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Tema 49.- La música en el siglo XIX en España.

TEMA 49.- LA MÚSICA EN EL SIGLO XIX EN ESPAÑA.


1.- INTRODUCCIÓN.
España en el siglo XIX experimentó un atraso musical respecto al resto de Europa, por
causas de la guerra. También hay culpas en lo que respecta a la música religiosa, para las
desamortizaciones y otras causas externas. También está el hecho de la incompresión por
parte de la sociedad de todos los talentos individuales que pudieron surgir, hecho éste que ha
sido y es frecuente en nuestro país.
Tras el breve desarrollo de la música instrumental en el siglo XVIII, en España reinó la
ópera italiana y el afán se encuentra en la creación de un género operístico español. Se
abandona la música instrumental para encasillarse solo en lo lírico. Otra de las razones por
las que nuestra música estuvo en un segundo plano es que la educación era una asignatura
pendiente de los distintos regímenes y gobiernos. Solo en el último tercio del siglo, con el
auge del liberalismo, se asiste a un mayor nivel musical, con Albeniz, Granados y Sarasate,
entre otros.
El romanticismo español no se puede enjuiciar ni valorar con la misma escala que se usa
para el romanticismo europeo. A principios del siglo XIX, Arriaga pertenece al clasicismo y
luego no se suelen citar nombres españoles a excepción de los compositores líricos, hasta los
tiempos de Albéniz o Granados, a los que se debe adscribir al movimiento espiritual
romántico. Lo que diferencia fundamentalmente al romanticismo español del que se
desarrolla en el resto de Europa es que ahí se hace lo que puede llamarse Música de salón.
El romanticismo llega a España a través de Francia, con las obras de Chateubriand y
Víctor Hugo en la década de los 30 del siglo XIX. En cuanto a la música, el movimiento
romántico se daría a conocer en nuestro país gracias a los viajes que por causas políticas, o
para buscarse el sustento o la formación, llevaban a cabo músicos españoles. Durante muchos
años, el apelativo de romántico tuvo un matiz despectivo por parte de la sociedad burguesa.
Romántico era sinónimo de extravagante, caprichoso, etc.

2.- MÚSICA INSTRUMENTAL.


Cuando críticos y musicólogos hablan del retraso de la música en España a lo largo del
siglo XIX, se refieren sobre todo a la música sinfónica y camerística. Si dejamos a un lado la
ópera y la zarzuela, la gran música sinfónica y de cámara no empieza a florecer hasta bien
entrada la segunda mitad del siglo. Para el desarrollo de esta música instrumental, son
fundamentales la fundación de la Sociedad de Cuartetos y la Sociedad de Conciertos. Gracias
a ellas, el ambiente musical cambiaba de manera decisiva y se favorecía la producción
sinfónica. La música camerística no salió nunca de las minorías y de los ámbitos reducidos.
En los primeros años del siglo XIX hay músicos españoles vivos y activos que ejercen su
función artística dentro y fuera de España. Sin embargo, nos atrae especialmente la figura de
Juan C. Arraiga, fundamental en la historia de la música española. Hasta los cuartetos de
Arriaga no escribe ningún músico español música de cámara a nivel europeo.

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Tema 49.- La música en el siglo XIX en España.
Tras el estreno de su ópera Los esclavos felices, Arriaga fue enviado a París por su Padre,
ingresando en el Conservatorio, donde estudió violín, armonía y contrapunto. A los 18 años
se le consideraba como un notable virtuoso y un compositor de primer orden y fue elegido
como profesor auxiliar en el conservatorio. De esta época son tres cuartetos y una sinfonía en
Re Mayor. En comparación con los cuartetos de Arriaga, tiene poca importancia la música de
cámara compuesta por españoles en el siglo XIX. Habría que esperar a Bretón, cuya música
es más importante de lo que se ha dicho, y Chapí, para encontrar páginas, de este género, a
tenerse en cuenta.
Después de Arriaga no nos encontramos el primer intento serio de una actividad sinfónica
hasta 1859. la primera organización de conciertos con un verdadero acierto y responsabilidad
estuvo a cargo de la Sociedad Artístico-Musical de socorros mutuos, fundada en 1860 y la
Sociedad de Conciertos, fundada en 1866, compuesta por más de noventa músicos y un coro
de unas ochenta voces. Ese mismo año se fundó en Barcelona una Sociedad de Conciertos
Clásicos. También hubo algunas actividades sinfónicas y camerísticas en otras regiones.
Barbieri, como fundador de la Sociedad de Conciertos, habiendo asegurado la continuidad
de las sesiones sinfónicas, tuvo el firme propósito de estimular a los compositores nacionales.
En años posteriores, se ofrecieron obras de Obiols y R. Chapí, junto a dos mujeres:
Soledad Bengoechea y Ascensión Martínez. Del valor estético de estas obras poco se puede
decir. Se mantuvieron en el repertorio mientras los conciertos fueron una especie de cajón de
sastre, en el que figuraban las sinfonías de Beethoven y de los más grandes.
Dentro de este movimiento sinfónico se distinguió Pedro Miguel Marqués, autor de
marchas, oberturas u otras obras de menor importancia. Si se examinan hoy sus sinfonías,
entramos en una continua búsqueda de los recursos que podían hacer más efecto en el público
de la época. Bretón también compuso música sinfónica, como el poema sinfónico Los
galeotes y Chapí compuso una Sinfonía en Re menor.
A continuación vamos a hacer un análisis de la música instrumental a través de los
instrumentos que pujaron con más fuerza. El primero de ellos es el violín, que ya había
alcanzado sus cotas de madurez cuando el pianoforte era un experimento italiano. El nombre
propio ligado a este instrumento es Niccolo Paganini, conocido por su virtuosismo. En
España destacan Jesús de Monasterior y Pablo de Sarasate. Son muy distintos los dos
personajes. Mientras Sarasate desarrolla una fulgurante carrera internacional, Monasterio
sabe renunciar al esplendor personal y a la fortuna para permanecer en Madrid.
Monasterio fue iniciado al violín por su padre y a corta edad es presentado en palacio, en
presencia del General Espartero. A partir de aquí, se inician sus estudios en Madrid y más
tarde en Bruselas. En 1857 vuelve a Madrid, donde ocupa un puesto en la Capilla Real y
recibe el nombramiento de profesor de violín en el conservatorio, cargo que compagina con
actuaciones fuera de España. Se le deben los estrenos de las sinfonías primera y cuarta de
Beethoven y la interpretación de otras obras de éste.
En 1873 creó la sección de música de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Como compositor, mostró su radical clasicismo. Además, creó una escuela violinística
española, sabiendo respetar a los maestros en cuanto a sus indicaciones en la partitura.

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Tema 49.- La música en el siglo XIX en España.
Sarasate es la figura antagónica a Monasterio. Fue un artista que llegó, en vida, a la
leyenda. Si las obras de Monasterio se olvidaron, las de Sarasate se mantienen en el
repertorio, por ser las preferidas de los violinistas. Fue un niño prodigio, tocando en la corte y
recibiendo pronto una pensión para permitir sus estudios. En 1866 Sarasate entra en el
Conservatorio de París, obteniendo al año siguiente un premio en solfeo y violín. A menudo
se le ha tachado de efectista, buscado más asombrar al público con su técnica más que con su
sensibilidad. Hay documentos que dicen mucho a favor de un Sarasate preocupado por las
ricas esencias de la música y no solo por su lucimiento como virtuoso.
Dejó 54 obras con número de opus, más algunas sin numerar. Utilizaó en muchas
ocasiones motivos folklóricos españoles y en otras, algunas melodías inspiradas en giros
populares que abrían el camino al nacionalismo español.
Por otro lado, tenemos el piano y el órgano. El piano, rey del romanticismo, tuvo
especialistas en España durante el siglo XIX que han obtenido menos atención de la que
merecen. Las giras de algunos virtuosos del piano, como Listz, contribuyeron de manera
eficaz a desarrollar en España el gusto por el instrumento. La música española para piano en
el siglo XIX está más atenta al lucimiento técnico que a la verdadera música, y por otra parte,
muy influenciada por la música de salón. Al final de siglo, con Albéniz y Granados, el
panorama cambia completamente.
De la primera época hemos de destacar a Santiago de Masarnau, que inició su carrera
fuera de España. Amigo de Rossini, Bellini, Meyerber y de Chopin. Como compositor, tiene
un estilo claramente romántico, menos influido por el aire amable de la música de salón
como la colección de nueve valses titulada El parnaso. También escribió obras religiosas y
canciones.
El segundo de los compositores pianistas que responden a un aspecto del romanticismo
español es Marcial del Adalid, que cultivó, sobre todo, el piano, siendo interesante también
su labor como folklorista. Su producción pianística muestra una clara influencia de Chopin.
Otro instrumento que va a ser importante es la guitarra, que era heredera de la vihuela y
tenía una historia como instrumento al comenzar el siglo XIX. Destacan Fernando Sor y
Dionisio Aguado. En cuanto a Fernando Sor, se inició pronto en la música, estudiando en la
escolanía del Monasterio de Montserrat. Empezó a trabajar en la música instrumental
tomando como modelos a Haydn y Pleyel. Escribió isnfonías, cuartetos, páginas religiosas y
canciones de carácter popular español. Tras esta guerra, en la que tomó parte con el bando
napoleónico, marcha a París, y luego a Inglaterra y Rusia, donde compone óperas, ballets y
obras para guitarra, pero sin gran difusión. Su Gran método de Guitarra, publicado en
Londres y París, obtuvo una enorme difusión e influyó en toda Europa.
Por su parte, Dionisio Aguado se inicia en la guitarra como pasatiempo y recibe lecciones
del Padre Basilio. Es autor de una Colección de estudios para guitarra, dejando como mejor
obra el método titulado Escuela de Guitarra.
La obra de Sor es superior a la de Aguado, pero por el contrario, el trabajo didáctico del
último resulta más importante.

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Entre los mejores guitarristas de la época, podemos encontrar a Francisco de Borja Tapia,
Julián Arcas y José de Ciebra.
Francisco Tárrega llegó a modificar la técnica del instrumento y a él se debe su auge en el
siglo XX. En Barcelona ejerce de maestro y concertista. Durante los últimos años de su vida,
estuvo en contacto con los músicos más prestigiosos, como Albéniz, Chapí, Bretón y Pedrell.
En cuanto a su producción, basta recordar Recuerdos de la Alhambra, además de preludios,
estudios, variaciones y muchas otras páginas breves. Debemos a Tárrega la creación de la
moderna escuela guitarrística española. Ennobleció el instrumento y descubrió recursos y
efectos nuevos con la guitarra.
En el campo de los instrumentos de viento, destacan los clarinetistas Pedro Broca y
Antonio Romero, creador de un nuevo sistema para el clarinete. En el oboe tenemos a José
Álvarez García, como flautista a Cayetano Gil, en el trombón a Francisco Fuentes y en la
trompeta a José de Juan Martinez.

3.- MÚSICA VOCAL.


En cuanto a la música vocal, vamos a tratar en primer lugar a la ÓPERA. A principios de
siglo se escuchaban en Madrid óperas italianas y francesas traducidas al castellano, pues un
decreto de 1801 prohibía a los extranjeros actuar en los escenarios, lo que favoreció a los
cantantes españoles. A partir de 1816 la ópera volvió a florecer tras la abolición de dicho
decreto, con el dominio operístico italiano y, sobre todo, de Rossini.
Con la revolución de 1820 hubo un nuevo paréntesis para, en 1826 volver con una acogida
entusiasta, pero de nuevo en 1831, el furor italianista empezó a decrecer. En la segunda mitad
del sigo XIX, tres son los operistas a destacar. En primer lugar está Ramón Carnicer, quien
dominó los estilos imperantes de la época y llegó a convertirse en un fiel epígono de Rossini.
Estrenó óperas como El convidado de pidera, con texto en italiano y también escribió
oberturas para óperas de Rossini.
Otro compositor de óperas es José Melchor Gomis, que debió poseer más ingenio que
verdadero temperamento dramático y que se equivocó al confiar en la inclusión de temas
populares para dar carácter a una obra teatral. Por último hemos de desatacar a Baltasar
Saldoni, autor de óperas italianas. Más tarde pensó en componer óperas con texto en español,
como Guzmán el bueno, por lo que abandonó la composición para el teatro, dedicando sus
últimos años a la redacción de su Diccionario de enfemérides de músicos españoles.
La ópera nacional fue defendida con ardor, pero no llegó a cuajar en ningún caso. Entre
los compositores que escribieron óperas españoles encontramos a Arriaga, Arrieta y Chapí.
Se ha atribuido la razón del fracaso de la ópera española a la flojedad de los libretos.
En cuanto a la ZARZUELA, su principio general y específico es la alternancia de escenas
cantadas con otras habladas, pero la diferencia más importante entre ópera y zarzuela reside
en su carácter típicamente español. El españolismo de la zarzuela procede en general del
folklore campesino e incluso en el género chico se puede hablar de un folklore urbano,
representado por la esencia casticista del madrileñismo.

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Pero este género fue vapuleado por los críticos, considerándolo un género menor. No son
pocos los que reclaman que debía haberse llamado ópera cómica. La zarzuela, tal y como la
entendemos ahora, nació en el segundo tercio del siglo XIX. La historia seria del género
comienza con Gaztambide, del que partió la idea de conformar una Sociedad Artística, para
desarrollar la actividad del género en el Teatro del Circo. Gaztambide, como creador y
director, es figura fundamental en la zarzuela durante todo el siglo XIX en España. Los
ritmos de nuestra música popular eran para él artículo de primera necesidad en la
composición de sus zarzuelas. Manejaba el oficio con soltura. Su sentido de la armonía, de la
forma y de la instrumentación era suficiente para unas obras en las que, lo que imparta es la
ligera invención melódica y el culto al ritmo.
Emilio Arrieta recibió influencia de los italianos. Su inspiración, muy italiana, pero
personal y ajena al tema popular en muchos momentos, tenía que causar efecto. Los motivos
populares no fueron par Arrieta y fin, sino un medio: los utilizó, pero siempre como elemento
de color.
Francisco Asenjo Barbieri, músico a quien se le debe una magnífica contribución a la
historia de nuestra música, supo compaginar la erudición con un refinado gusto por lo
popular, que le llevó a fundarse en los aires castizos de la tonadilla para lograr obras
inmortales. Entre sus obras teatrales, descuellan dos zarzuelas: Pan y toros y El barberillo de
Lavapiés, que reflejan los caracteres rítmico-melódicos de la canción y de la danza españolas
a fines del siglo XVIII y principios de XIX. Barbieri eleva el nivel de la zarzuela al dotarla de
un nacionalismo, siempre con una sencillez en la estructura musical.
En tercer lugar, en cuanto a la música vocal, tenemos el GÉNERO CHICO. A la zarzuela
grande sucedió en interés y popularidad el género chico, denominado así porque constaban de
un solo acto y representaba una manifestación artística más puramente nacional y de mayor
valor absoluto. Se ha dicho que el género chico se puede subdividir en tres clases: una
especie de zarzuela en un acto cuyo argumento podría ser desarrollado; el sainete,
caracterizado por la acción sencilla y el cuadro costumbrista y, en tercer lugar, un espectáculo
sin verdadero desarrollo argumental, pero con una línea o hilo conductor que le da unidad.
Podemos dividir su evolución en tres etapas: de 1880 a 1890, etapa de formación; de 1890
a 1900, etapa de plenitud y de 1900 a 1910, etapa de decadencia. Entre los compositores para
este género encontramos a Tomás Bretón, con La verbena de la paloma, donde la belleza de
su melodía se mantiene sobre una estructura musical, armónica y contrapuntística.
Otro compositor es Ruperto Chapí. Entre sus títulos más destacados encontramos El
tambor de Granaderos y La revoltosa. Su técnica es precisa, clara y siempre eficaz. Su poder
de creación melódica no puede dar ninguna duda. Era un músico escénico, con un superior
talento para las situaciones dramáticas.
Por otro lado tenemos a Federico Chueca, que estuvo siempre en contacto con el pueblo,
con las gentes hornadas y con mendigos, golfos y chulos. Poseía unas dotes naturales
extraordinarias. Durante toda su vida consideró muy molesto y muy difícil escribir música.
Fue uno de los creadores de la música madrileña. No compuso más que sainetes y revistas,
que reflejan la vida en el Madrid decimonónico, firmando más de cien obras. Su música ha
sido criticada a veces por su facilidad y rápida popularización. Entre sus obras destaca La
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Tema 49.- La música en el siglo XIX en España.
canción de la Lola; La Gran Vía; Cádiz; Agua, azucarillos y aguardiente y su último éxito:
El bateo.
En último lugar tenemos a Gerónimo Giménez, definido como el músico del garbo. En
París arrebató a Debussy el premio fin de carrera y entre sus obras hemos de desatacar El
baile de Luís Alonso; La boda de Luís Alonso, siendo su obra más completa La tempranica.
En cuanto a los libretos hemos de destacar, que conservan en el género chico toda su
frescura. Por el valor testimonial de un lenguaje que sigue subyaciendo en el habla popular.
Por último, en cuanto a música vocal, hemos de hacer mención de la canción y música
coral. El lied representa una de las grandes creaciones musicales del Romanticismo, sin
embargo, en España, el lied es desconocido por el retraso en recibir la música alemana.
Nuestros compositores, en general, van a cultivar durante el siglo XIX la romanza o la
canción populista, directamente emparentada con la zarzuela.
La canción es un género fácil y agradecido, como la pequeña pieza de pieano. El principal
autor de este género es Manuel García. También hemos de citar las colecciones de cantos
populares armonizados, con acompañamiento pianístico, que vinieron a enriquecer el
repertorio. En Cataluña hubo un movimiento liederístico con características particulares, que
fue promovido por Pedrell. El mismo Pedrell fue autor de canciones y de armonizaciones de
melodías populares en su cancionero.

4.- EL NACIONALISMO ESPAÑOL.


El nacionalismo es una característica que es propia del romanticismo tardío, como un
intento de los países que no contaban con una tradición de innovaciones musicales para
desmarcarse de las pautas establecidas por Alemania, Francia o Italia. Esto lo conseguían
echando mano de las melodías, ritmos y armonías propias de cada país, es decir, del folklore.
Se van a iniciar una serie de estudios y recopilaciones asegurando definitivamente la
fidelidad de los estudios folklóricos de España. Destaca José Inzenga con Ecos de España y
Julián Calvo, con Alegrías y tristezas de Murcia.
Pero en la base de este nacionalismo encontramos a Felipe Pedrell, que con sus obras
musicales y literarias estimuló la creación de una escuela basada en la tradición musical
española. Su principal estudio es el Cancionero musical popular español, donde recoge
canciones folklóricas de todas las regiones españolas y las armoniza. También es muy
importante destacar su edición de las obras completas de Tomás Luís de Victoria. En cuanto
a su obra como compositor, su música es muy numerosa. Pedrell se fundaba en un
nacionalismo romántico, procedente de varias fuentes: la canción popular, la tradición
musical nacional anterior al siglo XVIII y ciertos principios del arte sonoro escénico que
tienen mucho que ver con los fundamentos wagnerianos. Entre su obra destaca la trilogía Los
Pirineos, un poema para coro y orquesta, la Sinfonía Jubilar y obras corales, canciones y
páginas pianísticas.
Isaac Albéniz es el artista que abre las puertas del mundo a la música española moderna,
debido en parte, a que él mismo salió de España para conocer el arte internacional. En toda su
carrera, compuso, frecuentemente para el piano. A los últimos años pertenece la obra que
marca la culminación de la genialidad albeniziana: la Suite Iberia, donde se suceden una serie
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Tema 49.- La música en el siglo XIX en España.
de cuadros que seducen por la riqueza de sus ritmos, la gracia exótica de sus melodías,
realzadas con armonías llenas de sabor impresionista. En esta música, Albéniz dio la medida
de su poder creativo, y demostró fecunda originalidad. La dificultad de esta música no es
algo añadido, pues nace de la propia concepción sonora.
Sin abandonar en ningún momento la inspiración española, Albéniz encontró no sólo el
punto culminante de su arte, sino uno de los más felices episodios de la historia de la música
española. La escritura de Iberia, con el empleo de la técnica de manos cruzadas, notas
añadidas, contrastes inesperados y una armonía audaz, fue poco comprendida por los
compositores de su época, pero es muy apreciada por músicos posteriores, como Messiaen.
En cuanto a la música escénica, es de menor factura.
Muy distinto es el arte de Enrique Granados, que representa el romanticismo al modo de
Chopin o Schumann. Para él, el arte era un medio de expresión íntimo y sus páginas para
piano tienen un aire de improvisación, como las piezas breves del romanticismo alemán. Fue
un intérprete maravilloso. Su inspiración se nutre de la savia procedente de distintas regiones
españolas. El piano es fundamental en su producción.
Dentro de la obra pianística de Granados destacan dos conjuntos o suites. Las doce danzas
españolas y Goyescas. Mientras las danzas conservan una clara influencia de la música de
salón, Goyescas se ha equiparado a las últimas obras de Albéniz por su fuerza creadora y su
maestría técnica. Más tarde se convertiría en ópera sin demasiado éxito. Por último, también
otra obra escénica: María del Carmen, obra de inspiración libre y de aliento sinfónico, se
fundamenta en los motivos folklóricos de la huerta murciana.
Mientras Albéniz entra de lleno en los nuevos procedimientos sin renunciar por ello a nada
de lo que lleva dentro, Granados se complace en recoger la esencia más íntima del
nacionalismo post-romántico.

5.- MÚSICA RELIGIOSA.


El siglo XIX español, en cuanto atañe a la música religiosa, muestra, por un lado, un
retraso general, mientras que por otro, ofrece el valor de algunos esfuerzos aislados. Falta un
movimiento extenso y profundo, pero existen individualidades que permiten seguir su curso a
la música. Podemos ver tres etapas:
La primera va desde 1800 a 1835 y se caracteriza por el indudable respeto a las antiguas
tradiciones, la segunda se inicia con la desamortización de Mendizábal en 1836 donde se
cerraron conventos y capillas y la tercera se inicia en plena decadencia.
Hilarión Eslava trajo un nuevo aire con sus magnas publicaciones. En sus obras se
recogían numerosas obras maestras de los músicos que trabajaron en años de esplendor y
también las más estimables entre sus contemporáneos, a juicio del recopilador. Como
compositor, no pudo salir del ambiente normal en la época.
Entre los muchos compositores que se dedicaron a la música religiosa, tenemos a Mariano
Rodríguez de Ledesma y Federico Olmeda, anclados en la tradición e investigadores
incansables.

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Tema 49.- La música en el siglo XIX en España.
BIBLIOGRAFÍA. Historia de la música española de C. Gómez Amat, La música de
España de A. Salazar e Historia de la música universal de J. Subirá.

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