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UNIVERSIDAD ABIERTA PARA ADULTOS (UAPA)

Asignatura:
Español 2
Tema:
Tarea # 6
Facilitador:

 María Alt. Mercedes


Participante:
Cesar E. Bonetti López Mat. 2018-11082

Nagua, República Dominicana.


1. TEXTOS ORALES FORMALES

Antes de comenzar me gustaría hacer una breve retroalimentación de lo


que hablamos en la semana pasada sobre el tema: La tipología textual:
que decíamos que es un modo de clasificar las diferentes variedades de
textos en función de una serie de características comunes o
compartidas.

Cuando hablamos de textos orales formales se refiere a esas


presentaciones personales, Cuyo objeto es generalizar un aspecto
formativo, científico o filosófico al que se asiste como expositor o como
oyente.

2. El Debate
Es un acto de comunicación y exposición de ideas diferentes sobre un
tema mismo tema entre dos o más personas, que será más completo a
medida de los argumentos expuestos vallan aumentando en calidad y
solidez de sus motivos la finalidad directa y expuesta a conocer las
posturas base y argumentos funcionales de las distintas partes en una
discusión indirecta puede cumplir un rol de aprendizaje y
enriquecimiento para los que participan en un debate.

3. Una exposición, un panel y una conferencia. Elige


uno y realiza una redacción.

Exposición.
En República Dominicana, como en otros países, la corrupción es
muy antigua. Estuvo y creció en el aparato colonial desde los
primeros años de su instalación.
La corrupción ha sido una constante histórica, que ha interferido por
su extensión y magnitud en los avances y desarrollo de la
democracia dominicana, convirtiéndose en un recurrente tema del
discurso político dominicano, especialmente en las campañas
electorales a partir de la nueva etapa de construcción democrática.
Es importante el surgimiento de este debate en cada período
electoral, así como para el quehacer político general, pues aporta
valiosas informaciones y educa en el espíritu de la crítica, para no
aceptar como algo normal la corrupción desde el Estado. No ha
habido, sin embargo, desde los partidos políticos, un programa anti
corrupción consistente para ser aplicado en el gobierno y en la
sociedad, como se presentan a menudo programas para sectores
como salud, educación, agricultura, obras públicas, primando
fundamentalmente la denuncia de la corrupción, como recurso de
oposición política, antes que un compromiso con la justicia y la
democratización.
Participación Ciudadana pone a disposición de los Partidos Políticos,
los Candidatos Presidenciales y sus equipos técnicos, estas
propuestas, con el interés de que las mismas sean conocidas y
ponderadas al interior de sus instancias.

Soluciones a la corrupción en república dominicana

La lucha contra la corrupción en retrospectiva


En ocasión de la campaña electoral correspondiente a las elecciones
presidenciales celebradas en el año 2004, la Fundación
Institucionalidad y Justicia (FINJUS) llevó a cabo una serie de
encuentros con los candidatos de los principales partidos, con el
propósito de conocer las propuestas de cada uno de ellos para
encarar el lamentable flagelo de la corrupción. En aquel contexto, los
abanderados de las organizaciones políticas mayoritarias ofrecieron
sendas disertaciones, durante las cuales esbozaron las líneas
generales de sus respectivos programas de gobierno en lo
concerniente al abordaje de esta compleja problemática.
El mito del inmovilismo
Al leerse las propuestas enarboladas – en aquel momento – por las
entidades civiles más arriba señaladas, junto a los compromisos
asumidos que el candidato que resultó ganador del certamen
electoral del 2004, el doctor Leonel Fernández, se comprobará que
muchas de estas iniciativas fueron ejecutadas.
Así, hoy se cuenta con una Ley de Acceso de Información Pública
(No. 200-04), que establece las reglas mediante las cuales los
ciudadanos pueden solicitar y obtener datos e informaciones relativas
a las decisiones y actividades de los entes públicos. De igual modo,
hemos incorporado a nuestro ordenamiento jurídico una Ley sobre
Compras y Contrataciones de Bienes, Servicios, Obras y
Concesiones del Estado (No. 340-06), la cual establece las bases del
sistema de contratación pública, definiendo el marco regulador de las
adquisiciones que realiza el Estado.
¿Nos equivocamos?
Recientemente, tuve la oportunidad de ver un video que circula en
las redes sociales, en el cual un reputado periodista expresaba, con
desoladora amargura, su preocupación por la recurrente aparición de
escándalos que – a su entender – evidencian la generalizada
corrupción que permea el quehacer cotidiano del Gobierno. Entre las
cosas que decía, provocó especialmente mi atención su denuncia de
que “nunca habíamos estado peor que ahora” en lo que tiene que ver
con la administración transparente de los recursos del Estado.
Esta lapidaria conclusión, como hemos visto, menosprecia los
esfuerzos realizados por los gobiernos peledeístas en estos catorce
años, período en el cual se han adoptado numerosas políticas
públicas para encarar este gravísimo problema, la mayoría de las
cuales provienen del recetario de la sociedad civil y de los
organismos internacionales especializados que tienen que ver con la
lucha contra la corrupción.
De la protesta a la propuesta
Frente al clamor incesante de quienes demandan más rigor en el
castigo de las prácticas corruptas, el PLD tiene dos opciones: por un
lado, podría permanecer impasible, limitándose a visibilizar las
agendas ocultas de algunos de los promotores de las movilizaciones
que reclaman “el fin de la impunidad”, quienes instrumentalizan esta
legítima preocupación colectiva para allanar su retorno al poder o; en
cambio, podría decantarse por renovar su repertorio de iniciativas
dirigidas a encarar este gravísimo malestar social, procurando mayor
eficacia y mejores resultados.
A mi modo de ver, es evidente que deberíamos optar por recorrer el
camino de la innovación. Esto implica reflexionar con serenidad en
torno a las reformas emprendidas durante estos tres lustros, y
auspiciar nuevos procesos de cambio sobre los pasos de los
esfuerzos que ya han sido realizados para estimular el desarrollo
institucional del Estado dominicano. A fin de cuentas, muchos de los
que protestan lo hacen por motivos que compartimos la inmensa
mayoría de los peledeístas: liberar a la nación del oprobio de la
injusticia, que es hija de la arbitrariedad y madre de la corrupción.
El desafío de encontrar terreno común
Quizás el mayor problema que enfrenta la sociedad dominicana, en
lo que tiene que ver con la articulación de una estrategia efectiva
para encarar este gravísimo malestar social, es que el abordaje del
mismo suele realizarse desde la crispación que desatan los
escándalos de corrupción. Así, en el debate público sobre la
corrupción suele ocurrir que muchas ocasiones los árboles no
permiten ver el bosque, y el tema se convierte en un terreno fértil
para el florecimiento de la demagogia.
Es por esta razón que estoy convencido de que corresponde al
Partido de la Liberación Dominicana promover una nueva generación
de reformas que permitan construir una administración pública más
transparente, honesta y eficiente, desde las conquistas
institucionales alcanzadas en los últimos años. Es este, y no otro, el
camino que debe seguirse para desenmascarar a una oposición
política que se encuentra petrificada en consignas, pero que nada
hizo cuando ejerció el poder para erradicar la corrupción, y que
pretende ahora emplear este tema como simple baza electoral.

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