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Raznovich, Diana.-Jardin de Otoño
Raznovich, Diana.-Jardin de Otoño
PRIMERA ESCENA
ROSALÍA.- ¿No habíamos quedado en algo para esta noche vos y yo?
Mirá qué luna. Toda para nosotras. Pero ¿vos qué sabés de la luna? Vos no
tenés fuerza necesaria para quedarte despierta conmigo. Yo ya lo sabía. Y
además estoy tan acostumbrada… Si yo pudiera dormir así… con el cuerpo
relajado y las manos tan caídas. (Le acaricia la cabeza.) como una criatura
cansada de jugar que cae rendida después de comer el flan de dulce de leche.
Ni buenas noches me decís… ni buenas noches… Yo tampoco te diría buenas
noches… (Se acerca a la ventana y mira la luna en silencio.) La luna está
muerta de risa hoy. Se ríe de vos que ibas a pasar la noche despierta. ¿Vos no
te quedabas despierta toda la noche en Carnaval?
ROSALÍA.- Si te digo la una, si te digo las dos, si te digo las tres, si te digo las
cuatro…
ROSALÍA.- Leche.
GRISELDA.- ¿Leche?
ROSALÍA.- Whisky.
GRISELDA.- ¿Importado?
ROSALÍA.- Voy a llegar. Ya vas a ver. Tengo que verlo a Félix. Júpiter estaba
mal sobre mi luna pero esta semana me libera. He decidido ser otra.
ROSALÍA.- ¡No!
GRISELDA.- Te canto.
ROSALÍA.- Sí. Algo español. (Griselda se pone a cantar algo flamenco.) ¿Y qué
pasó con Daniel?
GRISELDA.- El anillo de una novia… o el ojo alerta de Dios. (De pronto llora.)
Yo también hoy lo perdonaría.
SEGUNDA ESCENA
MARCELO.- dígale a su novio que cuando quiera pase, que siempre es bueno
darle una revisadita… y también dígale que… (Se interrumpe.) Casi meto la
gamba.
(Valeria se ríe.)
GRISELDA.- ¡Para mí que se lo dice! Ay, por ese maldito Félix mirá lo que te
perdés Rosalía. El mejor capítulo del año…
VALERIA.- Marcelo…
GRISELDA.- ¡Rosalía te perdidste el mejor capítulo del año! ¡Qué bien besás mi
amor, qué bien besás mi vida…!
MARCELO.- Yo, sé que usted piensa que soy un rata, que ando siempre con la
mano llena de grasa y con este mameluco que camina solo… en serio… camina
solo… el otro día fui al zoológico con la nena de Juan y me empilché de
verdad… y cuando llegamos a la jaula del hipopótamo nos dimos cuenta que el
mameluco nos venía siguiendo desde hacía más de media hora… No se ría… yo
creo que nací con el mameluco puesto y me voy a morir con el mameluco
puesto… y el día que me case con usted me voy a casar con el mameluco para
que usted no se olvide que se está casando con un laburante de esos que los
patucos de su familia desprecian porque es mersa o porque come manzanas y
las hace crujir… (Saca una manzana del bolsillo.) El día que usted pruebe esta
manzana pierde para siempre… (Se la come.) Por eso no la quiere morder...
Porque usted sabe que esta manzana es más peligrosa para usted que todos
esos caviares y esos langostinos que le sirven de desayuno todos los días ese
mayordomo con cara de paraguas que le inaugura el día. ¿Sabe como le voy a
inaugurar yo los días a usted?
MARCELO.- Así se los voy a inaugurar. (La besa apasionadamente.) Así se los
voy a inaugurar.
GRISELDA.- ¡Otro beso más. Ay, como me gustaría que me besaras así! (Besa
la pantalla)
Y usted mi señor Don helecho ¡Mire que caiducho que se me ha puesto! ‘Venga
para acá., no se haga el mimoso! (Le hecha agua.) Con esa melena toda
verde… toda desparramada como un galán de televisión. (Arregla el helecho.
Lo abraza como si fuera Marcelo.) ¿Qué te pasa? Vamos a ver. Cuénteme.
¿Estás asfixiado? Algún día yo me voy a ir de esta casa, y me voy a llevar todas
mis plantas. Estoy esperando que se resuelva el problema de los abogados de
la herencia de mi tío y me los llevo a todos bien lejos, a un lugar sin estufas.
¡Finalmente estoy dejando mi vida por pagarle esta habitación a ella! Me los
llevo a todos a una casa en el mar. Me encantaría vivir en el mar como
Alfonsina Storni.
Siempre quise ser Alfonsina Storni. Tengo todas las condiciones para serlo.
Pero yo no fui Alfonsina Storni, estoy acá encerrada cosiendo para la gorda de
al lado.
(Sobre esta situación llega Rosalía agitada de la calle, ha corrido para llegar a
tiempo para no perderse el capítulo de hoy.)
ROSALÍA.- Me volvió loca ese hombre. Tuve que comprarme algo. Cuando salí
de su casa estaba con un ataque. No me paraba nadie. Me fue bárbaro. No
sabés las cosas que me dijo. (Pausa. Retoma lo del vidente.) Este año vienen
con todo. Hay un hombre en mi camino. ¿Podés creerlo? Me senté, me miró a
los ojos. Qué ojos que tiene, son casi amarillos. Nunca vi un color tan horrible
de ojos. Pero te penetran, te traspasan la cabeza. Sentía los ojos de él en el
centro de mi cuerpo. “Hay un hombre” me dijo. Inevitable. Te lo juro que me
dijo eso. Un hombre joven. Después recien tiró las cartas. Salían triunfos por
todas partes. Y amor, amor. Félix usted me está macaneando, le dije. No me
contestó pero tiene una seriedad que mata. No le gustó nada. (Pausa.) Me
debo haber perdido un capítulo bárbaro. Yo quería llegar, pero vi la lámpara y
me perdí ¿Viste? Es igualita a la del escritorio del padre de Valeria. (Retoma.)No
le gustó nada, y entonces me dijo: “Hágame preguntas usted”. No se enoje
félix, le dije, lo que pasa es que viene todo tan bien, que no lo puedo creer.
“Hágame preguntas”, me contestó. Con eso me mató. ¿Qué hombre?, le
pregunto. El hombre que usted quiera me contestó. Con eso me mató. El
hombre que yo más quiera. Pero yo estoy enamorada de un galán de televisión.
Le dije. No me contestó nada, pero tiró dos cartas y salió triunfo. Creer o
reventar. Dos cartas seguidas, “Hágame otra pregunta”, me dijo. Entonces le
pregunté por vos. Tiró dos cartas y lo mismo.
GRISELDA.- ¿Yo?
ROSALÍA.- El hombre que vos quieras. “Ella también está enamorada de un
galán de televisión”. Le dije.
GRISELDA.- ¿Y?
GRISELDA.- ¿Y?
GRISELDA.- ¿Y?
GRISELDA.- ¿Y?
ROSALÍA.- Triunfos. Triunfos por todas partes. Le pagué y me fui. Cuando salí a
la calle no sabía que hacer conmigo. Es la primera vez que me dice algo bueno.
Algo tan rotundo. A veces me ha dado aliento. Me ha dado optimismo, no sé…
pero hoy… ¿Se vieron o no se vieron Valeria y Marcelo?
GRISELDA.- Sí.
GRISELDA.- Estuvo genial, para comérselo. Con esa cancha que tiene para
hablar… tan zafado… (Se ríe mientras Rosalía la mira seria.)
ROSALÍA.- No me digas que la besó. (Se angustia.) Hace tres meses que
venimos esperando que la bese. ¿Cómo la besó?
GRISELDA.- En la boca.
¿A dónde te vas?
GRISELDA.- El mejor.
GRISELDA.- La agarró con las dos manos de la cara, y le dio un beso largo,
largo, largo.
ROSALÍA.- ¿Y después?
ROSALÍA.- ¿Y el novio?
ROSALÍA.- ¿Largo?
GRISELDA.- más largo que el anterior. (Pausa.) Qué bien besa, si vieras. ¡Con
ese overol! Todo manchado de grasa y esas manos enormes todas mugrientas.
Le agarró la cara y ella temblaba. Viste como es ella, tan frágil, parece que se
fuera a deshacer.
ROSALÍA.- ¿Cómo habrá hecho la madre para tener un hijo tan lindo?
ROSALÍA.- O el padre.
GRISELDA.- O los dos. ¿Te imaginás? El padre, la madre, y los trres hermanos
todos lindos.
GRISELDA.- Otros.
GRISELDA.- Qué vas a comparar. El otro era flaco, con anteojos, tartamudo y
medio chueco. ¿Ese es un hombre? En cambio éste es alto, de mirada
despejada, ojos que te atraviesan, no sé, y esa cosa de muchachón tan tierno,
me vuelvo loca. ¡Ay! Me vinieron ganas de decir el poema que le escribí. Unas
ganas así, de repente, no sé… (Emocionada.) Me siento inspirada.
(Desde la última estrofa las luces han ido disminuyendo hasta apagón.)
TERCERA ESCENA
(al encenderse las luces Griselda está rodeada de sus plantas, vestida con una
bata blanca de corte oriental haciendo una gimnasia respiratoria muy lenta,
concentrada y armónica. Mientras Rosalía barre frenéticamente.)
Aspiramos con los pulmones abiertos al aire que nos envuelve. (Aspira y tose.)
ROSALÍA.- Hay plazas. Hay jardines públicos, hay centro de rehabilitación del
asmático. Hay grandes espacios abiertos.
ROSALÍA.- (Se ríe.) ¡Gimnasia! ¿No te das cuenta que Samatra no es hindú?
¿No te das cuenta que esa no es ninguna gimnasia? ¿No te das cuenta que te
saca el dinero como a un pobre idiota? ¿No te das cuenta de nada en esta vida?
GRISELDA.- Creo que sería mucho más grave que te viera a vos. No podría
resistirlo.
GRISELDA.- Entonces barro este sillón que es mío. Mío. Mi sillón. Mi escoba. Mi
Mariano Rivas. Mío. Mío. Lo mío es mío. Mi gimnasia. Mi asma. (Barre
frenéticamente el sillón.)
ROSALÍA.- ¿Tengo que esperar a fin de mes para que te vayas? ¿No podemos
adelantar un poco la fecha?
ROSALÍA.- (Se ríe.) ¡Yo te envidio! Pero ¿cómo creés que tenés algo digno de
ser envidiado? ¿Qué puedo envidiar de una esmirriada que saluda con los
brazos hacia el este? ¿Qué envidia puede despertar una asmática sin pasado ni
futuro que no tiene dónde caerse muerta? ¿O vos te creés que Mariano Rivas
podría siquiera fijarse en vos? ¿Vos creés que te miraría aunque sea un
segundo?
GRISELDA.- No metas a Mariano Rivas en todo esto. El no tiene nada que ver.
No lo metas ¿entendiste?
Voy a mandar a mi primo con el camioncito para que me recoja las plantas y lo
demás te lo dejo. (Le paga el alquiler.) Te pago el mes entero total falta poco y
a vos el dinero te viene bien. (Rosalía rome el dinero. Después le arranca la
valija la abre y tira todo su contenido. Caen algunas ropas y muchos poemas.
Hay un silencio espeso. Después Rosalía misma comienza a recoger las cosas
de Griselda.)
ROSALÍA.- Quedate.
GRISELDA.- No sé. Ya voy a encontrar un lugar con patio. Yo soy una persona
asmática, necesito un patio.
ROSALÍA.- Quedate. Te puedo dar otra habitación más. La del fondo para que
te instales un gimnasio allí.
(Se ríen.)
GRISELDA.- A Mariano Rivas e deben encantar las mujeres enérgicas como vos.
Decididas a todo…
ROSALÍA.- Sí Griselda, algún día seremos felices, algún día seremos jóvenes,
algún día Mariano Rivas se enamorará de nosotras, vestido de Marcelo el
mecánico, lleno de esa grasa que le queda tan bien, nos besará en la boca, y
nos dirá, chiquitas mías, algún día, algún día… algún día…
(Apagón.)
CUARTA ESCENA
(Silencio.)
(Rosalía se saca las naranjas, Griselda agarra un plato donde hay preparadas
tiras de distintos vegetales verdes y los coloca ordenadamente sobre la cara de
Rosalía.)
(Se ha pegado muy fuerte y le saltan las lágrimas. Se acerca a Rosalía y le saca
las verduras, se miran intensamente en silencio, sin decirse nada, después
Griselda, tratando de repararse. Rosalía enciende el televisor.)
(TELETEATRO.)
VALERÍA.- (Feliz.) Papá papito papitin. (Lo llena de besos. Se sienta en las
rodillas del padre.)
VALERÍA.- (Se ríe.) Nada que ver. (Lo besa.) Estoy feliz… eso es todo…
PADRE.- Me tenés.
PADRE.- Algunas veces… (Se ríe.) Algunas veces sí. (Pausa. La besa.) Javier
Ugarte es un muchacho muy serio. Es difícil para mí no sentir celos, pero tengo
confianza en Javier. Me gusta. Me gusta su entereza, me gusta su manera de
ser joven. Un joven con los pies sobre la tierra, que pisa fuerte. Lleno de vida,
lleno de posibilidades. (La besa.) Que seas muy feliz hijita, muy feliz…
(Emocionado.) Tan feliz como yo te lo deseo…
PADRE.- ¿Qué?
(El padre le da una cachetada. Ella llora. Sobre este plano corte.)
GRISELDA.- Mirá ese pelo. Hoy lo tiene más lindo que nunca…
GRISELDA.- Mirá, cómo se pone los tornillos en la boca, qué bien le queda.
ROSALÍA.- Es que tiene los dientes de caníbal. Viste cómo mastica. Me encanta
verlo comer, sobre todo cuando se traga a mordiscones una manzana.
ROSALÍA.- También puede terminar bien. Marcelo se casa con Valería y Javier
reconoce sus errores y se va del país.
GRISELDA.- ¿Y eso que tienen que ver? ¿O solamente van presos lo que han
hecho algo?
ROSALÍA.- No nos podemos quedar así, de brazo cruzados. Hace cuatro años
que venimos siguiendo los teleteatros donde trabaja Mariano Rivas. Acordáte el
año pasado con un “Muchacho Terrible”. Que sufrimiento, corría carreras de
auto como un desafortunado. Nunca sabíamos si iba a vivir o no.
ROSALÍA.- Al autor del teleteatro, por supuesto. (La atiende.) Hola, buenas
tardes. Comuníqueme por favor con el señor Gaspar Méndez Paz. (Pausa.) De
parte de Lolita Torres. (Pausa.) Hola, sí, no, no soy Lolita Torres pero dije que
era Lolita Torres porque si no usted no iba a querer atenderme. Yo soy Rosalía
Echague una constante, una apasionada espectadora de sus tiras y lo llamaba
para preguntarle si el teleteatro va a terminal mal, y para pedirle por favor que
no lo meta preso a Marcelo, que ya ha sufrido bastante para conseguir el amor
de Valeria, y ahora que lo tiene, justo se lo va a arruinar. (Pausa.) Me cortó.
(Vuelve a llamar.) Con el señor Gaspar Méndez Paz. De parte de Susana
Giménez. (Pausa.) Hola, soy Rosalía Echague otra vez. (Pausa cortada.) ¡Dios
mío! (Cuelga.)
ROSALÍA.- (Le agarra un ataque.) Tiene mucho que ver, sabés. Félix me lo dijo.
Mi vida pega un salto en este momento. Mi vida cambia pero no cambia sola.
Vos también tenés que cambiar conmigo. Hay un hombre. Tenemos que hacer
algo.
GRISELDA.- ¿Qué?
ROSALÍA.- Él tiene que saber que existimos. El tiene que meterse en nuestra
vida. Me lo dijo Félix. Es cuestión de atreverse.
ROSALÍA.- Dios creó la vida para ser vivida. Dios nos va a perdonar. Arrodíllate
Griselda. Pidámosle perdón a Dios.
GRISELDA.- Perdón.
(Apagón.)
QUINTA ESCENA
(Es de noche. Una luz violácea cruzada por el brillo de los relámpagos cruza la
escena vacía. Afuera llueve intensamente, y durante unos instantes las
ventanas abiertas golpetean ininterrumpidamente, la jaula de los loros oscila
movida por el viento, después la pausa, Rosalía, furiosa y desencajada entra a
escena. Tiene el pelo muy revuelto, y la cara cubierta con una crema muy
blanca. Descalza, y con un ancho camisón sin gracia. Parece un fantasma de sí
misma.)
ROSALÍA.- ¡Otra vez las ventanas abiertas! ¡Pero vos qué tenés en la cabeza?
¡Se nos viene abajo la casa, y vos seguís durmiendo tranquilamente! ‘Nos vas a
matar a todos! (Cierra furiosamente las ventanas que se le resisten por el
viento.) ¡Hace veinte años que abrís las ventanas que yo cierro! (Un odio casi
descontrolado ocupa su cuerpo, de vuelta por el escenario como buscando una
presa para matar. Finalmente agarra un helecho.) Hace veinte años que vivo
entre verduras. Veinte años escuchándote hablarle a la Begonia para que nos
quite el mal de ojo, y la violetita de los Alpes para curar el catarro, y a mi Don
Helecho macho para conseguir novio.(Levanta en alto el helecho como una
ofrenda ante una altar.)
¡Mirá como te quito la soledad! ¿No te sentís mejor ahora? Yo no espero más
Griselda. ¿No te das cuenta? Yo no puedo más. Ni begonias, ni hortensias, ni
malvones, ni clavelinas del aire… en esta casa hace falta un hombre! ¡Un
hombre, no verduras! (Deja el helecho, saca violentamente a los loros de la
jaula. Y los arroja por la ventana. Después, dificultosamente, vuelve a cerrar el
ventanal.) ¡A volar, muchachos, a volar! ¡En esta casa nadie los necesita!
¡Quítame la soledad! (Después de cerrar el ventanal vuelve a rondar por el
jardín de invierno como buscando algo.) Yo voy a traer un hombre a esta casa.
Y vos me vas a ayudar. Vos Griselda. Despertate. (Se trepa a una escalera y
busca sobre un armario o una alacena una caja de hierro oculta. Todavía ahí
arriba la abre y saca un revólver. Lo mira asustada y casi embelesada.)
¡Quítame la soledad! ¡Quítame la soledad!
ROSALÍA.- Ves que no soy sonámbula. Estoy despierta. Tengo los ojos abiertos.
Mucho más abiertos que vos.
ROSALÍA.- Una vez vos quisiste usar este revólver para dejar de sufrir. ¿Te
acordás? (Griselda no le contesta) Habías dejado una carta y todo. ¿Te
acordás? (Pausa.) ¿Te acordás?
GRISELDA.- Sí.
GRISELDA.- Sí.
ROSALÍA.- Vos le cantabas todas las noches al Don Helecho macho. ¿Te
acordás?
GRISELDA.- Sí.
ROSALÍA.- Pero el Don Helecho macho no te quito la soledad.
GRISELDA.- No.
GRISELDA.- No.
GRISELDA.- Sí.
ROSALÍA.- Vamos a traer a Mariano Rivas a casa. Con esto, vos y yo.
ROSALÍA.- Repetilo.
GRISELDA.- Me voy a atrever Rosalía. ¡Me voy a atrever! ¡Siento que me voy a
atrever!
GRISELDA.- Yo también.
GRISELDA.- (Se ríen.) ¡Hoy es ese día Rosalía! ¡Hoy es nuestro día! ¡Ahora nos
toca vivir a nosotras! ¡Ahora por fin nos toca vivir a nosotras nuestro gran
amor…! ¡Ahora!
PRIMER ESCENA
MARIANO.- No. No voy a saltar. (Con ira contenida.) Ya no. (Pausa.) ¿Puede
por favor apuntar para otro lado? (La señala a Griselda.) ¿Por qué no la mata a
ella?
MARIANO.- Uy, pero eso está muy pasado de moda. Ahora los asesinos vienen
con cara de ángeles. Y de los ángeles hay que cuidarse las espaldas. Ya no es
como cuando era chico que el malo tenía cara de malo, y al bueno se lo
reconocía hasta por la manera de caminar. ¿Quién diría por ejemplo que
ustedes dos me van a matar?
MARIANO.- ¿Ah, no? ¿Y qué vamos a hacer con él? ¿Nos lo vamos a comer?
¿Para qué sirve un revólver? ¿Eh? ¿Para qué sirve? ¡Contésteme!
ROSALÍA.- (Le da un acceso de risa histérica.) ¿Usted sabe qué significa para
nosotras tenerlo hoy aquí? ¿Nunca leyó nada sobre los espejismos en el
desierto? Mirarlo todos los días por esa pantalla es un espejismo y esta casa era
un desierto hasta que entró usted… (Se ríe.) Se despiertan hasta las plantas…
no, no tienen idea de nada. Por eso piensa que lo vamos a matar, querido
mío… ¿Usted se cree que yo voy a apretar este gatillo contra lo que más quiero
en la vida? (Se ríe.) Es un instante… no tiene idea de lo que despierta…
MARIANO.- Ah nos empezamos a tutear. El arma trae confianza, eh… (Se ríe)
Así que no me iban a matar… (Se ríe.)
MARIANO.- Soy un actor exitoso y con trabajo pero eso no quiere decir que sea
millonario así que no estoy dispuesto a pagar sumas delirantes para que me
dejen tranquilo. Eso se los aviso de antemano… ¿Cuánto quieren?
ROSALÍA.- ¡Cállese la boca, por favor! Aquí nadie le va a sacar dinero. No nos
siga humillando de esa manera. No sabe con qué personas está tratando. Está
completamente equivocado. Ni lo vamos a matar. Ni le vamos a sacar su
dinero. Pero ¿con quién cree que está?
MARIANO.- Llamemos a las cosas por su nombre, eh. Las personas que privan
a otro de su libertad y se lo llevan, se llaman secuestradores. Y las personas
que amenazan a otro con un arma son asesinos aunque todavía no hayan
matado a nadie. Llamemos a las cosas por su nombre. (Pausa.)
MARIANO.- No.
MARIANO.- No.
GRISELDA.- ¿Qué hay en el fondo de mis ojos? ¿Atrás, atrás, atrás? Usted sabe
ver muy atgrás. Me está taladrando.
MARIANO.- No.
GRISELDA.- ¿Ve deseo?
MARIANO.- Sí.
MARIANO.- Sí.
MARIANO.- No lo sé.
GRISELDA.- Sí que lo sabe. Siempre lo supo, desde que entró por esa puerta.
¿Sabe cuándo me enamoré de usted? Hace casi tres años, un jueves. Usted
hizo un gesto de rascarse la cabeza, un gesto sin importancia un gesto
cualquiera. Era un día muy frío, y yo estaba tomando chocolate porque era mi
cumpleaños. Rosalía se había ido a La Plata. Y usted se rascó la cabeza de
aquel modo tan inocente. De aquel modo tan de niño travieso… ¿No podría
volver a rascarse la cabeza así, ahora? ¿No me haría ese regalo otra vez?
ROSALÍA.- ¿Ves? ¿Ves lo que conseguí? Ahora se quiere ir. No le haga caso ella
necesita hablar constantemente. Hace veinte años que la escucho. Lo mejor es
no hacerle caso. Míreme a mí. (Le agarra la cabeza.)
GRISELDA.- Mírela, sí. Mírela a ella también. ¿No hay toda una mujer allí
dentro? ¿Le parece que esa mujer puede lastimarlo?
MARIANO.- ¡Me quiero ir! ¡Lo único que quiero es irme! (Se larga a llorar para
lograr su objetivo.) Me están esperando. Me tengo que ir. Es tarde ¿No se dan
cuenta?
ROSALÍA.- ¿No te das cuenta que no quiere que lo huelas? ¿No te das cuenta
que lo estás molestando? ¿No te das cuenta que se nos está poniendo cada vez
más triste? Nada de nosotras le interesa. Quiere irse. Lo único que quiere es
irse. Y nosotras no se lo vamos a impedir. Si él no es feliz aquí adentro lo
vamos a dejar ir. (Él no puede llorar.) Lo vamos a dejar ir para que vuelva a su
vida. No podemos seguir entreteniéndolo con tonterías. Él es un caballo de
caza. Necesita libertad. ¿No es cierto mi amor? No llores más que te vamos a
dejar ir… (Lo protege. Lo acaricia.)
(Apagón.)
CUARTA ESCENA
(Al encenderse la luz hay completamente otro clima. Los tres están sentados a
la mesa comienzo la cena fría que prepararon para recibirlo. Se los ve
entretenidos, relajados y conectados.)
ROSALÍA.- ¡Eso! ¡Hay que agarrarse de las paredes cuando el piso tiembla!
MARIANO.-¡Y yo estuve en el maremoto del Canal! (Se ríen.) Los maté con la
indiferencia. Agarradito a las paredes. Sin moverme. (Estira los brazos y cierra
los ojos.) Porque lo que el productor no sabía es que yo sabía que el productor
me iba a tener que venir a buscar a mi casa para pedirme por favor que hiciera
la tira. (Disfruta del recuerdo.) Y me iban a tener que pagar todo lo que yo
pedía, peso sobre peso. Porque yo sabía que Julián Iraola había ya firmado
contrato en otro canal. (Se ríe.) Ese dato me lo había batido el propio Julián
que es mi amigo y no de ellos, como ellos se creían. No solamente el productor,
sino todo el equipo… JUulián es mi amigo… así que me tuvieron que venir a
buscar con la cola entre las patas…
ROSALÍA.- Y gracias a eso esta noche hay luna llena. (Se ríen.) Y con ese
dinero yo pude cocinar mi famoso paté trufado.
(Se ríen.)
MARIANO.- Sí, en secuestros sí. Creo que es el único rubro que me quedaba.
MARIANO.- Soy un muchacho cruel. (Pausa.) Y eso las vuelve locas. ¿No?
Cuanto más cruel, más locas. ¡Mire que cosa! Los días en que me pongo
buenito las chicas cambian de canal. (Agarra la cara de Griselda con fuerza.) Te
gusta que te tengan cortita, ¿no?, a vos también te gusta. Confesá, total no te
escucha nadie.
MARIANO.- Miren, miren, como tiemblan. Así las tengo todas las tardes. Así
tengo un millón de mujeres todas las tardes. Así, como están ustedes en este
momento
GRISELDA.- ¿Un millón?
MARIANO.- (Las tiene.) Se siento esto, esto que yo siento ahora. (Se ríe.) Y
esto es el éxito. Cuando sentís esto quiere decir que triunfaste. (Se ríe.)
MARIANO.- Me da risa mi vida. (Las suela.) Cuando era chico construía torres.
Mi papá era carpintero y me dejaba las maderitas que sobraban y yo me
armaba torres que llegaban hasta el techo. Y después intentaba subirme hasta
la punta.l pero las maderitas no aguantaban. Se quebraban y yo me caí al suelo
y golpeaba la espalda. Pero no e desesperaba. Empezaba de nuevo a construir
otra torre más fuerte. Le metía remaches por todas partes. La apuntalaba con
travesaños especiales. Clavaba clavos como loco por todas partes. Y después
volvía a probar. Pero por algún lado la torre fallaba y me volvía a caer. Hasta
que un día… un día de febrero… un 7 de febrero… me acuerdo porque era mi
cumpleaños… cumplía 11 años ese día… Hice la torre más fuerte de mi vida. Y
me dije que yo voy a festejar mi cumpleaños allá arriba. Y me vestí de
cumpleaños con un pantaloncito blanco y una camisa escocesa que me había
regalado Inés y subí. Subí. Subí. (Se ríe.) Subí. Subí. Y esa vez la torre no se
quebró. Pasé todo el día allí arriba. Y decidí vivir para siempre allí. (Pausa.) Y
allí estoy todavía. Todavía estoy allí. Soplando las velitas. (Se para en una silla.)
Tengo miedo de bajar. Porque no conozco nada de lo que pasa allá abajo.
ROSALÍA.- Abajo pasan cosas tristes y feas. Mejor que se quede allí arriba.
Cumpliendo años todo el tiempo pero sin envejecer nunca. Alguien tiene que
estar allí arriba.
MARIANO.- Pasan cosas más tristes y más feas que las que pasan allí abajo
porque además no se notan. (Se ríe.) Ay si ustedes supieran las cosas que hay
que hacer para mantenerse aquí arriba. Si ustedes supieran, ay queridas ay,
(Se ríen.) Si supieran las cosas que he tenido que hacer para no caerme de la
torre. Si supieran qué se siente desde este cuerpo y desde esta jeta. Si
supieran lo que es tener una cara como esta… (Se palmea.) ¡Ay si yo les
contara como se ve el mundo desde una torre podrida! ¡Una torre podrida en
un mundo podrido! ¡Y aquí arriba, en la punta una estrella podrida! (Pausa.)
Pero nadie me va a mover de aquí. Nadie, se dice la estrella. Nadie y un día
pum. (Se tira al suelo desde arriba.) Cae. Cae con todo. (Se incorpora y las
mira.) ¿Quién lo tiro? No se sabe. No quiero saberlo. No puede perder tiempo.
Pide una manzana. (Grita.) ¡Una manzana, necesito una manzana! (Rosalía le
trae corriendo una hermosa manzana roja.) Los dientes. Tengo que mostrar los
dientes. Una buena dentadura está llena de promesas. (Vuelve a subir al
blanco.) Y así empecé a morder la manzana. Fue la clave del éxito. (Se ríe.) El
pecado capital. Firmé contrato para comerme una manzana por capítulo.
MARIANO.- (Se ríe.) Yo en cambio los jodo a todos. Porque aunque tengo
prohibido por contrato comer ninguna otra fruta, mi vieja me compra
mandarinas secretas que como antes de dormir debajo de la cama.
MARIANO.- ¿Me trajeron aquí para que les coma personalmente una manzana?
¿No es cierto? Eso es lo que están buscando. ¿No es cierto?
GRISELDA.- He buscado eso toda mi vida. No hice más que buscarlo. (Se le
llenan los ojos de lágrimas.) No hice más que buscarlo.
¡A mí no, a la manzana!
GRISELDA.- ¿Y eso qué importancia tiene? Cuando uno atraviesa ciertos límites
ya no puede volver.
ROSALÍA.- Yo traté de ayudarte, pero salió todo mal. Mirá que mal salió. Mirá
que mal.
MARIANO.- Sí. Les creí. Les créi. Todavía les creo. (Se le llenan los ojos de
lágrimas pero se ríe.) Todavía les creo. ¿Ven?
GRISELDA.- Agarrala bien. Como antes. Bien. Vos sabés agarrarla bien.
GRISELDA.- Mordela.
GRISELDA.- Subite a tu torre. (Él lo hace.) Sacate los zapatos. (Él lo hace,
subido en el arcón que fue su torre.) La remera. (Él se saca la remera. Ella la
toma, la huele. Luego lo rodea como quien rodea una estatua.) El pantalón. (Él
se saca el pantalón.)
(Apagón.)
TERCERA ESCENA.
(Al volver a encenderse las luces no ha pasado tiempo. Mariano va a
representar el teleteatro para ellas dos y se dispone a hacerlo. Hay un silencio
tenso. Mariano está fuertemente iluminado por focos como si se tratara de un
estudio de televisión. Mariano está sólo en medio del escenario. Las dos se
quedan mudas mirándolo. Mariano va poniéndose la ropa de Marcelo el
mecánico. Es un mameluco que se pone con el cierre bastante abierto. Crea el
tipo de muchacho de barrio. Mecánico, bonachón, dentro del arcón hay
herramientas, las distribuye en los bolsillos.)
ROSALÍA.- ¿Y qué me va a hacer la policía por haber sido feliz? ¿Es que alguien
puede ir preso por ser feliz? (Se ríe. Él la baja. Ella repentinamente le da un
beso en la boca.) Ahora que me lleven presa por el resto de mi vida! (Se ríe.)
Ahora que me encierren en un calabozo hasta el fin de mis días. Ya tengo
recuerdos… ya tengo recuerdos… (Se le llenan los ojos de lágrimas.)
ROSALÍA.- ¡Me besó! ¡Viste cómo me besó? Está loco por mí.
MARCELO.- Yo sé que usted piensa que soy una rata, que ando siempre con la
mano llena de grasa y con este mameluco que camina solo…. En serio.ñ…
camina solo… el otro día fui al zoológico con la nena de Juan y me empilché de
verdad… y cuando llegamos a la jaula del hipopótamo nos dimos cuenta que el
mameluco nos vení siguiendo desde hacía más de meria hora… No se ría… yo
creo que nací con el mameluco puesto y que me voy a morir con el mameluco
puesto… y el día que me case con usted me voy a casar con el mameluco para
que usted no se olvide que se está casando con un laburante… Un laurante de
esos que los pitucos de su familia desprecian porque es mersa o porque come
manzanas y las hace crujir… (Saca una manzana del bolsillo.) el día que usted
pruebe esta manzana pierde para siempre… (Se la come.) Por eso no la quiere
morder…
MARIANO.- Así se los voy a inaugurar. (La besa apasionadamente.) Así se los
voy a inaugurar.
MARIANO.- No.
MARIANO.- No.
GRISELDA.- Nada más que la parte de la inauguración del día. Nada más que
ese cachito…
MARIANO.- (Accede pero lo hace mal.) Porque usted sabe que esta manzana es
más peligrosa que todos esos caviares y esos langostino s que le sirven de
desayuno todos los días ese mayordomo con cara de paraguas que le inaugura
el día. ¿Sabe cómo le voy a inaugurar yo los días a usted?
MARIANO.- Así se los voy a inaugurar. (Le da una cachetada.) Así se los voy a
inaugurar. (Le da otra cachetada.) Así se los voy a inaugurar. (Le da otra
cachetada más.)
MARIANO.- Porque usted sabe que esta manzana es más peligrosa para usted
que todos esos caviares y esos langostinos que… (Se le llenan los ojos de
lágrimas.) que todos esos caviares y esos langostinos que le sirven de
desayuno. (La angustia y la desesperación lo sobrepasan.) ¿Mamá cómo llegué
aquí? (rta de sobreponerse.) esos caviares y esos langostinos que le sirven de
desayuno todos los días… (Tratando de no llorar.)Yo solamente quería vivir en
una torre… (Sigue con el personaje.) de desayuno todos los días todos los días
todos los días mamá en la torre todos los días ese mayordomo… yo nunca tuve
mayordomo mamá… nadie tiene mayordomo mamá… ese mayordomo con cara
de paraguas que le inaugura el día. ¿Sabe cómo le voy a inaugurar yo los días a
usted? (Llorando, increpándola a los gritos.) ¿Sabe cómo le voy a inaugurar yo
los días a usted? ¿Sabe cómo le voy a inaugurar yo los días a usted? (Cae de
rodillas. Sobre esta imagen que las deja perplejas y desoladas.)
(Apagón.)
CUARTA ESCENA
ROSALÍA.- Tal vez no sueñe con ninguna de las dos. (Pausa.) mueve las aletas
de la nariz. A lo mejor sueña con un perfume en el cuello de una mujer muy
hermosa. Parece que sonriera al dormir. Tal vez haya llegado por fin a su torre.
Y allá arriba hay luna llena y la noche es tibia y alguien lo está esperando.
ROSALÍA.- Lo vas a despertar… ¿no te das cuenta que necesita descansar? ¿No
te das cuenta que necesita soñar?
(Pausa. Hacia el final del poema Mariano ha abierto los ojos y la mira como a
una aparición.)
ROSALÍA.- Así son los sueños Mariano. Todo aquí es posible. Somo libres de
desatar los nudos que nos atan. Somos mucho más verdaderos mi amor.
ROSALÍA.- Ayudame que no voy a poder sacare esto yo sola… (Lo agarra por
detrás para sostenerlo. Él se defiende y patalea.)
ROSALÍA.- Es un hombre.
MARIANO.- Suéltenme, suéltenme por favor… les juro que hago todo lo que me
pidan les juro que las vengo a visitar todos los días… por favor…
ROSALÍA.- Un poco maricón debe ser porque con dos mujeres como nosotras
que lorodeamos de amor… algo debería haber pasado en todo este tiempo. No
digo que nos vaya a dejar embarazadas a las dos… pero algo…. Yo no sé si me
entiende… algo un poco más fuerte… (Lo besa apasionadamente. Él la rechaza.
La muerde. Ella le pega. Y vuelve a besarlo.)
ROSALÍA.- Entonces sos las dos cosas juntas: maricón por un lado e impotente
por el otro.
MARIANO.- No. No. Les aseguro que no. Les aseguro que no.
(Pausa. Lo miran.)
GRISELDA.- Que pedido tan raro… Siempre creí que la proximidad de los
cuerpos estimulaba todo el aspecto erótico… Pero claro yo soy de otra época…
no tan lejana, pero otra… ahora les gusta la distancia…
ROSALÍA.- ¿Y?
MARIANO.- Griselda. (Se ríe.) Yo tenía una maestra que se llamaba Griselda… y
era muy linda… muy morena… con el pelo largo sobre el delantal blanco y… era
mi maestra de sexto grado… y tenía unos enormes pechos, unos pechos que se
le movían debajo del delantal… Claro a los doce años a mí esas tetas me
parecían un mundo Griselda… y tus pechos ahora.
MARIANO.- Vení… (Le toca los pechos.) No, no. No puedo. Por favor volvete a
alejar… Me estaba viniendo algo… volvete a alejar…. (Griselda se vuelve a
alejar.)
MARIANO.- No… (Se ríe.) No… Pero tenía una potranca, una potranquita azul.
ROSALÍA.- Azul…
MARIANO.- No tengo ningún problema con las minas, tengo las minas que
quiero. Las mujeres me gustan mucho. (Se ríe.)
(Él se siente ahogado por las dos. Se las saca de encima con rechazo y
desesperación. Ellas quedan insatisfechas: frustradas mirándolo con rencor.)
MARIANO.- Sí…
MARIANO.- Ustedes me agarraron a la salida del Canal. Todos los actores nos
maquillamos para salir en televisión.
ROSALÍA.- Conteste. Diga algo. Defiéndase. Algo que demuestre que usted vale
la pena. Algo más que estar ahí parado con esa cabeza de mentira y es e
maquillaje pastoso que le tapa los pozos de la cara.
MARIANO.- Yo creo que es lógico que yo no haya podido, pero creo que ahora
voy a poder… lo siento, lo siento de verdad… (Agarra a Griselda.) Creo que sos
más linda que mi maestra de sexto grado y además yo ya no tengo doce años y
puedo demostrarte.
ROSALÍA.- Vaya vaya con las mujeres que lo están esperando para pedirle
autógrafos… Vaya.
MARIANO.- Yo me quiero quedar. ¿No se dan cuenta de que me quiero quedar?
Ustedes me tienen que dejar, dejarme… Yo necesito que dejen…
MARCELO.- Hum que rica que está. Es la manzana más rica de todas las que
me comí en la vida… Porque es la manzana de la felicidad…
(Se ríen y él come la manzana. Sobre esta imagen con los tres mirando el
teleteatro. Él recoge lentamente sus cosas y se va. Ellas ni lo miran
entretenidas con verlo en la pantalla.)