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III Historia de cinco

Humedales de Bogotá
En los capítulos anteriores se presentó un
estudio que permite a la ciudadanía, no sólo
comprender la importancia de los humedales
de Bogotá, sino aprender de manera general
su evolución histórica, desde los muiscas
hasta nuestros días.

Sin embargo, cada humedal en su devenir ha


enfrentado diversos factores de cambio. En
algunos casos los motores de ese cambio
fueron de tipo urbano, en otros, de carácter
social, demográfico o económico.

Para conocer más de cerca los azares y


contingencias de estos ecosistemas en su
recorrido por el tiempo, se recurrió a una
serie de referencias históricas que van de la
tradición oral al archivo de fotos aéreas del
Instituto Geográfico Agustín Codazzi. El
resultado de su análisis se presenta a
continuación.

 Es importante destacar que este capitulo


hace énfasis en el estudio histórico de cinco
humedales de los trece con que cuenta
Bogotá: La Conejera, Juan Amarillo, Jaboque,
Santa María del Lago y el Meandro del Say,
los que se exponen dentro del marco de las
localizaciones a las que pertenecen: Suba,
Engativá y Fontibón.

Localidad de Suba

El nombre de la localidad se
deriva de dos vocablos
indígenas: Sua que significa sol y
Sia agua; su fundación se
atribuye a los encomenderos
Antonío Díaz Cardozo y hernán
Vanegas en 1550.
Durante la colonia fue zona de
resguardo indígena, por lo que
Río Bogotá
en 1910.
hoy sus decendientes se
identifican por apellidos como
Msusí, Cabiativas, Nivia, Caita,
Piruacum, Yopasá, entre otros.
Durante la primera mitad del
siglo XX el municipio de Suba
conservó su carácter rural, pues
contaba con grandes haciendas
de las que se recuerdan: Santa
Inés, Tibabuyes, San Ignacio,
Arrayanes, La Conejera y Santa
Bárbara.  En ellas se producían
distintos bienes que se
distribuían en los mercados de
Bogotá.

Cuando el municipio fue anexado a la ciudad


en 1954 se produjo un paulatino cambio en el
uso del suelo. algunas fincas continuaron con
los cultivos, especialmente de flores, pero
muchas otras fueron vendidas a compañías
constructoras y en muchos casos, a
urbanizadores piratas. Esto generó un
crecimiento urbanístico acelerado y
desordenado, y el desplazamiento de una
buena parte de la población de Bogotá hacia
el sector de Suba, convirtiendo a la localidad
en una de las de mayor expansión no
planificada de la ciudad,. Sin embargo hasta
hace pocos años la localidad conservaba su
ritmo de vida rural, permitiendo a sus
habitantes gozar a un tiempo de las bondades
del campo y las comodidades de la ciudad,
pero el tiempo y la vida urbana han ido
borrando su carácter campestre.

Humedal de la Conejera

Reseña Histórica

Los muiscas cultivaban en las inmediaciones


del humedal papa, maíz y otras especies
como cubios, habias, chuguas, arracacha,
batata y yuca. Además, criaban curíes y
patos, y cazaban venados.1 Los indígenas se
dedicaban a la alfarería y la cerámica, y a la
confección de mantas de algodón.

Durante la Colonia la hacienda la Conejera


tenía una casa en los cerros, llamada el
Chucho, cuyo origen se remonta a una
heredad fundada a principios del siglo XVII
por el padre José Hurtado, un miembro de la
compañía de Jesús. Pero en 1775 la hacienda
fue rematada junto con otras propiedades de
los Jesuitas. Por aquel tiempo, el humedal se
hallaba rodeado por bosque nativo, con
arrayanes, alisos, orquídeas y otras especies
vegetales que eran el hábitat de venados,
conejos, ardillas, curíes, armadillos,
murciélagos y muchas aves.

A principios del siglo XX grandes extensiones


de bosques fueron reemplazadas por
potreros, para la cría de toros de lidia. Por los
años cincuenta la propiedad se subdividió en
varias estancias. Grandes zonas del bosque
nativo, se convirtieron en zonas de potreros
que más tarde serían urbanizadas. Las fotos
aéreas de este periodo hacen pensar que le
humedal era mucho más extenso a como lo
conocemos, y se tienen indicios de que uno
de sus brazos llegaba hasta el cerro de Suba.

Hasta 1971, el humedal y su ronda se


mantenían en buenas condiciones. El Señor
Eugenio Sierra, propietario de la hacienda la
Esperanza, ubicada en el costado oriental, y
residente en la zona hace mas de 25 años,
cuenta:
"El área estaba conformada por haciendas
dedicadas a la ganadería, y en algunos casos
a la agricultura. El agua de la quebrada era
limpia y se utilizaba para los usos domésticos,
pero con la aparición de los barrios se
contaminó. Lo que pasó fue que los
propietarios de los terrenos no pudieron
conservarlos por el alto costo de los
impuestos, lo que facilitó la parcelación de las
haciendas" .

La evolución del humedal de la conejera se


aprecia claramente en las fotografías aéreas,
que son las que mejor narran los cambios y
los hechos sucedidos en la zona. En 1956 no
existían asentamientos humanos
considerables entorno al ecosistema, que
contaba con un dique artificial en uno de sus
sectores, usado como punto de captación de
agua para el riego de pastos para la
ganadería.

En 1971 se incrementó la construcción


de casas aisladas.
En 1956 el humedal estaba rodeado
completamente de fincas

Para la década de los ochenta se produjo un


cambio en el uso de los terrenos aledaños,
pasando de la ganadería a la agricultura, y se
empezaron a expandir los cultivos de flores.
LAs urbanizaciones entorno al humedal de La
Conejera aparecieron a finales de los ochenta
y tomaron fuerza a comienzos de los noventa,
lo que afectó notoriamente la dinámica del
ecosistema.

En 1989 el espejo de agua del humedal


representaba un 35% del área total, y la
vegetación un 55%, revelando una
disminución con relación a años anteriores. En
esa fecha, las viviendas unifamiliares
construidas sobre rellenos ilegales ya
afectaban un área de 2 Kilómetros sobre el
costado sur del humedal, desde el nacimiento
de la quebrada La Salitrosa en el cerro de
Suba, hasta el actual barrio Londres.

Los alcantarillados de los nuevos barrios


vertían, como lo siguen haciendo, su carga de
aguas negras en la quebrada La Salitrosa, y a
través de ella ingresaban al humedal. De esta
forma se incremento el volumen de agua del
humedal, pero por ser aguas residuales con
un alto contenido de materia orgánica el
cuerpo de agua se contaminó, generando
olores riesgosos para la salud pública de
quienes habitaban en torno al humedal, y
potencializando la energía consumida por la
vegetación lacustre que se propagó de
manera alarmante. Además, el efecto de la
contaminación por desechos orgánicos redujo
la cantidad de oxígeno del agua e incremento
la sedimentación. Todos los mencionados
efectos, por su puesto, afectaron de distintas
formas la fauna del ecosistema.

Para 1991 la vegetación ya cubría casi el 70%


del cuerpo de agua. De otro lado, los árboles
de un amplio sector de la ronda presentaban
una disminución notoria, posiblemente por la
tala incontrolada. La primera etapa de la
urbanización "Compartir" ya estaba
construida, y aunque no se encontraba dentro
de la zona de ronda, si marcó un fuerte
cambio para el humedal, pues a partir de su
construcción, el humedal se convirtió en
vertedero de desechos de construcción y
blanco de urbanizadores inescrupulosos, que
por medio de rellenos ilegales, pretendían
transformarlo en terrenos urbanizables.

En 1993, los habitantes del barrio


Compartir, conscientes de la valiosa
biodiversidad del ecosistema y
amparados por la legislación
ambiental, decidieron poner fin a los
rellenos ilegales. Así nació la
Fundación La Conejera, liderada por
un grupo de ciudadanos interesados y
comprometidos en la protección del
humedal, que desde entonces
desarrollan programas de educación
ambiental y otras actividades en favor
del ecosistema con el apoyo de
entidades distritales como el DAMA.

Para 1994 ya se observa claramente la urbanización compartir, así


como los cambios producidos por los rellenos ilegales que
aumentaron para esta época en forma acelerada y progresiva,
taponando unos 600 metros lineales de la zona de ronda del costado
oriental, y desviando el cause natural de la quebrada La Salitrosa, en
el punto donde desemboca sobre el humedal. Además se conectaron
al cuerpo de agua una serie de desagües de aguas negras
incrementaron la contaminación del ecosistema.

Durante 1995 el DAMA a través de un convenio con la Fundación


Humedal La Conejera, adelantó la construcción y mantenimiento del
vivero, de una franja perimetral de bosque nativo, del cerramiento,
además de la plantación de 42.000 árboles, arbustos y plantas en la
ronda del ecosistema.

La vegetación flotante se incrementó aún más en 1998, reduciendo el


espejo de agua. De otro lado, los rellenos ilegales disminuyeron
notablemente, a excepción de una zona cercana al barrio Londres.
Entorno al humedal continuó la actividad agropecuaria, como se
aprecia en la fotografía correspondiente.

Entre 1997 y 1999 el DAMA a través de un


convenio con la Fundación la Conejera plantó
24.179 árboles nativos, con criterios de
restauración ecológica, en la ronda del
humedal, el bosque maleza de Suba y el
corredor biológico que conecta estos
ecosistemas. Paralelamente se logró la
recuperación de 12.000 metros cuadrados de
espejo de agua mediante la extracción
manual y mecánica de residuos y vegetación
acuática invasora como la Lengua de Vaca,
además de actividades de educación
ambiental con comunidades y colegios
aledaños al sector.

Por último, es importante señalar que la


Conejera, al igual que todos los humedales
asociados al río Bogotá, presenta cambios
bruscos en el nivel de las aguas, pues una de
sus funciones naturales era la de absorber y
regular las crecientes del río Bogotá, pero con
la construcción del jarillón se taponó el reflujo
de las aguas del río hacia el humedal, y en
consecuencia, perdió su capacidad como
regulador del impacto de las crecientes del
río. Adicionalmente, hoy en día presenta un
mayor nivel en la rata de sedimentación, con
un porcentaje cercano al 3% anual con
respecto al área total, por el aporte directo de
aguas  residuales y lluvias sin tratamiento
previo.

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