Está en la página 1de 2

Sarita

Armando Quintero

Sarita es así. Como es.

Ni más, ni menos.

Sarita tiene su cabellera rojiza, ensortijada y abundante. Como si frente a nosotros estuviera
un divertido león que sólo se alimentara de zanahorias.

Sarita tiene su blanca cara redonda, con abundantes pecas que le dibujan figuras a su rostro.
Como cuando en el cielo aparece la luna completamente crecida, con todas sus manchas al
desnudo.

Sarita tiene sus grandes ojos, redondos y azules. Como si uno mirara el cielo por los
binoculares del abuelo, en primavera y sin nubes.

Sarita es así. Como es.

Y, por si fuera poco, tiene una mirada que parece averiguar cómo eres.

Sarita se peina a su manera. Con su abundante cabellera suelta. O, con dos colas de caballo a
ambos lados de su rostro, o una enorme trenza sujetadas con mariposas azules. Naturales,
porque las de plástico le provocan alergia.

Sarita viste como le gusta.

-¿Cuándo se vestirá como la gente? – se pregunta la abuela. Aunque se sonríe al recordar


cómo se vestía ella cuando tenía su edad.

Sarita, a veces, sueña hermosos sueños y ve un país donde habitan una vaca azul, una oveja
verde y un caballo multicolor que se alimentan de jardines.

-Anda, Sarita, ¿no vas a seguir contando? – le dicen sus hermanos. Y Sarita se alegra de
parecerse a su abuela cuando habla de sus sueños.

Sarita, también, tiene unos sueños oscuros con unos hombres de uniformes y cascos oscuros,
que persiguen los reflejos de una luz diferente en las personas para montarlos en unos trenes
oscuros y abandonarlos, largo viaje después, en unos barracones mucho más oscuros todavía.

-Oye, Sarita, eso pasó en tiempos de tu bisabuelo – dice su madre.

Sarita se entristece porque sabe cómo esto pasa, aún, fuera de los sueños.

Y Sarita imagina un universo donde cada uno acepte al otro por lo que es y no por lo que
quiere que el otro sea.

Por eso Sarita cuenta de un pequeño unicornio azul con alas que se posa en la palma de la
mano como invitándola a dar un paseo por cada lugar del mundo.
-Lo ves o no lo ves – dice Sarita – Es una posibilidad que es tuya.

Y Sarita se alegra porque sabe cómo esto siempre pasa cuando lo deseamos.

Sarita es así, como es. Ni más, ni menos.

Y uno se pregunta, una y otra vez:

-¿Cómo sería nuestro mundo sin personas como Sarita?

Y uno siempre se responde:

-Si en algún lugar del mundo no hay una Sarita habría que inventarla, ¿no te parece?

También podría gustarte