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Manuel Bermúdez
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Entrevista a Rómulo
Gallegos 1
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Doña Bárbara: cincuenta
años de crítica 2
Sonja Karsen
juicio.
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El gran número de artículos y reseñas que se
han publicado a lo largo de los años son una
indicación certera de que la novela siguió
interesando a los críticos. Es de utilidad examinar,
qué controversias suscitó y las comparaciones que se
hicieron a causa de su tema, y finalmente, qué
factores contribuyeron para darle fama mundial.
La primera reseña de Doña Bárbara de que se
tiene noticia se publicó en El Universal en Caracas
el 24 de abril de 1929 y fue escrita por Pedro Sotillo,
quien dijo parafraseando una expresión del capítulo
titulado «La doma»: «Se va Gallegos tierra afuera en
el corcel de la fama. Denle mundo a Doña
Bárbara» .10
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Con respecto a la segunda pregunta se puede
decir que las generaciones por venir verán en
Gallegos a un escritor comprometido (engagé). La
labor de Gallegos confirmó el papel desempeñado
por el escritor, ya fuera novelista, ensayista o poeta
tal como lo definiera el escritor francés Albert
Camus. Por lo tanto, Gallegos estableció una línea
de conducta para los escritores de su época e inspiró
en las nuevas generaciones hasta el presente un
sentido de responsabilidad intelectual.
La obra de Gallegos ha de perdurar, como lo
demuestran las ediciones y traducciones de Doña
Bárbara que siguen publicándose y representan el
testimonio más claro de su universalidad y vigencia
como hecho literario.
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La vorágine y Doña Bárbara 40
Jorge Añez
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Por tanto, y de acuerdo con las últimas
declaraciones, el señor Gallegos vino a leer La
vorágine, ya no en 1925, como el año pasado le
dijera al periodista mexicano señor Valle, sino en
1929, cinco años después de haberla publicado
Rivera, y debido a la crítica que le hiciera entonces
a Doña Bárbara, Rafael Angarita Arvelo.
Yo, a mi vez, sostengo una tesis: que el señor
Gallegos, al escribir Doña Bárbara, no logró
sustraerse a la poderosa influencia que sobre él
ejerció la producción de Rivera, influencia que
motivó las múltiples y extrañas similitudes y
coincidencias que existen entre estas famosas
novelas, como sobradamente lo veremos a través de
estas páginas.
La vorágine y Doña Bárbara son obras
maestras de nuestra literatura y en ellas sus autores
exhiben escuelas literarias completamente distintas:
Rivera se distingue por el original lirismo de su
estilo mientras que Gallegos es un escritor
simbólico, que une al vigor expresivo la belleza de
la elocución.
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como nos lo dice en la fundación de La Maporita la
vieja Bastiana, pintoresco personaje de Rivera . Así, 41
Las doñas
Cuando entremos de lleno a estudiar estas
hembrotas, de raza e idiosincrasia diametralmente
opuestas y que pertenecen a ambientes
completamente distintos, puesto que una es llanera y
otra una turca comerciante de la ciudad de Manaos,
veremos que mientras ésta aprovecha la ausencia del
amo de las barracas del Guaracú para robarle el
caucho que guarda en sus depósitos, la cacica del
Arauca le roba las tierras y los ganados a Santos
Luzardo durante el tiempo que éste permanece en
Caracas. Ambas son mujeres tan varoniles que en el
momento de peligro no sabemos cuál se juega en
paro la vida con más sangre fría, sin un pestañeo; sus
amantes les proponen matrimonio y ellas responden
a esa tontería con el desprecio; entonces, Barquero
se suicida con el alcohol, y Lucianito Silva,
despechado, aturdido por el dolor, desdeñosamente
le escupe a la madona los pechos lascivos con sus
propios sesos; y al hacer el balance de sus sombrías
femineidades, no sabemos cuál es más calculadora,
más ambiciosa, más avara, más cruel, más
concupiscente, más hombruna, más bellamente
romántica o más «guaricha», como dice Gallegos al
referirse a su heroína.
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Cova y Luzardo
Estas figuras no son llaneras ni selváticas sino
producto de la civilización, a quienes los novelistas
arrancan de la ciudad para llevarlas a actuar en
forma similar entre jueces prevaricadores y asesinos
desalmados.
Arturo Cova es un poeta a quien el destino
empujó a los llanos de Casanare, primero, a la selva
cauchera, después; y cuando se da cuenta del
ambiente que lo rodea; cuando comprende que allí
no hay garantías ciudadanas porque todo es
violación, terror, codicia, perversidad; que los más
fuertes disponen a su talante de vidas y fortunas
ajenas; que todos los crímenes se quedan impunes
porque no hay autoridades que impartan justicia, ya
que las únicas leyes son la violencia y el dolo, su
noble corazón se enciende de coraje, su
temperamento se caldea al rojo vivo, y, despreciando
la vida, por conmiseración a llaneros y gomeros, con
el pequeño grupo de amigos que lo rodea, se les
enfrenta a los verdugos con sus mismas armas para
tratar de corregir tanta arbitrariedad. Así, les opone
fuerza a la fuerza, paga atropello con atropello,
cobra diente por diente. Y este Arturo Cova de La
vorágine, por múltiples aspectos es el Santos
Luzardo de Doña Bárbara, aunque con bien
marcadas variantes psicológicas, como también las
hay entre las doñas, que ya veremos cuáles son.
Y en muchísimos pasajes sus actuaciones son
tan uniformes que no sabemos cuál de los dos es
más noble, más varonil, porque en los llanos o en la
selva, especialmente en esos momentos de opresión,
los hombres eran esclavos o héroes. Y para ser héroe
entre esos llaneros o gomeros se necesitaban
superhombres. Y Cova y Luzardo lo fueron en grado
máximo.
* * *
Como puede apreciarse, en esta introducción no
estoy probando nada sino únicamente haciendo un
paralelo global entre los dos textos, desentrañando,
de acuerdo con ellos, las causas, el por qué de la
afinidad tan extraordinaria que hay entre los
protagonistas y ciertos —37→ pasajes de las
novelas, sin entrar a fondo en la demostración de los
hechos, lo que haré en los capítulos siguientes. Allí
todo se verá claro, preciso, nítido; y entonces le toca
al lector imparcial decidir si Gallegos en Doña
Bárbara -por la influencia de La vorágine- imitó
cuadros que forman parte de la obra creadora de
Rivera, así como algunos de sus personajes y de sus
ideas, o si yo estoy equivocado.
* * *
Ahora, por esta circunstancia ¿podríamos
siquiera poner en duda la valía de Gallegos como
novelista o como escritor? Absolutamente no. Para
no citar sino un ejemplo de peso, algunas páginas de
Virgilio ¿no son meras imitaciones de las églogas de
Teócrito? ¿Y por ese lunar dejó de ser Virgilio el
Divino Virgilio? Motivo del mejor orgullo para los
pueblos indoamericanos es el nombre de Rómulo
Gallegos, pues a un hombre que tiene en su haber la
valiosa y multiforme obra literaria que él ha
realizado -periodista, dramaturgo, cuentista, y las
novelas, a más de la que nos ocupamos, Reinaldo
Solar, La trepadora, Cantaclaro, Canaima, Pobre
negro y El forastero, algunas de las cuales han sido
vertidas a varios idiomas-, no puede llamársele sino
maestro.
* * *
¡Qué ratos tan exquisitos he pasado
escarmenando estos libros!
Cómo se contagia el espíritu del pavor, de la
alegría, de lo grandioso de la escena, de lo arrobador
de las narraciones, donde las palabras más
insignificantes toman tonalidades de cristal. Y todo
esto hecho a base de amaneceres tropicales, de sol,
de tormentas trágicas, donde vemos fundirse los
rayos en las clásicas palmeras o en las testas de la
manada mugiente; de tragedias, de joropos, donde se
barajan la inocencia cerril con las caricias de
prostíbulo; de mujeres enfadosamente avaras, cuyas
almas envilecidas truécanse en las más bellamente
sentimentales por el sortilegio del amor; de valor, de
abyecciones; de jueces que firman sus sentencias
sobre unas morrocotas —38→ o en los trémulos
senos de las mestizas; del embrujo de nuestros
paisajes; de llaneros que sonríen ante el toro salvaje
y cantan a dos cuartas de las garras del tigre; de
acuarelas de suntuoso colorido que adornan las
páginas de estas novelas, orgullo de la América
morena, y de las cuales emerge triunfante la figura
del huilense por haber sido el escritor original.