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Etica y libertad
A diferencia de otros posibles enfoques, una
Etica ontológica centra su objeto de estudio princi­
palmente en la constitución misma del hombre y en
aquella característica de éste que le hace existir co­
mo un ser ético, productor de ese orden existencial y
cultural sui generis que es el orden moral. Esta con­
dición ética no sólo es algo propio y exclusivo del
hombre, sino que tiene el carácter, ciertamente,
de una nota ontológica y, por tanto,. de una carac­
terística universal y permanente del hombre que le
define en su propia condición humana: la eticidad
o moralidad constitutiva está presente en todas las
modalidades posibles de existencia, sean morales o
inmorales, se rijan por "esta" o por "otra" o por
"ninguna" moral particular; es la base que condi­
ciona toda la variedad histórica y social de las mo­
rales y todas las manifestaciones subjetivas u objeti­
vas, reales o ideales de la vida moral de los hombres
. y los pueblos. 1 Y como de todo constitutivo ontoló­
gico, de la eticidad cabe decir lo que dice Heidegger
respecto de esa otra nota "esencialmente inherente"
al ser del hombre que es el ser-en-el-mundo:

1 Parece conveniente advertir que el "objeto" de estu,


dio de la Ética, o sea, de la reflexión filosófica (teórica] acer­
ca de "lo moral", no es algo simple ni unívoco. El objeto de
la Ética no son solamente las morales, incluso si éstas com•
prenden tanto las normas (orden deontológico) como las
"formas de vida" concreta: los mores reales de los hombres:
su conducta real y efectiva o su "moralidad positiva". Tam·
blén la htferiorldad moral, el ámbito de la conciencia moral
(e incluso de la moralidad y la voluntad inconscientes alum·
brado por el psicoanálisis) forma parte del objeto de la Ética,

Eticidad y libertad
al igual que forman parte de él el campo de los valores, los
ideales, los principios éticos más generales; o bien el del len­
guaje moral, con su peculiaridad y su lógica particular, etc.
La Ética varía históricamente, como disciplina teórica, por
el énfasis que puede poner en uno u otro aspecto. Por su
Juliana González Valenzuela parte, la Ética ontológica, desde Platón ( con sus anteceden•

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No es... una "peculiaridad" que unas veces se Ontológicamente, la moralidad constitutiva o
tenga y otras no, o sin la cual se pudiera ser eticidad implica, en efecto, la temporalidad y con
tan perfectamente como con ella.. . 2 ella el no-ser y la contradicción. La eticidad es una
nota definitoria del ser del hombre, pero del ser
Las morales varían históricamente y el hombre comprendido no como una "esencia" o "sustancia"
puede tener o no tener una moral determinada; pue­ fuera del tiempo y de la existencia, como era para
de ser más o menos moral; puede incluso declinar la ontología tradicional, sino del ser identificado
hasta límites extremos su conciencia, su responsa­ plenamente como tiempo o como existencia espa­
bilidad y su proyección ética( de la vida; pero en cio-temporal, que es como lo ha comenzado a reco­
tanto que hay hombre hay moralidad o eticida9- y nocer la ontología contemporánea desde Hegel.
no existe la a-moralidad propiamente dicha. Esta Anaximandro hablaba del "orden del tiempo "4
sería la completa in-diferencia, la neutralidad exis­ y Heráclito afirmaba que "cambiando, reposa", 5
tencial, la imperturbabilidad y la descualificación. expresando con ello la primigenia conciencia de
La a-moralidad consistiría, en efecto, en esa peculiar que el cambio (µe-ro:�o'Xi¡) no consiste en una pura
característica que Freud le adjudica al inconsciente aniquilación: engendra su propia estabilidad o con­
"puro" (ese que, precisamente por ello, es en sí sistencia (ser), y de que el tiempo (devenir) es un
incognoscible) cuando dice que el inconsciente orden: conlleva su propia legalidad o racionalidad
-manifiesto sobre todo en los sueños- no conoce p,oros-): "se enciende y se apaga según medidas".6
el no ni la contradicción ni, por ende, está en el_ Se trata aquí de la conciencia dialéctica de lo real
orden de la temporalidad y la moralidad.3 por la cual se reconoce que el orden y la razón se
cifran en la contradicción ya que ésta es racional,
tes socráticos y presocráticos) hasta Sartre, busca el ser y la y que, por tanto, el ser es el cambio y el cambio
esencia del fenómeno moral en general y en particular ( el mismo es ei ser: no hay ser que no cambie ni deve­
ser del valor, de la conciencia moral , de la normatividad) y
el ser mismo del hombre en tanto que éste constituye y es
nh: que no sea. Dicho de otro modo: el cambio mis­
constituido por lo ético en general. mo tiene un aspecto contingente y otro necesario;
2 M. Heidegger. El ser y el tiempo, Pról.y trad. espa· unas modalidades superficiales, meramente fugaces,
ñola de José Gaos, la. ed. en español, Fondo de Cultura Eco· particulares, azarosas, intrascendentes, y otras
nómica, México, 1951 , p. 67s. literalmente fundamentales, esenciales y estructura­
3 "Nada termina -dice Freud-, nada pasa, nada se ol­ les: son estructuras reales del proceso (ontológicas)
vida en el inconsciente..." "En este sistema no hay negación
ni duda alguna ...ni tampoco grado ninguno de seguridad".
que le dan orden, consistencia y ser.
"Los procesos del sistema inconsciente se hallan fuera del Y el cambio se dice en dos sentidos principa­
tiempo. .. no sufren modificación ninguna por el transcurso les: en el orden sincrónico, como cambio de cada
del tiempo y carecen de toda relación con él" (Metapsicolo­ cosa respecto de las demás: el cambio como alteri-
gía, V, "Lo inconsciente" , Obras completas, Vol. I, Biblio­
teca Nueva, Madrid, 1948).
"De la contradicción [ el sueño ] prescinde en absoluto, 4 Anaximandro , Bl.
como si 'para él no existiese el 'no'" (Interpretación de los s Heráclito , B84a.
sueños, Ibídem, p.413). 6 Heráclito , B30.

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Eticidad y libertad

l,111, mulUplicidad, diversidad, existencia singular tencia, como dejó sentado la ontología existencial. 8
,h 111110 cuanto existe. Y, en el orden diacrónico, Y el hombre es el ser cambiante (contingente) por
, 1111111 rnnnbio de cada cosa en s(misma: el cambio antonomasia. No sólo cambia como la materia (en
, 111110 nltcraci6n, transformación, proceso, devenir el modo del dinamismo micro y macro físicos) y
1,111pl11monte dicho. El cambio del ser implica, a la como la vida ( en el de las transformaciones y de
, lll existencia como diferencia y como moui- la evolución filogénicas y ontogénicas), sino que
"'''"''º
\1

do todo cuanto existe. tiene un modo propio y más intenso de cambiar


1 ,ll concepción parmenideana del ser ( que es --y de ser- que es, precisamente, el cambio tempo­
111 q1ui mnrcó el rumbo de la metafísica tradicional) ral o histórico, dialéctico en sentido estricto. 9 En
1u1t1116 el ser como unidad pura y simple que elimina esta medida con su cambio se incrementa su con­
1, 11 ht la diversidad existencial y, por ende, como tingencia y su no-ser: su negación ontológica, tanto
111111utabilidad absoluta, fuera de la temporalidad: en el orden de la diversificación (individuación)
, 111no no contradicción e identidad; como ser y sólo como en el de la transformación (historicidad). En
•11r 1 que elimina absolutamente el no-ser.' La con­ este sentido, sólo en el devenir humano se producen
• , µoi6n dialéctica del ser-como cambio y del cambio propiamente novedades y muta ciones, y sólo del
, ,uno ser parte, por el contrario, de la implicación hombre cabe decir que su ser conlleva intrínseca­
1,1,•íproca de la unidad y la multiplicidad, del reposo mente el no ser, que "somos y no somos" (Herácli­
y , 1 movimiento, del ser y el no-ser. El ser es uno y to) o que, incluso, "somos lo que no somos" (Sar­
dlverso al mismo tiempo: se une diversificándose tre).10
y se diversifica uniéndose; persiste cambiando y De manera notable, y a pesar de su propia con·
r1tmbia persistiendo: es y no es al mismo tiempo: cepción esencialista y de los compromisos evidentes
••11 temporal: es, ha sido y será. En esto se cifra la que su pensamiento guarda con los principios par•
11quivalencia ontológica entre el ser y el cambio. menídeos, en el Simposio, Platón había concebido
Sobre todo tratándose del ser del hombre, el la naturaleza del hombre (su physis) como Eros,
11or es en efecto el devenir temporal, la "esencia" entendiendo por éste un fenómeno esencialmente
11s su propia "existencia" y nada más que su exis- dialéctico aunque, justo por ello, Platón lo expresó
en términos de un logos mítico y no de un logos
"lógico" (regido por el principio de no contradic·
7 Nos referimos aquía la no contradicción e identidad
on el orden ontológico, y no en el lógíco. La vigencia de ción). 11
oatos principios en el orden lógico no nos compete aquí. Lo
cuestionable -fo superado a nuestro modo de ver, desde a Y como dejó asentado particularmente Sartre, cu·
Hegel- es la pretendida validez ontológica de la no contra• yos temas y problemas filosóficos han servido de punto de
dicción y la identidad; o sea, la parálisis y uniformidad del partida de este Congreso de Filosofía contemporánea.
ser: esa "entidad meta-física" (ser idéntico y absoluto) que, 9 Cf. J. González Valenzuela, "Naturaleza humana y
on el mejor de los casos, no es sino la "quimera" kantiana. moralidad", (en prensa).
Cf. E. Nícol. Metafísica de la expresión, Fondo de Cultura 10 Aunque es preciso tener en cuenta que el no·ser no
Económica, Nueva versión, México, 1974, y Los principios es la Nada, como se verá después, p. 7s.
de la ciencia, Fondo de Cultura Económica, México, 1965. 11 Platón. Simposio, 19ld-193d y 201e-204c.

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Eticidad y libertad

l I i1111uficiencia ontológica y la necesidad intrínseca Y si hay alguna categoría ontológica que se


.t,11 ofa:o-(ontológicamente afín) y del no ser inhe­ aproxime en cierto modo a esta imagen mitológica
,, 111.<'l n la comunidad y la comunicación ontológicas. del Eros platónico es, sobre todo, la categoría de
1 .11 condición erótico-simbólica del hombre expresa libertad, la cual, tomada precisamente en su acep­
1 1 kmsión dialéctica de la simultánea separación- ción ontológica, remite a su vez a las categorías de
111il6n interhumana (individualidad y comunidad). contingencia (vs. necesidad), posibilidad (vs. reali­
1•�11 efecto, el ser a medias y "cortado" es el que dad e imposibilidad), in-determinación (vs. deter­
,, plica tanto la separación, el conflicto, las infini- minismos), no-ser (vs. ser), individuación y soledad
1 111 "distancias" interhumanas, que se expresan (vs. comunidad), temporalidad (vs. permanencia) y,
1•1'1Htencialmente en todas las modalidades negativas en definitiva, de cultura y ethos (vs. natura). La
, In relación en el odio, la esclavización, la violencia, libertad es, ciertamente, el ser mismo del hombre;
l l �t:., como también la necesruia unión, "cercanía" o, como dice Sartre, la libertad no es
11 interdependencia de todas las formas positivas una cualidad sobreañadida o una propiedad de
reales y posibles- de vinculación interhumana en mi naturaleza; es más exactamente, la textura
11 I umor, la solidaridad, la comprensión, la paz, el de mi ser .. .13
flh11ogo dialéctico, en las que también consiste la Yo soy mi libertad. 14
, xistencia humana. La libertad es el ser del hombre porque es su
Asimismo, Eros -como precisa otro mito del modo de cambiar [y de no-ser]: sincrónicamente,
Uanquete- es hijo de Poros y Penia: de la abundan­ cambiar dentro de una multiplicidad que rompe
t•ia y la penuria, del lleno y el vacío, del ser y el toda uniformidad, que individualiza cada vida y
no-ser. Eros es la condición ontológica del ser tem­ cada situación; que hace posible y no unívoca ni
poral, cuyo ser deja de ser y al que siempre le falta
Mr, pero cuya carencia o vacío es precisamente lidad esencialmente contradictoria, compleja y dinámica. El
principio de movimiento, de aspiración y de reali­ hombre es , en esencia, alma, pero el alma no es " es encia" o
�ación: el Eros es, en todo caso, expresión de nues­ Idea, sino que "tiene parentesco con la Idea" y aspira a ella;
tra condición mortal, pero, por eso mismo -dice más bien , la esencia del alma es auto-kínesis, auto-devenir,
auto-transformación , por necesidad contradictoria. Y por
Platón- aspira a la inmortalidad y se torna fecundo: otra parte , lo significativo es, en efecto, que el ser mismo se
fecunda en los "cuerpos" y en las "almas ·; es prin­ conciba como aquello que comprende simultáneamente lo
cipio de sobre-vivencia, de persistencia en el ser, que une y separa, lo que persiste y cambia: el ser como Eros
tanto en el orden biológico como en el histórico, en no es sólo el principio de constancia, sino el de cambio on·
el ético o en el cultural. Eros es el principio dialéc­ tológico; en este sentido, el devenir (el tiempo ) no es un
tico de la historicidad y de la eticidad. 12 "accidente", sino "sustancia", como tampoco son acciden•
tes la acción , la pasión, la cualidad, etc. -si usamos l as cate•
gorías aristotélicas-.
12 Lo verdaderamente notable es, por una parte, que 13 J. P. Sartre. L 'itre et le néant, Gallimard, París,
Platón paradójicamente no conciba la naturaleza humana 1943, p. 618.
(ousía) como esencia o Idea o Forma (eidos) simple e inmu• 14 J. P. Sartre. Les mouches, Gallimard, París, 1947 ,
table y no contradictoria, sino al contrario, como una rea· p. 1O0s.

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necesaria la existencia: abierta, multívoca, in-deter- paz, unidad, no-contradicción): se recupera, literal­
minada, capaz de alternativas : no-ser esto, no-ser lo mente, la dialéctica de la dialéctica. 17
otro; ser esto o lo otro. La libertad es literal princi- Y sólo el ser libre es un ser ético: la eticidad
pio de individuación humana. Diacrónicamente ella es incomprensible sin la libertad (y sin la dialéctica
es el cambio temporal: ruptura con el pasado, adve- de la libertad). La eticidad es, de hecho, expresión
nimiento a un futuro que no es: no-ser-ya, no-�"-Or- • ' eminente del carácter libre (posible, insuficiente y
aún. La libertad es principio de transformación, el "erótico") del hombre, contradictorio y conflictivo
motor de la historia. en sí mismo; penetrado del no ser y portador de las
Pero dentro de una efectiva concepción día- negaciones y las "negatividades". Pues ahí donde
léctica el no-ser no es la Nada en sentido estricto no hay "no" no hay, en efecto, tiempo, ni contra­
(No-Ser absoluto, meramente abstracto y especula- dicción, ni posibilidad, ni moralidad, ni tampoco,
tivo). El no-ser es siempre relativo: es no-ser esto, por supuesto, hay "humanidad". Pero tampoco la
algo concreto y determinado: relativo al ser; es hay si no hay ser.
literal "modo de ser"; técnicamente: ser en poten- El ethos (;eof) es, realmente, una literal "se­
cia: ser y no ser a la vez. 15 En esta relatividad de gunda naturaleza y en esto se expresa ya su unidad
los contrarios se funda la necesaria relatividad o la dialéctica: es segunda naturaleza: no la primera y
implicación recíproca (la unidad dialéctica) de la li- originaria, la naturaleza "natural"; es artificial, de­
bertad [cambio] y la necesidad [ser], de lo posible y rivada, adquirida y cultural; se conquista más allá
lo real, de la indeterminación y las determinaciones, de la ñ.'aturaleza misma, sobrepasándola: el ethos
del individuo y la comunidad, de la discontinuidad es literalmente sobre-natural. Y sin embargo, sigue
y la continuidad temporal, de la historia y la natu- siendo naturaleza; no sólo porque emerge de la na­
raleza y la materia, de lo "psíquico" y lo "somáti- turaleza "primera" (física y biológica) y porque
co". La dialéctica, como vio Heráclito, es, cierta• recae sobre ella sin que el hombre salga jamás del
mente, Pólemos: guerra, lucha de contrarios. Pero, a orden natural, sino además porque el ethos mismo
la vez í.Y esto es lo propiamente dialéctico) es Her- se constituye en algo "natural": por un lado, aun
monía: unidad, racionalidad e implicación recíproca cuando sea "arte" o "artificio", sólo vale como tal
de los contrarios: "acople de tensiones". 16 Si se ethos en la medida en que se toma una "manera de
rescata el sentido verdaderamente ontológico (uni- ser" espontánea y natural; por otro lado, el ethos,
· versal y fundamental) de la dialéctica, ésta abarca, el carácter, se convierte en una especie de "natura­
en efecto, el dinamismo dialéctico entre Pólemos leza" forzosa, de necesidad o de destino: "el ethos
(contradicción) y Harmonía (conciliación, orden,

15 "La Nada" sólo tiene, si acaso, validez metafórica. 17 En Heráclito está claramente expreso que el Logos
Cf, Aristóteles. Metafísica, IV, 1007; IX, 1060; XII, 1071; mismo y la realidad cambiante no tienen contrario ni cam­
Física, I, 192 ;De anima, III, 427; principalmente Cf, E. Nicol. bian en cuanto tales: son lá totalidad (1r&vra) que no po­
El absoluto negativo. Diálogo. dría pasar a "otra cosa". La contradicción es interna al ser:
16 Heráclito. B51. se da entre los relativos y por eso la dialéctica es concreta.

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Eticidad y libertad

j•� para el hombre su daimon (destino)", dijo Herá- eticidad no es, en última instancia, sino la libertad
1illtc). u que recae sobre sí misma: sobre el productor de
Es cierto que la moralidad se conquista en gran toda posible acción libre; es la capacidad humana
1.nodida sobrepasando, en lucha dialéctica, la mera de vivir en el orden de lo posible, y por ende cuali­
naturaleza pulsional, "a-moral" en sus trasfondos ficable; de vivir en la opción, el riesgo, la indeter­
rn'1s arcaicos e inconscientes, según Freud. Pero minación, la soledad, el futuro: en el orden de la
l,1tmbién es cierto que la pulsión (Trieb) es la única no-indiferencia y del sentido.
l'uonte de energía y que, en esencia, el ethos no se Pero el orden del sentido es también un orden
1 1xplica sino naciendo de las fuerzas primigenias de dialéctico: sólo hay sentido donde hay más de un
In vida y de la muerte: Eros y Thanatos en el con­ sentido. Si la vida humana no tuviese más que una
Lt!xto freudiano. 19 Cabe decir que la naturaleza es, dirección posible, no tendría propiamente "senti­
úlla misma, contradictoria y ambivalente para el do". Pero, a la vez, la vida pierde sentido cuando
hombre: impide y a la vez posibilita las tendencias todo es posible, cuando "todo está permitido"
1hicas de la existencia: éstas no vienen de ''fuera"; -como decía Dostoyevski-, cuando cualquier
11i de un trasmundo metafísico o religioso, ni son posibilidad es igualmente posible: cuando todo es
ulgo ajeno al hombre mismo en su condición real y igual o indiferente; no hay posibilidad donde no
tenenal (temporal y corporal). hay imposibilidades; lo posible y lo imposible se
Ontológicamente, la naturaleza (y con ella implican recíprocamente como se implican recípro­
todo lo que está en el orden de la necesidad) no es camente el "sí" y el "no", la luz y la sombra, la vida
algo absolutamente necesario para el ser humano: y la muerte. La realidad marca, en efecto, los lími­
es a la vez contingente: es, pero podría no ser: es tes de lo posible y lo imposible: lo uno por lo otro.
así, pero puede ser de otro modo; es realidad y En esta misma medida no hay libertad inde­
posibilidad al mismo tiempo: realidad en acto y a terminada: no hay libertad {ni eticidad] que no se
la vez en potencia. Ninguna realidad, ni la propia ni conjugue dialécticamente con la necesidad. La
la externa, es algo "en-sí" para el hombre: algo realidad humana no puede seguirse concibiendo
unívoco, acabado y necesario; le son inherentes, dualista y antinómicamente como "alma" y "cuer­
junto con sus contr adicciones, sus posibilidades y po", "espíritu" y "materia", "res cogitans" y "res
sus potencialidades: o sea, el orden ontológico extensa", "civilización" y "pulsión", "ser-para-sí"
del ser que no-es pero puede ser, sobre el cual, y "ser-en-sí". El punto de partida de una ontología
precisamente, recaen la conciencia y la acción trans­ concreta es la unidad psicosomática en que el hom­
formadora del hombre: ya sea hacia las realidades bre consiste y que es base, a su vez, de la unidad
externas, ·o bien hacia su propia naturaleza (praxis "espacial" del hombre con, el mundo y con los
y póiesis exteriores; auto-praxis y auto-póiesis). La otros, y de la unidad temporal del ser y el no-ser, de
la realidad y la posibilidad. Se trata, efectivamente,
u Heráclito. B119. de unidades dialécticas que conllevan sus intrínsecas
19 Vid. J. González Valenzuela. Freud y la moralidad, dualidades y contradicciones, pero siempre en el
(en preparación). seno de una misma y dinámica realidad.
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El ethos, la "segunda naturaleza" propia del lógico de lo posible sólo es tal vacío en función de
hombre, expresa de manera eminente esta condición un lleno, relativamente a algo real, limitado y limi­
unitaria-o_·,.ál, este estado perennemente contradic­ tante, sino que tamhién la libertad misma niega las
torio derlser humano, emergiendo y no emergiendo opciones y las posibilidades: es elección y determi­
de la naturaleza, oponiéndose a sus pulsiones más nación que generan sus propias renuncias, sus impo­
originarias, a la vez que activándolas a ellas mismas sibles, sus necesidades y sus realidades.
o potenciándolas hacia otros destinos posibles que El movimiento en que la libertad consiste
el designio humano les quiere imponer. El ethos es implica sin duda una primera fase en que ella no es
anti-physis y physis a la vez. "Sentido" y "pulsión" otra cosa, ciertamente, que la "conciencia de la
se contraponen y no se contraponen al mismo necesidad"; pero es evidente que la libertad es praxis
tiempo. Es esta tensión la que explica en sus últimos (es la praxis misma e incluso la praxis de la concien­
fundamentos el carácter verdaderamente ético de la cia); por esto la acción supone, a su vez, la "con­
vida humana. Si hubiese dualismo o ruptura, si el ciencia de la posibilidad": es la posibilitación mis­
orden moral fuese ajeno, realmente extraño y ex­ ma, con toda la ruptura aniquilante de lo real que
terno al orden natural, si la libertad fuese absoluta­ conlleva; la libertad es liberación, emancipación de
mente opuesta y excluyente de la determinación y todas las cadenas y sumisiones, externas o internas,
la necesidad, no habría propiamente conflicto ni en que está inmerso el hombre; y no hay liberación
problema: no habría en sentido estricto responsabi­ sin rompimiento y sin "nihilizaciones". Este primer
lidad. Radicalmente comprendido, todo dualismo momento es, precisamente, como el advenimiento
elimina el movimiento [cambio] . de "la Nada" en el seno del ser (como lo expresaría
La filosofía existencial, desde Kierkegaard, ha Sartre) en el que prevalece la angustia de la indeter­
recaído ante todo en el carácter indeterminado, minación.
vacío y angustiante de la libertad (y con ella de la Pero hay un segundo momento (que no es
eticidad): en "la Nada" de la libertad. Por su condi­ propiamente tal porque puede ser simultáneo y no
ción libre, el hombre aniquila las determinaciones y sucesivo) en que se produce lo inverso: la libertad
se proyecta hacia el vacío de su elección. La libertad trasciende la angustia con la fe: esa otra vivencia
es, en este sentido, asunción de las posibilidades existencial y temporal que no tiene originariamente
como tales posibilidades (lo que puede ser, pero no nada qué ver con la religión ni posee ninguna con­
es) y, por su propia indeterminación, por su oque­ notación "teologal", sino que es la clave para la
dad ontológica, la libertad es en su esencia misma proyección temporal de la existencia: la fe como
angustia. necesaria anticipación del futuro [como imagina­
Pero éste no es realmente sino, por así decirlo, ción, si se quiere, entendida en este sentido radical
un "momento" dela libertad, o más bien un aspecto de la fe creadora] que libremente llena el vacío,
o polo dialéctico de ella: la libertad es sí apertura determina lo indeterminado, asegura lo inseguro,
del ser (no-ser): indeterminación en la angustia; pero ve lo invisible: genera esa certidumbre en el reino de
también es cierre de caminos: determinación. No lo incierto, que permite el discurrir temporal de la
sólo ocurre que, como se ha dicho, este vacío onto- vida humana; que es condición sine qua non de que
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Eticidad y libertad

1• id 11111,u d11r el "paso" hacia la indeterminación necesidades y las posibilidades; la emancipación;


,h 1 1\11,mo. Sin la anticipación de la fe, sin la libre la ruptura y aniquilación de lo real; el saberse y vi­
1h Ir 1111l11ución de lo indeterminado, que implican virse posible e indeterminado, con la angustia que
u l 1 0)1olón, la existencia temporal es imposible. ello implica; el salto de la fe, de la opción y la
1 , r.. ,,11 CJI puente indispensable entre el presente y decisión; las renuncias y el esfuerzo creador; la per­
1 l t11hll't>, entre lo real y lo posible, entre el ser y el severancia; los logros y cumplimientos. Y, de
1111 11111
, nuevo, la ruptura con todo lo consolidado, la eman­
Y rrnnque toda opción se alcance en la renuncia cipación, la aniquilación... Apertura-cierre-aper­
( "1111111 determinación es negación"], las posibilida­ tura. . . ; vacío-lleno-vacío. . . Simultánea y
d, ic n11E(udas no son realmente aniquiladas como tales sucesivamente; paso del ser al no-ser y del no-ser al
111111!1,llibades; siguen siendo siempre posibles: per- ser.Poros y Penia al mismo tiempo, nunca lo uno sin
11htlm1 oomo "tentaciones", "inquietudes", "deseos" lo otro. O como lo formula Sartre en su Crítica de
, 1111Mc1i<mtes o inconscientes que en cualquier mo- la razón dialéctica:
1111-111 t.o pueden cobrar ser; por eso pertuban: son ... necesidad, negatividad, superación, proyec­
111 ,11lhles porque son y en tanto que son y no por- to, trascendencia, forman. . . una totalidad
111111 fueran "nada". Precisamente en esta persis- sintética en la que cada uno de los momentos
1, 110111 potencial estriba el carácter siempre libre designados contiene a todos los demás. 20
v, por ende, éticamente cualificable que tiene todo Y en tanto que principio de individualización,
lo humano. la libertad es, asimismo, como ha visto la ontolo­
Pero asimismo, en tanto que acción y creación gía existencial, soledad y literal autenticidad:
(r11•axis y póiesis), la libertad no es sólo "des-reali­ conlleva esa otra dimensión del no-ser que es la
v,1u;ión", sino efectiva realización. Pues la posibilidad separación entitativa, el tener que existir por sí
pt>:1; la que se ha optado es siempre eso, mera posi­ mismo, el saber que entre yo y el mundo, entre el
bilidad, que sólo llega al ser mediante la acción del yo y los otros, "media una Nada". La libertad pro­
hombre; y ésta es, en efecto, actividad creadora y duce la negación de toda fusión masiva y enajen�mte,
�1•unsformadora, cifrada en el trabajo, el esfuerzo, la in-auténtica o impersonal en "la vida en común".
disciplina (aaK71otf); acción continua y continua­ Pero el cambio individualizante no rompe tampoco
mente renovada, que persevera y persiste en un la unidad dialéctica del ser: individuo y comunidad
mismo empeño realizador, en un mismo esfuerzo se implican recíprocamente como se implican la
por traer al ser el no-ser, por actualizar las poten­ libertad y la necesidad.La indivic,luación es ruptura
cias, que se mantiene en constante combate contra y vínculo simultáneos; en sentido estricto, indivi­
la inercia y la resistencia de lo real y de lo que ya es, dualizarse es comunicarse y toda genuina comuni­
n la vez que en lucha contra las posibilidades dese­ dad humana, ni es uniforme ni es "programada" o
chadas, siempre latente. La libertad de este movi­ cerrada: es libre: esencial y cualitativamente diversa
miento de literal re-novación.
Y no cabe hablar ciertamente de "momentos" 20 Sartre. Critique de la raison dialectique, Gallimard,
sucesivos, todo ocurre a la vez: la conciencia de las París, 1960, p.107.

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e imprevisible. 21 La soledad tampoco es absoluta como un modo de vincularse y responsabilizarse.
sino relativa: es modo de relación y la libertad es Eticidad es en esencia responsabilidad: responsabi­
siempre, necesaria y dialécticamente, libertad-en-si­ lidad ante sí y simultáneamente ante los otros; con­
tuación. lleva a la vez la autenticidad (el ser autós: sí mismo)
Cualquier otra forma de concebirlo torna im­ y el compromiso (ser-para-los-otros); ambos son
posible, aquí también, la comprensión efectiva de inexplicables si no es dentro de la unidad ontoló­
la realidad cambiante del hombre y, en particular, gica del yo y el no-yo, si no es sobre la base de la
de su eticidad; pues si hay algo que ésta revele ante comunidad radical interhumana (hermandad en el
todo es, precisamente, la implicación recíproca ser: "simbolicidad" en el sentido platónico) y de
de los contrarios: de lo individual y lo social tanto la consecuente implicación dialéctica de lo indivi­
como de lo inestable y lo estable en la unidad del dual y lo social. No hay moralidad en sentido
proceso temporal. estricto que no implique la apelación a una con­
El orden ético remite, es cierto, a la dimensión ciencia libre y responsable en pleno riesgo y soledad;
interna personal o subjetiva de lo humano; la praxis pero tampoco hay moralidad que no implique la
ética recae sobre cada hombre en su singularidad. "sociedad" y la pertenencia del hombre a la comu­
No obstante, como bien sabían los griegos, ética y nidad. La moral une y separa al mismo tiempo. No
política i:onstituyen una unidad indestructible. hay autenticidad moral que no se realice en y
Ethos es precisamente carácter, en cuanto modo in­ como una positiva vinculación (y viceversa). La
dividual y único de ser, y es, ar:,,mismo, disposición praxis ética no elimina el conflicto entre lo indivi­
básica, actitud o manera de estar dispuesto ante el dual y lo social [entre el para-sí y el para-otros]; no
otro y lo otro: modo de relación. La vida ética es lo elimina, sino que lo torna realmente dinámico y
la forma eminente de individualizarse precisamente fecundo, justamente porque implica la relatividad
de los contrarios y no consiste en la exclusión entre
:21 Cosa que también reconoce y desarrolla Sartre,
absolutos, la cual es necesariamente estéril, circular
sobre todo en su Critica . .., como lo destaca ampliamente y en esencia estática y paralizante.
Jorge Martínez Contreras en su estudio sobre Sartre, Pero la También el ethos remite, ciertamente, el "há­
libertad es categoría dialéctica en el orden rigurosamente bito" ( e8 os-) o costumbre, en tanto que con ello se
ontológico. Su carácter dialéctico (y no especulativo) no lo alude al orden de la acción temporal que sólo es
adquiere a condición de que se abandone el campo de la onto·
logía hacia la praxis poi ítico-social o hacia las ciencias sociales,
propiamente ética en la medida en que conserva y
como ocurre en el paso de Sartre del "humanismo" a la transforma al mismo tiempo. La eticidad expresa la
"antropología", segCm lo designa Martínez Contreras. A condición temporal, siempre abierta, riesgosa y posi­
nuestro juicio el fracaso (y la imposibilidad de dar cuenta ble de la vida, pero también es en el ethos, y sólo en
adecuada de la praxi, histórica y de la praxis ética) de la él, donde el hombre encuentra su humana firmeza,
ontología existencialista sartreana (antidialéctica, "idealista"
y abstracta) no es fracaso de la ontología como tal. Ésta se estabilidad y seguridad. El ethos es, en efecto,
ha de revolucionar a sí misma, precisamente en el orden de "morada" del hombre, su "recinto" seguro que le
una dialéctica concreta. Vid J. Martínez Contreras. Sartre, presta fuerza y continuidad a la existencia: es
la fi101ofía del hombre, Si glo XXI editores , México, 1980. principio de pern)anencia en y por la acción misma:
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Eticidad y libertad

1 11 111 11hábito". Este, en la medida en que es genui- presa un ser ya constituido (ni individual ni colec­
111, y 1•xpresa la eticidad, conlleva una. necesaria tivamente), sino un ser que se autoproduce, se
"' 1 lr111dicción: es acción eternamente renovada, "humaniza", hace su propia esencia, "acrecienta"
111111 y temporal, que se rehace a sí misma y se au- su propio ser, o sea su propio devenir. La eticidad
111d11L1,rmina desde su propia indeterminación; que trae consigo también ese peculiar fenómeno de
1111111 1 M reposa ni tiene completamente asegurada su "crecimiento" o "aumento" (a U�11cnn ontológico
, • 1Nl1m.cia y que, paradójicamente, produce el único que ya advertían los filósofos presocráticos como
,, pollo" y la única seguridad, el único ser, que le una propiedad constitutiva de la psique y el logos
,111 d11dos al hombre. humanos:
J,a significación ética de la existencia sería El alma -dice Heráclito- tiene un logos que
hr1111mible si la libertad no implicase la creación y se incrementa a sí mismo (�aurov aU�wv).22
1,, 1·c111lización en la continuidad temporal de los Y esta necesidad de crecimiento y movimien­
111 lo11; la acción ética se cifra, efectivamente, en la to; de individuación y de unión;· de "elevación" por
• 111r•l6n reiterada y en la confirmación del compro- encima de lo dado; de superación y firmeza; de per­
111 hm; eticidad es perseverancia, fidelidad, lealtad sistencia y transformación ; de todo esto en que la
ti, 1 hombre consigo mismo y con sus opciones; la eticidad consiste es, realmente, una necesidad radi­
,u1c1l6n ética es, como vio por su parte Nicolai cal del hombre, una nota constitutiva, universal y
1 hrntmann, la lealtad y el amor sostenidos a lo largo permanente de su ser. Es la necesidad inherente a la
1 \I, la vida por los cuales f)l ser humano adquiere libertad.�
•u 11 identidad personal". Esta no es ninguna sus-
1,mcia estática y cerrada, sino proceso inacabado,
••NLnble e inestable al mismo tiempo, en constante 22 Heráclito. B115. Cf. Empédocles B106: "La inteli­
p11oceso de gestación ontológica: la eticidad no ex- gencia del hombre crece.•. ( lie�Eraf)".

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