Está en la página 1de 347

HISTORIA ANTIGUA UNIVERSAL UNED 2005-2006 Programa López Melero

TEMA 1: SÚMER, AKAD Y LA III DINASTÍA DE UR

I. Súmer (periodo dinástico temprano, 2900-2350)

Principal fuente escrita: Sumerian King List, que mezcla lo mítico y lo histórico. La realeza
bajó del cielo y se estableció en Eridú, de donde pasó a otras ciudades. Antes del Diluvio,
reinados de inverosímil duración. Después del Diluvio, la realeza bajó otra vez del cielo y se
estableció en Kish, de donde pasó a Uruk, Ur, Awan, etc. Algunos de estos reyes son
históricos: Gilgamesh de Uruk (cuyas hazañas magnificadas se recogieron en la Epopeya
epónima); Mesannepada, Meskalemdug y Akalandug de Ur (I Dinastía de Ur, con sus
famosas Tumbas Reales). El objeto de la SKL (escrita mucho después, en la época de Isín) es
mostrar que siempre una ciudad había dominado a las demás. La SKL no habla de Messilim,
rey de Kish (de quien nos quedan varias inscripciones) ni de la ciudad de Lagash (cientos de
inscripciones). En Lagash, ha. 2450, Urnanshe funda una dinastía cuyo miembro más
destacado fue Eannatum, vencedor de Umma y autoproclamado "rey de Kish" (=supremacía
sobre todo Súmer). La "estela de los buitres" conmemora sus victorias. Ha. 2370, el
usurpador Urukagina se proclama rey de Lagash y aspira al dominio de Sumer apoyándose en
las clases populares y realizando una auténtica reforma social. Fue derrotado por
Lugalzaggesi de Umma, y éste, a su vez, por Sargón de Akad.

II. Akad

Los akadios eran semitas. Antes se daba gran importancia al origen étnico; hoy día se ve que
la continuidad con los sumerios es mayor de lo que se pensaba.
1. Sargón (2350-2295). Formó el primer estado territorial de Mesopotamia. Dejó una gran
leyenda tras de sí.
2. Rimush (2294-2286). A la muerte de su padre tuvo que reconquistar las ciudades, que se
sublevaron.
3. Manishtushu (2285-2271). Hijo también de Sargón, tenemos pocas noticias de su reinado.
Construyó el templo de Ishtar en Nínive.
4. Naram-Sin (2270-2234). Escribe su nombre con determinativo divino y se titula "rey de las
cuatro partes". Su reinado también comienza dominando una rebelión. Famosa estela de la
Victoria, encontrada en Susa (tocado con un casco de cuernos como un dios). Leyenda épica.
5. Sharkalisharri (2234-2211). Su dominio quedó reducido a la capital Agade, acosado por los
guteos.
6. Binkalisharri (2210). Último rey de Akad, tras una anarquía de tres años a la muerte del
anterior.
7. Los guteos y el renacimiento sumerio (2180-2070). Los guteos, belicoso pueblo de los
Zagros, colaboraron a la caída de Akad, pero no fueron su única causa. Sus reyezuelos, cuya
aculturación se refleja en el nombre semitizado de los últimos, figuran en la SKL. Durante su
dominio Lagash recobró su independencia (perdida bajo Akad). Su ensi Gudea no reconoce
ningún superior y reinó unos treinta años.
8. El templo. Elemento de primordial importancia en la cultura sumeria. Centro religioso de
la ciudad y en gran medida también político y económico. Pero la valoración concreta de su
papel se discute mucho entre los historiadores.
III. La III Dinastía de Ur (2112-2004)

En la confusión del dominio guteo surge Urnammu (2113-2096), primero gobernador y luego
rey de Ur, cuya III Dinastía fundó. Política de obras públicas para restaurar la economía de
reino: construcción de canales, zigurats de Uruk y de Ur. Se le llamó "rey de las cuatro
regiones", "rey de Súmer y Akad". Compiló un Código que será modelo del de Hammurabi.
Le sucedió Su hijo Shulgi (2095-2048) que hace frente a numerosas campañas militares en el
norte u noroeste del país, donde presionaban los hurritas. Voluntad de imitar a Naram-Sin
(pervivencia del modelo político akadio, incluso en el punto de la divinización real). Amar-
Sin (2047-2039) y Shu-Sin (2038-2030) se sucedieron sin problemas. Este último construye
un muro defensivo contra los amoritas, que trataban de penetrar en Babilonia. El reinado de
Ibbi-Sin (2029-2006) es una etapa de continua desintegración, que resulta intrigante.
Jacobsen cree que la invasión de los martu aisló Ur y la sumió en el hambre y la miseria,
incitando a los gobernadores ambiciosos a rebelarse, como Ishbi-erra, que se proclamó rey de
Isín y llegó a controlar la mayor parte del país. El desenlace final fue el ataque de los elamitas
(2004).

1. El Estado de Ur III.
Se le ha llamado "socialismo patriarcal de estado" o como " algo similar a un ejército
moderno en tiempo de paz" (Kraus). En época protodinástica, el cuadro del estado había sido
la ciudad; en época akadia el estado territorial formado por muchas ciudades; tras la
disgregación Ur III retoma el modelo akadio pero con la eficaz burocracia sumeria. La
extensión del reino de Ur III es mal conocida; su base fundamental eran Súmer y Akad, pero
también incluía la región del Diyala, el Éufrates medio (Mari) y el Tigris medio (Asur).
2. El Rey.
La monarquía es heredera directa de la akadia en su concepción política centralista, pero
predominan los elementos sumerios como la burocracia.. El rey tiene poder absoluto y una
divinización atenuada (no forma parte de los dioses pero dispensa a sus súbditos gracias
divinas): determinativo divino, culto, vaga identificación con Dumuzi.
3. Las provincias.
Las ciudades capitales de provincia estaba regidas por un ensi nombrado por el rey, que se
remontaba lejanamente al príncipe de la ciudad. Este funcionario a veces aspiraba a la
heredabilidad del cargo. Las circunscripciones más pequeñas se regían por un rabianum o
alcade.
4. La organización militar.
Sabemos que los reyes de Ur III protagonizaron expediciones militares, pero apenas se sabe
nada de su ejército más allá de algunos términos: erem (recluta militar o para obras públicas),
aga-ush (soldado profesional) o shagin (jefe militar).
5. Economía y sociedad.
La propiedad privada de la tierra debía ser escasa. Los grandes propietarios de antaño (templo
y palacio) alteraron su relación desde los tiempos protosumerios en favor del palacio. Las
tierras de la nobleza, muy importantes en el periodo presargónico, disminuyeron después en
beneficio de la realeza. Las tierras se explotaban con campesinos en diversos grados de
dependencia. La agricultura (tema de reflexión literaria como entre griegos y latinos) y la
ganadería eran las bases fundamentales de la economía. La pesca y la caza contribuían en
gran medida a la dieta. La sociedad sumeria presenta una evidente diversidad racial:
sumerios, semitas (akadios y amoritas que ya se instalaban en el norte) y otros. Pero la fuente
del conflicto es puramente política: la lucha entre las fuerzas disgregadoras y las
centralizadoras. El código de Urnammu es el primero que conocemos de la historia. Los
fragmentos conservados informan de las motivaciones del rey: reformar moralmente la
sociedad, proteger a las viudas y huérfanos. Son casi todos de derecho penal y se admite ya la
compensación económica en los delitos de sangre. Para el conocimiento de la admnistración
de justicia ofrecen mayor interés las más de 300 inscripciones en tablillas de Lagash. En
teoría el rey es el responsible de la justicia, pero en la práctica la administran los ensis de las
ciudades. Los templos no jugaban papel alguno salvo para los juramentos. Los jueces no eran
profesionales. el proceso se iniciaba a instancia de parte y entre los que conocemos
(divorcios, esclavos, posesión de inmuebles) no hay ningún litigio por una compra de tierra.
6. Los templos.
A pesar del predominio del palacio, el templo sigue teniendo una gran importancia política,
social y económica. Los reyes de Ur III construyeron templos con torres o zigurats y
repararon otros. Como jefes de la comunidad, tenían que asegurar la protección de los dioses.
En la capital, Ur, el rey hace los sacrificios en persona, y en las provincias envía emisarios o
acude a las fiestas más importantes. La organización interna del templo nos sigue resultando
oscura. No existe el concepto de "sacerdote", pero había multitud de hombres y mujeres
dedicados a las ceremonias litúrgicas. Las cabezas visibles eran "el señor del dios" y "la
concubina del dios", cargos que fueron ocupados por personas de sangre real.

EUNSA: La religión sumeria.

En el poema de Gilgamesh se contiene el dogma fundamental de la religión sumeria:


"Cuando los dioses crearon a la humanidad, crearon también la muerte para ella; retuvieron la
vida en sus manos". Las relaciones entre dioses y hombres se conciben como producto del
temor; se les ofrecen sacrificios a fin de evitar su cólera y de recabar el regalo de una larga
vida. Los dioses son seres celestiales, cuyo signo determinativo es una estrella, aunque se les
representa con todos los atributos humanos. Salvo en la inmortalidad, la semejanza con los
hombres es completa. Se les adorna con tiaras de cuernos. Según la cosmogonía de los
sacerdotes de Nippur, el mundo, a partir de un desierto de agua, se constituyó en tres grandes
ámbitos, que se relacionan con los tres dioses iniciales: Anu, señor de lo alto; Enlil, señor de
en medio; Enki (luego llamado también Ea), dios de las aguas. Los dioses crearon a los
hombres para que los adoraran y sirvieran y se les entregaron las ciudades con la misión
primordial de rendir culto a la divinidad. Anu dispuso luego que existiera un lugal de quien
dependían la paz, la ley y el orden. De aquí derivan dos ideas sumamente importantes: la
autoridad monárquica es un bien; ha sido dada por la divinidad a los hombres y en ella reside
su fundamento.

Los semitas akadios conservaron los antiguos cultos, especialmente el de Enlil, pero
aportaron la creencia en un nuevo nombre de dios, El (que aparece en la raíz de las
denominaciones árabes y arameas). Trataron de establecer una concordia entre las antiguas
divinidades y sus propias creencias. Comenzó a asentarse una nueva concepción del poder del
monarca que participaba en la fuente divina de la autoridad y no era un simple delegado de
ella como los antiguos en o lugal. Los reyes, en el momento de su muerte, eran divinizados y
se les rendía culto. Pero, a diferencia de Egipto, el monarca no es un dios.
TEMA 2: EGIPTO EN EL IMPERIO ANTIGUO

I. Formación y consolidación del Estado


Hacia finales del IV Milenio se habían formado en el valle del Nilo dos entidades políticas
monárquicas: un reino en el norte, o Bajo Egipto (capital Buto) y otro en el sur o Alto Egipto
(capital Hieracómpolis). Ambos eran resultado de una larga evolución desde tiempos
prehistóricos, cuando desde Palestina y Mesopotamia llegaron la agricultura y el urbanismo.
Se dio en Egipto un auge económico y social en el que aparecen ya las bases fundamentales
de la cultura egipcia posterior: la escritura jeroglífica, la estructura social, la irrigación a gran
escala, la jerarquización política, los cultos básicos del panteón religioso. Hacia 3100 los
hombres del sur realizaron la unificación de los dos reinos del valle del Nilo. Fue un proceso
complicado en el que intervinieron varios reyes: el llamado Escorpión y Narmer (con el que
ya existió una monarquía egipcia unificada).

1 El estado Tinita (Dinastías I y II, 3100-2686).


Después de Narmer subió al trono Hor-aha, a quien hay que considerar el verdadero fundador
del Imperio y el primer rey de la I Dinastía, identificado con Menes. Construyó Menfis en el
punto de unión entre el Alto y el Bajo Egipto (aunque la capital fue Tinis, junto a Abidos).
Comienza una ascensión cultural y política del país sin parangón en la historia universal. Es
la época de las grandes tumbas reales en forma de mastaba. El faraón es rey del Alto y Bajo
Egipto y tiene por eso una personalidad dual, manifestada en la construcción de dos tumbas,
una en Saqqara y otra en Abidos (se discute cuál sea la verdadera y cuál el cenotafio). Con la
II Dinastía el Estado se consolida. La monarquía dual conserva la individualidad de los dos
estados del norte y del sur: dos administraciones, dos coronas (blanca del Alto Egipto, roja
del Bajo Egipto) que se unen en la doble corona. El rey se designa por tres nombres: el de
Horus (pues se le identifica con este dios), el nombre nebty (literalmente "de las dos señoras":
la diosa buitre Nekhbet del Alto Egipto y la diosa cobra Wadjet del Bajo Egipto) y el nombre
nsu-bity (del junco y la abeja, que deben representar también respectivamente al A. E. y al B.
E.). El rey es el representante de Horus en la tierra y el enlace entre dioses y hombre.
Mediante la fiesta ritual sed se renovaban sus capacidades (quizá en el periodo predinástico
se eliminaba al rey viejo o incapaz, y el rito sed vino a sustituir a esta eliminación).

2. El Imperio Antiguo (Dinastías III-VI, 2686-2181).


Con la III Dinastía el país da un paso importante en su evolución cultural, económica y
política. Buena muestra de ello es la pirámide escalonada del rey Zoser en Saqqara, debida al
genio de Imhotep. En lugar de adobe es de piedra (perfeccionamiento de las herramientas de
metal). El auge culmina con la IV Dinastía, cuyos faraones Snefru, Keops, Kefrén y
Micerinos construyeron las grandes pirámides (el primero en Meidum y Dashur, los otros en
Giza). De la historia política no sabemos mucho: comercio con Fenicia, expediciones a Nubia
y el Sinaí, luchas con los beduinos. El faraón está más cerca de los dioses que de los
hombres. Se crea el cargo de visir, superintendente "de las obras reales" y "de los escribas
reales", e intervenía en el aspecto civil de los templos. Los altos puestos sacerdotales eran
controlados por los faraones nombrando a miembros de la familia real. La eficacia del estado
de la IV Dinastía semanifiesta en la construcción de las pirámides: organización de medios
necesarios, verdaderas ciudades que las rodeaban para los encargados del culto, disposición
de las tumbas de la nobleza a semejanza de la corte de Menfis. Con la V Dinastía entramos en
un periodo nuevo. El papiro Westcar recoge una leyenda según la cual sus reyes eran de la
estirpe de Re, el dios de Heliópolis; eso indica la importancia que había adquirido su culto,
que pasa a ser culto estatal (obelisco que simboliza el rayo de sol petrificado, templos
solares). En esta época se generaliza un cuarto nombre que pasa a formar parte de la
titulación faraónica: "hijo de rey" (¿no será Hijo de Re, como aparece en Internet?).
Expansión de la actividad egipcia (campañas contra los libios y los beduinos del Sinaí, barcos
de alto bordo que visitaban el Levante y, curiosamente, traían a gentes semíticas, compra de
madera a Siria, expediciones a Nubia). Empezamos a tener una documentación más
abundante, tal vez a consecuencia de la influencia del clero heliopolitano: decretos de la
cancillería real, biografía del visir Weshptah, grabada en su tumba de Abusir. Una reforma
administrativa tiende a racionalizar el estado y para los nuevos organismos se nombra a
personajes que no son de sangre real. La VI Dinastía es en muchos aspectos la culminación
del Imperio Antiguo, pero a su final el estado se desmorona. Los distintos nomos de Egipto
van tomando auge; están en manos de las grandes familias y el cargo de nomarca tiende a
hacerse hereditario. Los principales faraones de esta dinastía fueron: Pepi I (debelador de los
asiáticos, protector de Dashur, expediciones al Sinaí y a Nubia), Merenre (preparó la
ocupación de Nubia, que se consumó en la Dinastía XII) y Pepi II (que reinó más de 60 años
y con el que acaba el Imperio Antiguo).

II. El primer periodo intermedio (Dinastías VII-X, 2.181-2.040 a. C.)


Los tres reyes siguientes de la Dinastía VI carecen de documentación significativa. El país
parece haber caído en la anarquía. ¿Qué fenómeno dio al traste con la monarquía menfita?
Según las "Admoniciones de Ipuwer" serían la presencia de asiáticos y una revolución social.
Además está demostrado el crecimiento de la nobleza provincial, especialmente en el A.E. y
puede que se produjese una crisis financiera (obras públicas, fundaciones funerarias libres de
impuestos para los cortesanos). En cierto modo es un fenómeno general en los estados
despóticos. A eso podemos añadir un reinado muy largo como el de Pepi II, al final del cual
gobernaba un rey muy anciano. El estado menfita se hunde irremediablemente con las
Dinastías VII y VIII de Manetón, muy problemáticas en su cronología o incluso en su
existencia real. En su lugar aparece un reino del norte (capital Nen-nesut, llamada por los
griegos heracleópolis Magna). Allí se establecieron los reyes de las Dinastías IX y X, de los
que poco sabemos. Los soberanos se llaman Heti. Se cree que Heti IV, de la Dinastía X, fue
el autor de la "Enseñanza para Merikare" (su hijo), aunque probablemente el escrito se deba a
este último, que lo atribuye a su padre para justificar su línea política. En él se habla de la
recuperación de los nomos del norte, en poder de los asiáticos (lo que confirmaría el dato de
las "Admoniciones"), se afirma la reanudación del comercio de madera con el Levante y el
papel predominante de Menfis. Lo más interesante, sin embargo, son los aspectos
ideológicos: un claro refinamiento de las ideas morales en el sentido de un riguroso concepto
de la justicia y la prevalencia de la "humanitas". También hay reglas de conducta política con
grandes y pequeños, de sabor "renacentista". La frontera sur se mantuvo tranquila los
primeros años del reino, aunque los príncipes de Tebas habían creado un centro de poder, tal
vez bajo la soberanía nominal de Heracleópolis, y no faltaron los roces. El último rey de la
Dinastía aparece en el famoso cuento del "Campesino elocuente". La caída del centralismo
menfita dio lugar al surgimiento de fuerzas creadoras en los centros provinciales, que
produjeron un tipo de señoríos llamados "feudales" por los historiadores de principios del s.
XX pero que sólo de lejos recuerdan esa denominación. En el Egipto medio, las cabezas de
nomos adquirieron el carácter de pequeñas capitales. Hay príncipes hereditarios en Hmunu,
Beni Hassan, Akhmin Qaw el-Kebir, Deir y Meir, que se relacionan con cierta independencia
ante la creciente potencia de Tebas. En el sur se crea otro centro de poder. Entre las ciudades
como Tod, Hermonthis, Medamud y Tebas, esta última, la más insignificante al principio, fue
adquiriendo importancia, y durante el periodo intermedio llegó a ser capital del nomo.
Gracias a la energía de una serie de monarcas (¿no será nomarcas?) extendió su dominio
hasta Elefantina y creó un núcleo político capaz de hacer frente al reino heracleopolitano del
norte.

EUNSA: La más antigua religión egipcia.


La importancia de la religión egipcia. Las dificultades mayores con que tropezamos están en
lo tardío de las fuentes (generalmente de época helenística) y en la ausencia de libros
sagrados que expongan fehacientemente una teología (los Textos de las Pirámides del I.A.,
Los Textos de los Sarcófagos del I.M. y el Libro de los Muertos del I.N. son sólo formularios
para la defensa del difunto en el más allá). Los egipcios tuvieron un sentido profundo de la
pervivencia de los espíritus humanos tras la muerte. La otra vida se hallaba ligada de algún
modo a la conservación del cuerpo, de una parte del mismo o de su representación.
Los dioses: Cada nomo tuvo su propio dios, identificado por su emblema. Hay repeticiones
(que los arqueólogos interpretan como la victoria de un nomo sobre otro, al que impone su
dios). Con una sola excepción, los dioses toman atributos de animales y plantas y son
considerados benéficos para el hombre. En ciertos casos (el buey Apis, o la vaca Hathor) el
dios animal era identificado con un individuo de su especie que se instalaba en el templo y
era cuidado por los sacerdotes. Los principales dioses locales egipcios eran: Amón, el dios de
Tebas, que se convertirá en divinidad suprema desde la XI Dinastía. Anubis, el chacal del
desierto, dios de los muertos. Atum, dios de Heliópolis, el sol de la tarde, que usa la doble
corona como los faraones. Hathor, la vaca, diosa del amor y de la alegría. Muy popular, se la
representó como una mujer con cuernos en forma de lira o cabeza vacuna. Horus, el halcón,
gran protector y padre de la dinastía que llegó a unificar Egipto. Es también una divinidad
solar y uno de los grandes dioses de los sistemas teológicos. Isis, con un emblema de cuernos
que la asemeja a Hathor, es la compañera de Osiris. Khons, antiguo dios lunar adorado en
Tebas, se convirtió después en hijo de Amón. Nekhbet es la diosa buitre que lleva la corona
del Alto Egipto Osiris e Inher son el mismo dios, único que se representa como hombre,
muerto en el primer caso (pintado de verde) y vivo en el segundo. Ptah, el dios de Menfis, era
representado como una momia. Shebek era el dios cocodrilo de El Fayum. Sekhmet, diosa
guerrera, se representaba como una mujer con cabeza de león. Se veneraba en Menfis como
esposa de Ptah. Thot es la luna, simbolizada por un ibis coronado por el disco. Uadjet, diosa
serpiente, es el ureus que figura en la corona del reino del Delta.
La noción divina:
Se daba un doble movimiento teológico. Mientras los sacerdotes depuraban y abstraían la
religión, en las capas inferirores de la soicedad se producía una elaboración de signo opuesto,
lindante con la superstición. La doctrina sacerdotal contiene aspectos propios de las
religiones superiores: la unidad sustancial del ser divino, la existencia de un orden en la
creación o la pervivencia del hombre en relación con su conducta moral. El Ka es el concepto
clave: uno y múltiple, era una especie de esencia divina que penetraba en las cosas dándoles
vida. Este concepto se completa con el de Neter, la plenitud del ser: cuando el ka de un ser
viviente se transforma en neter se convierte en inmortal. Al principio sólo el ka del faraón
podía hacerlo; posteriormente esto fue accesible a un número cada vez mayor de personas.
Sin embargo, los cadáveres inhumados, sin excepción, aparecen en posiciones intencionadas,
de manera que debía existir algún sentido de supervivencia tras la muerte. Los principales
sistemas doctrinales fueron dos: uno cosmogónico, enseñado por los sacerdotes de On (que
los griegos llamaron Heliópolis) y otro místico en torno a Osiris. En On se rendía culto a
Atum, cuya identificación con Ra, el propio sol, fue muy fácil, y que posteriormente se
asimiló a Amón. Los tres nombres se fundieron en Amón-Ra-Atum, creador del universo y
dios supremo. El mito de Osiris, muerto y desmembrado por su hermano Seth, y revivido por
su esposa Isis, alcanzó gran popularidad. Se convirtió en el dios de los muertos.
NOTA. "Faraón" es lo mismo que rey; lo que pasa es que en Egipto por respeto nunca se
mencionaba directamente al monarca y se le llamaba "par'o" que significa "gran casa" o "la
casa grande". Cualquier rey de Egipto es un faraón, lo fueron hasta los emperadores romanos.
TEMA 3: EGIPTO EN EL IMPERIO MEDIO Y LA CUESTIÓN DE LOS HICSOS

I. El Imperio Medio egipcio (Dinastías XI, XII y XIII)

1. La Dinastía XI (2139-1991).
El fundador de la Dinastía y primero que toma el título de rey independizándose de
Heracleópolis es Mentuhotep I, al que siguieron Antef I, Antef II y Antef III, de cuyos
reinados no sabemos casi nada. El verdadero forjador del Imperio Medio es Mentuhotep II
(2060-2010), quien cambió su nombre por Horus, lo que ha ocasionado problemas de
numeración en los reyes de su nombre (ej. la asignatura de Arte Antiguo...). Reinó muchos
años y llevó a cabo la guerra de unificación de todo el país, conquistando el reino
heracleopolitano. Respecto a los nomarcas del Egipto Medio, a unos los depuso (como al de
Asiut) y a otros los mantuvo en sus puestos (como al de Beni Hassan). La capital quedó en
Tebas y los cortesanos eran tebanos de confianza (y algún heracleopolitano). El país volvió a
estar unido y a abrirse a las grandes rutas comerciales. La nueva prosperidad se refleja en el
templo funerario del rey en Deir-el-Bahari. Mentuhotep III tuvo un reinado corto (porque
ascendió al trono a edad avanzada), pero próspero y sin tensiones políticas. Se dedicó sobre
todo a la reconstrucción de templos. Poseemos la correspondencia de Hekanajte, sacerdote
funerario de la tumba del visir Ipi, en Tebas, que nos informa sobre el estado económico del
Alto Egipto. Mentuhotep IV. En el año segundo de su reinado se hizo una expedición al wadi
Hammamat para extraer bloques de las canteras y fundar una estación naval en la costa del
Mar Rojo. La mandaba Amenemhat, visir y gobernador del A.E.

2. La Dinastía XII (1991-1786).


Este mismo Amenemhat es posiblemente el que aparece en la "Profecía de Neferti" (texto
político en guisa de profecía "post eventum") que describe las calamidades de Egipto y
anuncia un rey que vendrá del sur. Amenemhat I fue un faraón digno de su cargo: con una
voluntad claramente renovadora evitó sin embargo decisiones drásticas que supusieran un
rompimiento total con la anterior dinastía. Puso orden en la anarquía reinante pero mantuvo
en el poder a las familias tradicionalmente poderosas. Para evitar las guerras entre nomos, fijó
sus límites y los declaró inamovibles. Estableció la capitalidad en It-tawi, en el Egipto Medio,
por razones que se discuten. Posiblemente por su proximidad a Heracleópolis, con su
tradición literaria y humanística. De hecho aparecen ahora muchos escritos para animar a los
jóvenes a seguir la carrera de funcionarios: la Kemyt (Suma) y la "Sátira de los Oficios",
donde éstos son comparados desventajosamente con el del escriba. Para evitar las
usurpaciones, asoció a su hijo Sesostris al trono. Finalmente fue asesinado por una rebelión
palatina, hecho que se relata confusamente en dos textos del reinado siguiente: la
"Instrucción" de Amenemhat y el "Cuento de Sinué". El reinado de Sesostris I se desarrolló
sin problemas. Construyó templos y en política exterior se ocupó especialmente de Nubia,
hasta más allá de la segunda catarata (de allí venían oro, esclavos, ganado, diorita, cobre,
granito rojo...). Su política asiática se refleja en el "Cuento de Sinué" (que aunque no tiene
mucho que ver con la realidad sí menciona la presencia egipcia en Siria y Palestina) y en las
excavaciones arqueológicas de Siria y Palestina. En muchas ciudades de esta zona se han
encontrado objetos de la época de Sesostris, seguramente regalos diplomáticos para los
príncipes asiáticos. También uso la corregencia para asociar al trono a su hijo Amenemhat.
Amenemhat II continuó la política de su padre. Las relaciones con Asia se hicieron más
estrechas: hallazgos de Ugarit, establecimiento de una colonia asiática en Beni Hassan, a
quien el rey da tierras para el asentamiento. Sesostris II. Igualmente corregente de su padre,
continuó la política tradicional sin rupturas ni guerras. Sesostris III (1878-1843) tiene el
reinado más próspero y glorioso de la dinastía. Con él se muestra la centralización del país
faraónico. Se crean los "Waret", Departamentos u oficinas centrales, con una burocracia
eficiente y culta, sin ambiciones políticas. Se crearon tres (sur, bajo Egipto y núcleo
heracleopolitano) y supusieron el fin de los nomos y los nomarcas en su función política. La
política exterior del rey se centró en Nubia, donde hizo cuatro campañas y que conocemos
gracias a una serie de inscripciones, las cuales justifican la destrucción del enemigo, arrasar
sus tierras y robar a sus mujeres. También conocemos expediciones al Sinaí y a Siria. La
actitud frente a los asiáticos cambia; se les considera enemigos ("Textos de execración"
escritos sobre cerámica o barro y luego rotos). Amenemhat III tuvo un reinado pacífico,
disfrutando de los logros de su padre. Adquiere importancia económica El Fayum, para lo
que fue necesario construir presas que evitaran las inundaciones procedentes del Nilo.
Amenemhat IV primero y luego su hermana Sebeknefrure sucedieron brevemente a su padre.

II. El segundo periodo intermedio egipcio

La época que va entre el final de la XII Dinastía y el comienzo de la XVIII es uno de los más
oscuros de la historia de Egipto. Incluye las dinastías XIII a XVII de Manetón. La Dinastía
XIII (1786-1633) no se distingue política ni administrativamente de la XII, pero, según el
Papiro de Turín y la lista real de Karnak, tuvo un gran número de faraones, lo que hace
pensar en una época de caos político. El rey más importante es Neferhotep, que restaura los
edificios consagrados a Osiris en Abidos. De Neferhotep III hay una estela que, entre las
alabanzas, deja claro que lucha contra sublevados al sur del Delta, y, cosa curiosa, que usa la
"corona azul" (lo que sitúa su reinado al comienzo de la época hicsa, pues esta insignia la
trajeron los hicsos). Paralelamente a la Dinastía XIII, aunque dura algo más que ésta, la zona
del Delta occidental permaneció independiente bajo la llamada Dinastía XIV, de la que
apenas sabemos nada. En esta época la administración se mantiene; los reyes de la D. XIII
gobiernan un verdadero estado y los nomos no reaparecen. Los visires se mantienen largo
tiempo en el poder.

1. Los hicsos (Dinastías XV y XVI).


Flavio Josefo habla de unos "invasores de piel oscura" que recibieron el nombre de hyksos, es
decir "reyes pastores" (la etimología es incorrecta; viene de hk hwt, jefe de beduinos). Sobre
su origen se ha escrito mucho, pero hoy hay acuerdo en que se trata de poblaciones del área
sirio-palestina y que no hubo una invasión propiamente dicha sino una lenta infiltración
culminada en un golpe de estado cuando predominaron sobre la población indígena. Se
asentaron en el Delta y fundaron Avaris en la frontera oriental; finalmente se apoderaron de
Menfis. Los soberanos hicsos se agrupan en dos Dinastías, la XV y la XVI, pero hoy sabemos
que son contemporáneas, siendo la segunda ("pequeños hicsos") simples jefes locales. Los
hicsos adoptaron la superior cultura egipcia: lengua, escritura, titulatura real, sistema político
y comercio. Los nombres de sus reyes son a veces semíticos y a veces egipcios, testimonio de
su profunda asimilación. Los escarabeos atestiguan la misma dualidad en los nombres de los
funcionarios, aunque con predominio egipcio, ya que sin duda estaban más familiarizados
con la administración del país. Nubia se mantuvo independiente (no se encuentran allí
escarabeos). El rey más importante de la Dinastía fue Auserre-Apopi I, que lleva un nombre
puramente egipcio. Reinó durante mucho tiempo (33 años según el famoso Papiro
matemático Rhind) y mantuvo una política de convivencia pacífica respecto del naciente
reino tebano. La tradición literaria egipcia consideró siempre a los hicsos como los enemigos
por excelencia, y su dominación como una calamidad. Sin embargo hay que admitir que
trajeron una serie de aportaciones culturales: el caballo y por tanto el carro de guerra, nuevos
tipos de espadas de bronce, el arco compuesto... Durante esta época la cultura literaria y
científica egipcia no sufrió ninguna merma y las artes plásticas mantuvieron un buen nivel
(aunque sin obras maestras como en la etapa anterior). Con los hicsos acaba el aislamiento de
Egipto, donde entran nuevas ideas religiosas, y comienza su ofensiva asiática para evitar
invasiones similares.
2. La Dinastía XVIII y el renacimiento de Tebas (1650-1567).
De los pequeños estados surgidos durante la dominación hicsa, el principal fue Tebas, regido
por los príncipes de la Dinastía XVII, los cuales probablemente reconocían la autoridad
nominal de los hicsos. También tuvieron con ellos fecundas relaciones comerciales. No
obstante, se sentían herederos directos de la Dinastía XIII y mantuvieron una cohesión sin
fisuras. Respecto a Nubia, aunque el dominio egipcio desapareció completamente,
permanecen allí los egipcios como elementos culturales, y en territorio tebano hay "pan
graves" que indican población sudanesa asentada en Egipto. Se cree que son mercenarios
mechai, que combatieron en la guerra de liberación protagonizada por Kamose.

3. La expulsión de los hicsos.


La guerra fue larga y abarcó varios reinados hasta la victoria final en tiempos de Ahmosis. De
la fase de Kamose poseemos varios testimonios: Primera estela de Kamose, Tablilla
Carnarvon y Segunda estela de Kamose. Al parecer, el hicso Auserra pidió ayuda al rey de
Kush (=Nubia) para derrotar al tebano y le prometió el reparto del botín. El ataque de
Kamose debió debilitar el poder de los hicsos.

4. La victoria final bajo Ahmosis.


De esta época no tenemos documentos originales, pero sí una biografía de un militar,
Ahmosis (buen ejemplo de cómo gentes de condición humilde ascendían en la escala social
gracias al ejército), que sirvió bajo el rey Ahmosis y participó en la guera hicsa y en la caída
de Avaris tras dos sitios.
TEMA 4. LA BABILONIA DE HAMMURABI Y SUS ANTECEDENTES

I. Babilonia antes de Hammurabi (2000-1792 aC, "segunda época intermedia")

Poco a poco van apareciendo soberanías independientes en el ámbito del fenecido reino de Ur
III: Isín, Eshnunna, Der, Larsa y Babilonia. En esta época la rivalidad por la hegemonía
política se plantea entre Isín y Larsa, pero el predominio de la segunda será muy posterior. En
Isín se compone una de las obras más famosas de la literatura sumeria, el "Himno de Inanna".
Tenemos abundante material que permite estudiar la estructura social y económica de
Babilonia antes de las grandes reformas llevadas a cabo por Hammurabi. Pero no hay que
olvidar que se refiere sobre todo a las ciudades, mientras que las muchas tribus nómadas que
existían en torno a ellas tenían un "status" radicalmente distinto (con fenómenos como el
mercenariado, la estructura patriarcal o la organización tribal). Las ciudades constan de varias
aportaciones étnicas: poblaciones prehistóricas, sumerios y akadios, pueblos de los Zagros
como lulubis y gutis y sobre todo, en este momento, la gran masa de pueblos semíticos
occidentales que acabarán cambiando la historia del país. Sobre este fondo multiforme actúan
las tradiciones culturales elaboradas en Súmer y reelaboradas, principalmente, bajo la dinastía
de Ur III.
Las clases sociales son prácticamente las mismas que bajo Hammurabi. Encontramos:
1) el awilum, es decir, hombre libre, ciudadano. Existe una distinción para las personas libres
bajo la potestad del padre: mar awilim y marat awilim (hijo/hija de ciudadano)
2) los esclavos: wardum (varón) y amtun (hembra), considerados bienes patrimoniales
3) una categoría social intermedia, el muskenu, que no eran ciudadanos de pleno derecho
pero podían poseer tierras y casas.
Las estructuras económicas nos son conocidas por una gran cantidad de materiales. Los
fenómenos principales son la decadencia de la ciudad-templo sumeria, la sedentarización de
las tribus beduinas, que llevó a una redistribución de las tierras en su beneficio y en perjuicio
de los templos, y la puesta en cultivo de nuevas tierras. Por los códigos legislativos sabemos
que la propiedad media de un awilum era un huerto, una casa y bienes muebles. La del
muskenu, algo similar en escala menor. Hay una extensa propiedad real y sigue existiendo la
propiedad de los templos (ésto cada vez más controlados por los dinastas). Además de la
agricultura, existe la artesanía, tanto la de los templos como libre. El comercio tiene dos tipos
principales: el comercio de la ciudades, que es el regulado por los códigos, y el de gran radio
de acción o de caravanas. Este último, que a menudo presenta probleas internacionales,
presenta más intervención real. La actividad legislativa de los reyes de esta época está
causada probablemente por la presión ejercida por el elemento mercantil, y las regulaciones
son las mismas que seguirán en tiempos de Hammurabi (precios de las mercancías de primera
necesidad, salario de los obreros, alquiler de barcos y carros...) Los precios se fijan en
moneda-cebada y en moneda-metal, señal de que el trueque ya no se utilizaba. La
compraventa se regula con minuciosidad. Sobre estas fuerzas económicas Hammurabi
ejercerá una labor centralizadora pero poco original. Las colecciones legislativas de esta
época han suplantado al Código de Hammurabi como las más antiguas que se conocen. El
Código del rey Lipitishtar de Isín, escrito en tablillas, se compuso hacia 1860 a.C. Trata
derecho mercantil, de familia, herencias, delitos de sangre y contra la propiedad. Su prólogo
afirma que la intención es procurar la libertad de los hijos e hijas de Ur, Nippur, Isín, Súmer y
Akad... lo que puede interpretarse com el intento de extender la administración a zonas más
amplias arrebatándoles la exclusiva a los templos. Un Código atribuido a Bilalama de
Eshnunna (s. XX a.C.) es sin duda muy posterior; sólo 40 ó 50 años anterior al de
Hammurabi, ya que está escrito en akadio babilónico muy similar. Pero este código, a
diferencia del de Hammurabi, admite la compensación legal y elimina la venganza de la
sangre.

II. Hammurabi y su dinastía

Hacia 1830 a.C., una estirpe semítica occidental (amoritas) se asentó en la zona del Éufrates a
unos 20 km de Kish. Su dios era Marduk, y el lugar que escogieron se llamaba Babilla, que
los inmigrantes transformaron en Babilli (la puerta del dios). Así se echaron los cimientos del
estado babilonio. La época de Hammurabi (1792-1750), sexto rey de la I Dinastía de
Babilonia, corresponde a un momento de estabilidad después de un siglo de asentamiento. Su
largo reinado y su obra política y legisladora le acreditan como una de las mayores
personalidades de la historia universal, aunque sus comienzos fueron muy modestos. Estaba
constreñido por Shamsiadad de Asiria al norte y Rimsin de Larsa al sur (que había
conseguido reunificar gran parte de Súmer-Akad). Cuando murió Shamsiadad Asiria tuvo que
ceder a Babilonia la zona limítrofe. Hammurabi venció a Rimsin en el año 30 de su reinado,
con la ayuda de Zimrilin de Mari, que a su vez fue dominado. Pero Hammurabi fue mucho
más que un conquistador oriental. Construyó un canal que suministraba agua a Nippur, Eridú,
Ur, Larsa, Uruk e Isín. Levantó fortalezas para contener a los nómadas. Hizo templos para los
dioses y los ornamentó. Su obra administrativa (atestiguada en cartas dirigidas a sus
ministros) muestra un espíritu minucioso y observador de todos los detalles políticos y
económicos. A sus corresponsales les deja muy poca iniciativa. Las cartas contienen a
menudo directrices para la asignación de tierras (ya que en esta época la clase más numerosa
de poseedora de tierras era la de quienes prestaban servicios al rey: eran feudos ligados a la
prestación de un servicio).
Su famoso Código, aunque no sea el más antiguo, tiene una gran categoría legislativa por el
número de cuestiones tratadas. Es probable que su finalidad fuera la unificación del derecho
en el reino. La estela en que está grabado, coronada por la efigie de Hammurabi recibiendo
las leyes del dios Shamash, estaría seguramente expuesta en el templo para que los litigantes
pudieran leerla. Trata diversos tópicos jurídicos: derecho penal (ley del Talión), matrimonio y
divorcio, ventas y depósitos, esclavitud y robos. Distingue las tres categorías sociales vistas
antes: awilum, muskenum y wardum.
La dinastía de Hammurabi continuó reinando en Babilonia durante cuatro generaciones, pero
no pudo evitar que el territorio se redujera a un pequeño estado. En el sur, un tal Ilumailu,
que se decía descendiente de los reyes de Isín, consiguió independizarse, con la frontera en la
zona de Nippur. Por el norte presionaban los kasitas y por el oeste los hurritas. Finalmente el
último rey, Samsuditana, cayó defendiendo Mari cuando fue tomada por Mursil I de Hatti, y
el vacío político que dejó fue ocupado por los kasitas.

1. El estado, la administración.
A la cabeza del estado está el rey. Los caudillos de los pueblos que se asentaron sobre las
ruinas de Ur III eran poco más que jeques, pero una vez dueños del poder en sus ciudades
respectivas intentaron legitimarse según las fórmulas tradicionales. Ha desaparecido la idea
de la realeza divina. Los reyes son grandes personalidades que viven en un mundo de intrigas
y alianzas, con una administración muy centralizada. La figura de Hammurabi destaca como
"ideal de gobernante", que se esfuerza en crear algo como un "estado de derecho", derecho
recibido de los dioses para establecer la justicia y defender a los hombres del abuso de los
poderosos. El rey, cuya magistratura es de origen divino, está encargado del culto de los
templos y de honrar a los dioses, ante quienes es responsable del bienestar de su país. En Isín
existe para ello la institución del "rey sustituto" (chivo expiatorio de los pecados del rey, al
que se coronaba y se mataba después). Había mano de obra obligatoria (posiblemente los
muskenu) para las obras públicas y para trabajar los bienes estatales o de palacio. El templo
tenía su administración propia, pero el rey intervenía continuamente (para sustraer los bienes
o para dotarlos espléndidamente). A su vez el templo prestaba su ayuda a los necesitados sin
interés y rescataba a los prisioneros de guerra si no lo hacía la ciudad o el palacio. La
administración de las ciudades estaba en manos del rabianum (alcalde) y también el rey debió
intervenir mucho en ella.

2. Economía y sociedad de la época babilónica.


La producción no sufrió cambios importantes, pero se generaliza la intervención real sobre
los precios. Aumenta considerablemente la propiedad privada y el comercio adquiere una
importancia excepcional. El palacio defiende las expediciones caravaneras. El ejército se
reclutaba por leva entre un censo de población disponible. Los invasores tenían su propia
lengua semítica, pero la abandonaron y adoptaron el akadio, que evoluciona y se transforma
en babilónico antiguo. El papel de la mujer es de gran importancia. Puede litigar, poseer,
comprar, vender, legar y testar. Al casarse recibe una dote, que puede conservar después del
divorcio.
TEMA 5: LOS HURRITAS Y LOS KASITAS

I. Los hurritas (hurritas es a mitanios como etruscos a romanos)


El origen e identidad de los hurritas no está aclarado del todo. No son semitas ni tienen
parentesco con los sumerios. Hoy se cree que son un pueblo de raza armenoide y lengua
propia. Se asentaron primero en la región del lago Van hasta el Éufrates, y más tarde se
extendieron hacia el sur y el oeste. Su aparición en la historia es muy temprana: ya los
encontramos en la Ebla del III Milenio. Por tanto parece que hubo una primera expansión
hurrita en el III Milenio y una segunda reorganización en sentido militar en el II Milenio
gracias a los mitanios.
Desde la época akadia aparecen al este del Tigris, en el límite norte de Mesopotamia. A esta
época corresponde el acta de fundación de Urkish por el rey Tishari (parece que los hurritas
se organizaban en ciudades- estado, como Urkish, Nawar o Mamma). Los textos de Mari
registran principados en Mesopotamia superior con caudillos de nombre hurrita. Los textos
de Alalaj (ciudad siria donde se ha excavado el palacio de Yarimlín y de donde procede la
estatua del rey Idrimi) registran una importante e influyente población hurrita en la ciudad.
La expansión se hizo de forma pacífica y continuó en tiempos de Hammurabi. No sabemos
exactamente cuándo los hurritas se mezclaron con los indoeuropeos que contribuyeron a
formar el estado de Mitanni. Los reyes mitanios llevan siempre nombre indoeuropeos, no
hurritas. También son indoeuropeos algunos dioses del panteón de Mitanni (Indra, Mitra-
Varuna y los Nasatiyas) y, según Kretschner, el nombre de la propia capital del reino,
Washukkani. Estos datos han hecho pensar en una minoría guerrera de origen indoeuropeo
que se impone sobre un pueblo no-ario y lo dinamiza.
Aprovechando el hundimiento de la I Dinastía de Babilonia y la decadencia de Asiria,
crearon un centro de poder hurrita-mitanio que aglutinó a los grupos autónomos desde el lago
Van hasta el Orontes.

Historia de los hurritas

El primer rey conocido es Parattarna (principios del s. XV a.C.), que firmó un tratado con
Idrimi de Alalaj. No fue el primer rey de su dinastía pero a él hay que atribuir la hegemonía
de Mitanni en el norte de Siria. En tiempos de uno de sus sucesores, Saushshatar (c. 1450
a.C.) se produjo la ofensiva de Tutmés III de Egipto en el territorio controlado por Hurri-
Mitanni. La descripción egipcia del botín de las campañas nos indica que no se trataba de un
estado centralizado, sino más bien de ciudades unidas por pactos de amistad. Las hostilidades
con Egipto continuaron hasta que Artatama (c. 1430 a.C.) llegó a un acuerdo con Tutmés IV,
y envió a su hija al harén del faraón. También una hija de Shutarna II (c. 1400 a.C.) pasó al
harén de Amenofis III. Este faraón al enfermar se dirigió a su suegro pidiéndole la ayuda de
la diosa Ishtar (ejemplo de la apertura antes impensable de Egipto). Tushratta (c. 1380 a.C.)
se cartea también con Amenofis III, la reina Teye y Amenofis IV, tratando el matrimonio de
su hija Tadujepa con el faraón (como Amenofis III murió, finalmente pasó al harén de
Amenofis IV). Pero Suppiluliuma, el rey hitita, estaba dispuesto a acabar con el poderío
mitanio. Conquistó Washukkani y la poderosa Karkemish y obligó al rey Mattiwaza
(Tushratta había sido asesinado por un descontento) a firmar un tratado que consagraba el fin
de Mitanni como gran potencia. Pasó a ser vasallo de los hititas y estado-tapón contra Asiria.
Un siglo después, Salmanasar I de Asiria (1273-1244) devastó el país, deportando a catorce
mil prisioneros, y lo convirtió en provincia asiria con el nombre de Hanigalbat. Sin embargo,
aún habrá movimientos de resistencia en tiempos de Asurbasirpal y Asarhadón.
Los kasitas

A mediados de II Milenio se produce la instalación de los kasitas en el reino de Babilonia,


que durará 576 años (1732-1156). Sin embargo los primeros reyes kasitas son
contemporáneos de los últimos cuatro de la dinastía de Hammurabi. Sólo con la conquista de
la ciudad por Mursil I de Hatti en 1595 pudieron los kasitas ocupar el trono vacante. Los
kasitas aparecen en Babilonia ya en tiempos del padre de Hammurabi, pero su penetración es
un tema muy confuso. Su lengua no era indoeuropea ni estaba relacionada con el hurrita. El
hecho es que cuando finalmente ocuparon el trono babilonio se habían aculturado totalmente.
Agum II, "rey de los kasitas y akadios, rey de Babilonia, rey de Padan y Alman, rey del país
de Gutium", rescató de los hititas las estatuas de Marduk y su consorte Sharpanitum y las
restableció al santuario de Esagila. Llamaron a Babilonia Karduniash.
Durante mucho tiempo su historia careció de personalidad. Es a principios del s. XV a.C. con
Kurigalzu I cuando Babilonia se afirma como estado importante frente a Egipto, Hatti,
Mitanni y Asiria. La lengua babilónica es la lingua franca de la diplomacia y la cultura. En
política exterior mantienen la alianza con Egipto: princesas kasitas entraron en el harén de
Amenofis II. Burnaburiash II (1359-1333) fue contemporáneo de Subiluliuma, Amenofis III,
Amenofis IV, Tutankhamon, Asuruballit de Asiria y Tusratta de Mitanni. Demostró una gran
habilidad y supo sacar papel como contrapeso de Hatti ante un Mitanni en plena disolución.
Debió someter a Asiria a algún tipo de vasallaje, aunque pacta con Asuruballit y casa a su
hijo con la hija del asirio. Cuando murió Burnaburiash, Asiria quiso intervenir en Babilonia,
pero los hititas apoyaban a ésta (Subiluliuma se había casado con una princesa babilonia). En
tiempos de Kashtiliash IV (1242-1235), Tukultininurta de Asiria destruyó Babilonia, hizo
prisionero al rey y se llevó a Asiria al dios Marduk. Pero el movimiento independentista
babilonio recuperó la ciudad siete años después. El reinado de Melishipak (1189-1183) y sus
sucesores fue pacífico y de equilibrio con Asiria, pero el peligro vino del este: los elamitas
tomaron Babilonia en 1156 y así acabó la dinastía kasita, sustituida por la II Dinastía de Isín.

1. La II Dinastía de Isín (1156-1026).


La dominación elamita no fue duradera. Pronto se formaron núcleos de resistencia que, en el
caso de Isín, consiguieron formar un reino. Nabucodonosor I (1124-1103) recuperó política y
militarmente a Babilonia y debeló el poder elamita. En una expedición recuperó la estatua de
Marduk y en otra se apoderó del país (que deja de aparecer en los anales hasta el imperio neo-
asirio). El final de esta dinastía se debe a la conjunción de dos causas: el empuje de los asirios
bajo el gran conquistador Tiglatpileser I y la invasión de las hordas arameas.

2. La Babilonia kasita.
La implantación kasita produjo cambios notables en la estructura socioeconómica de
Babilonia, que podemos estudiar gracias a los archivos de Nippur y Dur-Kurigarzu, y a los
mojones llamados kudurru. Hubo que dar tierras a los invasores, espcialmente los guerreros,
que introdujeron el caballo en gran escala y por tanto el carro de guerra. El estado es el rey.
Al principio debía ser un primus inter pares, pero luego fue adquiriendo las tradicionales
características babilonias, aunque nunca poseyó la fuerza de épocas anteriores. Los reyes
kasitas intervinieron mucho en los templos y los protegieron, como los de Nippur y Shippar.
Los altos funcionarios nos son mal concidos; no debían de tener competencias bien
delimitadas. El sukallu recuerda al visir, el shatamnu es un administrador del templo, del
palacio y de sus almacenes, el bel-pijati era el gobernador y el jazannu el alcalde, con
atribuciones múltiples sobre su demarcación. La sociedad kasita está marcada por la
existencia de una casta militar, una nobleza guerrera que rodea al rey. Esto se traduce en una
gran industria armamentística (espadas, cascos, corazas, lanzas). Sin embargo, fue de escaso
valor guerrero y no puede compararse con la maquinaria militar asiria.

IV. Los arios

A principios del II Milenio surge un hecho capital, el "hecho indoeuropeo". No se trata de


una raza, sino de una civilización común al conjunto de pueblos que habitaban las llanuras
euroasiáticas, de Alemania a Siberia occidental.
Sus características son:
a) lenguas emparentadas (griego, italocelta, dialectos germánicos...)
b) costumbres pastorales
c) uso de un solo metal, el cobre
d) culto a los dioses celestes
e) conocimiento del caballo y del carro.

Desde el bajo Volga, su dispersión se realiza en varios sentidos:


1) por Tracia, Iliria y el Danubio, los italoceltas se dirigen hacia la llanura del Po, Europa
central y Galia, donde darán lugar a las culturas de la edad del Bronce.
2) por el Bósforo y el Cáucaso, los indoiranios van hacia la Bactriana y el Indo,
constituyendo los antepasados de los medos y los persas.
3) los hititas se establecen en Anatolia y desencadenan, en Mesopotamia la invasión de los
kasitas, y en Egipto la de los hicsos. Los kasitas sólo son indoeuropeos (=arios) en una
proporción ínfima, por lo menos en cuanto a lengua y cultura.
TEMA 6: EGIPTO EN EL IMPERIO NUEVO

1. La Dinastía XVIII (1567-1320).·

Ahmosis I (1567-1546).
Ya vimos sus campañas contra los hicsos y su reunificación de Egipto. También realizó
campañas en Nubia, siguiendo la política tradicional del Imperio Medio, y probablemente la
frontera volvió a situarse en Semna. Organizó la región bajo un "prefecto de los países del
sur". Su tarea como reconstructor del Estado está poco documentada. La arqueología ofrece
elocuentes testimonios del aumento de riqueza. Se reanuda la construcción en gran escala,
aunque la mayoría de los edificios conservados son de adobe. Desde el punto de vista
religioso, destaca la preponderancia del culto de Amón, con mayor énfasis que en el Imperio
Medio (en que este dios era importante pero menos que Montu)
Amenofis I (1551-1524).
Fue un gran rey cuya fama perduró como dios tutelar de Tebas. Su reinado fue pacífico y
dedicó su esfuerzo a la construcción de templos (especialmente el de Karnak, donde
transformó el pequeño templo del Imperio Medio en una magnífica construcción).
Tutmés I (1524-1518).
Se produce un desplazamiento del centro de gravedad del reino desde Tebas hacia el norte,
volviendo Menfis a adquirir una gran importancia como segunda capital. Sin embargo Tebas
sigue siendo la capital y a su alrededor se centra la actividad constructiva del rey.
Tutmés II (1518-1504).
Conocemos gracias a una inscripción la revuelta que se produjo en Nubia al principio de su
reinado. El texto es muy interesante porque da por supuesta la corregencia de Tutmés II con
su padre, porque da fe de uno de los últimos levantamientos nubios y porque atestigua la
política de represión y genocidio contra el pueblo nubio, documentada por la arqueología
(desaparición de las culturas indígenas en Nubia durante el Imperio Nuevo).
Hatshepsut y Tutmés III (1504-1483).
Hatshepsut, consorte de Tutmés II, madrastra y suegra de Tutmés III, actuó al principio como
regente de su hijastro, pero luego tomó la titularidad real completa, arrogándose los títulos
masculinos (salvo el de Toro Poderoso...). Es la culminación de una larga serie de figuras
femeninas de principios de la Dinastía XVIII que gozaron de gran predicamento (la reina
Ajhotep, madre de Ahmosis, la esposa de éste, Ahmosis-Nefertari, y Ahmosis-Meritamun,
esposa de Amenofis I). La teoría política egipcia las consideraba transmisoras de la realeza y
de la pureza de la sangre real en una monarquía que desde los tiempos más remotos concedía
a la mujer plenos derechos en todos los aspectos de la vida civil, religiosa, jurídica y política.
Eso explica que Hatshepsut fuera aceptada sin reservas por sus súbditos. En su templo
funerario de Deir-el-Bahari, la reina explica con todo detalle su origen divino, la teogamia de
Amón con la reina Ahmose. También en este templo se recuerda una expedición comercial a
Punt siguiendo la vieja tradición egipcia. El reinado de Hatshepsut fue pacífico y se dedicó a
la restauración de templos y otros monumentos (ej. el Speos Artemisios de Beni Hassan) así
como la erección de cuatro obeliscos en Karnak. El arquitecto Senmut, devoto de la reina, la
apoyó en todo momento, lo que le acarreó la persecución posterior.
Tutmés III (1483-1450).
Encarna la figura más acusada del faraón del Imperio Nuevo. Al subir al trono quiso destruir
la memoria de su madrastra, pero fue una explosión de ira pasajera. Enseguida tuvo que hacer
frente a una insurrección en Asia, sobre la cual tenemos noticia gracias a los "Anales"
(inscripción de 223 líneas grabada en el sancta sanctorum del templo de Karnak). Esto revela
un cambio de mentalidad, ya que los egipcios carecían de sentido histórico.
(*) Tutmosis III efectuó diecisiete campañas (victorias de Meggido, Kadesh, Karkemish) en
Asia Menor . En Semna (Nubia), rehizo en piedra la fortaleza de adobe de Sesostris III.

Tutmés III fue el mejor gobernante que tuvo Egipto. No destacó menos en el campo de la
política interior y de la administración. Ejerció el patronato de las artes con un gusto muy
selectivo y elegante. La principal reforma fue la división del visirato en dos: el visir del sur,
residente en Tebas, que administraba desde Elefantina hasta Asiut y el del norte, que
administraba de Asiut al Mediterráneo (es decir, el Egipto Medio y Bajo). Esta división puede
retrotraerse a los tiempos de Sesostris III. El hombre más importante del estado después del
faraón fue Rejmire, cuya tumba contiene textos acerca de la personalidad de Tutmés III y
otros que constituyen un verdadero tratado de praxis política, además de enumerar las
funciones de gobierno que corresponden al visir.
Amenofis II (1453-1419).
Dominaba todas las artes marciales y la navegación, pero, a diferencia del equilibrio de su
padre, cometió actos de extrema crueldad. Tuvo que enfrentarse a una sublevación en Asia, y
conocemos sus campañas gracias a las inscripciones de diversas estelas. Devastó aldeas y
deportó miles de prisioneros, entre los que se cita a los "apiru", que durante algún tiempo se
pensó que eran los hebreos, aunque esta hipótesis no está confirmada.
Tutmés IV (1419-1386).
Una estela grabada en la esfinge de Giza narra un sueño premonitorio que tuvo cuando era
príncipe; es interesante porque el dios que se le aparece no es Amón sino el Sol, lo que
demuestra un desplazamiento de las creencias religiosas de la monarquía hacia la religión
solar en perjuicio de la de Amón. También hay novedades en la política internacional. Al
surgir en anatolia la potencia hitita, los reyes mitanios, recelosos, contactaron con Egipto. El
tratado de Artatama con Tutmés IV se selló con el consabido envío de una princesa mitania al
harén del faraón.
Amenofis III (1386-1349).
Su largo y próspero reinado es el resultado de las guerras victoriosas de sus antecesores en
Oriente y Nubia, que hicieron afluir gran cantidad de riquezas a Egipto. Los beneficiarios
directos fueron el estado y los templos, pero indirectamente muchos funcionarios y gentes
comunes van creando algo remotamente parecido a una clase media (cuya influencia quizá
sea importante en los movimientos ideológicos del reinado siguiente). La labor de
construcción de templos en Nubia adquiere una amplitud inusitada. Destaca entre ellos el de
Soleb, uno de los más impresionantes de la arquitectura egipcia, probablemente diseñado por
el mismo arquitecto que el de Luxor. Su construcción marca el momento más decisivo de la
egiptización de Nubia. En Asia, los mitanios buscan la alianza de Egipto ante los
amenazadores hititas. Una de las esposas de Amenofis III fue Kilugepa, hija de Sutarna. El
faraón emitió escarabeos con los acontecimientos más importantes de su reinado: su
matrimonio con Teye, la construcción de un lago artificial para ella o sus cacerías. Como
patrono de las artes, construyó el templo de Luxor (2/3 del total son suyos) y su templo
funerario, del que sólo quedan los "colosos de Memnón". Algunos rasgos preludian la época
de El-Amarna: la estatua del faraón en el Museo Metropolitano de NY, muy naturalista, y el
auge que va tomando el culto del disco solar (en el fondo, una vuelta al culto de Heliópolis).·
Amenofis IV (1349-1334).
Su reinado suele denominarse época de El-Amarna, porque allí estableció la nueva capital
después de su reforma religiosa. Era hijo de Teye, de constitución débil, y fue educado en
Menfis (donde, según C. Alfred, recibió la influencia de los sacerdotes de Heliópolis). Fue
nombrado corregente de su padre (de hecho éste no muere, se cree, hasta el año 12 de su hijo)
y se casó con Nefertiti, hija de Ay. Uno de los primeros actos de su gobierno fue construir un
templo para Atón, el disco solar, en Karnak (que no se conserva) y enseguida dió el paso
decisivo hacia la nueva religión: el símbolo de Atón se inscribe en un cartucho real y recibe
titulatura faraónica. En la tumba del visir Ramose aparece en relieves y pinturas el faraón con
su nuevo nombre, Ajenatón. El arte es una de las principales manifestaciones de la nueva fe:
las estatuas del rey aparecen deformadas, con un superrealismo rayano en la caricatura. La
familia real (rey, reina y princesas) aparecen en escenas tan prosaicas como comiendo un
pollo. Es un esfuerzo por acercarse a la naturaleza. El rey construye una nueva capital en
Tell-el-Amarna, en el Egipto Medio, donde los templos se concibieron según el modelo
heliopolitano (abierto). Fanáticos de la nueva religión destruyeron o mutilaron los
monumentos dedicados a Amón. El documento fundamental para conocer la religión
amárnica es el "Himno a Atón", que está redactado en lengua vulgar, en un intento de llegar a
la mayoría de la población. Sin embargo, el rey murió desengañado por el fracaso de su
reforma.
El ambiente internacional. Ajenatón se ocupó poco de la política internacional. Siria-
Palestina dispone de una independencia relativa, aunque Egipto mantiene su influencia.·

Tutankhamón (1334-1325).
Hermano de Ajenatón, vivió de niño la reforma amárnica. En seguida cambió su nombre de
Tutanjatón a Tutanjamón y promulgó en Menfis su famoso decreto de restauración de la
religión tradicional (en el que muchos ven la mano de Ay y Horemheb). Cuando murió no
dejó sucesores. El descubrimiento en 1922 de su tumba, con un ajuar espléndido, marcó un
hito en la arqueología egipcia.
Ay (1324-1321). Suegro de Ajenatón.
De su breve reinado sólo sabemos que construyó su templo funerario en Medinet Habu y su
tumba en el valle de los Reyes, donde no se enterró.
Horemheb (1321-1293).
Generalísimo del Ejército y hombre fuerte durante los reinados anteriores, fue el verdadero
restaurador de Egipto.

3. La Dinastía XIX.

La ascensión de esta familia se produce en los últimos años de la Dinastía XVIII. Eran
originarios de la región de Avaris en el Delta. Ramsés I, destacado militar bajo Horemheb,
fue designado por éste sucesor, y reinó sólo durante poco más de un año.·

Seti I (1291-1279).
Tomó como modelo a Tutmés III y Amenofis III y trató de restablecer el predominio egipcio
en Asia. Sus expediciones se grabaron en la sala hipóstila de Karnak, pero presentan
problemas de cronología. Gracias a ellas se pudo explotar la madera de cedro para las
construcciones en Egipto. Su avance hacia el norte lo llevó al choque con los hititas, de
resultado mediocre, llegándose a un tratado de paz con Muwatallish. Su gran proyecto
constructor fue el templo de Osiris en Abidos, en cuyas paredes se grabaron los nombres de
los reyes egipcios desde Menes.
Ramsés II (1279-1212). Corregente de su padre durante varios años, fue el último de los
grandes faraones egipcios. Fijó su residencia en Pi-Ramsés (Delta Oriental). En Asia, se
enfrentó a los hititas en la batalla de Kadesh (año 5 de su reinado) que, aunque magnificada
por su propaganda en las inscripciones, no fue en absoluto una victoria. De hecho,
Muwatallish de Hatti conservó todo Amurru y Kadesh y enseguida avanzó hacia el sur y el
este. El año 21 de Ramsés II se firmó el tratado de paz egipcio-hitita, que se redactó en dos
versiones, una cuneiforme y otra traducida al egipcio. En él se hace una historia de las
relaciones entre ambos países y se establece una frontera entre sus áreas de influencia en Siria
(probablemente la misma que antes de Kadesh). Por el oeste, los libios estaban cada vez más
activos. Hubo campañas y los textos nos hablan de prisioneros libios que trabajan en los
templos de Nubia. En esta última región R. II contribuyó mucho al proceso civilizador.
Asombra la cantidad de monumentos que se construyeron allí en esta época, entre los que
destaca el magnífico templo de Abu Simbel (y el pequeño del mismo lugar dedicado a la
reina Nefertari). No se sabe por qué el faraón construyó un hipogeo de 100 m de profundidad
en la roca, en un lugar que nunca estuvo muy poblado. La capital se estableció en Pi-Ramsés,
donde seguramente trabajaron los hebreos fabricando adobes. El reinado, de gran prosperidad
económica, fue muy rico en construcciones desmesuradas.
Merenptah (1212-1202).
Subió al trono a una edad avanzada, seguramente más de setenta años, y reinó poco tiempo.
Se mantenían las buenas relaciones con los hititas, y entre los años 2 y 5 se hizo una
demostración militar en Palestina y sur de Siria. En la llamada "estela de Israel" se habla por
primera vez de este pueblo, para decir que "su semilla ha desaparecido". Los libios plantearon
problemas más graves y tuvieron que ser detenidos en sangriento combate en el Delta
occidental.

4. La Dinastía XX.

Setnajt (1185-1182).
A la muerte de Merenptah hubo unos veinte años muy confusos. No sabemos cómo la corona
llegó a manos de Setnajt. El papiro Harris y la estela de Elefantina describen el desorden que
asolaba el país, que ordenó el nuevo faraón.
Ramsés III (1182-1151).
Hijo del anterior, fue el último faraón que dio a Egipto gloria militar, pero su labor fue
principalmente defensiva. El imperio hitita había desaparecido, los hebreos se habían
asentado en Palestina, pero el Egeo era un torbellino de pueblos que buscaban dónde
asentarse. R. III tuvo el mérito, no pequeño, de mantener a Egipto incólume ante el asalto de
estos pueblos que amenazaban sus fronteras, que son llamados en el templo de Medinet Habu
"pueblos del mar" (nombre que ha mantenido la historiografía moderna). También hubo que
repeler una invasión de los libios. A pesar de tantas guerra, parece que se dio una restauración
económica, a juzgar por la magnitud de las construcciones y por lo que dice el papiro Harris.
No obstante, la grandeza de Egipto era más aparente que real.

5. Los últimos ramésidas (1151-1070).

La sucesión de los reyes de la Dinastía XX llamados Ramsés desde el IV hasta el XI es un


proceso de decadencia de la monarquía durante el cual la institución pierde el poco prestigio
que le quedaba. Las tumbas de la necrópolis tebana se saquean; los circuitos económicos del
palacio parecen haberse colapsado. La economía de los templos, en cambio, se mantiene de
una manera u otra. Se pierde lo que quedaba de Asia; Nubia, culturalmente egipcia, va hacia
la independencia de facto. Sin embargo, la inercia de la cultura egipcia es tan fuerte que no
perderá su identidad durante muchos años, e incluso conocerá todavía algún momento de
renacimiento.

6. El Estado. La Administración.

En Egipto antiguo no existió un concepto del Estado como en Grecia o Roma. Existió un
estado con órganos de dirección y administración, aunque las competencias no están
definidas de manera clara. En el Imperio Nuevo algunos cargos desaparecen o pasan a tener
un contenido meramente honorífico: el "portador del sello real", el "superintendente de la
residencia" (mer henuti), los "diez grandes del Alto Egipto" (colegio jurídico del visir). Esto
nos hace pensar en una reorganización de la Administración, en la que destaca el "hijo real de
Kush" (administrador del sur de Egipto). Se afirma la antigua división del visirato. La
administración de Siria se hace desde Menfis, no desde Tebas. El ejército y sus caudillos
adquieren importancia en la administración del estado. Son también típicos de esta época los
cargos de mayordomo y senescal. Con Amenofis II hubo un cambio en la administración: el
rey se rodeó de gentes de su generación, que se habían criado con él como pajes de la corte.
Desde el reinado de Tutmosis IV, según Helck, surgieron conflictos entre el faraón y la
burocracia tanto civil como de los grandes templos, no atestiguados directamente en la
documentación pero detectables a través de biografías y alusiones. Parece que el "núcleo
duro" de estos funcionarios era tebano, lo que explicaría que en un momento posterior los
grandes funcionarios procedan de Menfis. En tiempos de Ramsés II la nueva capital Pi-
Ramsés agrupa un funcionariado típico, porque los altos cargos no se entierran allí sino en
sus provincias de origen (a diferencia del principio de la dinastía en que se entierran en la
necrópolis tebana). Continúa su extracción militar. Por tanto cada vez hay menos
heredabilidad de los cargos, y en cambio se produce la intervención de los "senescales reales"
en la corte. En cualquier caso, en Egipto es el rey quien nombra o depone a los funcionarios.
Hay ejemplos de visires depuestos por causas insignificantes. Las biografías idealizadas de
funcionarios que conocemos nos dejan un tipo de servidor del estado en la tradición clásica
egipcia: justo, incorruptible, dueño de sí. La educación del funcionario se hace por medio del
padre, que se sustituye después por la "enseñanzas". Sin embargo, la realidad es muy distinta.

7. El faraón.

Sigue siendo el dueño de Egipto, al que gobierna con poderes absolutos. La teología política
de la época lo hace hijo corporal de los dioses, especialmente de Amón, y sirve de enlace
entre ellos y sus súbditos. En la época tutmósida aparece un tipo de faraón dado al deporte y a
las artes de la guerra, pero gran parte de sus recursos van siempre a honrar a los dioses
mediante la erección de templos y la piedad manifiesta en el culto. Destaca en esta época el
carácter militar de la monarquía, y soldados victoriosos son elevados al trono. La reina, "la
gran esposa real", ocupa un lugar destacadísimo en la corte como transmisora de la
legitimidad y asesora (extraoficial) en asuntos de estado. Recordemos a Nefertiti, Nefertari y
sobre todo Hatshepsut. Los matrimonios consanguíneos hacían de la familia real un clan
bastante cerrado, pero la sangre se renovaba gracias a las muchas concubinas.

8. La capital.

Durante la Dinastía XVIII la capital es Tebas, aunque los faraones vivieron bastante tiempo
en el norte y Tutmés I tenía un palacio en Menfis. Amenofis creó una nueva capital en El-
Amarna; Horemheb y Seti I viven en Menfis, y Ramsés II construye su capital Pi-Ramsés.
Conocemos muy poco de los palacios reales, salvo el de Tell-el-Amarna, porque estaban
construidos de adobe, aunque debieron ser de gran lujo. Del templo-palacio de Ramsés III en
Medinet Habu se conserva el santuario y muy poco del palacio.

9. El visir.

Desde Tutmés III está atestiguado el doble visirato, uno en Tebas y otro en Menfis. Gobierna
de acuerdo con los deseos del rey, al que informa todos los días, en una jornada
perfectamente ordenada. Las competencias específicas del visir recogidas en la tumba de
Rejmire, reflejan seguramente un cliché pero en conjunto deben ser válidas. En la dinastía
XVIII la oficina del visir se simplificó. Se dio mucha importancia al "gran escriba del visir",
que dirigía un ejército de escribas.

10. El virrey de Nubia.


Llamamos así al "hijo real de Kush", que adquiere gran importancia en esta época por la
extensión del reino hacia el sur. El cargo, creado por Amenofis I, tenía dos delegados, uno
para la Alta Nubia (Kush) y otro para la Baja Nubia (Wawat). Es un puesto de gran categoría
en la administración egipcia.

11. El tesoro.
Se llama así al conjunto de impuestos que recibía el estado y que incluía los productos del
país (excluidos los granos) incluidos los procedentes de Nubia y Siria. Serían grandes
almacenes en los que habría de todo: incienso, aceite, vino, algarrobas, papiros, telas,
colmillos de elefante, madera y carbón, pieles, metales nobles, etc. Estaba administrado por
un "director del tesoro" que dependía directamente del visir. No hay en el I.N. casas del
tesoro provinciales pero sí se habla de una casa del tesoro en Nubia.

Administración de las ciudades y de sus distritos.


Desaparecidos desde hacía mucho tiempo los nomos, quedan como núcleos fundamentales
las ciudades, regidas por un gobernador o hati-â. De sur a norte podemos destacar Elefantina,
Hieracómpolis, Esna, Tebas, Antayópolis, Seper-Meru. Men-Ur, Meidum, Menfis, Sile y los
oasis.

13.Administración del campo.


Egipto es un país de economía predominantemente campesina. El rey es un gran propietario
de tierras, muchas de las cuales tenían palacios con sus servicios y constituían grandes
latifundios (per del rey). Los palacios y sus pertenencias se designan por la palabra Perit.
Estos bienes eran administrados por el mer per y la suma total de posesiones del rey por el
merper-ur. Las reinas tienen sus fincas con administrador propio. Incluso conocemos fincas
propiedad de las concubinas mitanis de los faraones. También los organismos de la
administración poseen campos propios en cuanto órganos del estado, por ejemplo el visirato,
el tesoro o "los puertos del faraón". Estas tierras se destinan a alimentar al personal que
trabaja en otros organismos. Los "campos del faraón" son tierras propiedad del estado
administradas por el gobernador del lugar donde se encuentran ubicadas.
Otros tipos de tierras son poseídas por dependientes del estado, militares asentados, etc. La
explotación de estas tierras se lleva a cabo por una masa de labradores de distinta condición
social: los tw3 (siervos de la gleba que podían ser trasladados de un fundo a otro según las
necesidades y dependían en parte de un organismo central), los ndsw (libres que con el
tiempo podían llegar a ser propietarios) y los nmhiw (de condición similar a los anteriores).
Con el paso del tiempo se produce un aumento de las grandes propiedades en manos del
estado o los templos y aparecen siervos que antes eran pequeños propietarios. No obstante,
también sucede a la inversa: tierras entregadas a militares o dependientes del estado con el
tiempo pasan a ser propiedad de sus poseedores (con una media de 2 Ha.)
Los funcionarios del Estado intervenían directamente en la administración del campo,
mientras que los templos administraban los suyos propios. Sin embargo los campos de los
templos funerarios del faraón dependían del sumo sacerdote del templo local. El estado
intervenía en la medición de los campos y en la clasificación (a efectos fiscales) de las tierras:
tierra normal, tierra fresca y tierra cansada. Las mediciones se llevan a cabo por la oficina del
catastro, dependiente del visir.
El estado egipcio, naturalmente, prestaba gran atención a la administración del grano. Antes
del I.N. esto dependía de la oficina del visir, pero con Tutmés III se da la responsabilidad a
un director de los graneros del Alto y del Bajo Egipto. Había graneros por todo el país y
graneros centrales en las dos capitales. Además en el I.N. hay una administración central
estatal del ganado vacuno y de los pastos.

14. Ejército, marina y policía.


Los egipcios nunca fueron un pueblo militar como por ejemplo los asirios. Durante el I.A. y
el I.M. la política egipcia contó poco con las Fuerzas Armadas. Pero la guerra hicsa coincidió
con una revolución en el arte de la guerra, muchos de cuyos elementos habían sido traídos a
Egipto por los hicsos (caballo, carro, arcos, cota de malla). A eso hay que añadir la aparición
de un auténtico imperialismo egipcio, para el que fue necesaria una organización militar
compleja. Como todo en Egipto, el ejército dependía del faraón, a través del visir.
Las tropas pertenecían a distintos grupos. Fundamentalmente eran egipcios pero había
también nubios, shardana (=pueblos del mar) y otros extranjeros. Un tipo especial de
reclutas eran los "pajes reales", jóvenes de no alta extracción (hijos de pequeños
funcionarios), del que salían los oficiales. Los reclutas se instruían en las grandes
guarniciones de Tebas y Menfis.
La jerarquía militar estaba formada por:
1) mer mesha ur (generalísimo);
2) mer mesha (general);
sesh mesha (escriba militar);
4) idu en mesha (ayudante militar del general);
5) heri-Pedut (comandante de tropas);
6) el oficial de guarnición;
7) el portaestandarte;
8) el ayudante, cuya categoría depende de la del oficial al que sirve;
9) el comandante de una fortaleza determinada;
10) el "grande de los cincuenta", que manda la unidad mínima en el ejército egipcio;
11) distintos escribas dentro de cada unidad;
12) los soldados rasos.

La caballería tiene mandos propios (jefe de la caballería o mer sesemet; jefe de la remonta).
La carrería, que en el I.N. tiene una importancia capital, está mandada por un comandante de
carros. Cada carro tiene dos ocupantes: el conductor y el combatiente. Se confieren títulos
honoríficos ("oro del valor", "valiente del rey", "combatiente del señor"). Los viejos soldados
con cargos medios o altos solían recibir al licenciarse nombramientos en puestos
administrativos.
En tiempo de paz, el ejército está acantonado en las guarniciones dentro del país, de las que
conocemos Menfis y Tebas, y en las fortalezas, más o menos grandes, de las fronteras.
Especialmente interesantes son las fortalezas nubias, dependientes del virrey de Nubia
(Aniba, Bugen, Mirgissa, Tombos, etc.). Hay tropas ligeras de beduinos mandadas por sus
propios jefes (ej. los libios). Los soldados se ocupaban además de tareas no propiamente
militares (transporte de obeliscos, protección del trabajo de las canteras, etc.) Se tenían
nociones de estrategia: cuerpos independientes, maniobras, establecimiento de campamentos.
En el I.N. se desarrolló la poliorcética, principalmente en Siria donde había que expugnar
ciudades amuralladas. En general se usaban empalizadas para rendir a las ciudades por
hambre, pero también se tienen noticias de arietes para derribar muros.
Los egipcios no fueron un pueblo marinero, pero sí tuvieron una marina militar
(generalmente para el transporte de tropas y a veces de combate) que se puede dividir en tres
tipos: la marina del Nilo, capaz de navegar hasta Nubia a través de los rápidos; la marina del
mar Rojo, que hacía viajes comerciales a Punt en un momento en que comercio y ejército no
estaban claramente separados; y la marina del Mediterráneo, capaz de transportar carros,
armas y tropa, y de combatir.
La base naval por excelencia se llama Peru-Nefer y está situada en el Nilo cerca de Menfis.
El estado egipcio dispuso de una policía formada por mechay, beduinos de Nubia, aunque
siempre tuvo mandos egipcios (es curioso el origen extranjero de las fuerzas represivas del
estado). El comandante general era el ur em mechay. En el I.N. el ejército adquirió una gran
importancia social y política. Las tropas y sus familias estaban asentadas en comunidades
propias con tierras, siervos y ganado, que permanececían vinculadas a la familia mientras
alguno de sus miembros fuera militar. Así se formó una casta en sentido amplio, de la cual
los faraones elegían muchas veces a los altos cargos de la administración.

15.Agricultura.
Egipto fue siempre un país eminentemente agrícola, y su ruralidad destaca incluso entre los
demás países del Oriente Próximo Antiguo. Se cultivaban cereales (trigo, cebada), vid, olivo,
cebollas, ajos, leguminosas, etc. Los métodos eran neolíticos evolucionados: arado de reja de
madera tirado por animales, azada. Al ser agricultores de regadío dependían de la
construcción de canales. El aprovechamiento de las inundaciones anuales del Nilo es un rasgo
típico de la agricultura egipcia. Durante el I.N. se importa de Asia el shaduf (=caldero con
palanca para subir agua desde el río). Se emplea fuerza humana y animal (asnos, ganado
vacuno). Los relieves y pinturas de las tumbas son un tesoro de documentación sobre la
agricultura.

16.Ganadería.
Fue siempre abundante y de gran calidad: gamuzas (=especie vacuna típica de Egipto), asnos,
cerdos, cabras, ovejas, aves de corral y (más adelante) caballos y mulos proporcionaban
proteínas y fuerza de trabajo. Los egipcios antiguos eran un pueblo bien alimentado.

17. Minería.
No se conocen innovaciones técnicas. Egipto no se incorporó a la nueva metalurgia del
hierro, lo que fue a la larga un desastre para su porvenir histórico. Se explotó el oro en Uadi-
el-Alaqui y la Alta Nubia (Egipto es el país oriental antiguo más rico en oro). La plata,
mucho más abundante, procedía, como parte del oro, de botines de guerra y se empleaba en la
fabricación del electrum (= aleación de plata y oro). Todo ello era un monopolio real.

18. La madera.
Egipto era deficitario en madera y fue necesario importarla, sobre todo las especies nobles,
del Líbano, de Siria, de la Alta Nubia. Una de las funciones del visir era la tala de árboles.

19. Canteras.
La extracción de piedra para los monumentos era también monopolio real. Muchas veces se
abrieron canteras por orden del faraón y se hacían expediciones militares para poner en
explotación las famosas canteras de Silsila, Gebelein, Asuán o las cercanías de Tura.

20. El botín de guerra. Tributo.


Durante los años gloriosos de los tutmósidas, el ejército egipcio saqueó sistemáticamente
Siria, Palestina y Nubia, apoderándose desde ganado menor hasta copas labradas. Todo ello
incrementaba el tesoro real y el de los templos, especialmente el de Amón en Tebas. Además,
esos países pagaban anualmente un tributo cuyo destino era similar.
21.Manufacturas.
Egipto fue un país de excelentes artesanos. En el I.N. se sustituye la sobria elegancia de los
productos del I.M. por una elegancia más sofisticada y manierista, influida por el contacto
con otros pueblos. Esto es especialmente notable en la joyería. Entre los oficios del I.N.,
graciosamente documentados en el arte, podemos destacar los carpinteros, pescadores,
metalúrgicos, tejedores, ceramistas, pastores, arquitectos, obreros de la construcción,
escultores, etc. En Deir-el-Medina (orilla izquierda de Tebas) conocemos los restos de una
ciudad de trabajadores de las tumbas, interesantísima por los problemas sociales que
planteaba esa comunidad y por el arte propio que crean, a veces muy diferente del oficial.

22.Comercio.
El comercio egipcio no era del tipo griego, ni siquiera fenicio. Es en gran parte estatal
(aunque sin duda existieron mercaderes por cuenta propia). En el comercio exterior, las zonas
principales eran: Biblos y Punt (de donde se traía incienso, ébano, ganado, esclavos,
colmillos de elefante, pieles de pantera), Nubia (lo mismo y además oro, y donde se
exportaban productos para la vida civilizada de los nubios), la zona del Egeo: Creta, Chipre,
costa sirio-palestina (se importaba madera, resina,. plata y cobre; se exportaba trigo, cebada,
papiro, telas del Nilo). Pero el comercio principal era interno, con el Nilo como arteria y
reatas de asnos como auxiliares. Se desconocía la moneda acuñada, y el trueque desempeñaba
un importante papel, pero la economía es ya pre-monetaria (usando medidas de trigo o pesos
de plata y oro para facilitar los intercambios). La riqueza del estado egipcio era muy superior
a la de sus contemporáneos, y lo fue hasta el Imperio romano. Sin embargo, como dependía
de la crecida anual del Nilo, a veces se producían catástrofes o hambre, aunque sus efectos se
paliaban gracias a la estructura económica egipcia: el estado y los grandes templos podían
distribuir grano acumulado y procuraban también equilibrar las diferencias entre el Bajo
Egipto, con más producción agrícola, y el Alto Egipto, con menos.

23. La sociedad.
Como durante el I.N. no se alteró sustancialmente la economía egipcia, sino sólo se
intensificó y se amplió, los cambios sociales no fueron demasiado profundos, aunque sí
perceptibles en muchos aspectos.
En la cúspide del estado y de la sociedad están el faraón, su familia y sus allegados. La corte
del I.N. es más variada que las antiguas. El faraón es deportista y cazador, y sus compañeros
de armas le acompañan. En los harenes aparecen princesas extranjeras y también mujeres sin
sangre real. La gran nobleza territorial ha desaparecido. Su lugar en la escala social ha sido
ocupado por los grandes funcionarios del estado y los grandes sacerdotes de los templos de
Tebas, Heliópolis y Menfis.
En un escalón inferior se situaría lo que se podría llamar "clase media": funcionarios y
sacerdotes menores, artistas y artesanos cualificados, militares de cierto rango que recibían
tierras por sus servicios.
Debajo, el inmenso artesanado de todos los oficios y los soldados rasos.
En el último grado de los hombres libres está el campesinado, que a lo largo de la historia
egipcia sufrió un progresivo proceso de dependencia.
Finalmente, los esclavos. Es un tema debatido si en Egipto hubo o no esclavitud. Parece que
no, ya que tampoco había hombres libres en el sentido grecorromano del término. Falta una
teoría jurídica del status libertatis. No obstante, en el I.N. está atestiguada la esclavitud,
fomentada por las conquistas exteriores y las razias en Nubia. En resumen, se trata de una
sociedad sometida a un régimen despótico, que no se plantea problemas auténticamente
sociales. Las gentes viven con arreglo a cánones tradicionales, con pocas posibilidades de
crearse su propio destino. En el I.N., no obstante, aparece la piedad personal, que permite al
egipcio vincularse directamente con los dioses. ---

(*) LOS ANALES DE TUTMÉS III


Poseemos el testimonio de los llamados Anales, que consisten en una inscripción de 223
líneas, grabadas en la parte interior del sancta sanctorum del templo de Karnak. La versión
que poseemos es una redacción hecha por el clero de Tebas para dar testimonio de las
donaciones que el rey hizo al gran santuario nacional. Pero sabemos que el rey mandó tomar
nota puntual de sus campañas en rollos de cuero, labor llevada a cabo por el escriba Thaneni.
Es necesario hacer hincapié en el significado cultural de este hecho. Es cosa sabida que los
egipcios carecieron de mentalidad histórica en el sentido real de la palabra. Para ellos el
pasado era un fondo lejano sin ordenación cronológico-causal. La sucesión de hechos
particulares y típicos carecía de sentido, y tan sólo merecía la pena de registrar lo que
constituía el orden eterno del devenir histórico y cósmico. El interés que demuestra Tutmés
III por dejar constancia para el futuro de sus acciones militares supone la aprición de una
nueva mentalidad orientada a la fijación de lo singular y efímero, de lo que podía o no
repetirse y que era digno de recuerdo por su mera singularidad.
TEMA 7: LOS ASIRIOS Y EL REINO DE URARTU

I. El Reino Antiguo asirio bajo Shamshiadad

La historia más antigua de Asiria (llamada Subartu por los sumerios) comienza en la época
paleobabilónica cuando, en la región del alto Tigris y el Gran Zab, las gentes de la cultura de
Tell Halaf se mezclan con semitas, dando lugar a uno de los pueblos con más personalidad
del Oriente antiguo. Recibió la influencia cultural de Súmer (templo arcaico de Ishtar). La
Lista Real de Jorsabad enumera al principio 17 reyes "que vivían en tiendas" (según Poebel,
señores nómadas). Sus nombres son semíticos. A continuación la lista da otro grupo de 10
reyes cuyo padre se consigna (dinastía fundada por Ushpia que reinaría unos 240 años; según
Poebel no eran nómadas sino que vivieron en Assur). De los siguientes seis reyes tenemos
más testimonios directos. Los tres últimos son lingüísticamente akkadios. De la importancia
de Asiria en esta época es un síntoma la instalación y florecimiento de comunidades asirias
en Anatolia, especialmente la de Kanesh. El estado asirio resurge bajo Shamshiadad (1748-
1716), contemporáneo de Rimsin de Larsa y Hammurabi de Babilonia, que lo sobrevivieron.
Según una carta del archivo de Mari, era príncipe de Terqa (ciudad cercana a Mari junto al
Éufrates), de donde fue expulsado por el rey de Mari. Al frente de una tropa beduina se
apoderó de Assur y allí fundó un gran reino. Se vengó de Mari conquistando la ciudad e
instalando allí a su hijo Yasmajadad, mientras que al heredero Ishmedagan le daba el
gobierno de Ekallatum. Construyó un palacio llamado Shubatenlil (residencia de Enlil) y
templos para los dioses Enlil, Ashur y Dagan. Su estado comprendía unos 200.000 km2 desde
la cuenca superior del Tigris al Éufrates medio. Gracias al archivo de Mari conocemos bien la
época y la personalidad de Shamshiadad. Von Soden cree que era analfabeto. Aparece
preocupado por la conducta de sus hijos (especialmente la del juerguista Yasmajadad), a los
que aconseja con cariño y energía. Como rey de Asiria, sus dos grandes preocupaciones son
el comercio y la guerra (contra los nómadas haneos, sutu y sukki). Le sucedió Ishmedagan
(1716-1677), cuyos principales problemas fueron con los nómadas haneos y con "el hombre
de Eshnunna" y "el hombre de Babilonia" (Hammurabi), que no cejó hasta apoderarse de
Nínive. No sabemos la suerte que corrió Ishmedagan. La lista de Jorsabad da tras él a un tal
Ashurdugul y luego otros seis reyes en un solo año, lo que se interpreta como una época de
caos político (que algunos ponen en relación con la expansión hurrita). Hay casi 200 años sin
documentación epigráfica.

II. El Imperio Medio asirio

La expansión hurrita redujo a los reyes de Assur (Asiria) a la condición de tributarios durante
varios años. La decadencia de Mitanni les dio algún respiro:
Eriba Adad I (1383-1357) cayó sobre Washukkani y rescató la puerta de Assur.
La recuperación política de Asiria se consolidó con Asur-uballit I (1356-1320), hábil rey que
supo mantener una política de prudencia frente a hititas y babilonios. Casó a su hija con
Karaindash de Babilonia y volvió a usar el título de "rey de la totalidad".
Adad-nirari I (1297-1266) fue un gobernante capaz y ambicioso. En el norte, amplió las
fronteras asirias a costa de los reinos hurritas, llegando sus conquistas hasta Karkemish.
Escribe al rey de los hititas pidiendo la extradición de refugiados políticos y en sus
inscripciones tiene gran interés la cita de sus campañas contra los ahlamu, es decir, los
arameos, que años después se establecerán en todo el Próximo Oriente. Desarrolló una
inmensa labor constructiva: templos, palacios, murallas, puertas monumentales.
Salmanasar I (1265-1235) continuó con la misma política de campañas militares. Además
tuvo que hacer campaña contra los revoltosos kuti (guteos). Con él, Asiria se elevó al rango
de gran potencia, y la destrucción definitiva del reino hurrita de Janigalbat la convirtió en
vecina de los hititas. Como todo conquistador asirio, S. I dedicó el botín conquistado a la
construcción de edificios públicos para el adorno de su capital. Fundó la ciudad de Kalakh
(actual Nimrud).
Tukulti-ninurta I (1235-1198) tuvo la necesidad de reconquistar una vez más los mismos
lugares que sus antecesores. El hecho más importante de sus campañas fue la toma de
Babilonia, que causó sensación en todo Oriente. Sus roces con Tudhaliya IV, rey de los
hititas, fueron duros, pero no se llegó a una guerra abierta. Fundó una nueva residencia real
llamada Kar-tukultininurta en el actual Tulul Al-Akr y también reconstruyó el palacio de
Assur y la muralla y los dos templos de Ishtar de esta ciudad. Finalmente, una sublevación de
akkadios y babilonios (al parecer dirigida por el príncipe heredero) acabó con su vida. Con su
muerte se perdió gran parte de lo ganado tanto en lo político como en lo económico. Sus
sucesores tuvieron que sufrir la hegemonía de Babilonia restaurada y la reducción de Asiria a
un pequeño estado.
Con Tiglatpileser I (1116-1078) Asiria se recupera. A principios de su reinado, el rey derrotó
a los mushki (tracofrigios); luego recuperó el país de Shubartu y el Naïri (actual Armenia),
territorio de los antiguos hurritas, para Asiria. Derrotó también a los arameos establecidos en
torno a Karkemish. Las tablillas hablan de una expedición al Líbano para traer cedros
destinados a la reconstrucción del templo de Anu y Adad. Tiglatpileser I venció también a
Babilonia (aunque ésta no se incorporó al estado asirio, sino que sólo cambió de rey). Destaca
su labor constructora de templos y palacios, dentro de su vasto programa de reconstrucción
nacional. Es el prototipo de rey asirio: guerrero cruel y despiadado, preocupado por la vida de
sus gentes pero insensible a la de sus vecinos, a los que deporta y masacra, justificado por sus
dioses, que lo aman y lo protegen.

Durante los reinados siguientes se desintegró el estado asirio. En el cambio de milenio, los
arameos se extendieron por todo el oriente dominando las llanuras y dejando a Babilonia y a
Asiria reducidas a sus primitivos pequeños reinos. Esto revela la inestabilidad interna del
estado asirio, que sólo una gran personalidad podía superar. Pero después de su reinado se
producía un agotamiento económico y humano.

III. El Imperio Nuevo asirio

En 932 a.C. sube al trono de Asiria Assurdán II (932-910) y con él volvemos a tener noticias
concretas de campañas. Pero el verdadero fundador de una nueva época es Adadnirari II
(909-889). Durante 200 años Asiria será la potencia militar más poderosa de Oriente
Próximo. Esta desmesurada actividad bélica (pues el asirio sólo concedía la paz cuando se
reconocía la soberanía de Assur) contrasta, en opinión de Forrer, con la actitud de Babilonia
que, heredera de la tradición sumeria piadosa y pacífica, consideraba la guerra un mal
necesario.
El ejército asirio castiga cruelmente a los rebeldes: deportan, esclavizan, queman, decapitan,
empalan... Sin embargo, arameos, sirios y hebreos resistieron una y otra vez la ofensiva asiria
y si al final hubo una pax assyriaca que permitió la libre circulación por todo el Oriente, fue a
costa del desgaste de los recursos vitales del gran imperio asirio.
Adad-nirari II conquistó el país de Kumani y frenó la expansión de los medos, alcanzando así
las fronteras naturales del territorio deseado por Assur.
Tukulti-ninurta II (888-884) reinó pocos años pero realizó varias campañas militares, contra
Urartu (la confederación de reinos del país de Naïri) y contra el reino arameo de Amida.
Assur-nasirpal II (883-859) se revela como una personalidad aterradora, la que ejemplifica
mejor los métodos del imperialismo asirio. Mató a poblaciones enteras, quemó incluso a
niños, despobló regiones completas. Mejoró la eficacia operativa del ejército (caballería,
poliorcética) y organizó en profundidad una burocracia disciplinada y efectiva. Su "jefe de la
cancillería real", Gali-ilani-eresh ummanu, llevó el peso del gobierno durante las ausencias
reales. Assur-nasirpal tuvo también una importante actividad constructora. Restauró Kalakh,
en cuyo palacio trabajaron artistas de todas las procedencias, y mejoró la capital, Nínive.

Salmanasar III (859-824) supo conservar y aún aumentar su herencia. El expansionismo


asirio suscitaba resistencias en todas partes: Urartu, Siria (donde una coalición de reyes de
Aram, Hamath, Israel y tribus) fue vencida con cierto esfuerzo. Al final uno de sus hijos se
sublevó, pero su otro hijo Shamshiadad logró sofocar la revuelta con ayuda de Babilonia.
Shamshiadad V (824-810) tuvo que combatir en Naïri y en Babilonia, que había dejado de ser
aliada con la subida al trono de Mardukbalatsuiqbi.
Adadnirari III (810-782) era muy pequeño cuando murió su padre y la regencia pasó a la
reina viuda Semíramis durante 4 años. Después el rey se ocupa de recibir tributo de Hatti,
Amurru, Tiro, Sidón, Israel Edom y Palestina. También Babilonia se hizo su vasalla, aunque
los cultos babilónicos adquirieron gran esplendor en Asiria.

De 781 a 746 el estado asirio vuelve a retroceder: pestes, sublevaciones de los gobernadores
de provincias, aumento del poder de Urartu... En 35 años hay tres reyes:
Tiglatpileser III (745-727), elevado al trono por una revuelta militar, era un general que en 19
años de reinado restauró el poderío de Asiria. Reorganizó el estado en provincias más
pequeñas con doble administración, eliminó los privilegios fiscales de ciudades y personas e
impuso la administración asiria en las regiones conquistadas. Trató por todos los medios de
uniformar el Oriente Próximo, trasladando poblaciones extranjeras a Asiria y asirios a
regiones extranjeras. En ese conglomerado étnico y cultural los arameos tienen un papel
destacado: abundan en el ejército y la administración y su lengua empieza a usarse como
medio de expresión popular. Volvió a someter Siria: el reino de Damasco pasó a ser provincia
asiria e Israel quedó reducido y obligado a pagar tributo, lo mismo que las ciudades filisteas,
amonitas y moabitas. En el norte y en el este la política de T-p III se dirigió contra Urartu y el
imperio medo. Con respecto a Babilonia, adoptó una decisión genial: se proclamó rey con el
nombre de Pulu, con lo cual preservaba la autonomía babilónica pero la incorporaba a Asiria
mediante una vinculación personal. Cuando murió dejaba un estado unificado desde el Golfo
Pérsico hasta la frontera egipcia.
Salmanasar V (726-722). De él sabemos muy poco. El II Libro de los Reyes dice que puso
sitio a Samaria por haberse negado ésta apagar el tributo.
Sargón II (721-705) ascendió al trono ayudado por los sacerdotes y los grandes mercaderes.
Conocemos bastante bien su reinado gracias a las inscripciones de Jorsabad, Assur, Kalakh y
Nínive. Su política exterior no se aparta de la de sus predecesores. En política interior volvió
a dar ventajas fiscales a los templos. Tomó Samaria, la capital del reino de Israel (del norte),
en 721, deportando a sus habitantes, mientras el reino del sur, Judá, permanecía fiel a Asiria
por consejo de Isaías. Derrotó a Karkemish y asentó asirios en Capadocia; hizo campañas
contra Armenia, Urartu y los estados arameos del norte del Éufrates. Especial significado
tiene, en el año 12 de su reinado, la campaña contra Babilonia. Allí la gente había rechazado
el yugo asirio y elevado al poder a un caldeo, Mardukapalidina (el Merodachbaladan bíblico),
que se había mantenido en el trono desde 721. Sin embargo, su política de descarado
favoritismo a sus parientes le habían valido el odio de los viejos babilonios, que recibieron a
Sargón como un libertador en 710. Éste nombró un gobernador y favoreció, como en Asiria, a
los sacerdotes y templos, con construcciones y donaciones. Sus métodos fueron los
tradicionales asirios, tanto en la energía de sus conquistas como en la fastuosidad de sus
construcciones. Al principio de su reinado vivió en Kalakh, pero luego escogió una aldea
cercana a Nínive para elevar DurSharrukin (la ciudad de Sargón, hoy Jorsabad). Se configura
como un enorme castillo, un cuadrado de casi dos kilómetros de lado de muralla orlada de
torres. El núcleo principal era la ciudadela, proyectada hacia fuera del recinto murario, donde
se concentraban el palacio del rey y los templos principales. El rey y los dioses compartían
así el mismo espacio distante y sagrado. Cerca del palacio se alzaba el gran zigurat con rampa
helicoidal.

Senaquerib (704-681).
Sucedió a su padre, con el que al parecer tenía diferencias. Abandonó Jorsabad y cambió la
política de respeto a Babilonia de Sargón por una de mano dura. En efecto, cuando
Mardukapalidina regresó ayudado por los elamitas, Senaquerib asoló Babilonia, con gran
escándalo, pues se consideraba la tradición cultural babilónica como consustancial al imperio
asirio. En 700 dirigió una campaña contra Siria y Palestina y puso cerco a Jerusalén. En II
Reyes, 18-19 se narra cómo el ángel del Señor aniquiló el ejército asirio y tuvieron que
levantar el sitio (los historiadores modernos, apoyándose en Herodoto, creen que fue una
peste traída por los ratones).
Asardón (680-669), hijo de Senaquerib, colocó a su hijo menor Shamashshumukin como rey
vasallo de Babilonia, y se comenzó la reconstrucción de esta ciudad. El Oeste fue una
preocupación constante de Asardón. En 677 se aplastó sin contemplaciones una sublevación
en Sidón, que quedó convertida en provincia asiria (salvo una parte del territorio, que se le
dio a Tiro). En 639 tuvo que rechazar a los cimerios (pueblo que venía de Rusia) en las
Puertas Cilicias (sur de Anatolia). Sometió a tributo a Chipre y, finalmente, en 671, conquista
Egipto hasta Nubia. El Imperio asirio alcanzó así su mayor extensión. Reforzó allí los
poderes locales, a cuyo lado colocó funcionarios asirios.
Asardón estuvo angustiado por oráculos y presagios. Tras los dos eclipses totales de luna de
671, hizo reinar 100 días a un "rey sustituto", que murió después con su mujer.

Asurbanipal (668-631) tuvo que poner orden en Egipto. Los asirios saquearon Menfis y
Tebas (664), lo que conmovió al mundo civilizado (cfr. Nah 3, 8-10). También redujeron al
rey Baal de Tiro. En Oriente, derrotaron a los maneos pero Temptkumbaninshushinak
(llamado por los asirios Teumman) de Elam recuperó todo su antiguo territorio, aunque
finalmente fue aplastado en 653. En 655 Psamético expulsa a los asirios de Egipto y funda la
XXVI Dinastía (saíta). Por si fuera poco, en Babilonia se levanta su infiel hermano
Shamashshumukin, ayudado por Elam. A. devastó ambos países. Elam desapareció como
estado, lo que favoreció la ascensión de Ciro I de Persia (v. Tema 11).
La verdadera importancia de Asurbanipal radica en el campo de la cultura. Él mismo se
enorgullecía de sus conocimientos, y en su palacio de Nínive reunió una biblioteca de veinte
mil tablillas, que incluían toda la literatura akadia. Su hallazgo en 1854 fue el comienzo de la
asiriología. Pero no por eso dejó de ser un rey asirio típico, capaz de las crueldades propias de
su condición.

Ashshuretil-ilani (630-627), hijo y sucesor del anterior, derrotó a los medos de Fraortes,
residió en Kalah y restauró algunos templos.
Sinsharishkun (627-612) sucedió a su hermano y tuvo que sofocar la revuelta de Kandalanu,
gobernador de Babilonia. Sin embargo hacia 625 el caldeo Nabopolasar (625-605) se
considera rey de toda Babilonia (así se inicia el imperio neobabilónico) separada de Asiria,
aunque Nippur se mantiene fiel a Nínive. Los medos, que se habían fortalecido asimilando a
los cimerios, se aliaron, al mando de su rey Cyaxares, con Nabopolasar y vencieron a Asiria.
Nínive fue destruida en 612, ante el regocijo de todo el Oriente.
El último rey asirio, Ashshuruballit II, logró resistir en Harran hasta 606.

1. Estado, administración, sociedad y economía.

El estado asirio es una de las construcciones más peculiares de la antigüedad oriental. En la


época de Sahshiadad nos da la impresión de estar regido por una oligarquía comercial, de la
que el rey es un representante eficaz con su diplomacia y su ejército. Pero realmente el estado
asirio se crea en el Imperio Medio. El Imperio Nuevo sólo lo desarrollará y perfeccionará.
Al cabo de 800 años de evolución lograron englobar todo el mundo civilizado en el primer
estado universal de la historia humana, que fue heredado por los persas y después por
Alejandro. Un rasgo típico de este proceso fueron las crisis que lo pusieron al borde del
desastre, pero de las que siempre resurgió. El rey tiene una posición privilegiada. La teología
política lo vincula al dios Assur, pues es el ejecutor de sus designios. La realeza asiria tiene
un concepto etnocéntrico del mundo. El único extranjero bueno es el sumiso, que paga sus
tributos y besa los pies del rey. Los reyes asirios son buenos administradores, protectores de
la agricultura, la ganadería, las letras y las artes, pero ante todo son guerreros. La monarquía
es hereditaria y se preocupa mucho por la legitimidad. El rey es coronado ceremonialmente
con la diadema y recibe la proskynesis (prosternación) de todos los presentes.
A lo largo de la historia de Asiria se construyeron grandes palacios-residencias que fueron
centros políticos y administrativos, y allí el rey llevaba una vida de déspota oriental con
eunucos y harén de numerosas mujeres.
El aparato administrativo en la época sargónida es complicado. Tenía dos ramas, civil y
militar. En la primera, además de los gobernadores de provincias (que gozaban de cierta
autonomía) estaban el primer ministro, el juez superior, el segundo ministro, el copero mayor,
el gran mayordomo y el prefecto de palacio. Las ciudades eran gobernadas por alcades y
funcionarios subalternos. En la época neoasiria encontramos una especie de consejo de estado
formado por los altos funcionarios.
El ejército era dirigido por el rey. Los gobernadores de provincias y algunos funcionarios
cortesanos tenían también atribuciones militares. Además estaban el turtanu o generalísimo,
el rab reshi (superior) y el rab kisir (comandante de unidad). El arma más distinguida eran los
carros, introducidos por los hurritas, tirados por tres o cuatro caballos y con dos ocupantes,
auriga y combatiente. La caballería aparece con Assur-nasirpal II, pero nunca tuvo gran
importancia porque en la antigüedad no se conoció la silla ni el estribo.
Adquirieron especial importancia los ingenios para sitiar ciudades y destruir murallas: arietes,
torres. La recluta del ejército se hacía por leva y una parte era permanente. Los estados
vasallos debían enviar contingentes de carros, caballería e infantería. Las tropas movilizadas
pudieron llegar a unos 120.000 hombres y el total del ejército debía alcanzar los varios
cientos de miles. Los elevados costes del ejército llevaron al saqueo sistemático de todo
Oriente, lo que suscitó una fuerte resistencia anti-asiria.
La sociedad nos es conocida gracias a las "leyes asirias", copiadas y ordenadas por
Tiglatpileser I pero que pertenecen a distintas épocas. No se trata de un código en el sentido
del de Hammurabi; más bien dan la impresión de ser un manual, una recopilación de casos y
juicios. La familia es monógama, templada con el concubinato. La mujer entra en la familia
del marido, lo que se refuerza con el levirato. La propiedad rústica está muy extendida, y
reciben especiales castigos los que cambian los mojones. También se prohíbe la venta de
animales o personas retenidas como garantía de deudas contraídas.
EUNSA: Cultura y religión asirias.

1. El saber.
La decadencia de Babilonia y su posterior integración en el Imperio convirtieron a Asiria en
el gran centro cultural del Próximo Oriente. Allí se concentró la literatura semita, en gran
parte literatura religiosa. Aunque los asirios no hicieron grandes aportaciones, conservaron y
difundieron el saber antiguo. La escritura cuneiforme fue simplificada para hacerla más
accesible.

Tres fueron los campos científicos:


La Astronomía.
En tiempos de Asurbanipal la observación astronómica había alcanzado un extraordinario
desarrollo. Se había dividido la Eclíptica en doce partes (los doce signos del Zodiaco que aún
conocemos) y se había llegado a calcular con cierta precisión los eclipses lunares, aunque se
ignoraba su causa. La medida del tiempo conservaba la base sexagesimal. Los días se
dividían en 12 bere (horas dobles). Los meses eran lunares, pero de vez en cuando se
intercalaba uno para ajustar la duración del año al movimiento de la tierra alrededor del sol.
Desde el s. VI a.C., desaparecidas Babilonia y Asiria, esta ciencia se encerró en el
hermetismo y sirvió de aglutinante a prácticas mágicas y supersticiones ("el arte de los
caldeos").
La Medicina.
Ya no era una magia sino una farmacopea. Se había alcanzado un conocimiento amplio y
seguro de drogas e infusiones, logrado la mayoría de las veces por observación empírica.
El Derecho.
Había progresado también de modo práctico. Aunque la fuente seguía siendo el Código de
Hammurabi y otros semejantes, la legislación asiria fue mucho más humana.

2. El sincretismo religioso.
No hay inconveniente en atribuir a los asirios el sincretismo final a que fue sometida la
religión sumerio-akadia. Los asirios y los babilonios eran sin duda politeístas (más de 3.300
dioses) pero por encima de las numerosas divinidades se reconoce un dios supremo, Assur-
Marduk. El trabajo de los teólogos establecía por debajo de Marduk, creador y ordenador de
la humanidad, dos trinidades: una antigua, telúrica, formada por los dioses vencidos y
enemigos del hombre (Anu, Enlil -que en Nippur se veneraba como Bel- y Ea) y una astral
(Sin, el dios luna, que se identificaba con el sumerio Ensi; Shamash el sol, e Ishtar,
personificadora del sexo y de la guerra).
El pecado es, esencialmente, la omisión del deber de dar culto a los dioses, sin importar que
sea voluntaria o involuntaria (en el ámbito del culto a Shamash se consideraban transgresión
también actos morales como la lascivia, la injusticia, la soberbia o la mentira). La expiación
es el antídoto del pecado, y en las fiestas del Año Nuevo babilónico figuraban dos ceremonias
expiatorias: una oveja era decapitada y arrojada al río, llevándose los pecados de los hombres,
y el rey, representando al pueblo, se humillaba ante Marduk y era absuelto de sus pecados.//

3. Urartu.
El reino de Van, conocido como Urartu por los asirios y babilonios, y como Ararat por los
hebreos, juega un importante papel en la última época del imperio asirio. Los urartios eran los
vecinos septentrionales de los asirios y les ofrecieron una dura resistencia durante varios
siglos. En la época de Salmanasar I y Tiglatpileser I aparecen como un conjunto de tribus.
Durante el reinado de Salmanasar III ya hay un rey, Arame, que no pudo resistir la poderosa
maquinaria asiria, y cuya capital Arzaskun, en la ribera norte del lago Van, fue destruida. El
primer rey del que tenemos inscripciones urartias es Sarduris (840-825), que adopta una
titulatura similar a la de los reyes asirios. Fijó su capital en Tuspa (Van).
Su hijo Ishpuni (825-806) es el "Ushpina, rey de los países de Naïri" del que Shamshi-adad V
se vanagloria de haber destruido más de 200 poblados.
Su hijo Menuas (806-790) fue un monarca capaz, que combatió en el oeste contra los hititas y
logró hacer de Urartu una potencia militar.
Argistis (790-765), digno sucesor de su padre, dejó grabado el recuerdo de sus campañas en
una roca de Van, en una inscripción que probablemente sirvió de modelo para la de Darío en
Behistun. En ella se enumeran catorce campañas realizadas al modo asirio.
Sarduris II (765-730) llevó Urartu a su máxima extensión, aprovechando la debilidad de
Asiria bajo Ashur-nirari V. Puede que quisiera emular la grandeza de Mitanni, a juzgar por la
titulatura que se daba. Consiguió la alianza de antiguos vasallos de Asiria como Tiro o
Karkemish, pero todo era circunstancial. Tiglatpileser III los derrotó y Sarduris tuvo que
refugiarse en las montañas.
Rusas I (730-714), aunque aparece en las inscripciones como hijo de Sarduris, en realidad era
un jefe de clan que rehizo el estado. Inició la expansión de su país por tierras de los maneos y
una política de colonización agrícola y regadíos. Se alió con los medos. Tuvo que enfrentarse
a las invasiones de los nómadas de las estepas, cimerios y escitas. Sargón II, en la famosa
"carta al dios Assur" que se conserva en el Museo del Louvre, narra su campaña contra
Urartu, y la descripción de las ciudades saqueadas, junto a las propias fuentes urartias,
atestiguan el alto nivel económico alcanzado por el reino de Rusas.

Después de la razia asiria el país perdió toda importancia política y se integró en la órbita
asiria. Reinaron algunos reyezuelos más pero el país, finalmente indoeuropeizado, se
transformará en Armenia.

3. Cultura, economía y religión de Urartu.


No sabemos de dónde venían los urartios. Urartu y Naïri son nombres dados por los asirios,
de los que tomaron tanto la escritura como las formas políticas. Partiendo de una comunidad
de jefes de clan (agricultores y pastores trashumantes), se vieron obligados, bajo la presión
asiria, a construir un estado con una administración y un ejército. Se extendieron hacia el
oeste y el este, y sus métodos colonizadores fueron los corrientes en Asiria: deportación de
poblaciones para poner en explotación nuevos territorios.
Se ha hablado de "socialismo de estado" para referirse a su organización económico social,
en la que la gente trabajaba en grandes factorías y talleres y muchos en el ejército. No
obstante, no hay razones para tanto, puesto que se conservó gran parte de la organización
tribal incluso en el esplendor de la monarquía.
Las bases económicas principales eran la agricultura y los cultivos de huerta. También la
ganadería y la caza. Las artes y oficios ofrecen gran parecido con los asirios. Sin embargo la
arquitectura difere de la siria en que usa más la piedra en vez del adobe, y en que los edificios
tienen fachadas al exterior, parecido a la manera griega.
Donde los urartios alcanzaron una gran perfección fue en la escultura y la metalurgia
artística. Sus productos adorman los museos europeos. El dios jefe del panteón urartio era
Khaldi, dios de la guerra y de los ganados. Tesaba (el Teshub hurrita), dios de la tempestad, y
Siwini (similar al Shinugi hurrita) también eran importantes. Se les erigían templos, se les
dedicaban estelas y puertas falsas excavadas en la roca y grabadas con inscripciones de
guerra u ofrendas a los dioses. En la carta de Sargón al dios Assur se habla de estatuas muy
lujosas en los templos. Éstos poseían tierras para el mantenimiento del culto y de los
sacerdotes y personal. Posiblemente existió la costumbre de sacrificar prisioneros de guerra a
las divinidades.
TEMA 8: LOS HITITAS Y LA PRESENCIA ASIRIA EN ANATOLIA

I. Protohistoria de Anatolia.

1. Introducción.
La arqueología ha demostrado que en la segunda mitad del tercer milenio a.C. Anatolia había
conseguido un grado de desarrollo económico y social comparable al de Siria, Mesopotamia
o Egipto, lo cual no es de extrañar si recordamos su brillante neolítico y calcolítico. Desde
comienzos del Bronce Antiguo II (2600-2300) había conseguido las técnicas y los materiales
para la metalurgia del bronce. La agricultura y la ganadería se habían desarrollado. Era un
país de pequeñas ciudades-estado, cuyos jefes y reyezuelos vivían en cabezos más o menos
fortificados. Al final de este periodo encontramos las tumbas de Alaka Huyuk (trece tumbas,
posiblemente de sacerdotes y miembros de una familia real, fechadas 2.500-2.400 a.C.), la
perfección técnica de cuyos objetos de metal atestigua la calidad de los artesanos anatolios en
tan temprana fecha. No es de extrañar que los reyes de Mesopotamia pusieran sus ojos en las
riquezas de Anatolia, como lo atestigua la fundación de un palacio en Tell Brak, sin duda
para controlar el comercio caravanero de la Baja Mesopotamia en la meseta anatolia y Siria.

2. Los asirios en Capadocia (región central de Anatolia).


Durante el primer cuarto del II Milenio (2000-1750) encontramos a los asirios establecidos en
varias ciudades anatolias, dedicados al comercio. Los conocemos casi exclusivamente por
una ciudad llamada Kanesh, situada en un cabezo que actualmente se llama Kultepe. El barrio
asirio estaba en la parte baja, donde se han excavado cuatro niveles, desde 2000
aproximadamente (la ciudad alta o acrópolis es mucho más antigua, existía desde principios
del III Milenio y aparece citada en los textos de Ebla). Los niveles II y Ib son los que dieron
los documentos asirios, tablillas cuneiformes, que pueden fecharse entre 1900 y 1750. Se han
recogido unas 15.000 escritas en lengua asiria antigua, que son la correspondencia comercial
de los mercaderes allí asentados con las autoridades de Assur. El karum era una especie de
Cámara de Comercio que controlaba el mecanismo de comercio entre Asiria y las ciudades de
Anatolia. Era responsable del envío de las caravanas y de su seguridad, y de un sistema
sencillo de crédito que evitara el peligro de tener que llevar el dinero en mano. Cada año se
nombraba un magistrado epónimo llamado limmu (lo mismo que en Asiria). El karum
nombraba comités de tres miembros (salistum) o de cinco (hamistum) para oír las
reclamaciones. También podía nombrar comisiones de diez miembros (asirtum). Aparece un
funcionario, también epónimo, llamado hamustum, nombrado por un periodo de cinco días
(según otros, de cincuenta). Conocemos otros funcionarios como un funcionario del tesoro o
los escribas. Assur enviaba emisarios oficiales (sipru sa alim) para transmitir órdenes. El
karum también tenía enviados (sipru sa Karum Kanis) para dirigirse a los otros
establecimientos comerciales asirios en Anatolia. Hay también referencias no frecuentes a los
jueces (daianu).
En cuanto a sus relaciones con los reyezuelos indígenas, en contra de la opinión de quienes
creían en un imperialismo colonialista, podemos resumirlas así:
1) los asirios tienen garantizados sus derechos de residencia;
2) pueden gobernarse a sí mismos;
3) las transacciones comerciales se realizan "al precio", es decir, con acuerdos previos;
4) los príncipes indígenas tienen derecho de primera opción para la compra de mercancías
asirias, y cobran impuestos de las caravanas. También pueden perseguir a los asirios
sospechosos de traficar en productos prohibidos.
Kanesh no fue el único karum asirio en Anatolia, aunque sí el más importante. De los demás,
el que aparece mecionado más veces es Burushatum, pero también están Hahhum, Ursu,
Washusana, Hattusa, etc. De menor importancia eran los wabartu (establecimientos
comerciales menores) de los que conocemos nueve, sin exacta localización. Los medios de
transporte eran caravanas de asnos. No hay niguna mención de vehículos de cuatro ruedas,
probablemente inservibles para los agrestes caminos. En los innumerables documentos no
existe mención de que fueran atacadas, lo que indica un alto grado de seguridad. Las
mercancías que venían de Asiria eran tejidos y estaño; lo que se exportaba de Anatolia a
Assur era fundamentalmente cobre. Aunque los precios se daban en peso de plata, en la
práctica predominaba el trueque de productos. Los príncipes indígenas, llamados en los
documentos ruba-um (señor) intervienen de alguna manera: inspeccionando el cargamento de
las caravanas, evitando que algún comprador anatolio fuera vendido como esclavo por
deudas, cobrando un impuesto (nishatum). La excavación arqueológica del karum de Kanesh
revela que tanto la ciudad como los enseres son de tipo anatolio, lo que nos indica que los
emigrantes asirios habían adoptado los usos y costumbres anatolias y en particular la forma
de las casas: con paredes de adobe apoyadas en obra de piedra sin escuadrar, sobre las que se
apoyan las vigas que sportan las horizontales, que a su vez soportan el piso superior o el
techo. La planta es de patio central, al que se accede por un corredor. al parecer, la familia
vivía en el piso superior, donde estaba también la oficina del mercader, mientras que el piso
bajo se dedicaba a almacenes, talleres, etc. Era costumbre enterrar a los muertos en el suelo
de la casa dentro de cistas de terracota con ricos ajuares.
Al principio, la presencia asiria era casi exclusivamente masculina; después muchos se
quedaron a vivir en Anatolia y se trajeron a sus mujeres y familias de Assur, o incluso se
casaron con jóvenes anatolias. El bilingüismo era frecuente pero existen intérpretes (targu-
mannum). I

II. Los hititas.

La cultura e historia hitita es uno de los grandes descubrimientos del primer cuarto del siglo
XX. En 1902 se econtraron en los archivos de El Amarna dos tabillas escritas en lengua
indoeuropea (entonces desconocida), y pronto varios millares en Bogazköy (Capadocia,
Turquía). Fueron descifradas en 1915 por B. Hrozny, y causó gran confusión el hecho de que
estuvieran en lengua indoeuropea con escritura cuneiforme (ahora sabemos que el sistema
cuneiforme había llegado a Ebla a mediados del III Milenio). Esta era la lengua hablada por
los habitantes del gran estado conocido como hitita (así aparece en la Biblia), que dominó la
mayor parte de Asia Menor en el II milenio. Según todos los indicios debían de ser invasores,
pero ¿de dónde? Hace treinta años se creía que habían llegado del nordeste procedentes de
una zona al oeste del Caspio (una plegaria de Muwatalli al dios sol se refiere al astro
emergiendo del mar, que no puede ser otro que el Caspio). Actualmente se habla de que una
"expansión de influencias" (y lenguas) se produjo en Anatolia central a partir de las zonas
indoeuropeizadas primero. El megaron de Kultepe muestra que los invasores tenían allí una
considerable influencia hacia 2250. Al llegar hablaban una forma de indoeuropeo que luego
se diferenció en hitita, luwita y otros dialectos. El hitita pertenece al grupo de lengua
indoeuropeas kentum, como el latín. Curiosamente muchos reyes hititas llevan nombres
protohatti (hatti: pueblo autóctono que dio su nombre a los invasores).

1. Los comienzos del reino hitita.


Las primeras noticias que tenemos sobre los hititas son de fuentes mesopotámicas. Las
leyendas épicas de Sargón de Akkad hablan de expediciones a Anatolia, en las que el rey
lucha contra la ciudad de Buruskhanda. Un texto ficticio de Naram-sin, en una versión hitita
de Bogazköy, habla de una coalición de 17 reyes, dando la impresión de un país dividido en
pequeños principados que luchan por la supremacía. Se conserva una carta, encontrada en
Kultepe, del príncipe de Mama al príncipe de Kanesh, en la época de la última fase de la
colonia asiria (s. XVIII a.C.). De finales de este siglo es una tablilla escrita por "Anitta, hijo
de Pithana, rey de Kussara". Ambos son también citados en los documentos de Kanesh
(=Nesa)

2. El Imperio Antiguo hitita.


Las fuentes callan durante casi un siglo. El decreto de Telepinu, escrito mucho después,
describe parcamente la expansión política del reino "desde un pequeño rincón". El fundador
de este proceso es Tabarna (o Labarna), que se apoderó de diversas ciudades y llevó hasta el
mar las fronteras del estado. Su nombre pasó a significar "monarca". Esta época de luchas era
recordada como una calamidad por los hititas. Pero el verdadero fundador del Imperio
antiguo fue sin duda Hattusili I (c. 1650), quien como su nombre indica, estableció la capital
en Hattusa (= Khattusa = Khatti = Hatti; hoy Bogazköy) que muchos años atrás había sido
destruida por Anitta. Hoy se cree que probablemente Tabarna y Hattusili son el mismo rey,
siendo el segundo un apelativo derivado de su ciudad.
En el decreto de Telepinu y en un texto bilingüe akadio-hitita de Bogazköy se dan noticias de
sus campañas, en las que se ganan ciudades que pronto se perderán (como Alalaj). Para
algunos su política tan activa tendría como objetivo la consecución de estaño y otras materias
primas, después de la caída de los establecimientos asirios que los proporcionaban. Como sus
hijos se rebelaron contra él, en su testamento político designa rey a Mursili (c. 1600), que
demostró que la elección fue acertada. Según el decreto de Telepinu, consiguió la unidad de
su familia, su clan y sus tropas, y sometió a los países enemigos. Con la toma y saqueo de
Babilonia en 1595 (que acabó con la dinastía amorita y preparó el advenimiento de la kasita),
hizo entrar al estado hitita en la historia como una gran potencia. También combatió contra
los hurritas. Tras el asesinato de Mursili en una conjura palatina, se sucedieron varios reyes
que perdieron todas las conquistas exteriores. Los hurritas, bajo la soberanía indoeuropea,
habían constituido el reino de Mitanni y eran una potencia temible. Tanto ellos como los
kaskas (pueblo ribereño del norte del mar Negro) invadieron el territorio. Hubo que fortificar
Hattusa y Kultepe.

3. El Imperio Medio hitita.


Con el reinado de Telepinu (c. 1480) volvemos a tener fuentes fidedignas. Intentó mantener
la posición hitita en el Éufrates, para lo cual tuvo que emprender nuevas guerras (contra las
ciudades de Hassuwa, Lawazantiya, etc.)
Pero el acto político más importante de este rey es la regulación de la sucesión al trono, que
se contiene en el "decreto" ya citado que lleva su nombre. "Debe ser rey el príncipe
primogénito. Si no hay príncipe primogénito, debe ser rey el príncipe real de segundo rango.
Si no hay un sucesor al trono masculino, se debe dar la hija primera en matrimonio a un noble
y éste será rey." También hay que atribuir a este activo rey la codificación de parte del código
hitita, en la que aparece como novedad jurídica el principio de "compensación" por los
delitos de sangre, notable progreso sobre la ley del talión hammurabiana. Telepinu fortificó
las ciudades contra sus enemigos (seguramente los mitannios) y construyó ciudades-almacén
para guardar las entregas de grano (las listas nos permiten hacernos una idea der la extensión
de su reino). Los sucesores de Telepinu coincidieron con la expansión cultural y política de
los hurritas (Mitanni).

4. El Imperio Nuevo hitita.


Hacia 1430 a.C. encontramos una nueva dinastía en Hattusa. Los nombres de los reyes están
escritos en hitita jeroglífico (que aunque existía desde principios de II Milenio no se
generaliza hasta ahora) y la lengua subyacente es indoeuropea, aunque relacionada
estrechamente con el hurrita (que no lo es). Las reinas llevan nombres hurritas, pero eso
puede ser un origen o una moda. Los reyes repiten nombres anteriores o bien los llevan
completamente nuevos y muy indoeuropeos como Arnuwanda o Suppiluliuma. En esta época
el poder hurrita sufre un duro revés gracias a las campañas de Tutmés III, aunque
conservaban su supremacía en Mesopotamia septentrional y en la Anatolia oriental. Los
primeros reyes del Imperio nuevo hitita -Tudhaliya I, Arnuwanda I, Tudhaliya II, Hattusili II-
lucharon, como sus antecesores, contra Jalab (=Khalab= moderna Alepo, capital del reino de
Yamhad), y los kaskas. Estos últimos permanecieron insumisos durante toda la historia hitita,
por su carencia de un estado con el que pactar.
Suppiluliuma I (1380-1346) destaca sobre todos los reyes hititas por su inteligencia y su
habilidad, que le permitieron jugar un destacado papel en el Oriente Antiguo. Ya de príncipe
dirigió campañas militares contra los kaska cuando su padre Hattusili II se hizo viejo. Una
vez en el trono, fortificó Hattusa y se dedicó a la reconstrucción del estado, que transformó de
un conglomerado de estados feudales en un estado centralizado. En él no faltaron elementos
de inspiración egipcia, como el disco solar. Creó algo parecido a las provincias, con príncipes
de la sangre como gobernadores. La reconquista de Anatolia, entre anexiones y
repoblaciones, duró veinte años. Su primer ataque contra Mitanni fue rechazado por el rey
Tushratta. Entonces Suppiluliuma se dedica a la actividad diplomática y firma tratados con
Havasha (Armenia) donde reinanaba Hukana, con Shunashura de Kizzuwatna, y con
Artatama, que le disputaba el trono a Tushratta. En la segunda ofensiva contra Mitanni tuvo
éxito y saqueó la capital Washukkani. A la vuelta se dirigió a Jalab, Ugarit y Alalakh en Siria.
Toda Siria era dominada por Suppiluliuma y en cada una de las regiones colocó a personas de
su confianza, entre ellos sus hijos que recibieron las coronas de Alepo y Karkemish. Egipto
consideró que sus fronteras y sus zonas de influencia estaban amenazadas, pasando a la
acción. La viuda de Tutankhamón, la reina Ankhesenamón, solicitó a Suppiluliuma la mano
de uno de sus hijos para estrechar los lazos entre ambas potencias. Tras ciertas dudas iniciales
el rey hitita envió a su hijo Zannanzu que fue asesinado en el camino a Egipto, posiblemente
a instancias de Ay que se convertirá en faraón. La muerte del hijo provocó que Suppiluliuma
emprendiera una victoriosa campaña contra la posesiones egipcias en Asia. Sin embargo, una
epidemia de peste introducida por los prisioneros egipcios, acabó con la vida del rey y poco
después con la de su hijo Arnuwanda II.
Mursili II (1346-1315) tuvo que enfrentarse con los enemigos tradicionales para defender su
herencia. Como todos los estados próximo-orientales, excepto quizá Egipto, Hatti nunca tuvo
estabilidad que le permitiera superar sin sacudidas los cambios de monarca. Efectivamente,
nunc apasó de ser un conglomerado de etnias autónomas, que hacían pactos ocasionales con
el rey de Hattusa y los rompían a la primera ocasión. De momento se rebelaron el oeste
(Arzawa) y el norte (los kaskas). La victoria de Mursili fue, como siempre, transitoria. En
Siria, Ugarit volvió a la amistad con Egipto. El reinado de Mursili en su primer parte está
narrado en los Anales de los archivos de Bogazköy, la obra por excelencia de la historiografía
hitita, que influyó directamente en la analística asiria e incluso hebrea. Es de notar la
insistencia en la piedad real (la famosa "plegaria de la peste" achaca la epidemia a la
culpabilidad de Suppiluliuma).
Muwatalli II (c. 1315), su hijo y sucesor, tiene un reinado confuso por la falta de fuentes.
También pacificó a los kaskas. Chocó con los egipcios, que bajo la Dinastía XIX querían
recuperar sus posiciones en Siria. La batalla de Kadesh entre Muwatalli y Ramsés II fue
proclamada como una victoria por ambas partes, pero el hecho es que los hititas llegaron a
Damasco, donde instalaron un príncipe hitita, afirmaron su presencia en Alepo y trasladaron
la capital a Dattasa (abandonado Hattusa por los continuos ataques de los kaska).
Su hijo Mursili III (1290-1283) vuelve a Hattusa e intenta reducir el poder de su tío Hattusili,
un sacerdote de Ishtar a quien su hermano Muwatalli había nombrado virrey del norte.
Finalmente éste se proclamó rey como Hattusili III (1283-1250). Redactó una apología
histórica de sus acciones como inspiradas por los dioses. Con Asiria -donde reinaba
Salmanasar I- se mantuvo en una desconfianza pacífica; con la Babilonia kasita estableció un
tratado de cooperación militar. Con Egipto se llegó por fin a un tratado de paz.
Tudhaliya IV (1250-1220), su hijo, era sacerdote hereditario de Sauska de Samuha. Uno de
sus primeros actos de gobierno fue la renovación del pacto feudal con Inara de Dattassa (hijo
de Muwatalli). En sus tratados y correspondencia destaca la influencia de la reina madre,
Puduhepa, quien, según algunos autores, incluso dirigió la cancillería real en ausencia de su
hijo.
Egipto se mantuvo fiel al tratado, Alalaj respetó la hegemonía hitita, Karkemish, con una
dinastía hitita, tenía un régimen de semiindependencia. Con Asiria las relaciones se hicieron
hostiles, pues Tukultininurta deportó a 28.000 hititas a la otra orilla del Éufrates. Tudhaliya
estableció entonces una prohibición comercial para no llegaran cobre ni estaño a los asirios.
A Tudhaliya se deben una serie de minuciosas regulaciones del culto así como numerosas
festividades. Su interés religioso queda patente en el santuario de Yazilikaya.
De los dos últimos reyes conocidos de Hatti, Arnuwanda III (1210-1205) y Suppiluliuma II
(1205), tenemos muy pocas noticias.
La invasión de los "pueblos del mar" acabó con el imperio hitita, aunque no fue la única
responsable. Desde Europa pasaron los estrechos los frigios, y los kaskas, eterna amenaza,
destruyeron la capital. Los frigios eran indoeuropeos que habían quedado retrasados en las
estepas de Europa central; los "pueblos del mar", al parecer, tenían una composición más
heterogénea: ilirios, sardos, filisteos, tirrenos...

5. Los reinos neohititas.


La destrucción del estado hitita no significó, como es lógico, la desaparición de los que
hablaban lenguas indoeuropeas en Asia Menor. Desde 1200 comienza una nueva época,
cuyos avatares conocemos gracias a las fuentes asirias y al Antiguo Testamento. Van
surgiendo estados de las ruinas del desaparecido reino hitita: Kue (Adana-Karatepe), Milid
(Malatia), Kummuhu (Comagene), Marqasi (Marash), Hatena (Unqui), Karkemish, Jalab
(Alepo), Til Barship, Hanat, etc. Estas gentes escriben en jeroglífico hitita (en vía de
desciframiento tras la aparición del bilingüe de Karatepe) con nombres típicamente
indoeuropeos. El elemento predominente en el hitita jeroglífico es el luwita, y ello hace
suponer que el desplazamiento de estos pueblos al sureste se debe a la presión de los kaskas y
sus aliados los muski. También sufrieron la presión aramea. Su historia de varios siglos es la
lucha continua con los asirios que intentaban dominar las rutas comerciales y las minas de
cobre. De todos modos, estos pequeños reinos crearon un arte de gran calidad, que no
desmerece del de sus contemporános asirios.

6. Estado, economía y sociedad hititas.


La historia del estado hitita es la de la adaptación de las estructuras tribales indoeuropeas al
despotismo oriental. Las noticias procedentes de Kultepe presentan un panorama de pequeños
reyes locales, como Anitta de Kussara. El primer rey propiamente dicho es T/Labarna, cuyo
nombre pasó a significar "rey". La realeza es hereditaria. El rey designa a su sucesor que,
durante el Imperio Antiguo, era aceptado o rechazado por el pankus o asamblea de la
nobleza. Esta desaparece a medida que la monarquía va adquiriendo rasgos despóticos. Para
evitar las luchas hereditarias se promulga el decreto de Telepinu, que hemos visto antes. El
rey hitita es representante de los dioses, especialmente del dios de la tempestad (Teshub),
pero no deja de ser un hombre. Cuando muere pasa a ser un "dios", pero no de la misma
categoría que los del panteón. Se le denomina "sol". El rey es jefe del ejército (sus cualidades
militares son decisivas para su designación), sacerdote que realiza el homenaje a los dioses y
juez supremo. La reina (tawananna) tiene un lugar preeminente. En algunos casos es una
auténtica corregente (por ejemplo, el tratado egipcio-hitita lleva en una cara el sello del rey y
en la otra el de la reina). Están prohibidos los matrimonios consanguíneos, a diferencia de la
costumbre egipcia. A pesar del poder casi absoluto del rey, la sociedad hitita tiene un
marcado carácter feudal. A los príncipes se les daba el gobierno de estados vasallos, y los
nobles recibían tierras de labor o bosques. A cambio debían prestar los servicios estipulados:
ayuda militar, entregar a los fugitivos, tributo y homenaje anual al rey. Los reyes hititas,
como todos los orientales, practicaron la deportación, lo que tuvo como resultado una mezcla
racial y social muy complicada. En los textos aparece un tipo de siervos, los nam-ka, ligados
a los templos. Con los desplazados se repoblaron zonas limítrofes abandonadas, proveyendo
los gobernadores de grano y semillas. Cada vez se destaca más el papel de los nómadas o
seminómadas, que someten a continua presión a las ciudades. La vida en las aldeas, que
conocemos gracias a la legislación, conservaba instituciones muy primitivas como el
"consejo de ancianos".
El ejército fue un elemento decisivo de la política hitita. Táctica y estratégicamente fue uno
de los mejores de Oriente Próximo. Constaba de dos armas fundamentales: infantería y
carrería. Gracias a los relieves egipcios de la batalla de Kadesh sabemos que el carro hitita
tenía tres tripulantes: auriga, combatiente y escudero. Las armas eran la lanza, el arco y la
jabalina. Era preciso un largo entrenamiento en la técnica aprendida de los hurritas o
mitannios, maestros en el arte de la domesticación del caballo. En el famoso texto de Kikuli
"el assusani" (el caballista) las palabras técnicas están en indoeuropeo. No sabemos cuántos
carros tenía el ejército hitita, aunque el Poema de la batalla de Kadesh da unos 3.500. Por lo
costoso del equipamiento la carrería debía de ser sufragada en parte por la nobleza: es un
arma de élite. La infantería, como en todos los ejércitos de la Antigüedad, es el cuerpo
decisivo. La recluta la hacía el rey entre la población de todo el estado, pero los príncipes
vasallos tenían la obligación de suministrar contingentes. El mando era siempre del rey, pero
en su ausencia se confiaba a un general que tenía que ser príncipe de la sangre o príncipe
vasallo. La guerra se hacía por muchas razones, y uno de sus alicientes era el botín, incluido
el ganado mayor y menor y la propia población. Sin quitar crueldad a la guerra hitita, no
tenemos testimonios de torturas y mutilaciones como las de los anales asirios. La teoría de la
guerra es muy parecida a la de los asirios. El enemigo que resiste al rey hitita rompe un pacto
y por eso ha de ser castigado. Si rechaza las condiciones del "sol" hitita los dioses lo
consideran perjuro y lo derrotarán.

7. El derecho hitita.
Dentro de los derechos próximo-orientales, el hitita tiene características propias, aunque no
deja de estar influido por el babilonio. El derecho proviene de los dioses y, en nombre de
ellos, del rey. Algo curioso es la referencia al "derecho del ganado, que no pueden hablar por
su boca". Este derecho de los animales no existe en Mesopotamia. En conjunto poseemos
unos 200 párrafos de leyes en tres ediciones o redacciones. la primera parece ser de la época
de Mursil. Más tarde se hicieron copias con alguna variación y finalmente en tiempos de
Tudhaliya IV. En la última redacción se nota un cambio de mentalidad: introducción de la
compensación económica por homicidio, protección legal del esclavo, supresión en algunos
casos de la pena de muerte, como en el homicidio, mientras que permanece en vigor para los
delitos contra la divinidad. Los juicios se veían en tres instancias: el consejo de ancianos de la
aldea o ciudad, el alto funcionario del rey o gobernador, y el mismo rey. Los métodos
procesales son los típicos de una sociedad primitiva: juramentos y ordalías, lo que apunta a la
justicia de los dioses. Hay una institución hitita que es típicamente feudal: los tratados de
fidelidad con los príncipes fronterizos, cuya ruptura acarreaba la máxima pena para el
infractor.
8. Economía.
La base fundamental de la economía hitita eran la agricultura y la ganadería. Entre las
manufacturas tuvo especial importancia la metalurgia del cobre y afines. Durante mucho
tiempo se creyó que los hititas poseían el secreto, cuidadosamente guardado, de la metalurgia
del hierro, pero según J. M. MacQueen no hay nada de ello. También es digna de mención la
cantería y el trabajo de la piedra, aunque el trabajo era más rudimentario que en sus
contemporáneos Egipto o Siria. La cerámica ocupaba a numerosos obreros, muchos de ellos
verdaderos artistas. Los telares son conocidos por la arqueología, y sus productos aparecen
representados en los monumentos.

9. Religión.
Tal como la conocemos en la época imperial, es producto de una larga evolución. De la época
prehitita proceden los cultos centrados en una diosa madre, la tierra nutricia, madre de todos
los seres, y su paredro (=divinidad inferior), un dios relacionado con las aguas que fertilizan
la tierra. Estos poderes básicos se diferenciaban en cada comunidad en una multitud de cultos
distintos, que al aglutinarse dieron un sistema de numerosos dioses. Los principales dioses
indígenas que conocemos son: la diosa Sol de Arinna (que en realidad es una diosa del
mundo subterráneo), el dios Taru (de la tempestad o del agua), el dios del sol Estan, el dios
de la guerra Wurunkatte, el dios que desaparece Telepinu, etc. A estos dioses se añaden otros
aportados por los invasores hititas (como un dios del trueno, versión de Zeus, consorte de la
diosa madre) o hurritas (como Teshub o Hebat). Un kilómetro al nordeste de Hattusa se
encuentra un afloramiento de rocas con dos gargantas de paredes verticales que se
convirtieron en las "cellas" sagradas de un santuario arquitectónico, el Santuario de
Yazilikaya. La más grande ofrece en las paredes laterales relieves con cortejos de dioses (a la
izquierda) y de diosas (a la derecha), que se dirigen a la pared del fondo donde se representas
el asunto del encuentro de las dos divinidades principales: Teshub, el dios del Tiempo o de la
Tormenta, y Hepat, la diosa solar. Con ellos comparte espacio el rey Tudhaliya IV,
representado en un relieve de más de 2,5 m. de altura. La segunda garganta, más pequeña,
parece destinada a templo funerario del rey Tudaliya IV, que aparece abrazado y conducido
por el dios Sarruma (hijo de Teshub y Hepat). También está allí esculpida la gran figura de un
dios-espada de posible significado infernal.
TEMA 9: LAS CIUDADES-ESTADO DE LA REGIÓN SIRIO-PALESTINA

I. Ebla.

Desde 1964, las excavaciones realizadas por equipos italianos han sacado a la luz esta ciudad,
cabeza de un importante imperio comercial del III Milenio. En 1968 apareció la estatua del
príncipe Ibbit-lim, y en 1975 el archivo de la ciudad con más de 17.000 tablillas, escritas en
cuneiforme (es decir, con valor a veces ideográfico y a veces fonético, aunque predomina el
primero) y en una lengua semítica parecida al akadio antiguo. Ebla está situada en una colina
llamada Tell Mardikh, con una acrópolis en el centro y una ciudad baja al norte y al oeste. Su
apogeo como el centro más importante de Siria llegó hacia 2.400. El edificio principal era el
palacio real, en lo alto de la acrópolis. Los excavadores han identificado tres sectores
principales: el complejo central en la cima de la acrópolis, al que se accedía por un portal
monumental; el barrio administrativo, al pie de la acrópolis por el oeste, sede de la cancillería
y de las oficinas de gobierno, y el sector meridional (?) con las residencias de los dignatarios
de palacio. Esta primera etapa de la ciudad acabó en 2.250 a. de C., año en que fue destruida
por Naram-Sin de Akad. Tras la destrucción, Ebla recupera la pujanza poco después de 2.000
en la etapa amorita. Entre las nuevas construcciones destaca el llamado "Gran Templo D",
dedicado seguramente a la diosa Ishtar. Parece que fue otra vez un centro político de
importancia, citada en los textos asirios de Kanesh y contemporánea de la gran época de
Mari, a la que sobrepasa en extensión. Tuvo relaciones con Alalaj (que hacia 1700 seguía
siendo una ciudad importante) y con Egipto (hallazgo de vasos de la Dinastías IV y VI y una
maza de la Dinastía XIII). Los excavadores de Ebla creen que la ciudad fue destruida por los
hititas hacia 1600, fundándose sólo en razones arqueológicas, ya que no hay ningún texto que
lo corrobore. Los archivos han permitido reconstruir una lista de reyes de Ebla de 2500 a
2200. No parece que se trate de reyes hereditarios, sino ungidos para un tiempo determinado
(según Pettinato, 7 años). Pero no todos los autores están de acuerdo. El rey era la cabeza del
estado, pero todo apunta a una organización tribal donde el poder reside en los jefes de
clanes. El rey se llamaba En o Melikum. La reina (maliktum) participa en las tareas de
gobierno. La monarquía eblaíta está lejos de ser un régimen despótico y se acerca a la
"democracia primitiva" de la que hablaba Jakobsen en los años cuarenta. El rey estaba
asistido por los "señores" cuyo número varía (12 ó 16). Estos ayudantes actuaban como
jueces o tenían la responsabilidad de los rebaños, pero el rey no es elegido entre ellos. Órgano
de especial importancia era el consejo de ancianos, herencia de la organización tribal. El
palacio centralizaba toda la actividad económica que, como en todas las soceidades semíticas
antiguas, descansaba en la agricultura, la gandería, la manufactura y el comercio. Los textos
hablan de unidades familiares rurales, que producían para el estado. Una gran parte del
patrimonio pertenecía a la corona. El comercio era un capítulo de suma importancia en la
economía eblaíta. Operaba con productos de artesanía local como tejidos de lana o lino, y
controlaba las grandes rutas comerciales de los metales que conectaban Anatolia, Siria y
Mesopotamia. Según Pettinato, el estado de Ebla es una organización política de potencia
insospechada dada su temprana fecha, comparable con la gran monarquía egipcia y muy
superior a las formaciones políticas mesopotámicas pre-akadias. Se basa en un tratado entre
Ebla y Assur que en su primera parte enumera todas las posesiones del estado: numerosas
ciudades de Siria, Palestina y algunas de Mesopotamia eblaítas o con influencia de Ebla.
También una carta del rey de Mari al rey de Ebla que habla de expediciones militares
menciona muchas ciudades. Los textos y la arqueología nos muestran la amplitud de las redes
comerciales, seguramente indirectas, de la ciudad: lapislázuli de Afganistán, vasos de
alabastro egipcios, conchas de moluscos del Mediterráneo y del Índico. A los metales y los
tejidos debemos añadir la madera, por su proximidad a los bosques del Líbano y Siria. En el
estado actual de nuestros concimientos, aunque se puede hacer una lista bastante completa de
los dioses adorados en la ciudad (Kura, Rasap, Dagan, Ada, Ashtar, Timmutu...), nos falta
una literatura de contenidos propiamente religiosos (cosmogonías, relaciones entre ellos).
Como en toda la cultura eblaíta, la religión muestra una fuerte influencia sumeria, incluidos
algunos dioses.

II. Mari.

Por un fenómeno similar al de Ebla, la importancia histórica de Mari se reveló en los años
treinta del siglo XX por las excavaciones de A. Parrot, descubriéndose un archivo de 20.000
tablillas que iluminan la historia de la ciudad, la de los pequeños estados de Karkemish,
Alepo, Katna, Arran, y la de la Asiria de Shamshiadad y su dinastía. A principios del III
Milenio, Mari aparece citada como atacada por Eannatum, y de esta época es un zigurat
descubierto por A. Parrot. En la época de Sargón de Akad se la cita junto a Ebla y Yarmuti.
Un famoso mariota fue Ishbierra, que invadió la zona meridional y jugó un importante papel
en los últimos años de Ur III y en la llamada segunda época intermedia de Babilonia. Hacia
2000 se asentaron en Mari los cananeos, que tomaron la escritura cuneiforme de Babilonia y
la lengua akadia. Desde mediados del s. XVIII a.C. conocemos el ascenso de la ciudad y de
su rey Yakhdunlim, que inicia una política de expansión por la región, rechaza a los nómadas
dawidum e incendia las cosechas del territorio de Shamshiadad. El asirio a su vez se apoderó
de Mari. El heredero Zimrilin tuvo que exiliarse y Shamshiadad instaló como virrey a su hijo
Yasmajadad. Se conserva la correspondencia entre padre e hijo; el primero censura al
segundo por su disipación y su vida plácida: "¿Es que no tienes vello en las mejillas?". A la
muerte de Shamshiadad, Ishmedagan garantizó la permanencia de su hermano en el trono de
Mari. Pero en un momento dado, Zimrilin recuperó el trono, probablemente con ayuda del
monarca de Alepo, Yarimlin (su suegro). Zimrilin (1716-1695) aparece como un monarca
dotado de cualidades políticas y diplomáticas. Se mantienen relaciones, e incluso alianzas
militares, con Babilonia, y una hija de Zimrilin es consagrada naditum en el templo de
Shamash en Sippar. Sin embargo, simpre hubo dificultades, reservas y suspicacias, que
culminaron en la catástrofe de la destrucción de Mari por parte de Hammurabi. Con Alepo
(Yamjad) se mantuvieron las buenas relaciones aun después de la subida al trono de
Hammurabi hijo de Yarimlin. También con Qatna y Karkemish. todos estos estados estaban
en la órbita política y comercial de Mari, que cobraba buenos peajes por el comercio de telas,
vino, aceite, etc. Buena prueba de su prosperidad es el palacio de la ciudad, de grandes
dimensiones y adornado con frescos (como el de la presentación de Zimrilin ante Ishtar).
Pero en 1697, Hammurabi de Babilonia, dentro de su política de eliminar a todos los estados
vecinos, arrasó Mari y deportó a su habitantes.
III. Siria y Palestina en el II Milenio a. de C.

Ahora vamos a ocuparnos de la franja costera de más de 700 km que constituye la charnela
de todas las grandes potencias vecinas: al norte (hititas), al este (Mesopotamia) y al sur
(Egipto). Nuestras fuentes son: el "Cuento de Sinué", escrito en Egipto en el reinado de
Sesostris I (1970-1930), que relata un viaje a Palestina y Siria donde el protagonista visita
Biblos y describe la vida de los nómadas. Su valor histórico es relativo, pues se trata de una
visión literaria más que realmente objetiva. los llamados "Textos de maldición" de la misma
época aproximadamente (rituales mágicos en los cuales se escribían los nombres de los
enemigos en ostraka o figurillas, rompiéndolos a continuación). Los príncipes citados son
predominantemente cananeos. Se identifican Biblos, Sichem, Magdal, Mishal, etc. Los
archivos de Mari, que hablan de las ciudades del norte de Siria como Karkemish, Qatna o
Alepo. Los reinos del sur se relacionan con Egipto; los del norte con Mari y Babilonia. Su
economía debió ser muy floreciente por hallarse situados en llanuras pequeñas pero fértiles y
sobre todo por las rutas comerciales que atravesaban la región. La mezcla racial produjo una
población muy activa y de fuerte personalidad, por no hablar de su valor militar.

1. Alalaj (Tell Atchana).


Las excavaciones de sir Leonard Woolley (1936-1939) pusieron de manifiesto una ciudad
que ilustra toda la historia de la Siria antigua. Situada en la llanura de El-Amq, a unos
kilómetros de Antioquía, tiene sus comienzos a finales del IV Milenio con templos
superpuestos y casas, como las ciudades mesopotámicas contemporáneas. En el nivel XII
(fechable en época akadia) encontramos un palacio con columnas de adobe y en el nivel VII
se alcanza una época plenamente histórica: palacio, templo, puertas... Se encontraron gran
número de tablillas cuneiformes referidas a los reinados de tres reyes: Hammurabi (no
confundir con el de Babilonia), Yarimlin y Niqme-epuj, especialmente sobre el segundo. El
auge de Alalaj se debió al colapso del Imperio Medio egipcio, que permitió la vida de las
ciudades sirias bajo un régimen de libertad. Alalaj pasó a las manos de un tal Abban,
fundador de una dinastía y padre de Hammurabi rey de Yamjad (capital Alepo). Siguiendo la
costumbre, Alalaj fue puesto al cargo de su nieto Yarimlin (que a la muerte de su padre reinó
también en Alepo). Gracias a una tablilla de Mari conocemos el sincronismo de Yarimlin,
Rimsin de Larsa y Hammurabi de Babilonia. Durante el gobierno de Yarimlin la ciudad
adquirió un aspecto espléndido: palacio, murallas, puerta monumental, construidos al modo
hitita con adobe y entramado de madera. En el nivel VII se encontró una cabeza del estilo de
Ur III que podría representar al propio Yarimlin. Su sello muestra junto al DINGIR akadio el
anj egipcio, lo que es una buena muestra de las dos influencias de Alalaj (Schmolek). Parece
que en cierto momento Yarimlin abandonó la ciudad dejando allí un virrey. Cuando murió le
sucedió en el trono de Alalaj Nimqepa (¿Niqme-epuj?) y en su tiempo una rebelión acabó con
la dinastía y con la prosperidad. Woolley encontró huellas indudables del fuego y del saqueo
hacia 1750-1730, coincidiendo con las agitaciones provocadas por la migración de los hicsos
y de los kasitas en Babilonia. Los hurritas conquistaron la región y establecieron principados.
El rey hitita Mursilis I conquistó Yamjad (Alepo) y por ello también probablemente Alalaj,
aunque no hay señales arqueológicas.
Egipto reaccionó y Tutmés I alcanzó Alalaj. Tutmés III agrupó una serie de ciudades en una
unidad política denominada Mukish y puso a su cabeza a Taku, fundador de la dinastía que
gobernó Alalaj en los siguientes cien años. El nivel IV es el más rico en documentación
histórica. Comienza poco antes de 1450 y termina hacia 1370. De él poseemos unas
doscientas tablillas y la autobiografía del rey Idrimi escrita en su estatua. La dinastía
propiamente dicha comienza con Ililimalima, del que conservamos un sello, una inscripción
en akadio y una figura llevando el símbolo de la vida. Le sucedió su hijo Idrimi, cuya
inscripción en akadio, grabada en una estatua sedente, significó una revolución tanto en la
literatura como en la cronología del Próximo Oriente. Le sucedió su hijo Niqmepa (cuyo
soberano fue Shaushshatar). De su reinado tenemos una abundante colección de tablillas
cuneiformes. Una de ellas registra un tratado entre Niqmepa e Ir-aIM de Tunip sobre
extradición, devolución de botín y de esclavos, así como sobre las familias que pasan de uno
a otro estado en busca de alimento, que no deben ser detenidas sino devueltas. Con
Ililimalima II, su hijo y sucesor, termina la historia escrita de Alalaj. Sin el poder de Mitanni
(colapsado por Suppiluliuma de Hatti) los pequeños estados sirios no podían ofrecer una
resistencia organizada. La ciudad pasó a manos hititas (niveles arqueológicos III y II). Parece
que se sublevó a la muerte de Suppiluliuma pero volvió a la obediencia hiita con Mursilis II.
El final de la ciudad, hacia 1190, ocurrió por obra de la invasión de los pueblos del mar, que
la incendiaron y arrasaron. Hubo algún intento de reconstruirla (en una tumba de cremación
apareció un escarabeo de Ramsés VI c. 1140).

2. Los fenicios.
Las recientes excavaciones de Ebla han demostrado que los cananeos poblaban Siria ya en el
III milenio a.C., y posiblemente eran descendientes de otros habitantes (los protocananeos),
que serían el pueblo semita más antiguo conocido. Posiblemente de ellos surgieron más
adelante los fenicios y los hebreos. Su origen todavía es una incógnita, y es posible que
fueran autóctonos.
Los protofenicios o cananeos. Hasta finales del II milenio no distinguimos a los fenicios del
resto de los cananeos, habitantes del litoral levantino. Las ciudades fenicias más antiguas
conocidas son Ugarit y Biblos (v. sub 3 y sub 4), y más adelante son fundadas Tiro y Sidón.
Fueron excelentes comerciantes y en seguida se hicieron a la mar. Según D. Banramki los
fenicios son una mezcla de cananeos con los "Pueblos del Mar", de los que toman la técnica
de la navegación de altura, y añaden el secreto de la fabricación de la púrpura, características
por las que se distinguen.
Primeras noticias de los fenicios:
Egipto: en la Piedra de Palermo, del faraón Snefru (2650-2600 a.C.) se menciona el comercio
por mar. En el papiro de Sinuhé (1971 a.C.) se describe la vida de los cananeos y se cita el
nombre de los fenicios. En el archivo de ElAmarna se les menciona con el nombre de kinan o
knanhu.
La Biblia: en el Antiguo Testamento se menciona a los giblitas en torno al 2500 a.C.,
describiendo su comercio con Egipto. Los griegos los mencionan con el nombre de
phoenikes, por primera vez con Homero. Los romanos llaman púnicos a los de occidente y
fenicios a los orientales. Ellos mismos se llamaban Chanani (cananeos).
3. Ugarit (Ras Shamra).
Situada 60 km al sur, en una posición estratégica, enfrente de Chipre, en esta ciudad se dieron
cita influencias egipcias, akadias, hurritas, egeomicénicas, chipriotas e hititas. Su floreciente
economía descansaba en la metalurgia del bronce (basada en el cobre importado de Chipre) y
en el comercio de vino, aceite, lana, lino y madera de nogal. El reino comprendía 45 km de
costa con cuatro puertos, incluido el propio Ugarit. La evolución de la ciudad refleja las
constelaciones políticas del momento. En tiempos de la Dinastía XII egipcia encontramos
relaciones importantes con el país del Nilo. Por la misma época se detecta una colonia de
cretenses. Más tarde aparecen sellos babilonios de la época de Hammurabi. Una gran laguna
debe corresponder a la época de dominio hurrita y con el imperialismo egipcio volvió a caer
en la órbita faraónica. Cuando los hititas entraron en escena y Egipto y Mitanni establecieron
una entente cordiale, Ugarit conoció tiempos de inusitada prosperidad, en los que la
documentación es más abundante y nos permite trazar la sucesion de los reyes.
Ammishtamru.
De él conocemos una carta en el archivo de El-Amarna en la que se declara vinculado a la
política egipcia a pesar de las presiones que recibe de los hititas.
Niqmadu II, hijo del anterior, hace un tratado con Suppiluliuma. privado de la ayuda egipcia,
se compromete a pagar tributo al rey hitita, que a su vez le promete la protección de sus
fronteras. Sus sucesores Arjalbbu y Niqmepa mantuvieron la alianza con los hititas.
Ammishtamru II.
Reinó bajo la influencia de la reina viuda Ajatmilku (hija del rey de Amurru). También se
mantuvo fiel a Hatti (Tudhaliya IV interviene como árbitro en algunas intrigas de corte y
harén). Ibiranu, posiblemente ante el declive de la estrella de Hattusa, tuvo algún roce con
ellos.
Los dos últimos reyes que conocemos son Ibiranu II y Hammurabi. En el tiempo de éste
ascendió al trono Suppiluliuma II, que ante el desastre de su reino pide ayuda a sus vasallos
sirios. El rey de Ugarit contesta que no le queda ni un solo navío y que sus tropas están todas
en territorio hitita. El enemigo eran "los pueblos del mar" que asolaban las costas del Egeo.
También a Ugarit le llegó su turno y fue saqueada y destruida. La población sería de unos
25.000 habitantes sin contar con los que vivían en la ciudad. Había pocas grandes familias del
tipo de las de Alalaj. Se ha producido una fragmentación de la propiedad y
consiguientemente de la familia patriarcal. La base del reino de Ugarit era la familia rural,
sometida a prestaciones y tributos: recluta militar, servicio en la flota militar y mercante,
trabajo de las aldeas en las obras reales de uno a cinco días al año, impuestos en plata o
especies. Los que no pagaban impuestos recibían el nombre de nayyalu ("el hombre que no
cumple sus obligaciones") y el rey confiscaba su tierra. Hay un caso de esclavitud por deudas
y varios de anachoresis (fugas) de deudores.
Finalmente parece que existieron en Ugarit restos de lo que Jacobsen llamó "democracia
primitiva" (alusiones a las asambleas comunales, al consejo de ancianos que, aunque
dependían del rey y distaban mucho de ser organizaciones democráticas, eran representativas
de las familias más destacadas).

4. Biblos (Gubla).
Está orientada hacia Egipto igual que Alalaj lo está hacia el mundo hitita y Mesopotamia.
Desgraciadamente, las excavaciones de la ciudad no nos han dado archivos como en Mari,
Ebla, Alalaj o Ugarit, y la reconstrucción histórica ha de hacerse a base de hallazgos
arqueológicos procedentes de épocas de escaso rigor metodológico. Después de ser aldea
calcolítica, en la época de Yemdt-Nasr es ya una ciudad. Durante la II Dinastía egipcia existía
un activo comercio con el país del Nilo: exportaban cedros, aceite de cedro para embalsamar,
papiro y esclavos. No sabemos por qué, hacia 2100 se produjo una destrucción de la ciudad,
atestiguada por una capa de ceniza. Pero la ciudad se rehízo con gran prosperidad, como lo
indican la aparición de la escritura cuneiforme y las tumbas de los príncipes de Biblos
contemporáneos de la XII Dinastía egipcia, con sarcófagos de tipo egipcio y ricos ajuares con
objetos egipcios y egeos (especialmente vasos cretenses del Minoico Medio).
A partir de este momento, conocemos los nombres de los reyes de Biblos, que son cananeos:
Japishemuabi, Abishemu, Zamtinhamu... Empleaban la escritura jeroglífica, pero hacia 1700
se creó una escritura propia llamada pseudojerogífica (mezcla del sistema jeroglífico y del
cuneiforme), que constituye el primer paso hacia el alfabeto. El intermedio hurrita supone un
vacío arqueológico de dos siglos y luego vuelven las buenas relaciones con Egipto. Al final
cayó en manos de Aziru de Amurru y los habiru y después fue saqueada por los pueblos del
mar. A pesar de todo la ciudad se rehízo y volvió como siempre a la amistad egipcia, aunque
éste perdía prestigio cada día. Más tarde Biblos caerá en la órbita asiria.

5. Otros pueblos.
Hemos hablado de las grandes ciudades de Siria en el II Milenio, pero existían muchas más:
Tiro, Meggido, Jerusalén... Además, si queremos entender la historia completa de esta región
no podemos limitarnos a las ciudades. La estepa, el desierto y las zonas montañosas estaban
pobladas por tribus, unas nómadas y otras sedentarias, que completan el cuadro de las
poblaciones que actúan en la región. Los hapiru o habiru, que tanta tinta han hecho correr,
aparecen como grupos marginales: gentes que se entregan como esclavos o sirven como
soldados. El nombre tiene un valor meramente descriptivo; no parece que formen un grupo
determinado ni racial ni lingüísticamente. Más tarde el concepto va adquiriendo un carácter
geográfico y cierta identificación con Israel (¿habiru=hebreo?). Albright no vacila en decir
que "Hasta que la cuestión se decida, debemos contentarnos con que la ascendencia de los
hapiru se compagina muy bien con la historia tradicional hebrea." Parece cierto que el
nombre de Moisés es egipcio y debemos admitir como histórico que al menos una parte del
pueblo hebreo vivió en Egipto bastante tiempo y desde allí cruzó el mar Rojo y emprendió el
camino hacia la tierra prometida. La conquista de Palestina fue un hecho histórico que se
desarrolló en poco tiempo según la tradición bíblica, pero que debió ser mucho más largo. La
emigración partió del Sinaí septentrional y en un primer moemento los hebreos tuvieron que
desviarse hacia el este por la orilla derecha del Jordán y luego cruzarlo para apoderarse de
Jericó y la región montañosa de Bethel, con Siquem como centro. El caudillo de esta primera
oleada fue Josué, que ha de situarse cronológicamente antes de la primera mitad del siglo
XIII a.C. Un segundo avance debió tener lugar hacia la mitad del mismo siglo. Los "pueblos
del mar" fueron llamados así por los egipcios ya en el siglo XIV a.C. Irrumpieron en
Anatolia, Siria, Palestina y norte de Egipto (donde fueron derrotados por Ramsés III en 1198,
según la inscripción de su templo de Medinet Habu). Eran una confederación de pueblos, de
los cuales hay algunos identificados: los peleset (filisteos), que dieron nombre a Palestina y
crearon la Pentápolis (Ekrón, Asdod, Askalón, Gath y Gaza) que se mantuvo hasta David; los
shekeresh (sículos, de Sicilia); los denyen (danaos); los cheker, que aparecen en los tiempos
de la Dinastía XXI en la costa de Siria y se les atribuye la destrucción de Troya, Ugarit,
Alalaj y el imperio hitita. Es una cuestión abierta a discusión pero parece que su avance
significó al triunfo del hierro y el final del bronce.
4. IV. Fenicia en el I Milenio a. de C.

El apogeo fenicio se produjo entre los siglos XI y VIII, tras el fin de los grandes
imperialismos. Durante tres siglos fueron los señores del Mediterráneo, fundando factorías en
las costas occidentales (Gades, Cartago). Su comercio era muy variado: lana purpúrea,
mercancías exóticas, estaño. Nunca poseyeron un gobierno nacional, cada ciudad (de las
cuales las más importantes eran Tiro y Sidón) tenía su rey propio (Hiram de Tiro fue amigo
de Salomón). La religión fenicia sólo conoce dioses agrarios y no del mar, lo que revela su
origen continental; su dios principal es una especie de Baal, con ciertos horribles ritos como
los sacrificios de niños. Pero los fenicios son sobre todo los inventores, adaptadores y
difusores del alfabeto fonético, que no transcribía más que las consonantes y constaba sólo de
20 o 30 signos. Los griegos recibieron este alfabeto y le adjuntaron otros signos para las
vocales.
Después del agitado final del II Milenio, las ciudades fenicias y sirias presentan un nuevo
aspecto. Algunas, como Alalaj o Ugarit, desaparecieron para siempre. Otras continuaron su
existencia y adquieren ahora una importancia especial, como Tiro, Sidón, Arwad. Damasco
se transforma en el centro más importante de los arameos. En Palestina, además de la
Pentápolis filistea, los reinos de Edom, Moab y Ammón adquieren una efímera importancia
en la lucha contra los hebreos. Egipto aún hace algunas incursiones, pero en general sus
relaciones con el norte son pacíficas. Mucho más peligrosa es la amenaza asiria, que siempre
tenderá a controlar los puertos de la costa. Tiro adquiere ahora el protagonismo de las
ciudades fenicias. Está situada en un islote rocoso separado del continente por un canal de
300 m de ancho, en el que no hay ni un solo pozo y el agua debía llevarse en barcas. Su
existencia descansaba necesariamente en una gran flota comercial y de guerra. La fundación
(según la tradición que recoge Justino) fue obra de fenicios expulsados de Askalón hacia
1194 a.C. y muy probablemente estuvo relacionada con los pueblos del mar (filisteos). Muy
pronto empezó a fundar colonias por todo el Mediterráneo, que colocaba bajo la protección
del dios Melkart ("rey de la ciudad"), tanto en Chipre como en Malta, en África del Norte o
en España. La colonización tiria tiene fines comerciales de compra de materias primas
(metales, trigo) y exportación de productos especializados. Biblos superó los tiempos difíciles
de los "pueblos del mar" y continuó su tradicional relación con Egipto. Se han encontrado
numerosos objetos de la Baja Época egipcia. La lista de sus reyes nos es conocida a grandes
rasgos y se conserva un sarcófago de uno de ellos, Ahiram, de baja calidad artística pero
famoso por su inscripción, en la que aparece ya todo el alfabeto fenicio completo.
TEMA 10: ISRAEL-JUDÁ

La historia de Israel es un caso especial dentro de la historiografía occidental. Los


historiadores judíos o cristianos la consideran una historia aparte en cuanto que, al tratarse del
pueblo elegido por Dios, toda su trayectoria está marcada por sus relaciones con el Dios
verdadero. La Biblia es la verdad revelada. Por eso ha sufrido una crítica textual tan intensa
que pocos textos antiguos la pueden igualar. Por lo mismo, a finales del siglo pasado y
principios de éste se suscitaron una serie de excavaciones arqueológicas que han aclarado
muchos puntos oscuros, y también la creación del estado de Israel ha favorecido el avance de
los estudios históricos, con criterios generalmente nacionalistas pero de indudable eficacia.

I. El asentamiento en Palestina.

Según la tradición, la conquista y organización de Palestina por los hebreos se hizo por
etapas: primero en Gilead y Basán (Transjordania), antes de la muerte de Moisés, luego en el
centro y norte de Palestina y más tarde al sur. Los israelitas van conquistando ciudades
cananeas en todo el país. Bethel debió caer en el s. XIII y fue destruida hasta los cimientos;
después Lakish y Kirjath-sefer. Por esos años (1229) tenemos la famosa inscripción egipcia
llamada "estela de Israel", un himno de victoria del faraón Merenptah sobre sus campañas
militares en Palestina, en cuya última estrofa aparece por primera vez la palabra Israel: "Israel
está desolado, su semilla ya no existe". Se trata de una campaña real, provocada por la
inquietud que suscitaban las penetraciones de hebreos en Palestina. Albright ha insistido en la
huella arqueológica que deja esta primera invasión de los hebreos. Las plazas fortificadas de
los cananeos se resitieron mucho tiempo (como lo demuestran las excavaciones de Meggido
y Betshan). A principios del s. XII el procesó se complicó con la invasión de los "pueblos del
mar", especialmente los filisteos y los cheker que se establecieron en la costa. Los hebreos
eran agricultores, aunque había entre ellos pastores seminómadas como en todo el Oriente
antiguo. El invento de la cisterna con las paredes recubiertas de cal favoreció el asentamiento.
La población de Palestina a comienzos de la edad de hierro se compone de tres grupos
principales: hebreos preisraelitas (o sea, la población que no había emigrado a Egipto, que se
mezcló con sus congéneres sin problemas, aunque las fuentes bíblicas apenas hablan de
ellos), israelitas invasores y cananeos (incorporados mediante conquista o pactos). Hay que
resaltar la crueldad de la conquista, que en muchos casos tuvo el carácter de guerra santa. El
estado de Israel así formado era una confederación de clanes o tribus, que tradicionalmente se
fijaron en doce, una especie de anfictionía con centro en el santuario de Silo. La tienda y el
Arca de la Alianza estaban bajo la custodia del sacerdocio levítico, que conservó las
tradiciones durante mucho tiempo y constituía el único lazo político-religioso entre ellos. Los
sacerdotes rara vez fueron caudillos militares. Los jefes de tribu sólo tenían poder en ésta,
pero poco a poco surgieron líderes tanto en el campo de la guerra como en el de la
administración de justicia, que la Biblia llama Jueces (Gedeón, Sansón, Débora...) Los Jueces
de Israel eran jefes carismáticos de una o más tribus, suscitados directa o indirectamente por
Dios para mantener intacto el patrimonio nacional y religioso del pueblo elegido, y para librar
a esas tribus de sus opresores. Ejercieron sus funciones en la época que va desde Josué hasta
la institución de la monarquía hebrea. La Biblia llama a los Jueces "sofetim", es decir, "los
que juzgan", pero con el sentido de gobernar al pueblo (P. ARENILLAS SANGRADOR:
Antiguo Testamento). La palabra cananea shofet, de la que deriva sofetim, dio también la
cartaginesa sufes (sufí), que adquirió un carácter carismático.
EUNSA:
La instalación de Israel en el país de Canaán.
La Biblia y su carácter.

No hay ninguna consecuencia, entre las muchas que tuvieron las migraciones de 1200 a.C.,
que pueda compararse al establecimiento de las tribus de Israel en la tierra de Canáan. Con
ello, los descendientes de Abraham pasaron a constituir una nación y comenzaron a acumular
la experiencia que conforma la Biblia. A través de Israel ha llegado a la humanidad la
creencia en un Dios único y trascendente, sobre la cual se ha edificado hasta hoy todo cuanto
de cultura espiritual, ética y libertad ha podido lograrse. Los israelitas aparecen en la historia
casi al mismo tiempo que sus parientes próximos, los arameos. Sin embargo, de éstos
sabemos muy poco, mientras que de los primeros poseemos una obra literaria sin parangón.
Israel es el pueblo de la Biblia.

La historia bíblica.
La historiografía racionalista del siglo XIX, apoyada por la teología liberal, ha discutido con
mucho empeño el valor de la Biblia en cuanto fuente histórica. No parecía dispuesta a admitir
ninguna noticia que no pudiera ser comprobada mediante otras fuentes, ni a admitir ideas o
creencias que se apartaran de su propia experiencia. En esta postura hay una evidente causa
de error. Lo que resulta más importante para el historiador es la conciencia que el propio
pueblo judío ha tenido (y tiene aún) de su misión dentro de la historia. El hecho clave es la
elección. La aportación que Israel ha hecho a la humanidad no es la creación de un imperio ni
de unas instituciones, sino, pura y simplemente, una fe, radical y firme, en la más absoluta de
las trascendencias. Sobre ella se apoyan las tres religiones trascendentales y monoteístas:
judaísmo, cristianismo e Islam. Esa fe se identifica con Israel. Considerando la Biblia como
fuente histórica, en ella hallamos dos series paralelas de crónicas: una, constituida por
Samuel y Reyes (a los que se añadió como precedente Josué y Jueces) y otra por los
Paralipómenos y Esdras-Nehemías. La primera tiene un sentido más profético y religioso; la
segunda, más histórico. Tanto una como otra resultan extraordinariamente superiores a los
textos entonces corrientes en el cercano Oriente. La primera serie parece haberse escrito en
momentos más cercanos a los sucesos, y posee más precisión de detalle. Se interrumpe en la
liberación del rey Joaquín por Awil Marduk. La segunda, mucho más reciente, prolonga la
narración hasta la época de Ciro. Aparte de ellas, todos los libros de la Biblia proporcionan,
directa o indirectamente, noticias históricas.
Podemos dar por ciertas tres afirmaciones:
a) La base inicial de la Biblia (el Pentateuco), de naturaleza jurídica y teológica, se remonta a
muchos siglos antes que su redacción de hecho, incluso a la época de Moisés.
b) Se aprecia en ella una continuidad que es consecuencia de la firmeza con que se sostiene
una conciencia arraigada en un pueblo.
c) Hay, seguramente, redacciones cultas posteriores a la época en que se formularon las
enseñanzas o se produjeron los hechos (pero éste es un fenómeno con el que los historiadores
se encuentran familiarizados).

El Éxodo y la constitución de Israel como pueblo. La conciencia que el israelita tiene de su


historia se contiene en los archiconocidos versículos de Dt 25, 5-9: "Un arameo errante fue
mi padre, y bajó a Egipto para peregrinar allí, y creció hasta hacerse una gran muchedumbre,
de mucha y robusta gente. Afligiéronse los egipcios y nos persiguieron imponiéndonos
rudísimas cargas, y clamamos a Yahvé, Dios de nuestros padres, que nos oyó. Y miró nuestra
humillación, nuestro trabajo y nuestra angustia, y nos sacó de Egipto con mano poderosa y
brazo tendido, en medio de gran pavor, prodigios y portentos, y nos introdujo en este lugar,
dándonos una tierra que mana leche y miel." Por tanto, el origen de las doce tribus era
establecido en Abraham, que salió de Ur con su padre, y concetado con las migraciones de
los arameos.
La salida de Egipto, el Éxodo, primer acontecimiento histórico, fue colocada por los autores
del libro de los Reyes doce generaciones antes de la consagración del primer templo, lo que
la situaría en el s. XV a. de C. Pero como el número doce es convencional y religioso parece
más probable que el faraón opresor fuera Ramsés II (s. XIII a. de C.), ya que según la Biblia
los hebreos trabajaron en las ciudades de Pithom y Ramsés (Pi-Ramsés, la capital, donde está
atestiguada, además, la presencia de apiru, es decir, desarraigados o aventureros). En una
estela laudatoria de Merenptah, el sucesor de Ramsés, se contiene por primera vez el nombre
de Israel. Según ella, en el último tercio del s. XIII los hebreos estaban ya empezando a
conquistar Canáan. Por tanto el Éxodo debe fecharse en este siglo. Algunos historiadores se
niegan a admitir que la tradición bíblica contenga ninguna verdad histórica. Para ellos, las
doce tribus se formaron espontáneamente en el territorio de Canaán durante el siglo XIII,
formando una anfictionía en torno al santuario del dios Yahvé de Siquem. Esta postura, fruto
de un apriorismo antibíblico, deja sin respuesta la cuestión de por qué la evolución de Israel
es tan opuesta a la de sus pueblos vecinos. Puede admitirse que la Biblia simplifica mucho el
proceso de asentamiento, que debió durar al menos un siglo, pero no se puede dudar de la
historicidad de Moisés. Fue un profeta en el sentido en que la Biblia usa esta palabra y obligó
a su pueblo a ponerse en manos del Dios único, que se define a Sí mismo como la esencia
pura (Yo soy el que soy). Todo cuanto había ocurrido desde la salida de Egipto hasta la
entrada en Canáan quedó impreso en la conciencia de los israelitas con el sello de lo
milagroso. No eran un pueblo como los demás, Dios lo había escogido, su tarea no era
conquistar, dominar ni enriquecerse, sino conservar el culto y la fe en el único Dios. Hasta las
victorias militares tenían que ser atribuidas exclusivamente a Dios. La Biblia se hace eco de
una especie de sordo espíritu de revuelta contra este destino, que comportaba una pesada
carga: ¿por qué no ser como los otros, fundar un reino, adorar dioses con nombres y atributos
más cercanos? De hecho, la fundación de la monarquía aparece como contraria a la voluntad
de Dios, que sólo de mala gana accede a dar un rey a Israel. De los tres reyes del reino
unitario, Saúl es un tirano y Salomón un déspota; sólo se salva David por su sincera piedad,
aunque no se ocultan sus atroces pecados.
II. La monarquía unida.

A fines del s. XII a. C. todos los pueblos que rodeaban a Israel tenían formas políticas
desarrolladas: los edomitas, moabitas y ammonitas tenían monarquías; los filisteos, tiranías
de tipo egeo; los fenicios el sistema de estado-ciudad. En cambio los israelitas continuaban
con su anfictionía. Según Albright, fue la amenaza filistea la que hizo surgir la monarquía en
Israel (en un claro ejemplo de challenge/response de Toynbee). La Biblia dice que Samuel, el
último de los jueces, ungió rey a Saúl (c. 1020-1000). El modelo utilizado fue el egipcio, del
que se tomaron instituciones como el escriba o el jefe de protocolo. Saúl, que vivió en
continuo enfrentamiento con Samuel, debió ser una gran personalidad con una fuerte
influencia en la unificación de las tribus. La guerra de liberación contra los filisteos fue su
cometido principal.
David (c. 1000-970), ungido por Samuel cuando no era más que un joven pastor, se
distinguió como guerrero y tocaba el arpa para Saúl, quien lo casó con su hija Mikal. pero
pronto cayó en desgracia y tuvo que huir. Cuando en la batalla de Gilboé contra los filisteos
perecieron todos los hijos de Saúl y este se dio muerte, David se proclamó rey. Estableció la
capital en Jerusalén (tras arrebatársela a los jebusitas), a donde trasladó el Arca de la Alianza.
Las luchas contra los filisteos dieron como resultado que estos abandonaron su intento de
someter a Israel y pronto se establecieron relaciones comerciales con ellos. Continuaron las
luchas contra las ciudades cananeas, edomitas, moabitas y ammonitas hasta su sumisión. El
reino de David ganó prestigio entre sus vecinos. El estado construido por David superaba la
construcción de Saúl, tanto en extensión como en cohesión interna. Hizo un censo para
conocer sus medios militares y financieros (lo cual es muy significativo de una organización
estatal). El ejército se formaba con contingentes de Israel y Judá y el rey mantenía además un
ejército de soldados profesionales y aventureros y una guardia de corps de filisteos. La
misión fundamental del rey era el mando del ejército y la administración de justicia. David se
nos presenta como un beduino cruel, valiente y amante de la poesía. Durante su reinado
fomentó el canto, la historiografía y el arte y probablemente se redactó el Pentateuco. Sus
años de vejez fueron de trágicas conspiraciones de harén. Su hijo Absalón se rebeló contra él
apoyado por las tribus de Israel y fue muerto, contra las órdenes de su padre.
La monarquía permaneció unificada pero la hostilidad entre Judá e Israel se había
exacerbado. Salomón (c. 970-933), hijo y sucesor de David, llevó una política de buenas
relaciones con sus vecinos, especialmente con Hiram de Tiro, al que pidió ayda para la
construcción de su templo-palacio. También fomentó las líneas comerciales (el episodio de la
reina de Saba indica que probablemente hubo relaciones comerciales con Adem y Arabia en
general). Con Salomón aparece el absolutismo oriental. Ignoró los privilegios de los israelitas
y les obligó, igual que a los cananeos, a trabajos de corvada. Dividió el país en doce
circunscripciones que debían proveer, un mes cada una, a las necesidades de la corte, lo que
suponía un impuesto directo. Vivió rodeado de esposas y concubinas y permitió a los
ammonitas y moabitas tener altares y santuarios en los alrededores de Jerusalén. Ésto le
acarreó el enojo de Yahvé. Tuvo fama de ser el hombre más rico y más sabio, dotado para la
poesía y la literatura.
III. Los reinos separados. Israel.

A la muerte de Salomón se produjo el "cisma de las diez tribus". Sólo las tribus de Judá y
Benjamín permanecieron fieles a la casa de David, bajo el reinado de Roboam (hijo de
Salomón) en Jerusalén. Las otras diez tribus (Aser, Neftalí, Manasés, Zabulón, Isacar, Gad,
Efraín, Dan, Rubén y Simeón) formaron el reino del norte o reino de Israel, aceptando como
rey a Jeroboam hijo de Natán, con capital en Siquem.
Jeroboam I (c. 933-912) pronto agregó al cisma político uno religioso, estableciendo un
santuario nacional en Bethel donde Yahvé era adorado en forma de toro (lo que despertó el
odio de los yahvistas puros). No fundó una dinastía duradera, sino que fue sucedido por una
serie de reyes efímeros.
Omri (c. 887-877), un rey con cierta personalidad, estableció la capital en Samaria y luchó
con éxito contra Moab. Su hijo Ahab (c. 876-854) se alió con Judá y otros príncipes sirios
para oponerse a Salmanasar III. En su tiempo alcanzó gran importancia el movimiento
profético, en oposición a la política real permisiva con los cultos extranjeros.
El profeta ("nabi") es un hombre llamado por Dios para promover la reforma moral, política y
religiosa. Representan la oposición a la monarquía ilustrada instaurada por Salomón. Elías y
Eliseo son los profetas de este momento.
Eliseo ungió rey a Jehú (c. 842-815) y le ordenó acabar con la casa de Ahab, extirpando a
Baal de Israel (aunque después Jehú siguió permitiendo el culto ilegítimo de Yahvé al estilo
de Jeroboam).
Entre sus sucesores, con Jeroboam II (783-743) se vivieron unos años de cierta prosperidad,
pero su política religiosa sincretista le acarreó las críticas de los profetas Amós y Oseas.
Menajen (c. 743-737) tuvo que pagar tributo a Tiglatpileser III de Asiria.
Finalmente durante el reinado de Oseas (730-722) Sargón II tomó Samaria tras un asedio de
tres años (722) y deportó parte de la población a Media y a la cuenca del Jabur.

IV. Judá.

Entre los reyes de Judá podemos destacar a:


Josafat (c. 873-849) que concluyó una alianza con Ahab de Israel para dominar a los
edomitas; gobernó con celo religioso y fidelidad a los postulados de la Alianza, por eso es
juzgado como uno de los reyes más piadosos de Judá.
Ajaz (736-728), de mentalidad religiosa sincretista, que colocó al reino bajo el vasallaje de
Asiria, y mandó construir altares al modo asirio, sobre los que él mismo quemó holocausto y
oblación.
Ezequías (c. 727-699), hombre piadoso y amigo de Isaías, que realizó una reforma religiosa
en sentido yahvista. En su tiempo, Senaquerib de Assur puso sitio a Jerusalén, que se libró
gracias a las oraciones de los profetas Ezequiel e Isaías.
Manasés (698-643) y Amón (643-641) que volvieron a introducir dioses asirios y cananeos,
las artes mágicas y la nigromancia.
Josías (640-609), celoso defensor del más puro monoteísmo. La S. E. resume su obra
diciendo: «Hizo lo recto a los ojos de Yahwéh y anduvo por los caminos de David, su padre».
A a los 20 años inició una enérgica reforma religiosa en Judá y Jerusalén, siendo demolidos
en su presencia los altares de los baales y despedazados sus ídolos. En esta obra de reforma
religiosa tuvieron un papel crucial los profetas, y de modo particular Jeremías, Sofonías,
Habacuc y Nahúm.
De un modo solemne renovó la fidelidad a la Alianza: mandó que se reunieran en el Templo
los sacerdotes, los profetas y todo el pueblo. Después de leída la Tóráh, Josías hizo juramento
de «seguir a Yahwéh y guardar sus mandamientos, preceptos y leyes, con todo su corazón y
toda su alma, poniendo por obra las palabras de esta Alianza escrita en el libro» (2 Reg 23, 3)
y todo el pueblo confirmó el juramento. El monarca se propuso la destrucción de toda
idolatría: arrojó del Templo los ídolos y objetos del culto asirio, y tomó medidas para
eliminar los cultos cananeos y el sincretismo yahwista, realizando así, por primera vez, la
unidad de culto. Derribó el santuario cismático de Betel, y todos los templos de los altos de
Samaria que habían hecho los reyes de Israel. De este modo, Josías comenzó a extender su
reforma religiosa sobre lo que quedaba del desaparecido reino de Israel. Mandó a todo el
pueblo celebrar la Pascua con gran honor. Aparte de su contenido religioso la reforma de
Josías tienen sin duda un elemento de afirmación nacional antiasiria, aprovechando la
debilidad del reino de Assur, que desaparecerá definitivamente en 612.

EUNSA:
La reforma de Josías. Yahvé.

El yahveísmo se define a sí mismo ante todo como una religión anicónica. El Templo basta
para mostrar la presencia de Yahvé, siempre dentro de las limitaciones establecidas. Entre las
creencias, la primera y más importante se refiere a la unidad de Dios. Todos los demás dioses
son falsos. Los israelitas fueron el único pueblo del Próximo Oriente que, cuando conquistaba
una ciudad, no se apropiaba del dios de ésta sino que lo destruía. El monoteísmo radical y
absoluto se afirma tan repetidas veces acaso porque los israelitas estaban permanentemente
inclinados a la debilidad de abandonarlo. Pero la raíz monoteísta es tan antigua que el idioma
hebreo no tiene la palabra diosa, ni siquiera para señalar ajenas idolatrías femeninas. Yahvé
está por encima de la dualidad masculino/femenino. El nombre de Yahvé, el tetragrama
santo, que significa "Yo soy el que soy", no abarca la naturaleza de Dios pero sí aclara que en
Él esencia y existencia se confunden. Yahvé es la existencia suma, por encima de la
naturaleza. El título de Dios le pertenece de modo tan completo que sólo a Él puede ser
atribuido. Las fuerzas de la naturaleza son sólo sus instrumentos. Él es el creador del universo
y dueño de los cielos, la tierra y el agua. La razón de que ninguna imagen pueda representarlo
(en este momento se destruyeron la serpiente de bronce de Moisés y los toros de Jeroboam)
reside en que es espíritu puro. Es un Dios celoso pero también misericordioso, que perdona al
pecador cuando hay arrepentimiento. En las imágenes de los dioses falsos puede admitirse
algún poder, pero procedente de los ángeles caídos y contrarios a Dios. Este poder, pues,
pertenecería al ámbito de la magia, insistentemente prohibida por la Ley.
La alianza.
En la conciencia de Israel, su religión nace de un hecho histórico: la alianza (berith) que
Yahvé estableció solemnemente con el pueblo al pie del monte Sinaí, confirmación y
culminación de las alianzas de Abraham, Isaac y Jacob. La alianza no era sólo la de un dios
nacional con su pueblo, sino la del Dios del universo con una parcela de la humanidad de la
que se sirve como "reino de sacerdotes, nación santa", para cumplir unos fines que esta
misma parcela no entiende muy bien.
Israel es el pueblo de Dios, por eso, aunque "de dura cerviz", es santo. Esta santidad
comporta obligaciones morales para el individuo. Los sacerdotes cumplen el ritual y las
ofrendas que se deben a Dios. Los profetas son los hombres inspirados por Dios que
interpretan los trextos y transmiten doctrina (es una deformación moderna presentarlos como
reveladores del porvenir). Su función es recordar a Israel que es el pueblo de Dios. El destino
final del hombre. La alianza no se consuma en la existencia de Israel. Los profetas
anunciaron que Israel sufriría pruebas expiatorias y purificadoras, a cuyo término sólo un
pequeño "resto" permanecería. De este resto saldrá un Salvador, que pertenecerá a la estirpe
de David. Al final de los tiempos, los muertos que yacen en el sheol resucitarán y el desorden
introducido por el pecado será reparado. //
El rey de Babilonia, Nabucodonosor, encontró en el trono de Jerusalén a Jeconías , que fue
desterrado a Babilonia con toda su corte y unos 10.000 hombres. Nabucodonosor dejó al país
cierta autonomía bajo el gobierno del príncipe Matanías, que tomó el nombre de Sedecías
(597-587), pero al unirse Judá a una coalición antibabilónica encabezada por los egipcios,
Jerusalén fue tomada y Judá se convirtió en provincia babilónica (587 a.C.). El Templo fue
destruido y los judíos, deportados a Babilonia.

EUNSA:

El destierro en Babilonia.
Durante los setenta años del destierro, con ayuda de la predicación de Ezequiel, se intensificó
el monoteísmo y la esperanza en un salvador que Dios enviaría. Faltando el Templo
desaparecieron los sacrificios, pero nació probablemente la bet haknesset (casa de reunión)
que los griegos llamaron sinagoga, como medio de mantener la fe mediante la lectura, la
oración y la alabanza a Dios.

El retorno de Israel.
Acogiéndose al decreto de Ciro, más de 50.000 judíos regresaron a Jerusalén guiados por
Zorobabel. Allí se encontraron que los judíos que habían permanecido estaban contaminados
de sincretismo y creencias semitas. Rápidamente se procedió a contruir el Segundo Templo
(515 a.C.) que, rehecho posteriormente por Herodes, durará hasta el año 70 de la era cristiana.
El judaísmo entraba en una nueva etapa, la que conduce a la Diáspora, al Cristianismo y al
Talmud. La reintroducción de los levitas en el servicio del Templo acentuó la vigilancia sobre
las formas de pureza. Se prohibieron los matrimonios mixtos y la convivencia con idolátricos.
La monarquía fue presentada con luces desfavorables y la autoridad fue transferida a los jefes
religiosos. Sin embargo, la reconstrucción del Templo no ahogó a las sinagogas. Además, el
alfabeto arameo sustituyó al fenicio y se tomaron nombres caldeos para los meses del año.
Bajo el impulso de Amós de Tekoa, se conforma en el s. VI a.C. la conciencia histórica de
Israel. Dios es el Señor de la Historia, pero acepta la libertad del hombre. Israel pecó
apartándose de Dios y por eso fue castigado; el castigo no es otra cosa que una purificación
que le permite volver a su antiguo camino.
V. El reino neobabilónico caldeo. (612-529).

1.
Los grandes reyes de Babilonia Nabopolassar (625 - 605), destructor de Nínive, y su hijo
Nabucodonosor (605 - 562), que conquistó el reino de Judá, son los reyes principales.
Apegados a la vieja religión de Marduk, caen en una cierta afectación arcaizante. El reino
babilónico, mucho más pacífico que el asirio, se enriqueció sobre todo gracias al comercio.

2. La grandeza de Babilonia
El esplendor de la ciudad es conocido gracias a los textos de Herodoto, Diodoro y Estrabón, y
por las excavaciones arqueológicas (decepcionantes por las muchas destrucciones). La ciudad
formaba un amplio cuadrado de 16 km. de contorno, defendido por murallas y con varias
puertas (de las que la de Ishtar, con ladrillos vidriados, es la más notable). Los famosos
Jardines Colgantes (en terrazas) datan de la época de Nabucodonosor, y no de la de
Semíramis. El gran templo era, naturalmente, el de Marduk, con su zigurat, pero los antiguos
dioses sumerios seguían siendo adorados.

VI. La Baja Época de Egipto.

Tercer Periodo Intermedio (Dinastías XXI-XXV): 1069-663 a. C.


Periodo saíta (Dinastía XXVI): 663-525 a. C.
Primera dominación persa (Dinastía XXVII): 525-404 a.C.
Últimas dinastías indígenas (XXVIII-XXX) 404-341 a. C.
Segunda dominación persa (Dinastía XXXI): 341-333 a. C.
Los faraones de la XXI Dinastía abandonan Pi-Rameses en beneficio de Tanis.

Surgen efímeras dinastías de muy diverso origen, hasta el advenimiento de la Época Saíta
(capital Sais, en el Delta), que se extiende hasta la conquista del país por los persas. El país
vuelve a dividirse, detentando el poder los príncipes locales en el norte y los sacerdotes en el
sur. Se vuelve la mirada a los modelos artísticos del pasado, consiguiéndose un gran
virtuosismo. A falta de gloriosas campañas militares, los relieves se refieren a temas
mitológicos.
TEMA 11: EL IMPERIO PERSA

I. Persia

1. Irán en el III Milenio.


La historia de Persia es uno de los casos más curiosos de una serie de pueblos que sufren una
profunda aculturación procedente del foco mesopotámico y llega a formar el imperio oriental
de mayor extensión. La región de Elam (capital Susa) desarrolló una rica cultura en el III
Milenio a. de C., especialmente a finales, con gran dependencia del arte mesopotámico
(escultura en bronce, adopción del zigurat). Los pueblos que habitaban allí eran los lulubis y
los guteos. En la época de Naram-sin se reprimió una revuelta (la famosa estela del Louvre
lo muestra victorioso sobre los lulubitas), se instaló un gobernador y se desarrolló un vasto
proceso de influencia cultural, con la implantación del akadio como lengua. Ya sabemos que
los guteos acabaron con el imperio akadio, aunque fueron expulsados a su vez por los
neosumerios.

2. El II Milenio.
El hecho más importante de la historia de Irán fue la aparición de los iranios en el II Milenio.
El fenómeno de la iranización se inscribe en el proceso de asentamiento de los pueblos de
lengua indoeuropea en Oriente Próximo. Efectivamente, los medos y los persas son
indoeuropeos que se instalaron en Asia a principios del II Milenio; al ocupar la meseta irania
tomaron el nombre de arios. Durante mucho tiempo fueron vasallos de los asirios; cuando
éstos se debilitaron formaron dos reinos: el de los medos al norte y el de los persas al sur,
mientras la religión de Zoroastro les daba fuerza moral y cohesión. Lingüísticamente se ha
reconstruido una Ursprache o lengua madre de la que derivarían las lenguas de la gran familia
indoeuropea. Se supone que antes de la dispersión estaban en el umbral de la edad de los
metales, dado que hay palabras comunes para metales, así como para el caballo y el arado.
Respecto a la organización social, suele decirse que eran belicosos y patriarcales, y la unidad
principal era la "gran casa" y la aldea. Los indoeuropeos de Irán (indoiranios) llegaron por las
montañas orientales, pero no se sabe si a través del Cáucaso o de Asia oriental. Eran pastores
y agricultores y conocían los metales (según se reconstruye su vida a través de los Vedas y
los Gathas).
El caballo y el carro de guerra eran importantes, y la unidad social más importante era el clan.
Según Girsham, que se basa únicamente en datos arqueológicos, hubo dos oleadas invasoras:
-una al principio del II Milenio (hititas, mitanios, kasitas e indos) -otra a principios del primer
Milenio, que coincide con la introducción del hierro en la meseta irania. Vinieron por el
mismo camino que sus antecesores del II M, pero mientras los primeros fueron absorbidos
por la población indígena, éstos la dominaron. Tienen todo el aspecto de ser bárbaros que se
instalan sobre poblaciones sedentarias.
El yacimiento mejor conocido es Tepe Siyalk: murallas con torres, nuevos tipos de
enterramiewnto (necrópolis en lugar de enterrar en el suelo de las casas), tipos craneales
braquicefálicos, antes desconocidos en Irán.

3. La unidad de los medos.


En el año 844 a.C. los asirios tuvieron noticias de los persas (parsua) y de los medos (madai),
que aparecen mencionados en los Anales de Salmanasar III. Bajo Sargón II los asirios no
dejaron de hacer expediciones a Irán y ello provocó la unidad de los medos bajo el jefe
Fraortes hijo de Deiokes, que vivió en tiempos de Senaquerib (701-681).
En el s. VII se produjo además la invasión de los cimerios y de los escitas. Los primeros se
establecieron en la ribera sur del mar Negro; los segundos al sureste del lago Urmia. Fraortes
logró la alianza de los cimerios y, confiado, atacó Nínive, pero fue derrotado y muerto (653),
lo que ocasionó una invasión de Media por los escitas que duró 28 años (653-625). Unidos a
los cimerios, éstos saquearon toda Asia Menor, Siria y Palestina hasta la frontera egipcia.
Cuando subió al trono medo Ciaxares, tuvo que reconocer la soberanía escita pero, tras
reorganizar su ejército al modo escita, se impuso a éstos y también a los persas y a los
maneos, con lo que quedó dueño de Irán occidental y estableció su capital en Ecbatana.
Aliados medos y babilonios tomaron Nínive (612) y Ciaxares aprovechó el hundimiento del
imperio asirio para anexionarse el reino de Lidia.
En el reinado de Astiages (584-549), sucesor de Ciaxares, la antigua alianza con Babilonia se
fue transformando en hostilidad.

4. Los persas.
Hacia 700 los persas se encontraban en las montañas Bahtiari en lucha contra los elamitas. El
legendario Achemenes fundó un pequeño reino, todavía bajo soberanía elamita. Teispes (675-
640), su hijo y sucesor, se libró del yugo elamita pero tuvo que reconocer el medo. La derrota
de Ciaxares lo libró de él y pudo engrandecer su territorio. A su muerte el reino se dividió
entre Ariaramnes (640-590), "rey de Parsa" y Ciro I (640-600), "rey de Parsumash". Los
datos propiamente históricos que tenemos sobre los persas antiguos proceden de los
historiadores griegos (fundamentalmente Herodoto) y de las fuentes asirias para los primeros
años. Arsames, sucesor de Ciro I, debió ser obligado a abdicar en Cambises I (c. 602-559).
Éste se casó con la hija de Astiages de Media y de este matrimonio nació Ciro II el Grande
(559-530), una de las figuras más importantes de la historia del Oriente Antiguo. Su leyenda
puede compararse a la de Sargón de Akad, Moisés o Rómulo y Remo. Ciro venció a los
medos y unificó Irán bajo su mando, pero su victoria no fue del estilo asirio o babilonio, sino
que tuvo un carácter conciliador propio de una nueva forma de entender la política. Se
conservó la capital, Ecbatana, y en ella se instalaron los archivos. Ciro conquistó el reino de
Lidia (el del famoso Creso) y sometió o sobornó a las ciudades griegas de la costa. Asia
Menor quedó dividida en dos satrapías: una con capital en Sardes (antigua capital de Lidia) y
otra "la de los del mar" que abarcaba los territorios del mar Negro. Desde el punto de vista
histórico e ideológico, el hecho más trascendental del reinado de Ciro fue la toma de
Babilonia. Con ella el estado persa se incorporó a la tradición milenaria de Súmer y Akad, y
honró a Marduk (que había sido olvidado por Nabónido, el último rey neobabilonio),
mostrándose como un libertador. Adquirió todo el país, incluida Siria con las ciudades de
Fenicia y Palestina. Decretó el regreso de los judíos a su patria, con permiso para reedificar el
Templo. Ciro murió luchando contra los nómadas del este de su imperio, y fue enterrado en
un sobrio y original mausoleo (de modelo griego) sobre un basamento escalonado, en su
palacio de Pasagarda. Los persas le llamaron "padre", los griegos, "amo" y "legislador", los
judíos, "ungido del Señor".
Cambises II (530-522) cumplió sin demora el encargo de su padre y llevó a cabo la conquista
de Egipto (525). Su política allí ha sido considerada tiránica por las fuentes griegas, pero no
hay razones de peso para sustentar este punto de vista: rindió culto a los dioses egipcios,
nombró a un egipcio administrador del país (Udjahorresne) y emprendió reformas en
beneficio de los indígenas. La noticia de unas revueltas en Persia le obligó a regresar y murió
por el camino. Llegamos así a uno de los momentos más discutidos de la historia de Persia: la
rebelión de Gaumata y la ascensión de Darío. La fuente principal es la inscripción de
Behistun mandada grabar por Darío. Se trata de un monumento de 50 metros de largo y 30 de
ancho, esculpido sobre la ladera de un acantilado y a más de 50 metros de altura sobre el
fondo del valle, lo que lo hace casi inaccesible. En él Darío I aparece representado en un
bajorrelieve con el pie derecho sobre el mago Gaumata, y ante el soberano figuran atados
quienes se rebelaron contra él. A los lados y debajo de la escena se hallan inscritas catorce
columnas de texto redactado en escritura cuneiforme que en tres lenguas -persa antiguo,
acadio y elamita- que explica el ascenso de Darío al trono persa y celebra las victorias y la
pacificación conseguida finalmente por el rey. La historiografía moderna ha discutido el
asunto hasta sus menores detalles. Para algunos, quien se rebeló fue Bardiya, hermano de
Cambises, y el mago Gaumata es una invención de Darío para justificar su ascensión al trono
tras eliminar a Bardiya. Sin embargo, parece que la inscripción de Behistun y Herodoto son
creíbles en líneas generales.
Darío I (522-486).
La desaparición de Gaumata no eliminó las tensiones internas. La revuelta de Elam fue
pronto reducida, en Babilonia apareció un Nabucodonosor III que tardó en ser sometido; en
Egipto un sátrapa se mostró reacio hacia Ecbatana y tuvo que ser ejecutado. Pero por fin
reinó la paz y Darío pudo dedicarse a reordenar el imperio. Como pueblo dominante escogió
a los persas, sus fieles, entre los que reclutó a los altos funcionarios. Creó veinte satrapías
gobernadas por un sátrapa ("protector del reino") a cuyo lado había un comandante de las
fuerzas allí estacionadas y un tercer funcionario que se encargaba de recaudar los impuestos.
Toda satrapía tenía un secretario que era el enlace con la corte. Unos funcionarios o agentes
especiales, los "oídos del rey", completamente independientes, viajaban por todo el imperio.
Una innovación de gran trascendencia para la unificación del país fue la mejora de las
comunicaciones, creándose una red de vías que, aunque pensadas ante todo para la
administración, tuvieron un interés económico considerable para el tráfico de caravanas. La
mayor de ellas era el camino real que iba de Susa hasta Sardes. Otra iba de Babilonia a
Egipto vía Karkemish. Vías menores unían Susa y Persépolis y Susa y Ecbatana.
Un imperio tan vasto requería un estado organizado y potente. A su cabeza estaba el monarca
de carácter sagrado (el Gran Rey), elegido dentro de una determinada familia por el pueblo o
por los guerreros. La proskynesis es la ceremonia que demuestra su divinidad (que en última
instancia no era cosa indoeuropea, sino próximo-oriental, akadia y egipcia). Los reyes se
coronaban en Pasargada con ceremonias de iniciación en un santuario (probablemente) de la
diosa Anahita. El sucesor era el primer hijo varón nacido después del matrimonio. Los
aqueménidas (llamados así por el fundador del reino persa) poseyeron grandes harenes. No
había una corte fija y el rey tenía palacios en diversas ciudades: Ecbatana, Susa (que Darío
convirtió en su capital), Babilonia, Persépolis (posiblemente un centro de rituales dinásticos).
Desde las conquistas de Ciro el Grande, los griegos de Asia estaban sometidos al yugo de los
persas. El enfrentamiento entre persas y griegos es uno de los momentos decisivos de la
historia del hombre. Los primeros representaban el despotismo oriental; los segundos, la
libertad individual. Del triunfo griego surgió el mundo moderno.
Los persas, bajo el reinado de Darío, habían convertido el Ponto Euxino (=mar Negro) en un
lago persa (en detrimento de las colonias griegas, que vieron cortada su relación con sus
metrópolis) y ocupado Tracia, poniendo a la misma Grecia a su alcance. La revuelta de Jonia
contra este estado de cosas duró de 499 a 494, en que fue sofocada. Darío, irritado por los
modestos socorros que habían enviado los griegos del continente, decidió actuar contra éstos
(más sin duda por escarmiento que para extender su Imperio). El ejército persa desembarcó
en Maratón (490) donde se enfrentó a los atenienses y sufrió una famosa derrota. Darío,
preocupado por una sublevación en Egipto, regresó a Susa, donde murió cuatro años después
sin haber vengado la derrota ante los griegos ni sofocado la revuelta egipcia.
Jerjes (486-465).
La política tolerante de Ciro había desaparecido totalmente con Cambises y Darío, y ahora
Jerjes aplastó la revuelta egipcia con suma crueldad, lo mismo que una sublevación en
Babilonia (donde destruyó los templos y fundió las estatuas de oro del dios Bel). Los
emigrados atenienses y el partido persa de la guerra lo animaron a emprender una gran
expedición contra Grecia. Sometió a Tracia y Macedonia sin resistencia, pero los griegos,
bajo el liderazgo de Esparta, se mantuvieron firmes en las Termópilas, donde pereció la
vanguardia persa. El grueso del ejército, no obstante, ocupó el Ática pero fue finalmente
derrotado en la batalla naval de Salamina (480). Al año siguiente el ejército persa volvió a
invadir el Ática por tierra y fue derrotado en Platea. Esta guerra mostró la debilidad del
imperio persa. Jerjes fue asesinado en 465.
Artajerjes I (465-423) inició su reinado con la liquidación de la familia de su hermano.
Consiguió dominar otra sublevación en Egipto, pero Cimón venció a los persas en Cition y
Salamina de Chipre. La paz subsiguiente consagró la libertad de los griegos de Asia. En
Babilonia hubo problemas por la imposición de la administración persa, en Siria se rebeló un
sátrapa y en Orinte se produjeron algunos retrocesos. Mil judíos volvieron a Jerusalén bajo la
dirección de Esdras, que fue proclamado sumo sacerdote de Judea.
Darío II (423-404).
También se vio envuelto en guerras civiles y asesinatos, gracias a las cuales subió al trono.
Los griegos, enzarzados en la guerra del Peloponeso, ya no eran peligrosos. Hubo revueltas
como la del sátrapa de Sardes, que continuó con su hijo.
Artajerjes II (404-359). sobre su reinado tenemos una fuente clásica de primer orden: la
Anábasis de Jenofonte. Ciro, hermano de Artajerjes, hizo un esfuerzo desesperado por
apoderarse del trono apoyándose en mercenarios griegos. Muerto Ciro, y asesinados los jefes
griegos, los mercenarios quedaron al mando de Jenofonte y lograron retirarse hacia el mar
Negro (Trapezunte) hostigados por los persas pero nunca vencidos. La decadencia de Persia
queda patente en que Egipto se rebeló y fue abandonada a su suerte. Agesilao, rey de Esparta,
emprendió una campaña en Asia Menor, pero en medio de sus triunfos fue llamado a su
patria, donde los éforos habían sido comprados por el oro persa. Al final las ciudades griegas
de Asia fueron sacrificadas en la "paz del rey".
Artajerjes III Ocos (359-338). Era un hombre cruel y capaz, que subió al trono, según la
costumbre persa, sobre el baño de sangre de sus hermanos. Reconquistó Egipto, enviando a
Nectánebo II a Etiopía y ejerciendo una despiadada represión. Destruyó Sidón, incendiándola
con sus habitantes dentro. El imperio parecía restaurado, pero Ocos murió envenenado. Su
asesino, Bagoas, después de exterminar al resto de los aqueménidas, dio el trono a un lejano
pariente, Darío III (336-330), que caería, y con él Persia, ante el incontenible empuje de
Alejandro Magno.
II. La expansión previa a las guerras médicas

1. Intervención persa en Lidia.


Cuando Ciro II configuró su estado unitario de medos y persas hacia la mitad del siglo VI
a.C., cuatro potencias mantenían un equilibrio de fuerzas: Persia, el reino lidio del afamado
Creso, la Babilonia de Nabónido y el Egipto de Amasis (de la Dinastía XXVI, saíta). Pero se
trataba de un equilibrio precario, ya que Babilonia y Egipto mantenían latentes sus
aspiraciones al dominio de Siria y Palestina, y Lidia alcanzaba su mayor extensión territorial.
La rápida consolidación del poder de Ciro preocupó a Creso, quien ideó una alianza antipersa
con Egipto y Babilonia. Pero antes de que ésta llegara a cristalizar, Ciro sometió la Cilicia,
penetró en Capadocia, tomó Sardes y se llevó a Creso como cautivo.

2. Ofensiva contra la Jonia.


Con la conquista del reino de Lidia (546) los griegos de Jonia, hasta entonces sometidos a la
suave influencia política de Creso, pretendieron obtener de Ciro un trato semejante, pero sólo
Mileto lo consiguió. El resto de las ciudades se fortificaron y la Confederación Jonia se
reunió en su sede del Panionion para deliberar, decidiendo solicitar, infructuosamente, la
ayuda de Esparta. Los generales persas fueron sometiendo una a una las ciudades jonias.
Priene fue esclavizada. Los habitantes de Focea huyeron y encontraron una nueva patria en
Alalia (Córcega) y en Elea (Italia meridional); los de Teos buscaron acomodo en Abdera
(Tracia) y en Fanagoria (Bósforo cimerio).

3. Conquista persa de Babilonia.


Con igual energía emprendió Ciro en 540 a.C. la conquista de la Babilonia de Nabónido, más
preocupado por el culto del dios Sin que por la defensa de su reino. El persa fue recibido
como un liberador, e hizo una entrada triunfal en Babilonia, mostrándose muy tolerante. Las
estatuas de los dioses extranjeros traídas por Nabónido a Babilonia fueron devueltas, y los
judíos deportados pudieron regresar. La conquista del reino de Babilonia afectó quizá
indirectamente a los griegos de Asia Menor. Los fenicios formaban parte del reino
babilónico; al pasar al persa, el comercio marítimo fenicio se incorporó a las grandes rutas
comerciales que atravesaban el imperio, y esta competencia debió debilitar al comercio
griego.

4. Conquista de Egipto por Cambises y otras expediciones del rey.


Ciro fue el verdadero creador del imperio persa al lograr la integración en una unidad política
superior de Media, Lidia y Babilonia. A su muerte, el poder de su hijo Cambises no fue
reconocido de inmediato, sino que surgieron revueltas por doquier, tras de las cuales el rey
veía, quizá no sin razón, la mano de su hermano menor Bardiya, gobernador de las provincias
orientales, a quien hizo asesinar secretamente. Después emprendió la conquista de Egipto. El
faraón Amosis la había previsto, pero contaba con la alianza del tirano Polícrates de Samos y
con la dura travesía del desierto que aguardaba a los persas. Sin embargo, sus planes se
vinieron abajo: Polícrates abandonó y el desierto se cruzó rápida y satisfactoriamente gracias
a inmensas caravanas de camellos que transportaban y depositaban en determinados lugares
víveres y agua para el ejército que marchaba detrás. Para colmo murió Amasis, y su hijo
Psamético III carecía de sus cualidades. Tras su victoria en Pelusio, los persas no tardaron en
tomar Menfis (525). Cambises convirtió Egipto en una satrapía y la mantuvo sujeta con
ayuda de tres guarniciones de mercenarios judíos en Dafne, Elefantina y Menfis.
El dinamismo expansionista llevó a Cambises a pergeñar otros planes de conquista. Las
colonias griegas de Cirene y Barca se sometieron voluntariamente. La conquista de Nubia fue
un fracaso, aunque se fundó Meroe y las gentes de las zonas más septentrionales de Etiopía se
convirtieron en súbditos del rey de Persia. Cambises pretendía llegar a los territorios
dominados por los cartagineses, pero según la tradición los fenicios se negaron a ayudarle en
una expedición contra Cartago, su antigua colonia. Con relación a Egipto, Cambises actuó de
manera semejante a la de su padre en Babilonia. Tomó el título de faraón, pero dejó intacta
toda la organización política y administrativa, así como su estructura económica peculiar. Los
reyes de Persia eran conscientes de que su imperio era un conglomerado de gentes diversas y
no se arriesgaron a cambiar los modos tradicionales por los que se regían los pueblos
conquistados. Es en el terreno religioso donde las fuentes griegas presentan la actuación de
Cambises con tintes más opresivos. Sin embargo, en líneas generales debió seguir la política
de tolerancia religiosa que tan buenos resultados le había dado a su padre. 5. Subida al trono
de Darío I (521-486 a.C.). Un año antes de la muerte de Cambises, el mago Gaumata,
pretendiendo ser Bardiya, que según los magos seguía vivo, logró apoderarse del trono
mientras el rey regresaba desde Egipto (murió durante el viaje). Esta intentona puede haber
sido una reacción de la clase sacerdotal ante la politica de tolerancia religiosa, o quizá de los
medos ante la supremacía persa. En cualquier caso, la reacción del poder establecido fue
rápida: las siete familias persas más influyentes eligieron rey a Darío I, que asesinó a
Gaumata y en el plazo de un año acabó con todas las sediciones y revueltas. El imperio de los
persas, con su gran extensión y duración, ha intrigado a los historiadores. Medos y persas no
eran depositarios de una civilización superior a la de los pueblos dominados; sus ejércitos no
tenían mejor preparación ni un armamento más eficaz. Entre los factores para su expansión se
pueden contar: sus reyes excepcionales y carismáticos, la libertad otorgada a los pueblos
sometidos para continuar con sus costumbres, y la religión de Zoroastro (=Zarathustra), que
llevaba a los creyentes a impulsar el triunfo del Bien frente al Mal.

III. Administración del Imperio Persa. Las satrapías.


La administración del reino persa, cuyos fundamentos puso Ciro y cuyo sistema completó
Darío I, integró inmensos territorios poblados por gentes de etnias y lenguas diversas. El
esquema combinaba una administración central (donde confluían en última instancia todos
los asuntos) con una adminstración provincial o regional encomendada a personas fieles al
rey. Las distintas poblaciones sometidas -griegos, fenicios, judíos, egipciosconservaban sus
administraciones particulares, que distaban mucho de ser semejantes. Mientras se
mantuvieran obedientes a la autoridad del rey y pagaran sus impuestos, el sátrapa o
gobernador y las demás autoridades persas evitaban la ingerencia en sus asuntos. Pero la
inseguridad de Cambises y Darío respecto a la lealtad de algunos gobernadores provinciales
llevaron a adoptar medidas precautorias: secretario, "ojos y oídos del rey". A pesar de todo a
veces se producían sediciones ya que el largo mandato de los sátrapas (a veces incluso
hereditario), que tenía la ventaja de facilitar el conocimiento de su satrapías y de propiciar las
relaciones armoniosas con sus habitantes, fomentaba sus deseos de independencia. El reino
persa estaba dividido en satrapías colocadas bajo la autoridad de gobernadores fieles al rey
llamados "sátrapas" (=protectores del reino). Las satrapías comprendían regiones naturales
con formas unitarias de organización, territorios de un pueblo con tradición cultural y política
propia o zonas habitadas por tribus. Su número varió según las épocas. Los sátrapas eran
miembros de la nobleza persa o meda, a veces emparentados con la casa reinante, o bien
miembros de la aristocracia tradicional de los territorios que componían la satrapía. Estaban
investidos de amplios poderes en el terreno civil, militar y judicial. Eran responsables del
orden, de la seguridad de las comunicaciones y del reclutamiento (si bien las tropas de la
satrapía no dependían del sátrapa, sino de oficiales directamente dependientes del rey).
También sus poderes judiciales estaban mediatizados: los delitos contra el rey y contra el
estado eran juzgados directamente por el rey y en materia civil éste delegaba en un conjunto
de jueces nombrados por él. El cobro de los impuestos era uno de los cometidos principales
del sátrapa, que este a veces no dudaba en emplear en provecho propio. Además de las
contribuciones en moneda había otras en especie (trigo, ganado, incienso). Las diversas
satrapías se encontraban en diferentes niveles económicos, desde aquellas que conocían la
economía monetal y tenían actividades comerciales muy desarrolladas hasta las que
permanecían en una economía natural. Darío hizo un esfuerzo significativo al introducir una
moneda imperial susceptible de se rutilizada en todas partes. Las comunidades griegas de
Asia Menor y el reino de Lidia ya usaban desde hacía algún tiempo la moneda acuñada, y el
reino de Babilonia usaba trozos de metal precioso, siclos, y sus correspondientes fracciones,
como medida de valoración. Darío introdujo una moneda de oro estampada en una sola cara
con la figura de un arquero rodilla en tierra. Esta moneda, conocida como "dárico" o
"toxótes" (=arquero), tenía un peso de 8,35 g y un contenido en oro del 98%, y guardaba
proporcionalidad respecto al siclo babilónico y al stater minorasiático. Los especialistas creen
que Darío buscó intencionadamente esta relación para hacerla compatible con dos de los
sistemas monetales y para monetales más desarrollados de su imperio. En cualquier caso el
sistema persa no produjo todo el rendimiento económico que produce la circulación de la
moneda porque sus piezas eran enseguida tesaurizadas en las arcas del estado o las de la
nobleza.

EUNSA: La época de Zarathustra.


Zarathustra.
En religión se aplicó el mismo principio de autonomía que en política; así, las doctrinas de
Zarathustra, aunque éste estaba ligado a la familia de Darío, nunca fueron credo oficial. Las
conocemos por el Awesta, una de cuyas partes, los Gathas, versículos de metro muy sencillo,
se remontan a la época del pensador. Zarathustra vivió en el s. VI a. de C. y parece que fue
sobrino de Ciro. Su religión ha sido no pocas veces deformada por el simplismo de los
manuales occidentales, y de manera especial por el famoso libro de Nietzsche. La doctrina
fundamental se basa en dos hechos: la afirmación de la existencia de un Dios personal y la
elevación de sus preceptos morales. El único y supremo Dios es Ahura Mazda (Señor Sabio),
pero su omnipotencia está limitada por el dualismo del ser y por la existencia de Ahriman
(Espíritu Malvado).
Por tanto, la doctrina de Zarathustra no llega a ser un monoteísmo completo. En el Ser
universal se producen dos dualismos, uno de carácter metafísico (espíritu y materia) y otro
ético (bien y mal). La dualidad no es sólo enfrentamiento o disyuntiva sino, como en la
antigua religión akadia, relación de dependencia en pareja de principios opuestos. Ahura
Mazda actúa en el hombre a través de los amesha spanta (inmortales salvadores): la buena
intención, la verdad, la obediencia, el dominio, la salvación y la inmortalidad. La verdad se
identifica con la justicia porque coincide con el orden que Dios ha puesto en el universo. La
obediencia, que es un acatamiento de la verdad, es la principal virtud. Dios ha querido hacer
al hombre libre, y de esta cualidad depende su destino. Tiene que elegir entre el bien y el mal.
Los sacrificios no sirven de nada; a Dios no se le puede obligar a actuar. Zarathustra respetó
sólo el culto del fuego porque éste era un símbolo de Ahura Mazda. La doctrina no puedo
conservarse en su pureza inicial. Los "magos" que fueron sus custodios tuvieron que procurar
un acomodo entre la rigurosa filosofía del fundador y las prácticas populares, edificando
templos en los que se conservaba el fuego cultual y ofreciendo sacrificios. Nació un complejo
sistema de ritos de purificación. La muerte era la más constante amenaza a la conservación de
la pureza; por eso los cadáveres no podían ser tocados más que por especialistas que conocían
las normas. En tiempos tardíos, los cuerpos de los muertos se depositaban en torres donde los
buitres se encargaban de dejar limpios sus huesos. Quemar un cadáver se consideraba una
profanación. Pero la muerte afecta sólo al cuerpo. El espíritu sobrevive y es sometido a un
juicio infalible sobre su conducta, de acuerdo con la cual le espera una magnífica recompensa
o un tenebroso castigo.
TEMA 12: LA CULTURA MINOICA

La edad de Bronce en el Egeo. Cronología y periodización

Este periodo comprende los años 2650-1200 a.C. (aprox.), y podemos dividirlo según las
zonas geográficas, cada una de las cuales se compone de tres etapas arqueológicas basadas en
la evolución de las formas cerámicas:

En las islas Cícladas:


1) Cicládico Antiguo (2650 1900 a.C.).
Fases: a) cultura de Grotta-Pelos (2650-2200);
b) complejo Keros-Sylos (2200-2000);
c) Philakopi I (2000-1900).
2) Cicládico Medio (1900-1650). Cultura de Philakopi II. Influencia cretense.
3) Cicládico Reciente (1650-1200). Influencia minoica y micénica.

En la isla de Creta:
1) Minoico Antiguo (2600-1900). Se le llama Periodo Prepalacial.
2) Minoico Medio (1900-1700). Periodo Protopalacial (Primeros Palacios).
3) Minoico Reciente (1700-1200)
Incluye:
a) el Periodo Neopalacial (Segundos Palacios) (1700-1470), en el que se emplea la
escritura "Lineal A".
b) el Periodo del Palacio (1470-1370), en que Cnosos es el único palacio superviviente.
c) el Periodo Pospalacial (1370-1200), de dominio micénico en Creta.
* En (b) y (c) se usa la escritura "Lineal B" , que es griego.

En Grecia continental:
1) Heládico Antiguo (2500-1900).
Fases: a) Eutresis (2500-2200);
b) Korakou (22002000);
c) Tirinto (2000-1900).
2) Heládico Medio (1900-1600). Cerámica minia.
3) Heládico Reciente (1600-1200). Equivale al Micénico, y se divide en Micénico Antiguo
(1600-1500), Micénico Medio (1500-1380) y Micénico Reciente (1380-1200). Escritura
"Lineal B".

I. La civilización egea en el Bronce Antiguo y Medio.

1. La Edad de Bronce en la historia de Grecia.


La Grecia histórica no se puede entender sin sus importantes antecedentes del II Milenio,
unidos y a la vez separados de la época arcaica por ese difícil lapsus que es la Edad Oscura.
Por ello la civilización minoica y el mundo micénico constituyen un preludio obligado de la
historia de Grecia.

2. Periodización y terminología de la civilización egea.


La Edad del Bronce en Grecia recibe el nombre, bastante convencional, de "civilización
egea", ya que se produce paralelamente y con una cierta interrelación en cuatro áreas
asomadas al mar Egeo: Creta, las islas Cícladas, una parte importante de la Grecia continental
y la zona minorasiática (con algunas tierras insulares o continentales próximas). En las
primeras fases de la Edad del Bronce el término "civilización egea" resulta adecuado, pero
deja de serlo en el Bronce reciente, en que primero Creta y luego la Grecia continental
alcanzan un protagonismo absolutamente predominante sobre el conjunto.
En Grecia apenas se utilizan las divisiones típicas de la prehistoria europea en Bronce
Antiguo, Medio y Reciente. En cambio, se prefiere hacer una referencia específica a las
grandes áreas de la civilización egea, periodizadas de acuerdo con la evolución de las formas
cerámicas.
Así, en la isla de Creta ha prevalecido, por influencia de Evans, el término Minoico,
acompañado de las menciones Antiguo, Medio o Reciente. Pero además se maneja una
división muy expresiva culturalmente aunque no se corresponde totalmente con la
arqueológica: los Periodos Prepalacial (MA), Protopalacial (MM Ib-II), Neopalacial (MM III
y MR I), Periodo del Palacio (MR II) y Postpalacial (MR III, que pertenece ya al mundo
micénico).
En la Grecia peninsular o continental se ha consagrado el término Heládico, al que se aplican
las periodizaciones Antiguo, Medio y Reciente. El Heládico Reciente cerámico se
corresponde con el importante desarrollo cultural que llamamos mundo micénico. El Bronce
de las Cícladas es denominado Cicládico, y el del área oriental Troyano, ambos con periodos
similares a los del Heládico. El esquema cronológico presenta todavía problemas de datación,
aunque la cerámica ayuda a establecer numerosos sincronismos entre las distintas áreas del
Egeo.

3. La transformación del modelo cultural.


Para explicar el paso del Neolítico a la Edad del Bronce en el Egeo, la historiografía antigua
recurría al expediente de imaginar que las innovaciones fueron traídas por una población
nueva, pero no se ha podido encontrar evidencia de ello. Se admiten, eso sí, pequeños
trasvases de población, posiblemente desde Anatolia y la región sirio-palestina, o la "teoría de
las influencias" postulada por V. Gordon Childe, según la cual habrían sido los movimientos
de los prospectores de metales y de los comerciantes el cauce natural de difusión de las
innovaciones. Pero hoy en día la tendencia es a considerar que la evolución de los modelos
culturales obedece primordialmente a factores internos. Así se explicaría que comunidades
sometidas a las mismas influencias exteriores presenten un ritmo diferente de desarrollo.
A continuación señalamos los aspectos que distinguen a las nuevas comunidades.
- Crece sensiblemente el número de habitantes, aunque mucho más en el sur que el norte de
Grecia. Este despegue demográfico se atribuye a una mayor eficacia en la producción de
alimentos (utillaje, mano de obra, diversificación de cosechas, jerarquía social,
perfeccionamientos defensivos). Salvo en Creta, los poblados egeos suelen recibir
fortificaciones de piedra.
- La subsistencia se modifica: la cebada y las leguminosas se hacen más importantes, pero,
sobre todo, se introduce el cultivo del olivo y de la vid, desarrollándose la producción de
aceite y vino, que se almacena en grande recipientes y circula tanto interna como
externamente por el comercio. El desarrollo viene determinado por la disponibilidad de
utillaje de metal (con el que se aumenta la eficacia de las labores agrícolas), por el aumento
demográfico (que requiere más producción de alimentos por superficie), por la modificación
del hábitat (que facilita la custodia de los productos almacenados), por el estímulo de la
economía redistributiva (debida a la nueva estructura jerárquica) y por la demanda de vino y
aceite para usos religiosos y sociales.
- El desarrollo de la metalurgia es una de las innovaciones principales. Se alea cobre con
estaño o arsénico para obtener bronce; se funde y moldea el plomo; el oro y la plata se
trabajan con las técnicas de laminado, granulado y alambre. Se fabrican herramientas de
bronce variadas y eficaces; se hacen joyas y objetos valiosos que marcan las diferencias
sociales y que se pueden enterrar como ajuares con los muertos. Las innovaciones
tecnológicas deben haber sido introducidos por artesanos llegados de fuera.
- La artesanía no metalúrgica también experimenta un considerable incremento: industria
naval, construcción, decoración, vestido y adorno personal... todo ello gracias al aumento
demográfico, el desarrollo jerárquico, la guerra y el comercio.
- Las relaciones sociales se hacen más complejas y la sociedad se diversifica. Los ajuares
funerarios señalan una división entre ricos y pobres. Los sellos y marcas parecen indicar el
desarrollo de la noción de propiedad privada. La guerra, la artesanía y la religión contribuyen
a crear sectores diferenciados de población. La sociedad adquiere una estructura jerarquizada
y aparece el reyezuelo local o toparca.
- Se desarrollan las formas de expresión: aparecen los primeros sistemas de escritura y
probablemente también los primeros patrones de peso y medida, la representación plástica se
enriquece y perfecciona, los enterramientos muestran un desarrollo de la religión en sus
diversos aspectos. Surgen instrumentos musicales para el canto y la danza y se documentan
nuevos juegos y rituales.
- El comercio y las comunicaciones experimentan un incremento considerable, y se facilitan
además los contactos humanos y la difusión de las innovaciones.

4. El Bronce Antiguo en el Egeo.


A comienzos del III Milenio en las cuatro áreas señaladas comienzan a apreciarse cambios
significativos: aumento del tamaño de los asentamientos, trasiego comercial con zonas
periféricas, mayor variedad de los tipos cerámicos. Desde el principio, Creta se muestra como
el área de desarrollo más acelerado.
Las tres fases del periodo Prepalacial (=Minoico Antiguo) jalonan una evolución de la
cerámica que se corresponde con la evolución general:
En la primera fase hay unos cálices bicónicos muy característicos (estilo de Pyrgos),
decorados por incisión. Es una fase claramente receptiva: población neolítica que ha recibido
pequeños grupos de inmigrantes especializados en el trabajo del metal.
La segunda fase presenta cerámicas pintadas (jarras globulares de pico) y corresponde a
minúsculas ciudades que se ven afectadas por los frecuentes movimientos sísmicos de la isla.
En la tercera fase las formas de la cerámica son más estilizadas y están más primorosamente
decoradas. Las ciudades se reconstruyen con mayor riqueza.
Creta empieza a influir en el entorno egeo y se construyen barcos. Todavía no hay palacios ni
monarquía pero la religión muestra los primeros indicios de santuarios y de culto al toro.
Aparecen dos tipos de enterramiento colectivo: el recinto rectangular con divisiones
interiores y el tholos que, con centenares de inhumaciones, son testimonio de la creciente
importancia de los grupos sociales.
También las Cícladas parecen haber recibido inmigrantes, pero la carencia en ellas de
extensiones fértiles las orientó hacia la exportación de materias primas (obsidiana, esmeril) y
de algunos productos manufacturados (puñales de bronce, idolillos). El poblamiento responde
a módulos muy reducidos y pobres en las costas. Sólo Philakopi I, en la isla de Melos, se
puede considerar una ciudad, aunque sin fortificaciones. No hay santuarios ni enterramientos
colectivos, y los ajuares funerarios no evidencian diferencias de riqueza. La cerámica
presenta algunas formas características como la "sartén" de Ceros-Siros, tal vez de uso
cultural, la copa alargada y estrecha con dos grandes asas de la misma procedencia, los vasos
en forma de pato y los kérnoi, destinados a ofrendas múltiples. Las Cícladas presentan
numerosas conexiones en el Bronce Antiguo con todo el Egeo, pero se trata de asentamientos
precarios, lugares de trasiego. Los niveles arqueológicos de Troya I a V corresponden al
Bronce Antiguo. Esta ciudad constituye el centro más importante del área egea oriental, pero
poco hay en ella para destacar, salvo la cerámica, que cuenta con una copa anphikypellon, de
dos grandes asas como la cicládica. El rasgo más peculiar de la ciudad es su amurallamiento.
Las cercanas islas de Lesbos y Lemnos cuentan con grupos de población más modestos pero
de similar nivel cultural.
En la Grecia continental, la Corintíade y la Argólide son los lugares que más acusan la
implantación de la cultura del Bronce, junto con Mesenia. Aparecen poblados más grandes
(aunque sin fortificar) de gentes que se han iniciado en el cultivo de la vid y el olivo. Las
naves cretenses y cicládicas parecen las responsables. La cerámica permite identificar la
cultura de Eutresis en la Grecia central (fase I) y la de Korakou, de dispersión más amplia
ya en la fase II. En estas dos fases son raros los hallazgos de productos metálicos
(posiblemente por la reutilización del metal), pero hay indicios de los cambios de vida: algún
poblado más grande, alguna construcción destacable, residencia de un reyezuelo local. En la
fase de Korakou el poblado se convierte en una verdadera ciudad, con doble muralla
reforzada por bastiones. Allí se ha encontrado la lamada "casa de las tejas" (12,5 x 25 m) que
puede tratarse de un precedente de los conjuntos palaciales posteriores.
La tercera fase del Heládico Antiguo es la llamada cultura de Tirinto, con su cerámica
identificable por todo el Peloponeso y Grecia central, fabricada a torno rápido y novedosa en
su decoración y en sus formas. En ciertos lugares, este nivel cultural se superpone a una fase
anterior con huellas de destrucción y alguna planta absidal ("casa quemada" de Sitagroi, en
Macedonia). Esto ha llevado a algunos historiadores a suponer que la llegada de los griegos o
protogriegos se produjo a través de los Balcanes a finales del HA II (2100 a.C.)

5. El Bronce Medio y la Creta protopalacial.


Después del milenio que viene a durar el Bronce Antiguo, el Bronce Medio ocupa unos 300
años (2000-1900 a 1700-1600 a.C.). En el Cicládico Medio, la cultura de las islas pierde todo
rasgo distintivo y se constatan nuevos asentamientos comerciales cretenses o heládicos,
atraídos por los recursos naturales. La población incrementa su nivel de vida. Ya no se
fabrican los idolillos.
En el área troyana el Bronce Antiguo (Troya V) pervive una centuria más que en el resto. El
periodo mesotroyano corresponde a Troya VI, la gran ciudad evocada por la Ilíada, en
discordancia con la VIIa, mucho más reducida, que es la que podría sincronizarse con la
guerra homérica. Troya VI se construye con arreglo a un plan urbanístico, tiene pilares y
columnas, varios edificios del tipo mégaron y una cisterna profunda. Las casas se
construyeron sobre terrazas con muros de piedra entramados de manera, para conseguir cierta
elasticidad ante los seísmos. Esa es también posiblemente la causa de que las murallas se
construyeran en tres fases, con un perímetro final de unos 350 m (?). La cerámica
corresponde en su mayoría a una nueva variedad similar a la minia del Heládico medio, hecha
a torno rápido e imitando los vasos metálicos. Se supone que los constructores de Troya VI
son inmigrantes de nivel cultural superior, pero no se puede establecer su filiación étnica.
Cabe suponer una organización de tipo regio que, a través de una aristocracia de guerreros,
controlara a la población dependiente. Esto estaría en consonancia con las imponentes
murallas y las sólidas viviendas del interior.
El Heládico Medio es un periodo lleno de incógnitas. Los poblados son en conjunto pobres,
carecen de plan urbanístico y están fortificados aunque el muro (con la excepción de Egina)
no merece el nombre de muralla. Las formas de enterramiento también son sencillas. La
cerámica más característica de este periodo es la llamada minia, hecha a torno rápido, con
una superficie pulida y brillante que imita los vasos metálicos. En otro tiempo se consideró
aportación de las poblaciones indoeuropeas helenohablantes que habría invadido el territorio
heládico a fines del HA. Hoy día se niega esa relación.
En Creta se aprecia una continuidad pacífica en el paso al Minoico Medio, caracterizado por
la aparición de los primeros palacios. Hay continuidad en los cultos de los santuarios de
montaña y se sigue fabricando la "cerámica de Camarés" (aparecida a finales del MA), que
llega ahora a su apogeo. Las convulsiones sísmicas azotan la isla con intervalos de unos cien
años, hasta que en 1700 a.C. una catástrofe de especial importancia obliga a la reconstrucción
de palacios y poblados y marca el paso al periodo neopalacial (Minoico Reciente). A
principios del II Milenio el mundo cretense se transforma espiritual y materialmente. Parece
que el factor determinante fue la aparición de la realeza, sobre una base ideologica capaz de
aglutinar las fuerzas físicas y espirituales de la sociedad. La isla está dividida en cuatro zonas
naturales con el carácter de unidades económicas y sociales, con sendos palacios. El palacio
de Cnoso, que es el doble que el de Festo, no se halla en la zona oriental ni meridional, que
eran las más ricas y pobladas de la etapa anterior. Esto parece sugerir que fue el primero en
surgir y que lo hizo de forma tangencial a la organización anterior. No es descabellado pensar
en un trasplante del modelo de pequeños estados de la costa sirio-palestina. La leyenda de
Minos podría evocar ese origen para una monarquía teocrática en el sentido de que el rey era
el cauce de transmisión de las fuerzas benéficas de naturaleza divina. Tenemos una exigua
información sobre la religión minoica, pero se aprecia, junto a la continuidad de los
santuarios anteriores, una gran área de los palacios destinada al culto, y ritos vinculados a la
persona del rey. Ninguno de los palacios minoicos tiene fortificaciones y este detalle se
perpetúa en el Bronce Reciente. Se ha conjeturado que, por la actividad sísimica, su función
la cumplían las naves. Los primeros palacios incorporan sabias técnicas de construcción,
como el entramado de madera (igual que en Troya VI) que da elasticidad a los muros. Las
viviendas comunes son de extensión reducida, aunque también hay residencias más amplias.
Los palacios, aunque no alcanzan el lujo del periodo siguiente, tienen una cierta
grandiosidad: patios, escaleras, pórticos, suelos enlosados incluso en el exterior, paredes
enlucidas, canalizaciones de agua y residuos. La economía palacial no se impuso de forma
conflictiva; probablemente, una vez creada una de esas unidades, surgiría el estímulo para
otras. Es posible que los palacios hayan funcionado como centros de intercambio y
redistribución. Además tenían talleres artesanales que fabricaban productos para la
exportación (cerámica, objetos de bronce). La cerámica protopalacial tiende, igual que la
minia, a imitar modelos metálicos, incluso en la delgadez de sus paredes (que culmina en la
llamada cerámica "de cáscara de huevo"). En la tradición de Camarés, los vasos presentan un
fondo oscuro de brillo metálicos sobre el que se aplica una decoración trícroma (blanco y dos
tonos de rojo, con el amarillo a veces como cuarto color). Se fabrican también vasos de
piedra, y se trabaja el marfil, el lapislázuli, el cristal de roca, la pasta de vidrio. Con piedras
duras preciosas o semipreciosas se hacen sellos. La orfebrería utiliza el oro, la plata y el
electro, aunque los hallazgos son muy escasos debido a los pillajes.

II. La Creta neopalacial.

1. Aspectos históricos.
Esta fase de la cultura minoica se inicia hacia 1700 y constituye una de las manifestaciones
culturales más fascinantes del mundo antiguo. Tenemos un gran volumen de testimonios
materiales; en cambio, carecemos de fuentes escritas directas. Las eventuales referencias de
autores griegos presentan enormes dificultades de interpretación. La primera cuestión
discutida es la causa de las destrucciones de los cuatro palacios -Cnoso, Festo, Mallia y
Zacro- en torno a 1700. No hay indicios de invasores ni de luchas intestinas; sí de incendios,
lo que puede obedecer a terremotos. Esta es la opinión más extendida. Los cretenses dejaron
pasar 50 años antes de reconstruir sus palacios suntuosamente. Entre los periodos
protopalacial y neopalacial se aprecian signos de continuidad en todos los órdenes. Pero en la
nueva etapa se experimenta un claro incremento del nivel económico, que debe estar
motivado por el crecimiento del comercio exterior, con un grado de expansión colonial.
Desde 1600 se constatan contactos con los centros heládicos, y en las Cícladas y Asia Menor
hay constancia arqueológica de establecimientos minoicos (1650-1500 a.C). También hubo
contactos con Egipto, aunque durante el s. XV se fueron apagando. La cuestión de las
relaciones con los micénicos está relacionada con la de las destrucciones que se producen por
toda la isla desde 1470 y que acaban por reducir la Creta neopalacial a Cnoso (el llamado
periodo del Palacio, que pudo durar hasta 1370). Evans pensó por eso que Cnoso dominó a
los demás palacios antes de caer él mismo. Una tesis posterior sostiene que los micénicos
habrían invadido Creta hacia 1450 y la habrían gobernado desde Cnoso. Pero esta tesis (cuyo
principal apoyo es el uso de tablillas en griego en el palacio) no es concluyente.

2. Palacios y ciudades.
Aunque los nuevos palacios se levantaron de nueva planta, se conservó la estructura en torno
a un patio central, rodeado de una maraña de habitaciones, escaleras y pasillos. La estructura
es caótica sólo en apariencia; está organizada en áreas concretas -la religiosa, la de servicio,
la de representación, los aposentos reales, etc. En Cnoso se aprecia muy bien la diferencia
entre la entrada principal para ocasiones solemnes y la de uso cotidiano, comunicada con el
camino del puerto. En Cnoso se aprovechó una ladera para dar estabilidad al conjunto, de
modo que el palacio "se acuesta" sobre ella. A pesar de los seísmos no se renunció a los
segundos pisos ni a los grandes vanos sustentados por pilares y columnas. Evitaban, eso sí,
los materiales pesados, y usaban el entramado de madera y la característica columna en forma
de tronco de cono invertido. Las paredes se decoraban con estuco y los suelos con madera,
piedras de río o losas de mármol o creta. Había sofisticados sistemas de canalización del
agua. El adorno principal de los palacios era la pintura, que realzaba los elementos
arquitectónicos. Los muros de decoraban con escenas varias de la naturaleza o la vida social.
En esta etapa es característico el fresco naturalista que incorpora la figura humana; no tiene
continuidad en el periodo del Palacio al que corresponden los geométricos. Se tiende a
representar en las paredes las escenas que acontecían de verdad entre esos muros (ej. la
procesión de oferentes en el corredor de las procesiones). Surgen "pequeños palacios" junto a
los grandes, como el llamado "pequeño palacio" muy cerca de Cnoso o el de Hagia Triada,
próximo a Festo. Su función es discutida; podrían deberse al surgimiento de una reducida
clase privilegiada que hubiera compartido las prerrogativas de los reyes. También se han
hallado por toda Creta complejos identificados como casa de labor, organizadas en pequeña
escala al modo de los palacios. Esta Creta densamente poblada tenía como base el hábitat
urbano, en su caso asociado a algún palacio. A la ciudad de Cnoso se han atribuido 80.000
personas, y también era muy grande Palaicastro (independiente de toda construcción
palacial). En las costas abundaban los pequeños poblados. Ciudades y pueblos tenían diseños
urbanísticos, adaptados al terreno. La decoración de las casas es proporcional a su
importancia; no faltan las casas privadas decoradas con frescos. La arquitectura minoica de
esta época tiene una representación en enterramientos y santuarios. Aunque siguen
utilizándose los recintos rectangulares y los tholoi, se desarrolla una preferencia por la
sepultura individual, con tinajas y sarcófagos. Es característica la cámara tallada en la roca
(que podría proceder de Grecia peninsular o Chipre). Contaba con una o varias fosas y
bancadas laterales donde se depositaban los cadáveres. Los restos eran arrojados a bothroi
(pequeños pozos) para hecer sitio a nuevas inhumaciones. La cámara se comunicaba con el
exterior por un corredor o dromos, que se cegaba con piedras. En los enterramientos es
manifiesta la gradación de la riqueza; algunos de ellos como la Tumba de las Dobles Hachas
o el tholos de Isopata son verdaderos santuarios subterráneos. No existe en Creta una
arquitectura religiosa propiamente dicha. Los santuarios palaciales son parte de la
construcción, conglomerados de pequeñas capillas y criptas con un pilar en el centro, baño
lustral, depósitos de ofrendas, etc. Los santuarios al aire libre son lugares sagrados naturales,
a los que se añade a veces una portada o cercado muy simples.

3. La producción artesanal.
Todos los géneros de la fase protopalacial alcanzan ahora su auge. Los hallazgos de cerámica
son muy numerosos. pervive de forma decadente el estilo de Camarés, desplazado por los
nuevos tipos bícromos de carácter naturalista, influidos por la pintura de los frescos. Las fase
culminantes son MR Ia y MR Ib (respectivamente estilo floral y estilo marino). En la fase
MR II se desarrolla el "estio del palacio", que introduce nuevos principios de composición:
repetición de motivos en cadena, simetría, etc. En el ámbito doméstico destacan los enormes
pithoi y las grandes pitánforas, destinados al almacenaje de productos alimenticios. En el
comerical, el ánfora de estribo (con la boca en un lado) usada para el transporte de vino y
aceite. De uso funerario son los tradicionales kernoi para ofrendas y los ritones, que suelen
tener forma de cabeza de toro. La artesanía artística produce piezas en marfil, piedra o faenza
(entre ellas las famosas figurillas conocidas como diosas de las serpientes). El "vaso de los
cosechadores" de Hagia Triada, de piedra, está adornado con un relieve que al parecer
representa un ritual o procesión religiosa. La estatuaria de bulto redondo se da sólo en bronce
y en dimensiones reducidas (exvotos). Se conocía el procedimiento de "cera perdida", que
permite ahorrar mucho metal al hacer huecas las piezas. Los broncistas minoicos destacaron
sobre todo en el utilaje y el armamento (espadas y puñales, hachas votivas). En la glíptica se
superan las calidades del periodo anterior; hay piezas que son verdaderas obras de arte en
lapislázuli y cornalina anaranjada. La temática es muchas veces religiosa. La orfebrería es de
gran calidad, aunque nos ha llegado poca: colgante de Malia (con abejas), tesoro de Egina
(realizado por artesanos cretenses). 4. La escritura. Aunque ya en el Prepalacial aparecen
marcas impresas como una primera forma de escritura, no es sino en el Periodo Neopalacial
cuando se desarrolla una escritura propiamente dicha. El sistema más antiguo era el
jeroglífico ideográfico puro, que posteriormente se hace más esquemático y se combina con
silabarios hasta llegar a las escrituras conocidas como Lineal A y Lineal B.

La escritura Lineal A se encuentra representada por inscripciones -rara vez por pictogramas-
que llevan ciertos objetos rituales y sobre todo algunas tablillas. La lengua es desconocido y
los documentos no se pueden leer. El Lineal A propiamente dicho corresponde a la época de
la destrucción de los Segundos Palacios, y se diferencia de un lote de 26 tablillas hallado en
Festo que presenta un protolineal A y se data en el MMII. El mejor documentado de los
sistemas de escritura cretenses es el Lineal B, que se corresponde con la lengua griega. Las
tablillas en Lineal B se han encontrado en Cnoso y se adscriben al nivel de destrucción del
Periodo del Palacio (c. 1370). Pertenecen a la contabilidad del Palacio. La opinión más
difundida es que el Lineal B surgió para adaptar el Lineal A a la transcripción de una lengua
griega: el griego micénico de los señores de Cnoso en el periodo del Palacio. Pero también se
ha difundido la tesis de que se trate de un desarrollo paralelo respecto al Lineal A, es decir, de
una de tantas variantes de escritura utilizadas en la isla, que se habría especializado en la
transcripción del griego. Fueron los ingleses Ventris y Chadwick quienes descifraron el
Lineal B y demostraron que se trataba de griego y no de una lengua mediterránea
desconocida.

5. La sociedad y el estado.
Nuestra información sobre la Creta neopalacial, aunque más abundante que la de otros
periodos, sigue siendo insuficiente para conocer las instituciones que dan forma al estado y
los circuitos de las relaciones políticas y sociales. Se aprecia una continuidad en la
preeminencia de la realeza y en la mayor riqueza del Palacio de Cnoso que resulta difícil de
explicar, pues la existencia de otros palacios implica la de otros reyes. Algunos autores han
creído que el rey de Cnoso ejercía una preeminencia sobre toda la isla, pero la magnificencia
del palacio no es una prueba fehaciente de la unidad política del territorio; podría justificarse
por una simple supremacía en el terreno religioso. Por eso otros retrasan la unidad política al
Periodo del Palacio, donde, en efecto, se constata la no reconstrucción del resto de los
palacios. Quizá el ejercicio colegiado del poder por parte de un grupo de reyes que atribuye
Platón a la Atlántida se inspire en el recuerdo de una Creta prehistórica integrada por
pequeñas unidades soberanas, pero ésto no deja de ser una hipótesis. La existencia de
pequeños palacios y villas, sin embargo, podría significar que una capa restringida de la
población habría llegado a compartir hasta cierto punto las dignidades y prerrogativas regias.
El papel de la reina es enigmático. En los palacios cuenta con un área residencial y
probablemente de representación propia; ello no implica naturalmente que compartiera el
poder político con su esposo, aunque parece clara su importancia en el terreno religioso. En
cuanto a la sociedad cretense, el mayor desarrollo de los palacios apunta al crecimiento de los
sectores improductivos: personal religioso y de servicios. La posibilidad de una clase
aristocrática está apoyada por las representaciones de jóvenes varones de largos cabellos y
brazaletes. Se sospecha la existencia de esclavos, algunos de ellos negros, pero poco más se
sabe. También desconocemos la forma de adscripción de los agricultores y artesanos a sus
lugares de trabajo.

6. La economía.
La tierra de Creta producía lo suficiente para alimentar a la población y exportar vino y aceite
en cantidad. Las labores agrícolas exigían abundante mano de obra (ya que el tipo de arado
sólo servía para abrir surcos, no para remover el suelo). Se criaban cerdos, ovejas, cabras,
bueyes y équidos. Además existían especies salvajes de casi todos ellos que eran objeto de
caza. La pesca era una actividad primordial, incluida la del codiciado múrice, del que se
extraía la púrpura. Parece que los delfines colaboraban con los pescadores conduciendo a sus
redes ciertos bancos de peces. El elevado nivel económico de la Creta neopalacial implica la
existencia de un amplio sector dedicado a la artesanía. También sabemos que se mantenían
relaciones comerciales con la Grecia continental, las islas del Egeo, la costa minorasiática y
siriopalestina y con Egipto. El comercio consistiría principalmente en alimentos (aceite y
vino) y textiles (Creta exportaba lana e importaba lino de Egipto y seda de Cos). También
artesanía y las materias primas necesarias para ella. Los especialistas no se han puesto de
acuerdo sobre el papel de los palacios en el comercio exterior. Se ha defendido la tesis de que
éste era un monopolio palacial. Tampoco sabemos cómo se hacían las transacciones en el
comercio interior. Es probable que los palacios funcionaran como centros redistributivos de
los productos de primera necesidad.
7. La religión.
Aunque son muchos los testimonios religiosos del mundo minoico, la ausencia de fuentes
escritas hace muy difícil su interpretación. En los primeros estudios se incidió en los rasgos
que diferencian la religión minoica de la "religión olímpica" griega:
· primacía de la tierra sobre el cielo y de lo femenino sobre lo masculino.
· aniconismo y despersonalización de los dioses (frente al antropomorfismo olímpico).
Hoy en día esas oposiciones no se consideran tan estrictas, y procuran buscarse, además
rasgos positivos:
· comunicación muy intensa entre el hombre y la divinidad.
· gran importancia de los "lugares sagrados" (oquedades de las montañas, manantiales,
árboles o santuarios artificiales) como lugares de manifestación de la divinidad.
· los santuarios minoicos tienen frecuentemente una estructura tripartita -triple arcada, tres
columnas, tres niveles- rasgo que puede estar en relación con una distribución de los poderes
divinos entre divinidades ctónicas y divinidades del mundo circundante.
· es poco clara la cuestión de si la religión minoica es monoteísta o politeísta, pues resulta
difícil discernir entre hipóstasis de una misma divinidad y divinidades diferentes.
· junto a las numerosas representaciones divinas femeninas no hay duda de que existe una
divinidad masculina, que aparece ocasionalmente como señor de los animales, pero no
sabemos si su papel se reduce al de amante de la diosa o tiene personalidad independiente.
TEMA 13: EL MUNDO MICÉNICO

I. El Micénico Antiguo y Medio

1. Desarrollo de la Grecia Micénica en los periodos antiguo y medio.


En la Grecia continental el Heládico Reciente (=Micénico) viene marcado por el signo de la
novedad. El exponente arqueológico del comienzo de la civilización micénica son las tumbas
reales de Micenas, organizadas en dos círculos. El primero, llamado después círculo A, fue
encontrado por Schliemann en 1876 en una ladera de la acrópolis. Se compone de seis tumbas
rectangulares, con dieciocho difuntos. Al principio estaba extramuros, pero al ampliarse el
perímetro de las murallas quedó dentro de él, al parecer como un santuario de los reyes
heroizados El círculo B, con 24 tumbas, se encontró en 1952 fuera del recinto de las murallas.
Los ajuares son más pobres pero la construcción es similar. Es posible que se tratara de
príncipes y no de reyes. Estas tumbas, felizmente invioladas, tienen una enorme cantidad de
oro y ajuares de gran calidad artística, en contraste con el nivel económico del mesoheládico.
Las razones de este súbito enriquecimiento se han discutido hasta la saciedad, sugiriéndose
un eventual origen exótico de los señores micénicos. La cuestión no está resuelta, aunque se
puede dar por seguro que en el mundo micénico están ya de un modo u otro los antepasados
directos de los griegos históricos. Entre los materiales de las tumbas se encuentran objetos
importados de Creta (espadas, ritón en forma de cabeza de toro) pero también otros
supuestamente fabricados por artesanos cretenses a demanda de los señores micénicos
(vainas de puñal decoradas), imitaciones locales de modelos minoicos y objetos puramente
heládicos (mascarillas de oro). La representación en estelas del carro de guerra implica, casi
con seguridad, una conexión de estos primeros micénicos con el área anatolia. Poco a poco se
ha impuesto la idea de que los elementos minoicos en la cultura micénica se deben a la
proyección exterior de la cultura cretense, pero sigue resultando enigmático de dónde sacaron
los micénicos tanto oro ("Micenas rica en oro" la llama la Ilíada).
A finales del siglo XVI a.C. concluye el primer periodo micénico y se abre el segundo o
Micénico Medio, donde se registra una influencia cretense mucho más intensa. El rasgo más
significativo es la sustitución de la tumba de fosa por el tholos con corredor -dromos- en los
enterramientos regios: Tesoro de Atreo en Micenas, Tesoro de los Minias en Orcómeno, y
decenas más hallados no sólo en la Argólida sino también en Mesenia, Laconia y Grecia
central. Se trata de enterramientos familiares que requieren un gran esfuerzo constructivo y su
origen ha sido muy debatido. El origen minoico es una de las tesis defendidas. Se ha sugerido
que los palacios de esta época (demolidos para levantar de nueva planta los del Micénico
Reciente) no eran de la forma mégaron sino al modelo minoico. En cualquier caso estaban
bien decorados y habían recibido aporte minoico incluso de arquitectos y pintores.

2. La cultura material y las formas de organización en el Micénico Antiguo y Medio.


La evidencia material se ve limitada por proceder casi exclusivamente de los ajuares
funerarios. La implantación de comunidades minoicas en suelo micénico no está probada,
pero explicaría la intensidad de la transferencia cultural. De todos modos las relaciones
comerciales entre minoicos y micénicos fueron muy importantes, y el contacto con los
minoicos sirvió de estímulo para el desarrollo de una artesanía netamente micénica. Por
ejemplo, la cerámica del Micénico Antiguo y Medio muestra una confluencia de las
tradiciones locales mesoheládicas con las formas minoicas y cicládicas, hasta llegar a la koiné
del Micénico Reciente, aunque los ejemplares más bellos se consideran importados. Lo
mismo puede decirse de los objetos metálicos (copa de Néstor, vasos de Vafio). La glíptica
cuenta con una variada representación, de gran valor documental en el ámbito religioso. La
cultura no material carece de testimonios, y el material arqueológico presenta muchas
ambigüedades. Aunque los ricos ajuares de las tumbas sugieren un aumento sensible del nivel
de vida, lo más probable es que éste afectara sólo a la élite dirigente, mucho más alejada que
antes del resto de la sociedad. En cuanto a las instituciones políticas parece claro que existían
unidades soberanas dirigidas por reyes o jefes locales, pero ignoramos hasta qué punto
perpetuaban tradiciones ancestrales o asumieron las minoicas, o dónde residían la supremacía
religiosa y el poder militar.

II. El Micénico Reciente.

1. Los reinos del Micénico reciente.


La caída final de Cnoso en los primeros años del siglo XIV a.C. (cualquiera que haya sido su
causa) marca el comienzo de la fase más espléndida de la civilización micénica, que
corresponde al periodo arqueológico cerámico HR IIIa2, en el que los productos netamente
micénicos se distribuyen por el Mediterráneo. Los centros más importantes son Micenas y
Tirinto, aunque cubre toda la Argólide, Mesenia, Laconia, Beocia, Tesalia y el Ática. En la
Argólide, Argos contaba con el mejor emplazamiento y su rica tradición mítica demuestra
que debió ser un reino importante, pero las construcciones posteriores dificultan mucho la
investigación arqueológica, lo que no pasa en Micenas ni en Tirinto. Éstas son dos
formidables ciudadelas que presentan varias fases de construcción. La ampliación de la
muralla de Micenas que dejó intramuros el Círculo A de tumbas incluyó la construcción de la
famosa Puerta de los Leones. Algo más tarde se construyó la rampa de acceso a esta Puerta,
con murallas ciclópeas, y en un ulterior momento la fortificación de acceso a la fuente
subterránea. También en Tirinto se duplicó el perímetro de la ciudadela. En el área micénica
de Mesenia lo que hay es una pluralidad de pequeños conjuntos de minúsculos asentamientos
asociados a grupos de tholi, con arranque en el Micénico Antiguo o Medio. Luego, en el HR
IIIb, el área de Pilos se despeja para dar cabida a un enorme palacio que florece en el siglo
XIII y es destruido por el fuego poco después de 1200 a.C., es decir, a comienzos del HR
IIIc. Este conjunto palacial presenta grandes semejanzas con los de Micenas y Tirinto pero
carece de amurallamiento. Ha proporcionado el lote más importante de tablillas micénicas.
En Beocia, Tebas tenía un gran anillo de murallas y un magnífico palacio; Orcómeno era un
centro palacial y Gla una fortaleza.
En la región del Ática, Atenas era ya por entonces una acrópolis fortificada, con palacio y
fuente subterránea, y también parecen haber sido unidades soberanas Eleusis y Braurón.

2. La proyección de ultramar.
El ocaso de la potencia minoica conllevó un relevo por parte de los micénicos en sus
empresas ultramarinas.
· El área de las Cícladas es una de las que -suponemos- cayeron bajo influencia micénica,
aunque sólo conocemos un incremento en las fortificaciones de los poblados.
· Troya VI se mantuvo hasta finales del HR IIIa, en que sucumbió debido a un terremoto
(1275). Entonces se inicia la VIIa, que es la de la legendaria guerra, con potentes
fortificaciones, dentro de las cuales se han acomodado palacios y residencias.
· Mileto tiene evidencias arqueológicas de posiciones micénicas superpuestas a las minoicas
· Creta: la caída final de Cnoso coincide con un aumento de la penetración micénica en la
isla, iniciada ya tiempo atrás. Ahora lo minoico se convierte en residual. La reocupación de
los palacios parece tener unos fines exclusivamente religiosos.
· Chipre: hay cerámica micénica de los tipos HR IIIa2 y IIIb. Parece que la isla fue utilizada
como jalón en las rutas comerciales. En la fase HR IIIc parece haberse producido una
colonización micénica cuando ya los centros continentales estaban en plena desintegración.
· Con Egipto llegan a iniciarse relaciones comerciales, según indica el depósito de Tell El
Amarna, con cerámica del tipo HR IIIa2, pero no tuvieron continuidad.
· En el Mediterráneo central y oriental, los micénicos se movían con regularidad, aunque tal
vez sólo tuvieran asentamientos estables en Sicilia, las islas Eolias y el golfo de Tarento.
· Fenicios: en la lengua griega de las tablillas micénicas hay préstamos semíticos tan
significativamente comerciales como oro, túnica, ciprés, comino, sésamo. Parece que esto
indica unas conexiones que se confirman con la posible implantación micénica en Ugarit. Es
difícil concretar la transferencia cultural que se produjo.
· Hititas: no debieron producirse contactos en Anatolia, dado que los hititas no disponían de
la franja costera, pero sí quizá en Siria. La mención en documentos hititas al país de
Ahhiyawa se ha venido a interpretar como "país de los aqueos" (que es como los poemas
homéricos llaman a los micénicos), pero la ecuación ha sido cuestionada y la incertidumbre
se mantiene.

3. Estructura política y social de los centros micénicos.


Los centros micénicos son unidades políticas con un rey a la cabeza, presumiblemente la
figura que las tablillas llaman wánax, a quien corresponde el tipo de palacio exhumado por
los arqueólogos y el gran dominio patrimonial que en los archivos recibe el nombre de
témenos. En el griego clásico, "rey" pasará a decirse basileus, y la palabra témenos
significará el recinto sagrado de un santuario. Habría además señores locales dependientes de
los reyes. En las tablillas se denomina qa-si-re-u (equivalente a basileus) a ciertos personajes
con autoridad militar local. También se menciona una ke-ro-si-ja, o asamblea de ancianos
(en época clásica el consejo espartano será la gerousia), algunos tipos de funcionarios (e-qe-
ta, tal vez acompañantes del rey; ko-re-te y po-ro-ko-re-te, que parecen una especie de
prefectos de aldea). En Pilos hay un personaje (la-wa-ge-tas) que también tiene un témenos,
aunque menor que el del rey. Parece relacionado con funciones religiosas, por lo que algunos
lo han interpretado como un sumo sacerdote; sin embargo el término en griego histórico que
transcribe el de las tablillas es lagetés, que corresponde a un jefe militar. Los te-re-ta son un
colectivo difícil de interpretar. Se ha supuesto que prestaban una aportación militar al rey a
cambio de tierras, conjeturándose incluso una estructura feudal. Pero no hay modo de probar
tal hipótesis. Suponemos que en los reinos micénicos había esclavos, por las relaciones que
mantenían con los estados orientales y por lo fácil que debía resultarles obtenerlos. Las
tablillas usan el término do-e-ro, que en griego clásico significa esclavo. Pero no sabemos si
tiene un significado real o simbólico, pues a veces se usa en el sentido de "esclavo del dios" y
aparece entre los poseedores de tierra. Otra mención muy sugerente de las tablillas es da-mo,
que se ha interpretado como demos (comunidad) y significaría que las raíces de los demos
históricos del Ática son muy antiguas. Sin embargo, no se pueden dar por supuestas las
correspondencias entre la Edad del Bronce y la época histórica.
Una cuestión muy debatida es la supuesta existencia de un Imperio, en el sentido de unidad
de los diferentes reinos. La Ilíada, que habla de Agamenón como "rey de reyes" ha influido
en la opinión favorable. Pero no hay pruebas arqueológicas y, además, el comportamiento de
los demás reyes de la Ilíada no se corresponde con la imagen de súbditos sino más bien con la
de aliados voluntarios para una misión concreta.

4. Organización económica.
La tierra seguía siendo la principal fuente de recursos. El sistema económico parece tener su
centro de gravedad en los palacios. La titularidad de la tierra exigía unas contraprestaciones.
El término ko-to-na designa una tierra de cultivo lo suficientemente grande como para ser
dividida en lotes asignados a personajes importantes, pero también lo suficientemente
pequeña como para poder ser poseída por una sola persona. A veces se acompaña de otros
términos, lo que se ha interpretado como diferentes clases de tierra. Así, ke-ke-me-na ko-to-
na sería "tierra de reparto" cuya titularidad correspondería a las comunidades rurales, que la
asignarían en precario a determinados individuos; ki-ti-me-na ko-to-na serían los dominios
entregados por el rey a sus hombres de servicio. A esta última acompaña la expresión "paro
damo", interpretada en general como "procedente del demo". Se nos escapa el sistema de
producción usado tanto en agricultura como en ganadería, lo mismo que la circulación de los
productos en la economía palacial. Es probable que el dirigismo de los palacios haya operado
propiamente en el sector artesanal, donde las tablillas reflejan un sistema de unidades de
trabajo de elevada especialización. Sobre las formas de intercambio en el ámbito externo e
interno habría que decir algo similar a lo que se dijo al tratar la Creta neopalacial. La gama de
productos que circulaban también sería más o menos la misma, aunque en mucha mayor
cantidad, sobre todo los objetos fabricados en serie en los talleres palaciales.

5. Religión.
Una vez más la falta de fuentes escrita es un obstáculo insalvable, pues las tablillas no
proporcionan información suficiente, y es arriesgado extrapolar retrospectivamente los datos
de la época histórica. Algunos teónimos de las tablillas son desconocidos (quizá se trata de
epítetos); otros no. Por ejemplo, Zeus y Hera son ya importante pareja en Pilos y también
parecen documentadas las figuras de Atenea, Posidón, Hermes, Ares, Artemis, Dioniso e
Ilitía. Tanto en Cnoso como en Pilos el panteón es variado y complejo, pero no hay
correspondencia entre ambos salvo en lo que respecta a Zeus, Posidón y el epíteto Potnia (que
se aplica a varias divinidades femeninas). En esta época la figura de Zeus ha arraigado
profundamente en Creta, donde se desarrollan mitos que recoge la tradición posterior.
También aparece en Pilos, aunque aquí la divinidad más importante es Posidón. Una de las
mayores dificultades la plantea la mención Po-ti-ni-ja (Señora) que se encuentra en tablillas
de Pilos, Cnoso, Micenas y Tebas, unas veces sola y otras con un término referido a un lugar
o esfera de acción (Señora de Atana, Señora de los caballos). No sabemos si son epítetos
aplicados a diosas diferentes o bien una divinidad polifacética. Tipológicamente es una figura
singular en la religión micénica; quizá sea de origen minoico. Algunas tablillas parecen
implicar la existencia de santuarios, pero su identificación arqueológica resulta muy difícil.
En los palacios micénicos no hay un área cultual bien definida. Se han interpretado como
santuarios algunas piezas o casas próximas a ellos (por ejemplo un anejo con altar al palacio
de Pilos que podría ser el santuario de Posidón, o la llamada casa de Wace en Micenas).
Ciertas grutas naturales también tienen ese carácter. Sobre las peculiaridades del culto
tenemos muy poca información. Aunque las leyendas griegas aluden a sacrificios humanos,
éstos son siempre en circunstancias excepcionales. Las creencias sobre el más allá y el culto
funerario constituyen otra parcela muy oscura. Los ricos ajuares de las tumbas podrían llevar
a pensar que se ocnsideraba a los difuntos en cierto modo presente; pero al cabo de un tiempo
los huesos eran retirados para hacer sitio a más inhumaciones. Así que quizá los ajuares sólo
prestaban su servicio durante la fase de consumición del cadáver. Es posible que existiera la
creencia de que algunos individuos lograban la inmortalidad por su asimilación a los dioses.

6. Los palacios y demás construcciones del Micénico reciente.


En esta fase los palacios micénicos son bastante bien conocidos desde el punto de vista
arqueológico. Se aprecia en ellos una cierta uniformidad y una clara diferenciación respecto
al palacio minoico. El rasgo que aproxima ambos tipos es la existencia de talleres y
almacenes.
Pero los palacios micénicos se caracterizan por:
· las fortificaciones ciclópeas (ausentes, sin embargo, en Pilos). Los micénicos eligen cerros
con buenas defensas naturales (en lugar de suaves colinas como en Creta) y fortifican las
acrópolis.
Micenas, con 30.000 m² de recinto amurallado, es la más grandiosa, con lienzos de 12 m de
altura y la Puerta de los Leones enmarcada por cuatro megalitos. También está fortificado el
acceso a la fuente subterránea, esencial en caso de sitio. Tirinto tiene las murallas más
gruesas y el interior mejor organizado. Gla es la fortaleza con el perímetro más largo. Atenas,
Orcómeno y la Cadmea tebana completan la nómina de fortalezas.
El mégaron, que incorporan todos ellos, se trata de un modelo primitivo de vivienda que era
patrimonio (aunque no exclusivo) de los pueblos helénicos. Se compone de un patio delantero
cercado al que da un pórtico con dos columnas, un pequeño vestíbulo y por fin la pieza
principal: un gran rectángulo con un hogar circular en el centro, cuya cubierta está sustentada
por cuatro columnas. Era el principal lugar de estancia y recepción de los palacios y
presentaba un eje de simetría, en contraste con el principio de asimetría de los palacios
minoicos.

7. La producción artística y artesanal.


La cerámica tiene tan asombrosa uniformidad que se conoce como koiné micénica. Se
concentra en varias formas básicas (crátera, jarra, copa, píxide, jarra de estribo) decoradas
con motivos vegetales o animales tan estereotipados que a veces resultan irreconocibles. En
el periodo HR IIIc, el eclipse de la producción palacial permite la diversificación y
renovación de las piezas: aprecen el estilo figurativo (Vaso de los Guerreros, con sugerentes
conexiones orientales), el estilo tupido, con profusa decoración animal y vegetal organizada
en registros, y el estilo del granero, de mediocre calidad, a base de líneas curvas irregulares.
Las salas nobles de los palacios se decoraban con pinturas al fresco de estilo cretense. Hay
procesiones religiosas con oferentes femeninas, de largas trenzas. Por lo general es un estilo
más rígido que el minoico y predominan las escenas de caza y guerra, que reflejan un mundo
heroico, acaso germen de la tradición épica y mítica de Homero. En general la plenitud del
mundo micénico es muy pobre artísticamente y se limita a conservar las tradiciones minoicas.
El excesivo dirigismo de la producción palacial parece inhibir el desarrollo del talento
individual. El único sector que destaca es el trabajo del marfil, en el que destaca la pieza
"Tres divinidades" (aunque ésta también se ha atribuido al Micénico Medio).

8. La disolución de los centros micénicos.


A finales del HR IIIb y durante el HR IIIc se produce en el área micéncia una catástrofe
generalizada muy difícil de explicar. La fecha convencional de 1200 a.C., que marca el paso
de un periodo a otro, corresponde a la destrucción del palacio de Pilos. Tebas, Orcómeno,
Gla, Micenas y Tirinto, también sufren destrucciones, aunque a veces los solares se reocupan.
(En Atenas, en cambio, no se registra ninguna alteración sensible). Las islas de Rodas, Chipre
y Creta sufren en esta época un importante aflujo micénico. Estos hechos han suscitado las
más diversas hipótesis. La más antigua atribuía la destrucción de los centros micénicos a la
invasión de los griegos dóricos (llamada por la tradición "retorno de los Heráclidas", pues se
suponía que no eran extranjeros, sino naturales del país expulsados por los micénicos). Pero
no hay pruebas arqueológicas de ello, más allá de que el área micénica en la época histórica
estaba ocupada por dorios y que en algunos lugares, como Esparta, se da una solución de
continuidad entre ambas ocupaciones. También se ha atribuido esta catástrofe a los mismos
agentes que causaron los graves disturbios en Oriente por esta época (los "Pueblos del Mar"),
a luchas intestinas o a agentes naturales.
Se ha sugerido igualmente que los dorios eran una población sometida que se habría
rebelado, o que se trató de una lenta infiltración, o que fueron hordas de violentos
depredadores. La presencia de cerámica del HR IIIb en el nivel arqueológico VIIa de Troya
(que es el que corresponde a la ciudad sitiada y saqueada por los micénicos) indica que tal
expedición se produjo muy poco antes de las primeras destrucciones palaciales, o acaso ya
después de alguna de ellas. Los historiadores modernos suponen que si en esa situación
amenazante los micénicos se desplazaron tan lejos, sería para combatir la amenaza o porque
se verían gravemente afectados en lo que afectaba a su riqueza y su capacidad defensiva: el
comercio exterior y el suministro de metales. En cualquier caso, la empresa troyana parece
revelar una situación de debilidad en los reinos micénicos, confirmada por la tradición épica
que, a pesar de registrar su victoria en Troya, atribuía desastrosos regresos a sus patrias a los
jefes del ejército aqueo. Ninguna de las hipótesis es suficientemente satisfactoria como para
dar por cerrada la cuestión. El caso es que las destrucciones (cuyos incendios cocieron las
tablillas de los archivos de los palacios, haciendo posible que llegaran hasta nosotros) marcan
el final del sistema socioeconómico palacial, de las instituciones políticas que lo sustentaban
y de la escritura micénica. Comienza una etapa indocumentada, llamada "Edad Oscura", que
en sentido amplio de falta de escritura cubre el lapso entre las últimas tablillas micénicas y
los poemas homéricos (1200-800 a.C.) y en sentido estricto arqueológico entre 1050 y 900
a.C.

9. Orígenes del pueblo griego.


Los historiadores griegos tenían conciencia del trasiego de poblaciones que había
experimentado su territorio hasta la configuración de los estados históricos, pero no se
preguntaban por el origen de ese complejo conjunto étnico (que ellos no llamaban Graeci
-palabra de origen latino- sino Helenos). Para legitimar la ocupación de sus territorios, los
estados griegos desarrollaron el mito de la autoctonía. La versión más panhelénica de este
mito presentaba a un héroe epónimo, Helén, padre de Eolo, Doro y Juto, de quienes
derivarían respectivamente los eolios, los dorios y los aqueos y jonios ( mediante los dos
hijos de Juto, Aqueo e Ión). Al margen de esta leyenda los atenienses recordaban sus reyes
primitivos, "nacidos de la tierra" y la tradición griega conservaba etnónimos como "pelasgos"
o "minias" que se atribuían a poblaciones muy antiguas. Cuando los lingüistas probaron que
la lengua griega pertenecía al tronco indoeuropeo, los historiadores buscaron el origen de la
población helénica en sus raíces lingüísticas, en la idea de que la lengua griega y otros rasgos
culturales debieron ser introducidos por una población indoeuropea. · Las excavaciones
arqueológicas de Micenas, Tirinto y Troya, y los estudios filológicos de Paul Kretschner
(1866-1956) llevaron a establecer la tesis de que los griegos penetraron en las tierras
helénicas a través de tres invasiones: la de los jonios hacia 1900 a.C. (comienzos del HM), la
de los aqueos o eolios hacia 1600 (comienzo del HR) y la de los dorios hacia 1200 a.C.
(coincidente con la destrucción de los palacios micénicos). La diversificación dialectal del
griego, pues, era anterior a las citadas invasiones.

En las últimas décadas, debido a una nueva consideración del desarrollo dialectal de la lengua
griega, se ha invalidado la teoría de las tres oleadas. Caskey propuso una primera entrada de
indoeuropeos hacia 2100 (HA III), causante de las destrucciones documentadas en esa fecha.
Después, hacia 1900, habrían llegado los verdaderos hablantes de protogriego, que, por su
afinidad con los anteriores invasores, no habrían atacado sus asentamientos Las dos teorías
anteriores tienen como principal problema que ninguna de las inflexiones culturales de la
Edad del Bronce presenta indicios arqueológicos suficientes de una entrada masiva de gentes
que se hubieran impuesto a la fuerza sobre una población anterior. En concreto, la cerámica
minia, típica del HM, ha demostrado ser el producto de una evolución in situ de las formas
anteriores. Por todo ello, Drews, recogiendo nuevas aportaciones de indoeuropeístas y
dialectólogos, ha defendido la tesis de que la lengua griega y la cultura micénica (en todo lo
que no es de influencia minoica) habrían sido introducidas en Grecia en 1600 a.C.
(comienzos del HR) por un grupo selecto de guerreros protogriegos, procedentes de un área
situada al sur del Cáucaso, que habría llegado a territorio helénico por mar, desembarcando
en Tesalia, la proverbial tierra "criadora de caballos", para emprender desde allí la creación
de sus centros de poder más meridionales. La lengua griega se habría diferenciado así en un
protogriego septentrional y un protogriego meridional (que es el de la época micénica).
Constituida en la lengua de las élites dirigentes de los centros palaciales, no se habría
extendido al resto de la población del Peloponeso, que habría conservado su lengua
prehelénica y asumido después el dialecto dorio.
TEMA 14: LA EDAD OSCURA Y LA INFLUENCIA ORIENTAL

I. La llamada primera colonización.

1. Consideraciones generales.
En la llamada Edad Oscura (aunque con un probable arranque en el HR IIIc) se produce una
importante migración de griegos desde la Península Balcánica, a través del Egeo, en busca de
nuevas tierras. Algunos historiadores llaman a este movimiento "primera colonización",
aunque el nombre no es demasiado acertado, pues son muchas las diferencias cualitativas que
separan este movimiento de la verdadera colonización de la Edad Arcaica. En la Edad Oscura
no se trata de empresas organizadas por una metrópoli (porque no existían aún ciudades con
esa condición), sino de grupos de emigrantes que de un modo espontáneo abandonan sus
antiguos solares, con los que pierden todo contacto, y buscan otros nuevos en ultramar.
También se diferencia esta colonización de la posterior en que no consiste en el trasplante de
un modelo cultural a otras tierras; en este caso son los emigrantes mismos los creadores de la
cultura en que vivirán en la época histórica sus comunidades. Aunque llevaban consigo
tradiciones y costumbres, habían vivido en la fase subsiguiente a la desaparición de los
centros micénicos, en la cual los niveles culturales habían bajado mucho, y tuvieron que crear
un nuevo tipo de civilización urbana, nuevas instituciones y nuevas formas de pensamiento.
El motivo de estos desplazamientos fue, según se cree, factores climáticos adversos y la
presión de pueblos más fuertes. Se descartan motivos comerciales o de escasez de tierras. Las
nuevas ciudades, en la Edad Oscura, nos son casi totalmente desconocidas por falta de
fuentes escritas y por la pobreza de las arqueológicas. El área colonizada se distribuye en tres
regiones de la costa minorasiática y las islas adyacentes: la Eólide, la Jonia y la Dóride.

2. Eólide.
Es la región peor documentada, difícil de distinguir de la Jonia, aunque la isla de Lesbos es
claramente eolia. En cuanto a la costa minorasiática, Heródoto menciona una Dodecápolis
(12 ciudades) eolia, y en Esmirna la arqueología revela un asentamiento eolio de en torno a
1000 a.C., aunque posteriormente la ciudad se volvió jonia.

3. Jonia.
Es, por el contrario, la región señera de Asia Menor. Los jonios de época histórica
consideraban su migración como una empresa organizada en Atenas. Tenían como héroe
epónimo a Ión, hijo de un fugitivo de Tesalia, que habría emigrado primero a Atenas y luego
a Acaya (en el Peloponeso septentrional). Todo es poco fiable, pero parece indicar que en la
colonización de Jonia participaron gentes diversas de Grecia central y el Peloponeso.
Conocemos la presencia de minoicos y micénicos en Mileto, pero parece haber una
discontinuidad con la ocupación jonia propiamente dicha. Homero menciona a Mileto como
ciudad caria y según la tradición los jonios empujaron a los carios al interior para fundar sus
propias ciudades.

4. Dóride.
Hay una gran presencia caria. Los dorios tenían dos ciudades continentales: Cnido y
Halicarnaso, así como las islas de Cos y Rodas. En las leyendas posthoméricas el movimiento
dorio se muestra paralelo al eolio y al jonio pero ello podría obedecer a una sistematización
secundaria.
II. Los poemas homéricos.

Para los griegos de época clásica, los poemas homéricos constituían uno de los elementos
más importantes de su patrimonio cultural y se usaban como material didáctico en las
escuelas. Es en realidad un hecho sorprendente, ya que el primero de ellos, la Ilíada, se
desarrollaba en el asedio de la lejana ciudad de Troya por un ejército de coalición en época
remota, mientras que el segundo, la Odisea, cantaba el regreso de uno de esos combatientes a
su patria, Ítaca, una pequeña isla de la costa occidental griega que no significaba nada para
las generaciones posteriores. La razón de esa devoción debe estar en la calidad literaria de los
poemas, en el atractivo de sus peripecias, en la integración del mundo de los dioses con el de
los hombres o en su profundidad en el tratamiento de los problemas humanos.

1. Valoración del historiador.


El prestigio de los poemas homéricos ha llevado a su sobre valoración como fuente histórica,
pero la cuestión requiere muchas puntualizaciones. Los hechos que se describen -la guerra de
Troya y el subsiguiente regreso de Ulises- deben situarse en la última fase de la Edad del
Bronce, así que éste es el primer estrato de los poemas. Pero sabemos que no alcanzaron una
forma fija y estable hasta el siglo VIII en Jonia, y este marco cultural constituye otro estrato.
Entre ambos hay que contar con el intermedio (la Edad Oscura). Y como el texto del siglo
VIII sufrió alteraciones, hay que añadir un posible cuarto estrato al esquema general. El
reflejo del estrato micénico en los poemas lleva a pensar que hubo un intervalo de dos
generaciones entre los acontecimientos de referencia y su primera versión épica. El análisis
estructural ha permitido a algunos especialistas concluir que la Ilíada es una obra unitaria con
un solo autor, mientras que la Odisea es obra de dos autores, uno contemporáneo al de la
Ilíada, que habría desarrollado el regreso propiamente de Ulises, y otro posterior interesado
por las consecuencias de ese regreso. En cualquier caso los poemas pasaron por una larga
etapa de transmisión oral, usando el recurso característico del lenguaje formular. Se
considera, por tanto, que el valor de los poemas homéricos como fuente histórica, con ser
muy importante, debe tener siempre un carácter subsidiario y condicionado a la verificación
de sus datos con otras fuentes de evidencia.

2. Estrato micénico.
La historicidad de la guerra de Troya pareció demostrada por las excavaciones de su
descubridor, Schliemann, en la colina de Hissarlik a finales del siglo XIX. El estrato VIIa de
la ciudad sería el de la guerra. Pero recientemente, Dieter Hertel, de la Universidad de
Munich, ha negado que ninguno de los nueve estratos de Troya presente señales de
destrucción. Como mucho, admite una pequeña migración griega en la Edad del Hierro (ss.
XI X). En cambio, Manfred Korfmann (1942-2005), de la Universidad de Tubinga y jefe del
proyecto Troya, cree que Troya fue un gran centro comercial en la Edad de Bronce y que la
guerra encaja bastante bien. Un texto hitita descifrado en los 80 se refiere a una ciudad,
Wilusa (Wilios>Ilión, que es como los griegos llamaban a Troya) que fue atacada
reiteradamente por los Ahhiyawa en el siglo XIII a.C. Korfmann cree que la carga de la
prueba está en los que niegan la historicidad de la guerra de Troya.
El "catálogo de las naves" contenido en el canto segundo de la Ilíada, aunque parece haber
sufrido interpolaciones, comporta una geografía regional de Grecia que sí se corresponde con
la etapa micénica. La presentación de los troyanos, en cambio, es más problemática. Es muy
probable que se hayan elaborado poéticamente como unos adversarios dignos de los aqueos.
Los elementos de cultura material de los poemas que se pueden fechar en la Edad del Bronce
son escasos. Se trata sobre todo de piezas de armamento: la espada tachonada de clavos de
plata, el escudo en forma de torre de Áyax, el casco con dientes de jabalí. A esto hay que
añadir la copa de Néstor y algún objeto decorado a base de nielados.

3. Aportación de la Edad Oscura.


Hay en cambio en los poemas un gran bagaje de elementos que evidencian una
discontinuidad con respecto a la época que se refleja en ellos. El ejemplo más significativo es
el del carro de guerra. Homero sabía que sus héroes lo usaban, pero no sabía cómo, por lo que
los hace ir en carro al frente, ¡para descender después y luchar a pie! La descripción de los
palacios en la Odisea no incluye ninguna referencia a escribas ni talleres. El modelo palacial
reflejado debe corresponder más bien a la Edad Oscura. Las referencias a la monarquía
podrían corresponder a la época micénica (el término ánax se parece a wánax). Sin embargo,
como usa el término basileus en el sentido no de rey sino de "señor" (también lo usan
príncipes con padre vivos) podría reflejar una estructura señorial más propia de los tiempos
postmicénicos. La falta de protagonismo de los dorios se explicaría por la redacción de los
poemas en Jonia (de migración eolia y aquea). Además se mencionan contingentes
comandados por Heráclidas.

4. Elementos jonios y posteriores.


La fase jónica de la tradición épica debió incorporar muchos elementos: los lugares y
aspectos de la costa minorasiática, la correcta topografía de la Tróade, los símiles y las notas
coloristas de la vida cotidiana. Aunque los poetas procuraron evitar los elementos
anacrónicos, hay algunas "filtraciones" que tienen gran interés para el historiador: la
actividad comercial de los fenicios por el Egeo (que comenzó después de 900 a.C.), la
"constitución" de la isla de Esqueria (basada probablemente en las ciudades jonias de la
época), el viaje de Odiseo (deudor de las experiencias de los griegos por el Mediterráneo)...
Especialmente tardíos son: la táctica hoplítica de combate en algún pasaje de la Ilíada y el
motivo de la Gorgona, de origen oriental, que debió introducirse en el periodo llamado
Orientalizante. Estos elementos se deben a retoques posteriores.

III. La cultura material y las formas de vida.

Sólo desde 900 a.C. volvemos a encontrar huellas arqueológicas significativas.

1. Incineración y hierro.
La sustitución de la inhumación por la cremación como hábito funerario se documenta de
forma muy gradual y no llega a generalizarse del todo. Tampoco se difunde esta práctica al
mismo tiempo que el hierro, que se había empezado a introducir en el continente griego en la
última fase micénica, aunque su difusión muy lenta y tarda en adquirir importancia en el
registro arqueológico.

2. Cerámica protogeométrica y geométrica.


El único hilo conductor dentro de la penuria de hallazgos es la cerámica. El Ática es la zona
que presenta la evolución más rica. En ella el periodo protogeométrico (sucesor de la
cerámica micénica del IIIc) cubre el periodo 1050-900 y es el precursor del gran estilo
geométrico. Destaca la tendencia a diferenciar en la decoración las diferentes partes de la
vasija (pie, panza, hombro, cuello). Las dos primeras fases del estilo geométrico, antes de la
exuberante explosión del estilo a mediados del s. VIII, se caracteriza por una cierta alteración
de las formas, una tendencia a aumentar el eje horizontal con relación al vertical, y a trasladar
hacia abajo el centro de gravedad. Se habilitan zonas específicas del vaso para el acomodo de
escenas con figuras humanas múltiples, de gran expresividad. Los ejemplares áticos (entre
ellos las magníficas piezas del Dypilón) son los mejores.

3. Ciudades y aldeas.
Apenas hay restos de poblados. Son aldeas de casas de adobe con espacios sagrados al aire
libre rodeados de una empalizada. Sólo Esmirna se sale de esa tónica común, y aún así las
casas son muy modestas. Sin embargo sus murallas (que se pueden fechar en el s. IX) son
impresionantes, con grandes bloques poligonales bastante bien ensamblados. No parece tener
mucha importancia la oposición entre hábitat urbano y rural. Todo el mundo vive de la
agricultura y de la ganadería pero no reside en el campo sino en la aldea, donde se almacena
el grano y se guarda el ganado para evitar su robo.

4. Sociedad y forma política.


Los testimonios homéricos, sumados a los de Hesíodo, revelan la importancia del desarrollo
de las aristocracias. La monarquía no existe en realidad en la Edad Oscura, aunque haya
figuras hereditarias con poderes muy concretos que llamamos reyes y que luego pasarán a ser
magistrados. Se duda de la cuota de poder que tendría el conjunto de los ciudadanos reunido
en asamblea. La unidad social primaria es el clan, que se integra en otra unidad suprafamiliar,
la tribu. Las unidades intermedias entre el clan y la tribu (las llamadas fratrías) tienen un
carácter local.

5. Religión.
Los planos de los templos se corresponden con los tipos de vivienda. Casi todas las
divinidades titulares de los santuarios corresponden al Panteón Olímpico. Apolo sustituye en
Delfos y en Delos a una divinidad femenina anterior, aunque el culto femenino pervive bajo
la forma de Artemis, su hermana gemela. En Olimpia no hay huellas del culto a Zeus antes
del s. X. En Esparta el santuario de Artemis Ortia es completamente nuevo. El culto de Hera
se muestra más restringido a los estados dorios, aunque uno de sus principales santuarios está
en Samos. Un rasgo característico del s. VIII en relación con el culto de las divinidades es el
enorme incremento de las ofrendas votivas, que antes se concentraban en los enterramientos:
libaciones, frutos, exvotos, joyas y el característico caldero de bronce sobre un trípode.

IV. La influencia del Oriente.

1. Contactos en Oriente.
El tránsito de la Época Oscura a la Época Arcaica, que es también el paso de la Protohistoria
a la Historia griega, presenta como factor más generalizado una influencia oriental, cuya
transferencia se aprecia en el siglo que discurre de 750 a 650 a.C. El principal problema para
su estudio es que debió de producirse esencialmente a través de la importación de objetos
metálicos y tejidos, de los que apenas hay restos arqueológicos, mientras que la cerámica
pintada, que es la principal fuente arqueológica, no es importada sino fabricada en los medios
helénicos. El área principal de irradiación la constituyeron las costas de Siria y Fenicia,
aunque el mayor trasvase de experiencias, conocimientos y objetos debió producirse en
Chipre, donde convivieron fenicios y griegos. También conocemos contactos con Egipto y el
reino de Frigia.

2. Técnicas artesanales.
El s. VII registra la aparición en Grecia de nuevas de técnicas de grabado, cincelado y trabajo
de los metales, que revelan la participación, directa o indirecta, de artífices orientales.
Predomina la técnica del martillo (escudos con cabezas repujadas de animales), pero se
introduce poco a poco el procedimiento de la cera perdida. Aparecen los calderos de tipo
oriental, que sustituyen a los montados sobre trípode, y que llevan los motivos claramente
orientales del grifo y la sirena. Aparecen marfiles orientalizantes y las técnicas de la filigrana
y el granulado del oro, perdidas después de la Edad del Bronce, se reciben ahora de nuevo
desde Egipto o el Próximo Oriente. 3. Cerámica protocorintia. El estilo orientalizante aparece
en la cerámica corintia hacia 725 a.C. con el llamado protocorintio; luego transforma el
geométrico ático y finalmente, en apenas medio siglo, todos los talleres lo habían adoptado.
La razón de la temprana receptividad de Corinto respecto del nuevo estilo está en la falta de
desarrollo de la figura humana en el geométrico corintio. Los vasos protocorintios muestran
ya las dos innovaciones fundamentales del estilo: la temática con motivos de animales reales
o fabulosos, y la técnica "de figuras negras", con los detalles dibujados por incisión que
dejaba a la vista el barro claro. La pieza maestra del protocorintio es el "vaso Chigi". 4.
Cerámica protoática. En los talleres áticos se aprecia una transición más matizada entre el
geométrico y el orientalizante protoático. Los nuevos motivos tienden a ser interpretados de
forma geométrica. la tradición de representación de la figura humana facilita el desarrollo del
estilo narrativo. Una pieza ilustradora de esta tendencia es el ánfora que representa a Ulises
cegando a Polifemo. 5. Escultura. Sabemos de la realización en esta época de imágenes
cultuales de madera, pero no han llegado hasta nosotros. A finales del s. VII se realizan
piezas, destinadas a la decoración de los templos, del estilo "dedálico", con aparatosas
pelucas y vestimenta cretense ("Dama de Auxerre").
Pero es a raíz del establecimiento en Naucratis (Egipto) de griegos de diversas ciudades
cuando se produce el verdadero primer desarrollo de la estatuaria griega, que se manifiesta
desde 600 a.C. con un género de escultura monumental todavía dedálico en algunos aspectos,
pero ya de tamaño natural y en piedra dura ("kouros de Sunión"). 6. Escritura. El alfabeto
constituye uno de los elementos culturales más importantes entre los transferidos desde
Oriente al mundo griego. El alfabeto griego fue una adaptación del usado por los fenicios,
que a su vez derivaba de pictogramas. Esta importante innovación, que superaba no sólo a los
jeroglíficos sino también a los silabarios, resultaba más sencilla en una lengua semita, donde
no existían vocales netas (salvo la a) y el valor diferenciador de las palabras correspondía a
las consonantes. El griego, en cambio, no podía prescindir de la representación de las vocales.
Aunque la poesía seguía conociéndose por tradición oral, la posibilidad de recogerla por
escrito condujo a la fijación de textos muy largos, como la Ilíada y la Odisea. También se
hizo posible la existencia de leyes escritas y el nacimiento de la historiografía. Igualmente la
inscripción de los vencedores olímpicos y las dedicaciones de ofrendas en los santuarios
colaboraron a la formación de una memoria común griega. No parece que haya habido
escribas profesionales. El testimonio más antiguo de la inclusión de las letras en la enseñanza
infantil es de Heródoto, que da cuenta de un accidente producido en 496 en una escuela de
Quíos. En la Atenas del s. V a.C. los varones sabían por lo general leer y escribir. Sin
embargo el uso de la escritura siguió siendo restringido por la carencia de un soporte barato.
El papiro, aunque conocido, debía importarse de Egipto y era un material de lujo. Muy pocos
individuos tenían bibliotecas y muy pocos conocían las obras literarias por haberlas leído. 7.
Religión y valores éticos. El campo de la religión refleja de manera intensa la influencia
oriental, aunque resulta difícil su identificación porque los estratos más antiguos de la
religión griega ya había recogido, con toda seguridad, un componente oriental. El caso más
claro es el del culto a Afrodita, acompañado del culto a Adonis. La diosa griega del amor es
la semítica Ishtar-Astarté, introducida en el ámbito helénico a través de Chipre, según todos
los indicios. Representa una concepción del amor como una fuerza de la naturaleza que actúa
sin limitaciones y prejuicios, y que integra tanto el mecanismo de la reproducción como las
formas sofisticadas de la sensualidad o la prostitución. Adonis venía igualmente del mundo
semítico y del área fenicia. Su culto tenía una especial importancia en Biblos y luego en
Chipre. Su nombre griego deriva del epíteto semítico "Señor", porque en realidad se llamaba
Dumuzi o Tamuz. Era un símbolo del ciclo vegetal, pero en su culto prevalecía la sexualidad
como amante de Afrodita. Todas las mujeres, incluso extranjeras y prostitutas, tenían acceso
a las licenciosas Adonias. También en el terreno del mito se aprecia la influencia oriental en
esta época. El caso más claro es el mito de las edades, que aparece en la obra de Hesíodo pero
está totalmente ausente de la de Homero. Imagina el pasado de la humanidad como una
sucesión de "edades" de metales cada vez menos nobles: oro, plata, bronce, hierro. Un mito
semejante aparece en el Mahabharata indio o en el Libro de Daniel de la Biblia.
También aparece en la Teogonía de Hesíodo el mito de la sucesión de los dioses más
importantes como un relevo dinástico conflictivo. Urano (el Cielo) es desplazado por su hijo
Crono (el Tiempo), y este a su vez por Zeus. El paralelo más cercano es el mito hurrita de
Kumarbi, que destrona a Anu (el Cielo), y también el poema akadio de la creación ("Enuma
Elish"). Desde el punto de visto literario la obra de Hesíodo se considera por algunos autores
como un producto orientalizante. Aunque imita el lenguaje y el estilo homérico, su temática
lo presenta como representante d eun género nuevo. No se emplea en recrear el pasado
heroico, sino que el interesa el mundo en que vive, las tareas y los afanes cotidianos (Los
trabajos y los días). También se preocupa por encontrar la forma para mejorar la raza
decadente de los hombres de hierro, mediante el trabajo que evite el hambre y las
calamidades, y el comportamiento moral. Su tratamiento de los dioses quiere explicar el
origen del mundo como un camino desde el caos hasta el orden presidido por Zeus, símbolo
de la justicia. Tanto el tema de la creación y de la divinidad justa y providente como su forma
exhortativa conectan con la literatura bíblica. 8. Armamento. Los cambios en el armamento y
en las tácticas de combate que empiezan a detectarse en el s. VII se han atribuido a la
influencia oriental. En el s. VIII, los hombres combatían a pie y armados sólo con escudo,
espada y lanza (según nos muestran Homero, Arquíloco y algunos vasos). Por el contrario
desde el siglo VI los guerreros atacan en formación compacta (la falange), fruto de un
minucioso entrenamiento, que tiene un armamento defensivo más completo: escudo redondo,
coraza, grebas, casco. Estas novedades se adoptaron al parecer entre 750 y 650; en esta última
fecha se documenta por primera vez la falange. El casco y el escudo con correa y asa se
consideran derivados de modelos orientales, conocidos tal vez por los griegos cuando las
fuerzas asirias de Tiglat-pileser III hicieron movimientos por la costa siria.
TEMA 15: EL ORIGEN DE LAS POLIS Y LA COLONIZACIÓN GRIEGA I. El origen de
la polis. EUNSA: Las polis y su origen. Concepto de polis. Durante la época arcaica, la
Hélade es escenario de cuatro acontecimientos que preparan el tremendo viraje que
representará para toda la humanidad el s. VI a.C. Se forma, primero, una conciencia helénica;
reaparece la escritura, usando para ello los signos alfabéticos de los fenicios; brotan las polis;
los griegos se extienden por todo el Mediterráneo, creando a su modo un imperio que
abarcaba de un extremo a otro de dicho mar. Es dudoso llamarlo imperio cuando el
predominio de las instituciones locales era absoluto. Pero es evidente que tenía una unidad: el
orgullo de los helenos. El hecho más decisivo es el nacimiento de las polis, que constituyen el
rasgo común de todo el mundo helénico. Cuando los filósofos griegos definan al hombre com
animal "político" no emplean la palabra en sentido moderno, sino como afirmación de que es
capaz de constituir esas típicas células de vida comunitaria. No hay ninguna pedantería en la
resistencia de los historiadores a traducir esa palabra, porque la polis no es en modo alguno
una ciudad en el sentido actual de la expresión, que comporta una plataforma material de
convivencia. En Grecia los miembros de una polis podían trasladarse de lugar, como hizo
Focea, sin dejar de ser la misma polis. Los escritores griegos establecieron una clara
distinción entre la komé (agrupación de varios genos en un mismo territorio para una mejor
defensa) y la polis, que sometía a disciplina a los miembros o no miembros de los genos,
integrándolos a todos en una institución de rango superior. No es que desaparezcan
inmediatamente los grupos gentilicios, sino que se crean instituciones a las cuales todos están
sometidos. Al principio los genos siguen conservando gran importancia. Cada polis ejerce
dominio sobre una determinada porción de territorio que le es propio. Algunas no pasaron de
ser modestos pueblos, otras equivalen a pequeños estados. Tampoco se produce como en la
Edad Media europea una contraposición entre la ciudad y el campo, puesto que todo el
territorio es polis; la condición privilegiada de ciudadano (polites) se adquiere por razones
independientes del lugar de habitación. Las polis organizan la convivencia de sus habitantes
de acuerdo con uno de estos dos modelos: igualdad entre todos los ciudadanos (isonomía) o
sometimiento universal a leyes justas (eunomía). El primero fue adoptado por Atenas y en
general por aquellas ciudades que poseían una economía mercantil abierta. El segundo por
Esparta y las que conservaban esquemas de sociedad más tradicionales. Pero en todas las
polis, sin excepción alguna, cualquiera que sea su régimen, los ciudadanos son siempre una
minoría a la que se restringe el acceso. Las etapas del nacimiento de las polis. Nos faltan
datos esenciales, de manera que los historiadores se limitan a discutir las posibles hipótesis.
Hay dos puntos de coincidencia: en el nacimiento de las polis la época micénica tiene gran
importancia, y los grupos, lo mismo que los individuos, imponen su huella en las
instituciones políticas. Estos grupos tienen como rasgo común su carácter religioso, que une a
sus miembros en el culto a un determinado dios. En cada polis encontramos normalmente tres
phylés (aunque a veces hay cuatro o cinco). Eran los organismos sociales más importantes de
la época aquea.
Los investigadores consideran que los genos son de aparición más reciente y constituyen la
expresión de una sociedad aristocrática sedentarizada, mientras que las tribus parecen
proceder de un momento en que los aqueos se hallaban todavía en movimiento. Los
emigrantes micénicos escogieron para su asentamiento lugares altos que rodearon de muros,
los cuales servían de refugio en caso de guerra. A estos lugares fortificados se les llama
entonces polis. Micenas y Tirinto son, por consiguiente, arquetipos de las primitivas polis. A
los pies de la fortaleza crece con el paso del tiempo un conjunto de habitación para los menos
poderosos; a éste se le llama asty. Con el tiempo, por hallarse la polis en la cima de una
colina (akre), comenzó a recibir el nombre más restrictivo de acrópolis, tal vez porque el
nombre de polis se le daba ya a los dos conjuntos, el de arriba y el de abajo. En ese momento
sobrevinieron las migraciones dorias. Los invasores efectuaron una penetración longitudinal,
empujando a derecha e izquierda grupos de fugitivos que fueron a incrementar la población
de otras zonas o a insertarse en territorios no griegos, estableciendo lo que podría llamarse en
cierto sentido primeras colonias: el Egeo, Jonia. Los recién llegados ocuparon las acrópolis
según su costumbre, permitiendo a los indígenas instalarse en la asty. En muchos casos se
trata de individuos aislados, desarraigados de las antiguas estirpes. Así, en Jonia por vez
primera y luego en otros lugares, surgió un nuevo género de polis en la cual los grupos eran
inferiores a las instituciones ciudadanas, sometiéndolos a la autoridad superior. Este hecho
por sí solo constituía una revolución, porque reconocía que el hombre era, ante todo,
ciudadano (polites) y en segundo término miembro de una genos, una fratría o una phylé.// II.
La colonización griega. 1. Concepto y terminología. La expansión de los griegos hacia tierras
de ultramar es un fenómeno recurrente a lo largo de su historia. Pero la colonización por
antonomasia es la de la época arcaica. Gracias a él, la cultura helénica, en una fase llena de
vitalidad creadora, se trasplanta, bajo la forma política de la polis, a toda una serie de áreas
nuevas que cubren el ámbito del Mediterráneo. En términos generales, el movimiento
colonizador se insribe entre 775 y 550 a.C., con dos etapas diferenciadas cuya cesura se sitúa
convencionalmente en 675. En la primera, los asentamientos suelen elegirse en función de
sus posibilidades agrícolas, mientras que en la segunda priman los motivos comerciales y
estratégicos. Las colonias fundadas son muchas y presentan diferencias entre sí. También son
diversas las ciudades fundadoras, que en muchos casos son ellas mismas colonias. Los
colonos son grupos de emigrantes que abandonan su patria e instalan su hogar en otro sitio.
El término apoikía ("separación de la casa") designa técnicamente tanto la expedición
colonial como el subsiguiente asentamiento. Pero hay rasgos que diferencian claramente la
colonización de una emigración. La colonización no es espontánea, es la ciudad fundadora la
que decide y planifica la creación de otra nueva, envía los efectivos y proporciona los
recursos. También designa un oikistés, un jefe de la expedición y le atribuye los poderes y
funciones necesarios. La apoikía se distingue también de la klerouchia, palabra derivada de
klerós (lote de tierra asignado a un individuo). Las cleruquías, de creación ateniense, eran
asentamientos de ciudadanos lejos dle hogar patrio, donde cada emigrante recibía en
propiedad una tierra. Sin embargo, los klerouchoi seguían siendo ciudadanos atenienses,
mientras que las apoikiai nacían como ciudades nuevas, con independencia política
(autonomía) de sus respectivas metrópolis y con sus propios ciudadanos, que ya no lo eran de
éstas. Además las cleruquías asumían un papel estratégico (vigilancia y control de los
estrechos, impedir la defección de un aliado...). De la misma manera los asentamientos de
colonos con carácter militar en época helenística se conocen como katoikía y se diferencian
de la apoikía. Es también recurrente la distinción entre apoikía y el asentamiento en suelo
extranjero dedicado al comercio (emporion). Los emporia surgieron de forma espontánea en
las rutas comerciales o, como Naucratis, podían pertenecer a varias ciudades. No son poléis
propiamente dichas. Sin embargo eventualmente los dos términos vinieron a coincidir (así
Heródoto usa el término emporion para designar las colonias griegas del mar Negro). 2.
Motivaciones de la colonización. Junto a la causa generalizada de la escasez de tierras,
aparecen diversos móviles de índole personal: la presión persa en Focea, el deseo de aventura
en Arquíloco de Paros, las tensiones dentro del grupo dirigente de una metrópolis en Corcira
o Siracusa. El caso de la única colonia de Esparta, Tarento, es singular: se fundó para dar
salida y asentar lejos de Esparta a los Partheníai (hijos de soltera), los hijos ilegítimos nacidos
mientras los espartanos combatían en la primera guerra mesenia, lejos de su ciudad. Aunque
las colonias adoptaban las formas políticas y sociales de sus metrópolis, permitían
potencialmente configurar unas comunidades más igualitarias, o al menos, con nuevas
aristocracias. Los motivos económicos son los más importantes. Es paradigmático el relato de
Heródoto relativo a la fundación de Cirene por colonos de la isla de Tera: la metrópoli se
encuentra en una situación económica calamitosa y los emigrantes son obligados a partir y se
les impide el regreso cuando las cosas iban mal. De igual manera, según nos cuenta Plutarco,
los colonos etrerios de Corcira fueron rechazados por su ciudad de origen cuando fueron
expulsados de Corcira por los corintios, y tuvieron que establecerse en Metone. Las fuentes
literarias usan el término stenochoría (falta de tierra) como la causa fundamental de la
colonización. Efectivamente, la tierra como fuente de recursos desempeña un gran papel en la
colonia. Ésta tiende a ser autosuficiente, es decir, a no depender del comercio para los
productos de primera necesidad. Pero el comercio tuvo una importancia decisiva en el
proceso de colonización. Algunas ciudades griegas, notables por su desarrollo artesanal y de
las técnicas de navegación, explotaron las posibilidades económicas de la ampliación del
mercado exterior. El panorama arqueológico pone de manifiesto una intensa circulación de
mercancías por toda el área de dispersión de los griegos. La historiografía moderna aduce
como motivaciones determinantes de la mayoría de las fundaciones coloniales la falta de
tierras y la presión demográfica. La herencia en el mundo griego se distribuía
igualitariamente entre los hijos, lo que conducía a una excesiva fragmentación de las
haciendas, hasta módulos insuficientes para alimentar a una familia. Es significativo que la
no participación de Esparta en elproceso colonizador coincida con su expansión por la vecina
Mesenia. Pero hay que hacer algunas matizaciones. El aumento demográfico sólo se aprecia
con claridad en algunas regiones, como el Ática. Y es un problema establecer concretamente
hasta qué punto existía en la Grecia arcaica una pequeña y mediana propiedad independiente
y cuál era el alcance de la concentración de la propiedad en pocas manos. 3. Aspectos
formales de la fundación colonial. Las narraciones historiográficas proporcionan
informaciones precisas respecto a algunas colonias. En el caso de la fundación de Cirene, el
largo relato de Heródoto, lleno de peripecias, está confirmado por una fuente independiente,
la inscripción del siglo IV del supuesto decreto fundacional de la colonia. Algunos aspectos
revisten un interés general: · La función del oráculo de Delfos. Tanto en Heródoto como en la
inscripción, se muestra totalmente prospectiva. El dios, que conoce de antemano la sequía
que va a afectar a Tera, ordena la fundación de la colonia, pero no se le hace caso. Llegada la
calamidad, vuelve a repetir el consejo, designando además la zona. Para la historiografía
moderna resulta difícil saber si el papel del oráculo ha sido exagerado, aunque es ciertamente
en la época de la colonización cuando el santuario délfico alcanza la importancia panhelénica
que conserva en adelante. La cuestión se relaciona con las implicaciones religiosas de la
fundación de una ciudad. Ésta necesitaba de los auspicios divinos y Apolo recibe por
entonces el epíteto de Archagetes, "conductor (de colonos)". Así que quizá existiera la
costumbre de recabar la autorización oracular para tomar la iniciativa de fundar una colonia,
para elgir el lugar y para designar a la importantísima figura del fundador, que representaba a
la propia divinidad, podía asumir el poder político y, tras su muerte y enterramiento en el
recinto recibía un culto heroico como protector de la ciudad. · La forma que adopta en la
metrópoli la decisión de crear la colonia. En el caso de Cirene, está documentada en la
inscripción de Tera, aunque desde luego no es generalizable. Se trata de una iniciativa
adoptada "in extremis". El sacrificio de los que se van permitirá la supervivencia de los que
se quedan. Cada familia debe contribuir con un varón en la mejor edad. El acuerdo se adopta
en asamblea y es sancionado por un juramento (horkion). Como doble garantía de su
cumplimiento está la pena de muerte establecida por el estado y la imprecación mágica de la
comunidad. Presumiblemente, la lista de colonos se completaría en la mayoría de los casos
con voluntarios. Tenemos constancia de que a veces se invitaba a miembros de otras
ciudades. Pero en cualquier caso la decisión tenía que ser adoptada formalmente por los
órganos políticos del estado. 4. Relaciones de la colonia con la metrópoli. El oikistés,
nombrado por la metrópoli, consagraba la colonia, a la que había llevado el fuego sagrado
desde la ciudad madre, e introducía los cultos patrios. Pero en adelante la colonia constituía
un estado nuevo, con total independencia política, y los colonos asumían la nueva ciudadanía.
Sin embargo, no se producía una ruptura total con la metrópoli, con la cual persistían unos
lazos especiales (de sangre, de culto, de instituciones, de dialecto, de intereses económicos), a
pesar de las frecuentes desavenencias.
5. Relaciones con el medio indígena. El relato literario muestra que no eran infrecuentes los
casos de un contacto pacífico (Ampurias en la Península Ibérica, Mégara Hiblea en Sicilia)
pero tampoco aquellos en que existió tensión y fuertes luchas (la isla de Tasos frente a Tracia,
según nos cuenta Arquíloco de Paros; Abdera en la costa tracia). En conjunto, la aventura
colonial era arriesgada, porque además no contaba con gran cobertura militar. En las zonas
mejor conocidas arqueológicamente, como Sicilia, hallamos datos suficientes para
comprender la diversidad de situaciones. Así, los griegos calcidios asentados en Naxos y
Catana penetraron pacíficamente, mientras en el hinterland situado entre las colonias dorias
de Siracusa y Gela van desapareciendo las necrópolis nativas y surgiendo puestos griegos de
vigilancia militar, indicadores de la agresividad de los colonos hacia los nativos. Pero no
parece lo corriente que se intentara someter a los indígenas a un estatus de siervos. Como
consecuencia de la colonización, la cultura helénica se extendió hacia zonas muy alejadas de
Grecia y se dejó sentir no sólo en la cultura material sino también en las formas de vida. 6.
Sicilia, Magna Grecia (Sur de la Península Itálica) y Calcídica. Las primeras colonias fueron
fundadas por un número limitado de ciudades griegas: Corinto, las eubeas Calcis y Eretria, y
Mégara. Las zonas elegidas fueron Sicilia, la Magna Grecia y la península Calcídica. En
Sicilia, los eubeos de Calcis fundaron la colonia de Naxos a la entrada del estrecho de Mesina
(734 a.C.) y pronto la siguieron Catana y Leontinos. Los corintios fundaron Siracusa, con un
puerto excelente. Los megarenses se instalaron en Mégara Hiblea. Los habitantes de Rodas,
mezclados con cretenses, crearon Gela y luego Acragas (Agrigento). En Italia meridional, el
primer asentamiento fue Pitecusas, en la isla de Ischia (775-760 a.C.), por gentes de Calcis y
de Eretria. Posteriormente se instalaron en Cumas y en el último cuarto del s. VIII se ocupa la
costa sudeste: los aqueos fundan Síbaris y Crotona y los espartanos Tarento. En las costas de
Macedonia y Tracia, Calcis y Eretria enviaron colonos desde la primera mitad del siglo VIII.
Los calcidios darán nombre a la gran península Calcídica (constituida por las pequeñas
penínsulas Pallene, Sithonia y Acté). Durante el segundo periodo colonizador las fundaciones
en estas zonas se multiplican. 7. Zona del Adriático. Los eretrios colonizaron en un primer
momento la isla de Corcira, aunque en 733 los corintios habían ocupado su lugar. Desde
Corcira, y con un oikistés llegado de Corinto, se fundó la colonia de Epidamno, y Corinto
creó, muy cerca, Apolonia. 8. Zona del Mediterráneo occidental. Esta zona, rica en plata,
cobre y sobre todo estaño (indispensable para la metalurgia del bronce) había atraído desde
antiguo a los griegos, que entrarían en concurrencia con fenicios y cartagineses. Los foceos se
instalaron hacia 600 a.C. en Massalia (Marsella), desde donde controlaban la ruta comercial
del estaño, que remontaba el Ródano. Massalia se convirtió enseguida en un gran centro
comercial, muy relacionado con el entorno indígena. Desde allí se fundarán Nicea (Niza),
Antípolis (Antibes) y Emporio (Ampurias), así como Alalia en Córcega.
La presencia focea en el mediterráneo occidental aumentó cuando la metrópolis fue tomada
en 545 por los persas. El nuevo aflujo de gentes griegas y su expansión territorial creó
susceptibilidades entre los etruscos y los cartagineses, que tras vencer la batalla de Alalia
(540 a.C.) les obligaron a retirarse de Córcega. Aún se discute si hubo asentamientos griegos
en el sur de la península ibérica, o si la presencia fenicia, con su intensa actividad comercial,
puede haber sido causa suficiente de la introducción de los elementos helénicos que presentan
las culturas ibérica y tartésica. 9. Presencia griega en Egipto y la Cirenaica. En el siglo VII,
Egipto sufría la presión de los reyes asirios y no era el mejor momento para estrechar
relaciones. Pero desde que Psamético I expulsó a los asirios con la ayuda de mercenarios
jonios y carios, la presencia de griegos fue continua. Tras los mercenarios llegaron los
comerciantes, que se instalaron en Naucratis. La arqueología ha aportado gran abundancia de
cerámica cuya cronología se remonta a fines del s. VII a.C. Según Estrabón, Mileto fue el
fundador de Naucratis, y con el faraón Amasis (568-526, de la Dinastía XXVI, saíta) recibió
tierras y un estatuto ventajoso que lo convertía en el único puerto de embarque y
desembarque de mercancías de todo el Delta. Allí se concentraban mercaderes griegos de
procedencias diversas. Gozó de una gran prosperidad hasta que en 525 Cambises conquistó
Egipto. En el área después llamada Cirenaica, entre Egipto y las posesiones púnicas, se
encontraba Cirene, de cuya fundación ya hemos hablado. Situada en una rica llanura de
grandes posibilidades agrícolas, la colonia alcanzó un gran desarrollo: trigo, aceite, lana,
silphion (planta medicinal de la que la casa real tenía el monopolio y que constituye el
emblema monetal de la ciudad). Entre 525 y 510 la Cirenaica sucumbió al ímpetu persa y
pasó a constituir una satrapía, aunque la nueva autoridad mantuvo la casa real de los
Batíadas. Aprovechando las derrotas persas en las guerras médicas, Cirene recuperó su
independencia y hacia 455 a.C. proporcionó cobijo a los supervivientes del cuerpo
expedicionario enviado por Atenas en ayuda de Egipto, que se había sublevado contra la
opresión persa. 10. Colonización de la Propóntide (Mar de Mármara). La ruta que comunica
el Mediterráneo oriental con el mar Negro pasa por el mar de Mármara, y los Estrechos que
lo delimitan (los Dardanelos y el Bósforo) se convirtieron en enclaves apetecidos por los
estados comerciantes. Los viajes exploratorios (que tenían un precedente micénico, según la
leyenda del Vellocino de Oro) cristalizaron en asentamientos, llevados a cabo especialmente
por Mégara y Mileto. La primera fundó Astaco (finales del s. VIII) y Calcedonia (ha. 680) en
la orilla asiática, y Selimbria y Bizancio en la orilla europea. Mileto fundó, junto con gentes
de Paros y de Eretria un asentamiento en Pario (finales del s. VIII) y otras colonias milesias
en la orilla asiática, como Abidos y Cícico. También otros pueblos contribuyeron, como los
foceos (Lámpsaco), los samios (Perinto) o los atenienses en empresas individuales de
aristócratas como Milcíades e Hipias. En la fundación de Bizancio los megarenses no
estuvieron movidos por el interés estratégico de controlar el paso del Bósforo (según
Heródoto un general persa de Darío se extrañó de que se hubiera tardado tanto tiempo en
fundar allí una colonia) sino para proporcionar tierras a sus emigrantes.
11. Zona del mar Negro. La colonización de la Propóntide abrió la puerta a la del mar Negro,
llamado por los griegos Ponto Euxino (mar Hospitalario) en un intento conciliador hacia ese
mar de tormentas inesperadas y clima poco atractivo para un griego. Durante el s. VII se
emprendió la colonización de estas tierras, en las que Mileto asumió el papel preponderante
(se dijo de ella que había llegado a realizar 90 asentamientos coloniales), secundada por
Mégara y por colonias ya consolidadas. Los milesios fundaron Istro, cerca de la
desembocadura del Danubio, en 625 a.C. La ciudad fue saqueada por los escitas y en el s. V
fue amurallada. Olbia, en la desembocadura del río Bug, floreció gracias a las buenas
relaciones con los indígenas. Otros establecimientos milesios fueron Apolonia, Odesa, Tomis
y Tiras. También Sinope, en privilegiada posición en medio de la costa norte de Anatolia, y
Tanais, en la desembocadura del Don, en el mar de Azov. Mégara fundó Heraclea del Ponto,
que a su vez fundó otras colonias como Calatis y Quersoneso. Y las colonias también
megarenses de Bizancio y Calcedonia fundaron Mesembria. La colonización griega de la
cuenca del mar Negro es posterior a la de otras regiones. Algunas colonias, como Heraclea
del Ponto, responden a necesidades agrícolas. Otras además se beneficiaron comercialmente
de los recursos de la región: pescado, trigo abundante, del que tan necesitados estaban los
griegos, madera, cobre y hierro. Las intensas relaciones con los indígenas propiciaron una
progresiva recepción por escitas y tracios de las influencias culturales de los griegos.
TEMA 16: GUERRA Y COMERCIO EN LA GRECIA ARCAICA I. La lucha por el
territorio. En la época arcaica, las unidades de poblamiento han empezado ya a aglutinarse
para formar estados, y cada uno de ellos tiende a establecer para sí un territorio lo más amplio
posible, intentando eventualmente anexionarse regiones vecinas. Surgen así guerras por las
fronteras, que conducen a la fjación de las grandes unidades políticas de la época clásica. La
implicación de intereses comerciales incrementa la envergadura de estas guerras. 1. Guerra
lelantina. El primer enfrentamiento conocido enfrenta a las ciudades principales de la isla de
Eubea: Calcis y Eretria. Su conflicto fronterizo, en los últimos años del s. VIII, se elevó a un
tono mayor por la intervención de numerosos aliados. Samos apoyaba a Calcis y Mileto a
Eretria, y podemos conjeturar que Corinto iba con la primera y Mégara con la segunda. La
victoria de Calcis parece haberse debido al apoyo de la caballería tesalia y de ella puede
haberse seguido la participación de Calcis en las empresas coloniales de Corinto en el oeste.
2. Corinto y Mégara. También tenemos noticia de una guerra entre Corinto y Mégara que
terminó hacia 700 a.C. a favor de la primera, con la anexión del territorio necesario para
controlar los dos acceso más fáciles al istmo por mar, lo que convirtió a Corinto en el
mercado central de Grecia. Mégara ocupó entonces la isla de Salamina, que le sería
arrebatada por los atenienses en la época de Solón. 3. Primera Guerra Sagrada. Delfos, con el
santuario de Apolo como centro, había constituido una anfictionía, es decir, una federación de
tribus de Grecia septentrional y central, cada una de las cuales tenía dos votos en el consejo
que la regía. Pero la ciudad de Crisa controlaba el acceso al santuario desde el norte y desde
la costa y extorsionaba a los peregrinos. El consejo de la anfictionía (en el que Tesalia tenía
gran poder de decisión), bajo los auspicios del oráculo, declaró la guerra a Crisa y la destruyó
en 591, esclavizando a los supervivientes y consagrando su terreno a Apolo. El santuario
délfico aumentó su prestigio y la supremacía de Tesalia sobre los estados situados al norte del
istmo de Corinto quedó reforzada con la presidencia de la anfictionía. Para conmemorar esta
victoria se crearon los Juegos Píticos en 582. 4. Expansión de Tesalia. Después los tesalios
intentaron una expansión territorial importante. Subyugaron la Fócide y la Lócride para
penetrar luego en Beocia, hasta la fortaleza de Cereso, donde fueron derrotados. Despues los
focios se rebelaron y los derrotaron. La fecha es incierta (571?, 480?). En adelante, Tesalia
tuvo que replegarse sobre sí misma. II. Organización de los estados de Grecia central. La
consolidación de los Estados de la Grecia central se vio condicionada por los movimientos de
población hacia el sur.

Los locrios se vieron divididos en dos secciones, empujadas hacia el este y el oeste por los
focios (que lograron establecerse en el valle del Cefiso). En el este, los locrios formaron una
sympoliteia, un sinecismo semejante al de los atenienses, con una ciudad, Opunte, sede del
gobierno central. Era una especie de aristocracia, comandada por las llamadas "Cien Casas"
(un grupo selecto de familias) y con una asamblea restringida ("los Mil"). Esta oligarquía se
mantuvo sin cambios durante la época clásica. La Lócride oriental tuvo una importante
ascendencia sobre la occidental y participó de algún modo en su empresa colonizadora. La
colonia de Locros Epicefiria produjo un famoso código de leyes de carácter inmovilista, ya
que cualquiera que hiciera una propuesta para cambiar las leyes vigentes podía ser condenado
a muerte. Los locrios occidentales siguieron constituyendo pequeñas comunidades autónomas
establecidas en torno a colinas, aunque tenían algún puerto, como Naupacto, que en el s. V
los atenienses les arrebataron. Tesalia es una fértil llanura muy extensa, irrigada por el río
Peneo. Los tesalios la había ocupado desalojando a los beocios, que tuvieron que emigrar al
sur para establecerse en otra llanura semejante (algunos permanecieron en Tesalia como
población marginal, refugiados en las colinas). La llanura se dividía en cuatro cantones
(tétradas), gobernados por familias prominentes. Además había un poder central, tagós,
equivalente a un basileus. Se trataba fundamentalmente de un cargo militar que controlaba las
levas de todo el territorio. Las haciendas de los tesalios eran trabajadas al parecer por un tipo
de siervos dependientes, los Penestái, que también eran entrenados para la guerra.
Representaban quizá una población residual muy antigua. Los perioikís de las colinas
pagaban un tributo a los tesalios y entraban en el ejército armados ligeramente. Beocia era un
estado agrícola (en contraste con la más ganadera Tesalia). Los dos centros más importantes
eran Orcómeno en el norte y Tebas en el sur, opuestos por un cierto antagonismo
probablemente de raíces étnicas. Pero también había un cinturón de colinas, con tierras de
bajo rendimiento que requerían un gran esfuerzo, como las del poeta Hesíodo en la aldea de
Ascra. La ciudad dominante era Tebas por su situación privilegiada en ella la ruta que venía
del norte se dividía en tres ramas que llevaban respectivamente a Mégara y el istmo de
Corinto, al Ática y al puerto de Áulide, enfrente de Calcis de Eubea. Beocia es el modelo más
genuino de estado federal: la llamada Liga Beocia o Pambeocia, o Confederación Beocia,
aunque el título oficial era "los Beocios". Estaba integrada por las poléis de la región, que
decidieron unirse para hacer frente a la presión de los tesalios y los atenienses. No sabemos la
fecha en que se creó la federación, aunque está documentada desde mediados del siglo VI
a.C. por las monedas que llevan el emblema beocio del escudo en ocho y en el reverso la
leyenda BOI. Además, la Liga Beocia tenía objetivos económicos. En el terreno político,
reconocía la autonomía de sus miembros, con un margen de iniciativa en política exterior.
Aunque formaba parte de la Anfictionía Délfica en época clásica, y tal vez desde antes,
Beocia no parece haber intervenido en la Guerra Sagrada, tal vez debido a su posición frente
a los tesalios. Tebas era la verdadera cabeza, pero formalmente los miembros eran iguales,
contribuyendo al ejército común con un contingente al mando de un beotarca. En la Segunda
Guerra Médica la Confederación se puso del lado de los persas.

La Fócide formó también un Estado federal, integrado por las ciudades y por las tribus que no
habían constituido asentamientos urbanos propiamente dichos. Con el título formal de "los
focios" emprendieron acciones militares conjuntas y en la segunda mitad del siglo VI a.C.
acuñaron moneda federal, adoptando como emblema un toro. Como en el caso de Beocia, el
móvil de la unidad debió ser la presión de los tesalios.

III. La guerra y el armamento. El nacimiento de los estados creó una nueva moral entre los
individuos ahora llamados "ciudadanos". Si en el pasado heroico la guerra era una ocasión
para mostrar la excelencia individual, ahora la defensa de la ciudad, del estado, era una tarea
de todos sus miembros. Los versos de Tirteo en Esparta y los de Solón en Atenas,
exhortando, respectivamente, a la conquista de Mesenia y de Salamina, tienen el mismo tono:
luchar por la ciudad, por la patria, es el máximo honor que puede alcanzar el hombre.
Algunas convenciones bélicas aliviaban la dureza de la guerra. Los vencidos podían
recuperar a sus muertos (sin armas) porque el derecho de sepultura se consideraba sagrado.
Las treguas se respetaban, el derecho de asilo en los santuarios también. Los heraldos y los
embajadores eran inviolables. Pero la suerte de los vencidos era muy triste. A consecuencia
de la conquista espartana, Mesenia dejó de ser un estado durante siglos, y ya hemos hablado
de la destrucción de Crisa. Normalmente los derrotados eran reducidos a esclavitud y se
vendían en ultramar, o permanecían al servicio del vencedor. Para prevenir la rebelión de las
ciudades sometidas se exigían rehenes, o se las amenazaba con el exterminio de la población
en lugar de la esclavitud. La caballería constituía una tropa de élite, pero su importancia en la
guierra de la época arcaica parece haber sido muy desigual: en los estados de Jonia era
todavía decisiva, y lo fue también en la guerra lelantina y en estados con una aristocracia
fuerte y buenos pastizales, como Tesalia. Pero el desarrollo del armamento y de las tácticas
hoplitas (hoplita=soldado de infantería) le hizo perder relñevancia en el Peloponeso, porque
no era capaz de romper la falange. La falange hoplita es el resultado de una serie de
innovaciones de distinta procedencia que se suceden entre 750 y 650 a.C. de modo que hasta
este último momento no debe haber comenzado a imponerse como fuerza militar. El famoso
"Vaso Chigi" que documenta la falange en Corinto es de 650 o poco antes, y en ese momento
comienzan a aparecer figurillas de hoplitas como ofrendas en los santuarios espartanos de
Artemis Ortia y de Menelao. El armamento, a lo largo de ese siglo, se va haciendo cada vez
más pesado, y se supone que la formación en falange sólo pudo comenzar cuando se dispuso
de las dos piezas defensivas fundamentales: el casco y el escudo. Según Heródoto los griegos
los tomaron de los carios, y es probable que en último extremo provengan de los asirios. La
forma característica del caso hoplita es la corintia, de una sola pieza y una escotadura frontal
en forma de T, que sólo hace visibles los ojos y la boca. Se adorna con una cimera de crines
de caballo, de origen oriental. Sus características (gran peso, impedir la audición y la visión
lateral) sugieren que no resultaba útil para una forma móvil de combate y que se había
desarrollado en función de la táctica de formación compacta. También el escudo del hoplita
desarrolló en Grecia una forma peculiar, a partir del posible modelo del escudo redondo
oriental. Era de madera, cubierto por una gruesa lámina de bronce decorada, y con una correa
vertical por la que se pasaba el brazo y un asa cerca del borde. Su diámetro era dos veces la
longitud del antebrazo de un hombre. Es también una pieza muy pesada y de poca
maniobrabilidad, idónea para las tácticas hoplitas. No es fácil identificar estos escudos en las
representaciones plásticas, ya que no se muestra su cara interior, pero como no podían girar y
presentaban un eje vertical fijo, podemos conjeturar que los escudos decorados según tal eje
de simetría corresponden a este tipo, y podríamos establecer su datación inicial en torno a 700
a.C. La documentación más antigua de la coraza de bronce que llevaba el hoplita es la de la
tumba de un guerrero de Argos, fechada hacia 725 a.C. Constaba de dos piezas modeladas en
forma anatómica y articuladas por bisagras en un lado, mientras que por el otro se ataban. Las
raíces de esta pieza no son orientales sino de Europa central. A veces los vencidos
continuaban hostigando a los vencedores con la táctica de la guerrilla, que requería soldados
armados a la ligera. Esto parece haber ocurrido con los mesenios (refugiados en el monte
Itome) y con los focios (en el Parnaso). Algunos estados tenían excelentes soldados
entrenados en este tipo de lucha que podía dilatar las guerras e incluso lograr victorias
estratégicas desde una posición de inferioridad. IV. El comercio exterior. Aunque el comercio
exterior era sin duda una de las bases económicas de la época arcaica, directa o
indirectamente, es muy escasa la documentación que tenemos sobre él. La mayor parte de los
testimonios arqueológicos corresponden a la cerámica, pero también los textiles más o menos
lujosos y los esclavos eran partidas importantes. No sabemos cómo se dirimían las diferencias
entre extranjeros; desde mediados del s. VI aparece la figura de próxenos, una especie de
protector oficial de los extranjeros en cada ciudad, aunque no eran sus representantes legales.
Tampoco sabemos nada sobre precios y cómo se fijaban. Es frecuente que se establezcan por
referencia a animales o a medidas de productos agrarios, porque la moneda no era todavía un
instrumento de cambio generalizado. Algunos autores resaltan el hecho de que la economía
griega tendía a ser autosuficiente, por lo que el comercio sería suntuario y marginal. Pero,
aunque lo anterior puede ser cierto con carácter general en el periodo orientalizante, desde
comienzos de la época arcaica algunos estados empiezan a desarrollar talleres para la
exportación, de tal manera que al llegar a la época clásica su sistema económico depende en
efecto del comercio exterior. Parece claro que el comercio exterior creó el estímulo necesario
para el desarrollo de la producción artesanal. En la época arcaica el istmo de Corinto es el
centro del comercio exterior griego. Lo que procedía del Egeo y el mar Negro llegaba al
golfo Sarónico y lo proveniente del oeste, al golfo de Corinto. Gracias a la calzada que
atravesaba transversalmente el istmo, los productos podían transportarse de un puerto a otro,
evitando tener que circumnavegar el Peloponeso. Corinto controló hastra la época clásica
todo el comercio con Occidente, predominando sobre las polis eubeas: a los eretrios los
expulsó de Corcira (como hemos visto) y con los calcidios parece haber llegado a un
entendimiento. También Mégara, aunque a menor escala, supo sacar partido de su posición en
el istmo, lo mismo que el estado insular de Egina y el costero de Sición. Las ciudades jonias
tuvieron relaciones preferenciales con Egipto.
V. Aparición de la moneda. Según Heródoto, la moneda (es decir, la pieza de metal de peso
fijo y diseño característico) fue una invención de los lidios, y es probable que así fuera.
Arqueológicamente son sincrónicas las dataciones de las más antiguas piezas lidias y las de
algunas ciudades griegas de Asia Menor. En cualquier caso, el último tercio del siglo VII a.C.
conoce esta innovación, que se extiende con rapidez. El precedente de la moneda hay que
buscarlo en la costumbre de pagar o establecer el precio de las mercancías en lingotes o
pequeños bloques de metales preciosos, bronce o hierro. Primero se les practicaba una
incisión para demostrar que eran macizos, luego se cubrieron de estrías que evidenciaran el
grado de desgaste. Finalmente se estamparon emblemas representativos de la ciudad de
acuñación, la cual respondía de la calidad y el peso del metal. En Lidia y las ciudades griegas
de Asia Menor se acuñó en Electro (una aleación natural de oro y plata). Más tarde, el rey
lidio Creso separó el oro y la plata y acuñó en cada uno de estos metales. Las monedas
griegas continentales fueron de plata porque allí no había oro ni electro. Las primeras se
acuñaron en Egina, con pesos y composición diferente de la lidias. El patrón egineta coexistió
en el patrón euboico (hecho por Samos y Corinto y adoptado también por Atenas). El
comercio exterior, sin embargo, no precisaba de la moneda. Cartago no acuñó sino hasta que
hubo de pagar a mercenarios sicilianos. Aparte de su mayor funcionalidad, la moneda
facilitaba la tesaurización.

Éfeso: abeja

Mileto: león

Egina: tortuga

Corinto: caballo

Atenas: cabeza de Atenea y lechuza


TEMA 17: EL ORIGEN DEL PENSAMIENTO HELÉNICO. LAS TIRANÍAS DE LA
GRECIA ARCAICA I. El origen del pensamiento helénico. EUNSA: El origen del
pensamiento helénico. Nomos, la norma. Aunque la ordenación de la nueva sociedad y la
aparición de regímenes políticos que se consideraban a sí mismos como racionalmente
humanos son fenómenos muy importantes, más aún lo es el despertar de la razón humana a la
actividad del pensamiento. Paralelamente al tiempo que los judíos emplean en desarrollar la
simiente del yahveísmo, los griegos se descubren a sí mismos como seres espirituales con
capacidad de raciocinio. Esa misma capacidad les llevará más tarde a descubrir la necesidad
de un Dios universal, razón suprema del universo. Por caminos diversos procuraban a la
humanidad un enriquecimiento sin igual. En el fondo de todo esto hay algunas posiciones
básicas. En su contacto con Asia, los griegos descubrieron la magnitud del progreso material
de los bárbaros, pero lo despreciaron, estableciendo la distinción entre los utilitario
("banáusico") y lo puramente creador. La poesía y el pensamiento son sublimes, mientras que
la técnica se mueve en el nivel de las cosas ordinarias. El griego, con una dosis no pequeña de
soberbia, se consideraba superior a los demás pueblos. El régimen particularista de la polis,
que conducía a la igualdad entre sus miembros, les condujo a la convicción de ser los únicos
capaces de vivir en ciudades. Su lengua era superior, y quienes no la poseían eran bárbaros
(balbucientes). La superioridad de la Hélade se atribuía a sus leyes ("nomos"). La ley es una
norma racional de conducta que reclama la existencia de un Logos universal. Humanismo. El
principal legado de la Hélade a las generaciones posteriores fue el humanismo, la valoración
de la persona humana. Comenzó a formarse durante la época aristocrática y conserva de ésta
profundas huellas: ideales de belleza equilibrada y valor físico que, combinados en un solo
concepto (kalokagathia). El objetivo de la educación es ser buenos y bellos y para ello se
complementan la corea (combinación armónica de música, canto y danza) y la gimnasia,
cultivo equilibrado del cuerpo. El desprecio a lo banáusico tuvo como resultado la valoración
desmedida de la competencia, por la cual se promueve lo excelente. Los griegos llamaron al
certamen competitivo "agón" (lucha). La manifestación popular de la agonística eran los
juegos, fiestas celebradas en honor de los dioses en las que se atendía paralelamente a la
belleza del cuerpo y su destreza y a la inteligencia. Las grandes obras literarias eran
presentadas allí. Los juegos eran muy numerosos, pero sólo cuatro gozaban de la
consideración de panhelénicos y comportaban una tregua rigurosa a fin de que todos los
griegos acudiesen: los Ístmicos (celebrados en Corinto en honor de Poseidón), los Píticos (de
Delfos en honor de Apolo), los Nemeos y los Olímpicos (respectivamente en Nemea y
Olimpia, ambos en honor de Zeus). Destacaron sobre todo los Olímpicos, celebrados cada
cuatro años. No se buscaba la especialización en un solo deporte. Las pruebas fundamentales
eran las que constituían el Pentatlon: salto con pesas, lanzamiento de jabalina, carrera, lucha
y lanzamiento del disco. Se necesitaba participar en todas y triunfar en tres. El vencedor
recibía sólo una corona de laurel, pero en su patria se le dedicaba una estatua y recibía
honores como un héroe.
La educación. Cuando la sociedad aristocrática desapareció, la educación por ella patrocinada
permaneció, desvinculada de la realidad pero como un ideal noble y deseado. La educación
intentaba dar al hombre sentido de su dignidad y apego a la belleza. El cuerpo humano,
masculino o femenino -con preferencia el primero- se consideró una pieza estética que los
artistas se empeñaron en expresar mediante medidas proporcionales correctas (el canon). Los
griegos aceptaron la superioridad del hombre capaz de retener equilibradamente sus
sentimientos (sofrosyne). La mujer casada y honesta desempeña un papel minúsculo en la
vida social de la Hélade. No asiste a los juegos, los espectáculos ni las competiciones. No
existía nada comparable al calor del hogar familiar. Los padres tenían derecho a abandonar a
sus hijos por el simple procedimiento de depositarlos en el basurero. El matrimonio, por lo
menos hasta el s. VI a. C., fue una cuestión de linaje, concertado por los padres e impregnado
de un fuerte carácter sexual. Las mujeres espartanas gozaron de alguna independencia y no
era infrecuente que participasen en negocios. Pero las atenienses, conservadas en cuidadosa
ignorancia, apenas eran buenas para criar hijos y llevar la casa. En la vida de los elegantes
hay sin embargo un sector femenino que desempeña un papel de singular relieve: las hetairas,
que habían hecho del amor una profesión altamente remunerada. Necesitaban educación,
cultura y habilidad artística. Con mucha frecuencia llegaron a disponer de poder político. No
se las puede llamar prostitutas, nombre que cuadra mejor a las míseras pornai que deambulan
por las calles. Las relaciones sociales son cosa de hombres, aunque a veces se incorporen a
sus reuniones las hetairas. Una fórmula muy frecuente es el symposion (banquete; significa
en sentido estricto "beber juntos"). Pero lo importante no es la comida, que en Grecia siempre
fue escasa y de mala calidad, sino la conversación que la acompaña, facilitada por el vino. La
lengua. El signo fundamental del helenismo era la lengua, de la cual había cuatro dialectos:
arcadio, jónico-ático, eólico y dorio, correspondientes a las etapas de las migraciones. Pero
éstos eran sólo los hallados en la lengua escrita. El griego clásico era una lengua viva y
abierta a toda clase de influencias. Desde fines del s. VI a.C. , como consecuencia de la gran
expansión mediterránea y del activo comercio, empezó a usarse la lengua de Atenas como un
idioma común, koiné, empobrecida en su léxico. Así el lenguaje literario se separó del
común. Las grandes obras literarias hasta mediados del siglo VII usaron de modo general el
hexámetro: verso que combina "pies" formados por dos sílabas largas y una corta. En los
primeros monumentos literarios, Homero y Hesíodo, se expresa un sentimiento de
pesimismo. Los hombres viven bajo el peso de fuerzas superiores, el destino y los dioses, que
no les conducen a la felicidad sino a la desdicha. La muerte está ahí poniendo barreras a las
ilusiones y a las esperanzas. Cuando Ulises desciende al Hades, Aquiles le dice: "No intentes
consolarme de la muerte; preferiría ser labrador y servir a otro a estar aquí y reinar sobre los
muertos". El éxito puede desencadenar la cólera de los dioses. Pues éstos no se diferencian de
los hombres más que en el tamaño y la inmortalidad; tienen las mismas astucias, amores,
engaños y envidias. En el siglo VII a. de C. nacieron nuevas formas de expresión, líricas, que
empleaban el pentámetro y el yambo. Los grandes poetas como Anacreonte, Tirteo, Alceo o
Safo nos ilustran sobre las simas de la pasión humana: los odios políticos, la sensualidad, el
homoerotismo.
Religión o religiosidad. La religión de la Hélade presenta los mismos rasgos de libertad e
individualismo que encontramos en todos los demás aspectos de la vida y la cultura, hasta tal
punto que según P.E. Nilson debe hablarse más de religiosidad que de religión. En efecto,
nunca exisitó una religión entendida como un cuerpo dogmático, un ritual y una ética. Los
griegos creían en los dioses como seres sobrenaturales e inmortales, en la supervivencia de
las almas después de la muerte y en una acción divina que explicaba la existencia del
universo y el orden reinante en él. Pero después aceptaban explicaciones muy diferentes para
estas profundas verdades. La ausencia de religión trae consigo la falta de cuerpos
sacerdotales. Los deberes hacia los dioses eran propios de las polis más que de cada
individuo, por tanto se encomendaba su cumplimiento a una magistratura. Sin embargo la
acusación de "ateísmo" (es decir, de incumplimiento de los deberes hacia la divinidad de la
polis o de propagación de doctrinas contrarias) era sumamente grave (como podrá
experimentar Sócrates) ya que semejante actitud puede acarrear la cólera de los dioses sobre
la ciudad entera. La doctrina no importaba: quedaba a la libre disposición de los poetas. Dos
ordenadores de genio le impusieron su sello: Homero (creador de la sociedad divina de los
olímpicos, a semejanza de la humana) y Hesíodo (que concibió toda una teogonía). Esta
doctrina se produce siempre en dos planos: es una Teogonía mítica y al mismo tiempo una
Cosmogonía que trata de explicar cómo ha llegado a existir el mundo. La idea que sirvió de
partida al desarrollo del pensamiento científico de la Hélade fue de raíz religiosa, y colocaba
el punto de origen en un caos inicial, del cual emergen la Tierra, que es la materia, el Tártaro,
que es el abismo, y el Eros, que es la energía íntima de la creación. Los dioses -dice Hesíodo-
son posteriores. En la vida humana, lo sobrenatural se halla presente siempre por dos
conductos: la muerte y lo sagrado (hieros). La muerte es un tránsito hacia otro mundo,
desconocido y terrible, que se sitúa en el Tártaro. Las almas de los difuntos habitan la tierra al
menos por algún tiempo y si no se les ofrecen los sacrificios debidos se vuelven contra los
vivos. Entre los genos aristocráticos las ofrendas a los difuntos tomaron además el cariz de la
vinculación con los ilustres antepasados. Las fiestas funerarias daban ocasión a que los
grupos gentilicios se congregaran (los reformadores las suprimieron como parte de las
medidas encaminadas a destruir la cohesión de los genos). Relacionado con esto se encuentra
el culto a los héroes (probablemente antepasados lejanos a los que el grupo trata de
vincularse), que no es una muerta de amor sino de temor. Lo sagrado es una cualidad que
tienen algunos lugares: bosques, colinas, fuentes o ríos. En Grecia eran muy numerosos y en
la mayor parte de los casos procedían de una tradición prehelénica. Los templos seran
recintos sagrados, si es que no estaban construidos en terrenos ya sacralizados. Nunca fueron
lugar de reunión de los fieles sino morada del dios. Las reuniones y las fiestas se celebraban
siempre fuera. En un lugar sagrado el hombre entra en contacto conlo sobrenatural, con los
dioses mismos, y recibe, a cambio de ofrendas, sacrificios y libaciones, la ayuda que desea.
Los dioses. Toda la naturaleza se encuentra, de acuerdo con la mentalidad del s. VII, inmersa
en lo sagrado, pero se da una ambivalencia. Hay una corriente luminosa, que se identifica con
los dioses olímpicos, y otra tenebrosa, la de los dioses ctnios que viven bajo tierra o en el
mar. Los primeros son amigos del hombre, los segundos seres misteriosos y siniestros que
reclaman hecatombes perfectas (aquellas en que la víctima debe ser enteramente consumida).
Se ha supuesto que los primeros fueron aportación de los emigrantes dorios y los segundos
supervivencias de los antiguos habitantes del país, pero los mitos los mezclan de tal modo
que es imposible hacer una separación correcta. Las creencias básicas de los indoeuropeso, en
especial acerca de un dios Padre, creador y providente, aparecen profundamente mezcladas y
adulteradas. Los eupátridas, especialmente en las ciudades dorias, sostuvieron la fe en los
dioses olímpicos. Y la ruptura de la sociedad aristocrática coincide con la irrupción de los
misterios y del orfismo, ligados a los dioses ctonios. El mundo de los dioses, el Olimpo (en
realidad un monte de Tesalia de casi 3.000 m.) es un reflejo del de los hombres. Los dioses
más importantes son: Los tres hermanos Zeus, Posidón y Hades que, tras derrocar a su padre
Cronos, se han dividido el mundo: Zeus gobierna el cielo y la tierra, Posidón el mar y Hades
el Tártaro. Ares, el dios de la guerra. Atenea, diosa guerrera pero de la lucha racional y justa,
que defiende la paz y asegura el orden. Es también una diosa civilizadora y de la sabiduría.
Hera, hermana y esposa de Zeus, protectora del matrimonio y la familia. Afrodita, diosa de la
belleza y el amor. Deméter, diosa de la agricultura. Hefesto, dios herrero que protege la
técnica y la artesanía. Artemisa, diosa cazadora y protectora de la vida salvaje. Apolo, su
hermano mellizo, dios del sol, de la luz y la cultura. Dionisos, dios del vino, de la exaltación
y del éxtasis. Apolo personifica los ideales aristocráticos de belleza y valor. Garantiza las
relaciones pacíficas entre los hombres y los dioses. Para ello es necesaria una conciencia de
sumisión y de inferioridad. La famosa máxima grabada en su templo de Delfos, "Conócete a
ti mismo", significaba solamente "Sabe que sólo eres hombre". La vida humana está presidida
por el destino, ante el cual no queda otra postura que el equilibrio interior y el dominio de las
pasiones (la sofrosyne). Pero hay otra actitud religiosa, de tendencias místicas, cuya
influencia sobre la filosofía en sus primeras etapas fue mucho mayor. De ellos hay que
destacar dos: los misterios eleusinos y el dionisismo. Para justificar el conocimiento
misterioso se recurre a un mito. En Eleusis se explicaba que Deméter había perdido a su hija
Coré, raptada por Hades, el cual permite que todos los años visite a su madre. Este retorno era
un tránsito de la muerte a la vida, una resurrección que simboliza la espiga de trigo. Coré
reveló su secreto al rey Eleusis, que a su vez lo comunicaba a los iniciados. Este secreto era el
núcleo de los "misterios" que se celebraban dos veces al año, una en primavera a las afueras
de Atenas y otra en otoño en la propia Eleusis (grandes eleusinias). La mística eleusina
trataba de proporcionar a sus fieles la seguridad de que tras la muerte existe una vida feliz
posible. Con diversos altibajos los misterios se mantuvieron en vigor hasta las postrimerías
del Imperio romano. Dionisos no es un dios griego; tiene todas las características de las
creencias místicas orientales, con su mezcla de sangre y sensualidad. Sus fieles, que no eran
aristócratas sino de todas las clases sociales, se reunían en cofradías sagradas que recorrían
Grecia. Las mujeres alcanzaban el trance místico con bailes desenfrenados y devoraban la
carne de un animal, normalmente un macho cabrío, que despedazaban vivo.
La forma más completa que conocemos del movimiento dionisíaco es el orfismo. Se basaba
en el mito de Orfeo, músico poeta que, tras morir su esposa Eurídice, bajó a buscarla al
Tártaro. Hades la dejó marchar con la condición de que Orfeo no mirara hacia atrás, pero
Orfeo no pudo resistir el impulso y la perdió para siempre. Los órficos creían en la
inmortalidad del alma y la metempsícosis. Para liberar el alma era indispensable la ayuda de
Dionisos mediante la exaltación y el arrobamiento. En el éxtasis, el alma experimentaba el
"más allá" que se le señalaba como patria y futuro. El orfismo fue ya una verdadera religión,
con su doctrina ética, su ritual y sus asociaciones de fieles. Es una religión igualitaria, por eso
los movimientos antiaristocráticos tendieron a protegerla. El dionisismo popular se incorporó
a la corriente de vida de las polis, mientras que el orfismo será utilizado por Pitágoras. De
este modo el misticismo creció con la propia cultura helénica. A Dionisos se le dedicaban
himnos de alabanza llamados ditirambos, que en cierto momento se convirtió en un diálogo
narrativo: un corifeo contaba los diversos episodios de la acción y el coro intercalaba piezas
líricas. Parece que la transformación tuvo lugar en Sycione. Así nació el teatro como
manifestación popular y religiosa. Cuando Pisístrato decidió establecer en Atenas las Grandes
Dionisíacas como fiestas anuales, dispuso que el ditirambo debía estar compuesto por una
trilogía, tres argumentos unidos entre sí por algún tema común. Eran las tragedias. La fiesta
terminaba con una pieza humorística, comedia. No todos los expertos, sin embargo, están de
acuerdo con este origen, ya que el espíritu de la tragedia es lo más opuesto al frenesí
dionisiaco. Adrados cree que la tragedia nació como un acto personal, creado ex profeso para
las fiestas de Dionisos, de las cuales no surgió, sino que se introdujo en ellas. La filosofía. La
filosofía, "el gusto por el saber", nació por oposición a la banausia de los orientales y al mito.
Por esta razón empleó la prosa. Según Rafael Gambra, el problema fundamental que movió a
filosofar fue: "¿Cómo armonizar la experiencia de los sentidos -sólo percibimos seres
individuales- y la de la razón -intuimos conceptos universales-?". Los primeros filósofos
(presocráticos o cosmólogos) quisieron reducir todos los seres a un sustrato material común,
ante el cual la multiplicidad fuera mera apariencia. Este sustrato era para Tales de Mileto el
agua, para Anaximandro el apeiron, lo indeterminado, para Anaximenes el aire. Heráclito y
Parménides radicalizaron las posturas: para el primero, sólo podemos fiarnos de los sentidos;
para el segundo, de la razón. Esta desgarradura no se reparará hasta Platón y Aristóteles.
Pitágoras de Samos realizó importantes descubrimientos matemáticos, entre ellos el teorema
que lleva su nombre, que le llevaron a la conclusión decisiva de que en el Universo existe una
armonía perfectamente medida. El número era para él la expresión de la Razón del Universo.
Cuando sintió la necesidad de dar a su escuela un contenido religioso, Pitágoras acudió al
orfismo. La doctrina mística le sirvió para explicar de qué modo el alma, a través de una serie
de purificaciones, puede llegar a integrarse en la propia Razón del Universo.
II. Las tiranías en la Grecia arcaica. 1. Surgimiento de las tiranías. En el siglo VII y
comienzos del VI a.C., en la mayoría de los estados del Peloponeso y también fuera de allí,
surge la figura política del tirano, cuya novedad está indicada por la aplicación de un nombre
nuevo (tyrannos) posiblemente de procedencia oriental. En ese momento las poleis
constituían estados que se pueden definir como "aristocráticos", ya que en ellos el poder
político era monopolio de una serie limitada de familias, de linaje y patrimonio destacado,
que tenían además amplias atribuciones religiosas y jurídicas. En el marco de la polis el
modelo aristocrático empezó a transformarse. La ciudad, con su capacidad económica, su
apertura hacia el exterior y su enorme vitalidad, era el marco idóneo para la activación de
disensiones dentro de la aristocracia (la masa aún no tiene conciencia de sí misma). Ahora
existe la posibilidad de que un individuo ejerza el protagonismo y llegue a hacerse con el
poder. La mayor parte de los tiranos proceden de la aristocracia local, aunque también hay
advenedizos y extranjeros. A la larga, se impone el arquetipo político que da lugar a formas
constitucionales adaptadas a la polis, pero en el ínterin la tiranía canaliza las tensiones que
operan en el proceso de consolidación de la ciudad-estado. Así ocurre en el caso ateniense de
Pisístrato, que es la tiranía mejor documentada. 2. Concepto de tiranía. El tirano griego es un
monarchós, es decir, una figura política que asume por principio la totalidad de los poderes y
funciones de gobierno del estado, sin término establecido y sin legitimidad (ya que se sitúa al
margen de las instituciones políticas). Puede ser un buen gobernante y aglutinar el apoyo de
la mayor parte de la comunidad, o puede ser un déspota que mantiene en el poder por la
fuerza y la represión. Su semejanza, aunque vaga, con la figura del rey, hace que tenga
connotaciones negativas para el pensamiento político clásico, polarizado en dos tendencias,
democrática y oligárquica, igualmente contrarias al modelo político de la tiranía. Sin embargo
el valor despectivo de la palabra "tirano" en esta época era meramente contextual,
dependiendo de quién lo utilice y en qué circunstancias. La tiranía no es universalmente
condenada. Parece que fue el poeta Arquíloco es el primero que usó el vocablo tyrannos
refiriéndose a Giges, un lidio que asesinó al rey y se hizo con el poder. En la época arcaica,
tyrannos funciona con el sentido de rey o monarca, desprovisto de juicios de valor, o se
emplea en lugar de basileus (porque en esta época se llama basileis a los grandes jefes de los
grupos gentilicios integrados ya en la ciudad-estado, mientras que los reyes tradicionales han
desaparecido). En las fuentes es muy común la asociación de tiranía y riqueza ostentosa.
Tucídides dice que el desarrollo de una riqueza en metal o moneda es un fenómeno asociado
a la tiranía. La espectacular riqueza del tirano le da ventaja frente a la aristocracia
terrateniente. La consideración de la tiranía como opuesta a la democracia no es característica
de la época arcaica. Se refleja de forma incipiente en un documento de finales de siglo VI:
una canción de bebedores que celebra a Harmodio y Aristogitón, asesinos del tirano Hiparco
de Atenas, de quienes se dice que han hecho a Atenas isónoma (isonomía significa "leyes
iguales para todos"). La tiranía, efectivamente, se basa en la arbitrariedad, mientras que la
isonomía prefigura la democracia. 3. Causas o factores relacionados con la aparición de las
tiranías. Los historiadores modernos han pretendido identificar ciertos factores operativos en
el surgimiento de las tiranías arcaicas. Hay dos teorías principales: · Teoría predoria. Valora
la supuesta importancia del elemento predorio en la mayor parte de las ciudades del
Peloponeso, como estrato social oprimido por los dorios (la aristocracia). Los tiranos habrían
capuitalizado el descontento de esta población. · Teoría hoplita. Según ella, la introducción
del armamento y las tácticas de lucha hoplitas habría llevado a una conciencia de fuerza en la
masa (frente a la aristocracia de jinetes) hasta el punto de exigir una participación en la
gestión del estado, de la que habrían sido campeones los tiranos. Ambas teorías deben
valorarse en los casos concretos y sin olvidar la apetencias y objetivos de cada líder. El
principal problema es que las fuentes sobre las tiranías son escasas y poco claras. Heródoto
habla de Clístenes de Sición, los Cipsélidas de Corinto y (brevísimamente) de Fidón de
Argos. Tucídides documenta al tirano Teágenes de Mégara, al hablar de su yerno Cilón, que
intentó convertirse en tirano de Atenas. Ello indica que existía entre los tiranos cierta
solidaridad. Las tendencias historiográficas del s. IV a.C. reinterpretan la historia primitiva de
los estados griegos de un modo anacrónico, incluido Aristóteles, aunque las líneas que dedica
en la Política a las tiranías arcaicas resultan muy válidas para el historiador. Menciona que
Teágenes "degolló los rebaños de los ricos", lo que pone de manifiesto el afán de empobrecer
a la aristocracia y el uso de la violencia. La generalización de la tiranía en los estados
peloponésicos y la oposición entre elementos dorios y no dorios no permite sin embargo
considerar el factor racial como determinante del fenómeno. En Atenas, Mitilene o Mileto no
se daba enfrentamiento racial alguno y hubo tiranías. También la teoría hoplita requiere
muchas matizaciones. Aparte del silencio de las fuentes sobre los hoplitas como facción que
apoyó las tiranías, es posible que la tiranía argiva sea anterior a la introducción del
armamento hoplita, y en Sición el factor racial es más importante. Una cosa es que por
razones cronólogicas haya que suponer que los contingentes armados manejados por los
tiranos eran hoplitas y otra cosa es suponer que éstos (pequeños propietarios rurales con
capacidad para costearse el armamento) hubieran asumido masivamente unas
reivindicaciones políticas, haciendo de los tiranos sus adalides. Tucídides señala el
crecimiento económico y la circulación de la riqueza como la causa de la aparición de la
tiranía. Y Aristóteles se refiere una y otra vez al pueblo, a los más pobres, como la clase
enfrentada a la aristocracia y consagrada a los tiranos. Así que no parece arriesgado suponer
que muchos hoplitas serían pobres y equipados por los tiranos. En cualquier caso, la relación
entre tiranos y hoplitas es compleja y probablemente en cada caso sea diferente, lo que
invalida la teoría hoplita como planteamiento general.
4. La tiranía de Corinto. La eclosión de Corinto fue dirigida por su propia aristocracia, por
uno de sus clanes o gene, el de los Baquíadas, que era el más poderoso. Ellos fundaron las
colonias de Corcira y Siracusa e impulsaron la magnífica industria cerámica. Heródoto
recoge la historia de la tiranía de Corinto como parte de un discurso de un delegado corintio
en un congreso de la Alianza Espartana. Según él, los Baquíadas prohibían los matrimonios
fuera del clan, pero una de sus mujeres, Labda, fue rechazada por su cojera y se le permitió
casarse con Eetión, que ni siquiera era de ascendencia doria, sino lapita. El oráculo de Delfos
anunció que el hijo de este matrimonio haría justicia sobre Corinto, y por eso el clan quiso
dar muerte al recién nacido. Pero su madre logró ocultarlo y así Cípselo se impuso como
tirano, matando a unos corintios, desterrando a otros y confiscando sus propiedades. Gobernó
durante treinta años y le sucedió su hijo Periandro, que fue aun más duro que su padre. La
ascendencia lapita de Eetión ha permitido a algunos historiadores interpretar la tiranía de
Cípselo como la imposición del elemento predorio sobre la aristocracia doria. Pero ignoramos
la importancia cualitativa y cuantitativa de la oposición racial en Corinto. Las relaciones entre
Corinto y su gran colonia Corcira pueden explicarse suponiendo que los Baquíadas habían
emigrado a la colonia al producirse el advenimiento de la tiranía. En 625 a.C., es decir, bajo
el mandato de Periandro, se fundó Epidamno en la costa del Adriático, por elementos
procedentes de Corcira, pero la metrópoli proporcionó un oikistés, un Baquíada, para seguir
la tradición de que el fundador perteneciera al mejor linaje. Después de la muerte de Periando
la tiranía se extingió, dando paso a una oligarquía amplia que vinculaba el poder político a la
capacidad económica. El oráculo de Delfos autorizó a que el nombre de Císelo fuera borrado
del Tesoro de los Corintios en el santuario. 5. La tiranía de Argos. Aristóteles registra el caso
de Fidón de Argos como el de un rey que se convierte en tirano y no hay razones para dudar
de la autenticidad de la noticia. Argos fue la ciudad más fuerte del Peloponeso antes de ser
superada por Esparta. Pausanias, aunque no nombra a Fidón, dice que los argivos vencieron a
los lacedemonios en 669 a.C. en la batalla de Hisias por la posesión de la llanura de Tirea.
Eso ha hecho suponer que Argos fue la introductora de la táctica hoplita, pero hay una
dificultad cronológica, pues ya vimos que ésta no está documentada antes de 650 a.C.
Heródoto dice que Fidón "expulsó a los presidentes eleos y presidió él mismo las
competiciones de Olimpia". Esto se ha interpretado como la injerencia del tirano en la
privilegiada situación de los eleos (la aristocracia de la Elide, donde se situaba Olimpia), a
favor de otro grupo de habitantes del territorio, los Pisatas, que habitaban los distritos rurales
y sufrían una postergación política y social. El control de los Pisatas sobre los Juegos
comienza, según la lista de vencedores olímpicos, en 668 a.C. No sabemos por qué a Fidón se
le considera un tirano y no un rey. Tal vez sea por su desprecio a la aristocracia local y su
tendencia a la suntuosidad oriental.
Algunos historiadores modernos han propuesto una fecha más reciente para el mandato de
Fidón: la segunda mitad del s. VII en vez de la primera. Consideran que las listas olímpicas
no son fiables antes de 580 a.C. y que el historiador Éforo dice que Fidón acuñó moneda e
hizo medidas (ciertamente en época clásica el sistema de medidas de los peloponesios se
llamaba fidonio). Y las primeras acuñaciones conocidas son de 630 a.C. Pero los defensores
de la cronología "alta" alegan que la vinculación con el origen de la moneda puede ser
espúrea y consecuencia de la tendencia a relacionar tiranía con desarrollo económico. 6. La
tiranía de Sición. Sición era una ciudad-estado situada en el golfo de Corinto que vivió un
siglo de tiranía, de mediados del s. VII a mediados del s. VI a.C. El régimen fue fundado por
Ortágoras y recreado violentamente por Clístenes (abuelo del famoso Clístenes ateniense).
Según Diodoro de Sicilia, el oráculo de Delfos había revelado a los sicionios que su ciudad
sería fustigada durante cien años; el padre del tirano sería aquel que primero conociera el
nacimiento de un hijo al regresar. Resultó ser un cocinero, Andreas, padre de Ortágoras. (El
oráculo, naturalmente, se elaboró a posteriori con el fin de atribuir orígenes inferiores al
tirano). Aristóteles hace un juicio favorable de los Ortagóridas, señalando su moderación, su
atención al pueblo y el carácter casi constitucional de su mandato. El último de esta dinastía
fue Clístenes, quien fue conocido por su odio hacía Argos. Según Éforo, hizo asesinar a uno
de sus hermanos y depuso a otro. Terminó con los concursos de rapsodas en Sición porque
los poemas homéricos celebraban mucho a los argivos, y trató de sustituir el culto al héroe
argivo Adrasto por el del héroe tebano Melanipo (enemigo mortal del anterior, según la
tradición mítica). Afirma Heródoto que cambió el nombre de las tribus sicionias (que eran los
mismos en todos los estados dorios) para no compartirlas con los argivos. Y burlándose de
los sicionios puso a las tribus nombres derivados del puerco y del asno (Hyatai, o sea
"cerdatas"; Oneatai, "asnatas" y Choireatai, "puercatas"), menos a la suya, a la que puso un
nombre derivado de la función de mandar (Archelaoi, "gobernantes del pueblo"). Los
sicionios conservaron estos nombres durante 60 años tras la muerte de Clístenes y luego los
sustituyeron por las tres tribus dorias comunes (Hileos, Pánfilos y Dimanatas) más una cuarta
llamada Egialeos (por Egialeo, hijo de Adrasto). En el caso de la tiranía de Clístenes es difícil
no valorar el factor racial. Las tres tribus dorias representaban a la aristocracia de Sición,
mientras que la cuarta integraba elementos predorios o no genuinamente dorios. Lo que no
sabemos es la causa de la radicalización de Clístenes, cuando su familia llevaba ya tanto
tiempo de tiranía. ¿Se había recrecido la aristocracia doria? ¿Fue sólo una rivalidad de
hermanos por el poder? ¿Cuál es la verdadera razón del odio de Clístenes hacia Argos? Tal
vez Argos apoyaba a los oponentes de Clístenes, identificados con las tribus dorias
tradicionales. Se ha cuestionado la pervivencia de la oposición dorio/predorio en una fecha
tan avanzada. Pero parece claro que Clístenes se enfrentó a los elementos de las tres tribus
formalmente dorias, que posiblemente constituían una minoría respecto a los integrados en la
cuarta, y que posiblemente estaban ligados a Argos (que había dominado sobre Sición en otro
tiempo).
También se registra la participación de Clístenes en la Primera Guerra Sagrada y que fue él
quien, cortando los suministros a Crisa, provocó la caída de la ciudad. En los primeros Juegos
Pitios de 582 Clístenes ganó la carrera de carros. Heródoto, con un relato muy anecdótico,
pone de manifiesto la ostentación de riqueza de Clístenes, su deseo de emparentar con la
aristocracia y de la respuesta favorable de ésta. El final del régimen parece debido a la
injerencia espartana. Esparta quería integrar en su órbita a todos los estados del Peloponeso y
además el territorio sicionio era la única ruta desde Esparta al golfo de Corinto que no
atravesaba territorio corintio. Desde mediados del s. VI a.C. Sición se convirtió en un estado
oligárquico. 7. Las tiranías de Jonia y las islas del Egeo. Sabemos que en esta zona la tiranía
fue en época arcaica una forma de gobierno harto frecuente, pero sólo poseemos verdadera
información en tres casos: · Mitilene. Era una de las dos ciudades importantes de la isla de
Lesbos, la patria del poeta Alceo, quien vivió intensamente la lucha política. Allí, como en
Corinto, había un poderoso genos aristocrático, los Pentélidas, que, según Aristóteles, fueron
derrotados por Megacles "porque recorrían la ciudad golpeando con palos a la gente". Hubo
una larga stasis (discordia civil) y Estrabón registra una sucesión de tiranos. Pítaco
(posteriormente considerado uno de los Siete Sabios de Grecia) conspiró con Alceo para
derrocar al tirano Mirsilo, pero cambió de bando y Alceo fue desterrado. A la muerte de
Mirsilo, Pítaco accedió al poder y ejerció una forma peculiar de tiranía, que se diferencia del
tipo común por ser electiva y por estar limitada en el tiempo: puso fin a su mandato al cabo
de diez años. Por otra parte, Pítaco se casó con una Pentélida lo que indica que entre sus
bazas estaba la aristocracia. Aristóteles da a Pítaco el título de aisymnetes (que corresponde a
un magistrado en algunas ciudades de Asia Menor) que no da a ningún otro personaje.
También lo incluye entre los legisladores griegos, puntualizando que fue "artífice de leyes,
pero no de una constitución". Efectivamente, después del mandato de Pítaco el gobierno de
Mitilene fue de tipo oligárquico, lo que se corresponde con el hecho de que no hubiera
llegado a elaborar una constitución protodemocrática (como sí hizo Solón en Atenas). ·
Samos. La tiranía del famoso Polícrates es de fecha tan avanzada (llegó al poder ha. 535 a.C.)
que se ha supuesto que fue precedido por otros tiranos. Puede que las ascensión de Polícrates
tuviera lugar cuando Samos ya había sustituido la tiranía por una oligarquía, ya que la isla
estaba gobernada en ese momento por los geomoroi (propietarios de tierra). No sabemos sin
embargo si expresión designa a una aristocracia o bien a todos los propietarios
independientes. Polícrates debe haber sido hijo de un hombre rico y tomó el poder con mucha
facilidad, pues ocupó la acrópolis con tan sólo quince hoplitas. Inicialmente estableció una
especie de gobierno familiar con sus hermanos; posteriormente se libró violentamente de
ellos. En la tiranía de Polícrates de Samos destaca la fuerza militar, la proyección comercial
de la isla, la ostentación de la riqueza y el embellecimiento de la ciudad (ej. el magnífico
templo de Hera).·

Mileto. Constituye un caso de tiranía bajo los auspicios persas. La ciudad, que tenía
antecedentes en la época micénica, había sido al parecer recolonizada por elementos jonios
(unidos según la tradición a mujeres carias). Tenía un puerto privilegiado y, junto con Samos
y Egina, una importante presencia comercial en Naucratis. La cumbre de su poderío
corresponde al mandato del tirano Trasíbulo (contemporáneo de Periandro de Corinto), que
supo resistir los ataques del vecino y entonces poderoso reino lidio. Parece que asumió la
tiranía desde la magistratura suprema, la pritanía, que correspondía a un estado inicialmente
aristocrático y orientado después hacia una oligarquía. La tiranía de Mileto se relaciona
también con el enfrentamiento entre ricos y menos ricos, los primeros en auge gracias al
comercio ultramarino; los segundos promocionados en calidad de hoplitas, lo que habría
suscitado en ellos una reivindicación. Pero esto es sólo una interpretación de datos bastante
ambiguos.
TEMA 18: LA FORMACIÓN DEL ESTADO ATENIENSE 1. Territorio y habitantes. La
polis de los atenienses tenía como soporte territorial la península del Ática. En ella había tres
tipos de tierra muy diferentes, que propiciaron la diversificación económica y social de la
población: la llanura central, de elevados rendimientos agrícolas (donde predominaba una
aristocracia terrateniente), la larga costa, con buenos puertos naturales (gentes proyectadas al
mar) y las áreas montañosas (donde los agricultores pobres salían adelante con gran
esfuerzo). Al margen de estas zonas naturales, se desarrolló en el Ática una gran área urbana,
la de la ciudad de Atenas, que constituyó un polo de atracción para todo tipo de gentes y
determinó una evolución económica singular donde quedaron implicados casi todos los
habitantes del territorio. La agricultura era de secano y se daba sobre todo el olivo, cuyo
cultivo, estimulado y protegido por el estado, compensaba el déficit de grano que se hizo
sentir muy pronto a causa del aumento de la población. Los pastos eran escasos y la carne que
más se consumía era el cerdo. Los bosques también eran escasos. Pero había otros recursos
naturales: el mármol del Pentélico, las ricas minas de plata y plomo del Laurión, el limo de
excelente calidad del río Cefiso. Antes de constituirse la polis de los atenienses había en el
Ática al menos cuatro áreas importantes cubiertas de aldeas, con algún núcleo más destacado
y una aristocracia instalada en las mejores tierras: · la llanura central, con la acrópolis de
Atenas. · la llanura eleusina con Eleusis. · la pequeña llanura de Maratón con su Tetrápolis
(Maratón, Enoe, Tricórito y Probalinto) · la estrecha llanura del Mesogeo entre el Himeto y la
costa oriental, cuyo centro era Braurón. La unificación política de estas áreas no borró del
todo sus rasgos diferenciadores, que pervivieron sobre todo en la esfera religiosa. Los
pobladores del Ática pertenecían al grupo dialectal jónico-ático y se sentían muy diferentes
tanto de sus vecinos del norte (los beocios) como de los del sur (los dorios de Mégara), hasta
el punto de que desarrollaron el mito de la autoctonía, que carece de base histórica. Como
todos los griegos, los atenienses procedían en último término de fuera, aunque en el Bronce
Final no hubieran sido desplazados por otro grupo de población más fuerte. 2. Fuentes. El
estado ateniense está muy mal documentado en época arcaica, en comparación con la clásica.
Se puede obtener información fragmentaria de los poemas homéricos, la poesía lírica de
Solón, Heródoto y Tucídides. La "Constitución de los atenienses", perdida hasta el s. XIX, se
considera hoy obra de la escuela aristotélica más que del propio Aristóteles, dadas las graves
discrepancias con la "Política". La primera parte de la obra es histórico-narrativa; la segunda
describe la constitución ateniense tal como era en tiempos de Aristóteles. El valor de la
primera parte, que es la que ahora nos interesa, es discutible por tener mucho de especulación
personal. 3. Formación del estado ateniense. La tradición atribuía la unificación del Ática a
un héroe, Teseo, anterior a la guerra de Troya. Eso implicaría que el estado ateniense
histórico perpetuaría un reino micénico de similar extensión.
Pero aunque tenemos la certeza práctica de que en el Ática se había constituido un reino
palacial, con centro en el palacio micénico cuyos restos se han encontrado en la acrópolis de
Atenas, también parece claro que este reino sucumbió a finales de la Edad del Bronce como
tal centro político y económico. Incluso los que retrotraen la unidad del Ática a fechas muy
antiguas admiten que Eleusis y la Tetrápolis de Maratón se incorporaron mucho después. El
sinecismo (synoikismós, "unión de casas" ) ateniense se presenta como un proceso gradual
que tiene lugar después de la Edad Oscura, aunque precedido verosímilmente por varias
unidades aglutinantes. Es posible que la Tetrápolis se haya incorporado primero al núcleo de
Braurón, y el conjunto al de Atenas (antes en todo caso de 669 a.C. ya que en este año el
arconte, Pisístrato, es oriundo de Braurón). Se piensa que la incorporación de Eleusis pudo
ser conflictiva (se ha hallado un gran edificio destruido a principios del s. VII a.C.). Según
señala Tucídides, después del sinecismo los habitantes del Ática se mantuvieron en sus
moradas ancestrales, de modo que más que sinecismo el vocablo adecuado sería sympoliteia,
aunque el festival que conmemoraba la unificación se llamaba Sinecias, lo que indicaba que
para los atenienses tenía un sentido figurado. 4. Estructuración de la sociedad. Los
ciudadanos atenienses estaban integrados en una serie de unidades que perpetuaban la
organización tribal previa a la constitución del estado, y en otras nacidas en el seno de la
sociedad urbana. Tenían una enorme importancia política (por eso la transformación del
estado aristocrático en uno democrático conllevó la distribución de los ciudadanos en unas
nuevas tribus, para quebrantar los vínculos ancestrales de dependencia personal). Al igual que
los dorios, los atenienses conservaban una organización tribal muy antigua. En este caso las
tribus (phylés) eran cuatro: Geleontes, Hopletes, Argadeis y Aigikoreis. Los nombres son
enigmáticos; los antiguos los atribuían a héroes epónimos. En el estado ateniense cada tribu
tenía un único "rey de tribu" (phylobasileus), reconocido como institución pública, aunque
sus funciones fueran muy reducidas. Las tribus estaban divididas en fratrías, de modo que
cada ciudadano, era miembro, por herencia, de una tribu y de una fratría. Sin duda la fratría
tenía funciones judiciales, asumidas después por el estado, pero la función principal era la
habilitación de los nuevos ciudadanos. Al llegar a la mayoría de edad, el joven ateniense era
recibido solemnemente en la fratría de su padre. Cada una tenía un lugar de culto con un
santuario y tierra explotable, un sacerdote y una cabeza rectora (phratriarchós). En cuanto al
origen de las fratrías, es problemático. Quizá proceda de la fragmentación de las tribus
cuando éstas se dispersaron por un territorio demasiado amplio. Pero también pueden
pertenecer al arquetipo social indoeuropeo, pues en estos pueblos está bien documentada la
existencia de una organización gentilicia intermedia entre la tribu y la familia. La unidad
social llamada genos (plural gene) plantea muchos problemas de interpretación. La tradición
historiográfica la considera una división de las fratrías: cada una de las cuatro tribus estaba
integrada por tres fratrías, y cada fratría por treinta gene de treinta miembros. Pero se
sospecha que esta división es puramente simbólica. En época clásica los gene eran grupos
familiares naturales, que se consideraban descendientes de un antepasado común. Pero como
su nombre era el de un héroe o un dios, se ha pensado que se constituyeron secundariamente,
cuando una población muy mezclada, a consecuencia de los avatares del fin de la Edad del
Bronce, alcanzó la estabilidad en su implantación territorial y se reorganizó conforme a la
estructura tradicional. De hecho, los gene no se mencionan ni en los poemas homéricos ni en
la legislación arcaica ateniense, en la cual la organización que sigue a la fratría es la familia
propiamente dicha, que comprende normalmente hasta el grado de primo. Muchos
ciudadanos atenienses (que por el hecho de serlo pertenecían a una fratría) no eran miembros
de un genos sino que probablemente estaban integrados en grupos llamados thiasoi, que acaso
eran u sector de la población agregado después de la constitución de los gene. El historiador
Filócoro cita una ley atribuida a Clístenes que obligaba a las fratrías a admitir a los miembros
de los thiasoi (orgéones) junto con los miembros de los gene (homogalaktes o gennetai). Se
supone que con esa ley se abría la ciudadanía a elementos extranjeros que hasta entonces
habían tenido una situación afín a la de los metecos. El problema se complica por la
existencia de otras divisiones de las tribus. Según la Athenaion Politeia ("Constitución de los
atenienses"), cada una de las cuatro tribus estaba dividida en tres trittyes y en doce naukrariai.
Al frente de cada una de estas últimas había un naukraros. Eran divisiones locales destinadas
a distribuir la carga militar de la flota y fueron abolidas por Temístocles en 483 a.C. cuando
la flota ateniense pasó a tener un carácter permanente. La tryttis fue asumida por Clístenes
como división de las nuevas tribus creadas por él, pero en las antiguas su presencia es segura,
ya que al testimonio de la Athenaion Politeia se suma el de una inscripción de finales del s. V
a.C. que menciona la tryttis de los Leukotainiois como perteneciente a la vieja tribu de los
Geleontes, con funciones religiosas (probablemente las que le quedaron cuando las demás
fueron transferidas a las nuevas tribus con la reforma de Clístenes). A todo lo anterior
podemos añadir una clasificación de los ciudadanos que Plutarco atribuye a Teseo y que
resulta difícil de interpretar. A los Eupátridas, miembros de la primera clase, Teseo les
concedió ser elegibles para el arcontado. Los Geomoroi sobresalían por su utilidad, y los
Demiourgoi, el tercer estrato, por el número. Esta división podría responder a un aristocracia
restringida, un sector de campesinos propietarios con derechos políticos y una masa carente
de tierras. Si de verdad los Eupátridas monopolizaron alguna vez el arcontado, ese privilegio
terminó (al menos formalmente) con el establecimiento de las clases solonianas, donde
quedaron englobados en función de sus respectivas capacidades patrimoniales. Los
historiadores modernos interpretan el término como referido a las familias más poderosas de
todo el territorio del estado. 5. Instituciones políticas del estado aristocrático. Aunque a los
atenienses de la época clásica les gustaba imaginar como ancestral su constitución
democrática, lo cierto es que en su primera singladura, el estado formado por el sinecismo del
Ática había sido de tipo aristocrático. Los órganos de gobierno habían sido básicamente los
mismos -consejo, magistraturas y asamblea-, pero el centro de gravedad del poder político se
situaba en un consejo de extracción aristocrática, el desempeño de las magistraturas
importantes estaba determinado por el linaje y no todos los ciudadanos formaban parte de la
asamblea. A lo largo del s. VI a.C., desde Solón hasta Clístenes, se fueron introduciendo una
serie de reformas que conducen a la democracia, coronadas por la de Efialtes ya en el s. V
a.C. Aristóteles, especialista en estos temas, sabía perfectamente que en Atenas se habían
sucedido distintas constituciones. La palabra "constitución" que empleamos aquí es una
traducción bastante anacrónica del término politeia. Los antiguos no habían llegado a
elaborar ordenamientos jurídicos fundamentales a los que hubiera de sujetarse la legislación
menuda y la actuación de los poderes públicos. La politeia era un término impreciso que
podía significar tanto el conjunto de la legislación como las instituciones políticas. Tampoco
"magistratura" traduce bien el término arché, que es una cuota de participación en el gobierno
y la administración de la comunidad. La noción de "magistrado", implicando un poder
independiente e inmanente, es romana, no griega (Aymard & Auboyer). La primera
constitución ateniense conocida tenía ya los nueve magistrados principales denominados
archontes (es decir, "gobernantes"). En singular, el nombre se aplicaba al más importante de
todos, que daba nombre al año (arconte epónimo) y tenía funciones judiciales y poderes
ejecutivos en la órbita civil. Otro arconte llamado basileus (rey) asumía la jurisdicción en la
esfera religiosa. Un tercero, el polemarchos ("conductor de la guerra") era el jefe supremo del
ejército. Finalmente, un colegio formado por los seis arcontes thesmothetai ("fijadores de las
leyes") se ocupaba de la jurisprudencia y la legislación. El mandato de todos los arcontes era
anual y la Athenaion Politeia dice que su designación tenía lugar en función "del linaje y la
riqueza", aunque es probable que en esta primera fase sólo jugara el primer criterio (aunque
indirectamente operara también el segundo). El mayor problema que plantea al historiador el
arcontado es el de su origen, implicado con el de la amortización de la realeza. La tradición
ateniense recordaba dos dinastías de reyes. La primera, que incluye a Teseo, está integrada
por héroes míticos. La segunda es la de los Medóntidas, un clan que había logrado un cierto
monopolio del poder. Según la Athenaion Politeia y Pausanias, los Medóntidas habrían
renunciado a la realeza a cambio de ejercer el arcontado vitalicia y hereditariamente. En
cambio el Mármol Pario, que ignora el arcontado vitalicio, presenta a los Medóntidas como
reyes. Quizá ambas tradiciones no sean excluyentes. Es posible que los Medóntidas hayan
sido reyes con atribuciones concretas, no monarcas en el sentido etimológico del término. La
realeza, supuestamente existente en todos los estados griegos y supuestamente sustituida por
las magistraturas, está muy mal documentada. En realidad se trata de la eliminación del
carácter vitalicio y sobre todo de la transmisión hereditaria de los poderes de un rey. Por
tanto, no tiene demasiada importancia averiguar cuál de los arcontes atenienses perpetuaba la
figura del rey. Puede que alguno de ellos conservara algún tiempo el mandato vitalicio o la
transmisión hereditaria. El caso es que, a consecuencia del sinecismo que hace nacer el
estado, los basileis (jefes de clanes) tuvieron que llegar a un acuerdo de coparticipación en el
poder y así nacieron las magistraturas.
El consejo aristocrático ateniense, el Areópago, estaba integrado con carácter vitalicio por los
exarcontes. Era el órgano más poderoso del estado y debió nacer como una consejo de reyes,
de basileis. Como señala Tucídides, es probable que el sinecismo del Ática haya exigido la
sustitución de los consejos de las anteriores unidades políticas por uno nuevo que conjugaba
la excelencia de linaje de sus miembros con la experiencia de gobierno. Algunas fuentes
antiguas hacen a Solón el creador del Areópago, pero esta atribución no es fiable. Además
Esquilo, en la Orestía, lo presenta como órgano ancestral, en la generación siguiente a la de la
guerra de Troya. La transformación de Atenas en una polis democrática fue restando
funciones y atribuciones al Areópago, pero como seguía componiéndose de altos magistrados
salientes pudo conservar su primitivo prestigio. Sabemos muy poco de la asamblea, llamada
en Atenas Ekklesia. Parece, eso sí, que en esta etapa no formaban parte de ella todos los
ciudadanos sino tan sólo quienes poseían un lote de tierra. Ignoramos cuáles eran sus
atribuciones y qué asuntos dependían de su aceptación. 6. Las leyes de Dracón. El estado
aristocrático es claramente conservador en materia de derecho, pero no deja de ser cierto que
antes de las reformas constitucionales que conducen a la democracia se produce en Atenas el
hecho trascendental de la codificación de las leyes. La obra de Hesíodo indica que incluso en
una región que no era pionera en el desarrollo del pensamiento (era de Cime, en Eolia, Asia
Menor) existía una preocupación por el tema de la justicia como principio regulador de las
relaciones sociales, y una denuncia de la venalidad de quienes tenían el privilegio de dirimir
las disputas entre los miembros de la comunidad (los basileis). En la Ilíada, la famosa escena
del juicio representada en el escudo de Aquiles pone de manifiesto hasta qué punto la
imprecisión del derecho dejaba un margen para la actuación del juez. Allí donde existía una
aristocracia fuerte, la aplicación del derecho estaría sin duda condicionada por el dominio de
esa élite sobre el resto de la comunidad. La formación del estado supuso la traslación a los
poderes públicos de las funciones judiciales, y los arcontes thesmotetas se crearon, según la
Athenaion Politeia, para que "poniendo las leyes por escrito, pudieran garantizar su
cumplimiento en los juicios de las cuestiones dudosas". La codificación supuso así una
disminución de la arbitrariedad. En la fase más antigua el derecho estaba intrínsecamente
ligado a la religión, no porque emanara de los santuarios sino porque se consideraba que las
normas estaban de acuerdo con el orden natural de las cosas y la voluntad de los dioses. Estos
principios reguladores, llamados themistes, servían para distinguir lo que estaba bien de lo
que estaba mal. Pero, aunque la comunidad tenía por vía de experiencia un cierto
conocimiento de las themistes, que le permitía catalogar las sentencias de los jueces como
rectas o torcidas, la realidad era que las protestas al respecto no servían de mucho. Al margen
de la actividad de los thesmotetas (de la que nada sabemos), los atenienses creían haber
contado en fecha tan temprana como 620 a.C. con una figura de gran prestigio, la de Dracón
(quizá uno de los thesmotetas), que habría escrito sus leyes. Éstas habrían sido reescritas por
Solón en 594 a.C. (salvo las del homicidio que se habrían mantenido). La existencia de dos
legisladores famosos en tan corto espacio de tiempo ha suscitado dudas sobre la historicidad
de Dracón.
Sin embargo, el hallazgo de una estela de 409 a.C. donde los atenienses recopilaban sus leyes
ha demostrado la existencia de un código anterior al de Solón. Pero también hay acuerdo en
que se trataba de un código sólo de legislación criminal, y que no incluía una constitución
como pretende la Athenaion Politeia (se supone que la escuela aristotélica hacía oposición a
la democracia radical de su tiempo usando como argumento la supuesta constitución
draconiana). Parece que las leyes de Dracón fueron copiadas y expuestas al público de la
misma manera que las de Solón: en unos bloques prismáticos giratorios (axones) triangulares
o cuadrangulares, en cuyas caras figuraba el texto en columna. Primero se recogía el
homicidio involuntario, luego probablemente el justificado y finalmente el voluntario. En la
consideración religiosa del hombre griego arcaico, el homicidio se conceptuaba como un acto
criminal que contaminaba a quien lo hubiera cometido, incluso aunque la muerte se hubiera
producido de forma fortuita. El derecho primitivo reclamaba siempre una venganza; la nueva
legislación obligaba a valorar la intencionalidad. Así el que cometía homicidio involuntario
era castigado con el destierro o con una compensación -salvo perdón del grupo familiar
ofendido-, el que cometía homicidio justificado era exculpado, y al homicida voluntario se le
aplicaba la ley del talión o una compensación. Las leyes de Dracón crearon al parecer el
tribunal de los Efetas, compuesto de 51 miembros, elegidos entre los nobles en la época
aristocrática y por sorteo en la democracia. Ante ellos tendría que acudir necesariamente la
familia de la víctima antes de emprender cualquier acción reivindicativa, para que
determinase si el homicidio había sido involuntario, justificado o voluntario. Los
phylobasileis conservaron el juicio ritual sobre el homicida anónimo y sobre los animales u
objetos que hubieran causado la muerte de alguien, que eran arrojados fuera del Ática. 7. La
tiranía de Cilón. La tendencia a constituir tiranías, que se generalizó en los estados griegos
durante el s. VII a.C. afectó también a Atenas, aunque fracasó en su primer intento, que se
llevó a cabo en los último decenios de esa centuria. Este episodio está documentado por
Heródoto, Tucídides y Plutarco, pero conserva muchos puntos oscuros. El protagonista del
intento fue un tal Cilón, yerno del tirano Teágenes de Mégara, que tomó la Acrópolis con sus
amigos y con fuerzas megarenses (Heródoto no menciona el matrimonio megarense). Los
encargados de reprimir la sedición se excedieron al ejecutar sin juicio y sobre la marcha a
quienes ya estaban reducidos. La familia de los Alcmeónidas, a la que pertenecía el arconte
epónimo, Megacles, cargó con esa mancha durante generaciones.
TEMA 19: DE SOLÓN A CLÍSTENES 1. La figura de Solón. Solón es el arconte epónimo
de 594 a.C. Aunque algunos historiadores modernos han aceptado la sincronización
aristotélica entre su arcontado y su labor legislativa, un año parece poco tiempo para una obra
tan enjundiosa. De ahí la posibilidad de que la obra soloniana se haya realizado después del
arcontado, entre 580 y 570 a.C. A esta etapa podría referirse el nombramiento de "árbitro"
(diallaktés) y archon (en este caso thesmothetes) del que habla la Athenaion Politeia. La
fiabilidad de las fuentes sobre Solón es problemática, dado que su figura se convirtió en el
símbolo de la ideología democrática a mediados del s. IV y es probable que se le hayan
atribuido innovaciones que no responden a la realidad. La vida y la personalidad de Solón (a
diferencia de lo que ocurría con Dracón) eran conocidas para los antiguos. La tradición lo
incluía entre los Eupátridas, pero le atribuía una fortuna mediana, por lo que se habría
dedicado al comercio marítimo desde la juventud. Una de sus facetas fue la creatividad
literaria: escribió numerosos poemas líricos; entre ellos, la famosa Elegía a las Musas. Fue el
más famoso de los Siete Sabios de Grecia, y el hombre que inició a su patria en el camino
hacia la democracia. Llamado a resolver un grave problema de inestabilidad política en su
ciudad, su labor, aunque coronada por el éxito, estuvo llena de dificultades, e incluso tuvo
que expatriarse a cambio de que fueran mantenidas sus reformas. No quiso ejercer la tiranía,
pero al final de su vida tuvo que soportar la ascensión política del tirano Pisístrato. Según la
Athenaion Politeia, a Solón "se le encomendó la constitución" tras haber sido elegido árbitro
en un momento en que "el pueblo se había enfrentado a los Notables y la lucha abierta entre
unos y otros (stasis) duraba ya mucho tiempo". La stasis o enfrentamiento entre ciudadanos
en términos generales se podría reducir a un conflicto de intereses entre una minoría
ancestralmente privilegiada y una masa que se rebela ante esta situación. Pero la realidad
tiene que haber sido compleja. Dada la falta de ideologías definidas, de partidos políticos y de
clases propiamente dichas, no es probable que la masa se haya puesto en movimiento por sí
misma. El problema del endeudamiento era muy antiguo; no se ve por qué hubiera tenido que
agudizarse en este momento. La situación económica no era especialmente mala, como lo
demuestra la expansión del comercio de la cerámica de figuras negras. Por eso es más
probable que la stasis estuviera motivada en realidad por un enfrentamiento en el seno de la
propia aristocracia, que sí tenía la capacidad de movilizar a sus bloques sociales
dependientes. En esta dirección apuntan el intento de establecer una tiranía pocos años antes
y la desmesurada intervención de los Alcmeónidas en el incidente. 2. El hectemorado y los
problemas de deudas. Se atribuyen a Solón una serie de disposiciones destinadas a rehabilitar
a personas que, mereciendo la condición de ciudadanos, se encontraban en una situación de
dependencia personal, esclavitud o exilio: · Abolición del hectemorado. La Athenaion
Politeia utiliza la palabra hectémoros para designar a un colectivo de cultivadores que
trabajaban con sus mujeres e hijos las tierras de los ricos y tenían una cierta dependencia
respecto a ellos, expresada con el término douloi (esclavos). No eran sin embargo
propiamente esclavos, sino campesinos obligados a entregar a los dueños una parte sustancial
del producto obtenido y "embargables" (reducibles a esclavitud) si no lo hacían. La tesis
predominante sobre el origen del hectemorado es que se trata de una situación ancestral,
heredada de la época de consolidamiento de la población en el territorio. La medida de Solón
parece haber consistido en dejar como propietarios de esas tierras a quienes ya las trabajaban,
"arrancando los mojones" que marcaban su condición. Sabemos muy poco del peso social y
político del hectemorado. No parece probable que fuera la forma normal de explotación de
las grandes propiedades (pues en ese caso su abolición total hubiera sido muy distorsionante
del sistema económico). Debía tratarse de una servidumbre impuesta sobre algunas tierras
desde tiempo inmemorial. Cabe pensar que los hectémoros fueran ciudadanos e incluso que
formaran parte de la Ekklesia: así se explica mejor la abolición, que perjudicaba a los
Notables. En cualquier caso el grupo de los hectémoros debía formar parte del demos
implicado en la stasis. Cancelación de deudas. Tanto la Athenaion Politeia como la Vida de
Solón de Plutarco mencionan una cancelación de deudas llevada a cabo por éste, que
designan con el término seisachteia (acción de sacudirse la carga) y que se habría visto
acompañada de la prohibición de hacer préstamos "con garantía de los cuerpos", es decir,
comprometiéndose el prestatario a entregarse a sí mismo o a otro en esclavitud al prestamista
en caso de insolvencia. Algunos han dudado de la realidad esta medida (que Solón no
menciona en sus poemas) como distinta a la referida al hectemorado, ya que parece
demasiado trascendente y opuesta a los intereses de los poderosos. Pero como Solón sí
menciona la repatriación de los atenienses que habían sido vendidos como esclavos o que
habían huido para escapar de la esclavitud, parece, en efecto, que se llegó a una cancelación
de deudas, con una retroactividad que afectó a los que sufrían las consecuencias de su pasada
insolvencia. Por ello, es probable que Solón convenciera a los Notables, o al menos a una
parte de ellos, de la necesidad de renunciar a determinados intereses como único medio de
controlar la stasis.

3. Las reformas políticas de Solón. La tradición atribuye a Solón una serie de medidas que
facilitan, según todos los indicios, la transformación del estado aristocrático en una oligarquía
de base económica, preludio de la subsiguiente democracia. La más importante de estas
medidas es la organización de los ciudadanos en cuatro clases, para establecer una
proporcionalidad entre el disfrute de privilegios políticos y la capacidad económica, la cual, a
su vez, determinaría las obligaciones de prestación militar. Parece que se amplía
considerablemente el número de los integrantes de las clases privilegiadas, dando con ello
satisfacción a las ansias de promoción política, y que se aumentan cualitativa y
cuantitativamente los efectivos militares. Con anterioridad a Solón existía al parecer una
clasificación militar de los ciudadanos en Hippeis (caballeros), Zeugitai ("los de una yunta",
que componían la infantería) y Thethes (los que se integraban en la flota o en el ejército para
tareas auxiliares). Cada uno debía aportar a sus propias expensas el armamento y en su caso
el caballo con el que fuera a combatir. Conforme a la reforma soloniana los atenienses
quedaban organizados en cuatro clases: las tres anteriores y una primera llamada
Pentakosiomedimnoi. Según la Athenaion Politeia pagaban el tributo de la primera clase los
que obtenían de la tierra propia una renta de más de quinientos medimnos (=medida de
capacidad del grano, equivalente a 51,84 litros), de la segunda clase los que sacaban
trescientos medimnos, de la tercera clase los de doscientos y de la cuarta los demás. La
referencia al tributo ha parecido anacrónica, ya que es improbable que en esa época hubiera
impuestos directos. Pero el problema se plantea respecto a las rentas no derivadas de la tierra,
por ejemplo las del comercio. Lo más probable es que estas rentas se equipararan a las de la
tierra a la hora de integrarse en una u otroa clase soloniana. La estimación en medimnos
puede ser debida a la falta de uso de la moneda. Según la Athenaion Politeia, los Thetes sólo
tenían derecho a ser miembros de la asamblea; las magistraturas menores estaban al alcance
de los Zeugitai y las mayores correspondían a las dos primeras clases. Se ha discutido si el
arcontado estaba abierto a la segunda clase. Apenas sabemos en qué medida el consejo y la
asamblea quedaron afectados por la reforma de Solón. La Athenaion Politeia le atribuye la
constitución de un consejo de 400 miembros (con atribuciones similares al posterior Consejo
de los Quinientos), pero los historiadores modernos creen espúrea esa noticia, creada por la
propaganda oligárquica del s. IV. Lo más probable es que Solón dejara el Areópago como
único consejo, aunque tal se fijaran sus competencias por escrito. Hasta las reformas de
Efialtes, el Areópago era el "guardián de las leyes" (decidía sobre las acusaciones de
conducta ilegal a los magistrados, recibía el juramento de los arcontes de obedecer las leyes y
entendía de los delitos contra las instituciones del estado), llevaba los asuntos patrimoniales
de los templos oficiales y juzgaba los delitos de impiedad y homicidio intencional. 4. El
comercio y la moneda. Es bastante probable que fuera Solón el que introdujo la moneda en
Atenas, ya que las primeras acuñaciones áticas datan de 570 a.C. (aunque se utilizó moneda
de Egina con fecha anterior). Solón impuso el patrón eubeo, una especie de puente entre el
minorasiático y el egineta, que había sido creado por Samos y Corinto. Se supone que esta
decisión pretendía facilitar el comercio con el área económica de Corinto. Según Plutarco,
Solón estableció equivalencias fijas entre la nueva moneda, el medimno y la oveja y el buey:
un dracma = un medimno = una oveja; un buey=cinco dracmas. Solón prohibió la
exportación de grano, cuyo déficit ya se hacía sentir (garantizando el suministro a la ciudad y
evitando las especulaciones) y en cambio autorizó la del aceite. Éste tenía una demanda
exterior asegurada, de modo que se estimuló la plantación de olivos y la industria cerámica
para envases. El dirigismo económico de Solón fue bastante acertado. 5. La ascensión de
Pisístrato al poder. Las medidas de Solón debieron frenar hasta cierto punto la presión que
ejercía el demos, pero crearon nuevas tensiones entre quienes debieron asumir los costes de
esas medidas.
Se llegó a un punto crítico y parece ser que Solón llegó al acuerdo de expatriarse durante diez
años a cambio de que sus leyes no fueran derogadas. Se abrió entonces una tregua política,
durante la cual coinciden Heródoto y la Athenaion Politeia en señalar que se formaron tres
facciones: · la de los Pedieis ("los de la llanura"), comandados por Licurgo, que pretendía
reconducir las instituciones hacia el orden tradicional. · la de los Páraloi ("los de la costa"),
dirigidos por el Alcmeónida Megacles, defensores de la permanencia de las leyes solonianas.
· la de los llamados alternativamente Hyperakrioi, Diakrioi o Epákrioi ("los de las alturas"),
seguidores de Pisístrato y propugnadores de nuevas reformas. Detrás de estas faccciones no
hay que pensar en programas políticos alternativos, sino más bien en la orientación de las
fuerzas, basadas en vinculaciones de tipo personal, hacia tres líderes, que pretendían alcanzar
el poder por el camino de satisfacer a quienes eventualmente los seguían. Los historiadores
modernos han hecho toda suerte de especulaciones para definir las tres facciones,
pretendiendo identificarlas con sectores sociales o regionales. Lo más verosímil es que al
principio hubiera sólo dos tendencias: la conservadora de los Pedieis y la reformista de los
Páraloi. La última facción debe haber surgido como escisión de la segunda bajo el liderazgo
de Pisístrato, que habia aprovechado su popularidad por el éxito conseguido en la guerra
contra Mégara en su calidad de arconte polemarco. Megacles consiguió que Pisístrato fuera
desterrado, pero éste pasó su exilio en Tracia, acumulando riquezas de las minas de plata y
los recursos madereros, que le permitieron desembarcar en Maratón en 546 a.C. y ocupar la
Acrópolis. Ordenó a los vencidos que regresaran cada uno a sus propiedades, tomó rehenes
entre los hijos de las familias importantes e inició una larga etapa de gobierno firme que duró
hasta su muerte en 528 a.C. e incluso tuvo continuidad en las personas de sus hijos, los
Pisistrátidas. 6. El gobierno de Pisístrato. Aunque ejercía de facto el monopolio del poder
político, formalmente Pisístrato era un ciudadano cualquiera. Heródoto, Tucídides y la
Athenaion Politeia coinciden en que siguieron funcionando las magistraturas y demás
órganos constitucionales, aunque Pisístrato se aseguraba de que fueran ocupados por sus
partidarios. Parece que tenía asegurado el voto favorable en la asamblea y se haya servido de
él. Por eso se ha supuesto que fue en este momento cuando los thetes se integraron en la
Ekklesia. La política de Pisístrato brilla especialmente en el terreno económico. Dotó de
tierras a algunos ciudadanos sin recursos (bien las confiscadas a los exiliados, bien tierras
públicas), hizo préstamos a los pobre spara que pudieran cultivar y creó un impuesto del diez
o el cinco por ciento sobre la producción agrícola, con el que financió estas ayudas, aparte de
reforzar su posición. Fue un impuesto muy popular ya que incidía sobre los contribuyentes en
proporción a sus recursos. La Athenaion Politeia atribuye a Pisístrato la creación de unos
jueces que administraban justicia de forma itinerante entre los campesinos, para evitar que
éstos tuvieran que desplazarse a la ciudad. Parece más probable que la finalidad fuera restar
poder a los señores locales, que normalmente serían los encargados de dirimir las diferencias
entre los campesinos.
La tiranía prestó gran importancia a las relaciones con el exterior, potenciando el desarrollo
comercial y por ende el artesanal. Se hicieron grandes esfuerzos para controlar el Helesponto
(= Estrecho de los Dardanelos), como se pone de manifiesto por la abundancia de cerámica
ática hallada en el mar Negro. Las relaciones con Naxos y Samos se basaron en lazos
personales de amistad y colaboración entre tiranos. Con Argos tenía relaciones familares,
pues se había casado con una mujer argiva. La alianza con Tesalia y con Tebas acabó de
reforzar la posición del tirano. Pisístrato contribuyó mucho al engrandecimiento de Atenas.
Paradójicamente, su férreo control de la situación contribuyó a asentar las reformas de Solón
y a facilitar el camino a la democracia. También estimuló las artes y las letras. Desarrolló las
fiestas Panateneas, convirtiéndolas en una celebración magna y fastuosa, y se introdujeron en
ellas las competiciones de rapsodas que recitaban los poemas homéricos. 7. El fin de la
tiranía y el liderazgo de Clístenes. A la muerte de Pisístrato ejercieron conjuntamente la
tiranía sus dos hijos, Hiparco e Hippias, hasta que el primero fue asesinado en 514 a.C. por
Harmodio y Aristogitón (posiblemente con la intervención de los Alcmeónidas). Hippias
adquirió entonces un perfil más sanguinario, debido a la represión contra los implicados en la
conjura, y fue desterrado en 510 a.C. con la ayuda de Cleómenes de Esparta y el apoyo del
oráculo de Delfos (sobornado, según Heródoto, por los Alcmeónidas). Se reanudó la lucha
política, esta vez polarizada en dos facciones: la de Iságoras (que era algo así como el
heredero de Pisístrato, aunque hubiera colaborado en el fin de la tiranía) y la de Clístenes, que
aglutinaba a los Pedieis. Pero Clístenes invadió el espacio político de su rival, a costa de
perder adhesiones en el grupo más conservador, lo que hizo que Iságoras buscara el apoyo de
Cleómenes de Esparta. Pero el otro rey espartano, Damárato, obligó a Cleómenes a volverse
atrás. Libre de Iságoras, Clístenes fue apoyado por un oráculo délfico y pudo copletar su tarea
política. 6. Las reformas de Clístenes. El primer punto de las reformas promovidas por
Clístenes fue la reforma tribal. No se suprimieron las viejas tribus, que siguieron conservando
actividades sobre todo religiosas, pero se crearon otras nuevas a las que se transfirieron
funciones de las antiguas y se confirieron nuevas. A efectos políticos, los atenienses quedaron
incluidos en diez tribus, de acuerdo con el demo en el que residían en el momento de la
reforma. Los demos eran unidades de población rural de muy variada extensión. Había unos
ciento cuarenta que fueron agrupados en tres grandes regiones: la ciudad (Asty), la costa
(Paralía) y el interior (Mesógeios). Cada una de estas regiones se dividió en diez partes
llamadas trittyes, y una trittys del Asty sumada a una de la Paralia y a otra del Mesogeios
formaban una tribu. Para decirlo más claramente: cada una de las diez tribus nuevas tenía tres
trittyes: una del Asty, otra de la Paralia y otra del Mesogeios. Al igual que las tribus
tradicionales, las nuevas se llamaron según héroes epónimos, y recibieron la sanción religiosa
del oráculo de Delfos. Esta reforma sentó las bases de la democracia griega y se mantuvo
vigente en las etapas más radicales. Según la Athenaion Politeia, su finalidad fue "mezclar a
los ciudadanos para que pudiera participar de la politeia un número mayor", pero no sabemos
con qué criterio se hizo la distribución de los demos.
Los historiadores modernos tienden a pensar que la división se realizó de acuerdo con los
intereses de Clístenes en su rivalidad con Iságoras, todavía peligroso. Puede ser, pero en todo
caso la propuesta debió ser popular y aprobarse en la Ekklesia. Si Clístenes ganó la adhesión
de la masa de los votantes, tuvo que ser porque les ofrecía unas ventajas, aunque es difícil
precisar cuáles fueron. La división de las tribus en trittyes parece un factor de continuidad
con las tribus antiguas. No parece descabellado pensar que el sistema pretendiera desvirtuar
los efectos de la coacción del voto ejercida por la aristocracia sobre sus elementos
dependientes. Por otra parte, la adecuación numérica del cuerpo de los arcontes a las tribus
facilitaba posiblemente un acceso más generalizado a las más altas magistraturas. Los demos
fueron potenciados, convirtiéndose en verdaderas unidades administrativas. Cada uno tenía
un magistrado anual (demarchos) elegido por los varones adultos del demos. Los nuevos
lazos de cohesión derivados del demos debieron debilitar o al menos neutralizar los más
antiguos, derivados de la estructura gentilicia. Los ciudadanos pasaron a llamarse por el
nombre del demo, que prevaleció sobre el nombre del padre (nominación gentilicia).
Clístenes fue también el creador de la Boulé o Consejo de los Quinientos, si bien el Areópago
parece haber conservado sus funciones. A la Boulé le correspondía ejercer la probouleusis o
tratamiento previo de las cuestiones que debían remitirse a la Ekklesia. Así se facilitaban los
debates, se evitaban mociones contrarias a las leyes y se conocían con cierta antelación las
cuestiones a tratar por la asamblea, evitando las maniobras por sorpresa de movilización de
los votantes. Es verdad que la probouleusis restringía la soberanía de la Ekklesia, pero al fin y
al cabo la Boulé estaba compuesta por los mismos ciudadanos que componían la asamblea:
sus miembros se elegían por sorteo a razón de 50 miembros por tribu, que no podían ser
reelegidos después de un año de mandato.
TEMA 20: EL ESTADO ESPARTANO 1. Territorio y habitantes. Desde fines del s. VII
hasta el s. IV a.C. el estado espartano incluía dos grandes regiones del Peloponeso,
semejantes entre sí pero separadas por la cadena montañosa del Taigeto, que hacía muy
difíciles las comunicaciones entre ellas incluso en verano. La mayor de ellas, Laconia, era la
situada al este. Estaba constituida por una fértil llanura regada por el Eurotas. Al este, la
cadena del Parnón formaba una barrera a lo largo de la costa, dejando sólo una estrecha
franja, la Cinuria, reivindicada por Argos e incorporada finalmente por Esparta. Estos flancos
montañosos, completados con las estribaciones de los montes de la Arcadia por el norte y la
difícil costa por el sur hicieron posible que la ciudad de Esparta o Lacedemonia permaneciera
sin murallas hasta la época helenística, pero también propiciaron el aislamiento de la región y
la economía autosuficiente. La otra región, Mesenia, al oeste del Taigeto, aunque era más
pequeña tenía más tierra de cultivo. Estaba formada por una gran llanura, irrigada por el
Pamiso y sus afluentes. En términos políticos, los ciudadanos del estado espartano eran los
habitantes de las cuatro aldeas que integraban la ciudad de Esparta -Pitana, Mesoa, Limnas y
Cinosura (=Conoura)-, especie de barrios establecidos en la proximidad de la acrópolis que
no habían llegado a desarrollar una forma urbana propiamente dicha. En la acrópolis sólo se
erigía el templo de Atenea Poliouchos ("Dueña de la ciudad"); el otro verdaderamente
importante, el de Artemis Orthia, estaba cerca del Eurotas, en la aldea de Limnas. También
eran ciudadanos los habitantes de la aldea de Amiclas (pocos kilómetros río abajo) y según
algunos historiadores, de otras aldeas más. En el resto del amplio territorio vivía una
población de siervos dependientes, los ilotas, así como una larga serie de comunidades
independientes en el ámbito administrativo, pero carentes de soberanía política y sujetas a
prestaciones militares, los periecos. Los lacedemonios o espartanos eran una de las
poblaciones dorias del Peloponeso, organizadas en las tres tribus características de este grupo
étnico. Las fuentes de la época clásica presentan a los espartanos como individuos cerrados a
todo contacto con el exterior, carentes de sensibilidad artística, incultos e interesados tan sólo
en los valores de tipo militar. Desde luego, su tendencia endogámica junto con un modelo
económico que los mantenía alejados de las actividades artesanales y comerciales y la
exigencia de un entrenamiento militar óptimo para funcionar en la falange de hoplitas -sólo
así se podía asegurar el dominio de Mesenia y el control de los dependientes- influyó sobre su
idiosincrasia. Pero ese desarrollo era históricamente secundario. Al salir de la Edad oscura,
Esparta no desentona del resto de los estados griegos. su cerámicas, sus bronces y sus
marfiles pueden rivalizar con los de los demás. Esparta produjo un poeta excelente, Tirteo
(segunda mitad del s. VII a.C.); recibió a Terpandro de Lesbos, que organizó allí una escuela
de música; sirvió de inspìración, con sus celebraciones religiosas llenas de encanto y
delicadeza, al poeta Alcmán, que procedía de Jonia o de Lidia. El colapso cultural de los
espartanos parece haberse producido a raíz de las Guerras Mesenias, en el s. VI, cuando
todavía no habían podido alcanzarse unas cotas elevadas de desarrollo artístico.
2. Fuentes. La reconstrucción de la época arcaica de Esparta presenta graves dificultades. La
primera es la penuria de fuentes contemporáneas. Para el s. VII no contamos con otro
testimonio directo que la obra poética de Tirteo. En el s. VI, Heródoto refleja sobre todo
aspectos de la política exterior del estado, aunque también tiene un excursus bien
documentado sobre las figuras de los reyes. Tucídides hace una descripción de una sesión de
la asamblea espartana. También es muy valioso el pasaje de la Política, de Aristóteles,
consagrado a Esparta, aunque resulta incompleto. Por desgracia se ha perdido el tratado de la
escuela aristotélica sobre la constitución espartana, conservándose sólo pequeños fragmentos
a través de fuentes indirectas. Las demás fuentes (Pausanias, Jenofonte, Plutarco) están
contaminadas por la imagen tópica de Esparta en el contexto del debate ateniense sobre
democracia y oligarquía, así como por la remodelación de la propia tradición espartana a raíz
de las reformas de Agis y Cleómenes y por el resentimiento del estado mesenio cuando se
independizó de Esparta. 3. El núcleo primitivo del Estado. El territorio de Laconia evidencia
la misma discontinuidad con respecto a la época micénica que las demás áreas griegas a partir
del s. XII a.C. Luego aparece cerámica protogeométrica en Esparta, Amiclas y otros lugares
hasta el s. VIII; en el s. VII se reciben influencias del tardogeométrico argivo y corintio. Los
cuatro asentamientos independientes que forman la ciudad de Esparta no fueron simultáneos.
La cerámica más antigua se ha encontrado en Pitana y Mesoa. Además en Pitana están los
enterramientos de lo que parece la casa real más antigua. Por eso algunos historiadores creen
que Pitana y Mesoa son los dos centros poblacionales más antiguos. Sin embargo, en Limnas
está la sepultura de la otra casa real, y tenía al lado el importante santuario de Arttemis
Orthia, que está testimoniado arqueológicamnte desde un poco después de 900 a.C. De modo
que su ocupación podría ser un poco posterior a la de Pitana, sobre todo si Mesoa significa
(como es probable) "la del medio". Todo parece indicar que en el s. VIII se produjo un
sinecismo que unificó políticamente los cuatro núcleos, y tal vez ya también el de Amiclas,
para formar la polis de Esparta, pero no sabemos nada sobre ese proceso. 4. Incorporación de
Laconia. La tradición historiográfica griega atribuye al reinado de Arquelao y Carilo (1ª
mitad del s. VIII a.C.) una expansión hacia el norte, que habría incorporado al dominio
espartano la parte más septentrional del valle del Eurotas, después de la destrcucción de la
ciudad de Egis. La expansión hacia el sur correspondería, según Pausanias, a Téleclo, sucesor
de Arquelao, con la incorporación de las ciudades de Amiclas, Faris y Gerontras, poseídas a
la sazón por los aqueos. Los historiadores modernos mantienen no obstante ciertas reservas,
ya que parece improbable que en fecha tan avanzada hubiera tantos terriotrios "aqueos", y
además a partir de 900 a.C. la evidencia arqueológica en Esparta y en Amiclas es enteramente
homologable. 5. Primera Guerra Mesenia y conflictos con Argos. Pausanias adscribe al
reinado de Teopompo y Polidoro (comienzos del siglo VIIa.C.) la guerra que incorporó
Mesenia, o parte sustancial de ella, al territorio espartano.
La consecuencia inmediata de este dominio es un enriquecimiento de Esparta, que se pone de
manifiesto en los exvotos del templo de Artemis Ortia. El crecimiento de Esparta levantó los
recelos de Argos, peor en esta época el enfrentamiento todavía no es importante. 6. Segunda
Guerra Mesenia y batalla de Hisias. La documentación sobre esta guerra es problemática. El
historiador Éforo, del s. IV a.C., distingue dos guerras mesenias: la primera, de 20 años de
duración, que logró la conquista de la región, y la segunda, algo posterior, provocada por una
rebelión de los mesenios al mando de su héroe nacional, Aristómenes. Sin embargo, el
historiador Calístenes contaba una sola guerra mesenia, en la que situaba a Aristómenes. Los
poemas de Tirteo parecen respaldar la existencia de dos guerras, que se habrían sucedido con
un intervalo de dos generaciones. La datación de la segunda guerra también es incierta. Según
Epaminondas terminaría hacia 600 a.C. Sin embargo, las listas de vencedores olímpicos
permiten fechar la primera guerra entre 735 y 715, y si, según los poemas de Tirteo,
transcurrieron dos generaciones, la segunda no pudo empezar mucho después de 660 a.C.
Pausanias ubica en 669 a.C., la derrota de los espartanos por los argivos en la batalla de
Hisias, en la llanura de Tirea. La historicidad del encuentro parece confirmada por un reciente
hallazgo papirológico, aunque no su datación. Es posible que sea justo anterior a la segunda
guerra mesenia, pues la derrota de los espartanos pudo estimular la sublevación mesenia. 7.
Guerra con Tegea y batalla de los campeones. Aunque intentó subyugar a Arcadia y los reyes
espartanos Laón y Agasicles atacaron su capital, Tegea (comienzos del s. VI), Esparta tuvo
que contentarse con el papel de "protectora de Tegea", sancionado por el oráculo de Delfos, y
con un tratado de alianza favorable a los intereses espartanos: obligaba a Tegea a expulsar de
su territorio a todos los mesenios (posiblemente ilotas fugitivos). Más o menos por las
mismas fechas, Esparta reclamó a Argos la llanura de Tirea, que había perdido en la batalla
de Hisias. Según se dice, ambos estados acordaron dirimir la cuestión en una batalla entre
300 soldados elegidos por cada bando, pero el resultado dudoso llevó a una batalla
convencional, que fue ganada por Esparta. Con eso se fijó definitivamente el territorio
espartano. A partir de entonces el crecimiento político del estado se produjo a través de
alianzas. 8. Liga Peloponesia. A finales del s. VI a.C. Esparta había conseguido la hegemonía
en el Peloponeso tras haber suscrito una serie de tratados de alianza. Además de Tegea, se
vincularon a Esparta Argos, Micenas, Tirinto, Epidauro, Trecén, Egina, Corinto, Mégara,
Sición y Élide. La alianza no debía resultar muy gravosa para los implicados, dada la
facilidad con que se consiguió. Es probable que el oráculo de Delfos -con el que ahora
Esparta se mostraba muy generosa- haya inspirado estos acuerdos, que evitaban guerras
destructoras y aparecían favorables a todas las partes. La Liga se denominaba oficialmente
"los Lacedemonios y sus aliados" y, al menos desde fnales del s. VI las decisiones se
tomaban por votación entre los representantes de los distintos aliados.
Así ocurrió, según refiere Heródoto, cuando el rey espartano Cleómenes quiso restablecer al
tirano Hippias en Atenas con ayuda de la Liga y la iniciativa no prosperó porque el delegado
corintio consiguió que prevaleciera su oposición. 9. Relaciones con el Egeo. Los contactos
ultramarinos de Esparta son escasos. En unión de los corintios, atacó la tiranía de la isla de
Samos (sin conseguir nada), ya que al parecer los exiliados samios habían ayudado a Esparta
en las luchas contra Mesenia, y también porque los barcos de Samos habían pirateado las
naves que conducían un presente para el rey lidio Creso. La conexión con Lidia se debió a la
iniciativa de Creso, que buscaba aliados ante la amenaza persa. (De todas maneras fue
capturado y llevado a la corte persa, donde fue tratado de manera benevolente). 10. Actividad
de Cleómenes. Cleómenes es el único rey de la Esparta arcaica que lleva a cabo una actividad
exterior importante. No expuso las tropas ni el prestigio de su país en acciones
comprometidas, ni que requirieran grandes desplazamientos. Así, rehusó ayudar contra los
persas a Samos, Mileto o los escitas. Pero no dejó de protagonizar acciones importantes.
Parece que sometió por la fuerza a Mégara a una cierta obediencia, y atacó la Argólida
(¿quizá infiel como aliada?), matando a muchos hombres, aunque no llegó a tomar la ciudad
de Argos. Cuando Egina, miembro de la Alianza Espartana, aceptó la propuesta de sumisión
hecha por los persas, los atenienses temieron llegar a ser el primer objetivo militar de Darío
con su ayuda. Pidieron a Cleómenes que exigiera de los eginetas diez rehenes de las mejores
familias, como garantía del buen comportamiento de Egina respecto a Atenas. Pero el otro
rey espartano, Damárato (enemigo de Cleómenes), aconsejó a los eginetas que se abstuvieran
de dar los rehenes. Cleómenes entonces consiguió que el oráculo de Delfos declarara bastardo
a Damárato, lo depusiera y sustituyera por Latíquidas (favorable a Cleómenes). Los dos reyes
acudieron entonces a Egina y consiguieron los rehenes. El verdadero fracaso de Cleómenes
fue no haber podido introducir a Atenas en la órbita política espartana. Por dos veces llegó
hasta la acrópolis sin conseguir situar en el poder a un filoespartano; la tercera vez se
retiraron de su lado los corintios y el otro rey, Damárato. Y en el congreso sobre la posible
reposición de Hippias como tirano de Atenas, perdió la votación por culpa de Corinto, como
ya vimos antes. Los últimos años de Cleómenes fueron amargos. Damárato consiguió
demostrar que el dictamen oracular que lo declaraba bastardo era fruto del soborno y
Cleómenes se exilió a Tesalia y luego a Arcadia. Desde allí preparó su regreso a Esparta por
la fuerza, si bien los espartanos, al saberlo, lo recibieron de nuevo como rey. Pero, según,
Heródoto, ya estaba loco y poco después se suicidó. Es posible, no obstante, que haya sido
asesinado y que la acusación de locura sea una imagen difundida por sus enemigos y acogida
de buen grado por la tradición historiográfica hostil a la tiranía, que él había tratado de
establecer repetidamente en Atenas.
11. Ciudadanos de Esparta. Los espartanos estaban organizados en las tres tribus
-Pamphylloi, Hylleis y Dymanes- que aparecen en los estados dorios en general. Sin
embargo, no sabemos cuál era la trascendencia de esta división tribal, ya se registran otras
divisiones de los espartanos. El fragmento 541 de la "Constitución de los Lacedemonios" de
la escuela aristotélica dice que Esparta tenía cinco regimientos ancestrales (lóchoi), que se ha
pensado tenían carácter local (pues los nombres de dos de ellos eran Mesoa y Pitana). Por
otra parte los ciudadanos se dividían en obai (Limnas, Pitana, Conoura, Amiclas, y por lógica
también Mesoa) que parece que eran unidades divisorias de base territorial. [La división
pervivió hasta época romana, añadiéndose obas nuevas como Neápolis, fundación
helenística.] Se ha sugerido una adecuación de los regimientos a las obas, dado su común
número de cinco. Pero otros autores creen que había más de cinco obas, tantas como nueve.
En realidad no sabemos con certeza lo que eran las obai espartanas. Los ciudadanos de
Esparta tenían unas instituciones sociales que regulaban su vida y prevalecían sobre las
relaciones familiares. La educación, estrictamente programada, se llevaba a cabo fuera del
marco familiar, igual que las comidas en común. Así se daba la paradoja de que, para
mantener la falta de libertad de los sometidos, los señores espartanos tenían que perder la
suya y someterse a la férrea disciplina y a los valores de la comunidad. El recién nacido era
examinado por la tribu, ara saber si merecía ser criado o bien tenía algún defecto por el cual
hubiera que dejarlo morir. En caso favorable, permanecía con su madre hasta los siete años,
pero durante su crianza se evitaban los mimos. Pues desde esa edad el pequeño espartano
vivía fuera de su hogar, en grupos que buscaban su endurecimiento físico y moral. Recibía
una cierta instrucción en la música y en las letras, pero sobre todo entrenamiento militar. De
los veinte a los treinta años el espartano era soldado profesional. Luego se abría una etapa de
mayor libertad en que podía atender su familia, su hacienda y las tareas públicas. Estas
condiciones de vida parece que propiciaban una mayor libertad de las mujeres. Éstas recibían
una educación similar a la de los hombres, salvo en el terreno militar. El delito de adulterio
no existía en Esparta, aunque se maneja la distinción entre hijo legítimo y bastardo, con
repercusiones en la herencia. Está documentada la poliandria (los hijos de un mismo padre
podían tomar una esposa en común) y los lexicógrafos registran como "costumbre laconia" la
de ofrecer la mujer al huésped. La famosa institución espartana de las "comidas comunes" es
muy antigua, aunque la información que tenemos proceda de fuentes clásicas o posteriores.
Aristóteles presupone su carácter ancestral cuando indica que en la época más antigua se
llamaban andreia como las cretenses. El término con que se las designa más frecuentemente
es phidítia, tal vez correspondiente a la fracción social que las celebraba, y el más conocido
es syssítia, único que significa "comida en común". Parece que todos los ciudadanos de
Esparta estaban obligados a hacer una determinada comida al día con sus compañeros, para lo
que debían entregar una contribución en especie. En lo que respecta a los derechos políticos,
es seguro que en un momento dado todos los ciudadanos llegaron a disfrutarlos en
condiciones de igualdad; por eso se llamaban los Hómoioi, "los Iguales".
12. Periecos. Los periecos ocupaban una parte muy importante del territorio del estado,
especialmente en Laconia. Eran individuos libres, aunque sin la condición de ciudadanos.
Vivían en sus propias comunidades, que se habían incorporado, no sabemos cómo ni cuándo,
al estado espartano. La designación oficial de éste, "los Lacedemonios", incluía a los
periecos, si bien el término Spartiátai se refería sólo a los ciudadanos. Las aldeas de los
periecos deben haber sido como mínimo unas cien y haber alcanzado ese status de forma
diferente. No resulta probable que la filiación étnica -dorios y no dorios- haya sido el factor
determinante para la diferenciación de los súbditos en periecos e ilotas. La situación de los
periecos no debía ser opresiva y la convivencia con los espartanos parece haber sido buena.
Sólo se registra una revuelta de periecos, y fueron los de Mesenia, unidos en su subversión a
los ilotas. No tenemos la menor constancia de que se les hayan exigido tributos, aunque
debían una prestación militar. Da la impresión de que sus comunidades se administraban con
autonomía, y eran lo suficientemente ricos como para participar en los juegos panhelénicos,
integrarse como hoplitas en el ejército o poseer esclavos privados. Como la actividad de los
ciudadanos se orientaba hacia la prestación militar, es de suponer que fueran los periecos los
que asumieran la producción artesanal y el comercio interno. 13. Ilotas. Constituían el
elemento social verdaderamente oprimido del estado espartano, aunque nuestro conocimiento
sobre ellos es también muy precario. Es significativo que Aristóteles, que admitía la
esclavitud como una institución genuina de las sociedades humanas, calificara el ilotado
como uno de los elementos más negativos del régimen espartano. Los apartaba de los
esclavos comunes su elevado número frente al de los espartanos y el hecho de que
constituyeran, al menos los de Mesenia, una comunidad natural a la que se negaba el derecho
a formar un estado. No obstante, la mayor parte de las fuentes los asimila a los esclavos. Los
ilotas estaban vinculados a la tierra que trabajaban y, a través de ella, al ciudadano de Esparta
que la tenía adjudicada. Su señor no podía venderlos ni manumitirlos. Tampoco los vendía el
estado, aunque excepcionalmente los libraba de su condición. Vivían con sus propias
familias, lo que explica que se reprodujeran con normalidad (a diferencia de los esclavos, que
apenas tenían hijos). Respecto a sus condiciones económicas, los testimonios no son
concordantes. Un pasaje de Tirteo dice que tenían que entregar a su señor la mitad de todo lo
que producían las tierras que cultivaban, pero éstas parecen las condiciones inmediatamente
posteriores a la Primera Guerra Mesenia. Otras fuentes parecen indicar que la cantidad a
entregar era fija, no proporcional a lo obtenido. El número de ilotas adscrito a cada hacienda
era variable, ya que se trataba de familias naturales. Heródoto dice que en la batalla de Platea
cada uno de los cinco mil soldados espartanos presentes estaba atendido por siete ilotas; por
tanto la cifra (incluyendo a mujeres, niños y viejos) debía pasar de cien mil, y es probable que
fueran muchos más. Lo que está claro es que el número de ilotas multiplicaba varias veces al
de ciudadanos.
La sumisión política, la falta de derechos y, en fin, la pura miseria, fomentaban el odio de los
ilotas hacia sus señores. Varias veces se revolvieron sin éxito contra ellos. Pero estaban muy
vigilados. Plutarco dice que cada año los Éforos les declaraban formalmente la guerra, a fin
de poder matarlos sin juicio alguno y sin cometer crimen. También registra una institución
ancestral, la krypteia o krypté, en la cual jóvenes armados de puñales salían por la noche a
matar ilotas. Se trata probablemente de un rito iniciático que todos los jóvenes debían cumplir
para alcanzar la mayoría de edad. Para los espartanos, los ilotas eran enemigos subyugados
con quienes no existían deberes de piedad. Se ha supuesto, no obstante, que en la vida
cotidiana las condiciones no serían tan duras. Es pues muy difícil definir el ilotado en
términos de status. Los ilotas parecen esclavos públicos, trabajan de facto como esclavos
privados, aunque no son vendidos y tienen su familia y se les trata como a prisioneros de
guerra. Parecen asimilables a otros cultivadores de ciertas regiones de la Grecia eolia y doria,
que tampoco son libres ni esclavos, sino "siervos agrícolas": los penestai de Tesalia o los
gymnetes de Argos. La mayoría de los ilotas era de Mesenia, y su situación podría explicarse
por el simple derecho de conquista. Pero también los había de Laconia, que se ocncentraban
sobre todo en la llanura de Helos, en el bajo Eurotas. No sabemos cuándo conquistaron los
espartanos esta tierra; si, como creía Helánico, fue la primera zona que se sumó al territorio
original, es posible que se estableciera allí la fórmula de obligar a los vencidos a cultivar las
tierras en beneficio de sus conquistadores. Este primer ensayo podría haber proporcionado el
modelo para Mesenia.
TEMA 21: LICURGO Y LA RETRA 1. La igualdad de los espartanos y la tenencia de la
tierra. Ésta es una de las cuestiones más espinosas de la historia primitiva de Esparta, y una
de las que se han visto más afectadas por la distorsión de la imagen espartana por Atenas y
poco después por la propia Esparta. Según Plutarco, Licurgo, el legislador espartano, había
convencido a sus conciudadanos para repartir todo el territorio en lotes iguales, distribuidos
luego entre ellos, de tal manera que tuvieran un nivel económico similar (no se trata de un
sistema comunista porque no se basaba en la explotación colectiva con subsiguiente
redistribución, sino que el ciudadano percibía su renta directamente de sus cultivadores y
luego debía entregar la cuota establecida). Pero no se puede tomar a Plutarco al pie de la
letra. Las fuentes literarias son unánimes en constatar la existencia de ricos y pobres en
Esparta, lo que está corroborado por la arqueología y la epigrafía. Parece que a comienzos del
s. IV a.C. el éforo Epitadeo consiguió establecer una rhétra (ley) por la cual se podía donar en
vida o transmitir hereditariamente a quien se quisiera el lote de tierra (klerós). Para el común
de los historiadores, la acumulación de los klerós y la consiguiente diversificación
patrimonial empezó mucho antes. Los historiadores modernos están divididos respecto a la
cuestión de si hubo o no una aristocracia en Esparta. De acuerdo con la constitución
espartana, todos los ciudadanos eran iguales (Homoioi), pero es probable que esa situación no
sea anterior al final de las Guerras Mesenias y hayan sido resultado de una especie de
revolución, en la que se adoptaran medidas para asegurar un lote de tierra a cada ciudadano.
Ésto estaría en consonancia con Tucídides (que dice que la stasis duró en Esparta más que en
otros lugares), con Aristóteles (que en la Política dice que algunos habían sufrido con la
guerra de Mesenia y reclamaban una redistribución de la tierra) y con Tirteo (uno de cuyos
poemas se titula Eunomía, esto es, "buena distribución"). Esto querría decir que
originariamente sí habría habido una aristocracia fundiaria en Esparta semejante a la de otros
estados griegos de la época. Pero la tradición contenida en Plutarco dice que Licurgo (cuya
datación más probable es anterior a la guerra de Mesenia) dividió el territorio en nueve mil
lotes para los ciudadanos y treinta mil para los periecos. Se trata posiblemente de una
tradición contaminada por la recreación de la figura de Licurgo llevada a cabo en el s. IV con
vistas a legitimar las reformas que se pretendían. Los historiadores modernos tienden a
considerar que la igualdad patrimonial de los espartanos fue un mito creado en el siglo IV
como base de las utopías políticas. Pero también se cree que cuando se estableció el sistema
dirigista que controlaba la vida de los ciudadanos, impidiéndoles dedicarse a actividades
lucrativas y exigiéndoles unas prestaciones tan duras, se arbitró también un procedimiento
para que cada uno de ellos tuviera un lote de tierra que le proporcionara los recursos
necesarios. Aunque sabemos poco sobre la ley sucesoria en Esparta, parece que el klerós era
hereditario, por lo que no siempre sería necesario dotar con ese patrimonio a los nuevos
ciudadanos. Y la alusión a la poliandria indica que a veces los hijos heredaban pro indiviso el
dominio paterno.
Aristóteles (cuyo silencio en la Política sobre la supuesta igualdad de los espartanos se
considera como uno de los argumentos más fuertes en contra de ésta) dice, en uno de los
pocos fragmentos conservados sobre la constitución espartana, que entre los lacedmonios se
consideraba vergonzoso vender la tierra y que en lo que respecta al lote antiguo no era
posible hacerlo. Lo más importante de este pasaje es la diferencia entre "lote antiguo" y otras
tierras, porque indica que los ciudadanos podían incrementar su patrimonio de tierra al
margen del lote asignado. No sabemos hasta qué punto esta situación tenía su origen en la
época arcaica pero puede haber sido así. En resumen, la posibilidad de donar o legar el klerós
(lo que podía dar pie a una venta encubierta) junto con la alienabilidad de las demás tierras
pudieron facilitar la diferenciación patrimonial de los espartanos. 2. Licurgo y la Retra. Los
antiguos atribuían a un personaje llamado Licurgo todo el orden social de los espartanos: la
constitución, la división de la tierra en lotes iguales, el sistema educativo y la normativa
reguladora de las conductas sociales. Licurgo no tenía una ubicación cronológica ni siquiera
aproximada; el propio Heródoto duda si se trata de un hombre o un dios, inclinándose por
esto último. Los historiadores modernos han dudado por ello de la historicidad de Licurgo,
pero cabe la posibilidad de que tras la figura mítica se esconda un personaje histórico; en este
caso se situaría en el s. VIII a.C., que es con toda probabilidad cuando los espartanos
constituyeron una polis propiamente dicha. Dice Plutarco que Licurgo llevó a Esparta desde
Delfos un vaticinio al que se llama rhetra, cuyo texto recoge a continuación, y que los reyes
Polidoro y Teopompo le añadieron luego una frase (que modernamente se conoce como
Adición a la Retra). Estos documentos, muy breves, son la única evidencia directa sobre las
instituciones políticas espartanas en la época arcaica, y de ahí su excepcional interés, pero
presentan muchos puntos enigmáticos. En primer lugar, la valoración semántica del término
"rhetra". Aunque está claro que su valor funcional es "ley", su significado literal es "cosa
dicha", lo que deja abiertas alternativas como "oráculo", "dictamen" o "acuerdo". Resulta
verosímil que se presentara como un oráculo para dotarla de autoridad. La datación
tradicional de la obra de Licurgo entre los siglos X y IX a.C. es hoy muy difícil de admitir, ya
que refleja la constitución de un estado nacido de un sinecismo que no debió producirse antes
del s. VIII a.C. Al mismo tiempo, la falta de mención en la rhetra de los éforos sugiere una
fecha anterior a 754 a.C. (año en que los éforos comienzan a dar nombre al año). La datación
más probable es pues la primera mitad del s. VIII a.C. El texto de la Retra comienza
aludiendo a la creación de un santuario en honor de Zeus y de Atenea. Sigue una alusión a las
tribus y las obas, si bien es probablemente un reconocimiento más que una creación (ya que
no se establece su número). A continuación se institucionaliza el consejo espartano, la
Gerusía, fijando el número de sus miembros en treinta e indicando que incluye a los
archagetai (los dos reyes). Este consejo debe ser una creación del nuevo estado para sustituir
a los primitivos consejos tribales. El siguiente punto se refiere a la asamblea de los
ciudadanos (Apélla), con reuniones periódicas y abierta -se cree- a todos los ciudadanos.
La cláusula que Plutarco presenta como Adición a la Retra es aceptada como tal por los
historiadores modernos. Dice: "Pero si el pueblo habla de un modo inadecuado, los ancianos
y los archagetai disolverán la asamblea". Para Plutarco, la Adición se habría hecho necesaria
porque, al amparo de la Retra, "el pueblo distorsionaba y transformaba las propuestas,
quitando y añadiendo cosas". Es decir, esta clásusula complementaria otorgaba al consejo la
facultad de disolver la asamblea cuando ésta introdujera alguna modificación en las
propuestas. El problema es que esta facultad de sisolución ya aparece en la Retra, lo que haría
superflua la Adición. Parece más bien que el supuesto contemplado fuera que la asamblea se
orientara hacia una propuesta contraria a derecho. 3. Instituciones politicas. El sistema
constitucional de los espartanos se había desarrollado, como en otros estados griegos, a partir
de un arquetipo ancestral que distribuía el poder político de iure o de facto entre la asamblea
de los ciudadanos, el consejo de ancianos y unas figuras políticas con funciones específicas
(próximas a los reyes o a los magistrados). Esparta se singularizaba entre los estados griegos
más avanzados por su conservación de la institución regia, pero los reyes espartanos tenían
un rasgo que los aproximaba a los magistrados: la colegialidad. Los reyes eran dos, vitalicios
y hereditarios. Ejercían sus funciones a la par y estaban muy condicionados por la vigilancia
de los éforos y por su responsabilidad ante el consejo, que podía incluso condenarlos a
muerte. Los reyes pertenecían a familias distintas que tenían sus lugares de enterramiento por
separado: en Pitana los Agíadas y en Limnas los Euripóntidas. La primera dinastía parece
más antigua, y hay razones para suponer que la diarquía no era originaria, sino que
probablemente tuvo que ver con el sinecismo por el que se creó el estado espartano. Ambas
familias reales tenían prohibido el matrimonio entre sí (Luis Suárez). Los poderes de los
reyes espartanos nos son conocidos gracias a Heródoto: el mando supremo del ejército
(conjuntamente hasta que para evitar los inconvenientes de un mando doble los espartanos
decidieron que para cada operación militar la asamblea designaría a uno de ellos), una cierta
jurisdicción en el derecho de familia relativo a las herencias, y las materias religiosas.
Además tenían privilegios en las mesas y en el reparto del botín , que contribuían a mantener
su dignidad. Aristóteles atribuye en la Política al rey Teopompo la creación del eforado;
Heródoto, por el contrario, la atribuye a Licurgo. El hecho es que la lista de éforos epónimos
se inicia en 754 a.C., tres décadas antes del reinado de Teopompo. Los éforos son cinco,
posiblemente por el número de obas. Su magistratura era anual y sus competencias civiles. La
"Constitución de los Lacedemonios" dice que todos los años se cruzaba un juramento entre
los reyes y los éforos: los reyes juraban ejercer el poder de acuerdo con las leyes de la polis y
los éforos juraban respetar la realeza mientras los reyes respetaran su juramento. Aristóteles
dice que la forma de designación de los éforos era "pueril", lo que excluye la votación y el
sorteo. Tal vez tuviera que ver con los auspicios. También los califica como uno de los
elementos negativos del estado espartano, insistiendo en que sus poderes son desorbitados y
fuerzan a los reyes a comportarse como demagogos para mantener sus posiciones. Los éforos,
como representantes de la comunidad, reciben a los embajadores y preparaban los tratados
(que habían de ser ratificados por la asamblea); presidían ésta y posiblemente también el
Consejo y supervisaban a todos los demás magistrados, incluidos los reyes, a quienes podían
multar o incluso arrestar. Los ciudadanos en general estaban bajo su jurisdicción tanto en
materia de derecho civil como penal (salvo las más graves, que implicaran pena de muerte o
de destierro). A los ilotas podían darles muerte sin juicio. Entre los éforos de Esparta destaca
Quilón, que fue contado entre los Siete Sabios de Grecia y que parece haber tenido un
especial protagonismo en la configuración del estado espartano (quizá algunas de las
disposiciones atribuidas a Licurgo provengan de él). Las funciones de la Gerousia, el consejo
espartano, nos son muy mal conocidas. Sabemos que funcionaba como tribunal de las causas
criminales más graves y que a su jurisdicción estaban sometidos los reyes. Posiblemente los
consejeros tuvieran una extracción social restringida pero no lo sabemos con certeza. Debían
tener más de 60 años (L. Suárez). La asamblea o Apélla nos es igualmente poco conocida.
Parece haber tenido tan sólo la capacidad para aceptar o rechazar las propuestas tal como le
eran presentadas por el Consejo.
TEMA 22: LAS GUERRAS MÉDICAS Y LA ÉPOCA DE TEMÍSTOCLES I. Las Guerras
Médicas 1. Motivos de la sublevación jonia. Los persas no registraron la sublevación de los
jonios, así que dependemos del relato de Heródoto (Halicarnaso, 480420 a.C.), algo
distorsionado por sus interpretaciones personales, sus prejuicios antijonios y su tendencia a lo
anecdótico y a hacer derivar decisiones históricas trascendentales de motivos de carácter
personal. Por eso pone como causa de la sublevación jonia el fracaso del tirano Aristágoras
de Mileto en conquistar Naxos en una expedición conjunta con el sátrapa Artafernes de Lidia.
Aristágoras entonces habría provocado la revuelta contra el rey de Persia para evitar que éste
le pidiera cuentas de su fracaso. La moderna historiografía entiende que la insurrección,
especialmente la de otras ciudades tuvo que tener motivos más consistentes: el amor griego a
la libertad, la recesión económica de las poleis de Asia Menor, o el odio contra los tiranos,
que se mantenían en general con el apoyo de los persas. Se suele suponer que la conquista
persa de las costas del mar Negro y de Egipto provocaron una disminución del comercio
griego en estas zonas, y que los persas favorecieron el comercio fenicio sobre el griego. Esto
es una conjetura. El decaimiento comercial de las ciudades minorasiáticas griegas, que es
constatable arqueológicamente, se debe en una parte sustantiva a la competencia de otras
ciudades griegas. No son pues los persas los causantes de la situación, aunque sus impuestos
puedan haberse sumado a ella hasta hacerla quizá insportable. Tampoco parece que el
dominio de los persas haya sido opresivo, o más opresivo que el de los lidios (contra el que
los griegos no se rebelaron). Los persas mantuvieron el control de las ciudades griegas a
través de los propios tiranos griegos, por los que las ciudades insurrectas no sentían tanta
aversión como por los persas. Da la impresión de que nos faltan claves para comprender lo
ocurrido. 2. La insurrección jonia. El núcleo inicial de la sublevación los constituyó la
Confederación Jonia, constituida en torno al santuario de Poseidón en Mícale. Allí se
celebraron las asambleas que decidieron la contribución de cada uno e incluso llegó a
acuñarse moneda común. Pero los jonios eran conscientes de que necesitaban ayuda de otras
comunidades griegas. Cleómenes de Esparta no se dejó convencer: había una gran distancia y
además estaba preparando su guerra con Argos. Sólo Atenas, con veinte naves, y Eretria, con
cinco, acudieronen ayuda de los sublevados. Atenas, en la euforia de su democracia recién
estrenada, veía con hostilidad la buena acogida que los persas habían dado al tirano Hippias.
La ofensiva se inició en 498 con un ataque contra Sardes, la capital de Lidia, que no
lograrono tomar, aunque sí incendiar y saquear. Las comunidades griegas de Licia, Caria, el
Bósforo, la Propóntide y Chipre se sumaron a la sublevación. Los persas reaccionaron con
lentitud, peor luego siguieron un plan perfectamente trazado para aislar el foco de la
insurrección. En 496 capitularon Chipre y las ciudades de los Estrechos y, asediada por tierra
y por mar, Mileto sucumbió en 494. La ciudad fue destruida y sus habitantes parcialmente
deportados. La sublevación había fracasado.
El rey persa Darío I, gran organizador, se inclinó a una política de moderación con los
vencidos y las represiones cesaron enseguida. Las ciudades griegas sometidas siguieron
manteniendo su propia organización interna y se resignaron a su suerte. Pero en la Atenas
democrática la derrota convulsionó los ánimos de las distintas facciones políticas. En 493 el
poeta Frínico representó la tragedia Toma de Mileto, con tal énfasis que fue multado por
recordar desgracias. Temístocles, que iniciaba su carrera política, y sus partidarios
alimentaban los sentimientos antipersas. Lograda la sumisión de la Jonia, Mardonio, yerno de
Darío I, pasó el Helesponto con un ejército y restableció el dominio persa en la región tracia.
El reino macedónico de Alejandro Filoheleno y la isla de Tasos aceptaron someterse. A pesar
de ello los persas sufrieron dos reveses importantes: un ataque por sorpresa de la tribu tracia
de los Brigios, que causó numerosas bajas, y una tempestad que empujó la flota contra los
acantilados del monte Atos. 3. Situación política en Grecia antes de Maratón. El fracaso de la
sublevación jonia mostró a los estados griegos la superioridad de las armas persas, y cuando
en 491 Darío envió embajadores pidiendo "tierra y agua", símbolos de la sumisión, fueron
muchos los que la aceptaron. Heródoto dice que Atenas y Esparta la rechazaron indignados
pero quizá está retrotrayendo la postura de estas ciudades, posteriores paladines de la libertad
de Grecia. Porque lo cierto es que las opiniones estaban divididas. Influían factores diversos:
el miedo a la intervención militar persa, la relativa suavidad con que éstos ejercían su
dominio, la posibilidad de restauración de la tiranía bajo los auspicios persas, el amor a la
libertad, etc. Las discusiones políticas en Atenas se polarizaron en dos líderes: Temístocles,
que fue arconte en 493-492, y Milcíades, propietario de las ricas tierras del Quersoneso.
Temístocles inició la construcción de las defensas del puerto de Atenas, el Pireo, que se
continuarían más tarde en 483-482. Esparta se encontraba también en una situación diferente.
Cleómenes había asestado un golpe a Argos suficiente como para no temer ninguna acción
militar por su parte, había logrado la deposición de su colega Damárato, y secundó las
exigencias atenienses en el asunto de los rehenes eginetas. Tanto Esparta como Atenas se
habían hecho a la idea de que el enfrentamiento con Darío I era inevitable. 4. Campaña de
Maratón. El fracaso de Mardonio no desanimó a los persas en su intento de conseguir la
sumisión de Grecia. Tenían buenas razones geopolíticas, pues sin ella no era posible la
estabilidad de las posesiones persas en Tracia y las islas de Egeo. En 490, la flota persa se
hizo a la mar desde Cilicia (costa SE de Anatolia), llevando como jefes a Datis y Artafernes
(hijo del sátrapa del mismo nombre), a los que acompañaba Hippias, el antiguo tirano de
Atenas. Su plan era una invasión por mar y un ataque directo a la Grecia central, que evitara
los riesgos de una prolongada navegación por el norte del Egeo y los inconvenientes del
traslado del ejército por vía terrestre. El primer objetivo fueron las Cícladas. La isla de Naxos
fue atacada y castigada en recuerdo de su resistencia en 500. Sin embargo, en Delos, donde se
encontraba el santuario de Apolo, los persas se mostraron respetuosos y el mismo Datis hizo
valiosas ofrendas al dios.
Después se dirigieron al extremo meridional de Eubea, donde hicieron capitular a Caristo, y
luego a Eretria, en represalia por su ayuda a la sublevación jonia. La ciudad fue tomada y sus
habitantes deportados a Susa, donde Heródoto los encontró después, cuando visitó Persia. Es
posible que los atenienses temieran un ataque mediante un desembarco en la bahía de Falero,
pero los persas, aconsejados quizá por Hippias, desembarcaron en la llanura de Maratón,
donde esperaban tal vez contar con el apoyo de las gentes de la zona, que en el pasado habían
sido partidarias de la tiranía. La falta de este apoyo podría explicarse por las reformas
constitucionales de Clístenes, cuyas nuevas tribus territoriales habían quebrantado la
solidaridad de las clientelas tradicionales. Enterados del desembarco persa, los atenienses
pidieron ayuda a los espartanos, quienes prometieron acudir tan pronto como hubieran
celebrado las fiestas Carneas (pues se consideraba impiedad tomar las armas en ese periodo).
Abandonados a sus propias fuerzas, los atenienses deliberaron sobre si debían salir al
encuentro de los persas (como proponía Milcíades) o quedarse en Atenas para defender la
ciudad. Finalmente los atenienses tomaron la iniciativa, adoptando medidas tácticas para
contrarrestar la superioridad numérica persa. Se trataba de tomar contacto con el enemigo lo
más rápidamente posible, porque en un combate cuerpo a cuerpo los arqueros persas
resultaban inoperantes y la lanza griega era superior a la espada persa. Dice Heródoto que en
la batalla de Maratón los persas perdieron 6.400 hombres y los griegos 192, entre ellos el
polemarco Calímaco. Los persas se vieron obligados a replegarse a sus naves, y pusieron
rumbo a Atenas, que esperaban encontrar desguarnecida de sus mejores hombres. Pero los
atenienses aceleraron el regreso a la ciudad y tomaron posiciones. Cuando la flota persa se
dio cuenta de que sus previsiones habían fallado, renunció al desembarco y regresó a Asia.
Desde el punto de vista material las péridas eran insignificantes, pero fueron suficientes para
herir su orgullo y poner de manifiesto que haría falta una minuciosa preparación para someter
a los griegos continentales. Para Atenas el triunfo tuvo una gran importancia. Su imagen
creció cara al exterior y la causa de los inclinados a la neutralidad languideció. En adelante la
acusación de "medismo" será considerada como de traición. 5. Atenas y Esparta después de
Maratón. Tras la batalla de Maratón, Milcíades, el general victorioso, se convirtió en ídolo
del pueblo y obtuvo el mando de una pequeña flota para liberar las Cícladas. Sin embargo, la
resistencia en Paros le hizo regresar, herido. El desdichado general fue acusado por sus
detractores de haber engañado al pueblo y se le impuso una multa de cincuenta talentos,
aunque murió a causa de sus heridas antes de poder satisfacerla. A continuación se desató en
Atenas una etapa de turbulencia política, que conocemos mal por lo fragmentario de las
fuentes, con ocasión de la introducción de reformas en la constitución para hacerla más
democrática. En 487 se abría el arcontado a los miembros de la segunda clase censitaria, los
caballeros. Se aplicó varias veces el ostracismo: al Pisistrátida Hiparco, al Alcmeónida
Megacles, a Jantipo, a Arístides.Milcíades
En Esparta se percibe una creciente desconfianza hacia el excesivo protagonismo de los reyes
en los asuntos estatales, que provoca la reacción de la Gerousia y de los éforos. El triunfo de
Maratón había sido obra de la falange de hoplitas batiéndose en tierra firme. La euforia
consiguiente no ocultó sin embargo a un sector de la población ateniense, del que
Temístocles es la figura más representativa, la debilidad de las defensas del estado. El Ática
era una zona geográfica muy abierta, difícil de fortificar, de modo que conseguir la
superioridad marítima se convirtió en una necesidad imperiosa. La elección de la alternativa
militar marítima no era una decisión fácil, pues conllevaba otorgar al sector empobrecido de
la ciudad (los thetes), que era el destinado a servir en las naves, el mayor peso en la defensa,
que antes gravitaba en el sector de los propietarios agrícolas (hoplitas). Además conllevaba
invertir sumas considerables de dinero, lo que provocó serias resistencias. Pero en 483 se
descubrieron nuevos yacimientos de plata en las minas de Laurión y Temístocles logró
convencer a sus conciudadanos para que estos ingresos se invirtieran en la construcción de
una armada. Temístocles 6. Preparativos de la segunda guerra. Los persas iniciaron enseguida
los preparativos de una nueva invasión, aunque se ralentizaron por culpa de la sublevación en
Egipto (486) y por la muerte de Darío y la consolidación en el trono de su hijo Jerjes. Se iba a
seguir el antiguo plan de Mardonio de un ataque por la ruta del norte. Se establecieron
almacenes de abastecimiento a lo largo de la costa de Tracia, se construyeron puentes sobre
pontones en los ríos tracios y se abrió un canal en el istmo del monte Atos para evitar todo
peligro de naufragio. Estos grandiosos preparativos, que no pasaban desapercibidos, hicieron
que muchos estados griegos aceptaran la sumisión o se inclinaran por la neutralidad. Es
verosímil el supuesto acuerdo persa con Cartago, destinado a impedir la ayuda de los griegos
occidentales. Incluso el oráculo de Delfos enfriaba los ánimos aconsejando la neutralidad y la
sumisión, o profetizando la destrucción total. Sin embargo, Esparta y Atenas, los dos estados
más poderosos de Grecia, se sentían dispuestos a la resistencia. Sus gestiones para conseguir
el apoyo de los demás griegos fueron descorazonadoras. Argos se declaró neutral, Creta se
negó a colaborar, Corcira adoptó una posición ambigua, Siracusa temía la reacción de
Cartago, Tesalia y Beocia eran pro-persas. En el otoño de 481, los estados griegos que
estaban dispuestos a resistir se reunieron en un congreso y constituyeron una alianza
defensiva. Se proclamó una tregua universal para poner fin a las viejas querellas y se permitió
el regreso de los exiliados. Además, se amenazaba a los estados griegos que favorables a los
persas con la destrucción y la entrega de la décima parte de sus bienes al santuario de Apolo
Délfico. 7. Comienzos de la guerra. En la primavera de 480, el ejército persa se puso en
marcha atravesando el Helesponto a través de puentes levantados sobre barcazas, mientras la
flota se hacía a la mar. El núcleo del ejército de tierra lo constituían soldados persas, si bien
había contingentes de todas las satrapías, hasta las más lejanas, mientras que la flota estaba
integrada sobre todo por naves fenicias y griegas de Asia Menor. El movimiento de un
ejército tan numeroso fue hábilmente dirigido, procurando coordinar la marcha por tierra y el
movimiento de la flota. Los historiadores calculan los efectivos (desechando las exageradas
cifras de Heródoto) en 100.000 200.000 soldados y unas 600 naves. La inferioridad numérica
griega era manifiesta, pero podía ser neutralizada. El ejército persa combatía por temor al
castigo; los griegos, por su supervivencia. El armamento griego era mejor y no podía dudarse
de la disciplina de los espartanos. Era aconsejable evitar el combate en campo abierto, que
beneficiaba al ejército más numeroso, y ocupar en cambio los desfiladeros, para diezmar allí
el ejército invasor. 8. Las Termópilas. Los griegos concibieron el plan estratégico de combatir
a los persas mediante una acción coordinada en la que se conjugaba la actuación del ejército
de tierra con la actividad de la flota. Así, se estableció una primera línea defensiva al mando
del rey espartano Leónidas, con siete mil soldados (sólo trescientos espartanos, cuatro mil de
la Liga Peloponésica y el resto focidios, beocios y algunos locrios), en el estrecho desfiladero
de las Termópilas. Mientras, la flota de 271 naves al mando del espartano Euribíades
fondeaba en el cabo Artemisio, al norte de Eubea. Los espartanos constituyeron una segunda
línea defensiva en el istmo de Corinto y la flota, en caso necesario, podía replegarse a la isla
de Salamina. El ejército persa se presentó ante las Termópilas sin que hubiera aparecido aún
su flota, que navegaba con retraso. Parece que por eso Jerjes tardó unos días en dar la orden
del asalto. Cuando ambas flotas estuvieron próximas, sucesivas oleadas del ejército persa
iniciaron infructuosamente el ataque a las posiciones griegas. Leónidas y sus tropas
resistieron incluso cuando los famosos "Inmortales" persas fueron colocados en primera fila.
Pero, de acuerdo con la tradición, un aborigen condujo a los persas por senderos de montaña
para que pudieran caer por sorpresa sobre los focidios. La posición estaba irremisiblemente
perdida. Leónidas informó a la flota, ordenó la retirada de los aliados peloponésicos y se
mantuvo en una colina con los Leónidas trescientos espartanos y setecientos voluntarios
focidios, que resistieron valerosamente hasta la muerte, haciendo ganar a los griegos unos
valiosos días. En el lugar de su sacrificio, los griegos levantaron luego un monumento, con la
figura de un león y el texto: "Extranjero, anuncia los lacedemonios que aquí yacemos,
después de cumplir lo que se nos ordenó". 9. Salamina. Tomadas las Termópilas, quedaba
expedito el camino hacia Atenas a través de Beocia. Locrios, beocios y dorios se sometieron
voluntariamente a los persas. El territorio de los focidios fue saqueado a sangre y fuego;
Delfos, en cambio, fue respetado. Mientras el ejército peloponesio reforzaba las defensas del
istmo de Corinto, la flota aliada se dirigió a Salamina, donde Temístocles, por razones
tácticas, deseaba entablar batalla. Atenas había sido evacuada: mujeres, niños y ancianos
fueron llevados a Trecén, Egina y Salamina, de modo que los persas se encontraron una
ciudad abandonada, a pesar de lo cual destruyeron con saña todo lo que pudieron, y en
especial la Acrópolis. Según cuentan Esquilo y Heródoto, Temístocles, a través de un falso
desertor, hizo creer a Jerjes que le convenía atacar rápidamente para evitar la desbandada,
cuando de este modo lo que conseguía era que la lucha se desarrollara en un lugar estrecho,
donde no pudiera actuar a sus anchas la flota persa, mucho más numerosa. Las naves persas
se estorbaban mutuamente cuando las atenienses, en el estrecho canal entre isla y continente,
las obligaban a apelotonarse junto a la costa, y chocaban unas con otras. Al llegar la noche la
flota persa estaba ya prácticamente deshecha. 10. Las campañas de Platea y Mícale. La
victoria naval de Salamina no supuso el fin de la guerra. El ejército de tierra persa
permanecía intacto aunque Jerjes, conmocionado por la derrota, decidió regresar a Asia
dejando las tropas al mando de Mardonio. Éste, en 479, hizo a Atenas propuestas generosas a
cambio de que se separara de la alianza del resto de los griegos. El rechazo ateniense provocó
una nueva invasión del Ática y una nueva evacuación a Salamina. Los atenienses estaban
preocupados por la falta de decisión de sus aliados peloponésicos, resguardados tras las
defensas del istmo de Corinto mientras ellos tenían que soportar la devastación de sus
campos. Arístides, que había sustituido a Temístocles, envió una embajada a Esparta
amenazando con pasarse al enemigo si el ejército aliado no avanzaba. La amenaza surtió
efecto y las tropas aliadas, compuestas sobre todo por treinta mil hombres de la Liga del
Peloponeso, a los que se sumaron contingentes de Atenas y Platea, se dirigieron, al mando del
regente de Esparta, Pausanias, hacia Platea, donde se encontraba estacionado el ejército persa.
Mardonio había elegido una llanura donde la caballería persa podría maniobrar con facilidad,
pero Pausanias se negó a descender de las colinas, pese a las provocaciones persas y a la
desaprobación de algunos de sus hombres. Cuando los griegos realizaban desordenadamente
una retirada táctica a otra posición los persas se les vinieron encima, pero la tranquilidad de
Pausanias y la férrea disciplina de los espartanos y de los de Tegea resistieron las sucesivas
embestidas. Mardonio cayó en el combate y las tropas persas emprendieron la huida. Los
griegos se apoderaron del campamento persa y se repartieron sus riquezas. Grecia alcanzaba
así una liberación que había costado muchas vidas. Después de la batalla de Platea (aunque
algunas fuentes lo dan como un hecho simultáneo) la flota aliada, al mando del rey espartano
Laotíquidas, se dirigió a las costas de Asia Menor donde, cerca del promontorio de Mícale, se
encontraba varada parte de la flota persa, bajo la protección de un campamento naval. Con la
colaboración de los jonios de este campamento, los griegos realizaron un desembarco y
tomaron las instalacines. Los persas fueron masacrados y las naves incendiadas. La victoria
de Mícale fue la señal para el levantamiento general de los griegos de Asia Menor. Los
estados de Grecia continental que en el pasado se habían negado a ayudarles les traían ahora
la ansiada liberación.
II. La época de Temístocles 1. Temístocles y los muros de Atenas. Tras la victoria contra los
persas, los atenienses se dispusieron a reconstruir su ciudad y las murallas. Pero los
lacedemonios y sus aliados estaban ahora recelosos de la magnitud de la flota ateniense, que
antes no existía, y de la audacia mostrada en la guerra, y enviaron una embajada diciendo que
preferían que nadie tuviera muralla porque si los bárbaros ocupaban una ciudad amurallada
podrían subyugar Grecia fácilmente. Temístocles les dio largas y demoraba cualquier intento
de negociación hasta que la ciudad estuvo fortificada. Parece que el hecho se aceptó; tras la
guerra reinaba la concordia tanto entre ciudades como dentro de la propia Atenas.
Temístocles entonces se dedicó a la remodelación del Pireo, pues quería unir la ciudad al
mar. Para Plutarco, de este modo hacía una política contraria la de los antiguos reyes, que
habían querido que Atenas viviera de la agricultura y no del mar (así se interpretaba la
victoria de Atenea y su don -el olivo- frente a Posidón en la mítica competición por el
patronazgo de la ciudad). Con ello, sigue Plutarco, dio fuerza al pueblo frente a los nobles y
puso el poder en manos de marineros, remeros y pilotos. 2. Esparta. Inmediatamente
comenzaron a surgir problemas internos. El rey Leotíquides, acusado de corrupción, fue
exiliado. Pausanias, que fue enviado a liberar las ciudades griegas de las guarniciones persas
al mando de una flota que contaba también con treinta naves atenienses al mando de
Arístides, irritó por su violencia a los griegos, sobre todo a los jonios, que solicitaron que los
atenienses asumieran la hegemonía (cosa que hicieron encantados). A Pausanias lo acusaron
de tirano y de "medismo". Diodoro dice que había pactado secretamente con los persas y que
iba a casarse con la hija de Jerjes. Según Tucídides, vestía como un persa y llevaba una
escolta de medos y egipcios. Quedó como un modelo de amor al lujo y de ruptura de las
tradiciones espartanas. Arístides, en cambio, trató a los aliados de forma suave y filantrópica.
Plutarco dice que los espartanos renunciaron voluntariamente a la hegemonía porque
preferían que sus ciudadanos se sometieran a la tradición a tener el poder sobre toda Grecia.
Aunque en Esparta había partidarios de que la ciudad se orientara en sentido imperialista y a
favor de los cambios (de hecho en una reunión de la Gerousia se propuso hacer la guerra a los
atenienses para recuperar la hegemonía), el triunfo correspondió a los oponentes. 3. Arístides
y la formación de la Liga de Delos. Por tanto, los navarcos y estrategos griegos (sobre todo
los de Quíos, Samos y Lesbos) se dirigieron a Arístides hacerse aliados de los atenienses bajo
su hegemonía. Los atenienses fijaron qué ciudades debían proporcionar dinero y naves para
luchar contra el bárbaro. Entonces, por primera vez entre los atenienses, se estableció la
magistratura de los helenotamías, encargados de recaudar el phóros o contribución. El primer
phóros ascendió a 460 talentos y el tesoro estaba en Delos, en cuyo santuario se hacían las
reuniones. De todos modos la alianza con Esparta no acabó hasta 461 a.C. Arístides
estableció personalmente los tributos y fijó el juramento con los jonios, consistente en "tener
los mismos amigos y los mismos enemigos".
Las relaciones de Atenas con sus aliados se revelaron ambiguas desde el primer momento.
Los atenienses dominan a sus aliados, no están incluidos entre ellos. La fórmula que define la
alianza es "los atenienses y los aliados". Poco a poco los atenienses tuvieron que enfrentarse
no sólo a los bárbaros sino también a sus propios aliados que intentaban rebelarse (Tucídides
pone en boca de los mitilenios un discurso en el que justifican su defección porque ellos no
habían entrado en alianza con Atenas para someter Grecia a su poder, sino para liberar Grecia
de los medos), y a los peloponesios que siempre se mezclaban en cada caso. 4. Cimón.
Atenas inició de manera inmediata una política expansionista, tendente a hacer desaparecer
de manera total la presencia persa de las costas del Egeo. En el año 476 a.C., Cimón dirigió
un contingente contra Eón, situada junto al río Estrimón. De este modo se provocaba la
eliminación de la presencia persa en las costas tracias y se recuperaba el control de los
accesos a las riquezas de la zona. En relación con las acciones sucesivas, van siendo cada vez
menores sus relaciones con la guerra contra los persas. Se conquistó la isla de Esciro, que
estaba en manos de los piratas dólopes, lo que, dada su posición geográfica, ponía de hecho
obstáculos a las vías de comunicación marítima hacia el Helesponto, elemento clave en la
recuperación ateniense tras la guerra. En Esciro se recuperó la práctica del asentamiento de
cleruquías, poblaciones atenienses que se trasladaban para explotar una parcela, kleros, sin
alterar, como en el caso de las colonias, la condición de ciudadano. Como Naxos trató de
separarse de la alianza, los atenienses le pusieron sitio, y, según Tucídides, se convirtió en la
primera ciudad aliada que fue esclavizada contra lo convenido (470 a.C.). El último acto de la
serie de acciones contra Persia fue la batalla de Eurimedonte (467 ó 466), donde los
atenienses y sus aliados obtuvieron la victoria por tierra y por mar sobre los persas y las
naves fenicias. Era el final de un proceso por el que Cimón liberaba toda Grecia de los persas.
Plutarco habla aquí de una paz que se ha podido identificar con la Paz de Calias, aunque ésta
suele situarse casi veinte años después, en 449. Además Cimón, cumpliendo un oráculo,
construyó la tumba de Teseo en la ciudad, con lo que se ganó el favor del pueblo. 5. La
evolución de la Liga. Cada vez eran mayores los fallos en las aportaciones de los aliados, e
incluso había deserciones. Atenas actuaba en esos casos inquebrantablemente y con dureza.
Los aliados echaban de menos la época del tributo de Arístides, que le había ganado fama de
justo, pues luego se dobló y hasta se triplicó. El máximo parece haber sido en 425, de 1460
talentos. Estas medidas las atribuye Plutarco menos a la guerra en sí que a la actuación de los
demagogos [atenienses] que hacían distribuciones al demos, pagaban el teórico y se
dedicaban a erigir estatuas y santuarios. "Atenas asoció el imperialismo a las realizaciones
sociales de la democracia y utilizó las contribuciones de sus aliados para la reconstrucción y
el embellecimiento de su patria y para mejorar el nivel de vida de las clases populares." (P.
Petit).
TEMA 23: ATENAS TRAS LAS GUERRAS MÉDICAS Y LOS GRIEGOS DE
OCCIDENTE I. Historia interna de Atenas tras las Guerras Médicas 1. El Areópago. Las
Guerras Médicas, y especialmente la batalla de Salamina, produjeron un doble efecto
contrario: el prestigio del Areópago aumentó, y como consecuencia la politeia se acercó más
a la oligarquía, pero la victoria marítima dio más fuerza a la democracia. Se iniciaba una
época pacífica y concorde (la Pentecontecía o 50 años de paz, 479-429) pero que escondía
graves conflictos, sólo ocultos gracias al imperialismo de la ciudad. Los dirigentes del demos
eran, al alimón, Arístides y Temístocles. El primero tenía más dotes militares y el segundo
políticas. A ambos atribuye Aristóteles la reconstrucción de las murallas de Atenas, y sólo a
Arístides la atracción de los jonios a la alianza con Atenas. Durante 17 años se mantuvo esta
situación, pero el poder del Areópago declinaba poco a poco mientras aumentaba el del
demos. 2. Arístides y Temístocles. Según Plutarco, Arístides consideró que los atenienses
eran dignos de la democracia que deseaban a causa de su valor y sus victorias, y propuso un
decreto por el que los arcontes se elegirían entre todos los atenienses. Temístocles, por su
parte, tenía una propuesta "útil": quemar las naves de los aliados griegos. Arístides respondió
que era muy útil, verdaderamente, pero muy injusta, y el pueblo le hizo caso. En este retrato,
Arístides aparece más democrático y Temístocles más imperialista. Plutarco añade que
Temístocles se opuso a una propuesta de los lacedemonios de eliminar de la alianza a los que
no habían tomado parte en la lucha contra el medo. Eso hubiera supuesto la hegemonía de
Esparta, y por ello Temístocles se ganó el odio de los lacedemonios que, desde entonces, se
dedicaron a apoyar a Cimón para minar sus fuerzas. 3. Ostracismo de Temístocles. En el año
471 a.C. fue condenado al ostracismo por ser partidario de una alianza con los persas para
suprimir a la potencia espartana. Se retiró a Argos donde fue acusado de fomentar el
movimiento democrático. Para evitar la muerte, se refugió en la corte de Artajerjes I quien le
confió el gobierno de Magnesia de Meandro donde falleció (www.artehistoria.com). Sus
restos fueron llevados al Ática a escondidas. En realidad Temístocles fue coherente con su
actuación en Salamina y pretendía seguir defendiendo Grecia contra Persia. Pero, preocupado
también por el avance de la democracia y el apoyo de los thetes, veía en Esparta una amenaza
para el futuro político de su ciudad. Por eso no le quedó otra salida que la aproximación al
gran rey. Tucídides hace su elogio aun cuando trata de su traición. 4. La época de Cimón.
Cimón era hijo de Milcíades, el vencedor de Maratón, y por línea materna era nieto del rey de
Tracia Oloro. Plutarco elogia sus cualidades militares y que, a pesar de que su padre fue el
símbolo de la victoria hoplítica, supo apoyar la política de Temístocles en favor de la defensa
naval en el momento de la batalla de Salamina.
Cimón estuvo como estratego de los atenienses en las expediciones que se hicieron todavía
bajo el mando de Pausanias y cuando éste se ganó la enemistad de los griegos supo hacerlos
colaborar en la hegemonía, no por medio de las armas sino de las palabras y gracias a su
talento. 5. Evergetismo. El botín que Cimón sacaba de sus expediciones lo gastaba en
provecho de los ciudadanos. Se dice que quitó las vallas a sus tierras para que todos pudieran
coger los frutos, y que preparaba en su casa comida para que los pobres obtuvieran su
sustento y pudieran dedicarse a los asuntos públicos. Sin embargo, su línea política era
aristocrática y laconizante, y combatió a Temístocles y a Efialtes, los representantes de la
línea democrática. En la política hacia los aliados, era partidario de que éstos pagaran el
tributo y dejaran en manos de los atenienses todas las labores de defensa. De este modo, el
imperio ateniense va desarrollando sus características de dominio sobre fundamentos que
representan lo contrario de lo que se produce dentro de la ciudad, y que serán elementos
determinantes para los cambios dentro de la ciudad misma. La versión de Plutarco es que,
mientras Cimón estuvo presente, supo contener a la multitud que quería arrebatar la autoridad
y el poder a la aristocracia. Pero, cuando estuvo alejado a causa de otra expedición, aquélla se
desató y, bajo la guía de Efialtes, quitó al Consejo del Areópago todas las funciones
judiciales salvo unas pocas, y se hicieron dueños de los tribunales, arojando a la ciudad en
una democracia sin mezcla, ya que el poder estaba en manos de Pericles, coincidente con las
masas. A su regreso, Cimón intentó volver a la "aristocracia de Clístenes" pero fue acusado
de "laconismo". Resulta curioso ver cómo todas las corrientes políticas intentan apropiarse la
figura de Clístenes, ¡convertido por Cimón en bandera de la aristocracia! En el momento de
la revuelta de los ilotas -que aprovecharon un terremoto para liberarse y refugiarse en el
monte Itome- Cimón fue el máximo defensor de que los atenienses ayudaran a los espartanos
a reprimir el movimiento. II. Los griegos de occidente 1. Gelón. Hipócrates de Gela se había
hecho prácticamente dueño de toda Sicilia -sólo quedó al margen Siracusa y naturalmente la
parte occidental de la isla, que era cartaginesa- a principios del s. V. A su muerte tomó el
poder Gelón, aristócrata que formaba parte de la guardia de Hipócrates. Además era jefe de
toda la caballería, la fuerza más importante de Sicilia junto con los mercenarios, con la que se
dominaba a los indígenas sículos (la fuerza hoplita, si existía, no era digna de consideración).
Gelón accedió al poder de forma engañosa, suplantando a los hijos de Hipócrates, y entre sus
primeras acciones estuvo la de restablecer a los gamoros siracusanos, clase aristocrática
poseedora de tierras, que habían sido expulsados por el demos y por sus propios esclavos
llamados cilirios (éstos tenian una relación de dependencia que se puede denominar
servidumbre colectiva, no de un dueño individual; por eso fue más fácil su alianza con el
demos). La consecuencia fue que los siracusanos pusieron la ciudad en sus manos.
Desde entonces Gelón se ocupó principalmente de Siracusa y dejó Gela en manos de su
hermano Hierón. Gelón procuró una gran prosperidad para Siracusa, y la engrandeció con
habitantes procedentes de Camarina y de Gela. En cuanto a Mégara Hiblea y Eubea de
Sicilia, fueron sitiadas y obligadas a rendirse. A los poderosos y culpables de la guerra Gelón
los llevó a Siracusa y los hizo ciudadanos; en cambio a los elementos del demos, que no
habían tenido culpa de la guerra, los vendió para su traslado fuera de Sicilia. Actuó así, dice
Heródoto, porque pensaba que de todas maneras el demos era poco complaciente. De esta
manera Gelón se convirtió en el gran tirano de Sicilia. 2. La tiranía de Sicilia. Esta tiranía
difícilmente puede identificarse con los rasgos de los tiranos griegos arcaicos. Es claro que a
Gelón lo apoyaron los sectores sociales dominantes, aristocráticos, y estableció pactos de
colaboración con los poderosos de otras ciudades. Por eso resulta más próximo a la realeza
que la tiranía arcaica, "ardiente adversaria de los nobles" (P. Petit). Su importante flota no
sirvió como en Atenas para democratizar, sino para afirmar el poder de los dominantes. La
tiranía de Sicilia era pues un modo de explotación externa (imperialismo) que reforzaba la
explotación interna. Aristóteles pone el caso de Gelón como ejemplo de lo que pasa en las
democracias cuando el pueblo comete excesos y se gana el desprecio (expulsión de los
gamoroi, alianza con los cilirios), rompiendo el equilibrio de la recta politeia. La ampliación
de la ciudadanía por parte de Gelón provocó problemas y posteriormente ya no consideraron
a los extranjeros dignos de ella. Gelón enroló como ciudadanos a más de diez mil
mercenarios, según Diodoro. 3. Cartago y Sicilia. Cuando, por el peligro persa, los griegos
acudieron a buscar la ayuda de Gelón, este accedió a cambio de ser él quien mandara las
tropas griegas, a lo que se negaron los lacedemonios. Además, Gelón adujo que tenía el
peligro bárbaro en su misma isla, en forma cartaginesa. Heródoto opina que Gelón estaba
preparado para la victoria de cualquiera de las partes, y desde luego dispuesto a someterse al
rey de Persia si llegaba el caso. Según Diodoro, Jerjes había urgido a Cartago a atacar para
lograr la sumisión de la Sicilia y la Italia griegas. Los cartagineses eligieron general a
Amílcar, y éste atacó Hímera (ayudado por el ex-tirano de la ciudad, que había sido
expulsado por Terón de Agrigento). Gelón y Terón derrotaron a los cartagineses en Hímera al
mismo tiempo que los griegos a los persas en Salamina. Este sincronismo se convirtió en
símbolo de la victoria de los helenos contra los bárbaros. Gelón participó con su triunfo en las
tradiciones helénicas: incluso tuvo su Tesoro en Olimpia y Píndaro le dedicó sus odas,
considerándolo el reproductor de la forma de vida de la aristocracia tradicional. Es curioso,
sin embargo, que Aristóteles (en la Poética) diga como de paso que aunque las batallas de
Hímera y Salamina tuvieron lugar al mismo tiempo, no tendieron al mismo fin.
Efectivamente, en cada ciudad el objeto de la lucha fue diferente, de acuerdo con sus
diferentes estructuras.
4. Hierón. Sucedió a su hermano y siguió sus mismos pasos en la expansión imperialista y en
la política de cambiar la población de las ciudades. Expulsó a los habitantes de Naxos y
Catania y repobló las ciudades con colonos del Peloponeso y Siracusa. A Catania le cambio
el nombre por Etna (alabada por Píndaro como fundación suya) y le añadió nuevos territorios.
A los primitivos pobladores los asentó en Leontinos y los obligó a convivir con las
poblaciones indígenas. En 474, Hierón atendió la llamada de los griegos de Cumas, atacados
por los etruscos, a quienes derrotó en batalla naval. Terón de Agrigento, muerto en 472,
recibió honores de héroe. Su hijo Trasideo quiso atacar Siracusa, pero fue derrotado por
Hierón. Los acragantinos recuperaron así la democracia, según Diodoro, e hicieron la paz con
Hierón. Éste murió en 467, como rey de los siracusanos, y recibió honores como héroe y
como fundador de Etna. Le sucedió su hermano Trasíbulo, quien condenó a muchos
ciudadanos a muerte o al exilio y confiscó sus bienes. Por eso se levantaron contra él y, a
pesar de su ejército de mercenarios, fue derrotado y acabó su vida entre los locrios como
ciudadano privado. Las ciudades liberadas iban restableciendo la democracia. En Siracusa
este sistema se conservó hasta la tiranía de Dionisio en 406.
TEMA 24: LAS REFORMAS DEMOCRÁTICAS DE ATENAS 1. Reformas de Efialtes y
ostracismo de Cimón. El año 462/461, Efialtes promovió en Atenas una serie de reformas
que, principalmente, minaban los poderes del Areópago, que perdía sus funciones en favor de
la "Boulé de los Quinientos", el pueblo y los tribunales. Sólo le quedó el juicio de los delitos
corporales. Además se establecieron siete nomophylakes (guardianes de las leyes) que
obligaban a los magistrados a usar de ellos e impedían a la ekklesia y a la boulé hacer nada
inconveniente para la ciudad. Para Plutarco, Efialtes sólo era un miembro de la hetairía
(compañía) de Pericles, en cuyo nombre habría actuado cuando destruyó el poder del
Areópago. Luego se refiere a su acusación contra Cimón de ser amigo de los lacedemonios y
enemigo de la democracia, por lo que éste fue condenado al ostracismo. La fecha del
ostracismo oscila entre 461 y 459. Cimón, como vimos, usaba el botín conseguido en sus
victorias contra los bárbaros para desempeñar un papel benefactor que le procuraba una gran
clientela, y su prestigio a favor de una política "aristocrática y lacónica", y para combatir a
Efialtes cuando quiso abolir el Areópago. 2. Cimón y la guerra con Esparta. Mientras Cimón
estaba fuera por el ostracismo, los lacedemonios invadieron el territorio de Tanagra, aliada de
Atenas. Entonces Cimón volvió del exilio y se presentó al combate con los de su tribu. Así
quiso, según Plutarco, justificarse de su laconismo. Pero los amigos de Pericles lo expulsaron
como exiliado, aunque por deseo de la multitud Pericles lo hizo volver y él fue el que negoció
la paz entre las ciudades. Los lacedemonios se mostraban tan amables con él cuanto odiaban
a Pericles y los demagogos. Según dicen, Pericles había establecido como condición para su
regreso que se dedicara al pillaje del territorio persa con doscientas naves y le dejara a él el
poder en la ciudad. 3. Contenido de las reformas. Efialtes fue asesinado, según Plutarco por
miembros de la oligarquía. Aristóteles relaciona la mutilación del Areópago por Efialtes con
la creación de lo que él considera la actual democracia, cuyo rasgo principal consiste en
agradar al pueblo como a un tirano. La traducción institucional de este juicio de valor es
haber hecho al tribunal (dikasterion) señor de todas las cosas, cuando se trata de un órgano
que se forma por sorteo. Este sistema permite la participación de todo el demos, sin
limitaciones económicas, pero para Aristóteles resultaba "indiscriminado". Pericles siguió por
el mismo camino. El demos volvía a sus exigencias democráticas habiendo superado la etapa,
tras las guerras médicas, en que se había conformado con el sistema evergético. Ya no se le
podía convencer de que actuara contra sus propios intereses, como cuando Cimón había
enviado hoplitas que ayudaran a los lacedemonios frente a los ilotas, o cuando se consiguió el
ostracismo de Temístocles. La opinión antigua llegó a sostener que antes de Efialtes no había
habido democracia, tanto si sus reformas se valoran positivamente (como hace Plutarco)
como si se prefiere a Clístenes (como Aristóteles). Las medidas legales tuvieron como efecto
inmediato en la política exterior la agudización del imperialismo.
4. La "Orestíada" de Esquilo. En 458 se representó la "Orestíada", trilogía de tragedias de
Esquilo (Agamenón Las Coéforas Las Euménides), cuyo tema histórico es la reconciliación
entre las fuerzas de las tradiciones primitivas (representadas por las Erinias, símbolos del
derecho de sangre y de la sucesión matrilineal, que persiguen al matricida Orestes) y las
nuevas fuerzas del Estado moderno (representado por Apolo, símbolo del derecho patriarcal y
de las instituciones de la ciudad). El coro advierte en Las Euménides contra la anarquía y el
despotismo. Sólo el término medio tiene el apoyo de la divinidad (lo que es confirmado por la
propia Atenea, protectora de la ciudad de Atenas). Es muy difícil determinar las ideas
políticas de un autor dramático, pero es evidente que Esquilo era profundamente consciente
de los problemas de su ciudad, y que éstos marcan tanto el fondo como la forma de sus
tragedias. 5. Política naval. Desde los tiempos posteriores a las Guerras Médicas, Temístocles
había persuadido al pueblo de construir veinte naves nuevas por año y eliminar las tasas a
metecos y artesanos para que acudieran especialistas a Atenas. En la época de Cimón, se
siguió ampliando la flota. Los aliados eran cada vez más reacios a participar con sus naves,
por lo que la participación naval fue recayendo en manos atenienses. Esto implica que el
demos, de quien dependía la flota, se hizo cada vez más fuerte en el interior de la ciudad y
pudo controlar su política interna y también reorientar el sistema hegemónico de la Liga de
Delos hacia formas imperialistas. 6. Nueva democratización. En 458/457, o quizá en 457/456,
los atenienses tomaron una nueva medida democratizadora: abrir el cuerpo de los nueve
arcontes a la tercera clase soloniana: los zeugitas, poseedores de lotes de tierra de tamaño
intermedio. Estos pequeños propietarios habían sido el grueso de los combatientes hoplitas de
Maratón (maratonómacos) y habían llegado a asumir rasgos ideológicos aristocráticos y
heroicos (enterramientos colectivos con estela). [Simbólicamente las dos clases inferiores
reclamaban el protagonismo de dos batallas importantes en la lucha contra el bárbaro: si
Maratón era una victoria hoplita, Salamina era una victoria de los thethes.] La medida no
tenía mucho alcance efectivo, ya que el poder de los arcontes estaba muy disminuido desde
que habían pasado a designarse por sorteo quizá en 487/486, en la década entre las dos
grandes etapas de las Guerras Médicas. Pero sí supuso la desaparición de la diferencia entre
demos y eupátridas (=nobles y caballeros), sustituida por la división entre quienes tienen
acceso al arcontado y quienes no, es decir, entre propietarios y no propietarios. Al mismo
tiempo en esta época se fortalece el poder real de los no propietarios. Otra medida de interés
fue el restablecimiento en 453/452 de los jueces de los demos (en sentido territorial)
institución que, aunque creada por el tirano Pisístrato, había sido abolida en algún momento
de fecha desconocida. 7. Definición aristotélica de la democracia. La Política de Aristóteles
es sin duda un libro básico para conocer la institución y el funcionamiento constitucional en
la antigüedad griega. Tiene, naturalmente, limitaciones: la propia ideología del autor y su
tendencia a observar en la realidad un sistema cerrado, que considera en la historia más bien
lo sistemático que lo cambiante. Por ello, el filósofo es especialmente partidario de las
definiciones. La que hace de democracia se refiere al sistema en su apogeo, así que hay que
tener en cuenta que algunos elementos no son aplicables a la época central del s. V. Sí lo son
sus rasgos fundamentales: elección de las magistraturas entre todos y por todos los
ciudadanos, para que haya una especie de sucesión entre gobernantes y gobernados;
atribución de cargos por sorteo, salvo los que necesitan de experiencia, como la "estategia";
soberanía de la asamblea; salarios (misthoi) para asistir a los jurados y al consejo de la boulé
(aunque Aristóteles dice que también a la ekklesia, esto parece corresponder a un momento
posterior). 8. La ciudadanía. La expansión de los derechos democráticos entre los ciudadanos
atenienses tuvo como consecuencia que la ciudadanía se convirtió en un privilegio que había
que limitar. en 451/450, a propuesta de Pericles, se decidió que sólo fueran miembros de la
polis los hijos de dos ciudadanos. Según Plutarco se consideraron atenienses 14.040.
TEMA 25: LA ATENAS DE PERICLES I. Pericles 1. Caracterización de la Atenas de
Pericles. De los tiempos de Pericles se alaban sobre todo dos aspectos, que no dejan de estar
relacionados entre sí: las obras públicas de la ciudad y la concordia. Plutarco dedica todo un
capítulo de su Vida de Pericles a destacar la grandeza, perfección y rapidez con que los
artistas trabajaron en Atenas. Cuando se terminaban los monumentos "ya parecían antiguos",
con lo que Plutarco revela el desarrollo del concepto de clasicismo, que ya influía en la
consideración que se tenía del arte ateniense. Fidias era no sólo el artista sino el supervisor de
todo para Pericles, a pesar de la presencia de importantes creadores. Entre las obras destaca el
Partenón, el telesterio (sala de iniciaciones) de Eleusis, y el Odeón (sala de música), hecho a
imagen de la tienda del Gran Rey. También se acabaron los Propileos. Pero por encima de
todo destaca la estatua de oro de la diosa Atenea, obra de Fidias, símbolo de la ciudad. Las
actividades colectivas desempeñaron un importante papel en la vida de la ciudad. Pericles se
preocupó de los concursos musicales en las Panateneas y de la regulación de los distintos
certámenes. 2. Figura política de Pericles. Desde el punto de vista de algunos antiguos,
Pericles tuvo un papel excesivamente personalista. Unos lo comparaban con los Pisistrátidas,
otros decían que los atenienses lo habían dejado todo en sus manos. Plutarco, desde la
perspectiva de un observador de la época imperial romana, justifica su método de
acumulación del poder, conseguido por el mérito, la incorruptibilidad y la honestidad.
Pericles es también hombre de su época porque es orador. El discurso es instrumento para
persuadir y para conseguir la concordia. El propio Tucídides hijo de Melesias, su principal
contrincante, reconnocía que cuando parecía caído en la lucha Pericles reaccionaba con
rápida oratoria y vencía convenciendo a los presentes. 3. Vida intelectual. Pericles (495-429
a.C.) pertenecía a una familia aristocrática. Su padre, Jantipo, era un militar que había
participado en la victoria de Mícale, y su madre, Agariste, era nieta de Clístenes. Por la rama
materna pertenecía a la familia de los Alcmeónidas. Entre sus maestros estuvieron Damón
(que según se decía ocultaba su favor a la tiranía bajo preocupaciones musicales) y Zenón
(del que se destaca su capacidad para la controversia o antilogía) . Pericles Pero el más
importante fue Anaxágoras, a quien llamaban Nous (espíritu, inteligencia) a imitación del que
en su teoría era capaz de ordenar los elementos dispersos (homeomerías) del universo. El
universo se organizaba por medio de la inteligencia, no por el azar o la necesidad. Gracias a
Anaxágoras Pericles estaba por encima de la superstición. Pero Plutarco cuenta una anécdota
que muestra el papel de la superstición en la vida pública de la ciudad: trajeron a Pericles del
campo una cabeza de carnero con un solo cuerno. Lampón, el adivino, interpretó que de la
fuerza doble que dividía la ciudad -Pericles y Tucídides hijo de Melesias- quedaría una sola,
la del receptor del fenómeno, Pericles. En cambio Anaxágoras cortó en dos la cabeza y
mostró que era debido a la estructura irregular del cráneo. En aquel momento la admiración
se dirigió a Anaxágoras, pero, cuando se cumplió la profecía de Lampón, fue éste quien la
recibió. 4. Realización democrática. Desde muy pronto Pericles tomó el partido del demos, a
pesar de que su temperamento no era democrático, según Plutarco. Ésta es la contradicción de
los aristócratas que se dedicaron plenamente a la democracia, conjunción que en realidad se
produjo durante muy poco tiempo, por lo cual sólo hubo un Pericles. Éste, para ser
demócrata, tuvo que renunciar a algunas características de la aristocracia: los banquetes y
reuniones entre amigos y camaradas que servían de fomento de ideas aristocráticas y de
conspiraciones antidemocráticas. La materialización económica de la política democrática fue
la creación de las indemnizaciones para el ejercicio de los cargos o funciones políticas. Esta
medida venía asustituir al sistema evergético de Cimón. Ahora era la misma ciudad la que
pagaba al demos, no benéficamente sino a cambio de un servicio en provecho de la
comunidad. Las opiniones antidemocráticas recogidas por Plutarco consideran que éste fue
un modo de crear malos hábitos para el demos. Para Platón, en el Gorgias, Pericles había
hecho a los atenienses cobardes, perezosos y charlatanes. Con el apoyo del demos conseguido
por estos medios, Pericles aumentó el poder del pueblo. Realmente la importancia de su
personalidad fue el desempeño del papel ejecutivo de una tendencia colectiva de la sociedad
ateniense. 5. La democracia y el imperio. Desde ese momento los más necesitados tenían más
interés que los poderosos en presentarse al sorteo de los cargos públicos. El sistema se
financiaba gracias a los tributos que pagaban los aliados de Atenas. Aristóteles se refiere a
esta situación en tiempos de Arístides y luego concretamente en los de Pericles: gracias al
poder marítimo el pueblo pudo tomar en sus manos el control de toda la vida política. 6. Paz
de Atenas con Esparta y Persia. Entre 454 y 451 hubo un intervalo de tres años sin conflictos
con Esparta, que culminaron en un tratado de paz de cinco años entre ambas ciudades. Los
atenienses se abstuvieron entonces de la guerra en Grecia e hicieron una expedición con 200
naves, propias y de los aliados, al mando de Cimón. Obtuvieron una doble victoria, por tierra
y por mar, en Salamina de Chipre, frente a fenicios y chipriotas, aunque Cimón murió (449
a.C.). Aquí sitúa Diodoro la embajada persa a Atenas para proponer la paz, que fue aceptada
por los atenienses, enviando embajadores encabezados por Calias. (Ya hemos visto que ésta
paz suele identificarse actualmente con la de 466, tras la batalla de Eurimedonte. El propio
Plutarco dudaba de su existencia.) La muerte de Cimón fue el fin de toda campaña contra los
persas. A partir de entonces, dice Plutarco, la guerra fue entre griegos, lo que los llevó a su
propia destrucción. 7. Efectos de la paz. El final de la guerra contra el medo fue el comienzo
de la esclavización y el temor de los aliados de Atenas. Así pensaban, nos cuenta Tucídides,
los embajadores de Mitilene en Esparta.
Efectivamente, Atenas se había podido convertir en una hermosa ciudad -y posibilitar el
acceso del demos al poder político- gracias al imperialismo sobre sus aliados. Incluso se
había manifestado como una ciudad tiránica cuando el tesoro de la Liga, que estaba en Delos,
había sido trasladado a Atenas (454). Sólo con Quíos, Lesbos y Samos (que según Aristóteles
eran consideradas guardianes del imperio) se mantuvieron durante mucho tiempo relaciones
más igualitarias que con las demás. Pero ahora el pretexto del temor al bárbaro había
desaparecido. 8. Relaciones imperialistas. Atenas apoyó a los demos de sus ciudades aliadas
con un creciente intervencionismo. Además envió allí clerucos. Pericles los envió al
Quersoneso, Naxos, Andros, Tracia e Italia (a Síbaris, reconstruida como Turios). En el caso
del Quersoneso fue, según Plutarco, una expedición muy bien acogida, porque sirvió de
protección a los griegos que habitaban allí contra los tracios y los piratas. Los objetivos de las
cleruquías eran múltiples: vigilancia contra las revueltas de los aliados, protección de éstos,
provecho (pues así aliviaba la miseria del demos ateniense). 9. Guerra sagrada. Las relaciones
entre Esparta Atenas se vieron afectadas indirectamente por la llamada "Guerra Sagrada". Los
lacedemonios se apoderaron del templo de Delfos y se lo entregaron a los delfios, pero en
cuanto se retiraron, los atenienses entregaron de nuevo el santuario a los focidios (sus aliados
10. Decreto panhelénico. Aunque no todos los autores aceptan su existencia, parece que en la
primera mitad de la década de los cuarenta Pericles convocó mediante un decreto a todos los
griegos de cualquier lugar a un congreso en Atenas, para deliberar sobre los templos griegos
que habían incendiado los bárbaros, sobre los sacrificios que se debían a los dioses por la
victoria y sobre el mar, para que todos naveguen sin temor y en paz. La convocatoria, sin
embargo, no tuvo éxito. Los lacedemonios se oponían de forma solapada. Posiblemente les
parecía que el panhelenismo ateniense era una faceta más de su imperialismo y un intento de
monopolizar los méritos de las guerras médicas para asentar su superioridad en la paz. 11.
Batalla de Coronea. Los exiliados (aristócratas) beocios de las ciudades democráticas que
Atenas controlaba se habían ido concentrando en Orcómeno, Queronea y otros lugares, lo que
alarmó a los atenienses. Tólmides entonces dirigió una expedición contra Queronea, la tomó
y vendió como esclavos a sus habitantes, estableciendo una guarnición. Pero los exiliados
beocios de Orcómeno, la Lócride y Eubea atacaron a los atenienses a su regreso (Coronea,
447) y forzaron un acuerdo por el cual Atenas tuvo que abandonar Beocia a cambio de
recuperar a sus prisioneros. 12. Revuelta de Eubea. Poco después hubo una revuelta en la isla
de Eubea, que coincidió con otra en Mégara y con una invasión peloponesia en el Ática. Los
peloponesios devastaron hasta Eleusis y Trías bajo las órdenes del rey Pausanias (de Esparta)
y luego se volvieron a su patria sin avanzar más. Plutarco habla aquí de un posible soborno de
Pericles a Cleándridas, consejero del rey Plistoanacte.
Eubea fue sometida por completo y, aunque con el resto de la isla los atenienses llegaron a un
acuerdo, la ciudad de Histiea fue desalojada y ocuparon ellos mismos el territorio. Diodoro
atribuye esta revuelta al debilitamiento que se le suponía a Atenas tras la derrota de Coronea.
13. La paz de 30 años. En 446/445, los atenienses establecieron una paz de 30 años con los
lacedemonios y sus aliados, y entregaron Nisea, Pegas, Tresén y Acaya, que eran los
territorios peloponésicos controlados por Atenas. Ésta aparee sola, mientras que los
peloponesios se presentan como una alianza. Tucídides cuenta que la estela de bronce con
este tratado se situó delante del Zeus de Olimpia. 14. Tucídides el de Melesias. Los
aristócratas buscaron un hombre para oponerse al poder personal de Pericles; éste fue
Tucídides hijo de Melesias, pariente de Cimón pero menos "guerrero" que éste y más orador
y político. No permitió que los nobles se dispersaran y se mezclaran con el pueblo como
antes, donde su prestigio quedaba eclipsado por la masa, sino que los mantuvo aparte para dar
coherencia a sus intereses. Si antes entre las opciones aristocráticas y democráticas había
poca diferencia, ahora se abrió un abismo entre ambas. Pericles dejó más libre al demos y
creaba nuevas procesiones, fiestas y banquetes, educando a la ciudad con placeres no ajenos a
las musas. El resultado de la reacción aristocrática fue, pues, reforzar el apoyo popular a
Pericles. Finalmente éste consiguió la expulsión de Tucídides mediante el ostracismo. 15. El
sistema social e ideológico. Según Plutarco, una vez que se vio sin enemigos, Pericles adoptó
una forma de actuar más propia de la aristocracia y de la realeza que de la democracia. Sin
embargo, el pueblo se mostraba concorde. Esto fue posible gracias a las peculiares
condiciones históricas, en que el desarrollo de la ciudad acompañado del crecimiento del
imperio permitió un grado de libertad del demos que no hubo en niguna otra ciudad clásica.
A ello se sumaba el prestigio de Pericles como hombre honesto e incorruptible. 16. La
fundación de Turios. En el sur de Italia, los de Síbaris habían sido expulsados de su ciudad
por los de Crotona. Enviaron embajadores a los lacedemonios y a los atenienses, para que les
ayudaran en su restablecimiento y tomaran parte en la colonia. Sólo los atenienses
prometieron colaborar. Dispusieron diez naves, que anunciaron por varias ciudades del
Peloponeso que quienes quisieran podían participar en la colonia. Muchos aceptaron,
recibieron el oráculo de Apolo y marcharon a Italia. Encontraron cerca de Síbaris un lugar
llamado Turia, donde fundaron Turios. Hubo conflictos porque los antiguos sibaritas
monopolizaban el poder y acaparaban las mejores tierras, por lo que los nuevos mataron a la
mayoría y colonizaron la ciudad con colonos llegados de Grecia con los que establecieron un
sistema democrático, dividiendo la ciudad en tribus según los orígenes de cada uno. Su
legislación, que Diodoro atribuye al semilegendario Carondas, parece de inspiración
neopitagórica. Este episodio parece otra manifestación del espíritu panhelénico con el que
Atenas quería reforzar su ideología imperialista.
II. Cultura y mentalidades durante el s. V a.C. EUNSA: Cultura y mentalidades durante el s.
V a.C. Carácter y fundamentos de la cultura helénica. El núcleo o factor común en torno al
cual se organizan las ideas sustentadoras de lo que podemos llamar civilización helénica del
s. V a.C. es lo que los griegos comprendían con el término de politeia. La civilización griega
clásica es hija de la polis, entendida ésta como el marco en el que se desenvuelve una
determinada comunidad política. La politeia es tanto el conjunto del cuerpo cívico de una
polis como el derecho de ciudad o ciudadanía o, en fin, el sistema de instituciones de una
polis y la fórmula de hacerlas funcionar. Junto con ese marco de referencia político, el
hombre griego ordenaba su comportamiento conforme a un determinado marco religioso, en
el que se incluían panteones y formas cultuales y de pensamiento. La sofística. El
movimiento sofístico tiene un carácter axial para la evolución de la cultura y las mentalidades
de Grecia en el s. V. Este movimiento intelectual, que se ha querido comparar con el de la
Ilustración en el s. XVIII, cubre toda la historia del pensamiento griego en la segunda mitad
del s. V. Su origen se debe a la acción conjuntada de una serie de factores producto de la
evolución de la filosofía, la ciencia empírica y la práctica política. La llamada filosofía
presocrática había creado una determinada forma de pensamiento racional que criticaba el
mito y se liberaba de él. Además, había sido capaz de formular una importante teoría del
conocimiento en la que se debatían los problemas de la verdad y el confrontamiento con el
mundo sensible. Los grandes progresos de la ciencia empírica, producto en parte de la
expansión helénica, habían permitido un mayor conocimiento del hombre y del mundo,
poniendo las bases para una antropología relativista. Finalmente, la experiencia de la
democracia ateniense, con su rapidísima transformación institucional, había reforzado la idea
de una ley positiva y variable frente al antiguo nomos de carácter metafísico e invariable. El
juego de los debates públicos en la asamblea ateniense (fruto de la isogoría, el derecho de
todos a hablar, y la isorrhesía) había impulsado el desarrollo de una técnica del "buen decir" y
había planteado la cuestión de las relaciones entre opinión y verdad y la de la importancia de
la persuasión. Los sofistas -"aquellos que practican una técnica" pudiéndola transmitir,
enseñar- se nos presentan en Atenas (aunque la mayoría de ellos eran extranjeros
desenraizados) más que como sabios y filósofos como maestros de la dialéctica y la retórica,
que enseñaban mediante el pago de un salario en ocasiones muy elevado. Su aceptación de la
tesis de la incapacidad humana para hallar otra verdad que la opinión (que se puede imponer
a los demás mediante la persuasión) y su condición de extranjeros y muy ricos explican su
impopularidad entre una gran parte del demos ateniense y la filosofía estricta, máxime si se
tiene en cuenta el carácter religioso conservador de la democracia ateniense desde mediados
de siglo. Por eso conocemos el pensamiento sofístico sobre todo a través de sus críticos
(Aristófanes en su comedia Las nubes, Platón). La sofística y la política. La teoría del
conocimiento sofista, apartándose de toda ontología del tipo de la de Parménides, sostenía la
primacía de la percepción sensible y de las opiniones que de ellas se engendran. Creían
además en la relatividad de todas las opiniones. Cada hombre o comunidad política está
capacitado para juzgar para juzgar por sí mismo qué es bueno para él en el terreno social,
moral o político (Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas). . Esta idea,
trasladada a la práctica política ateniense de la época, justificaba por un lado el poder de la
opinión y la votación mayoritaria en los debates de la asamblea, pero sobre todo señalaba que
el deber del político es persuadir a la mayoría de la bondad de su opinión. Este relativismo
podía tener efectos positivos y negativos. Por un lado, podía ser la base de una educación
(paideia) progresiva, al defender la posibilidad del cultivo de la virtud. Protágoras concebía la
pedagogía sofística con el objetivo de que el alumno distinguiera las opiniones mejores en
relación a un conjunto de valores éticos, que podía seguir siendo el tradicional de la polis.
Pero por otro lado la afirmación sofística de la posibilidad técnica de defender y persuadir de
la superioridad de cualquier opinión y de su contraria (como en el tratado anónimo Alegatos
dobles) podía conducir no sólo al nihilismo sino a una amoralidad total en política. Es esta
perversión de la dialéctica la que denuncia Aristófanes en Las nubes, como utilizada por la
juventud que desprecia las tradiciones políticas y éticas de sus padres. Esta amoralidad tenía
su origen en otra idea muy característica del pensamiento político de la sofística: el
relativismo de la ley positiva y su oposición a la ley natural. La sociedad política y el mismo
estado de civilización eran creaciones humanas, basadas en una ley positiva de tipo
contractual, en oposición al estado de naturaleza, compartido por hombres y bestias. Estas
afirmaciones podían llevar a un comportamiento ético y político positivo, ya que la ley, al ser
producto de un contrato, debía ser obedecida sin vacilar por todos los ciudadanos que la
habían aceptado libremente al vivir en su polis. También podía ser mejorada mediante el
debate público. Pero señalar el carácter relativo del nomos tenía el peligro de presentarlo
como un instrumento de represión de la naturaleza (physis) y defender ésta última como
superior, con su individualismo y "ley del más fuerte" (a la manera posterior de Nietzsche).
Esta desviación era sumemente peligrosa en un momento como el de la guerra del
Peloponeso, donde la normas tradicionales de conducta eran rotas por una juventud que se
sentía superior (los casos de Alcibíades y Critias son claros). La expansión de la literatura. La
tragedia. El s. V en Atenas va a ver la aparición de dos nuevos géneros literarios de
grandísima trascendencia para la literatura occidental: la tragedia y la historia. La tragedia
había recibido del mito toda la materia argumental, pero, al desligarse de sus orígenes
rituales, había roto la íntima relación entre la representación mítica y la realidad presente,
típica de la mentalidad primitiva, y al convertirse en una mera representación privaba al mito
de su misma realidad. La tragedia ática trató los acontecimientos del mito con entera libertad,
centrándose en la investigación del comportamiento humano como su causa. Por tanto reflejó
el nuevo pensamiento antropológico del s. V. Esquilo (525-456), el más antiguo de los
grandes trágicos, realiza una profunda transformación de los mitos originales, intentanto
adaptarlos a las nuevas exigencias ideológicas de la polis democrática salida de las guerras
médicas. Se proponía crear un mundo moral superior que conduciría aun estado de concordia,
reflejado en Las Euménides, donde los ecos de la polémica causada por las reformas de
Efialtes son patentes. Esquilo presenta a sus personajes humanos dentro de un universo
ordenado y dirigido por los dioses, pero este universo está gobernado por la Diké, la justicia
de Zeus, que es presentado ya como una divinidad con características abstractas y absolutas.
Sófocles (497-406), una generación más joven, presenta ya claros síntomas de la influencia
del pensamiento sofístico. Sus personajes, aunque tras sufrir males innumerables llegan a
comprender que su destino está en manos de los dioses, no entienden el por qué de la
conducta divina. Según el profesor Gil Fernández (GER), Sófocles quiso avisar a sus
conciudadanos del peligro inherente a la pérdida de la perspectiva teonómica en su existencia,
frente a la actitud peligrosamente racionalista y antroponómica de Pericles (Antígona).
Eurípides (484-406), el más joven de los tres, muestra unos personajes totalmente alejados y
abandonados de los dioses, sometidos a destinos fatales gobernados por la tyché (el azar)
divina que es por completo incomprensible a los humanos, los cuales sólo pueden encontrar
consuelo en sus propias acciones y en los otros hombres. En sus tragedias se esfuerza por
encontrar las motivaciones internas de las acciones humanas, y para ello recreaba el mito
poniéndolo al servicio de situaciones de valor universal (Medea). Alcanzó así un enorme
éxito en un ambiente cultural dominado por la sofística, pero la tragedia ática corría el riesgo
de centrarse en una justicia y una moralidad puramente humanas y en disolverse en un puro
diálogo filosófico-moral, como intuitivamente mostró Aristófanes en Las ranas. La
historiografía. La realidad del s. V poseía las condiciones para el nacimiento de una
conciencia histórica: cambios rápidos, perceptibles de inmediato, y una confrontación con el
extranjero que permitía comprobar la propia personalidad helénica. Además la épica ofrecía
un modelo de narración cercano a la historia. Pero para que ésta surgiera hacía falta otro
elemento de orden mental, que fue aportado por la antropología progresiva y relativista de la
sofística, que permitió una invetigación racional de las sociedades humanas. (Historia
significa en griego "investigación"). La "racionalización" y "humanización" de la narración
histórica se realizó en etapas, perfectamente representadas por las obras de Heródoto y
Tucídides. Heródoto (484-430) fue el primero en distinguir entre conocimientos o noticias
históricas ciertas y legendarias, aplicando unos criterios verosimilitud con los que desterraba
del terreno histórico a los mitos. Por otro lado afirmaba la necesidad de comprender el
proceso histórico de modo global, y en este nivel recurre a explicaciones metafísicas (sus
dioses son ya abstractos). Tucídides (460-400) -junto con Polibio el más grande y moderno
de los historiadores de la Antigüedad- rompe por completo los lazos con lo metafísico y lo
irracional. Su racionalismo en la explicación histórica es absoluto y ésta obedece a razones
puramente humanas. No es coincidencia que haga en su narración amplísimo uso de las
enseñanzas dialécticas y retóricas del movimiento sofístico. In the Introduction to his History
of the Peloponnesian War he asserts his purpose. This war is not yet over, he writes: but there
are already so many false stories of this event or that, of this man or another, that he is
compelled to tell what really happened. This search for the truth--which most often consists
of the reduction of untruths-- is the essence of historical research: a fabulous achievement of
the Greek mind. There is also Thucydides' conviction of the permanent value of history. He
hoped, he wrote, that his History would be read "by those who desire an exact knowledge of
the past as a key to the future, which in all probability will repeat or resemble the past." (John
Lukacs). La plástica artística. La profunda mutación del pensamiento de este siglo tiene
también su reflejo en las formas plásticas. Como la plástica griega tenía unos orígenes
religiosos y cultuales muy claros, las grandes conquistas del movimiento y de la
expresividad, así como la perfección formal de la escultura clásica, tienen su razón última,
más que en el progreso técnico, en la necesidad de expresar una nueva concepción de la
divinidad. Al ser imagen del dios, era necesario que la representación plástica del cuerpo
humano adquiriese un total canon de perfección y belleza. La recomposición de la coherencia
orgánica interna no será fruto de un más detenido análisis anatómico sino sobre todo de la
conciencia de organicitá (B. Bandinelli) que reina en el universo y que el pensamiento
filosófico trata de comprender racionalmente. Al mismo tiempo, la obra, al representar a la
divinidad, debe ser superior a cualquier representación humana concreta, y así la "gravedad"
será junto a la belleza ideal el rasgo esencial del estilo llamado "severo". Sólo en los último
años del siglo se nota una mutación, en paralelo con la crisis del pensamiento religioso
tradicional. Crece el interés por los estrictamente humano, se renueva temáticamente la
pintura de vasos y el mayor realismo y virtuosismo técnico desembocará en un naturalismo.
La religiosidad y la filosofía. El nacimiento de la filosofía implicó la crítica de los dioses del
mito. El intelectualismo radical de Parménides revelaba una cierta raíz atea, aunque por otro
lado el prólogo a su poema adopta una forma mítica y es dudoso si su "Ser" no era en sí
mismo lo divino. Heráclito (550-480), contemporáneo suyo, veía en la unidad de los
contrarios la propia esencia de la divinidad. Con Anaxágoras, en pleno s. V, el racionalismo
parece imponerse ya por completo. Su no asimilación del nous a la divinidad convierte su
filosofía en una metafísica sin dioses, e, incluso, sin divinidad. Sin embargo, R. McInerny
dice, en History of Western Philosophy: "Later Greeks -- Socrates and Aristotle -- could not
refrain from praising Anaxagoras for stating that the world involves rational direction,
intelligence. [...] The world is no longer something that just happened, that is, a state
consequent on a previous state for purely mechanical reasons; it is caused by a rational
principle who initiates the process, and, thanks to his unmixed nature, knows and has power
over all things [...] If Anaxagoras is making a significant forward step in the effort to
transcend the material, it is equally true that there is still a long way to go; only with Plato
and Aristotle, and with significantly different underpinning, will we encounter clearcut
statements of entities beyond the material." . El materialismo mecanicista de los atomistas
(con Demócrito a la cabeza) acabaría por eliminar toda referencia a la divinidad, incluso a la
metafísica. De esta forma los sofistas y el relativismo habían llegado a la conclusión de que
los dioses eran sólo convenciones humanas, lo que derivaba en un claro ateísmo con respecto
a la religión tradicional (no en un sentido absoluto). Se iba creando una cierta corriente de
impiedad (que entre la juventud llegó hasta el sacrilegio como en el asunto de los
"hermocópidas" del 415, que fue una profanación de los misterios eleusinos). La polis no
podía tolerar las muestras de impiedad; los procesos contra ésta eran de derecho público.
Además las últimas conquistas democráticas habían producido en las masas un
conservadurismo puntilloso contra todo lo que pudiera poner en peligro el régimen. En este
contexto es donde se comprende plenamente el proceso de 399 contra Sócrates. La crisis
irracionalista. El proceso contra Sócrates es la cresta de la ola de la reacción antisofística. La
intelectualidad conservadora ateniense (incluido Aristófanes, según demuestra Las nubes) era
incapaz de percibir la profunda crítica a la ética sofística que representaba la enseñanza
socrática.
Desde un principio la religiosidad griega había comportado un componente irracional
bastante considerable (adivinos, cultos mistéricos), aunque la religiosidad de los medios
cultivados se ordenaba en torno a conceptos abstractos de índole ética. La corriente de
racionalidad que supuso el movimiento sofístico tuvo como consecuencia inmediata producir
una brecha entre religiosidad popular e intelectual, y la primera incrementó su matiz
irracional (Asklepios, cultos extranjeros de carácter orgiástico, como el de Cibeles y Attis-
Adonis, etc.).
TEMA 26: LA GUERRA DEL PELOPONESO HASTA LA MUERTE DE PERICLES I.
Introducción a la guerra del Peloponeso 1. Las condiciones de la guerra. El panorama
histórico global que sirve de causa a la guerra del Peloponeso es el desarrollo de la ciudad de
Atenas hacia la democracia y hacia el imperialismo. La contradicción más importante de la
democracia ateniense es que consigue la libertad del demos haciendo de éste el hegemón de
las ciudades del imperio. De ahí que Tucídides utilice constantemente la terminología de la
esclavitud para referirse a las relaciones entre Atenas y las demás ciudades. Atenas choca con
sus propios aliados de la Liga de Delos y también con ciudades ajenas a ésta: Corinto (cuyo
dominio se ejercía sobre zonas vitales para el control ateniense del mar), Esparta (que veía
afectado su control general sobre Grecia y además no aprobaba la expansión de la democracia
que hacía Atenas) y los oligoi de las ciudades controladas por los atenienses (que perdían sus
privilegios al imponerse regímenes democráticos). 2. Tucídides. El historiador ateniense se
propuso contar la guerra porque había sido el hecho más grande que había sucedido nunca.
Escribió ocho libros que llegan hasta el año 411. El libro I consta de tres bloques principales:
la "arqueología" en que Tucídides cuenta la historia antigua de Grecia; la "Pentecontecía" y el
crecimiento del poder ateniense, y la explicación de las causas y antecedentes de la guerra.
Para Tucídides la causa más verdadera es el "temor": temor de los enemigos de Atenas a caer
en la "esclavitud" (relación imperialista) y temor del demos ateniense a perder sus derechos
políticos, que dependen del imperio, y "ser esclavizado" (dependencia de la oligarquía). En
los libros II-IV se narra la guerra arquidámica (431-421). Los libros VI y VII refieren la
expedición a Sicilia. Los libros V y VIII tienen un carácter inconcluso. Carecen de
"discursos", que son una de las características más sobresaliente del resto de libros. El libro V
cuenta lo sucedido entre la paz de Nicias y la expedición a Sicilia, y el VIII trata de los
sucesos que llevaron al establecimiento de la oligarquía en 411. 3. Tucídides y la tragedia.
Suele afirmarse que Tucídides está influido por la tragedia: su protagonista, el demos
ateniense, tiene una actuación que puede identificarse con la peripeteia trágica: se vuelve
contra él mismo, como la investigación positiva del Edipo Rey de Sófocles. Pero también
puede decirse lo contrario: la tragedia alcanza su apogeo y su forma clásica en el ambiente de
una democracia que tiene en sí el germen de su destrucción, su propia peripeteia, que es
percibida por los trágicos lo mismo que por Tucídides. Eso explica la identificación del
público con la obra, tan característica del teatro griego. 4. Causas de la guerra. Tucídides es
un historiador "positivista" y concreto, y, junto a lo que él considera la causa "más
verdadera", expone también con detalle los motivos más inmediatos, que son principalmente
dos y están relacionados con los problemas surgidos entre Atenas y Corinto.
5. Corcira. En 435 se produjo un conflicto civil en la ciudad de Epidamno (colonia fundada
por Corcira en el mar Adriático): se estableció una democracia y se expulsó a los aristócratas.
Estos se dedicaron a hostigar a la ciudad con la ayuda de los bárbaros del continente. Los
demócratas de Epidamno pidieron ayuda a su metrópoli Corcira, y como ésta no les hizo
caso, se dirigieron a Corinto (metrópoli a su vez de Corcira y que había participado con un
oikistés en la fundación de Epidamno). La intervención de Corinto irritó a Corcira, que se
puso del lado de los aristócratas exiliados y pidió ayuda a Atenas. Parece chocante que
Atenas se aliara con Corcira del lado de los "poderosos" pero hay que tener en cuenta su
rivalidad comercial con Corinto (sin entender el término en el sentido moderno). 6. Potidea.
Potidea era una colonia corintia situada en la península Calcídica, que pertenecía a la Liga de
Delos. Los corintios seguían enviándoles epidemiurgos (jefes militares) cada años. Atenas
exigió a Potidea que los expulsara, que destruyera sus murallas y que entregara rehenes.
Además pagaba 15 talentos de tributo en lugar de los 6 normales. En 432 la ciudad se rebeló
contra Atenas, pero sería sitiada y tomada por ésta en 430, ya durante la guerra. 7. Mégara.
Un decreto promulgado por los atenienses, el pséphisma megárico, cuya existencia, carácter y
real incidencia han sido objeto de viva polémica, apartaba a Mégara de los puertos del
imperio ateniense y del mercado del Ática, contrariamente a los pactos. Tucídides hace sólo
unas breves menciones. 8. Esparta. Cuando Corinto planteó sus reclamaciones contra Atenas
en la Liga del Peloponeso, el rey Arquidamo Esparta se mostró favorable a conservar la paz,
mientras que el éforo Esteneladas era vivamente partidario de la guerra. Tras los discursos de
uno y otro, Tucídides dice escuetamente que los lacedemonios votaron que había existido
ruptura del tratado y que había que hacer la guerra, no por los razonamientos de sus aliados
sino porque temían que los atenienses se hicieran aún más poderosos. Los lacedemonios,
pues, hicieron unas reclamaciones a Atenas que sabían inaceptables, como pretexto para la
guerra. Comenzaron por pedir que se lavara la "mancha de los Alcmeónidas" (v. tema 18) y
se expulsara a Pericles, que pertenecía a esa familia por línea materna. Los atenienses
recordaron entonces "manchas" parecidas que los espartanos habían contraído (los ilotas
refugiados en el Ténero o Pausanias en el templo de Atena Calcieco). Las reclamaciones de
mayor efecto propagandístico eran las referentes a la autonomía de los griegos sujetos al
dominio ateniense. Pero Pericles fue firme y se negó a ceder a ninguna pretensión de los
lacedemonios, ya que ésto sólo hubiera debilitado a Atenas y la guerra era de todas maneras
inevitable. II. La guerra 1. Condiciones materiales. La guerra comenzaba con grandes
recursos en poder de Atenas: 6.000 talentos recaudados de sus aliados y una flota de 300
trieres, a la que había que sumar las flotas de Corcira, Quíos y Lesbos. En cambio sólo tenían
unos 13.000 hoplitas y unos 1.200 jinetes. Los peloponesios contaban principalmente con un
ejército de 40.000 hoplitas, formado por campesinos que no deseaban alejarse de su tierra y
estaban habituados a luchar en su defensa. No querían una guerra larga, pero los hechos
resultaron diferentes. Los aliados de Esparta contaban con 100 trieres, pero Atenas controlaba
el suministro de madera necesario para construir nuevas naves. Las ciudades de la Liga del
Peloponeso, además, carecían de la ventaja de Atenas, que había incorporado a los thetes a la
defensa de la ciudad. 2. Estrategia espartana y ateniense. El plan de Esparta para una
campaña rápida consistía en invadir el Ática y devastarla. La estrategia de Pericles era
impedir que el ataque espartano significara la liberación de las ciudades aliadas. Para ello
cerró Atenas al interior pero mantuvo los puertos abiertos al mar. Se decretó el abandono del
campo y la reclusión en la ciudad, lo que tuvo dos efectos negativos: la expansión de una
epidemia de peste y la oposición de la población campesina (que había tenido que dejar sus
tradiciones y sus santuarios) a la estrategia de Pericles. Ésta sin embargo tuvo éxito a corto
plazo: los lacedemonios no consiguieron bloquear Atenas ni que se abandonara el control de
las ciudades. 3. Platea. La chispa que hizo estallar la guerra fue un episodio en las luchas
internas de la ciudad de Platea, aliada de Atenas. Un grupo de habitantes habían facilitado la
entrada de los tebanos; los traidores fueron descubiertos y ejecutados. Los atenienses
acudieron en ayuda de la ciudad pero ya todo había terminado. 4. Guerra arquidámica. El rey
Arquidamo, al llegar a la península ática, la encontró abandonada y resolvió esperar en el
territorio de Acarnes. Ante esta situación de expectativa surgieron las primeras diferencias
entre los atenienses. Campesinos (hoplitas) y caballeros se oponían a la estrategia de Pericles
(su alianza se refleja en la obra de Aristófanes Los caballeros, representada en 424). También
se opuso a Cleón, que no pertencía a esos grupos pero que según Plutarco tenías sus motivos
personales en su camino hacia la demagogia. Mientras, el hacinamiento en la ciudad agravaba
la peste y cambiaba los valores morales (según nos cuenta magistralmente Tucídides): ya no
se sabía lo que era bueno y lo que era malo, y se consideraba que ningún delito iba a recibir
castigo por falta de tiempo. 5. La oposición a Pericles. La oposición creció y Pericles fue
sometido a juicio. Sin embargo, la pérdida de la estrategia no impidió que fuera llamado de
nuevo, coincidiendo con una serie de éxitos en la guerra: la toma de Potidea y la instalación
allí de una cleruquía, y la resonante victoria de Formión sobre la flota peloponésica en Río,
cerca de Patras. Pericles murió víctima de la peste en 429, después de haber presenciado la
muerte de sus hijos Páralo y Jantipo a causa también de la epidemia. En este trance, según
protágoras, mostró su naturaleza superior y su capacidad para estar por encima de los
acontecimientos mudables.
TEMA 27: LA GUERRA DEL PELOPONESO DESPUÉS DE PERICLES 1. Los
"sucesores" de Pericles. Hay cierta controversia entre los historiadores sobre quién o quienes
pueden considerarse los sucesores de la línea política de Pericles. Posiblemente la respuesta
es doble: todos los que desempeñaron un papel público durante la guerra del Peloponeso
aspiraban a imitarle, pero ninguno consiguió asumir su papel totalizador, superador de las
contradicciones. En concreto se ha discutido sobre las figuras de Nicias y Cleón. Nicias, que
parece coincidir con Pericles en el rechazo a las posturas en exceso agresivas, tiene
importantes diferencias: Aristóteles lo califica entre "los pocos" y sus intereses no coinciden
con los del demos; además era anormalmente supersticioso y dependiente de los adivinos; y
sus temores, lejos de asemejarse a la prudencia de Pericles, hicieron que Aristófanes hiciera
un juego de palabras con su nombre para formar un verbo que significa ser cobarde o tener
miedo. En cuanto a Cleón es objeto de las más duras críticas de las fuentes antiguas. Para
Aristóteles, introdujo en la tribuna prácticas retóricas inaceptables. Tucídides lo desprecia
abiertamente. Aristófanes lo hizo objeto de sus ataques más virulentos. Cleón intenta
presentarse, como Pericles, como un philopolis, amante de la ciudad por encima de sus
"amigos" o "compañeros", pero en realidad, con su política demagógica, su labor es más bien
la de un philodemos. 2. La guerra después de la muerte de Pericles. En 429, los
lacedemonios, disuadidos por la peste, renunciaron a invadir el Ática. En cambio pusieron
sitio a Platea (el asedio tardó dos años en producir frutos y se suele considerar un ejemplo de
las dificultades de esa táctica en la Antigüedad). En 428 los espartanos se dirigieron de nuevo
al Ática y produjeron, como anteriormente, un efecto moral. Los atenienses estaban en
dificultades económicas y tuvieron que forzar a la isla de Tera a pagar tributo, y recurrir por
primera vez al pago de la eisphorá, un impuesto sostenido por los más ricos. Así se agrietaba
el equilibrio interno de la ciudad, dado que los ricos tenían que financiar una guerra que a
quien beneficiaba en realidad era al demos (v. Tema 26, § 2). 3. Mitilene. En Mitilene
(Lesbos) los oligarcas promovieron la rebelión de toda la isla (salvo la ciudad de Metimna)
contra Atenas. Sin embargo el demos (que en ciertas condiciones prefería el dominio
ateniense al de sus propios oligarcas) amenazó con entregar la ciudad. Los mitilenios tuvieron
entonces que negociar con Atenas. En un primer momento, el demos ateniense decide, a
propuesta de Cleón, matar a todos los varones sin distinción y esclavizar a las mujeres y los
niños. Pero Diódoto se opuso, no por razones de justicia, sino por considerar que era más útil
para el demos conservar la ciudad, para seguir cobrando el tributo y para garantizarse la
lealtad del demos de Mitilene. Finalmente se destruyeron las murallas, se confiscó la flota y
se establecieron clerucos atenienses. 4. El año 427. Este año, además de la revuelta de los
mitilenios, los espartanos consiguieron someter Platea, donde se ejerció una gran represión.
Además en Corcira se produjo una violenta stasis; el demos pidió la ayuda de Atenas y los
oligarcas la de Esparta. El conflicto duró hasta 425 en que se llegó a una solución de carácter
democrático, lo que constituía un triunfo para Atenas. 5. Campaña de Demóstenes. Atenas,
ciudad democrática donde el libre era ciudadano y vivía de esa función, necesitaba cada vez
más mano de obra esclava. Para conseguirla Demóstenes emprendió en 426 una serie de
campañas en Etolia (cuyos habitantes, en situación primitiva, eran, desde el punto de vista
antiguo, aptos para ser sometidos a esclavitud). Los primeros intentos terminaron en fracaso,
pues los etolios, en territorio montañoso y organizados de manera tribal, eran inasequibles a
los hoplitas atenienses. Pero después llevó él también tropas ligeras y mesenios de Naupacto,
con los que obtuvo la victoria en Anfiloquia, en el golfo de Ambracia. Es la época en que
Demóstenes disfruta del más alto prestigio estratégico. 6. Pilos. En 425, una expedición a su
mando, que iba camino de occidente según Tucídides, se asentó en la bahía de Pilos (actual
Navarino), tal vez para promover el levantamiento de los ilotas. Los espartanos que invadían
el Ática tuvieron que abandonarla para atacar a Demóstenes, pero éste consiguió bloquear a
cuatrocientos veinte hoplitas en la isla de Esfacteria, la que sirve de cierre a la bahía. Los
espartanos se vieron obligados a pedir una tregua para negociar con los atenienses, a los que
ofrecieron la paz, en época en que Aristófanes (reflejo de los intereses campesinos)
reclamaba, a través del personaje de Diceópolis en Los Acarnienses, la consecución de una
paz duradera. Sin embargo, triunfa la postura defendida por Cleón: continuar la lucha. Los
espartanos lograron romper el sitio y conseguir alimentos con la ayuda de los ilotas (a cambio
de una retribución o de una promesa de libertad). cuando Cleón se quejó de los estrategos
atenienses, Nicias propuso que el propio Cleón se encargara de las operaciones. Cleón no era
estratego ni lo había sido nunca, y lo que pretendía Nicias era su fracaso y el de su línea
política. Pero el resultado fue favorable a Cleón: los espartanos se rindieron y los atenienses
entregaron Pilos a los mesenios de Naupacto, que desde allí se dedicaron a promover la
agitación entre los ilotas. Nicias recuperó su prestigio con la victoria de Corinto y con la toma
de Citera (isla habitada por periecos de los espartanos). 7. Brasidas. Las ciudades griegas de
la costa norte del Egeo habían pedido ayuda a Esparta frente al dominio ateniense. Tucídides
insiste mucho en el papel liberador de los lacedemonios frente a la tiranía dle imperio
ateniense. Para Atenas esa zona era esencial como fuente de recursos como las minas y la
madera. El espartano Brasidas rompió con la costumbre hoplita de guerrear cerca de casa y
lanzó una campaña de largo alcance en Tracia. Además propuso la integración de los ilotas
como hoplitas y como mercenarios, una transformación de raíz. y de grandes consecuencias
sociales. Apoyando a las minorías antiatenienses de las ciudades, Brasidas consiguió el
control de la zona y con él el acceso a la madera y a las posibilidades de construir una flota
capaz de hacerle la competencia a Atenas.
8. Paz de Nicias. En 422 Cleón y Brasidas mueren en un enfrentamiento directo en Anfípolis.
La desaparición de estos individuos más agresivos hace posible llegar a la paz, pero está claro
que además había un ambiente favorable a ésta desde hacía varios años. En Atenas la guerra
era peligrosa para el mismo imperio, en Esparta estaba disgregando su rígido sistema social.
La paz se firma en 421, aunque no afecta a todos los aspectos ni lugares. Los aliados de
Esparta (Corinto, Beocia, Mégara) permanecieron al margen. Atenas no devolvió Pilos, que
era parte integrante del territorio de los lacedemonios. 9. Alcibíades. Corinto, al margen de la
paz, intenta una nueva alianza peloponésica con Argos. Pero hay suspicacias, porque Argos
es una democracia y Corinto una oligarquía. En este momento aparece en escena la figura de
Alcibíades (450-404 a.C.), de características personales notables pero no incoherentes con el
momento histórico. Efectivamente, para Atenas el verdadero sustento del imperio es la
guerra; la paz de ahora se ha asentado sobre bases coyunturales y débiles. Alcibíades es un
joven aristócrata, formado en las tradiciones de su clase pero en la fracción que llamaremos
periclea (aquella parte de la aristocracia que considera positivo colaborar con la democracia).
Pericles ha sido su tutor, pero Alcibíades no ha abandonado a sus amigos como hizo él. Su
mundo es el de los caballos y los juegos panhelénicos, en los cuales logra la victoria. Ésta
aumenta su prestigio, pero también crece en Atenas el temor de que aspire a la tiranía.
Además es discípulo de los sofistas, que le proporcionan un instrumento (la retórica) que
puede usarse en favor de los intereses del demos o en su contra. Alcibíades frecuentaba
también los círculos socráticos. En los diálogos platónicos, Sócrates aparece como el
principal enemigo ideológico de los sofistas. en los diálogos la presencia de Alcibíades es
compleja. se le trata con cariño pero ven en él el peligro de que se convierta en un Cleón, en
un filodemos. Esta visión contradictoria responde a una personalidad contradictoria que vive
en uina época contradictoria. 10. Argos. La primera acción de Alcibíades es buscar una
alianza defensiva con la democrática Argos. No obstante los aliados son derrotados por
Esparta en la batalla de Mantinea (418). La oligarquía argiva consigue entonces hacerse con
el poder y se manifiesta proespartana, lo que lleva a la paz. Pero al año siguiente un nuevo
cambio interno lleva a Argos otra vez a la alianza con Atenas. En Atenas mientras tanto la
situación interna es conflictiva y se refleja en la dicotomía entre Nicias (partidario de
consolidar la paz y de fundamentar pacíficamente el imperio) y Alcibíades (promotor del
imperio agresivo). Alcibíades es más aristócrata pero sus aspiraciones coinciden más con las
del demos. 11. Hipérbolo. Apareció entonces Hipérbolo, un demagogo al que se compara con
Cleón. Alcibíades y Nicias se aliaron contra él y consiguieron que el demos votara su
ostracismo. Plutarco dice eque el sistema no volvió a emplearse: ideado para eliminar a los
aristócratas sospechosos de aspirar a la tiranía, ha perdido su sentido al usarse contra un
"hombre nuevo".
12. Milo. En 416 los atenienses obligaron a los habitantes de la isla de Milo (Melos) a pagar
tributo. Milo no pertenecía a la alianza y ni siquiera existía la teórica justificación que daba a
Atenas un carácter metropolitano respecto de los jonios: los melios eran dorios. Tucídides
muestra el descarado carácter del imperialismo ateniense: la justicia sólo prevalece en
condiciones de igualdad; los débiles han de ceder ante los poderosos. El asunto terminó con
la muerte de los varones, la esclavización de mujeres y niños y la colonización de la isla. 13.
Sicilia. El tema de Sicilia se convirtió en Atenas en objeto de un vivo debate. Según
Tucídides, la causa confesada del interés ateniense en la isla era que veían en Siracusa un
peligro si llegaba a hacerse verdaderamente fuerte en occidente. Pero la causa "más
verdadera" era que crecía la idea de que Atenas podía llegar a someter totalmente la isla. Esto
se debía, según el historiador ateniense, a su ignorancia histórica y geográfica. Así, se votó el
envío de una expedición mandada por Nicias, Alcibíades y Lámaco. 14. Nicias y Alcibíades.
Tucídides nos relata el debate mediante discursos contrapuestos de Nicias y Alcibíades. El
primero se oponía a la expedición, basándose en la difícil situación de Atenas. Hay que
consolidar el imperio existente. Alcibíades replica que el pueblo ateniense no puede estarse
quieto, que el imperio es beneficioso para todos y se conserva con la acción. Actúa movido
por intereses personales, pero éstos coinciden con los del pueblo. 15. La mutilación de los
Hermes. La noche antes del día previsto para la salida de la expedición, aparecieron
mutilados los hermes de la ciudad (pilares dedicados al dios de los caminos). Esto causó
consternación y escándalo por la violación religiosa. A ello se sumó el rumor de que ciertos
jóvenes de la aristocracia habían parodiado los misterios de Eleusis en una fiesta privada.
Todo creó un ambiente de temor en contra de la expedición pues se relacionaba con la
personalidad de Alcibíades, que era considerado un posible aspirante a la tiranía. 16. La
expedición. La flota partió, no obstante, entre el entusiasmo popular. Los dirigentes de la
expedición comenzaron pronto a manifestar sus diferencias. Nicias pretendía creer que la
finalidad era la protección de Segesta; Alcibíades quería un ataque directo a Siracusa.
Mientras, en Atenas, la investigación de las acciones sacrílegas acaba con la reclamación de
Alcibíades, y se envía un barco especial a Sicilia para buscarlo. 17. Alcibíades en Esparta.
Alcibíades, ante la perspectiva de ser juzgado por sacrilegio en Atenas, escapó a Esparta,
donde manifestó que era demócrata sólo por conveniencia y que las intenciones de Atenas
son las de dominar el mundo, por lo que hay que unirse contra ella. Ayudó a los espartanos a
planear una nueva invasión del Ática. Además, Siracusa, frente a la expedición ateniense,
pidió ayuda a Esparta y Corinto, con lo que el conflicto se generalizó.
18. La derrota de Sicilia. Los persas. En 413 se produjo la derrrota ateniense en Sicilia y la
muerte de Nicias y de Demóstenes (que había acudido en su ayuda). En la bahía de Siracusa,
los atenienses reprodujeron los errores de los persas en Salamina: todo un síntoma de cómo
los antiguos defensores de la libertad se habían convertido en opresores. Mientras, Esparta y
Persia han hecho un pacto por el que ésta controlará Asia Menor. Alcibíades entra en
conversaciones con el sátrapa Tisafernes. 19. La oligarquía. En Atenas el ambiente de crisis
provoca un deslizamiento hacia la oligarquía. Se nombran diez probouloi que sustituyen a la
boulé en la presentación de los proyectos de ley (probouleumata). Las asamblea se reduce a
los 5.000 que poseían armas (hopla), es decir, los hoplitas. la boule vuelve a ser la soloniana
de los 400 y se abolen las pagas por los servicios públicos. La flota ateniense, que se
encuentra en Samos, se erige en defensora de la democracia. Alcibíades consigue su apoyo y
se aceptan sus propuestas de volver a tomar la iniciativa con el apoyo persa. Sobre el régimen
político se llega a una solución intermedia, apoyada por Terámenes, dando un mayor papel a
los 5.000. El argumento fue que la democracia plena era incapaz de alcanzar la victoria en la
guerra. 20. De 411 a 404. En esta época Alcibíades consigue victorias en los estrechos
(Cícico, la Propóntide, Abido). En Atenas vuelve a fortalecerse la democracia con Cleofonte:
en 410 se reponen la boulé de los 500, los tribunales populares y los pagos por funciones
públicas. En 408 Alcibíades regresa triunfalmente a Atenas y es nombrado hegemon
autokrator. Mientras, Ciro el Joven [hijo de Darío II], sátrapa de Asia Menor, refuerza su
amistad con Esparta, especialmente con Lisandro, que representa la continuación de la
política de Brasidas. La flota espartana consigue la victoria de Notion en 407 y el fracaso
obliga a Alcibíades a refugiarse en el Quersoneso. En 406 se produjo la victoria naval
ateniense de las Arginusas, pero esto no produjo la concordia ciudadana. Al parecer los
estrategos no recogieron los cadáveres de los atenienses, lo que se consideró sacrílego (cfr. la
Antígona de Sófocles). Fueron condenados a muerte en una sola sentencia, con el único voto
contrario de Sócrates. Tras la derrota, los espartanos buscan la paz, pero el demos ateniense la
rechaza. Y así en 405 las tropas espartanas bajo el mando de Lisandro vencieron a los
atenienses en la batalla naval de Egospótamos, en el Quersoneso. En 404 se llegó a la paz.
Atenas tuvo que renunciar a la Liga y a las clerouquías. Terámenes (llamado coturno, calzado
que servía para ambos pies, por la facilidad con la que decía una cosa y su contraria), tuvo un
importante papel. 21. Los Treinta. El sistema establecido llamado "el régimen de los Treinta
tiranos", tuvo como personaje sobresaliente a Critias, pariente de Platón y representante de la
oligarquía más radical. Aristóteles dice que había dos tipos de nobles: los que defendían la
oligarquía y los partidarios de volver a la constitución ancestral (patrios politeia). Pero todos
se oponían a la democracia. Tiranía significa ya un sistema oligárquico.
TEMA 28: ATENAS Y ESPARTA TRAS LA GUERRA DEL PELOPONESO I. La
restauración democrática de Atenas. 1. Los Treinta y Esparta. La tiranía de los Treinta,
régimen apoyado por Esparta, llevó al exilio a gran cantidad de ciudadanos atenienses,
incluso aquéllos que, con otros métodos, hubieran podido colaborar con la oligarquía, como
Trasíbulo y Ánito. Los desterrados buscaron refugio en ciudades aliadas de Esparta como
Mégara o Tebas. Los lacedemonios decretaron que fueran entregados a los Treinta por
cualquier ciudad en la que se refugiaran. Las ciudades, en general, se plegaron a los
espartanos, salvo los argivos que acogieron filantrópicamente a los exiliados, y Tebas, de
donde partió hacia Atenas la reacción encabezada por Trasíbulo. 2. Critias y Terámenes. Pero
en Atenas también había disensiones entre los partidarios de la oligarquía. Jenofonte, que
achaca toda la responsabilidad a Critias, pone en boca de éste un discurso según el cual la
única menra de mantenerse pocos en el poder es la tiranía. Terámenes aconsejaba que se
ampliara la participación y, a pesar de refugiarse en el altar de Hestia, fue apresado y
condenado a muerte. Según Jenofonte, en su discurso de acusación, Critias acusó a
Terámenes de traidor, pues, aunque partidario de la oligarquía, no quiere llevarla hasta sus
últimas consecuencias. No es de extrañar que le llamen "coturno". Terámenes, en su defensa,
aduce que puede haber democracia sin que participen los esclavos ni la gente que necesita un
dracma para participar en los asuntos públicos, y que puede haber oligarquía sin tiranía. Sin
embargo, y a pesar de los esfuerzos de Sócrates y sus amigos por salvarle, fue obligado a
beber la cicuta. 3. Esparta y las ciudades. Los aliados peloponésicos, y en especial corintios y
beocios, no se sentían identificados con la Esparta vencedora. Lisandro instaló harmostas
(funcionarios) lacedemonios y diez gobernadores, elegidos entre las hetairías constituidas por
él, en todas las ciudades, tanto enemigas como aliadas. Se apoyaba en las oligarquías y los
asesinatos de demócratas fueron inumerables. 4. Trasíbulo. Desde Tebas Trasíbulo se lanzó
con setenta hombres sobre File, cerca de la frontera beocia, donde, a pesar de los ataques de
los Treinta, aumentaron su número y consiguieron una victoria. en el Pireo se fortificaron en
Muniquia y consiguieron otra victoria, lo que hizo que el demos se pusiera de su parte (dice
Aristóteles). En la ciudad, los Treinta abandonaron, se refugiaron en Eleusis y eligieron a
Diez, pidiendo ayuda a Lisandro. Pero el rey Pausanias de Esparta (según Diodoro, viendo la
mala reputación que Esparta estaba adquiriendo entre los griegos) consiguió que ambos
bandos depusieran las armas y negociaran. 5. Restauración democrática. En 403/402 se
restauró oficialmente la democracia en Atenas. Rinón (uno de los Diez), que según
Aristóteles había tenido gran protagonismo en el proceso de reconciliación por su buena
voluntad hacia el demos, fue elegido estratego. Se concedió una amnistía a los que habían
colaborado con los Treinta y se restauró la ley de Pericles de ciudadanía (son ciudadanos los
hijos de padre y madre ciudadanos). Se rechazaron tanto una propuesta de Trasíbulo que
pretendía extender la ciudadanía a todos los restauradores de la democracia como una de
Fromisio, que quería restringirla a quienes fueran propietarios de tierras (lo que hubiera
excluido a los thetes). 6. Sócrates. De los sucesos que tuvieron lugar en los años del cambio
de siglo ninguno fue tan resonante como la condena a muerte de Sócrates (399). En la
Apología de su maestro, Platón habla de las referencias de Aristófanes (Las nubes), que lo
consideraba un sofista. La condena se basó en las acusaciones de no reconocer a los dioses
que la ciudad reconoce, de introducir nuevas divinidades y de corromper a la juventud. Son
pocos los datos que tenemos sobre él, aparte del reflejo de sus enseñanzas en Platón y
Jenofonte. Se sabe que fue el único que votó contra la condena de los generales de las
Arginusas, y que se negó a acatar las órdenes de los Treinta de arrestar a León de Salamina
(un hombre de bien a quien Critias hizo matar). La sensación general es que los grupos
socráticos se parecían demasiado a las hetairías para el gusto de los políticos de la
reconciliación. Efectivamente, tanto Alcibíades como Critias fueron discípulos de Sócrates y
ambos estaban muy alejados del ideal de moderación que ansiaba la clase dominante tras la
guerra. 7. Consecuencias sociales y económicas de la guerra en Atenas. En el cambio de siglo
tuvo lugar en Atenas una transformación importante. Aunque el pequeño campesino no
desapareció su situación se hizo muy difícil. Así aparece en las comedias de Aristófanes, en
especial Pluto. No se trataba de una crisis de producción sino de distribución, favorecida por
el crecimiento de la circulación monetaria derivado del imperio. Pues con la derrota ateniense
este aspecto del imperio no desapareció, aunque sí otros como el pago de las indemnizaciones
por funciones públicas o las clerouquías. Comienzan a resaltarse las desgracias del hombre
libre que tiene que dedicarse a labores impropias de su estatuto de ciudadano. El desarrollo
monetario tuvo repercusiones positivas y negativas. Los fenómenos financieros del s. IV van
unidos al mercenariado, al crecimiento de la banca y a las actividades de ciudadanos que
rompen los moldes de la ciudad-estado clásica. Al mismo tiempo, la falta de imperio causó
problemas de abastecimiento y de medios de pago para que el demos conservara su libertad.
II. La hegemonía espartana. 1. La hegemonía espartana. Las relaciones entre Esparta y Persia
se habían transformado en relaciones entre Lisandro y Ciro el Joven. Cuando murió Darío II
y Ciro pretendió la corona frente a su hermano mayor Artajerjes, envió mensajeros a Esparta
pidiendo ayuda en reciprocidad de la prestada por los persas en la guerra del Peloponeso. Un
importante contingente de mercenarios griegos acudió, pero Ciro fue derrotado en la batalla
de Cunaxa (401) y el difícil regreso de los griegos fue detalladamente relatado por Jenofonte
en su Anábasis.
Artajerjes entonces organizó una coalición antilacedemónica, a la que se unieron, además de
sus enemigos de siempre, Atenas y Argos, sus antiguos aliados, ahora decepcionados, Corinto
y Tebas. El ateniense Conón estaba al frente de la flota fenicia, al servicio de los persas. Se
dedicaba a atacar a los tiranos proespartanos y a apoyar la democracia. En 394 obtuvo una
victoria sobre la flota espartana en Cnido, y reconstruyó las murallas de Atenas con el dinero
del Rey. Conón adquirió mucho prestigio y recibió honras en su ciudad. Pero el espartano
Antálcidas consiguió convencer a los persas de que el renacimiento de Atenas era aún más
peligroso para ellos, y en 386 se firmó la Paz del Rey, que impuso a los griegos el control
persa y, a costa del abandono de los griegos de Asia, que pareció escandaloso, Esparta
recobraba su hegemonía y conservaba su Liga propia. El orador Isócrates hace notar el nuevo
papel del rey de Persia en el mundo griego. El que antes había sido derrotado por los griegos
unidos, ahora hace de árbitro entre ellos. El plan espartano para liberar a los griegos ha
acabado entregándolos a las manos de los bárbaros. La actividad militar espartana era
conducida fundamentalmente por el rey Agesilao. Intervenían en las ciudades: por ejemplo,
en Mantinea (que había enviado trigo a los argivos durante la guerra) fue obligada a
disgregarse en aldeas; en Fliunte ( a la que obligó a acoger a los exiliados); en la península
Calcídica, donde evitaron la constitución de una isopoliteia (confederación de ciudades)
dirigida por Olinto y obligaron a ésta a ser su aliada. Así los lacedemonios tuvieron el mayor
poder por la tierra y mar. Pero, dice Diodoro, ellos mismos, con sus actos violentos, sus
guerras injustas y su soberbia, se procuraron la pérdida de su imperio. 2. Los griegos de
occidente. Tras la victoria sobre Atenas en 413 los siracusanos deliberaron qué hacer con los
cautivos. La multitud, a pesar de las propuestas lacedemonias, prefirió la propuesta del
demagogo Diocles: matar entre torturas a los generales y hacer trabajar en las canteras a los
demás prisioneros por un alimento mínimo. Diocles era también el autor de la instauración
del sorteo para el acceso a las magistraturas y otras medidas de corte democrático.
Hermócrates, que era contrario a tales medidas de dureza, fue desterrado. Tras la guerra, las
ciudades de Segesta y Selinunte reanudaron un viejo conflicto. La primera pidió ayuda a
Cartago cuyo jefe Aníbal, pensando en sacar ventaja, tomó y saqueó Selinunte e Hímera
(409). Se le habían unido indígenas sículos y sicanos. 3. Dionisio. Según Diodoro, los
cartagineses querían esclavizar toda la isla, donde fundaron Terma en 407. Cuando Cartago
estaba a punto de conquistar toda Sicilia, Siracusa confió su destino a Dionisio. En 405, éste
se hizo nombrar estratega autocrátor y recibió una guardia personal de 1.000 hombres que le
permitió tomar el poder. Desde entonces ejerció la tiranía (405-367). Defensor del helenismo
contra Cartago, y del pueblo contra los ricos y los burgueses, creó una especie de monarquía
militar y nacional. Su política interior era la de un demócrata. Rechazó hacia el oeste a los
cartagineses, sin expulsarlos del todo.
Dionisio usaba principalmente tropas mercenarias. Así se aseguraba la capacidad defensiva
sin necesidad de que el ciudadano rico se preocupe y sin tener que reconocer la participación
del pobre. Hizo de Siracusa la ciudad griega más poderosa de su tiempo. Su hijo Dionisio el
Joven, que llevó una existencia pacífica, deshizo, por ello mismo, las condiciones en que se
apoyaba la tiranía de su padre. III. La segunda Liga ateniense y la hegemonía tebana. 1. La
segunda Liga ateniense. Desde la primera década del s. IV aparecieron síntomas de que una
importante parte de la población ateniense pretendía recuperar el imperio: la reconstrucción
de los muros, el establecimiento de tasas en los estrechos, el crecimiento de la flota y los
acuerdos con las islas. Así en 377, mediante el "decreto de Aristóteles" se crea una
simmaquia cuya finalidad es promover la autonomía de las ciudades griegas frente al imperio
(arché) de los espartanos. Los lacedemonios, nos dice Diodoro, dominaban de modo altivo y
oneroso, así que muchos se inclinaron hacia los atenienses: Quíos, Bizancio, Rodas, Mitilene,
Tebas y otras muchas ciudades. En 376, al mando de 60 trirremes, Cabrias derrota a la flota
espartana en la batalla naval de Naxos, y a consecuencia de esta victoria 17 ciudades de las
islas Cícladas pasan a formar parte de la liga. En 375, Timoteo, con la batalla de Alicea, forzó
a los espartanos a la paz, consiguiendo además la alianza de Corcira, Acarnania y Cefalenia.
Se estableció un synedrion común de los aliados, con sede en Atenas, en el que cada ciudad,
grande o pequeño, tendría un voto. Todas permanecerían autónomas y tendrían a los
atenienses como hegemones. Las características que diferenciaban a esta segunda
confederación de la primera fueron la prohibición del establecimiento de clerouquías y la
sustitución del phoros o tributo por una syntaxis o colaboración en el fondo común. No
parece por tanto responder a la realidad la opinión de algunos autores antiguos de que esto no
era más que el ocultamiento de una realidad imperialista. No parece que el demos ateniense
sacara un provecho directo de la existencia de la Confederación, y de hecho las cargas para el
sostenimiento de ésta repercurtieron en la política interior mediante la eisphorá, que afectaba
a los ricos y se hizo prácticamente anual. 2. El demos y la II Confederación. Dado su
funcionamiento, la II Liga no cumplía con el cometido que la Atenas democrática necesitaba
para su imperio. Además, Atenas necesitaba tradicionalmente importar grano. En la paz del
Rey o de Antálcidas consiguió conservar el control sobre Imbros, Lemnos y Esciro, es decir,
las islas que jalonan la ruta cerealista desde el mar Negro. Como la confederación no
aportaba ingresos y el suministro había que garantizarlo con las armas, la eisphorá tuvo que
aumentar. Por eso, la paz de compromiso con Esparta que se firmó en verano de 374, por
falta de fondos para continuar las acciones bélicas, fue un alivio. Sin embargo, la paz acababa
con la justificación de la Segunda Liga, por lo que ésta comenzó a parecerse a la Liga de
Delos. Para unos, la paz era la garantía de los mercados y el final de las contribuciones de
guerra; para otros es la reposición de la supremacía ateniense.
3. Los mercenarios. El ejército ateniense se había convertido en un ejército mercenario, lo
que liberaba al ciudadano pero creaba problemas financieros. Las cargas tenían que recaer
bien sobre los ricos (que por eso querían la paz) o bien sobre los aliados (cayendo en el
imperialismo). 4. La hegemonía tebana. Tebas expulsó a la guarnición espartana en 379 y
entró en la Liga ateniense. Esparta intensificó el control del resto de ciudades beocias, pero el
"Batallón Sagrado" tebano (fuerza de élite de 300 hombres que combinaban la relación
homosexual con los ideales de una sociedad secreta), al mando de Pelópidas, fue
recuperándolas y estableciendo democracias, de modo que en 374 Orcómeno era la única
ciudad aliada de los espartanos. Después reconstituyó su confederación, despertando los
recelos de Atenas, que acabó por reconciliarse con Esparta. En 373/372, los tebanos
destruyeron Platea, cuyos habitantes se refugiaron en Atenas. Calístrato pidió el armisticio
(371). En Leuctra (371) el tebano Epaminondas derrotó a Esparta y comienza el decenio de
hegemonía de Tebas. Liberaron Mesenia y fundaron su capital Mesena, crearon un nuevo
estado arcadio con Megalópolis como capital y se aliaron con el Gran Rey. Pero el
imperialismo tebano, tan brutal y falto de programa como sus predecesores, fracasa. En
Mantinea (362) Tebas y los enemigos irreconciliables de Esparta (Mesenia, Argos...)
vencieron a los espartanos, sus fieles y los atenienses, pero Epaminondas murió en el
combate y la victoria fue inútil. Comienza su decadencia, aunque en 352 todavía pudo
defender Megalópolis del poder espartano. 5. La guerra social. En la década de los sesenta,
los generales atenienses intensifican su actividad conquistadora en el Egeo: Samos, el
Quersoneso, la península Calcídica... aunque fracasaron en su intento de recuperar Anfípolis
y otros enclaves tracios. Aumenta el intervencionismo (clerouquias en Samos y Potidea,
exacción de contribuciones...) En 357, Quíos, Rodas y Cos, con ayuda de Bizancio y de
Mausolo de Caria, derrocaron sus gobiernos democráticos y se separaron de la alianza
ateniense. Además, Filipo de Macedonia tomó Anfípolis y Pidna y se alió con la Liga
Calcídica contra Atenas. Artajerjes obliga a Atenas a hacer la paz y en 355 la confederación
queda reducida a un tercio.
TEMA 29: LA CRISIS DE LA POLIS 1. El concepto de crisis. El problema de la crisis de la
polis es muy teórico e implica la definición del concepto de crisis. Aquí escogeremos un
enunciado periodizador: la ciudad-estado en el siglo IV reviste algunas caracteristicas
específicas que revelan una transformación significativa respecto a la ciudad clásica. Aunque
los casos de Atenas y de Esparta son los que mejor se conocen, en las demás el fenómeno se
produce también. 2. Economía. En el problema del aprovisionamiento de grano por parte de
Atenas se manifiestan por primera vez los efectos de las tensiones entre oferta y demanda,
que conocemos gracias al discurso XXI de Lisias, "Contra los comerciantes de trigo". Las
necesidades comerciales enquistan un cuerpo extraño en el sistema de la polis tradicional.
Ésta se ve obligada a poner condiciones para el comercio y a poner vigilancia para que se
cumplan. En el mundo del comercio se liberalizan las relaciones esclavistas: frecuente
manumisión en la banca, acceso a los tribunales de esclavos y metecos. 3. Mercenariado. El
desarrollo en esta época del ejército mercenario como forma fundamental de lucha de las
ciudades griegas supone la primera forma masiva de trabajo asalariado en el mundo antiguo y
es por ello un factor de desarrollo de la economía monetaria. También lo es en el giro de los
acontecimientos en la primera mitad del siglo IV, ya que con él se favorecerá el poder
monárquico. 4. Problemas financieros. Además, Atenas, tras la guerra del Peloponeso, sufre
una carencia de numerario provocada por la falta de explotación de las minas de Laurión
(ocupación espartana de Decelia, fuga de esclavos, etc.). La causa suele ponerse en el
aumento de la inversión agrícola por parte de los ricos (que conocemos por Lisias y
Jenofonte), a costa de las inversiones mineras, que delataban más claramente la riqueza y
eran pasto de las exigencias fiscales. Jenofonte en sus Poroi propone solucionar los
problemas de Atenas mediante la explotación minera y la intervención estatal de la economía.
Su aversión al imperio es obvia. Pero es una utopía: las condiciones ya no son las del siglo V.
5. El año 375/374. Este año se publicó una ley -la primera conocida aprobada por los
thesmothetas y no por la boulé y el demos, lo que indica la reducción de la función
legisladora de la asamblea- en la que se obligaba a aceptar la moneda de plata ática a todos
los comerciantes. Así se hacía frente a la reducción del valor de la plata en el mercado.
Aristóteles percibió los problemas que para la sociedad antigua ocasionaba la realidad de la
economía monetaria. Frente a la forma de intercambio llamada oikonomiké, en la cual se
vende para comprar y el dinero representa un paso intermedio (mercancía dinero
mercancía), las necesidades crean la chrematistiké, en que se compra para vender (dinero
mercancía dinero), lo que para Aristóteles constituye un elemento disolvente de la koinonía,
de la comunidad.
6. Sentido general de la crisis. Este tema es objeto de debates recientes. J. Pecirka rechaza,
como otros, el concepto de crisis como decadencia en su aplicación a la Grecia del siglo IV.
Es evidente que se produce un cambio, pero este puede definirse, según Pecirka, como que la
evolución económica y política de la sociedad ateniense rompió los límites fijados por la
polis en el sentido más estrecho de la palabra, tanto los límites de sus principios económicos
y políticos como los de la estructura social y los valores sociales tradicionales. Este proceso
adquirió en Atenas proporciones excepcionales a causa del desarrollo único de esta ciudad en
la segunda mitad del siglo V. 7. La esclavitud. La parte media del siglo IV se considera la
época de mayor explotación esclavista de Atenas, y entonces el esclavo típico era el esclavo
comprado, lo que indica que detrás hay un sistema de circulación fiduciaria. La opinión de
Platón y Aristóteles de que todo trabajo físico tenía carácter servil rompía la base económica
de la democracia ateniense, ya que en el demos había muchos que trabajaban. 8. La
esclavitud en el plano teórico. Jenofonte, en el Económico, se dirige a los ciudadanos más
ricos, que sacan sus rentas de la agricultura, centrándose más en la domincación del dueño
sobre sus subordinados que en los datos materiales de la explotación agrícola. Sus teorías
sobre el dueño de la casa tienen rasgos comunes con sus teorías sobre el soberano cmo
conductor de hombres. Lo que le importa en realidad es que la casa esté lo suficientemente
bien organizada como para que el amo se pueda dedicar a la política y a la vida pública en
general. 9. Agricultura. La historiografía reciente niega que en el siglo IV se haya producido
un proceso acumulativo de tierras causante de la crisis. La movilidad en la propiedad de la
tierra no significó acumulación "capitalista". Posiblemente esas ventas se realizaban entre
clases altas. 10. Libertad y manumisión. La epigrafía parece demostrar que el número de
libertos se hace mayor en el siglo IV, y que su peso específico aumenta en la vida económica
y social de Atenas. Su estatuto es simlar al de los metecos, pero conservaban un lazo con sus
antiguos dueños: era frecuente que estuvieran al cargo de algún establecimiento suyo. A
diferencia de épocas posteriores, el liberto no obtenía ningún documento de garantía y corría
el riesgo de reesclavización. Aristóteles no incluye a los libertos como grupo específico entre
los componentes de la polis. Es frecuente su designación como esclavos, con intenciones
ofensivas o como reflejo real de su indeterminación jurídica y su condición de persona
dependiente. 11. El mercenariado y la dependencia. Marinovic ha estuiado cómo evoluciona
el mercenariado entre los siglos V y IV. En la Anábasis de Jenofonte, todavía se percibe una
situación de transición: su situación económica es mediocre pero no miserable; había que
pagarles bien. En cambio, en pleno siglo IV el mercenariado se nutre de miserables y
vagabundos a quien puede pagárseles una soldada pequeña con el señuelo del botín y la
posibilidad de obtener una parcela de tierra al término del servicio. Es el resultado del
enfrentamiento entre ricos y pobres propio de este siglo.
12. Conclusión. Parece claro que en Atenas desde 403 la Asamblea no legisla como tal. Se
produce pues una reducción de la función política del ciudadano. El primer ejemplo
epigráficamente conocido es la Ley antes comentada de 375, y se sabe que este tipo de
legislación es muy frecuente desde 356, en la época de la guerra social. Aristóteles se
planteará de qué sirve ser ciudadano sin participación en la vida política. La tendencia de los
sectores dominantes es a reducir la ciudadanía a un simple status; desde luego siempre en
tensión con la presión del demos mismo. Éste se encuentra en posición miserable (según
reflejan Pluto y La asamblea de las mujeres de Aristófanes y el corpus de Demóstenes). La
evolución es tal que al llegar a fin de siglo, y con el respaldo macedonio, en la época de
Foción, se llega a la pérdida de la ciudadanía a causa de la pobreza. El libre pobre se asemeja
cada vez más al esclavo. El arma del demos era el imperio. Por tanto, necesita la guerra. En
las Helénicas de Oxirrinco se dice que quienes desean la guerra son los muchos, los
populares. Los ricos, en cambio, son contrarios a las expediciones militares, que provocan la
eisphorá. Desde la década de los sesenta hay interferencias atenienses en las ciudades
confederadas. En 362 se trasladan los juicios a Atenas; en 361 se establecen clerucos en
Potidea. Pero este comienzo de imperialismo agresivo condujo a la guerra social y al final del
segundo intento de imperio. La política reductora de la ciudadanía busca un modelo en el
pasado. Cuando Antípatro reduce la ciudadanía a quienes posean una propiedad, Diodoro
comenta que con ello imita a Solón. O en Esparta, que sigue siendo un modelo. O en figuras
sobresalientes como Agesilao o Ciro (en el caso de Jenofonte). Isócrates comienza a
plantearse la posibilidad del panhelenismo, de la unión de ciudades griegas que buscan un
objetivo común en el exterior. En el Areopagítico, Isócrates proclama que la solución es que
haya ricos buenos que den trabajo a los pobres. Si los ricos tienen prosperidad, los pobres
tendrán abundancia. Las ocupaciones de cada uno deben definirse según su propiedad: los
inferiores se dedicarán a la agricultura y al comercio. Al fin y al cabo, Esparta es lo más
democrático que existe. El demos equivale a los periecos y Filipo debe convertir a los
bárbaros en ilotas. La disolución de la comunidad temida por Aristóteles procede de la unión
de democracia e imperio. La solución se busca en una constitución ancestral, de criterio
censitario. El empobrecimiento del ciudadano lleva a la sustitución del hoplita por el
mercenario, y ésto a fortalecer el poder de los jefes militares (Conón). La crisis de la ciudad-
estado, pues, no es propiamente de decadencia sino de reestructuración. Debido a esta riqueza
de matices, en ella floreció el pensamiento clásico y la oratoria. Sócrates, Platón y
Aristóteles; Isócrates y Demóstenes estuvieron en condiciones de penetrar profundamente en
las relaciones humanas de tal modo que su validez supera los límites de su época y de la
antigüedad en general. EUNSA: La cultura y las mentalidades en el s. IV a.C. La cultura y la
crisis de la polis. Se trata de ver si en la esfera de la cultura y las mentalidades es perceptible
y se refleja la supuesta crisis de la polis clásica.
Continuidad y ruptura. La agudísima crisis política que supuso la guerra del Peloponeso había
coincidido con una significativa desviación del pensamiento tradicional, encarnada
claramente en el movimiento sofístico. Para los contemporáneos la manifestación más clara
era la crítica a la religión tradicional de la polis, con brotes agnósticos. Esto había originado
una reacción antirracionalista, en la que se puede incluir el juicio y la muerte de Sócrates. La
desintegración de la antigua comunidad cívica dio como resultado el paso del individuo a
primer plano. La emancipación del individuo constituye uno de los rasgos y tendencias
esenciales de la civilización griega del siglo IV. La moralidad y el eticismo derivados de la
filosofía socrática intentarán encontrar una solución al problema planteado por el relativismo
sofístico, constituyendo una nueva normativa ético-religiosa y político-social. Pero es muy
significativo que estos intentos creativos se resuelvan bien en experiencias utópicas bien en la
vuelta al estado de naturaleza prepolítico. El pensamiento griego se liberaba sí del acontecer
político cotidiano. La educación. La nueva concepción de la educación, de la paideia, se
planteará el lugar que en ella han de ocupar la retórica y la filosofía. Hay dos grandes grupos
de escuelas: uno de ellos intentará mantener viva la mejor herencia de la sofística; el otro
-que agrupa en su mayor parte a escuelas de raíz socrática- dará la primacía a la enseñanza
filosófica. Isócrates. En el primer grupo hay que incluir, en primerísimo lugar, la famosa
escuela regentada en Atenas por Isócrates. Éste se puede considerar un superviviente del gran
movimiento sofístico del siglo anterior: discípulo de Gorgias, mantenía un relativismo ajeno a
toda metafísica, mientras se esforzaba por cultivar los temas históricoculturales y la política
práctica. Su ideal pedagógico se basaba en lograr desarrollar la capacidad personal innata
mediante su ejercicio y la dotación de un objetivo. Para conseguir este objetivo era
fundamental la retórica, entendida no como una mera técnica de la dicción, sino dotada de un
contenido cultural e ideológico concreto. Platón y la Academia. En el extremo opuesto se
situaba la Academia platónica, llamada así por haber sido fundada (ha. 388) en los terrenos
dedicados al héroe Academo. Platón (427-348) se apartó voluntariamente de la política
ateniense tras conocer a Sócrates y sobre todo tras la muerte de este por el régimen
democrático recién restaurado. Al igual que su maestro, Platón consideraba necesaria una
educación popular sistemática guiada por las ideas de verdad y justicia. En su politeia ideal
los gobernantes debían ser los filósofos. La Academia se dedicaba al estudio de la filosofía
especulativa, fundamentalmente la comprobación de su teoría básica del conocimiento, la
"teoría de las ideas", pero no a las ciencias positivas, salvo las matemáticas y la astronomía.
Aristóteles y el Liceo. Aristóteles (384-322), discípulo de Platón, advirtió claramente el
peligro del deslizamiento al misticismo y a la demonización inherente a la filosofía platónica,
y fundó en Atenas su propia institución educativa, el Liceo, en 335. Al suprimir la existencia
trascendente de las "ideas" e introducir el eidos en el mundo real como principio inmanente
de la forma, fue capaz de encontrar un fundamento epistemológico para el conocimiento del
mundo sensible. En su enseñanza (llamada peripatética por el famoso pórtico del Liceo), la
naturaleza constituía el objeto esencial, y en el Liceo se llevó a cabo el estudio y cultivo de
todas las ciencias positivas conocidas, entre otras la zoología y la botánica, así como la
antropología cultural y sociológica. La constante preocupación de Aristóteles por los
problemas éticos, enfocada hacia la consecución de la felicidad interior o eudemonía, y el
ponerse al servicio de grandes dinastas como Filipo II de Macedonia dan un aire muy
"helenístico" a su actividad. Escuelas menores. Se llaman "escuelas socráticas menores" a los
cínicos y cirenaicos antiguos. La primera de ellas, fundada por Antístenes (450-365), de
origen esclavo, percibía la injusticia del Estado y lo rechaza. Su negación de la política activa
se basaba en una sobrevaloración del ideal autárquico, con una inversión de los valores
materiales tradicionales. La virtud esencial será la fuerza de voluntad para superar las
miserias materiales. Su discípulo Diógenes de Sinope (400-323) llevó estas tesis a su
extremo, abandonando sus riquezas y proponiendo el humor sarcástico e hiriente como
revulsivo contracultural. La escuela cirenaica, fundada por Aristipo de Cirene (425-355),
compartía con los cínicos su feroz individualismo, pero se diferenciaba radicalmente en todo
lo demás. Aristipo defendía que el bien supremo consistía en el máximo placer, tanto
epsiritual como sobre todo el de los sentidos. La filosofía era el instrumento esencial para
llevar una vida correcta en el máximo placer. La especulación política: utopistas y
reformistas. Ante esta diversidad de modelos educativos, no es de extrañar que las soluciones
propuestas a la crisis política fueran también diversas. Pueden clasificarse en dos tipos:·

las que proponían soluciones utópicas, con una vuelta al pasado idealizado o mediante la
elaboración teórica de la supuesta politeia ideal. La utopía reaccionaria se centra en torno a
dos grandes núcleos, uno ateniense y otro "dórico" (Esparta y ciudades cretenses). La
idealización del pasado ateniense versaba sobre la patrios politeia, "la constitución de los
antepasados". Se redactan falsas constituciones atribuidas a Dracón, Solón y Clístenes. La de
Solón es la más frecuentemente citada por los que deseaban una democracia moderada -en el
fondo una oligarquía-, donde la soberanía descansara en un demos compuesto por
campesinos hoplitas y la concesión de magistraturas se hiciera con criterios menos objetivos
que el sorteo. La devolución de los poderes al Areópago y la abolición de la mistophoria eran
los puntos claves. También se defiende, por Jenofonte y Platón, el valor ejemplar de las
instituciones licurgianas: la teórica homogeneidad de los homoio, su educación colectiva y el
reparto teóricamente igual del suelo entre ellos. Las instituciones espartanas deberían su
estabilidad y perennidad a haber sabido realizar una sabia mezcla de los diversos tipos
teóricos de gobierno: monarquía, oligarquía, aristocracia y democracia. Más representativas
del pensamiento del siglo IV son las elaboraciones teóricas, que conocemos
fundamentalmente por La República y Las leyes, de Platón, y por la Política de Aristóteles.
Platón, en busca de la estabilidad perpetua de su ciudad ideal, concebía el cuerpo cívico como
compuesto de clases funcionales en armonía jerarquizada -trabajadores, guerreros,
gobernantes- (República), o como compuesto sólo de propietarios fundiarios iguales,
reservándose los restantes trabajos utilitarios a esclavos, metecos y extranjeros (Leyes,
reelaboración en la vejez de Platón, tras su doble fracaso práctico en Sicilia). En su último
tratado Platón muestra especial interés en precisar las instituciones políticas de su ciudad
ideal, pensadas para consolidar el respeto a las leyes e impedir el dominio del azar y de una
multitud descontrolada. Como base y seguro de ellas, Platón propone una educación a cargo
del Estado, jerarquizada según los distintos grupos funcionales. Aristóteles ve la necesidad de
limitar el cuerpo cívico de la ciudad ideal, según sus posibilidades de autarquía económica y
de gobierno directo. Estima muy conveniente que en la ciudad no se formen grupos
funcionales definidos: cada ciudadano cumplirá todas las funciones en diferentes momentos
de su vida. Sin embargo, lo mismo que Platón, no es capaz de concebir la economía de su
ciudad sin el trabajo esclavo; los esclavos trabajarán las propiedades individuales, de tamaño
desigual, y las tierras públicas. Las rentas de estas últimas serán utilizadas con fines
evergéticos para evitar el descontento de los pobres.·

las que propusieron soluciones parciales y concretas basadas en las nuevas condiciones
políticas y sociales de Grecia. Especialmente se sentía la necesidad de conjugar el
mantenimiento de la democracia directa con una cierta autoridad superior, consensuada, que
debía limitar el arbitrismo de las asambleas primarias. En esta reflexión cabe destacar a
Isócrates, que propone un programa educacional de la elite dirigente, capaz de combatir a los
demagogos y realiza un cierto elogio de la realeza.
La literatura. Las nuevas condiciones de la vida social y política tuvieron influencia sobre la
expresión literaria y plástica del s. IV. Especialmente, la historiografía refleja la
desintegración de la polis y la primacía del individuo. Por desgracia, el racionalismo sofístico
de Tucídides siguió siendo un hapax. Su continuador más conspicuo, Jenofonte, vuelve en sus
Helénicas a un tipo de historia esencialmente narrativo, en el que la providencia divina juega
un cierto papel. Pero por otro lado inicaba los géneros históricos característicos de la época
helenística: la biografía (Agesilao), la monografía (Anábasis), la novela histórica de carácter
pragmático (Ciropedia). Eforo, con su Historia Universal en 29 volúmenes -que se nos ha
conservado reducida en la biblioteca de Diodoro de Sicilia- inaugura ese género que tantos
continuadores tuvo en época helenística. Posiblemente era discípulo de Isócrates y realizó
una fuerte crítica racionalista de los antiguos mitos, introduciendo al mismo tiempo en el
discurso una fuerte dosis de retórica. Esto útltimo condujo a una dramatización de la historia,
centrada en los hechos de los grandes hombres (en lo que fue seguido por su discípulo
Teopompo). La comedia de esta época, llamada comedia media, se apartó de la lucha política
cotidiana. Objeto predilecto de sus burlas son en cambio los filósofos contemporáneos. Los
dioses tradicionales se tratan con desenfado y se exalta un hedonismo ramplón. La oratoria es
el género político por excelencia y ahora conoce un esplendor inusitado. Las obras de Lisias,
Isócrates, Esquines y sobre todo Demóstenes serán modelos a imitar posteriormente. El arte.
La plástica del siglo IV no es mera continuación de la del siglo precedente. Como dice C.
Mossé, expresa la inquietud de los espíritus ante la realidad cotidiana, asociando al gusto de
los bienes materiales un individualismo contrario al ideal igualitario de la polis. La escultura
de Scopas muestra un gran interés por representar la muerte y el dolor; la de Praxiteles
expresa con una maestría técnica insuperable las tendencias místicas del momento y el auge
de un hedonismo sensualista y material. Además la ruptura del cuerpo cívico y el surgimiento
del individualismo y de grandes fortunas hicieron florecer las artes menores y la
ornamentación arquitectónica. Religión y religiosidad. En el mundo de las ciudades-estado la
religión había sido el mejor soporte ideológico del ideal de unidad e integración funcional de
todos los miembros del cuerpo cívico. La crisis llevó al ahondamiento de dos grandes
tendencias, con un correlato social diferente. Las corrientes religiosas populares viven un
gran florecimiento del misticismo, con el auge de los cultos mistéricos, bien tradicionales
(dionisismo, eleusinismo) bien nuevos (como el de Asclepio). La insatisfacción con el
panteón tradicional de los cultos cívicos explica el éxito de la "diosa Fortuna" (Tykhé) y la
adopción de divinidades extranjeras (Bendis, Cibeles, Adonis, Attis, las Grandes Cabirias de
Samotracia). Se produce una inquietante extensión de la magia y la superstición, bajo formas
tan primitivas como las famosas tabellae defixionum [Las tabellae defixionum son pequeñas
tablillas, a menudo de plomo, aunque a veces se encuentran de otros materiales, en las que
fueron trazándose fórmulas mágicas, signos mágicos, figuras de los invocados y de los
invocantes, y aun las de las mismas víctimas contra las que se dirigía el conjuro. Una vez
escritas, las brujas o brujos las colocaban en las tumbas, para que los difuntos resentidos se
encargasen de hacer daño a las personas a las que ellos les señalaban con sus imprecaciones.
Ana María Váquez-Hoys, "Aspectos mágicos de la Antigüedad III: La magia en las tabellae
defixionum hispanas", Boletín de la Asociación de Amigos de la Arqueología 21, Junio 1985.
] Por su parte, los medios intelectuales y filosóficos encaran la crisis de forma muy diferente.
Mientras algunos como Jenofonte e Isócrates se oponen a la ola de misticismo y divinidades
extranjeras con un vano relanzamiento de la piedad cívica, otros, como Platón, intentarán
integrar este misticismo en un sistema filosófico coherente y racional. Los elementos místicos
son la base en cierto modo de su central teoría de las Ideas. Las tendencias órfico-pitagóricas
de su pensamiento llevaban a Platón a creer firmemente en la dualidad cuerpo-alma y en la
inmortalidad de esta última. Pero, mientras el conocimiento del Bien y la Verdad supremo se
reservan a una elite de iniciados -los "guardianes" de su ciudad idealpor vía de ascesis,
elevación y unión mística, al común de los ciudadanos se les concede una religión tradicional
depurada, llena de prácticas cultuales y piadosas de comunicación rogativa con los dioses.
TEMA 30: FILIPO DE MACEDONIA Y LOS GRIEGOS

I. Macedonia. Los macedonios eran griegos (A. Daskalakis), posiblemente emparentados con
los epirotas, que durante mucho tiempo habían permanecido retrasados social y políticamente
(país rural, señorial, sin ciudades), lo que daba lugar a que los demás griegos los consideraran
equivocadamente como "bárbaros". Su monarquía es militar y nacional: el "rey de los
macedonios" (no de Macedonia) es aclamado por el pueblo en armas y debe tener en cuenta a
los señores poderosos de la periferia. Filipo se convirtió en rey en 359. Tuvo algunos
problemas con otros pretendientes, pero venció gracias a sus cualidades militares y a un
ejército perfectamente organizado: caballería de "hetairos" (compañeros del rey) y los
infantes armados con una larga lanza (sarissa), que se revelaron superiores a los hoplitas
espartanos y a los campesinos tebanos.

1. La monarquía macedónica. Durante la guerra del Peloponeso, Tucídides habla de los


macedonios como si existiera entre ellos una monarquía de tipo homérico. Habla de griegos,
macedonios y bárbaros, reflejando así la perplejidad de los griegos ante los macedonios, con
quienes no se identifican pero a los que tampoco consideran bárbaros. El rey es el poseedor
de toda la tierra, los dueños del botín, de los minerales, la madera, etc. Era también el
distribuidor de estas posesiones. El rey investigaba las causas capitales; la función de juzgar
correspondía al ejército (en tiempo de guerra) o al pueblo (en tiempo de paz). También
ejercía las funciones de sacerdote y por supuesto de jefe militar. La sucesión real estaría
determinada por la Asamblea pero dentro de un clan.

2. La guerra del Peloponeso y sus consecuencias. En general Perdicas (rey macedonio) se


encuentra enfrentado a Atenas, aunque tal vez en 423/422 hubo un tratado entre ellos. Lo
curioso es que éste aparece firmado por una serie de reyezuelos y dinastas, lo que indica que
el proceso de unificación no está claro. En cualquier caso es evidente que la autoridad del rey
está fortalecida por los representantes locales de la nobleza. Macedonia aparece así como un
estado aristocrático. Durante este periodo, y sobre todo en el siglo IV, la influencia cultural
griega se hizo presente en Macedonia, aunque no afectó para nada a la vida política.
Acudieron Eurípides, Zeuxis, Agatón, que fueron recibidos por una especie de patronato
regio. Esta época se corresponde sobre todo con el reinado de Arquelao, al que Platón, en el
Gorgias, considera modelo de tirano. También a la época de Arquelao (413-399) se debe la
organización militar macedónica. La base era la caballería conducida por el rey y sus
compañeros, pero se desarrolló también la infantería pesada. Arquelao entabla relaciones
amistosas con Atenas, de la que se hace próxenos (aliado) y a la que proporciona madera.
Establece la residencia regia en Pela, que en 382 es la mayor ciudad de Macedonia. Se
acuñan monedas con motivos de cabras y con las figuras de Heracles y Argos (reforzando así
el mito del origen argivo de la dinastía).
3. El inicio del siglo IV. El reinado de Amintas (393-370) se caracterizó por la debilidad de
Macedonia ante sus vecinos. Alejandro II (369-368) fue quien probablemente organizó a los
pezetairos ("compañeros de a pie"), una fuerza de tipo hoplítico, signo de desarrollo político
y social. Ptolomeo (386-385) asesina a Alejandro y pasa a convertirse en rey o regente. En su
época nace la rivalidad entre Tebas y Atenas y Macedonia se convierte en satélite de la
primera. Perdicas (365-359), hijo de Amintas, envía madera para Epaminondas. Desde 362,
vuelve a ayudar a Anfípolis contra Atenas. Probablemente se trataba de una lucha por los
accesos al oro y la plata del Pangeo. En 359 tuvo lugar la derrota y muerte de Perdicas ante
los ilirios y sobreviene una crisis. A pesar de todos los intercambios y contactos, en
Macedonia sigue sin existir una sociedad esclavista y las ciudades no funcionan
independientemente. El fundamento de la comunidad sigue siendo el ethnos sometido al
monarca.

4. Filipo II de Macedonia. Accede al poder Filipo II, hermano de Perdicas, primero como
regente de su sobrino Amintas y luego como rey (según Hammond desde 358). Filipo ha
estado en Tebas donde, según Plutarco, aprendió las artes de la guerra pero no la virtud, la
areté. Su reinado se inicia con una crisis interna, manifestada en la existencia de varios
pretendientes. Filipo busca la solución en la política expansiva (victoria sobre el ilirio
Bardilis) y de fortalecimiento del poder real, aunque el rey siga teniendo en cuenta a la
asamblea. Pretendió acercarse a los dioses: construcción del Filipeo de Olimpia, estatua
propia en el cortejo de los doce dioses, en Egas. Además formó un poderoso ejército de
mercenarios, pagado con el dinero de las minas del monte Pangeo. En su reforma militar
añade a la caballería la infantería de los pezetairos, armados con sarissas.

5. Filipo II y Atenas. Los primeros problemas con Atenas surgen en 359/358, con motivo de
la ciudad de Anfípolis. Filipo tomó Anfípolis (357), Pidna (356) y Metona (354),
consiguiendo así una espléndida fachada al mar. En 356 expulsa de Potidea a los clerucos
atenienses, pasó el río Estrimón y conquistó Clénides, donde fundó Filipos. Es el control
definitivo de las minas de oro del Pangeo, lo que le permitió acuñar magnífica moneda (los
"filipos", rivales de los "dáricos") con la que pudo comprar a muchos griegos y financiar sus
preparativos militares. Desde 356 a 352, la "guerra santa" contra los focidios (que habían
cometido sacrilegio contra Delfos) lo llevó hasta el centro de Grecia y es admitido en la
Anfictionía Délfica. En 352 es nombrado cabeza de la Liga Tesalia. Poco después conquista
las riberas tracias hasta el Quersoneso. En 348, mientras Atenas estaba entretenida con una
revuelta en Eubea, se apodera de Olinto y vende como esclavos a sus habitantes.

II. La sociedad griega ante Filipo.

1. Demóstenes. El ateniense Demóstenes lleva tiempo advirtiendo del peligro que supone
Filipo (pronunció su primera Filípica probablemente en 350), pero Atenas, descorazonada,
sólo desea una paz de statu quo que detenga el avance del macedonio (paz de Filócrates,
346). Pero Filipo se adueña de las Termópilas y de la Fócida y de sus dos votos de la
anfictionía délfica, poniendo así fin a la guerra sagrada: material, moral y religiosamente ya
está en el corazón de Grecia. Entre 346 y 340 hay un periodo de "guerra fría", durante el cual
Atenas hace un esfuerzo para reconstruir la flota y el ejército, mediante el stratioká (impuesto
específico para fines militares). En 340, Filipo interviene otra vez en la Anfictionía frente a
los locrios y se apodera en Perinto de 230 naves trigueras de Atenas. Los atenienses,
convencidos ahora del peligro, pusieron en marcha una alianza defensiva con Eubea, Megara,
Corinto, Acaya, Acarnania y Corcira. A ellos se unió, in extremis y a cambio de grandes
concesiones, Tebas. Pero el 2 de agosto de 338, en Queronea, los aliados fueron vencidos por
el ejército macedonio (al mando del joven Alejandro, hijo de Filipo). Después de someter
rápidamente al resto de Grecia (con la excepción de Esparta, a la que despreció reduciéndola
a la llanura del Eurotas), Filipo convocó en Corinto a los delegados de todas las ciudades, les
impuso una "paz general" y la formación de una Liga panhelénica (Liga de Corinto).
Macedonia y su rey quedaron al margen de la Liga, pero unidos a ella por medio de una
alianza (symmaquia) gracias a la cual Filipo ejecutaba su voluntad. En 337 la Liga declaró la
guerra a Persia y encomendó a Filipo su dirección como hegemón y strategos autokrator.
Pero el rey fue asesinado en 336, antes de comenzar la empresa.

2. La controversia ateniense. La política ateniense de la época se define según la postura


adoptada ante los macedonios. Isócrates acude a Filipo en la idea de que así se eliminarían los
problemas sociales de las ciudades griegas. Demóstenes recibe el apoyo de los grupos
interesados en conservar la democracia imperialista. Esquines representa una política más que
nada pacifista: la sumisión puede aceptarse como un modo de librarse de los peligros
externos. Hipérides se sitúa junto a Demóstenes.

3. Hipérides. Entre 355 y 343 debió de compartir los sentimientos de Demóstenes. Es uno de
los organizadores de la resistencia tras la batalla de Queronea, aunque ésta finalmente cedió
el paso a la negociación. Hacia 324 se produce la ruptura con Demóstenes, que parece aliarse
con Demades en su preferencia por la paz. Tras la muerte de Alejandro, Hipérides intentará
organizar una guerra de liberación de toda Grecia liderada por Atenas.

4. Demóstenes y la política. Demóstenes es el mayor exponente de la postura ateniense (y


griega) contraria a la sumisión a Macedonia. Critica a Filipo por ser señor de todo lo que se
ordena y se prohíbe y ser al mismo tiempo estratego, déspota y administrador. Sus criterios
tuvieron una larga proyección posterior, pues sirvieron de modelo a cualquier crítica del
poder personal, pero también para alabar a los emperadores resaltando la ausencia de tales
caracteres. Demóstenes resalta que este poder personal es útil para la guerra. Filipo hace
siempre lo que le parece, no tiene que deliberar ni depende de los votos. Puede decidir sin ser
acusado por los sicofantas (personajes que en Atenas solían denunciar acciones ilegales y
abusos de los que ejercían el poder), y tampoco tiene que rendir cuentas ante nadie.
Vemos así un significativo cambio ideológico. Cuando los griegos se enfrentaron a los
bárbaros persas, el poder personal no era considerado por los griegos un elemento positivo
para obtener la victoria, sino todo lo contrario. Para Heródoto y Esquilo, los persas son
derrotados por un ejército mucho menor en número porque los griegos defienden la libertad y
los persas se comportan despóticamente y están sometidos a un solo señor. Ahora, aunque es
malo que el rey de Macedonia sea despótico, se considera que sus rasgos son positivos y
ventajosos para la guerra. Para Demóstenes, el sistema democrático es digno de ser
defendido, pero no se ve que pueda ser eficaz; no se le ve futuro. El pensamiento de
Demóstenes es pues sintomático de la crisis de la polis.

5. Foción. Un personaje significativo de los conflictos y actitudes de Atenas durante el


periodo en que la ciudad va cayendo en manos de Macedonia es Foción. Al parecer su origen
era no aristocrático, pero no se identifica con las necesidades imperialistas del demos. Su
actitud ante la reconstitución del poderío ateniense es que las relaciones con las ciudades han
de ser de alianza y de colaboración, no de dominación militar. No obstante, según Plutarco,
Foción conservaba del pasado un rasgo que lo asemejaba a Pericles, Arístides o Solón: aunar
en sus actividades el aspecto político y militar. Esto ya no era corriente desde la guerra del
Peloponeso. A pesar de no aspirar a la estrategia, fue elegido para ella más veces que ningún
hombre de su tiempo. Como estratego trabajó en favor de la paz y la tranquilidad. Aconsejó
renunciar al territorio de Oropo para no tener que hacer la guerra a los tebanos, a quienes
consideraba superiores. Respecto a Filipo, Foción representaba, según Plutarco, una figura
equilibrada entre la oposición total (Caridemo) y la entrega sin condiciones (Demades). Esto
podría deberse a su posible filolaconismo, dado que en Esparta el rechazo de la intervención
macedónica no significaba el apoyo a las intituciones democráticas. Él prefiere una Atenas de
democracia moderada, es decir, sin la participación total del ciudadano, pero quería que la
ciudad lo lograra por sí misma. Pero a la hora de la verdad, la restricción ciudadana necesita
de la intervención directa del poder macedónico, lo que deja perplejo a Foción.

6. Esquines. No pertenecía a los ilustres ni por familia ni por riqueza. Hace hincapié en el
papel de las leyes para la conservación de la ciudad. La democracia se identifica como la
ciudad que obedece leyes en lugar de obeder a un hombre (tiranía) o a unos pocos
(oligarquía). Su modelo son las figuras de Dracón y Solón. Esquines alaba al pueblo
ateniense como el mejor y más sabio legislador, pero le critica porque en la práctica, en las
asambleas y tribunales, se deja engañar, con lo que la democracia se destruye. La paradoja de
su pensamiento está en que considera destrucción de la democracia lo que no es más que la
práctica concreta de la misma. En su concepción, la democracia tiene un contenido
tradicional. En su discurso Sobre la embajada infiel, dice que los atenienses deben imitar las
hazañas de sus antepasados, pero no la expedición a Sicilia ni los constantes rechazos a las
propuestas de paz de los lacedemonios durante la guerra del Peloponeso, cuando ofrecían la
conservación de Lemnos, Imbros y Esciro y de la constitución democrática. Ahora también es
el momento de aceptar las propuestas de Filipo.
Esquines insiste en demostrar su historial democrático y el de su familia. Sin embargo el
demos pretende conservar sus privilegios cuando la posibilidad de tal cosa se ha esfumado,
tras el fracaso del segundo imperio. El orador no rechaza el papel de Filipo como árbitro, tan
sólo que se realice con las armas. No es extraño que, al final de su discurso, invoque en su
defensa el testimonio de Foción. En su discurso Contra Ctesifonte, Esquines (330) acusa de
ilegalidad a la propuesta de éste, según el cual debía de concederse una corona de oro a
Demóstenes por su celo patriótico en el 338. Aunque la razón jurídica estaba de su parte (la
propuesta de Ctesifonte tenía defectos de forma), lo que se ventilaba en realidad en el proceso
era el descrédito de la política de Demóstenes, promotor de la alianza con Tebas. Esquines
encarna en él el peligro de poder personal, no en Filipo ni en Alejandro, que en definitiva
están cumpliendo las misiones que la historia griega tenía pendientes. Para defender su apoyo
a los macedonios, hace uso de las tradiciones del pasado, cuando los griegos tenían que
defenderse de los ataques persas. El final del discurso está dedicado a advertir a los
atenienses del peligro de derrocamiento de la democracia. Con cierta perspectiva histórica,
muerto ya Filipo y en pleno triunfo de Alejandro en Asia, Demóstenes se justificó
brillantemente en su discurso Sobre la corona. Esquines, sin obtener la quinta parte de los
votos, fue condenado a una multa.
TEMA 31: EL IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO I. Alejandro Magno 1. La sucesión de
Filipo. Bosworth considera que las acusaciones de participación en el asesinato de Filipo
fueron en general medios para eliminar a los enemigos políticos del heredero, como
Pausanias. Según Badian, el asesinato pudo ser incluso un golpe de estado del joven
Alejandro, que había quedado aislado por el segundo matrimonio de su padre. [Filipo se
había casado en primeras nupcias con Olimpia de Molosia (en la región de Epiro), y el hijo de
esta unión, Alejandro, fue reconocido como heredero. Pero en 337 Filipo se casó con
Cleopatra, una noble macedonia, y Alejandro y su madre se fueron al Epiro]. No obstante,
Bosworth cree que hay razones históricas suficientes para que grupos de la Alta Macedonia
conspiraran contra Filipo: eran grupos tradicionalmente independientes que habían sido
absorbidos por los macedonios. En cualquier caso el reinado de Alejandro (336-323) tiene un
comienzo significativo: pone de manifiesto la necesidad que seguía existiendo para cada rey
de "ganarse el trono" y la realidad compleja del reino macedónico como unión de pueblos
dispersos. Según Diodoro, Alejandro se ganó al pueblo de Macedonia "con las palabras
adecuadas". 2. El restablecimiento del poder macedónico en Grecia. En 336 Alejandro realiza
una expedición por toda Grecia. Recibe la sumisión de la Liga Tesalia y de la Liga de
Corinto, que lo nombra strategos autokrator. Sin embargo, en seguida aparecen tendencias
disgregadoras en Grecia y otros pueblos sometidos. Hay una tendencia al resurgimiento de la
autonomía de la polis. Su paradoja estriba en que su organización ha pasado a depender de
Macedonia. Otros conflictos obligan a Alejandro a realizar campañas en Tracia e Iliria, y a
llegar hasta el Istro (el actual Danubio). Además, el imperio persa había experimentado un
resurgimiento bajo el terrible Artajerjes III Ocos (359-338), que había ocupado Egipto en
340. Su sucesor Darío III tenía una personalidad más apagada, pero contaba con inmensos
tesoros y extensos territorios. Con ello se renueva la decisión de hacer la guerra con Persia,
que se ha negado a evacuar las ciudades griegas de Asia como propuso Filipo. En Atenas se
ha producido una reorganización de los partidarios de Demóstenes. Según Diodoro, éste hacía
demagogia contra los macedonios. Incluso le acusa de haber recibido dinero persa y de
pretender esclavizar el demos a los persas. En cambio Diodoro presenta a Alejandro como
liberador. 3. Tebas. En 335, Alejandro aplasta el intento de insurección de Tebas,m que había
sido apoyado por Atenas (Diodoro cuenta que Demóstenes había armado a los anoplos, es
decir, a los más pobres, que no tenían armas, integrándolos en la defensa de la ciudad).
También los tebanos usaron a los esclavos liberados, los exiliados y los metecos. El
synedrion de la Liga de Corinto aprobó la destrucción de Tebas y 30.000 ciudadanos fueron
convertidos en esclavos. Diodoro da por cierto lo que Plutarco cree un pretexto: que fueron
los griegos los que exigieron que se castigara duramente a los tebanos.
4. Las islas y Asia Menor. La intervención macedonia en las ciudades griegas de Asia supuso
la eliminación de tiranías u oligarquías propersas y el establecimiento de "democracias", es
decir de facciones promacedónicas. Así lo ha concluido Heisserer tras analizar las estelas que
reproducen los decretos de la ciudad de Ereso en tiempos de Alejandro: primero se dicta un
decreto contra la tiranía, luego se dicta juicio contra el tirano Eurisilao y se vuelve a
introducir la ciudad en la Liga de Corinto (de la que Ereso había sido miembro con Filipo)
bajo Alejandro, en 334. En Lesbos, Ténedos y Quíos y los tiranos fueron castigados por
actuar "contra Alejandro y los griegos". Rodas en 334 estaba bajo la influencia persa y
llevaba una política antimacedonia. Darío III había confiado la defensa de Asia Menor a un
rodio, Memnón. A la muerte de éste, Rodas se une a Alejandro. Plutarco habla de rodios
arrestados por Alejandro, lo que indica que hubo cierta resistencia. En opinión de Hauben, el
macedonio violaba la soberanía rodia, pues desde 332 hubo una guarnición que no era
necesaria para protegerse de los persas. Por otra parte en 331 Antípatro (regente de
Macedonia tras la marcha de Alejandro a Asia) derrota al rey Agis en Megalópolis y así fue
como Esparta entró a formar parte de la Liga de Corinto. 5. La expedición de Alejandro a
Asia. La conquista de las regiones mediterráneas (334-331) El inicio de la expedición
responde todavía a los proyectos de Filipo y de los griegos: vengarse de las guerras médicas,
colonizar Asia Menor hasta el Taurus, liberar a las ciudades griegas atrapadas bajo el yugo
persa desde la Paz del Rey (386). Alejandro vence en Gránico e Issos, rehabilita las ciudades
costeras y termina la conquista de Anatolia. Para proteger su retaguardia y privar a Persia de
sus salidas al mar, continuó por la costa, derrotando a Tiro y Sidón y llegando hasta Egipto,
donde fue acogido como un libertador, equiparado a los faraones, fundó Alejandría y recibió
en el oasis de Shiwa el oráculo de Amón que le persuadió de su filiación divina (hijo de
Amón o, desde el punto de vista griego, hijo de Zeus) y su destino al Imperio universal. La
conquista de las capitales y el fin de los aqueménidas (331-330) Alejandro rebasa ahora las
ideas más optimistas de los griegos. Su victoria en Gaugamela le deja expedito el camino
hacia las capitales persas. Darío se convierte en fugitivo. Alejandro pasa a Babilonia,
establece su capital en Susa, destruye Persépolis, y sin embargo venera la tumba de Ciro. 6.
Alejandro en Oriente. La conquista de las satrapías orientales (330-327) Persiguiendo a
Darío, Alejandro llega a Ecbatana, donde licencia a las tropas griegas (330). Así se acaba la
expedición panhelénica como estratego de la Liga de Corinto.
Fueron estos años duros, de marchas agotadoras por las estepas y montañas. Alejandro logró
la victoria gracias a las guerrillas, las columnas móviles, los asaltos vertiginosos, las
matanzas sistemáticas y la fundación de ciudades (Alejandrías), que confiaba a sus veteranos.
Con el matrimonio de Roxana, Alejandro se gana la confianza del Irán oriental. Sus luchas
son las propias de los reyes persas, y contra los enemigos de éstos. La campaña de la India y
el retorno (327-324) Rebasando incluso los límites del imperio aqueménida, Alejandro llegó
hasta el Indo. La expedición se convirtió en una exploración geográfica, hasta que ya sus
soldados se negaron a seguirle y comenzó el regreso, llegando a Susa en 324. Al año
siguiente el héroe moría, víctima de unas fiebres, a los 33 años. 7. El estado de Alejandro. En
seguida aparecen los problemas políticos derivados de las anexiones. Los planes de Alejandro
van experimentando mutaciones. Tomando el puesto del Gran Rey, aumenta sus favores a los
persas, lo que inquieta o irrita a sus antiguos camaradas. Este Imperio, desde Iliria hasta el
Indo, no estaba organizado uniformemente. El soberano obtenía sus poderes de tres fuentes
distintas: para los macedonios era el rey nacional, para los griegos el hegemón de la Liga de
Corinto, para los asiáticos, el heredero de Darío. Muy pronto consideró a estos últimos
súbditos y no enemigos. Quiso difundir en Oriente la civilización griega y acelerar la "fusión
de las razas", pero levantó la oposición de los macedonios, a quienes todo esto les venía
grande. Hubo motines; sus hombres soportaban apenas ver a Alejandro adoptar el vestido
persa y exigir la prokynesis (postración que, a los ojos griegos, era exclusiva del culto de los
dioses). De hecho sus herederos (Diadocos) apenas imitaron estos aspectos de su política. Sin
embargo, Alejandro seguía siendo un griego puro; difundió por todas partes la cultura griega
y abrió todo el Oriente al helenismo. 8. Las satrapías orientales. El sistema de satrapías fue en
sí una forma de asimilación del imperio persa. Las satrapías "de arriba" son las de Bactriana y
Sogdiana, situadas frente a los escitas. Allí se fundaron colonias militares en 328/327, con
griegos mercenarios. En 325, cuando les llegó el falso rumor de que el rey había muerto (aquí
se ve lo mucho que la monarquía de Alejandro descansaba en el carisma personal), se
rebelaron "porque echaban de menos la vida griega". Efectivamente, soportaban mal su
implantación entre bárbaros durante tanto tiempo y añoraban el modo de vida griego, que se
identificaba con la polis. Perdicas, comandante en jefe de Asia, mandó eliminar a todos los
rebeldes y entregar todo el botín a los soldados. El exterminio de los griegos pone fin a la
experiencia de Alejandro y significa la pérdida de Sogdiana y Bactriana. 9. Reorganización.
En 324, Alejandro realiza una reorganización del imperio oriental por medio de la
asimilación de las aristocracias iranias a las hetairías macedónicas, la introducción de jóvenes
nobles en la guardia real (agema) y el fomento de los matrimonios mixtos. En Bactria y la
India intenta que las comunidades indígenas se integren en comunidades urbanas de tipo
griego. Hace pues un intento de unificación económica de Grecia con el imperio persa. La
colonización transformó la vida económica de oriente por influjo de la polis, aunque también
sería real el proceso inverso. Se extiende la moneda con patrón ático, pensada para red de
colonias griegas. Así acaba la anarquía monetaria tanto oriental como griega. El sistema
postal se adoptó del persa. Se mejoraron algunas rutas fluviales y marítimas y se organizó una
red de rutas caravaneras. Se produce también un cambio en la concepción del ejército, que
anticipa las fundaciones militares de época helenística. En 323, Alejandro no es ya un rey de
Macedonia sino el rey de un vasto territorio con lazos personales con su ejército. La
organización política gira en torno al rey, a través de somatofilacas (guardaespaldas) y
heteros (compañeros). El territorio se divide en satrapías y quiliarquías (respectivamente
civiles y militares; según Petit se confió el poder civil a los persas, el militar a los macedonios
y la administración financiera a los griegos). En general se respeta la administración por
regiones, sobre las satrapías del imperio persa, con uno o varios hiparcas (vice-regentes). II.
La creación del mito de Alejandro Alejandro es una de las figuras que más ha colaborado en
la formación de una concepción histórica personalista. Sus condiciones personales no pueden
negarse, pero hay un conjunto de fenómenos que posibilitaron su papel como hombre
excepcional. Ya hacía tiempo que en Grecia la sociedad estaba dispuesta a que se produjera
un cambio, para el cual ciertos sectores sociales están realizando esfuerzos y para cuya
viabilidad muchos pensadores indicaban la necesidad de una persona con determinadas
condiciones. No es extraño que la unidad helenística (por mucho que hoy sepamos que fue
una realidad my compleja) se considerara desde el principio como una hazaña y que
Alejandro adquiriera rasgos sobrehumanos. P. Goukowsky publicó en 1978 un importante
libro sobre la formación del mito de Alejandro, comenzando por su tumba en Alejandría,
donde el primer Lágida (Ptolomeo) tomó la opción política de aparecer como sucesor del
macedonio. Pero en la propia vida de Alejandro el concepto monárquico se transformó hasta
llegar a la "teocracia" de 324-323, modelo que siguieron los soberanos helenísticos. El
concepto monárquico de Alejandro es heredero de la monarquía macedónica. La dinastía real
macedónica, los Teménidas, son jefes de guerra que gracias a sus técnicas religiosas y
militares gozaban del prestigio de un origen sagrado. Alejandro llevó cabo una serie de
reformas que pretendían adecuar este ejército a las caracterísitcas militares persas: fuerte
impulso a la infantería (contrapeso de la caballería aristocrática), formación de un ejército de
mercenarios (gracias a la explotación de las minas del Pangeo). Los triunfos militares, más
los homenajes de algunos griegos como Isócrates, acentúan la tendencia a la apoteosis del
monarca macedonio. Otro factor importante en Grecia fue la concepción de la monarquía por
Aristóteles (maestro de Alejandro), como basada en la areté. Este modelo siguió teniendo el
valor de un mito funcional que mostrará su vitalidad durante el imperio romano.
El panhelenismo se cultivó conscientemente. Alejandro es el strategos autokrator de todos los
griegos, puesto que la Liga de Corinto es panhelénica. Las monedas se emiten con la imagen
de Heracles. Pero en Persia Alejandro se hace cada vez más el heredero de Darío, de modo
paulatino, en dos niveles: los símbolos externos y la reorganización. Es un proceso
problemático, como demuestra el problema de la prokynesis. Aristóteles, desilusionado, ve
que Alejandro no hace lo que se esperaba de él: esclavizar bárbaros para los griegos. La
soberanía de Alejandro sobre Macedonia se hace cada vez más nominal mientras se afirma la
soberanía asiática. La crisis abierta a su muerte significó la confrontación de dos modelos
monárquicos: el macedonio y el autoritario. Según se arruina su obra, los herederos se sienten
más atados a él y pretenden vincular sus ilegitimidades a la procedencia alejandrina. Las
monedas de Lisímaco llevan la imagen de Alejandro divinizado; en Egipto recibe culto en
Alejandría. En las Memorias de Ptolomeo, el héroe aparece en clave épica. Se retrata a un
conquistador realista y moderado, silenciando sus planes de dominación universal y los
aspectos orientalizantes. Su despotismo aparece descrito con contrapartidas benéficas que se
instalan en el campo del evergetismo.
TEMA 32: EL MUNDO HELENÍSTICO I. Los Diadocos (PETIT) 1. La desmembración del
Imperio y el nacimiento de los reinos helenísticos. Al morir Alejandro sin sucesión apta para
gobernar, resultaba inevitable la lucha armada y el desmembramiento final del Imperio.
Perdicas controlaba Oriente y Antípatro Occidente. En "misiones" locales estaban: Ptolomeo
en Egipto, Antígono en Asia Menor y Lisímaco en Tracia. Perdicas se granjeó la oposición de
todos y fue asesinado por Seleuco, jefe de la caballería. En Triparadisos (321) tuvo lugar el
primer reparto entre los Diadocos o sucesores de Alejandro:

Antípatro conservó Macedonia, Grecia y el título de regente; Ptolomeo, Egipto; Lisímaco,


Tracia; Antígono, Asia Menor Seleuco, Babilonia.

2. Antígono (321-301). Antígono, llamado Monoftalmos, con la ayuda de su hijo Demetrio


Poliorcetes, eliminó a Eumenes de Capadocia y amenazaba a Seleuco de Babilonia.
Declararon la libertad de los griegos "para tener aliados" y restauraron en Atenas la patrios
politeia. Su desenfrenada ambición coaligó a los demás contra Antígono. En 301, con 80
años, fue vencido en Ipsos y se suicidó. Hacia 305 todos los Diadocos habían tomado el título
de rey. 3. La época de los grandes condottieros (301-280). Durante más de 10 años, Demetrio
Poliorcetes hizo temblar el mundo sin conseguir nunca imponerse a sus rivales. Tras la
muerte de Casandro, que había sucedido a su padre Antípatro, conquistó Macedonia y Grecia,
fue rey de 294 a 283 y, tras luchar contra Lisímaco de Tracia y Pirro de Epiro, las perdió a
manos de Ptolomeo Keraunos (hijo exiliado de Ptolomeo I de Egipto, y hermano de Ptolomeo
Filadelfo), que reinó hasta 279. Lisímaco fue vencido por Seleuco en Curupedión (281). A su
vez, Seleuco fue asesinado por Ptolomeo Keraunos en 280. 4. La estabilización (280-275).
Las cosas quedaron finalmente así, dejando aparte las satrapías orientales, perdidas hacía
tiempo:

En Egipto reina Ptolomeo II Filadelfo, hijo de Ptolomeo I (dinastía ptolemaica o lágida). En


Asia (Siria, Macedonia y Asia Menor), Antíoco, hijo de Seleuco, renuncia a Occidente y
funda la dinastía seléucida. En Macedonia la invasión celta de 279 pone fin a la criminal
carrera de Ptolomeo Keraunos, y Antígono Gonatas, hijo de Demetrio, se afirma en el poder,
fundando la dinastía antigónida.
5. El final de los Diadocos. Al final de la época de los Diadocos, el panorama general del
mundo griego y helenístico es sustancialmente nuevo. La ciudad como entidad social y
política ha desaparecido. Macedonia como entidad étnica y nacional se ha dispersado. La
actuación política y militar se funda en intereses personales (soldados mercenarios, jefes
militares). Posiblemente ya está en marcha una reestructuración en la que elementos viejos y
nuevos desempeñan papeles diferentes según las zonas y con ritmos distintos. No es lo
mismo Egipto que las ciudades griegas del Peloponeso o del Asia Menor. En general queda
establecido el principio dinástico entre hijos o nietos de los colaboradores de Alejandro.
Aunque lo característico de este periodo es la fragmentación, también se dan una serie de
elementos comunes: aunque sea en un nivel superficial se produce una helenización general
que justifica el término "helenismo" o "mundo helenístico" que a veces se interpreta
abusivamente como una generalización de la cultura griega. Sin embargo, con restricciones,
sí se puede hablar de helenización. Los griegos están extendidos por todas partes y en todos
los niveles sociales y económicos. II. Los estados helenísticos 1. El equilibrio de potencias.
Desde 280 se acaban las luchas entre los sucesores de Alejandro y se consolidan los reinos
que se habían idos configurando durante los cuatro decenios anteriores. El resultado fue el
triunfo de las tendencias a formar estados hereditarios y monárquicos, influido por la
conjunción de varios factores: el reino macedónico, las monarquías orientales, la acción de
Alejandro y la crisis de la ciudad griega. El mundo helenístico puede definirse como una
unidad siempre que se tenga en cuenta que uno de los caracteres que lo definen es la
diversidad, que se da no sólo entre los reinos o entidades políticas sino también dentro de
ellas. Además de los tres reinos independientes y bien definidos de Macedonia, Egipto y
Siria, existen otras entidades aparentemente de menor rango: ciudades y ligas, y también
reinos de dimensiones más reducidas o posición más marginal (el Ponto de Mitrídates, la
Bitinia de Nicomedes, el Pérgamo de Eumenes). 2. Los galos. Cuando Ptolomeo Keraunos
fue vencido por la invasión de los gálatas se produjo un periodo confuso hasta que, según
narraciones legendarias, los griegos consiguieron expulsarlos. Los etolios celebraban las
fiestas soterias como si ellos hubieran sido los autores de la expulsión. Antígono Gonatas
venció a una parte de los galos en 277 y se convirtió en rey de Macedonia. 3. Pirro. Entre los
militares más conocidos del siglo III a.C. destaca la figura de Pirro, rey de Epiro (295-272).
Su aprendizaje lo llevó a cabo con Demetrio Poliorcetes, participando en la batalla de Ipsos.
Cuando inició su reinado se marcó el objetivo de extender los límites de su reino,
dirigiéndose hacia Macedonia. Pero en su expansión chocó con el entonces monarca
macedónico Lisímaco, saliendo derrotado el epirota en el año 284 y siendo obligado a
devolver los territorios conquistados. Desde ese momento se fijó en la península Itálica,
tejiendo un elaborado plan para hacerse con ese rico territorio. Plutarco cuenta una anécdota
en que el tesalio Cineas preguntó a Pirro qué haría después de haber llevado a cabo todos sus
planes de conquista: Roma, Italia, Sicilia, Cartago. Pirro respondió que descansar con una
copa en las manos y Cineas le hizo notar que eso podía hacerlo ahora mismo y evitar el
derramamiento de sangre. Pero Pirro no renunció por ello a sus proyectos. En el año 281
desembarca en la península para derrotar a los romanos en la batalla de Heraclea, al año
siguiente. De ese modo se erige en defensor del helenismo occidental y continuador de la
lucha secular de Europa contra Asia (pues Roma se identificaba con Troya). El conflicto que
surgió en Sicilia le permitió intervenir, avisado por los griegos y los siracusanos. Su llegada
permitió la expulsión de los cartagineses de la isla pero no pudo obtener igual resultado con
los romanos, quienes le derrotaron en Benevento (275). Regresó al Epiro, buscó una guerra
para poder alimentar a su ejército y se lanzó a Macedonia. En 274 ocupó el trono de Pela a
costa de Antígono y se dirige al Peloponeso. Esparta se resiste y, unida a Antígono, derrotan
en Argos a Pirro, que muere en el intento de tomar la ciudad. 4. Situación general tras la
muerte de Pirro.

Egipto se convierte en la monarquía más fuerte bajo el gobierno de los Ptolomeos. Para
consolidar su imperio comercial, aspira al control del Egeo, de las costas sur y oeste de Asia
Menor y de Palestina, Fenicia y parte de Siria. Macedonia experimenta un fortelecimiento
durante los reinados de Antígono Gonatas, Demetrio II y Antígono Dosón. Aspira al control
de Grecia continental y puede controlar algunas ciudades como Calcis o Corinto. Pero los
Ptolomeos apoyan a Atenas, la Liga Aquea y Esparta. Los seléucidas poseen las satrapías
alejandrinas de Mesopotamia y Siria (salvo una parte de ésta), Palestina, Fenicia y algunas
regiones de Asia Menor. Antíoco I mantuvo en principio sus pretensiones sobre el norte de
Asia Menor (con ánimo de abrir la ruta de oriente con Macedonia) pero se lo impidieron los
pequeños reinos de Bitinia y del Ponto, que formaron la Liga del norte, con apoyo galo. En el
Ponto, Mitrídates, de la casa real persa, se ha hecho rey en 296 ó 281, aprovechando las
luchas entre los sucesores. En Bitinia, el dinasta autónomo Zipoites tomó el título de rey en
298/297 y fundó una dinastía que duró más de 200 años. Pérgamo muestra tendencias a
poseer una dinastía propia. En 262 el dinasta Eumenes consigue la independencia contra
Antíoco. Su sucesor, Atalo I, tomó el título de rey en 240, tras vencer a los gálatas y salvar
así la helenización de Asia Menor. Con ello aparece la nueva dinastía de los Atálidas. Las
ciudades griegas de Asia Menor y de las islas conservan siempre su tendencia a la
independencia, aunque la lucha es constante. En Grecia continental perduran los conflictos
armados, tanto contra Macedonia como entre sí: luchas interiores de independentistas y
unionistas, luchas de los diferentes unificadores: las Ligas Etolia, Aquea y de Esparta.
5. Primera guerra siria. Entre 280 y 271, Ptolomeo Filadelfo y Antíoco se enfrentan por las
ciudades costeras de Asia Menor. La paz fue ventajosa para Filadelfo, que se extendió a Asia
menor, Cilicia, Panfilia y Caria. Teócrito, en su Encomio a Ptolomeo (270) enumera las
posesiones del rey de Egipto pero no es posible saber hasta dónde llega la exageración. 6. La
guerra de Cremónides. En 267, se producen revueltas en Grecia contra los tiranos
promacedónicos. El alma de la oposición es el ateniense Cremónides y la lucha se concibió
"por la liberación de Grecia". La guerra duró hasta 261 y enfrentó a Antígono Gonatas con
Atenas, Esparta, los grupos contrarios a las tiranías promacedónicas de otras ciudades,
incluidas las aqueas, y con Ptolomeo Filadelfo. Pero éste tuvo que abandonar Grecia debido a
la segunda guerra siria y el resultado fue la victoria de Antígono y la humillación de Atenas,
que llega al final de su vida independiente y queda reducida a una especie de "ciudad
universitaria". El rey macedonio se convierte en señor de Grecia y obtiene parte del dominio
del Egeo. Entre 253 y 251 perderá el control de Atenas y Argos. 7. Segunda guerra siria. En
261 Antíoco I murió en una batalla perdida contra Eumenes de Pérgamo. Su hijo Antíoco II
ataca a Filadelfo, que en 262 había apoyado a Eumenes. Esta segunda guerra siria (260-253)
fue desfavorable para Filadelfo. Antíoco recupera Fenicia y Ptolomeo pierde posesiones en
Asia Menor. A pesar de todo, desde 250 el debilitamiento de los seléucidas se acentuará por
obra de los partos arsácidas. Aun así, en 253/252 Filadelfo pudo apoyar la independencia de
Corinto, que no llegaría hasta 247. A partir de aquí crece el movimiento de lberación griego y
se desarrolla la Liga Aquea bajo Arato de Sición. En 246 mueren Antíoco II y Filadelfo. Éste
deja un Egipto bien organizado y definido, a diferencia de los otros reinos, de situación
mucho más móvil. La política egea de los Lágidas es sólo un suplemento de su política
interior, a la que se dedican plenamente. 8. Tercera guerra siria. Ptolomeo III Evergetes
emprende la tercera guerra siria entre 246 y 241. Su avance triunfal hacia el Éufrates es
detenido por una revolución en Egipto, de la que nada se sabe, y luego fue rechazado por
Seleuco II. Sólo pudo conservar Seleucia de Pieria. En 245, Antígono Gonatas expulsa al rey
egipcio de las Cícladas. Pero Evergetes era a pesar de todo el príncipe más poderoso del
Egeo. Conservaba el control de las islas y de la costa tracia y mantenía su influencia en el
Peloponeso y en Etolia, lo que llevaba consigo el control de Delfos. 9. La época de las Ligas
y Esparta. En 239 muere Antígono Gonatas y le sucede Demetrio II. Entre tanto, en Grecia
comienza el dominio de las Ligas. Contra ellas Demetrio emprende la llamada guerra
demetríaca, pero los problemas del norte le imponen el abandono. La consecuencia es el
apogeo de la Liga Etolia con el control de Delfos. Los etolios garantizan la protección contra
los piratas y se convierten en una potencia fuerte ante Pérgamo, Egipto y Roma, consiguiendo
la unificación de Grecia central. A lo largo del siglo III la liga se transforma de democrática
en una oligarquía encabezada por 30 apokletoi. Desde 226 decae en favor de la Liga Aquea,
que posee una Asamblea primaria (syncletós, sýnodos).
La Liga Aquea pretende la unificación del Peloponeso pero se encuentra con la oposición de
Esparta. Allí, el joven rey Agis IV (244-241) pretendía reinstaurar las leyes de Licurgo
incluida la redistribución de tierras, pero las fuerzas reaccionarias, lideradas por su co-rey
Leónidas, consiguieron que fuera el primer rey ejecutado por los éforos. Cleómenes III, hijo
de Leónidas, casado con la viuda de Agis, decidió continuar con las reformas de éste y puso
en práctica la redistribución de tierras y la abolición de deudas. Arato de Sición pidió
entonces ayuda a Macedonia contra Esparta, a cambio de la devolución de Corinto, y en
222/221, con la batalla de Salasia, la independencia de Esparta desapareció para siempre.
Grecia queda en manos de Macedonia, donde reina Antígono Dosón (229-221), salvo Etolia,
contra la cual emprenderá una campaña Filipo V. 10. Crisis del reino seléucida. Entre tanto se
produce la desintegración del imperio seléucida. Entre 249 y 248 el avance de Partia sobre las
satrapías orientales tiene como efecto la independencia de Bactria, de Capadocia y de
Armenia. El debilitamiento seléucida se acentúa con la tercera guerra siria y con la guerra
dinástica entre Seleuco II y su hermano Antíoco Hiérax, a lo que se suma el crecimiento del
reino de Pérgamo que conquista la banda costera entre Frigia y Lidia (230 -228) . En 223
muere Seleuco III tras un corto reinado (226-223) y en 221 Evergetes y Antígono Dosón. El
protagonismo corresponde desde entonces a Filipo V de Macedonia (221-179), a Antíoco III
(223-187) y a los romanos. 11. La monarquía macedónica. La monarquía macedónica
permaneció relativamente libre de influencias orientales. Es una "monarquía nacional", en
contraste con el concepto de monarquía personal de otros reinos. La proclamación se hacía
por parte de los macedonios. Así sucedió con Demetrio en 294, y el sistema conservó, con
ciertas variaciones, el papel de los dirigentes de la antigua nobleza macedonia. Es cierto que,
en la práctica, los Antigónidas reinaban de modo autocrático y que el rey, como jefe militar,
era la encarnación del estado. Peor no existe culto ni una forma especial de tratamiento, y el
moanrca no se identifica con la divinidad, aunque algunos recibieron culto fuera de
Macedonia. 12. Ciudades. Las clases superiores macedonias experimentaron un proceso de
helenización que llegó a identificarlas totalmente con los griegos sobre todo en ciudades
como Tesalónica, Casandrea, Filipos, Pela o Anfípolis, que adoptaron las formas de las
ciudades griegas. Tesalónica fue fundada por Casandro, después de haber arrasado las
ciudades del golfo Termaico, y asentó a los habitantes de 26 ciudades en una sola. Tenía un
Consejo y una Asamblea. Casandrea tenía un Consejo; Filipos y Anfípòlis una Asamblea.
Puede que todas tuvieran ambos órganos. Además, la ciudadanía está dividida en tribus y
demos, existen magistrados, proxenias con otras ciudades griegas, etc. Fuera de Macedonia,
en Teslaia, Demetríade se desarrolló como puerto floreciente entre 200 y 150. Al mismo
tiempo, las ciudades griegas experimentan cambios al establecerse en ellas guarniciones y
"gobernadores" macedonios, aunque aparentemente conservaban su organización tradicional
(siempre, eso sí, con mayor poder del Consejo y de los magistrados que de la Asamblea).
13. Otras monarquías. Los Seléucidas y los Ptolomeos tienden más claramente a la
divinización. Los primeros se consideran descendientes de Apolo; los segundos de Heracles y
Dioniso. Los Atálidas, en cambio, siguen una línea más próxima a la de los Antigónidas. En
general el poder está concentrado en el rey, que es nomos empsychós, ley viva. En el terreno
legislativo, los "compañeros" del rey quedan reducidos a un papel meramente consultivo. En
macedonia estos "compañeros" rompen los límites de la nobleza local y se nutren de
personajes de toda Grecia (Arato, Demetrio de Faros). Según los reinos, el poder legislativo
se ejerce por medio de estrategos, sátrapas, nomarcas o ecónomos. Hay una cierta adaptación
a las tradiciones orientales y a la formación de una nobleza áulica, que vive en torno al
palacio y a la figura del rey. Entre los egipcios se agudiza fuertemente el aspecto evergético y
soteriológico de la monarquía, lo que se refleja en los sobrenombres de los reyes (Soter,
Evergetes). Son herederos de los faraones, cuya titulatura adoptan desde Ptolomeo II. La
monarquía es hereditaria pero a voluntad del rey: Ptolomeo I hace heredero a su hijo menor,
Ptolomeo Filadelfo, en lugar de al mayor, Ptolomeo Keraunos. En los Seléucidas es frecuente
el sistema de hijo corregente. La deificación también alcanza a algunas manifestaciones de
sus reyes, como Antíoco IV Epifanes (175-164). 14. El ejército. El reino basa su fuerza
efectiva en el poderío militar. Los ejércitos están compuestos de grandes contingentes de
tropas y naves. La fuerza principa está en la falange pero además hay cuerpos ligeros de
caballer´çia, elefantes, grandes barcos. El rey desempeña un papel de gran importancia, como
figura capaz de conseguir la victoria. En los territorios conquistados, sus gobernadores son
jefes militares omnipotentes. 15. Economía. El rey ejerce el control sobre la vida económica
por medio de una burocracia bien organizada. En Egipto la economía se controla como
monopolio real por medio de nomarcas, toparcos, comarcos y navarcos. Las tierras son del
rey y a él revierte la ganancia del trabajo de los campesinos. Los Seléucidas ejercen también
el control del comercio, fuente importante de riqueza gracias a las rutas caravaneras. Las
ganancias se hacen notar en el lujo y los tesoros acumulados, que reafirman su prestigio. 16.
Organización territorial. Los Seléucidas conservan el sistema de las grandes satrapías persas.
Al este del Éufrates se establece una triple división en la escala del poder y del control:
satrapía, eparquía e hiparquía. Cuando se va desmembrando el territorio oriental la eparquía
puede convertirse en satrapías, aunque algunas llegaron a convertirse en reinos
independientes. Este sistema se extendió en un momento determinado al territorio de
Capadocia, Ponto y Armenia. Se discute si en las satrapías había sátrapa, general o ambos
cargos. Los Seléucidas heredan el sistema postal persa. El rey recibe como impuesto la
décima parte de las cosechas, lo que le convierte en un gran mercader de granos.
Surge el derecho greco-sirio, se extiende el griego como lingua franca y se establece el
calendario seléucida. Egipto es "territorio conquistado" para los griegos, aunque la situación
cambió a partir de Ptolomeo IV (222-204). Entre las pocas fundaciones de ciudades destaca
Ptolemaida. En los nomoi se nombraban generales griegos y macedonios. Pero los asuntos
importantes se llevaban desde Alejandría a través del dioketes, especie de ministro de
finanzas. Las ciudades griegas eran avasalladas y sometidas a impuestos y epistatai
(supervisores). 17. Política interna. Ptolomeo I fundó la Biblioteca y el Museo de Alejandría.
Ptolomeo II desecó el lago meris y reconstruyó el canal de Darío, construyó pozos y fortines
en la ruta de las caravanas, estableció un sistema de correos por camellos y concluyó la
edificación de Alejandría. Se construyó un canal que llevaba el agua del Nilo, con cisternas.
Los egipcios viven en un barrio autóctono. Alejandría no funciona como una polis sino como
un grupo de politeumata (comunidades de distintas nacionalidades), bajo el gobernador de
Ptolomeo y otros funcionarios reales. 18. Monopolios reales. Los monopolios de los templos
pasan al rey en época de Ptolomeo II. El impuesto al rey es fijo, por lo que las pérdidas son
soportadas por el cultivador. El rey proporciona las semillas. El rey posee el monopolios
sobre el lino, el aceite y la lana. El olivo es escaso pero hay otros aceites. La plantación se
hac eobligatoiria y se establecen grandes impuestos sobre la importación de aceite. Otros
monopolios son el papiro, las minas, los paños, la importación, la banca, las tierras de
pastoreo, los rebaños o los árboles. Las viñas, huertas y jardines tienen un impuesto de 1/6; la
importación de vinos de 1/3. Egipto es el reino más burocratizado, como se refleja en los
Archivos de Zenón, donde hay inventarios y controles de toda la producción. III. La sociedad
helenística. 1. La piratería. La piratería se convirtió en un fenómeno muy extendido durante
el periodo helenístico. Creaba posibilidades para el evergetismo individual: entre los méritos
de un "benefactor" estaba haber protegido a la colectividad contra los piratas (el general
Epícares recibió por eso honores del demos ático de Ramnunte). El principal objetivo de la
actuación de los piratas es el tráfico de esclavos. Especial importancia tuvieron los piratas
etolios. La Liga etolia agrupaba pueblos tribales, que no se habían organizado en poleis como
era lo normal en Grecia. Su amenaza se conjuraba por medio de pactos: los etolios garantizan
la impunidad de una ciudad a cambio de ciertos lazos de dependencia, como pasó con Quíos.
La actuación de los etolios llevó a que Arato de Sición y su Liga Aquea ganaran prestigio.
Pero también había piratas de otras procedencias, como cretenses. La crisis de la ciudad
favorece su aparición. Los cretenses eran además fuente de mercenarios para todos los
ejércitos de la epóca y en algunos casos las funciones coinciden, como cuando Antígono
Gonatas empleó piratas etolios en el asedio a Casandrea en 277/276. En definitiva,
mercenarios y piratas cumplían la misma función: proporcionar botín y especialmente
esclavos.
2. La esclavitud en Grecia. El sistema esclavista de la época helenística se desarrolla en unas
condiciones nuevas: crisis de la ciudad-estado, orientalización, las migraciones y los
contactos entre pueblos. Desde el punto de vista de la explotación, en Atenas van
desapareciendo las diferencias entre el libre pobre y el esclavo. Se tendía a someter al libre
privándolo de la ciudadanía. Un dato significativo es la extensión de la clásusula de la
paramoné en las actas de manumisión. Por ella, el esclavo se comprometía a seguir prestando
servicios a su antiguo dueño por un periodo determinado de tiempo. Los esclavos viven con
sus familias y se liberan todos juntos. El rey protege tal liberación. Pero al mismo tiempo
deben seguir sirviendo al dueño. En el siglo III este sistema estaba legalmente establecido y
se había extendido por toda Grecia y estado "helenizados" como el Egipto ptolemaico. 3. La
esclavitud en Egipto. El caso del Egipto ptolemaico es privilegiado por la gran cantidad de
documentación proporcionada por el hallazgo de papiros. La esclavitud parece constituir un
fenómeno propagado entre amplias capas sociales pero que no afectaba a los fundamentos
principales de la producción. Los textos legales son sincréticos y la terminología griega,
adaptada a realidades desconocidas, no permite a veces saber si se trata de un esclavo o de un
hombre libre o de alguna otra forma de dependencia. El caso más significativo es el de los
esclavos que pagaban la apophorá, es decir, que dan al dueño una cantidad establecida de la
ganancia conseguida en una actividad económica en la que actúan libremente. Otro fenómeno
frecuente es el del esclavo alquilado como campesino, tejedor, nodriza o maestro. Para
algunas personas la posesión de esclavos era su única fuente de ingresos. No parece que la
guerra fuera una fuente masiva de aprovisionamiento de esclavos privados. Tampoco la
esclavización por deudas, aunque existía tanto para deudas privadas como públicas. Los datos
sobre la esclavitud privada en época ptolemaica indican que se trata de un fenómeno ligado al
aflujo masivo de nuevos colonos griegos. Luego la importación disminuyó, pues los Lágidas
ponen obstáculos, lo que hace crecer el número de esclavos de origen local. Parece que los
esclavos se empleaban más bien en los trabajos que requerían cierta especialización, mientras
que en la explotación masiva se empleaba algún tipo de servidumbre colectiva. En las
explotaciones mineras y en la flota no se comprueba la existencia de esclavos. En Alejandría
debía haber un número notable de esclavos domésticos, pero la situación de la chora (el
campo) era diferente. Aquí hay una mayor tendencia a a aprovechar la mano de obra indígena
sometida. El poder público protege a los propietarios y persigue a los esclavos fugitivos. Pero
por otro lado esta forma concreta de propiedad no se estimula y se ponen obstáculos a
algunas formas de adquisición, sobre todo las que pueden servir de competencia o dificultar
las explotaciones colectivas públicas. Por ello se protege a los indígenas contra la
esclavización y la exportación. En el tratamiento judicial del esclavo se mezclan aspecto
cosificadores con otros humanitarios e incluso de reconocimiento de personalidad jurídica. Es
un reflejo de la cambiante realidad social del Egipto ptolemaico.
IV. La civilización helenística (PETIT). 1. Caracteres generales. Esta civilización se halla
muy bien delimitada por sus fechas (desde la conquista de Alejandro hasta la conquista
romana) y por sus aspectos.

Sus relaciones con la civilización griega clásica. Es evidente que la civilización helenística
proviene directamente de la griega clásica; no obstante difiere de ella lo bastante como para
merecer un nombre particular: se extiende en un espacio mucho más amplio, es cosmopolita
frente al paticularismo de la Hélade, es monárquica frente al clasicismo que sólo conocía la
ciudad, las monarquías tienen relaciones de "parentesco" (por su común origen macedónico)
y así lo expresan en lenguaje diplomático (primo mío, hermano mío). Sus relaciones con
Oriente. Los griegos se encontraron en contacto directo con las civilizaciones más antiguas y
prestigiosas. El Oriente se helenizó en gran medida: difusión del griego como lengua común
(koiné); adopción de técnicas griegas en la banca, el artesanado, la agricultura, la escultura;
extensión de la educación griega y de la cultura urbana. No obstante, esta helenización fue
desigual y limitada. Macedonios y griegos constituían sólo una débil minoría, y no siempre
desearon conquistar a las masas. De hecho, despreciaron y dejaron al margen a los indígenas.
Sólo lentamente, al irse debilitando las monarquías, se formó una clase greco-indígena. Las
únicas regiones profundamente helenizadas fueron: el oeste de Asia Menor, Siria del Norte y
la región de Alejandría. Oriente influyó sobre el helenismo; no en el terreno material sino en
el religioso. Por razones políticas, los reyes favorecieron muchas veces las religiones
indígenas. Pero además, la decadencia de la religión cívica había dejado a los griegos sin
ayuda espiritual, haciéndolos sensibles a las religiones orientales.

2. Las religiones y las filosofías.


Las divinidades griegas. Ciertamente siguen siendo importantes los templos y monumentos
dedicados a Zeus, protector natural de los soberanos terrestres, y algunas dinastías
permanecieron fieles a los grandes dioses clásicos. Pero el único de éstos cuyo culto se
extendió fue Dionisos, sea por sus afinidades orientales o por su Misterios. Entre las
divinidades helenísticas, el culto de Tique, la Fortuna, alcanzó una considerable importancia.
Fue adoptada por Antioquía como divinidad poliada. Las divinidades orientales. Los griegos
no impusieron nunca en Oriente sus dioses. Por el contrario, se vieron afectados por los
cultos orientales, cuyo éxito contribuyó al despertar de los nacionalismos. Los dioses persas
(Ahura-Mazda y Mithra) no ejercieron ninguna influencia, pero los de Anatolia (la piedra
negra y la Gran Madre - Astarté) desempeñaron un importante papel en Pérgamo y Siria,
igual que los Baales masculinos.

Las religiones de salvación y los misterios. Desligado de los cultos cívicos, el hombre se
volvió, inquieto, hacia los cultos que le prometían la salvación. Eso explica el persistente
éxito de los Misterios de Eleusis y de Dionisos, los misterios de Karakuyu, la astrología y la
astrolatría. Serapis. Ptolomeo I Soter creyó poder unir las dos razas que gobernaba, griega y
egipcia, a través del culto artificial de Serapis, que combinaba elementos de Osiris, Zeus y
Hades. De hecho su éxito fue nulo entre los autóctonos y debió su fortuna a los griegos. Con
aspecto de dios olímpico y nombre que evocaba a Osiris, fue el gran dios de los alejandrinos,
y tenía por compañera a Isis, que aún obtuvo más éxito que él. Las filosofías. La filosofía
helenística se dedicó primeramente a la sabiduría, la moral y a la búsqueda de un estilo de
vida. Mientras la masa inculta se volvía a las religiones orientales, la minoría se vio marcada
por el estoicismo, la mayor creación del espíritu helenístico. Fundado por el meteco Zenón
(un fenicio de Chipre), predicaba una moral muy austera, la impasibilidad y el dominio de sí
mismo. Fue la más extendida de las filosofías de la Antigüedad. La otra gran escuela
helenística es el epicureísmo. Epicuro de Samos enseñó que los dioses no son temibles,
puesto que no se ocupan de los hombres, que el alma muere con el cuerpo y que hay que
dedicarse a la filosofía, la amistad y el placer moderado y sencillo (nada que ver con el
hedonismo desenfrenado de ciertos sedicentes discípulos).

3. El judaísmo en el reino helenístico. A pesar de su agresivo nacionalismo y de su


monoteísmo intrasigente, el judaísmo no permaneció insensible al helenismo. Los judíos
formaban un Estado teocrático semiautónomo, regido por sus propias leyes y gobernado por
un Consejo (Sanedrín) y un Sumo Sacerdote, agrupados en torno al templo de Salomón en
Jerusalén. Permanecieron bajo dominación lágida hasta 198; luego cayeron bajo los
seléucidas. Antíoco Epifanes intentó la completa helenización del pueblo judío (instalación
de gimnasios en Jerusalén, entrada en el sancta sanctorum, instalación en el templo del culto
de Zeus Olímpico). La sublevación de los Macabeos desembocó, tras la muerte del rey, en el
renacimiento de un reino judío independiente. Pero los judíos se habían extendido por el
mundo helenístico: Asia Menor, Siria y sobre todo Egipto. Estos judíos de la Diáspora
perdieron su "monolitismo" y en Egipto algunos sabios tradujeron la Biblia al griego (versión
de los Setenta, que sería posteriormente la base de la Vulgata). Los últimos textos bíblicos
(Sabiduría, Eclesiastés) presentan influencias griegas. Sin embargo, no fueron asimilados,
sino que, al contrario, se anclaron más en su particularismo. Y así fue como rechazaron el
mensaje universal de Cristo, cuya venida esperaban, no obstante, desde hacía tantos siglos. 4.
Las ciencias y la literatura. Al contrario que la filosofía, no florecieron en Atenas, sino cerca
de los reyes. Los nombres de los principales científicos son: Euclides y Eratóstenes
(matemáticas) y Arquímedes (física). El más importante historiador helenístico es Polibio, un
aqueo que vivió en Roma la mayor parte de su vida (168-125), casi comparable a Tucídides.
La literatura pura cuenta con Menandro (comedias "burguesas"), Apolonio de Rodas (pesados
poemas didácticos), Calímaco (Epigramas) y Teócrito de Siracusa (poesía pastoril). Los
romanos quedaron deslumbrados en su primer contacto con esta cultura erudita, ligera y
cosmopolita; más tarde, a partir del humanismo alejandrino, ascendieron al simple
humanismo de los grandes siglos griegos. 5. El arte helenístico. Las opiniones modernas
sobre este arte han variado de forma asombrosa, y obras antes muy admiradas, como el
Laocoonte, son hoy menospreciadas. Los templos, los altares y las construcciones utilitarias y
de prestigio se difundieron por todas partes. En Egipto, los Lágidas reconstruyeron y
construyeron templos en los estilos locales (Edfú, Philae) y se hicieron representar en ellos
vestidos a la manera egipcia. El arte dejó de ser cívico, municipal, y se convirtió en
monárquico. Las pasiones y el drama se expresaron con fuerza, así como los temas
anecdóticos y "de género". En arquitectura, domina el estilo corintio (aunque en Asia sigue
vigente el jónico). Lo más nuevo es el urbanismo: calles en ángulo recto, búsqueda de
funcionalidad (Hipodamos de Mileto), y las casas de los ricos, construidas alrededor de patios
adornados con peristilos. La escultura está muy secularizada (Afroditas voluptuosas) y se
inclina hacia el realismo y el expresionismo (Gálata moribundo, Laocoonte), incluso con
gusto por lo disforme (Séneca, vieja embriagada, Boxeador en reposo). La pintura, que sólo
conocemos a través de las copias pompeyanas, toma sus motivos de la mitología o del
repertorio trágico, en especial Eurípides. El mosaico, de origen oriental, gozó de gran
vigencia. El arte helenístico es más variado y menos formal que el de la época clásica; de
refinada técnica, recargado o exuberante, refleja una época que fue, más que cualquier otra
quizá, de extraordinaria vitalidad.
TEMA 33: GRIEGOS, FENICIOS Y ETRUSCOS EN ITALIA La unidad de Italia se
consigue por primera vez con la conquista romana. Hasta entonces, el variado mosaico de
pueblos de pueblos de Italia distaba mucho de encontrarse definitivamente formado. Los
autores antiguos crearon una explicación histórica del pasado primitivo de Italia
(Antigüedades Romanas de Dionisio de Halicarnaso, Historia de Tito Livio, Diodoro Sículo,
Polibio, Tácito, etc.). Ahora bien, su relato incluye tanto hechos ciertos como legendarios. En
la investigación modernas, hay historiadores hipercríticos como E. Pais que los han
rechazado en bloque. Sin embargo cada vez disponemos de más información para poder
distinguir entre el fondo histórico y el legendario, gracias a las aportaciones de la lingüística,
la antropología cultural y otras ciencias sociales y, sobre todo, la arqueología y la epigrafía.
Hoy no puede sostenerse que coincidan la raza y la cultura, ni la lengua y la cultura, pero
tampoco es correcto intentar comprender a un pueblo antiguo olvidando la perspectiva del
análisis del proceso histórico. 1. El hecho colonial. Nos referimos ahora a él en cuanto
componente que incide en el Lacio y en la formación de la ciudad de Roma.

Los griegos en Italia. Las motivaciones que condujeron al desplazamiento masivo de griegos
a occidente fueron diversas: económicas (tanto la necesidad de tierras como el afán de
ganancias comerciales) o políticas (exilio). La fundación colonial más antigua fue el pequeño
asentamiento de Pytecusa en la isla de Ischia (770 a.C.); el más reciente la fundación de la
colonia panhelénica de Turios (444 a.C.). Entre ambas hay una abundante gama de
modalidades. Los calcidios y eretrios de la isla de Eubea llevaron a cabo un conjunto de
fundaciones coloniales con el objeto de servir de intermediarios de los productos metalíferos
del área etrusca en el Egeo (Pytecusa, Cumas, Zancle, Regio, Hímera). Otros griegos
siguieron pronto el ejemplo: los megarenses fundaron Mégara Hiblea en Sicilia; los corintios
fundaron Siracusa; los cretenses y rodios, Gela; los peloponésicos, Síbaris, Crotona, Tarento;
los foceos, Marsella. Cada colonia fundó a su vez subcolonias. Dentro de la autonomía, se
percibe una colaboración más estrecha entre colonias del mismo origen (calcídicas, focenses).
Desde el s. V a.C. Siracusa se erige en gran potencia, capaz de coordinar a las ciudades de
Sicilia y de oponerse al expansionismo cartaginés. Dionisio (405-370) llegó a darse el título
de arconte de Sicilia, creando un precedente de los estados helenísticos. Los fenicios en Italia.
Desde comienzos del siglo VIII se marca el predominio de los fenicios en el uso de la vía sur
del Mediterráneo y de los griegos en la vía norte. Desde la ciudad de Tiro partieron las
primera colonias occidentales: Gades, Lixus y sobre todo Cartago. Desde ésta última la
Península Ibérica y el norte de África recibieron continuos contingentes de población
colonial. En Sicilia el enclave de Motya sirvió de base para la ulterior expansión púnica en el
occidente de la isla. En Etruria y el Lacio tuvieron también incidencia comercial y cultural:
alfabeto, cultos fenicios.
Aunque hubo viajes comerciales de los etruscos a oriente, la mayor parte de los objetos
orientales y africanos encontrados en esa zona de Italia proviene del comercio fenicio-púnico.
En la época arcaica la expresión "fenicio-púnico" es la más adecuada, porque la ciudad
púnica de Cartago no terminó de desplazar las transacciones comerciales de los fenicios
llegados directamente desde Tiro. 2. Los etruscos. El espacio de la Italia central situado entre
los ríos Tíber y Arno, el mar Tirreno y los Apeninos constituye el territorio de los etruscos.
Fuentes tardías nos dicen que estaban organziados en una confederación de 12 ciudades, pero
no es posible determinar cuáles eran. Aunque hubo cierta expansión en la zona de Campania,
como la ciudad de Volturnum (hoy Capua), no se trató de una verdadera colonización
equiparable con la griega en el sur de Italia. En la llanura del Po y en la costa del Adriático la
presencia etrusca comienza a ser significativa desde el s. V, tras la derrota ante los griegos en
la batalla de Cumas, que produjo la pérdida de barcos y de gran parte del mercado del
Tirreno. Pero no fue un sometimiento de los celtas allí asentados, sino más bien se trató de
enclaves comerciales permitidos. La Etruria madre tampoco era un territorio uniforme ni
cultural ni económicamente. Las ciudades del norte cercano a la costa (Vetulonia, Populonia)
eran centros de producción minero-metalúrgica; las del sur también próximas a la costa
(Vulci, Tarquinia, Caere, Veyes) contaban con grandes talleres de producción artesanal; las
ciudades del interior (Arezzo, Cortona, Perugia, Chiusi, Orvieto) eran predominantemente
agrícolas, aunque la agricultura era también un sector económico de primer orden en todas las
demás.

Origen o formación del pueblo etrusco. Los autores antiguos, impresionados por la brillantez
de la cultura etrusca, conjeturaron sobre el origen de este pueblo. Los historiadores modernos,
hasta fechas recientes, estaban divididos entre quienes consideraban a los etruscos venidos de
oriente (área egeo-anatólica), o del norte de Europa, o los partidarios de la autoctonía (no
habría solución de continuidad entre los pobladores de la edad del Hierro, laciales y
villanovianos, y los etruscos). Desde Pallottino (Etruscología, 1965). se tiende a hablar más
de "formación" del pueblo etrusco que de su "origen". Sin haberse producido invasiones
masivas de otros pueblos en el área etrusca, con la capacidad de un pueblo indígena de
adaptarse a las corrientes culturales más importantes del Mediterráneo que se concentraban
en sus cercanías e incorporando a grupos de esos pueblos, los etruscos indígenas
constituyeron una civilización propia. Esta sociedad es la responsable de la asunción plena
del modelo cultural griego en el urbanismo y otras formas de cultura (alfabeto). Se abren las
puertas a los artesanos griegos u orientales. Las llamadas "tumbas principescas" (700-630
a.C.) se llenan de objetos de lujo importados. El auge económico es debido a un trabajo
sistemático de drenaje de las tierras y a una agricultura racionalizada, así como a la capacidad
de obtener materias primas, manufacturarlas y distribuirlas.

Ciudades etruscas. Etruria fue la primera región de Italia que se incorporó al modelo urbano.
Algunas ciudades etruscas relativamente bien conocidas como Tarquinia, Vulci, Veyes o
Caere pasaron a ser entre 20 y 30 veces mayores en un periodo muy corto del siglo IX. Esto
se consiguió haciendo desaparecer muchas pequeñas aldeas y concentrando a la población en
los núcleos urbanos centrales. Después se inició una lenta repoblación del campo. El s. VIII
se inicia en Etruria con modelos urbanos equiparables a los griegos. Estas ciudades eran
gobernadas por reyes, lucumones, hasta el siglo V a.C., en que fueron sustituidos por
magistrados (zilath), elegidos anualmente. Otros magistrados menores eran los manu y los
responsables de los cultos (que los romanos conocían como praetor sacris faciundis). El poder
ejecutivo era controlado por un senado que agrupaba a los aristócratas de cada ciudad. Las
capas populares no tenían ningún órgano de expresión política. La asamblea popular no existe
hasta el siglo IV, cuando Etruria empieza a adaptarse a las formas políticas de Roma, su real
amenaza. Religión y cultura etruscas. Los etruscos copiaron pronto el alfabeto griego, que
éstos habían recibido a su vez de los fenicios. También adaptaron las técnicas arquitectónicas
y escultóricas de los griegos a los materiales de su tierra, como la terracota. La pintura
etrusca, de la que tenemos múltiples testimonios tanto en cerámica como en tumbas, nos
informa sobre la religión, la sociedad y la vida cotidiana, poniendo en evidencia su
originalidad, que no fue un mero calco de las formas culturales griegas. La religión romana
arcaica es en gran parte deudora de la etrusca. Los paralelos se ven en los nombres de algunos
dioses: Hercle etrusco Hércules romano; Voltumna etrusco Voltumnus o Vortumnus
romano; Nezuns etrusco Neptunus romano. También se considera de origen etrusco la
organización de algunos dioses en tríadas; no ofrece duda alguna la identidad de la tríada
etrusca Tinia, Uni y Menrva con la tríada capitolina: Júpiter, Juno y Minerva. Rituales
romanos de origen etrusco son la fundación de una ciudad después de la consulta augural y
marcando el área sagrada del pomerium en torno a las murallas. La religión etrusca era la
única de occidente que se consideraba revelada por los dioses a través de sus profetas Tages,
Cacus y la profetisa Vegoya. De ahí que uno de sus componentes básicos fueran los libros
sagrados: libri fugurales (que permitían entnder las señales de los dioses transmitidas por
rayos, truenos y relámpagos), libri haruspicines (daban a conocer los deseos de los dioses
mediante el examen de las vísceras de los animales sacrificados) y libri augurales (sobre la
forma precisa de realizar algunos rituales). Las necrópolis etruscas son un claro exponente de
la creencia en la vida de ultratumba. Debido a su tendencia a asemejarse a las ciudades de los
vivos, son una buena fuente de información sobre la sociedad de la época. Otro rasgo peculiar
del mundo religioso etrusco son los seres intermediarios o seres alados, o lo que algunos
consideran el infierno etrusco. En todo caso, la religión etrusca tuvo una gran fuerza como
medio de control social.
TEMA 34: LOS PUEBLOS ITÁLICOS Y LOS ORÍGENES DE ROMA 1. Los pueblos
itálicos. Los estudios sobre las lenguas indoeuropeas (*) llevaron a muchos autores de finales
del s. XIX y principios del XX a centrar el estudio de los pueblos de Italia de acuerdo según
fueran o no indoeuropeos. El presupuesto ideológico que condicionaba la explicación de los
hechos culturales era la superioridad real o potencial de los indoeuropeos que, partiendo de
Centroeuropa, habrían bajado desde el norte de Italia difundiendo su lengua hacia el centro y
el sur y se habrían dividido en latinos, osco-umbros, sabelios, samnitas. Se partía pues del
principio erróneo de equiparar la lengua con la raza y la cultura. El panorama lingüístico en la
Italia prerromana es mucho más complejo. La indoeuropeización lingüística del sur de Italia
tuvo lugar preferentemente desde el Adriático. En algunas zonas alpinas, en Sicilia
occidental, Cerdeña y Etruria se hablaban lenguas no indoeuropeas. Según Patroni, las
lenguas indoeuropeas entraron a consecuecia del asentamiento de pequeños grupos o de
relaciones comerciales. A veces una lengua indoeuropea se implantaba sobre otra lengua
indoeuropea. Ridgway propone que hay que librarse de la visión clasicista del mundo
precolonial como un simple preludio de l colonial, cuando tiene una entidad historica propia.
Por ejemplo, en Cerdeña está documentada la metalurgia desde el s. XIII al s. IX a.C., es
decir, antes de la presencia fenicia, lo que impide atribuirsela como suele hacerse. De hecho
hoy se cree que fueron los sardos los que impulsaron las explotaciones mineras en Etruria.
Pero el hecho colonial fue un factor decisivo en la configuración social y cultural de los
pueblos indígenas.Se inició, en el s. VII a.C., un proceso de concentración protourbana, de
desarrollo artesanal y de diferenciación social.

Ciudades o aldeas. Los autores antiguos suelen presentar la Italia primitiva como un territorio
lleno de ciudades, lo que dista mucho de la realidad. En 1979 Pallottino afirmaba
rotundamente que lo común fue el poblamiento disperso en aldeas. La ciudad fue un hecho
excepcional, si no contamos las colonias griegas o fenicias ni las ciudades de Etruria.
Grandes regiones no conocieron la ciudad sino hacia el final de la República o comienzos del
Imperio. Ejemplos de ello son:

el Samnio, cuya densa población se distribuía en múltiples aldeas. Cada grupo de ellas
contaba con algún recinto fortificado que cumplía funciones defensivas y servía de mercado y
centro religioso. El conjunto de la población samnita disponía de un gran santuario
confederal, el de Pietrabbondante. Aquí, además de un templo, se erigió un teatro para
reuniones, y se creaban o renovaban pactos, convenios o tratados al amparo de los dioses.
Este sistema se mantuvo incluso después del sometimiento de los samnitas a Roma, hasta que
Sila destruyó el santuario. Las primeras ciudades del Samnio, Saepinum y Bovianum, se
fundaron en el llano a comienzos del Imperio. la Lucania que, aunque más abierta a las
relaciones con el mundo colonial griego, tuvo un santuario confederal similar, el de la diosa
Mefitis, situado en Macchia di Rosano di Vaglio. la Umbría y la Sabina, donde el modelo de
aldeas dispersas cohesionadas a través de un santuario confederal tuvo igualmente una larga
vigencia.
En cambio, en la costa de Apulia, en Campania y en el Lacio el proceso de formación de
ciudades se inició mucho antes, seguramente por la influencia de los modelos coloniales
griegos y fenicios y de la vecina Etruria.

Los préstamos religiosos. Los griegos prestaron a los indígenas:

las representaciones antropomorfas de sus dioses. la técnica constructiva de sus edificios de


culto. El santuario de la diosa Mefitis en Lucania está construido con técnicas griegas, aunque
todas las inscripciones están hechas por indígenas en lengua osca. el nombre de los mismos
dioses: así, el Iuppiter Versor Itálico fue conocido también como Zeus Trophaios; el Marte
itálico se asimiló con frecuencia con Apolo o con Heracles (por eso en el sur de Italia hay
pocas representaciones de Marte frente a la mayor abundancia de las de Heracles-Hércules).
La divinidad del santuario confederal de S. Giovanni in Fonte se conocía con el nombre
griego de Leucothea (diosa blanca). Y la de S. Biagio della Venella se identificó con Zeus
Aglaios.

Los santuarios indígenas del interior fueron ocasionalmente puntos de contacto entre los
colonizadores y la población local. Las proximidades fueron mayores en los santuarios
enclavados en la costa con funciones de emporia. Estos centros portuarios contaban con un
área sagrada para que cada grupo étnico pudiera venerar a sus dioses. Los principales son:

el emporion de Pyrgi, puerto de la ciudad de Caere. Su santuario estaba consagrado a


Leucothea (según el Pseudo-Aristóteles) o bien a la también griega Elythia (según Estrabón).
Esta diosa, protectora de la navegación, era también una diosa madre, lo que explica que los
romanos la identificaran con Iuno Lucina, protectora de la mujer que da a luz. Las laminillas
de oro allí encontradas llevan un texto etrusco y otro fenicio según el cual el santuario estaba
consagrado a la diosa etrusca Uni, identificada con Astarté. el de Gravisca, puerto de
Tarquinia. Aquí había un santuario de Afrodita, protectora de los griegos focenses,
equivalente a la etrusca Turan. Los eginetas introdujeron el culto a Apolo. el de Regae, puerto
de Vulci. el de Populonia (contiguo a esta ciudad, única de las etruscas construida junto al
mar).

De este modo se favoreció el sincretismo de unos dioses con otros, el préstamo de dioses o de
rituales. Los emporia fueron así otra importante vía de helenización. 2. El Lacio antiguo. La
región habitada por los primitivos latinos se conocía como Latium Vetus, para distinguirla de
la ampliación de ese territorio en época posterior (Latium adjectum). El Lacio actual sólo se
corresponde en parte con el primitivo, limitado por el Tíber, el Tirreno y los montes Lepinos,
Prenestrinos, Corniculanos y de Terracina. Aunque no tenía minas, su emplazamiento entre
los etruscos y el mundo colonial griego ofrecieron grandes oportunidades para el desarrollo
económico.

Griegos, fenicios y etruscos en el Lacio. Aunque el Lacio no tuvo ninguna fundación


colonial, la arqueología ha desvelado en sus necrópolis arcaicas objeto de producción etrusca,
griega o fenicia, que manifiestan su apertura a los influjos comerciales y culturales. Hoy
sabemos que el curso bajo del Tíber era navegable en pequeñas embarcaciones y, si bien la
costa no disponía de buenos puertos, el Lacio era atravesado por la vía de la sal, desde
Campania al vado del Tíber, donde surgió la ciudad de Roma. La leyenda de la llegada de
Eneas al Lacio tras la caída de Troya no es aceptable históricamente pero podemos
comprender su trasfondo. Musti dijo que las tradiciones sobre héroes troyanos fundadores se
relacionan con ciudades no sentidas como griegas o bien con escasos testimonios de cultura
griega. La tradición literaria dice que Eneas desembarcó en Lavinium, donde se casó con la
hija del rey latino, y que de él salió la estirpe que años más tarde fundó Roma. Lavinium
mantenía relaciones comerciales con la Magna Grecia e incluso había grupos de griegos
asentados en la ciudad. Hay numerosos testimonios de la asunción por los indígenas de los
mitos y ritos griegos (cerámica griega, kuroi y korai en pequeños bronces votivos, culto a
Atenea, a Vesta, Hércules y el león de Nemea, los Dióscuros). No comprendo cómo se
concilia ésto con la opinión de Musti, que parecería exigir que Lavinium fuera una ciudad no-
griega. Se lo he preguntado a la profesora (**). Cuando Roma comienza a mantener una
posición hegemónica en el Lacio, incorpora los cultos de Lavinium dentro del pomerium. Y
cada día se encuentran más pruebas sobre los influjos religiosos griegos en las comunidades
del Lacio. La Diana venerada en Nemi y en el Aventino de Roma no es otra que la Artemis
Ephesia. Sigue no obstante abierta la cuestión de si el Hércules del Foro Boario de Roma es
un préstamo del Heracles griego o bien del fenicio Melkart. Los influjos fenicio-púnicos son
también claros. Roma firmó con Cartago un tratado en 508 a.C., y hay testimonios anteriores:
una copa hallada en Praeneste (Palestrina) con la firma del artesano en alfabeto fenicio-
púnico (ss. VIII-VII), y otra similar en Pontecagnano, o las antes citadas laminillas de oro del
santuario del emporion de Pyrgi. Los datos sobre los influjos etruscos en el Lacio son hoy
mucho más abundantes que antes. La aristocracia del Lacio en la primera mitad del s. VII
imita a la de Caere, Vulci y otras ciudades etruscas en sus tumbas. A fines del s. VII Roma es
una ciudad pavimentada y abierta que recibe entre otros a Lucumón de Tarquinia. El puerto
lacial de Anzio recibía productos procedentes de Caere y la vía que unía Anzio, Satricum y
Praeneste tuvo una intensa actividad en el s. VII. Los otros vecinos del Lacio. Los autores
antiguos hablan de estos pueblos vecinos sólo desde que entraron en conflictos armados con
Roma, pero la lingüística y la arqueología van permitiendo una comprensión histórica más
acertada. Eran: los sabinos, los hérnicos, los ecuos y los volscos.

a los sabinos se les atribuye una vinculación especial con los comienzos de Roma, pues la
tradición presenta a los reyes Tito Tacio, Numa Pompilio y Anco Marcio como de origen
sabino. Aunque Poucet ha revisado críticamente la documentación y concluido que hay que
desabinizar los orígenes de Roma, nadie duda de la llegada a ésta de importantes contingentes
de población sabina. Los poblados sabinos (Trebula, Cures) no habían alcanzado en época
arcaica el estadio urbano. los otros pueblos (hérnicos, ecuos y volscos) no parecen haber
tenido una incidencia significativa en el proceso de formación de la ciudad de Roma durante
los siglos VIII-VII. Tampoco habían desarrollado en época arcaica un régimen de vida
urbano. Los hérnicos, vecinos de Praeneste, se apoyaron en la Liga Latina para defenderse
del expansionismo volsco. Sus centros protourbanos eran Anagnia y Aletrium, a la vez
enclaves de grandes santuarios confederales hasta fines de la República. Los ecuos tenían una
estrecha relación con los volscos. Sus centros confederales eran Cliternia y Aequicolanum;
los de los volscos Aquinum, Casinum y otros. Volscos y ecuos comienzan a tener
protagonismo militar en el s. V cuando controlan importantes comarcas del Lacio.

Roma y las comunidades del Lacio. La arqueología y la lingüística permiten conocer la


existencia de una unidad cultural en el Lacio, basada en su lengua (el latín), sus dioses, su
onomástica personal y su grado de desarrollo económico y social. Los prehistoriadores
(Müller-Karpe, Peroni) distinguen cuatro fases en la protohistoria del Lacio:

Fase I (s. X). Incineración. Fase II (900-830). Inhumación desde mediados de la fase por
influencia de la "cultura de fosas" de Campania Fase III (830-720). Testimonios de los
préstamos culturales de los enclaves coloniales griegos y de las ciudades etruscas: torno de
alfarero, técnicas del trabajo del metal, desarrollo urbano, estratificación social como se
muestra en las "tumbas principescas". Fase IV (720-580). Centros urbanos, creación de los
primeros ejércitos hoplíticos de ciudadanos, mayor simplicidad de los ajuares funerarios.

Aunque en Etruria hay ciudades desde fiones del s. IX o principios del VIII, hasta bien
entrado el s. VIII no encontramos las primeras ciudades del Lacio: Praeneste (Palestrina) y
Tibur (Tívoli). El proceso de formación de Roma fue más lento; fue creciendo a costa del
sacrificio de otras comunidades como Ficana o Alba Longa. El caso de esta última es
significativo. Según la leyenda fue fundada por Acanio, hijo de Eneas, cuyos descendientes
formaron una dinastía de hasta doce monarcas. La hija de uno de estos reyes, Numitor,
llamada Rhea Sylvia, fue obligada por su tío Amulio, un usurpador, a hacerse vestal, para
evitar su descendencia. Pero ella, amada por el dios Marte, tuvo dos hijos gemelos, Rómulo y
Remo, que fundaron Roma. Durante mucho tiempo se ha buscado el emplazamiento de Alba
Longa en los montes Albanos, sin encontrar restos significativos. Recientemente Grandazzi
ha propuesto que Alba Longa no puede ser localizada como un gran núcleo urbano ya que no
fue realmente una ciudad sino un conjunto de aldeas con centro común en el santuario
confederal de Júpiter. Su destrucción en el s. VIII fue seguida del trasvase de su población a
Roma, que pasó a convertirse en el centro religioso de los latinos.
En el siglo VII Roma superó a Praeneste y Tibur como la ciudad más potente del Lacio, a
pesar de que éstas se negaron inicialmente a entrar en la Liga Latina bajo la hegemonía de
Roma. Los esfuerzos por conocer mejor las condiciones socioecómicas del Lacio en los
siglos VIII-VI a.C. han producido resultados más concretos que la habitual referencia a que el
sector prioritario era el agropecuario. Hay datos que permiten pensar en un gran peso
económico de la producción ganadera: el emblema de Alba Longa era una cerda; en
Lavinium se conservaba la escultura de una cerda amamantando a varios cerditos, hay dioses
impoertantes protectores del ganado (Pales) y leyendas y rituales relacionados con los
animales (la loba que amamanta a Rómulo y Remo, la cofradía religiosa de los Lupercos,
etc.) Como se ve, la ciudad de Roma no aparecía "predestinada" a desempeñar una función
distinta a la de las otras del Lacio al iniciarse el siglo VIII. Sólo en dos aspectos ofrecía
ventajas sobre otras comunidades: por su posición geográfica en el cruce de las vías terrestres
con la fluvial del Tíber, y por ser el punto final de la vía de la sal que venía de Campania.

--(*) «Indoeuropeo: Tronco lingüístico formado por una lengua común, de la que nace un
grupo de lenguas integrado por las siguientes: hitita, tocario, indo-iranio, armenio, báltico,
eslavo, albanés, griego, germánico, itálico (latín y osco-umbro) y céltico. La vigencia de este
término se debe a Bopp, que lo prefirió al de indogermánico, hoy usado todavía por lingüistas
alemanes. El tronco indoeuropeo (como es designado casi unánimemente por los lingüistas
españoles) recibe también los nombres de ario y arioeuropeo.» [Lázaro Carreter, F.: Dicc. de
térm. filológ., p. 236]
(**) Mensaje nº. 368 [Respuesta de: nº. 367] Autor: EQUIPO DOCENTE Fecha: Martes,
Febrero 21, 2006 19:56 No veo contradicción. Corresponden héroes fundacionales de origen
arcadio a las auténticas colonias griegas (las de Sicilia y la Magna Grecia), mientras los del
ciclo épico troyano (como Eneas) se adscriben a ciudades que (aunque tengan muchos
testimonios de cultura griega y una leyenda fundacional griega) no son sentidas como griegas
(las colonias sí lo son, por la tradición ininterrumpida de lengua y cultura griega que todavía
conservan en parte cuando ya pertenecen al estado romano) o que tienen escasos testimonios
de cultura griega (a las demás ciudades itálicas no se atribuyen fundadores griegos). Se trata,
en definitiva, de falsas fundaciones coloniales griegas. El trabajo de G. Musti se refiere al
conjunto de leyendas con las que algunos autores griegos (Dionisio de Halicarnaso sobre
todo) de época romana atribuyeron un origen griego a los pueblos (grupos de población) del
Lacio, y una fundación griega a las ciudades de esa región, incluida Roma. Desde finales de
la época republicana, esa Roma que, tras conquistar militarmente Grecia se deja conquistar
culturalmente por Grecia (Graecia capta, Roma capta) acepta de buen grado una etnografía
que no puede considerarse como histórica y un aparato mitográfico que no puede
considerarse como genuino (así por ej., el héroe Evandro, de un linaje griego, que habría
introducido el alfabeto y otros elementos de civilización en Roma, es una evidente creación
tardía , con un nombre que significa literalmente en griego "hombre bueno, hombre
benefactor"). Así el caso de Lavinium, supuestamente fundada por Eneas, tras su boda con
Lavinia, hija del rey Latino (otra vez dos nombres míticos creados ex post, a partir del
nombre de la ciudad y del nombre de la región, para establecer la conexión griega). Los
testimonios arqueológicos de la influencia griega sobre Lavinium que han exhumado las
excavaciones realizadas en Pratica di Mare corresponden a la época de los orígenes de Roma;
una época en la que las colonias de Sicilia y la Magna Grecia eran ciudades autónomas y
soberanas integradas en la gran red comercial griega del Mediterráneo, que habían
establecido pequeños enclaves comerciales a lo largo de las costas, en connivencia con
poblaciones indígenas, para facilitar la circulación comercial hacia el interior. M. Torelli
supone que el Lavinium urbano de esa época era uno de tales emporios, con una pequeña
población griega de comerciantes, que explicaría la evidencia arqueológica encontrada. En
los ss. VI y V a.C. Lavinium era aún una ciudad autónoma, aunque formaba parte de la Liga
Latina. Pero el desarrollo político de Roma cambia las cosas. Al disolverse la Liga Latina
Lavinium queda subordinada a Roma en calidad de ciudad federada. Luego, la incorporación
por parte de Roma de las colonias griegas, con su consiguiente pérdida de iniciativa
comercial, debe de haber hecho desaparecer el emporio y la población griega de allí.
Lavinium ya es solo el centro administrativo de una ciudad plenamente integrada en el
dominio romano después de la guerra social. El nombre oficial romano de esa comunidad
territorial (el que figuraría en los documentos de la administración) era el de Laurentes
Lavinates, porque eran los Laurentes el grupo de población itálica que la constituía, aunque,
siguiendo la costumbre romana, se conocía normalmente por el nombre del núcleo urbano,
Lavinium .
TEMA 35: LA ROMA DE LOS REYES I. Introducción. La investigación de las últimas
décadas y las aportaciones de prehistoriadores, arqueólogos clásicos, juristas, lingüistas o
epigrafistas han contribuido a modificar profundamente nuestros conocimientos sobre la
Roma primitiva. 1. El origen de Roma. El 11 de diciembre se celebraba en Roma la fiesta del
Septimontium, nombre que alude a las "siete colinas" (Capitolino, Palatino, Quirinal,
Viminal, Esquilino, Celio y Aventino) que según la tradición se unieron para formar la
ciudad. Para muchos autores, la fiesta es un testimonio de la existencia de una Roma
primitiva que englobaba el espacio de estas siete colinas, pero De Sanctis advirtió que el
Septimontium se celebraba por separado en diversos lugares y equivaldría por tanto a una
fiesta de la confederación de aldeas de las siete colinas, sin indicar el comienzo de la
existencia de Roma como ciudad. Varrón propuso como fecha de la fundación de Roma el
año 754 a.C. y fue seguido por Dionisio de Halicarnaso o Tito Livio. Otros autores antiguos
sugerían otras fechas, más antiguas o recientes. La idea que subyace es la de que hubo un
acto de fundación análogo al que se dio en las colonias griegas. Esta tradición conecta con la
leyenda de Eneas, el héroe troyano que tras la destrucción de Troya arribó con sus hombres al
Lacio, se casó con la hija del rey Latino, fundó Lavinium y se convirtió en el rey de cuya
estirpe nacieron más tarde los fundadores de Roma, Rómulo y Remo. Hoy sabemos que esta
leyenda tomó forma definitiva en el s. VI y que fue asumida por los romanos para justificar
su herencia religiosa y cultural de Lavinium y de Alba Longa, así como el sometimiento de
éstas al poder de Roma. No es posible aceptar la leyenda, si bien refleja un fondo real de
presencia de grupos humanos del Egeo desde el II Milenio, bien documentada
arqueológicamente. Por otra parte la fecha de mediados del s. VII a.C. no está muy alejada
del comienzo de la organización urbana del Palatino. El planteamiento actual prefiere hablar
de proceso de fundación más que de acto fundacional. Se sostiene que el núcleo originario de
Roma estuvo en el Palatino, y su base económica en el Foro Boario (de los bueyes, mercado
de ganado). Las demás colinas con sus pequeñas aldeas se fueron añadiendo a la ciudad en
épocas posteriores. Según Coarelli, hay varios argumentos que confirman la existencia de una
primitiva ciudad en el Palatino en la segunda mitad del s. VIII. La antigua cofradía de los
Lupercales bordeaba el Palatino en su procesión ritual; los cuatro puntos que Tácito da para
delimitar el Palatino formarían un cuadrado (la "Roma Quadrata" fundada por Rómulo).
Giovannini ha resaltado la importancia del comercio de la sal, cuyo control fue una de las
mayores fortunas de la Roma primitiva. En las sociedades antiguas se consumían 30 kg de sal
por persona y año (curtido de pieles, cura de carne, usos veterinarios, etc.). En el Foro Boario
se revendía la sal obtenida por la Via Salaria desde Campania o de las salinas de la
desembocadura del Tíber. Tito Livio puso en boca de Camilo las razones del éxito de Roma:
colinas saludables, río vía de abastecimiento, situación en el centro de Italia, cercanía al mar
sin estar expuesta a los peligros de las flotas extranjeras.
2. La lista canónica de los reyes. No hay duda de que la forma política originaria de Roma fue
la realeza. En el texto del Lapis Niger (cipo, es decir, bloque de piedras con inscripciones, del
Foro, del s. VI) se halla el término regeis. Y en un bucchero del s. VII se encuentra también
la palabra rex. Más aún, el antiguo sacerdote de Diana de Nemi se denominaba rex
nemorensis, y el encargado del culto de Vesta, rex sacrorum. Esto concuerda con el
comportamiento habitual romano de no suprimir ninguna institución, sino darle otro
contenido cuando ya no era válida. La lista tradicional de reyes romanos es la siguiente:
Rómulo, Numa Pompilio, Tulio Hostilio, Anco Marcio, Tarquinio Prisco, Servio Tulio y
Tarquinio el Soberbio. A estos siete se podría añadir un octavo, Tito Tacio, corregente con
Rómulo durante unos años. Hay rasgos que la hacen sospechosa de artificialidad: los 245
años de monarquía dan gobiernos medios de exactamente 35 años; los nombres de Rómulo y
Remo se parecen demasiado a Roma o Rumon (antiguo nombre del Tíber); la intromisión de
reyes sabinos tiene pocos visos de fiabilidad histórica. En cambio, las noticias referidas a los
tres últimos reyes presentan mayores rasgos de historicidad. II. Los primeros reyes de Roma.
El periodo que ocuparían los cuatro primeros reyes iría de 754/753 a 614/613 a.C., unos 140
años. Los autores antiguos presentan el proceso de formación de Roma como el resultado de
un conjunto de medidas distribuidas entre cada uno de los reyes. Así, a Rómulo se le atribuye
haber incrementado la población de Roma por dos procedimientos: asilando a emigrantes de
otras comunidades y mediante el rapto de las mujeres sabinas, episodio que terminó con la
incorporación de gran parte de la población sabina a Roma, incluido su jefe Tito Tacio, que
acabaría siendo corregente de Rómulo. A Numa Pompilio se le atribuye la organización
religiosa de la ciudad. Tulio Hostilio es presentado como un continuador de la obra de
Rómulo. Su deseo expansionista se concretó en la toma de Alba Longa y la incorporación de
su población a Roma. A Anco Marcio se le atribuye la toma de una parte de Veyes
apropiándose de unas importantes salinas, donde creó el poblado de Ostia para su control, y
la construcción del primer puente de Roma, aún de madera, el pons Sublicius junto al Foro
Boario, que facilitaba los intercambios con las comunidades del interior. Hay acuerdo en que
estas atribuciones tienen un fondo histórico real. La dualidad de romanos y sabinos se
corresponde con los colegios sacerdotales dobles. El sometimiento de Alba Longa fue un
hecho real: la arqueología confirma el abandono de las aldeas albanas en fechas próximas a
las que dan las fuentes literarias, lo que es coherente con el programa de hacer una gran
ciudad haciendo desaparecer aldeas y trasladando la población a Roma. Y está claro que a
fines del s. VII había una organización sacerdotal definida, con flamines (sacerdotes de un
solo dios), Vestales (responsables del culto de Vesta), cofradías (Salii, Luperci) y pontífices
encargados de la supervisión general. La existencia del flamen portualis (sacerdote de
Portunus, protector del puerto fluvial del Tíber) antes del s. VI a.C. es según Coarelli una
prueba de la intensa actividad de este puerto y de la necesidad de construir el pons Sublicius.
A fines del s. VII Roma era una auténtica ciudad equiparable a las etruscas o a las griegas por
su organización y demografía.
1. La organización social. La creación de un Estado o de una ciudad-estado conlleva la
diferenciación social, aunque ya no resulta convincente hablar de una sociedad gentilicia
preurbana igualitaria y basada en el parentesco, como hacía De Martino siguiendo a Engels.
La primera diferencia social que surge con la ciudad es entre ciudadanos y no ciudadanos. La
Roma primitiva, en comparación con otras ciudades contemporáneas o con épocas posteriores
de su historia, mostró una tendencia generalizada a integrar en la ciudadanía a las nuevas
poblaciones: Alba Longa, Politoro, Ficana... Además, en las necrópolis del Foro, del Quirinal
y del Esquilino se comprueba durante los siglos VIII-VII la existencia de tumbas más ricas,
indicador de la existencia de un sector social con mayores recursos económicos. Podrían
corresponder a lo que los textos latinos llaman patres o jefes de grandes clanes familiares.
Cada clan o gens incluía a varias familias nucleares, sometidas a la autoridad del jefe del
grupo. Las posibilidades de enriquecimento eran varias: venta de sal, operaciones
comerciales o artesanales, explotación de nuevas tierras, etc. Un amplio sector de la
población libre tenía la categoría de clientes, es decir, mantenían vínculos de dependencia
con los grandes grupos familiares, no con el Estado. Los clientes (emigrantes, artesanos,
comerciantes o simplemente los más débiles económicamente) encontraban protección
política y económica amparándose en los grupos gentilicios, a los que cambio ofrecían apoyo
incluso como soldados. En cambio la esclavitud, si es que existió en esta época, debió
constituir sólo un hecho episódico. La división del cuerpo cívico en tres tribus -Ramnes,
Tities y Luceresha sido objeto de muchas interpretaciones: para unos tendrían un origen
étnico; para otros, territorial. Sin embargo no hay dudas ni sobre su existencia ni sobre su
valor para formar los órganos políticos y los cuerpos militares. 2. Instituciones políticas. El
cuerpo cívico se subdividía en 30 curias, 10 por tribu, con fines de organización militar. Cada
curia aportaba 100 soldados de infantería (centuria) y 10 soldados de caballería (decuria). El
ejército estuvo compuesto, pues, de 3000 infantes (pedites) y 300 jinetes (equites). Por cada
1000 infantes se elegía un tribunus militum y por cada 1000 jinetes un tribunus celerum. Este
fue el ejército de Roma hasta las reformas de Servio Tulio. Palmer ha hecho notar que las
curias eran más que un simple agregado de gentes; sus epítetos eran tanto toponímicos como
gentilicios. El mismo cuerpo cívico militar constituía la representación popular en la
Asamblea llamada Comicios Curiados. Entendía de asuntos concernientes a la ciudadanía:
adopción, testamentos, penas capitales... También concedía el imperium a un nuevo rex a
través de la lex curiata de imperio. La elección previa del rey la había realizado el Senado
presidido por el interrex (senador que cumplía interinamentelas funciones del rey). Cada unas
de las curias era un colectivo con personalidad propia: banquetes comunes, dioses de su
particular devoción (además de venerar todas ellas a Juno Curitis), fiestas de las Fornacalia,
que cada una celebraba por separado, aunque el mismo día. El peso político recaía sobre la
agrupación de patres que constituían el Senado. El rey era uno más de los patres, elegido por
ellos, de los que se distinguía por la dignidad que le confería el imperium. El rey representaba
a la comunidad ante los dioses y podía convocar al Senado o a los Comicios Curiados. Había
100 patres en el Senado primitivo, suficientes para que se diera un cierto juego de alianzas
entre los representantes de las distintas gentes. III. Roma y los reyes de origen etrusco. El
periodo que media entre fines del s. VII y 509/508, en que el régimen pasa a ser republicano,
corresponde a los tres últimos reyes mencionados por los autores antiguos: Lucio Tarquinio
Prisco, Servio Tulio y Tarquinio el Soberbio. En esta época Roma mantiene un esplendor
económico ininterrumpido, manifestado en grandes obras públicas y en los ricos depósitos
votivos de los templos. Además, según Coarelli, las tres primeras pavimentaciones del Foro
corresponden a la época monárquica: el Pavimento I (de finales del s. VIII a principios del s.
VI) se correspondería con la primera ocupación estable del Comicio; el Pavimento II sería de
mediados del s. VI y sobre él se apoya el Lapis Niger y el pavimento III sería de finales del s.
VI y principios del s. V. El nombre de los reyes, junto con la coincidencia de que los etruscos
eran grandes expertos en cuestiones hidráulicas y la aparición de abundantes restos
arqueológicos etruscos se han interpretado como pruebas de que Roma fue una ciudad
sometida a los etruscos . Sin embargo en los últimos años se han aportado pruebas en contra.
Los objetos pueden proceder de intercambios comerciales, la implantación de dioses o
rituales no exige un dominio político -como ha demostrado el estudio de los emporia- y se
aceptaban exiliados de otras comunidades: había un vicus Tuscus (barrio etrusco) igual que
barrios de otras procedencias. Hoy se acepta que Roma en la fase final de la monarquía
estaba profundamente etrusquizada pero no que dependiera políticamente de ninguna ciudad
etrusca. Además, todos los documentos públicos que tenemos de esta época están en latín: la
inscripción sagrada del Lapis Niger, la ley del templo de Diana en el Aventino y el tratado
entre Roma y Gabii. 1. Tarquinio Prisco (616-578 a.C.). Parece que se vió obligado a emigrar
desde Tarquinia a Roma, donde, reconocido como uno de los patres, terminó siendo elegido
rey, gracias sin duda a su gran fortuna. Los historiadores antiguos atribuyen a Tarquinio
intervenciones que tuvieron lugar realmente en estos años, de fines del s. VII a principios del
s. VI:

Sus intervenciones militares se orientaron en dos frentes: el propio Lacio, donde se


sometieron varias aldeas, y el enfrentamiento con los sabinos de Colacia, relacionado sin
duda con el incremento de sabinos en Roma en el s. VI. Se hicieron las primeras grandes
obras que dotaron a Roma de monumentalidad: la Cloaca Máxima, que permitía el drenaje de
todas las zonas bajas de la ciudad, el Circo Máximo (reformado sin duda en época posterior),
reservado a juegos públicos, y el templo de Júpiter en la colina del Capitolio, lugar de asilo,
cuyos restos se constatan bajo el posterior templo de la Tríada Capitolina. El incremento del
Senado para incluir a los conscripti respondía al incremento del cuerpo cívico, que había
dejado al Senado tradicional como poco representativo. Los patres siguen siendo quienes
realmente mandan en el Senado, pues son los únicos que eligen el interrex, que confieren
auctoritas a las deliberaciones de los Comicios y que acceden a los cargos sacerdotales. En
cambio los conscripti eran senadores elegidos individualmente y, en expresión de
Momigliano, constituían un grupo "que seguía las directrices de los patricios y eran elegidos
por éstos ad hominem". En ningún caso se puede identificar a los conscripti con los plebeyos
durante el periodo monárquico y de inicios de la república. Su procedencia social era muy
variada, incluidos los procedentes de las gentes minores (otra institución aparecida en esta
época), de nueva creación, por oposición a las gentes maiores, preexistentes a la llegada de
Tarquinio. Las gentes minores integraban en la ciudadanía a los nuevos sectores sociales
consecuencia de las anexiones territoriales. 2. Servio Tulio (578-534). Debido a su nombre y
a su política más favorable a las bajas capas sociales, la tradición le atribuye un origen servil
(hijo de una esclava), cosa difícil de aceptar ya que llegó a ser rey por elección de los patres y
aceptación de los Comicios Curiados. La Historia Etrusca del emperador Claudio identifica a
Servio Tulio con Mastarna, nombre etrusco que se aplica a personajes con usos de
condottiero. Sería pues una figura "tiránica", que se apoya en las clases populares para
enfrentarse a la aristocracia tradicional. Esta hipótesis, atractiva pero no confirmada, parece
respaldada por una pintura de una tumba etrusca de Vulci, que representa a Mastarna
luchando contra un grupo de hombres. La obra atribuida a Servio Tulio puede ordenarse en:

Reformas políticas y administrativas. Forman un complejo coherente en el que una se


constituye como base de la siguiente y así sucesivamente. Siguiendo este proceso
concatenado, la primera de estas reformas sería la nueva organización del territorio. Todos
los ciudadanos romanos fueron inscritos en una de las dieciséis tribus rústicas en que se
dividió el ager romanus, si eran propietarios de tierras (adsidui) o en una de las cuatro tribus o
circunscripciones urbanas si no eran propietarios de tierras. Tenían, ante todo, un carácter
administrativo y fiscal. Las cuatro tribus urbanas eran: la Palatina, la Collina, la Esquilina y la
Suburana. Sus integrantes serían principalmente artesanos, comerciantes y proletarios. Esta
división fue la base de la elaboración del censo, ya que permitía una valoración de los
ciudadanos en función de sus rentas. Según Livio, se habrían incluido en él 80.000
ciudadanos. Esto tiene sentido si, como dice Momigliano, en los censos primitivos se incluía,
además de los cabezas de familia, a las mujeres y a los niños. Para lograr esta valoración fue
preciso también crear una monetación rudimentaria. Según Plinio, Servius rex primus
signavit aes, pero no hay monedas acuñadas en Roma en esta época. Breglia propone estas
fases premonetarias: el ganado (pecus) como medio de cambio (pecunia); el bronce sin
marcar (aes rude); panes de bronce con marcas indicativas de la legalidad de su valor (aes
signatum) y finalmente el aes grave, posterior y predecesor de los ases. Basándose en el
censo, Servio Tulio introdujo un nuevo ordenamiento a la vez político y militar: los Comicios
Centuriados. La descripción que de este proceso nos dan Tito Livio y Dionisio de
Halicarnaso es la siguiente: Servio Tulio repartió a la población romana en cinco clases,
según el censo, valorado en ases (esto es una adaptación posterior para hacer comprensibles
los niveles de riqueza). Cada clase disponía de un grupo de centurias. La primera clase (los
que disponían de una fortuna superior a 100.000 ases) se organizaba en 80 centurias y se
costeaba el equipo militar. La segunda, tercera y cuarta clases (formadas respectivamente por
los que poseían más de 75.000, 50.000 y 25.000 ases) constaban de 20 centurias cada una y
se costeaban un equipo militar más ligero. La quinta clase (más de 11.000 ases) tenía 30
centurias. A todas ellas se añadían 18 centurias de caballeros y 5 centurias de proletarios. En
total 193 centurias. En los Comicios centuriados, cada centuria equivalía a un voto. Como se
ve, los más ricos, que sin duda eran menos, tenían más centurias y por tanto más votos, pero a
su vez estaban obligados con mayores compromisos militares. Las clases primera a cuarta,
además, se dividían por mitad en centurias de iuniores (jóvenes) y centurias de seniores
(viejos), ya que las obligaciones militares se referían sobre todo a los más jóvenes. La
opinión mayoritaria es que sólo formaban parte del ejército los propietarios de tierras: 6.000
hombres procedentes de 40 centurias de la primera clase, 10 de la segunda y 10 de la tercera.
Era pues un ejército hoplítico (al igual que que en casi todas las ciudades antiguas). Respecto
a la caballería, y dado el elevado coste del mantenimiento de un caballo, hay dos
posibilidades: Momigliano cree que era un cuerpo especial financiado por Servio Tulio en
calidad de guardia personal; Ampolo cree que estaba formado por personas acomodadas.
Puede que se tratara de un sistema mixto.

La religión romana de esta época ayuda a comprender la complejidad social del momento. Ya
Tarquinio Prisco había establecido en el monte Capitolino una nueva sede para Júpiter, el
dios de los latinos que antes se veneraba en los montes Albanos. Servio Tulio le dio una
réplica urbana al templo de Diana de Nemi (otro importante santuario del área albana que se
mantuvo como centro de peregrinación durante toda la historia de Roma) al crear un templo
de Diana en la colina del Aventino. Sabemos que su imagen era análoga a la de la Artemis de
Marsella, y ésta era una réplica de la Artemis de Éfeso. La Diana del Aventino pasó a ser un
centro de culto confederal de los latinos, de forma que Roma se convirtió también en centro
religioso de éstos. En el Foro Boario, junto al puerto fluvial del Tíber, se encuentran los
rasgos religiosos característicos de los emporia: Portunus, Mercurio (dios romano vinculado a
los comerciantes) y, sobre todo, Hércules, Fortuna y Mater Matuta. El lugar de culto a
Hércules (más tarde conocido como Hercules Invictus) era el Ara Máxima. Era ante todo un
dios protector de los comerciantes y parece que su culto fue traído por comerciantes griegos.
Bajo Servio Tulio se organizó un culto a Fortuna en el Foro Boario (la tradición romana
atribuía aFortuna la llegada la poder de Servio Tulio, a veces personificada en su mujer
Tanaquil).
Fortuna, según los autores antiguos, era venerada junto a Mater Matuta en un doble edificio
de culto. Mater Matuta o Matutina era la diosa de la luz, la aurora, diosa astral relacionada
con los marineros y con el dios de la entrada (Ianus) y se complementaba bien con las dotes
de Fortuna. En dos templos paralelos de Pyrgi se veraban Thesan, la Aurora, y Uni,
equivalente a la Astarté fenicia.

La muralla servia. Se conservan restos de una muralla del s. VI pero, como Roma en época de
Servio Tulio medía cerca de 285 Ha. y tales dimensiones exigirían una ingente mano de obra
para construir una muralla completa, y además cuando los galos la invadieron en el s. IV
penetraron con relativa facilidad, algunos autores como Alfoldi o De Martino han sostenido
que la llamada muralla servia era un conjunto de fortificaciones que ofrecía defensa sólo a
unas pocas colinas. Últimamente en cambio se tiende a entender que la muralla servia
englobaría el conjunto o la mayor parte de las colinas. En cualquier caso no hay duda de la
construcciópn de una muralla por Servio Tulio, muestra de la amplitud de los proyectos
políticos del rey, dispuesto a dotar a Roma de todos los rasgos urbanísticos de las grandes
ciudades de la época.

3. Tarquinio el Soberbio. La leyenda, con el fin de justificar la necesidad de su derrocación


violenta y el establecimiento del régimen republicano, atribuye a Tarquinio el Soberbio todo
tipo de vicios personales. La historiografía moderna, tratando de deslindar lo histórico de lo
fantástico, ha acudido a los paralelos sobre la imagen del tirano en las ciudades griegas y
etruscas. En las últimas décadas del s. VI a.C., Roma era la ciudad más importante del Lacio,
pero la obra de sometimiento de todas las comunidades laciales no se había terminado. En
esta fase final se amplió la hegemonía de Roma sobre el Lacio, mediante pactos o métodos
militares. Esta hegemonía está confirmada por el número de 47 comunidades de la Liga
Latina que se reunían en el culto confederal del Capitolio, y por el tratado entre Roma y
Cartago de 508 a.C., admitido como auténtico por la crítica moderna, que prohíbe a Cartago
atacar a comunidades que como Anzio, Terracina, Ardea o Laurento, estaban bajo el dominio
de Roma. Sin embargo, sigue habiendo autores modernos que niegan esa hegemonía,
señalando el dominio de la llanura Pontina por parte de los volscos durante el siglo V. La
obra urbanística más significativa de Tarquinio el Soberbio fue la construcción del Capitolio,
templo dedicado a la tríada de Júpiter, Juno y Minerva, sobre parte del antiguo templo a
Júpiter. En ella participaron artesanos etruscos. La fecha de la inauguración del templo, 509-
508 a.C., coincide con la tradicional de la caída de la monarquía. 4. La caída de la monarquía.
Según la leyenda, el hijo de Tarquinio el Soberbio violó a Lucrecia, una casta mujer casada, y
la venganza del marido y sus amigos obligó al rey a abandonar el gobierno de Roma. Es un
relato tópico que resalta la maldad de un régimen condenado a desaparecer. Por eso se han
buscado otras explicaciones. Las ciudades de Etruria y del Lacio estaban sufriendo
fenómenos análogos, abandonando el régimen monárquico. Las griegas creaban órganos
democráticos.
Según Tito Livio, el rey de la ciudad etrusca de Clusium (Chiusi), Porsenna, acudió en ayuda
de Tarquinio y fue resistido heroicamente por Horacio Cocles y Mucio Scévola. La realidad
histórica parece ser que, ante la presión tributaria impuesta por Porsenna, las ciudades de la
Liga Latina se sublevaron y lo expulsaron. Pocos años más tarde desapareció también la
monarquía en Chiusi. Sólo la ciudad de Veyes mantuvo reyes por un periodo más largo. En
Roma, la caída de la monarquía dio paso inmediato a las primeras magistraturas elegidas
anualmente.
TEMA 36: TRAYECTORIA POLÍTICA DE LA REPÚBLICA PRIMITIVA 1. Problemas
historiográficos. La documentación literaria que nos ha llegado para conocer la historia de los
dos primeros siglos de la República es fragmentaria y fue sometida a manipulaciones en la
antigüedad (por el deseo de las grandes familias de engrandecer las gestas de sus
antepasados, por el horror al vacío de noticias concretas de los acontecimientos importantes o
por el anhelo de proyectar en el pasado el poder de Roma). Muchos historiadores modernos
se limitaron a aceptar los mínimos relatos seguros. Los hipercríticos con la tradición, como E.
Pais, señalaban que con la invasión de los galos en los años 390-387 a.C. la escasa
documentación escrita debió de perderse. Sin embargo, la destrucción gala no fue tan
profunda y muchos documentos antiguos se conservaron hasta épocas muy posteriores. En las
últimas décadas, la crítica está comprendiendo que los relatos de los historiadores antiguos
reflejan mayoritariamente un fondo histórico real. Esta nueva posición está respaldada por la
arqueología y alguna breve inscripción. Un ejemplo del cambio de actitud es la valoración de
los Fastos Consulares (listas donde figuran los nombres de los cónsules, que servían como
referencia para la datación de acontecimientos importantes). En 1963, autores como Werner
seguían manteniendo la posición de Pais, dudando de su valor para el siglo V a.C. y
encontrando argumentos para su artificialidad en la coincidencia onomástica de magistrados
patricios o plebeyos con los de las épocas posteriores a 300 a.C. Ahora bien, la coincidencia
onomástica no es un signo de falseamiento dado el pequeño número de familias de la
nobilitas. Y la nueva inscripción de Satricum, fechada con certeza en torno a 500 a.C.,
confirma epigráficamente la existencia de un personaje, Publio Valerio, de comienzos de la
República y mencionado en la documentación literaria. El origen de los Fastos, coincidente
con la inauguración del Capitolio, se testimonia por la práctica de clavar anualmente un clavo
en la celda de Minerva. Por eso los historiadores modernos conceden un valor mayor a los
datos de la tradición aun aceptando que contiene interpolaciones y algunos relatos poco
fiables. 2. El origen de la República. La mayor parte de los historiadores modernos aceptan el
valor fundamental de la tradición literaria, que sitúa el origen de la República en los últimos
años del s. VI a.C. (concretamente en 509-508). Los poderes religiosos del rey pasaron a un
sacerdote llamado rex sacrorum; el resto pasó a los altos magistrados civiles anuales y
epónimos. Según la tradición estos magistrados eran los dos cónsules. La realidad debió ser
más compleja. Efectivamente, sólo hay consenso respecto al consulado como magistratura
suprema a partir de la toma de Veyes a principios del s. IV a.C. En cuanto al s. V, unos
autores ven el consulado como una magistratura excepcional, mientras que los más pegados a
la tradición -Mommsen o más recientemente Momigliano- creen que fue la magistratura
suprema también durante el s. V, salvo breves excepciones (los pretores a comienzos de
siglo, los decenviros a mediados y ocasionalmente los tribunos militares con poder consular o
los dictadores). El texto de las láminas de Pyrgi -el puerto de la ciudad etrusca de Caere-
muestra que en esta ciudad la jefatura máxima era ocupada por un único personaje, y quizá
este modelo era análogo al de Roma. Los defensores de la estrecha vinculación de Roma con
el mundo etrusco, como Heurgon, creen que el poder civil y militar del rey pasó a los pretores
y que uno de ellos, el praetor maximus, ejercía una autoridad superior a la de los otros. En
cualquier caso nadie duda de que debió haber una fase de transición hasta la creación de las
magistraturas supremas colegiadas; la diferencia está en que los defensores de la tradición
creen que fue breve (sólo hasta 490). No faltan razones objetivas para esta postura. 3. Roma y
los pueblos vecinos. Tras la expulsión de los Tarquinos, Roma habría sufrido el dominio del
etrusco Porsenna de Clusium, hasta el 480/470 a.C., en que se verifican las derrotas etruscas
en Campania. Latinos y griegos serían hostiles a la Roma de Porsenna y apoyarían los
intentos de restaurar a los Tarquino. Gracias a la milagrosa intervención de los Dióscuros,
Cástor y Polux, la caballería romana venció a la Liga Latina en la batalla del Lago Regilo
(499/496?), imponiendo a la Liga el "tratado de Casio" (foedus Cassianum) en 493, que hacía
de Roma miembro de la Liga Latina, seguramente con un estatuto especial y privilegiado. La
Liga Latina fue un instrumento básico para las relaciones con los pueblos vecinos hasta su
disolución por Roma en 338. La prueba más sólida que justifica hablar de colaboración de
Roma con la Liga Latina y no de simple sometimiento de ésta a Roma está en las fundaciones
coloniales sobre nuevos territorios conquistados: tenían el carácter de latinas y se asentaban
en los bordes del territorio latino para la protección de éste. Así, Norba y Veletri se fundaron
(primer tercio del s. V) para protegerse de los volscos, y Cora y Segni para defenderse de
volscos y ecuos. A comienzos del s. V estaba muy lejos la sedentarización de los pueblos
itálicos. El modelo urbano no estaba desarrollado entre ellos, siendo predominante el
poblamiento en aldeas. Sin embargo estaban en expansión los pueblos célticos, los samnitas,
los volscos y los ecuos. Los hérnicos, cuyo territorio era contiguo a Praeneste, se sumaron a
la Liga Latina para defenderse de volscos y ecuos. Las dimensiones del peligro de estos
pueblos se manifiestan en la destrucción por los volscos de la ciudad de Pometia, y en la
dificultad de las relaciones comerciales del Lacio con Campania. Roma se convirtió en centro
de acogida de muchos refugiados, lo que llevó al hacinamiento y a las epidemias (la
incorporación del culto del Apolo "curador" griego se produjo durante una de ellas en 430
a.C., cuando la diosa romana Fiebre se mostró impotente). Además desde los orígenes de
Roma se producían incursiones de sabinos. La presión se resolvió en este caso mediante un
pacto: Roma pasó a controlar parte del territorio sabino con el que creó la tribu Clustumina.
El tercer frente de peligro era la ciudad etrusca de Veyes. Aunque la guerra larga no tuvo
lugar sino a finales del s. V, a principios se produjeron numerosas escaramuzas por el control
del enclave de Fidenas. Son interesantes por lo que nos revelan: la autonomía de las ciudades
de la Liga Latina (que no participaron en estos enfrentamientos) y el poder de los grupos
gentilicios en Roma (la gens Fabia, con sus clientes, quiso adueñarse ella sola de Fidena; su
fracaso mantuvo el enclave en la órbita de Veyes hasta finales de siglo).
Los condicionantes de los pueblos vecinos ayudan a comprender el éxito del movimiento
plebeyo a mediados del s. V (v. Tema 37). Los patricios necesitaban el apoyo militar de los
plebeyos y no se podían permitir el lujo de una secesión. 4. La conquista de Veyes. La ciudad
etrusca de Veyes tenía un territorio de 1500 km² y una situación geográfica equiparable a la
de Roma, con la que rivalizaba por el control del comercio con los pueblos de la margen
derecha del Tíber. Tras una larga tregua de 40 años, Roma se apoderó de Fidenas en 426 a.C.
y en el combate cayó muerto Tolumnio, el rey de Veyes. En 406 Roma puso sitio a la ciudad,
que cayó en 396 y fue totalmente destruida. Juno, la diosa de Veyes, a quien el general
romano Camilo había invocado para que no protegiera a los veyenses, fue llevada en
procesión a Roma. El inmenso territorio de Veyes pasó a ser propiedad estatal (ager publicus)
de Roma, que dispueso así de tierra suficiente para calmar algunas de las reivindicaciones
plebeyas. Con los ciudadanos romanos allí asentados se crearon cuatro nuevas tribus:
Stellatina, Tromentina, Arnensis y Sabatina. Roma quedaba como primera ciudad de Italia y
la debilidad de los etruscos había quedado de manifiesto (la Liga Etrusca no había acudido en
socorro de Veyes). 5. El peligro de los galos. Cuando aún estaba reciente la euforia por el
éxito ante Veyes, los galos senones, dirigidos por Breno, penetraron en el Lacio en 390 a.C.
y, tras derrotar a los romanos junto al río Allia, asaltaron Roma, aunque no pudieron tomar la
colina Capitolina tras varios meses de asedio. Finalmente se retiraron a cambio de un enorme
rescate de mil libras de oro. En años posteriores hubo otras incursiones de pillaje, hasta que
sus fuerzas se fueron debilitando. Roma, pasado el peligro, inició una ambiciosa tarea
constructiva para dotarse de un nuevo conjunto de murallas. La presión exterior amigó a
Roma con Caere, que se había puesto de su lado frente a los galos. Cuando, poco más tarde
(384-383) Dionisio de Siracusa atacó Pyrgi (384-383 a.C.), Caere contó con el apoyo de
Roma. Se estabeció un pacto de hospitium entre ambas ciudades y a mediados del siglo IV
toda la población de Caere recibió la civitas sine suffragio (la ciudadanía romana con plenos
derechos salvo el de voto en las asambleas). La población de Caere se inscribió en el censo de
Roma a continuación de los ciudadanos romanos, en tablas especiales (tabulae Caeritum). Así
Roma convirtió hábilmente una situación crítica en un éxito político. 6. Roma y la Liga
Latina. La nueva hegemonía de Roma (derrota de Veyes, pacto con Caere, tratado con
Cartago en 348) sumada a la actitud ambigua o abiertamente pro-gala de algunos miembros
de la Liga Latina y a las desavenencias sobre la política a mantener frente a los campanos,
llevaron al enfrentamiento armado (338-335 a.C.) entre Roma y el resto de la Liga. El ejército
romano controló todo el Lacio, la Liga Latina fue disuelta y el Lacio quedó bajo la
dependencia política de Roma. Las ciudades que se avinieron a reconocer su poder
(Tusculunum, Lanuvium, Aricia) recibieron el estatuto de municipio romano. La fidelidad de
la llanura Pontina y de los accesos a Campania queda asegurada mediante la fundación de las
colonias romanas de Anzio y Tarracina. La ciudad de Fregella recibió nueva población y pasó
a ser clave para el control del sur del Lacio y de la vía Latina.
7. Primeras guerras samníticas y anexión de Campania. El tratado de Roma con los samnitas
delimitaba sus zonas de influencias sobre Campania: Roma el norte, los samnitas el sur. Pero
Capua, situada al norte, mantenía pactos de ayuda con comunidades campanas del sur. La
entrega de Capua a Roma provocó la Primera Guerra Samnítica (343-340 a.C.), que se
resolvió en un nuevo pacto delimitador de las esferas de influencia. Roma se ganó el apoyo
de las ligarquías de las ciudades del norte de Campania, que se pasaron a la órbita romana
para librarse de las amenazas sociales internas y del peligro exterior samnita. Capua, Cumas,
Suesula y Acerna recibieron la civitas sine suffragio. En 326 Roma se apoderaba de Nápoles,
lo que constituía una violación del pacto, ya que la ciudad se encontraba en la zona de
influencia samnita. El mismo año comenzaba pues la II Guerra Samnítica. Tras la derrota de
las "horcas caudinas" en 321, los romanos perdieron Fregella, pero fue recuperada en 313
a.C. y finalmente vencieron a los samnitas. En el tratado de paz éstos conservaban su
territorio pero perdían toda su influencia sobre la Campania, que quedaba bajo jurisdicción
romana con sus grandes centros urbanos griegos de larga tradición artesanal y comercial.
Enseguida se fundaron nuevas colonias. Las guerras samnitas obligaron a otras ciudades a
tomar partido. Así ciudades vecinas del Samnio como Aquinum y Teanum pasaron a la órbita
de Roma en calidad de federadas, foederatae. La ciudad etrusca de Tarquinia quiso
aprovechar la ocasión y mantuvo algunos enfrentamientos con el ejército romano, que serán
el pretexto para que, más tarde, Roma organice una campaña de anexión de Etruria. 8.
Control territorial y estatuto de las ciudades. A principios del siglo III Roma controlaba unos
14.000 km², pero las condiciones jurídicas de estas comunidades eran diferentes: sólo unas
pocas recibieron plenos derechos de ciudadanía romana. otras eran civitates sine suffragio.
otras seguían siendo latinas. Los ciudadanos latinos estaban privados de los derechos
políticos y militares de los ciudadanos romanos: no formaban parte de las tribus romanas, no
elegían ni podían ser elegidos a las magistraturas y no podían formar parte de las legiones
(sólo de las tropas auxiliares). En cambio tenían el ius connubii (podían contraer matrimonio
con romanos), el ius commercii (misma protección legal en los intercambios comerciales) y
el ius migrandi (mantenía su ciudadanía latina si se cambiaban de comunidad). las ciudades
autónomas pero dependientes en virtud de un pacto se llamaban foederatae. las ciudades
tomadas por las armas se consideraban "dediticias" y perdían sus bienes y su libertad. Su
territorio incrementaba el ager publicus. Roma usó así el modelo de ciudad como modelo de
dominio para sus nuevos territorios. La distinción fue un hábil instrumento político para
graduar la integración de las nuevas comunidades. Hasta el 340, las primeras colonias de
Roma habían sido colonias latinas de la Liga Latina. En las nuevas fundaciones coloniales,
unas recibían el estatuto de colonias romanas (Anzio, Ostia, Tarracina) y otras de colonias
latinas (Cales, Fregella).
TEMA 37: CONFLICTO SOCIAL E INSTITUCIONES POLÍTICAS DE LA REPÚBLICA
PRIMITIVA 1. Primeros conflictos entre patricios y plebeyos. Las tesis sobre el origen de los
plebeyos han sido de los más dispares: se ha considerado que tenían una diferencia étnica con
los patricios, o una diferencia económica (los historiadores soviéticos aplicaron al conflicto
patricio-plebeyo los modelos de la lucha de clases), o que los plebeyos eran agricultores y los
plebeyos ganaderos. Cada vez se encuentran más argumentos para sostener que los plebeyos
eran un conglomerado social (emigrantes, artesanos, comerciantes...) que encontraron un
campo común de reconocimiento y autoafirmación por no formar parte de los grupos
gentilicios. Durante la monarquía, los patricios y sus clientes estaban bien definidos; el resto
de la población, qui gentes non habent, fueron la base para la formación de los plebeyos que,
sin embargo, no adquirieron conciencia de grupo hasta inicios de la República, cuando los
patricios monopolizaron los resortes del estado. En la "cerrazón" del patriciado está la
primera causa del conflicto entre patricios y plebeyos. Las reivindicaciones de éstos giraban
en torno a tres ejes:

aspiración al desempeño de las magistraturas en el mismo plano que los patricios. reparto de
lotes de tierra del Estado para los plebeyos (pues las nuevas tierras que pasaban a integrar el
ager publicus se concedían a familias patricias para su explotación). supresión del nexum
(=dependencia por deudas, por la cual el deudor, si no pagaba, se veía obligado a trabajar
para su acreedor).

Las reivindicaciones no se plantearon definidamente desde los comienzos; fueron


apareciendo según la coyuntura política y se dosificaron porque los plebeyos colaboraban
estrechamente con los patricios en la defensa exterior de Roma o porque los presionaban para
conseguir algún éxito interno a cambio de la colaboración militar. Mientras Roma obtenía
una fuerte posición política y militar desde el foedus Cassianum, gracias a la colaboración de
patricios con plebeyos, aquéllos monopolizaban el acceso a las magistraturas, el control del
Senado, los sacerdocios y los auspicios. Según la tradición, los plebeyos, al regresar de una
campaña militar, se retiraron al monte Aventino (494), amenazando con fundar una nueva
ciudad si no se accedía a sus reivindicaciones. Los patricios cedieron indirectamente
permitiendo que los plebeyos tuvieran una organización propia. En 494 se crearon los
tribunos de la plebe, se fundó el templo de Ceres, divinidad protectora de los plebeyos, y se
nombraron unos ediles para su cuidado. Los plebeyos podían reunirse en asambleas propias,
concilia plebis. Los primeros tribunos de la plebe eran jefes militares; su nombre proviene del
nombre militar tribuni militum, que estuvieron al frente de la secesión. Desde 471 eran
elegidos por las asamblea sde la plebe. Al principio eran probablemente dos, como los
cónsules, luego pasaron a ser cuatro y desde mediados del s. V a.C., diez. Su origen militar
debió de ser decisivo para la práctica del juramento que se les prestaba, en virtud del cual
adquirían un carácter sacrosanto. Eran inviolables y su casa era un lugar de asilo, abierto día
y noche. Su prestigio y la fortaleza del movimiento plebeyo acabaron por concederles la
capacidad de intercessio: derecho de paralizar la acción de cualquier magistrado. Adquirieron
incluso la potestas coercendi, capacidad de imponer penalizaciones. El templo de Ceres (en
realidad de la tríada Ceres, Líber y Líbera), además de lugar de culto común para los
plebeyos, servía de archivo, tesoro y lugar de reuniones. Se situaba en la falda del monte
Aventino, fuera del primitivo pomerium. Los ediles no eran sacerdotes sino colaboradores de
los tribunos. Las decisiones de los concilia plebis no obligaban a los patricios. Eran más
representativas que las asambleas tradicionales y tenían un carácter claramente democrático,
por eso terminaron siendo el modelo de las posteriores asambleas del pueblo por tribus, los
comitia tributa. Así, los plebeyos iban construyendo una organización administrativa y
religiosa paralela a la del Estado. La estrategia del patriciado se orientó a reforzar las
instituciones comunes: en sólo unos años se construyeron varios templos públicos que
muestran la influencia religiosa de las ciudades griegas y el interés de potenciar las funciones
del nuevo Estado:

templo de Cástor y Pólux (los Dióscuros) (497-495), representados con frecuencia como
jinetes, indican el desarrollo de la caballería. templo de Saturno (496), que albergaba junto al
lugar de culto un archivo y un tesoro público. templo de Mercurio (495), dios de los
comerciantes, que se acopla bien al desarrollo comercial de la ciudad.

2. La época del decenvirato y las Leyes de las XII Tablas. A mediados del s. V no se había
modificado básicamente la relación entre los sectores sociales enfrentados. Los patricios
seguían obteniendo los beneficios de los éxitos militares y los plebeyos sujetos al nexum.
Además, las normas de derecho consuetudinario eran interpretadas y aplicadas por los
patricios. En 451, los patricios accedieron a crerar una comisión de diez miembros (los
decenviros), encargados de redactar un cuerpo de leyes. Mientras los decenviros, todos
patricios, permanecieron en su mandato, que cumplió la regla de la anualidad, no se
nombraron cónsules. Codificaron el texto escrito de las diez primeras planchas de lo que
luego se conoció como "Ley de las XII Tablas". Una segunda comisión, compuesta por
patricios y plebeyos, completó su labor con otras dos planchas. Esta segunda comisión
pretendió prorrogarse en el poder, por lo que se les llamó despectivamente "los diez
Tarquinos", pero la presión de los dos órdenes forzó la restauración de las magistraturas
ordinarias. Aunque el texto original se ha perdido, conocemos la mayor parte del contenido
de la Ley de las XII Tablas por las citas de autores posteriores. Algunas normas parecen de
influencia griega, pero la mayor parte refleja la normativa consuetudinaria de la sociedad
romana. Sin embargo, con la fijación de un texto escrito, los patricios perdieron el monopolio
del control jurídico y de su interpretación. Otros avances jurídicos y políticos de los plebeyos
fueron:

Lex Valeria Horatia: concesión de la plena inviolabilidad de los dirigentes plebeyos, tribunos
y ediles, y el reconocimiento del carácter obligatorio para los plebeyos de las decisiones de
las asambleas de la plebe (plebiscita), en el consulado de L. Valerio y M. Horacio (449 aC).
Lex Canuleia: legalidad de los matrimonios mixtos entre patricios y plebeyos (445). Como
compensación, se creó la magitratura de censor sólo para los patricios, cuya atribución era
mantener actualizada la nómina de ciudadanos y el cómputo de bienes muebles e inmuebles
(la elaboración de la lista del Senado es una competencia posterior). Creación de los tribunos
militares con poder consular (444). Es una de las pocas magistraturas que tuvieron corta
duración (hasta 367 a.C.). cuando había tribunos consulares no se nombraban cónsules. Su
número fue inicialmente de tres y luego se amplió a cuatro y hasta seis a finales del s. V. Eran
los máximos jefes de las unidades militares, patricios o plebeyos. Se trataba de la única vía
por la que los plebeyos podían acceder a la más alta magistratura del estado; por ello, sin ser
una magistratura exclusiva de los plebeyos, su creación responde a la presión de éstos.

3. La oligarquía patricio-plebeya. A principios del siglo IV los plebeyos tenían ya un


reconocimiento social consolidado. Los efectos sociales de los matrimonios mixtos se
dejaban notar, su colaboración en la defensa de Roma había sido notable y entre ellos había
familias ilustres y ricas. En 367 se aprobaron las Leges Licinias Sextias, que constituyeron un
auténtico giro para la disolución de las tensiones entre patricios y plebeyos:
mejoraban la situación de los deudores (rebaja de los tipos de interés y prolongación del
plazo de devolución de los préstamos). limitaban el número de yugadas de ager publicus para
cada ciudadano, con lo que era mayor el número de los que se beneficiaban de él. se permitía
que uno de los dos cónsules fuera plebeyo.

Las leyes se aplicaron inmediatamente, como se comprueba por las listas de cónsules. Poco
después, los plebeyos obtuvieron el acceso a las demás magistraturas: dictadura (356),
censura (351) y pretura (336). Poco antes de 367 ya se había permitido que cinco de los diez
miembros del colegio sacedotal de los Xviri sacris faciundi fueran plebeyos. Los patricios se
resitieron un poco más a que accedieran alos antiguos colegios sacerdotales de pontífices y
augures pero en 300 a.C. la Lex Ogulnia declaró abiertos todos los sacerdocios públicos tanto
a patricios como a plebeyos. De esta manera se creó una nueva oligarquía: la nobilitas
patricioplebeya. 4. Las capas populares. A la vez que se creaba la nobilitas, se tomaron
medidas para mejorar la situación de las capas populares:

Nuevas leyes para aliviar la condición de los deudores, incluida la Lex Petelia Papiria que
abolía el nexum. Exigencia de la aprobación previa por el Senado de las leyes que iban a
someterse a los comicios centuriados.

obligatoriedad para el conjunto de la población de los plebiscita (reafirmada por la Lex


Hortensia en 286 a.C.)

Así, en unas pocas décadas, Roma consiguió una gran cohesión social interna que le permitió
afrontar los riesgos de la anexión del Lacio y de la Campania y de la lucha contra los
samnitas. En el s. IV el sector dominante era el agropecuario. El campo encontró la paz social
gracias a una enorme masa de pequeños y medianos campesinos libres del riesgo de caer en
la dependencia por deudas y a la anexión de nuevos territorios tomados a Veyes, los latinos y
los campanos. Pero también corresponde a este siglo el despegue artesanal y comercial de
Roma:

Tratado con Cartago (348): define las áreas de influencia e indica los intereses de Roma en el
Mediterráneo occidental. Fundación de Ostia (puerto marítimo de Roma) en las bocas del
Tíber, navegación fluvial hasta Roma. Creación de los dunviri navales, comisión especial
encargada de organizar la armada. Acuñación de moneda. Hoy se acepta la fecha de los
autores antiguos (268 a.C.) contra las opiniones que rebajan la cronología. Grandes obras
públicas que consolidan el sector artesanal, lo mismo que el equipamiento del ejército.
Control de todo el comercio de la sal para la Italia central, incluida la fundación de colonias
marinas (salinas). Progresiva implantación de un régimen esclavista. Las medidas de Appio
Claudio en favor de los libertos reflejan la presencia de mano de obra esclava en Roma.

5. La obra de Appio Claudio. Appio Claudio fue el personaje político más importante de fines
del s. IV a.C. Orador, jurista y escritor de sentencias, desempeñó el consulado dos veces, al
igual que la dictadura, pero su obra más significativa se centró en 312, cuando fue censor.
Promovió el primer gran acueducto de Roma (acqua Appia) y la pavimentación del camino
de Roma a Capua (via Appia). A pesar de su extracción aristocrática y de haberse opuesto a
la Lex Ogulnia, en su lista de senadores incluyó a algunos hijos de libertos, ante el estupor
general de la nobilitas, que declaró nula la medida al año siguiente. Tras la decisión de Appio
Claudio se encontraba la inclusión de la riqueza mueble en la consideración del rango social.
Muchos esclavos manumitidos (=libertos), que en aquella época adquirían la ciudadanía
romana, se enriquecían con la artesanía o el comercio. Otra de las medidas de Appio Claudio
recuerda a Clístenes: una nueva distribución de los ciudadanos por tribus, lo que tenía
inmediata repercusión en las asambleas. No conocemos el carácter preciso del cambio pues
los autores antiguos discrepan. Podemos suponer que daban mayor importancia a los
ciudadanos de fuera de Roma: el Lacio, la Campania o las colonias. Estas medidas revelan a
un censor dotado de una gran visión de los problemas generales del Estado y a un patricio
dispuesto a poyar a los sectores más dinámicos de la sociedad, que ya no eran necesariamente
los plebeyos de la nobilitas.
La figura del edil curul Cneo Flavio ayuda a entender la de Appio Claudio, de quien fue
secretario. La analística presenta a Flavio como opositor de la nobleza, pues "dedicó un
templo a la Concordia ante la gran envidia de los nobles" (Tito Livio). Pero tanto él como
Appio Claudio, ambos miembros de la nobilitas y elegidos por ella para sus cargos, eran
enemigos sólo del sector menos dinámico de ésta, apostando por soluciones más avanzadas
en defensa de los intereses del Estado. 6. Las instituciones republicanas a fines del s. IV a. de
C. El largo conflicto entre patricios y plebeyos sirvió para ir perfilando las instituciones
políticas y administrativas del Estado:

Las magistraturas. Para desempeñar una magistratura estatal se exigía ser ciudadano romano,
disponer de una fortuna desahogada (y por lo mismo pertenecer a la élite patricio-plebeya),
haber demostrado un mínimo de experiencia en la gestión pública y no estar incurso en
ninguna causa de indignidad. Su desempeño era gratuito y se consideraba un honor. Los
magistrados eran elegidos por la asamblea del pueblo. Salvo excepciones, el mandato era
anual y colegiado. Cada magistrado tenía al menos un colega y ambos tenían derecho de veto
(intercessio) sobre las decisiones del otro. Casos especiales eran las magistraturas
extraordinarias como el interrex o el dictator, que eran unipersonales: la primera para los
periodos de transición de un magistrado a otro y la segunda para las situaciones de
emergencia (pero seguía siendo electiva y sujeta a un plazo de uno o dos años). Los censores
se nombraban cada cinco años, cuando correspondía actualizar el censo. Se distinguía entre
magistraturas curules (que daban derecho al uso de la silla curul como signo de rango) y las
inferiores. Todos los magistrados tenían un poder, potestas, en representación del Estado, y
portaban símbolos diferenciadores (ornamenta). Poco a poco se hizo habitual que el Estado
les ofreciera un equipo de colaboradores (consilium) así como un conjunto de subalternos
(apparitores). Sólo los más altos magistrados, cónsules y pretores, estaban dotados de
imperium (poder sacrosanto, votado en la asamblea, que implicaba la protección divina y la
capacidad de realizar auspicios para conocer la voluntad de los dioses). El imperium daba la
potestad de reclutar tropas y vincularlas mediante juramento. En caso de grandes éxitos
militares quien ostentaba el imperium podía recibir el título de imperator así como los
honores del triunfo, desfilando en Roma por la via Sacra con los atributos de Júpiter hasta el
Capitolio. Los hijos de la nobilitas, al llegar a la mayoría de edad, se ejercitaban en el
aprendizaje de la gestión de los asuntos públicos, formando parte del equipo de un alto
magistrado o desempeñando cargos inferiores en comisiones especiales o colegios públicos.
El sistema fue perfeccionándose hasta la creación de colegios de ayudantes de los ediles, de
los censores, etc. Así se conforman los magistrados monetales (IIIviri monetales), los
encargados de las vías públicas (IVviri viarum curandarum) y otros.
A fines del s. IV ya estaba definido el rango de las distintas magistraturas. De menos a más
eran las siguientes: -Cuestura. Los quaestores aerarii eran los responsables máximos del
tesoro y del archivo públicos, depositados en la templo de Saturno (aerarium publicum o
aerarium Saturni). Al principio eran cuatro, pero su número tendió a subir de acuerdo con la
creciente complejidad de sus funciones. Cuando poco después se inicen los largos
desplazamientos del ejército romano fuera de Italia, un cuestor solía acompañar a cada cuerpo
militar. -Tribunado de la plebe. Conservan su título original, aunque desde principios del s.
III son realmente tribunos del pueblo, sin distinción de patricio o plebeyo. Se incrementaron
hasta el número de diez. Durante el resto del periodo republicano conservaron la
sacrosanctitas y los poderes de defensa del pueblo frente a los abusos de los magistrados
(veto, convocatoria de la asamblea del pueblo). -Edilidad. Había dos ediles patricios o curules
y dos ediles de la plebe. Terminado el conflicto patricio-plebeyo gran parte de las
competencias de estos últimos perdieron sentido (ayudantes de los tribunos de la plebe,
administradores del templo y el archivo plebeyo). Aunque conservaron sus nombres, en la
práctica los cuatro ediles tenían análogas competencias: vigilancia del orden público, control
de pesas y medidas, buen estado y limpieza de los edificios públicos... -Censura. Los dos
censores se elegían cada cinco años para un mandato de año y medio. Su competencia de
revisar y actualizar la lista de los ciudadanos y de sus bienes era esencial para las leyes
militares y la composición de las asambleas. La Lex Ovinia (318 a.C.) les facultó también
para hacer la lista de los miembros del Senado y, si consideraban que alguno debía ser
excluido por su posición social o su comportamiento indigno, emitían una nota censoria. Por
ello los censores intervenían en cuestiones de moralidad y eran nombrados entre antiguos
cónsules o pretores de probada vida honesta tanto en lo privado como en lo público. -Pretura.
A fines del siglo IV ya están bien delimitadas las funciones de los cónsules y de los pretores.
Estos últimos eran dos: el praetor urbanus y el peregrinus. El primero entendía de los pleitos
entre ciudadanos; el segundo, de los pleitos entre ciudadanos y extranjeros o de extranjeros
entre sí. Cuando se creen provincias con los territorios conquistados, Roma aumentó el
número de pretores, para encargar a cada uno de ellos el gobierno de una provincia.
-Consulado. Eran la magistratura suprema del Estado (antes, como hemos visto, lo fueron los
pretores, los tribunos militares o los decenviros). Eran siempre dos y constituían la
magistratura epónima que daba nombre al año. Dotados de imperium, tenían el mando
supremo del ejército y eran la máxima autoridad civil del Estado tanto en el interior
(convocatoria y presidencia del Senado y las asambleas) como en el exterior (relaciones
internacionales, junto con el Senado).

El Senado. La cifra de senadores se mantuvo en 300 hasta la época de Sila. La lista, elaborada
por el censor, solía elaborarse así: en primer lugar, volvían a ser incluidos los que ya estaban,
con excepción de los merecedores de una nota censoria. Después se cubrían las vacantes
atendiendo al rango de quienes hubieran desempeñado alguna magistratura: ex cónsules, ex
dictadores, ex pretores, ex censores, etc. Salvo grandes catástrofes como las Guerras Púnicas
no se podían esperar un rápido ascenso al Senado. El sistema garantizaba la composición del
Senado por hombres experimentados en las tareas públicas, pero también lo convertía en el
reducto de poder de las grandes familias de la nobilitas. La política internacional era fijada
por el Senado. A él rendían cuentas los cónsules. Podía privar a un magistrado de sus
funciones y hacer propuestas de leyes a las asambleas para su votación. Si los cónsules
mueres, los auspicios vuelven al Senado (auspicia ad patres redeunt) hasta que los transmiten
a los nuevos cónsules. Entonces se nombra a un senador como interrex durante cinco días tras
los cuales transmite el poder auspicial a otro interrex, y así hasta que pasan al nuevo cónsul
elegido. Las sesiones del Senado eran convocadas habitualmente por los cónsules o los
pretores y a veces también por los tribunos de la plebe. La sede ordinaria de reunión era la
Curia, pero también había sesiones extraordinarias en algunos templos. Los turnos de
intervenciones se decidían según el rango de cada senador. No sabemos cuándo empezó a ser
común que asistieran personas sin derecho a voto, como candidatos o hijos de senadores.

Las Asambleas. Se mantenían las asambleas surgidas en los primeros siglos de la historia de
Roma, aunque sus competencias se habían modificado. Representaban diversos modos de
participación del pueblo: -Comicios curiados. Formados por el pueblo dividido en treinta
curias, con origen en la primera fase de la monarquía. Durante la época republicana se
mantuvieron como un organizmo que votaba la lex curiata de imperio, realizando así la
formalidad de transmitir el imperium a los altos magistrados. También recibió competencias
en relación con el nombramiento de nuevos sacerdotes y en los rituales públicos de adopción.
-Comicios centuriados. Estas aambleas, organizadas por centurias, fueron creadas bajo el rey
Servio Tulio. Eran 193 centurias que incluían al conjunto de la sociedad, distribuida en cada
centuria según criterios timocráticos, no numéricos. A fines del s. IV carecían de
competencias políticas y legislativas, aunque seguían siendo un instrumento de reclutamiento
y de organización del ejército. A mediados del s. III a.C. estos comicios se reformaron con la
ampliación del número de centurias hasta 273 y relacionándolas con el sistema de pertenencia
a las tribus. Así se hicieron más democráticos y representativos. Entendían de la elección de
magistrados con imperium, cónsules y pretores, y sobre todos los asuntos relacionados con la
guerra, como complemento del Senado. -Comicios por tribus. Las asambleas plebeyas se
organizaban según la división del pueblo en tribus. Hasta 241 se crearon nuevas tribus; desde
entonces, el total de 35 tribus se distribuía entre las 4 urbanas y las 31 rústicas. Todo
ciudadano romano estaba inscrito en una tribu, mientras que los latinos quedaban excluidos.
Cuando la Lex Hortensia (286) reconoció la validez general de los plebiscita, las asambleas
de la plebe se convirtieron en asambleas del pueblo romano. Por lo mismo, dejaron de ser los
tribunos de la plebe los únicos con capacidad de convocarlas. Cada tribu equivalía a un voto.
Así, las tribus urbanas (formadas por artesanos y comerciantes de Roma, muchos de ellos
antiguos esclavos) nunca podían formar un bloque que se impusiera a las tribus rústicas
(propietarios de tierras). Las asambleas por tribus eran competentes para elegir a los
magistrados sin imperium, votaban las leyes y equivalían al máximo tribunal de apelación
para cualquier ciudadano que hubiera sido condenado. entendían también de los crímenes
contra el Estado. Aún así, su poder estaba limitado por la ratificación previa del Senado sobre
las cuestiones a tratar y sometido a la manipulación de los magistrados que establecían el
calendario (días hábiles e inhábiles, momento de la convocatoria...) El lugar de reunión
habitual era el Comicio.
TEMA 38: LA EXPANSIÓN TERRITORIAL Y LA PRIMERA GUERRA PÚNICA La obra
de Appio Claudio y de los hermanos Ogulnios es el exponente del fin de las tensiones
internas entre patricios y plebeyos así como de la fuerte cohesión alcanzada por la sociedad
romana a fines del s. IV. Sin embargo, la posición hegemónica de Roma en Italia era
discutida (etruscos, samnitas, lucanos, colonias griegas del sur...) Sin embargo, Roma supo
sacar partido de sus alianzas y de las contradicciones internas de los distintos pueblos y el s.
III se corresponde con la primera unificación de Italia. 1. La tercera guerra samnítica (298-
291 a.C.). Hay lagunas importantes para conocer los pormenores de los acontecimientos de
las primeras décadas del s. III. Se ha perdido parte de la Historia de Tito Livio, de la que
solamente nos han llegado los resúmenes (Periochae) que no puede suplirse con algunas
biografías de Plutarco ni otros relatos de historiadores antiguos (Diodoro Sículo, Apiano,
Justino). A principios del s. III, los celtas (galos) presionaron de nuevo para entrar en Italia
desde el norte. Aprovechando las dificultades militares de Roma, los samnitas y los etruscos
se levantaron en armas, obligando a Roma a mantener dos frentes. En el sur, Escipión
Barbado consigue la alianza de los lucanos y aisla poco a poco a los samnitas, con pequeños
enfrentamientos de desgaste. En 296, Roma fundó dos colonias latinas entre los auruncos
(Minturnum y Sinuesa). En 293 dos cuerpos del ejército romano entraron en territorio
samnita, uno desde Campania y otro desde Apulia, y en 291 los samnitas se sometían a
Roma. Para garantizar el control del territorio se fundó la colonia latina de Venusia, en el
límite entre el Samnio y la Apulia. En el norte las operaciones resultaron más fáciles para
Roma. Los etruscos que se habían levantado eran sólo unos contingentes armados de la
ciudad de Clusium (Chiusi), que contaban con el apoyo de los galos y algunos otros grupos
etruscos. En la batalla de Sentinum (295) las legiones romanas triunfaron sobre esa coalición
de enemigos, y a raíz de ello otras ciudades etruscas como Volsinii (Bolsena), Arretium
(Arezzo) y Perusa (Perugia) firmaron un tratado de paz con Roma (294). Dos años más tarde
los faliscos quedaban también bajo jurisdicción romana, lo que, dada su situación estratégica
entre sabinos, umbros y etruscos, era una gran aportación para los intereses políticos de
Roma, a pesar de tratarse de un pequeño pueblo. 2. La ampliación de los dominios romanos
(290-282 a.C.). Los éxitos contra los galos, samnitas y etruscos permitieron a Roma
completar su dominio sobre sus vecinos y abrir la vía que conducía al centro del Adriático:
sin que sepamos exactamente las causas o pretextos, dos legiones al mando del cónsul Curio
Dentado aplastaron la resistencia sabina en 290. Su territorio pasó a ampliar los dominios
romanos y una parte de las tierras se distribuyó en lotes entre colonos. firma de un tratado
con Ancona (colonia siracusana) y fundación de la colonia latina de Hadria (Atri): presencia
en el Adriático. Victoria frente a los galos senones y sus aliados etruscos (283), a pesar de
una primera derrota de Cecilio Metelo. Fundación de Sena Gallica, que reforzaba la
implantación estratégica en el Adriático.
3. Tarento y la defección de los pueblos del sur de Italia. La emigración y el comercio griego
hacia Occidente disminuyeron a causa de las conquistas de Alejandro y la creación de los
reinos helenísticos. Estos se constituyeron en referencia obligada para los núcleos de poder
del Mediterráneo occidental: griegos, fenicio-púnicos y romanos. La alianza de Roma y
Cartago, sellada con el tratado de 306 a.C. , reconocía los ámbitos de influencia de cada cual
y conjuraba cualquier amenaza que viniera de las ciudades griegas coaligadas. El tratado de
Roma con Tarento, la ciudad griega más poderosa de Italia, protegía a ambas de las
tendencias expansionistas de Agatocles de Sicilia. Estas alianzas dieron a Roma una
cobertura que explica sus éxitos militares de la primeras décadas del siglo III. Pero tras la
muerte de Agatocles las cosas cambiaron. La colonia de Turio pidió ayuda a Roma contra los
lucanos y en 282 Roma liberaba Turio y la Lucania pasaba a ser territorio romano y se había
establecido una guarnición romana en la estratégica colonia griega de Reggio (en 270 Roma
se adueñaría de la ciudad). Cuando en 280 los tarentinos destruyeron la flota romana que
había entrado en su golfo y expulsaron de Turio a la guarnición romana, se inició la guerra
entre Roma y Tarento. Ésta llamó en su ayuda al rey de Epiro, Pirro (cfr. pp. 32-33) y la
primera derrota romana fue aprovechada por los pueblos del sur de Italia (lucanos, samnitas y
brucios) para rebelarse. Roma entonces reavivó su pacto de 306 con Cartago, a quienes
ofrecieron ayuda para adueñarse de Sicilia a cambio del apoyo en Italia. Pirro abandonó a sus
aliados de Italia para defender Siracusa de la amenaza cartaginesa. Mientras Roma cosechaba
continuas victorias contra samnitas, brucios, lucanos y tarentinos, Pirro conseguía análogas
victorias contra los cartagineses. Pero en 276 Cartago consiguió una importante victoria
naval, en el mismo momento en que Siracusa se rebelaba contra los excesivos impuestos
exigidos por Pirro. En 275, Pirro abandonaba a su suerte a sus aliados para volver a Grecia,
con el propósito de derrotar a Antígono Gonatas y hacerse rey de Macedonia. Roma acabó de
eliminar del peligro de los insurgentes en el sur de Italia y Cartago recuperó su posición
hegemónica en el occidente de Sicilia. Los éxitos de Roma fueron reconocidos por el Estado
más fuerte del Mediterráneo, el Egipto ptolemaico, con quien se firmó un tratado en 273. Los
historiadores griegos comenzaron a mostrar interés por la potencia romana. Timeo de
Taormina (Sicilia) la presenta como una ciudad griega y se forja la leyenda de Eneas como
fundador de Roma. Ésta adopta en 292 el culto de Esculapio, que se sumaba a los otros
sincretismos religiosos con los dioses griegos que venían produciéndose desde los tiempos de
los reyes. 4. La consolidación de los dominios romanos (275-264 a.C.) Los comerciantes
romano-itálicos exigían protección en la ruta comercial del Adriático. El primer objetivo era
el sometimiento de Tarento. Tanto la armada cartaginesa como la romana estaban dispuestas
a tomar la ciudad, que decidió entregarse a los romanos en 271, con dos condiciones: quedar
con el estatuto de ciudad libre y pagar la indemnización de guerra exigida por Roma. Una
guarnición militar romana quedó instalada allí. En el otro extremo del Adriático, en el
territorio de los senones, fundó las colonias de Ariminium (Arminio), Fermum (Fermo) y
Castrum Novum, esta última como colonia romana. En 267 ocupó Brindis, en la Calabria.
Con estas medidas disponía de buenos puertos en el Adriático, en los que terminaban las rutas
del interior. La segunda parte de la política adriática era garantizar la seguridad de las vías
naturales que cruzaban Italia de oeste a este. Para ello se fundaron las colonias de
Beneventum y de Aesernia, y se sometió, con dos campañas, a los mesapios y a la ciudad
umbra de Sarsina. La pavimentación de la Via Flaminia, que unía Roma con el Adriático
atravesando la Umbría, se llevó a cabo unas décadas después, hacia 220. La consolidación de
los dominios romanos se completó con la fundación de otras colonias en lugares estratégicos.
Las ciudades etruscas de Caere y Volsinii perdieron parte de su territorio, que se repartió en
lotes a colonos. Se fundaron las colonias latinas de Paestum (desde donde se podía ejercer un
control directo sobre los lucanos) y de Cosa (en parte del territorio de Volsinii). La decisión
de acuñar moneda de plata, denarios, responde también a la política de apoyar a los grupos
artesanales y comerciales. Según los autores antiguos las primeras emisiones pertenecen a los
años 269-268 y los últimos estudios parecen confirmarlos. La política colonial va paralela al
incremento del número de ciudadanos. Se concedió la ciudadanía romana a los sabinos (268)
y a familias de probada fidelidad a Roma. Las listas del censo reflejan estos incrementos, así
como la onomástica de los magistrados, donde aparecen nombres sabinos, etruscos o
campanos junto a los latinos. Si en 323 había 150.000 cabezas de familia ciudadanos
romanos, en 225 habían llegado a 300.000. Según Brunt, el total de la población, incluyendo
esclavos, sería de unos 4 millones de habitantes para esa parte de Italia antes de la Primera
Guerra Púnica. 5. La Primera Guerra Púnica (264-241 a.C. ) Al hablar de las causas de este
conflicto, no hay que olvidar que sólo disponemos de la versión romana. Así se aduce: la
desleatad de los cartagineses, cuando acudieron con su armada dispuestos a tomar Tarento.
las cortapisas que Cartago ponía a los comerciantes romano-itálicos, impidiéndoles la libertad
de movimientos. los ataques continuos de Cartago a los mamertinos (itálicos oscosabelios
dueños de Mesina, a quienes se llamaba así por su forma de nombrar a Marte, su dios
protector), que eran aliados y amigos de Roma. Desde la marcha de Pirro, los cartagineses
dominaban la parte occidental de Sicilia, mientras la otra mitad dependía de diversas colonias
griegas, con Siracusa como ciudad hegemónica. Había también una reducida población de
sículos que no se comprometían ni con unos ni con otros. Para sus luchas, griegos y
cartagineses habían hecho uso de mercenarios en su mayoría de origen itálico. Dos antiguas
colonias griegas, Reggio y Zancle-Mesina, habían recibido a poblaciones de osco-sabelios
que habían terminado por hacerse con el control político de ambas ciudades. La ventajosa
posición de Mesina en el Estrecho era la causa de las disputas de griegos y cartagineses por
su dominio.
Hierón (no confundir con su homónimo de 200 años antes) se había apoderado de Siracusa en
275-274, gracias al apoyo de sus mercenarios. Salvador del helenismo frente a los
cartagineses, la oligarquía urbana le había dado el título de estratega. Intentó someter a los
mamertinos de Mesina, y estos, tras varios años de ataques siracusanos y cartagineses,
terminaron pidiendo ayuda a Roma. Mientras el Senado, más reflexivo, permanecía indeciso,
la asamblea centuriada votó a favor de ayudar a los mamertinos, quizá por la presión de los
sectores artesanales y comerciales, interesados en mantener expedita la vía entre el Tirreno y
el Adriático. Finalmente el Senado (que como recuerda Cassola no actuaba sólo en favor de
sus intereses, sino también en defensa de los intereses de los clientes de las grandes familias,
muchos de ellos comerciantes y artesano) envió sin previa declaración de guerra al cónsul
Appio Claudio, que con la armada expulsó a la guarnición cartaginesa de Mesina e instaló
una propia. A pesar de su hostilidad mutua, griegos y cartagineses unieron sus fuerzas contra
Roma. Pero en 263 nuevas tropas acudieron, con la ayuda de las flotas de las ciudades griegas
de Italia, como Tarento y Locro, y, sin guerra, Hierón aceptó firmar un acuerdo de amistad
con los romanos. Para consolidar su posición en Sicilia, Roma tomó Agrigento, una ciudad
griega que se había pasado a la órbita cartaginesa, y vendió como esclavos a 25.000
prisioneros. A pesar de sus éxitos, Roma comprendió que para derrotar a los cartagineses
necesitaba una flota, y con una actividad febril, construyó 120 nuevos barcos, en los que el
cónsul Duilio introdujo un nuevo artilugio: un gran gancho que inmovilizaba la nave enemiga
contra la propia, permitiendo un combate similar al de tierra, en el que las legiones
destacaban. Con esta nueva armada, Duilio obtuvo un resonante éxito en la batalla naval de
Mylae (Milazzo) (260). Envalentonada, la flota romana se dedicó a hostigarlos territorios
cartagineses en Sicilia, Córcega y Cerdeña. Mientras, Cartago recomponía su ejército y su
armada en África. En 256, el cónsul M. Atilio Régulo se dirigió a África con una enorme
flota y consiguió una victoria en el cabo Bon, pero al año siguiente caía prisionero. Durante
los años 254-243, cartagineses y romanos se emplearon en continuas escaramuzas. En 242, la
flota romana obtuvo una victoria aplastante junto a las islas Lípari, y Cartago aceptó firmar
un tratado con Roma y retirarse de Sicilia.
TEMA 39: LA CONSOLIDACIÓN DEL PODER DE ROMA Y LA SEGUNDA GUERRA
PÚNICA I. La consolidación del poder de Roma. 1. Tratado entre Roma y Cartago (242 a.C.)
Las condiciones previas del tratado fueron endurecidas por el Senado. El montante de la
indemnización se elevó de 2.200 a 3.200 talentos (una cantidad enorme, que suponía a
Cartago la obligación de pagar a Roma 220 talentos al año, más de lo que recaudaba
anualmente un estado como Macedonia). La cláusula de retirada de Cartago de las islas
situadas entre Sicilia e Italia, que parecía referida a las Lípari, se entendió que englobaba
también a Córcega y Cerdeña. Sobre los territorios controlados de Sicilia, Roma aplicó
diversas modalidades de relación. Segesta y Palermo establecieron un tratado de alianza por
el que recuperaban su libertad pero sometidas a la autoridad romana. Las ciudades del
estrecho quedaban como aliadas. Las antiguas ciudades cartaginesas recibieron el estatuto de
sometidas y obligadas a pagar un impuesto regular del 10%. Siracusa siguió (nominalmente)
bajo la autoridad de Hierón. 2. Guerra de los mercenarios. Control de Córcega y Cerdeña. Las
indemnizaciones de guerra impedían al estado cartaginés hacer frente al pago de sus
mercenarios. Éstos entonces buscaron la colaboración de algunas ciudades dependientes de
Cartago, sometieron otras a pillaje y amenazaban con destruir el propio estado. Amílcar
Barca recibió el encargo de reprimir la revuelta de los mercenarios, lo que consiguió en 238
con la colaboración de los númidas y de la propia Roma (interesada en sus indemnizaciones).
Aprovechando la debilidad cartaginesa Roma puso en práctica lo que entendía que era una
cláusula del tratado de 242 y se adueñó de Cerdeña. Los sardos recbieron el estatuto de
"dediticios" y quedaron obligados al impuesto directo y anual de una décima. El control de
Córcega se acompañó de operaciones contra los ligures de la costa italiana, muchos de ellos
dedicados a la piratería. Roma quedaba así en una situación estratégica privilegiada para
controlar a las ciudades del norte de Etruria. 3. El periodo entre la I y la II Guerras Púnicas.
Cartago dedicó el tiempo a recuperarse económicamente para poder volver a disputar a Roma
la hegemonía mediterránea. Por su parte Roma se ocupó de la política adriática. Ambas
potencias se vigilaban mutuamente.

La intervención de Roma en los Balcanes. El comercio romano del Adriático veía frenada su
actividad por la piratería de la costa de los Balcanes, mirada con buenos ojos por los reyes de
Macedonia. La reina ilírica Teuta llegó a apoderarse de Corcira y Epidamno, y uno de los
legados romanos enviados a ella fue asesinado. Roma le declaró la guerra en 229 y la armada
romana liberó Corcira y Epidamno, que quedaban bajo su protección. Teuta se vió obligada a
pedir la paz bajo la condición de retirarse del Epiro y abandonar la piratería.

La anexión de la Galia Cisalpina. Con la derrota de los galos boyos e insubros hacia 220,
Roma ocupó la llanura del Po y completó su control sobre toda la Península Itálica. Para
reforzarlo fundó en 219 las colonias latinas de Piacentia (Piacenza) y Cremona. La expansión
cartaginesa en la Península Ibérica (237-218 a.C.) El Senado cartaginés, a propuesta de la
familia Barca, decidió controlar el sur de la Península Ibérica para salir de la crisis. En el
sudeste había ya una nutrida presencia de fundaciones coloniales fenicias: Gadir (Cádiz);
Sexi (Almuñécar), Malaca (Málaga) o Abdera (Adra). Por eso las campañas, dirigidas por
Amílcar Barca (237-228) y por su yerno Asdrúbal (228-221) se orientaron a someter los
pueblos del valle del Guadalquivir y a controlar los distritos mineros. Se fundó Carthago
Nova (Cartagena) cerca de las minas de plata y con un excelente puerto. En respuesta a una
embajada de Roma que se interesaba por sus actividades, Asdrúbal contestó que no tenían
más remedio que hacer la guerra para poder pagar la deuda contraída con Roma. Los romanos
se contentaron con firmar un mal tratado en 226, el llamado tratado del Ebro, en virtud del
cual este río quedaba como el límite de los respectivos ámbitos de influencia. En 221-220,
Roma quiso remediar la mala decisión de 226 firmando un tratado de amistad con Sagunto,
de dudosa legalidad, pues esta ciudad está situada al sur del Ebro. Cartago obtenía de las
minas y otros recursos ibéricos tan grandes ingresos que se recuperó económicamente. En
226 ya estaba libre de su deuda. Además se podían permitir no agobiar con impuestos a la
población ibérica, ganándose así su adhesión.

II. La Segunda Guerra Púnica (218-204 a.C.) No hay historia de Roma que no reflexiones
sobre las causas de esta guerra. Si se pretende culpar a los cartagineses, se señala que
cruzaron el Ebro, incumpliendo el tratado. Si se inculpa a los romanos, se recuerda su tratado
con Sagunto. Pero la guerra era inevitable porque tanto Cartago como Roma perseguían el
mismo objetivo: ser la única potencia hegemónica del Mediterráneo occidental. 1. La toma de
Sagunto. En 220, todos los territorios de la Península Ibérica al sur de la línea Ebro-Duero,
salvo Sagunto estaban bajo la autoridad de los cartagineses. Aníbal Barca (hijo de Amílcar)
encontró un pretexto para atacar Sagunto en las quejas de los turboletas, situados al oeste de
los territorios saguntinos. Tras ocho meses de asedio la ciudad fue conquistada y gran parte
de la población vendida como esclava. Roma, ocupada por los conflictos del norte de Italia y
el Adriático, no les puedo enviar ningún socorro. 2. El ejército de Aníbal. La estrategia de
Aníbal era dirigir su ejército contra Roma por tierra, atravesando los Pirineos, el sudeste de la
Galia y los Alpes. Aunque haya parecido temeraria era la única posible, pues la flota romana
controlaba el mar. Además los galos de la Traspadana estaban dispuestos a colaborar. Nada
más cruzar el Ebro, Aníbal sometió a los pueblos ibéricos del nordeste (ilergetas, lacetanos,
ausetanos), sin grandes enfrentamientos.
En 218, antes de cruzar los Pirineos, Aníbal dejó organizada la defensa de Hispania y de
África. Para garantizar la fidelidad de las tropas, el ejército de Hispania, a cuyo frente quedó
su hermano Asdrúbal (distinto del anterior), estaba compuesto mayoritariamente por
africanos y baleáricos, mientras que el ejército de África tenía grandes contingentes de
hispanos. La historiografía moderna tiende a rebajar las cifras dadas por los autores antiguos
sobre los componentes del ejército que Aníbal llevó a Italia. Seibert lo estima en poco más de
20.000 soldados, aunque contaban con los elefantes que habían sobrevivido al paso de los
Alpes y con la ayuda de los galos de la Cisalpina. A los soldados se les prometían tierras en
Italia, África o Hispania y la ciudadanía cartaginesa. 3. Aníbal en Italia. Los boyos y los
insubros se rebelaron contra los romanos en cuanto Aníbal cruzó el Ebro. Roma sumó
grandes pérdidas en sus enfrentamientos de 218 con Aníbal, junto a los ríos Tesino y Trebia.
Los galos y los númidas saquearon todas las comarcas hasta el Po. En 217 los cartagineses
vencieron de nuevo junto al lago Trasimeno. Ante la situación de emergencia, Roma nombró
dictador a Q. Fabio Máximo, el único general capaz de adaptarse a la estrategia de Aníbal.
Gracias a su habilidad para evitar enfrentamientos en situación de desventaja y para dificultar
el aprovisionamiento de las tropas de Aníbal, mantuvo intacatas las tropas romanas. Pero su
estrategia fue criticada y no se le volvió a nombrar dictador el año siguiente, lo que trajo
como consecuencia la derrota estrepitosa de Cannas (216) gracias a la cual Aníbal se adueñó
de Apulia, el Samnio y otras parte de la Italia central y meridional. La situación en Roma era
desesperada. Sin saber cómo atraerse el favor de los dioses, se condenó a muerte a dos
Vestales, acusadas de estupro, y se hicieron sacrificios extraordinarios como el de enterrar
vivos en el foro Boario a un galo y una gala, un griego y una griega. Incluso se llegó a liberar
a 8.000 jóvenes esclavos para reclutarlos como legionarios. El Senado comprendió que la
mejor estrategia era la de Fabio Máximo: prolongar la guerra de modo que las tropas
mercenarias, sin beneficios inmediatos, se desmoralizaran. De 215 a 210 Aníbal siguió
cosechando pequeñas victorias, pero también algunas derrotas. Los refuerzos que debía
mandarle Asdrúbal desde Hispania no terminaban de llegar. Escipión se apoderó de
Cartagena en 209 y poco después derrotó a Asdrúbal en Bailén. Los pocos contingentes que
pudieron llegar a Italia fueron totalmente destruidos junto al río Metauro en la batalla
conocida como Senense Proelium (207) sin llegar a juntarse con las tropas de Aníbal. 4. La
guerra en Hispania. Aníbal había dejado bien defendidos los territorios cartagineses de
Hispania. Para asegurar la fidelidad de los aliados dudosos había enviado muchos
cartagineses a Hispania y muchos hispanos a África. Había tomado rehenes a otros pueblos
indígenas y contaba con la alianza incondicional de lusitanos, ilergetas y de los honderos
baleáricos. En 218 a.C. Cneo y Publio Cornelio Escipión desembarcaron en Ampurias,
colonia griega aliada de Roma, y derrotaron una y otra vez a los cartagineses, impidiendo a
Asdrúbal acudir en ayuda de su hermano. Aunque en 212 los romanos fueron abandonados
por sus aliados celtíberos y cayeron en una emboscada en el alto Guadalquivir, en 210 el hijo
de Publio, del mismo nombre, llegó a Tarraco (Tarragona) y reorganizó las tropas.
En una operación atrevida e inesperada, tomó la ciudad de Cartagena en 209, lo que supuso el
principio del fin de la presencia cartaginesa en Hispania. La ciudad tenía grandes riquezas
pues servía de centro de aprovisionamiento, un excelente puerto y acceso a ricos yacimientos
de plata. Además fueron liberados sin rescate los rehenes indígenas, y muchos de estos
pueblos pasaron a ser aliados incondicionales de los romanos. Desde entonces los
cartagineses sufrieron sucesivas derrotas, comenzando por la más grave de Baecula (Bailén).
En 206, los magistrados de la vieja colonia fenicia de Gades (Cádiz) se entregaban a los
romanos sin guerra. Los restos del ejército cartaginés embarcaron hacia África. 5. Campaña
final en África. Publio Cornelio Escipión, que después de la guerra de Hispania estuvo en
Sicilia completando la rendición de las ciudades rebeldes, consiguió que el Senado le
autorizar a dirigir sus tropas a África en 204 a.C. y provocó así la vuelta de Aníbal, que fue
vencido en Zama en 202. La paz fue muy severa: pérdida de Hispania, de los elefantes, de la
flota y de la independencia diplomática, además de cuantiosas indemnizaciones. Cartago
quedó reducida a un pequeño reino endeudado y vigilado de cerca por los númidas, bajo la
autoridad de Masinisa, aliado de Roma. 6. Consecuencias de la Segunda Guerra Púnica.

Política de premios y castigos a sus aliados . Capua fue privada de parte de su territorio y de
sus privilegios. En cambio, Ampurias, base del ejército romano en Hiapnia, quedó como
ciudad libre. Control por Roma del sur y la franja mediterránea de la Península Ibérica. Los
nuevos pueblos fueron sometidos a un tributo regular del 5%, Roma se apropió de los
monopolios cartagineses (salinas, plata, campo espartario cercano a Cartagena) e inició un
saqueo sistemático que permitió la recuperación de los fondos del tesoro público romano. En
197, se consagraba la intención de dominio dividiendo el territorio en dos provincias:
Hispania Citerior e Hispania Ulterior. Demografía y ciudadanía. A pesar de la gran pérdida
de vidas de ciudadanos que servían en las legiones durante la guerra, Roma siguió siendo
parca en la concesión del derecho de ciudadanía. Como también habían muerto muchos
senadores, la guerra facilitó el acceso de algunos "hombres nuevos". Nuevas actitudes
políticas. La necesidad de tomar decisiones urgentes condujo a la marginación política del
pueblo, pues los tribunos de la plebe se aliaron con el Senado. La familia de los Escipiones y
sus aliados controlaron durante años las votaciones del Senado y las propuestas de
magistrados. Bajo su égida se produjo lo que Veyne ha llamado "la segunda helenización de
Roma" (v. tema 41). Cambios religiosos. Para aplacar el temor del pueblo, durante la guerra
el Senado había tomado medidas extraordinarias como la reanudación de los sacrificios
humanos, el envío de una embajada al oráculo de Delfos o la introducción de nuevos dioses y
rituales: lectisternium o banquete sagrado que se practicaba en Grecia con las imágenes de los
12 dioses (217), primeros Juegos Apolinares (212) y pleno soncretismo de los dioses romanos
con los griegos; llegada solemne del culto a la diosa minorasiática Cibeles (204).
TEMA 40: LA INCORPORACIÓN DE GRECIA, HISPANIA Y EL NORTE DE ÁFRICA I.
El imperialismo romano 1. Las fuentes. El historiador griego Polibio es nuestra mejor fuente
de información para la época que va desde el final de la II Guerra Púnica a la época de los
Gracos, pero gran parte de su obra se ha perdido y no es suficiente con lo que de ella recogen
Tito Livio o Diodoro de Sicilia. Por ello hay que acudir a autores más tardíos de valor
desigual, como Floro o Apiano. 2. El término imperialismo. Los historiadores modernos se
preguntan si es aplicable o no el término "imperialismo" para definir la política de Roma en
el s. II a.C. El Imperio romano es una realidad y la política exterior romana desde los inicios
del s. II a.C. no dista mucho de los imperialismos modernos. Efectivamente, si hasta esa
fecha las relaciones de Roma con otros pueblos se basaban en principios jurídico-religiosos
(se llegaba al enfrentamiento si el otro pueblo había roto un pacto con Roma, o por lo menos
eso se pretendía), a comienzos del s. II a.C. se produce un viraje en la política exterior, y
cualquier tipo de pretexto justificaba acciones militares que fueran beneficiosas para sus
intereses. Es más difícil precisar las instancias de responsabilidad, pues tanto el Senado como
las asambleas populares como los magistrados con imperium tenían capacidad de decisión.
Respecto a las razones del imperialismo, la posición más ajustada es la de Nicolet, que aduce
factores varios y cambiantes de orden tanto político como económico o social. A vece
sincluso se puede dar la razón a Mommsen, tan proclive a buscar razones defensivas de
disuasión militar. II. Roma y el Mediterráneo Oriental Filipo V de Macedonia no había visto
con malos ojos la piratería balcánica y de hecho había pactado con Aníbal con el fin de
apoderarse de Iliria. Así se produjeron algunos enfrentamientos menores entre Filipo V y
Roma que han recibido el nombre de Primera Guerra Macedónica (215-205). Pero Roma no
tenía en este momento una política definida de expansionismo hacia Oriente. 1. La II Guerra
Macedónica (200-196 a.C.). En 203, Antíoco III pactó con Filipo V repartirse los dominios
no egipcios de la monarquía ptolemaica, aprovechando la minoría de Ptolomeo Epifanes.
Macedonia se quedaría con los dominios egipcios del Egeo y los seléucidas recuperarían Asia
Menor y la Celesiria. El pacto no iba dirigido contra Roma, pero alarmó a ésta porque rompía
el equilibrio de poderes en el Mediterráneo. Filipo se adueñó de Samos y Quíos, saqueó la
Perea de los rodios y puso cerco a Atenas. Rodas y Pérgamo, asustadas, enviaron una
embajada a Roma pidiendo ayuda, que fue concedida. En 200, dos legiones romanas
desembarcaron en la Iliaria, y una de ellas, al mando del cónsul Tito Quinctio Flaminino, se
dirigió al Egeo. En 197 derrotaba a Filipo en Cinoscéfalos y le imponía duras condiciones de
paz. Macedonia quedó reducida al territorio que tenía antes de la expansión territorial de
Alejandro.
Los grandes beneficiados fueron los griegos. En los Juegos Istmicos de 196 en Corinto,
Flaminino hizo una proclamación pública y solemne de conceder la libertad a los griegos, y
efectivamente las tropas romanas abandonaron Grecia en 194. Así se ganaron su alianza
incondicional. 2. La guerra contra Antíoco III (192-188 a.C.). A raíz del pacto con Felipo,
Antíoco arrebató a la monarquía lágida la Celesiria y, decidido a reconstruir el reino de
Seleuco I, tomó gran parte de las ciudades minorasiáticas, amenazando a Pérgamo. Una
nueva embajada de Eumenes de Pérgamo convenció a Roma del peligro de Antíoco. La
chispa del conflicto la encendieron los etolios, al pedir ayuda a Antíoco para recuperar unos
territorios que consideraban suyos. En 191, el ejército romano, al mando de Acilio Glabrio,
derrotó al seléucida en las Termópilas y le obligó a abandonar Grecia. En 189 L. Escipión lo
derrotó de nuevo en Magnesia. La paz de Apamea le obligó a abandonar el Quersoneso tracio
y los territorios al oeste del Tauro, a sacrificar a sus elefantes y a conservar sólo diez
pequeños barcos de guerra, además de una astronómica indemnización de 12.000 talentos.
Aunque Roma no se quedó con ninguno de los territorios liberados, para neutralizar cualquier
defección de los aliados griegos estableció pactos de amistad con los pequeños reinos
minorasiáticos de Capadocia, Bitinia y el Ponto. No perdonó la traición de los etolios y, si
bien la Confederación Etolia no fue suprimida, algunas de sus ciudades (Cefalenia, Corcira,
Zacinto) quedaron bajo su supervisión directa, se les obligó al pago de una indemnización de
500 talentos y se amplió a su costa el territorio del santuario de Delfos, que consiguió su
plena independencia. 3. La III Guerra Macedónica (171-167 a.C.). A la muerte de Filipo V le
sucedió su hijo Perseo, quien se convirtió pronto en cabeza de toda la oposición que en
Grecia iba surgiendo contra Roma. Su ofensiva diplomática consiguió que las relaciones con
la confederación aquea se normalizaran. Selló un tratado de alianza con Beocia, se casó en el
178 con Laodicea, hija de Seleuco IV de Siria, y consolidó, en términos generales, su
prestigio en el mundo griego. Perseo logró convencer a una parte importante de los griegos de
que Macedonia constituía un contrapeso indispensable frente a Roma, a fin de que ellos
conservaran su libertad. La política senatorial romana, que tan pronto favorecía a una ciudad
como a otra, no había tardado en suscitar descontentos en Grecia. Los rodios, insatisfechos
por el tratado de Apamea, iniciaron un acercamiento a Macedonia. Roma veía aumentar el
ascendiente de Perseo en Grecia con el consiguiente peligro para el control romano de la
zona. A instancias (otra vez) de Eumenes de Pérgamo, se iniciaron en 171 operaciones
militares contra Perseo, que en 168 sufría una derrota total en Pidna. A raíz de esta batalla,
Roma desveló su verdadero rostro e impuso condiciones sin necesidad de pactar con las
partes:

El reino de Macedonia dejó de existir: quedó dividido en cuatro partes plenamente autónomas
y los matrimonios entre las poblaciones de unas y otras se prohibieron. Quedaron obligadas al
pago de un tributo directo a Roma, que se apropió también del tesoro de los reyes
macedónicos.

La traición de Iliria fue castigada dividiendo su territorio en tres partes, también obligadas al
pago de un impuesto. Epiro sufrió sanciones más duras: su territorio fue arrasado y 150.000
epirotas vendidos como esclavos. Los aliados que se habían mostrado tibios sufrieron
también las consecuencias. Pérgamo tuvo que conceder la libertad a la población de los
gálatas. Los rodios perdieron sus dominios sobre Licia y Caria y tuvieron que sufrir que
Roma creara el puerto franco de Delos, que desde 168 compitió con y acabó debilitando a
Rodas. Roma trabajó desde entonces insistentemente para el debilitamiento de las monarquías
seléucida y lágida. Apoyó a los partos y a los nacionalistas judíos. Consiguió la separación de
la Cirenaica de Egipto. En 155 el rey de la Cirenaica designó a Roma heredera de su reino y
en 133 Atalo III de Pérgamo hizo lo mismo. Aunque las ciudades griegas seguían siendo
nominalmente autónomas, nadie dudaba de que Roma era la dueña de su política.

4. El fin de la independencia de Macedonia y de Grecia (150-146 a.C.). Un tal Andrisco, que


se decía hijo del rey Perseo, pretendió restaurar la monarquía macedónica. Su revuelta en 150
tomó por sorpresa a los romanos, que cosecharon algunos fracasos hasta que Quinto Cecilio
Metelo lo derrotó en Pidna (148). El enorme botín de guerra fue exhibido en la celebración de
su triunfo en Roma. Como consecuencia de la guerra, Macedonia quedó convertida en
provincia romana, lo que llevaba consigo el nombramiento anual de un gobernador, la
presencia regular de tropas legionarias y el pago de un impuesto. Para facilitar su control y la
comunicación con Italia se inició la construcción de la Via Egnacia. Para restar fuerza a la
Confederación Aquea, Roma propueso que varias ciudades (entre ellas Esparta, Argos y
Corinto) quedaran libres de sus obligaciones con la Confederación, al no ser propiamente
aqueas. Cuando la Confederación se opuso y buscó apoyos militares en Eubea y Tebas, la
respuesta de Roma fue fulminante: el año 146, el cónsul L. Mummio al mando de dos
legiones, venció a la Confederación Aquea y sus aliados y arrasó Corinto vendiendo como
esclavos a los prisioneros. La Confederación fue disuelta y la mayor parte de Grecia perdió su
libertad. Algunos territorios griegos cercanos a Macedonia fueron integrados en esta
provincia; el resto de Grecia, sin ser propiamente parte de la provincia, quedó sometido a la
autoridad del gobernador de Macedonia. Los magistrados de sus ciudades debían simpatizar
con la causa romana y pertenecer a la oligarquía. Se cerró así la vía a las reivindicaciones
populares (reparto de tierras, supresión de deudas). III. Roma y el Occidente 1. La política
romana sobre Hispania. Cada provincia tenía un gobernador con rango de pretor y mando
sobre una legión. Tarragona fue la sede del gobernador de Hispania Citerior y Cartagena,
inicialmente, la del de Hispania Ulterior. Cada uno disponía de un equipo de colaboradores y
un cuestor para la gestión de los asuntos financieros.

La ampliación de la conquista (195-154 a.C.). En 195, Roma envió a Hispania al cónsul


Catón al mando de dos legiones, además de las de los dos pretores coordinados a sus órdenes.
Aplastó las sublevaciones de los pueblos del nordeste y dirigió a sus tropas a lo largo del
Tajo, apoderándose (dice Plutarco) de más de 400 poleis, ciudades y aldeas, muchas sin
necesidad de luchar, con la pura amenaza. La campaña de Catón se acompañó de otras
actitudes imperialistas como enviar a los mercados de esclavos a los prisioneros hispanos o
saquear sistemáticamente las poblaciones hispanas. En 192, Cayo Flaminio tomó Toledo y
con ella uno de los mejores vados del Tajo. Los autores antiguos reflejan la constante
resistencia de las poblaciones locales y la decidida voluntad de Roma de imponerse por la
fuerza. Las formas de organización indígenas eran suprimidas para acercar a los vencidos a
los modelos organizativos romanos (nos ha llegado un decreto en bronce de L. Emilio Paulo
sobre la ciudad de Hasta que así lo demuestra). Sólo en contados casos (Ampurias, Sagunto,
Tarragona, Cádiz, Málaga) las ciudades quedaron con un estatuto equiparable al de muchas
ciudades griegas, libres aunque sometidas a la tutela romana. En los años 180-179 Tiberio
Sempronio Graco trató de aliviar la marginalidad de amplias capas de la población hispana,
causa de frecuentes levantamientos, e inició una política de fundación de ciudades y
asignación de tierras (Gracchurris: Alfaro en La Rioja; Iliturgi: Mengíbar en Jaén). También
firmó pactos con los celtíberos en los que éstos pasaban a ser colaboradores potenciales de
los romanos. En 171, una comisión de hispanos llegó a Roma para protestar por los epxolios
y vejaciones de los gobernadores; el Senado les recomendó que eligieran patronos para que
los defendieran. Entonces (dice Livio) los pueblos de la Citerior eligieron a M. Porcio Catón
y a P. Cornelio Escipión, y los de la Ulterior a L. Emilio Paulo y Galo Sulpicio. También en
171 comenzó a ser habitual la presencia de sociedades de publicanos que contrataban con el
Estado el cobro de los impuestos a los provinciales, la construcción de obras públicas o la
explotación de los distritos mineros. Así se favoreció una lenta emigración de itálicos a
Hispania. Ese mismo año el Senado autorizó al pretor de la Ulterior, Lucio Carteyo, a fundar
la primera colonia latina fuera de Italia, Carteia (junto a San Roque, Cádiz) para instalar en
ella a 4.000 hijos de hispanas y soldados romanos "con los que no habían contraído
matrimonio", aceptando también como colonos latinos a los indígenas del territorio colonial.
Guerras celtibéricas (153-133 a.C.). El sometimiento definitivo de Macedonia y Grecia, el
ataque a Cartago y las guerras contra celtíberos y lusitanos son acontecimientos separados
que responden a la misma lógica. La prolongación de la expansión territorial mantenía en los
escenarios bélicos a amplias capas de la población itálica empobrecidas por la llegada masiva
de mano de obra esclava. Y el botín de guerra y la explotación de las minas de los vencidos
daba al estado romano una fortaleza económica sin precedentes.
El pretexto aducido por Roma para justificar el comienzo de las acciones militares contra los
celtibéricos fue el incumplimiento de los pactos que habían firmado con Sempronio Graco.
No era verdad, pero en 153 el Senado había tomado la decisión de someter la Celtiberia,
como lo prueba el envío de sus dos cónsules (el doble de lo normal). La Celtiberia, al amparo
de los pactos con Graco, había reorganizado y mejorado sus núcleos urbanos, lo que Roma
interpretó como prueba de que preparaban una agresión. El cónsul Q. Fulvio Nobilior puso
sitio en 153 a la ciudad de Numancia, que se convirtió en símbolo de la resistencia, pues no
cayó hasta 133, rendida por hambre. La razón de que una ciudad de 8.000 habitantes trajera
en jaque a varios ejércitos romanos no se explica sólo por la heroicidad y el amor la libertad
de los celtíberos, sino por la escasa combatividad de las tropas romanas: cuando Escipión se
hizo cargo de ellas en 134 tuvo que expulsar de los camapamentos a buhoneros, adivinos y
prostitutas, y endurecer a unos soldados que dormían en camas muelles y hasta se depilaban
las piernas (Apiano). Con el pretexto de que los vacceos aprovisionaban a los celtíberos, los
generales romanos fueron conquistando su territorio. La mayor parte del territorio vacceo
quedó en poder de Roma en 151. Toda la población de celtíberos y de vacceos, sometidos en
acciones militares, quedó como súbditos, dediticii, obligados a pagar impuestos por el uso de
los bienes que antes eran suyos y sin órganos comunes: Roma comenzó a entenderse con
cada una de las ciudades.

Guerras lusitanas (155-136 a.C.). Las guerras contra los lusitanos se iniciaron antes que las
celtibéricas y por motivos distintos. El territorio del pueblo lusitano estaba entre los cursos
bajos del Duero y del Tajo, pero tenían la costumbre de aliviar su presión demográfica
enviando fuera a jóvenes para que formaran bandas armadas. Los lusitanos habían sido los
más fieles aliados de los cartagineses. En 155, un líder lusitano, Púnico, atacó a los romanos
en el sudeste peninsular. En el 150, el gobernador Sulpicio Galba venció a los lusitanos y les
prometió tierras y respeto hacia sus vidas. Pero, despreciando la palabra dada, acuchilló a
unos 9.000 y vendió como esclavos a más de 20.000. Unos pocos pudieron escapar. Entre
ellos estaba Viriato, un pastor que durante siete años vengó a los muertos, sublevando toda la
parte occidental de Hispania. Durante este tiempo encarnó el espíritu de la libertad y el
nacionalismo indígena. Finalmente, murió asesinado por tres de sus amigos que habían sido
comprados por los romanos. Muerto Viriato, la victoria sobre los lusitanos (139 a.C.) no
revistió tanta dificultad y consolidó el dominio romano en la zona. Sólo quedaban sin someter
en el territorio peninsular galaicos, astures y cántabros, que no fueron atacados por Roma
hasta la época de Augusto. La conquista de Baleares no entró en el programa expansionista
romano hasta 123 a.C.

2. La Tercera Guerra Púnica (149-146 a.C.). El rey númida Masinisa, aliado de Roma, había
privado de territorios a Cartago que, imposibilitada de defenderse por sí misma, no tenía otro
remedio que reclamar a Roma. En 153 una embajada romana presidida por Catón fue a
Cartago.
Catón volvió impresionado de la riqueza de Cartago, que había sabido recuperarse de las
pérdidas de la Segunda Guerra Púnica gracias a su talento comercial y agrícola, y convencido
del peligro que representaba. Se convirtió en partidario acérrimo de su destrucción (delenda
est Carthago) y finalmente el Senado decidió la guerra en 149. A las súplicas de perdón de
Cartago, acompañadas de la entrega de armas y rehenes, Roma respondió con exigencias
abusivas e inaceptables: los cartagineses debían abandonar desarmados su ciudad y dirigirse
al interior, donde Roma les concedería tierras para fundar otra. Ante semejante propuesta de
deportación, el Senado de Cartago declaró la guerra y se inició una actividad febril para
reforzar las defensas y fabricar todo tipo de armas. La resistencia de la ciudad duró tres años
y en 146 las tropas romanas, después de superar las murallas, tuvieron que luchar calle por
calle durante ocho días hasta completar su conquista. Cartago fue arrasada y sobre sus ruinas
se esparció sal en señal de maldición. Los supervivientes fueron vendidos como esclavos y el
territorio se convirtió en provincia romana de África y ager publicus. La diosa púnica Tanit,
que no había protegido a Cartago, fue llevada en agradecimiento a Roma, donde fue venerada
como Dea Caelestis. Cuando unos años más tarde murió Masinisa, Roma intervino para que
su reino quedara dividido en tres.
TEMA 41: CONSECUENCIAS ECONÓMICAS, SOCIALES Y POLÍTICAS DE LA
EXPANSIÓN TERRITORIAL La gran expansión territorial del s. II no había modificado
sustancialmente las grandes cifras sobre los estatutos jurídicos personales de la población
libre de Italia, aunque los éxitos militares habían sido posibles gracias a las legiones
(reservadas a los ciudadanos romanos) y a las tropas auxiliares (de latinos y aliados). Según
datos de Livio, el censo de 136-135 constaba de unos 318.000 ciudadanos. I. Los cambios
económicos Cada éxito militar del ejército romano equivalía a una importante fuente d
eingresos para el estado romano: botín de guerra, indemnizaciones, nuevos mercados,
monopolios estatales (minas, salinas). 1. El ámbito rural. El tratado De agricultura de Catón
no pretendía relatar las condiciones de la agricultura y la ganadería de su época, ni un tratado
sistemático sobre los procesos productivos del campo, sino un conjunto de orientaciones
sobre la mejor gestión de los recursos agrarios y en particular de las villas rústicas. Se sirvió
de los conocimientos adquiridos por los cartagineses y los griegos y también de las
experiencias del campesinado de Italia. A través de esta obra se puede comprobar que, sin
que hubieran desaparecido las pequeñas y medianas explotaciones, no eran raras las grandes
propiedades de varios centenares de hectáreas. Da consejos sobre la explotación de un viñedo
de 100 yugadas (50 Ha) y un olivar de 240 yugadas (120 Ha), cuando los lotes que se
concedían a cada familia en los asentamientos coloniales medían entre 10 y 30 yugadas. La
famosa frase de Plinio "Los latifundios perdieron a Italia" no se corresponde con la realidad
del s. II y es una exageración incluso para momentos posteriores. No era habitual la gran
concentración de tierra. Aunque sin duda había senadores y caballeros que eran grandes
propietarios, lo frecuente era que tuvieran varios dominios de tipo medio, y lo mismo sucedía
con los arriendos de tierras públicas. El aporte de grandes contingentes de esclavos, mano de
obra muy barata, contribuyó a extremar las diferencias sociales. El pequeño campesino era
incapaz de competir con los productos procedentes de grandes explotaciones trabajadas por
esclavos. Una familia de campesinos podía mantener un régimen de subsistencia con un
control demográfico de 2-3 hijos, una propiedad de 15-20 yugadas y un jefe de familia dotado
de capacidad para obtener otros ingresos (caza, pesca, trabajo a jornal). Pero cualquier
desequilibrio, como una enfermedad o un hijo de más, rompía la estabilidad económica. Por
eso muchas familias emigraron a la ciudad y enviaron a sus hijos mayores al ejército, lo que
contribuyó a la concentración de la propiedad y al incremento de la plebe urbana en todas las
ciudades y especialmente en Roma. Además, se importaba el trigo de Sicilia o del norte de
África y la producción ganadera requería una fuerte inversión inicial. Las técnicas de cultivo
en Italia estaban atrasadas. Las propuestas de Catón de desarrollar sectores especializados y
de alta rentabilidad (viñedo, olivar) sólo resultaban accesibles a las capas sociales más
acomodadas.
2. El sector minero. En la primera mitad del s. II a.C., los distritos mineros más importantes
del territorio romano se encontraban en Macedonia, Grecia y la Península Ibérica,
especialmente esta última. Los autores antiguos alaban las fabulosas riquezas de Hispania,
cuyos metales (plata, cobre, estaño, plomo) entraron en los circuitos comerciales en el
momento en que comenzaban a decaer las minas áticas de plata (Laurión y Braurión). La
forma corriente de explotación era el alquiler a sociedades de publicanos mediante la locatio
conductio, que contemplaba una previa subasta pública en Roma y un periodo de cinco años
de explotación. Las sociedades de publicanos hicieron la fortuna de los caballeros y también
d emuchos senadores que podían invertir en ellas (aunque no ejercer directamente tales
operaciones). Así se estimuló una primera emigración itálica a las provincias. La arqueología
nos muestra, por ejemplo, un culto a la diosa oriental Atargatis y a dioses romanos en
Cartagena. Las técnicas eran rudimentarias, pues se empleaba masivamente mano de obra
esclava. Pero cualquier explotación minera necesitaba el desarrollo de un importante sector
terciario que la aprovisionara. En la Península Ibérica, antes de la conquista romana,
acuñaban moneda las colonias griegas (Rosas y Ampurias) y unas pocas fundaciones fenicio-
púnicas (Gades y Ebusus). Pero en los territorios romanos de Hiapania en el s. II, Roma
permitió la apertura de decenas de cecas locales para facilitar el pago del ejército, de los
suministros mineros y de los impuestos debidos (Arse, Sagunto, Castulo, Linares, Porcuna,
etc.) 3. Actividades artesanales y comercio. La ampliación del número de legiones, las
grandes obras públicas en Roma, el incremento del lujo de las oligarquías romanas etc.
estimularon el desarrollo del artesanado en Italia. Un hombre de mediana fortuna como
Cicerón llegó a poseer diez villas rústicas, cinco casas en Roma y seis albergues para
utilizarlos en sus desplazamientos. Roma se monumentalizó: acueducto Marcio, basílicas
Emilia, Porcia y Sempronia, mejora del Foro a semejanza de las ágoras griegas, restauración
de templos y construcción de otros nuevos. En cuanto al desarrollo comercial, Italia
importaba materias primas y exportaba vino, aceite y producto manufacturados. Con las
ciudades griegas, que tenían una larga tradición artesanal, la relación no era tan desigual.
Gracias a los contactos con el Egeo los romanos se familiarizaron con el sistema bancario y el
derecho comercial ateniense, más flexible, y se introdujeron en Roma el préstamo de ayuda
para compartir riesgos de la navegación, la generalización del uso de esclavos y libertos
como agentes y el pago sin necesidad de aportar dinero efectivo. II. Los cambios sociales
Junto a la nobleza senatorial (ordo senatorius) de grandes propietarios, el ordo equester
(caballeros), con un origen militar que se había perdido, se consolida como la aristocracia
financiera, ya que no son nobles de nacimiento pero son ricos. Poseen las empresas y se
dedican a comerciar. Existía una cantidad mínima que se debía poseer para ser equite:
400.000 sextercios. Los senadores debían poseer un millón. Pero la distinción no era sólo
económica, ya que muchos caballeros tenían más de un millón de sextercios y no accedían
por eso al rango senatorial.
Los senadores no podían dedicarse personalmente a las actividades artesanales, comerciales o
bancarias, aunque sí aportar capitales. Los caballeros por su parte reinvertían sus ingresos en
bienes inmuebles rústicos y urbanos, que tenían mayor prestigio. Ambos ordines (unos pocos
cientos de senadores y menos de 3.000 caballeros) concentraban en sus manos las mayores
fortunas. Pero los senadores no estaban dispuestos a compartir las responsabilidades políticas
con el orden ecuestre, ni tampoco a un crecimiento inmoderado de éste. Sólo se permitió un
acceso lento y gradual al rango de caballero a quienes, además de tener una saneada fortuna,
hubieran desempeñado actividades públicas. Las masas de campesinos emigrados a la ciudad,
aunque eran ciudadanos, tenían muchas veces unas condiciones de vida inferiores a las de
muchos esclavos, a quienes al menos se les garantizaba el sustento cotidiano. Estos libres
marginados creaban mucha inestabilidad social, pero su problema sólo se planteó
abiertamente a partir de los Gracos. 1. Revuelta de esclavos en Sicilia (139 ó 136 132 a.C.).
En Sicilia había un gran número de esclavos trabajando en extensas propiedades agrarias.
Diodoro Sículo ejemplifica en Damófilo lo que era un dueño cruel, en respuesta a cuyas
vejaciones se levantó Euno, un esclavo de origen sirio. A él se unió otra revuelta dirigida por
Cleón, esclavo cilicio. Grupos de libre pertenecientes a las bajas capas sociales se unieron
también al movimiento. Eliminados los esclavistas más odiados, crearon una organización
paraestatal. Euno se proclamó rey con el nombre de Antíoco y llegó a disponer de un ejército
de 20.000 hombres que venció varias veces a las legiones romanas. Pero el cónsul Rupilio
terminó con la revuelta y en 131 a.C. la lex Rupilia reorganizó Sicilia de modo que siguiera
vigente el sistema esclavista pero sin las condiciones extremas de explotación que habían
conducido a la revuelta. 2. La revuelta de Aristónico en Pérgamo (133 130 a.C.). Aristónico,
hijo bastardo de Eumenes II de Pérgamo, se opuso a la decisión de Atalo III de legar el reino
a Roma. Se proclamó rey con el nombre de Eumenes III, apoyado por los macedonios
emigrados, algunos tracios y parte de la población local. Influido por las ideas estoicas,
Aristónico-Eumenes pretendía hacer una sociedad más igualitaria protegida por el dios Sol.
Por ello las capas populares y los esclavos le respaldaron. Así una revuelta política adquirió
un claro contenido social. Sin embargo, Roma había decidido convertir Pérgamo en provincia
romana. Tomó medidas para restar apoyos a Aristónico, asumiendo parte del programa de
éste, y las legiones romanas hicieron el resto. En la nueva provincia de Asia siguió vigente el
sistema esclavista. III. Instituciones públicas a partir de la expansión militar Toda la
población, incluidos los ciudadanos romanos, estaba obligada al pago de impuestos indirectos
y del uso en arrendamiento de los bienes públicos. Pero los ciudadanos romanos sólo pagaban
impuestos directos en circunstancias especiales. Gracias a los enormes ingresos derivados de
la conquista, los ciudadanos se vieron libres del impuesto directo de 167 a 43 a.C. y sus
aliados sufrieron una menor presión fiscal. Ésta recaía sobre los provinciales.
Las difíciles condiciones de la II Guerra Púnica habían conducido a una prácticas de acción
política en las que el Senado deliberaba y tomaba decisiones sin seguir rigurosamente el
procedimiento de consulta y aprobación por las asambleas populares. Además los votos se
manipulaban mediante donativos, prsiones o relaciones clientelares. Hubo medidas para
luchar contra esta corrupción: senadoconsulto (186) que prohibía importar fieras de África
con destino a juegos para atraerse el favor popular, Lex Cornelia de ambitu (181), que
castigaba la corrupción electoral con la prohibición de ocupar magistraturas durante 10 años,
Lex Orchia de coenis (161), contra el soborno electoral por medio de banquetes, mejorada
por la Lex Fannia (154-150) y la Lex Didia (143). Pero la eficacia de estas leyes no era
grande mientras el voto no fuera secreto. Por eso la Lex Gabinia (139) creó las condiciones
para garantizarlo; en 137 el tribuno L. Casio Longino consiguió el voto secreto en las
asambleas judiciales y la Lex Papiria (131) hizo lo mismo con el voto de los comicios
legislativos. Todo ello facilitó el fuerte apoyo a los Gracos en las asambleas. Otra
consecuencia importante de la expansión territorial fue el incremento del número de pretores
que gobernaban las nuevas provincias. Tenían más competencias que los de Roma: además
del imperium y del mando sobre una legión, eran los máximos responsables de su provincia
en los ámbitos financiero, político, judicial y religioso. IV. La civilización: la helenización de
Roma. La producción literaria de los primeros siglos de Roma había consistido en himnos
religiosos, elogios fúnebres, discursos, leyes, sentencias y breves relatos de los
acontecimientos más importantes de cada año (Anales). Pero la anexión de nuevos territorios
creó una nueva conciencia de la posición de Roma. El Estado más fuerte debía ser también el
de mayores niveles de cultura. Los romanos no dudaron en incorporar como propia la
superior cultura griega, dan paso a una cultura grecorromana como signo de distinción frente
al mundo bárbaro. Las familias de las altas capas sociales empleaban como pedagogos de sus
hijos a esclavos o emigrantes griegos, y las estancias en Grecia de soldados y comerciantes
contribuyeron a una constante impregnación de la cultura griega. Los propios dioses de la
religión romana se asimilaron a los dioses griegos, de los que recibieron mitos y modos de
representación: Júpiter (divinidad suprema, dios del cielo) se asimiló a Zeus. Juno (esposa
de Júpiter) a Hera. Marte (divinidad agraria y de la guerra), a Ares. Vulcano (dios del fuego)
a Hefesto. Venus (antigua diosa de la fertilidad, diosa del amor) a Afrodita. Saturno
(divinidad de función poco conocida en su origen, y posteriormente asociado a la Edad de
Oro), a Crono. Mercurio (antiguo dios del comercio) a Hermes. Diana (diosa de la
naturaleza y de los bosques) a Artemio. Ceres (divinidad itálica de la fecundidad de la
naturaleza) a Deméter. Minerva (divinidad de las artes, los gremios comerciales y la guerra)
a Atenea. En ocasiones la integración fue tan fuerte que amenzaba a la religión tradicional;
por ejemplo, los rituales mistéricos de Dionisio-Baco (equiparado al romano Líber Pater),
conocidos como Bacchanalia, fueron prohibidos por el Senado en 186 a.C.
1. Los inicios de la literatura romana. Las tres figuras representativas del nacimiento de la
literatura romana fueron:

Livio Andrónico (240-207). Tradujo al latín la Odisea y tragedias del ciclo troyano. Nevio
(264-194). Además de traducir y adaptar obras griegas se enfrentó a temas propiamente
romanos (Rómulo, Bellum Punicum -1ª) Ennio (239-169). Adaptó con libertad tragedias de
Eurípides pero sobre todo fue el creador del género típicamente romano de los Annales,
consolidando una literatura histórica con muchos seguidores.

2. La comedia. La comedia se adaptaba al carácter latino mejor que la tragedia. Aunque


Ennio escribió algunas, el esplendor llegó con Lucio Maccio Plauto (254-184), Cecilio
Estacio (...-166) y Terencio (190/185-159). El giro más importante de Plauto consiste en
haber adaptado los modelos de la comedia griega al gusto latino y en haber creado temas,
situaciones y personajes puramente romanos. Si figuras como el joven libertino y
despilfarrador o la cortesana son universales, más romanos eran el esclavo ingenioso, el
parásito o el soldado fanfarrón (Miles gloriosus) Estacio y Terencio se inspiraron en la
comedia griega de Menandro. Terencio consiguió conjugar el interés del público con la
fluidez del relato y la profundización en la psicología de los personajes. Plauto y Terencio
contribuyeron por igual a la madurez literaria de la lengua latina y a la simbiosis cultural con
la cultura helénica. Pero su éxito no suprimió las repsentaciones de la comedia puramente
nacional, llamada togata (por la vestimenta de sus personajes), que reflejaba el contraste
cómico cuando llegaban a Roma provincianos e itálicos desconocedores de la lengua y
costumbres de la ciudad. 3. Catón (234-149) y la prosa latina. Además de haber ocupado las
más altas magistraturas romanas, Catón luchó en el Senado y en sus escritos por defender las
costumbres tradicionales romanas frente a las innovaciones griegas. Excelente orador, dejó
dos obras que tuvieron gran repercusión entre los romanos: el tratado De agricultura y
Orígenes, un estudio histórico de diversas ciudades de Italia lleno de informaciones útiles.
--AMPLIACIÓN (EUNSA) Los orígenes del helenismo romano. La notable expansión itálica
y mediterránea de Roma tuvo consecuencias significativas en la cultura y la civilización
romana, que se concretan en el comienzo de lo que se ha llamado el "helenismo" romano.
Ahora bien, la corriente helenizadora en absoluto se redujo a una imitación pasiva de los
modelos helénicos, sino que la cultura romana los adaptaría con gran personalidad a sus
propias tradiciones y personalidad histórica (P. Grimal). Encontramos dos ejemplos de ello en
la religión y la literatura.
La fundamental concepción por los romanos de la religión como una relación contractual con
la divinidad dejaba abierta la puerta a una ampliación del panteón, del culto y del ritual,
institucionalizada por los decemviri sacris faciundis. Estos eran los encargados de naturalizar
cultos extranjeros, introducidos ya en Roma de forma anárquica, o incluso promover motu
proprio la aclimatación de otros. En este terreno innovador, se asimilaron ante todo los cultos
provenientes de la Magna Grecia y después del helenismo oriental. Se observa un aumento de
los cultos extáticos y orgiásticos, aunque teñido de características muy romanas (la Bona
Dea); en otros casos el exotismo era patente, como la introducción oficial del culto oriental de
Cibeles en 204, relacionada con el intento de reforzar los "orígenes troyanos" de Roma.
Típicamente helenísticos son la introducción del culto a Asclepios y la difusión creciente de
divinidades que son abstracciones de virtudes (Victoria, Spes, Salus, Virtus, Fortuna). Aun en
este caso se comprueba el afianzamiento de la personalidad romana, o, aún mejor, itálica:
Bellona, Honos y Fides no tienen paralelos claros en Oriente. Los orígenes de la verdadera
literatura en lengua latina (con algunos precedentes) se encuentran en Livio Andrónico,
muerto ha. 200 a.C. Fue un tarentino esclavizado en 272, que tras su manumisión abrió una
escuela de gramática en Roma. Su obra literaria se centró en la creación de una epopeya y un
teatro latinos. Tradujo al latín la Odisea para que sirviera de libro de texto en su escuela, pero
usó un verso típicamente latino, el saturnio. La elección de la Odisea y no de la Ilíada es muy
significativa; Ulises había visitado abundantes escenarios itálicos y el poema señalaba la
definitiva inclusión de Roma en la koiné helenística. El teatro de Livio Andrónico tampoco se
limitó a un simple trasplante y traducción del teatro helenístico; su gran originalidad y
significación cultural reside en haberse basado en los tradicionales ludi escénicos italianos
-típicos de la satura, la sátira, un género romano propio- pero dotándolos de una verdadera
intriga (fabula). Esta podía ser de origen helénico, pero relacionada con el muy romano ciclo
troyano (Equos Troianus, Aquiles, etc.) o relativa algún culto romano-helénico como Ino
(también llamada Leucotea e identificada con Mater Matuta, diosa itálica del alba y de la
mañana en principio, luego de los nacimientos, y protectora de los marineros, cuyo festejo
principal eran las Matralias). La terrible experiencia bélica de la Segunda Guerra Púnica
produjo un afianzamiento de la tradición propia itálica y romana, representado por la obra de
Nevio (c. 280-201) y Fabio Pictor. El primero, originario de Capua, es el primer autor
conocido del género dramático llamado fabulae praetextae o fabulae togatae (llamado así
porque los actores vestían a la romana, en contraposición a las fabulae palliatae en que
vestían a la griega). En su epopeya Bellum Punicum, hacía un canto al destino histórico de
Roma, con un lenguaje que hundía sus raíces en la tradicional poesía oral latina (carmina
conuiualia). Fabio Pictor, más joven y aristocrático, fue el fundador de la historiografía
romana, aunque escribió su obra en griego con el fin de justificar ante la opinión griega la
guerra de Roma contra Cartago. Sociedad romana y cultura helénica. Durante el s. II a. de C.
se produce la plena inmersión de Roma en la koiné cultural helenística, proceso que se había
iniciado ya en la centuria precedente. La recepción de la multiforme cultura helenística en la
sociedad romano-itálica dio lugar a una verdadera síntesis cultural, lo que se conoce como
civilización clásica grecorromana. La cultura helenística era de carácter ambiguo; apta para
servir de soporte ideológico a intereses y aspiraciones muy diversos. Por eso hay que
distinguir entre su recepción por las clases dirigentes y por las masas populares.
El sistema educativo romano. Las viejas poleis helénicas y las nuevas creadas en Oriente por
la diáspora helenística contaban con un sistema muy perfeccionado para la transmisión de la
paideia, base de la distinción entre helénicos y no helénicos y entre ciudadanos y no
ciudadanos. Este sistema, sufragado por el Estado a costa del evergetismo (rara vez forzado)
de los ciudadanos pudientes, permitía el acceso a la educación impartida en los gimnasios al
menos a toda la población libre de la ciudad. Por el contrario, en Roma (y en muchas
ciudades itálicas de tradición no helénica) no había ningún instrumento educativo de carácter
público. La educación se consideraba en Roma algo privado, competencia exclusiva del pater
familias. Por ello, solamente los miembros de los grupos dirigentes podían costearse una
educación helenística, comprando costosos esclavos de origen griego que servían para los
primeros grados de la paideia. Para una enseñanza superior, había que recurrir a instructores
más especializados. Durante todo el siglo II era normal que los miembros de la nobilitas
romana así educados fueran completamente bilingües. Dado este carácter privado y por tanto
aristocrático del sistema educativo, se comprende la importancia que tuvo para la evolución
cultural de Roma la apropiación por Paulo Emilio como botín personal de la importante
biblioteca del rey Perseo de Macedonia. Así los miembros jóvenes de la familia de los
Escipiones -y probablemente de las restantes familias nobiliarias de Roma- tenían acceso
directo a las grandes obras de la literatura clásica helénica. También se explica la aparición de
cenáculos intelectuales en torno a las principales casas nobiliarias. El mejor conocido es el de
los Escipiones, que giraba en torno a dos figuras de la cultura helenística de primera
magnitud: el historiador Polibio de Megalópolis (c. 200-120) y el filósofo estoico Panecio de
Rodas ( c. 180-110). La cultura helénica y la oligarquía romana. La honda brecha entre la
oligarquía y el pueblo se profundizaba al añadirse una radical distinción cultural. Además,
ciertas características de esa cultura helenística podían provocar conflictos en el mismo seno
del grupo dirigente. La exaltación helenística del inidividuo y de la realeza iba en contra del
ideal de igualdad entre los miembros de la oligarquía. Sus elementos contemplativos se
oponían al viejo ideal romano del hombre de acción. Y ciertas corrientes racionalistas
aportaban una crítica radical al tradicional politeísmo romano. Catón frente al helenismo. Por
todo ello, en la primera mitad del siglo II Catón el censor, enfrentándose a Escipión el
Africano, se muestra como defensor acérrimo de las antiguas costumbres romanas y enemigo
de cualquier concesión a la cultura helénica. En sus Orígenes, historia de Roma escrita en
latín a diferencia de otras contemporáneas en griego, exponía que la grandeza de Roma se
había basado en los méritos y virtudes de todo el pueblo, no de héroes individuales. Frente a
la incontrolada expansión conquistadora, que permitía el surgimiento de imperatores como
los Escipiones, Catón creía que Roma debía contentarse con una política defensiva pues su
principal virtud es el respeto a la fides, a la fe jurada con otra comunidad y al no abuso de la
fuerza. Limitaciones y contradicciones del antihelenismo. La postura de Catón era
contradictoria. Él mismo conocía la perfección la lengua y literatura griegas, y hacía uso de
su retórica. Sus propuestas ideológicas carecían de futuro. La única solución era integrar
aquellas corrientes o aspectos de la cultura helenística que mejor pudieran servir a los
intereses de los grupos dominantes en la sociedad romana.
La literatura. Ennio. El siglo II se abre en la literatura latina con la importante figura de Ennio
(239-169), el verdadero fundador de una literatura latina personalizada, aunque con hondas
raíces en el helenismo. En 207 el Estado romano había reconocido la importancia del papel
ideológico de la actividad literaria al establecer, con sede en el Aventino, un colegio de
escribas y poetas. Ennio escribirá su obra principal, los Annales, adaptando por primera vez
el hexámetro y los recursos retóricos de la poesía helenística contemporánea para ponerlos al
servicio de un verdadero epos nacional de Roma. En el extenso poema se trazaba toda la
historia de Roma desde la destrucción de Troya hasta el 171 a.C., con el fin de demostrar su
destino histórico en la dominación del Mediterráneo, en el Imperio. Pero significativamente
centraba su narración en unas cuantas personalidades individuales, dotadas de claras
características heroicas tomadas del epos homérico. Ennio adaptó también los géneros
poéticos helenísticos, con la creación de epigramas, sátiras y poesía intimista. En resumen, se
presenta como el contrapunto de su contemporáneo Catón. Terencio. En la escena, la gran
figura, muy diferente de su predecesor Plauto, del que hablaremos luego, es Terencio (c. 195-
159). Nacido en África fue llevado a Roma como esclavo y manumitido muy pronto.
Habiendo adquirido una perfecta educación helénica entró en el "círculo de los Escipiones" y
renovó estilíticamente la fabula palliata, con la práctica eliminación de las partes cantadas y
usando los argumentos ofrecidos por la "comedia nueva" de Menandro. Terencio proclama la
esencial unidad de los seres humanos, la victoria de la amistad y del humanitarismo, pero sus
comedias no tuvieron el éxito popular de las de Plauto. Lucilio (c. 167-101), perfecto
conocedor de la poesía alejandrina, dio forma definitiva a un género típicamente romano: la
sátira. En ellas afirmaría la libertad de espíritu del aristócrata, al tiempo que criticaba
aceradamente el desenfreno de ciertos aristócratas de su tiempo, alejados de la antigua virtus
republicana. La filosofía y los problemas del Imperio: Panecio y Polibio. De las corrientes
filosóficas helenísticas el estoicismo fue la que tenía más elementos válidos para ser
integrados por la clase dirigente romana. El filósofo rodio Panecio, amigo inseparable de
Escipión Emiliano y su círculo, enseñó un estoicismo polarizado por la ética, que legitimaba
el gobierno y predominio de los individuos que se mostrasen especialmente ardientes en el
cumplimiento de su deberes (officia) así como la rectitud y justicia del Imperio romano.
También Polibio (c. 200-118 a.C.), historiador griego conducido a Roma con otros aqueos y
retenido allí sin juicio durante dieciséis años, justificaba en su Historia al Imperio, que
admiraba. Pero su justificación era de orden práctico; la superioridad de Roma provenía del
carácter mixto y complejo de su constitución, obra no de unas individualidades sobresalientes
sino de todo un pueblo. Religión romana y helenística. En el terreno de la evolución religiosa,
la aristocracia romana siguió velando ciudadosamente por la continuidad de la religión
tradicional. El s. II verá un inusitado enriquecimiento de las formalidades del culto y del
ritual, especialmente en la aruspicina, controlada por el ordo senatorial. Pero la religiosidad
helenística, con su capacidad para la divinización de abstracciones, servía a los fines del
imperialismo de la República: en 195 se levantó por primera vez, en Esmirna, un templo a la
diosa Roma. En la misma Roma se multiplicaron las estatuas dedicadas por las ciudades
griegas a esta divinidad.
La influencia griega no sólo contribuyó a la antropomorfización de gran parte de las
divinidades primitivas, sino que promovió la identificación entre muchas de la principales
deidades itálicas y griegas. La cultura helenística y los grupos populares. El pueblo de las
ciudades y de los campos itálicos tampoco estaba falto de contacto con la realidad cultural
helenística. Muchos de ellos habían luchado en Oriente, y hubo un contacto forzoso con los
millares de esclavos griegos que fueron traídos a Italia. Además el pueblo tendía a imitar las
maneras de las clases dirigentes. El hapax de Plauto. El principal testimonio con el que
contamos para conocer la reacción del elemento popular de Roma ante la penetración masiva
de la cultura helenística son las comedias de Plauto (c. 250-184). Conforme a la tradición de
la palliata, toman argumentos y personajes de la comedia nueva ateniense, pero innovando
estilísticamente respecto a sus modelos helénicos gracias al fondo cultural y tradicional
itálico. Aunque las convenciones del género, el deseo de evitar problemas con la censura y la
búsqueda de un efecto cómico de exotismo le obligaban a situar sus obras en un ambiente
griego, eso no significa que no hicieran referencia a la actualidad romana, todo lo contrario.
En ellas se observa una crítica feroz de la institución familiar, el amor tradicional, la gloria
militar; se ridiculiza a los personajes eminentes y se invierten los roles: los esclavos siempre
son más listos que sus amos. Así de manera indirecta Plauto critica a los grupos dirigentes de
la sociedad romana y sus costumbres helénicas. Su enorme éxito demuestra hasta qué punto
consiguió conectar con la opinión popular. Pero ciertamente Plauto representa un hapax en la
cultura romana de este siglo. La religiosidad helenística y las capas populares. Es en la
religión donde se observa una recepción popular de corrientes típicamente helenísticas. Los
de carácter mistérico y orgiástico prometían una liberación de las múltiples miserias en una
feliz vida futura en el más allá, lo que resultaba muy atractivo para las capas populares
romanoitálicas, inmersas en un proceso de proletarización y desarraigo. El dionisismo itálico.
Los últimos años del s. III vieron la llegada a Roma de los primeros cultos orientales de
carácter mistérico. El principal de ellos, el de Cibeles, fue entronizado de forma oficial por el
Senado. Por el contrario en el s. II la llegada y difusión de estos cultos se realizará de forma
espontánea y difusa, sin nigún control estatal. El temor a la formación de grupos compactos
redentoristas entre la gente humilde y al surgimiento de jefes carismáticos llevó a emitir un
senadoconsulto que regulaba de forma muy estricta y regulada el culto de Dionisio-Baco. La
corriente pitagórica fue duramente reprimida y el culto de Isis estuvo prohibido hasta César y
se convirtió en religio licita en 43, en los agitados tiempos de los triunviros. El culto a los
lares y divinidades silvestres. El típico culto latino a los lares domésticos se contaminó con
múltiples elementos orientales, formándose así un nuevo culto a divinidades híbridas, los
lares "compitales" ("de las encrucijadas"). En sus capillas se rendía también culto a dioses de
la Naturaleza o que siempre habían gozado de devoción entre los humildes por tratarse de
"divinidades sufrientes": Príapo, Silvano, Baco-Dionisio, Artemis-Diana, Hécate, Hércules,
etc. En torno a ellas y sus festividades se fueron organizando comunidades entre los
humildes, en las que participaban por igual libre y esclavos y que con frecuencia tenían su
reflejo en la constitución de asociaciones funerarias.
TEMA 42: LA ÉPOCA Y LA OBRA DE LOS HERMANOS GRACO 1. La llamada crisis
de la República. La República tardía o "crisis de la República" se inició en 133 a.C. y terminó
en 30 a.C., cuando Octaviano quedó como dueño único de los destinos de Roma. El final
puede también situarse en 44 a.C. con el asesinato de César. Este siglo final de la República
está repleto de tensiones sociales y de cambios profundos en el sistema de gobierno, de
innovaciones conseguidas tras duros esfuerzos por las capas populare sy de vueltas al pasado
impuestas por los sectores más conservadores. 2. Las fuentes de información. Es necesario
acudir a todas las fuentes posibles de información (historiadores, textos literarios, epígrafes,
monedas, arqueología). Hay enormes lagunas en los textos de los historiadores (Posidonio,
Tito Livio, Rutilio Rufo...) aunque contamos con monografías sobre momentos concretos
(como La guerra de Yugurta de Salustio). También las biografías de Plutarco (Los Gracos,
Mario, Sila...) o los relatos de Diodoro Sículo (muy tendencioso en su enemistad hacia los
caballeros) y de Apiano cubren importantes vacíos. Para las últimas décadas de la República
son indispensables los escritos de César y la abundante obra de Cicerón. Por primera vez
comienza a ser muy valiosa la epigrafía jurídica (leyes agrarias, leyes municipales, etc.) así
como los aspectos políticos reflejados en la numismática (magistrados monetales,
propaganda...) y en la arqueología (organización del territorio, desarrollo urbano). 3. La
época. Las condiciones objetivas eran de marcada fractura social: un sector senatorial de
grandes propietarios tenía en sus manos todos los resortes del poder, al controlar el Senado,
los tribunales, los gobiernos de las provincias o incluso las asambleas populares mediante la
compra de votos o la fijación del calendario. Como tenían prohibido dedicarse a los negocios,
se ocupaban en la atención de sus fortunas privadas y en el desempeño de las magistaturas.
los caballeros, muchos de ellos con fortunas equiparables a las de los senadores, seguían
excluidos de los cargos de la administración pública y de la toma de decisiones políticas. las
capas populares seguían emigrando a las ciudades para engrosar las masas de los
desheredados. Los latinos además soportaban la doble marginación de no poseer la
ciudadanía romana. la larga duración de la guerra numantina había desvelado la falta de
moral de combate de las tropas y la incapacidad de los mandos militares. Así, bastó que
Tiberio Sempronio Graco, seguido de un pequeño grupo, abriera una brecha para que todo el
sistema se resquebrajara. 4. Tiberio Sempronio Graco. El padre, con el mismo nombre, se
había distinguido como buen militar y político honrado. A su muerte en 155 a.C. sus hijos
Tiberio y Cayo eran todavía pequeños. La madre, Cornelia, se encargó de proporcionarles
una buena educación basada en las tradiciones familiares pero también en la cultura griega,
incluidas las ideas humanitarias del estoicismo helenístico.
Tiberio Sempronio Graco fue elegido en 134 a.C. como tribuno de la plebe, junto a otros
nueve. Contaba con el apoyo de algunos senadores de gran prestigio: los juristas Publio
Mucio Escévola y Publio Licinio Craso; Escipión Emiliano (casado con Sempronia, su
hermana) y otros. Su cuñado le abandonó cuando la lucha política se radicalizó. Tiberio
comenzó su mandato con una rogatio (proyecto de ley) agraria que limitaba el ager publicus y
distribuía entre el pueblo el excedente. Para llevarla a cabo se nombró una comisión de tres
(IIIviri agris iudicandis adsignandis) elegida por la asamblea y con derecho a ser reelegida.
La reforma era tibia y llena de buenas intenciones, pero el procedimiento empleado por
Tiberio resultaba revolucionario, puesto que la propuesta no fue consensuada con el Senado,
sino llevada a la asamblea contra la voluntad de éste. Para evitar su aprobación, el Senado se
sirvió de Marco Octavio, otro tribuno de la plebe, que presentó un veto. Tiberio,
argumentando que un tribuno que actuara en contra de los intereses del pueblo no era digno
de tal nombre, consiguió que la asamblea lo destituyera y nombrara a otro en su lugar. La ley
se aprobó y como miembros de la comisión fueron elegidos el propio Tiberio, su hermano
Cayo y Apio Claudio Pulcer. Pero los triunviros comenzaron a encontrar muchas trabas para
la aplicación de la ley: arrendamientos del ager publicus tan antiguos que los arrendatarios
habían roto lindes, considerándolas como tierras privadas, introducción de mejoras, necesidad
de semillas y aperos para los nuevos campesinos etc. La mayoría senatorial, después de
perder la batalla frente a la asamblea, optó por la vía de obstaculizar la aplicación de la ley y
no darle apoyos institucionales. Entonces Tiberio sometió a la asamblea una nueva propuesta
para que el patrimonio que Atalo III de Pérgamo había dejado a Roma se destinase a ayudas
para los que recibieran lotes de tierras. Con ello daba participación al pueblo sobre decisiones
de política exterior y fiscales tradicionalmente tomadas por el Senado. Para garantizar la
continuidad de la aplicación de la ley, Tiberio se presentó para un segundo mandato como
tribuno, cosa prohibida por la ley (aunque se habían dado excepciones permitidas por el
Senado). Ante el riesgo del posible éxito de Tiberio, el Senado, acusándole de querer hacerse
rey, decidió que había que intervenir con las armas para "salvar el estado". Un grupo de
senadores armados irrumpió en la Asamblea y asesinó a Tiberio y algunos de sus seguidores.
(Petit dice que "fue asesinado en un motín"). 5. El intermedio entre Tiberio y Cayo Graco. A
pesar de la eliminación de Tiberio, el Senado no se atrevió a suprimir la ley agraria. Pero
consiguió que para el consulado de 132 fueran elegidos dos enemigos de los Gracos, Popilio
Lenas y Rupilio. Los partidarios de los Gracos no se disolvieron pero buscaron una actuación
más prudente y la ampliación de sus bases sociales. Gran parte de su fuerza descansaba en el
voto secreto en las asambleas. Así consiguieron nombrar a Licinio Craso Muciano como
pontifex maximum, a pesar de haber formado parte de la comisión agraria, y acusar a
Escipión Nasica del asesinato de Tiberio. La sociedad romana se polarizó entre los populares,
que querían continuar la obra de Tiberio Graco, y los optimates, defensores de la anterior
situación social y política, entre los que estaban la mayoría de los senadores.
El programa de reivindicaciones de los populares se llenó de nuevos contenidos, buscando así
nuevos apoyos para su causa. Así pasaron a defender la ampliación de la ciudadanía romana a
los latinos y aliados itálicos (que habían comenzado a quejarse de no estar incluidos en los
repartos de tierras y sí en cambio tener que poner las suyas a disposición del estado). El
Senado se opuso e incluso reprimió militarmente a los latinos (destrucción de Fregellae en
125). Sin embargo algunos latinos y aliados debieron acceder a la ciudadanía, porque el
aumento de ciudadanos de 131 a 115 es superior al normal vegetativo. Otro paso de los
populares fue acercarse a los caballeros. 6. Los dos tribunados de Cayo Sempronio Graco
(123-122 a.C.). Las capas populares dieron a Cayo Graco un apoyo masivo en 124, en las
elecciones para tribuno de la plebe del año siguiente. Su programa era muy ambicioso pero
también coherente, y se dirigía a privar de privilegios a los sectores más reaccionarios del
Senado. Entre sus propuestas de ley estuvieron: Lex de capite civis, por la que se prohibía al
Senado hacer juicios extraordinarios sin que mediara la voluntad popular. Lex ab actis, que
prohibía que cualquier magistrado depuesto por la asamblea popular, por haber sido
considerado indigno, pudiera ocupar otra magistratura. Ley sobre las provincias: en lugar de
la tradición por la cual los cónsules primero eran elegidos y luego se repartían las
competencias, Cayo situaba en primer término el reparto de competencias para que los
cónsules fueran elegidos de acuerdo con sus capacidades y no gobernaran las provincias
según criterios de conveniencia personal. Lex Acilia, por la cual los caballeros pasaban a
formar parte de las comisiones judiciales en el mismo número que los senadores. Hasta
entonces no se había producido ninguna condena seria en procesos de corrupción contra
senadores. Lex Sempronia sobre la provincia de Asia, por la que la recaudación de impuestos
de ésta quedaba en manos de sociedades de publicanos controladas mayoritariamente por
caballeros. Sus medidas destinadas a mejorar las condiciones de las capas populares fueron
mucho más matizadas que las de su hermano. Como no se había resuelto el problema de la
incorporación de latinos e itálicos a la ciudadanía romana, Cayo Graco evitó entrar en
conflicto con las tierras que éstos tenían alquiladas al estado, aunque así disminuyese el
número de tierras disponibles. Como contrapartida, se embarcó en un ambicioso programa de
fundaciones coloniales: la lex Rubria (propuesta por otro tribuno partidario de Cayo) fundó la
ciudad de Iunonia donde antes había estado Cartago, con estatuto de colonia romana y 200
yugadas de tierra para cada uno de los 6.000 colonos. En Mallorca se fundaron las colonias
latinas de Palma y Pollentia (Pollensa). Cayo consiguió también que la asamblea aprobara
una lex frumentaria, en virtud de la cual el estado adquiría el compromiso de comprar trigo
para distribuirlo a la plebe de Roma a un precio fijo y más bajo que el del mercado. Esta lex
fue la base de todos los compromisos posteriores del estado en la ayuda alimenticia. Para
garantizar el aprovisionamiento se realizaron mejoras de las vías públicas y se creó una
amplia red de silos y almacenes pues, como se sabe, la mayor cantidad de trigo llegaba del
exterior de Italia, sobre todo de Sicilia y África.
Una medida complementaria en favor de las capas populares fue un aley que impedía reclutar
soldados menores de 16 años y obligaba al estado a pagar todo el equipamiento militar de los
soldados. Para completar su obra, Cayo se presentó a un segundo tribunado para 122 a.C.,
pues ya no era contraria a la constitución la reitración de magistraturas en años sucesivos. No
sólo fue reelegido sino que al consulado accedió Fanio, otro popular. Quiso entonces retomar
el proyecto de ampliar la ciudadanía romana a los latinos (dejando a los itálicos para más
adelante), pero los optimates le difamaron y estimularon el egoísmo de las clases populares
romanas. Finalmente lo que prosperó fue una tibia propuesta de otro tribuno, Druso, de que
los latinos y aliados fueran tratados como ciudadanos romanosde modo que no pudieran ser
sometidos a castigos corporales. Cayo Graco perdió muchos apoyos populares y no pudo ser
reelegido una tercera vez. Desde 121, la obra de cónsules y tribunos se dirigió a desmontar su
obra. Ante el intento de Cayo y sus seguidores de impedir votaciones preparadas para anular
sus medidas, el Senado dictó un Senatus consultum ultimum, medida de excepción que
autorizaba que fueran perseguidos con armas. En el Monte Aventino fueron masacrados
muchos graquianos; Cayo se hizo matar antes que caer prisionero. Pero la causa de los
populares permaneció, aunque sus defensores se mantuvieron replegados a la espera de una
coyuntura más favorable. 7. La nueva provincia de la Galia Narbonense. El sudeste de la
Galia era vital para la conexión con las provincias romanas de Hispania. De 125 a 120 Roma
controló todos los territorios situados entre los Pirineos, Tolosa y los Alpes, en una guerra
propiciada por los populares, pues los caballeros esperaban obtener grandes beneficios
económicos. Los nuevos dominios se convirtieron en la provincia de Galia Narbonense y
fueron totalmente reorganizados. Se construyó la Via Domicia para unir Italia e Hispania y se
fundaron Aquae Sextiae (Aix-en-Provence) y Narbo Martius (Narbona). Esta última recibió
el título de capital provincial y se convirtió en un centro comercial de primer orden. En pocos
años la Narbonense experimentó un profundo proceso de romanización. 8. La reorientación
optimate de la obra de los Gracos. El sector de los optimates se debatía entre los moderados,
que querían conservar algunos aspectos de la obra graquiana y los que seguían anclados en la
defensa de sus privilegios. Sin atreverse a suprimir la lex frumentaria, una nueva Lex
Octavia (120) reducía los compromisos económicos del estado con la plebe. Una nueva ley
agraria, la Lex Thoria (111), daba el mismo estatuto a las tierras asignadas en lotes que a las
de los particulares: podían comprarse y venderse libremente, por lo que los grandes
propietarios pudieron acaparar las tierras de los campesinos pobres. La Lex Mamilia (109)
completaba la supresión de las reformas graquianas. La Lex Servilia devolvía a los senadores
el control de los tribunales.
TEMA 43: DE MARIO A SILA I. El resurgimiento del movimiento popular bajo Mario El
sector más moderado de los optimates, en el que sobresalían los Cecilios Metelos,
comprendió que era necesario incorporar a los órganos de gobierno a algunos destacados
populares, a la vista de las noticias que llegaban desde fuera de Italia sobre la ineficacia
militar y la corrupción de los gobernadores provinciales. 1. La guerra de Yugurta. Al morir el
rey Masinisa en 118, los territorios númidas habían quedado divididos entre sus dos hijos
Adherbal y Hiempsal y su sobrino Yugurta. Este último quiso hacerse con el reino completo
y no dudó en matar a Hiempsal y expulsar a Adherbal, que murió intentando recuperar sus
dominios. También fueron masacrados muchos itálicos que desde hacía décadas eran
comerciantes entre los númidas. En 111 a.C. Roma declaró la guerra a Yugurta. De 111 a 107
los romanos cosecharon todo tipo de derrotas frente a los númidas. Yugurta prometía
negociar y cuando (con garantías de inmunidad) acudió a Roma, compró la voluntad de
muchos senadores. Su alianza con Boco, rey de Mauritania, incrementó el peligro para los
intereses romanos en África. Los historiadores modernos hablan de dos posiciones
enfrentadas en el Senado. Los populares serían partidarios de someter Numidia a la autoridad
romana y los optimates de alargar las negociaciones para obtener un reino aliado pero no
sometido. En 107 los tribunos de la plebe consiguieron la aprobación de la asamblea para
atribuir a Mario, un "hombre nuevo" procedente del orden ecuestre y con apoyos populares,
el mando sobre las tropas de África. Los caballeros apoyaron esta decisión y también un
sector de los optimates. Así, en 107 Mario fue elegido cónsul y recibió el encargo de luchar
contra Yugurta. Su lugarteniente, Lucio Cornelio Sila, consiguió que Boco de Mauritania
estableciera una alianza con Roma y, tras la victoria en 105 a.C., los territorios númidas
pasaron a engrosar los dominios romanos. Mario había tenido libertad para reclutar su propio
ejército. Su primera condición fue la de suprimir la exigencia de que los soldados fueran
propietarios, adsidui. En sus tropas comenzó a haber muchos proletarios (capite censi),
simpatizantes con la causa popular. La reforma militar, además, reglamentaba el tiempo de
milicia: 16 años que excepcionalmente se alargaban a 20. El estado debía correr con todos los
gastos (alimentación y equipamiento). Se sentaban así las bases para un ejército profesional.
Por otra parte, el nuevo sistema de reclutamiento conducía al establecimiento de vínculos
especiales entre los soldados y su jefe militar y por tanto, a que éste pudiera servirse del
ejército como arma política. La Lex Apuleya de 103 a.C. concedió 25 Ha de tierra en África a
cada uno de los veteranos del ejército de Mario. La alianza con Boco permitió la libre
circulación de los comerciantes italo-romanos con Mauritania y, para consolidar la posición
de Roma entre sus nuevos súbditos númidas, Mario recompensó a las tribus guerreras de los
gétulos con tierras en las zonas fértiles de Tessa y Siliana.
2. La amenaza de cimbrios y teutones. El pueblo de los cimbrios, procedente de Jutlandia, se
había desplazado hacia el sur, entrando en conflicto con los tauriscos, aliados de Roma. El
año 113, en Noreia, los cimbrios derrotaron a las tropas romanas enviadas en auxilio de los
tauriscos. En la Galia Narbonense, cerca de Orange (105), los ejércitos de los cónsules
Máximo y Cepión sufrieron una derrota de tal magnitud (los autores antiguos hablaron, quizá
exageradamente, de la pérdida de 100.000 hombres) que resucitó los miedos a una invasión
del norte y dio armas a los populares para acusar al Senado de ineficacia. Mario, que volvía
victorioso de la campaña contra Yugurta, fue elegido cónsul y visto como el salvador del
estado. Desempeñó el consulado durante seis años consecutivos, hasta acabar con los
cimbrios. Los cimbrios habían sido rechazados por los celtíberos en su intento de penetrar en
la Península Ibérica. Vueltos a la Galia, se aliaron con los teutones, otro pueblo bárbaro de
germanos, y se dirigieron a Italia. Pero Mario había entrenado concienzudamente a su ejército
consular y los venció en Aquae Sextiae (102) y en Vercellae (101). Tras la aplastante
victoria, Mario fue reelegido cónsul para 100 a.C. 3. Nuevas revueltas de esclavos. Los
grandes propietarios no habían aprendido la lección de las revueltas de hacía 30 años y
seguían manteniendo a sus esclavos en pésimas condiciones. Se produjeron: la original
revuelta de Capua, dirigida por un esclavista, Tito Vetio, que, agobiado por deudas que no
podía pagar, se erigió en jefe de los esclavos, se autoproclamó rey y pudo al menos dar
muerte a sus acreedores. Vencido por las tropas romanas, se suicidó. la segunda revuelta de
los esclavos en Sicilia, instigada además porque según una reciente ley los romanos no
debían mantener como esclavos a los que pertenecieran a comunidades de aliados. La
rebelión, que comenzó en 103 a.C., tuvo diferentes focos y jefes pero se coordinó con la
elección como basileus de Salvio, apodado Trifón. Cuando este murió en la batalla de Scirtea
contra las tropas romanas comandadas por L. Licinio Lúculo, los rebeldes eligieron como
nuevo jefe y rey a Atenión, un personaje carismático que decía tener dotes de adivinación y
comunicarse con los dioses. El antiguo santuario oracular de los Palicos se convirtió en
centro religioso de los rebeldes. Pero en 101 a.C. Manio Aquilio terminó por someterlos. 4.
Los populares, Saturnino y Mario. Mario necesitaba el apoyo de la asamblea para que se
aprobaran las leyes de distribución de tierras a sus veteranos. Así comenzó su colaboración
con los dirigentes del partido de los populares, Servilio Glaucia y L. Apuleyo Saturnino.
Parecía haber vuelto la época de Cayo Graco: la lex Servilia iudiciaria devolvía a los
caballeros el control sobre los tribunales. la lex Appuleia agraria concedía 100 yugadas de
tierra en África a cada veterano de mario. la lex de maiestate permitía perseguir a todos
aquellos que obraran contra la dignidad de los ciudadanos, pretendiendo evitar que, desde
instancias senatoriales, se interviniera contra los representantes de la voluntad popular.
la ley contra la piratería de 101 instaba a los reyes del mediterráneo oriental, amigos y aliados
de Roma, a que colaboraran en la persecución de los piratas, que tanto daño causaban a los
intereses comerciales de los caballeros romanos. En el año 100 se tomaron nuevas medidas
para asentar en la Galia a los veteranos del ejército que había luchado contra cimbrios y
teutones. Pero ese año se produjo la ruptura entre Mario y los líderes del movimiento popular.
Efectivamente, Saturnino y Glaucia no estaban dispuestos a modificar ni a aplazar el
cumplimiento de sus objetivos y no dudaron en acudir a la violencia. Con ello ofrecieron al
Senado el pretexto para intervenir con la medida de excepción llamada senatus consultum
ultimum, por la cual se encargó a Mario la represión de las bandas armadas populares.
Aunque buscaron refugio en la colina sagrada del Capitolio, muchos sitiados murieron. Mario
había cometido un grave error político. Había perdido todo el crédito ganado ante los
populares pero para muchos senadores seguía siendo un homo novus a quien miraban con
recelo. Sólo pudo encontrar una salida airosa alejándose de Roma con un mandato militar
para poner orden en Oriente y frenar las amenazas expansionistas de Mitrídates, rey del
Ponto.

II. La cuestión de la ciudadanía y la guerra social El sector mayoritario del Senado seguía
oponiéndose a la concesión de la ciudadanía romana a los itálicos y aliados, ante el temor de
que, al engrosar el número de componentes de la asamblea, los populares consiguieran
definitivamente controlar todos los resortes del aparato estatal. Una parte de los caballeros y
bastantes ciudadanos romanos estaban de acuerdo con el Senado, para asegurar sus
privilegios, pero cada vez era más patente la injusticia de exigir sacrificios militares a quienes
luego se discriminaba en el trato social, político y económico. 1. El tribunado de Livio Druso.
En el año 91 a.C. el tribuno de la plebe Livio Druso creyó haber dado con la solución que
contentaría a todos. Era un representante de los sectores conservadores, pero para ganarse la
voluntad popular hizo una nueva propuesta de lex frumentaria semejante a la graquiana.
Propuso también una nueva lex iudiciaria por la que los jueces se nombraban entre los
senadores, pero el Senado debía aumentarse en 300 miembros elegidos entre los caballeros.
Igualment epropuso conceder la ciudadanía a los itálicos y aliados para que pudieran
participar en el reparto de tierras del ager publicus. Así agradecerían al Senado y no a los
populares su promoción social. Livio Druso, uno de los hombres más ricos de Roma, era
osado e imaginativo. Pero sus propuestas creaban a su vez nuevos problemas: los caballeros
que no formaban parte de los 300 se sentían discriminados, los ciudadanos seguían sin ver
ventajas, el Senado dudaba mucho que pudiera ganarse el favor de los nuevos ciudadanos.
Finalmente las propuestas se anularon con la excusa de haberse cometido defectos augurales
y poco después Livio Druso fue asesinado.
2. La guerra social y sus consecuencias. Ante la anulación de las leyes de Livio Druso, los
aliados e itálicos optaron por crear un estado separado de Roma con ayuda de las armas.
Durante el invierno de 91-90, se formaron dos grandes federaciones de insurrectos: la del
norte (marsos, vestinos, picenos, sabelios, marrucinos y pelignos) y la del sur (frentanos,
lucanos, oscos y samnitas). Las ciudades etruscas y umbras prefirieron mantenerse neutrales.
Estos pueblos habían luchado innumerables veces en los ejércitos romanos y se equiparon
como las legiones, llegando a reunir más de 100.000 hombres. A su vez Roma movilizó a
todas las legiones de Roma y las provincias así como tropas auxiliares hasta alcanzar el
mismo número. Los aliados e itálicos eligieron como capital Corfinium (Pentina) y la
llamaron Italia. Fue reorganizada urbanísticamente y se empezó a acuñar moneda propia (con
el emblema del toro itálico embistiendo a la loba romana). Después la capital se trasaldó a
Bovianum, en territorio samnita. Sila terminó con la guerra en el Samnio (destruyendo el
santuario confederal de Pietrabbondante) pero ésta se prolongó hasta 88 a.C. cuando
Corfinium/Italia se rindió. La dureza de los enfrentamientos fue tal que las pérdidas humanas
se estiman en 300.000 hombres. El éxito militar de Roma se comprende mejor si se conocen
las medidas políticas que se tomaron para dividir a los insurrectos y aumentar el número de
ciudadanos susceptibles de engrosar las legiones: en 90, el cónsul L. Julio César consiguió la
aprobación de la lex Iulia por la que se concedía la ciudadanía romana a todos los latinos y a
las aliadas que se hubieran mantenido fieles a Roma (entre ellas las umbras y etruscas y
muchas otras dispersas por Italia). Además se permitía a los jefes militares conceder la
ciudadanía a las tropas auxiliares distinguidas (cosa que se aplicó, según el bronce de
Ausculum). la lex Calpurnia, también del año 90, permitía a los jefes militares conceder la
ciudadanía también a las comunidades aliadas que colaboraran con Roma. en 89, la lex
Plautia Papiria posibilitaba el acceso a la ciudadanía romana a todos los aliados que lo
solicitaran ante el pretor urbano en el plazo de dos meses. La guerra social sirvió pues para
uniformar jurídicamente a todas las poblaciones al sur del río Po. Las comunidades
traspadanas constituían la provincia de Galia Cisalpina, que no se consideraba parte de Italia.
Pero en pocas décadas sus oligarquías locales accedieron también a la ciudadanía. Las
divergencias estatutarias de la población libre (romanos, latinos, aliados, dediticii) siguieron
manteniéndose en las demás provincias. Las nuevas ciudades convertidas en municipios
romanos tendieron a la uniformidad organizativa. Se establecieron límites territoriales y
catastros, lo que mejoró el aprovechamiento de los recursos agrarios. Las oligarquías locales
(desde ahora magistrados o decuriones) tuvieron mayores posibilidades de promoción. Se
pasó así del Estado-ciudad al Estadomunicipal, lo que se aplicó posteriormente en las
provincias. Sin embargo, el Senado, para evitar que los nuevos ciudadanos impusieran su
voluntad en las asambleas, fueron distribuidos sólo en las ocho tribus antiguas (pues las
votaciones se hacían dentro de cada una de las 35 tribus, las cuales equivalían sólo a 1 voto).
III. El movimiento de los populares frente a Sila (88-81 a.C.) Finalizada la guerra social,
volvió a aflorar el conflicto latente entre populares y optimates, encarnado esta vez en el
enfrentamiento entre Mario y Sila. Ambos se habían distinguido en la guerra social. 1. El año
del tribunado de Sulpicio Rufo (88 a.C.). Este tribuno se erigió en defensor público de los
descontentos. Propuso varias leyes a la asamblea: la distribución de los nuevos ciudadanos
entre las 35 tribus romanas, una renovación del Senado que permitía la entrada a los
caballeros más pudientes y expulsaba a los senadores más endeudados y, lo más grave, la
privación a Sila del mando del ejército que iba a luchar contra Mitrídates del Ponto para
dárselo a Mario. Sila respondió contundentemente y sentando un peligroso precedente:
dirigió sus tropas hacia Roma, eliminó físicamente a los jefes más sobresalientes de los
populares (entre ellos Sulpicio Rufo, pero Mario consiguió escapar), y aprobó leyes
destinadas a impedir su resurgimiento: necesidad de la autorización previa del Senado para
someter leyes a la asamblea, anulación de las leyes de Sulpicio Rufo alegando que se habían
adoptado en días no aptos según los augures y reducción de las deudas a la doceava parte.
Luego se fue con sus cinco legiones a Grecia a luchar contra Mitrídates. 2. Sila y la guerra
contra Mitrídates del Ponto. Conocemos la guerra contra Mitrídates VI Eupator rey del Ponto
gracias a la Mithridatica de Apiano. Los romanos presentaban a este personaje como un
ambicioso expansionista; él en cambio se había quejado (según los autores antiguos) de que
"para estar en paz con los romanos sólo se podía ser súbdito". Mitrídates aspiraba a crear una
monarquía helenística que integrara en su reino a Capadocia, Frigia, Paflagonia y Bitinia. En
88 invadió y sometió la provincia de Asia, asesinando en un solo día a 80.000 italianos,
mercaderes y hombres de negocios. La sublevación llegó a Delos y a la propia Grecia. Sila se
proponía castigar a Mitrídates y contener su expansionismo. Durante los años 87-85 las
poblaciones de Asia Menor fueron víctimas de las duras consecuencias de la guerra,
castigadas por haber apoyado a uno u otro bando. Pero en 85 Mitrídates tuvo que aceptar las
condiciones de la paz de Dárdanos impuesta por Sila: renuncia a los territorios ocupados y a
la mayor parte de su armada, devolución de los prisioneros de guerra, enorme indemnización.
Además, Sila hizo desaparecer los sistemas de gobierno impuestos por Mitrídates (que se
había apoyado en las capas populares contra las oligarquías locales). Luego volvió a Italia. 3.
La época de Cinna y su fin. Mientras Sila emprendía su campaña oriental, el movimiento de
los populares se recuperaba con el apoyo de Mario y bajo la dirección de Cinna, cónsul en 87.
La primera propuesta de éste era el reparto de los nuevos ciudadanos entre las 35 tribus
romanas. A ello se oponían el otro cónsul (Cn. Octavio) y el Senado. Cinna fue desposeído de
su magistratura y tuvo que huir; se nombró cónsul suffectus, suplente, a Cornelio Mérula.
Esta decisión provocó la división de los cuatro ejércitos asentados en Italia, mandados por
Cinna, Mario, Sertorio y Papirio Carbón.
Mario entró con sus tropas en Roma y el Senado se vio obligado a negociar. Sila fue
declarado enemigo público. Mario y Cinna fueron elegidos cónsules para 86, aunque Mario
murió en enero de ese año y fue sustituido por Valerio Flaco. En 85 y 84 Cinnna repitió
consulado junto con Papirio Carbón. Sin embargo, las medidas tomadas fueron bastante
escasas: saneamiento de la moneda, estímulo del trabajo de los censores para la inclusión en
las listas de los nuevos ciudadanos. Cuando dirigía el ejército a enfrentarse en Iliria a Sila,
Cinna fue asesinado por las tropas amotinadas. La guerra civil entre Sila y los populares se
prolongó hasta 82. Ese año derrotó al cónsul Cayo Mario (hijo adoptivo de Mario) junto a
Signia (Segni) y el otro cónsul, Carbón, caía luchando contra Pompeyo. El Senado nombró
interrex a Valerio Flaco y la lex Valeria designó a Sila dictador. Así se ponía en evidencia
que por encima del Senado y de las asambleas estaban los grandes jefes militares. 4. La
dictadura de Sila (82-80 a.C.). La lex Valeria concedía a Sila una autoridad absoluta para
reorganizar el estado, incluyendo el derecho de vida o muerte sobre sus enemigos, la
capacidad de proponer nuevas leyes y de dirigir la política internacional y el mando supremo
de los ejércitos. Su medida más negativa fueron las proscripciones: listas de enemigos que
podían ser asesinados sin juicio y cuyos bienes pasaban al estado. Las proscripciones tuvieron
motivos políticos pero también económicos, pues Sila necesitaba tierras para repartir a sus
veteranos. Se calcula que 5.000 ciudadanos fueron víctimas, incluidos 40 senadores y 1.600
caballeros. Además para evitar revanchas futuras se prohibía a los hijos y nietos de los
proscritos el acceso a las magistraturas. Sus medidas políticas se dirigieron a restaurar el
prestigio del Senado como órgano directivo de la política interior y exterior. Duplicó sus
miembros integrando en él a caballeros y oligarcas de las ciudades de Italia. Además sólo los
senadores podían ser jueces en los tribunales ordinarios o en los jurados especiales. La
asamblea popular quedaba reducida a aprobar las leyes discutidas y aprobadas previamente
por el Senado. Para hacer menos atractivo el tribunado de la plebe, se prohibía a quien lo
hubiera ejercido llegar a pretor o cónsul. Además, se regulaba el cursus honorum fijando un
intervalo mínimo entre magistraturas, de manera que a las superiores se llegara pasados los
40 años y los idealismos de la juventud. Sila exigió que los gobernadores de las provincias
hubieran sido antes pretores o cónsules, es decir, que fueran propretores o procónsules, según
la importancia de la provincia. En cambio se les privaba del poder de reclutar tropas. Se
establecieron límites precisos para cada provincia. En cuanto a los magistrados religiosos, se
fijó en 15 el número de miembros de cada uno de los colegios (augures, pontífices,
decemviris sacris faciundis) y se suprimió la lex Domitia (popular) de 103 a.C. que establecía
su elección por la asamblea, volviendo al sistema de cooptación. De esta manera los
sacerdocios (y sus poderes de augurado, calendario, etc.) quedaban en manos de senadores
probados. No parece que Sila fuera muy piadoso, pero supo servirse bien de la religión con
fines políticos. En 80 a.C. Sila dio por terminada su obra y se retiró a la vida privada, aunque
siguió manteniendo una gran autoridad moral hasta su muerte en 78.
TEMA 44: LA PROMOCIÓN POLITICA DE POMPEYO Y EL PRIMER TRIUNVIRATO

La reacción antisilana. El voluntarismo del cónsul Emilio Lépido (78 a.C.). Sila había
castigado duramente a las ciudades etruscas por su apoyo a los populares; perdieron muchas
tierras que fueron concedidas a los veteranos del ejército de Sila. Los antiguos propietarios
etruscos llegaron a recurrir a la violencia para expulsar a los veteranos y el cónsul Lépido
tomó partido por ellos. Entonces el Senado lo desposeyó de su magistratura y decretó un
senatus consultus ultimum contra él. Lépido entregó los restos de su ejército a Perpena para
que se los llevara a Sertorio en Hispania y se vio obligado a buscar refugio en Cerdeña, donde
murió poco después. Los populares de Italia, despojados de todo poder militar, sólo podían
usar los escasos cauces legales para tratar de modificar el régimen silano. Durante años
mantuvieron su propuesta de volver a restaurar el poder de los tribunos de la plebe. En 73
a.C. consiguieron aprobar la lex Terentia Cassia, que volvía a aprobar asignaciones públicas
para el sostenimiento alimentario de la plebe. Sertorio y la guerra de Hispania (80-71 a.C.).
Sertorio, militar que se había distinguido en las luchas contra los cimbrios y en la guerra
social y que era gobernador de Hispania, fue incluido en las listas de proscritos de Sila y tuvo
que refugiarse en las Islas Afortunadas (Canarias). Desde allí intervino en varios conflictos
dinásticos en Marruecos y consiguió apoyos para empezar a crear un ejército personal en
Hispania. Los lusitanos y los celtíberos, descontentos con los abusos de Roma, le apoyaron.
No se pretendía la independencia sino una nueva forma de relación, y que la proscripción de
Sertorio fuera levantada. Sertorio se ganó la fidelidad de los hispanos con medidas como la
prohibición de que sus tropas acamparan en las ciudades, para evitar desmanes, o la creación
de una escuela en Osca (Huesca) destinada a educar a los hijos de las mejores familias
indígenas. Hasta 75 a.C. Sertorio movió sus tropas con comodidad, pero a partir de ese año
fue enviado Pompeyo con dos legiones a Hispania Citerior, y comenzó a trabajar
conjuntamente con Metelo, gobernador de la Ulterior. Mediante una campaña sistemática
Pompeyo tomó una a una las ciudades celtibéricas. Cuando después de muchas negociaciones
las condiciones para la paz de Sertorio fueron aceptadas, su lugarteniente Perpena lo asesinó
(73 a.C.). A su vez fue asesinado por el propio Pompeyo ("Roma no paga traidores"). Ese año
se decretó la amnistía para todos los seguidores de Lépido y por tanto de Sertorio, que
pudieron volver a Italia y recuperar su dignidad de ciudadanos. Pompeyo consiguió que el
Senado le prorrogara su estancia en Hispania para poner orden y aprovechó el tiempo para
establecer sólidos vínculos con las oligarquías locales y crearse una red local de clientes, lo
que le fue muy útil después.
2. La sociedad de la Italia postsilana. La obra de Sila había fortalecido a la oligarquía, pero la
movilidad social era más frecuente. Muchos senadores se endeudaban por no renunciar a los
signos externos de riqueza. El aumento del número de senadores llevado a cabo por Sila
endurecía la competencia para el acceso a las magistraturas, y en especial a los gobiernos
provinciales, con los que era fácil enriquecerse. No es pues extraño que algunos senadores
buscaran vías alternativas de promoción. Un caso significativo fue el de Catilina, quien,
herido en su dignidad por no haber conseguido ser cónsul tras varios intentos, organizó una
banda armada y preparó una conspiración para dar un vuelco a la situación política.
Denunciada la conjura por Cicerón en 63 a.C. se les declaró enemigos públicos y los que no
cayeron luchando en pistoya fueron ejecutados sin juicio previo. Esta dureza le costó después
cara a Cicerón. Comenzó a ser frecuente que muchos senadores y hombres ricos se dotaran de
una guardia personal. En 58 a.C. la banda de T. Annio Milón, que simpatizaba con Pompeyo,
asesinó a Publio Clodio , tribuno de la plebe y partidario de Craso. Aunque Cicerón preparó
una concienzuda defensa los tribunales lo condenaron. El número de desheredados era cada
vez mayor. Muchos no tenían otro medio de subsistencia que enrolarse en una banda armada
o ser aceptados en la clientela de algún personaje importante. Los caballeros ya no estaban
dispuestos a emprender aventuras al lado de los populares. A éstos les sobraban líderes
revanchistas como Catilina o Clodio, pero carecían de un jefe con poder militar, factor básico
para que el poder fuera real. La situación se mantuvo así hasta el ascenso político de César.
La revuelta de Espartaco (73-71 a.C.). No decimos "revuelta de esclavos" porque en ella
participaron esclavos y libres en proporciones no precisadas: jornaleros, campesinos
empobrecidos, pastores. Se luchaba no sólo en defensa de la libertad perdida sino de las
mejoras de las condiciones de vida, que muchos libres habían visto mermadas. La revuelta se
inició en 73 en una escuela de gladiadores de Capua. No cabe duda de que Espartaco era
tracio (territorio de la actual Bulgaria), y sus compañeros galos o germanos. En poco tiempo
estos gladiadores huidos consiguieron reunir un ejército de 10.000 hombres junto al Vesubio.
Sus primeros enfrentamientos con las tropas romanas fueron un éxito y con las armas de los
vencidos comenzaron a equiparse como los legionarios. Las fuerzas sublevadas se dividieron.
Espartaco quedó al mando de las tropas del norte, al parecer con intención de salir de Italia, y
Criso de las del sur. El año 72 el Senado encargó a los dos cónsules, Gelio Publícola y
Cornelio Léntulo, acabar con la revuelta. Gelio venció a Criso, pero Espartaco, que poseía
grandes dotes organizativas y militares, derrotó a los ejércitos de ambos cónsules. Sin
embargo, algo le hizo regresar hacia el sur cuando estaba a punto de abandonar Italia; quizá
la prometida ayuda de los piratas. El Senado otorgó un mandato especial a M. Licinio Craso
para dirigir las operaciones y se hizo volver a Pompeyo de Hispania. En Lucania las legiones
de Craso hicieron una feroz carnicería y los 6.000 prisioneros fueron crucificados a lo largo
de la vía Apia. La revuelta-guerra de Espartaco fue la última de estas características. El
sistema esclavista recibió retoques humanitarios para que fuera más eficaz y se aprobaron
leyes contra los abusos de los dueños sobre los esclavos.
3. Política mediterránea y política oriental de Roma (78-62 a.C.). La seguridad marítima era
esencial para el transporte de tropas, el comercio en gran escala y el abastecimiento de trigo
para la población de Roma.

La guerra contra los piratas (78-66 a.C.). Aunque había un pacto tácito de permitir cierta
actividad a los piratas porque eran unos de los mayores abastecedores de los mercados de
esclavos, su mayor atrevimiento con los barcos romanos llevaron a los primeros intentos
sistemáticos contra ellos por parte de Sila. Pero fue después de la guerra de Sertorio y de la
revuelta de Espartaco cuando el Estado romano pudo destinar más recursos a acabar con la
piratería. Una ley de 67 otorgaba a Pompeyo el mando único sobre una enorme flota, que
atacó las bases de los piratas en Cilicia y los derrotó. Parte fueron llevados a Roma como
esclavos pero a quienes habían elegido la piratería contra su voluntad, como forma de
subsistencia, se les concedieron tierras y fueron instalados en Acaya y Cilicia. La campaña de
Lúculo contra Mitrídates (74-68 a.C.) Cuando en 74 murió el rey Nicomedes de Bitinia
dejando su reino al pueblo romano, Mitrídates se negó a reconocer el legado y ocupó Bitinia.
Pero Lúculo hizo retroceder a Mitrídates, y a su aliado y yerno Tigranes de Armenia, hasta
sus territorios. En 68 el Senado le retiró el mandato a Lúculo, quizá por envidia de Pompeyo.
El mandato oriental de Pompeyo (66-62 a.C.). El peligro de Mitrídates no había
desaparecido. En 66 a.C., Pompeyo recibió el mandato de finalizar la obra inconclusa de
Lúculo, y logró vencer definitivamente a Mitrídates y Tigranes, luego al último rey seléucida
(Antíoco XIII) y finalmente al asmoneo Hircano de Jerusalén. Sin esperar las instrucciones
del Senado, reorganizó todo Oriente, creando, junto a las dos antiguas provincias
engrandecidas (Asia y Cilicia) tres nuevas (Bitinia, Siria y Cirenaica-Creta). Fundó varias
ciudades, algunas de las cuales recibieron su nombre. Organizó toda una red de pequeños
reinos clientes: Galatia, Armenia, Capadocia, Osroene, Comagena y Judea (donde confirmó a
Hircano como sumo sacerdote pero privándole de las ciudades costeras). El Senado confirmó
la obra de Pompeyo y le concedió tres triunfos por su magna empresa. Su política oriental se
mostró con el tiempo la más adecuada a los intereses de Roma y fue respetada incluso por sus
posteriores enemigos políticos.

4. El Senado y los generales. Primer triunvirato. Ahora los peligros para el mantenimiento de
la autoridad del Senado venían de los generales. Éstos interferían con la autoridad de los
gobernadores provinciales, reclutando a sus propias tropas e integrando en ellas a sus
clientes. Además decidían sobre los botines obtenidos, organizaban los territorios
conquistados y firmaban pactos exteriores, usurpando así competencias senatoriales. La
década 60-50 a.C. estuvo marcada por los intentos del Senado de someter a su autoridad a los
generales o por lo menos de disponer de un solo general que comulgara con las ideas
dominantes en el Senado.

Los precedentes del Primer Triunvirato. Pompeyo (106-48 a.C.), procedente del orden
ecuestre, aunque su padre Estrabón ya fue cónsul, era "un excelente general, sin ingenio pero
soberbiamente dotado para la logística, ávido de gloria pero carente de programa político"
(Petit). Craso (114-53 a.C.) era el hombre más rico de Roma. Poseía minas en Hispania,
compañías de prestamistas, casas en Roma, escuelas de esclavos especializados que vendía o
alquilaba a precios muy elevados. Había demostrado además sus dotes militares en la lucha
contra Espartaco. Despreciaba y odiaba a Pompeyo y para frenarlo no dudó en promover la
recuperación de los populares. Cayo Julio César (101-44 a.C.) procedía de una vieja familia
patricia pero su padre había militado con los populares y él mismo era protegido de Mario.
Consiguió escapar de las proscripciones silanas alistándose en los ejércitos que luchaban en
Oriente. Sus dificultades económicas, que se acrecentaron cuando en 65 fue nombrado edil
curul (con la obligación de pagar los espectáculos) fueron solventadas por Craso. El año 61
César fue enviado al gobierno de Hispania, lo que le permitió sanear su economía y anudar
relaciones clientelares en competencia con las de Pompeyo. César era consciente de que la
reconstrucción del movimiento popular era una tarea de largo alcance y que no sería un calco
de los tiempos pasados. Mantenía buenas relaciones con Cicerón, el ideólogo de los
conservadores republicanos, y con Pompeyo, y consiguió que éste y Craso se reconciliaran.
Se creó así una alianza entre los tres hombres más poderosos de Roma, dispuestos a imponer
su voluntad al Senado. Pompeyo se casó con Julia, hermana de César. El Primer Triunvirato.
El convenio de Craso, César y Pompeyo, que en la historiografía moderna se conoce como
"Primer Triunvirato", establecía que los tres unirían sus apoyos senatoriales, militares y
clientelares, para conseguir objetivos pactados. Así, César fue elegido cónsul para 59 a.C.
(suo anno, con 42). Muy pronto imprimió a la política oficial una sorprendente eficacia,
contrarrestada en vano por su colega Bibulo. Otorgó a Pompeyo las satisfacciones que
deseaba (ratificación de la actuación en Oriente, tierras para sus veteranos, prerrogativas en
Asia para los caballeros), promulgó dos leyes agrarias en provecho de los veteranos y de la
plebe, hizo publicar las Actas del Senado, acta Senatus, dándole así una indeseada publicidad,
y un Diario oficial, acta Urbis, y reglamentó los poderes de los gobernadores. Estas
excelentes medidas parecieron revolucionarias pues se tomaron en contra del Senado. César
no consideraba inoportuno que algunos demagogos mantuvieran el fuego de la antigua lucha
de los populares, aunque sólo fuera para amedrentar a los senadores más reaccionarios. Él
mismo se atrevió a encarcelar al Senador Catón, que se había opuesto a la ley agraria para
asentar a los veteranos de Pompeyo. Y no se opuso a las medidas de Clodio (ley que
desterraba a Cicerón por su represión contra los partidarios de Catilina, distribución gratuita
de trigo, libertad de organizar asociaciones populares, collegia, que estaban prohibidas desde
64 a.C.)
El Senado, asustado por el auge de César y las medidas de Clodio, pretendió monopolizar la
voluntad de Pompeyo, encargándole un mandato extraordinario de atender al abastecimiento
alimentario de Roma durante 5 años (cura annonae), mandato que llevaba añadido la
concesión de un ejército y el mando sobre la flota. Los otros dos triunviros vieron este
mandato como un convenio entre Pompeyo y el Senado a sus espaldas. Pero ahora la
situación era distinta; antes, sólo Pompeyo tenía un peso militar significativo, ahora también
César tenía una gran fuerza militar, pues había recibido un mandato sobre el Ilírico, la
Cisalpina y la Narbonenese, desde donde estaba luchando contra los pueblos de la Galia
independiente. su prestigio militar era indiscutible. En la llamada "conferencia de Lucca" los
triunviros actualizaron su pacto. Se aceptaba el mandato a Pompeyo por el Senado. Pompeyo
y Craso fueron cónsules en 55 y luego recibieron el proconsulado de Hispania y de Siria,
respectivamente, por cinco años, mientras César veía prorrogado por el mismo tiempo su
proconsulado en las Galias. Pero en 53 Craso murió en una imprudente campaña contra los
partos. Pompeyo y César quedaron frente a frente, y sus vínculos familiares habían
desaparecido por la muerte de Julia.

La crisis política entre César y Pompeyo (52-49 a.C.) . Tras sangrientas disputas, Clodio
había sido asesinado por Milón, y el Senado, en una decisión sin precedentes, nombró a
Pompeyo cónsul único (sine collega) en 52, con plenos poderes para restablecer el orden.
Además continuaba con su poder proconsular, lo que le daba el mando de ocho legiones en
total. César, cuyo proconsulado terminaba en 50, quería que se lo prorrogaran hasta que
pudiera volver a ser elegido cónsul legalmente (en 49 para 48). Pero el Senado se lo negó y
comenzó el nombramiento de los gobernadores que debían sustituirle en las provincias a su
cargo. Entonces César, que disponía de once legiones fieles y curtidas, se decidió y cruzó con
sus tropas el límite de su provincia, el río Rubicón, al norte de Rímini: la guerra civil había
comenzado.
TEMA 45: LA GUERRA CIVIL Y LA DICTADURA DE CÉSAR Con el paso del Rubicón,
César se había situado fuera de la ley. Confiado en sus tropas, no temía al ejército
pompeyano, pero tampoco deseaba la guerra. Envió legaciones a Pompeyo, pero éste las
despreció. La estrategia de Pompeyo consistía en aislar a César en Italia, pues entre el Senado
y él disponían de la flota y de las provincias de Hispania, Córcega, Sicilia, África, Macedonia
y Oriente. Dueño de Roma, César habló a los senadores que no habían seguido a Pompeyo,
hablando de reconciliación y mostrando una actitud general de clemencia hacia los
simpatizantes de Pompeyo. Adoptó además algunas medidas:

concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de la Galia Cisalpina (que tenían la latina
desde la guerra social), en agradecimiento de la ayuda prestada. Sin embargo, el territorio
siguió siendo provincia unos años más. puso a siu disposición el tesoro público del estado
para hacer frente a los gastos de guerra. hizo abolir la ley de Sila que cerraba el acceso a los
cargos políticos a los hijos y nietos de proscritos. para la defensa de Roma nombró a Emilio
Lépido; para la de Italia a Marco Antonio (83-30).

Antes de que Pompeyo hubiera reorganizado sus tropas en Grecia, los legados de César, en
una acción rápida, controlaron las provincias de Cerdeña y de Sicilia, esta última vital para
garantizar el abastecimiento de trigo a Roma. En África el legado Curión fracasó en su
intento de expulsar a los pompeyanos, pero la campaña de Hispania, dirigida por el propio
César al mando de seis legiones, tuvo un resultado favorable con costos mínimos. Así, en
pocos meses, César se había hecho con el control de todo el occidente y estaba en
condiciones de enfrentarse con Pompeyo. Durante la campaña hispana, el Senado le había
nombrado dictador, lo que él aprovechó para aprobar leyes que mejoraran las finanzas y
ampliaran la base social de su poder (como amnistiar a los exiliados por Pompeyo). Después
renunció a la dictadura, que había desempeñado sólo unos días. 1. El enfrentamiento entre
César y Pompeyo. Farsalia (48 a.C.). Pompeyo disponía de un enorme ejército pero muy
heterogéneo: legiones de Italia y de Oriente, tropas auxiliares de los reinos clientes y amigos,
una flota de 500 barcos. Para las tropas de César, la mayor dificultad fue hacer cruzar el
Adriático a ocho legiones burlando la vigilancia de la armada pompeyana. Pero una vez en
tierra, las legiones siguieron rutas distintas hasta confluir en Tesalia, donde se encontraba el
grueso de las fuerzas de Pompeyo. César disponía de 20.000 hombres frente a los 50.000 de
su adversario, pero en la llanura de Farsalia, tras un feroz enfrentamiento, salió vencedor. De
los 20.000 prisioneros, sólo unos pocos fueron ajusticiados; los soldados que quisieron
pudieron incorporarse a las tropas de César. Pompeyo huyó a Egipto, donde Ptolomeo XIII,
queriendo atraerse el favor de César en su lucha intestina contra su hermana Cleopatra VI, le
asesinó.
2. César en Egipto. César estuvo en Egipto unos pocos meses entre 48 y 47 a.C. Apoyó a
Cleopatra como sucesora del difunto Auletes, lo que dio lugar a una gran revuelta que pudo
sofocar con la ayuda de una legión y de un gran contingente de tropas que Judea puso a su
disposición. En agradecimiento, los judíos quedaron exentos de impuestos y libres de la
obligación de aportar tropas auxiliares al ejército romano. Cleopatra, mujer bella y culta,
sedujo a César, de quien tuvo a Cesarión cuando su padre ya había vuelto a Roma. En
Brindisi acudieron a recibirle sumisos muchos que habían cambiado de bando o lo simulaban,
entre ellos Cicerón. El Senado, que se aferraba a las apariencias republicanas, le había
concedido por segunda vez la dictadura en su ausencia; por segunda vez César renunció a
ella, sugiriendo así que le bastaban sus legiones para controlar el poder. 3. Las campañas de
África y de Hispania (47-45 a.C.). Los pompeyanos que habían escapado de Farsalia, como
Afranio, Labieno o Escipión, se habían hecho fuertes en África, donde contaban con el apoyo
del rey númida Juba (hijo de Hiempsal). Contaban con 14 legiones, y desde allí mandaban
tropas al mando de Cneo, el hijo mayor de Pompeyo, a Hispania, donde esperaban sublevar a
las poblaciones indígenas contra César. Además desde África se bloqueaba el paso del trigo a
Roma, y estaban en disposición de tomar Sicilia en cualquier momento. César desembarcó en
Hadrumeto a finales de 47 con diez legiones. Tomó Leptis Minor y Ruspina y derrotó al
ejército pompeyano en Thapsus. Sus jefes, Catón, Escipión y el propio Juba, al verse
perdidos, se fueron suicidando. Entonces la campaña se convirtió en una guerra de conquista.
El territorio númida (salvo la parte occidental que se le concedió a Boco de Mauritania en
agradecimiento) pasó a dominio romano como provincia de África Nueva. César pudo
entonces pasar una breve estancia en Roma en la que tomó medidas para la instalación de sus
veteranos y preparó la campaña de Hispania. La Ulterior era la provincia hispana más rica y
romanizada, gracias a sus distritos mineros. La estrategia de los hijos de Pompeyo era similar
a la cartaginesa después de la I Guerra Púnica: controlarla para poder financiar un nuevo
ejército. César había cometido el error de dejar como legado provincial en la Ulterior a Casio,
quien abrumaba a los indígenas con contribuciones. Cuando en 47 lo sustituyó por Trebonio,
ya era demasiado tarde; los hijos de Pompeyo habían formado un ejército al que se habían
unido parte de las tropas de Casio y muchos clientes de su familia. En plena época de "mar
cerrado", en diciembre de 46, César se dirigió a Hispania con sus tropas y aplicó su estrategia
de esperar a que las tropas enemigas estuvieran concentradas para atacarlas. Los pompeyanos
se habían hecho fuerte en la colonia de Munda (Montilla) y fueron arrasados. Murieron cerca
de 30.000 hombres; entre ellos Cneo Pompeyo. 4. La obra política y administrativa de César.
Esta vez César aceptó el nombramiento de dictador (perpetuus dice Petit) y se dispuso a
completar las reformas políticas y administrativas destinadas a terminar con el viejo sistema
republicano:

Elevó el número de senadores a 900 (300 más que el Senado de Sila), incluyendo en él a
miembros de las oligarquías urbanas de Italia, muy ricos, y a algunos destacados provinciales
de la Bética y la Cisalpina. El Senado se limitaba a discutir y a aprobar los proyectos
elaborados por César y sus consejeros, y luego se le daba a conocer a la asamblea popular
para guardar las formalidades republicanas. El consulado siguió siendo la magistratura
epónima pero perdió gan parte de su poder. En las demás magistraturas, César buscó ante
todo eficacia en la gestión y no dudó en nombrar personalmente a algunos magistrados. La
plebe de Roma con derecho a ayuda alimentaria se redujo considerablemente -de 320.000 a
150.000-, pues se endurecieron los requisitos y, sobre todo, se siguió una decidida política de
creación de colonias donde fueron asentados los vetranos del ejército y muchos contingentes
de plebe. Muchas ciudades provinciales se transformaron en municipios de derecho romano o
latino, con lo que se convertían en los mejores baluartes de los intereses de Roma. Los
gobernadores provinciales y los publicanos se convirtieron en gestores de un sistema
administrativo regularizado, sin opción a las exacciones a las que se sometía a los
provinciales. Volvieron a exigirse los impuestos indirectos por peaje, manumisión de
esclavos, transmisiones testamentarias, etc. Se renovó la prohibición de las asociaciones,
collegia, salvo las antiguas y las que recibieran aprobación expresa del Senado, se pretendía
así evitar la existencia de grupos políticos que desestabilizaran la ciudad. El mismo propósito
tiene la prohibición de banquetes colectivos, disfrazada de medida contra el lujo. César inició
una política que terminó siendo una institución: la de pagar bien al ejército para evitar
sublevaciones. Desparecieron los mandatos especiales en que un jefe podía tener a su mando
varias legiones; ahora el número de éstas se fijó en 32; cada gobernador provincial tenía una
o dos y estaban todos sujetos a la autoridad suprema. La preocupación por el funcionamiento
regular de las instituciones le llevó a conceder dominios agrarios para el sustento de los
sacerdotes públicos y de las Vestales.

El eje central de estas medidas era que las instituciones locales, los órganos de gobierno e
incluso el Senado abandonaran las veleidades políticas y se centraran en las tareas
administrativas. Las directrices políticas emanaban de César y sus consejeros. Estas reformas
produjeron muchos descontentos entre los senadores que añoraban el anterior poder del
Senado o estaban desilusionados por no ocupar cargos de mayor relevancia. Idealistas,
rtencorosos y pragmáticos organizaron la conspiración que acabó con la vida de César el día
de los Idus de marzo (el 15) de 44 a.C. No había tenido tiempo de completar su obra. "Más
realista que Alejandro, más universal que Aníbal, igualmente dotado para el arte militar, la
política y la literatura, con una prodigiosa rapidez en el trabajo, una inteligencia viva y clara y
una imaginación ardiente, generoso e incluso excesivamente indulgente con algunos
hipócritas, César es un genio sólo comparable a Napoleón. Fue el verdadero fundador del
Imperio romano." (Paul Petit).
TEMA 46: LA TRANSFORMACIÓN DEL MODELO CULTURAL REPUBLICANO I.
Cambios económicos durante la crisis de la República. 1. Las finanzas del Estado. Los
ciudadanos romanos siguieron exentos del tributum hasta 43 a.C., a pesar del aumento de los
gastos públicos. Los ingresos por impuestos indirectos se mantenían, aunque con muchas
oscilaciones en su percepción. La caja pública se nutrió de los tesoros de los reinos
conquistados o donados, de los impuestos ordinarios o extraordinarios de los provinciales y
por el arrendamiento del ager publicus (tierras, pastos, minas, salinas...) Los gobernadores
provinciales tenían muchos medios para someter a exacción a sus súbditos. Así, mientras
Cicerón (a quien se le presume una gestión honrada) obtuvo sólo 2 millones de sestercios del
gobierno de la pronvincia de Cilicia, el gobierno de Verres d¡sobre Sicilia le proporcionó
unos beneficios de 40 millones de sestercios. El Estado se responsabilizaba de los gastos del
Ejército, de la dotación económica a los gobernadores de las provincias cuando se les enviaba
(ornatio provinciae) y de los gastos religiosos (mantenimiento de templos y de sacerdotes;
víctimas destinadas a los sacrificios). 2. Moneda y sistema crediticio. Aunque el sistema
monetario se basaba en el oro, la moneda en circulación era de bronce (ases, sestercios) y de
plata (denarios). La acaparación de moneda por los comerciantes italo-romanos condujo a
situaciones de escasez de numerario (inopia nummorum) y para aliviarlas se permitió la
creación de cecas locales. El recurso al préstamo se hizo corriente. El desempeño de las
magistraturas salía muy caro (mantenimiento de signos externos de riqueza, banquetes,
juegos y espectáculos públicos...) y había que endeudarse, saldando después la deuda con los
beneficios derivados de la propia magistratura. Los publicanos, muchos caballeros y algunos
senadores actuaban de prestamistas, con intereses que iban desde un 12% hasta un 50% según
la coyuntura. Craso hizo operaciones crediticias de gran rentabilidad política, pues tenía
asegurada la fidelidad de muchos senadores. El endeudamiento llegó al mundo campesino y,
aunque no reapareció la esclavización por deudas, sí existía una modalidad típicamente
romana de pago de una deuda mediante la aportación de un número determinado de jornadas
de trabajo gratuitas. La difusión de esta fórmula permitió suprimir la esclavización por
deudas en el Ilírico y Asia Menor. 3. Minería y agricultura en Italia. La minería de Italia, muy
pobre en comparación con la de algunas provincias, no experimentó cambios en el periodo de
crisis de la República y debió seguir en manos de particulares. En cambio, el caso de la
agricultura fue distinto. Desde la época de los Gracos hasta la de César, el Estado fue
perdiendo casi todas las tierras de Italia que mantenía arrendadas a particulares. Sila asentó a
120.000 veteranos en Italia, pero contaba con las tierras de los proscritos; Mario y César
tuvieron que asentar a los suyos en territorio provincial. El asentamiento de veteranos no
frenó el proceso de concentración de la propiedad agraria. El tratado de agricultura de Varrón
refleja un tipo de propiedad de mayores dimensiones que el de Catón un siglo antes.
Varrón aconsejaba especializar la producción de acuerdo con la demanda de las ciudades
cercanas y las posibilidades de exportación (el aceite y el vino italianos se exportaban sobre
todo a las provincias occidentales). Los grandes propietarios diversificaban riesgos
disponiendo de varias villae en lugares distintos. Sólo en zonas del sur de Italia y en algunos
enclaves de la Cisalpina se daban grandes extensiones de tierras destinadas al pastoreo. La
gran cantidad de mano de obra esclava a bajo coste perjudicó a los pequeños campesinos, que
prefirieron emigrar a las ciudades. 4. Artesanado de Italia. Desaparecida Cartago y sumidas
en una profunda crisis las ciudades de Grecia, Italia se convirtió en el principal centro de
producción artesanal, incentivada además por la intensa actividad edilicia de construcción de
templos y edificios públicos en los municipios romanos y en la propia Roma. Sin embargo el
sistema de producción siguió siendo el pequeño taller en el que trabajaba el dueño ayudado
por unos pocos esclavos. Los grandes talleres no superaban la cifra de algunas decenas de
trabajadores. 5. Actividades comerciales. La política romana estimuló los mercados locales o
provinciales donde se apoyaban los comerciantes italo-romanos. A pesar de la amplia red de
vías que partía de Roma, el principal transporte se hacía por mar, pues resultaba mucho más
barato. La elevada población de Roma (un 20% de la de Italia) convirtió a la ciudad en el
centro receptor de productos de todo el Mediterráneo. Los comerciantes italo-romanos
seguían a los ejércitos e incluso se anticipaban a ellos, y estaban presentes en todos los
mercados de los territorios conquistados. Había auténticas compañías de comerciantes,
societates. Muchos grandes comerciantes eran de rango ecuestre, pero otros muchos eran
simples ciudadanos. Los senadores burlaban indirectamente la prohibición de comerciar. Para
la defensa de sus intereses y para disfrutar de la tutela jurídica de los magistrados romanos,
los comerciantes se agrupaban en collegia o en conventus civium Romanorum. Mantenían
estrechas relaciones con las sociedades de publicanos. 6. Cambios económicos en las
provincias. El comienzo de las fundaciones coloniales fuera de Italia fue obra de los
populares para asentar a veteranos. En todas las provincias se dejaron sentir los efectos
perniciosos de las guerras civiles. Grecia tardó décadas en recuperarse, mientras que la
Narbonense y la Hispania Ulterior, ambas muy romanizadas, rehicieron mejor su economía.
Hubo una intensa emigración de italo-romanos a estas provincias, seguida del incremento de
la circulación monetaria. En las últimas décadas de la República Hispania comenzó a mandar
a Italia su vino y su aceite, más baratos que los itálicos y que se adaptaban bien a las
necesidades de la ayuda alimentaria de la plebe y al ejército. Después, una vez abiertos los
mercados, comenzaron a llegar productos de mejor calidad. El último siglo de la República
fue para muchos provinciales el del comienzo de una lenta equiparación económica y social
con las poblaciones de Italia. El primer reconocimiento oficial de estos cambios fue la
concesión por César de estatutos coloniales y municipañes a muchas ciudades provinciales.
II. Cambios culturales e ideológicos durante la crisis de la República. Cuando se inició el
periodo de la crisis de la República, amplios sectores de la oligarquía romana habían sido ya
influidos por la cultura griega. Por ejemplo, el filósofo estoico Blosio de Cumas fue consejero
de Tiberio Sempronio Graco. Desde entonces dejó de haber un movimiento de oposición a la
penetración de la cultura griega. Resultaba más chocante la rudeza de Mario que la cultura
helenizante de Sila, Lúculo, Pompeyo o César. Cuando llegaban embajadas de las ciudades
griegas se solía invitar a los filósofos o a los hombres cultos a impartir charlas. Y era muy
común que pedagogos griegos se encargaran de la educación de los niños romanos. El
proyecto de la primera biblioteca pública de Roma se debe a Julio César, pero ya antes había
importantes bibliotecas privadas. En 86 a.C. Sila se trajo de Atenas la rica biblioteca de
Apelión de Teos. Lúculo se llevó como botín de guerra la biblioteca del rey Mitrídates del
Ponto. La correspondencia de Marco Tulio Cicerón (106-43) nos desvela la fiebre de los
aristócratas romanos por comprar libros de bibliotecas privadas. Y Cornelio Nepote nos dice
de su amigo Ático (también amigo de Cicerón) que contaba con numerosos esclavos
instruidos, lectores y copistas. Lamentablemente, la imponente biblioteca de Alejandría, con
40.000 obras, fue quemada durante los incidentes en protesta del reconocimiento por César
de Cleopatra como sucesora al trono de los ptolomeos. 1. Continuismo e innovación en la
creación literaria. La tradición analística siguió teniendo excelentes cultivadores, pero sólo
los conocemos por fragmentos (Elio Tuberón, Licinio Macer, Elio Estilón). La nueva
analística estaba pensada para su lectura pública y empleaba los recursos de la retórica. La
innovación más importante fue la creación de la historia de los tiempos inmediatos y de las
memorias. En una época tan marcada por las disputas políticas, los relatos sobre
acontecimientos recientes se convertían en un arma más. La obra de Salustio (86-35 a.C.) es
una buena muestra de esta historia de tiempos cercanos. Su Guerra de Yugurta es un alegato
contra la corrupción e ineficacia de los optimates de fines del s. II a.C. Y en la Conjuración
de Catilina, exoneraba a los populares, de los que se encontraba más cercano, de los
desmanes de Catilina. En ambas aparece su preocupación por defender los principios éticos
como base de todo comportamiento político. Las memorias tenían aún mayor carga política.
De todas las conservadas, la obra maestra son los Comentarios de César (sobre la Guerra de
las Galias y sobre la Guerra Civil). Como ha demostrado Rambaud, son un modelo de técnica
propagandística: César, o los generales a sus órdenes, son siempre los autores de todos los
éxitos militares, César usa la concordia, la clemencia y la comprensión, los fracasos militares
ocurren siempre en ausencia de César o cuando sus subordinados no cumplen sus órdenes. La
gran posición alcanzada por la retórica y la oratoria tiene también que ver con la tensión
política de la época. Si bien el creador de un estilo romano fue Hortensio, proclive a imitar a
los griegos, la retórica de Cicerón terminó por imponerse. Sus discursos, retocados después,
se publicaban como obras literarias.
Otro exponente de la madurez cultural de los romanos fue su atención a la filosofía. El
estoicismo era la escuela con más seguidores, pero también fue grande el impacto de la obra
de Lucrecio (98-55 a.C.), que en su poema Sobre la naturaleza exponía la filosofía epicúrea.
En un mundo de pasiones febriles, propugnaba que el espíritu lograría la paz si dejara de
tener miedo a los dioses y se desasiera de las pasiones, etc. Cicerón hizo una síntesis
vulgarizadora del estoicismo y del epicureísmo. Varrón, enraizado en la tradición satírica
romana, introdujo contenidos puramente romanos en las reflexiones filosóficas, como el
respeto al mos maiorum (la costumbre de los antepasados). Lo que más interesaba a los
romanos de la filosofía griega era su componente ético, y las valoraciones éticas se
introdujeron en seguida en los juegos políticos. El siglo final de la República fue también el
de la afirmación de las libertades y los sentimientos del individuo. Los llamados "nuevos
poetas" o neotéricos, "modernos" (Calvo, Cinna, Catulo) fueron los creadores de la poesía
lírica, que arrancaba de la griega de Calímaco. Algunos de los temas presentes en la poesía de
Catulo (87-54 a.C.) son la amistad, el dolor por la muerte de un hermano, la ironía y la crítica
de los malos poetas o de políticos famosos, los delirios orgiásticos de los devotos de Cibeles
y los amores apasionados. Su vida estuvo condicionada por el loco amor que sentía por
Clodia (llamada Lesbia en sus poemas), una de las mujeres más bellas de Roma, para quien
sólo representó un amorío más. De esta manera la famosa frase de Horacio "La Grecia
vencida conquistó al tosco vencedor e introdujo las artes en el inculto Lacio" se hizo realidad
durante el periodo de la crisis de la República. 2. Religión greco-romana y cultos orientales.
Roma seguía fiel a su política de permitir las religiones y cultos de los pueblos sometidos,
que continuaron practicándose al mismo tiempo que se comenzaban a introducir las prácticas
religiosas romanas en las colonias o municipios romanos o en las comunidades estables de
italo-romanos (collegia o conventus civium Romanorum). La llegada a Italia de nuevas
religiones se produjo principalmente por tres vías: los esclavos, los soldados y los publicanos
y comerciantes. Sin embargo las innovaciones religiosas procedieron de Asia Menor y
Egipto; las de los galos e hispanos fueron marginales. Aunque es tradicional achacar a la
religión romana un formalismo y ritualismo que no colmaba psicológicamente al creyente,
Scheid ha aportado testimonio de la profundidad del sentimiento religioso y la devoción
romanas. Sin embargo, la sociedad de esta época era más compleja y menos monolítica que
épocas anteriores. La utilización de la religión romana como medio de obstruccionismo
político (calendario, augurios, etc) y el uso partidista de algunos dioses (por ejemplo, Venus
Genetrix protegía a la familia de César) contribuyeron a su desprestigio. Sila se hizo devoto
de la diosa Mâ de Capadocia, una diosa madre a quien atribuía haber anunciado su victoria,
durante la campaña minorasiática. Con él y sus tropas llegó esta devoción a Roma, aunque se
mantuvo en el ámbito privado, ya que hasta 48 a.C. no se le erigió un templo, bajo la
advocación de su asimilación con la diosa iálica de la guerra, Bellona. La forma final del
culto como Mâ-Bellona fue la única permitida por los XVviri sacris faciundis. Sus sacerdotes
(conocidos como fanatici, fanáticos) y sus devotos, embargados de una piedad delirante, se
flagelaban y herían durante las procesiones, de manera semejante a los de Cibeles. Según
Bayet, el culto de Cibeles, introducido en Roma durante la II Guerra Púnica, que hasta ahora
se había limitado al interior del templo, comenzó a ser más conocido mediante procesiones
públicas. La imitación por sus sacerdotes de la emasculación voluntaria del joven Attis los
situaba en un plano de compromiso desconocido por la religión greco-romana. La
incorporación de los dioses egipcios fue menos estridente. Serapis, el curador, se identificó
con Asclepio-Esculapio. Isis, que también recibía culto en Grecia, asimilaba a otras muchas
divinidades femeninas. En éoca de sila ya tenía capillas en la ciudad portuaria de Puteoli y la
propia Roma (donde el Senado tuvo que mandar varias veces eliminar los altares que se le
dedicaban en el Capitolio). Sólo después de la muerte de César se permitió el primer templo
público de Isis, que fue mandado destruir luego por Augusto. Sin embargo siguió teniendo
devotos privados. La posición de las mujeres en la religión romana fue siempre ambigua. Los
sacerdotes de los cultos públicos eran todos hombres, y en el ámbito doméstico, el
paterfamilias oficiaba de sacerdote. Pero a la vez: las Vestales (colegio de vírgenes que
servían durante 30 años, después de los cuales, podían casarse si querían, aunque lo corriente
era que no lo hicieran) cuidaban del fuego sagrado de Vesta. las mujeres de los flamines
llevaban una vida sometida a múltiples prescripciones rituales, y la mujer del flamen de
Júpiter y la del rex sacrorum tenían incluso capacidad para oficiar algunos rituales. En las
Bacanales, que a pesar de su prohibición en 186 a.C. se seguían practicando a finales de la
República (según el testimonio de Cicerón) participaban hombres, mujeres y niños. Algunos
rituales estaban reservados sólo a las mujeres: las de buena familia casadas una sola vez
(univirae) celebraban las Matralia en honor de Mater Matuta y las Matronalia en honor de
Juno; así como las fiestas de Fortuna Mulieris y Pudicitia. Los ritos de Fortuna Viril y de
Venus Verticordia estaban destinados a la preparación del matrimonio. La Bona Dea tenía su
templo junto al monte Aventino y en él no podían entrar hombres ni tampoco el mirto (planta
considerada afrodisíaca). Sus rituales eran nocturnos, con participación de las Vestales y de
mujeres casadas de las altas capas sociales, en condiciones de total abstinencia sexual. Podían
celebrarse en alguna casa particular, como ocurrió en 62 a.C., cuando tuvo lugar el escándalo
de Clodio: se disfrazó de mujer para entrar en casa de César (quien se divorció por ello de
Pompeya).
TEMA 47: EL TRÁNSITO DE LA REPÚBLICA AL IMPERIO Muchos historiadores han
calificado el periodo que va de la muerte de César (44 a.C.) a la de Augusto (14 d.C.) como
"siglo de Augusto" (apoyándose en una acepción de saeculum que define una época histórica
marcada por rasgos bien definidos, además de cien años). En esta etapa desparece
radicalmente el viejo sistema republicano. El llamativo contraste entre una nueva realidad
política recubierta del ropaje de la restauración de lo antiguo ha dado pie adiversas
interpretaciones. Mommsen y sus seguidores creen que se dio un sistema de doble poder;
otros, como el profesor Mangas, sostienen que se formó un único poder imperial, por más que
el Senado lo condicionara o lo frenara a veces. I. Del asesinato de César al Segundo
Triunvirato Desde los Idus de marzo de 44 a.C. hasta la formación del II Triunvirato en
septiembre de 43, hubo un elevado grado de tensión política. César había perdido muchos
apoyos populares; sólo así se explica que en la sesión del Senado del 17 de marzo, inmediata
a su muerte, los republicanos forzaran a los cesarianos (dirigidos por Marco Antonio) a
aceptar una salida pactada a la crisis. Así, el Senado reconocía validez legal a las actuaciones
de César y se le concedían honores fúnebres políticos, pero a los conjurados se les concedía
una amnistía. Pero algunos de los conjurados, como Bruto y Casio, tuvieron que escapar de
Roma para escapar de la ira popular. La plebe quería a César que, además de los muchos
juegos y espectáculos que le había proporcionado, dejó en su testamento 300 sestercios a
cada componente de esta plebe, así como sus jardines del Trastevere para que fueran usados
como lugar de esparcimiento público. César hacía diversos legados, pero nombraba heredero,
con la concesión de tres cuartas partes de su fortuna, a Cayo Julio César Octaviano (nacido
Cayo Octavio), su sobrino-nieto, a quien había adoptado como hijo el año 45 a.C. 1. Entrada
de Octaviano en la política. Cuando murió César, Octaviano, que tenía 18 años (n. en 62
a.C.), se encontraba en los Balcanes preparando la expedición que César planeaba a Oriente.
Es indudable que tenía grandes dotes y capacidades personales, pero también supo rodearse
de un selecto grupo de colaboradores y amigos, como Agripa, que eran excelentes
conocedores de la sociedad y las claves políticas de su época. Cuando volvió a Roma a
recibir la herencia de César, Marco Antonio lo recibió con frialdad e hizo lo posible por
retrasar la aplicación de las voluntades testamentarias de César. Entonces Octaviano se apoyó
en viejos conservadores republicanos como Cicerón, que se convirtió en acérrimo defensor
suyo, y se atrajo la voluntad del pueblo de Roma gastando gran parte de sus bienes en
liberalidades, juegos y espectáculos. En 43, durante la celebración de unos juegos en
memoria de su padre adoptivo, tuvo la suerte de que pasara un cometa por el cielo de Roma,
y se hizo entender al pueblo que era el espíritu de César que se dirigía a la morada de los
dioses. Octaviano era pues "hijo del divino César". Marco Antonio tampoco perdía
oportunidad para adoptar medidas populistas y presentarse con el heredero de la política
cesariana. Los conservadores, bajo el liderazgo de Cicerón (Filípicas), emprendieron una
durísima campaña contra él, acusándolo de brutal, mujeriego y borracho.
Cicerón justificaba también, "para devolver la libertad a la República" ante la dictadura de
Marco Antonio, que Octaviano formara un ejército personal, al que se unieron dos legiones
que habían abandonado a Antonio. 2. La guerra de Módena. En junio de 44, Marco Antonio
consiguió que el Senado lo nombrase gobernador de la Cisalpina, con el inherente mando
sobre tropas legionarias. Pero los seguidores de Cicerón consiguieron revocar la ley y
nombrar en su lugar a Bruto. Marco Antonio entonces puso sitio a Módena, donde se había
refugiado Bruto. Los dos cónsules, Hircio y Pansa, acudieron en ayuda de Bruto, y Octaviano
ofreció su propio ejército. Para ello se le nombró pretor aunque no tenía la edad legal. Ambos
cónsules murieron pero Marco Antonio fue derrotado. Octaviano, no obstante, no recibió
ningún reconocimiento público: lo que los conservadores querían era librarse de Antonio,
creyendo que sería fácil marginar a Octaviano. Pero el joven envió un contundente mensaje al
Senado: o le nombraban cónsul en sustitución de uno de los muertos, o marchaba con sus
tropas sobre Roma. Naturalmente fue nombrado cónsul junto con el cesariano Q. Pedio. Así,
de ser un simple particular pasó a ocupar la más alta magistratura del Estado, y los cesarianos
comprendieron que era una figura política imprescindible. Sus primeras medidas fueron
anular las amnistía a los asesinos de César y devolver la capacidad politica a varios
cesarianos que habían sido condenados por el Senado (como Dolabela o Emilio Lépido).
Octaviano y Marco Antonio, por las gestiones amistosas de algunos cesarianos, accedieron a
dejar de lado sus rencillas y a reunirse en Bolonia (aunque con sus ejércitos a corta distancia).
La tercera figura clave del encuentro fue Emilio Lépido y el resultado fue la creación del II
Triunvirato. II. El Segundo Triunvirato Las cláusulas del convenio privado entre Octaviano,
Antonio y Lépido adquirieron valor jurídico al ser incluidas en la lex Titia, en virtud de la
cual los triunviros adquirían los máximos poderes políticos y militares del Estado por un
periodo de cinco años (43-38), prorrogable por otros cinco como en efecto sucedió. Bajo el
amparo de la lex Titia los triunviros se repartieron el gobierno de las provincias: a Lépido le
correspondieron la Narbonense y las dos de Hispania; a Octaviano, África, Numidia, Cerdeña
y Sicilia, y a Marco Antonio, la Cisalpina y la Galia Comata (la conquistada por César). Los
tres tenía libertad para nombrar a los legados de su confianza, y juntos debían recuperar las
provincias orientales, en manos de los asesinos de César. Los triunviros tomaron otra medida
de gran trascendencia: elaboraron listas de proscritos, enemigos del Estado que podían ser
asesinados sin juicio previo y sus bienes confiscados. En ellas se incluyó a unos 300
senadores y 2.000 personas del rango ecuestre. Entre los proscritos estuvo Cicerón, muerto
por los soldados de Marco Antonio. Dion Casio dice que se persiguió a los más ricos, pues
los triunviros necesitaban dinero. No obstante se evitó un excesivo derramamiento de sangre
y muchos proscritos pudieron escapar a Oriente y unirse a los asesinos de César. 1. La guerra
de Filipos (42 a.C.). Bruto controlaba las provincias del Ilírico, Grecia y Macedonia; Casio, la
Cirenaica, Asia y Chipre.
En octubre de 42, las tropas de los triunviros se enfrentaron a Bruto y Casio en Filipos.
Durante la sangrienta batalla murieron Bruto y Casio y muchos de sus seguidores; los demás
se rindieron. M. Antonio fue el principal artífice de la victoria. Se perdonó a los simples
soldados pero se ejecutó a muchos proscritos huidos; los supervivientes se refugiaron en
Hispania, donde Sexto Pompeyo (el hijo pequeño de Pompeyo) había organizado un ejército.
La remodelación provincial que siguió dejó a Octaviano y a Antonio como hombres fuertes.
El primero añadió a su anterior mando las dos provincias de Hispania; el segundo se quedó
con la Narbonense además de mantener el control de las provincias orientales. 2. El proceso
de control del Occidente por Octaviano. En ese momento, nadie hubiese apostado por
Octaviano. Marco Antonio pretendía convertirse en un segundo Alejandro en Oriente y no
había perdido su hegemonía en Occidente. Disponía de una holgada mayoría de simpatizantes
en el Senado y del apoyo incondicional de un grupo de allegados, entre ellos su mujer Fulvia
-que había estado casada antes con Clodio- y su hermano Lucio. Los legados que había
puesto al frente de sus provincias occidentales disponían de buenos ejércitos.

La guerra de Perugia. El compromiso de Octaviano de repartir tierras de Italia para sus


veteranos provocó el descontento de las ciudades a quienes se privaba de estas tierras. Con
los descontentos más cierto número de republicanos, se formó un ejército al frente del cual se
puso Lucio Antonio y tomaron como centro de operaciones la ciudad de Perugia. En nombre
de Octaviano, Agripa puso cerco a la ciudad y tras la rendición la sometió al saqueo y
destrucción, aunque se perdonó la vida al hermano de Marco Antonio (41 a.C.). Este al
enterarse estuvo a punto de provocar un enfrentamiento armado con Octaviano, pero
finalmente se llegó a un nuevo pacto de los triunviros en noviembre de 40 a.C.: Lépido se
quedaba con el gobierno de África, Octaviano con el del resto de las provincias occidentales
y Antonio con el de las orientales. La guerra contra Sexto Pompeyo. El hijo pequeño de
Pompeyo había conseguido controlar gran parte del sur de Hispania, como lo demuestran las
acuñaciones de moneda, con un ejército y una armada que dificultaba el aprovisionamiento
de Roma. Aunque se le enviaron legaciones con propuestas de soluciones pacíficas, éstas no
alcanzaban a su ejército de libertos y esclavos, que obligaron a Sexto a rechazarlas.
Finalmente el año 36 la flota de Octaviano y la de sus generales Agripa y Tauro destruyeron
la armada de Sexto Pompeyo en aguas de Sicilia. Sexto logró escapar pero murió poco
después en Oriente. La fase final del II Triunvirato. Gracias a un tenaz combate ideológico,
Octaviano consiguió de 36 a 32 ganarse el favor del Senado, que antes estaba con Marco
Antonio. Mecenas, una de las mayores fortunas de Roma y simpatizante de Octaviano, se
atrajo a los mejores intelectuales de la época.
Mediante la propaganda Antonio fue presentado como aspirante al despotismo oriental y un
juguete en manos de Cleopatra, la reina de Egipto, con quien tenía hijos (a pesar de estar
casado con Octavia, hermana de Octaviano); se decía que ambos querían trasladar la capital
del imperio a Oriente. Octaviano se presentó como el campeón de Occidente, jefe del ejército
(dux), personaje más importante de la sociedad (princeps) y dotado de la máxima autoridad
(auctoritas). 3. Batalla de Accio (31 a.C.) y operaciones en Alejandría. La propaganda dio
excelentes resultados y todas las fuerzas políticas del occidente del Imperio se movilizaron
contra Antonio y Cleopatra. Éstos en cambio tenían un ejército heterogéneo compuesto de
romanos, orientales y egipcios muchos de los cuales eran indiferentes al resultado de la
batalla. En septiembre de 31, la armada romana al mando de Agripa infligió una severa
derrota a la de Antonio y Cleopatra cerca de Accio; los amantes huyeron de vuelta a Egipto
pero Octaviano los siguió a Alejandría y se suicidaron. Para el pueblo romano, sus dioses
habían demostrado ser superiores a los orientales. El Mediterráneo era plenamente romano y
estaba libre de piratas, y todo era obra de Octaviano. Por ello nadie examinó las bases reales
de su poder, que de 31 a 28 sólo fue el consulado compartido con otro colega. En cambio
actuaba como dueño único del Imperio. La madurez política de Octaviano se demostró en su
política de reconciliación hacia los partidarios de Antonio. Entre ellos había romanos con
gran experiencia administrativa y política, pues la administración de Antonio en Oriente se
había demostrado como eficaz: potenciación de la administración local bajo el modelo de
ciudad, mantenimiento de príncipes vasallos en los márgenes del territorio romano. Con la
muerte de Cleopatra, Roma dominó el último reino helenístico del Mediterráneo. Los reyes
grecomacedonios se habían situado en el lugar de los faraones, manteniendo casi intacta la
administración tradicional. La gran creación helenística había sido Alejandría, una de las
ciudades más cosmopolitas y cultas del Mediterráneo. Octaviano evitó que Egipto tuviera la
consideración de provincia; quedó como propiedad privada suya que se trnasmitiría luego
como dominio de la corona. El delegado allí de Octaviano se llamaba praefectus Alexandriae
et Aegypti, título que revela la diversas posición jurídica de Alejandría (con un estatuto
particular de libres; un alejandrino no podía acceder a la ciudadanía romana sin permiso
expreso del emperador) y del resto de Egipto (dediticii). Sólo se asemejaba a una provincia
por la presencia de tropas legionarias, pero ningún senador podía visitarlo sin permiso. El
destino económico de Egipto fue servir de granero para abastecer la plebe de Roma. III.
Octaviano/Augusto y la formación del poder imperial. En el triunfo de 29 a.C. Octaviano
presentó sus grandes éxitos de Accio, Alejandría y también Dalmacia (donde había
consolidado la presencia romana). Después procedió a la reorganización del ejército
(librándose de los mandos de fidelidad dudosa). En 28, con la elaboración de un nuevo censo,
terminó de controlar las voluntades del Senado, que lo nombró princeps Senatus, el primero
de los senadores, con capacidad para dirigir las sesiones. A pesar de la realidad de su poder
absoluto, Octaviano seguía gobernando en el marco institucional republicano.
1. Las decisiones senatoriales de enero de 27 a.C. Al terminar 28 a.C. Octaviano hizo la
comedia de devolver al Senado la República restaurada. Pero pocos senadores se acordaban
ya del viejo sistema, asociado a sangrientas contiendas civiles. De manera que en enero de 27
se hicieron los cambios constitucionales necesarios para que la situación se perpetuara:

El Senado concedió a Octaviano el imperium maius, es decir, una autoridad y un poder


superior al de cualquier otro magistrado dotado de imperium. En su virtud adquiría el poder
de nombrar a todos los jefes militares, que quedaban sometidos a su autoridad. El imperium
maius (de donde se deriva el título de imperator que llevaron sus sucesores) se le concedió
mediante un ritual religioso. Se repartió el gobierno de las provincias del Imperio: las más
antiguas y romanizadas quedaban bajo la autoridad del Senado y debían gobernarse conforme
a los antiguos usos republicanos (Sicilia, Cerdeña, Bética, África, Bética, Asia); en cambio
las conquistadas más recientemente, que exigían la presencia de tropas legionarias (Siria,
Cilicia, Chipre, Galia Comata, Hispania Citerior...) quedaban bajo la autoridad del imperator,
lo mismo que las nuevas que se incorporaran. También se daba un reconocimiento expreso al
dominio de Octaviano sobre Egipto. El Senado concedió a Octaviano el título de Augustus,
que no correspondía a ninguna magistratura sino que se había tomado del lenguaje religioso.
Equivalía pues a concederle una autoridad superior a la del resto de los mortales. El título se
transmitió a sus sucesores.

Sin embargo, no se suprimió ninguna magistratura republicana, y el propio Augusto


contribuyó al mantenimiento de la apariencia republicana desempeñando el consulado junto
con otro colega (un fiel partidario, naturalmente) de 27 a 24 a.C. 2. La crisis del año 23 y la
potestad tribunicia. La propaganda pro-augústea se mantuvo muy activa después de Accio. el
reconocimiento llegó a las oligarquías provinciales; el primer testimonio que tenemos del
culto imperial es un altar erigido en Tarragona en 27 a.C. No obstante también había
descontentos. En 23 a.C., coincidiendo con una grave enfermedad de Augusto, se descubrió
una conspiración, pero la crisis se saldó con un fortalecimiento del régimen imperial.
Condenados los conjurados, el Senado concedió a Augusto por diez años la tribunitia
potestas, un poder análogo al de los tribunos de la plebe pero superior al de todos ellos, que
hacía de él el heredero de los populares. Sin los inconvenientes de la colegialidad (pues el
príncipe, por ser patricio, no podía ser tribuno), aseguraba en cambio la inviolabilidad, la
sacrosantidad, la intercessio y la iniciativa de las leyes (rogatio). Además, aunque el número
de cónsules epónimos seguía siendo de dos, se pudieron nombrar cónsules suffecti, que
suplían las ausencias de los epónicmos, a veces sólo teóricamente. Este sistema permitía a un
mayor número de senadores acceder al consulado pero disminuía el prestigio de la
magistratura. Augusto se vio así libre de tener que ocupar el consulado.
La crisis del 23 puso de manifiesto la necesidad de prever la sucesión. Augusto sólo tenía una
hija, Julia; en 21 la casaron con Agripa y los hijos de este matrimonio fueron adoptados por
su abuelo. Pero Agripa murió mucho antes que él, en 12 a. de C., y sus nietos también
murieron. Entonces se volvió a los hijos de su mujer, Livia, los Claudios. 3. Augusto, Padre
de la Patria y Pontífice Máximo. La relegación política de Lépido en el II Triunvirato se
compensó con su nombramiento como pontifex maximus, magistratura religiosa que mantuvo
hasta su muerte en 12 a.C. Después, Augusto fue el pontifex maximus (tuvo muchísimo
cuidado en ser elegido de acuerdo con todas las normas de la tradición). Se dedicó a
revitalizar la antigua religión romana y a frenar la expansión de ciertos cultos orientales. El
mismo año 12, Augusto fue nombrado por el Senado curator legum et morum, es decir,
responsable de las leyes y costumbres, y como tal promovió la lex de maritandis ordinibus
(que estimulaba la natalidad de los miembros de los órdenes senatorial y ecuestre y
penalizaba la soltería) y medidas destinadas a proteger el prestigio de los órdenes superiores,
impidiendo que sus hijos pudieran ejercer de gladiadores o de cómicos. Igualmente se
limitaron las manumisiones masivas de esclavos y el rápido acceso de muchos libertos a la
ciudadanía romana. El aumento del número de ciudadanos romanos y su dispersión
condujeron a la péridida de capacidad política de las asambleas de Roma. Sin embargo,
Augusto asumió los compromisos anteriores con la plebs frumentaria de Roma: reparto de
alimentos y concesión de juegos y espectáculos gratuitos. El número de componentes de la
plebe, que no varió apenas durante el Alto Imperio, se mantuvo entre 180.000 y 200.000.
Además, Augusto estimuló a su familia y allegados y a los ordines superiores a ejercer
funciones de patronato sobre itálicos y provinciales. Este conjunto de intervenciones sociales
le hicieron recibir el año 2 a.C. el título de pater patriae, un padre vigilante y benefactor sobre
la gran familia del Imperio. Y su mujer, lógicamente, era la madre del Imperio. Ello
repercutió en la modificación del culto imperial, al que se añadieron flaminiae que atendían al
culto de la esposa del imperator.
TEMA 48: LA ÉPOCA DE AUGUSTO 1. La administración de las provincias.

Egipto. Hasta la Antigüedad tardía, nunca tuvo un régimen provincial. Augusto -y los
emperadores sucesivos- nombraba al gobernador de Egipto, praefectus Aegypti et
Alexandriae, a los responsables financieros y a los jefes de las legiones, eligiéndolos entre
personas del rango ecuestre. Los senadores no podían ni visitar Egipto sin un permiso del
emperador. Las provincias que quedaron bajo administración imperial eran gobernadas por
legados imperiales: un legado provincial de máxima autoridad (legatus Ausgusti pro praetore
provinciae), un legado por cada legión (legatus Augusti legionis) y a veces otros para
elaborar censos o para colaborar en la administración de justicia. Las legaciones eran
ocupadas por personas de rango senatorial, generalmente antiguos cónsules o pretores.
Algunas provincias menores (Alpes Marítimos, Nórico, Judea) tuvieron un gobernador de
rango ecuestre con el título de procurator provinciae. La división entre la legación civil y la
militar (aun reconociendo la máxima autoridad del legado provincial) fue un buen medio para
limitar la excesiva concentración del poder. Las funciones financieras, que habían sido
siempre desempeñadas por un cuestor, pasaron ahora a ser ocupadas en las provincias
imperiales por un procurator de rango ecuestre, bajo el cual se encontraban otros
procuradores de competencia más limitada, mayoritariamente libertos imperiales. Cada
oficina fiscal se dotó de expertos, por los que los publicanos quedaron excluidos de las
provincias imperiales. Se creó una nueva caja central, el fisco, separada del erario de Saturno
(caja central de las provincias senatoriales). Los legados y procuradores de las provincias
imperiales no estaban sometidos al régimen de anualidad como los demás magistrados. A las
primitivas provincias imperiales se sumaron pronto otras (Acaya, Chipre, Nórico, Retia,
Alpes Marítimos, Alpes Cotos, Judea, Panonia). A consecuencia de la reorganización de
Hispania en tres provincias, la Lusitania y la Citerior quedaron también como imperiales. Las
provincias senatoriales. Siguieron siendo administradas como en época republicana con un
gobernador de rango senatorial ayudado por un cuestor para los asuntos financieros.
Progresivamente fueron siendo objeto de la supervisión imperial, pues el emperador tenía
muchos medios para influir en ellas, como aconsejar al Senado un nombramiento u otro, o
someter a juicio a los gobernadores corruptos. La administración local. César había iniciado
un amplio programa de implantación del modelo urbano en Italia y ámbitos provinciales, que
fue continuado durante el II Triunvirato y el gobierno de Augusto. A menudo no se puede
distinguir la obra cesariana de la de Augusto. Bajo ambos, muchas ciudades adquirieron el
estatuto de privilegiadas (de colonia o de municipio) y se organizaban siguiendo el modelo de
la ciudad de Roma. Pero también amplios territorios provinciales fueron subdivididos en
territorios menores y comenzaron a tener un centro único de administración local, fuera
ciudad indígena, mercado o simple aldea. Así se conseguía una integración mayor de las
comunidades locales, que se regían por normas romanas (las privilegiadas) o por una mezcla
de normas romanas y usos locales (las ciudades de estatuto peregrino: libres, federadas o
estipendiarias). En unas y otras, las oligarquías constituían el Senado y desempeñaban las
magistraturas locales. No era lícito tener dos ciudadanías. El ciudadano romano podía serlo a
través de la ciudad de Roma pero también a través de una colonia o municipio romano; ésta
indicaba el origo, el origen. Para la implantación del modelo urbano, el estado romano tuvo
en cuenta las condiciones concretas de cada territorio provincial. Lo más significativo no fue
sólo el mayor número de ciudades privilegiadas, sino que se había abierto la vía para que las
ciudades libres, federadas y estipendiarias pasaran a ser privilegiadas al cabo de unas
décadas. 2. Las fronteras del Imperio. La política de Augusto respecto de las fronteras
continuó la de la República, en el sentido de comprometerse a ampliar los dominios
territoriales del Imperio, aunque condicionada por la reducción de efectivos militares que él
mismo había llevado a cabo. Uno de los ejes de su política fue la búsqueda de fronteras
naturales: el mar Cantábrico en Hispania (de ahí las luchas contra cántabros, astures y
galaicos que se prolongaron de 29 a 19 a.C.); el Danubio en el Noreste (anexión del Nórico,
Panonia y Dalmacia), el río Éufrates en el este (dejando inicialmente pequeños reinos clientes
o vasallos, como Judea), el desierto en los territorios africanos y el río Elba en Germania
(finalmente, tras el desastre de Varo, que el año 9 d.C. perdió tres legiones frente a los
germanos en Teutoburgo, el límite se fijó en el Rhin). Además, se anexionaron los territorios
alpinos (años 25-10 a.C.), eliminando una bolsa de pueblos independientes y dejando
expeditas las vías terrestres que unían Italia con las Galias y con los accesos a Germania. 3.
La primera unidad de toda Italia. La Galia Cisalpina o Traspadana seguía manteniendo el
estatuto de provincia durante el II Triunvirato, lo que permitía el asentamiento de legiones en
ella, con el consiguiente peligro si su gobernador decidía amenazar Roma o Italia (lo que de
hecho sucedió en la crisis de la República). Por ello, Augusto la agregó al territorio de Italia,
que quedó casi equivalente al de la Italia peninsular actual. La nueva Italia se dividió en once
regiones (Lucania, Emilia, Campania, Samnio...) y, para defender a su población del
bandidaje, los motines o las revueltas de esclavos, se crearon unas tropas especiales de
pretorianos que se asentaron en pequeños cuarteles distribuidos por todo el territorio de Italia.
Eran considerados la elite de las tropas romanas y tenían mejores condiciones que los demás
soldados, incluidos los legionarios.
4. La nueva organización de la ciudad de Roma. Augusto dividió el conjunto de la ciudad en
regiones (regio) y barrios (vicus), determinando que las primeras serían administradas por
magistrados anuales nombrados por sorteo, y los segundos por magistrados elegidos por los
convecinos. Los magistrados de los barrios eran los encargados del culto a los Lares Viales,
cuyos altares se erigían en las encrucijadas. Además mejoró sustancialmente la ciudad,
ensanchando el cauce del Tíber, reconstruyendo templos y levantando otros, creando guardias
nocturnos y vigilantes contra incendios. El propio Augusto nombraba a un prefecto para las
distribuciones alimentarias (praefectus annonae), de rango senatorial, mientras otro prefecto
de rango ecuestre mandaba sobre los vigiles. Augusto había tomado a Roma bajo su especial
protección; por eso, durante sus ausencias era representado por un personaje de rango
senatorial, el praefectus Urbis, dotado de máxima autoridad sobre los órganos de gobierno de
la ciudad. Esta prefectura terminó siendo un cargo ordinario durante el resto del periodo
imperial. 5. La reforma militar de Augusto. Las medidas buscaban un ejécito más fiel y a la
vez más reducido. La reforma fue el resultado de varias intervenciones progresivas. Con la
reducción de 28 a.C. quedaron sólo 28 legiones; a fines del gobierno de Augusto sólo había
24 (4 menos, entre ellas las tres que perdió Varo, que no fueron sustituidas). Los efectivos
totales (legionarios, tropas auxiliares, armada y pretorianos) pueden estimarse en 230.000,
cifra reducida teniendo en cuenta la enorme extensión del Imperio (durante el II Triunvirato
habían sido 500.000). Esta cifra se mantuvo sin variaciones considerables hasta finales del
siglo II. Desde Augusto se tendió a reclutar las tropas legionarias entre ciudadanos romanos
de ámbitos provinciales. La población de Italia cubría las vacantes de los pretorianos y los
vigiles de Roma. El servicio en la armada, peor considerado, reclutaba sus efectivos
preferentemente entre libertos. Los miembros de las tropas auxiliares, que no eran ciudadanos
romanos, se reclutaban entre las comunidades provinciales libres, federadas o estipendiarias.
La reforma afectó a muchos aspectos de la vida militar. Durante los años de servicio
obligatorio (16 los pretorianos, 20 los legionarios, 25 las tropas auxiliares) no se podía
contraer matrimonio. Se estableció una escala de sueldos regulares. El simple soldado se
situaba en una posición económica muy cercana a la del pequeño campesino. Para muchas
familias pobres, enrolarse en el Ejército era un medio de susbsistencia. Al final de sus años de
servicio, los legionarios o pretorianos recibían pequeños lotes de tierra que les permitían
subsistir, o bien una cantidad del erario militar (creado por Augusto). Los miembros de las
tropas auxiliares fueron recibiendo paulatinamente la recompensa de la ciudadanía romana. 6.
La sociedad romana en época de Augusto. La diferencia de estatutos jurídicos personales
entre libres (ciudadanos romanos, latinos, federados, libres y "dediticios"), libertos que
participaban de uno de los estatutos anteriores además del propio, y esclavos se mantuvo,
pero hubo cambios en su distribución geográfica y sus porcentajes.
Efectivamente, al final del gobierno de Augusto, la mayor parte de la población libre de Italia
eran ciudadanos romanos, y también accedieron a la ciudadanía muchos provinciales,
especialmente de las provincias senatoriales. En cambio, se limitaron las manumisiones de
esclavos (lex Fufia Caninia de 2 d.C.) e incluso se abrió una vía para que muchos libertos no
accedieran a la plena ciudadanía romana quedando con el estatuto de latinos "junianos" (lex
Aelia Sentia de 4 d.C.). Por otra parte se crearon las condiciones para que la población de
muchas ciudades libres y federadas terminara integrándose en la ciudadanía romana al cabo
de unas décadas. Respecto a los ciudadanos de la ciudad de Roma, Augusto intentó al parecer
mantener algunas formas republicanas. Las asambleas se siguieron reuniendo, aunque sólo
fuera para aprobar las decisiones del emperador, su consejo o el Senado. Un amplio sector de
estos ciudadanos formaba parte de la plebs frumentaria, que, además de recibir
periódicamente ayuda alimentaria, percibían también donativos extraordinarios (congiaria) y
entradas gratuitas a los espectáculos públicos. Los miembros de los ordines senatorial,
ecuestre y decurional constituían la elite de los ciudadanos romanos. De los dos primeros
salían los dirigentes de la administración central, mientras que los de rango decurional
formaban parte de los senados y de las magistraturas de las ciudades itálicas y provinciales
(sin perjuicio de que también hubiera senatoriales y ecuestres en muchas de ellas). Los
requisitos económicos para entrar en los ordines no eran muy elevados (100.000 sestercios
para el orden decurional, 400.000 para el ecuestre, 1.000.000 para el senatorial) y muchos
libertos y simples ciudadanos los cumplían, pero también se exigían requisitos de
ascendencia y de dignidad familiar. Augusto quiso dignificar los ordines superiores para
mantener su prestifio social. Así apoyó económicamente a familias senatoriales empobrecidas
y desterró al poeta Ovidio, acusado de inmoralidad, y a su propia hija Julia, conocida por sus
aventuras amorosas. Augusto aprovechó además la experiencia financiera particular de los
caballeros para promocionarlos a funciones de responsabilidad en la administración
financiera o en el ejército. Como vimos, los altos cargos del gobierno de Egipto fueron
ocupados por caballeros. Estas medidas produjeron una despolitización de los órdenes
senatorial y ecustres, que se convirtieron en administradores de las decisiones políticas
tomadas por el emperador y su consejo. 7. El clasicismo cultural augústeo. Programa cultural
de Augusto. (ampliado por EUNSA). Las realizaciones culturales de la época de Augusto han
atraído la atención de los historiadores por varias razones. En primer lugar, por la influencia
que tuvieron en la formación de la "herencia de la Antigüedad" en nuestra cultura occidental
y cristiana. En segundo lugar, porque estas realizaciones formaban parte de un coherente
programa ideológico en el que ocupaba un puesto destacado la propaganda institucional y
dinástica. Además, algunos elementos característicos confieren a este programa mayor interés
que a otros intentos semejantes:

se basaba en una concepción unitaria de la cultura derivada de su raíz aristotélica, poniendo


un freno a las tendencias hacia la especialización y "el arte por el arte" propias del último
helenismo. Igualmente primaba un cierto realismo y una cierta oposición a las corrientes
irracionales que se hallaban en auge durante el periodo helenístico. se basó en un conjunto de
ideas y de aspiraciones compartidas por importantes sectores de los grupos dirigentes e
intelectuales de la sociedad romana. Por ello, la influencia cultural se pudo ejercer desde el
poder en buena parte sin necesidad de recurrir a censuras y dejando un considerable margen
de libertad a los artistas. el gobierno, el Príncipe y sus colaboradores, contaron con inmensos
recursos económicos para llevar a la práctica su programa cultural. También es cierto que
este programa abrió aún más la brecha existente entre la cultura d elos grupos dirigentes y la
de las masas populares. El clasicismo augústeo fue cortesano y elitista, lo que en último
término limitaría grandemente su vigencia.
Elementos contradictorios: racionalidad e irracionalidad. El programa cultural augústeo
reflejaba también las profundas contradicciones del régimen: el deseo de presentar una
restauración republicana y hasta arcaizante mientras en realidad se trataba de la instauración
de una monarquía muy semejante a las del helenismo oriental. De ahí el carácter de transición
que tienen no pocas manifestaciones culturales de esta época. Pese a su revestimiento
clasicista de raíz neoática, la cultura augústea era la culminación de corrientes religiosas y
artísticas de la República tardía. Inauguró así algo de gran trascendencia para el resto de la
Edad Imperial: "el gusto por el disfraz literario y retórico de una obra nueva bajo las
apariencias y los modos del clasicismo." (R. Bianchi-Bandinelli). El academicismo neoático
del lenguaje artístico tenía su origen en la admiración esteticista y erudita de las realizaciones
del siglo V ateniense, asumida por la mayoría de la élite política e intelectual romana, cuya
juventud había cursado estudios en Atenas (ciudad ya de segunda fila en lo político pero muy
prestigiosa en lo cultural). El final de la República había visto también la penetración cada
vez mayor de cultos mistéricos de salvación procedentes del Oriente helenístico, que
provocaron el florecimiento de utopías mesiánicas de muy variado tipo. En el caso itálico,
estas expectativas eran favorecidas por la creencia etrusca en un sucesión cíclica de tiempos
(saecula). El inicio de un nuevo saeculum fue consagrado por el régimen el año 17 a.C. Tras
las guerras civiles, la paz augústea se presentaba así como una nueva Edad de oro, de paz y
prosperidad, y el Príncipe como el monarca salvador del mesianismo oriental o el restaurador
(nuevo Rómulo) de la tradición romana. La política religiosa. Dado lo anterior, el programa
cultural augústeo tenía que tener una primera y fundamental formulación en el terreno
religioso. Si se quería restablecer la pax deorum era imprescindible una amplia labor de
restauración religiosa y moral. Sin embargo en el terreno religioso era necesaria una cierta
innovación, pues algunos ritos tradicionales otorgaban a la nobleza senatorial demasiado
poder, incompatible con el nuevo régimen. Así, aunque la propaganda oficial se gloriaba de
la reconstrucción de más de 12 templos en Roma y de la restauración de viejos rituales en
desuso, como el cierre del templo de Jano (en Tito Livio hay un paralelismo evidente entre
Augusto y el religiosísimo Numa Pompilio), en realidad la antigua y oficial religión romana
pasó a ser un eficaz instrumento para asegurar lealtades al nuevo régimen. Augusto no se
limitó a ocupar el mayor cargo sacerdotal, el pontificado máximo, sino que formó parte de
otros colegios sacerdotales, contribuyendo a su revitalización, pues en la fase final de la
República habían caído en el desprestigio. Pero sus funciones sufrieron cambios profundos:
los Hermanos Arvales se convirtieron fundamentalmente en propiciadores de favores divinos
para el emperador y su familia, y los nuevos colegios en instrumento del Príncipe para
recompensar a sus colaboradores leales. El calendario religioso romano se inundó de
aniversarios imperiales, para significar que el bienestar del estado pasaba por el del
emperador. Se dio primacía al culto de ciertas divinidades tutelares de Augusto y comienza el
culto imperial. Augusto tenía especial predilección por Apolo y Marte. El primero, una
divinidad hasta entonces secundaria en el panteón romano, le permitía recrear la creencia en
una nueva Edad de oro presidida por Apolo-Helios, astro regente del Universo según los
estoicos. Los Juegos Seculares de 17 se colocaron bajo su patronazgo. A Marte, bajo la
denominación de "Vengador" (Ultor) se le dedicó un grandioso templo en el nuevo Foro
augústeo, por primera vez dentro del pomerio. El vengativo Marte había presidido la primera
parte de la carrera de Augusto en la piadosa venganza de su padre adoptivo; el benefactor
Apolo presidiría la segunda. Augusto era hijo adoptivo de un dios, Julio César (cuya
divinidad había sido aceptada espontáneamente por el pueblo nada más producirse su
muerte). Además, como pacificador del mundo tenía títulos suficientes para que la gratitud de
sus súbditos se expresase en un culto a su persona, de acuerdo con los precedentes
helenísticos. Sin embargo, en Roma actuó con suma prudencia, para evitar el sabor
monárquico, y el culto fue a su genius, no a su persona. Pero en las provincias, especialmente
las orientales, sí se le dedicaron templos, aunque siempre acompañado de la diosa Roma.
¿Una literatura augústea? Las contradicciones que hemos apreciado en el nivel religioso
tienen aún mayor virulencia en el de la expresión literaria. La tradición literaria latina era
netamente aristocrática, surgida en los cenáculos literarios de la nobilitas, y Augusto la
aprovechó para conseguir una literatura comprometida con la obra política del nuevo
régimen. Su colaborador Mecenas supo reunir un importante plantel de literatos protegidos
por él: Virgilio, Horacio, Propercio, Quintilio Varo, etc. Pero otras viejas casas de la nobleza
también continuaron con la tradición y algunos cenáculos se formaron en torno a personajes
en cierto modo contrarios al régimen: Mesala Corvino y sobre todo el viejo cesariano Asinio
Polión. Al círculo del primero pertenecieron Tíbulo y el joven Ovidio; al del segundo
Timágenes de Alejandría, un historiador nada grato a Augusto por su crítica al imperialismo
romano. La poesía. La época de Augusto representó uno de los momentos más brillantes de
toda la literatura latina, sobre todo en poesía. Pero ello se debió en buena parte a un largo
proceso anterior, en especial a la creatividad de los tiempos triunvirales. No es casualidad que
la mayoría de las grandes figuras literarias de la época augústea pertenezcan a la primera
parte de su reinado y desaparezcan hacia 15 a.C.: Virgilio, Tibulo, Propercio, Tito Livio,
Horacio y Ovidio. En la poesía estos autores eran los herederos de la revolución que para el
verso latino significaron los neotéricos de la República tardía. Estos eran un grupo de jóvenes
poetas que impusieron los modos de la poesía alejandría frívola y erótica, con abundante
erudición mitológica, abandonando la inspiración de la gran poesía griega arcaica. A él
pertenecieron C. Licinio Calvo, Cinna y sobre todo C. Valerio Catulo. Los grandes poetas
augústeos, los elegíacos, participaron en buena medida de la tradición alejandrina y neotérica,
lo que explica que no puedan considerarse simples mercenarios de la pluma al servicio del
poder. Las tradiciones del género (elegía: poema escrito en dísticos elegíacos, es decir,
alternando un hexámetro y un pentámetro, usada para expresar sentimientos personales) y el
mismo epicureísmo de muchos de ellos les inclinaba a abstenerse de toda colaboración
estrecha con la política activa. Así se explica la famosa recusatio horatiana (negativa de
Horacio) al Príncipe a escribir un gran poema épico o un drama popular, aunque ciertamente
cantó las glorias del imperio y de Roma. El caso de Virgilio es algo más complejo. El poeta
de Mantua había vivido los sufrimientos del campesinado itálico en las últimas guerras
civiles, y se adhirió a la ideología providencial de Augusto. Pero el gran poema épico en que
la exalta, la Eneida, adquiere su inspiración más sincera cuando rememora las desventuras de
los campesinos o se pregunta por la justicia del Destino, en la línea de sus otras grandes
composiciones, las Bucólicas y Geórgicas. La Eneida contribuyó a difundir el origen troyano
de Roma. Eneas, descendiente de Venus, quedaba como antepasado mítico de los Julios y
contribuía a presentar la estrecha unión de dos pueblos civilizadores, el griego y el romano,
que disponían de los mismos dioses. El sincretismo de la religión griega y la romana es una
constante en las Metamorfosis de Ovidio. En cuanto a las razones últimas del cruel castigo de
Augusto a Ovidio (desterrado a la orilla oriental del mar Negro) deben verse en su
incapacidad para comprender y apreciar una poesía propia de la vida frívola y ambigua de la
generación precedente (Arte de Amar). Oratoria e historiografía. Las nuevas condiciones
políticas redujeron las posibilidades de desarrollo de la oratoria a los tribunales de justicia y
los ejercicios retóricos de escuela. La gran floración de oradores de finales de la República no
tuvo herederos. En cambio, la historiografía fue un género bien representado. Su máximo
exponente, Tito Livio, no es un mero cantor del nuevo régimen. En su grandiosa Ab Urbe
Condita es notoria su independencia respecto al Príncipe. Sin embargo, adopta el sistema de
anales, arcaico y típicamente romano, recrea el mito romúleo y concibe la pietas y la fides
como las grandes virtudes que dieron a Roma su imperio. A través de los relatos de
acontecimientos del pasado romano, van aflorando personajes que representan las virtudes de
austeridad, de valor, de simplicidad de costumbres, de hombres entregados al servicio de la
comunidad... que refuerzan toda la propaganda augústea sobre la necesidad de armar de
nuevo moralmente a la sociedad, de impedir la excesiva libertad de costumbres de las
mujeres, de reafirmar la autoridad del padre de familia y de exigir a las altas capas sociales
que sirvieran de ejemplo al resto de la sociedad.
Las artes plásticas. Es en las artes plásticas, y sobre todo en la arquitectura, donde el
programa cultural del nuevo régimen halló su mejor plasmación. Augusto, según sus propias
palabras, transformó en marmórea una ciudad que antes era de ladrillo y adobe. A esta época
pertenece Vitrubio, el más famoso de los tratadistas de arquitectura de la Antigüedad. Las dos
obras más características, en la propia Roma, son el Foro de Augusto y el Ara Pacis. El
primero presentaba un majestuoso paisaje urbano al templo de Marte Vengador; el segundo
plasmaba en mármol el mito romúleo de los orígenes, central en la ideología augústea, con
gran perfección técnica y frío preciosismo.
TEMA 49: EL GOBIERNO DE TIBERIO Los emperadores que estuvieron al frente del
Imperio desde la muerte de Augusto hasta la crisis del 68-69 d.C. son conocidos como Julio-
Claudios:

Tiberio (14-37) Calígula (37-41) Claudio (41-54) Nerón (54-68)

La etiqueta de Julio-Claudios no debe llevar a la idea de que son meros continuadores de la


obra de Augusto, sino que se corresponde mejor con sus relaciones de parentesco:
Los historiadores antiguos (Suetonio, Tácito, Dión Casio) tienden a relatar estos años con
gran profusión de detalles anecdóticos y peronsales pero escasa atención a la objetividad
histórica, a los problemas sociales y económicos y a la vida en las ciudades y las provincias.
Además suelen dividir el gobierno de cada emperador en dos fases, una "buena" o
filosenatorial y otra "mala" o antisenatorial. Así ocurre con Tiberio, que estuvo al frente del
Imperio desde la muerte de Augusto hasta la suya (14-37). Una parte de esta etapa ha sido
valorada de modo muy negativo por Tácito: la segunda parte de su gobierno, que empieza en
23 con el nombramiento de Sejano al frente de las tropas imperiales. 1. Augusto y Tiberio. La
transmisión del poder. La muerte de Agripa y la de Lucio, uno de sus hijos, obligaron a
Augusto a llamar a su hijastro Tiberio, que estaba desterrado en Rodas. El año 3 d.C. fue
asociado al gobierno y recibió un imperium maius (que le concedía el mando sobre todo el
ejército). El año 4, cuando murió Cayo, el otro hijo de Agripa, Augusto adoptó a Tiberio y le
consiguió una potestas tribunitia (que le proporcionaba la máxima autoridad sobre los otros
magistrados) por diez años. La trayectoria de Tiberio justificaba su posición de prestigio: en
el Ilírico y en Germania se había distinguido como un excelente general, merecedor del
triunfo, y en las Galias como un buen gestor y administrador. Ambos poderes le fueron
renovados en 13 d. C. Así, cuando Augusto murió al año siguiente nadie dudó de quién debía
ser su sucesor. Aunque Suetonio y Tácito le acusan de dudas, miedo o simulación por haber
tardado un mes en aceptar la sucesión, esto puede explicarse por exigencias del luto,
iustitium. 2. Tiberio, emperador (14-37 d.C.). Augusto había dejado un memorial de la
situación del imperio, que nos ha llegado en parte mediante las Res Gestae, bastante
triunfalista. Lo cierto es que sus últimos años de reinado no habían sido buenos ni para las
arcas del Estado ni para las tensiones sociales (revueltas de Tacfarinas en África, de las
Galias, de las legiones del Rhin y de Panonia, descontentas por el largo servicio y las malas
condiciones). Hasta 19 d.C. Tiberio contó con su sobrino Germánico para aplacar a las
legiones y resolver los conflictos de las provincias fronterizas. Pero Germánico fue asesinado
en Asia (no hay motivos para suponer que Tiberio tuviera nada que ver en ello). El año 27,
Tiberio se fue a vivir a Capri y, aunque se acercó a Roma varias veces, nunca volvió a pisar
la ciudad. Sejano, prefecto del pretorio, que procedía del orden ecuestre, comenzó a actuar en
su nombre y, según Tácito y Dión, instauró un régimen de terror contra todo el que
obstaculizara su proyecto de ser el sucesor. Finalmente fue condenado en 31 y sustituido por
Macro. La leyenda negra de Tiberio en Capri sólo es creíble en cuanto a su misantropía (que
no se achaca a ningún otro emperador) mientras que la crueldad y las aberraciones sexuales
forman parte del acervo tópico con que eran acusados los altos personajes para su
desprestigio. Posiblemente el refugio de Tiberio en Capri se debiera a alguna enfermedad que
deseaba ocultar. Es preciso resaltar la obra de estadista llevada a cabo por Tiberio. Dejó como
legado un tesoro público saneado y con superávit, y una mejora general en la administración
y en la economía de las provincias.
3. El emperador y los órdenes. Los historiadores antiguos reconocen implícitamente que
Tiberio (aunque fuera por temor o prudencia) durante los primeros años de su gobierno contó
con la colaboración y el consejo del Senado, hasta el punto de someterse a sus opiniones. En
realidad, Tiberio era más partidario de los antiguos hábitos de la República que muchos
senadores burocratizados que rehusaban asumir sus competencias. No es casualidad que
todavía en 33 se siguiera negando a recibir honores votados por el Senado. Tiberio continuó
la política de Augusto en lo referente a la dignidad de los órdenes senatorial y ecuestre.
Ayudó a más de una familia senatorial con dificultades económicas, prohibió que los hijos de
senadores y caballeros ejercieran como actores o gladiadores así como la prostitución y la
libertad de relaciones sexuales de las matronas. En esta misma línea se sitúan algunos
procesos de los primeros años contra gobernadores provinciales acusados de prácticas
mágicas. En cambio parece que el proceso a Sexto Mario (acusado de estupro con su hija)
obedeció a motivos económicos, pues en 33 hubo una época de dificultades serias y el
condenado poseía una gran fortuna. También se aprobaron medidas de limitación del lujo,
pues el propio emperador era muy austero y se proponía recuperar la maltrecha economía que
había heredado. La Tabula Hebana (descubierta en Magliano, Italia, en 1947) es una plancha
de bronce que contiene un proyecto de ley sometido al pueblo para honrar la memoria de
Germánico. Una copia descubierta recientemente (1984) en Andalucía (Tabula Siarensis)
completa lagunas de la de Magliano. De ambos documentos se desprende que la política de
Tiberio respecto a los senadores y los caballeros no difirió mucho de la de Augusto y que
deben atenuarse mucho las acusaciones de hostilidad hacia estos órdenes que hacen los
autores antiguos. 4. Tiberio y el pueblo de Roma. En primer lugar, Tiberio procuró garantizar
la tranquilidad pública contra robos, bandidajes y secesiones. Después, evitó la adopción de
medidas populistas. Aunque vigiló severamente para que la ciudad de Roma estuviera bien
abastecida (fijando un precio para el trigo y cumpliendo con la tradición de las distribuciones
gratuitas de éste) y veló por las buenas condiciones urbanísticas, dio pocos juegos e hizo
pocas construcciones. Esto hizo decaer su popularidad y promovió el desarrollo de la leyenda
negra. 5. Política de fronteras y defensa del Imperio. La revuelta de las legiones de Germania
y de Panonia a raíz de la muerte de Augusto se debía a los malos tratos de algunos
centuriones, a la escasez de alimento y de sueldo y al largo tiempo de servicio. La de Panonia
fue sofocada en poco tiempo por el hijo de Tiberio, Druso. Para aplacar la revuelta de
Germania envió a Germánico, su sobrino, que, entre diversos medios (subidas de sueldo,
castigos, súplicas...) usó uno especialmente brutal: dirigir una campaña sorpresa contra los
germanos devastando su territorio a sangre y fuego, como medida de catarsis para volver a
unir a las tropas. Así se acabó con la revuelta pero se creó un nuevo problema, pues incluso
pueblos germanos pacíficos se levantaron ahora contra Roma. Aunque los éxitos de
Germánico habían hecho suponer que podría ampliarse la frontera hasta el Elba, al final hubo
que retroceder a la más segura del Rhin. Germánico, por su carácter afable y bondadoso, era
muy querido de los senadores y del pueblo de Roma. Por ello Tiberio le encargó también
poner orden en los asuntos de Oriente. Allí consideraba que era menos costoso mantener los
dominios con ayuda de reyes vasallos y clientes. Germánico, en representación de Roma,
coronó a Zenón rey de Capadocia (18 d.C.) y renovó la alianza con los partos, atendiendo al
ruego de su rey Artábano de alejar a uno de sus opositores. Pero también visitó Egipto a pesar
de ser senador, adoptando medidas populistas como bajar los precios del trigo, lo que molestó
a Tiberio. En 19 d.C. Germánico murió en extrañas circunstancias en Antioquía y se acusó al
gobernador de Siria, Cneo Calpurnio Pisón, de haberle envenenado. Su condena exoneraba al
emperador de toda sospecha. Poco más tarde (en 23 d.C.) moría también Druso, complicando
la sucesión. En la fase final del gobierno de Tiberio hubo una gran tranquilidad en las
fronteras y la autoridad de Roma había mejorado considerablemente entre los provinciales,
que se incorporaban progresivamente al modelo romano. 6. Política religiosa de Tiberio.
Como pontifex maximus, Tiberio veló con esmero por el mantenimiento de la religión
tradicional. Aunque aceptaba la divinización de César y de Augusto, rehusó su propia
divinización en vida e interpretó los actos de culto dirigidos a su persona como simples
"manifestaciones de estima". Siguiendo la mentalidad corriente en su época Tiberio fue muy
supersticioso: contaba habitualmente con la compañía del adivino Trasíbulo y era asiduo de
los arúspices y centros oraculares famosos. Parece cierto que Tiberio dedicó muy pocos
fondos para la restauración de templos y la construcción de otros nuevos, pero no hay que
aceptar la visión negativa de Suetonio, que lo califica de "indiferente ante los dioses"; de
hecho fue más lejos que Augusto en la defensa de la religión tradicional. Pero el estado de las
arcas públicas lo eximía de esos gastos. Respecto a las religiones extranjeras, Tiberio fue
mucho más severo que Augusto, pues creía que los ciudadanos romanos debían practicar la
religión romana. Los judíos fueron expulsados de Roma. Sin embargo no se puede atribuir a
Tiberio una política de persecución ni de acoso a los judíos de Palestina, ni tampoco a los
primeros cristianos. Tras la muerte de Herodes en 4 d.C. el reino se había dividido entre sus
tres hijos y se recrudecieron los sentimientos antirromanos tradicionales (secta de los
zelotes), que convivían con la tendencia filorromana de los fariseos.
TEMA 50: CALÍGULA, CLAUDIO, NERÓN I. Calígula (37-41) Calígula accedió al poder
después del juramento de las tropas pretorianas y el reconocimiento posterior del Senado. Se
hizo conceder de una sola vez los títulos que Augusto había ido recibiendo a lo largo de
muchos años: imperator, Caesar, pater patriae, pontifex maximus, la potestas tribunitia y el
consulado vitalicio. Su figura política presenta especiales dificultades de comprensión, ya que
por su corto periodo de gobierno hay menos testimonios epigráficos, y además se ha perdido
la parte de los Anales de Tácito que trataba de estos años. La biografía de Suetonio, que ha
tenido gran peso en la historiografía moderna, presenta dos fases del emperador: una primera
en que aparece como restaurador de la libertad y colaborador del Senado, y una segunda
negativa, manifestada a raíz de una enfermedad, en la que reunió todos los vicios de los
tiranos. En la historiografía más reciente hay algunos autores como Levi que se apartan
radicalmente de Suetonio y buscan la racionalidad interna del programa de Calígula. Así,
encuentran modelos para su política oriental y germana en Marco Antonio y en Germánico
(su padre). Para Levi, el principal defecto del emperador fue haberse adelantado a su tiempo
con un programa político bien elaborado pero que sus contemporáneos no comprendieron. Y
como no es posible ignorar los relatos de los antiguos sobre los despropósitos de Calígula,
éstos se achacan a su inmadurez, pues tenía sólo 25 años cuando accedió al poder. 1. Las
bases del poder y la religión. El rasgo más significativo del gobierno de Calígula es la base
religiosa que pretendió dar a su poder. Siguiendo los modelos orientales, y en particular el del
Egipto helenístico, se presentaba como la encarnación, o a veces el representante, de la
divinidad en la tierra. Se hizo venerar en Roma junto a Cástor y Pólux, reintrodujo el culto a
Isis y se casó con su hermana Drusila, siguiendo la costumbre de los reyes ptolemaicos. Estas
medidas iban mucho más lejos que las del propio Augusto (que sólo permitió su culto
asociado al de Roma) y chocaban con la mentalidad occidental. En concreto, su pretensión de
introducir su estatua en el propio templo de Jerusalén y en las sinagogas principales unieron a
los judíos filorromanos y antirromanos en contra del poder imperial. Según Mazzarino, las
cartas de San Pablo a los Corintios y a los Tesalonicenses contienen referencias a Calígula
como el Anticristo. El asesinato del emperador en 41 y su sucesión por Claudio, que devolvió
a los judíos sus derechos tradicionales, paralizaron las protestas. 2. Calígula y la sociedad
romana. La mayor resistencia para aceptar la divinización en vida de Calígula provino del
sector senatorial. Muchos buenos administradores de la época de Tiberio fueron condenados
a muerte. La posesión de una saneada fortuna podía ser la causa de una acusación por un
delito de lesa majestad, ya que Calígula había despilfarrado los saneados fondos que dejó
Tiberio. El emperador se apoyó sobre todo en el sector de los caballeros, en los libertos
imperiales y en la plebe de Roma, que al principio le tenía mucho afecto. Calígula repartía
ayudas a la plebe con prodigalidad nunca vista y proporcionaba fiestas y espectáculos.
Pero cuando se acabó el dinero se vio obligado a recaudar fondos que afectaban a las capas
más humildes de la población: impuestos sobre las casas de prostitución, los juegos de azar,
los mercados, los juicios... Llegó a vender los biens que sus hermanas tenían en la Galia e
incluso los puestos para cenar en su compañía, según Suetonio. 3. Calígula y las fronteras.
Calígula, de manera megalómana, quiso imitar las grandes gestas militares de sus ancestros.
Pero sus expediciones contra los germanos y contra los britanos fueron dos pantomimas,
saldadas con unos pocos prisioneros. Para colmo, se castigó desmedidamente a los soldados
que no habían actuado conforme a sus previsiones. Para dar una apariencia oriental a su corte
solía tener invitados a reyes o hijos de reyes vasallos. Un amigo habitual era Ptolomeo, hijo
de Juba II de Mauritania. Pero eso no fue obstáculo para que mandara matarlo cuando quiso
anexionarse su territorio (37). En cambio, su medida para apartar a Herodes Antipas del
gobierno de Galilea parece que fue acertada, dado el odio que profesaban a éste los judíos.
Finalmente la oposición senatorial y el descontento del ejército condujeron al complot de
Casio Querea, un tribuno de las tropas pretorianas, que acabó con su vida en enero de 41. Los
mismos pretorianos eligieron a Claudio como emperador. II. Claudio (41-54) Algunas fuentes
antiguas nos trasmiten una imagen de Claudio muy negativa. Séneca (Apocolocyntosis o
"Calabaza") lo presenta como un imbécil lleno de vicios. De hecho, por sus defectos físicos
(cojera, tartamudez, tendencia a dormirse en los banquetes...) ni Augusto ni Tiberio lo
consideraron apto para desempeñar funciones gobernantes. Con el simple rango de eques, se
dedicó al estudio y en particular al conocimiento del pasado. Nos consta que escribió una
Historia de los etruscos y otra de Cartago, bien valoradas en la Antigüedad. En cambio,
Calígula lo recuperó para el rango senatorial y llegó a ser cónsul en 37 junto al emperador. 1.
El acceso de Claudio al poder. Claudio tenía 50 años cuando fue nombrado emperador. Según
Suetonio, el nombramiento se produjo por casualidad, cuando los pretorianos que acababan
de matar a Calígula lo encontraron asustado y escondido detrás de unas cortinas. Visiones
más modernas como las de Wiedemann creen en cambio que Claudio había tomado possessio
de la casa imperial, y de ahí se derivaron derechos. En cualquier caso, el Senado aceptó los
hechos consumados y lo reconoció como emperador. Claudio llegó al poder defendiendo la
vuelta a la legalidad, amnistiando a los exiliados por Calígula y alejándose de toda pretensión
de ser divinizado en vida. 2. El gobierno del Imperio bajo Claudio. Las fuentes coinciden al
hacer notar la gran influencia de su cuarta mujer, Agripina, en muchas de las decisiones que
Claudio adoptó en los últimos años, como preparar la sucesión de Nerón (su hijo de un
anterior matrimonio). Contra la costumbre, su nombre se incluye en la colonia Claudia
Aggrippinensis (Colonia, Alemania).
Claudio consiguió una administración más eficaz, en la que tuvieron gran importancia los
libertos imperiales (Narciso, encargado de la oficina de correspondencia, ab epistulis; Calisto,
de la de peticiones, a libellis; Polibio, la de asesoramiento político y jurídico, a studiis), vistos
con recelo por muchos senadores y caballeros. Se estableció una clara separación entre los
ingresos del fisco y los privados del emperador. También se preocupó mucho, siguiendo a
Augusto, por mejorar la aplicación de la justicia: amplió el número de comisiones judiciales,
hizo que los tribunales se reunieran en todas las épocas del año y no sólo en verano e invierno
como hasta entonces, etc. La documentación epigráfica confirma las noticias de las fuentes
antiguas sobre la decidida intervención de Claudio en la ampliación del número de los
ciudadanos. Hizo concesiones masivas de ciudadanía alas ciudades alpinas y a otras ciudades
provinciales, a muchas de las cuales ayudó a mejorar urbanísticamente. También fueron
muchas las concesiones individuales de ciudadanía, incluyendo a los orientales. Desde
Claudio comenzó a ser habitual que los que servían en las tropas auxiliares como peregrinos
recibieran la ciudadanía romana al ser licenciados. Claudio procuró integrar a los provinciales
en las tareas del gobierno central y cuando fue censor en el 47 aprovechó para introducir en el
Senado a muchos caballeros. El descontento de un sector senatorial condujo a veces a la
conjura para sustituirlo por otro gobernante, y la aplicación de la ley de majestad llevó al
asesinato o al destierro de los conjurados. Además de cumplir sus compromisos habituales
con la plebe de Roma en forma juegos y espectáculos, Claudio perfeccionó el sistema de las
distribuciones gratuitas de alimentos. Para facilitar el abastecimiento de Roma, construyó un
gran puerto en Ostia. También amplió el pomerio y construyó un nuevo acueducto. Con el
objetivo de defender la religión romana tradicional, expulsó de Roma a los astrólogos y a los
judíos, a estos últimos, según Suetonio, "porque organizaban continuos tumultos impulsados
por un tal Chrestos". Se cree que es la primera referencia a las comunidades cristianas de
Roma. Dio un reconocimiento público al colegio de los arúspices, que antes sólo eran
consultados ocasionalmente, y se hizo presentar como protegido por la diosa Fortuna. En
cambio fracasó en su intento de traer a Italia los cultos eleusinos, en los que, desde los
tiempos de la República, se iniciaban muchos miembros de las altas capas sociales. 3. Política
provincial y de fronteras. Claudio siguió la política habitual romana de permitir que la
población de estatuto peregrino, en su mayoría provinciales, mantuviera la devoción a sus
dioses tradicionales. Así libró a los judíos tanto de Palestina como de Alejandría de la
obligación de aceptar el culto imperial. En occidente su comportamiento fue similar, excepto
cuando la libertad religiosa se utilizó como instrumento antirromano: así, abolió por completo
"la religión atroz y bárbara de los druidas de la Galia" (Suetonio). Con Claudio se inició una
política de mayor integración de los orientales: inmunidad fiscal perpetua concedida a los
troyanos (por su relación mítica con los orígenes de Roma), devolución a los rodios del
estado de pueblo libre, paso de Macedonia y Acaya al rango de provincias senatoriales.
Tracia se anexionó plenamente.
Claudio completó la obra de Calígula en Mauritania, reprimiendo las protestas locales y
dividiendo el territorio en dos provincias: la Cesariense y la Tingitania; se crearon algunas
ciudades como Volubilis para consolidar el dominio romano y facilitar la llegada de sus
comerciantes. Pero la empresa más importante de Claudio consistió en la conquista de
Britania, que él mismo llevó a cabo con cuatro legiones. El sur de la isla (correspondiente al
pueblo de los Belgae) pasó a ser provincia imperial y el resto del territorio quedó en régimen
de protectorado hasta que fue anexionado por los Flavios y por Adriano. Con la conquista se
pudieron explotar las ricas minas de plata del sur de Britania y garantizar la seguridad de los
barcos que desde Hispania llevaban víveres a las legiones del Rhin. III. Nerón (54-68) El
acceso al gobierno de Nerón (largamente preparado por su madre Agripina y por los libertos
imperiales) se produjo de manera semejante al de Claudio: proclamado por los pretorianos,
después el Senado le concedió todos los títulos imperiales (salvo el de pater patriae, en
atención a su juventud, pues tenía sólo 17 años). 1. El gobierno tutelado (54-62). Los
primeros años de gobierno de Nerón, orientados por su preceptor el filósofo estoico Lucio
Anneo Séneca, fueron de colaboración con el Senado, de buenas relaciones con el sector
ecuestre y en general de continuidad con los emperadores anteriores. Sólo hubo un proyecto
descabellado: el de suprimir los impuestos indirectos, quizá signo de la benevolencia de un
joven príncipe influido por las ideas estoicas, que en cualquier caso fue rechazado por el
Senado. Los cinco primeros años (54-59) son conocidos como "el quinquenio áureo". Nerón,
casado con Octavia (hija de Mesalina y Claudio) mantuvo buenas relaciones con sus
familiares y con los sectores senatoriales y ecuestres. Pero en el año 58 comenzó su viraje
político. Se enamoró de Popea, casada ya dos veces, inteligente y ambiciosa, y comenzó a
deshacerse de sus antiguos consejeros. Su madre, que se oponía al matrimonio con Popea, fue
asesinada en 59 por el extraño método de hacer hundir su barco en alta mar; su ex-mujer
Octavia, el liberto Palas y el prefecto del pretorio Burro fueron también asesinados. Séneca
tuvo que abandonar la vida pública. Los consejeros más cercanos a Nerón pasaron a ser
Popea y Tigelino, el nuevo prefecto de las tropas pretorianas, antisenatorial y experto en
desembarazarse de sus enemigos mediante acusaciones de lesa majestad. 2. Los años del
gobierno tiránico (62-68). Nerón mostró siempre predilección por el canto, la poesía y la
música. Fue un renovador cultural y un mecenas de las artes, y pretendía ser él mismo un
gran artista. Para la construcción de la residencia imperial, la Domus Aurea, movilizó a
arquitectos, escultores y pintores. Tras el incendio que arrasó Roma en 64 tuvo la ocasión de
mejorar el trazado y las construcciones de la ciudad. Además se celebraron numerosos y
nuevos juegos y espectáculos. Entusiasmado con la cultura griega, en su viaje a Grecia Nerón
se presentó como un nuevo Flaminio, revitalizando muchos juegos y concediendo muchas
ciudadanías romanas. Fue divinizado en vida y se le concedieron coronas triunfales.
A su vuelta a Roma se hizo recibir con un triunfo, como los grandes generales. Su programa
era presentarse como un personaje de rango divino, a semejanza de los reyes del Egipto
helenístico. Esto era difícil de asumir para muchos senadores y caballeros, y más cuando sus
extravagancias comenzaron a dejar exhaustas las arcas del Estado. Para solucionar las
dificultades financieras, Nerón subió los impuestos indirectos y usó la ley de majestad para
incautarse de los bienes de los condenados. De esta época proviene el cambio de titulatura, de
privada a fiscal, de muchos grandes dominios del norte de África: Villa Magna Variana,
Saltus Burunitanus... Incluso acudió a una práctica excepcional,propia de situaciones de
emergencia, como despojar de bienes a los templos. Los senadores reaccionaron con conjuras
para terminar con el régimen neroniano. La más conocida, la de Pisón en el 65, terminóp con
la condena a muerte d eun gran número de personas, entre ellas Séneca. La religión de Cristo
Resucitado, surgida históricamente durante el reinado de Tiberio y claramente distinta de los
cultos orientales, traspasó rápidamente los límites de las sectas judías (predicación de Pablo a
los gentiles), se difundió por toda Siria y Asia Menor y llegó a Roma en tiempos de Nerón.
En 64 este emperador desató contra ellos la primera persecución, al culparles del gran
incendio (Petit). 3. Las provincias y las fronteras bajo Nerón. La mayoría de las provincias
contiuaron con tranquilidad bajo la eficaz administración heredada de Claudio. En Oriente,
los judíos se rebelaron (67) pretendiendo librarse del dominio romano; el legado romano,
Vespasiano, recibió el encargo de reprimir la revuelta. En Britania se produjo una revuelta de
los siluros del País de Gales y de los icenios al mando de la reina Boadeicea (año 61). En
poco tiempo fueron masacrados más de 70.000 colonos y comerciantes romanos. El legado
imperial, Suetonio Paulino, reconquistó los territorios perdidos y ejerció una dura represión
contra los insurrectos. Nerón no dudaba el aplicar la ley de majestad para garantizarse la
sumisión de los legados provinciales; el descontento de éstos condujo a la revuelta de Vindex
(legado imperial para la Galia Lugdunense). Aunque fue derrotado, el Senado convenció a
Galba, gobernador de Hispania Citerior, para que aceptara la sucesión imperial y declaró a
Nerón enemigo público. Éste, antes de ser cogido por sus perseguidores, se suicidó (68). 4. El
año de los cuatro emperadores. El año 68, tras la muerte de Nerón, tres emperadores se
sucedieron el trono (Galba, Otón y Vitelio), hasta que el ejército de oriente impuso a su
general, Vespasiano. Así comenzó la dinastía de los Flavios.
TEMA 51: LOS EMPERADORES FLAVIOS La dinastía de los Flavios incluye a
Vespasiano (69-79), Tito (79-81), su hijo y Domiciano (81-96), hermano del anterior. La
práctica de asociar en el gobierno al sucesor y la participación contemporánea de los tres en
diversas magistraturas hace que sea difícil en ocasiones distinguir las aportaciones de cada
uno. 1. Los emperadores.

Vespasiano (69-79). Con él se termina la tradicional vinculación de los emperadores con


familias senatoriales ricas desde antiguo. Vespasiano nació en una pequeña aldea sabina, de
una familia honorable pero modesta. Debió su promoción a su integridad, la eficacia
demostrada en la gestión administrativa y a sus excelentes dotes militares. Es un ejemplo de
la promoción profesional de las oligarquías municipales itálicas. A la muerte de Nerón se
encontraba llevando a cabo el sometimiento sistemático de los judíos, que le había encargado
el emperador poniendo a su disposición dos legiones y numerosas tropas auxiliares. Las bases
del poder imperial. Es inexacto decir que Vespasiano fue proclamado emperador por el
ejército de Oriente. Nerón se había cuidado mucho de que nadie tuviera el mando único sobre
este ejército. Realmente la proclamación fue llevada a cabo por la tropas rebeldes de Mesia,
que esperaban el perdón con este gesto. Fue una decisión de las legiones contra las
privilegiadas tropas pretorianas. El propio Vespasiano comenzó a contar el tiempo de su
gobierno desde el 1 de julio de 69, día en que le pretsaron juramento las legiones de Egipto y
sin duda las suyas. Significativamente, Vespasiano no corrió a recibir la aprobación del
Senado: no llegó a Roma hasta octubre de 70. Es una muestra de las nuevas bases del poder y
de su concepción del mando imperial: debía estar allí donde lo exigieran las circunstancias
más difíciles del Imperio. Durante ese año Vespasiano permaneció en Oriente, sometiendo a
los judíos, reorganizando Egipto y eliminando la gravedad del peligro parto. El
senadoconsulto conocido como lex de imperio Vespasiani, del que sólo conservamos la parte
final, ayuda a comprender el carácter institucional del poder imperial. En su virtud, el
emperador tomaba de una vez todos los poderes imperiales. Con Vespasiano se inició la
práctica de asociar al gobierno al sucesor previsto. Aunque con Augusto había habido un
precedente, no se desarrolló plenamente, y con los Julio-Claudios había caído en desuso.
Ahora Vespasiano asoció al gobierno a su hijo Tito, con quien fue cónsul y también censor.
Sus dos hijos recibieron el título de "Príncipes de la juventud". Se borraron las ambigüedades
y los intentos de mantener una fachada republicana. Aunque Vespasiano nunca se hizo llamar
rey, su gobierno era una monarquía en el sentido etimológico del término. Sin embargo el
emperador, conocido por su buen carácter y su sentido del humor, procuró respetar la
dignidad senatorial.

Tito (79-81). A la muerte de Vespasiano, el Senado asignó a Tito todos los poderes de su
padre, al tiempo que el hermano menor, Domiciano, quedaba asociado al gobierno. Tito
terminó la guerra judaica que su padre estaba llevando con éxito. En 70 cayó Jerusalén y
según Flavio Josefo, no pudo impedir que sus soldados arrasaran la ciudad y el templo. Los
judíos resistentes en Masada prefirieron el suicidio a la rendición. Tito se enamoró de la
princesa judía Berenice y vivía abiertamente con ella. Parece que Berenice influyó en que se
suavizaran las medidas contra los judíos y los cristianos de Roma, pues había conocido a San
Pablo. Finalmente, cediendo a las presiones del Senado que veían en Berenice una nueva
Cleopatra, Tito se resignó a abandonarla. Durante el breve gobierno de Tito, el Imperio fue
víctima de tres grandes pruebas: la erupción del Vesubio del año 79, que destruyó Pompeya,
Herculano y Estabia; el incendio de Roma en 80 y la peste de ese mismo año. En estas
desgracias, el emperador prestó todo tipo de ayuda, vendiendo incluso obras de arte de su
casa según Suetonio y Dión Casio. También fomentño las libertades, ordenando la
persecución de los delatores y mostrándose partidario de no aplicar condenas a muerte "para
mantener sus manos limpias de sangre ante los dioses", ante los que era el máximo
intermediario, sumo pontífice. Domiciano (81-96). Algunos rasgos diferencian su gobierno
del de su padre y su hermano. En primer lugar, se hizo llamar dominus et deus, confiriendo
un carácter divino a su poder. Persiguió a los judíos y a,los cristianos, que sólo aceptaban un
Dios. En segundo lugar, su carácter autocrático, que lo enfrentó con el Senado. Desde la
censura perpetua, intentó regular las costumbres, persiguiendo a los cómicos y condenando
vestales acusadas de estupro (mientras él mismo repudiaba a su mujer y mantenía relaciones
con su sobrima Julia). Un grupo de senadores, hartos de su despotismo, y su ex-mujer,
organizaron la conjura que acabó con su vida. El Senado decretó la damnatio memoriae, por
la que su nombre debía ser borrado de todos los lugares públicos. El viejo senador Coceyo
Nerva fue elegido sucesor.

2. Senadores y caballeros bajo los Flavios. El Senado elegido por Vespasiano y Tito durante
su censura se había innovado con la inclusión de muchos provinciales de Occidente y otros
"hombre nuevos" procedentes de las oligarquías urbanas de Italia. Los senadores de origen
hispano constituían un verdadero clan, lo que explica la posterior elección de emperadores de
origen hispano. La tradición literaria refleja una fuerte oposición senatorial a Domiciano. Más
allá de la tópica atribución a éste de rasgos que lo asemejan a Calígula y a Nerón, es un
fenómeno social ue se da en todas las épocas: los nuevos senadores elegidos por Vespasianbo
y Tito mantuvieron su gratitud, pero la generación siguiente ya participaba de la ideología
tradicional del grupo, y por tanto defendía la capacidad del Senado para la toma de decisiones
políticas. Los Flavios manifestaron un apoyo especial a los caballeros, quienes sustituyeron a
los libertos imperiales en los altos cargos de la administración. Los libertos no desaparecieron
pero ocuparon puestos subordinados. Además se aceleró la inclusión de los caballeros en el
rango senatorial mediante el procedimiento de la adlectio, por el que el emperador
"convalidaba" grados en la escala senatorial cuando deseaba impulsar la carrera de un
caballero o un senador. En la línea de Augusto y Tiberio, los Flavios se preocuparon mucho
de dignificar los rangos senatorial y ecuestre, reprimiendo el lujo y el libertinaje sexual. 3. La
ciudad y la población de Roma. Los Flavios mantuvieron los compromisos del poder con la
privilegiada plebe alimentaria de Roma. Además de las distribuciones gratuitas de alimentos
y dinero, buscaron su apoyo con dinativos extraordinarios y abundantes espectáculos
públicos. En la línea de Augusto, los Flavios realizaron un amplio programa edilicio en
Roma: reparación de acueductos, reconstrucción de templos, pavimentación de calles,
restauración del tabularium, construcción del mayor anfiteatro del Imperio (Coliseo), etc.
Respecto a los pretorianos, se intentó limitar su capacidad de intervención política.
Vespasiano licenció a muchos, sustituyéndolos por soldados de su ejército. Se disminuyó el
número de cohortes pretorianas y se incluyó en ellas a muchos soldados de los ejércitos
provinciales. El liberalismo de Vespasiano se transformó en rigorismo bajo Domiciano, quien
no dudó en condenar a muerte a cómicos que aludieron a él negativamente. Su represión más
dura fue la de cristianos y judíos, y persiguió también a los filósofos y a los astrólogos. 4.
Derechos y estatutos de los provinciales. Con los Falvios se modificó a actitud hacia los
provinciales, que hasta entonces habían interesado sólo por su capacidad para pagar
impuestos y proveer de tropas militares al Estado. En Oriente, Vespasiano aplicó medias
fiscales y económicas beneficiosas, que permitieron una continuada recuperación económica,
cuyos frutos políticos se empezaron a recoger con los Antoninos. Curiosamente, en esta
época creció el sentimiento antirromano entre los orientales, pues muchos hubieran preferido
que el emperador recurriera a modelos helenísticos para justificar su poder. Los Falvios
pretendieron cortar el monopolio de privilegios ciudadanos por Italia. La gran beneficiada fue
Hispania, a quien Vespasiano concedió el ius Latii, abriendo con ello la posibilidad para las
oligarquías locales de acceder a la ciudadanía romana per honorem, tras haber ocupado una
magistratura (un honor) en un municipio latino. Poseemos más de veinte planchas de bronce
que contienen leyes municipales de municipios flavios y no sólo de Hispania sino también de
otras provincias como el territorio de la actual Austria. Así, muchas ciudades de estatuto
peregrino abandonaron el derecho local para pasar a regirse por el derecho romano. El culto
al emperador, factor de cohesión ideológica del Imperio, se consolidó, e incluso fue un
instrumento de promoción para las oligarquías urbanas que desempeñaron el culto en el nivel
municipal, pues se conocen casos de estos sacerdotes que terminaron accediendo al rango de
caballeros.
5. Política económica y fiscal. Vespasiano quiso poner en explotación nuevas tierras. Para
ello tuvo que recuperar tierras del Estado que se habían dejado sin asignar en asentamientos
anteriores de colonos y que eran trabajadas por particulares sin ningún título jurídico para ello
y sin pagar alquiler. La medida de recuperar estas tierras subcesivae fue muy impopular y
Domiciano se permitió el lujo de suprimirla (después de que su padre y su hermano hubieran
saneado las arcas del Estado, claro). Se ampliaron los dominios efectivos romanos en el área
renana. Los territorios situados entre el Rhin y el Danubio (los agri decumates, Campos
Decumanos), que facilitaban la unión de las defensas de los dos ríos, empezaron a ser
organizados por Vespasiano, adquirieron una forma definitiva con Domiciano. Los Flavios
perfeccionaron la gestión de los distritos mineros propiedad del Estado. Desaparecieron de
ellos los publicanos y se encargaron a libertos imperiales como responsables de cada distrito
(procuratores metallorum) bajo la dependencia de cada administrador provincial del Fisco.
Preocupado por aumentar los ingresos del Estado, Vespasiano suprimió las inmunidades
concedidas por Nerón a algunas ciudades griegas y aplicó impuestos sobre el uso de las
letrinas públicas (vectigal urinae). A raíz de la toma de Jerusalén, el diezmo que los judíos
pagaban al Templo pasó a ser un impuesto obligado para el Fisco, y domiciano lo exigió
incluso a los judíos que ocultaban su origen. 6. El ejército y las fronteras.

El ejército. Los Flavios continuaron la política augústea de reducir al máximo los gastos
militares. Comenzó a ser frecuente reclutar los soldados en las áreas cercanas a las sedes
campamentales (salvo en la zona germana recientmente sublevada). Cuando no había
conflictos bélicos los soldados eran empleados para obras públicas. Otro rasgo de la política
flavia con el ejército fue mantener unas dignas condiciones de vida para los soldados y elevar
sus sueldos. Las fronteras renana y danubiana. En 69 Julio Civil se había sublevado contra
Vitelio y a sus tropas se unieron germanos y galos rebeldes. Vespasiano tuvo que detinar
ocho legiones a acabar con la sublevación, lo que consiguió Petilio Cerial en 70. La
organización de los territorios se completó con la creación de dos provincias: Germania
Superior e Inferior. Con todo mérito, Domiciano celebró en Roma un triunfo sobre los
germanos. Este mismo emperador firmó un pacto (foedus), duramente criticado, con
Decébalo, rey de los dacios, al que pagó una gran suma de dinero a cambio de no atacar a
Roma y defender los intereses romanos. Los Flavios y Britania. Durante la guerra civil, y
aprovechando la debilidad de los romanos, se inició una rebelión. Una federación de tribus,
dirigida por Vinucio, invadió el territorio de los brigantes, el apoyo más sólido del ejército
romano. Petilio Cerial consiguió paralizar la revuelta, pero la estabilidad no se logró hasta
que Julio Agrícola fue nombrado gobernador (77-84) y llevó a cabo el sometimiento de los
rebeldes, la conquista de Gales y la urbanización de Britania.
7. La cultura bajo los Flavios. Vespasiano no dispuso de un círculo de escritores
propagandistas como el de Mecenas en época de Augusto. En cambio, prestó apoyo público
al mantenimiento de profesores. Se crearon dos cátedras de rétorica, una latina y otra griega,
costeadas por el fisco. La retórica era el tercer nivel educativo, al que llegaban los hijos de
familias senatoriales y ecuestres destinados al desempeño de altos cargos en la
administración. El hispano Quintiliano (35-95), procedente de Calagurris (Calahorra), ocupó
la cátedra de retórica latina y su obra Sobre la formación del orador sirvió de modelo para la
formación del estudiante en retórica. Quintiliano quiso revitalizar la retórica, que ahora
demandaba más abogados que brillantes discursos políticos. Ya había pasado el tiempo en
que había que mover a los ciudadanos de la asamblea para que aprobaran esta o aquella ley.
En cambio, la época flavia se corresponde con la consolidación de la profesión de abogado.
Aunque sólo nos han llegado los nombres y algunos fragmentos de los juristas de esta época
(Celio Sabino, Próculo, Casio Longino), los autores de compilaciones posteriores son
deudores de la producción jurídica de estos años. Vespasiano hizo un gran esfuerzo por
recuperar antiguos textos legales y conservarlos en los archivos del Tabularium. Dio además
mucha importancia al derecho escrito y a la publicidad de todas las decisiones. Cada ley
municipal era una adaptación particular de una ley marco general elaborada en Roma por los
equipos de juristas al servicio del emperador. Las diversas copias de leyes municipales flavias
nos han permitido concer esta importante labor legislativa. La carrera jurídica, incluso
privada, comenzó a ser económicamente rentable. En la producción literaria de la época
flavia participaron tanto itálicos como provinciales. Sólo se relacionaba con el poder político
en cuanto que era defensora de los valores de la cultura tradicional romana. No recibían la
protección económica de los emperadores ni de ninguna persona vinculada al poder, sino de
simples particulares. Plinio el Viejo (23-79) escribió una voluminosa Historia Natural,
compendio enciclopédico sobre los recursos humanos y naturales del Imperio, que incluye
además información geográfica, etnológica e histórica sobre diversas comunidades. Murió en
la erupción del Vesubio. Algunos autores resucitaron temas antiguos de la literatura clásica:
Valerio Flaco (Argonaútica), Silio Itálico (Punica) o Estacio (Tebaida), sin poner en cuestión
el poder de su época, pues eran políticamente neutros. Los poetas hispanos Marcial o Juvenal
presentaron un mayor compromiso con su presente y con la crítica social, continuando con la
sólida tradición romana de la sátira. Su poesía aporta al historiador noticias muy valiosas
sobre la vida cotidiana de Roma, pero está muy alejada de las valoraciones sobre cualquier
forma de gobierno. Los Flavios, que tenían controlado al Senado, al ejército y a la plebe, no
consideraron necesarias las loas de los escritores. Centraron sus métodos de propaganda en la
buena gestión financiera y económica y en la realización de grandes obras públicas:
restauración de templos, Coliseo, Palacio Imperial. Los provinciales constataban la mejora de
las vías públicas y de las ciudades. Cualquier municipio flavio, por pequeño que fuera, se
dotó de foro y de un templo, y algunos se dotaron de acueductos, teatros y otras
construcciones monumentales.
También se aprovecharon las posibilidades propagandísticas de la numismática, gracias a la
cual podemos seguir la devoción de Vespasiano y Tito por los dioses egipcios Isis y Serapis,
o la de Domiciano por Minerva e Isis, representadas en monedas. El liberalismo político de
los Flavios permitió cualquier manifestación cultural, pero sólo prestó apoyo público a los
conocimiento sútiles para la formación de cuadros de gobierno, como la ciencia jurídica.
TEMA 52: LOS EMPERADORES LLAMADOS ANTONINOS Los emperadores Antoninos
cubren el siglo que va desde 96 a 193. El nombre de Antoninos, que suele aplicarse a todos
ellos, realmente corresponde sólo a los tres últimos. Disponemos de una información literaria
desigual sobre estos emperadores: la Historia Augusta, fragmentos de Dión Casio o la
correspondencia de Plinio el Joven. En cambio poseemos abundante documentación
arqueológica, epigráfica y numismática. Esta dinastía creó un nuevo modelo sucesorio basado
en la adopción. La adopción tenía una larga tradición en las familias romanas, sobre todo en
el caso de padres sin hijos varones. En el caso de los emperadores producía efectos similares
a la "asociación al poder" de la época flavia, pues equivalía a un anuncio público del sucesor.
La validez del sistema quedó justificada por su larga duración. 1. Nerva (96-98). Procedía de
una antigua y rica familia senatorial de Italia; no había tenido hijos y había desempeñado con
ecuanimidad y honradez varias magistraturas, entre ellas la pretura y el consulado. Tenía 70
años cuando Domiciano fue asesinado. Los valores políticos más significativos de su reinado
fueron haber servido de puente al nuevo régimen, con una nueva modalidad de transmisión
del poder, y haber reafirmado que el régimen imperial no podía marginar completamente al
Senado. Aunque mantuvo la damnatio memoriae de Domiciano, Nerva no quiso aplicar
medidas represivas contra sus partidarios; por el contrario procuró calmar a los descontentos
con medidas como un congiarium para la plebe de Roma y una paga extraordinaria para los
soldados. En 97 adoptó a Trajano, que se había distinguido como un excelente general,
asociándolo parcialmente al gobierno. Tuvo que resolver los problemas derivados del
aumento de los gastos militares para atender las fronteras, que había repercutido sobre el
conjunto de la población: creación de una comisión económica para estudiar cómo reducir
los gastos públicos. liberación de las ciudades de Italia de la obligación de pagar el sistema
de postas. sistema de ayudas conocido como alimenta (fue Trajano quien lo implantó
plenamente): el Estado concedía préstamos a los particulares y con los intereses devengados
subvenía a la manutención de niños libres de familias necesitadas. liberación de los judíos
del pago del impuesto personal extraordinario que pagaban desde 70. 2. Trajano (98-117).
Llegó al gobierno del Imperio con 44 años. Descendía de antiguos itálicos emigrados a la
Bética. Su propaganda religiosa muestra devoción hacia Hércules, vinculado a la victoria, y
hacia los grandes dioses de la religión romana, especialmente Júpiter y Diana. En la línea de
Nerva, se esforzó en mantener buenas relaciones con el Senado sin cederle demasiadas
prerrogativas políticas. Los gestos políticos tendentes a darle una mayor apariencia
participativa fueron muchos: Trajano hacía el juramento de sus compromisos como cónsul a
la manera antigua, de pie, desempeñó pocos consulados para dejar a otros senadores culminar
su carrera; sólo desempeñaba la potestad tribunicia de año en año. Siguió la política flavia de
incorporar a provinciales, sin preferencias entre occidentales y orientales. Con Trajano las
libertades llegaron también a las capas medias y bajas de la población. Sin abolir las leyes de
Domiciano contra los cristianos, recomendaba perseguirlos sólo cuando fueran un factor de
desórdenes sociales. Desde su época comenzaron a pulular autores paganos que interpretaban
los diversos dioses romanos como manifestaciones de un solo poder divino.

Los equilibrios económicos de Trajano. Trajano trató de frenar el declive económico de Italia
sin disminuir la sólida situación de las provincias. Para ello obligó a todos los senadores a
tener un tercio de sus bienes inmuebles en Italia (con lo que el precio subió), desarrolló la
institución de los alimenta, reparó vías o creó otras nuevas como la via Traiana, amplió las
instalaciones portuarias de Ostia, drenó las Llanuras Pontinas para ponerlas en explotación
cerealística, modificó el impuesto del 5% sobre las transmisiones herditarias (la vigessima
hereditatium), perdonando las deudas atrasadas y suprimiéndolo en las transmisiones de
padres a hijos o entre hermanos. Como esta ley tenía efectos sobre los ciudadanos antiguos,
beneficiaba sobre todo a Italia. También se mejoraron las condiciones de vida en Roma:
nuevo Foro, aqua Traiana, repartos extraordinarios a la plebe, etc. La restauración de la red
viaria provincial no obedeció sólo a fines militares, pues también el correo y el comercio se
beneficiaban de ella: Vía de la Plata, de Sevilla a Astorga pasando por Mérida, Vía Hercúlea,
de los Pirineos a Cádiz, vías danubianas, vía que unía el Mar Rojo con las ciudades de la
Decápolis, después de atravesar el desierto, modificando la ruta caravanera tradicional y de
paso arruinando a la ciudad de Petra). Hubo fundaciones coloniales trajaneas en la Dacia, en
el norte de África y en Tracia. Se enviaban representantes imperiales (curatores) a las
ciudades para poner en orden las finanzas, lo que indica que su autonomía era limitada. El
incremento de los gastos por las largas campañas militares, sumado a la reducción de
impuestos (pues Trajano suprimió el aurum coronarium, el impuesto sobre las ciudades del
Imperio con ocasión de la coronación de los emperadores) llevó a un problema finaciero que
se resolvió al estilo republicano: con el botín de guerra y la explotación de los nuevos
territorios conquistados. Campañas dácicas y orientales. Durtante el reinado de Nerva y los
primeros meses de su gobierno, Trajano se ganó el título de Germánico por sus exitosas
campañas de pacificación en la frontera renana y los Campos Decumanos. Pero después su
atención se centró en la conquista del Oriente y de la Dacia. Ante la invasión romana de 105,
el rey dacio Decébalo se suicidó y Dacia (actual Rumania) fue convertida en provincia
romana. El botín obtenido fue inmenso: esclavos, toneladas de oro y de plata, ricas minas y
tierras donde se asentaron veteranos como colonos en las tierras. Trajano recibió el título de
Dácico por esta gesta.
Los éxitos militares contra los partos proporcionaron un botín menor, pero permitieron a
Roma participar de los beneficios del rico comercio caravanero. En 116 Trajano fue llamado
Pártico. Los grandes ingresos de oro y lata permitieron a Trajano acuñar denarios de más
calidad (con mayor porcentaje de plata) y establecer una relación más ajustada con el áureo,
lo que resultó beneficioso para los intercambios comerciales. 3. Adriano (117-138).
Perteneciente también a una familia itálica asentada en Hispania, quedó huérfano desde niño
y tuvo como tutor a Trajano, con cuya sobrina se casó. Durante el gobierno de su tutor hizo
una brillante carrera política: tribuno de la plebe, pretor, legado de la legión I Minervia en la
guerra dácica, legado de la provincia de Panonia Inferior, cónsul sufecto, legado de Siria.
Trajano lo adoptó cuando ya estaba en su lecho de muerte, con la oposición de un sector
senatorial que finalmente fue acusado de conjura y sus componentes ejecutados. Adriano dio
carácter institucional al consilium Principis (consejo privado del emperador). Introdujo
abogados, un sueldo fijo y reuniones periódicas. El consejo adquirió todas las competencias
en la elaboración de decisiones con valor de ley, las constitutiones. Aunque se mantenían las
consultas formales al Senado, la preparación técnica de los miembros del consejo era muy
superior. Adriano era un hombre de gran cultura y enorme curiosidad, aunque algo diletante.
La espléndida Villa Hadriana que construyó en Tibur (Tívoli) es un símbolo de su visión
universalista (conjuga soluciones arquitectónicas griegas, helenísticas, egipcias y romanas) y
de su programa político: un Imperio rico y pacífico que le permitiera disfrutar de la belleza
artística.

La administración central. Adriano fue, junto con Claudio, el gran innovador de la


administración, y su obra pervivió hasta muy tarde. Amplió la participación de los caballeros
en los cuadros más altos de la administración. La oficina ab epistulis se subdividió en ab
epistulis latinis y ab epistulis graecis, atendiendo de forma diferenciada a las dos áreas
lingüísticas del Imperio. A partir de la oficina a studiis se creó una nueva, a memoria, para la
gestión de los archivos públicos. Convirtió las procuratelas en una auténtica carrera con
rangos y jerarquías. Cada oficina local encargada de recaudar los impuestos indirectos estaba
a cargo de un procurator, que dependía del procurator de la provincia (siempre de rango
ecuestre). El sistema conducía a que las provincias senatoriales estuvieran bajo el control de
los responsables imperiales del Fisco. Para conseguir una mayor eficacia en la administración
de justicia en Italia, Adriano la dividió en cuatro distritos, al frente de cada cual puso a un
senador. Así se liberaba a Roma de la carga de resolver todos los procesos que excedían del
ámbito municipal, y se abarataban éstos. A muchos senadores tradicionales no les agradó esta
medida: veían en ella una "provincialización" de Italia y sin duda perdían capacidad de
presión sobre los tribunales.

Las provincias bajo Adriano. Adriano estuvo ausente de Roma una gran parte de los años de
su gobierno. Sus muchos viajes dejaron testimonio de su política universalista y de atender de
cerca los problemas del Imperio. Así estuvo en Galia y Germania, Britania, Hispania y
Mauritania; Grecia (donde pasó largas estancias) y toda la parte oriental del Imperio: Egipto,
Antioquía, Jerusalén, Asia Menor. Mientras sus juristas producían normativa común para
todo el Imperio, Adriano potenciaba las tradiciones locales y las medidas particulares que
mejor se adaptaban a cada provincia. Así, concedió a los provinciales de África el ius Latii
maius, por el que el conjunto de los componentes de las curias (no sólo los magistrados y sus
familias) accedían a la ciudadanía romana. Con el fin de incrementar la producción agraria,
hizo aprobar para el conjunto del Imperio la lex Hadriana de rudibus agris, que concedía
exenciones fiscales a quienes pusieran en explotación tierras abandonadas o invirtieran para
mejorar la producción. Además, comprometió al Estado en la compra de unos mínimos de
producción agraria con destino a la annona. Igualmente se interesó por el incremento de las
explotaciones mineras. La lex metallis Vispacensis, hallada en las minas del Alentejo en
Portugal regula minuciosamente la explotación con el fin de obtener el máximo rendimiento,
y podemos suponer que hubo leyes semejantes en otros distritos mineros. Se continuó con la
mejora de las condiciones urbanísticas de las ciudades del Imperio, prestando especial
atención a Atenas. Adriano quería devolverla a su antiguo esplendor, convirtiéndola en
capital religiosa y cultural de los griegos y centro de la confederación helénica. Para
vincularse más estrechamente a los griegos, el emperador se hizo iniciar en los misterios de
Eleusis y revitalizó el culto a los Doce Dioses, vinculándolo al culto imperial. No dudó en
conceder un reconocimiento especial a algunos dioses protectores de ciudades: la Artemis
efesia, el Apolo Dídimo de Mileto, el Hércules gaditano o el Marte de las Galias, a quienes se
consideró capaces para recibir herencias (en contra de la tradición romana que no consideraba
a los dioses personas jurídicas). Aunque no promovió el culto de Isis y Serapis, fue muy
permisivo con él, como muestra su representación en monedas. En cambio, con los judíos
tuvo que adoptar medidas represivas, pues volvieron a aparecer bandas armadas que
hostigaban a las tropas romanas. La ciudad de Jerusalén fue convertida en colonia con el
nombre de Aelia Capitolina y en el lugar del Templo se erigió otro dedicado a Zeus-Júpiter
(año 129). La guerrilla judía logró recuperar la ciudad, pero fue por poco tiempo y en 134,
terminada la revuelta, se borró el nombre de Judea de todos los documentos públicos y su
territorio se añadió al de la provincia de Siria. Política militar y defensa de las fronteras. A
diferencia de la política expansionista de Trajano, Adriano se centró en consolidar el sistema
defensivo de las fronteras del Imperio. Así, en Britania se construyó (años 112-127) una gran
muralla de 127 km que separaba la Britania romana de Escocia. El área de los Camos
Decumanos fue reforzada con empalizadas de madera y muros de piedra. En África se creó
una amplia red de fortines militares contra las incursiones de ls tribus del desierto. Se trataba
de proteger al mundo civilizado y urbano contra los bárbaros, tribales y rústicos. Para ello,
además, Adriano aplicó una política de pactos y cesiones con los pueblos vecinos: en la
frontera oriental el peligro de los partos se resolvió temporalmente mediante la cesión de
territorios conquistados por Trajano y la retirada parcial del ejército romano. La política
antiexpansionista ahorraba gastos militares, aunque también suponía menos ingresos
derivados de botines y tributos. Los efectivos quedaron reducidos a 28 legiones, como en la
época de Augusto, pero para un territorio mucho mayor. Para reducir aún más los gastos,
Adriano intensificó la práctica de los reclutamientos en las poblaciones vecinas a los
campamentos militares. Las tropas auxiliares y los numeri (cuerpos especiales) tardaron más
en adaptarse a este criterio geográfico. Los numeri se reclutaban incluso entre pueblos amigos
(como los arqueros y los jinetes de Palmira y de Arabia). La política de ahorro de recursos
produjo resultados beneficiosos en la economía de las ciudades. 4. Antonino Pío (138-161).
Antonino fue adoptado por Adriano; el sobrenombre de Pío parece que responde a la actitud
manifestada con su padre adoptivo, odiado por muchos senadores, al que tributó honores
divinos y en cuya memoria instituyó un colegio sacerdotal (sodales Hadrianales). Nacido en
Italia de una familia itálica emigrada a la Galia Narbonense, Antonino era inmensamente rico
y pudo hacer donaciones a la plebe de Roma y al Ejército sin recurrir al Fisco. Amplió las
ayudas para la institución de los alimenta y los intereses de los nuevos préstamos se
destinaron a la ayuda alimentaria de niñas (llamadas puellae Faustinianae en recuerdo de su
mujer). El emperador no realizó más viajes que los obligados a sus posesiones de Campania,
y resolvió los conflictos provinciales y fronterizos por medio de legados. Así disipó el recelo
que el cosmopolitismo de Adriano había levantado entre algunos senadores. Para reforzar su
concordia con el Senado, hizo desaparecer la división de Italia en cuatro distritos judiciales.
Más de la mitad de los senadores procedían ahora de Oriente, la parte más rica y culta del
Imperio. La política pacifista de Antonino era vista con buenos ojos por el Senado. El
emperador, pontifex maximus, estaba obligado a defender la religión tradicional, aunque no
dejaba de comprender sus limitaciones para satisfacer las aspiraciones interiores del hombre.
Optó por potenciar los cultos orientales, como el minorasiático de Cibeles y Attis, ya
heredado de la República. Aunque interesado por el culto de Mithra, esta divinidad no recibió
reconocimiento oficial hasta el s. III. Se revitalizaron los cultos salutíferos (Esculapio, Salud-
Hygieia, Apolo Curador). El cristianismo encontró condiciones favorables para su
consolidación social. Razones de humanidad llevaron a Antonino a reforzar el derecho de
asilo en los templos o ante las estatuas imperiales, así como a mejorar el trato de los esclavos,
prohibiendo la tortura indiscriminada y obligando a considerar su concubinato (contubernio)
como un matrimonio legal.

La administración central. Adriano había creado un aparato administrativo muy


perfeccionado; Antonino sólo tuvo que cuidar que funcionara y servirse de él. Muestra de la
posición alcanzada por los juristas en el consejo privado es la obra de Salvio Juliano, cuya
compilación jurídica en 90 libros fue fundamental para las posteriores compilaciones de la
Antigüedad tardía. Antonino mejoró igualmente la suerte de los libertos (frenando el abuso de
los patronos que imponían excesivas jornadas de trabajo gratuito) y de las mujeres, a quienes
liberó de la tutela. Estas medidas se aceptaron sin protestas, buena muestra de que las ideas
estoicas habían calado muy hondo en la sociedad romana. Comenzó a ser habitual entre los
juristas la terminología honestiores (para designar a las personas de los ordines senatorial y
ecuestre) y humiliores (al resto de la sociedad), ya que tenía repercusiones jurídicas: ante el
mismo delito las penalizaciones eran distintas y menores para los miembros de los ordines.
Poco a poco esta terminología pasó al habla común. Al final del gobierno de Antonino, las
arcas del Estado tenían unos fondos de 675 millones de denarios, índice de su buena gestión
financiera, que supo aprovechar la herencia de Trajano y Adriano. Provincias y fronteras. La
presión de los pueblos exteriores sobre las fronteras fue muy débil; se aprovechó para
reforzar las defensa y la diplomacia. Sólo dos frentes demostraron cierta inestabilidad: el de
Britania, donde hubo que reprimir la revuelta de los brigantes (139-142) y Mauritania, donde
las tribus bereberes asolaron las provincias durante los años 144-152. Para expulsarlas hubo
que recurrir incluso a tropas renanas y danubianas, y a la legión VII Gemina desde Hispania.
Algunos occidentales no debían mantener condiciones de vida aceptables, pues se
generalizaba que los pequeños campesinos vendieran sus tierras a los grandes propietarios a
cuyo servicio se ponían. Poco a poco se formaba así el régimen de villas rústicas, aunque los
grandes propietarios seguían comprometidos con el esplendor de las ciudades. Las
dificultades afectaban menos a los campesinos que podían orientar una parte de su
producción a la Annona. En la parte oriental del Imperio se percibían los efectos favorables
de la política de los emperadores anteriores. El auge económico se basaba en la consolidación
de la división social del trabajo. el pequeño campesinado deba fácil salida a sus productos
gracias al creciente consumo de las ciudades, donde una nutrida población se dedicaba al
comercio y a la artesanía. La época de Antonino se corresponde con el mayor esplendor del
Imperio. A su muerte, el Senado decretó su divinización y la erección de la cofradía religiosa
de los sodales Antoniniani.

5. Marco Aurelio (161-180). Los anteriores emperadores habían mantenido relaciones de


amistad con los filósofos; Marco Aurelio se dedicó desde niño a estudios filosóficos.
Descendiente de una familia hispana de Ucubi (Espejo), fue adoptado por Antonino junto con
su hermano L. Elio Vero.
Cuando murió Antonino, Marco Aurelio, que estaba casado con Ania Faustina, su hija, tenía
40 años, y su hermano 31. De 161 a 169 en que murió Elio Vero hubo dos emperadores con
los mismos títulos y responsabilidades. Después, Marco Aurelio asoció al poder a su hijo
Cómodo, su sucesor. La corregencia sirvió de precedente a emperadores posteriores. La
educación de Marco Aurelio había sido muy esmerada. Para él la filosofía era la única guía
en el torbellino de la vida. Su vida se rigió por la defensa de los valores éticos, el desprecio
de la actitudes insensatas que buscaban la fama y la gloria y la valoración del bien y la virtud.
"Tímido sin ser cobarde, serio sin caer en la tristeza", aficionado a la caza y la pintura,
físicamente débil, tuvo la habilidad de rodearse de filósofos y juristas pero también de
excelentes militares. Marco Aurelio siguió la línea de su padre adoptivo de mantener unas
relaciones estrechas con el Senado, al que consultaba con regularidad.

La administración del Imperio. El Senado siguió gozando de gran autonomía; incluso recibió
nuevas competencias como la de elegir al prefecto responsable del abastecimiento de roma.
Los curatores, encargados de inspeccionar las finanzas de algunas ciudades, se nombraban
también entre los senadores. Continuó la tendencia a incluir en el Senado a expertos en
jurisprudencia y administración, a provinciales y a caballeros. Este Senado no se opuso a la
reimplantación de la medida adrianea de los cuatro distritos. En cuanto a la carrera ecuestre,
parece que se crearon 18 procuratelas nuevas. Marco Aurelio, además de reafirmar la
participación de los caballeros en la administración, los dignificó con títulos como "egregio",
"perfectísimo" o "eminentísimo". Los ingentes gastos ocasionados por las guerras de frontera
se sufragaron con incrementos de impuestos, con la fortuna privada del emperador y con una
política de contracción de gastos públicos. Se mantuvieron sin embargo los compromisos
alimentarios con la plebe de Roma. Muchas haciendas locales sufrían problemas económicos;
se suprimió el impuesto gladiatorio, se disminuyó la cantidad exigida al arrendatario de un
pozo minero del 50% al 10% y se abandonó el viejo sistema de los publicanos pasando toda
la percepción de impuestos a los procuratores imperiales, más eficaces y mejor controlados.
Los funestos acontecimientos de su reinado, en especial la peste bubónica y los peligros
fronterizos, estimularon las angustias de la población, que se volvió a los dioses tradicionales
o extranjeros. Marco Aurelio buscó el apoyo de los dioses tradicionales romanos,
incrementando en Roma el número de sacrificios y rituales. En las provincias se mantenía
una exaltación religiosa análoga. Como los cristianos no participaban en ella, fueron acusados
de insolidarios y muchos de ellos condenados a muerte por los gobernadores provinciales al
negarse a participar en los rituales suplicatorios públicos. Muchos, como Celso o el propio
Marco Aurelio, veían a los cristianos como un grupo de fanáticos supersticiosos que
trabajaban por la disgregación social. Sin embargo el emperador no decretó ninguna medida
especial contra ellos, limitándose a dejar actuar a los gobernadores provinciales.

Las fronteras. El pacífico emperador filósofo no tuvo más remedio que atender a la situación
de las fronteras, casi tan peligrosa como que en época más tardía acabó con el Imperio. En
Oriente, los partos invadieron la provincia de Siria y Marco Aurelio encargó a su hermano la
campaña de respuesta. Entre 163 y 166 las tropas romanas recuperaron los dominios
perdidos, gracias al legado Avidio Casio (pues Elio Vero era demasiado amante de los juegos
gladiatorios y de las bailarinas orientales). La frontera romana quedó fijada en el Tigris.
Durante estas campañas el ejército romano quedó infectado de la peste, que se extendió por
todo el Imperio causando una catástrofe; se calcula que murió un tercio de la población.
Avidio Casio recibió un mandato extraordinario sobre las legiones de Egipto y Asia, y
reorganizó las bases económicas de oriente, dejándolo limpio de bandidos y de revueltas.
Pero cayó en la tentación de Pompeyo y de Antonio. En 175, al recibir la falsa noticia de que
Marco Aurelio había muerto, se proclamó emperador. el Senado le declaró enemigo público y
fue asesinado por sus propios soldados. Marco Aurelio suavizó la condena por lesa majestad
y permitió que sus hijos se quedaran con parte de los bienes paternos. El frente danubiano,
debilitado por el desplazamiento de tropas a Oriente, recibió la incursión de varios pueblos
(marcomanos, hermonduros, suevos, sármatas, alanos y otros) que, en su devastación,
llegaron a penetrar en Italia y poner sitio a Aquileya (167). Como la Cisalpina había dejado
de ser provincia no tenía tropas legionarias y la defensa tuvo que organizarse desde el interior
de las ciudades hasta que llegaron los pretorianos y otros refuerzos. Ante esta situación se
adoptaron medidas excepcionales de reclutamiento, enrolando a esclavos, gladiadores y
bandidos. El emperador subastó sus objetos de valor para financiar la campaña. Italia se salvó
pero, aprendida la lección, la Cisalpina perdió parte de su territorio próximo a los Alpes para
poder asentar en él tropas legionarias (era impensable que pudieran estar en territorio italiano,
pues se las consideraba fuerzas de ocupación). Los bárbaros se vieron obligados a pedir la
paz, a devolver el botín y los prisioneros. Las regiones danubianas, que habían quedado
semidespobladas, se repoblaron mediante el asentamiento como campesinos de gran parte de
las tropas irregulares y de bárbaros. De 177 a 180, el ejército romano tuvo que intervenir de
nuevo contra marcomanos y sármatas. Marco Aurelio creía que se podían convertir sus
territorios en provincias romanas, pero el proyecto se paralizó por la rebelión de Avidio Casio
y quedó abandonado tras la muerte del emperador. En otros frentes hubo conflictos de menor
importancia: pequeñas incursiones de los catos en el Rhin, intervenciones contra tribus de
Britania, revuelta de los llamados "soldados bucólicos" en Egipto (pastores y bandidos), que
fue reprimida por Avidio Casio, incursiones moras en el valle del Guadalquivir, etc. Los
hechos demostraban que la idea de Adriano de amurallar un Imperio rico contra los pueblos
incultos y pobres no era acertada.
6. Cómodo (180-192). Hijo de Marco Aurelio, en su sucesión se mezcló el criterio de
parentesco con el de asociación al trono. Los autores prosenatoriales como Dión Casio nos
han transmitido una imagen deformada de este emperador. Había comenzado a gobernar
prescindiendo de los mejores hombres de su padre, lo que le granjeó el odio de muchos
senadores, hasta tal punto que sólo a los dos años de su gobierno hubo una conjura contra él y
muchos fueron condenados a muerte. Parece que el prefecto del pretorio, Tigidio Perenne, un
caballero, estaba detrás del proyecto de Cómodo de encargar el mando de las legiones a
caballeros. En cualquier caso el proyecto no se llevó a cabo pues algunos senadores acusaron
a Perenne (falsa pero convincentemente) de intrigar para hacerse con el poder. Su sucesor, M.
Aurelio Cleandro, era un liberto de Marco Aurelio (de quien recibió el nombre); para los
senadores, verlo con rango ecuestre y al frente de la privilegiada milicia pretoriana era
demasiado. Tampoco era muy edificante que el emperador hubiera exiliado a su mujer,
Crispina, y se dedicase a los juegos gladiatorios y a las concubinas. Bajo la hegemonía
política de los caballeros, Cómodo tomó la decisión de buscar por todos los medios la paz
con los bárbaros, y la que firmó con los pueblos danubianos resultó al menos duradera. Se
instaló un régimen de terror contra los senadores, muchos de los cuales fueron ejecutados por
participar en supuestas conjuras, pero en realidad por razones políticas o por el deseo del
emperador de apropiarse de sus grandes fortunas. Sin renunciar a los dioses romanos,
Cómodo los interpretaba como equiparables a otras divinidades orientales. Él mismo se inició
en los misterios de Mithra, divinidad irania que se había difundido entre las tropas de la
frontera renana y danubiana aunque seguía sin tener reconocimiento público. El emperador se
vinculó también especialmente con Hércules, que a fines del s. II había asumido la mística de
los dioses orientales: había pecado y se había "redimido" mediante sus "Trabajos".
Finalmente Cómodo fue asesinado el último día de 192 por su esclavo Narciso, que era su
entrenador en los juegos gladiatorios. El Senado se desquitó con una damnatio memoriae,
aunque Septimio Severo lo rehabilitó.

Roma y las provincias durante el gobierno de Cómodo. Durante la prefectura del pretorio de
Cleandro hubo escasez alimentaria en Roma (hecho que provocó que fuera condenado a
muerte). Después se creó una nueva flota, la Africana Comodiana, destinada exclusivamente
al aprovisionamiento de víveres para la ciudad. Para formarla, se obligó a varios particulares
a poner sus barcos al servicio del Estado. El descontento de muchos provinciales por las
condiciones económicas a que conducía la política imperial se puso en evidencia con la
revuelta de Materno (185-188), que contó con apoyos en las Galias y en Hispania. Materno
formó grupos de bandidos que vivían del pillaje de las villas rústicas; después se le sumaron
nuevos rebeldes con los que pudo formar un auténtico ejército e iniciar el asalto alas
ciudades. Fue derrotado por las legiones mandadas por Pescenio Níger. En cambio, ni las
ciudades de África ni las de Oriente daban ninguna señal de crisis económica.
TEMA 53: EL IMPERIO ROMANO EN LA ÉPOCA DE LOS ANTONINOS I. La
Administración central bajo los Antoninos. Se mantenía la formalidad de que el Senado era el
responsable de las provincias senatoriales, del erario de Saturno y de Italia, mientras el
emperador enviaba sus legados a las provincias imperiales, mandaba a todas las tropas y
administraba todas las secciones del Fisco. En la práctica se trataba de una única
administración central, pues el emperador elegía a los miembros del Senado, mantenía
procuradores también en las provincias senatoriales y tenía bajo su tutela el erario de Saturno.
A pesar de todo se mantenía la tradición de nombrar senadores para el mando de las legiones,
la prefectura de Roma -salvo excepciones- y el gobierno de la mayoría de las provincias. 1.
Las altas magistraturas. Siguió manteniéndose la formalidad republicana de que era preciso
haber pasado por las magistraturas inferioes para acceder a la pretura y al consulado, así
como la necesidad de una edad mínima. Pero cuando era necesario se pedía dispensa al
Senado, que siempre la concedía. Así las magistraturas quedaban devaluadas. Bajo los
Antoninos el consulado había quedado reducido a un escalón para acceder al gobierno de una
provincia. Gracias a los consules suffecti, la mayoría de los senadores podían cubrir su
carrera de honores. Los cuestores habían sido desplazados por los prefectos imperiales; los
cuestores de las provincias senatoriales seguían manteniendo competencias administrativas.
Y los tribunos de la plebe habían perdido su misión principal, pues no había asambleas
populares con capacidad legislativa, ni siquiera para sugerir propuestas de leyes. 2. Consejo
del emperador y legislación. Cuando el emperador no estaba presente, el consejo era
presidido por el prefecto del pretorio, sobre el que se había ido acumulando un enorme poder.
Además del mando de las tropas pretorianas supervisaba el sistema estatal de postas y el
abastecimiento del conjunto de las tropas. Al consejo imperial pertenecían también los que
dirigían las oficinas centrales de la administración, todos ellos de rango ecuestre. Igualmente
estaban incluidos senadores amigos del emperador y expertos juristas. El consejo controlaba
el estado de Roma, Italia y las provincias y preparaba los textos legales que eran sometidos a
la aprobación o simple conocimiento del Senado (senadoconsultos). También era el
verdadero autor de las leyes emitidas por el emperador en su calidad de magistrado supremo:
edicta (leyes de aplicación general), decreta (decisiones judiciales), mandata (decisiones
sobre la explotación de los dominios imperiales), rescripta (respuestas a consultas o quejas
sobre una ley particular). Un rasgo que caracteriza al consejo es la constante presencia del
pensamiento filosófico, especialmente estoico, que se manifiesta de modo expreso en algunas
leyes (la plancha de bronce del decreto sobre los juegos gladiatorios de Itálica dice que "el
dinero de los Príncipes es puro, sin contaminación con derramamiento de sangre humana").
Naturalmente la realidad distaba de los principios filosóficos, pero nunca se ha repetido nada
igual a esa revolución espiritual propiciada desde el poder, hasta que Cómodo "no pudo
aguantar más a sus pedagogos".
El poder cada vez mayor del emperador y su consejo se reforzaba a medida que se
consolidadaba la ideología de la divinización de los emperadores. En Oriente se trataba de
una continuidad con la época helenística; en Occidente el proceso fue más lento. Era nueva la
práctica de la divinización de las mujeres de los emperadores estando ellos vivos, como
sucedió con Plotina, Sabina y Faustina. 3. Italia y Roma. Ya vimos que se desgajó una parte
del territorio de Italia próximo a los Alpes para instalar en él legiones. Las flotas de Miseno y
de Rávena, al mando de prefectos de rango ecuestre, recorrían respectivamente el mar Jónico
y el Adriático y, a falta de piratas, fueron adquiriendo responsabilidades sobre la vigilancia de
los puertos y trasnportaban la correspondencia oficial. La flota comercial, incluida aquella al
servicio de la Annona, estaba en manos privadas (a pesar de la Comodiana). Aunque
tradicionalmente se había rechazado cualquier intervención de la Administración central
sobre la de Italia (que se regía por la administración de cada municipio) se dio una paulatina
equiparación de Italia con las provincias: división en distritos judiciales (cfr. Tema 52),
aceptación de los curatores civitatium (asesores económicos enviados por el emperador a las
ciudades). Sin embargo, Italia seguía manteniendo privilegios: los alimenta, la integración de
sus soldados en las tropas pretorianas y no en las legiones, o los actos de evergetismo
imperial, más abundantes aquí. La organización de Augusto para la protección de Roma
(cohortes urbanae y cohortes vigilium) no sufrieron modificación. Seguían dependiendo del
praefectus urbis, cargo que coronaba la carrera senatorial. Éste controlaba también al
procurator ad Minuciam (el que repartía las ayudas alimentarias a la plebe en el pórtico de
Minucio) y a los curatores, que, a pesar de sus funciones menores (vigilancia de las orillas del
Tíber, construcción de edificios o acueductos) eran personas de rango senatorial. 4. El
ejército bajo los Antoninos. La política de Augusto de mantener un mínimo de tropas
legionarias para reducir los gastos se seguía aplicando con Adriano (v. tema 52). Forni ha
indicado la progresiva disminución de legionarios reclutados en Italia, que no se veía así
privada de mano de obra joven. La evolución de la participación de los provinciales en las
legiones refleja, por un lado, su grado de romanización y acceso a la ciudadanía, y por otro la
aplicación de criterios económicos de reclutamiento en zonas cercanas a los asentamientos
legionarios. Así provincias muy romanizadas como Bética, Narbonense o Asia
proporcionaban pocos legionarios, mientras que África, Siria y las fronteras renana y
danubiana daban el mayor porcentaje en la época de los Antoninos. El grado de
concentración legionaria indica las zonas con más peligro potencial del Imperio. Los altos
mandos de una legión, el legado y los tribunos eran respectivamente de los rangos senatorial
y ecustre. Pero los emperadores usaron criterios de eficacia y promocionaron a los mejores.
Por lo mismo, las tropas legionarias no estaban siempre en su sede campamental: resultó
frecuente el envío de destacamentos (vexillationes) para la protección de los gobernadores
provinciales o fortalecer los enclaves más conflictivos en las cercanías de las zonas mineras.
En cuanto a las tropas auxiliares, además de continuarse el tradicional reclutamiento de
unidades de caballería (alae) y de infantería (cohortes) en el s. II comenzaron a ser frecuentes
las unidades mixtas (cohortes equitatae). Se reclutaban, dentro del territorio romano, entre los
pueblos menos romanizados (astures, galaicos, britanos); sus componentes eran libres pero no
ciudadanos latinos ni romanos. Se conocían por un número seguido del étnico del pueblo
donde se reclutó por primera vez, por ejemplo: ala II Thracum (=segunda unidad de
caballería de los tracios). A su frente había prefectos legionarios. La novedad más importante
introducida por los Antoninos fue el incremento de las fuerzas especiales, antes
excepcionales, reclutadas en territorios de fuera del Imperio: arqueros de Palmira, jinetes
árabes, guerreros germanos, etc. Tenían gran autonomía, manteniendo sus tradiciones,
religión y jefes. A menudo eran reclutados sólo para una campaña. Trajano y Adriano
hicieron así un ejército más móvil y flexible, adaptado a las necesidades concretas de cada
enemigo. Por ejemplo, Trajano equipó a parte de su caballería (catafractarios) con corazas al
modo parto. Otra aportación de los Antoninos fue el reforzamiento de la flota fluvial renana y
las de Panonia y Mesia. II. Provincias y ciudades durante los Antoninos. Durante la época de
los Antoninos se mantuvo un desarrollo económico constante. La parte oriental salió de la
depresión que había sufrido en los años finales de los Flavios. La situación de cada provincia
fue distinta. 1. Los dominios imperiales. Las propiedades de la Corona o del Fisco eran
dominios dispersos por las provincias o por el sur de Italia, ajenos a los territorios de las
ciudades y sujetos a regulación administrativa particular que dependía de los funcionarios
imperiales, los procuratores, generalmente libertos imperiales. Estos dominios comprendían
el territorio asignado a las legiones y a las unidades militares auxiliares, los prados para el
sostenimiento de la caballería (prata), los distritos mineros altamente rentables, grandes
extensiones agropecuarias y a veces también salinas o campos de esparto. A esto hay que
añadir el conjunto de Egipto, que continuaba con la misma adscripción imperial que tenía en
época de Augusto. Algunos textos conservados, como los del norte de África referidos a las
tierras que pasaron a dominio imperial en tiempos de Nerón (Villa Magna Variana, Saltus
Burunitanus) permiten entender la organización de estas explotaciones agrarias imperiales.
Cada dominio estaba sometido a un procurator que, por su condición de representante
imperial, podía disponer de tropas militares. Los trabajadores eran de distintas clases: había
pequeños propietarios privados obligados aportar jornadas de trabajo gratuito (operae),
trabajadores libre arrendatarios o colonos (que era el grupo mayoritario) y trabajadores
temporeros. La mano de obra esclava no parece que fuera muy numerosa. La gran autonomía
de los procuradores daba lugar a abusos sobre los campesinos, que, conocedores de la
propaganda sobre la benignidad imperial, se quejaban directamente a Roma (así consta en el
texto conservado sobre el Saltus Burunitanus, de la época de Cómodo).
Los distritos mineros imperiales estaban bajo la autoridad de un procurator metallorum y se
ajustaban a una de estas dos modalidades de gestión: directa o indirecta. Bajo el régimen de
gestión directa estaban las minas de oro del noroeste de Hispania y algunas minas de Egipto.
El procurator, con su equipo, dirigía toda la explotación, se responsabilizaba del
abastecimiento de los mineros y de hacer que el oro llegara a Roma. Contaba con el apoyo de
soldados para la defensa del distrito y para la construcción de infraestructuras. Los
trabajadores solían ser libres de estatuto peregrino, aunque también había condenados a
trabajos mineros (damnati ad metalla). Varias minas de Britania, Panonia, ambas Mesias,
Dalmacia y Asia Menor comenzaron su explotación en régimen de gestión directa pero luego,
casi todas en el siglo II, pasaron a gestión indirecta, si no eran muy rentables o su control no
era vital. El régimen de gestión indirecta se conoce bastante bien por las planchas de bronce
de la época de Adriano que contienen la lex metallis Vispacensis, y que regulan las minas de
Aljustrel del Alentejo en Portugal. También disponemos de varias tablillas enceradas halladas
en Transilvania (Dacia). El representante del Fisco, procurator metalli, arrendaba los
servicios necesarios para el distrito minero (salvo el de maestro de escuela, que no estaba
sujeto a canon). Cada pozo se arrendaba a un particular o a una sociedad. La reglamentación
de los dos tipos de arrendamientos era exhaustiva, y la infracción conllevaba la imposición de
multas (otra fuente de ingresos para el Fisco). Las condiciones técnicas habían mejorado
mucho desde la época republicana (tornillo de Arquímedes, noria, torno de elevación, etc.) lo
que permitió introducir cambios en el estatuto de los trabajadores. En las minas de gestión
indirecta además de esclavos trabajaban muchos libres asalariados. en cualquier caso el
trabajo de las minas era más duro que el agrícola y desde los Antoninos se advierte una
disminución de la actividad minera. 2. Las ciudades provinciales durante los Antoninos.
Roma se sirvió de la ciudad como medio para organizar los territorios conquistados, integrar
a las oligarquías locales y controlar a las poblaciones provinciales. Pero cada provincia
contaba con tradiciones y formas de organización propias. El mundo del Egeo, las costas del
sur de Asia Menor, la costa siriopalestina y las grandes rutas orientales estaban pobladas de
ciudades, puesto que los reyes helenísticos habían llevado a cabo una ingente tarea de
fundaciones, igual que en la Cirenaica. El interior de Asia Menor tenía una tradición distinta:
la población se hallaba dispersa en aldeas (komai), algunas de ellas fortificadas (pyrgoi), en
aldeas-ciudades (komópolis), en agrupaciones tribales (koina) o en aldeas dependientes de los
grandes templos. Desde Pompeyo se inició una reorganización del territorio acampañada de
la fundación de nuevas ciudades. Vespasiano, Trajano y Adriano continuaron la misma línea,
como muestra la nomenclatura de algunas ciudades (Traianópolis, Hadrianópolis). En África,
Roma se apoyó en el modelo heredado de Cartago, en el cual había grandes ciudades y
grandes distritos territoriales (tractus) que incluían poblados y aldeas de diversa entidad. Los
Antoninos dieron un gran impulso al proceso urbanizador y de concesión de estatutos
privilegiados a las ciudades.
En la Galia Lugdunense, algunas grandes agrupaciones prerromanas comenzaron a tener un
centro administrativo con régimen de ciudad, coexistiendo con una gran población dispersa
en aldeas (vici). En Hispania, el modelo administrativo de la ciudad se implantó a finales de
la República comienzos del imperio, y alcanzó su máximo nivel de desarrollo durante los
Antoninos. Por tanto, el modelo de ciudad se aplicaba a realidades muy diferentes: tan ciudad
(civitas) era Cartago, con 500.000 habitantes, que el Forum Gigurrorum (lugar de mercado en
el valle de Valdeorras, Orense), con unos pocos miles. Se encuentran testimonios del
esplendor urbanístico de la época antonina en varias ciudades de la provincia de Asia
(Pérgamo, Esmirna, Sardes, Magnesia, Éfeso). Allí se daban tres condiciones favorables: los
emperadores concedieron el ius italicum, por lo que estabn libre de impuestos regulares,
tenían ya una larga tradición urbana, y se beneficiaron de las grandes rutas comerciales. En
Occidente las ciudades debieron su pujanza a sus actividades portuarias (Cartago, Marsella,
Barcelona...), a la demanda de productos con destino a la Annona (las de la Bética, que
exportaban aceite y vino) o a su cercanía con los distritos mineros (como Asturica Augusta,
Astorga). 3. Organización de las ciudades. Muchas ciudades, creadas con fines
administrativos, tenían estatuto peregrino (libres, federadas o dediticias), es decir, se regían
por su derecho local tradicional. Sin embargo tuvo lugar un proceso de acercamiento al
modelo de las ciudades romanas privilegiadas (colonias y municipios). En las provincias
occidentales los municipios tomaron de las ciudades de Italia el modelo organizativo y los
nombres de los magistrados. Pero en Oriente se conservaron los nombres de las magistraturas
e instituciones tradicionales (anteriores a Roma). Un municipio del s. II tenía un senado local
o curia y unos magistrados civiles: dos dunviros, máximos responsables de la gestión, dos
ediles con competencias urbanísticas y de policía urbana, y los cuestores, que tenían el
encargo de llevar las finanzas públicas. Cada ciudad tenía su propia caja pública y sus propias
finanzas. El desempeño de las magustraturas de dunviro o edil era gratuito y estaban
obligados a costear los juegos públicos. La jurisdicción de los magistrados municipales se
extendía sobre la ciudad propiamente dicha y sobre su territorio. Además eran los
intermediarios entre la población de la ciudad y la administración central. En el siglo II
seguía teniendo vigencia la figura del patronato sobre ciudades. El patrono era elegido por la
curia a propuesta de los dunviros, y era un cargo hereditario. Los patronos, además de
defender a sus ciudades clientes en los procesos judiciales, eran auténticos benefactores. El
fenómeno evergético se daba también entre los magistrados. De hecho la práctica evergética
se convirtió en un medio de promoción social. En muchas ciudades se generalizó el obligar a
algunas asociaciones privadas a prestar sus servicios a la comunidad; así quedaron los tria
collegia principalia: bomberos, artesanos y "trabajadores de la madera". En el s. II seguía
plenamente vigente la obligación de que los magistrados municipales hicieran una
declaración de bienes antes de tomar posesión de su cargo y de rendir cuentas después al
senado municipal.
4. La religión en el marco de la ciudad. La constitución de una ciudad llevaba consigo la
organización de la religión. La atención de los cultos públicos correspondía a los magistrados
religiosos, que en las ciudades de comienzos del Imperio eran de dos tipos: pontífices y
augures. Pero luego se fue simplificando la exigencia y el flamen o sacerdote del culto
imperial es el único que se encuentra en muchos municipios. Los cultos privados como los de
Isis, Mithra o el cristianismo tenían su propia organización sacerdotal. Desde los Flavios se
generalizó el culto al emperador. Al de los emperadores difuntos y divinizados (divi) se
añadió en de la familia imperial desde los Antoninos. Pero no se borraron los cultos a las
divinidades romanas tradicionales, ni se prohibían los cultos locales si no entraban en
contradicción con el poder romano. La ciudad fue el medio idóneo para la dfucsión de los
cultos orientales, traídos por los soldados licenciados que regresaban o por los comerciantes.
Así se difundió también el cristianismo. La permisividad de los Antoninos sobre el régimen
asociativo permitía a cualquier grupo de creyentes formar una asociación. Estaban muy
generalizadas las de pobres (tenuiores) que coincidían con las asociaciones funeraticias. Las
sinagogas y las comunidades isiacas se ampararon en este régimen asociativo. A mediados
del siglo II empezaron a aparecer cristianos entre las burguesías municipales e incluso entre
hombres de fortuna y cultura. En los años de Domiciano la mayoría de los cristianos habían
sido esclavos, libertos pobres o libres de baja extracción. Los emperadores se guiaron por la
norma de Trajano a Plinio el Joven cuando, siendo gobernador de Bitinia, le consultó sobre
qué hacer con los cristianos de su provincia: había que condenar a los que se empecinaran en
no sacrificar a los dioses romanos o propiciaran revueltas urbanas, pero sin buscarlos ni
atender a denuncias anónimas. La civilización del Alto Imperio. (EUNSA) p. 189.
Condicionantes políticos y sociales. En sus realizaciones artísticas, literarias y plásticas, el
Alto Imperio se nos manifiesta bastante alejado de la estabilidad, en un precario equilibrio
entre las tendencias racionales e irracionales insertas en el corazón mismo de la civilización
clásica grecorromana. Las manifestaciones culturales fueron influidas por tres factores
diferentes:

la creciente autocracia política, que fomentó un arte áulico y una literatura en gran medida al
servicio del soberano. la integración cultural de las provincias, traducida en una mayor
difusión de la civilización de raíz helénica, dada la mayor vitalidad económica y social de
ciertas zonas del Oriente griego. el progresivamiento ahondamiento del foso entre ricos y
pobres y el fuerte proceso de enraizamiento de los poderosos en la ciudad.

La plástica: un arte imperial. En estos siglos, sobre todo a partir de los Flavios, se constituye
un verdadero arte romano e imperial, desarrollado a iniciativa de los mismos emperadores
principalmente en Roma. En el siglo I se levantaron muchas construcciones en todo el mundo
romano: en las provincias, equipo utilitario, en Roma el Coliseo, en Pompeya, dominaron los
estilos tercero y cuarto.
Del siglo II son la Columna y el Foro de Trajano, y el Panteón y la villa de Tíbur, de Adriano.
La columna de Marco Aurelio presenta muchas novedades: mayor sensibilidad y emotividad,
expresionismo orientalizante. La escultura de bulto redondo produjo numerosas copias de
obras helenísticas, y numerosos retratos de Antínoo, el efebo de Adriano. El sistema
educativo. Fundada sobre la enseñanza de la paideia helenística, la escuela romana es un
calco mimético de la helénica, con los cambios mínimos exigidos por la diferencia
lingüística. El grado elemental se confiaba a un grammaticus, que ejercía su oficio (poco
elevado socialmente) por cuenta propia, sin ningún control estatal. En las grandes casas había
esclavos especializados. Este grado de enseñanza estaba relativamente extendido entre todas
las capas sociales, al menos en el hábitat urbano. En cambio, la enseñanza secundaria era
mucho más minoritaria. Impartida también por el grammaticus, se basaba en la enseñanza
teórica de la lengua correcta, literaria, y la explicación de textos clásicos: Homero y los
grandes trágicos en el ámbito de la cultura griega; Virgilio y Terencio en la escuela latina y
más secundariamente Horacio, Salustio y Cicerón. A finales del s. I, con Quintiliano, se
observa una reacción arcaizante, con una vuelta a los veteres latinii, como Ennio. La
enseñanza superior, a partir de los quince o dieciséis años, se confiaba al rhetor y rara vez
llegaba a jóvenes ajenos a las aristocracias urbanas. Los retores latinos procuraban transmitir
el arte oratorio, dirigido, ante la nueva realidad política, hacia modalidades estéticas o la
práctica judicial. Sus colegas, los sofistés griegos, atraían muchos alumnos en Éfeso, Esmirna
o Atenas. Las letras latinas. La literatura de la época julio-claudia se concentró en Roma y sus
cultivadores eran miembros de la aristocracia senatorial, bien propagandistas de una ideología
republicana y estoica (Petronio, el poeta épico Lucano), bien del régimen imperial (los
historiadores Veleyo Patérculo y Valerio Máximo y, en cierta medida, Séneca). El Satiricón
petroniano es una buena muestra de innovación estética, influida por la poesía y la retórica.
En época flavia, el poeta hispano Marcial fue el máximo representante latino de un género
poético helenístico, el epigrama, cuya brevedad y mordacidad se prestaba a la crítica de
costumbres. Juvenal es también satírico pero en un tono más moral y pesimista. En época de
los Antoninos las letras parecen sufrir menos presión imperial, beneficiándose de las
facilidades que la nueva dinastía daba para la crítica de la anterior. En este contexto se sitúa
la obra historiográfica de Tácito (56-120), que contempla el primer siglo del Imperio como
un proceso inevitable de pérdida de libertad y calidad moral. También Suetonio (70-140), del
orden ecuestre, tiene un juicio negativo de los julio-claudios. Su obra adopta la forma
helenística de la biografía. Las letras griegas. A mediados del s. II las letras griegas
experimentan un periodo de renovada brillantez, mientras las latinas parecen agotarse. Se
orientan estilísticamente hacia los grandes modelos del s. V ó IV a.C. Pero esto no supone
una crítica hacia el Imperio romano. Por ejemplo, las Vidas paralelas de Plutarco (50-120)
reflejan una total comunidad de intereses y de tradición entre Oriente y Occidente; y Flavio
Josefo (37-100) en su Guerra Judaica y Antigüedades Judías justifica la realidad invencible
del Imperio romano.
Una ciencia al servicio del poder. Se produjo un estancamiento de la especulación científica;
no hubo ni matemáticas ni física romanas. La literatura científica pretendió hacer compendios
de los conocimientos acumulados. El prototipo de hombre de ciencia podría encarnarlo Plinio
el Viejo (23-79) que alternó su labor historiográfica, hoy perdida, con el enciclopedismo y la
curiosidad erudita reflejados en su magana Historia Natural. Igualmente, el médico de
Pérgamo Galeno (129-199) legó a la posteridad un completo tratado de medicina hipocrática
helénica, basado en un sano eclecticismo y en observaciones propias, sobre la base teórica de
origen peripatético de "los cuatro humores". La desazón de los espíritus. Las enormes
tensiones de una sociedad sujeta a una fuerte polarización y bajo la sombra de una poderosa
autocracia proucían desazón en los espíritus, que intentaban resolverse mediante la reflexión
filosófica o la fe y práctica religiosa. La filosofía: eticismo y demonización. La gnosis.
Siguiendo al senda helenística, la filosofía se centró en la moral, abandonando la metafísica.
Por ello se produjo una cierta reconciliación entre las viejas escuelas filosóficas griegas, el
Liceo y la Academia. El llamado platonismo medio dio cabida a muchos elementos de la
tradición pitagórica, que desembocaron en la construcción de una complicada demonología.
En el s. I Filón de Alejandría, judío de estricta observancia, intentó una adaptación de la
Biblia a las categorías conceptuales de la filosofía griega, fundamentalmente del platonismo.
En el marco de una distinción radical entre materia y espíritu, Filón interpone entre Dios y el
Universo material toda una jerarquía de seres intermedios, llegando muy cerca de la gnosis.
Ésta consiste en una mezcolanza -más que armonización- de formas filosóficas helénicas con
creencias orientales, iranias y judeocristianas. El gnóstico no cree, conoce; pero este
conocimiento, a diferencia del filosófico, es el producto de una revelación sobrenatural
expresada a través de diversos mitos. Este auténtico proceso de "demonización" se da
también fuera del platonismo y es el prioncipal responsable de la crisis de otros sistemas
filosóficos. El epicureísmo sufrió una gran retroceso a consecuencia de su fundamental
agnosticismo religioso. Comienza ahora a formarse la leyenda negra de su amoralidad. El
estoicismo, en cambio, cada vez más reducido a la ética, tuvo una gran vigencia entre las
clases dirigentes y fue en el siglo I instrumento esencial en la resistencia de la nobleza
senatorial contra la autocracia imperial. Con la dinastía antonina se convirtió en el credo
político de la misma monarquía. El principal representante del estoicismo de la época,
Epicteto (50-130), defendía un orden universal regido por la divinidad, cuyas leyes
principales son conocidas por los hombres de forma innata, lo que implicaba el respeto al
orden social y político. El último gran exponente del estoicismo, el emperador Marco
Aurelio, es un claro ejemplo de pensamiento deístico: para él, todo el Universo y la vida
humana se encuentran gobernados por loa divinidad; lo único que cabe hacer es averiguar los
propósitos de esa divinidad, para lo que es válido recurrir a los más extraños procedimientos.
Al mismo tiempo el angustiado individuo que es Marco Aurelio testimonia un profundo
pesimismo respecto de su tiempo y duda del sentido real de la vida humana ante el vacío que,
según el estoicismo clásico, se abre tras la muerte (Meditaciones).
Escepticismo y cinismo. El siglo II contempló un cierto renacer del escepticismo y del
cinismo, debido a las mismas causas que habían presidido su nacimiento en tiempos
helenísticos. Sus diatribas criticaron los usos y convenciones de la civilización clásica hasta
el logro de una total autarquía. Destaca Luciano de Samosata (115-180?), cínico impenitente
que se muestra crítico con todas las religiones y supersticiones contemporáneas. Las
corrientes religiosas. Era en la religión donde un mayor número de personas encontraba
consuelo a los sinsabores de la vida. La religión tradicional grecorromana. Las fuentes
arqueológicas y epigráficas demuestran la permanencia del culto a las grandes divinidades del
panteón romano, particularmente a la Tríada Capitolina, identificadas hacía tiempo con las
helénicas y enriquecidas con su tradición mitológica. No obstante, existen dudas sobre la
autenticidad religiosa que inspiraban estos cultos, ya que lo esencial en ellos es su carácter
oficial. Desde la restauración de Augusto, las divinidades grecorromanas eran elementos
tutelares de la prosperidad del Estado, en la tradición de las divinidades poliadas helénicas.
Ese mismo carácter tenía el culto al emperador, que poco a poco se fue convirtiendo en uno
de los elementos esenciales de la lealtad de los individuos y las comunidades al Imperio.
Desde Vespasiano el culto imperial no dejó de hacer progreso, a pesar de la afectada
moderación de los emperadores Antoninos. La religión tradicional tropezaba sin embargo con
graves obstáculos: la crítica racionalista del entramado mitológico y el monoteísmo esencial
de las gentes cultas fundamentado en bases éticas . La divinidad suprema se relacionaba
fácilmente con el Zeus de los estoicos. Sólo algunas divinidades tradicionales, como
Heracles, continuaron siendo objeto de un intenso culto, especialmente entre las gentes
humildes, pues justificaban los males de la tierra y ofrecían una vida mejor en ultratumba.
Por lo mismo seguían teniendo un gran atractivo los cultos mistéricos tradicionales (Eleusis,
Cabirias, Dionisio) y los salutíferos (Asclepio). Nuevas formas de religiosidad. Dado que el
panteón oficial resultaba insatisfactorio para las gentes de la época, que buscaban un contacto
personal con la divinidad, se siguieron dos caminos. Uno, la vuelta a cultos ancestrales muy
simples, a los elementos numénicos de la vieja religiosidad romana: los Genii loci, los
antepasados, los Lares del hogar, o divinidades agrarias de la fecundidad como Silvano, muy
popular entre los esclavos. Su primitivismo y ruralismo emparentaba estos cultos con las
religiones indígenas libio-púnicas y célticas prerromanas. El segundo camino fue la creciente
atracción de una serie de religiones orientales de carácter mistérico y del mismo cristianismo.
Así florecieron la religión de Dionisio, asimilado a varias divinidades orientales, la de
Cibeles, el culto de Isis y Serapis, y sobre todo el culto de Mithra. Este dios iranio, asimilado
al sol y personificación del Bien en su eterna lucha, inició en el s. II su penetración, que
culminaría en el siglo siguiente. La difusión de estas religiones por todo el Imperio se llevó a
cabo a través de comerciantes de origen oriental y del ejército.
TEMA 54: LOS SEVEROS Y LA CRISIS DEL SIGLO III Los años del gobierno de los
Severos y de la crisis del siglo III ocupan un siglo durante el cual las condiciones económicas
y sociales del Imperio sufrieron grandes transformaciones. El Senado perdió todo su poder
tradicional, se reorganizó la posición de los caballeros en la administración central, el ejército
se destacó como medio eminente de promoción social y el modelo de un Imperio de ciudades
entró en crisis. El antiguo sistema entró en quiebra. I. Los Severos. 1. La historia política.
Tras la muerte de Cómodo, las cohortes pretorianas y el senado nombraron emperador a
Publio Helvio Pertinax, prefecto de Roma, sin atender a la voluntad de los jefes de los
ejércitos provinciales. Así se produjo una situación parecida a la de 68-69, aunque con
condiciones muy diferentes.

Pertinax y Didio Juliano, últimos anhelos del Senado. Pertinax gobernó dos meses y 25 días,
y Didio Juliano, que lo sucedió, sólo dos meses y 5 días. El nombramiento de Pertinax por los
pretorianos y su reconocimiento inmediato por el Senado refleja de forma patética cómo éstos
calcularon mal sus fuerzas, actuando de espaldas a las provincias y al ejército. El mismo
prefecto de las tropas pretorianas dio orden de asesinar a Pertinax. Los mismos pretorianos
obtuvieron del Senado el nombramiento de Didio Juliano, un senador rico y honrado que no
tuvo tiempo de formular ningún programa coherente, pues a los pocos días las tropas
provinciales proclamaban a tres emperadores distintos. Didio Juliano fue asesinado mientras
Septimio Severo se hacía con el poder. Septimio Severo (193-211). Puestas en evidencia las
cortas miras del Senado y de los pretorianos, la defensa de los intereses globales del Imperio
fue asumida por el ejército más combativo, que conocía los peligros de las fronteras y los
sacrificios de los provinciales. Las tropas asentadas en Carnutum proclamaron emperador a
Septimio Severo, que fue reconcido por las legiones de la frontera renana-danubiana; el
ejército de Britania hizo lo mismo con Clodio Albino y las legiones de Oriente aclamaban a
Percenio Nigro. Hubo así simultáneamente cuatro emperadores. La guerra civil. Septimio
Severo era oriundo de África, con antepasados de rango ecuestre y una excelente formación
cultural y jurídica. Había cubierto toda la carrera senatorial y desempeñado varios gobiernos
provinciales. Su matrimonio con Julia Domna, hija del sumo sacerdote de Emesa (Siria)
supera la pura anécdota, dada la importancia que adquirieron las mujeres de la familia
imperial. Las excelentes cualidades políticas de Septimio lo convirtieron en el árbitro de la
situación. Neutralizó a Clodio Albino ofreciéndole el título de César y una posterior
asociación al gobierno, lo que equivalía a nombrarlo sucesor. Para deshacerse de Didio
Juliano le bastó con dirigir sus tropas a roma: los mismos pretorianos lo asesinaron queriendo
congraciarse con él.
El Senado se apresuró a reconocerlo como emperador, aunque para él el día del acceso al
Imperio era el de su proclamación por las legiones. Licenció a la mayor parte de los
pretorianos y los sustituyó por tropas fieles; además asentó una legión en Alba, cerca de
Roma, un hecho sin precedentes, máxime porque la mandaba un legado de rango ecuestre.
Para garantizar aun más su control, nombró un nuevo prefecto de la ciudad y nuevos cónsules
de entre sus allegados. Promocionó al Senado a personas de probada fidelidad. La guerra
contra Pescenio Nigro. A pesar del reconocimiento de Septimio Severo por el Senado,
Pescenio Nigro se había negado a reconocerlo. Septimio salió hacia Oriente con sus tropas en
julio de 193 y consiguió dos victorias decisivas en Asia Menor. Pescenio Nigro se hizo fuerte
en Siria. Tras su derrota y muerte, Septimio tuvo todavía que apagar los focos de resistencia
de algunas ciudades. Antioquía fue castigada con su conversión en aldea como parte del
territorio de la ciudad de Laodicea, y el territorio de la provincia de Siria se dividió en dos
para debilitar los mandos provinciales: la Celesiria (capital Laodicea) y la Siria Fenicia
(capital Emesa). A su frente puso a procuratores de rango ecuestre. También se condenó a
muerte a muchos partidarios de Pescenio Nigro. Septimio Severo aprovechó su estancia en
Oriente para reforzar la frontera oriental frente a los partos y para reorganizar Palestina,
donde prohibió hacerse judío o cristiano. Alejandría fue reorganizada siguiendo el modelo de
los municipios romanos y, sin cambiar el estatuto particular de Egipto, Septimio introdujo en
él medidas de acceso a la tierra semejantes a las de las provincias, que permitieron la
presencia de colonos y pequeños propietarios y la puesta en explotación de tierras marginales
o abandonadas. La rebelión de Clodio Albino. Cuando Septimio Severo concedió el título de
César a su hijo mayor, Clodio Albino vio que desaparecían sus esperanzas de ser corregente.
Con el título de Augusto, estableció su cuartel general en Lugdunum (Galia), pero en 197 fue
vencido y se suicidó. La represión contra sus seguidores, muchos de ellos senadores o
miembros de las oligarquías provinciales de Occidente, fue muy dura. Con las confiscaciones
se sanearon el Fisco y el patrimonio privado del emperador. Britania fue subdividida en la
Britania Superior, con dos legiones, y la Britania Inferior, con Eburacum (York ) como
capital, y una legión. El tradicional poder del Senado había terminado: Septimio creó una
monarquía militar. La humillación al Senado se completó con la rehabilitación de Cómodo y
la condena de sus asesinos. Septimio Severo y Caracalla (197-211). Desde 197 hasta su
muerte, Septimio Severo gobernó junto con su hijo mayor, Aurelio Antonino Basiano (le
había cambiado el nombre como homenaje y asociación voluntaria con los Antoninos),
conocido con el apodo de Caracalla, a quien había asociado al trono. En realidad la política
de Septimio sólo se parecía a la de Trajano por lo belicista y a la de Adriano por su
preocupación por estar siempre presente en las provincias que necesitaran su intervención
directa. En una expedición a Oriente reprimió a los partos y perdonó a las ciudades antes
represaliadas. Murió en Eburacum durante una expedición a Britania.

Caracalla (211-217). Inició el gobierno junto con su hermano Geta, conforme a los deseos de
su padre. Pero pronto ordenó el asesinato de su hermano y de todos sus partidarios. Además
se casó con su madrastra Julia, viuda de su padre y madre de Geta, lo que chocaba
frontalmente con las tradiciones romanas. Esta tuvo gran influencia en el consejo imperial. El
Imperio continuaba su retraimiento económico: disminución de las explotaciones mineras y
de los intercambios comerciales; concentración de la propiedad agraria y crisis de la vida
urbana. Pero de las tres grandes decisiones de Caracalla, dos de ellas sólo condujeron al
incremento de impuestos (tanto el aurum coronarium como la vigessima hereditaria, que pasó
a decima). (1) La Constitutio Antoniniana de 212 concedía la ciudadanía romana a toda la
población libre del Imperio (salvo pequeñas excepciones como los dediticios de Egipto o los
grupos de bárbaros asentados recientemente). En realidad, con el Edicto de Caracalla se
consagraba jurídicamente una situación de hecho (pues las oligarquías provinciales eran
ciudadanos romanos desde hacía mucho y la diferencia de estatutos entre los pobres apenas
tenía repercusiones) y se simplificaba enormemente la administración a efectos de la
elaboración de los censos. (2) Caracalla abrió una gran programa de construcciones en Roma
(las magníficas termas que llevan su nombre, un pórtico en honor de su padre, etc.). (3) Su
megalomanía le llevó a poner en marcha varias campañas militares muy costosas. En 213 y
214 obtuvo victorias contra los alamanes y los carpos, pero se trataba de meras
demostraciones de fuerza que incrementaban el odio de los bárbaros hacia el Imperio. La
campaña oriental (214-217) tenía al menos la justificación de consolidar las rutas a la India y
el Golfo Pérsico, pero las tropas padecieron grandes penalidades y dificultades. En 217, un
soldado lo asesinó en Edesa, cumpliendo órdenes de Macrino, el prefecto del pretorio que
había sido llamado a Oriente y fue proclamado emperador. Macrino (217-218). Fue un
emperador de transición, el primero de rango ecuestre. Julia Moesa, hermana de Julia Domna,
sus hijas Soemias y Mamea y sus nietos Avito Basiano y Alexiano prepararon una conjura
contra Macrino y lo asesinaron. Avito Basiano, hijo de Soemias, fue proclamado Augusto.
Heliogábalo (218-222). Avito Basiano era gran sacerdote del dios Baal de Emesa, lo que en
Roma se tradujo como Heliogábalo (sacerdote del Sol). Era un adolescente de 14 años sin
ninguna experiencia, pero su abuela y su tía tenían muchas relaciones. Heliogábalo,
irreductible en sus obligaciones como sacerdote, introducjo en Roma el culto del dios solar
Baal, y participaba en rituales y procesiones que resultaban extravagantes para la población
de Roma. Julia Moesa, consciente de los descontentos, hizo que Heliogábalo adoptara a su
primo Alexiano y lo proclamara César. Garantizada la sucesión, los pretorianos asesinaron a
Heliogábalo y a su madre.

Severo Alejandro (222-235). Alexiano recibió el nombre de Severo Alejandro. Sustituyó a su


primo con sólo 14 años. Su madre, Julia Mamea, fue la consejera de toda su actividad
política. Como primera medida popular, devolvió a Emesa la piedra sagrada que representaba
a Baal, y prohibió su culto en Roma. En cambio fue muy permisivo con los cristianos. Los
bárbaros seguían presionando en las fronteras renana y danubiana, y en Oriente, desde 227,
los partos habían sido sustituidos por los persas sasánidas, mucho más peligrosos. Bajo el
mando de su rey Ardashir, iniciaron una campaña expansionista para reconstruir el antiguo
reino de Darío. Severo Alejandro, siempre acompañado de su madre, hasta en los
campamentos militares, no estaba capacitado para dirigir la guerra. El descontento militar
culminó con el asesinato de ambos en 235.

2. La Administración durante los Severos. La idea de Septimio Severo de presentarse como


una continuación de las mejores épocas de los Antoninos estaba muy lejos de corresponder
con la realidad. De hecho en los pocos años de gobierno de los Severos se produjo una
auténtica revolución en diversos campos.

Bases del poder y administración imperial. El carácter semidivino de los emperadores tomó
nueva fuerza. El Senado siguió manteniendo el mismo número de componentes, pero se
trataba de un organismo muy distinto al de la época de los Antoninos. Septimio Severo y
Caracalla lo habían diezmado sistemáticamente; en el nuevo Senado predominaban los
oriundos de África y de Oriente y había quedado como una institución casi formal. El órgano
de gobierno más poderoso era el consejo privado del emperador, compuesto
mayoritariamente por caballeros y juristas. Los senadores ya no tenían la exclusiva del mando
de las legiones ni del gobierno de la sprovicnias imperiales (sin emitir ninguna legislación,
comenzó a ser frecuente encargar a procuradores como suplentes del gobierno provincial,
vice praesides). La provincialización de Italia se consolidaba. Los italianos quedaron
marginados de las tropas pretorianas y la administración de las ciudades estaba fiscalizada de
un modo semejante a la de las provincias, por funcionarios imperiales. Con los Severos, el
prefecto del pretorio, de rango ecuestre, adquirió una clara preeminencia sobre el prefecto de
Roma, que seguía siendo de rango senatorial. Grandes juristas como Papiano, Ulpiano y
Pablo ocuparon el puesto de prefecto del pretorio. La presencia de los juristas en la
administración se refleja en su unificación y simplificación: Constitutio Antoniniana,
simplificación de las carreras civiles y militares, progresiva equiparación de Italia y Egipto a
las provincias, etc. También en el espíritu de las leyes, que tendieron a proteger a los débiles
contra los abusos de los poderosos. Sin embargo la administración central se hizo mucho más
costosa. En la subdivisión de las provincias encontramos un avance de la posterior obra de
Diocleciano. Caracalla segregó de Hispania Citerior los territorios del Noroeste (Citerior
Antoniniana, capital Astorga).

El ejército y las tendencias democratizadoras. Los Severos respetaron el compromiso


alimentario tradicional con la plebe de Roma. El reclutamiento de las tropas siguió
haciéndose cerca de los asentamientos legionarios, pero ya apenas quedaban tierra para sentar
a los veteranos, por lo que se generalizó que recibieran una paga que les permitiera comprar
tierras integrándose en medios rurales. Además desde 197 se permitió el matrimonio de los
soldados y por tanto el derecho a vivir fuera del campamento. Se generalizaron las vías de
ascenso militares en razón del mérito. La carrera de Pertinax es un buen ejemplo: hijo de un
liberto, fue centurión y prefecto de una cohorte, y desempeñó varias procuratelas hasta
acceder al rango senatorial por decisión directa de Marco Aurelio. El fenómeno del
asociacionismo militar (collegia con finalidad funeraticia o cajas de ayuda mutua) se
generalizó con los Severos, aunque pueden hallarse precedentes en época de Cómodo. Con
estas medidas, el ejército quedó más integrado en la vida civil, pero, como contrapartida, la
disciplina se relajó. Desde Septimio Severo los costos de alimentación dejaron de estar
incluidos en la soldada y hubo que crear un nuevo impuesto, la annona militaris, para
subvenir a ellos. Las diferencias de sueldo a favor de los pretorianos subsistieron, pero ahora
quedaba abierto el acceso a las tropas pretorianas desde las legiones. Ciudades y campo
durante los Severos. Para los Severos, las ciudades eran ante todo eslabones del sistema
fiscal. Las ciudades de oriente y de África, que vivían momentos de pujanza económica,
resistieron bien las nuevas cargas impositivas. Muchas accedieron al rango de muncipio,
incluso en Egipto, donde progresó el régimen de la propiedad privada de la tierra. Pero en
Occidente la época de los Severos fue la de la quiebra de muchas oligarquías municipales y el
abandono de muchas ciudades. En Hispania, entre fines del siglo II y comienzos del siglo III,
el régimen de villas rústicas se consolidó, exponente de la concentración de la propiedad
agraria. El igualitarismo estatutario resultante de las medidas de Caracalla contribuyó sin
duda ala integración de las masas campesina indígenas en la cultura romana. La política
imperial ayudó a reforzar la economía agraria. Septimio Severo puso en explotación nuevas
tierras en la Mauritania Cesariense, Numidia, Troplitania y Egipto, algunas de las cuales
quedaron como dominios imperiales pero otras en manos privadas. Los dominios imperiales
se llenaron de colonos con contratos de enfiteusis. Los Severos eran enemigos de los grandes
latifundistas; las provioncias danubianas, donde predominaba la pequeña y mediana
propiedad se adaptaban bien a su modelo y muchos soldados adquirieron allí propiedades tras
ser licenciados. Aun así, muchos pequeños campesinos vendían sus tierras para evitar el pago
de impuestos y trabajaban como colonos de un propietario mayor, pues la mano de obra
esclava, muy reducida, ya no era competencia.

Política religiosa. Formalmente, los Severos, con la excepción coyuntural de Heliogábalo,


continuaban apegados al panteón romano tradicional, aunque consideraban que otros dioses
podían ser útiles para proporcionar satisfacción espiritual al creyente. La Constitutio
Antoniniana reconocía lo que era una realidad: la capacidad de todo ciudadano para
vincularse a los cultos locales de su comunidad de origen. Alejandro Severo tenía en su
larario imágenes de Orfeo y de Jesús, y su madre estaba muy interesada por los cristianos.
Julia Domna y Julia Moesa seguían siendo devotas del dios solar Baal. Entre los sectores más
instruidos de las ciudades se habían consolidado las ideas sincréticas. Era muy común la idea
de que todos los dioses no eran más que manifestaciones de un único poder divino. Como el
monoteísmo cristiano no aceptaba sincretismos, Septimio Severo prohibió las conversiones al
cristianismo y al judaísmo durante su estancia oriental, seguramente preocupado por el auge
de las comunidades cristianas. Aunque prefería seguir una política al estilo de Trajano, tuvo
que aplicar algunas condenas. La libertad religiosa permitió la floración de los apologetas:
Tertuliano, Clemente de Alejandría... e incluso se celebraron sínodos de obispos. La unidad
religiosa de los persas en el zoroastrismo resultó un estímulo para consolidar las tendencias
sincréticas y para que, después de los Severos, se buscara la unidad religiosa en el culto al
Sol/Apolo. Pero entonces ya eran muchas las comunidades cristianas.

II. La crisis del siglo III. Tras el asesinato de Severo Alejandro cayó en una de sus mayores
crisis: los pueblos bárbaros mantuvieron durante décadas una constante presión en las
fronteras, la desmembración temporal del poder condujo a la aparición de usurpadores, las
condiciones económicas empeoraron y la peste volvió a azotar a la población del Imperio. La
primera fase de la crisis, hasta 268, fue la más dura. 1. De Maximino el Tracio a Galieno
(235-268). A pesar de la gravedad de la crisis, algunas de las medidas imperiales tuvieron
larga duración y sentaron las bases de la posterior actuación de los emperadores ilirios.

Maximino el Tracio (235-238) y los emperadores senatoriales. Ciudadano romano


descendiente de tracios que llevaban bastante tiempo asentados en el Imperio, es un
testimonio de las posibilidades de ascenso que los Severos abrieron a los militares. Su
principal preocupación fue la defensa de las fronteras, especialmente la renana y danubiana.
Pero un ejército numeroso y bien equipado suponía considerables gastos, lo que llevó a un
incremento de impuestos que provocó el descontento. En Italia y África (donde el latifundio
senatorial estaba más implantado) el procónsul de la provincia de África, Gordiano, fue
proclamado emperador en 238, y asoció al poder a su hijo Gordiano II. El Senado los
reconoció pero su aventura sólo duró 20 días, pues fueron vencidos por el legado de Numidia,
fiel a Maximino.
El Senado entonces buscó nuevos emperadores (Pupieno y Balbino). Pero, aunque Maximino
fue asesinado por sus propias tropas, los pretorianos asesinaron a Pupieno y Balbio y
proclamaron emperador a Gordiano III, que aún no había cumplido 13 años. Otro rasgo de la
política de Maximino fue la busca de la unidad religiosa del Imperio, lo que implicó la
persecución abierta de los cristianos, ordenando su búsqueda en lugar de esperar a las
denuncias. Además de su objetivo social y religioso, las condenas, que conllevaban la
confiscación de bienes, contribuían a financiar la guerra contra los bárbaros.

Gordiano III (238-244). Bajo el gobierno nominal de Gordiano III, el poder residía realmente
en el prefecto del pretorio, del orden ecuestre: primero Timesiteo y luego Filipo. Se
generalizó el uso de mercenarios germanos y godos y esta barbarización del ejército causó
rencillas con las tropas legionarias. En la frontera oriental, Sapor I, emperador de los persas,
sometió Osroene y Armenia, aliadas de los romanos. Filipo, tomando como excusa la
ineptitud del emperador, lo hizo asesinar y las tropas orientales le proclamaron emperador.
Filipo el Árabe (244-249). Su primera medida fue terminar la guerra contra los persas. A
cambio de ceder el protectorado de Osroene y Armenia y pagar 500.000 denarios, consiguió
que Sapor reconociera la frontera oriental romana. Esta paz comprada resultó funesta. Filipo
asoció a su hijo al gobierno, primero con el título tradicional de César, y luego con el de
Augusto. Creó dos grandes mandos permanentes: su hermano, Julio Prisco, prefecto del
pretorio, era rector Orientis y supervisaba todos los asuntos de la parte oriental del Imperio;
Severiano, su cuñado, recibió el gobierno conjunto de las dos provincias de Mesia. Como
ambos mandatarios debían mantener a sus legiones con los recursos de las provincias, se
incremenrtaron los descontentos. En Oriente surgieron dos usurpadores, y en los Balcanes fue
proclamado emperador Mesio Trajano Decio, que, en septiembre de 249, venció a Filipo y a
su hijo. Filipo dejó plena libertad de cultos y los cristianos dejaron de ser perseguidos. Decio
(249-251). Enseguida obtuvo del Senado los títulos de César y luego de Augustos para sus
hijos. Pero conservó en sus manos todos los resortes del poder; no hubo repartos territoriales.
Su origen senatorial marcó sus buenas relaciones con el Senado y su política religiosa hostil a
los cristianos. Se recrudeció la persecución contra ellos en los términos marcados por
Maximino. La dureza de la persecución hizo que muchos cristianos sacrificaran a los dioses,
y otros compraran el justificante (libellus) de haberlo hecho. Estos cristianos, llamaron lapsi,
generaron una larga polémica cuando quisieron volver a la Iglesia, pues rigoristas como
Novaciano se negaban a readmitirlos. Prevaleció sin embargo la opinión, favorable al perdón,
del Papa San Cornelio (m. en 253).
Los mercenarios godos que Filipo había contratado para la campaña contra los persas y que
tras la paz comprada habían sido licenciados sin compensación económica, decidieron ahora
cobrarse con creces la deuda por medio de sistemáticas campañas de saqueo sobre los
Balcanes y Asia Menor. El emperador y su hijo murieron en los enfrentamientos contra los
godos.

Treboniano Galo (251-253). Las legiones de Mesia proclamaron entonces emperador a


Treboniano Galo, quien resolvió temporalmente el problema de los godos aceptando sus
exigencias: no tenían que devolver botín ni prisioneros y se les concedía una cantidad anual
de denarios. Estas humillantes condiciones no resolvieron la raíz del problema y en 253,
cuando se les acabó el botín, los godos volvieron a sus incursiones. Las mismas tropas que lo
habían proclamado abandonaron al emperador y nombraron al legado de las provincias
Mesias, Emilio Emiliano. Treboniano pidió ayuda a las tropas mandadas por Licinio
Valeriano, pero éstas tomaron también la iniciativa de proclamar emperador a su jefe. El
embrollo se resolvió pronto: Emiliano venció a Treboniano pero fue asesinado por sus
soldados y quedó como emperador único P. Licinio Valeriano. Valeriano (253-260) y
Galieno (253-268). Una vez investido emperador, Valeriano instó al Senado a conceder el
título de Augusto a su hijo P. Licinio Galieno, a quien asoció al poder. Ambos emnperadores
se repartieron los ámbitos territoriales: Valeriano gobernó la parte oriental y Galieno la
occidental. Sapor I había renovado sus ataques en la frontera oriental, y Valeriano, tras unos
éxitos iniciales, cayó en una trampa y tuvo que rendirse con 70.000 hombres. Todos fueron
sometidos a esclavitud y obligados a trabajar para los persas lejos de la frontera romana. El
emperador murió poco después sin haber sido rescatado. Desde 260, Galieno gobernó solo en
una de las peores coyunturas políticas del siglo III. Para estabilizar la frontera oriental, acudió
a una nueva fórmula: nombró responsable de todo el Oriente a Odenato, príncipe de Palmira
(ciudad que gozaba de un estatuto especial de aliada, aunque dentro de la esfera de influencia
de Roma). Este gobernó con gran autonomía y frenó la expansión de los persas. En
Occidente, dos pueblos bárbaros, los francos y los alamanes, que habían cruzado la frontera
renana, saqueaban con total impunidad las ciudades y aldeas de Galia y de Hispania.
Póstumo, encargado de su represión, consiguió acabar con el peligro pero creó el "Imperio de
las Galias", un Estado autónomo con Tréveris como capital organizado a semejanza del
romano, con Senado y moneda propia. Galieno, ocupado en la frontera danubiana, no pudo
hacer nada. La historiografía antigua filosenatorial ha dejado una imagen negativa de Galieno
que ha sido corregida por la historiografía moderna. De hecho, tomó medidas administrativas
y militares de largo alcance. Mandó parar la persecución contra los cristianos ordenada por su
padre (lo que no gustó a un Senado tradicional, apegado a los dioses romanos). Era amigo de
Plotino, el filósofo neoplatónico.
Para evitar nuevas usurpaciones, puso a las legiones bajo la autoridad de prefectos de rango
ecuestre (hasta él sólo lo estaban las tropas pretorianas, las de Egipto y las de Mesopotamia;
el resto eran mandadas por legados, legati legionis, de rango senatorial). Además se apoyó
también en personas de rango ecuestre para el gobierno de algunas provincias (praeses, en
lugar del tradicional legatus Augusti pro praetore). Entre sus reformas militares, destaca la
gran importancia que concedió a los cuerpos de caballería, más útiles por su movilidad para
la defensa de la frontera. El jefe de caballería (magister equitum) se convirtió en uno de los
jefes militares más importantes. Galieno no tuvo tiempo de completar sus reformas, pues fue
asesinado por un jefe de la canballería, Aurelio Claudio. 2. Los emperadores ilirios. En esta
época comenzaron a sentirse los efectos de las reformas de Galieno, que condujeron a
grandes éxitos militares. La población estaba hastiada de usurpadores y estimuló el
nacionalismo romano y las ansias de unificación del Imperio. La monarquñia romana
encontró nuevos apoyos ideológicos en el culto al Sol Invicto, bajo cuya inspiración el
emperador resultaba victorioso, justo y ecuánime. El emperador se convirtió en dominus et
deus, señor y dios.

Aurelio Valerio Claudio (268-270). Conocido como Claudio II o Claudio el Gótico (por sus
victorias contra los enemigos más poderosos del Imperio), pocos emperadores ofrecieron
resultados políticos tan espectaculares en tan poco tiempo. No tuvo tiempo de acabar con el
"Imperio de las Galias" (donde Tétrico había sucedido a Póstumo) pero contribuyó a su
máximo debilitamiento gracias a las tropas enviadas a las órdenes de Julio Placidino,
praefectus vigilum. En Oriente, tras la muerte de Odenato, el nuevo corrector totius Orientis
era su hijo Septimio Vabalato Atenodoro. Pero el personaje fuerte era la viuda, Zenobia, que
inció una tarea de sometimiento de los territorios romanos orientales para ampiarlos en el
gran reino ampliado de Palmira. Vabalato se transformó en rey. Claudio no podía intervenir
en Oriente, ocupado como estaba en Italia (donde obligó a retirarse a los alamanes) y en los
Balcanes, conteniendo la presión de los godos que, aliados con los hérulos, habían formado
una gran armada en el mar Negro. Incluso llegaron a operar en el Egeo y a saquear Atenas.
Los autores antiguos hablan de un ejército bárbaro de 300.000 hombres. Finalmente las
tropas romanas les infligieron la gran derrota de Naiso (269) y la peste se cebó en los
supervivientes. Claudio completó la obra de sumisión de estos pueblos permitiendo que los
godos y los hérulos restantes se asentaran dentro del Imperio. Aureliano (270-275) y la
reunificación del Imperio. Ante la inesperada muerte de Claudio, el ejército proclamó
emperador a L. Domicio Aureliano, que había estado al frente de la caballería. Este no dudó
en intervenir modificando aspectos constitucionales para solucionar los grandes problemas
pendientes del Imperio.
Se abandonaron definitivamente a los bárbaros la provincia de Dacia y los Campos
Decumanos, reorganizando la defensa natural del Rhin y el Danubio, y se creó una nueva
Dacia al sur del Danubio con territorio de las Mesias. Para encauzar la fuerza militar de los
bárbaros, se comenzó a reclutarlos como tropas complementarias de las legiones; aunque
había precedentes, la medida resultaba novedosa por su mayor volumen (ej. 2000 jinetes
vándalos). En cambio, con los yutungos, que invadieron el norte de Italia en dos ocasiones
(270 y 271) no hubo pactos: fueron derrotados y diezmados. Aureliano emprendió entonces la
campaña contra el reino de Palmira (272-273), que no rersultó difícil: varios siglos de
dominio romano habían creado demasiados vínculos en los territorios anexionados. Egipto,
que se había incorporado al reino palmireño, fue gravado con nuevos impuestos como
castigo, lo que permitió a Aureliano ser generoso y condonar todas las deudas con el Fisco.
Eso favoreció a las capas sociales medias y bajas de Italia y las provincias. El "Imperio de las
Galias" cayó también como una fruta madura, pues el mismo Tétrico pactó con Aureliano y
lo entregó. La reforma monetaria permitió recuperar la confianza en el sistema monetario.
Aureliano hizo desaparecer los antoninianos (que contaban con una escasa proporción de
plata) y creó una nueva moneda de plata, el aureliniano, con claro respaldo estatal y parida
fija respecto a las monedas de bronce y oro. Para paliar las consecuencias de la ligera subida
de precios a que dio lugar esta medida, las tradicionales ayudas a la plebe romana se
ampliaron a otras grande ciudades del Imperio.

Claudio Tácito (275-276). Una conjura de sus propios oficiales asesinó a Aureliano y la
descoordinación de los jefes militares permitió al Senado elegir al nuevo emperador, Claudio
Tácito, un itálico. Éste sólo tuvo tiempo de conducir una campaña victoriosa contra los godos
que habían cruzado el Bósforo y reaizaban incursiones de pillaje en Asia Menor. Asesinado
en 276, el Senado tuvo que aceptar a otro militar ilirio, Aurelio Probo, proclamado or las
legiones de Oriente. Aurelio Probo (276-282). Probo había formado parte del grupo de altos
mandos militares de Aureliano; cuando fue proclamado era dux totius Orientis con un
mandato especial. Su primera medida fue castigar los asesinatos de Aureliano y de Tácito.
Probo pasó gran parte de su gobierno dirigiendo campañas militares contra los pueblos
bárbaros. En 277, desbarató una coalición de burgundios, francos y vándalos que asolaban las
Galias; los supervivientes fueron asentados en el interior del Imperio. Los francos, que habían
recibido tierras en el Bajo Danubio, prefirieron dedicarse al a la piratería por el Mediterráneo,
llegando a tomar Siracusa. En Oriente, los sármatas habían cruzado el Danubio, los isaurios
hacían correrías por Asia Menor y los blemios asolaban Egipto (apoyados por algunas
comunidades hartas de la presión fiscal romana). Probo fue controlando los focos de
inestabilidad.
Para no incrementar la presión fiscal, Probo obligaba a los soldados que no estaban en
campaña a contribuir con su trabajo en las obras públicas. Finalmente fue asesinado por ellos.

Caro, Carino y Numeriano (282-284). Las tropas de Retia y del Nórico proclamaron
emperador a Caro, prefecto del pretorio bajo Probo. Acudió a la antigua fórmula y proclamó
Césares, y poco más tarde Augustos, a sus hijos Carino y Numeriano. La intervención más
significativa de Caro fue su campaña contra los persas, que de nuevo amenzaban la frontera
oriental. Consiguió recuperar casi toda Mesopotamia y algunas ciudades importantes como
Seleucia o Ctesifonte, pero murió en la campaña. Caro había delegado en Carino el control de
Occidente y en Numeriano el de Oriente. Carino consiguió la completa pacificación de las
Galias, pero Numeriano firmó un tratado con los persas volviéndoles a ceder gran parte de los
dominios recuperados. El descontento militar ante esta decisión condujo a la proclamación
como emperador de otro alto militar ilirio, C. Valerio Diocles, conocido como Diocleciano.

3. Poder imperial y Administración central durante la crisis del siglo III. La necesidad de
atender con urgencia a los peligros que amenzaban al Imperio consolidó la práctica de que el
ejército se convirtiera en elector de los emperadores. Varios ni siquiera recibieron la
investidura formal del Senado. La indefinición jurídica sobre la forma de sucesión contribuyó
decisivamente a la prolongación de la anarquía. La mayor parte de los emperadores recibició
la proclamación de las tropas asentadas en la frontera danubiana. Formalmente su poder se
basaba, de acuerdo con la tradición, en la potestad tribunicia, el mando sobre el conjunto del
ejército (imperium maius) y en el pontificado máximo. El absolutismo se consolidó y hubo
un acercamiento mayor a la divinización. El Senado se mantuvo como órgano de prestigio,
pero carente de toda capacidad política y legislativa. Los senadores perdieron posiciones en la
administración en beneficio del orden ecuestre y de personas salidas de los rangos del
Ejército, entre ellas el nuevo grupo de los Cesariani. La administración municipal fue puesta
plenamente al servicio de la central: los decuriones más ricos quedaron obligados a responder
con sus fortunas de las contribuciones exigidas por el Fisco a una localidad. También algunos
collegia fueron obligados a subvenir con sus bienes al Ejército o a la plebe alimentaria de
Roma u otras ciudades. Los contingentes militares se incrementaron hasta 33 legiones.
Además el aumento de las tropas de caballería hacía aun más elevados los gastos militares,
pero había que tener contento al Ejército para evitar más usurpaciones y pronunciamientos.
¿Cómo no sucumbió el Imperio ante semejantes dificultades? Para responder a esta pregunta
hay que entender la fuerza del nacionalismo romano, basado en la participación en una
misma ciudadanía, en una cultura común que había penetrado en amplias capas sociales y en
intereses económicos comunes. Pero sobre todo fueron el ejército y la disciplina militar los
que mantuvieron la unidad del Imperio.
4. Campo, ciudad y capas populares en la crisis del siglo III. Se calcula que a finales del siglo
III la población del Imperio rondaba los cincuenta millones de habitantes, frente a los setenta
millones que había antes de la peste que se produjo en tiempos de Marco Aurelio. Los
ataques de los pueblos exteriores y las dificultades económicas condujeron al abandono o la
reducción del eprímetro habitable de algunas ciudades. También la consolidación del régimen
de grandes dominios operó negativamente sobre la vida urbana. La documentación epigráfica
y los restos arqueológicos testimonian que durante el siglo III se rpodujo una clara reducción
de las prácticas evergéticas y de las actividades edilicias. La progresiva debilidad económica
de las ciudades, sumada a la inseguridad de las comunicaciones, condujo al repliegue de las
actividades artesanales y comerciales. Las villas rústicas se dotaron de molinos, herrerías, etc.
para autoabastecerse. Muchos pequeños propietarios vendieron sus tierras para trabajar como
colonos en los grandes dominios. Aunque seguía siendo libre, el colono fue progresivamente
vinculándose a la tierra. El sistema esclavista entró en crisis: la paralización de las campañas
de conquista había cortado una de las fuentes de abastecimiento de mano de obra esclava.
Resultaba más rentable el trabajo de los colonos, que tenían el estímulo de obtener beneficios
también para ellos. Este proceso tuvo, naturalmente, numerosas excepciones. Afectó más al
ámbito occidental que al oriental del Imperio. Las ciudades portuarias (y algunas del interior
situadas en emplazamientos estratégicos) siguieron conservando un alto grado de actividad
comercial y artesanal. 5. Religión y otras corrientes ideológicas durante el siglo III. Varios
factores contribuyeron a una afloración de las culturas y tradiciones religiosas locales: la
debilidad del poder central, la generalización de la ciudadanía romana y el estado general de
inestabilidad. No hay que entender este fenómeno como una resistencia a la romanización,
sino como una mayor libertad en la afloración de cultos que habían pervivido después de la
conquista romana. Los dioses del panteón greco-romano seguían recibiendo culto pero eran
entendidos de forma nueva. Los medios más cultivados los interpretaban de acuerdo con la
filosofía neoplatónica, cuyo principal representante, Plotino, defendía la unidad de un ser
infinito y trascendente que se manifestaba de formas distintas y jerarquizadas a través de
astros superiores y daimones sublunares. Así se conjugaban las ideas de Platón con las de los
astrólogos para quienes los astros eran dioses. En la concepción heliocéntrica dominante, el
Sol era el astro rey, la divinidad suprema, de la que recibían vida los otros planetas o dioses
inferiores. Se daba pues una visión monoteísta de los dioses greco-romanos. En cuanto al
culto imperial, el emperador vivo, sin ser considerado un dios, era el primer protegido del Sol
Invicto y el más cercano a lo divino. Las tendencias relligiosas sincréticas con más auge en el
siglo III fueron los escritos recogidos más tarde como revelación de Hermes Trismegisto así
como los Oráculos Caldeos, que transmitían una visión sintética de las creencias monoteístas
egipcias y orientales. Otro fenómeno paralelo fue el maniqueísmo que, predicado por Mani
(217-276) en Persia, se difundió por la parte oriental del Imperio y llegó a penetrar en algunas
comunidades cristianas. El culto al dios iranio Mithra llegó hasta el extremo occidental del
Imperio y fue reconocido por el poder imperial. Los años de la crisis del siglo III coinciden
con un periodo de consolidación del cristianismo en el Imperio, a pesar de las persecuciones
sufridas, algunas de gran dureza como las de Decio y Valeriano. Las persecuciones, que se
cebaron en las comunidades más numerosas (Alejandría, Antioquía, Roma...), estaban
dirigidas a que aflorara la jerarquía eclesiástica para sí desarticular al conjunto de las
comunidades. Por eso afectaron de manera especial a las clases sociales superiores a las que
pertenecían el clero y los cuadros administrativos. La tensión impuesta a los cristianos por las
persecuiones, la pugna con otras creencias y los progresos de la evangelización aceleraron la
organización material, jerárquica y espiritual de la Iglesia. Los cristianos se habían servido
del reconocimiento de los collegia como personas jurídicas desde la época de Adriano. La
Iglesia fue formando así un importante patrimonio, sobre todo a partir de la incorporación de
personas de las altas capas sociales. El grupo llamado "las viudas de la Iglesia" procedía de
las clases acomodadas y se dedicaban al servicio de las comunidades y la ayuda a los
necesitados. Se tomó como modelo la organización civil del Estado. Al frente del conjunto de
los cristianos de una ciudad había un obispo, que ejercía su autoridad sobre los presbíteros o
sacerdotes, que a su vez eran ayudados por diáconos y lectores. El obispo que residía en la
capital de una provincia (metropolitano) tenía una autoridad superior a la de los demás. Se
precisaron también la doctrina común y las prácticas religiosas. Los escritos de Clemente de
Alejandría, Tertuliano, Orígenes, etc contribuyeron a crear un cuerpo dctrinal común. Se
institucionalizó el catecumenado de tres años y la reunión mínima semanal para celebrar la
eucaristía. El resultado fue una Iglesia fuertemente cohesionada y jerarquizada, capaz de
resistir cualquier otra persecución, como se demostró poco después bajo el gobierno de
Diocleciano. La metamorfosis cultural. (EUNSA). p. 328. El estudio de las mentalidades en
este siglo III ofrece características muy interesantes que explican el por qué de la
metamorfosis de la cultura clásica. Por un lado esta cultura se encontraba ya muy vulgarizada
por la decadencia del espíritu racionalista y científico; por otro, se había producido lo que
Santo Mazzarino ha llamado "la democratización de la cultura", que debe entenderse en un
doble sentido: a) simplificación general de los conceptos e ideas, con la difusión de nociones
accesiblea a las masas; b) una cierta descolonización cultural del Imperio, que se tradujo en el
renacimiento de las culturas locales. La evolución literaria y científica. Las características
esenciales de la época son: la decadencia de los géneros clásicos. el desinterés por la realidad
social presente y por la investigación científica, la descentralización de los centros de
producción literaria y la ampliación de la base social de autores y lectores. En efecto, aunque
los estudios de gramática, filología y retórica continuaron, por necesidades de la
admnistración pública, se observa un estancamiento y un claro deseo de servir a una rápida y
superficial culturización del público lector.
La historiografía continuó su decadencia, en parte obligada por el creciente absolutismo
monárquico. Verdaderos historiadores al estilo clásico sólo fueron Dión Casio (163-235), el
sirio Herodiano y el griego Dexipo. El aspecto más interesante de la actividad literaria de la
época es el éxito de la novela grecorromana, como medio de evasión de una realidad presente
no agradable (Franz Altheim). La novela tiene una sociología más extensa que otros géneros
más aristocráticos y en ella aparecen aventuras fabulosas y el frecuente recurso a la
intevención divina y a prácticas mágicas. Un buen ejemplo es El Asno de Oro, también
llamado Las metamorfosis, de Apuleyo (c. 150). En esta novela el retor africano escribía (en
griego) lo que se ha llamado el evangelio de la religión isíaca, en un lenguaje colorista con
amplio espacio para lo maravilloso y lo esotérico. La filosofía. Neoplatonismo. Aunque la
filosofía tradicional se seguía cultivando en el "invernadero" en que se había convertido
Atenas, la filosofía más viva muestra inclinación por los problemas morales y religiosos,
transformándose en muchos casos en pura teosofía y teurgia. A cubrir las insuficiencias de la
filosofía tradicional helénica contribuyó el neoplatonismo, último gran movimiento filosófico
de la Antigüedad, heredero de elementos platónicos y aristotélicos pero también estoicos,
neopitagóricos y dualistas de tradición irania. Su sistematizador fue Plotino (205-270),
antiguo estudiante alejandrino que con el apoyo de Galieno fundó una brillante escuela en
Roma. En sus lecciones y comentarios (reunidos y editados por su discípulo Porfirio bajo el
nombre de Enneadas) nos ha dejado un completo sistema filosófico. Para él, el hombre es una
parte orgánica del universo, y el mal que encuentra en el mundo ha de aceptarse
resignadamente. El hombre conseguirá sus más altos objetivos mediante la contemplación y
la unión mística con la divinidad, para lo cual debe caminar por una vía de perfección
personal, despojándose de toda mancha material y esforzándose en la virtud de la justicia, en
la moderación y en la autarquía. Su cosmología es muy propia de la época. Plotino cree que
el origen del Universo está en un principio divino exterior a él, del cual, y por medio de
emanaciones, han surgido el Espíritu con sus Ideas inmanentes, las almas, la fuerza de la
Naturaleza y la Materia, en gradación jerárquica. Así se limita el primordial dualismo (pues la
Materia y el mal se colocan en la última emanación) y se deja amplio espacio al panteón
tradicional. Esta extraña mezcla de elementos racionales e irracionales sería el refugio
preferido de la intelectualidad pagana en los años sucesivos. Teurgia, adivinación y
astrología. El neoplatonismo de Yámblico concedía gran espacio a prácticas no estrictamente
racionales, defendiendo que el fundamental objetivo de tomar contacto con la divinidad se
podía alcanzar con prácticas teúrgicas mejor que con el esfuerzo del intelecto. La intensa
fermentación mística y sincrética de esta época produjo el florecimiento del hermetismo
(supuestamente resultado de la revelación de Hermes Trimegisto, helenización del Thot
egipcio) y de la gnosis, que siguió gozando de enorme influencia en el siglo III. Todos estos
escritos consideran fundamental la pistis, la fe en el testimonio revelado y codificado por
escrito, para llegar al logismos, la convicción razonada. La unión entre religión y filosofía era
cada vez más estrecha. Mientras tanto, el Cristianismo, que lentamente emergía como la
religión más importante del Imperio, se revestía de un lenguaje tomado de la filosofía
tradicional helénica. Esta relativa similtud de perspectivas es el mejor testimonio de un hecho
esencial: la absoluta
preponderancia del fenómeno religioso en esta época. Una nueva religiosidad. El predominio
de la religión se observa en cualquier ambiente social y a cualquier nivel cultural. Las
calamidades de la época, como ha señalado Dodds, tenían que incidir forzosamente en las
actitudes espirituales, que buscan la liberación del mundo material (para muchos incluso el
mismo principio del mal). Se afianza la creencia en una única divinidad suprema. El
Cristianismo se distingue radicalmente de las otras religiones de salvación por su total
exclusivismo, su mayor apertura proselitista y su sentido comunitario plasmado en la
existencia organizada de la Iglesia. Los cultos orientales. De los cultos y religiones orientales,
el de Isis y Serapis siguió gozando de prestigio. Su moderación ritual y sus tendencia
monoteístas eran del agrado del poder imperial. Sin embargo, los rigores de su iniciación y su
falta de implantación rural impidieron una mayor difusión. Las diversas divinidades astrales
de origen sirio y anatólico, de gran capacidad sincrética con los dioses tradicionales, seguían
estando ampliamente difundidas. Pero la principal religión mistérica del siglo III es el
mithraísmo. Favorecido por la amplia difusión de las ideas duallísticas de origen iranio, fue la
religión por excelencia de los soldados ilirios. El culto de Mithra ofrecía una esperanza cierta
del triunfo final y cósmico del Bien y la necesidad para el creyente de desarrollar en la tierra
una moralidad activa y sin fisuras. Contaba además con un clero rígidamente jerarquizado y
unas prácticas iniciáticas complejas pero sin excesos violentos. Sin embargo, no se adaptaba
bien al medio urbano, y sus lugares de culto -los mithraeos subterráneos-fomentaron un cierto
esoterismo minoritario. En todo caso, el mithraísmo se vio favorecido por el culto oficial al
Sol Invicto instaurado por los ilirios. A caballo entre el dualismo iranio, la gnosis y el
cristianismo, hay que situar al maniqueísmo. Fundado por Mani (217-276) en el Imperio
sasánida, se vio favorecido por la protección que le otorgaron los soberanos persas como
arma de propaganda contra Roma, difundiéndose con rapidez por las provincias orientales y
Egipto. El sincretismo religioso. El culto al Sol Invicto es un ejemplo de la aceptación
generalizada de un monoteísmo primigenio y esencial, cuyo ensamblaje con la multiplicidad
cultual pagana podía alcanzarse por vía sincrética. Este sincretismo, documentado
fundamentalmente en la epigrafía y la iconografía de los objetos de culto, se refleja en las
provincias occidentales en la simple yuxtaposición de divinidades del panteón clásico y
viejos dioses locales indígenas. La vieja religión grecorromana y el culto imperial no eran
más que una fachada, una prueba de lealtad, faltos de verdadera religiosidad. Para sobrevivir,
el paganismo tradicional intentó adoptar algunas características de sus competidores: consulta
de saberes sagrados en textos codificados y aceptación de un monoteísmo fundamental en
que las divinidades menores son sólo aspectos, fuerzas o emanaciones de la divinidad
suprema. En todo caso eran especulaciones religiosas de los medios intelectuales, que no
alcanzaban a las masas populares. Persistencias culturales indígenas. El renacimiento de las
culturas locales es perceptible tanto en la plástica como en la religión. Lo que se ha llamado
"renacimiento céltico", sobre todo en las artes menores de las provincias hispánicas a
danubianas, es una muestra de la energía renovada de áreas y grupos sociales
hasta entonces marginales. El mismo arte oficial va asumiendo elementos de la cultura
indígena y de la llamada corriente plebeya itálica como la frontalidad, la narración lineal, la
representación jerárquica de las figuras y la sumisión a objetivos ornamentales de lo
figurativo. Esto es el reflejo del poder político y económico de grupos antes marginales,
como los rudos soldados ilirios, de los que algunos llegan al trono imperial, y de la creciente
importancia del mundo rural frente a la decadencia de la vida urbana y de sus oligarquías
municipales. Detrás de esta oposición campo-ciudad se ocultaban a veces antagonismos
sociales y un rechazo al Estado romano en lo que tenía de más opresivo. Las grandes
religiones de salvación y sobre todo el Cristianismo contribuyeron a esas resurgencias
indígenas por las necesidades de una catequesis abierta a todos los grupos sociales y por sus
mismos orígenes no clásicos.
TEMA 55: DIOCLECIANO Y LA REORGANIZACIÓN DEL IMPERIO Con la
proclamación de Diocleciano (284-305), se inició una nueva fase histórica calificada como
Bajo Imperio o Antigüedad Tardía, que el ámbito occidental duró hasta el siglo V y en el
ámbito oriental se prolongó en el Imperio bizantino. Entre las reformas de Diocleciano, unas
tuvieron corta vigencia y otras larga, pero todas consolidaron un nuevo modelo económico y
social. 1. El sistema tetrárquico. El sistema de gobierno tetrárquico (en el cual había dos
Augustos y dos sucesores o Césares) no se creó en una sola decisión de gobierno sino que fue
el resultado de un proceso que se fue perfilando al dar respuesta a necesidades concretas.

La formación de la Tetrarquía. Diocleciano fue proclamado emperador en Nicomedia,


después de haber matado con sus propias manos al prefecto del pretorio, Aper. Hasta 285 no
se libró de Carino. En Occidente continuaban los peligros de la frontera renana y la bagauda
en las Galias (bandas de indigentes -esclavos, colonos o campesinos huidos por problemas
sociales- que recorrían los campos). En Oriente, los bárbaros seguían cruzando la frontera
danubiana, el nuevo emperador persa, Narsés, incumplía los pactos con Roma y Egipto era de
nuevo un hervidero de protestas antirromanas. La Tetrarquía surgió así como una respuesta a
la necesidad de repartir los centros de decisión imperial, evitando la aparición de usurpadores
y la disgregación del Imperio. En 285 Diocleciano asoció al poder a M. Aurelio Maximiano
con el título de César; el año siguiente, tras sus éxitos militares en las Galias, Maximiano
recibió el título de Augusto y los mismos poderes que Diocleciano (imperium, potestad
tribunicia, pontificado máximo). El Imperio no se dividió; Diocleciano mantenía una
autoridad superior y gobernaba directamente la parte oriental, mientras Maximiano se
ocupaba de las provincias occidentales. Hasta 293 no fueron nombrados los Césares: Galerio
y Constancio llamado Cloro. Así se hacía innecesaria la fórmula de los mandatos militares
extraordinarios y por tanto se dismminuían las posibilidades de usurpación (aunque Carausio
protagonizó un intento de reeditar el "Imperio de las Galias", que fue aplastado en 296 por los
esfuerzos conjuntos de Maximiano y el César Constancio). En Oriente, Diocleciano tuvo que
enfrentarse a los yazigos, carpos y bastarnos en el Bajo Danubio, y reforzar esta frontera con
la construcción de algunos fuertes en la orilla izquierda del río. También tuvo que intervenir
en Egipto (297) para pacificar el país. Ese mismo año, Narsés ocupó Armenia, Osroene y
gran parte de Siria. Demostrando la eficacia del sistema tetrárquico, el César Galerio preparó
la campaña contra los persas, retomó los dominios romanos y estableció la frontera en el
Tigris. Los nuevos territorios situados más allá del Tigris fueron entregados a príncipes-
clientes armenios. En 298 Narsés aceptó las condiciones de paz impuestas por Roma. En 305,
ambos Augustos abdicaron y los dos Césares pasaron a sustituirlos con el título de Augustos.
Como nuevos Césares se nombró a Severo para el Occidente y Maximino Daya para el
Oriente.

La Tetrarquía. Los Augustos recibían los títulos tradicionales del poder imperial (imperium,
potestad tribunicia, pontificado máximo, padre de la patria). El imperium de los Césares
estaba limitado y, aunque tenían un ámbito geográfico determinado, podían actuar en otros
frentes si así lo decidían los Augustos. Unos y otros podían desempeñar el consulado, que ya
no tenía poderes reales. Los cuatro príncipes formaban un colectivo responsable de las
constituciones imperiales y recibían por igual los títulos honoríficos derivados de los éxitos
militares. Para reforzar la continuidad del poder, cada uno de los primeros Césares fue
adoptado por un Augusto y se vio obligado a casarse con la hija de su padre adoptivo
(Diocleciano no tenía hijos y Maximiano tenía uno, Majencio, pero muy joven). Los
segundos Césares, elegidos en 305, no tenían relación de parentesco con sus Augustos. El
sistema adoptivo provocó el descontento de Constantino (hijo de Constancio) y de Majencio,
que ya era un hombre. El sistema tetrárquico entró así en crisis. El reparto del poder imperial
no conllevó la creación de cuatro capitales para el Imperio. Cada Augusto y cada César
contaba con una o dos residencias habituales según lo exigiera la administración o las
campañas militares: Diocleciano, Antioquía o Nicomedia; Maximiano Aquileya o Milán;
Galerio, Sirmio; Constancio, Tréveris. Diocleciano y Maximiano se presentaban con los
títulos respectivos de Iovius y Herculeus, lo que indicaba la gradación entre ambos y el apoyo
de Júpiter y Hércules al poder. Los emperadores no eran dioses, sino sus representantes y
descendientes. No es casual la elección de dos divinidades romanas en lugar del Sol,
identificado con Mithra, dios de origen persa (Roma seguía enfrentada a los persas). En
cambio, los emperadores se rodeaban de un boato oriental y recibían la "adoración" de sus
súbditos.

2. Las reformas de Diocleciano. Algunos aspectos de las reformas de Diocleciano tenían


precedentes en los emperadores del s. III. Pero él las amplió y las incluyó en un sistema
político y administrativo coherente.

La Administración central. Los altos cargos de la Administración central fueron ocupados por
senadores o caballeros indistintamente. Esta equiparación se correspondía con el
acercamiento de ambos grupos en condiciones económicas y sociales. Además el emperador
podía incluir en el Senado a cuantos caballeros desease mediante la adlectio y conceder los
símbolos consulares (ornamenta consularia) a los que se hubieran distinguido en el
desempeño de sus cargos. El consejo imperial perdió parte del carácter militar que había
tenido durante la crisis; en cambio había adquirido mayor peso el sustituto personal del
emperador, el vicarius a consiliis sacris, que coordinaba las seis secciones de la cancillería
imperial: a libellis, a studiis, a memoria, ab epistulis, a cognitionibus y a rationibus. Las
oficinas se jerarquizaron tomando el modelo de la milicia, el propio servicio en las oficinas
imperiales se denominaba militia. Otros civiles del grupo de confianza del emperador fueron
puestos al frente de las grandes oficinas centrales con el título de magistri.

Diócesis y nuevas provincias. Las antiguas provincias fueron subdivididas en otras menores
para acercar la administración a los administrados y reducir el poder de los gobernadores
provinciales. De 48/50 provincias se pasó a alrededor de 100. Incluso Egipto se dividió en
tres provincias. Se culminó el proceso de provincialización de Italia al dividirla en doce
distritos (Umbría, Campania, Etruria, etc), cada uno bajo la autoridad de un corrector de
rango senatorial. El gobierno de Asia y África se siguió encargando a senadores, pero el resto
pasaron a ser gobernadas por praesides de rango ecuestre. Además, los gobernadores dejaron
de tener mando sobre el ejército y en cambio asumieron las competencias de los cuestores y
procuradores en asuntos fiscales y las de los legados jurídicos. Más novedosa aún fue la
creación de las doce diócesis: Hispania, Britania, África, Italia, Galia de Viena, Galia de
Tréveris, Oriente, Ponto, Asia, Tracia, Mesia y Panonia. Cada una de ellas englobaba a varias
provincias (en número variable) y a su frente había un representante personal del emperador,
un vicario de rango ecuestre. A efectos militares existen dos prefectos del pretorio, el de
Oriente y el de Occidente, que son nombrados por los emperadores. Se multiplicó el número
de funcionarios, y un cuerpo especial es éstos, los agentes in rebus, auténticos policías al
servicio del emperador, le informaban minuciosa y actualizadamente. Sistema defensivo y
ejército. Para reforzar las fronteras Diocleciano creó los llamados strata Diocleciana, una red
coordinada de fortines militares, asentados a veces al otro lado de la frontera, para mejorar el
control sobre los pasos naturales que usaban los pueblos exteriores en sus incursiones. El
ejército quedó dividido en dos grandes bloques: las tropas fronterizas o limitanei y las que
seguían al emperador, comitatenses, más móviles y preparadas para intervenir reforzando a
los limitanei. Salvo los persas (que usaban grandes contingentes militares) los enemigos
exteriores atacaban en grupos reducidos y a veces simultáneamente en puntos distintos. Para
adaptarse a esta nueva situación, Diocleciano redujo aproximadamente a la mitad los
componentes de cada legión y a la vez incrementó el número de éstas. Nuevo sistema fiscal.
El sistema fiscal de Diocleciano se basó en la iugatio-capitatio. Aunque la historiografía
moderna lo ha explicado de maneras diversas, según Piganiol, Mazzarino y otros, en la
revisión del censo de 297 se calculó el número de personas y el terreno laborable de cada
diócesis. El resultado de dividir las tierras -atendiendo asu calidad y tipo de plantación- por el
número de trabajadores adultos (caput) daba una cantidad de tierra (iugum) sobre la cual cada
trabajador debía responder ante el fisco. Una mujer equivalía a medio caput. En la diócesis de
Oriente, una unidad de iugum-caput era equivalente a 5 yugadas de viñedo, 20 yugadas de
tierras llanas o 40 yugadas de tierra de montaña. Cada iugum estaba sometido a la misma
cantidad impositiva.
El sistema de iugatio-capitatio que afectaba a la población rural, la más numerosa del
Imperio, suponía una vinculación del trabajador con la tierra: si el campesino huía para
librarse de los impuestos, el Estado seguía percibiendo la misma cantidad de quienes se
quedaban. El sistema estimulaba la máxima explotación de las tierras, incluso las menos
productivas, para soportar mejor el rigor de unas cargas impositivas estables. El impuesto se
percibía casi siempre en especie. La Italia situada al norte del Po quedó igualmente sujeta a la
iugatio-capitatio (Italia Annonaria), mientras que el resto (Italia Suburbicaria) sólo contribuía
a los gastos de la ciudad de Roma. La población urbana desvinculada de las actividades
agrarias estaba organizada en asociaciones profesionales, collegia. Bajo Diocleciano se
completó el proceso por el cual estos collegia quedaron controlados y puestos al servicio del
Estado.

Reforma monetaria y edicto de precios. La capacidad adquisitiva del denario dioclecianeo, la


moneda de los pobres, era veinte veces inferior a la del denario de Trajano. Para mantener su
valor Diocleciano introdujo el follis, una nueva moneda de bronce. Pero el resultado de la
reforma fue una subida de los precios y el empeoramiento de la situación de las bajas capas
sociales. Diocleciano publicó entonces (301) un edicto sobre precios máximos de cientos de
productos y salarios, que amenazaba con la pena de muerte a los infractores. Pero los autores
modernos coinciden en que topó con muchas dificultades y no tuvo una aplicación general.
Fue suprimido por Constantino en una nueva reforma monetaria.

3. La política religiosa durante la Tetrarquía. La política religiosa de los tetrarcas tuvo tres
grandes ejes:

intento de revitalizar el fondo religioso tradicional romano. Tras los éxitos militares, en 303
se celebraron los 20 años del gobierno de Diocleciano y en 305 los de Maximiano. Durante
las celebraciones se repetían los rituales religiosos para renovar la paz con los dioses romanos
y se exaltaba el nacionalismo romano. persecución de los maniqueos, temiendo que al
amparo de sus comunidades se organizaran grupos de apoyo o simpatizantes de los persas.
persecución de los cristianos. Éstos se negaban a participar en los rituales en honor de los
dioses romanos, lo que explica la nueva persecución imperial. Los llamados "mártires de la
legión tebana" ya se habían negado en 286 al sacrificio general del ejército ordenado por
Maximiano y fueron ejecutados. La última de las persecuciones romanas es atribuida
comúnmente a Diocleciano, pero su principal instigador fue el César Galerio, un ferviente
pagano. Fue la más cruel de las persecuciones. El 23 feb. 303, Diocleciano promulga el
primer edicto: a fin de purgar de cristianos la administración, se les obligó a abandonar su
cargo de funcionarios, se ordenó la destrucción de los edificios y libros sagrados, quedaron
prohibidas las reuniones litúrgicas, y se privó a los cristianos de todos los honores y derechos
cívicos. El Emperador quería inicialmente evitar el derrame de sangre, lo cual no satisfizo a
Galerio. Siguió un segundo edicto general a fines de abril del mismo a. 303: ordenaba el
encarcelamiento de los jefes de la Iglesia. Un tercer edicto decretó la tortura y la misma pena
capital para los que no hubiesen sacrificado a los dioses. Finalmente, a comienzos de 304, y
de nuevo por clara instigación de Galerio, un cuarto edicto ordenó un sacrificio pagano
general en todo el Imperio; el que se negase a participar se hacía reo de pena de muerte o
debía ser condenado a los trabajos forzados. Cayeron víctimas de esta persecución
innumerables mártires. En casi todo el Imperio fue derramada mucha sangre, principalmente
en Oriente; allí la persecución fue continuada por Maximino Daya hasta el año 312. Sin
embargo, era demasiado tarde, pues el cristianismo estaba ya fuertemente asentado en la
población. La lección de este error político fue aprendida por Constantino.
TEMA 56: EL IMPERIO CRISTIANO I. La época de Constantino (305-337) 1. Historia
política. Hasta 326, Constantino no quedó como emperador único; sin embargo, su aparición
en la escena política se produjo en 305, cuando los Augustos tomaron la decisión de abdicar y
se produjo una nueva Tetrarquía. Los nuevos Césares fueron Severo y Maximino Daya.
Majencio, hijo de Maximiano, el Augusto abdicante, y Constantino, hijo de Constancio, uno
de los nuevos Augustos, no fueron tenidos en consideración. Majencio era muy joven, pero
Constantino ya había ocupado altos cargos de responsabilidad al frente del ejército y se sintió
ofendido.

Crisis del sistema tetrárquico (306-314). En 306 murió en Britania el Augusto Constancio, y
las tropas proclamaron Augusto a su hijo Constantino. El otro Augusto, Galerio, se negó a
aceptar esta proclamación, pero sí lo aceptó como César. La Tetrarquía quedaba así:
Augustos: Severo y Galerio; Césares: Constantino y Maximino Daya. Pero Constantino se
negó a renunciar al título de Augusto. Poco después Majencio era proclamado también
Augusto por las tropas pretorianas de Roma, con el apoyo de su padre, Maximiano, que
abandonó su forzado retiro y volvió también a tomar el título de Augusto. El Augusto Severo
intervino militarmente, pero sus tropas se negaron a luchar contra las de Maximiano y lo
asesinaron. Diocleciano salió entonces de su dorado retiro en el palacio de Split y convocó a
una reunión en Carnuntum a Maximiano y a Galerio. De ahí salió una nueva Tetrarquía:
Augustos: Galerio y Licinio (una persona de confianza de Galerio); Césares, Constantino y
Maximino Daya. Pero Constantino y Majencio no renunciaron a su título. La situación se fue
despejando entre 309 y 311 con la muerte de Maximiano y de Galerio. Pero entonces
Maximino Daya pasó a ser Augusto. Había ahora cuatro Augustos: los dos "oficiales",
Licinio y Maximino Daya, y dos autoproclamados, Constantino y Majencio. Los más
capacitados, Licinio y Constantino, iniciaron una política coordinada desde 312 para hacerse
los únicos dueños del poder imperial. Constantino venció a Majencio en el Puente Milvio y se
quedó solo en Occidente. Parece que achacó su victoria al Dios cristiano, aunque todavía él
no lo era. En Roma, el Senado lo proclamó "primer Augusto". En 313 Constantino y Licinio
se encontraron en Milán y aprobaron el decreto de tolerancia del cristianismo. El tercer
Augusto, Maximino Daya, fue derrotado y muerto por Licinio ese mismo año. Licinio y
Constantino, Augustos (314-326). También en torno a 313 había muerto Diocleciano, y con
él el régimen tetrárquico. Los dos Augustos nombraron Césares a sus propios hijos, Liciniano
y Constantino II y su hermano Crispo, sin atender a criterios de cualificación militar ni
administrativa. Además ambos aspiraban al control total del Imperio, y finalmente
Constantino venció a Licinio en Adrianópolis (324) y lo mandó ejecutar junto con Liciniano
en 326.
Durante el gobierno de Licinio en la parte oriental del Imperio, se aplicó el edicto de Milán,
pero limitándose a la tolerancia, sin trato alguno de favor, pues Licinio era partidario del
monoteísmo pagano. En cambio, Constantino en Occidente, aún sin haberse convertido
todavía, inició una política de apoyo a la Iglesia. Por eso la lucha entre los dos fue presentada
por los autores cristianos como una guerra de religión.

Constantino, emperador único (326-337). Hasta su muerte, Constantino reinó como


emperador único. Nombró Césares a sus otros hijos, Constancio y Constante. Tras la muerte
de Crispo (al que mandó asesinar por un asunto amoroso con su madrastra), quiso que el le
sucedieran sus tres hijos: Constantino II, Constancio II y Constante. Constantino resaltó los
aspectos más absolutistas de la monarquía: a un solo Dios (el Sol Invicto y después el Dios de
los cristianos) correspondía un solo emperador

2. Constantino y el Cristianismo. El agradecimiento entusiasta de los escritores cristianos al


apoyo de Constantino produjo algunos escritos de dudosa fiabilidad, como la Vida de
Constantino de Eusebio de Cesarea. No hay pruebas de cuándo se produjo la conversión de
Constantino al cristianismo; él mismo mantuvo una calculada ambigüedad hasta 330, como lo
prueban los rituales paganos en la fundación de Constantinopla. Tenía buenas relaciones con
Lactancio y con Osio, obispo de Córdoba, pero también con los filósofos neoplatónicos,
enemigos de los cristianos. No hay duda, sin embargo, de que Constantino contribuyó a la
cristianización del Imperio con medidas destinadas a fortalecer las comunidades cristianas,
como dotar de personalidad jurídica a las iglesias (que podían así ser receptoras de herencias
y donaciones) o permitir la manumisión de esclavos con plenos efectos civiles en el interior
de una iglesia, siempre que estuvieran presentes los sacerdotes. En 324, Constantino
abandonó el título de Invicto, vinculado al monoteísmo solar, y se implicó personalmente en
la defensa de la unidad cristiana. Fue él el que en 325 convocó a los obispos y presidió el
Concilio de Nicea (donde se reafirmó la divinidad de Cristo, frente a la herejía arriana) 3. La
Administración central bajo Constantino. Los dos prefectos del pretorio que en los años de la
Tetrarquía dependían de los dos Augustos fueron sustituidos por un número mayor de
prefectos territoriales, en número variable. Sin mando sobre el ejército, supervisaban la
administración de los vicarios de diócesis y los gobernadores provinciales y eran jueces
supremos para el ámbito de la prefectura. Equivalían a una descentralización administrativa
que se producía justo en el momento en que un solo emperador centralizaba el poder. Los
prefectos territoriales rendían cuentas detalladas de su gestión a la cancillería imperial. Al
frente de todas las oficinas de esta cancillería estaba el magister officiorum, y las oficinas
eran dirigidas por compañeros, comites ("condes") del emperador, como si se tratara de una
relación personal. El consistorium o consejo privado imperial estaba compuesto por expertos
militares y juristas, altos cargos de la cancillería y otras personas de la confianza del
emperador. En ausencia de éste lo presidía el quaestor sacri palatii.
Constantino mantuvo el sistema de iugatio-capitatio, pero el aumento de gastos públicos
(funcionarios, tropas, liberalidades con las iglesias cristianas y sobre todo la fundación de
Constantinopla) exigía aumentar los ingresos. Así, cada cinco años los artesanos y
comerciantes debían pagar un impuesto extraordinario, la lustralis collatio o chrysargiro. Los
senadores pagaban un pequeño impuesto anual, la gleba senatoria, y contribuían al tesoro con
"oro ofrecido" (aurum oblaticium), en la práctica un impuesto más. Una medida de larga
trascendencia fue la fundación de la ciudad de Constantinopla, destinada a ser la capital del
Imperio. Se construyó de nuevo al superar en extensión al emplazamiento de la antigua
ciudad de Bizancio. Desde la época de los Severos los emperadores habían tenido su
residencia en ciudades próximas a la frontera renano-danubiana; Roma había ido quedando
como capital honorífica. El emplazamiento de Bizancio ofrecía ventajas estratégicas para el
control de los estrechos, la vigilancia de la frontera danubiana y la defensa frente a los persas.
Además se situaba en la parte oriental, la más rica y más cristianizada del Imperio. 4.
Medidas económicas y clases sociales. La distinción entre personas de rango senatorial
(clarissimi) y de rango ecuestre (perfectissimi) se había ido borrando durante el siglo III. Bajo
Constantino se completó la práctica absorción de los caballeros por los clarísimos.
Constantino intervino en el sistema monetario para dotar de credibilidad y fortaleza a la
moneda de oro, el solidus. Creó también una nueva moneda de plata, el miliariensis. En
cambio, la moneda de cobre, usada mayoritariamente por los pobres, perdió valor, y se
ahondó la diferencia entre un sector de grandes terratenientes y una masa de campesinos,
artesanos y pequeños comerciantes empobrecidos. 5. Constantino y la defensa de las
fronteras. Constantino siguió la organización militar de Diocleciano. Las tropas comitatenses
eran las mejor equipadas; fueron las empleadas en los enfrentamientos interiores. Usando la
doble política de represión/absorción de los bárbaros, Constantino pudo mantener una larga
tranquilidad en la frontera renana. Un nuevo factor de acercamiento de los godos al Imperio
fue su conversión en masa al cristianismo; aunque, como habían sido evangelizados por el
obispo Ulfilas, se incorporaron a las filas arrianas. Constantino preparaba una gran
expedición contra los persas (que habían recrudecido sus amenazas en la frontera oriental)
cuando murió (337). II. Los Constantínidas 1. La historia política. En la reunión de los tres
hijos de Constantino en Viminacium (Mesia), se repartieron el gobierno del Imperio.
Constancio II se quedó con el Oriente, Constantino II con Occidente, salvo Italia, Macedonia
y África que fueron para Constante, el más joven de los tres, que por eso quedó bajo la
supervisión de Constantino II. Constantino II murió en 340 (cuando dirigía sus tropas contra
Constante que actuaba con total autonomía) y de 340 a 350 el Imperio fue gobernado por
Constancio II en la parte oriental y Constante en la parte occidental.
Constante defendía el credo de Nicea y Constancio II a los arrianos. La persecución de
Constante contra los paganos, que seguían siendo mayoría en la parte occidental del Imperio,
condujo a su asesinato en 350. Las tropas de Occidente proclamaron Augusto a Magnencio,
pero finalmente fue derrotado y se suicidó, quedando Constancio II como único emperador.
Fue el primer emperador bizantino, ya que reinó desde Constantinopla. Nombró dos
"Césares" (carentes de poder personal): sus primos Juliano en la Galia y Galo en Oriente.
Siguió manteniendo un elevado número de funcionarios y utilizó abundantemente a los
agentes in rebus para vigilar a militares y altos cargos. Murió durante su marcha hacia
Occidente para combatir a Juliano, que había tomado la púrpura en Lutecia. 2. La política
religiosa de los hijos de Constantino. Mientras vivieron sus hermanos, Constancio II se
dedicó a eliminar tensiones entre los cristianos niceos y los arrianos. Pero cuando quedó
como único emperador, apoyó la doctrina arriana. En cambio, no hubo divergencias entre los
Augustos en las medidas destinadas a la supresión del paganismo: se prohibieron los rituales
públicos en honor de los dioses romanos y se cerraron sus templos. 3. Juliano, emperador
(360-363). Recibió una profunda educación cristiana, pero más tarde apostató en secreto.
Nombrado César, reveló en la Galia grandes e inesperadas cualidades militares, y fue
aclamado Augusto por sus soldados en 360, contra su voluntad. La muerte de Constancio le
evitó una guerra civil. Inmediatamente restauró el paganismo y tendió a volver al imperio
"humanista" de los Antoninos: reducción de gastos del aparato burocrático, intento de
revitalizar la vida municipal y de recuperar el espíritu con el que Roma había logrado formar
un Imperio. Excelente administrador y legislador sensato, murió en combate durante la
campaña contra los persas. El paganismo de Juliano era el monoteísta propio de la época,
confluencia del neoplatonismo y las religiones orientales. El eje de su política religiosa fue la
tolerancia y la libertad de cultos. Redujo los privilegios que Constantino y sus hijos habían
dado al clero cristiano y volvió a abrir los templos paganos. Como estas medidas no fueron
bien acogidas, tomó decisiones más enérgicas, como la necesidad de la aprobación imperial
para ser profesor de gramática y retórica (para impedir así el acceso de cristianos). III. Los
Valentinianos y Teodosio. El fin del Imperio romano de Occidente. 1. Joviano y la transición
(363-364). Juliano no había tomado ninguna previsión sucesoria; su estado mayor eligió
emperador a Joviano, un cristiano, quien, a pesar de los excelentes resultados de la campaña,
se apresuró a firmar una paz vergonzosa con los persas, que incluía el abandono romano de
los territorios conquistados por Juliano más otros de Armenia que dependían de Roma desde
el siglo anterior. Juliano, que era cristiano, mantuvo una actitud de tolerancia con todas las
creencias religiosas, respetando los privilegios que Juliano había concedido a los paganos
pero suprimiendo sus medidas contra los cristianos. En 364, el emperador murió
accidentalmente cuando dirigía la retirada de sus tropas por Asia Menor.
Entonces los altos mandos de la administración y del ejército, reunidos en Nicea, eligieron
emperador a Valentiniano I, un cristiano moderado, militar de prestigio, honrado y buen
administrador. Ante la manifiesta voluntad militar de elegir un segundo emeprador,
Valentiniano propuso a su hermano Valente, quien fue igualmente aclamado por las tropas.
Valentiniano se encargó de la parte occidental del Imperio y Valente de la oriental, cada uno
con su propia corte, su aparato administrativo y su ejército. Hacía ya tiempo que se reconocía
la diversidad entre las partes del Imperio: la oriental, con un régimen urbano pujante y más
cristianizada, aunque mayoritariamente arriana, y la occidental, donde la ciudad había sufrido
una profunda crisis desde el siglo III y donde el cristianismo, mayoritariamente niceo, tenía
que competir aún con el paganismo. 2. Valentiniano I (364-375). Los autores antiguos tanto
paganos como cristianos transmiten una imagen de Valentiniano I como un emperador brutal
y despótico. No logró contenetar a unos ni a otros. Pero los historiadores modernos han
matizado mucho esa leyenda negra. Algunos de los más directos beneficiarios de sus medidas
(los campesinos y las capas mediasbajas de las ciudades) no pudieron dejar testimonios
escritos sobre él.

La pacificación de Occidente por Valentiniano I. Además del control habitual de la frontera


renana, Valentiniano I llevó a cabo una ingente obra de reestructuración del sistema
defensivo con la construccion de nuevos fuertes y el reforzamiento de las murallas.
Incrementó además los efectivos militares y estableció su residencia en ciudades próximas a
la frontera, como Milán o Tréveris. En 368, el ejército romano cruzó el Rhin e infligió una
grave derrota a los alamanes en su propio territorio. Un hombre de confianza de Valentiniano,
el general de origen hispano Teodosio el Mayor (padre del postrior emperador Teodosio)
pacificó Britania contra las correrías de los pictos y los escotos, reconstruyó el muro de
Adriano y creó una flota capaz de enfrentarse a los piratas sajones. Teodosio recibió también
la difícil misión de pacificar el Norte de África, donde la herejía donatista (un puritanismo
que negaba la validez de los sacramentos administrados por un clérigo indigno) se había
configurado sociológicamente como movimiento de protesta de las clases rurales (que
digerían de mala gana la fiscalidad de la reforma administrativa de Diocleciano y
Constantino) contra los grandes propietarios. En 376, con el empleo de la fuerza militar y la
diplomacia, lo había conseguido, pero extrañamente Graciano (que había sucedido a
Velntiniano I) lo mandó matar. Valentiniano I y la administración de su Imperio. El régimen
del funcionariado imperial se encontraba muy consolidado y jearquizado. Valentiniano tuvo
al principio buenas relaciones conlos senadores tanto paganos como cristianos. Pero la cosa
cambió a raíz de la aprobación de las leyes contra la amagia, que permitían fáciles
acusaciones y condenas. Valentiniano I intentó mejorar la situación de las bajas capas
sociales y revitalizar la vida municipal. Su legislación contra los abusos de los poderosos se
coronó con la institución del defensor plebis, elegido por el prefecto del pretorio entre
hombre de prestigio y honradez, que ofrecía un servicio gratuito de defensa jurídica. En
cambio otras decisiones no fueron tan beneficiosas: se consolidó el proceso de hacer
hereditarias las profesiones.

La política religiosa de Valentiniano I. El emperador se mantuvo fiel a la política de no


interferencia, respetando tanto a las diversas corrientes cristianas como a los paganos o a los
judíos. Sólo intervino contra las ideas religiosas que conllevaban formas de protesta social:
maniqueos o donatistas. La libertad de cultos permitió una recuperación del paganismo y un
retorno a los autores clásicos mediante comentarios y traducciones. También los cristianos,
obligados a resolver sus disputas sin ayuda del poder imperial, dio personalidades de
prestigio que contribuyeron a unificar a los cristianos de Occidente bajo el credo de Nicea.
San Hilario de Poitiers y San Martín de Tours iniciaron la evangelización de las masas
campesinas de la Galia. El papa San Dámaso (366-384) se convirtió en una sólida referencia
antiarriana.

3. Valente y el Imperio Oriental (364-378). Valente distaba mucho de poseer las dotes
políticas y militares de su hermano. Aunque implantó leyes destinadas a proteger a los
humildes de los grandes terratenientes, las condiciones eran muy distinas en Oriente y
tuvieron una menor aplicación.

La usurpación de Procopio (365-367). Procopio, de la familia de Constantino, fue


proclamado emperador en Constantinopla, y apoyado por los godos de Tracia, pero fue
derrotado en 367 por Arbetio, uno de los mejores generales de Valente. Las fronteras del
Imperio Oriental bajo Valente. La caída de Procopio fue seguida de una represión sobre los
godos del interior, que estaban apoyados por los del otro lado del Danubio. Humillados,
esperaron la ocasión del desquite. Los persas no tardaron en iniciar nuevas agresiones, pero el
hecho más significativo de este nuevo enfrentamiento consistió en que finalmente romanos y
persas se resolvieron a colaborar contra un peligroso enemigo común: los primeros ataques
de los hunos. En su expansión, los hunos presionaban sobre los visigodos y los ostrogodos,
que comenzaron una penetración ininterrumpida en el Imperio. Valente, en atención a que
muchos ya estaban asentados dentro y además eran cristianos, pactó con ellos (376)
permitiendo que se instalaran en el interior del Imperio con el estatuto de federados. Pero la
instalación de 200.000 godos planteó problemas y retrasos; los godos los solucionaron con
bandas armadas y pillajes y Valente respondió con medidas militares. El ejército romano fue
aniquilado junto a Adrianópolis (378) y el emperador muerto. Valente y la religión. A
diferencia de su hermano, Valente mantuvo un constante intervencionsimo en la religión. Se
sirvió de las acusaciones de magia para eliminar a sus enemigos y apoyó sin sutilezas a los
arrianos, desterrando a los obispos niceos (entre ellos San Atanasio).
4. Graciano, Valentiniano II y Teodosio (379-383). Graciano, el hijo mayor de Valentiniano
I, quedó al cargo de Occidente (salvo Iliria, donde reinó su hermano menor Valentiniano II) y
a la muerte de su tío Valente, nadie le discutió la decisión de nombrar como emperador de
Oriente a Teodosio, hijo del Teodosio que él mismo había mandado matar en Cartago.

El gobierno de Graciano (379-383). Apartándose de la neutralidad mantenida por su padre,


Graciano se comprometió con la defensa del cristianismo, bajo la influencia del papa San
Dámaso y de San Ambrosio de Milán. El arrianismo fue prohibido definitivamente. Además
privó de sus tierras a los templos paganos, que no tenían otro medio de subsistencia. La
usurpación de Máximo (383-384). Este excelente general se había distinguido en Britania
luchando contra los pictos y los escotos. Las tropas lo proclamaron emperador en 383.
Graciano intentó responder militarmente pero fue capturado y asesinado.

5. Máximo y Valentiniano II, emperadores de Occidente (384-388). Teodosio y Máximo


compartían su origen hispano, habían sido compañeros de armas y eran fervientes cristianos
partidarios del credo de Nicea. Valentiniano II, muy joven aún y bajo la tutela de su madre
Justina, había sido educado en el arrianismo. Aunque en 384 se llegó a un pacto por el que se
reconocía a Máximo como emperador a cambio de ceder a Valentiniano II Italia y África, era
evidente que Máximo aspiraba al dominio de todo Occidente. En 387, Máximo invadió Italia
y Valentiniano II huyó a Oriente, donde pidió ayuda a Teodosio a cambio del matrimonio con
Gala, su hermana, de la que éste estaba enamorado. Cerca de Aquileya las tropas de Teodosio
vencieron a las de Máximo (388), que murió en la batalla. 6. Los últimos años del gobierno
de Teodosio (388-395). La victoria sobre Máximo supuso la unificación real del Imperio,
pues Valentiniano II seguía bajo tutela y apareció muerto una mañana en 391. Durante su
estancia en Occidente, Teodosio había caído bajo la fuerte personalidad de San Ambrosio,
obispo de Milán, y se había hecho mucho más combativo contra el paganismo. San Ambrosio
había excomulgado al emperador por la represión que había llevado a cabo contra la ciudad
de Tesalónica (cuya población había protestado por una ley teodosiana contra la
homosexualidad), que había supuesto una masacre con miles de muertos. No le perdonó hasta
que hizo penitencia pública (390). Así, Teodosio aprobó varias leyes destinadas a fortalecer
el poder espiritual y temporal de la Iglesia y a acabar con los restos del paganismo, cuyos
cultos se prohibieron incluso en privado. Cuando Teodosio murió en 395, el Imperio se
dividió entre sus hijos, los jóvenes Arcadio (Oriente) y Honorio (Occidente), que quedaban
bajo la tutela militar del bárbaro Estilicón, magister militum de origen vándalo. Este reparto
territorial supuso la separación definitiva de las dos partes del Imperio.
7. La última época del Imperio de Occidente (395-476)

La regencia de Estilicón (398-408). Aunque responsable de la defensa militar de ambos


Imperios, Estilicón ejercía la tutela directa sobre Occidente, donde reinaba Honorio, un niño
de diez años. Gran parte de las capas populares veía a los bárbaros como liberadores contra la
opresión burocrática y fiscal del Imperio. La Iglesia estaba demasiado interesada por atraer a
sus filas a los bárbaros. Estilicón se vio obligado a usar medidas militares sin un consenso
social suficiente. En el Ilírico, los godos formaron un reino autónomo bajo la autoridad de
Alarico. Desde allí atacaba peri´dicamente el norte de Italia. La capital del Imperio se
trasladó por seguridad de Milán a Rávena. Estilicón, que era partidario de hallar una solución
pactada con los godos, fue asesinado (408). En 410 los godos sometieron a la propia Roma a
un terrible saqueo del que sólo se libraron las iglesias cristianas, y se llevaron entre muchos
prisioneros, a Gala Placidia, la hermana del emperador. Por su parte, los hunos habían
constituido un reino autónomo en Panonia y los burgundios habían hecho lo mismo cerca de
la frontera renana. Los demostraron que Estilicón tenía razón cuando opinaba que el Imperio
Occidental sólo podía salvarse si se sabía pactar con los pueblos bárbaros, a los que
paulatinamente se podía asimilar a la cultura romana. El gobierno de Honorio (408-423). A la
muerte de Alarico, le sustituyó su hijo Ataúlfo, que se casó con Gala Placidia. Así, los godos
pasaron a ser estrechos colaboradores del Imperio. La capacidad militar de Flavio Constancio
permitió una cierta recuperación del Imperio de Occidente. Las Galias se libraron de las
bandas de suevos, alanos y vándalos, que fueron a instalarse a Hispania. En 418 se pactó el
establecimiento de los visigodos en Aquitania. A la muerte de Ataúlfo, Flavio Constancio se
casó con Gala Placidia y se proclamó emperador. La muerte de Honorio impidió un
enfrentamiento armado de grandes proporciones. Valentiniano III (425-455). Teodosio II, que
reinaba en Oriente, aceptó como emperador de Occidente a Valentiniano III, hijo de Gala
Placidia y Flavio Constancio. Su madre ejerció la regencia en los primeros años de su
gobierno. La época de Valentiniano III se corresponde con la aceleración de la desintegración
del Imperio Occidental. Los vándalos y alanos se dirigieron a África desde Hispania; Roma
tuvo que reconocerle su dominio efectivo sobre Numidia y Mauritania. Las Hispanias habían
quedado repartidas entre hispanorromanos, suevos y visigodos. En 442 hubo que aceptar el
abandono de Britania, que había caído en manos de los sajones. A pesar de todo, el hábil
general Aecio consiguió prolongar unos años más la vida del maltrecho Imperio. Cerca de
Champagne, venció a Atila, caudillo de los hunos. En 452, un segundo intento de Atila de
invadir Italia se resolvió gracias a la mediación del Papa San León I.
Una vez muerto Atila los hunos dejaron de ser un pueblo unido y una amenaza. En 454
Valentiniano III ordenaba el asesinato de Aecio y pocos meses más tarde él mismo era
asesinado por los partidarios de aquél. El Imperio de Occidente entraba en su recta final.

El fin del Imperio Occidental (455-476). Ya nadie creía en la necesidad de conservar lo poco
que se mantenía del Imperio. Durante el protectorado del suevo Ricimero (457-472), se
sucedieron varios emperadores. Finalmente, el caudillo régulo Odoacro depuso al emperador
niño Rómulo Augústulo y envió las insignias imperiales a Constantinopla. Aunque las tropas
romanas le proclamaron emperador (por primera vez un bárbaro), él renunció al título y se
hizo llamar rex gentium, rey de pueblos.

8. El Imperio Oriental después de Teodosio (395-476). El Imperio Oriental no sufrió apenas


presiones en sus fronteras, sus ciudades mantenían su grado de riqueza y todo ello facilitó una
mayor estabilidad política.

Los emperadores. Contrasta con el Imperio Occidental la larga duración de los reinados:
Arcadio (395-408), Teodosio II (408-450) y el largo protectorado de Aspar sobre varios
emperadores (450-471). El principal mérito político de Arcadio fue dejar que su Imperio
fuera gobernado por otro: el galo Rufino, eutropio y finalmente por Antemio, que prolongó su
gobierno durante los primeros años de Teodosio II. Antemio neutralizó el peligro persa
cediéndoles territorios y reforzó la frontera danubiana orientando la presión de los hunos y
otros pueblos hacia Occidente. Después se pagó a los hunos un tributo anual; finalmente se
cambió el tributo por una parte de los dominios del Imperio en la margen derecha del
Danubio. Entre 450 y 471, la defensa del Imperio quedó en manos del alano Aspar, quien
sirvió con máxima fidelidad a los intereses del Imperio proponiendo a los emperadores más
eficaces: Marciano (450457) y León (457-474), ambs de origen tracio pero romanos. A la
muerte de Aspar, asesinado por los isaurios (belicoso pueblo de Anatolia), el Imperio
Oriental encontró un nuevo protector en la persona del ostrogodo Teodorico, que llegó a
recibir el título de magister equitum. Éste incorporó a los isaurios al gobierno e hizo que se
proclamara emperador a Zenón (476). Un monumento de este periodo fue el Código
Teodosiano, la ingente labor de codificación realizada a instancias de Teodosio II. A partir de
este emperador, la lengua oficial de la cancillería y de la administración pasó a ser el griego.
El Imperio oriental y la Iglesia. Teodosio había impuesto el cristianismo de Nicea como
religión oficial para el Imperio Oriental. La principal querella religiosa fue cristológica.
Nestorio enseñaba que en Cristo había dos personas, una divina y una humana, y la Virgen
María sólo era madre de la naturaleza humana; no era theotokos. Tras veinte años de
disputas, el nestorianismo fue condenado en el Concilio de Éfeso (431) que reafirmó que en
Cristo sólo hay una persona, la divina.
TEMA 57: CONDICIONES SOCIALES Y ECONÓMICAS DURANTE LA
ANTIGÜEDAD TARDÍA. CULTURA Y RELIGIÓN.
1. Aspectos generales. El aparato administrativo creado por Diocleciano, con las reformas
introducidas por Constantino fue, con pequeñas variantes, la base de la administración
posterior. Se incrementaron las medidas fiscales para hacer frente a un amplio dispositivo
militar y un amplio funcionariado. A la pérdida de autonomía de las ciudades se sumó la
desposesión de las tierras públicas en favor del fisco y la obligatoriedad de que los curiales se
responsabilizaran del pago de impuestos. Ante estatalización, sólo los grandes propietarios
dispusieron de alguna autonomía. 2. Los mineros. Desde comienzos del siglo III se habían
ido abandonando los grandes distritos mineros explotados directa o indirectamente por el
Estado, pero éste no renunció a obtener beneficio por las explotaciones mineras particulares.
Se promulgaron medidas contra los mineros fugitivos. Especial importancia tenían las minas
de oro por ser básicas para las emisiones monetarias. La enorme masa monetaria en
circulación, sobre todo de bronce, no refleja el volumen de la actividad minera, ya que fueron
muy intensos el trabajo de los chatarreros, la fundición de metales y el expolio de los templos
paganos. 3. Los trabajadores del mundo rural. Los grandes latifundios. Las condiciones eran
diversas según el área geográfica, pero fue común a todas ellas la formación de grandes
latifundios. Aunque grandes propietarios los había habido siempre, ahora hay muchas
propiedades extensísimas, resultado de la concentración de tierras, y su régimen de
explotación es nuevo. Tanto los testimonios literarios como los arqueológicos son claros. Los
propietarios eran senadores, altos empleados de la corte, miembros de la familia imperial o el
propio emperador. La duración de los grandes latifundios fue muy distinta según los efectos
de las incursiones de los bárbaros. Las villas cercanas a la frontera quedaron arrasadas en las
grandes invasiones; en cambio en Britania se conservaron y sirvieron a menudo de residencia
a los invasores sajones. Eran explotadas por esclavos y colonos. La novedad de la Antigüedad
tardía consiste en la hegemonía del colonato sobre la esclavitud y en la nueva situación
jurídica que adquieren los colonos. En efecto, los colonos del Alto Imperio mantenían una
relación contractual que podían romperse, y el colono, como hombre libre, podía cambiar de
domicilio. Pero en 332 Constantino, ante la disminución del número de esclavos y la
necesidad de que las tierras no quedaran incultas, ordenó la primera medida por la que el
colono quedaba fijado a la tierra. Desde 365, el hijo del colono hereda esta condición.
Aunque sin duda el trabajo del esclavo era mucho más rentable que el del hombre libre (como
lo demuestra que las épocas de mayor prosperidad económica como Grecia clásica y
helenística y Roma republicana y altoimperial sean también los periodos de mayor auge
esclavista), las medidas humanitarias en su favor habían hecho que los esclavos de la
Antigüedad tardía tuvieran un estado de semilibres. La Iglesia no se planteó la supresión de la
esclavitud, aunque los cánones conciliares mandaban tratar a los esclavos con humanidad.
La generalización de los grandes dominios no acabó con el pequeño y mediano campesinado.
Más aún, los pueblos bárbaros que fueron asentándose dentro del Imperio lo hicieron como
campesinos libres. Para estimular el cultivo de la tierra se privilegió el régimen enfitéutico.
San Juan Crisóstomo responsabiliza del hambre de los campesinos a los propietarios "que los
tratan como a asnos". Hubo por eso normativas imperiales destinadas a prohibir la difusión
del patronato sobre los humildes. Los descontentos se manifestaron a menudo mediante
protestas sociales violentas como los circumceliones en África o las bagaudas en Galia. El
movimiento bagáudico, bandoleros de origen rústico, fue un factor constante de
desestabilización que facilitó la penetración de los pueblos bárbaros. Se mantenían los niveles
de desarrollo técnico de la agricultura altoimperial, incluido el molino hidráulico que hasta
hace poco se creía una invención medieval. Roma no hizo grandes avances técnicos pero
ofreció el marco político para que las innovaciones se difundieran por todo el Imperio. Entre
las causas que impidieron el avance de la tecnología hoy tienden a considerarse importantes
la ausencia de capital y de cuadros técnicos. 4. Artesanos y comerciantes. Desde los años de
la crisis del siglo III no se volvió a recuperar el nivel de actividad comercial de las rutas del
Mediterráneo. Algunas rutas dejaron de usarse por peligrosas, como la que bordeando la
fachada atlántica de la Península Ibérica llevaba aceite, vino y garum (pescado en conserva) a
las legiones de la frontera. La crisis de las ciudades condujo a la reducción de las actividades
artesanales. Muchas e las grandes villas poseían sus propios talleres, molinos y herrerías y
podían autoabastecerse. Los collegia profesionales fueron ahora intervenidos por el Estado;
se obligó a los asociados a amntenerse en la misma profesión y finalmente ésta se hizo
hereditaria. Los miembros de los tria collegia principalia estaban obligados además a vivir
dentro de la ciudad. Sin embargo seguía habiendo muchos artesanos y comerciantes libres, en
manos de los cuales estaba el rentable comercio con las ciudades del Imperio Oriental, que
seguían proporcionando productos de mejor calidad. 5. Los funcionarios imperiales. La
carrera administrativa se fue jerarquizando, aunque la presencia de esclavos y libertos la
hacían menos rígida. Compleja y minucuosa, la Administración de la Antigüedad tardía se
hacía sentir en la vida cotidiana. La aspiración al funcionariado fue la meta de muchos, pues
un funcionario podía sumar ingresos de diversas fuentes: sueldo, annona, favores
personales... así como privilegios especiales a los que se hubieran distinguido en el servicio o
a la hora de la jubilación. Además el servicio en el funcionariado imperial era la mejor
garantía para ocupar cargos otrora reservados a los senadores, como las prefecturas
territoriales o el vicariado. Los cambios introducidos desde época severiana en la forma de
promoción en el ejército continuaron durante la Antigüedad tardía: la fidelidad y los méritos
eran los mejores valores para la promoción. la principal novedad de la época es la progresiva
incorporación de los bárbaros a las altas jefaturas militares. Además, como por su origen las
tropas no se decidían a proclamarlos emperadores, se tendía a nombrarlos como garantía
contra las usurpaciones.
6. Los hombres del saber. Los que poseían una mayor cultura (filósofos, rétores, escritores,
gramáticos...) eran a menudo grandes propietarios absentistas que, salvo excepciones como
las de los juristas, no fueron llamados a la corte. A principios del siglo IV eran casi todos
paganos; a mediados de siglo se incorporaron algunos cristianos, que ya eran mayoría en el
siglo V. La formación cultural de unos y otros era semejante, pues habían pasado por las
mismas escuelas de retórica.

Los intelectuales paganos. El amor a los grandes escritores clásicos se mantuvo en los
círculos paganos ilustrados de las grandes cuidades provinciales (Alejandría, Antioquía,
Tréveris, Alejandría) pero sobre todo de la propia Roma, donde pervivió con más fuerza la
defensa del paganismo y del pasado glorioso de la ciudad. Hubo familias ilustres como la de
los Simmacos -padre, hijo y nietos- que dedicaron sus mejores esfuerzos a mantener viva la
llama de la religión y la cultura romanas. Con una fortuna de quince villas en Italia y tres
grandes casas en Roma, los Símmacos son el ejemplo de propietarios absentistas que podían
dedicarse a actividades culturales. Los defensores encarnizados del paganismo de corte
monoteísta desplegaban una actividad febril para impedir que decayeran los rituales
tradicionales, desempeñando varios sacerdocios a veces simultáneamente para que los
templos no quedaran abandonados. A pesar de las difíciles circunstancias políticas, los
círculos paganos fueron capaces de producir obras literarias de calidad. Amiano Marcelino,
en sus Res Gestae, toma por modelo a Tácito, pero se desvía de la objetividad cuando ataca a
losempleados de la corte de Constancio II o cuando alude a su héroe el emperador Juliano. La
visión negativa sobre los bárbaros corresponde la que se tenía en época altoimperial y forma
parte del discurso ideológico que incitaba las grandes campañas para librarse de la peste
bárbara. A fines del siglo IV se llevó a cabo la Historia Augusta, recopilación de las
biografías de los emperadores que siguieron a Trajano. Las primeras tienen cierta calidad e
intentan seguir la buena historia analística, pero las referidas al siglo III son deleznables y
mezclan los hechos con fantasías, leyendas o anécdotas sin importancia. Los esfuerzos por
recuperar el pasado literario se plasmaron a veces en actitudes de arcaísmo, materializadas en
traducciones y adaptaciones de obras antiguas. Los grandes autores de la época clásica fueron
objeto de comentarios y resúmenes, a veces de gran calidad, como el comentario de Servio
Honorato sobre la obra de Virgilio. Las Saturnales de Macrobio, escritas hacia 415, son un
centón de informaciones útiles sobre aspectos jurídicos, religiosos y literarios del pasado
romano. Los escritores cristianos. Al renacimiento cultural pagano correspondió un
movimiento paralelo cristiano. Hubo quienes vieron que el cristianismo no podía estar
representado sólo por masas de creyentes incultos. De entre los obispos cristianos, formados
en las escuelas de retórica paganas, salieron los primeros escritores cristianos, preocupados
ante todo por temas eclesiásticos y doctrinales. Eusebio de Cesarea, que desarrolló su obra en
tiempos de Constantino, tuvo una actividad fecunda: Historia Eclesiástica, Los mártires de
Palestina, Vida de Constantino, etc. Los copistas cristianos de las generaciones siguientes las
releyeron y a menudo las alteraron. La mayor parte de la voluminosa obra de los grandes
escritores cristianos de esta época (San Gregorio de Nisa, San Gregorio Nacianceno, San
Juan Crisóstomo...) versa sobre cuestiones teológicas en litigio y sobre las Sagradas
Escrituras. De ellos, el mejor concocedor de la cultura greco-romana fue San Jerónimo (347-
420). Tradujo la Biblia al latín (Vulgata) y dedicó mucho tiempo al asesoramiento espiritual
de los devotos. Estos grandes pensadores y Padres de la Iglesia mantuvieron discusiones con
los pensadores paganos, a los que con frecuencia respetaban, y muchos ocuparon cargos en la
administración pública antes de dedicarse a las tareas apostólicas. En suma, fue una
generación de hombres cultos y curtidos en las controversias de su tiempo. San Ambrosio de
Milán o San Agustín son buenos ejemplos. Este último, ante de ser obispo de Hipona, había
ejercido de profesor de retórica y había pasado una juventud conflictiva de amores
apasionados y un hijo natural. Contribuyeron a enterrar la cultura clásica del paganismo pero
a la vez hicieron de puente para incorporar el pensamiento y la filosofía neoplatónica a la
nueva cultura cristiana. La Ciudad de Dios, de San Agustín, encierra muchas referencias a los
autores antiguos, pero en la nueva ciudad que propugna no hay ya espacio para los dioses del
paganismo ni para ninguna forma de poder político que se oponga al destino universalista de
la Iglesia.

También podría gustarte