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TRANSFORMADORA
LA CONFORMACIÓN
DE UNA COSMOVISIÓN CRISTIANA
Brian J. Walsh
J. Richard Middleton
Traducción de
Víctor Manuel Morales
EDITORIAL CLIE
Barcelona
CAPÍTULO 1
LA COSMOVISIÓN Y LA CULTURA
En un café Antonio había estado hablando con nosotros por un largo rato.
Aunque podíamos entender su problema, nos era imposible abordarlo. No
podíamos cruzar el golfo interpuesto entre nuestras maneras de percibir.
Era la clase de golfo que separa dos formas de vida, dos cosmovisiones.
Antonio había venido a Canadá a estudiar comercio, con la intención de
regresar a Singapur y entrar en el mundo de los negocios. A su regreso iba a
contraer matrimonio con una chica con la que había tenido una relación por
algunos años. Aunque no estaban oficialmente comprometidos, se suponía
dentro de su contexto cultural que se casarían.
Pero algo paso. En su segundo año en Canadá Antonio se hizo cristiano
a través del grupo de InterVarsity en su universidad. Empezó a crecer como
persona en formas que nunca había anticipado. Como seguido pasa en estos
periodos de crecimiento, los planes anteriores comienzan a cambiar. Anto-
nio llegó a la conclusión de que no estaba enamorado de su novia allá en
Singapur, y empezó a enfriar la relación en sus cartas. Finalmente le fue
necesario regresar a casa para romper definitivamente.
Cuando Antonio nos contó su historia, estábamos impresionados con la
integridad moral tanto de lo que había hecho como de la manera en que
lo había hecho. Ahora que tenía que regresar, sin embargo, Antonio era
un joven quebrantado y deprimido. Porque había terminado su relación,
su familia lo había rechazado. Su padre le había dicho: “Eres peor que un
animal; aun los animales muestran agradecimiento”.
Ante los ojos de sus padres y ante los ojos de los padres de su novia
anterior, Antonio había cometido un pecado imperdonable. Había hecho
pedazos las esperanzas y expectativas de su familia al ser desleal a una mujer
que había sido su prometida. En la cultura del hogar de Antonio la lealtad
es uno de los deberes morales más altos de todos.
Esta historia ilustra de una manera dolorosa el carácter penetrante de las
cosmovisiones. La familia de Antonio “vio” lo que había hecho de manera
4 WALSH Y MIDDLETON
Ian McNeil).
COSMOVISIÓN Y CULTURA 5
Japón y Canadá. Las familias son familias campesinas, de clase social más o
menos equivalente. El contraste entre las familias japonesa y canadiense es
especialmente sobresaliente.
La familia japonesa es una familia extensa; los abuelos paternos viven con
la familia del hijo mayor. El bebé pasa la mayor parte del tiempo en la espalda
de su mamá — un cuadro todavía común en las comunidades orientales en las
grandes ciudades norteamericanas. En la película el consejo de los abuelos
tiene la autoridad. La sabiduría de la abuela es especialmente importante en
la crianza de los niños. En efecto, Mead observa que la madre es dominada
por su suegra. Cuando llega el tiempo de bañar al bebé, la madre le pasa el
bebé a la abuela en una gran bañera; la abuela sostiene al bebé cerca de su
cuerpo y lo lava. Hay limones que f lotan en el agua para protegerlo del mal.
En el hogar hay altares sinto y budista, ante los cuales los adultos realizan
ceremonias religiosas cortas, adorando a los dioses y a los ancestros. Los
hijos comparten juguetes delicados y cuidadosamente manufacturados. Ni el
hermano ni la hermana pueden exigir derechos individuales sobre ninguno
de los juguetes.
Al final de la película a una japonesa, quien funge como referencia, se
le pregunta qué características se socializaron en los niños japoneses. Res-
pondió que deberían convertirse en seres dóciles, gentiles, obedientes, sumi-
sos y dependientes.
Ahora vemos a la familia canadiense. Lo que nos llama la atención de
inmediato es que a los niños en esta familia nuclear se les anima a des-
arrollar autosuficiencia, autoconfianza e independencia. Cada niño tiene
sus juguetes y se le enseña a respetar los derechos de propiedad del otro.
Cuando un niño (un niño varón) se muerde la lengua durante la cena, se le
amonesta a no llorar como un niñito. Además, la acción de dar gracias por
los alimentos no es hecha por el papá sino por uno de los niños.
La parte más interesante es el baño de la bebé. El ritual se realiza con
gran eficiencia. Parece casi un evento médico cuando la nariz y los oídos son
inspeccionados con algodones. En vez de estar en la tina experimentando la
cercanía de un padre, la bebé es dejada sola. Al observar que la mamá batalla
con la bebé con el paño para lavarse, Mead comenta: “Otra vez, el énfasis
recae en la independencia, en el ser asertivo, y en el desarrollo del poder
de voluntad”. Mientras que al bebé japonés (como a los niños franceses e
indios) se le da pecho y se le pone a dormir con una canción de cuna, al
bebé canadiense se le ha destetado a temprana edad. A la hora de dormir
se le da una mamila y se le pone en la cuna. Se apaga la luz y la puerta se
cierra. Nada de canciones de cuna.
Por supuesto, no toda familia japonesa o canadiense vive exactamente
como las de esta película. También, la película data del tiempo cuando los
roles familiares en Japón eran más tradicionales y cuando el libro Baby and
6 WALSH Y MIDDLETON
Child Care [El bebé y el cuidado del niño] de Benjamin Spock era la biblia de
muchas jóvenes familias de baby boomers en Norteamérica. Con todo, estos
dos patrones de vida familiar arrojan luz sobre la naturaleza de las diferencias
de cosmovisión entre dos culturas.
Cuando vemos una cultura, estamos viendo las piezas de un rompeca-
bezas. Podemos ver el funcionamiento de diferentes instituciones como la
familia, el gobierno, la escuela, las instituciones cúlticas (iglesias, templos,
sinagogas, etc.) y los negocios. Observamos diferentes modos de recreación,
diferentes deportes, transportación, y hábitos alimenticios. Cada cultura des-
arrolla una vida artística y musical únicas. Todas estas actividades culturales
son piezas del rompecabezas.
Las preguntas son: ¿Cómo armamos el rompecabezas de nuevo? ¿Cómo
es que las piezas se interrelacionan? ¿Cuál es el patrón de la cultura? ¿Hay
una llave que abra el patrón? Sí. El elemento central que arma las piezas del
rompecabezas en una totalidad coherente es la cosmovisión que tiene el rol
principal en la vida de esa cultura.
Así que si hemos de entender por qué una familia japonesa es tan dife-
rente de una familia canadiense (o porque Antonio tenía que sufrir tanto por
el rompimiento de su relación), necesitamos entender las cosmovisiones dis-
tintivas que están en vigor. ¿Por qué la abuela es tan importante en el Japón
y en otras culturas orientales? ¿Por qué tiene el honor de bañar al bebé? ¿Por
qué deben los niños compartir sus juguetes delicados y artesanalmente muy
bien trabajados? ¿Por qué los niños son criados para ser dóciles, gentiles,
sumisos, y dependientes? Aunque cada una de estas preguntas tiene muchas
respuestas, entenderemos el estilo de vida japonés mejor si conocemos más
su visión de vida.
LA GENTE SUPREMA
vida] (Toronto: Joy in Learning Curriculum Development and Training Centre, 1980), p. 145.
3 Ibid., p. 64.
4 Ibid., p. 62.
8 WALSH Y MIDDLETON
observación: “No era sólo la misión del hombre blanco domar la tierra y
traerla bajo el ala de la civilización, sino también la de domar a los indígenas
y restringirlos dentro de los límites de la civilización”.6 Un número de presu-
posiciones están, por supuesto, implícitas aquí: (1) los indígenas son salvajes
que necesitan ser domados; (2) la cultura indígena no es una civilización; y
(3) las costumbres indígenas son inferiores a aquellas de los colonizadores
europeos y tienen que ser rechazadas.
La supuesta inferioridad del estilo de vida indígena llevó a la mayoría de
los misioneros cristianos a traer tanto el evangelio de Jesucristo como la civi-
lización europea a las gentes indígenas. En Canadá, por ejemplo, la iglesia
se hizo del control de la educación de los indígenas. Vio en la educación la
forma más efectiva de apartar a los indígenas de su estilo de vida tradicional
y de comenzar a incorporarlos a la cultura blanca predominante. No es de
sorprendernos que tantos indígenas hoy en día (pueblos nacionales a través
del globo que han estado en contacto con los misioneros cristianos) simple-
mente consideren al cristianismo como sinónimo de la cultura occidental.
Y rechazan categóricamente ambos.
La mayoría de los niños indígenas de los Territorios del Noroeste se hos-
pedaron en escuelas donde se les educó. En 1893 Mr. Hayter Reed, super-
intendente de asuntos indígenas, recalcó claramente su propósito: “En los
internados y en las escuelas industriales a los alumnos se les va removiendo
por un largo tiempo de los caminos de esa vida incivilizada, y reciben cuidado
y atención constantes”.7 Con separar a los niños de sus padres, vestirlos con
ropa propia de los blancos del sur, y prohibirles usar sus lenguas indígenas
y sus prácticas religiosas indígenas, los blancos esperaban que estos niños
terminarían rechazando su cosmovisión y su estilo de vida tradicionales, y
se convertirían a la civilización blanca.
Aunque este programa de asimilación sí logró criar niños con baja autoes-
tima (se les educó a sentir vergüenza de su herencia cultural indígena), y aun-
que sí produjo gente joven que había perdido sus habilidades tradicionales
de cacería, pesca y colocación de trampas, no produjo la integración de la
gente morena a la cultura blanca. Los indígenas habían perdido su lengua,
su religión y su estilo de vida, pero no habían sido verdaderamente capaces
de adoptar la cosmovisión blanca.
Atrapados entre dos culturas, se desilusionaron y se descorazonaron; no
eran muy diferentes del joven Antonio. Desarraigados y espiritualmente sin
hogar, muchos se volvieron dependientes de la asistencia social del gobierno.
El estereotipo de indios borrachos y f lojos tiene sus orígenes en esta crisis de
6 Northern Frontier, Northern Homeland: The Report of the Mackenzie Valley Pipeline Inquiry, [La
frontera norte, la patria del norte: Un reporte sobre la investigación del entubado del Valle de Mackenzie]
vol. 1 (Ottawa: Ministry of Supply and Services Servicios, 1977), p. 10.
7 Citado en NF/NH, p. 90.
12 WALSH Y MIDDLETON
EL CUIDADO DE LA TIERRA
Ahora bien, nuestra sociedad colonial blanca nunca ha permitido que los
indígenas mantengan libremente su estilo de vida. Pero el problema se agu-
diza cuando el estilo de vida de los indígenas de hecho obstruye el camino de
nuestro modo de vida. Esto ocurre más evidentemente cuando necesitamos
usar la tierra de los indígenas para nuestros propios propósitos industriales.
El punto en cuestión puede ser una presa de energía, un proyecto forestal o
la exploración y transportación de petróleo y gas natural.10
Aunque tal conf licto lleva inevitablemente al debate de la cuestión legal
de los derechos indígenas sobre la tierra, el asunto no es primariamente legal
8 Mel Watkins (ed.), Dene Nation [El pueblo Dene], p. 15.
9 NF/NH, p. 1.
10 Ver Hugh McCullum and Karmel McCullum, This Land Is Not for Sale [Esta tierra no está en
hermoso: Un estudio de la economía como si la gente importara] (London: Abacus Books, 1974), p.
84.
12 Ibid., pp. 10-11.
13 Bob Goudzwaard, Capitalism and Progress: A Diagnosis of Western Society [El capitalismo y el
14 Robert Heilbroner, The Worldly Philosophers [Los filósofos mundanos] (New York: Simon and
p. 24.
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