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LAs PALABRAS DE TODOS Los D{as Y LA ORQUIDEA DE LA NOCHE A la muerte Cuando murié mi madre, perd{ la memoria. En todo caso, es importante que recuerde que fue en aquel momento que perdi la memoria. No la memoria del pasado, de los acontecimientos de la vida y de las pala- bras para decirlos, sino la memoria de lo cotidiano, de las palabras cotidianas que tienen referentes no equi- vocos, no homénimos, no trabajados: pantalén, camisa, elemento para colgar los pantalones, cebollas, saltar las cebollas. Todas las peculiaridades de todos los dfas que- daron desparramadas como palitos chinos. Ahora busco al azar, no dejo de equivocarme de actos y de palabras, y de relaciones entre los actos y las palabras. Es el azar el que manda, inoportuno, inefable, las érdenes que deben garantizar cémodamente la supervivencia. Sé, mi hermano me lo ha dicho, y durante largo tiempo dormimos en la misma habitacidn, que durante sl Escaneado con CamScanner Barbara Cassin ' oche yo hablaba en voz alta (dl también, decty 4 » la ventana’); yo decfa, “y después”, Como ting jendo entre dos frases. Ahora ha ocu. lan “stranca | cumbre emerg: ree ido, solo la cumbre sintdctica permancce a flote, Pero rrido, . is frases tiene la Jabilidad exteng el contenido de mis frases ensiva del suefio. . . I Cuando nacié mi primer hijo, solamente tuve ata. : ‘ aré todo para cua: ques de nido. Por ejemplo, Preps Para cuando llegara, excepto lo esencial (ni s4banas, ni cambiador, , ‘ es bafiaderas), pero tenfa dos sillas para auto y tr as). Y cuando Ilegd, me senti, y estuve, encerrada como nunca en una casa oscura con un jardincito sin sol, sin ver la primavera y considerando como un gran privilegio sacar a hacer pis al perro hasta Ja estacién de metro. Solo poco a poco me puse a respirar, a atre- verme a pasearlo, hasta el dfa en que por fin en Ia calle empinada mientras empujaba el cochecito compren- Pp pus di, no dejo de repetirlo, que morirfamos por separado. Entonces respiré de verdad, por él y por mf, tanto que hasta me compré ropa. Pero con el otro, el segundo, mi panza emergia como una ballen; ; no dejé nunca . a cl agua azul, la gracia del mundo ca de afluir, 7 mds, es como si yo he — de la angustia de los de- > no hubie; i . ta dejado nunca de bailar. ae ; I ae frio cuando nacid, Yo le daba més cal I incubado i fe oo "ay en su primer dia de vida nos Pase; tbs : ‘abamos 52 Escaneado con CamScanner - oo Las palabras de todos los dias y la orquidea dela noche por d jardin del hospital, entrecortado de sombras yde soles, hablando tiernamente de filosofia en un banco, Hasta aquella mafiana. Era el desayuno, en una casa sin cimientos, que se deslizaba en el barro propicio para los rosales como un bidén en una favela. Casa de las afueras que mi madre pretendia de campo. Casa prefabricada que mi ma- dre pretendfa de familia, surgida en el mismo instante de su deseo por la venta de una accién, en un campo de manzanares en una ladera cerca de una fabrica de ni- trégeno. De familia entonces, porque ella la habia hecho asf, sosteniendo con los colores y las antigiie- dades la incomodidad y las elecciones de espacio, el ramillete sobre la mesa negra y la ausencia de polvo. Habitable por ser inhabitable, exactamente como ella, como nosotros. Aquella mafiana, entonces, tenfa a mi hijo en bra- z0s, sentada frente a ella en la cocina marrén con frisos de azulejos sublimes, mal colocados por un chiquilin. La mesa demasiado pequefia, el aparador demasiado voluminoso, sin calefaccién, tan solo un radiador eléctrico rojo y al maximo puesto asf només sobre el aparador, a la altura de la nuca. Café con leche Ileno de nata, ya recalentado, pan demasiado tostado, todo Jo quea ella le gustaba sin saber que lo detestaba, todo lo que ella me legé para los dias feos y para que los hijos 33 Escaneado con CamScanner a y las dietistas me impusiesen otras normas, «i aS, si 5 Barbara Cassin . a, . C4 vieran. Mi pequefio recien nacido tomaba |, tt ‘ a. Me sté tanto dar de mamar, estaba tan contenta es adre con leche, Iena de una leche a la que p, i . A Ole a mi busto de catorce afios. Era, sin duda a omy gu una m. importab: Ultimo hijo, uno de los posibles amamantamientos n, dre en bata estaba frente a mi, cada ung pequefio en el seno. Ella era vieja, afios, sino que era vieja, enferma de todas las enfermedades que no habia tenido. Encogi- da, sin peinar, en bata de bruja, apenas desagradable, sin embargo, porque estaba pesadamente presente. “Tengo demasiado calor”, me dijo. Y vi como el rojo del radia- dor irradiaba su nuca. La sen habfa que apagar. Podia intentar Jevantarme en ese mis- mo momento, empujando las tazas, interrumpiendo la 1 detrds de ella sin dar vuelta J enchufe con infinitos. Mi ma delante de su taza y el no es que tenfa muchos tf tener demasiado calor, teta, pasar r4pidamente po la mesa y sin quemar al bebé para sacar ¢! una mano. Pero mientras me decidifa, ella se cay6 part adelante con la nariz en el café con leche, vomitando un Iiquido negro. Habfa vida y muerte, y yo estaba como dl fiel de la balanza, y los queria a los dos. nh ae “a segura de que data de ese dia escribir ni hablar de a Que no me impide un ama de casa 54 Escaneado con CamScanner 2 ecicen | Las palabra de todos los das y la orguldea de la nache Las |, una irreal ama de casa, Para que nuestros hij irreal, n que vérselas con una mamé sin mamd. Danos tenga hoy nuestras palabras de cada dfa. Pero no se necesita elevar ninguna plegaria, al contrario. Déjame pri- vada. Haz que siempre me falte algo para que pucda sorprenderme a mi misma de aquello que no aa aquello que dejé de saber, de los lugares, de los vacfos, de las perspectivas, de los alientos, de los islotes, de las frases que emito sin mf, a ti que yo queria sin mf, Los primeros auxilios me llegaron sobre un banco de una plaza publica: La habitacién estaba tranquila. Todos los aparatos habfan desaparecido, Después de esos tres dias de tubos, de ruido respiratorio inmundo, bajo la Abana blanca, los cabellos esttipida que la peiné para siempre como nunca (hubie- ta querido verla entera), iNo hicieron acaso un presu- Puesto para escribir en su tumba (cerca de la lampara Pigeon del lado judio del cementerio de Montparnasse, Yano sé cémo ir) Sefiora Fulana de Tal, segiin el desco- nocido, pero primero Para el estado civil, nombre del la encuentran intacta alisados por una mano 35 Escaneado con CamScanner 4 icaz” , quizd, un poco : “perspicaz . Atento y, qui Poco pers. OwaP a ner palabra de adiés los ha alcanzado, picaZ. ee ‘onamiento del hospital, allf donde esté jy estaci fas 5 coronas feas, recostada en la pobreza de a: madera clara, con el cuerpo envuelto en € anchado de moho, habfa gente, pero fal- amente palabras solemnes y neu- de una muerte comin, que el rantizar. Hab/a tan morgue del Ja abundant un papel ya ™ taban palabras, tras de tela negra vi dad oda ga rcual en pean ™ ra d hacia ella por ejemplo, solo dolors Soe t clases, de salida de oficina. yess pieaaenate dos a las dos hermanas Gracias sean dadas Po! “ — Te manera medite s, que su pena de: , nes como en un entierro de otros tempos. “imade Sobre la placa que quedard de ella, por en : la urna tallada ubicada en un rincén de Ia cdmara sanitaria, las palabras del estado civil siguen siendo inadecuadas: Sefiora, escrito Sra., de Tal nacida ape- llido de soltera. A ella que le gusté el modo de vida de provincia, del/ a lo del peluquero, capaz/ quizé, nunca habré podido tolerar presentarse para siem- covery a Mi rabia ilimitada me ensefié al menos entre nosoton a fea ‘a burgués de época (lo trégico es empaquetades a andonamos el mundo de los eee diners pacts simple caja) que deja la “AROS (desconecte z Sens muerte de hospital en- ere, no mds de dos horas precis 56 Escaneado con CamScanner de todos los dias la orquidea de a noche Las palabras Ja habitacién), sin horror sin ternura, sin violencia en — sin mesura ni desmesura, la tinica fuerza ee queda es el lenguaje, que no resiste, Pero se a anien e ante la muerte como una magnitud igual. “A ella que supo firmar y no escribir”, Creo, siempre puedo creer que junto a la Palada de tierra y los ramos monocromos arrojé una parte de mi lenguaje, para que enterraran sus cenizas como a las momias de Egipto con un objeto familiar, alguna cosa que viniera de mi, més intima que un chal con flores, Conservé el resto, que me Pertenece con todo de- techo. También porque otro ademés de ella me lo dio, Porque un hombre que tenia exactamente su edad me dijo, de una vez Por todas, que yo era poeta (i me dijo que si un dia un hom! bella, debia estar segura de que se equivocaba). Cuan- do le tocé a él morir, del corazén como ella, que tenia enfermo, me hizo, creo que me hizo un ultimo regalo soberano. Junté las dos muertes, la de mi madre y la también bre me decfa que no era Suya propia, era la primera vez que se encontraban, y las elevé. Las volvié tutelares, como alas, un dosel, la orquidea de la noche. El resto de mi lenguaje, dos ve- ces gracias a él, no pertenece verdaderamente mds que a mi. Sus muertes estan a partir de entonces en mis suefios, hacen posible, son la orquidea de la noche, 37 Escaneado con CamScanner

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