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mensaje de identidad cultural y compromiso de redención social. Aquí, con los pies bien
puestos en su propia realidad y conectada con el acontecer mundial y nacional, se gestó
una nueva generación, la generación del Grupo Norte o Bohemia Trujillana, alborada de
rumbos inéditos para un Perú libre, justo y culto, cuya obra tramontó el tiempo y llega hasta
nuestros días.
Sesión 2
Esquema de contenidos
Objetivos
Como aprendizaje esperado tenemos lo siguiente:
A principios del siglo, siendo aún niño, Antenor Orrego se afincó en Trujillo, su ciudad
adoptiva, futuro escenario de sus grandes realizaciones desde su inquieta etapa estudiantil
y de espontáneo conductor de su generación. Aquí inició su multifacética y profunda obra,
un verdadero monumento de la intelectualidad peruana. Perteneció a una generación
histórica inconfundible. Generación innovadora que trajo su propio estilo; creencias, ideas y
aspiraciones; una peculiaridad cultural distinta respecto a las generaciones anteriores.
Frente a un entorno social pasadista, regido por la tradición y el conservadurismo, la
colisión generacional fue inevitable.
De este modo, tanto el Colegio Seminario como la Universidad fueron los focos culturales
que contribuyeron a darle vida a una singular generación conformada por jóvenes nacidos
entre el ocaso del siglo XIX y el amanecer del XX, oriundos ya sea de Trujillo, de otros
puntos del norte, o ligados a él por razones diversas. Aquí se dieron cita, aquí confluyeron,
como en ningún otro momento de nuestra historia, futuros creadores notables de cultura.
Esta generación se propuso exigente disciplina para entregarse al servicio de la región y del
país. Con el entusiasmo, la tenacidad y vehemencia propios de la edad juvenil, tomó clara
conciencia de su responsabilidad histórica y trató de compenetrarse en los problemas
nacionales para buscar el esclarecimiento de nuestra identidad cultural.
Se trataba de una bohemia intelectual, conocida al transcurrir el tiempo como “La Bohemia
Trujillana”, “Grupo de Trujillo” o “Grupo Norte”, integrada por Antenor Orrego y José Eulogio
Garrido y sus animadores, César Abraham Vallejo Mendoza, Víctor Raúl Haya de la To- rre,
Alcides Spelucín Vega, Macedonio de la Torré, Carlos Valderrama, Carlos Manuel Cox,
Francisco Xandóval, Juan Espejo Asturrizaga, Óscar Imaña, Federico Esquerre Cedrón, Daniel
Hoyle, Eloy B. Espinoza, Manuel Vásquez Díaz, Alfonso Sánchez Urteaga, Juan José Lora,
Alfredo Rebaza Acosta, Julio Esquerre, José Agustín Haya de la Torre, Leoncio Muñoz Rázuri,
Néstor Martos, Francisco Dañino, Crisólogo Quezada… cuando el Grupo se dispersaba, Ciro
Alegría (Orrego, 1995, III: 157).
"El Grupo [Norte] realizó en el Perú el más importante movimiento intelectual, la más vital
revolución ideológica, que, en sus fines y objetivos, aunque distintos, es comparable a la
revolución ideológica que precedió a la guerra de la independencia". (Centurión, 1992: 34).
“A fines de 1915 publiqué una página íntegra con los versos de Spelucín, Vallejo e Imaña en “La
Reforma” […] Alrededor de ella y poco antes, alrededor de la revista “Iris” comenzó a
configurarse y canalizarse el movimiento literario inicial, que hubo de alcanzar su mayor brillo,
difusión e influencia alrededor del diario trujillano “El Norte”, que Spelucín y yo
fundamos[…] “El Norte” se constituyó en el centro inspirador y animador de la novísima
corriente intelectual y literaria en todo el norte de la república, que se extendió luego al país
entero y que tuvo su arranque o epicentro en la ciudad de Trujillo”.
Y luego apunta:
“Las veladas trascurrían entre lecturas, comentarios de los nuevos libros, conferencias
improvisadas, recitaciones poéticas, música clásica y, más que todo, la crepitante algazara de
los mozos que incursionaban con frecuencia en los restaurantes y cafés, de la ciudad. En altas
horas de la noche, las calles trujillanas, devolviendo el eco de nuestras voces, nos vieron
deambular con ruidosa alegría en ocasiones innumerables. Solíamos, también, trasladarnos a
las playas cercanas: Buenos Aires, Huanchaco, Las Delicias y, en muchas ocasiones, nos
sorprendió el amanecer, frente al mar, recitando versos de Maetelinck, Verhaaren, Samain,
Rimbaud, Paul Fort James, Mallarmé, Walt Whitmann, Darío, Herrera y Reissig, Lugones y,
desde luego, el pauvre Lelián, Baudelaire y…tantos más. Algunas veces, la voz de Imaña, con
no muy buena dicción francesa, por ese entonces, y recitando con entonación un tanto
engolada, “Le violon de l’automme…” etc. se perdía envuelta en el bronco y profundo
trémolo de las olas. Como trama invisible de fondo, palpitaban allí muchas esperanzas que
forjaba la fantasía, numerosas ilusiones moceriles que habrían de quebrar la vida, pequeños
dramas personales de amor y, subrayando el conjunto, con trazo firme, el poderoso ímpetu y el
gallardo coraje que nos infundía la indeclinable fe en nuestro destino. Solamente esta última no
nos defraudó del todo porque varios de esos mozos trajeron a la realidad histórica y viviente
de la patria, entre cuitas, sacrificios y angustias heroicas, lo que la intuición juvenil iluminó
en sus pechos desde esos días lejanos y generosos”. (Orrego, 1995, III: 29 y 30).
GRUPO NORTE. 1916. De izquierda a derecha, sentados: José Eulogio Garrido, Juvenal Chávarry, Domingo Parra del
Riego, César Vallejo, Santiago Martin y Oscar Imaña; de pie: Luis Ferrer, Federico Esquerre, Antenor Orrego,
Alcides Spelucín y Gonzalo Zumarán.
Los “intelectuales más ineptos e ineficaces emprendieron una maligna campaña de ataques
al inquieto grupo innovador, sobre todo contra el poeta César Vallejo. Desde luego, la
respuesta no se hizo esperar. Orrego, en dos artículos periodísticos demoledores, sacó a
luz la supina ignorancia de quienes pretendían ingenuamente herir al vate. En una de sus
notas, el filósofo Antenor Orrego sostuvo que eso era el eterno despecho de los rezagados
contra los jóvenes que traen nueva cultura, mayor vigor idealista y más amplitud de alma.
Y, con el mismo propósito, en 1916, Haya de la Torre escribió y logró la escenificación de
la comedia “Triunfa Vanidad", una defensa del nuevo mensaje cultural de los jóvenes frente
a la petulancia de sus detractores.
“Así comenzó – en palabras de Orrego – una heroica lucha que algunos años más tarde
debía rendir tan pródigos frutos para la cultura y elevación mental de Trujillo”. (1995, III:
171)
MIEMBROS DEL GRUPO NORTE Y AMIGOS. Trujillo, 1917. Sentado, 1º de la izq., José Eulogio Garrido. De pie, de izq. a
der., adelante, Antenor Orrego, inclinado, Alcides Spelucín, sigue, Eloy Espinoza, al centro y mirando de frente,
Carlos Valderrama (...) Macedonio de la Torre (...) (...) (...) Federico Esquerre, José Agustín Haya de la Torre
(...) (...) (...) Oscar Imaña (...) César Vallejo.
Insistiendo en sus recuerdos escribe (1957): “El grupo juvenil deambulaba - ¡claro está! – por
las calles muchas veces hasta altas horas de la noche. En esas reuniones surgían los sueños
de lo que después fueron realidades, ¡hay, sangrantes realidades...” Y después de las
excursiones a Chan Chan, añade: “Veníamos sumergidos, empapados, literalmente, en este
tiempo espectral cuajado de sombras arqueológicas. Estábamos con el sueño a flor de
pecho porque los espectros de este pasado remoto espoleaban la fantasía”. (Orrego, 1995,
IV: 29).
Y en otro pasaje en relación con las frecuentes excursiones a la otrora capital del reino
chimú dice:
“Allí en Chan Chan estuvimos muchas noches de plenilunio todo el grupo de mozos, como si
quisiéramos adivinar entre las ruinas fantasmales de ese pasado, toda la tremenda
responsabilidad de la tarea que nos aguardaba. Sumergidos en este escenario de espectros
estuvimos muchas veces conversando y proyectando nuestra faena del porvenir, César
Vallejo, Víctor Raúl Haya de la Torre, Alcides Spelucín, Macedonio de la Torre, Oscar Imaña,
Juan Espejo, tantos jóvenes más.” (Ibáñez, 1995: 87).
Indudablemente, Chan Chan fue muy apreciada por el grupo de jóvenes que en diversos
momentos se refieren a ella. Garrido llegó a ser catedrático de arqueología y director del
correspondiente museo de la universidad local.
Por su espíritu de iniciativa, por su amplia cultura y su calidad humana, Orrego se convirtió
en el mentor o guía informal de sus compañeros de tertulia. Las reuniones las realizaban
en algún restaurante o café, en la morada de Garrido, Orrego o Espejo, en la casa El
Molino de Hoyle, o salían a Mansiche, Huamán, Chan Chan y otros lugares.
El trato entre los "bohemios" era fraternal. Sus veladas transcurrían en un ambiente de
alegría. Pero no faltaban momentos de tensión que pronto controlaban y disipaban. En un
clima de tal compañerismo, surgieron seudónimos, facturados en el seno de sus reuniones.
Escritores, poetas y artistas llegados de Lima eran recibidos con afecto por los
trujillanos. Así, acogieron a Juan Parra del Riego, Abraham Valdelomar, al compositor
Daniel Alomía Robles, al poeta Enrique Bustamante y Vallivián, también participaban de las
representaciones de las compañías de teatro y actuaciones de bailarinas procedentes de la
capitalde la república.
GRUPO NORTE EN CHAN CHAN. 1918. En el primer plano, el visitante Abraham Valdelomar (cubierto
la cabeza). Luego, de izquierda a derecha, 2A. fila: Néstor Alegría, Juan Espejo Asturrizaga, Augusto Silva Solís,
Leoncio Muñoz; 3a. fila: Luis Armas, Juan Pesantes Ganoza, Eloy B. Espinoza, Antenor Orrego (con bigote y en
actitud pensante), Juan Manuel Sotero; 4a. fila: José Eulogio Garrido (vestido de blanco), Federico Esquerre y
Agustín Haya de la Torre. De regreso a Lima, Valdelomar recordará en un artículo las "Noches de luna sobre la
solemne ciudad muerta de Chanchán, en Trujillo”.
Su obra dejó profunda huella, marcó la historia. Pero Orrego, igual que sus
amigos, padecieron por sus ideas, a costa de sus justos y legítimos derechos y de sus
propias aspiraciones personales y familiares.
Casi paralelamente al Grupo de Trujillo, en varias ciudades del Perú: Lima, Cusco,
Puno y Arequipa, surgían otros que, del mismo modo, fijaron su mente en nuestra realidad y
dedicáronse a buscar las raíces de la peruanidad para explicar el presente y columbrar el
porvenir con mirada propia. El núcleo de la capital de la república constituyóse por
estudiantes en torno al "Conversatorio Universitario", allí los nombres ilustres de Jorge
Guillermo Leguía, Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez, Jorge Basadre, Manuel
Abastos, Guillermo Luna Cartland, Ricardo Vegas García y Carlos Moreyra Paz Soldán. A ellos se
sumó Haya de la Torre cuando se trasladó de la Universidad de Trujillo a la Universidad
Mayor de San Marcos. Coetáneos con ellos fueron José Carlos Mariátegui y Manuel Seoane,
ambos periodistas e ideólogos, cuya influencia, como de toda aquella generación,
llega hasta nuestros días.
Esta generación, impetuosa pero fecunda y con un gran sentido humano, fue el
anuncio de un nuevo Perú. A ella perteneció Antenor Orrego y el Grupo Norte.