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Recuerdo que mi amigo el inolvidable escritor Juan Benet solía decir que la
única música interesante para él, se enmarcaba en ochenta años, los que van
desde la Heroica a la muerte de Wagner, es decir, entre l803 y l883. Era una de
sus muchas boutades, ocurrencias que, dichas por una persona tan ingeniosa,
conseguían siempre sus corifeos. Pero yo le argüía con citas concretas de
músicas del barroco y del clasicismo y, al conjuro de ciertos nombres y obras,
acababa claudicando. Como buen aficionado, terminaba por reconocer que el
clasicismo era la madre a cuyos pechos se había criado Beethoven y su
amadísimo (de Benet) Franz Schubert.
La música floreció en Mannheim con autores como Jan Stamitz y su hijo Karl,
Cannabich, Toeschi, los Cramer, los Eck, los Toeschi, Fränzl, etc. El estilo de
los mannheimer se caracterizó por la utilización de la forma sonata y la
explotación de los efectos dinámicos, gracias, entre otras cosas, a la buena
escuela violinística y, en general, de la cuerda, de la orquesta. Por esos años,
Boccherini estaba haciéndose en Madrid un estilo inconfundible que, pese a
sus diferencias con los de Haydn o Mozart, se acercaba a ellos con una música
triste y dramática, digna de la sensibilidad Sturm und Drang, pese a su carácter
más blando e idílico. Eso puede apreciarse en su colección de sinfonías, donde
junto a momentos de impulsiva rotundidad, como el que evoca el Don Juan de
Gluck en su Sinfonía en Re menor G, 506, La casa del diablo, hallamos esa
sensibilidad biedermeier en el segundo movimiento de la Sinfonía en Do mayor
G. 505, o en el adagio no tanto de la Sinfonía en Si bemol mayor G. 507.
La sonata
No se caracterizó Boccherini por ahondar en la forma sonata; antes bien,
rehuyó los largos desarrollos y fue conservador en cuestiones como la de la
música pastoril o en seguir empleando el minueto.
Con la sonata se abandonará el insistente uso del bajo continuo y surgirá una
concepción de lo melódico mucho más flexible.
La ópera
Durante la primera mitad del siglo XVIII la ópera se había convertido en un
espectáculo aparatoso y brillante al servicio de reyes y cortesanos de toda
Europa. Desde Portugal a Rusia imperaba la tragedia lírica, cuyo modelo
fueron primero las óperas de A. Scarlatti, en Italia y de Lully en Francia, a quien
siguió el magnifico Rameau, óperas montadas con los más sorprendentes
efectos y un lujo dispendioso. El principal productor de libretos de carácter
heroico y mitológico fue Pietro Trapasi, conocido como Metastasio, poeta
imperial que impuso en Viena y otras cortes europeas este tipo de ópera
pomposa y altamente convencional. Adolph Hasse es el principal cultivador en
los primeros años, pero a él seguirá todo un ejército de compositores. Haendel,
por ejemplo, en Londres, se dedicó a ese tipo de ópera por aquellos años,
como en España lo hacían José de Nebra y otros.
Por una parte Música Clásica es sinónimo de ‘Música culta’, una denominación
que ha caído en desuso por parecer ofensiva respecto a las formas artísticas que
no engloba, las cuales serían tachadas de ‘incultas’ o ‘no cultas’. En este sentido,
‘Música Clásica’ es aquella que pertenece al ‘repertorio de concierto’ y son clásicos
Bach, Haydn, Schubert, Wagner, Tchaikovsky, Ravel, etc. El concepto de
repertorio implica una cierta selección histórica: las obras de estos compositores y
de otros de categoría igual o parecida son acreedoras a la condición de clásicas
por su propia excelencia y por constituir modelos de perfección artística que han
sido emulados por sus coetáneos y por compositores de épocas
posteriores. Naturalmente el mismo concepto de repertorio es problemático y
está abierto a una permanente crítica y, por otra parte debe ampliarse con las
obras de los innumerables compositores que no acostumbran a incluirse en
programas de conciertos, pero que pertenecen a los mismos movimientos
artísticos que los que sí figuran en ellos: también Salieri, Gade o Cui son
compositores ‘clásicos’ a pesar de que muy raramente pueda escucharse su
música en conciertos ordinarios (en cambio sí existen sellos discográficos que
editan grabaciones de estos clásicos ‘olvidados’).
Pero por otra parte, este uso popular de la palabra ‘clásico’ se cruza con su
utilización para denominar una época concreta, o un movimiento, que puede
datarse aproximadamente en el tiempo que va desde 1770 hasta 1827 (lo que
abarca las primeras obras maduras de Haydn y las últimas de Beethoven). La
expresión ‘Clasicismo’ (o ‘Clasicismo Vienés’) es de uso corriente, pero continúa
siendo problemática por motivos como los siguientes:
Retrato de Mozart
Entre los años 1740 y 1780 se da una época que se suele conocer bajo el término
de “preclasicismo”, aunque a veces recibe otro nombre, “rococó”. En el
preclasicismo se conservan las características del barroco y se añaden y
elaboran nuevos aspectos (aparece el pianoforte). Como compositores
preclásicos se puede citar a Carl Philipp Emanuel Bach, Richter, Moon y
Sammartini, siendo el más representativo Carl Philipp Emanuel Bach.
El Sturm und Drang inicia en el campo musical algo que solamente la época
romántica sabrá amortizar a fondo. Lo que suele entenderse por música del Sturm
und Drang puede ajustarse a dos campos estilísticos principales: por un
lado, Gluck, como enérgica manifestación de unísonos, síncopas, orquestación
oscura, tonalidades menores tratadas con mayor amplitud… y, por otro, C.P.
Emanuel Bach con su poética de “estar conmovido para poder conmover” y su
propensión a lo fantástico.
Carl Philipp Emanuel Bach (1714-1788) suele ser llamado el Bach de Berlín o
Hamburgo, porque pasó gran parte de su vida profesional en aquellas ciudades.
Fue el segundogénito de J.S. Bach, que tuvo, entre otros, hijos músicos como
Wilhelm Friedemann Bach, el 'Hallesche Bach'; Johann Christoph Friedrich Bach
(1732-95), el 'Bückeburger Bach'; Johann Christian Bach (1735-82), el 'Bach de
Milán o Londres'.
El 'gesto' en la música
Con C.P.E. Bach aparece una nueva figura que se puede nombrar con un término
de aquellos años: el genio. El genio tiene, originalidad, está creando obras
ejemplares. Pero el autor mismo no sabe cómo ha tenido sus ideas para crear, no
sabe cómo puede pensarlas según un plan, y por eso tampoco puede
comunicarlas a otras personas. Especialmente el último punto es interesante (el
autor, creando una obra de arte, no puede justificar el plan del trabajo ni sabe
de dónde venían las ideas), pues es la negación de una poética o música
normativa (según un plan). En vez del plan, del orden, del esquema, y de la regla,
encontramos ahora la fuerza del genio. Esto, en cierto modo, es una negación de
la concepción barroca en la que la racionalidad dominaba la obra.
Haydn vive y trabaja en este retiro, proporcionado toda la música que se le pide, ya
que el consumo musical es muy alto. Su fama comienza a crecer lentamente. A
mediados del los años 80 es el músico más impreso en Francia e Inglaterra. Se
reproduce así, a escala menor, el fenómeno Corelli: el de un músico instrumental
que conquista un predominio superior incluso al que pueda obtenerse en el campo
teatral.
En 1790 muere su amo el Magnífico Nicolaus, encontrándose libre ya que el nuevo
Esterházy lo conserva a su servicio sólo nominalmente dejándole ir allá donde
guste. Entra así en el nuevo mundo de las profesiones liberales, eligiendo la
libertad pero también la música instrumental en lugar del melodrama.
20 años de progresiva madurez en el campo del estilo barroco y galante. Aquí las
fuentes son italianas (Vivaldi) y vienesas. Entre 1766 y 1770 se produce una
transformación sensible, debida a varias causas.
Mozart (1756-1791)
Otras opciones “negativas” que con todo Mozart tuvo presentes son: el recitativo
instrumental, el melologo, el estilo sentimental-lacrimoso. Algunos de estos
géneros tenían ya sobre sí una larga tradición anterior a Mozart (ópera seria, bufa,
polifonía sagrada), otros se habían formado hacía poco tiempo (sinfonía, cuarteto,
singspiel), y otros nacen prácticamente con él (piano en música de cámara y
orquesta). Pero un elemento de novedad es que Mozart no es tan solo el mejor en
todo lo que ya está en circulación, sino haciendo que un género interfiera en otro.
Los dos polos a los que tiende Mozart tras sus viajes a Italia son Viena y Munich.
En los doce años siguientes a la vuelta a casa desde París, Mozart se alejará sólo
esporádica y brevemente de Viena, donde irá a establecerse desde 1781.
Profesión liberal
Su situación de músico libre dura 10 años, los últimos de su vida. Los primeros
años resulta bien, con claros éxitos. En 1782 tras el éxito de El rapto del serrallo,
intenta que se represente cada año una ópera suya para el teatro nacional
patrocinado por José II. También se sustentaba con clases particulares y con las
buenas relaciones con los editores. Pero el año de oro es 1785, con la publicación
de los 6 cuartetos dedicados a Haydn, 3 conciertos para piano y 2 sinfonías.
Desde este punto, la suerte de Mozart se encamina hacia un rápido declinar, que
coincide, precisamente, con la plenitud de su fuerza creativa. A partir de Las bodas
deja de existir una base de entendimiento cordial con Viena; en Praga donde tiene
amigos y admiradores, obtiene los mayores éxitos de sus últimos años. Es
nombrado “compositor de corte”, sustituyendo a Gluck, pero el nombramiento es
prácticamente honorífico y los únicos encargos que recibe son bailes de sociedad.
Su último año, una persona privada le encarga un Réquiem. El fracaso de Mozart
en Viena no tiene todavía explicaciones satisfactorias.
Últimos diez años de vida en Viena. El conjunto de su obra nacida en Viena en los
últimos años de su nueva condición de profesional independiente, presenta,
respecto al panorama anterior, la reducción a términos mínimos de los dos
géneros más ligados a la vida de la corte de Salzburgo, la música de iglesia y la de
entretenimiento