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RESUMEN CAPITULOS III, IV Y V “AURA” Carlos Fuentes

Capítulo III
Al comprobar los manuscritos, Montero piensa que la anciana les
ha otorgado un valor que verdaderamente no tienen. Por otro
lado, por lo atrayente de la paga, escoge realizar el trabajo al
menos por tres meses hasta reunir el dinero muy que le permita
trabajar en su propia obra, relacionada con las conquistas de los
españoles en territorio americano.

A lo largo de la noche tiene una pesadilla y, en la peor parte de


tan horrible sueño, despierta y encuentra a Aura, desnuda a su
lado, acariciando su cuerpo y diciéndole “eres mi esposo”. Le dice
que lo espera en su habitación esa noche. Felipe continúa con la
revisión de los documentos. En ellos lee cómo el general conoce
a su mujer cuando ésta únicamente tenía quince años, en el año
1867.

Cuenta una extraña escena: Un día halló a su joven querida con


las piernas abiertas y la crinolina de su traje levantada en la parte
de adelante, torturando a un gato. La imagen lo excitó de tal
forma que hicieron el cariño. Martirizar a los pequeños felinos, así
que lo escribía Llorente, era la forma donde la mujer propiciaba el
cariño entre los dos, en una clase de sacrificio simbólico. 

Al hacer los cálculos, Montero concluye que Consuelo debe tener


ciento nueve años. Su marido sentía gigantesca fascinación por
sus ojos verdes y porque la querida se vistiera de ese color. El
general le redacta a su mujer “pienso que serás siempre hermosa,
lo mismo en cien años…” y otra cita muy llamativa “¿Qué harías
para continuar estando siempre joven?”

Llega la hora de la cena y, en esta ocasión, Consuelo está en la


cabecera de la mesa. La anciana conversa amenamente mientras
Aura sigue en silencio, lo que inquieta a Felipe por el nivel de
sumisión de la sobrina frente la tía y empieza a urdir historias de
toda clase en su cabeza frente lo que ve.
En ese instante el joven comprende que el fundamento real de su
presencia en esa oscura casa es dejar en independencia a Aura
del yugo de su tía y toma la decisión de llevársela de ese lugar.
La anciana le distribución a Felipe el siguiente folio y le dice que
desean correrlas de la vivienda.

Capítulo IV
Montero cae presente de que la razón por la que permanece Aura
en la vivienda es para eternizar la ilusión de juventud y hermosura
de la anciana tía. Así que lo habían acordado, Felipe llega esa
noche a la habitación de Aura y, al ingresar la encuentra vestida
de verde, como sus ojos.

Pero ocurrió algo mágico: Aura por el momento no es la joven


tierna del día previo, sino que se ve una mujer de más de 40
años. En ese instante pasa entre ellos una aproximación llena de
gigantesco erotismo que también piensa símbolos sagrados de la
iglesia católica. 

A lo largo de su acercamiento íntimo, Aura lava los pies de Felipe


mientras mira una imagen de madera de Cristo. Bailan un vals
que ella murmura y que extrañamente Montero reconoce y canta
con ella. De a poco se van desnudando a la par que se llenan de
besos y caricias.

Aura se posiciona de cuclillas sobre la cama y sobre sus muslos


desnudos parte una oblea –haciendo referencia a una hostia –  y
le ofrece la mitad a Montero, quien la recibe y come. Después, el
se posa sobre ella, quien lo espera con los brazos libres, como el
Cristo crucificado. Se redacta la importante cita “Aura se abrirá
como un altar”.

Al amanecer, Montero despierta intentando encontrar la espalda


de Aura, pero ella por el momento no está con él. Abre los ojos y
la ve parado con la cama. Camina hacia un rincón de la
habitación, donde está Consuelo sentada en un sillón que él no
había visto antes. ámbas mujeres le miran y sonríen, mientras se
van por la puerta que comunica la recámara de Aura y la de
Consuelo, realizando movimientos y ademanes idénticos. Dejan
reposar al hombre en la cama de Aura.

Capítulo V
Montero despierta desconcertado por todo lo ocurrido la noche
previo y piensa sobre la verídica identidad de Aura y de Consuelo.
Siente que, de algún modo, esa noche engendró su doble,
suponiendo que Consuelo es doble de Aura y al revés. Felipe le
pide a Aura que se marche con él para huír de la anciana; pero la
joven no quiere partir y le pide seguridad. Le dice que su tía
estará fuera de casa todo el día y que lo espera esa noche en la
habitación de Consuelo.

Montero hurga en las memorias de Llorente y afirma que el


general y Consuelo no lograron tener hijos. La mujer trastornada
por lo cual le ocurría buscó remedio a su mal en pócimas y
plantas; al nivel llegó su obsesión que suponiendo haber
encontrado la pócima para la eterna juventud, enloqueció. 

Montero hurga en las memorias de Llorente y afirma que el


general y Consuelo no lograron tener hijos. La mujer trastornada
por lo cual le ocurría buscó remedio a su mal en pócimas y
plantas; al nivel llegó su obsesión que suponiendo haber
encontrado la pócima para la eterna juventud, enloqueció.

El general narra que la encontró caminando sola y descalza por


los pasillos de la vivienda una madrugada. Al mirarlo le dijo: “No
me detengas; voy hacia mi juventud, mi juventud viene hacia mí.
Entra ya, está en el jardín, ya llega”. Llorente, desconsolado y
abrumado, culminó sus escritos con la frase  “Consuelo, el
demonio también fue antes un ángel”.

Dentro de los folios también halló fotografías, de hecho una de


Aura con fecha en 1876, cien años antes, firmada por Consuelo
Llorente en el aniversario número diez de su boda. Pero la mujer
que hace aparición en la imagen es Aura. Encuentra otra
fotografía aún más desconcertante: Aura acompañada por
Llorente, pero el adulto más grande es Montero, sabe que
Llorente es él.

Al anochecer va en busca de Aura a la habitación de Consuelo,


así que lo habían acordado. Entra y ve a la mujer en la cama,
quien le pide que se acueste a su lado pero que no la toque.
Montero se siente angustiado ya que piensa que la anciana
puede llegar algún ocasión, pero Aura lo tranquilidad diciéndole
que no regresará “Ella ya se agotó”.

Empieza a besar y a abrazar a Aura, pero se ofrece cuenta que


es a Consuelo a quien tiene en sus brazos: “verás bajo la luz de la
luna el cuerpo desnudo de la vieja, …, temblando sutilmente
porque tú lo tocas, tú lo amas, tú has regresado también…” Al
preguntar por Aura, Consuelo le responde con una inentendible
frase: “Volverá, Felipe, la traeremos juntos. Deja que recupere
fuerzas y la haré regresar…” Ahí el lector comprende todo.

Nota: Si deseas puedes ampliar la lectura a través del Audiolibro.

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