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Por:
Antonio Hortelano,
en “El amor y la sexualidad” Problemas de Moral,
c.16, t. 2, Ed. Sígueme, Salamanca, 1982, 564-574.
El problema es lo suficientemente vasto, como para que nos preocupemos de él. Vamos a
estudiar los diversos aspectos del mismo en unos momentos en que no hay demasiada
seguridad respecto a la valoración del hecho masturbatorio y a la pedagogía a seguir con él.
1. Diferenciación
a) Masturbación patológica
sin apenas intervalo de separación entre una y otra. Se vive en la espera impaciente de la
oportunidad de masturbarse. Y nada tiene sentido ni valor en esa expectación.
b) Masturbación fisiológica
Este tipo de masturbación es muy diferente del anterior. Podríamos decir que se encuentra
en los antípodas. La masturbación se banaliza hasta el punto que se considera casi como
beberse un vaso de agua. En realidad es simplemente un desahogo fisiológico del prurito
sexual. La vida sigue normal y la masturbación no acapara prácticamente sino un mínimo
de energía vital. Apenas si roza la epidermis del yo. Para éste la masturbación es un detalle
entre mil de la vida cotidiana.
c) Masturbación psicológica
1) Masturbación sustitutiva
En este tipo de masturbación el yo no desea la masturbación como tal. Le atrae el otro sexo
y está dispuesto a comprometerse con él, pero vive en unas determinadas circunstancias
sociales que se lo impiden. Este tipo de masturbación se da frecuentemente en los
ambientes cerrados de carácter monosexual, por ejemplo, en los internados, los cuarteles,
los barcos y las cárceles.
2) Masturbación enraizada
3) Masturbación espiritualizada
La masturbación está tan profundamente introyectada en el sujeto que éste puede incluso
abstenerse de lo que es materialmente sexual en su masturbación. Se masturba, diríamos de
un modo espiritual y casi platónico. Esta masturbación espiritualizada es sumamente grave,
ya que, por una parte no está sometida a crítica, pues el sujeto se siente con la conciencia
tranquila, y, por otra, afecta a estratos muy profundos del ser. El yo vive en un estado de
profundo ensimismamiento sin preocuparse para nada de los otros, como si él fuera el
centro del mundo y todo lo que ocurre en él no tuviera ninguna importancia. Esto mismo
puede ocurrir igualmente con determinados grupos sociales que se sienten autosuficientes
en todo orden. En el fondo están corroídos por un fenómeno de masturbación colectiva. Es
quizás el gran pecado que Jesús trató por todos los medios de desenmascarar en los
fariseos.
2. Valoración
a) Planteamiento subjetivo
Hay también ciertos casos en que la pasión es tan fuerte que puede condicionar de tal modo
la libertad del yo, que éste en algunas ocasiones llega hasta a perder por completo el
control de su voluntad. Es natural que en todos estos casos el sujeto no es responsable de lo
que hace, tanto si se trata de la masturbación, como de cualquier otra materia moral, por
grave que ésta sea. Si la pasión no es suficiente para bloquear el uso de la libertad, por lo
menos puede ser una circunstancia atenuante en la mayoría de los casos.
b) Planteamiento objetivo
1) Nivel religioso
2) Nivel biológico
Más interesante es el planteamiento del problema a nivel biológico. Este ha sido el enfoque
tradicional. Hay en él algunos aspectos totalmente superados por la ciencia moderna. Por
ejemplo, en la edad media se llegó a pensar que la masturbación era inmoral, porque
constituía un verdadero aborto. Entonces se creía que en el proceso de la reproducción todo
se debía al esperma masculino. En él había ya una especie de embrión (homunculus) que se
desarrollaría después en el seno materno. El papel de la madre era puramente pasivo y se
reducía a albergar dentro de sí al nuevo ser humano, ofreciéndole calor, cobijo y
alimentación, lo mismo más o menos que haría después en el hogar, cuando el niño
hubiese nacido. No olvidemos que el óvulo femenino no fue descubierto hasta el siglo XIX
por Baer. Y sólo entonces tuvimos que aceptar de un modo ineludible el papel activo de la
mujer en el proceso de reproducción.
encontrarnos con un verdadero hombre. Antes no hay alguien sino algo. Y para matar es
necesario eliminar a alguien quitándole la vida. Otro aspecto superado de este
planteamiento biológico es presentar a la masturbación como inmoral por los perjuicios
graves que puede ocasionar a la salud. Esta manera de considerar el problema ha existido
hasta prácticamente nuestros días. Pero en realidad no es correcta; no es cierto que la
masturbación sea perjudicial para la salud física del hombre. Puede serlo, si se abusa de
ella. Pero esto ocurre igualmente en el uso normal del matrimonio. Un adulto, por ejemplo,
que se masturba dos o tres veces por semana, no causa de por sí ningún perjuicio a su
organismo. No hemos de apoyarnos en pseudomotivos para combatir la masturbación ya
que esto termina por descubrirse y hace mucho daño al prestigio de la función crítica que
debe ejercer la moral.
El único aspecto del planteamiento biológico de esta valoración que todavía puede seguir
interesándonos más o menos es el que insiste en que la masturbación se aleja del modelo
biológico de heterosexualidad impuesto por la naturaleza. Los animales no se masturban, si
no los colocamos en determinadas circunstancias, por ejemplo, de hacinamiento.... etc, con
lo que en el fondo introyectamos en ellos nuestra problemática humana.
¿Qué decir de esta manera de argumentar? Tiene algo de razón, porque somos en parte
biología, como dijimos antes. Pero lo biológico ha sido asumido por el hombre y
trasformado radicalmente en él. En nosotros la sexualidad más que instinto «en mí», es
fenómeno «mío» y por lo tanto expresión de toda mi persona. La masturbación es, pues,
manifestación de todo el ser humano. Aun en la masturbación meramente fisiológica, que
se realiza casi como quien bebe un vaso de agua, el yo está implicado de algún modo,
aunque sea en zonas más superficiales y periféricas. Y si no estuviera de ningún modo
comprometido, asistiríamos a una grave disociación de la sexualidad, que terminaría
probablemente por provocar su ruina en forma de inhibición o frigidez.
3) Nivel psicológico
a) Valoración revolucionaria
Faltando, pues, contenido y validez a estas expresiones sexuales, tienen el riesgo de que, si
nos instalamos en ellas, se produzca una fijación en el proceso de maduración afectiva, o lo
que será todavía peor, una regresión. Pongamos el caso de la masturbación, que estamos
estudiando ahora. Si un joven se instala en ella mecanizándola, en lugar de constituir una
etapa de iniciación, el muchacho quedará fijo en esa actitud por el shock que le produce. Y,
aun cuando después se case, va a correr el riesgo de convertir su matrimonio en una
masturbación indefinida, sea porque prefiere la masturbación a las relaciones sexuales, sea
porque, aunque acepte éstas, las viva formalmente como masturbatorias.
Claro está que todo esto se aplica sólo en el caso de que nos encontremos con una
verdadera actitud masturbatoria y no con casos aislados que no han llegado a zonas
profundas del yo. En esa hipótesis es muchísimo menor la importancia de la masturbación.
Todo lo que hemos dicho hasta ahora se refería fundamentalmente a los jóvenes en su
proceso de evolución afectiva. El caso de los adultos puede ser diferente, sobre todo si se
trata de personas casadas y que tienen la oportunidad de vivir conyugalmente de un modo
normal. Más complejo es el caso de los celibatarios voluntarios o por fuerza de las
circunstancias. Sobre todo la situación de estos últimos es muy especial y hace que muchas
veces en ellos la masturbación tenga muchos atenuantes y sea por lo mismo menos
perjudicial que en los otros, desde un punto de vista psicológico.
b) Valoración tradicional
Antonio Hortelano, La masturbacion 7
c) Valoración actual
En la zona intermedia entre los radicales de ahora y los tradicionalistas de antaño nos
encontramos con una corriente de opinión que poco a poco se va abriendo paso en el
campo de la antropología y la moral. La masturbación no es de por sí buena, no es un valor
en cuanto tal. Perjudica al hombre en cuanto impide el movimiento de entrega heterosexual
al otro. Y es por lo tanto inmoral. Pero el grado de perjuicio depende de hasta dónde llegue
su enraizamiento en profundidad. No puede ser igual de grave en el caso, por ejemplo, del
muchacho que por culpa de la masturbación se encierra en sí mismo y se hace incapaz de
darse a los demás y de poner ilusión en lo que lleva entre manos: estudio, juegos,
relaciones interpersonales, que en el caso del otro muchacho para quien la masturbación no
pasa casi de ser un simple desahogo fisiológico que apenas si le roza a flor de piel.
Muchos creen que la masturbación no puede ser grave nunca porque no implica el yo
profundo, la opción fundamental, diría Curran, o no compromete a todo el hombre, como
dice Oraison. Personalmente creemos que puede haber casos en que la masturbación puede
ser suficientemente profunda como para pensar que perjudica gravemente a la persona y
casos en que no (1).
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