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Feminismo: Marca Reconocida

De los muchos temas que tanto los países como las instituciones internacionales son

cada vez más consientes, los derechos de las mujeres y cuestiones de género probablemente

ocupan un lugar importante en la lista. Así, países como Suecia, Canadá, y México han

tomado la iniciativa en realizar y oficializar lo que se podría llamar una política exterior

feminista. Sin embargo, mientras esto puede marcar un inicio de cambio de pensamiento

frente a las relaciones internacionales y la política exterior, la realidad es que la política

exterior feminista que está siendo implementada por estos países solo es la superficie de lo

que realmente sería y podría llegar a ser. Por esto, gran parte de la política exterior con

enfoque feminista que se ve, son -en su mayoría- compromisos aún vacíos que caben en el

sistema internacional actual, sin innovarlo ni retarlo.

Ahora, hay diversas maneras bajo las cuales se podría analizar el por qué existe

aquella aparente disonancia cognitiva entre la política de estado y la practica real. Pero para

propósitos de este ensayo, se orientarán estos análisis en torno al proceso de toma de

decisiones y algunas interpretaciones de la política exterior feminista que pueden dar luz a

aquellas razones que impiden que un estado pueda ejercer una versión más ideal de una

política exterior feminista.

Para comenzar, es importante entender el tipo de disonancia del que se habla. Para

esto se mirarán dos casos en particular, de países que oficialmente han declarado su política

exterior como feminista. Así, viendo las falencias de las mismas podremos analizar lo que

podría estar fallando desde el punto de vista de los procesos de toma de decisión y de

algunas interpretaciones teóricas de la política exterior feminista ideal, para así poder

entender el por qué sucede esto y por qué el feminismo -en estos casos particulares- se ha
convertido una marca o disfraz, en lugar de una brújula moral para tomar decisiones en

política exterior.

Para basar este análisis, hablaremos de dos ejemplos de política exterior que han

“oficializado” su enfoque feminista, escogiendo dos países tanto del Sur como el Norte

Global. Ahora, mientras que ambas políticas son similares, es importante entender que los

contextos son diferentes, y por ende las problemáticas con cada una son emblemáticas de

cómo se ven las relaciones de poder entre el Norte y el Sur. Dicho esto, el presente ensayo

no se enfocará en estas diferencias ya que lo que se intenta hacer es ver lo que sucede con

ambas que no permite que ambas políticas sean completamente feministas según las

interpretaciones que veremos a continuación.

En el 2014, Suecia se convirtió en pionero de una política exterior feminista

ambiciosa e incluso atrevida para su tiempo, ya que no solamente sugería un cambio

drástico en términos de lenguaje, pero también en acciones y prácticas. Se enfatizó que

dicha política debía ser guiada por la ética, independiente y a pesar de la controversia que

pudiera ocasionar. Uno de los aspectos clave es que la ministra sueca Margot Wallstöm

“pintó la acción feminista no solo como una problemática singular dentro de una agenda

general, sino como un enfoque hacia toda la política exterior” (Conway, 2017). Esto es

crucial porque, como veremos más Adelante, uno de los problemas con tener una política

exterior feminista completa es precisamente la necesidad de hacer que sea llamativa

universalmente. Teniendo esto en cuenta, hay bastantes puntos dentro de esta política que

son importantes de ver y que van desde temas de seguridad hasta desarrollo. Así las cosas,

la política sí ha sido exitosa en una variedad de estas áreas, con uno de sus logros más

relevantes el haber incluido las violencias basadas en género como una causa legítima para
aplicar sanciones, al momento en que Suecia presidió el Consejo de Seguridad de las

Naciones Unidas.

Mientras que no es muy sorprendente que Suecia sea un pionero de la política

exterior feminista, no es el único país que tiene una, o que vaya encaminada a este objetivo

en particular. Canadá, Luxemburgo, Francia e incluso el Reino Unido están avanzando en

la implementación de políticas con enfoque de género y/o para mujeres y niñas, a través de

asistencia al desarrollo y otras acciones. Sin embargo, estos países no nos hablan de la

historia complete ya que las problemáticas de género y el feminismo no son exclusivas de

esta región, es por eso por lo que hablaremos de lo que se puede llamar como el Sur global.

Dicho esto, antes que anunciara oficialmente su política exterior feminista, México ya

adelantaba esfuerzos en torno a lo que significaría una política exterior con enfoque

feminista para su país.

Entonces, a través de esfuerzos multilaterales y siendo partícipe en escenarios

cruciales, México ha sido uno de los países líderes en asuntos de igualdad de género y

derechos de las mujeres; con avances en ámbitos como el Plan de Acción con Enfoque de

Género para la Política Climática en el acuerdo de París en 2015, y la llamada “Spotlight

Initiative”, que fue creada en cooperación con las Naciones Unidas y cuyo objetivo es la

eliminación de todas las formas de violencia en contra de las mujeres y niñas en África,

Asia, América Latina, el Caribe y el Pacífico. Entendiendo esto, no es realmente

sorprendente que México anunciara el lanzamiento de su propia política exterior feminista,

con uno de sus objetivos principales siendo lograr igualdad de género dentro de todo su

servicio extranjero para el 2024 (Deslandes, 2020).


Esto definitivamente demuestra un avance considerable hacia la igualdad de género

en una variedad de problemáticas sin hacerla un punto aislado, lo cual es imprescindible,

considerando que muchos de los datos y la información que hay hasta el momento se

pueden considerar como neutrales de género. Esto significa que gran parte de los datos caen

en un vacío, dejando lo que para el Centro para el Desarrollo Global (CGD por sus siglas en

inglés) es una brecha de datos de género (Mitchell, 2020). Por ejemplo, Alemania, que es

uno de los países en el top 5 en aspectos como el comercio, inversión y migración, está así

mismo mucho más abajo cuando se utilizan indicadores de género; mientras que Argentina,

aunque no se encuentra en el top 5, está en una posición mucho más alta que Alemania

cuando se aplican indicadores de género (Mitchell, 2020).

Es en lo anterior donde se comienzan a encontrar las discrepancias e incluso

hipocresías dentro de las acciones que los países consideran que incluyen el género en su

agenda de política exterior. En otras palabras, buenas políticas en materia de Desarrollo,

comercio, y otras no implica que el impacto sea el mismo al momento de mirarlas con

enfoque de género. Adicionalmente, esto no sucede exclusivamente en países donde aún no

hay una política exterior feminista oficial. Cuando miramos más a fondo los ejemplos

anteriores -Suecia y México- se comienzan a ver que algunas de las políticas son

simplemente discurso; predicar una cosa y hacer algo diferente que incluso en algunos

casos va en la dirección opuesta. Entonces, para poder realizar una crítica de esto es

importante primero entender qué podría significar una política exterior feminista, o al

menos lo que deberíamos buscar en una, y así, ver en qué momento se pierde durante el

proceso de toma de decisiones.


Hablar de feminismo en las relaciones internacionales puede ser complejo. Para

empezar, existen varias corrientes feministas con puntos de vista distintos en el análisis de

las relaciones internacionales. Es por esto que para propósitos del presente ensayo no nos

enfocaremos detenidamente en temas de representación -la cantidad de mujeres en el

escenario internacional- ni en la idea de que las mujeres pueden ser caracterizadas como

más maternales y pacíficas que los hombres, ya que niega estudios donde muestra que en

términos de toma de decisiones en política exterior no están directamente relacionadas con

el concepto biológico de género (Northrup, 1994). Es por eso que, a pesar de estas

caracterizaciones o incluso tal vez a razón de estas mismas, la política exterior feminista ha

sido marcada como ética; o como lo exponen Aggestam, Rosamond, y Kronsell (2019)

“Una contención clave es que la política exterior feminista es ética en sí misma ya que pone

en el centro del análisis cosas como la discriminación de género, desigualdades y violencia,

así como la falta de inclusión y representación de mujeres y otros grupos marginados”.

Todo esto va de la mano con el argumento de Acker (1990) que el método feminista no es

solamente agregar mujeres al Sistema sino revelar cómo el concepto de género se incorpora

en el mismo.

La razón por lo cual esto es particularmente importante es porque para ver la

política exterior feminista como holística es necesario alejarse de la concepción que es un

tema únicamente de empoderamiento y derechos de las mujeres. Es por esto que Scheyer y

Kusmkova interpretan la afirmación anterior como: “Una política exterior feminista

requiere repensar y re-imaginar las estructuras de género de las instituciones y sistemas de

gobierno. No puede ser equivalente a una política exterior que simplemente busca asegurar

la representación igualitaria o la participación significativa de las mujeres en instancias de


poder (Scheyer & Kumskova, 2019). Bajo esta interpretación se puede ver que el primer

malentendido con la política exterior feminista de México y su objetivo de aspirar a la

igualdad de género en el servicio extranjero para el 2024, es precisamente que la

representación no es lo único que debería definir una política exterior con enfoque

feminista.

Ahora, esto no quiere decir que sea algo negativo, sino que no puede ocurrir en un

vacío y que ciertamente no es suficiente. Especialmente considerando que México tiene

uno de los niveles más altos de violencia contra las mujeres, es particularmente paradójico

hablar de igualdad de género cuando se estima que, en promedio, once mujeres son

asesinadas cada día (Soto Espinosa, 2020). Con esto, y el hecho de que la violencia contra

las mujeres en México ha aumentado a raíz de la pandemia del COVID-19 nos

cuestionamos sobre ¿Cómo puede México tener una política exterior feminista cuando la

dura realidad es que las mujeres no han dejado de ser violentadas en el país?

Parte de la respuesta a esta pregunta yace en el entendimiento de lo que es y lo que

se quiere decir con una política exterior feminista. Sin importar la cantidad de

interpretaciones diferentes sobre la “mejor” política exterior feminista, entender que la

representación no puede ser el único aspecto a tener en cuenta, puede hacer que estas

políticas no solo sean mejores, sino que a futuro sean más viables para ser implementadas

por otros países. Sin embargo, hay una gran variedad de obstáculos que hasta el momento

han prevenido una política exterior feminista completamente realizada, como la proponen

Scheyer y Kumskova y otros académicos. Una de ellas es Cynthia Enloe (2014) que en su

libro “Bananas, Beaches, and Bases: Making feminist sense of international relations”

expresa que una de las lecciones aprendidas de la teoría feminista de las relaciones
internacionales es que incrustar a la mujer dentro del sistema patriarcal no desafía las

normas de género subyacentes que impulsan violencia y conflicto.

Teniendo esto en cuenta, se puede comenzar a trazar algunos principios a través de

los cuales se podría llegar a ver una política exterior feminista, los cuales son: un enfoque

interseccional, inclusión (tanto de grupos marginados como de la Sociedad civil), desarme

completo, seguridad enfocada hacia el bienestar del individuo, promoción de solidaridad a

través del dialogo y comunidades con empatía (Scheyer & Kumskova, 2019). Es importante

notar que, aunque esta es una propuesta de principios por parte de estas autoras que aún

requiere verificación, es por medio de estos que se pueden ver los vacíos en las políticas de

los dos países que se han tomado como ejemplo para este ensayo. Incluso se puede

comenzar a entender que, aunque ambas políticas tienes buenas intenciones, aún requieren

vastas mejoras para superar las normas y puntos de vista que perpetúan el sistema

internacional.

Por ejemplo, una de las acciones de Suecia más criticadas y que además contradice

directamente su política exterior feminista -utilizando los principios mencionados

anteriormente- es el hecho de que Suecia aún continúa vendiendo armamento a países como

Arabia Saudita (Poh-Janrell, 2017); lo cual muestra que, al momento de hablar de

militarismo y seguridad, los países aún dependen de un punto de vista neo-realista para

mantener las relaciones en materia de seguridad con otros estados. El problema con estas es

que socavan la situación de la mujer y comunidades vulnerables poniéndolas en mayor

peligro y sin considerar sus afectaciones como consecuencia de las decisiones que toman

los estados. En otras palabras, no se está repensando o reinventando las estructuras, sino

que, se está utilizando el discurso para esconder acciones que de otra forma no se
considerarían “feministas”, dejándonos con un sinsabor amargo de que el feminismo y la

igualdad de género son solamente marcas sin mucho compromiso detrás de ellas.

A través de teorías feministas y las interpretaciones mencionadas anteriormente se

puede decir que aún hay un largo camino que recorrer para un compromiso complete por

parte de los países hacia políticas con enfoque de género. En este sentido, uno de los temas

de los que más se hablan es el de mujer y seguridad -incluso así lo es, es difícil encontrar

documentación adicional en la materia- ya que puede ser percibido como uno de los ítems

más complejos de aceptar la idea de seguridad y bienestar de los individuos por encima de

adoptar medidas de estabilidad de carácter militar. Como ha sido reiterado; no es un

problema de representación ya que esta no garantiza que las normas y el Sistema mismo sea

desafiado. Sin embargo, simplemente decir que es una cuestión de retar el Sistema, sería

una afirmación incompleta. Debemos hacernos preguntarnos; ¿En qué instancias

desafiamos este Sistema? ¿En qué parte del proceso? Tiene que haber una razón por la cual

el centro de una política exterior feminista y holística pierde su sentido a mitad de camino.

Es aquí donde sería interesante ver si el problema yace en el proceso de toma de decisiones.

Para esto, Podemos empezar por ver las herramientas que nos da Allison (1988)

para entender la disonancia entre lo que se había estipulado y las acciones y resultados de

los dos ejemplos de política exterior feminista. Iniciando con el modelo de procesos

organizacionales Allison nos dice que los gobiernos perciben los problemas a través de los

lentes de las organizaciones particulares, lo que significa que no solamente las prioridades

son diferentes, sino que las responsabilidades también lo son. Así, cuando se piensa en una

política exterior feminista, cualesquiera que sean los principios aplicados, deben ser

incluidos dentro de todas las organizaciones que toman decisiones en política exterior. Lo
que quiere decir que, si no todas las organizaciones tienen un enfoque de género o incluso

políticas feministas particulares, existirá una disonancia entre la política exterior y las

decisiones que se toman en la práctica, porque se pierde el eje central de los principios de

inclusión y enfoque interseccional. Adicionalmente a esto, si se mira el modelo de actor

racional es claro el punto de vista neo-realista que se mencionaba anteriormente en lo que

concierne a toma de decisiones en materia de seguridad, pero así mismo ofrece una mirada

a la conducta como tal de funcionarios de gobierno.

Lo último siendo bastante interesante cuando se tiene en cuenta la idea de la mujer

en espacios de toma de decisiones. En lugar de catalogarlas como maternales o pacifistas,

es un asunto de modalidades de liderazgo y administración. De acuerdo con la reseña de

Northrup (1994), el estilo de liderazgo y administración, y toma de decisiones de las

mujeres tiende a ser orientado hacia el consenso y el estilo colaborativo. Esto puede ser

visto de dos maneras; en primera instancia da un entendimiento del por qué cuando es

política exterior feminista el modelo organizacional puede tener una mayor incidencia y por

lo cual la política exterior aparenta ser superficial y no cumple con los principios

propuestos por Scheyer y Kumskova para una política exterior feminista ideal. En Segundo

lugar, es que la naturaleza misma de los estilos de administración y liderazgo puede ser la

característica que abra camino a una futura implementación de una política exterior

feminista, si es combinada con esfuerzos en materia de representación en espacios

adicionales al servicio extranjero.

Aunque esto solo responde a un par de preguntas sobre este tema en particular, es

importante notar que debido a que la hora de la toma de decisiones sobre política exterior

siguen siendo como primera instancia en materia de seguridad en lugar construcción de paz,
dicho enfoque aún recurre a alternativas y soluciones militaristas, que como ya se había

planteado anteriormente, dejan a un lado las afectaciones con las que viven mujeres y otros

grupos vulnerables, especialmente en escenarios de conflicto.

Por ende, es desafiante implementar medidas como la resolución del Consejo de

Seguridad sobre Mujer, Paz y Seguridad; porque el análisis de género aún queda por fuera

de la conversación en una variedad de temas internacionales y así mismo se crea la

disonancia entre el discurso y la política exterior. Entonces, debido a la incapacidad de

repensar y reinventar estas prácticas, es que nos encontramos con un feminismo fácil de

digerir que en conclusión tiene poco efecto en el sistema como tal. Así, al analizar la

interpretación de las diferentes académicas y pasándolas por el lente de los modelos de

toma de decisiones de Allison, se puede entender que el compromiso no puede ser dentro

de un escenario multilateral o dentro del sistema internacional. También debe incluirse en

las políticas domésticas y a su vez, estar continuamente desafiando el Sistema patriarcal.

Poco se sabe aún sobre una verdadera viabilidad de una política exterior feminista

con los principios propuestos anteriormente mencionados, o cuánto tiempo nos tomará

llegar a ese punto, pero eso no quita que valga la pena hacer el esfuerzo. Vale la pena

considerar un enfoque nuevo hacia la política exterior y de una manera más práctica que

teorizando las relaciones internacionales. México y Suecia son ejemplos de la posibilidad y

el avance de dichas políticas, aún con mucho camino por recorrer, y siempre considerando

las lecciones aprendidas, existe la posibilidad de estar mejor preparados para tomar los

pasos necesarios e implementar por complete una política exterior feminista en más que

solo dos países.

Referencias:
Acker, J. (1990) “Hierarchies, Jobs, Bodies: A Theory of Gendered Organizations,”

Gender and Society, June 1990, 142.

Aggestam, K., Bergman Rosamond, A., & Kronsell, A. (2019). Theorising feminist

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