Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El monomito (monomyth, en inglés) o mito único, también conocido como viaje o, mejor,
debido a sus connotaciones, periplo del héroe, es un término acuñado por el antropólogo y
mitólogo estadounidense Joseph Campbell para definir el modelo básico de muchos relatos
épicos de todo el mundo. Este patrón tan ampliamente distribuido está descrito por
Campbell en su conocida obra El héroe de las mil caras (1949). Gran admirador del
novelista James Joyce, Campbell tomó prestado el término "monomito" de la novela de
Joyce Finnegans Wake.
Campbell sostiene que los héroes de numerosos mitos de tiempos y regiones dispares
comparten estructuras y desarrollos fundamentales, que aparecen resumidos en El héroe de
las mil caras:
Y añade Campbell:
Ya sea el héroe ridículo o sublime, griego o bárbaro, gentil o judío, su aventura varía poco
en cuanto al plan esencial. [Wether the hero be ridiculous or sublime, Greek or barbarian,
gentile or Jew, his journey varies little in essential plan.]
Campbell y otros estudiosos, tales como Erich Neumann, describen las historias de
Gautama Buda, Moisés y Cristo en términos de "monomito", y Campbell sostiene que
muchos mitos clásicos de gran variedad de culturas siguen este patrón básico.
Resumen
En el monomito, el héroe arranca de su mundo ordinario, y recibe algún tipo de llamada
para penetrar en otro desconocido poblado de poderes y acontecimientos extraños. El héroe
que acepta la llamada para entrar en este mundo extraño debe enfrentarse a diversas tareas
y pruebas, ya sea en solitario o con ayuda. En las versiones narrativas más desarrolladas, el
héroe debe sobrevivir a un grave problema, a menudo con ayuda. Si el héroe sobrevive,
obtiene un gran regalo, don o bendición. Después, el héroe debe decidir si regresa al mundo
ordinario con el don adquirido. Si el héroe decide volver, él o ella a menudo se enfrentan a
retos en el viaje de vuelta. Si el héroe regresa con éxito, la bendición o el don se pueden
usar para mejorar el mundo. Las historias de Osiris, Prometeo, Moisés o Gautama Buda,
por ejemplo, acatan estrechamente este modelo.
"Moisés con las tablas de la Ley", por Rembrandt. Moisés, en su faceta heroica de
libertador de su pueblo, se asocia al monomito desde el punto de vista religioso.
Campbell describe diecisiete etapas o pasos a lo largo de este viaje, aunque son muy pocos
los mitos que cumplen los diecisiete. Unos suman muchas de las etapas, y otros solo
algunas; unos mitos pueden concentrarse en solo una de las etapas, mientras que en otros se
hace frente a las mismas en un orden diferente. Las diecisiete etapas pueden organizarse de
diversa manera. Es común la división en tres secciones: "Salida" (a veces llamada
"separación"), "Iniciación" y "Retorno". La "Salida" trata de la aventura del héroe antes de
cumplir la misión, la "Iniciación" se ocupa de las diversas aventuras del héroe a lo largo del
camino, y el "Regreso" trata de la vuelta del héroe con los conocimientos y las
competencias adquiridos en el viaje.
Campbell: «[...] un bosque, un reino oculto, bajo las olas o en las alturas celestes, una isla
secreta, la elevada cima de una montaña, o un estado de sueño profundo, pero es siempre
un lugar repleto de seres extrañamente fluidos y polimorfos, tormentos inimaginables,
hazañas sobrehumanas, imposible deleite. El héroe puede salir por su propia voluntad para
llevar a cabo la aventura, al igual que Teseo cuando llegó a la ciudad de su padre, Atenas, y
escuchó la horrible historia del Minotauro, o puede ser empujado o enviado al extranjero
por un agente benigno o maligno, como Odiseo, que fue impulsado a través del
Mediterráneo por los vientos del airado dios Poseidón. La aventura puede comenzar debido
a un simple error... o aún más, uno puede hallarse simplemente paseando cuando, de forma
casual, un fenómeno singular que pasa por el lugar llama la atención de su ojo errante,
atrayéndolo a apartarse de los caminos frecuentados por el hombre. Los ejemplos de todos
los rincones del mundo podrían multiplicarse ad infinitum».
El rechazo de la llamada
A menudo, cuando se da la llamada, el futuro héroe se niega en principio a prestarle
atención. Esto puede ser por su sentido del deber u obligación, por el miedo, la inseguridad,
un sentimiento de debilidad, o cualquiera de las posibles razones que actúan para mantener
a la persona en sus circunstancias normales.
La ayuda sobrenatural
Una vez que el héroe se ha comprometido en la búsqueda, consciente o inconscientemente,
aparece un guía o ayudante mágico, o se le revela entre las personas conocidas. A menudo,
este tutor sobrenatural presentará al héroe uno o varios talismanes o artefactos que lo
ayudarán más adelante en la búsqueda.
Campbell: «Para aquellos que no han rechazado la llamada, el primer encuentro en su
singladura heroica es una figura de protección (a menudo una vieja bruja o un hombre de
edad) que ofrece al aventurero algún amuleto contra las fuerzas negativas que está a punto
de enfrentar. Lo que representa esta figura es el benigno, protector poder del destino. La
fantasía es como el consuelo y la promesa de que la paz del Paraíso, que se conoció en el
vientre de la madre, va a conservarse, que te apoya en el presente y te apoyará en el futuro
como en el pasado (es omega y también alfa), que a pesar de lo omnipotentes que puedan
parecer los peligrosos poderes que custodian el umbral de la iniciación de la vida, el poder
protector está por siempre presente dentro mismo o justo a la vuelta de las circunstancias
desconocidas del mundo. Solo hay que conocer y confiar, y aparecerán los guardianes
eternos. El héroe encuentra todas las fuerzas del inconsciente de su parte, respondiendo a su
llamada y continuando con valentía de su lado a medida que los acontecimientos se
desarrollan. La propia Madre Naturaleza apoya la gran tarea. Y en la medida en que la
conducta del héroe coincide con aquello que su sociedad requiere, él parece cabalgar a
lomos del poderoso ritmo de la historia».
Campbell: «Con esas fuerzas benéficas para guiarlo y ayudarlo, el héroe avanza en su
aventura hasta que llega al "guardián del umbral" en la entrada a la zona de poder
magnificado. Éste custodia los vínculos al mundo en cuatro direcciones —también arriba y
abajo— representando los límites de la actual esfera del héroe, u horizonte vital. Más allá de
dichos límites se encuentra la oscuridad, lo desconocido, el peligro, al igual que más allá de
la vigilancia paterna el niño se encuentra en peligro, y más allá de la protección de la
sociedad peligran los miembros de la tribu. La persona normal se siente más que satisfecha,
y hasta orgullosa, de permanecer dentro de los límites indicados, y el sentido común
corriente le da todas las razones para temer dar el primer paso hacia lo inexplorado. La
aventura consiste siempre y en todas partes en dar ese paso más allá del velo de lo
conocido, hacia lo desconocido; los poderes que se vislumbran en la frontera son
peligrosos, tratar con ellos, arriesgado, y, sin embargo, para cualquiera con capacidad y
valor suficientes el peligro se desvanece».
El vientre de la ballena
El vientre de la ballena representa la separación final del yo y del mundo conocidos por
parte del héroe. Al participar en esta etapa, la persona muestra disposición a someterse a
una metamorfosis.
Campbell: «La idea de que cruzar el umbral mágico es un tránsito hacia una esfera de
renacimiento aparece simbolizada en todas las culturas por el vientre de la ballena. El
héroe, en vez de conquistar o conciliarse con la fuerza del umbral, es tragado por lo
desconocido y parece haber muerto. Este motivo popular hace hincapié en la idea de que el
paso del umbral es una forma de auto-aniquilación. En lugar de avanzar hacia afuera, más
allá de los confines del mundo visible, el héroe va hacia adentro, a fin de renacer de algún
modo. La desaparición corresponde al ingreso del fiel en el templo, donde se vivifica por el
recuerdo de quién y qué es, es decir, polvo y cenizas solo posiblemente inmortales. El
templo interior, el vientre de la ballena, y la tierra celestial de más allá, por encima y por
debajo de los confines del mundo, son una y la misma cosa. Por eso, los accesos y las
entradas a los templos están flanqueados y defendidos por gárgolas colosales: dragones,
leones, demonios asesinos con las espadas desenvainadas, enanos resentidos, toros alados.
El fiel en el momento de entrada en el templo sufre una metamorfosis. Una vez en su
interior, puede decirse que ha muerto en el tiempo y regresado a la Matriz Universal, el
Ombligo del Mundo, el Paraíso Terrenal. Alegóricamente, de este modo, la entrada al
templo y la inmersión del héroe a través de las mandíbulas de la ballena son aventuras
idénticas, denotando, en lenguaje simbólico, el acto central de la vida y la vida renovada».
La Iniciación
Las distintas pruebas
Aquí se trata de las pruebas, hazañas o difíciles tareas a que la persona debe someterse al
iniciar la transformación. A menudo, la persona fracasa en una o más de estas pruebas, que
suelen aparecer en grupos de tres.
Campbell: «La última aventura, cuando se han superado todas las barreras y los ogros han
sido vencidos, se representa comúnmente como un matrimonio místico del héroe triunfante
con la Diosa Reina del Mundo. Este es el momento culminante en el nadir, en el cenit, o en
el borde extremo de la tierra, en el punto central del cosmos, en el tabernáculo del templo, o
dentro de la oscuridad de la cámara más profunda del corazón. El encuentro con la diosa
(que se encarna en cada mujer) es la prueba final del talento del héroe para ganar el don del
amor (la dádiva es el amor fati [el amor destinado]), que es la vida misma disfrutada como
el encierro en la eternidad. Y cuando el aventurero, en este contexto, no es un joven, sino
una dama, ella es la que, por sus cualidades, su belleza o sus aspiraciones, se ha vuelto apta
para convertirse en la consorte de un inmortal. Entonces el esposo celestial desciende a ella
y la conduce al lecho, ya de grado o por fuerza. Y si ella lo rechaza, es que la venda ha
caído de sus ojos, y si ella lo ha buscado, su deseo encuentra la paz».
Campbell: «El quid de esta curiosa dificultad radica en el hecho de que nuestro punto de
vista consciente de lo que la vida debe ser, rara vez se corresponde con lo que es en
realidad. Generalmente nos negamos a admitir dentro de nosotros mismos, o dentro de
nuestros amigos, esa fiebre enérgica, autoprotectora, desvergonzada, carnívora, lasciva en
que consiste la naturaleza misma de la célula orgánica. Por el contrario, tendemos a
maquillar, encubrir y reinterpretar mientras imaginamos que toda mosca en la miel o pelo
en la sopa son culpa de algún inoportuno que no somos nosotros. Pero cuando de repente
nos sobreviene o nos vemos obligados a convencernos de que todo lo que pensamos y
hacemos está necesariamente contaminado por el olor de la carne, entonces no es raro que
se experimente un momento de repulsión: la vida, los actos de la vida, los órganos de la
vida, la mujer en particular, como gran símbolo de la vida que es, se vuelven intolerables
para la pura, purísima alma. Aquel que busca la vida más allá de la vida debe buscar más
allá (de la mujer), superar las tentaciones de su llamada, y elevarse en el éter inmaculado
del Más Allá».
Campbell: «La expiación consiste en poco más que el abandono de ese auto-generado
monstruo doble: el dragón pensado como Dios (superego) y el dragón pensado como
pecado (el id reprimido). Pero esto requiere un abandono del apego al ego, lo que es
peliagudo. Hay que tener fe en que el padre es misericordioso, y a la vez hay que confiar en
la misericordia. Con ello, el centro de la fe se transfiere fuera del apretado anillo escamoso
del dios atormentador, y los ogros terribles se disuelven. Es en esta dura prueba en la que el
héroe puede obtener esperanza y seguridad de la figura de apoyo femenina, por cuya magia
(amuletos o poder de intercesión) está protegido para todas las experiencias aterradoras de
iniciación en que se sufre el aplastamiento paterno del propio ego. Pero si es imposible
confiar en el rostro terrible del padre, entonces la fe de uno debe estar centrada en otra parte
(la Mujer Araña, la Santísima Virgen), y fortalecido por esta confianza, uno es capaz de
superar la crisis —solo para encontrar, al final, que el padre y la madre se reflejan el uno en
el otro, y son, en esencia, lo mismo. El problema de llegar el héroe a conocer al padre
consiste en abrir los ojos de su alma más allá del terror, hasta el punto de madurar para
entender cómo las dementes y repugnantes tragedias de este vasto y despiadado cosmos se
ven perfectamente justificadas por la majestad del Ser. El héroe trasciende la vida desde
este peculiar punto ciego y por un momento se eleva a una visión de la fuente. Contempla
el rostro de su padre, comprende— y así ambos han sido expiados.
La apoteosis
Cuando alguien sufre una muerte física, o muere en sí mismo para vivir en el espíritu, él o
ella se mueve más allá de los pares de opuestos, trasladándose a un estado de conocimiento
divino, al amor, la compasión, la felicidad. Una forma más mundana de ver este paso es que
se trata de un período de descanso, paz y plenitud previo al comienzo del regreso del héroe.
Campbell: «Los que saben, no sólo que lo Eterno se encuentra en ellos, sino que lo que
ellos son realmente, y todas las cosas, es lo Eterno, habitan en los bosques del deseo
satisfecho, beben el brebaje de la inmortalidad y escuchan en todas partes la música
inaudita de la concordia eterna».
El don final
La bendición o don definitivo es el logro del objetivo de la misión. Es aquello en cuya
consecución se esforzó la persona. Todos los pasos anteriores sirven para preparar y
purificar a la persona para este paso, ya que en muchos mitos el don es algo trascendente,
como el elixir de la vida misma, o una planta que proporciona la inmortalidad, o el Santo
Grial.
Campbell: «Los dioses y diosas entonces han de entenderse como formas de realización y
custodios del elixir del Ser Imperecedero, pero ellos mismos no suponen, en su estado
primordial, el Objeto Definitivo, pues lo que el héroe busca a través de su relación con ellos
no es, en último término, a ellos mismos, sino a su gracia, es decir, el poder de la sustancia
que los alimenta. Esta sustancia-energía milagrosa, ella sola, es lo Imperecedero; los
nombres y las formas de las deidades que lo personifican en todas partes, lo dispensan y
representan, son muy diversos. Esta es la energía milagrosa de los rayos de Zeus, Yavé y el
Buda Supremo, la fertilidad de la lluvia de Viracocha, la virtud anunciada por la campana
que resonó en la Misa de la Consagración, y la luz de la iluminación última del santo y el
sabio. Sus guardianes se atreven a liberarla solo para los realmente merecedores».
El Regreso
La negativa a regresar
Después de haber encontrado la felicidad y la iluminación en el otro mundo, el héroe rehúsa
volver al mundo ordinario a otorgar el don adquirido a sus semejantes.
El vuelo mágico
A veces, el héroe debe escapar con el don, si se trata de algo que los dioses han guardado
celosamente. El regreso puede resultar tan aventurero y peligroso como lo fue el viaje.
Campbell: «Si el héroe, tras su proeza, obtiene la bendición de la diosa o el dios y luego se
le encarga explícitamente volver al mundo con un poco de elixir para la restauración de la
sociedad, la etapa final de su aventura se produce con el apoyo de todos los poderes de su
protector sobrenatural. Pero si el trofeo se ha alcanzado con la oposición de su tutor o si el
deseo de volver al mundo del héroe no cuenta con el visto bueno de dioses o demonios,
entonces la última etapa de la ronda mitológica se convierte en una animada, a menudo
cómica, persecución. Este vuelo puede complicarse mediante obstáculos maravillosos o
maniobras evasivas».
Campbell: «El héroe quizá necesite ser llevado de vuelta de su aventura sobrenatural con
asistencia externa. Es decir, es posible que el Mundo vaya a buscarlo. Debido a la felicidad
alcanzada en la morada profunda, no es fácil abandonar ésta en favor de la libre difusión
del nuevo estado. "¿Quién, una vez desechado el mundo", leemos, "puede tener deseos de
regresar otra vez? Más bien debiera quedarse allí." Y, sin embargo, en la medida en que
uno está vivo, la vida se llama Sociedad, que siente celos de los que se apartan de ella, y
acudirá a llamar a la puerta. Si el héroe [...] no se muestra dispuesto, el perturbador sufrirá
una fea conmoción; pero, por otro lado, si el convocado sólo se retrasa, subsumido en la
bienaventuranza del estado de perfección (que se asemeja a la muerte), se llevará a cabo un
decidido rescate, y el aventurero acabará reintegrándose».
Campbell: «El héroe que regresa, para completar su aventura, debe sobrevivir al impacto
del mundo. Muchos fracasos dan fe de las dificultades de cruzar este umbral de la vida
positiva. El primer problema para el héroe que regresa, tras una experiencia visionaria de
consumación del alma satisfecha, es aceptar como reales las alegrías y las tristezas
transitorias, las ruidosas banalidades y obscenidades de la vida. ¿Por qué volver a ingresar
en el mundo real, por qué tratar de hacer creíble, ni siquiera interesante, a los hombres y
mujeres que se consumen en sus pasiones, la experiencia de la bienaventuranza
trascendental? Al igual que los sueños experimentados como trascendentales durante la
noche pueden parecer simplemente tontos a la luz del día, así el poeta y el profeta pueden
sentirse a sí mismos haciendo el tonto ante un jurado de ojos sobrios. Lo más fácil es
encomendar a toda la comunidad al diablo y retirarse de nuevo a la morada en la roca
celestial, cerrar la puerta, y hacerlo sin perder un instante. Pero si algún espiritual obstetra
ha hilado el shimenawa [cordón protector del sintoismo] en el retiro, entonces el trabajo de
representar la eternidad en el tiempo, y percibir el tiempo en la eternidad, no puede evitarse.
Y el héroe regresa al mundo común y cotidiano, que debe aceptar como real».
Campbell: «La libertad de pasar de ida y vuelta a través de la división del mundo, desde la
perspectiva de un espectro que cruzase desde la profundidad causal al otro lado, y de vuelta
—sin contaminar los principios de un lado con los del otro, pero permitiendo que la mente se
aperciba de uno en virtud del otro—, ese es el talento del maestro. El Bailarín Cósmico,
advierte Nietzsche, no descansa pesadamente en un solo lugar, sino que alegre, ligero, gira
y salta de una posición a otra. Es posible expresarse desde un solo punto en cada momento,
pero eso no invalida las ideas en los otros puntos. El individuo, a través de concienzudas
disciplinas psicológicas, renuncia completamente a todo apego a sus limitaciones
personales, idiosincrasias, esperanzas y miedos, ya no se resiste a la autoaniquilación, que
es requisito previo al renacimiento en la consecución de la verdad, y es así como adquiere
la madurez, al fin, por la gran auto-expiación. Sus ambiciones personales se han disuelto
por entero, ya no trata de vivir, sino de relajarse voluntariamente ante lo que pueda suceder
en él, convirtiéndose, en una palabra, en un ente desconocido».
Campbell: «El héroe es el paladín de las cosas que advienen, no de las sobrevenidas,
porque él lo es. "Antes de que Abraham fuese, Yo soy". No confunde la aparente
inmutabilidad en el tiempo con la permanencia del Ser, ni tiene miedo del momento
siguiente (o de "otra cosa"), como la destrucción de lo permanente por el devenir. "Nada
mantiene su propia forma; la Naturaleza, el mayor renovador, siempre crea formas de otras
formas. Se asegura de que no perezca nada en todo el universo, solo varía y renueva su
forma". Así se permite que sobrevengan un momento tras otro».
Otras formulaciones
La estructura para el monomito propuesta por Campbell se ha ampliado y modificado desde
su concepción. Muchas caracterizaciones modernas añaden nuevas etapas (tales como el
nacimiento milagroso del héroe) o combinan o suprimen otras. Por ejemplo, el
estadounidense Phil Cousineau, en su libro The Hero's Journey [El viaje del héroe] , lo
divide en los siguientes ocho pasos:
La llamada de la aventura
El ciclo de pruebas
La búsqueda de una misión
El encuentro con la diosa
El don
El vuelo mágico
El umbral del retorno
El maestro de los dos mundos.
Otra formulación, también de ocho pasos, fue ofrecida por David Adams Leeming, en su
libro Mythology: The Voyage of the Hero [Mitología: el viaje del héroe]:
Doce años después de la realización de El poder del mito, Moyers y Lucas se reunieron de
nuevo para la entrevista de 1999 Mythology of Star Wars with George Lucas & Bill
Moyers, para discutir más a fondo el impacto de la obra de Campbell en las películas de
Lucas. Además, el National Air and Space Museum de la Smithsonian Institution patrocinó
una exposición, durante la década de 1990, llamada Star Wars: The Magic of Myth [La
guerra de las galaxias: la magia del mito], que recreaba las maneras en que la obra de
Campbell influyó en esta serie cinematográfica. En 1997 se publicó una guía
complementaria con el mismo título.
El movimiento de los hombres mitopoéticos dio lugar a una variedad de talleres y grupos
de trabajo, dirigidos por autores como Bly y Robert L. Moore. De este movimiento han
surgido estudios académicos serios, incluyendo la creación de diversas revistas y
organizaciones sin afán de lucro, como el ManKind Project.
Críticas
Algunos estudiosos han cuestionado la validez misma del monomito, su utilidad como
herramienta de investigación crítica, la interpretación épica, así como criticado su sesgo
masculino. De acuerdo con Lesley Northup, la teoría no se apoya debidamente en el estudio
de la corriente principal de la mitología, que tiende actualmente a contemplar toda
interpretación demasiado general o universal con recelo. Donald J. Cosentino comenta: «Es
tan importante hacer hincapié en las diferencias como en las similitudes, para evitar la
creación de una sopa Campbell de mitos sin sabor local alguno». Marta Weigle rechaza la
propia idea de un "monomito" en el que las mujeres aparecen sólo en casos excepcionales
y, cuando lo hacen, como indistinguibles de los hombres.
Otros han encontrado las categorías de Campbell en exceso vagas como para encerrar algún
sentido, y sin fundamento suficiente en la investigación académica. Muriel Crespi, por
ejemplo, escribió en respuesta a la presentación filmada del modelo de Campbell,
caracterizándolo como «[...] escasamente satisfactorio desde la perspectiva de la ciencia
social. El etnocentrismo de Campbell plantea objeciones, y su nivel analítico es tan
abstracto y carente de contexto etnográfico que ese mito pierde los mismos significados que
se suponen incorporados al "héroe"». En Sacred Narrative: Readings in the Theory of Myth
[La historia sagrada: lecturas sobre la teoría del mito] (1984), el editor Alan Dundes
rechaza la obra de Campbell, tachándolo de mero vulgarizador: «Como la mayoría de los
universalistas, se contenta con afirmar simplemente la universalidad sin molestarse en
documentarla. [...] Si las generalizaciones de Campbell sobre el mito no se han
comprobado, ¿por qué motivo deberían los estudiantes considerar su trabajo?».
Aunque la novela Dune, de Frank Herbert, aparentemente sigue el esquema del monomito,
su trama se ingenió, de hecho, para subvertir y adoptar una posición crítica sobre el mismo;
el autor afirmó en 1979: «El sentido subyacente de la trilogía de Dune es: Cuidado con los
héroes. Es mucho mejor confiar en el propio juicio y en los propios errores». Herbert
escribió más tarde, en 1985: «Dune estaba enfocada contra esta idea del líder infalible, ya
que mi visión de la historia sostiene que los errores cometidos por un líder (o cometidos en
su nombre) se amplifican proporcionalmente al número de adeptos que lo secundan sin
cuestionarlo».
Otros estudiosos han manifestado su desacuerdo con el concepto del monomito debido a su
excesiva simplificación de las diferentes culturas. Según Robert Ellwood, «la tendencia a
pensar en términos genéricos sobre personas, razas [...] representa, sin duda, el error más
profundo del pensamiento mitológico».