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1956

Néstor Videla: un uruguayense entre los mártires del General Valle


Indice

En la noche del 9 de junio de 1956, la llamada “Revolución Libertadora”, que nueve meses antes había derrocado al
presidente Juan Domingo Perón, aplastó el levantamiento del general Juan José Valle al frente de un puñado de
militares leales. Sin juicio, fueron fusilados. Entre ellos estaba un vecino de Concepción del Uruguay: Néstor Marcelo
Videla.

El 9 de junio de 1956 estallaba el movimiento revolucionario encabezado por el general Juan José Valle con el
objetivo de “restablecer la soberanía popular” tras el golpe militar que encabezaron Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio
Aramburu e Isaac Rojas, que un año antes había derrocado al entonces presidente Juan Domingo Perón, quien transitaba
su segundo mandato constitucional.

La proclama de Valle “Al Pueblo de la Nación Argentina” enumeraba las razones que los llevaban “a tomar las
armas” ante “la más cruel y despiadada tiranía (…) de una minoría despótica (…) sostenida por el terror y la violencia
en el poder...”. El levantamiento fracasó: los rebeldes sólo logran tomar unos pocos objetivos militares y edificios
públicos en algunas ciudades como La Pampa, Santa Fe, Avellaneda y Rosario. En pocas horas, con escasos
enfrentamientos armados –en los que murieron seis personas– el movimiento fue sofocado. Pero después de haberse
rendido y aún antes de que el gobierno declarase la Ley Marcial, un grupo de oficiales y suboficiales fueron fusilados
sin juicio, sin defensa ni apelación posibles. En los pocos casos que se llevó adelante algún juicio sumarísimo, los
propios jueces militares señalaron improcedente la pena de muerte, por “haber depuesto las armas los implicados antes
de la publicación del bando marcial”.

Un río de sangre corrió en esas jornadas. Entre el 9 y el 12 de junio de 1956, fueron 27 los civiles y militares
fusilados, algunos de ellos en fusilamientos clandestinos realizados en José León Suárez, antes de la orden de ley
marcial. La Argentina dividida no permitía términos medios y la “Libertadora” quería escarmentar cualquier rebeldía.
Salvador Ferla en Mártires y Verdugos y Rodolfo Walsh en Operación Masacre serán los encargados de contar los
horrorosos crímenes del año 56. El régimen instalado en septiembre de 1955 mostraba su cara más terrible. Desde
entonces la “Libertadora” pasará a ser, para buena parte de la población argentina, la “Fusiladora”.

Entre los fusilados militares en Campo de Mayo el 11 de junio se encontraba un oriundo de Concepción del
Uruguay: Néstor Marcelo Videla, entonces teniente 1º de Banda del 2 de Infantería. Junto con él fueron ejecutados los
coroneles Eduardo Alcibíades Cortínez y Ricardo Santiago Ibazeta, los capitanes Néstor Darío Cano y Eloy Luis Caro y
el teniente 1º Jorge Leopoldo Noriega. Arturo Jauretche, en su Manual de Zonceras, refiere que en los casos de Lanús y
José León Suárez “no hubo ni siquiera juicio sumarísimo. Lo hubo, en cambio, en el caso de los fusilamientos de
Campo de Mayo, Escuela de Mecánica del Ejército, Penitenciaría Nacional y La Plata. Pero en Campo de Mayo el
Tribunal Militar se pronunció, y la resolución fue comunicada a los procesados oficialmente: ‘Este Tribunal ha resuelto
no aplicar la pena de muerte’. Esta se derogó por decreto N° 10.364 del 10 de junio de 1956, que pasó por encima de la
sentencia y ordenó la ejecución”.

En 2005, al acercarse el medio siglo de esos sucesos, El Miércoles dialogó con su hermano Víctor Hugo
Videla, para reconstruir y dar a conocer la historia de este olvidado mártir uruguayense.

En esa madrugada a Néstor lo despertaron diciéndole: “Teniente Primero, llegó la hora”. Víctor cuenta: “Lo
llevaron al paredón y le colocaron una venda. Cuando el jefe del pelotón iba a dar la orden de fuego, Néstor pidió que
todavía no lo mataran, quería que le saquen la venda para ver quiénes lo mataban y con qué tipo de arma. Concedido su
deseo, el pelotón se puso nuevamente en posición. Antes de que disparen, gritó ¡Viva el 2 de Infantería, viva la Patria!
El 2 de Infantería era su amado regimiento, donde tuviera de jefe al Coronel Cortínez, también fusilado. Pero a Néstor
fue necesario matarlo dos veces, ya que no murió en la primera descarga. Fue necesario un tiro de gracia en la cabeza
para terminar con su vida.”
Horas después del hecho Víctor recibía la noticia: “Estábamos acuartelados por ese motivo, yo veía que todos
me esquivaban, que no buscaban establecer una charla, pero recién después fui atando cabos. A las 5 de la mañana
habían pasado por las armas a toda esta gente, nombraban uno por uno y nombraban a mi hermano. Ninguno quería ser
el responsable de hacerme saber. Yo me entero a las 11 por un telegrama que me mandó mi otro hermano, que era
teniente”.

El otro hermano Videla, el encargado de enviar el aviso a Víctor, se encontraba en el 2º de Infantería en


Palermo. “Me manda un telegrama que decía ‘Néstor grave, avisa a papá. Eduardo’. Eso era todo. Me presenté ante mi
teniente primero y le digo que acabo de recibir un telegrama. No me dejó terminar de hablar y dijo: ‘escuchame, estás
en libertad de salida para que te ocupes de tus problemas’. Y eso que había una orden de que el acuartelamiento era
estricto, sin salida para nadie”. Cuando salió del cuartel hacia su casa, su esposa debió darle la noticia: “Me preguntó si
no había escuchado la radio, y me cuenta que lo habían fusilado. Estaban pasando la lista por la radio”.

Esa tarde del lunes salió con su padre en el vapor Ciudad de Buenos Aires y llegaron a Capital el martes. “Al
llegar nos estaba esperando un móvil de la Policía Federal que nos siguió todo el tiempo que estuvimos allá”,
rememora. Al llegar se contactó con su hermano, quien fue a hacer averiguaciones a Recoleta mientras Víctor se dirigió
a Chacarita. “Cuando llegué no sabía a quién preguntarle, todos se negaban. Me acerqué a unos soldados que estaban en
una obra, nadie me decía nada, había una orden estricta de no hablar. Hasta que encontré un hombre mayor. Me acerqué,
le conté quién era, por qué estaba ahí, de dónde venía y que era hermano de uno de los fusilados. Fue esa persona quien
nos confirmó que los fusilados estaban allí”.

Luego de mucho hablar con el administrador y tras varias evasivas, pudo ir al depósito donde se guardaban los
cuerpos. “Fuimos al depósito y en unos estantes estaban los cajones. Cada cajón tenía una etiqueta con el nombre del
fusilado, en una decía ‘Teniente 1º Néstor Marcelo Videla’, pero no pude ver el cadáver”. Recién al día siguiente les
entregaron el cuerpo.

Néstor tenía una hija de siete u ocho años llamada Marta y su mujer, Inés Jaurena, estaba embarazada de ocho
meses del segundo hijo que también se llamaría Néstor. Víctor contó que cuando su hermano se entera de que iba a ser
fusilado, pidió como última voluntad el poder despedirse de su familia. “La fueron a buscar a la madrugada. Cayó un
celular a la casa con un montón de tipos armados hasta los dientes. Ella no quiso llevar a la hija. En la despedida, Néstor
le dijo que se vaya a vivir con la madre a Concordia, de donde Inés era oriunda, y que cuide de la hija y del hijo por
venir”.

Tiempo después, Víctor se anotó en el comando del general Miguel Ángel Iñíguez, uno de los oficiales dados
de baja por la “Libertadora”. Iñíguez comenzaba a planear acciones para traer nuevamente a Perón al país. “Cuando lo
conocí y le dijeron que era el hermano del teniente de banda Marcelo Videla, me mira y me dice ‘Voy a tener el gran
placer de conocer al hermano del teniente primero de banda Don Néstor Marcelo Videla, que murió de la forma más
valiente posible’”.

Víctor también recuerda cuando la noche de junio del ’56, cuando su otro hermano teniente pidió por la vida de
Néstor a uno de los Generales que estuvo a cargo del fusilamiento en Campo de Mayo. La contestación de este último
fue: “No puedo hacer nada, Videla... Así fuésemos parientes y no amigos de años como somos, no puedo hacer nada.
Hay una bronca contra los que hicieron el levantamiento, y especialmente contra su hermano. De los ocho que van a
fusilar mañana, si hay uno que no se va a salvar es su hermano, no hay nadie que lo salve. ¿Y sabe por qué? Porque no
pueden aceptar desde ningún punto de vista que un Teniente Primero del cuerpo profesional le haya metido a toda la
oficialidad presa. Contra su hermano hay una tremenda sed de venganza.”

Muchas fueron las acusaciones hacia Néstor, según explicó Víctor no sin rencor. “Lo acusaban de organizar las
reuniones en la escuela de Suboficiales dentro de la unidad, lo que era una gran mentira. Tuve la oportunidad de hablar
años más tarde con suboficiales de esa unidad, quienes me dijeron que mi hermano jamás hizo reunión alguna dentro de
la unidad; lo que hizo, lo hizo fuera de la institución. Tanto el coronel Cortínez como el general Valle iban a su casa en
Villa del Parque. Todas las acusaciones fueron un invento y hasta el día de hoy hay gorilas que no quieren ni nombrar a
mi hermano”.
Lo ocurrido impactó duramente en la familia Videla. Ser familiar de uno de los fusilados era un estigma
etiqueta difícil de llevar por esos tiempos, y el castigo era constante hacia Víctor. “En esos años posteriores la pasé muy
mal, me sentía solo. Yo tocaba la trompeta, y en los actos de conmemoración de la Revolución Libertadora, me ponían
arriba de un cantero para que todo el mundo viera que el hermano de uno de los fusilados le rendía homenaje a la
Revolución. Eso me enfermó, me tuve que retirar, no pude terminar mi carrera”.

En Concepción del Uruguay el recuerdo del fusilado sufrió los vaivenes de época: en el acceso se colocó un
monolito que recordaba la fecha, “pero cuando cae el gobierno de Isabel Perón hicieron desaparecer todo y nunca más
se repuso. Hice notas y trámites, pero hasta ahora nada, ya no espero nada más”, decía Víctor en 2005. En el
Cementerio Municipal un monolito lo recuerda. Y una agrupación peronista en la Ciudad de Buenos Aires lleva su
nombre “en homenaje a su gloriosa memoria de mártir del pueblo” según explican en su sitio web.

La nota original se publicó en el número 167 de El Miércoles, en junio de 2005. El texto fue escrito Gustavo Sirota, con la
colaboración de José Maher. La familia Videla proveyó fotografías y aportes documentales. Para ampliar la información sobre los
hechos de junio de 1955 se recomiendan los clásicos de Salvador Ferla Mártires y Verdugos y de Rodolfo Walsh Operación Masacre.
También el capítulo sobre “La insurrección del 9 de junio” en el libro de Norberto Galasso Perón: Exilio, resistencia, retorno y
muerte, 1955-1974.

EPIGRAFES

Inauguración del monolito, frente al Monumento a Urquiza. Demolido por la dictadura, hasta hoy jamás fue repuesto.
El monolito que recuerda a Néstor Videla en el cementerio local.
Néstor Videla en plena labor.

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