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De laAnorexia a la Bulimia

Elena F. L. Ochoa
AGUILAR
Diseño Gráfico: Martirry Gutiérrez
Ilustraciones: Benoit Jacques
Sumario
Así es nuestra guía

Presentación

Introducción
Anorexia y bulimia: trastornos de fin de siglo.
Trastornos alimenticios en la adolescencia
. El amor y el temor al alimento. Peso, cuerpo e identidad. De niñas a mujeres, de niños
a hombres

Dejar de comer
Breve historia. Sexo: femenino. Causas y clasificación de la anorexia
Cuando comer es una obsesión
De la dieta radical a la bulimia. Diferencias entre anorexia y bulimia. Actitudes propias
de la bulimia. Conocer y evaluar la gravedad de una bulimia nerviosa

Estereotipos del físico


. Buscar el peso adecuado. La obesidad: cuando el cuerpo es un exceso
Imposibilidades de controlar el peso
. Algunas explicaciones posibles

Autocontrol y tratamiento
. Aspectos psicológicos. La familia y la anorexia. Información y coparticipación en el
tratamiento

Anorexia y bulimia: Estrategias de prevención


estrategias de prevención
Algunos consejos prácticos
Apéndices
Direcciones útiles. Bibliografía. Glosario. Manual informativo de los trastornos de la
alimentación
La colección de Guías Prácticas Aguilar, con sus distintas series de Salud,
Economía Familiar y Psicología y Bienestar, que pronto estará acompañada
por otras nuevas, surge tras detectar la creciente demanda del público de
tener conocimientos prácticos sobre determinadas cuestiones cotidianas, que
preocupan y afectan a todos los miembros de la familia.
Las distintas series tocan temas que hasta ahora estaban, bien en manos de
los profesionales a los que tenía que acudir el ciudadano para tener acceso a
los mismos, bien recogidos en manuales técnicos de difícil comprensión, o en
publicaciones dispersas, oficiales o excesivamente teóricas.
Ante la carencia en el mercado de información concisa y eminentemente
práctica sobre estas cuestiones, Aguilar presenta una serie de guías con un
planteamiento claro y objetivo, a través de ejemplos reales, analizando todos
los posibles problemas que se pueden plantear e indicando cuáles son sus
soluciones. Incluyen, asimismo, direcciones útiles, glosarios de términos
especializados, cuadros, gráficos y esquemas. Todo ello expuesto con un
lenguaje ágil y directo, que evita la utilización de tecnicismos y garantiza la
comprensión del tema a la totalidad de los lectores.
Las guías van avaladas por los mejores profesionales en cada uno de los
aspectos tratados y por un sello editorial de prestigio, que irá nutriendo las
distintas colecciones con nuevos títulos y mantendrá permanentemente
actualizados los títulos publicados.
Esta guía cubre toda la información sustancial,
útil y práctica sobre el tema de los trastornos de alimentación.
Qué hacer ante los posibles casos que puedan plantearse, cómo
solucionarlos y cuándo es necesario acudir a un profesional.
Se estructura en ocho capítulos, cada uno de los cuales contiene una serie
de apartados. Tras ellos podrá encontrar diferentes apéndices de utilidad:
direcciones útiles, bibliografía, glosario y un manual informativo de los
trastornos de la alimentación.
Los ejemplos y casos prácticos están tramados en color; se han tratado
gráficamente de forma distinta que los cuadros, gráficos y tablas en general,
para permitir su identificación inmediata. A lo largo del texto encontrará una
serie de palabras en negrita, se trata de términos técnicos cuya explicación
podrá encontrar en el glosario.
Presentación

Las predicciones para el futuro no son nada alentadoras. Según los datos que
actualmente se manejan, de los trastornos de la alimentación provenientes de
diversos estudios epidemiológicos llevados a cabo en la población occidental,
las personas que presentan anorexia, sobreingesta compulsiva y bulimia se
han triplicado desde el comienzo de la década de los noventa. El origen de
esta guía no sólo se encuentra en mi interés clínico basado en la urgencia
profesional de encontrar soluciones que alerten a un gran número de mujeres
adolescentes, sino que está sobre todo motivado en mi experiencia clínica
con jóvenes que se han querido "suicidar en vida". Por ellas y para ellas se ha
pensado esta guía. A ellas va dedicada esta pequeña obra. A ellas y también a
los familiares que han confiado y confían en los profesionales de la salud que
intentan en sus consultas y en sus investigaciones, evitar el sufrimiento.
La información sobre los trastornos de la alimentación es uno de los
objetivos de esta guía. El conocimiento de las posibles causas, de los factores
predisponentes, precipitantes y mantenedores de la anorexia, de la bulimia y
de otros trastornos alimentarios, se ha comprobado que es el primer paso para
la prevención y el control de nuestra salud. Es por esta razón por lo que se ha
concebido una estructura que facilite la lectura y el aprendizaje rápido en la
detección de estos trastornos: definiciones operativas y claras que identifican
cada trastorno, enumeración de los síntomas físicos y psicológicos, de las
conductas sociales y afectivas que aparecen en los primeros estadios; así
como también una reflexión sobre el papel que juega la educación, el colegio,
las amistades, los padres, los medios de comunicación y la estimulación
social a la que actualmente está expuesta la población joven con riesgo a
desarrollar cualquier trastorno de la anorexia a la bulimia.
Uno de los capítulos finales se dedica a las estrategias de prevención. Se
explican los pasos que deben seguirse para evitar futuras recaídas de las
personas que ya hayan presentado un trastorno y que en este momento no se
encuentran en tratamiento. Se completa con la sugerencia de centros y
asociaciones a las que pueden acudir familiares y personas con trastornos de
alimentación con el fin de obtener más información o buscar orientación y
ayuda.
Se sabe que el blanco preferido de la anorexia y la bulimia, de estos
trastornos físico-psicológicos y también sociales, son fundamentalmente
mujeres, adolescentes y jóvenes, que habitan en ciudades, que pertenecen a
familias con una educación media y media- alta, con edades comprendidas
entre los 15 y 25 años, y que además son consideradas como unas chicas
inteligentes y responsables. Se considera que para esta población "femenina"
el riesgo de desarrollo de algún tipo de trastorno de alimentación alcanza en
estos años el 17,4%. Sin embargo, esta guía no está dirigida sólo a las
mujeres, sino también a los varones que se dedican a la educación, a la salud,
que son padres o que conviven con adolescentes. Aunque los trastornos
alimentarios son en buena medida "femeninos", no hay que olvidar que
también afectan, aunque en un menor porcentaje, a los varones.
Es de esperar que esta guía sirva de soporte eficaz y útil tanto a los
familiares afectados como a estudiantes y profesionales y, sobre todo, a
aquellas personas que por las circunstancias personales y sociales que se
comentan en este texto, sean más vulnerables a desarrollar trastornos de
alimentación. Como se ha señalado al principio de esta presentación: a ellas,
por ellas y para ellas se ha escrito esta guía.
ELENA F. L. OCHOA
Introducción
Anorexia y bulimia: trastornos de fin de siglo
Para analizar todos los aspectos relacionados con el tema de la anorexia
conviene que primero nos llagamos una serie de preguntas, como las
señaladas a continuación, para proceder a darles respuesta.
¿Constituyen los trastornos de la alimentación la enfermedad más común a
todas las edades y condiciones?
¿Son los trastornos de alimentación las enfermedades más frecuentes en la
última década del siglo XX?, ¿son una enfermedad o son varias y diferentes
entre sí?
¿Por qué razón cada vez hay más personas, sobre todo jóvenes, en las
sociedades industrializadas que son diagnosticadas con la etiqueta de
anorexia nerviosa o de bulimia?
¿Por qué motivo hay muchas más mujeres que varones que sufren
trastornos de alimentación?, ¿son los trastornos de alimentación una
enfermedad femenina?
¿Por qué la anorexia nerviosa es una enfermedad padecida con más
frecuencia por las adolescentes que viven en las ciudades que por las que
viven en los pueblos?
¿Es la pertenencia a una clase social acomodada un factor que precipita un
determinado trastorno de alimentación..., o es la genética la que en verdad
explica estas conductas?
¿Existen tratamientos eficaces para hacer frente a la bulimia?, ¿y a la
anorexia?
¿Puede una persona obesa someterse a tratamiento o es mejor que se
someta a una intervención quirúrgica?
¿Es posible que una persona primero tenga un problema de obesidad, luego
desarrolle una anorexia nerviosa y, al cabo de unos años, se convierta en
bulímica?, ¿hay casos en los que han coincidido varios trastornos de
alimentación a la vez?
¿Es la educación, el tipo de familia o simplemente una adolescente se llega
a convertir en una anoréxica por influencia de la publicidad, de lo que lee en
las revistas, por imitar las películas en las que exclusivamente triunfan las
delgadas?
¿Es la obesidad la puerta de entrada a la anorexia y a la bulimia?, ¿es un
error pensar que detrás de cada anoréxica y de cada bulímico hay una
infancia de gorduras, michelines y complejos...?
¿Qué tienen que hacer unos padres que observan que su hijo o que su hija
pesa más de la cuenta y lo que más le gusta en este mundo es comer dulces y
helados?, ¿hay que ponerlos a dieta, llevarlos al médico, al psicólogo... o
dejarlos tranquilos hasta que crezcan y puedan decidir por sí mismos?
¿Qué hacer si un niño de tres años no quiere comer y lo que se logra que
ingiera lo vomita al cabo de poco tiempo?, ¿y si se niega a comer alimentos
pero se traga las tizas, plástico, papel...?
¿Se pueden tratar con éxito los trastornos de la alimentación?, ¿existen
estrategias de prevención eficaces?
¿Qué puede hacer la persona que presenta un trastorno de alimentación?,
¿qué puede hacer la familia?, ¿qué pueden hacer los profesionales de la
salud? ¿Y la sociedad?, ¿dan resultado las asociaciones y grupos de ayuda?
Por último ¿son la obesidad, la anorexia nerviosa, la sobreingesta excesiva
y la bulimia nerviosa, enfermedades típicas de un siglo... o son las
enfermedades del siglo?
Esta serie de preguntas y más se irán planteando a lo largo de esta guía, al
tiempo que se ofrecerán las respuestas que se consideren más adecuadas. La
mayoría no han sido confirmadas aún por la ciencia, si bien parecen ser las
más convincentes teniendo en cuenta los resultados obtenidos hasta el
momento en la experiencia clínica y en la investigación sobre los trastornos
de alimentación.

Breve historia
Hace diez o quince años era muy extraño que se hablara de anorexia nerviosa
o de bulimia. También era raro que apareciera con frecuencia en la prensa o
en la literatura científica información o investigaciones sobre la obesidad. Ni
la psicología clínica, ni la psiquiatría, ni tampoco la endocrinología (la
ciencia que estudia el funcionamiento de las glándulas y de las hormonas) se
ocupaban de los trastornos de alimentación y, cuando lo hacían, se referían a
ellos en letra pequeña, es decir, como trastornos muy poco frecuentes.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte y de manera progresiva, los
trastornos de alimentación, desde la anorexia hasta la bulimia, así como la
obesidad y la sobreingesta compulsiva, se han ido convirtiendo en un
auténtico boom: los medios de comunicación y las revistas científicas de
psicología, psiquiatría y endocrinología dedican monográficos y reportajes
especiales. La televisión realiza documentales sobre los peligros de la
anorexia, y biografías de personas con trastornos de alimentación se
convierten en temas de películas. Las portadas de las revistas femeninas con
mayores índices de venta incorporan semana tras semana, mes tras mes,
temas relacionados con la alimentación y el moldeamiento de la figura ideal,
las dietas más definitivas y la estética del cuerpo modélico, las intervenciones
de psicocirugía, los productos de belleza y los ejercicios físicos más eficaces
para adelgazar...; también los trastornos de alimentación ocupan un apartado
especial en algunas de estas publicaciones. Y esto no está pasando por
casualidad.
Los trastornos de la alimentación, y la anorexia nerviosa están aumentando
en los últimos años de una manera alarmante: de cada 100 mil jóvenes de
sexo femenino, con una edad comprendida entre 15 y 24 años, de 40 a 50
sufren anorexia cada año. Y las perspectivas de futuro son que estas cifras
aumentarán considerablemente y con una enorme rapidez.
En países como Bélgica, Suiza, Holanda, Reino Unido, Alemania, Estados
Unidos y España, se han creado asociaciones organizadas cuyos objetivos se
centran en informar, apoyar y ofrecer alternativas de solución tanto a la
persona que sufre el trastorno como a la familia.
Las diferentes causas que presuntamente podrían explicar este aumento del
problema y sus dramáticas perspectivas de futuro, así como el tipo de
información necesario para hacerle frente, se expondrán a lo largo de esta
guía.

Tipos de trastornos de alimentación


Los trastornos del comportamiento alimentario agrupan un conjunto de
alteraciones de la conducta que varían en gravedad, y en la manera que tienen
de manifestarse.
Los trastornos de alimentación más frecuentes que afectan a niños,
adolescentes y adultos, serán explicados a continuación.
Obesidad

Acumulación excesiva de grasa que se traduce en un aumento de peso por


encima de los límites adecuados. Los límites para determinar cuál es la
acumulación normal de tejido adiposo se establecen en relación con el peso
ideal. El peso ideal viene reflejado en tablas. Las más utilizadas son las de la
Metropolitan Life Insurance Company.
Anorexia

Limitación excesiva en la dieta alimentaria con el único fin de perder peso.


Debido a un intenso miedo a engordar, la persona lleva a cabo ejercicio físico
constante, presenta un alto grado de hiperactividad y formas muy peculiares
de preparar e ingerir los alimentos. Se observa una grave alteración de la
imagen corporal, de la personalidad y de la relación con los demás. A veces
se observan vómitos autoinducidos y consumo de laxantes cuando cree que
ha comido más de la cuenta. No hay conciencia de enfermedad, ni aún
cuando ésta ha alcanzado un alto nivel de gravedad.
Bulimia
Ingestión episódica, incontrolada, compulsiva y rápida de grandes
cantidades de alimento en un corto periodo de tiempo. La persona manifiesta
ataques recurrentes de voracidad y los alimentos consumidos durante estos
episodios suelen tener un alto contenido calórico; además, los alimentos son
ingeridos de forma secreta. Se observa una preocupación excesiva por el
peso, seguimiento de dietas drásticas, vómitos autoprovocados, consumo de
laxantes y ejercicio excesivo como maneras de controlar el peso.
La persona tiene conciencia de que algo anormal le está pasando, pero se
suele negar a acudir a un profesional de la salud.
Sobreingesta compulsiva

Episodios repetitivos de voracidad durante un cierto periodo de tiempo: tales


episodios son juzgados por la persona como anormales, ya que tiene la
sensación de que no los puede controlar voluntariamente. Los comedores
compulsivos suelen presentar niveles de sobrepeso moderados o graves y, a
diferencia de los obesos, no emplean ningún procedimiento drástico para
adelgazar, no siguen ningún tipo de dieta ni manifiestan insatisfacción con su
imagen corporal, como es el caso de las personas con anorexia nerviosa o con
bulimia.
Pica
Ingestión persistente de sustancias no nutritivas durante un cierto periodo de
tiempo, por lo menos de un mes. Esta ingestión de sustancias no nutritivas es
inapropiada para el nivel de desarrollo y edad de la persona. Por ejemplo, el
niño o adolescente se dedica a ingerir papeles, plástico, tizas, sin motivo
aparente. Generalmente, este tipo de trastorno alimentario está estrechamente
ligado a problemas de tipo emocional y de la conducta. Sin embargo, es
necesario descartar la presencia de otro tipo de trastorno psicopatológico
antes de diseñar un tratamiento.
Rumiación

Regurgitar y masticar repetidamente el alimento durante un largo periodo de


tiempo. Esta conducta no se debe a ningún tipo de enfermedad
gastrointestinal (del estómago y de los intestinos) ni a otra enfermedad
asociada, por ejemplo el reflujo esofágico (el reflujo es un movimiento
descendente). Tampoco la persona sufre trastorno mental ni del desarrollo.
Trastorno de la ingestión alimentaria de la infancia o la niñez
Dificultad persistente y continua para comer adecuadamente. La persona se
niega a comer cualquiera que sea el alimento: llora, patalea, vomita y rechaza
cualquier tipo de sustancia nutritiva, sólida o líquida. Se observa una
incapacidad significativa para aumentar de peso y el niño o la niña pierde
peso considerablemente durante al menos un mes. Este trastorno no parece
deberse a ninguna enfermedad gastrointestinal, médica, a un trastorno
psicopatológico o a la no disponibilidad de alimentos. Su inicio es anterior a
los seis años.
La anorexia nerviosa, la bulimia, la obesidad y la sobreingesta compulsiva
los padecen un mayor número de mujeres que de varones; es común a todas
aquellas personas que los sufren una continua y constante preocupación e
insatisfacción con el propio cuerpo. La excepción está en la sobreingesta
compulsiva y en algunos casos de obesidad.
Se observa también un elevado nivel de ansiedad y la tendencia a los
estados depresivos, el deseo imperioso de adelgazar y un bajo concepto de sí
mismos. También, se contemplan excepciones en la sobreingesta compulsiva
y en algunos casos de obesidad.
La rumiación, el pica y los trastornos de ingestión de alimentos en la
infancia merecen comentario posterior, pues las características psicológicas y
clínicas de estos trastornos difieren cualitativamente de los anteriores debido,
fundamentalmente, a la edad y al desarrollo emocional de las personas que
los presentan.

Salud y alimentación
Se ha demostrado una estrecha relación entre los trastornos del
comportamiento alimentario y la presencia de problemas de salud física.
Obesidad

Un problema de obesidad, tanto en los varones como en las mujeres,


cualquiera que sea la edad, puede llegar a ser un factor de riesgo para el
desarrollo de enfermedades cardiovasculares (afecciones relacionadas con el
corazón y los vasos sanguíneos), hipertensión (exceso de tensión arterial),
diabetes mellitus (la incapacidad de un tipo de células del páncreas para
producir la suficiente insulina, necesaria para la utilización de la glucosa
sanguínea por las células del organismo), trastornos pulmonares y renales,
problemas con la anestesia en el caso de intervenciones quirúrgicas,
complicaciones serias durante el embarazo, dolores de espalda y problemas
en las articulaciones.
Anorexia nerviosa
La presencia de una anorexia nerviosa trae consigo no sólo complicaciones
metabólicas (complicaciones del metabolismo), gastrointestinales, dolores
abdominales, estreñimiento, problemas cardiovasculares, renales,
endocrinológicos y dentales, sino que puede conducir a la muerte en un
porcentaje que oscila entre el 8 y el 18%.
Bulimia nerviosa
El abuso de laxantes y los vómitos provocados pueden conducir a la
deshidratación y a las complicaciones renales. Son frecuentes en las personas
que presentan bulimia, los problemas gastrointestinales y alteraciones
endocrinas, hematológicas (relacionadas con la sangre) , la retención de
líquidos o alteraciones en el electroencefalograma, así como problemas
dentales u otras graves anomalías debido al uso continuado de diuréticos y
laxantes.

¿Trastorno femenino?
La anorexia y la bulimia son trastornos de la alimentación, fundamentalmente
femeninos. Hay muy pocos casos en varones. Sin embargo, en la infancia se
presentan más trastornos de alimentación en los niños que en las niñas.
No existe ninguna categoría científica aceptada por la comunidad de
expertos en la que se hable de trastornos de alimentación masculinos.
Tampoco existen causas ni explicaciones confirmadas de por qué aparecen
más en los niños que en las niñas.

Anorexia y bulimia. Concepto y criterios de diferenciación


Hasta hace poco tiempo (aproximadamente dos o tres décadas) no se
distinguía la bulimia de la anorexia y se consideraba que ambos constituían el
mismo tipo de trastorno de alimentación. Actualmente, y teniendo en cuenta
no sólo la sintomatología presentada por la persona, sino también el
desarrollo, las respuestas a los tratamientos y el pronóstico de la anorexia y la
bulimia, se establece que ambos constituyen dos tipos distintos de trastornos
de alimentación, que hay que evaluar y tratar de manera diferente.

Tipos de anorexia

Los términos anorexia nerviosa y anorexia mental se utilizan indistintamente.


Además también se denomina anorexia a un síntoma que aparece en algunas
otras enfermedades físicas o psicológicas —como la depresión o la ansiedad
— en las que la persona pierde el apetito y, por tanto, pierde peso
considerablemente.
En la anorexia nerviosa se distinguen dos tipos.
— Anorexia nerviosa tipo restrictivo: la persona comienza a perder peso
siguiendo una dieta, mediante ayunos exagerados y realizando ejercicio de
una manera intensa. La persona no lleva a cabo nunca "atracones" ni purgas.
Se produce una pérdida dramática del peso debido a que la persona no come
ni toma líquidos, hace ejercicios desproporcionados a su estilo de vida y talla,
se mantiene hiperactiva constantemente, presenta pérdida de la menstruación
y un paulatino aislamiento social. Su estado físico puede conducirle a la
muerte.
— Anorexia nerviosa tipo compulsivo/purgativo: denominada también
anorexia bulímica. Se presenta en personas en las que los "atracones"
aparecen exclusivamente en el desarrollo de su cuadro de anorexia. La
persona presenta una dramática pérdida de peso, ausencia de menstruación
e hiperactividad, entre otros síntomas. Cuando tiene episodios bulímicos,
éstos suelen ir seguidos de vómitos autoprovocados. Remitida la anorexia,
la persona no presenta conductas compulsivas de ingestión de alimentos,
ni tampoco purgativas.
Tipos de bulimia
Las bulimias por lo general, van acompañadas de constantes vómitos
autoprovocados, que siguen inmediatamente a las "comilonas" compulsivas.
Existen, sin embargo, otras bulimias —mucho menos frecuentes— en las que
la persona, después de un "atracón" o ingestión compulsiva se dedica a hacer
mucho ejercicio y a tomar laxantes u otro tipo de sustancias que le hacen
evacuar, así como medicamentos para evitar el hambre.
Bulimia nerviosa: quienes la presentan mantienen el peso normal y sus
menstruaciones suelen ser regulares, si bien en algunos casos hay retiradas
periódicas. Presentan una preocupación constante por mantener el peso
dentro de los límites normales, que ellas piensan son los que corresponden a
su edad y talla. Por ello, cuando comen más de la cuenta, según su criterio de
normalidad, o se dan "atracones" (ingestión de una gran cantidad de
alimentos en un corto periodo de tiempo, además de vómitos
autoprovocados) la persona suele presentar trastornos del estado de ánimo de
tipo depresivo, y otras conductas tales como: uso excesivo de laxantes,
diuréticos y otros fármacos para la retirada del apetito, un régimen estricto y
ejercicio desproporcionado. Para que una persona pueda considerarse
bulímica, los "atracones" y las conductas compensatorias se deben producir
como promedio dos veces a la semana, durante un periodo de tres meses.
Trastornos alimenticios en la
adolescencia
El amor y el temor al alimento
No sólo fue ayer. Todavía hoy existen culturas en las que la mujer resulta
más deseable en la medida en la que acumula cantidades inmensas de grasa
en sus muslos, las caderas se acompañan de bolsas con tiernos michelines,
sus brazos están rollizos y sus senos parecen que van a explotar de un
momento a otro de tanta vitalidad: esto es, la mujer, cualquiera que sea su
edad, resulta más atractiva si su cuerpo tiene formas y éstas a su vez se
cuidan de estar rellenas. Dame gordura y te daré hermosura no es un
proverbio que haya desaparecido con nuestras abuelas.
Ese cuerpo femenino rechoncho, gordito y lleno de curvas representa un
padre o un marido exitoso y con los bolsillos provistos; un cuerpo
redondeado expresa más energía y vida y la grasa almacenada puede servir
para hacer más soportables las épocas de escasez; un cuerpo femenino fuerte
y bien condimentado protege a la familia y tiene menos posibilidades, al
parecer, de caer enfermo cuando aparecen los primeros reveses.
No sólo fue ayer. Hoy todavía, y quizá por siempre, las mujeres gordas
pueden resultar deseables y más saludables.

El porqué de la adoración por las carnes


Las culturas y periodos históricos que han venerado a la mujer matrona,
gorda y bien rellena de carnes poseen, curiosamente, varias características
comunes:
— inseguridad en la provisión de comida e incertidumbre económica
— posibilidad de escasez de alimentos en futuros próximos debido a guerras
o desastres naturales
— miedo, en ocasiones irracional, a los efectos de ciertas enfermedades
endémicas que puedan eliminar a las personas más débiles y peor
alimentadas
Cuando las delgadas se ponen de moda
En los últimos cien años y paralelamente a la distribución que se ha hecho de
los alimentos en las sociedades occidentales, por primera vez en la historia
estar delgada se ha convertido en una necesidad para lograr el triunfo: para
presumir hay que sufrir, musitaban nuestros antepasados.
Presumir puede suponer tal esfuerzo que puede llegar a convertirse en un
sufrimiento espantoso. Porque la delgadez no es simplemente una moda: el
estar delgada es el ingrediente principal para lograr la felicidad, ser exitosa y
conseguir el aplauso amoroso, profesional y social. Hay excepciones, pero
pocas.
El tamaño de los senos, la anchura de caderas, la altura, el tipo de cintura,
el peso, en general, han ido variando hasta llegar a esculpir un prototipo de
mujer escuálida que evita a toda costa las formas identificadas
tradicionalmente como femeninas y con una obsesión constante: observarse
la mínima protuberancia para poner rápidamente el remedio. Esto es, una
dieta radicalmente estricta.
Un experto en este tema, Nasser, comenta al respecto: "estar delgada
simboliza a la mujer nueva que es capaz de combinar al mismo tiempo un
perfecto autocontrol de su persona y de su cuerpo, una libertad sexual y ésta a
su vez con ciertos valores tradicionales de atractivo". De este modo, desde
hace aproximadamente tres décadas una mujer es más deseable y atractiva si
está delgada.
Las revistas femeninas publican secciones especiales sobre regímenes
revolucionarios y sobre cómo llevar a cabo una nutrición saludable.
Televisión, radio, anuncios de coches, cigarrillos o bancos utilizan la imagen
de féminas delgadas y ágiles para vender sus productos: consiga la delgadez
máxima y llegará al pináculo de lo más deseable, de lo más deseado. Este
parece ser el mensaje y las adolescentes son su blanco principal.

Peso, cuerpo e identidad


Cuando una niña empieza a darse cuenta de que no es como su amiguito del
colegio, o como el niño con el que juega a las canicas en el parque, sino que
su cuerpo, su voz, su fuerza física es diferente, es cuando comienza un
proceso de madurez imparable hasta convertirse en una adolescente.
Y es aquí, en este periodo, cuando cualquier chica sentirá un estrés
emocional, tendrá que hacer frente a una lucha muy personal y llena de
contradicciones en donde el deseo de independencia de sus mayores entrará
en conflicto con la necesidad material y también afectiva de dependencia de
los demás. Surge entonces la competitividad con los otros, con ella misma y,
sobre todo, la búsqueda continua de una identidad. De una identidad a través
de su cuerpo: "¿resultaré atractiva?, ¿por qué miran tanto a mi amiga y a mí
no?, ¿a dónde voy yo con estas piernas?, ¿soy suficientemente guapa?,
seguro que soy la más horrible de las chicas de esta tierra, tengo granos y es
imposible que guste a los chicos, dónde voy a ir con estos pechos que
parecen dos peonzas..." suelen ser los pensamientos más comunes.

Cuando yo era una niña gordita


Cuando se les pregunta a las adolescentes que ya han desarrollado un
problema de anorexia cómo recuerdan su infancia suelen responder que
tenían una sola obsesión: el peso.
Recuerdan que siempre estaban en un sobrepeso comparadas con sus
hermanas o sus amigas, que cuando alguien se enfadaba con ellas les decían
cosas del estilo "gorda, que si te cae encima un alfiler explotas...", "vaca
lechera...", "estás gorda porque eres una perezosa, una vaga y no tienes
voluntad...", "pero hija, qué rechoncha eres...", "cómo te va a caber ese traje
de baño si eres como una mesa camilla... eso te pasa por tomar tantos
helados..."
Un pasado, una infancia de gordura no asimilada psicológicamente es, en
ocasiones, el factor predisponente para el desarrollo paulatino y progresivo
de un trastorno de la alimentación.

De niñas a mujeres, de niños a hombres


No hay que esperar a la adolescencia para desarrollar trastornos de la
alimentación. También en la infancia, desde el día del nacimiento, el ser
humano puede canalizar sus ansiedades, sus miedos, sus conflictos y
problemas a través del alimento. No hace falta convertirse en un hombre o en
una mujer para presentar graves trastornos en la conducta de la ingesta. De
hecho, el Manual de Diagnóstico Estadístico de Enfermedades Mentales
(DSM-IV, 1995), establece un apartado especial para los trastornos de la
ingestión y de la conducta alimentaria de la infancia y la niñez.

No sólo de leche se alimenta el niño


Pintura, yeso, cuerdas, cabellos, plástico, trozos de ropas..., piense en
cualquier tipo de sustancia excepto en las que pueden resultar nutritivas para
el organismo, pues es de lo que se alimentan algunos niños y niñas. Los
todavía pequeños, pero más mayores, prefieren comer excrementos de
animales, arena, insectos. No es que tengan una aversión especial a los
alimentos, es que les gusta todo aquello que no es comida. Este trastorno se
llama pica y, con frecuencia, está asociado al retraso mental.
No se sabe cuántos niños sufren pica, pero no es extraño observarlo en el
periodo preescolar. Sin embargo, es importante tener en cuenta que
aproximadamente antes de los 18-24 meses de edad, no es rara la masticación
y a veces la ingestión de sustancias no nutritivas, lo que no quiere decir que
el niño sufra pica. Sólo se diagnostica pica cuando el comportamiento es
persistente.

Rumiar, rumiar y rumiar... pero no tragar


Mastican sin tragar y, cuando ya parecía que el plátano había desaparecido en
el estómago, ¡zas! aparece de nuevo en la boca parcialmente digerido. El
niño no tiene náuseas, ni sufre arcadas, ni padece ningún tipo de enfermedad
gastrointestinal. Entonces el niño lo vomita... o lo sigue masticando y, al cabo
del rato, lo vuelve a tragar. Este trastorno es poco frecuente y, cuando
aparece, generalmente lo hace en los varones. Las niñas lo presentan muy
raramente. Su edad de inicio está entre los 3 y los 12 meses de edad y suele
remitir espontáneamente.

Cuando se niegan a comer: trastorno de la ingestión


alimentaria de la infancia o la niñez
El trastorno de la ingestión alimentaria en los niños no se debe a ninguna
enfermedad física.
La niña está en los huesos. La madre no deja de pensar en cómo hacer las
comiditas, dónde comprar el sesito más fresco, el higadito mejor del
supermercado... toda la familia en pleno en la cocina para ver si la niña come,
cena o, al menos, desayuna. Pero la niña cierra la boca y no hay manera. Y la
niña sigue adelgazando sin remedio. La han llevado a varios especialistas,
pero no le encuentran nada en el estómago ni ninguna enfermedad que pueda
explicar lo que le pasa.
Estas conductas suelen presentarse con más frecuencia en los niños
irritables, que duermen mal y manifiestan problemas de conducta. La edad de
inicio es de dos a tres años y es más frecuente en los niños que en las niñas.
Si se tienen en cuenta las admisiones en los hospitales pediátricos, del 1 al
5% se deben a la incapacidad para ganar peso. El 50% de estos casos se debe
a la presencia de trastornos alimentarios sin ninguna enfermedad médica
predisponente.
RESUMEN
— Las personas con sobrepeso son consideradas en algunas culturas más
atractivas y deseables que las delgadas.
— La delgadez se convirtió en un elemento de belleza hace un siglo. Antes,
estar gorda significaba poseer más salud, energía y estabilidad económica.
— Los adolescentes, tanto varones como mujeres, apoyan una parte
importante de la identidad en su imagen corporal. Por eso la adolescencia
es la etapa de mayor susceptibilidad a los mensajes que moldean y crean
cánones de belleza física para imitar.
— Los niños y las niñas también presentan trastornos de alimentación. Los
más frecuentes son pica, rumiación y el trastorno de la ingestión
alimentaria.
Dejar de comer
Breve historia
Si bien podemos encontrar descripciones de posibles anoréxicas en algunas
vidas de santas que vivieron en épocas antiguas, la primera descripción
clínica se remite a 1694. La realiza Richard Morton y la denomina
consunción nerviosa.

Definición y síntomas
Sin embargo, la definición y clasificación más detallada no tiene lugar hasta
el siglo XIX, cuando Lasegue (autor de la monografía De la anorexia
histérica) y Gull describen por primera vez este problema como anorexia
nerviosa, publicando varios casos clínicos en los que destacan los problemas
psicológicos que subyacen y mantienen este trastorno.
Lasegue, por ejemplo, describe casos de la siguiente manera: "las reglas
hasta entonces insuficientes e irregulares, dejan de producirse y aparece la
sed. Se trata de las primeras advertencias sobre las inminentes
complicaciones que van a ocurrir... En algunos casos, el apetito desaparece
sin que la enferma sienta ninguna sensación. Se justifica el proverbio que
dice que el apetito viene cuando uno está comiendo. En otras condiciones, la
enferma experimenta una repulsión más o menos viva hacia ciertos
alimentos; otras veces, cualquier sustancia alimenticia, sea cual fuere, le
produce asco (...). Y la familia no tiene más que dos métodos a su alcance,
los cuales terminan siempre por agotar: rezar o amenazar, y tanto uno como
otro sirven como piedra de toque.
Las exquisiteces en la mesa son multiplicadas con la esperanza de
despertarle el apetito, pero cuanto más aumentan las demandas, más
disminuye el apetito".
El prestigioso neuropsiquiatra francés Charcot expone, a finales del siglo
XIX, su actitud como médico ante el siguiente caso de anorexia nerviosa: "se
trataba de una adolescente de Angulema, de trece o catorce años, que había
crecido considerablemente y que, a partir de ese momento, rechazaba
sistemáticamente cualquier alimento a pesar de no tener ningún trastorno de
la deglución ni ningún desorden gástrico. Era uno de esos casos que limitan
con la histeria, pero que no le pertenecen en exclusividad y que fueron
descritos por Lasegue en Francia y por W. Gull en Gran Bretaña bajo el
nombre de anorexia nerviosa o anorexia histérica (...).
Hablé con los padres y, después de haberme dirigido a ellos con ásperas
reprimendas, les dije que a mi entender no había sino una posibilidad que
conduciría al éxito: debían alejarse lo antes posible de su hija o al menos
fingirlo. Debían decirle a la niña que, por un motivo cualquiera, se veían
obligados a regresar a Angulema; incluso podían acusarme a mí, al médico,
por la partida. Poco me importaba, siempre que esta adolescente estuviera
convencida de que sus padres se habían ido... esto era necesario que ocurriese
inmediatamente.
Lograr el consentimiento de los padres no fue nada fácil a pesar de las
reprimendas. El padre, por ejemplo, no podía comprender cómo un médico
podía exigirle a un padre que se alejara de una hija cuando ésta se encontraba
en momentos de grave peligro. Pero la convicción me animaba y debí de
estar lo bastante elocuente porque la madre accedió. El padre siguió
refunfuñando y, según me pareció, sólo tenía una mínima confianza en que el
tratamiento alcanzase el éxito".

Métodos clínicos
Charcot sigue explicando los métodos clínicos utilizados entonces con la
anorexia nerviosa: "las enfermas son alojadas bajo la dirección de personas
competentes y experimentadas, habitualmente se trata de religiosas que,
debido a una extensa práctica, en general se vuelven muy expertas en el
manejo de esta clase de enfermas. Una mano benévola, pero firme; mucha
calma y paciencia son aquí las condiciones indispensables. Los padres son
sistemáticamente alejados hasta el día en que, después de que se note una
clara mejoría, se permite a los pacientes verlos, siempre como una
recompensa; al principio, a intervalos más bien extensos, luego cada vez más
cercanos, a medida que se acentúa la cura. El tiempo y la hidroterapia, con la
medicación, hacen el resto". La hidroterapia es un tratamiento de las
enfermedades utilizando aguas medicinales.
La descripción de Charcot de este caso de anorexia nerviosa, las actitudes
de él como médico y el procedimiento terapéutico seguido con la enferma y
con los padres, es muy semejante a lo que actualmente se hace, si bien como
se verá más adelante, hoy por hoy se cuenta con instrumentos de evaluación
y con programas terapéuticos más estructurados y que han probado ser
eficaces.
Freud también describió casos de anorexia nerviosa y otros trastornos de
alimentación. En 1895, en el Manuscrito G Freud pone el acento en el
aspecto depresivo de la anorexia: "la neurosis alimenticia llamada anorexia
puede compararse con la melancolía. La anorexia mental de las adolescentes,
trastorno éste muy conocido, aparece después de una profunda observación
como una forma de melancolía en aquellos sujetos cuya sexualidad está aún
inacabada. La enferma, en este caso, afirma no querer comer sólo porque no
tiene hambre. Por lo tanto, hay pérdida de apetito y, en el terreno sexual,
pérdida de la libido".
La asociación depresión-anorexia sigue presente en la discusión de los
teóricos de la anorexia nerviosa.

Investigaciones posteriores
Fue a partir del Simposio de Gottingen en 1965 y posteriormente el Congreso
de Toronto en 1981, cuando el estudio de la anorexia nerviosa toma las
directrices de investigación que se siguen en la actualidad. Aparece la
definición operativa de los criterios de diagnóstico, surgen nuevas
clasificaciones, se lleva a cabo un estudio exhaustivo de los síntomas, se
desarrollan programas de tratamiento y de seguimiento y se crean programas
de prevención de recaídas en los que se insiste en la información sobre el
problema a la población en general.

Sexo: femenino
Todos los estudios coinciden en señalar que un mayor número de mujeres
que de varones manifiesta trastornos de alimentación. Y en concreto, en el
caso de la anorexia la incidencia es muy superior: alrededor de 95 de cada
100 sujetos que padecen anorexia pertenecen al sexo femenino. Pero a pesar
de estos datos no hay ninguna evidencia ni existe prueba alguna de que este
trastorno esté vinculado al sexo biológico.
El escaso número de varones que manifiestan anorexia ha dispuesto a que
se considere la anorexia nerviosa en los hombres y la anorexia nerviosa en las
mujeres como dos enfermedades distintas. Sin embargo, los síntomas y las
características del trastorno son tan similares en ambos casos que todavía se
sostiene la hipótesis de que se trata del mismo problema.
48 El mayor predominio de mujeres anoréxicas que de varones hace pensar
que los aspectos socio-culturales tienen un enorme impacto en la
predisposición, precipitación y mantenimiento de los trastornos de
alimentación. El papel sexual de la mujer en nuestra cultura, la importancia y
refuerzo de su imagen corporal, su estética, son más valorados socialmente
en ella que en los hombres. Esto es debido fundamentalmente al estereotipo
social que existe sobre la figura femenina ideal. La prueba de estas
afirmaciones se puede observar en los modelos estéticos y listas de rasgos a
imitar en las mejores y más reputadas revistas femeninas.

Debajo de un peso hay siempre otro que lo mantiene...


Los trastornos de la alimentación no surgen de repente, de la noche a la
mañana. Son trastornos psicológicos que, si bien comportan graves
alteraciones de la conducta de la alimentación, la realidad subyacente a ésta
es la que en verdad hay que analizar. Porque la base, lo que mantiene los
trastornos de la alimentación son alteraciones psicológicas estrechamente
relacionadas con el tipo de personalidad, el pasado afectivo y familiar, el
ambiente y las motivaciones, la forma de interpretar el mundo...
La angustia por llegar a ser perfecta, por conseguir un cuerpo perfecto y
atractivo, la tendencia a deprimirse si no es admirada, adulada, esos
complejos sobre la imagen corporal, la nariz o la barbilla, la cintura y los
músculos que suelen surgir en la adolescencia, se intensifican, duran más y
son más frecuentes en las mujeres adolescentes. Las mujeres y jóvenes que
habitan en sociedades industrializadas en las que hay una gran abundancia de
alimentos, y a las que se les refuerza la delgadez como medio necesario para
ser aceptada y obtener éxito, son las más proclives a padecer problemas de
alimentación y, en concreto, anorexia nerviosa.
Se siente nerviosa y llena de angustias porque no sabe cómo agradar a los
demás, cómo resultar más atractiva... Se mira en el espejo y sólo puede ver
una barriga sobresaliente entre las caderas, unos muslos enormes, dos pechos
como dos grandísimas albondiguillas...
Esta tarde se ha probado los pantalones, las faldas, todo lo que había en su
armario y con nada se siente satisfecha. Las dietas, la preocupación diaria por
el peso, por ganar un kilo de más o de menos, son las torturas a las que se
enfrenta cada mañana y cada noche desde hace un tiempo.
Poco a poco, y sin darse casi cuenta, ha ido dejando de comer. De hecho,
ya no siente casi hambre. Pero aunque la gente le dice que está en los huesos,
ella sabe que no es verdad, que le están mintiendo porque cuando se observa
desnuda ante el espejo se ve gorda, con un cuerpo desproporcionado. Su
madre no se explica por qué no come, por qué no siente hambre a ninguna
hora aunque le ponga delante los manjares más ricos de esta tierra.
No tiene hambre, nada de hambre. Y se siente realmente triste y horrible. Y
lo peor es que no ve salida por ninguna parte; los fines de semana le cuesta
cada vez más salir con la pandilla y, cuando sale, vuelve a casa todavía más
triste y enfadada, pues le entra una envidia espantosa ver a otras chicas con
cuerpos delgados y esculturales, más simpáticas y atractivas. Así que prefiere
volver a casa y encerrarse en su habitación a estudiar...
A su hermana mayor le pasó algo parecido, pero al revés. O eso al menos
ha escuchado alguna vez en casa.
A su hermana le entraba un hambre espantosa de repente y se atiborraba de
patatas fritas, de queso, de galletas, de chocolatinas... Luego devolvía todo y,
a las pocas horas, se ponía otra vez las botas. Al parecer su hermana sufrió
mucho y la tuvieron que internar en un sanatorio durante una temporada.
Ahora le sigue preocupando su cuerpo y, de vez en cuando, se somete a
alguna de esas dietas que aparecen en las revistas..., o se pasa el día a té y
limón. Pero dice su madre que ya no es ni la sombra de lo de antes.
De pequeñas, ambas hermanas eran unas niñas gorditas. Sus padres las
llevaron al médico y éste les diseñó un plan especial de alimentación para
que crecieran más delgadas.

Por definición: soy la más gorda y no me creen...


La anorexia nerviosa es un trastorno grave en el que la persona presenta un
peso inferior al que cabría esperar teniendo en cuenta su edad, sexo y altura.
Sin embargo, la persona cree firmemente que está gorda, gruesa e hinchada
y por lo tanto que debe reducir al máximo la ingestión de alimentos. Tal
reducción de alimento puede llegar a ser tan grave que produzca la muerte: la
mortalidad que provoca es una de las mayores causadas por trastornos
psicopatológicos (sobrepasa el 9%). Pero tal gravedad no llega a concienciar
a la persona que la padece, sigue pensando que está gorda, no come y puede
llegar un momento en el que tenga que alimentarse a base de sueros para
poder sobrevivir.
La definición teórica de la anorexia nerviosa puede ser: trastorno de la
conducta alimenticia caracterizado por alteraciones en la dieta auto-
impuestas, una conducta dirigida a la pérdida de peso, un intenso miedo a
ganar peso, con una alteración grave de la imagen corporal y, en las mujeres,
amenorrea (ausencia de menstruación).
Sin embargo, esta sencilla descripción no debe llevarnos a engaño, ni a una
descripción simplista, ya que la anorexia nerviosa constituye un trastorno en
el que los factores biológicos, psicológicos y sociales se interrelacionan
dando lugar a un patrón cognitivo (a una forma de pensar e interpretar el
mundo), emocional (a una forma de sentir) y de comportamiento
complejísimos.

Causas y clasificación de la anorexia


La anorexia es un trastorno de la conducta alimentaria en el que la pérdida de
peso se va produciendo a base de ayunos, de dietas estrictas, por la reducción
exagerada de la comida y, en el 50% de las ocasiones, manifiesta el vómito
autoinducido, el ejercicio físico hasta llegar a lesionarse y el uso frecuente de
laxantes y diuréticos (éstas últimas son sustancias que sirven para aumentar
la secreción de orina). Por supuesto, no existe ninguna enfermedad orgánica
que explique la pérdida de peso.

La contribución de la riqueza a la cultura anoréxica


La anorexia no aparece por igual en todos los niveles socioeconómicos y
socioculturales. Se observa un predominio mayor en los niveles más elevados
y quizá se deba a que en éstos los estereotipos sociales ejercen una mayor
presión.
Asimismo, tener satisfechas las necesidades primarias favorece el hecho de
que las personas empiecen a preocuparse por cosas más superfluas en las que
no se suele pensar cuando no se tienen cubiertas las necesidades vitales
mínimas para sobrevivir.
En un estudio realizado en Gran Bretaña, se observó que la incidencia de la
anorexia en mujeres con edades entre los 16 y los 18 años era del 1% en las
escuelas privadas y del 0,14% en las públicas. Los autores de esta
investigación lo explicaron de la siguiente manera: se observan diferencias
significativas en el número de anoréxicas en función de la clase social, ya
que a los colegios privados asisten estudiantes pertenecientes a un nivel
económico superior al de los públicos.
Los mismos resultados que los encontrados en esta investigación británica
fueron posteriormente confirmados en otros países. Además, hay que añadir
que las culturas occidentales son más proclives al trastorno anoréxico que
otras: se observan más trastornos de alimentación en la población femenina
en la medida en que los países van adquiriendo tasas mayores de desarrollo
socioeconómico. Cabe mencionar una revisión teórica de estudios realizados
en diferentes países sobre trastornos de alimentación en la que se señala que
en el continente africano tan sólo se han descrito dos casos de anorexia
nerviosa; estudios realizados en Estados Unidos indican, por otro lado, que la
incidencia de la anorexia en mujeres no blancas en la ciudad de Nueva York
es del 0,42 por 100.000 frente al 3,26 por 100.000 de las mujeres blancas. Y
por otra parte, en el Japón anterior a la Segunda Guerra Mundial, el trastorno
anoréxico era prácticamente desconocido, mientras que en las últimas
décadas se detecta un incremento importante que coincide con la
industrialización y florecimiento económico del país.

Clasificaciones que hay que tener en cuenta


Los primeros criterios para el diagnóstico de la anorexia nerviosa se deben a
Freighner en 1972. Sirvieron para detectar el trastorno, diferenciarlo de otros
con los que se podría confundir y también para evaluarlo más precisamente.
Los criterios de Freighner fueron acogidos con simpatía, sobre todo por los
investigadores que no deseaban fiarse únicamente de su ojo clínico.
Pero fue la Sociedad Americana de Psiquiatría la que años después
estableció las reglas. A partir de la publicación de los Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders (Manuales de Diagnóstico de las
Enfermedades Mentales), comenzó a existir un acuerdo general sobre la
definición de este trastorno. La clasificación que aparece en estos manuales
(DSM I, DSM II, DSM III, DSM III-R y, últimamente, DSM IV), los
criterios para diagnosticar un trastorno de alimentación y, en concreto, una
anorexia nerviosa, se realizan gracias a un consenso de especialistas de varias
nacionalidades y orientaciones.
Cada cierto tiempo, los criterios se van modificando en función de nuevos
descubrimientos, de los datos significativos obtenidos en investigaciones
recientes sobre las posibles causas, el desarrollo, la sintomatología y la
epidemiología del trastorno. La epidemiología es la ciencia que se ocupa del
estudio de la distribución de una enfermedad en la población.

Qué se entiende hoy en día por anorexia nerviosa


Los criterios que se han propuesto en este último lustro del siglo XX y que
aparecen publicados en el DSM-IV, son los siguientes.
— Un rechazo continuo a mantener el peso corporal por encima de un peso
mínimo para la edad y altura. Por ejemplo, una pérdida de peso o
mantenimiento de éste por debajo del 15% de lo esperado. El peso de una
persona se evalúa de acuerdo a su altura, sexo y edad. Teniendo en cuenta
estas tres variables, se supone que se produce un estado "alarmante"
cuando la persona, siguiendo los pesos establecidos para su edad, altura y
sexo, pesa un 15% menos de lo esperado. (Ver tabla adjunta en los
anexos).
— Un miedo intenso a aumentar de peso y a engordar, aún estando
completamente en los huesos, es decir, emaciada (extremadamente
delgada, débil y frágil).
— Una alteración notable y objetiva en la manera de experimentar el peso
corporal y la silueta.
— Influencia exagerada de la silueta o el peso en la autoevaluación. También
se observa una negación de la gravedad del peso. La persona con anorexia
nerviosa no admite la gravedad del peso. Desarrolla una alteración en la
percepción corporal, por la cual experimenta su cuerpo pesado, gordo,
grueso. Se observa y se siente gorda aunque la balanza señale 28
kilogramos y por edad y altura le corresponda pesar 48 o 50 kilogramos.
No admite que su problema es grave y que le puede conducir a la muerte.
No acepta que sufre una enfermedad, no tiene conciencia de los peligros
físicos y psicológicos de su anorexia. En una palabra, no tiene conciencia
de enfermedad. Es por esto que se niega a consultar a un especialista, se
niega a seguir un tratamiento, engaña, miente y altera todo tipo de
indicación que el especialista y la familia le aconseje para su
recuperación.
— En mujeres posmenárquicas (aquellas que ya han tenido el periodo) se
manifiesta una ausencia de tres ciclos menstruales consecutivos (amenorrea).
Se considera que una mujer tiene amenorrea si sus periodos únicamente
ocurren tras la administración de hormonas, por ejemplo, estrógenos
(hormonas sexuales femeninas producidas por los folículos del ovario).
La amenorrea es la ausencia de ciclos menstruales. Se produce cuando una
mujer no tiene el periodo. La amenorrea es uno de los síntomas de la
anorexia nerviosa. La adolescente con anorexia, si ha tenido previamente la
regla, ésta queda interrumpida. Y, en los casos de adolescentes que no la han
tenido aún, no aparece hasta que la anorexia no haya remitido por completo.
Puede ocurrir que durante el periodo de anorexia, la persona padezca
episodios recurrentes de sobreingesta (anorexia nerviosa, subtipo bulímico),
también puede suceder lo contrario y que la ingesta sea deficiente (anorexia
nerviosa, subtipo restrictivo).
Las personas, generalmente mujeres adolescentes, que cumplan estos
criterios se pueden diagnosticar de anorexia nerviosa.
Mujer, adolescente, inteligente: una bomba

La anorexia nerviosa es un trastorno que aparece de manera prioritaria en la


adolescencia. Las edades más afectadas se encuentran entre los 12 y los 25
años, aunque se considera que la edad comprendida entre los 14 y 18 años es
la que constituye mayor riesgo.
La razón de que sea la adolescencia la etapa vital en la que se detecta una
mayor incidencia se vincula a los cambios somáticos que se producen en ese
momento de la vida. Es en este periodo cuando se va adquiriendo una
identidad propia y particular a través de la incorporación paulatina de una
serie de pautas de comportamiento que son las que rigen el medio social, el
ambiente y la familia a la que pertenece. También es ahora cuando la persona
tiene que irse formando una idea aceptable de su imagen corporal y
psicológica. No olvidemos que esta imagen es la columna vertebral del
equilibrio personal, emocional.
La aceptación o no del propio cuerpo en este periodo psicoevolutivo en el
que se producen tantos cambios significativos está condicionada por los
valores estéticos predominantes del medio, de su grupo de iguales, así como
por la percepción que la persona tiene sobre las evaluaciones que los otros
hacen de su físico.
Los comentarios de las amigas, como los de los padres y hermanos cuando
hablan de su cuerpo, lo que escucha que dicen de ella contribuye
significativamente a formar el auto- concepto que la adolescente se haga de
sí misma. Y ese autoconcepto es la base para la seguridad en sí misma, no
sólo en el terreno corporal sino también en el psicológico.

PREGUNTAS ÚTILES PARA MOTIVAR EL CAMBIO

— ¿Quieres cambiar de verdad tu comportamiento alimentario? Enumera las


razones a favor y en contra. El cambio sólo comenzará cuando tú te
convenzas de su necesidad.
— ¿Cuánto pesas ahora?, ¿cuánto te gustaría pesar?, ¿cuánto es lo más que
has pesado?, ¿cuánto es lo menos que has pesado? Las respuestas tienen
que mantenerse en el tiempo y constatar su normalidad con un
especialista.
— ¿Por qué piensas que al cambiar tu peso cambiará tu estilo de vida?
Enumera la razones.
Las trampas de la anorexia
La anorexia nerviosa lleva a la persona a una ausencia de conciencia total de
la realidad, hasta tal punto que personas leales, generosas y veraces, cuando
se trata de alguna situación relacionada con la alimentación y con su peso, se
convierten en personas en las que el fin (por ejemplo, no ingerir alimentos
para no engordar) justifica cualquier medio: mentir, simular, agredir. Algunas
de las trampas utilizadas para simular el consumo alimentario se señalan a
continuación.
TRAMPAS PARA SIMULAR CONSUMO ALIMENTARIO
— Esconder la comida en la servilleta o en los bolsillos del pantalón, traje o chaqueta.
— Dejar la corteza de la tostada o del pan sobre el plato y esconder debajo algunos de los
alimentos. También desparramar en el plato la poca cantidad de alimentos que se sirve.
— Introducir la comida en floreros, armarios, tirarla por la ventana o esconderla en bolsas
de plástico que a su vez se guardan en las maletas que casi nunca se utilizan.
— Mantener la comida en la boca... y tirarla cuando se va a lavar los dientes.
— Tirar la comida debajo de la mesa, esconderla debajo de la alfombra o dársela al perro o
al gato cuando la familia no se da cuenta.
TRAMPAS PARA SIMULAR GANANCIAS DE PESO
— Beber grandes cantidades de agua por la noche antes de pesarse.
— Evitar vaciar la vejiga antes de pesarse.
— Darse una comilona la noche anterior.
— Ponerse bisutería pesada, ropa gruesa o meterse dinero en los bolsillos.
— Coserse en los dobladillos de la falda o del pantalón, incluso de la ropa interior, objetos
que tengan bastante peso, como monedas, imanes,...

La anorexia nerviosa no debe llevar a confusiones


Antes de diagnosticar una anorexia nerviosa y aplicar por tanto el tratamiento
adecuado, es extremadamente importante que se descarte la posibilidad de
una enfermedad somática que explique la radical y extrema pérdida de peso.
Hay enfermedades que se pueden confundir con la anorexia nerviosa, por
ejemplo, los tumores hipotalámicos (tumores desarrollados en el
hipotálamo), los cuadros de insuficiencia adenohipofisiaria (desórdenes
relacionados con una secreción insuficiente de las hormonas de la
adenohipófisis. La hipófisis es una glándula situada en la base del cerebro. La
adenohipófisis es la parte anterior de la hipófisis, que segrega una serie de
hormonas) y la enfermedad de Addison, entre otras. La enfermedad de
Addison fue descrita por el médico inglés Thomas Addison. Se produce por
un hipofuncionamiento de las glándulas suprarrenales. Llamada también
"enfermedad del bronce", se observa un aumento de la pigmentación,
hipotonía, excitabilidad nerviosa, trastornos del metabolismo y de la
digestión, ritmo lento, trastorno del equilibrio electrolítico, fatigabilidad y
lentitud del pensamiento.
Estas enfermedades pueden manifestarse con pérdida de peso, ausencia de
la menstruación o con bradicardia (ritmo lento del corazón). La diferencia es
que en estas enfermedades no se presentan ni una conducta de la ingestión de
alimentos inadecuada, ni un deseo obsesivo por alcanzar una delgadez
extrema, ni tampoco una negación del problema con el alimento o una
percepción distorsionada de la imagen corporal.

¿Tiene solución la anorexia nerviosa?


Depende de cuál sea la orientación del profesional de la salud, el tratamiento
de los trastornos de alimentación seguirá directrices diferentes. Pero en el
caso de la anorexia nerviosa, debido al estado de delgadez y desnutrición en
el que se suele encontrar la persona cuando acude a consulta, lo más indicado
suele ser la hospitalización hasta que se produzca un incremento razonable
del peso ya que puede existir un alto riesgo de peligro de muerte.
Los tratamientos de orientación biológica se centran fundamentalmente en
la administración de fármacos como los antidepresivos, los ansiolíticos y los
neurolépticos.

En una orientación psicodinámica se opta por la psicoterapia cuyo


objetivo, en principio, es resolver los conflictos psicológicos que se supone
están ocasionando el trastorno anoréxico.
En los tratamientos de orientación cognitivo-conductual se diseñan
programas de intervención en los que se modifican las distorsiones en las
ideas y en las formas de interpretar la imagen corporal, los actos y las
emociones; al tiempo, se aplican técnicas de refuerzo y de extinción con el
fin de restaurar conductas de ingesta adecuadas y de incrementar el peso.
Objetivos comunes de los tratamientos aplicados a la anorexia nerviosa
La elección de un tratamiento depende no sólo de la orientación teórica del
profesional de la salud, psicólogo o psiquiatra, sino que también debe tener
en cuenta la situación de la persona que padece el problema, su gravedad y su
tipo de personalidad. Sin embargo, aun teniendo en cuenta las variaciones
individuales, todo tratamiento biológico, psicodinámico, cognitivo-
conductual o sistémico, deberá perseguir los siguientes objetivos.
— Establecimiento de una relación de cooperación entre la familia, la
persona que padece el problema y el profesional de la salud.
— Establecimiento de hábitos de comida saludables en la familia y en la
persona que padece el problema anoréxico.
— Establecimiento de un peso adecuado para la edad y talla de la persona
afectada.
— Modificación de las actitudes hacia el esquema corporal, el miedo a
engordar, a perder el control con la comida.
— Establecimiento de una autoestima adecuada, es decir, de una seguridad
en sí misma, al tiempo que se modifican las ideas distorsionadas e
irracionales sobre su persona y su relación con los demás.
— Supresión del miedo al contacto corporal con los otros, el miedo a las
relaciones sexuales.
— Información a la familia sobre la enfermedad y orientar sobre el tipo de
conductas que tiene que realizar con la persona que padece el trastorno
alimentario. La eliminación del elevado nivel de ansiedad que suele
desarrollar la familia cuando descubre el origen del problema,
generalmente hasta entonces negado, es uno de los primeros objetivos que
se debe perseguir en las primeras etapas de cualquier tratamiento de un
trastorno anoréxico.

Bulimia-anorexia, anorexia-bulimia:
¿hay diferencias?
Entre el 30 y el 50% de las personas que presentan anorexia nerviosa también
manifiestan ataques de bulimia, sobreingesta, vómitos autoprovocados, un
miedo irracional —como las bulímicas— a aumentar de peso, y es por esto
importante establecer las diferencias entre ambos trastornos, ya que una
confusión en el diagnóstico conduce irremediablemente a una aplicación
inadecuada del tratamiento.
— La bulimia nerviosa la presentan personas que siempre mantienen un peso
dentro de los límites normales, que comen aparentemente cantidades que
no llaman la atención y no manifiestan comportamientos que puedan
resultar chocantes. La anorexia nerviosa se refiere a aquellas personas
cuya apariencia emaciada (flaca y demacrada) llama la atención y sus
hábitos alimenticios son a base de ayunos y dietas muy drásticas.
— Las mujeres con bulimia intentan alcanzar un modelo de mujer idealizada,
de mujer estereotipada y perfecta y de apariencia sexual atractiva.
Manifiestan un comportamiento social siempre en función de complacer y
obtener aprobación por parte de los otros. Sin embargo, las mujeres con
anorexia nerviosa hacen lo posible para que su apariencia sexual no sea en
absoluto atractiva: niegan y rechazan su sexualidad de todas las formas y
maneras.
— Las anoréxicas suelen comenzar el trastorno alimenticio a edad más
temprana.
— Las señales de ayuno, dietas y otros comportamientos alimenticios que
lleva a cabo la anoréxica llaman la atención y son obvios hasta para las
personas que no son profesionales de la salud. La bulimia nerviosa, sin
embargo, es un trastorno que se lleva en secreto, que no sale a la luz nunca
o en muchos años y la persona lo guarda para sí sin presentar ninguna
señal obvia.
— Las bulímicas aceptan con más facilidad que las anoréxicas la gravedad
y seriedad del trastorno. La mayoría tiene conciencia de que algo anormal les
ocurre, pero no quieren acudir ni confiarlo a nadie. Las anoréxicas lo niegan,
no tienen conciencia de enfermedad y en ningún momento aceptan la
presencia de un trastorno.

Anorexia-depresión, depresión-anorexia: ¿existen


diferencias?
La casi totalidad de las personas con anorexia nerviosa experimentan algunos
síntomas depresivos: tristeza, lloros, ideas de culpa y de querer desaparecer
de este mundo, sensaciones de ruina personal, infravaloración de su valía
intelectual y física, entre otros. Se considera que alrededor de un tercio de las
anoréxicas sufren o han sufrido un trastorno depresivo mayor durante la
presentación de la enfermedad. En el caso de las bulímicas la frecuencia
parece ser más alta.
Existen diversos tipos de cuadros depresivos. Hay síntomas depresivos que
no significan que la persona padezca un trastorno del estado de ánimo y que
pueden aparecer en cualquier persona, vaya o no a desarrollar una anorexia,
en cualquier momento. Existen también cuadros distímicos, que son
alteraciones menores del estado de ánimo, que sí se consideran enfermedades
susceptibles de tratamiento, y que pueden aparecer antes del desarrollo y
durante la anorexia. También existen cuadros de depresiones mayores que, en
ocasiones, pueden presentarse cuando la mujer está en pleno proceso
anoréxico. Tanto los síntomas depresivos como los trastornos distímicos y las
depresiones mayores están asociados, en gran número de casos, a la anorexia
nerviosa. Sin embargo, no constituyen su característica principal.
Las personas con bulimia presentan cuadros de trastornos del estado de
ánimo en una mayor proporción que en las anorexias nerviosas.
Cuando una persona sufre una depresión una de las conductas que primero
se altera es la de la ingesta: se van las ganas de comer, los alimentos no saben
a nada, entran unas náuseas espantosas sólo de pensar en la comida,... y hasta
se llega a vomitar. Junto con la alteración de la conducta de la ingesta suele
aparecer una alteración de la conducta del sueño y de la conducta sexual:
cuesta conciliar el sueño, se despierta con una angustia y una ansiedad
espantosa de madrugada y el deseo sexual va desapareciendo por completo.
Puede llegar un momento en el que la persona con depresión se desprecie, se
considere que no vale nada y se abandone físicamente, se aísle y no quiera
saber nada de su familia, de sus amigos, de su trabajo.
Lo que en una depresión no aparece y sí en una anorexia es el miedo
irracional a engordar, la fobia tremenda a un aumento de peso, el rechazo a la
comida por la posibilidad de ganar peso. Es el trastorno de la percepción de
la propia imagen corporal lo que produce malestar en la anorexia, lo que
genera depresión. En la depresión es lo contrario: el trastorno del estado de
ánimo es lo que puede producir inapetencia o sensación de rechazo del
cuerpo.
Que una persona con depresión no tenga ganas de comer, no tenga hambre,
adelgace sobremanera y no pueda soportar las náuseas cuando se le habla de
comida, no quiere decir que presente una anorexia nerviosa. Sin embargo,
aproximadamente un 50% de las anorexias suelen manifestar síntomas
depresivos poco antes de iniciarse el episodio anoréxico.
RESUMEN
— La anorexia es un trastorno típico de las sociedades desarrolladas y,
aunque hay casos descritos desde hace siglos, los autores siempre se
refieren a ellos como problemas "extraños y poco frecuentes".
— En los últimos años, cada vez es mayor el número de casos diagnosticados
de anorexia nerviosa: esta situación se considera alarmante.
— El aumento espectacular que se observa en los trastornos de alimentación
y, en concreto, en la anorexia nerviosa, parece estar ligado a los valores
sociales vigentes y, en concreto, al constante culto al cuerpo en los medios
de comunicación y en la educación que se imparte a las nuevas
generaciones.
(continúa)
— Favorece la aparición de la anorexia nerviosa: ser mujer, adolescente entre
14 y 18 años, con un peso ligeramente superior a la media, nacer en una
sociedad occidental, vivir en una ciudad y pertenecer a una clase
socioeconómica favorecida.
— La adolescencia es el momento en el que se empiezan a experimentar
cambios corporales importantes, las personas entran en el juego de las
relaciones heterosexuales, se enfrentan con la necesidad de ser atractivas y
de gustar al sexo opuesto. En nuestra sociedad, a la mujer adolescente se
le demanda más esfuerzo estético que al varón. Esta exigencia es una de
las posibles explicaciones de que la anorexia nerviosa sea un trastorno
mayoritariamente femenino.
— Factores que se consideran desencandenantes de la anorexia nerviosa: ser
adolescente, las separaciones afectivas, la pérdida de un ser muy querido,
las rupturas conyugales de los padres, los contactos sexuales no exitosos,
el incremento rápido de peso, someterse a dietas drásticas para adelgazar
en poco tiempo, las críticas constantes de los demás hacia el cuerpo, un
ejercicio físico excesivo, entre otros.
Cuando comer
es una obsesión
De la dieta radical a la bulimia
La bulimia comparte con la anorexia nerviosa la misma obsesión: la
delgadez. También el mantenimiento compulsivo de un determinado peso.
La diferencia se encuentra en la manera de conseguir estos objetivos, En la
bulimia aparece una constante obsesión por la comida, depresiones cada vez
más frecuentes, un progresivo e inexplicable aislamiento de la familia y de
las amistades, falta de autoestima y desprecio por uno mismo. Las lesiones
provocadas por los vómitos inducidos, las diarreas y las subidas y bajadas de
peso, acompañan, paulatina y progresivamente a la conducta bulímica.
Mar era una chica realmente delgada a la que le gustaba imitar en la forma de
vestir a las modelos que veía en las revistas que compraba su madre. Un fin
de semana fue a dormir a casa de una amiga y cuando estaban a punto de
meterse en la cama ésta le comentó que era una pena que con el cuerpo tan
estupendo que tenía, estuviese apareciendo celulitis en sus muslos: "...y te
noto que también vas a tener en un futuro piel de naranja, como mi madre, y
es horrible...". Mar recibió estos comentarios como un jarro de agua fría y esa
noche no durmió imaginándose las piernas como dos globos hinchados y los
muslos cuarteados a punto de explotar. Empezó entonces a obsesionarse con
cada cosa que comía y se convirtió en una maniática —así la llamaban en
casa— pues se pasaba el día calculando las calorías de este o aquel alimento.
Su obsesión, lo único que le importaba era la comida: al principio se sometió
a una dieta estricta a base de lechuga y yogures. Tenía entonces 15 años y era
la primera vez que se privaba de ciertos alimentos con el fin de adelgazar.
Esta dieta se trasformó, al poco tiempo, en otra consistente en té con limón y
pomelo dos veces por semana y los demás días se limitaba a verdura al vapor
y algún que otro pescado a la plancha.
Una tarde, cuando salía del colegio y se dirigía a su clase de baile, pasó,
como siempre, por delante de una pastelería. Pero ese día sintió una atracción
especial hacia el escaparate, no pudo resistir la tentación, entró y devoró
alrededor de diez bollos de leche, varios tocinillos de cielo, una palmera de
chocolate y un pastel borracho. Como le dio vergüenza seguir comiendo
delante de la dependienta que observaba su voracidad con los ojos como
platos, se compró varias chocolatinas y se las fue comiendo por la calle.
Cuando terminó con tal festín, le invadió una terrible sensación de culpa ante
sí misma: tanto sacrificio para nada, tanto esfuerzo para no salirse de la
lechuga, el yogur y la verdura... y en media hora había tirado todo por la
borda. En vez de entrar directamente en la clase de baile, después de
desvestirse y cambiarse de ropa, se encerró en el cuarto de baño, se metió los
dedos en la garganta y expulsó hasta la última miga que había entrado en el
estómago.
Fue a partir de aquel día que Mar recuerda bien, un dos de noviembre,
cuando su existencia se convirtió en un verdadero tormento. Un sufrimiento
que llevó en secreto durante años y años: atracones nocturnos y a escondidas,
cuando la familia dormía ella engullía a toda prisa lo que encontraba en la
despensa, en la nevera, en los armarios; vómitos tras vómitos provocados en
el cuarto de baño de restaurantes, de su casa, de los aviones; consumo
indiscriminado de laxantes; un ejercicio excesivo y un moldeamiento de su
cuerpo en clases de gimnasia especiales con el fin de conseguir lo que ella
pensaba era un cuerpo perfecto. Sin embargo, una obsesión la seguía
persiguiendo: comer y comer hasta la saciedad, hasta notar cómo su cuerpo
se llena de peso, se hincha, le duele y arrastrándose con taquicardias, llega al
cuarto de baño, se mete los dedos en la boca y vomita. Entonces viene el
alivio, la liberación..., y la vergüenza, la humillación de no poderse controlar.
"Es un proceso de autodestrucción, de provocarte la muerte en vida, de placer
e insatisfacción al tiempo, luego vienen las depresiones cada vez más
frecuentes, el aislamiento de los demás porque no les puedes contar lo que te
pasa y hasta llegas a pensar en suicidarte. Un auténtico desastre de vida, cada
vez te sientes peor, más humillada e insegura contigo misma y, a pesar de
que sabes que algo grave te pasa, no vas a ningún especialista, cada vez te
ves con menos posibilidades de solución."

Pero, ¿qué es la bulimia?


La bulimia nerviosa es un trastorno del comportamiento alimenticio que se
caracteriza por episodios recurrentes e incontrolados de gran voracidad. Estos
episodios siempre van seguidos de conductas purgativas, es decir, por
vómitos autoprovocados, utilización de diuréticos y laxantes y una práctica
excesiva de ejercicio físico.

¿Existe conciencia de enfermedad?


Las personas que presentan bulimia son conscientes de que están
desarrollando un patrón de comportamiento anormal. Pero se sienten tan
avergonzadas que lo suelen mantener en secreto: no lo comentan ni con las
personas con las que mantienen una relación más estrecha. Con gran
frecuencia este estado de secretismo alimentario les conduce a manifestar
alteraciones del estado de ánimo, problemas de sueño, una enorme
culpabilidad y estados de ansiedad que en ocasiones pueden desembocar en
otros trastornos psicopatológicos.

Breve historia
Hasta los años setenta, la bulimia se consideraba una variedad de la anorexia
nerviosa. De hecho, los criterios para evaluar y diagnosticar un trastorno
bulímico no aparecen hasta la década de los ochenta con el DSM-III (Manual
de Diagnóstico Estadístico de Enfermedades Mentales). Poco tiempo más
tarde, con la aparición del DSM-III-R y DSM-IV, se definió de tal manera
este trastorno que, en la actualidad, tanto los médicos como las personas no
especializadas en psicología y psiquiatría, pueden aprender a detectar este
problema y también prevenirlo.

Diferencias entre anorexia y bulimia


Cuando se escarba en el pasado de una persona bulímica, es frecuente
encontrar una historia de anorexia nerviosa. Sin embargo, debido a las
diferencias que se encuentran en la clínica, desarrollo y respuesta al
tratamiento, hoy por hoy la bulimia se considera una categoría
psicopatológica diferente.
En la anorexia, por ejemplo, hay una negación del hambre y una
disminución paulatina de la ingesta de líquidos; también se manifiesta una
alteración notable del carácter, una intolerancia al frío, tensión baja, arritmias
(falta de ritmo, ritmo anormal del corazón, pulso anormal), aparición de vello
y una pérdida de peso alarmante. Estos aspectos no se observan en los casos
de bulimia.
Anorexia y bulimia tienen en común, sin embargo, la presencia de vómitos
autoprovocados, un pánico terrible a ganar peso, frecuente amenorrea y una
disminución considerable de la ingesta.
Lo que diferencia a una persona con bulimia de otra que padezca otro tipo
de trastorno alimentario es un ciclo repetitivo de ataques de glotonería-
vómitos laxantes, cuyo objetivo principal es el mantenimiento de un
determinado peso. Por último, las personas bulímicas nunca presentan un
peso que pueda suponer un riesgo para sus vidas como sí ocurre
frecuentemente en las anoréxicas. Generalmente presentan un peso normal y
constante para su altura y complexión física.

¿Quién presenta bulimia nerviosa?


De manera similar a lo que ocurre en la anorexia, en la obesidad y en otros
trastornos de alimentación de carácter menor, la bulimia nerviosa aparece con
mayor frecuencia en las mujeres jóvenes. De hecho, en la actualidad se
calcula que el 90% de las personas que presentan bulimia son mujeres, si
bien no se conocen los datos exactos debido a la gran dificultad que hay para
detectarla debido a las siguientes características.
— El peso y el tamaño de la paciente está dentro de los límites de la
normalidad y, por tanto, a la familia y también a los profesionales les
resulta imposible su detección como no lleguen a conseguir la
colaboración de la afectada.
— Las conductas laborales, sociales y afectivas son normales y no llaman la
atención por ningún motivo. Una persona con bulimia puede llevar una
vida aparentemente sin problemas, completamente adaptada, aunque a
escondidas sufra los atracones, los vómitos, la insatisfacción personal y la
enorme decepción de no poderse controlar.
— La persona con bulimia no exhibe nunca sus rituales bulímicos. Única y
exclusivamente descontrola cuando está sola.
— La persona con bulimia no acude ni busca ayuda terapéutica. Hay
personas que tardan hasta veinte y treinta años en acudir a un especialista,
aunque se estima que la media está entre cinco y seis años. Cuando
admiten el problema y se someten a tratamiento, la bulimia generalmente
ya se ha hecho crónica y forma parte de los hábitos de vida.
Se estima que entre el 1 y el 5% de las mujeres sufren bulimia nerviosa
susceptible de tratamiento. Y alrededor de un 10% de las mujeres presenta
alguna vez en su vida estados bulímicos transitorios.
La edad media de presentación de este trastorno se encuentra entre 20 y 24
años, con una edad de inicio entre los 16 y los 18, aunque también puede
padecerse en edades adultas. Hay varios casos descritos en la literatura de
mujeres, entre los 35 y los 40 años. En la última década se han descrito
también en la literatura científica casos de niñas bulímicas con 8 y 10 años.

Criterios para detectar una bulimia nerviosa


Con el fin de detectar un problema de bulimia en alguno de los miembros de
la familia, de intervenir y prevenir cuanto antes este trastorno alimentario, es
recomendable que tanto los profesionales de áreas no relacionadas con la
psicología clínica y con la psiquiatría, como todas aquellas personas que
quieran proporcionar una mejor educación a sus hijos y formarlos en el
autocontrol, conozcan las señales y signos que ayudan a diagnosticar una
bulimia nerviosa.

CÓMO DETECTAR LA BULIMIA


— La persona presenta un consumo continuado e involuntario, en un periodo de tiempo
corto, de una gran cantidad de alimentos. Es decir, episodios recurrentes de ingesta
voraz y descontrolada.
— La persona manifiesta un sentimiento de ausencia de control sobre su conducta
alimentaria cuando tiene tales episodios de voracidad.
— La persona se provoca vómitos regularmente después de haber ingerido alimentos y
utiliza laxantes o diuréticos con gran frecuencia.
— Ayuna a menudo y practica dietas estrictas.
— Se somete a ejercicios físicos, a veces hasta provocarse lesiones.
— Las dietas, el ayuno, los laxantes y los diuréticos, el ejercicio físico constante, sólo
persiguen un único fin: prevenir el aumento de peso.
— Si la persona presenta los episodios recurrentes de voracidad, al menos dos veces a la
semana y durante un periodo de tres meses, se puede afirmar que ya se ha manifestado
una bulimia nerviosa susceptible de intervención terapéutica.
— Pase lo que pase, sienta lo que sienta, presente los problemas de salud que presente, la
única preocupación que realmente le hace temblar y le quita el sueño es mantenerse en
su peso, no engordar y sentirse a gusto con su cuerpo. Sin embargo, a veces le invade
una obsesión: comer, comer y comer sin control.
— La persona suele finalizar sus atracones y comilonas descontroladas con dolores
abdominales, taquicardias (excesiva velocidad de las contracciones cardiacas) y dolores
corporales.
— Las oscilaciones del peso, debido a los atracones y el ayuno posterior, son comunes
entre las personas bulímicas.
— La persona con un comportamiento bulímico sabe que su ritmo de ingesta es anormal,
pero no es capaz de interrumpirlo voluntariamente. Tampoco es capaz de acudir a un
especialista y someterse a tratamiento. El autodesprecio, la depresión y un estado de
ansiedad e inquietud suelen aparecer con bastante frecuencia.
Para afirmar con seguridad que una persona padece una bulimia nerviosa
es necesario descartar otras enfermedades somáticas y psicopatológicas, así
como la posibilidad de una anorexia nerviosa.

Explicaciones científicas para entender la bulimia


nerviosa
En la actualidad se manejan factores causales de muchos tipos. Sin embargo,
hemos seleccionado aquéllos en los que existe común acuerdo y se
consideran en verdad potenciadores, predisponentes, precipitantes y
mantenedores del comportamiento bulímico.
— La presión cultural y social sobre la mujer para que consiga estar delgada:
revistas, anuncios publicitarios, vallas, temas de películas,...
— El deseo y la motivación de logro exagerada por conseguir un cuerpo
perfecto y así compensar otros aspectos de la personalidad con los que la
persona se encuentra insatisfecha.
— Tendencia al padecimiento de estados anímicos alterados, sobre todo
estados depresivos menores.
— Carencia de habilidades para enfrentarse a los problemas, planificar
soluciones y llevarlas a cabo.
— Presencia de situaciones vitales estresantes: conflictos amorosos,
problemas familiares, económicos y laborales, ante los cuales la persona
se encuentra saturada y no sabe cómo resolverlos.
— Hábitos alimentarios desadaptados, por ejemplo, intentos de dietas rígidas
e irreales que a cualquier persona le resultaría imposible cumplir.
— Creencias irracionales sobre su apariencia física y sobre la aceptación
social de su persona.
A partir del estudio de esta serie de posibles factores causales, se han
elaborado teorías explicativas para una mejor comprensión del problema
bulímico.

Actitudes propias de la bulimia


Hay una serie de actitudes que se presentan en los enfermos de bulimia y que
están relacionadas con el hábito de comer como forma de escape de otros
problemas o trastornos de la personalidad.

Como, para escapar de las desgracias...


Comer puede reducir la ansiedad. Al menos por unos momentos. Luego,
cuando ya ha pasado el atracón no sólo se sufre una ansiedad mayor, una
desesperación espantosa y un sufrimiento imposible de comunicar, sino que
se puede llegar a desear la muerte. Es un estado en el que la persona no sabe
si lo que ha ocurrido es realidad o fantasía: un kilo de pasta, dos bolsas de
patatas fritas, una caja de quesitos y un paquete entero de pan de molde y
también algunas sobras de verdura que se habían quedado de la cena. Todo se
lo zampó en un santiamén hasta sentir cómo a su cuerpo le iban saliendo unas
protuberancias, le latía el corazón con mucha fuerza y, doblada, se arrastró a
vomitar al cuarto de baño. Se metió entonces en su cuarto llorando de pena
hacia sí misma y se quedó dormida durante horas.
La personalidad bulímica se caracteriza por una debilidad para hacer frente
a los acontecimientos estresantes, se considera poca cosa aunque
objetivamente posea una gran valía personal y profesional. Los problemas
afectivos le ocasionan tal impacto que se siente deshecha psicológicamente,
se cree una auténtica víctima cuando la vida le sorprende con algún conflicto
amoroso. Es entonces cuando, para escapar de la cara negativa de la
existencia, la persona come, come y come, hasta sentirse a morir, se purga
para escapar de los estados emocionales negativos. Su fracaso con las dietas
irreales, drásticas, estrictas, le conduce entonces, irremediablemente, a los
atracones incontrolados... y éstos, a su vez, a una dieta todavía más estricta.
Un círculo vicioso del que es imposible escapar sin ayuda profesional.
Vomito, para no sentirme ansiosa...
Se supone que el ciclo dieta-voracidad-vómito-dieta está soportado y
activado por un elevado nivel de ansiedad. Es la ansiedad la que mantiene y
refuerza el comportamiento bulímico. Y, supuestamente, son los vómitos los
que reducen tal estado de ansiedad exagerado: su función como reductor de
ansiedad es equivalente al que tienen los rituales de lavado de manos y
chequeo de objetos en las personas que manifiestan cuadros obsesivo-
compulsivos.
La persona bulímica considera que, en principio, todo alimento es dañino,
le va hacer engordar y que lo mejor que puede hacer es evitarlo; la
preocupación por engordar le sigue a todas partes, pero a veces come, come y
come más de la cuenta y es el vómito el que la protege contra las amenazas
de aumento de peso que trae consigo cualquier conducta de ingesta.
El vómito, además de ser el mejor protector contra las horrorosas
consecuencias de un atracón, es un ritual que alivia la ansiedad y también
aplaca y disfraza la sensación de descontrol que trae consigo la voracidad
desmedida.
El vómito protege, alivia y reduce las malas sensaciones corporales, evita
engordar y produce un cierto estado de que todo en mi cuerpo puede estar
bajo control. Pero también y sobre todo, destruye.

Porque me reprimo, me salto lo prohibido


Seguir una dieta estricta y muy exigente puede conducir a que, en un
momento de desesperación o de debilidad, la persona no sólo se la salte sino
que acuda a los alimentos más prohibidos. Cuando se viola una dieta muy
drástica, la salida más frecuente es refugiarse en una comilona desaforada.
Terminada ésta, la persona siente miedo, un temor terrible a incrementar su
peso, le entra una enorme preocupación y ansiedad y la puerta de salida de
este estado de insatisfacción y sufrimiento es el vómito, son los laxantes.
Pero estos hábitos purgativos, además de eliminar los nutrientes y la energía
ingeridos con los alimentos, producen una deprivación biológica y despiertan
en la persona sensaciones de hambre, las cuales le conducirán de nuevo a la
repetición de las comilonas. Y así, casi sin darse cuenta, la vida de la persona
comenzará a girar alrededor de la comida, los atracones, los ayunos y dietas,
las comilonas, los vómitos, la observación minuciosa del cuerpo, la
preocupación constante por la posible alteración de su imagen corporal, la
toma de laxantes y las calorías que ingiere.

Conocer y evaluar la gravedad de una bulimia


nerviosa
Habiendo ya que una bulimia nerviosa tiene que cumplir los criterios que se
señalaron en los apartados anteriores, tanto el
médico o terapeuta como aquellos que conviven con la persona afectada han
de saber hasta qué punto tal trastorno exige una intervención ambulatoria u
hospitalaria.

FACTORES QUE DEBEN TENERSE EN CUENTA PARA EVALUAR LA


GRAVEDAD DE LA BULIMIA
— El patrón y grado de severidad de los episodios de voracidad y hábitos
purgativos.
— El grado de insatisfacción que tiene la persona con su propio cuerpo.
— La presencia de infrapeso o sobrepeso. Oscilaciones en el peso y su
relación con la ingestión de alimentos.
— La existencia o no de alteraciones de su estado de ánimo, en concreto el
tipo de depresión.
— La intervención o no de otros problemas físicos. Evaluar si el
padecimiento de bulimia nerviosa le ha ocasionado alguna complicación
física que antes no presentaba.
— Hábitos alimentarios y dietas que ha seguido. Cuál es su estilo de vida
actual y qué tipo de estructura horaria sigue en su alimentación.
— Actitudes ante la comida, frecuencia de atracones y de hábitos purgativos.
Antes de comenzar cualquier tipo de intervención hay que tener la seguridad
de que la persona no padece otro tipo de trastorno alimentario ni somático.
Además del examen y constatación del cumplimiento de los criterios y
factores señalados, es también conveniente el uso de instrumentos y
evaluación por áreas.
RESUMEN
— El término bulimia se encuentra en escritos de la Antigüedad y épocas
remotas, pero el significado actual de bulimia aparece a principios del
siglo XX. Los criterios de diagnóstico tal y como se utilizan hoy en día
aparecen en el último cuarto de siglo.
— Debido a ciertas características comunes, como la obsesión por la
delgadez, durante mucho tiempo la bulimia fue considerada como una
variedad de la anorexia nerviosa.
— La bulimia nerviosa es un trastorno severo de la conducta alimentaria en
la cual se presentan episodios de voracidad, vómitos frecuentes o se toman
laxantes o diuréticos con el único objetivo de prevenir el aumento del
peso.
— La bulimia nerviosa se presenta fundamentalmente en las mujeres.
— La adolescencia y la juventud son los periodos en los que aparece con
mayor frecuencia. La edad media de aparición se encuentra entre los 16 y
los 18 años.
— Las personas que sufren de bulimia suelen presentar conductas laborales,
sociales y afectivas normales, por lo que resulta difícil detectar la
enfermedad.
— La bulimia nerviosa, al ser un comportamiento secreto y no presentar
pérdida de peso aparente ni conductas explícitamente patológicas o
extrañas, suele pasar desapercibida durante mucho tiempo.
— Una de las principales características de la bulimia es su ciclo repetitivo:
dietas estrictas-ataques de glotonería-vómitos y laxantes.
— Los vómitos son inducidos y generalmente provocados todos los días.
— La bulimia nerviosa va acompañada de un miedo enfermizo a engordar.
— La mayoría de las mujeres que tienen bulimia presentan un peso normal
para su edad y talla, aunque también hay algunas, las menos, que son
obesas.
— Las conductas de alimentación alteradas en la bulimia son:
. dieta extrema o ayuno
• episodios de sobreingesta
• combinación de ambas
— Cuando se escuchan descripciones de personas con bulimia nerviosa,
siempre aparecen:
. preocupación constante por el peso y la figura
• percepción alterada del peso, configuración y dimensiones corporales
. sensación de ausencia de control . oscilaciones frecuentes en el peso y
amenorrea
— Los principales factores causales de la bulimia son:
. la presión social acerca de la delgadez
• compensación de aspectos de la personalidad insatisfactorios
• carencia de habilidades para enfrentarse a problemas y situaciones de estrés.
— En la clasificación más actual de la bulimia nerviosa (DSM-IV) se
consideran dos tipos:
• bulimia nerviosa de tipo purgativo: la persona se induce con frecuencia el
vómito, abusa de laxantes o diuréticos para prevenir el aumento de peso
• bulimia nerviosa de tipo no purgativo: la persona realiza otras conductas
compensatorias no purgativas como el ayuno o el ejercicio excesivo, pero
no se provoca el vómito ni abusa de laxantes o diuréticos
— Los criterios de diagnóstico para la bulimia nerviosa en la DSM-IV tienen
en cuenta:
• los episodios recurrentes de sobreingesta caracterizados por falta de
autocontrol y rapidez excesiva en la ingesta
• las conductas compensatorias a la ingesta: vómitos, uso de laxantes, ayunos
y dietas muy estrictas, medicamentos para aliviar el hambre o supuestos
adelgazantes y ejercicio excesivo.
• las conductas compensatorias se refieren a aquellas conductas que la
persona lleva a cabo para "compensar" una situación que le ha resultado
negativa. Por ejemplo, una persona ha tenido un problema en su trabajo y
llega a casa, directa a la nevera, a darse un "atracón"
• las conductas compensatorias ocurren al menos dos veces a la semana
durante un periodo de tres meses
• no confundir con episodios de sobreingesta que pueden ocurrir en los
comienzos de una anorexia nerviosa
— La evaluación precisa y concreta de la bulimia nerviosa y el establecimiento
de un diagnóstico diferencial, son condiciones previas necesarias para llevar
a cabo una intervención terapéutica eficaz.
Estereotipos del físico
el peso adecuado
La obesidad ha representado en nuestra cultura la encarnación de la felicidad,
de la bondad, de la tranquilidad, de la confianza: el gordo o la gorda
representan la imagen de la simpatía, de ser buena persona y dicharachera,
de disfrutar de la vida poniéndose el mundo por montera.
En un estudio realizado en España y recogido en la obra La Sociedad
Española 1993-1994, parece ser que tales asociaciones distan mucho de ser
reales: las personas gordas no se sienten más felices. El gordo, la obesa y sus
sinónimos más comunes rechoncho, grueso, rellenito, no parece tampoco que
generen una mayor atracción social. De hecho, la gordura se suele asociar
con ausencia de autocontrol, con vaguería, con falta de energía y de
motivaciones y, tanto a la hora de intentar conseguir un trabajo como a la de
establecer relaciones interpersonales estrechas, la gordura es, al menos en
principio, una barrera. Y aunque las actitudes observadas hacia la obesidad
sean en verdad completamente irracionales, la gordura en nuestros tiempos
genera más distancia, más desprecio y más pena de lo que se esperaría de un
estado físico imitable.

Ser o no ser delgado...


Aunque el flaco representa en principio nerviosismo, ansiedad, angustia,
intranquilidad, la persona delgada, sin embargo, se ha convertido en el ideal
de belleza de nuestra época y es la delgadez la condición a la que se aspira si
se quiere estar en forma, resultar atractivo y obtener lo que se desea.
La delgadez se ha asociado en los últimos años a triunfo, éxito,
autocontrol, diligencia, inteligencia, rapidez de reflejos, disposición para
conseguir lo que uno se propone y lograr todo aquello que se persigue. La
delgadez es el estado envidiado por hombres y mujeres de cualquier edad que
se gastan mucho dinero en productos, dietas, vídeos y libros especiales para
mantenerse en forma, cursos, clases, especialistas; un alto porcentaje de
personas presentan en estos años el denominado complejo de
adelgazamiento, esto es, el sentimiento de estar gordas sin en realidad
estarlo. Este complejo parece ser más frecuente en las mujeres que en los
hombres.

La preocupación por adelgazar


No sólo los gordos están obsesionados con adelgazar. Personas delgadas,
flacas, mantienen a diario una preocupación constante: no aumentar de peso.
Y esta preocupación llega a convertirse en una obsesión, en una manía por la
cual la vida personal y social gira en torno al mantenimiento de un
determinado peso: ejercicio, dietas, masajes, cremas para adelgazar,
consultas a especialistas, conversaciones monotemáticas. La sensación de
estar gruesa cuando en realidad no se está, puede llegar a invadir cada
actividad, cada decisión del individuo.
Cuidar el cuerpo se ha convertido en sinónimo de perder kilos. El cuerpo
flaco es el modelo a imitar y, en España nueve de cada diez personas
consideran que el exceso de peso es perjudicial para la salud. Pero no está
claro qué baremo fija el peso ideal en el cual superar un determinado peso se
convierte en un exceso.

La obesidad: cuando el cuerpo es un exceso


L La obesidad constituye uno de los problemas alimentarios más comunes y
origina un gran malestar a quien lo padece. En este capítulo se analizan
algunas de las causas y se ofrecen diversas soluciones.

¿Qué es la obesidad?
La obesidad se caracteriza por una acumulación excesiva de grasa corporal
innecesaria.
Existe el acuerdo en la comunidad científica para considerar como obesa a
aquella persona que se excede en un 20% de su peso ideal, en función de su
talla, complexión, sexo y edad de desarrollo. Y es a partir de este sobrepeso
cuando se recomienda la reducción del mismo siguiendo los consejos de un
especialista. Tal recomendación se hace, fundamentalmente, para prevenir los
problemas de salud que conlleva el exceso de peso. Fiarse de las dietas que
aparecen en revistas de información general, en programas de radio y
televisión, de las indicaciones de amistades o personas no profesionales, ha
generado problemas serios de salud, en ocasiones, irreversibles.

La obesidad ¿se hereda?


Pese al rechazo inicial a considerar la causa genética como raíz principal de
la obesidad, actualmente se acepta que la herencia juega un importante papel
en su aparición. En diversas investigaciones realizadas mediante técnicas de
análisis de padres adoptivos en comparación con padres naturales, se ha
encontrado que la herencia es la responsable de entre el 20 y el 60% de la
variación de la grasa corporal. El ambiente familiar, sin embargo, es tan sólo
de un 39%.
Se puede por tanto afirmar que la obesidad es el más hereditario de todos
los trastornos alimentarios. Además, también es heredable el patrón
observable de distribución de la grasa corporal: algunas personas tienden a
heredar la acumulación de grasa en la parte superior del cuerpo (la mayoría
varones), mientras que hay otras que la tienden a heredar en la parte inferior
(generalmente la mujeres).

Diferentes explicaciones de la obesidad


La manera más común para explicarse por qué una persona es obesa, es
acudir al tipo de alimentación a la que está acostumbrada. Se sostiene que la
obesidad es la consecuencia de un desequilibrio energético entre la cantidad
de calorías ingeridas y la cantidad de calorías gastadas.
No cuidar la dieta, no hacer ejercicio-
Este desequilibrio energético suele ser el producto de un consumo de dietas
de alto valor calórico y una insuficiente o una total ausencia de ejercicio, con
lo cual la persona tiende a ganar peso poco a poco al tiempo que presenta un
balance energético positivo. En caso contrario, cuando la persona deja de
comer y se mantiene activa, su balance energético será negativo, con lo que
adelgazará hasta presentar una anorexia.
La presencia de un balance energético positivo durante una larga
temporada conducirá, irremediablemente, a un aumento de la cantidad de
tejido adiposo debido a un aumento del tamaño de los adipocitos o a la
proliferación de nuevas células grasas.
Los hábitos alimentarios, el tipo de dieta y la actividad física son tres
elementos fundamentales para entender la predisposición, la precipitación y
el mantenimiento de una obesidad. Sin embargo, estos factores —hábitos,
dieta y ejercicio— están constantemente en relación estrecha con otros de
carácter biológico. No hay que olvidar que la herencia es la que determina, en
principio, el peso inicial de la persona.
Cuando perder peso es un problema

Hay gente obesa que presenta unas enormes dificultades para perder peso.
Siguen dietas rigurosas, hacen ejercicio diario, beben mucha agua, cuidan los
horarios, no beben alcohol y, sin embargo, no adelgazan.
Una teoría que ha contado con bastante apoyo en los últimos años postula
que cada persona tiene un peso ideal biológicamente programado. Esta teoría
defiende que la herencia determina en gran parte el punto fijo de peso,
aunque éste puede ser influido posteriormente por la nutrición, la actividad
física y la tasa metabólica. Es decir, aunque la herencia explica en principio
un peso determinado, éste puede ser modificado.
Esta teoría explica también por qué las personas obesas que han seguido
muchas dietas tienen cada vez más dificultad de adelgazar: el número de
intentos para perder peso mediante dietas es una variable predictora del éxito
o del fracaso de una nueva intervención terapéutica. Cuantas más dietas siga
una persona, más dificultad tendrá para responder adecuadamente a una
nueva intervención. Si una adolescente ha intentado perder peso de diferentes
maneras, en diferentes ocasiones, y utilizando dietas diversas, la mayor parte
de las veces sin éxito, cuando desarrolla una bulimia o una anorexia, tal
comportamiento se puede considerar una variable importante para establecer
el pronóstico y respuesta al tratamiento.

¿Se aprende la gordura?


Comer mucho o poco trae siempre consecuencias a corto, a medio y a largo
plazo. Sentirse bien a corto plazo, y obtener reforzamientos positivos en el
momento induce mucho más a mantener una conducta, que la promesa de
alcanzar algo agradable a largo plazo.
— Lo que se come: cuando comemos inmediatamente saciamos el hambre y
la sensación inquietante de cosquilleo en el estómago, sentimos al tiempo
placer y satisfacción al degustar el alimento y disfrutamos al compartirlo
en una relación social; sólo a largo plazo observamos que ese alimento o
esa cantidad de bebida consumida, puede llegar a modificar
desagradablemente nuestro cuerpo, nos hace aumentar de peso y puede
provocar problemas en nuestra salud.
— El ejercicio que se hace: correr, hacer gimnasia o montar en bicicleta tiene
consecuencias desagradables a corto plazo; hay que dejar de hacer otras
actividades y buscar tiempo para ir al gimnasio, pasamos frío, sudamos,
sentimos un cansancio tremendo, agujetas muy desagradables y además,
cuando terminamos de correr, de bailar o de hacer unos ejercicios
pesadísimos, sentimos más hambre y, encima, no perdemos peso
inmediatamente. Sólo a largo plazo el ejercicio diario acarreará
consecuencias positivas ya que perfeccionamos nuestra forma física,
perdemos peso, mejoramos nuestro estado de ánimo y disminuimos el
apetito.
Es la motivación, la capacidad de programar nuestras conductas para
obtener algo positivo a largo plazo, lo que explica que algunas personas
logren un peso determinado que les hace sentir bien. El sedentarismo, la
sobreingesta puede ser que resulten más confortables a corto plazo, pero sus
consecuencias futuras son siempre negativas.
Es curioso, pero el seguimiento de una determinada dieta periódica tiene
más aceptación que un constante régimen alimentario saludable acompañado
de un ejercicio físico regular. Se debe esta aceptación a que una dieta,
generalmente provoca la disminución de peso más rápidamente, con lo cual
la persona obesa se siente más reforzada a corto plazo y, al tiempo, consigue
la aceptación social que le refuerza su autoestima. Pero a largo plazo, seguir
constantemente dietas puede convertirse en negativo ya que disminuyen la
tasa metabólica y el gasto energético, haciendo cada vez más difícil la
pérdida de peso: hay que ingerir menos calorías para perder los mismos kilos
que en la dieta anterior.
— Si los alimentos son apetitosos: las personas obesas tienden a ingerir
alimentos no porque tengan hambre o sientan señales fisiológicas que les
induzcan a ello, sino por cómo están presentados los alimentos, cómo huelen,
si observan a otras personas comiendo,..., es decir, la ingestión de los mismos
no está regulada por señales internas corporales sino por estímulos externos.
Numerosas investigaciones han confirmado que los estímulos externos
como la hora del día, la apariencia del alimento y, sobre todo, la apetitosidad
influyen más en las personas obesas que en las que no lo son.
Por tanto, se puede decir que las personas delgadas comen si tienen hambre
y las obesas, si ven, huelen y sienten especial atracción por determinados
alimentos.
— Sentirse bien o sentirse mal con uno mismo repercute
irremediablemente en la conducta alimentaria, en el sueño y en la conducta
sexual.
Sexo, sueño y alimento son las conductas primarias más rápidamente
afectadas por nuestras emociones, por nuestro estado de ánimo.
Cuando nos sentimos tristes o muy alegres, cuando estamos nerviosos y
angustiados y más ansiosos de la cuenta, nuestras ganas de comer se
modifican: hay personas que no pueden probar bocado y otras que llevan a
cabo una conducta de sobreingesta.
Por el momento, no se han podido obtener conclusiones que determinen si
la ingesta se reduce o se incrementa cuando se presentan niveles de ansiedad
altos.
Lo que sí se puede observar es que cuando una persona se somete a un
enorme estrés, a veces gana peso excesivamente y otras lo pierde hasta
quedarse en los huesos: ¿es la herencia, es el tipo de metabolismo, son los
hábitos alimentarios, el ejercicio físico, la clase de evento estresante al que la
persona está sometida, lo que produce esta diferencia?
Según una de las hipótesis más aceptadas, comer mucho es una conducta
aprendida y utilizada por la persona obesa como mecanismo para reducir la
ansiedad y la hiperactivación interna.
Varios autores también han propuesto que las personas obesas no saben
discriminar las señales internas que indican hambre y las confunden con
estados de activación emocional: este error de discriminación es el que puede
producir una ingesta inadecuada.
Es decir, los individuos obesos comen cuando están activados
emocionalmente y no cuando tienen hambre: no saben, no han aprendido a
diferenciar entre respuestas emocionales y hambre, lo que les lleva a ingerir
alimentos de manera inapropiada como respuesta a su activación emocional,
manteniendo esta conducta de ingesta por las cualidades reforzantes del
alimento más que por la capacidad de éste para reducir el estrés.
Sin embargo, en la última década han aparecido estudios que contradicen
estas afirmaciones. Los resultados muestran que las personas obesas ingieren
significativamente menos cantidad de alimentos en una situación de ansiedad
alta que en una de ansiedad baja. De hecho, en alguna de estas
investigaciones no se observó ninguna relación entre emoción e ingesta
cuando se comparaba a personas obesas con aquéllas que se mantenían
siempre en su peso ideal.

Cómo se puede saber si una persona es obesa


A primera vista, cualquiera puede calcular si una persona es obesa o no. Sin
embargo, calcular el grado de obesidad y su posible perjuicio para la salud
del individuo es una tarea difícil: la obesidad es un trastorno en el que
influyen factores genéticos, psicológicos, biológicos, de comportamiento y
sociales.
Para una mejor educación en nuestra salud, es importante saber cómo
evaluar y diagnosticar, tratar y prevenir adecuadamente un estado de
obesidad. Si bien la ayuda y consejo de un especialista es fundamental, es
necesario que las personas que no son profesionales de la salud también
aprendan a detectar estados de obesidad problemáticos.
NORMAS PARA DETECTAR LA OBESIDAD
— Diferenciar entre sobrepeso y obesidad. Sobrepeso sólo indica que una persona
presenta algunas desviaciones del peso corporal si se compara con algún tipo de peso
estándar en relación a su altura. En ningún caso tener un cierto sobrepeso es sinónimo
de presentar obesidad.
— Determinar cuándo se produce la acumulación excesiva de grasa que indica presencia
de obesidad: edad, circunstancias personales y familiares, cambios ambientales,
modificaciones en el tipo de dieta y ejercicio físico...
— Saber clasificar el tipo de obesidad, ya que cada forma de obesidad puede suponer una
manera diferente de intervenir y planificar la ingesta. Existen, hasta el momento, las
siguientes maneras de clasificar la obesidad:
• según los rasgos morfológicos del tejido adiposo
• según la distribución anatómica del tejido adiposo
• según la edad de comienzo: infantil, adolescente, adulta
• según la causa (psicológica, metabólica, claramente hereditaria, tipo de dieta...)
— Saber evaluar cómo la persona piensa, siente y actúa es importante para considerar
cómo su obesidad puede ser modificada en el caso de que ésta suponga un problema
presente o futuro para la salud del individuo. Se tienen que tener en cuenta los
siguientes aspectos:
• si la persona ingiere alimentos siempre que se encuentra nerviosa, estresada, angustiada,
está enfadada o presenta una alteración emocional, sea ésta positiva o negativa
• cómo se percibe a sí misma: segura, fea, atractiva, con valía personal y social,
afectivamente estable, emocionalmente inestable, despreciada, amada...
• determinar su funcionamiento psicológico general: ansiedad, depresión, asertividad,
ansiedad social, ajuste marital, percepción de su imagen corporal, tipos de creencias e
interpretaciones de la realidad, atribuciones causales a hechos cotidianos y a situaciones
problemáticas, actitudes que manifiesta cuando se enfrenta a un problema objetivo,
expectativas de futuro relacionadas con sus acciones y decisiones, tipo de motivaciones
de logro, los pensamientos más frecuentes y cotidianos sobre su cuerpo y atractivo físico
• identificar los hábitos sociales que mantiene en relación con la persona la conducta de la
ingesta
• criterios que sigue para comprar, seleccionar, planificar y consumir los alimentos
— También es importante conocer los patrones de actividad física que la persona lleva a
cabo. Para ello es necesario identificar sus patrones cotidianos de actividad física:
número de horas que dedica al ejercicio físico, tipo de actividades de ocio y cuántas
horas le dedica, cuántas horas ve la televisión o permanece sentada delante del
ordenador. En suma, si la persona es fundamentalmente sedentaria.
— Conocer la historia familiar de posible obesidad y sobrepeso.
— Descartar enfermedades asociadas, por ejemplo un inadecuado funcionamiento del
tiroides.
— Saber determinar el estado nutricional y valorar los riesgos para la salud de su actual
estado físico.
— Determinar su balance energético y las necesidades calóricas diarias, así como sus
hábitos alimentarios (número de ingestas, horario, lugar, estilo de consumo, actividades
que realiza durante la ingesta y respuestas a la estimulación externa, es decir, al
aspecto, al sabor, al olor de los alimentos).

Los expertos utilizan además...

Las técnicas de evaluación que se emplean con más frecuencia en clínica son:
— la entrevista
— los autoinformes
— los autorregistros
Por la necesidad de especialización para el manejo y utilización de tales
técnicas, se remite a la bibliografía recomendada.

RESUMEN
— Los datos referidos a la población obesa en España parecen incrementarse
cada año (entre el 4,8 y el 27,9% de niños entre 6 y 14 años presentan
sobrepeso).
— No es lo mismo obesidad que presentar un estado de sobrepeso.
— La obesidad se explica fundamentalmente debido a factores hereditarios,
si bien los ambientales son importantes y pueden llegar a modificar el
peso.
— Hacer ejercicio diariamente, llevar una dieta sana y mantener unos hábitos
alimentarios saludables, constituye la mejor manera de mantenerse en un
peso ideal. Seguir constantemente dietas especiales puede llegar a ser
perjudicial.
— El estrés, las emociones y los sentimientos pueden afectar al peso: lo
aumentan y lo disminuyen, depende de la constitución física del
individuo, de su herencia y de su metabolismo.
— Una dieta alimentaria con hábitos alimenticios no saludables puede
producir generaciones de obesos.
— La obesidad puede generar problemas de salud graves.
— Estar gordo no significa estar feliz ni ser un bonachón, tampoco lo
contrario.
— Estar delgado no significa estar nervioso constantemente, ni ser activo y
trabajador, tampoco lo contrario.
— Si bien existen en nuestra sociedad baremos para medir pesos ideales,
cada persona debe encontrar el suyo, aquél que le haga sentirse a gusto
consigo misma y con su cuerpo, independientemente de los mensajes
socioculturales que identifican delgadez con belleza y con triunfo.
Imposibilidad de controlar el peso
Algunas explicaciones posibles
Son muchas las causas que pueden explicar por qué una persona de repente
se da cuenta de que no se puede controlar, que decida lo que decida con la
dieta que sigue casi nunca o nunca va a cumplirla. Viene entonces el
abandono a la suerte y la apetencia por comer o lo contrario, el dejar de
comer se apodera completamente de la mente.
"No voy a desayunar más que una tostada con una fina capa de
mantequilla", "sólo voy a comer un pescado a la plancha", "no voy a tomar
postre", "pase lo que pase no me voy a comprar ni un solo pastel esta
mañana", "hoy pasaré el día a lechuga", son algunos de los propósitos
incumplidos que cada día se hacen miles y miles de personas. El porqué de
esta falta de control es algo todavía por descubrir.
La psicología ofrece alrededor de 25 modelos explicativos. Se exponen a
continuación, en líneas generales los que parecen más interesantes y que
pueden ayudar a comprender por qué se come desaforadamente cuando, en
verdad, no se quiere ni se debe comer tantas cantidades de alimentos.

Las mujeres se controlan menos


Parece ser que las mujeres dan más importancia a la belleza que los hombres.
Le dedican más tiempo, se gastan más dinero en productos que
supuestamente mejoran su apariencia, se preocupan de los defectos físicos
con más intensidad que los varones y apoyan más su autoestima personal en
los aspectos estéticos de su cuerpo que en otras cualidades psicológicas y
espirituales: ser femenina, identificarse con el sexo femenino significa que la
mujer tiene que cumplir con una serie de requisitos y el primero de todos
consiste en ser bella.
De hecho, la feminidad se refiere al grado en el que una persona posee las
características asociadas a su estereotipo sexual; esto para las mujeres
femeninas quiere decir:
— ser atractiva, es decir, guapa
— gustar a los hombres
— gustar a las mujeres
— preocuparse de cómo se sienten los demás
— preocuparse del bienestar de los otros
— preocuparse de ser aceptada y evitar a toda costa la desaprobación
— ser sociable o, al menos, dar la impresión de amabilidad hacia los otros
El peso: condición indispensable
En diversas investigaciones en las que se ha estudiado la atracción se ha
observado que los hombres conceden una gran importancia a la belleza física
de sus parejas, mucho más que las mujeres hacia las suyas. Y estar delgada es
una de las características que se consideran más importantes.
Si una mujer quiere tener éxito social y personal, controlar el peso es algo
fundamental: la mujer delgada y que come poco es apercibida como más
atractiva y más femenina que aquélla que come todo lo que le ponen delante,
que no cuida su línea, su apariencia. Y esto para una adolescente puede ser
un problema: estar delgada, controlar su peso, conseguir ser atractiva y, por
tanto, aceptada socialmente suele convertirse en su principal objetivo vital.
Su autoestima, su valía personal, es decir, su identidad, se va a apoyar
fundamentalmente en su cuerpo, en su peso.
Por qué las adolescentes lo pasan tan mal
En la adolescencia cualquier mujer se tiene que enfrentar a un cambio de su
cuerpo: suele aumentar de peso, los senos crecen, las caderas se ensanchan y,
al tiempo, la confianza en sí misma se tambalea. Es el momento en el que una
chica empieza a tener contactos más estrechos con el sexo opuesto, mira más
y es mirada, se observa cada detalle de su cuerpo, se escudriña ante el espejo
y además aspira a ser una supermujer. Y para acabar de complicarlo más, es
el momento en el que la confianza con los adultos se pone en entredicho y los
consejos de los padres se entienden como mandatos.
La tendencia a la introversión, a la exacerbación de la timidez, la necesidad
de probarse constantemente, de sentir que el mundo fuera de casa la acepta,
los primeros enamoramientos y decepciones amorosas, los enfados por malos
entendidos y susceptibilidades con las amistades, contribuyen a que la mayor
parte de las chicas lo pasen fatal, generen complejos sin motivo y, encima no
saben, no pueden y, paradójicamente, no quieren solucionar los conflictos. Y
no quieren porque en este periodo se observa un victimismo que provoca en
los adolescentes una actitud negativa ante cualquier tipo de alternativa,
explicación o solución que le ofrezcan los adultos. Es entonces cuando, en
bastantes ocasiones, los complejos, y el victimismo buscan el canal de salida
a través del desarrollo paulatino y progresivo de trastornos de alimentación.
Son los trastornos en la alimentación, hoy por hoy, el producto más común
de ciertos factores ambientales cuya raíz se encuentra en la inseguridad
personal, en la identidad tambaleante, característica de la adolescencia.

Una dieta peligrosa


Por imitación, por seguir el consejo de alguna amiga, por conseguir cuanto
antes los cánones de belleza que las revistas femeninas auguran como
condición necesaria para el éxito, por rebelión hacia los padres, por refugio
de frustraciones y complejos, también por prescripción de algunos
profesionales sin escrúpulos, algunas mujeres adoptan una dieta alimenticia
que, sin tiempo para darse cuenta, les provoca un trastorno de alimentación y,
a menudo, un trastorno afectivo de tipo depresivo.
Antes de seguir una dieta alimenticia es necesario evaluar no sólo la
validez y las cualidades de dicha dieta sino que, y más importante, es
necesario conocer las características psicológicas de la persona que va a
seguirla.
Si la persona posee ciertas creencias, actitudes y conductas caracterizadas
por la duda, la constante y continua inseguridad en sus actos y decisiones,
una motivación exagerada por querer ser perfecta, una necesidad de
aprobación social en todo lo que hace y decide, una tendencia a alteraciones
del estado del ánimo, a los pensamientos obsesivos, no se considera
recomendable el seguimiento de una dieta: no es que la dieta en sí misma sea
patológica, es la personalidad del individuo lo que la puede convertir en tal:
la continuidad del seguimiento de una dieta junto con un trastorno subclínico
(desorden que no llega a la categoría de clínico) de la personalidad puede
conducir a un trastorno alimentario.

Ser esbelta: el principal objetivo


Existe también la posibilidad de entender los trastornos de alimentación
desde una perspectiva múltiple. Varios factores contribuirían a que una
persona desarrollase una anorexia o una bulimia. Los que más
frecuentemente se encuentran detrás de una adolescente cuyo único problema
es comer sin control o negarse a probar el alimento son los siguientes.
— Necesidad de conseguir la aprobación unánime de amistades y familiares
de cada ropa que se compra, de cada movimiento que realiza, de cada
decisión que toma, de su rendimiento intelectual, de sus cualidades como
persona, como deportista, como cocinera, como estudiante, como amiga,
como hija... Esta necesidad de aprobación está determinada por su baja
autoestima: considera que no vale nada o lo suficiente como para ser
apreciada y querida y, por tanto, tiene que demostrar y demostrarse
constantemente que merece la pena ser querida. Es por este motivo por lo
que a menudo encontramos a jóvenes con anorexia que, a pesar de
encontrarse débiles físicamente por sus carencias alimentarias, se
mantienen al pie del cañón, consiguen las mejores notas de su clase,
cocinan para toda la familia platos exquisitos, hablan varios idiomas, son
los más sensatos, responsables y sensibles de todos los hermanos y están
siempre pendientes de lo que pudieran necesitar los demás para
proporcionárselo.
— Se observa una incapacidad para desarrollar conductas de enfrentamiento,
para planificar y llevar a cabo una adecuada resolución de problemas, les
supone un esfuerzo sobrehumano relajarse y su cuerpo está en tensión
incluso cuando están con las personas con las que tienen más confianza.
— Hipersensibilidad a los mensajes relacionados con el cuidado del
cuerpo, para percibir la presión social que demanda la esbeltez, como
condición necesaria para ser aceptada.
La estigmatización de la obesidad, que cada vez se ha intensificado más en
nuestra sociedad, acelera en bastantes casos el proceso de ponerse a dieta
para evitar la más mínima posibilidad de parecer o estar cerca de la gordura.

La presión sociocultural
Una de las causas que actualmente se valora como una de las que más afecta
al aumento del número de personas con trastornos alimentarios es la
influencia sociocultural. Hay que tener en cuenta que la publicidad, las
publicaciones dedicadas a dietas y productos para adelgazar, el modelo ideal
de belleza femenino que se expone como único en películas y revistas, los
mensajes que a través de los medios de comunicación y en la misma familia
se trasmiten a las nuevas generaciones, muestran como objetivo principal el
cultivo de la imagen y del cuerpo para lograr el triunfo.

Un problema del cerebro


Algunos autores defienden que los trastornos de alimentación y, en concreto,
la anorexia nerviosa, están determinados genéticamente. Es decir, se heredan.
Siguiendo este tipo de explicación biológica, hay otros equipos de
investigación que apuntan la posibilidad de que en los trastornos de
alimentación como la anorexia nerviosa, exista un trastorno en las vías de los
neurotransmisores (agentes químicos que permiten transmitir la actividad de
los nervios periféricos a sus órganos de meta).
Sin embargo, hasta el momento, estas opiniones no han sido confirmadas.
Errores más comunes sobre las causas de los trastornos alimentarios
En los últimos años se han generado varias explicaciones que intentan aclarar
por qué de repente una persona que aparentemente está feliz, adaptada, no
tiene problemas objetivos graves, que las cosas le van bien, deja de comer y
se convierte en una enferma con riesgo de muerte. No olvidemos que la
anorexia es la segunda causa de muerte en la adolescencia después de los
problemas depresivos que desembocan en intentos de suicidio. Algunas de
tales explicaciones han adquirido tal popularidad que hay personas que las
admiten como verdaderas sin someterlas a crítica, por ejemplo:
— "la culpa la tienen los padres, sobre todo la madre. Ella es la auténtica
culpable del problema..."
— "a las anoréxicas lo que les pasa es que tienen miedo a crecer. Es por eso
que se visten con ropas que no les marcan las formas, ni quieren salir con
chicos, no se maquillan nada y esconden todo lo que les suene a ser mujer:
no tienen ni quieren tener la menstruación"
— "estas personas que comen mucho es que son muy nerviosas, tienen
mucha ansiedad y buscan en la comida lo que no les da la vida, son unas
neuróticas"
— "el rechazo al alimento es el rechazo a la vida. No quieren vivir, por eso
dejan de comer, es un suicidio psicológico"
— "son muy perfeccionistas y ordenadas. Y como la vida es un caos quieren
controlar su persona controlando su dieta"
— "son personas sin voluntad. Aunque algunas son disciplinadas en sus
estudios, en el trato humano y en aquello que se escapa de lo intelectual y
de lo racional son gente sin ningún tipo de control: comen sin medida o
dejan de comer aunque se mareen y no se sostengan en sus huesos,
vomitan hasta estropearse el estómago, toman laxantes continuamente y se
pueden levantar en la mitad de la noche y engullir dos kilos de espaguetis"
Hoy por hoy, ninguna de estas explicaciones se admite. La opinión más
generalizada entre los expertos es que los trastornos de la alimentación tienen
un origen multicausal, es decir, son varios los factores que se tienen que dar
al tiempo para que se produzca dicho trastorno.

La familia
Como se ha señalado, uno de los errores más comunes es atribuir a la familia
(a la madre, al padre o a los dos) la culpa del trastorno de alimentación,
cualquiera que sea. Sin embargo, la familia desempeña un papel primordial
en la comprensión y explicación de dichos trastornos.
¿Es la clase social la culpable?
La clase social, así como la edad de los padres en el momento del nacimiento
del paciente, el orden que éste ocupa entre los hermanos y la separación de
los padres, parecen ser variables que se asocian con mayor frecuencia a los
trastornos de alimentación.
Los trastornos de alimentación, y en particular la anorexia nerviosa, tienen
una enorme representación en las clases sociales económicamente
favorecidas. La mayor edad de los padres favorece también la aparición del
trastorno. Y en los últimos años se ha observado que existe una mayor
incidencia de personas con trastornos de la alimentación que ocupan los dos
extremos en el número de hermanos, es decir, son los mayores o los menores
de la prole. Asimismo, se ha señalado una mayor incidencia de trastornos del
peso y del comportamiento alimentario, trastornos afectivos, alcoholismo y
tendencia a las drogodependencias entre los familiares con pacientes
anoréxicos.
Numerosos estudios han apuntado la asociación entre graves alteraciones
en las relaciones familiares y entre los padres y la aparición de trastornos de
la alimentación en alguno de los hijos. También parece existir una estrecha
conexión entre los problemas conyugales y familiares y el pronóstico del
paciente con trastornos alimentarios.
RESUMEN
— Todavía no se conocen las causas por las cuales una persona no puede
controlar la cantidad de alimentos que ingiere. Hay explicaciones e
hipótesis, pero ninguna está confirmada.
— Se cree que las mujeres se controlan menos porque son más susceptibles a
los mensajes externos sobre lo que es belleza, cómo deben comportarse
para agradar o cómo deben arreglarse para resultar más atractivas.
— Las dietas no son recomendables en principio. Además de las
características de las mismas, se tienen que tener muy en cuenta las
características psicológicas de la persona que va a seguirlas.
— La presión sociocultural sobre lo que se debe ser afecta más a las mujeres
que a los hombres.
— La familia no es la culpable de los trastornos de alimentación. Más aún,
debe llegar a convertirse en un agente terapéutico. Sin embargo, se
observa con frecuencia que los familiares de las personas que desarrollan
trastornos de alimentación manifiestan ciertos problemas con el peso o
con la alimentación.
— Parece que existe cierta predisposición genética a los trastornos de
alimentación, en concreto en la anorexia nerviosa.
Autocontrol y tratamiento
Aspectos psicológicos
El conocimiento de los límites más allá de los cuales una persona no se puede
controlar, es el primer paso para establecer una adecuada prevención de un
trastorno de alimentación. Todas las personas tenemos limitaciones, algunas
superables y otras no. Todas las personas tenemos defectos psicológicos y
físicos, algunos superables y otros no. Todas las personas dudamos, nos
sentimos a veces inseguras y un poco tristes. A todas las personas nos
preocupa lo que los demás piensen de nosotros, de nuestro cuerpo, de nuestra
apariencia, de nuestra valía personal y de nuestra capacidad intelectual.
También, todas las personas tenemos carencias en nuestras habilidades
sociales, afectivas e intelectuales y no todos y cada uno de los objetivos que
nos proponemos los podemos hacer bien: unas veces nos equivocamos y
otras veces acertamos, tenemos éxitos y fracasos, sorpresas agradables y
decepciones.
Para lograr el autocontrol personal y en concreto el autocontrol en la
ingestión alimentaria, son fundamentales tanto la capacidad adaptativa para
hacer frente a los aspectos percibidos como positivos o negativos, como las
actitudes desarrolladas ante las insatisfacciones personales y la planificación
de posibles soluciones a los problemas. Es necesaria la observación atenta de
nuestras reacciones y actitudes para lograr que nuestros límites (físicos y
psicológicos) no nos limiten totalmente en el deseo de superarnos, no nos
destruyan.

Psicoeducación para la salud


Para el desarrollo del autocontrol del comportamiento alimentario es
importante la información médica y psicológica obtenida a través de libros y
cursos. Es fundamental que un especialista explique las causas, el curso, el
desarrollo, el tratamiento y el pronóstico del problema psicológico
manifestado. Asimismo es básico conocer lo que puede hacer la familia, la
sociedad y los especialistas de la salud. En cuanto al tratamiento conviene
tener en cuenta cuáles son los más eficaces y cuáles los efectos de la
medicación a corto, medio y largo plazo.

Expresar exactamente lo que se siente


Posteriormente a este primera fase de psicoeducación sobre los trastornos de
alimentación y, con mayor precisión y detalle, del trastorno alimentario que
padezca la persona o que se observe tendencia a padecer, se debe llevar a
cabo una evaluación y un análisis por parte de un profesional de la salud de
las habilidades de comunicación que posee la persona.
Ocurre en ocasiones que los trastornos de alimentación son únicamente el
disfraz y el canal de salida a otros problemas de personalidad, surgidos de la
imposibilidad para expresar las emociones (positivas y negativas), para
comunicar lo bien o lo mal que uno se siente, para compartir las
inseguridades y los miedos, los temores y las ideas irracionales que con
frecuencia se apoderan del pensamiento de la mayoría de las personas y,
sobre todo, de los adolescentes.

Conocer la propia personalidad


Si por personalidad se entiende el conjunto de ideas, formas de reaccionar, de
sentir y expresar lo que sentimos; la manera que tenemos de comportarnos
socialmente y la forma de percibirnos física y psicológicamente, el
conocimiento constante y continuo de la personalidad (de los pensamientos,
emociones y actos) y el cultivo de la misma es una condición necesaria para
el desarrollo y mejora del autocontrol.
Esto no quiere decir que conociéndonos a nosotros mismos ya vamos a ser
capaces de controlarnos, pase lo que pase, sintamos lo que sintamos o nos
encontremos ante la situación que nos encontremos, nada más lejos. Pero sí
puede ayudar a tener, al menos, una ilusión de control que servirá para
hacernos sentir más seguros lo que facilita que aceptemos, sin tristeza ni
desesperanza, nuestras inseguridades y nuestros fallos.
¿Qué se debe conocer sobre uno mismo?
Existe una serie de aspectos que deben estudiarse y tratarse con un
especialista a la hora de hacer frente a cualquier trastorno de alimentación, tal
y como se expone en el siguiente cuadro.

ASPECTOS QUE DEBEN TENERSE EN CUENTA PARA TRATAR UN


TRASTORNO ALIMENTARIO
— La inseguridad constante a la hora de tomar decisiones.
— Los complejos físicos.
— La preocupación más o menos excesiva.
— La propia percepción de la imagen corporal.
— La tendencia a la tristeza y a la melancolía, sin motivo aparente.
— El excesivo nerviosismo en las relaciones sociales.
— La sobre-exigencia en el rendimiento.
— La incapacidad para establecer relaciones afectivas estrechas.
— El miedo a no ser aceptado tal como uno es.
— La insatisfacción con uno mismo y las comparaciones con los demás.

La familia y la anorexia
Hasta 1970 los tratamientos con los que se contaba para hacer frente a los
trastornos de alimentación eran, fundamentalmente, de tipo individual. La
persona que padecía el trastorno del comportamiento alimentario era
separada de la familia y los padres no intervenían en ningún momento en el
tratamiento.
Más aún, algunos expertos mantenían que la familia, sobre todo la madre,
era la culpable del trastorno alimenticio y por lo tanto, era mejor mantenerla
alejada hasta que la persona se encontrase recuperada.
Se pensaba incluso que la intervención e integración de los padres y otros
miembros de la familia en el proceso terapéutico agravaría y haría crónica la
situación: su presunta carencia de habilidades para la educación y una
supuesta implicación emocional patógena hacia el problema manifestado por
su hija o hijo eran las razones que se solían aducir para justificar la
separación.
Fue hacia los años cincuenta cuando algunos terapeutas de orientación
psicoanalítica comenzaron a intentar una progresiva implicación de los
padres en el tratamiento de ciertos problemas psicopatológicos observados en
la infancia, ya que consideraban que si el ambiente familiar continuaba de la
misma manera que hasta entonces, los niños y adolescentes con trastornos de
conducta o emocionales no mejorarían. Fue entonces cuando los
profesionales de la salud comenzaron a integrar paulatinamente a las madres
en el proceso terapéutico de los trastornos del comportamiento alimentario
presentados por niños y adolescentes. Otros profesionales, sin embargo,
aunque valoraron la necesidad de modificar el ambiente familiar en aras de
lograr una remisión más rápida y duradera de los síntomas, prefirieron tratar
por separado y en paralelo a los padres, más que integrarlos directamente en
la terapia.

La familia como parte del problema


La primera referencia con éxito a la aplicación de una terapia familiar en el
caso de una anorexia nerviosa fue la llevada a cabo por los psicólogos
Minuchin y Selvini Palazzoli en 1970.
Ambos psicólogos señalaron que los trastornos de alimentación, y en
concreto la anorexia nerviosa, no eran un trastorno mental individual, sino
que eran un reflejo de una disfunción familiar, de la familia como sistema, en
la que la anorexia cumplía un papel estabilizador. No es que la familia fuera
la culpable del trastorno, sino que era toda ella el problema y precisamente
era el trastorno alimentario una de las maneras posibles de manifestarse.
A partir de las primeras publicaciones y exposiciones de casos en los que
se había llevado un tratamiento siguiendo esta hipótesis, se crean dos
escuelas que han resultado ser clave en el desarrollo y aplicación con éxito de
tratamientos en los que la familia como sistema es en sí misma el núcleo que
ha de tratarse, al mismo tiempo que se trasforma paulatinamente en agente
terapéutico y profiláctico, es decir, de prevención para el futuro.
Escuela de Terapia Estructural de Filadelfia
El punto de partida es que la familia de un anoréxico se caracteriza por
desarrollar entre sus miembros unas relaciones interpersonales con una
excesiva implicación emocional, con actitudes confusas de sobreprotección
constante, con una gran dificultad o una ausencia de resolución de conflictos
que surgen cotidianamente en la convivencia, implicando al hijo o hija con
anorexia en los problemas conyugales. El tratamiento que se propone
consistiría en las siguientes fases.
— Entrenar a los miembros de la familia, en su conjunto y por separado, para
saber definir operativamente los problemas y los conflictos, para
establecer pautas de enfrentamiento y de resolución, planificarlas a corto y
a largo plazo, llevarlas a cabo y evaluar posteriormente las consecuencias.
— Proporcionar pautas de acción y de interrelación entre los familiares que
persigan fomentar la autonomía e independencia y la expresión adecuada
de emociones, evitando el silencio como forma de respuesta a los
conflictos.
— La última fase sería entrenar en la mejora del autoconcepto y en el
desarrollo de la ilusión de control de la persona que presente el trastorno
alimentario. Reforzar su autoestima, proporcionarle puntos de referencia
ajenos a la familia para entender su persona y sus reacciones, y enseñarle
a aceptar sus fallos e inseguridades.
Escuela Cibernética Familiar de Milán
El grupo familiar es un sistema que está regulado por sí mismo a través de un
conjunto de normas que perpetúan hasta el infinito su mal funcionamiento.
Las familias en las que hay un miembro que presenta un trastorno de
alimentación y en concreto, anorexia nerviosa, presentan una serie de
características.
— Problemas matrimoniales expuestos ante los hijos, sin tener en cuenta la
necesidad de intimidad de algunos de ellos. Los padres hablan, se
manifiestan, discuten y actúan, en consecuencia con sus problemas
conyugales frente a los hijos, cualquiera que sea su edad y características
psicológicas.
— Los padres presentan problemas de liderazgo, es decir, se contradicen en
las normas de educación, critican las decisiones tomadas por el cónyuge,
no se ponen de acuerdo en las reglas de convivencia...
— Se observa en cada uno de los miembros un desprecio, un rechazo cuando
no humillación, hacia los mensajes y las opiniones emitidas por los otros.
— No se resuelven los conflictos sino que se silencian, se discuten en
paralelo, pero nunca en común, no se toman decisiones de acción y
ejecución, claras y concretas para hacerlos frente. Los problemas se tapan,
se disfrazan y no se planifican jamás las posibles soluciones.
— Se observan a menudo acuerdos encubiertos entre algunos de los
miembros de la familia, confusas alianzas y consensos no reconocidos
abiertamente.
— Constantemente los miembros de la familia se culpan unos a otros de los
problemas y conflictos y, en concreto, del trastorno de alimentación que
en ese momento manifiesta uno de ellos.
A pesar de que estas dos escuelas han obtenido una enorme difusión, han
logrado una notable cantidad de éxitos con pacientes y han conseguido ser
aceptadas por numerosos grupos terapéuticos, por el momento no se ha
comprobado su veracidad y eficacia mediante estudios controlados.

¿Es necesaria la hospitalización?


Aunque ha habido periodos en los que se llevaban a cabo tratamientos
extremos, alguno de ellos con una oposición drástica a la hospitalización, a
partir de la década de los ochenta hasta la actualidad, se observan posturas
más transigentes en la aplicación de los tratamientos: vale casi todo en la
medida en que se ayude a la persona con problemas.
Así, en los últimos años se tiende a integrar aspectos diversos que
corresponden a diferentes escuelas. La hospitalización se ha vuelto a
considerar como necesaria y positiva en algunos casos. De hecho, hay
ocasiones en las que no sólo es recomendable, sino necesaria para que la
persona pueda someterse a un tratamiento de recuperación de su estado físico
y emocional.
Tanto en los casos de anorexia nerviosa como en los de bulimia nerviosa,
la hospitalización es una alternativa que debe tenerse en cuenta si se cree
necesario un control exhaustivo de la ingesta, del balance energético, del
ejercicio físico, de la conductas purgativas y se contempla la implantación de
nuevos hábitos alimentarios.

Flexibilidad y tratamientos según el problema


La flexibilidad para aplicar diferentes modalidades y orientaciones
terapéuticas según sea el caso particular, el trastorno de alimentación y el tipo
de personalidad del afectado es la tendencia que siguen los profesionales de
la salud especializados en trastornos de alimentación.
Existen tratamientos que combinan las terapias individuales con las
familiares; las de tipo sistemático con orientaciones cognitivo-conductuales;
y otras son las terapias en las que se tiene en cuenta tanto el entorno familiar,
como el estado físico del paciente y las características psicológicas y sociales
de su personalidad, tal y como era antes de la presentación del trastorno.

Cuando el trastorno alimentario no está definido


Antes de tomar la decisión de llevar a cabo un determinado tratamiento, de
considerar la decisión de hospitalizarse o de quedarse en casa, la persona que
padece el trastorno de alimentación junto con el terapeuta y la familia,
deberán identificar el problema y realizar un diagnóstico.
El objetivo fundamental será en primer lugar, la detección precoz del
trastorno para así decidir qué es lo que hay que hacer, cuál será el tratamiento
más adecuado y cuál será su pronóstico.
Es recomendable realizar pruebas de laboratorio para valorar el estado
físico del paciente, y poder obtener datos objetivos que ayuden a tomar una
decisión, cuando la persona que presenta un trastorno de alimentación actúa
de una forma determinada:
— no se queja
— niega el problema
— su apariencia física y su comportamiento en casa no es el que
acostumbraba a tener en el pasado
— se niega rotundamente a colaborar en la evaluación y en iniciar un posible
tratamiento
— responde con monosílabos o miente a los requerimientos y preguntas del
profesional y de la familia
En el caso de que los resultados fueran extraños y se observara un estado
físico alterado, si hubiera una negativa por parte de la persona con un posible
trastorno de alimentación, quizá sea importante considerar una
hospitalización.

Cuando la familia niega el problema


Algunos padres tardan en reconocer que algo está pasando, que su hija o su
hijo presenta un trastorno grave. Niegan la seriedad del trastorno de
alimentación y su comportamiento alterado les parece manías y una completa
y absoluta tontería propia de los jóvenes y de la influencia de los modelos
publicitarios a los que están expuestos.
Creen y siguen pensando que su hijo o su hija es admirable porque sus
notas del colegio son excelentes, porque habla varios idiomas y es buena
persona, porque es la que más ayuda en casa y demuestra una gran fuerza de
voluntad.
Convencer a los padres, o a uno de ellos, de que un determinado trastorno
de alimentación no sólo es grave sino que se puede hacer crónico y conducir
a la muerte, suele llevar tiempo, a veces demasiado. De hecho, con
frecuencia si no se trabaja para que los padres sean conscientes del trastorno
y colaboren en la terapia, su comportamiento de negación puede retrasar e
interceptar la buena marcha y recuperación del problema.

Cuando la familia tiene miedo


Una vez que los padres, que la familia ha reconocido el problema, ocurre que
algunos prefieren esperar. Esperar a que la hija o el hijo decida por ella o por
él mismo. Tienen miedo de tomar una decisión errónea y que, en un futuro,
su hijo se la eche en cara. El miedo les paraliza y prefieren evitar la decisión,
posponerla hasta que ya no tenga remedio.
Tanto la negación como el miedo no ayudan ni remiten ningún problema. El
paso del tiempo sin tomar ningún tipo de decisión de enfrentamiento y
resolución del trastorno, lo único que produce es que éste se haga crónico,
hasta tal punto que sea imposible su remisión.
Imagínese que usted ya ha aceptado que su hija tiene un trastorno serio de
alimentación. Ya ha perdido el miedo y ha tomado la decisión de que es
necesario y urgente someterla a tratamiento con un especialista. Pero su hija
se niega a ir a ese profesional de la psicología o de la psiquiatría. "Yo no
estoy loca, ¿qué te has creído?, a mí no me pasa nada...Tendrás que pasar
sobre mi cadáver antes de que te acompañe a un doctor o a una casa de
locos". Usted sigue observando cada vez un descenso exagerado en el peso y
un día, cuando su hija estaba preparándose para irse, como todas las tardes
después del colegio, a la clase de ballet, escucha de repente un ruido
tremendo que viene del pasillo. Se levanta rápidamente del sillón del cuarto
de estar y se encuentra a su hija tirada en el suelo sin conocimiento, se ha
desmayado y no se mueve pese a sus intentos por volverla en sí. Luego, un
tiempo más tarde, poniendo orden en su habitación, descubre bolsas de
comida acumuladas en las maletas que guardaba arriba del armario de su
cuarto...Y, aun a pesar de que todos en casa la ven muy delgada, ella, sigue
diciendo que está gorda. La llevó al médico de familia después de muchas y
acaloradas discusiones, pero ella se negaba a seguir cualquier tratamiento.
Sólo cuando le enseñaron los resultados de los análisis, accede a
hospitalizarse. Lleva tres meses en el hospital y todavía el equipo terapéutico
no ha querido emitir un diagnóstico. Dicen que va para largo y que, por
supuesto, este año perderá el curso.

Información y coparticipación en el
tratamiento
La analítica y la exploración física sirve para enfrentar tanto a la familia
como a la persona que padece el trastorno con la seriedad y gravedad física y
psicológica del mismo. Acto seguido, el profesional deberá ofrecer toda la
información posible sobre los riesgos que entraña el no comer, el vomitar, el
tomar laxantes y otros productos para adelgazar, sobre el riesgo que entraña
para la salud un determinado peso y los atracones desaforados e
incontrolados. Según el tipo de trastorno del comportamiento alimentario, la
información será distinta. Sin' embargo, la estructura de lo que se debe o no
hacer es similar en cada uno de los trastornos.
El apoyo de la familia es un requisito indispensable para la recuperación y
uno de los factores que predicen un buen pronóstico.
Recibida la información pertinente que, muy a menudo, requiere lecturas
complementarias, la familia deberá convencerse de la necesidad de
participación en el tratamiento para que paciente, terapeuta y familia
consigan al unísono una serie de objetivos.

Centrarse sólo en la normalización del peso y en el autocontrol de la


ingesta no se considera adecuado y la paciente, fundamentalmente si padece
anorexia, lo puede percibir como agresión y esto la inducirá al negativismo y
a no colaborar con el tratamiento.

Lo que la familia puede hacer


— Cooperar con el profesional y seguir en casa todas y cada una de la pautas
que se señalen en las sesiones. Preguntar lo que no se entienda. Utilizar
los servicios que ofrezca el profesional y no tener la sensación de que se
molesta.
— Seguir informándose después de las sesiones, leyendo libros y manuales
de psicoeducación sobre trastornos de alimentación.
La familia deberá convertirse en un agente terapéutico y por tanto deberá
conocer profundamente el trastorno de alimentación que sufre el miembro de
su familia: sus posibles causas, su curso, cómo se desarrolla, cuáles son sus
síntomas, cuáles son los tratamientos psicológicos y farmacológicos más
eficaces.
La información ayuda a detectar inmediatamente cualquier recaída y tomar
a tiempo las decisiones pertinentes. La información ayuda a tener más control
de la situación y esta sensación de control genera poder y mayor capacidad
de enfrentamiento sin sentirse indefensos.
— Los libros de divulgación científica, de información sobre trastornos
alimentarios dirigidos a no profesionales, son útiles, pero también pueden
tener sus desventajas: por ejemplo, que la persona con el trastorno de
alimentación aprenda nuevos trucos, que se refuercen mitos, errores como
el que la familia es la culpable de lo que está pasando... También puede
ocurrir que una adolescente o una persona con tendencia a la teatralidad y
con necesidad de llamar la atención considere que los trastornos del
comportamiento alimentario son trastornos que están de moda y que, por
tanto, le vendría bien el desarrollarlo para así obtener la atención deseada
de la familia y de sus amistades.
— La desesperación, las críticas, el control asfixiante de cada conducta que
lleve a cabo la persona con el trastorno, el invadir su vida, los comentarios
y la falta de discreción, deberán ser evitados en el entorno familiar y
también en el social. El respeto y la consideración hacia la persona que
padece la enfermedad es condición indispensable para la buena marcha
del tratamiento y de la rehabilitación.
— No negar, no tener miedo al enfrentamiento con el trastorno alimentario.
Sin embargo, se debe evitar hacer de la comida el monotema sobre el que
gira la vida de la familia: de hecho, se debe evitar hablar del peso, de
cantidades y tipo de comida en el que debe consistir la ingesta diaria e
insistir en el desarrollo de determinados hábitos alimentarios que se creen
positivos. Si no se sabe qué hacer, de qué hablar o cómo reaccionar, lo
mejor es preguntar al profesional.
— Tener en cuenta que en los primeros días, cuando se ha tomado la decisión
de una hospitalización, hay una tendencia general por parte de los padres a
manifestar sentimientos de culpa, de frustración al no observar una
mejoría inmediata, a criticar el tratamiento, a probar la autoridad del
equipo terapéutico. Surgen dudas sobre si la decisión tomada es la
adecuada. En esos momentos, se debe depositar una confianza ciega en el
tratamiento y pensar que la decisión tomada es la mejor. La familia deberá
apoyar el tratamiento y las decisiones del equipo terapéutico, preocuparse
cada vez menos por el peso y centrarse más en el posible análisis y
discusión de otros problemas psicológicos de su familiar.
— Con el tiempo y ya en la fase final del tratamiento, se suele observar un
excesivo optimismo en los familiares. En este momento es necesario que
la familia en su conjunto ponga los pies en la tierra y valoren la
posibilidad de una recaída. Esto no quiere decir que se desarrolle un temor
al alta y a la carga de responsabilidad que el regreso a casa puede acarrear.
Por supuesto que habrá una mayor responsabilidad por parte de cada uno
de los miembros de la familia, pero siempre deberá ser compartida con el
equipo terapéutico.

Lo que la sociedad puede hacer


— Las organizaciones de autoayuda pueden ser fundamentales para encontrar
la información, el apoyo y la orientación que tanto la familia como la
persona con trastorno de alimentación necesitan.
— Los medios de comunicación (prensa, radio y televisión) pueden
contribuir en la información y psicoeducación de la población general,
difundiendo datos veraces sobre los diferentes trastornos del
comportamiento alimenticio. El impacto de la información proporcionada
a través de los medios de comunicación se ha comprobado que tiene
mayor fuerza e intensidad y es procesada más profundamente que aquella
que se maneja a través de medios académicos y científicos.
— Oponerse activamente a las campañas publicitarias que venden como
eficaces productos adelgazantes y maneras rápidas de moldear el cuerpo.
— Las revistas denominadas femeninas tienen una enorme responsabilidad,
sobre todo las dirigidas a un público adolescente, ya que venden
determinados modelos como representativos del éxito y del triunfo
personal y social, así como el tipo de reportajes que tratan temas de
belleza e imagen corporal.

Lo que el profesional puede hacer


— Informar al paciente de los riesgos para la salud que trae consigo el no
comer o el comer de una manera voraz y descontrolada, del riesgo de vomitar
y llevar a cabo conductas purgativas.
— Informar sobre la enfermedad, sus posibles causas y desarrollo, tanto al
paciente como a la familia.
— Informar sobre el tratamiento que se considere más adecuado para el caso,
el porqué de esa elección y cómo se va a llevar a cabo.
— Informar sobre las ventajas e inconvenientes de un tratamiento
ambulatorio y de una hospitalización, tanto al paciente como a la familia.
— Su objetivo, en primer lugar, es que el paciente abandone la negación de la
enfermedad y se convenza del precio que está pagando por su trastorno.
— Proporcionar la seguridad a los familiares de que el paciente alcanzará el
peso adecuado para su edad y estatura. Para ello deberá establecer un
contrato con el paciente.
— En algunos casos, deberá ser el profesional el que tome la decisión de
hospitalización bajo su responsabilidad. Por ejemplo, en situaciones
como:
• cuando se observa un deterioro orgánico que pone en peligro la vida del
paciente
• cuando se observa un ambiente familiar muy problemático y enrarecido con
pocas posibilidades de cooperación
• cuando la persona que padece el trastorno alimentario presenta un
aislamiento social exagerado, su entorno social (familia, amistades, colegas)
es escaso y no participan en el tratamiento ni en la rehabilitación
• cuando se valora un mal pronóstico debido al fracaso con tratamientos
anteriores, a la falta de motivación por parte del paciente y de la familia,
cuando se observa una negativa a seguir un tratamiento ambulatorio, cuando
no se cumplen las normas que se establecen para el entorno familiar.
Actualmente se considera un gran error interpretar cada caso de anorexia
nerviosa, de bulimia nerviosa, de sobreingesta compulsiva, de obesidad,
como un signo de patología familiar. Puede que un determinado tipo de
familia potencie y refuerce algunos comportamientos alimentarios, puede que
haya familias con patrones de relación alterados, pero esto no significa que
sean culpables, sino que a lo que se debe aspirar es a convertirla en agente
terapéutico. El llevar a cabo esta conversión corresponde al profesional de la
salud.
Aunque se observen negativas y falta de cooperación por parte de la
familia en un tratamiento y el profesional tenga que tomar la decisión de
hospitalización, ésta no deberá establecerse sin la mínima cooperación
familiar, ya que la familia es en último término la responsable del
tratamiento.

Lo que la persona con un trastorno alimentario puede


hacer
— Aunque se tenga miedo a la separación de la familia debido a una
hospitalización y se tenga la tentación de posponer el tratamiento,
manipulando a los padres y también al profesional, la persona con un
trastorno del comportamiento alimentario tiene que convencerse de que el
tiempo es su peor enemigo. Cuantos más días pasen, más posibilidad hay de
que se haga crónica, cuanto más se posponga el enfrentamiento al problema,
más dificultad y esfuerzos terapéuticos deberán desplegarse y más meses o
años se necesitarán para la recuperación.
— Aceptar la necesidad de seguir las normas establecidas en el tratamiento.
— Ser sincero, positivo y abierto y evitar las mentiras y las omisiones de
hábitos alimentarios.
— Estar accesible a la confrontación de problemas que van más allá del peso
y del trastorno alimentario manifestado. Colaborar con el equipo
terapéutico y con la familia en las decisiones tomadas para resolver los
conflictos.
— Si bien cuando se van remitiendo los síntomas y se observa una mejoría,
se va teniendo una necesidad casi imperiosa de una mayor independencia,
es conveniente recordar que en el primer año después de una
hospitalización hay un riesgo notable de una recaída y es por tanto
necesario, aunque uno se encuentre completamente bien, seguir un
tratamiento ambulatorio periódico. No hay que olvidar que, en ocasiones,
el trastorno alimentario manifestado no es más que un disfraz de otros
problemas de personalidad, emocionales y de relación.

RESUMEN

— Las hipótesis sobre la existencia de un determina do tipo de familia


generadora de trastornos de alimentación, están todavía por comprobar.
— La familia es un elemento indispensable en el tratamiento, su cooperación
es básica.
— Actualmente, los acercamientos terapéuticos suelen decidirse en función
del problema y del caso concreto. Se observa un creciente eclecticismo y
una cooperación de los distintos profesionales de salud pertenecientes a
diferentes escuelas.
— Hay casos en los que se combinan exitosamente los tratamientos
farmacológicos con los psicológicos; otros en que sólo se aplican
tratamientos psicológicos, con igual éxito; otros que se tratan
ambulatoriamente y otros con hospitalización.
— Cada caso requiere un tratamiento distinto.
— La información, el entrenamiento en la comunicación de emociones y la
práctica en la planificación y la resolución de problemas personales y
familiares es imprescindible desde el comienzo y desarrollo de un
programa en el tratamiento.
— La sociedad y, en concreto, los medios de comunicación deben colaborar
en la difusión veraz y no sensacionalista sobre los trastornos de
alimentación.
— El profesional de la salud debe informar, orientar, aconsejar a la familia y
al paciente de la forma más abierta y concreta posible sobre la enfermedad
y las alternativas de tratamiento existentes en este momento, sus ventajas
y desventajas y, en algunos caso límites, tomar la decisión de una
hospitalización.
— La persona que manifieste un trastorno del comportamiento alimentario
deberá aceptar, aunque no lo crea, la seriedad de su trastorno, informarse
detalladamente de su evolución y de los diferentes tratamientos a los que
puede optar.
Anorexia y bulimia: estrategias de
prevención
Algunos consejos prácticos
Los primeros pasos que se deben realizar para aplicar adecuadamente las
estrategias que hacen frente a los trastornos de alimentación, tanto por una
familia con hijas e hijos adolescentes sin aparentes problemas de
alimentación como por aquella con uno de sus miembros diagnosticado de
anorexia, de bulimia o de otro trastorno de la ingesta, así como por la persona
que ya ha presentado durante un largo tiempo un trastorno de alimentación,
son los que siguen.
— Aumentar, paulatina y progresivamente, el grado de conocimientos sobre
las repercusiones positivas y negativas de los diferentes tipos de ingesta en
el peso corporal.
— Conocer el valor nutritivo y el contenido en calorías de los alimentos que
se consumen con mayor frecuencia y forman parte de los hábitos
alimentarios. Se recomienda también que conozcan las necesidades de
aporte de energía que necesita el cuerpo humano para vivir.
— Los conocimientos sobre nutrición, así como de las estrategias para
regular el peso, son fundamentales para conseguir autocontrol sobre el
comportamiento alimentario, sobre lo que la comida significa y cómo
afecta al organismo, sobre el acto de comer y sus consecuencias en el
cuerpo.
— Detectar los factores que pueden predisponer y precipitar un determinado
trastorno de alimentación. Por ejemplo, el seguimiento de ciertas dietas no
controladas ni estudiadas previamente por un especialista, algunos hábitos
alimentarios y costumbres familiares alteradas en torno a la comida, el
consumo periódico de algunos medicamentos para suprimir el hambre o
adelgazar, el consumo frecuente de laxantes y diuréticos, la alteración en
los horarios de la ingestión de alimentos...
— Saber cuáles son las dietas apropiadas y no peligrosas para la salud física
y mental, tanto a corto como a largo plazo. No se deben seguir bajo
ningún concepto y de manera indiscriminada las dietas y métodos de
adelgazamiento que se leen en revistas, libros de divulgación o folletos
que explican cómo moldear la silueta en quince días, tampoco aquellas
que han dado resultado a una amistad o a un familiar, pues seguramente
no sean en absoluto apropiadas para nuestro organismo. El seguimiento de
una dieta tiene que estar supervisado siempre por un especialista en
nutrición y dietética, si bien previamente tiene que haber sido descartada
cualquier predisposición a trastornos psicopatológicos (depresión,
ansiedad, u otros) o problemas de personalidad. Más aún, lo más
recomendable es que las dietas adelgazantes desaparezcan de los hábitos
alimentarios.
— Conocer cuáles son y cómo se desarrollan los trastornos de la imagen
corporal y las nociones que manejamos erróneamente sobre la belleza. En
la adolescencia es frecuente la tendencia a las percepciones falsas sobre el
propio cuerpo debido a los cambios físicos que se producen y que
sorprenden por lo impredecible. También es éste un periodo en el que las
inseguridades se exacerban, y los seres humanos se encuentran más
sensibles y susceptibles a las opiniones y comentarios de los demás sobre
su cuerpo y sobre su persona. Es quizá por ello, por lo que es la
adolescencia el periodo en el que aparecen más trastornos de
alimentación.
— Conocer qué es lo que lleva a unas personas vulnerables a padecer un
trastorno de alimentación: edad, sexo, estilo de vida, tipo de personalidad,
hábitos alimentarios, hábitos de ejercicio físico, herencia, etcétera. Una
mujer, entre 15 y 20 años que vive en un entorno urbano de ambiente
acomodado, si en su familia ha observado siempre una preocupación por
la apariencia física e imagen corporal y hay familiares que han
manifestado algunos problemas relacionados con el peso y la alimentación
(obesidad, bulimia y anorexia), y hace bastante ejercicio, tiene muchas
más posibilidades de desarrollar un trastorno de alimentación que si es un
varón, de 30 años, que habita en un pueblo y no tiene antecedentes
familiares de problemas relacionados con los trastornos alimentarios.
— Conocer cuáles son los trastornos de alimentación, cómo comienzan a
manifestarse, cuáles son las actitudes y comportamientos que indican su
aparición, cuáles son los síntomas que los definen y cuándo hay una
necesidad de someterse a un tratamiento con urgencia para evitar la
cronificación. El conocimiento de cuál es la gravedad y el pronóstico del
cuadro presentado también ayuda a entender mejor el proceso.
— En el caso de haber manifestado ya un trastorno de alimentación, es
importante que la persona examine y analice, primero con el terapeuta y
luego ella sola, cuáles han sido los factores estresantes que rodearon su
vida antes de que comenzara los primeros síntomas del trastorno: las
circunstancias problemáticas que surgieron en el colegio, con los colegas
en el lugar de trabajo, en la familia o con las amistades. Y enumerarlas
para tener claro cuáles se produjeron antes de que apareciera el problema
y cuáles se mantuvieron y se mantienen. Es necesario también clarificar
cuáles han sido los conflictos emocionales y de personalidad previos a la
aparición del problema con la comida. La reflexión y análisis, el
desarrollo de habilidades personales y sociales para hacerles frente en el
caso de que aparezcan de nuevo aquellos o parecidos, constituyen un
apartado esencial para la prevención.
— Cumplidos los objetivos del tratamiento, y remitidas las conductas
alimentarias que generaban sufrimiento y riesgo para la salud física y
mental, la persona que ha padecido bulimia, anorexia u otro trastorno de
alimentación, deberá establecer un programa de seguimiento con su
terapeuta con el fin de evitar recaídas.
— Cuando se ha presentado un trastorno alimentario no se puede asegurar
que la persona está curada para siempre. Toda la vida, probablemente, la
persona que ha sufrido un trastorno de este tipo será más sensible que la
mayoría al consumo de determinados alimentos, se preocupará con más
interés del normal por su imagen corporal, aunque esto no quiere decir que
no logre una estabilidad y una vida saludable, que los fantasmas de la
enfermedad no desaparezcan. Sin embargo, es conveniente saber que en el
caso de tener que enfrentarse en un futuro a circunstancias problemáticas
y estresantes es posible que se sorprendan a sí mismas con un regreso a
los viejos hábitos patológicos. Por esto, es importante que antes de
interrumpir completamente el tratamiento y las visitas al terapeuta, se
aprendan técnicas de enfrentamiento ante las situaciones conflictivas.
— La técnica de inoculación de estrés debe manejarse con facilidad para
prevenir posibles recaídas. Consiste en aprender cómo prevenir
situaciones difíciles y saber qué tipo de estrategias son más útiles, más
eficaces y saludables para salir del paso sin desarrollar ningún trastorno.
Concretamente, la persona debe aprender:
• la valoración de las situaciones problemáticas, saber definirlas
operativamente anticipando las consecuencias negativas que pueden
acarrear;
• prepararse mentalmente, con la imaginación, al enfrentamiento de aquello
que se ha pensado que puede suponer seguramente un problema;
• mantener diálogos mentales con la situación y personajes que
supuestamente estarían implicados en tal situación estresante;
• planificar las posibles y realistas alternativas de solución y llevarlas a la
práctica... con la imaginación;
• la preparación imaginativa debe repetirse varias veces hasta que la persona
se encuentre segura de que la respuesta seleccionada es la adecuada.
INDICADORES TEMPRANOS DE LA
ANOREXIA Y LA BULIMIA
Anorexia
Bulimia
Aumento importante de la actividad física.
Preocupación excesiva por el peso.
Excesiva importancia a lo que los demás
piensen del propio físico.
Preocupación excesiva por la imagen corporal.
Inseguridad y preocupación excesivas por la
propia apariencia.
Práctica de dietas estrictas.
Uso injustificado de laxantes vómitos
autoprovocados.
Provocación de vómitos.
Rechazo de la comida, pérdida excesiva de peso.
Atracones de comida recurrentes e
incontrolados, llevados a cabo en secreto.
Disminución de las horas de sueño.
La persona es consciente de que algo anormal
está pasando.
Ausencia de menstruación.
Aparentemente el peso es normal.
Aislamiento social.
Incremento del ejercicio físico.
Imagen distorsionada del propio cuerpo.
Consumo de laxantes, diuréticos y píldoras
dietéticas.
Recomendaciones concretas para evitar recaídas
Se ha comprobado que el llevar a cabo una serie de precauciones previene en
gran medida las recaídas. Equipos de expertos en trastornos del
comportamiento alimentario, como el del doctor C.G. Fairburn, han
propuesto medidas de prevención que no sólo contemplan el conocimiento de
los aspectos nutritivos del alimento, el conocimiento de nuestro cuerpo y de
lo que necesitamos para sobrevivir. Estos equipos han observado que las
precauciones que, según se ha comprobado, resultan más eficaces están
dirigidas, fundamentalmente, hacia el aprendizaje de un mayor autocontrol de
nosotros mismos, hacia el logro de una mayor autonomía e independencia del
ambiente y hacia el alcance de una estabilidad emocional. Tal autocontrol,
autonomía y estabilidad generan seguridad en las decisiones y en los actos
que se lleven a cabo en cada momento de la vida.
Las precauciones que se recomiendan a las personas que han padecido
algún tipo de problema con su comportamiento alimenticio, o creen que son
vulnerables a padecerlos, son enumeradas y comentadas a continuación.
Cómo evitar que la comida sea un problema
— Reflexionar sobre la situación actual. Algunas técnicas aprendidas
durante el tratamiento dieron resultado, otras no. Guardar en la memoria
aquéllas más útiles.
— Si se observa el más pequeño detalle de falta de control sobre la conducta
de alimentación, empezar de nuevo el autorregistro y apuntar cuándo,
cómo y qué es lo que se come. Procurar ser constante, al menos durante
una semana. Si el fantasma del descontrol con la comida continua, llamar
al terapeuta o acudir a un especialista. No dejar pasar más tiempo.
— Programar cuatro o cinco comidas al día sin saltarse ninguna. Comer varias
veces a la hora propuesta. Comer varias veces y que no sean grandes
cantidades.
— Planificar la jornada de modo que no haya mucho tiempo libre. Esto no
quiere decir pasar el día de aquí para allá sin poder respirar ni un segundo.
El ajetreo y la hiperactividad no son tampoco recomendables, pero sí el
estar ocupada y tener poco tiempo para pensar en la comida, en el propio
cuerpo y en la imagen. Sin embargo, desde la mañana se debería decidir
qué y dónde se va a comer. También con quién.
— Identificar los momentos en los que podría resultar más fácil llevar a cabo
atracones y buscar para tales momentos actividades incompatibles.
Programarlas con tiempo. Una vez que el atracón ha empezado o
comienza el ritual, es muy difícil interrumpirlo. Por ejemplo, decidir ese
día ir al cine aunque sea martes, salir con amigos, ir a jugar al tenis o a
nadar, ir de compras con alguna amiga o simplemente relajarse con un
masaje. Es recomendable que los días débiles se pasen con gente con la
que no se pueda comer de forma desmedida... o no comer.
— Si se piensa mucho en el peso se debe procurar no pesarse. Guardar la
balanza o el peso electrónico arriba, en lo más alto del armario, esconder
las pilas para que sea difícil utilizarlo. Si se pesa, no hacerlo más de una
vez a la semana. Recordar lo aprendido con el terapeuta sobre cuál es un
peso normal para su edad y talla, el cuerpo y las correcciones que se deben
hacer en los pensamientos erróneos sobre la imagen corporal. Repasar los
apuntes o los cuadernos con los que se trabajaba durante la terapia.
— Si se piensa demasiado en el peso o en la figura, si se empieza a sentir
gorda y más rellena de la cuenta, si se empieza a notar que las cosas
empiezan a ir mal, seguramente también se empezará a sentir más
nerviosa, más angustiada y deprimida. Intentar utilizar las técnicas de
resolución de problemas, tratar de identificar el problema que hace sentirse
mal y planificar y escoger las alternativas que parezcan más positivas. Y
actuar. No pensar demasiado. El quedarse sola, dando vueltas y vueltas a la
cabeza sobre lo mal que se siente, no arregla nada, sino todo lo contrario.
— Si sola no se puede, se debe confiar en alguien, la madre, la hermana, una
amiga o un amigo o, quizás, un terapeuta. Ocurre a veces que con una
sesión o consulta telefónica con el que ha sido el terapeuta, las cosas se ven
de otra manera y una se encuentra capaz de aplicar más eficazmente las
posibles alternativas de solución. Si nunca se ha sometido a un tratamiento,
consultar entonces a un especialista. Quizás con unas cuantas sesiones se
aprendan técnicas de autocontrol y la vida sea más fácil. Evitar pasarlo
mal, sobre todo cuando existen métodos para evitar el sufrimiento.
— Establecer metas realistas y posibles. No marcar metas muy difíciles y casi
inalcazables porque así, al no cumplirlas, la frustración es mayor. Empezar
por metas fáciles y felicitarse por cada progreso obtenido, aunque sea muy
pequeño. Poco a poco se puede ir aumentando la exigencia y el esfuerzo,
pero no hay que forzarse: no por mucho correr se llega más temprano.
— Aprender a desarrollar un sentido crítico hacia los mensajes que
constantemente lanzan los medios de comunicación sobre lo que es o no
belleza, sobre los cuerpos que resultan atractivos o aquéllos que son
repulsivos. Criticar el canon de esbeltez propuesto por la moda y procurar
distanciarse de los productos light, del ejercicio físico excesivo, de las
cremas adelgazantes. Si bien es importante y necesario cuidarse
físicamente, el abuso y excesiva preocupación suelen conducir a la
obsesión patológica con la imagen corporal, con el seguimiento de dietas.
Y el punto final a este proceso es un trastorno de alimentación grave.
— Aprender a evitar las dietas de adelgazamiento. Con estas dietas se
aumenta enormemente el riesgo a padecer en el futuro trastornos de
alimentación. Las dietas son las causantes directas de los atracones, de las
conductas purgativas, de las alteraciones del ánimo y del carácter, de los
problemas de sueño y de la conducta sexual. Las dietas son métodos
artificiales que alteran negativamente los hábitos alimentarios.
— Lo más saludable es seguir todos los días un tipo de alimentación
constante, con el que nos sintamos bien y resulte nutritiva y
suficientemente energética para nuestro organismo. Tal tipo de
alimentación puede ser supervisada y recomendada por un especialista en
nutrición que previamente haya estudiado nuestro cuerpo y nuestras
necesidades. No se debe consentir el estar fastidiándose y sufriendo todo el
día evitando comer esto o aquello, el sacrificio sin brújula profesional sólo
lleva a la deriva, es decir, al sufrimiento innecesario y a la enfermedad.
— Si deseamos cortar con una adición a las dietas, si queremos prevenir
cualquier trastorno de alimentación, es necesario el entrenamiento en
métodos de defensa psicológica frente a los mensajes que inducen, a veces
inconscientemente, a seguir fielmente los modelos estéticos de moda. Es
necesario que aprendamos a valorar nuestra propia imagen corporal. Para
esto hay técnicas específicas que pueden ser enseñadas por profesionales
de la salud especializados.
— Tener presente que no siempre caemos bien a todo el mundo. A veces no
resultamos ni simpáticos, ni amables, ni tampoco comprensivos. Y no pasa
nada. No todos los colores gustan siempre y a todo el mundo.

No se debe estar pendiente siempre de agradar a los demás: se debe
permitir ser como se quiere ser y no como los demás quieren que seamos.
Lo único que no se debe perder nunca y cultivar siempre es el sentido del
humor: hay que reírse de uno mismo, del cuerpo y de la figura, no esperar
a que lo hagan los demás.
— Belleza no es igual a delgadez. Inteligencia no es igual a delgadez.
Simpatía no es igual a delgadez. Profesionalidad no es igual a delgadez.
— La belleza, la inteligencia, la simpatía y la profesionalidad no tienen nada
que ver con la delgadez, sino con el cultivo de otras cualidades. Estas
cualidades están relacionadas con el conocimiento, las habilidades sociales,
la generosidad y empatía, el cuidado inteligente del cuerpo y de la
apariencia, con la forma de moverse y de gesticular, con la manera de
hablar y de dirigirse a los demás y por miles de cualidades más que no
tienen nada que ver con los kilos.
— Como ejercicio personal e intransferible, se debería enumerar cada día las
razones por las que una persona puede resultar atractiva.
Ninguna de estas razones pueden estar relacionadas con el peso. Enumerar
las razones cuando se encuentre en un atasco, haciendo cola en un cine, en
una terraza o en la piscina en la cama, en la playa tomando el sol. Enumerar y
añadir cada día una nueva razón por la que una persona resulta atractiva y su
atracción no tiene nada que ver con su peso, con lo que come o deja de
comer.

RESUMEN
— Para aprender a controlarse es importante detectar todos los pensamientos
distorsionados y las creencias irracionales, las expectativas falsas y las
atribuciones erróneas que se tienen hacia la comida, el peso y la figura.
— El que los síntomas de un trastorno alimentario hayan desaparecido no
quiere decir que la persona esté curada.
— Las dietas no controladas por un especialista suelen ser perjudiciales para
la salud física y mental.
— Los métodos y productos para adelgazar que se leen en las revistas, libros
de divulgación y folletos de publicidad, suelen ser perjudiciales para la
salud. Antes de utilizarlos consultar siempre con un especialista de
confianza.
— La delgadez no tiene nada que ver con la inteligencia, el atractivo y la
belleza.
— Para evitar recaídas y prevenir padecimientos de trastornos de alimentación
es necesario seguir unas serie de recomendaciones de eficacia comprobada.
La prevención supone prepararse, aprender técnicas de enfrentamiento a
futuros conflictos antes de que éstos ocurran.
Apéndices
Direcciones útiles
Asociaciones nacionales
— Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia, (ACAB) Tuset, 34. ppal.A 08006 Barcelona Tel. (93)
217 61 54 Es una asociación sin ánimo de lucro ni beneficio económico. Tiene carácter privado y su
objetivo social es la lucha contra la anorexia y la bulimia.
Se formó con el propósito de concienciar a la sociedad, a las autoridades sanitarias, a los jóvenes y a
los medios de comunicación social sobre 'los graves daños y peligros que sufre la juventud,
mayoritariamente femenina, como consecuencia de enfermedades del comportamiento alimenticio". La
información, la orientación y la prevención son sus principales áreas de trabajo. Se adjunta en el anexo
el manual de información que ofrece ACAB a las personas que contactan con esta asociación.
— Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa (ADANER)
Apartado de Correos 21080 28080 Madrid Tel. (91) 504 43 47 Esta Asociación, con puntos de
referencia en todo el territorio nacional, persigue, como principal objetivo, proporcionar información,
consejo, asesoramiento y orientación en el manejo y en el tratamiento de los trastornos de alimentación.
Pueden contactar con esta asociación profesionales de la salud, familiares y personas que padezcan
trastornos de alimentación

Centros y departamentos de información, orientación y tratamiento


— Algunos hospitales generales disponen de unidades especializadas en la evaluación, diagnóstico y
tratamiento de trastornos de alimentación. Entre otros, se destacan los siguientes:
Cataluña/Catalunya
— Hospital Hermanos Trías y Pujol
Ctra. de Cañet, s/n 08916 Badalona Barcelona Tel. (93) 465 12 00
— Hospital del Valí d'Hebrón Paseo del Valí d'Hebrón, 119-129 08035 Barcelona
Tel. (93) 418 34 00
— Hospital de Bellvitge Fexia Llarga s/n
08907 Hospitalet de Llobregat
Barcelona
Tel. (93) 335 70 11
Madrid
— Clínica Puerta de Hierro San Martín de Porres, 4 28035 Madrid
Tel. (91) 319 40 40
— Hospital del Niño Jesús Avda. Menéndez y Pelayo, 65 28009 Madrid
Tel. (91) 573 52 00
— Hospital de La Paz
Paseo de la Castellana, 261-262 28046 Madrid Tel. (91) 358 26 00
— Hospital Ramón y Cajal Ctra. de Colmenar Viejo, km 9,1 28034 Madrid
Tel. (91) 336 80 00
Navarra/Nafarroa
— Clínica Universitaria de Navarra Pío XII, 36
31008 Pamplona/Iruña Tel. (948) 25 59 00
Además, existen departamentos en algunas universidades dentro del territorio nacional en los que
trabajan profesionales de la salud especializados en trastornos de alimentación. Entre otros, destacan
las siguientes:
— Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Las profesoras Carmina Saldaña
y Rosa María Raich han centrado, desde hace años, la investigación y trabajo académico en el
estudio de los trastornos de alimentación. Fruto de su estudio y de su investigación son sus
numerosas publicaciones en revistas científicas nacionales e internacionales, así como otras más
básicas de carácter divulgativo. Los trabajos de las doctoras Saldaña y Raich son puntos de
referencia indispensables para cualquier estudiante o profesional de la salud interesado en la
evaluación, diagnóstico y tratamiento en los trastornos de alimentación.
— Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona. El profesor Josep Toro es también una
referencia obligada en nuestro país a la hora de estudiar o desarrollar programas de intervención
dirigidos a los diversos trastornos de alimentación. Su trabajo clínico y de investigación de los
trastornos de alimentación se ha centrado fundamentalmente en niños y adolescentes y su resultado
son las publicaciones del doctor Toro y su equipo en diferentes revistas científicas especializadas,
nacionales e internacionales. Su última publicación, comentada en el apartado de bibliografía, posee
un acercamiento más sociográfico.
— En los centros de salud dentro del área geográfica en la que habite, o en el departamento de salud en
su comunidad o en su ayuntamiento, poseen información sobre unidades y profesionales especializados
en trastornos de alimentación. En el caso de desear mayor información sobre profesionales de la salud
dedicados al tratamiento de los trastornos de la alimentación en las diferentes ciudades y pueblos del
territorio nacional, pueden dirigirse a: Colegio de Psicólogos Cuesta de San Vicente, 4-5° 28008
Madrid Tel. (91) 541 99 98
Bibliografía
FERNÁNDEZ GUERRERO, C.: GARCÍA ARRANZ, M.T.; GRACIANI, M.J. Y SÁNCHEZ SIERRO, A.: Alimentación
y consumo, Anaya, Madrid, 1995. Manual básico que puede ser utilizado como punto de referencia por
profesionales, maestros, padres, y consumidores para informarse y formarse sobre los aspectos que
relacionan la alimentación y la salud. Ofrece datos de interés sobre los alimentos, su historia y
contenido, las dietas y sus peligros, sobre la manipulación y engaño de cierta publicidad y alerta sobre
la necesidad de desarrollar una cultura de la alimentación desde edades tempranas. Puede ayudar como
libro de lectura en la intervención de los trastornos de alimentación.

GRANDE COVIÁN, F.: Nutrición y salud, Temas de Hoy, Madrid, 1988.


Esta obra de divulgación ofrece nociones claras y concretas sobre nutrición y hábitos saludables de
alimentación. Ayuda a discernir las ideas falsas y mitos erróneos sobre las dietas que prometen
maravillas en poco tiempo. Incluye la información necesaria para diseñar una dieta adecuada y
saludable. Se recomienda su lectura en la fase de psicoeducación familiar de los trastornos de
alimentación.

HIRSCHAMANN, J.R.: La obsesión de comer, Paidos, Barcelona 1988. Este libro, fácil y de asequible
lectura, describe cómo una persona puede llegar a desarrollar un comportamiento descontrolado
alimenticio. Desarrolla un programa sencillo de intervención para el logro de un autocontrol personal
de la conducta de la ingesta. La información que ofrece puede ayudar a la superación de ciertos hábitos
compulsivos hacia la comida.

MARTÍN GARZO, G.: La Vida Nueva, Lumen, 1996.


Novela de gran interés y amenidad sobre la anorexia.
RAICH, R.M.: Anorexia y bulimia: trastornos alimentarios, Pirámide, Madrid, 1994.
Obra de divulgación que informa, con una prosa sencilla y cercana,
de los últimos avances habidos en la investigación en la última década, tanto en el desarrollo de
instrumentos de evaluación y de diagnóstico de los trastornos de la alimentación (anorexia nerviosa y
bulimia nerviosa), como de los programas de intervención que parecer ser más eficaces. Si bien es una
obra de divulgación científica, puede ser de gran ayuda para estudiantes de psicología clínica y
psiquiatría, ya que aclara conceptos y explica de manera sencilla los pasos a seguir en una exploración
y en el proceso de diagnóstico.

RAIMBAULT, G. Y ELIACHEFF, C.: Las indomables: figuras de la anorexia, Buena Visión, Buenos Aires,
1991.
Obra de orientación psicoanalítica, es interesante por la aportación de datos históricos y recopilación de
ciertos esbozos de historias clínicas de Charcot, Freud y otros históricos de la psicopatología. Analiza
cómo la anorexia aparece ya en la mitología griega y examina este trastorno de alimentación en la
figura de la Emperatriz Sissi, en Antígona, también en Simone Weil y en Catalina de Siena. La
traducción al castellano es, en ocasiones, incomprensible y hay que hacer un enorme esfuerzo para
seguir con la lectura.

SALDAÑA, C.: Trastornos del comportamiento alimentario, Fundación Universidad-Empresa, Madrid,


1994.
Obra de información básica para estudiantes de psicología y ciencias de la salud, así como para
médicos no especializados en trastornos de la alimentación. Ofrece la descripción sistemática de los
trastornos, explicación de posibles causas, procedimientos de diagnóstico y de intervención de la
obesidad, la sobreingesta compulsiva, la bulimia nerviosa y la anorexia nerviosa.

TORO, J. Y VILARDELL, E.: Anorexia nerviosa, Martínez Roca, Barcelona, 1987.


Historia, diagnóstico, factores de riesgo, modelos explicativos, intervención y pronóstico de la anorexia
nerviosa, se describen en profundidad en la obra de Toro y Vilardell.
Se analizan los trabajos de investigación realizados durante la década de los ochenta en nuestro país y
en varios equipos internacionales. Se revisan de manera exhaustiva los acercamientos psicológicos,
sociales y biológicos a la anorexia nerviosa.

TORO, J.: El cuerpo como delito. Anorexia, bulimia, cultura y sociedad, Ariel Ciencia, 1996. Esta obra,
además de ofrecer una introducción histórica documentada sobre el canon de moda femenino y su
relación con los diversos trastornos de alimentación, fundamentalmente se centra en analizar los errores
y consecuencias nefastas de la cultura de la delgadez. Cómo la cultura, cómo una determinada
sociedad -la nuestra potencia el progresivo incremento de la anorexia y de la bulimia nerviosa en la
mujer.
VANDEREYCKEN, W.; CASTRO, J. Y VANDERLINDEN, J.: Anorexia y bulimia. La familia en su génesis y
tratamiento, Martínez Roca, Barcelona, 1991.
Obra dirigida a profesionales y médicos, a estudiantes de ciencias de la salud, en la que se analizan y se
critican las teorías que culpabilizan a la familia como factor predisponente y precipitante de los
trastornos de la alimentación. Presenta de forma detallada cómo se debe informar y llevar a cabo una
intervención del trastorno contemplando a la familia como agente terapéutico.
Glosario
Adipocitos: Grasas superfluas.
Adiposo: Tejido del cuerpo animal formado por grasa. Obeso, gordo.
Adiposidad: Gordura, grasa superflua.
Ansiedad: Conducta de alerta emocional, cognitiva y/o comportamental necesaria para la
supervivencia. Puede llegar a percibirse de forma desagradable por parte del sujeto. Cuando la ansiedad
es patológica y desagradable suele aparecer como respuesta a conflictos psicológicos internos del
individuo. En contraposición al miedo, en la ansiedad patológica el peligro o la amenaza es irreal.
Asertividad: Capacidad que el individuo desarrolla naturalmente o, en su defecto, puede aprender a
desarrollar y que sirve para mejorar su autoconcepto y sentirse más seguro de lo que hace y dice.
Autoconcepto: Imagen que el individuo tiene de sí mismo. El auto- concepto representa lo que cada
ser humano cree que es, lo que cree que vale como persona. Si es inteligente o no, si es atractivo,
simpático o pesado... El autoconcepto se encuentra definido por los esquemas mental y corporal que la
persona tiene de sí misma y que se va formando a lo largo de la vida.
Autoinducido: Acción, emoción o idea provocada por la misma persona que la presenta,
generalmente utilizando algún procedimiento mental o conductual determinado y previamente
aprendido.
Autoinforme: Descripción personal, generalmente por escrito y siguiendo una estructura previamente
establecida por el evaluador, del estado mental, emocional y de relación con el mundo de un
determinado sujeto.
Autorregistro: En un formato previamente establecido y elaborado por el evaluador o terapeuta, en el
cual la persona apunta en un determinado lugar y tiempo, la aparición o ausencia de un número de
conductas, emociones y pensamientos que, en principio, quiere controlar. Dicho autorregistro varía
según el tipo de conductas y la finalidad del mismo.
Complejos: Conjunto de fantasías y distorsiones de pensamientos y percepciones que generan en una
persona estados de intranquilidad, inseguridad, angustia y tristeza, aislamiento social y sensación de
incomprensión por parte de los demás. Son muy frecuentes en los adolescentes.
Compulsivo: Conducta o pensamiento repetitivo, que se lleva a cabo sin intención y sobre el que el
sujeto no suele tener control, viviéndolo de manera desagradable e insatisfactoria. Dichas conductas y
pensamientos compulsivos relajan en principio, si se llevan a cabo, o generan una gran ansiedad y
angustia si la persona se rebela e intenta detenerlos.
Depresión: Trastorno del estado de ánimo que altera, según el tipo de sintomatología desarrollada y
personalidad premórbida del sujeto, la vida afectiva, laboral y social. Los síntomas fundamentales que
definen cualquier depresión son: tristeza, idea de culpa, de desprecio hacia uno mismo, de ausencia de
placer, de ruina y de muerte.
Electroencefalograma (EEG): Registro de las diferencias de potencial en el cuero cabelludo, que
tienen lugar a consecuencia de "débiles corrientes" del cerebro. Se trata de una prueba habitual de
diagnóstico en neurología, psiquiatría y psicología. También se ha llegado a convertir en una de las
herramientas más empleadas en la investigación cerebral con seres humanos.
Endémico: Se aplica a cualquier mal (enfermedad, malestar, costumbre, hábitos...) social que se ha
hecho habitual y permanente en un sitio. La enfermedad endémica es aquélla que existe habitualmente
o en épocas fijas en un lugar.
Enfermedad médica predisponente:
Afección física que hace a una persona más tendente, más vulnerable o proclive a desencadenar algún
otro tipo de enfermedad física o psicológica. Por ejemplo, algunas diabetes predisponen a la persona a
padecer con más frecuencia trastornos del estado de ánimo.
Episódico: Situación, idea, pensamiento, emoción o conducta que ocurre en un momento
determinado, durante un tiempo determinado, y no suele repetirse.
Estado depresivo: Estado de ánimo de características depresivas que el sujeto presenta de manera
pasajera y que no forma parte de su personalidad, ni de su estilo de vida, ni tampoco le incapacitan para
seguir llevando a cabo su vida laboral, afectiva y social. Casi todos los seres humanos alguna vez, o
varias veces, en la vida han sufrido estados depresivos. Generalmente los estados depresivos remiten
por sí mismos y no necesitan tratamiento farmacológico ni tampoco psicológico. Sin embargo hay
casos en los que pueden evolucionar hacia un trastorno del estado de ánimo, tal como un trastorno
distímico o una depresión mayor.
Estrés: Cualquier estímulo, externo o interno, que altere el equilibrio dinámico de los sistemas del
organismo.
Estrés emocional: Estado de alteración físico y psicológico que generalmente el sujeto vive de
manera insatisfactoria y que suele conducir al padecimiento de trastornos por ansiedad.
Fobia: Miedo irracional a una situación, a un objeto o a una persona, generalmente sin motivo
aparente.
Folículo: Formaciones en los ovarios que producen óvulos (células germinales) y segregan estrógenos.
Genética: Ciencia que estudia los genes, es decir, las características hereditarias de los seres vivos.
Hipotálamo: Pequeña zona cerebral que organiza determinadas acciones completas de la conducta:
organiza el metabolismo corporal, la producción de calor y el control de la temperatura corporal, la
producción y circulación de las hormonas, los stados de vigilia o sueño, de agresión o timidez.
Organiza asimismo la conducta sexual y controla los sistemas nervioso simpático, y parasimpático.
Histeria: Enfermedad que durante siglos se consideró exclusiva de las mujeres. Fue atribuida por
Hipócrates al movimiento del útero (Hystera). Actualmente se considera:
— un desorden de la personalidad (una personalidad histriónica es aquella que siempre trata de llamar
la atención, que es manipuladora y en la que en su vida el fin justifica los medios)
— histeria de conversión cuando presenta trastornos neurológicos, tales como parálisis, convulsiones,
pérdida de la sensación, ceguera, trastornos del habla y de la marcha por causas inexplicables, que
se atribuyen a que el sujeto convierte sus problemas psicológicos en físicos.
— histeria de disociación es aquella en la que la persona manifiesta fugas, estados crepusculares, fallos
en la memoria y personalidad múltiple.
Libido: Energía sexual que permite a la persona hacer frente a sí misma y al mundo. En la mayoría de
los casos el término "sexual" no significa "genitalidad", ni estado alguno relacionado directamente con
el comportamiento sexual, sino que cuando se habla de libido se puede establecer un paralelismo entre
"energía sexual" y "energía vital".
Metabolismo: Conjunto de los cambios o fenómenos fisico-químicos y biológicos que se realizan en
la materia viva y en los organismos. Reacciones químicas vitales que transforman los alimentos en
energía y sustancias de desecho.
Neuropsicología: Área de la neurología de interés común para los neurólogos, psiquiatras, los
psicólogos y los neurofisiológicos. El interés se centra principalmente, aunque no exclusivamente, en el
estudio e investigación de la corteza cerebral en aspectos tales como los trastornos del lenguaje, la
percepción y la acción.
Neuropsiquiatria: Área que se ocupa del estudio del cerebro y de aquellos cuadros psicopatológicos
que pueden resultar consecuencia de síndromes orgánicocerebrales.
Neurosis: Excluido cualquier tipo de enfermedad o trastorno del sistema nervioso, la persona presenta
de manera inexplicable, en principio una ansiedad patológica persistente y no justificada, mediante
fobias, pensamientos obsesivos, compulsiones, pérdida de algunas funciones tales como la parálisis de
alguno de sus miembros o impotencia sexual. También y con frecuencia la persona presenta
alteraciones emocionales y del estado de ánimo.
Obsesivo-compulsivo: Cuadro psico- patológico caracterizado por obsesiones (también llamadas
compulsiones implícitas). Las obsesiones son un conjunto de ideas absurdas que el sujeto no puede
controlar y que se escapan de su voluntad, que se repiten constantemente y que pueden llevar al
individuo a una incapacidad en su vida afectiva, laboral y social. Las compulsiones son conductas que
se repiten constantemente, que escapan de la voluntad del sujeto y, que si éste no las realiza, le generan
una gran ansiedad y un enorme sufrimiento.
Patológico: Enfermizo, trastornado, alterado, desadaptado.
Psicocirugia: Tratamiento de trastornos emocionales o comportamentales mediante procedimientos
quirúrgicos en el cerebro. También se denomina Logotomía y Topectomía.
Psicoevolutivo: Aquel estado o circunstancia relacionados con el desarrollo, evolución y maduración
de las características psicológicas del organismo.
Psicológico: Relacionado con la psicología.
Psicología: Ciencia que estudia la conducta humana bien sea cognitiva, emocional, comportamental o
social.
Psicoterapia: Forma de tratamiento de las enfermedades mentales y de los trastornos conductuales,
mediante el establecimiento de una relación estrecha y de confianza entre un especialista o profesional
de la salud mental y la persona que presenta un problema cualquiera que sea su tipo. Existen diferentes
maneras de establecer dicha relación, y depende, fundamentalmente, de la orientación teórica del
profesional de la salud o psicoterapeuta.
Recurrente: Situación, idea, pensamieno, emoción o conducta que se vuelve a repetir cada
determinado periodo de tiempo.
Psicosomático: Función alterada de órganos del cuerpo, inducida por estrés.
Regurgitar: Vomitar. Volver a echar por la boca los alimentos ya ingeridos, como hacen los niños con
la leche mamada en exceso.
Somáticos: Relacionado con lo físico, con lo biológico, con el organismo.
Técnica de inoculación: Consiste en introducir en un sujeto algunos gérmenes de una enfermedad
infecciosa. Comunicar a alguien cosas tales como "vicios" o ideas nocivas.
Tejido: Colección de células especializadas en una función común, por ejemplo, el tejido nervioso o
muscular.
Tejido adiposo: Tejido formado por células adiposas y que constituye una capa de grasa situada
inmediatamente debajo de la piel, en los mamíferos.
Trastorno psicopatológico: Acto, pensamiento, emoción con características desadaptativas,
"anormales" y/o morbosas que generan daño o sufrimiento en el sujeto o en su entorno.
Tratamiento ambulatorio: Cuando la persona que presenta una enfermedad permánece en su casa y
se le aplica un tratamiento sin hospitalizarla, controlándola periódicamente en una consulta abierta, ya
sea pública o privada.
Tratamiento cognitivo-conductual:
Conjunto de técnicas psicológicas utilizadas para controlar y remitir conductas, emociones y
pensamientos que la persona percibe como desagradables e insatisfactorias. En general, dichas técnicas
intentan instruir al individuo en la modificación de pensamientos irracionales y conductas
desadaptativas, así como enseñarle procedimientos que le permitan enfrentarse con situaciones
problemáticas.
Tratamiento psicodinámico: Conjunto de técnicas psicológicas basadas en los supuestos
establecidos
por la escuela psicoanalltica, por las escuelas de orientación psicodinámica.
Tratamiento sistémico: Conjunto de técnicas psicológicas utilizadas para controlar y remitir
conductas desadaptadas, instruyendo y tratando psicológicamente al grupo familiar. Según la escuela
teórica en la que están basadas estas técnicas, la familia es un "todo", un "sistema" en el cual uno de sus
miembros presenta un problema, pero no podrá remitir ni controlarse en su totalidad, si no es con la
participación de todos sus componentes.
Manual informativo de los trastornos de la
alimentación
E ste manual informativo recoge datos de revistas y libros y está
confeccionado por la Asociación Contra la Anorexia y la Bulimia
(ACAB). Se entrega a las personas que contactan con la asociación.

Anorexia
Se suele empezar con una dieta aparentemente inofensiva. Ha pasado un
hambre espantosa pero por fin ha conseguido perder esos kilos de más. Los
amigos aplauden inocentemente el cambio —"qué guapa estás, ¿cómo lo has
hecho?".
Se siente triunfadora y decide perder un poco más. Primero eliminó el
postre, luego el desayuno, ahora la cena; ¿qué eliminará mañana? La magia
de la delgadez empieza a apoderarse de su mente y a un kilo de menos sigue
otro, y otro...
La familia se preocupa, pero no demasiado. Es buena hija que nunca ha
tenido problemas. Eso pensaba también ella hasta que su cuerpo le traicionó
y las forma incipientes de la adolescencia empezaron a incomodarla. Durante
la comida mira el plato con hastío.
Dice que le duele el estómago mientras alarga el momento de llevarlo a la
boca. En un descuido de la madre, devolverá la mitad a la fuente; es probable
que el resto vaya a parar al bolsillo. "He tomado un bocadillo al salir del
colegio y no tengo apetito", miente por la noche.
Sus padres la creen; ¿por qué no habría de hacerlo? A una mentira sigue otra
y después otra, hasta convertirse en la rutina.
Las comidas se transforman en un verdadero infierno y ella se consume
cada día aunque no parezca darse cuenta porque para colmo hace ejercicio
hasta caer exhausta: domina su cuerpo y todavía se siente fuerte.
Niñas que no quieren crecer
La anorexia nerviosa es una enfermedad característica de países desarrollados
que afecta a uno de cada 700 adolescentes y, en especial, al sexo femenino.
Niñas que se resisten a abandonar para siempre el plácido mundo infantil y
afrontar las dificultades de la vida adulta; una vida en la que la belleza y el
éxito se identifican con la delgadez.
Su cuerpo cambia totalmente, con los pechos y otras redondeces
femeninas; se convierte en el objetivo maternal del que en realidad quiere
desprenderse totalmente.
Cuando una adolescente realiza una dieta severa y sufre una pérdida de
peso considerable, se generan en ella unos cambios mentales que hacen a su
vez que se perpetúe la dieta y la pérdida de peso, entrando un círculo vicioso
del que es muy difícil salir.

Tratamiento de la enfermedad
Una vez diagnosticada, el tratamiento de la enfermedad dura una media de
cuatro años. Seis de cada diez pacientes se hospitalizan y casi un tercio de los
procesos se vuelven crónicos, pero gracias a las mejoras
en el diagnóstico y tratamiento, el índice de mortalidad se ha reducido del 15
al 1%, aunque las consecuencias siguen siendo muy serias:
— detención del crecimiento
— osteoporosis e infertilidad
Las curaciones espontáneas no
son corrientes porque el anoréxico considera un orgullo mantener la huelga
de hambre.
El primer objetivo del tratamiento es conseguir que el enfermo acepte que
lo es. Este primer objetivo está dividido en tres facetas:
— psicoterapia
— nutrición
— apoyo a los padres
Prevenir la anorexia nerviosa desde la infancia
Para prevenir mejor cualquier trastorno alimenticio, el doctor Morandé ofrece
estos sencillos consejos:
— comer en familia
— evitar los alimentos de nevera para que los niños no puedan auto-
alimentarse
— cuando una adolescente plantee el deseo de adelgazar porque se siente
rechazada debido a su peso, hablar con ella e intentar buscar soluciones
— si se empeña en perder peso, llevarla a un médico de confianza. Es muy
probable que esté en fase de crecimiento y no deba realizar un régimen.
Jamás se debe recurrir al uso de medicamentos
Perfil de la anoréxica
— Nueve de cada diez pacientes son chicas entre 14 y 17 años.
— Son bastante responsables estudiosas, pero a la vez muy infantiles.
— Están un poco rellenitas
— Desean ser las primeras en todo y su nivel de autoexigencia es muy alto.
Poseen mucha autodisciplina.
— No aceptan bien los cambios que la adolescencia provoca en sus cuerpos y
achacan casi todos sus problemas a la gordura.

Bulimia
Las anoréxicas y las bulímicas son adictas a la báscula y al espejo... y se ven
gordas aunque estén delgadas. Pero mientras unas se niegan a comer, las
otras lo hacen de forma compulsiva, casi hasta reventar, varias veces al día.
Después, para evitar el lógico aumento de peso, se provocan vómitos y hacen
ejercicio. Aunque la moda de la extrema delgadez desencadenante de la
anorexia no llegó a España hasta los años setenta, ya habían comenzado a
hacer estragos durante la década de los sesenta en los países anglosajones.
Igual ha pasado con los trastornos bulimicos, que no se han conocido y, por
tanto no se les ha dado importancia hasta los ochenta. Aunque se piense lo
contrario los casos de bulimia están aumentando más rápidamente que la
anorexia.
Así lo demuestra un estudio realizado entre chicas estudiantes de Madrid
durante tres años consecutivos, de 1985 a 1987. El resultado fue
sorprendente: la incidencia de la bulimia es cuatro veces superior a la de la
anorexia; y aun hay más, un 7,7% de las encuestadas tenían riesgo de
desencadenarla en cualquier momento, mostraban cuadros incompletos, pero
típicos de este trastorno.
Algunos bulímicos han padecido episodios anoréxicos o los mantienen; es
lo que se llama bulimarexia. "Y es que, a veces, los anoréxicos desembocan
en la bulimia al fracasar en su voluntad férrea de no comer. De la tremenda
represión, en un momento dado, pasan a los ataque incontrolados de comida,
entrando en un nuevo camino para el que no están preparados" explica el
doctor Ginés Salido.
La bulimia es un trastorno mental caracterizado por un impulso irresistible
hacia la comida, con episodios de atracones con preferencia por los alimentos
de alto contenido calórico, en periodos de tiempo que no suelen durar más de
dos horas y que en casos especiales pueden extenderse durante diez o doce.
Después del ataque, el enfermo sufre sentimientos de culpa y una gran
preocupación por el aumento de peso que se avecina; esto le lleva a
provocarse el vómito. Cuando comprende lo que ha hecho siente
remordimiento y entra en una fase de autodestrucción.
Falta de autoestima
Las causas de la anorexia y la bulimia son mucho más complejas que el
simple deseo de perder peso. Fracasos amorosos, peleas entre los padres,
disminución de la aceptación social...
Tanto las anoréxicas como las bulímicas son niñas atormentadas
interiormente por una falta de autoestima y confianza en sí mismas como
personas. Además, entre las segundas existen un alto porcentaje de
agresiones sexuales en la infancia o adolescencia. El mundo de los bulímicos
es un mundo de sufrimiento y martirio que suele conducir a la depresión. Un
mundo caracterizado por el conflicto entre la ingestión y la culpa.
A diferencia de los anoréxicos, los bulímicos piden ayuda por iniciativa
propia. A veces pasan cuatro o cinco años desde que se dan cuenta del
problema.
Fases del tratamiento
Durante años, la persona enferma vive avergonzada por su comportamiento
con la comida, ocultándolo y odiándose a sí misma.
El tratamiento tiene dos facetas: psicológica y farmacológica.
— Psicológica: se basa en técnicas ligadas al autocontrol y es distinta a la
que se utiliza en la anorexia. Es difícil porque cuando el paciente se siente
mal, comienza a faltar al trabajo o a clase y deja de acudir a la consulta.
— Farmacológica: el apoyo de antidepresivos es más alentador porque casi
el 90% de los trastornos bulímicos van asociados a la depresión. También
aquí los fármacos desempeñan un papel muy importante en la
recuperación.

Prevención y superación de la bulimia


En los países desarrollados el 50% de las mujeres ha estado alguna vez a
dieta; y es que en la sociedad moderna continuamente nos están
bombardeando con la idea de que la delgadez es moda; que con un cuerpo
esbelto obtendremos éxito.
Mantenerse delgadas con una dieta sana y equilibrada es incluso
beneficioso, pero lo que no podemos permitir es que la delgadez se convierta
en una obsesión por la que luego tengamos que pagar un alto precio: o la
anorexia o la bulimia.
Las claves para prevenir y superar esta enfermedad son:
— que la publicidad, con el estereotipo de mujer que propone no menoscabe
la seguridad en uno mismo
— consultar con un especialista antes de iniciar una dieta; sobre todo si se
está en fase de crecimiento
— acudir al médico en cuanto se empiece a detectar una pérdida o
incremento desproporcionado de peso.
— intentar averiguar las razones que han llevado a adelgazar o comer sin
control
— solicitar ayuda psicológica para el enfermo y la familia

Diferencias entre anorexia y bulimia


Anorexia Síntomas físicos
— Pérdida de peso alarmante.
— Amenorrea.
— Aparición de vello e intolerancia al frío.
— Tensión arterial baja, arritmias.
— Vómitos.
Comportamiento
— Negación del hambre.
— Disminución de la ingesta de líquidos.
— Pánico a ganar peso.
— Alteración del carácter.
— Irritabilidad e hiperactividad.

Bulimia
Síntomas físicos
— Lesiones en las manos por vómitos autoprovocados.
— Amenorrea.
— Vómitos y diarreas.
— Subidas y bajadas de peso.
Comportamiento
— Obsesión por la comida.
— Depresiones y amenaza de suicidio.
— Aislamiento social.
— Falta de autoestima.
Anorexia
Síntomas de comportamiento
— Restricción voluntaria de alimentos que tengan un contenido calórico
elevado.
— Preparación de los alimentos mediante cocción o a la plancha.
— Disminución de la ingesta de agua o líquidos.
— Conducta alimentaria extraña: come de pie, corta el alimento en pequeños
trozos, los estruja o lo lava. Al terminar de comer, con
cualquier pretexto, se pone en movimiento.
— Aumento de la actividad y de los ejercicios físicos para que sea mayor el
gasto energético.
— Incremento de las horas de estudio y de las actividades supuestamente
útiles.
— Disminución de las horas de sueño.
— Irritabilidad.
— Pesarse compulsivamente.
— Uso de laxantes y diuréticos.
— Aislamiento social.

Síntomas mentales
— Trastorno severo de la imagen corporal.
— Terror a subir de peso.
— Negación total o parcial a la enfermedad.
— Negación de sensaciones de hambre, sed, fatiga y sueño.
— Dificultades de concentración y aprendizaje.
— Desinterés sexual o por cualquier tipo de actividad lúdica o recreativa.
— Sensación de vacío, inutilidad y alejamiento.
— Dificultad en reconocer sus emociones.
— Temor a perder el autocontrol.
— Sensación definida de lucha interna entre aspectos de su persona.
— Sintomatología depresiva y obsesiva.
Síntomas físicos
— Baja significativa del peso (más del 25%).
— Disminución de las reservas de grasas subcutáneas.
— Disminución de la masa muscular y de la densidad ósea.
— Amenorrea.
— Estreñimiento.
— Vacío gástrico lento.
— Hipotermia (bajada de temperatura) e intolerancia al calor.
— Bradicardia, arritmias, hipotensión.
— Deshidratación, edemas.
— Alteraciones dentales y gingivales.
— Piel seca y descamada.
— Pelo quebradizo. Aparición de vello corporal parecido al lanugo.
— Signo de Russell (lesiones en la mano por vómitos provocados).
Bulimia
— Es una enfermedad que aparece dominantemente en las/os adolescentes de
clase media o alta y lo más habitual es que se inicie tras el intento de
controlar el pese con regímenes dietéticos repetidos.
— Es más frecuente en las mujeres. Ocho de cada diez bulímicos son
mujeres.
— Entre los síntomas más fundamentales está el que el paciente sienta su
vida dominada por una continua preocupación por la comida y el peso.
— Es una enfermedad que tiene una larga recuperación. El tratamiento se
basa en psicoterapia y se trata de que el enfermo consiga desarrollar un
sentido de identidad basado en sus valores y no en estereotipos culturales.
— También son útiles los fármacos antidepresivos subyacentes o
secundarios.
— Pero, lo que es más importante es que se pongan en contacto con un
equipo médico y psicológico.

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