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El 

concilio de Nicea

I (o Primer concilio de Nicea) fue un sínodo de obispos cristianos que tuvo lugar


entre el 20 de mayo y el 19 de junio de 325 en la ciudad de Nicea de Bitinia en
el Imperio romano. Esta ciudad hoy es llamada en turco İznik y forma parte de
la provincia de Bursa en Turquía. Fue convocado por el emperador
romano Constantino I, o más bien fue convocado por el obispo Osio de Córdoba y
luego apoyado por Constantino.1 Es considerado el primer concilio ecuménico. Se
supone que fue presidido por el obispo Osio de Córdoba, de quien se cree que era
uno de los legados del papa.2
con

Resoluciones
A pesar de su simpatía por Arrio, Eusebio de Cesarea se adhirió a las decisiones
del concilio, aceptando todo el credo. El número inicial de obispos que apoyaban a
Arrio era pequeño. Después de un mes de discusión, el 19 de junio, solamente
quedaban dos: Theonas de Marmárica en Libia y Segundo de Ptolemais. Maris de
Calcedonia, que inicialmente apoyó el arrianismo, aceptó el credo completo. Del
mismo modo que Eusebio de Nicomedia, Theognis de Niza también estuvo de
acuerdo, excepto por ciertas afirmaciones. El concilio se pronunció entonces
contra los arrianos por abrumadora mayoría, pues solo Theonas y Segundo
rechazaron firmar el símbolo niceno y fueron -junto con Arrio- desterrados a Iliria y
excomulgados.19
Otro resultado del concilio fue un acuerdo sobre cuándo celebrar la Pascua, la
fiesta más importante del calendario eclesiástico, decretada en una epístola a la
Iglesia de Alejandría en la que se afirma simplemente:
También os enviamos las buenas nuevas del arreglo concerniente a la santa
Pascua, es decir, que en respuesta a vuestras oraciones esta pregunta también ha
sido resuelta. Todos los hermanos del Oriente que han seguido hasta ahora la
práctica judía observarán desde ahora la costumbre de los romanos y de vosotros
mismos y de todos los que desde la antigüedad hemos celebrado la Pascua con
vosotros.20
La supresión del cisma meleciano fue otra cuestión importante que se presentó
ante el concilio de Nicea. Se resolvió que Melecio de Licópolis permaneciera en su
propia ciudad de Licópolis en Egipto, pero sin ejercer la autoridad o el poder para
ordenar nuevo clero. Se le prohibió entrar en los alrededores de la ciudad o entrar
en otra diócesis con el propósito de ordenar. Melecio conservó su título episcopal,
pero los eclesiásticos ordenados por él debían recibir nuevamente la imposición
de manos, ya que sus ordenaciones fueron consideradas como inválidas.21 Los
melecianos se unieron a los arrianos y causaron más disensiones hasta que se
extinguieron a mediados del siglo V.
Entre otras decisiones, se procedió a organizar la Iglesia en patriarcados y
diócesis, otorgándose el mismo rango a las sedes patriarcales de Roma,
Alejandría, Antioquía y Jerusalén, cuyos titulares recibieron el nombre de
arzobispos.
Cánones[editar]
El concilio promulgó veinte nuevas leyes de la Iglesia, llamadas "cánones"
(aunque el número exacto está sujeto a debate), es decir, reglas de disciplina
inmutables:22

 Canon 1: Sobre la admisión, apoyo o la expulsión de clérigos castrados


por elección o por violencia (prohibición de la autocastración).
 Canon 2: Reglas que deben observarse para la ordenación de
catecúmenos conversos evitando la prisa excesiva, y la deposición de
los culpables de una falta grave.
 Canon 3: Prohibición a todos los miembros del clero de morar con
cualquier mujer, excepto una madre, hermana o tía.
 Canon 4: Respecto de las elecciones episcopales la ordenación de un
obispo debe realizarse por todos los obispos de la provincia, pero en
caso de urgencia por al menos tres obispos. La confirmación debe ser
por el obispo metropolitano.
 Canon 5: Respecto a la excomunión.
 Canon 6: Prevalecimiento de las antiguas costumbres de la jurisdicción
del obispo de Alejandría en Egipto, Libia y Pentápolis, lo mismo que las
del obispo de Roma, el de Antioquía y los de las demás provincias. No
se deben nombrar obispos sin el consentimiento del metropolitano.
 Canon 7: Confirmación del derecho de los obispos de Jerusalén a
disfrutar de ciertos honores, reconociéndole el segundo lugar en su
provincia después del de Cesarea.
 Canon 8: Respecto a la readmisión de novacianos.
 Canon 9: Quienquiera que sea ordenado sin examen, será depuesto si
se descubre después que había sido culpable.
 Canon 10: Los lapsis que han sido ordenados a sabiendas o
subrepticiamente deben ser excluidos tan pronto como se conozca su
irregularidad.
 Canon 11: Penitencia a imponer a los apóstatas de la persecución
de Licinio.
 Canon 12: Penitencia que se impondrá a aquellos que apoyaron a
Licinio en su guerra contra los cristianos.
 Canon 13: Indulgencia a conceder a las personas excomulgadas en
peligro de muerte.
 Canon 14: Penitencia a los catecúmenos que apostataron bajo
persecución.
 Canon 15: Los obispos, sacerdotes y diáconos no deben pasar de una
Iglesia a otra y deben ser devueltos si lo intentan.
 Canon 16: A todos los clérigos se les prohíbe salir de su iglesia.
Prohibición formal para los obispos de ordenar para su diócesis a un
clérigo perteneciente a otra diócesis.
 Canon 17: A los clérigos se les prohíbe prestar a interés.
 Canon 18: Recuerda a los diáconos su posición subordinada con
respecto a los sacerdotes. No administrarán la Eucaristía a presbíteros,
ni la tocarán delante de ellos, ni se sentarán entre los presbíteros.
 Canon 19: Los paulianistas (partidarios de Pablo de Samósata) deben
ser rebautizados y las diaconisas contadas entre los laicos.
 Canon 20: Los domingos y en Pentecostés todos deben orar de pie y no
arrodillados.

El papel de Constantino en el concilio


Constantino I, aunque simpatizaba con los cristianos, según la tradición no recibió
el bautismo hasta que se halló en su lecho de muerte. Sin embargo,
aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su victoria militar
sobre Majencio en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de la
batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios
cristiano, aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas.23
La visión que presenta Eusebio de Cesarea en su obra Vida de Constantino es la
del emperador participando e influyendo activamente en el desarrollo del concilio,
y poniendo orden ante las disensiones que iban apareciendo en la asamblea.24 Sin
embargo, el autor J. M. Sansterre, en su obra Eusebio de Cesarea y el nacimiento
de la teoría cesaropapista, ha cuestionado esta posición, señalando que la
actuación de Constantino fue respetuosa de los temas que eran de estricta
competencia de los padres conciliares. Esto se ve reforzado por los artículos de
la Enciclopedia Católica, que sostiene que Constantino I nunca pudo influir sobre
los temas teologales, ya que su formación a este respecto era prácticamente nula.
Por el contrario, sostiene la misma fuente, Constantino I se encargó de dar el
marco físico y político al concilio, con el fin de evitar que los disensos dogmáticos
(herejías) pudiesen desembocar de hecho en una fractura política del Imperio.
El emperador, a modo de presidente honorario del concilio, pronunció un discurso
de bienvenida a los asistentes tras el cual dio la palabra a quienes lo
presidieron.24 Gelasio nos ha transmitido la sorpresa de Constantino porque los
obispos no llegasen a un acuerdo en cuestiones de fe y propuso que lo resolvieran
acudiendo a «los testimonios de los escritos divinamente inspirados».25
Posteriormente declaró que todo el que se negara a endosar el credo sería
exiliado. Ordenó además que las obras de Arrio fueran confiscadas y quemadas,
mientras que sus partidarios fueron considerados como "enemigos del
cristianismo".26 Sin embargo, la controversia continuó en varias partes del
imperio.27

I Concilio de Constantinopla (381)


El Concilio I de Constantinopla es el II Concilio ecuménico de la Iglesia
Católica y fue convocado en 381 por el emperador Teodosio (379-395). El concilio
fue convocado con el objetivo de eliminar el arrianismo, que había tenido una
amplia difusión al amparo de los emperadores Constancio (337-361)
y Valente (364-378). También se busco la forma de eliminar una nueva herejía:
el macedonianismo y a sus seguidores llamados «pneumatómacos», que derivan
del error arriano, y que negaban la consubstancialidad del Espíritu Santo.

Durante el Concilio de Calcedonia (451) se declara el concilio constantinopolitano I


como ecuménico.

La inauguración del concilio se realizó en mayo del 381 con la presencia del


emperador Teodosio (379-395) y duro hasta julio de ese mismo año. El concilio no
contó con la presencia del papa Dámaso (366-384), quien no pudo asistir ni enviar
representantes suyos, tampoco asistieron obispos de Occidente y solo unos ciento
cincuenta padres conciliares de las sedes orientales estuvieron presentes.

Ocupó la presidencia Melecio de Antioquía, a cuya muerte asumió la


presidencia Gregorio de Nacianzo, recién elegido como obispo de Constantinopla,
y confirmado como tal por el propio concilio. Poco duró la presidencia de Gregorio,
que se vio obligado a renunciar a la sede constantinopolitana a causa de una serie
de intrigas. En su lugar fue elegido Nectario, un viejo senador, que fue bautizado y
recibió seguidamente la consagración episcopal.

El documento más importante derivado del concilio es el llamado «símbolo niceno-


constantinopolitano», que tendrá un gran influjo posterior por su utilización litúrgica
como profesión de fe. Este símbolo parece que tiene su origen en el que se
utilizaba en la Iglesia de Jerusalén para la colación del bautismo, con algunas
adiciones relativas al Espíritu Santo:
Señor y vivificador, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo es
igualmente adorado y glorificado, que habló por boca de los profetas.

Cánones

Del concilio también se derivaron cuatro cánones disciplinares:

 Canon 1. Reafirma la fe de Nicea y condena todas las herejías, y en


particular menciona a algunas de ellas, como las de los arríanos y
pneumatómacos.
 Canon 2. Señala los límites en los que debe ejercitarse la potestad
episcopal. En concreto, establece que los obispos de una diócesis no
deben ocuparse de las cuestiones de las otras.
 Canon 3. Afirma que «el obispo de Constantinopla, por ser ésta la
nueva Roma, tendrá el primado de honor, después del obispo de
Roma». La Iglesia occidental rechazó siempre este canon, que
originaría futuros enfrentamientos y disensiones.
 Canon 4. Declaraba nula la ordenación episcopal de Máximo, el
intrigante colaborador de san Gregorio de Nacianzo.

A estos cuatro cánones se suelen añadir otros tres: dos de ellos provenientes del
sínodo constantinopolitano del 382, y el tercero de una carta enviada por la Iglesia
de Constantinopla a la de Antioquía.

Concilio de Éfeso (431)


La mayoría de las controversias que devinieron en concilios surgieron en el oriente
y dejaron la iglesia oriental divida de la iglesia occidental y entre sí misma.
Algunos factores conspiraron para hacer necesario el Concilio de Nicea, el cual
puso el precedente para otros concilios. Constantino solidificó su reino sobre todo
el imperio y quiso unificarlo con base en la fe cristiana, lo cual puso precedente
para que otros emperadores se mesclaran en asuntos de la iglesia.
Las herejías (así llamadas algunas tendencias teológicas después de ser
condenadas) llevaron a la iglesia a hacer definiciones que antes no había tenido
que hacer. Entre muchos sínodos y concilios, cuatro concilios de esa época
eventualmente se reconocieron como concilios ecuménicos declarando la doctrina
que todos los cristianos deben creer:Nicea (325), Constantinopla (381), Efeso
(431) y Calcedonia (451).

Las otras reuniones eclesiásticas de este tipo enfrentaron a miembros del clero
como Apolinario, Arrio, Montanismo y la división que originaron dio a luz las
reuniones siguientes. Éfeso era distinto pues es el Obispo de una cede importante
Constantinopla Nestorio el que fue acusado de Hereje.
En este concilio se declaró a los concilios previos como ecuménicos
principalmente los tres últimos, Nicea, Constantinopla y Éfeso. Hasta la Asamblea
de Westminster la doctrina cristiana no depuró las herejías cristianas

Concilio de Calcedonia (451)


El concilio, celebrado entre el 8 de octubre y el 1 de noviembre del 451, fue
convocado por el emperador Marciano (450-457) y al mismo asistieron un
considerable número de obispos, oscilando entre unos quinientos en las primeras
sesiones y ciento ochenta en la última. Los representantes del papa fueron tres
obispos y un presbítero.

La reunión conciliar viene justificada por la necesidad de salir al paso de los


errores de Nestorio que, a su vez, habían propiciado el monofisismo de Eutiques.
Podemos decir que fue el complemento del concilio ecuménico de Efeso y la
superación del seudoconcilio de Efeso (449). Es cierto que el símbolo de unión
propuesto por Juan de Antioquía y suscrito por Cirilo de Alejandría, aceptando los
puntos sustanciales del concilio efesino, supuso una cierta pacificación de los
espíritus, pero, con todo, no se había alcanzado una plena unidad doctrinal.

La primera sesión tuvo lugar en la iglesia de Santa Eufemia y se comenzaron a


juzgar las actuaciones irregulares de Dióscuro, que fue depuesto en la tercera
sesión. En la segunda sesión fue leída una «carta dogmática» (Tomus ad
Flavianum) del papa León Magno (440-461) sobre las dos naturalezas de Cristo,
que se recibió con aclamaciones de los padres asistentes:
ésta es la fe de los Apóstoles. Pedro ha hablado por la boca de León.

En la quinta sesión, el 22 de octubre, se aprueba una fórmula de fe redactada por


25 obispos y que está en perfecta armonía con la «carta» del papa León, en
donde se declara:
Todos nosotros profesamos a uno e idéntico Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
completo en cuanto a la divinidad, y completo en cuanto a la humanidad en dos
naturalezas, inconfusas y sin mutación, sin división y sin separación, aunadas
ambas en una persona y en una hipóstasis.
La principal consecuencia del Concilio fue el cisma de los monofisitas. El Patriarca
de Alejandría no aceptó el concilio y finalmente terminó por escindir su patriarcado
del resto de la Iglesia. También muchos obispos repudiaron el concilio arguyendo
que la doctrina de las dos naturalezas era prácticamente nestoriana. En las
principales sedes apostólicas del Imperio bizantino, se abrió un período de
disputas entre monofisitas y ortodoxos, con diversas vicisitudes, en las que
intervinieron a menudo los emperadores. Aquí tienen su origen las antiguas
iglesias orientales, que aún hoy rechazan los resultados del Concilio: la Iglesia
Copta que nació de la ruptura del Patriarcado de Alejandría con el resto de la
Iglesia, la Iglesia Apostólica Armenia, la Iglesia Ortodoxa Siríaca y la Iglesia
Ortodoxa Malankara, de la India.

II Concilio de Constantinopla (553)


l Concilio II de Constantinopla es el V Concilio ecuménico de la Iglesia
Católica y fue convocado por el Emperador Justiniano I (527-565) de acuerdo con
el papa Vigilio (537-555). El problema que intentaba resolver el emperador con el
concilio era el planteado por los monofisitas, especialmente en Egipto. Justiniano
había condenado, mediante un decreto imperial:

1. La persona y los escritos de Teodoro de Mopsuestia;


2. los escritos de Teodoreto de Ciro (sobre el año 460);
3. una carta de Ibbas de Edesa defendiendo a Teodoro.
Esto es lo que se conoce abreviadamente como los «Tres capítulos», y sobre ellos
debía definirse en concilio. Los resultados del concilio no surtieron los efectos que
el emperador había previsto con su convocatoria, y aunque sea loable su intento
de buscar la unidad de la fe atrayéndose a los monofisitas, los procedimientos
empleados —especialmente lo referente al papa Vigilio— no parecen dignos, aun
aceptando las ideas cesaropapistas de la época.

El concilio se reunió en esta metrópoli imperial del 5 de mayo al 2 de junio del 553.


Se celebró en un edificio anejo a la basílica de Santa Sofía en presencia de 150
obispos, aunque en la sesión de clausura su número ascendiera a 164.

El papa Vigilio había sufrido grandes presiones por parte del emperador, que le
hizo ir a Constantinopla desde Italia, tratándole luego como a un prisionero. Sin su
presencia y, a pesar de su protesta, inauguró Eutiquio el concilio. El 14 de mayo el
papa Vigilio en unión con dieciséis obispos firmaron una declaración en la que
condenaban sesenta proposiciones de Teodoro de Mopsuestia, pero rehusaban
condenar su memoria y reexaminar los casos de Teodoreto de Ciro e Ibbas de
Edesa, porque ya habían sido rehabilitados por el Concilio de Calcedonia.
Justiniano I no se dio por enterado de esta declaración y no la comunicó al
concilio.

En las sesiones quinta y sexta el concilio condenó los «Tres capítulos». En la


octava y última sesión, el 2 de junio, la asamblea conciliar pronunció catorce
anatemas, de los cuales los doce primeros eran contra Teodoro de Mopsuestia, el
decimotercero contra Teodoreto, y el último contra Ibbas.

El papa Vigilio, enfermo y presionado por el emperador, envió una carta a Eutiquio
el 8 de diciembre en la que se adhería al concilio, y por último, el 23 de
febrero del 554, accedió Vigilio a la condenación de los «Tres capítulos», de esta
manera se preparaba el camino para la aceptación ecuménica del concilio.

III Concilio de Constantinopla (680-681)


Concilio III de Constantinopla. Fue el VI Concilio ecuménico de la Iglesia
Católica por iniciativa del emperador Constantino IV (668-685) la cual contó con el
apoyo del papa Agatón (678-681), quien no participó en el concilio fisicamente
pero si envió una delegación en su nombre. El tema principal del concilio fue la
condena al monotelismo.
El concicilio fue convocado por el emperador Constantino IV, quien ordenó al
patriarca de Constantinopla Jorge el 10 de septiembre del 680, que invitara a
los obispos de su patriarcado, así como a Macario, patriarca de Antioquía, que se
encontraba en Constantinopla con sus obispos. Constantino IV también le envió
una invitación al papa Agatón quien, en agosto del 680, mandó una delegación
compuesta por tres obispos italianos, tres apocrisarios pontificios, un
representante del arzobispo de Ravena y tres monjes.

El concilio se inició el 7 de noviembre del 680 en la gran sala de la cúpula del


palacio imperial, con la presidencia del monarca Constantino IV. El emperador
indicó que cuestión que había motivado el concilio era la del monotelismo,
consecuencia inevitable del monofisismo.

El emperador tomó parte personalmente en las once primeras sesiones. Durante


el evento el número de participantes osciló a lo largo de las diversas sesiones
entre 43 y 164. Después de un profundo estudio del monotelismo, el portavoz del
emperador Macario de Antioquía y su discípulo el abad Esteban reconocieron
haber mutilado los textos que exhibieron en el concilio, y fueron depuestos. En la
sesión 13ra la asamblea sinodal condenó a todos los que habían defendido ideas
próximas al monotelismo, de esta forma fueron condenados Sergio, Pirro, Pablo
II y Pedro, todos de Constantinopla, además del patriarca Ciro de
Alejandría, Teodoro de Farán, y Honorio de Roma. La sesión de clausura,
realizada en presencia del emperador, adoptó una profesión de fe en la que se
declaraba la existencia en Cristo de dos naturalezas, dos energías, dos
voluntades, de acuerdo con la doctrina de los cinco concilios ecuménicos
anteriores. El papa León (682-683), sucesor de Agatón, aunque refrendó las
decisiones de este concilio, restringió, sin embargo, el juicio de éste sobre el papa
Honorio (625-638), culpándole sólo de negligencia al no reprimir el error
monotelita.

II Concilio de Nicea (787)


El Concilio II de Nicea es el VII Concilio ecuménico de la Iglesia Católica, fue
convocado por iniciativa de la emperatriz Irene para tratar el problema del error
iconoclasta, lo que se había convertido en auténticos actos de persecución contra
el culto a las imágenes por parte de emperadores, como Constantino V (741-775)
y León IV (775-780).

El Concilio II de Nicea, aunque no acabó totalmente con el iconoclasmo,


contribuyó de forma relevante a su desaparición. En Occidente encontró algunas
dificultades su aplicación por parte de Carlomagno (768-814) y sus teólogos,
debido a la defectuosa traducción de sus documentos. El concilio
constantinopolitano IV lo declaró ecuménico, y es el último de los concilios
ecuménicos aceptados por los católicos y los ortodoxos.

Inicialmente la emperatriz Irene había convocado el concilio para celebrarlo en


la Iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla, el 17 de agosto del 786,
pero una revuelta militar hizo que se transfiriera el siguiente año a la nueva sede
de Nicea.

El concilio comenzó sus sesiones el 24 de septiembre del 787 en la iglesia de


Santa Sofía y fue presidido por el patriarca Tarasio de Constantinopla, quien
presidio las ocho que tuvo este evento. El papa Adriano (772-795) no pudo
participar fisicamente y envió en su lugar al arcipreste romano Pedro y
al archimandrita del monasterio griego de San Sabas, con algunas cartas en las
que exponía la doctrina católica sobre el culto a las imágenes.

En la primera sesión, Tarasio hizo leer una carta de la emperatriz Irene, y se


examinó el caso de algunos obispos que habían participado en
el conciliábulo de Hiereia del 754.

En la segunda reunión fue aprobada la exposición de la doctrina cristiana, que el


papa Adriano había presentado en una de sus cartas al concilio. Tarasio respondió
solemnemente a la pregunta de los legados papales declarando la veneración por
el culto relativo a las sagradas imágenes, aunque reservaba la adoración y la fe
únicamente a Dios.

En la tercera sesión se leyeron unas cartas sinodales de Tarasio y de Teodoro de


Jerusalén en las que se declaraba la validez del culto a las imágenes.

Las sesiones sucesivas se dedicaron a mostrar los argumentos de la Santa


Escritura y de tradición favorables a la doctrina propuesta anteriormente.

Luego, en la séptima sesión se aprobó una solemne definición sobre el culto a las
imágenes, afirmando que es lícito representar en imágenes a Cristo, a la Virgen
Santísima, a los ángeles y a los santos. El culto que se da a las imágenes va
dirigido al modelo, al prototipo representado por ellas, y se debe distinguir de la
adoración debida a Dios.

La octava sesión tuvo lugar en el palacio imperial de Magnaura, con la asistencia


de la emperatriz Irene y de su hijo, así como 300 obispos, que rubricaron las actas
del concilio. Se lanzaron también en esta sesión cuatro anatematismos contra los
iconoclastas.

En las actas conciliares griegas se añadieron 22 cánones de carácter disciplinario


sobre la vida eclesiástica, que recogían, en buena parte, prescripciones conciliares
dadas anteriormente.

IV Concilio de Constantinopla (869-870)


El Concilio IV de Constantinopla es el VIII Concilio ecuménico de la Iglesia
Católica y fue convocado por el Papa Adriano II (867-872) tras el pedido realizado
al papa Nicolás I (858-867) por el emperador Basilio el Macedonio (867-886) y el
patriarca Ignacio de Constantinopla con el fin de serenar los ánimos dentro del
mundo de Bizancio por las secuelas del iconoclasmo y la actitud de Focio de
Constantinopla, este último fue un patriarca destituido por el emperador Basilio
con apoyo de la Iglesia católica romana.

El papa Adriano II no pudo asistir al concilio y en su lugar envió como legados


al diácono Marino, a los obispos Donato de Ostia y Esteban de Nepi.

Este concilio, aunque es reconocido por la Iglesia Católica como ecuménico, no es


visto de esta manera por la Iglesia ortodoxa griega, la cual considera como octavo
concilio ecuménico, otro reunido por Focio en la misma capital imperial durante los
años 879-880, que rechaza las decisiones del Concilio IV de Constantinopla.

El concilio comenzó sus sesiones el 5 de octubre de 869 en la iglesia de Santa


Sofía y se clausuró el 28 de febrero de 870. Al principio no contó con muchos
asistentes, pero en las últimas sesiones asistieron alrededor de cien obispos. Los
patriarcas de Antioquía y Jerusalén enviaron sus representantes, y en la sesión
novena también se personó un representante del patriarca de Alejandría. El objeto
principal de los debates conciliares se centró en el proceso contra Focio y sus
seguidores.

Durante el periodo que duro el concilio se realizaron un total de diez sesiones. En


la primera sesión se proclamó el llamado libellus satisfactionis, que contenía la
profesión del primado del obispo de Roma, la condena del iconoclasmo y de los
errores de Focio. En las sesiones quinta y séptima estuvo presente Focio, pero se
negó a reconocer su culpabilidad. La última sesión tuvo una especial solemnidad
por la asistencia del emperador Basilio y su hijo Constantino, así como los legados
del rey de Bulgaria y del emperador de Occidente Ludovico II (855-875). En ella se
promulgaron una profesión de fe y veintisiete cánones. Estos cánones tenían la
intención de evitar que se repitieran los incidentes en torno a Focio, y volvieron a
confirmar la legitimidad del culto a las imágenes (canon 3). Llama la atención el
canon 21, que establece el orden de precedencia de los cinco patriarcas: en
primer lugar el papa de Roma, luego los patriarcas de Constantinopla, Alejandría,
Antioquía y Jerusalén.

I Concilio de Letrán (1123)


El Concilio I de Letrán, conocido también como Primer Concilio Lateranense,
es el IX concilio ecuménico celebrado por la Iglesia Católica y el primero de los
celebrados en Occidente. Este concilio fue convocado por el papa Calixto II y se
celebró entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año en la Basílica
de San Juan de Letrán (Roma), la iglesia episcopal del Papa.
Convocatoria

Finalizado el conflicto por las investiduras en el Concordato de Worms (1122),


entre el papado y el Imperio, con la renuncia del emperador a la investidura
del báculo y el anillo, el papa de entonce Calixto II (1119-1124) quiso confirmar
esta decisión con un concilio general, que se celebró al año siguiente en Roma.
Se reunió esta asamblea en la basílica Lateranense el 18 de marzo de 1123, con
una gran participación de padres conciliares. Según el abad Sugerio pasaban de
300 los obispos, y según Pandulfo —biógrafo de Calixto II— habían acudido 997
obispos y abades.

Resultados

De este concilio no se conservan las actas, ni otros escritos de las deliberaciones,


pero sí se conocen los cánones de este concilio. Son 25 cánones, que renuevan
en parte decisiones anteriores: se condenó toda ordenación o promoción
por simonía; se renovó la observancia de la «tregua de Dios», que había sido
proclamada en el Concilio de Clermont (1095). A los cruzados se les concede
indulgencia plenaria y se les aseguró la protección de sus familias y sus bienes;
también se dio un decreto en favor de la cruzada española. Se prohibió el
concubinato de los clérigos y se declaró nulo cualquier matrimonio
de presbítero, diácono o subdiácono. También se determinó que los monasterios y
sus iglesias estuvieran sometidos a los obispos. Finalmente, se leyeron en público
los documentos del Concordato de Worms para que los asistentes les diesen una
ratificación oficial. En el concilio también se canonizó al obispo Conrado de
Constanza.

II Concilio de Letrán (1139)


El Concilio II de Letrán, también conocido como Segundo Concilio
Lateranense, es el X Concilio ecuménico de la Iglesia Católica y fue convocado
en por el Papa Inocencio II (1130-1143) quien años antes estuvo en conflictos con
el antipapa Anacleto II (1130-1138) quien, junto a sus seguidores, habían
provocado una división (cisma) en la Iglesia.

Una vez reestablecida la unidad de la Iglesia con la muerte de Anacleto, el papa


Inocencio II convoca un «sínodo plenario» en el 1138. El concilio abre sus
sesiones el 3 de abril de 1139, y duraría hasta mediados del mismo mes y año. En
cuanto al número de los participantes tenemos referencias muy dispares:
los Anales de Melk hablan de 500, mientras que la Crónica de Otón de
Freising eleva la cifra a unos mil. Entre los asistentes abundan los procedentes de
Occidente, aunque también hay algunos que vienen de sedes orientales,
recuperadas por la acción de los cruzados.
Concilio

El 3 de abril de 1139 comienza el concilio en la Basílica San Juan de Letrán y en


sus sesión inicial el papa lamentó la confusión producida por el cisma de Anacleto
y depuso a todos los obispos y abades nombrados por el antipapa, incluso a los
que estaban arrepentidos, como el cardenal Pedro de Pisa, lo que daría lugar a un
cierto disgusto de san Bernardo de Claraval (1090-1153).

También se ocupó el concilio de ciertos errores dogmáticos de predicadores


populares, como Pedro de Bruys y Enrique de Lausana, que rechazaban
el bautismo de los niños, la eucaristía, el sacerdocio y el matrimonio.

El concilio abordo temas relacionados con la disciplina del clero, reproduciendo


cánones que asientan las ideas de la reforma gregoriana, especialmente contra
la simonía y en favor del celibato de los clérigos ordenados in sacris. Así, el canon
7 prescribía la invalidez —no sólo la ilicitud, como se había considerado
anteriormente— del matrimonio contraído por los clérigos (a partir del
subdiaconado) y los monjes. El canon 28 confirma a los cabildos catedralicios y a
los superiores de órdenes religiosas el derecho a elegir al obispo. Otros cánones
prohíben la usura, los torneos, el estudio del derecho civil y la medicina a los
monjes, etc.
Undécimo Concilio Ecuménico: El Tercer Concilio de Letrán (1179) se
efectuó bajo el Papa Alejandro III y el emperador Federico I. Hubo
trescientos dos obispos presentes. Condenó a los albigenses y valdenses y
emitió numerosos decretos para la reforma de la moral.

Duodécimo Concilio Ecuménico: El Cuarto Concilio de Letrán (1215) se


realizó bajo el pontificado del Papa Inocencio III. Estuvieron presentes los
patriarcas de Constantinopla y Jerusalén, 71 arzobispos, 412 obispos y 800
abades, el primado de los maronitas y Santo Domingo Guzmán. Emitió un
credo ampliado (símbolo) contra los albigenses (Firmiter credimus), condenó
los errores trinitarios del abad Joaquín y publicó setenta importantes decretos
reformatorios. Es el más importante concilio de la Edad Media y marca el
punto culminante de la vida eclesiástica y del poder Papal.

Décimo Tercer Concilio Ecuménico: El Primer Concilio General de


Lyons (1245) fue presidido por el Papa Inocencio IV, los patriarcas de
Constantinopla, Antioquía y Aquilea (Venecia), 140 obispos, el emperador de
oriente Balduino II. Asistió San Luis rey de Francia. Excomulgó y depuso al
emperador Federico II y dirigió una nueva cruzada, bajo el mando de San
Luis contra los sarracenos y mongoles.

Decimocuarto Concilio Ecuménico: El Segundo Concilio General de


Lyons (1274) fue realizado por el Papa Gregorio X, los patriarcas de
Constantinopla y Antioquía, 15 cardenales, 500 obispos y más de 1000 otros
dignatarios. Logró una reunión temporal de la Iglesia Griega con Roma. Se
añadió al símbolo de Constantinopla la palabra Filioque y se intentó
encontrar medios para recuperar Palestina de los turcos. Se establecieron
reglas para las elecciones Papales.

Decimoquinto Concilio Ecuménico: El Concilio de Vienne (1311-1313) fue


celebrado en esa ciudad francesa por orden del Papa Clemente V, el primero
de los Papas de Aviñón. Asistieron los patriarcas de Alejandría y Antioquía,
300 obispos (114 según algunas autoridades) y 3 reyes---Felipe IV de
Francia, Eduardo II de Inglaterra y Jaime II de Aragón. El sínodo trató sobre
los crímenes y errores atribuidos a los Caballeros Templarios, los Fraticelli y
los begardos y las beguinas, proyectando una nueva cruzada, la reforma del
clero y la enseñanza de idiomas orientales en las universidades.
Decimosexto Concilio Ecuménico: El Concilio de Constanza (1414-1418)
se celebró durante el Gran Cisma de Occidente con el objeto de terminar con
las divisiones dentro de la Iglesia. Solamente se convirtió en legítimo cuando
el Papa Gregorio XI lo convocó formalmente, y por ello logró poner fin
al cisma eligiendo al Papa Martín V, lo que el Concilio de Pisa (1403) no
había logrado conseguir por su ilegalidad. El Papa legítimo confirmó los
decretos anteriores del sínodo contra John Wyclif y Jan Hus. Así pues este
concilio es ecuménico sólo en sus últimas sesiones (XLII - XLV inclusive) y
respecto a los decretos de las sesiones anteriores aprobados por Martín V.

Decimoséptimo Concilio Ecuménico: Basilea-Ferrara-Florencia (1431-


1439). El Concilio de Basilea se reunió primero en esa ciudad, siendo bajo el
pontificado de Eugenio IV y Segismundo emperador del Sacro Imperio
Romano. Su objetivo fue lograr la pacificación religiosa de Bohemia.
Surgieron dificultades con el Papa y el concilio se trasladó primero
a Ferrara (1438), y después a Florencia (1439), donde se logró una unión
breve con la Iglesia Griega, habiendo aceptado los griegos las definiciones
de los puntos controvertidos del concilio El Concilio de Basilea es sólo
ecuménico hasta el final de la vigésimo quinta sesión y de sus decretos,
Eugenio IV aprobó solamente los que trataban de la extirpación de la herejía,
la paz en la cristiandad y la reforma de la Iglesia y los que al mismo tiempo
no derogaban los derechos de la Santa Sede. ( Ver también Concilio de
Florencia.)

Decimoctavo Concilio Ecuménico: (1512-1517). El Quinto Concilio de


Letrán (1512–1517), bajo los Papas Julio II y León X, siendo emperador
Maximiliano I. Asistieron 15 cardenales y alrededor de 80 arzobispos y
obispos. Sus decretos son principalmente disciplinarios. Se planteó también
una nueva cruzada contra los turcos, que quedó en nada, debido al
cataclismo religioso en Alemania causado por Martín Lutero.

Decimonoveno Concilio Ecuménico: El Concilio de Trento duró 18 años


(1545-1563), bajo cinco Papas, Paulo III, Julio III, Marcelo II, Paulo IV y Pío
IV, y bajo los emperadores Carlos V y Fernando. Estuvieron presentes 5
cardenales legados de la Santa Sede, 3 patriarcas, 33 arzobispos, 235
obispos, 7 abades, 7 generales de órdenes monásticas y
160 doctores en teología. Se convocó para examinar y condenar los errores
promulgados por Lutero y otros reformadores y para reformar la disciplina
eclesiástica. Es el concilio de más larga duración, publicó la mayor cantidad
de decretos dogmáticos y reformatorios y produjo los resultados más
benéficos.

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