Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Biografia de Eulalia Ramos
Biografia de Eulalia Ramos
D R . 0R 1S T ID E S R O J A S (U C t
BIOGRAFIA
DE
CARACAS
T IP O G RA F IA BOSTON
I9S6
BIBLIOTECA NAOONAL
CARACAS - VENEZUELA
EULALIA RAMOS SANCHEZ DE CftAMBERLAlM
Célebre he ro ín a de la “ C asa F u e rte ” de B arcelona
A n t o n io P a t r ic io de A lcalá
Ante mí
G r e g o r io R o d r íg u e z
Exno. Real
de doña María Antonia del Pozo, hermana de doña Josefa Antonia, madre
del Licenciado de Martín. El Coronel Oliva era empleado del Almirantaz
go; nunca tomó las armas en contra de la magna Causa; sin embargo, cuan
do el decreto de guerra a muerte el General Arismendi lo hizo prender y
una noche lo llevaron a La Guaira, donde murió fusilado.
—9—
señor Ram os, padre, sufrió mucho con los azares de la gue
rra: todas sus propiedades fueron confiscadas; escapó dos
veces de ser fusilado, estando sentado en el banquillo: la
u n a por haber pedido el pueblo de Caracas, la libertad
de los presos y la o tra por haberlo reclamado un desconoci
do. En su hacienda de Bergantín escapó de u n a p a tru lla
que venía p o r u ñ a vereda a prenderlo, to m an d o él el cam i
no real para irse al pueblo. Unas veces huyendo de un lu
gar a otro, otras expulsado, y por ú ltim o , y á ciego, lejos
de su fam ilia, el día que acababa de expirar llegó un criado
suyo al lugar donde se h allaba y por éste se convenció, yá
tarde, aquella gente, de cuanto él les refería, esto es, que era
hombre de bien, con hijos y hacienda, pero los azares de la
guerra lo alejaban de todo.
Después de los sucesos de Río Chico, E U L A L IA se vino
a Caracas al lado de su herm ana Josefa Pía, esposa del L i
cenciado de M a rtín . Allí estuvo hasta el año de 1814 en
que tuvieran que em igrar a C artagena, por ser aquella una
de las plazas m ás fuertes, por entonces, para las arm as
republicanas. E m igraron; el Licenciado de M a rtín , su es
posa, Josefa Pía, tres hijos: Enrique, .Manuel' M a ría y José
de Jesús; dos cuñadas: M a rg a rita y E U L A L IA , fijando allí
su residencia, ejerciendo su profesión como médico del ejér
cito y particular. No cobró nunca sueldo ni retribución
alg un a al Gobierno. En aquella ciudad fueron m uy bien
acogidos. Estuvieron allí hasta que se estrechó el sitio de
la plaza por la llegada de la escuadra española con la expe
dición del General M orillo.
C artagena era un a plaza de muchos recursos. E l 18 de
agosto se presentó a la vista la escuadra enemiga; un a p a r
te se situó en Boca Chica y la otra en P u n ta Grande, im p i
diendo así que entrase n ing ún recurso po r m ar. Inm edia
tam ente to m aro n la isla de Baru y a S a n ta A na; la idea de
M orillo era rendir la plaza po r hambre.
E n ta n to , el General Castillo publica la ley marcial, su
je ta nd o a todos los hombres a la autoridad pública. Los
habitantes ofrecieron cuanto tenían p a ra anim ar las tropas:
el dinero de las iglesias, las j o 3^as de las mujeres y to do cuan
to podía ser ú til se ofreció. L a llegada del corsario Dardo,
quien trajo víveres y municiones, burlando el bloqueo, a n i
m ó mucho a sus habitantes; sé hicieron aprestos necesarios
pa ra resistir. Las fam ilias a nim a b an a los defensores; n a
die pensaba en rendirse, a pesar de las proclamas que envia
b a M orillo, ofreciendo todo género de garan tías a los que 3c
sometieran al Rey. Nadie creía en tales patrañas; los sitia
dos resistían; los sitiadores estrechaban cada día más.
— 10 —
Llegó la hecatombe ! El h a m b re ! Los niños, las m uje
res, los ancianos inspiraban com pasión; las tropas defenso
ras se a niq u ilaban de fatiga; las provisiones se ag otaron,
a t a l p u n to que un barril de harina, si lo había, llegó a valer
150 pesos; una g allina quince; se llegó a comer to d a clase de
animales: perros, caballos, gatos; los cueros secos tostados
y to do cuanto podía servir de alim ento. Además de las gra
nadas incendiarias y to d a clase de proyectiles que arro ja
ban los sitiadores sobre la Plaza, cada g rito era un a vícti
m a del hambre. Los centinelas quedaban muertos en sus
puestos con los ojos abiertos, en fin, la disentería y las fie
bres, to do contribuía a hacer m ás horrible aquel sitio.
Después de la publicación del B ando en que se a u to riz a
ba la salida a todos los quisieran hacerlo, en u n a de las p a r
tidas salió el Licenciado de M a r tín con su fam ilia y su c u ña
d a M a rg a rita (E U L A L IA ha b ía salido antes) pocos días
antes de la entrega de la ciudad, estando a ú n el cerro de L a
Popa en poder de los patrio tas.
Salieron u n a noche m uy oscura, en un convoy, en me
dio del fuego de la escuadra enemiga, ta n expuestos a l peli
gro, que hubieron muertos y heridos, entre estos se conta
ron varios njños. E l bergantín en que ib an sufría el fuego
de los cañones enemigos. E ra t a l el asinam iento de perso
nas, que no podía estarse en ning ún punto a cubierto; a un
niño del señor de M a rtín , José de Jesús, un a b ala le q u ita el
cántaro de las m anos en m om entos que un a criada le d a b a
de beber. A bordo pasaron miles de sufrimientos: allí se a g o
taro n tam bién los recursos; hubo que comer ratones, perros;
se desforraron baúles para tostar sus cueros y hacer caldo
con ellos. El capitán del bergantín («Com eta»), el terri
ble Michell, quien cometió to d a clase de atropellos y robos,
llegó a cobrar, por una ta b ü ta de chocolate y algún bizco
cho, un fuerte.
L a m ism a suerte se corrió en las goletas «Constitución»
y «Sultana», que conducían tam b ién gran número de emi
grantes.
Llegó un d ía horrible: En medio a la escaséz y las in iq u i
dades dijo el capitán que al d ía siguiente tendría que quin
ta r gente. Esa noche em briagó la tripu lación con el de
liberado propósito de cometer nuevas fechorías, pero la
Providencia Divina, que guía y vela siempre el sendero de las
alm as justas, se opuso misericorde en el misterio de la n o
che, ante el fin siniestro del bandido.
A eso de media noche chocaba el barco contra un obs
táculo;.al instante g ritó un tuerto a quien lla m a b a n «El ojo
-11 *
del Ejército»: —¡Tierra, C a p itá n , que nos perdemos! A
lo que contestó el canalla: —E stam os en un bajo.
L a nave siguió tropezando h a sta el amanecer, que reco
nocieron estar en los cayos de San Luis (cerca de S anto D o
m ingo). Al m om ento llegaron botes cargados de frutas y
otros comestibles...
C u ál no sería la adm iración y gozo de los infelices emi
grantes, al verse salvos y con to d a clase de recursos! Inm e
diatam ente el Licenciado de M a rtín resolvió quedarse allí
con su fam ilia, habiendo perdido todns sus prendas de valor.
M ig u e l L eón R iv e r o .
Caracas: l 9 de ju n io de 1925.
Eulalia Ramos de 61iamberlain
La verdadera heroína de la ‘‘Casa F u e rte ” de Barcelooa
Anoche hemos dado gracias por el envío que se nos hizo
del ejemplar de un nuevo d ram a titu la d o «E ulalia Buroz ó
la T om a de la Casa Fuerte de Barcelona».
T ra ta n d o de este interesante episodio histórico con el
Doctor Arístides Rojas, nuestro estimado é ilustrado cola
borador, ta n competente en los asuntos que se versan con
nuestra p a tria historia, nos manifestó que tendría el gusto
de ofrecernos para después de pascuas un artículo que á
las columnas de L a N a c i ó n dedicaba, en el cual se ocuparía
de l a heroína de la «Casa Fuerte» E u l a l i a R a m o s d e C h a m -
B E R L A IN .
Ese artículo explicará los orígenes, fam ilia y demás cir
cunstancias de la verdadera heroína.
Y. desde ahora hace constar el erudito D octor Rojas que
ta n to Restrepo, como L a r r a z á b a ly otros historiadores, su
frieron error notable al lla m ar E u la lia Buroz a la que fué
E u la lia R am os de Cham berlain, descendiente de un a a n ti
gua fam ilia española establecida en Venezuela a fines del
siglo X V I I que está enlazada con una de las fam ilias más
respetables de esta capital.
El Doctor Rojas dedica su boceto histórico al escritor
barcelonés Miguel José Romero, que ha dado últim am ente
a la estam pa tradiciones de la «Casa Fuerte» y" otros episo
dios en «El Eco de Occidente» y «La Causa Liberal» de B ar
celona.
Am antes del esclarecimiento de la verdad histórica, nos
consideramos m uy oblisrados po r el honor que un a vez
m ás dispensa a nuestras columnas el Doctor Arístides
Rojas. Ellas recibirán siempre agradecidas su im p o rta n
te colaboración.
— 14 —
Y en gracia de la im p arcialid ad que á estos juicios
históricos preside, ofrecemos espacio á la respetable fa
m ilia Buróz por si tuviese que em itir opinión sobre el
legendario episodio d e la «Casa Fuerte.»
(L a N a c ió n , N o . 180, de 30 d e d ic ie m b r e d e 1884.)
E S T U D IO S H IS T O R IC O S
PO R
A RISTID ES ROJAS
T R A D IC IO N E S BARCELONESAS
\
1 Obra citada.
_ 19 _
II
III
i
t
L a idea de que su esposa fuera presa de oficiales li
cenciosos y víctim a de la desenfrenada soldadesca, aca
b ab a de diseiparse para él en aquel instante. Entonces,
desatándose una de las pistolas que llevaba al cinto, en
trégasela a E ulalia y le dice;
— «Toma, am ad a m ía y aguarda».
De repente, las señoras se ven envueltas entre las per
sonas que huyen y los invasores que penetran por 'todas
partes. Sin saberlo, E ulalia es separada de su esposo y
con las mujeres que la acom pañan es em pujada hacia eí
extremo de uno de los corredores altos. En este m o
mento se eseucha un pisto letazo 'en la celda donde quedo
Cham beriain. Este acababa de suicidarse.
E u lalia escucha el tiro, no le es dad o retroceder, y
precipitada por la ola invasora, llega a una de las salidas
del convento. Ün oficial español, antes de llegar E u la
lia a la calle, le ofrece salvarla, y algo le dice que ofen
de el pudor de la heroína.
—‘«Grita; viva E spaña, mueran los patrio ta s, y te sal
vo», le dice el oficial. Pero E u lalia, con la m ira d a del
pensamiento puesta en su m arido, y obedeciendo a una
V02: secreta de su conciencia, a rm a con rapidez la pisto
la que ocultaba y al g rito de: “ V iva la P atria , mueran
sus tiran o s’'1, descarga el arm a sobre el pecho de ta n
pérfido am ante, que cae muerto a los pies de la heroína.
L o que pasa en seguida es una escena espantosa,. Sobre
aquella mujer, realzada por el deber y el patriotism o, des
cargan los soldados sendos golpés con sus armas, cuando
y á es cadáver, le arrancan las sortijas que brillan en sus
dedos, córtanle las orejas y las m anos, m u tila n a su gus
to aquel cuerpo ensangrentado y lo am arran a la cola
de u n caballo.
Así term ina la existencia de aquella valerosa espar
ta n a , a quien Dios hab ía destinado para ser u n a de
las m ás valerosas heroínas de la em ancipación del Nue
vo M undo.
R e g f o f t - l W o ______
Cías.