"Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito,
pero no todo edifica".
O sea, que afirmó que uno era libre de hacer lo que quisiera, pero no todo convenía, no todo era de provecho. Pablo tenía la libertad de practicar aquellas cosas cuestionables o dudosas, acciones acerca de las cuales la Biblia permanece en silencio, en el sentido de establecer si están bien o mal. Es como si hubiera dicho: "Si yo quisiera ir a las carreras de los juegos olímpicos, lo haría". Creemos que Pablo asistía a esos eventos, porque él utilizó gran número de ilustraciones tomadas de los eventos atléticos que se llevaban a efecto en los grandes coliseos y estadios de esos días. Pero Pablo dijo que aunque tales acciones le estaban permitidas, no todas ellas eran oportunas, porque podían perjudicar u ofender a un creyente inmaduro o débil. O sea que, aunque uno pudiera hacer lo que quisiese, no todas las cosas edifican, es decir, que no consolidan a uno en la fe. Y entonces, Pablo estableció un principio general y dijo en el versículo 24: "Nadie busque su propio bien, sino el del otro". El creyente tiene una libertad tremenda en Cristo. Sin embargo, él tiene que procurar el bien de los demás. Así que, la vida del cristiano no debería estar principalmente dirigida o regida por la libertad. Porque la libertad está limitada por el amor. Un cristiano no está controlado por el legalismo; no debe estar limitado por reglas estrictas. Estará limitado por el amor y debiera preocuparse por la influencia de su conducta en otros. Ésta es la idea que Pablo quiso exponer en este pasaje. Usted puede notar en el segundo capítulo de su carta a los Filipenses que Pablo dijo, que todo lo debemos hacer con la otra persona en mente, "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Leamos ahora los versículos 25 y 26: "De todo lo que se vende en la carnicería, comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y todo cuanto en ella hay". Por tanto, estimado oyente, nosotros podemos disfrutar de todas las cosas creadas por Dios, de las bellezas de la creación, y de lo que esta creación produce. Porque el Señor lo ha provisto de esta manera. Pero, ahora él iba a dar una sugerencia muy práctica. Cuando los corintios fueran a comer a casa de otra persona, no debían preguntar nada sobre la procedencia de la comida, en este caso, sobre la carne. Porque ello sería dar importancia a algo que no la tenía y desviar la atención de la comida en sí, que debía disfrutarse con tranquilidad. Esta ilustración, pues, fue una sugerencia práctica y llevó a afirmar lo siguiente en el versículo 27: "Si alguno que no es creyente os invita, y queréis ir, de todo lo que se os ponga delante comed, sin preguntar nada por motivos de conciencia". En este caso, pues, se refiere a las relaciones con las personas no vinculadas a la iglesia. Luego en el versículo 28, dijo Pablo: "Pero si alguien os dice: Esto fue sacrificado a los ídolos; no lo comáis, por causa de aquel que os lo dijo y por motivos de conciencia, porque del Señor es la tierra y cuanto en ella hay". Aquí se alude a otro principio, sobre un asunto totalmente nuevo. Pablo acababa de aconsejar comer de todo sin hacer preguntas. Pero si el anfitrión o alguien más que estuviera sentado a la mesa daba esa información voluntariamente, que la carne había sido ofrecida a un ídolo, entonces Pablo dijo que un creyente no la debía comer. No porque estuviera mal comerla, sino porque el comerla podría perjudicar a la persona que le hizo esa observación. Es decir, que no se trataba ya de la conciencia del que iba a comer la carne, sino de la conciencia del otro, del que informó que esa carne que estaba en la mesa había sido ofrecida a los ídolos. Y entonces, Pablo continuó diciendo en el versículo 29, de este capítulo 10 de la Primera Epístola a los Corintios: "Me refiero a la conciencia del otro, no a la tuya, pues ¿por qué se ha de juzgar mi libertad por la conciencia de otro?" ¿Por qué debo estar yo limitado por algunos de estos creyentes inmaduros o débiles? Bien, leamos el versículo 30: "Y si yo con agradecimiento participo, ¿por qué he de ser censurado por aquello por lo cual doy gracias?" Pablo estaba preguntando si era justo juzgar a alguien por causa de la conciencia de otra persona. En su respuesta, estableció un gran principio. Leamos el versículo 31: "Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". Vemos que hasta ese momento Pablo había establecido grandes principios relacionados con la libertad del cristiano. Uno de ellos era el siguiente: Todo me es lícito, pero no todo conviene. Y el otro principio era: todo me es lícito, pero no todo edifica. Ahora, estableció otro principio; Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. Ésta es la prueba que cada creyente debiera aplicar a su vida. No se trata de preguntarnos: ¿Debo yo hacer esto, o no? Sino que la pregunta debiera ser: ¿Puedo hacerlo para la gloria de Dios? Desgraciadamente hay creyentes que ni siquiera van a la iglesia para la gloria de Dios. Dios sí ve los motivos por los cuales algunos asisten a la iglesia y Él percibe si esos motivos están relacionados con el hecho de tener comunión con Él, o si más bien están relacionados con los demás creyentes. Lo importante es que todo lo que el creyente haga sea para honrar el nombre de Dios. Luego el apóstol dijo en el versículo 32, de este capítulo 10, de la Primera Epístola a los Corintios: "No seáis motivo de tropiezo ni a judíos ni a no judíos ni a la iglesia de Dios". Pablo dividió aquí a la familia humana en tres grupos: judíos, los que no lo eran, y la iglesia de Dios. Algunas de aquellas personas tenían creencias diferentes, un ejemplo era la aversión de los judíos por la carne de cerdo. Invitar a un judío para comer jamón hubiera sido, pues ofensivo. Así que los creyentes tenían que amar a otros lo suficiente como para evitar acciones que les ofendieran. Y los no judíos tenían también otras peculiaridades. Habría resultado imposible complacerlos a todos y se requería, como se requiere hoy, un esfuerzo por parte de cada uno para no ofender a aquellos con quienes estaban en contacto en la convivencia social incluyendo, por supuesto, a los miembros de la iglesia. Este esfuerzo es importante hoy, especialmente, entre personas de diferentes edades o generaciones, y debe incluir una actitud mutua de amor y comprensión, que incluye ceder en algunos aspectos como, por ejemplo, el aspecto y la vestimenta en las reuniones de una congregación, que deben estar acordes con un respeto al lugar y al conjunto de los creyentes. Ésas son, pues, las tres grandes divisiones de la familia humana en el día de hoy. Ahora Pablo dijo aquí en el versículo 33, de este capítulo 10, de su Primera Epístola a los Corintios: "Del mismo modo, también yo procuro agradar a todos en todo, no buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos". Lo que hacemos, primeramente, lo hacemos para la gloria de Dios. El dijo: "Si, pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". Y creemos que un creyente, por ejemplo, una ama de casa en sus quehaceres domésticos, o alguien que trabaje en el campo en sus labores agrícolas, u otros en oficinas, o los profesionales en su trabajo, pueden todos ellos, cada uno en su ámbito de acción, realizar sus tareas para la honra y gloria de Dios. Si se trata de una tarea en la cual usted puede honrar el nombre de Dios y usted no la realiza con esa motivación, es mejor que no la lleve a cabo. Si vivimos de esta manera, somos un testimonio vivo ante el mundo que nos rodea, para que aquellos que están perdidos y alejados de Dios puedan ser atraídos a la persona de Jesucristo y así ser salvos. Eso fue algo parecido a lo que dijo una persona a un hombre que estaba repartiendo folletos de propaganda cristiana a toda la gente que pasaba, pero una persona le preguntó, "¿Qué es eso?" A lo cual respondió, "Un folleto impreso que explica lo que yo creo". La persona le contestó, "Bueno, yo no sé leer. Pero, ¿sabe una cosa? yo voy a ver qué clase de impresión me causa usted". Y ésa es precisamente la impresión que hace que nuestro mensaje toque la vida de las personas. La gente examina las huellas que vamos dejando en este camino de la vida, más que el mensaje escrito de nuestros libros, folletos y cualquier clase de literatura. Es bueno difundir nuestras creencias por todos los medios a nuestro alcance, pero junto con ellos, debemos dejar las huellas apropiadas para que los demás vean la imagen de Cristo reflejada en nuestra vida diaria.
Nuevos Diez Mandamientos - Diez Mindfulness - para el tiempo desde y después de Corona: Un borrador de mandamientos nuevos, de aplicación general, que pueden servir como guía ética para todas las personas, independientemente de su religión o creencias