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Apuntes de Arqueología Medieval

Curso 2021 - Universidad de Castilla-La Mancha


Índice de temas

1. Consideraciones previas (faltan apuntes)


1.1. Introducción
1.1.1. La cultura material
1.1.2. La vida cotidiana
1.2. La cultura material en la Edad Media
1.3. El arqueólogo como historiador
1.3.1. La reconstrucción del pasado. Objeto de la arqueología y de la
historia
1.4. La especialización en arqueología medieval

2. La arqueología medieval y el caso de España


2.1. Arqueología medieval: razones de su tardío desarrollo en España
2.2. Antecedentes: del siglo XIX a la década de 1980
2.2.1. Arqueólogos pioneros
2.2.2. Los cambios de finales de los 70 y principios de los 80 del siglo
XX
2.3. Los Congresos de Toledo de 1980-81 y la Asociación Española de
Arqueología Medieval
2.4. El estado autonómico. Los problemas de arqueología y la Ley de
Patrimonio Histórico Español
2.5. Temas estudiados y líneas de investigación actuales
2.5.1. Temas de carácter general y metodológico
2.5.2. Época visigoda
2.5.3. Al-Andalus
2.5.4. Reinos cristianos
2.5.5. Arqueología judía
2.6. El arqueólogo profesional y la “arqueología de gestión”

3. Edificaciones y cultura material. El enfoque arqueológico


3.1. Introducción al tema: la relevancia de la etnoarqueología
3.2. Bienes muebles. La cultura material
3.2.1. El origen de las materias primas
4. La guerra en la Edad Media. Castillos, fortificaciones y
palacios
5. Vida campesina. Poblados y paisajes
6. El mundo urbano
7. Economía, producción y comercio
8. La cotidianeidad y la vida doméstica
9. La fe y los edificios religiosos
10. El final de la vida. Muerte y memoria
TEMA 1. CONSIDERACIONES PREVIAS
-------------------------------------------------------------------------------
1. Introducción
1.1. La cultura material
1.2. La vida cotidiana
2. La cultura material en la Edad Media
3. El arqueólogo como historiador
3.1. La reconstrucción del pasado. Objeto de la arqueología y de la
historia
3.2. El arqueólogo en el archivo. Las fuentes escritas
4. La especialización en arqueología medieval

1. Introducción

1.1. La cultura material

Es todo aquello que nos sirve como medio para conocer el pasado histórico.

1.2. La vida cotidiana

Es el aspecto del que más información nos ha llegado a través de la arqueología. A partir de
los años 60 en Francia, con la escuelas de los Annales, comienza a ser un tema de
investigación.

Un manual de referencia en este sentido es el escrito por J. G. Pounds, titulado La vida


cotidiana. Historia de la cultura material, en el que se tratan los distintos modos en los
que se han ido satisfaciendo las necesidades humanas, las cuales se van haciendo más
complejas a la par que las sociedades avanzan y progresan.

Pero, ¿hasta qué punto se puede hacer un estudio de algo tan abstracto y lejano como la
vida cotidiana del pasado a través de un objeto material? La subjetividad y la
interpretación cultural actual suponen un problema a la hora de hacer un análisis de este
tipo. Por ello, existen historiadores medievalistas que consideran que la arqueología
medieval no puede ser un método de estudio objetivo y válido por completo. Existen,
además, otros problemas para aproximarse por medio de la cultura material a la
reconstrucción del pasado:
- Observamos que, desde el siglo V hasta el siglo X, la cultura material escasea. Sin
embargo, desde el siglo X hasta el XV, ésta es abundante.
- Por otro lado, las relaciones jerárquicas se van acentuando, y la cultura material lo
hace con ella. Las clases sociales más poderosas y la élite acapararon
prácticamente la posesión de este tipo de cultura, en detrimento de las clases bajas
y el pueblo llano, de lo que poco nos ha podido llegar hoy en día.
Otros historiadores, sin embargo, no pierden la esperanza y defienden los estudios
arqueológicos como métodos absolutamente eficaces y adecuados. Es el caso del
arqueólogo Lewis Binford, quien propuso en una definición el método ideal de la
arqueología: “el arqueólogo debe de hacer una transcripción literal de la información
estática contenida en los restos materiales”. Ahora bien, ¿cómo es posible hacer una
transcripción literal de un objeto material? ¿Es, acaso, posible?

2. La cultura material en la Edad Media

A priori, podríamos definirla como una cultura material pobre, debido a un escaso
desarrollo cultural. En realidad, depende de la época y el lugar que se estudie. Si hablamos,
por ejemplo, de la cultura material comprendida entre los siglos XIV y XV y desarrollada en
las ciudades, encontramos que ésta es abundante y se rompe la norma. Pero en líneas
generales, las características de la cultura material medieval:

- Es considerada pobre y de escaso valor normalmente, y muchas veces queda en


un segundo o tercer plano. Muchas veces, además, queda descartada como objeto
de estudio o valorización, especialmente si confluye con otros restos materiales de
épocas y culturas más antiguas, como la romana.
- Además, lo rural prima sobre lo urbano. Es mucho más fácil encontrar yacimientos
medievales en el ámbito rural, puesto que han sido espacios que han sufrido
muchas menos transformaciones a lo largo de la historia que los núcleos urbanos.
- La mayoría de la cultura material medieval que nos ha llegado ha sido fruto del
sistema feudal. El feudalismo dejó su impronta, cómo no, en la cultura medieval.
Los ejemplos más evidentes son los numerosos castillos y fortalezas que nos han
llegado hasta nuestros días.

Esto supone un problema tanto para el historiador como para el arqueólogo medievalista.
Miquel Barceló, en su obra Arqueología medieval: en las afueras del medievalismo,
plasma una crítica a la problemática relación que ha existido siempre entre la figura del
historiador medievalista y la del arqueólogo: “no se puede seguir haciendo historia medieval
como hasta ahora. Debe de existir una línea entre historiador y arqueólogo…”. Plantea una
serie de problemas a raíz de esta absurda dicotomía académica, analizando tres tipos de
circunstancias diferentes:
- En primer lugar, la Edad Media es una época con una enorme abundancia de
fuentes escritas, por lo que el medievalista ha dejado de lado la cultura material.
Ahora bien, como antes decíamos, las fuentes escritas han sido reflejo en la mayoría
de los casos de las élites y las clases altas (pensamientos, dictámenes, órdenes,
autoría…), evadiendo referencias a otro tipo de estratos sociales. Además, éstas tan
sólo proliferan a partir del siglo X, por lo que los primeros siglos del Medievo podrían
resultar un foco de oscurantismo en este sentido. La Alta Edad Media, el mundo
rural y las clases bajas quedarían de este modo “fuera del medievalismo”.
- Por otro lado, la arqueología, prácticamente desde su nacimiento, ha sido
considerada una ciencia auxiliar de la historia. Barceló incide en la importancia de
que sean dos tipos de ciencias paralelas e inseparables.
- Añade que no es posible conocer la vida del pasado sólo conociendo la historia de
las mentalidades, del pensamiento recogido a través de los textos. Insiste en la
importancia de conocer la vida cotidiana para poseer una visión mucho más
correcta, profunda, objetiva y analítica.

3. El arqueólogo como historiador

Podríamos establecer dos tipos de arqueólogos:

- El arqueólogo técnico: se trata de una figura muy reciente. La arqueología es su


profesión, vive de ella y es un profesional vinculado al mundo de la construcción y de
la arquitectura. Aplica procedimientos técnicos. Es obligatorio contar con este tipo de
figura en una excavación. Su objetivo es impedir la destrucción de restos que
puedan resultar de valor. Hace finalmente un informe arqueológico y se encarga del
traslado de las piezas aparecidas durante la intervención hacia un almacén.

- El arqueólogo investigador: es la figura tradicional. Vinculado al entorno


académico y universitario, su objetivo es fomentar su carrera académica, y por lo
tanto no vive de la arqueología como una profesión. Ésta es una vía más, un método
que le puede servir para conocer el pasado y seguir investigando o hacer
publicaciones.

3.1. La reconstrucción del pasado. Objeto de la arqueología y de la historia

Existen dos grandes de bloques de causas que originan esta problemática:

1. Metodología arqueológica. Existen dos grandes inconvenientes:

- El primero de ellos tiene que ver con la autopercepción del


arqueólogo. Cómo los arqueólogos se han considerado a sí mismos
a lo largo de la historia de la ciencia. Debido a que ésta ha sido vista
tradicionalmente como herramienta auxiliar de la historia, han insistido
en el hecho de definirse científicos, lo que ha generado un
vocabulario muy técnico, impregnado de cientificismo. Esto sin lugar
a dudas dificulta el trabajo de los historiadores, y del público
general, a la hora de aproximarse a una publicación.
- En cuanto al segundo, el arqueólogo ha pecado en obviar contextos
que merecían mayor consideración y prescindir de una
contextualización rigurosa del objeto de estudio. La arqueología
se acabó convirtiendo en el fin en sí mismo del trabajo del
arqueólogo, y no la reconstrucción del pasado, como debería de ser.

2. Metodología historiográfica. Existen dos principios causantes de la


problemática con la figura del arqueólogo:
- En primer lugar, haber considerado de forma tradicional a la
arqueología como una ciencia secundaria, en un escalón por debajo
incluso de la paleografía. Las fuentes materiales se han dejado de
lado en pos de las fuentes escritas, como las crónicas, las
ordenanzas municipales, los pregones, etc. Estas últimas han sido las
fuentes utilizadas por la historiografía a la hora de recurrir a una
hipotética reconstrucción de la vida cotidiana.
- Luego, a nivel historiográfico tradicionalmente siempre se le ha
otorgado mucha más importancia y valor a todo lo referente a las
élites sociales frente al resto de la sociedad. Esta tendencia viene
de la historiografía antigua, especialmente aquella interesada en la
demostración y ostentación de las figuras poderosas del pasado,
como ocurría en tiempos de la dictadura. Poco se sabe, o se ha
querido conocer, de la población “pechera” y de cómo eran sus vidas.

Después de haber visto las principales causas de la problemática por ambos lados, cabe
preguntarse, ¿existe una solución, una tercera vía a este conflicto interminable? Se cree
que una tercera vía podría ser posible, y es la que recientemente nos pueden ofrecer las
nuevas tecnologías. Éstas dotan de cierta convergencia a las figuras del arqueólogo y la
del historiador, pues ambos pueden acudir a ellas en igualdad de condiciones, y utilizarlas,
cada uno desde su especialización, con el mismo objetivo: la reconstrucción del
pasado.

3.2. El arqueólogo en el archivo. Las fuentes escritas.

Miquel Barceló decía que “había que leer entre líneas el documento”; advertir la
información que no deseaba transmitir el autor o que podría haber pasado desapercibida e
inadvertida por él; ésta es la labor de la “microhistoria”. Sin lugar a dudas, Barceló es el
paradigma del llamado “arqueólogo de archivo”. Su labor sigue siendo de naturaleza
arqueológica, pero la metodología utilizada difiere de los medios convencionales: su
cuaderno de campo lo escribe al interno de las bibliotecas y de los despachos, y analiza
posible la información que haya perdurado en los diversos documentos y las fuentes
escritas de una forma no literal.

Respecto a estas últimas, las fuentes escritas, podríamos establecer dos tipologías
diferentes:

- Las fuentes primarias, por un lado. Son aquellas estudiadas por el


arqueólogo de superficie. Éste no excava, sino que se dedica al estudio
de las fuentes escritas. Un claro ejemplo sería el de Jean Passini y su
labor en la reconstrucción del pasado urbanístico toledano.
- Las fuentes secundarias: son aquellas que pueden ser estudiadas por el
arqueólogo de forma convencional, las que estudian los arqueólogos que sí
excavan.

Existen una serie de finalidades y ventajas que aportan información fundamental dentro
del estudio de las fuentes escritas:
- La datación, pudiéndose ofrecer incluso a veces fechas muy precisas.
- Una mayor información sobre el objeto material de estudio y una posible
ubicación del mismo. El qué se puede encontrar y dónde lograrlo.
- Descripciones precisas de la cultura material pasada.
- Contextualización del yacimiento arqueológico a estudiar.
- Confirmar o desmentir informaciones que aparecen junto al análisis del
yacimiento arqueológico.

Podemos concluir ofreciendo una serie de ejemplos paradigmáticos de algunas


intervenciones arqueológicas donde las fuentes escritas han tenido un papel clave a la hora
de esclarecer información:

- Yacimiento arqueológico de Fuenteungrillo: se trata de una pequeña


aldea, localizada cerca de Valladolid, la cual, según las fuentes escritas, se
despobló de forma repentina en el siglo XIV. A pesar de haber realizado
diversas prospecciones arqueológicas y encontrar restos cerámicos, tejas,
ladrillos, etc., se carecía de un sinfín de datos acerca de las gentes que
vivían en aquel lugar y cómo podría haber sido la vida allí durante el
Medievo. Este es uno de los mayores problemas de la arqueología y la
cultura material, cómo dar el paso desde el análisis del objeto hasta una
reconstrucción fiel de la realidad.

- Real Colegiata de San Isidoro de León: siempre se ha conocido que fue


lugar de sepelio de los reyes castellano-leoneses durante una época.
Desgraciadamente, durante uno de los capítulos más oscuros de la historia
española, con la Guerra de la Independencia, en el primer decenio del siglo
XIX, se llevó a cabo una destrucción sistemática de nuestro patrimonio a
manos de las tropas francesas. Fue el caso, como no, de la Basílica de San
Isidoro en León, especialmente de su cripta, representación del poder real.
Las sepulturas quedaron destrozadas en parte, y se exhumaron los restos
humanos, junto a los ajuares. Por lo tanto, cuando se realizó un estudio
arqueológico del lugar, las fuentes escritas fueron fundamentales a la hora de
determinar quiénes eran los reyes allí enterrados.

- Ciudad de Vascos: es un caso inédito, al no habernos llegado ningún tipo de


información escrita ni documentación al respecto del yacimiento. Tan sólo
conservamos la cultura material, que debe ser analizada de forma rigurosa,
dada la ausencia de otras informaciones.

4. La especialización en arqueología medieval en la Península


Ibérica.

La especialización en arqueología medieval, en el contexto de la Península Ibérica, se


realiza en función de tres tipos de criterios diversos:
1. Periodo histórico: claramente la Edad Media suele fragmentarse en tres etapas
conocidas como Alta, Plena y Baja Edad Media, pudiéndose especializar el
arqueólogo en uno de los tres períodos.
2. Área o región: en el caso de la Península Ibérica, suele dividirse en territorios
cristianos o Al-Andalus. También existen subdivisiones más concretas y localizadas.
3. Temática: pueden ser diversos los temas de estudio, ya sean necrópolis, recintos
fortificados, ciudades o arqueología del paisaje.

TEMA 2. LA ARQUEOLOGÍA MEDIEVAL EN ESPAÑA

1. Arqueología medieval: razones de su tardío desarrollo en España


2. Antecedentes: del siglo XIX a la década de 1980
2.1. Arqueólogos pioneros
2.2. Los cambios de finales de los 70 y principios de los 80 del siglo XX
3. Los Congresos de Toledo de 1980-81 y la Asociación Española de
Arqueología Medieval
4. El estado autonómico. Los problemas de arqueología y la Ley de
Patrimonio Histórico Español
5. Temas estudiados y líneas de investigación actuales
5.1. Temas de carácter general y metodológico
5.2. Época visigoda
5.3. Al-Andalus
5.4. Reinos cristianos
5.5. Arqueología judía
6. El arqueólogo profesional y la “arqueología de gestión”

1. Arqueología medieval. Razones de su tardío desarrollo en


España.

En el siglo XIX nace la ciencia de la arqueología, pero estrechamente ligada a la


disciplina de la historia del arte. A mitad del siglo XIX, en Francia esta rama consigue
separarse parcialmente y se individualiza. Luego, junto a Reino Unido y Alemania, serán
las naciones donde esta ciencia comience a desarrollarse de forma temprana.

En el sur de Europa tenemos que esperar hasta el siglo XX para que esto ocurra. Algo que
ver tiene que pertenezcamos a las llamadas “civilizaciones de la roca”, puesto que la
mayoría de la cultura material que hemos heredado es de carácter perenne. No ocurre lo
mismo con el norte europeo, caracterizado por una cultura material efímera, una “civilización
de la madera”, de ahí que tengan un problema añadido y deban de actuar con una mayor
velocidad.

Sin embargo, volviendo a nuestro caso, en España la arqueología comienza a


desarrollarse como disciplina científica individualizada a partir de la década de los 80
del siglo XX. Hasta hacía unos cuarenta años, la disciplina había estado influida tanto por
la historia del arte como por el régimen político. No se podía hablar de una ciencia rigurosa
y metódica por completo, en este sentido. Pero ahondemos en las causas principales de
que esto ocurriese:
1. En primer lugar, desde siempre había existido la concepción de la cultura material
medieval como pobre, en comparación al resto de civilizaciones antiguas como la
romana, especialmente.
2. En segundo lugar, porque existen muchos documentos y muchas fuentes escritas
pertenecientes al periodo medieval. Comienza a denominarse, a partir del siglo XI, la
“época de la escritura”.
3. La tercera es una razón de corte historiográfica. Han interesado, sobre todo, los
debates teóricos sobre la Edad Media, y se le ha prestado poca atención a la
cultura material derivada de ésta. El mundo de los ideales y de los hitos históricos
interesaba mucho más.
4. Finalmente, una causa importante es la fragmentación del conocimiento. Existen
muchas temáticas, áreas, zonas, tiempos y épocas diversas entre sí. Además,
territorialmente es evidente que existió una gran fragmentación territorial y
administrativa, que nos llega hasta nuestros días con las CC. A.A.

Todas estas razones que explican el tardío desarrollo de la disciplina arqueológica en


nuestro país conllevan a una serie de consecuencias, que afectan al presente:

1. Existe una escasa bibliografía, normalmente de poca utilidad. Esto contrasta con el
gran número de artículos científicos arqueológicos escritos y publicados, pero que
sin embargo abusan de especialización y lenguaje técnico. Se echa en falta un gran
y completo manual de arqueología medieval española.

2. Actualmente existen pocas excavaciones arqueológicas de época medieval, en


tanto serios y funcionales. Un ejemplo de yacimiento que sí funciona bien podría ser
la Pobla de Ifach en Calpe. El ejemplo opuesto, sin embargo, de un fatídico
procedimiento arqueológico medieval, podríamos encontrarlo en las excavaciones
efectuadas en Cartagena, las cuales han puesto un único foco en el pasado romano,
y han descartado (e incluso destruido) una cultura material medieval perfectamente
recuperable y estudiada.

3. Además, al igual ocurre con los escasos Congresos de Arqueología Medieval. No


han sido abundantes, pero últimamente sí parece verse algo de luz al fondo del
túnel, debido al interés suscitado por la reconstrucción virtual del pasado gracias a
las nuevas tecnologías.

A pesar de todo esto, hoy podemos decir que la situación de la arqueología medieval ha
logrado cambiar durante los últimos años. El por qué es evidente: además de la
introducción de las nuevas tecnologías en los procedimientos, los arqueólogos en general
han comenzado a interesarse más por el legado medieval, y se ha mejorado muchísimo el
proceso de documentación para ello. Seguramente tenga que ver, incluso, que los
historiadores más jóvenes hayan participado en la revalorización del pasado
arqueológico medieval, aunque en última instancia siga dependiendo de las Universidades
fundamentalmente. La Universidad de Castilla-La Mancha es pionera en este sentido, junto
a la de Jaén, Oviedo y Cantabria, por mencionar algunas.
2. Antecedentes: del siglo XIX a la década de 1980

En el siglo XIX en Francia comienza a separarse la arqueología de la disciplina de la


historia del arte. Se comenzarán a hacer excavaciones con un enfoque fundamentalmente
artístico, sin embargo. Las primeras excavaciones que se emprendieron en territorio
español fueron las del Monasterio de San Juan de las Abadesas y el de Santa María de
Ripoll, ambos en Gerona. Por supuesto, en el sur el primer yacimiento arqueológico que
captó un importante interés fue la Alhambra de Granada. En cuanto al territorio francés, es
imposible no mencionar el ejemplo de Carcasona, ciudad reconstruida íntegramente por
Viollet de Luc. Esta intención reconstructiva y artística se mantendrá por un tiempo,
llegando a introducir motivos totalmente fantásticos y de invención contemporánea, sin
ningún tipo de rigor histórico.

2.1. Arqueólogos pioneros

Si tuviésemos que escoger a un “padre” de la arqueología medieval en España, sin duda


nos vendría a la cabeza el nombre de Manuel Gómez Moreno Martínez (1870-1970).
Natural de Granada, vivió exactamente un siglo, siendo el claro ejemplo y modelo de
humanista decimonónico: era arqueólogo, medievalista e historiador del arte.
Sin embargo, la mayoría acabó dentro de una temática especializada, como veremos.

2.1.1. Época visigoda

Los reinos visigodos fueron el primer foco de interés de los primeros arqueólogos
españoles. Como era de esperar en aquella época, se procuraron buscar las raíces
de la nación española, con propuestas estrechamente relacionadas con las
ideologías de ultraderecha del momento. En general, será el criterio que rija a la
arqueología europea hasta una vez terminada la II Guerra Mundial. Sin embargo, en
España prevalecerá hasta el final de la dictadura franquista. El pueblo visigodo, no
sólo era elogiado por las crónicas mozárabes, semilla y germen del
nacionalcatolicismo, sino que poseían orígenes germánicos, lo que suponía de
gran interés para el régimen los primeros años. De este modo se acabaron
financiando muchas de las excavaciones arqueológicas referentes al mundo
visigótico español.
Hablando de datos, la temática que más se abordó fue la de las necrópolis
visigodas (asociadas de alguna forma con la búsqueda de tesoros y ajuares
funerarios). La zona, además, más estudiada, fue la correspondiente al valle del
Duero, tierra castellano-leonesa. Confluyeron, por lo tanto, una visión
arqueológico-histórica intencional y unos motivos económicos en la
recuperación y estudio del legado material visigodo.

Algunos de los arqueólogos tradicionales más destacados en este periodo histórico


fueron Emilio Camps Cazorla, conservador del Museo Arqueológico Nacional; Julio
Martínez Santaolalla; Cayetano de Mergelina y Luna; José Pérez de Barradas,
pionero en la arqueología precolombina; Werner Reinhart, prototipo del arqueólogo
extranjero pro-nacionalista; Helmut Schlunk, primer director del Instituto
Arqueológico Medieval de Madrid; Blas Tarracena Aguirre; Vázquez de Parga e
Iglesias, padre de la epigrafía clásica; Hans Zeiss; y por último el más memorable de
todos, Gratiniano Nieto Gallo (1917-1986), el primer presidente de la Asociación
Española de Arqueología Medieval. Habría que mencionar, además, a aquellos que
actualmente o hasta hace algunos años se dedicaron al estudio del legado visigodo,
como Pedro de Palol y Salellas (1923-2005), catedrático de la Universidad
Autónoma de Barcelona; y Luis Caballero Zoreda, quien se encargó de la
excavación de Santa María de Melque.

2.1.2. Al-Andalus

Es la época y área más importante y estudiada dentro de la arqueología medieval


española. Las razones que conducen a esta valorización se deben a lo siguiente:

- En primer lugar, se trata de un periodo endémico de la Península Ibérica.


Es único en el resto de Europa y mundo occidental.

- Siguiendo en esta línea, hasta el siglo XI la época medieval es conocida en


toda Europa por su escasez y pobreza. Mientras, sin embargo, existe un
esplendor sin igual en el sur peninsular. El punto álgido llega durante el
siglo X, con la época califal.

Algunos de los arqueólogos que se han dedicado y especializado en este área de la


historia medieval española son Leopoldo Torres Balbás, historiador y arquitecto
restaurador durante el primer franquismo, padre de la historia del arte andalusí;
Henri Terrasse, cuya obra más aclamada es Islam d’Espagne, donde asienta la idea
de que el Islam de Al-Andalus era único y diferente al resto, más libre, más
“cristiano”; Manuel Ocaña, arabista cordobés y arqueólogo de superficie; Féliz
Hernández Giménez, arquitecto y erudito local; Guillermo Rosselló Bordoy, el
arqueólogo más importante del periodo islámico; Juan Zozaya; y por último, Miquel
Barceló i Perelló, el más importante y renombrado autor, apodado “el historiador de
la destrucción”. Habríamos de incluir la labor del profesor de nuestra Universidad,
Ricardo Izquierdo Benito, experto en arqueología del periodo islámico, y director
de las excavaciones realizadas en Ciudad de Vascos, junto a Jean P. Molénat,
experto en documentación árabe en Toledo.

2.1.3. Los reinos cristianos

Los estudios dedicados al área de los reinos cristianos, en realidad, no comenzaron


a desarrollarse de forma seria hasta los años 50 del siglo XX. Es entonces cuando
nace la arqueología medieval cristiana, la cual definirá a la disciplina durante todo
el periodo del régimen nacionalcatólico.
Sin ir más lejos, una de las mayores polémicas de este periodo y este tipo de
estudios parciales y tendenciosos fueron las excavaciones de la nave principal de
la Catedral de Santiago de Compostela, las cuales se financiaron en pos de la
búsqueda de los sagrados restos del apóstol Santiago. Se encontraron una serie de
enterramientos y uno de los restos se identificó con los del apóstol, no sin
controversia. De hecho, no se volvió a realizar más adelante ningún otro estudio
arqueológico en este área, considerando la anterior intervención lo suficientemente
“rigurosa” y “objetiva”.

Los arqueólogos que más han sobresalido en el estudio de estas regiones y áreas
culturales son Miguel Ángel García Guinea, gran experto del arte románico español;
Alberto del Castillo Yerrita, quien dedicó su estudio a las iglesias del Camino de
Santiago; junto a Manuel Riu Riu, sin lugar a dudas el arqueólogo más renombrado
en este área.

2.2. Los cambios de finales de los 70 y principios de los 80 del siglo XX

En España, de la mano de la Transición llega una nueva ola de medievalistas cuyo


propósito es renovar la historiografía española de época franquista. Es en esta
época cuando se originan además en Europa dos escuelas historiográficas que
cobrarán mucha importancia:

- La escuela del materialismo histórico: nace en Reino Unido, vinculada a las


teorías marxistas. Trata de explicar la lucha de clases a lo largo de la historia.
- La escuela de los Annales francesa y la historia de las mentalidades.

La combinación entre estos dos tipos de escuelas historiográficas originó un nuevo


enfoque historiográfico más profundo durante esta década de transición.

3. Los Congresos de Toledo de 1980 y 1981 y la Asociación


Española de Arqueología Medieval

Este nuevo enfoque historiográfico y arqueológico se desarrolla en Toledo en


1980. Un grupo de jóvenes medievalistas consiguen reunir en el Centro
Universitario de Toledo, en Lorenzana, un Congreso con historiadores de
renombre de la época. Presentan trabajos de arqueología medieval que logran
acoger el interés general, por lo que sus propuestas continúan al año siguiente,
dando lugar a un Segundo Congreso en 1981, que resulta un éxito.
Es cuando se crea entonces un equipo de trabajo, generando los primeros
estatutos que asentarán las bases de lo que será la AEAM, la Asociación
Española de Arqueología Medieval. Aprobados los estatutos en 1982, se
celebrarán unas elecciones para elegir al presidente del equipo, don Gratiniano
Nieto Gallo.

En España existen actualmente dos asociaciones, la AEAM y el SEEM:

- La Asociación Española de Arqueología Medieval (AEAM), pionera en


este sentido, logra una serie de actividades. En primer lugar la publicación
del Boletín de Arqueología Medieval, que guarda publicaciones desde
1986 hasta mediados de la década de los 90. En segundo lugar, logra
celebrar una serie de Congresos sobre Arqueología Medieval, desde el
primero, en 1981, hasta el año 2007.
- La Sociedad Española de Estudios Medievales (SEEM), surge más
adelante, a inicios de la década de los 90, la cual sigue hoy día generando
publicaciones sobre el mundo medieval con su Boletín de la Sociedad
Española de Estudios Medievales (1991-2020). Posee un carácter más
innovador y trabaja de cara al futuro del medievalismo.

4. El estado autonómico. Los problemas de arqueología y la Ley


de Patrimonio Histórico Español (LPHE)

En 1985 se publica la Ley de Patrimonio Histórico Español (LPHE). Esto


conlleva una serie de consecuencias:

1. Obliga a crear Gabinetes de Arqueología Medieval, tanto a nivel regional


como local, en Diputaciones y Ayuntamientos.
2. Se deben crear una serie de Planes Especiales para Sitios Históricos,
esto es una serie de pautas a seguir en la intervención de un lugar calificado
como Sitio Histórico.
3. Obliga además a crear Cartas Arqueológicas. Éstas consisten en una
catalogación del sitio arqueológico y de los restos hallados.
4. En el caso de hacer una obra en un sitio arqueológico, la Ley obliga a
contratar a un arqueólogo de gestión que supervise el correcto
funcionamiento de la intervención y la conservación y traslado de los restos
de valor.

Todas estas pautas e hitos en la historia de la arqueología medieval española


supusieron que el mundo de la arqueología medieval en España lograse entrar en
una suerte de época dorada, que duró hasta el año 2007, antes de que
comenzara la crisis del 2008.

Sin embargo, desde la Transición española se fue generando una problemática que
continúa hoy día. Esto se debe principalmente a la creación de las Autonomías. El
hecho de que España se dividiese en los actuales Estados Autonómicos supuso un
problema para el desarrollo nacional de la arqueología medieval. Cada
Comunidad Autónoma posee su propia legislación en lo referente a la arqueología
que se desarrolle en sus límites regionales, llevando consigo otra serie de
problemas:

- Hoy en día es prácticamente imposible tener constancia del número de


excavaciones arqueológicas que existen a nivel nacional.
- Además, la arqueología medieval no entra dentro de los planes de todos los
centros educativos y universitarios de España, propiciando un desarrollo
educativo desigual.
- Finalmente, dada la enorme fragmentación administrativa, se ha generado
una especialización arqueológica, dependiendo siempre del sector y grupo
de estudio en los diversos gabinetes y centros universitarios.
-
5. Temas estudiados y líneas de investigación actuales

5.1. Temas de carácter general y metodológico

Son aquellos en los que no se precisa una excavación. Consisten, por lo general, en
la creación de nuevas cartas arqueológicas sobre yacimientos ya existentes, o en
investigaciones para la reconstrucción de yacimientos. Se incluyen además estudios
epigráficos, numismáticos, etc.

5.2. Época visigoda

Los temas que más se han estudiado en lo referente a la época visigótica en la


Península Ibérica son los siguientes:

- Necrópolis visigodas. Son los primeros yacimientos que captaron el interés


de los arqueólogos medievales españoles.
- Edificios religiosos, como iglesias y ermitas.
- Poblaciones: excavaciones de antiguas aldeas visigodas, así como zonas
residenciales y fortalezas o palacios.
- El ejemplo más paradigmático se encuentra en Recópolis (Guadalajara),
fundada en el año 578, un yacimiento ex novo perfecto para el estudio de
esta época y cultura.
- Sujetos particulares: orfebrería y joyas. Las fíbulas llamaron especialmente la
atención, por no mencionar las coronas votivas. El famoso Tesoro de
Guarrazar (Guadamur, Toledo) es testimonio del interés generado por este
tipo de restos materiales lujosos.

5.3. Al-Andalus

Los testimonios materiales que podemos encontrar pertenecientes al área andalusí


llegan hasta la frontera con el valle del Tajo. De ahí hacia el sur se concentran
prácticamente todos los restos y yacimientos de este área. El estudio de la época y
zonas andalusíes suele dividirse en tres partes:

- El Emirato de Al-Andalus, desde la entrada del Islam en el 711 hasta el siglo


X. No ha logrado generar muchos estudios particulares.
- El Califato de Al-Andalus, fundado en el año 929 hasta el establecimiento de
las taifas. Es la época histórica andalusí que más interés ha suscitado y la
que mejor ha sido estudiada, dada su enorme riqueza y esplendor cultural.
- Las taifas, especialmente las de Murcia y Granada, han comenzado a ser
foco del interés de los estudios arqueológicos recientes.

En cuanto a la temática, dentro del área andalusí, son varios los temas que captan
el interés del arqueólogo medieval:
- Las cerámicas: de carácter endémico, son exclusivas en toda Europa.
Además, se trata de una cultura material cerámica muy desarrollada para
su tiempo en comparación al resto de Europa. Otra de las razones que
suscita el interés en su estudio es que se trata indiscutiblemente del fósil
director de toda excavación arqueológica.
- Los poblamientos rurales: en este caso, las llamadas alquerías (aldeas),
junto a los hisn (alquerías fortificadas, donde habitaban soldados en su
mayoría, destacando su función militar y de control del espacio) y las fincas,
establos, graneros asociados a éstas, han captado también el interés de los
arqueólogos medievalistas. En cuanto a los yacimientos arqueológicos de
mayor renombre, podemos mencionar el de El Castillejo (Granada), datado
entre los siglos XII-XIII.
- El mundo urbano: especialmente el ámbito doméstico, las casas andalusíes.
En su conjunto, las medinas (ciudad civil).
- Construcciones militares: realmente fue lo que primero llamó la atención a
los arqueólogos. Destacan especialmente las alcazabas (recintos fortificados
dentro de la medina).
- Las redes catastrales: se tratan de redes de conexión entre diversas
fortificaciones, como atalayas (torre vigía), hisn, castillos pequeños… Estas
conexiones pueden establecerse de diversas formas: en primer lugar,
podrían ser posesión de un mismo señor; también podrían estar conectadas
en función de ejercer el control sobre un límite territorial. Sobre el terreno,
estas conexiones podían establecerse mediante señales de alerta (fogatas,
señales de humo…) que permitiesen un sistema de comunicación entre las
diversas posiciones y edificios.
- Sistemas hidráulicos: norias, albercas, acequias y aljibes.
- Necrópolis: eran llamados maqbaras. Además, poseían una forma propia
de exhumación, diferente a la cristiana y judía: sus cuerpos se depositaban
de lado, sobre el hombro izquierdo, con la cabeza hacia el Este (Meca).
Normalmente las sepulturas carecían de lápidas, y se sustituían por los
cipos, estelas cilíndricas, que presentaban escritura cúfica.
- Edificios religiosos: mezquitas y madrasas (escuelas coránicas).
- Baños islámicos y las tenerías: son las dos temáticas que últimamente han
recibido mayor atención por parte de los arqueólogos de este área. Del
primero se estudia el carácter y la función social que tuvo como espacio, del
segundo su posición urbanística, y sobre todo la mano de obra encargada de
esta función.

5.4. Reinos cristianos

Podríamos decir que recogen todas las temáticas anteriores, y es de los que más
estudios nos han acabado llegando. Es interesante, además, y un foco de estudio
propio, las relaciones que tuvo la comunidad cristiana con las minorías mudéjar y
judía. Respecto a esta última, han sido numerosos los estudios, y en muchos casos
la aljama hebrea actual, la comunidad israelí, se ha querido involucrar en ellos. Por
eso, algunos proyectos arqueológicos funerarios se han visto detenidos por el lobby
judío, o por contra, se han financiado muchos otros, otorgado una importancia,
quizá, mayor de la real.
6. El arqueólogo profesional y la Arqueología de Gestión

Esta figura cada vez cobra una mayor importancia en las intervenciones
arqueológicas que se llevan a cabo. El arqueólogo de gestión puede estar
contratado por dos tipos de empresas: ya sea por una empresa privada, ya sea por
una entidad pública, como lo pudiera ser aquí el Consorcio de Toledo. Puede darse
el caso que un organismo público sea el que contrate a la empresa privada para el
desarrollo de la intervención arqueológica, y ésta a su vez al arqueólogo de gestión.

3. EDIFICACIONES Y CULTURA MATERIAL. EL ENFOQUE


ARQUEOLÓGICO

1. Introducción al tema: la relevancia de la etnoarqueología


2. Bienes muebles. La cultura material
2.1. El origen de las materias primas

1. Introducción al tema: la relevancia de la etnoarqueología

Los objetos materiales fabricados nacen de un proceso de producción en


constante evolución. En este sentido habría que conocer las relaciones de
producción desarrolladas durante la Edad Media. Éstas se basan
fundamentalmente en cuatro elementos:

1. Las materias primas: habría que conocer cuales son sus características,
sus puntos de localización, los sistemas de extracción y luego cómo se
distribuyen para su consumo.

2. La mano de obra: qué tipo de personas se encargan de la fabricación, y


qué tipo de técnicas utilizan para ello.

3. Intervención del individuo en el proceso productivo.

4. Cómo y por qué razones se generan estas manufacturas, y qué tipo de


individuos acaban siendo sus consumidores.

Lo primero y fundamental es, por lo tanto, hacer un análisis muy específico de la


materia prima en sí. Más adelante habríamos de conocer los medios de
producción utilizados para este fin, esto es, identificar si se trata de la fuerza
humana, la fuerza extrahumana (animales o fuerzas y máquinas rudimentarias).

Para este estudio la etnoarqueología nos puede ayudar a esclarecer muchas


dudas. La etnoarqueología es un método de investigación arqueológica que
consiste en proyectar al pasado los resultados de trabajos etnológicos sobre
sociedades actuales. No hay que olvidar que en determinados pueblos de hoy en
día se siguen desarrollando medios productivos similares o muy parecidos a los
desarrollados durante la Edad Media. Un primer sistema etnológico a estudiar
tendría que ver con los sistemas constructivos desarrollados en Al-Andalus. La
forma de construir las casas andalusíes, por medio del tapial y el adobe, es similar a
la construcción actual de casas en el norte de África, por poner un ejemplo.

Otra de las disciplinas fundamentales a la hora de practicar la etnoarqueología, que


está estrechamente relacionada con esta práctica, es la arqueología de
experimentación. Consiste en reproducir en la época actual la cultura material
del pasado medieval, utilizando para ello los mismos procedimientos del
pasado: las mismas materias primas, la misma tecnología y la misma mano de
obra. Se trata de una rama de la arqueología que está cobrando mucha fuerza
últimamente. Un ejemplo de arqueología de experimentación es el Proyecto
Guederón, en Francia. Desde 1997 se desarrolla en este poblado la construcción de
un pequeño castillo señorial con los mismos procedimientos, la misma mano de
obra, las técnicas y materias primas que se habrían utilizado entonces en la época.

2. Bienes muebles. La cultura material

2.1. El origen de las materias primas

Una materia prima es aquello que nos ofrece la naturaleza y es susceptible de


ser aprovechado para el uso humano. Este aprovechamiento puede ser de
manera directa, implicando para ello la desaparición de la materia prima en sí; o
de forma indirecta, es decir, manipulando la materia prima y usándola para crear
un material u objeto.

A partir del análisis de la materia prima habría que intentar conocer los lugares de
extracción de ésta y qué tipo de tecnología se ha utilizado para ello. Finalmente, el
último paso sería reconstruir todo este proceso productivo, desde su recolección
hasta su procesado y distribución.

2.2. Las materias primas más importantes

Para comenzar, analicemos qué tipos de materias primas se utilizaron con mayor
frecuencia:

1. La tierra. Su uso es fundamental, y suele ir mezclada con agua. Ésta se


habría de cribar, y para ello era necesario construir una herramienta de criba.
Podía utilizarse, mezclada con agua, para hacer adobe, tapial o ladrillos.
Sin embargo, si la criba resultaba ser de alta calidad, es decir, de grano muy
fino, solía aprovecharse para hacer cerámica, fabricando por ejemplo
cántaros para almacenaje. El tapial era una técnica de construcción de
paredes, dando lugar a un maravilloso aislante natural. Primero se construía
un encofrado, el cual se iba rellenando de tierra de baja calidad, de agua y de
cualquier tipo de elemento aglutinador (hierbajos, restos animales,
excrementos animales, claras de huevo e incluso sangre de buey). Luego se
retiraba el encofrado una vez estuviese la mezcla seca. Después, se daba
una capa de barro semilíquido para tapar las posibles junturas, llamada
revoco. Por último, se aplicaba un revoco de cal, principalmente por razones
estéticas, aunque de paso actuaba como un impermeabilizante de la pared,
además de higienizarlas eliminando posibles suciedades y bacterias. La
mayor parte de casas del sur de Europa se construían por medio de esta
técnica y material. Aún así, también era común el uso del adobe y del
ladrillo, pero eran materiales algo más caros. Desde el Mediodía francés
hacia el norte europeo, el ladrillo no se documenta hasta finales del siglo XII,
al ser zonas poco romanizadas. Sin embargo, el ladrillo en el sur de Europa
continuó utilizándose en la construcción desde la romanización,
especialmente gracias a la cultura andalusí, quien mantuvo su uso y lo
mejoró. El ladrillo consistía en un encofrado relleno de adobe (barro), que
podía tener dos formas de cocción: en un horno de cocción, o en secado al
sol en una explanada. En el norte de Europa, sin embargo, el material más
utilizado acabó siendo la madera, por lo que la cultura material del norte
acaba caracterizándose por su efimeridad, caducidad y transitoriedad.

2. El hierro: se utilizó para numerosos objetos, si bien no en la construcción.


Por ello no han quedado prácticamente rastros de este material. Al
contacto con el oxígeno, las piezas de hierro comenzaban a carcomerse y
desfragmentarse, perdiéndose a lo largo del tiempo. Sin embargo, nos han
llegado algunos ejemplos de piezas fabricadas con hierro, como los abrojos
encontrados en el territorio donde tuvo lugar la Batalla de Alarcos de 1195.
Por otro lado, el bronce (aleación de cobre y estaño), resulta un material
más resistente, habiéndose conservado un número mayor de piezas
fabricadas con esta aleación.

3. La madera: es un material tan efímero que no ha quedado prácticamente


rastro alguno medieval. Es prácticamente imposible de encontrar, a pesar
de que hasta el siglo XI, era prácticamente el único material utilizado para la
construcción en el norte de Europa.

4. Especies vegetales: obviamente no nos ha llegado rastro material, pero


podemos saber que eran utilizadas gracias a las fuentes escritas. Podía ser
retama, paja, o juncos, entre otros, estos últimos para construir suelos en los
hogares. Iban renovándose cada cierto tiempo, aportando frescor y buen olor
al hogar, así como actuar de repelente para ciertos animales o insectos.

5. La piedra, la cal, la arena, el yeso, otros materiales fundamentales para el


mundo de la construcción.

6. El agua: recientemente ha recibido más atención como línea de


investigación, aunque aún queda mucho por conocer acerca de su uso. Se
sabe que no era de uso comunal, sino que era un monopolio en manos de
un señor, como ocurría con la madera. Era, por lo tanto, símbolo de poder, y
un uso indebido podría suponer castigos.
Existían además otros materiales utilizados concretamente en la industria textil,
como los siguientes:

1. Fibras vegetales: como el lino y el cáñamo, utilizados para crear


vestimentas destinadas a las clases adineradas; junto a la lana, más
adecuada para las clases bajas.

2. Materias tintóreas: utilizadas para dar color a las fibras vegetales y


animales. El rojo (cochinilla), el verde (arsénico), el negro (carbón) y el
amarillo (orina de vaca), eran los colores más utilizados.

3. Pieles animales: solían utilizarlas las clases más altas, al ser más caras,
especialmente aquellas de animales exóticos como el hurón o armiño, el
zorro, el ciervo…). Actuaban como un símbolo de poder. Las clases bajas,
como mucho, podrían haber utilizado pieles de conejo.

4. Cornamentas y huesos de animales.

En realidad un porcentaje muy bajo de la sociedad podía permitirse el lujo de


llevar algún tipo de adorno, como botones, o ropa interior. Ésta última comenzó a
utilizarse con seguridad a partir del siglo XIV, no sé sabe hasta qué punto se
utilizaba, realmente, pero es de suponer que fuese una prenda destinada a clases
altas. Todo esto se conoce gracias a los testimonios iconográficos, y no en este
caso a las fuentes materiales, de las que no nos ha llegado prácticamente nada,
dada su naturaleza efímera.

2.3. Técnicas de transformación y mano de obra

En la Edad Media existieron dos grandes contextos productivos:

1. El contexto artesanal: fue el más característico de este periodo. Consistía


en el trabajo producido por la mano de obra artesana. Los artesanos se
reunieron en cofradías o hermandades. La palabra gremio, realmente, no
comenzó a utilizarse hasta el siglo XVI en las fuentes escritas. Las cofradías
y hermandades regulaban toda la actividad productiva, así como los
precios de mercado. Entre otras cosas, controlaban fundamentalmente lo
siguiente:

- Los proveedores de materias primas.


- El precio fijo de compra de las materias primas.
- La mano de obra operaria, así como las herramientas utilizadas
durante el proceso productivo, junto a los días de trabajo.
- El precio fijo de venta de los productos manufacturados.

Así pues, el consumidor tan sólo tenía que elegir la calidad del producto, y
no debatirse entre el precio de éste, pues era invariable. La calidad variable
del objeto manufacturado implicó que existiesen diversos maestros que
destacaron entre los varios talleres artesanales. Por poner un ejemplo de
estos maestros más considerados, destacó Lorenzo Ghiberti, maestro de un
taller de orfebrería. Tal era la estima que podían alcanzar algunos maestros
de taller, que durante el siglo XV se acabaron denominando genios (eran
obras ingeniadas, no fabricadas por ellos mismos, sino por su taller de
artesanos).
La estructura era la siguiente: dentro de los gremios, cofradías y
hermandades, existían diversos talleres de producción artesanal. Dentro de
éstos, la mano de obra se dividía de la siguiente forma: el aprendiz podía
comenzar a trabajar en el taller, para luego, pasado un tiempo, llegar a ser
oficial del mismo. Entonces podía optar a la realización de un examen para
convertirse en maestro artesano. Ahora bien, superar este examen no era
fácil: en primer lugar, era necesario poseer una técnica impecable, lo que
suponía décadas de estudio y trabajo; además, debía poder costearse las
tasas del examen, lo que implicara que sólo los adinerados pudiesen acceder
al mismo; finalmente, debía existir algún puesto vacante a ocupar, debiendo
contar siempre con el suficiente apoyo de otros maestros de gremio.
Aún así, no todas las actividades productivas estaban gremializadas,
sino que podían actuar por libre. En Castilla, por ejemplo, existieron diversas
profesiones exentas de este tipo de normas, tales como:
- La construcción: albañiles y carpinteros.
- Abastecimiento alimenticio: carniceros y panaderos.
- Otros como barberos (médicos), cambiadores (banqueros primitivos),
jubeteros, esparteros, etc.

2. El contexto protoindustrial: se trata de un tipo de producción que ya se


encuentra en el periodo medieval. Sería el prototipo del factory system del
siglo XVIII. Eran sistemas productivos que podían llegar a tener miles de
trabajadores. La “fábrica”, llamémosla así, más grande de la Europa
medieval se encontraba en el famoso Arsenal de Venecia, poseyendo miles
de trabajadores. Un arsenal era, realmente, lo que en España serían las
atarazanas, es decir, el lugar portuario donde se construían los barcos, sobre
todo de mercancías.

Los gobiernos y las instituciones intervenían asimismo en la regulación del


mercado y de los sistemas productivos, fuesen artesanales o protoindustriales.
Esto lo podemos saber gracias a las numerosas legislaciones conservadas, como
las ordenanzas municipales.

3. Los bienes inmuebles. Los edificios

3.1. La arqueología de la arquitectura

Desde la década de los años 90 aparece una rama de la arqueología interesada en


estudiar los bienes inmuebles. Previamente los bienes muebles constituían el
objeto de la mayor parte de los estudios en la arqueología medieval. Esta
situación cambió cuando los arqueólogos comenzaron a interesarse por las
edificaciones medievales, dando lugar a una nueva línea de investigación
conocida como arqueología de la arquitectura. Actualmente podría considerarse la
más famosa y desarrollada del mundo arqueológico.

Esta rama de la arqueología consiste en el estudio de la evolución arquitectónica


de los edificios, desde su construcción a su estado actual, identificando en el
proceso las diferentes etapas de su vida. Es decir, los edificios se consideran
prácticamente “entes biológicos”, con todas sus fases de vida: nacen, crecen, llegan
a un momento cúlmen, entran en crisis, y algunas finalmente desaparecen. Por ello,
los arqueólogos de la arquitectura buscan en los edificios las diferentes huellas del
tiempo. El elemento principal de estudio son los muros, y su análisis se
denomina lectura de paramentos. De ahí que algunos denominen a esta rama
arqueología muraria. Se trata de una línea de investigación muy especializada y
compleja, ya que aúna en una misma rama la historia del arte, la historia como tal y
los conceptos propios de la arquitectura.

El método seguido es el propio de la arqueología tradicional: se estudia el edificio


o el muro en cuestión como si se tratase de un yacimiento arqueológico,
analizando los diferentes estratos. Se consideran, así, yacimientos verticales,
diferentes a los horizontales o subterráneos que la arqueología trabaja de forma
tradicional. Posteriormente se hace una lectura del edificio, plasmando sus
diferentes estratos verticales en planos de compleja elaboración.

En cuanto a los referentes de esta rama de la arqueología, existen algunos


nombres de debida mención. En Italia encontramos a dos arqueólogos considerados
los padres de la arqueología de la arquitectura, Tiziano Mannoni y Roberto Parenti.
Otros arqueólogos de esta rama famosos son Gian Pietro Brogiolo, Agustín Azkárate
y Luis Caballero Zoreda.
Una condición a tener en cuenta en esta línea de investigación, y lo que supone un
problema a su vez para ella, es la restauración de los edificios. Cuanto más
restaurado esté, más difícil y problemático será el análisis del mismo, puesto que
durante las intervenciones, especialmente las llevadas a cabo en el pasado, se
tiende a borrar las huellas del pasado, de forma intencionada o no. La arqueología
de la arquitectura no sólo se interesa por los edificios, sino que lleva a cabo un
estudio de todo aquello alrededor de los mismos:

1. Los planos. Se sabe que los edificios religiosos se construían en base a una
serie de planos, pudiendo ocurrir así con otro tipo de construcción importante
como fuese la de un castillo. Aún así, no se conservan planos medievales.
Estas informaciones las conocemos gracias a la iconografía
fundamentalmente. Los maestros arquitectos de la Edad Media podían
utilizar pizarras de arcilla, que luego se destruirían e irían reutilizándose.
Sabemos, asimismo, que se utilizaban para su diseño herramientas
geométricas, como la regla graduada, la escuadra e incluso, a veces, el
compás. Las formas resultantes siempre eran rombos, cuadrados y
triángulos. Un aspecto curioso estudiado por esta rama es la forma de las
torres en las fortificaciones. No se sabe, y aún se sigue estudiando, por qué
las torres eran sólo cuadradas hasta el siglo XIV, cuando comenzaron a
hacerse redondeadas. Al ser cuadradas eran mucho más vulnerables a los
ataques enemigos. Una posible razón que aporta la arqueología de la
arquitectura es que no se utilizasen herramientas como el compás al hacer
los planos.

2. Otro elemento que nos sirve para conocer los métodos de construcción de
los edificios son las diversas marcas de los planos, como los agujeros que se
pueden hallar en algunas partes del mismo. No era común, empero, el uso
de bases de cimentación para la construcción de los edificios, exceptuando
los religiosos o las fortalezas y edificios de esta índole. Ni siquiera aquellos
construidos con madera seguían este método, pues la madera, al entrar en
contacto con la tierra, acaba pudriéndose al poco tiempo. El uso de cimientos
aparecería más adelante en el tiempo. Esto provocaría que la mayoría de los
edificios medievales fuesen inestables, de fácil derrumbe. En España podían
utilizarse carreras, unas vigas horizontales que sostenían el resto de los
cimientos, apoyadas sobre el terreno directamente. En otros lugares de
Europa sí era común clavar las vigas en el suelo, incluso a mucha
profundidad.

3. Los morteros: otro elemento de estudio es el tipo de materiales utilizados


para unir los materiales de construcción. Se conocen bien aquellos usados
en la Antigüedad, pero durante la Edad Media se utilizaron otro tipo de
morteros, mucho menos potentes. La base para fabricarlos normalmente era
de arcilla, pero podría ser también de cal. En todas las obras existían hornos
de caleros. En terrenos inclinados se hacía una perforación cilíndrica
normalmente de piedra, aunque podía estar hecha de ladrillo. Allí se
introducían piedras calcáreas junto a las cenizas. Se calcinaban las piedras,
para posteriormente machacarlas, dando lugar a la cal. Cuanto más cribada y
fina resultase, mayor calidad. De lo contrario, era utilizada como mortero, así
como la arena. De existir humedad entorno a la construcción, era común
utilizar algún tipo de material que impermeabilizarse en el mortero, como las
claras de huevo, “pez”, queso blanco o la sangre de buey. Esto ocurría en
edificios como los molinos hidráulicos, ubicados junto a un río o arroyo, junto
a una noria. Los molinos de viento, típicos del norte de Europa, no llegarían a
la península hasta el siglo XVI. El mortero también se aplicaba en las juntas
de los edificios. Cuanto más finas fueran, el edificio sería considerado de
mayor calidad. Hasta el siglo XII no era común su uso, pero posteriormente
se fue refinando y haciendo habitual. Sin embargo, en las catedrales góticas
se dejaban grandes juntas visibles, preferiblemente sin mortero, por razones
simbólicas.
4. Las cubiertas. Se trata de un elemento difícil de estudiar, debido a que no
se conservan prácticamente ejemplos, exceptuando aquellos de los edificios
religiosos o fortificaciones. Existían dos tipos de cubiertas: las adinteladas,
las más utilizadas y comunes por su sencillez, normalmente de madera; y
aquellas abovedadas, utilizadas normalmente en edificios religiosos y zonas
nobles de las fortificaciones. Sin embargo, los techos adintelados tampoco
resultaban del todo sencillos de fabricar, y su uso no estaba extendido a
todos los edificios. Existían muchos, los más sencillos, cuya cubierta era a
dos o cuatro aguas.
5. Pares (vigas verticales), correas (vigas horizontales) y cabrios (tablones).
Encima de estos últimos se solían colocar juncos, cañas, e incluso tejas.
Éstas comienzan a utilizarse en las cubiertas a finales del siglo XII y
principios del siglo XIII. Las tejas pueden ser de dos tipos: tejas
semicirculares, las cuales se clavarían encima de los cabrios, las más
comunes; y las tejas planas, de estilo más complejo y menos frecuentes.

3.2. Construcciones objeto de estudio

- Fortalezas y catedrales: son los más emblemáticos y estudiados. A raíz de


estos se han estudiados otros temas en relación.
- Necrópolis y baños.
- Campos de batalla.

3.3. Fuentes escritas

● Ordenanzas Municipales. Son lo primero que todo historiador debería consultar.


Los fueros se derogan en el siglo XIV. Es entonces cuando comienzan a aparecer
las ordenanzas municipales. En ellas se recoge absolutamente todo: cómo se debe
trabajar, construir, legislar, etc. Eran libros con diversos folios. En Castilla aparecerán
alrededor de 1380-1390. En Toledo las más antiguas son las de Maqueda, de 1398.
El libro de ordenanzas de Toledo más antiguo que se conserva es de 1400. El
problema de utilizar este tipo de fuentes es que ofrecen tan sólo una legislación, una
recopilación de aquello que se debe hacer, dan una imagen estática y fija de una
realidad probablemente diferente.
- Disposiciones de gobierno: eran mandatos, órdenes de los gobiernos, pero
no se conservan prácticamente mandatos de regidores. Sin embargo estas
órdenes debían de difundirse por medio de los pregones.
- Libros de pregones: eran libros donde se recogía aquello que difundían los
pregones, como las disposiciones de gobierno. Muchos de ellos se han
perdido, pero otros se conservan, como en el caso de Toledo.

● Fuentes contables: en este tipo de fuentes se recogía todo aquello en relación a la


contabilidad de las instituciones, y ver qué pregones se distribuían por la ciudad.
- Libros de cuentas: nos aportan información contable. En ellos, durante el
siglo XV se seguían utilizando los números romanos.
- Contratos de arrendamiento: de estos sí se conservan miles de ejemplos.
En ellos se puede conocer el historial de posesión y la distribución de las
propiedades.
- Inventarios: son listas en las que se enumeran las diversas posesiones de
una institución.

● Fuentes visuales:
- Imágenes y miniaturas en los manuscritos.
- Fotografías antiguas.
3.4. Materiales de construcción

1. La tierra: fue el material de construcción sin duda más utilizado. La mayoría


de casas hasta el siglo XII estaban construidas con madera. Luego comenzó
a utilizarse el tapial y el adobe. La tierra sin embargo no estaba en contacto
directo con el terreno, sino que solía establecerse un zócalo formado por
piedras, de un metro de altura más o menos, unido mediante mortero, pues
la piedra no se labraba.
2. La piedra: se produciría un importante cambio a la hora de trabajar la piedra
a finales del siglo XIII e inicios del siglo XIV. Esta revolución se produjo
gracias a los cambios introducidos por los sistemas de transporte del
material, especialmente gracias al carro de cuatro ruedas. Este medio de
transporte comenzó a utilizase durante el siglo XIV. Podía permitir el
transporte de hasta unos 2000 kg de peso, lo que facilitaría con creces sin
duda el transporte de la piedra de las canteras a otras ubicaciones,
trasladando así las obras y alejándolas de estos lugares de extracción. Se
establecería además un nuevo tipo de profesión, la de los transportistas de
piedra. Existían varias tipologías de piedra durante la Edad Media:
- Lapis vivus o franchus. Era llamada “la piedra viva”. Muy dura y difícil
de trabajar, pero a la vez muy resistente y de buena calidad. Era muy
cara, y estaba reservada para construcciones importantes como las
catedrales.
- Lapis villanus. Era una piedra blanda, mucho más maleable y fácil
de trabajar, barata pero de una calidad inferior.
- Lapis columnaris. Era una piedra algo más manipulable, y
conservaba resistencia. Solía utilizarse para la fabricación de
columnas, de ahí su nombre. Eran piedras como el mármol o el
granito.

La piedra se extraía de las canteras, que eran minas al aire libre, aunque
también existían minas subterráneas de piedra. Para extraerla, se utilizaban
poleas y fuerza animal. La profesión dedicada a la extracción de la piedra era
la del cantero. Devastaban la piedra desde la cantera, la llevaban hacia los
carros por medio de troncos y luego el transportista la dirigía hacia algún
lugar en el carro. Los pedreros, sin embargo, eran aquellos que se
dedicaban a labrar las piedras a pie de obra, y quienes esculpían sus formas.
También existieron expertos de la piedra que harían ambas funciones,
supervisando el trabajo de extracción en las canteras y trabajando la piedra
extraída.
El trabajo a pie de obra. La labor de extracción de la piedra seguía el
siguiente procedimiento: primero se debía izar y levantar la piedra
seleccionada. Esto se hacía mediante máquinas de madera, las cuales
debían ser muy sólidas y resistentes para aguantar el peso, por ello eran
diseñadas por expertos ingenieros de máquinas. Después, la piedra ya en
suelo se debía trabajar a pie de obra. Se desconoce cómo era el proceso,
pero se conocen los resultados del trabajo. Normalmente dejaban signos
lapidarios, al entorno de los cuales existe mucha leyenda. En realidad
muchos eran accidentales, y siempre se procuraba ocultarlos por razones
estéticas. Existirían cuatro tipos de símbolos:
- Símbolo del pedrero o del taller para el cual trabajaba, con el fin de
identificar posteriormente el trabajo realizado y demostrar su labor al
taller para cobrar su parte. Podría ser hecha por un individuo o por un
grupo de trabajo.
- Procedencia de la piedra y de qué cantera venía el material.
- El lugar donde debía de colocarse la piedra posterior.
- Señal accidental producida por la máquina que transportaba e izaba
las piedras.

3. La madera: hasta el siglo XI se puede hablar de dos tipos de civilizaciones


europeas diferentes: la de la madera y la de la piedra.
- La civilización de la madera. Ocupaba desde el Danubio hacia el
norte de Europa. Cuando la madera deja de utilizarse en el siglo XI se
comienza a utilizar la piedra, aunque también el ladrillo. Hasta
entonces, toda la ciudad estaba hecha de madera, desde los edificios
religiosos hasta las calles e incluso el pavimento. La madera se
trabajaba según un proceso de trabajo que garantizase dos
condiciones, la seguridad del carpintero y la calidad de los tablones.
Este material se recogía en los bosques, los cuales eran de
propiedad privada, pero su trabajo era bastante sencillo en
comparación al de la piedra. Para extraer la madera, por lo tanto,
había que pagar a los propietarios de dichos bosques. Eran llamados
los “señores de la madera”, todo un monopolio. De hecho, uno de los
peores crímenes en la Edad Media era el de provocar un incendio
intencional en un bosque, cuya pena era la muerte, normalmente en
hoguera y sin previo juicio por los daños. Los árboles se cortaban
siempre durante el invierno pues poseían menos niveles de savia y
estaban más secos. Una vez cortados, podían trabajarse “en verde”,
es decir, sin secarlos previamente, permitido por la flexibilidad del
tronco, lo que se utilizó en Inglaterra para hacer sus famosos arcos.
Los escultores que la trabajaban lo hacían de esta forma. Si la
madera se utilizaba sin embargo para una obra o construcción, había
que secarla bien previamente y esperar a que toda la savia fuese
retirada de forma natural, lo que llevaba meses e incluso años,
alargando muchísimo el proceso. El tronco se remojaba en agua, para
que la savia saliese por sí sola, y luego esperar todo ese tiempo a
que los troncos se secasen por completo. La lentitud del proceso
provocaba que en muchos casos se reutilizase la madera de otras
construcciones, para acelerar otras, y ya de paso evitar los costes de
más extracciones de los bosques. La madera de los barcos en
desuso también se reutilizaba a este fin. La mayoría de la madera se
utilizaba para construir las estructuras de las casas en la zona
mediterránea, pero en el norte para todo.
Existían diversos tipos de madera:
- Madera de los bosques: roble, castaño, haya, nogal, encina,
alcornoque, pino…
- Madera de las riberas de los ríos: álamo, olmo, sauce, aliso…
- Madera de los árboles frutales: cerezo, olivo, manzano...
La solera era la parte de madera plana del pavimento constituida por
diversas carreras (vigas horizontales).

4. Materiales cerámicos: ladrillos y tejas semicirculares. Son los dos tipos


de cerámicas que más aparecen en los yacimientos arqueológicos, a partir
del siglo XII especialmente, aunque en Al-Andalus ya se encuentra desde
siglos atrás. Las tejas podían colocarse en el tejado y sobre las paredes. Era
la llamada barda, una especie de tejado sobre la puerta, basado en unas
tejas sobresalientes colocadas en la pared. Además, en esa parte suelen
aparecer agujeros de desagües de forma trapezoidal. Las tejas también se
utilizaban en las cañerías, por lo que es común que aparezcan enterradas en
el subsuelo, pues se disponían sobre los caños, finalizando en la madre, la
cañería central. A partir del siglo XIII se difunde en el norte de Europa este
tipo de infraestructura, junto al uso de la teja y del ladrillo.

5. Cal, yeso o agua. El agua es, junto a la madera, el otro gran monopolio en
época medieval. Uno de los mayores problemas, además, era su
almacenamiento, con el fin de conservarla en buen estado. Existían para ello
dos opciones: o bien solía reutilizarse llevándola desde el río hasta el lugar o
sacándola de un pozo, o bien conservarla en los aljibes. Estos últimos eran
difíciles de construir, pues había que excavar demasiados metros a mano,
además de impermeabilizar sus paredes con la almagra.

6. Clavos y otros elementos complementarios.

3.5. Instrumental de construcción

Los instrumentos utilizados en la construcción se han conservado parcialmente,


especialmente aquellas partes fabricadas de hierro. Básicamente el instrumental
medieval era muy similar al actual: cortafríos, piquetas, “perros” (tijeras para coger
piedras), tenazas… Mas de lo mismo con las profesiones: carpinteros, albañiles
(encargados de cortar el fuego), yeseros, pedreros…

La cultura material, en definitiva, nos puede indicar qué estatus y clase social poseía
cierta persona según tres grandes elementos:

1. La vivienda.
2. El vestuario.
3. Las sepulturas, especialmente significativas.
BLOQUE II: LA EDAD MEDIA Y LA ARQUEOLOGÍA

TEMA 4: LA GUERRA EN LA EDAD MEDIA. CASTILLOS,


FORTALEZAS Y PALACIOS.

1. ¿Qué es la arqueología de la guerra?


2. Fortificaciones

1. ¿Qué es la arqueología de la guerra?

La Edad Media se asocia indudablemente con la guerra. Pero esta guerra, es una guerra
específica y particular. Es una guerra a caballo, perpetrada por un caballero, a su vez
asociado a un señor y castillo. Existe una imagen muy estereotipada sobre la Edad Media,
y muchas veces tiende a desfigurar aquella que era la realidad del momento. Sin embargo,
no va del todo desencaminada. Es cierto que la guerra fue un fenómeno muy frecuente y
habitual durante los siglos medievales. La manera en la que se desarrollase es otro tema.
Pero lo importante es que no sólo ocurría, sino que las gentes del momento lo sabían y eran
conscientes de ello, tanto que la guerra configuró toda una cosmovisión dentro de
ciertos grupos sociales.

La arqueología de la guerra es la disciplina arqueológica que trata de analizar todo aquel


elemento que tenga que ver con la plasmación del fenómeno de la guerra en el
pasado medieval. Los elementos que se estudian a rasgos generales son los siguientes:

1. La arquitectura militar: previamente, dentro de la arqueología tradicional tan sólo


se hacían meras descripciones de los edificios militares, centrándose en la propia
arquitectura del edificio y el campo de batalla que tuviese asociado, por sus
respectivos conflictos bélicos fundamentalmente. Sin embargo, desde la aparición de
la arqueología de la guerra el enfoque aplicado es diferente. Ahora, pues:

- No se analizan los castillos y fortalezas de forma individual, sino que el


principal punto de estudio e investigación de esta disciplina actualmente es el
análisis de las redes catastrales, englobando diversas fortificaciones en su
estudio y puntos militares o vías, por lo tanto se estudia todo un conjunto.
- Otro punto que genera interés es el papel que estas fortificaciones tuvieron
en el control social y geográfico del territorio. Se intenta comprender
cómo estos castillos podían controlar una extensión territorial a veces tan
vasta y extensa, además de calcular cuán grande sería el núcleo poblacional.
- Junto a esto último también es de interés la función económica del
castillo, cómo acaban convirtiéndose prácticamente en “cortijos” donde
habitan señores que poseen siervos, y cómo, y hasta qué punto, la posesión
de una fortificación de este tipo tenía que ver con la riqueza y su ostentación.
- Muy relacionado sería el estudio del castillo como símbolo de poder y
fuerza, tanto económica como social. Sería un análisis más de tipo
simbólico.
- Por último, el estudio de los castillos como foco de atracción de
poblamiento. Se sabe que lo primero que se construía en un núcleo de este
tipo era el castillo y la fortificación militar; entonces, más adelante, en medida
del desarrollo que tuviese el centro militar, el núcleo poblacional iría
creciendo entorno a éste, y no al revés.

2. El armamento: para el estudio del armamento utilizado en la guerra medieval se


siguen una serie de diversos enfoques y tres tipos de perspectivas:
- Si el armamento es de tipo ofensivo o defensivo.
- Si el armamento es de tipo ordinario o extraordinario.
- Si el armamento es de uso individual o colectivo.

3. Los campos de batalla: el estudio de los campos de batalla supone prácticamente


casi una disciplina aparte, dada su crucial importancia para conocer el desarrollo de
la guerra mediante la arqueología.

La guerra medieval y sus características

La guerra en la Edad Media tenía unas características muy peculiares:

- Los ejércitos eran coyunturales: no eran permanentes ni estaban fijos, sino que se
formaban y dejaban de formar de forma temporal, en función de la empresa bélica.
Normalmente solían constituirse al inicio de la Primavera, sobre los meses de marzo
y abril, cuando según el calendario bélico es propicio el tiempo para la guerra, y así
deshacerse en el otoño, sobre octubre. Aún así, una pequeña parte de la tropa sí
solía estar fija, y eran las llamadas guardas reales, la tropa encargada de defender
al rey.
- No era uniforme: el ejército era un conglomerado polifacético de diversas tropas
totalmente diferentes. Poseían un diverso señor, diversos recursos, procedencia
social y una formación muy dispar. Así al final, cada tropa e individuo tenía sus
propios recursos y su propia forma de organizarse. Por lo tanto, se carecía de
aquella uniformidad que permitiese un buen control y mando sobre él, lo que generó
diversos problemas a lo largo de la historia.
- No era profesional: como hemos visto, el ejército estaba formado por diversas
tropas de clase social y formación diversa, pero la mayor parte la constituían las
clases más bajas y pobres, los peones, el pueblo llano, los campesinos
vasalláticos que cuando su señor lo requiriese tenían que servir de apoyo a la
empresa bélica. Por lo tanto, sus armas eran de lo más rudimentarias, desde
azadones, bierros, hoces a cuchillos, y carecían de cualquier tipo de noción militar. A
partir del siglo XI, sin embargo, irán apareciendo soldados profesionales que se
irán adscribiendo a las Órdenes Militares del momento, para formar luego parte de
los ejércitos. Ya, especialmente a partir del siglo XIV, será común contratar a
mercenarios, soldados profesionales que se encargan por una suma de dinero a
servir en apoyo de un señor u otro. Sobre los siglos X y XI apareció una clase social
concreta, muy famosa, la de los milites, soldados cuya formación y vida giraba
entorno al desarrollo de la guerra, de carácter pseudo-profesional, quienes darán
lugar más adelante a la figura del caballero medieval.
- En la Península Ibérica también existían caballeros musulmanes, aunque poseían
unas características propias. Llevaban un caballo mucho más ligero y rápido, de
raza árabe, al contrario del cristiano, pesado, más lento y robusto, tipo percherón. El
arma utilizada durante el combate también difería de una facción a otra: el caballero
cristiano solía llevar una lanza mientras iba a caballo, y luego luchar con una espada
en tierra; el musulmán sin embargo utilizaba el arco (muy ligero y ágil, pues montaba
a jineta y la movilidad se lo permitía), y a tierra solía llevar un alfanje, de forma
curva. Esta diferencia entre caballería pesada, la cristiana, y caballería ligera, la
musulmana, hay que tenerla en cuenta a la hora de estudiar en la arqueología de la
guerra y los diversos sistemas de combate.
- Los señores de la guerra, especialmente a partir del siglo XIII, buscaron un mejor
armamento y soldados creando unidades de combate profesionales: ballesteros,
lanceros, arqueros (norte de Europa), espingarderos (a partir del siglo XV,
especialmente en Castilla y Toledo en concreto).
- Las armas poseían un “espíritu”, tenían un significado especial y propio. Podía ser
positivo o negativo. Normalmente las espadas eran el arma más espiritual en este
sentido, especialmente aquellas famosas por ser utilizadas en empresas bélicas de
trasfondo espiritual y religioso. Otras, por el contrario, tenían connotaciones
negativas, y durante las excavaciones de los yacimientos militares se encuentran en
lugares ocultas y escondidas, dejadas de lado. Eran armas vetadas al margen de la
guerra, que podía ser su único uso. Un ejemplo de estas armas era la ballesta, cuya
exhibición o porte en un contexto no bélico suponía una de las mayores penas y
delitos, implicando la muerte del responsable.
- No existía una jerarquía militar al margen de la élite social. Iban unidas
completamente. El señor de las tropas establecía la jerarquía que él considerara y
los respectivos mandos militares. Los más importantes eran los siguientes: el
condestable, el mayor de todos; el mariscal, general de la tropa; el alférez, como el
actual teniente, sub-mariscal; además, otro cargo o función más bien sería la del
porta-estandarte, quien determinaba por medio de la exhibición del mismo el
desarrollo de la gesta, cuándo comenzaba la batalla y terminaba, el cual en Castilla
se llamaría porta-pendón, y pendón al estandarte.

Existían tres maneras diferentes de hacer la guerra:

1. Las batallas campales. No eran tan comunes, según como dice la imaginería
medieval, de lo que en realidad eran. Sólo resultaban ser de eventos muy
determinantes, grandiosos e importantes, pero no era un desarrollo bélico habitual.
Al fin y al cabo, acababan por ser conflictos en los que se ponía en riesgo a un gran
número de personas. Se consideraban, además, ordalías, o “juicios divinos”, pues la
voluntad de Dios sería determinante, en la concepción tanto cristiana como islámica,
en cuanto a la victoria o derrota. Por ello, los soldados, la noche previa a la batalla,
solían celebrar un alba en vela mientras rezaban y rezaban por la intervención de
Dios en el conflicto, pues al fin y al cabo, el resultado dependería de él.
2. Razzias o algaradas. Consistían en expediciones de saqueo, cuyo objetivo era el
de hacerse con alimentos, animales, esclavos o cualquier tipo de botín de una forma
rápida y veloz. Era, pues, la forma más habitual de hacer la guerra. Cada
expedición solía tener unos cincuenta individuos a caballo, los cuales emprendían la
expedición de forma audaz y veloz. Por ello, acabaría denominándose la “guerra en
movimiento”. El problema de este tipo de expediciones era, realmente, la vuelta y
retorno, pues debían de traer consigo todo el botín, lo que ralentizaba a las tropas
dada la excesiva carga (peso, lentitud de los rebaños, etc).
3. Los sitios o asedios. Al contrario que las razzias o algaradas, se denominaban
“guerra quieta” o de desgaste. Eran todo lo contrario a las anteriores. Consistía en
atacar a un pueblo o una ciudad con un buen sistema defensivo. Este tipo de
desarrollos bélicos acabarán explicando el estudio de la arqueología de la guerra y
su especial interés por ese tipo de contiendas, al intentar comprender el sistema
defensivo y los tipos de fortificaciones que se establecen con el fin de evitar este tipo
de ataques.

Un dato a tener en cuenta, y que explica perfectamente el interés que suscita la arqueología
de la guerra dentro de la Península Ibérica, es la importancia y el rango de primer orden
que tuvo la guerra en territorio hispano a lo largo de la Edad Media, a diferencia del resto
de Europa. Aquí, tuvo múltiples variables, como lo fueron:
- Toda la Edad Media hispana consiste en un conflicto bélico entre dos facciones bien
diferenciadas: la cristiana y la musulmana. La guerra es pues, en forma de la
Reconquista, el hilo conductor, y explica el desarrollo de la historia medieval de
España en su conjunto.
- No sólo existe una dicotomía bélica entre cristianos y musulmanes, sino que dentro
de cada bando existirán conflictos propios y fronterizos, dados a diversas causas.
Hubo conflictos internos tanto en los reinos cristianos como en los musulmanes.
Quizá fue algo más común en los segundos, dado los innumerables enfrentamientos
que provocaron la confluencia de las diversas “razas” o procedencias de la población
andalusí, como los árabes, los bereberes, los sirios….Además, entre las taifas
también existieron sus conflictos internos, especialmente durante el siglo XII.

Todas estas series de conflictos requerían de una tipología arquitectónica militar, de


tipo defensiva especialmente, que respondiese adecuadamente al desarrollo de los
acontecimientos. La arqueología de la guerra se encargará de estudiarlas según diversos
enfoques:
- Estudios de tipo histórico-artístico, como lo que se solían hacer antiguamente. Un
ejemplo por antonomasia sería el de La-Alhambra.
- Estudios arqueológicos y excavaciones.
- Documentación escrita. Sería lo primero a lo que habría que recurrir. Podemos
encontrar mucha información de interés en:
- Libros de visitas de las Órdenes Militares. Se trataban de órdenes
cristianas constituidas por freires, los cuales se instalaron en antiguas
fortalezas islámicas. Existían visitadores, cuya labor era la de constatar por
escrito el estado y las características de la fortaleza en cuestión; de ahí todo
el aporte informativo que puedan otorgar estos libros.
- Documentos de los archivos nobiliarios. La nobleza, al ser la clase
poseedora de estos bienes, está íntimamente relacionada con su gestión.
- Crónicas de los reyes, de las que se puede obtener información, aunque en
menor medida.
- Acuerdos de Cortes, como la información municipal (alardes de armas,
disposiciones, reclutamientos…).
- Información pictórica.

2. Fortificaciones

Existen dos tipos de enfoque:

-El individualizado: es aquel en el que se estudia al edificio dentro de un contexto


específico de construcción.
-El colectivo: en él se estudia la red catastral a la que puedan pertenecer diversas
fortalezas en su conjunto. Uno de los problemas más acuciantes a la hora de analizar de
esta forma es determinar la razón y esencia de la red catastral, determinar qué la define y
por qué razón. Existen varios métodos para ello:
- Atenerse a las circunscripciones administrativas, o, como eran llamadas entonces,
circunscripciones jurisdiccionales. Este tipo de estudio puede realizarse, a su vez, desde
dos enfoques:
-Atenerse a una circunscripción administrativa actual.
-Atenerse a una circunscripción jurisdiccional del pasado. Ésta podría basarse
en las posesiones, o bien de un mismo señor, o bien las pertenecientes a un mismo
señorío. El dueño podría ser desde un noble, hasta un rey o eclesiástico, la Iglesia,
las órdenes militares…
-En función de la geografía del terreno. Será determinante a la hora de establecer
el desarrollo de la guerra y la Reconquista en la península. Tienen mucho que bver
con las fronteras históricas de la Reconquista española, como los castillos
concentrados en la zona del Alto Tajo, o la frontera entre Navarra y el reino de León,
o entre el Ebro y la taifa de Zaragoza. Se tratan, pues, de zonas estratégicas de
defensa, y el terreno físico explica, en muchos casos, la presencia mayoritaria de
fortificaciones.

- Los castillos podían ser de dos tipos:

- De origen musulmán, específicos de la península. Se inició su creación a partir del


califato independiente (segunda mitad del siglo VIII). Aun así, la mayoría que se han
conservado pertenecen a la época califal, a partir del siglo X, así como de las
primeras taifas del siglo XI. Suelen tener dos fases: la islámica original, y la posterior
reforma cristiana.
- De origen cristiano. Un dato curioso es que, hasta el siglo XI, incluso en la
península, los castillos cristianos estaban construidos en madera. Era algo muy
común, que prevalecería hasta muchos siglos más adelante en otras zonas. Pero es
durante el siglo XI cuando se produce un proceso de encastillamiento. Se da
lugar a una evolución de la tipología castellana en toda Europa, aunque
especialmente en la península Ibérica y en Italia. Podría decirse, pues, que es
durante el siglo XI cuando nacen los castillos tal y como los conocemos en
Europa. Este proceso evolutivo posee dos características fundamentales: en primer
lugar, el número de fortalezas crece considerablemente; por otro lado, comienzan
a utilizarse otros materiales de construcción como el tapial y el ladrillo, además de
la piedra. Sus formas responden a su función: la bélica. Son fortalezas
guerreras, de tipo defensivo.

- Durante el siglo XV y XVI se dará de nuevo otro cambio tipológico. Nacerá entonces
el castillo gótico o palacial, caracterizado no sólo por seguir siendo una fortaleza
militar, sino por adquirir nuevas formas residenciales, formas más estéticas y
cuidadas. A veces fue tal el grado de profusión en la decoración del castillo que
podía confundirse con un palacio nobiliario. Este tipo de castillos solían poseer un
alcázar dentro, una zona residencial. En Florencia, donde se desarrolló por primera
vez esta tipología durante el cinquecento, llegará a su cúlmen al abordar la
manifestación del poder a través del arte y la ostentación de la cultura, la belleza y el
lujo.
- En el siglo XVI se produce de nuevo un cambio de paradigma: nace entonces el
palacio renacentista clásico, durante el cinquecento italiano, con artistas como
Bruneslechi y Alberti, que darán a su vez la inspiración en territorio hispano a las
fórmulas renacentistas herrerianas. Ahora las formas corresponderán prácticamente
por completo a las de un palacio, y se alejarán demasiado del modelo de fortificación
previo.

2.1. Vocabulario técnico básico de castellología.

La arqueología de la guerra se fue especializando y acabó adquiriendo su propio


vocabulario técnico de tipo arquitectónico-militar. Esto dio lugar a su vez a un
nuevo tipo de estudio, aún más específico: la castellología.

1. Torre albarrana: torre independiente de la


muralla del castillo, pero que se conectaba con
ella por la parte superior. Se solía unir a la
muralla por medio de tablones de madera, los
cuales podrían prender fácilmente al
incendiarse durante un ataque enemigo y evitar
su paso a la fortaleza. Más adelante, acabaron
integrándose a la muralla por medio de
construcciones y pasadizos de piedra,
facilitando la circulación. Se diferencian de
otras por estar siempre delante de la muralla
del castillo. Un ejemplo sería la Puerta del Sol
de Toledo.

2. Barbacana: fortaleza colocada en el punto


más vulnerable del castillo, la puerta de
entrada. Se trata de una especie de
fortaleza, resultando ser la parte del castillo
más protegida y fortificada. Allí se colocaban
distintos tipos de sistemas defensivos:
- Foso: especialmente pronunciado en la parte de la barbacana.
- Puente levadizo: no era muy común, pero podía existir. Casi siempre
era un simple puente de madera, que podía quemarse y evitar el paso
del enemigo.
- Puertas: se abrían y cerraban, y en caso de ataque podían chaparse,
evitando que el fuego enemigo las derrumbase. Algunas de ella
podían presentar pinchos o puntas afiladas de hierro, una posible
defensa en caso de ataque con arietes.
- Haha: era una especie de agujero o foso, ubicado una vez pasada la
puerta.
- Rastrillo o peine: se trataba de la reja de hierro colocada tras las
puertas de la muralla. No todas la tenían, pero aún hoy día se
conservan algunas originales. Eran una defensa extra en caso de
ataque.
- Ladroneras: eran, aparentemente, un elemento decorativo, como un
balcón. Carecían de pavimento, estaban huecos, pues servían para
disparar a los atacantes, o bien arrojar desde ahí cal viva o “pez” (tipo
de resina o aceite que tendía a prender fácilmente), muy típico de la
zona castellana.
- Matacanes: balcones o pasadizos corridos a lo largo del muro, como
si se tratasen de pasadizos salientes, construidos en madera
originalmente.
- Saeteras o aspilleras: son brechas en el muro muy finas, casi
imperceptibles desde el exterior, desde donde los ballesteros y la
artillería disparaba al enemigo desde el interior del castillo. Estaban
estratégicamente situadas a lo largo de la muralla. Podrían ser dobles
o incluso triples. Son muy típicas de los castillos de guerra.
- Tronera: se trata de una aspillera de forma circular desarrollada
durante el siglo XV, especial para los cañones y las espingardas.

- Falsabraga o cortina: muralla pequeña ubicada delante de la mayor,


derivando el primer muro defensivo de la ciudad desde un ataque. No
se han conservado muchas, y en ellas sólo había una única línea de
acceso o puerta, inmediatamente después de la cual se extendía la
liza.
- Liza: sería una zona amplia del castillo, justo después del acceso por
la muralla, en la que se desarrollaría el ataque o los entrenamientos.
- Almenas y merlones: las almenas son los espacios que se
encuentran entre los merlones, y no al revés. Se ubicaría en lo alto de
la muralla y de la falsabraga. Al inicio eran muy sencillos, pero a
medida que pase el tiempo se irán haciendo más complejos.

3. Albácar o albacara: se trataría de todo el recinto amurallado en su conjunto.


Tenía que tratarse de un recinto amplio, pues en caso de asedio, era el lugar
donde se refugiase toda la población. Podía tener incluso huertos y todo tipo
de servicios, llegando hasta los 3km cuadrados. Dentro de ellas podían
existir diferentes espacios:

- Alcazaba: se trataría de un tipo de albacara, por ello podría


considerarse un tipo pequeño de albacara de pequeñas dimensiones,
una “ciudad en miniatura” islámica, tendiendo a la autonomía.
- Pabellones de la tropa: donde se acomodaba la tropa que defendería
el albácar, construidos en madera.
- Herrerías y armerías: donde se guardaba todo el arsenal de la
fortaleza.
- Cuadras para los caballos.
- Perreras.
- Almacenes diversos.
- Aljibes y pozos: eran imprescindibles pues suministraban el agua al
castillo. Los primeros eran más complejos de construir, pues
precisaban de un gran sistema de excavación, pero conservarían el
agua por más tiempo gracias a los recubrimientos de almagra.
- Cocinas.
- Letrinas: solían ubicarse en la zona norte de la fortaleza, pues allí
daba menos el sol y hacía más frío. Eran de madera normalmente.
- Coracha: serían caminos fortificados que se dirigían desde el castillo
hacía un río adyacente. En los textos medievales se les denomina
coraxa.
- Ronda: sería el espacio por el cual se ronda y bordea el castillo,
siempre y cuando su anchura lo permitiese. En caso de no ser
posible, podía construirse ampliando las dimensiones a lo ancho en la
parte alta de la muralla con una pasarela hecha de madera.
- Zarpa: sería la parte del castillo y de su muralla que cae y se inclina
al foso. Es una pared inclinada cuyo objetivo es que no pueda
accederse a través de ella. El foso solía estar baldío, pero a veces
presentaba agua, de ahí la importancia de la zarpa. Un foso seco, por
ello, debía de tener una profundidad lo suficientemente grande para
actuar de precipicio, entorno a los 10m de profundidad y unos 5 o 6
metros de ancho.

4. Torre del homenaje: sería un importante espacio, donde, hasta el siglo XIV,
residía el señor d ela fortaleza con su familia. Se trataba del espacio más
fortificado de todo el complejo, el último que debía rendirse en caso de
asedio. La entrada, por ello, no estaba a ras del suelo, sino que debía
accederse a ella por medio de unas escaleras, normalmente de madera, para
que pudieran prenderse con fuego e impedir la entrada de los atacantes. Era
el espacio de mayor altura de toda la fortaleza, y poseía muchos elementos
defensivos, como ladroneras y matacanes en su parte superior. Dentro de la
torre del homenaje podían diferenciarse tres tipos de salas:

a. El aula: este lugar en Toledo solía denominarse “el palacio”. Sería el


salón principal, donde el señor hacía las audiencias y recibía a las
gentes, donde ejercía su poder.
b. La cámara: sería el dormitorio del señor y su familia.
c. La capilla: era un espacio fundamental, para orar y velar las armas la
noche anterior a alguna batalla.

Durante el siglo XIV la torre del homenaje desaparece como un espacio


exento e individual, y comienza a incluirse como una parte más de un
conjunto mucho mayor: los alcázares. Se ubicaría entonces en uno de los
laterales del alcázar.

5. Patio de armas: este espacio comienza a internarse dentro del castillo o


alcázar a partir del siglo XIV, siendo el patio central. Sería entonces la zona
donde viviese el señor y su familia desde entonces, y no en la torre del
homenaje.

2.2. El papel de las fortalezas

Dentro del papel que jugaron estas fortalezas, habría que diferenciar dos grandes
tipos de contextos:

1. El contexto bélico: la fortaleza en cuestión podía tener dos tipos de


funciones dentro de un contexto bélico:
- La ofensiva: desde ella se atacaba al enemigo y se mandaban las
tropas.
- La defensiva: encargada de proteger al territorio que le circundaba.

2. El contexto pacífico: aquí el papel que jugaban las fortalezas en tiempos de


paz era mucho más importante y complejo que en tiempos de guerra. Así, en
contexto no-beligerantes, desarrollaba un gran número de funciones:

a. Vigilancia y control del territorio: podía llevarse a cabo mediante


dos formas:
- Con una tropa permanente encargada de mantener el orden público
en la comarca o región.
- Mediante una red catastral, un conjunto de atalayas o almenaras (10
personas max.) junto al castillo (200 personas max.).

b. Vertebrar el territorio: cada castillo tenía asignado un espacio


delimitado que administraba y controlaba.
c. Control del tráfico comercial y humano: el castillo se encargaba de
la vigilancia y seguridad de los cruces de caminos, los vados de los
ríos y los puentes. El objetivo era evitar problemas en esos lugares y
permitir una correcta circulación de mercancías, animales y personas.

d. Colonización del territorio: era una de las funciones más


importantes. El castillo hacía de foco de colonización, protegiendo a
las personas que llegaban.

e. Funciones fiscales: asimismo se encargaba de cobrar los impuestos


correspondientes. Las tropas del señor actuaban como una especie
de policía: guardaban por el cumplimiento de las sentencias judiciales
pero también fiscales, controlando el pago de los impuestos por parte
del pueblo que establecía el señor. Surgirían así enfrentamientos
entre el señor y el pueblo, entre la figura del opresor y el deudor. Esto
explica que, sobre todo a partir del siglo XII, las fortalezas se
conviertan en “nidos de malfechores”, ya que acababan siendo en
algunos casos instituciones de verdadera opresión fiscal.

f. Control social: además de fiscalizar a la población, se intenta


controlar la identidad de los pobladores, prohibirles actuar libremente
y fijarles a las tierras. Actuaban, por lo tanto, de gestores de las
costumbres. Se decía lo que era lícito y lo que no lo era, quién estaba
incluido o excluido del núcleo social.

g. Función simbólica: el castillo era un símbolo de poder, tanto en la


edificación misma (cuanto más grande y más piedra se utilizase para
su construcción mayor el poder manifiesto) así como en todos sus
elementos decorativos. Un rico hombre, así, podía tener hasta veinte
castillos más o menos en posesión, manifestando su poder por el
número de fortalezas que tuviese a su mando y control. Dentro de los
elementos decorativos, el más evidente e importante era el escudo
señorial. Uno de los símbolos utilizados en la heráldica que cobró
mucha importancia fue el de la caldera, que indicaba que el señor
nadaba en abundancia y podía abastecer a toda una tropa con sus
riquezas.

h. Función residencial: en el siglo XIV pasó de ser la que ostentaba la


torre del homenaje a los alcázares. Dentro de los castillos a partir de
ese siglo se diferenciarían bien dos grandes espacios: la zona del
señor, con los aljibes, el aula, la torre del homenaje, el patio de
armas, etc.; y la zona de las tropas, con las caballerizas, la armería,
los establos...
2.2. Fortificaciones urbanas

Las ciudades también estaban a su vez fortificadas durante la Edad Media. Existían cuatro
tipos de fortificaciones urbanas:

1. La muralla: en función de la riqueza de la población la muralla podría ser de mayor


o menor escala, calidad y complejidad. Lo ideal sería en realidad hablar de
complejos amurallados, pues normalmente existía más de una muralla en el recinto
urbano:
a. Recinto amurallado mayor o principal: sería una muralla de piedra,
especialmente en las zonas más visibles y vulnerables, aunque también
tendría partes en ladrillo o tapial para abaratar los costes. Además de
matacanes, ladroneras, torres albarranas y barbacanes en las puertas
principales.
b. Falsabraga: solía colocarse a veces, delante de la muralla principal.
c. Tercera muralla: podía darse el caso de una muralla menor a las afueras,
que se iría añadiendo a medida que creciese el núcleo urbano, por ejemplo
para diferenciar barrios.

Las murallas solían tener entorno a 1 y 8 metros de anchura formada por piedras
más tabiyya (tabique) de barro). La altura solía rondar entre los 8 y 10 metros,
normalmente correspondiendo a la profundidad del foso si lo hubiese. Uno de los
ejemplos más paradigmáticos es la muralla de Cádiz, del siglo XIV, formada por
piedra y ladrillo, junto a la de Cáceres.
Tenían asimismo dos tipos de acceso:
- Las puertas principales, por donde podrían entrar los carros de mercancías,
de carácter público.
- Los portillos o postigos, un tipo de puertas secundarias, menos vigiladas,
por donde pasaban solamente los vecinos del barrio. Dada su menor escala
no podían pasar los carros ni los animales. Existía un número mayor de
portillos que de puertas principales en las murallas, y junto a éstas solían
situarse los vertederos.

2. Casa-fuerte o casa-torre: se trataban de viviendas fortificadas, con sus


correspondientes elementos defensivos (ladroneras, matacanes, saeteras…). Un
ejemplo paradigmático de este tipo sería la Casa-fuerte de Torre del Campo y la
Casa torreada de Formigales. Este tipo de viviendas fortificadas acabarían
prohibíendose durante la Baja Edad Media para las gentes nobles.

3. Torres de las catedrales: solían estar fortificadas. Se utilizaban como si se tratasen


de un pequeño castillo. Por ello, durante el siglo XV, era común que se atacase
incluso con armas de fuego a este espacio catedralicio. La torre de la Catedral de
Toledo fue atacada así en el siglo XV, y poseía una cárcel para religiosos.

4. Recintos militares específicos fortificados:


a. Calles fortificadas por motivos económicos: eran calles cercadas por
murallas, intentando evitar posibles ataques o saqueos.
b. Barrios de las minorías sociales: especialmente las morerías y juderías,
sobre todo estas últimas. A partir del siglo XIV comienzan a fortificarse dados
los sucesivos ataques y pogromos acaecidos a partir de 1391.
c. Ciudadelas: eran recintos especiales para las tropas de la ciudad, también
amurallados. Comenzaron a construirse por influencia musulmana, pues ya
existían en muchas ciudades islámicas desde antiguo, como en Siria.

3. Las fortalezas entre Al-Andalus y los reinos cristianos

3.1. Las alcazabas

Durante el siglo IX comenzaría la construcción en Al-Andalus de un tipo concreto de


ciudadelas, denominadas alcazabas. El objetivo era, en realidad, el de dividir la
ciudad en dos partes diferenciadas:

- Por un lado, la madiná o medina, la ciudad civil.


- Por otro lado, la al-qasaba o alcazaba, una ciudadela, tipo acrópolis. Solía
ocupar en torno a un 10% de la extensión del recinto urbano. Era tan
importante que comenzó a ser la primera construcción dentro de los
poblamientos, para luego atraer más población civil y así hacer crecer la
ciudad o mediná. Se trataba de un recinto amurallado donde vivía el jeque
político-militar con las tropas. Era el símbolo de poder de la ciudad
andalusí. Pero existen dos cuestiones que todavía no se ha logrado aclarar:
- Sus orígenes, pues no se sabe a ciencia cierta qué ocurría cuando la ciudad
andalusí se desarrollaba sobre una ciudad antigua, romana o visigoda. Se
cree que utilizaban lugares y edificios de poder ya anteriores para construir
sobre ellos sus alcazabas.
- Su localización, ya que en caso de una ciudad ex novo, hay que entender el
porqué de su ubicación y qué patrones se seguían para ello:
- Las condiciones y circunstancias topográficas del terreno, pues solían
ubicarse a lo alto de alguna llanura, y cómo condicionaba esa
localización a las alcazabas. No se sabe a ciencia cierta si era
intencional o más bien se trataba de “posibilismo”.
- El agua, ya que solían ubicarse junto a un río o un depósito de fácil
acceso. En el caso de estar junto a un río, se erigían corachas
amuralladas.
- Un punto estratégico, como un puente o un vado del río, para facilitar
una huída en caso de ataque.

En cuanto a los elementos de una alcazaba, podrían citarse los siguientes:

- Muralla: solían tener tres recintos amurallados de altura decreciente hacia el


exterior.
- Alcázar o al-qasar: donde vivía el al-qaid o alcaide con su tropa personal.
Sería un sinónimo de castillo. Era el máximo símbolo de poder de la ciudad.
- Alcahorra o qal’á hurrá: se trataba de una torre exenta al alcázar, de mayor
altura, que no se encontraba en todas las ciudades, pero de ser así constituía
el espacio más importante y el mayor símbolo de poder. Tanto el alcázar
como la calahorra constituían las zonas más importantes dentro de una
alcazaba, ejerciendo desde allí el poder judicial especialmente, el más duro,
pues tenían sus propias cárceles. Una vez fueron tomadas por los cristianos,
colgarían desde ellas sus peones y no se quitarían hasta pudrirse.
- Viviendas: era donde habitaban las tropas, junto a las murallas.
- Huertas, mezquitas, almacenes, aljibes...

El objetivo último era el de construir, en base a todos estos elementos, una especie
de almudayna (ciudadela), una pequeña ciudad autónoma e independiente de
tipo autárquico.

En cuanto a la organización y desarrollo constructivo de la alcazaba, al principio


sólo se trataría de un bloque, como una torre, pero a partir del siglo XI y XII, a
imitación del patio de armas y los monasterios cristianos, se empezó a incluir en los
núcleos urbanos andalusíes una especie de claustro o patio. En ella existían
huertas, olivares, jardines, e incluso barrios para los siervos. Cuando acabaron en
manos cristianas, muchas acabaron destruyéndose, aunque en otros casos se dio
lugar a una especie de proceso especulativo: acabaría dividiéndose en tres
partes, siendo una propiedad personal del rey, otra podía acabar siendo cedida a la
Iglesia, a algún señor, o a un monasterio, y la tercera parte se daría en subasta
pública, creando así una especie de especulación inmobiliaria, ya que muchas veces
era el mismo propietario de una de las partes el que acababa por adquirir todo el
complejo. Normalmente solía destruirse así el patrimonio existente para nuevas
edificaciones, especialmente a partir del siglo XV, donde ya era prácticamente
imposible encontrar restos de las murallas, mezquitas, huertas, almacenes e incluso
los baños islámicos.

3.2. Poblados fortificados: el hisn

Se trata de un tema que últimamente en la arqueología medieval está cobrando


mucha importancia. En Al-Andalus, determinados núcleos de población pequeños
se fortificaron de manera monumental: eran los denominados hisn.
Se cree que algunas de las poblaciones que hoy en día continúan existiendo de
época musulmana tendrían su origen en este tipo de fortificaciones, aunque no
conservamos muchos, ya que se localizaban sobre todo en lugares de difícil acceso
y zonas escarpadas. Aún así uno de los ejemplos más paradigmáticos es el
Castillejo en los Guájares, Granada. Se conserva una gran muralla, con dos accesos
solamente, de extraña ubicación. Seguramente sería una población ganadera y
estaría habitada por soldados musulmanes. La gran época que viviría sería en el
siglo XI con los almohades. En su parte norte, se pueden observar restos de
viviendas más grandes, por lo que parece la zona rica, mientras que en la del sur se
hallan restos de viviendas más humildes y de menor escala. Todo el espacio esta´ria
dividido por una sola calle.
3.3. Graneros fortificados: el agadir

Se denominaba agadir a un tipo específico de granero fortificado islámico. En la


Península Ibérica no se conocía previamente ningún tipo de yacimiento de este tipo,
pero apareció uno: el granero o agadir fortificado de Andarrax en el Cabezo de la
Cobertera. Se puede confundir con cualquier otro tipo de construcción dada su
simpleza. Eran estancias contiguas adosadas horizontales, cercadas eso sí por
murallas, donde no vivía nadie, tan sólo el encargado de su vigilancia.

3.4. Palacios

Es un concepto un tanto complicado ya que realmente la palabra “palacio” no existía


para el musulmán: para él, no era un edificio en sí, sino una estancia concreta y
lujosa. Serían, más bien, grandes complejos de edificios asociados a una almunya,
una especie de finca de recreo con huertas, como si fuese un oasis. Eran sobre todo
lugares de ocio y recreo. Normalmente estaban dentro de una alcazaba mayor,
como en el caso de Granada o Almería. Incluso podrían estar vinculadas a alcázares
concretos, como ocurre en Sevilla. En otros, sin embargos, se daban exentas,
aisladas. El caso más conocido de este tipo sería la Medina Azahara de Córdoba,
pero otros ejemplos paradigmáticos lo constituyen los palacios que mandó crear Ibn
Mardanis, el Rey Lobo, durante el siglo XII en Murcia. Así lo fue el Castillejo de
Monteagudo. Estaba vinculado a una gran almunya, con fuentes, una acequia y una
especie de zoo. Cuando Murcia cayó en manos cristianas, el castillo se reutilizó,
pero no así ocurrió con el castillejo y quedó abandonado ya desde entonces. Otros
ejemplos son Dar al-Sugra, que hoy es un convento, el Palacio de la Buhayra, en
Sevilla, y el Hisn al-Faray o Castillo fortificado de Aznalfarache.
Todos ellos eran palacios con una cierta fortificación. En los reinos cristianos
también se hicieron palacios, aunque en un número mucho menor, pues se
construyeron principalmente casas-torre o casas fortificadas. Sin embargo, existía un
tipo de estas muy parecido al palacio islámico: las peñas bravas. No eran castillos,
sino casas, en lo alto de colinas, fortificadas pero hechas para algún señor.

4. El armamento

Supone un tema de investigación muy vasto y complejo, que posee asimismo su propia
terminología. Actualmente existen tres vías de estudio para el armamento militar:

- Las excavaciones arqueológicas, aunque es bastante complicado encontrar armas


en un yacimiento, pues solían ocultarse o se han perdido con el paso del tiempo.
- Los museos, un medio bastante usual y práctico para el estudio de las armas
medievales originales conservadas, o bien sus recreaciones. Los dos museos más
importantes para el estudio del armamento militar medieval en España serían el
Museo del Ejército en Toledo y la Real Armería del Palacio de Oriente en Madrid.
- La iconografía, tanto las miniaturas de la época como otra serie de grabados,
incluso fotografías antiguas de armas hoy no conservadas.
4.1. Tipología del armamento medieval

Dentro de la tipología del armamento medieval se pueden distinguir dos grandes


bloques:

1. Armamento de asalto o pesado: sería todo tipo de maquinaria destinada


a asaltar poblaciones o edificios. Se trataban de armas muy pesadas,
difíciles de transportar y mover, que solían construirse en el mismo lugar o
campo de batalla donde actuasen. La mayoría eran de madera, por lo que no
se han conservado apenas resquicios. Las más importantes serían los
arietes, las torres móviles, las catapultas o los armatostes (ballestas
gigantes que lanzaban grandes virotes). Fueron muy importantes hasta el
siglo XV, cuando habría un cambio con la introducción de la artillería
moderna y la pólvora. Entonces comenzarían a utilizarse las llamadas
bombardas o lombardas (prevenían de la región de la Lombardía), un tipo
de cañón de hierro donde se introducían los bolaños (bolas de piedra de
diverso tamaño). Las fortalezas, especialmente sus muros, cambiaron
asimismo durante el siglo XV con la aparición de este nuevo tipo de
armamento pesado, provocando un cambio en la tipología muraria, que
ahora tendería a nuevas formas, como la inclinación de alguno de sus muros
o las murallas circulares y angulares, evitando los ataques frontales y que se
destruyesen tan fácilmente.

2. Armas de combate: eran las utilizadas para guerrear en la batalla. Podían


ser de dos tipos:

a. Ofensivas: serían las armas cortantes o punzantes, cuyo objetivo era


herir o dar muerte al rival. Según como fuese el ataque podrían
distinguirse otros dos tipos de armas ofensivas:

- Cuerpo a cuerpo: dentro de estas:

- La espada fue el arma ofensiva por excelencia. Hasta el siglo XIV su


tipología permaneció inalterable. Una faceta importante son sus
connotaciones simbólicas propias: era el símbolo del caballero, utilizada en el
ceremonial de armar caballero mediante el espaldarazo, un ritual que
consistía en tomar una espada pura y virgen que era bendecida, la cual el
señor tomaba y con ella daba tres golpes en el hombro del caballero,
simbolizando la Santísima Trinidad, tras lo cual la ceñía al cinto del caballero.
Durante el siglo XIV, la espada se consideraba una especie de triple
metáfora: simboliza la fortaleza, por estar hecha de hierro; la justicia, por
cortar por ambos filos; y la fe, por tener forma de cruz. Además, en muchas
ocasiones tenía sus propias inscripciones en la hoja y sobre todo en el
mango o pomo, como la de Ave Maria Gratia Plena (AMGP), o In Te Domine
Speravi (ITDS), o bien In Nomine Domini (IND), aunque un lema y sigla muy
típica de la península sería la de Nulla De Virtutibus Tuis Maior Clementia Est
(NDVTMCE). Las espadas solían tener una hoja ancha y plana con un vaceo
(una obertura central), por donde se dejaba correr la sangre del herido. Los
caballeros solían portar además dos espadas ceñidas para equilibrarse
mejor. El ariaz (hierro de la empuñadura que protege la mano) solía se
bastante grande, buscando una mayor protección. Dentro del pomo, también
llamado manzana, podían guardarse reliquias personales o alguna
inscripción.
- Las lanzas: eran armas arrojadizas en un principio, pero también acabaron
utilizándose en el cuerpo a cuerpo. Eran mucho más pesadas y largas para
llevarlas a caballo y poseían un buen sistema de sujeción para manipularlas.
- Las hachas: podían ser de uno o dos filos, aunque eran mucho más
habituales las primeras. Eran armas consideradas extraordinarias, y apenas
se conservan ejemplos del segundo tipo.
- Mazas o grandes martillos, también extraordinarias.
- Menguales, que consistían en un palo de madera con una bola de hierro con
pinchos.
- Látigos metálicos, con una correa de cuero pero con una especie de
envoltura de hierro.

- Armas a distancia, entre las cuales:

- Los arcos, utilizados más en el norte europeo.


- Las ballestas, de las cuales se ha estudiado con mayor interés todo su
sistema de proyectiles y la tipología de virotes:
- Virote o vira: palo de madera con el cual se hacía el proyectil que
lanzaba la ballesta. Tenía que estar bastante limado. Al ser de
madera no se han conservado íntegros, pero sí lo han hecho sus
puntas de hierro, existiendo una tipología inmensa y variada de
ellas. En función del tamaño del virote se hablaba de lanza, flecha o
saeta, de mayor a menor respectivamente.
- Bodoques: eran bolas de arcilla que podían lanzar asimismo las
ballestas.

b. Defensivas: las armas defensivas evolucionaron a la par que las


ofensivas. De la misma forma, no existe un modelo único por lo tanto,
sino que irá evolucionando con el paso del tiempo, hasta llegar a lo
que sí sería una especie de modelo asentado de armadura:

- La armadura de “punta en blanco”. Es en el siglo XIV cuando se alcanza


este tipo de modelo, aunque no era del todo común encontrarlo para el
ejercicio de la guerra. Impedía demasiado el movimiento del caballero, por lo
que se utilizaría sobre todo para los alardes y las diversas ceremonias.
- La armadura de guerra. Era la más habitual, y la utilizada durante la mayor
parte de la Edad Media. Poseía tres tipos de elementos:

- Lorigas: eran protecciones metálicas que cubrían el tren superior del


cuerpo del caballero (cintura, tronco, brazos y cuello). La más habitual
era la cota de malla, una tela de anillas de hierro que impedía el corte
más que la punzada. Cuanto más gruesas fueran las anillas, más
protegido estaría el guerrero, pero más peso deberia de soportar. En
el siglo XIV podían llegar a pesar entre los 10 y los 15 kg. En otros
casos, la loriga tan sólo era de cuero o de tela, protegiendo mucho
menos. A partir del siglo XIV, a las lorigas de tela se le comienzan a
sobreponer distintas piezas metálicas para buscar una mayor
protección. Debajo de la armadura de punta en blanco, por ejemplo,
el caballero siempre llevaba alguna loriga de tela, para evitar roces y
heridas o quemaduras.

- Brafoneras: eran placas de metal desde la ingle hasta el tobillo. Se


fue descomponiendo en piezas independientes con el paso del
tiempo, algunas de ellas como el quijote (placa interior del muslo y la
ingle), la greba (espinillas), la guarda (rodilleras) y los escarpes
(pies).

- Almófar: cubría la cabeza, el cuello y la cara dependiendo de la


tipología. Se le añadía un casco para cubrir la cabeza, bien fuese un
yelmo (toda la cabeza), un casquete (la cara al descubierto) o una
celada (cubría la nuca y una parte del rostro).

A partir del siglo XIV, la unión de todos estos elementos y piezas darían lugar
a un modelo en conjunto de placas metálicas, la de la armadura de punta en
blanco. Se debatía si era mejor llevar una armadura entera de placas de
metal o una armadura compuesta por diversas chapas metálicas, llamadas
escamas, unidas entre ellas. Se consideró finalmente que era mejor la
armadura de piezas fijas porque de esa manera no se dejaban huecos al
descubierto entre las escamas de la armadura, en detrimento de la movilidad
del caballero pero a favor de su protección. Por ello se prestó más atención a
la zona de las articulaciones, investigando nuevas formas para que este tipo
de modelo permitiese un mejor movimiento durante el combate. También
eran utilizadas para la caza mayor, como la de jabalíes.

- Escudos: existe muchísima variedad, pero hay tres tipos de escudos que
destacan sobre los demás:
- Escudos romboidales o en forma de cometa, utilizados
especialmente para llevarlos a caballo.
- Pavés o paveses: escudo típico de la infantería, de forma
cuadrangular y de gran tamaño. Debajo solía tener un clavo o pincho
para apoyarlo sobre la tierra. Solía haber alguno en las casas
medievales, que utilizaría el campesino si era llamado a la guerra.
- Adarga: escudo con forma de corazón aunque también circular. Era
más pequeño y ligero, usado sobre todo por la caballería musulmana.
Solía usarse con el objeto de evitar y evadir proyectiles más que para
el cuerpo a cuerpo.

- Armas auxiliares de combate: serían todos aquellos elementos usados por


el caballero para guerrear, entre las cuales cabría mencionar a la armadura
del caballo, formada por la testera (cabeza), la grupera (grupa), el
guardamuslo, la flanquera, las espuelas, los estribos, las herraduras, los
bocados… Además de las vainas para guardar las armas, tanto de cuero
como de hierro.

4.2. Una vía de estudio por explotar: la extracción y comercialización de los


metales de las armas

Desde los años finales de la década de los 90 se pasa del estudio del arma como
objeto a hacerlo como cultura material a partir de la cual conocer mejor una serie de
cuestiones:

- El mundo de la minería y de la metalurgia, es decir, de dónde sale el metal


utilizado para fabricar esas armas y cómo se trabaja posteriormente.

- Los circuitos comerciales, tanto del metal hasta la armería y herrería, y


desde ahí hasta el consumidor.

- El elemento simbólico de las armas.

La renovación en el estudio de las armas viene dada por la propia renovación


de la arqueología de la guerra, gracias a la llamada battlefield archaeology o
arqueología de los campos de batalla, una rama muy importante hoy en día, pero
con una serie de problemas acarreados: al conocerse la localización de muchos
campos de batalla destacables, existen personas que buscan de forma libre y no
académica restos de la cultura material por su cuenta, lo que hace peligrar la
conservación de estos elementos.

TEMA 5: VIDA CAMPESINA. POBLADOS Y PAISAJES.

1. Aclarando el concepto: arqueología del paisaje,


arqueología espacial o del territorio y arqueomorfología.

Todos estos términos se suelen utilizar de forma sinónima. Hasta principios de los
años 90, el concepto de moda era la arqueomorfología. Una vez llegada la década
del 2010, se empieza a hablar de arqueología espacial o del territorio y
actualmente se prefiere el término de arqueología del paisaje. En todo caso las tres
vienen a significar lo mismo: una rama de la arqueológica basada en el estudio y
la posterior reconstrucción del espacio rural medieval. Posee estas tres
características:

- Comparte con la arqueología de los campos de batalla su carácter


vanguardista, teniendo una clara conexión con ella, pues a veces se habla
de arqueología del paisaje de la guerra.
- Se trata de la rama arqueológica más ambiciosa y compleja de todas,
pues su objetivo es reconstruir un paisaje completo. Se habla de arqueología
total pues abarca todos los aspectos posibles.
- Además, es una rama arqueológica global, es decir, engloba al resto de
arqueologías, tanto a la de la guerra como a la de la cotidianeidad, la
económica e incluso la de la muerte. Es la más completa en este sentido.

A la hora de comenzar un estudio arqueológico del paisaje rural hay que tener en
cuenta dos elementos: los restos materiales que se conserven y las fuentes escritas,
junto a las imágenes o cualquier tipo de documentación, como la fotografía aérea.

Esta rama de la arqueología parte de la premisa de que los individuos que han vivido
en un paisaje lo han ido modificando con el paso del tiempo. El paisaje rural, por lo
tanto, es producto de dos tipos de acciones diferentes: la propia de la
naturaleza, y la antrópica, esto es, la huella del paso del individuo del pasado en el
paisaje del presente.

2. Planteamientos metodológicos

Dada la complejidad dentro del estudio de esta rama de la arqueología, hay que
seguir distintos pasos de análisis muy sistemáticos:

1. En primer lugar, debería de determinarse un territorio específico sobre el


que centrar el estudio. Esta elección se puede hacer en base a tres criterios:
- El criterio geográfico: delimitar el territorio según sus fronteras
naturales (p. e. un valle, un monte, etc.).
- El criterio administrativo medieval: se puede delimitar el territorio
en base a las fronteras jurisdiccionales o administrativas de época
medieval, como lo podrían ser un reino, un señorío o un alfoz
(territorio controlado por el concejo de una villa). El problema de este
criterio es que no se conocen las fronteras medievales con exactitud,
lo que complica la demarcación de estos límites territoriales, aunque
fuese el criterio óptimo para un estudio de este tipo.
- El criterio administrativo actual: se puede basar en lo mismo que el
anterior punto pero desde la perspectiva de las fronteras
administrativas actuales como las comarcas, CC. AA. o regiones. Es
el que normalmente se utiliza, aunque no se trate del mejor criterio,
pero su uso deriva de las posibles financiaciones de los proyectos
arqueológicos (p. e., el territorio rural medieval en Castilla-La
Mancha).

2. Una vez delimitado el territorio, se prosigue con un análisis de laboratorio,


que consiste en reunir toda la información posible sobre el territorio a
estudiar.
- En este sentido, los mapas son uno de los elementos más
importantes y que más información nos aportan, pues en ellos se
pueden encontrar los pueblos, actualmente existentes, además de
cualquier otro tipo de construcción aislada o de despoblamiento. Se
examina asimismo el propio suelo del terreno, observando qué tipo
de terreno es y si servía para desarrollar actividades agrícolas o
agrestes. Se pueden hallar trazas o restos de recintos fortificados,
de castillos y fortalezas, e incluso de antiguas vías de comunicación
o actuales.
- Otro tipo de información a la que se puede acudir a los documentos
de archivo nobiliarios y eclesiásticos, como lo son los contratos
de arrendamiento, junto a los deslindes (en los que se dice dónde
se hallaba el límite de algún territorio), los libros de diezmo
eclesiásticos, los libros de viajes (especialmente aquellos escritos
por extranjeros y visitantes a partir del s. XV) y en general cualquier
otro tipo de documentación escrita.
- Finalmente, otro recurso muy útil a la hora de buscar información
sobre un territorio concreto son la toponimia y la topografía del
mismo, pues en el mismo nombre del territorio o de los lugares
cercanos podemos hallar pistas sobre su pasado.

3. Una vez recogida toda la información posible sobre el territorio y hecho el


análisis de laboratorio, se pasa al trabajo de campo propiamente dicho. Este
se divide a su vez en dos fases:
- Primero, se realiza una prospección del terreno. Consiste en un
recorrido del terreno delimitado por un grupo de personas (mínimo
10), colocadas longitudinalmente y separadas por una distancia de
entre cinco y diez metros entre ellas, ya sea con aparatos de estudio
o sin ellos. La labor del equipo es ir observando detenidamente el
terreno con el objetivo de encontrar alguna pista o traza que puede
ser útil, así como algún posible resto de cultura material. La
prospección se detiene en el momento en el que alguien encuentra
algo de valor o que pueda resultar interesante, pasando a su recogida
y análisis.
- El segundo paso es el de la excavación en sí misma. Es una fase a
la que no se suele llegar por lo común, pues es algo compleja
(problemas de financiación, licencias, etc.). Toda la labor previa a la
excavación se denomina arqueología de superficie, siendo el tipo
de arqueología en realidad más común y usual.

3. La configuración del paisaje rural

3.1. El hábitat

Se parte de dos ideas básicas:

1. La existencia de una jerarquía de poblaciones, pues unas dependían de


otras. Es un tema que está comenzando a ser estudiado. Una ciudad podía
tener diferentes títulos (noble y leal ciudad de...), las villas (noble villa de....;
leal villa de…), y villas y ciudades sin más añadido. No se conoce aún del
todo cómo se organizaban jerárquicamente estos títulos. El arqueólogo
necesita encontrar esa jerarquía siguiendo diversos criterios:
- La posible demografía de las poblaciones, recurriendo a la documentación.
Cuanta más exista de ésta, más importante habría sido su papel.
- Mediante el registro administrativo, es decir, averiguar si existía una
jerarquía de administraciones, ya fuese religiosa (jerarquías eclesiásticas,
como diócesis, colegiatas, archidiócesis…) o laica (jueces encargados de
otros poblados cercanos).
- Jerarquía económica, comprobando si existían mercados más importantes
en una población que en otra.
- Diversidad tipológica del poblamiento, esto es, si las poblaciones de
algún territorio tenían algunas similitudes o cuál eran sus diferencias teniendo
en cuenta a su vez dos elementos: la ubicación geográfica de los poblados
(valle, llanura, cerca de algún río o un camino…) y la morfología del poblado
(murallas, número de iglesias (normalmente solía haber una cada 500
habitantes), ermitas o algún tipo de edificio especial, como aljibes, pósitos…).

3.2. Las alquerías andalusíes

El tipo de población más común en el mundo musulmán y en Al-Andalus fue la


alquería. El término proviene de la palabra árabe al-qarya (“la aldea”) o
posiblemente de qura (“pueblo”). Su tamaño variaba bastante: las más pequeñas
solían tener unas 10 casas, pero en torno a los siglos X-XII se documentan hasta 50
viviendas. Asimismo el territorio ocupado por la alquería también podía variar,
correspondiendo unas 100 hectáreas a los de 10 viviendas, y las más grandes hasta
500 hectáreas. No se conoce con exactitud la demografía, pero sí de quiénes podía
tratarse.Hasta el siglo X, las alquerías se organizaban por tribus (árabes o bereber, o
bien mozárabes).

Normalmente se suele hablar de tres tipos de alquerías:

1. Alquerías sin muralla: el ejemplo mejor estudiado sería el de Cuatrovitas en


Bollullos de la Mitación (Sevilla). Sería una alquería sin defensas
amuralladas, ubicada al suroeste de Sevilla, que sería muy grande e
importante durante los siglos XII y XIII. Después de la conquista de Fernando
III se abandona, pero la mezquita se transforma en una iglesia que sí se
mantuvo con el tiempo.
2. Alquerías fortificadas con torre o muralla: normalmente poseían una torre,
pero existen ejemplos de algunas con un recinto amurallado también. Fueron
habituales entre los siglos XI y XII, tanto al sur del valle del Ebro como del
Guadalquivir. Se situaban cerca de ciudades, y las torres servían como lugar
donde almacenar las riquezas y bienes realmente, no tanto como para la
defensa. Un ejemplo paradigmático es el de Torre Bofilla en Bétera
(Valencia). Sería una alquería del siglo XII, creyéndose que pudo llegar a
alcanzar los 40.000 m2, pero durante el siglo XIV se redujo a la mitad. Se
han descubierto baños, pozos, y un triple recinto amurallado. En caso de
ataque, detrás de la muralla más externa se metería a los animales, en la
intermedia a la población y en la más interna la torre y la aristocracia. Esta
torre mide 16 metros de altura y 6 de ancho. Además, se ha estudiado la
tipología de las casas, habiendo en total unas 24, que se organizaban en
torno a un gran patio, poseyendo tanto en la zona este como oeste diversos
edificios: al oeste talleres, almacenes, graneros, cuadras…; al este, la
vivienda propiamente dicha con sus estancias. Allí se han documentado
hornos, aunque también habría otros en los palcos. Es un tipo de vivienda
muy característica de esta zona.
3. Alquería fortificada o hisn: una verdadera población fortificada situada en
una zona de difícil acceso. Un ejemplo sería el Castillejo en los Guajares de
Granada.

Al margen de las anteriores tipologías existirían además otros dos tipos de


poblamientos musulmanes que se sabe que existían al norte de África pero que no
se han encontrado aún en territorio peninsular:

4. La daya o diya: era un tipo de asentamiento privado. Serían varias casas


perteneciences a una misma familia, osea, no más de 5 viviendas. Luego
algunas darían como resultado en su evolución un pueblo mayor, aunque la
mayoría siguieron siendo igual de pequeñas y se abandonaron muchas.
5. El maysar: sería una casa a modo de vila romana o un cortijo, como una
casa agrícola.

3.3. Las alquerías cristianas

En el área cristiana, la mayor parte del espacio era rural y la gente vivía en
aldeas.

El concepto de aldea podría definirse de la siguiente manera: sería un lugar que


sirve como sede de una comunidad de trabajadores agrícolas y ganaderos
compuesta por un número variable de casas, más o menos agrupadas, con
diversas unidades de producción y tierras comunes asociadas a bosques,
todo ello dotado de límites específicos reconocidos como pertenecientes a la
comunidad. Lo más importante para identificarlas es el concepto de parcela.

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