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7. 4. Resiliencia
Rutter sugiere que la resiliencia se adaptó a las ciencias sociales para caracterizar a las personas
que, a pesar de nacer y vivir en situaciones de alto riesgo, se desarrollan psicológicamente sanos y
exitosos (en Kotliarenco, 1997).
Grotberg la define como "capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la
vida, superarlas o incluso ser transformado por ellas". La resiliencia es parte del proceso evolutivo y
se debe fomentar desde la niñez (en Kotliarenco, 1997).
Vanistendael distingue dos componentes: uno es la resistencia frente a la destrucción; esto es, la
capacidad de proteger la propia integridad bajo presión.
Para Vanistendael el concepto incluye, además, la capacidad de una persona o sistema social para
enfrentar adecuadamente las dificultades, de una forma socialmente aceptable.
Fonagy y colaboradores, (en Kotliarenco) en 1994, señalaron que las personas resilientes
presentaron en su infancia los siguientes atributos:
d) Temperamento fácil.
c) Posibilidad de contar en la adultez con apoyo social del cónyuge, familia u otras figuras.
Respecto al funcionamiento psicológico que protege del estrés a las personas resilientes, los
autores mencionados señalan:
Lösel y colaboradores, (en Kotliarenco) agregan a las anteriores otras características del
funcionamiento psicológico:
b) Mayor autoestima.
2. Independencia. Capacidad de establecer límites entre uno mismo y los ambientes adversos;
alude a la capacidad de mantener una sana distancia emocional y física, sin llegar al aislamiento.
3. Capacidad de relacionarse. Habilidad para establecer lazos íntimos y satisfactorios con otras
personas, a fin de balancear la propia necesidad de empatía y aptitud para brindarse a otros.
6. Creatividad. Capacidad de crear orden, belleza y propósito a partir del caos y el desorden. En la
infancia se expresa en la creación y los juegos, que son las vías para revertir la soledad, el miedo, la
rabia y la desesperanza.
7. Moralidad. Actividad de una conciencia informada; es el deseo de una vida personal satisfactoria,
amplia y con riqueza interior. Se refiere a la conciencia moral, a la capacidad de comprometerse con
valores y de discriminar entre lo bueno y lo malo.
Así, la promoción de factores protectores como la autoestima, la asertividad, el uso saludable del
tiempo libre, los valores y el proyecto de vida, constituye uno de los elementos dentro de la
prevención primaria dirigida a mejorar la salud integral del adolescente.
El bienestar del adolescente no se puede lograr si no existen niveles críticos de calidad de vida, en
términos de derechos elementales para el ser humano, tales como educación, nutrición, vivienda y
buena salud física y mental; derecho al trabajo (en algunos casos), recreación y la oportunidad para
En 1992, la Organización Panamericana de la Salud señaló que entre los principales desafíos por
afrontar, a fin de alcanzar la salud integral para todos los adolescentes, están:
Reducir las desigualdades en las condiciones de vida de los grupos de adolescentes dentro
de cada país.
Aumentar los niveles de prevención, con énfasis en la educación para la salud.
Fortalecer los mecanismos para lograr una progresiva satisfacción de las necesidades
biológicas y psicosociales.
Capacidad de autocuidado.
Reciprocidad dentro del grupo.
Actuación del adolescente sobre sus ambientes para hacerlos cada vez más saludables.
Promoción de estilos de vida saludables.
Toda medida preventiva exitosa depende de una sociedad que facilite el equilibrio entre el
cumplimiento satisfactorio del desarrollo del adolescente y su experimentación en conductas de
riesgo, en donde el trabajo de prevención requiere, además, de modelos de conducta positivos
(líderes profesionales, familia, pares) y la oferta institucional de alternativas a las conductas de
riesgo; este es el caso del programa TIPPS, encaminado a fortalecer los factores de protección y la
resiliencia.