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La crítica de la derecha religiosa en Augusto Del Noce

(Massimo Borghesi) IlSussidiario.net, lunes 11 de mayo


El 30 de diciembre de 1989, Augusto Del Noce, uno de los filósofos católicos italianos
más distinguidos de la era de la posguerra, murió en Roma. Para el autor de obras
fundamentales, como El problema del ateísmo o El suicidio de la revolución , el tri-
gésimo aniversario de la muerte ha pasado casi desapercibido. Algunas reuniones sin
publicidad y algunos artículos periodísticos. Solo la revista "Studium" le dedicó un
dossier firmado por los mejores especialistas en el tema: Buttiglione, Dessì, Paris,
Randone, Riconda [1]. Por lo demás, el nombre de Del Noce resurge, de vez en
cuando, principalmente por autores que utilizan su pensamiento para criticar el pro-
gresismo ideológico-religioso. Con el resultado de ofrecer, en los medios, una imagen
conservadora, similar a la derecha político-religiosa. El mismo que hoy ve en el pa-
pado al adversario a vencer, el punto de crisis de la tradición eclesial. Así, Del Noce,
que ha tenido una influencia decisiva en el pensamiento democrático de uno de los
pensadores clave de América Latina, Alberto Methol Ferré, el filósofo amigo de Jorge
Mario Bergoglio, se convierte en un autor utilizado para criticar a la Iglesia de Fran-
cesco. Es una explotación que no puede encontrar ninguna justificación.
En 2011, mucho antes del papado actual, publiqué un volumen, Augusto Del Noce . La
legitimidad crítica de lo moderno , en la cual la versión conservadora y tradicionalista
del filósofo piamontés se refuta en la raíz [2] . Después de eso, la versión "correcta"
de Del Noce ha perdido toda credibilidad. La crítica delnociana del progresismo, do-
minante en los años 70 y 80 marcada por la hegemonía marxista en todo el mundo,
debe completarse con la crítica de la reacción. La ideología reaccionaria constituye
la inversión de la posición progresista, no su superación. De esta manera, aquellos
que quieran explicar el pensamiento de Del Noce deben dar cuenta de ambos aspectos
que, en él, describen dos lados de un problema cuya solución representa la tarea del
pensamiento católico contemporáneo. Un pensamiento aún enredado en la dialéctica
entre progreso y reacción, modernismo y antimodernismo. Con el resultado de perder
siempre la cita con la historia y estar subordinado a los poderes o contrapoderes de
turno. La crítica teológica actual del pontificado, caracterizada por una identificación
perfecta con la derecha política, es una prueba clara de ello. El Papa Francisco se
convierte en el chivo expiatorio del medio siglo posconciliar. Todas las reservas del
tradicionalismo eclesial se descargan en el Pontífice con el deseo secreto de liquidar
con él toda la temporada conciliar. Por otro lado, la reflexión delnociana, especial-
mente la de los años 1950 y 1960, conserva su relevancia precisamente porque se
mueve a lo largo del mismo Concilio Vaticano II: para encontrar un punto de encuen-
tro entre el humanismo cristiano y las libertades modernas, entre el catolicismo y la
modernidad. Como él escribe en 1967:
La posición reaccionaria, [...] es la negación radical del mundo moderno, tanto
en su momento liberal como en el socialista. Para mí, sin embargo, hay un valor
esencial que claramente se ha afirmado solo en el mundo moderno y que el cris-
tianismo puede asumir y elevar el momento liberal en su pureza. [...] Respondo
que mi posición es extremadamente similar a la de Maritain, cuando se inter-
preta correctamente [3] .
Es una dirección de investigación que colocó al autor fuera del mundo del neoesco-
lástica, marcado por un rechazo general del pensamiento moderno. El autor clave aquí
es Jacques Maritain Lo descubrió en su novedad en 1936, en el momento de la inva-
sión mussoliniana de Etiopía, el evento que despertó el comienzo de la oposición mo-
ral al fascismo como imperio de la fuerza.
Maritain era entonces, al menos entre los católicos, un autor de moda. Comencé
leyendo sus Reflexiones sobre la inteligencia , publicadas a principios de la dé-
cada de 1920. Luego siguió todo su trabajo, desde los Tres Reformadores hasta
el Antimoderno . Pero el libro del filósofo francés que más me impresionó, tanto
que lo estudié casi de memoria, fue el Humanismo integral ; Lo leí en 1936,
recién publicado en Francia ... Creo que fui uno de sus primeros lectores italia-
nos [4] .
Desde este punto de vista, el estudio y la comparación con el trabajo de Maritain ad-
quieren un valor decisivo en la biografía especulativa delnociana. Maestro nunca re-
negado, incluso cuando a partir de los años sesenta criticará algunas de sus posiciones,
Maritain fue para Del Noce el filósofo del antifascismo y, en conjunto, el que, con
el Humanismo integral, reconcilió el pensamiento cristiano con la democracia mo-
derna. Como escribirá en 1982, la lección de Maritain consistió en la
liberación de la filosofía católica de la historia de la "utopía arqueológica", que
tomó la forma de la oposición de la sociedad medieval a la sociedad moderna,
o del sueño romántico de la restauración del Sacro Imperio [5] .
En 1936, esta lectura hizo posible cortar los puentes, en el lado católico, con cualquier
actitud pro-fascista, rompiendo con la ilusión de que el fascismo era un posible aliado
para criticar y vencer al mundo moderno.
Curiosamente, el medievalismo católico fue sometido, aunque en oposición, a
elementos de la modernidad en su significado secularista [...]. Quiero decir que
la esperanza de la restauración católica a través de los caminos del fascismo -
actitud que hoy en día es difícil de entender para los jóvenes, pero para cuya
realidad sería suficiente releer algunos de los escritos y discursos del Padre
Gemelli- no podía sino acompañarse de un renacimiento de ese maquiave-
lismo ad maiorem Dei gloriam, que caracterizó la época barroca, y que Mari-
tain criticó, así como en el Humanismo integral , en otro escrito sobre los años
de la guerra sobre el fin del maquiavelismo. De esta profascismo Católica Hu-
manismo integral es de hecho la última crítica [6] .
Leído en este contexto, el libro de Maritain aclara a Del Noce la incompatibilidad
ideal entre el catolicismo y el totalitarismo. De hecho, liberó a los católicos de la uto-
pía "medievalista" y antimoderna, que empujó a muchos de ellos a adherirse al fas-
cismo, entendido erróneamente como una fuerza conservadora, una especie de aliado
precioso en la lucha contra la modernidad. Maritain es quien, entre 1943 y 1945, liberó
a Del Noce del "complejo" de Benedetto Croce, según el cual los católicos, como
católicos, no podían, debido a su fe (fundamentalista y autoritaria), ser liberales y
antifascistas, como laicos. Por el contrario, Maritain demostró que solo la perspectiva
religiosa podía salvaguardar la libertad y los derechos de la persona. Para hacer esto,
sin embargo, era necesario distinguir entre el cristianismo y la cristiandad, entre la fe
y sus logros históricos, siempre contingentes. Al asumir la cristiandad medieval como
modelo por aquellos cristianos que miraban con recelo todo el mundo moderno y con-
traponian la verdad y la libertad, terminaban casándose con todos los autoritarismos
clericales posibles. Para Maritain, seguido en esto por Del Noce, la modernidad, que
viene después de las guerras de religión y de la división de la Iglesia, ya no puede
presuponer la fe como "a priori", como un paradigma común ya prefijado y aceptado
pacíficamente. Lo moderno es el momento en que la verdad puede y debe buscarse y
proponerse en libertad. Esta persuasión es el punto cardinal en el origen de la "legiti-
mación crítica de lo moderno" de Del Noce. Es el criterio que lo lleva a una revisión
de todo el marco del pensamiento moderno: el codificado por Hegel y el idealismo,
aceptado por el marxismo y compartido, aunque en oposición, por el neoescolástica
tomista. Para estos, lo moderno sería el tiempo de la secularización (o ateísmo) en el
que la emancipación y la libertad del hombre viajan de la mano con el alejamiento de
Dios y de la fe. Es la imagen codificada por Cornelio Fabro en su Introducción al
ateísmo moderno. Entre 1954 y 1958, Del Noce corrigió e invirtió esta perspec-
tiva. ¿De qué manera? Reconociendo que la modernidad no es una, sino "doble". De
Descartes no solo comienza el filón del racionalismo que culmina en Hegel y
Marx. De Descartes también comienza una tendencia agustiniana, cristiana-moderna,
que pasa por Pascal, Malebranche, Vico, y culmina en Antonio Rosmini, el pensador
en el que el catolicismo y la libertad encuentran su síntesis. Es la vena personalista de
lo moderno, lo que vincula la libertad del hombre con la existencia de Dios, opuesta
a la espinoziana-hegeliana, en la que el panteísmo y el ateísmo culminan en el totali-
tarismo político. Se trata de un verdadero descubrimiento por el cual la posición reac-
cionaria fue definitivamente superada y donde el encuentro entre el cristianismo y la
democracia liberal y personalista finalmente pudo obtener su legitimidad. De ahí la
relevancia de lo que observa Buttiglione, a saber, que "la ambición secreta de Del
Noce siempre ha sido ofrecer el camino a esa conciliación del catolicismo y la mo-
dernidad que el modernismo había fallado".[7] . Un objetivo que explica su fuerte
oposición al pensamiento reaccionario que, en todas sus formas, resulta subordinado
al progresismo que pretende criticar. Y esto comienza con el marco de la modernidad
que, en lugar de problematizar, acoge con satisfacción la reconstrucción historiográ-
fica operada por Hegel y por el racionalismo secular del siglo XIX. Por lo tanto, no
es sorprendente ver que el tradicionalismo católico acepta la idea de una modernidad
atea, totalmente irreligiosa y anticristiana. Una modernidad marcada enteramente por
una secularización marcada por idea de Joaquín de Fiore de las tres épocas del mundo.
No es sorprendente que el símbolo joaquinita, en su forma secular, dominara la
filosofía de la historia racionalista desde Lessing en adelante y condicionara la
historia de la filosofía. Lo que es impresionante es la observación de que en el
fondo el pensamiento histórico católico también ha sido permeado, si se excep-
túa a Rosmini y su admirable crítica del perfeccionismo. La visión histórica del
pensamiento reaccionario católico, por otro lado, ha sufrido por completo la
visión histórica secular, y ha aceptado, de hecho, limitándose a invertir su signo
de valor, el esquema triádico de periodización histórica. Así que, cada interpre-
tación católica reaccionaria de la historia ha sido revertida (desde Lamennais
en adelante) en el modernismo [8]
La derecha religiosa reaccionaria es, en su crítica maniquea de la modernidad -una
modernidad que encontraría su implementación supina en la Iglesia del Concilio Va-
ticano II-, totalmente subordinada a la posición modernista que quiere combatir. Y
esto no es solo porque el reaccionario necesita, para existir, del modernista, como el
modernista del reaccionario. Pero, también, y sobre todo, porque lo reaccionario de-
pende de la visión de lo moderno que fue empaquetado y producido por el pensa-
miento secular del siglo XIX. Por esta razón, la defensa de la tradición no puede ser
conducida por la "derecha", porque la derecha acepta sin crítica la imagen "progre-
sista" de la Europa moderna sin intentar deconstruirla. Esto explica porqué
La oposición a la sociedad del bienestar no puede llevarse a cabo desde un
punto de vista reaccionario, y esto simplemente porque la oposición de progre-
sismo y reacción es interna a su lenguaje. Un reaccionario es alguien que se
opone al progresista, en la convicción, en el fondo, de que ya ha perdido. Criti-
car realmente a la sociedad del bienestar es ir más allá de la oposición de los
progresistas y los reaccionarios [9] .
El progresismo, el relativismo ético-religioso de la era de la globalización, no puede
ser criticado desde la derecha. Tanto en la política como en lo eclesial, se necesita una
posición capaz de escapar de la dialéctica entre modernismo y reacción. Aquí yace la
lección delnociana y su relevancia en un contexto, como el actual, gobernado una vez
más por el maniqueísmo teológico-político.

[1] Ver AA. VV, Augusto Del Noce y lo moderno. Treinta años después de su
muerte , en «Studium», 6, noviembre-diciembre de 2019, pp. 810-869.
[2] M. BORGHESI, Augusto Del Noce. La legitimidad crítica de lo moderno, Ma-
rietti, Génova-Milán 2011.
[3] A. DEL NOCE, Progresismo católico , en ID., El problema político de los
católicos, UIPC, Roma 1967, pp. 124 y 125.
[4] Historia de un pensador solitario. Entrevista con Augusto Del Noce por M.
Borghesi y L. Brunelli, en «30 días», 4 (abril de 1984), pp. 63-67.
[5] A. DEL NOCE, La lección de Maritain , en AA.VV., Actas de la Conferencia
de estudios sobre J. Maritain , Laurenziana, Nápoles 1984, pp. 15-16
[6] Ibíd., Pp. 18-19.
[7] R. BUTTIGLIONE , maestro de filosofía Del Noce , en AA.VV., Augusto Del
Noce. El problema de la modernidad, Studium, Roma 1995, p. 13.
[8] A. DEL NOCE, Eric Voegelin y la crítica de la idea de modernidad , Introduc-
ción a E. VOEGELIN, La nueva ciencia política , tr. it., Turín 1968, p. 33.
[9] A. DEL NOCE, Notas para una filosofía juvenil , en «Life and Thought», V
(1968), republicado en ID., The age of secularization , Milan 1970, p. 26

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