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Usualmente, los lápices están hechos en base a una barra de grafito que se
coloca dentro de un cilindro de madera, o también metal. El origen de este
objeto se describe en el siglo XVII en Inglaterra, lugar donde se descubrió un
sustancial depósito de grafito.
A mediados del siglo XIX se diseña una goma que se emplea como borrador
para ser agregado en el extremo opuesto del lápiz, un diseño que hasta la
actualidad resulta ser práctico para borrar de inmediato cualquier error hecho al
escribir o dibujar en un trozo de papel u otra superficie.
Mina:
Son muchas las maderas que pueden usarse para la fabricación de lápices, las
más comunes son el enebro, tilos, pinos entre otras muchas. Sin embargo, la
madera más empleada para los lápices de buena calidad es el cedro,
específicamente el Cedro de Incienso o Calocedrus Decurrens.
El empleo de esta madera responde a aspectos prácticos, puesto que entre las
características de la misma están que es sencilla de trabajar, la suavidad de las
superficies, facilitando el lacado, aparte de permitir el afinamiento de la punta
sin crear astillas y su resistencia ante variaciones de temperatura y humedad
sin sufrir daños como encogerse, torcerse o agrietarse.
Esta marca se destacó porque los nuevos lápices pintados de tono amarillo,
eran de una calidad destacable y tenían diversas durezas.
Goma de borrar:
El ingeniero Edward Nairne empezó a venderlas por libra en 1770, tras, al igual
que Priestley, descubrirlas de forma accidental, tras borrar por error un trazo
con lápiz con el caucho que usaba para trabajar.