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3.3 Ricardo Gonzales Leandri cap.

V “Nueva Identidad de los sectores populares”


Entre las dos guerras mundiales la identidad de los sectores populares urbanos,
inicialmente trabajadora, contestaría y vinculada a un cierto desarraigo inmigratorio fue
modificándose hasta convertirse en una más fluida y reformista. Esta transformación se
vinculó a las nuevas formas de vida de los sectores populares y a la creciente incidencia
del Estado en el ámbito social. A partir de estos cambios los sectores populares
paulatinamente comenzar a percibir al Estado como un instrumento político, del cual
podían obtener beneficios.
La nueva cultura popular que comenzó entonces a conformarse, en la que tuvieron
influencia creciente el Estado, los escenarios barriales, la radio y el espectáculo
deportivo, se caracterizó por un particular pragmatismo que se hizo notorio en las
nuevas formas que adquirió “lo político”. La incidencia de los anarquistas fue
disminuyendo en favor de los partidos radicales y socialistas.
El inicio de estos cambios se sitúa, aproximadamente, en los años de la Gran Guerra,
para desplegarse en la década abierta en 1930.
Trabajadores y sectores medios: el mundo de trabajo en una gran ciudad
En el momento que estallaba la Primera Guerra Mundial, Bs. As era una de las
ciudades más grandes de américa latina, por lo cual, empleaba un número importante de
trabajadores en el área de transporte y servicio. De acuerdo al censo de 1914, de gran
relevancia es el hecho de que un 73% de todos los trabajadores mayores de 14 años era
extranjero.
Las mujeres por su parte representaban un 20,8% de esa fuerza laboral en 1914,
porcentaje que se elevó un 23% en 1935. También trabajaban en Bs. As, 24. 423 niños,
un 12% de los que entonces tenían entre 10 y 16 años.
Puede concluirse así, que el mundo del trabajo durante los años de entreguerras, fue
grande y diversificado y comprendía alrededor de un cuarto total de la población de la
ciudad de Buenos Aires.
Los sectores medios
Un proceso importante que contribuyo al cambio de fisonomía y expectativa de los
sectores populares urbanos fue la movilidad social que se produjo durante ese periodo.
Tal movilidad se hizo notoria por cierta diversificación de los trabajadores y por el
paulatino desdibuja miento de los límites entre los estratos sociales
Hacia 1930, la impronta de las capas medias en muchas regiones del país era ya bastante
notable y Bs. As fue, obviamente, la ciudad más influida por estos sectores, que pasaron
de un 38% de su población en 1914 a un 46% en 1936. Su influencia se hizo visible en
el estilo de vida de la ciudad como conjunto, en sus expectativas y en su conducta como
consumidores y seres políticos. Este crecimiento e influencia fue posibles gracias a la
peculiar evolución social del periodo, en el que las transformaciones del sistema
educativo y la demanda real de personal calificado fueron muy importantes. Otro rasgo
característico de la expansión de las clases medias fue la multiplicación del número de
propietarios y empleados de pequeños negocios.
Pero el ascenso social durante el periodo analizado no se debió, al menos de una manera
destacada, a un fenómeno de movilidad inmediata entre clases, sino a un proceso de más
largo plazo, mediado en general por la educación, y cuyos actores principales fueron
más bien los hijos o nietos, de antiguos inmigrantes.
En el crecimiento de los sectores medios sin duda influyeron también otros factores:
uno fue la incorporación de inmigrantes, que ya pertenecían a los sectores medios en su
país de origen y un segundo fue la ocupación de puestos considerados de la clase media
por los hijos de la elite, en un movimiento inverso de descenso social, que tuvo lugar en
la década de 1930.
Las condiciones de vida
Para describir de forma adecuada la evolución de las condiciones de vida de los sectores
populares en esta etapa es necesario observar con detenimiento el efecto de ciertas
oscilaciones.
Los primeros gobiernos radicales tuvieron desde el punto de vista económico dos etapas
bastante diferenciadas. Cuando Yrigoyen accedió al poder en 1916, el país estaba
viviendo las agonías de una seria depresión económica iniciada en 1913, que se
extendería hasta 1917. Durante esos años se registró un considerable desempleo, que
afecto sobre todo a los trabajadores urbanos vinculados al sector exportador. A esta
primera etapa siguió una segunda que comenzó en 1918, prolongándose hasta la
depresión de posguerra, que supuso en cambio un cierto auge económico.
Es importante destacar que durante estos años el efecto principal de la Primera Guerra
Mundial fue el surgimiento bastante acelerado de un proceso inflacionario. Al
comienzo, los precios internos se vieron afectados por los de las materias primas
importadas, mientras que a partir de 1917 lo fueron por el incremento de la demanda
externa de productos agropecuarios. Por otra parte, índices elaborados por la Revista de
Economía Argentina calculaban que el costo de la vida se había casi duplicado entre
1914 y 1920, después de esto, bajo abruptamente hasta 1922. A partir de ese año el
descenso se hizo más suave y gradual hasta 1930.
Los salarios reales por su parte, disminuyeron ostensiblemente entre 1914 y 1918, para
experimentar luego un aumento sostenido hasta 1920. A partir de 1923 se produjo un
aumento moderado del salario real, que alcanzó su punto máximo en 1928. Conviene
señalar en este punto que la diferencia entre los salarios de los hombres y de las mujeres
creció y no disminuyo en la década de 1920. Las mujeres ganaban un 40% menos que
los hombres. Las oscilaciones mencionadas permiten afirmar que durante buena parte de
este periodo la inflación fue un enemigo insidioso de los sectores populares asalariados.
La crisis mundial del 30 puso un límite evidente a la relativa mejora social de los
sectores populares. Lo más llamativo de la nueva situación fue el aumento de la
desocupación, tanto en la capital como en el conjunto del país. El surgimiento de
emplazamientos precarios habitados en su mayoría por personas sin trabajo, como por
ejemplo en “villa esperanza, y la instalación de “ollas populares” en algunas zonas de la
capital y de otras grandes ciudades son un claro indicio del deterioro que la crisis causo
en una parte importante de los sectores.
En forma paralela al incremento de la desocupación, se produjo, un deterioro bastante
generalizado de los niveles de vida. Al mismo tiempo que se reducían los salarios,
aumentaba de forma considerable los costos en alimentación y vestido
En este contexto también fue importante el descenso de las cifras de incorporación de
los extranjeros. La inmigración europea prácticamente ceso en 1930. En 1936 solo un
tercio de la población había nacido fuera del país. Esta “argentinización” de los sectores
populares se convirtió en un factor de primera magnitud como constituyente de las
nuevas formas de cultura popular. En forma simultánea, los migrantes internos
comenzaron a adquirir una importancia creciente.
Pero no solo los cambios en el origen de la población influyeron en la fisonomía y la
cultura de los sectores populares urbanos. También lo hicieron las variaciones en la
composición por sexos. La migración previa a 1930 había hecho que el predominio de
los hombres sobre las mujeres fuera especialmente relevante. Sin embargo, el índice de
masculinidad bajo de 117 en 1914 a 99 en 1930. Así hacia mediados de la década del
30, el número de mujeres ya sobrepasaba ligeramente al de los hombres.
Los sectores populares y la experiencia urbana: viejos y nuevos barrios
Uno de los procesos que más contribuyeron a la transformación de la identidad de los
sectores populares urbanos durante el periodo de entreguerras, y que dejaron huellas
indelebles en su cultura fue la constitución de numerosos barrios nuevos, en particular
en Bs. As
La desconcentración de los sectores populares de Bs. As fue un proceso que se venía
sucediendo de forma continuada desde principio de siglo. A los barrios más
tradicionales la Boca, San Telmo, se agregó una primera periferia ya visible hacia 1910:
Almagro, Palermo o Villa Crespo.
Varios factores explican estos cambios urbanos: el tranvía eléctrico constituyo un
cambio notable en la vida de una ciudad, viniendo a facilitar el acercamiento a la
periferia, junto con el ferrocarril suburbano y el subterráneo, nuevo medio de transporte
inaugurado en 1913, que sería mejorado en las décadas del 20 y 30, al que se agregó a
partir de 1928 el colectivo. Pero el poblamiento de los suburbios fue posible
fundamentalmente por otro factor: la difusión de los remates de lotes en cuotas
mensuales
En la década de 1920, ese desplazamiento de los sectores populares urbanos se
intensifico, en especial hacia las zonas sur y oeste. Además de los factores
mencionados, incidieron en este proceso la diferencia de costos de los arrendamientos y
el inicio de la instalación de fábricas y talleres en las áreas periféricas, proceso que se
extendió también de manera importante en los años 30.
Tal fue la magnitud del fenómeno de surgimiento de nuevos barrios que se ha
considerado a este periodo entre guerras (entre 1920-40), como una época dorada de
desarrollo físico y demográfico de la ciudad de Bs. As.
La experiencia de la vivienda propia
Este proceso de descentralización urbana o suburbanización, tan importante para la
evolución de los sectores populares, también puede traducirse como la experiencia de
adquirir una vivienda propia.
El pasaje de la pieza del conventillo en el centro a la vivienda unifamiliar en un barrio
se ha convertido en un lugar común a la hora de describir la evolución urbana y la
experiencia de los sectores populares. Sin embargo, la centralidad del conventillo como
hábitat de los sectores populares, que trabajos pioneros consideraban un fenómeno casi
obvio, ha sido cada vez más discutida. En efecto se calcula que tanto antes como
después del surgimiento del primer cinturón suburbano, el conventillo dio cobijo a
menos de un cuarto de la población de la ciudad.
Por lo tanto, debe admitirse que el aspecto más destacable de las formas de
habitabilidad popular fue su notable heterogeneidad: habitaciones en hoteles baratos,
fondas y conventillo, la propia fábrica, habitaciones que dedicaban a ese fin en las
propias residencias de la elite y la vivienda unifamiliar fruto del autoconstrucción
La nueva sociabilidad popular
Los nuevos barrios fueron núcleos sociales de notable peculiaridad, diferenciados de
manera bastante clara de los antiguos asentamientos obreros que siguieron conservando
su importancia y sus características típicas. Por su parte los nuevos barrios, distantes en
general de los lugares de trabajo, se convirtieron en los ámbitos del ocio popular, que
comenzaba a nacer gracias a la reducción de la jornada laboral y de la nueva vida
familiar.
Como parte de un proceso más amplio de redefinición del vínculo entre los sectores
populares y las distintas facetas de lo urbano, la calle y los lugares predilectos para
charlar y reuniones informales adquirieron un nuevo sentido social. Otro aspecto de esta
redefinición fueron el surgimiento de heterogéneos ámbitos de sociabilidad
institucionalizada y la centralidad que en forma creciente comenzó a adquirir la práctica
deportiva.
A mediados de la década del 1920, un periódico barrial mostraba su sorpresa ante el
“alarmante crecimiento del número de clubes, sociedades, comités y asociaciones de
toda índole que se observan en el barrio.
Los nuevos espacios de sociabilidad barrial se conformaron de manera febril. Muchos
de ellos nacieron de forma espontánea, para ir institucionalizándose más adelante.
Primero fueron las reuniones informales en la calle, la esquina o el almacén. Luego los
Cafés o los clubes, centros de actividades recreativas que estaban en el eje mismo de la
vida barrial. Junto a ello se desarrollaron la sociedad de fomento y el comité partidario,
que fueron expresión de la colaboración vecinal tanto para construir su hábitat como
para incorporarse al mundo político.
Tal afán asociativo, fue como ha sido señalado, producto directo del proceso de
suburbanización. Pero también lo fue del mayor entrecruzamiento de iniciativas
provenientes de distintas esferas sociales e institucionales.
Desde su mismo nacimiento, las nuevas asociaciones populares se abocaron con
intensidad a generar actitudes participativas. Al mismo tiempo se vieron a sí mismas
como sustitutas a la vez que promotoras de la intervención estatal, sobre todo en
cuestiones vinculadas al equipamiento urbano y a la educación. Muchas consideraban
que su tarea fundamental consistía en convertirse en “ámbitos donde se forja la
mentalidad del pueblo”
Debido a la amplitud de sus objetivos resulta, en muchos casos diferenciar, entre los
distintos tipos de asociaciones populares. Así las primeras asociaciones que surgieron en
el 20, tendieron a incorporar en su seno todo tipo de actividades: culturales,
relacionadas con la gestión urbana, e incluso deportivas.
En la década del 30, estas asociaciones polifacéticas tan típicas fueron eclipsadas en
gran parte por otras instituciones con mayor especificidad, fenómeno vinculado al
propio crecimiento urbano y a una cierta masificación y mayor segmentación social y
cultural de los barrios. Pueden sin embargo diferenciarse entre asociaciones cuyo
objetivo principal fue el fomentismo o la gestión de mejoras urbanas y aquellas otras
con fines específicamente sociales, deportivos o culturales, como clubes, bibliotecas y
academias.
Dentro del conjunto de estas asociaciones, las bibliotecas barriales se destacaron por su
importante papel en la conformación de nuevas redes de sociabilidad. Muchas de las
bibliotecas fueron impulsadas por los mismos sectores populares para cubrir las
necesidades muy sentidas por los vecinos. En tanto que las “bibliotecas populares”
fueron producto de la iniciativa estatal o impulsadas institucionalmente por
disposiciones del Consejo Deliberante. Como ámbitos populares que eran, las
bibliotecas tuvieron una labor más amplia que la limitada a los libros y las lecturas.
Así las conferencia o “veladas culturales” organizadas por las bibliotecas se
convirtieron en los eventos más importantes, y a la vez mas característicos, de la nueva
sociabilidad popular que se estaba conformando. La importancia de estos eventos
culturales fue, en primer lugar, que rápidamente adquirieron un valor simbólico para
vecindarios que los concebían como elementos de progreso colectivo y espacios de
participación. En segundo término, las conferencias, también fueron mecanismo eficaz
de diferenciación en el seno de los vecindarios. Puede afirmarse en consecuencia que las
conferencias pusieron en juego imágenes de identificación y diferenciación. Otro
aspecto a destacar de las conferencias, es la alta participación femenina.
La importancia adquirida por las bibliotecas y las conferencias se mostraba en plena
consonancia con la presencia de unos sectores populares ávidos por capacitarse y por
adquirir un tipo de cultura vinculado a nuevas formas de ocio que comenzaba, recién
entonces, a ser experimentado por ciertos sectores del mundo del trabajo y por las capas
medias nacientes.
Paralelamente, ese impulso asociativo e institucional dio lugar a un tipo particular de
distinticion, cuya expresión fue la emergencia de una nueva “elites barriales”. Esas
elites, que se definían como “vecinos conscientes” estuvieron conformadas por
empleados públicos que pusieron al servicio de las asociaciones toda su experiencia
administrativa y de gestión, algunos “vecinos caracterizados” (médicos) y algunos
trabajadores que se destacaron por su intensa actividad asociativa. Sin embargo, en
muchos vecindarios, especialmente donde había un predominio de las clases medias, los
“vecinos conscientes” tendieron a identificarse cada vez más con los vecinos
caracterizados. En estos casos, desarrollaron actitudes con un alto grado de
ambivalencia, dado que por un lado fomentaban la solidaridad y por otra, proclamaba
un tipo particular de segmentación.
El entramado social y político
Otra cuestión de vital importancia para medir la magnitud de los cambios que se estaban
produciendo en a conformación y cultura de los sectores populares es su relación con el
mundo de la politica. El mundo de la politica comenzó a ser percibido por los sectores
populares como un ámbito que permitía la obtención de beneficios colectivos o
personales. En Buenos Aires, pocos años después de la Ley SAENZ Peña, la Ley
10.240, de Reforma de la Carta Orgánica Municipal de la Capital Federal, introdujo
cambios sensibles en la composición del Consejo deliberante, al permitir que se
incorporen, miembros de las capas medias y de otras fracciones de los sectores
populares. Con ello se inició una etapa de reformismo, tanto a nivel de funcionamiento
político como de la gestión de las mejoras urbanas, en el que se vio involucrada una
parte de los nuevos sectores, que comenzaba a afianzarse en ese entonces.
Como consecuencia de tales reformas, la UCR y el Partido Socialista, que contaba con
favores importantes de los grupos populares y en buena medida los representaban,
comenzaron a ocupar un lugar central en la politica de la Capital Federal, relegando a
los conservadores. Sin embargo, varios elementos enturbiaron el desarrollo de la
democracia a nivel local, como por ejemplo el rechazo en 1916-17 de dos propuestas
específicas: la de la Cámara de diputados, de otorgar el voto solo a cierta categoría de
mujeres y la de la negativa de los Senadores a hacer electivo el cargo de intendente.
A pesar de algunas insuficiencias, las reformas mencionadas implicaron importantes
cambios a nivel de la composición del elenco político. Dado que se dio apertura para
que ingresaran nuevas formaciones como el Partido Comunista y otras pequeñas
formaciones que intentaban defender sus intereses particulares como la gente del teatro.
La trama político social constituida por los radicales y socialistas con las masas
populares fue quebrada por los sucesos políticos de 1930, que tuvieron como
consecuencia inicial el vaciamiento de su sentido más participativo. Dicho año
represento un claro punto de ruptura a partir del cual las fuerzas conservadoras
recuperaron, mediante una amplia combinación de mecanismos antidemocráticos, la
influencia que habían perdido en el gobierno. El retorno a la competencia electoral del
radicalismo, en 1935, al levantarse la abstención partidaria, provoco algunos cambios en
la tendencia
Ante la nueva etapa que se iniciaba con el golpe de septiembre de 1930, a la que
algunos han denominado “reformismo sin participación”, el movimiento vecinal popular
no respondió de manera uniforme.
Dicho movimiento, que en los años finales de la década de 1920 había pasado por un
auge organizativo, cuyas acciones más importantes fueron la creación de una Junta
Central de Barrios conformada por los propietarios de las casas baratas y varias
confederaciones vecinales, se dividió en forma drástica y entro en una profunda crisis.
Tras esto algunos destacados dirigentes vecinales intentaron crear durante el gobierno
de Uriburu una Junta de Vecinos Notables de características corporativas. Dicha
propuesta fue rechazada por un importante número se asociaciones.
Otras facetas de los sectores populares
Entre estos sectores comenzaron a emerger un conjunto de prácticas y pugnas de alto
contenido simbólico relacionadas, sobre todo, con el auge de las prácticas deportivas y
con la constitución de un “publico deportivo”
Ya desde el comienzo del periodo de entreguerras y durante los 30, el mundo del
deporte experimento una notable expansión. Otro rasgo destacado de la realidad social
que acompaño al auge del futbol como espectáculo popular fue la mejora paulatina de
los niveles de ingreso de los trabajadores y el aumento de sus posibilidades de tiempo
libre, situación que se afianzo a partir de mediados de la década del 30 y de modo más
notorio en la de 1940.
Estos nuevos modos de expresión cultural de los sectores populares, que los
contemporáneos definían como pasionales, ayudaron a su vez a la consolidación de los
clubes deportivos, instituciones que hacia la década del 30 se convirtieron en verdaderos
símbolos locales y de pertenencia barrial.
Al mismo tiempo, los intereses de muchos clubes, creados años antes por grupos de
amigos y ahora ya bastante burocratizados, comenzaron a entrelazarse con los de la
politica.
La conversión de los sectores populares en “publico” no se produjo de manera lineal y
automática, sino que se vio atravesado por un conjunto de nuevas manifestaciones y
pugnas de notable interés simbólica. Entre ellas se destacó el arraigo que comenzó a
adquirir un tipo peculiar de violencia colectiva, de marcados rasgos juveniles. Este tipo
de expresión colectiva, comenzó a surgir a fines de la década de 1920 y se consolido
con el auge del futbol profesional en la década del 1930. A diferencia de las violencias
mas politica, vista en décadas anteriores, la violencia que emergia en la década del 30,
tuvo nuevos objetivos y destinatarios y nueva fue también la simbología con la cual se
recubrió. La violencia de las “hinchadas” fue adquiriendo mayor frecuencia con el
incremento, de espectadores.
Finalmente, espacios como la murga e hinchada, fueron también expresión de esa
nueva cultura de los sectores populares que se estaba consolidando en el periodo de
entreguerras. Estas nuevas formas del sentir popular advertían sobre la fuerte irrupción
de problemáticas particulares y diferenciadas en el seno de los sectores populares, y de
su papel todavía subalterno.

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