Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Introducción
Es todo aquello que nos sirve como medio para conocer el pasado histórico.
Es el aspecto del que más información nos ha llegado a través de la arqueología. A partir de
los años 60 en Francia, con la escuelas de los Annales, comienza a ser un tema de
investigación.
Pero, ¿hasta qué punto se puede hacer un estudio de algo tan abstracto y lejano como la
vida cotidiana del pasado a través de un objeto material? La subjetividad y la
interpretación cultural actual suponen un problema a la hora de hacer un análisis de este
tipo. Por ello, existen historiadores medievalistas que consideran que la arqueología
medieval no puede ser un método de estudio objetivo y válido por completo. Existen,
además, otros problemas para aproximarse por medio de la cultura material a la
reconstrucción del pasado:
- Observamos que, desde el siglo V hasta el siglo X, la cultura material escasea. Sin
embargo, desde el siglo X hasta el XV, ésta es abundante.
- Por otro lado, las relaciones jerárquicas se van acentuando, y la cultura material lo
hace con ella. Las clases sociales más poderosas y la élite acapararon
prácticamente la posesión de este tipo de cultura, en detrimento de las clases bajas
y el pueblo llano, de lo que poco nos ha podido llegar hoy en día.
Otros historiadores, sin embargo, no pierden la esperanza y defienden los estudios
arqueológicos como métodos absolutamente eficaces y adecuados. Es el caso del
arqueólogo Lewis Binford, quien propuso en una definición el método ideal de la
arqueología: “el arqueólogo debe de hacer una transcripción literal de la información
estática contenida en los restos materiales”. Ahora bien, ¿cómo es posible hacer una
transcripción literal de un objeto material? ¿Es, acaso, posible?
A priori, podríamos definirla como una cultura material pobre, debido a un escaso
desarrollo cultural. En realidad, depende de la época y el lugar que se estudie. Si hablamos,
por ejemplo, de la cultura material comprendida entre los siglos XIV y XV y desarrollada en
las ciudades, encontramos que ésta es abundante y se rompe la norma. Pero en líneas
generales, las características de la cultura material medieval:
Esto supone un problema tanto para el historiador como para el arqueólogo medievalista.
Miquel Barceló, en su obra Arqueología medieval: en las afueras del medievalismo,
plasma una crítica a la problemática relación que ha existido siempre entre la figura del
historiador medievalista y la del arqueólogo: “no se puede seguir haciendo historia medieval
como hasta ahora. Debe de existir una línea entre historiador y arqueólogo…”. Plantea una
serie de problemas a raíz de esta absurda dicotomía académica, analizando tres tipos de
circunstancias diferentes:
- En primer lugar, la Edad Media es una época con una enorme abundancia de
fuentes escritas, por lo que el medievalista ha dejado de lado la cultura material.
Ahora bien, como antes decíamos, las fuentes escritas han sido reflejo en la mayoría
de los casos de las élites y las clases altas (pensamientos, dictámenes, órdenes,
autoría…), evadiendo referencias a otro tipo de estratos sociales. Además, éstas tan
sólo proliferan a partir del siglo X, por lo que los primeros siglos del Medievo podrían
resultar un foco de oscurantismo en este sentido. La Alta Edad Media, el mundo
rural y las clases bajas quedarían de este modo “fuera del medievalismo”.
- Por otro lado, la arqueología, prácticamente desde su nacimiento, ha sido
considerada una ciencia auxiliar de la historia. Barceló incide en la importancia de
que sean dos tipos de ciencias paralelas e inseparables.
- Añade que no es posible conocer la vida del pasado sólo conociendo la historia de
las mentalidades, del pensamiento recogido a través de los textos. Insiste en la
importancia de conocer la vida cotidiana para poseer una visión mucho más
correcta, profunda, objetiva y analítica.
Después de haber visto las principales causas de la problemática por ambos lados, cabe
preguntarse, ¿existe una solución, una tercera vía a este conflicto interminable? Se cree
que una tercera vía podría ser posible, y es la que recientemente nos pueden ofrecer las
nuevas tecnologías. Éstas dotan de cierta convergencia a las figuras del arqueólogo y la
del historiador, pues ambos pueden acudir a ellas en igualdad de condiciones, y utilizarlas,
cada uno desde su especialización, con el mismo objetivo: la reconstrucción del
pasado.
Miquel Barceló decía que “había que leer entre líneas el documento”; advertir la
información que no deseaba transmitir el autor o que podría haber pasado desapercibida e
inadvertida por él; ésta es la labor de la “microhistoria”. Sin lugar a dudas, Barceló es el
paradigma del llamado “arqueólogo de archivo”. Su labor sigue siendo de naturaleza
arqueológica, pero la metodología utilizada difiere de los medios convencionales: su
cuaderno de campo lo escribe al interno de las bibliotecas y de los despachos, y analiza
posible la información que haya perdurado en los diversos documentos y las fuentes
escritas de una forma no literal.
Respecto a estas últimas, las fuentes escritas, podríamos establecer dos tipologías
diferentes:
Existen una serie de finalidades y ventajas que aportan información fundamental dentro
del estudio de las fuentes escritas:
- La datación, pudiéndose ofrecer incluso a veces fechas muy precisas.
- Una mayor información sobre el objeto material de estudio y una posible
ubicación del mismo. El qué se puede encontrar y dónde lograrlo.
- Descripciones precisas de la cultura material pasada.
- Contextualización del yacimiento arqueológico a estudiar.
- Confirmar o desmentir informaciones que aparecen junto al análisis del
yacimiento arqueológico.
En el sur de Europa tenemos que esperar hasta el siglo XX para que esto ocurra. Algo que
ver tiene que pertenezcamos a las llamadas “civilizaciones de la roca”, puesto que la
mayoría de la cultura material que hemos heredado es de carácter perenne. No ocurre lo
mismo con el norte europeo, caracterizado por una cultura material efímera, una “civilización
de la madera”, de ahí que tengan un problema añadido y deban de actuar con una mayor
velocidad.
1. Existe una escasa bibliografía, normalmente de poca utilidad. Esto contrasta con el
gran número de artículos científicos arqueológicos escritos y publicados, pero que
sin embargo abusan de especialización y lenguaje técnico. Se echa en falta un gran
y completo manual de arqueología medieval española.
A pesar de todo esto, hoy podemos decir que la situación de la arqueología medieval ha
logrado cambiar durante los últimos años. El por qué es evidente: además de la
introducción de las nuevas tecnologías en los procedimientos, los arqueólogos en general
han comenzado a interesarse más por el legado medieval, y se ha mejorado muchísimo el
proceso de documentación para ello. Seguramente tenga que ver, incluso, que los
historiadores más jóvenes hayan participado en la revalorización del pasado
arqueológico medieval, aunque en última instancia siga dependiendo de las Universidades
fundamentalmente. La Universidad de Castilla-La Mancha es pionera en este sentido, junto
a la de Jaén, Oviedo y Cantabria, por mencionar algunas.
2. Antecedentes: del siglo XIX a la década de 1980
Los reinos visigodos fueron el primer foco de interés de los primeros arqueólogos
españoles. Como era de esperar en aquella época, se procuraron buscar las raíces
de la nación española, con propuestas estrechamente relacionadas con las
ideologías de ultraderecha del momento. En general, será el criterio que rija a la
arqueología europea hasta una vez terminada la II Guerra Mundial. Sin embargo, en
España prevalecerá hasta el final de la dictadura franquista. El pueblo visigodo, no
sólo era elogiado por las crónicas mozárabes, semilla y germen del
nacionalcatolicismo, sino que poseían orígenes germánicos, lo que suponía de
gran interés para el régimen los primeros años. De este modo se acabaron
financiando muchas de las excavaciones arqueológicas referentes al mundo
visigótico español.
Hablando de datos, la temática que más se abordó fue la de las necrópolis
visigodas (asociadas de alguna forma con la búsqueda de tesoros y ajuares
funerarios). La zona, además, más estudiada, fue la correspondiente al valle del
Duero, tierra castellano-leonesa. Confluyeron, por lo tanto, una visión
arqueológico-histórica intencional y unos motivos económicos en la
recuperación y estudio del legado material visigodo.
2.1.2. Al-Andalus
Los arqueólogos que más han sobresalido en el estudio de estas regiones y áreas
culturales son Miguel Ángel García Guinea, gran experto del arte románico español;
Alberto del Castillo Yerrita, quien dedicó su estudio a las iglesias del Camino de
Santiago; junto a Manuel Riu Riu, sin lugar a dudas el arqueólogo más renombrado
en este área.
Sin embargo, desde la Transición española se fue generando una problemática que
continúa hoy día. Esto se debe principalmente a la creación de las Autonomías. El
hecho de que España se dividiese en los actuales Estados Autonómicos supuso un
problema para el desarrollo nacional de la arqueología medieval. Cada
Comunidad Autónoma posee su propia legislación en lo referente a la arqueología
que se desarrolle en sus límites regionales, llevando consigo otra serie de
problemas:
Son aquellos en los que no se precisa una excavación. Consisten, por lo general, en
la creación de nuevas cartas arqueológicas sobre yacimientos ya existentes, o en
investigaciones para la reconstrucción de yacimientos. Se incluyen además estudios
epigráficos, numismáticos, etc.
5.3. Al-Andalus
En cuanto a la temática, dentro del área andalusí, son varios los temas que captan
el interés del arqueólogo medieval:
- Las cerámicas: de carácter endémico, son exclusivas en toda Europa.
Además, se trata de una cultura material cerámica muy desarrollada para
su tiempo en comparación al resto de Europa. Otra de las razones que
suscita el interés en su estudio es que se trata indiscutiblemente del fósil
director de toda excavación arqueológica.
- Los poblamientos rurales: en este caso, las llamadas alquerías (aldeas),
junto a los hisn (alquerías fortificadas, donde habitaban soldados en su
mayoría, destacando su función militar y de control del espacio) y las fincas,
establos, graneros asociados a éstas, han captado también el interés de los
arqueólogos medievalistas. En cuanto a los yacimientos arqueológicos de
mayor renombre, podemos mencionar el de El Castillejo (Granada), datado
entre los siglos XII-XIII.
- El mundo urbano: especialmente el ámbito doméstico, las casas andalusíes.
En su conjunto, las medinas (ciudad civil).
- Construcciones militares: realmente fue lo que primero llamó la atención a
los arqueólogos. Destacan especialmente las alcazabas (recintos fortificados
dentro de la medina).
- Las redes catastrales: se tratan de redes de conexión entre diversas
fortificaciones, como atalayas (torre vigía), hisn, castillos pequeños… Estas
conexiones pueden establecerse de diversas formas: en primer lugar,
podrían ser posesión de un mismo señor; también podrían estar conectadas
en función de ejercer el control sobre un límite territorial. Sobre el terreno,
estas conexiones podían establecerse mediante señales de alerta (fogatas,
señales de humo…) que permitiesen un sistema de comunicación entre las
diversas posiciones y edificios.
- Sistemas hidráulicos: norias, albercas, acequias y aljibes.
- Necrópolis: eran llamados maqbaras. Además, poseían una forma propia
de exhumación, diferente a la cristiana y judía: sus cuerpos se depositaban
de lado, sobre el hombro izquierdo, con la cabeza hacia el Este (Meca).
Normalmente las sepulturas carecían de lápidas, y se sustituían por los
cipos, estelas cilíndricas, que presentaban escritura cúfica.
- Edificios religiosos: mezquitas y madrasas (escuelas coránicas).
- Baños islámicos y las tenerías: son las dos temáticas que últimamente han
recibido mayor atención por parte de los arqueólogos de este área. Del
primero se estudia el carácter y la función social que tuvo como espacio, del
segundo su posición urbanística, y sobre todo la mano de obra encargada de
esta función.
Podríamos decir que recogen todas las temáticas anteriores, y es de los que más
estudios nos han acabado llegando. Es interesante, además, y un foco de estudio
propio, las relaciones que tuvo la comunidad cristiana con las minorías mudéjar y
judía. Respecto a esta última, han sido numerosos los estudios, y en muchos casos
la aljama hebrea actual, la comunidad israelí, se ha querido involucrar en ellos. Por
eso, algunos proyectos arqueológicos funerarios se han visto detenidos por el lobby
judío, o por contra, se han financiado muchos otros, otorgado una importancia,
quizá, mayor de la real.
6. El arqueólogo profesional y la Arqueología de Gestión
Esta figura cada vez cobra una mayor importancia en las intervenciones
arqueológicas que se llevan a cabo. El arqueólogo de gestión puede estar
contratado por dos tipos de empresas: ya sea por una empresa privada, ya sea por
una entidad pública, como lo pudiera ser aquí el Consorcio de Toledo. Puede darse
el caso que un organismo público sea el que contrate a la empresa privada para el
desarrollo de la intervención arqueológica, y ésta a su vez al arqueólogo de gestión.
1. Las materias primas: habría que conocer cuales son sus características,
sus puntos de localización, los sistemas de extracción y luego cómo se
distribuyen para su consumo.
A partir del análisis de la materia prima habría que intentar conocer los lugares de
extracción de ésta y qué tipo de tecnología se ha utilizado para ello. Finalmente, el
último paso sería reconstruir todo este proceso productivo, desde su recolección
hasta su procesado y distribución.
Para comenzar, analicemos qué tipos de materias primas se utilizaron con mayor
frecuencia:
3. Pieles animales: solían utilizarlas las clases más altas, al ser más caras,
especialmente aquellas de animales exóticos como el hurón o armiño, el
zorro, el ciervo…). Actuaban como un símbolo de poder. Las clases bajas,
como mucho, podrían haber utilizado pieles de conejo.
Así pues, el consumidor tan sólo tenía que elegir la calidad del producto, y
no debatirse entre el precio de éste, pues era invariable. La calidad variable
del objeto manufacturado implicó que existiesen diversos maestros que
destacaron entre los varios talleres artesanales. Por poner un ejemplo de
estos maestros más considerados, destacó Lorenzo Ghiberti, maestro de un
taller de orfebrería. Tal era la estima que podían alcanzar algunos maestros
de taller, que durante el siglo XV se acabaron denominando genios (eran
obras ingeniadas, no fabricadas por ellos mismos, sino por su taller de
artesanos).
La estructura era la siguiente: dentro de los gremios, cofradías y
hermandades, existían diversos talleres de producción artesanal. Dentro de
éstos, la mano de obra se dividía de la siguiente forma: el aprendiz podía
comenzar a trabajar en el taller, para luego, pasado un tiempo, llegar a ser
oficial del mismo. Entonces podía optar a la realización de un examen para
convertirse en maestro artesano. Ahora bien, superar este examen no era
fácil: en primer lugar, era necesario poseer una técnica impecable, lo que
suponía décadas de estudio y trabajo; además, debía poder costearse las
tasas del examen, lo que implicara que sólo los adinerados pudiesen acceder
al mismo; finalmente, debía existir algún puesto vacante a ocupar, debiendo
contar siempre con el suficiente apoyo de otros maestros de gremio.
Aún así, no todas las actividades productivas estaban gremializadas,
sino que podían actuar por libre. En Castilla, por ejemplo, existieron diversas
profesiones exentas de este tipo de normas, tales como:
- La construcción: albañiles y carpinteros.
- Abastecimiento alimenticio: carniceros y panaderos.
- Otros como barberos (médicos), cambiadores (banqueros primitivos),
jubeteros, esparteros, etc.
1. Los planos. Se sabe que los edificios religiosos se construían en base a una
serie de planos, pudiendo ocurrir así con otro tipo de construcción importante
como fuese la de un castillo. Aún así, no se conservan planos medievales.
Estas informaciones las conocemos gracias a la iconografía
fundamentalmente. Los maestros arquitectos de la Edad Media podían
utilizar pizarras de arcilla, que luego se destruirían e irían reutilizándose.
Sabemos, asimismo, que se utilizaban para su diseño herramientas
geométricas, como la regla graduada, la escuadra e incluso, a veces, el
compás. Las formas resultantes siempre eran rombos, cuadrados y
triángulos. Un aspecto curioso estudiado por esta rama es la forma de las
torres en las fortificaciones. No se sabe, y aún se sigue estudiando, por qué
las torres eran sólo cuadradas hasta el siglo XIV, cuando comenzaron a
hacerse redondeadas. Al ser cuadradas eran mucho más vulnerables a los
ataques enemigos. Una posible razón que aporta la arqueología de la
arquitectura es que no se utilizasen herramientas como el compás al hacer
los planos.
2. Otro elemento que nos sirve para conocer los métodos de construcción de
los edificios son las diversas marcas de los planos, como los agujeros que se
pueden hallar en algunas partes del mismo. No era común, empero, el uso
de bases de cimentación para la construcción de los edificios, exceptuando
los religiosos o las fortalezas y edificios de esta índole. Ni siquiera aquellos
construidos con madera seguían este método, pues la madera, al entrar en
contacto con la tierra, acaba pudriéndose al poco tiempo. El uso de cimientos
aparecería más adelante en el tiempo. Esto provocaría que la mayoría de los
edificios medievales fuesen inestables, de fácil derrumbe. En España podían
utilizarse carreras, unas vigas horizontales que sostenían el resto de los
cimientos, apoyadas sobre el terreno directamente. En otros lugares de
Europa sí era común clavar las vigas en el suelo, incluso a mucha
profundidad.
● Fuentes visuales:
- Imágenes y miniaturas en los manuscritos.
- Fotografías antiguas.
3.4. Materiales de construcción
La piedra se extraía de las canteras, que eran minas al aire libre, aunque
también existían minas subterráneas de piedra. Para extraerla, se utilizaban
poleas y fuerza animal. La profesión dedicada a la extracción de la piedra era
la del cantero. Devastaban la piedra desde la cantera, la llevaban hacia los
carros por medio de troncos y luego el transportista la dirigía hacia algún
lugar en el carro. Los pedreros, sin embargo, eran aquellos que se
dedicaban a labrar las piedras a pie de obra, y quienes esculpían sus formas.
También existieron expertos de la piedra que harían ambas funciones,
supervisando el trabajo de extracción en las canteras y trabajando la piedra
extraída.
El trabajo a pie de obra. La labor de extracción de la piedra seguía el
siguiente procedimiento: primero se debía izar y levantar la piedra
seleccionada. Esto se hacía mediante máquinas de madera, las cuales
debían ser muy sólidas y resistentes para aguantar el peso, por ello eran
diseñadas por expertos ingenieros de máquinas. Después, la piedra ya en
suelo se debía trabajar a pie de obra. Se desconoce cómo era el proceso,
pero se conocen los resultados del trabajo. Normalmente dejaban signos
lapidarios, al entorno de los cuales existe mucha leyenda. En realidad
muchos eran accidentales, y siempre se procuraba ocultarlos por razones
estéticas. Existirían cuatro tipos de símbolos:
- Símbolo del pedrero o del taller para el cual trabajaba, con el fin de
identificar posteriormente el trabajo realizado y demostrar su labor al
taller para cobrar su parte. Podría ser hecha por un individuo o por un
grupo de trabajo.
- Procedencia de la piedra y de qué cantera venía el material.
- El lugar donde debía de colocarse la piedra posterior.
- Señal accidental producida por la máquina que transportaba e izaba
las piedras.
5. Cal, yeso o agua. El agua es, junto a la madera, el otro gran monopolio en
época medieval. Uno de los mayores problemas, además, era su
almacenamiento, con el fin de conservarla en buen estado. Existían para ello
dos opciones: o bien solía reutilizarse llevándola desde el río hasta el lugar o
sacándola de un pozo, o bien conservarla en los aljibes. Estos últimos eran
difíciles de construir, pues había que excavar demasiados metros a mano,
además de impermeabilizar sus paredes con la almagra.
La cultura material, en definitiva, nos puede indicar qué estatus y clase social poseía
cierta persona según tres grandes elementos:
1. La vivienda.
2. El vestuario.
3. Las sepulturas, especialmente significativas.
BLOQUE II: LA EDAD MEDIA Y LA ARQUEOLOGÍA
La Edad Media se asocia indudablemente con la guerra. Pero esta guerra, es una guerra
específica y particular. Es una guerra a caballo, perpetrada por un caballero, a su vez
asociado a un señor y castillo. Existe una imagen muy estereotipada sobre la Edad Media,
y muchas veces tiende a desfigurar aquella que era la realidad del momento. Sin embargo,
no va del todo desencaminada. Es cierto que la guerra fue un fenómeno muy frecuente y
habitual durante los siglos medievales. La manera en la que se desarrollase es otro tema.
Pero lo importante es que no sólo ocurría, sino que las gentes del momento lo sabían y eran
conscientes de ello, tanto que la guerra configuró toda una cosmovisión dentro de
ciertos grupos sociales.
- Los ejércitos eran coyunturales: no eran permanentes ni estaban fijos, sino que se
formaban y dejaban de formar de forma temporal, en función de la empresa bélica.
Normalmente solían constituirse al inicio de la Primavera, sobre los meses de marzo
y abril, cuando según el calendario bélico es propicio el tiempo para la guerra, y así
deshacerse en el otoño, sobre octubre. Aún así, una pequeña parte de la tropa sí
solía estar fija, y eran las llamadas guardas reales, la tropa encargada de defender
al rey.
- No era uniforme: el ejército era un conglomerado polifacético de diversas tropas
totalmente diferentes. Poseían un diverso señor, diversos recursos, procedencia
social y una formación muy dispar. Así al final, cada tropa e individuo tenía sus
propios recursos y su propia forma de organizarse. Por lo tanto, se carecía de
aquella uniformidad que permitiese un buen control y mando sobre él, lo que generó
diversos problemas a lo largo de la historia.
- No era profesional: como hemos visto, el ejército estaba formado por diversas
tropas de clase social y formación diversa, pero la mayor parte la constituían las
clases más bajas y pobres, los peones, el pueblo llano, los campesinos
vasalláticos que cuando su señor lo requiriese tenían que servir de apoyo a la
empresa bélica. Por lo tanto, sus armas eran de lo más rudimentarias, desde
azadones, bierros, hoces a cuchillos, y carecían de cualquier tipo de noción militar. A
partir del siglo XI, sin embargo, irán apareciendo soldados profesionales que se
irán adscribiendo a las Órdenes Militares del momento, para formar luego parte de
los ejércitos. Ya, especialmente a partir del siglo XIV, será común contratar a
mercenarios, soldados profesionales que se encargan por una suma de dinero a
servir en apoyo de un señor u otro. Sobre los siglos X y XI apareció una clase social
concreta, muy famosa, la de los milites, soldados cuya formación y vida giraba
entorno al desarrollo de la guerra, de carácter pseudo-profesional, quienes darán
lugar más adelante a la figura del caballero medieval.
- En la Península Ibérica también existían caballeros musulmanes, aunque poseían
unas características propias. Llevaban un caballo mucho más ligero y rápido, de
raza árabe, al contrario del cristiano, pesado, más lento y robusto, tipo percherón. El
arma utilizada durante el combate también difería de una facción a otra: el caballero
cristiano solía llevar una lanza mientras iba a caballo, y luego luchar con una espada
en tierra; el musulmán sin embargo utilizaba el arco (muy ligero y ágil, pues montaba
a jineta y la movilidad se lo permitía), y a tierra solía llevar un alfanje, de forma
curva. Esta diferencia entre caballería pesada, la cristiana, y caballería ligera, la
musulmana, hay que tenerla en cuenta a la hora de estudiar en la arqueología de la
guerra y los diversos sistemas de combate.
- Los señores de la guerra, especialmente a partir del siglo XIII, buscaron un mejor
armamento y soldados creando unidades de combate profesionales: ballesteros,
lanceros, arqueros (norte de Europa), espingarderos (a partir del siglo XV,
especialmente en Castilla y Toledo en concreto).
- Las armas poseían un “espíritu”, tenían un significado especial y propio. Podía ser
positivo o negativo. Normalmente las espadas eran el arma más espiritual en este
sentido, especialmente aquellas famosas por ser utilizadas en empresas bélicas de
trasfondo espiritual y religioso. Otras, por el contrario, tenían connotaciones
negativas, y durante las excavaciones de los yacimientos militares se encuentran en
lugares ocultas y escondidas, dejadas de lado. Eran armas vetadas al margen de la
guerra, que podía ser su único uso. Un ejemplo de estas armas era la ballesta, cuya
exhibición o porte en un contexto no bélico suponía una de las mayores penas y
delitos, implicando la muerte del responsable.
- No existía una jerarquía militar al margen de la élite social. Iban unidas
completamente. El señor de las tropas establecía la jerarquía que él considerara y
los respectivos mandos militares. Los más importantes eran los siguientes: el
condestable, el mayor de todos; el mariscal, general de la tropa; el alférez, como el
actual teniente, sub-mariscal; además, otro cargo o función más bien sería la del
porta-estandarte, quien determinaba por medio de la exhibición del mismo el
desarrollo de la gesta, cuándo comenzaba la batalla y terminaba, el cual en Castilla
se llamaría porta-pendón, y pendón al estandarte.
1. Las batallas campales. No eran tan comunes, según como dice la imaginería
medieval, de lo que en realidad eran. Sólo resultaban ser de eventos muy
determinantes, grandiosos e importantes, pero no era un desarrollo bélico habitual.
Al fin y al cabo, acababan por ser conflictos en los que se ponía en riesgo a un gran
número de personas. Se consideraban, además, ordalías, o “juicios divinos”, pues la
voluntad de Dios sería determinante, en la concepción tanto cristiana como islámica,
en cuanto a la victoria o derrota. Por ello, los soldados, la noche previa a la batalla,
solían celebrar un alba en vela mientras rezaban y rezaban por la intervención de
Dios en el conflicto, pues al fin y al cabo, el resultado dependería de él.
2. Razzias o algaradas. Consistían en expediciones de saqueo, cuyo objetivo era el
de hacerse con alimentos, animales, esclavos o cualquier tipo de botín de una forma
rápida y veloz. Era, pues, la forma más habitual de hacer la guerra. Cada
expedición solía tener unos cincuenta individuos a caballo, los cuales emprendían la
expedición de forma audaz y veloz. Por ello, acabaría denominándose la “guerra en
movimiento”. El problema de este tipo de expediciones era, realmente, la vuelta y
retorno, pues debían de traer consigo todo el botín, lo que ralentizaba a las tropas
dada la excesiva carga (peso, lentitud de los rebaños, etc).
3. Los sitios o asedios. Al contrario que las razzias o algaradas, se denominaban
“guerra quieta” o de desgaste. Eran todo lo contrario a las anteriores. Consistía en
atacar a un pueblo o una ciudad con un buen sistema defensivo. Este tipo de
desarrollos bélicos acabarán explicando el estudio de la arqueología de la guerra y
su especial interés por ese tipo de contiendas, al intentar comprender el sistema
defensivo y los tipos de fortificaciones que se establecen con el fin de evitar este tipo
de ataques.
Un dato a tener en cuenta, y que explica perfectamente el interés que suscita la arqueología
de la guerra dentro de la Península Ibérica, es la importancia y el rango de primer orden
que tuvo la guerra en territorio hispano a lo largo de la Edad Media, a diferencia del resto
de Europa. Aquí, tuvo múltiples variables, como lo fueron:
- Toda la Edad Media hispana consiste en un conflicto bélico entre dos facciones bien
diferenciadas: la cristiana y la musulmana. La guerra es pues, en forma de la
Reconquista, el hilo conductor, y explica el desarrollo de la historia medieval de
España en su conjunto.
- No sólo existe una dicotomía bélica entre cristianos y musulmanes, sino que dentro
de cada bando existirán conflictos propios y fronterizos, dados a diversas causas.
Hubo conflictos internos tanto en los reinos cristianos como en los musulmanes.
Quizá fue algo más común en los segundos, dado los innumerables enfrentamientos
que provocaron la confluencia de las diversas “razas” o procedencias de la población
andalusí, como los árabes, los bereberes, los sirios….Además, entre las taifas
también existieron sus conflictos internos, especialmente durante el siglo XII.
2. Fortificaciones
- Durante el siglo XV y XVI se dará de nuevo otro cambio tipológico. Nacerá entonces
el castillo gótico o palacial, caracterizado no sólo por seguir siendo una fortaleza
militar, sino por adquirir nuevas formas residenciales, formas más estéticas y
cuidadas. A veces fue tal el grado de profusión en la decoración del castillo que
podía confundirse con un palacio nobiliario. Este tipo de castillos solían poseer un
alcázar dentro, una zona residencial. En Florencia, donde se desarrolló por primera
vez esta tipología durante el cinquecento, llegará a su cúlmen al abordar la
manifestación del poder a través del arte y la ostentación de la cultura, la belleza y el
lujo.
- En el siglo XVI se produce de nuevo un cambio de paradigma: nace entonces el
palacio renacentista clásico, durante el cinquecento italiano, con artistas como
Bruneslechi y Alberti, que darán a su vez la inspiración en territorio hispano a las
fórmulas renacentistas herrerianas. Ahora las formas corresponderán prácticamente
por completo a las de un palacio, y se alejarán demasiado del modelo de fortificación
previo.
4. Torre del homenaje: sería un importante espacio, donde, hasta el siglo XIV,
residía el señor d ela fortaleza con su familia. Se trataba del espacio más
fortificado de todo el complejo, el último que debía rendirse en caso de
asedio. La entrada, por ello, no estaba a ras del suelo, sino que debía
accederse a ella por medio de unas escaleras, normalmente de madera, para
que pudieran prenderse con fuego e impedir la entrada de los atacantes. Era
el espacio de mayor altura de toda la fortaleza, y poseía muchos elementos
defensivos, como ladroneras y matacanes en su parte superior. Dentro de la
torre del homenaje podían diferenciarse tres tipos de salas:
Dentro del papel que jugaron estas fortalezas, habría que diferenciar dos grandes
tipos de contextos:
Las ciudades también estaban a su vez fortificadas durante la Edad Media. Existían cuatro
tipos de fortificaciones urbanas:
Las murallas solían tener entorno a 1 y 8 metros de anchura formada por piedras
más tabiyya (tabique) de barro). La altura solía rondar entre los 8 y 10 metros,
normalmente correspondiendo a la profundidad del foso si lo hubiese. Uno de los
ejemplos más paradigmáticos es la muralla de Cádiz, del siglo XIV, formada por
piedra y ladrillo, junto a la de Cáceres.
Tenían asimismo dos tipos de acceso:
- Las puertas principales, por donde podrían entrar los carros de mercancías,
de carácter público.
- Los portillos o postigos, un tipo de puertas secundarias, menos vigiladas,
por donde pasaban solamente los vecinos del barrio. Dada su menor escala
no podían pasar los carros ni los animales. Existía un número mayor de
portillos que de puertas principales en las murallas, y junto a éstas solían
situarse los vertederos.
El objetivo último era el de construir, en base a todos estos elementos, una especie
de almudayna (ciudadela), una pequeña ciudad autónoma e independiente de
tipo autárquico.
3.4. Palacios
4. El armamento
Supone un tema de investigación muy vasto y complejo, que posee asimismo su propia
terminología. Actualmente existen tres vías de estudio para el armamento militar:
A partir del siglo XIV, la unión de todos estos elementos y piezas darían lugar
a un modelo en conjunto de placas metálicas, la de la armadura de punta en
blanco. Se debatía si era mejor llevar una armadura entera de placas de
metal o una armadura compuesta por diversas chapas metálicas, llamadas
escamas, unidas entre ellas. Se consideró finalmente que era mejor la
armadura de piezas fijas porque de esa manera no se dejaban huecos al
descubierto entre las escamas de la armadura, en detrimento de la movilidad
del caballero pero a favor de su protección. Por ello se prestó más atención a
la zona de las articulaciones, investigando nuevas formas para que este tipo
de modelo permitiese un mejor movimiento durante el combate. También
eran utilizadas para la caza mayor, como la de jabalíes.
- Escudos: existe muchísima variedad, pero hay tres tipos de escudos que
destacan sobre los demás:
- Escudos romboidales o en forma de cometa, utilizados
especialmente para llevarlos a caballo.
- Pavés o paveses: escudo típico de la infantería, de forma
cuadrangular y de gran tamaño. Debajo solía tener un clavo o pincho
para apoyarlo sobre la tierra. Solía haber alguno en las casas
medievales, que utilizaría el campesino si era llamado a la guerra.
- Adarga: escudo con forma de corazón aunque también circular. Era
más pequeño y ligero, usado sobre todo por la caballería musulmana.
Solía usarse con el objeto de evitar y evadir proyectiles más que para
el cuerpo a cuerpo.
Desde los años finales de la década de los 90 se pasa del estudio del arma como
objeto a hacerlo como cultura material a partir de la cual conocer mejor una serie de
cuestiones:
Todos estos términos se suelen utilizar de forma sinónima. Hasta principios de los
años 90, el concepto de moda era la arqueomorfología. Una vez llegada la década
del 2010, se empieza a hablar de arqueología espacial o del territorio y
actualmente se prefiere el término de arqueología del paisaje. En todo caso las tres
vienen a significar lo mismo: una rama de la arqueológica basada en el estudio y
la posterior reconstrucción del espacio rural medieval. Posee estas tres
características:
A la hora de comenzar un estudio arqueológico del paisaje rural hay que tener en
cuenta dos elementos: los restos materiales que se conserven y las fuentes escritas,
junto a las imágenes o cualquier tipo de documentación, como la fotografía aérea.
Esta rama de la arqueología parte de la premisa de que los individuos que han vivido
en un paisaje lo han ido modificando con el paso del tiempo. El paisaje rural, por lo
tanto, es producto de dos tipos de acciones diferentes: la propia de la
naturaleza, y la antrópica, esto es, la huella del paso del individuo del pasado en el
paisaje del presente.
2. Planteamientos metodológicos
Dada la complejidad dentro del estudio de esta rama de la arqueología, hay que
seguir distintos pasos de análisis muy sistemáticos:
3.1. El hábitat
En el área cristiana, la mayor parte del espacio era rural y la gente vivía en
aldeas.