Está en la página 1de 34

NUEVE FARSAS DE AMOR

1. CUPIDO
Ana en escena. Entra Cupido

CUPIDO.- Permítame presentarme, soy Cupido.


ANA.- ¿Perdón?
CUPIDO.- Permítame presentarme, soy Cupido.
ANA.- ¿Cupido?
CUPIDO.- Cupido, el mismo. El Dios del Amor. Puede llamarme Eros. Ya sé, no me lo diga nada.
No la convence mi aspecto, no le doy, como se dice ahora, el perfil. Permítame aclararle
que los dioses nos aggiornamos, nos vamos acomodando a las circunstancias, las épocas,
las modas. Usted imagíneme a mí desnudo y con las alitas transparentes, volando por el
aire con un arquito y una flechita. Me bajarían de un escopetazo a la primera de cambio.
Así que andamos así, disfrazados de ustedes los tristes y lamentables mortales.
ANA.- Ajá. ¿Pero usted cumple la misma función que el Cupido del mito?
CUPIDO.- Nadie podría haberlo dicho mejor. He venido a anunciarle la llegada del amor a su
corazón, a su alma, a su existencia, mi querida amiga Ana.
ANA.- Sabe mi nombre.
CUPIDO.- Es mi trabajo. Qué se piensa. Soy, como se diría ahora, un profesional.
ANA.- No sé, yo lo veo así, con esa pinta, y no me parece Cupido. Me parece en todo caso un
vendedor o un ladrón.
CUPIDO.- Usted puede pensar lo que quiera, yo no se lo puedo impedir. Pero le digo algo, cuando
Cupido llega no hay más remedio. La persona señalada se enamora como una torcaza y no
puede zafar por nada del mundo. No hay gualicho ni nada que la salve. Así que por mi
obra me conoceréis querida Ana, no hace falta que me extienda en la presentación de mi
currículum ni mis credenciales.
ANA.- Pero yo no estoy enamorada, es más, yo no creo en el amor.
CUPIDO.- (ríe) Ay, Ana, Anita, mi querida Anita, no me haga reír, por favor, que se me perjudica la
mandíbula. Le recomiendo que no gaste esfuerzos en desatender mis anuncios, porque al
que se niega es al que le pega más fuerte. Tengo tres mil años de experiencia y se lo puedo
asegurar.
ANA.- Pero Cupido, le estoy diciendo la pura verdad. No me siento atraída por nadie, por
absolutamente nadie. No tengo nadie en la mente, no sueño con nadie, no deseo a nadie,
no quiero ver especialmente a nadie. ¿No se habrá confundido usted de puerta? Este
departamento es el 6 D, a lo mejor hay otra Ana en el edificio.

1
CUPIDO.- Ana, por favor, no me subestime. Le acabo de decir que tengo tres mil años de
experiencia. ¿Le parece que a esta altura de las circunstancias voy a confundirme de
departamento? Le he llevado la marca del amor a un beduino entre miles de beduinos en
caminatas por el desierto, a soldados atrincherados a lo largo de la historia de las guerras
del mundo, a una eremita oculta en una montaña de Nepal, a un astronauta en el Apolo 11,
¿cómo me voy a equivocar con usted?
ANA.- ¿En el Apolo 11?
CUPIDO.- Sí, un caso muy particular. Los alcancé en pleno vuelo, casi me quedo sin aire, imagínese.
Pero salió todo bien, en lo que a mí respecta, claro. Lo mío es dejar mi veneno en el
corazón de quien toque y después los hombres o las mujeres hacen lo suyo.
ANA.- ¿Y se puede saber en ese caso a quién le dio el flechazo.
CUPIDO.- A Collins.
ANA.- ¿De verdad?
CUPIDO.- Sí, pobre Michael. Se enamoró del engreído de Amstrong, pobrecito. Y Amstrong ni bola
que le dio, por supuesto. Después el tipo va y pisa la Luna, y dice esa gilada del pequeño
paso para el hombre y un gran paso para la humanidad, y se sube al pony y no lo baja
nadie. Se cree que porque pisó la Luna primero es no sé qué. Y pone la libido en eso, y en
su familia, claro, pero a Collins, ni lo mira, lo ningunea. Lo entiendo, eh. Es como cuando
usted se va de vacaciones con una amiga o con un pariente. Al principio todo bien, pero
después empiezan los problemas. Bueno, así pasó acá, en el viaje uno se enamoró y el otro
se aburrió.
ANA.- ¿Pero usted no hizo nada? ¿Qué le costaba clavarle un flechazo a Amstrong y entonces el
amor era correspondido, y eran felices y comían pastillas de perdices en la Luna?
CUPIDO.- Pero no es así como funciona, querida Ana. El amor le llega al que le llega, y después que
sea lo que Dios quiera.
ANA.- ¿Dios?
CUPIDO.- Bueno, Dios, los Dioses, como sea, son cuestiones semánticas.
ANA.- La verdad que lo suyo es lamentable, Cupido, se lo digo con todo respeto, no puede incidir en
nada, no puede intervenir, no fomenta el amor correspondido, ¿para qué está, entonces?
CUPIDO.- Ya lo sabe, Ana, para anunciarle al enamorado que se ha enamorado, que ya tiene un
objeto de deseo y de amor.
ANA.- Yo insisto en que no estoy enamorada.
CUPIDO.- Efectivamente, no lo está, pero ahora llegué yo para anunciarle que le ha llegado esta
cosita loca llamada amor y a partir de ahora va a estar perdidamente enamorada.
ANA.- ¿Y de quién se supone que voy a estar perdidamente enamorada?
CUPIDO.- De Bernardo.
ANA.- Bernardo, ¿el carnicero?

2
CUPIDO.- El mismo.
ANA.- Pero ese es un picaflor, un aventurero, un tipo que ofrece el amor a quien esté dispuesto a
comprarle medio kilo de carne picada.
CUPIDO.- El amor es misterioso, querida Ana. Dígamelo a mí.
ANA.- Pero eso no es justo, Cupido.
CUPIDO.- No será justo pero es lo que toca.
ANA.- Usted, la verdad, es un desastre, Cupido. Usted dice que yo me voy a enamorar de Bernardo.
CUPIDO.- Efectivamente, yo diría que ya se está enamorando, y eso que ni siquiera le clavé la
flecha.
ANA.- ¿Va a clavarme una flecha?
CUPIDO.- Ya se la estoy clavando, y usted va a empezar a sentir ese cosquilleo del amor por
Bernardo apenas lo vea.
ANA.- O sea que mi voluntad no cuenta.
CUPIDO.- Prácticamente no. Muy poco diría yo.
ANA.- ¿Y va a ser correspondido?
CUPIDO.- No sé, es difícil eso, lo más probable es que no.
ANA.- ¿Pero por qué actúa así, Cupido? ¿Usted nunca se rebeló? ¿Nunca hizo valer su opinión?
¿Nunca empatizó con sus víctimas al punto de querer algo bueno para ella?
CUPIDO.- Entiendo el punto, pero aunque le suene muy mal, debo decirle que no es mi función. Le
diré más, le diré mi opinión verdadera. No es que antes le haya mentido, sino que nunca
nadie me pregunta algo así. Le diré que para la naturaleza humana el amor no
correspondido es central. Es un ordenador de deseos, es decir, tiene una función más
colectiva que individual, el amor vendría a ser algo así como una fuente de energía
humana, y como tal debemos tratarla, más allá de nuestras cuestiones personales, no sé si
me sigue.
ANA.- No sé si lo entiendo pero ¿sabe qué?
CUPIDO.- ¿Qué?
ANA.- Creo que no me gusta el carnicero Bernardo. ¿Y sabe qué?
CUPIDO.- ¿Qué?
ANA.- Creo que me está gustando usted.
CUPIDO.- ¿Yo? Pero yo, yo no puedo corresponderle, yo soy Cupido.
ANA.- Bueno, pero el amor correspondido es un ordenador de deseos, es decir, tiene una función
más colectiva que individual, el amor vendría a ser algo así como una fuente de energía
humana, y como tal debemos tratarla, más allá de nuestros mambos personales, no sé si
me sigue.

3
CUPIDO.- Lo siento, creo que tengo que irme, yo ya dije lo que tenía que decir.
ANA.- Pero Cupido, usted ahora es un hombre, ¿no siente usted ningún deseo humano?
CUPIDO.- Lo siento, me tengo que ir, me voy. ¿Adónde para el 166?
ANA.- En la esquina.
Cupido sale

4
2. CLODOMIRA
Entran charlando Pedro y Luisa

PEDRO.- Luisa, ¿te hablé yo alguna vez del amor de mi vida? Clodomira.
LUISA.- No, Pedro. Con ese nombre nunca me olvidaría.
PEDRO.- La conocí en la parada del colectivo. Yo iba a Palermo y estaba esperando el 166.
LUISA.- ¿El 166 va a Palermo?
PEDRO.- Sí, pero no es relevante.
LUISA.- Y entonces ¿para qué lo decís?
PEDRO.- Para ubicarte en tiempo y espacio.
LUISA.- Bien. Ya estoy ubicada.
(se sientan)
PEDRO.- Entonces, resulta que el colectivo no llegaba. Y una mujer que estaba ahí conmigo en la
parada me pregunta.
LUISA.- ¿Clodomira?
PEDRO.- Sí. Claro. Clodomira. Pero yo en ese momento no sabía que se llamaba Clodomira. Digo
para que te ubiques en la distancia entre los personajes de la escena, en ese caso
Clodomira y yo.
LUISA.- Muy bien.
PEDRO.- La mujer barra Clodomira me pregunta: ¿Andarán? Y yo primero me quedo un poco
desconcertado por el tono de la voz. No era un tono de voz cualquiera, era como de actriz
o de locutora de radio, y entonces le digo, creo que con voz de pito, como que me salió
una voz finita como en falsete, le dije: "suelen tardar bastante". Y la tipa barra Clodomira
me contesta: "sí, pero nunca un día de semana a esta hora veintiocho minutos". Y listo,
¿entendés?, ya se armó la conversación. Esa precisión, esa alarma que ponía en la
situación de ambos nos obligaba a dialogar, a intercambiar pareceres, a iniciar un diálogo,
acaso a planear una estrategia común, una serie de pasos que nos llevaran a sobrellevar la
situación.
LUISA.- ¿Y cuándo supiste su nombre?
PEDRO.- Prácticamente en ese momento. Le dije "Verdad", hice una pequeña pausa, un silencio casi
teatral y le dije: "Pedro. Encantado de conocerla, mi nombre es Pedro", subrayé,
¿entendés? Como para que supiera mi nombre, que se le grabara mi nombre.
LUISA.- Como si estuviera tallado en piedra.

5
PEDRO.- Exacto. Y ahí fue. Ahí, en ese instante, que ella me dijo: "Clodomira, me llamo
Clodomira”.
LUISA.- ¿Y entonces?
PEDRO.- Entonces me dijo que quizás hubiera una huelga. A veces los choferes hacen paros
sorpresivos, me dijo. Quizás avisaron y nosotros no nos enteramos, le dije. De ninguna
manera, me contestó, de ninguna manera.
LUISA.- Extraordinario.
PEDRO.- Yo soy una persona muy informada, agregó. Porque hay que estar informada. Es menester
estar al tanto de lo que pasa en nuestra ciudad, en el país y en el mundo. En el mundo,
dijo. Sea como fuere, dije, si no andan, sea por la razón que fuere, tenemos que ir a
Palermo, sugerí.
LUISA.- ¿Ella también iba a Palermo?
PEDRO.- Sí. Porque me dijo, con voz dramática, tengo que ir a Palermo porque hoy es el ensayo
general. Ahí me di cuenta. Era actriz.
LUISA.- Sí. Buena deducción.
PEDRO.- O música o bailarina. Algo que requiera ensayo.
LUISA.- Exacto. ¿Y cómo siguió la conversación?
PEDRO.- Y cuando vi que para ella era una cuestión tan dramática, le dije: vayamos en taxi. Pensé
que esa circunstancia, inclusive, podría favorecer un acercamiento más personal, más
íntimo.
LUISA.- Dependiendo de la predisposición de ella y de la actitud del taxista.
PEDRO.- Exacto. Pero ella dijo que no quería viajar en taxi. Primero porque era actriz y no tenía
plata para pagarlo y que de ninguna manera iba a permitir que yo le pagara el viaje. Le
dije que no era ninguna molestia, pero ella insistió en que no lo aceptaría. Evaluamos
tomar otros colectivos o trenes y subtes pero nos desanimamos pronto porque calculamos
que si había paro de transporte posiblemente fuera generalizado. Pero quizás se trata de
algo limitado a los colectivos o incluso a la línea 166, dije, pero insistió que no valía la
pena, que si caminaba hasta la estación de tren más cercana tardaría un tiempo que le
impediría llegar siquiera a participar de la mitad del ensayo.
LUISA.- Es razonable.
PEDRO.- Puede ser. De todos modos, traté de animarla. Dije que quizás todos los integrantes del
elenco tuvieron problemas para llegar y acaso el ensayo se suspendió.
LUISA.- Bien pensado. ¿Y qué dijo?
PEDRO.- Que los otros miembros del elenco viven cerca de la sala de ensayo y van caminando. Y
que no se podía postergar porque el estreno sería al día siguiente.
LUISA.- Pobre Clodomira. La tenía complicada. ¿Y qué hiciste?
PEDRO.- Me fui.

6
LUISA.- ¿Te fuiste?
PEDRO.- Sí. Paré un taxi y me fui.
LUISA.- Qué pena.
PEDRO.- Una verdadera pena.
LUISA.- ¿Y la volviste a ver?
PEDRO.- No.
LUISA.- ¿No? ¿Por qué no buscaste la obra de teatro? Debe ser fácil de buscar. Una obra en la que
participa una actriz llamada Clodomira…
PEDRO.- No la busqué. No sabría qué decirle.
LUISA.- ¿Te gustó?
PEDRO.- Sí. Muchísimo.
LUISA.- ¿Y entonces?
PEDRO. Nunca más la vi.
LUISA.- No supiste nada de ella.
PEDRO.- No.
LUISA.- Y no la buscaste.
PEDRO.- No.
LUISA.- Está Internet, tiene un nombre reconocible. ¿No hiciste siquiera un intento’
PEDRO.- No.
LUISA.- Y decís que es el amor de tu vida.
PEDRO.- Sí.

7
3. DEJAR
Entran conversando Clodomira y Rubén

CLODOMIRA.- Lo dejo.
RUBÉN.- ¿Por qué, Clodo?
CLODOMIRA.- Porque me engaña
RUBÉN.- ¿Cómo sabés que te engaña?
CLODOMIRA.- Lo sé. Esas cosas se saben, Rubén.
RUBÉN.- Puede ser. Pero hay que estar segura antes de tomar una decisión tan drástica.
CLODOMIRA.- Había una bombacha que no era mía en la cama.
RUBÉN.- Podemos decir que esa prueba es bastante contundente.
CLODOMIRA.- ¿Bastante?
RUBÉN.- ¿Le pediste una explicación?
CLODOMIRA.- ¿Y qué explicación tendría que pedirle?
RUBÉN.- Sí.
CLODOMIRA.- Una bombacha, Rubén, una tanga en rigor. Roja.
RUBÉN.- Roja.
CLODOMIRA.- Roja.
RUBÉN.- Qué mal gusto.
CLODOMIRA.- Qué hijo de puta.
RUBÉN.- Igualmente una ruptura es una decisión importante y no hay que tomarla así a las
apuradas. Siempre es mejor hablar.
CLODOMIRA.- Hablar, vos decís hablar. Tomar un café, distendidos, hablar, como si acabáramos
de ver una película de Kiarostami o de quien carajo sea y nos dispusiéramos a un
civilizado intercambio de percepciones.
RUBÉN.- Ponele.
CLODOMIRA.- Bien, ¿y hacemos gala de nuestra corrección, no? Y entonces le digo “Hola, mi
amor, mi vida, mirá mi cielo, vos que opinás de esa escena en la que la mina encuentra en
su propia cama una bombacha ROJA que no es de ella, ¿te gustó la iluminación, la
fotografía, la banda de sonido?”

8
RUBÉN.- Yo lo que digo es que hay que dialogar. Los términos los pondrán ustedes, son dos
personas grandes, se conocen, se quieren, estás planteando una ruptura, no es para romper
así como así.
CLODOMIRA.- Debo reconocer que me sorprendés, Rubén, me sorprendés. El tipo… o sea… y vos
lo más campante. Decime, si te hubiera pasado a vos. Si estás en pareja y encontrás en tu
casa un calzoncillo rojo y sabés que tu chica estuvo sola en tu casa todo el día.
RUBÉN.- No hagamos suposiciones, Clodomira, vamos al punto en cuestión. Tenés un problema,
busquemos una solución.
CLODOMIRA.- ¿Y por qué lo defendés vos ahora?
RUBÉN.- No lo defiendo. Digo que las cosas hay que hablarlas.
CLODOMIRA.- ¿Ah sí? Mirá vos? Qué open mind que te estás volviendo. ¿Y eso de dónde viene?
¿Estás haciendo un curso de reiki o estás saliendo con alguien nuevo con esas ideas
progresistas?
RUBÉN.-. No.
CLODOMIRA.- ¿Y entonces, querido Rubén?
RUBÉN.-. Es que si es por engañar, para usar tus palabras, vos más de una vez...
CLODOMIRA.- ¿Más de una vez qué?
RUBÉN.-. Más de una vez le pusiste al pobre Juanjo unos cuernos más grandes...
CLODOMIRA.- ¿Escuché bien o mi amigo Rubén, mi amigo de toda la vida Rubén Eduardo
Zuzuarregui le dice "Pobre Juanjo" al tipo que acabo de descubrir que está metiéndome
los cuernos como a una marmota? Decime, ¿escuché bien?
RUBÉN.- Bueno, exagerás un poco pero ponele que es así.
CLODOMIRA.- Apa, desafiante eh.
RUBÉN.- No, desafiante no, pero pienso en vos y digo si los dos tuvieron sus aventuras podrían
llegar a un acuerdo.
CLODOMIRA.- Un acuerdo. ¿Pero dónde estamos, en la Asamblea de Naciones Unidas? Qué
acuerdo ni qué ocho cuartos, esto se terminó Rubén querido, que se vaya a freír churros.
Además, un acuerdo se haría si él se hubiese enterado de alguno de mis asuntos.
RUBÉN.- Capaz se enteró.
CLODOMIRA.- ¿Tenés alguna constancia?
RUBÉN.- No.
CLODOMIRA.- ¿Entonces?
RUBÉN.- Es una posibilidad.
CLODOMIRA.- Sí, todo es posible en la viña del mar. Pero no creo. Porque si se hubiese enterado
hubiese pegado el grito en el cielo, como lo pego yo ahora. Así que descartá esa.

9
RUBÉN.- ¿Vos lo querés?
CLODOMIRA.- ¿Qué pregunta es esa? Claro que lo quiero.
RUBÉN.- Pero le pusiste unos pares de cuernos, más de una vez.
CLODOMIRA.- Sí.
RUBÉN.- Pero le pusiste unos pares de cuernos más de una vez.
CLODOMIRA.- Y dale con los cuernos. Sí, ¿y?
RUBÉN.- ¿Y no puede ser que él también te quiera a pesar de que te haya metido los cuernos una
vez?
CLODOMIRA.- No sabemos si fue una sola vez, a lo mejor fueron más.
RUBÉN.- Como sea. Igual que vos, Clodo.
CLODOMIRA.- Vos decís que hay que perdonar.
RUBÉN.- Yo digo que hay que hablar.
CLODOMIRA.- Rubén.
RUBÉN.- Clodomira.
CLODOMIRA.- No será que esa bombacha roja… es tuya.
RUBÉN.- ¡Clodomira!
CLODOMIRA.- ¡Rubén!
RUBÉN.- ¿Cómo se te ocurre pensar eso? Soy tu amigo.
CLODOMIRA.- Soy mal pensada.
RUBÉN.- No me gusta Carlos.
CLODOMIRA.- Son bisexuales. O son homosexuales y estaban en el clóset.
RUBÉN.- No.
CLODOMIRA.- Rubén.
RUBÉN.- No.
CLODOMIRA.- Te conozco. Tuvieron algo.
RUBÉN.- Una vez.
CLODOMIRA.- ¿Cuándo?
RUBÉN.- Hace mucho. Pero se nos pasó. Estábamos borrachos.
CLODOMIRA.- Y no me dijiste nada.
RUBÉN.- No. Para qué.

10
CLODOMIRA.- ¿Cómo para qué? Para que supiera la verdad. Para saber con qué bueyes estoy
arando.
RUBÉN.- Vos ya le metías los cuernos.
CLODOMIRA.- Claro, por eso dije bueyes. Parecés muy preocupado por los cuernos que le metí.
Más preocupado que él.
RUBÉN.- Porque confía en vos.
CLODOMIRA.- Lo bien que hace.
RUBÉN.- No sé si bien. Lo mejor sería que llegaran a un acuerdo por el cual vos podés tener tus,
digamos, deslices, y él también pudiera hacer lo mismo, y listo. El poliamor.
CLODOMIRA.- Eso le quitaría encanto a la pareja. Yo prefiero lo clásico, los dos tenemos otras
historias pero ninguno se entera. Ahora si deja la bombacha roja en mi cama, es porque me la está
dedicando. ¿Estás de acuerdo en eso?
RUBÉN.- Olvidate de la bombacha roja.
CLODOMIRA.- ¿No serás vos el de la bombacha?
RUBÉN.- No soy yo.
CLODOMIRA.- ¿No?
RUBÉN.- No.
CLODOMIRA.- ¿No?
RUBÉN.- No.
CLODOMIRA.- ¿No?
RUBÉN.- No.

Se abrazan

11
4. FÓSFOROS
Living de una casa. Laura está por salir, Daniel entra.

DANIEL.- ¿Adónde vas?


LAURA.- Hola, a… a… a comprar fósforos.
DANIEL.-¿Fósforos?
LAURA.- Sí, Fósforos, cerillas, lumbre.
DANIEL.-¿Y para qué?
LAURA.- Para encender un cigarrillo.
DANIEL.- Un cigarrillo.
LAURA.- Un cigarrillo, sí. Un cigarrillo es un cilindro de unos 8 cm de longitud y 8 mm de grosor,
hecho con tabaco picado y envuelto en un papel especial muy fino que se fuma
quemándolo por un extremo. Puede ser industrial o armado, que se arma de modo
artesanal con papel de fumar y tabaco picado, y se cierran enroscando las puntas.
DANIEL.- Pero vos…
LAURA.- Sí, ya sé, no fumo, nunca fumé. Pero…
DANIEL.- Pero vas a empezar hoy.
LAURA.-¿Cómo sabías?
DANIEL.- No sé. Lo adiviné.
LAURA.- Bueno, me voy.
DANIEL.- Si cruzás esa puerta no volvés nunca más, sabelo.
LAURA.- OK.
DANIEL.- ¿OK? Eso me decís, “ok”, vos sabés, yo sé, todo el mundo acá sabe que te estás
escapando, estás huyendo. Pero te voy a decir algo, después te vas pero antes te voy a
decir algo. Vos no estás escapando de mí, vos estás escapando de vos misma.
LAURA.- OK.
DANIEL.- Uff. Bueno, andate, andate y no vuelvas nunca más.
LAURA.- Daniel.
DANIEL.- ¿Qué?
LAURA.- No me estoy yendo.
DANIEL.- No me importa, andate igual.

12
LAURA.- Pero es que no me quiero ir.
DANIEL.- Andate.
LAURA.- Yo te quiero, Daniel.
DANIEL.- Dejá de mentirme.
LAURA.- Bueno, no me iba a comprar fósforos.
DANIEL.- Eso es obvio. Nos dimos cuenta todos.
LAURA.- (mirando al público) Son una manga de mirones. Voyeurs.
DANIEL.- Laura.
LAURA.- Daniel.
DANIEL.- ¿Es verdad que no te ibas?
LAURA.- Claro, bueno, me iba, pero no a comprar fósforos.
DANIEL.- ¿Adónde te ibas?
LAURA.- A ver a alguien.
DANIEL.- Alguien.
LAURA.- Sí, alguien.
DANIEL.- Un hombre.
LAURA.- Ponele.
DANIEL.- ¿Cómo “ponele”? Te ibas a ver a un hombre. Me estás engañando. Me estás engañando
con otro. Andate, andate y no vuelvas nunca más. No te lleves nada, no te lleves nada
porque voy a quemar todo.
LAURA.- Estoy viendo a otra persona, sí. Pero no es un hombre. Es una mujer.
DANIEL.- Perfecto. No me afecta en lo más mínimo. Es más. No me importa. No me importa nada.
Te gustan las mujeres. No me importa. Yo soy una persona muy abierta. Muy open mind,
¿entendés? Andate, andate de una vez, por favor, homosexual, lesbiana, tortillera. Andate
con tu hembra. No-me-im-por-ta.
LAURA.- Te faltó la sinalefa. Se separa así: No-meim-por-ta.
DANIEL.- De acuerdo. . No-MEIM-por-ta. Les-bia-na. Ho-mo-sec-sual. Tor-ti-lle-ra.
LAURA.- Es Francisca.
DANIEL.- Es Francisca. Francisca… ¿Zuzuarregui?
LAURA.- Sí. Francisca Zuzuarregui.
DANIEL.- ¡Hija de puta!
LAURA.- Dijiste que no te importaba.

13
DANIEL.- No te estoy puteando a vos, infeliz.
LAURA.- ¿Y a quién estás puteando?
DANIEL.- Adiviná. ¿Hace cuánto que…?
LAURA.- Dos años, ¿por?
DANIEL.- Por nada.
LAURA.- Te importó menos el engaño y que fuera una mujer a que fuera Francisca.
DANIEL.- ¿Vos decís?
LAURA.- Es evidente.
DANIEL.- Sos una luz. Te diste cuenta rapidísimo. Dos años. Me decís que hace dos años que tenés
una relación con Francisca. No, si yo soy el rey de los boludos. No te vayas. Decile a
Francisca que se venga acá.
LAURA.- ¿Acá? ¿A Francisca?
DANIEL.- Sí, acá. ¿Por qué sos tan pelotuda? ¿Cuándo fue que me enamoré de una pelotuda?
¿Cuándo fue que Francisca se enamoró de una pelotuda?
LAURA.- Hace dos años. Ya te lo dije.
DANIEL.- Laura.
LAURA.- Daniel.
DANIEL.- Sos linda.
LAURA.- Gracias. Vos también.
DANIEL.- ¿Cuánto hace que estamos juntos?
LAURA.- ¿Nosotros?
DANIEL.- Sí, Laura, nosotros.
LAURA.- ¿Nosotros dos? Y.. estamos en… hace catorce años. Y tres meses. Y seis días. Y cuatro
horas. Y once minutos.
DANIEL.- Sos dulce.
LAURA.- Lo sé.
DANIEL.- Empalagosa.
LAURA.- Gracias (saca un paquete de cigarrillos). Igual el cálculo es aproximado (se pone un
cigarrillo en la boca). ¿Querés?
DANIEL.- Bueno (se pone un cigarrillo en la boca). ¿Fuego?
LAURA.- No hay. Voy a comprar fósforos.
DANIEL.- Dale.

14
Laura sale.

15
5. CUCHICUCHI
Un hombre (A) en escena, y entra una mujer (B)
A.- Mi vida.
B.- Mi sol.
A.- Mi cielo.
B.- Mi estrella.
A.- Mi firmamento.
B.- Mi montaña.
A.- Mi llanura.
B.- Mi meseta.
A.- Mi cuchicuchi.
B.- Mi Génesis.
A.- Mi Apocalipsis.
B.- Mi tempestad.
A.- Mi gravedad.
B.- Mi principio de los vasos comunicantes...
A.- Mi teoría de la relatividad.
B.- Mi Aleph.
A.- Mi Doctor Frankestein.
B.- Mi Rebelión en la Granja.
A.- Mi cuchicuchi.
B.- Mi Insoportable levedad del ser.
A.- Mi Ser y Tiempo.
B.- Mi Martín Fierro.
A.- Mi Alicia en el país de las maravillas.
B.- Mis cien años de soledad.
A.- Mi Titanic.
B.- Mi todo.
A.- Mi sobretodo.
B.- Mi después de todo.

16
A.- Mi espejo.
B.- Mi reflejo.
A.- Mi yo.
B.- Mi yoyo.
A.- Mi cuchicuchi.
B.- Mi satisfacción a casi todos mis deseos.
A.- Mi nunca te alcanzaré mi nunca me alcanzarás.
B.- Mi dolor.
A.- Mi angustia.
B.- Mi exposición.
A.- Mi desnudez desnuda en el nudo anudado de la nada.
B.- Mi posesión.
A.- Mi posesión.
B.- Mi permanente equívoco.
A.- ¿Y entonces?
B.- No sé.
A.- ¿Cómo podría desde acá tan acá tan encarceladamente acá dar un paso hacia vos hacia el vos de
vos hacia tu más hondo vos? ¿Cómo podríamos saltar esta distancia, fundirnos, ser uno
solo, el dos en uno?
B.- No sé.
A.- Pero algo deberíamos poder hacer.
B.- Es verdad.
A.- Estamos tan cerca y tan...
B.- Lejos.
A.- Somos tan inalcanzables tan...
B.- Incomunicables.
A.- Lo nuestro es imposible.
B.- Lo sé.
A.- Siempre lo supimos.
B.- Adiós.
A.- Adiós.

17
B.- No nos veremos más.
A.- Nunca más.
B.- Chau mi vida.
A.- Adiós mi yo.
B.- Mi cuchicuchi.
sale A

18
6. CACTUS
Un comercio. Vendedora sentada, entra cliente

VENDEDORA.- Buenos días. ¿Qué se le ofrece?


CLIENTE.- Buen día. Un cactus por favor.
VENDEDORA.- ¿Perdón?
CLIENTE.- Un cactus.
VENDEDORA.- No… Acá no vendemos cactus.
CLIENTE.- No tienen cactus.
VENDEDORA.- No. No tenemos.
CLIENTE.- ¿Y qué tienen?
VENDEDORA.- Lo que usted ve.
CLIENTE.- No importa lo que veo. Importa lo que necesito. Y yo necesito un cactus.
VENDEDORA.- Qué pena. ¿Le puedo hacer una pregunta?
CLIENTE.- Ya me la hizo.
VENDEDORA.- Me refiero a si le puedo hacer otra pregunta.
CLIENTE.- Sí, claro. ¿Por qué no?
VENDEDORA.- ¿Para qué quiere un cactus?
CLIENTE.- Es obvio. Para que me acompañe.
VENDEDORA.- Y un cactus sería, digamos, una compañía…, digo, suficiente compañía.
CLIENTE.- Un cactus sería todo.
VENDEDORA.- ¿Todo?
CLIENTE.- Sí, todo lo que un ser humano necesita.
VENDEDORA.- ¿Por qué?
CLIENTE.- Veo que a usted le gusta que le expliquen lo evidente. En materia de deseos el ser
humano es incomprensible. Pero la complaceré, total, no me cuesta nada. Tardaría más en
excusarme que en complacerla. Así que se lo diré. Sin preámbulos ni medias tintas. Un
cactus… un cactus entiende a un ser humano. Un cactus tiene una característica
fundamental: sabe esperar. Además, piénselo, piense en un cactus. ¿Ya pensó? Lo ve, un
cactus es vida. Un cactus es respiración. Cuando usted está cerca de un cactus lo percibe,
es la vida misma. ¿Y qué es la compañía sino una respiración cercana y paciente? Y
entonces, en esa cercanía se produce la simbiosis, la necesidad del otro, esa presencia

19
plena. Y eso, precisamente eso, es lo primordial, el amor. Un cactus es nada más y nada
menos que amor. ¿Me interpreta?
VENDEDORA.- Creo que sí. Pero… un cactus… no se puede tocar, no se puede abrazar.
CLIENTE.- Es verdad. Pero quién necesita tocar cuando tiene EL AMOR.
VENDEDORA.- Y no sé, si es por compañía… ¿No le vendría mejor no sé, un perro, un gato, una
oveja, un caracol?
CLIENTE.- Nada que ver. Un cactus… usted, usted evidentemente no me entiende. Lo siento.
Disculpe. No es que usted no me entienda, es que yo no me sé explicar. Un cactus, un
cactus tiene algo que no se puede explicar con palabras.
VENDEDORA.- Claro. Me imagino. Pero, por ejemplo, qué le parece esto (le ofrece un plumero).
CLIENTE.- No me interesa. No me interesa en lo más mínimo.
VENDEDORA.- Pero mírelo bien, le sirve para limpiar, para repasar los muebles, pero también lo
puede acariciar. O hacerse cosquillas. ¿Lo ve?
CLIENTE.- Pero esa cosa no vive.
VENDEDORA.- Es verdad, no vive. Y un cactus no tendrá mucha chispa que digamos, pero vive. Es
un ser vivo. Es verdad.
CLIENTE.- Totalmente.
VENDEDORA.- ¿Se le ofrece algo más?
CLIENTE.- No, de momento no.
VENDEDORA.- Ah.
CLIENTE.- ¿Y para cuándo me lo puede conseguir?
VENDEDORA.- ¿Qué cosa? Ah, el cactus. No, acá no vendemos cactus.
CLIENTE.- O sea… no es que no hay cactus hoy, acá no hay cactus… nunca
VENDEDORA.- No. La verdad es que no. Estamos en otro ramo del comercio. Lo siento. Lo siento
mucho.
CLIENTE.- Claro. ¿Y usted, aunque no corresponda a la rama del comercio que manejan, no puede
conseguir, de una u otra manera, un cactus?
VENDEDORA.- No.
CLIENTE.- Qué crueldad.
El cliente sale. Vuelve con un cambio de vestuario.
CLIENTE.- Buenas tardes.
VENDEDORA.- Buenas tardes… ¿Es usted?
CLIENTE.- ¿Perdón?

20
VENDEDORA.- ¿Usted estuvo acá hace un rato?
CLIENTE.- ¿Yo?
VENDEDORA.- Sí, usted.
CLIENTE.- No, la verdad que no. ¿Por?
VENDEDORA.- No, nada, es muy parecido a un cliente que estuvo recién.
CLIENTE.- Ah, no, para nada. Acabo de bajar del taxi. Me dijo el taxista que este es el único lugar
del pueblo donde puedo conseguir lo que necesito.
VENDEDORA.- Ojalá. ¿Y qué es lo que necesita?
CLIENTE.- Una planta.
VENDEDORA.- Acá no vendemos plantas.
CLIENTE.- Pero no es una planta de esas que hay que cuidar, que tiene que estar en un vivero
porque requiere cuidado, no, es una planta muy sencilla, una planta que no te pide nada,
apenas un poquito de agua de vez en cuando.
VENDEDORA.- ¿Un cactus tal vez?
CLIENTE.- Exacto, veo que usted me entiende. Se lo agradezco infinitamente. He recorrido tantos
pueblos, y yo sabía que aquí, en Humus Septentrional, iba a conseguir lo que necesitaba.
Es usted muy amable.
VENDEDORA.- Pero, señor, disculpe, lamento decirle que acá no vendemos cactus.
CLIENTE.- Pero, ¿cómo puede ser?
VENDEDORA.- Estamos en otro ramo del comercio.
CLIENTE.- Cuánta crueldad.
VENDEDORA.- Lo siento.
El cliente sale.

21
7. SWINGERS (DOS PÁJAROS DE UN TIRO)
Living de una casa. Roxana y Mauro sentados, reciben a Lorena y Guillermo, que no están en
escena.

MAURO.- Bienvenidos. (saluda a los invitados imaginarios) Un gusto Guillermo, encantado Lorena
(la mira libidinosamente).
ROXANA.- Hola, soy Roxana. Un gusto, Lorena, un placer conocerlo Guillermo (lo mira con
deseo). ¿Guillermo Guillén Hermes? Ah, no, Guillermo Guillermez, claro, como
Fernández, como González. González se les decía a los hijos de Gonzalo, Fernández son
los descendientes de Fernando. Y Guillermez… ¡Qué interesante!
MAURO.- Una boludez.
ROXANA.- ¡Mauro!
MAURO.- Me refería a una amiga de la infancia, María Clara Boludez, descendiente del marqués
Fernando Boludo. (escucha un comentario imaginario de Lorena) Gracias. Bueno, ¿qué
les parece si vamos al asunto que nos convoca. Está la habitación preparada, luces rojas,
aromatizante, coloqué un espejo en el techo… Ustedes pueden quedarse acá.
ROXANA.- Mauro, amor, esperá un poco, hay tiempo. Tomémoslo con calma. Tenemos toda la
noche por delante.
MAURO.- Y por detrás también…, digo…, son gustos.
ROXANA.- ¡Mauro! (respondiendo a Guillermo) Sí, estamos acá hace cuatro años.
MAURO.- Diez años.
ROXANA.- Bueno, digamos… siete años. ¿Y ustedes, ¿hace cuánto que están juntos? (Mirando a
Guillermo) Ah, un montón. (Mirando a Lorena) Ah, muy poco tiempo.
MAURO.- Bueno, ¿gustan un whisky? (Mirando a Guillermo) ¿No tomás alcohol, Guillermo? Qué
pena, no sabés lo que te perdés. Sí, la salud, claro. ¿Y vos, Lore? ¿Te puedo decir Lore?
¿Te decían Lora en la primaria? Y sí, los chicos son terribles. Pero después mirá cómo te
pusiste, si te vieran ahora esos idiotas. A mí también me encanta el whisky, mi reino por
un whisky, Lore.
Mauro se apura en servir tres vasos de Whisky.
ROXANA.- ¿Encontraron bien el lugar? (Mirando a Lorena) Ah, enseguida, qué bien. (Mirando a
Guillermo) Ah, dieron muchas vueltas, claro. Es que el barrio no está muy bien
señalizado. La gente es mala, rompe los carteles, Guille (libidinosa)
MAURO.- (brindando) ¡Salud! Por este extraordinario encuentro. ¿Qué te pareció el whisky, Lore?
A mí también, 18 años. Me imagino el whisky es esos toneles de roble, macerando,
macerando, 18 años, pasando primaveras, veranos, otoños, inviernos, sufriendo frío, calor,
lluvias (escucha a Guillermo) Es verdad, sí, adentro del barril no llueve, pero igual, se
percibe, la lluvia siempre se percibe, aunque no la veamos, la lluvia siempre está, cómo

22
dice la canción… Bueno, ya podemos ir pasando a… a lo importante de esto ¿no? Lore y
yo vamos a la habitación y…
ROXANA.- Mauro tiene un problemita con la ansiedad, sepan disculparlo. (Respondiendo a una
intervención de Guillermo) Bueno, sí, lo hemos hecho algunas veces. Tampoco creas que
tantas, Guille. No es nada complicado, es casi lo mismo que con la misma persona de
siempre, pero un poco más entretenido, digamos. Sin compromiso afectivo, por supuesto,
porque esto es como un juego. En rigor es algo que se inventó para salvar el matrimonio.
Es como el keynesianismo, que parece comunismo pero nada que ver, en rigor lo inventó
Keynes para salvar el capitalismo, no sé si me interpretás, Guille. Bueno, bueno, relajate.
MAURO.- Bueno, parece que ya nos vamos entendiendo todos, qué tal si pasamos a la etapa dos…
ROXANA.- (Respondiendo a supuesta intervención de Lorena) Ay, querida, cuánta ansiedad vos
también, ¿siempre sos así? A mí me gusta que las cosas sucedan lentamente, naturalmente.
Es temprano, yo tengo hambre, pidamos algo para comer.
MAURO.- Cariño, ya llamé al delivery (se oye el timbre) Ahí está. ¡Voooy! (Vuelve con una caja de
pizza) Pizza para todos y todas. Ay, vino cortada y todo.
ROXANA.- (A Lorena) ¿Qué le ponés? Yo nunca necesité un afrodisíaco, Mauro tampoco, ¿no,
cariño?
MAURO.- Sí, amor, nosotros no necesitamos nada, pero un poquito de este polvito, viene bien. (A
Lorena) ¿Qué clase de afrodisíaco es? ¿Y dónde se compra? Genial.
(se sirven una porción, muestra que lo excita todavía más, va a buscar un vino y tres copas, las
sirve, vuelve a buscar un vaso con agua).- Para vos Guillermez, agua pura de la canilla, la
mejor que hay. ¡Salud amigos, por este sensacional encuentro!
LORENA.- Salud. (Brindan.)
El imaginario Guillermo cae desmayado.
MAURO.- ¿Qué le pasó? (socorriéndolo) ¡Hey, Guillermo Guillermez! (a Lorena) ¿Qué le pasa?
ROXANA.- ¿Cómo que le cayó mal el agua? ¿Cómo que en una hora se levanta?
MAURO.- ¿Estás segura, Lore?
ROXANA.- Vayan tranquilos. Yo me quedo acá con Guillermo… Guillermez.
MAURO.- (A Lorena) ¿Estás segura de que en una hora va a estar tan vivito y chispeante como
siempre.
ROXANA.- Ánimo Mauro, ¿no es lo que tanto deseabas?
MAURO.- Sí, no sé, pero el flaco acá…
ROXANA.- Ya lo dijo Lorena, le pasa seguido, mala suerte…, mala suerte para mí. O no sé, a lo
mejor así, desmayado, quién te dice… Pasa en las mejores familias.
MAURO,- (A Lorena, temeroso) Bueno, dale…Vamos.
Mauro sale. Roxana se sienta mirando a Guillermo en el suelo, como si fuera un velorio y ella le
hablara al muerto.
23
ROXANA.- Así que el agua te hace mal. No es común pero sé que pasa. Todo el mundo piensa que
el agua es siempre sana pero no siempre es así. Otros piensan que el matrimonio es
siempre bueno. Imaginate. Hay gente a la que el aire les hace mal, imaginate. Esos sí están
jodidos, porque el aire… Imaginate si a mí ahora me agarraran unas convulsiones porque
me hace mal el aire. Seríamos totalmente inverosímiles. ¿Y el pacto con el espectador? El
teatro ya no es lo que era, Guillermo. Sin embargo, es real que hay gente a la que le hace
mal el aire. A mí lo que me hace mal es la soledad. Y no me refiero a la soledad de estar
soltera, porque te imaginarás que es mentira que soy pareja de ese personaje. Como
ustedes, claro, cualquiera se da cuenta que ni se conocen. Es común en esto. Gente sola
que se arma una pareja falsa con otro solo y van a un swinger a ver si les pasa algo. Por
suerte le avisaste lo de tus problemas con el agua. Es común que la gente esté sola, casada
o soltera da igual. Imaginate convivir con ese pusilánime, Dios me libre. Vos lo viste, un
aparato, un artefacto. Imaginate verlo todos los santos días. Un infierno. Cuando hablo de
soledad hablo de algo más íntimo, más ontológico. (Nota que Guillermo se despierta).
¿Estás bien? (Lo escucha) Sí, me asusté muchísimo. (Lo escucha) Sí ellos ya se fueron a la
habitación. (Se agacha y le acaricia todo el cuerpo) ¡Ay, Guille, te despertaste todo
entero!

24
8. PROPUESTA

ÉL.- Casémonos.
ELLA.- Ay, cariño, qué antigüedad. Eso ya no se usa.
ÉL.- Al contrario, es una novedad. ¿Quién se casa hoy en día? Nadie se casa, mirá, Ludmila y
Jacobo, juntados; Etelvina y Anaximandro, juntados, y encima en la casa de los padres, un
desastre; Arquímedes y Bonifacio, mucha marcha por el matrimonio igualitario pero no se
casaron. Pongámonos en regla para romper las reglas, mi amor, casémonos.
ELLA.- No puedo casarme.
ÉL.- ¿Cómo que no podés?
ELLA.- Sí. No. No puedo.
ÉL.- ¿Pero por qué no podés? ¿Qué te lo impide? Es un trámite burocrático, como sacar el
documento, como pagar un impuesto.
ELLA.- Estoy casada.
ÉL.- ¿Qué? ¿What?
ELLA.- Estoy casada.
ÉL.- Perdoname pero no entiendo.
ELLA.- Estoy casada, hace dos años y medio, con Sócrates. Sí, se llama Sócrates, ¿qué problema
hay?
ÉL.- No, si no es el nombre el problema, el problema es que estés casada, mi cielo.
ELLA.- Lo siento.
ÉL.- Pero…
ELLA.- Lo amo.
ÉL.- ¿Lo amás?
ELLA.- Sí.
ÉL.- Ajá. ¿Y nuestra relación?
ELLA.- A vos también te amo. Pero no me puedo casar con dos. Si por mí fuera me caso con los dos.
ÉL.- Claro, y quien dice dos dice tres, cuatro, dieciocho mil. Yo no quiero que te cases con dos. Yo
quiero que te cases conmigo y solo conmigo.
ELLA.- Lo siento, eso es imposible.
ÉL.- ¿Cómo imposible? Es lo más posible del mundo. Te divorciás de ese Aristóteles y te casás
conmigo. Corta.

25
ELLA.- Sócrates. Pero yo lo quiero también a él.
ÉL.- Llamalo.
ELLA.- ¿A quién?
ÉL.- ¿A quién va a ser? ¿Al Papa? A tu marido.
ELLA.- No puedo.
ÉL.- ¿No podés?
ELLA.- No.
ÉL.- ¿Por qué?
ELLA.- Es sordo.
ÉL.- Es sordo.
ELLA.- Sí.
ÉL.- ¿Y cómo podés…?
ELLA.- Es sordo, no castrado.
ÉL.- Claro. Me refiero a cómo te comunicás con él.
ELLA.- Ah. Por señas (hace señas sexuales).
ÉL.- Ah, claro, pueden entenderse perfectamente.
ELLA.- Y, sí.
ÉL.- ¿Y dónde lo conociste?
ELLA.- En la calle.
ÉL.- En la calle. ¿Y cómo fue el chamuyo? O sea, se hicieron señas (hace señas sexuales) y…
ELLA.- No. Me conquistó con la mirada. Nos miramos y pum.
ÉL.- Pum. Pero no escuchó el ruido. Así que con la mirada.
ELLA.- Sí, me miró con amor.
ÉL.- ¿Y cómo es una mirada de amor?
ELLA.- Así.
ÉL.- Ay, no me mires así que me enamoro.
ELLA.- Te quiero.
ÉL.- Y yo a vos. Pero vos también querés a tu marido el sordo.
ELLA.- Sócrates.
ÉL.- Ese. Bueno comunicate con él de alguna manera y que venga. Hablamos con el lenguaje de
señas.

26
ELLA.- No me parece una buena idea.
ÉL.- Es una condición sine qua non. Si no entendés lo que significa preguntale a Sócrates, y quedate
con él y yo me voy y no nos vemos nunca más.
ELLA.- Esa frase es en latín, no en griego. Pero no te preocupes entonces, no nos veremos nunca
más y chaupicho.
ÉL.- ¿Y esa frase en qué idioma es? Bueno, adiós (empieza a salir)
ELLA.- Amor…
ÉL.- ¿Qué?
ELLA.- No te vayas.
ÉL.- Separate.
ELLA.- Y dale con la separación. No puedo. No te vayas.
ÉL.- No puedo. Separate.
ELLA.- Qué insistente. Él es tierno, y es lindo y es inteligente.
ÉL.- Yo también tengo mis cualidades. Sé inflar la bicicleta, sé hacer malabares, me sé la tabla del
nueve.
ELLA.- No son solo las cualidades.
ÉL.- Pero yo no soportaría que te fueras con tu marido ni un solo minuto. Yo quiero que seamos dos,
no tres, es simple.
ELLA.- Lo sé, te entiendo. Veo que además de la tabla del nueve sabés sumar. Te entiendo
completamente. A mí me pasaría lo mismo, probablemente. Pero las cosas pasaron como
pasaron. Y ahora estamos en este punto. Me enamoré de dos hombres, los amo a los dos, son
distintos, pero yo no puedo decidirme. No sé qué hacer.
ÉL.- Ya te dije, separate. Si no me voy.
ELLA.- Ya te fuiste, y volviste.
ÉL.- Ahora sí me voy en serio (sale y entra). Volví.
ELLA.- Ya veo.
ÉL.- Pero ahora sí me voy, ahora sí me voy de verdad, de verdad de verdad (sale, demora un poco
más que el anterior y entra). Volví.
ELLA.- Mejor me voy yo (sale)
ÉL.- (a público) Ahora vuelve, la conozco.
(pasan varios segundos y ella no vuelve)

27
9. LUNA DE MIEL (payada)
Él en escena, llega ella.

ELLA.- He venido hasta aquí


para decirte, Roberto,
que el mundo era un desierto
hasta que te conocí,
y apenas verte entendí
que tú serías mi hombre.
Y que aquí nadie se asombre
si este humilde corazón
estalla de la emoción
cuando pronuncio tu nombre.

ÉL.- Escucho con alegría


tus palabras cariñosas,
tan dulces y empalagosas.
que son una melodía
colmada de algarabía
para el que quiera oír.
Mas debo también decir
que no me llamo Roberto,
amada, me dejas muerto,
o con ganas de morir.

ELLA.- Lo siento amado mío,


hermoso, belleza pura,
me traicionó esta estructura
y al final se me hizo un lío.
Dije otro nombre con brío,
y ya sé que te lastima,
pido a tu piedad me exima
de cualquier mal pensamiento,
estuve mal y lo siento,
fue por culpa de la rima.

ÉL Amada casi te entiendo,


de verdad te entendería,
con amor te eximiría
de lo que ahora estoy sintiendo.
Pero estaría mintiendo
si no dijera, mi amor,
que me dio otro escozor
pues mi nombre es Alberto
y rima igual que Roberto,
te lo digo sin rencor.

28
ELLA.- Mi vida, mi sol, mi cielo,
fue esa mi confusión
y aquí te pido perdón
de rodillas en el suelo,
pues jamás tendré consuelo
si tú te enfadas conmigo,
pues el hilo de mi ombligo
me lleva hasta tu boca,
yo por ti me vuelvo loca
y adonde vayas te sigo.

ÉL.- No me sigas que no voy


a ningún lado mi vida,
pues yo no tengo salida
porque yo te amo hoy
como ayer porque yo soy
un hombre enamorado
y de tu encanto prendado.
Mi querida Isabel
te amo más que a mi piel
más que la llave al candado.

ELLA.- Yo no me llamo Isabel,


no sé si es una ironía,
venganza o es que esa harpía
te ha tendido algún mantel.
Porque me llamo Raquel
te digo, amado Alberto,
que aunque no seas despierto
y aunque no tengas cabeza,
me quedé con tu torpeza
y abandoné a Roberto.

ÉL.- Raquel, mi bella y amada,


aunque tu nombre confunda
tu presencia me inunda
de pasión descontrolada.
De Roberto diré nada
y tampoco de Isabel,
aquí estamos piel a piel,
la catrera ya está lista,
el deseo pide pista
bajo esta luna de miel.

29
ELLA.- Verdad que la vida es nada
o apenas unos instantes
fulmíneos y centelleantes
cuando te toca un hada
imperceptible, callada,
y te invita al dulce goce
del cuerpo cuando conoce
los besos y las caricias
y algunas otras delicias,
que duran menos que un roce.

ÉL.- Por eso es que me asa


el deseo amada mía,
mi cuerpo es el que guía
y el alma se me atenaza,
todo mi ser una brasa
que no se quiere apagar.
Y si bien es bueno hablar
para decir lo que siento
dejemos el parlamento
y vamos a fornicar.

salen

30
10. PANZA
Entran conversando Ana embarazada y Bernardo
ANA.- Bernardo, tengo que decirte algo muy importante.
BERNARDO.- Me lo imagino.
ANA.- ¿Qué te imaginás?
BERNARDO.- Lo típico. Ya me pasó. Hay otro hombre.
ANA.- ¡No!
BERNARDO.- ¿Otra mujer?
ANA.- No.
BERNARDO.- ¿Un animal? ¿Sos zoófila?
ANA.- Te digo que no.
BERNARDO.- Un vegetal. Vegetófila.
ANA.- ¿No podés por un segundo pensar que lo que tengo para decirte no es ni que te voy a dejar ni
que me enamoré de otro u otra?
BERNARDO.- Un objeto. Una cosa. Objetófila. Cosófila. Vibradorófila. Te vi te vi cómo lo mirabas
cuando...
ANA.- Basta, Bernardo. Me tenés cansada.
BERNARDO.- ¿Yo? ¿Por qué?
ANA.- Ya es evidente que no ves. Y que no me escuchás.
BERNARDO.-¿Yo? Cómo que no te escucho. Soy todo oídos.
ANA.- No te escuchás ni a vos mismo, Bernardo.
BERNARDO.- Y vos sí me escuchás y te escuchás y nos escuchás. Vos sos la conjugación completa
del verbo escuchar.
ANA.- ¿No te das cuenta de que con tus ironías y tus exageraciones y tus bromas ridículas se hace
imposible hablar con vos?
BERNARDO.- Puede ser.
ANA.- Es.
BERNARDO.- Bueno, ponele que es. ¿Y entonces?
ANA.-. Y entonces pasa que no sé si estás hablando en serio o si estás ironizando o bromeando o
esquivando el bulto. Es insufrible.
BERNARDO.- Entonces no me creas nada y listo.

31
ANA.- No es tan fácil. Tus mentiras halagadoras se vuelven verdad por mis carencias.
BERNARDO.- No entiendo.
ANA.- Sí que entendés. Tus mentiras. Tus chichoneos, tu barullo verbal me confunde. O sea. Que sé
que son mentiras vulgares y previsibles y tontas y evidentes mentiras baratas. Pero...
BERNARDO.-¿Pero qué?
ANA.- Pero es que sería tan hermosa la vida, tan hermosa la existencia en este mundo si fueran
verdad, que las creo o quiero creerlas y termino creyéndolas. O sea, que me gustaría que
fueran ciertas y las vuelvo ciertas si las creo. Son por un segundo o por una fracción de
segundo la verdad revelada. Mi deseo, mi carencia, mis complejos, todo desaparece
durante ese segundo en el que me creo tus mentiras. Por eso tus mentiras, tus inmensas
mentiras son también la verdad más verdadera. La verdad de mi deseo hecho realidad. No
hay verdad más verdadera que la propia percepción del mundo. ¿Se entiende algo de lo
que digo?
BERNARDO.- Sí. Un montón.
ANA.- ¿Un montón?
BERNARDO.- Un montonazo.
ANA.- OK.
BERNARDO.- ¿Y entonces?
ANA.- ¿Entonces qué?
BERNARDO.- ¿Qué es lo que tenías para decirme?
ANA.- Que estoy embarazada.
BERNARDO.- ¿Por qué tenemos que caer en ese lugar común? Bancamos toda una obra sin
embarazos y ahora resulta que…
ANA.- Que estoy embarazada.
BERNARDO.- Embarazada.
ANA.- Embarazada, en estado de gracia o grácil. O preñada, con el bombo, con la cocina llena de
humo, o inseminada naturalmente, vacunada, encalacrada e inflada. ¿Se entiende un
montonazo esto también o te hago un dibujo?
BERNARDO.- Y el padre vendría a ser...
ANA.-. Adiviná.
BERNARDO.- No sé.
ANA.-. Adiviná, dale pensá un poco.
BERNARDO.- Te digo que no sé. No tengo ni idea.
ANA.-. Vos.

32
BERNARDO.- O sea, ocurrió un accidente, una falla, porque puede fallar, claro, siempre puede
fallar. ¿Vos estás segura?
ANA.- Bastante.
BERNARDO.- Ajá. Bastante. Bien. Y vos... O sea... ¿Cómo te sentís? ¿Qué cosas estarían pasando
por tu cabeza...?
ANA.- Creo que algunas te las dije.
BERNARDO.- Digo con respecto a (le señala la panza).
ANA.- Ah. No sé. Miedo. Y una sensación rara. Una nostalgia del futuro, parafraseando a Borges.
BERNARDO.-. ¿Borges?
ANA.- Sí, Borges, Jorge Luis.
BERNARDO.- ¿Y ese quién es?
ANA.- Uno. Un ciego.
BERNARDO.- ¿No será ese el padre de la criatura?
ANA.- ¿Borges? No, es difícil, está muerto.
BERNARDO.- Y cómo haríamos con... Con eso que tenés ahí. Ese ser humano que... Te pregunto,
sin ánimo de influir en nada, pero lo que vas a querer ¿tener? Interpreto eso.
ANA.- Interpretás bien.
BERNARDO.- ¿Decís que soy un buen actor?
ANA.-. Sos un gran actor
BERNARDO.- ¿Esa es tu letra o estás improvisando?
ANA.- Estoy improvisando.
BERNARDO.- ¿Por qué?
ANA.- Porque me olvidé la letra.
BERNARDO.- ¿Y ahora qué hacemos?
ANA.- Nada. No pasa nada.
BERNARDO.- ¿Seguro que no pasa nada? ¿Y esta pancita? (tocando a Ana)
ANA.- Es un almohadón (se lo saca). Estoy cansada de las mentiras. Acá todo el mundo sabe que
esto es una obra de teatro. Una ilusión.
BERNARDO.- A vos te llenaron la cocina de ilusiones. Y no fui yo.
ANA.- Grosero. Bueno, listo, vamos.
BERNARDO.- ¿Así, sin saludar?
ANA.- Así, sin saludar. Después el público aplaude y volvemos y saludamos.

33
BERNARDO.- ¿Y aplaudirán?
ANA.- Eso espero, qué sé yo
BERNARDO.- Ay, qué nervios.
ANA.- Bueno, listo, saliendo.
(salen)
FIN

34

También podría gustarte