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Instituto Alonso de Ercilla

Lenguaje y Comunicación

Postnatal compartido: ¿Qué estamos haciendo mal?


Victoria Misito 20 Jun 2019 07:45 pm
Las cifran hablan por sí solas. Según el último balance de la Ley de Postnatal Parental,
realizado en octubre del año pasado, 1.566 trabajadores han postulado a los permisos, es
decir, solo un 0,2% de los derechos han sido traspasados a hombres. Este número
mantiene en alerta al gobierno, que para este Día del Padre lanzó una campaña con la
intención de fomentar las responsabilidades compartidas en el cuidado de los hijos. Sin
embargo, las razones por las que ellos no acceden a este beneficio están lejos de ser la
falta de ganas. Se trata de un problema mucho más profundo. Un problema que responde a
estereotipos, roles de género, brecha salarial. Y que, si se busca solucionar, requiere de un
radical cambio cultural.
6 de octubre de 2011, comuna de La Florida. En un acto público, el presidente Sebastián
Piñera promulga la ley que extiende el postnatal a seis meses. Las madres, gracias a este
beneficio, podrán optar a 12 semanas adicionales de jornada completa de descanso y un
tope de subsidio de 73,2 UF (equivalentes a $2.198.000) o a 18 semanas trabajando media
jornada con un 50% de subsidio. Además, se podrá traspasar hasta un mes y medio de
jornada completa al padre. Y si esto ocurre, el subsidio correspondiente se calculará en base
al sueldo de él.
Casi ocho años después, son las dos de la tarde y el arquitecto Branko Halat (40) comparte
con su hijo de un año, a quien apodan Brankito, en su departamento. Desde que nació se
prometió a sí mismo escaparse a la hora de almuerzo para estar con su familia, compuesta
también por su mujer, Cecilia Ortiz (38). A su alrededor se encuentran los miles de
documentos que tuvieron que hacer para ceder el permiso de postnatal parental, las últimas
tres semanas de éste. Desde que se enteraron de la promulgación de ley, aunque no estaban
convencidos de ser padres, sabían que, si lo hacían, optarían por este derecho. Branko
quería ser un papá presente. Y los dos creían en una crianza compartida. Sin embargo,
ninguno sabía la odisea que implicaría tramitarlo.
Cuando nació Brankito, en agosto del 2018, Branko se tomó el permiso de cinco días
pagados por el empleador. Y, además, otros cinco administrativos. Estuvo dos semanas en
su casa. “Para mí fue terrible tener que separarme de mi mujer y mi hijo después de eso.
Veía a mi esposa adolorida post cesárea y no quería dejarle toda la carga a ella. Sentí
mucha rabia por el poco tiempo que tenemos los hombres para involucrarnos con la
crianza. Y eso que yo pude disfrutar del doble que el resto”, recuerda. Frustrado, volvió a
su trabajo, pero con la esperanza de que en enero regresaría a su casa, ya que Cecilia le
traspasaría las últimas tres semanas de su postnatal, aprovechando que ella, como es
profesora, tiene vacaciones irrenunciables en el verano.
Branko forma parte del equipo de arquitectos a cargo de la infraestructura de una
universidad y, como es funcionario público, quiso tramitar el permiso con bastante tiempo
de anticipación. “Recuerdo que me metí a internet a averiguar y me encontré con la
sorpresa de que no aparecía casi nada. Tuve que descargarme el Código del Trabajo y
revisarlo completo. Después hablé con recursos humanos y como era el primer hombre en
acceder a este beneficio, no sabían cómo se hacía. Fui a mi Isapre, donde me explicaron
que tenía que escribir una carta con la solicitud. El problema es que no disponían de
ninguna guía para hacerlo, así que bajé una que encontré por internet. Cuando la entregué
en mi trabajo, me dijeron que no podían recibirla ya que debería haber avisado antes de que
se terminaran los primeros tres meses de postnatal de mi esposa. Volví a la Isapre, me
comentaron que era cierto, que ya no lo podía tomar. Insistí, exigiendo que me mostrarán
en qué parte se señalaba eso. Y se retractaron, ya que aún podía tramitarlo. Nuevamente
regresé a recursos humanos, me volvieron a decir que no podía y así estuve rebotando
durante dos meses”, cuenta.
El cinco de enero de 2019 Branko volvió a su casa durante tres semanas. “En ese momento
sentí una gran admiración por mi mujer. Estar solo con una guagua es súper agotador y
demandante. Cuando estuve ahí, pudimos definir nuestros roles y hacer un trabajo mucho
más equilibrado”. Aunque siente que no fue el tiempo suficiente, asegura que al menos le
sirvió para saber lo que implica estar todo el día dedicado al cuidado. Y después de esa
experiencia, asumió un rol mucho más activo en su casa. “Hicimos una especie de posta.
Yo lo cuido de seis de la tarde hasta las seis de la mañana y ahí hacemos relevo.
Como Brankito tiene problemas con el sueño, me hago cargo de él toda la noche para que la
Cecilia lo pueda hacer durante el día. Una vez que despierta, le preparo desayuno a mi
señora y vuelvo todas las tardes a cocinarle el almuerzo. Yo me quiero desprender de esa
imagen machista que ridiculiza la crianza en los hombres”.
Historias como las de Branko son casi imposibles de escuchar. Y las cifras lo avalan: él
forma parte del bajo 0,2% de los hombres que solicitó el permiso de postnatal parental el
2018, es decir, se encuentra dentro de los 63 padres que hicieron uso de este derecho. ¿Qué
es lo que realmente está pasando? ¿Por qué, pese a que estén las facilidades, las familias no
acuden a esta posibilidad de pos natal compartido?
Carla Rojas, directora académica del diplomado en Recursos Humanos y perspectiva de
género de la Facultad de Negocios de la Universidad de Chile, lleva años investigando
sobre los roles de género en el trabajo. “Hay que partir de la base de que estamos en una
sociedad patriarcal machista. Mujeres y hombres lo somos. Y por lo tanto, los
comportamientos de cada uno responden a esto. El cuidado está lejos de ser la excepción.
Me ha tocado conocer diferentes casos de hombres que inventan que tienen que ir al doctor
en sus oficinas, cuando en realidad tienen que llevar a sus hijos, por miedo a que los tilden
de ‘macabeos’ o les pongan problemas”, dice. Según la experta, una de las grandes
falencias es que las políticas públicas responden a estos estereotipos y no buscan
derribarlos. “Los países desarrollados han logrado sobrellevar el tema de la participación
laboral femenina y aumentar su tasa de natalidad gracias a que cuentan con leyes que
apuntan a corresponsabilidad, a un cuidado compartido. En el caso de Chile, la única
manera de que el hombre también se haga cargo es con la renuncia de la madre a su
postnatal. Es el uno u el otro, cuando debería ser el uno y el otro”, aclara.
Sin embargo, la solución no está en hacer responsable a los dos padres; se trata de un
problema que requiere de cambios más profundos. Para Rojas, otra de las grandes razones
que explican el por qué los hombres no acuden a este permiso se debe a que en las
empresas todos los valores de una persona están puestos en su producción. “Acá vivimos
con la cultura del 24/7. El mejor trabajador es que el está más presente y eso provoca que
nadie quiera ausentarse por unos meses. Usualmente los empleados están siendo sobre
exigidos y este tipo de permisos dejan de estar a su voluntad. Si te vas, quedas fuera. Y es
un error pensar que trabajar más tiempo asegura mayor producción. Está demostrado que
los países que más producen son los que tienen mayor calidad de vida para sus empleados.
Nosotros no logramos esas metas por la cantidad de horas que trabajamos. El chileno no es
flojo, el chileno está cansado. ¿Cómo una familia que vela por la corresponsabilidad va a
poder mezclar ambos mundos?”, dice. Y agrega: “Esta visión sobre el mundo laboral
provoca que la maternidad sea castigada y, por consecuencia, lleva a una baja participación
de mujeres en el mercado y la descarada brecha salarial. Porque ningún empleador quiere
contratar a alguien que tenga más de una responsabilidad”.
El caso de Marcelo Sandoval (43) refleja muy bien esta realidad, quien es uno de los 220
hombres que en 2015 accedió al postnatal parental. Fue para hacerse cargo del cuidado de
su tercera hija, Josefa, durante el sexto mes de postnatal de su ex pareja, Judith Peñaloza.
Al igual que Branko, quería estar más presente en la crianza, cosa que no pudo hacer en el
nacimiento de los dos primeros ya que no existía este permiso. Pero a pesar de su voluntad,
también le costó meses conseguirlo. “La información no estaba al alcance y si la
encontrabas, era difícil de entender. Nada estaba explicado directamente. Además, en la
isapre estaban súper perdidos, mucho más que mi empleador. No conocían bien la ley y
tampoco cómo aplicarla”, recuerda. Sin embargo, reconoce que lo tuvo que pensar bastante.
“Yo me desempeño en el área de ventas de una multitienda y el retail es súper competitivo.
Me daba miedo desaparecer por un tiempo y sentir que podía estar en desventaja a la
vuelta”, dice. Lo insólito es que, además de querer formar parte de los primeros meses de
vida de su hija, decidió acceder a este permiso porque Judith necesitaba volver a la oficina,
ya que compartía el mismo temor que Marcelo. Cuando entró a trabajar al banco donde se
desempeña actualmente, quedó embarazada y al año estaba de postnatal. No pudo evitar
sentir culpa por estar ausente durante ese tiempo, así que acordaron hacer un traspaso para
que se ‘afirmara’ en su puesto laboral.

Lo que dicen los expertos


La psicóloga de niños y adolescentes, y psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica
Chilena, Lilian Hitelman, asegura que no le extrañan las cifras. Muy por el contrario, dice
que la impresionarían si es que fuesen muchas las mamás que están dispuestas a ceder su
postnatal. Para ella, es importante que el padre se reintegre al cuidado desde temprano, pero
no en reemplazo de la madre. “Lo más beneficioso para el hijo es que permanezca el mayor
tiempo posible con su primer cuidador, ideal hasta los seis meses, y que después se vayan
introduciendo distintos personajes. Esto porque al principio las guaguas solo tienen ojos
para una persona y necesitan aprender a comunicarse con ella o él, dependiendo del caso.
Que exista un cuidador principal les genera seguridad, constancia y entendimiento”,
explica. Sin embargo, esto no quiere decir que los padres no deben estar presentes. “Antes
se pensaba que ellos eran solamente un sujeto separador de la relación madre e hijo, pero
también se ha visto que es súper importante como sujeto de identificación. Aunque la
guagua requiera de una figura principal, el padre debe cumplir con el rol de sostenedor de
esa diada. Para que la madre pueda hacer un buen maternaje, necesita de la contención de
él. Y saber que, si a veces está cansada, va a haber otro que la puede suplir. No se trata de
apoyar a la mujer, sino de apoyar el vínculo entre ella y el hijo”, asegura. Según la experta,
existe una gran diferencia en el desarrollo de un niño cuando su padre está o no presente.
“Que estén los dos cuidadores ayuda mucho a la salud mental del hijo. El año pasado hice
un estudio sobre los trastornos alimentarios y cómo la ausencia del padre influye en estos
casos. El hecho de que no esté puede provocar que las niñas crezcan sin confianza y
seguridad en sus recursos. Sin embargo, siento que ahora están mucho más involucrados.
He visto cómo ha ido aumentando su participación en el cuidado y cómo se alejan de esa
imagen de padre que solo está disponible para la diversión”. Carla Rojas no está de acuerdo
con esto. Para ella es un error afirmar que los jóvenes están dispuestos a generar un cambio.
“La mujer avanzó, se reincorporó a los estudios, al mundo del trabajo, pero ellos no se han
emancipado en el hogar. E insisto con que esto es a causa del patriarcado. Los hombres
deben demostrarse entre ellos mismos quién es más hombre y la crianza no forma parte de
esos requisitos”. Para llegar a estas conclusiones, la experta realizó un experimento con
alumnos de primer año de la Universidad de Chile y otros de cuarto básico de diferentes
establecimientos. El ejercicio consistió en preguntarles qué significaba para ellos ser un
hombre exitoso y una mujer exitosa. En ambos casos, la figura masculina fue asociada al
trabajo, al dinero, los autos, las amantes y, en segundo plano, a la familia. Y la figura
femenina a una mujer que las hace todas, que trabaja y que además es una mamá presente.
“Es un engaño pensar que las nuevas generaciones serán distintas, porque el estereotipo se
marca a muy temprana edad. Y si no hay un buen ejemplo en la casa, la historia se volverá
a repetir”, asegura. “El tema es que esto también se trata de una cadena que tiene que ver
con el sistema, no sólo con lo doméstico. No sirve de nada criar a un hijo bajo la
corresponsabilidad si después, al ingresar al mundo laboral, se encontrará con un mundo
que no se lo permita. El cambio debe ser ahora, pero no sacamos nada haciendo uno
superficial. El cambio debe ser profundo”.
Disponible en http://www.paula.cl/reportajes-y-entrevistas/postnatal-parental-estamos-mal/

Experta 1 Experta 2 Marca textual


Tesis: ¿Qué postura
argumenta en torno
al tema? ¿Cómo se
relaciona la tesis con
los argumentos?
Argumento: ¿Qué
ideas generales
sostienen su
postura? ¿Qué ideas
funcionan como
puente entre la tesis
y los argumentos?
¿Qué suposiciones
están implicadas en
los argumentos?
Evidencias: ¿Qué
tipo de evidencia se
usa? ¿Cómo se
relaciona la
evidencia respecto
de los argumentos
planteados?
¿De dónde proviene la información aportada entre los argumentos y la tesis (ámbito
científico, cultural o creencia compartida)?
¿Qué relaciones pueden ser más fácilmente aceptadas en estas argumentaciones? ¿Por qué
puede suceder eso?
¿Cuál de las dos argumentaciones se construye más sólidamente? ¿Por qué?

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