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No recibió a
Ahmanidejad en
Brasilia por mera
gentileza de
Estado: su
ardorosa y torpe
defensa del
déspota iraní y sus
afanes de
armamento
nuclear para
arrasar con Israel
ante la canciller
alemana Angela
Merkel demuestra
la existencia de un
compromiso
mayor que un
mero saludo
protocolar durante
una inocua visita
de Estado. Lula
pertenece al
ALBA y
UNASUR, en
mucho más de un
sentido, y entona
la misma partitura
que Rafael Correa,
Evo Morales,
Hugo Chávez y
por supuesto los
hermanitos Castro.
No fundó con el viejo Fidel, la ultraizquierda latinoamericana y las narcoguerrillas el Foro
de Sao Paulo para contarse chistes verdes.
En otras palabras, y mal que le pese a sus amigos venezolanos que llevan años
vendiéndonos su figura como de ejemplar valía democrática – y me refiero principalmente
a Teodoro Petkoff, pero también a Pablo Medina, que jura ser su amigo del alma – Lula
comienza a mostrar el bojote. Quienes seguimos las ejecutorias de Marco Aurelio García y
su embajador ante la OEA cuando la crisis venezolana y el Referéndum Revocatorio
supimos que Lula era el puntal principal y de primera línea de Chávez en el hemisferio. Fue
él quien blindó diplomáticamente a Chávez, fue él quien respaldó la canallada de la entente
Carter-Gaviria, fue él quien amarró a la OEA para impedir cualquier insurrección
antichavista.
De allí la estrategia: atacar por todos los flancos, demoler la estabilidad de los sistemas
políticos de la región, tumbar presidentes, recurrir a las elecciones y una vez en el Poder,
demoler la institucionalidad con plebiscitos, constituyentes y cuantos medios lícitos e
ilícitos, legales y fraudulentos, corruptos e inescrupulosos como el narcotráfico estuvieran
al alcance de la mano. Clave en la estrategia: apoderarse del petróleo venezolano, de la
OPEP y del mercado petrolero financiando la nueva corriente revolucionaria continental. Ni
Escobar Salom ni Uslar Pietri, ni ninguno de los notables, posiblemente ni siquiera Luis
Miquilena sabían que eran los tontos útiles del Foro.
Con los muertos, ni modo. Los vivos, como Miquilena, Petkoff y Medina, debieran saberlo.
La jugada de Honduras mostró la verdadera cara del lulismo. Su vergonzosa defensa de
Ahmanidejad, su participación en la entente con el radicalismo talibán. Lula es la otra cara
de la medalla de la avanzada totalitaria en América Latina, la aceptable en los salones de la
política mundial. En realidad es tan siniestro como Hugo Chávez e inmensamente más
inteligente y poderoso. Si no sigue su comportamiento es porque no es el papel que le
corresponde en el escenario que debe ocupar.