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EL GRUPO NORTE Y LA GENERACIÓN DEL CENTENARIO

El Grupo Norte fue un grupo intelectual que cohesionó a una buena parte de
literatos, artistas, filósofos, políticos e intelectuales de diversa índole del norte
del Perú (especialmente del departamento de La Libertad). Surgido en 1915 en
la ciudad de Trujillo y conocido al principio como la “bohemia de Trujillo” o
“bohemia trujillana, en 1923 adoptó el nombre de Grupo Norte. Tuvo por
inspiradores y dirigentes: al escritor y periodista Antenor Orrego y al poeta
piurano José Eulogio Garrido. Unos fueron poetas, narradores o ensayistas;
otros, pintores o músicos; otros más, historiadores, filósofos o políticos; la
mayoría, periodistas y educadores; todos dirigieron su mirada a realidad
peruana, para transformarla. Es la generación más brillante, de sus filas
salieron personajes cuya fama se extendió por todo el mundo. A ella perteneció
Antenor Orrego. Insurgió con inquietudes artísticas y sociales, mostrando un
afán renovador, en tiempo de la crisis mundial derivada de la primera guerra
mundial. Tuvo una gran importancia en el desarrollo cultural del Perú; varios de
sus miembros destacaron nítidamente en los campos de la literatura, del
pensamiento y de la política: a nivel nacional, continental e incluso universal,
como fue el caso del poeta César Vallejo y del político Víctor Raúl Haya de la
Torre.
La Universidad de Trujillo fue la siguiente instancia donde se encontraron
varios estudiantes que, en forma sucesiva, se incorporaron a las inquietudes
intelectuales, junto con otros jóvenes escritores y artistas. De este modo, tanto
el Colegio Seminario como la Universidad fueron los focos culturales que
contribuyeron a darle vida a una singular generación conformada por jóvenes
nacidos entre el ocaso del siglo XIX y el amanecer del XX, oriundos ya sea de
Trujillo, de otros puntos del norte, o ligados a él por razones diversas. Aquí se
dieron cita, aquí confluyeron, como en ningún otro momento de nuestra
historia, futuros creadores notables de cultura.

Los factores ocurridos por el surgimiento del grupo norte fueron:


 El Anarcosindicalismo
 La Revolución Mexicana
 La Primera Guerra Mundial
 La Realidad Nacional, Regional y Local
 La Revolución Rusa
 La Revolución Científica y Tecnológica

La Universidad de Trujillo fue la siguiente instancia donde se encontraron


varios estudiantes que, en forma sucesiva, se incorporaron a las inquietudes
intelectuales, junto con otros jóvenes escritores y artistas. De este modo, tanto
el Colegio Seminario como la Universidad fueron los focos culturales que
contribuyeron a darle vida a una singular generación conformada por jóvenes
nacidos entre el ocaso del siglo XIX y el amanecer del XX, oriundos ya sea de
Trujillo, de otros puntos del norte, o ligados a él por razones diversas. Aquí se
dieron cita, aquí confluyeron, como en ningún otro momento de nuestra
historia, futuros creadores notables de cultura.

Se trataba de una bohemia intelectual, conocida al transcurrir el tiempo como


“La Bohemia Trujillana”, “Grupo de Trujillo” o “Grupo Norte”, integrada por
Antenor Orrego y José Eulogio Garrido, sus animadores, César Abraham
Vallejo Mendoza, Víctor Raúl Haya de la Torre, Alcides Spelucín Vega,
Macedonio de la Torre, Carlos Valderrama, Carlos Manuel Cox, Francisco
Xandóval, Juan Espejo Asturrizaga, Oscar Imaña, Federico Esquerre Cedrón,
Daniel Hoyle, Eloy Espinoza, Manuel Vásquez Díaz, Alfonso Sánchez Urteaga,
Juan José Lora, Alfredo Rebaza Acosta, Julio Esquerre, José Agustín Haya de
la Torre, Leoncio Muñoz Rázuri, Néstor Martos, Francisco Dañino, Crisólogo
Quezada…cuando el Grupo se dispersaba, Ciro Alegría, Luis Valle Goicochea
y Mariano Alcántara.
En momento posterior al citado, Orrego ha dejado otros testimonios de sus
imborrables recuerdos de aquellos años. Dice: “A fines de 1915 publiqué una
página íntegra con los versos de Spelucín, Vallejo e Imaña en “La Reforma”
(…) Alrededor de ella y, poco antes, alrededor de la revista “Iris” comenzó a
configurarse y canalizarse el movimiento literario inicial, que hubo de alcanzar
su mayor brillo, difusión e influencia alrededor del diario trujillano “El Norte”,
que Spelucín y yo fundamos (…) “El Norte” seconstituyó en el centro inspirador
y animador de la novísima corriente intelectual y literaria en todo el norte de la
república, que se extendió luego al país entero y que tuvo su arranque o
epicentro en la ciudad de Trujillo”.
Y luego apunta:
“Las veladas transcurrían entre lecturas, comentarios de los nuevos libros,
conferencias improvisadas, recitaciones poéticas, música clásica y, más que
todo, la crepitante algazara de los mozos que incursionaban con frecuencia en
los restaurantes y cafés de la ciudad. En altas horas de la noche, las calles
trujillanas, devolviendo el eco de nuestras voces, nos vieron deambular con
ruidosa alegría en ocasiones innumerables. Solíamos, también, trasladarnos a
las playas cercanas: Buenos Aires, Huanchaco, Las Delicias y, en muchas
ocasiones, nos sorprendió el amanecer, frente al mar, recitando versos de
Maetelinck, Verhaaren, Samain, Rimbaud, Paul Fort James, Mallarmé, Walt
Whitmann, Darío, Herrera y Reissig, Lugones y, desde luego, el pauvre Lelián,
Baudelaire y…tantos más. Algunas veces, la voz de Imaña, con no muy buena
dicción francesa, por ese entonces, y recitando con entonación un tanto
engolada,
“Le violon de l’automme…” etc.
se perdía envuelta en el bronco y profundo trémolo de las olas. Como trama
invisible de fondo, palpitaban allí muchas esperanzas que forjaba la fantasía,
numerosas ilusiones moceriles que habrían de quebrar la vida, pequeños
dramas personales de amor y, subrayando el conjunto, con trazo firme, el
poderoso ímpetu y el gallardo coraje que nos infundía la indeclinable fe en
nuestro destino. Solamente esta última no nos defraudó del todo porque varios
de esos mozos trajeron a la realidad histórica y viviente de la patria, entre
cuitas, sacrificios y angustias heroicas, lo que la intuición juvenil iluminó en sus
pechos desde esos días lejanos y generosos”
Orrego y sus amigos generacionales fueron contestatarios, inconformes, pero
innovadores, aspiraron a la transformación social del país, comenzando por la
revolución de los espíritus, por la educación del pueblo. Trajeron cantos de
esperanza, un nuevo sentido de cultura, libre de colonialismo mental. Ellos
tuvieron la virtud de abrazar “la nueva emoción” por un Perú mejor.
Casi paralelamente al Grupo de Trujillo, en varias ciudades del Perú: Lima,
Cusco, Puno y Arequipa, surgían otros que, del mismo modo, fijaron su mente
en nuestra realidad y dedicaron se a buscar las raíces de la peruanidad para
explicar el presente y columbrar el porvenir con mirada propia. El núcleo de la
capital de la república constituyó se por estudiantes en torno al “Conversatorio
Universitario”, allí los nombres ilustres de Jorge Guillermo Leguía, Raúl Porras
Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre, Manuel Abastos, Guillermo
Luna Cartland, Ricardo Vegas García y Carlos Moreyra Paz Soldán. A ellos se
sumó Haya de la Torre cuando se trasladó de la Universidad de Trujillo a la
Universidad Mayor de San Marcos. Coetáneos con ellos fueron José Carlos
Mariátegui y Manuel Seoane, ambos periodistas e ideólogos, cuya influencia,
como de toda aquella generación, llega hasta nuestros días.
En el Cusco hizo irrupción el “Grupo Resurgimiento” con Luis E. Valcárcel y
José Uriel García, entre otros, mientras en Puno, los intelectuales dieron vida al
“Grupo Orkopata” al que pertenecieron Gamaliel Churata o Arturo Peralta
Miranda, Dante Nava, Emilio Vásquez y Alberto Cuentas Zavala. Arequipa no
fue ajena a este despertar de las conciencias, allí se conformaron varios
cenáculos, tales como “Los bohemios de Aquelarre” con Percy Gibson, César
Atahualpa Rodríguez y otros; el “Grupo Fiat”, en el cual estuvieron Manuel
Benigno Ballón Farfán, César Guillermo Corzo, Antero Peralta Vásquez, entre
muchos más. Los poetas Alberto Hidalgo y Alberto Guillén son, igualmente, de
esta época.
En conjunto, todos estos actores de la cultura, cuyo amanecer intelectual,
coincidentemente, despunta a cien años de la independencia del Perú,
conformaron la luminosa “Generación del Centenario”, que se dio por entero a
escudriñar la realidad y a librar el más grande esfuerzo por transformar el país,
pero simultáneamente, fue objeto del más grande escarnio de nuestra historia y
sufrió postergación. Por eso Porras Barrenechea la llamó “Generación Vetada”.

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