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HERNÁN M. D'AGOSTINO
El pasado 4 de diciembre se publicó la ley 27468, que introduce modificaciones a la reforma de la ley de
impuesto a las ganancias aprobada por la ley 27430, en relación con la aplicación del ajuste por inflación
y la actualización de costos y amortizaciones, afectando también al revalúo impositivo y a la confección de
balances contables en moneda homogénea. En este trabajo, el autor analiza el impacto que tiene esta
“contrarreforma” sobre la “reforma” original.
CONCLUSIÓN
Toda la doctrina basa el derecho del Estado a cobrar impuestos en la teoría de la capacidad contributiva. Y toda la doctrina
coincide en que la mejor medida o expresión de la capacidad contributiva es la renta. Pero para que esta última premisa sea
cierta, la capacidad contributiva tiene que ser real. Y en contextos altamente inflacionarios como los que ha tenido la
Argentina desde el año 2001, gravar la renta a valor nominal claramente no es una buena medida de la capacidad contributiva
del sujeto, sino que generalmente sobreestima la capacidad contributiva.
Para todos los que “liquidamos” impuestos, esto es prístino y se manifiesta en su mayor medida cuando calculamos
amortizaciones o valores residuales de bienes con una vida útil extendida.
La ley 27430 repuso parcialmente el ajuste de costos y fue un buen comienzo. La “contrarreforma” tira por la borda ese
buen comienzo en la búsqueda de apuntalar la recaudación tributaria. Como dijo el gran Quino a través de su querido
personaje Mafalda: “lo urgente no deja tiempo para lo importante”.
Nota:
(1) Y de paso decretó que a los fines impositivos no existió más inflación en Argentina