivir conyugalmente de un modo
normal. Más complejo es el caso de los celibatarios voluntarios o por fuerza de las
circunstancias. Sobre todo la situación de estos últimos es muy especial y hace que muchas
veces en ellos la masturbación tenga muchos atenuantes y sea por lo mismo menos
perjudicial que en los otros, desde un punto de vista psicológico.

b) Valoración tradicional
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En el extremo opuesto a esta teoría que ve en la masturbación algo inofensivo y hasta


beneficioso para la maduración del amor, nos encontramos con la sentencia tradicional,
según la cual la masturbación es intrínsecamente grave en todas las circunstancias, siempre
que el sujeto sea consciente y libre. Nos da la impresión de que esta valoración es
demasiado abstracta e impersonal. Se mueve en un mundo de conceptos y no de personas
concretas. Hace una definición de la masturbación, sin tener en cuenta las circunstancias
concretas de la vida y la fusila sin contemplaciones. Pero, en realidad, hay muchísimos
tipos de masturbación, como dijimos antes, y no todas pueden tratarse de la misma manera.
La masturbación no es sólo fisiología, sino psicología y ésta es muy complicada y
compleja. Si la masturbación no consistiese más que en un hecho fisiológico, la solución
podía ser tan simplista como pretende la sentencia tradicional. Pero no es así. Quien se
masturba es un hombre concreto y su masturbación expresa una actitud humana por demás
compleja. Sin tener en cuenta lo que hay debajo de la masturbación no podemos valorarla
adecuadamente.

c) Valoración actual

En la zona intermedia entre los radicales de ahora y los tradicionalistas de antaño nos
encontramos con una corriente de opinión que poco a poco se va abriendo paso en el
campo de la antropología y la moral. La masturbación no es de por sí buena, no es un valor
en cuanto tal. Perjudica al hombre en cuanto impide el movimiento de entrega heterosexual
al otro. Y es por lo tanto inmoral. Pero el grado de perjuicio depende de hasta dónde llegue
su enraizamiento en profundidad. No puede ser igual de grave en el caso, por ejemplo, del
muchacho que por culpa de la masturbación se encierra en sí mismo y se hace incapaz de
darse a los demás y de poner ilusión en lo que lleva entre manos: estudio, juegos,
relaciones interpersonales, que en el caso del otro muchacho para quien la masturbación no
pasa casi de ser un simple desahogo fisiológico que apenas si le roza a flor de piel.

Muchos creen que la masturbación no puede ser grave nunca porque no implica el yo
profundo, la opción fundamental, diría Curran, o no compromete a todo el hombre, como
dice Oraison. Personalmente creemos que puede haber casos en que la masturbación puede
ser suficientemente profunda como para pensar que perjudica gravemente a la persona y
casos en que no (1).

NOTAS

1. A. Artus-E. Rolland, La masturbation, en Morale sexuelle et difficultés contemporaines,


Paris 1953, 243-290; A. Snoeck, Masturbatión et péché grave, en Puberté et problémes
sexuels de l'adolescence, Paris 1956, 141158; L. Scremin, El vicio solitario, Bilbao 1959;
R. A. McCorinink, Adolescent masturbation: Homiletic and Pastoral Review 60 (1959-
1960) 527-540; A. R. Kosnik, The imputability of acts of masturbation among males,
Roma 1961; C. Curran, Masturbation and objectively grave matter: an exploratory
discussión: Promedings of the Catholic Theological Society of America 21 (1966) 95-112;
M. Petitmangin, La masturbation. Etudes, clinique, morale, pastorale, Paris 1967; A. Plé,
La masturbación, Bilbao 1970; A. Nalesso, L'autoerotismo nell'adolescente, Torino 1970;
Antonio Hortelano, La masturbacion 8

A. Baen, El autoerotismo como problema pedagógico: Revista del Instituto de la Juventud


25 (1970) 71-88; F. Santos Neila, La masturbación en la moral coránica: Pentecostés IX
(1971) 194-221; A. Aisteens, La masturbación en los adolescentes, Barcelona 1972; B.
Häring, Masturbazione, fenomeno e guarigione, Catania 1974; L. Rossi, Masturbación, en
Diccionario enciclopédico de teología moral, Madrid 1974, 625-636.

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